5 minute read

Fervor urbano Fernando Cuartas

Fernando Cuartas

FOTOGRAFÍA ALFONSO SÁNCHEZ

Advertisement

Besaba alocadamente en los zaguanes, solía hacerlo en las terrazas, en media calle, era un suspiro que nacía y se transformaba en labios, era una urgencia, algo que rugía en mí, una desolada condición de errante me hacía palidecer y buscaba una fuente fresca donde remojar mis palabras. Una glotonería de fantasmas carnales, de abrazos que me llevaran a los pabellones de un infierno nuevo. Soy Mario Muro, el ex convicto, el que anda vagabundo por las calles, por eso si no tomo el ron diario debo de apurarlo en unos labios, la mujer ebria es fantástica, ella es un ángel poseso, una figura caída del cielo urbano, ella sabe el lugar exacto y la urgencia necesaria para dar un beso. Más no bebo ya de los infiernos, ahora mi ser enloquece entre los brazos de un fantasma que habita los zaguanes y algunas terrazas de mi barrio. Antes de un destierro a los patios de la soledad, busco un ser en donde poder mirar mi rostro en otro rostro y donde poder tocar mi alma carnal en otra alma que de deje desnudar.

Santa teresa de los barrios.

Un farol de luz amarillosa, el parque solo, la noche cabalgando como un galope de silencios sin relinchos y sin crines, una mujer que piensa sobre la aurora como si el día nunca fuera a llegar, todo parece estático, algo habla y no son las palabras, es un murmullo

de accidentes en las autopistas mentales. Cada rayo de las lámparas parecen las lanzas que atraviesan el orgásmico acto de una Santa Teresa, levitando, sacra, intacta, perfecta alucinación para nunca despertar.

Las sulamitas del desorden

No hay mujeres pecadoras, hay mujeres deseosas. Se arrinconan, se sancionan, más ellas se sublevan, se extienden, se liberan. Son las sulamitas del desorden, no obedecen al sultán sino al placer. Bailan hasta dejar rayas sobre el placer de los escribas; la leyenda está hecha, la sulamita desnuda deja caer la corona del mismo Salomón, sentada es un universo que redondea el salón de los banquetes, de pie es una columna que se mueve por el jardín de un nuevo Edén. La sulamita está en nosotros, como odalisca que juega en la mente del poeta y el pintor, como naufragio de una embarcación que partió de un puerto en juncos de placeres y en viajes por el resto de la imaginación. Ella conserva la osadía de habar convertido el agua en vino, al sibarita en huésped, al libertino en santo y al demonio le concedió un arrebato de ángel para que volara sobre sus labios como una abeja amarilla. La sulamita es la imagen perfecta de un harén donde todas las mujeres del mundo serían libres y hacen de su estadía por la tierra una fragancia erótica y una pasión sin límites. Sulamitas de todos los países unidas, que la belleza en cualquier edad y condición sea la divisa y su escudo. La sulamita es una mujer liberada de sí misma, una no sumisa.

Agua

Se perdió la saliva en una conversación de catedráticos. Todos hablaban a la vez. Afuera la lluvia hacía miles de ceros con el agua. Todo seco después, se reinventó la añoranza de lo húmedo. Ni la lágrima, ni la sangre, ni un mercurio derretido en su trompeta mística. No hay agua. No hay ese alcohol que se derrama. Ni desierto alguno. Pues el oasis hace perdurar a las palmeras, y una gota de olvido refresca la memoria. No hay agua. En todos los idiomas hay que segregar el zumo de la última pecera. Alguien pregunta, con su boca insípida si es posible volver al mar, y ¿el mar ya dónde queda? Una capa sucia, entre montañas, trata de pescar en la noche una breve ebriedad para las plantas. Los ríos se crecen de asfalto y pequeñas libélulas sobreviven libando en la tinta de los párpados. Mañana no tenemos agua. Todavía no nos llega la madrugada, podemos sembrar guijarros y hacerlos conversar con sus entrañas. Mañana no tendremos agua. Aún en la oscuridad, ya sin horarios, podemos escarbar entre los labios. Mañana no tendremos agua. Se puede aún perdurar el semen de una nube? Agua, agua, agua, ¿Podríamos invocar aún la luz secreta de la vía Láctea? La lengua del fuego puede humedecer la secreción del magma Más sería suficiente si ahora, que todavía es de noche, Que no amanece y no se siente sed, ¿Quebramos el cántaro y nos vamos? Mañana no tendremos agua. Qué no amanezca Antes que nuestra naranja azul no sea más que piedra.

El barco

No es un simple barco, es la madera crujiente de una embarcación donde huyen las penas. El agua la da sedante condición de ebrio marino, el va y ven agotado de sus paredes, lo hace parecer un viejo lobo en el mar de la inventiva. No quiere llegar a puerto alguno, flota, sólo flota en un sueño permanente es la aparición fantasmal de un viejo galeón sin bitácora de una nave vikinga sin trompetas, del barco pirata sin piratas.

Allí viajan las penas, los amores olvidados, las historias de un antiguo pasajero que siempre quiere regresar de su pasado para hacer mañanas felices en las islas nuevas. Es un barco cargado de historias, no siempre alegres, allí van las derrotas, unas batallas leves ganadas contra el viento, una mapa de un amor futuro, un continente virgen, una copa de ron y un loro sabio. Allí viaja el marino que purificó sus palabras contemplando una mulata como si en ella reconociera el paraíso.

Se van

Se están yendo las cosas, se van a ninguna parte, hay desalojo de las almas que pernoctan en silencio y sólo dejan gemidos en las camas largos llantos que de perdurar ya fueran ríos.. se van los armarios, las mesas, los libros, las persianas, las almohadas, las risas y los verbos. Se están yendo sin yacer sin descansar, sin brazos abiertos, se van por que se van, sin agotar del todo la magia y la palabra se van los seres que uno ha buscado entre las cortinas del asombro se van los días, las noches, los meses, los segundos, lo que estuvo sin estar lo que nunca estuvo y uno creyó ver que estaba allí. Es un ir que no regresa un ir a una isla sin gentes sin paraguas para soportar el sol más inclemente, se van a un paraíso de ceniza y cal. lo más temible que muchas veces lo que se va, aún queda ahí mirándonos como una estatuilla de mármol que no sabe a dónde ya viajar. Nos vamos, me voy, yo mismo aquí me pierdo, cada día ya no soy, me invento en otros parajes, me desnudo en otros planetas y cuando creo regresar ya todo es distinto se ha ido ya las cosas, no queda más que el murmullo lejano de una frase que sin despedirse siquiera uno siempre supo que la amo, que le hace falta, una palabra al menos para vestir un pensamiento.

This article is from: