EL CAMINO QUE GUÍAN LAS LUCIÉRNAGAS INTRODUCCIÓN Sentada aquí, al lado del lago, observando las aves silvestres volar con tal ligereza que parecen exhibirse para mí que las estoy admirando desde el muelle, pienso… que largo fue el camino que recorrí para encontrarme a mí misma, y esta paz que encontré en mi quietud ayudó a sanar todas las heridas. Me llamo Ámbar Patrickwells, soy una mujer joven que actualmente recupero sus ganas de vivir, pero tuve que probármelo a mí misma. Probarme que podía salir de esa comodidad de una vida resuelta a hacer determinadas cosas, a ir a determinados lugares, a hablar con determinadas personas, y a guardar apariencias… solo apariencias. Cuando me decidí a buscar mi propio camino, he aquí que encontré mi felicidad… Puede que no haya sido fácil, pero nada que valga la pena lo es, tuve que encontrar mis puntos débiles y fuertes, conociéndome a mí misma, para intentar caminar hacia lo desconocido y descubrir nuevas maneras de pensar, nuevas miradas, para así reinventar mi propia mirada al mundo, a la vida… Mi historia es la siguiente…
CAPÍTULO 1. EL ÚLTIMO DÍA Todos festejaban, estaban alegres, felices de culminar la carrera universitaria que tanto había costado, tiempo y dedicación. Yo me quede con la mirada fija en una mariposa que volaba libremente por el parque de la universidad, más que alegre, me sentía aliviada de terminar los estudios. Siempre fui estudiosa, pero mi gran pasión eran las artes, y me resigne a ellas ante el pedido insistente de mi familia a que mejor era la abogacía. ¡Claro! Mi padre, Herman, se dedicaba a las leyes, así también mi hermana mayor Jana. Mi hermano mayor, Pedro, no siguió los mandatos familiares y se fue de la casa a los 18 años, decidió viajar y recorrer el mundo y así descubrir sus pasiones. Tenía un espíritu libre y valor para enfrentarse a todo, eso admiraba mucho de él. Los Patrickwells no eran una familia fácil, como verán, si bien cada familia es un mundo aparte, el mundo de esta familia, mi familia, no era nada sencillo de sobrellevar. Éramos una tradicional y reconocida familia de la ciudad de Buenos Aires, mis abuelos trataron de establecer las raíces familiares de una manera que, todo esté en orden a su manera de verlo. Todos pertenecientes a un grupo determinado de personas con las que era bueno tratar, y lejos de las que no, según ellos. Mi difunto abuelo, había dictado varias reglas a seguir en la familia para ser honorable, mi abuela, Alondra, era la única que me comprendía en la familia. Ella tanto como yo, no pensábamos igual que el abuelo y que los demás miembros. Extrañábamos la libertad de expresión, de decisión… ¡y como! Era agotador hacer todo para quedar bien ante todos los demás, pero sin hacer lo que en realidad pensábamos o queríamos. Hacia dos semanas que había comenzado a emplearme en el estudio de abogados de mi padre, junto a mi hermana Jana y su esposo Félix. Era una oficina tranquila, o al menos yo lo parecía estar. Llegaba a las 8 AM, desayunaba mi taza de café en mi oficina y luego comenzaba mi actividad cotidiana hasta la tarde. Hoy día, me veo en el pasado y pienso que estaba como adormecida, como pasando las horas y no disfrutándolas. Hacia mi trabajo rutinariamente, salía con una o dos amigas a veces y conversaba con gente de mi entorno de amigos muy simpática, pero todo lo hacía instintivamente. Una mañana de Febrero muy calurosa recibimos en la oficina a una muchacha llamada Jazmín Rizzati, necesitaba que la entrevisten para un empleo allí mismo, mientras duraba la entrevista la observaba y noté su entusiasmo y algarabía por lograrlo, nos convenció a todos y logro emplearse como mi asistente personal. Y debo decir que era muy eficaz además de simpática y conversadora, le añadía un toque de color a lo gris y estructurado de la oficina. Nos hicimos amigas enseguida, almorzábamos juntas todos los días en la costanera, para cambiar de aire y hablábamos de nuestras vidas. Bueno, ya saben un poco de mi vida, así es que contare un poco de la suya. Jazmín tenía 26 años, era decoradora de interiores y estaba terminando sus estudios de paisajista. Con su empleo en la oficina y otro aparte de recepcionista en un
restaurante los fines de semana pagaba todos los gastos de su estadía y estudios. Hacia unos meses que estaba viviendo en Buenos Aires, pero ella residía con su familia en Neuquén, al sur de la provincia de Buenos Aires, cuando me lo dijo pensé “es un paraíso” y desee ir algún día, imaginaba un lugar lleno de paz y energía. Vivía allí con sus padres, Rafael y Beyla, sus abuelos Benita y Antonio y su tía Lila, que había enviudado hacía pocos meses. Su hermano, Adriel, vivía cerca de la casa familiar. Siempre contaba las anécdotas de sus abuelos y de su tía, era lindo escucharla, te podías imaginar cómo era cada uno de ellos, tan simples y desestructurados, cariñosos y unidos. A pesar de que Jazmín era una muchacha muy bella, con su cabello largo y castaño y sus ojos almendras, su figura esbelta, no tenía intenciones de mantener una relación amorosa porque estaba de paso, decía. Quería regresar a su ciudad cuando finalizara sus estudios, y ya solo le faltaban tres cortos meses. Además, no tenía demasiado tiempo libre con dos empleos y la universidad. Aun así, ella siempre estaba de buen humor, decía que se sentía muy contenida con el apoyo de su familia y el consuelo que pronto volvería a verlos. Por mi parte, le conté a Jazmín sobre mi mala experiencia pasada. Hacia un año que había terminado una relación amorosa con Germán Bauer, que había durado tres años y jamás me había convencido totalmente de ella. Nos conocíamos desde la adolescencia, y aun sabiendo que era un galán con todas las mujeres que conocía, comencé una relación esperando que tal vez cambie o tal vez esperando enamorarme de él. Mi hermana Jana recuerdo que solía decirme; el amor viene con el tiempo. Pero trataron de convencerme porque él era de una familia conocida y adinerada y creyeron que era lo mejor emparejarme con alguien así. En fin, fue una relación sin sentido alguno, y sin sentimientos. El me engañaba con cuanta mujer podía, y yo no me daba por enterada, creo que era porque no lo amaba. Cuando al fin, puse fin a este tedio, sentí un completo alivio y comencé a preocuparme más por mí misma, aunque para mi familia aquello fue una tragedia. Pasaron dos meses y las conversaciones con mi nueva amiga eran muy placenteras, ella sabía escuchar y comprender. Mi familia notó que ya éramos como mejores amigas, y no les agrado mucho porque ella era su empleada y además, no era de su clase, según ellos. Según yo, Jazmín era mucho mejor.
CAPÍTULO 2. PEDRO Y YO Una mañana estando yo entre dormida escucho voces y risas en la sala de la casa, creí distinguir la voz de mi hermano Pedro, pero eso era ilógico dado que él estaba en Italia según su ultimo e-mail. Para mi sorpresa, entra irrumpiendo en mi habitación el mismísimo en persona. Mi alegría fue inmensa, lo extrañaba tanto que no dejaba de abrazarlo fuerte. Había regresado de Italia para quedarse un tiempo con nosotros. Mi hermana y yo nos sentíamos felices de tenerlo en casa, al igual mi abuela, pero mis padres en un principio se alegraron y luego atacaron con sus reproches. En la cena, cuestionaron su forma de vida porque querían que se establezca en matrimonio. Pedro disgustado se preguntaba porque tanta insistencia en el tema, no lo comprendía, tampoco yo. Luego de cenar, ambos nos sentamos en el parque a beber una copa de vino, como solíamos hacerlo cuando él vivía en la casa. Éramos muy unidos, nos contábamos nuestros secretos y nos apoyábamos en las decisiones mutuamente. Yo le pregunte si ya se había establecido en residir en Italia, pero Pedro me respondió que aún no encontraba su lugar en el mundo, yo esperaba que no fuera muy lejos de mí. Le presente a mi nueva amiga Jazmín, de la que tanto le había hablado, ambos se hicieron amigos y hablaban seguido. Disfrute de su compañía plenamente durante dos semanas, pero claro, lo bueno dura poco en un ambiente donde hay malos ánimos. Una tarde mis padres nos llaman a los tres, Jana, Pedro y a mí para tener una seria conversación. Alondra, mi abuela también estaba presente en la reunión y antes de que yo entre en la sala me advirtió que trate de ser reflexiva y decida que hacer luego, que ella me iba ayudar. Con la intriga a flor de piel camine hacia la sala, mis padres estaban sentados en frente y mis hermanos miraban hacia el piso. Me siento en el sillón y escucho… Nos contaron que ya se estaba por vencer el plazo para repartir los bienes de la herencia del abuelo, de la parte que nos había heredo a nosotros, por parte de Jana ya estaba resuelto. Pero faltábamos Pedro y yo, nos miramos sin comprender demasiado. Sucedía que el abuelo había establecido ciertas reglas para ser parte del testamento, debíamos estar casados legalmente. De más esta decir que no estábamos muy cerca del hecho, por tanto, deberíamos apurarnos para emparejarnos con alguien y así poder pertenecer al testamento de la familia Patrickwells, ¡una gran tontería! Tanto Pedro como a mí no nos interesaba el dinero, y así lo manifestamos frente a todos, pero solo logramos hacerlos disgustar en gran manera. Discutimos, mi hermana Jana se retiró a su casa, mi abuela trataba de calmarlos pero ellos no escuchaban más que sus propios gritos. Pedro se levantó y se fue. Mi madre me tomo la mano y me dijo, “comprendes, ¿verdad?, es buen momento para pensar mejor las cosas hija”. Yo, atónita, asentí con la cabeza y me retire a mi habitación. Pensé por un momento y me parecía una idea totalmente ridícula, casarme con cualquiera que parezca decente para su mirada, para heredar tal cantidad de cosas que yo misma podía lograr en mi futuro… no… no lo haría.
Un llamado en mi puerta irrumpe mis pensamientos, Pedro vino a despedirse, ya no soportaba la hipocresía y se volvía a Italia. Luego de un abrazo, se marchó… y yo me quede viéndolo melancólica por mi ventana. Era valiente, el sí sabía enfrentarse. Mis padres decían que el escapaba, pero no era así, el buscaba su camino y luchaba por sus propias ideas, y estaba segura que encontraría su rumbo muy pronto. Al siguiente día, vamos a almorzar con Jazmín, me conto que Pedro le envió un e-mail diciéndole todo y que quedaron en seguir en contacto, dado que también ella debía irse a su ciudad natal en pocos días. Cuando llego ese momento, la acompañe y me dio su dirección para que la visite en cualquier momento que yo quisiera, siempre sería bienvenida en “Las Luciérnagas”, así se llamaba su casa en las afueras de la ciudad del Sur. Pasaron unos días luego de la partida de Jazmín hacia el Sur y de Pedro hacia Italia, me sentía sola… la abuela Alondra me acompañaba mucho, manteníamos largas charlas por las noches antes de dormir. Me confesó que ella se había casado enamorada de mi abuelo, tenían lo necesario; una cómoda casa, un jardín y mucho amor. Tuvieron a Herman, mi padre, y luego mi abuelo fue jefe de la empresa familiar, llevaba mucho tiempo dentro de la oficina y poco en la casa, comenzó a preocuparle demasiado el dinero cuando conoció lo que era tener mucho. Y así fue que se convirtió en otra persona, se dejó transformar por los demás y ya ella no lo conocía, se enfrió totalmente la relación entre ellos. Fue un cambio brusco el que hizo la ambición desmedida, a los ojos de los demás era éxito, puertas adentro era frialdad y poco afecto del bueno. Lo lamente por ellos, no era justo. Pero jure que no me pasaría a mí, debía tomar las riendas de mi vida, despabilar mis ideas de una vez y empezar a decidir por mí, aun si eso significaba discutir con mi familia, sabía que con el tiempo se darían cuenta que ellos creían hacernos bien, pero debíamos buscar nuestro propio bien. El sábado en la cena, me sorprendí con la presencia de German Bauer, mi ex novio, lo había invitado mi madre, lógicamente con la intención de emparejarme con él. Fue interminable ese rato en la mesa, indirectas, miradas extrañas… incomodidad, de mi parte, claro está. Luego yo trate de escabullirme pero él me siguió al parque, queriendo hablar. Conversación que termino en discusión provocada por mi desinterés y frialdad. Cuando decido retirarme a mi habitación para culminar finalmente la trágica noche, antes de entrar, me increpó mi madre diciéndome que sino establecía un compromiso con el o en su defecto, con cualquier otro caballero de clase en pocos meses quedaría fuera de la herencia, -¡Santo Dios Ámbar entra en razón de una vez! Que no lo ames o que él sea un don juan no es para tanto, con el tiempo llegara el amor y ya sabes, ojos que no ven….- Palabras de mi madre. ¡Pero que les sucedía a todos! Que son esas ideas tontas, el amor no llega con el tiempo, el tiempo te trae a la persona que va a ser tu amor y eso lo presientes en el mismo instante en que la miras. Además los ojos del corazón lo ven todo… y si una persona es así de infiel y engaña por simple deporte, es incapaz de amar de verdad. La comodidad de lo ya conocido o de a lo que fácilmente podemos acceder a veces, mata la valentía de luchar por
lo que realmente vale la pena vivir. Salvar apariencias y especular con las personas no hace que seas mejor o más valioso que los demás, te hace más pequeño por el simple hecho de ser tan inseguro de sí mismo y pensar con tan poca inteligencia las cosas de la vida. Lo valioso reside en el corazón, jamás en casas lujosas, en autos caros, o en ropas costosas… ¿porque a las personas les cuesta aprender eso? No lo dude más e hice una valija con un poco de ropa, tome mi bolso y guarde algunos efectos personales y lo que tenía de dinero. Me cambie de ropa mientras pensaba adonde podría ir… o huir… para descansar de esa situación. No me sentía frágil, pero si triste y solitaria, me hacía falta Pedro, aunque él me dio las fuerzas para tomar las riendas de mi propia vida y eso iba a hacer. En mi agenda tenía la dirección de Jazmín en el sur, ella antes de irse me dio las coordenadas de cómo llegar, dado que vivía en el campo. Tome mi celular y la llame para consultarle mi visita, ella muy alegremente me dio el sí y así sin más, salí de la casa por la puerta de servicio, sin hacer ruido. Antes, le deje una carta explicando mis motivos a Alondra, mi abuela, y me fui. Tomé el primer tren de la madrugada hasta Neuquén, no conduje el auto porque quería sentirme despojada de toda pertenencia lujosa que me recordara mi propia imagen de chica de clase alta. Quería sentirme libre. Llegue hasta la ciudad agotada, había viajado varias horas. Me senté en un bar y tome un café mientras me comía un sándwich, debería de tener una terrible cara de cansancio, porque la mesera muy amablemente me regalo una porción de postre de chocolate y una taza de té. Le agradecí con una amplia sonrisa y una buena propina, luego comprobé en el espejo del toilette de damas, mis ojos cansados así que me arregle un poco para llegar optima a la casa de los Rizzati. Emprendí mi caminata, tranquila, observando el paisaje que me regalaba el lugar. Ya casi olvidando mis problemas, era mágico como el aire nuevo podía dar esa sensación de plenitud, tome algunas fotografías durante el trayecto. No sabía que me deparaba el destino, pero ya presentía que era algo bueno. Me quedaría unos días con Jazmín y luego pensaría donde ir.
CAPÍTULO 3. RECONSTRUCCIÓN DEL ALMA La caminata duro varias horas, ya que me distraje viendo las diferentes vistas de los paisajes y tomando algunas fotografías, era maravilloso. Ya casi oscurecía y tome conciencia que se hacía de noche y aun no llegaba, así que apresuré el paso. Entre en una callecita de tierra, rodeada de una arboleda hermosa y algunas flores violetas alrededor, casi como en los cuentos podía sentirme una de esas princesas perdida en el bosque. De repente una bandada de luciérnagas me rodeaba, era como si estuvieran dando un espectáculo para mí, me quede viéndolas por un momento y seguí caminando siguiéndolas. Recordé que Jazmín me había dicho que en la noche, el camino se veía tanto y más bonito que de día, gracias a la luz de las luciérnagas, y era ciertamente muy bello. Al fin, divisé una casa a lo lejos, era grande, construcción de tipo italiana, llena de luz y se podía ver que la rodeaba un precioso jardín, parecía una postal de Toscana. No me resistí y tome una fotografía antes de llegar. Jazmín estaba sentada junto a su tía Lila en la galería, afuera de su casa. Miraba hacia la entrada de la casa preocupada porque Ámbar no llegaba. Tía Lila comento que tal vez llegaba mañana, pero sino irían en su auto hasta el centro de la ciudad por si la cruzaban en el camino. En ese instante el perro de ella, Ciro un labrador muy dócil, comenzó a alarmarse e inquieto ladró en dirección del portón de entrada hacia la casona, Jazmín y Lila poniéndose de pie, observaron la pequeña figura de Ámbar venir caminando hacia ellas. Jazmín corrió contenta, hacia ella y la estrecho en un abrazo. Sonriendo ambas se miraron, y aunque Ámbar no le dijo nada de su tristeza, ella pareció adivinarlo. Así que solo le pregunto si se sentía bien y la llevo adentro para que se acomode, dado el largo viaje. Le presento a la tía Lila y a sus padres Rafael y Beyla, los demás se encontraban durmiendo ya. Después de conversar un rato y de comer la hamburguesa que le sirvió Beyla, Jazmín la llevo a la habitación donde podía refrescarse y descansar. Mañana tenían todo el día para disfrutarlo. Descanse muy bien, debo decir que tenía mucho cansancio… acumulado. Desperté esa mañana cerca de las nueve de la mañana, abrí la ventana y la luz del sol acaricio mi cara adormilada aun. Podía oler el aroma de las flores y al ver ese bello paisaje de las montañas y el bosque, respire profundo para retener ese aire puro que entraba por mi ventana y me llene de energía. Baje hacia la cocina y me encontré con Beyla y Benita, la abuela de Jazmín, que arreglaban la mesa para el desayuno, pronto se sumó Rafael junto a Antonio, el abuelo de ella y por último se unieron Lila y Jazmín, que bajo las escaleras bostezando perezosamente. Todos fueron muy amables conmigo, se veían alegres y enérgicos. Beyla y Rafael parecían ser de caracteres tranquilos pero dinámicos y de buen humor siempre. Tenían una mirada dulce y sonrisa amable, inspiraban esa sensación de protección que
calmaba cualquier preocupación. Beyla era chef profesional y trabajaba en un restaurante de lujo, para los turistas, en la ciudad. Rafael y Antonio eran carpinteros, tenían su lugar de trabajo en la misma casa y tenían mucho trabajo, eran muy buenos. Antonio y Benita, los abuelos de Jazmín, hacía muchos años que estaban casados, se llevaban siempre de maravillas, excepto cuando discutían por alguna tontería, que finalmente terminaba en risas, jamás en pelea. La tía Lila, había enviudado hacía tres años, al no tener hijos, se quedó muy sola, entonces la llevaron a vivir con ellos. Era una mujer muy gentil, alegre y enérgica. Aunque le habían pasado algunas desgracias en su vida, seguía enfrentando cada día con buen humor y una sonrisa, a eso le llamo yo esperanza, ¿o será Fe? Esa tarde fuimos con Jazmín por un pequeño sendero en el parque de la casa, que conectaba hacia el bosque, me llevo hacia un inmenso lago donde las montañas parecían ser más grandes, era un gran espejo de todo ese paisaje. Caminamos hacia una pequeña cabaña, le faltaba alguna que otra reparación pero era simplemente hermosa. Se veía cálida y llena de luz. Jazmín me propuso si quería quedarme allí por el tiempo que yo quisiera, y yo ya imaginándome allí, atónita dije que sí. Y allí sentadas junto al muelle le conté la razón de mi apresurada visita, ella comprensiva me dijo mirando la cabaña…-Tranquila, podemos reconstruirla, hay que limpiarla por dentro, amueblarla bien, pintarla de colores vivos y vas a ver la luz que puede entrar y el perfume de la vegetación, te va a animar mucho. Eso era… reconstruirme, lo que debía hacer. Sonreí.
CAPÍTULO 4. Y UN DÍA SALIÓ EL SOL… No le faltaban muchos arreglos a la cabaña, era espaciosa y cálida, me gustaban muchos los grandes ventanales que daban al lago porque podía ver claramente la hermosa postal que tenía frente a mí. De noche las luciérnagas lo iluminaban todo alrededor del bosque, inspiraba mucha paz estar ahí. Semanas más tarde, ya me sentía muy cómodamente, realizaba caminatas diariamente por el bosque, me quedaba meditando viendo al sol, y mi apetito había regresado. Observe que me quedaba poco dinero de mis ahorros y decidí la opción más útil, buscar empleo. Lila me dio la idea de emplearme en el restaurante que era dueña, donde trabajaban Beyla y Benita, dado que Jazmín abriría pronto su oficina de decoración y se dejaba el puesto de recepción vacante. Acepté, el horario era accesible, de ocho de la noche hasta las doce y media, podía disfrutar de la tarde y descansar. La paga era buena, y lo mejor era trabajar con las Rizzati. Me sentí de lo más integrada a la familia y la gente que iba al lugar era muy amable siempre. Una tarde, Beyla y Benita se sintieron enfermas a causa de la interminable semana de lluvia y viento, y no fueron al restaurante solo Lila y yo. Estábamos algo preocupadas porque pensábamos que necesitábamos ayuda y Jazmín no podía porque estaba en los preparativos para abrir su local en la ciudad, en tan solo dos días. Decidimos aventurarnos juntas e intentar lo mejor que podamos, a pesar de la tormenta los clientes entraban al lugar en grupos, pensé que no podríamos manejarlo, pero en ese instante cruzo la puerta un muy apuesto muchacho, de mirada profunda, me quede un poco boba viéndolo caminando hacia mí y cuando me saludo tarde en responder. Era Adriel, el hermano mayor de Jazmín, él vivía en la ciudad, había estado viajando con sus amigos y había regresado hacía pocos días. Se quedó a ayudarnos porque su hermana se lo pidió. Fue una noche muy agitada con tantos clientes por atender, finalmente terminamos y cerramos, aun la tormenta no calmaba así que nos llevó a casa él. Me pareció muy simpático y agradable, muy interesante. Llegamos a la casa y Lila bajo corriendo de la camioneta para no mojarse. Yo le di las gracias e iba a hacer exactamente lo mismo, pero Adriel al saber que debía cruzar el sendero en el bosque sola y con la tormenta no lo permitió. Acerco su vehículo lo más que pudo al camino, me dio su campera para que me cubra y bajamos corriendo hacia la cabaña. Entramos y le ofrecí una toalla, estábamos empapados ambos y con mucho frio. Luego le ofrecí un café y prepare algo para comer, ¡estábamos agotados! Nos sentamos junto al fuego y conversamos mientras tanto, -¡Así que sos la nueva inquilina! ¿Qué te parece este lugar? Pregunto él. Yo pensé… ¡mágico! Pero no sabía si la magia provenía de sus ojos o del lugar. Hablamos por horas, me conto de su vida, por mi parte algo de la mía. La tormenta no ceso fácilmente y esperando a que eso suceda, nos quedamos dormidos en el sillón. Despertamos a la mañana siguiente con el sol dándonos en la cara, nos miramos por unos segundos y sonrojándonos nos pusimos de pie ambos a la vez, fue un momento
incómodo para Adriel, se quedó dormido en el sillón de la casa de lo que para él era una desconocida, hasta ese día. Adriel y yo comenzamos una amistad en principio, el frecuentaba la casa casi todos los días, y pasábamos el tiempo recorriendo lugares de alrededor mediante largas conversaciones y mucho tiempo compartido entre los dos. Me hacía sentir muy a gusto estar con él, era una ser muy simple, sano y transparente. Paso tan solo una semana de nuestra reciente amistad y ya nos atraíamos el uno por hacia el otro, era inevitable quedarme viéndolo como una boba cuando él no me veía. Una de esas tardes junto al lago me preguntó sobre mi futuro, respondí honestamente, me sentía algo confundida, había llegado hasta Las Luciérnagas por una semana y ya llevaba un mes, tenía casa y trabajo nuevo, hasta había comenzado a estudiar arte y pintura, mi gran pasión. Debía pensarlo… me sentía como en casa donde estaba. Y esa tarde nos quedamos los dos viendo el atardecer junto al lago… Comenzamos una relación en la cual, nos volvimos muy compañeros, nos apoyábamos mutuamente en nuestras decisiones y éramos muy comunicativos. Yo sabía que una buena relación se construye día a día, con presencia, comunicación y dialogo. Eso es lo que hace que ganes la confianza del otro que forma a la pareja, siendo compañeros, amigos y amores todo a la vez, sin interrumpir el dialogo por razones tontas o porque los demás lo digan que es mejor, cada uno debería prestar atención en lo que es mejor para su pareja, si es que hay interés mutuo el uno por el otro y lo más importante… Amor. Nunca había vivido un momento así de bueno con un hombre, como me estaba pasando con Adriel. La única relación seria que había tenido había sido con el patán de Gabriel, mentiroso, infiel y mal educado, le convenía hablarme de mala manera y serme indiferente enojándose cuando quería hacerme creer que era mi culpa la crisis que estábamos pasando, cuando la realidad era que sabía hacer bien su vida de soltero yendo de mujer en mujer sin interés alguno más que la cama. Luego había conocido otros hombres, pero no fue sino más de lo mismo, indecisos infieles, ocultándome ante la gente y la familia para hacerme creer que estaban conmigo, pero a la vez, para los demás estaban solos, por si de casualidad conocían alguna otra mujer con la que pasar el momento tal vez… O se dejaban llevar por los comentarios de los demás, que tenían una relación frívola que no les importaba y creyéndose inteligentes, engañaban y dejaban en soledad al otro. Entonces, al creerse inteligentes y hasta modernos, les dicen a los demás que eso deberían hacer, cuando en realidad no es así, poco inteligente es no razonar y no ver claras las cosas. Y echar a perder algo bueno y lindo que se puede llegar a tener, por seguir las supuestas “reglas modernas” porque los demás lo hacen, pero no los va a hacer felices ni completos jamás porque viven su vida lastimando a los demás. Por todos esos motivos, me enamore rápidamente de Adriel, era todo lo contrario a todos esos hombres que describí antes, no éramos perfectos ninguno de los dos, y la relación que estábamos construyendo no era perfecta, sino que mejoraba día a día, y eso nos hacía feliz. A veces teníamos alguna diferencia, pero jamás nos distanciamos por eso, hablar como dos adultos y tratarnos bien era la clave. Él era el único para mí, y él me demostraba siempre que yo lo era para él, eso ya era suficiente.
CAPÍTULO 5. LA DECISIÓN Un día sorpresivamente, llegaron a Las Luciérnagas Pedro y Alondra, fue una alegría verlos después de tanto tiempo, yo les había dejado la dirección de Jazmín, que era el único destino posible del viaje. Me contaron que en mi casa estaba todo revolucionado con mi partida, estaban decidiendo sobre la herencia y algo horrorizados porque Pedro y yo nos habíamos ido de la casa. Pedro y Alondra se quedaron dos semanas con la familia Rizzati y conmigo, Jazmín y Pedro pasaban casi todas las tardes juntos visitando los lugares más lindos y Alondra junto a Lila, Beyla y Benita hacia lo mismo por su lado. Era lindo tener a toda la familia unida, aunque en realidad era la familia de Jazmín, pero ya la había adoptado como propia, me aceptaban como era, era una brisa de aire fresco estar con ellos. Así fue que pasaron los días con mucha tranquilidad, Jazmín y Pedro se lo pasaban juntos y parecían llevarse muy bien. Adriel se integró bien con esa parte de la familia, eso me gustó mucho. Decía… ¿tranquilidad?... ahora les cuento algo. La tarde en la cual expuse mis dibujos en una galería de arte, fue una excelente primera experiencia en el mundo de arte, asistieron los Rizzati, Jazmín y Pedro estaban junto a mí también, Alondra y Adriel acompañándome siempre. Entre demás público de la ciudad. Cuando ya casi finalizaba el gran evento, mi madre Carola junto a mi padre Herman, entraron a la galería. Sorprendida y un poco nerviosa, me acerque… Venían en busca de perdón, habían recapacitado y se habían dado cuenta que tenían que abrir un poco más la mente y el corazón… el corazón, para valorar más lo que en verdad importaba, los afectos. Cenaron todos juntos, los Rizzati y los Patrickwells, en buena armonía, hablaban todos a la vez alegremente y se veían muy contentos. Yo los había extrañado, y era una herida muy grande el no poder contar con ellos, ahora si me había sanado completamente el corazón. Se quedaron unos días, y observe que Adriel se comportaba de un modo dubitativo y melancólico, no sabía que le sucedía, a veces se iba sin despedirse y se mostraba algo enojado, pero no conmigo, la verdad que él tampoco sabía de qué estaba enojado. Pasaron unos días y debía decidir que iba a hacer con mis padres, si regresar por un tiempo con ellos o quedarme allí. Quise hablarlo con Adriel, fuimos a mi cabaña para estar solos, nos sentamos frente a frente… era hora de decidir y decir de frente lo que sentíamos. Yo lo amaba con toda mi alma, me imaginaba muchas veces mi vida con él, el parecía pasarle lo mismo pero debía saber si aún era mutuo el sentimiento, yo sé que los hombres no son muy expresivos, pero cuando aman de verdad, lo expresan diferente que nosotras las mujeres. Él me dijo que haga lo que yo crea mejor para mí, que seguramente la vida en la gran ciudad no era la misma que allí, y cuando le pregunte si me amaba, se puso de pie y no respondió… se marchó ofuscado. Yo me quede allí, petrificada, sin poder respirar hasta que las lágrimas comenzaron a rodar por mi mejilla
pálida. El día del regreso a casa llego para mis padres, yo hice mi valija, muy confusa aun. Jazmín me decía que tal vez se mostraba rudo para no sufrir, que mejor hable con él, pero yo tenía miedo de sufrir también, que algo tan bello se vuelva gris. Mis padres estaban esperando por mí en el auto junto a Alondra y el resto de la familia, menos el… Pedro había decidido quedarse allí, al fin había encontrado su lugar en el mundo, junto a Jazmín. Yo, por otra parte, subí al auto y despacio mi padre condujo hasta el camino de las luciérnagas. Comencé a sentir un vacío increíble, mucha tristeza… no entendía... Mi madre me pregunto si me sentía bien, no respondí… luego mi padre detuvo el auto, era porque una camioneta se encontraba atravesada en el medio del camino, cuando mire… ¡era el! Respire profundo y me baje, lo vi de pie frente a mí, me acerque lentamente y lo mire fijo, sin decir mucho se acercó y me beso, un beso muy dulce, de esos que te hacen volar por sobre el piso. – ¿Creías que te iba a dejar ir así sin más? Dijo el, explico que su comportamiento extraño se debía a que temía perderme y no quería aceptarlo, que claro que me amaba y estaba decidido a no dejarme ir, pero si mi felicidad era junto a mi familia en la ciudad, trataría de arreglarlo de algún modo…. Lo único que respondí fue:- Yo soy una mujer simple y soy feliz con muy poco, aunque tu presencia junto a mí ya es mucho, te amo. Nos abrazamos y nos quedamos un rato así….
CAPÍTULO 6. LAS LUCIÉRNAGAS Así como les conté fueron los sucesos que me llevaron a este bello lugar, actualmente sigo viviendo en el Sur, en la cabaña de las Luciérnagas, pero ya no más sola, con Adriel. Sigo trabajando en el arte, soy una artista en crecimiento continuo. Adriel sigue empleado en la ciudad, y no es el único, Pedro mi hermano, también está allí, vive con Jazmín. Fueros muchas decisiones que me trajeron hasta este lugar, Las Luciérnagas ahora es mi hogar. Mi familia viene a visitarme seguido, y al fin están en armonía. Y yo encontré mi felicidad… por el camino que guían las luciérnagas…
FIN. M.C.H