Coordinación editorial: Mario Eduardo Ángeles. Textos tomados de: http://gerardoarana.tumblr.com/ Todas las Imágenes fueron tomadas del Corto documental Maquinista de pájaros, realizado por Pericles Dorantes. Consejo Editorial: Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes. Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Cristian Padilla, Tzolquín Montiel, Enrique Ibarra y David Morales. Contacto: latestaduraliteraria@gmail.com latestadurliteraria@hotmail.com México; Enero, 2013. Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
Gerardo Arana (Querétaro, 1987-2012) Autor de los cuadernillos de cuentos: La Máquina de Hacer Pájaros (Herring Publishers de México / Fac. de Lenguas y Letras UAQ, 2008), Neónidas [2006 – 2008] (Fac. de Lenguas y Letras UAQ, 2009). Fue incluido en la antología Tinta y Whisky (Ed. Urano, 2009). Recibió distintos reconocimientos tanto a nivel local como nacional.
CONTENIDO
Obra de Dios Pegaso Zorokin Wirikuta
OBRA DE DIOS
¿Qué es lo que os hacen, muchachos, en esos colegios tan elegantes? ¿Amarraros y bombear la naturaleza fuera de vosotros?
Tom Robbins
OBRA DE DIOS Ayer soñé que me perseguía un hombre guapísimo. Los zapatos deslumbrantes, traje a la medida y pluma fuente en el bolsillo. Un tipo alto y hermoso. Un verdadero europeo. El caballero trotaba entusiasta tras de mí. La persecución terminaba en un oratorio de lava gris. Yo era la presa, la mirada del hombre me lo indicaba a así. Una carnada suculenta, según percibí en su desesperación. El caballero demostrando modales perfectos me invitaba a pasar a un conLa Testadura
1
fesionario. Cerraba la puerta y me arrancaba el cinturón de un solo movimiento. Me encerraba en un confesionario, me bajaba los pantalones y presionando mi abdomen me practicaba una felación hermosa y dedicada. En el sueño me era imposible negarme, el caballero sorbían mis miembros con fuerza insistente. En el sueño tengo doce años y todo se trama perverso. Apenas distinguí mi edad, imaginé donde me encontraba. El caballero me volteó a ver con los dientes llenos de sangre. De inmediato supe de quién se trataba: era mi profesor de religión del Colegio Cedros. Un hermoso numerario de labios sangrientos. La Testadura
2
—A que no te acordabas de mí Juanpis. Me preguntó con tersidad hispana. Me desperté perturbado. Claro que me acordaba de ese hijo de puta. Se llamaba José María Saldaña Ballesteros y por su culpa me habían expulsado del Cedros, el diferenciado para varones en el que cursé la primaria. El Cedros es la fortaleza oscura del Opus Dei México, la estrella de la muerte del Imperio Balaguer. Ahí adiestran los católicos poderosos a sus crías; a fuerza tensión sexual los numerarios forjan sus espíritus hasta dar en el yunque con la forma exacta que le agrada a cristo. El diferenciado para varones en el que Franco haLa Testadura
3
bría aceptado mandar de intercambio a sus nietos. El escenario de mis pesadillas de niño. Pensar en el Cedros es pensar en un bosque siniestro. En un bosque donde los vampiros son los que llevan los crucifijos. Yo nunca perdoné a mi padre por haberme obligado a vivir ese infierno, pero mi padre, como todos los padres de familia de ese colegio, era un hombre importante y a decir verdad mi formación le importaba un carajo. La cuestión es que desperté lleno de odio, encendí la Mac y a fuerza de mi narración es que me mantengo despierto. Hace tiempo que huí de México y de todo aquello. La Testadura
5
Ahora vivo con mi chico en un hermoso departamento frente al parque del Retiro. Madrid insomne: México y mi infancia despiertan. Escribo y borro palabras en el procesador de texto. Abrí las ventanas del apartamento y escuché la pelea de unos filipinos, me preparé un café y me dispuse a escribir. Cada que algún suceso perturba mis nervios escribo un relato. Así han surgido mis mejores cuentos. Jamás he publicado, la verdad me vale madres. Escribir es divertido y ya. Hacía tiempo no me sentaba decido a hacer añicos a alguien. En fin: ya despierto, que mejor que rememorar con odio a José María Saldaña BallesLa Testadura
6
teros. Es increíble como aún recuerdo su nombre completo, ya deben tener más de doce años que no sé absolutamente nada de él. José María Saldaña Ballesteros, el Chema Ballestas, representaba a la perfección a la generación que formó el Opus Dei en los noventas: un muchacho fresa, guapo, elegante, divertido, con acento español, amante de las actividades al aire libre, crucecita de plata en el pecho y misal bajo el brazo. El Ballestas lucía como debía lucir en la actualidad un santo. Un tipo ordenado y pulcro, próximo a la “verdad” y fortalecido por la abstemia. La Testadura
7
El Ballestas fue el primero que me dijo Juanpis. Me lo dijo para marcar territorio una de sus primeras clases. Para dejarme en claro como profesor que con él no me iba a pasar de listo. Apenas pronunció el diminutivo supe que se había metió con la perra incorrecta. Como una verdadera perra varón de doce años. Ante el sobrenombre murmuré: me hago pis en tu jeta pendejo. Saldaña se separó de su laptop y me pidió que me pusiera de pie. Se llevó las manos detrás de la espalda y me pidió que le repitiera lo que acababa de decir. — Me hago pis en tu jeta pendejo. La Testadura
9
Le repetí decidido. El salón se mantuvo silencioso. Me pidió que me saliera. Le pedí que me sacara. Me tomó del brazo y me llevó con el director. En el camino le dije: — Mira pendejete, mi papá es el secretario de finanzas, eres al cuarto cabrón al que me chingo este semestre, bájale de huevos o mis guarros te van a meter la putiza de tu vida. El profesor se detuvo helado, me soltó del brazo y regresó al salón. El profesor no me volvió a dirigir la palabra y un odio crepitante creció en mí. Un odio por su clase, por su encanto, por su simple forma de ser. Bromista y sensible, devoto, jugador La Testadura
10
de fútbol. Un hombre que imponía con suficiencia su aspecto y forma de ser. Un hombre legitimado por la obra de dios: un cristo empresario. Al día siguiente llamaron al secretario de mi padre. El secretario del secretario me mandó llamar a su oficina. — Juan Pablo, si vuelves a faltarle al respeto a algún profesor van a expulsarte y tu papá se va a encabronar. Me dijo el secretario con severidad. —Me vale un huevo. Le respondí entusiasta y le hice bizcos. El secretario me miró ofendido y me pidió que me retirara. Al día siguiente enfrenté al profesor La Testadura
11
en el recreo. Le pedí una disculpa y le prometí mejorar mi comportamiento. Él me miró con alegría, me estrechó la mano amistosamente y me sonrío encantador. Pobre pendejo. En sus clases, mientras él nos hablaba de virtudes y sacramentos yo le dibujaba pitos enormes a los personajes de los libros de texto de mis compañeros. Imprimía fotos pornográficas y en los recreos las escondía entre las mochilas. Era muy divertido ver a Saldaña Ballesteros destruir con repugnancia fotos de penes y chicas teniendo sexo con caballos. Hubo varias inspecciones, nadie descubrió al culpable. El curso fue transcurriendo hasta La Testadura
13
que llegó el esperado retiro espiritual en la hacienda de Montefalco. Tenía tres días para hacer pedazos a Saldaña Ballesteros. En el camión me hice de su agua victoria y la llené de purgante. Verlo saciar su sed me llenó de vitalidad. Pasó todo el camino en el baño del camión. Poco a poco se fueron transcurriendo las actividades, todos la pasaban en grande, Básquet Ball y Waterpolo. Por la noche todos estaban agotados. Yo pasé el día en la camioneta de mis guardaespaldas escuchando a los tigres del norte. Lo vi una vez más durante la fogata. Ballesteros comía hotdogs y permitía que los alumnos mayores conLa Testadura
14
taran chistes pelados. Entonces supe que lo odiaba, aquella noche vi en él al monstruo en el que mi padre esperaba que yo me transformara. A medianoche salí de mi habitación y me dirigí a la cabaña de los instructores, la puerta estaba entreabierta, Saldaña Ballesteros dormía con la boca abierta, me saqué el pito y me oriné sobre sus labios. — Me hago pis en tu jeta pendejo. Le repetí decidido.
La Testadura
15
PEGASO ZOROKIN
“La piedra había sido removida” Marcos 14:6
Pegaso Zorokin se había enamorado y había decidido dejar las drogas. La idea a decir verdad no lo convencía del todo. Se lo había prometido a su chica. En la escuela todos se drogaban. No tenía por qué estar mal drogarse. Pegaso pensaba en voz alta derribado en el diván. El Meth apenas había dejado cicatrices en su rostro. Pegaso Zorokin no lucía nada mal para tener veintidós años. Antes de salir a ver a María Eugenia se pintó el pelo de azul y se echó a reír. Se miró en su cámara de luz y se afeitó con un cuchillo. Se parecía tanLa Testadura
20
to a ella. A su mujer, a su pájaro azul. Los dos se parecían tanto. María Eugenia tenía un solo inconveniente. A ella no le gustaba que él se drogara. Pegaso miró con desdén su reflejo. Se realizó varios cortes en la muñecas y se hizo una cicatriz vertical en el ojo izquierdo. María Eugenia no tenía por que enterarse. El muchacho encendió la piedra en su pipa reloj. Las manecillas giraron furiosas. Sostuvo el humo de entre los dientes. Se vio en el espejo hasta que su pecho quedó iluminado. La pipa se quedó suspendida en medio de la alcoba. Pensó en regresar el tiempo. En no encender la pipa. Un pulso volcán se lo impedía. Demasiado tarLa Testadura
21
de Zorokin, la tierra finalmente se había transformado. El tiempo retrocedía. Pegaso se puso sus botas de zinc y encendió su automóvil. El mago se veía guapísimo conduciendo. Pegaso Zorokin había fallado una vez más. No era sencillo dejar la droga. Zorokin llevaba toda su vida encendido. Cuando le enseñaron a conducir venenos Pegaso tenía tan sólo nueve años. Él hacía sus drogas en un matraz. A sus doce años Zorokin había recibido un premio por inventar el Meth Z. Estando bajo el curso de la substancia habían muerto tres compañeras suyas. Era importante dejar las drogas. Era importante dejar de hacer drogas. María Eugenia lo valía. La Testadura
22
¿Por qué era tan difícil para Zorokin entenderlo? Ahora la piedra licuaba su mente. El mago se sentía vivo. Zorokin conducía con destreza su Volvo negro. Puso a Can en el estéreo y aceleró. Apenas llegó a casa de María se vio en el espejo del auto. Pegaso estaba nervioso. Tenía los ojos azules y escamas entre los dedos. María Eugenia se daría cuenta. Él había roto su promesa. Antes de llegar al apartamento de María abrió su maletín, buscó unas tijeras y se cortó los párpados. Se puso imanes detrás de los oídos y encendió un cigarrillo. Tendría que mentirle a María. Se vio una vez más al espejo. Qué imbécil. Se había cortado los párpados. La Testadura
23
Había vuelto a la piedra. Su chica iba a enojarse. Pegaso estaba furioso. No quería que María Eugenia lo viera así. El muchacho volvió a encender el Volvo y lo estrelló contra un puente. Salió del auto en llamas y fue a la ciudad a comprar gafas. El muchacho atravesó todo paseo de los insurgentes y se detuvo en el parque Hundido. Hace apenas tres días le había prometido que no se drogaría. La piedra había llegado a él. Cómo explicarlo. El mago furioso destrozó una estatua de mármol. Era el general Vicente Guerrero. Cuando el insurgente estalló una espada de cobre cayó al suelo. Zorokin la levantó. Los puños le sangraban. La empuLa Testadura
24
ño y trató de derretirla. Hágase mi voluntad gritaba Zorokin soñoliento. Y un magma ardiente le escurría entre los dedos. Una patrulla se detuvo frente al parque. Zorokin pegó un salto desde los escalones. Sus puños brillaban plateados. La espada se había derretido. Tomó al oficial del pecho y lo hizo arder al rojo vivo. Las balas de la cartuchera estallaron. Zorokin se echó a llorar. Lo había hecho otra vez. Al menos no había sido tan grave. La última vez había destruido un helicóptero del estado. Los jóvenes mataban en su país. Los jóvenes se drogaban en su país. Pobre Zorokin mago salvaje adicto a la piedra. Pegaso Zorokin se sentó en los La Testadura
25
escalones y retrocedió los tiempos. Esta vez lo logró. Logró retroceder el tiempo. El oficial está vivo. La estatua del general Guerrero se reconstruye, la espada regresa a su lugar. Zorokin llega a la plaza. El oficial vuelve a acercarse. ―Joven, necesito revisar su bolso. Le dijo desafiante. Pegaso Zorokin abrió el bolso. Dentro, sólo habían cosméticos y un libro de Boris Vian. ―Son mis libros de la universidad. Le dijo Zorokin y se echó a llorar. ―Tenga cuidado. Le dijo el oficial. Pegaso asintió. Que estupidez haber regresado el tiempo. Debió haberlo dejado muerto. Absorberle el tálamo y ya delirante desaparecer su cadáver. Zorokin entró a un Sanborns, La Testadura
26
se tomó un americano y compró unas gafas de Armani. Recorrió caminando la ciudad. María Eugenia se daría cuenta. María Eugenia lo sabía todo. El pensamiento enloquecía a Zorokin. La Ciudad de México lo hechizaba. El transcurrir del tiempo y las cosas lo seducía. María Eugenia lo sabría. Ella también había sido drogadicta. El mismo Pegaso le hacía drogas cuando eran niños. María Eugenia se había limpiado. Hacía años que María Eugenia no conducía una sola substancia por su organismo. Ahora María sólo comía peras y almendras. Él le juró que no volvería a encenderse. A los tres días rompió su promesa. Pegaso Zorokin apareció en La Testadura
27
la puerta de María Eugenia con gafas negras. Pegaso le hizo el amor por primera vez y cuando despertaron encontraron un diamante flotando sobre la cama. Pegaso le pidió autorización para guardarlo. El Meth Z , su droga favorita, adquiría fuerza con ese cristal. María Eugenia le quitó las gafas y se echó a llorar. ―Fumaste piedra otra vez. Le dijo severa. ―No lo vuelvo hacer. Le contestó el mago. Pegaso sintió repulsión y trató de regresar el tiempo. Zorokin no tenía fuerzas. El muchacho, con los ojos llenos de lágrimas comenzó a desaparecer. María se sentó en el diván. Pegaso le dio la espalda. El diamante lo atraía con fuerza. EncenLa Testadura
28
dió un cigarrillo y se levantó del suelo. Zorokin rezó un padre nuestro y descendió para abrazar a María. María Eugenia guardó el diamante en su relicario. El relicario era de magma detenido. Solo ella sabía abrirlo. Zorokin se había vuelto a poner las gafas. Sudaba. Se encontraba ansioso. Con la fuerza de los dientes se había cortado la lengua. El filtro del camel estaba lleno de sangre. María se acercó a limpiarle el pecho. ―Por favor vete Pegaso. Le dijo llorando. ― ¡Dame el relicario! Le pidió Zorokin bañado en sangre. María lo puso en sus manos. ―¡Ábrelo! Le gritó el mago con los colmillos de fuera. Con su mano dereLa Testadura
29
cha apretó el cuello de María Eugenia y comenzó a asfixiarla. Zorokin lloraba. Tenía sólo tres dientes y cientos de alfileres clavados en el paladar. La lengua brincó de su boca. La lengua estaba llena de perforaciones. María Eugenia sumergió sus dedos en el cofre ardiente. Su mano se inflamó de sangre. Sus ojos crecieron. A través del cofre su mano se hizo de hueso. Sus ligamentos azules se separaron de la carne. María Eugenia sacó el diamante. Pegaso desdobló la cuchara que llevaba en la muñeca y puso el diamante sobre ella. El diamante se encendió al rojo vivo. Ella sabía cómo se sentía Pegaso. Su mano izquierda estaba destruida. PeLa Testadura
30
gaso se quedó dormido, la cuchara estaba deshecha. A Pegaso le crecieron los párpados. Las heridas del Meth sanaron. Los dientes se compusieron. ―Tienes razón Zorokin, los drogadictos se parecen mucho a los santos. Los drogadictos son hombres ansiosos por transformarse en Dios. Le dijo María Eugenia y le besó la frente. Luego la mujer removió la piedra. El resucitado dormía. María buscó a su tortuga y la destruyó en mil pedazos. Entonces empezó el libro.
La Testadura
32
WIRIKUTA
Hundido ya en la substancia Pegaso ajustó los espejos reversibles de su atrapa lunas. El astro inmenso se deformaba hechizante en la trampa de metal. Un magma gris escurría entre los mecanismos del aparato. Pegaso lo sorbía con lo que le quedaba de lengua. El motor de una avioneta rumiaba terso en la distancia. El desierto del Wirikuta se extendía imperioso. El mago abrió un cartapacio sobre las piernas. A un lado suyo sobre un pedazo de caparazón brillaba un diamante azul relámpago. Pegaso Se puso la piedra entre los La Testadura
34
labios y sintió como la mandíbula se le separaba. La sustancia acrecentaba su influencia, el latido fulgurante del corazón del muchacho hacía temblar los mantos de arena. Las púas de los cactus brillaban metálicas. Los coyotes aullaban furiosos. La vegetación trepidaba viviente a su lado. Su voluntad adquiría potestad en el desierto. Llevaba cuarenta días internado en el paisaje. Comiendo hierbas, bebiendo híkuri y sobreviviendo a alucinaciones. La luna alcanzaba su cenit. Todo se sucedía inmediato en la mente del mago. La historia, los sacrificios, los corceles, las locomotoras. A su lado estaban los huesos de una norteamericana que PeLa Testadura
36
gaso había encontrado profanando su santuario. Le había sorbido el tálamo y con su columna se había hecho un arco. Con la sangre había llenado una cantimplora que bebía a ratos. Había derretido sus gafas de sol y con el residuo metálico se había fortalecido la punta de los colmillos. Pegaso separando los pergaminos del cartapacio fue recorriendo partituras, hechizos y operaciones matemáticas. Se detuvo en un pergamino en blanco. Pegaso sintió un vacío terrible en el centro de su pecho. Estremecido por un ahogamiento súbito presintió un cuerpo desplazarse entre sus órganos, subir violento a su esófago hasta salir por su boca. Un La Testadura
37
huevo bañado en bilis brillante se estrelló entre sus dientes. Una yema de mercurio negro se derramó viscosa en el pergamino, la emulsión detergida fue devorando los tejidos alzando un grabado repentinamente animado. Un águila blindada por hojas de metal azul clavaba sus colmillos en una serpiente. La simple visión del águila envenenada lo envolvió en una marea verde. Le dio un trago a su cantimplora y delirante entonó una maldición náhuatl. Él era el elegido, el cristo quetzal vivo. Las cuencas le escurrieron de sangre. El suelo del desierto comenzó a temblar y de las piedras destrozadas surgieron hiedras de púas. Los tentáLa Testadura
38
culos le atravesaron los pies y se sumergieron en el interior del mago. Su dorsal fue desarrollando púas y minerales. Los pulmones se le ensancharon hasta que sus costillas estallaron, sus órganos se mezclaron en una substancia azul que se adentró en las capas de tierra desértica. Los huesos del muchacho Pegaso recorría la tierra mercúrico. Tenochtitlan resurgía en el suelo del desierto. El mago se transportaba entre materia difusa, acuático y voraz, su espíritu fluido, transparente y continuo empapaba de su veneno todo lo que atravesaba. Salió de la tierra y concentró todo su impulso concentrándose en las coronas de un pequeño híkuri que La Testadura
39
crecía en el desierto. El híkuri con el que los huicholes le prepararían un té al presidente de la república.
La Testadura
41
BUSCA NUESTROS NÚMEROS ANTERIORES EN: latestadura.wordpress.com o en: latestadura.blogspot.com La Testadura no. 1: El Premio Mayor por Madel Bañuelos y A Cualquier Lugar por Miguel Escamilla. La Testadura no. 2: Primero me siento, luego escribo por Mo. Eduardo Ángeles. La Testadura no. 3: Si aún es hoy, Like pushing a rock uphill y Obviamente es un sádico por Augusto Sebastián García Ramírez. La Testadura no. 4: Practica de campo y Cualquier cosa por Jesús Reyes. La Testadura no. 5: Tengo lienzos blanco que piden tus palabras cortas, pasajeras por Elas Itza. La Testadura no. 6: Varios relatos por Erich Tang, alias Tanke. La Testadura no. 7: Conejito de peluche, Hada de los indigentes, Sapo dominante y Repugnancia por Rams Livewire.
La Testadura no. 8: Una Catedrática que muerde por Óscar Édgar López. La Testadura no. 9: Varios ensayos, varios
autores. La Testadura no. 10: Fragmentos extraídos de Música del desdecirse por Pedro Serrot. La Testadura no. 11: La Luciérnaga, La Chacamota y Nicolasa por Zaira Gómez. La Testadura no. 12: Marea Roja y otros poemas por Tzolquín Montiel Ugalde. La Testadura no. 13: Historias Urbanas del Beso por Fran Pérez Cabrera. La Testadura no. 14: La Lengua de Arianna y otros cuentos por Christopher Guadalupe Sánchez Pacheco. La Testadura no. 15: Fragmentos de la novela ficción de la ciudad (1ra. parte) por Saga Lanuit. La Testadura no. 16: Fragmentos de la novela ficción de la ciudad (2da. parte) por Saga Lanuit. La Testadura no. 17: La Inmaculada Colección, tributo a José Espinoza. La Testadura no. 18: Madame Píldoras por Óscar Édgar López.
La Testadura no. 19: La Primera Persona por Aleqs Garrigóz. La Testadura no. 20: Miseria por Víctor López Jaramillo, Terrible ataque de honestidad por Marlon Albores Albores y A solas con la Almohada por Mo. Eduardo Ángeles. La Testadura no. 21: David Aleph Chavero. La Testadura no. 22: Los Ecos de Muro de Piedra y Adobe, Varios autores. La Testadura no. 23: La Noche en un Suspiro por Cristian Martín Padilla. La Testadura no. 24: Pensamiento suicida y otros textos por Bardo Garma. La Testadura no. 25: La Realidad es Absurda por Fernando Zesati. La Testadura no. 26: Miss Stump y otros relatos por Bastet. La Testadura no. 27: La Canadiense por Enzo La Loba. TESTADURAS ESPECIALES Testadura Panóptica: Especial de tercer aniversario, literatura erótica; varios autores.
Testadura Panóptica: Especial de tercer aniversario, Poesía; varios autores. Testadura Panóptica: Especial de tercer aniversario, Narrativa; varios autores. Testadura: La última Palabra; varios autores. SUPLEMENTOS Suplemento literario de paso: Tlapoyahua [Estar en la entrada de la noche] por Verónica G. Arredondo. Suplemento gráfico de paso: Breve antología Gráfica de José Manuel Bañuelos “El Pulpo Santo”.
Mándanos tus textos a: latestaduraliteraria@gmail.com