D e l o m un d a n o Y ot r o s p o em as Por G abr i el a M ĂŠ nd e z G ui d o
Donativo: 30 pesos
Textos: Gabriela Méndez Guido
Edición Mario Eduardo Ángeles.
La Testadura, una literatura de paso. www.issuu.com/latestadura latestaduraliteraria@gmail.com México, Noviembre 2016.
Síguenos por Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. La Testadura, una literatura de paso, hecha para olvidarse en los lugares públicos o salas de espera.
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Gabriela Méndez G ui do
Metafísica del cuerpo Arrojados, como dados de azar en la mesa del mundo, creemos ser los titiriteros de este vehículo corpóreo que nos enraíza al Universo, con dolores pedernales y, en la orilla de la podredumbre, nos arrastra con penosas despedidas a rellenar de asistencia las pisadas que nuestra cobardía ahuecó. ¿Por qué afirmar que hemos nacido para disfrutar un placer, una rutina o un café? Cuando en una multitud ni siquiera podemos evitar colisionar contra otro ausente. ¡Bienvenidos a la estética de lo imperfecto! Donde la asimetría de nuestra sangre nos condena al peregrinaje, al llamado de la Eternidad, y coagula de la carne el tabú hasta encontrar la fuente del éter y sabernos esculturas que emanan luz.
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DE LO MUNDANO Ese Sr. Godínez es un loquillo Tal vez Godínez ni siquiera sea su apellido. Tal vez no piensa que tiene una "cita con el amor" cuando sale con cualquier chica que le tuvo [lástima. Tal vez tenga algo más importante por decir que el pleito entre Chana y Juana del área [de consumo, o que las colosales cantidades de Bacardi que se armó el fin de semana anterior (como cada fin) con los weyes del Santander; tal vez en esas reuniones el objetivo no solamente es quedar hasta la [madre lo suficiente como para evadir su básica [existencia – dólares, liquidez y transacciones de [otros –, pero no tanto como para no poder bramar [banda y rancheras y ser el puto que se raja, vomita o se jetea. Tal vez su vida sexual activa no es el activo circulante que debe de su iPhone. Tal vez no sea considerado el solterón de la familia,
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Gabriela MĂŠndez G ui do o las morras que conoce en los bares le digan chavoruco para escabullirse. Tal vez incluso su sueldo fijo, mocasines, y casa o [coche rentados no lo son todo en su sobrevivencia aunque el sistema le diga que sĂ. Tal vez el Sr. GodĂnez hasta tiene un nombre.
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El paisaje de la vigilia Las dunas de vapor oscilan sobre los confines horizontales, en esa aparente frontera que traspasa lo perenne con su silueta y divide la distracciĂłn del sueĂąo. Todo lo existente perece, se quiebra; todo lo irreal aparece, se materializa, mas nada se asienta. Todo es eterno en su magnitud finita. Todo es finito en su propio tiempo.
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Interminable retorno Para Romina Cazón
“No sirves para nada” le dijeron, la represión le infló las entrañas, le crecieron colmillos angulares en todo el cuerpo, y el enojo le enraizó la melancolía hasta el vituperio de su propia voz, se buscó en otras mujeres relegando a las que no eran de su estirpe, su rencor proliferó las memorias muertas con que alardeaba su servicio hasta labrarse en sus cuencas oculares las llagas que le parcharon la voluntad, y cada mañana se bebió una taza de bilis, hasta que, al destilarse, le brotaron alas con las que revoloteo a universos inconcebibles soplando tablas dogmáticas con sus virtudes, desplegando portales con el coraje de sus obras y sobrevolando barreras con su osadía; pero nunca lo supo. Y murió.
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Incidencias Las cuerdas invisibles, hebras de eternidad que se adhieren al horizonte con perfumes de vĂŠrtigo, nos unen, nos irisan, espejean el hado que nos navega en el oceĂĄnico azar. Hemos nacido para ser besados por la luz ante la tregua entre el hombre y el cosmos y el paso de muchos soles; por ejemplo hoy que el grillo se entonaba con la nube, alguien exhalĂł.
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Mediocri-canismo Al ser humano radicante dentro de los límites del territorio que actualmente se le denominó como México, todo le viene valiendo madres: Se atasca de garnachas y le pistea un chingo, ya hasta el culo, le pone con quien se deje [(y eso), creyéndose el más cabrón, – aunque a la mera hora, nomás le [webonea – pero no vaya a ser que alguien apañe más, porque se emputa y la arma de pedo y sino, se lo chinga. Pero eso sí, para que su virgencita chula y sus santos católicos apostólicos les perdonen sus siete pecados mexicanos (atascarse, ponerle, mamonear, webonear, [apañar, emputarse, chingar) los domingos da de diezmo lo que no tiene ni pa’ tragar. El mexicano esta tan wey que si realmente quisiera acercarse a Dios
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La Testadura, una literatura de paso podrĂa englobar los 10 mandamientos en 1: No os pasĂŠis de verga.
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Recuerdos andados La hojarasca se cuela hasta mi sien evitando las filas mentales, y su crujido, naciente de mi prisa y el pavimento, me obliga a frenar mi inercia un instante – quizás dos – ahí, en donde el tiempo no corre, para estamparme cara a cara contra aquella reminiscencia: tus huellas digitales impresas en los toppers, la danza de un holograma que se llama a sí [mismo pintura, el eterno ritual de compartirnos el pan (y el espagueti, y los nopales con queso) y la llovizna que rasga con puntas de afecto y un sabor a ausencia mi supuesta armonía.
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Crónicas de un agresor: La mujer sin rostro Tú, mujer sin venas, sin voz: pululas en mis sueños con huecos en los ojos. Cínica avestruz, entierras la cabeza en lástima movediza, en mentiras infantiles. Te atragantas a culpas hinchando tu inconsciencia. Tú, dama de sombras, preparas tu terreno de caza con trinchete te escondes tras las plumas de una paloma y emerges con guerra, con un sigilo seco. Tú, diosa del engaño. Te disfrazas de mártir aparentas santidad, lloras un sufrimiento que no conoces y empapas, a presión, con la tormenta de tu berrinche.
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Gabriela Méndez G ui do Tú, - sí túfémina sin sangre sin piel sin vergüenza. ¡Da la cara chingada madre!
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En el umbral del mundo Cuando tu propio latido no te deja dormir es como el tic-tac de un reloj en penumbras; inhabitado. Es como la ola del tiempo pisándote los talones con cada onda con cada arrastre con cada silencio con cada vaivén con cada brisa; con cada esfuerzo que requieres para dar un paso en pantanosos segundos que te hunden más y más creando un fango con las manías invisible a cualquier lamento. El olvido ya taladra su apellido en tu existencia de mármol, y su textura, indispuesta e inmóvil, sólo espera la señal de la muerte. Ya no hay dónde despertar
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Gabriela Méndez G ui do ni es posible volverse a dormir, y cuando te topas con las escaleras de niebla de la pesadilla de antier ni desdoblarte a construcciones etéreas. Sólo hay aquí, ahora, tu siglo y tu gente.
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Multiparche SI te preguntan cómo te llamas diles “me llamo trucha, y llego a vuelo de ave a donde me llaman (a donde no, también, y a donde no hay dónde, ni se diga) pues soy el pez que se da cuenta y sino, se lo inventa, que a base de uyuyuys y ayayays atiendo a la ley no escrita con silla, café y galletitas y hacemos apuestas de pinole: gana el más rifado y el que pierde se picha las wamas”.
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Invidencia Ver: ubicar los acordes que le dan color a un rostro ahogado en el instante que sepulta los suspiros; escuchar el eco verde que brota con sigilo del asfalto (entre muro y muro, o entre tacto y raspón); sentir la hidromancia husmear las alcantarillas; verter imanes de luz en los huesos; afilar el relámpago en la sombra hasta que se despeguen de los ojos las cicatrices como escamas de la voluntad, como pedazos de corteza expulsados del tronco, y germinen de los ojos las raíces de un nuevo lenguaje. Ver, qué es ver cuando las cuencas no se saben el camino de regreso a dónde aún espera la mirada el pacto con la luz.
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Prístino Decidí hacer una pausa donde la bruma que arrasa al tiempo no filtra las sombras. De pronto sentí la tierra serena, en movimiento danzando su trayectoria a silencios como sólo hace un cazador: una tortuga antigua con delirios de ser eterna que carga la gravedad al lomo con vetusto impulso. Entonces, yo ya no estaba en pausa sino que me arrullaba la primitiva órbita del astro. Yo ya no estaba en pausa ahora flotaba en el manto líquido del cuerpo celeste en el que me toca vivir.
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Del derrumbe mental Primero se busca entre los vestigios el ladrillo acariciado por la altura, el que desplomó la anestesia con su sombra y desempolvó memorias, el que lanzó mareos a la muralla y polarizó los focos, el que quebró la cintura del juicio y sofocó la dimensión de la costumbre. Primero se busca entre los escombros el ladrillo que evocó el trastorno, se eclipsa, y después se mira al cielo.
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Gabriela Méndez Guido (Edo. de México, 1991) Artista del movimiento, bailarina de danza árabe, escritora, maestra de yoga, terapeuta y creadora multidisciplinaria. Egresada de la Licenciatura en Artes Escénicas con línea terminal en Danza Contemporánea por la Universidad Autónoma de Querétaro, ha participado en varias compañías de danza y publicado poesía en las revistas electrónicas Monolito, Bitácora de vuelos, La Rabia del Axolotl, Amarillo Dalí y A buen puerto. Con la creación de la corriente Profetistas: el arte como profecía en el año 2015, busca intervenir espacios para despertar corazones, mentes y espíritus.