! ! ! ! ! """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""! ESTE! GUIÓN! ESTÁ! REGISTRADO.! EL! PROPÓSITO! DE! SU! PUBLICACIÓN! ES! DAR! UNA!MUESTRA!DE!NUESTRO!TRABAJO.!EN!CASO!DE!UN!INTERÉS!MÁS!ALLÁ!DE! LA!LECTURA,!ESCRIBINOS!A:!info@leidenfilms.com!/!juanpennisi@gmail.com.! """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""! !
NOTA DE DIRECCIÓN: Esta obra ha sido elaborada por su autor como un híbrido entre un guión cinematográfico y un relato literario. Con el fin de conservar su dinamismo orgánico y permitir una mayor profundización he optado por dejarla en su formato original tanto como posible, sin adaptar lo puramente literario. De este modo, la interpretación de lo descrito se mantiene como una tarea pendiente para cada departamento. INT. ATELIER - DÍA Las brasas del cigarrillo iluminan la cara de DAVID, encerrado en la oscuridad. Abre unos postigos y el sol le quema la vista. Se ve cansado pero resignado. Triste, pero acostumbrado. Tiene el cigarrillo cogido con una pinza de depilar ya que tiene las manos y antebrazos manchados de pintura. Tiene manchurrones desgastados en la cara. El estudio se compone de esto: hay cuatro paredes, sesenta metros cuadrados. Treinta y cuatro distintos botes de pintura repartidos por el suelo y un teléfono color blanco roto. Brochas aplastadas por el propio peso del rojo, el azul, el amarillo, o cualquiera de sus hijos bastardos e igualmente chillones. Hay un cenicero trastabillando la luz del día bajo la ceniza. El teléfono suena y David lo atiende e inmediatamente, como si fuese el llamante, pregunta: DAVID ¿Está Carlos? La persona al otro lado de la línea duda. VOZ UNO (V.O.) Eh... no. No hay ningún Carlos. DAVID Me habré equivocado. Y cuelga. Se levanta y coge un bote de carmín de garanza oscuro y lo lanza contra la pared que tiene enfrente, añadiendo una cuchillada de brillo a un mosaico, una tortilla, que ya se iba volviendo mate; un baile de intenciones reventadas, de colores de fin de año, de locura infantil que promete una madurez hiperactiva; manchas gomosas de azul eléctrico, rayas asesinas de bermellón, de verde lima, espirales de beige en caída libre, el gris naciendo en cualquier juntura saturada, gris marengo, gris acero, gris sombra de ojos.
(A CONTINUACIÓN)
A CONTINUACIÓN: (2)
2.
David vuelve al cenicero para acabar el cigarrillo; en ningún momento mira su catarsis por encima del hombro. Su figura se recorta contra los cinco metros cuadrados de lienzo pintado, como una cosa pintada más. Baja la mirada y se lleva una mano al bolsillo en su pecho. Mira por la ventana. Podrían resolverse todos los conflictos internacionales durante el tiempo que mira por la ventana. La primavera podría cobrarse todas sus facturas en ese plazo. El teléfono vuelve a sonar. Tarda en cogerlo. DAVID ¿Está Carlos?
No.
VOZ DOS (V.O.) (observando su propia respuesta como quien observa un león con escamas)
Cuelgan ambos. David se da la vuelta y se lanza a por un bote de pintura revuelta y le da una patada, estrellándola contra la pared, haciendo una marca circular, de la que parece emanar el chorro congelado en el espacio, resbalando en el tiempo. Agarra una enorme lata blanca y hace lo posible por levantarla sobre la cabeza; le tiemblan los brazos y los dientes. Se acerca lo suficiente con la lata pegada al pecho y luego la pone sobre un muslo, aguantando el mordisco del borde de latón, y mete la mano para proyectar la música química y absoluta en zarpazos, furiosos, que horadan de blanco el centro del cuadro, del infierno. El teléfono vuelve a sonar. Suelta la enorme lata y también suelta una carcajada nerviosa y se seca las lágrimas. Se sienta junto al cenicero con los últimos gemidos dolorosos de risa y coge el teléfono. DAVID (como si fuese el llamador) ¿Está Carlos? Hay un segundo de duda. VOZ TRES (V.O.) Este... he sido yo el que ha llamado. Creo. Y quiero hablar con David. ¿Eres David? David se muerde el labio inferior y se da por vencido.
(A CONTINUACIÓN)
A CONTINUACIÓN: (3)
3.
DAVID Soy David. Eres el único que no ha picado hoy. ¿Quién eres? VOZ TRES (V.O.) ¿Eres David Fadel? DAVID Sí, sí, soy yo, sí, ¿qué quieres? ¿Quién eres? VOZ TRES (V.O.) Je... yo también habría picado como un pardillo; pero es que me llamo Carlos, por eso he reaccionado. Curioso... supongo. David no ofrece ninguna respuesta y su sonrisa es de lobo acorralado. Carlos, al otro lado de la línea, debe estar a punto de darle el pésame; obvio, inevitable como la Ley de la Gravedad. CARLOS (V.O.) ¿Estás ahí, David? DAVID ¿Qué quieres? CARLOS (V.O.) Soy pasante de arte. Quiero organizar una exposición con todo lo que pintaste en la Patagonia entre el noventa y ocho y el dos mil cuatro. DAVID ¿Cómo sabes lo que yo pinté en la Patagonia? CARLOS (V.O.) Porque conozco a Laura... conocía a Laura. David siente como si se hubiese sentado en un charco de pintura fría y gomosa que le sube por el ano y por el estómago y por los pulmones hasta inundarle la boca. DAVID (entre dientes, más frustrado que enfadado) Eres un pasante de arte un poco insensible.
(A CONTINUACIÓN)
A CONTINUACIÓN: (4)
4.
CARLOS (V.O.) Yo, al menos, fui a su entierro. David está a punto de colgar el teléfono pero siente, en un momento cercano a la liberación de la huida, que aún puede escuchar más mierda que le haga sentir más culpable, más destruido, más cercano a la muerte... que le haga sentir menos, finalmente. Que le deje sordo con su audacia, con su verdad. Ciego y dormido. CARLOS (V.O.) (como si lo sucedido hasta el momento hubiese sido agradable) Debe tratarse del destino. Que hicieras la broma preguntando por mi nombre cuando alguien te llamaba. ¿No te parece cosa del destino? DAVID ¿El destino? Se levanta con el teléfono y anda meditando, estirando el cable hasta el punto en que tiene que comenzar a arrastrar el aparato, que se vuelca sobre su panza y pega botecitos esforzados. DAVID Yo opino que el destino es un cartón meado que se lo lleva el viento y le da en la cara a un motorista. El motorista se revienta la espalda contra el quita miedos y, cuando están metiéndole una cánula en la polla por la que va a mear el resto de la vida, comienza a hacer examen de conciencia. Pero al motorista que pasó por ese mismo sitio diez segundos antes, el destino no le roza. No existe. Y esa es la verdad: por mucho que pienses en tu vida, por muy abierto que seas de mente, por muy humilde que te vuelvas ante la desgracia, no hay absolutamente ninguna razón para que el cartón meado le joda la vida a uno y no al otro. ¿O tú sabes algo que yo no sepa acerca de la muerte de Laura, alguna lección que me ilumine?
(A CONTINUACIÓN)
A CONTINUACIÓN: (5)
5.
CARLOS Permíteme la frivolidad de pensar que hay un orden en todo lo que nos sucede, David, y perdóname por ello. DAVID Si no te he colgado hace rato es porque sé que Laura quería ver esos cuadros colgados en una galería. Lo sé.
CARLOS
DAVID Eres un buitre. David vuelve sobre sus pasos, tranquilo, y se sienta junto al cenicero para encenderse otro cigarrillo. En lugar de ello rompe a llorar desconsoladamente, con el teléfono pegado a la barriga y la vista en el techo, con la respiración de alguien a quien han vaciado de un puñetazo detrás de otro, detrás de otro. De su bolsillo en el pecho saca una foto y la observa, consumido. Carlos está esperando. Fríamente. Sin sufrimiento. David suelta la foto, de Laura, y consigue encenderse el cigarrillo a pesar del temblor de las manos, olvidándose de la pinza de depilar, manchando el cigarrillo de pintura y así sus pulmones con vapores ardientes. Recoge el teléfono y se lo carga al hombro, sin ninguna vergüenza, fumando a la vez que calma el llanto y se irrita los ojos con el humo y la sal de las lágrimas. ¿Estás ahí?
DAVID
CARLOS Eso hacemos los buitres. DAVID No voy a exponer contigo. Nada bueno va a salir de la muerte de Laura. Estoy de luto, Carlos. No me hables de orden ni de intenciones celestiales ni de la risa de Laura en conexión con la historia de la pintura. El universo es un vertedero de intenciones que un día giran a la izquierda y otro día giran a la derecha.
(A CONTINUACIÓN)
A CONTINUACIÓN: (6)
6.
CARLOS Pero me llamo Carlos. Esa coincidencia debe valer algo. DAVID Permíteme que lo ponga en duda. CARLOS Permíteme que te cuente algo. DAVID Te voy a colgar. CARLOS Imagina que el mundo en el que vives es un enorme mandala pintado en el suelo sobre el que te arrastras como una oruga. Tú no ves la estructura global, por supuesto. Sólo ves el color sobre el que está arrastrándose tu cabeza en ese momento. De repente, el color deja de ser un amarillo agradable y pasa a ser un rojo intenso e hiriente. Y piensas que el mundo es una mierda, que no tiene sentido... no puedes entenderlo. Pero eso no afecta al hecho de que vives y mueres sobre una estructura perfecta y simétrica que... David cuelga el teléfono. Es, posiblemente, la primera vez que observa con detenimiento la pared que ha estado reventando a balazos de pintura desde que ella murió. Siente algo, pero está demasiado cerca para entenderlo. Se levanta con el cenicero y el cigarrillo en las manos temblorosas y se aleja andando hacia atrás. La última mancha blanca ha salido cruzada por ausencias de pintura, como rayas, como dientes, en conjunto. Como una sonrisa. Hay grises en la mezcla de los distintos colores, gris marengo, gris acero y gris sombra de ojos, dispuesto simétricamente de un modo caprichoso sobre la blanca sonrisa, como dos gaviotas, cejas retocadas perfectamente con pinza de depilar. Las gaviotas protegen una mezcla de colores que, desde lejos, hacen dos espirales, o dos globos, que podrían parecer ojos. En conjunto, aquella tortilla hiperactiva y eléctrica le recuerda dolorosamente a la foto de Laura. Es como si ese horror le mandase un mensaje de esperanza, una señal de amor que tiene sentido. Algún tipo de orden que justifique el dolor. Y David apenas puede soportarlo.