qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfgh jklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvb nmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwer Tテュtulo del escrito: Con el Toque de un テ]gel Tipo de escrito: Novela tyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas Nombre: Gテゥnesis L. Pantoja Edad: 21 aテアos dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx Nacionalidad: Venezolana Publicado en: LeerLibrosOnline.es cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuio pasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghj klzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbn mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmrty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc
Con el toque de un ángel Por Génesis.L. Pantoja 2014-08-14
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“Mi nombre es Alicia, y todavía no sé porque las cosas malas le suceden a las personas buenas, pero en fin...Tampoco sé porque las cosas buenas le suceden a le gente mala. Lo único que sé es que él era un ángel y yo caí perdidamente enamorada de él”.
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Sinopsis Alicia nunca se había enamorado tan perdidamente de un chico. Mucho menos de su clase, el tenía el cabello oscuro y ojos claros, todo un galán. Pero hay un pequeño secreto oscuro de Gabriel que volteará el mundo de Alicia y la hará escoger entre él, o el resto del mundo. ¿Qué escogerá?
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--Cuéntame Alicia ¿qué se siente ser la única en el instituto con su virginidad intacta?—dijo Bianca sin escrúpulos casi a mitad del pasillo de la escuela donde casi cualquiera podía oírnos. --Shhh—rogué, mi cara se había puesto en un tono carmín y lo sabía por la cara de burla que había puesto mi mejor amiga, quien ahora estaba casi revolcada de la risa en el suelo. Un grupo de chicos del equipo de natación pasaba justamente en que el comentario de Bianca salió de sus labios, mi cara estaba roja como un tomate. Y Bianca, ella se burlaba de mi virginidad tantas veces que ya había perdido la cuenta de cuantas eran. Mordí mi labio inferior haciendo un puchero y cerré de golpe mi casillero de la escuela. --No seas tímida Ally ¿Vamos a comer algo después de clases?—dijo Bianca mientras se untaba un poco de lápiz labial rosa en los labios y los presionaba de tal manera que quedaban uniformemente esparcidos. Los chicos del quipo de natación me comenzaron a hacer ojitos desde el otro lado del pasillo. Me recosté en el casillero para no tener que verles a la cara directamente, y comencé a tamborilear mis dedos contra el dorso de mi muslo lentamente. Y fue justo en ese momento cuando lo vi, una maraña de pelo negro se iba acercando a donde yo estaba y unos ojos azules se encontraron con los míos en solo un pequeña fracción de segundo, el llevaba el uniforme del colegio totalmente desarreglado y la mochila de medio lado mientras toda la población femenina de estudiantes nos quedábamos pasmadas en nuestro sitio mientras semejante dios pasaba caminando por el pasillo del colegio. Me tuve que forzar a respirar mientras aún seguía en ese pasillo. Y Bianca no aguantaba las ganas de hacerme bromas de ello, apenas el cruzó el pasillo en dirección al pasillo derecho para ir a su clase de inglés su boca se inclinó hacia un lado de tal manera que una sonrisa torcida cruzó su boca y miré nerviosa mis nudillos. Mi obsesión con ese chico, no era para nada saludable. 4
Desde que él se había trasladado de Europa a mitad del año por uno de esos programas de intercurso el y yo compartíamos dos o tres clases en el instituto. El por su lado era totalmente ausente de mi existencia y yo solo le miraba durante clases para asegurarme de que mis sentimientos por el eran más que un simple capricho de adolescente. Cuando lo veía, mi corazón comenzaba a bombear sangre tan rápido que olvidaba respirar, y en medio de una clase casi me hiperventilé solo con ver que cruzaba su mirada con la mía por más de cinco minutos. Mordí mi labio para evitar que el recuerdo me opacara el día, Bianca me miraba como si estuve ausente de su conversación mucho tiempo. --¿Qué— --Te perdiste totalmente después de que pasó Gabriel en aquella dirección—dijo evitando reírse a carcajadas y me miraba cómplice—Te perdiste mi maravillosa explicación de por qué la señorita Pérez no debería dar clases a estudiantes en formación, quiero decir, ella habla inglés perfectamente pero a la hora de la práctica, no es tan buena, ¿verdad? Asentí. --¿Qué? –dije mientras ella mi daba un pellizco para salir a la realidad. --¿Nos veremos más tarde? Necesito tu ayuda con una tarea de bioquímica avanzada. Mi madre me está metiendo en tantos cursos avanzados que creo que haré combustión en alguno de estos días—dijo con una carcajada tan sin humor que tuve que quedarme mirándola un rato con los ojos entrecerrados. --Tendré que avisarle a mis padres—dije mientras cerraba mi mochila de tela de jean. Ambas reímos ante mi comentario, mis padres no estaban ni la mitad de pendientes de mí de lo que deberían. Podría irme al polo opuesto del país y ellos ni lo notarían. Pasaban todo el día en sus empleos, literalmente. Ya había olvidado lo que era tener ambos padres en casa, para examinar que no llevara un chico a casa, o que me preguntaran si había hecho la tarea. A mi corta edad, ya era un poco más independiente que la mayoría de los chicos del instituto. 5
--No creo que haya problema con eso—dijo Bianca mientras me miraba fijamente y me abrazaba de tal manera que todo el aire salía de mis pulmones. --Yo tampoco, ¿nos vamos a clases? Bianca me miro expectante y levantó una de sus cejas perfectamente sacadas y estuvo a punto de decirme algo, pero señaló al gentío a nuestro alrededor, ya casi no había nadie. Habían pasado ya diez minutos desde que habían tocado la campana para ir a clases, pero Bianca como siempre odiaba llegar de primera al salón de clases, en cambio llegaba de última, ganándose siempre muchas multas y castigos en la dirección. Me giré en dirección a Bianca. --Cariño, será mejor que nos apresuremos en volver a clases—dijo Bianca --Nos veremos en el almuerzo, creo que hoy darán pizza vegetariana— Vi como el entrecejo de Bianca se profundizaba, ella odiaba todo lo que llevara vegetariana en el nombre. Era una carnívora por naturaleza. Me meneó su cabellera rubia en el rostro antes de empujarme ligeramente con su hombro. Sabía que le estaba tomando el pelo. --Anda a comerte con los ojos a Gabriel de nuevo—dijo Bianca descaradamente y caminamos casi al trote a nuestras clases al ver que ya casi no quedaban estudiantes en el pasillo, Bianca a clases de química y yo a la de inglés instrumental. Bianca me acompaño hasta mi aula y me guiño el ojo antes de darse una media vuelta y pavonearse hasta su aula. Esa chica era mi mejor amiga. Nota mental, patearle el trasero a Bianca por hacer comentarios sobre mi vida privada en voz alta. El aula de la clase de inglés era pequeña, solo había un escritorio de madera reluciente en el medio con muchos pupitres de madera y un enorme pizarrón acrílico donde había algo grabado en él con letra cursiva que ocupaba un tercio del total del enorme pizarrón de clases. Había un par de asientos disponibles en la parte trasera del salón ya que “misteriosamente” los asientos de adelante siempre estaban ocupados, mayormente por 6
población femenina que se dedicaban a rodear a Gabriel durante la clase. El ruido de la sala nublaba cualquier otro pensamiento que tuviere por lo que saqué mi libreta de inglés y comencé a garabatear círculos en la hoja trasera con un lapicero de tinta roja, la mirada de un par de chicas se posó sobre mí inmediatamente. Las conocía apenas, eran las presidentas del club de fans de Gabriel. Eran Hannah y Ashley. Dos rubias de bote que siempre se apoderaban de los asientos laterales a Gabriel y este simplemente las ignoraba. Ellas se pararon de su asiento y me dieron un leve golpe en la hoja que me obligo a levantar el rostro. --Alicia ¿Cómo estas?—dijo meciéndose de un lado a otro la que era conocida como Hannah. --¿Bien? Entrecerré los ojos ante su pregunta. ¿Qué querían? --¿Nos puedes prestar los apuntes de inglés? Olvidamos los nuestros—dijo de nuevo Hannah con una sincera disculpa en sus labios. Ella y yo sabíamos que ella estaba en esta clase por simple acoso a Gabriel, sus padres eran norteamericanos, había pasado algunos veranos en el país, por lo que este idioma de no era nada difícil para ella. Le pasé mi libreta y algunas hojas con ejercicios resueltos. --Eres un amor de persona, déjame copiar y te los devuelvo. Asentí levemente, y mis ojos se encontraron con la perdición en carne y hueso. En un par de asientos delante de mí, estaba Gabriel, que tenía los ojos azules y cuerpo muy atlético que me hacía perder la concentración en la clase, casi podía sentir las mariposas revoloteando dentro de mi estomago. Un chico de beisbol le tiró una bolita de papel en el cabello y ambos rieron ante ese acto. Su mirada se encontró con la mía ante ese acto, me había descubierto espiándole. Bajé la mirada inmediatamente.
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Hannah volvió con mis apuntes y no intenté pensar en Gabriel. Hannah seguía con su voz nasal al frente de mí hablando y hablando, pero Gabriel se intentó para de su asiento en mi dirección cuando Ashley se le abalanzó a los brazos de tal forma que tuvo que mantenerse sentado un rato más. La señorita Pérez estaba por comenzar su clase, dio un par de toques a la mesa de su escritorio y todos regresaron a sus asientos. Hasta Hannah. La profesora llevaba una camisa blanca con un lazo rojo en el cuello con una gargantilla de oro macizo, falda de tubo hasta el muslo color café y zapatos de tacón del mismo tono. El cabello de ella estaba recogido en un moño alto con un par de broches para el cabello. Gabriel seguía con la mirada puesta en mí, aunque la profesora había indicado que todos se voltearan de sus asientos en los pupitres y prestaran la debida atención a la clase. Será que…le resulté interesante. En medio de ese pensamiento mi sangre se heló, él estaba a dos puestos de distancia de mi con la mirada agachada pero ahora se había girado y me estaba viendo directamente entre divertido y algo más, curiosidad. Aparte la mirada inmediatamente de él. El se giró cuando vio que no le estaba prestando atención a él, pero era algo casi imposible. Era como que estaba más consciente de lo que él hacía que de lo que yo hacía en el aula. De sus subidas y bajadas del pecho mientras respiraba, de cómo movía lentamente cada uno de sus dedos contra la mesa de su pupitre y en como jugaba con su labio inferior mientras miraba fijamente a la profesora, tal vez estaba concentrado en clase. Pero algo me decía, que el también estaba con la mente en otra parte. La parte ególatra de mí deseaba que estuviera pensando en mí, si quiera que alguno de sus pensamientos fuera destinado hacia mí y me consideraría afortunada. No subí mas la mirada por el resto de la clase, aunque la señorita Pérez seguía con su muy mal hablado ingles diciendo frases como puerta, ventana y silla en una forma tan mala que hasta el de la propaganda de open english se hubiera reído de su mal ingles. ¿Por qué estaba tan nerviosa? De repente el salón entero quedo en silencio y no me había dado cuenta que la señorita Pérez estaba al frente mío con el ceño fruncido. 8
--Alicia ¿entonces?—dijo con evidente molestia --Lo siento, ¿Qué?—añadí mientras mi lapicero rojo caía al suelo estrepitosamente y todos los demás compañeros guardaban silencio y miraban ahora en mi dirección, algunos entretenidos y otros horrorizados , por ejemplo Gabriel quien ahora me veía y hasta se había girado en su silla para mirarme de arriba abajo con su mirada escrutadora. Mire en ambas direcciones, la chica tímida del salón creo que tenia por nombre Mirian me señalo su cuaderno e hizo con sus dedos un cinco y un tres, mire de reojo mi cuaderno y le leí con magnificencia el párrafo que allí decía. Leí el párrafo con tal magnificencia que todos en el salón me miraban sorprendidos, que les podía decir, en el verano pasado me había leído y releído el libro de esta asignatura lo suficiente para saber pronunciar un perfecto inglés en clases. Me agradecí mentalmente el haberlo hecho, si no, en este momento, estaría pasando la vergüenza de mi vida. Miré en dirección a Mirian quien levanto los dos pulgares en señal de aprobación. Y le agradecí con una leve sonrisa. De repente todos se habían girado en sus asientos y miraban la pizarra sin titubear. La señorita Pérez entrecerró los ojos dubitativos. Pronto se dio media vuelta y siguió con su clase, me relaje en el asiento y le agradecí a Mirian por ayudarme nuevamente. No volví a perder la concentración en clase nunca más. Pero de vez en cuando subía la mirada a la silla de él y deseaba que se girara y me mirara, pero como no lo hacía seguí garabateando muñecos de palitos en mi hoja. Se me rompió la punta del lápiz y se me ocurrió la brillante idea de ir y pedirle su sacapuntas. ¿Se vería eso muy desesperado? Presté atención aún más a la clase después de eso. Justo a dos sillas de distancia el chico de ojos azules Gabriel no me volvió a mirar en toda la clase, y lo agradecí internamente, porque cuando un chico tan atractivo como él te mira y bueno…tú no eres igual de atractiva, sientes que algo pasa, o se esta jugando contigo o tienes algo entre los dientes, creo que mi cinismo no me dejaría ver mas allá de esas dos opciones. No es que sea fea, solo que los chicos como el no solían fijarse en chicas como yo. 9
Según mi padre yo era hermosísima, pero los padres están genéticamente dispuestos a decir eso, si dijeran lo contrario se estarían diciendo que sus genes no son lo suficientemente buenos para engendrar belleza, y eso nadie lo podría decir. Mi piel era amarilla en un color pálido, casi aceitunado y mi cabello era en un café chocolate que caía en bucles en mi espalda de manera desarreglada, si llegaba a medir un metro sesenta antes de cumplir dieciocho me consideraría alta ahora solo medía un metro cincuenta y siete, algo promedio para mi gusto. Del resto de mi parte física, delgada y con prominente frente, que tapaba estratégicamente con un flequillo de medio lado. Nariz fina, y labios delgados. Nada del otro mundo, se podría decir que estaba entre los estándares de la gente normal. No como Hannah o Ashley que eran rubias naturales con ojos claros, busto grande (naturales) y rasgos finos y elegantes. Comencé a garabatear círculos de nuevo en la parte trasera de mi cuaderno. Veinte minutos después sonó la campana y deseé que todos salieran rápido de clases para poder levantarme e irme, como era muy delgada era propensa a que me empujaran con sus cuerpos al salir por el umbral al cafetín que por no decir, parecía una feria en días como hoy. Recogí mis libros y me acomode la falda plisada del uniforme, estaba guardando las cosas en mi bolso cuando un lapicero rojo se me cayó, inmediatamente me agache a buscarlo y una mano pálida se topo con la mía. --Eres Alicia Bennett ¿no?—dijo Gabriel con una voz aterciopelada mientras me colocaba el lapicero rojo en mi pequeña mano. Sentí el leve contacto y di dos pasos hacia atrás en respuesta. ¿Qué me pasaba? Intenté controlarme pero una gota de sudor se resbaló por mi sien y cayó como una gota pesada hasta el borde mi camisa. Baje la mirada al punto exacto donde me había tocado, y si, las mariposas se estaban intensificando. Levanté la vista hacia donde él se encontraba y desee no haberlo hecho, la figura atlética y perfectamente marcada de él se inclinaba levemente hacia mí, un obvio indicativo de interés en los hombres según un artículo que había leído un una revista de Vogue. Me mojé los labios con mi saliva y mi boca se secó de repente. 10
--Ese es mi nombre. ¿Cómo lo sabes?—recorrí el aula con la mirada algo nerviosa y él se hecho a reír simpáticamente. Ahora ya no había nadie en el salón. --Eres mi compañera de clases—dijo como si fuese lo más obvio del mundo--¿Tienes prisa?—añadió mientras me seguía fuera del salón de clases. Tomó su hoja de apuntes y lapicero, era tan seguro de sí mismo que siempre dejaba los libros en casa, igualmente siempre sacaba las calificaciones más altas. Era casi perfecto. Ni siquiera la señorita Pérez estaba en el pasillo merodeando, esta tarda más de diez minutos en recoger todas las guías de ingles de su escritorio. Genial, pensé sarcásticamente. El me seguía como un halcón a su presa. Me sujetaba los hombros con ambas manos mientras caminábamos y sentía el rubor correr por mi rostro ahora que estábamos solos. Ni siquiera mi mejor amiga Bianca andaba merodeando para ver donde estaba. Me tomó suavemente por el hombro y me giró para quedar frente a él. Casi podía sentir su aliento mentolado en mi rostro, miré sus labios perfectos y ya, fue mi perdición total. El olía a menta fresca, miel y a suavizante de ropa; una combinación embriagadora. Miré directamente a sus ojos azules. --¿Te gustaría acompañarme a un sitio más tarde después de clases?—dijo con los ojos azules brillándoles de gran manera. Un sitio, repetí en mi cabeza… ¿A qué clase de sitio me estaba hablando? ¿Sería eso como una cita? Me ruboricé al pensarlo. --¿Qué clase de sitio? Quiero decir, eres lindo y todo, pero no suelo ir a cualquier clase de sitios—casi me ahogue con mi propia saliva, nerviosa. ¿Cómo pude decir eso? Definitivamente mi boca no estaba coordinada con mi cerebro. Me pasé la mano por el cabello quitando unos mechones que habían caído en mi rostro. Nota mental, no ahogarse con saliva mientras un chico guapo te invita a salir. --Mmm, iremos poco a poco. ¿Qué tal un helado?—dijo mientras sus cejas perfectas se elevaban un poco y en su frente se formaron pequeñas arrugas que dejaban demarcado la sorpresa. 11
--Tengo algo que hacer—dije recordando que me iba a reunir con Bianca después de clases-- Y para ser honesta no te conozco lo suficientemente bien—ahora estaba jugando con mi labio un poco, pestañeaba de vez en cuando y no sabía porque no dejaba de comportarme como una chica a la cual nunca habían invitado a salir. Ah sí. Tal vez era porque nunc a me habían invitado a salir. Y él solo estaba ahí parado, en medio del pasillo con la camisa del uniforme un poco desarreglada y la corbata un poco suelta, su brazo que estaba tocándose el cabello como pensativo de repente estuvo frente a mi cara como pidiendo algo. La movió incesantemente de nuevo. Y ahora todos en el colegio nos miraban entretenidos, seríamos la cotilla del día, el chico guapo y la nerd que se sienta de último en el salón. Valla combinación. Volvió a mover su mano a escasos centímetros de mi rostro. --¿Qué?—dije mirándole embobada. --Tu bolso, te acompañare a clases—dijo casi como una orden --Puedo ir sola—dije un poco intrigada. --¿Me dejarías el honor de ser tu acompañante en las horas de tu almuerzo y posterior a eso acompañarte a clases?—soltó sarcásticamente --¿Y por qué haría tal cosa?—dije inmediatamente Okey esto no iba en buen camino, pensé. Su uniforme azul marino estaba un poco desarreglado, le daba ese toque rebelde que me hacía temblar por dentro. La camisa de vestir blanca estaba con dos botones sueltos y el resto del uniforme azul estaba perfectamente planchado y sin arrugas. Para ser un chico eso resaltaba. Se lo entregue en sus manos y el paso una de las asas de mi bolso y luego camino detrás de mí por todo el pasillo, podía sentir miradas en todas direcciones, esto no era mi estilo. Obviamente él era el chico más guapo de la escuela, que escuela, de la ciudad, su belleza no se comparaba ni lo con la de los chicos de los catálogos de revista. 12
La forma en que caminaba, por Dios. Hacia derretir los corazones con solo darle una mirada penetrante a cualquier chica en la escuela, incluidas a las docentes. Me susurró algo al oído antes de guiñarme el ojo. Su piel pálida, cabello oscuro de desenfadado, ojos azules muy penetrantes, en fin el era un adonis perdido en este mundo de simples mortales. Hasta Ginebra se hubiese decantado por Gabriel si lo hubiere visto y dejaría plantado a sus amores sin pensárselo. Pero no, ni Ginebra ni nadie podría mirar a Gabriel con los mismos ojos que yo lo veo. Casi se me paraliza mi corazón cuando escuché lo que me estaba susurrando en el oído. --Hoy estas muy hermosa, por cierto— Me ruborice como tonta. Esto no esta pasando, me repetía internamente. Me tensé cuando vi que me estaba sujetando la puerta para entrar a la cafetería. Era un perfecto caballero, y yo era la chica más afortunada en todo el mundo. --Adelante -- soltó antes de dejarme pasar Caminé nerviosa adentro de la cafetería de la escuela, inmediatamente todos se giraron para verme entrar con Gabriel y si, algunos ni siquiera hacían un mínimo esfuerzo en disimularlo. El grupo de porrista ya estaba a mitad de una sesión de cotilleo intenso y miré hacia el techo en busca de ayuda. Los deportistas ni siquiera me miraban a mí, miraban a Gabriel con envidia por su tonificado cuerpo y le lanzaban miradas asesinas desde el otro lado de la cafetería. Miré a Gabriel que los miraba con indiferencia. --¿Qué problema tienen contigo? El se detuvo de su andar --¿Quiénes? Miré por encima de mi hombro en dirección a la mesa de los deportistas. --Ellos El sin girarse ya sabía quiénes estaban allí sentados, una mueca de indiferencia se posó en su rostro.
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--No me uní a su jueguito de pelota y están molestos por eso—dijo con toda la naturalidad del mundo. Me quede boqui abierta. --Nadie rechaza un puesto en el equipo de fútbol americano Seguí caminando un poco más hasta colocarme detrás de la última persona en la fila de la cafetería. El me seguía como un perrito a su dueño. --Yo lo hice, les rechacé. No es la gran cosa Ahora si tenía completamente mi atención, además de ser increíblemente guapo, inteligente y ahora atleta. Era como una especie de súper humano, ni siquiera podía verle si tenía poros sucios o espinillas. El bajó la mirada hasta mí con una sonrisa de medio lado. --¿Qué? --¿Acaso eres humano? Se tensó y me dio un empujoncito para que avanzara en la cola. --Eso importa—dijo en un susurro. Le miré con los ojos como platos y llegué hasta el primer puesto de comida saludable, tomé un bol lleno de fresas y un zumo de papaya, y nada más para mí, con semejante espécimen frente mío me sorprendería que pudiera tragar algo de comida. Gabriel estaba detrás de mí en la fila y no me apartaba la mirada de encima, tomo un plato de espárragos con salsa bechamel y una coca cola de dieta. Pagamos y me dirigía a sentarme con Bianca en una mesa de atrás cuando unos largos dedos se posaron en mí ante brazo. Todos en la cafetería habían dejado lo que estaban haciendo para mirarnos fijamente, hasta algunos que no se tragaban lo que estaba pasando nos grababan con sus blackberrys y Iphones. Gabriel estaba detrás de mí y pronto volví a sentir el contacto con su piel. --¿Qué ocurre?—dije al sentir el contacto de sus dedos en mi brazo quitándome la bandeja de las manos y cargándolas ahora, las coloco las dos en pilas en sus brazos y me miraba como si fuera algo comestible.
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--Pensaba que tal vez querrías comer afuera—dijo Gabriel con una voz aterciopelada casi como un susurro. --¿Afuera?—repetí --Podríamos tener algo de privacidad--dijo mirando en todas direcciones como si de repente él estuviera siendo observado y ello le incomodara. --No sé Gabriel creo que…—balbuceé algo como un no pero no me hizo caso alguno, era como si estuviera hechizada por su presencia y ni siquiera mi lengua podía articular una respuesta negativa a él. Luego de ahí perdí cualquier control que ejercía sobre mí misma. Temblé ante ese pensamiento. --Esta bien, podemos comer algo aquí primero ¿no?—ahora la sonrisa angelical de él me hizo sentirme aún más perdida de lo que ya estaba. Me humedecí los labios y le señalé una mesa que estaba desocupada a escasos centímetro nuestro. El tomó ambas bandejas de comida y las depositó en ella. Casi como zombie me senté a su lado. Ni siquiera tenía hambre en es e punto, solo me limité a tomar un poco de jugo de papaya mientras él me estudiaba el rostro en cada segundo, volteé a ver si encontraba a Bianca sentada en la lejanía y allí estaba su mirada era igual de incrédula que la de los demás, y me sorprendió que no se acercó en ningún momento a interrumpir nuestro almuerzo. Di un par de sorbos más a mi jugo en cartón y le miré impasiblemente. --¿Qué?—dijo mientras se tomaba un poco de su coca cola nuevamente. --¿Por qué eres tan amable conmigo de repente? Es decir, antes en clases ni me mirabas. El estrechó sus ojos como si estuviera sospechando de mí. --Ya te lo dije, haces demasiadas preguntas. --¿Y eso qué?—respondí a regañadientes. --No has escuchado el dicho, la curiosidad mató al gato
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Ahora el miraba entretenido en dirección a Bianca, seguí su mirada cuando hizo conexión con ella y ambos se dieron una larga mirada entre ellos. El se giró en mi dirección nuevamente. --Podrías dejar de hablar en clave, eso me sería de gran ayuda—dije mientras mordía una de mis fresas y le quitaba el tallo con los dientes. Dejé el montón de pequeños tallitos en el mismo bol de las fresas. --Si lo hiciera, simplemente me dejarías aquí hablando solo y eso, no me conviene para nada. ¿Qué rayos significaba eso? El me hacía enfurecer tan rápido que era ridículo todo. Solo quería terminar mi comida e ir a clases, tal vez hablar de esto con Bianca luego e ir por comida chatarra. Lo miré nuevamente, ¿Cómo era posible que alguien tan guapo terminara siendo un idiota? Me miraba entretenido, casi como que sabía que era lo que estaba pensando sobre él. Arrugué mi entrecejo. --¿Se te ha perdido algo?—dije evidenciando que lo había visto mirándome por el rabillo de su ojo, casi no había tocado su comida tampoco. --Todos nos miran—dijo mientras se llevaba un trago de su coca cola de dieta entre sus labios. --Aja—dije evidenciando lo obvio. ¿Es que acaso no se había mirado a un espejo últimamente? El era increíblemente guapo, casi tanto que su figura no encajaba con la de los demás estudiantes promedios que venían a esta escuela. Me fijé que algunos ya se habían olvidado de nosotros dos y habían continuados con sus vidas, pero Bianca no dejaba de mirarme desde el otro lado del comedor la miré texteando algo en su blackberry y me agaché debajo de la mesa para contestarle. “OMG ME TENDRAS QUE CONTARME LOS DETALLES JUGOSOS LUEGO” había escrito Bianca.
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Le respondí rápidamente. “NI SIQUIERA YO PUEDO CREERMELO, HABLAMOS DESPUES DE ALMUERZO” tecleé en mi blackberry y lo puse en vibrador inmediatamente. El me miraba como si yo fuera un pedazo de carne, y tuviera mucha hambre. --¿Eres vegetariano?—dije e inmediatamente me tapé la boca con una mano. Una mueca se formó en su boca. --No, pero a veces prefiero una buena ensalada a un bistec—dijo e inmediatamente sus pupilas se habían dilatado. ¿Podría ser efecto de la luz? Había leído una vez en un artículo por internet que ese efecto también solía ocurrir cuando instintivamente nos vemos rodeados de algo que nos gusta o nos llama la atención, era algo casi animal en nosotros. Tomé otro trago a mi jugo para evitar que se secara mi garganta. --¿Qué significa eso? Quiero decir, la mayoría de los hombres prefiere la carne sobre las hojas y eso está comprobado científicamente—dije mirándole nuevamente. --Yo no soy como la mayoría—dijo mientras su mirada se iba oscureciendo lentamente a un azul casi negro. --¿Eh?—mi voz salió como un susurro --Quiero decir, soy un hombre, técnicamente. Pero no comparto las costumbres que la mayoría adopta en su comportamiento, no es por creerme superior a los demás solo que—dijo y su voz se fue apagando, ahora miraba detrás de mí con el ceño fruncido. --¿Qué sucede?—dije girando mi rostro en la dirección en la que estaba mirando él. --Nada, solo un pequeño inconveniente—dijo mientras se paraba del asiento y caminaba hacia un par de mesas atrás de nosotros. Me paré un poco de la mesa para divisar una maraña rubia de cabello en la dirección en la que se había dirigido él. Pero me sentí como una intrusa, y me senté 17
nuevamente en mi asiento mirando hacia el frente, tal ver era la novia, que ridícula me sentía al pensar que el me había invitado por ser bonita. Tal vez solo quería mis apuntes de una materia difícil, eso es la mayoría de las interacciones que tenía con la gente como él. Adinerada y genéticamente favorecidos. Bien por ellos. Para cuando él había terminado de hablar con quien fuere que estaba hablando ya había acabado mi comida y estaba a punto de levantarme. No necesitaba un amigo nuevo de todas maneras, solo me quedaban unos cuatro meses más en el instituto y en la universidad tal vez podría ser un poco más popular. Me giré y casi me hizo caer de bruces al suelo, mi bandeja se cayó de mis manos. --Lo siento—dijo mientras se agachaba a recoger los cubiertos junto a la bandeja. --¿Con quién hablabas?—dije y mi voz cayó inmediatamente, tal vez había quedado ahora como una cotilla y él me miraba con el ceño fruncido. --No tienes que decirme si no deseas, es solo que…--dije intentando remediar la situación—Olvídalo, ya me iba a mi clase—dije tomando la mochila del suelo y caminando en dirección a la salida. --¡Aguarda!—dijo mientras posaba su mano en mi hombro. Inmediatamente sentí que algo de helaba en mi interior, ¿era miedo? Una corriente eléctrica se apoderó de mi médula espinal y algo me decía que corriese en dirección contraria a la que fuere él. Deseé parar el tiempo Algo en las pupilas de Gabriel pasaba, cuando me di cuenta estaba afuera caminando detrás de él hacia las afueras de la escuela. No llevaba ni si quiera la bandeja y el llevaba puesta una chaqueta de cuero italiana negra con algo inscrito en la parte de atrás, pero estaba en italiano o algo así, no pude saber que decía. Mis piernas seguían caminando detrás de él, aún cuando mi cerebro les decía que parasen, que caminaran en la dirección contraria, que se detuvieran y corrieran en la dirección contraria, pero nada de eso les hacia
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detenerse. El viento frio del invierno se paseó por mis piernas y temblé, por lo menos el pensamiento inconsciente lo podía manejar. El ambiente estaba tenso, muy raro por cierto. No se escuchaba ni el piar de las aves, ni los autos, ni nada. Casi como si se hubiera congelado el tiempo y solo Gabriel y yo pudiéramos atravesar la barrera del tiempo y del espacio. Caminamos hasta unas viejas estatuas de unos arcángeles que estaban detrás de la escuela, esta fue construida en 1972 justo al lado de lo que era una iglesia anglicana que fue cerrada para ubicarse en el casco central de la ciudad, y ahora las ruinas de ella estaban detrás de nuestra escuela. El ángel en la estatua me miraba fijamente, temblé ante ese pensamiento, ya estaba temblando demasiado el día de hoy. --¿Qué quieres?—dije con la mejor valentía que pude acumular en mi voz, aunque por dentro sabia que algo no andaba bien, algo…estaba a punto de pasar. --Alicia—dijo mientras se sentaba bajo la sombra de un roble y me miraba fijamente, casi como si yo fuera su presa. --Estas actuando muy extraño—dije imposible a moverme a voluntad ¿Qué me iba a hacer? Mi cuerpo no reacciona como debería, que se supone que haga si intenta algo conmigo, marcar al 911, correr, gritar…no todo en ese orden pero eso es lo que sabía. Una brisa helada pasó en ese momento y un montón de plumas blancas pasó con ella, eran grandes no como las de cualquier animal que yo hubiese visto antes, eran brillantes y muy grandes casi perfectas, una majestuosidad se escondía detrás de ellas, pero al tocar el sucio asfalto se desaparecían. Me frote los ojos con el dorso de mi mano. Seguían apareciendo y desapareciendo, simultáneamente. Era hermoso pero esto tenía que ser una ilusión ¿cierto? Ahora Gabriel estaba detrás de mí, podía sentir su mirada en mi nuca. ¿En qué momento lo hizo? Puso dos de sus dedos en mi nuca justo en mi espina
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dorsal y de repente todo se volvió negro. Caía en espiral por un agujero negro sin fondo y todo mi ser simplemente estaba horrorizado. Al llegar al fondo no había más que oscuridad. Estaba rodeada de plumas blancas, eran hermosas y muy brillantes pero cuando las intentaba tocar se volvían negras y se incendiaban inmediatamente casi como si yo fuera algo toxico con algo de fósforo en los dedos, el fuego se acrecentó alrededor de mi y pronto me vi atrapada en mi propia destrucción y no había nadie, solo yo y la inmensa oscuridad. La situación se me había ido de las manos y me sentía cada vez más asfixiada, quería escapar, el humo llenaba mis pulmones y me asustó lo real que se estaba tornando el sueño, un poco de hollín salió de mi boc a al intentar toser y me sequé el sudor de la frente con mi mano, era irremediable. Parecía que estaba en mi propio infierno, y no había escapatoria alguna. Solo quería huir de ese lugar cuando un dolor precordial me despertó inmediatamente. No me había dado cuenta que estaba dormida, ni recordaba el porqué de las lagrimas que brotaban de mis ojos, solo sentí alivio al ver que el sueño no era real y que Gabriel estaba en su momento abrazándome mientras sollozaba en su chaqueta de cuero. Me aferré a su chaqueta para evitar que viera mis lágrimas derramarse. --Lo lamento—dijo él—te prometo que te lo explicare todo, no quería hacerte daño Alicia—dijo él mientras me pasaba la mano por los cabellos desenredándolos lentamente. ¿Daño? ¿De qué estaba hablando este sujeto? --¿Qué ha sido eso?—dijo ahogando un sollozo—Era muy real—dije nuevamente intentando que mi respiración entrecortada volviera a la normalidad. --Ha sido una ilusión—dijo suavemente mientras acariciaba mi cabello --¿Ilusión?—solté con ira en mi voz, él se paró de mi lado para sentarse en una silla de hierro no muy lejos de donde me encontraba.
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--Me han mandado a comprobar un par de cosas—dijo mientras examinaba todo mi rostro --¿Qué cosas?—dije secándome el rostro con el dorso de la mano-¿Quiénes?—dije nuevamente. --Los arcángeles—dijo mirando ahora el suelo del lugar—Creen que eres material para sus investigaciones, pero tranquila, no eres una de los “tocados”— ¿Eh? --¿Qué son los “tocados”?—me iba incorporando lentamente en mi misma-¿Cómo sabes esas cosas? Ok, tal vez si preguntaba muchas cosas. Pero esta vez iban en serio. El debía responderlas. --Los tocados son personas bendecidas por Dios indirectamente, son personas las cuales un ángel les da la bendición y tienen directamente beneficios como la vida eterna y algún súper don que los demás humanos no tienen --¿Cómo qué tipo de dones? Tal vez las historias de súper héroes no eran tan fantasiosas como yo creía. Si existían seres humanos así. ¿Dónde estaban? El respondió a mi pregunta sin formular. --No los hay, solo aparece un caso de ellos cada mil millones de años. Por eso es que me han mandado a corroborar—dijo mientras me tomaba de la mano dulcemente. --Lo lamento Me alejé la mano de un sopetón. --Alicia—casi suplicó Me alejé de brazos cruzados mientras la imagen del infierno se apoderaba de mi mente, todo se volvió oscuro y lágrimas corrían por mi rostro .El tiempo pasaba y de repente las subidas y bajadas de mi tórax se iban disminuyendo, ya no sollozaba, pero me daba vergüenza que me viera en 21
tales condiciones. El estaba un poco lejos de mí sentado en uno de los asientos de hierro forjado mirándome atentamente, y pronto se movió en otra posición para colocar mi cabeza en su hombro musculoso mientras me acariciaba el cabello. Estiro sus piernas y me seque las lágrimas, lo intente ver a la cara, pero su expresión no me tranquilizo, ¿era acaso dolor? --Explícame que me hiciste ¿Qué fue todo eso? ¿Arcángeles? ¿Eso acaso existe?—dije mientras me secaba los ojos con el dorso de mi mano. Tomó un par de respiraciones lentas y suspiró levemente. --Lo lamento Alicia—dijo mientras besaba la parte anterior a mis brazos secando las lágrimas que allí quedaban—me he precipitado—dijo nuevamente—Los arcángeles si existen, como verás yo soy un ángel y tengo que corroborar todas las sospechas que tengan ellos sobre cualquier humano—dijo jugando con mis dedos con su pulgar y luego con su dedo corazón, no paraba de enviar caricias a mi cuerpo y de repente todo se tensó dentro de mí. --Soy una humana normal, cuéntame más—dije incorporándome un poco de su lado. --No lo sé, los arcángeles no son de esos que cuentan sus planes tan fácilmente—dijo mirándome directamente a los ojos—Los caminos de Dios son misteriosos—dijo con una leve sonrisa en su rostro. --Eso lo sé, pero ¿Por qué la ilusión?—dije ya respirando normalmente. Se pasó una mano por su perfecto cabello negro y me hizo suspirar nuevamente. --Solo soy un mensajero Alicia, no sé ni la mitad de las cosas que me envían a hacer—dijo mientras acariciaba levemente mi mejilla con sus largos dedos. --¿Eso fue un mensaje?—el sarcasmo no pudo evitar salir de mis labios y él semblante de él cayó en picada al ver mi expresión. --¿Qué viste en tu ilusión?—dijo ahora mirándome con los ojos como platos. --El infierno—dije suavemente—O algo parecido a ello—dije mientras su rostro se crispó de dolor. 22
Quise tocarle con caricias en la mejilla para aliviar su dolor pero mi cuerpo ya no era mío. Todo dolía, pero quería incesantemente borrarle esa expresión de dolor del rostro. --¿Qué significa eso?—dije mirando fijamente el suelo—Ver el infierno El se encogió de hombros. --Las ilusiones son solo pequeños pedazos de tu futuro—dijo ahora mucho más serio que antes. ¿El infierno era mi futuro? El me miraba con completo interés ahora. --¿Estas bien?—dijo con una voz que no me transmitía ninguna calma, casi como si él estuviera aguantando las lágrimas también—Me importas Alicia—dijo como si nada y ahora me miraba con preocupación en sus ojos. --¿Te importo?—el dejó caer su mano de mi cabello y ahora se había girado su rostro en dirección contraria a la mía al momento en que se giró nuevamente en mi dirección nuestras miradas se entrecruzaron como nunca. Me sentí en otra dimensión, una creada especialmente para los dos. Me humedecí los labios con saliva y el caer de las hojas del otoño nos encerraba en nuestro pequeño mundo perfecto. --Mientes—solté, evitando así su respuesta, que nunca llegaba por cierto. Me paré del suelo con brusquedad y de repente sentí sus fuertes brazos alrededor de mí antes de caerme al suelo, mi torpeza me acompañaba en mis peores momentos. Pronto quedamos mirándonos fijamente a la cara, el con dolor en la suya y yo con que era…ah sí, rabia. --¡Suéltame!—grite, el no lo hizo porque si lo hacía iba a caer inmediatamente al suelo, al contrario me mantenía apretada contra su cuerpo y de repente su boca invadió la mía. Nuestras lenguas se entrelazaron haciendo una pequeña guerra y de repente todo mi cuerpo se tensó ante su toque. Me apretó contra un árbol y subió su mano por mi pierna jugando con subir mi falda un poco hacia atrás.
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Me besó tiernamente y mis manos impidieron que él se alejara, al contrario apretaron su cabeza contra la mía de tal manera que cada parte que nuestro cuerpo se tocaba se iba encendiendo algo dentro de mí que pedía a gritos ser liberado, el deseo subía y subía mientras más duraba nuestro beso. De repente una barricada de pensamientos nubló mi mente. ¿Qué había pasado minutos antes? Plumas. Gabriel. Sueño. Lágrimas Nada tenía sentido para mi… ¿Me había desmayado? ¿Qué era lo que había sucedido exactamente? Suspiré al soltar sus sedosos labios en forma de corazón y ahora sus hermosos ojos me estudiaban de pies a cabeza. Mi respiración seguía acelerada por lo intenso de nuestros besos y desee que él no se apartara más de mí, era un anhelo secreto. Me ruboricé al levantar la mirada de nuevo. El me miraba como si yo fuera la causa de un dolor interno muy severo. --¿Por qué me dices que te importo? Y al otro momento te quedas callado—dije con su rostro a escasos centímetros del mío, mis piernas temblaban por nuestra cercanía. --Alicia—dijo mientras me besaba suavemente el borde la boca y frunciendo el ceño mientras se alejaba, casi como si le doliera alejarse de mí. --Gabriel, dime por favor—dije mientras intentaba respirar, no me había dado cuenta que estaba aguantando la respiración durante el casi beso. Y mis pulmones ya demandaban del oxigeno--¿Es que acaso no soy lo suficientemente buena para ti?—alce un poco la voz en la última palabra y él se giró totalmente a mí para luego volver a presionarme con su cuerpo con su cuerpo. El llevaba el cabello negro un poco despeinado y los ojos azules de un tono casi sombrío, muy oscurecidos. Sus labios en forma de corazón estaban a escasos centímetros de mi boca y por primera vez en toda mi vida había deseado tener unos labios encima de los míos. Quería sentir su sabor, y morderlos un poco. Pero él como que me leyó el pensamiento y se alejó de mí lo suficiente para que no pudiere besarle, me sentí indefensa y un poco 24
frustrada en el césped del parquecito, no porque quisiese sino porque mis piernas no me darían para más. Me había rechazado, mi corazón dolía de una manera que nunca había experimentado, le odiaba por hacerme esto. Sabía que no era tan linda como las demás chicas, pero esto, era simplemente demasiado. Prácticamente me le lancé encima con un cartel de “bésame” y simplemente se apartó de mí. --Lo lamento—dijo antes de que todo se volviera negro de nuevo. Miles de plumas siguieron apareciendo en mis subconsciente.
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Todos los años para estas fechas papá me llevaba a ver los juegos de baloncesto de la temporada en el estadio de fútbol de la ciudad, pero debido a su nuevo trabajo eso era algo casi imposible en estos días. Lo extrañaba como loca, y odiaba el hecho de que tuviera su nuevo empleo fuera de la ciudad y casi no pasara tiempo con nosotras. Mi cabeza palpitaba con ferocidad y casi podía sentir cada mínimo latido de sangre en mi cabeza al intentar respirar con brusquedad, me pasé la mano por mis pesados ojos y la imagen de mi padre cuidando de mí en mi cabeza, cada vez se iba desvaneciendo más y más. Volví a pasar mis dedos por mi tabique nasal intentando empujar fuera el malestar que tenía y cuando me gire de donde estaba pude apreciar las luces amarillas y rojas jugaban a mezclarse en donde sea que estuviere, una brisa cálida me abrigaba como si viviera a la orilla de una playa, era divino sentir esa brisa. De repente el dolor se apodero de mi a lo que diagnostique como un leve dolor de cabeza, pero algo dentro de ella palpito apenas me intente poner en pie, era como un proceso migrañoso que iba en aumento. De repente me percate que estaba en mi habitación. Toda rosa con muñecos de felpa en todos lados, no sabía cómo había regresado a ella, no después de…af…el dolor no me dejaba pensar. Fue al baño de abajo por algunos analgésicos y vi que la casa estaba sola, mi madre estaba en el trabajo de enfermera y esta noche tenia guardia de 24 horas y papa era médico pero siempre tenía que atender alguno de sus congresos de médicos fuera de la ciudad, no recordaba donde. Debajo de mi la madera crujía debajo de mis pies. Tome un vaso de agua y un analgésico. El dolor incremento cuando sonó el teléfono de la casa, el ruido me llenaba los tímpanos como una avalancha cubre las casas. Respondí rápidamente, no soportaba el dolor. --¡Alicia!—dijo Bianca con preocupación --Bi..an..ca…--arrastré su nombre debido al dolor 26
--Gracias a Dios que estas bien, pensé, pensé lo peor Alicia ¿Por qué no contestas tu teléfono celular?—grito por la bocina del teléfono Alejé el teléfono de mi oreja un momento para visualizar la hora, habían pasado muchas horas desde que el almuerzo había acabado. --Ehn…Bianca. ¿Puedes venir a mi casa? No me estoy sintiendo bien—dije mientras me recostaba contra un taburete de la salita. --Voy para allá—dijo Bianca Deje de escuchar su voz y un fuerte bip bip bip. Había colgado. Apresuradamente busque asiento en uno de los muebles favoritos de papa, uno con un acabado hecho a mano o algo así, sentí leves arcadas venir a mí y me acurruque en el mueble rogándole a Dios que llegara Bianca rápidamente, necesitaba un médico, lo necesitaba ahora. Veinte minutos después llego Bianca quien me vio temblando en el mueble, tuve pequeños periodos de lucidez en el camino al hospital, cuando me monte en el auto, cuando me hacían preguntas, de repente recosté la cabeza contra el cabezal de una camilla y sentí un pinchazo en mi antebrazo, vi como goteaba un frasco de solución 0.9 y una enfermera ponía en ella algo con una jeringa, no soportaba el dolor, mucho menos ver cómo me colocaban algo para ello. Voltee a otra dirección. Bianca tenía ojeras y no paraba de llamar a alguien por el teléfono y mirar su reloj de muñeca. Me imagine que estaba llamando a mis padres. Cerré los ojos y simplemente me dejé llevar.
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El ruido de la sala de emergencia ya no era un dolor de cabeza, ahora de repente mis intestinos se movieron violentamente. No había comido desde hace mucho según mi estómago. Intente abrir mis pesados parpados con fuerza, la luz me cegó por unos instantes, pero cuando se adaptaron a la luz allí estaba mi madre, con su uniforme de enfermera hablando con Bianca quien le daba ánimos mientras yo estaba aquí tirada en la camilla. Ya el frasco de solución 0,9 se había acabado y una enfermera, no recuerdo si era la misma o era otra a la anterior me lo cambio por otro. Y me miro con los ojos abiertos como platos. --¿Ya te sientes mejor querida?—dijo casi en un susurro --Mmm, si—dije con la poca voz que pudo salir de mi garganta --Ya veo, tu madre y tu amiga han estado preocupadas ¿las llamo por ti?— dijo mientras quitaba la aguja y me enterraba otra en el antebrazo --Por favor— Gire el rostro mientras me cambiaba el frasco. Mi madre me lleno de besos toda la cara, nunca la había visto tan preocupada. Ella estaba a mitad de guardia cuando llegue yo como paciente, pensé. La culpa la tenia etiquetada en el rostro. A su lado Bianca apreciaba el espectáculo de besos en silencio. --¿De verdad ya te sientes mejor?—dijo mi mama mientras me besaba la frente las mejillas y todo lo que hubiera en mi rostro --Si mama— --Esta bien, déjame arreglar eso con el médico de guardia— Mama desapareció por las enormes puertas giratorias blancas. Bianca se acerco nerviosa. --Me has dado el susto de la vida Alicia, estoy muy molesta contigo ahora—dijo mientras entrecruzaba los brazos y fruncía el ceño. --Lo siento—dije
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Pero pronto dejo lo mala y me dio un fuerte abrazo que impedía que mis pulmones obtuvieran el suficiente oxigeno. --Solo te perdonare si me llevas a comer a ese nuevo sitio—dijo mientras se secaba unas lágrimas que evidentemente no quería que yo viera que se le habían escapado. --¿Cuál?— --El de comida mexicana, me deberías invitar por lo menos un par de tacos—dijo con la sonrisa fresca de siempre La amaba por eso, se contentaba fácil conmigo. --Esta bien, hasta te dejare robarme la salsa—dije inmediatamente Mi madre entro con un medico alto y guapo que me evaluó los signos vitales y me hizo un par de preguntas. Tenía el cabello rubio y ojos grises, era increíblemente guapo dije para mis adentros. --¿Sientes esto?—dijo el médico mientras me golpeaba ligeramente con un pequeño martillo, mi pierna se elevo involuntariamente. Luego me evaluaron las pupilas y la presión arterial. --Ya veo que estas mejor Alicia, espero que regreses a tu casa bien—dijo el médico. --Me tomare el resto de la noche doctor, si no es molestia. Quiero acompañar a Alicia el resto de la noche—dijo mi madre El médico y mi madre se apartaron de nosotras e intercambiaron números. Era extraño, pero Bianca me saco de mis pensamientos nuevamente. --¿Y entonces?—dijo como recriminación --Y entonces ¿Qué?—dije --¿A dónde se supone que fuiste después del almuerzo?—dijo cruzándose de brazos y sus ojos verdes acentuándose mientras me miraba. --No recuerdo—dije mirando en todas direcciones, era una terrible mentirosa. 29
--¡Alicia!—reprendió --No recuerdo— --Me estas ocultando algo—dijo ella ofendida --No— Si lo hacía. ¿Pero que le iba a decir? Que vi plumas caer del cielo mientras estaba con Gabriel y luego nada. El sueño. El dolor. Todo era confuso. Y dolía intentar recordarlo. --Bueno si…pero fue algo demasiado extraño Bianca—dije finalmente --Cuéntame— Bianca llevaba aun el uniforme de la escuela solo que con un suéter por encima, su cabello rubio caía por su rostro todo despeinado y el tono de verde oscuro de sus ojos se acentuaba cuando le pegaba la luz. Respiré profundo. Estaba a punto de sonar como una loca. --Gabriel me pidió que lo acompañara afuera—dije --Eso lo vi—dijo ella --Cuando estábamos afuera, algo raro pasó—dije nuevamente --Entiendo— Respire profundo, de nuevo. --Mi cuerpo no reaccionaba, no podía moverme, me llevo a las ruinas de la iglesia anglicana y vi como empezaban a caer plumas blancas del cielo e inmediatamente como tocaban el suelo desaparecían— Al final le conté todo a Bianca, exceptuando la parte en la que casi bese a Gabriel, pero eso no lo sabrá nunca, me haría quedar como una patética delante de ella. Bianca solo asentía con la cabeza cuando debía y decía leves aja y ujum cuando debía. Eran ya las seis de la mañana cuando me
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dieron de alta y Bianca no me había dirigido la palabra en lo que había quedado de noche. El himno nacional sonaba de trasfondo mientras mi madre firmaba los últimos papeles de mi alta en el hospital y Bianca me ayudaba a vestirme con un suéter de lana blanco. Nos montamos en el auto de Bianca y nadie dijo nada hasta llegar a casa. Mi casa era una casa blanca de dos pisos con algo de estructura antigua en ella, a mi madre le encantaba que fuera una casa antigua, aun recuerdo su frase cuando nos mudamos aquí hace un año. --Aquí viviremos para siempre—dijo con alegría mientras se bajaba del auto corriendo como una niña pequeña. Recuerdo que en esa época tenía yo solo quince años, y odiaba esta ciudad como nada en este mundo. El frio que hacía era horrible, me ponía el cabello con un frizz horrible, papa tendría que viajar para ir al trabajo todos los días lo que significaba que tendría que verlo menos tiempo y de paso, a mi perro Hunter no podía dejarle libre como en la vieja casa de campo, aquí tendría que cumplí reglas por el bien de los vecinos. Hunter salto de mis brazos en dirección a la casa y yo le seguí con los brazos entrecruzados y con rabia. Pronto conocí a Bianca en una convención del libro en un centro comercial de la ciudad, yo comprando libros y ella acosando a él que es ahora su ex. Es un tema difícil ahora, así que ya no hablamos de ese ser. Mi vida fue mejorando, ya tenía una amiga. Quien saliendo de mis recuerdos un poco, me miraba de vez en cuando en el auto como preguntándose si mi cordura estaba bien o estaba mal. Tal vez pensaba que me habían puesto suficientes narcóticos en el hospital para que dijera cuentos extraños, pero aún así trate de ignorarle. Miraba por la ventanilla del auto durante todo el viaje, y me acurruque en mi suéter la lana cuando me pegó el frío pensamiento que tal vez Gabriel si era malo, y me estuvo a punto de hacer daño. Miré con desconfianza ese pensamiento, el no era malo. Mama estaciono frente a la casa y apago el motor. 31
--¿Estas bien Alicia?—dijo mama ¿De verdad estaba bien? No, no lo creo. --Solo cansada—baje del auto inmediatamente --Te acompaño—dijo mamá sujetándome por el hombro Bianca nos acompaño hasta mi habitación en silencio. --Iré a preparar algo de desayunar y llamare a la escuela cariño ustedes faltaran hoy a clases, deberías llamar a tu padre en cuanto puedas, estaba muerto de preocupación —dijo mama antes de cerrar la puerta detrás de ella La habitación quedo en silencio --¿En verdad eso fue lo que paso?—añadió Bianca rápidamente --Si—suspiré Bianca parecía no tragarse mi historia, y no la culpaba, sonaba como una locura --Bianca—dije en un susurro Bianca había cerrado la puerta de la habitación antes de irse y las fuertes pisadas de sus pies se escucharon mientras bajaba por las escaleras, un portazo de la puerta y luego silencio. Mama abrió lentamente la puerta y me tendió un teléfono celular y vi en sus ojos algo, como preocupación. --¿Sucede algo con Bianca?—pregunto mama --Solo esta molesta—dije --Oh cariño, llama a tu padre mientras preparo algo de comer. No deberías pelear con tu única amiga—dijo mama antes de irse Única amiga…repetí en mi cabeza Marque a papa quien atendió a la tercera repicada --¿Amor? ¿Todo esta bien con Alicia?—dijo papa con preocupación 32
--Eh…hola papa soy Alicia—dije lentamente --Ah, hola cariño ¿Cómo te sientes?—dijo el --Fuerte como un roble—dije alegremente --Lo siento tanto por no estar allí cariño, prometo llegar rápido, estoy ya de camino a casa—añadió el --No tenias que cancelar lo del congreso papa— --Si tenía, además eres mi única hija. Y yo soy médico, que clase de padre seré si no estoy contigo en estos momentos—añadió el La verdad un poco dramático, pero me amaba como a nadie. --Nos vemos en unas horas cariño, estoy en el tráfico— --Está bien papa, te amo— --También te amo mi niña— Y eso fue todo, comí algo y me di una ducha con agua caliente y jabón. Pero en mi mente solo quedaba algo dándome vueltas, plumas blancas cayendo del cielo y ojos azules penetrando en mi subconsciente.
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Siete días y siete noches pasaron sin ver rastro de Gabriel, se había esfumado de la escuela. Pasaba todo el día con la sensación de estar siendo observada y en las noches era perseguida por alguien que venía a mí con la intención de matarme, no quería que eso me pasara, me despertaba de golpe con el pulso acelerado y mirando siempre por la ventana, era algo ya casi mecánico. Soñar, despertar, mirar por la ventana. Ya me estaba dando miedo la cosa. Bianca me perdono, pero no del todo y yo lo sabía. Ella pensaba que le había mentido, y no era así, ¿pero como explico que eso era verdad y no una mentira? Mi padre pasaba casi todo el día trabajando solo le oía llegar a eso de 11 pm e irse a eso de 5 am, y a mi madre la habían transferido a una clínica en el centro de la ciudad, allí le pagaban mejor pero si antes no la veía, ahora menos. Además se estaba comportando de manera extraña, ahora usaba mas perfume del habitual para ir al trabajo, se ponía un poco mas de maquillaje…era raro Pasaba todo el día sola en casa sintiéndome sola, valga la redundancia de palabras. Cuando me di cuenta ya era sábado, limpie la casa con esmero, primero el baño y luego cada una de las demás habitaciones a eso de las cinco de la tarde llame a Bianca varias veces. A la segunda atendió. --¿Dime que no tenemos plan para esta noche?—grito con alegría --No tenemos plan para esta noche—alegue rápidamente --Pues ya tenemos, vístete que voy para tu casa en diez— Colgó A los diez minutos estaba Bianca entrando a mi casa como perro por su casa con bolsas de compras en ambas manos --¿A que no adivinas que haremos hoy?—dijo --¿Qué?— 34
Saco unas mini faldas y unos tacones de las bolsas --Iremos a nuestra primera noche a un bar—dijo ella Mi cara fue de shock --¿Qué?— --Fiesta nena, fiesta—dijo mientras terminaba de sacar las cosas --Necesitaríamos credenciales falsas, recuerda. Tenemos apenas diecisiete, no podemos ni siquiera beber legalmente—dije --Novata—dijo mientras me tiraba una credencial falsa en el rostro La tome en el aire Decía Carolina Martínez, 19 años, soltera. Con una foto algo retocada mía, parecía mayor a lo que soy. --¿De dónde la sacaste?—dije --Un amigo de papa—dijo ella mientras se bajaba los pantalones y se ponía una mini falda negra --¿Cómo lo sobornaste?— Ella era buena en eso. --Digamos que papa no debe enterarse que el intento coquetear conmigo o si no estará despedido—dijo mientras se quitaba el sujetador y la blusa que cargaba y se ponía un sujetador con encaje rojo con piedras --Oh, lo lamento—añadí Se volteo en mi dirección haciendo un puchero --Tranquila nena, yo fui la que estaba coqueteándole en primer lugar, pero papa no se tiene por que enterar. Además el me cree más a mí que a cualquiera---¿Y que es todo eso?—dije mientras tomaba un sujetador de encaje negro de una de las bolsas --Ropa ¿o crees que te dejare ir a tu primer bar vestida así?—dijo mientras señalaba a mis viejos vaqueros, converse negras y camiseta holgada gris. 35
--Ehn…pero esta ropa esta…---Sexi—dijo ella alegremente --Póntela—dijo mientras me lanzaba un vestido corto de lentejuelas rojo Dos horas después que terminamos de arreglarnos Bianca llevaba una mini falda roja y una blusa con escote negra tacones de aguja negros y cinco capas de maquillaje sobre su rostro, el cabello rubio lo llevaba en un moño alto muy bien alisado. Yo por mi parte llevaba un mini vestido de lentejuelas rojo y tacones de color crema e iba igual de maquillada que ella, con miles de capa de maquillaje, tanto así que tapaba cualquier rastro de juventud en nosotras, llevaba el cabello castaño suelto con una raya a medio lado. Parecíamos mayores a veinte. ¡Increíble! Le deje una nota a mi mama en la cocina solo por precaución que estaría en casa de Bianca, y salimos totalmente bañadas en perfume de mama y con solo el dinero para ambos taxis. Al llegar al lugar la emoción recorrió mi cuerpo, estaba a punto de hacer algo prohibido. Caminamos hasta la fila para entrar al sitio que tenía un gran letrero de SIETE el gran sitio de moda de la ciudad y en cuanto el portero nos vio trague disimuladamente, Bianca se hizo pasar por ebria y nos miro de reojo por un par de segundos. --Credenciales por favor—demando el gorila de la puerta con vehemencia Pensé, hasta aquí llegamos. El gorila medía casi los dos metros de alto, llevaba camisa manga larga negra y corbata roja, junto con unos lentes oscuros y su piel morena, inspiraba miedo. Bianca entrego la de ella primero con un toque coqueto --¿Kiara?—repitió el gorila --Si—afirmo Bianca Era muy buena mentirosa. Entrelacé mis dedos con los de ella un poco nerviosa
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--¿Nos dejaras pasar o qué?—grito Bianca mientras posaba una mano en su cadera en modo de enfado --Solo quería ver el nombre de la diosa de mi corazón—dijo el gorila Mi estómago se revolvió. Asco. --Por supuesto señoritas, pasen adelante—dijo mientras se comía con la mirada a Bianca. Una vez dentro del lugar las luces de neón opacaron mi vista y el humo falso en mis pulmones ¿esto era todo? Un montón de gente bailando en la zona central con máscaras en sus rostros, otro sector donde proporcionaban bebidas alcohólicas y otra donde caían grandes cortinas de terciopelo roja, creo que era la zona vip o algo así. Bianca me arrastro hasta el bar y pidió dos cocteles de nombres estrambóticos, que ni siquiera yo podía mencionar, el mío era en un tono azul con algo de rojo flotando encima de lo azul, el de ella era burbujeante a la vista en tono amarillo con una linda sombrillita en el. Bianca me miraba expectante --Tómatelo a la cuenta de tres. Necesitamos toda la experiencia de hoy, y cuando digo toda es toda—dijo ella Puse la copa entre mis labios entre abiertos y empuje la bebida por mi garganta, era quemante al principio mientras bajaba luego refrescante y luego me sentí un poco mareada, al principio no me gusto el sabor pero con el calor que hacía en ese lugar ese líquido pareció haber sido sacado del mismísimo cielo. Pronto Bianca fue por otro. Nos lo tomamos mientras mirábamos como la gente para entrar a la zona de baile se colocaban máscaras con plumas de todos colores. Un chico en especial atrajo mi atención. Llevaba traje negro y máscara blanca con lentejuelas, sabía que lo conocía de algún sitio, de donde no sabía. Pero de repente cuando sus ojos se entrecruzaron con los míos, me sentí desnuda y vulnerable. Bianca me arrastro hasta la pista de baile. Donde nos dieron a ambas un par de mascaras. La de Bianca era morada intenso y la mía, negra con plumas del mismo tono. Bailamos un rato de manera despreocupada, cuando a mitad del baile la música se detuvo. 37
Sentí que alguien me tomaba por los hombros. --¿Qué se supone que haces aquí?—dijo la voz aterciopelada con algo de enfado en ella, él estaba detrás de mí. Sentí la alegría recorrer todo mi cuerpo ante su contacto. Me gire para verlo, era Gabriel quien llevaba la máscara después de todo. -- Suéltame, no tienes derecho a pedirme explicaciones—demandé mientras recordaba su falta de tacto la última vez que nos vimos. Las plumas, las caricias, y también recordaba perfectamente como me había hecho desmayarme por segunda vez antes de llevarme a mi casa. La rabia iba ascendiendo en mí como cuando lanzas un fósforo a un tanque de gasolina— ¡Suéltame!—repetí ferozmente alentada por el alcohol. No me soltó, sus manos posesivamente ahora estaban en mis caderas. Empujé sus manos de ellas inmediatamente. La música ahora estaba detenida y un hombre con traje gris increíblemente guapo se poso en la cabina de DJ, puso una tonada lenta y grito a cuatro vientos: --¿Alguna damisela quiere bailar en el escenario?— Mi piel se helo al ver Bianca levantar la suya e instintivamente levanto la mía. --Wow, ya tenemos a las dos primeras chicas. ¿Alguien más? Se podrían ganar un Audi A4 cada una si quedan como finalistas así que anímense chicas—dijo el anfitrión de la fiesta El llevaba traje gris y corbata azul marino, su cabello negro estaba echado hacia un lado con una sonrisa medio torcida y dientes perfectos. Varias chicas con cuerpos perfectos estaban subiendo hacia el escenario. --Alicia, ¿Qué se supone que estas haciendo?—dijo Gabriel antes de que Bianca me empujara hacia el escenario. Lo último que lo vi cruzarse de brazos y evidentemente tenía el ceño fruncido, su frente se arrugo detrás de la máscara. Mi cabeza iba de Gabriel a Bianca. ¿Cómo se atrevía a enfurecerse conmigo? 38
Subimos por las escaleras traseras al lugar rápidamente, ya arriba habían cuatro chicas mas, una morena con un vestido azul despampanante y curvas perfectas, una rubia con el cabello corto por las orejas y vestido verde con encajes, una pelo rojo con piel blanca como la cal y muy delgada y otra que ante nosotras nos dejaba en ridículo, era hermosa con su piel morena y cabello rizado con curvas perfectas. Nos unimos a ellas y el anfitrión soltó un grito y luego llamo a uno de los DJs del sitio, todas comenzamos a bailar como podíamos, de repente la chica de cabello rojo fue eliminada y luego la rubia despampanante. Menos mal no era un concurso de belleza porque si no la primera en irse seria yo, o en su defecto Bianca. Seguimos bailando, ahora el ritmo era más intenso, tocaban la canción de “David Guetta TITANIUM” mi favorita y comencé a mover el cuerpo como toda una profesional, Bianca me miraba de vez en cuando para hacerme reír e intimidar a las demás concursantes. De repente todos los presentes comenzaron a enloquecer y a lanzarnos billetes mientras ellos también empezaban a bailar. Varios reflectores se posaron sobre mi cabeza y me sentí como una estrella famosa, la música se detuvo y empezó una canción de “SKRILLEX” que no sabía cómo se llamaba solo sé que me encantaba como sonaba y en cómo cada una de las partes de mi cuerpo se movía frenéticamente. Bianca movía el trasero como una diosa y me guiño el ojo para que mostrara mis mejores pasos, los que ella me había enseñado hace tiempo. Busque con la mirada al Gabriel pero había desaparecido, de repente cuando me voltee a mitad de un paso sexi allí estaba él pasmado. Parecía que había visto un fantasma. Me miraba de arriba abajo con su mirada penetrante y lo vi ponerse incluso ¿nervioso? Decidí ignorarle y seguir bailando, a lo último quedamos de finalistas Bianca, la chica con piel oscura que tenia por nombre Kimberly y yo. Todas nos ganamos un Audi A4. Bajamos del escenario apenas pudiendo respirar, y gritamos con la emoción. --¡Oh por Dios ah sido tan emocionante!—grito Bianca Gritábamos y bailábamos como adolescentes que éramos. 39
Si, si parecíamos adolescentes. Menos mal no había nadie que nos viere en ese momento. --¿Te fijaste que use ese paso que me enseñaste la otra vez? Fue de lo más emocionante—dije y me calle inmediatamente, el anfitrión de la fiesta nos llevaba para reclamar nuestro premio nos señalo con el dedo la entrada a una puerta trasera del edificio, caminamos por varios pasillos de ladrillos encementados y cruzamos varias veces por portones eléctricos, allí al final estaban los autos. Los Audis A4 estaban allí, uno color perla, otro en plata y el otro en negro. Kimberly ya estaba encima del Audi A4 negro así que Bianca escogió el perla y yo me quede con él plata. Eran hermosos. Bianca quedo en enviar los abogados de su padre para arreglar todos los problemas “legales” con el anfitrión, ya que dado, no habíamos entrado legalmente al lugar ni éramos mayor de 21. --Pequeños detalles—bufó Bianca mientras marcaba un par de teclas de su blackberry rosa --Le estoy marcando a un abogado de papá, el siempre sabe qué hacer con estos líos legales—dijo mientras se concentraba más en su teléfono --Vale, oye Bianca—dije y Bianca subió la mirada inmediatamente--¿Has visto al tío de la máscara?—dije ahora con vergüenza en mi rostro Bianca me estudiaba con el ceño fruncido. --Aja—dijo lentamente a la espera de mi explicación a mi pregunta. --Es Gabriel—dije ahora mirándole nuevamente. Los ojos de Bianca se abrieron como platos y su boca formó una perfecta o. --¡Vale eso es genial!—exclamo Bianca—Ahora puedes preguntarle donde se había metido en estos sietes días—dijo ella mientras terminaba de atender una llamada a su blackberry, los abogados de su padre parecían no dormir, eran más de las doce de la noche. Tal vez tendía razón, tal vez era hora de pedirle explicaciones a ese ser. Bianca termino su llamada y se giró hacia mí.
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--Conseguiré esos autos, aunque tenga que sobornar a media ciudad—dijo Bianca mientras pasaba su peso a una de sus caderas—Y será mejor que tu consigas ciertas respuestas de cierto jovencito—dijo Bianca guiñándome un ojo --¿O si no que?—dije riéndome un poco tonta. --¡O iré yo personalmente y le robare algo más que información!—agregó Bianca, y es que ella era buena con los chicos, es decir, había perdido su virginidad a los trece con un chico siete años mayor que ella. Tenía labia. Pero la idea de Bianca coqueteando con Gabriel me repudió, en vez de pensar en eso dije: --Tengo sed—añadí rápidamente mientras me tocaba la garganta --Volvamos al bar— Caminamos contoneando las caderas como habíamos practicado miles de veces cuando de repente el chico de la máscara se encontraba en uno de los laterales de la barra tomando un poco de soda con el ceño fruncido. Me le acerco lentamente, me siento en el taburete a su lado de manera coqueta y pido otro trago. Gracias a Dios esta noche era barra libre, sino el dinero para el taxi lo hubiera dejado solo en un trago. El bar tender me pasa una bebida transparente con una aceituna en el fondo de una copa triangular, creo que un Cosmopolitan, me sorprendo a mi misma sabiendo el nombre del trago. Es refrescante y seco. El chico de la máscara no pudo apartar la vista de mí. Primero mira el escote pronunciado de mi vestido y luego a mis largas piernas, devorándome de arriba abajo. No lo hubiere hecho de no saber quien se encontraba detrás de la máscara. De no saber que era el chico con el que no he parado de soñar durante estos benditos siete días y siete noches, y reí para mis adentros cuando recordé que el lugar también se llamaba SIETE. Irónico, pensé. El chico de la máscara dejo que terminara mi trago y me llevó a la afueras del lugar de manera rápida, creo que estaba molesto, pero detrás de una máscara es muy difícil ver si alguien esta realmente molesto o no. Solo 41
caminamos hasta el final de un pasillo en las afueras del club. Pensé en enviarle un mensaje de texto a Bianca si sucedía cualquier cosa. Bianca me miraba perpleja desde el otro lado del club y levanto una copa en mi dirección, ella estaba disfrutando esto. El vapor del club salía por debajo de una de las puertas por las que habíamos salido, un hombre de contextura gruesa estaba recostado detrás de una pared del pasillo fumándose un puro y haciendo bocanadas de humo para nosotros, levantó el puro y nos hizo una reverencia. Seguimos caminando un poco más. Llegamos finalmente al final de un callejón, una ambulancia pasó instantáneamente a nuestro lado, llevaba algún herido, iba a gran velocidad. El chico de la máscara tenía sus ojos clavados en mí, al punto que sentí que mi piel quemaba en su presencia. Tenía miles de preguntas que hacerle, muchísimas, sobre todo ¿Qué había sucedido ese día? Después de salir al patio con el ya nada estaba en mi memoria, si me había desmayado o algo merecía saber. Además como había sabido mi dirección de casa, o incluso haber entrado. Era espeluznante. --¿Qué fue lo que sucedió ese día? El día que te acompañe fuera. Creo que merezco una explicación—dije valientemente --No quieres oírla, además, tengo sentimientos egoístas. Te quiero cerca de mí, por lo menos por el momento—dijo acercándose a mí cuerpo, puso su boca cerca de mi oído lentamente --¿Qué es lo que planeas hacer exponiéndote así? Tan provocativa— demandó él con furia. Subió su mano por mi muslo y todo mi cuerpo se tensó al contacto. --¿Exponerme?, ¡soy joven puedo exponerme cuanto quiera!—casi soné como una adolescente malcriada, le aparté de mi con una mano, me sorprendió que use toda mi fuerza y apenas se movió un centímetro --De verdad me frustras Alicia—sus ojos azules oscureciéndose cada minuto Y allí estuvo de nuevo 42
Intente quitarle el antifaz con mis dedos, pero me detuvo en el proceso, en vez de eso tomo dos respiraciones y sostuvo mis manos junto a su cara acariciándose con ellas las mejillas. Algo dentro de mí se despertó, en realidad me gustaba que me tocara, me gustaba tocarle, me sentí perdida y encontrada al mismo tiempo. Pero el me miró y me soltó ambas manos. --Lo siento—dijo ahora miraba mis ropas como si fuesen impuras, que en realidad no es que hubieran sido para lo contrario. --Toma—me pasó su chaqueta por encima de los hombros y la cerro por el frente con uno de los botones. De repente en medio de ese callejón el tiempo se volvió a detener para mí, solo que ahora no había plumas cayendo ni nada fuera de lo normal solo él y yo mirándonos impasiblemente. Quería besarle, tomar su rostro entre mis manos y juntar mis labios con los suyos. Nunca había sentido esto, deseo. Pero allí estaba haciéndome sentir devastada y aliviada al mismo tiempo. --¿Podrías por favor regresar a casa y ponerte a salvo?—dijo casi en tono de súplica. --Pero si no estoy en peligro—alegue rápidamente --Alicia he estado observándote toda la noche, es cuestión de tiempo que alguno de los tipos en el club te inviten un trago y quieran propasarse contigo—dijo con el ceño fruncido Ahora sus ojos azules se intensificaron en color, ya no eran azul cielo eran un azul muy brillante casi eléctrico. Pensé que era mi vista que me engañaba pero allí estaba él, un reflejo de la perfección con los ojos más increíbles que había visto en toda mi vida. Brillaban como las luces de navidad, aún mejor que eso. Eran preciosos. --¿Cómo sabes eso?—dije --Porque yo he estado evitando que varios de ellos se te acercaran, además, no me gusta compartir—dijo en un tono sombrío me heló hasta los huesos. Me giré para ver quién me podría ayudar en caso de que intentara algo que no querría. Hasta el señor que fumaba se había ido. Inmediatamente recibí un mensaje de Bianca a mi blackberry. 43
“AVISAME SI NECESITAS UNA SALIDA DE EMERGENCIA” decía el mensaje de Bianca en cuanto lo revisé, tecleé algo de vuelta mientras Gabriel me miraba con gesto asombrado. “TODO BIEN” tecleé casi sin respirar, el no apartó ni un segundo su mirada de mí mientras escribía. Me besó los labios tan tiernamente que hasta mis piernas temblaron debajo de mí y un suspiro salió de mis labios, le deseaba como nunca antes había deseado a alguien. Pasé mi mano por su cabello negro y liso y lo enrede con mis dedos para mantenerlo más cerca de mí, el gimió un poco al ver que intenté profundizar el beso. Se apartó un poco, ahora me veía diferente, algo de culpa se presentó en sus ojos. --No, no eres capaz de hacerme daño. Tu eres bueno—dije acercándome a él, quien para evitar mi contacto se recostó aún más de la pared que estaba tras suyo. No había mucho espacio en el callejón pero hay estaba yo, deseando que me tocara, aun cuando me había dicho que me iba a lastimar, mi cabeza estaba ya dando vueltas por el alcohol y mis pies comenzaban a doler por los tacones. Allí estaba él, la figura perfecta de un hombre con la cara desfigurada por el dolor. Ahora la camisa de vestir estaba por fuera y el cabello un poco despeinado por la brisa fría de la noche. --Vete—dijo mientras se tocaba el tabique de la nariz con los largos dedos que tenía como para reprimir un instinto. --¡No!—dije --Que te vayas—dijo mirándome con furia --No—repetí Ahora me miraba aun mas enfurecido --No me tienes miedo ¿cierto?—dijo el --No--repetí, aunque por dentro estaba aterrada algo instintivo en mi estaba mal, mi cuerpo me decía que corriera cincuenta metros lejos de él pero mis piernas no obedecían. 44
--Deberías simplemente alejarte de mí. No sabes cuánto autocontrol tengo que tener para simplemente no tomarte en este callejón oscuro y hacerte mía— Ante esta revelación la sangre se drenó de mi rostro. --Y no, no seré ni dulce ni paciente con la última virgen de la escuela—dijo metiendo las manos en sus bolsillos y mordiéndose el labio fuertemente. --¿Cómo sabes que soy?—dije No me dejo terminar la frase --¿Qué? ¿Virgen? Eso se te nota en la cara, y bueno…también tienes esa aura especial de las vírgenes, que con ojos normales simplemente no…-dejo en suspenso su frase, ya mis ojos estaban abiertos de par en par --Oh, Gabriel—dije su nombre en un susurro --No soy bueno para ti, aléjate y sigue con tu vida por favor—dijo mientras me presionaba contra la pared con una de sus manos y con la otra sostenía mi mentón para que pudiera mirarle a los ojos, mi entrepierna sintiendo perfectamente todo su cuerpo. --¿Por qué?—dije ya con lágrimas en los ojos, y me sentí estúpida por estar llorando frente a él. Me miró con sus ojos y sentí que me atravesó el alma, luego detrás de él apareció un ala enorme como la de un ángel pero esta no tenía plumas blancas como las que había visto antes, eran diferentes, mucho más hermosas. Suspiré mientras observaba eso. --Tu no eres humano ¿y qué?—dije casi en un susurro --No se supone que deberías saber eso, pero--dijo mientras miraba en dirección a la calle ahora transitada por un par de borrachos con uniforme de oficina—Siempre estamos siendo observados Alicia, ya sabes más de lo que deberías. Solo es cuestión de tiempo de que me vengan a buscar—dijo mirando el suelo con tristeza.
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--¿Quiénes? ¿Los arcángeles?—dije pasándole los dedos por el reborde de sus perfectos labios en forma de corazón. --Ellos mismos—ahora él miraba con ferocidad mis labios como si deseara arrancármelos. Me presionó contra la pared nuevamente y ahora pude escuchar un gemido ahogado en su garganta mientras me besaba con ferocidad, devorando mi boca con evidente salvajismo y jugueteando con mi lengua mientras me subía el mini vestido y tocaba con rapidez mis muslos y espalda. Estaba totalmente perdida, acalorada, y deseosa de que él me hiciera suya en ese asqueroso callejón subí mis piernas alrededor de él para acercarlo más a mí y me comenzó a abrir el vestido por la cremallera lentamente, mis dedos entre su cabello negro aprisionándolo aún más y queriendo acercarlo aún más de lo que ya estábamos. Le deseaba. Quería que fuera él el primero…Le besé con más fuerza y se apartó bruscamente de mí. Su respiración forzada y entrecortada, y su mirada de dolor me recorrió de arriba abajo con el vestido casi caído y con el cabello revuelto. Ambos estábamos en las mismas condiciones, acalorados y con ganas de llegar al clímax de esta tensión sexual. --Alicia no puedo sobrepasarme contigo—dijo mientras yo me subía la cremallera de mi vestido. Ya era la segunda vez que me rechazaba. Inmediatamente lo dijo se abalanzó sobre mí, cerré los ojos y de repente el ya no estaba, solo había una pequeña pluma negra en el suelo, que inmediatamente se desvaneció al tener contacto con el suelo frío. Bianca salió apurada por la puerta trasera. --¡Hey Alicia! ¿Qué haces aquí sola? Ven adentro esto se esta poniendo bueno—agito su mano sobre su cabeza y entró en el club nuevamente. Pero ahí me había quedado yo, helada. El chico que me gustaba no era humano y me había rechazado, nuevamente.
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Ese mismo día cuando regresamos del club SIETE, Bianca venía medio dormida y un poco prendida porque no decirlo, su cabello rubio ahora era una maraña y justamente me sentía como una niñera en estos momentos. --¿Ally?—dijo Bianca mientras se estiraba en el asiento del taxi--¿Ya llegamos?—dijo nuevamente. --Ya casi—dije casi en un susurro el taxista nos miraba de vez en cuando por el vidrio de su taxi para asegurarse que Bianca no se vomitara dentro de él. Le pague el dinero al del taxi y ayude a bajar a Bianca del automóvil poco a poco, metí la llave en la puerta delantera y me entró el pánico cuando la llave giró sin problemas, estaba abierta. La casa estaba en oscuras, el miedo apoderándose de mi sistema. Dejé a Bianca afuera e intente despertarla con movimientos bruscos y nada pude hacer para despertarla, ella estaba fuera de combate, tendría que hacer esto sola. Busque en la cesta que estaba lateral a la escalera y saque una sombrilla que había sido de mi abuela anteriormente, de madera maciza. Si era un ladrón tendría con que defenderme. Una pisadas en el piso de arriba y lo supe, marque al 911. Cerré la puerta de la casa y me devolví por la puerta de entrada de la casa, una figura alta y curvilínea se apareció detrás de mí y me empujó contra la grava del patio de la casa, Bianca estaba inconsciente por el alcohol y me giré para enfrentar a mi agresor. Una mujer de veinte tantos me miraba con desprecio. --¿Tu quien eres?—grité --Eso debería preguntarte yo a ti—dijo escupiendo cada palabra delante de mí La rubia entrecerró los ojos con fiereza y algo dentro de mí se estremeció con violencia. Todos los vellitos de mi cuerpo se erizaron en respuesta. --¿Qué haces en mi casa?—dije arrastrándome hacia atrás 47
--Solo vine a matarte—dijo mientras sacaba un arma nueve milímetros y la apuntaba directamente a mi cara. El miedo se apoderó de mí. Y la golpeé en la entrepierna con todo lo que podía. Me ayude a levantar del suelo y la empujé contra la grava fuertemente. La pistola salió disparada en dirección a la puerta de la casa. Un fuerte quejido salió de la boca de esa extraña mujer. Bianca seguía dormida, era imposible. Pensé rápidamente en todas la vías escapatorias de esta situación, descartando una a una al ver que no podía dejar sola a mi mejor amiga. Si no ella estaría muerta también. Se revolcaba del dolor mientras se levantaba del suelo y me asesinaba con la mirada. --Me ha dolido eso—dijo mientras se levantaba del suelo Era blanca casi rosada con cabello rubio corto por las orejas, ojos rosados cosa que me hacía desconcentrar totalmente, eso no era natural. Delgada como una femme fatale con enormes pechos y cintura pequeña, toda una modelo en su complexión. Mi cuerpo estaba tenso y no reaccionaba ante mis estímulos, no otra vez, pensé. Miré nerviosa a Bianca. ¿Ahora qué hago?—pensé. --No te preocupes por ella, le he puesto algo en la bebida—dijo señalando a Bianca con su uña perfectamente arreglada --¿Drogaste a mi amiga?—soné muy molesta, mi voz se elevo dos tonos --Tenía que tenerte para mi solita—dijo mientras me daba un fuerte golpe que me hizo irme un poco para atrás Caí un par de metros detrás no sin girar sobre la grama y rasparme las rodillas un poco. --Y deleitarme como te destruía de a poco—dijo mientras me pateaba un costado del tórax Giré del dolor de nuevo. --Duele—dije entre dientes
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Tenía que llegar a la pistola, sin importar como, tenía que llegar. Si no, estaría acabada. Otro golpe fue recibido ahora por mi estómago. --¿Por qué me quieres asesinar? ¿Qué represento para ti?—solté rápidamente el dolor era insoportable ya. Escupí sangre. --Tienes algo que es mío, lo quiero de vuelta— No entendía que me decía. ¿Algo que era de ella? Eso era absurdo. --No es cierto, te has equivocado de persona—alegué inmediatamente, solo era cuestión de tiempo en que llegaran los policías y podría salvarme de esta situación. Escupí otra bocanada de saliva con sangre al recibir otro golpe, este iba directamente a mi rostro y caí a varios metros de distancia. Si seguía así me iba a terminar de nuevo en el hospital. Tenía que hacer algo para detenerla. Me levanté de la grava y ella me miraba con aún más desprecio. --¡El es mío! ¿Oíste?—dijo mientras sacudía su imponente dedo frente a mi rostro. Miré en dirección al arma y luego hacia ella. Aún quedaba la posibilidad de que la pudiere alcanzar. Ella pareció leerme el pensamiento porque se abalanzó sobre el arma antes que yo, alcanzándola y empujándome de nuevo contra la grava y el césped de la casa. --¡No se de que estas hablando!—le alce la voz --Gabriel—dijo como que si eso me sacara de todas las dudas—Es mi novio ¿entiendes?—dijo mientras comenzaba a cargar la pistola de nuevo, era evidente que estaba disfrutando ese momento porque una sonrisa maléfica se posó en su rostro. --¿Y eso qué?—escupí las palabras—El no me quiere—dije mientras me tapaba la boca para evitar escupir más sangre Ella me miró con ojos expectantes y casi pude ver el alivio recorrer su rostro. Luego cuando se giró hacia detrás de mi casa y se giró en mi dirección pude verlo, ese iba a ser mi final. Ella cargó el arma, apuntó el gatillo y disparó en mi dirección. La bala pasó muy cerca de mí y me 49
cuerpo se heló al escuchar el ruido de la bala, me cubrí el rostro para evitar así el impacto de bala, siguió disparando para verme allí acorralada y asustada pero esta vez hacia el cielo, como si se estuviera burlando de los demás ángeles al hacer eso. Se le acabaron las balas y se apresuró a recargar, el estuche de balas nuevo se le cayó inmediatamente y al verme allí me comenzó a golpear con olas de aire, primero fueron más violentos y luego fueron disminuyendo. Cuando se apresuró a golpearme nuevamente ya mi cuerpo dolía por todas partes, cuando iba a pegar el grito de mi vida, apareció quien menos esperaba. Gabriel. Detuvo con una mano a mi agresora y la empujó contra los rosales de mi casa. Se paró delante de mí y ahora pude enfocar que iba sin camiseta y se le denotaba todo el tórax desnudo y en una parte de su hemitorax derecho sobre salía algo como un ala, hecho con material transparente como material espiritual, me había dicho que no era humano pero esto era increíble. Si no lo estuviera viendo no lo creería. Era un ángel en realidad. Miles de plumas caían del cielo mientras él estaba dándome la espalda, yo yacía en el suelo derribada y era algo majestuoso para ver. Si acaso los ángeles existían, esto era una prueba irrefutable de ello. Me levante del suelo en busca de mi amiga, la empuje a la casa y cerré todas las cerraduras. Me asomé por la ventana para ver el combate pero solo llegue a la parte en que la chica estaba de rodillas a Gabriel con lágrimas en los ojos, se acercó a él y le besó en los labios, me relajé al ver que él no le devolvía el beso y le mandaba a irse antes de que llegasen los policías. Sentí como una puñalada en el corazón. Minutos después Gabriel estaba solo, sentado en el patio trasero de mi casa. Le abrí la puerta con cuidado, el entró directamente a la cocina, sacó una bolsa de hielo del refrigerador y tomo un par de analgésicos que estaban en la encimera de la cocina. Ahora me miraba con el ceño fruncido. 50
--Alicia—dijo lentamente, con obvio dolor en su rostro Me miraba de arriba abajo con cautela como si lo que estuviera viendo no era de su agrado, el pensamiento me torturaba incluso más que los golpes de la mujer de hace rato. Se acercó a mí y me hizo caminar a la salita, allí yacía acostada Bianca con una frazada que le puse para el frío, era increíble, pero aunque estaba Bianca sentía que solo estábamos él y yo en esa habitación. Gabriel me tomó por la cintura y me dio un suave beso en los labios. No me lo esperaba. --¿Estás bien?—dijo examinando de nuevo mis heridas. Una de ellas se estaba convirtiendo en un enorme hematoma alerté. --Mmm, ahora estoy mejor— Sus ojos me atravesaron con ese azul eléctrico. Me pasó un par de analgésicos y la bolsa de hielo y fue por un vaso de agua, lo sabia porque estuvo revisando un par de gabinetes y luego se escucho la llave del agua abrirse. A los pocos segundos regreso con el vaso de agua y se cruzo de brazos mientras me tomaba mi analgésico. No recordaba el dolor hasta que tragué con fuerza, y lo sentí, en mi estómago y en varias partes más de mi cuerpo. Suprimí un quejido de dolor en mi garganta. El me ayudó a subir las escaleras a mi habitación y de repente me quede helada, él estaba en mi habitación. Mi corazón se aceleró al pensar que él tal vez intentaría algo conmigo, que él y yo… No podía ser cierto. El se dio cuenta que me quede helada y acomodó las sábanas de la cama, y se sentó lo más apartado de la cama en una mesita de madera que estaba llena de mis novelas favoritas, Romeo y Julieta y Cumbres Borrascosas. Les aparto y se sentó, solo mirándome mientras me recostaba en la cama. --No intentare nada contigo Alicia, ya te lo he dicho—dijo mientras miraba por la ventana como observando algo, pero allí no había nada solo el amanecer que ya hacía su entrada. Me giré para ver también el amanecer un poco agitada y disgustada. 51
Me crucé de brazos. --¿Qué? ¿Por qué?—mi inconsciente me traicionó, esas palabras salieron de mi boca casi como un rayo y me avergoncé de ellas apenas las escuchó. Una respiración fuerte fue tomada por él, y yo sentía que me inundaba en la vergüenza. Oh por Dios, pensé. --Alicia—dijo casi como una súplica --Lo siento—dije inmediatamente--No he pensado lo que he dicho— agregue --Eso es obvio—dijo algo pensativo --Gracias, por salvarme—añadí inmediatamente recordando lo que había vivido minutos atrás—Ella evidentemente iba a matarme—dije revisándome las heridas y los hematomas, el también l hacía disimuladamente claro está. --No era una ladrona porque no se llevó nada, pero me dejo intrigada porque dijo que yo tenía algo que le pertenecía—añadí al ver que su rostro palidecía mientras yo hablaba—Y dijo que tú eras su novio—añadí nuevamente. --No, esto debe ser un error—dijo más para sí mismo que para mí—Y no soy su novio, soy su ex prometido—dijo tan a la ligera que casi olvidé respirar. Se pare de la cama para ver por la ventana, apoyando amabas manos en el marco de mi ventana. Tenía el ceño fruncido. --¿Un error?—me levante de la cama muy rápido y el dolor en mis costillas me hizo mantenerme en ella un momento más del usual, al ponerme un mis dos pies levante la mirada a Gabriel—Esa clase de cosas no se ocultan–alegue. --¿Debería ponerme celosa?—entrecruce los brazos con indignación.
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--No deberías de estar celosa de ella, eso es lo de menos en este momento—dijo el mirando por la ventana el amanecer con la mirada ida. Me acerqué detrás de él y le abracé un poco y él se tensó, pensé en alejarme pero en vez de eso suspiro y me abrazo tiernamente. --Hay algo que no me estas diciendo -- Alicia, ella es el ángel de la muerte—dijo él con su mirada oscureciéndose a cada minuto.--Creo que ha venido por tu alma— Palidecí instantáneamente. Estuve a punto de morir de eso estaba segura. Tragué fuertemente y el clavó su mirada en mí. Hice lo mismo con él. --¿Qué quiere?—dije sabiendo evidentemente la respuesta. --Le han mandado los arcángeles estoy seguro—dijo mientras besaba suavemente mis labios --¿Qué podemos hacer entonces? Mi voz salió como un susurro y el viento golpeó mi ventana con fuerza. Ambos nos quedamos mirándonos en silencio y casi podía cortar el aire con un cuchillo. Bajé la mirada a mis pies. ¿Por qué me ponía tan nerviosa con él? Un suspiro se escapo de mi boca y el entre abrió la suya para recibirme mejor. Nos enredamos en besos hasta que estuvimos tirados en mi cama, aunque adoraba besarle no podía sacar ese pensamiento de mi cabeza. Donde miles de arcángeles venían a por mí y una curvilínea rubia con una Oz en su brazo, siempre había pensado en como moriría pero esto se estaba tornando mucho más real que cualquier otra cosa. Gabriel me miraba mientras hacía círculos con sus largos dedos alrededor de cintura y cadera, el también pensaba en la muerte, y en cómo cada vez 53
más se aproximaba hacia mí. Aplicó un poco de pomada para el dolor en mis costillas y en las demás zonas donde me había golpeado y sentía el alivio venir a mi poco a poco, el me estaba cuidando, y deseaba que se quera un poco más para sentirme protegida .Pero al pensar en la rubia entre él y yo queriendo reclamarle toda esperanza se iba por la borda. Me estaba dando cuenta que me estaba enamorando de Gabriel y abrí los labios para decirle cuanto lo quería pero un pinchazo de celos me hizo mantener la boca cerrada. ¿De verdad esto que sentía era amor? Cerré los ojos esperando a caer en los brazos de Morfeo, mientras Gabriel me besaba haciendo un camino de besos de mí frente a mi cuello, iba y venía con lentitud. Lo único que me molestaba, era que mi pregunta quedó en el aire sin respuesta alguna.
***
Esa noche no pude dormir, Bianca se quedo en el sofá de la sala dormida y me fue imposible moverla, estaba pesada. Las luces de la mañana ya estaban comenzando a asomarse por la ventana cuando Gabriel se recostó un poco de mi cama, tal vez pensó que me había quedado dormida después de tanto rato pero él me miraba fijamente lo podía sentir en mi espalda mientras me observaba, era complaciente y tierno que no me hubiera dejado sola esa noche anterior, le había rogado que no se fuera y hasta le había hecho una cama provisional en el suelo con sábanas y unas almohadas de mi madre. Se me tensó el cuerpo al ver que el intento tocarme, hacia breves círculos con la yema de sus dedos en mi tobillo como pensativo. Pero la descarga eléctrica que sentía en mi piel era otra cosa, casi deseé que hiciera algo más, para poder levantarme y dejar de fingir que dormía. En vez de eso 54
cerré con más fuerza los ojos, y pensé, es mejor eso a que se valla y no me deje tocarle nunca más. Un pensamiento patético. Cuando volví a abrir los ojos habían pasado varias horas, y ya el sol estaba en su cima, gire hacia el reloj de pared de Hello Kitty y decía que eran las once, me quede dormida. --¿Gabriel?—grité en todas direcciones Nadie respondió, se había ido. Una ola de lágrimas se apoderó de mis ojos, no quería estar sola, no quería que él se fuera. Pero allí estaba yo, llorando a mares. Quince minutos después, baje a la cocina secándome las lágrimas de los ojos y fijándome en mis ropas, llevaba piyama no recordaba haberme cambiado, y la imagen de él intentando desnudarme me paso por la mente, con sus largos dedos quitándome el vestido. ¡Oh no! Tropecé con un escalón ante ese pensamiento. --¿Alicia?—dijo Bianca arrastrando las palabras. Terminé de bajar las escaleras. --¿Estas bien?—dijo mientras se quitaba los rellenos del sostén y los miraba de forma que parecían divertidos para ella. --Si—dije parada en el umbral de la puerta de la cocina. --¿Nos divertimos anoche?—dijo mientras se veía las ropas nuevamente. --Aja—dije, no le iba a decir que casi fui asesinada anoche y que pase la noche con Gabriel en mi habitación. Traque ante el recuerdo. --¿Y porque me duele tanto la cabeza?—dijo mientras se volvía a recostar en el sofá lentamente. Drogas, pensé. 55
¿Le tendría que decir eso? Claro, pero en otra oportunidad, una en la que esté lucida y pudiera pensar la forma en que se lo diría. --Necesitas una aspirina y un jugo de naranja—dije mientras iba a la cocina. --Que sean dos, por favor—dijo ella. No podía mentirle a mi mejor amiga, no en cosas tan serias como esas. Me odiaba a mi misma por no decirle la verdad, pero una cosa a la vez, primero tendría que solucionar lo de la parca y luego lo demás era diminuto al lado de eso. Temblé ante el recuerdo. --Toma—dije mientras le tendía un jugo de naranja y unas aspirinas --Estas rara, ¿paso algo anoche?—dijo casi instantáneamente mientras tragaba un poco de jugo por su garganta --Oh, sí. Me encontré con Gabriel el de la escuela—dije ayudándola a sentarse. --¿Y?—dijo señalando lo obvio. Su cerebro casi pude oírlo mientras caía en cuenta sobre todo. --Creo que le gusto—dije Bianca escupió el poco jugo de naranja que tenía en la boca y ahora me miraba con los ojos como platos. --¿Gabriel? ¿El chico de tu clase de inglés? Asentí con la cabeza. Ella tomo otro sorbo de su jugo y se paso las aspirinas por su garganta lentamente. --¡No puede ser!, tú consigues un ligue que está como Dios manda y yo no puedo recordar nada después de lo de los autos—dijo casi con un puchero en sus labios --No es un ligue—añadí 56
--Pero te gusta ¿no? Sentí mis mejillas llenarse de rubor al recordarlo sin camiseta, en mi cuarto, y en el callejón --¡Lo sabia!—dijo y se recostó—Pero para ser honestas, él es como mucho para ti Ally, no es que seas fea pero él es…--dejó la frase sin terminar Bianca era brutalmente honesta a veces, y la amaba por eso, pero esta ocasión me hizo sentir aún más insegura de mí misma. --Lo sé, añadí. Aun no puedo creer que yo le llame la atención. No es nada común—agregué—Además anoche nos topamos con su ex prometida—dije rápidamente. --¿Qué?—Bianca tenía los ojos abiertos como platos. Al parecer no era la única sorprendida de ello. --¿Cómo así?—repitió lentamente mientras se daba masajes con las yemas de sus dedos en su sien--¿Simplemente se la toparon? Eso es extraño—dijo mientras jugaba con sus dedos perfectamente simétricos y se rascaba la cabeza desenredando los mechones de cabello rubio en su cabeza. --Fue algo muy extraño, prometo contártelo mejor cuando te recuperes— dije ayudándola a recostarse de nuevo en el sillón. Ella me miraba entre agradecida y sospechando, pero igual me hizo caso y se recostó sin quejarse. --¿Lo prometes?—dijo levantando el dedo meñique hacia mí --Lo prometo—dije entrelazando el dedo meñique hacia ella. Los unimos y cantamos nuestra canción de amigas y luego los soltamos. --¿Te acostaste con él?—dijo mirándome de arriba abajo Mi cara palideció. --¿Qué?--dije con los ojos como platos. --Lo vi mientras salía—dijo mirando el suelo tímidamente. --Por Dios, ¡no!—dije un poco más nerviosa de lo que debería. 57
--Pensé que tal vez ya habías decidido perder tu sabes que—dijo en un tono muy bajito y casi cómplice. Me ruboricé inmediatamente. Bianca se estaba mordiendo el labio allí donde estaba y sabía que el tema ya le incomodaba. Jugueteó con el vaso de cristal entre sus dedos y me miró en forma de disculpa, miré el suelo en señal de vergüenza. No éramos buenas con el tema del perdón. Bianca se agachó en el sofá para buscar entre su mini bolso de Chanel su teléfono celular y marcar varios textos, luego se despeinó un poco su flequillo y me miró un poco aturdida. --Es mejor que llame al abogado de papá si queremos nuestros autos, y tu jovencita, nada de ligues con chicos que están para morirse sin mi permiso—dijo ahogando una carcajada De repente estábamos las dos muertas de risa en la pequeña salita de mi casa. Pensé en Gabriel y en lo guapo que era, y en cómo me había venido a salvar esa noche. A pesar de todo lo que había dicho anteriormente, sus actos hablaban por sí solo, era obvio que le importaba, y en lo tonta que era al estarme enamorando de alguien como él. Suspiré de nuevo y Bianca se carcajeaba ahora por mi cara de tonta le lance una almohada como señal de repruebo y Bianca ahora se reía mas estruendosamente. Lo extrañaba, y eso que se acababa de ir.
***
Mamá llamo dos horas después que deje a Bianca en su casa, estaba preparando panqueques con fresas, mis favoritos. Rompí varios huevos, leche, esencia de vainilla agregue el azúcar y luego la harina, me encantaba preparar panqueques para cenar. Los amaba. Preparé el sartén especiales para panqueques y le unté un poco de mantequilla, adoraba el olor de la 58
mantequilla derretida y bailaba por toda la cocina como loca mientras iba al refrigerador por jugo de naranja y algunas fresas frescas. Saqué varios platos del estante de madera de roble de la cocina y un par de manteles blancos para la mesa, estaba bailando en la cocina mientras sacaba los panqueques uno a uno y los iba sirviendo en un platillo especial decorado con avecillas azules y crisantemos en él. De repente el teléfono de la casa comenzó a sonar y todo el episodio que había vivido la anterior noche vino a mí, como un frío recuerdo que necesitaba ser erradicado de mi mente. Caminé despacio hasta la pequeña salita y le bajé la llama a la cocina. Marqué la tecla para contestar y casi solté un suspiro de alivio cuando escuché la voz al otro lado de la bocina. --¿Aló?—dije deliberadamente --Oh, hola Alicia, voy camino a casa ¿quieres que compre algo para cenar?—dijo mamá a través del auricular del teléfono Suspiré nuevamente. --Estoy preparando panqueques—dije tratando de que mi voz sonara lo más relajada posible, como iba a ser posible que una experiencia cercana a la muerte me iba a mantener en tensión por tanto tiempo. Tal vez terminaría necesitando terapia. Arrugue el entrecejo ante ese pensamiento. --Querida, solo para que sepas. Llevare a alguien a casa—dijo con algo de recelo en su voz y una carcajada se escucho por el auricular. --¿Quién vendrá mama?—dije entrecerrando los ojos. --Un amigo querida, pronto lo conocerás— ¿Un amigo? Mi madre no tenía amigos varones, solo a mi tía Isabella pero vivía en otra ciudad y casi nunca se veían. Termine los panqueques y fui a darme una ducha en el baño, me peiné con una cola de caballo alta y me puse unos leggins negros y una camiseta holgada, estaba cómoda. Me interrogue entre los converse y las zapatillas, a la final de decidí por unas botas de cuero que mi mama odiaba, pero yo las adoraba. Prepare la mesa, y me fui a la salita a ver un poco de televisión. No quería dejar que mi cerebro pensara por sí solo, si no terminaría pensando en 59
Gabriel o en la parca. Cualquiera de las dos era un mal necesario, pero definitivamente no quería pensar, no hoy. Estaban pasando un episodio repetido de América Next Top Model en la tele y disfrutaba como esas chicas las sujetaban con un arnés y les tomaban fotografías en la cima de un edificio, pobres chicas modelos, por lo que tienen que pasar. Cuando iba terminando el capitulo escuche el auto de mama estacionarse al frente, dos portazos después y ella ya estaba en la entrada de la casa con una sonrisa en el rostro. Apagué el televisor instantáneamente. --Querida ven a saludar—dijo. Me levante del sofá. Un señor alto y rubio estaba en mi puerta, una electricidad recorrió mi médula espinal. --Oh, hola—dije tendiéndole la mano. --Es el doctor Samuel el que te atendió el otro día en la emergencia—dijo mi madre tendiéndole la mano para que le permitiera su maletín de mano y su chaqueta. --Un gusto—agregué. --El gusto es mío—dijo él. El iba bien vestido, con camisa de vestir en un tono gris y pantalón negro con zapatos que se veían algo costosos para cualquier persona promedio. El me miraba con aprecio, me abrazó por los hombros al pasar por el umbral de la puerta. Mamá nos seguía con paso vigilante. En la mesa él se porto muy caballerosamente con ambas, era muy educado y fino. Pero aun mi cerebro con hacía conjeturas de porque ese doctor tan fino era amigo de mamá, tal vez se conocían del trabajo, tal vez no. Probé otro trozo de mi panqueque antes de que él me dirigiera la palabra nuevamente. --¿Por qué año vas en el colegio?—dijo el 60
--Este es mi último año—dije alegremente --¿Ya has escogido a que universidad iras?—dijo él --Aún no, estoy esperando un poco más para revisar mis opciones —dije mirando a mamá que estaba algo nerviosa en su silla --Ya veo, en el hospital están dando becas a hijos de médicos para que estudien medicina—dijo ahora con su mirada fija en mí --¿Te gustaría tener una?—dijo con su voz aterciopelada Mamá se atoró con una fresa y tomó un trago de vino blanco --¿Yo?—el asombro no salía de mi voz --Claro, no es obligado—dijo levantando el rostro hacia mi madre --Mi hijo Jorge ya esta en la universidad con beca completa estudiando medicina, y mi otra hija Jessica estudia radiología con beca parcial también. No querría desperdiciar mi beca de este año—dijo el --¡Por supuesto que me gustaría!—dije con verdadero aprecio en mi voz. A mamá se le ilumino el rostro inmediatamente, y luego de eso hasta sacó otra botella de vino del sótano. Fue una velada encantadora. Al irse el doctor Samuel no noté nada extraño, solo que mamá estaba como revoloteando de la sala a la cocina. Como si mi presencia no fuera bienvenida en esa habitación de repente me sentí como una intrusa en mi propia casa, y me despedí del doctor y subí lentamente por las escaleras de madera, solo para esconderme detrás de la pared para escuchar que hablaban esos dos. Papá ya tenía tiempo sin venir a casa, y mamá tiene esta nueva amistad tan de repente, no quise darle más vueltas al asunto. Un posible casi de infidelidad de parte de mi madre era lo menos que me hacía falta en estos momentos. Fui al baño nuevamente y me lave el rosto con agua helada, me puse crema hidratante y me cepille el cabello con un cepillo de cerdas naturales me hice unas trenzas y me cambie a mi piyama favorita, una camiseta negra ancha y unos shorts cortos de algodón de conejitos. 61
Pero cuando llegue a mi cuarto, todo el peso del día anterior recayó sobre mis hombros y no pude conciliar el sueño hasta pasadas las doce. Los párpados los tenía pesados, pero la sensación de ser observada no se iba, era horrible, casi exasperante. Gire en la cama y me cubrí con la sábana de la cama, volví a girar y de repente mis pensamientos estaban dispersos, caí en un sueño profundo. Soñé con Gabriel, esto ya era recurrente, pero esto sueño era diferente, se sentía diferente. Jugaba en las sombras hasta que el aparecía. Tenía el torso desnudo y me miraba desde el otro lado del lago, camine para alcanzarle pero me estaba hundiendo, el se acercó a mí y me ayudo a flotar sobre el agua. La luz de la luna estaba en todas partes, la brisa de la noche, todo parecía real. Hasta él. Me tocó el rostro y lo sentí. Era casi real. Me abalance a sus brazos y el voló haciéndonos despegar el suelo ahora estábamos a metros del suelo y una sonrisa se dibujo en sus labios. --No me digas que le tienes miedo a las alturas—dijo en un susurro en mi oído Me aferré más a él, y se lanzó una pequeña risa. Oh, su risa era angelical. Yo llevaba un vestido rosado que me llegaba hasta los tobillos era suelto, y tenían pequeños diamantes incrustados en él, el solo llevaba pantalón de vestir de cuero y se le podían ver los bóxers ya que el pantalón le daba un poco mas debajo de su cadera. --¿Esa chica, vendrá por mí ahora? Quiero decir, era el ángel de la muerte—dije intentando no recordar el arma justo frente a mi rostro pero no lo conseguí, temblé al recordar. --En realidad, me temo que sí—dijo mirando la lejanía Me llevo hasta lo más alto que pudo y allí me hizo levantar el rostro con su dedo.
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--Te protegeré—solo con esas palabras me dejo maravillada, era increíble como dos palabras me hacían sentir tantas emociones juntas, alivio, paz. Me aferré a él con más fuerza. Y fueron sobrevolando el lago hasta quedar recostados sobre la arena suave que era brillante como los diamantes, era impresionante. --¿Qué tienes?—dijo él, ahora me pasaba la mano por los cabellos suavemente --¿Por qué te has ido en la mañana?—dije contra su pecho un poco avergonzada --Tenia cosas que hacer y no quería que tu amiga me viera bajar de tu habitación, ya te he ocasionado bastantes problemas—dijo el --Solo con el hecho de estar cerca de ti te he traído suficientes problemas, se supone que las personas como yo—se interrumpió un momento, tragó y siguió hablando—no debería de intentar salir con personas como tú—dijo él. Su pensamiento tenía lógica, pero había algo en él que me impedía alejarme. Pasé mis dedos suavemente por su cabello y él se tensó ante mi toque. --Pero no quiero alejarme de ti—dije un poco recelosa mientras él jugaba con mi cabello --Tal vez, pero reglas son reglas. Tendré que pagar por esto algún día, y lo que no quiero es que tu tengas que pagar también—dijo frunciendo el entrecejo Nos manteníamos suspendidos en el aire todavía y la brisa fresca se topaba con mi piel, era perfecto. --¿Qué tipo de precio?—dije suavemente Me miró como interrogante, de verdad el no pensaba que de verdad no fuese obvio. --Alicia, no sabes nada sobre ángeles ni arcángeles ¿cierto?—reprimió un sonrisa de medio lado 63
Negué con la cabeza. La literatura religiosa no era mi fuerte, ni siquiera cuando mi madre me había obligado a ira a clases de religión aún cuando vivíamos en el campo. Me besó tiernamente en los labios y casi olvidé respirar, continuó hablando. --Todo lo que se hace en la tierra, en la tierra se paga—dijo lentamente— Así que estar con una chica humana y desafiar las reglas de Dios, supongo que tendrá algún castigo en cuanto regrese al cielo—dijo mientras veía la expresión aterrada de Alicia --Los ángeles, ¿son todos como tú?—dijo Alicia—Quiero decir, hermosos—la vergüenza recorrió su cara nuevamente. --Nosotros somos, como decirlo, somos entidades Alicia. No poseemos cuerpos propiamente dicho, aunque según el creador. Somos mucho más atractivos que los seres humanos, naturalmente—dijo ahora besando cada hoyuelo que se formaba en las mejillas de Alicia --Presumido—dije riendo un poco mientras era besada por él. Su mirada se oscurecía poco a poco. Tomó un puñado de aire en sus pulmones e inclinó su cabeza hacia uno de los lados, mirándome con diversión. --Eres hermosa Alicia—dijo él y sentí que todo mi ser se desplomaba ante sus pies ¿Cómo podía decir esas cosas y esperar que yo continuara respirando normalmente? Mi corazón palpitaba frenéticamente. El me sonreía abiertamente enseñando sus perfectos dientes blancos hacia mí. Me dio un par de besos en la frente. --Esto es real, ¿cierto?—dije señalándole el resto del sueño El paisaje estaba simplemente perfecto, como si un eterno sueño nos rodeara. Nunca había visto algo más hermoso que esto anteriormente. --Es real para ti y para mi, como un pequeño cielo que podemos compartir—dijo ahora bajándome de su regazo y tirándome a las profundidades del lago
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Caí como ocho metros pero no me paso nada malo, ni siquiera me moje al entrar al lago. El bajo un poco para ver mi expresión de asustada, se rió un poco y me ayudo a salir del agua nuevamente. Sus brazos musculosos tensándose ante mi agarre. --¡Malo!—reprendí Se hecho una carcajada y me depositó unos besos en la cuenca del ojo, los cerré lentamente para darle chance a que los besara con calma. Pero cuando los volví a abrir él ya no me miraba con la misma mirada tierna de momentos atrás, ahora depositó una de sus manos detrás de mi cintura y me mantenía presionada contra su torso desnudo. Me sonrojé con violencia. De repente, el me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y soltó un breve suspiro. --¿Qué sucede?—dije --No quiero irme, pero estás a punto de ser despertada—dijo mientras me examinaba el rostro ¡No! Quise gritar por dentro. Quería que se quedara. Permanecer así por mucho más tiempo, junto a él. Creo que una vida con el no me bastaría. Cerré los ojos y presioné mi cabeza contra su pecho desnudo, intentando ocultar las lágrimas. --Tranquila, no es que me iré para siempre—dijo alegremente --¿Lo prometes?— Ahora sonaba más adolescente de lo usual. El se rió un poco antes de besarme los labios tiernamente. --Lo prometo—Sellamos el trato con un beso y de repente me sentí cada vez más lejos de Gabriel, la neblina entre lo real y lo ficticio se estaba rompiendo y cada vez más podía sentir el calor y el ruido que hacía mi teléfono celular cuando recibía un mensaje de texto. Odie tener que apartarme de él. Desperté con una sonrisa en el rostro esa mañana
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A la mañana siguiente todo fue más y más catastrófico, el mensaje de texto que había recibido no era sino de mi mejor amiga Bianca, decía que los abogados de su padre estaban en líos por la reclamación de los autos ganados esa noche y que habían castigado a Bianca por andar sola en la noche y sin autorización de sus padres. Creo que la palabra “atrapada” redundaba en la frase. Luego de despertar fui por el desayuno a la cocina, me puse el uniforme de la escuela y me peiné con delicadeza mi cabello castaño pero como era costumbre mi cabello no era de esos que amanecían tratables y terminé haciéndome una trenza francesa, ni siquiera trate con el maquillaje era una causa perdida, las ojeras por dormirme tarde el estrés, todo estaba pagando factura frente a mis ojos y con el poquito de paciencia que me quedaba me puse un poco de corrector de ojeras y salí así a la calle. No tenía apetito para desayunar y decidí esperar el bus para ir al colegio. Todos los demás en el colegio los iban a llevar sus padres en sus hermosos autos, pero los míos vivían en el trabajo y como no había logrado pasar el examen de conducción solo me quedaba como el resto de chicos sin licencia, el bus. Me pasé de nuevo el bolso por una de las asas al ver como se aproximaba a mí el bus, le saqué la mano para que se detuviera pero como es uno de mis días normales no lo hizo. La rabia fluyó por mis venas, miré mi reloj de pulsera y vi que me quedaban diez minutos para entrar a clases y si iba corriendo de aquí a la escuela, llegaría solo en quince minutos. Tarde, pero no tanto. Comencé a trotar el camino a la escuela, al momento en que llegué ya no tenía aliento y estaba prácticamente destruida, con varios mechones de cabello fuera de lugar y el sudor por toda mi frente. Distinguí a Bianca entre tantas cabecitas de estudiantes, algunos me miraban con reprobación mientras me veían sudar pero otros ni siquiera si dignaban a mirarme. Me acerqué a Bianca quien se estaba aplicando su quinta capa de rímel en sus pestañas. Se giró para mirarme. 66
--¿Fuiste a correr un maratón antes de venir a clases?—dijo con repruebo --El autobús me dejó—dije mientras me recostaba de la pared de ladrillos rojos Todos los demás a nuestro alrededor nos miraban con desapruebo, y algunos hasta me estaban tomando fotografías para luego comentarlo en la hora del almuerzo. No me importó. Ahora Bianca estaba mirándome fijamente con sus ojos verdes esmeraldas. --Ya no tendremos ese problema—dijo mientras me pasaba lo que creía que era, los papeles de los autos. Ahora Bianca estaba aplicándose brillo de labios en sus gruesos labios. Y los esparcía con sus mismos labios como en las propagandas de lápiz de labios, juntándolos y luego haciendo boca de pez lanzando besos al aire. --¿Lo conseguiste?—mi voz expresaba asombro e incredulidad --Papá no puede resistirse a mis encantos— Hizo una pequeña reverencia. Y ambas reímos. --Pero estás castigada—dije con tristeza en mi voz --Pero tú no, papá dijo que no podré usarlo por un mes. Pero no dijo nada sobre el tuyo. ¿Ya conseguiste pasar el examen de conducción?— --Aún no— --Vale, tenemos que trabajar en eso— Tecleaba algunas cosas en su blackberry con delicadeza mientras tarareaba una canción de “One Direction”. El timbre de la campana sonó y todos ya estaban entrando a sus clases. Bianca se despidió mientras iba a su primera clase del día, deportes. Hoy no era mi día, pero el de ella estaba incluso peor. Me acerqué a los laboratorios de química para mi primera clase, química avanzada. La clase pasó de lo más normal, hasta que un anunció fue dado en la puerta de mi 67
aula de clases, la señorita Fiona llevaba lentes y mini falda a medio muslo cosa que desentonaba con que tenía más de 49 años, era la secretaria del director de la escuela secundaria. Intercambio varias palabras con mi profesor de química y ambos me miraron inmediatamente. Me dijeron que me trasladara a la oficina del director. Caminamos por los largos pasillos hasta que una vez dentro me hicieron sentar en una de las sillas de plástico. El director tenía el cabello ya grisáceo y ropa de vestir totalmente descombinado, la corbata de cuadros no iba bien con la camisa de lunares naranjas que tenía. Se paso el pulgar por el bigote antes de hablar. --Alicia tenemos malas noticias que darte, son sobre tu padre—dijo mientras me examinaba con sus angostos ojos verdes casi cafés. Luego de eso, sentí que mi cerebro se desconectaba de mi cuerpo. Era como si de repente yo no estuviera en mi cuerpo, lo de las manifestaciones extra corpóreas las estaba evidenciando. Veía mi cuerpo llorando en la oficina del director y lo veía a él pasándome pañuelos desechables uno a uno mientras la señorita Fiona corría por un té de manzanilla para mí. El mar de lágrimas que veía a mi otra yo eran increíbles, era como ver una escena de mi misma desde otra perspectiva. Luego de eso muchas cosas pasaron, llegué a casa, aún con aturdimiento. No sabía si había regresado a pie o en bus no sabría decirlo, de repente estaba tirada en mi habitación boca abajo sollozándole a la almohada y mi madre entraba desesperada a mi habitación. Definitivamente no era mi día. Mi padre murió ese día en horas de la madrugada mientras hacía una esplenectomía, según los demás doctores se había debido a una aneurisma que había estallado en su cerebro durante la operación, causándole un derrame cerebral e instantáneamente la muerte. Estaba sentada con mi madre en la morgue del hospital esperando el cuerpo de mi padre, llevaba un vestido turquesa que nunca me ponía pero con lo deprimida que estaba ni siquiera recordaba cómo me lo había colocado. No recuerdo mucho después de eso.
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En el entierro había miles de personas que nunca llegue a conocer, amigos de la familia, compañeros de trabajo de papá, todos me miraban con caras de compasión y me decían palabras de aliento pero ninguno de ellos era realmente cercano a mí. ¿Cómo era eso posible? Bianca me abrazaba mientras sollozaba en la tumba de mi padre y me ayudó a tomar fuerza para lanzar tierra sobre el enorme cajón de madera donde estaba mi padre. Odiaba eso… ¿Por qué la muerte caía sobre la gente buena? Me enjuague algunas lágrimas ya que no tenía más para sacar y de pronto lo miré, estaba detrás de toda esa gente con un hermoso traje negro con corbata blanca. Se pasaba su cabello negro en contra de la brisa y se sentaba en una de las tumbas que había a lo lejos. Camine sin decirle nada a Bianca o a mamá. Gabriel lucía idílicamente perfecto para un día de entierro. --Hey—dijo mientras miraba en mi dirección --Hola—solté --¿Estas bien? Pasó una de sus manos por mis hombros suavemente. Negué con la cabeza. --Estoy aquí para ti, ¿vale? Me miraba fijamente con sus ojos azules y sentí una opresión incipiente en el cuerpo. Quería llorar y desahogarme con todo lo que tenía, quería hacer muchas cosas, pero mi padre. El era mi roca en estos momentos, como se supone que podré continuar con todo sin él. Ni siquiera le di chance de asistir a un baile padre e hija, había tantas cosas que quería vivir con él, y ahora que simplemente no estaba. Puse ambas manos en mi rostro para ocultar mi dolor. Gabriel me tenía apretada en un fuerte abrazo y mi pecho subía y bajaba con velocidad mientras sollozaba. Pasé así un par de minutos, ni siquiera sabía cuánto tiempo.
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Escuchaba a los lejos como los autos se iban a alejando del lugar donde lo habían enterrado, y subí la mirada para encontrarla con la de Gabriel. --¿Mejor? Su voz melodiosa era como néctar fresco para mis oídos. Asentí levemente. Como sospechaba, quedábamos pocos en el lugar. Mi madre vino a buscarme, ya era hora de regresar a casa, y miraba entre Gabriel y yo como confundida luego que me aparté de él, y mi madre me llevaba de la mano hasta el auto, Gabriel seguía mirándome en la distancia.
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Esa noche no soñé nada. Me desperté a media noche llorando, cuando una sombra se colaba por mi ventana y se acercaba a mi cama lentamente. Casi estuve a punto de gritar cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad y reconocí su silueta. Era Gabriel. Sus ojos azules ahora estaban como cautelosos, tratando de no asustarme más de lo que ya estaba. Se recostó de mi cama y esperó que me terminara de despertar. Estaba sin camiseta y podía ver como cada músculo de su cuerpo se tensaba cuando respiraba, estaba divino. Solo llevaba un pantalón de cuero negro un poco entre abierto por el cierre, junto con botas tipo militar que de por sí casi hacía que se parase mi corazón al verle. Su cabello estaba un poco húmedo y pude evidenciar que en las afueras de mi habitación había lloviznado un poco esa noche. El me miraba tiernamente. --Hola—miré juguetonamente su torso desnudo y luego su rostro 70
El muy sinvergüenza trataba de no reírse ante mi cara embobada. Fallando catastróficamente por cierto. --¿Estas bien?—ahora miraba mis ropas de dormir cautelosamente, llevaba un brasier de encaje rosa y pantalones de seda del mismo tono. Casi tuve el instinto de arroparme hasta el cuello de no ser porque me gustaba su expresión en la cara, ¿deseo tal vez? Me aproximé al final de la cama para estar más cerca de él y me miraba como si en cualquier momento me fuera a romper entre sus dedos, jugueteaba con ellos en mi espalda e instintivamente sentía oleadas de electricidad por todo mi cuerpo, era como si solo su toque encendiera partes de mi cuerpo que ni siquiera sabía que podía controlar. Me presioné contra su cuerpo en un abrazo y supe que todo su control se estaba yendo por la borda, lo único cuando me di cuenta él estaba sobre mí en la cama sus labios en forma de corazón sobre mis delgados labios, primero tanteando el terreno con ellos y luego cuando entreabrí mis labios un breve suspiro salió de su boca, presionó aun más fuertemente sus labios con los míos y ahora era yo la que estaba a punto de explotar. Tantas emociones, el sabor de su boca. Eran el mejor afrodisíaco que había probado jamás. Su mano bajó lentamente por el borde de mi abdomen y hacía ligeras caricias por mi muslo y luego ascendía por ellos, era torturante ese movimiento. Sabía perfectamente que mi autocontrol se había ido por la borda desde el momento en que me había besado, pero luego sentí un deseo tan intenso que todo se desapareció a mí alrededor. Sus manos iban ahora a su pantalón para bajarlos un poco, ya no pensaba solo quería ser liberada de este deseo que corría por mis venas. Lentamente subió su mano para apresar mis dos manos arriba de mi cabeza, el ahora besaba de mi cuello hasta mis labios lentamente y creo que fue imaginación mía cuando le oí susurrar un te quiero. Luego cuando dejo de besarme me miró a los ojos con ternura. --Eres hermosa Alicia, no tienes idea de cuánto—dijo casi en un susurro. Me besó otra vez pero esta vez era más profundo, casi como si su vida dependiera de eso, subí mis caderas para acomodarme mejor y él se apartó de mí inmediatamente. Su respiración entrecortada y rápida me decía que
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estaba luchando por no perder el control conmigo, no el día que mi padre había muerto. De repente me sentí desilusionada y rechazada por él, y me abrigué en mi sábana y comencé a llorar en silencio. Las lágrimas salían solas por mis ojos, y mis mejillas se vieron inundadas por ellas rápidamente. La mirada de dolor de su rostro se acentuó al verme. Me tomó entre sus brazos y me arrullaba como lo hacían con los bebés, mi respiración se iba controlando y ahora él jugaba con mechones de mi cabello lentamente. --No puedo, no así—dijo una vez que me calmé Lo entendía, creo que me hubiese odiado a mi misma si perdía mi virginidad de esta manera, y menos el día de la muerte de mi padre. Me aferré a él. --Te quiero Alicia, no tenía idea que esto que siento se llamaba amor. Pero tengo la constante angustia por ti quiero, protegerte contra todo, te extraño en todos los momentos del día. Lo siento si no soy muy original, pero es la primera vez que me enamoro—dijo mientras besaba la parte superior de mi cabeza. --¿No quieres hacerlo conmigo?—enterré mi rostro en la almohada para que no viera mi vergüenza. Me odiaba cuando hablaba sin pensar, era como si mi lengua tuviera vida propia a veces. --¡Por supuesto que sí!—soltó en una exclamación Una sonrisa de medio lado se poso en su rostro. Y me besó de nuevo. --¿Entonces?—definitivamente parecía una niña pequeña a la cual le acababan de negar un dulce. --Quiero que sea especial, además no será la primera vez para ti nada más—añadió con cierta vergüenza Sentía mi cara llenarse de rubor. --¡Oh!—
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--Digamos que tengo poco tiempo siendo mitad humano—dijo mientras aparecía esa sonrisa pícara en su rostro. --¿Cuándo exactamente?—mi curiosidad no tenía límites evidencié. --Un par de meses—dijo mientras pasaba ambos brazos por detrás de su cabeza --¿En serio?—mi voz se volvió aguda de repente --No mentiría sobre ello—dijo en un tono casi divertido—algún día te explicaré eso de ser mitad ángel, pero solo conlleva con haber muerto aún siendo joven e inocente—dijo de nuevo mientras una sonrisa sarcástica se posaba en su perfecto y esculpido rostro de ángel. --¿Moriste a temprana edad?—dije ahora en su regazo --Si—dijo acariciándome la espalda—Creo que tendría como diecisiete años de edad cuando paso, no es que recuerde mucho de mi vieja vida— dijo con evidente tristeza y yo por instinto me senté encima de él con las piernas a cada lado y ahora mis labios estaban en los suyos. El me sujeto por las caderas y me quitaba la sábana para poder apreciarme mejor, prácticamente mi brasier de encaje no dejaba mucho a la imaginación. --¡Cuan difícil es mantenerse puro!—dijo mientras reprimía una carcajada. Esa noche nos besamos tiernamente hasta que me dormí en sus brazos.
***
¡Mi madre me despertó de golpe! Eran las seis de la mañana y ella estaba con la cara pálida y sudorosa mirándome como si fuera una especie de fantasma, afortunadamente Gabriel se había ido. La veía correr de la cocina a la sala con un teléfono en su oreja y casi la oía gritar por la bocina del teléfono en inglés, mi madre era canadiense de nacimiento. No entendía ni la mitad de las cosas que decía, tal vez porque estaba medio dormida mientras bajaba las escaleras o porque mi diccionario lo había quemado a los doce años cuando me decidí 73
que un idioma para mí era más que suficiente. Me miraba hecha una furia cuando terminé de bajar a la cocina. --¿COMO HAS PODIDO HACERME ESTO?—gritó ella, mi instinto me decía que corriera a mi habitación a refugiarme. --¿Qué? ¡No! ¡Absolutamente no! Un momento…--dijo ella, mientras me miraba con el ceño fruncido. --Eh ¿Qué sucede mamá?—dije mordiéndome un poco el labio --Son las aseguradoras, como todo está a nombre de tu padre quieren cancelar todo— Me froté los ojos cuando dijo todo. No entendía de qué me estaba hablando. La cabeza aún me daba vueltas por haberme levantado de golpe de la cama. El estupor se apoderaba de mí mientras seguía bajando la escalera escalón a escalón, mis pantuflas de conejito rechinaban mientras pisaba. --Estoy hablando con mi abogado Jackson, ¿lo recuerdas cielo?—dijo mientras tapaba el audífono con una mano—Bueno, dice que tendremos que desalojar la casa ya que no la hemos terminado de pagar y que mientras se hacen papeleos para traspasar los bienes a mi nombre tendremos que vivir en otra parte—dijo suavemente como si yo tuviera cinco años de edad. Las palabras banco, abogados, casa en una misma frase no era buena señal. --¿Iras al banco a estas horas?— --El banco más cercano queda a dos horas y si me voy ahora podré quedar entre los primeras que atiendan—dijo mirando el reloj que ahora daban las 6:34 AM --Demándales, no nos pueden hacer esto—dije alzando la voz --Lo estoy intentando cariño—dijo mi madre mientras entraba en sus zapatos de tacón y se untaba lápiz labial rojo. Estaba vestida para ir a un banco, colgó la llamada antes de que se le rompiera el tacón y soltara una mala palabra. Luego fue por otro par de zapatos y cogió las llaves del auto.
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--Ya llamé a la escuela cariño te dieron el resto de la semana, la comida está en el refrigerador y cierra las puertas. Te amo—soltó antes de encender el auto e irse por la fría calle— ¡Volveré a eso de las cinco!—gritó con la ventanilla bajada del auto y aceleró a todo dar. Esa era mi madre, tan fría y paranoica. La quería, ahora más, que mi padre no estaba. Me volví hacia la casa que ahora parecía increíblemente vacía, y me tiré a llorar en los suaves sofás de la sala. Allí me quede dormida hasta las doce del medio día. El rugido de mi estómago me obligo a levantarme y el teléfono ahora no paraba de sonar, me paré de mi sofá con pesadez en todo mi cuerpo y algo de una ligera punzada en el estómago como hambre, supuse. Me levanté finalmente examinando todo a mí alrededor. ¿Dónde estaba el bendito teléfono? Lo cogí al rato. --¿Si?—dije un poco somnolienta --¡Ven al parque de tu escuela ahora mismo! ¡O ella se las verá conmigo!—dijo la misma voz de mujer que había estado noches atrás a punto de matarme. La sangre se me heló inmediatamente El grito de Bianca se escuchó por el auricular del teléfono. --¡Bianca! No le hagas daño, ¡yo soy a la que quieres!—casi grité por el auricular del teléfono Me puse un suéter y un vaquero junto a mis converse negras. Y tomé las llaves de la casa y salí al trote hacia el parque de la escuela. Solo me tomaría quince minutos si corría a toda prisa. Pero de repente el pánico se apoderó de mí. Tal vez debería llamar a la policía. Y si lo hago lastimaría a Bianca. ¿Estará armada esta vez? El miedo hizo que mis piernas se detuvieran en medio de la calle. Odiaba admitirlo pero comencé a llorar y me recosté contra uno de los postes de luz de la calle. Estaba agotada emocionalmente, primero mi padre y ahora 75
Bianca. No podría perderlos a ambos. No podía con ello. Muchos autos pasaban ahora lentamente al frente mío incluso bajando la ventanillas de sus autos para preguntarme si estaba bien. ¿En serio parecía que lo estaba? Me sequé las lágrimas con el dorso de mi mano y sollocé por última vez. Me armé de valor y llegue al sitio en menos de cinco minutos. El parquecito de mi escuela estaba extrañamente solitario, las hojas de los árboles ya comenzaban a caer por el otoño y sentía debajo de mis pies el crujir de las hojas. Una gota de sudor se resbaló por mi frente y la sequé inmediatamente. Mi boca estaba seca y apenas podía controlar mi respiración después de trotar un largo trayecto, el viento frío se topo con mi maraña de pelo y lo terminó de enredar antes de que me pudiese voltear escuché como disparaban al cielo. Mi piel se heló y solo deseaba que mi agresora, no hubiera estado con Bianca en estos momentos. ¿Ella se encontraba bien? Mi respiración se entrecortó al verla, llevaba un arma entre sus manos y venía con una sonrisa de lado como si yo fuera la presa. Todo en mi ser palpitó inmediatamente. Intenté alejarla de mi cuerpo pero me era imposible, ella se había abalanzado sobre mí con total rapidez y unas alas negras salieron detrás de ella eclipsando todo mi campo de visión. Era maravillosamente trágico. El ángel de la muerte en sus mejores momentos, sus ojos rosados se afilaron al verme y pude ver como intentaban traspasarme con su filo entre abrió su boca para decir algo pero era imposible. El dolor eclipso todo lo demás que me rodeaba. El parque estaba extrañamente solo y sentí que el tiempo se detenía a mí alrededor sentí un fuerte golpe en mi cabeza y de repente todo comenzó a doler en todo mi cuerpo. Era increíble como un golpe ponía en perspectiva todo lo demás. Me revolqué del dolor en el suelo y deseé haber llamado a la policía, la rubia estaba delante de mí con un bate beisbol y una sonrisa malévola. Llevaba un mini vestido blanco con listones en rosa y tacones con trenzas en ellos. Ahora su cabello le daba por la cadera, increíblemente largo. Y 76
sus interrogantes ojos rosados subestimaban cualquier mínimo intento de que yo me levantaría a pelear con ella. --¿Y ahora que tu amiguito no está como pretendes defenderte?—dijo mientras lanzaba un golpe con el bate a mis costillas. El dolor de nuevo. Me incliné un poco para pararme del suelo. --No lo necesito para acabar contigo—dije tan ferozmente que hasta estuve a punto de creérmelo. Ella por otro lado bufó mi intento de valentía --¿Dónde está mi amiga?—grite --Esta donde se merece estar, a tres metros bajo tierra—dijo la psicópata señalando un sitio donde se veía que había removido la tierra anteriormente. ¡Oh no! --¿Qué le hiciste?—dije empujándola hacia atrás Ella se balanceó en sus tacones levemente y me tomó por el cuello de mi suéter haciéndome permanecer a varios metros sobre la tierra y empujándome a casi diez metros de longitud. Rodé sobre mí varias veces y ahora el dolor en mi costado se intensificó. Escupí sangre esta vez. Sentía que me asfixiaba, tal vez mis pulmones se habían lastimado. --¿Por qué me haces esto?—grité con el poco oxigeno que quedaban en mis pulmones --¿Aún no lo sabes niña? ¿O es que el no te lo dijo?—dijo lentamente mientras cargaba la pistola que tenía escondida debajo de su vestido. Las lágrimas corrían ya por mis ojos. Este era el fin. Pero me negué a darle el placer de verme llorar y grité a todo pulmón. --Es mi trabajo, ahora reza tus últimas plegarias—dijo mientras apuntaba la pistola a mi rostro y escuchaba el sonido que indicaba la liberación de la bala.
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La situación se estaba colocando fuera de control, mi mejor amiga estaba a tres metros bajo tierra (literalmente) y ahora esta psicótica me estaba amenazando con un arma de fuego por segunda vez en menos de un par de semanas. El miedo se apoderó de mí e intenté correr, pero no pude. Intenté luchar pero tampoco pude. Solo me quedaba estar ahí, y ser presente de mis últimos momentos de vida, y apestaban. La bala traspasó mi tórax en la parte derecha, un montón de sangre y líquido comenzó a salir a borbotones de él y ella iba recargando la pistola nuevamente mientras me veía retorcerme del dolor, apuntó nuevamente y ahora me disparó en el muslo izquierdo, ella no iba a detenerse hasta que me viera muerta, las lágrimas salían de mis ojos a gran velocidad pero algo dentro de mí, tal vez el orgullo no iba a darle ese gusto a ella. Me tragué las lágrimas y la miré ferozmente mientras me levantaba del suelo, toda mi ropa y piel estaban cubiertas de tierra y barro evidencié. --¡Si me matas, Gabriel nunca te lo perdonará!—escupí las palabras antes de recibir una bofetada por parte de la rubia. Caí de bruces al suelo. Mi mejilla ardía como nunca antes, me pregunté si me había dejado la mano marcada en el rostro y una sonrisa victoriosa se apoderó de su cara. --¡Lo sé! Pero a diferencia de ti, yo tengo toda la eternidad para que me perdone—dijo mientras se lanzaba una breve risa y se deleitaba de mi dolor. Tragué ante la imagen mental que me había imaginado, él y ella siendo felices por el resto de la eternidad, sentí algo de celos de esa imagen, ella podía ofrecerle algo que yo no, era la compañera ideal para él. --Por eso tengo que matarte, aquí y ahora—dijo mientras hacía un puchero con sus perfectos labios rosados—por el bien de ambos—dijo mientras
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jugaba con la pistola que tenía entre las manos y me la ponía en la sien de mi cabeza. Cerré los ojos mientras ella presionaba el gatillo de la pistola y esperaba silenciosamente que la bala traspasara mi cráneo, pero ninguna cosa ocurría. Juraría que el arma había sido disparada, mis oídos no me engañarían con tal cosa, y creía que tal vez ella se había arrepentido, había disparado a otro sitio o simplemente no me había disparado a mí por error. No esa última era casi imposible. Entre abrí mis ojos para ver a la perfecta silueta de Gabriel plantada frente a mí. Pero ahora había mucha sangre derramada en el lugar, no era mía, era de él. Me abalancé sobre él quien ahora yacía en el suelo tocándose el sitio donde la bala había entrado. Mis lágrimas estaban sobre él incluso antes de que él se girara para verme. --¡Gabriel!—deje la voz en un sollozo La mujer rubia nos miraba con culpa en sus ojos, no sabía qué hacer. Ella dejó caer la pistola y se agachó en donde estábamos los dos. --¿Estas bien?—le dijo a Gabriel suavemente La rubia se abalanzó sobre él empujándome un par de centímetros hacia atrás, Gabriel la atravesó con su mirada. Y ella le besaba la frente y las mejillas intentando borrar su error. El cabello de él caía un poco sobre su rostro tapándole un poco sus hermosos ojos azules, y el lugar de repente estaba cubierto de mucha sangre. Me sentía mareada y un poco asustada, pero aún permanecía en shock a escasos centímetros de él. --Déjame—dijo él— ¿Cómo te atreves a tocarme después de lo que estuviste a punto de hacer? ¡Teníamos un trato por el amor de Dios!—gritó Gabriel nuevamente, la sangre salía de su herida cada vez más rápido. --Lo siento, yo solo estaba celosa. ¡Perdóname!—dijo arrodillándosele a Gabriel ahí mismo—Tu sabes que te amo—añadió la rubia De repente me sentí una intrusa, y sentí una punzada de celos al ver como abrazaba a Gabriel como si él le perteneciera. El no la apartaba tampoco, se
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mantuvieron abrazados por varios segundos hasta que Gabriel la soltó y salió corriendo en mi dirección. Me maravillé al ver que el pronunciaba mi nombre y empujaba con su mano libre a esa rubia, nuevamente. Se levantó de donde se encontraba y corrió hasta estar de rodillas frente a mí. --¿Estas bien?—dijo en tono preocupado. El estaba bañado en sangre pero yo, simplemente no podía respirar. Me dolía mucho el costado. Asentí a su pregunta. No sabía que me dolía más en este punto. Me recosté contra un árbol con su ayuda. La mirada preocupada de Gabriel era única y solo en estos momentos podía apreciarla detalladamente, era como si yo de verdad le importase. Me pasó la mano por la mejilla en una caricia y luego me comenzó levantar el suéter con una de sus manos mientras retenía la hemorragia con su otra mano a sí mismo, inspeccionó mi costado y según su expresión pude ver que estaba más grave de lo que yo misma creía. Me rozó con la yema de sus dedos el costado y sentí como me quemaba y devastaba su roce. El se apartó inmediatamente de mí y me depositó varios besos en la frente siempre susurrando palabras de aliento. Luego me colocó en posición semi acostada en el suelo no antes de decirme: --Iré a buscar ayuda—dijo mientras me besaba los labios tiernamente—Y tú, más te vale que no vuelvas a intentar algo así próximamente o te destruiré—dijo el dirigiéndose a la rubia que estaba a escasos metros de nosotros. --¡Eres siempre tan injusto!—exclamo la rubia— ¡Ni siquiera es bonita! ¿Cómo puedes preferirla a ella sobre mí?—dijo la rubia evidenciando lo obvio. Con mis ojos entrecerrados pude imaginarme a Gabriel y a la rubia corriendo de la mano por un hermoso prado de flores y tulipanes, ellos serían la pareja más hermosa de todas. En cambio yo, era como comparar la leche con la magnesia, una era de gran importancia para la nutrición y otra simplemente sabía mal. Tosí un poco al intentar pensar en eso. La rubia me miraba ferozmente desde apenas dos metros de distancia con los ojos entrecerrados y una mueca de burla en sus labios.
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--¡Regresa conmigo Gabriel! ¡Aun hay tiempo!—dijo mirando a Gabriel con los brazos entrecruzados, Gabriel le miraba con desprecio. --No regresaré ¡y tú lo sabes! Aun si me dejaran regresar sabes que me convertirían en burla—dijo Gabriel sin chistar --Yo hablaré con los arcángeles, me deben una grande—dijo la rubia pasando un dedo de su mano por el labio de Gabriel—Solo tienes que regresar conmigo—dijo nuevamente la rubia --¡Que no Elena! ¡Déjame en paz!—dijo ahora Gabriel totalmente enfurecido y elevando las manos hasta golpear un árbol y destrozarlo en dos, el fuerte sonido de su golpe alejó a todas las avecitas que estaban alrededor del lugar y de repente un silencio sepulcral se llegó al sitio. Tosí nuevamente y sentía que todo el sitio me daba vueltas, mis pulmones ardían como el mismo infierno y evidenciar esa pelea entre Gabriel y la rubia, que ahora sabía que se llamaba Elena me daba vueltas la cabeza. Me sentía fatal. Como si fuera a desmayarme nuevamente, Gabriel se giró en mi dirección nuevamente y su furia se convirtió en dolor al verme en el suelo moribunda, sabía que estaba a punto de morir. Lo podía ver en sus ojos y él en los míos, mis pulmones estaban destruidos y los sabía. Tomé un par de respiraciones y fue un esfuerzo casi forzado, luego de eso, no pude respirar más. No quería estar allí en ese momento. Me estaba quemando por dentro, la falta de oxigeno me estaba mareando ya y solo quería que él me besara, que pusiera sus suaves labios sobre los míos y que si estas iba a ser la manera en la que iba a morir, que por lo menos fuera a su lado. Cerré los ojos para no mirarle el dolor era cada vez más intenso y mis respiraciones cesaron por un par de minutos. Tomé dos bocanadas de aire nuevamente. Gabriel se acercó en mi dirección y tecleó algo en su teléfono celular. --Lo lamento mi vida, ya te dejará de doler. Lo prometo—dijo él, y con esas palabras me concentré intentando inhalar y exhalar lentamente para evitar que el dolor agudo volviera. Pero de repente me acorde de Bianca. --¿Y Bianca?—dije con dificultad intentando articular cada sílaba en cada respiración 81
--Ella está bien. Tú también lo estarás—dijo mientras me tomaba en brazos y me llevaba a otro sitio Un fuerte golpe lo sentí en mi pecho y mis respiraciones cesaron totalmente, no respiré más de allí en adelante iba sintiendo los parpados más y más pesados y simplemente me dejé caer en los brazos de Morfeo. Estaba cien por ciento segura que había muerto, o eso pensé…
***
Las experiencias extra corpóreas se estaban manifestando en mí con más frecuencia. Ahora me encontraba en una camilla de hospital totalmente entubada y conectada a una máquina para respirar y con miles de tubos entrando y saliendo de mi cuerpo. Allí estaba yo, o mejor dicho la otra yo totalmente destruida, a mi lado estaba mi madre sollozando y era evidente que llevaba allí varios días. Llevaba una maleta de mano negra que solo usaba para viaje de negocios y su falda estaba arrugada, ella nunca salía con la ropa arrugada. Me crucé de brazos al ser la causante del sufrimiento de mi madre. No debe ser fácil perder a su esposo y que su hija este metida en un hospital a cada rato. Me odié en ese instante. A mi lado una enfermera estaba atendiendo a un niñito a mi lado, el se veía incluso más joven que yo y me di cuenta por su falta de cabello que tal vez era paciente de quimioterapia, el no pasaba de los siete años de edad y su madre sollozaba en silencio en el baño de los familiares. Un dolor agudo se sintió en el medio de mi alma, yo era aparentemente sana y tenía incluso más edad que ese pequeño chico y no lo aprovechaba, no vivía al máximo mi día. Ni siquiera había tenido una relación cercana con mi padre ni mi madre, y ese pequeño chico ya me había superado en muchas cosas en su corta existencia. Quise hacerle un regalo a él y a su madre, quería darle palabras de aliento, pero a las personas con cáncer supuse que eso era algo normal en sus vidas. Si tan solo pudiera descubrir la cura contra el cáncer. 82
Les devolvería la sonrisa a muchos niños y niñas. Tal vez hasta una esperanza de vida aún más larga. Me moví hacia su lado y le rodee su mano con la mía, el pequeño niño tenía unos hermosos ojos cafés verdosos y la piel algo pálida y amarillenta, pero al sentir mi mano en la suya sus ojos se abrieron en gran manera y de repente, el ya no se sentía solo. Ninguno de los dos lo estaba. Fui feliz por ese momento, dándole apoyo moral desde el anonimato. De repente la neblina que rodeaba mi cuerpo era como que me obligaba a regresar a mi cuerpo material. Justo ahora que estaba dominando esto de experiencias extra corpóreas. Regresé a mi cuerpo en un abrir y cerrar de ojos, metafóricamente hablando. El dolor eclipsaba cualquier otra cosa que podía pensar o sentir en ese momento. La mano de mi madre rodeaba a la mía a tal punto que dolía, le apreté un poco su mano y ella despertó un poco de su sueño. Al verme despierta ella comenzó a llorar nuevamente. --¡Oh, querida!—me lleno el rostro de besos Ella llevaba el cabello amarrado en una cola alta su corto pelo castaño y sus ojeras me hacían sentirme aún más mal de lo que me sentía. ¿Cómo podía ser tan desconsiderada? No le aparté porque me sentía devastada, físicamente como internamente. Me mordí el labio para no llorar. Y ella comenzó a llorar nuevamente. Le pasé una mano por su cabeza como si ella fuese la que necesitase consuelo. Minutos después llego una enfermera con muchas medallas en su vestido blanco y cambió mi camilla de posición y luego regresó a sus demás labores. El tubo que tenía por la garganta me impedía tragar con facilidad y era casi molesto que una máquina respirar por mí. Intenté descansar la cabeza para quedarme dormida pero luego ya no pude. Intenté hablar, preguntar por Bianca o por Gabriel, pero simplemente no podía. Estaba devastada y todo en mi interior dolía exasperantemente. Mi vista se estaba comenzando a agudizar significativamente y de repente toda partícula de polvo podía ser capturada por ellos era algo majestuoso, miré la intravenosa en mi brazo izquierdo como goteaba y en cómo cada pequeña gota caía en milisegundos por la vía. Mi boca comenzó a secarse y pronto ya no tuve sed, humedecí mis labios con un poco de saliva mientras 83
me arrancaba la mascarilla para respirar y el tubo de mi garganta ya no les necesitaba para respirar y era algo que me aterró y encanto al mismo tiempo. El chico pequeño a mi lado abría los ojos cada vez más asombrado, me miraba como si de mi cabeza hubieran salido sapos azules o algo. Y no lo culpaba, menos mal que la habitación estaba desalojada, todos estaban durmiendo y solo estábamos él y yo. Era como si me hubieran inyectado algún tipo de droga en mi sistema y todo mi interior ahora hervía dentro de mí, estaba convulsionando pero por dentro sentía que todos mis tejidos muertos se estaba reconstruyendo solos, el aire entró de golpe a mis pulmones dejando aturdida por un par de segundos, mis pulmones se estaba curando con una velocidad increíble. De repente mis pulmones funcionaban perfectamente y el dolor en mi costado estaba disminuyendo mágicamente. El dolor se fue y me senté en la camilla rápidamente, la enfermera que estaba al frente mío casi se desmaya al verme allí sentada, su rostro palideció rápidamente y fue corriendo en busca de el doctor de guardia según lo que pude escuchar de sus alaridos. Me paré en un golpe seco de la camilla. Revisé cada una de mis heridas, la del muslo, la del costado, incluso la de la bofetada ni siquiera había quedado rastro alguno de ellas. Fue como si nunca me hubieran disparado, mi piel más bien brillaba como si estuviera en una especie de circo, y ahora podía ver cada pequeña imperfección en el techo del hospital y en las micro gotas de sangre en las camillas de los demás pacientes. ¿Acaso tenía visión biónica o algo? Me había curado en tiempo record pero esto era demasiado, incluso para mí. Me alejé de mi camilla en mis dos pies, primero un pie y luego el otro. Me sorprendí a mi misma cuando al pararme no sentía ni el más deje de dolor en mi cuerpo, incluso salté un par de veces para corroborar mi teoría, estaba completamente sana. El niño pequeño con la pañoleta en su cabeza me miraba con los ojos como platos, le dediqué una sonrisa y el sonrió inmediatamente. --¡Las chicas son increíbles!—exclamo el pequeñín—Ingresaste hace un par de días y ya te has curado—dijo nuevamente 84
Por mi mente pasó lo de su cáncer y me entristeció inmediatamente. --Las mujeres de todo podemos hacer—dije sentándome a su lado para hacerle compañía y su sonrisa se ensanchó inmediatamente--¿Cómo te llamas?—dije suavemente para no despertar al resto de los pacientes que dormían. --Marcus—dijo con entusiasmo—Tengo dos años con leucemia—dijo examinando el resto de mi cuerpo --¿Cómo lo has hecho?—dijo tocando con su pequeño dedo el punto exacto donde había estado mi herida de bala en el costado--¿No te duele?— empujó un poco más su dedo al costado Negué con la cabeza. --¡Es increíble!—exclamo a los cuatro vientos --Lo sé ¿verdad?—dije sonriéndole de oreja a oreja --Eres bonita, si me recupero del cáncer me gustaría casarme con una chica como tú—dijo e inmediatamente me sonroje—no como la enfermera de allá que siempre busca maneras de cambiarme la aguja del brazo—dijo mientras señalaba a una enfermera que iba entrando al sitio con varias jeringas y ampollas. La enfermera se nos quedo viendo y luego regresó a su labor. --Mi nombre es Alicia, pero tú puedes llamarme Ally—dijo extendiéndole una mano y la estrechó débilmente. --Marcus Dijo suavemente. Todos los médicos se quedaron helados al verme allí parada hablando normalmente con el otro paciente. --Es hora de salir de aquí—dije guiñándole un ojo a Marcus. Era mágico y desconcertante lo que me estaba pasando.
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Los doctores me examinaron de nuevo y se quedaron perplejos que había mejorado mágicamente. Sin necesidad de miles de estudios médicos ni fármacos. Me dieron de alta ese mismo día. Y por no decir excelente, me sentía de maravillas.
***
El camino a casa fue en silencio. Mi madre manejaba lentamente y de vez en cuando volteaba en mi dirección para asegurarse que estaba bien, se detuvo un momento en una gasolinería y regresó con un paquete de seis cervezas y un jugo de manzana. --Espero que el jugo sea para ti—dije intentando sonar normal, mi voz se escuchaba rara como más aguda y perfecta que lo usual. Mi madre solo me pasó el jugo en silencio y manejo a casa del mismo modo. Se cercioraba de que no hubiera nada que viniera en dirección a nosotras cuando cruzaba una avenida y eso desesperaba a los demás conductores, quienes pasaban a nuestro lado haciendo señas con los dedos y diciendo obscenidades. Me limité a no comentar nada hasta llegar a casa. Al llegar a casa no podía con la curiosidad. --Mamá—dije suavemente. En serio ¿esta nueva voz de donde la había sacado? ¿Del catálogo de voces perfectas? No era como mi vieja voz un poco ronca y carrasposa. --Dime Ally—mi madre ahora me miraba como un ciervo a punto de ser asesinado --¿Esta todo bien?—mi voz aterciopelada de nuevo ¿Qué había en esas drogas en el hospital? Mi madre también se había dado cuenta.
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--Te amo Alicia, es solo que la muerte de tu padre, los bancos, y tu internada en un hospital muriendo, es como rebasar la cuota de demasiado. Estuve a punto de volverme loca cuando supe que habías tenido un incidente en el parque de la escuela. ¿Me dirás que hacías en el parque de la escuela?—dijo ahora en un tono acusatorio. Genial, ellos nunca estaban en casa y ahora se ha tomado a pecho el papel de buena madre… ¡Justo ahora! Tragué lentamente. --Yo solo…--mi explicación fue detenida por una voz que nos llamaba afuera del auto. Gabriel estaba inclinado afuera del auto con una sonrisa deslumbrante, llevaba una camisa de vestir con un jean y zapatos de diseñador perfectamente combinados. El cabello negro caía ahora casi cubriéndole el rostro y sus hermosos ojos azules, estaba increíblemente en ese momento. Mi madre miraba entre Gabriel y yo como intentando que dos piezas cuadradas encajaran en un molde redondo, casi podía escuchar los engranajes de su cabeza procesando la información. Tomé varias respiraciones y Gabriel ya estaba del lado del pasajero abriéndome la puerta con preocupación, me tomó por los brazos y me ayudo hasta entrar en la casa. Mi madre nos seguía lentamente mientras bajaba las maletas del auto, Gabriel me sentó en uno de los sillones y regreso afuera rápidamente para ayudar a mi madre con las maletas y bolsos del hospital. El se sentó a mi lado al ver que mi madre no emitía ningún juicio. Mi madre nos miraba con el ceño fruncido. --Ally es mi novia señora Bennett. Es un placer por fin conocerla, quería venir otro día pero es que en el hospital no me han dejado verla y creo que como buen novio me tocaba venir a cerciorar que ella estuviere bien ¿no?—dijo Gabriel casi sin respirar. Mi madre asintió con la cabeza aún dudando de mí principalmente, ella jugaba con el mechón de su cabello cosa que hacía mientras estaba pensando cosas precipitadamente. Ya me imaginaba lo que me iba a preguntar apenas Gabriel se fuera si es que si iba a ir rápido, tomó con delicadeza el mango del sillón tratando de apartarme un poco de ellos dos pero Gabriel me atrajo más hacia él y casi uniendo nuestras manos al frente 87
de mi madre, entrelazó un par de dedos conmigo hasta que vio que estaba muerta de nerviosa. Apartó su mano de la mía y ahora jugaba con sus dedos haciendo pequeños círculos con ellos en el sillón y yo solo deseaba que hiciera esos mismos círculos sobre mi piel y no el sillón. Cerré los ojos con brusquedad. Debía mantener la cabeza serena si quería salir del interrogatorio de mi madre, pero estar a su lado, simplemente no me ayudaba. El como si pudiere leer mis pensamientos se dio una leve carcajada casi como una pequeña brisa y mi madre ahora nos miraba con atención. --¿Desde cuándo salen?—dijo mi madre nuevamente. --Hace un par de semanas—dije levantándole la mirada a mi madre quien me fulminaba con sus ojos verdes casi cafés. Volví a mirar a mis tenis avergonzada. Ahora mi madre fue a la cocina y puso a hervir agua en la cocina. Yo miraba aterrada a Gabriel, le presioné su mano con la mía y el entrelazó sus dedos con los míos. Cinco minutos después mi madre regresó con dos tazas de té de tilo y varias bolsitas de endulzantes sin calorías junto a unas cucharillas de plata con bordado de oro blanco. Nos miraba desde el otro lado de la mesita para café de la sala. --¿Tu fuiste el que llevo a Ally al hospital?—dijo mi madre mientras destapaba una cerveza caliente y le daba un sorbo. --Así es señora—dijo Gabriel mientras intentaba beber un poco del té de tilo. Mi madre llevaba el cabello en un moño alto y enrollado con varios Bobby pins y su típico traje de enfermera. Era la viva imagen mía con un par de décadas encima. Ella tomó otro trago de su cerveza. --¿Qué hacia Alicia en ese parquecito?—dijo mi madre mientras se sentaba con las piernas cruzadas en una de las sillas de madera de mi padre y nos miraba con los ojos entrecerrados. --Fue a verme—dijo Gabriel y mi mirada casi nos delató, reprimí mi respuesta cuando él me oprimió la mano con la suya.
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--¿Se estaban viendo a escondidas?—dijo como si no se estuviera creyendo ni una pizca de ello. --Así es, creo que lo del incidente es totalmente mi culpa. No debimos de haber ido a ese sitio en primer lugar—dijo suavemente mientras miraba a los ojos a mi madre, ella asintió enérgicamente y luego ella le sonreía amablemente. Las pupilas de mi madre se estaban dilatando rápidamente. Alguna especie de truco de ángel supuse, ya que mi madre no era amante a que yo compartiera con chicos de mi edad. Pensaba que todos solo buscaban una cosa de las chicas. Mi boca se torció por el cinismo. --Pero como veo que ya está bien, es hora de que me valla—dijo mientras se levantaba y me dirigía hacia la puerta trasera de la casa. Mi madre se levantó también de su asiento. --¿Qué se supone que haces?—susurré mientras me empujaba hacia las afueras de la casa --Un placer conocerla señora Bennett—dijo mientras le extendía una mano a mi madre, esta se la estrechó y se dio por despedido. --Vuelve pronto—dijo mi madre antes de irse a su habitación en el piso de arriba. Caminamos en silencio hasta el jardín trasero. En mi casa los matorrales le daban un aspecto descuidado a la casa, teníamos una vieja fuente de agua que ya no servía con matas de enredaderas colgando de ella y un pequeño asiento mecedoras de madera de cerezo que me gustaba para sentarme en las tardes tranquilas para una buena lectura. El me tomó por la cintura apenas salimos de la casa y ya podía sentir mis piernas temblar ante su tacto, el era increíble, creo que había engañado a mi madre con un truco mental o algo, porque ella por lo general hacia mucho más preguntas de las que le hizo a Gabriel. Su mano me guio hasta la pequeña mecedora de madera de cerezo y ambos nos sentamos inmediatamente. La tarde ya había caído y el sol desdibujaba en el cielo las tonalidades de rojos, naranjas y amarillos. La brisa seca del otoño me pegó en el rostro y 89
busque con mi mirada el hermoso rostro de Gabriel, mirar su grado de perfección siempre me hacía sentir como si no estuviera en este mundo. Me hacía sentir esperanzada por el mañana, pero su extraño silencio me hizo presagiar que cosas buenas no iban a caer en nosotros. Me mecí un poco al ver que el no daba comienzo a la charla. ¿Debería yo decir algo? Jugué con la tela de mi pantalón y me mordí el labio levemente. El se giró de su asiento y me dio un suave beso en los labios y le miré buscando así algún presagio de lo que estaba pensando. --¿Todo esta bien?—dije suavemente como si alguien nos pudiere escuchar --Mas que bien—dijo y una sonrisa sarcástica se posó en sus labios mientras se despeinaba un poco su perfecta cabellera negra y miraba hacia el horizonte como si algo estuviera dando vueltas en su cabeza desde hace rato. --¿Qué sucede?—dije intentando acercarme más a él en el asiento. --Nada—dijo de la manera más fría que pudo haber dicho para mí. --Gabriel—casi dije en tono de súplica El se levantó de la mecedora con tal brutalidad que me tuve que aferra a las cadenas de hierro del asiento para no sentir miedo, el caminaba frustrado de la casa a mí y regresaba. Estaba pensando en algo mientras caminaba pero no sabía qué. El desespero se apoderó de mí y me levante del asiento para encontrarle en el camino, el dio dos pasos hacia atrás al ver lo que estaba intentando hacer y dio un suave respingo con su nariz al ver que me había acercado lo suficientemente a él para que pudiera sentirme. Puse una mano en su rostro y el la apartó inmediatamente, me sentí herida pero solo lo disimule con mi cara de indiferencia y lo intenté de nuevo, puse la mano en su rostro y ahora el no la apartó, simplemente me miraba con sus hermosos ojos azules con una intensidad que hacían que mis piernas temblaran con tan solo verme. Suspiré levemente. --¿Ahora si me dirás que ocurre?—dije en un tono como se le hablaban a los animales que están completamente acorralados. 90
--No—dijo y sentí que mi médula espinal sufría un ataque—He venido a terminar contigo—dijo apartando mi mano de su rostro nuevamente y ahora era yo la que no podía mirarle a los ojos, no ahora. --¿Qué he hecho mal?—dije en un susurro --Primero que nada enamorarte de mí, segundo, desafiar a la muerte en persona; ¿creo que con esas dos tienes suficientes puntos para ganarte el gran premio en una feria no?—añadió cínicamente mientras se alejaba de mi. Era obvio que era cuestión del momento para que el me dejara, siempre que había estado con él lo había supuesto que sucedería así. El simplemente diciéndome que no era lo suficiente buena para él, y yo quedaría devastada y llorando en lo patético que quedaría de mi existencia. El agujero en mi pecho se iba abriendo conforme el seguía allí mirándome con sus perfectos ojos azules. --¿Ya no me quieres?—dije alejándome un poco de él. --No— Y solo esa simple frase bastó para hacerme salir de mi ensueño y ser catapultada hasta lo más profundo de mí ser. Me había arrancado algo dentro de mi alma y ahora no podía siquiera respirar. El se iba alejando más y más de mí como si fuera una leprosa y él una persona completamente sana. Las lágrimas brotaban de mis ojos como un torrente de agua fresca que acababa de ser descubierto y solo las sequé para poder seguirle un par de pasos detrás, lo toqué con brusquedad en su hombro y él se giró hacia donde yo estaba. --¿Qué quieres?—dijo en un tono amenazante Tome un par de bocanadas de aire para poder enfrentarle. --Han sido los arcángeles los que te han pedido que termines conmigo ¿cierto?—dije casi en un tono de súplica Y él me miraba como si quisiera arrancarme la cabeza y lanzarla en contra de un volcán en erupción, en vez de ese suspiró pesadamente y se paso una mano por el cabello desenredándolo aún más. 91
--He terminado contigo ¿vale? No tengo por qué darte explicaciones de ningún tipo—añadió rápidamente. Se entrecruzó de brazos y me miraba fijamente. Vacilé al mirarle nuevamente. --¿Qué pasará conmigo? ¿Vendrá de nuevo por mí la muerte?—dije mientras me tragaba lo poco de valentía que me quedaba. --Ya no—dijo mirando el suelo en vez de mi rostro—Puedes estar tranquila de que nada malo te va a pasar—dijo volviéndose sobre sus talones y caminando hasta las afueras de la casa, atravesando el patio lateral con rapidez y no volviéndose nunca más hacia donde estaba yo. Lo intenté tomar de la mano para detenerle pero apartó de un manotazo el agarre y ni siquiera se giró para verme a la cara. --No me sigas, no me intentes buscar. Simplemente no soy feliz contigo Alicia—dijo siseando la última frase y lo poco que quedaba de mi corazón fue desgarrado en mil pedazos. El frío y el vacio se ganaron un espacio en mi corazón desde ese día y solo pude recordar su paso vacilantes hasta que ya no pude mirarle más, el desapareció entre los autos y edificios que se divisaban a lo lejos en el horizonte.
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Los días posteriores a esos fueron de mal en peor, las noches se convertían en días y los días en noches. El ruido del televisor era mi único acompañante mientras me comía enormes helados de chocolate con vainilla y solo deseaba desaparecer lentamente de la faz de la tierra. Había faltado ya muchos días a clases y mi madre había hablado con el director de la escuela para hacer una especie de “arreglo”; ya que era mi último año y faltaban solo un par de meses para la graduación, recibiría en casa las asignaciones y tareas y podría recibir los pocos créditos que me faltaban para obtener mi título. Cuando mi madre entró en mi habitación solo asentí cuando me entrego los libros y tareas. No quería saber nada del mundo real. Ya había perdido a dos personas importantes para mí. No podía siquiera pensar en nada más. Prácticamente pasaba el día encerrada en mi habitación leyendo basura sin sentimientos o viendo televisión sin sentido. Nada de comedias, y muchos menos romances. Toda esa basura simplista donde el Romeo iba a buscar a su Julieta me parecía cínica y un poco surrealista. Esa clase de cosas no sucedían en la vida real. A mí por ejemplo, me habían dejado hace un par de días y quien sabe que estaba haciendo él en estos momentos. Tal vez estaba con esa rubia, o tal vez simplemente había otra que lo había cautivado. No sabía cuál de las dos era menos dolorosa para mí, pero lo único que sabía era que lo amaba con todo mi corazón y lo único que hizo fue romperme en mil pedazos e irse. Mi madre no omitió ningún comentario en las veces que me había visto llorar desconsoladamente en mi habitación o en el baño de la casa mientras me duchaba, ella solo se limitaba a prepararme algo de comida y jugar con mi cabello hasta que me dormía, pero eso me recordaba a él. El dolor en el pecho se iba haciendo más y más grande conforme pasaban los días. Me di cuenta que no sabía nada del aunque él sabía mucho de mí, 93
ni su número de teléfono ni si dirección, no sabía dónde buscarle. Me tiré de cabeza a mi cama e intente reprimir un sollozo con mi almohada, hasta que mi madre entró a mi habitación con sus ojos cafés totalmente asustados. Volví a querer sollozar en mi almohada y mi madre se acercó lentamente a mi cama. Esa noche durmió conmigo y jugueteaba con mi cabello hasta que me quedaba dormida. Al día siguiente se iba al trabajo y no regresaba hasta las seis de la tarde. Era casi como una rutina. Despertar, ver televisión basura, limpiar la casa, hacer mis deberes, llorar, dormir y volver a despertar. Odiaba esto. El vacio en mi corazón se ensanchaba cuando cualquier mínimo estímulo de la vida me lo recordaba a él. Su sonrisa, su perfecto cuerpo o sus palabras tan arrolladoras que me hacían suspirar. Así pasó una semana hasta que mi madre interrumpió mi continuo tormento. Tocó la puerta y entró frunciendo el ceño, mi habitación era un desastre espantoso, las camisetas estaban por todo el suelo y los libros que antes amaba estaban en una pila con algunas hojas arrancadas, especialmente el de Romeo y Julieta, ahora me parecía inapropiado para mí. No recordaba la última vez que me había duchado ni cambiado de ropas, pero su mirada aclaro mis dudas. Había sido hace mucho tiempo. Llevaba una camiseta holgada verde oscura con una falda de un tono más claro que este. Para nada estaba a la moda. Ya no me importaba ninguna de esas trivialidades que antes me importaban, algo dentro de mí había cambiado cuando él se había ido. Cuando mi padre había muerto. Incluso cuando esa psicópata me había apuntado con un arma, sabía certeramente que no iba a volver a ser la misma chica con una visión fresca del mundo. De por sí ahora, ya no soportaba la música. Por eso cuando sonó la música de mi teléfono solo quería tomarlo y arrojarlo por la ventana, pero en vez de eso, me tapé los oídos con la almohada. 94
Mi blackberry sonaba como música de fondo en el suelo de mi habitación pero yo estaba tan en depresión que no tenía fuerzas para ir a atender a quien sea que estuviere llamando. Buscaba en la habitación un sitio para sentarse pero como era típico, no había sino una esquina de mi cama sin pilas de ropa y libros clásicos. Suspiró y se mordió el labio sin saber que decir. --Ally, esto que estas pasando no es bueno—dijo mientras intentaba tocarme el tobillo con su mano --¿Qué dices?—me froté los ojos con una de mis manos para apartar las lágrimas. --Es por tu padre ¿cierto?—dijo casi en un susurro y sentí como mi alma se iba a mis pies inmediatamente ¿Cómo había podido olvidarme de mi padre tan fácilmente? Y haberlo catalizado porque extrañaba a un chico. Definitivamente estaba loca. --Algo así—mentí Mi madre me miraba como sin saber qué hacer y luego volvió a sonar la blackberry con el tema de “MILEY CYRUS WREKING BALL” hasta ahora no había distinguido la melodía que sonaba y supuse que era Bianca. Miles de imágenes de ella vinieron a mi mente inmediatamente. ¡Oh, pobre Bianca! Debe estar muerta de preocupada. Y yo siendo la misma chica egoísta de siempre. Mi madre atendió por mí el blackberry. --Hola Bianca, soy la madre de Ally. Si esta bien….oh….ya te la paso— dijo mi madre mientras me extendía el blackberry en señal de disculpa. Lo tomé rápidamente. --¿Hola?—dije tímidamente, sabía que estaría cabreada conmigo. --VEN A MI CASA AHORA—su voz entrecortada me dijo que sí, estaba tan cabreada como nunca. Y no es para menos. 95
Me paré de la cama de un salto y fui por mi remera favorita de “One direction” y mis converse negras. Me peiné con esmero y me puse un poco de brillo de labios. ¿Qué tan cabreada estaba? Mi madre me detuvo en la puerta con su mirada interrogativa. --¿Iras a ver a ese chico?—dijo con los brazos entrecruzados impidiéndome salir por la puerta delantera de la casa ¿Ahora se iba a poner estricta conmigo? Tenía que ser una broma. --Bianca quiere que vaya a su casa—dije rápidamente mientras más rápido salía de esto más rápido saldría de la casa. --¡Oh!—la voz de mi madre cayó en picada y supe que había ganado-¿Llevas tu blackberry?—dijo mirando mis bolsillos. --Si --Vale, regresa antes de las siete—dijo antes de que yo cerrara la puerta detrás de mío y pegara la carrera al trote hasta su casa. Ella sospechaba de mi, pero esto estaba ya tildando en lo ridículo. Bianca vivía a un par de manzanas de mi casa por la Avenida principal mantuve el trote y en menos de diez minutos ya estaba al frente de su casa con la respiración totalmente normal. ¿Desde cuándo tenía tan buena actitud física? Ignoré todos mis pensamientos y llamé a la puerta. Minutos después el padre de Bianca el señor Collins abrió la puerta con energía, era un señor cuarentón con la barba y anteojos más extraños que había visto en mi vida, pero era buena persona. Sus ojos se iluminaron al verme. --¡Oh! Alicia ¿has venido a ver a Bianca?—dijo con una sonrisa en su rostro, se marcaron los hoyuelos al sonreírme y supuse que Bianca los había heredado de él. --Así es. ¿Puedo pasar a su habitación? --Ella no está ahí, esta en el jardín trasero jugando con Mariand—hijo mientras señalaba la puerta trasera 96
Camine mientras iba esculcando la habitación, abrí el cerrojo de la puerta trasera y allí estaba Bianca jugando con su gatita Mariand. Ella primero se alegró al verme pero luego retrocedió con sospecha. --¡Te quiero arrancar la cabeza!—dijo mientras me daba un abrazo pero luego hacia un puchero con sus labios—Estaba tan preocupada por ti y no contestabas el teléfono—dijo mientras levantaba los brazos en señal de protesta. --Lo lamento—dijo mientras le daba mimos a su gatita, era blanca con un listón rosa alrededor de su cuello. --Ya luego fui a tu casa en un par de ocasiones y tu madre no me dejaba verte—tomó aire y continuó con su charla—Pensé que esa loca te había hecho algo malo—dijo antes de sentarse de mala gana en el suelo de madera de su porchecito. Me recosté de uno de los pilares de madera de su casa y observé como su gatita jugaba a cazar palomitas en el patio. Ninguna de las dos dijo nada. --Lo lamento—repetí y ella ya ni me miraba a la cara. El jardín de su casa era hermoso, tenían una pequeña piscina con jacuzzi y un área que Bianca llamaba “la sección de las fiestas” porque era perfecto para hacer un picnic y una fiesta con chicos. Me senté a su lado. --¿Estas bien?—dije suavemente --Eso creo, papá me ha llevado a terapia—dijo mientras se subía las medias blancas del uniforme Me fije en ella, llevaba el uniforme completo con la falda plisada azul y blusa blanca, con un pequeño dije de oro alrededor de su cuello y zapatos negros. No había regresado a la escuela en días. Ella me miraba con preocupación. --Me dirás algún día quien era ella y porque hizo lo que hizo ¿cierto? Asentí con la cabeza no muy segura de que ella quisiese saberlo. Ambas suspiramos. 97
Y dejamos que el tiempo pasara. --Ella me enterró viva Ally, fue la experiencia más aterradora de todas. Unió mi pequeña claustrofobia y mi miedo de ser sepultada viva. En general era como si hubiese vivido mi peor pesadilla—soltó un suspiro mientras se sentaba en el suelo, no me había fijado que ahora ella estaba temblando. Me senté a su lado y le daba pequeños estímulos en su mano, para que supiera que no estaba sola. --Lo sé, perdona es todo culpa mía—dije suavemente. Ella me miraba ahora atentamente. Me mordí el labio e intenté mirar hacia otro lado. ¿Cómo se supone que le iba a explicar esto? --Ella es la ex prometida de Gabriel—dije suavemente sin pensar que su nombre todavía picaba en mi lengua. --¡Oh! --Se quería deshacer de mí porque quería a Gabriel para ella sola. Bianca asintió levemente. --Entonces, ¿quieres decir que todo lo que hizo fue por celos?—la incredulidad nubló la voz de Bianca. --Si --¡Increíble! --Lo lamento—dije nuevamente. --Estoy bien Ally—dijo ella nuevamente. Aunque ninguna de las dos estaba segura de estar bien, por lo menos nos teníamos la una a la otra. Ninguna soltó la mano de la otra durante el resto de la tarde. Nos mantuvimos así por un buen tiempo.
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*** Me quedé en casa de Bianca por un rato más, no me había dado cuenta cuanto extrañaba a mi mejor amiga y estar con ella me hacía olvidar el dolor así fuese por un par de minutos. La adoraba. Era muy buena cocinera, preparó unas tortas de chocolate que estaban para morirse y la ayudé decorándolas con fresas y crema batida, mi favorita. Ambas reímos un buen rato hasta que la realidad me pegó de golpe en el estómago. Me puse helada mientras masticaba una fresa. --¿Todo bien?—preguntó Bianca con sus enormes ojos verdes mientras escudriñaba mi rostro. Asentí con la cabeza --Vale—continuó sacando una de sus tortas del horno--¿Y dónde está el príncipe de brillante armadura? Ni siquiera le has mencionado—continuó Bianca y se horrorizó al verme dejar la fresa a medio morder en la mesada de la cocina. Me puso una de sus manos en el hombro. Ya no quería llorar más, ya no me quedaban lágrimas que derramar. --Estoy bien, disculpa—dije mientras me paraba de la silla y continuaba con la decoración de la torta Bianca me miraba con el ceño fruncido y se giró a empotrar las tortas en varias bandejas de plástico, eran hermosas. --Soy tu mejor amiga Ally—dijo sin siquiera mirarme—Puedes contarme—añadió mientras observaba a lo lejos pensativa. La culpa se comenzó a formar en mi estómago como una masa enorme que iba creciendo cada vez más. Mordí mi labio inferior antes de volverla a mirar a los ojos. --Lo sé Ambas nos quedamos en silencio Y el padre de Bianca, el señor Collins entró en la cocina con su fuerte vibra alegre con dos llaveros en sus manos. Ambas lo miramos confundidas. 99
--Han pasado por mucho, es hora de que te quite el castigo—dijo el señor Collins mientras le lanzaba un llavero a Bianca quien lo agarro en el aire. Me dio el mío son suavidad en la mano. --¿Son de los autos?—dijo Bianca con alegría en su voz --Aja—dijo mientras se pasaba una mano por su hermoso cabello cobrizo y se reajustaba los lentes--¿Qué tal si dejan la cocina un rato y salen a dar un paseo?—dijo nuevamente cargado de energía Miré el reloj sobre la nevera y daban las 5pm todavía tenía chance. Asentí enérgicamente hacia Bianca quien dio un respingo de felicidad y ambas salimos al trote por la puerta delantera. Bianca abrió la puerta del garaje y miró sus ropas de colegiala y se detuvo en seco. --¿Me ayudas a escoger algo de ropa?—dijo con los ojos de perrito que tanto me mataban. --Vale—dije instándola a que se apurara con una señal de la mano. Bianca pronto estuvo vestida con un mini short de tela de jean que le daba a la cadera y una blusa blanca con estampado playero que hacía ver su ombligo travieso, unas botas de terciopelo marrón y un par de aretes largos de plumas. Además de eso se soltó la coleta y ahora llevaba el cabello suelto sobre un hombro, muy impresionante para haberse arreglado en cinco minutos. Salimos corriendo por la casa y el señor Collins se atoraba con su café mientras atendía una llamada y nos veía correr hasta donde estaban nuestros autos. Bianca abrió la puerta de su garaje y allí estaban, eran perfectos. Un Audi A4 plata y otro color crema. Las dos brincamos de felicidad hasta que cada una estuvo montada en sus autos. Decidimos ir a un mirador que quedaba cerca de casa. Porque ninguna teníamos todavía los permisos para conducir, aún. Condujimos despacio en caravana y varios chicos se nos quedaron viendo, pero siempre acababa comparándoles con Gabriel, el recuerdo me agrio la tarde. 100
Uno de ellos era extrañamente parecido a él, llevaba el cabello negro azabache oculto en un gorra de beisbol roja con azul y fue de todos los chicos en el grupo, el único que no se había animado a lanzarnos piropos en cuando íbamos llegando al puesto para estacionar. Sus ojos se encontraron con los míos una leve fracción de segundo y un escalofrío muy familiar recorrió mi cuerpo. Tal vez mi mente me estaba jugando malas pasadas. Tragué lentamente. ¿Ahora me estaba poniendo paranoica? Sentía su mirada aún cuando llevábamos un par de metros de distancia. El mirador estaba un poco vacío cuando llegamos, eso se solía llenar más que todo en las noches por parejitas que venían a besuquearse, pero ahora solo había una familia de tres jugando con una pelota de fútbol, una señora rubia sostenía a su hija de aparentemente dos años de edad y el padre les lanzaba la pelota para que jugasen. Sentí celos inmediatamente. Me giré para ver si los chicos seguían allí, una camioneta Charger negra vino por ellos y desaparecieron en la distancia. El chico de la gorra no se giró para verme antes de montarse e irse, me detuve mientras cerraba de un portazo la puerta del auto, odiándome por querer atrapar su atención. ¿Qué pasaba conmigo? Bianca se lanzó una de sus risitas al ver mi reacción. Bianca ya estaba estirándose al bajarse del auto. --Son hermosos si papa me dejara, dormiría con él—dijo Bianca dando saltitos como niña de kínder y por un momento tuve que enfocarme en lo que ella decía. ¿Qué? Ella se sorprendió y soltó una risotada. --Me refería a los autos—dijo mientras me guiñaba un ojo. Ambas miramos el atardecer en el mirador, era simplemente hermosos. Todas las cosas que habían vivido en las semanas anteriores no era nada comparado con esto, era maravilloso ver como los colores naranjas se mezclaban con el cielo hasta llegar a un morado y luego negro. La oscuridad nos llegó tan rápido que me asusté. Esa oscuridad no era normal, Bianca parecía no notar la diferencia y pensé que era mi cabeza que se la 101
había salido un tornillo de tanto pensar en ángeles y arcángeles, todo en realidad parecía sacado de una mala broma para mí. Bianca me miraba con los ojos bien abiertos. --¿Dónde esta Gabriel?—dijo sin más Una brisa fría me recorrió la médula espinal. Solo su nombre me hacía temblar. --No me dijo a donde iría Bianca—dije ignorando a Bianca y mirando las miles de casitas que había abajo en el valle, parecían un nacimiento de navidad. Bianca pasó su peso a una de sus piernas. --Lo sé pero digo, ¿lo dejarás ir tan fácilmente?—ahora tenía ambas manos en sus caderas y agaché la vista de ella. --Supongo, eso es lo que él quería que hiciese—dije tan suavemente que dudé que ella me hubiera escuchado una lágrima se deslizo por mi rostro Pero si, ella luego me estaba abrazando y reposé mi cabeza sobre su hombro. --¿Estas bien?—dijo de nuevo --No, lo extraño a cada rato. Han sido un par de semanas duras—dije agachando la cabeza para evitar su mirada Bianca me apartó un poco de su hombro. --¿El tuvo que ver con el incidente en el parque?—dijo Bianca escogiendo las palabras como si yo fuera una niña pequeña y entrecerró los ojos Negué con la cabeza. --El vino en nuestra ayuda—dije mientras me retiraba un mechón de mi cara --El fue el que me ayudo a salir de ese hoyo—recordó Bianca—Pero siempre me pareció sospechoso --No lo culpes, el es buen chico 102
No había notado que tanto lo estimaba como persona, no en voz alta por lo menos. --¿Lo sigues queriendo?—dijo nuevamente mi amiga Bianca quien me miraba como si fuera una cómplice de asesinato. Asentí levemente y Bianca suspiró pesadamente. Levantó una roca del suelo y la lanzó por los aires. --¡Ve tras él!—dijo mientras lanzaba otra roca por el valle Mi mente maquinaba mil y un cosas mientras esa pequeña roca rodaba y rodaba cuesta abajo. ¿El todavía me querrá? ¿Qué pasa si voy tras él? ¿Los arcángeles se interpondrán? Mi cabeza daba vueltas. Justo cuando la alarma de mi teléfono vibro como loca no me había dado cuenta de lo tarde que era. 7:05 pm. Mi madre iba a matarme si no regresaba a casa para la cena. --Nos tenemos que ir—dije suavemente y Bianca asintió con la cabeza Ella manejaba delante de mí y como su casa quedaba más cerca la vi estacionar en su casa y maneje hasta la mía. Cuando estacioné mi madre ya me esperaba con los brazos cruzados .
*** Mi madre no era una madre modelo, ella se exasperaba por cualquier mínima cosa en esta vida. Pero cuando me bajé del Audi y cerré la puerta del piloto su entrecejo se profundizo aún más. No había pensado como le diría que había ganado un auto. 103
¿Debería llamar al padre de Bianca para que confirme? Suspiré y seguí caminando hasta la puerta de la casa. Mis converse se vieron sumergidas en un charco y se llenaron de barro hasta la mitad de ellas. Genial. --¿Y ese auto?—soltó sin más al verme llegar --Es mío— ¿Por qué estaba tan nerviosa? Soltó un bufido y me hizo señas para que entrara a la casa. En la pequeña salita estaba el doctor Samuel con su hija menor Sofía, quien colgaba de su cuello como una pequeña monita. Ambos al verme entrar sonrieron abiertamente. El doctor se zafó de Sofía y me tendía una mano para estrechármela. --Un gusto verte Alicia—dijo mientras me miraba con los ojos más expectantes del mundo. Me sentí acorralada. El llevaba un hermoso traje elegante azul marino con su corbata desabrochada y un par de zapatos negros, Sofía llevaba un pequeño vestido rosa con encajes y medias blancas con encajes. Los dos parecían sacados de una revista de la familia perfecta, si así eran esos dos, no quería saber que tan guapos eran los hijos mayores del doctor. La niña de cabello castaño claro me miraba con sus enormes ojos azules esperando para acercarse a mí. --Tu debes ser Sofía—le tendí una mano y ella saltó inmediatamente en mi regazo Era una niña hermosa. --Están de visita—dijo mi madre mientras iba a la cocina por un té de manzanilla y un par de pastelillos.
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--Además de eso, vine a entregarte esto—me pasó una planilla de solicitud de becas y mi memoria viajó hace un par de semanas cuando habíamos hablado de ello --Oh, Gracias --Se que has pasado por mucho, pero la universidad ya está más cerca. Podría ser un nuevo comienzo para ti—dijo suavemente mientras cogía a Sofía nuevamente en los brazos Mamá ya había regresado con los pastelillos y el té. Ambos me miraban entretenidos. ¿Tenía monos en la cara o qué? --En un par de días es la reunión en Miami ¿no?—dijo nuevamente el doctor Samuel y el semblante de mi madre cayó por el suelo --¿Qué reunión?—dije jugando un poco con la planilla de mis manos. Mi madre me miró temerosa. --Lo lamento debí haber olvidado cancelarla—dijo mi madre mientras buscaba su agenda de papel en uno de los cajones de la salita El doctor me miraba con una hermosa sonrisa. ¿No se cansaba acaso? --Si, no, quiero cancelarla—dijo mientras llamaba por el teléfono a su jefa del hospital Colgó y ambos nos miramos sin decir nada. --No pude cancelarles cariño—dijo mi madre a mí. --Ve tranquila, me quedaré con Bianca el fin de semana—dije mirándole fruncir el ceño. --Su padre nos vigilará—acoté nuevamente. --Todo arreglado—dijo el doctor Samuel mientras devoraba con anhelo su pastelillo Sofía también devoraba su pastelillo con fiereza. Eran adorables. 105
Al finalizar la visita me quedé en la cocina para lavar los platos y mi madre salió a despedir al doctor. Solo escuchaba pequeñas partes de su conversación, pero no es que eran de mi importancia ninguna de ellas. Hablaban de pasteles, cosas del hospital, yo solo quería terminar con los platos y subir a mi habitación y dormir plácidamente unas ocho horas. Puse un plato en su sitio y comencé a restregar una olla enorme. Puse más jabón en la esponja y tomé un plato con cuidado, el ruido en la sala había disminuido y me sorprendí al escucharlos susurrar en la salita. --¿Cuándo le dirás?—dijo el doctor suavemente creyendo que no le escucharía. --Pronto, es que han sido demasiadas cosas Jack, la muerte de su padre todavía está fresca—dijo y me helé en el lavadero de platos, dejé los platos y me acerqué más a la salita. Casi en mis rodillas mientras me secaba las manos con mis ropas, pegué mi oído más a la puerta para escuchar mejor. --Esperaré pacientemente, pero ya quiero que seas mía. Legalmente—dijo y escuché como el sonido de un suave beso. ¿Qué? Santa mierda… ¿Matrimonio? Uno de los platos había quedado mal puesto de lugar y cayó por los suelos, rompiéndose. Maldecía para mis adentros. Fui corriendo a la cocina a recoger los restos. Mi madre regresó con el semblante pálido y los ojos abiertos como platos. Me di la vuelta para no tener que verle el rostro e intenté recoger las pequeñas piezas de vidrios rotas, me corté inmediatamente. --¿Escuchaste?—simplemente dijo. Asentí con la cabeza. --Lo lamento—dijo mientras me ayudaba a limpiar los restos de platos
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Me dedo había comenzado a sangrar gravemente. Y no podía siquiera levantarme del suelo y enfrentarme a ella. ¿O sí? ¿Qué se supone que debería decirle? --Lo de Jack y yo ha sido tan repentino, el me dio su apoyo después de la muerte de tu padre. Tan caballeroso y amable, sé que es demasiado rápido pero es que también ha sido tan intenso—dijo con un tono de voz tan melodioso que literalmente sentí náuseas. Mi estómago se revolvió. --¡Detente!—mi voz salió más afilada de lo que había querido pero mi madre dejaba la escoba en su sitio mientras me miraba. --Hija, lo lamento—repitió suavemente. --¿Qué lamentas en realidad? Mi padre murió y ¡ya tienes novio!—dije evitando decir cosas de las cuales me podría arrepentir, me mordí la lengua y un poco de sangre salió de ella. No iba a llorar. Hoy no. --Eso no es así Alicia, no sabes nada sobre nosotros—dijo con la mirada encendida en un tono carmín. --¿Y qué debo saber exactamente? Las pupilas de mi madre se dilataban debajo de las luces de neón de la cocina su cara se tornaba roja mientras me miraba. --Olvídalo, eres muy pequeña para saber de estas cosas—dijo en tono condescendiente mientras se cruzaba de brazos ante mí. Eso solo me hizo poner más rabiosa aún. --¡Dímelo madre! --Alicia—arrastró inmediatamente.
la
palabra
dándole
Todo mi cuerpo se erizó en respuesta. 107
un
significado
de
peligro
--¡Eres tan hipócrita!—solté a los cuatro vientos y mi madre ya tenía su mano levantada para darme una bofetada que nunca llego. Las dos nos quedamos en esa pequeña cocina y de repente todo parecía hacerse demasiado incómodo para ambas. --Vete a tu habitación—repuso mi madre nuevamente. Mi madre había quedado pasmada en su sitio y le pasé por un lado camino a mi habitación. Esto era más que suficiente. Me odiaba a mí misma, la odiaba a ella que parecía que no tenía sentimientos, tan frívola y calculadora. Ella tocaba la puerta de mi habitación sin cesar. Me lance de cabeza a mi cama y cerré de un portazo la puerta de mi habitación. Me puse los cascos y escuché una y otra vez la canción de “SAY SOMETHING, DE A GREAT BIG WORLD” en mi ipod. Las lágrimas ya picaban en mis ojos pero decidí no pensar en eso nuevamente, no iba a llorar nuevamente.
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8
Un par de día después me encontré con que todas las necesidades básicas para mí no estaban siendo demandadas exactamente por mi cuerpo. Podía pasar muchas horas sin dormir, sin necesariamente estar fatigada o abruptamente somnolienta, ni siquiera mi apetito había aumentado desde que comencé a sentir que eso ya no era necesario para mí. Mi madre ya no me hablaba estaba molesta conmigo, pero no me importaba, estaba entretenida viendo como este nuevo sentimiento emergiendo de mi cuerpo me hacía sentir incluso más viva. Me miré en el espejo por quinta vez esa mañana y mi piel que siempre había tenido un aspecto amarillento nada saludable y ahora brillaba y los rastros del acné juvenil había desaparecido, mis ojos que eran anteriormente de un color marrón opaco ahora tenían pequeñas franjas doradas en ellos y los hacían lucir incluso más vivos. En cuanto a mi cabello tenía un brillo saludable y antes era un cabello liso medio ondulado ahora estaba perfectamente arreglado en rulos naturales, era como si fuera una muñeca de plástico viviente. Solo miraba mis cutículas con miedo. ¿Qué había pasado entre el atentado de asesinato y la llegada del hospital? Habían pasado más de doce horas desde que había salido corriendo hasta el pequeño parquecito y en mi llegada al hospital, según los doctores y mi madre, pero algo en ese lapso de tiempo me había ocurrido. Porque ahora, me sentía fuerte, y viva. Subí los escalones de dos en dos hasta mi habitación, giré el pomo de la puerta y la cerré levemente, pero esta casi se rompió cuando la lancé. Me quede helada en mi sitio. ¿Qué mierda? Tome con cuidado el pomo y lo apreté suavemente con mis dedos y este se doblaba con facilidad en ellos, casi como magia pura. Tiré el pomo doblado a la esquina de mi habitación y me senté llena de pánico en la silla de madera de mi habitación. 109
No puede ser. Me puse una camisa de cuadros roja con blanco y unos vaqueros, junto a unas converse roja. Me amarré el cabello en una cola de caballo. Me coloqué en el marco de mi puerta y sabía dentro de mí ser que esto era una locura, pero tenía que intentarlo. Miré hacia abajo, casi siete metros de alto. Mis nudillos aferrados al marco de la ventana con fuerza. Si no funcionaba… Negué con la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. Necesitaba probar mi teoría. Cerré los ojos con fuerza y puse uno de mis pies arriba del marco de la ventana y luego el otro. La brisa de la mañana se pegaba a mí como un viento gélido. Conté hasta tres, uno, dos… ¡Tres! Di un paso de fe y salté de mi ventana. No sabía que esperar, solo sentía que mi peso me atraía contra el suelo rápidamente y primero mis pies tocaban la superficie y luego el resto de mi cuerpo. Rodé sobre mi cuerpo rápidamente. Con miedo abrí un ojo a la vez, mi corazón palpitaba fuertemente contra mi pecho pero aún seguía viva. Revise mis piernas y brazos rápidamente, ningún raspón ni moretón, miré nuevamente hasta mi ventana y mis manos fueron rápidamente a mi boca. Si una persona intentare hacer algo así, terminaría en graves condiciones, tal vez con muchos huesos rotos, pero allí estaba yo. Intacta. ¿Qué había pasado conmigo? ¿Desde cuándo tenía estas habilidades? El coche de mi madre se escuchó en la acera de enfrente y tuve pánico. Intenté escalar por la pared poniendo un pie en el suelo y dando un fuerte
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brinco mientras me aferraba del marco de mi ventana, una mano pudo quedarse enganchada y luego la otra. Casi que sin esfuerzo me levanté con mis manos y entré rápidamente por mi ventana. Tomé un libro justamente segundos antes de que mi madre entrara en mi habitación para supervisarme por octava vez ese día. Ella me miraba buscando el motivo de mi silencio y yo le enseñé mi libro y ella cerró la puerta con delicadeza. La puerta no cerró. Volvió a entrar en la habitación lentamente, mirando el sitio donde había quedado el pomo de la puerta. Sus ojos cafés se posaron en los míos. --¿Qué pasó con tu picaporte? Lo miró doblado en la esquina de mi habitación. Los nervios en aumento. --Mmm… --Alicia—reprendió --Lo lamento Ella entrecerró sus ojos con sospecha. ¿Qué se supone que debo decirle? Ambas intercambiamos miradas y ella se fue hasta la cocina de nuevo. Suspiré pesadamente. Mañana cuando ella se fuera al trabajo, tenía que probar mi teoría en un espacio abierto.
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***
Esa noche no pude dormir, no porque estuviera emocionada por mis nuevos talentos, bueno, en parte así era, pero tampoco era como que necesitara dormir todo el tiempo. Me paré de la cama apenas había escuchado el auto de mi madre salir del garaje y me puse unas zapatillas de correr grises, pantalón deportivo negro y sudadera gris. Si iba a ser esto, iba a ser algo intenso. Necesitaba presionarme para ver hasta dónde podía llegar. Salí por la ventana saltando como el día anterior solo que ahora con los ojos abiertos y muy alerta, en vez de rodar me mantuve en mi sitio y sentí como mi cuerpo se sentía incluso más fuerte que el día anterior. Comencé a correr en dirección a la playa y conocía varios senderos de entrenamiento que solo eran usados por profesionales en maratones, eran casi veinte kilómetros trotando en subida con baches y el sendero era de tierra con piedras. Miré como un par de chicos me pasaban por el lado con su ropa deportiva e incredulidad en el rostro. Continuaron trotando cuesta arriba y me amarré las trenzas de los zapatos nuevamente. Tomé aire en mis pulmones antes de comenzar la escalada. Primero intenté llevar un ritmo lento para ver si el cansancio podría atropellarme en los primeros dos kilómetros pero continuaba en el trote y ni una pizca de sudor era emanada de mi cuerpo, miré el reloj de mi blackberry y me parecía absurdo que ni siquiera estaba con la respiración acelerada, llevaba más de dos horas corriendo en subida. Los dos chicos anteriores estaba al lado de un árbol con hojas amarillas, creo que era un araguaney sus miradas pasaron de mi ropa deportiva a mi rostro y uno de ellos se atoró con su bebida energética al verme intacta. Al parecer hasta a ellos este sendero se les hacía todo un reto. Intenté ignorarlos y seguir mi camino, salté un par de rocas filosas que había en el camino y ahora me fijaba que me estaba adentrando más y más en la montaña y las hojas de los árboles hacía muy poco placentera la vista, me detuve en cuanto vi un anuncio que indicaba que ahora empezaba el 112
terreno para profesionales y les indicaban el camino de hacia un puesto de transporte que los llevaría de regreso a la base de la montaña. Lo ignoré y me amarré de nuevo las trenzas de los zapatos. Me estaba poniendo nerviosa, me amarré de nuevo la cola de caballo y comencé a trotar con más intensidad, tal vez así me cansaría más rápido. Mis pies se aceleraban cada vez más y ahora los miles de árboles pasaban a mi lado como un eterno borrón de algo verde y amarrillo, me sentía poderosa y fuerte. Nunca en mi vida me había sentido así. Al llegar a la cima de la montaña dejé salir un poco del aire que había mantenido en mis pulmones y miré hacia abajo. La vista era increíble, el cielo estaba un poco nublado y el azul normal del cielo se estaba mezclando con un morado casi negro y vi como las miles de casitas debajo de este se iban encendiendo, era algo increíble ante mis ojos. Revisé como estaba mi respiración y mi pulso, todo normal. Ni siquiera parecía humana. La brisa tibia se estaba tornando un poco fría y me pasé la capucha de mi suéter por la cabeza, miré en dirección al camino que había ascendido como esperando que los chicos anteriores me pudieren alcanzar pero nunca aparecieron, en cambio yo, había ascendido veinte kilómetros sin siquiera fatigarme. De notaba que si estaba un poco sudada y hambrienta, pero para el esfuerzo que había supuesto, no sentía gran cosa. Un par de mechones de mi cabello estaban sobre mi cara y los pasé detrás de mi oreja antes de carcajearme. Me sentía viva. O incluso más que eso, me sentía extraordinaria. Tomé un par de respiraciones y disfrute del momento, me sentía como la reina del mundo. Algo dentro de mi bolsillo vibró inmediatamente. Revisé mi blackberry de nuevo y la hora me despejó un poco la mente. 7:38 PM Mi mamá debería de estar regresando a casa en estos momentos, tenía dos mensajes de texto de Bianca y varias llamadas perdidas. 113
“¿DONDE ESTAS? TENGO TODO EL DÍA LLAMANDOTE” Revise el siguiente. “DIME QUE ESTAS BIEN, LLAMAME” Bianca siempre se preocupaba por mí, tenía varias llamadas perdidas de ella en buzón de voz. Y le marqué de regreso.
***
Esa noche Bianca quedó en pasar por mí para ir al cine, según ella la partida de Gabriel era algo que tendría que ser superado por mí más temprano que tarde. Al llegar a casa me di una ducha lenta no podía dejar de pensar en las nuevas habilidades que ahora tenía y en cómo me hacían sentir. El agua caía sobre mi rostro y en poco segundos estuve empapada de pies a cabeza y pasé algo de champú de fresas sobre mi cabello y luego pasé una esponja exfoliante sobre cada parte de mi cuerpo quería permanecer debajo de la ducha un poco más de tiempo, quería tiempo para pensar con claridad. Pero al aclararme el acondicionador del cabello me pasé una toalla por el cuerpo y salí disparada a mi habitación, me puse una falda corta de lino y una blusa con cuello en v de seda color crema, con bailarinas del mismo tono y me puse un cintillo de flores en el cabello dejando que mis nuevos rulos naturales hacer su magia. Bianca ya me esperaba en las afueras de mi casa. Su cara se llenó de dudas y entrecerró los ojos pero no dijo nada hasta que entré en el asiento del copiloto de su auto. Prendió el motor y ambas quedamos en silencio. --¿Que sucede? Lance la pregunta. --Nada, ¿conoces a una tal Elena?
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Ella por alguna extraña razón no me podía mirar y mis vellitos del cuerpo se erizaron en respuesta. --No --Mmm Arranco de golpe el auto y pronto estuvimos sumergidas en la tortura del tráfico. Ella puso algo de música en la radio pero mi cabeza no paraba de dar vueltas…Elena…Elena…. ¿Por qué sentía que conocía ese nombre? Aunque me era completamente ajena, creo. Seguía pensando mientras en la radio del auto ponían una canción de Pink “TRY” sentía el nudo en mi garganta de nuevo. Lo apagué inmediatamente. Nunca lo había escuchado en realidad, me parecía ilógico que ese nombre me tendría que sonar de alguna manera. Ella aparcó el auto en el estacionamiento del cine y al cerrar la puerta supe que todo había terminado. La muerte estaba parada delante de mí y me mirada con fiereza. Bianca a mi lado se mantuvo estable, ¿acaso ella no le tenía miedo? La había intentado enterrar viva y no sentía nada. Cerré los ojos con fuerza, y espere que ella me atacara. ¿Era a lo que venía cierto? Nada sucedía. Ella ahora había dado un par de pasos y estaba tan cerca de mí que pude percibir su aroma, olía a café recién hecho y a dulce de vainilla. Sus ojos rosados me escanearon de pies a cabeza. --Alicia Su voz salió filosa al escupir mi nombre. Di dos pasos hacia atrás, recordé que ahora era fuerte. No tenía por qué temerle. 115
--Ya veo que te ha sentado bien “el toque” ¿Qué? --¿De que estas hablando? Mi voz salió como un susurro, tragué nuevamente. No dejaría que ella me intimidara de nuevo. Se acercó con un par de pasos y me metió un mechón de cabello detrás de mi oreja. --Hay algo que vengo a pedirte, y tú amiga esta de acuerdo con ello Me giré donde Bianca estaba y su postura era rígida al igual que la mía. ¿Qué diablos? --Es sobre Gabriel, los arcángeles lo tienen y es por tu culpa. Tenemos que hacer algo Su rostro que antes era severo pasó a indulgente contra mí. Sus ojos rosados me llenaban de amargura, ¿Por qué tenía que confiar en ella? Y mucho menos después de haber amenazado mi vida y la de Bianca en muchas ocasiones. --¿Qué esperas que yo haga? Soy una simple humana Ella me miraba de arriba abajo. --No creo que estés muy segura de lo que eres Alicia, pero te aseguro que humana no es el término Temblé levemente. --¿Eso qué significa? Ella ya estaba caminando en dirección a Bianca, e intercambiaron miradas. --Creemos que eres una “tocada” Sus miradas gélidas se posaron en mi rostro. Esperen… ¿Qué? ¿Creemos? Eso significa que Bianca… ¡No! 116
Negué con la cabeza y Bianca se acercó a mí lentamente poniendo ambos brazos alrededor de mí. --Explíquense Continué hablando. Ambas se miraron entre ellas. Bianca suspiró y se llevó ambas manos detrás de espalda. --Ally, yo también soy un ángel pero al contrario de ellos yo soy una caída. O mejor dicho un ángel caído—dijo mientras me penetraba con su mirada. Las palabras se iban posicionando en mi mente. ¿Qué? --No—dije suavemente. --Ella es como nosotros—dijo la muerte mientras se posaba las manos en las caderas—No seas tonta. --¡Elena!—reprendió Bianca. Ambas se miraron de nuevo. --¿Cómo? Fue lo único que pude decir a partir de allí. --Verás, antes de que tu llegaras a la ciudad un grupo de ángeles vinimos a probar suerte en la tierra. Algunos por aburrimiento, otros por curiosidad, otros, como Gabriel simplemente porque sus trabajos anteriores les parecían crueles y sin significado—dijo Bianca mientras se arreglaba la falda de su uniforme—Lo que importa es que estamos aquí y créeme que si no hacen algo para ayudar a Gabriel, su historia no terminará bien—dijo ella nuevamente. Elena, quien en realidad era la muerte disfrazada disfrutaba haciendo pequeños trucos con sus dedos e inmediatamente sucedían accidentes de autos en la avenida cercana. Parecía disfrutarlo. Bianca en mi frente tenía cara de arrepentimiento. 117
--Lo lamento Ally Bajó el rostro hasta sus zapatos. Estaba molesta con ella, por haberme mentido, por haberme hecho pasar por toda esa cosa sola, por muchas cosas más. Gabriel vino a mi mente. --¿Qué sucedió con Gabriel? Elena dejó de jugar con sus dedos. --Fue arrestado, los grandes arcángeles lo suponían como un factor de riesgo para la seguridad nacional o algo…No sé que planeaban pero Gabriel estaba envuelto en ello Dijo Elena mientras se arreglaba su cabello rubio con sus dedos, ella llevaba un top blanco de licra y vaqueros con sandalias tejidas. ¿Era posible que ella me estuviera mintiendo? ¿Cómo se supone que deba confiar en ellas? Ambas resultaban increíblemente capaces de decir una mentirita frente a mis ojos. Tome aire hasta llenar mis pulmones, había algo que quería preguntar desde hace rato. --¿Qué es eso de ser “tocada”? Elena frunció el ceño. --Para ser muy inteligente no pareces pensar mucho en las cosas—dijo con repruebo--El toque de un ángel es un tipo de bendición que recaen en algún ser humano normal, por lo general el ángel que bendice se ata eternamente con el alma del bendecido, aportándole fuerzas que antes no tenía, ni suerte que antes el humano no disponía, pero en tu caso…. Dejo la frase inconclusa. --En mi caso ¿qué? Miraba nerviosa a Bianca y a Elena.
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--El ángel que te ofreció el toque no es más y nada menos que Miguel ángel—dijo mientras miraba fijamente el suelo. --¿Eh? No sabía nada de ángeles ni arcángeles pero… --Miguel ángel, es uno de los arcángeles supremos en nuestra orden y bueno que él te haya concedido el toque es extraño Su voz iba disminuyendo gradualmente. --¿Por qué? Dije suavemente. --El no es de ese tipo de ángeles dadores, es un poco más receloso con esas cosas—dijo Bianca mientras retocaba su labial --No entiendo Dije levantando las manos al aire. --Nosotras tampoco, solo sabemos que sucedió en algún punto entre mi ataque—dijo Elena intentando evitar una sonrisa y fallando potencialmente --Y tu salida del hospital—concluyó Bianca. Mis razonamientos no estaban del todo errados. ¿Por qué un ángel de ese calibre se había tomado la molestia en darme su bendición? No es que me estuviera quejando es solo que me parecía todo muy extraño en este punto de la vida. Miré hacia el cielo en busca de respuestas y nada, estaba completamente sola y con poderes inimaginables a mi disposición. A mi lado Elena seguía explicándome lo que era recibir una bendición de ese calibre pero yo solo escuché las palabras, inmortalidad, poderes, y fuerza extrema. Era como un grupo de palabras que en toda mi vida nunca pensé que me llegaran a definir. Ahora que sabía que no era completamente humana, sabía que podía ir y rescatar a Gabriel, podía usar estas nuevas fuerzas y habilidades. Podría verle de nuevo.
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Algo de esperanza comenzó a crecer dentro de mí. --¿Cuándo iremos por Gabriel?—dije eufórica con mi nueva voz aterciopelada. --No es tan fácil—dijo Bianca— hay miles de sus hombres rodeándole y para llegar a ellos hay que tener una técnica distractora mientras la otra va a rescatarle, una de nosotras no está apta para ir. Ambas se miraron y supuse que me había perdido de algo. --¿Dos de nosotras?—dije intentando pensar con más claridad. ¿Se referían a mí? Algo de orgullo comenzó a crecer dentro de mí. --Yo puedo… Elena me interrumpió. --Bianca es la que no puede ir, ella es fácil de rastrear—dijo Elena mirándola fijamente y esta sentía con la cabeza. --Ya sabes, tengo un rastreador que me sigue a todos lados—dijo con una sonrisa de medio lado. Y la verdad es que no la entendía para nada. Si ella no iba a poder ayudarnos, esto solo se resumía en dos personas, Elena y yo. No sabía porque pero no quise preguntar de todas maneras, ya tenía suficientes cosas que procesar esta noche. Sobre todo que mi mejor amiga, era una de los caídos.
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9 Cuando regresé a casa mi cabeza comenzaba a zumbar como un abejorro y me quité los zapatos y la ropa y los tiré en una cesta cerca de la lavadora, encendí el agua caliente de la ducha y luego el agua fría, me metí debajo del agua hasta que todos mis músculos comenzaron a relajarse cerré los ojos por un par de minutos. Mi vida se estaba comenzando a tornar peligrosa y arriesgada, y todo ello por estar tras un chico, uno que amaba con locura y del cual no podía sacarme de la cabeza tan fácilmente. ¿Por qué no me fije en un chico de los del equipo de fútbol como todas las demás de mi colegio? Tal vez él y yo estábamos destinados a conocernos, a estar juntos y enamorarnos locamente. La imagen de sus ojos azules se apoderaron de mi mente y cerré la llave del agua, varias gotas comenzaron a caer de mi cabello hasta el suelo y me di cuenta que estaba llorando solo hasta el momento en que mi cuerpo se estaba moviendo violentamente hacia adelante como con pequeñas convulsiones mientras sollozaba. Me puse un poco de champú en las manos y comencé a frotar todo mi cuero cabelludo haciendo perfectos círculos, luego me apliqué jabón y me enjuagué todo de una sola vez. Salí del baño con una toalla alrededor de mi cuerpo y fui por algo de ropa limpia. Me puse una blusa de seda rosa y un mini short a conjunto que mi madre me había puesto en la cama como ofrenda de paz, miré la etiqueta de las prendas y decía “VICTORIA SECRET”. Mierda, esto debía haberle costado una fortuna. Espera. ¿No teníamos problemas de dinero? Esto debía ser obra del señor doctor perfecto. Tiré una almohada a mi cama y enrollé mi cabello en unos rulos de plástico y comencé a pasarles el secador un poco lejos de mi cabello. Cuando estuvo seco los solté en cascada sobre uno de mis hombros. Me puse humectante en toda la cara y me dispuse a dormir, pero mi cabeza no paraba de pensar.
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Las luces de la noche se filtraban por mi ventana y de repente un sordo dolor de cabeza iba emergiendo en mi frente, porque tenía que ser todo tan complicado, porque no podía simplemente dar vuelta atrás en el tiempo y regresar a mi vida anterior, mis padres ausentes todo el tiempo, Bianca llevándome de compras al supermercado y al cine, yo intentando tener altas notas ara poder ir a la universidad. Todos mis sueños anteriores parecían inexistentes ante esta nueva premisa. Solo quería que Gabriele estuviera de vuelta conmigo, el siempre sabía qué hacer en momentos así… Pensé en el encerrado en un calabozo siendo azotado y todo dentro de mí comenzó a temblar nuevamente, una corriente de aire estaba entrando por mi ventana. Me paré a cerrarla cuando una sombra negra golpeó contra ella y me haló contra el frío césped trasero de mi casa. Un par de segundos pasaron y me puse en posición para defenderme, ya no era la misma chica de antes, ahora un sentimiento emergía dentro de mi pecho y solo lo podía relacionar con la valentía. La figura delante de mí sonreía con prepotencia. Era un chico alto con cabello corto estilo militar en un tono rubio cenizo, de piel clara y ojos negros amenazantes. Llevaba un par de piercings y tatuajes en sus hombros y ropa estilo militar. Me tendió una mano para ayudarme a levantar. Dudé en tomarla, e inmediatamente pateé fuerte en su dirección. Un quejido de dolor salió de su boca. Ahora estaba encima de él presionando sus manos sobre su cabeza, con tanta fuerza que sus ojos estaban abiertos como platos. --No espere que fueras del tipo agresiva—dijo en tono burlón. --¿Quién eres? Escupí las palabras con tanta fuerza que casi olvidaba donde me encontraba, mi madre se iba a despertar si escuchaba un ruido raro. El chico me miraba entre divertido y asustado. --Mi nombre es Tomas, eh venido en son de paz Dijo como si estuviéramos en una película de la televisión. 122
--¿Qué quieres? Mi voz salía amenazante. --¿Ahora? Un beso tuyo me bastaría… Le planté una bofetada en su rostro al ver que intentaba acercarse a mí rápidamente. --¡Aléjate de aquí y de mi casa!—dije tan bajo que sonó a una amenaza. El chico se levantaba del suelo con pesadez. Ahora sus ojos negros se posaban en mi cuerpo, y por primera vez me sentí violada. --¿Qué? Escupí las palabras. --Nada, es solo que…no estas mal Algo en sus palabras hizo que se me revolviera el estómago de una manera positiva. ¿Ahora me gustaban los elogios? Negué con la cabeza. --¿Quién te mando? La sola idea de estar siendo supervisada por los arcángeles me aterraba, ¿ahora también me estaban mandando a vigilar? --Nadie, solo soy un observador Dijo mientras se llevaba las manos a los bolsillos de sus jeans rotos, llevaba camisa con cuello de tortuga de tela militar en verde y negro y zapatos deportivos verdes manzana. Era extraño. --¿Observador de qué? El viento frío de la noche me topó con fuerza y me estremecí. El me miraba con algo de amenaza en sus ojos. 123
--Los arcángeles tienen un ojo en ti y vine a ver el porqué de ello Dijo dando dos pasos hacia mí. Di dos pasos hacia atrás. --Pero solo pareces ser una humana cualquiera Ahora me miraba con más atención. --Aunque… Dijo mientras se acercaba a mí de repente y pasaba uno de sus largos dedos por mi mandíbula hasta mi cuello dibujando pequeños círculos en él. --Te ves apetitosa Me aparté de él de un manotazo. --¡Suéltame! Levantó ambas manos al aire. Y me relajé visiblemente. --Vale, lo lamento. Es que con las chicas lindas tengo una debilidad secreta Se carcajeó en su sitio. --¿Qué quieres? Repetí la pregunta apartándome lo suficiente del sitio. --¿Por qué eres tan valiosa para los arcángeles? ¿Por qué han mandado a varios co-capitanes a vigilarte? ¡Lo sabía! Si estaba siendo vigilada después de todo. --No lo sé—mentí Una mueca se posó en su rostro. --Bueno, eso esta por verse pequeña enana. Ellos no observan a cualquier chica promedio porque sí. Cualquier cosa, estoy residenciado en los apartamentos sub-urbanos en la zona industrial, si necesitas alguna clase de favor…. 124
Sus ojos oscureciéndose mientras hablaba. Ahora sus ojos estaban clavados en mí y se iban oscureciendo cada vez más. La luz de la cocina se encendió detrás de mí dentro de la casa y cuando miré en la dirección me fije que mi madre se había levantado, cuando volví el rostro en dirección a el chico que se hacía llamar Tomas, el ya no estaba. El viento frío de la noche me hizo castañear los dientes y trepé por mi ventana nuevamente. Mis conclusiones eran ciertas, estaba siendo observada.
***
Al día siguiente mi cabello estaba totalmente arreglado y brillante como si hubiera ido a una peluquería recientemente, varios reflejos rojizos comenzaron a aparecer en las raíces y el tono castaño caoba se estaba mezclando perfectamente. Mi madre se había ido al trabajo en la mañana, pero hoy no tenía trabajo. Miré la agenda de la cocina y si, ella tenía el día libre. Me rasqué la cabeza y fui por un plato de cereal con leche. Vi como caían en el bol miles de colores y se comenzaban a desintegrar con la leche mientras los revolvía con una cuchara de aluminio, mi mente divagaba mucho estos días. Como era posible que estuviera siendo observada todo el tiempo, y que para el colmo de todos tenían apresado al chico dueño de mis afectos. Si mi padre estuviere vivo el tal vez me enseñara el camino que debería seguir, el era muy recto en cuanto a las tomas de decisiones. Por un momento pensé que su muerte tal vez no había sido como habían dicho los forenses, tal vez había algo detrás de ello. Sorbí un poco de leche con la cuchara, y pensé que tal vez estaba siendo paranoica. 125
Pensé en Gabriel y en cómo había terminado conmigo, y en cómo ni siquiera se había girado para darme la cara mientras me terminaba. El dolor crispó mi rostro y de repente ya no tenía más hambre, tal vez después de todo. El era demasiado para mí. Lave el bol con agua fría que salía del fregadero y un poco de jabón y lo deje escurriéndose en el fregadero boca abajo. Me recosté con ambas manos en él y me quedé mirando como una pequeña gota de agua caía de la llave y mojaba la cuchara. Tal vez… Si le rescatara el podría volver a estar conmigo, o por lo menos se lo debía, era por mi culpa que estaba allí encerrado. Mi padre decía que una acción valía más que mil palabras. Me enjuague las manos y subí corriendo a mi habitación saltando de dos en dos cada escalón. Pero primero, quería asegurarme de unas cosas. Subí a mi habitación y cerré con cuidado la puerta, mi madre había mandado a cambiar la cerradura. Y tome algo de ropa y salí disparada al baño. Me cepillé los dientes con esmero y me di una ducha rápida. Me puse unos leggins grises y deportivas negras, junto a una camiseta negra con un logo de AC/DC me peiné con una cola de caballo alta y salí disparada por la puerta. Aún no tenía mi licencia, Bianca estaba justo hoy tratando de conseguirnos a ambas unas de esas. Así que decidí comenzar el trote hasta los apartamentos de la zona industrial, si quería respuestas necesitaba ir allí.
*** La serie de apartamentos que ante mí se visualizaban no eran entre los más confortables de la ciudad ni siquiera sabía cómo había tomado el valor en adentrarme en la zona más peligrosa de la ciudad pero allí estaba. No tenía una dirección en concreto, solo tenía un nombre grabado en mi mente y solo con eso me bastaba. Seguí caminando hasta toparme con un anciano de unos ochenta años de edad y por sus vestimentas parecía más un 126
indigente que cualquier otra cosa, menos mal había dejado mis pertenencias más valiosas en casa, de lo contrario sabía que las perdería en el camino hasta ese apartamento. Me acerqué hasta lo que parecía ser su refugio y dentro había miles de gatos y perros en malas condiciones, un olor fétido pegó contra mi nariz y el anciano salió de repente con una cacerola entre sus manos. Bloqueé su golpe con mis codos y lo arrastré hasta un callejón sin salida. El me miraba como si fuera el anticristo en persona. --Lo lamento Dije mientras lo soltaba. El me miraba como si estuviera loca de remate. --¿Conoce a un tal Tomas? Dije mirando como sus rodillas estaban peladas y sangrantes. --Si Me crucé de brazos ante él. --¿Entonces? Una de sus cejas se alzó y pudo casi atravesarme con su mirada gélida. --Mira niñita, no me das miedo. Si quieres información tendrás que pagar por ella El viejo anciano escupió un poco de chimó que tenía entre sus dientes, la saliva negra olía a putrefacción en su boca. No era absolutamente necesario que implementara mi fuerza, pero no vine a perder el tiempo. Di un fuerte golpe contra uno de los muros de ladrillo y este cedió ante mi puño resquebrajándose en miles de pedazos y su quijada casi toca el suelo del miedo. Di dos pasos para acercarme a él. --¿Tomas dijiste? El vive en el apartamento 4B Dijo mientras señalaba un apartamento a un par de manzanas de aquí. 127
Levanté una de mis cejas y comencé a trotar en esa dirección, ahora sentía culpa por manipular a ese viejo ancianito, pero quería respuestas y las necesitaba rápido. Toqué el timbre de su puerta miles de veces. 4B….Miré en la guía telefónica que había al lado. Tenía un par de páginas arrancadas pero me tendrían que servir. Su nombre no aparecía en las listas…. Decidí subir por un costado del edificio por las escaleras de incendios. Más rápido y sencillo que tener que esperar que me abrieran la puerta. Me colé por una ventana del cuarto de al lado, tal vez sería el 3B o EL 2b…la verdad eso no tenía importancia. Entré de todos modos. La habitación estaba vacía por lo que mientras salía de esta toqué varias veces en el cuarto de al lado. El mismo joven de la otra noche mi miraba con autosuficiencia. --Viniste Dijo él mientras la comisura de su boca se elevaba lentamente. Llevaba una camiseta ceñida al cuerpo que dejaba ver un par de tatuajes en sus hombros y espalda, jeans decolorados y rotos y deportivos en tono blanco con líneas verdes. Asentí. Y lo metí de un puño dentro de su casa. La casa era un nombre que le quedaba grande a ese pequeño espacio de dos por dos. La cocina, el baño y la habitación eran una sola, con la única diferencia era que el baño tenía puerta propia. El se sentó en su cama sin vestir de mala gana. Me miró con sus ojos oscuros eternamente antes de hablar. --Viniste por respuestas. Me tendió una botella de agua saborizada. 128
Estaba increíblemente amable el día de hoy. Me senté en una vieja silla de madera. El me miraba mientras se daba un trago de su cerveza. --¿Qué necesitas saber? Su mirada pasó a comprensiva en pocos instantes y me sentí de repente muy tímida ante él. --Bueno, dijiste algo sobre los arcángeles. ¿Ellos están observándome incluso ahora? Su cabeza se inclinó hacia uno de los lados con vehemencia. --Pues sí, dado que yo soy uno de ellos Dijo tan sencillamente que de repente me sentí inmutada delante de él. Ambos brazos tensándose a mí alrededor. ¿El era uno de ellos? Eso significaba que… El dio un leve resoplido. --Pero ya no trabajo para ellos, ahora estoy por mi cuenta. Dio otro trago a su cerveza. --Continúa Miré el suelo con timidez. ¿Debería hacerle estas preguntas a él? ¿Era de fiar esta persona? Fruncí en ceño y seque varias gotas de sudor de mi nuca con cuidado. --¿Cómo puedo saber cuándo me están observando y cuando no? Ahora él jugaba con un piercings de su ceja. Era de plata y muy brillante. --No lo sabes, eso es lo divertido. Ambos nos miramos por más tiempo del debido y su teléfono celular sonó por lo bajo. Atendió inmediatamente sin disculparse por atender frente a mí. Colgó. 129
--Lo lamento pequeña enana, tengo cosas que hacer Se levantó de su cama y se puso una chaqueta de cuero negra por ambos brazos y me señaló la puerta. Estaba tiesa en mi sitio. El giró la cabeza hacia mí. --A menos que quieras ir conmigo, pero te seguro que no será placentero para ti. Me alisé los vaqueros y salí de la habitación con él. Aún tenía cientos de preguntas que hacerle, no iba a desaprovechar esta situación ni un poco. Bajamos corriendo por las escaleras del lugar y él se montó en una Harley del 86 una motocicleta negra con detalles en color plata muy bonita. Me senté en el asiento de atrás y me aferré a su cintura. ¿Debería dejar mis manos allí? El me miraba con evidente diversión en sus ojos. --¿Primera vez? Asentí. --Vale, sujétate a mis costados con la fuerza suficiente para que tengas el equilibrio correcto. Iré despacio en los primeros metros. Dijo antes de girarse en u por la autopista e ir acelerando gradualmente en ella. El estaba siendo amable conmigo traté de no darle muchas vueltas al asunto. Esto se sentía como una paz interna muy severa, solo escuchaba el rugir del motor y luego nada más. Las figuras a mi lado pasaba como un eterno borrón de colores mientras íbamos acelerando y deseé que el tiempo se mantuviera como estaba ahora, como suspendido. Al llegar al sitio me mantuve en mi silla tanto tiempo aferrada a él que mis nudillos estaban blancos por la presión. El se giró a mí y me dedicó una sonrisa completa. 130
--Ya llegamos Alicia Me bajé con dificultad. --¿Qué es? Mire el edificio que estaba enfrente de mí, sabía que pertenecía a una vieja empresa que había quebrado una tal compañía Maxwell para la venta de artículos para el hogar. Miré nerviosa a Tomas quien se lanzaba una leve carcajada. --Allí está tu novio Dijo señalando uno de los edificios laterales. Me quedé embobada mirando el edificio, parecía una prisión ahora que la veía bien. Pero el me había tomado de la mano y llevado en dirección contraria. Quería zafarme de su mano y correr en la otra dirección, eso era por lo menos lo más justo para mí. Pero seguí caminando como si nada. El me miraba de vez en cuando para asegurarse que estaba respirando. El edificio al que entramos era más pequeño que el anterior, pero era igual de desagradable visualmente hablando, miles de ladrillos rojos cubrían las paredes y el moho se estaba haciendo dueño de la mayoría de la infraestructura. Me mordí el labio. Miles de hombres estaban reunidos en un círculo antes de darse la vuelta para vernos, uno de ellos corpulento de tez morena oscura y ojos negros como la noche y de denotados músculos en todo su cuerpo, al parecer era el jefe. El resto de hombres eran desafiantes en cuanto a su tono muscular pero a pesar que se veían jóvenes superaban los dos metros de altura sin dificultad. Cuando terminamos de entrar las miradas se posaron en mí y luego en Tomas. --¡Tomas! El jefe gritó por los cuatro vientos. Este se abalanzó en un abrazo y luego volvió la mirada sobre mí. 131
--¿Ella es tu chica?—dijo codeando un poco a Tomas y este enrojeciendo levemente. --Ella es Ally, es humana—dijo Tomas levantándome del suelo como si fuera una reina. Todos clavaron sus ojos en mí. Esperaba que ninguno me reconociera, no deberían ¿o sí? --Te estábamos esperando para un trabajo en las afueras de la ciudad, varios caídos se están auto proclamando independientes y sabes cómo eso nos ralentiza el trabajo—dijo uno de ellos que tenía el cabello rojo como si su cabeza estuviera encendida en fuego. --¿A qué no? Dijo Tomas mientras les lanzaba a ellos una cadena de plata con varias iniciales en el. Ahora todos los hombres me ignoraban y contaban historias sobre los arcángeles y los ángeles sin inmutarse por mi presencia. Era como si pensara que no iba a contar nada de esto, luego. Me mordí el labio mientras escuchaba como contaban la historia sobre cómo le dieron caza a Gabriel, y decían palabras groseras sobre él. Y en como se había entregado por protegerme a mí. Algo dentro de mí se revolvió de dolor. El me amaba. Uno de los hombres se levantó y enseñó cómo le hizo un par de llaves a Gabriel para hacerlo derribar contra el suelo. Una mueca de asco se dibujo en mi rostro. --Y el muy tonto se entregó por una humana—dijo el jefe mientras daba un trago a su tequila con limón. Al ver mi cara me ofreció un poco. Negué con la cabeza y ellos continuaron con su plática. --Les hemos ido a dar latigazos tres veces por día desde hace un par de semanas y en las noches le negamos el agua y el alimento. Yo no soportaría ni una pizca de tortura por la vida de una simple humana debilucha—dijo 132
uno de los rubios mientras mordía con fuerza un muslo de pollo asado y me miraba—disculpa—añadió. Le di una sonrisa temblorosa. ¿Qué debería decir a eso? --Por más que este buena una humana, no es como si no estuviéramos dotados para conseguir otra más adelante—dijo un morenos con rizos despeinados que estaba detrás del jefe y que bebía cerveza de raíz. Otro hombre asintió con su cabeza ante ese comentario y el resto de la reunión fue de burlas hacia el pobre Gabriel y en cómo se habían llevado a la cama a más mujeres humanas que las que yo podía haber conocido en toda mi vida. Tomas se había sentado en mi regazo y pasó su mano detrás de mis hombros, más que una señal de coqueteo era una señal de dominio. Así ninguno se iba a atrever algo conmigo, por lo menos. Miré nerviosa a Tomas y me dedicó una sonrisa leve. Continuaron hablando hasta más de las seis de la tarde y le di un suave pellizco a Tomas para irnos. Había sido suficiente, ahora quería correr a mi cama y sollozar por Gabriel, en la estaba pasando mal por mi culpa y yo muy relajada en el mundo exterior. Nos levantamos de nuestras sillas de madera y nos despedimos con la manos, el daba grandes apretones de manos a sus compañeros y felicitaba a uno de ellos por la captura de un caído en estos días. A esto era lo que se refería Gabriel, a ellos, eran los que debería temerles. Tomas me llevo de la mano a las afueras del sitio y puso ambas manos sobre mis hombros. Sus ojos clavándose en los míos. --¿Qué? --Nada, ¿segura que estas bien? Dijo él con evidente miedo. Asentí con la cabeza. 133
--Lo lamento, supongo que ha sido mucho a lo que te he expuesto. No lo pensé—dijo mientras se rascaba la cabeza con molestia. --Me has ayudado, no tienes porque disculparte Le rocé su hombro con uno de mis dedos y se tensó ante mi toque. --No, si ellos hubieren descubierto quien eras tú…. Un pensamiento sombrío cayó sobre nosotros. Pude haber muerto, y lo sabía. Lo abracé tan fuertemente que el aire de mis pulmones salió a borbotones por mi boca. El en cambio se tensó por él, y luego sus músculos se iban relajando mientras pasaban los segundos. --Gracias Repetí con una sonrisa. Ahora en realidad sabía a lo que me enfrentaba, y en donde podría venir a rescatar a Gabriel. Me monté en el asiento trasero de su motocicleta y me dejé llevar por la brisa de nuevo, volviendo a encontrar mi sitio de paz.
*** Eran las 8:34 PM. Me dejo justo al frente de mi casa, no era necesario que le diera la dirección de todas maneras. Pero allí seguía yo, sin poder bajarme de la motocicleta de todas maneras y el riendo con una pequeña carcajada. --¿Todo bien allá atrás? Dijo ahogando una risa. Me bajé de la moto intentando no caerme. Me sentía cansada, pero no físicamente, sino emocionalmente. Lo miré con ojos de cachorro. --¿Qué sucede? Sus ojos negros mezclándose con la noche.
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--¿Por qué hoy eres amable conmigo? Es decir, anoche fuiste un imbécil total Una mirada triste pasó por su rostro. --No lo sé, es que me recuerdas a alguien, es todo. Se aferró con más fuerza a su motocicleta. ¿A alguien? Mi boca se había quedado seca. --Gracias nuevamente Un sonrisa sincera se deslizo por mi boca, era la primera en semanas. --De nada, ten cuidado con los arcángeles. Siento que te estarán observando con más cuidado a partir de ahora. Asentí. El aceleró su motocicleta y se perdido con el trafico de la avenida principal que quedaba a varias manzanas. Entré en la casa con pasos regañados, lo sabía, sabía que rescatarle no iba a ser algo fácil, que tendría que vencer muchas cosas antes de eso. Pero la culpa pesaba en mi interior de tal manera que mi cuerpo con sus escasos 49 kilogramos se sentía como tener una hectárea de terreno en mis espaldas. Cerré los ojos y me deslice con el contrario de la puerta, solo contando hasta tres… Un quejido me despertó de golpe, mi madre me veía con mala cara.
*** Mi madre llevaba una blusa de seda color azul cielo y mini falda plisada de lino negra con tacones de aguja en el mismo tono. Atrás de ella estaba el doctor Samuel con traje elegante en tono negro y camisa de vestir gris pálido. 135
Ambos con los ojos abiertos como platos y un poco cabreados conmigo. --¿Me puedes decir que son estas horas de llegadas tuyas? Explotó mi madre. Sus ojos cafés inyectados en sangre. --Lo lamento Dije aún recostada contra la puerta y sin ánimos de levantarme, si me iba a castigar por un mes o por un año, no me importaba. Ya me sentía como basura andante. Levanté la mirada para desafiarle. --¿Y ni siquiera te llevaste tu blackberry? ¿Tienes idea de cuan preocupados estábamos? Mi madre gritaba histérica por toda la casa. El doctor solo estaba recostado contra una de las paredes sin saber qué hacer. --Intente llamar a Bianca para ver si estabas con ella, pero lo negó todo. Puse los ojos en blanco. --¿Tienes idea de cuan preocupada estuve las últimas cuatro horas de mi vida? Asentí levemente. --Lo lamento Repetí. Ambos se quedaron fríos en sus posiciones mientras mi madre que estaba totalmente cabreada ahora me miraba como si quisiera arrancarme los ojos y dárselos de comer al perro del vecino. No tenía ánimos de nada. Me pare del suelo y subí las escaleras de dos en dos. Mi madre me detuvo por un brazo tan fuertemente que comencé a sospechar que ella tenía súper fuerza o algo. Me detuve en seco. 136
--¿Estoy castigada? Me miraba con intensidad. El doctor le puso una mano en su hombro y esta soltó su agarre. --Castigada hasta nuevo aviso Dijo finalmente. Cerré la puerta de mi habitación y caí de cabeza en mi cama de hierro. No quería pensar más. No por hoy por lo menos. Mi blackberry comenzó a vibrar con un tono de esos que vienen predefinidos revisé el mensaje. Era de Elena. “MAÑANA COMENZAREMOS A ENTRENAR” Otro más abajo decía esto. “POR CIERTO, SI PIENSAS CAMBIAR A GABRIEL POR UN ARCANGEL REBELDE ME LO PUEDES CEDER SIN PROBLEMAS” Arrugué el entrecejo y lance el blackberry hasta la cesta de ropa sucia. Púdrete Elena, cerré los ojos y di varias vueltas en la cama esperando caer dormida. No lo necesitaba, físicamente. Pero solo quería desconectar mi cabeza un rato. Y así fue…
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Elena me miraba con furia desde el otro lado del acantilado, ella llevaba una blusa de tirantes amarilla con volantes muy hermosos y elegantes y una mini falda blanca casi vaporosa ante la suave brisa de otoño, llevaba botas de cuero en tono café y su cabello esta vez estaba un poco corto sobre sus hombros delgados y finos. Apagué el motor de auto y sudé en si me bajaba o no, hacia esto por Gabriel, internalicé en mi cabeza pero aún así me aterraba la idea de confraternizar con la chica que había intentado asesinarme en varias ocasiones. Cuando se topo con mi mirada su ceño se frunció levemente, la vi tomar un par de respiraciones y se acercó a mí casi refunfuñando. --¡Llegas tarde!—escupió las palabras mientras se cruzaba de brazos ante mí. Me encogí de hombros. --Primera lección del día, nada de tener miedo—dijo mientras señalaba el acantilado detrás de nosotras, temblé antes de si quiera asomarme a ver qué tan alto estaba. Casi treinta metros. Suspiré y me volví hacia ella Una sonrisa torcida se apodero de su rostro. ¿Acaso pensaba que? No me dejo si quiera terminar mi pensamiento. --Vas a saltar—dijo mientras se miraba las manicure de sus uñas y luego me clavó su mirada fijamente, el rosa de sus ojos se estaba convirtiendo en morado casi rojizo al imaginarse a mi siendo lanzado por el acantilado. --¡Podría morir en el intento!—dije con la voz hecho añicos, la verdad es que era una cobarde sin remedio --No lo harás ahora “tienes el toque” y lo que eso signifique—dijo mientras posaba su peso sobre su otra cadera—lo que significa que aunque lo intentes no morirás—una mueca se dibujo en su rostro, al parecer esa idea no le era grata en los absoluto. --¿Estas segura?—dije mirando de nuevo al acantilado y de nuevo a ella. 138
--No—dijo mientras se lanzaba una de sus risitas personalizadas, casi deseé que se atorara con su saliva mientras reía. Todo el peso de la realidad se apodero de mí y sentí mis piernas flaquear. Ella también lo notó aunque trato de no burlarse de mí. Si queríamos pasar esto juntas necesitaba que yo también colaborara más temprano que tarde pos supuesto. Tome un par de respiraciones antes de acercarme a la orilla y dejar atrás a mi suéter con capucha y mis tenis, quedando solo en leggins y una camiseta con estampado de mi banda favorita AC/DC .ella tenía su mirada clavada en mi nuca, lo podía sentir Se aproximo a la orilla y casi pude presentir que me empujaría, en cambio se acerco y me puso una mano en el hombro, protectoramente. --¿Estas bien?—la voz suave de ella hizo eco en la soledad donde estábamos --Aja—fue lo único que alcance a decir presa del pánico --Si no puedes hacer esto, mucho menos podrás ir a rescatar a Gabriel— dijo mientras se apartaba hacia mi auto, la vi recostarse de él y cruzarse de brazos nuevamente --¡No tengo todo el día!—grito a lo lejos y ya había vuelto a ser la misma chica odiosa de siempre. Casi podía sentir la sangre bombeando en mis oídos antes de lanzarme, de repente nada mas pasaba por mi cabeza y casi me sentí libre. No pensaba en mi padre, ni en Gabriel, ni en mi madre ni si quiera en mi mejor amiga Bianca. Solo en mí y en la fuerte marea que me esperaba abajo, casi como si me estuviera sacarificando para algo di un paso adelante y simplemente me olvide de todo. Un vacio en mi cabeza apareció rápidamente, el aire que me mantenía suspendida ahora era mi enemiga atrayéndome contra la superficie del agua y haciéndome sacar todo el poco oxigeno que todavía tenía dentro, abrí los ojos y vi como entraba en el agua todo mi cuerpo y veía salir de mi boca las miles de burbujas de agua casi instantáneamente. Me fascinaba todo ello.
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En lo profundo del agua podía apreciar lo hermoso que era todo debajo del agua y casi pude esclarecer como los peces se acercaban a mí como si yo fuera un bicho raro, miles de peces dorados y en tonalidades de naranjas se acercaban a mí, ahora podía aguantar la respiración más que antes. Mis pulmones funcionaban a la perfección y ahora deseaba permanecer allí abajo por más tiempo, solo que una fuerte ola que se estrelló contra el arrecife me pareció tan maravillosa que hizo que mi cuerpo involuntariamente saliera para ver como estas se estrellaban contra él. Apenas me giré otra ola venía en proceso llevándome con ella y haciendo me chocar contra el arrecife. Pero en vez de catapultar mi cuerpo en una ola de dolor fue más como un ligero cosquilleo a mi espalda. Supuse que un humano normal, no podría aguantar aquello y me pasé la mano por mi cabello ondulado antes de salir del agua apresuradamente. Elena me esperaba con una toalla en la mano. --¿Te has divertido?—dijo casi cínicamente mientras me tiraba la toalla en la cara y se giraba sobre sus botas en dirección al auto. La seguí inmediatamente. --Iremos al paso dos, defensa—dijo mientras sacaba unas vendas de boxeo de su mini bolso de Gucci y señalaba a un hombre de gran tamaño que estaba en un lado del auto. --¿Pelearé con él?—dije casi escéptica Elena se giró de nuevo para mirarme de arriba abajo. --¿Qué pensabas? ¿Qué yo arruinaría mi manicure?—dijo mientras me quitaba la toalla que ahora estaba empapada y me daba ropa seca. Me pasó un mono deportivo gris y una camiseta sin mangas negra. Me coloqué las vendas en ambas manos como se supone que debería, y me las apreté hasta que mis manos pudieron moverse más cómodamente. El grandulón era un peleador profesional, medía un metro ochenta y su piel morena oscura estaba cubierta por tatuajes con simbologías extrañas para mí y con alguna que otra cicatriz de guerra. Tragué completamente nerviosa y Elena se sentó lejos de nosotros mientras nos miraba entrar a un pequeño ring improvisado con piedras y cocos que delimitaban el terreno. Ella era buena organizando cosas, y en menos de un 140
segundo de comenzar la pelea ya estaba yo fuera del ring y volando por los aires. Toda la arena se me metió por la ropa interior mientras rodaba sobre mi cuerpo violentamente. Elena ahogaba una carcajada mientras se pintaba los labios a lo lejos. --¿Eso es todo?—gritó a lo lejos—Pensé que durarías más de dos segundos dentro del ring—añadió para molestarme. Me metí al ring nuevamente. Ahora el grandulón acercaba sus cejas concentrándose y me comenzó a lanzar golpes con su puño derecho, los cuales esquivé rápidamente, pero los siguientes golpes fueron directamente a mis costillas, rostro y dientes. Agradecía la voluntad de ser inmortal pero esto era ridículo, en realidad si podía sentir todo, y comenzaba a preocuparme que el efecto de esto se estuviera pasando. Me lanzó un par de golpes y luego otro par, ahora le estaba comenzando a agarrar el truco a esto. No era tanto de lanzar golpes si no de saber esquivar los del oponente y saber aprovechar los momentos en los que se debilitaba su defensa. Justo en el momento en que me lanzó otro golpe lancé uno mío a su clavícula y con todas las fuerzas que tenía lancé al grandulón al otro lado del ring. Elena ahora tenía palomitas de maíz y refresco entre sus manos. ¿En qué momento compraba todo eso? La práctica concluyó conmigo moribunda en el suelo de la playa y Elena dándole indicaciones al grandulón para que quedaran para una cita. Luego de eso Elena se acercó a mí con una gaseosa de cereza en su mano y entrecerrando los ojos. Yo todavía seguía tendida en la arena boca arriba. --¿Te piensas levantar de allí algún día?—dijo entrecerrando los ojos otra vez. Negué con la cabeza. --Si apenas estamos empezando—dijo con una sonrisa sarcástica en sus labios. 141
--¿Qué? ¿Pensé que habíamos acabado?—dije mientras me levantaba con pesar del suelo. --Terminamos la práctica de boxeo, ahora viene la de escalada, luego natación y por último carrera a larga distancia—dijo mientras se peinaba un par de mechones de su cabello rubio y lo volvía a colocar en su sitio. --¿Estas de broma?—dije con el ceño fruncido --No—dijo y se cruzó de brazos--¿Vas a hacer esto o no? ¡Por qué puedo ir por Gabriel perfectamente sola!—dijo con la mirada perdida aun sabiendo que era mentira, no se retractó en lo absoluto. Sentí mi alma caer ante mis pies. --Esta bien—dije mientras tiraba la por la borda toda esperanza de dormir al regresar a casa. El entrenamiento fue de mal en peor, me dolía cada miserable músculo de mi cuerpo y ahora jugaba con la posibilidad de renunciar en mi cabeza. El oxígeno faltante en mis pulmones me quemaba como el fuego en cada inhalación de oxígeno y en su demanda, casi deseé estar muerta en vez de tener que pasar por todo esto. El sudor corría por mi frente como nunca y Elena me seguía el paso durante los último cinco kilómetros de distancia de la playa en la que estábamos hasta mi casa y cuando giramos por la manzana al frente del viejo apartamento de Gabriel sentí mis motivaciones caer al suelo. Lo extrañaba como loca. La simple idea de que estuviera encarcelado por mi culpa me mataba durante las noches y en los días me hacía querer arrancar a correr a sus brazos y rescatarle, pero según Elena para poder pasar por la seguridad del sitio donde estaba el recluido tendría que estar en forma, mínimamente para sobrevivir. El poco oxígeno que entraba a mis pulmones era expelido por ellos casi tan rápido como entraba y casi me podía sentir como si me estuviera ahogando. Me detuve apenas no pude más. Y ahora la poca comida que había mantenido en mi estómago estaba saliendo a chorros por mi garganta. Elena a mi lado me recogía el cabello mientras lo hacía. 142
Minutos después continuamos con la caminata como si nada hubiere pasado y de vez en cuando Elena nos hacía detener para un descanso de cinco minutos. Así fueron pasando las semanas y comenzaba a notar que mis músculos estaban ahora más tonificados y más definidos. La energía que mantenía ahora era otra, casi como si una nueva yo estuviera dentro de mi cuerpo. La inmortalidad me sentaba bien, mi cabello castaño que antes era medio liso ahora estaba en unas perfectas ondas y con brillo en mi cabeza. Mis ojos cafés antes de un tono aburrido y opaco, estaba ahora con pequeños reflejos dorados como miel y la vista se me había agudizado un montón. Mi piel antes seca y con pecas ahora era una perfección de piel, sin cicatrices ni pecas. Era como si de repente yo fuera otra persona. Ni siquiera esa mañana cuando me fui al baño a verme, me había reconocido yo misma. Casi me alegré al ver el rubor natural de mis mejillas y podía divisar como la circulación pasaba por mi piel justamente por mí yugular cada segundo. Era como si el ejercicio me hubiera revivido en muchos sentidos. Elena estaba de brazos cruzados mientras yo me examinaba frente al espejo. --Impresionante ¿no?—dijo y mi piel se heló inmediatamente ¿Cuándo había llegado? Su mirada amenazante comencé a pensar que era parte de su personalidad y no una de sus actitudes, seguí mirándome en el espejo porque su mirada me intimidaba, y ella lo sabía. Suspiré para restarle importancia a ese hecho. --Mucho—dije casi en un susurro--¿Ya es hora?—dije y ella clavó sus perfectos ojos rosas en mí. --Es hora—dijo casi sin benevolencia. La miré con los ojos como platos, me puse una camiseta blanca de algodón y un par de vaqueros, unos zapatos deportivos y me amarré el cabello en una cola alta. Caminé detrás de ella hasta una mini van negra, nos montamos y solo deseaba que esta operación saliera bien. Ella manejaba sin apuros pero tampoco tan lento como para dejar que me arrepintiera de ello, miles de imágenes se pasaban por mi mente en esos momentos, la vez 143
que su mirada se cruzó con la mía en el salón de clases de inglés, la vez que me besó por primera vez, y así fueron pasando por mi mente todas y cada una de las situaciones con las que me había visto involucrada con él. Casi como un sentimiento de culpa se iba ensanchando en mi cuerpo como si el mereciera vivir y yo no, casi como si en vez de el haberme afectado a mí, era yo la que lo había afectado a él. No sabía ni recordaba haber sentido lo que sentía por Gabriel, pero si tuviera que dar mi vida por alguien, esa sería una buena razón para morir. Imaginé la última escena de Julieta con Romeo y si la tragedia era parte de la vida de ellos, ¿Por qué no podía ser de la mía? Mi padre estaba muerto, mi madre me había abandonado por un hombre casándose con él y mi mejor amiga me odiaba. Todas las cosas que había creído seguras en la vida ya no estaban y el vacío me comenzó a llenar cuando me di cuenta que sin Gabriel, me encontraba realmente sola.
***
Anduvimos en el camino casi más de dos horas sin paradas para ningún tipo, la tensión en el auto era tal que si pudiera tener un cuchillo afilado podría cortarla y venderla por pedacitos. Pero no, Elena parecía que estaba muy concentrada en manejar y seguía cada pequeña señalización al pie de la letra. El edificio donde residían los arcángeles era parte de la compañía Maxwell, una empresa dedicada a la venta de artículos para el hogar que había quebrado hace un par de décadas atrás y algunos de sus edificio s estaban desalojados, aparentemente. Nos estacionamos a un par de cuadras del edificio y no estaba segura de querer bajarme del auto. Elena me miraba con una mueca en su rostro. --¿Ya te entró el miedo?—dijo mientras veía a ambos lados para ver señales de actividad sospechosa, no vio a nadie y se quitó su cinturón de seguridad y bajó rápidamente a abrir mi puerta del copiloto. Se mantuvo en la puerta con mirada pensativa. --Si no puedes hacerlo lo entenderé—dijo mientras me miraba de arriba abajo. 144
Ella llevaba un pantalón de yoga con estampados florales, botines de piel y chaqueta de la misma piel de cocodrilo, pero le quedaba estupendo, sus pechos sobresalían aun estando detrás de una chaqueta tan gruesa y su cabello rubio estaba atado en una trenza francesa con una pequeña liga en el. Tomé un par de respiraciones antes de desabrochar mi cinturón de seguridad y bajarme. El edificio era de cuatro pisos con su fachada en granito y piedra molida con pequeñas ventanas de vidrio pero con aspecto descuidado. Las puertas habían sido reforzadas con candados dobles, no me sorprendería que allí guardaran algo más que viejos artículos de casa. Forcejeamos uno de los candados pero era algo casi imposible de lograr. Caminamos hasta la entrada trasera del edificio y ella me hizo señas para que entrásemos por uno de los ductos de ventilación del edificio. Este nos llevaría según el plan hasta el sector de mantenimiento en la planta del sótano, pero era más seguro que entrar por la puerta, obviamente. Elena fue primero y espere afuera un par de segundos antes de entrar, tomé impulso y forcejeé con el ducto, estaba más delgada que antes pero el pasar por un espacio tan cerrado tenía sus desventajas. Caí en un suelo polvoriento casi ahogándome con él, y Elena me tapó la boca para que evitara hacer ruido. El lugar estaba desolado y había unas escaleras de hierro al final del cuarto. Caminamos en silencio, siempre con cuidado y viendo a ambos lados antes de cruzar de una habitación a otra. Iba en mi mente rememorando los planes que habíamos hecho, seguramente Gabriel estaba en el cuarto piso rodeado de una mínima escolta y a eso debíamos conseguir. Llegar allá sin ser descubiertas y rescatarle. Pero al llegar al tercer piso una alarma de incendios fue activada, Elena me miró con los ojos abiertos como platos y me empujo con ella hasta un mini locker que tenía unas ranuritas para dejar ver, un montón de hombres de mediana edad, tal vez de unos veinte años de edad pasaron corriendo con armas en sus manos. Uno de ellos era alto con el cabello oscuro llevaba una chaqueta tipo militar y ojos negros, era el que dirigía a los demás a que revisaran las plantas de abajo. 145
Un tipo con piel oscura y hermosos ojos cafés estaba hablando. --La muerte está en el edificio, puedo sentirlo—dijo mientras miraba a todos lados— ¡no dejen un espacio sin revisar! Manden a los hombres a que revisen desde el sótano hasta la cuarta planta—dijo en tono autoritario y varios de ellos salieron corriendo en todas direcciones. ¡El edificio estaba minado de hombres! Elena me miraba con determinación. --Vas a hacer esto—dijo mientras me miraba con sus enormes ojos rosados—No lo repetiré—dijo nuevamente. Cinco minutos después yo iba corriendo a todo lo que daban mis piernas mientras subía por las escaleras laterales del edificio, unas viejas escaleras de incendio estaban en las afueras y las aproveché al pasar. Me aferré a ellas, así podría subir el último piso sin ser descubierta y llegar a Gabriel rápidamente. Subí como si no necesitase respirar, y rompí con mi codo una pequeña ventana de vidrio para entrar por ella. Alejé varios restos de vidrio con un puntapié y me lance de cabeza por la ventana, aterricé en mis dos pies mientras daba una voltereta y caí en el enorme salón del juicio como me había dicho Elena. Las luces estaban apagadas menos una, una pequeña lámpara de kerosene estaba al final del salón al lado de un cuerpo. Me helé al ver de quien se trataba. ¿Gabriel? Corrí con todas mis fuerzas hasta que caía de rodillas a su lado. Gabriel estaba inconsciente y amarrado con unas cadenas de oro forjado a la pared de ladrillos y cemento atrás de él. Llevaba nada más que un par de jeans desgastados y el torso desnudo .Y se me heló aún más la sangre al ver que no respiraba. --Gabriel—casi dije en un sollozo Sus ojos azules me enfocaron rápidamente y pasaron de alivio a preocupación inmediatamente.
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Pero sus labios encontraron los míos casi como una respuesta instintiva. Nos besamos con desespero mientras las lágrimas comenzaban a brotar por mis ojos inmediatamente. --Te amo—soltó a mitad del beso y mi corazón se ensanchó de gran manera. Sabía que el todavía me seguía queriendo, algo dentro de mi devastación anterior me decía que el me quería más de lo que me había demostrado anteriormente. Yo solo estaba allí besándole y amándole como nunca. Deseaba que el tiempo no se acabara, pero al tomar un poco de aire recordé donde estábamos y que necesitábamos salir de allí inmediatamente. Me separé de él bruscamente. --Nos tenemos que ir—dije mientras rompía las cadenas de oro con dos golpes secos que había aprendido semanas atrás. Gabriel se había quedado helado al verme romper las cadenas pero no omitió ningún comentario. Solo asintió y me tomó de la mano. Agradecí el gesto pero al ver que estábamos rodeados toda esperanza cayó en picada. Eran más de veinte hombres armados quienes nos rodeaban y seguían llegando, el hombre que había visto minutos atrás era quien más se acercaba a nosotros con rapidez mientras los demás le daban el paso libre apartándose unos de otros. El moreno de piel oscura llevaba botas tipo militar vaqueros desgastados y una camiseta de huequitos, para nada elegantes, pero al parecer él era el jefe. Se acercó aún más a nosotros y le miré con desprecio mientras Gabriel me resguardaba detrás de él. --¿Así que piensan que pueden entrar al edifico y llevarse al preso así de fácil?—dijo mientras señalaba a Elena que era traída por otros dos hombres, ellos medían más de dos metros de alto y tenían las misma mirada de maldad que su jefe. Levantaron a Elena fácilmente en el aire como dando a entender que ella era su presa, el jefe nos miró con desapruebo otra vez. Gabriel me cubría protectoramente.
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--¡Al parecer ahora tendremos tres presos en vez de uno!—dijo el jefe pavoneándose frente a los demás hombres y levantando las manos como dando por sentado que nos rendiríamos. --¡Púdrete!—escupió Gabriel mirando fijamente al jefe. El jefe ahora me miraba con completa atención y sus pupilas se dilataron. --¿Quién es esta hermosa jovencita?—dijo mientras movía un poco su cabeza hacia un lado y su humedecía los labios. Temblé involuntariamente. --Déjala fuera de esto—continuó Gabriel quien ahora me tomaba de la mano protectoramente. --¡No!—exclamó el jefe al hacerle señas a un par de sus hombres, comenzaron a cargar sus armas rápidamente. Y ahora nos apuntaban con ellas. --Ya he pagado mi deuda, ¡no sé porque todavía me tienen aquí los arcángeles!—dijo Gabriel casi enfurecido, nunca le había visto así. Elena me miraba con los ojos como platos desde el otro lado de la habitación. --Todo en esta vida tiene su razón de ser—dijo el moreno mientras clavaba sus ojos oscuros en mí—Y la razón de ser de eso se llama Alicia Bennett— dijo mientras surcaba una sonrisa sarcástica en sus labios. ¿Qué?—pensé. --Deja a Alicia fuera de esto—reclamó Gabriel --Imposible, la orden de los arcángeles era la de tener su captura sin forzamientos—escupió las palabras el moreno mientras me devoraba con su mirada. --¿Y para que quieren ustedes eso?—reclamó Elena—Ella es una simple humana debilucha—aclaró mientras me miraba desde el otro lado de la habitación. --No lo es según los arcángeles, ella es una que ha recibido el toque divino. Con ella podemos realizar nuestros experimentos más novedosos —dijo 148
mientras se acercaba más a nosotros y Gabriel le acertaba un puñetazo limpio en su quijada. Todos los demás hombres apuntaron sus armas inmediatamente a Gabriel. --¡Esperad!—chilló el moreno mientras se levantaba del suelo frotándose la quijada—Si le disparan a la chica todos aquí van a estar muertos ¿entienden?—dijo nuevamente el moreno mientras todas las miradas se incrustaban en mi rostro. ¿Por qué era yo tan importante para ellos? El hombre moreno tenía una musculatura muy bien definida. Aún más que Gabriel pero no era tan guapo en comparación con él. Se acercó a nosotros nuevamente y le hizo señas a Gabriel para que se mantuviera quieto. --Calma caballero—dijo mientras le hacía una especie de hechizo a Gabriel, sus extremidades se sintieron más pesadas de repente. Y el hombre moreno se acerco peligrosamente a mí tomándome por sorpresa. Me tenía el rostro sostenido entre sus largos dedos y me hacía mover el rostro en varias direcciones, como si de una muñeca de trapo se tratase. Examinando cada uno de mis rasgos como si algo en ellos fuera diferente del resto de personas. Exhale con temor. --Aun no entiendo que tienes de diferente—alegó inmediatamente --Yo tampoco, así que mejor déjennos ir—dije intentando apartarme de él pero sus dedos eran incluso más fuertes que todo mi cuerpo. Me mantuvo en mi lugar sin chistar. --No. Tú te quedas con nosotros—dijo mientras besaba el borde mi cuello y vi como Gabriel se tensaba a mi lado. --No la toques—grito Gabriel de manera tan salvaje que hasta yo misma me asusté. Todos en la habitación se quedaron helados. Y sentí como de un empujón era liberada de él, me había empujado para atacar a Gabriel quien estaba inmóvil. ¡Debía de ayudarle!
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Recordé el plan de Elena rápidamente. Y me abalance con una patada al rostro del jefe, quien sin siquiera voltear tomo mi pie y me lanzó hacia atrás con menos fuerza que la que había requerido yo para golpearle. Me vi suspendida en el aire y caí sobre un montón de ladrillos. Un puñetazo fue interceptado por Gabriel por parte del jefe y toda mi sangre comenzó a hervir con ira, luego vi como le asestaba un par de patadas y apuntaba ferozmente con un arma en la sien de Gabriel. Elena se había soltado de su agarre y había golpeado a más de dos hombres en pocos segundos, una daga bañada en sangre de un primogénito y una virgen estaba guardada en mi bolsillo interno del pantalón la saqué y a toda velocidad me abalancé sobre el jefe de ellos, cortándole con ella la yugular. Apenas le había rasgado la arteria y todo él comenzó a agrietarse, casi como si fuera de cemento, las extremidades que estaban siendo secadas se iban desmoronando a pedazos tornando su piel en un tono grisáceo casi turquesa mientras iban ascendiendo las grietas por su piel. Y en menos de dos minutos solo quedaba polvo donde había estado parado el jefe. Todos los hombres restantes se habían vuelto locos, literalmente. Algunos huyeron de la escena y otros intentaron atacar a Elena y a Gabriel, pero al liberarse de toda opresión acabaron con ellos inmediatamente. Al cabo de unos minutos solo quedamos tres.
***
Odiaba admitirlo. Pero había matado a un hombre el día de hoy, la sangre continuaba bombeando en mis orejas debido al torrente de adrenalina que redimía de mi cuerpo, giré mi cabeza para ver por la ventana del edificio y el sol se estaba comenzando a salir, era majestuoso. A mi lado Gabriel me tomaba de la mano y me daba palabras de aliento, aunque no me había dado cuenta que estaba temblando el me abrigo con sus brazos intentando darme lo más parecido al calor humano. Elena estaba de rodillas a mi otro 150
lado viendo el amanecer jugar con las tonalidades de naranjas y azules era hermoso, ella solo se limitaba a mirar al horizonte y en no mirarme a la cara. Aunque ellos habían acabado con el resto de los hombres, sentía que el mayor peso había caído sobre mis hombros. El asesinato de uno de ellos era algo pasable, los hombres controlados por los arcángeles siempre tienen a tener precio por sus cabezas en el mundo real, pero al que yo había asesinado era uno de los jefes. La mafia de los arcángeles me iba a pasar factura pronto, y ante este pensamiento temblé de nuevo y Gabriel suspiró detrás de mí. --Vámonos—solo se limitó a decir extendiéndome una de sus grandes manos. Le seguiría a él hasta al fin del mundo. Solo asentí con la cabeza y di dos pasos antes de encerrarme en sus brazos a sollozar. El me pasaba su mano por los cabellos desenredando algunos y metiéndolos detrás de mi oreja. No sé cuanto lloré ese día, pero tampoco era lo único que pasaba por mi cabeza en esos momentos. Elena a mi lado solo se limitó a mirarnos. Me giré a donde estaba ella y le abrace con fuerza, al principio no me abrazaba pero hizo un leve esfuerzo y me dio un par de palmaditas en la espalda. Ya había pasado por mucho, necesitaba una vida más sencilla. Una donde los arcángeles no estuvieran tras mi cabeza, una donde mi mejor amiga fuera la misma de siempre, y una donde mis padres, ambos estuvieran vivos y me amaran. Pero esa ya no era mi vida, era mi antigua vida y la había dejado aún antes de haber tenido que tomar mis propias decisio nes. De basar mis sentimientos sobre mí destino. Había escogido, o en su defecto, se me había impuesto esta vida. Me restregué los ojos y miré a lo único que me quedaba en la vida. Gabriel me miraba preocupado como era su costumbre y me depositaba una serie de besos en la frente, mandíbula y mejillas intentando secar mis lágrimas con sus dedos y abrazarme al mismo tiempo. Su torso desnudo estaba muy lastimado, las heridas que le habían realizado estaban muy profundas pero como supuse no era ninguna molestia para él. El solo estaba allí, abrazándome. 151
Salimos de la azotea sin paso apresurado pero tampoco con una lentitud amorfa, Gabriel me llevaba rodeada con uno de sus brazos y me miraba con cara de preocupación mientras yo me despedía visualmente de ese edificio. Existía la posibilidad de que muchos de ellos hubieran escapado y ahora estaban informando a los arcángeles lo sucedido, un pensamiento oscuro vino sobre mí, tal vez este no era el final. Gabriel me besaba en la sien de mi cabeza para calmarme pero yo simplemente pensaba que tal vez, el también estaba pensando en lo mismo. Elena nos condujo en silencio hasta la mini van sacando primero un par de litros de gasolina y lanzando un encendedor a este. La mini van representaba evidencia para nosotros ante la justicia, y los arcángeles podían usarlo para inculparnos tantas malas acciones que ellos había cometido. Solo miraba como el fuego consumía el auto y pensaba que el infierno se asemejaba a esto, una vida llena de culpas y peso. Besé por primera vez a Gabriel con suficientes ganas para hacerle saber que le necesitaba, me estaba olvidando de estúpidos tabúes de la sociedad, años de inculcación de respeto propio y me abalancé con anhelo a los labios de Gabriel. El me besaba igual de desesperado, como si de verdad también me necesitara y por fin caí en cuentas que nuestro amor era recíproco. El de verdad me deseaba como yo le deseaba a él. Pero la imagen de Elena vino a mi mente y me aparté, al mirarla ella negó con la cabeza y la agachó. Eso le debió de haber dolido, aunque sea un poco a su enorme orgullo femenino. No intenté eso más el resto del camino, Elena rompió con su puño la cerradura de uno de los autos que allí estaban estacionados, era un Honda del 2000 y Gabriel le apartó inmediatamente. --¡Que mal gusto tienes para los autos!—dijo y ambos se echaron una carcajada. Era la primera vez que ambos reían frente a mí y de repente ellos parecieron haber hecho “click”. Recordé lo que me había dicho Elena semanas atrás durante uno de nuestros entrenamientos: --El y yo nacimos para estar juntos—dijo suavemente Elena mientras se cepillaba su cabellera rubia. --¿En serio?—dije casi intentando controlar mis celos. 152
--El mismo creador me lo dijo una vez—añadió la rubia guiñándome un ojo—Así que no entiendo el porqué se alejo de mi, para encontrarte a ti— dijo casi déspota. El pequeño flash de memoria se disipó casi instantáneamente. Parpadeé varias veces y vi que Gabriel me llevaba de la mano hasta una Hummer negra con vidrios polarizados anti balas. ¿Cómo la había abierto? Ni idea…solo sé que tenía los párpados pesados y solo quería regresar a casa. El camino a casa yo iba en el asiento de atrás con una manta mientras dormía y escuchaba pequeñas frases de la conversación de Gabriel con Elena. --Muchas gracias Elena—dijo Gabriel sinceramente—No había podido escapar sin tu ayuda—dijo mientras miraba el por la ventana del copiloto Supuse que Elena estaba manejando. --Un placer, aunque sabes que sigo sintiendo cosas por ti—dijo mientras se lanzó una pequeña carcajada—Aun no entiendo cómo pudo gustarte una chica como Alicia—dijo mientras arrastraba mi nombre suavemente, y noté que era la primera vez que me llamaba por mi nombre de pila y no Bennett como las demás veces. --Es una chica estupenda, todavía no puedo creer que haya venido a salvarme—dijo Gabriel casi estupefacto. --Lo sé, se ve más débil de lo que aparenta. Es una mujer fuerte—dijo Elena suavemente—Aunque no tan guapa como yo—añadió con orgullo. Pasaron un par de minutos y no escuché nada más. Elena continuó hablando. --¿Así que te gustan morenas?—añadió con picardía Elena Y ambos se carcajearon por un rato. Después de eso me quedé dormida en el asiento trasero de la Hummer.
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Me desperté de golpe entre los brazos de Gabriel casi gritando antes de darme cuenta que estaba en mi vieja habitación. Nada había cambiado en esa casa desde que mi padre había muerto y mi madre se había vuelto a casar. Bueno, nada lo más estéticamente posible en ella. Gabriel me miraba preocupado pero pronto comenzó a cantar suavemente en mi oído una de esas canciones que le cantan a los bebés para dormir, casi como si supiera que hacer exactamente en caso de que yo no pudiera conciliar el sueño me comenzó a besar la sien de la cabeza dando pequeño toques con sus largos dedos en mi nuca, haciendo círculos y dibujando lo que sería el recorrido de la arteria carótida no mucho antes de empezar a darme besos por todo el rostro. No sabía si era de noche o era de día, tampoco me importaba. El estar con él era más que suficiente para mí, me sentía completa y acompañada, era todo lo que necesitaba para mantener una razón para vivir. Y por su mirada sabía que yo también era su razón de vivir. El continuaba acariciándome la espalda en su baile de lenta tortura, y al ver que estaba completamente despierta y ansiosa por él se reía por lo bajito. Me levanté para darle un pequeño pellizco en las costillas. --¿Podrías dejarme dormir un poco más?—reclamé mientras él se carcajeaba de la risa en mi cama. Y me di cuenta de lo obvio, el me amaba y disfrutaba verme dormir. De pronto estaba yo sentada a horcadas sobre él y su respiración paso de dificultosa a casi nula. Sus ojos azules me miraban expectantes como si yo fuera la que le iba a arrebatar su preciada virginidad, casi reí ante lo irónico de la situación, pero no iba a dar marcha atrás a mi actuación. No era hora de acobardarse. El ahora ya respiraba pero con gran dificultad diría yo. Me subí la blusa de seda que tenía por la cabeza tirándola a la esquina de la habitación quedando completamente en sostén y él me miraba como si toda yo fuera un gran espectáculo que ver. Me aproximé a sus labios e hice presión sobre ellos en gran manera y él respondió a mis besos de manera feroz, primero a 154
lo bruto y luego fue tomando el ritmo de mis besos hasta que nos apartamos en busca de aire. Mi cabello castaño estaba hecho una maraña y estaba vestida con solo un sostén de encaje rosado y pantaloncillos de seda del mismo tono, en cambio el, llevaba el torso desnudo enseñando sus perfectos músculos bien delimitados y un pantalón de jean de lino negro que dejaba muy poco a la imaginación por lo ceñido del asunto. Suspiré al terminar de inspeccionar todo su cuerpo, el era perfecto. Ahora me miraba con cara divertida. --¿Te gusta lo que ves?—dijo y sentía ya el rubor extendiéndose por mi rostro. El me besó suavemente los labios. --Te amo Alicia Bennett, y para colmo de todos. Me siento como la princesa en apuros—dijo pasando su pulgar por mi costado haciendo pequeños círculos con él hasta que subió a mi mentón y me hizo recostarme para un suave beso en los labios. Me reí de él y él me lleno la cara de besos. --Yo también te amo Gabriel, siempre estaré para rescatarte mi adorado príncipe—le dije mientras le besaba suavemente los labios y él me tomó por la cintura y me tiró boca abajo en la cama. Ahora el estaba arriba de mí. --Extrañaba tu rápida boca—dijo apretando mis manos sobre mi cabeza con una de sus manos y torturándome con caricias con la otra primero en mi abdomen y luego en mi cuello iba y regresaba. Mi respiración se aceleró inmediatamente. Le necesitaba. Y él lo sabía. Nos besamos en mi cama hasta el día siguiente, mientras me arrullaba en sus brazos como si fuera un bebé. Dormí plácidamente.
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Mi teléfono celular sonaba como música de fondo con el tema que tenía cuando Bianca me llamaba “WREKING BALL DE MILEY CYRUS” y cuando iba por la mitad de la canción colgaron, luego de pasados un par de minutos volvieron a llamar. Enfurecí inmediatamente y me giré sobre mi barriga para tomar la llamada. Mis ojos todavía no enfocaban con facilidad, pasados unos tres segundos puse medio leer la pantalla de mi blackberry. ¡Bianca me estaba llamando! --¿Bianca?—dije con la voz como un hilo prensado y estrujándome los ojos antes de pararme de mi cama. --¿Ally? Tu voz suena hecha añicos—dijo señalando lo obvio--¿Podemos hablar unos minutos?—dijo mientras yo todavía no terminaba de asimilar sus palabras. ¿Ella quería hablar conmigo? --Dime—soné incluso más dura de lo que quería ser con ella y la verdad es que lo merecía, eso que ella hizo, creo que necesitaría años para superarlo. --Mmm…mejor hablemos en persona. ¿Te parece si nos vemos en el Rancho de Fred en veinte minutos?—dijo un poco nerviosa. Me pregunté que le sucedía a ella. Nunca se comportaba así. --Está bien—dije y colgué la llamada. Ni siquiera Gabriel me podría ayudar con ella. Nuestra amistad estaba totalmente destruida. Casi se me humedecieron los ojos cuando divisé una sombra en mi ventana. Gabriel estaba casi desnudo mirando por mi ventana, solo llevaba una toalla amarrada en su cintura y casi pude ver como mi mandíbula caía en picada hasta el piso y mi corazón se detenía abruptamente. El se giró a donde yo estaba y me dedicó una de sus sonrisas patentadas contra el mal humor y sentí que mi nariz comenzaría a gotear sangre si seguía en modo 156
pervertida. Me arropé con las sábanas y salí corriendo al baño a darme una ducha caliente, si es que podía concentrarme con Gabriel rondando en mi casa en toalla. Me despojé de mis ropas y las lancé a la cesta de ropa sucia encendí el chorro de agua fría y la de agua caliente y me metí apresuradamente. Me pasé la esponja con gel de baño y el champú por la cabeza, luego el acondicionador. Y estuve lista en menos de quince minutos. Al salir del baño vi sobre la cama una ropa doblada aún llevaban la etiquetas puesta, era de una tienda llamada FOREVER 21, constaba de un vestido casual con estampados florales y ropa interior blanca, junto a unas sandalias trenzadas muy bonitas. Me imaginé a Gabriel intentando comprarme ropa interior y le cabeza me comenzó a dar vueltas. Decidí no pensar en ello y me encerré de nuevo en el baño, sequé mi cabello con la toalla y me puse espuma para peinar. Además me puse un poco de brillo de labios en tono naranja muy leve, casi perfecto con mi nuevo estado de humor. Al salir del baño de nuevo Gabriel me miraba con la boca abierta. --¡Estas hermosa!—dijo mientras me besaba la frente de forma protectora. Él llevaba una camisa de vestir blanca y pantalón y zapatos de vestir negros, muy formal. Me dio un suave beso en los labios antes de seguir con la charla. --Iré con Elena en un rato—dijo y sentí que mi semblante cambiaba inmediatamente—Nos vemos a las cinco nena—dijo antes de irse por la puerta de mi habitación. Suspiré pesadamente y tomé un bolso de tela blanco, mis llaves del auto, blackberry y credenciales. Salí por la puerta delantera casi tan rápido que pensé que me urgía salir de ese sitio más que antes. A mitad de escalera me detuve a analizar cuanto había cambiado mi vida. Mi padre no estaba, mi madre estaba lejos llevando sol en la costa de California junto a su nuevo marido el doctor Samuel, y yo estaba aquí sola en esta casa tan vacía pero tan llena de recuerdos. Me sequé las lágrimas que ahora estaban brotando por mis ojos y seguí mi camino al Rancho de Fred, un puesto de hamburguesas y patatas fritas que 157
me encantaba comer con Bianca todos los martes por la noche. En las afueras de mi casa estaba mi nuevo auto Audi A4 en color plata presioné el botón de abrir las puertas y casi tuve un deja vu al montarme en él. Amaba esa sensación de auto nuevo. Retrocedí en mi garaje lentamente y casi choco con una figura esbelta y rubia que conocía perfectamente, Elena. Estaba parada con las piernas cruzadas y una mueca en su rostro, tan típico de ella. Salí del auto para salir a su encuentro. --Linda ropa—dijo Elena al verme--No la compraste tu ¿cierto?—dijo volviendo a tener ese aire de prepotencia que la caracterizaba. --Gracias, eh…Gabriel salió a buscarte—dije intentando desviar la conversación hacia ella. Ella llevaba un mini vestido rojo pasión con encajes rosados y tacones de aguja rosados también, y el cabello rubio lo llevaba aún más corto que antes casi como estilo militar. Me miró con una ceja levantada. --Lo sé, solo quería hablar contigo primero—dijo mientras pasaba su peso a su cadera haciendo un movimiento casi hipnótico. --¿Sobre qué?—dije casi a la defensiva mirando hacia el suelo. Se estaba mordiendo el labio. --Sobre Gabriel—dijo suavemente--¿De verdad lo quieres?—dijo sonando casi insegura y pude ver a través de su pantalla de humo que era su personalidad explosiva. Ella también lo amaba. Asentí con la cabeza. --Pues deberás escogerlo antes de escoger a tu amiga, madre y lo que sea que te quede en tu patética vida—dijo entrecruzándose de brazos—los arcángeles te están buscando, eres la única esperanza para los experimentos que están haciendo. Si quieres estar con él, lo mejor será que te fugues con él a un sitio apartado. Vivir huyendo también se considera vivir—dijo nuevamente.
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--¿Considerarías esa posibilidad?—dijo mirándome fijamente con sus ojos rosados. Miré mis dedos nerviosa. ¿En serio haría algo así por él? --Decídete rápido—dijo mientras se iba por detrás de unos matorrales y desaparecía. Me quedé a mitad de la calle con ganas de seguir conversando con ella. Era muy sabia. Y agradecía todo lo que había hecho por mí y por Gabriel. No sabía que pronto tenía que tomar la decisión, tome las llaves de mi auto y me puse en marcha para ir a ver a Bianca.
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El rancho de Fred estaba frente a mí, tomaba con fuerza el volante de mi Audi con tanta fuerza que mis nudillos se habían puesto blancos por la presión en ellos y recosté mi frente con el volante. ¿Por qué había dejado que todo el daño colateral de mis acciones hubieren afectado mis decisiones con Bianca?, nuestra amistad estaba rota, lo sabía y ahora tenía que vivir con el resultado de mis acciones. Miré por el parabrisas nuevamente y una cabellera rubia estaba recostada contra uno de los postes de luz mientras movía un pie con deliberada fuerza. ¿Nerviosa acaso? Supongo que esto sería todo para nosotras dos. Ella seguiría su camino hasta la universidad y yo terminaría con Gabriel ocultándome con él del mundo por el resto de los años, que por cierto, serían muchos ya que ambos ahora éramos inmortales. Ella se casaría y tendría hijos a los cuales nunca conoceré, y lo peor de todo, era que la iba a extrañar como loca. Era mi mejor amiga, y siempre lo seguiría siendo aunque ella no lo pensara igual. Me bajé del auto y caminé en dirección a donde estaba ella. Al verme su mirada fue de alivio y un poco de preocupación. Le señalé el restaurante con mi dedo y entramos en silencio. El rancho de Fred había sido el restaurante que había marcado mi infancia, allí había pasado casi todos mis cumpleaños comiendo pollo frito y papas mientras mi padre y madre se mantenían en el trabajo. Antes de Bianca solía venir sola, pero luego de que le conociere, ella me acompañaba y hasta me pedía una orden de papas fritas extra. No me había dado cuenta de cuánto la quería, era excelente amiga. Estaba conmigo en las buenas y en las malas desde hace muchos años. No iba a encontrar tan buena amiga tan fácilmente. Ella tomo uno de los menús con delicadeza y me dedicó una sonrisa temblorosa. 160
--¿Qué pedirás?—dijo mirando fijamente su menú con tanta concentración que era ridícula. Ni siquiera necesitaba ver el menú, me sabía todos los platillos que tenía y ella también. ¿Qué tanto pensaba? --Lo de siempre—dije con mi voz aterciopelada y perfecta. Sus rulos rubios estaban amarrados en una coleta alta con una cinta rosa y llevaba un vestido ceñido al cuerpo en tono crema con encajes, estaba tan arreglada como siempre. Me miraba por encima del menú con los ojos verdes esmeraldas como con miedo. --¿Qué te hiciste?—dijo mientras bajaba el menú a la altura de la mesa y supuse que ahora se notaba más mi cambio, es decir, ya no era humana del todo. La inmortalidad se había asentado en mí de manera que lucía perfecta y atractiva. Como si una nueva yo hubiera emergido de las cenizas como el fénix. Ondeé mi cabeza hacia un lado y sonreí. --Corte de cabello y ejercicio—dije mirando al suelo Ella asintió levemente con su cabeza. ¿Para qué me había llamado? Tenía ya dos meses sin dirigirme palabra. La escuela había terminado y según mis cálculos, ella estaba por recoger maletas e irse a la universidad en un par de días. Se mordía su labio suavemente. --Te llamé para hablar contigo antes de irme—dijo mientras la camarera colocaba dos vasos de agua frente a nosotras. Le miré dubitativamente. --No podía irme sin hacerlo—dijo nuevamente. Yo tampoco habría podido aceptar que lo hiciere, eso era seguro. 161
--¿Ya te aceptaron en la UCV?—dije con una sonrisa en el rostro Asintió. --Estarían locos si no lo hicieran, tienes un increíble promedio—repetí suavemente mientras le veía tomar un poco de su agua. --¿Y tu que harás?—dijo ella—Tu nuevo padrastro te consiguió una beca para medicina ¿cierto? Me mordí la uña de mi pulgar. Mierda. Había olvidado esa beca. --No lo sé todavía, quiero hacer un par de cosas antes de empezar las clases. --Ya veo. Las dos quedamos en silencio mientras la camarera venía y nos tomaba la orden. Ella pidió papas fritas con salsa de tomate, refresco de cereza y pollo frito con aderezo al lado, yo solo pedí una soda y pollo frito. Medio mordí el pollo mientras la veía devorar toda su comida. No podía comer con tantas cosas en la cabeza. Al terminar de comer los dos fuimos hasta la salida y nos quedamos mirándonos hasta que fuimos al estacionamiento, que por cierto, estaba increíblemente vacío. Ella disminuyó el paso hasta quedar atrás mío y me gire para despedirme, si iba a tomar el camino difícil con Gabriel no podría regresar a esta ciudad, y mucho menos ir hasta su universidad y hablarle, sería un blanco fácil de cazar. Nuestra amistad se había resumido a esto, una despedida que duraría p ara siempre. Ella me miraba con sus ojos verdes casi rogándome que no me fuera. Yo también la extrañaría. --Te extrañare Ally ¿Nos veremos para las vacaciones de navidad?—dijo casi en súplica, pero creo que ella sabía que camino tomaría en mi vida. Lo sabía incluso más que yo misma.
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Negué con la cabeza y caminé hasta mi auto. No podía con tanto, cerré la puerta del piloto y aceleré hasta que no tuve vista del restaurante ni de Bianca. Mi amistad con ella había terminado para siempre.
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Manejé sin un rumbo fijo por horas, no quería regresar a casa aún, estaba totalmente destrozada por dentro. Extrañaría a Bianca incluso más que a mi querida madre, iba casualmente pasando frente al instituto y una figura grácil y pálida me llamó la atención, era un chico con fuertes músculos marcados y cabellera corta con un tatuaje en el hombro derecho. Era Tomas, frené de golpe al reconocerlo. Tomas era uno de los pocos arcángeles que había podido conocer anteriormente, y su mirada me dijo que él me estaba esperando allí en las escaleras de la escuela. ¿Cómo sabía que iba a pasar por aquí? Estacioné en la orilla de la acerca y me bajé de golpe, me abrazó al verme. El medía casi los dos metros de alto y llevaba ahora un piercings en su labio y uno en la ceja, eran de plata con oro blanco. Estaba ahora más tonificado que antes, recordé esa vez que me salvó de esos ángeles y le abracé nuevamente. --Hola enana, me enteré de lo que hiciste por tu novio. Bien hecho—dijo mientras me guiñaba un ojo y besaba la parte superior de mi cabeza. Me sonrojé inmediatamente. --¿Quién te contó? --Eres el boom en la sociedad de ángeles. Además, han puesto precio por tu cabeza pequeña enana Odiaba que me dijera enana. Un metro cincuenta no era ser enana ¿cierto? 163
--¿Un precio?—dije imaginándome a todos los arcángeles de la sociedad de ángeles levantándose y yendo tras de mí. Temblé ante la imagen. El asintió. --¿Qué puedo hacer? --No lo sé Ally, déjame ver que soluciono. A los ángeles no les gustará que te esté ayudando pero creo que te lo debo—dijo Tomas mientras me colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja, cosa que antes era cómodo entre los dos, ahora era incómodo que estaba con Gabriel de nuevo. Me retorcí en mi sitio. El me miraba con sus ojos negros oscureciéndose cada vez más. ¿Me iba a besar? Di un paso hacia atrás involuntariamente. Lo apreciaba como amigo, pero… --¿Estas con él de nuevo? Asentí. Una mueca se dibujó en su rostro. --Vale. Aún así te ayudaré. No eres tan fastidiosa como antes enana—dijo mientras me daba un puñetazo leve en el hombro. --¿En serio? Una amplia sonrisa se puso en su rostro ahora. --Venga que no eres totalmente suya, tampoco es como que eres su esposa o algo así Una mano se posó en mi hombro y Tomas palideció inmediatamente. Me giré para ver el porqué. Gabriel estaba detrás de mí con su mano sobre mi hombro posesivamente. --Pero pronto lo será—dijo Gabriel mientras posaba sus suaves labios en mi sien y casi pude ver como Tomas se contenía para no darle un puñetazo en la boca a mi novio. 164
Esto de alguna forma, era mi culpa. Me aparté de Gabriel inmediatamente y Tomas me miraba con ojos divertidos. --¿Hablaste con Elena?—dije mirando a Gabriel, Tomas sabía de mis celos hacia Elena con Gabriel así que él estaba aguantando las carcajadas en estos momentos. --Si, todo arreglado—dijo con mucha seguridad. Tomas y Gabriel se miraban como si estuvieran teniendo una charla en sus mentes sobre quien me tenía. Y Tomas parecía estar perdiendo el control. Los músculos de Tomas se estaban tensando y Gabriel se estaba levantando la camisa manga larga hasta los codos como si en cualquier momento iba a lanzar un golpe en dirección a Tomas. No quería que pelearan, me importaban los dos. Esto era ridículo. Tomé de la mano a Gabriel hasta mi auto haciéndolo caminar conmigo. Tomas me miraba fijamente. --¡Nos vemos enana! Trata de cuidarle el trasero a tu novio. Vi a Gabriel tensarse a mi lado antes de irnos. No quería más peleas, así que me monte en mi Audi y encendí el motor, Tomas estaba ahora dándole la vuelta al auto para quedar en la ventanilla del conductor. ¿Qué quería? Gabriel se tensaba a mi lado. Bajé la ventanilla con cuidado, no dejándola tan abierta para que pudiere intentar algo conmigo, pero si para hablar. --Ten cuidado Ally—dijo él suavemente, y era la primera vez que me llamaba por mi nombre. --Lo tendré Y así fácilmente aceleré hasta que nos perdimos en la multitud de autos que corrían en la avenida. Los dos veníamos en silencio.
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Aparqué el auto en las afueras de la ciudad, justo al frente de una vieja casa de playa al frente de la playa de la ciudad que Gabriel había sugerido visitar antes de partir y comenzar a vivir huyendo. Ambos estaban de acuerdo en que eso no era tener vida alguna, pero si querían mantenerse juntos era lo correcto para hacer. La casa de playa era simplemente acogedora, tenía las paredes en un blanco marfil con encanto sureño y enormes ventanales de vidrio en ellos. Una escalera de madera adornaba la entrada y estaba rodeada por dos pares de mini jardines con palmeras y plantas de playa, la casa constaba con dos pisos y era pequeña, pero se veía acogedora. Miraba de la casa a Gabriel como si ninguna de las dos tuviera algún tipo de conexión entre ambas. Gabriel me miraba entretenido y pasó uno de sus largos dedos por debajo de mi labio inferior, haciéndome estremecer ante su contacto. --Esta es mi casa—dijo Gabriel sacándome de mi ensueño. ¿Qué? --Querías conocer mi casa, y pensé que tal vez querías conocerla antes de que empecemos nuestro viaje—dijo aún en el auto sin mirarme detenidamente. Si quería conocer su casa, su espacio. Tocar sus sábanas y jugar con sus cosas personales. Nunca pensé que llegaría a hacerlo. --¿Nos bajamos?—dijo suavemente. Asentí. Gabriel me llevaba de la mano por la entrada de la casa y subimos en dos en dos los escalones de su casa, al llegar a la entrada noté que su mano temblaba un poco. ¿Estaba nervioso? Nunca pensé que llegaría a ver eso. Se giró para verme directo a los ojos.
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--Lo lamento, es mi primera vez llevando a una chica a casa. No sé que se supone que debo hacer o pensar—dijo suavemente. Le abracé por la espalda. --Está bien, es mi primera vez también Su mirada se alegró inmediatamente. Caminamos por toda la casa admirando la maravillosa estructura de la casa, y aunque era pequeña estaba finamente decorada con pinturas de arte que podrían superar los cien mil dólares cada una, alfombras que tapizaban toda la sala y cerámica blanca cubría gran parte de la cocina y el patio trasero. Me encantaba que tenía esculturas del siglo pasado en toda su sala, y una gran biblioteca apareció frente a mis narices, llegaba hasta el techo su pequeña colección de libros y tomé el primero que pude reconocer. Era una primera edición de “La piel de Onagro” “Cantaclaro” y “La Ilíada” todas eran primeras ediciones y escuché una pequeña risa mientras el miraba mi cara de asombro. --Pensé que te gustaría tener con que entretenerte si alguna vez venías a mi casa, pero cuando empecé a comprar, luego ya no pude parar—dijo con desenfado en su voz Era la cosa más tierna que alguien había hecho por mí. Miré la enorme colección de libros, definitivamente tenía suficiente libros para una vida. Sonreí ante la imagen de una vida larga con Gabriel, donde podríamos envejecer juntos, tener hijos, nietos. Pero aún no entendía el hecho de la inmortalidad. ¿Podríamos tener todas esas cosas? No lo sabía. El me abrazó por la espalda quitándome el libro de las manos y tirándolo a una mesita de café. Seguimos paseando por la casa, y vi que casi toda estaba amueblada con madera de arce y de pino previamente pintada en blanca. Casi no tenía muebles, solo los estrictamente necesarios. Una pantalla plana del tamaño de la pared, mucha música en Cd, y un violonchelo descansaba en una de las esquinas de la pequeña salita. 167
Me giré en dirección a Gabriel. --No, hoy no—dijo mientras me besaba los labios—Algún día me escucharas tocar el chelo mi amor, pero hoy tengo planes diferente—dijo mientras me estremecía debajo de sus brazos. Seguimos caminando hasta que subimos al segundo piso, un baño pequeño con una tina de oro forjado y piedras preciosas y vi como mi quijada se iba literalmente al suelo, sabía que él tenía dinero pero esto, era absolutamente ridículo. El reía ante mi expresión. --Lo sé, es que simplemente soy un adicto compulsivo. Me gusta comprar cosas—dijo nuevamente al ver que mi expresión no cambiaba. Tragué. --¿Eh? ¿Te gusta comprar?—dije casi en un tono burlista y me arrepentí porque él comenzó a fingir indignación. --¿Acaso un chico no puede comprar sin culpas?—dijo mientras besaba una de mis mejillas. --¿Oro? ¿En serio?—dije mientras me adentraba más en el baño. El me seguía como un halcón a su presa. --Me gustan las cosas hermosas. Como tú Levanté la mirada y sentí que mis piernas temblaban, sus ojos azules me miraban con tanto deseo que mi corazón comenzó a trabajar con esfuerzo. --Tal vez algún día puedo usarla—dije en un tono distraído, el me ponía nerviosa en los peores momentos. --Tal vez—dijo mientras me besaba la sien suavemente—De toda mi casa, solo te ha sorprendido la tina de oro. Tal vez debería tapizar todo de oro entonces—dijo en tono burlón Pero cuando lo miré estaba tan serio. Mirándome fijamente. --¿Por qué querías hacer eso?
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Seguí caminando fuera del baño, entrando a un pequeño saloncito que parecía ser una habitación, puesto que tenía una cama en él. Gabriel me siguió fácilmente. --Mmm, ¿Por qué quería impresionar a la única chica que amo? No lo sé, me gusta impresionarte. Pones caras divertida al impresionarte—dijo seriamente mientras se sentaba en una butaquita de madera blanca. Seguí inspeccionando el cuarto, y vi que tenía una cuna en el. Me tensé al tocarla. ¿El había comprado eso antes de conocerme? ¿O esperaba que todavía fuese humana para poder embarazarme y tener hijos? Ninguna de las dos me gustaba. El me tomó por la cintura levemente. --No es lo que crees. Eso de la cuna, también fue una compra impulsiva— dijo suavemente en mi oído. Me volteé para verle a los ojos. --¿Impulsivamente compraste una cuna de bebé? Asintió. --Bueno…--dejó la palabra en suspenso. ¡Lo sabía! ¡Quería tener hijos! Me besó en los labios mientras me acorralaba contra la pared con su cuerpo. --Esperaba que algún día pudiese tener un hijo o hija—dijo evitando mi mirada. Yo no podría dárselo, no ahora que era inmortal y todo mi sistema reproductivo estaba como suspendido en el tiempo. La teoría de un embarazo, era relativamente improbable. El me seguía sin ver, y le abracé por los hombros. Se tensó ante mi agarre. 169
--Tal vez podríamos adoptar algún día, darle felicidad a un niño sin hogar—dije suavemente contra sus labios—pero no ahorita, ahora quiero tenerte para mí sola por un par de años. Disfrutarnos mutuamente, no sé si me entiendes El levantó la mirada con su mirada oscureciéndose a cada instante. --¿En serio? Casi parecí un niño pequeño al cual le habían ofrecido un dulce. Asentí. --Pero, hay un pequeño detalle—dijo mirando por uno de los grandes ventanales de su casa. Su ceño se profundizaba cada vez más. Lo rodeé con mis brazos mientras él se cruzaba de brazos y miraba hasta el horizonte. --¿Cuál? Mi voz salió en un susurro. El sabía que lo deseaba, es más me había rechazado un par de veces con anterioridad, y si iba a pasar el resto de mi existencia con él, los pequeños tabúes de la sociedad tendrían que desaparecer. Es más, estábamos en el siglo 21, que viviéramos juntos no quería decir nada. Le besé la espalda suavemente. El se tensó en respuesta. Me tomó por lo hombros y me levantó con cuidado, me veía pequeña y frágil en sus brazos. Me acostó en su cama y miré como se quitaba la camisa de vestir lentamente, me iba recostando más y más de la cama. Esta iba a ser la primera vez para los dos, y deseaba por todos los cielos que empezara rápido pero los nervios estaban eclipsando todos mis demás pensamientos. Se acostó sobré mi impactando sus suaves labios contra los mí os y escuché como un gruñido se escapaba de su boca. El me deseaba a mí y pasé mis 170
dedos por su cabello negro azabache entrelazándolos y enredándolos suavemente para ayudarlo a profundizar el beso, nos besamos cada vez más intenso hasta que ya los dos estábamos sin aliento. Me quité el vestido floreado con una sola mano y lo lance fuera de la cama, luego mis zapatillas y me olvidé del mundo exterior. Todo lo que me importaba estaba allí, era él. Nos apartamos un poco para respirar, y sus ojos azules ahora estaban de un tono oscuro, casi salvaje al mirarme, me estremecí debajo de él. Y solo quería sentir su piel contra la mía nos besamos nuevamente y rodamos por la enorme cama tamaño King que estaba cubierta con tela de seda blanca y con miles de almohadas en ella. El momento y el lugar eran simplemente perfectos, si esta iba a ser nuestra primera vez. No podría pedir algo mejor que esto. Cerré mis ojos y me dejé llevar por sus besos hasta que el comenzó a dar un camino de besos por todo mi abdomen me di cuenta de lo que esto significaba, el se apartó nuevamente y detuvo su incesante camino de besos. Casi me detuve a gritar. ¡No! No quería que se detuviera, lo deseaba y él me deseaba a mí. ¿Entonces cual era el problema? --Alicia Su voz aterciopelada me golpeó duro en el estómago. Bajé mi mentón hacia donde estaba él, al otro lado de la enorme cama y me levanté de golpe. Me miraba confundido y apenado. --No quiero hacerlo así—dijo suavemente. ¿Qué?
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--Me dirán anticuado pero quiero casarme contigo primero—dijo mirándome con sus ojos azules tan penetrantemente que me pareció una burla. ¿Era en serio? No podía articular ninguna palabra. --¿Matrimonio?—dije lentamente. A las únicas cosas a las que tenía miedo era a las alturas, y al compromiso. Cualquiera de las dos me parecía un ultraje en contra de mi voluntad. A lo de las alturas era fácil huirle, simplemente tendría que evitar sitios altos. Pero al compromiso… No estaba tan segura. Miré nerviosamente a Gabriel y él me respondió con una sonrisa. --¡No ahora! pequeña tonta—dijo mientras yo soltaba de golpe todo el aire de mis pulmones. --Algún día, cuando estés lista—dijo besando mis labios con delicadeza. --¡Oh! --¿Solo entonces lo haremos?—dije de nuevo con imprudencia El me miraba entre horrorizado y divertido. --¿Desde cuándo eres un pequeña pervertida?—dijo ahogando una carcajada. Me quedé muda en mi posición en la cama. Me besó suavemente en los labios y supe que la conversación había acabado. Ninguno de los dos iba a opinar nada más del tema, el había puesto las cartas sobre la mesa y con él, aceptaría lo que fuere aunque por dentro me estuviera muriendo de miedo por el compromiso.
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Esa noche dormí plácidamente con el abrazándome por la espalda en la cama. No me había dado cuenta de cuánto lo extrañaba hasta que lo tenía junto a mí. Cerré los ojos y me dejé caer a los brazos de Morfeo, al fin y al cabo, había tenido un largo día.
***
Al día siguiente estaba lista para comenzar mi aventura con Gabriel, eso de vivir corriendo de un lado a otro alrededor del mundo me aterraba. Pero pensaba en los hermosos lugares que iba a conocer, a compartir con él el resto de mi infinita existencia y en que a pesar de todo lo que estaba abandonando para estar con él. Solo era algo que tendía que dar a cambio por la maravillosa aventura que me deparaba el destino, mi madre estaba felizmente casada ahora y aunque sé que me extrañaría, se que donde sea que estuviere ella estaba feliz. Mi mejor amiga Bianca estaba cumpliendo su sueño de ir a la universidad más prestigiosa del país y que por más que me extrañara, también, se que iba a surgir como periodista en cualquier momento y tendría un futuro esplendoroso. La única de las tres que no sabía qué hacer con su vida hasta finales de la escuela era yo, y aquí estaba durmiendo plácidamente con el amor de su vida mientras observaba el amanecer en una casa de playa, el ruido de las olas, las gaviotas, la respiración suave de Gabriel, estaba en mi pequeño cielo solo creado para mí. Gabriel tenía un brazo a mí alrededor acurrucándome contra él como si esperara que en el cualquier momento pudiere salir corriendo en dirección contraria y dejarle, como si eso fuere posible. Ya me había dejado una vez y fue devastador. Temblé en la cama al recordar las semanas más miserables de mi existencia. Gabriel se despertó rápidamente y al verme un suspiro salió de sus labios. 173
--Sigues aquí—dijo con una sonrisa en más grande en sus labios. --No me iré, tranquilo Besé sus labios mientras me enredaba con su perfecto cuerpo y notaba como su respiración volvía a la normalidad mientras me tenía allí abrazada, se volvió a quedar dormido. Cerré mis ojos intentando memorizar su olor, olía como a menta fresca y a suavizante de ropa. La esencia más tierna y atrayente que podía oler, pero también olía a Gabriel. Eso me enloquecía internamente. El abrió uno de sus ojos para verme estremecerme debajo de él. --Nunca pensé que te volvería a tener Ally—ahora sonaba más despierto que antes. Asentí. --No es en serio, mientras me tenían los hombres de los arcángeles solo pensaba en ti. Quería romper las cadenas y huir de una buena vez por todas pero me amenazaron con perseguirte si lo intentaba si quiera. Soporté incalculables formas de tortura solo para que estuvieras bien, y las soportaría nuevamente solo para ver que estas sana. Me giré para verlo directamente a los ojos. Yo también lo había extrañado, y no tenía ni las más mínima idea de cuánto lo amaba. --Gabriel --No, déjame terminar. Y finalmente cuando te escuché gritar mi nombre y entrar en ese cuarto de tortura, fue simplemente perfecto—dijo mientras sus ojos azules escaneaban cada pequeña parte de mi rostro. --Lo supe Alicia, supe que te amo—dijo suavemente—también sé que son solo palabras, y que tengo que ganarme el derecho de ser tu novio porque te dejé por una estupidez—dijo nuevamente El dolor me dio en el pecho como una punzada al recordar cuando me había dejado. 174
--Me esforzaré para merecerte Alicia Bennett—dijo mientras besaba mis labios tan lentamente que casi pude derretirme en sus brazos y permanecer allí para siempre. Lo amaba. Y él a mí. Supe que estaríamos juntos para siempre, porque no nos unía algo trivial en esta vida, simplemente nos encantaba compartirnos mutuamente y si fuera por mí, permanecería en esta cama junto a él por toda la eternidad. Lo besé castamente y nos dormimos nuevamente. El hambre me despertó de la cama, un leve olor a comida venía de la planta baja y como casi instintivamente bajé a la cocina. Allí estaba Gabriel friendo tocino y huevos en una sartén tan impecable que dudé en que esa cocina hubiese sido usada anteriormente. Me senté en una butaca de la mesa de la cocina, el jugaba con los tocinos mientras los servía en un plato de cerámica con bordeado de oro, y cuando se percató de mi presencia se sintió tímido delante de mí. --¿Que sucede? No te inmutes por mí—dije mientras me mordía un labio. Verlo allí en la cocina, me hacía desearlo aún más que antes. El me miraba apenado. --Lo lamento—dijo mientras servía un par de huevos y tocino frente a mí. ¿Eh? Arrugué el entrecejo. --Solo se cocinar huevo y tocinos—dijo con una sonrisa tan encantadora que casi morí en el sitio. --¿En serio?—dije casi en tono de burla. --Si, aquí solo comía en restaurantes y lugares de comida rápida. Me planteé contratar a una doméstica pero tampoco es como que pasara el día en casa—se encogió de hombros en respuesta. --Así esta bien para mí—dije devorando los huevos con devoción. El me miraba entretenido. --También tengo pan y jugo de naranja si quieres. 175
Asentí. Ambos comimos en silencio y él me miraba por ratitos aun sin creerse que me estuviera comiendo lo que había preparado. Cuando terminamos de comer el me miraba divertido. --¿Estuvo bueno? Asentí levemente. --Te prometo que aprenderé a cocinar, me gusta verte comer. Me hace feliz de una manera extraña—dijo mientras me guiñaba un ojo. Secretamente sabía que también me gustaría que preparase platillos para mí, al fin y al cabo, nadie nunca me había mimado como él. Ni siquiera mi madre. Suspiré de nuevo y el dejó los platos en su sitio. --¿Todo bien?—sus ojos azules clavándose en mi rostro buscando que estaba mal conmigo. --Extrañaré a mi madre—dije suavemente. El se encogió de hombros y me dio la espalda. --Lo sé Ninguno de los dos dijo nada más. Y me levanté de la mesa hasta la ducha, necesitaba una urgentemente. Miré la tina de oro y me sentí ridícula al entrar encendí la llave del agua caliente y la del agua fría y apliqué sales marinas que tenía Gabriel en una ollita tapada y jabón líquido con olor a menta. ¡Allí estaba el secreto para que siempre oliera así! Me regocijé en la tina con el agua caliente mientras cada uno de mis músculos iba aflojándose lentamente. Casi es como si pudiera tomar una siesta y una ducha al mismo tiempo, hacer ambas, era simplemente perfecto al igual que todo lo que tuviera que ver Gabriel.
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Me recosté en la tina y lavé con una esponja cada una de las partes de mi cuerpo, enjabonando y tallando hasta que estuve limpia. Al salir de la tina me enrollé una toalla y salí en busca de ropa limpia. Pero recordé que no tenía. Gabriel me esperaba en las afueras del baño con una camiseta grande de él en sus manos. --Es provisional, nunca pensé que necesitaría tener ropa de mujer en mi closet—dijo ocultando una risita. Me sonrojé y me fui a cambiar al baño. La camiseta me quedaba holgada pero amaba que olía a él, toda yo olía a él. A menta fresca y a suavizante de ropa. Era en un tono azul cielo de seda. El miraba a través de uno de los grandes ventanales como si pidiere volar por los aires de un momento a otro, imaginé que extrañaba tener sus alas para volar. Casi como si pudiera leer todos mis pensamientos, dijo: --Mis alas fueron completamente arrancadas Le abracé por la espalda. Sabía que para un ángel sus alas eran su identificativo, algo de lo que estar orgullosos, pero en cambio para él. Ya no significaba nada delante de los demás ángeles, eran como un hijo bastardo. Y me aferré aún más fuerte a él. No quería que se sintiera así, tan desolado. Miré su rostro solo para ver como se crispaba de dolor al recordar que ya no las tenía, era un caído desde el momento en que las había perdido y él lo sabía. Me miró mientras lo miraba, y una sonrisa lleno su rostro. --Tú Me besó suavemente los labios. --Eres mejor que las mejor de las alas 177
Mis ojos se nublaron por las lágrimas pero parpadeé rápidamente para apartarlas, no iba a llorar, no ahora. Nos besamos tiernamente mientras íbamos de camino a la playa. El llevaba nada más que un traje de baño tipo short negro y resaltaba casa uno de sus músculos en la parte inferior de su cuerpo, casi babeo ante su imagen idílica con la playa al fondo. Era el paraíso, literalmente. Ese hombre era mío, y casi pude dar volteretas ante ese pensamiento. Me miró con sus ojos azules clavándose en mi rostro y me atrajo hasta donde estaba besándome cada vez más tiernamente. Me tomó por la cintura y me lanzó de un solo golpe contra la marea. La rabia eclipso mis pensamientos. Odiaba que me hiciera eso, que me besara y me apagara inmediatamente. Salí del agua a pasos de bebé y el moría de carcajadas fuera del agua. --Te ves hermosa cuando estás molesta, princesa Me quedé estupefacta en mitad del océano. ¿Princesa? Se acercó para apretarme contra su pecho desnudo y levantó mi rostro con uno de sus largos dedos. --Siempre en mi rescate Los dos nos mirábamos con ternura, ese era mi lugar favorito en el mundo. Allí junto a él. Nos besamos otra vez y un pequeño suspiro salió de sus labios. --Gabriel Dije suavemente. Sus ojos azules atravesándome tan profundamente que me había olvidado el respirar. --Dime 178
--Me mojaste la camiseta El bajó la mirada para examinar que tan cierto era, estaba empapada. --Se puede arreglar, además con la camiseta pegada te ves encantadora Me ruboricé al recordar lo pálida que era la camiseta y traté de taparme el cuerpo con mis manos. El me detuvo inmediatamente. --Deja, no debes sentir vergüenza conmigo Miré nerviosa el suelo. --Si debo—dije suavemente. El me llevaba cargada en brazos ahora hasta la casa nuevamente, y supe que eso sería todo. Al llegar a la casa me cambie de ropas nuevamente y comencé a preparar algo para comer inmediatamente, tenía más hambre de los usual. El fue a la tienda por algo de ropa extra para mí, al regresar escuché como se aparcaba un auto en el frente de la casa, pero como pensé que era Gabriel no le di más vueltas al asunto y terminé de devorar la tortilla de huevo que me había preparado. Lavé los platos y subí hasta la habitación principal, pero una extraña sensación de ser vigilada me recorrió toda la médula espinal y temblé ante los posibles asechadores. ¿Podrían ser los arcángeles? Un fuerte manotazo fue sentido por mis mejillas haciéndome rodar contra el suelo de madera y pegar mi cabeza contra una esquina de la cama. El dolor eclipso mis pensamientos, un figura musculosa y morena apareció delante de mis ojos aún antes de que pudiera diferenciar su rostro. Me clavó otro golpe en seco en mi espalda al intentar levantarme. Rodé nuevamente por el suelo y casi choqué contra una de los ventanales de vidrio de la casa. Mis ojos se adaptaron a la luz rápidamente. 179
Y distinguí su rostro, era uno de los compañeros de los que tenían preso a Gabriel en esa celda. Uno de los que había escapado antes de que pudiéramos hacer algo. Sabía que habíamos tenido que ir tras ellos. Pero con Gabriel tan débil y yo tan inexperta, suspiré pesadamente mientras me recostaba contra el vidrio enorme. Sus ojos marrones se profundizaban más en mí que antes. --Permíteme presentarme, mi nombre es Balthazar uno de los seguidores de Caín mi antiguo jefe y el hombre al cual tu asesinaste—dijo con leve filo en su voz. Todo dentro de mí se tensó. Esto era una venganza. Ojo por ojo. Le clavé mi mirada en sus ojos. No me intimidaría tan fácilmente. --¿Esperabas vivir huyendo para siempre? Soltó con una carcajada y algo dentro de mí tembló. --Eres una presa fácil, pequeña mocosa. Clavó un golpe en la pared a mi lado, rompiendo el vidrio en miles de fragmentos. --Los arcángeles tenemos poder en todos lados, y el hecho de que tú te fugues con un caído pone en más riesgo al tonto de Gabriel. Su precio a pagar será más alto y tu pequeña niña desaparecerás como el polvo en cuanto el toque del ángel desaparezca. ¿Esto de la inmortalidad era por un tiempo? Me mordí la lengua, esto era lo que él quería, intimidarme. No se lo dejaría tan fácil. --¿Y porque no me eliminas ahora? Mi voz salió filosa y potente. El inclinó su cabeza hacia un lado. 180
--Te necesito con vida, esto solo es una pequeña advertencia. Me tomó por el cuello de la camisa levantándome del suelo. Su mirada paso de mi cara apretada a mi cuerpo de manera pervertida, y sonrió en cuanto vio mi pánico. --Si no funciona con Gabriel de seguro que podré venderte a buen precio. No estas tan mal Chasqueó con su lengua. Lo golpeé en el rostro con toda la fuerza que pude con mi puño. El gemía de dolor mientras se llevaba ambas manos a su rostro. --¡Imbécil! Grité. La mirada gélida de ese hombre que se hacía llamar Balthazar me perturbaba, esto no iba a acabar tan fácilmente, ellos me darían caza hasta que los dos estuviéramos pagando por ello. Le pateé el costado con fuerza y el salió suspendido en el aire hasta darse un fuerte golpe contra una de las paredes. Gimió de dolor. Era momento de escapar. Di un gran salto desde la ventana del segundo piso y comencé a correr en dirección a la avenida, solo en sentido contrario por si me topaba con Gabriel en el camino. El joven se lanzó detrás de mí con una mirada maligna y se lanzó una carcajada que me erizó todos los vellitos del cuerpo. Me giré para ver que ya no me perseguía pero tampoco era como que quería regresar a esa casa. Iba ya a los dos kilómetros corriendo cuando visualicé el Audi que venía en mi dirección. Gabriel frenó de golpe. Sus ojos azules posaron en mí y dio un giro con el auto lo suficientemente bien para que me pudiera montar en él. Y aceleró. Lo habíamos dejado atrás, pero ninguno de los dos omitió ningún comentario el resto del camino. 181
Mi corazón seguía su ritmo acelerado y simplemente quería olvidar todas las cosas que me había dicho ese chico, si eran ciertas, tal vez esto de los dos no funcionaría la largo plazo.
***
Aparcamos en la lejanía de la ciudad, justo al frente del océano en una pequeña playa con forma de media luna y las olas comenzaban a batirse contra la orilla cada vez más abatida. Desabroché mi cinturón de seguridad y él seguía sumergido en sus pensamientos, lo sabía, sabía que él me amaba y que yo lo amaba. Pero algo dentro de mí me decía que esto simplemente no podía funcionar. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos con violencia y las intenté alejar con una sonrisa de medio lado. Mi madre se iba a casar de nuevo, nunca iba a volver a ver a mi mejor amiga, y lo único que me mantenía con las suficientes ganas de vivir, era él. Y sabía que estar juntos era una carrera demasiado peligrosa con la cual vivir por el resto de nuestras existencias. Miles de enemigos, arcángeles, ángeles. Una lágrima se escapó de mis ojos cayendo lentamente por una de mis mejillas y lo miré, él sabía lo que estaba pensando. Como el miedo se apoderaba de mi sistema en cada minuto, y en como lo iba a dejar ir, no importa si nunca encontraba a alguien que me hiciera feliz como él. Lo besé tan fuertemente que su boca se mantuvo un rato aprehensiva a corresponderme el beso, pero una vez que pasé los dedos por detrás de su cabeza enredando mis dedos por su cabello, todo cayó en su lugar. El era perfecto a mi lado, y yo simplemente era una chica tonta que lo besaba como si nunca antes hubiere besado a alguien. Nuestros labios hacían una danza tan fuertemente que él no notó cuando había comenzado a llorar.
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Lágrimas y plumas, las palabras habían venido a mi memoria y en realidad. Odiaba el hecho de haberlo conocido, con el había experimentado dolor, amor, odio, todo tipo de emociones que antes nunca había experimentado tan profundamente que ahora todo venía a mí como un golpe contra mi costado dejándome sin aire. Si esto era enamorarse, no quería volver a experimentarlo nunca más. Me alejé bruscamente de sus labios y sus ojos azules se entrecruzaron con los míos. --Lo lamento, no podré irme contigo— El se permanecía estático en su posición. --¿Qué? --No puedo, no puedo arriesgar la vida de mi madre, ni la de mi mejor amiga—me mordí la lengua con fuerza, eso me hacía regresar a mi realidad—Tu y yo sabemos que no nos dejaran en paz— El me miraba escéptico. --Princesa --¡No! El intento sujetarme con sus brazos pero me solté con fuerza de su abrazo y me aparté de él. --Esto es demasiado para mí Gabriel, no puedo vivir huyendo. Me estas pidiendo que deje demasiadas cosas—mentí Dejaría todo por estar con él. Lo amaba. Pero no podía pensar siquiera en que alguien le lastimara por estar rompiendo las reglas, o en que alguien lastimara a mis seres queridos por la misma razón. No tenía ningún plan, pero alejarme de él, debería ser suficiente para evitar esas dos opciones. El me besó suavemente y al ver que no le correspondía, el dolor crispó su rostro. 183
--Me estas dejando—no era una pregunta, era una afirmación. Entrecerró los ojos con dolor. --Te amo—dijo mirándome fijamente—Yo sé qué me amas, no sé porqué estas haciendo esto Ally— Me dolió que pensara eso. Si iba a dar marcha a mi plan, este era el momento. --No vale la pena Di dos pasos hacia atrás alejándome de él. --Lucharemos Ally --No --Podemos darles pelea o podemos dejarlos ganar sin pelear, pero no me dejes—un hilo de su voz salió casi como una súplica. --Lo lamento Di dos pasos más hacia atrás. El se arrodilló frente a mí. --Por favor Esa imagen de él rogando, me iba a atormentar por el resto de la eternidad. --No --Ally --Lo lamento Corrí para montarme en mi auto y dejarlo parado en medio de la nada.
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*** Pasaron dos semanas y no supe nada más de Gabriel, no sabía si se había rendido, lo único que sabía era que estaba empacando mis maletas para mudarme a casa de mi tía Isabella. No necesitaba esto, merecía una vida normal, o eso pensaba…
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Al final ya había terminado la escuela secundaria, mi tía Isabella me iba a pasar buscando en las afueras de mi instituto para llevarme de regreso a mi vieja casa. El día estaba nublado casi grisáceo por la temporada de invierno y deseaba que no lloviera antes de que ella pasase buscándome. Me refugie debajo de la parada de autobuses que contaba con un mini techito de hierro forjado por si comenzaba a lloviznar, me recosté en la baranda de hierro intentando contar mis respiraciones, una, dos, tres…Contar siempre me ayudaba a controlar mis sentimientos, porque la verdad estaba un poco nerviosa. Un auto se aproximaba en mi dirección y dejé atrás toda esperanza de irme inmune a mi vieja casa. ¿Por qué él tenía que aparecer después de todo y llevarse lo poco que quedaba de mí? Una camioneta Hummer negra se detuvo frente a mí, se abrió de repente la puerta del conductor y yo seguía mirando la acera como si la escena que estaba a punto de montarse no fuere conmigo. A mi lado una vieja señora, creo que tendría unos sesenta se escondió debajo de su chal su billetera y joyas mientras un niño de uno seis años se escondía debajo de su falda plisada. Encerré mi cara entre mis manos, intentando reprimir un sollozo y ya que no tenía fuerzas para levantarme e irme, por lo menos me secaría las lágrimas de ira antes de que me viera completamente. Una figura masculina perfectamente tallada en músculos se detuvo frente a mí, casi podía sentir su mirada penetrante en mi cráneo pero aun así no pude levantarle la mirada. En mi mente solo contaba…ahora iba del uno al cien. El se arrodilló frente a mí y puso sus abrazos alrededor en un abrazo, mis piernas se sintieron como si colapsaran aunque estaba perfectamente y su olor me pegó de golpe en mi nariz, olía a canela y a gel de baño, olía a Gabriel. Le busqué el rostro con los dedos y alcancé a tocar sus perfectos labios con los dedos y posterior a eso me lancé sobre él con mis labios y nos dimos un beso tan profundo que casi había olvidado respirar. Siempre anhelándonos rebuscando, nuestro afán por besarnos no se s aciaba, mientras más le besaba más quería estar allí entre sus brazos. Si elegía el bien tendría que irme con mi tía a una casa vacía pero con esperanzas de tener una vida, si es que mi vida pudiese llamarse así sin él. Y si elegía la 186
corrupción solo tendría que asentir con la cabeza e irme con él, nunca en mi vida había estado tan segura de algo. De lo único que me preocupaba era que su amor no fuera genuino, y todo se acabare antes de siquiera comenzar. Pero por amor, le deje de besar y su rostro fue casi de súplica y terror. Casi como si pudiere leer mi mente, se arrodilló frente a mí, la lluvia ya había comenzado a caer y sus ropas se estaban empapando totalmente. Ni siquiera recordaba haber comenzado a llorar, solo cuando sentí mis mejillas mojadas y me palpé con acuciosidad me dije que era cierto, estaba llorando. Él se agachó y sacó una cajita de terciopelo negra de su bolsillo trasero de su pantalón y todo en mi se detuvo. La abrió con sus largos dedos y me mostró la perfecta gema que allí se encontraba, un diamante rosa de más de cinco quilates con un bordeado de pequeños diamantes era enorme, aún para mí. Pero al verlo allí tan frágil, mi corazón se detuvo. --Se mía Alicia Bennett, te prometo que te amaré por el resto de la eternidad—dijo con su perfecta voz aterciopelada Ahora ambos estábamos empapados y las gotas de agua bajaban por todas mis ropas, increíblemente a ello no tenía frío, ni siquiera recordaba todas las cosas anteriores a las que habíamos vivido. Lo amaba, esta cien por ciento segura de ello, pero cuando vi al arcángel detrás de un par de autos con la mirada directamente hacia nosotros, sentí miedo, miedo porque yo no fuera lo suficientemente buena para él, miedo de que lo castigaran por mi culpa, todo en mi ser oscureció de repente, solo quería correr. Correr lejos de sus brazos, para que por lo menos él, pudiere ser feliz. Y así lo hice.
FIN 187
CONTINUARÁ….
Alicia Bennett se ve en la encrucijada más temible para ella, no solo la vida de ella pende de un hilo, sino la de su madre y la de su mejor amiga Bianca, Gabriel quien al verse rechazado por Alicia se une al clan de los arcángeles en busca de lo más deseado para él, que todos los recuerdos que tuvo con Alicia sean borrados. Tomas por su lado, intentará proteger a Alicia de miles de arcángeles van a venir contra ella. Elena regresará y seducirá nuevamente a Gabriel, y nuevos personajes aparecerán e irán a la caza de Ally, quien es la ofrenda perfecta para los retorcidos planes de los arcángeles.
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