El violinista de Cremona

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Edita:

Proyecto “Leer es un Derecho”


Dedicado a los habitantes de la región italiana de Lombardía, que tanto está sufriendo durante esta pandemia, y especialmente a los de Cremona.

Fotografía: Antonio Ureña


Cuenta la leyenda que algunas noches de luna nueva, hace ya centenares de años, desgranado un racimo de notas rápidas y dobles cuerdas, se escucha el agudo sonido de un violín procedente desde la altísima torre de más de 110 metros de la catedral de Santa María Asunta, en Cremona. Desde que comenzaran a escucharse aquellas melodías, no han faltado los grupos mas variopintos de personas con el valor necesario para subir los casi 500 escalones de il Torrazzo, prestos a desvelar el misterio y poner fin a esos conciertos. No faltaron comisiones eclesiásticas armadas de cruces y agua bendita dispuestas a exorcizar a cualquier fantasma

musical

presente

en

la

zona;

grupos

de

investigadores en parapsicología pertrechados de sofisticada cacharrería

electrónica,

pretendiendo

demostrar

la

existencia irrefutable de presencias sobrenaturales; eso si, aficionadas a la música. También llegaron hasta allí para ejecutar sus ritos, grupos de sectas satánicas y luciferinas, convencidos de la presencia del diablo travestido de músico


detrás de aquellos sonidos. Y es que tanto la propia Catedral como la ciudad, han estado siempre rodeadas de leyendas diabólicas. Según la tradición, no otro, sino el ángel que perdió la luz, hubiera sido capaz de elevar en los oscuros tiempos medievales ese campanario que hoy día aún nos sorprende por su tamaño. También cuenta la tradición cómo el genovés Paganini firmó en esa ciudad del Norte de Italia a orillas del Po, un pacto con el diablo que le otorgaría ese dominio técnico sobrenatural de su instrumento, alcanzado por muy pocos violinistas después de él.

También fue el

propio Lucifer quien le entregó el violín -il canonne- que siempre elegía para sus actuaciones. Es que, a lo largo del tiempo, en multitud de ocasiones, se ha querido ver la presencia del diablo en la música, siendo el caso de Paganini el más exacerbado. Pero antes de él, existió otro compositor y

violinista

también

italiano

a

quien

se

atribuyen

igualmente influencias diabólicas en su obra. Según cuentan, la sonata "El Trino del Diablo" de Tartini – una de las mejores de su repertorio- fue dictada en sueños por este infernal personaje con quien el músico barroco, como es de suponer, habría firmado un pacto. Con anterioridad y durante muchos siglos, se quiso ver a este siniestro personaje escondido entre notas y acordes. Es el caso de la


“cuarta aumentada” o “quinta disminuida”, conocidas como “el intervalo del diablo”. El nombre se debe a la dificultad técnica de su ejecución por los cantantes y no -como se afirmaba- a invocación satánica alguna, motivo por el cual estaba

prohibido

su

uso.

Pero

tampoco

haría

falta

remontarse a tiempos tan pretéritos para encontrar dicha presencia en la música. Así, en las décadas finales del siglo XX corrió como la pólvora la leyenda urbana de que podían escucharse supuestos mensajes de satánicos haciendo girar al revés determinados discos Nirvana, o la utilización de la iconografía satánica por el cantante Marilyn Manson.

Se trate o no de la presencia del diablo, lo cierto es que la música está rodeada de magia -ya se blanca, negra o de cualquier otro color- pues mágico es trasladarse a otra dimensión envuelto por un mar de sonidos; como también resulta mágico pasear por Cremona y sentir el sabor de su pasado en calles o plazas, a pesar de haber visto cómo palacios renacentistas o barrocos eran destruidos en época de Musolini . Esa misma sensación de encontrarse en lugar mágico fue la que sintió Daniel cuando pisó por vez primera aquella ciudad. Y es que sólo llegar hasta allí suponía


cumplir un sueño que le acompañaba desde los ya lejanos tiempos en los que empezaba a estudiar violín en el Conservatorio. Cuando ya era capaz de interpretar sus primeras piezas oyó hablar de la ciudad de Cremona, cuna de Amati, Guarneri y Stradivarius, los mejores luthiers de todos los tiempos, y cómo la tradición de estos maestros de los S. XVI y XVII continuaba viva. Se prometió a si mismo que si llegaba a terminar la carrera, se regalaría con un violín comprado allí. Al enfrentarse

a cada examen y

siguiendo una especie de ritual que, según él, le traía suerte, guardaba un poco de dinero en una caja metálica conservada desde niño, con el dibujo de un violín. Si aprobaba: ingresaba el dinero en su cuenta de ahorro, no sin antes apuntar cuanto llevaba reunido para cumplir su sueño y guardar dicho apunte su “caja mágica”, como la denominaba.

En

varias ocasiones no había tenido más remedio que gastar parte de sus ahorros en cuestiones que requerían su atención urgente; pero en cuanto era posible, volvía a completar dicha cantidad.

- ¡Yo a ti te conozco! ¡Tú estudias violín en el Conservatorio de Madrid!


- ¡Estudiaba ! - Dijo Daniel con orgullo – Este año acabé la carrera. Y tú tocas la viola. ¿Me equivoco? - Para nada, toco la viola y aún estoy en el Conservatorio: me queda un año. ¡Y enhorabuena! !Qué maravilla haber acabado ya… !

La sorpresa de Daniel fue mayúscula, pues muchas veces se había fijado en esa mujer de, aproximadamente, su misma edad, movimientos elegantes y acompasados, siempre vestida de manera informal, con su viola a la espalda en una funda que se convertía en mochila. En varias ocasiones se habían cruzado por los pasillos o el vestíbulo de la institución, intercambiando no más que una sonrisa o un tímido

saludo.

Por

eso,

ahora,

encontrarla

en

esa

espectacular plaza con el baptisterio románico como fondo de la escena, añadía magia a su ya mágico viaje.

- Por cierto, me llamo Susana. ¿Puedo sentarme? - Hola Susana, encantado. Soy Daniel. Siéntate, por favor. ¿Menuda casualidad? ¿Qué haces en Cremona?


- En principio, de vacaciones. Vine a Lombardía con unos amigos, pero me he quedado unos días aquí pues me quiero comprar un instrumento. Al escuchar esto, el grado de sorpresa de Daniel aumentó: - ¿Una viola? - Bueno, si; una viola es, claro, pero una viola d’amore (1). Este año estuve tocando una y me quedé enamorada de su sonido. Quiero especializarme en ese instrumento, muy difícil de conseguir en España, al menos pagando un precio razonable. Y tú: ¿qué haces por estos lares? - Pues casualmente lo mismo que tú; pero mi compra es más vulgar. Quiero comprarme un violín. Si, ya sé lo que vas a decir, que podía haberlo comprado por internet y ahorrarme el viaje. - No, no; en absoluto. Yo también he estado mirando las violas por internet y salen más baratas, es cierto. Pero un instrumento no es un ordenador, que son todos iguales; Cada instrumento tiene su personalidad y hay que elegir uno cuyo carácter coincida con el nuestro; y eso por internet no se puede hacer. En la red he visto precios; sé en qué


talleres o tiendas buscar, pero tendré que probarlas y ver cual me gusta; cual me enamora por su sonido. Claro, veremos luego si su puedo pagarla, que esa es otra… - Cierto, un instrumento es como una pareja; es preciso cuidarlo y mimarlo. Como tú dices, no vale cualquiera:

hay

que

enamorarse

de

él.

Tocar

un

instrumento, no es simplemente pulsar sus cuerdas; es necesario pulsar su alma... - Estoy totalmente de acuerdo... Entonces, has venido a Cremona a lo mismo que yo: a enamorarte... ¿Puedo pedirte un favor? ¿Si no tienes nada mejor que hacer, me acompañas a mirar violas? Por supuesto -si tú quieres- yo te acompaño a ver violines. ¿Te parece bien? - Si, si: me parece muy bien. Me gustará muchísimo que vayamos juntos a buscar nuestros instrumentos. Además, más oyen cuatro oídos que dos. ¿No? Jajaja...

Daniel estaba encantado con la petición de Susana; no solamente tendría ayuda y

consejo para elegir su violín,

también tendría la oportunidad de conocer mejor a esa mujer por la cual ya se sentía físicamente atraído desde


tiempo atrás y que ahora, al conocer su interés por la viola d’amore, le parecía muchísimo más atractiva. El querer dedicarse a este instrumento que conjuga el sonido profundo y evocador de la viola, con la resonancia de sus otras cuerdas a modo de segundas, incluso terceras voces o ecos, hablaba de su gran sensibilidad. Solo una persona sensible como ella o él mismo es capaz de afirmar que cada instrumento tiene su personalidad, su alma, y la misma tiene que fundirse con la del intérprete para, vibrando al unísono, transmitir las mismas sensaciones. No hacía demasiado tiempo, hablaba con una amiga suya de la magia y como ésta no existe en sí misma, pues vive dentro cada persona y depende de su sensibilidad; de su permeabilidad para captar sensaciones con frecuencia desapercibidas para el que no quiere, no puede o no sabe abrirse a sí mismo. Durante mucho tiempo él fue así. Dada su elevada de su formación musical, era capaz de analizar la estructura melódica, armónica o rítmica de una obra; pero era precisamente esta capacidad la que le impedía dejarse envolver su magia. La música era ante todo un código; una estructura construida por sonidos engarzados con mayor o menor maestría, siguiendo unas determinadas leyes físicas y estéticas. Cuando logró dejar de lado la búsqueda de


explicaciones racionales al discurso musical, fue capaz de vivir la música como magia; como vehículo de expresión de sentimientos y vivencias de un autor, de una época, y sobre todo propias; magia que después fue capaz de hallar en muchos más sitios: en una ciudad, en una plaza o en un encuentro.

Este encuentro con Susana en un viaje destinado a cumplir su sueño estaba teñido de magia. Mágico fue recorrer las tiendas y talleres - il botteghe - de Cremona buscando ese violín, esa viola, cuyas personalidades se complementaran con las suyas. Mágico fue descubrir los infinitos matices de los instrumentos para, entre los dos, elegir el más adecuado. Mágico fue improvisar dúos imitando sonoridades. Mágico fue vibrar a dúo -al igual que sus instrumentos, sus espíritus y sus sentimientos- en un conocerse y reconocerse que tuvo lugar en cada palabra, en cada sonrisa, en cada sonido. Inventando melodías fueron descubriendo el placer de estar juntos, y como esos sonidos sus sentimientos fueron empastando para entre ambos interpretar una hermosa sinfonía de sensaciones construidas mirada a mirada, caricia a caricia, beso a beso, piel a piel. Al


igual que sus instrumentos y sus almas, también lo hicieron sus cuerpos en una secuencia de pasajes cargados de dulzura y de pasión, cuyo equilibrio tan bien conocían por Bach o Beethoven y ahora eran capaces de interpretar, de revivir, de dar corporeidad juntos.

- No es justo, yo vine a Cremona a buscar una viola y lo que me voy a llevar es un violinista. - No te preocupes. Mañana visitaremos los talleres que nos quedan. Nos ha costado trabajo, pues nadie soltaba prenda, pero al final hemos averiguado dónde se fabrican las mejores violas d'amore de Cremona y de toda Italia. Lo que pasa es que -dijo Daniel en tono de broma e imitando el tono de voz de uno de los vendedores: "questa signorina è molto esigente" - Es cierto que lo soy... Fíjate, te he elegido a ti -dijo Susana mientras abrazaba a Daniel. - Y me encanta que lo hayas hecho...


Así: abrazados y reviviendo en cada momento la alegría del encuentro; armados,

Susana con su arco y

Daniel también con su arco y su violín recién comprado, recorrieron los talleres que les faltaban comenzando por dos de los cuales les hablaron y en los que Susana no encontró un instrumento que le llenara totalmente.

Cuando la lista de luthiers especializados en violas d´amore estaba finalizada y su grado de frustración era más que patente, al ejecutar un arpegio, ya con cierta desgana, sintió como si un relámpago recorriera todo su

cuerpo,

exclamando con los ojos aguados: - ¡Es esta... ¡

Entre risas y alguna lágrima de Susana -pero también del constructor, que no pudo sustraerse a la emoción de comprobar como uno de sus instrumentos causará esa reacción en los jóvenes- volvieron a improvisar melodías, dúos... Mientras el sonido armonizaba, se fundía, así lo hacían ellos dos, sintiéndose cada vez más unidos;


como dos voces independientes de una misma obra que vibran juntas, en unidad; sintiéndose uno…

- Ha sido como un sueño maravilloso que se ha hecho realidad: encontrar mi viola y encontrarte a ti. Me siento tan llena... - Más que un sueño, lo que ha sido es una oferta: dos al precio de uno... No, es broma: para mi también ha sido; es, un bello sueño. Un sueño del que no quiero despertarme. Me da miedo pensar cuál será el precio que nos pondrá la vida por vivir estos días tan increíbles. Nada es gratis. Siempre he pensado que si llegaban malos tiempos y no dejaba de luchar para cambiarlos, estos pasarían haciendo su llegada tiempos mejores. Pero con los momentos tan maravillosos como este, siempre he tenido la sensación que la vida nos cobrará un alto precio por ellos. Tengo miedo de perderte... - Al igual que ambos sabemos luchar por transformar los tiempos malos en buenos, ahora lucharemos con más fuerza para que nada y ni nadie pueda acabar con esta magia. No sabemos qué nos deparará la vida; qué caminos tomaremos, pero sea el que fuere -y ojalá sea el mismo- siempre recordaremos estos


momentos. Nunca podrán arrebatarlos, pues ya formarán parte de nosotros. Siempre nos acompañarán. Siempre serás mi violinista de Cremona; aquel que supo pulsar las cuerdas de mi alma...

(1 ) La viola d'amore en italiano o viole d'amour en francés, es un instrumento barroco de cuerda frotada, perteneciente a la familia de las violas. Tiene catorce cuerdas, aunque solamente se tocan siete de ellas, haciendo las otras siete, por vibración simpática, un efecto de resonancia. Sus tapas son planas y no tiene las características “efes” de la familia de los violines, sino dos aperturas en forma de espada llameante.


Proyecto “Leer es un Derecho”


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