Los marcianos humanos de liz

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“LOS MARCIANOS HUMANOS”

Sinopsis: ¿Les ha pasado que se sienten fuera del mundo? Como si no fueras de aquí y simplemente no reconocieras las acciones del hombre, lo injusta y compleja que puede ser nuestra existencia en este planeta. Hay cosas que simplemente hacen del hombre y de la sociedad más superficial que la belleza de una mujer en nuestros tiempos. Comenzamos…


Aquel Mujet (Martes en Marciano) me decidí por tomar el primer cohete a la tierra, ya estaba cansado de andar de aquí para allá en Marte. Ya saben poca agua, el color rojo de moda, no es fácil vivir en el mismo planeta por más de 100 años. La vida aquí es muy aburrida y por primera vez iba a aventurarme fuera del planeta. Mi abuelo solía decirme que la Tierra había sido creada por una especie de gente socialista y muy extraña en cuanto a lo que se debe y se desea hacer. Catorce treinta y partía a la Tierra, llevé conmigo una especie de caja guarda imágenes que mi padre me había obsequiado para cuando realizara este tipo de viajes. Fueron no más de 30 minutos de viaje y aterricé sobré un edificio muy alto. La nave aterrizaba al mismo tiempo en la que se hacía invisible y nos transformaba a cada uno de los Martianos en un costal de piel morena y cabello, según, para hacernos pasar por uno de ellos. Después de bajar por el elevador comencé a reconocer algunas cosas que también tenemos en Marte, lo básico. Hasta que de pronto, caminé sobre unas calles y pude observar un edificio enorme, atado por cadenas y cerrado por largas y feas rejas, ¡Eran jaulas! Dentro de ellas pude observar pequeñas personi tas con una gran maleta mucho más grande que ellos y una piel sobre ellos que para nada se veía cómoda. En mi planeta, no usamos nada sobre nuestros cuerpos, no existe el morbo ni reglas feas que dicten ponernos otra piel. Decidí entrar a lado de una de esas personitas, que oía llamarse “niños”. Dentro de esos lugares sentaban a los niños y los ponían a mantener su mirada fija en una tabla blanca frente a ellos, de esa manera absorberían conocimientos para su futuro.


Le pregunté con miedo a nuestro guía: -¿Qué es lo que visten encima de sus cuerpos?-Es ropa- Me decía subiendo sus lentes –Y la visten porque no les gusta que vean sus cuerpos tal y como son, es una especie de miedo a demostrar cómo son en realidad-. Seguí caminando un tanto indignado, nosotros no tenemos ese tipo de “reglas”. Más tarde vi algo que en verdad me llamó la atención. Dentro de una caja café, muy frágil al parecer, se encontraba un sujeto de piel más negra y morena que la de todos los demás. Vestía restos de otras pieles y como limpiador del cuerpo usaba el polvo y las rocas de ese lugar. En nuestro planeta no tenemos uñas tan largas, los martianos que las tenían así eran considerados ladrones o pordioseros. Veía gente pasar pero parcia ser que el hombre terrestre era invisible; aquellos olían demasiado feo, podía oler como se habían vaciado litros y litros de agua sucia. En Marte las únicas lociones se hacían en el momento y bastaba solo con poner alguna flor dentro de un poco de nuestro sudor, para así lograr un aroma propio y natural. Nada de colores extrovertidos y fragancias parecidas a cohetes con 50 años sin limpiar o los orines de mis mascotas. Me alejé un poco de mis camaradas, y acercándome a el anciano froté las manos y di un ¡Zap! La gente se paralizó un segundo y aquel pordiosero había dejado su piel vieja por una nueva y un color más blanco en su piel original.


Al instante los terrícolas comenzaban a tratarlo como uno de ellos, lo vieron, se dieron cuenta que existía y le ofrecían su ayuda además del resto de cortesías que suele dar la gente interesada como ellos. Todo era muy distinto a mi planeta y éste parecía tener enfermedades terminales. Uno de mis compatriotas, Jet, atrapó una enfermedad llamada “Gripe”, todos nos asustamos y le decíamos que su destino había sido morir en tierra terrestre. El pobre quedó en cama y una señora de vestidura blanca y un cono en la cabeza se le venía acercando con una enorme aguja llena de líquido mágico que según los médicos lo curaría de dicha enfermedad. Nosotros no usamos ese tipo de cosas, basta con beber ricos caldos de piedra y cualquier malestar desaparecería. Estábamos nerviosos, Jet no había ingerido ninguna sustancia terrestre en sus 84 años, era muy joven y no merecía estirár el tentáculo, o pies en este caso. Algo había pasado que los doctores salían corriendo de esas cápsulas mágicas donde parecía ser los terresres eran tratados como animales de carnicería. - El doctor, viene para acá. Algo pasó - Les decía mientras todos salían de las cápsulas. - Ustedes - Tartamudeaba el médico - ¿Son sus familiares? ¿De dónde son? - ¡Hay que ir por Jet! - Grité a mis compañeros. Esa sustancia: Quita enfermedades terminales, había causado una mala combinación con los químicos de la piel humana que nos cubría. Nos apresuramos y lo cargué en mi hombro como el costal que era. Se desvanecía Jet; no andavamos lejos de la nave,


abordamos enseguida y puse en su rostro algo de Chumel. En Marte, es una especie de planta sanadora de la paz, la identidad y los sueĂąos. Jet poco a poco volvĂ­a tal y como era, un joven Martiano. Todo esto sucedĂ­a mientras volvĂ­amos a casa. Malditos humanos marcianos, su mundo casi nos cuesta la vida.


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