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latrivial.org
DIRECTOR: Roc Solà. COLABORADORES: Frederic Sala, Lena Macau, Pedro Barata, Víctor Tarruella, Queralt Blanco, Jordi Romano, Joan Montana, Àlber Blanc, Enric Parellada, Alán Barroso Arrufat, Ferran Wesselo, Albert Castañé. Envíanos tus textos a: latrivialrevista@gmail.com. La Trivial es una revista mensual escrita por y para jóvenes. Los artículos son responsabilidad de sus autores. La tirada es más bien austera.
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Editorial El día 8 de noviembre de 2016 Donald Trump ganó las elecciones estadounidenses. El día 23 de abril, Sant Jordi en Catalunya, se celebrarán en Francia las elecciones en las que Marine Le Pen podría convertirse en presidenta. Este número de La Trivial pretende ser un monográfico especial sobre el ascenso de la extrema derecha en nuestro tiempo incierto. ¿Cómo hay que actuar en relación a las migraciones de refugiados? ¿Qué va a ocurrir con Trump como presidente de la gran potencia que es EEUU? ¿Puede volver el fascismo del siglo XX? Preguntas inquietantes. Juan Andrade Blanco:” Trump ha recogido el hastío creciente frente al clasismo y la prepotencia cultural de la progresía demócrata de la costa este, aquella que desde su cómoda vida de profesionales reconocidos e ilustrados defendía en abstracto los derechos (básicamente culturales) de las minorías, daba por muerta a la clase obrera y se burlaba de la cerrazón de los rednecks del interior.” Slavoj Zizek: “Sí, la victoria de Trump es muy peligrosa, pero la izquierda solo se movilizará motivada por una amenaza de catástrofe así”. Ferran Gallego: ”Trump radicaliza el discurso de realismo de Reagan” César Rendueles: ”Trump o Le Pen han sabido interpelar a grandes masas de trabajadores que sienten que, en cambio, las organizaciones de izquierdas hablan de asuntos que no tienen que ver con sus vidas.” En esta revista vamos a intentar dar más respuestas al ascenso de la extrema derecha. Buena lectura.
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Entrevista
Ferran
Gallego Por Ferran Weseselo y Roc Solà
“La izquierda se ha considerado a sí misma anacrónica, sin respuestas para la actual situación”. Ferran Gallego Margalef es un historiador y escritor, doctor en Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde imparte sus clases. Es colaborador de la edición catalana del periódico El Mundo. Se licenció en filosofía y letras por la UAB, su especialidad es la temática sobre la extrema derecha y el fascismo. Para escuchar el audio de la entrevista: https://soundcloud.com/user-361624761/entrevista-a-ferran-gallego
¿Qué entendemos por extrema derecha? El otro día vi un reportaje sobre la Marine Le Pen en que Ana Pastor le preguntaba si ella se consideraba de extrema derecha; Marine Le Pen, de inmediato, repreguntó que qué era la extrema derecha. En un mundo donde las categorías políticas han cambiado -lo vemos en otros movimientos emergentes que dicen que tenemos que superar las categorías izquierda y derecha- la categoría extrema derecha cae. En principio, en la tradición política, la extrema derecha se distinguiría de la derecha extrema. Es decir, la derecha extrema serían los sectores más derechistas de la derecha. El salto a la extrema derecha sería el salto a situarse fuera de la categoría extrema derecha liberal y parlamentaria; y así pues, situarse ya en un mundo de impugnación absoluta del sistema, como mínimo, liberal-parlamentario. Evidentemente, una impugnación -y por eso les llamamos extrema derecha y no decimos extrema izquierda- llevada
con los valores de la defensa de una nación tradicional, de una nación orgánica, de una nación jerarquizada, incluso atributos religiosos, de elementos integristas, elementos de una moral convencional... Por ejemplo, Marine le Pen dijo que lo primero que haría sería prohibir los matrimonios homosexuales. Es decir, desde términos morales, la extrema derecha tiene una concepción del mundo situada fuera de lo que son los mecanismos no sólo políticos, sino también antropológicos, de la tradición liberal-democrática. ¿Qué proyecto real de país tiene la extrema derecha? Más que proyecto, lo que tiene es una difusa propuesta; de hecho, difícilmente encontraremos una fuerza política que tenga, en estos momentos, un proyecto de país. Sobre todo, porque tú puedes tener un proyecto de país pero, con
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Entrevista
las condiciones de la globalización, es muy difícil que puedas llevar un país adelante. No estamos hablando de lo que uno podía tener como proyecto de país en la época del fascismo, por ejemplo, donde tú podías tener un proyecto por tu país y decir “soy absolutamente soberano para organizar aquí dentro lo que quiera”. No. Hoy tienes un proyecto que tienes que combinar con una correlación internacional que es determinante, no sólo condicionante. Entonces lo que pasa es que, más que proyecto, ellos son capaces de integrar en un horizonte de insatisfacción, insatisfacciones muy diversas, la cohesión de las cuales es la demanda de la seguridad perdida. La nostalgia de una seguridad que muy probablemente haya tenido lugar en el estado del bienestar pero que ellos radicalizan en una seguridad de valores, de puestos de trabajo, de identidades muy bien marcadas y amenazadas por una decadencia nacional, por una degeneración de las virtudes morales y cívicas. Las amenazas son varias, ahora se empiezan a articular en torno a la inmigración, que sería portadora de todo lo que provoca el malestar, el miedo, la posibilidad de pérdida de las condiciones de vida de las personas. Yo creo que, lo que hacen ahora los más inteligentes, es decir que lo que están haciendo es defender la soberanía. Construyen ya, no sobre perjuicios, sino sobre ciertas intuiciones populares correctas, es decir, la intuición popular es: “aquí no mandamos nosotros, aquí manda el Banco Central Europeo”. Cuando la Marine Le Pen dice que el BCE manda y no manda la Asamblea Nacional, no se trabaja sobre un prejuicio, aquí se trabajaría sobre una determinada certeza de que ha sido denunciada desde sectores
diferentes. ¿Cómo es que quien lo aprovecha no es Melenchon, sino Marine Le Pen? Porque el discurso antiglobalización de la izquierda es mucho más sutil, tiene que entrar en un análisis del imperialismo mucho más sutil, un análisis de clase mucho más exigente. El análisis de la falta de soberanía hecha por la extrema derecha se puede comunicar con más velocidad y, además, conecta de forma descarada con determinadas formas de inseguridad que quizás nos da vergüenza manifestar. Una situación, por ejemplo, de una persona que pierde el trabajo en manos de otra persona que no es del país, y esa persona se siente marginada, pero no se atreve a convertir esto en un discurso. Cuando 6 millones de franceses normalizan este rencor, este resentimiento, es muy potente. ¿Qué pasaría si Le Pen llegara al poder? ¿Qué decisiones concretas tomarían? Ahora ya tienen una capacidad muy fuerte para influir. Si alguien cree que en Francia se puede gobernar sin tener en cuenta el Frente Nacional (FN), o si alguien cree que en Italia se puede gobernar sin tener en cuenta la Liga Padana, está muy equivocado. ¡Y si alguien pensaba que se podía gobernar Inglaterra sin tener en cuenta el UKIP, mira tú qué sorpresa! Esto ocurrirá en Holanda, esto ocurrirá en Dinamarca y también en Alemania con el surgimiento de una nueva fuerza decisiva para hacer coaliciones, etc. Ellos lo que piden es la capacidad condicionante, es decir, hacer que su discurso tenga que estar siempre presente y abrir la porosidad de la derecha para situar el discurso. O
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Entrevista incluso dentro de una izquierda que no encuentra respuestas de la socialdemocracia, que consideran tecnocrática, conformada en los designios de esta Unión Europea. Hay cierta decepción con la UE. Aprovechando que la decepción proviene de que se ha confundido la Unión Europea con la unión monetaria, Marine Le Pen podría decir que, así como ha hecho Gran Bretaña, Francia también abandona Europa. Dirán que el Euro es una moneda muerta y lo que se debe hacer antes de que se muera es ver, de una forma más paciente y racionalista, como hacemos otra vez el franco francés.
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Construyen ya, no sobre perjuicios, sino sobre ciertas intuiciones populares correctas, es decir, la intuición popular es: “aquí no mandamos nosotros, aquí manda el Banco Central Europeo”
Ella está diciendo que el abandono del Euro y de Europa devolverá a Francia la capacidad de organizar el bienestar. Entonces, se está dirigiendo a una gente que aún recuerda el bienestar, no se está dirigiendo a una gente que no recuerda más que el mundo después de la caída del muro, por lo tanto, no está hablando de un mundo soñado, sino un mundo en el que se podría volver aún si hubiera voluntad. Y además se aprovecha, en el caso de Francia, de una cultura nacionalista muy potente, que no es sólo la suya, es la gaullista, es el “No” en Francia en el referéndum sobre Europa... en estos momentos si preguntaran a los franceses si se quieren ir de Europa seguramente también dirían que sí. Visto esto, parece que decir que ahora mismo en Francia hay millones de racistas no tiene mucho sentido. ¿Pero por qué parece funcionar el racismo como medio para movilizar? Ellos no dirán nunca racista, ellos dirán diferencialista. Creo que habría que considerar este tema con sutileza. La exaltación de las identidades radicales fragmentarias; la pérdida de niveles de universalidad por parte de la posmodernidad; la alabanza, frente al totalitarismo, de los elementos de la instantaneidad y del presentismo; la conversión de las identidades alternativas a la universalidad; la pérdida del discurso de la ilustración a favor de un discurso de lo concreto -no lo que me define como individuo ni como ciudadano, sino que como miembro de una comunidad-. Todo esto tiene unos elementos absolutamente enriquecedores, elementos de respeto a las diferentes tradiciones. Al mismo tiempo, tiene algunos elementos que podrían llevar a que este diferencialismo haga de las sociedades, sociedades donde lo que se afirma en
primer lugar no es el individuo, ni la sociedad en su conjunto, ni la democracia, sino algo que previamente a la igualdad: la existencia de una diferencia. Marine Le Pen es diferencialista. El diferencialismo empieza a disfrutar de un cierto prestigio intelectual porque se pone delante de un exceso de universalidad, de la pérdida de identidad de las mayorías. Creen que por ser tolerantes han perdido su propia identidad: “todo el mundo tiene identidad excepto los franceses”. Aquí hay un rebote de la sociedad francesa, que también en una tradición gaullista, incluso republicana, o, sobra decirlo, una tradición vichista, una tradición bonapartista, una tradición nacional-francesa del orgullo del 89... Ellos dicen: “Nosotros lo que queremos es recuperar una identidad que está en peligro”. En este contexto se crea un racismo de baja intensidad, pero que, de hecho, no es más que una forma de xenofobia. Ellos no buscan reivindicar una preeminencia de la ciudadanía, sino situar un antagonismo necesario entre discurso republicano y discurso de las comunidades. Desde el momento en que dices que la República Francesa y el discurso de las comunidades son elementos contradictorios, estás creando un conflicto allí donde podría haber un proceso de convivencia. Es una especie de retorno de un prejuicio ya convertido en “nosotros también somos una comunidad, pero le decimos República”. Le Pen no tiene un discurso republicano por mucho que diga, ella tiene un discurso comunitarista francés. No está restableciendo el discurso de la República; si lo hiciera, no hablaría de inmigrantes, porque para la República no hay inmigrantes. Claro, teniendo en cuenta esto. La pregunta es: ¿Por qué la izquierda no es capaz de llegar a la gente, de interpelar a más sectores de la sociedad? ¿Por qué no lo consigue la izquierda? La izquierda ha estado en proceso de vaciado ideológico, de derrota no sólo política -porque la derrota política la recuperassino en una consideración de desahucio ideológico. La izquierda se ha considerado a sí misma anacrónica, sin respuestas para la actual situación. Lo que tenemos en España es una buena muestra de ello: “acabamos con el viejo, lo nuevo por sí ya es bueno, el nuevo sujeto se creará con el nuevo proceso constituyente”. Parece como si la izquierda fuera la única cosa que no tiene tradición en el siglo XX. Y la izquierda lo que siempre ha defendido es que es el resultado de una larga tradición
de lucha, de experiencias populares... lo que dice el Thompson: cuando pierdes la idea de que tú perteneces a un largo movimiento y llegas desnudo a una situación que quieres empezar con los problemas que hay ahora, juegas en un terreno donde la gente que te está votando a ti igual podría estar votando al Frente Nacional (FN). Hay mucha gente que aquí está votando a Podemos que en Francia estaría votando al FN porque comparten todo este discurso del pueblo, los oligarcas, la soberanía, etc. Pues en cuanto a la izquierda: yo en un artículo decía que la Marine Le Pen en las últimas elecciones no había ganado a la derecha liberal o a la izquierda socialdemócrata, sino que había ganado al otro partido antiglobalización: el Frente de Gauche. El Melenchon había sacado el 6% y ella el 25%, de tal manera que los franceses habían decidido que la otra alternativa a la globalización no les interesaba. Creo que la izquierda vive como si estuviera francamente acomplejada -por el destrozo de los países del este, por la derrota política importantísima, y por la devastación de un espacio material, de unas relaciones sociales, que no tiene nada ver con el mundo donde esta izquierda nació-: los sindicatos no pueden proteger una clase obrera que no existe como clase obrera con un contrato; ya no negocian, han perdido la capacidad de organizar a los trabajadores, los movimientos vecinales se han convertido en movimientos de defensa en contra, a veces, de la gente recién llegada. Hay “ombliguismos” de ciudad que a veces son ridículos, En la propia Barcelona a veces hay una especie de complacencia barcelonesa que parece que están compitiendo con alguna otra ciudad a ver qué ciudad es más moderna, más bonita y nosequé. Este complacencia barcelonesa a veces esconde también una forma de populismo, que ha sustituido a las antiguas luchas vecinales por las condiciones de vida. La izquierda, en los años 80, no se dio cuenta de que empezaba un nuevo ciclo. No fuimos capaces de saber lo que venía, porque no nos lo imaginábamos. Un cambio de ciclo geopolítico, la desaparición de la URSS, una ofensiva del capitalismo hacia una organización del capitalismo financiero, una desindustrialización que nos sacaría la capacidad de resistencia, que sacaría el marco físico de reconocimiento de la clase obrera y que, por tanto, sacaría la experiencia de los trabajadores como base sobre la que se podría construir un movimiento. Entonces yo creo que la izquierda viene muy debilitada, pa-
7 rece que hay intentos de revisarlo, pero la realidad es que viene en el peor de los escenarios. Entonces la gente va por un lado con las viejas banderas, y por otra los que dicen: “No queremos saber nada de vosotros, nosotros vamos hacia un camino absolutamente nuevo”. Esta propia división de la izquierda, el no querer reconocer, de pensar que la tradición es un peso, de querer cazar en todas partes que haya protesta y no valores de la izquierda; esto es muy peligroso. Porque esto siempre ha generado un populismo que no siempre ha estado en una posición transformadora sino a veces ha dado lugar a una “coalición de resentimientos”, y éstas pueden salir por cualquier sitio. Aun así, y si se aclaran, parece que Podemos sea un partido a tener en cuenta. Si se aclaran, efectivamente; y saben exactamente quién es el padre o la madre. Aquí hay una gente que aparece como si saliera de la nada, como si nunca se hubiera movilizado, y además se moviliza de una forma que para la izquierda es... La ventaja que tiene Podemos es que ha recuperado, lo dije esto en un artículo en Viejo Topo, ha conseguido romper el aislamiento de la gente; es decir, con nuevas tecnologías, los espectadores de un programa de televisión de La Sexta, las personas que no se movilizan, han conseguido encontrar un referente electoral (no político, electoral). Pero al mismo tiempo, esto quiere decir que Podemos es el resultado, no de la movilización, sino de las deshechas sucesivas de la izquierda. Entonces Podemos, como retroceso, puede sumar el nivel de conciencia que ya tenemos, sumar el nivel de cabreo, pero con el grave riesgo de si este nivel de cabreo acaba o este nivel pasa a una exasperación brutal de la gente, si el sufrimiento se distribuye hacia los más jóvenes y los mayores empiezan a encontrar trabajo, entonces se crea una situación en la que se va dividiendo el sujeto cabreado y se va radicalizando. Nada está escrito: ¿Por qué esta radicalización no puede acabar integrándose en otras formas? El identitarismo catalán, por ejemplo, es un caso donde, en muchos casos, se cree que el tema social sólo se puede solucionar afirmando una identidad nacional. Esto obliga a ir a hacer una parte del viaje con personas que en principio son tus adversarios de clase radicales, con personas con las que no puedo ni aprobar un proyecto de sanidad pública de acuerdo con una idea ni siquiera laborista. Para mí es el gran error de
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Hay mucha gente que aquí está votando a Podemos que en Francia estaría votando al FN porque comparten todo este discurso del pueblo, los oligarcas, la soberanía, etc.
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Entrevista
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Entrevista
la CUP. Te estás dejando una izquierda en el resto de España que está en un proceso de crecimiento, estás aislando a un izquierda en Cataluña y estás reforzando la legitimación de una gente que no está por la soberanía. Porque, crear un estado en Europa ... ¿Qué quieres? ¿Un estado como Grecia? ¿Un estado como Irlanda? ¿Como Dinamarca? Creando un nuevo estado se pretende romper la cadena de dependencia pero acepta la forma del estado. En cambio, se está dejando de lado la búsqueda de crear la soberanía y la posibilidad de agruparse con las otro fuerzas de España para romper la correlación de fuerzas. En lugar de eso, preferimos el marco catalán y todo lo que esté fuera no nos interesa; con lo que, para hacer mayoría la tenemos que hacer con la derecha. El Proceso bloquea procesos constituyentes de verdad. Cambiando un poco de tema. En relación al fascismo, en tus clases, dices que éste fue capaz de llegar a la gente más convencional. Entonces ¿Qué elementos del estudio del fascismo de los años 30 pueden servir para entender el presente actual? Lo primero es dejar de creer que el fascismo fue un paréntesis monstruoso excep-
cional, que lo es, pero dicho así... Es decir, acabar con el invento de un fascismo imaginario caracterizado por su monstruosa visibilidad como salvajismo, y no entender que el fascismo fue una propuesta ilusionante, cohesionadora de gente; fue como resultado de tremendas fracturas de la sociedad de los años 20, viniendo de la Gran Guerra, gente que llamaríamos normal, con una tienda, maestro de escuela, gente agricultora... Estas personas que no se les puede atribuir ser de las SA, o de las SS. Asistió primero a una violencia excesiva contra la gente de la que tenían miedo; era gente que tenía miedo: el fascismo no es el resultado de la esperanza, es el resultado del miedo. Convierte el miedo en una forma deforme y degradada de esperanza. El fascismo es el resultado de un gran pesimismo social, inseguridad y ese miedo toma forma monstruosa de una utopía construida sobre la entrega de la libertad. Porque una persona que tiene miedo, lo primero que entrega es la libertad a cambio de la seguridad. Seguridad económica, del estatus que estoy ocupando, de la reputación, un prestigio. La gente se hace fascista por motivos diferentes, a Alsacia la gente vota al Frente Nacional por un motivo; en Marsella, por otro; a Paso de Calais, la gente votaba socialista y le fue de 300 votos a Marine Le Pen de
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no ser diputada. Gente que viene de procedencias muy diferentes apoyó también el fascismo. La gran capacidad del fascismo es su capacidad de síntesis. En eso gana a la izquierda de lejos... la izquierda tiene una gran capacidad de análisis [risas]. La izquierda está obsesionada con el rigor analítico -si uno es marxista sólo, o marxista-leninista-. La derecha no hace el gran tratado teórico. La derecha dice que es realista.
sonas que vienen de Negrette, y éstos tienen una mucho mayor sutileza en presentar una alternativa nacional. Alternativa nacional-republicana. Han conseguido, por ejemplo, situar el tema cultural y el tema migratorio en un solo tema. En vez de hablar de Francia, hablas de la soberanía; en vez de hablar la multiculturalidad hablas de la población republicana y dices que los magrebíes están poniendo en duda la república.
Estos son los motivos por los que el fascismo ha ganado a la izquierda en varios momentos del siglo XX, y tal vez en algunos lugares ahora también: la gran capacidad de sintetizar formas muy diversas de descontento (la decadencia, el miedo, inseguridad incluso física, abandono, la gente que no entiende la convivencia de culturas muy diferentes). Ha habido una cierta frivolidad por parte de la izquierda para entender la convivencia de culturas. Lo que dice Marine Le Pen: “Claro, yo estoy harta de que aquellos que después tienen que convivir con los inmigrantes no son los que deciden si los inmigrantes pueden entrar. Los que deciden si pueden entrar no conviven con ellos “. Hasta el punto de que el problema se convierte en un problema simbólico, no es una experiencia real para que muy posiblemente no hayan visto nunca un magrebí y por el contrario mantienen un discurso racista. Acaban consiguiendo situar una no-experiencia como experiencia discursiva o simbólica.
Hay algo muy significativo: en las elecciones de 2006, cuando arrancó la campaña no se comenzó con Juana de Arco, en París, donde arrancan siempre las campañas, arrancó a Valmy, con un discurso redactado por una persona de izquierdas. Valmy es el lugar donde se hizo una batalla mítica en 1792, donde las tropas revolucionarias francesas ganaron a los nobles y el ejército austríaco. Valmy pasaba a ser el lugar de la fundación de la República y Le Pen hace un discurso donde dice que saluda a todos aquellos sectores de la sociedad que, por mucho que sean inmigrantes de varias generaciones, entendiendo que quieren ser franceses. Pero ser francés no significa negar la nacionalidad, significa integrarse en el mundo de valores de la sociedad francesa. El racismo se orienta de una manera cultural o política y no de una forma religiosa. Los que están aquí sólo pueden ser franceses si aceptan los principios del 89 y no se aceptan principios que no cuadren con los del 89.
Sobre el libro que escribiste en el 2002, “Por qué Le Pen” [1], si lo tuvieras que volver a escribir sobre la actualidad, ¿Qué añadirías o cambiarías?
¿Tienes pensado versión del libro?
El cambio fundamental es la sucesión en el partido y sobre todo el cómo el partido pasa de ser un partido nacional y a ser un partido nacional-republicano. Piensa que Europa no existía en 2002, en 2016 es diferente. La situación que queda con la crisis de 2008, el desprestigio de Europa, los recortes, el empeoramiento concreto de la vida de la gente y demás se está percibiendo directamente como un problema creado por la UE. Después hablaría de la sutileza del discurso del que se ha rodeado Le Pen, ya que se ha rodeado de personas que vienen de una escisión, de Bruno Negrette, que era el número dos de Le Pen y que se escindió del 1999 y creó el movimiento nacional-republicano. Esto fracasó, por la categoría que tenía Le Pen de liderazgo, pero muchos cuadros locales volvieron. Es decir, personas que trabajan directamente con Marine Le Pen son per-
escribir
otra
He estado leyendo mucho para un artículo y con la posible victoria, o victoria relativa, de Le Pen en 2017... Con las novedades que conlleva, por ejemplo, sería la primera lideresa fascista. Yo lo compraría [risas]. Ya veremos. ¿Cómo ves la situación española? ¿Por qué no crece la extrema derecha? España tiene una arritmia. Desde la Primera Guerra Mundial, en la que España no entró, España tiene una arritmia respecto del desarrollo político en Europa. A nosotros nos cayó la democracia justo en el momento que en Europa entraba en crisis el sistema creado en 1945. Hemos llegado a la democracia en la crisis, no de la
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El cambio fundamental es la sucesión en el partido y sobre todo el cómo el partido pasa de ser un partido nacional y a ser un partido nacional-republicano.
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Trump radicaliza el discurso del realismo de Reagan. Este aspecto de brutalidad lo hace un Berlusconi americano: el self-made man.
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democracia, sino con la crisis del Estado del Bienestar. Al entrar, Europa nos envió recursos y eso nos pareció que modernizó el país, un discurso reduccionista. Por el otro lado, una de las cosas que dificulta la llegada de la extrema derecha es el tema del nacionalismo. En España el nacionalismo es algo desacreditado, no hay un movimiento patriótico español, no tenemos ni símbolos de referencia, no tenemos ni letra del himno. La bandera española no la coge un tío de izquierdas. Entonces, un país que no tiene material simbólico común, es un país que los elementos de nacional-populismo le deberán estallar de forma fragmentada. Podemos está intentando crear un nuevo patriotismo, el problema es que en este país no hay elementos. Por ejemplo, en Cataluña no le funciona. En Euskadi, les acaban de decir que les pasan por delante los demás. En Galicia le ha funcionado de una manera muy relativa. No hay un discurso nacional español, ya definiremos si es una nación de naciones... Pero si no hay nación, asumida por el conjunto de la ciudadanía, y sólo hay régimen constitucional, porque el nacionalismo de los nacionalistas españoles, no se presenta como nacionalismo, se presenta como defensa del orden constitucional. Entonces, el españolismo se manifiesta de una manera tan burda, tan defensiva, tan deportiva, tan sentimental... que no hay intelectuales dedicados. Y luego, tenemos una cierta vergüenza... no hay un orgullo de la tradición política y cultural española. Ni El Quijote! En Francia hay un gran orgullo de la tradición intelectual, de la revolución, del liberalismo ... Aquí no. Es como en Italia, Piove, Porco Governo! Nosotros somos un país que no se toma en serio a sí mismo. En España pasan las cosas que pasan también porque no nos tomamos en serio a nosotros. Ni a la derecha hay idea de estado, ni a la izquierda hay una idea nacional, porque a esta la mataron el año 39. Yo siempre digo en clase que hay dos culturas políticas que perdieron la guerra de verdad, las otras no, ninguna de las otras: una es la libertaria -la libertaria no ha conseguido rehacer una cultura riquísima, con cientos de miles de personas- : ésta ha desaparecido. Es decir, la forma de ser de la clase obrera era la CNT. La CNT no era un sindicato, era la forma de ser obrero en Cataluña. Esto, liquidado. Y otra cultura que se liquidó fue la nacional-republicana. El gran enemigo del
Entrevista
franquismo era Azaña; no Prieto, Azaña. La imagen del republicano, los liberales... estos son los enemigos. En mi casa, que era una casa de extrema derecha, el gran adversario de mi padre no era Pestaña, no era el movimiento obrero, no eran ni los comunistas, su gran adversario era Azaña. El republicanismo democrático, no es que no hubiera existido nunca: sí teníamos una propuesta nacional-democrática! Lo que pasa es que la mataron con una guerra. Se dijo a los españoles que tenían que elegir entre ser nacionales o ser rojos, pero en la guerra civil los carteles del PC llevaban el 2 de mayo, se luchaba en la guerra por la independencia de España. La categoría nacional era una que no te querías perder. Le Pen decía: “No me explico cómo en España no hay un movimiento como el mio” [risas]. Pues porque en España una persona no se puede proclamar como nacionalista. Ni la derecha nacionalista puede hacerlo. Marine Le Pen no te diría nunca que Francia debe estar unida porque lo dice la constitución, en cambio Soraya sí lo hace. ¿Los ascensos de la extrema derecha son casos a estudiar particularmente o tienen un hilo conductor? Las dos cosas. En otras épocas la extrema derecha era la italiana del MSI de los años 70: los neofascistas sacaban el 10% de votos y en Nápoles sacaban el 20% de votos, cuando en Francia no había nada. En Alemania el año 66 el NPD no entró en el parlamento nacional de milagro y entró en todos los parlamentos excepto en el de Hamburgo. Era una ola. Después vino Le Pen, consiguió arraigar porque esta oleada coincidió con un cambio de paradigma del sistema y se situó en la posición de antisistema. En una etapa en la que el sistema estaba demostrando su devastación, esto funcionó. Yo creo que vamos a una uniformización alrededor de una cosa muy clara, que es la gran protesta contra la globalización y el gran grito por la recuperación de la soberanía, la seguridad y la identidad nacional arrebatada por este proyecto europeo diciendo, y con razón, que este proyecto europeo se construye con las finanzas y lo construye el banco central europeo. No lo construyen los pueblos de Europa, ni los estados de Europa y, por tanto, el retorno a lo que decía de Gaulle, L’Europe des patries. Esto tendrá un tirón muy fuerte porque la gente sufre. La extrema derecha
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nunca ha subido en momentos de estabilidad, la socialdemocracia en cambio sí. El discurso de la inmigración tampoco arraiga en momentos de estabilidad. ¿Cómo puede ser que un partido pasa de tener el 0,7% de votos a tener 10% y luego 25% si en 1973 había muchos inmigrantes en Francia y en 1979 también? ¿Cómo es que del 1980 al 1984 el Frente Nacional sube un 10% de votos si no han llegado tantos inmigrantes? Es la congruencia de una propuesta política con el ciclo que se está viviendo. Esto la izquierda no lo ha encontrado. ¿Qué opinión tienes de Trump? Trump representa una determinada brutalización de la política, este realismo del que te hablaba antes. “Dejémonos de buenismo, las cosas como son, dejémonos de esos de Wall Street que dicen que la gente es toda igual y que los mexicanos pueden venir aquí y pueden convivir igual”. Este discurso republicano de Trump se hace contra la sociedad idílica de los intelectuales judíos de Nueva York. La propia grosería de Trump resulta que es acogida con aplausos: “Ya se puede hablar claro! Os doy un baño de realidad”. Su llegada representa esto. Trump radicaliza el discurso del realismo de Reagan. Este aspecto de brutalidad lo hace un Berlusconi americano: el self-made man.
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Bruselas y la realpolitik de las fronteras Por Ferran Wesselo
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i tuviéramos que describir la política migratoria europea reciente con un solo rasgo característico, este rasgo sería la externalitzación. La externalitzación de la política se tiene que entender como todo aquel seguido de prácticas que transforman una cuestión interna -el migrante, como aquel quien pide asilo en nuestro país- en algo externo al territorio europeo. Hay muchas razones que pueden explicar este giro hacia la exteriorización (la televización de las guerras de Yugoslavia y de Ruanda, el crecimiento de la percepción de la inmigración como problema,...); lo que es seguro, sin embargo, es que la sociedad europea de final y principio de siglo XX y XXI empieza a tener una posición más intervencionista respecto a la comunidad internacional. Las prácticas externalitzadores desarrolladas durante los años noventa se acabarán de consolidar en el Concilio Europeo celebrado a Tampere en 1999. Entre las principales medidas se promoverá: 1) combatir, siempre que sea posible, las causas de la migración política al país de origen –ya sean causas bélicas, económicas, de recursos, etc.-; 2) crear, si la migración es inevitable, zonas seguras (safe-area) en el territorio afectado o en terceros países; y 3) controlar las rutas de migración mediante la cooperación con el países de paso (sobre todo para controlar los flujos, evitar las mafias y separar los migrantes que cumplen los requisitos de los irregulares).1 La externalitzación de la política mataba dos pájaros de un solo tiro: por un lado permitía satisfacer la voluntad humanitaria creciente de la socie-
dad europea y, por el otro, se reforzaban los mecanismos de control de las migraciones. La UE era una especie de deus ex machina de la sociedad internacional, que intervenía en los conflictos sin necesidad de cuestionarse la arquitectura de estados-nación a la que pertenecía.2 No es de extrañar, por lo tanto, que esta fuera una propuesta que fuera cogiendo cada vez más y más intensidad. Los concilios inmediatamente posteriores a Tampere tendrían posiciones casi idénticas respecto a la nueva práctica y se aprobaría incrementar el presupuesto y los órganos administrativos que trabajarían en esta dirección. Turquía, que ha entendido a la perfección la necesidad europea de un aliado exterior, se ha convertido en un auténtico profesional de la gestión de migrantes. Ha mejorado y modernizado su modelo legislativo y material y vende su ayuda a la UE cómo quién vende un servicio cualquiera. La etapa del 2013 al 2016 ha sido uno de los momentos más relevantes de tal compraventa de intereses. El vendedor: TURQUÍA “Hoy, la conversación sobre Turquía y su golpe de Estado fallido es una conversación sobre muchas otras cosas. Es el debate del liderazgo frente al populismo, la tolerancia frente a la discriminación, los principios frente a los intereses inmediatos, el sentido común frente al extremismo”.3 De este modo se expresaba Ömer Çelik (principal negociador con la Unión Europea), dos semanas después del fracaso del golpe de estado contra Erdogan. Este artículo quería dejar un mensaje muy claro por los países miembros: criticar el gobierno de Erdogan es una mala elección por los intereses de la Unión Europea. Çelik usaba a su favor, una vez más, los pactos de refugiados entre Turquía y la UE para poner en el gobierno de Bruselas en una dicotomía: o tratáis Turquía como un aliado -y dejáis de criticar Erdogan- o dejaremos de ser una salvaguarda de vuestra política
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de migración. El político turco todavía será más explícito un mes después: en una entrevista con Reuters4 acabará diciendo que, si Europa seguía sin respetar sus intereses, Turquía estará dispuesta a cancelar el programa de refugiados. La táctica política usada por Çelik no nos tendría que sorprender: el europeísmo turco siempre ha tenido en mente el uso de su posición geográfica para promover sus intereses conjuntos con Europa. A partir de la guerra de Iraq, Turquía vio claro su potencial como gestor migratorio y empezó a armonizar sus políticas exteriores con las de la UE. Del 1994 (la famosa “Regulation of Asylum”) a nuestros días, Turquía ha pasado de ser un país que no admitía refugiados que no fueran de “descendencia turca” a uno de los países con la regulación más moderna del mundo. Actualmente, acoge el número más grande de refugiados sirios (2,7 millones) y es el principal filtro que tiene Europa para regular la migración. Estas políticas migratorias le han servido hasta ahora para mejorar su imagen ante los europeos y buscar un encaje político mayor con la Unión Europea. En los cuatro últimos años, el uso estratégico de la gestión de migraciones ha
sido más claro que nunca. Los dos pactos firmados a partir de la guerra de Siria, uno al 2013 y el último en marzo del 2016, no son muy distantes de la contratación de un servicio. Por una lado, Turquía se ofrece a 1) evitar la llegada de los refugiados sin clasificar (“uncheked refugees”) y 2) a recibir el regreso de refugiados que (a) o bien no estén calificados por la petición de asilo, o bien (b) tengan que devolver al primer “país seguro” por el cual han pasado -país donde, legalmente, tendrían que quedarse-. Por el otro lado, la UE paga esta práctica con financiación, liberalización de visados para los turcos que quieran viajar libremente por la UE y un compromiso de aceptar un sirio dentro de sus estados miembros por cada sirio que se quede en Turquía. Cada vez, sin embargo, hay más voces críticas dentro de la UE respete el pacto con Turquía. Primero fueron las diferentes ONG, que encontraron que el pacto violaba los derechos humanos, y a poco a poco se le sumaron las críticas de mandatarios internacionales, que criticaban el exceso de autoritarismo tomado por el gobierno turco. Turquía, que es consciente de estar en una posición
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14 de fuerza, no se ha dejado intimidar y sigue señalando la dependencia que tienen los europeos de sus servicios. La UE, con más tensiones internas que nunca, sabe que no tiene mucho margen de maniobra y juega como puede la partida. La relación de fuerzas entre una UE cada vez más dividida y una Turquía en una posición de fuerza determinará la política migratoria más inmediata. Los compradores: LOS CONFLICTOS A LA UE Uno de los grandes problemas que nos surgen a los ciudadanos europeos cuando queremos hablar de la crisis de los refugiados, es la carencia de herramientas políticas a nuestro alcance. Las decisiones tomadas sobre los refugiados no tienen todo aquello que sería exigible de unas políticas en democracia: ni tienen carácter de publicidad, ni buscan tener una relación de diálogo con la población que las legitima. Por la gran parte de la población, la política migratoria está en un tipo de segundo plano; no hay una relación directa entre los ciudadanos y las decisiones que se toman sobre sus fronteras. Hoy por hoy, la UE actúa como una sociedad internacional dentro de otra: las leyes no emanan de la ciudadanía, sino que parecen productos de una media aritmética entre las diferentes sensibilidades nacionales. En consecuencia, todos los países sienten que se los pide demasiados o que se hace demasiado poco5, poca gente está satisfecha, nadie parece responsabilizarse de las de-
cisiones tomadas en Bruselas y, cada vez más, la UE va perdiendo legitimidad. Hay un vínculo directo entre la deslegitimación del proyecto transnacional y el aumento de la extrema-derecha. No en vano, el pasado viernes 20 de enero Le Pen ha asegurado que el “regreso del estado-nación” era un hecho inevitable.6
El pacto con Turquía no es un simple pacto para mejorar la estabilidad; casi se podría decir que es una de las pocas políticas conjuntas relevantes de las que dispone la UE. Sin el tope turco, la política migratoria europea empieza a hacer aguas. Si no se consigue crear una alternativa transnacional real que consiga vincularse a la ciudadanía, es muy probable que, o bien hayamos de aceptar la dependencia de Turquía, o bien se cumpla parte de la previsión macabra que nos pinta Le Pen y sus aliados. http://www.europarl.europa.eu/summits/tam_ en.htm#a 2 HADDAD, Emma, The Refugee in International Society (Cambridge, 2008): “(T)he externalisation of protection clearly underlines the links between the desire to increase control and security inside and the fostering of a more liberal, humanitarian approach outside (...). Dialogue on protection in regions of origin on the one hand acts to maintain the pluralist make-up of international society, by keeping all individuals as close as possible to their state–citizen–territory hierarchy. On the other hand, protection in the regions also has a solidarist, human rights thinking: states believe that by addressing the root causes of forced migration fewer individuals will be pushed out of their homes as refugees”. 3 http://elpais.com/elpais/2016/09/05/opinion/1473072948_655663.html 4 http://www.reuters.com/article/us-europe-migrants-turkey-idUSKCN12I26L 5 A menudo, cuando hablamos de insatisfacción en temas de políticas migratorias, sólo miramos la desafección en la extrema derecha. Hay que recordar, pero, que también hay desafección del lado humanitario. Italia tuvo una crisis migratoria relevante a principios del 2013. El Estado italiano actuó con la denominada Operazione Madre nostrum, una operación de rescate que salvó unas 150,000 vidas en un solo año. Cuando Italia, incapaz de mantener los altos costes, pidió hacer de este un programa europeo. La UE respondió con la Operación Tritón, una operación que valía una tercera parte del que costaba a Madre nostrum, que priorizaba proteger las costas italianas al rescate de migrantes. 6 https://www.theguardian.com/world/2016/sep/18/ nation-state-marine-le-pen-global-mood-france-brexit-trump-front-national 1
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de @nozoeno
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“Negaba el determinismo marxista, y veía sólo en la acción de los hombres el movimiento de la historia”
Sorel y la ética de la violencia en el fascismo Por Jordi Rosales
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l término fascismo ha sido utilizado abasto en un sentido peyorativo, para caracterizar regímenes represivos, dictatoriales y violentos. Normalmente los regímenes no se han definido como fascistas, con excepción del caso italiano, y por lo tanto es difícil encontrar un caso paradigmático. No obstante, hay una serie de características que comparten, y que no tienen que ser comunes con otros movimientos autoritarios. La valoración positiva de la violencia es una de estas. Así pues, pensar el levantamiento de un proyecto fascista es pensar la legitimación de su violencia. De ejemplos actuales seguramente haya muchos, pero uno de los primeros que nos viene a la cabeza cuando pensamos seguramente sea el del colectivo griego nazi Alba Dorada. Su violencia racista contra los inmigrantes ocupa día tras día las calles de Grecia. La normalidad con la que esta violencia se está imponiendo en Grecia nos permite entender la génesis de la apología de la violencia. La deslegitimación que ha vivido la democracia en Grecia debido a una fuerte crisis económica -que no ha sabido resolver-, el alejamiento de las instituciones europeas que se sitúan en contra de los intereses de los griegos, la mala gestión de la crisis de los refugiados por parte de una Europa desunida, conforman una serie de factores que han visto en la democracia un sistema decadente, y han apostado por la violencia como elemento regenerador de la sociedad. Las posiciones racistas de estos grupos ven en el otro la causa de su decadencia, y apuestan por
la violencia. Además del ataque a inmigrantes, la violencia de esta formación paramilitar va en consonancia con los aparatos del Estado, para atacar grupos de extrema izquierda que no gustan en el Estado. Desde una perspectiva histórica no nos tiene que sorprender tanto, cuando en realidad el primer fascismo italiano era visto “simpático”, o al menos como un mal menor, por el sistema liberal parlamentario, puesto que acababa con los grupos que apostaban por la revolución social, y por ende ponían en riesgo el sistema. Veamos ahora la génesis. La aparición del fascismo en el siglo XX no fue algo inevitable, ni tampoco fue algo inexplicable. Su aparición es contingente a una serie de factores, entre los cuales se encuentra la aparición de la sociedad de masas, y una crisis del pensamiento racional, positivista y materialista que había caracterizado el siglo XIX. El sistema liberal parlamentario estaba en crisis en toda Europa, y la disyunción entre representantes y representados se hacía patente en algunos países con la aparición de movimientos fascistas. Ante la decadencia de este mundo burgués Georges Sorel buscó la regeneración de la sociedad. El revisionismo revolucionario del marxismo que elaboró lo llevó a insistir, en su obra Réflexions sur la violence (1908), en el carácter moral de la violencia. Esta fue la primera afirmación teórica clara de una doctrina que sería fundamental, aunque no exclusivamente, para el fascismo. Sorel celebró la acción heroica revolucionaria de la clase trabajadora, y postuló por la violencia como el único método para liberar a los hombres de la sociedad
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decadente de principios de siglo. Una de las características de esta sociedad decadente era la democracia parlamentaria, a la que consideraba un insulto para la dignidad humana. El sistema estaba corrompido debido al oportunismo que caracterizaba las clases dirigentes. Se movió a contracorriente, y la base de su pensamiento lo tenemos que buscar en su concepción de la naturaleza del hombre. Influenciado fuertemente por el romanticismo, y los movimientos vitalistas de principio de siglo, concebía el hombre como un creador, al estilo nietzscheano. Negaba el determinismo marxista, y veía sólo en la acción de los hombres el movimiento de la historia. Marx no pudo predecir el surgimiento de una burguesía reformista, que negaba el carácter inevitable de la revolución. Entonces sólo quedaba la acción contra el sistema. Una acción movida por la voluntad, y no determinada por un destino. Esta acción era movida por principios morales. No buscaba valores trascendentes, sino que al estilo kantiano los valores eran absolutos en sí mismos. En este sentido, el coraje, la justicia, la fuerza, el sacrificio serían los valores que conformarían una sociedad sana. Eran los valores épicos, que moralmente se oponían al hedonismo y al conformismo típicos de la Francia de la tercera república y que ya se habían mostrado en la decadencia del pueblo francés en la derrota contra Alemania en 1871. Esta especie de regeneracionismo se extendió en toda Europa. Para Sorel el proletariado, era la clase que moralmente se salvaba de la corrupción gracias al trabajo. Sorel fue un marxista heterodoxo, y sobre todo un moralista. La gran aportación de Marx para Sorel, fue ver que la verdadera naturaleza de las clases era el trabajo en común. Es en esta creación que los hombres se sienten unidos: es la experiencia y no ningún argumento racional lo que los une. La revolución era el objetivo, y por eso había que unir a través del mito a los trabajadores para que se levantaran. El mito es una de las propuestas de Sorel para dirigir la acción de los trabajadores hacia la revolución. No se trataba de que se resignaran, y así conseguir la paz social, como algunos habían concebido este instrumento. Su carácter irracional, además, lo hacía ideal en su visión vitalista del hombre, que empujaba a los hombres a actuar.
Lo que más detestaba de la democracia era el compromiso, que implica conformar una voluntad general común a todos los hombres, como establecía Rousseau, desembocando en tiranía. Tocqueville, hablando de los vicios de la democracia, desarrollaría el concepto de la tiranía de la mayoría. La verdadera esencia del hombre, para Sorel, se encontraba en resistir, y el compromiso conformaba la antítesis. La solución pasaba por la violencia, la verdadera forma de resistencia. Es aquí donde rae la fascinación y al mismo tiempo repulsión que produjo Sorel. Es importante matizar que esta violencia estaba basada en principios morales absolutos, y se oponía a la fuerza. La violencia era liberadora, mientras que la fuerza, al contrario, era represiva. Sorel se interesó a lo largo de su vida por los movimientos de resistencia. Admiró, en la iglesia de los primeros cristianos el martirio de sus miembros. No importaba tanto en que creyeran, sino la fuerza de su fe que los llevaba al sacrificio. El uso de esta violencia, nos devuelve a los valores épicos a los que habíamos aludido antes. El sacrificio era bueno en sí mismo porque este era el producto de la voluntad. Fue en este sentido que fue admirado sobre todo por sindicalistas revolucionarios italianos. La violencia en el fascismo era un valor positivo, que caracterizaba el hombre nuevo. La violencia no era un medio desafortunado para conseguir un fin superior, sino un bien en sí misma, que hacía al hombre creador. El fascismo encontró en Sorel un aliado. Mussolini buscando una base intelectual lo consideró su padre espiritual. El rechazo al sistema liberal democrático, su oposición violenta al intelectualismo, la apelación al poder de las fuerzas irracionales, el activismo, la violencia, el conflicto per se fueron características que alimentaron el fascismo. Mussolini aprovechó la apología de la violencia que ejemplificó en su régimen. Uno de los casos más paradigmáticos fue el asesinato del diputado socialista Matteotti, del que Mussolini aceptó todas las responsabilidades. La violencia se había convertido en un elemento moralmente positivo.
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La psicología del fascimo
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Por R. G. Celma n este artículo hablaremos sobre las razones psicológicas que hicieron posible el fascismo y cualquier otro totalitarismo, comentando “El miedo a la libertad”, de Erich Fromm, uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX. La primera autoridad que conocemos en la vida es la de nuestra madre. Al cortar el cordón umbilical nos separamos físicamente de ella, pero seguimos atados por otros lazos más fuertes. Ella nos protege, nos alimenta, nos lleva siempre consigo; el hijo no se diferencia de ella misma. Poco a poco éste va fortaleciéndose y busca ganar independencia sobre la madre, pues el deseo de libertad es consecuencia y condición necesaria de todo crecimiento individual. El niño se vuelve más libre para expresar y desarrollar su propio ser, pero al mismo tiempo, también se libera de un mundo de controles que le otorgaban seguridad y confianza. Acaba separándose de los demás y del mundo en el que vive; alcanza a comprender que es un individuo separado del todo y que a su puerta llamarán tarde o temprano la muerte, la vejez y la enfermedad. Se siente algo débil e insignificante en relación al universo y su aislamiento le llena de angustia existencial. Por eso mismo no sólo vivimos en sociedad para satisfacer nuestras necesidades materiales, sino que también necesitamos pertenecer a algo y
encontrar un sentido en nuestra vida. Si no conectamos con símbolos, normas o valores sentimos una soledad moral insoportable para la mente. Buscamos el sentido de pertenencia a algo mayor en la religión, el nacionalismo, las ideologías, las costumbres o hasta en equipos de fútbol o géneros de música. La diferencia reside en si anulamos nuestra individualidad para sumergirnos completamente en ello o no. El proceso de separación del mundo o individuación ocurre automáticamente cuando crecemos, pero no así el de construcción de nuestra propia personalidad y fuerza interior, que se ve limitado hasta donde la sociedad y las circunstancias personales lo permitan. Cuándo esta seguridad no se desarrolla lo suficiente en una persona, la libertad genera un sentimiento insoportable de aislamiento y debilidad; no sabe qué hacer con ella y tiene miedo, lo que explica su elección de huir de ella sumergiéndose de nuevo en el todo, eliminando su propia individualidad y sometiéndose a una autoridad exterior. Esto les permite superar el trauma y seguir viviendo, al menos durante un tiempo, porque de la misma forma que el niño no puede volver al vientre de la madre, la individualidad no puede ser revertida. La sumisión respecto a la madre es diferente de la aquella que existe entre individuos que se han separado realmente el uno del otro. A la larga, la autoridad entorpece su desarrollo, le genera una mayor dependencia, aumentando su sentimiento
de impotencia e inferioridad, y genera un sentimiento de rebeldía, pues inconscientemente sabe que el precio a pagar es el abandono de su propia individualidad. Fromm denomina el carácter de este tipo de personas como autoritario. En la base de todos sus comportamientos reside el fatalismo: la creencia en la impotencia del hombre para cambiar las cosas, fruto de su propia debilidad, y en el desengaño que sufrirán aquellos que se dejen engañar por utopías. Sufrir nuestro destino sin lamentaciones es la virtud más elevada para las personas autoritarias, y no lo es, en cambio, el valor necesario para solucionar los males que nos afectan. La fatalidad recibe nombres como “ley de la naturaleza”, “destino”, “la voluntad de Dios” o “deber”. En todos los casos, se trata de un poder superior, exterior al individuo y respecto al cual éste debe subordinarse. El carácter autoritario tiene dos grandes manifestaciones psicológicas, aparentemente contradictorias, pero que en el fondo son las dos caras de la misma moneda y se dan ambas a la vez. Entiéndanse estos conceptos como tendencias psíquicas que sólo en algunos casos se expresan a través del sexo. La primera de ellas es el sadismo, cuya plasmación más evidente es el deseo de poder. Busca someter a otros individuos a su propia voluntad, para sentirse más fuerte y reforzar la confianza en uno mismo. Como hemos visto al hablar del carácter autorita-
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rio, esta voluntad de poder no tiene su origen en la propia fortaleza, sino en la debilidad del yo, en su incapacidad de mantenerse solo e independiente. La segunda gran manifestación es el masoquismo, que busca entregar su libertad e individualidad uniéndose a un poder mayor, satisfaciendo así las necesidades psicológicas que le angustian. A menudo, esta relación se concibe como amor o lealtad. Tanto en el caso del masoquismo como del sadismo, la persona busca unirse a otro ser o poder exterior, del cual pasará a depender completamente, sea como dominante o como dominado. El sistema capitalista es en sí mismo un gran generador de la angustia e impotencia que necesita el fascismo para crecer. Una vez finalizada su primera etapa, las grandes empresas se hicieron con el control de los mercados, reduciendo el papel de la iniciativa individual. Sus dueños no son elegidos ni rinden cuentas a nadie, pero tienen un poder inmenso sobre nuestras vidas. “Las leyes del mercado” se ha convertido en el recurso fatalista de nuestra época para imponer cualquier sacrificio a individuos y Estados. La crisis parece caer del cielo, sin ninguna causa ni responsables; con ella llegan la pobreza y el paro. Les sigue la competitividad laboral, que obliga a elegir entre la explotación o el hambre. Vidas grises en ciudades enormes; apenas le importamos a alguien, y menos cuando envejecemos. Los partidos políticos son organizaciones enormes y alejadas de nuestras vidas, leviatanes a las cuales les hemos cedido el derecho de hacer política por nosotros, exactamente lo mismo que los sindicatos. Observamos en los televisores guerras y masacres, el terrorismo mata en casa y tenemos miedo. Pero no podemos actuar ante problemas tan inmensos. No podemos hacer nada. Sólo soportarlo y continuar. ¿Cómo alguien puede pensar en cambiar el mundo? Lo único que se atreve la mayoría de la gente a pedirle a la vida es tener un trabajo. Es de esta impotencia de donde surge el carácter autoritario. En la Alemania de la postguerra se reunieron las condiciones necesarias para acentuar esta clase de sentimientos hasta extremos insoportables. La clase media vio al todopoderoso Estado derrotado y humillado, cómo la inflación acababa con los ahorros de toda una vida de esfuerzos y a los obreros, a quién tanto despreciaban, adquirían mayor fuerza y prestigio social. En vez de relacionar su situación con la de su clase social, lo hicieron con la de la nación y el Tratado de Versalles se convirtió en un símbolo de la
gloria perdida. Justo en el momento adecuado apareció Hitler, apoyado por los grandes capitalistas, prometiendo a la clase media acabar con la dominación económica que estos mismos magnates ejercían sobre ella y devolver a Alemania la fortaleza perdida: en el fondo, no se trataba más que de una promesa de acabar con los sentimientos de impotencia e insignificancia que sufría la clase media, fundiéndose con un todo mayor y poderoso que le aportara seguridad, de ahí los símbolos, banderas y desfiles característicos. No importo romper todas las promesas una vez que los nazis llegaron al poder y podían mantenerse en él por la fuerza; ya eran libres de trabajar a favor de la clase alta en perjuicio de las demás. El carácter sádico de Hitler y sus secuaces, su anhelo de poder, resulta claro. Igualmente lo hace el instinto masoquista y de sumisión de las masas. Pero recordemos que son dos partes de un todo. Las masas también deseaban dominar, instinto que saciaron con las naciones conquistadas y con ciertos sectores de la propia nación. ¿Pero a quién se sometió Hitler? Como todo carácter autoritario, necesitaba rendirse ante alguna fuerza mayor que el mismo. Fue la ley de la naturaleza, según su propia interpretación del darwinismo; la lucha del fuerte por sobrevivir. Por muy cruel que fueran sus actos, él solo estaba cumpliendo con el mandato de la naturaleza. El resto es historia. Pero por mucho que lo digan los libros, el fascismo no ha sido derrotado; para comprobarlo sólo hay que ver el panorama político europeo. Éste no morirá hasta que acabemos con aquellas causas que lo hicieron posible: Un sistema económico y político que genera sentimientos de impotencia, inseguridad e insignificancia en los individuos. Y por supuesto, la división de la sociedad en clases sociales, que siempre hará que el fascismo permanezca como último medio de defensa de los intereses de los privilegiados. Mientras la bestia sigue dormida, la mayoría de individuos elimina su propia personalidad, limitándose a ser copias unos de otros y viviendo la misma vida. Millones de autómatas manipulados constantemente por los medios de comunicación, actuando como instrumentos de poderes ajenos, aunque siempre bajo la ilusión de ser libres. Una sociedad perfecta para el resurgir del fascismo por su disposición a aceptar cualquier cambio, siempre que prometa una excitación emocional y sea capaz de ofrecer símbolos de orden y significado para la vida de los individuos.
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Modernidad capitalista y fundamentalismos Por Albert Castañé
“[...] el fundamentalismo tiene origen en la entrada de la modernidad capitalista en el mundo árabe”
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ntre los hilos que deja la bipolaridad política de la Guerra Fría, el triunfo de Estados Unidos, del capitalismo y de las democracias liberales como representantes universales (aparentemente) de progreso, junto con la posterior globalización (o lo que es lo mismo, mayor imposición del Norte sobre el Sur) y lo que parece ser una crisis evidente de la misma. Es ahí donde nos encontramos hoy. Un mundo en el que el conflicto social y la guerra hacen tambalear el proyecto del fin de la historia: el águila calva no parece gobernar lo que antes, como un demiurgo, organizó.
ligiosas del asunto, intereses imperialistas entre Francia y China. Aunque dominantes años atrás (la URSS y el mundo socialista estaban en absoluta decadencia mucho antes de su total defunción), los EEUU se embarcaron en una ofensiva política internacional tras la caída del bloque soviético. La Guerra del Golfo en los 90 no fue más que la revelación del “Nuevo orden mundial” (Chomsky) que se avecinaba. Y la antigua muralla europea con la que se protegía la Unión Soviética (Rusia), se convirtió en una punta de lanza de la OTAN. Parecía que duraría.
Conflicto social, por una parte, en referencia al auge del populismo como forma de hacer política, hecho que muestra la putrefacción de los sistemas democráticos occidentales. En clave zizekiana, a la “post-política” europea del consenso, de la Tercera Vía socialdemócrata, del “final” de la lucha de clases, le sucede la “ultra-política” (para Žižek, de extrema derecha) populista, del “nosotros” contra “ellos”, de la ruptura y de un supuesto anti-establishment.
Parecía. A día de hoy, la unipolaridad imperial no parece estar nada clara: el auge los BRICS, el papel de Rusia en Oriente Medio y Europa, la proyección cada vez más global de China, la progresiva deterioración de la Unión Europea, son factores que señalan las crecientes y posibles contradicciones inter-burguesas, inter-imperialistas. Contradicciones que podrían derivar en conflictos de mayor gravedad, haciéndonos pagar, como siempre, a nosotros, los pobres. La incertidumbre por lo que ocurrirá mañana es, pues, norma.
Guerra por otra, con los conflictos militares en Sira e Irak, en Ucrania, las intervenciones en Libia o en Yemen, o en otros territorios que no parecen interesar tanto al ojo público, como el caso de la República Centroafricana, país que está sumido en una guerra civil desde el 2012 y en las que se disputaban bélicamente, más allá de problemáticas re-
En lo que sigue de artículo, y para vincularlo con la creciente extrema derecha en Europa, voy a intentar esbozar el auge del ISIS en Siria e Irak, intentando situar el integrismo islámico como la ideología política que es, ignorando las caricaturizaciones que se dan: por una parte, la que sitúa a sus militantes como simples bárbaros o descerebrados, y
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por otra la que relega al fundamentalismo como una mera invención extranjera, estadounidense o de las monarquías del Golfo, por ejemplo. Para ello, me baso en el ensayo “From Paper State to Caliphate: The Ideology of the Islamic State” (Brookings), de Cole Bunzel. Analizaré también otros casos que pueden tener paralelismos al de los fundamentalistas islámicos. El texto de Brunzel nos expone los orígenes tanto fundamentalismo y el salafismo, del surgimiento del DAESH y su expansión, así como los diversos corpus ideológicos de las diferentes ramas existentes en dicho proyecto. Siguiendo lo que se explica en el libro se deduce que el fundamentalismo tiene origen en la entrada de la modernidad capitalista en el mundo árabe (junto con la caída del Imperio Otomano, cuyo Sultán hacía el papel de Califa del Islam). Así, en el Egipto de 1920 (controlado por el Imperio Británico), nacen los Hermanos Musulmanes, organización que veía la entrada de los occidentales como un problema flagrante, como causantes de la decadencia de la vida religiosa y tradicional de todo el mundo islámico. Más allá de ser una reacción al imperialismo en sí, la forma que adopta bien se podría leer como una reacción romántica al capitalismo, como una aspiración a volver a “los viejos y buenos tiempos”. Citando a los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista: “Dondequiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a «sus superiores naturales» las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre hombres que el frío interés, el cruel «pago al contado». Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta.” Y también: “La burguesía ha
desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero.” El nacimiento de DAESH por su parte se remonta a un división interna en Al-Qaeda, entre los sectores más radicales del salafismo (tendencia del islam que fundamenta el sistema ideológico del integrismo), pues pregonaban la necesidad de crear un “Estado Islámico en Siria e Irak para enfrentarse a Estados Unidos y a Occidente”, a diferencia de los sectores que defendían el terrorismo individual y, si se permite la expresión, seguían una actitud más “pragmática” con respecto a sus objetivos (en esencia similares a los de DAESH). El ISIS no nace o aparece misteriosamente en 2011 como se suele creer, sino que tiene antecedentes previos y ya en 2006 intentaron crear, de manera infructuosa, dicho Estado en Irak. De manera infructuosa, puesto que el líder del momento morirá en un bombardeo estadounidense y las diversas facciones yihadistas que operaban en el país no se unificaron, diluyendo la iniciativa. En cuanto al salafismo, es la vertiente más ortodoxa del Islam: los mayores enemigos del Islam no son tanto los occidentales o los europeos, sino los chiitas (algo llevado al extremo por el DAESH en divergencia con Al-Qaeda, más tolerante en este aspecto); que es una misión histórica e universal implantar la “Sharia” (ley universal), que la democracia es una herejía, etc. Sobre la obstinación sectaria con los chiitas, uno de los pretextos que tuvieron los fundamentalistas ya en 2006 es que Irán quería extender su influencia en Irak y Siria, y que por eso los suniitas de dichos países tenían que levantarse contra el chiismo (y, curiosamente, hoy los chiitas gobiernan en Irak). ¿Por qué irrumpe pues el ISIS en la tierra de “Sham” (Irak y Siria) a partir de 2011? Así como los Hermanos Musulmanes tienen su raison d’être en la presencia imperialista
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europea en el mundo árabe, así el DAESH gana fuerza por las intervenciones estadounidenses en Oriente Medio. Ante el vacío de poder que hay en Irak, la destrucción y las atrocidades cometidas en dicho país, junto con la guerra civil en Siria y la progresiva degradación del nivel de vida allí, los fundamentalistas tienen las puertas abiertas para acumular poder y militantes. Y es que de forma muy resumida, se puede interpretar que el Estado Islámico representa una alternativa para muchos musulmanes que viven en condiciones precarias, tanto en los países en guerra como aquí en Europa, de los que han partido muchos combatientes. En una entrevista de 2014 que Ana Pastor hizo en “El Objetivo” a un simpatizante del ISIS, se revelan las principales causas por las que un musulmán podría concebir el apoyar el salafismo: promesas de un mejor nivel de vida, de progreso económico. Por su parte, el entrevistado también señaló que “[…] este proyecto no se empezó para que se detuviera en ninguna frontera, es un proyecto para todo el mundo, definitivo”. Del panarabismo secular del siglo XX, al proyecto de un gobierno universal de la Sharia. Habiendo hecho un breve repaso de la génesis del DAESH, ¿qué otros casos de una reacción política de corte religioso encontramos en la historia para con “ellos” (opresores, occidentales, Estados Unidos, etc.)? Más allá de posibles casos en el siglo XX con tintes religiosos que podrían tener similitudes con los fundamentalistas (talibanes en Afganistán combatiendo al gobierno socialista, y financiados por EEUU), nos podemos situar también en China, en el siglo XIX.
En el país asiático se dio una guerra civil que duró 14 años (1850-1864), la llamada Rebelión Taiping. De manera resumida, se trató de un conflicto entre el Imperio Qing, cada vez más aperturista y coaligado con las potencias imperialistas (a las que se subordina desde las Guerras del Opio), y el llamado “Reino Celestial Taiping”, estado que surge en 1851 bajo el mandato de un misionero cristiano llamado Hong Xiuquan. Éste se consideraba un Mesías y hermano menor de Jesucristo. Fue tachado como herético por las principales ramas existentes del cristianismo. Más allá de la presencia europea y el servilismo de la monarquía a los estados occidentales, una serie de desastres naturales, los crecientes problemas económicos y sociales que hacían menguar la población, y el hecho de que los Qing fueran de una etnia minoritaria en el país, llevaron al auge de este movimiento cristiano, el cual recabó mucho apoyo entre los campesinos pobres del sur. Dicho proyecto de estado teocrático sacudió todo el país, ocupando amplios territorios en el sur del país, mediante una constante guerra de guerrillas y la movilización masiva de creyentes y seguidores del nuevo “profeta”, con cifras que llegan al medio millón de combatientes. El objetivo era implantar una teocracia cristiana en toda China, expulsando así a los decadentes monarcas Qing y a los imperialistas. Con la posterior intervención de Gran Bretaña y Francia, el suicidio de Xiuquan y la incapacidad del sucesor condenaron a la rebelión al fracaso. Las víctimas de la guerra se cuentan entre los 20
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“Cada ascenso del fascismo es testigo de una revolución fracasada” Walter Benjamin
millones. Aparte del caso Taiping, también podría mencionarse la rebelión campesina que dirigía Thomas Müntzer en las Guerras de la Reforma, siglo XVI, cuyo objetivo era el de restaurar la Iglesia, corrompida por los jerarcas eclesiásticos, con el apoyo del pueblo pobre y constituir una sociedad más justa e igualitaria, siguiendo la fe cristiana. Citando a Müntzer, cuyas palabras nos remiten a la idea de la “hipótesis comunista” de Badiou: “Mira, los señores y los potentados están en el origen de cada usura, de cada apropiación indebida y cada robo; ellos toman de todos lados: de los peces del agua, de las aves del aire, de los árboles de la tierra (Isaías 5,8 - Ayes sobre los malvados). Y luego hacen divulgar entre los pobres el mandamiento de Dios: “No robar”. Pero esto no vale para ellos. Reducen a miseria a todos los hombres, despellejan y despluman a campesinos y artesanos, y a cada ser vivo (Miqueas 3,2-4 - Acusación contra los dirigentes de Israel). Y para ellos, la más pequeña falta justifica el ahorcamiento.” Evidentemente, las tres situaciones expuestas, aunque tengan nexos que las vinculan, son totalmente distintas por el contexto: el DAESH nace después del siglo XX, después de la Guerra Fría y tras las cenizas del marxismo del pasado Ciclo, mientras que por lo que respecta a la Rebelión Taiping y al anabaptismo, no existía ni el proletariado, ni había surgi-
do el fascismo ni la modernidad burguesa como tal. A modo de conclusión, con respecto al fundamentalismo islámico, una cita de Walter Benjamin será muy apropiada: “Cada ascenso del fascismo es testigo de una revolución fracasada”. Y es que como ya se ha mencionado, en los países árabes donde ahora tiene presencia el fundamentalismo o movimientos integristas, antes existían gobiernos progresistas, con movimientos populares fuertes, que seguían la estela del panarabismo secular e incluso algunos, como Afganistán, eran directamente socialistas. Además, tanto en Irak como en Siria hubo gobiernos ba’ath, anti-imperialistas y con influencias marxistas. Ante la decadencia de estos proyectos y la situación de pobreza, opresión e inseguridad en los respectivos países árabes, los salafistas, al igual que los fascistas en su día (ayer, y tal vez hoy) se encuentran con unas masas desheredadas completamente de su ideología a las que envenenar, a las que embaucar. Aunque totalmente opuestos, populistas de extrema derecha y fundamentalistas, parece que a ambos les une la misma raíz: el capitalismo.
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Polonia i la Per Albert Badosa Roldós
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es de l’adveniment de la crisi dels refugiats i el seu tracte als mitjans de comunicació europeus que a Polònia hi ha hagut una forta reacció social. Així doncs, bona part de la societat (i política) polonesa gira al voltant d’eslògans com “Stop Islamizacji Europy” (no a la islamització d’Europa). La lectura fàcil de l’Europa Occidental en veure tics extremistes a Polònia és que és un país conservador i “de dretes”, i que els afecten els moviments d’extrema dreta que afecten altres països europeus. Hi ha, però, coses que fallen en aquesta lectura. Una primera curiositat és que Polònia no té refugiats i té una de les taxes d’immigració extra-europea més baixes de la Unió (a excepció d’ucraïnesos i vietnamites). Per entendre aquest discurs reaccionari i d’odi des d’una perspectiva més lúcida que la que tenen els mitjans de comunicació de l’Europa Occidental hem de radiografiar una mica el país eslau. Per començar, intentarem entendre el sistema de partits polonès, molt jove però molt robust. Després repassarem les dades bàsiques sobre la crisi dels refugiats i esdeveniments de la història polonesa per a entendre què hi passa. Finalment ens aferrarem als brins d’esperança que ens ofereix la societat polonesa amb el moviment del Dilluns Negre. LA POLÍTICA POLONESA: DES DE L’EQUILIBRI BIPARTIDISTA A LES ELECCIONS DEL 2015 Des de l’enfonsament del règim comunista (conegut com a PRL a Polònia, és a dir República Popular Polonesa) la política polonesa ha estat inestable fins l’any 2005, quan apareix el bipartidisme de la mà de dos partits de dretes, el PiS i el PO, que arraconen el tradicional partit socialista hereu dels antics comunistes (SLD). Des d’aleshores, el bipartidisme es fa fort i ambdós partits de dretes s’alternen en el govern fins avui dia. Els socialdemòcrates, que havien governat intermitentment des de finals dels ’90 fins el 2005, queden en minoria al parlament. Què són aquests tres partits, què signifiquen per als polonesos? PiS – Partit ultraconservador que governa actualment amb majoria absoluta. Literalment, “Llei i Justícia”. Fou creat el 2001, aglutinant sectors d’un espai democristià, conservador, catòlic, ultraconservador i ultracatòlic, amb tocs antieuropeus, patriotes i ultranacionalistes. Forma part de partits internacionals democristians i conservadors. És un
dels dos partits del sistema bipartidista polonès (iniciat el 2005). És un partit jove però consolidat, amb votants de totes les classes socials i amb un fort programa social relacionat amb els valors cristians i l’acció de l’Església que penetra als votants de classe baixa. Està molt vinculat amb l’Església catòlica polonesa, d’on treu i amb qui comparteix poder. Aquesta simbiosi afecta en l’ultraconservadorisme de la política del partit, artífex de les prohibicions totals de l’avortament del 2016, entre d’altres. El discurs actual del partit ha remarcat l’antieuropeisme i la xenofòbia, amb posicions anti-immigració (tot i que Polònia té sols vora un 3% d’immigrants). Atien el patriotisme i el concepte de la dreta polonesa “defensa nacional”. Els discursos violents són una tònica general en alguns dels seus representants. La seva força, doncs, rau en l’ultranacionalisme (que avarca la xenofòbia, l’islamofòbia i l’antieuropeisme) i l’ultraconservadorisme disfressat de catolicisme (que avarca els programes ultraconservadors i les fortes polítiques socials). També se l’ha considerat populista força cops (com amb la seva política de donar diners per a cada bebè). Aquestes polítiques són les que han fet que des de fora se l’identifiqui com un dels partits de l’extrema dreta europea en auge, i que Polònia sigui citada juntament amb Hongria, França, Finlàndia, Holanda i últimament Alemanya. Hem de destacar els bessons Kaczyński, Lech i Jarosław, per a acabar d’entendre el partit. Es diu que ells, amb gran carisma, són realment qui tenen tot el poder del partit. Lech, un dels bessons, va morir en l’accident d’avió que va matar tot el govern polonès el 10 d’abril del 2010. Evidentment el partit el va usar de mil i una maneres contra l’oposició i en favor seu, i les teories conspiradores han proliferat encara més que les d’Ángel Acebes per l’11-M. Des d’aleshores, es diu que Jarosław Kaczyński és qui governa el PiS i el país amb mà de ferro. PO – Literalment “Plataforma Cívica”. Aquest és el segon partit que conforma el bipartidisme polonès. És un partit de dretes de caire liberal i europeista. La seva política econòmica es defineix com a liberal o neoliberal, defensant la creació d’impostos més transversals per a poder eliminar-ne i la privatització d’ens públics (nombrosos a la Polònia post-“comunista”). Pel que fa a l’aspecte social, però, adopten una posició conservadora. Tot i així, són considerats una força progressista a Polònia, i reben més suport entre els joves. El partit inclou antics membres de partits hegemònics els anys ’90, com Solidaritat o la Unió
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crisi dels refugiats per la Llibertat. Van guanyar i governar a partir de les eleccions de 2007 (després dels escàndols de corrupció del PiS) i 2011, però el segon mandat va estar marcat per diversos escàndols de corrupció que els va relegar a un pobre 2n lloc a les últimes eleccions de 2015. SLD – Partit socialdemòcrata hereu del Partit Comunista Polonès (literalment Aliança de l’Esquerra Democràtica). Es va mantenir fort des de la caiguda de la República Popular Polonesa, arribant a manar entre 1993 i 1997 i després entre 2001 i 2005, i fins i tot guanyant amb el 41% dels vots les eleccions del 2001. Entre 1995 i 2005 el president del país fou el socialista Aleksander Kwaśniewski. Amb un electorat cada cop més envellit de nostàlgics del “comunisme” i amb una imatge de partit vell i de l’establishment que no aconsegueix captivar els joves (de tendència conservadora) el partit oscil•là al voltant del 10% dels vots a partir del 2005 (amb un bipartidisme ja consolidat) fins al fracàs de no entrar al parlament a les eleccions de 2015. Eleccions de 2015 Les eleccions parlamentàries del 2015 deixen un resultat inaudit: en primer lloc majoria absoluta del PiS i manteniment del bipartidisme, en segon lloc l’entrada amb força d’un partit polític de dretes, reaccionari i populista, i en tercer lloc, la desaparició total de l’esquerra del parlament per primer cop a la història recent de Polònia. Així, la socialdemocràcia hereva del comunisme que havia governat 10 anys fa no menys de dues dècades no entra al parlament, ni tampoc el nou moviment “Junts”, emmirallat en els moviments polítics post-15M com Podem (es presentaven en coalició). Amb tot això, el nou govern amb majoria absoluta fa un gir antieuropeista (només en el discurs, les ajudes europees són molt importants) i ultraconservador, alhora que atia el discurs de l’odi i l’ultranacionalisme. Darrera una primera ministra de perfil social, al govern hi trobem el ministre de defensa i altres personatges que van assistir a la manifestació de l’extrema dreta més gran de l’Europa de després de la caiguda del mur: unes 50.000 persones a Varsòvia l’11 de novembre de 2015. En aquesta manifestació, després de la cerimònia de celebració del Dia de la Independència, hi va assistir el president del país, Andrzej Duda, també del PiS, i alguns membres del govern. En l’obra de govern des del 2015 hi destaca la reforma educativa, de caire confessional i patriòtic, l’intent de pro-
hibició de l’avortament, l’erosió de la llibertat de premsa denunciada per organismes internacionals o mesures populistes com la de donar diners per cada fill que es tingui. POLÒNIA I L’EXTREMA DRETA, L’ISLAM I ELS REFUGIATS Polònia és un país on la immigració conforma només el 0,3% de la població, sent el país amb menys immigració percentual de la Unió Europea. El 80% dels immigrants que van a Polònia volen continuar cap a l’oest, i també el 80% ho són per motius econòmics. D’aquests, la gran majoria vénen de Rússia (entre ells molts txetxens) i d’Ucraïna, i també hem de destacar Vietnam (per les antigues relacions entre els governs comunistes d’ambdós països). De persones procedents de països com Síria, Afganistan o Eritrea n’hi ha al voltant de 1000 segons dades oficials. Amb la crisi dels refugiats, la Unió Europea va imposar l’any passat l’acolliment d’una petitíssima fracció de refugiats a cada país europeu. Molts països de l’est s’hi van negar. No pas Polònia (on sí que hi va haver el rebuig de certs sectors de la política). A Polònia només li tocaven 5082 refugiats, cosa que representa el 0,013% de la població polonesa (la segona xifra més baixa –després del 0,12 de Bulgària- i empatada amb Hongria i Croàcia). Polònia només té 11 centres per a refugiats amb unes 2000 places, 1500 de les quals ja estan ocupades, tot i que hi ha certa organització i protocols en aquest cas. El que cobreix l’ajuda polonesa, però, és poc (a banda de sostre i menjar), ja que només es dóna uns 30€ per a roba i uns 20€ per passar el mes. Tot i així, la Unió Europea dóna als estats membres diners per als refugiats (uns 64 milions d’euros per a Polònia fins al 2020). Dels refugiats que toquen a Polònia, es té constància que se n’ha acceptat 150 i que s’està a l’espera de 3 grups de 300 persones a arribar els pròxims mesos o anys. Polònia ha declarat haver gastat 3 milions d’euros en ajudes a refugiats sirians (Txèquia 7, Hongria 5 i Eslovàquia 4,5), mentre que Gran Bretanya i Noruega n’han declarat gairebé 3.000 milions. De tots els immigrants rebuts el 2016, només 38 van rebre l’estatus de refugiat (1 refugiat per cada milió de polonesos). És evident a tota Europa que no s’està fent res davant la crisi dels refugiats, i a l’Europa de l’Est encara més. Davant de tot això, i malgrat totes aquestes dades (que demostren que Polònia és un dels països d’Europa amb men-
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ys immigrants i menys musulmans), una part considerable de la societat polonesa ha reaccionat amb xenofòbia, racisme i islamofòbia davant de les informacions dels mitjans de comunicació. Com es pot explicar? 1. Ideologia dominant conservadora i nacionalista, que domina el discurs polític majoritari. 2. Sistema polític que dóna suport i fins i tot atia (en el cas del PiS sobretot) la xenofòbia, el racisme i la islamofòbia, així com l’ultranacionalisme, el patriotisme, l’ultracatolicisme i l’ultraconservadorisme. 3. Estigma nacional històrica polonesa. La visió de la història de Polònia és la d’un poble molt derrotat i perjudicat, cosa que d’alguna manera dóna dret o justifica l’odi als altres, no només als veïns (com els alemanys o els russos) sinó al concepte de l’”altre”. 4. Ultracatolicisme, que inclou la idea del catolicisme com a religió de la nació polonesa i signe d’identitat dels polonesos. Això és especialment influent en l’islamofòbia. Aquests 4 punts són una mena de retrat d’una part del que és Polònia. Se’n podria fer un doctorat sobre això, però no és el propòsit de l’article, simplement he intentat explicar la posició de Polònia envers la crisi els refugiats i la reacció del que ara es diu “la societat civil” tenint en compte la meva experiència en haver-hi viscut un any.
L’ESPERANÇA: MOVIMENT DILLUNS NEGRE El 2016 va començar el moviment dilluns negre. El moviment reprenia una sèrie de manifestacions en contra dels projectes de llei del govern polonès (sorgit de les eleccions del 25 d’octubre del 2015). Aquests projectes de llei pretenien prohibir i multar l’avortament, fins i tot en casos de malformació o violació. Moltíssimes dones poloneses es van aixecar contra aquest “infern per a les dones” (un dels eslògans de la campanya) i van organitzar protestes a la majoria de ciutats poloneses, que van durar tot el 2016 (en algunes ciutats hi havia concentracions cada diumenge). Això es va concretar el 3 d’octubre de 2016, l’anomenat dilluns negre (czarny poniedziałek, en polonès), un dia en què es va convocar una vaga general de totes les dones poloneses i manifestacions massives a més de 50 ciutats del país. Vestides de negre i acompanyades de molts homes, famílies senceres, filles, mares i àvies vestides de negre van sortir el carrer un dia de pluges a protestar pels seus drets. Aquesta protesta massiva, inspirada en la vaga de dones a Islàndia el 1975 (també anomenada dilluns negre) va sacsejar el país, i finalment el govern va paralitzar la reforma. Aquest fenomen ha estat un dels més nombrosos de la història de Polònia i trenca la idea d’una Polònia mesella i conformista. És una alenada d’aire fresc per tots aquells qui volen canvi i per a les generacions joves de polonesos. Serà interessant seguir la societat polonesa els següents anys què en queda d’aquest petit retrat que hem intentat esbossar.
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para saber mรกs
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para saber más
El evangelio fascista
libros
1936, cuando Falange permitió movilizar e integrar al conjunto de las fuerzas contrarrevolucionarias que daban apoyo a un ejército que, habiendo fracasado en su intento de golpe de fuerza, iniciaba una sangrienta contienda civil. La diversidad de fuerzas que se integraron en la sublevación acabó más adelante facilitando la oportuna desfascistización del régimen, convertido en un estado nacional-católico.
la evolución y pervivencia del fascismo en una cultura y unas condiciones económicas que le son hostiles, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días en dos países clave en el concierto mudial: Francia e Italia.
dictadura franquista podía haber dejado una base social y política favorable a la persistencia de este espacio. Este libro trata de responder a la lógica de esta ausencia.
La formación de la cultura política del franquismo (1930-1950)
Ferran Gallego. Crítica (Barcelona), 2014 Los debates acerca de la naturaleza política del régimen de Franco y de su relación con el fascismo se han movido casi siempre en el terreno del ensayo. Esta la primera investigación histórica seria que estudia una evolución que parte de la aparición del partido fascista español, entre 1931 y 1936,y nos lleva hasta 1949, cuando el debate sobre “el ser de España” entre Laín Entralgo, por una parte, y PérezEmbid y Calvo Serer, por otra, pretendió dar una legitimidad histórica al régimen, depurándolo de sus orígenes. En el centro de esta evoluciónse encuentra el proceso constituyente del fascismo español que se desarrolló a partir de
Una patria imaginaria
Por qué Le Pen
Ferran Gallego. El Viejo Topo (BarLa extrema derecha es- celona), 2002
Democracia y extrema derecha en Francia e Italia Ferran Gallego. Debolsillo (Barcelona), 2007 Publicada en 2004 por Plaza y Janés y Premio ex aequo de ensayo Así Fue, esta obra de Ferran Gallego analiza de manera brillante
pañola (1973-2005)
Ferran Gallego. Editorial Síntesis (Madrid), 2006 La ausencia de una extrema derecha organizada en España resulta paradójica por dos motivos. En primer lugar, por la aparición de una oleada de movimientos nacional-populistas en Europa desde los años ochenta, a los que no ha sido capaz de vincularse ninguna opción representativa en nuestro país. En segundo lugar, porque el período de
Más de cinco millones de franceses votaron a Le Pen como candidato a la presidencia. La alarma de su paso a la segunda vuelta, cuando superó a todos los candidatos menos al conservador Jacques Chirac, fue amortiguada por la movilización que durante quince días agitó al país, logrando un triunfo arrollador del espacio liberal-democrático sobre la opción que agrupaba a la extrema derecha...
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Islamofobia Santiago Alba Rico. Icaria (Barcelona), 2015 La islamofobia está hasta tal punto homologada que no puede resultar extraña, al calor de la crisis, la ascensión de partidos o movimientos de ultraderecha en Europa en las últimas décadas, desde Pegida al Frente Nacional francés, de la Liga Norte italiana al Vlaams Belang belga, del Partido de la Libertad austriaco al Jobbik húngaro, fuerzas rampantes que se nutren de las políticas gubernamentales y de las rutinas de los medios de comunicación. Los discursos políticos sobre tolerancia y Estado de derecho chocan sin parar con las leyes migratorias, las legislaciones de excepción y el uso liberticida y criminalizador que se hace de la «guerra contra el terrorismo». Los medios, por su parte, seleccionando siempre las imágenes más redondas y los clichés menos integradores, unas ve-
ces por ignorancia y otras por cálculo, facilitan la obra de los fanáticos y contribuyen a erosionar aún más las cláusulas sociales de la convivencia y los andamios mismos de la democracia. La islamofobia no es ni un exceso marginal ni un atavismo de las clases populares. Es tan evidente como el fútbol de los domingos; tan cotidiana como la tortilla de patata; tan general como el teléfono móvil; tan útil como una ganzúa; tan peligrosa como una bomba. Este libro analiza y profundiza en los mecanismos que la construyen y en las amenazas que alberga.
Islam y modernidad
Reflexiones blasfemas Slavoj Zizek. Herder (Barcelona), 2015 Ahora, cuando todos nos encontramos en estado de shock tras las matanzas en París, es el momento justo de reunir el coraje de pensar. Según Žižek, las manifestaciones apasionadas
generadas por estos hechos implican en el fondo un acercamiento de la sociedad a las fuerzas de orden y control. «La amenaza terrorista triunfaba así al lograr lo imposible: reconciliar a los revolucionarios del 68 con su peor enemigo, con el pueblo ofreciéndose a sí mismo para tareas de vigilancia.» Ahora bien, —se pregunta Žižek— ¿cómo hemos llegado a este punto? ¿Qué es lo que ensombrecen tales acontecimientos? Žižek trata en este ensayo cuestiones espinosas como el fundamentalismo religioso y el Occidente moderno, la libertad y la tolerancia, el papel de la mujer en el islam y en Occidente, sirviéndose, como es habitual en sus ensayos, de la teoría psicoanalítica lacaniana para su análisis de la política internacional y de la identidad de las comunidades religiosas.
Política e ideología en la teoría marxista
Capitalismo, fascismo, populismo Ernesto Laclau. Siglo XXI(Madrid), 1977 [...]También analiza la naturaleza del Estado burgués, como instancia política autónoma, en los países desarrollados, resumiendo y criticando las aportaciones de Ralph Miliband y
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Nicos Poulantzas, así como la polémica mantenida por ambos autores, sin olvidar la cuestión del fascismo y la ideología. Desde el desarrollo de la noción althusseriana de «interpelación» ideológica, el autor realiza un análisis de los mecanismos ideológicos del fascismo que culmina con la exposición y crítica del «reduccionismo de clase», error teórico que constituiría la otra cara del economicismo y explicaría la derrota del movimiento obrero frente al fascismo. Por último aplica las categorías así elaboradas a la construcción de un concepto de populismo capaz de explicar simultáneamente sus orígenes sociales y su capacidad de fascinación y movilización.
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