OMAR FABIAN RIVERA - DESPIERTO ME OLVIDO

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DESPIERTO ME OLVIDO Omar Fabiรกn Rivera

La Vagancia Editorial A.C.

lavagancia.com


A MZ, Maliux, Fox y Davo.

Esto es por fin hueso de mis huesos y carne de mi carne . GĂŠnesis 2: 23


Despierto me Olvido


Entraste aquí por un impulso que tiene los ojos cerrados. Yo tengo los ojos cerrados.

Si deseas puedo abrir la vista entre la hierba alta. Mira el suelo y el sol entre la hierba alta.

Mira de mis ojos hoy, afuera está vacío de nervios. Ven, no soy más de lo que digo.


Viene un eco en olas de aire y escalofrío. El ruido es una vida al cruce, suele decir la presencia. El desierto desea vencer al sueño.

No cierro mis ojos, viene la marcha del frío y después abundancia, los puños de quedar debiendo.

Voy a cruzar el desierto, voy a cruzar un sueño.


De dónde esta estrella que veo, de dónde esto que veo.

Otra vez.

De dónde esta estrella que veo, de dónde esto que veo.

De dónde…


Estoy en paz, en un sonido, y Él se levanta echando frío y humo sin ningún carácter, de la misma forma en que lo miro.

Riñas en el aire veo cuando despierto y ligeras se ocultan en el mundo rápido.

Pan de actividad me vuelvo, tan es así, que me ilusiono.


Él está callado, haciéndose dolor. Ha visto cosas, ha vivido horas de verdad y pronto no será.

Necesito ojos que vayan a él y lo vean arder.

Prometo el día y la luz, la tarde y su noche,

abrir el corazón que duele.


Podría tocarte y penetrar mi pensamiento al tuyo, hacerte de mí, tú. Mas prefiero ser yo quien sale, antes que tú.

Me inclino ante ti, me humillo, haz de mí el dolor símbolo, enséñame a andar, y ser, acaso, lo que soy.

Sí, a lo que seas sí, no, a lo que seas no.

Levanta de mí lo que soy.


Antes que después el árbol de huaje mostró su corredor de fondo, detenido.

Hilos, cuentas de gusanos en mi carne lo que soy, bajo el sol de primera lluvia, en verdad, y de olor de hierba mórbida

El viento que podía morir, finge que no soy y va de largo.


Las moscas en la luz son polvo bonachón y yo me soy descaradamente de carne recién quemada.

Aquí me extiendo a todos, recojo mi sombra y mi reflejo de luz que hace trueno. Sobre un mundo grande, de no volver.


Lleva mis palabras a tu vaina —en tu semilla y en tu flor— e irás sobre el aire que no tiene fin tan sólo para ir de un lugar a otro.

Estos son mis ojos, y a la tarde toco su talle a prisa de irse. Corre al agua para decirle y quienes hablan en canto lo sepan.


Di lo que se sabe decir, no sea que esté dormido. Escribe cuando caigas y no puedas hablar. Sé presurosa y clara bajo el sol.

Así lo que piensas Omar, de hablar nos miras.


Sigue el aire, soplando luz radiante bajo el ĂĄrbol mecido en el aire que seguĂ­a.


El cielo es delgado en la estrella roja. El fresco se tiende como la harina al aire y yo me dejo al rumor y al grillo. Dónde están las mariposas muertas, y las [hormigas que ya no son. En dónde el fin de los caminos y la enseñanza. Vuelvo a mí que soy la pregunta viva. El ámbito de la noche se inflama y respira, y yo me hago en ella de mis ojos y mi piel de tal suerte que no tengo miedo porque estoy contigo.


Mi vida es un espejismo, una sencilla ley de ĂĄngulos, mis palabras. Algo de mĂ­, nos quiero decir.


Yo soy un hombre a quien se le hace tarde la noche en el camino de vuelta. En sus bolsillos hay piedras de verdadera luz, y misterios que da miedo nombrar. Lleva tambiĂŠn su mirada que le hace mĂĄs querido el mundo.

Éste soy, quien va y viene como una barca, impelido por las olas. Un hombre que se despide del mundo y no ha llegado.


No puedo entender el pasado. Si un día puedo, entenderé el hombre que fui en el pasado, y ese hombre entenderá al pasado. Me alejaría del mundo y no podría decirlo.

Ustedes dirán que he muerto, mas yo estaré dormido.

Llanura y mar suenan a trozos salados y resecos de mí. Un aire entre el guayabo que recuerdo, se va.


Fuego, fuego enorme que truena, riñendo en mí. Lo digo igual que ante el espejo. Tiemblo. He visto el fuego alto, más que un árbol.

Un pueblo arrancado para siempre es mi corazón, y se observa. Esto que soy está aquí. Veo el alcance de mi mano. Soy un puño de miedo.


Que nada vuelva a suceder, lo que haya provocado esto, no vuelva. No se permita que haya una posibilidad siquiera de ejercer este ocio de ser.

La energĂ­a de la hierba y el suelo la he visto sin poder leerla. No soy todos, mi voz no es la del mundo.

Algo que soy lo dice con su fuerza echando luz y venas a sus ojos repitiendo su distancia al aire escuchando su discurso.


Estos son mis ojos, asĂ­ quiero mirar y no mirar. Quiero imaginar los pensamientos y poder verlos. Yo soy un pensamiento.


Candil del solo, de mi ni単o y mi remoto, echa luz en mi cabeza, hecha luz; para que vea este candil de Omar, quien vive a su luz.

En la noche sola, donde todo pasa y ha pasado, en la noche que todos han dicho, brilla mi apagado.


MEDIA MAÑANA


DISCURSO DE LOS TORDOS Descendemos del aire que entra al río. Su silbido se puede escuchar al doblar la noche, cuando la sombra inicia su regreso al suelo, y las plantas se relajan con el frío entrante. El caudal aumenta y baja en el silencio del río; nadie sabe donde nace su nombre, ni donde tuerce su camino al dejar nuestras tierras. Su camino es presuroso, lo sabemos. Nadie nos cuenta lo que han dicho los años a su paso. El aire y su silbido termina aquí, entre los árboles. Se conoce lo suficiente sobre nuestro pueblo, sobre nuestras mujeres y nuestros dioses. El mal que nos atribuyen es tan desconocido para nosotros como para ustedes. Somos hijos del aire que brilla sobre el río.


TĂ“RTOLA Se ve, es un fantasma.

Su aleteo de lĂĄminas delgadas y de ceniza su plumaje. Llega su apariencia antes que ella.

Gru, sordo; gru sordo, quieta de su gris sordea entre la rama baja de mi mente.


La piedra cabizbaja sobre el cieno apagado de la poza.

Su vida mineral se dice de tiempo en vez, de luz a luz dorada, en secreto, como tĂş y yo.

Esta piedra te regalo.

POEMAS DE AMOR SIN NOMBRE


P OEMAS

DE AMOR SIN NOMBRE


I Cuando es la hora en que no pienso más que en ti, te llamo sin saber tu voz. Imposibilitado y ciego, flecha que atraviesa el corazón.

En ti el recuerdo y la sensación de todas las mujeres, flecha que atraviesa el corazón.

En las rompientes donde cae la lluvia, sobre las montañas negras, abrazado a ti, bajo el dintel de una puerta, mientras llueve, en todas las montañas a su vez.


Y sus gotas son flechas que atraviesan mi coraz贸n.

Como la hora que vuelve a ella, y soy yo quien piensa en ti, tuyo para siempre y tambi茅n para lo que viniere,

flecha que atraviesa el coraz贸n, mi amor.

Flecha que atraviesa el coraz贸n, de un extremo al otro.


II Nubes abajo, ĂĄrboles abajo, montaĂąas arriba y abajo;

las palabras y la luz en el trabajo del viento; silencio y oscuridad de instante lo que habita, y todo refleja el agua. Ninguno se considera en mĂ­, ellos son su propio encargo.


Pero ella, que hac铆a la tarde de flores amarillas en sus manos bajo un 谩rbol seco dibujado contra el muro,

para mucho tiempo mi coraz贸n mir贸.


III Abrazos que son un olor de alguien. Abrazados tanto que son uno y lo mismo.

—Me siento tomado suave entre sus brazos.

Abrazo de quién sabe que después dará la media vuelta y se irá para siempre, o no siempre. Como prefiera.


IV No es la hierba sino el pasto quien viene a quemar su nombre. brilla, se ordena de aire sosegado e impulsado.

Mas si entro en ĂŠl, se deshace en semillas que van a donde voy, a tus oĂ­dos y tu flor dorada y tibia.

Nada en nosotros del corazón, carece la mirada abierta de su savia, y el aire de sus nervios. Te lo dicen en mis manos al hacer su paso: Échame al fuego de tu boca, o tus palabras que desean.


V Es a tiempo cuando tu sexo abre de miel agria, rezumante de hambre y encantado.

Nubes de leche son tus pechos donde llega el deseo del mundo a beber. Dormido en ellos hago al dĂ­a como a un sueĂąo.

Entre tus manos que descansan, mi sexo abre.


FOTOGRAFร AS: Omar Fabiรกn Rivera


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