AntologĂa de autores
Testaduros
La Testadura una literatura de paso
Dirección General Mario Eduardo Ángeles. Imagen de portada: Marlon Albores Colín.
La Testadura, una literatura de paso. www.issuu.com/latestadura latestaduraliteraria@gmail.com México, Diciembre 2016.
Síguenos por Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. La Testadura, una literatura de paso, hecha para olvidarse en los lugares públicos o salas de espera.
AntologĂa de autores
Testaduros
La Testadura, una literatura de paso
CONTENIDO Introducción 9 Álvarez, David 11 Vulgatría Ancira, Lola 12 Carta de bienvenida Confesión Ángeles, Mo. Eduardo 17 Polvo eres y en comida te convertirás El cuento Diosito no nos abandonó, sólo nos puso donde hay jerez y yemas Cervantes, Julio César 21 Cinco minutos Receta para un buen ágape Oda al viejo policía (el de la esquina) Tengo un momento para ti Y pa’donde..? Chavero Sánchez, David Gustavo 26 Otro intento fallido Cruz, David 30 Vendedor de autos usados
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Antología de autores Testaduros Conclusiones y tristezas Fernández, Artemio Ramón 35 Brujos en la ciudad de México Feligreses Galván Arredondo, Sergio Arturo 39 El beso huichol García Ramírez, Augusto Sebastián 45 El ascenso El niño de ojos tristes Goliardo Léudnadez, Hoz 52 Fuego al amor Guillén, Omar 57 Somos el universo en proporción diminuta Hernández Olguín, Alma Consuelo 60 Éxtasis Me gusta cuando gimes Sagrado Olvido Kardian, Isobel 64 Encuentro fortuito La Loba, Enzo 66 La costumbre
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La Testadura, una literatura de paso L. de la Torre, Belinda 68 Día de feria Lobato Quesada, Alexandra 74 El último hombre del pueblo Una vez una mujer López, Óscar Édgar 80 Más acá de mis manos M HP, Adilenne 85 19 de enero 90 minutos Amores católicos Notas para uno mismo Méndez Guido, Gabriela 91 El delito de los soles Vestiduras oníricas Tres espectros Montiel Ugalde, Tzolkin 96 Me jacto de ser… Descanso La falsedad Déjame te cuento que casi todo lo que odio de ti está en mi ADN Yo Muñequita de hule Odio, María 100 (sin título)
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Antología de autores Testaduros Pérez Cabrera, Fran 103 Mi`j@ La guía para la llegada de mi`j@ La tarde y la venida de mi hija Placer y ternura Rodríguez, Olga 108 Existir Límite Rodríguez Gómez, Lizeth 111 EL Comienzo… Viajera Querer a distancia Un motivo… Norteña Altiplano Recorrido Salinas, Javier 118 Hijo de Dios Trujillo González, Jenaro 123 Él Nico el volador Zuñiga, Atxuri 130 La bala caida Pide un deseo
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La Testadura, una literatura de paso
INTRODUCCIÓN La Testadura se inició como un ejercicio literario, donde autores con, o sin experiencia, podrían publicar sus textos. Objetivo logrado, La Testadura ha brindado el espacio a más de cien escritores en alrededor de ciento cincuenta publicaciones, y contando. Otro objetivo era hacerla al alcance de la gente, tanto inexperta en la degustación de textos literarios, como en los gustos más selectos. Este ha sido otro objetivo logrado, se redujeron los costos de diseño e impresión, se ha dado la alternativa gratuita de hacerse, el lector, de la versión digital vía plataforma de issuu: issuu.com/latestadura; y también, a través de la presentación pública de cada número; para esto hemos recurrido a lo típico, ya sean galerías, librerías, cafés literarios, casas de cultura, museos, universidades, programas radiofónicos y espacios públicos que se nos han abierto para tal efecto, esto en más de quince Estados de la República. De la misma manera, hemos hecho presentaciones en lugares no tan típicos como cantinas, pulquerías, antros, autobuses, y otros lugares más que se escapan a mi memoria; cabe aclarar que algunos de estos lugares no tan típicos han sido tomados desprevenidos, algo así, como un ocupa literaria. Aquí, en este ejemplar que tienes en tus manos, hemos logrado reunir a veinticinco autores que han participado con nosotros y que, en parte, dan fe del trabajo que venimos haciendo. Decidimos hacer una antología de autores, no de textos, con la finalidad de que puedas encontrar en ella trabajos no publicados en ninguna Testadura anterior.
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AntologĂa de autores Testaduros
Sin mĂĄs por el momento, los dejamos en buenas letras. Mario Eduardo Ă ngeles
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La Testadura, una literatura de paso
David Álvarez (Querétaro, 1990). Egresado de licenciatura en Sociología de la Universidad Autónoma de Querétaro. Actualmente es director editorial de la revista Saltapatrás, editor de la revista Academus y gestor cultural en Proyecto Cultura UAQ. Con La Testadura, una literatura de paso, ha publicado la serie narrativa Porca Miseria (2016) y Necropoética (2015), así como colaboraciones en ediciones de convocatoria como Noche de Burroughs I (2015) y Movimiento alterado. 3er. Aniversario (2015).
VULGATRÍA I Saliendo del jacal, justo en la línea que divide su interior del resto del mundo, Niño miró a Abuelito sobre el matorral. Cargado de leña, sostenida por una cuerda entre su frente y la espalda, con los pasos lentos y la piel marrón ondulada por los años, Abuelito alzó la mano para saludar a Niño, quien tenía entre sus manos una vasija con agua para Abuelito, preparada justo para saciar la sed a ocasión del sol y limpiar las impurezas que deja el sudor en el rostro. Abuelito sonrió, dejando entrever su pobre dentadura, con los ojos nostálgicos y un ligero lagrimeo atorado en el párpado. Pasos después, Abuelito cayó de frente y, luego de tres profundos suspiros, no volvió a levantarse. Niño corrió temeroso, gritando hasta llegar al cuerpo acaecido, mendigando cachitos de vida al cielo sin respuesta alguna.
II En las escaleras del estacionamiento, en Plaza
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Antología de autores Testaduros Constitución, un par de niños colocados (por azares, asperezas, circunstancias…) de lado a lado estiran la mano ante el tránsito cotidiano. Su método es el mismo, mirando como miran quienes conocen de soledades, aún tengan diez años, a la espera de un gajo de compasión. Pasos tras pasos, hacia arriba o abajo, en direcciones sin rumbo, en caminos sin suelo, de personas sin rostros, son metáfora del tiempo sin sentido, detenido ahí, en sus piecitos sucios, en domingo santo, en el que hay que agradecerle a dios por lo acontecido.
III Los espacios son asideros de la memoria, lugares o no-lugares de encuentro que resguardan en sus suelos historias. Quizá, como Jorge Luis Borges, los sucesos antes que los escenarios son los artífices de la nostalgia, pero creo que los actos sin espacio son mera incertidumbre. Cuando asomaba en el recuerdo, por ejemplo, aparecía sin contratiempos, puntual, justo ahí entre los sitios y los tiempos, aunque no le pertenecieran. La recordaba en el microbús, en un cigarro, en la noche, en una anécdota, en la infancia, en mis manos, en murales, en ocasiones, en azares, en chistes malos, en el patio, en mi casa, en su rostro, en libreros…. ◙ Lola Ancira (Querétaro, 1987) es Licenciada en Letras Modernas en Español por la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos, cuentos y reseñas literarias para medios electrónicos e impresos de diferentes ciudades del país como Yaconic, MxCity.mx, La hoja de arena, el suplemento Laberinto de Milenio y la revista Tierra Adentro. En diciembre de 2012 se publicaron sus primeros relatos
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La Testadura, una literatura de paso en La Testadura, una literatura de paso #26. En noviembre de 2013 se publicó su primer libro de cuento fantástico Tusitala de óbitos por Pictographia Editorial (con el apoyo de CONACULTA e INBA). Fue beneficiaria de la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la especialidad de cuento del periodo 2014-2015. Actualmente vive en la Ciudad de México, es editora en Ediciones B, tiene la columna «Irreverencias maravillosas» en la revista digital VozEd (Madrid), escribe con frecuencia en su blog (http://letrasymaullidos.blogspot.mx/) y su siguiente libro de cuento será publicado en el Fondo Editorial Tierra Adentro. Correo electrónico: ancira.c@gmail.com
CARTA DE BIENVENIDA* Cada año la muerte inaugura las fiestas de Yule, en Pictia. Durante los meses previos sus habitantes se preparan para una misma celebración: el solsticio de invierno. Al cumplir la mayoría de edad, el gobierno de Pictia le ofrece a todos los adultos la posibilidad de cumplir un deseo, con dos únicas reglas: sólo se permite elegir a otros humanos, también mayores de edad, y expresarse con una honestidad plena. La Oficina de Justicia ha convertido los caprichos pueriles en necesidades, en deseos mortales y en un ejercicio catártico que ha evolucionado en su ejecución lo mismo que los autores en su malicia y aprehensión. La nieve grisácea que congela el único río que abastece a la población durante prolongados meses, el Clyde (mostrado en toda su majestad en la postal adjunta), ha nublado su juicio por el tiempo suficiente, cegando también su entendimiento de la clemencia. En Pictia el perdón se ha vuelto inexistente y el rencor es el único mecanismo que hace avanzar al tiempo. Dentro de la Oficina existen diversos Departa-
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Antología de autores Testaduros mentos a los que son encausadas las cartas una vez examinadas, entre ellos el de Investigación, donde se valora el deseo en cuestión. El de Accidentes y Prevención propicia las circunstancias necesarias para lograrlo y evadir cualquier tipo de responsabilidad. El de Suicidios asiste a la muerte voluntaria de cualquier interesado, apegado siempre a las normas legales y éticas. Para asegurar el éxito al cumplir los deseos, se han designado a tres hombres cubiertos por completo con ropas negras para realizar cualquier tarea con la mayor precisión y a la brevedad posible. Todas las dependencias tienen los recursos necesarios para actuar con libertad, e incluso existe el Departamento Legal y Jurídico. Cada uno cuenta con un consejo que estudia todos los casos y selecciona año con año los deseos más viables, aumentando indiscutiblemente la probabilidad de las cartas acompañadas por cheques o dinero en efectivo. El Departamento de Venganza es uno de los más solicitados durante esta época. A escasos días de iniciar las celebraciones, ha superado de manera exorbitante las expectativas del año en curso recibiendo, por poco, la totalidad de la correspondencia. Entre esas cartas se encuentran, como cada invierno, las escuetas, que expresan el simple deseo de la desaparición de otra persona, pero también las extensas, que describen con detalles que rayan en lo enfermizo cómo desean que sufra el objetivo en cuestión, qué utensilios o armas deberán usarse e incluso qué debe hacerse con el cadáver. Hay también quienes piden que se registre por cualquier medio el procedimiento, material que se les envía como obsequio durante el transcurso del 25 de diciembre. Otros, más sentimentales, solicitan joyas, mechones de cabello, un globo ocular o algún dedo, siempre conscientes de que no
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La Testadura, una literatura de paso pueden pedir algo que exceda las dimensiones de la pequeña caja metálica asignada para este propósito. Durante décadas, dicho Departamento ha recibido infinidad de peticiones: el corazón de una mujer ajena; la fidelidad (que, tras algunas investigaciones, se descubrió en el centro mismo del lóbulo occipital) o incluso la visita del espíritu o ectoplasma de algún ser amado, a pesar de la únigracias a algunos investigadores se descubriad de peticiones:, como cada spechas.ca regla existente. Lo peculiar es que gracias a contados médiums que no cesaban por realizar estas peticiones, se inauguró el Departamento de Apariciones, donde se originaron entes que envejecen conforme lo hacen sus familiares, un toque que los vuelve mucho más cercanos a los vivos al no permanecer estancados en el tiempo como le sucede a los espectros comunes. Conforme a la información anterior y en caso de que decida acompañarnos en nuestras próximas fiestas, envíe su deseo a la misma dirección postal que aparece en la parte inferior izquierda de esta carta mientras tenga oportunidad. Bienvenido a Pictia y no olvide abrigarse bien. *Relato publicado en el especial navideño del suplemento Laberinto del periódico Milenio en diciembre de 2015, también disponible en el sitio web http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Carta_Lola_Anciracarta_de_bienvenidalaberinto_cuentos_0_647935504.html
CONFESIÓN* Tras varios minutos de estar frente al aparador lleno de frascos de diversos tamaños, observando detenidamente el interior del establecimiento, reconoce
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Antología de autores Testaduros a otro hombre con la misma ocupación, pero cuya atención se centra ahora en él. Ambos, a una distancia comprometedora, empiezan a realizar movimientos que delatan su incomodidad. Es el del abrigo negro y raído quien inicia la breve conversación: —El aroma particular de esta calle atrae a cualquiera, a cualquiera que haya perdido a alguien de por vida, quiero decir. A alguien que por más que se quiera o por lo profundo que llegue a ser el sufrimiento, no volverá a aparecerse jamás, al menos no más allá de los recuerdos. Esa esencia es la de la melancolía, ¿no la reconoces? Tenso, el hombre de la gabardina café carraspea un poco para contestar: —Durante meses se lo atribuí a mi alucinación, a esa necesidad de encontrar señales por doquier para constatar que en realidad no ha desaparecido, que mi soledad es momentánea y sólo basta mirar hacia el sitio indicado en el instante preciso para reafirmarlo. —Décadas atrás, cuando el visionario padre de Jean-Baptiste Grenouille la inauguró, su finalidad era luchar contra la nostalgia al duplicar las notas aromáticas de los difuntos, crear lo más parecido a una copia fiel y conmovedora de los que ya no están. La única razón por la que no he requerido de sus servicios es porque el aroma que necesito permanece únicamente en mi memoria y, a pesar de múltiples intentos, no he encontrado la forma de extraerlo, así que me conforto buscando algo similar al consuelo en los rostros de sus clientes. —No creerías por todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, y siento que dar algunos pasos y empujar una puerta es el acto más irrealizable. —Te sorprendería más saber cuántas personas
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La Testadura, una literatura de paso pretenden vivir con tranquilidad hasta que dejan de ignorar la pesadumbre y se quiebran. Hay quienes incluso afirman que esto sólo es un engaño, pero es una mentira que los acerca poco o mucho a la felicidad. Seguramente en esa bolsa de tu gabardina, de la que no sacas la mano ni por error, traes alguna joya o prenda pequeña que ha quedado impregnada por la mezcla precisa del perfume y la esencia natural de alguien en particular, pero no estás seguro aún de querer ser dueño de esa presencia invisible y penetrante, de saber que con un dedo podrás invocarla y esparcirla por la sala, en tu habitación o donde lo creas irremediable o necesario. —¿Crees que sea posible imitar el aroma de un hogar fulminado por las llamas de una catástrofe deliberada, alimentadas también por el cuerpo de uno de sus dos habitantes? *Relato publicado en la sección «Formas breves» de la revista Tierra Adentro número 216, también disponible en el sitio web http://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/ confesion/ ◙ Mo. Eduardo Ángeles.- (Querétaro, Qro.) Poeta, editor y promotor literario.
POLVO ERES Y EN COMIDA TE CONVERTIRÁS Feliz, como una lombriz, llena de humanos.
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Antología de autores Testaduros EL CUENTO Había un hombre sin rostro, sin piernas y sin manos. Érase una vez un hombre sin pelo, sin piel y sin cuerpo. Este era un hombre sin pensamientos, sin sentimientos y sin ilusiones. Colorín, colorado, este hombre está acabado.
DIOSITO NO NOS ABANDONÓ, SÓLO NOS PUSO DONDE HAY JEREZ Y YEMAS Hoy cuando desperté, el perro andaba suelto, había roto el cordón que lo mantenía sujeto a su casa, una casa de perro; eso parecería obvio, a no ser que el perro fuera un gallo, y sí, es un gallo, y no es un gallo de pelea, es raza Rhode Island, comúnmente llamados raza ponedora, y es cierto, es bien ponedor, por eso está allí amarrado, si lo suelto quiere pisar a cuanto se mueva, sea gallina, pollita de días de naci-
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La Testadura, una literatura de paso da, perros adultos y cachorros sin importar géneros, rodillas humanas, etc., al final, no me fue difícil volverlo a amarrar porque aunque ya le hice saber que mi rodilla no es cojible y se mantiene a distancia de ella, tiene el cordón lo suficientemente largo como para volverlo a agarrar y ponerlo en su lugar. Apenas eran las siete de la mañana cuando lo descubrí así, y es que esa vez mi día empezaba más temprano, para esas horas ya había desayunado y ahora me tocaba darles de desayunar a los caballos que cuido y ponerles agua limpia, después siguen las borregas, luego los conejos, y al final, las gallinas; se me olvidaba, antes que los caballos son los perros, tres adultos y siete cachorros; hasta hace unos días el número nueve prevalecía, son nueve los equinos que cuido, nueve crías de conejo y nueve cachorros de perro, pero acabo de regalar dos perritos y dejó de ser el nueve el número dominante. Esta mañana tenía que apurarme así que todo lo tuve que hacer más temprano de lo habitual, puesto que ya tenía permiso de ir con la neuróloga; traigo un problema en la cabeza que de manera gradual me ha venido afectando, comenzó a fastidiar desde hace dos años pero lo hizo de una manera tan sutil que no le presté atención, apenas era perceptible, ahora he perdido la fuerza del lado derecho del cuerpo y mi vida se ha visto transformada de una manera radical. Hoy tenía que ver a la neuróloga, y por lo que estoy viendo, no voy a poder volver a ir, esta es la tercera cita que cancelo por no tener dinero para ello, nunca lo completo, principalmente porque me pagan en abonos, nunca me llega mi quincena completa en tiempo y forma; esta vez ya habíamos estado todos advertidos, tanto mis patrones como yo, ellos de que necesitaba mi dinero completo por lo de mis gastos médicos, y yo de que podía volver a pasar lo de siem-
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Antología de autores Testaduros pre; y sí, otra vez no me llegó completa, esta vez sólo me faltaron doscientos pesos, y yo debí haber guardado lo de la consulta, pero no, en vez de eso se me ocurrió confiarme en que esos doscientos llegarían a mas tardar el día de hoy, pero es hora de que no llegan y yo ya tendría que estar abordando el autobús que me lleva a Querétaro y de allí, desplazarme hasta el consultorio en un camión urbano. Me sentí ridículo por creer, aunque indirectamente, en dios; apenas el fin de semana pasado, mientras se ponía borracho, uno de los patrones, el que debió de pagarme el adeudo, se deshizo en argumentos de cómo diosito no le fallaba ni lo abandonaba en casos de aprietos económicos como este, esta vez no sólo lo abandono a él sino a ambos; tal vez mi pecado fue engolosinarme comprando despensa con el dinero que ya tenía en mis manos y confiarme de que me pagarían el faltante. Hacía mucho que no andaba ebrio durante la mañana; siempre me ha gustado sentarme en una plaza y leer sobre lo cotidiano, es decir, en un libro que no tiene letras, en un libro vivo, y estando en este estado y a estas horas de la mañana se logra una mejor lectura… Recuerdo que lo disfruté mucho un día que estaba en Guadalajara; esa vez habíamos estado de visita en casa de Miguel Escamilla y Roxana, su esposa, yo iba con la que después fue mi pareja; me salí a hacer una de esas lecturas a una plaza no muy cercana a las primeras horas del día, regresé feliz y con el pelo recién cortado; en la plaza me habían invitado como modelo a una clase de cultora de belleza; esa vez, mientras yo veía-leía a cada una de las chicas que conformaban el grupo, la maestra les enseñaba un nuevo corte de pelo sobre mi cabeza, y me miraban atentas. Hoy aproveché la trastada que nos hizo diosito y me vine a tomar jerez a las puertas de su casa, para
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La Testadura, una literatura de paso ser más preciso, a las puertas de la iglesia principal de Santa Rosa Jauregui, cerca de donde ahora vivo, puesto que cualquier iglesia es la casa de dios; y como la consulta me costaba seiscientos pesos, los cuales, no acabalé, me compré doble dosis de jerez; cada dosis cuesta doce pesos en el mercado, mas ocho yemas de codorniz que valen a peso, veinte. Parece que no me alcanzó el texto; necesitaba hacer un texto de no más de mil palabras para que me lo publicara Miguel Escamilla, que ahora vive en China, y ya es hora que necesitaría concluir, pero la cantidad de palabras solicitada para la cantidad de jerez que he tomado resultan pocas, así que este texto está a punto de quedar inconcluso; pero igual que aquellas vidas que valen la pena se acaban antes de tiempo, o como aquellas buenas relaciones que nunca terminan, a este texto no le toca acabarse… ◙ Julio César Cervantes ―El Diablo‖, serigrafista, músico, poeta, etc.
CINCO MINUTOS Cinco minutos existen solamente para sacar a orinar al perro, demostrar el teorema de Pitágoras, hacer el milagrito de los peces pelar una naranja, firmar el libro de visitas distinguidas, tomarse una Prodigiosa, buscar un par de calcetines limpios, pasar lista sin saltarse ninguno.
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Antología de autores Testaduros Cinco minutos bastan para contemplar a la secretaria, ir por cigarrillos a la tienda hacer un mal chiste y reírse con ganas de él, buscar un cigarro a media noche, quitarse de encima al borracho necio sacar el boleto para el cine, hartarse de las estupideces de los políticos de hoy y siempre Pero esos cinco minutos no bastan para desvestirte y comerte nena com-ple-ti-ta.
ODA AL VIEJO POLICÍA (el de la esquina) ¡Oh! Viejo policía ¿recuerdas aquellos tiempos en que andabas por estas calles donde todos te conocían y reconocían tu aptitud para localizar al ratero al marihuano al robachicos a los violadores a esa parte de esta sociedad que le gusta andar entre las sombras y con tu ojo de águila,
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La Testadura, una literatura de paso los descubrías? ¡Oh! Viejo policía! ¿recuerdas los días domingos cuando pasaba la gente se quitaba el sombrero te llenaba de salutaciones y regalos? ¡hasta te parecías al párroco! ¡Oh! Viejo policía recuerdas? todos te llamaban para bajar al gato del tejado, para calmar la riña entre las putas, para ponerle un quedito al cabrón del marido que había masacrado a su vieja, (eras mejor que el párroco pues no tenias que andar escondiendo la macana). ¡Oh! Viejo policía ahora, existe un pequeño cambio: tus compañeros, son unos hijos de puta y los párrocos, ahhh los párrocos... siguen igual
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Antología de autores Testaduros escondiendo la macana.
RECETA PARA UN BUEN ÁGAPE Ingredientes: Ella sin trapito alguno, lo necesario de aceite. Preparación; Se va untando Su cuerpo Con el aceite Friccionando suavemente hasta palpar sus poros, (puedes restregar tu cuerpo contra ella para aumentar la tentación), cuando comience a vaporizar se fricciona muy pero muuuy suavemente su ombligo con el miembro. Se lo paseamos sobre cada milímetro. Hay que hacerlo Por los 6969 puntos cardinales. Se adereza con pequeños lengüetazos continuos ¡Se sirve uno mismo!
TENGO UN MOMENTO PARA TI 26
La Testadura, una literatura de paso Tengo un momento para ti para que deseas más si con eso tienes todo te doy de más te me empachas y te vas. Soy como los buenos tragos que se toman poco a poco que no saturan tu paladar no exijas mucho más. Tengo un momento para ti un sólo momento solo no pidas más de veras y vivirás eternamente. Me doy por satisfecho pues todo ¡¡¡te lo di ya!!!
Y PA’DONDE..? Yo sé que no mientes cuando dices ―te quiero‖ Sé que no… Mientes (¿?) ¿qué te hace decir lo que dices… ¿qué me vaya o que regrese? ◙
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Antología de autores Testaduros David Gustavo Chavero Sánchez, EDAD: 30. LUGAR DE NAC.: Querétaro, Querétaro. CORREO ELECTRÓNICO: chaverodavid15@gmail.com. PÁGINA PERSONAL: FB. Yo Es Otro. NÚMEROS EN LA TESTADURA: LA TESTADURA LITERARIA N° 21: ―Poemario‖, 2012. N° 40: ―Manifiesto corto a la conciencia‖, 2013. N° 60: ―Destellos desprendidos‖, 2014. 4TO ANIVERSARIO: “En algún rincón del polvo”, 2016. OTRAS PUBLICACIONES: SUPLEMENTO PANÓPTICO: ―Factores de la desobediencia civil‖ 2012. ENCHIRIDION N° 02: ―Las cosas, las criaturas y los días‖ Fragmentos, 2014. ENCHIRIDON N° 05: Selección de poemas, 2015. SUPLEMENTO CULTURAL VOZ ZERO N°19: ―Otro homenaje a Bukowski‖, 2015.
OTRO INTENTO FALLIDO (En una sola exhalación) Aúlla la brisa áurea Danza sobre las pestañas Descifrando el dialecto de las nubes Errantes voluptuosas parlantes desnudas Invisible para los depredadores urbanos Varado sobre un tejado gris perdido entre frecuencias Oculto en el ritmo vibra brilla en la música de [la ciudad Devora sílabas himenópteros con lengua de marfil Recuerdos de un cadáver roído por los grillos Se fermentan pesadillas en el caldo de las horas En su corazón sus labios su ombligo sus ojos Necesita embriagarse con la sangre de su vientre Adicto derrotado pule sarcófagos Salta impúdico sobre pubis inhóspitos Estancado silencio en el anfiteatro
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La Testadura, una literatura de paso Teme la ferocidad de sus deseos Glándulas hinchadas bocas flojas escupen noches en [el cráneo Surgen interminables callejones atestados de [vagabundos poetas indigentes Hierven las calles al paso de transeúntes extraviados [en la red Sed en el mar ser artificial oro en el ojo del tiempo Otra noche el sol volverá a ocultarse Paseos nocturnos idilios noctívagos Noctámbulos arácnidos insomnes Kilómetros de cocaína metanfetaminas Amaneceres etílicos riñas en cantinas de mala [muerte Óxido en las fauces sin mariguana sin efectivo sin un [golpe de realidad Vomitando en las riberas de la autopista rumbo a [Real Consagrando venenos a la eternidad en resacas [autodestructivas Sexo lésbico sobre rings Big Bang vaginas [pin pong Clímax gong mantras Om Mani Padme Hum Decapitados en plazas públicas anfiteatros [cibernéticos Rumores acechan entre las grietas de las aceras Diagnóstico de LSD exilio sobre las alas de un [lepidóptero de ébano Incomprensible el salto cuántico de sus divagaciones Incoherencia precedida por erectos anfibios [eructando Poros volcánicos desprenden Hare Krshna – Krshna –
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Antología de autores Testaduros [Krshna H2O Delta 9 – 3, 4 – transtetrahidrocannabinol Es un día agradable para embriagarse con mezcal Incitar a las putas saciarse con la sabiduría de los [trastornados Zumbar para cautivar al abismo Arrojar excremento a los policías Morder el falo absoluto del Estado fallido Fumar crack en conciencias de aluminio cuerpos de [aluminio Habitaciones de hojalata cerebros luminosos Sinapsis diluyéndose en destellos de luciferasa Bajo estrellas durmiendo en bosques profundos Añora su piel contra sus escamas Recorrer juntos un acantilado Desaparecer en los suspiros que desprende su cabello Arcoíris tornasol cascada radiante flamígera Capturar un siglo más para besarla Rasgar sueños aniquilar traumas Ha visto el universo en sus pupilas dilatadas No importan las semanas degradando el cuerpo Resistir cataclismos náusea decepciones Renunciar a los dioses al amor aniquilar la esperanza Deambular solo mientras la tierra arde a su paso Condenado a la nada código de barras contenido neto [355 ml. Corazón repleto de orgías ditirambos orgasmos [fulminantes Última cerveza mezcla de sudor ebrio caldo de [camarón Miradas sin tiempo negación instantes infinitos Delfines bullen bajo lenguas hirvientes
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La Testadura, una literatura de paso Prostitutas gimen entre gruñidos de cerdos Cumbia antes de dormir salsa para copular Itacate de éter DMT diacepam nebulosas rojas Supositorios de opio homicidios abogados hipsters [jueces jonkies Hippies bebiendo Coca – Cola punks reventando su [anarquía en McDonald’s Magnates engordan el mundo agoniza por la [voracidad del capitalismo Mundo máquina mundo en ruinas mundo marchito [mundo exhausto Aúlla la brisa áurea Danza sobre las pestañas Escribe rodeado de tarántulas murmurantes Ritman gorriones ululan las sombras en los charcos Lluvia pasajera existencia pasajera Paisaje evaporándose con lasitud dominical Truenos poetizan entre el canto de los árboles Estridulan esferas diamantinas sobre el suelo de [cartón No es suficiente otro día otra hora otro momento Ahora son más claras sus disertaciones Ayer discutió con urracas sobre el origen del aire Anoche bebió azufre con Lilith Bajo un cielo estrellado compuesto por Van Gogh Ayer descifró anatemas aplastando cucarachas Anoche mezcló sus fluidos con el ectoplasma de una [gorgona ramera Ayer encontró una perla en un clítoris mutilado Anoche escuchó una oda entre las piernas de una [bailarina gorda Ayer fue plancton en un sueño húmedo
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Antología de autores Testaduros Cloroplasto en los ojos de las hojas de las nimbus Escorpión envenenado en un desierto rojo Anoche recorrió todos los senderos ninguno lo [condujo a Roma Ayer disparó contra la eternidad expandió su cráneo [fragmentado Después recobró el conocimiento Le devolvieron la memoria empeñada A cambio de olvidar las malas experiencias Recuperó el semblante curtido por el sol Volvió con los miembros delgados pero firmes Con ausencia de entendimiento pero con las [deficiencias cotejadas Guardando una tenue sensación de libertad Otro intento fallido lo convierte en compañero de la [muerte Lo obliga a exclamar – Sí a la vida – mientras puede. ◙ David Cruz
VENDEDOR DE AUTOS USADOS Eran finales de octubre del año de 1997, el año de nuestro señor, durante ese tiempo decidí mi vocación, era tarde ya en cuanto a los inicios acostumbrados de la educación, yo un hombre ya de veinte años empezaba el largo camino que requería constancia y juventud; el hombre de la gran ciudad vino a las afueras para vivir junto a lo que parecía la generación que pondría los pininos de las ventas en grandes masas, tenía pues listo mi cabello, la corbata vestía en mí el
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La Testadura, una literatura de paso honor de una deidad de las ventas. La historia preveía un comienzo que para las latitudes y los espacios son poco importante, mi madre muerta ya me había sugerido aparecer en la pequeña urbe de encantos campiranos, esa heterotrofía que daría una constancia en mis esfuerzos por engatusar a las personas poco informadas en los autos más convenientes para sus necesidades, el vehículo que movería desde el momento de la factura endosada a su nombre su destino real, el motor que bellamente consumiría sus esfuerzos en un movimiento constante. Sin más tome parte en la práctica, haciendo ventas sagaces pero no constantes de los mejores automóviles que en bajo costo eran necesarios para el hombre de esta época, mis palabras insulsas de capitalino descarriado detonaban en los oídos de los incautos, sin embargo faltaba el punto final, la fonética de ciertas palabras sin equilibrar dilucidaban a los genios, encantando solo en apariencia pero no en el fondo de sus rescoldos vírgenes que esperaban con la avidez del hambriento la falsedad de una buena compra, eso mi estimado lector era mi falla. Me esforcé en un mercadeo de mis entornos, aprovechando cada instante para encajar en esta nueva clientela campirana que desdeñaba al extranjero, usé sus formas, me ceñí sus ropas y al comer sus comidas recé a los mismos dioses. Finalmente asistí al centro de estudios avanzados en venta de autos usados, en la facultad de filosofía local, eran menores mis compañeros, jóvenes entusiastas que malograban el nombre de las ventas en maneras coloquiales, criticándose a sí mismos como altos conocedores, sus palabras en rabietas, vestimentas coloridas, niñas a la moda; ante toda especulación me acepte como su compañero, bebimos largas jornadas a los griegos en
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Antología de autores Testaduros dionisiacas odiseas, especulando del pueblo, aquel viejo pueblo que rugía por las mañanas afrodisiacas, dando la mano al esforzado, odiando al viajero, al pajero, al braguetero que enfrascaba sus descendencia en los pisos sucios del centro. Las calles rellenas de psicóticos enjaulados buscaban con premura el automóvil que quedara en su peculio, las mujeres miraban con encanto al caballero del BMW plateado que al viento de las tardes otoñales desaparecía de la vista; los sedanes en multitud agobiaban el tráfico del invierno sórdido, las campañas papales/políticas en cargueros con altavoces cargados de retórica que no se podía entender. El destino paradisiaco iba quedando en el olvido, hoy finales de octubre de 2010, el año de nuestro señor, aquel año cuando descubrí mi vocación y fue en el colegio de Vendedores al por mayor cuando me llegó la musa que me aseguraba había acompañado a Virgilio sin que él lo supiera a través de los infames infiernos, la venta era floja en sí misma, pero el mercado era apto para los solitarios, los necesitados, era una venta para los sin familia, aquellos de los que tristemente provengo, mi madre en su lecho de muerto me lo recomendó, en sus viejas palabras de moribunda egoísta el mejor comercio es el dolor, en su cáncer desde el páncreas hasta el cerebro, que delimito sus gozos y acabó.
CONCLUSIONES Y TRISTEZAS ¿Es la letra que apunta la fuerza que discrimina? O ¿son todas las lágrimas sin salir las que [atormentan la falsedad de un escritor al redactar? Los libros que jamás leyó queden en su conciencia Por ende las faltas de ortografía que nunca mejoró Imposibilidad de redacción
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La Testadura, una literatura de paso Es el tiempo fulminante que suele desaparecer el [consuelo Avejentado Atiborrado Métrica del valor que pesa a un texto Retórica de cobardía Conocimiento que asaltan con agravios las deudas a [la sociedad Entre estimas de épocas pasadas y las glorias [novomodernas Sean los distractores del ojo que solía brillar Los colores opacos que no pueden conciliar una [conclusión, por siempre a la deriva La vieja madre que tanto sugirió no lastimar lo [desconocido, Inclinada ante el oprobio imaginario de los dioses [poco condescendientes, que incapaces de exigir más, [[se sintieron honrados por silábicos de cuatro [[[estrofas. Fórmulas numéricas que deberían decir quién soy, [enlamadas ahora en versos que fraguan un estilo [[insípido, lleno de avaricia Si hablo de mí y mis neurosis O hablo de mí y las neurosis de alguien más O de palabras que resurgirán los pasos de la vida, [ante el ayer perdido y el presente constante vehicular Tome pues apuntes que despilfarren la kilométrica [estándar de aquello que quede, crispante, [[albergando en la mente lo distante, Haga un encefalograma para que dictaminen que [parte falleció Que concluya el docto el espacio que jamás brotó
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Antología de autores Testaduros Al final con libros jóvenes en mi pecho tomaré [posiciones imbéciles para el revelado de una [[fotografía de los buenos tiempos donde la vida [[[sonreía Develen mejor mis recetas Mis contratos de renta Ellos al menos fieles demostraran el desorden que es [al por mayor mi producción Vuelvan las lecturas del niño narrándose a sí mismo [en el silencio del cagadero, las frases que nunca lo [[dejaban solo O en las salas de espera de los hospitales [psiquiátricos donde esperaba su turno, haciéndose [[amigo de las plantas secas y los viejos vivarachos No se confunda más el saber con lo poco, con alguno que otro verso vehemente que encalle en lo [desconocido. Construcciones fallidas hechas en el egoísmo del [alcohol No se confundan con la institución El esgrima toscano de enseñanza La jardinería formalista que es incapaz de seguir las [formas históricas de los argh, fur, ri, ro, dejen ya los [[viejos de criticar a la muerte, los jóvenes al bombillo [[[que alumbra su vida, dejen ya esas sandeces. Tome hoy el robo que olvidaron y que temen, acepten [la imagen de sus padres fornicando con prostitutas [[institucionalizadas dejen sus certificados hoscos en [[[los rescoldos del acantilado que por derecho es [[[[otorgado a los que hacen Bom Sean patrañas escritas en simbolismo de la nueva [escuela aquella que le gusta acarrear la piñata de
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La Testadura, una literatura de paso [[dinero falsamente habido, den los centavos mejor a [[[la industria del placer, a la de los pañuelos. Que bequen a la desfachatez que para ella es el [escribir cosas importantes, los textos que los [[hombres necesitan y tantas veces son curados por [[[ellos. Por el artífice de la salud de esta cándida broma Usurpadora Vengadora Malogra lo que sea.
◙ Artemio Ramón Fernández. Poeta nacido en la Huasteca potosina, publicaciones de poesía en algunas revistas electrónicas.
BRUJOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO Me llevaron al Parque México en la Condesa; con una resaca futura, doliéndome el ahogo para respirar el aire húmedo de sus árboles eternos. Veníamos de Chapultepec de ver las rocas elevadas, pendientes de la muerte, el empinado por el que se tira uno dispuesto como criminal o cobarde defendiendo la tierra que
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Antología de autores Testaduros al fin y al cabo no es de nadie. Lalo, ironizando la caída, estuvo ahí con resaca: ―¡desde aquí no te vienes matando!‖ y la ciudad estaba incólume aromada por el escape de los autos, adornada por monumentos de glorioso salitre cubiertos de vergüenza y de la mirada incrédula de nosotros que caminábamos o reptábamos en el aire metálico de la Ciudad de México. Vimos los empedrados históricos de la Condesa la huella de generaciones muertas por antiguas lanzas, al filo de machetes y a plomazos vimos su sangre circular por el aire como motas de polvo traslúcidas y brillantes. La ciudad, populosa, estallaba ante el crepitar de centenarios árboles, resultado de sus noches fragmentadas en toda esquina. No fuimos a armar una vanguardia buscar la orientación para escribir sobre una mosca sobre las tazas de té y los recuerdos de mamá sobre progenies de mierda. Éramos brujos, de los profesionales, curándonosla de todo y de todos de las banquetas, del cielo y sus nubes de las noticias en los puestos de periódico, nos la curábamos de los poetas que hablaban
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La Testadura, una literatura de paso del amor a la palabra a cierto género de palabra: la vacía. En este sentido ―Curar‖ significa que nos reíamos con madres. Y tomados de la mano, totalmente encabronados, aun nos reímos, corriendo levantando el polvo que volverá a cubrir el sol que fue en algún tiempo el estrado para algún dios prehistórico. Entonces tuve la visión: la avenida Nuevo León, la Citlaltépetl cubierta de pasto y esqueletos y un inmenso cántico que atravesaba el polvo, una tempestad que sacudía los huesos entregando una aguerrida voz, una lluvia que nos limpiaba la cara y las manos. Corrimos hechos la madre con burbujas estallando rencor en las venas atravesamos toda avenida todo cuerpo y en la extensa ciudad no encontré a nadie salvo nosotros dos que veíamos en el mundo futuro la gran fosa común de la actual poesía mexicana.
FELIGRESES Con mucha seguridad has escuchado el declamar pomposo de un poema que hable de tacitas de té,
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Antología de autores Testaduros recuerdos obsoletos o una larga lista de nombres escritos, bajo el orden imperativo de un poema nostálgico. Te diré: Hay que observar a estos cantores quién demonios ha escrito esas cosas, si comprometen la tinta o sólo hablan de un apestoso linaje de gatos, es decir hay que buscar que no sólo imaginen sino que se tiren a un verdadero desmadre; fíjate, que no se trate de poetas de escritorio ratones de la web, parroquianos que se santiguan ante las palabras: ―ramera‖, ―amor‖ y ―poetiza‖. Si yo hablo y digo: ―Mi intención es un buen pulque‖ es porque mi intención es un buen pulque, si digo ―alcohol en mano hago un desmadre‖ es porque alcohol en mano hago un desmadre. Hay que vivir lo escrito quedar sordo ante los ecos, enloquecer hasta la médula y antes de que dejen más crías quebrar, a fogonazos, todo púlpito donde habitan estos concertistas . Sin coraje no se puede vivir, ya afilamos los colmillos con tragos abrumadores de licor barato, no debe ejercerse la mentira
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La Testadura, una literatura de paso no hay lugar para arteterapeutas en todo caso son los sofistas del género, plumíferos imitando a las aves. ◙ Sergio Arturo Galván Arredondo (Saga Lanuit). Nacido en
CDMX en 1978 y avecindado en Querétaro al inicio de 1994. Es Lic. En filosofía por parte de la UAQ. Ha publicado en varios suplementos culturales y revistas locales desde 1998: poesía, ensayo y relatos cortos. Uno de los objetivos literarios que tiene, es mostrar por entregas espaciadas, sin límite de tiempo, en La testadura, literatura de paso, el primer borrador de su novela: Ficción en la ciudad.
EL BESO HUICHOL (Fragmentos de la novela: ficción en la ciudad)
Nos sentíamos como dioses. Crecíamos y no nos consumíamos, ardiendo entre fuegos Heracliteanos. Como un efímero intento por conquistar el efecto de no ser nada en específico, encarnábamos el pensamiento de que así como te sientes, con suerte de espejo te ve todo lo demás. Aquello hacia que siempre salieran bien las cosas. Al formar lo que queríamos en estrecha conexión con esa magia que todo lo conecta por el punto exacto, íbamos anidando en nuestros corazones una especie de espíritu libre nietzscheano en pleno desenmascare del ideal… Conscientes solo del vértigo al caer sobre la mera existencia. Hacía mucho frio esa mañana queretana del
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Antología de autores Testaduros año 1999 que desperté con ganas de conocer el desierto. En la estación del ferrocarril no hubo suerte, la forma de ―modernizarla‖ por parte del gobierno ya estaba en proceso. No había viajes por el momento y pronto solo veríamos a los sudamericanos pasar de polisones hacia U S A, o como salen nuestras materias primas en sus vagones. Vamos a tener que irnos a San Luis Potosí, luego a Matehuala y de ahí transbordar a Real de catorce en autobús. Luego de tres horas turnándonos un asiento y el pasillo en un camión repleto de gente, platicando, pasando por pueblos llegamos a nuestro primer punto. En Matehuala, nos percatamos que dejaban de salir los camiones a ―Real‖ hasta las 7 de la noche. -¡Son las 8:40! Camiones solo mañana Esteban. Mientras ¿Qué haremos? ¿Cuánto tenemos? Entre los dos $380 pesos, tres latas de atún, una bolsa de pan bimbo, una lata de verduras, lata de chiles verdes, una cobija. Tendremos que dormir en la central, ¿qué tal una botella de charanda para el frio?Los estremecimientos de la resaca se combinaban con los peores temblores de frio que había padecido hasta ahora. Esteban tapado en el suelo con mi cobija dormía como bebé, luego de darle una patada en las nalgas al canijo que ni se inmutaba, yo empecé a dar vueltas de un lado a otro de la central camionera tratando de sentirme mejor. Salí a la plancha donde llegan los autobuses justo cuando amanecía. El cuadro que presenciaron mis ojos es difícil de describir. Si quisiera pintar un lienzo con el paisaje, la composición seria un cielo de nubes degradadas por rayos de luz. Un cielo con tonos blancos, rojos, dorados, azules oscuros, morados y lilas. Pero se quedaría esa recreación muy corta para lo que se sentía atrás de las pupilas. Solo puedo decir que a ese pequeño punto en el que se hallaban mis sensaciones en esta hermosa
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La Testadura, una literatura de paso inmensidad, el sol le dedicaba directamente sus primeros rayos llegando a la piel, acariciándole. Aliviándola del frio. Junto con esos rayos llegaron también los primeros autobuses. La impresión tanto del túnel oscuro de dos kilómetros para acceder a ―Real‖, así como el aspecto erosionado que tienen sus casas sobre la montaña, le dan el toque de pueblo fantasma. Por sus calles un extranjero caminaba acariciando la cabeza de su hijo, feliz, con una sonrisa en la cara. Esa expresión de su rostro me llamó mucho la atención pues reflejaba un mar de agradecimiento, como que no se creía el simple hecho de estar ahí mismo. Esteban y yo, conseguimos un cuarto bastante cómodo con baño por $50 pesos para llegar. El plan era simple, no teníamos casa de campaña, cobijas suficientes, ni agua; los dos tendríamos que investigar donde conseguirlo, conseguirlo y regresar a Real, a nuestro cuarto, pasara lo que pasara de algún modo significaba un refugio seguro. Lo ideal era internarse en el desierto, acampar, ayunar, una preparación especial a seguir, una serie de pases mágicos prefabricados, haber leído a Carlos Castaneda… pero ese día haríamos nuestras propias investigaciones experimentando con nosotros mismos, queríamos acceder a la superficie del cactus desde la raíz del alma con todo respeto, deseábamos que nos sirviera de algo la experiencia, pero la verdad era que no sabíamos hacia donde nos dirigíamos ni la suerte de matrioska que podíamos llegar a ser, en el sentido que no tenemos límites ni una esencia definida en su totalidad entre sus muchas capas de construcción. Pero el proyectarnos un sentido y a final de cuentas como nadie sabe a ciencia cierta hacia donde van a llevarles sus investigaciones propias por más que nos fabriquen teleologías y tautologías nos ani-
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Antología de autores Testaduros mó. La ruta que hicimos por el camino bastante accidentado entre Real y La Estación 14, es como de 15 km. Solo se puede realizar a pie o en una camioneta con doble tracción. Tiene unos 3 ½ mts. de anchura y cae a un desfiladero como de 50mts. Con piedras picudas de fondo y variadas montañas de piedra enfrente. Se ha matado más de una persona ahí. Cuentan de un alemán que solo alcanzo a gritar ¡scheisen! antes de salir al voladero y embarrarse contra las piedras. Cuando preguntamos al anciano Del jeep como estaba la cosa, cuantos había que ingerir, cuanto tiempo duraba, por qué parte crece. Nos dijo que hasta él comía de vez en cuando unos gajos y les daba a sus nietos pequeños, pues hacia bien y te limpiaba por dentro, que por 20 pesitos nos conseguía cuatro chonchos y uno de regalo. Lo mejor era internarse al desierto y cortarlo con tus propias manos, de lado sin sacarle la raíz para que siguiera creciendo. Viajar en la noche estrellada. Pero no teníamos lo necesario para sobrevivir ahí adentro y decidimos hacer como tributo lo de los 20 pesos. En la guarida, probamos el sabor más amargo, difícil era comer esa pulpa. Esperamos más de una hora y luego el universo comenzó a actuar bien raro. Yo cerraba los ojos y soñaba múltiples cosas que pasaban muy rápido, situaciones, objetos y personas; abría los ojos y seguía soñando y soñando hasta la desesperación… no podía mantenerme encerrado en ese cuarto ya, de pronto se abrió el techo al momento que dos aliens gigerianos pasaban peleando bajo una luna azul. Hasta la madre ya caminaba al lado del precipicio accidentado, me recargaba sobre la pared y vomitaba mientras oía los ladridos lejanos de un perro y el mundo se me presentaba con todos sus relieves, enfermo, intoxicado, todo se movía, oía hasta en
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La Testadura, una literatura de paso el silencio más intenso los latidos de la tierra y sentía sus vibraciones. Prontamente mis defectos afloraron. Imágenes mentales de las cosas de las cuales me arrepentía que había hecho y dicho taladraban mis oídos. Sentí ganas de llorar y una soledad encabronada. Me senté en el borde del estrecho camino un buen rato a pensar y pensar viendo el vacío y el cielo. En pacto total con la tierra me serené poco a poco, mientras a lo lejos en una pequeña peña con una cruz hasta arriba andaba subido Esteban observando el horizonte. Ni en esos momentos se tambaleo la fe en que todo saldría bien y de lejos en ese estado nos saludamos con la mano. Pronto llego el apapacho, la reivindicación, la humildad de ver a los ojos en el espejo tus defectos, para buscar la manera de corregirlos. Vi para dentro y era algo parecido a los rayos de luz de aquel amanecer en Matehuala. Laberintos descubiertos, llenos de brillos desconocidos por mí hasta ahora. Encontré en esa experiencia algo así como la medicina reivindicadora para de nueva cuenta estar bien y decidí volver a comerlo cuando fuese necesario. Recomendárselo a todos, a mis padres, hermanas, primos, amigos. A Esteban también le sirvió por lo que me contó. Estando en esa peña sin moverse, tuvo un viaje de secuencias oníricas, gente encerrada con los ojos totalmente negros poniendo pasta a lo largo y alto de una pared. Él pensaba que se quedaría en ese lugar, detallando el muro por toda la eternidad hasta resarcir todo su karma y rogó que lo dejaran llegar a Querétaro, pues ahí tenía sus propias cosas que resanar. Al otro día una camioneta nos hecho aventón hasta San Luis, ya éramos otros. Abrimos la última lata de atún, la de verduras y nos preparamos una torta en la polvosa calle. Un perro tuerto se sentó al lado de la banqueta con nosotros y le dimos de comer
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Antología de autores Testaduros unos trozos. Se le veía bien feo el ojo lleno con sangre molida, pero así como me sentía hasta tenía ganas de abrazarlo y adoptarle. Recordé la sonrisa del extranjero que vi en ―Real‖ y comprendí porque el agradecimiento: era a la misma tierra, a la magia misma, al asombro de la grandeza de lo que ven los propios ojos. Los dos sin dinero y cansados en la central camionera de San Luis, empezamos a talonear de peso en peso hasta completar lo de ambos pasajes, no paso mucho tiempo y una señora nos pagó todo el boleto doble. Le caímos bien. En realidad le dimos lástima, dijo tener hijos de nuestra edad, a los cuales nunca quería imaginar por la misma situación. Daba igual, todo salía bien. Dos días antes queríamos ir al desierto y ya estábamos casi de vuelta. He regresado a San Luis Potosí y conocido otros sitios como Wadley, Estación Catorce, El Quemado, donde inmerso en el desierto cada experiencia resulta única e irrepetible. En el dia se aprecian el canto de los pájaros, flores coloridas sobre biznagas, cactus, arboles de Joshua, arbustos, piedras y tierra. La noche te ilumina con hileras de estrellas brillantes en formas de animales. El arrullo lo provocan sonidos de búhos, coyotes y demás seres nocturnos. Así como Esteban y yo, a través del tiempo, estadios repletos de gente encontraron la reivindicación a sus males con el beso huichol. Han desmenuzado su situación problemática para rearmar una posible solución y gente con mayor preparación hasta dolencias corporales que les aquejan. Hoy la modernidad quiere atravesar centros ceremoniales huicholes extinguiendo con excavadoras la magia ancestral, acabando con el venado. No quiero ni pensar que eso pueda llegar a ser.
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La Testadura, una literatura de paso ◙ Augusto Sebastián García Ramírez, 42 años, queretano, sociólogo, egresado de la U.A.Q. Publicaciones: La Testadura no. 3 La Charola literaria (28 de septiembre). Colaboraciones para el ―Tribuna Universitaria‖.
EL ASCENSO Baste el informe de este desordenado banquete para conocer el estado lamentable de las cosas. (Torres de Villarroel. Visiones y visitas con D. Francisco de Quevedo).
Un caso inolvidable. Estaba por terminar la administración priista. No repetirían. La sociedad democráticamente les dio el tiro de gracia a la que durante seis años fue considerada la mejor administración en todos los sentidos. No había ningún medio de comunicación escrita, televisiva o en redes sociales que no dijera que no era la mejor administración. Pero a la hora de la hora la sociedad emitió el voto en contra animados por la promesa de que los ex funcionarios de administraciones pasadas iban a pisar el bote- de la mejor administración y dio paso a otro partido político. Fue en esos últimos días que el hermano del comandante le cito en un restaurante (una mole de concreto rodeada de aparcamiento al aire libre) a la salida de la ciudad. Pocos días le faltaban para gozar del poder. Estaba sentado frente a la pantalla gigante, viendo al Cruz Azul. El hermano del comandante no era nada. Nada. Absolutamente nada. Sin personalidad alguna. Solo ser el hermano del comandante del primer círculo de seguridad del C. Gobernador. Treinta servidores públicos asignados a la seguridad del C. Gobernador.
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Antología de autores Testaduros La mayoría de la policía estatal, dos que tres de la policía investigadora, dos ex militares, uno que había sido de la sección segunda del estado mayor y unos dos que tres colados. Entre los primeros estaba el comandante y coordinador de la seguridad del señor. Entre los últimos estaba el hermano del comandante de la seguridad del C. Gobernador. Luego por eso estaba allí trabajando. No por otra cosa. El comandante si hizo carrera policial. Personaje siniestro, un psicópata delirante que se alimentaba de su propia ignorancia y de la precariedad psicológica de quienes se le acercaban. Y se sumó al proyecto que en cuestión de cuatro meses de campaña fue el que democráticamente gano la gubernatura. Un C. Gobernador que ya quisiera que vieran la casa que tiene. No le falta ni un detalle. Y todo de calidad, no estoy para mentirles. Pero bueno les contaba que el comandante ya estando allí logro que su hermano entrara al grupo de ayudantía. No por otro cosa. No porque tuviera carrera policial. Nada. Solo por ser su hermano. Ya se lo había prometido. Que en cuanto ganara le iba a conseguir chamba. Y lo hizo. Accediendo así al núcleo de seguridad que concentraba el mayor poder de decisión política en el estado. Había pasado que la esperanza, que es el capital de los pobres, salió a votar por el candidato cuyo padre ya había gobernado el Estado varios sexenios atrás por el partido de los colores patrios, y todo lo que tenía voz y voto en el canasto universal de la ilusión, deposito el voto por el hijo de aquel que sexenios atrás los había gobernado. Aquel día el hermano del comandante perdía la fealdad y se asemejaba a una sonrisa. Parecía un crío con zapatos nuevos. Estaba feliz de la vida. Estaba en ayudantía del C. Gobernador. Seis años con trabajo
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La Testadura, una literatura de paso seguro. Les decía. Seis años de trabajo seguro tuvo el hermano del comandante. Parecía que la mirada de dios se fijaba por fin en él. Seis años trabajando el que había nacido sin el ojo derecho con dos o tres dientes nomás y la nariz achatada. De seis años ya le quedaban pocos. El trabajo estaba por acabarse a quien se la tiraba de intelectual. La cito. Estaba muy guapa. Llegó a eso de las tres. Era jueves. Salió agobiado de la oficina. No había casi nadie porque el lugar se empieza a llenar después de las cinco o seis de la tarde. De manera innecesaria pidió a la mesera regordeta y bigotona que le miraba con escepticismo, que le acercaran la carta, mientras le dejaban una copa de ron. Y le retiraban otra. El hermano del comandante ya estaba comiendo y bebiendo porque nada le costaba al tacaño a morir. A juzgar por los ojos con que le recibió, él ya había tomado por lo menos cinco copas de ron. Él le mira de arriba abajo. Desde que la vio por primera vez en la oficina, sintió una fuerte atracción por aquella policía estatal que ni esta tan buena como se siente pero que tiene un no sé qué. - Perdió nuestro candidato- comenzó diciendo con la boca llena de nostalgia. Si en ese momento le hubieran sacudido la cabeza al hermano del comandante habrían sonado las notas fúnebres de quienes todo lo perdieron. -Cuando nos iba mejor-, siguió. Le explicó a su manera porque la mejor administración tricolor había perdido democráticamente. Se explayo como si realmente fuera un politólogo de carrera. Cuando la única carrera que pegaba era para ir al baño cuando ya estaba que se cagaba. Y no fue solo una ocasión que emprendió la carrera para llegar
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Antología de autores Testaduros al baño. Ella rechazó la carta. 30 años. Bien o mal vividos. Chilanguita. Tez blanca. Ojos expresivos. 1.50 de estatura. Larga cabellera. Un poco llenita, sin llegar a ser gorda. Ni está tan buena como se siente. Su cadencia al caminar es lo que más la caracteriza. Tiene un colmillo ligeramente salido de su lugar, pero eso no le impide presumir los demás dientes que parecen blancas perlas y que son enmarcados por su boca sensual. Seis en la corporación. Seis en la ayudantía. 12 años laborables. Solicito un agua natural sin hielos. -Algo de comer, anda pide algo de comer-, exigió el hermano del comandante con rabia, a media voz y con la boca más torcida que nunca. En ese momento la cuenca del ojo hueco se le llenó de lágrimas color azul y blanco como el uniforme del equipo que nuevamente perdió en casa. Perdió faltando un minuto están cero a cero. Un delantero rival había tomado la pelota, sereno en su acción. Gambeteando a todos se enfrentó al arquero. Y con fuerte tiro quebró el marcador. Ella negó agradeciendo. -¿En qué íbamos? —Dice el hermano del comandante de quien las malas lenguas dicen que fuma marihuana y se mete dos que tres líneas de coca además de ser un inútil y un completo pendejo cuyo equipo favorito es el Cruz Azul. -A lo que te truje chencha-, le dijo mientras volteaba a todos lados. -Mira la administración ya termino. Nuestro trabajo también-, mientras daba un sorbo a otra copa.
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La Testadura, una literatura de paso -Al chile, como dicen en mi pueblo. Nos quedan pocos días. Y yo puedo hacer que puedas obtener un ascenso-, le lanzo a ella mientras le lanzaba una mirada de galán de cuarta que ni puta idea tenia de quién era la tal policía estatal. Ella se levantó sin contestarle y con evidente fastidio. Sin dar un sorbo al vaso de agua. Allí dejo al inútil y completo pendejo que lo único que sabe hacer es hacer del conocimiento cuando hay futbol (pasatiempo democrático por excelencia, ya que con un solo implemento pueden jugar hasta veintidós personas, ocasión inmejorable para el ascenso social de los más desfavorecidos), con sus frenéticos gritos que celebran un gol, o las mentadas de madre que desaprueban una mala jugada. –Está bien loco-pensóquien sabe de cuál fumo ¡Qué hijo de puta!-. Parece mentira que todavía pasen estas cosas.
EL NIÑO DE OJOS TRISTES Salió a la calle. Es invierno. Hace frio. Camina. Se aleja de una realidad que le parecía totalmente irreal. Al sol, le hace falta fuerza. Calle de tierra negra. Muy negra. Salió solo. Solo y su alma. Salió a sentarse a la sombra de los tambos de agua. Salió callado. Muy callado. Cinco años. Nada. Cinco años en la vida de un niño es nada. Mil ochocientos veinticinco días no son nada. Nada. Y parecía que ya había visto de todo. Horas antes su padre llego a casa. Borracho. Aquel aliento a alcohol era parte del inmobiliario cotidiano. Lo mismo la abnegación de su madre, Borracho de mil demonios. Llegó quien sabe cómo diablos. Llegó. Llegó y a romper madres. Llegó a mentar ma-
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Antología de autores Testaduros dres. Llegó a partir la madre. Llegó perdido. Llegó a amenazar al amor de su vida. Llegó a amenazar a la mujer de 1.50 metros de estatura. A la mujer que callaba para dejar en claro su dominio marital. A la mujer que juro amar hasta que la muerte los separara. Al amor de su vida. Aquel único y gran amor de su vida. ¡Te voy a matar! ¡Te voy a matar cabrona! Esas palabras las había escuchado un centenar de veces. Su padre las decía tras volver a casa, al caer la tarde, después de haber salido del trabajo. Llevaba así más de un año, luego de que a la casa llego a vivir la cuñada. Un escalofrió recorrió su cuerpo. Aquellos frenéticos gritos retumbaban la casa. La mísera casa. La mísera casa muy parecida a otras. Casa de tabique rojo y con techo de lámina de asbesto. Obviamente sin agua ni luz, ni baños. En ella contaban con tres cuartos. Uno para los padres. Uno para la cocina y otro para los niños. Los cuatro niños. Colonia irregular. De paracaidistas, escuchó. Los recursos de la familia no daban para más. Salió callado. Dejó atrás el cuarto de tabique rojo. El cuartucho. Imposible llamarlo de otra manera a ese espacio donde las ratas se ennoblecen. Atrás dejó a todos. A su familia. A sus hermanos y a su madre y padre. Atrás dejó a sus hermanos con cara de incertidumbre, callados, asustados profundamente tristes. Atrás dejó a su madre con tremendo golpe en media cara cual si fuera un lunar gigante. Le vio sin verla. No llora. Tampoco sus hermanos. Pasó tan cerca de ella. Tan aparentemente cerca, tan increíblemente lejos. En ese hogar nadie lloraba. Los hombres no lloran, les decía continuamente el padre. Ella se había agachado cuando él pasó. Atrás
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La Testadura, una literatura de paso quedó su madre. Su madre era un murmullo de palabras incomprensible. Procura que no se le note. Se deshace por rehacerse. Las manos le temblaban. Así llevaba ya varios días, pero no decía nada. Se sentía perdida. Horas antes había cocinado espinacas con papas y huevos con algo de tocino. La cena fue avena con frutas. Atrás quedó su padre con la cabeza entre los pies y tremenda cruda. Atrás quedó esa peste a vómito. Quedó con la cabeza entre las manos. Metido entre las manos. Llorando. A decir del amor de su vida, era muy bueno para trabajar con las manos. Era hábil. Hacia chambas de cualquier tipo: ponía puertas, las arreglaba, a veces pintaba o componía cosas. Chambas pues. Con esas manos le partió la madre al amor de su vida. A la madre de sus hijos. Con esas manos les hizo unos corazones de repujado a sus hijos. Con esas manos golpeaba a su esposa. Con esas manos señalaba que los niños no lloran. Atrás quedó un aire viciado. Atrás quedaron los muebles hechos añicos. Atrás quedó todo en completo desorden. Atrás quedaron fotos hechos pedazos. Salió. No quiere estar allí. Dentro no queda nada de nada. La calle se extendía como serpiente dormida. Las casas se repetían una junto a la otra, en serie. Las mismas casas hasta el vacío. No ese día, no después de lo que hace unas horas ocurrió. Caminó unos cuantos metros. Afuera de la casa. Se sentó. Se tumbó en el suelo. Entre tres tambos de agua. Entre tres grandes sombras oscuras. Tres grandes sombras donde se puede esconder como en una cueva. No comió ese día, ni los dos días siguientes. Por horas permaneció inmóvil. Un perro ladra insistentemente en alguna parte. Un pinche perro. No otro. Un perro cualquiera. Se mantuvo quieto, en silencio, pero necesario para sobrevivir. Lo mejor habría sido que mi
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Antología de autores Testaduros padre nunca hubiera nacido o que hace rato se hubiera muerto que se hubiera muerto en un accidente o que se muriera en el trabajo. Los pensamientos de desprecio corrían aceleradamente. Allí donde nadie ve al niño de ojos tristes. ◙ Hoz Goliardo Léudnadez. Nacido un 10 de agosto en San Juan del Río, contra su voluntad y sin decisión unánime, más bien con el veredicto en contra; ¡culpable! Fingió el llanto tal vez, pero no la tristeza. Sin estudios, sin empleo, sin referente y encima; ¡con deudas! Ganador de los premios Lazarho de literatura independiente en México 2002, poesía, cuento, dramaturgia y narrativa. Publicado por la extinta editorial litoral en 1998-1999. Colaborador en ediciones electrónicas de la editorial Duman textale (Colombia, Argentina, México) Ha hecho publicaciones de poemarios de forma independiente, y colaboraciones en revistas y fanzines como; Surreanimatia (Argentina) Satírica (México-colombia), Mandrake (México) y Letras feroces (México) Actualmente en blogs independientes reseñando literatura, videojuegos y demás. Pregonero de lo que él y sus otros tres él llaman; Hibridismo, estilo que mezcla lo burdo con lo bello, la majadería con lo majestuoso, la grosería con lo grotesco y la putería con la poesía. Porque sabe que para escribir, no se necesitan de dones, ni de sensibilidad, ni de técnica, ni de musas, ni de la estúpida inspiración, no, para escribir se necesitan huevos y ovarios.
FUEGO AL AMOR ¡Ay! maldito amor; ¡guerra para él sin cuartel! – o séase; de cuartos ocupados, sin cuartos libres, que invitan al encuentro acogedor en clandestinos callejones oscuros. ¡Guerra al maldito amor hasta que caiga! A la maldita nostalgia de los cafés solitarios, sin reta-
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La Testadura, una literatura de paso dores pa´ el ajedrez, y a la maldita aridez de un campo de fútbol vacío. Guerra al maldito amor que hace desentendernos del todo, que quita a los hombres de la oficina para hacerlos parquear horas en la florería –o en el retrete, según sus gustos y modos. Guerra al maldito amor que saca a las mujeres del hogar para plantarlas en la carnicería o en el establo –cada quien su perversidad… o morbo. De aquí, que el amor sea; ―el cadáver putrefacto de una vaca‖–según mi camarada; el poeta trotsko argentino Facundo Aguirre– ya saben; por lo de que si no vuelan, no existe una diferencia sustancial entre una vaca y ellas… o viceversa. Guerra a la maldita aldea fantasma de una biblioteca sin gente, guerra al maldito amor que nos quita inteligencia a ambos sexos, que nos desplaza al hombre y a la mujer del ocaso tierno, para tatuarnos en un panteón con un odio inminente. Guerra sin misericordia al maldito amor por unas canicas o por un póney, por el estúpido amor que se le tiene a un auto o a una estufa. Por la cochinada que es decir; ¡Amo la vida y amo las flores! Vivir; solo viviendo. Y sembrar; solo por un invernadero. Repulsivo sentir el de los religiosos, que intercalan el amor con la confianza que le dan a un Dios poniendo juntos al amor y a la fe… ¡o séase nada! – encima no sabiendo que la postura de estar de rodillas, es una insinuación, si su Dios es macho; ¡no te agaches que hay peligro! Y si es hembra; ¡no te inclines que me desquito! por algo se inventaron estos dichos ¡carajo! Maldito el amor del médico que reza y cree más en un crucifijo que en sus medicinas –si el paciente por más desahuciado sigue creyente, tendrá a Dios de su lado y todas las de ganar, sí, morirá, pero seguro se irá al cielo. Maldito el amor de aquel ateo médico que solo mata con inyecciones simples ha-
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Antología de autores Testaduros ciéndonos el túnel ese, tan oscuro –fríos mata sanos que no iluminan el sendero con una plegaria. Maldito el amor de los homosexuales que se esconden, no es ninguna valentía amar por supuesto, porque si lo fuera no sería el cambio, pero sí mejor que el maldito amor de los sacerdotes por los niños que no dudan en gritarlo… y esto sí es para dar vergüenza. Es mucho mejor que te griten maricotas en las calles amigo, a que seas un demonio hipócrita de las catedrales, sin olvidar que a toda religión le faltan esos pantalones, como los que tú traes para reconocerte y andar con la frente en alto y sin pecados capitales. Es mucho mejor que te griten machorra en los callejones amiga, digo, tienes más huevos para darle y saberte lo que ellas necesitan porque eres y entiendes, lo que ellos nunca podrán. Maldito el amor de una prostituta sana que le miente a cuanto cliente, al fingir sentirlo. Pésimo el de la otra prostituta enferma que lo busca sin cobrar por miedo a la soledad. Maldita la boca que no deja besarse por temor a enamorarse, malditas las bocas que no tienen dientes para hacerlo con furia – ¡oh! cómo odio las flores sin pétalos, de núcleos quemados y centros desérticos. Maldita la boca; aquélla, aquélla que me ensució por primera vez. Maldito amor el de esa boca volcán caliente, que aleteaba y me desentiende y atendió; desde su telaraña que arde y su carne que muerde. Maldito el amor de aquellas bocas grises con repliegues de piedra, labios de espinas y espirales viscosos de ácido estelar. Maldito. Maldito. Maldito… éste en lo peculiar; ¡Maldito! –sí… aquí escupo. Maldito el de la novia con vellos en los dientes. Y el de la esposa con el labial corroído. Maldito el amor por el calzado y los bolsos, maldito el amor por un perro o una iguana. Maldito el amor a los ángeles y
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La Testadura, una literatura de paso a los santos, y a ustedes hermanos; que les compran los trastecitos de porcelana para la nena y los baloncitos de cuero para los nenes, sembrando así la semilla de sumisión y machismo a tempranas edades, o el costumbrismo que nos dejó la evolución para no incomodarles, digo, es necesario que ellas desde pequeñas a lavar aprendan, y es innecesario que ellos ahora pateen, al menos hasta que crezcan y aquella no termine el quehacer y la reprendan, entonces sí, ahí, sí podrán meterle un gol a la misma vieja historia, a la misma y estúpida cantaleta de la cenicienta y de la bestia ignorante y cruel. Maldito el amor al prójimo, al ígneo y al níveo. Maldito el amor a la abuela –aunque el día en que murió… fui al cine e hice el amor. Maldito el amor a la comunión, a la presunción y a los animales. Maldito el amor que ahora se usa, y también el que se usaba para amarrar a las amantes. Maldito amor el de antes; donde las preñabas para casarte y no terminar sin nadie. Maldito amor el de ahora; donde los celulares tienen cámaras de video y uno puede grabarse haciéndolo a detalle ―por… ¿amor?‖ Aunque en realidad sea para amenazarle, de que si se larga o le es infiel; está sentenciada pues le subirá a la red y de ahí, nada ni nadie se escapa y todos y todas lo podrán ver. Maldito el amor del hombre que ya lo hace sin amar, aquel que veía lo importante y delicioso que era; desde la espalda de una mujer que suda… cocaína inhalar. Aquel que no se bastaba con dulces ni trivialidad estética, para hacer arquear una espalda, cual si fuera una ballesta certera en el arte de la seducción bélica... con bélica forma. Aquel que sabía partirlas en dos, de los que llevamos pastillas y alcohol para que entren las caricias erectas; sin necesidad de lavarse las manos o pedir perdón. ¿Dónde es-
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Antología de autores Testaduros tán aquellas mujeres que lo hacían con el diablo en cualquier mercado tan sólo por el entretenimiento y placer – ¡santa labor social!–, ya no por la jaula de una tarifa, que sus tres ceros imponen? Aquellas que nos hacían ver el purgatorio en cada envestida fiera de blasfema piel ¡ay del amor de a de veras! ¿Dónde quedó? ¿A dónde se fue? ¿Dónde están las cantinas llenas de poetas mendigando saliva, y las mujeres con la boca llena de ésta para pagar las letras? ¿Dónde están esas con los muslos tan tersos, torneados y fuertes, excelentes trincheras, barricadas perfectas para el versero maldito y sus poemas insurgentes? Maldito. Maldito amor. Maldito el amor a los primos –pero no el que se le otorga a las primas que es diferente y ¡necesario!, para promover la poesía erótica sana dentro del seno familiar… sin tanto agravio. Maldito el amor a las banderas y a las clases sociales –las telenovelas colombianas tienen la culpa, con su eterna emulación; la pobre guapa con el billonario celestial ¿qué, los ángeles son latinos? Maldito el amor del quien por goce y suerte; encuentra unas piernas y les cuida la circulación, ignorando la maravilla de ser torturado y ¡enjaulado! por estos eslabones ¿pues qué importan las cremas y el tratamiento? ¡que anden velludas estas cadenas! para que la jaula sea una maravillosa enredadera de relampagueantes venas y espinas que envenenen al más mínimo torrente enérgico. Maldito el amor que se le tiene a los bardos, goliardos y aquelarres. Maldito el amor que se le profesa al papa – ¿iconoclastia fast food? Maldito el amor de quien reniega de los nopales después de irse al norte y ahora sólo ama las papas – ¿idolatría cajita vaticano feliz plus? Maldito amor a la biblia y a la comunidad pero peor aún… peor; ¡¡MALDITO EL AMOR POR
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La Testadura, una literatura de paso UNA MADRE!! de esas solitarias que sólo vienen a tener hijos solitarios que de la nada; tienen el tiempo suficiente para escribir zafios poemarios como éste. Maldito, maldito amor. Maldito el amor de verano; que sólo deja enfermedades venéreas y orgasmos fugaces. Maldito el amor de invierno; que nunca es lo que esperas o esperases, y te conformas con éste para no salir de casa y morir de frío o de tristeza en las calles. Maldito el amor de otoño con las lágrimas que se deshojan, sucio el amor de primavera que de olerlo a las mujeres humedece y a los hombres sonroja. ¡¡Guerra al amor hasta que caiga!! ¡¡Maldito, maldito amor!! Maldito el amor al odio y el odio al amor, el amor del sordo que es igual al del gordo. –de que si no hacen caso, de que si no escuchan, de que si no se cuidan, morirán, de un infarto al corazón, ya sea por amor, o por colesterol, que es igual de mortal. Maldito el amor del guapo que nunca lo entenderá, y el del feo que siempre lo envidiará. Maldito el amor de la mujer bella que se aprovecha y con este lucra e igual, es igual de maldito al de la fea que no cree en el y se vuelve puta. Malditos todos los que sin haber amado; aman. Nefasto todos aquellos que sin conocerlo; creen. Pero amor, de ti; amo la paz, esa que tú odias. ¡Amarse todos hermanos! Para que así entiendan que el amor es solo el abrazo a una muerte segura, el amor es la muerte misma. Aunque la muerte no sepa del amor, porque si supiera, si en verdad lo supiera… estaría viva – ¡Y enferma! ◙
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Antología de autores Testaduros Omar Guillén. 43 años. Querétaro. diasporalibertaria@gmail.com. ―Pequeños ejercicios de provocación‖ y ―Otra vez por ellas y para ellas‖
SOMOS EL UNIVERSO EN PROPORCIÓN DIMINUTA I De manera por demás obvia e incuestionable, somos una pequeñísima parte del universo, pero también, de una forma asombrosa y poco entendida, somos el universo en una proporción diminuta: iris de supernova en expansión permanente y pupilas de hoyo negro que engullen el mundo y nos acercan al enigma… orgasmos de cometa que reproducen la panspermia y vaginas que son fracturas espacio-temporales regresándonos al origen… cerebros de galaxia con sus constelaciones neuronales centellando cuando acariciamos el todo y la nada y producimos el polvo con el que habrán de construirse los nuevos hombres y los nuevos mundos.
II Nuestro origen se localiza en el origen mismo del
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La Testadura, una literatura de paso [universo, nuestra capacidad cognitiva es un pequeño segmento en la evolución del conocimiento y éste es un salto cuántico en la evolución de la [materia. Somos un producto del azar organizador, él es el gran prestidigitador que nos permite ser el [universo explorándose, descubriéndose, pensándose y comprendiéndose a sí mismo, mientras la naturaleza juega a las cartas con dios dentro de nuestras agitadas cabezas. En efecto, somos creaturas maravillosas, paradójicas y absurdas porque aquí es allá y yo es lo otro que también es nosotros y las palabras son carnada para planetas hambrientos de sentido, las risas llamaradas solares en los corazones de los ineptos.
III Puede ser cierto que no existe finalidad última ni propósito implícito. Puede ser que en verdad tengamos libre albedrío para decidir nuestro destino y también puede ser cierto que a diario construimos lo que somos, pero sólo los tontos y arrogantes ignorarían lo que
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Antología de autores Testaduros persiste y nos revela un orden trascendente: espirales que son caracoles, galaxias y ADN; esferas en los ojos, en las gotas de lluvia y en los planetas; explosiones en forma de big bang a manera de orgasmo, de volcán, de estrella.. secuencias en las menstruaciones y en los recorridos orbitales de los electrones y los planetas… proporción divina y fractales por todos lados, incluso en nuestra ignorancia que nos hace desear ser lo que ya somos, pero desconocemos y nos lleva a buscar la magia y el asombro en otro lado. ◙ ALMA CONSUELO HERNÁNDEZ OLGUIN. (CHELI) , Egresada de la Licenciatura en Lenguas Modernas en Inglés de la Universidad Autónoma de Querétaro. Estudia la maestría en creación educativa. Participó en el XXIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes en la mixteca oaxaqueña 2015. Ponente en la tercera sesión de las Jornadas de Poesía en Querétaro 2016 en el SUPAUAQ. (Sindicato Único Del Personal Académico de la
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La Testadura, una literatura de paso Universidad Autónoma de Querétaro). Entre sus publicaciones destacan sus colaboraciones en las Antologías Poesía en Rojo (2015) y la antología de literatura mexicana moderna Se derrama la fuente (2016). Su obra más reciente, el plaquette de cuentos: Los motivos del ogro y otras instantáneas. Editado por la Testadura, una literatura de paso; junio 2016.
ÉXTASIS Regocijo es el elemento descriptivo, artificioso solicita audacias espectrales, ungimientos de sustancias corporales, laboratorio alquímico es tu cuerpo difusivo. Somero, analítico, atrevido y efusivo, exquisito en tus huidas, predictivo; reactivo químico, a tus moléculas adictivas. vasto de líquidos de formula radioactivo, anidas de cuando en cuando espacios restrictivos; notoriamente alejado de los sentimientos [especulativos, dominas mis piernas y las miradas persuasivo, ostentas el báculo asertivamente provocativo. Caudal de roces diestramente repartidos, abstemio de la dosis para el mal de los perdidos, reclutas los minutos en la calidez de tus sábanas. A mi tacto tus esencias resultan distractores, choques de luces y cuerpos abrazados de sus [vectores, hacedor de calor que provoca los incendios en las [camas,
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Antología de autores Testaduros en los espacios donde se alojan las llamas, o los deseos que ponen al límite horizontal mis [ganas. El rompimiento de las ropas ausenta la cordura, obscena es la escena perfecta para fundirse, dentro de la corpórea estructura, responsable de la piel al expandirse. Íntimamente se culmina la perseverancia, gimiendo un mantra de mística importancia; untado de los dedos y sudores motrices, exclusivamente del éxtasis son artífices.
ME GUSTA CUANDO GIMES Me gusta cuando gimes porque estas convincente, tus labios lanzan carcajadas y gemidos estridentes, entonces me callo y escucho tu goce abundante tus sonidos desmedidos, tus contoneos indecentes. Como todas las cosas están vacías en mis entrañas, desapareces en mis entrañas con la mirada vacía, ardid de mis desvelos, te complacen mis patrañas, y te pareces a la palabra jadeante. Me gusta cuando gimes y estas muy ardiente, y estas como leño acalorado y acariciante, y entonces me llamas aturdidamente, yo me arrebato en un lapso bienplaciente. Déjame que te calle con mi cuerpo incandescente, con el oleaje de mis embistes convulsionantes,
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La Testadura, una literatura de paso eres como el azufre o la cal, culminante y evidente, tu arrebato es de medias y lencerías fascinantes. Me gusta cuando gimes porque estas diferente, contemplativa y audaz como efervescente, uñas postizas y labial indeleble son suficiente, y estoy complaciente, ¡afortunadamente!
SAGRADO No me dejes de rodillas aunque sea bendíceme las ganas, haz de cruces mis suspiros, déjame sedienta en tu pulpito. Arrebátame de este viacrucis, respáldame con tus brazos y oraciones, dame el agua bendita entre encajes, rózame con tu evangelio, con aire sacro. Restructúrame con sermones ideáticos, entre ropa rasgada y cirios incendiarios, magnifícame entre suspiros, llega al cáliz, hazme dueña de tu sagrario. Llévame a recorrer tus pasajes sagrados, tu pubis cual espacio en relicario, entre inciensos y sudor nos confesamos. Sonrójame los labios recién bautizados, despójame de los tabúes, hazte el santo, repica las campanas ¡vayamos al claustro!
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Antología de autores Testaduros OLVIDO Cuando nos abalanzamos sobre huesos, en la morgue nos valuamos, nos encarnamos, saltamos con las garras afiladas y el hocico [sangrante, entonces te describo, con datos acumulativos, tanto me ocupo de escribir que me olvido… Me olvido que voy colgando de un vagón del metro, dirección Pantitlán, destino al derrumbe, al túnel [sin vías; somos influyentes, sectarios y forenses somos el triunfo sin trofeo, la deuda sin clasificar, el cheque con cifras color verde, color a cansancio. Me olvido que somos ciudadanos, despedidos del [hemisferio, asaltantes de los cuerpos accidentados, de los [salarios caídos, somos escasos al segregarnos y huir de los parajes [desolados, somos el grito que no pronuncia palabra alguna, el [botón caído, el nudo que apretó hasta estrangularnos, el saldo sin [cajero automático. ◙ Isobel Kardian. Ha publicado en la Testadura no. 65 y en la Testadura: Así ha sido siempre...
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La Testadura, una literatura de paso ENCUENTRO FORTUITO Entre sábanas rojas mi cuerpo yacía tendido y relajado en la cama, un ligero viento entraba por la ventana y rozaba mi pierna al descubierto, la luz tenue del amanecer comenzaba a traspasar la cortina y a perturbar mi oscuridad, cantos de pajarillos que todas las mañanas alegraban mi despertar, el mover de las hojas de los árboles se conjugaban y sonaban en armonía, detalles amados de cada día. Tan concentrada en todo y resistiendo despertar a cada respiro, hubo un momento en que empecé a sentir inmovilidad, primero en extremidades y después en todos lados... abrí los ojos y veía la delicada sombra que acompañaba la lámpara del techo del cuarto, alcanzaba a ver la parte superior de la puerta, intenté moverme pero no podía, intenté hablar y no me oía, sabía que había amanecido sola y que no podía pedir ayuda, me empecé a asustar y a pensar en si estaba viviendo la clásica desconexión cuerpocerebro a la que habitualmente la gente llama: "La subida del muerto", no era algo que no hubiera vivido antes y que pese a la explicación científica que se viene manejando no deja de perturbar y causar miedo ya que usualmente viene acompañada de desesperación o de impotencia... al pasar de los segundos o minutos trataba de entender y guardar la calma, pero mientras pensaba en toda esta sarta de reflexiones sentí como por mis pies se sumía el colchón, algo empezaba a subir y sintiendo terror se deslizaba tocando mis piernas, era una mano sin duda, el pánico me invadía y sentía que respiraban mientras iba subiendo entre mis piernas, intenté gritar y levantarme inútilmente, ninguno de mis movimientos era exitoso ni real, mis gritos eran en silencio, y el calor interno simplemente subía, fué en ese momento que supe que ya había
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Antología de autores Testaduros perdido, que no podía reaccionar ni despertar porque ya tenía los ojos abiertos, empecé a pensar lo peor, en sangre y horror, pero también sentía humedad vaginal, corporal, y una inevitable excitación y entonces pensé en que tenía que escoger y elegir una de las 2 opciones existentes que eran o sufrir sin escapatoria o gozar y disfrutar lo paranormal Posteriormente cuando poco a poco me poseían o me introducían un desconocido pene u otra cosa que se sentía muy suave y resbalosa, imaginé a una bestia no tan bestia que había ido a complacerse y entonces habría que entregarse al gozo... ya mojada sentía su rozar en mis paredes internas, me estremecía a cada instante, sentía derretirme por dentro y una especie de electricidad me recorría todo el cuerpo Mi respiración acelerada y mi almohada babeada solo era el resultado de aquel placentero encuentro entre lo real y lo absurdo, entre lo enloquecedor y lo delirante que me llevaba al mudo éxtasis de ensueño. ◙ ―Enzo la Loba‖ 34 años, Orizaba, Veracruz. Publicaciones: Testaduras (No. 27, 64, 68), suplemento ―Voz Zero‖, revista ―El humo‖, revista ―Reunión, arte en palabras‖, periódico ―Vuelta de hoja‖.
LA COSTUMBRE A mi abuela que no ve más este mundo
El ―Ya valiste verga‖ no es la sentencia de muerte. No. Uno se sentencia desde el momento que elige el camino fácil. Aunque ni tan fácil.
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La Testadura, una literatura de paso Calo el cañón que toca mi frente. Es frío pero arde aunque no tenga calor. Como tampoco tienen los cuerpos ―encobijados‖ en los montes. Lo muertos. O pedazos de ellos devorados por gusanos y carroñeros. Restos de cuerpos que a veces en un tambo lleno de ácido deshacen lo que una vez fueron. A todo se acostumbra uno, reconozco mi voz ahora en el culero que amartilla el arma frente a mí. Acostumbrarse a ―levantar‖, a torturar y matar se pinta fácil cuando tienes el hambre de los jodidos. Eso sí, primero Dios y la Virgen nos protejan de la maldad de los locos. Porque en este mundo hay muchos. Y uno sólo es un títere que busca librarse de los hilos. Buscamos la felicidad entre el desempleo y la ignorancia como si fuera la fiebre del oro. Buscamos sentido a la vida con una fusca, como si la guadaña de la muerte nos hubiera caído del cielo. Santa muerte, buscamos ser chingones porque chingados ya estamos. En las noticias nos llaman ―psicópatas‖, dicen que somos lo que según los loqueros tuvimos una infancia difícil ¿pero quién no? Dicen que vemos las cosas de otra manera, o no las vemos, pero yo no sé. Mi abuela decía que los asesinos, aún siendo crías, mordieron las chiches de la madre para conocer el sabor de la sangre. Y le agarraron gusto. Yo ni siquiera recuerdo a mi jefa. Pero he probado la sangre, la he sentido, es espesa y mineral. Basta mirarla para saber que se te quedará pegada en los ojos y en las manos. Nos llevamos con la sangre del pendejo sus esperanzas y las de su familia. Yo me persigno frente al difunto y le echo un Padre Nuestro y un Ave María por el dolor que les encargo a sus deudos. Será la costumbre de mi abuela la catequista, la visitante de los enfermos, la señora que rezaba el rosario. La abuela que me dio dulces y boing de triangulito pensando que el destino traería cosas buenas al niño sin madre.
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Antología de autores Testaduros El engranaje del revolver deja un click hueco, lejano, alargado en mis oídos. Cierro los ojos y persigo el ladrido extraviado en medio del monte. Trato de escuchar el motor de los coches que a lo lejos van y vienen. Quiero llenarme de su ruido, llenarme de ciudad, de las calles sucias y la gente malencarada. Saber que quizás así muera lejos del monte y del campo donde crecí tragando quelites y tortillas aireadas que mi abuela recalentaba. Creer que no hay fracaso si tuve relojes de oro y mamé alcoholes para gente rica. La miseria no se lleva con una Lincoln y una cartera bien cargada con su estampita de Malverde, ¿o sí? El olor a pólvora satura el pequeño espacio que resta entre la vida y la muerte. Minúsculo pero suficiente para azotar el llano rodeado de ahuehuetes y el bisbiseo del río que se lleva la risa en mi rostro moreno, indígena. Se desmorona como las migajas que comí. Se evapora como el olor de la mandarina en mi nariz. La bala rompe el cráneo y la abuela en su ataúd parece dormida, está tranquila. Mi cerebro borbotea como los frijoles en la cazuela y la abuela moviéndolos, probándolos sobre la palma de la mano, salándolos. El aire sigue a la bala hace corriente de mi frente hasta detrás de mi cabeza. La cueva está abierta, rellena de café negro y pan de sal y manteca. ―A todo se acostumbra uno. Menos a no comer‖, dice mi abuela con la sonrisa holgada y la palabra franca. ◙ Belinda L. de la Torre (Zacatecas) Transeúnte, cinéfila, rockera de corazón y obsesionada con el vintage. Licenciada en Letras, actriz de vocación. Ha participado con sus cuentos en La Gualdra, suplemento de La Jornada Zacatecas, y en programas radiofónicos como De Viva Voz. Ha publica-
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La Testadura, una literatura de paso do en La Testadura: No, Virginia, no y otros relatos.
DÍA DE FERIA La feria está en el pueblo. La madre de Rafaela cepilla el cabello de su hija, separa los mechones. Los teje hasta formar una trenza rubia que llegará hasta la cintura adolescente. Esa cabellera es heredada y su hija debe cuidarla para poder lucirla. Sentada en el borde de la cama, Rafaela observa a su madre en el espejo del tocador. Terminada la trenza, se acerca y mira con detenimiento su cabeza: los cabellos rubios escapan y un desfile de diminutas pecas se esparce sobre sus mejillas y cuello. Mamá la contempla orgullosa, disfruta verla con el vestido azul de organza que planchó con lienzo para eliminar las arrugas. Pablo toca la puerta. Es hora. La joven mira a su madre. Antes de salir inclina la cabeza para recibir la bendición con solemnidad y reverencia. La besa. Divertirse, llegar temprano y portarse bien, las promesas. Luego sale de la pequeña habitación con pasos apresurados; desea verlo. Desde la ventana, la madre observa a su hija alejarse con un ramo de claveles en la mano. Ella sonríe. La alegría se mueve junto a su corazón. Hay nubes, pero parece que la tormenta no llegará pronto. Es otoño. La estrecha calle sin pavimento huele a nardos. El viento apenas sopla y el sol encuentra refugio en los ojos de Rafaela, en su cabello, en su piel. Los árboles pierden hojas, las pocas que quedan se resisten a tener el mismo final que las demás. Están teñidas por un tono ocre, apenas se mueven. Es como si bailaran una última danza antes de caer al suelo y crujir al ser aplastadas por los transeúntes. Pablo y Rafaela caminan tomados de las manos con
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Antología de autores Testaduros pasos lentos. Hablan y se dispersan risas. Poco a poco se pierden entre la gente que también va a la feria que festeja al señor San Francisco, el santo patrono. Adornos de colores revisten la capilla de cantera. Son las seis de la tarde. Las campanas tañen y provocan el vuelo amedrentado de las palomas. Correr de niños que juegan movidos por la felicidad, en sus rostros conviven las manchas de tierra y las sonrisas. Así es la feria, la celebración. En el aire se respira el olor a pólvora, a palomitas de maíz, a pan recién horneado. La pareja contempla aquel escenario con el que cada año sueña y espera ansiosa. No hay rumbo en sus pasos. Están hipnotizados por las luces y pierden la mirada en los juegos mecánicos que se apoderan de la plaza. Hay un carrusel viejo con caballos de madera carcomida, canastillas de metal oxidado que suben y bajan en la rueda de la fortuna, autos chocones cuya pintura ajada compite con el rechinido y las chispas que libera el techo electrificado que los pone en movimiento. Más allá, un tren desvencijado recorre un pequeño túnel. Llama la atención por la maraña de focos amarillos que rodea las letras gigantes del cartel donde se lee «ENTRA Y RESOLVERÁS UN MISTERIO». — ¿Qué habrá allá adentro?—, pregunta Rafaela entusiasmada. Observan a parejas que ingresan al túnel y salen acompañadas de sonrisas. — ¡Entremos! — Pide la joven. Los hoyuelos de sus suaves mejillas lo convencen. Sólo desea complacerla. Toman su lugar en uno de los vagones del pequeño tren y esperan ansiosos el inicio del recorrido. Una música estruendosa y el sonido metálico de las ruedas hacen que los adolescentes sujeten con fuerza la varilla protectora. La oscuridad del túnel los cobija. Murciélagos de cartón, aullidos de lobos y risotadas de brujas intentan provocar el susto de los espectadores. Pablo mira de
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La Testadura, una literatura de paso reojo a Rafaela, ama su esencia. Entonces recuerda la primera vez que vio sus grandes ojos marrón verdoso en la verbena de las fiestas de marzo. Aquel día no podía dejar de mirarla. El cuerpo menudo cubierto de sarga, el rostro inocente y el cabello rubio de la jovencita se convirtieron en una imagen constante en los sueños del chico, quien pasaba una y otra vez por su casa con la ilusión de verla. El juego de los recados fue el método de cortejo: al principio, el envío de los breves mensajes tenía como intermediario a un niño que fungía como cartero. Después, los enamorados envolvían una piedra con las notas que eran arrojadas y recibidas desde la ventana de Rafaela. «AQUÍ LOS NOVIOS SE BESAN» indica el cartel con focos de luz tenue antes de llegar al final. Esbozando una sonrisa, la joven se cubre la boca con su mano. El corazón se le agita. Los labios chocan. Humedad. Al salir del túnel Pablo toma por la cintura a su novia. Ella se acurruca en su pecho y sujeta con fuerza los claveles. No hay diferencia entre la música del cilindrero y el estruendo de los fuegos de artificio. Los novios continúan el paseo sin prisa. Un vendedor de refrescos se aproxima. Rafaela tiene sed y está de antojo. Hace gestos. Pablo entiende y compra la bebida. Es sincero: no hay asomo de interés en su mirada. Su trabajo como chalán en el taller de herrería de su padrino da fruto. El esfuerzo, las horas extra, los regaños, valieron la pena. Todos los días guardaba con recelo tres monedas destinadas a la felicidad de la afectuosa joven. Comprarle dulces, subirla a los juegos, el propósito. Y al ver cómo ella, con la más tierna de sus sonrisas, rodea el popote con los labios, se siente satisfecho. Risas y gritos. La feria convoca a más gente. Un grupo de chicos, la mayoría viste camisas a cuadros
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Antología de autores Testaduros de manga corta y pantalones ligeros, sostienen escopetas y las apuntan para atinar a las figuras de plomo colocadas en hilera frente a ellos. Rafaela mira asombrada cómo uno de los osados muchachos derriba todos los figurines y recibe una bolsa de caramelos a cambio. Sigue el antojo. — ¡Mira, Pablo, podemos tomarnos una fotografía!— El dedo índice de Rafaela apunta a la cabina fotográfica que llegó a la feria como novedad. La euforia la atrapa. En la mente de la chica dan vuelta las escenas de películas que vio con su madre en la pequeña televisión de la vecina, la que tenían que golpear para que la imagen fuera nítida. Actrices elegantes acudían con sus pretendientes a las cabinas para fotografiarse. Audrey Hepburn con su rostro audaz aparece de golpe en su cabeza. Rafaela toma de la mano a su enamorado y corren juntos hacia la cabina negra con cortinas rojas. Una cartulina con la leyenda «PHOTOS» brilla como collar de lentejuelas. Depositan una moneda. Ingresan y toman asiento en el banquito. Esperan. Un ruido. El flash se enciende. Un abrazo, un beso, gestos, la pareja sonriendo; en ese orden la fajita con cuatro fotografías de baja calidad y a blanco y negro aparece. Risas se disipan. La emoción de la jovencita no cabe en su pecho. Sonríe, juega con los mechones de su cabello y muerde sus labios. La captura de un instante perpetuamente quieto yace en la billetera de Pablo. El recorrido continúa. Los novios compran boletos para subir a la rueda de la fortuna. Las palmas de Rafaela sudan. La invade una sensación rara en el vientre. Es un cosquilleo fortuito, una especie de alegría mezclada con miedo. Tantas veces imaginó este instante. La imagen anhelada ahora vivida. Sentados en la canastilla despintada, los novios se miran. Las manos entrelazadas. Hablan sin proferir palabra. Lue-
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La Testadura, una literatura de paso go el vértigo que llega cuando la canastilla deja el nivel del piso. Risa de nervios, emoción liberada. En el punto más alto observan que la noche ya cayó. Las luces y bombillas de colores son un paisaje que parpadea. —Es hora de regresar—, dice ella. Pablo asiente y suspira, sabe que debe acatar las reglas impuestas por la madre de su novia. Y aunque siempre termina odiando el momento de la despedida, lo consuelan todas las imágenes guardadas en su memoria y la certeza de que mañana la verá otra vez. Entonces la abraza con fuerza y cerquita del oído le obsequia muchos te quieros. Está convencido de que ella es la mujer con la que desea despertar todas las mañanas de su vida. Caminata apacible. Sonrisas de satisfacción dibujadas en sus joviales caras. Sopla con mayor intensidad el viento. La piel de la chica se estremece con el frío. Pero la tranquilidad no dura. Un hombre corre y otro va detrás. Intenta atraparlo. Gente sigue con morbo la persecución y, al fin, le da alcance. Confusión y miedo se implantan en la cara de Rafaela. En su vientre fluye esa sustancia biliosa que detesta y que libera cuando sabe que algo malo ocurrirá. Toma con fuerza la mano de Pablo mientras la multitud los empuja hasta la primera fila de la gresca. Golpes. Bramidos. Los hombres son dos animales rabiosos. Mordidas. Patadas. Bufidos. La sangre y la tierra se mezclan. — Creo que no le pagó el pulque— murmura una mujer. El nudo en la garganta de Rafaela crece. El presunto deudor alarga la mano y en su camino encuentra una piedra. No duda. Un crujido. Un grito. Los claveles tocan el suelo. Con los huesos del cráneo deshechos, el hombre escupe sangre y convulsiona. Los espectadores miran con asombro. El agresor aprovecha el estupor de la muchedumbre para huir. La muerte los aleja despacio. Hay vergüenza y una sensación de
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Antología de autores Testaduros complicidad en ellos. Comienza a llover. Pablo ve que los ojos llorosos de Rafaela albergan tristeza, horror y un raro sentimiento de pérdida. Orden y súplica: —Llévame a casa—, le dice ella. Él hace lo propio y la pareja reanuda su marcha. Caminan con una lentitud que ya no se disfruta. Avanzan sin voltear hacia atrás. La feria y la alegría inicial los despiden. A cada paso, la rueda de la fortuna se queda atrás, hasta convertirse en un círculo luminoso y distante. ◙ Alexandra Lobato Quesada (Querétaro), 39 años, Correo-e: alexandraazul@hotmail.com, Testaduras: "Eso dicen..." y "Cactus y otros cuentos"
EL ÚLTIMO HOMBRE DEL PUEBLO La escena sería del todo ordinaria en los parajes de la sierra queretana si no fuera porque Mamá Dolores preside el cortejo sosteniendo con los brazos extendidos al bebé muerto, a la vez que llora entre agitaciones que no dan pausa para respirar. El sol se pega a la piel como baño de ácido naranja, una nube de polvo caliente empaña la escena, son las tres de la tarde en Paraíso. Vaya nombrecito para pinche pueblo Se ha quejado desde tiempos inmemoriales Mamá Dolores. La madre del crío va de segunda, con mirada de azoro, mareada de pensar y repensar todo lo que le ha pasado el último año: hace doce meses apareció la sangre con la que dejó de ser niña, dos meses des-
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La Testadura, una literatura de paso pués gestó la vida, el ánimo juguetón y alegre se le volvió un poco marchito, se le cayeron dos dientes, su vientre se infló como un globo con agua, y de todo eso hoy sólo le queda un pequeño cuerpo inerte, como resultado de la catastrófica de la prisa por crecer. Pies terrosos siguen el camino de lágrimas y mocos que la vieja va dejando como migajas de dolor. El padre Manuel mantiene la prudente distancia de dos metros entre sus plegarias y las mujeres. Desde el primer desencuentro con mamá Dolores comprendió quién manda en este pueblo: Usé y su jodida religión tienen a todas las viejas asustadas. Era cierto: la resequedad que había invadido las tierras como se extiende la sarna había obligado a los hombres a huir en busca de sitios ajenos que labrar, y las mujeres atadas a la sangre, a las tumbas de los de antes, a la devoción de ser buenas esposas, se habían quedado a esperar en la pobreza y bajo el sol, a que ellos regresaran con agua, con alegría, con fuerza renovada y la semilla de los hombres en su cuerpo para hacer de Paraíso, de nuevo honor a su nombre. Veinte años habían pasado ya desde que Mamá Dolores comprobó que no regresarían, y como determinación de aquella certeza se presentó en junta de cabildo ante el presidente Municipal y Don Manuel, para informarles del futuro de un Paraíso sin hombres: Ustedes y todos los cabrones se pueden ir mucho a la chingada y no volver: este es un pueblo de viejas donde ya no admito más traicioneros ni más berrinches. Desde entonces las mujeres comenzaron a llamarle ―Mamá Dolores‖ porque era la única autorizada para curar desde calambres menstruales hasta des-
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Antología de autores Testaduros garros del alma. Cuidaba de todas a la vez que las aturdía con sermones de coraje y fortaleza sin derramar una lágrima ni por su propio hijo ni por su esposo, quienes no volvieron tras el éxodo de la primera seca. El presidente municipal había obedecido y nunca más se le vio la sombra por Paraíso, pero como venganza borró todo registro del Pueblo, lo que aportó una dosis mayor de desolación y desdicha para Paraíso, al verse privados de las pocas prebendas que los gobiernos llevaban muy de vez en cuando. En cambio Don Manuel había visto aparecer marcas en su rostro dando la ostia a las viejas de aquel pueblo cada vez más seco y más yermo. Por eso fue casi un milagro descubrir que Julianita, a sus quince años, desarrollaba una barriga redonda como hacía mucho tiempo no se veía por esos lares. Se acabaron las vacas malas Auguró Mamá Dolores. Esta niña va a parir el primer hombre del pueblo… Durante esas diez lunas la vieja recuperó la energía, las demás señoras pintaron sus casas, barrieron las calles cada día de la espera, tejieron chambritas e hicieron con sus manos morenas y habilidosas todo tipo de enseres para recién nacidos: chambritas con estambres finos que las jovencitas escondían entre sus bolsos, extrayéndolos a hurtadillas de las casas de sus patronas de ciudad; cestas de todos tamaños para guardar paños, seguritos de pañal, ropa diminuta. Cada mañana Mamá Dolores se contemplaba las manos ajadas y temblorosas, por un instante se trazaba en su semblante la duda, pero se obligaba a
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La Testadura, una literatura de paso disipar las intuiciones: no podía permitirse temer que sus manos hubieran olvidado, sus manos dulces que con tanta sabiduría habían traído tantos críos al mundo. Finalmente llegó el día. Juliancita gritaba de dolor y la vieja reviraba: Aguántese como macha Entre llantos y reproches se asomó la cabecita acuosa y sanguinolenta del crío, girando y girando entre las piernas, en un instante logró escurrirse mientras de un tirón Mamá Dolores lo extrajo al mundo, sudorosa, asombrada, feliz de no haber olvidado. Un instante. Solamente un instante de asombro. Otro, de pasmo. Recorrió con sus dedos gruesos el cuello del crío, desenroscando la tripa escurridiza que le ha impedido el llanto, Julianita se asoma, intenta levantar el torso, se sienta, pregunta algo apenas en un gemido. Mamá Dolores colocó al crío frente a la madre, contemplaron juntas y en silencio el cuerpo inerte, los brazos a los lados, las palmas abiertas, la pequeña cabeza inclinada a la derecha sin fuerza ni mirada, del último hombre del pueblo. El cortejo ha llegado al cementerio, el espasmo de dolor le impide a la vieja seguir sosteniendo el peso del pequeño cuerpo, lo entrega temblando al Don Manuel, se limpia la cara empapada de sudor, mocos y lágrimas, le sorprende el desgarro que asalta su pecho, le duele irremediablmente y se avergüenza pues desde hacía veinte años se había prometido ser ejemplo frente a la prohibición de berrinches y flaquezas. Mamá Dolores desanda el camino de tierra, nube de polvo y calor. Se encerrará muchos meses a llorar el
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Antología de autores Testaduros abandono, el sol, los pisos que se quiebran, los vientres marchitos, el agua que no vuelve, las miradas buscando consuelo, la jodida decisión de ser la mujer fuerte en Paraíso sin hombres.
UNA VEZ UNA MUJER Lucía ha nacido. Alegría, mamá quería niña. Mamá llora de felicidad. Mamá ríe con las amigas del té: fue niña. Papá golpea la mesa enojado: calla a esa niña Papá está cansado: cejas juntas. Papá enojado: brazos cruzados, labios cerrados, Lucía llora. Lucía camina, se cae, mamá grita, Lucía se asusta, mamá corre, Lucía se asusta, mamá carga, consuela, Lucía llora: Lucía se cae, llora. Lucía habla, pregunta, papá responde, Lucía pregunta, papá responde, Lucía pregunta, papá se cansa, Lucía pregunta, papá murmura, Lucía pregunta, ―¡no sé!‖, Lucía pregunta, calla a esta niña, Lucía entiende: Lucía no pregunta. Lucía va a la escuela, maestra gritona, maestra gritona: no debes ser mala. Maestra gritona, maestra enojona, no hagas enojar a tu maestra, hacer caso a la maestra: no hablar, no correr, no jugar, no preguntar demasiado, niña mala o niña buena. Papito, maestra pegalona, niña mentirosa. Lucía llora, luz apagada. Calla a esa niña. Lucía calla. Nueva escuela, niño guapo, mamá, niño guapo, niños malos. Un beso en el patio, miedo, otro beso, otro día, atrás del baño. Mamá, un beso. Papá: niña mala. Una bofetada. Lucía llora, calla a esa niña, Lucía calla. Otro beso, Lucía calla. Demasiada tarea, cuatro exámenes. Lucía se cansa, se desvela: ochos. Jovencita floja, mamá nada. Lucía llora: ¿ mala, floja ? Un muchacho: lindas piernas, ¿piernas ?, Lucía desnuda, cuerpo nuevo, senos, pequeñas caderas, piernas, pelitos. Sangre sangre, Lucía asustada, es normal, ¿por qué?, preguntas y más preguntas. Es
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La Testadura, una literatura de paso normal sin más. Lucía calla, Lucía llora. Papá: calla a esa niña. El muchacho, linda chica, Lucía, chicos malos. Besos malos. Linda chica chicos malos, el te quiero, el miedo. Lucía confundida. Ochos: jovencita mala, floja, ya lo sabe Lucía, no importa, el muchacho, los besos, el te quiero, los ochos, los regaños, el secreto, el muchacho. Los muchachos son malos, Lucía, los muchachos son buenos, ¿son malos?, no importan los ochos. El certificado. Fin. El gran examen. El muchacho besa. Besos largos. El te quiero, te amo. Las manos. Estudiar, desvelarse. El gran examen. La verdad. Mamá. Mamá grita, mamá muchachos malos, el cuerpo, el pecado. Lucía los besos, las manos, el auto, el pecado, Lucía calla, llora llora, calla a esa niña, Lucía calla, Lucía asustada. El examen difícil, el miedo. Muchacho secreto besos secreto manos secreto. La cama del muchacho. Miedo. Amor. Deseo. Pecado. Terror. Ternura: el te quiero. Te quiero. Miedo. Amor. Los senos redondos, hermosos senos sin pudor los senos, el pecado. Te amo, el también te amo. Deseo. Pasión. Dolor adentro dolor afuera batalla, sangre. Es normal. Sangre secreto dolor pecado sangre. Lucía llora. Calla a esa niña, mamá pregunta, Lucía calla. Miedo terror. Pecado. Resultados del examen: la lista. No dice Lucía. Lucia tonta, floja, el viejo enojado. Tantos ochos, mamá preocupada. Muchacho no llama. Dolor entrepiernas. Muchacho no llama, el padre regaña, mamá preocupada, otras escuelas, otras carreras. Muchacho no llama, dolor entrepiernas, regaños, la cabeza, mamá pastillas, pastillas para la cabeza, para dormir bien, el viejo enojado, el frasco, el agua, buenas noches, Lucía llora, calla a esa niña, el pecado, el dolor, los ochos, muchachos malos, la sangre, la lista sin Lucía, el dolor, el pecado, el frasco de pastillas, calla. Ochos pecado malos dolor ochos sangre pecado pastillas muchas pastillas.
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Antología de autores Testaduros Todas. Lucía calla. ◙ Óscar Édgar López, Zacatecas, Zacatecas 1984. Licenciado en Letras y Maestro en Filosofía por la U.A.Z, ha publicado una veintena de volúmenes, la mayoría de bajo costo y tiraje.
MÁS ACÁ DE MIS MANOS I Una lluvia violenta arrea esta marea, un arcano degenerado dicta las centellas. Sabido es que el predicado declama sones de furor derrotado, a centellas, dicen, que ayer centellaron.
II Más acá de mis manos: donde soy, sin miseria ni apología. Espacio entre espejos; no reflejos, no sintonías, tampoco palabras: muerden y apestan. Más acá del sensual rose, de la perimetral estatura, más aún acá de la carne. Cosa tuerta o cosa yerta,
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La Testadura, una literatura de paso cosa al fin y sin fin: un empezar infinito, compás roto en la escalera, espinas de pez que son la ferrovía. Mil nombres de pantalla, mil teclas del ser en la despensa. que lujo morir cuando vivo se conoce el goce de vivir cuando se muere.
III Brisa en el azul desleído del cielo, risa convulsa en el traje de la noche. Odiar al cielo y a la noche y mirar adentro, preguntando por el fondo. Gris rata, esta calabaza es un buenas tardes, ponle sangre y todo lo bueno caerá, sus ojos, sus locos por ella. Esa ala se cayó de la mariposa.
IV Palabra carne enhebrada en el suspiro, copa de aliento, el viento está conmigo, ombligo y ojo, una misma seda.
V Zacatecas es un vergel de piedra, la vuelta en ―U‖ de todos los respiros, en dos estrazas caben los murmullos y nadie sabe que el deseo es una calle vacía donde las palomas cierran tratos con el pico.
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Antología de autores Testaduros Un desliz de luz ondea en las ventanas, hay ciervos que bajan las colinas, todos los tunantes ríos desde los cerros, todas las esteras de heridos deseos.
VI Tú no conoces el tiempo las horas la espera tú no sabes del sol la luz la sombra tú no despiertas aquí ahora toda mañana tú no descarnas la cama la almohada el gemido. Tu estar de pronto arrepentido nublado sosegante tu no decirme del infierno distante en lo distante tu apenas llego me desvistes envistes lengüeteas tu deuda de honor con los rincones el olvido la orina.
VII Esta calle también se llama Juárez, también es larga y no termina hasta que quiere, es caprichosa, suele amanecer incluso en vacaciones, se acuesta temprano y va a misa de ocho, tiene una iglesia como una verruga y si preguntas te diremos a qué huele:
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La Testadura, una literatura de paso a un país de alcahuetes, a una caverna que llora. Si le doblas los pies se carcajea, porque es una calle alegre, aunque triste trine. La Juárez esquina Hidalgo es más que el botón de un [chaleco de un gato [laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargo, hay en ella rincones tan inmensos como absurdos, porque leones y canes de hierro custodian a la mitad de sus cielos, todos los burdeles. Lujosos palacios celestes se abren para ojos audaces, minifaldas de aire otean las veredas de los cables, en una fuente eléctrica, una rubia de banqueta coquetea.
IX Que pequeña es la existencia sin ser de nadie, que pequeña y risueña ofrenda su querer; es deliciosa cuando quieta no quiere estar y dulce cuando macabra se recuerda. Existencia es un coctel, ¿estos labios?, un feo animal que sorbe los días y las horas.
X Aletea la paloma y salgo del trance. No hay vacantes o no hay contratos, se trata de explotarnos y nosotros: sonrientes.
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Antología de autores Testaduros ¿Qué haría Charles Mingus?, ¿compraría un perro salchicha para morderlo?, ¿o cómo explicar la desazón del que brama? Son las siete y sólo se recabaron ocho muertos, cifra baja, ya nadie dispara como antes. Estoy enfermo de celos, soy un dentado lagartijo, me tiendo en las rocas, recibo al sol, podría ser feliz, pero soy un celoso miserable que unta el pan con la misma tristeza que Santa Teresa tiene en esa escultura, no es éxtasis, es melancolía, esa flor tan magra que brota en los laudes. La boca del lobo en la vulva de caperuza. ¿Qué haría Mingus, pues, a las nueve y cuarto, siendo como yo, un celoso dentado lagartijo? Seguro tocaría un blues, eso seguro, ¿y yo estaría ahí?, no, pero irían todos mis demonios, los de los celos también y me sentaría en la última butaca Y ¿adivinen qué?, pensaría en Zacatecas dando un salto de tigre, saldría de la sala, compraría un barquillo, pensaría en Zacatecas, una vez más y así hasta hacerme de galleta y darme una mordida, aquí.
XI Abro un resquicio entre la mañana y la noche, Un venado que no sabíamos salta por ahí, está enfermo el día, es todos los días. Así la obsesión va engullendo un poco a diario Lo que importaba se vuelca blasfemia,
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La Testadura, una literatura de paso El tizón de la tarde blanco tamiz se vuelve, Sólo perdura esa voz molesta, Ese roedor agazapado debajo de la lengua, Muy adentro, en el hueco que pergeña la conciencia. Una vez más la trampa enredado muchas veces, a placer, [entre sus filos.
XII Madrid está en este vaso de ginebra En el quiebre que hace lucir húmedo al cielo es decir: en la borrachera. Madrid tiene ojos de pescado por caminar tantísimo, Cuarenta cuadras, la puerta del sol y la de los [franceses castañas en las avenidas como tiene tu gato [pelambrera, y piernas, piernas, piernas maravillosas, una dulcería de muslos blancos, de chamorros [fuertes, de nalgas que hacen llorar a las estatuas. ◙ Adilenne M HP (Querétaro, 1989). Es egresada de la Facultad de Lenguas y Letras por la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha colaborado con cuento y microficción para la Revista La Testadura: una literatura de paso, en los números 29, 32 y 61. Fue becaria del Festival Interfaz 2014 con sede en Acapulco. De manera más reciente, ha colaborado en Revista Moria. Su primera novela, Maldición de Medianoche, fue publicada por el Instituto Queretano para la Cultura y las Artes en 2015. Escribe ensayo de manera
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Antología de autores Testaduros regular en Todos los escritores tienen un blog sobre literatura y en ocasiones de cine, música y cultura pop. Actualmente dedica su tiempo a la docencia.
19 DE ENERO Hoy me preguntaron por ti. No supe qué hacer: si llorar o reírme. Si maldecir al universo. Así que escribí esto para decir todo aquello que ya no puedo callarme. Porque siempre todas mis lunas fueron para ti. Y aún, a pesar del olvido y la distancia, de que ya no me importa un carajo qué es de tu existencia, todo sigue siendo para ti. Por mucho que quiera esconderlo o negarlo.
90 MINUTOS Primer tiempo Esta historia empieza y termina en un estadio, creo. Porque el fútbol es de sus cosas favoritas en el mundo y estar dentro de uno hace que piense en él. Inevitablemente. Y odio eso. La gente suele mirar poco hacia arriba. Pareciera que viven pensando en qué es lo que pisan pero no lo que está por encima de ellos. Yo, sin embargo, cada que entro al estadio miro alucinada la grandeza del edificio y me siento pequeña. Tan pequeña como me siento ante lo abrumador que es tener el alma inflamada por una suerte de amor imposible. El Ruso es el protagonista de mis últimos cuentos porque significa mucho más que sólo la presencia de un hombre imperfecto en mi vida. Si el corazón se rompe solamente una vez como leí en algún lado, y el mío se había quebrado en miles de pedazos; El Ruso
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La Testadura, una literatura de paso había llegado a mi vida como la comprobación de que existe una esperanza más allá de la muerte emocional. La característica más relevante de El Ruso son sus ojos, como siempre. Es que tengo una habilidad hermosa y terrible de enamorarme de la mirada de las personas. Y él... Caray, hace que me den escalofríos de sólo pensarlo. Son de un color extraño, un revoltijo verdoso raro. Lo otro es su boca, medio oculta por la barba. Me vuelven loca las barbas masculinas, pero sobre todo la suya de un color distinto al de su cabello. No sabré si El Ruso conoce el poder que tiene sobre la gente en general. Supongo que sí, aunque tampoco parece del tipo que se crece por la opinión de los otros. Su silencio puede resultar perturbador: es de los tipos que habla solamente lo necesario. Un misterio, pues. Desde niña me han gustado los misterios. La adrenalina de lo desconocido, la búsqueda de pistas para hallar la respuesta a una pregunta que late por ser encontrada. A últimas instancias pienso que, si me gusta tanto él, es porque no he podido descifrarlo aún. El verdadero meollo del asunto empezó cuando se me ocurrió la idea de invitarlo a salir. Y ése me parece fue mi gran error y la herida en mi orgullo: que no esperaba un rechazo tan cortante, tan directo a algo que no había siquiera empezado. Que estaba herido, que no quería nada serio. Creo que me sentí más decepcionada al caer en la cuenta de que los dos, no sólo yo, estábamos justo en ese mismo abismo donde la idea perfecta de un futuro perfecto se va para no volver. Un alguien te rompe las ilusiones y sabes que no vas a poder recuperarte tal vez nunca. Y creces y vives, pero te haces una coraza de hierro alrededor.
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Antología de autores Testaduros Lo invité a un partido de fútbol. ¡Qué idea tan temeraria la mía el de pedir una cita para ir a un evento que no me importaba! Quería conocerlo, quería hablar de tonterías... Pero la negativa hizo que las ilusiones de una cita casual se fueran desmoronando poco a poco. Y me cerré yo también. Me escondí dentro de mis inseguridades, de mi temor a salir herida y me fui pensando que su amabilidad era asquerosa comparada con su respuesta. Que prefería que me dejara en paz, que no volviera a dirigirme la palabra, pero que ¡por favor! no me viera con lástima. Que no me observara como si le causara ternura mi ridículo intento de confesar mis verdaderos sentimientos. Porque no podía (y no puedo) soportar el hecho de que no quisiera saber quién era yo. '-¡Es que pudimos haber sido tanto juntos! O nada si así lo querías. Pero a nadie se le pone una pistola en la cabeza esperando que abra el corazón.' Segundo tiempo A partir de ese momento, El Ruso poco a poco fue partiendo lejos a otras tierras. Poco sabía, en mi ceguera voluntaria, que estaba interesado en otra risa. Un ser cuya voluntad estaba tomada ya, pero que gustaba de encandilarlo para recibir un halago simple de vez en cuando. Al enterarme, enfermé de rabia. ¿Por qué gustaba de alguien a quien no podía tener, mientras que yo estaba rumiando por los rincones el no poder ofrecerle el universo entero porque él mismo no me había dejado? La quimera disfrazada de ninfa se alejó para volver a la seguridad de su enamorado y con ello, El Ruso terminó por marcharse aún más lejos. Y si bien antes no éramos cercanos, la distancia entre nosotros se volvió más grande e infranqueable. Su silencio se hizo más parco y evitaba cruzarse conmigo como si su
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La Testadura, una literatura de paso vida dependiera de ello. Tal vez era la humillación sufrida por ese amor pasajero, pero más que sentir pena por su situación me alegraba que se hubiera librado del embrujo que lo mantenía cautivo. Quería que supiera que no me importaba, que podía confiar en mí. Mi único delito había sido querer ocupar un espacio, aunque fuera chiquitito, en su vida... Y estaba siendo castigada por ilusa, por ingenua. A pesar de mi humillación, su honestidad me impide odiarlo. Me salvó de sus propios demonios a los que todavía no había domado, me empujó lejos de su corazón hecho trizas. Pero lo que no pudo nunca entender, porque ya no quise ser tan honesta como él, es que no quería que me salvara. Quería quemarme de nuevo: quería incendiar mi alma entre sus brazos y luego que me dejara rota y deshecha, pero feliz por haber sentido algo nuevamente. Quería saber si era posible sentir algo por alguien que no fuera puro y total desprecio. El amor se parece bastante al fútbol, creo. Unas veces ganas, otras pierdes. Pero aun así, el equipo no se rinde y espera el siguiente torneo para clasificar, para ganar. Entonces la gran lección de esta aventura de decepciones y resucitaciones, es que tal vez tenga que ser igual de perseverante. Sé que encontrarle un significado a cada parte de nuestra vida es idiota, pero no puedo dejar de pensar que rendirme no es la solución. Porque tal vez haya perdido (¿o no?) la copa en la que debía ganarme el corazón de El Ruso, pero eso no significa que debo dejar de jugar. Mi corazón no puede convertirse en una cancha desierta, sino en un lugar donde cada cierto tiempo hay una nueva oportunidad para llorar por haber ganado o llorar por haber perdido. Y me gusta mucho el maldito Russian y probablemente me seguirá gustando el resto de mi
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Antología de autores Testaduros vida. No sé qué tiene, si es esa inmadurez que le caracteriza o el hecho de que sepa que no podré tenerle nunca. Pero he llegado al punto en que me he resignado a que, como dice don Cortázar, estamos destinados a no ser. Viviremos en mi imaginación, ahí donde pueden pasar cosas imposibles. No todas las historias tienen un final triste o feliz. Hay algunas que ni siquiera tienen un comienzo y por lo tanto, carecen de desenlace. No necesitan árbitro, ni marcador porque los únicos dos jugadores se niegan a jugar. ¿Y qué le vamos a hacer, si no hay partido pero sí una cancha?
AMORES CATÓLICOS Dios santo, ¡qué dicha la mía de verte a pesar de los obstáculos! ¡Qué deliciosa agonía la de buscarte con la mirada a pesar de que ni siquiera lo notes! Qué banal y qué estúpida me he vuelto. Es que me ha regresado la fe con sólo verte. Todo aquello en lo que ya no creía por sentirme vacía e insulsa, ha ido volviendo lentamente. Sí, debe ser que la religión de la que ahora me he vuelto creyente tenga que ver contigo. Creo que le rezo al verde de tus ojos y al timbre apagado de tu voz. Asistiré al oficio matutino si es necesario, me sentaré junto a tu sitio predilecto esperando que algún día te des cuenta de mi presencia. Prometo ser fiel y devota si me garantizas que eso me llevará directo hasta tus brazos. ¡Ah, la fe, esa caprichosa mariposa que va y viene a su antojo!
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La Testadura, una literatura de paso NOTAS PARA UNO MISMO No quiero ser completamente sincera, porque ello significaría admitir mi derrota y mi vergüenza. Aceptar que saboteé desde el inicio lo que pudo haber nacido entre nosotros. Mi poca paciencia, mi honestidad siempre tan a flote, mi falsa confianza y mi temor al rechazo. La fórmula perfecta para el desastre. Si me animé a escribir nuestra historia, es porque sé que si te escribo y te pongo en papel, serás mío por primera y única vez. Sé que si te transformo en palabras, podrás ser todo lo que yo quiera y actuar como corresponde a mis deseos. Sé que si te convierto en ficción, esta historia podrá ser nuestra. Existiremos de verdad. ◙ Gabriela Méndez Guido (Edo. de México, 1991) Artista del movimiento, bailarina de danza árabe, escritora, maestra de yoga, terapeuta y creadora multidisciplinaria. Egresada de la Licenciatura en Artes Escénicas con línea terminal en Danza Contemporánea por la Universidad Autónoma de Querétaro, ha participado en varias compañías de danza y publicado poesía en las revistas electrónicas Monolito, Bitácora de vuelos, La Rabia del Axolotl, Amarillo Dalí y A buen puerto. Con la creación de la corriente Profetistas: el arte como profecía en el año 2015, busca intervenir espacios para despertar corazones, mentes y espíritus.
EL DELITO DE LOS SOLES Me acusan de cursi porque yo gusto de esos minúsculos placeres que el viento trae entre los dedos
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Antología de autores Testaduros como una palabra con pequeñas alas en los talones que suavemente se postra en la memoria de la piel. Se me tacha de muy cursi porque aún anhelo esos ligeros detalles, donde un chasquido labial desciende en curvas como una pelusa que trae la semilla a plantar cariño en la médula. Quizás es una enfermedad de los nervios donde se encuentra la escalinata que conduce al vientre de las cosas reales a sus perfumes, a sus cantos a sus colores, y no a las cosas efímeras pesadas, que succionan de la vida para rellenar su huecura porque no tienen vientre ni piel, ni huesos; o quizás sólo soy culpable: mi delito es ser insensible a la escarcha, a sus sombras y a su indiferencia.
VESTIDURAS ONÍRICAS Hay ropa tan viva que en cualquier noche de almohada se cuela a los sueños con hilos hechos de sustancias aromáticas y plumíferos encajes que nos propulsan al portal de los cielos
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La Testadura, una literatura de paso hasta saludar al espíritu del aire, y tras condensar su invitación a tomar todo el café del mundo en sus mesitas de vaho encendido nos esconden en los botones el secreto de los pájaros, el sonido de las alas, la ligereza de habitar, y entonces, de una sola exhalación sobre nubes sin recuerdos, nos enganchan de regreso a la vigilia.
TRES ESPECTROS I Subiste a mi litera, y juntos escalamos el cerro de la almohada a palpitantes conversaciones compuestas de memorias de humo que nos descendían al recuerdo; nos envolvían en una espiral de anhelos que se carcajeaba del pretérito o de la escurridiza nostalgia que sudábamos. Quise decirte algo coherente, algo vivo, y sólo una volátil burbuja de diálogos extinguidos se articuló en mis pupilas, tan efímera como nuestro encuentro.
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Antología de autores Testaduros II Cada que una bocanada verde, (plantas, silencios), me lleva al caleidoscópico mundo de los sueños pienso que sus espirales también te están rotando. Aquí soy una extraña que le surca al tiempo, a soplos terrenales, olas para agradecer que aún nos salpica el mar de los cielos. Caballero sometido: sé que te estas escondiendo y huyes a la noche, – noctámbulo de la caída, hombre subterráneo creciendo a la inversa– en donde no se te dislocan los nervios por existir. Te busco entre los gritos de pólvora que emanan mis amuletos destrozados; afuera, entre tinieblas, una estampida de los hombres fugaces en los que te has ido quedando, no me deja salir por mi ventana, como aquél día que al quebrarse nuestra orbe prometiste cuidarme, sólo que ahora, a mí me carcomen los secretos.
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La Testadura, una literatura de paso III ¡Ya agarró vuelo la noche! me monta en su cintura ¡a lunazos! y caracoles de vapor. Lleva fuerza, lleva vida, y hay testigos ancestrales con lenguaje de átomos silvestres señalando a miradas que el pedazo negro de tu densa forma hiede a mohos de baúl (polvos, silencios). Lo tuyo es esto: crecer lodo en tu garganta hasta que mida, en el hervor de lo velado, lo mismo que el juego de saciarse de creencias en el que hacen apuestas los huéspedes de tus manos. Yo ya me fui, por la senda sin ruido de pisadas que soplan los materiales nocturnos; dónde el reflejo lunar sangra olas violentas que, errantes, acunan mis pies de relámpago. ◙
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Antología de autores Testaduros Tzolkin Montiel Ugalde, (Querétaro, 1977) http:// esoesloqueyodecia.blogspot.mx/ Estudios en sociología, danza contemporánea, danza hindú; diplomado en creación literaria por la SOGEM; especialista en fiestas particulares con la mente.
ME JACTO DE SER UN SER PENSANTE, [RACIONAL Me jacto de mi soledad. Mucho tiempo me he buscado en otras personas, en [otros ideales, en otras vidas. Pero en el fondo soy un lobo Grito Lloro Berreo Corro Destrozo …
DESCANSO Me enorgullezco de verme capaz y entera de [enfrentarme a mi ser De ser Con todos sus bemoles, disturbios y errores Y cuando me acepto como un lobo solitario me [sorprende la vida Me tiendes la mano Tú
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La Testadura, una literatura de paso Y tú Y tú Y también tú que era la primera vez que me conocías y percibiste mi dolor Y nos encontramos en esta humanidad Nuestra humanidad La tuya Y tuya Y también de ti. Esa piedra en el zapato que a veces quisiera [desechar. Y entiendo que lenguajes hay mil Estilos hay mil Silencios llenos de solidaridad hay mil Palabras de aliento que no esperas y recibes Y también das. Y te encuentras con que no todo en la vida está tan [mal Que nunca vivirás en soledad.
LA FALSEDAD Hay algo en tu tristeza que me conmueve La línea directa de tus pensamientos Lo intrincado de tus sentimientos Eres aquel que no quiere ser salvado.
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Antología de autores Testaduros Tan libre que quisiera tenerte aquí bien amarrado. Silencio ...
DÉJAME TE CUENTO QUE CASI TODO LO QUE [ODIO DE TI ESTÁ EN MI ADN Ese incansable "No me toques ¿No te das cuenta que [una bestia soy?" Somos los reyes vagabundos aunque tu un poquito [más Objetos de estudio de la cruel investigación de la vida [que como viene se va
YO Yo no necesito liberar cadenas Necesito liberar la libertad Reacomodar estas estructuras mentales que están en fuga de su cajón. Sí, la tristeza es falsa Debe de ser falsa ¿Por qué eres tan como yo? ¿Por qué eres tanto como yo?
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La Testadura, una literatura de paso
MUÑEQUITA DE HULE. El cansancio. Los ojos rojos como sapos hinchados La bilis y los orines derramados ¡YA NO YA NO YA NO! Grita tu cuerpo No luches contra lo que eres o morirás en el intento ¡YA NO YA NO YA NO! Te tambaleas en el silencio Apestas a tabaco mientras avientas tu falso valor a [un lado El alcohol impregnado en las ropas y en lo que aún [puedes llamar arterias ¡YA NO YA NO YA NO! La desesperación en remolinos [estalla en tu cerebro. El vacío que solo es acompañado por un cuerpo [adolorido El dolor que se convierte en zumbido de chillantes y terribles palabras taladrando tus oídos. Otras veces ya te habían golpeado pero en el cuerpo Otras veces ya te habían destrozado el ego. Ahora fue diferente muñequita Ahora fue directo al pecho. Directo a ese trapo maltrecho que bombea lo que te hace moverte por el tiempo Ya no eras de hule niñita tontita Te quitaste tus vestiditos bien cortaditos y entregaste tu corazoncito
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Antología de autores Testaduros Pobrecita que no te fijaste que traías defecto de fábrica. ¿Quién creías que preferiría tu estado maltrecho comparado con tu latex cuasiperfecto? Hay nena ¿Por qué te volviste de carne y hueso? Mejor te hubiera ido sin salir de la envoltura. ◙ María Odio. Publicó: La Testadura: Arde y otros poemas.
Salto hacía los territorios del fuego como en un carnaval de luces que visten la alameda todo me sabe a un arrebatado filo fraguado desde el reverso de tu falda Son las fechas liebres que se le escapan a tu boca que caen de a poco bajo los presagios de mi cama ¿dónde guardas para mi ese beso de sal y la caída lumínica del deseo? Hago un trato con tu nombre cuatro letras que hablan de morir tras haber [atravesado el vidrio con sus fábulas: territorios fríos humedades calculadas Ya no podré unir las sílabas rotas de los días ni evitar las lluvias sobre las paredes blancas comienzan los siglos del amante sepultado
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La Testadura, una literatura de paso del enemigo común que en sueños me visita de tus hombros de mármol que se han convertido en [el flequillo de la tierra.
Ante todo hay que saber cuántas veces debemos abandonar nuestra novia y huir de sexo en sexo hasta [el fin de la tierra. -Vicente Huidobro. Temblor de cielo.
Verano tu constelación vertical vomita frases taciturnas punzadas fabulosas bajo mi bragueta vértigos que nacen de tus nalgas infinitas eres satélite besado por naufragios gemido de garganta memorable suplicio de jadeo inoportuno Me tientas al azar en una tarde que agoniza sobre tu cadera picoteo tus senos los muerdo creyendo que son nudos ambiciosos del minuto de las horas en la habitación que nos destroza me das la espalda busco tu talle deslizo mis dedos y encuentro la herida brotan peces de escamas centelleantes mojas preciosa histeria* aureolas en tus ojos marítimos príapo erguido sobre el borde de tu cama
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Antología de autores Testaduros I Arqueles Vela absurdo citadino rutinario cuando tus caderas brotan de entre la maraña [soleada y tu afirmación humanista trepa mis montes [columpiándose y empujando un entusiasmo arquitectónico decididamente resuelto acelera la revolución con que decoras mi entrepierna
II Dr. Atl sonrisa estridente gesticulas manifiestos en pespunte curaduría del deseo poesía gráfica te acusan de enfermedades incurables de naufragios bélicos que precisaron los signos [astrales personaje de ocasión voltaica aéreo y paroxista
III Maples Arce. corresponsal extranjero en la América purista transeúnte de buen agüero acidulando las gacetas fílmicas tus letras extraviadas naufragan en las pipas fabriles y se exhiben sobre máscaras fonográficas
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La Testadura, una literatura de paso Equilibrista tu inquietud rectilínea se enciende en mis ojos haciendo estallar el panorama
IV List Arzubide capitán de un afán escurridizo adormilado Intelectual anónimo tus falanges impacientes amplían sobre el cuadernillo las avenidas desveladas salpicando de café a los amantes de laboratorio Tú sobre la butaca del cinema columpiando la brújula de tu existencia ◙ Fran Pérez Cabrera, nacido y radicado en Santiago de Querétaro, Qro., ha publicado con La Testadura. Una literatura de paso dos series de relatos: en 2012 Historias urbanas del beso y en el cuarto aniversario de la editorial independiente, en el 2016, Historias urbanas sobre el café. Tiene otras publicaciones que puedes encontrar en: https:// www.facebook.com/Fran-P%C3%A9rez-Cabrera198395670348178/, también participó en el proyecto Poemas por Ciudad Juárez: http://letrasuruguay.espaciolatino.com/aaa/perez_cabrera_fran/ una_miraita.htm
MI`J@ Sabes, vi los zapatitos que el tío Pepe te regaló, son amarillos, supongo que porque aún no saben si serás niño o niña, imagínate, sólo tienes nueve semanas y ya eres toda una sensación en ambas familias.
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Antología de autores Testaduros El día de año nuevo, en casa de mis padres, es decir, tus abuelos paternos, no dejaban de darle recomendaciones a Paty, que si esto, que si aquello, que si es niña ponle este nombre, que si es niño mejor éste y yo qué te digo. Veía a Paty más ella, más contenta y plena que en todo lo que tengo de conocerla, vamos, te quiere con toda su existencia y yo también, para mi eres un regalo del universo, deseo estar contigo en cada momento de tu desarrollo, mano a mano con Paty para darte poco a poco las herramientas que te permitan ser alguien excepcional en nuestras familias y la humanidad. Imagino que cuando calces estos zapatitos que fueron un regalo muy bonito, sentirás confort o placer en tus lindos piecitos, también espero que al igual que tu madre desarrolles esa inteligencia ambientalespiritual-holística que me enamoró, como pareja es una mujer exquisita y como madre, qué te digo, sólo verle como está con tu gestación se sabe que es genial. Te lo escribo porque dicen que las palabras escritas perduran tanto como el amor que trasmitimos en el momento mágico de planear y dar con el milagro del gran comienzo del embarazo, seas bienvenid@ mi`j@ porque Dios ya tiene una misión bonita para ti.
LA GUÍA PARA LA LLEGADA DE MI`J@ A Paty le ha dado por leer, leer y leer todo lo que de embarazos se pueda, ella es la que comenta, ilustra, propone y da pautas. Uno de sus libros favoritos en estas primeras semanas ha sido el de Deepak Chopra y otros autores, Un comienzo mágico. Guía holística para el emba-
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La Testadura, una literatura de paso razo y el nacimiento. Ahora que te escribo he ido rápidamente a buscar el libro, observo que va en la página 70, pero así como es, seguro va en la segunda leída del libro, como son las cinco de la tarde casi ya no entra luz solar por las ventanas, me he tirado de pansa en el suelo, ahí donde entran un poco los rayitos del sol para ver y luego explicarte en que va, volteo un poco a la derecha y veo a las chiquillas, es decir a nuestras perritas Perla y Fortuna que plácidamente están en la siesta, hasta creo que los nombres tienen su sentido holístico, primero llegó Fortuna que es la riqueza espiritual, mental y material, luego Perla que con su hiperactividad hará que todo ello brille en ti, y no puede faltar el Gran Popper, que no está aquí, porque lo he dejado con mis padres para que cuide de ellos, pero como lleva nombre de un gran filósofo, llegó antes para prepararte el camino de la sabiduría. El libro describe algo sobre los alimentos dulces, los ácidos, los saldos y picantes, le doy vuelta a la página y menciona los amargos, en seguida los astringentes, sigue con los colores de los alimentos, la dieta balanceada para el embarazo…. Ahora que lo estás leyendo puedes comprender lo importante que has sido desde el principio, no lo olvides, porque la vida es así, importante, siempre valiosa de principio a fin, siempre sabia, rica, brillante como tú.
LA TARDE Y LA VENIDA DE MI HIJA La tarde se sonrosa porque a esta hora va en su último aliento solar, juguetona se filtra por las nubes y sus caireles, luego toma una mano del viento y otra del sonido de la ciudad, da volteretas entre las hojas de la camelina y las otras habitantes botánicas del
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Antología de autores Testaduros patio, mira su silueta en los ventanales, narcisa señorea y piropea sus encantos, luego ingresa silente al estudio proyectando numerosas formas, arquetipos de distintos seres, es una ontología de sombras y luces que disfruta ese instante, goza de saber que casi todo lo sabe, incluso que estas en camino, que te deseamos, que te queremos, que haremos que pases por aquí con señorío.
PLACER Y TERNURA Placer por escribir, lo pensé mil veces, en realidad no repasé un milenio de posibilidades, es simple expresión, cliché, frase muy hecha,… algo que decimos cuando queremos dar pauta a un dato, algo como para iniciar las andanzas de las emociones, la imaginación y la racionalidad, una expresión que da cabida a otro algo que pueda procurar el ser con base en ideas que sumadas den juicios y que añadidos den frases y a su vez complementados den un texto literario. Quizá se necesite de un estímulo filosófico al estilo kantiano. Hay que atreverse a pensar, algo así decía Kant en la Ilustración, pero se lo escuche decir a Guillermo Samperio en un curso, de esos que ha dado en distintos lugares para gente que desea escribir y donde coincides con amantes de lecturas comunes y dispares, pero también con escritures y aprendices de literatos que van a la conquista de su propio mundo de fantasías, tratando de seducirlo con letras condimentadas de esto y aquello. A Samperio también le escuche decir –supongo que inspirado en la psicología transaccional- que para escribir es necesario que nuestro yo niño gobierne el momento con su actitud juguetona, pero hay prescindir del yo padre y yo adulto, de lo contrario no escri-
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La Testadura, una literatura de paso biríamos. Cómo llegaron los que escriben a su peculiar estructura ontológica, no me cuestiono si son locos o cuerdos, sino cómo es que con evidencia muestran placer por la lectura y la escritura, cómo construyeron su ser con ternura por lo literario, En lugar de cuestionar por ellos podría hacer una hermenéutica de sí mismo, por qué estoy por momentos entre ellos, pero del yo cruzo rápido a mi hija de cuatro años, y a su corta edad ha contemplado a un sinfín de cuenta cuentos, ha participado en cuentos motrices, ha hechos sus propios cuentos escritos e ilustrados en el preescolar, en uno de los libreros de casa tiene sus tres espacios propios donde hace convivir a libros musicales, libros para iluminar, libros texturizados, audiolibros, libros para… y veo que poco a poco se apropia del espacio, lo que implica que tendré que migrar mis libros a otro. El último cuento que me narró se los exteriorizo con la disculpa que no tengo la gracia y facilidad fantasiosa de mi hija a su corta edad: refería que en un principio ella no existía, pero emergió de un lugar no conocido, oscuro y con chispitas de luces viajando hacia todos lados, desde ahí nos vio, es decir a papá y mamá, prestó atención a la casa, nuestras vidas con sus locuras, a Perla y Fortuna -nuestras mascotas-, en aquel momento deseó conocer a mamá, entonces inventó una máquina del tiempo con trocitos de cielo, la puerta de entrada a este mundo fue la barriga de mamá, desde ese día recuerda que yo le contaba cuentos, hoy vive feliz y contenta en la ciudad más bonita, Querétaro. Somos en parte producto de los contextos en los que experimentamos la vida y en los suyos hay letras y letras con imaginación, con los abuelos, con sus tíos, con los amigos de los padres, para ella papá
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Antología de autores Testaduros es un filósofo tonto que sabe y se hace que no sabe y además siempre trabaja con papeles, libros y alumnos grandotes. Vive el hecho tangible de que las letras dan para vivir, las letras tienen un potencial, y una fuerza que cruza su vida familiar y el gusto es dado con sencillez y sin imposición, es más por imitación, sabe lo que logran las letras, sabe que sus juguetes y libros surgieron del trabajo con letras, los helados de chocolate, las paletas de limón, las burbujas, las muñecas y los placenteros paseos son cruzados por el trabajo de los padres con las letras Un poco pensando en Vigotsky, la imaginación creadora se desarrolla desde el contexto familiar y cruza de la infancia a la vejez. La imaginación creadora es el resultado de la construcción y reconstrucción de fantasías que se apoyan en las vivencias, éstas han de ser excesivas para que desborden innovación, si el niño encuentra un artefacto-vehículo en el deporte o las artes o las ciencias tendremos un niño con gustos esquicitos para ello, pero si el artefactovehículo es la violencia y otros displaceres, no sólo el niño y futuro adulto estará en problemas, una nación con tejido social descompuesto ya está en dificultades. Por ello gozo su gusto por los libros, los lápices y los cuadernos sin ninguna exigencia, ni compromiso ni vigilancia. ◙ Olga Rodríguez, 25 años, San Juan Del Río, Qro. Con publicaciones en los fanzines: ―Efímera‖ ―Tirando netas‖, en la revista ―Garganta, cultura gutural‖, ―Suplemento Voz Zero‖ y ―Academus‖ número 13. Publicación del poemario: X. Mujeres adoloridas me gritan en los tobillos, por parte de
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La Testadura, una literatura de paso ―La testadura literatura de paso‖ y poemario independiente: ―Amor, dolor y esperanza‖, participante de las antologías: ―Poesía en Rojo‖ y ―Antología de los signos: las manos‖. Colaboración activa en los blogs ―Quiebrapiezas‖ y ―Saltapatrás‖. Primer lugar de los XLV Juegos Florales categoría local. Participante en el XXIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes. Becaria del Festival Interfaz por parte del ISSSTE. Correo electrónico: orj_09@hotmail.com Testadura: ―X. Mujeres adoloridas me gritan en los tobillos.‖
INTRODUCTORIO: EXISTIR Todos sentados a la mesa todos en el compartir de huesos y ligamentos. Nadie percibe que les falta alguien ¿Cómo desaparece una hija en una familia nula? Todos ríen y les miro desde arriba, felices comparten el pan ¿Cómo dejé de existir? Nadie nota que la quijada está adolorida y desvanece la esperanza de ser mientras, las voces se hacen más fuertes y resiento el magenta en la quijada fantasma ¿Cómo desaparecí entre los versos de mujer? ¿Cómo se presiente una amiga que dejó de estar? Todos sentados, todos en el estallar de risas y yo tan sólo miro desde arriba en el extrañar de aquella casa, la mía
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Antología de autores Testaduros la de hace tanto.
EL LÍMITE Tan blanco en mi cadera dibuja en los dedos el roce de la piel, vuelve sonoro el espacio entre los labios y cauteriza impulsos por la nota de volver a estar y ser en el corazón aligado hasta el pecho. El límite es mis ojos ante los dientes asco de peñascos e inviernos donde no veré más, las ganas efímeras de una yegua sin freno desgastada en el suelo exasperada de las vocales que por los poros le brotan [mares. Es también cristales masticados sentimiento de ya no veremos persianas corrompidas en la ventana que cerró el [camino. El límite pone manteles entre la piel, se come el amanecer y sacude las manos de caderas para en el volver loco retozar palabras que saben a poco, es el sin nombre añadido de conjunciones y vive a flote con los brazos como remos. El límite son cenefas de besos, porvenir en los huesos sin espejo y azulejos que comen manos por el amanecer, el límite de ser mujer magenta en perfección| pieles [sin bordes ni postres| la locura cautivante de mareas
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La Testadura, una literatura de paso [[y el viento. ◙ Lizeth Rodríguez Gómez nace el 23 de marzo de 1990. Discurre vagabunda entre las callejuelas y las plazuelas de una ciudad cualquiera. A veces contempla titilar los sueños en el horizonte y mirar a lo lejos al amor montado sobre una estrella fugaz. Ser vagabunda es su oficio para en cada recorrido, intentar un poema. Actualmente entre otras cosas se dedica a ser docente en el nivel medio superior.
EL COMIENZO… Comiencen las musas el canto nocturno inspirador, adoquines bajo los pies, caminares zigzagueantes y colores brillantes; bruja de mirada fija y velo sobre sus cabellos, adivina el futuro, dice: ―Ruiseñores imitando colibríes y todo el mundo canta el ritmo del aire‖. La felicidad trasciende sobre las personas a través de [la sonrisa. La tierra quema, el sol latente en tus ojos y las asiduas fuentes enclavadas en los dulces valles [de las rebosantes tierras meridionales hirvieron de algarabía. Y contigo ya no sé si fingir u ocultar mis ausencias, si esperar el futuro incierto o tan simplemente aguardar, advertir en las distancias disolutas…
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Antología de autores Testaduros A través del mar cristalino, veo tu cuerpo. Rojo carmesí, tus labios; ahora bien, al final todo sucedió tal como en el [principio y sin embargo nada fue igual.
VIAJERA Inundando las noches serenas mi pensamiento está. Con ansía, anhelo emprender el vuelo, dejar de vez en vez el terruño para recorrer otros. Mirar el horizonte a través del vidrio, deslumbrarme con los destellos de una luna [complaciente. Transitar por las plazuelas, los callejones que entretejen secretos, historias por contar. Me han dicho que soñar es peligroso que algunas ocasiones en lugar de celebrar por lo realizado se llora por desilusión. Pero eso no importa para mí, porque lo único que busco es ser diurna viajera y descubrir en los recovecos del lugar más distante a la poeta andariega
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La Testadura, una literatura de paso que habita en mí.
QUERER A DISTANCIA I. La esperanza me acerco a ti para calmar la tormenta [dentro del alma. La fe te hizo la sanación ideal para mitigar el dolor de [la espina clavada en el corazón. Más allá de mi ceguera, este loco sentimiento se [aferra y va engendrándose en las entrañas. Mi Dios te puso en el camino para anhelarte; vagabunda tan necia y reacia a querer y ofrecer una [tierna caricia que arrebate un suspiro que estremezca los labios.
II. Quiero desearte aquí, ahora, cuando llueve, cuando salga el sol, [cuando llegue la luna. Quererte y quererte como se quiere en el amor [nocturno. Amarte en secrecía, en clandestinidad. Amor lejano, pero tan cercano a mí. Esperando el momento apropiado para robarte un [cariño. Ansiar un mensaje...
III. Mi mayor ensueño son tus besos por entregas, esos que quitan el sueño, que son la gran fascinación
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Antología de autores Testaduros [causada en mi cuerpo. Debrayando el tiempo que sin más disipas cada uno de los recónditos [pensamientos. Diáfana magia que anega las quimeras distantes; dispersión de los encuentros y la falta de mirar esas [amieladas perlas visoras... De apoco se torna en una sed incesante de ti... Sentimiento contradictorio de amar y no querer a [distancia.
UN MOTIVO… Inimaginable puede resultar la casualidad más sin querer, ni pretenderlo se muestra tal cual el deseo. Ocaso nocturnal cómplice e inspirador… Solo bastó el intento, un lenguaje sedicioso de miradas; blancura lunar alojada en el terciopelo atmosférico. Las palabras brotaron como rulos de una melena [traviesa era sueño?, no lo sé… Quizá solo fue un motivo [vagabundo. Tu recuerdo me tintinea y todo sigue mi espíritu vagabundo anhela encontrarte. Salvaje, extraño, redentor. Quisiera robarte un beso, uno y otro poco a poco. tu nombre es mi consuelo
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La Testadura, una literatura de paso Y así todo es más real. De mi existencia eres tú mi última línea.
NORTEÑA Emocionado el pecho con cadenciosa melodía, tu norteña entonación, sonido que recorre de norte a sur; acompañamiento del repiqueteo de trompetas y trombones. Con gran algarabía tocaba que tocaba la tambora cohete tras cohete… Así es en los pueblos, fiestas patronales bodas y entierros. Esencia de festividad, regocijo ¡Oh Celebración!
ALTIPLANO A la tierra que vio nacer a mis antepasados… Con especial afecto y cariño a Don Heriberto Gómez Espinoza.
Amo las tierrucas desérticas, horizonticas. Piedras, adobes, palmas, lechuguillas, sin ton ni son pregonan las historias de mi pueblo.
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Antología de autores Testaduros Lejos, aun como si fuesen tiempos de bonanza, del norte como todas las tardes de arrebol, va bajando el eco fantasmal de la negra más [consentida, entre retumbidos, humo grisáceo vapor cálido silbido alegre, la gobernadora, el tabardillo y la palmilla de sotol sienten el rítmico son de los carros del tren. Su sonido vibra en los corazones vaneguences, como pidiendo permiso, la locomotora silba, silba, [silba, y la estación con sus brazos abiertos la arropa. Entre vagones vías, nopales, palmas datileras, los chiquillos del viejo Barrio juegan sobre la tierra caliente; añoranza envuelta en el viento, entre los resoplidos y golpetear de los fierros va [deteniendo su andar… ahí en esa casita a lado de los rieles todavía se espera recibir con las puertas abiertas a los nuevos pasajeros descendentes del corazón de [metal. La tierra arde,
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La Testadura, una literatura de paso los rayos de sol fuertes queman la piel; pero eso no importa porque mi corazón vagabundo ama a esa tierra [altiplánica, lugar que sabe a historia, recuerdos de máquinas de vapor y diesel.
RECORRIDO Callejoneando, callejoneando… Avanzo siempre sin tener guarida, sin descanso. Nocturna viajera que sin oficio ni beneficio, busca, busca, busca en las sombras, la negrura del cielo, las estrellas consejeras una respuesta que sacie los huecos del corazón y el vacío del alma. En la andanza descubrí una luna lunera que reflejada en el cristalino lago emitía un canto cadencioso, que al espíritu es lluvia [de plata. Tranquiliza la zozobra, el miedo desaparece… Cada paso, un verso
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Antología de autores Testaduros cada calle de la obscura ciudad, una estrofa y el transitar, un poema que no termina, porque en cada ronda se eslabonan [nuevos versos tejiendo así, la vida en una poesía. ◙ Javier Salinas es un Historiador Queretano, nacido en el otoño de 1984. Actualmente se desempeña Profesor y Escritor ficcionista. Publicado en la Testadura Num. 34 con: Nunca me ha gustado el Crack y Azul Marino. Y en la testadura alterada 2.0 con: Santitos de los mañosos.
HIJO DE DIOS La iglesia es la caricia del amor de Dios al mundo Karol Józef Wojtyla
Salimos de la sex shop en el fondo de una vecindad vacía, donde también hay un estudio de tatuajes clandestino; en medio de un pasillo insalubre con olor a mierda que sirve como sala de espera a los adolescentes fumadores de cristal que se reúnen por las tardes. Temblosos, impacientes, de rostro lacerado y con la boca seca; como pacientes de enfermedades crónicas que todas las mañanas hacen fila en los centros públicos de atención médica del Estado. En una bolsita negra llevábamos los vídeos con el sello de la deep web sobre asesinatos, violaciones y zoofilia; un botecito de poppers, condones de sabor cereza, vergas de chocolate con leche, además de un lubricante anal con esencia de clavo. Cruzando la avenida Zaragoza pasamos al marcado Escobedo. Deambulamos por entre los puestos de las flores para conseguir algo de coca. Luego caminamos al aparcade-
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La Testadura, una literatura de paso ro. - Paco, necesito unas cervezas. - Ya sabes que yo no tomo, hijo. Pero a mi voyeur favorito yo le compro lo que sea. Nos montamos en la Suburban verde oscuro del año 2014, los cristales se bajaron automáticamente. Paco le sonrió amablemente al viene viene. Le dejó diez pesos de propina. De inmediato puso en el estéreo las canciones que motivan; música alegre de ritmos pegajosos con mensajes positivos, enajenantes. - Vamos a pasar al mercado de la cruz por un amigo. Te bajas en el Extra por tus cervezas, mientras yo doy la vuelta y lo recojo. Me esperas en la esquina. -Me dijo entregándome un billete de doscientos. Bajé de la camioneta, fui hasta el minisúper y cogí un pack doce de Modelo. Caminé hacia la esquina; tomé mis audífonos, los coloqué dentro de mis orejas y busqué un tema pertinente. < You visit me in my dreams there´s no-one there to hear my screams. Slit my skin my flesh will tear. You rape me in my nightmare> Tarareaba en mi cabeza la primera estrofa. Fetichismo puro, sado y masoquismo. Una pitada de claxon anunciaba su llegada. Paco saludó sonriente, le acompañaba su verdugo: un joven Moreno y musculoso, tipo rústico, un rompeculos cualquiera, cargador de alguna carnicería. ¿Qué cómo lo sé? Pf… apenas al abrir la puerta me enteré. Había en la atmosfera un olor a cebo y sangre de sus ropas embarradas, que mezclándose con el sudor de sus axilas, creaban un ambiente perfectamente erótico para el buen Paco. -¿Te subes atrás, amigo? - Claro. -Le dije- Cogí el paquete de cervezas y abordé. Mira, te presento a mi amigo Gerardo. -Dijo, se-
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Antología de autores Testaduros ñalando al muchacho de unos veinticuatro años-. Quien volteó y me miró sonriente. Me extendió la mano. Ambos apretamos fuerte. Le ofrecí una lata y comenzamos a beber, mientras paco manoteaba alegremente intentando hacer los coros de una estúpida canción. Entramos a Bernardo quintana, por debajo de los arcos. Ahora íbamos directo hasta su casa -¿Niños, les hace falta otra cosa? -Preguntó de manera atenta, como suele ser. Gerardo y yo nos miramos y sonreímos, ambos coincidimos estar bien.-A ver. Llevamos condones, lubricante, cerveza, cocaína, poppers, los dvds de zoofilia. Por mi estoy bien. ¿Y tú Gerardo? -Ajá, sí, así está bien. -Me respondió.Subimos por Pasteur hasta llegar a la Soriana Huimilpan, entramos en una colonia a un costado de un canal de agua sucia, avanzamos unas cuadras. Nos detuvimos frente una fachada de color naranja deslavado en una casa de dos pisos con un cuarto sin ventanas. Gerardo abrió el portón viejo con unas llaves que Paco le había pasado. Nuestro anfitrión metió la camioneta en la cochera, bajé con las cervezas, evadiendo a sus perritas french poold que saltaban emocionadas, celebrando la llegada de su amo. Gerardo ya sabía a lo que iba, lo había contactado por internet, como a mí, desde hace un par de meses. Un voyeur, el ejecutor, y desde luego Paco, quien sería la víctima. Pasé antes al baño, oriné y cogí el espejito que cuelga por encima del lavabo para pintarme unas líneas. Paco encendía el dvd y la pantalla mientras Gerardo examinaba los productos recién comprados en la tienda Black Kiss, la sex shop guarra de la vecindad abandonada.
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La Testadura, una literatura de paso Y entramos en su tierra del nunca jamás, su área de juegos. Un departamento con una sala enorme donde hay una pantalla, una computadora y muchas cajas con pornografía barata. Colecciones completas de revistas, películas en dvd y VHS; su afición secreta. Suspendidas en un muro, dos repisas retienen atrevidamente su colección de dildos hechos en madera, de todas formas y tamaños, creados por algún ebanista; también están los clásicos de goma; además de pelucas de colores, sobre todo rubias, botas de cuero y trajes de látex. Me limité a beber cerveza y oler cocaína, mientras observaba las escenas en la computadora, en la pantalla desde el dvd y en el suelo. Tres actos sexuales grotescos ante mis ojos, pecados clasificados contra natura, que no me atrevería a mencionar. Las perritas saltaban excitadas alrededor de los amantes. Y yo, montado en una silla vieja de madera fina, con asientos de forro en piel de color negro; jugué mi personaje, observando esas imágenes repetitivas, alucinantes. Mientras mi cerebro me jalaba a un paisaje abierto, en una montaña alta y deshabitada, de dorados pastizales que rítmicamente danzaban con el cantar del viento. Brotó un poco de sangre. Estuvimos solo un rato, una hora aproximadamente. Es tan solo una escapada, el club de los tres, el destape de Paco, el desahogo Gerardo, y mi cuota escolar. Al terminar, carnicero se quitó el condón usado y lo boto en el suelo, -típico de esos cargadores de mercado- se enjuagó la verga en el lavabo y cogió el dinero pactado. Bebimos más cervezas. Platicamos un poco mientras paco aterrizaba; una vez incorporado, me entregó el dinero que quedamos, enrollé un billete y me metí la última raya. Son apenas las seis de la tarde y es un sábado cualquiera. Todos tenemos ya que retirarnos. Gerardo
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Antología de autores Testaduros alega tener un partido de fútbol siete con el equipo de su barrio, y apenas le da tiempo de llegar. Paco tiene que volver a casa para preparar el sermón de mañana. Aprovecha para invitarnos a las nueve en punto, en el centro cristiano que pastorea; además nos cuenta que este domingo hablará sobre el perdón de Dios para con los hombres, las consecuencias del pecado y los horrores del infierno. Ya sabes: el lago de fuego, el olor a azufre y el crujir de dientes. -La reunión es por la mañana, chicos, no lo olviden ¡anímense!- Nos repite amablemente y los dos rechazamos con nausea. Por mi parte, la verdad no tengo nada que hacer, ya estoy bien colocado. Salimos de nuevo por la cochera, el pastor encendió el motor, sacó la camioneta y cerramos la puerta. Apenas nos subimos y ofreció llevarnos al centro de la ciudad, de inmediato Gerardo aceptó. Al pasar las calles me asomé por la ventana; vi el canal hermoso de la entrada, le pedí que me dejara. Se detuvo, me despedí y bajé con última cerveza en mi mano. No es que me molestara andar con ellos, solo que su música de Marcos Witt me resulta realmente asquerosa, insoportable. La gente siempre dice que Paco es muy amable, una buena persona, un hombre respetable y de buena familia. Un verdadero hijo de Dios. Que va, no es más que un come mierda cualquiera. Un maricón hipócrita. Como cualquier hijo de puta. De Gerardo no podría decirte nada; en realidad me vale verga su existencia. Azoto la puerta de la camioneta, cojo mis audífonos de nuevo y reproduzco a los Stooges. Me paseo de prisa por un costado del conducto; mirando el reflejo brilloso sobre el agua, como espejos de mercurio entre las llantas viejas y atascadas sobre el lodo pestilente y los arbustos arrastrados. El viento comienza a enfriarme los cachetes requemados y las manos re-
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La Testadura, una literatura de paso ventadas. Mis labios se resecan, mi corazón brinca alegre bajo los efectos del estimulante adulterado. Las bolsas de plástico que vuelan entre los baldíos me resultan tan hermosas. Un par de skaters hacen trucos sobre una banqueta rota. En mi cara se refleja una sonrisa suspendida y ya mis piernas no se cansan. ◙ Jenaro Trujillo González tiene 35 años y vive en la ciudad de Querétaro. Se dedica al periodismo y al rocknroll. Ha publicado ―Me cago en dios. Relatos‖ con LaTestadura y participó en la edición especial ―Necroóética‖, también con La Testadura. Ha publicado algunos cuentos cortos en los fanzines ―Panóptico‖, Voz Zero‖ del semanario Tribuna y en la revista Enchiridión de la Facultad de Filosofía.
ÉL Cuando el sol mañanero calienta los tabiques, conviene darse un recargón en aquella barda, porque en una espontánea mutación su textura cambia de granulosa a cálida. Es la caricia ideal para desacalambrar los huesos de la pantorrilla, que Fabricio exhibe bajo el short de mezclilla recortada. El hombre de cuarenta y tantos abriles sale doblando una pierna y estirando la otra, la que está inmóvil y eternamente mala; la guitarrera dice él, porque sólo por esa extremidad inútil dejó el taller y un porvenir asegurado como maestro herrero de alta escuela, para convertirse en músico de trío, de mariachi, de dizque solista. Levanta la guitarra. Mueve los dedos, afina, se va de largo con los ejercicios y el requintito de siem-
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Antología de autores Testaduros pre para ubicar el tono. Traguito de panal, mordida a un pan de dulce: ceremonia de renacimiento, reza un padrenuestro y como cada día, agradece por lo que hay. Hoy es martes y la calle que sube y baja en su terracería, se pinta de nostalgia folclórica con las señoras que la cruzan en pares, portando una bolsa de hule dispuesta a llenarse con lo que proveerá el tianguis de la otra cuadra. Fabricio saluda y hasta medio se estira y mete la panza que no tiene, con una inevitable galantería y el buenos días cómo le va, que le devuelve sonrisitas amables. Él dice que es jarocho, pero lo cierto es que nació en Tlalnepantla, así que de Veracruz nomás son sus abuelos porque él es chilango conurbado, pero de esa raíz porteña se agarra para atarse un pañuelito rojo, vestirse de blanco gastado y salir a echar coplas y sones. (Yo lo observo al otro lado de la ventana, justo enfrente, mientras arreglo la habitación. Desde éste segundo piso puedo ver su calva que se expande poco a poco, todo flaquito él. Tiene lo suyo y está galán. Dicen que cuando era joven mató a un muchacho y por eso estuvo cinco años guardado, pero también dicen que fue porque andaba robando tanques de gas en un tiempo que le entró duro a la mafufeada, y que en una de esas se metió a la casa de una señito que se murió del susto. Quién sabe. Luego salió y siguió tomando. Alguna vez se anexó y luego se fue con unos cristianos, pero nunca dejó la bebida, aunque se excede cada vez menos. Ya lleva un tiempo así). Fabricio se estira, deja caer el gabán, bosteza y enseña sin pudor los dientes incompletos. Acompaña el trago con jugo de naranja, el sol le da de frente, calibra su temperatura. Frente a él danzan los perros callejeros, en su cortejo de primavera. Cuatro contra
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La Testadura, una literatura de paso una, cuenta Fabricio. Ni hablar. Tensa las cuerdas. Do re mi - buenos días Don Javier- fa sol la. Un poco más, algo murmura, está a tono. A lo lejos, el camión del gas suelta su canción publicitaria y Fabricio la acompaña. Así es cada martes. Quiere concentrarse, pero algo trae. Suspende el ejercicio y hace cuentas con los dedos: va a cumplir cuarenta y ocho. Desde hace tiempo se anda dando a Susanita, dice en su argot. Eso quiere decir que desde hace medio año, por quién sabe qué artificio de canciones y rosas envueltas con celofán, pudo ligarse a la muchacha de la tortillería: veintinueve añitos, piensa orgulloso Fabricio el medio cantante, que desde entonces se baña rigurosamente a las doce de del día, antes de salir a cantar al mercado. Sin viagra, piensa el señor, sin viagra: tal parece que ella vino a ponerle gasolina a sus días y de repente vuelve a respirar los aires de su juventud y resplandece, rebota en sus habilidades de amante y por eso sabe que Susanita está bien clavada y hasta ha pensado por qué no, en juntarse con ella y hacer vida y hasta tener a un niño y… bueno, estira la pierna mala y se acuerda. Qué caray. Qué vida le podría dar a la muchacha. Chasquea los labios y mejor no piensa, vuelve al guantanamera y va en la parte en que es un hombre sincero y se acuerda otra vez, y otra vez. Nomás se acuerda porque no es espina, sino alambre de púas lo que trae clavado. (Algo le duele a Fabricio, yo lo sé. Desde acá arriba lo veo piense y piense y ya lleva varios días. Y no sé por qué, si era feliz hasta hace poco. Y es que la tortillera le hizo rejuvenecer. A mí me cae mal la vieja, pero sé que le hace bien. Porque aunque tiene lo suyo el señor, con ella lo tiene mejor. Y bueno, está de buen ver, ni quién lo niegue, andan varios atarantados detrás de ella, pero se hace la muy soltera porque só-
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Antología de autores Testaduros lo tiene ojos para Fabricio y se supone que nadie sabe pero ellos saben y se les nota y todos lo saben. Un día yo me le ofrecí. Y es que él siempre ha sido bueno conmigo, hemos sido cuatitos desde siempre, me ha cuidado, me ha defendido, nos emborrachamos juntos muchas veces. De niños jugábamos mucho. A mí me gustaba el futbol, le echaba ganas, sobresalía pero nunca quise entrar a un equipo. A Fabricio lo vi como a un hermanito hasta que creció. Luego los años que se fue, la cárcel, el anexo y todo eso. Yo también me fui y no supe mucho. Después regresé, y él regresó. Y fue cuando lo vi con su barba y su cara arrugadita, con las marcas que se le hacen más grandes cuando ríe, su cabello corto y su cojera. Lo vi tan solo, tan desamparado. Yo lo invitaba a comer a la casa y venía seguido. Y entonces lo vi florecer de nuevo, cantar con más ganas. Yo sé que malinterpreté muchas cosas, pero un día pensé por qué no, si anda bien solo, bien amolado. Yo tengo mi negocio y ahí la llevo, van bien las cosas. Y la verdad yo siento desde hace tiempo que algo en mí está como roto, incompleto, y sé que a él también le pasa. Por eso pensé y pensé que qué tal si nos completábamos… por qué no. Hoy se ve bien bonito con el sol que brilla en la piel morena de su cara, y me acuerdo que un día traje whisky y jugo de arándanos, hielo y dos cajetillas de camel. Agua mineral, queso y papitas. Me esmeré y arreglé la casa, rocié aromatizante y esperé. Lo vi llegar de noche, medio mareado. Le hablé y le brillaron los ojos con el frasco. Le dije que me lo saqué en una rifa para no verme tan mal. Que todo se me ocurrió de repente, la botana y todo. Él se rio, bebimos y cantó y bebimos de nuevo. Luego le dije a medios chiles mira Fabricio, qué te puedo decir si me conoces de toda la vida, sabes
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La Testadura, una literatura de paso que no me ando con rodeos y él me dijo pues si y yo le puse una mano en la pierna. Le dije mira Fabricio te veo tan solo y tan jodido que tú sabes que te quiero mucho y me parte el alma y sabes qué, lo he pensado y sabes qué… y ahí me quedé mirándolo a los ojos y el frunció el bigote que tenía en ese entonces y bajó la mirada y yo sentí que era por soledad y le acaricié la mejilla y el me miró. Lo vi sonreír y correspondí. Prendió un cigarro. Mira Carlitos tú sabes que eres mi compa y mi carnal y pues sí, sabes que te quiero, pero carnal… yo no soy jotito. Qué pasó Carlitos, ¿me estás vacilando, verdad? Pues si menso, tú que creías, hubieras visto tu cara. Eres un bruto, te la creíste, si ya parece mano… Todavía nos bebimos un par de copas más y hablamos de otras cosas. Luego se despidió y ya nunca vino a comer, ni yo lo invité). Guantanamera guajira guantanamera. Fabricio canta a media voz, carraspea, bebe y escupe. Es un buen día de abril, una joyita de rayos solares que se hacen prisma en el vidrio de las bardas. Hoy se siente especialmente pleno, amartillado, él es un hombre. Luego interrumpe la estrofa, de nuevo tuerce su pensar en la muchacha. Él la quiere, eso es muy cierto. Tiene con qué, puede que sí. Pero ayer, pasó el susto de su vida. Tres semanas de retraso menstrual. Y no me baja, dice Susana, y no me baja. ¿Y entonces? piensa Fabricio, y entonces qué. Para donde jalar, si no ve claro. Por primera vez le agobia el tiempo, mirar el reloj en su muñeca, comercio de chachareros; la manecita del robot de plástico sigue girando como ruleta de revólver y él solo piensa, piensa. Quiere volver al guantanamera pero no puede, da otro trago y se quema los ojos con el sol. Se va el camión del gas, se van los perros. La
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Antología de autores Testaduros calle queda a merced de una soledad inquietante, que cala a pesar del clima. Fabricio cree percibir el miedo en sí mismo, en sus alcances, en el porvenir y en la tarde, porque enfrentará a Susana y una prueba de embarazo o algo así, él no sabe de esas cosas, pero irá al compromiso con la mujercita que le calienta el colchón y la piel y los huesos y lo que está más allá, y ya la extraña y quiere estar con ella y entonces sí estira la pierna mala, se acomoda la guitarra y canta de nuevo. (Algo tiene Fabricio, yo lo sé. Desde acá arriba lo veo y canta medio triste, con una voz que se escurre como desfile de penas en la barda, detrás de él. Yo qué puedo decir, yo que lo quiero. Yo qué puedo decir. Que Dios lo bendiga).
NICO EL VOLADOR Nico quiere volar. Extiende los brazos y camina por el borde de la azotea haciendo ruidos de motor con la boca, entornando los ojos, concentrado en lo suyo. Tiene seis años. Levanta la mirada y observa el cielo tachonado de papalotes. Pronto será día de reyes y hoy no va a la escuela; mañana llegarán los tíos y la casa se llenará de ruidos festivos, de niños y de aroma a ponche: Nico está feliz. Más allá, los canarios pían en sus jaulas blancas junto al lavadero, aletean y riegan el alpiste. Un gato acecha. El mediodía lo envuelve todo y Nico lanza un par de bombas imaginarias a los enemigos que sólo él ve. El gato avanza dos pasos y se queda inmóvil. En las paredes de ladrillo gris cuelgan innumerables botes de aluminio convertidos en macetas, que Amparito, la sólida bisabuela de Nico, riega con lentitud mientras canta en voz baja historias de campo, de
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La Testadura, una literatura de paso nopalera y charros enamorados. Robusta y casi ciega, aprendió a orientarse contando pasos y midiendo las paredes con sus manos; todavía cocina sopas exquisitas, barre los patios y lava un poco de ropa en las mañanas, pues el tiempo acumulado no le ha podido arrebatar ni las ganas ni el paso ligero de sus carnes y la risa de balazo, destello de sonoridad como redoble de tambores en el cielo. A lo lejos, Amparito alcanza a percibir la silueta borrosa de Nico, una mancha de color que se mueve acompasada y ronronea. - ¡Niño, hazte para acá, te vas a caer! Anda a traerme unos cerillos… - Ahí voy, mamá Amparito. Nico abandona sus tareas de piloto y se va por la escalera de caracol. Cielo azul, nubes como espuma de mil jabones, esponja que hace sombra en la azotea. Papalotes. Cielo azul de fondo puro, parvada de palomas y un abejorro. Nico volvió. - Aquí están lo cerillos, mamá Amparito. - Gracias m´ijo. Ya no juegues en la orilla, hazte pa´acá o allá en el patio… - Si mamá Amparito. Rumores en el cielo, estruendo de susurros y turbosina. Un avión gordo, pintado de plata que devuelve el sol en su reflejo, vuela sobre aquellas nubes redonditas. Nico aguza el oído, sus ojos buscan y encuentran el artefacto. Su cara entorna otra sonrisa. Una manguera de hule se afloja de una abrazadera, en un rincón de la azotea. El aire se carga con un aroma picante y pesado cómo aliento de borracho grandulón. La nariz de Amparito permanece ajena, vulnerada en su mecanismo, ya no sabe percibir ciertos olores. Nico se va tras la mirada y un avión que parece de juguete, mancha de metal que se deja co-
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Antología de autores Testaduros mer por el horizonte y el cielo. Un run run que se repite y crece, motor de otro avión que vuela rumbo al sur, en la misma trayectoria. Sonrisa. Amparito busca a tientas el calentador adosado a la pared. Nico en su éxtasis visual. Papalotes. Ruge el motor desde el cielo, Amparito encuentra el artefacto y abre la puertita de lámina. Aromas pesados como manto de arena en la nariz. El avión. Amparito imperturbable, ajena a la fuga de gas, hace chispear un cerillo. Nico extiende los brazos. Motor. Sonrisa que ya canta su estrofa tartamuda, que ya es risa. Un avión que vuela bajo y parece saludar a un Nico feliz de verlo tan cerca y tan clarito, que distingue las ventanillas. Otro cerillo. Llamarada. Combustión que se come al gas en su propio vuelo, rugido de reacción química. Nico extiende los brazos. Broooom, grito del infierno en la azotea. Amparito no supo más… Con la mirada fija en la aeronave que ya se aleja, Nico sale expulsado por una poderosa ola expansiva, cuyo anuncio de trueno le ensordece; el niño abre los ojos a más no poder; ríe, porque antes de partirse en dos, sabe que ahora sí está volando de verdad y alcanza a agradecer cuando sus costillas se desarticulan, su carne se rompe, el cielo desaparece y todo termina en apenas unos segundos… De mama Amparito, sólo quedó una chancla de plástico tatemada, que fue a caer en la azotea vecina, con una jaula de canarios chamuscados. ◙ Atxuri Zuñiga, 30 años, de El Barrio de La Resu, Celya, Gto. Facebook: Atxuri Zuñiga. La revista Sapo de Chile publicó dos de mis cuentos. La Universidad de Navarrete de París me publicó cinco historias traducidas al francés.
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LA BALA CAIDA Les voa contar la historia de cómo jue que Lupe quedó en esa silla de ruedas, como encajada. Menos mal que ya mueve las manos, antes no movía nada. La cosa es que Adelmiro invitó al Z-4 al festejo de la Santísima de Guadalupe. ―Véngase compare. Nos la vamos a pasar perrón‖. El Z-4 llegó al terreno de Adelmiro con una botella de mezcal y una pistola ansina de grandota. El Z es de esos hombres tan pero tan machos que algunas mujeres le parecen maricones. Yo no lo sé de cierto. Pero pos bueno, dicen que la Lupe estaba enamorada del Z-4, por eso Adelmiro lo invitó al festejo en su terreno, pa ver si sus cariños se encontraban. No, no los del Z con Adelmiro, los cariños de Lupe con el Z. La Lupe es hermana de Adelmiro. Lupe tiene los ojotes ansina de grandotes, como si quisiera ver lo que pasa en todo el pueblo. Una vez la vi platicando con el Z, en la carnicería, ansina de cerquita, pero eso no quere decir nada. Yo no me creo chismes. Como haiga sido, ya en el festejo, el jijo de su maiz del Z-4, nomás despegaba la trompa del mezcal pa´ jalar aigre. Luego le dio unos tragotes a la cerveza y dijo: ―Ámonos recio con las cuatro‖. Las cuatro quere decir las cervezas. Así suele tomar, así casi siempre. Pa pronto disparó al cielo y ahí estuvo lo malo. Pal infortunio de todos, la bala caida, travesó la sesta y séstima vertebras de Lupe. Se la llevaron a curar a la ciudá. Mientras tanto, se juntó una comitiva pa buscar al Z-4. Pero ese jijo de su maiz ya se via ido del merequetengue. En los festejos a la Virgen siempre pasan incidentes. Por eso yo no creo en la Guadalupe, ni en Dios, ni en naide. En sus nombres siempre hay dijun-
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Antología de autores Testaduros tos. Y yo no creo que los dijuntos se vayan al cielo porque a mí ya me han jalado las patas, de aquí hasta allá. Pero esos son otros menesteres, dejen les sigo contando la historia. Pasaron dos o tres meses, no sé bien, y Adelmiro, indagó por dónde se paseaba el Z-4. Alguien de por hay, le dio indicaciones de que andaba en el jaripeo que hacen en honor a la Santa María Magdalena. Se juntó de nuevo la comitiva. Y cuando divisaron al Z-4, Adelmiro llegó y le dijo: ―el que la hace la paga. Te voy a matar, cabrón‖, luego el Z prenunció: ―vamos a hacernos entender, trece. Porque si no escuchas razones, yo y mis hombres les vamos a dar fuego. Te estoy dieciocho que jue un atsidente. Diosito que lo ve todo, lo sabe‖, así dijo el Z, pero sus palabras ya no tenían remedio. La Lupe está en silla de ruedas, como encajada. Menos mal que ya mueve las manos. ―¡Fierro!‖, dicen que esclamó el Adelmiro. Se escuchó un trueno. La bala entró por la sien del Z-4. La comitiva y los hombres del recién otsizo, hicieron sonar más truenos, asinota de ruidosos. Muchos quedaron como encajados a la tierra. Y aquí termina la historia que traje a contarles. A mí no me gusta la sangre ni la matazón, ni andar en chismes ajenos. Por eso, mientras todos se ajustician yo me voy a echarle un ojo a la Lupe; al cabo que no está fea.
PIDE UN DESEO Fue el segundo domingo de mayo. Mi madre cogió el cuchillo dispuesta a partir el enorme pastel. Otra vez en muchos años, reunidos en la mesa estaban mis dos hermanos y mi padre. Destaparon la pri-
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La Testadura, una literatura de paso mera botella de Moet. Un día antes, Doña Briana había regresado del hospital psiquiátrico. Mis hermanos estaban felices por volverla a ver, pero yo noté algo en el rostro de mi madre. En sus ojos adiviné rencor. Parecía que le hubieran quitado algo. Mi padre dijo pocas cosas. Nunca fue muy expresivo. Recuerdo cuando le pidió a mi madre apagar las velas y pedir un deseo. Ella cerró los ojos y nadie supo lo que pasó por su mente. ¿Cuántas cosas nos guardamos para nosotros? Hay tantos deseos que se pueden pedir después de haber estado en un lugar así. En los tres años que estuvo ahí, mis hermanos nunca la visitaron, tenían mucho trabajo, siempre nos dijeron eso. Ocasionalmente mi padre marcaba para hablar con ella, pero los del hospital decían que estaba en terapia y no debía distraerse. Cuando yo marqué para saludarla, el psiquiatra me dijo que estaban trabajando la ruptura de lazos afectivos, que era un proceso doloroso y difícil para ella y para la familia, pero que a largo plazo volvería a ser la misma que nos preguntaba cómo nos había ido en el día. Todos pensamos que esa noche sería un nuevo comienzo. Que deberíamos olvidar las cosas del pasado para ser mejores personas. Así lo quisimos creer, todos menos ella. En la mesa estaba el pastel y las velas. Entre las risas y las bromas, mis hermanos presumieron sus autos. Nos contaron de sus viajes a Europa. El menor habló de la casa que compró en una zona exclusiva de Querétaro, Hacienda Juriquilla creo que se llama. El mayor nos dijo que conoció a Carlos Slim. Que estuvo en una conferencia que dio Felipe Calderón y quedó convencido de que había sido un buen presidente. Mi madre apenas si esbozaba una sonrisa. Era como una sonrisa de tristeza. Luego abordaron el tema de la herencia. Mi padre se había he-
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Antología de autores Testaduros cho de tres casas y un terreno aquí en Guadalajara. Mi madre cumplió cincuentaicinco años y mi padre no pasaba de los sesenta. Recuerdo cuando mi padre fue por aquel cuchillo. Mis hermanos seguían hablando del dinero y de sus próximas inversiones. Luego destaparon la segunda botella de Moet y bebieron sin calma. La que observaba todo era mi madre. Yo me limitaba a sonreír y cuando volteaba a verla se me apagaba la sonrisa. ―¿Qué piensas? ¡Cuéntanos algo!‖, me dijo en más de una ocasión mi padre. Apenas comenzaba a hablar de algo y mis hermanos me interrumpían porque a ellos les pasó lo mismo pero más divertido. Sus historias eran extraordinarias y las mías se limitaban a ser aburridas e incompletas. Nadie le preguntó a Doña Briana sobre su pasado en el hospital. El día que llegó me dijo que no me preocupara, que ella estaba bien. Esa noche durmió sola. Se había acostumbrado a la ausencia. Debe ser difícil después de tres años. La llevaron al hospital porque los ataques de angustia eran cada vez más frecuentes. El psiquiatra dijo que tenía un trastorno obsesivo-compulsivo. La internaron en ese lugar innombrable. Solamente ella sabe por lo que pasó. En fin, todo lo bueno termina. Cuando pidió el deseo, sus ojos brillaron con sádico placer anticipado. Mis hermanos, mi padre y yo fuimos desapareciendo de la mesa, como si un invisible soplo de brisa nos hubiera borrado para siempre.
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Qâ&#x20AC;&#x2122;la voz corra...
La Testadura una literatura de paso Una publicaciĂłn hecha para olvidarse en lugares pĂşblicos o salas de espera
AquĂ, en este ejemplar que tienes en tus manos, hemos logrado reunir a veinticinco autores que han participado con nosotros y que, en parte, dan fe del trabajo que venimos haciendo. Decidimos hacer una antologĂa de autores, no de textos, con la finalidad de que puedas encontrar en ella trabajos no publicados en ninguna Testadura anterior.