Revista voces de la memoria del tolima 99999

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VOCES La Memoria del Tolima

Revista del grupo LANCAN Director Andrés Gamboa Editora Leidy Yate Consejo editorial Laura Gómez Camilo Patiño Niccy Ruiz Portada Laura Valencia Diseño y Diagramación Laura Gómez

Editorial Llegamos a nuestra primera edición con el propósito de crear un espacio que permita dar a conocer las memorias que guardan los actores sociales del conflicto armado interno que se presenta en Colombia, pero este enfocado a nivel regional-local (Tolima), seguidamente dar reconocimiento aquellos espacios culturales pedagógicos que instruyen y benefician a la comunidad, pensándose dentro de un marco de postconflicto. Para esto se requiere la realización de un programa comunicativo crítico, sensato, reflexivo, ecuánime y académico que será reflejado en la revista donde se establecerán las historias contadas por las víctimas y los victimarios, en función de la intención de realizar periodismo de paz, ya que su concepción va más allá del cese de las hostilidades, y abarca aspectos como el clima de no violencia y los esfuerzos de la sociedad (especialmente de las bases sociales) para construir ambientes pacíficos. Consideramos que es pertinente escuchar las “voces” que dentro del marco oficial no estamos acostumbrados a escuchar. Este proyecto contribuye al desarrollo de la opinión pública en un país que necesita fortalecer sus puntos de vista para un concepto crítico sobre la realidad de la historia, obteniendo una mejor comprensión del entorno social, político, económico y cultural que se logra a través del conocimiento, no solo de un punto de vista sino de varios, cumpliendo a la necesidad de crear un espacio cultural y crítico. Por tal motivo queremos plasmar las acciones que a nivel regional adelantan las comunidades para la construcción de ámbitos pacíficos y de no violencia, recordando que el Tolima también fue y es un escenario del conflicto armado, cabe recordar que también es un lugar que reside a cientos de desplazados. Además de los agradecimientos al equipo de edición de la revista, este número le debe un reconocimiento especial a los profesores y los actores sociales, no sólo porque colaboraron en varias tareas de la publicación, sino porque fue una fuente importante de artículos y temas para esta revista. Leidy Yate Pacheco


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éditos  Crónicas. Rostros de la memoria - Lo que quedo atrás…………………………………………………… 4 Realizado por Niccy Ruiz. Estudiante de séptimo semestre de Comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

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“No quiero volver a mi finca”………………………………………. 6 Realizado por Laura Gómez. Estudiante de sexto semestre de Comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

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Un 20 de Julio………………………………………………………….. 8 Realizado por Niccy Ruiz.

 Semblanza - Los sueños no se rompen se transforman………………………… 10 Realizado por Diana Arias. Estudiante de Comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

 Letras - La guerra de las palabras………………………………………….... 12 Realizado por Carlos Arturo Gamboa. Magíster en Literatura. Especialista en Gerencia de Instituciones educativas. Licenciado en español y literatura. Docente Universidad del Tolima.

 Construir memorias para no repetir - Perdonar quien sabe, Olvidar menos……………………………… 14 - Realizado por Laura Valencia. Estudiante de séptimo semestre de Comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

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¿Es posible perdonar?.................................................................... 16 Realizado por Laura Valencia.

 Deconstrucción - Violencia y Política Salvaje…………………………………………… 18 Realizado por Pierre Díaz. Filósofo UN, Magíster en Estudios de la Cultura UASB Ecuador, estudios de máster-doctorado en Historia de América Latina UPO España. Docente Universidad del Tolima. pierrepomar@gmail.com

 Criterios - Lo que piden las victimas……………………………………………... 22 Realizado por Camilo Patiño. Estudiante de séptimo semestre de comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

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La maldad no perdona inocentes……………………………………. 24 Realizado por Laura Valencia.

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Noches en Vela…………………………………………………………... 26 Realizado por Laura Gómez.


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Por: Niccy Catherine Ruiz L. Estudiante de Comunicación social – Periodismo Universidad del Tolima

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ran las cuatro de la mañana del día viernes 25 de Enero, cuando la alarma del reloj anunciaba el inicio de una nueva jornada, recuerda la familia de Alicia, compuesta por Eliecer y sus tres hijos, quienes se preparaban para aquella ardua y larga jornada de trabajo que se requería cada fin de semana y que tenía como objetivo la producción de la panela que comúnmente sacaban a la venta el día del mercado, domingo. Doña Alicia junto a su familia estimaban que tenían una vida de reyes: “no había quién nos molestara, todo estaba a nuestro alcance, vivíamos felices”.

Doña Alicia, era la encargada de levantarse a encarar los oficios de la casa, diariamente se disponía a despachar sus hijos para la escuela, preparaba los alimentos para la familia y los trabajadores y realizaba las labores de casa. Hasta aquel 25 de Enero, ¡difícil de olvidar!, debido a la forma incomprensible, inesperada e injusta en la que fueron advertidos por un grupo al margen de la ley, “Abandone nuestras tierras. Tiene 24 horas para recoger lo que pueda y lárguense”. Esta es la sentencia que han recibido millones de colombianos tras más de cinco décadas de conflicto armado interno.


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Planadas es un apartado municipio del sur del Tolima que contiene el mejor Café del mundo así lo expresaron expertos de la Asociación de cafés Especiales de América, SCAA. Este tipo de reconocimientos son una especie de compensación para la comunidad, que desde 1964 empezó a sufrir los rigores de la guerra cuando las FARC se proclamaron como grupo revolucionario en Marquetalia, jurisdicción de Planadas. Desde entonces, los campesinos tuvieron que someterse al mando de esta organización, pagar vacunas y entregar sus hijos a las filas revolucionarias, Su habitantes tuvieron que huir si querían conservar sus vidas y la de toda su familia, sin mirar atrás. Pues frente a ellos veían todo lo que habían logrado construir durante tantos años, “¿cómo era posible que por alguien que no conociera de los esfuerzos y luchas que pasaba, tuviera que dejarlo todo?”, se pregunta doña Alicia, “si cada rincón de la casa, cada caña de azúcar o el motor del entable reflejaban el sacrificio y trabajo de muchos años, ¿cómo llegaban a decirle a uno que se llevaran lo más necesario y lo demás lo dejaran ahí? Si la finca, el negocio y la vereda habían proporcionado estabilidad y bienestar por tanto tiempo. Como si fuera ayer, doña Alicia recuerda ese día un joven de la vereda llegó muy temprano al solar donde estaba laborando la familia, su aspecto reflejaba la presencia latente de la misma muerte: su rostro pálido, más que el color de la casa, con las manos temblorosas y su voz entrecortada les anunció la muerte de siete personas a manos de un grupo armado a unos cuantos minutos de donde se encontraban.

Notificó cómo todos los habitantes de la vereda se estaban conglomerando en la carretera, partiendo para el casco urbano del municipio y la importancia de que ellos hicieran lo mismo si no querían ser los próximos en ser asesinados. Ante dicha sentencia Eliecer y Alicia, quienes se encontraban completamente impresionados por lo que estaba pasando, rápidamente organizaron la salida hacia la carretera, dejando todo atrás, pese al dolor que les embargaba. “Esa noche sentía la agonía generada por el abandono. Esa noche ya no se contemplaban las plantaciones”. Alicia, agobiada por el viaje, desalentada por todo lo que había vivido ese día y abrumada por la incertidumbre intentaba conciliar el sueño, asimilando que ella y su familia se habían convertido en alguien en que nunca pensaron en convertirse: desplazados. El sobrevuelo de naves militares, periodistas y ayudas humanitarias fueron las manifestaciones que al día siguiente se vieron en la población. Sin embargo, ninguna de ellas aplacaba la incertidumbre y desesperanza que gobernaba a las familias planadunas que fueron desplazadas desde sus tierras y parcelas. Hoy, muchos años después ya Eliecer ha partido de este mundo y a Alicia se le ve con una renovada esperanza por un futuro mejor, manifiesta no sentir ningún rencor por quienes les hicieron abandonar su casa y tierra, Agradece a Dios por las fuerzas que lograron mantener pese a las adversidades. Reconoce, sin embargo, que en la condición de desplazados “se lleva un dolor por dentro, una fatiga que a pesar de las ayudas, no se olvida”.


“No quiero volver a mi finca” Por: Laura Gómez Estudiante de Comunicación Social - Periodismo Universidad del Tolima

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o llegue hace veinte años al municipio de San Luis Tolima, me compre una finca en la última vereda de este municipio “Meseta” construí una casa de bareque y me fui a vivir allí con mi esposa y mi primer hijo que son oriundos de este municipio”, en esta vereda el territorio es plano, ligeramente ondulado y rematado en estribaciones montañosas, pasa el rio Cucuana que es el que divide a Meseta con Ortega. Relata don Gildardo, quién, además se compró un carro y empezó a trabajar cubriendo la ruta de los estudiantes de lunes a viernes, “me tocaba levantarme a las 4:00 Am para poder

llegar a las 6 Am a San Luis, lugar en donde debía descargar los jóvenes y luego recogerlos a las 12:30 Pm para llevarlos a su casa y poder seguir mi camino, pues en casa me esperaba mi familia y mi cultivo de maíz y arroz, así eran todos los días...”, Don Gildardo se queda un momento pensando, mirando al vacío y retoma, “ha pero por el carro me tocaba trabajar hasta en las noches, pues allí se encontraban las AUC y como yo tenía mi carrito ellos llegaban en las noches a obligarme a que los tenía que llevar a donde ellos dijeran, así continuaron los días, hasta que un día yo decidí sacarle el aire a una llanta para que cuando estos llegaran vieran el carro

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pinchado y no me obligaran a llevarlos y, así fue llegaron una noche y me dijeron Gildardo necesitamos que nos lleve a San Luis y yo les dije: -mano pero el carro esta pinchado, ellos revisaron y se fueron; así fue como logre dejar de ir a trabajar algunas noches”. Pasaron cuatro años, el contrato de cargar a los estudiantes se había terminado, la segunda hija de don Gildardo venía en camino, ahora tenía que dedicar a trabajar al jornal, aprovechaba los domingos, día en que los campesinos van a pueblo hacer el mercado para transportar a las personas hasta sus veredas mientras su esposa se quedaba en casa cuidando de los hijos, pero esto no bastaba para abastecer los

gastos, así que “mi esposa puso una venta de cerveza y gaseosa en la casa, la venta era muy buena pues los agricultores todas las tardes al salir de sus huertas iban y se tomaban su cervecita pa´ calmar la sed y así era como rebuscábamos la plática”. Una tarde a las 5:30, después de que llegara del pueblo, llegaron a la casa de 5 hombres, se sentaron y cada uno pidió una cerveza, cuenta Gildardo que después de unos minutos él sentio que lo encañonaron, “mis hijos estaban ahí cuando vieron que me cogieron ellos se

metieron y yo al ver que ellos estaban ahí no pude forcejear con esos hombres me toco ya darme al dolor; entonces me cogieron, me patearon y luego nos amarraron, me iban a violar a mis hijas, pero yo les suplique que no, que hicieran con migo lo que quisieran pero que a mis hijas no les hicieran nada; nos hicieron muchas cosas que es mejor no recordar”.

Aquellos hombres aprovecharon y les usurparon los marranos, las gallinas, el ganado,…los ahorros; él y su familia duraron toda la noche amarrados y cuando ellos se fueron, su hijo Javier junto a la niña se pudieron soltar, luego ellos desamarraron a cada uno. “En ese momento lo único que hice fue dirigirme al municipio de San Luis, hablar con las autoridades, luego ellos prosiguieron a la investigación, después de 4 meses los encontraron, ¡gracias a Dios, por fin se hizo justicia!, a ellos los cogieron en Ortega”. Estos hombres hacían parte del Frente 21 de las FARC, hoy se encuentra en la cárcel de Picaleña aún en proceso para que paguen una condena por lo que nos hicieron. Entre 1999 y 2001 el grupo de Me vine a vivir al Ramón Isaza tuvo pueblo de san Luis enfrentamientos violentos en donde la alcaldía con el Bloque Tolima, que me dio una ayuda contaba con el visto bueno por dos meses y ya de Carlos Castaño. luego una gran amiga me ofreció su casa para vivir y aquí estoy viviendo en este finca agradecido con ella y pidiendo de que me reubiquen en alguna parte porque yo a la finca de Meseta no quiero volver.


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UN 20 DE JULIO Por: Niccy Catherine Ruiz Estudiante de comunicación social – Periodismo Universidad del Tolima

A veces a Carmen Torres de 61 años de edad, le pasan escalofríos por todo el cuerpo, y de su mente no sale la misma pregunta, aquella a la que aún después de tantos años no le encuentra una respuesta, “¿por qué lo mataron?”. El municipio de Aipe se localiza en la puerta de la entrada al departamento del Huila, sitio que ha contado con una presencia histórica de las FARC desde los años sesenta; es así como nace una historia más de víctimas del conflicto armado. Es la tarde del 20 de julio del año 1992 y un grupo armado ataca el peaje de El Patá, jurisdicción del municipio de Aipe, sitio donde miembros del frente 17 de las FARC se encontraban paralizando el transito durante varias horas, lanzando granadas y destruyendo todo el lugar. Allí arribaron rápidamente tropas del Batallón de Artillería Tenerife, los cuales tuvieron que enfrentarse abruptamente con el grupo subversivo. En ese momento Julio Cesar Turriago se encontraba en ese reten esperando a que dieran vía para poder seguir su recorrido. Pero lo que no sabía era que hasta ahí llegaría su camino. Julio Cesar tenía dos hijos y a su querida esposa, Carmen, quién dice que quizás Julio fue una víctima más porque tal vez lo confundieron con un guardaespaldas ya que era robusto, alto y tenía un rostro

imponente. Aquel día Julio Cesar se disponía a viajar de Neiva la capital del Huila, donde se encontraba hace 4 días distribuyendo productos para la empresa en la que trabajaba, a Ibagué la capital del Tolima, donde se encontraría con su familia que lo espera con mucho anhelo con sus dos pequeños hijos varones, quienes no veían la hora de estar junto a su papa. “Él venía viajando en un bus intermunicipal y como si la muerte lo llamara iba sentado al lado de un Sargento segundo del Ejercito Nacional”. Carmen con peso y tristeza en su mirada relata: “los testigos afirmaron que el grupo guerrillero paró el bus en el que venía Julio y rápidamente subieron tres


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de ellos como si supieran a lo que iban, de primero iba una jovencita no mayor a 15 años, en su mano llevaba una pistola, todo pasó en segundos, le disparó primero al sargento y luego le puso fin a la vida de mi esposo”; él recibió 2 tiros en una pierna, uno en un hombro y otro en el pecho, justo en el corazón. Al lugar llegaron varias ambulancias y en una de ellas Julio Cesar fue trasladado al el hospital departamental San Antonio, de Pitalito, en donde llego con bajos signos vitales,…horas más tarde falleció.

“No sé de dónde saqué fuerzas para hacer el sepelio de mi esposo pues no teníamos en ese entonces el dinero para darle su santa sepultura, por lo tanto me toco buscar ayuda, yo creo que fueron mis dos hijos, tenía que ser fuerte por ellos y para ellos…A mi esposo me lo entregaron envuelto en unas bolsas negras, en el hospital no se atrevieron a tocarlo, tal vez tenían miedo porque lo había matado la guerrilla, nos tocó darle el últimos adiós y enterrarlo así como lo entregaron, no pudimos ni verlo por última vez”.

Pero no solo ese día falleció mi esposo también murieron dos miembros de este frente, entre ellos una mujer que fue arrollada por sus propios compañeros. De igual manera resultaron heridos, un voluntario de la defensa civil, un jefe de seguridad y un menor de edad. Debido a este ataque la comunicación vía terrestre entre los departamentos de Huila y Caquetá por la carretera Pitalito – Mocoa, completó 72 horas interrumpida a consecuencia de amenazas del mismo grupo subversivo.

Desde ese hecho Carmen no volvió a ser la misma, al Igual que otras personas, el conflicto marco la historia de vida de muchos campesinos, trabajadores, civiles, soldados y familias, pues el dolor y la ruptura que se presenta al tener que cambiar completamente su estilo y proyecto de vida por culpa del conflicto armado que transgrede lo que se ha construido. Carmen vivía en Santa Isabel municipio del Tolima, ahora madre y cabeza de familia, quién dedicó su vida a trabajar para mantener a sus dos hijos.


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Los sueños no se rompen, se transforman. Por: Diana Arias Estudiante de Comunicación Social y Periodismo Universidad del Tolima

Al flaco siempre se le ve sonriente. No es un top model pero es buena gente, eso sí. Podrías llegar a quererlo en tan solo un segundo. Baila, rapea, canta, actúa, analiza y juega futbol como una estrella. Incursionó en los medios gracias a la Comunicación Social y sus talentos, pero ser futbolista era su objetivo. Su historia se cuenta en este país donde los sueños no se acaban, se transforman. Wilmer Bermúdez tiene 25 años y nació en el Hospital Federico Lleras Acosta, lugar donde su padre trabajó como técnico operario de máquinas en calderas, hasta el día en que el gobierno Nacional decretó que todos los empleados afiliados a cooperativas de trabajo tenían que ser liquidados y por supuesto, despedidos. La liquidación de 27.000.000 le permitió a Don Saúl comprar una vieja camioneta y una finca en la Vereda la Flor vía San Bernardo. Durante casi ocho años Wilmer trabajó en la finca de sol a sol, que sin perder de vista sus sueños siguió jugando futbol en el potrero de al lado, soportó “juetazos” por desobediente, iba al colegio rural y pensaba que algún día jugaría con la selección. Sin embargo sus expectativas disminuían porque la “platica” ya no alcanzaba y Doña Gloria,


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su mamá, daría a luz a su sexto hijo. Sofía del Pilar quien nació con Síndrome de Down, quién tuvo que soportar una cirugía a corazón abierto, procedimiento de altísimo riesgo y costoso, pero que afortunadamente el Estado la cancelo. Irónico. Pensar que el mismo Gobierno que los desamparó en un pasado ahora le daba una oportunidad de vida a Sofía. Habiendo superado las adversidades, Saúl, su padre, puso a trabajar el carro que tenían en el transporte de personas, cubriendo la ruta Ibagué – San Bernardo. Un día, mientras Wilmer viajaba con él, cerca de la vereda, visualizaron un auto estacionado en la mitad de la vía. Cuando de repente aparecieron cuatro hombres encapuchados. Algo raro estaba pasando, pensó Wilmer, “ellos se acercaron, pincharon el carro, nos bajaron a todos nos robaron.” ¿Quiénes eran? Ni siquiera él lo sabe. “Ese día a mi padre se le lleno el alma de dolor, pues él había decidido no comprar la leche que cada cuatro días gastaba Sofía y que costaba casi todo el dinero que él conseguía en su trabajo”. La crisis económica que duró ocho años, los obligó a vender la finca y el carro, dinero que se fue gastando en cuestiones domésticas. Discusiones familiares fuertes tuvieron lugar en esta etapa, en la que se comía plátano, yuca, arroz y poca carne. Como dice el flaco “a punta de bienestarina” pero como ningún mal dura cien años, Wilmer se graduó del colegio, su papá se consiguió un dinero y viajaron de nuevo a Ibagué para vivir en el barrio Modelia. Nuevamente se llenaban de esperanza. Algún tiempo después a su

padre le notificaron la pensión y regresó los ánimos arriba. Sus hijos que ya trabajaban pagarían los gastos del hogar mientras a él le pagaban su primera pensión, porque una cosa es que en Colombia se notifique una pensión otra que se la paguen después de muchos años de trámites. Wilmer se la pasó trabajando y no pudo entrenar como quería. A sus 17 años, la posibilidad de jugar profesionalmente se cerró porque ya tenía la edad límite que exigía la liga. Aun con cierto grado de frustración no perdió la esperanza de llenar su vida de futbol. Por eso con lo que ahorró de su trabajo pagó la inscripción a comunicación Social y periodismo en la Universidad del Tolima y afortunadamente fue seleccionado. Wilmer recuerda haber tenido un sueño desde niño. Le he preguntado si el realmente está viviendo el suyo y como muchas otras personas, me ha dicho que no precisamente. Él Anhelaba con pasión ser jugador de futbol profesional, pero las cosas con su familia no salieron del todo bien. Sin embargo comunicación social y periodismo le ha permitido replantearse su meta. Con plena seguridad cree que algún día ejercerá como periodista deportivo para estar más cerca del balón. Aunque Wilmer y su familia fueron víctimas de la pobreza, la violencia y la desigualdad en Colombia piensa que aún hay posibilidades de un cambio, que éste solo puede generarse en los corazones de aquellos que no pierden la esperanza.


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LA GUERRA DE LAS PALABRAS Por: Carlos Arturo Gamboa B. Docente Universidad del Tolima

Las palabras también estuvieron en guerra. Batallaron. Se hirieron entre sí. Se desangraron en las largas noches de invierno mientras paseaban las montañas en busca de refugio. Las palabras se juntaron y conformaron largas oraciones de odio. Enunciados sobre la desolación. Frases hirientes y maltrechas seducidas por la sensualidad de la guerra.

Un día se reunieron las oraciones y conformaron ejércitos de insultos. Enormes párrafos enceguecidos por extrañas formas de pensar de donde fueron excluidas algunas palabras: otro, diferencia, pensar distinto, libertad de ser, vida, justicia, equidad; todas ellas fueron expulsadas del paraíso letal de las confrontaciones. ¡Muere o vive como en


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este párrafo se enuncia!, decían entonces los evangelios de la sangre.

Parecíamos estar condenados a la historia eterna de la sangre.

Y cada día eran más.

Pero un día una palabra bajó de la montaña. Dijo estar cansada de cosechar odios. Descargó sus manoplas sobre el césped y se declaró palabra desarmada. Buscó las otras palabras en conflicto. Temió su muerte. Fue puesta en el anaquel de los juicios y durante días explicó su huida a los campos, acosada por la miseria y las angustias. Relató su largo periplo bajo las bombas de los amaneceres. Narró sus errancias por las lomas de un país en donde los sueños se canjearon por reliquias. Habló del hambre.

De las ciudades llegaron las palabras urbanas, traían en sus bolsillos dagas nocturnas, rifles de pesadumbre, metrallas de venganza, puños de ira y desolación. Se juntaron con los afluentes que bajaban de las montañas buscando en los parajes el sonido del desamparo. Al encontrarse formaron grandes páginas de guerra para escribir una historia milenaria de atrocidades. Entonces vivimos la profunda noche del libro de la guerra. El cementerio de las palabras creció en tal magnitud que se hizo necesario derribar las casas del pueblo para tener en donde enterrarlas. Algunas fueron arrojadas a los ríos, otras decapitadas con fraudulentos diccionarios ensangrentados. Los señores de las sombras se hicieron expertos en entrenar cocodrilos para que sus fauces dieran cuenta de los fonemas de la libertad. Algunas palabras fueron arrojadas a los fosos de las serpientes para que el veneno matara sus significados. De noche se escuchaba, en la lejanía, el ronronear de las motosierras despedazando palabras. Todos enloquecieron y los campos quedaron baldíos.

Las demás palabras escucharon su relato y tuvieron que hacer gestos para no llorar. Todas habían sido laceradas por la historia del odio. Todas recordaban una palabra pariente enterrada en un lugar lejano. Todas habían perdido algo. Entonces desataron la palabra desarmada. Antes de partir les dio las gracias y se marchó por el asfalto tarareando tonadas extrañas en aquella cartografía del odio. No la hemos vuelto a ver, lo único que se sabe es que desde aquel día en que fue puesta en libertad la palabra desarmada, nuevos vientos soplan sobre la llanura y las flores han vuelto a crecer en los cementerios.


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Por: Laura Valencia Estudiante de comunicación social y periodismo Universidad del Tolima

María Nancy Saldaña es una valiente mujer de 45 años que a pesar de los momentos difíciles que ha tenido que pasar a lo largo de su vida, hoy es una mujer trabajadora que fabrica a mano calzado para dama y se muestra como una mujer feliz. Quién se la tope en el camino no creerá por todo lo que ha tenido que pasar, la de ella es la historia más desgarradora que he podido escuchar y que al mismo tiempo sentí al ver sus ojos que se entristecían pero que al mismo tiempo se hacían fuertes mientras me contaba su historia. El conflicto armado en este país sin duda alguna le cambio la vida a ella y a su

familia, María Nancy vivía en Honda Tolima hace 16 años junto a su esposo y sus dos hijos, tenía un negocio de mazamorra con once empleados de los cuales le mataron dos; pero esto fue solo el comienzo de la tragedia de esta mujer. En las partes de este país que son “territorio” de la guerrilla es habitual el cobro de la “vacuna” a los propietarios de negocios para que puedan trabajar libremente y por su “seguridad”. María Nancy no se salvó de esto, pero ella no podía pagar la suma que le pedían y por esta razón le secuestraron a su esposo, quién duro retenido menos de un mes, Nancy recuerda que en esta ocasión el


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secuestro fue para hacer investigaciones sobre los bienes materiales tenían, y que podían sacar de eso, finalmente cuando vieron que solo tenían el negocio de mazamorra lo soltaron; de ahí en adelante duraron un año pagando vacuna pero una cuota muy mínima, el problema estuvo cuando les empezaron a exigir más y ellos no pudieron pagar. Al año del secuestro de su esposo y de ser soltado, volvieron y se lo llevaron pero esta vez lo desaparecieron. “A mí me amenazaron me sacaron corriendo, me dijeron que me daban 48 horas para que saliera con una mano adelante y la otra atrás, lo único que me dejaban sacar era a mis hijos” relata María Nancy. Ella no volvió a saber nada de su marido, hasta que 5 años después la fiscalía la llamó a una audiencia. Le toco trasladarse a la ciudad de Bogotá el 17 de Agosto del 2006, para cumplir a la citación. “Gracias a Dios yo fui sola” dijo María Nancy, pues al llegar allá se dio cuenta que la audiencia era con el hombre que le mató al esposo, Nancy lo relata con valentía, pero sus ojos delatan el dolor que lleva y la herida que no se ha cerrado, tuvo al asesino de su esposo tan cerca que podía sentir su respiración y él mirándola a los ojos, le relato paso a paso la forma cruel con la que lo mato, “me dijo: su esposo fue secuestrado, acribillado, a él se le metieron 6 tiros, se descuartizo, se metió en una bolsa rallada de más o menos

40cm por 30cm y se tiró al Rio Magdalena, ¿que más quería usted saber de su esposo?” con los ojos aguados ella nos contó cada palabra que ese hombre le dijo sin piedad alguna. “En ese momento se me hizo el mundo tan chiquitico, yo lo único que quería era matar a ese señor” dice María Nancy. “Cuando salí de ese shock me di cuenta que era un muchacho de 20 años y yo le pregunte que si tenía familia y él me dijo que no, yo le dije: gracias a Dios porque usted no se puede imaginar en la situación que dejo a dos niños que no veían sino por el papa”, contaba María Nancy, quién tampoco sabía cómo le iba a decir eso a sus hijos. Hoy María Nancy nos cuenta que es la hora y sus hijos no saben la verdad, ella solo les dijo que a su padre lo habían matado pero les omitió de qué forma lo hicieron, “mis hijos no tienen ni idea de lo que yo viví y de las imágenes que vi de mi esposo cuando fueron proyectadas allá, eso es algo que jamás voy a olvidar” Hoy María Nancy nos dice que además de la muerte de su esposo, hace cuatro años una bala perdida le mató el mayor de sus hijos y ahora solo le queda el hijo menor que con 20 años de edad no ha tenido una vida fácil. “perdonar quien sabe, olvidar menos, es algo que a uno nunca se le borra ni de la mente ni el corazón”


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se podía escapar por más doloroso y difícil que fuera”. A medida que su hija fue creciendo, el miedo de que se la llevaran también crecía. Hasta que llegó el día que escucho un rumor de que la próxima niña que se llevarían era su hija. Rumor que la llevo a tomar medidas para proteger a su hija, el 4 de Abril del 2011 tomo una decisión que les cambio la vida pero que al mismo tiempo salvo la vida de su hija.

¿Es posible perdonar? Por: Laura Valencia Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Universidad del Tolima

Para Lida Mayerli cuando le hablan de la vida del campo recuerda momentos de una vida de tranquilidad, ella vivía junto a su pareja y su hija en el corregimiento de Llanitos Parte Alta, en una finca que cuidaban y en la cual lo tenían todo; pero con el tiempo esta tranquilidad se fue acabando, pues recuerda aquellos veces en que la guerrilla se llevaba a los niños de las fincas aledañas, “era algo que todos ya sabíamos, parecía un suceso por lo que teníamos que pasar, era algo de lo que no

“Uno no recibe amenazas, si a uno le dicen las cosas es porque, ya, así son, le llegaron y adiós”, relata Lida ante esta situación que ya habían vivido muchos del mismo lugar y de lo que ella se logró escapar. Tuvieron que dejar los animales que con tanto esfuerzo consiguió, solo sacaron lo que les cupo en unas pocas maletas, dejaron además la vida que llevaban, sus amigos y el trabajo, pero todo esto no era nada comparado con evitar a que se llevaran a su hija. Ellas llegaron a Ibagué a hospedarse en la casa de una amiga, a Lida, al igual que a muchas personas en esta situación, le tocó empezar a rebuscarse, mirar que hacer para sacar a su hija adelante, además las necesidades no paraba. Hoy, varios años después, Lida tiene un techo para ella y su hija, trabaja como madre comunitaria del barrio donde vive y ama esta labor, por otro lado su hija ama la vida de ciudad y no se imagina en una vida de campo, ella estudia y trabaja, lleva una muy buena relación con su mamá, juntas luchan día a día por salir adelante y dejar atrás este hecho que sin dudas marcó sus vidas.


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Quizás no todos hayan pasado por esto, pero aun así escuchar relatos como el de Lida en este país no es tan raro, a veces es más común de lo que imaginamos. EL PERDON Y EL NO OLVIDO “Por más de que uno diga yo los perdono, uno los perdona de dientes para afuera pero de dientes para adentro no, no más póngase usted un momentico, de usted tenerlo todo hoy y en un instante estar en la calle sin saber qué hacer, saber que en ese momento todas las puertas están cerradas, todas”, dice Lida mientras en su mirada se ve el dolor que lleva. “Todo el mundo dice: es que ellos tienen que perdonar. Eso es una gran mentira. Uno dice yo los perdono pero hay X o Y motivos que le recuerdan lo que paso y usted lo primero que dice es: yo tenía esto, yo sería eso, si a mí no me hubiera pasado esto yo ya hoy en día tendría tantas cosas, pero a verse hoy en día que está con una mano adelante y la otra atrás,

dígame si eso no da mal genio” continua Lida “yo sería otra persona, no con plata, pero si con una estabilidad que hoy no tengo finaliza Lida. Si bien perdonar es difícil, olvidar es imposible, Lida este tema no lo quiso tratar muy a fondo pero si dejo claro que ella, nunca olvida.


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Violencia y política salvaje En el segundo semestre de 2009 conocí un antropólogo de la universidad Nacional de Colombia que se afirmaba como fiel seguidor de Álvaro Uribe Vélez. Este antropólogo sostenía que el gobierno iniciado en el 2002 era lo mejor que la había pasado a este país y argumentaba que la grandeza de esa presidencia se sustentaba en que Álvaro Uribe era el fiel representante del ser colombiano: hombre aguerrido de mano firme y corazón grande. Cuando le pregunté al antropólogo por qué lo veía así, me respondió con un ejemplo: “Es que este país necesita gente así. Yo quiero ser como mi abuelo. Que todas las tardes se sentaba con escopeta en mano listo a dispararle al primer hijueputa que se le quisiera meter a la finca. Porque es así, así es el colombiano y así es la gente”. Luego de la primera guerra mundial y sufriendo la persecución nazi, en 1932 Albert Einstein está preocupado porque presiente que una nueva guerra se avecina. Decide escribirle a Sigmund Freud solicitando alguna respuesta que evite una posible situación bélica entre los pueblos europeos y le pregunta al padre del psicoanálisis sobre los motivos para que el hombre decida destruirse a través de la guerra. Einstein encuentra tres inconvenientes para evitar la guerra: la ciencia moderna, el apetito de odio y destrucción del hombre y las elites –a las que denomina “pequeña camarilla”- para las que la guerra es un negocio

Por: Pierre Edison Díaz Pomar FCHA-UT, ASPU beneficiador de sus intereses particulares. Sobre la que pregunta, “¿cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos?”, él mismo se responde: “la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa (…) también la iglesia. Esto les permite organizarse y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento”. Es una razón válida pero insuficiente para cualquier país en guerra, pues diríamos, complementando a Benjamín, que la gente después de la guerra no solo queda muda sino que la gente en el periodo de guerra ya está siendo enmudecida. Como la guerra nos incapacita para intercambiar experiencias, con tal de garantizar unos mínimos de existencia lo más sencillo es adoptarnos al discurso dominante sobre la guerra impuesto, sobre todo, a través de la violencia de las armas, sin olvidar que las causas de las guerras son múltiples así como las razones de los guerreros. En el caso de Colombia la guerra convirtió a sus protagonistas en expresadores de un lenguaje que dice sin palabras, es la mudez activa que silencia la voz de una comunidad violentada por guerreros múltiples. Para Freud el derecho es el poder que tiene la comunidad contra la violencia del único, aunque sabe que en la realidad las


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cosas funcionan de manera distinta pues los poderosos son los que hacen el derecho para su conveniencia afectando a las mayorías. Hay violencia cuando esas minorías quieren sobreponerse al derecho y también hay violencia cuando las mayorías exigen una igualdad de derecho. La sublevación de ambos bandos busca consolidar un nuevo orden de derecho. Pero hay una vía pacífica para llegar al nuevo orden y es, propone Freud, “la modificación cultural de los miembros de la comunidad”. Aunque ciertas teorías neurobiológicas plantean que la teoría freudiana de las pulsiones es errónea, su propuesta de la salida de la guerra por la vía pacífica de la cultura sigue siendo importante en la actualidad y concretamente en el caso colombiano pues la historia parece insistir en que cada vez que se busca la pacificación a través de la guerra lo que se obtiene es la continuidad y ampliación devastadora de la misma, de ahí que sean las pulsiones eróticas capaces de generar vínculos e identificación lo que permita que la comunidad viva en paz. ¿Pero cómo Freud cree en eso cuando está convencido de que la sociedad es innatamente desigual? En este punto me parece que la paz de Freud se parece a la paz del actual gobierno, de los empresarios y de los medios de comunicación: todos nos amaremos aunque vivamos en la más completa desigualdad. Las masas heterónomas constituidas como súbditos necesitan de unos conductores que educados en la dictadura de la razón harán real la unión “más perfecta y resistente entre los hombres”.

Al final, es el desarrollo intelectual y la interiorización de la inclinación a agredir lo que va a permitir a Freud pensar en la imposibilidad de la guerra como vía para vivir en sociedad.

Política salvaje La noción de sociedad abigarrada del pensador boliviano René Zavaleta Mercado nos sirve para decir que en el caso colombiano nos encontramos con una sociedad históricamente estructurada por la dominación colonial, por el desarrollo del capitalismo y también por formas sociales y políticas anteriores a la conquista. Esta realidad histórica compleja ha incidido en que hasta el presente perduren, aunque no sean las únicas, dos temporalidades que sostienen entre sí relaciones tensas en su mayoría disímiles: una temporalidad agrícola y una temporalidad colonial capitalista. Este hecho, permite a René Zavaleta hablar de un estado aparente, es decir, “un poder político jurídicamente soberano sobre un territorio pero que no tiene relación orgánica con aquellas poblaciones que pretende gobernar” (Tapia, 2002: 307). Antonio García Nossa, amigo de René Zavaleta, nos hablará de un régimen señorial hacendatario empotrado en las instituciones estatales, en la economía y en la sociedad. Los dos autores concuerdan en que es un absurdo pensar que las transformaciones sociopolíticas y económicas definitivas para vivir en une democracia anti señorial y hacendataria van a venir patrocinadas y autorizadas “por las clases contraloras de la riqueza y


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el poder” dependientes “de las modernas estructuras de dependencia externa (…): consorcios, multinacionales, inversión privada directa, corporaciones de asistencia financiera y tecnológica” (García, 2013: 38). La constitución de 1991 establece que este es un país diverso y estoy de acuerdo: aquí además de afros, indígenas, comunidad LGBTI, encontramos latifundistas tradicionales y emergentes, burguesía industrial y agroindustrial, burguesía burocrática, burguesía bancaria y financiera. Todas estas burguesías constituyen una diversidad dominante que conforma todo un proyecto de modernidad tradicional. El multiculturalismo dominante desde 1991 definió la agenda de la resistencia: la cultura, la minoría y la identidad se convirtieron en las nuevas luchas sociales condicionadas por la inmediatez de la exigencia. Una agenda pensada para las sociedades europeas fue adoptada en el caso colombiano olvidando que el Estado de bienestar presente en varias de las sociedades europeas que había garantizado varios de los derechos establecidos en el agenda política de la modernidad, en el caso colombiano seguía siendo uno más de los proyectos postergados de la modernidad. ¿Acaso en Colombia ya se había garantizado salud, educación, empleo, tierra, vivienda, igualdad, libertad y justicias para la población?, No. Encontramos unas relaciones sociales que reproducen el orden social dominante; hay otras relaciones que atendiendo a la descomposición y agotamiento generado por el orden social establecido deciden

romper con las relaciones dominantes. Es ahí cuando la relación se hace salvaje y es ahí cuando emergen las luchas culturales. Pero esta lucha cultural no es culturalista sino que al pensarse desde la ruptura política con el orden social establecido lo que quiere es romper a través de otro orden resultado de la articulación de luchas históricas con las emergencias y realidades del presente. Por eso es una lucha política pues piensa en la organización, gobierno y dirección de su proyecto cultural. Siguiendo a Luis Tapia tenemos que “la política salvaje es una acción más allá de las instituciones existentes que contienen algún grado de monopolio y desigualdad”, “un conjunto diverso de prácticas que no se realizan para organizar y reproducir la dominación, sino que más bien se despliegan para cuestionarla, atacarla y desmontarla” (2008:112), es decir, una forma de desorganización y desestructuración del orden social capitalista y otras formas de dominación a través de maneras insurgentes de organización político-administrativas. La guerra financiada por hacendados, empresarios nacionales y multinacionales y que ha contado con el beneplácito de todos los gobiernos de turno, ha sido contra todo proyecto político y sector social que ha querido pensar y hacer el país desde una noción de democracia más cercana a la realidad del pueblo y más alejada de la concentración de la tierra, el latifundio, la riqueza y el favorecimiento de elites políticas y económicas. La violencia latifundista, la masacre de poblaciones enteras y el exterminio


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sistemático de líderes políticos, mujeres, y campesinos en provecho de los intereses de los sectores dominantes han generado la movilización y organización política de sectores diversos a lo largo de la historia del país. Hay una inflación mediática que pronostica la paz después de las mesas de negociación de la Habana. Después de ese encuentro entre voceros de las FARC y el gobierno nacional lo único cierto es que el país iniciará el periodo de pos negociación, que de ninguna manera se parece al denominado posconflicto. Por supuesto que va a empezar la paz, pero la paz tal cual la piensa Juan Manuel Santos, los empresarios nacionales y las multinacionales extranjeras que, sin duda, generarán un gigantesco crecimiento económico en el país inversamente proporcional a la pauperización de las condiciones de vida de la mayoría poblacional colombiana. Tenemos que descapitalizar la idea de la paz porque en los discursos de RCN, Caracol, el grupo Prisa, CNN sobre el tema lo que se tiene es un proyecto que interesa precisamente porque hace parte del proyecto civilizador del capital. Sería horrible que se rompiera la posibilidad del diálogo, de la lucha, el conflicto entre dos razones y que todos termináramos hablando el lenguaje de la paz edulcorada. Hay que salvajear la paz capitalista porque es una falsa calma, una falsa tranquilidad donde, como siempre, la ficción de la politiquería tradicional es más fuerte que la realidad. El proyecto de paz de los sectores dominantes es una paz

neoliberal, lo que significa la posibilidad de restablecer el poder absoluto tanto política como económicamente. No quiero que se confundan: estoy de acuerdo con los procesos de paz, hay que apostarle a esa entelequia política, pero estoy totalmente convencido de que tendremos por lo menos dos lustros más de proyecto neoliberal, se firme o no se negocie la paz en la ciudad de la Habana. La esperanza es que fortalecido el neoliberalismo con la firma de la Paz a su vez crezca la resistencia y sobre todo la oposición definitiva a la lógica de la modernidad capitalista. A los millonarios del país les va a ir muy bien si se firma la paz de la Habana: centralizarán su poder y aumentarán sus bienes y si la política salvaje no se toma el territorio nacional asistiremos al fortalecimiento de la ideología dominante. Por supuesto el deseo político es que no sea así aunque ese deseo se sustenta en la confianza desmedida en una memoria subalterna que altere el orden establecido, esa memoria del subsuelo político colombiano que se sabe indígena, afro, sucio, desposeído, mestizo, no blanco, empobrecido, campesino, mujer, blanco, subvalorado, decadente, ordinario, incivilizado. El país necesita política salvaje porque el país necesita otra paz. Es urgente apoyar y desarrollar pensamientos y prácticas que cuestionen, ataquen y destruyan la lógica dominante. Cualquier cultura disciplina pero es indisciplinable. Si no ha sido indisciplinada es porque en esa cultura se actúa conforme a su estructura.


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En el caso colombiano tenemos una cultura que organiza y estructura la desigualdad y un porcentaje considerable de la población construye sus sentidos desde esta lógica cultural que disciplina, por ejemplo, dando libertad de que consumas todo lo que quieras consumir. Necesitamos de un nuevo momento constitutivo en el que procesos sociales diferentes consoliden un nueva forma de sociedad que se convierte en un movimiento permanente que funciona a largo plazo. Nos dice el pensador boliviano Luis Tapia que “un momento constitutivo es la articulación de una novedad histórica que consiste en un cambio de horizonte de sentido y de forma social. Se reorganizan las cosas y se sustituye la matriz de significación de los hechos sociales; sobre todo la dirección de éstos” (Tapia, 2008: 113). Necesitamos discursos y prácticas que desmonten la dominación y explotación. Necesitamos inventarnos un bloque que desmantele la colombianidad, ese ethos cultural constituido desde la cultura mafiosa, traqueta, paramilitar, colonial, hacendataria, uribista, en una palabra: capitalista que ha logrado naturalizarse en buena parte de la población colombiana. Claro que en Colombia hay política salvaje: el movimiento estudiantil, el sector campesino que se organiza y moviliza exigiendo garantías para seguir trabajando el campo, las organizaciones indígenas que exigen trabajar la tierra de acuerdo a sus historias y cosmovisiones, las multitudes que se mueven exigiendo agua en vez de oro, los municipios que exigen ser consulta popular para

demostrar que los proyectos mega mineros van en contra de la paz de la comunidad, las víctimas de la guerra que hacen caso omiso a la política de la reparación y la reconciliación exigiendo el respeto de su memoria, las líderes barriales que le apuestan a una crianza para vivir en comunidad, en solidaridad y desligando a hijas e hijos de la lógica de la individualización cultural y el despilfarro económico. Son muchas las experiencias que confirman la existencia de una política salvaje, pero la impresión es que siguen siendo pocas y fragmentadas. La tarea académica es develar las historias, sujetos, comunidades de la política salvaje. La apuesta política es ampliarse y consolidarse como salvaje. Bibliografía Antonio García Nossa, Dialéctica de la democracia, Colombia, ediciones desde abajo, 2013. Luis Tapia, La producción del conocimiento local. Historia y política en la obra de René Zavaleta Mercado, Bolivia, muela del diablo editores, 2002. Luis Tapia, Política salvaje, Bolivia, clacso-muela del diablo editores, 2008. René Zavaleta Mercado, Lo nacionalpopular en Bolivia, Bolivia, edicion plural, 2013. Sigmund Freud, “Respuesta de Sigmund Freud a Albert Ainstein”, en ¿Por qué la guerra?, en Señal que cabalgamos, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002.


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Imagen tomada de internet

LO QUE PIDEN LAS VÍCTIMAS Por: Camilo Patiño Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Universidad del Tolima Memoria, perdón, paz y participación en los diferentes procesos que se adelantan entre el gobierno y los grupos armados al margen de la ley, eso es lo que piden todos aquellos que se han visto afectados directa o indirectamente por el conflicto y la violencia que durante años ha azotado al departamento del Tolima. Como si se tratara de un común denominador, las víctimas parecen haberse puesto de acuerdo en cuanto a su posición frente a las peticiones que hoy le

reclaman a las dos partes, entendiendo que ambas afectaron no sólo sus vidas sino la de sus familias; las fuerzas beligerantes expropiando a través de las armas las tierras de campesinos que encontraban en sus propiedades el sustento diario, y el estado mediante el frente militar utilizando el escenario armado para dar inicio a una de las peores prácticas que haya realizado el ejército en todos los tiempos: los falsos positivos. Si bien hoy las víctimas no reconocen buenos ni malos en medio de las crueles,


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sangrientas y repudiables historias de las cuales ellos hacen parte, sí tienen claro que resulta necesario que tanto la sociedad misma –incluyendo las nuevas generaciones- como el gobierno nacional, las tengan en cuenta como actores fundamentales en las conciliaciones que hoy por hoy se adelantan, y aseguran que la falta de memoria representa el primer escalón hacia la cultura apática y desinteresada de quienes con suerte no se han visto manchados por la sangre que durante años ha corrido como ríos por la región del centro del país. Así mismo, exigen perdón, pues sólo de esa manera se les reconocerá de forma sensata como principales afectadas en medio de una absurda guerra que desde entonces viene pidiendo a gritos un cese, y que aunque a diferencia de las películas en este caso no podrá tener un final feliz, por lo menos marcará el inicio de la tan anhelada etapa de cambio político-social. Y es que no se trata simplemente de identificarlas como víctimas mediante los acostumbrados y manipulados censos, sino de darles el lugar que merecen a la hora de tomar decisiones de paz, de ponerlas en igualdad de condiciones en las mesas donde se debaten los tratados que buscan dar fin a la guerra, de sacarlas de las ‘aguas del olvido’ en las que fueron sumergidas. La participación y la inclusión resultan necesarias para las víctimas, más allá de

las restituciones de tierras o de las indemnizaciones que nunca significarán ni el más mínimo porcentaje con respecto a las vidas perdidas, ellas quieren ser participantes activas. Las víctimas desean proponer, cuestionar, criticar, ayudar; estar al tanto de la realidad de su departamento, pero no a través de los noticieros de los canales privados y/o institucionales, ellos quieren tener ‘línea directa’ con los gobernantes, y aunque saben que a simple vista resulta una idea absurda entendiendo que todavía no tienen una figura política como tal que les permita establecer ese vínculo, manifiestan que ese sería un camino para mantenerse no sólo empapadas de los tratamientos a los diferentes temas que en los ‘palacios’ se adelantan, sino de ejercer otro tipo de control diferente al que realizan las instituciones estatales, que – según ellas- no dejan de ser más que organismos regidos por una misma corrupción. Otras van más allá, plantean la posibilidad de crear su propio partido, establecer una organización autónoma con fines y objetivos específicos relacionados con la paz, fortalecer un ‘gremio’ que les permita ser escuchadas y no sólo miradas con tristeza pero sin conciencia, con dolor pero sin razón, con resignación y sin alternativas.


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Por: Laura Valencia Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Universidad del Tolima

Tenía cuatro años cuando pasó todo, nosotros no éramos la familia perfecta pero si una familia feliz, vivíamos mi abuela materna, mi mamá, mi papá, mi hermano que era cuatro años mayor y yo; mi mamá trabajaba en una oficina en el mismo conjunto donde vivíamos, mi papá era la mano derecha del primo que era una persona muy conocida en Cajamarca, y mi hermano hacia la primaria mientras mi abuela me cuidaba en la casa. Una semana antes de los hechos, mi papá le contó a mi mamá que había un señor Lucho que lo estaba buscando para hacer negocios, pero la conversación termino ahí. Una mañana me encontraba en el jardín de la casa jugando cuando llegó mi papá un poco afanado, él no venía solo, llego con dos hombres en otras dos motos, él se me acercó, me dijo que le dijera a mi mamá que le dejaba las llaves de la moto para que recogiera a mi hermano porque él no podía, me dio un beso y se fue, mi abuela estaba en la habitación de al lado y escucho todo, salió corriendo hacia donde él y solo vio cómo se montaba en una de las motos y los hombres arrancaban tan rápido que casi ni lo dejan terminar de subirse, las caras no se les veía, tenían

cascos oscuros y totalmente cerrados, a mi abuela esto no le pareció normal, así que fue a donde mi mamá a decirle lo que había pasado. Mi mamá estaba furiosa porque mi papá le había dejado la moto pinchada, por lo que le tocó ir en taxi por mi hermano. Pasaron unos pocos días en los que no supimos nada de mi papá, hasta que llamaron a mi mamá y le dijeron que tenía que presentarse a la comisaría de Policía acompañada, ella en ese momento imaginó que habían capturado a mi papá por andar borracho o por alguna pelea, pero no sabría realmente que había pasado hasta que no fuera. Ella llamó a mi tía para que la acompañara. Cuando llegaron a la comisario hicieron sentar a mi mamá y le contaron que habían encontrado a mi papá tirado en un rio vía a Chucuni, él tenía tres tiros y algunos dedos cortados que evidenciaban


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que lo habían torturado antes de matarlo, por supuesto que fue un golpe bastante duro para mi mamá, ella en ese momento pensaba como darnos la noticia y además como decírselo a mis abuelos. Mi tía que estaba con ella en ese duro momento, llamó a mi madrina que era quien nos estaba cuidando y le contó lo sucedido, mi madrina tenía la dura tarea de distraernos para que no nos diéramos cuenta de lo sucedido hasta que mi mamá llegara a contarnos. Mi mamá le aviso a toda la familia, y consiguió un contacto en la fiscalía para que la ayudara a ver a mi papá lo más pronto, ya toda mi familia había llegado a la fiscalía cuando mi mamá entró a ver a mi papá, ella dice que vio que al lado de él había otro cuerpo en peores condiciones, mi papá estaba morado, sin algunos dedos y totalmente irreconocible porque el cuerpo había absorbido mucha agua. Mi mamá salió de ahí demasiado mal, hablo con mis abuelos y mis tíos, les encargó que hicieran el papeleo para el entierro y salió para donde mi madrina a cambiarse y darnos la noticia. No me acuerdo como nos dijo, lo único que sé es que yo no entendía mucho solo veía a mi hermano llorar y correr a un cuarto a encerrarse, nosotros teníamos unas cartas

que le estábamos haciendo del día del padre, mi mamá nos pidió que las termináramos porque se las iba a entregar. Cuando mi mamá se estaba cambiando recibió una llamada de mi hermana mayor, la muerte de mi papá no había sido lo único terrible que había pasado; el cuerpo que mi mamá había visto era el del primo de mi papá, resultó que mi papá era la mejor forma de llegar a él, mi papá al parecer se dio cuenta de todo por lo que tuvieron que matarlos a los dos, mi papá era inocente y pagó por las malas acciones de su primo, el golpe para mi abuela fue terrible, tuvo que enterrar a su hijo y a su sobrino al mismo tiempo y los dos en muy malas condiciones, al primo lo habían torturado peor que a mi papá y muchas más balas habían en su cuerpo. Después de todo esto, empezaron las investigaciones, mi mamá se acordó que semanas antes mi papá le había contado de un tal lucho, y dentro de los papeles que le encontraron a mi papá estaba el número de ese señor, investigaron dieron con alias “Lucho” integrante de un grupo guerrillero, al parecer el primo de mi papá no había pagado la plata de la “vacuna” y llevaba mucho ocultándose de ellos, por lo que utilizaron a mi papá para dar con su paradero.


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Por: Laura Gómez Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Universidad del Tolima

A tan escasos 65 km de la capital de Ibagué, está ubicado un pequeño municipio del departamento del Tolima “San Luis” conformado por treinta y nueve veredas, entre esas Tomogo que debido a su clima templado es productor de aguacate. En este lugar durante muchos años había reinado la tranquilidad y la convivencia pacífica de su gente, pero en el año 2000 cuando llegaron las autodefensas, empezó el calvario para el pueblo y los habitantes de las veredas, y así fue como este municipio fue considerado como zona roja. En aquella vereda de terreno montañoso, sin servicio de acueducto, fue uno de los sitios en donde se acentuaron los paramilitares, allí también encontramos a la Familia Clavijo, conformada por la señora de la casa Odeth de Clavijo, el hombre que produce el sostén de los días,

Primitivo Clavijo y sus cinco hijos. Una familia con una casa de bareque, que para acceder al agua tiene que caminar 15 minutos a una mana en donde es recogía en botellones para luego ser transportada al hombro o en caballo, esta finca está situada en un alto de esta vereda, lugar donde se puede divisar los municipios a larga distancia como Guamo, Ortega, San Luis. Esta casa está rodeada por arboles de mango, y que además es el sitio donde los campesinos se reúnen después de su trabajo a compartir ya que allí hay mesas de billar, canchas de tejo y por supuesto lo que no puede faltar la cerveza. Una noche mientras la familia Clavijo cenaba escucharon un ¡buenas noches! el señor Primitivo sorprendido se levantó de la mesa y respondió al saludo, era un grupo armado el que acaba de llegar y se estaba presentando como las AUC todos en medio del susto se fueron a las


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habitaciones, mientras estos se iban, pero valla sorpresa la que se llevaron porque ellos decidieron hacer su campamento por unos días en esta finca ya que hacía días estaba husmeando el lugar y decidieron que el sitio perfecto para ellos ubicarse eran la casa de la familia Clavijo, las AUC citaron a los campesinos e hicieron una reunión donde les informaron que habían llegado a acabar con aquellos que se adueñan de lo ajeno y además que habían sido informados de que la guerrilla estaba rondando esa vereda, los días transcurrían y una noche levantaron campamento y se fueron a una vereda cercana, dejando un centinela para que les informaran los movimientos extraños; después de unas largas horas la familia fue de nuevo sorprendida por otro grupo, era la guerrilla “los defensores del pueblo y del campesino”, lo dice irónicamente Odeth, y encontraron a el centinela que estaba prestando vigilancia , la guerrilla lo cogió y lo obligo a confesar que estaba haciendo ahí y en donde se encontraban las AUC y después de esto lo masacraron. Así continuaron los días de esta familia se iba un grupo y llegaba el otro hasta que un DíA llego un comándate de las AUC apodado Rochi quien reunió a toda la familia y los amenazo de muerte por ser amparadores de la guerrilla, la cabeza mayor “Primitivo” alego diciendo que ellos no se oponían oponer a que cualquier grupo hiciese campamento en esta finca que el muy bien sabía que ellos llegaban y tomaban decisiones por ellos mismos.

Las noches se hacían largas y tenebrosas para esta familia, no esperan a que se llegaran las 6 de la tarde para cerrar y trancar su vivienda, un 23 octubre siendo las 10 de la mañana en medio de la guerrilla uno de los comandantes se acercó a la señora Odeth y le dijo que se querida llevar a su hija de trece años, para ponerla a estudiar y darle una mejor calidad de vida pero su madre viva y audaz le respondió que no, que ella eso no lo iba a permitir así que esperó a que anocheciera y le empaco la ropa a su hija y la mando para donde una tía que residía en el pueblo y fue así como estos no pudieron llevársela y continuaron preguntando que a donde habían enviado a la niña. Los días transcurren y la familia aún sigue con miedo de que en algún momento lleguen y los maten o que puedan encontrar a su hija que reside en un pueblo, pero lo que ellos no sabían era que este temor estaba a punto de terminar por que la guerrilla le estaba pisando los talones al comándate “Rochi” y a todo su grupo que estaba acampando cerca a la vereda de Tomogo en una finca que se llama “El Guamal” y es así como una noche a la 1:00 am llega la guerrilla a esta finca y los encuentra durmiendo, les encierra la casa en gasolina y estos no pueden escapar a las llamas, y es así como este grupo muere incinerado y por fin hay tranquilidad en esta familia que se encontraba amenazada por el comándate “Rochi”.


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