La Testadura no. 9: Augusto Sebastián García Ramírez

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YO, EN LA CUBA DE MIS AMORES y PREFIERO RASCARME LOS HUEVOS por Augusto Sebastián García Ramírez latestadura.blogspot.com latestadura.wordpress.com


Coordinación editorial: Mario Eduardo Ángeles. Consejo Editorial: Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes. Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Cristian Padilla, Tzolquín Montiel, Enrique Ibarra y David Morales. Contacto: late stad ur al ite rari a@ g mai l.c om late stad ur lite ra ria@ hotm ail. co m México, Abril 2013. Síguenos por Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. Cuida el planeta, no desperdicies papel.


Augusto Sebastián García Ramírez Queretano, con acta de nacimiento en Cuba, la de mis amores. Signo zodiacal: Leo, simboliza la fuerza de la vida, junto a Aries y Sagitario el elemento fuego. Está regido por el Sol. Su signo opuesto y complementario es Acuario. Nací el 31 de julio. Se considera que alguien es del signo Leo cuando nace entre el 23 de julio y el 23 de agosto. (Tropical)

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CONTENIDO Yo, en la Cuba de mis amores. Prefiero rascarme los huevos.


Yo, en la cuba de mis amores Las negras eran mi obsesión. Lo siguen siendo. Me gustan mucho. Me habían dicho que las cubanas estaban todas igual, bonísimas. Desde el Cubana de Aviación lo confirmé. No vi a alguna negra como azafata pero sí muy cachondas cubanas que celestialmente sonreían de tez blanca que, ¡hay como se movían! Cuando abordé el avión una azafata muy cachonda decía: Bienvenidos a Cubana de Aviación, que disfruten el viaje. La Testadura

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No creo ser demasiado indiscreto, pero me guiñó un ojo cómplice. Era rubia, guapa, de ojos claros, no muy alta. Hacía varios días que no pensaba en otra cosa. Una mujer negra. Me fui de vacaciones. Solo. Era agosto. Más vale solo que mal acompañado. Muchos me habían asegurado que iban a acompañarme. Lo bueno que no les creí. Muy putos. Con mucho miedo por delante. Miedo por todas partes. Eran mis primeras vacaciones como empleado de confianza de la Secretaría de Gobierno Estatal. Una cartera muy choncha. La Testadura

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No me gusta andar de pata de perro. Me gustaba que me vieran con la cartera repleta de billetes en aquellos años maravillosos trabajando para gobierno. No era tampoco una cartera choncha como la de los funcionarios públicos de primer nivel. No. Ni mucho menos. Mi sueldo era muy modesto, matemáticamente ellos ganaban diez veces más que este redactor de hechos cualitativos. Compré mi viaje todo pagado. A Cuba. A Varadero. Quince días. Reservaciones al Tropicana. Una sola persona. Desayuno. Comida. Cena. Barra abierta en bar. Boleto de avión. Viaje redondo. La Testadura

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Mi primera referencia sobre esa isla era el famoso programa de La Tremenda Corte. Simpático programa de la radio que constituyó el mayor éxito humorístico de la radio en la Cuba de todos los tiempos. ¡Y lo era! Baste recordar aquella ocasión en que Trespatines le vende al gallego Rudecindo un radio de cinco tubos. El gallego hace la denuncia al comprobar que fue víctima de una estafa al comprobar que no funciona. El tremendo juez de la tremenda corte le pregunta a Trespatines cómo se atrevió a vender un aparato inservible, propoLa Testadura

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niéndolo como un radio receptor de cinco tubos. Trespatines respondió: Yo no he engañado a nadie, Señor juez, es un radio de cinco “tuvos”. Tuvo bombillos, tuvo bocina, tuvo botones, tuvo ojo mágico, tuvo onda corta. Como usted puede ver, es un radio de cinco “tuvos”. Cuando en el trabajo manifesté mi deseo de conocer Cuba, no faltó uno sólo, entre chismorreos y envidias, que no hablara mal de la isla y, sin siquiera conocerla. Unos cuantos, con todo y que se expresaban mal, manifestaban su deseo de acompañarme pero a la hora de La Testadura

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la hora dieron un paso atrás. Miedosos. Desoyendo eruditos consejos yo sí viaje. Sigo. Nada mejor que escuchar lo que tienen que decir los propios protagonistas de esta historia: Cuba. Allí en la sala de espera del Aeropuerto Internacional Benito Juárez me dio una agradable sorpresa encontrarme con la amable sonrisa en los labios de Ibrahim Ferrer y el Buenavista Social Club. Mi segunda referencia. Ya estaba yo en Cuba. La Cuba de mis Amores. Acercarme y saludarles estaba más que justificado. Llegamos a la Isla. Isla bonita. Un taxi La Testadura

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del aeropuerto al Hotel Comodoro. Excelente. Salí a caminar. Tenía una hora para recorrer el Hotel. Caminé. Observé. Enloquecía. Trabajadoras del hotel todas muy hermosas. De todos colores. Por entre esos pasos la vi. Con sólo dar unos pasos el sudor empezó a impregnarme la piel, a empaparme la camisa. Estaba sacando la cruda del día anterior. Una peda en el Fiesta Charra. Una peda y ocho privados con una teibolera cubana. Cuando el FCH tenía extranjeras. Mi tercera referencia. Salí a las tres de la mañana. Salí para dirigirme a la terminal de autobuses. La Testadura

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Conté con buena suerte. Tenía un olor a ron habana blanco acompañado con refresco de toronja y a sexo. Muy buen sexo. Ya no tomo. Aun no sabía tomar. Aún no sé. Solo sé que me he alejado de fiestas y reuniones. La vi. Era negra. Labios enormes. Carnosos. Vestía un conjunto de cuello a pies que era como una segunda piel. Ajustadísimo. Obviamente sin ropa interior, porque no había ninguna marca. Estaba en la gran isla. Quince minutos antes de la hora estaba yo a las afueras del hotel. El viaje incluía un recorrido por La Habana Vieja. 25 turistas. El chofer. Una promotora La Testadura

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turística. Muy hermosa. Una van pequeña. Aire acondicionado. Música salsa. Salsa cubana. Me senté al frente. A la hora enfilamos. Salimos por la entrada del recinto hotelero y tras otro tramo vertical a ella giramos a la izquierda. A la derecha mi vista topo con una enorme iglesia, un templo muy grande, con una cúpula en la parte de atrás, pero con una valla metálica rodeándolo. Por varios minutos transitamos por un bulevar espacioso. Casas ajardinadas que, en otro tiempo, debieron da haber sido señoriales. A medida que nos íbamos acercando La Testadura

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a la Habana Vieja nos encontrábamos con grafitis revolucionarios. Grandes. Enormes. ¡Venceremos!. Con Cuba para todos los tiempos. Síguenos. Delante de la oficina de asuntos americanos había un enorme mural con dos dibujos y un lema. El dibujo de la izquierda representaba al Tío Sam, sacando las uñas, con la cara deforme y gritando un amenazador GRRRR. El de la derecha era el de un miliciano cubano, con un fusil, sonriendo, retándole. El lema entre ambos, en grandes letras rojas, decía: Señores imperialistas, ¡no les tenemos absolutamente NINGÚN MIEDO! La Testadura

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Llegamos a Plaza de Armas. Nos leyeron la cartilla. Podíamos elegir, entre continuar con la promotora turística o agarrar por la libre. Opté por esta. Sin miedo. Caminé. Extasiado. El sol caía de lleno, sin proyectar ningún tipo de sombra. Negras. Blancas. Entre negras y blancas. Unas más que negras. Todas muy cachondas. Muy hermosas. Sensación cálida. Agradable. Niños correteando. Mujeres con rulos de colores en la cabeza. Muchos turistas. Turística isla. Nadie con cara de revolucionario. Ni yo ni nadie. La Testadura

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No hay tiempo para boberías. Ya todo está hecho. No hay nada que hacer. Nada que cambiar. Caminando me abordo un cubano. Un cubano haciendo cualquier cosa por un poco de dinero. Estábamos casi afuera de un centro escolar primario. Él salió de allí. Mexicano, cómo estás. A rajatabla me preguntó que si buscaba hembra. Le dije que sí. Una negra, contesté. ¡Coño tú estás loco! Los mexicanos vienen por blancas. Blanquitas. A los mexicanos les gustan mucho. Son muy limpias. Le dije que no. Le exigí una negra o de perdis una mulata. ¡Coño, estás loco! Vente. La Testadura

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Me llevó a un planta baja en derrumbe. Había en mí una mezcla de excitación y dudas. Un departamento por entre departamentos. Para colmo comenzaba a llover. Accedimos por unos pasadizos sombríos. Me preguntaba a qué extraño bodegón literario me estaba llevando, y no sólo eso, sino cuáles eran sus significados. Estábamos en la Cuba de Fidel Castro. En la Cuba de Raúl Castro. En la Cuba devastada. La Cuba de los gringos. La Cuba de los grandes avances médicos. La Cuba de los 5 patriotas. La Cuba que en un abrir y cerrar de ojos abolió el analfabetismo. La Testadura

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No tenía miedo. Me había dicho la promotora turística y la camarera que Cuba estaba muy bien en cuestiones de seguridad. Un hedor indescriptible fungía de preámbulo al ingreso a ese conjunto habitacional. Fue un caminar de media hora. El mar furioso saltaba sobre el Malecón. Caminamos. Llegamos. Tres rubias. Sentadas en desvencijados sillones con manchas y roturas. Como único adorno había un aparato reproductor de música sobre una mesa. Salsa. Salsatón. Reggettón. Mucha música. Poca trova. Muy poca. Adiós trova. Salsatón es el nuevo La Testadura

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ritmo. Es la nueva música que comunica, pero que ya no puede crear ningún sentido de comunión. No mamar. Le manifesté mi enojo. A huevo quería meterme por las fosas nasales a una blanca. Por las manos. Por mis pies. Por mi cabeza. Por mí ensortijado pelo. Por mis axilas. Por mi pinga. Por mis huevos. Eran sus primas. Y no eran jineteras. Eso argumento. No le creí. Él como que se enojó. Bueno está bien. Vente. ¡Coño, tú estás loco! Mexicano loco. Otra vez a caminar. ¡Tú estás loco! ¡Esas son unas fieras! Vente. Vamos. Me deje llevar por no sé qué calles. Todas tan parecidas. Tantas. La Testadura

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Tantas. Tan iguales. Tan de una sensación extraña. Ese deterioro fotográfico. Pero esa mal hadada curiosidad y mi gusto por las negras culonas me llevo a seguirle. No le reculé. Después de todo, trababa de satisfacer un anhelo sexual sin mayores complicaciones. Un asunto de índole erótico en el mejor de los casos. Sin secuelas. Quería coger. Las negras eran mi obsesión. Hacía varios días que no pensaba en otra cosa. Llegamos a una calle de la cual no recuerdo el nombre. Tiempo atrás habíamos dejado el Centro Histórico de la Habana. Comenzaba a llover. Muy leve. La Testadura

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Imagen tras imagen mi cámara fotográfica apilaba edificios caídos. Le vi que entró por una puerta. A los poco minutos salió por otra puerta. Me sonrió. Mexicano, ven. Caminé. Entré a una casa en derrumbe. Una casa por entre casas. Algo así como un edificio. Algunos rasgos barrocos. Muy parecida a otras. Tantas otras. Un hedor indescriptible fungía de preámbulo al ingreso a ese conjunto habitacional. Ropa tendida de donde fuera. Restos de una clase olvidada. Falta de pintura y mucho cemento. Mucho pero mucho cemento y pintura. Urge tapar grietas. Urgen ladrillos para reconstruir La Testadura

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paredes. Polines para sostener paredes a punto de venirse abajo. Humedad. Lodo. Tablas podridas. Hierros y alambrados oxidados. Tuberías a flor de piel. Pese a todo una sensación cálida. Sin muchos pedos. Allí estaba ella. Sonrío. Estaba sentada en una vieja silla. No es jinetera, pero creo que usted le gusta. Me dijo mi buen amigo. Ella se levantó. Sólo para darme un beso. Tenía 19 años. O menos. Y quería vivir. Nada más. Estaba en Cuba. La Cuba de mis amores. La Cuba que se puso con Sansón a las patadas. Mi amigo se fue. A sacar dinero debajo de las pieLa Testadura

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dras, pero no me importaba. Estaba allĂ­.

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Prefiero rascarme los huevos Me quedé un rato en silencio recostado al sillón. Se veía radiante, con su cabello largo. Me quedé sin saber qué hacer. No por su belleza. El sueldo era una mentada de madre. Estoy sin conseguir nada desde hace ya un buen de tiempo. Era como una pequeña astilla de madera penetrando en mi cuerpo que provoca incomodidad infinita. Hija de la chingada. Le miré a la cara desde la nariz hasta La Testadura

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la pera. Miré especialmente los labios, y tuve muchas ganas de mandarla a chingar a su puta madre. Es cierto. Tuve muchas ganas. Me aguanté. Se cree diferente. Se siente ejecutiva del primer mundo. Poco le importa, si tienes un abdomen pronunciado o un cuerpo atlético y vigoroso. Poco le importa si tienes un pene fuerte y erecto, o si es pequeño y pierdes la erección. A ella poco le importa si coges durante una hora o si eyaculas sobre sus pechos. A ella poco le importa si llegas a la casa o no. Si llegas hasta las chanclas o sobrio. A ella le importa muy poco ser una hija de la chingada. Algunos La Testadura

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pretenden ser distintos como si eso les sirviera para escapar de la muerte. No quieren oler en sí la mierda que tan claramente distinguen en otros. No acepté su gran oferta laboral. Piensen lo que quieran de mí. No soy nada. No somos nada, cantaba el Evaristo ese de la Polla Records. Caminé para la casa. Caminé. Me valió madres la intensa lluvia. Es Dios sin misericordia. Muchos espectaculares anunciando nuevas tierras. Así es la política. Son Dioses. Llueve ya tan poco que La Testadura

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creo es error no disfrutar de ella. El agua de lluvia me rejuvenece y me limpia por dentro, me trae beneficios contra el mal de la nostalgia y paz. Cuatro adultos mayores y un perro se cubren la lluvia en un tejado de una farmacia abierta las 24 horas. Nunca tendré sus éxitos, sólo viviré sus fracasos. Son del escuadrón de la muerte. Homenajean al dolor. Ellos cierran los ojos. La muerte está muy mal vista. Quizá sea porque hay que cerrar los ojos definitivamente para poder verla. El perro largo, flaco, con una cola enrollada sobre sí misma, miraba al La Testadura

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infinito. Los viejos callaban por instantes al llevarse a la boca el trago de tonayan que escondĂ­an entre sus miserables ropas. Todos iban abrigados en colores negros y grises. El perro se echaba para rascarse con una de sus patas las orejas y su rostro salpicado por las pulgas. Pasaron un chingo de soldados en 6 hummer verde militar. Tienen cara de hijos de la chingada. Cumplen la encomienda de acabar con el narcotrĂĄfico. Aunque a su paso hay bajas colaterales. La Testadura

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Ni pedo. En fin, cada quien se gana la vida como puede. A una cuadra de la casa me di cuenta que la mayoría de mis vecinos ya estaban en sus casas, seguramente cobijados. Unos perros flacos que se disputaban a dentelladas los restos de un depósito de basura. Una niña aburrida se asomaba a la ventana. Una púber a quien ya se le adivinan sus deliciosas curvas de mujer. Será porque la ventana ahoga penurias. La Testadura

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Entré a la casa. Al entrar en la habitación sonreí. No estaba contento, pero la cama sobria, el olor a sexo, vomito, mota, ron habana, chelas, sábanas quemadas y la luz cansada, todo me recordaba a Bukowski, y a su cruda literatura. Llegué a buen puerto. Al final de todo, los tipos infelices como yo tenemos todo listo para rascarnos los huevos, acompañado de estridentes risotadas de alegría porque además tenía unas cervezas frías esperando en el refrigerador.

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