La ruta del espejo

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PoesĂ­a

La ruta del espejo Berta LucĂ­a Estrada Estrada

Proyecto Leer es un Derecho


Berta Lucía Estrada Estrada "La Ruta del Espejo" 1ª Edición: Editions du Cygne, Paris, 2012 De la presente Edición: Proyecto "Leer es un Derecho" Edición digital: Antonio Ureña Ilustración y fotografía Antonio Ureña Portada: Pintura Original de Andrés González Rivera Con otra Mirada


TRAS LAS HUELLAS DE HELENA Y DE LAS MUJERES ABASÍES


“PULVIS ET UMBRA SUMUS” HORACIO


ÍNDICE

A MODO DE INTRODUCCIÓN ..........................................................................

7

LA RUTA DEL ESPEJO.......................................................................................

8

I PARTE OLVIDO ............................................................................................... 10 SECRETOS DE LA TUMBA DE TERPSÍCORE................................................. 11

MNEMÓSINE SE ESCONDE DETRÁS DEL VELO...................................... 12 RELOJ DE ARENA........................................................................................ 14 EN TIEMPOS DE CÍTARAS ......................................................................... 15 MI MEMORIA SE DESPOJA ........................................................................ 17 LA DANZA DE LA LIBÉLULA........................................................................ 20 SECRETOS DE LA TUMBA DE TERPSÍCORE............................................ 22 EL QUITÓN DE EURÍDICE ......................................................................... 26 A LA LUZ DEL FAROL DEL POETA ............................................................. 29 GÉRANOS, DANZA DEL LABERINTO......................................................... 30 ME MIRO EN EL ESPEJO DEL PASADO ................................................... 33 ELEGÍA A LA SOMBRA ................................................................................ 34


II PARTE MEMORIA............................................................................................ 36 BANQUETE EN LAS ESTANCIAS SECRETAS DE LA MEMORIA ................... 37

TRAS LAS HUELLAS DE SHEREZADA, DINAZARDA Y JAZMÍN................ 39 CAZA DE GACELAS ..................................................................................... 41 LOS APOSENTOS SECRETOS DE LA MEMORIA....................................... 43 LA MEMORIA SE FORJA EN BAGDAD ........................................................ 50 DETRÁS DE LOS VISILLOS DE LAS ESTANCIAS SECRETAS DE SHEREZADA ....................................................................................... 52 ESTANCIA DE LAS DOS HERMANAS ......................................................... 56 LA ERRANCIA DE LA MEMORIA................................................................. 58


A MODO DE INTRODUCCIÓN

Este libro no hubiese sido concebido sin la frase de Annie Girardot: “Los hombres que amé, las películas que filmé, ustedes los conocen mejor que yo”, y sin el hermoso libro de Nélida Piñon, Voces del Desierto. A ellas mis agradecimientos por haberme dado la posibilidad de bucear en el olvido y en el rescate de la memoria.

LA AUTORA


LA RUTA DEL ESPEJO Tres mujeres se miran en un espejo, sus ojos se cruzan en el espejismo de sus recuerdos. La primera se reconoce en el cuerpo de una antigua bailarina griega, sacerdotisa de Delos, extraviada en un olivar, cuya memoria fue arrasada por Eolos que sopla desde la cima del Olimpo. La otra, Sherezada, teje los hilos de la memoria que trae hasta sus estancias secretas, el viento del desierto. Pero Sherezada no está sola, en su universo femenino, donde solo un hombre, el Califa Shariar, puede entrar, se cruzan las vidas de su hermana Dinazarda y de la esclava Jazmín. Sherezada evoca a Fátima, su antigua ama, mientras que el recuerdo de la Califa adúltera, muerta a manos de su marido, llega en el eco de los recuerdos colectivos del pueblo abasí.


SofĂ­a del viento, la amada de Eolo, navega en su cresta, su aliento arrĂ­tmico ondea sus caderas, otea la ruta del espejo, va tras las huellas de mujeres olvidadas, borradas por la arena del desierto


I PARTE

OLVIDO

Dedico este libro a todas las vĂ­ctimas del Mal de Alzheimer


SECRETOS DE LA TUMBA DE TERPSÍCORE


MNEMÓSINE SE ESCONDE DETRÁS DEL VELO

Estoy parada detrás de Mnemósine busco sus pasos sólo aparece el tiempo del silencio tiempo de ausencias tiempo de olvidos

Escudriño los recuerdos de mi infancia voy tras las huellas perdidas busco sus restos debajo de las piedras

El dolor esculpe mi rostro cerrado por un inmenso candado

Sola, en el doblez de la oscuridad, contemplo la nada

Mi madre me negó la memoria, sin padre, no pude armar el rompecabezas

Llego al puerto de donde he partido doy vueltas en redondo no encuentro el fanal que ilumina la noche


Me borro a mí misma busco respuestas sólo encuentro signos de interrogación

Leteo se esconde detrás de la bruma espera agazapado en el cruce de cualquier esquina escorpión dispuesto a inocular su veneno

Huyo, sus ojos me persiguen más allá de mí misma, mi terror alimenta su placer

El sonido de un rayo retumba en mis oídos, recupero imágenes, pegasos, fuego alado, inundan el aire hambre, desolación y muerte fuera de la gruta, olivares devastados

Ligera de equipaje, inicio la larga travesía, multitud de harapos me rodean, aún tenía remembranzas, hoy, el peso del silencio El juego de la comedia me hizo su protagonista, entre tantos personajes olvidé mi esencia.


RELOJ DE ARENA

1 El peso del silencio, la ausencia de imágenes y el pasado, extraviado en la niebla, esperaban para abrirme su puerta El reloj de arena se vaciaba lentamente mis ojos evitaron mirarlo me negué a escuchar la música de su cascada

2 La poesía me dio a luz la música me tomó de la mano ­repetí letras, palabras, sonidos­ sus acordes sonaban en mis oídos

La danza, poesía hecha cuerpo, me enseñó a escuchar el silencio

Sigo sus pasos los pierdo en el claroscuro que se apodera del escenario

Vivimos en una época de memorias nos hacemos tantas interrogantes que olvidamos recordar el futuro


EN TIEMPOS DE CÍTARAS

Celestina esconde a mi amado oculta a las Afroditas que corren detrás de sus rasgos de Apolo

Las Musas castigan mis celos me despojan de la cítara de las palabras y de las reminiscencias

Quedo desnuda, el aceite y la mirra me protegen del frío

Mi amado conoce mi olor, lo rastrea, sube y baja montañas para llegar hasta mi lecho y amarme en el crepúsculo

Cuando lo encuentra ocupado por otro efebo, invoca a Ramnusia, Némesis vengadora de los amantes infieles ­hija de la oscuridad­


Su cólera aturde mis oídos la corona de olivos rueda por el piso la cítara se calla y yo imito su silencio

Acuclillada pido clemencia y olvido, mi amado reconquista su territorio parte a buscar nuevas batallas en otros lechos ­De cuando en cuando regresa, cubre sus deudas de juego con mi corona de olivos­

Mi amado, marino que va y viene, barquero que me lleva de una rivera a otra, Poseidón que me ahoga y luego me da aliento, Zeus que en su furia me posee en su traje de cisne o en lluvia de oro, para después correr detrás de Europa, Dafne o Maya


MI MEMORIA SE DESPOJA

1 Me fundí en la noche, Atenea, la virgen, me condenó al ostracismo dentro de mí misma ­El miedo a la nada, el terror al vacío, me sumergieron en el olvido­

No pude unir los retazos de la memoria mis manos de tejedora no recordaron los gestos debí huir de la morada de Penélope 2 Transito por callejuelas estrechas, por oscuros corredores, subo y bajo escaleras de caracol, abro ventanas, postigos, paso de un aposento a otro, repto por túneles estrechos, desemboco en buhardillas húmedas descubro a Cronos cubierto de polvo aprisionado desde hace milenios 3 Busco la luz del esquivo faro de Alejandría, sólo encuentro tinieblas,


Nicte me toma de la mano. Caos, vientre de la oscuridad, me espera en su gruta 4 Soy una marginal, otrora una gloria, caí en el hueco del tiempo y ya no pude levantarme más 5 Memósine, cara al artista, me dio la espalda busco cobijo en el silencio no pronuncio su nombre he ahí mi revancha 6 Mi memoria es una linterna de sombras, Caronte la contempla extasiado, su mortecina luz titila en los espesos bancos de calígine 7 El terrible caos, visitante de las horas mustias, llega en la soledad de la última luz .


8 Hace tiempo olvidé la existencia de mi brazo izquierdo, me pasé a vivir al cuerpo de una extranjera sin reminiscencias desierto de palabras desierto de imágenes desierto de gestos barquero que me abandonó en medio del río Leteo ­olvidé cómo llegar a la otra orilla­ ­Alguna vez, en otra vida, repetía cientos de versos como una rapsoda; aún sabía usar mi brazo izquierdo, aún sabía nadar hasta la otra orilla­


LA DANZA DE LA LIBÉLULA

1 Soy Diana cazadora, persigo espejos de agua, huyen de mi faz ocultan mi pasado, velan mi memoria

2 Las montañas están difuminadas un cendal de nube las envuelve en un halo de misterio y soledad

3 Danzo desnuda, el frío eriza mi piel, me fundo en el huracán, liviana, navego en el aire, Eolo me posee en una danza rítmica, milenaria


4 Me batí a duelo contra la desesperanza, fui catapultada al vacío, nadie me enseñó a soportar la enredadera de mi propia ausencia, aprendí a escuchar mi mutismo en una habitación carente de espacio y de tiempo ahí, donde las sombras copulan con la mía


SECRETOS DE LA TUMBA DE TERPSÍCORE

1 Atrapada en la prisión del hielo, ­cristal de mil figuras­ oculté mi cara sin historia, me ahogué en el rescoldo de antiguas pesadumbres

2 Perdida en mi propia miseria deambulo por el recinto de espejos, sus personajes congelan mi mirada, conocen mis secretos, yo los he olvidado, fantasmal escarnio

3 Confinamiento, hierro candente que calcina mis entrañas, camino descalza sobre tizones encendidos ordalía sin salida, conjuro los malos espíritus


4 Soledad, alfombra voladora, me conduce a continentes de zozobra una fuerza cósmica me arroja contra los árboles, su furia, eco amenazador

5 Ya no escucho los acordes de la lira, Orfeo me ha olvidado en el inframundo, su música se ha ido con la primavera y yo me interno en un otoño sin fin

6 Estación gris, tiempo detenido, observo vagones raudos ­apenas se detienen­ los pasajeros leen, o fingen leer, evitan mirar a sus fugaces compañeros de viaje


7 Viajar, ansias de lo desconocido, ebriedad de la aventura bajel a la deriva sin astrolabio ni capitán a bordo

8 Los caminos de herradura, transitados por el viento, son adormecidos por su cántico, nubes de polvo danzan según su compás ­cristal de mil figuras­ Mi tiempo, envuelto en la última luz del atardecer, muere lentamente en medio de una bacanal de ocres colores y sonidos de lechuzas

9 Al final de la vendimia las hojas secas cubren la escena, los lobos buscan guarida ­escucho sus dejes lastimeros­, los osos inician su larga siesta ­la cárcava espera mi llegada­


10 Un grito mudo sale del fondo de mi garganta he partido de nuevo al país del olvido ­comprendo que estoy en la penúltima estación del último viaje­ el olvido me ha hecho su rehén

11 Ya no puedo descifrar los jeroglíficos ocultos en la tumba de Terpsícore, roseta guardiana de secretos sagrados

12 Confundí el vino con las aguas del Leteo su larga cabellera, serpientes entrelazadas, acarició mi frente, me sumió en la olvidanza

13 Las Moiras, hijas de la noche, desoyeron mis ruegos, fui obligada a enfrentar mi destino


EL QUITÓN DE EURÍDICE

1 Creí llegar a la cima ­era sólo el comienzo del abismo­ quise disipar las tinieblas que surgían a mi paso invocando los pasos de la danza, ningún movimiento obedeció a mi deseo había iniciado el aprendizaje del olvido había iniciado el aprendizaje de la muerte había iniciado el viaje a la nada ­somos llamas que se alumbran y se apagan­ aprendí que todo comienzo tiene un fin así nos cosamos los párpados para no verlo

Condenada a la mudez emprendí el descenso a los infiernos

Envuelta en el quitón de Eurídice me convertí en prisionera de mí misma


Exilio, tumba ignorada, su pájaro protector devorado por un halcón

Soy sombra errante en la estación del hielo, los dedos de la muerte tocaron mis mejillas detrás de mí había una ruta delante, el desierto blanco

No dudé de las ilusiones, dancé detrás de la gloria, sólo me interné en el camino de la sombra, las horas pasadas no tienen retorno aunque las busqué debajo de las rocas

2 Sentada en el filo del tiempo escucho el canto de Lencosea, ­llama al país del llanto­ lo conjuro con mi cítara

Observo a Dionisos, su danza ritual corteja la vida y la muerte


La nao de Leteo emerge de la neblina ­su vela, una vieja mortaja­ un fantasma, sin tiempo ni leyenda, maneja el timonel

Fui mascarón de proa, escruté la nada crucé el umbral en silencio el portón se cerró a mi paso me convertí en sombra en rehén de una cárcel sin verbo Un siniestro cancerbero, oculto en la necrópolis, enjaula mi memoria detrás de rejas de soledad y angustia.


A LA LUZ DEL FAROL DEL POETA

Nací en la noche de los tiempos, a la luz de la tea del poeta me di a luz a mí misma

Mitigo el tiempo de los pasos perdidos, la máscara de piedra fue mi semblante, ocultó las zanjas infringidas por Geras, engañó a Tánatos, amo y señor del último sueño

Beso la tierra, observo la grieta del mundo, en ella se refleja un rostro despavorido, una sonrisa ficticia ondea en los labios secos y avejentados


GÉRANOS, DANZA DEL LABERINTO

1 La danza ­creada un minuto antes que la mujer­ lengua primigenia archivo de la memoria ­sus gestos cincelan mis pensamientos­ bailo bajo la luz del plenilunio 2 Lejos del recinto de los espejos mi rostro se libera a sí mismo, se vuelve hacia dentro, mis brazos reencuentran gestos olvidados 3 Recostada en el alfeizar de la ventana vi pasar los siglos como se contempla una estrella fugaz

Escuché los sonidos de la vida como se percibe el canto de ranas y colibríes

Respiré la calle y sus olores como se inhalan los aromas balsámicos del nardo


Envuelta en un ovillo miro pasar los días, siento que quedo atrás, sumida en el olvido, sola, en el doblez de la oscuridad

En el pozo profundo de la memoria una niña juega en una bañera el agua le sirve de muñeca no lo sabe, la bailarina sueña hacia atrás, imágenes borrosas se diluyen en el fondo se pierden en un duermevela infinito

Lleva una túnica de ninfa de los bosques hamadría, hamadríada, hamadríade escondida detrás de un ciprés creyéndose Eurídice, esperando a Orfeo

La náyade ­ recostada en una columna del templo de Poseidón­ escucha el sonido del mar

En una ofrenda, nacida de la noche, la dríada danza con las otras ninfas


5 Las nubes, torbellino hecho laberinto, preludian tormenta, ­para conjurarlo, Teseo, en la isla de Delos,­ ofrece la danza del penúltimo sueño 6 El vuelo de una lechuza, en una noche de novilunio, ­presagio de la fatalidad­ me lanzó al abismo del olvido, tropecé con la escollera de la nada, los pasos de la danza se extraviaron en el vientre de Nicte


ME MIRO EN EL ESPEJO DEL PASADO

Me miro en el espejo del pasado, laberinto sin Ariadna, sus estancias me son vedadas mi imagen se cuela a través de mis dedos

Estoy sentada debajo de la luna, su luz ilumina la zanja donde mi otro yo yace en palidez eterna

Soy Narcisa, contemplo mi infortunio en el espejo de la noche, roto en millones de fragmentos, roído por la humedad

­palabras encadenadas sin susurro en los labios del último sueño

Cubro mi rostro con la máscara de la muerte derribado el árbol de la inmortalidad prisionera de la monotonía compañera de mí misma en este viaje sin retorno esfinge de la oscuridad me estanco en el corredor de la soledad


ELEGÍA A LA SOMBRA

1 La hojarasca llegó con el viento, mi conciencia se fundió en las tinieblas, marioneta en las manos de Zeus

La única pisada que escucho es la de mis pies, rompiendo las hojas que ocultan mi rastro

2 Una sombra emerge del pasado, rompe el muro del sigilo, viene de las profundidades del Tártaro, abandonó las sombras que reinan en el inframundo, subió a la tierra, mi alma está sobrecogida de terror, el frío congela mi soma

3 Danza, retrato agónico de la soledad, con sus pasos escribo mi historia me acerco a mi sombra


4 Interrogo a la esfinge de la noche, no hay respuestas, Selene evita mi mirada, mi cuerpo olvidado se confunde con la tierra, las raíces se internan en sus profundidades Mis ojos lloran hacia adentro y el rostro niega el sufrimiento

5 Regresó el novilunio, la oscuridad me guió al país del olvido, no hay marcha atrás. ¡Sé que ha caído el telón!


II PARTE

MEMORIA


BANQUETE EN LAS ESTANCIAS SECRETAS DE LA MEMORIA


“Después de cada cópula, Sherezada se aploma, le demuestra el encanto que los miserables ejercen sobre la imaginación. Con voz de flauta y de laúd, ella rinde culto a volutas verbales que desestabilizan la realidad sobre la que gobierna el Califa”. Nélida Piñon Voces del Desierto

Dedico este libro a todas las tejedoras de historias, cuya palabra las salva del olvido y les da fuerzas en épocas de infortunio


TRAS LAS HUELLAS DE SHEREZADA, DINAZARDA Y JAZMÍN

La exiliada se refugia en sueños ajenos olvida sus pesadillas se evade de cuento en cuento va tras las huellas de Sherezada

La Daga, forjada en las grutas del desierto, espera ansiosa la llegada de la aurora sabe que el canto de los pájaros, encerrado en su memoria, la hará recitar otra oda a la muerte

Sherezada llega a palacio ligera de equipaje, su aljuba oculta la mortaja tejida en las antiguas estancias de Penélope, la Daga lo sabe, ansiosa espera la salida del sol

Los pasos del Califa, descendiente de los Abasíes, resuenan en las galerías de mármol

El espejo no refleja su pálida figura las pisadas silenciosas, pasos de felino en las noches de pesadumbre, no mitigan el desamparo de Sherezada el miedo la hace etérea, casi invisible


Sólo tiene la palabra para ver otro amanecer para engañar otra vez a la Daga para mirarse en la noche siguiente en los ojos del amante; sin ella Sherezada sería la amada perpetua de la Daga y el olvido perenne del Califa, sin ella Sherezada sería otro grano en la arena del desierto espejismo que erra detrás de las caravanas de beduinos les hace perder el rumbo los convierte en perpetuos habitantes de las dunas


CAZA DE GACELAS

El Califa Shariar se detiene en el umbral del aposento, la almozalla de seda roja y el turbante de rubíes no opacan la belleza de la cautiva

Se arrellana en los cojines la abraza no busca sus caricias su piel ya no recuerda el bálsamo del preámbulo amoroso, el miembro, alminar enhiesto, penetra las vulvas de vírgenes asustadas antes de obsequiarlas a la Daga

Sherezada, Sheherazada, Sherherazade, Sharazad lo sabe, está allí para romper con ese círculo nefasto­

Recuerda las historias de Fátima, su cara doncella, mil y una historias que hablan de amores o de bandidos mil y una historias para engañar mil y una noches a la Daga oculta en el Patio de los Cuatro Leones donde un espejo de agua distrae al polvo del desierto


Un muecín rompe el silencio llama a la oración el Califa Shariar se levanta apresurado la huésped aún no termina su primera historia

El Califa se despide, hasta la noche ­dice­ espera el final prometido. Aún no lo sabe, la espera acaba de comenzar, será larga como las travesías de los médanos cuando los camellos tienen sed

Sherezada ha ganado la primera azaría, vendrán otras, incontables como los astros del firmamento

El Miedo, cómplice de la Daga, la mira con ojos amenazantes agazapado espera el menor descuido

­Sherezada tiembla imperceptiblemente, sólo Dinazarda, su pequeña hermana, compañera de infortunio, lo sabe­


LOS APOSENTOS SECRETOS DE LA MEMORIA

­Dinazarda, testigo mudo de la batalla de los cuerpos sudorosos que gimieron en la madrugada, mientras ella cerraba los ojos con fuerza, se tapaba los oídos, se volvía un ovillo detrás del biombo. Dinazarda sabe que habrá otras noches como ésta. En el día sus sabias manos recorrerán el cuerpo exhausto de Sherezada con la mezcla de ungüentos, perfumes y aceites que le enseñara Fátima hace algunas lunas­

Dinazarda sueña con horas de lujuria y desenfreno percibe sonidos sordos en su garganta sus dedos sabios, con esa sapiencia milenaria de mujeres solitarias, hurgan en sus oquedades Dinazarda huele su olor de gata en celo, acaricia su piel erizada

Dinazarda desea entrar en el lecho de su hermana y ser penetrada por el falo del Califa, lo ha visto en la penumbra dispuesto para la faena y a la dulce muerte del guerrero

Sus caderas danzan al son de las algaidas, sus pies tropiezan con los de Jazmín, su mano sudorosa busca su mano, la lleva a su propia vulva, lame los senos de la esclava, muerde sus pezones,


desciende al monte de Venus, busca sus delicias, Dinazarda gime

­Las hermanas saben que no pueden dormirse, la historia interrumpida horas antes debe continuar, Sherezada habla de Alí Babá­

El gran belicoso duerme después de la batalla, Dinazarda lo cubre con un fino lienzo le ofrece sus dos manos como lecho para el descanso

Shariar la mira con ojos somnolientos, escucha las palabras de Sherezada, descifra los códigos que emanan de ella, ante sus ojos desfilan los cuarenta jinetes descubre los cofres de piedras preciosas

El Califa Shariar posterga la cita de la narradora y la Daga­

­Sherezada ha ganado una vez más el derecho a ver un nuevo amanecer y esperar otro crepúsculo. En las largas horas en que el sol hace su recorrido hasta el cenit, y luego desciende hasta ocultarse, la cautiva de sí misma teje en su mente las leyendas que ha de contar en la noche siguiente­

Sherezada, la de ojos abiertos, camina sonámbula detrás de la bitácora de los sueños teje el hilo fugitivo de la memoria


­En las callejuelas de Bagdad, los cascos de los caballos resuenan en la oscuridad, los hombres se apresuran por llegar a casa, han dejado atrás las tiendas del desierto, el peligro acecha en cada portal, las almaradas esperan ansiosas a los desconocidos que se internan en sus recovecos a la puesta del sol; las lámparas de aceite, detrás de las ventanas, iluminan las sombras silenciosas. Sherezada conoce cada ruido, ­podría decir cuál será el siguiente­

La fabuladora acaricia el telar de sus cuentos necesita palabras para la trama, vocablos para la urdimbre, imágenes dibujadas en un papiro o tejidas en un tapiz de seda antiguo

­Sherezada sabe que la lengua es el archivo de la memoria­

Dinazarda prepara un baño, perfuma el agua que sirve de solaz a Sherezada, le da un masaje; piensa que alguien debería prodigarle los mismos cuidados

Dinazarda, cometa que erra por centurias en las profundidades del universo

Una lágrima furtiva cae en la bañera, Sherezada finge no verla, caprichosa ordena dátiles y manjares, Jazmín corre presurosa para atender al ama

Jazmín, la de piel de ébano y ojos de alabastro, raptada en tiempos lejanos


olvidó las tiendas azotadas por ventiscas de arena, al pueblo que la acogió en su seno en un novilunio, el olor de la madre y el sabor de su leche, y la voz de la abuela cantándole canciones de cuna para alejar a los espíritus malignos, pobladores del dilúculo

Sólo conserva un pequeño amuleto colgado de su cuello, en las noches de soledad e infortunio su pequeña mano lo toca, bálsamo para sus penas

Jazmín, la que rueda de lecho en lecho, pasa de las mantas del visir a las mantas de su hija Dinazarda

Jazmín no tiene identidad, Jazmín, nombre dado por Sherezada, Jazmín no recuerda el nombre secreto que le dio su padre en medio de un oasis desconocido, espejismo extraviado en los laberínticos médanos y en la frágil memoria de una niña asustada

Jazmín no tiene voz la perdió el día de su rapto, un banda de nómades la arrancó de su morada de tapices


la ofreció como regalo al Visir, obsequio para su concupiscencia, no preguntó de dónde venía, otra núbil sacrificada en el yermo del desamparo

Chilabas marroquíes ocultan la desnudez de Sherezada cuentan historias fantásticas de pueblos no menos fantásticos Sherezada lee en cada bordado la trágica historia de una doncella atormentada exiliada en el fondo de un harén ignorada por el sultán de turno amante furtiva de los dedos de un joven eunuco

Sherezada se adormece, su voz, encantadora de serpientes, aleja el temor, aún en sueños sigue fabulando, Aladino sale del fondo de su garganta y su lámpara la mira cual estrella fugaz, no pregunta, el genio conoce su único deseo

­Jazmín ofrece a Sherezada, como si de un ritual se tratase, perfumes venidos del lejano Oriente por la Ruta de la Seda, principesco regalo de un aventurero que decía venir de regiones remotas; tocaba el laúd y cantaba en lengua extraña, su nombre: Marco Polo­

Sherezada escapa a los designios del Califa sabe que en otro tiempo y en otras tierras


Teseo, el valiente, salvó a las jóvenes de Atenas de las fauces de Minos

Sherezada preserva de la Daga a las doncellas del Imperio Abasí, portadoras del manto de Mahoma. no posee ni la espada del héroe ni su yelmo

Sherezada, heredera del hilo de Ariadna, teje historias en la oscuridad y en el día se mira en el telar de una antigua tradición rememora la leyenda de Penélope, sigue sus huellas, no le rinde culto a Aracné, su único dios es Alá; a Él se dirige cuando escucha los pasos apagados del Califa, Él es su refugio, su origen y su destino final, solo a Él pertenece por entero

Sherezada desterró al silencio, expulsó al olvido, se refugió en los sueños, se instaló en los Aposentos de la Memoria; Ella habría de defenderla de la Daga


Moaxajas remotas brotan de su garganta, ĂĄrbol en que se posa el pĂĄjaro a la espera de la luna menguante para volar camuflado en la tempestad de arena, volatilizarse entre los mĂŠganos solitarios Encerrada en el serrallo legataria de lejanas habitaciones llamadas gineceos su hermosura anuncia la desventura


LA MEMORIA SE FORJA EN BAGDAG

Sherezada, llama de la noche de los tiempos, discípula secreta de Hefestos, testigo muda de los amores de Afrodita cogita al calor de la fragua, estaña las remembranzas

Sherezada, sacerdotisa de las quimeras, delinea la aurora, vence al crepúsculo

­En otros tiempos, en la hoguera del desierto, la esposa del califa repitió, con el esclavo de turno, los amores ilícitos de Afrodita. El Califa Shariar, identidad secreta de Hefestos, la entregó a la Daga. Cientos de vírgenes del reino abasí pagaron con su vida los desmanes amorosos de la reina­

Sherezada, ama del fuego, lo acaricia con su lengua, el hierro fundido se desliza entre sus dedos, lo abraza en su propia forja

Parada frente a un yunque, con la lumbre quemándole las manos, Sherezada, herrera de vocablos, suelda las sílabas moldea imágenes, crea verbos


Sherezada, viajera de la palabra y del tiempo su voz, compañera de los espejismos del desierto

La Memoria se contempla en la superficie de las aguas del Tigris teme ahogarse en sus profundidades y desaparecer en su remolino, huye del silencio

­En cada aurora, y tras una interminable travesía, Sherezada siente su frágil cuerpo descender del lomo de un viejo camello­

Sherezada, gata silenciosa, se desliza cada noche por los vericuetos de la memoria sale indemne de su laberinto

Un olor a alcanfor precede a la tormenta de arena canta los duelos del mégano simula alegría esconde desamparos

La voz viene de las profundidades de la historia atraviesa eras geológicas SOMOS SOMBRA Y OLVIDO Sherezada, hija de la noche, acaricia su cabellera, huele a áloe y canela venidos de reinos recónditos de la ruta de la seda


DETRÁS DE LOS VISILLOS DE LAS ESTANCIAS SECRETAS DE SHEREZADA

I

Dinazarda atravesó el umbral pasó los límites de la frontera del silencio allí donde no hay imágenes, ni palabras, el país de la Nada

Dinazarda huye de las estancias secretas busca en el bazar cuentos para narrar, ignora que su garganta, horadada por las tempestades, carcomida por el polvo del desierto, ha robado su voz

Dinazarda, mujer fugitiva, disfrazada de vástaga de las tinieblas, se interna por las callejuelas de Bagdad recorre pasadizos oscuros, y en pórticos escondidos se pierde con mercaderes sedientos de sexo


Dinazarda, ladrona de sombras, de relatos y de remembranzas, añora convertirse en la Sherezada del Califa. En la noche le seca su falo con un fino lienzo, a veces lo lame, él no la ve

Dinazarda ansía la caricia del amado, escruta la línea del horizonte en pos del jinete que habrá de conducirla por quimeras de éxtasis

II

Las huríes ambarinas aparecen en el fondo del espejismo, dejan tras de sí su olor a almizcle, eco de millones de voces del desierto que se decanta en la garganta de Sherezada

Ella interroga al viento busca leyendas nacidas en los oasis, en las caravanas de beduinos, en el zoco, contados una y otra vez por viejos derviches


Con la punta del dedo tatuado Sherezada escribe sus cuentos en un antiguo papiro, estela ondulante de su querido viento

El Califa Shariar olvida su reino en la voz mágica de Sherezada, al harén hecho ruinas, a la Califa adúltera, sólo vive para los relatos de Sherezada

­Los cortesanos intrigan. El Visir, padre de Sherezada, se inquieta, sabe que la Daga la espera en los dedos alargados de la Aurora­

En el periplo palaciego Sherezada siente su vulva encadenada al falo del Califa el sexo, grilletes que la esclavizan detrás de barrotes invisibles

Sherezada, guardiana de la llave de la rememoración, abre las puertas de las estancias que guardan el secreto de la palabra

Sherezada huye, deja atrás a Bagdad ­ jardín donado­ la pesada puerta de Basora se abre a su paso, cabalga por entre los medaños, el viento ­otrora Eolo­ le traza el camino de la eternidad, Sherezada imprime en él su nombre,


Sherezada, secreta mameluca, poseída por la palabra, escribana del recuerdo, se pierde en la sombra de la duna en la sombra de la noche sus huellas son borradas por la tormenta de arena Sherezada escucha el lamento del viento del desierto Sherezada traduce el lamento del viento del desierto su eco llega a los confines del mundo

­Sherezada hurí, la de ojos hermosos, escapa así al paraíso sin que ningún hombre la toque por espacio de diez mil años­

Sherezada, la iluminada, se mira en el espejo errabundo escudriña sus íntimos secretos recuerda el taller de Penélope recupera el hilo de la memoria


ESTANCIA DE LAS DOS HERMANAS “En este jardín yo soy un ojo” Verso escrito en el Mirador de Lindaraja Palacio de los Leones­ La Alhambra

Celosa del resplandor del rostro de Sherezada la luna sale de su escondite, le llega el eco de las palabras de la cautiva:

En este naranjal yo soy la evocación soy la hilandera errante que tejió con su canto el manto sagrado de Alá

Cruzado el umbral de la puerta ya no habrá lugar para mí en las estancias secretas mi corazón pertenecerá a la Daga mi alma no tendrá reposo caeré al pozo de la nada Sherezada, háfiza del tiempo primigenio, oculta en su garganta códigos antiguos, abre los cuartos que cobijan el verbo

En el patio de los naranjos Sherezada camina entre los árboles su olor, mezcla de remembranzas de la casa paterna, queda diluido en el fondo de una taza de té


Sherezada, alhaquina milenaria, arrastra un carcaj con los retazos de su infancia, cose vestigios de civilizaciones antiguas, remienda recuerdos, pone parches a las sombras del tiempo

En el fondo del mercado Sherezada pesca fรกbulas de quincalleros Sherezada, vaga, erra, boga por entre las dunas narra crรณnicas olvidadas en el pozo de la memoria


LA ERRANCIA DE LA MEMORIA

Sherezada, alfarera de la oscuridad, sombra de la sombra sombra de la noche amazona invisible, cabalga en el verbo

Palabra, corcel alado, en su lomo evade las estancias secretas

Cruza el desierto la caravana se funde en la lĂ­nea del horizonte Sherezada, sentada en un tapiz de Ardabil, acaricia sus saudades

Sherezada rasga las cuerdas de un mizhar, un quejido sale de sus entraĂąas, es el hida, canto de los camelleros:

La amante furtiva besa los labios del amado hermosos como la madraza GĂśk escucha la voz del viento se sabe condenada


Sherezada escapa en su alazán sigue la ruta del espejo, de la seda y de las especias atraviesa el umbral de la Gran Mezquita de Xian

Sherezada, alhaquina del manto de Mahoma, mameluca poseída por la palabra, aljamela de vocablos escribana de las aguas del Tigris escribana de arena, escribana del aire, escribana del viento, escribana del espejo, escribana errante, escribana perpetua, escribana legendaria trashumante de noche en noche de estancia en estancia de historia en historia

La Luna se oculta detrás de un alminar le niega la sombra de la noche

Sherezada, aljerifera de palabras, aljerifera de aljófares, cubierta por una aljuba de seda, deja a su paso un leve tintineo, aljaraz que canta desde el fondo de la noche de los tiempos


Detrás de los visillos, en las noches de plenilunio, escucha la cantinela de los naranjos ­Feliz aquel que comparte contigo lecho, sueño y vigilia­

Sherezada, partera de luceros, huésped transitoria de las estancias secretas Sherezada, poeta trágica, se mira en el espejo errante su collar de lapislázuli se diluye en el espejismo nómade vaga por la ruta del espejo

Sherezada, la serena, con su fantasía elude los designios de la Daga ya no escucha los llamados de ultratumba no asiste a la última cita no entra en la última morada penetra en el silencio eterno juega ajedrez con la nada vence la partida

En cada amanecer ganado a la Daga Sherezada se cuenta su vida, sus ojos interrogan la oscuridad


descifran la penumbra, su futuro, de espaldas a los muros de las estancias secretas, impaciente espera su huída

La tormenta de arena relata historias antiguas las escribe en las aguas del Tigris Sherezada las roza con sus labios ellas le regalarán otras alboradas la preservarán del olvido

Sherezada, compiladora de papiros invisibles, encerrada en el sarcófago de las estancias secretas, arranca de su pecho una piedra, abre un celaje, etérea cabalga en la memoria

Sherezada, recolectora de retales, se ata en la cintura pedazos de vida, sus finas manos se niegan a tejer mortajas, única defensa contra la Daga

El almejí arropa el cuerpo de Sherezada, oculta su aprehensión a la Daga; sentada en el manto sagrado Sherezada vuela,


las estancias secretas se encogen, escapa al país de las huríes

­allí donde la lascivia del Califa no pueda tocarla­

Sherezada, sacerdotisa antigua del cofre sagrado, lo abre a la hora del crepúsculo la Luna despierta, disimula su pesadumbre

Sherezada, peregrina de sílabas, las pesca en la fuente de la que emerge el canto abre el escriño que las aprisiona desde la noche de los tiempos

El califa Shariar, lobo que aúlla en las noches, conoce su pavura, juega con ella en un tablero de ajedrez, Sherezada, disfrazada de dama, de peón, de alfil, de caballo, salta de cuadro en cuadro los alhajados dedos del Califa desdibujan el jaque­mate


Palabras, colgadas una a una en el hilo de la memoria, iluminan las estancias secretas escenario de la danza de la sombras hijas de los labios de Sherezada casa de las lágrimas ocultas

En el imperio de la ruta de la seda el sol no se oculta jamás, su reflejo enciende el espejo de mil caras rojo laberinto de la calle de los viejos muros

La Luna, luz cenital, abre una claraboya, La Cautiva navega en su almozalla

Sherezada, fugitiva de la palabra, su imaginación, banquete para la eternidad

­En la puerta de Bazora La Alhaquina se une a la caravana de los cuarenta ladrones, se funde en un espejismo eterno­


Proyecto

"Leer es un Derecho"

La Ruta del Espejo por Antonio Ureña se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución­NoComercial­CompartirIgual 4.0 Internacional. Basada en una obra en http://leeresunderecho.esy.es


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