8 de Marzo: la lucha continúa

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8 de Marzo: La lucha continúa Antonio Ureña Edita:

Proyecto “Leer es un Derecho”



A modo de presentación.

En los últimos años, y con motivo del 8 de Marzo, vengo publicando en los diversos medios escritos donde que colaboro algunos artículos sobre feminismo. Es esta la manera de apoyar y participar desde mis posiblidades en la lucha feminista. Según manifiesta repetidamente el texto: la lucha feminista que debe aglutimar a todas las personas que se consideran demócratas con independencia de su género o filiación sexual. Debe aglutinar a los y las demócratas de verdad y no a quienes hacen una utilización a conveniencia de término democracia, en función de unos intereses que, en multitud de ocasiones, poco o nada tienen que ver con ella. Democracia es igualdad ante la ley e igualdad de derechos. feminisno supone luchar por el cumplimiento de esos derechos, recogidos negro sobre blanco en toda la literatura legal; pero, en muchas ocasiones, con defectivo reflejo en la vida cotidiana. Así, Feminismo es lucha por la democracia real y esa lucha de be implicar a toda la sociedad. Esta pequeña obra es una recopilación de dichos ensayos, con objeto de mostrar una visión de conjunto sobre el tema. Tal


vez este trabajo sea un argumentario de por qué debemos implicarnos en esta lucha; de, como dice el primer capítulo, “por qué soy fenimista”. Continúan otros capítulos donde se van desgranando diversos aspectos de esta lucha, siempre desde la misma perspectiva: “El feminismo es lucha por los derechos humanos”. Si en estos párrafos y a lo largo de la obra identificamos feminismo con democracia, la existencia de esta fecha - donde, según cita que recogemos. “no hay mada que festejar y mucho que denunciar”- manifiesta los defectos y las carencias de esa democracia. Si estuviéramos en una democracia real, como señala el título del siguiente capítulo: “El 8 de marzo, no debería existir”, más que como comemoración de una lucha y una serie de batallas ganadas. Para referirse de manera despectiva al movimiento feminista y a su lucha, se ha acuñado la palabra “feminazi”. Después de poner de manifiesto y criticar la violencia verbal que el mismo acarrea, se presenta, siempre de manera irónica, lo que sería una auténtica “feminazi”, para su “utilización didáctica” con todos aquellos y aquellas que utilizan dicho término. A vueltas con el lenguaje, aparece un titulado “nosotros y nosotras”, que analiza el sexismo en el lenguaje y los “micromachismos” y a veces no tan micro, que nos rodean.


Cierra esta obra un relato, en el que se manifiesta, esta vez desde una perspectiva narrativa, la discriminaciรณn que sufre la mujer, en algo tan simple y cotidiano como ir por una calle. Este texto pretende mostrar que, si bien el fenimismo requiere una fundamentaciรณn teรณrica importante, las relaciones entre literatura narrativa y feminismo han sido una constante, a la cual nos queremos sumar.



Por qué soy feminista

Cuando, hace años, manifestaba públicamente mi defensa del feminismo o abiertamente me declaraba feminista, recibía por parte de mis congéneres un gesto de desprecio, una risita burlona que ponía en entredicho mi masculinidad o, lo más frecuente, ambas cosas. Hoy, lamentablemente, las cosas no han cambiado demasiado. Quien, para reivindicar su masculinidad, necesita apoyar posturas ideológicas y mostrar actitudes -pues el machismo es una actitud y también una ideología- que subyugan al género opuesto, que no contrario y si complementario, tiene un serio problema de identidad. Es este, como tantos otros, un tema de poder; de ejercicio de autoridad. Si para mostrar dicha autoridad necesita recurrir al autoritarismo, tiene, además, un problema de convicción propia y ajena, pues su talante y su actitud vitales no transmiten autoridad y debe recurrir a la violencia para demostrarla. ¿Cuántos dictadores que en el mundo han sido tenían un problema de baja autoestima? Recordemos aquel que, con voz aflautada y algún testículo de menos, al igual que el


egregio nazi o aquel francés bajito con nombre de coñac, gobernó el país con mano de hierro. Tal vez se juzgue como excesivo comparar machismo y fascismo. Sin embargo, ambas ideologías tienen algo en común: despreciar, pisotear, los derechos de una parte importante de la sociedad. Esto supone pisotear los Derechos Humanos. Al referirnos a este tema, entramos en una categoría que, como demócratas nos lleva sin lugar a dudas a declararnos feministas. Según hemos afirmado en diferentes ocasiones: el feminismo es lucha por los Derechos Humanos. Junto al autoritarismo, la otra nota que define el machismo es el sentimiento de propiedad, ejemplificado en la tristemente famosa frase que tantas víctimas ha costado: "serás mía o de nadie". Nuevamente nos encontramos ante un ejercicio que tiende a encubrir un sentimiento de inferioridad. Si la forma de retener a una persona al lado implica someterla mediante el autoritarismo o el miedo, es que no existen otros argumentos para quedarse a voluntad propia. Al igual que el machismo encubre esa inferioridad, cada victima de la violencia de género -o llamando a las cosas por su nombre: la violencia machista– nos indica nuestra inferioridad; nuestro fracaso como sociedad. El fallo de sistema judicial y policial: ¿Cuántas mujeres han sido asesinadas habiendo presentado denuncia contra su maltratador sin que la misma sea atendida? O, por el contrario: ¿habiéndose dictado medidas de protección las mismas no han resultado efectivas? Pero también


muestran el fallo del sistema social y educativo. Si bien la violencia contra la mujer no distingue geografía ni clases sociales, no deja de ser cierto que la carencia de recursos económicos y educativos es un factor de riesgo determinante, pues implica un mayor aislamiento social; una mayor dependencia económica y afectiva de la pareja. Por su parte, el sistema educativo olvida la educación afectiva y sexual: materia fundamental para la educación en igualdad. Hoy, todavía recientes las movilizaciones de 25 de Noviembre, Día Internacional contra la violencia de género. Hoy, cuando la violencia machista ha causado en menor tiempo más víctimas que el terrorismo de ETA, pues desde 2003, -fecha desde la que se tienen datos, hasta el momento de editar este trabajo- han sido asesinadas 1047 mujeres, frente a los 829 asesinatos dela banda terrorista. Por este motivo no dudamos en utilizar el concepto Terrorismo Machista. Hoy, cuando se recuerda la obra del director de cine Bernardo Bertolucci, escondiendo que para lograr el mayor impacto de la conocida “escena de la mantequila” de “El último tango en París” no dudó en recurrir a la violación real de la actriz. Según sus propias palabras: «no quería que María fingiera su humillación. Quería que María se sintiera de verdad violada, que no actuara, para que sus gritos y su llanto transmitieran al espectador una sensación verídica de rabia». Por estos motivos y otros muchos, hoy se hace necesario continuar reivindicando el feminismo como actitud vital e ideológica por lo que la misma supone –según hemos comentado - de defensa de los derechos humanos. Así. desde estas páginas


animamos a lectoras, -pero sobre todo a lectores, pues esta lucha lo es de toda la sociedad- a apoyar y participar en la lucha feminista.

Texto publicado en: «La Répica» (11 -12-2018)


Razones para el feminismo

Es frecuente escuchar a muchos hombres y algunas mujeres criticar la existencia de una fecha como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, proclamado como tal por la ONU en 1975, pues aquellos motivos de lucha que esgrime el movimiento feminista no son otra cosa que opiniones de unas resentidas con el género masculino. Y es que, para estas personas, el machismo como tal, directamente no existe más que en la mentalidad de esas locas que pretenden tener los mismos derechos que los hombres, sin dejar de ser tratadas con la delicadeza que les corresponde por ser mujeres; o, como mucho, no es más que un conjunto de comportamientos y actitudes que forman parte de nuestra identidad social, donde los valores de la masculinidad están presentes en algo tan propio de la identidad latinoamericana como es, por ejemplo, la música; una música que cantan y bailan de igual manera, hombres y mujeres. El predominio de los valores masculinos es, lamentablemente, un aspecto inherente a la identidad de la región. El problema surge cuando alguien, para reivindicar su masculinidad, necesita mostrar actitudes que subyugan al género opuesto, que no contrario y si complementario. Quien así se comporta, tiene un serio problema de identidad. Como en tantas


otras cuestiones, la defensa a ultranza de los valores de la masculinidad -el machismo- es un tema de poder; de ejercicio de autoridad. Para mostrar dicha autoridad, necesita recurrir al autoritarismo, pues no tiene otras herramientas de convicción que la muestren. Su talante o actitud vitales no transmiten esa autoridad y debe recurrir a la violencia para demostrarla. Como dijo la escritora y política española Carmen Albor (Malas, 2002): de las mujeres se espera que sean femeninas, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, por no decir invisibles. Cualquier declaración, comportamiento o actitud que no se atenga a esos preceptos son duramente criticados, recurriendo con frecuencia a la violencia verbal. De aquí muchos calificativos que se utilizan contra el movimiento feminista, como el de feminazi. Según dijo Galeano: "el machismo es el miedo a las mujeres sin miedo". Las dos notas que definen el machismo son: autoritarismo y sentimiento de propiedad. Nuevamente nos encontramos ante un ejercicio que tiende a en cubrir un sentimiento de inferioridad. Es frecuente considerar al feminismo como la cara opuesta del machismo. En este sentido se ha manifestado recientemente el Papa Francisco, al calificar al feminismo como “machismo con faldas”, cuando son categorías esencialmente diferentes y por ello no comparables. Mientras el machismo es una ideología supremacista que se manifiesta en actitudes de violencia ya sea


verbal o física, el feminismo es una ideología inclusiva e igualitaria. La ideología patriarcal, de la cual es machismo sería una versión radical, está tan asentada en nuestras sociedades que, situaciones o actitudes tendentes a evidenciar esta supremacía masculina y la pervivencia de sus valores, pasan como absolutamente normales, siendo lo anormal su crítica. pues, en su mentalidad, la mujer es poco importante: un objeto; "una cosa" al servicio del varón. Por estas y otras razones, es necesario apoyar con independencia de nuestro genero, la lucha del movimiento feminista, y no sólo durante el 8 de marzo -como harán muchos políticos y otras personalidades durante esta fecha – si no todo el año. Texto publicado en: «Panorama Cultural» (07-03-2019)



El feminismo es lucha por los Derechos Humanos

Ante la celebración del 8 de Marzo, y dado el sesgo de género presente en los hábitos socioculturales imperantes en nuestra sociedad que relegan al colectivo femenino a un segundo plano, no podemos pasar por alto la reflexión sobre la situación de la mujer y la lucha por sus derechos. Tomamos prestado y hacemos propia la frase que da título al artículo firmado por el español José Campos Trujillo (“Nueva Tribuna”, 07-03-2017). "8 de Marzo: nada que celebrar, mucho que denunciar". Al sintonizar en Latinoamérica o España cualquier emisora de radio, encontraremos que un buen número de las canciones emitidas pertenecen al género denominado Reguetón. Es éste un híbrido entre la denominada “música latina”, el reggae jamaicano y el rap, con unas letras que desprecian a la mujer hasta convertirlas en un objeto sexual para uso y disfrute del género masculino. Se trata de un tipo de música coherente con los valores de una sociedad, donde la segregación es seña de identidad: ricos-pobres, hombres-mujeres, nacionales-extranjeros, y un larguísimo etcétera.


Como sabemos, la Declaración Universal de Derechos Humanos recoge en su artículo 1 º que "todos los seres humanos nacen libres e iguales". ¿Dónde queda dicha igualdad si tales canciones sitúan al género femenino en un plano de dependencia con respecto al masculino en un denigrante proceso de “cosificación” del cual los medios se convierten en portavoces? Con relación a esta música hay un aspecto sobre el que deberíamos reflexionar ¿No es el reguetón una forma de maltrato psicológico y acoso a la mujer que -al ser edulcorado con una música facilona, motivadora del baile y la diversión- pasa totalmente desapercibido y es totalmente aceptado por la sociedad? Los titulares de prensa, los miles de anuncios publicitarios o el citado estilo musical no son otra cosa que ejemplos del estado patriarcal vigente. Dicho patriarcado es, en palabras de la ensayista catalana Dolors Reguant (Explicación abreviada del patriarcado, 2007): “una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la autoridad y el liderazgo del varón; un sistema en el que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos, y de la línea descendente paterna sobre la materna”. Pero, si las señaladas al comienzo del párrafo fueran las únicas manifestaciones de hegemonía patriarcal y machismo -un machismo de baja intensidad- que prevalecieran en nuestra sociedad, tal vez hasta incluso hubiera motivo de celebración. En el lado opuesto chocamos con la cruda realidad de las mujeres


asesinadas en España por sus parejas o exparejas; los 15.000 ataques sexuales en Argentina, las más de 10.000 violaciones, muchas niñas entre 10 y 18 años en Guatemala o las 65.000 mujeres que debieron ser hospitalizadas por la gravedad de sus lesiones en México durante el 2016, por citar algunos datos, a los que habría que sumar que año tras año se mantiene una importante brecha salarial -diferencia relativa de salario/hora entre hombres y mujeres, dentro de la economía en su conjuntoque, dependiendo de las fuentes, se sitúa entre el 13,3 y el 30%. Muchas veces se ha afirmado que el feminismo es la ideología opuesta al machismo y si el mismo es criticable al negar la igualdad de géneros que debe imperar en nuestras sociedades, por esta misma razón también sería criticable el feminismo. Así, en los últimos tiempos se ha acuñado el término “feminazi” para denominar la lucha feminista por sus derechos, que supuestamente se desarrolla en contra de los hombres suponiendo la exclusión de los mismos. Todo ello es radicalmente falso, constituyendo una prueba más de cómo los valores de la sociedad patriarcal han calado hondo después de siglos de sometimiento y desigualdad. Como decía el sociólogo francés Pierre Bourdieu (La dominación masculina, 1998), “el dominio masculino está suficientemente bien asegurado como para no requerir justificación”. Por ello cualquier ataque contra el sistema de privilegios imperante es interpretado como un ataque contra los pilares de la sociedad misma. De aquí el calificativo de “feminazi” y la catalogación a las feministas como un peligro para la sociedad dado su carácter intransigente y beligerante contra una situación de desigualdad concebida como “natural”.


Como decía Rousseau (Emilio o la Educación, 1762), “el orden de la naturaleza quiere que la mujer obedezca al hombre”. Durante siglos se ha atribuido a las diferencias físicas entre los sexos un necesario trato desigual entre los mismos; de esta manera, según Bourdieu, el sexismo es un esencialismo, pues, al igual que el racismo, busca atribuir diferencias sociales históricamente construidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia de donde se deducen de modo implacable todos los actos de la existencia. Así, la división entre los géneros y con ello las diferencias en el tratamiento de los mismos, que es algo socialmente construido, se presenta como natural, cuando la realidad es que tal naturalidad, según explica el mencionado sociólogo, supone “una incorporación en los hábitos sociales de un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción”; es decir, de una ideología, donde lo masculino es, como dice Carmen Albor (Malas, 2002) “la norma, el referente, lo universal”. De ahí el trato que sufre la mujer en los medios de comunicación o en la publicidad. Como dice la autora, de las mujeres se espera que “sean femeninas, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, por no decir invisibles”. Una forma de pensar que se construye a modo de violencia simbólica y tiene su correlato en las acciones cotidianas donde lo simbólico se transubstancia en real. Es cierto que en buena parte del mundo occidental la violencia contra las mujeres se ha deslegitimado y nadie presume en público, cosa que si sucedía hace tiempo y continúa sucediendo en muchos lugares, de ejercer violencia contra la mujer. Ante este descrédito y para mantener el “status quo” de las relaciones entre los géneros ha aparecido lo que Luis Bonino (Micromachismos, la violencia invisible en la pareja, 1998) denomina micromachismos; término acuñado por el autor para


referirse a los “microabusos y microviolencias que procuran que el varón mantenga su propia posición de género creando una red que sutilmente atrapa a la mujer”. Una muestra evidente sería el propio lenguaje, tema al que nos referíremos en el capítulo posterior: “Nosotros y Nosotras” Por citar algún ejemplo, en la mayor parte de los baños públicos, el lugar destinado para cambiar a los bebés está en el lado de las mujeres, lanzando el mensaje que la responsabilidad en el cuidado de la prole es una cuestión femenina. Si una pareja pide en un bar una bebida fuerte y otra suave, en la mayor parte de los casos y sin preguntar, pondrán la bebida fuerte al hombre y la suave a la mujer, o a la hora de pedir la cuenta, aunque lo haga la mujer, de manera habitual se la pondrán al hombre, pues socialmente se acepta que éste maneja las finanzas. En muchas discotecas o sala de fiestas las mujeres entran gratis o pagan menos, lo cual compensaría la brecha salarial citada. Podríamos seguir citando innumerables ejemplos de micromachismo pero lo único que conseguiríamos sería aburrir a lectores y lectoras, por ello tan solo citaremos uno que es muy frecuente escuchar. De esta manera muchas mujeres dicen “mi pareja me ayuda mucho en casa” lo cual supone admitir tácitamente que la responsabilidad de las labores domésticas es un tema femenino, cuando la responsabilidad es compartida. Al criticar desde una óptica feminista situaciones parecidas a las anteriores o discriminaciones de mayor enjundia, es frecuente escuchar frases de desprecio pues la desigualdad es, como señalábamos, un tema perfectamente normalizado y las críticas a una situación vivida como normal se consideran absurdas. La mencionada Dolors Reguant, señala que “el


feminismo es un movimiento social y político diferente al proyecto patriarcal que busca un cambio de paradigma global con alternativas de desarrollo humano y libertad tanto para las mujeres como para los hombres”. Es decir, el feminismo es algo que nos incumbe a todas las personas de manera independiente a la pertenencia a uno u otro género, pues constituye, según evidenciamos en el título del presente escrito, una lucha en favor de los Derechos Humanos. Texto publicado en: «Panorama Cultural» (16-03-2017)


El “8 de marzo” no debería existir

Es muy posible que este titular sorprenda a muchas lectoras e incluso alegre a algunos lectores, al ver escrito eso que llevaban pensando mucho tiempo. ¿Por qué se celebra el “día de la mujer”, si no existe el día “día del hombre”? La pregunta cae por su propio peso: el patriarcalismo se celebra todos los días del año. Además, tiene un error en su formulación: el 8 de marzo – según comentamos- no hay nada que celebrar, pero si mucho que reivindicar. La existencia del 8 de marzo no es otra cosa que una mancha el expediente que nos acredita como seres humanos y, por ello, sujetos con los mismos derechos, sea cual sea nuestro género y nuestro sexo. La existencia de un día para recordar la desigualdad real de derechos entre el hombre y la mujer -por mucho que la igualdad esté recogida, según venimos repetidamente afrimanado, en la Declaración Universal de Derechos Humanos o las Constituciones de todos los países que se definen a sus mismos como democráticos- evidencia no haber alcanzado las cuotas de democracia recogidos en dichos documentos.


Hay una parte importante de la sociedad, entre la cual se cuentan también muchas mujeres, que dedican a las activistas y simpatizantes del movimiento feminista calificativos como feas, malfolladas, feninazis y otras lindezas por el estilo. Todavía hay personas que piensan cómo las feministas deberían estar incluso agradecidas pues, al menos un día al año, se las visibiliza abriéndolas cámaras y micrófonos dándoles oportunidad de poder despotricar contra los hombres, pues, opinan, que finalmente no son más que unas resentidas. Que todavía haya opiniones a este respecto; que los pasos dados para hacer frente a una lacra social como la violencia machista -con una ley imperfecta y con grandes deficiencias en su puesta en marcha- quieran ser anulados por la derecha; que la brecha salarial y los techos de cristal, o incluso de plomo, sigan existiendo año tras año, no sólo nos habla de la necesidad de esta fecha del 8 de marzo, si no también de la necesidad de prolongar la lucha llevada a cabo ese día a lo largo del año. Como pretende reflejar el titular, si realmente viviéramos en un Estado Social y Democrático de Derecho, que -según reza la ínclita y tan citada, sobre todo por quienes la incumplen de manera reiterativa, Constitución de 1978- propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad, etc. Si esa ficción dibujada por nuestra Carta Magna se correspondiera con la realidad del país -una realidad donde esos lastres citados en el párrafo anterior no existieranentonces no tendría sentido celebrar un día de la mujer, a no ser que el mismo tuviera únicamente carácter conmemorativo y de reconocimiento a la lucha feminista: una lucha que ha logrado la construcción de un mundo más justo; más igualitario.


Aunque los “odiadores profesionales”, ya sean reales -entre los que se encuentran algunos políticos y periodistas - o virtuales -gente de a pie que se esconde en las redes sociales para escanciar su veneno contra aquel o aquella que piensa de forma diferentedigan lo contrario, las reivindicaciones del 8 de marzo debían ser asumidas como “hoja de ruta” -termino muy en moda, aunque de manera frecuente evidencia una ruta que no lleva a ningún sitiopor aquellos partidos, agrupaciones y, en general, por todas aquellas personas que se definen como demócratas. Y es que el feminismo no es cosa únicamente de mujeres. Según venimos afirmando repetidamente, el feminismo es lucha por los derechos humanos; una lucha en la que debemos implicarnos todas las personas quienes creemos en la democracia, la justicia y la igualdad como realidades por las que luchar y no solo como soflamas acomodaticias para rellenar discursos y finalmente dejar las cosas como están, según veremos este 8 de marzo y los sucesivos. Como preendemos evidenciar en estas páginas, no hay que ser mujer para definirse como feminista; es mas: cuando hombres y mujeres asumamos conjuntamente los postulados de esta lucha, las conquistas serán mayores y nuestro mundo más justo.

Texto publicado en: «Nueva Tribuna» (06-03-2019)



¿ Feminazis ?

La violencia verbal es una forma violencia y sobre ello no cabe discusión posible. De esta manera, la utilización del término “feminazi”, para calificar a las mujeres que apoyan y/o participan en la lucha del movimiento feminista en pro de una sociedad más igualitaria, es una prueba más de cómo la violencia no es ajena a un patriarcalismo no dispuesto a perder posiciones hegemónicas y supuestos derechos en favor de la otra mitad de la población, durante siglos subyugada y olvidada. Hace aproximadamente un año que, por las calles de diferentes ciudades españolas, circuló un autobús decorado con frases donde se negaba la existencia de la violencia de género, tildándola de violencia doméstica, y afirmando que leyes sobre la misma discriminan al hombre. Tales frases suponían un insulto a la inteligencia de la población en general; pero, si junto a ellas, podía leerse, “stop feminazis”, debajo de una imagen de Hitler con los labios pintados y en cuya gorra se representaba el anagrama del movimiento feminista, dicho autobús supomía un insulto grave contra ese movimiento, al compararle con un asesino genocida.


El citado vehículo representa una de las tantas contradicciones en las que suelen caer los detractores del movimiento feminista: hacer gala de una radicalidad que critican en las mujeres. No dudan en recurrir ellos mismos a la violencia, en este caso verbal, para criticar unas leyes que precisamente tratan de poner freno una forma de violencia. La utilización del términos como el de “feminazi”, son una muestra de la normalización de la violencia contra un colectivo por el solo hecho de reivindicar unos derechos que están reconocidos por la legislación nacional e internacional, En el escrito de denuncia interpuesto, con motivo de la circulación de dicho autobús, ante el servicio especial de delitos de odio y discriminación de la Fiscalía Provincial de Barcelona por el Gobierno de la Generalitat, a través del Instituto Catalán de las Mujeres, puede leerse: “es una propaganda que ataca la dignidad, los derechos y la libertad de las mujeres, creando un clima que normaliza la discriminación contra las mujeres y contra cualquier persona que no tiene encaje en la perspectiva supremacista o excluyente de sus promotores (…) que puede ser constitutivos de un delito de odio y discriminación por razón de sexo”. ¿Por qué ese odio al movimiento feminista? La respuesta es bastante sencilla: los defensores de esta ideología ven amenazada una hegemonía mantenida a lo largo de la historia y puesto que cualquier argumentación para defenderla carecería de toda lógica, la única alternativa ante una situación interpretada como una amenaza es la violencia y el odio. Para mostrar de qué manera es vivida la amenaza que supone el pensamiento igualitario del feminismo, recordemos las palabras del Arzobispo de Valencia,


pubicadas por las referidas fechas al asegurar que: “la amenaza más grande que en estos momentos tiene la humanidad es precisamente la amenaza de la ley de género, de la enseñanza de género y de la ideología de género, las cuales conducen al deterioro de nuestra humanidad”. (cft. El nacional.cat: 07-032019 ).

Desde un plano más irónico podríamos argumentar que la utilización del termino feminazi, demuestra el poco nivel cultural de los machistas orgullosos de serlo. Como venimos expresando, los conceptos feminismo y nazismo son opuestos, ya que el feminismo lucha a favor de los derechos de las personas y el nazismo supone un atentado contra esos mismos derechos. De esta forma la única posibilidad es que feminazi sea un acrónimo formado por los términos femenino y nazi. Cuanto se trata de feminazis , este país ha dado al mundo un egregio digno de aparecer en los libros; eso sí, como ejemplo para nunca seguir. Estoy hablado de Pilar Primo de Rivera; que, a pesar de su apellido, no tiene ninguna coincidencia familiar con el exlíder del partido naranja. El caso es que esta señora -hermana de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la “Falange Española” y compañero de mausoleo del propio Franco- fundó la “Sección Femenina” de la Falange. La “suma sacerdotisa de aquella hermandad de madres abnegadas y esposas sumisas –según la demonina Tereixa Constena (“Con un solo gemido basta”, El País: 10-05-2009) que fue la citada Sección Femenina, se dedicó durante toda su trayectoria a su castrar cualquier intento por sacar la cabeza del agujero en el que el franquismo quiso hundir a la mujer. Si


durante la segunda República, la mujer había alcanzado las mayores cuotas de derechos de toda la historia, el franquismo se encargó de volverla al lugar del cual -según su piadosa opiniónnunca debió salir. Y claro, la Sección Femenina y su abadesa al frente –la mayor feminazi que en el mundo ha sido– echó una mano para que así fuera. Eso sí: por la Gracia de Dios. Como hemos visto, en la Sección Femenina se encarna esta conjunción de lo femenino con lo nazi, que en su versión española es el Nacional Catolicismo. Por ello, y continuando con el tono irónico, desde el movimiento feminista debería hacerse una labor pedagógica y explicar a machiluros -un nuevo acrónimo, en este caso de machista y chulo– y otras especies en peligro de extinción, el verdadero significado de término. Así aprenderían algo de su propia ideología. De esta manera, la respuesta al insulto de “feminazi” debiera ser algo parecido a: “qué más quisieras tú”, seguido de una explicación sobre significado del término según expusimos arriba. Procediendo de esta manera, seguro lo piensan dos veces antes de utilizarlo. Texto publicado en: «Nueva Tribuna» (07-03-2019)


Nosotros y Nosotras

Es posible que el lector o lectora se sorprenda ante el título del presente artículo o las palabras iniciales del mismo, puesto que en ambas ocasiones no se respetan las normas propuestas por la Real Academia Española de la Lengua, en cuanto a la utilización del género. Sin embargo, en documentos oficiales, artículos de investigación o en escritos particulares se encuentra cada vez más extendida la tendencia a utilizar el masculino y el femenino de manera simultánea. Con mayor frecuencia, los niños y niñas, los ciudadanos y ciudadanas, los trabajadores y trabajadoras, etc. vienen a ocupar el lugar antes detentado por el del uso del masculino como universalización del género. Detrás del modelo de lenguaje propuesto en los ejemplos anteriores hay una intención de visibilizar al género femenino pues la discriminación de la mujer a estas alturas del siglo XXI es una triste realidad. Mientras, la Declaración Universal de Derechos Humanos o las Constituciones de todos los países de área ibérica y latinoamericana reconocen la igualdad de derechos entre los géneros. La citada Declaración no dice “Todos los hombres nacen


libres e iguales, etc.”, por el contrario afirma, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...” Si la utilización genérica del masculino es inclusiva, ¿por qué en el documento aludido se utiliza “seres humanos” en lugar de “hombres”? Por la misma razón que en el comienzo utilizamos simultáneamente lector o lectora: visibilizar un colectivo históricamente excluido y que aún tienen mucho camino por recorrer hasta llegar a esa igualdad efectiva de la que hacen gala los textos legales. No es objeto del presente escrito ahondar en las raíces de la mencionada discriminación, pero si hacernos eco de una polémica que, en lugar de abrir canales para el desarrollo social, predica el inmovilismo. Según la mencionada Real Academia, (RAE), “este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico, va en contra del principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos”. Estamos plenamente de acuerdo con la Academia al señalar que la duplicidad responde a razones extralingüísticas. Como dice el filósofo francés Michael Foucault (Las palabras y las cosas: Una arqueología de las ciencias humanas, 1966), “el lenguaje no es neutral, pues el mismo siempre está cargado de una ideología”. ¿Cuál es la ideología que sustenta este error gramatical o léxico, calificado como tal por el Académico de la Lengua Ignacio Bosque (Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, 2012)? Aquella que se encuentra normativizada en la


referida Declaración Universal: la igualdad. Al no estar la misma plenamente conseguida, dicha ideología se vincula a la lucha por la igualdad efectiva de los seres humanos, donde no existan las desigualdades en razón de género, en el caso que nos ocupa. Evidentemente, no somos tan ilusos como para pensar que la utilización de un lenguaje más inclusivo vaya a cambiar en algo la discriminación que sufre la mujer en nuestra sociedad, pero sí puede contribuir de alguna manera a visibilizar a este colectivo al acostumbrar a oyentes, lectores y lectoras a pensar en términos de dos géneros. Como dice la escritora María Toca: "todo lo que existe, se nombra; no nombrar algo o a alguien, es condenarlo a un ostracismo social, emocional y personal". (“Cuando las mujeres no existen”, 2016) Nos parece llamativo que, mientras en otros terrenos la RAE se muestra en los últimos tiempos muy tolerante y abierta a los cambios, en este de los géneros manifiesta su belicismo. Así, en la última edición de su Diccionario, publicada en octubre de 2014 se incluyen varios coloquialismos errados, palabras en uso y hasta el momento incorrectas para las que existe una correspondencia correcta. Términos como "murciégalo", "madalena", "moniato", "vagamundo", "dotor" y "otubre”, si bien marcados con la adverbiatura vulg. -vulgarismo- existen en el Diccionario, mientras que anatematiza el “nosotros y nosotras”. Si la docta Academia, que según expresa su lema, "limpia, brilla y da esplendor" al lenguaje, ha publicado un informe sobre sexismo lingüístico, al cual hemos hecho referencia, debería


permanecer vigilante sobre la utilización sexista del mismo y reaccionar cuando éste se produce de manera habitual en los medios de comunicación. ¿Qué dijo cuando el diario español “El Mundo” publicó el 2 de julio de 2016 su titular "La lista de buenorras internacionales en los Juegos Olímpicos de Río", que se vio obligado a cambiar por "Lista de atletas olímpicamente atractivas" debido a las críticas vertidas desde las Redes Sociales y no por informe académico alguno? ¿Qué dijo cuando, por las mismas fechas el diario deportivo también español, Marca, publicó su artículo referido a la saltadora de pértiga estadounidense Allison Stokke, con el título "Saltar, andar, correr, dormir, no hacer nada o hacerlo todo... da gusto verla"; o cuando distintos medios latinoamericanos presentaron a la jugadora de voleibol dominicana Winifer Fernández como "una mujer que no solamente es bonita sino que además es muy buena jugadora?" Absolutamente nada. Podríamos seguir citando titulares de los Juegos Olímpicos o de un día cualquiera, pues el sexismo en los medios de comunicación es harto frecuente. En ningún lugar de la web de la RAE podemos encontrar normas o consejos para evitar la utilización sexista del lenguaje, pero si contra los intentos de visibilizar al colectivo femenino. ¿Cómo se explica el belicismo en un terreno y el silencio más absoluto en el otro? Retomando la cita de Foucault, sobre la ideología del lenguaje, podemos concluir afirmando que las consideraciones de la Real Academia de la Lengua Española sobre la utilización del género se corresponden con el denominado pensamiento androcéntrico, que en palabras de la escritora y psicóloga catalana


Victoria Sau (Dicccionario ideológico feminista, 2000) lleva a interpretar lo masculino como lo universal. En este sentido, la citada escritora Maria Toca, califica el modelo de lenguaje propuesto por la RAE como patriarcalista y arcaico, a lo que nosotros añadimos: no demasiado “brillante”, pese al mencionado lema.

Texto publicado en: «Panorama Cultural» (17-11 -2016)



Estimada Desconocida (Relato)

Estimada Desconocida: Durante mucho tiempo -día sí, día también- nos hemos cruzado en la misma calle, pues ambos nos dirigíamos, en tu caso lo supongo, a nuestros respectivos trabajos. Durante ese tiempo, no importaba el día de semana que fuese, siempre pensaba lo mismo: “qué cara de lunes lleva esa mujer…” He de confesarte algo: en todas las ocasiones no era tu cara lo primero que veía. Cuando llegaba el buen tiempo y esa ropa de abrigo que escondía un soberbio cuerpo se iba quedando en el armario, no podía evitar, lo reconozco, que mis ojos te recorrieran. Por esas fechas siempre pensaba lo mismo: qué hermoso cuerpo, pero…. qué «cara de poker». Te muestras como una mujer extremadamente distante y posible que lo seas. O no. Puede incluso que tengas un carácter


alegre; pero claro: únicamente lo muestras en los entornos más cercanos. Durante los pocos segundos que transcurrían al cruzarnos, pensaba: “qué mujer más egoísta. En lugar de iluminar la recién despertada calle con su sonrisa o su mirada, se la guarda para ella sola o para su gente. No es justo…” Pese a habernos cruzado en tantas ocasiones, nuestras miradas apenas si lo han hecho. Al encontrase de manera accidental, siempre me has esquivado a toda prisa para dirigir la vista a ningún lugar; sobre todo, a nadie; mostrándote esquiva con todo y fundamentalmente con todos los que aparecíamos en tu camino. Si pudieras leer las anteriores líneas tal vez me preguntarías o preguntarías a quien te quisiera escuchar: “¿Por qué tengo yo que ir sonriendo para alegrar el día a nadie?” Y tienes razón: no eres ningún adorno puesto ahí para embellecer el paisaje. Eres una persona… El problema es ese, estimada desconocida, ante todo eres una persona. Pero muchas veces nos olvidamos de ello y vemos tan solo a la mujer; al ser bello que se cruza ante nosotros y por eso nos creemos con derecho a mirarte con descaro y a pedir, casi a exigir, que nos sonrías; que te muestres agradable y elimines esa máscara de frialdad. Si pudieras, estimada desconocida, leer mi carta… Pero es difícil que puedas hacerlo. Si pudieras leer esta carta, posiblemente afirmaras: “no quiero jugar ese juego…”


Y es que la vida te ha enseñado a no sonreír. Es el precio de querer jugar tu propio juego; el juego de ser tú misma: una mujer; una persona y no el blanco de las miradas e intenciones masculinas. Es esta sociedad quien te ha enseñado a esconder tu sonrisa; a esconderte a ti misma, pues cualquier sonrisa puede ser utilizada en contra tuya: —“Señor Juez: cuando nos cruzábamos todos los días no dejaba de sonreírme… Y era una sonrisa muy provocativa, Señor Juez…” Si pudieras, estimada desconocida, leer mi carta…Pero ello no va a ser posible. No se me ocurriría nunca abordarte para entregártela. Seguro que no la aceptarás; es más, supongo que incluso la arrojarías al suelo con un gesto de desdén. Pero si me la entregaras tú a mí… Qué alegre me harías sentir y no tendría ningún problema en manifestar dicha alegría. Las personas que contemplaran la escena seguro pensarían: qué afortunado. Incluso generaría envidia… En cambio, si tú aceptaras la carta de un desconocido manifestando alegría por ello: ¿qué pensarían de ti…? Si pudieras, estimada desconocida, leer mi carta… Pero ello no va a ser posible. Hace ya varias semanas que no nos cruzamos; que no me tropiezo con tu porte altivo y tu rostro inexpresivo. La verdad es que te extraño… No, no te preocupes; no me he enamorado perdidamente de ti, ni te has convertido en ningún “oscuro objeto de deseo”, que diría Buñuel. Tan solo que, después de muchos meses o incluso años, he logrado entenderte y por ello me siento, al menos un poco, cómplice tuyo. En esa cara inexpresiva hay un importante deje de tristeza. Y no es que tú


seas una mujer triste; lo triste es no poder ser tú misma; no poder mostrarte tal como eres y, por el contrario, verte obligada a cubrirte con esa máscara. Hoy, al compartir contigo estas líneas que no podrás leer, comparto sobre todo esa tristeza. No estoy triste solo por ti: estoy triste por mí; por la sociedad que te obliga a jugar a algo a lo que no quieres. Hace mucho tiempo, estimada desconocida, que nuestros pasos no se cruzan en la mañana. Al comienzo pensé que estabas de vacaciones; después, que habías cambiado de trabajo; después… después me dio por pensar que tal vez fueras tú una de las mujeres asesinadas por su pareja o expareja… Con toda seguridad, no eres víctima de esta lacra que ocupa más y más espacio en los informativos. No ya por el interés o el impacto que pudiera causar la noticia, pues cada vez estamos más anestesiados como sociedad sobre ello; sí por su excesiva frecuencia. Con toda seguridad, tu nombre no formará parte de ninguna macabra estadística; pero, con toda seguridad, muchas de las victimas habrán mostrando a los viandantes un rostro inexpresivo similar al tuyo. Unos viandantes que, al igual que yo, desconocían el motivo; el drama que estaban viviendo, mientras pensaban: “qué cara de lunes lleva esa mujer…” Texto publicado en: «Revista Elipsis» (19-16-2019)


Proyecto "Leer es un Derecho"


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