a un pensamiento de mi padre
I DetrĂĄs de una puerta, contra la pared, a oscuras, ... me siento. En la duermevela el polvo desciende en mĂ, sereno:
II Habito junto al rĂo que eleva al sauce, lejos de la ciudad. Forma entre la niebla y el sereno.
Mis herramientas crecen a la luz del patio.
El canto de los gallos troza la rama a la primer vigilia.
III Baja el polvo entre la luz que da junto a la mesa. Luz de sol junto a la mesa, moneda de luz en mano. De camino abrojos. El suelo de roca ardiente.
IV El albañil se oculta —de sangre a vena—, al cavar la zanja. Contra ella, su fuerza en la barreta, dentro. Alma de barreta su hueso. El golpe de su instinto cava.
V Oro un momento oro como pan de fuerza, oro la escuadra, oro una cruceta, oro fundaci贸n para la casa. Arriba el sol intenso a medio jornal me silba.
VI Roca de cal Yo y la roca. Mis manos al acero y a la roca. Hierro de sol mis ojos.
VII Seis de la tarde, viene el fresco y la tarde-noche sobre los hombros. Un hombre de cal, cansado de la noche. ‌ Vuelvo a la tarde limpia, oliendo a sol, quemado y ardiente. La obra se detiene y fragua, nadie la habita, es un lugar sin humor.
VIII Construir una casa en un despoblado, donde es campo y no hay concreto a la vista, en una ladera de un cerro, a la orilla de un camino, frente al mar. Escuchar una historia infinidad de veces. Caminar con el hombre a su trabajo. Construir una casa en un despoblado, donde es campo y no hay concreto a la vista, en una ladera de un cerro, a la orilla de un camino, frente al mar. Escuchar su historia infinidad de veces. Caminar a la ida y la vuelta con el hombre a su trabajo.
IX Vi el cerro de San Felipe y pude distinguir el camino que lleva al corazón del bosque, donde brota su agua débil. Quién puede ir al cerro y dejar de oír, quieta mente el chapalear del aire sobre el agua. Ni los pinos son indiferentes, su reflejo del aire se desmorona frente a ellos mismos. Sigue la vista al tronco y te arrojará al cielo. Ni el tren puede llegar en el sonido. Se queda esperando en la ciudad.
X Soy escuchado aĂşn cuando estoy a solas, Las junturas conocen lo que pienso y lo guardan con el muro toda su vida. Me voy, no regreso a casa, ni acaso al pensamiento.
XI Qué es estar, qué pude saber el estar. Al frente está lo negro y a mis pies lo mismo. Piso, hablo, voy lo negro. Estoy para saber. Insisto en saber, en estar. Una figura en lo negro intento asir. Agua negra es, aire negro a mis pulmones: viene. Va. voy a lo negro. Ni mi reflejo queda, ni velo negro para la víspera de estar. Qué es estar, qué pudo saber
XII Regreso de no estar, del café y de la diarrea, venido en mis prendas, con vergüenza, + completo. Un vientre he hallado bajo mi lengua, un manchón de sangre en la mujer que me acompaña.
XIII Puedo penetrar el grano de sal, ver la inequívoca formación de un plan, pero no puedo —me dijo el crepúsculo—, mirar el descenso del agua por tu frente. Vi, vehementemente inscrito en un sueño. Mirar, sentir con un pájaro y alcanzar una figura de salvaje, un puente de aire y campo. Es un vientre que nadie conoce, el tiempo sin percibir en el que nadie ocurre.
XIV Cimbrar, asegurar los puntales, tender las duelas y echar el fierro. Una conciencia para cubrir la casa. Cimbrar, despedirse de la obra. ‌ Las varillas suenan bajo el sol plomado corren y se ajustan, se amarran y se tejen, las rutas de luz se trazan en la cimbra. Echar el fierro, preparar su nombre final, primero.
XV La ropa limpia en la que vuelvo resiente en mí su olor y mi cansancio. Qué tengo que hacer donde todo parece comenzar. Atrás ha quedado el cimiento, y los muros en esperar su trave. Únicamente terminar me sobra.