Tierra de los dulces de dalma

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qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfgh jklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvb nmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwer Título del escrito: Tierra de los dulces Tipo de escrito: Cuento tyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas Nombre: Dalma Poblete Edad: 23 Años dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx Nacionalidad: Argentina Publicado en: LeerLibrosOnline.es cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuio pasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghj klzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbn mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmrty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc


La Tierra de los Dulces En el bosque de un lugar muy, muy lejano habitaba un mago que era conocido por todos los habitantes de la pequeña aldea por sus hechizos tan disparatados, si así es, espero que no se lo hallan imaginado como un hechicero majestuoso que sus encantamientos eran aclamados por todas las criaturas, sino que este ser, era todo lo contrario. Nadie sabía como había llegado al bosque ni como había llegado a convertirse en mago, lo que si sabían es que era una persona muy glotona. Únicamente visitaba la aldea para comprar todo tipo de golosinas o dulces, hacía todo lo que estaba a su alcance para conseguirlas, por eso a continuación; voy a contar lo que le ocurrió a este pobre mago. Una mañana en su hogar que era una modesta casita de madera en el centro del bosque, las aves cantaban y las ardillas correteaban y saltaban entre los gigantes robles, llamó a su puerta una extraña anciana vestidas con harapos y llevaba consigo una gran y aparentemente pesada canasta de mimbre, el mago abrió la puerta muy lentamente y únicamente asomó su cabeza con su enorme nariz y barba gris, y dijo: —Si, ¿Qué desea? —Buenos días, yo vengo a ofrecerle los dulces más deliciosos de todo el mundo—. Indicó la señora con una gran sonrisa y muy orgullosa. El mago quedó boquiabierto tanto que se ahogo, ya que su propia barba se había introducido en su boca por lo que tocio varias veces, asustando a la anciana. —Señor, ¿se encuentra bien? —Si, si, ¿Cuánto cuestan sus dulces? —Mis dulces cuestan cada uno diez monedas de oro. —¿¡Diez monedas de oro!? —Si, acabo de decírselo, se lo deletreo si quiere, cada dulce cuesta d-i-e-z m-o-n-e-da-s d-e o-r-o, DIEZ MONEDAS DE ORO. —Pero…pero, mujer es demasiado costoso ni media vaca cuesta eso. —Bueno entonces, si me disculpa tengo que seguir ofreciendo mis golosinas alguien con dinero, las van a comprar y probarán los manjares más deliciosos del mundo. Dicho esto la anciana iba a continuar con su camino, cuando rápidamente el mago salió de su casa y se interpuso en su ruta, tenía el rostro enrojecido y unas gotas de sudor el corrían por su gran frente. —No, no se vaya —Tragó saliva y con un pequeño pañuelo que extrajo de su bolsillo derecho de su larga túnica roja, se secó toda la frente y el cuello—. Yo no eh dicho que no deseo sus caramelos sólo que están algo caros, siendo yo un respetable hechicero no podría hacerme un pequeño descuento. La mujer se rió tan fuerte que una bandada de gorriones, una jauría de pequeños zorros y una docena de ardillas se escaparon aterrorizados en sus respetivos escondites o se buscaron algo improvisadamente, el hombre como compromiso sonrió levemente aunque estaba un poco ofendido. —Pero señor mago, no le he hecho descuento ni al mismo rey de la monarca y piens a que se lo voy a hacer a usted—. Nuevamente la ancianita rió divertida. —Bueno esta bien, voy a ver cuanto dinero tengo. El mago con la velocidad de un guepardo entró a su casa cerrando la puerta bruscamente y buscó, revisó, investigó, husmeó, registró, tiró e incluso escarbó, y lo único que logro encontrar fueron dos monedas de plata que son equivalentes a una moneda de oro, además de un increíble y funesto desastre con todos sus muebles, vestimenta y sus artículos comestibles. Triste y pensativo se sentó en su gran y cómodo sillón verde, rascándose la larga barba gris, cuando una gran idea —que más adelante le traería problemas— pasó por su mente y nuevamente buscó desesperadamente hasta que halló un pequeño jarrón de cerámica decorado con pequeñas líneas perpendiculares de oro.

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El hombre salió de su hogar y cerró la puerta fuertemente y con llave, la mujer que se encontraba sentaba sobre una piedra, estaba recogiendo unas margaritas que se hallaban junto a ella, lo miró curiosamente de abajo hacia arriba y dijo: —Se nota que te gustan los dulces, esa panza que tienes no es de comer únicamente carnes y verduras. El mago hizo caso omiso ese comentario e indicó muy apresuradamente: —Regresaré pronto, voy a vender esta cosa, algo de monedas me tienen quedar por ella, ya que el mismísimo rey de la monarca me la regalo como obsequio después de haberlo ayudado. —Disculpe, ¿dijo algo?, es que estaba ocupada cortando flores. —¡REGRESARÉ PRONTO! En menos de un parpadeo el hechicero había desaparecido en dirección hacia la aldea, mientras la señora se quedó silbando una dulce melodía, con una gran sonrisa. El pobre mago que realmente se encontraba de esa manera, intentaba correr en el desparejo camino que llevaba al pueblo, cuando de improvisto se le atraviesa una muchacha que también se hallaba apresurada, colisionaron sus cuerpos y por la diferencia de peso, la jovencita cae al suelo muy pesadamente y sobre ella aterriza el mago que se había lanzado al aire ya que sin querer el jarrón se le había escapado de las manos, se encontraba bocabajo y con todo el peso de su prominente cuerpo sobre la delicada señorita. —Señor, me alegro que su jarrón se encuentre bien pero…podría levantarse…es que me estoy quedando sin aire—. Dijo la muchacha que su rostro había adquirido una tonalidad violácea y azulada. —En seguida, déjeme ver si el jarrón esta bien, mi vida entera depende de ello. —Si pero…no podría…levantarse…es que…no respiro. —Bueno, bueno es que no se puede aguantar, sino peso tanto, si el jarrón esta quebrado y si me muevo se romperá en miles de trozos y yo a usted la convertiré en un sapo. Dicho esto, reviso meticulosamente el adorno, la base, adentro y hacia fuera, en síntesis, si hubiera podido se habría introducido dentro del jarrón con tal de averiguar si se encontraba con alguna ruptura; felizmente no halló ninguna por eso se levantó muy pesada y torpemente de la muchacha. Ambos se hallaban de pie, a la jovencita le había quedado su bella ropa que era una falda bordo y una remera del mismo color con una increíbles y grotesc as mancha de tierra, pasto, entre otros, furiosa miró al mago y dijo: —Casi me ahogo, me ensucie mi ropa nueva y lo peor de todo es que ni siquiera me ayudo a levantarme, es el peor hombre de toda la monarca, y espero que se le rompa ese horripilante jarrón en billones que digo en trillones de trozos. La “dulce” joven se fue caminando muy rápidamente, continuando su camino, el mago había quedado boquiabierto, prácticamente un panal de abejas se podría haber introducido en su boca pero recordó que debía seguir caminando ya que aún faltaban varios metros hacia la aldea. Mientras iba caminando, una niña de unos ocho años de edad se interpuso en su camino, y dijo: —Hola, ¿usted es el mago que vive en el bosque? El hombre que tuvo que detenerse ya que la muchachita no lo dejaba continuar, indicó de una manera muy grosera: —Si así es. —Me alegro entonces, porque no voy a tener que ir hasta el bosque —La jovencita buscó en el bolsillo de su pantalón verde agua un papel que muy felizmente se lo entregó al mago—. Bueno ahora me tengo que ir, espero que lo lea y lo estaremos esperando. Dicho esto se fue en dirección al pueblo cantando una tierna melodía y saltando, el mago que no entendía absolutamente nada de lo que había ocurrido, abrió el papel con su grotesca mano y descubrió que era una carta por lo que una idea se le cruzó a

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la mente:”debe ser una invitación para una fiesta” por lo que felizmente la leyó en voz alta y decía más o menos así: Aldea Esperanza, 23 de septiembre Estimado señor Alfonso Alzada: Soy la señora Silvia García, la dueña del negocio de golosinas llamada “Dulces de colores”, el motivo de mi carta es para comunicarle la deuda que usted presenta en mi local. Su deuda a pagar es de diez monedas de oro y una de plata, y necesito que en los próximos siete días este saldada, sino me veré obligada a utilizar medidas mas drásticas. Me despido de usted en la espera de una favorable contestación. Saluda atentamente. Silvia García El rostro de Alfonso Alzada, había perdido toda expresión que tenía hacía cinco minutos atrás, además había adquirido una tonalidad rojiza y de su extensa frente brotaba la transpiración que circulaban por sus mejillas y un único pensamiento flotaba en su mente:—¿Qué debo hacer?—, si vendía el jarrón podría cancelar la deuda pero se quedaría sin dinero para comprar los dulces de la anciana o compraba los dulces y después pensaba como iba a anular ese compromiso, y ustedes… ¿qué creen que hizo este hombre de entrada edad, de una gran madurez mental al igual que sus conocimientos?, ¿ser responsable y pagar sus deudas?, ¡claro que no! Todo lo contrario cada vez que recordaba que la mujer lo estaba esperando con esas golosinas, una gotita de saliva le caía de la boca aterrizando en su extensa barba pero recordó que aún le quedaban varios metros para llegar por lo que nuevamente continúo a toda marcha con su caminata al pueblo Esperanza. En el camino se encontró con una gran cantidad de personas ya sean niños jugando y cantando, jóvenes con sus parejas conversando dulcemente, adultos vendiendo diversas productos y hasta ancianos mendigando por algunas monedas que el mago ni siquiera los miró a los ojos ya que según él lo que estaba haciendo era de gran importancia y no tenía tiempo para esas niñadas. Una gran dentadura con sus dientes ya sean los incisivos, caninos, premolares o molares blancos como perlas dejó ver el mago en su boca cuando observó el cartel de bienvenida del pueblo Esperanza con su eslogan “La Tierra de los Dulces”, había una gran variedad de personas y todas caminaban en distintas direcciones, siempre con mucha amabilidad y respeto, la aldea se encontraba repleta de carteles de tiendas que vendían las preciadas golosinas ya sean caramelos, chocolates, bombones, chupetines entre otros y también de las expertas curanderas especializadas en dolores de estomago o de muela; en otro tiempo Alfonso Alzada hubiera quedado anonadado de tanto esplendor ya que los comercios estaban decorados de una forma única e inigualable, cualquier ser era atrapado y conducido a una frenesí de consumo con sólo ver las vidrieras pero en ese momento lo único que tenía en su mente era llegar a la tienda de intercambios para poder rematar su jarrón, lamentablemente éste hombre poseía una mente muy cerrada, siempre pensaba que él tenía la razón, no aceptaba ningún comentario o crítica y lo peor de todo era que pensaba que todo el mundo estaba hablando de él ya sea bien o mal, sobre este último defecto puedo decir que le trajo varios problemas y todos relacionados con el mal uso de la magia ya que quiso convertir a dos jovencitos en roedores porque escucho que decían: —¡que gordo y que lento! Cuando él paso delante de ellos que se encontraban sentados y de espalda, levantó su varita con la mano derecha furioso y estaba por pronunciar un encantamiento cuando un hombre se interpuso entre él y los adolescentes, y de ser humano paso a

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ser un simple ratón, los muchachitos al escuchar un gran escándalo giraron sus cabezas y quedaron perplejos al ver al mago con varita en mano y al nuevo ratón, dejando ver que tenían entre sus brazos un pequeño cerdito gordito y muy lento para caminar, hasta hoy este hombre ratón vive en un su hogar con su esposa humana en la espera de que Alfonso Alzada recuerde un hechizo que revierta el encantamiento. Luego de caminar y caminar entre las personas y los negocios, halló la tienda de intercambios, abrió la puerta bruscamente y fue recibido por un hombre joven de cabellos rubios y una camisa ocre cubría su delgada figura. —Hola, ¿Cómo anda don Alzada? —Bien, pero ahora no tengo tiempo de hablar estoy muy apurado necesito realizar un intercambio. —Bueno lo que usted diga, a ver muéstreme que trajo hoy. El mago colocó el jarrón sobre el mostrador de madera, el hombre lo sujetó entre sus manos y lo examinó meticulosamente, demoró varios minutos que para Alfonso fueron una eternidad, nuevamente el joven depósito el adorno en la madera y tomó un grafito y una hoja de papel, escribió muchos números y sacó varias cuentas, finalmente dijo: —Bien, luego de examinarlo, puedo decirle que este jarrón vale únicamente nueve monedas de oro, más no. —Bueno pero tiene oro, ¿no vale un poquito más? —No, mi decisión es final, ¿quiere o no las nueve monedas de oro? —Si, si claro que si. En unos instantes el mago se encontraba fuera de la tienda de intercambios con sus nueve monedas de oro en su bolsillo, a pesar de que los dulces costaban diez monedas de oro recordó que en su hogar había hallado las dos monedas de plata por lo que rápidamente se dirigió hacía la salida del pueblo cuando de pronto una señora de estatura mediada con cabellos castaños y con una delicada ropa de seda se encontraba vestida, lo tomó de las manos y le dijo muy suavemente al oído: —Hola Alfonso Alzada, soy Silvia García la dueña de la tienda de golosinas espero que pronto me entregue las monedas porque sino absténgase a las consecuencias. Dicho esto, le soltó las manos y se fue caminando muy tranquilamente, por otro lado el pobre de Alfonso Alzada había transpirado tanto que la barba se hallaba prácticamente empapada de agua, hasta le caían algunas gotitas pero con la rapidez que lo caracteriza para recuperarse de situaciones difíciles se encontraba nuevamente en dirección a su hogar donde lo estaba esperando la simpática ancianita. Cuando ya hacia varios metros que había dejado el cartel de bienvenida del pueblo Esperanza, una señora algo gordita y con grandes ojos azules que llevaba consigo un pequeño ratoncito, se colocó delante del mago y con un tono de voz que lo llenó de pánico indicó: —¿Usted es el mediocre mago, que convirtió a mi dulce y buen marido en una rata? —Emmm…bueno…lo de la rata puede ser…pero lo de mediocre… ¡jamás! De la boca de la mujer dejó salir una risa tan fuerte y escalofriante que todos los niños que se encontraban jugando y cantando en las cercanías del pueblo, detuvieron su diversión y alegría remplazándola por lagrimas y llantos pronunciando todos la misma palabra:—¡Mamá! —Por favor, sólo los magos mediocres quieren convertir a jovencitos en ratas, pero esto no va a quedar así, necesito que me pague los gastos que tenido con mi esposo a ahora que usted lo convirtió en esto—. Y con un fornido dedo le señaló a su marido rata que se encontraba en el bolsillo de su saco. —Bueno pero…—Había escuchado historias relacionadas con el carácter y la fuerza de la mujer, un señor por querer cobrarle de más en una tienda de juguetes, la señora había destruido una mesa de roble con propias manos, por lo que resignado dijo— :¿cuántas monedas son? —Son en total quince monedas de plata. —Esta bien yo le pagare esa cantidad pero en estos momentos me encuentro muy ocupado, así que me retiro.

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—Muy bien entonces nos veremos pronto. Al mago lo único que le faltaba era correr ya que caminaba lo más veloz que le era posible, cuando únicamente le faltaban unos pocos metros para llegar a su hogar, una dulce jovencita se cruzó en su camino y dijo: —Hola, ¿¡usted es el hombre que me aplastó y que casi me deja sin respiración!? La tolerancia de Alfonso se estaba acabando, quería llegar a su casa pero siempre lo interrumpían por lo que indicó en un tono de voz muy grosero: —Si soy yo pero ahora no tengo tiempo, seguramente quieres que te pague por lo de tu ropa pero ahora no. Dicho esto con todo el peso de su cuerpo empujó a la jovencita y continúo caminando. La anciana aún se encontraba sentada en la piedra y tenía en sus arrugadas manos un pequeño ramo de flores, al ver en el funesto estado en que se encontraba don Alfonso Alzada o el mago se rio muy divertida, ya que tenía sus cabellos ya sean de la cabeza o de la barba todos enmarañados, la ropa con manchas de tierra y pasto, y un rostro con una expresión de agotamiento y frustración que parecía que venía de participar en una batalla por lo que dijo: —Aquí tengo las monedas voy a buscar en mi casa lo que falta. Fue a la puerta pero descubrió que estaba abierta, desesperadamente ingresó a su casa y descubrió que le faltaban prácticamente todos sus muebles, no había quedado nada únicamente montañas de papeles que el mago tomó uno de ellos y lo leyó en voz alta:—“Yo Alfonso Alzada debo en la tienda golosinas ‘Arco Iris’, tres monedas de oro y pagaré esa deuda el 23 de septiembre”. Era su letra y se encontraba firmada, desesperado sujetó entre sus manos más de dos docenas de papeles y todos decían lo mismo pero con diferentes deudas a pagar, en distintas tiendas de golosinas y la fecha coincidía 23 de septiembre; halló una hoja pegada en una de las paredes de su casa que decía: —Mago como no te encontramos en casa porque estas vendiendo tus cosas para comprar golosinas tomamos la decisión de cobrarnos la deuda con tus muebles, así ya no nos debes nada. El pobre de Alfonso cayó al suelo desmayado, la anciana se asomó por la puerta de la casa porque oyó un gran estruendo y al verlo desvanecido en el comedor, le mojó el rostro y este despertó e indicó: —Aquí… tiene las monedas… para su… dulce quiero… que me… lo dé. —Lo siento señor mago pero ya no me quedan golosinas, era tanta la gente que vino a su casa que mientras esperaban que usted llegara me compraron todos los dulces pero como nunca llegó entraron a su hogar y se llevaron todo. Al oír esto Alfonso Alzada hizo lo que cualquier humano glotón en su situación hubiera hecho…se desmayó.

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