Revista La Libélula No. 19

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La Libélula Revista de carácter crítico cultural.

No. 19


Porfía la libélula por emprender su cruz transparente en la rama desnuda y trémula. José Juan Tablada Desde el origen se busca. Se implora siempre, se grita. No se tiene lo que se quiere. Pero aprendemos también a esperar. Ernst Bloch

Tendré que hacerte bien y tendrás que hacerme daño. Fito Paez Entra, tu sombra cubre esta página. Octavio Paz

PORTADA Alva Daniela Escobar “La Llegada” Oleo sobre tela 30x40cm

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Sumario A MANERA DE PRESENTACIÓN Vladimir Villalobos

EL COLLAGE Ricardo Suasnavar

¿MÉXICO LINDO Y QUERIDO…? VIOLENCIA EN MÉXICO Ricardo García

INQUIETUD Alí Reyes

LA MORAL EXTRAVIADA EN EL SIGLO XXI Angoti Roa LA DANZA DE MIS AMORES Verónica Robles REINVENCIÓN 1: LA SAUDADE “TABÚ” DE MIGUEL GOMES / Alejandra Lomelí DRAMA, MELANCOLÍA Y ELEGANCIA A LA MARIO BROS / Edmundo Arana TALENTO EMERGENTE Lita TE CONOZCO. Carlos A. De Regil S. P. AMANDA Silvia Pirillo SIGILO Alicia Castillejos POLVORIENTA Abraham Peralta Vélez, NEGRO Y BLANCO Daniel Quintero INCENDIO EN EL COSMOS Berenice Patiño Roa RELAMPAMOR Enrique Paul Estrada Santos Gaona EL PECHO Y LA FRENTE Víctor Alan Ávila Garnica PANTANO DE NOCHE David Marín 24X35 R. Lis CAMPESINO Jesús Hernández AMANECER Alejandra Méndez SURGIR DEL SILENCIO Juan José Enríquez Rivera

ESTÁ DORMIDA Raúl Córdoba EL CARNICERO DE LYON Manuel Lasso TRAGEDIA AZUL Aarón Ávila Pérez SOMOS UN REVOLTIJO DE VERSOS QUE NADIE SUPO ACOMODAR Arturo Contreras HASTÍO M. Knolls CUATRO PAREDES Isaac Arriaga LA PLAYA Felfema Mreosi TESTIGOS Beatriz E. Muglia PROSOFOBIA Laura Leyva EL POCHITOQUE JAHUACTERO Y LA INFINITA ESPIRAL NOCTURNA (Pat. Elias.) LLUEVE Isaac Arriaga ITZEL Dante Vázquez ¿ERES UN FANTASMA? Mariano F. Wlathe DUEÑA DEL COLOR Alegrif0 LA DIFICULTAD DE ESCRIBIRTE Emmanuel Moreno CALAVIN CALAVERA Jorge Regula CAMBIO DE VIDA Sahur Spinozza CAFÉ two sad tigers


A manera de presentación de resistencia, de querer hacer las cosas de otra manera. Detenerse, mirar a nuestro alrededor y reflexionar, tomar un lápiz o un pincel y comenzar a crear, a imaginar alternativas y soñar con un mejor mundo y tratar de hacerlo, al menos más bello, es lo que a mi parecer hace posible a esta revista: Que cada quien, desde su geografía, historia, visión y posibilidad, aporte unas horas de su tiempo (un sentimiento, preocupación o un rastro, ahora tan común, de indignación) y las comparta en este espacio.

Cuando mandé mi primer texto a esta revista no pensé que llegaría a ser el encargado de redactar esto. Yo sólo quería que alguien me leyera y ver mi nombre en los créditos de la revista. Pero aquí estoy, llevo un par de días pensando qué escribir y ni la lluvia de estrellas ha logrado marcarme el camino. Creí que presentar a esta revista que me brindó un espacio antes que nadie, que me hizo conocer grandes plumas y más grandes personas, que lo mismo da espacio a la crítica social que al arte… en fin, que me ha permitido emprender el vuelo con ella, sería fácil: el mutismo de la calle y el cantar del grillo oculto en la sombra me demuestran lo contrario.

Como siempre, en este número se encontrarán con páginas llenas de honestidad. Algunas páginas parecen escritas por personas que llevan toda su vida, quizá más, escribiendo; otras podrán resultar menos fluidas, un buen texto aunque no exento de tropiezos. He aquí el verdadero encanto de la revista, de este número. No se reduce al “si no sabes volar pierdes el tiempo conmigo”, La Libélula ofrece sus alas y nos invita a emprender el vuelo. Se puede llegar tan alto que la próxima lluvia estelar nos empape, o apenas despegar los pies del piso un instante. El chiste es perseverar. Ya cada uno llegará tan alto como pueda, y más alto la próxima vez. En fin, es hora de que cada uno ignore lo que he dicho y se sumerja en las páginas de este número, sin duda se llevarán más de una sorpresa y pensarán, como yo, que esta presentación pudo ser mejor

Es común que a los escritores reconocidos se les pregunte por el secreto para ser como ellos, suelen responder casi siempre de la misma manera: leer mucho, sobre todo a los clásicos, y escribir, escribir todo lo posible, es decir: perseverar. Esto aplica a cualquier arte y actividad. En medio de la violencia que no cesa, de los criminales que son liberados y los inocentes que duermen tras las rejas, de la urgencia por sobrevivir y no perderle el ritmo a la vida que cada vez corre más y ofrece una mano menos, la publicación de este número 19 de la revista resulta un acto, si no heroico, sí bastante loable. Me resulta grato constatar y ser parte de esta muestra

Vladimir Villalobos

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¿México lindo y querido…? Violencia en México Ricardo García El cielo se ilumina, no hay refugio. El cielo se ha teñido de luces y relámpagos rojos, mientras tanto, el amanecer se confunde con las llamas. Nadie ha sobrevivido, muchos han quedado atrás; agonizando o en muerte.

Dracir

Nos encontramos actualmente en una sociedad rodeada de ciertos fenómenos sociales que han invadido nuestra forma de ser y de relacionarnos. A nuestro alrededor prolifera un ambiente de inseguridad y de violencia. Además de que la mayor parte de ellos son visibles socialmente. La violencia producida por la “Guerra contra el Narcotráfico”, ha dejado a su paso agresiones y trasgresiones, sean directas o no. Pero qué hacer frente a ella, si la sociedad en la que nos encontramos inmersos parece no conmocionarse ante ella y sus consecuencias. Durante los últimos ocho años se empezó a encaminar una “guerra” en contra del crimen organizado, siendo el narcotráfico el centro de atención de la misma. Pero, qué ha sucedido con la puesta en marcha de esta guerra, al parecer no ha sido nada benéfica, sólo ver que ahora son siete, y no cuatro como antes, los cárteles conocidos que mueven el “negocio” en el país; las acciones de violencia aumentaron, tanto en cifra como en espectáculo (más de 60 mil cuerpos, ya sea decapitados, quemados, torturados...)+

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También, durante estos años, se ha “capturado” o “abatido” a líderes o integrantes de estos grupos, los cuales, por razones desconocidas, escapan o resucitan (¿?), pero eso sí, se dice que el trabajo del gobierno ha ayudado a que este malestar de la sociedad disminuya, pero el miedo sigue siendo característica en gran parte de país. Son muy pocos los lugares que carecen de estos problemas. Es así como el territorio ha cambiado su demografía. El miedo y la sangre son sus fronteras, mientras en los medios de comunicación se sigue diciendo “México sale adelante”, pero de qué.

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Las imágenes son estremecedoras: golpeados, baleados, decapitados, cuerpos mutilados calcinados, etc. Considerando esta situación se puede hacer mención que desde la inserción del presidente Felipe Calderón, a la presidencia del país y por ende su supuesta búsqueda de soluciones a los fenómenos que acontecen al país, se observan cifras descomunales de muertos, por la ya tan afamada guerra contra el narcotráfico: desde lo que va del sexenio de Calderón (2006-2012), se registraron aproximadamente 60 mil muertes relacionadas con el narcotráfico, tan sólo hay que comparar que las muertes presentadas durante 2010 (aproximadamente 16 mil muertes), equivalen a las que se presentaron durante el sexenio de Vicente Fox

• Ricardo García es Licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Además de la academia, destaca su interés por las artes, particularmente por la pintura y la escritura. Algunas de sus publicaciones, tanto académicas como literarias, son: “Noche”, “Estaciones” y “Desvanecido” (poesía), en Revista Malatesta Colombia-2012); “Noches de embriaguez” (poesía), en Revista Letra Muerta (Chile-2012); “Desvanecido” (poesía), en Revista Tamandua (Colombia-2012); “El miedo en nuestra sociedad” (ponencia publicada), en Revista Sincretismos Sociológicos (México-2012), entre otras. «dracirseek85@gmail.com»

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La moral extraviada en el siglo XXI Angoti Roa La convivencia social con una base de valores humanos –es decir, un comportamiento en un sentido moral–, es uno de los temas más interesantes y, tal vez, más preocupantes en la actualidad El extravío de esta moral que nos ayudaba a convivir quizá se dio un mal día en que los intereses se desviaron en una ruta que le pintaron color billete y, de pronto, perdidos por un camino que sólo se puede recorrer aprisa; la paciencia nos pareció muy poco útil, pues, ¿quién tendría tiempo para darse a entender o detenerse a pensar?, si el que no está haciendo algo (hasta en su tiempo libre) no se siente productivo y se incomoda, pues no hay tiempo que perder. Tal vez desde el siglo XX, cuando llegó la ideología del liberalismo y más aún con su mal intencionado sucesor, se nos acabó la paciencia, y no literalmente. Por eso a los niños pequeños, que necesitan tanta paciencia, los mandan cada vez más chiquitos a las no muy acogedoras cárceles de niños, llamadas coloquialmente: guarderías; así sólo dejamos un tiempo “valioso” y tolerable que, aunque sea corto, se disfruta al máximo. Esto es un grave problema porque le quitamos el

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valor a la paciencia y se lo dimos al tiempo. La honestidad es otro de esos valores con discurso heroico que por desgracia se atenuó gracias a los intereses personales que prevalecieron sobre los intereses generales, esos que nos conciernen a más de unos cuantos. Así nació la práctica perversa de la anti-generosidad, es decir, no sólo no soy generoso sino que se miente, y no para convivir sino por algo que la ética Darwiniana instaura como la sobrevivencia del más apto; esto, en nuestra mala interpretación clásica es “jódete al que no te sirve y hazlo de la manera que sea.” Creo que lo más preocupante es la falta de este valor para uno mismo, siendo honestos: ¿quién dice que para tener una vida plena tienes que obtener un pos-doctorado?; y siendo aun más honestos: ¿qué venimos a aprender a la escuela?, es más, aprender ya es algo, ¿pero acaso lo es todo? O, planteado diferente, la pregunta tendría que ser: ¿qué vamos a hacer en la escuela?, esto se puede responder con la estructura del pensamiento industrializado, sería algo así como: “pues pa’ tener un buen trabajo”, o los que tienen más arraigada la tradición lógico


positivista: “pues pa’ saber más”. Total que un valor como la honestidad deberíamos cultivarlo y practicarlo en uno mismo, pero ¿cómo podríamos hacer esto? Tomemos en cuenta la postura de un teórico del aprendizaje, Vygotski; nos dice que estas cosas de índole social se tienen que internalizar, es decir, tomarlas del exterior para poder estructurarlas en uno mismo, pero si en la sociedad sólo encontramos este raro constructo en lugares recónditos, se dificulta el adquirir este valor y otros tantos, igual o más necesarios para la convivencia social, pero no una convivencia de interacciones vanas sino una enriquecedora, algo que tenga más valor, algo más honesto.

“jódete al que no te sirve y hazlo de la manera que sea.” Podría continuar con la muerte de más valores morales de convivencia, pero quiero puntualizar uno que, tal vez a falta de alguno de estos, inventamos: la siniestra generosidad, que jamás sabremos si tiene propósitos ocultos, ¿en verdad existen los actos generosos? Porque bien podríamos hablar de una generosidad que se cambia por reconocimiento social o, bien, de otra que se cambia por la deducción de impuestos, en el caso de las donaciones a instituciones que necesitan recursos; en realidad, más que un valor, la generosidad propositiva se puede ver como una transacción de una cosa por otra, o tal vez, poniéndonos románticos, como un trueque, en donde yo voy a dar esta acción generosa de donar sangre (por ejemplo), para después publicar en mi red social favorita una foto de mí donando sangre para que los demás noten que soy muy “generoso” y que no me dieron un solo peso por un litro de sangre. Posiblemente después llegue alguna muchacha a la que le gusten las personas “generosas” y me pregunte con cierta coquetería tierna: ¿eso duele mucho? Es una visión algo pesimista de la moralidad actual, tal vez sólo sea un tanto realista; en mi opinión, intentar transmitir los valores fundamentales para la convivencia social constructiva, es más difícil de conseguir cada día; ésta es una labor con tintes heroicos, pues si en el exterior están tan deteriorados, tan débiles, tan mal intencionados y enfermos, esto mismo es lo que se puede transmitir a niños pequeños, claro que no con mala leche sino con el mismo peso de la historicidad de planteamientos del sentido de la existencia actual o, más bien, del sinsentido de la poca existencia en esta época. Es lo único que podemos trasmitir: este virus que portamos sin saber cómo lo adquirimos.

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La danza de mis amores Verónica Robles La danza, en cualquiera de sus disciplinas, está cubierta por una gasa de estereotipos, banalidades y elitismo, detalladamente decorada con virtuosismos. Sin embargo, como la luna, la danza tiene otra cara, una cara poco vista, poco estudiada y poco valorada, principalmente en los grupos de danza folclórica o tradicional mexicana, quienes hacen gala de un mediocre “rescate” de las tradiciones, un patrimonio que no nos pertenece, que pobremente nos adjudicamos y desvirtuamos en el escenario. Es importante que se aclare que lo hecho en escena no es más que una interpretación de un suceso dancístico en específico. Hay que aclarar que lo escenificado actualmente en esta disciplina en concreto es lo que se interpretó de ella en los años 50, cuando se encontraban en auge las misiones culturales por las pioneras de la educación dancística en el país, las cuales lo trasladaban al ballet; sin embargo, se sigue produciendo y consumiendo (aclaro: únicamente por el gremio) un México inexistente, carente de evolución, digerido millones de veces por estereotipos denigrantes. Grupos de danza van y vienen con más de lo mismo, pero hay otra danza, no la de academia (que debiera, más que reproducir, generar hacedores de danza reflexivos y creativos), y por supuesto no la danza de “show” y mucho menos sus malos imitadores; esa danza se vive y se traspira en quienes, a través de ella, se convierten en seres libres, descubriéndose día con día; humanizándose de su sentir, de su cuerpo y del sentir y del cuerpo del otro. Hablo de esa otra danza que te puede llevar a una catarsis emocional, a una convulsión corporal, al odio y a la pasión; es esa danza, la danza de mis amores, a la que no se le siente por un toque divino, a la que no le interesa el virtuosismo, la que sale del teatro y se crea en las calles, a la que le interesa existir fuera del tan concentrado gremio, una danza que se escribe en el presente, la que tiene otras mil historias que palpitar, la que puede transformar socialmente: liberadora, conciliadora, reflexiva, dolorosa, apasionante: sencillamente compleja y cautivadora en cada una de sus sutiles y extravagantes respiraciones. Esa, su otra cara, es por mucho, y ante todo, la dueña de mis amores.

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Reinvención 1: La Saudade “Tabú” de Miguel Gomes Alejandra Lomelí “Y por misterios que el hombre no puede explicarse, recibe la visita de un lugar aun más lejano, de aquella por quien su corazón le suplica, llevando ¡oh detalle morboso! El bello vestido que vestía cuando dejó la tierra”

-Prólogo de “Tabú” «Para Sam»

La manera de hacer y ver el cine ha evolucionado de forma vertiginosa. En los últimos años, muchos cineastas han pasado del formato 2D e incluso del tan de moda 3D para experimentar con otras formas de registro, caso concreto los 48 HFR (High Frame Rate o Fotogramas Por Segundo que, según sus defensores, es la velocidad con la que el ojo humano registra el movimiento y que, aplicado al cine, dará una mayor resolución y captación de la imagen, dejando atrás los clásicos 24 Cuadros Por Segundo que utiliza la imagen cinematográfica para dar la ilusión de movimiento).

Pareciera que se quiere ir un paso adelante de las capacidades que los mismos medios técnicos ofrecen; como ya se mencionó, muchos cineastas han pasado incluso del formato 3D cuando, para la que suscribe, aún no se han terminado de explorar las múltiples posibilidades que el 2D ofrece y se ha mal utilizado el 3D. Este es el primero de tres textos que llevarán por título “Reinvención”, en dicha serie se abordarán tres películas distintas pero que son claros ejemplos de que el cine, en su forma clásica de registro, se reinventa y que el tan despreciado 2D aún tiene infinitas posibilidades. Las tres películas elegidas son relativamente recientes (2012), hecho que soporta más la aseveración que se quiere plantear. En esta “Reinvención 1” se presenta la película “Tabú” de Miguel Gomes (Portugal-Brasil- Alemania-Francia, 2012). Miguel Gomes no pretende descubrir el hilo negro con “Tabú”, de hecho la película tiene una trama sencilla

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pero encuentra en la forma, toda su grandeza. En primer lugar, el portugués, quien se había desarrollado como crítico cinematográfico, ha realizado en “Tabú” una transgresión en dos vías: en cuanto a género y en cuanto a las reglas canónicas del propio cine, o lo que es lo mismo, ha hecho lo que los puristas un día declararon que no debía hacerse. Explico.

característicos de éste: amores prohibidos, separaciones, la fatalidad de las pasiones y la muerte, pero es gracias a su forma —y me permito ser insistente porque es un elemento crucial— que la película crea referentes a otros géneros para resaltar el inevitable saudade, un concepto tan lejano y ambiguo para los extranjeros pero tan cercano para los portugueses.

“Tabú” está presentada como un díptico cuyas partes se nombran respectivamente: “Paraíso Perdido” y “Paraíso”. En la primera parte, conocemos a una Aurora anciana en sus últimos días de vida; mezcla la realidad con los recuerdos, olvidada por su hija y procurada únicamente por su sirvienta Santa y su vecina Pilar; en la segunda parte, el espectador es testigo de la aventura extramarital de una joven Aurora con el casanova Gian Luca Ventura en la África

La saudade, ese sentimiento tan próximo a la melancolía que involucra una distancia temporal y/o espacial de algo amado, bien podría ser el punto central en torno al cual gira la forma y la narrativa de “Tabú”. La película no solamente hace reminiscencia del cine mudo, incluso no trata de volver a lo silente, este pequeño guiño que muchos han visto como homenaje, el cineasta lo utiliza como una reivindicación de la forma para contar su historia, así crea vasos co-

“...amores prohibidos, separaciones, la fatalidad de las pasiones y la muerte...” revolucionaria de los años 60. Gomes ha elegido contar la historia de amor prohibido entre Aurora y Gian Luca al revés, con una nostálgica fotografía en blanco y negro, con la melancólica voz en off de un anciano que está un poco “deschavetado” y con silencios aturdidores. “Tabú” bien podría inscribirse en el género melodramático por contener los elementos narrativos

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municantes en el que la referencia al cine silente es el pretexto ideal para que la voz del anciano, Gian Luca Ventura, tome protagonismo y narre su historia de amor jamás realizada entre él y Aurora. Incluso este recurso, que tiene su lucimiento en la segunda parte: “Paraíso”, es pura transgresión y reinvención que superpone la narrativa, o voz en off, a una serie de imágenes mudas que se rompen


solamente con sonidos de la naturaleza (el canto de los pájaros, la piedra al chocar con el agua, los árboles) y con algunas canciones. Pero, principalmente, todos estos atributos son un experimento fílmico que nos habla de la forma en que construimos nuestros recuerdos, bien señala Miguel Gomes al definir su película: “’Tabú’ habla sobre el paso del tiempo, sobre cosas que desaparecen y sólo perduran en la memoria, fantasmagorías, imaginería —o como el cine que suma, que suma y congrega todas ellas—. […]La película trata de cosas que se han extinguido: una persona muerta, una sociedad extinta, una época que sólo puede perdurar en la memoria de las personas que la vivieron” [1]. Y a toda esa extinción es a lo que “Tabú”, de Miguel Gomes, hace homenaje, valiéndose de formas y técnicas “desaparecidas” que él ha reinventado y simbolizado en la figura constante del cocodrilo, que nos deja una serie de saudades postales en blanco y negro para nuestros recuerdos.

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[1] Miguel Gomes, “’Tabú’, el paso del tiempo y las cosas que desaparecen”, publicado el 18 de enero de 2013 en http://www.huffingtonpost.es/ miguel-gomes/tabu-el-pasodel-tiempo-y-las-cosas-quedesaparecen_b_2501450.html


Drama, melancolía y elegancia a la Mario Bros Edmundo Arana / @kradprro

Desde el año pasado nos hemos acostumbrado a escuchar que el mejor postpunk proviene de Rusia, bandas como Motorama, Manicure, Human Tetris y Brandenburg han dejado un estándar muy alto en cuanto al género se trata. Sin embargo, estas bandas ofrecen un postpunk apegado a sus raíces, a la voces de barítonos, a un remarcado trabajo en el bajo, y les agradecemos por ello, pero, en Italia tienen otra idea de lo que se debe hacer con la herencia del sonido nacido en Manchester. Desde Pesaro nos llega Soviet Soviet, trío formado en 2009, banda que impregna su música con ese cliché italiano que dicta: su música estará llena de pasión y dramatismo. Un reflejo de ello es el sonido tan particular de la banda, diferente en matices y tonos a los ligados tradicionalmente con el postpunk; no encontraran la voz de un barítono, lo que nos obsequian es una permanente dosis de guitarra saturada, un bajo bastante pesado y un bombardeo con una voz en ocasiones desgarradora. El trio cuenta con tres Eps que muestran que el postpunk puede ser bastante punk, su primer material publicado es “Marksman”. En este trabajo, de tan sólo cuatro canciones, podemos apreciar un sonido bastante cercano al ofrecido por muchas bandas garage, sin perder el toque obscuro y elegante del postpunk. Para su segunda entrega homónima, Soviet Soviet, realiza cinco temas que no pierden la esencia del trabajo anterior, sin embargo los instrumentos suenan un poco más limpios. Para su tercer trabajo, Summer, Jesus, los de Pesaro entregan un material en el que el sonido está más pulido que en sus antecesores, “The Beast Are Brave” y “Aztec Aztec” son la mejor muestra de ello.

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...en tan sólo cuatro canciones, podemos apreciar un sonido bastante cercano al ofrecido por muchas bandas garage, sin perder el toque obscuro y elegante del postpunk...

Es precisamente con este material que Alessandro Ferri (batería), Andrea Giometti (bajo, voz) y Alessandro Constantini (voz, guitarra) visitaron la Ciudad de México, una maravilla lograda por sus fans y Bandtastic, el 21 de febrero de este año. El lugar elegido fue El Imperial, un lugar que gracias a su tamaño permitió un concierto extrañamente íntimo y energético, en el que punks, darks, hipsters y demás, bailaban desenfrenados al mismo ritmo. Soviet Soviet me transmitió con su música bastantes emociones, desde mi perspectiva sería parte fundamental del soundtrack perfecto para una película de Pasolini, Visconti o Fellini, y no, ésta no es la sección de cine. Soviet Soviet es una banda con bastante futuro, son esos italianos que suenan a Warsaw y no a Joy Division, son esos de Pesaro que fusionan el dramatismo italiano con la melancolía y elegancia del postpunk. Sin dudas, una muestra de que los géneros musicales son moldeables y de que se pueden enriquecer enormemente cuando los talentosos se lo proponen.

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Soviet Soviet. http://sovietsoviet.bandcamp.com/ Bandtastic. http://bandtastic.me/ Theriuss. http://www.theriuss.tv/ Fotografías: Theriuss Allan Zaragoza @theriuss

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Talento emergente Lita / @starylita La ilustración contemporánea, apoyada en tecnologías digitales hoy en día no está catalogada como tal dentro del mundo del “arte” ya que éste –se piensa– demanda una serie de estudios y conocimientos amplios en torno al dibujo, sin embargo, me parece que puede consolidarse como expresión de un nuevo arte. En los últimos tiempos, la ilustración ha tenido un alto impacto visual en la sociedad (que podemos ver en una gran serie de productos comerciales, portadas de libros, envases, entre muchos otros), y es que ésta implica más ingenio que talento artístico para su creación dadas sus posibilidades infinitas de técnicas, entre ellas: lápiz, carboncillos, plumones, acuarelas, oleos, aerógrafos, etcétera.

En lo personal soy amante de la ilustración, y también fan de muchos artistas alrededor del mundo que se dedican a esto del freelance y comparten su talento. Por ejemplo Anna Johnstone, originaria de Nueva Zelanda y diseñadora gráfica, una de mis favoritas (ilustración adjunta). Su estilo exagera las proporciones de un cuerpo normal en combinación con personajes ficticios. Para terminar quiero agregar una frase que escuché hace ya un tiempo de uno de mis maestros (egresado de la escuela de Bellas Artes): “Para mí, el arte empieza a partir de un simple trazo, sea o no estético, el hecho de que llegue a transmitir emociones lo hace arte”.

A diferencia del arte, la ilustración generalmente es de forma digital y se exhibe en una gran cantidad de sitios en internet y tiendas galerías, éstas suelen reunir a un sinfín de artistas reconocidos no sólo de México; expo-ventas especiales con piezas en serigrafía, art toys intervenidos o hasta subastas en piezas originales crean un ambiente artístico en estos eventos. Algunos artistas crean piezas exquisitas ya sea en un trazo sencillo o muy elaborado, agregando color y una fuerte carga humorística, por ejemplo los llamados “caricaturistas” en algunas secciones de periódicos y revistas, los cuales logran sacar el lado sarcástico tanto de circunstancias de la vida cotidiana como de cuestiones políticas.

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“διαλεκτική” /Oleo sobre tela / (50 X 40cm) / 2013

διαλεκτική Diego Montoya Coquis διαλεκτική, “dialéctica” con sus caracteres originales del griego clásico. Diálogo: puente entre los opuestos, posibilidad de conocimiento y de síntesis. Mi obra resulta del diálogo entre el mundo teorético y el material, sin tener precisamente ancla en ninguno de los dos, mi obra es un intermediario. Es Hermes.

El fuerte contenido conceptual de la palabra se refleja en Platón: la dialéctica es condición del conocimiento. Intenté encontrar el carácter material y compositivo de las letras en sí mismas, despojarlas de su sentido teórico para exponerlas con su valor enteramente plástico.

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Ricardo García / Angoti Roa / Verónica Robles / Alejandra Lomelí / Edmundo Arana / Lita/Diego Montoya Coquis / Carlos A. De Regil S. P. / Alicia Castillejos / Abraham Peralta Vélez / Daniel Quintero / Berenice Patiño Roa / Enrique Paul Estrada Santos Gaona / Víctor Alan Ávila Garnica / David Marín / R. Lis / Jesús Hernández / Alejandra Méndez / Juan José Enríquez Rivera / Ricardo Suasnavar / Alí Reyes / Raúl Córdoba / Manuel Lasso / Aarón Ávila Pérez / Arturo Contreras / Gabriela Miranda Torres / M. Knolls / Isaac Arriaga / (Pat. Elias.) / Felfema Mreosi / Beatriz E. Muglia / Laura Leyva / Melissa Guarneros / Dante Vázquez / Mariano F. Wlathe / @Alegrif0 / Emmanuel Moreno / Jorge Regula / Sahur Spinozza / two sad tigers

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Co la bo ra do res


No necesito de ti, No necesito de ti y no quieres tenerme Te conozco. No me hace falta saber tu nombre Ni las formas de tu cuerpo. Sólo basta saber que existes Para apoderarme de tu esencia. Desde tu ventana abierta te desnudas frente a mí, vives discreta en mis versos viajas entre nubes de anhelos escapando de mí. No me necesitas No necesitas de mí Y no quieres tenerme Pero nunca importa porque yo…. Te conozco.

TE CONOZCO.

Carlos A. De Regil S. P.

(Kiratro)(nov,92). trovohemio@outlook.com

SIGILO Porque tanto movimiento sin cambio. Desde el resoplo de la angustia inacabada. En el mareo de la mano de lejos… Tengo una gran pérdida. Corrió mi corazón al lodo, La mente deslizó al campo, La sangre diluyó en mercurio… Huyó al avenamiento. Aquí, el aire ya se respira, allá, la tierra aprieta el paso, en casa, el estornudo suspira, la calle, exhala mi huida. Porque tanta compresión calla, ahí, donde la vela extinta forma figuras de insomnio, Yo, yazco sobre la cama de tu nombre. ¡Oh tanta vida!

Alicia Castillejos

seleme@live.com.mx

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POLVORIENTA

Nací mientras el vientre de la ausencia, por el tacto, quebrábase y paría. Que mi tacto quebró la hora vacía, mientras me embalsamó, la luz, presencia. Mordí de la luz, luz, la difluencia. Mientras que tacto, luz, recién nacía, lumínico, difluente, me moría, luz de la luz, mortuoria lactescencia. La luz que en tacto rompe, polvorienta, me amortajó el tiempo de su vientre; me hirió con el amor de su espejismo. Hizo de mí su vaso, su hermetismo frágil, su callejón que se fragmenta a cada instante que la luz concentre.

Abraham Peralta Vélez

20 de mayo 2013, madrugada, D.F., casa de la Unidad Modelo.

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NEGRO Y BLANCO “…y la tesitura de mis nervios una red secándose en la playa.” -Álvaro de Campos

No hay palabras en el centro de la noche el océano arrastra sus segundos por la hora azul y tu sombra anda por algún rincón de mi nombre solo queda arena en la voz del viento gotas de mi sangre llenan tus pupilas y los susurros de la lluvia mueven las nubes mi llanto y el cielo no están en ninguna parte las calles son una mancha en el ocaso y los pasos del polvo sienten mi frente ¿En qué ramas y hojas tiembla la tarde? La tierra mojada huele como una página sin nada escrito Por tu mirada bajan lágrimas de otra cara el cuerpo de los muertos se mueve en tu sueño y venimos dejando huellas en las llamas del incendio Tus venas son líneas de mis manos el sol sostiene las cenizas de todos mis días y mi memoria es un ciego que se queda solo Ya no hay bruma ni brisas en mi voz No están en el mismo lugar mis ojos y mi rostro y mis caminos son grietas de un espejo roto.

Daniel Quintero @Baticumbia

(Aguascalientes, 1994) es estudiante de Filosofía en la Universidad Veracruzana, ha publicado en las revistas Cultura de Veracruz, Replicante! y Abiert@;

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INCENDIO EN EL COSMOS Berenice Patiño Roa Cortázar, Guanajuato

Imperio de palabras fugitivas, unidades mínimas significando, sentidos en juego multiplicando presencias, agitando ritmos en risas extravagantes que conducen al todo… de la nada. Siluetas imperfectas arañando corazones. Dale un respiro, todos fluimos sin pertenecer. Ácido temblor, riesgo continuo. Dispersos en la nada jugando con vocablos, complejos movimientos: piezas de ajedrez. Bocanada de recuerdos consumiendo el tiempo. Incalculables, sonoras, máscaras de un sólo color. Cautiverio fascinante, un rostro interminable. Con el pasar de las lunas el instinto reafirma la memoria, envuelve a las heridas ocasionadas por la muerte, derrocamiento de la razón, miedo entre fieras, los enigmas enredados en la piel secuestran al sueño. Mutílame, destroza mis labios con las mentiras del destino. Estrellas necias y altaneras, impulsivas dirigen enfrentamientos e indican direcciones, los viajeros perdidos no se atreven al reclamo. Esta concentración de nubes enferma a la nostalgia, agoniza en locura un mar bravo, apasionado, que carente de sales derriba los puentes, nos aleja del encuentro. Incendio en el cosmos, historia de adiós.

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RELAMPAMOR

Para Adriana González

Quisiera tener la certeza de que estás hecha de dientes o de un no sé qué veneno, quisiera saber de donde vienes, qué frutos, qué corazones has cortado, qué mano segadora cegó tus ojos, tus labios, tu silencio indefinible, tu mirada al cielo. Quisiera tener el sabor de la carne que toca tu boca, para poder ser el más casto beso: Un beso que puede quebrar el abismo, un beso que cae y se resiste a caer en el alma, y un beso más que quisiera saber, saberme y ser, tu beso. .. Pero los amantes llevan antifaz, cuando saben del beso, van tomados de la mano para no tropezarse, van concatenando discusiones se quedan en silencio, regresan a sus destrezas caminando por los parques; hieren árboles con sus nombres para saber que algún día estuvieron, y estuvieron ciegos.

… Hundo mi vanidad en estas hojas, me como mis manos, me como como un caníbal, como una cucaracha. Nadie sabe, –es decir, tú no sabes– que estos muñones que llevo por brazos, que esta sombra que llevo por perro es todo lo que tengo, es toda mi vanidad. Sólo tú puedes ser, más altiva, más distante que la nube, que una ebria golondrina en las estrellas. Sólo tú sabrías, tener el pliegue del cuerpo que te forma, sólo tú, podrías matar al poeta con un beso.

Enrique Paul Estrada Santos Gaona Facebook : Enrique Estrada chencha46@hotmail.com

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A Rubén Quiroz

EL PECHO Y LA FRENTE

Encadenado tacto a verdosos vacíos abismales hechos por el retracto dejado por esos males en los portados colores actuales

son 130 dedos sin los nuestros incluidos estar tan repletos de miedos e historias por narrar tacto encadenado puede salvar

el águila esperada con abiertas alas en pleno vuelo de excelsa vista dada acaricia su cielo la penumbra permanece en el suelo;

ante desesperados cuerpos has decidido reaccionar ambos entrelazados la fuerza ha de mezclar poderes que se hubieron de juntar

verde el enamorado ilumina al techo con pensamientos hondos de su buen hado mas ausentes los cientos de beneficios piden sentimientos por una abierta brecha bien lograrían pasar los sabores negados a la fecha incluso los colores sin dar al verde abismal dolores al abismo las manos que encadenadas no se encontrarán. Blanco llanto las manos que nunca llorarán mas la luz de las cuatro hallarán,

mano forma al águila reclamada lista a vigilar, cuidar y salvar cuanto en el abismo pueda pasar, abismo crea la brecha deseada de sabor, color y amor es entrada lo que la mano no dejó entrar. ¿Por qué creer que fue un desatino en vez de confiar que esto es destino?

Víctor Alan Ávila Garnica

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PANTANO DE NOCHE

He despertado abierto los ojos aún esa saliva de pantano se revuelca en mi boca Le propuse que venga 24 años esperándola (Chillidos) aquella mosca aplastada aún sigue allí y los gatos se han ido Incertidumbre entre el desvelo y el insomnio Lo intemporal rueda cimentándose hacia lo fáctico y cruje… Quise levantarme prender o apagar la luz quise pero era hermosa esa imagen que por mi mente pasaba saludando Quisiera persuadirme además que no he dormido en sollozos Pero la operación axiológica me aconseja: ¡Rompe esquemas susodicho! Y el átomo estrujado, polvoriento, insomne está por todas partes, esa oreja o mosca sigue allí, mi escupo tiene sabor a pantano y puñalada

Cien nubes naufragaban en mi sueño ni espanto me daba ni mucho menos luciérnagas habían Había una ventana abierta, la vi: ahí está y las gotas de lluvia mojan mis pies ella no se ve por ningún costado Estoy sangrando de mi garganta estuve borracho y no me he dado cuenta tenía una vida hace 24 circunferencias de traslación que tuve una ya me dijeran las siluetas que me hablan: ¡Rompe esquemas susodicho! He contado nubes, desilusiones, rupturas soy tantos cuerpos como sueños he tenido soy este ojo abierto, quieto a un pantano que dentro de mí prolifera pececitos lo habitan cierro los ojos para escucharlos

David Marín

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24x35 R. Lis

Acetato control de mis demonios plata coloidal que refresca mi espíritu conjuren al cielo energía conjuren al cuerpo razón. Tras vectores que entran por el prisma tras sonrisas que fingen pulcritud bajo piel que esconde sollozos bajo el alma que grita dolor. Vive razón de cordura persiste mascara de respiración que en tu soporte yace la calma y caos en la emulsión. Dolor que revienta el grano subrevela por la vida mi ardor baña de paro la agonía fija las zonas de confort No como estandarte de victoria ni como documento delator sino como veinticuatro milímetros cordura con treinta y cinco de pasión.

Siembro paz, siembro vida, siembro lucha, siembro esperanza.

Trabajo al amanecer, arando con amor, regresando a casa, bajo el sol agotador.

Aro el campo, lo cultivo con sudor, miro a las estrellas, les entrego mi dolor.

Sueño con un mañana con justicia e igualdad, de revolución y gozo, con armonía y solidaridad.

Uso el arado, la pala y el azadón, dejo en la tierra, mis ilusiones y corazón.

Siembro alegría, siembro dignidad, siembro rebeldía... cosecho libertad.

Siembro mi pueblo, siembro bienestar, siembro mi patria, siembro nuevo mundo.

CAMPESINO Jesús Hernández

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AMANECER Mientras el amor entre los amantes sea autentico, el amor los inundará.

Estoy aquí Despierta, El sol entra por mi ventana y me abraza Me arrebata del lecho que comparto contigo Acaricio tus cabellos, pequeños mechones enredados entre sí Beso tus labios y despierto el león que hay en ti Empieza la revolución… Me atrapas y tus brazos son dos leños ardientes que buscan apagarse con mi cuerpo Estiro los brazos, me mido en tu cuerpo Es un abrigo a mi medida. Nuestros abrazos se vuelven una danza que bailamos al compás de la sinfonía de nuestros susurros. ¿Por qué te amo tanto? Será tu sonrisa franca, tu mirada compasiva, tu forma de ver la vida, Tus eternos silencios… Pero todo tú eres un conjunto Y por eso te amo.

Alejandra Méndez

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SURGIR DEL SILENCIO

El fluir de las horas, de los días, de los siglos cuando el sol silenciado en un cantarito de agua la sirena atesora celosamente tan fugaz como un suspiro mostrando su claridad… Esta locura sabes que es mía y renacerá como un roble frente a ti contra todo lo vano… ¿Qué sucedió aquella noche estrellada? Recuerdo escuchar que reía mi melancólica sombra que hubiese soñado al amanecer. ¿Quién fue el que tiró de la cuerda cuando el cobarde latido se alejó lentamente y florece con quien fuera un extraño ser de luz? Expira sigiloso… ¿Acaso sería una gran quimera? Seguirás el aroma de muerte que parece haber estallado en un cielo harto de sangre y oscuridad…

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EL COLLAGE El collage es el museo de sanguijuelas dolorosamente alojadas y extraídas de la conciencia enterrada que desangraban a Jesús Cristo desde hace dos mil años. El collage es la proyección del nuboso lente con que vemos al resto del mundo y vemos al collage y ves este poema. El collage es la masacre secreta. Las cuchilladas en el retrato de boda de nuestros padres, postrados ante la ley del Señor. El collage es el vómito de una borrachera que no ha parado en dos milenios de intoxicarnos antes incluso de ser alumbrados. El collage es hartazgo y el collage es rabia y el collage es mutilación y el collage es escandaloso porque el collage... no es más que la sangre que te queda en las manos. El collage es el lienzo donde han caído las reverberaciones hechas tinta de los mártires y los anacoretas en las cavernas en el desierto. El collage es el último atisbo de cordura que dejaste escondido en la puerta de un manicomio en Mixcoac hacia mediados del pasado siglo. El collage son los pasos marcados en el lodo del danzante que se cubre de la lluvia con una piel de venado, mientras muere en un ritual. El collage son las cenizas del incendio apresurado de Auschwitz diluidas en el polvo del Estadio Olímpico cincuenta años después. El collage es el Viva La Résistance! susurrado a las espaldas del oficial alemán por un par de clochards en la noche más cruda del invierno parisino. El collage es la tierra húmeda donde pisaron las huestes de Cortés y es la tinta con la que fueron escritas las Cartas de Relación. El collage es el álbum de fotos de tu propio entierro, que encuentras por casualidad entre los libros de la Calle de Donceles. El collage es el licuado de las conciencias de una ciudad entera, servido y adornado por el mejor de los gastrónomos del mundo. El collage es la sangre derramada en Coyoacán el día de la muerte de la transparencia a manos de un fatal picahielos. El collage es la suma de las aflicciones del hombre, recortada y armada por las manos de un hombre que es, de pronto, El Hombre.

Ricardo Suasnavar Azcapotzalco @rsuasnavar

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INQUIETUD El paso de los días quizás lo anuncia con su manera tan discreta de pasar frente a mis ojos. Un golpe de cordura, debilidad absurda por separado y vulnerable a la ternura, de conocerte tanto y no saber quién eres, de confiarme en ti sin creer en mí. Dudas que se clavan en las venas, una a una se entierran sangrantes, cada momento es más agonizante y tonto; lo vivo y no es real, lo imagino y no es verdad, me miento y nada mejora. Cruda situación frente al mundo, es impredecible ¿cuándo se es más insignificante que una mosca en el parabrisas?, la sensación de los muros que van directo a mi espalda, partiendo las esperanzas que con empeño construí.

Sintiendo ser víctima de mi corazón, que con reproches lo remueve todo, con un soplo es suficiente para agotar el aire y entonces cuando estoy sin respiración me veo a mí mismo, después de un aliento largo me levanto y corro. Veloz y distraído me voy disfrazando a la distancia, paso a paso me siento a un lado de tu vida preguntándome si piensas en mí tratando de no sentirme idiota por lo que significas en mi vida. Entonces otro día llega y me quedo en prerrogativa de ti.

ESTÁ DORMIDA

está dormida. son las dos de la tarde y casi nieva. pero ella está dormida. aprieta su pecho contra el sueño, apagada, encendida. está dormida.

Alí Reyes

no sabe que me siento a su lado. quizá, en su noche, cruce por extraños jardines, hable con gente lejana; alas de los cuervos. pero en la cama me siento a su lado. está dormida. su forma está allí, apagada, encendida. vuelvo a mirarla, aunque conozca todo

Raúl Córdoba su cuerpo. levanto la frazada. ¿es

Argentina facebook.com/juanraulcordoba facebook.com/pages/Raul-Cordoba/576593732364474

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nuevo este reflejo, este brillo de hielo, su espalda de repente, desnuda frente a mi?


EL CARNICERO DE LYON 1 UN TORTURADO FRANCES “A mi me torturó en la E’Cole de Santé Militaire, monsieur. Al otro lado del Rhône, al frente del Hotel Terminus. El primer día me dejaron solo con él en un enorme galpón. Se escuchaba la música de Wagner a todo volumen, Die Walküre... Musique merveilleuse, monsieur... Recuerdo que Gerhilde cantaba... Heiaha!... Ho-jo-je-jo!... Al teniente lo ví un poco apartado, como oculto entre las sombras, con su uniforme negro limpísimo, y una banda roja con esvástica en el brazo izquierdo. Estaba de pie, muy tranquilo como si estuviese meditando, con una cachiporra en las manos. La penumbra no me permitió ver bien los detalles de su rostro. Al principio no hizo nada y permaneció inmóvil, escuchando la música. Muy preocupado, yo continué mirando a su silueta, monsieur y me pregunté por el momento en que empezaría a interrogarme. De repente, cuando las Walkirias entonaban... Haya-yoho... Haya-yoho!, él corrió hacia mí a gran velocidad como si me estuviese escapando. Fue algo que no entendí. Avanzó con gran agilidad, monsieur. Cuando llegó a mi lado me empezó a golpear con su cachiporra y yo sentí un dolor terrible en toda la cabeza. Creí que mi cráneo había reven-

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tado en pedazos. Recuerdo sus guantes de cuero finos. No me preguntó nada. Sólo me pegó y me pegó. Debía de estar en grandes condiciones físicas porque me rompía la crisma que era una maravilla. Machacaba rápidamente, incansablemente. Sus movimientos eran impecables y exactos. Sabía donde colocar sus golpes. No se agitaba ni jadeaba. Me daba en el cuello, en los brazos, en la espalda. Cuando me cubría la cabeza él me asestaba abajo. Cuando me protegía abajo, me propinaba en la oreja y yo tenía un zumbido horrible y la sensación de que mi cabeza había explotado en mil pedazos. Todo lo hacía con perfección y con gran coordinación, con movimientos elegantes, como si los hubiese practicado miles de veces. Me fui doblando del dolor. Poco a poco me quedé encorvado. Sentí que las piernas se me doblaban. Caí de rodillas y perdí el conocimiento, monsieur. Cuando desperté, yo estaba en el suelo, boca abajo, con una ligera náusea. Escuché a todo volumen la magnífica música de las Valkyries. Era el Acto 3, cuando las heroínas recogen a los guerreros muertos. Vi la punta de sus botas bien lustradas cerca de mí y sentí el fuerte olor a betún. Me hizo levantar con sus ayudantes y me miró


con sus ojos verdes con mucha tranquilidad como calculando mis fuerzas restantes. Luego, monsieur, me volvió a maltratar con la misma elegancia y entusiasmo de la primera vez, en la cabeza, en el cuello, en la espalda. No me preguntaba nada. Sólo me voleaba con su cachiporra por todos lados. Ordenó a sus asistentes que me dieran de puñetazos junto con él. Llamó a Goulé Tordué para que me pateara con más violencia. Una vez mientras todos me castigaban él exclamó furioso algo que recuerdo muy bien hasta ahora: “Ein Führer, ein volk, ein stat!” (¡Un lider, un pueblo, un estado!) Entonces todos me vapulearon con más enardecimiento como si estuviesen haciendo algo grandioso o mesiánico. Me doblaron casi inmediatamente y me volví a desmayar. Me revivieron metiéndome en una tina de agua helada. Tan pronto desperté sentí que el agua me entraba por las narices y que me estaba ahogando, monsieur. Me extrajeron de la tina tosiendo, tiritando y castañeteando los dientes. Pensé que me estaba muriendo y casi me dejé caer al suelo. Me secaron rápidamente; pero casi inmediatamente me volvieron a golpear. Este brutal martirio continuó por siete días durante

los cuales no me preguntaron nada. Sólo al final, después de torturarme tan sadísticamente, cuando me zumbaban los oídos y ya no podía abrir los ojos por lo hinchado que estaban y cuando me encontraba tan débil que no sabía si estaba vivo o muerto, él me hizo una sola pregunta. Acercándose a mi oído, con una voz muy suave y tranquila, casi susurrando, me preguntó: “¿Quién es Didier?” Yo lo miré asombrado. Yo no sabía quien era esa persona. Miré las letras S.D., bordadas en gris, en el cuello negro de su uniforme, sus ojos amigables y compasivos, sus labios sonríentes y le contesté: “No sé... No lo conozco.” Sorprendido me volvió a preguntar: “¿No lo conoce?” “No. Nunca lo he visto.” El se molestó. Se quedó en silencio por un momento. Luego se calmó y dijo a sus hombres: “Leben und leben lasse!” (¡Vivan y dejen vivir!) Y ordenó que me arrojaran en las afueras de Lyon. Sus hombres me dejaron recostado, con los brazos abiertos, sobre una larga banca de piedra del Romain ampithéâtre, con una hoja de papel adherida a mi pecho por un imperdible, que decía: “Il ne sait pas.” (El no sabe.)

Manuel Lasso

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TRAGEDIA AZUL Domingo, 26 de mayo, 10:00 pm. ¡Canta, oh diosa, la cólera del pueblo azul! No lo podía creer, simplemente era inaudito. La suerte estaba echada, el mundo se vino abajo en cuatro minutos. Recordó a su padre, sus consejos, sus regaños. “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. El escenario estaba puesto, las piezas se acomodaron; definitivamente no era su noche. Lo supo desde que amaneció, el sabor amargo de su saliva, la jaqueca, la maldita jaqueca. Ni la pasta de dientes, ni el enjuague bucal funcionaba, el maldito sabor no se iba. Chicles, pastillas, un ligero desayuno. No. La calma antes de la tempestad siempre lo incomodaba, nunca supo manejar los nervios. “El Profe”, con su típico hablar pausado, levantaba el ánimo del equipo. Todo era confianza y seguridad entre sus compañeros. Él disimulaba, la mirada esquiva, el ceño fruncido. El sabor amargo en la boca persistía. Sabe a bilis, pensó. Padre nuestro que estás en los cielos… La mano de un utilero estrechó fuerte la suya, se sintió incómodo, la mano sudaba. Comenzó a temblar, la manó lo afianzó con mayor fuerza. Amén. ¡Vamos, vamos; azul, azul! Todo era efusividad. Sin embargo, el sabor amargo en su boca no se iba. La mano del Profe rodeó su cuello. Hoy es la noche, nuestra noche, tu noche. Por su espalda sintió el recorrido del sudor frío. Una palmada ¡Órale, a romperse la madre! Cómo si de un largo letargo despertara, escuchó el rugir del estadio (¡Vamos, vamos ame…!), vio las banderas amarillas ondeando en el aire, se sintió pequeño, jamás en la vida se había sentido tan indefenso.

Desperté, como de costumbre, sin alguna expectativa para lo que resta del día. Son ya las tres de la tarde, el calor es insoportable, entre el sol y esta terrible resaca no puedo seguir durmiendo. No encontré más alcohol en la despensa, supongo que debo salir a conseguir algo que me regrese al estado en el que llevo más de un mes encerrado. Llego a la primer licorería que recuerdan mis pasos –encontré un montón de monedas perdidas entre la ropa sucia que alfombra mi cuarto–, el dependiente me reconoce pero se limita a meter la botella en una bolsa y desearme buena tarde. El dolor de cabeza no me permitió recordar que tomara las llaves antes de salir, tengo que romper un vidrio para poder entrar, ahora me sangra la mano derecha. Encuentro una vieja libreta con algunos esbozos de poemas, me recuesto a leer en el sillón más pequeño. Busco algo para escribir de entre las cosas que, tal vez borracho, tiré del escritorio junto a mi cama. Envuelvo mi mano en una playera que tomé del suelo, no deja de sangrar. Bebo todo lo que hay en el vaso y me dispongo frente a la libreta vieja con un lápiz ensangrentado y con las ganas de escribir. Han pasado varias horas, está oscuro ya y tengo que prender una luz para poder ver el papel, sigo sin saber qué escribir. Después de unos diez o quince tragos resuelvo que estoy tan ebrio que igual no podré escribir nada, pongo un poco de música y me tiro en la cama. Ha pasado otro día.

HASTÍO Gabriela Miranda Torres

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Aarón Ávila Pérez https://www.facebook.com/RevistaHybrid2 http://hybri2mag.tumblr.com/ ¡Cuatro minutos más, échenle huevos cabrones! escuchó al enérgico capitán, que estiraba sus piernas, consecuencia de los calambres y una mala preparación física. Miró la pantalla gigante, el marcador señalaba un raquítico 2-1, marcador global (¡Vamos, vamos ame…!). Tiro de esquina. Como una ciudad amurallada, el asedio cimbraba los goznes de las puertas. Las catapultas apuntaban hacia el corazón del área. El estadio rugía, las banderas amarillas se batían como las alas de un ave depredadora. Se sintió ausente. Empellones, manotazos, la lluvia (¿acaso el sudor?) enfriaba su espalda y nublaba su visión. Tiempo después me confesó que sólo se lanzó, nunca miró la pelota. Tendido, sobre el césped, quedó como ausente. Como balde de agua fría lo devolvió a su sitio el contacto de unas manos frías. ¡La cagaste cabrón, iba para afuera! ¡Goooooooooooooooool! Pandemonium. Los once pasos al patíbulo De nuevo, el fantasma de su padre llenaba su mente. Si algo puede salir mal, saldrá mal. No debía fallar. Su mirada perdida se asemejaba a la de un condenado que camina la milla de la muerte. Se encomendó a un dios en el que no creía. La playera empapada dejaba ver una respiración frenética. Miraba fijamente el balón, tomó poco impulso. Todo quedó paralizado, el rugido en el estadio cesó, las banderas descansaron, la lluvia amainó. Mordió sus labios, pateó con todas sus fuerzas. El sabor amargo seguía ahí con el recuerdo de su padre. ¡Vamos, vamos ame… que esta noche tenemos que ganar!

TESTIGOS

Saben algo. Se les nota en la cara. Algo que ni vos ni yo sabemos. Se reúnen en las esquinas. Charlan bajo. Serios. Con la seriedad del conocimiento. Ellas de polleras largas, oscuras. Botas, medias gruesas. Ellos de pantalón negro, camisa y corbata. Portafolios cargados, gordos y pesados. Salen a testimoniar. Van de dos en dos. Los perros los persiguen. Ellos caminan. En una casa no les abren. En otra, una Virgen con su acampanado vestido celeste y arco de luz metálica los invita a retirarse. Son incansables. Si les abrimos, nos charlan largo. Les preguntamos algo. Ellos responden. Saben de todo. Nos recitan de una Biblia gris y con las hojas dobladas de ser leída y releída. Nos entregan folletos. Allí están las respuestas, nos anuncian. Nos prometen volver. La semana próxima, tal vez. Tratamos de descubrir eso que saben. Leemos las revistas. Las figuras de personas que han encontrado la felicidad de publicidades estadounidenses. Afroamericanos, orientales y pelirrojos sonríen con dentaduras perfectas desde el idílico paisaje en donde siempre el cielo es celeste. Nos dicen “¿les abrís la puerta? ¡Te van a convencer!” ¿Convencer de qué? ¿De qué nos torturen y maten porque nos negamos a tomar un fusil en la Guerra Inútil? ¿De que dejemos la vida en un sanatorio porque creemos en Algo más? Tal vez su verdad no sea tan falsa (¿ni verdadera?).

Beatriz E. Muglia Puerto Madryn, Chubut Argentina.

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bmugliaar@yahoo.com.ar


EL CAMINO DE LAS BESTIAS Doctor Gálvez, Ciudad Universitaria, Centro Cultural. Me paré de mi asiento, esperé solo un poco y el movimiento de vaivén que provocó el frenado me indicó la llegada. Salí del camión. Una señora encargada de la limpieza parecía ser mi única compañera en el andén. Guardó algunas cosas en su locker mientras yo seguía mi camino. Vi el reloj. Eran las seis y media de la mañana. Subí las escaleras que se encontraban al final del andén, conducían hacia un puente que conectaba al metrobús con la Universidad. En medio, el susurro de los coches que transitaban en Insurgentes me recordaba que seguía en la ciudad, selva salvaje domada por la soledad y el silencio del puente. Cemento y barandal. Ni una sola persona al lado mío. Sólo me quedaba el recuerdo de aquella trabajadora en el andén. Volteé para atrás y nada. Delante de mí, nadie. Pronto llegaría a la escuela y tendría que seguir con los planes del día. Iba en el último tramo del puente. No más zigzag. Sólo diez metros rectos, sólo una última rampa. —¡Dame todo lo que tengas! Un brazo cruzó sobre mi cuello. Detrás, un cuerpo sorprendió al mío. Inmediato a la orden y a mi sorpresa vi de reojo un pedazo de rostro y una capucha de sudadera enfurecida que me gritaba. Me aventó con fuerza. Tiró de mi cuello con ese brazo tosco, con esa figura robusta. Tiró de mi cuello y caí al suelo. —¡Claro que te doy mis cosas!— Pensé o dije, no recuerdo. Yacía boca arriba sobre el cemento. Todo fue muy rápido. Llegó, me gritó y me azotó. Enseguida me tomó de los brazos con esa fuerza que no se espera, esa fuerza de quien no ama y no conoce lo que toca, y me volteó boca abajo. El golpe y el desconcierto me impidieron hablar. No recuerdo otra cosa más que mi quietud. Mi cuerpo menudo sobre el puente. Mi imposibilidad de quitármelo de encima. Mi inmovilidad. Comenzó a tocar mis bolsillos traseros como buscando algo. «Yo nunca guardo cosas ahí» Pensé. Él me seguía tocando. Los segundos se alargaron. El vacío del lugar se hizo agudo. ¿Por qué me había golpeado? Yo le iba a dar mis cosas ¿Por qué no paraba de tocarme si no había nada en mis bolsillos? Sentí cómo mi pantalón se recorrió de mi piel. Sus manos tiraron un poco de él. Mi piel, unos centímetros de ella, estaba expuesta como carnada para león. «Por favor que termine. Por favor, sólo quiero ir a la escuela.» Pensaba. ¿Qué más podía hacer? Tenía una bestia feroz encima de mí. Dicen que cuando te ataca un oso lo primero que debes hacer es quedarte quieto. Sólo así el oso piensa que estás muerto y se va. Sólo fingir muerte, ser inmóvil, esperar a que se vaya. Su mano o mi fuerza, tal vez una mezcla de ambos, jaló de mi brazo para que me incorporara. Sin saber qué hacer y aturdida por el golpe pensé que me dejaría ir, que todo había acabado. —¡Dame tu celular y todo lo de valor! Estábamos frente a frente. Parados a treinta centímetros de distancia. Él era un hombre alto, como de un metro con setenta. Ancho, obeso, macizo en términos locales. Sus ojos, mis ojos, nuestros ojos mirándose. —¡Ya te dije que todo está en mi mochila!— Grité enérgicamente sin mover mi mirada de la suya. Más que un grito fue un rugido, un golpe de palabras que utilizó mis manos como signos de admiración. Le extendí mi mochila para que se fuera, como tirándole lejos un pedazo de carne a un lobo, porque en ese momento el era eso: un animal. —¡Pues vete y si volteas te doy un tiro corto!

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Me volteé y comencé a caminar. Mis pasos iban pesados. Como si hubiera estado en un lago con lodo y éste se hubiera secado. —Ya pasó. Estás bien. Ya pasó— Me repetía yo misma en voz alta. En ningún momento quise voltear. Tuve miedo de que me siguiera viendo. Mis pasos pretendían no alertar la furia de la bestia de casi treinta años que me había quitado la paz. Llegué a la parada del Pumabús. Sólo había una joven esperando el camión. Yo seguía repitiéndome «ya pasó», pero ahora sólo en mi mente. Toqué el botón de emergencia pero al parecer no servía. Llegó el camión. Me subí con un poco de dificultad. —Me acaban de asaltar— le dije al chofer. —¿Quieres que te lleve a vigilancia? —Sí, por favor—. Le dije mientras las miradas de dolor y pena de dos personas se me unían. El chofer paró el camión. Me tomé de su brazo y me ayudó a cruzar la calle. Una cabina en medio de la nada me recibió. Ocho personas me rodearon. Una me ofreció asiento en lo que otra llamó a los paramédicos. Pasaron varios minutos, ellos sólo me miraban. —¿Alguien me puede prestar un celular para llamarle a mi familia?—les dije. —Sí, ten—. El jefe de vigilancia me extendió un celular moderno, de esos que tienen de todo. Nadie contestaba en mi casa. Decidí dejarles un mensaje. Respiré profundo y fingí la voz más tranquila que pude. —Mamá, soy yo. Estoy bien. Me acaban de asaltar pero ya estoy con los de vigilancia UNAM. Te llamo cuando pueda. En eso llegó la ambulancia. Llegamos al centro médico de la Universidad. Pasé a que me hicieran rayos X del cráneo y, ya en el laboratorio, una mujer cuya voz acariciaba como brisa de cascada, me dijo: —No te muevas, pequeña—. Al escuchar sus palabras lancé un sollozo, la melancolía inundó mis ojos y tres pequeñas gotas escaparon esperando encontrar en esa voz el encuentro humano que hacía varias horas no tenía. De pronto se acercó una mujer. Su cuerpo transmitía los efectos de la rutina: cabello corto y un tinte rubio rugoso, maquillaje que pretendía esconder ojeras, frustración e indiferencia; lentes cuadrados que ocultaban esperanzas y cariño. —Soy la abogada de la unidad jurídica de la UNAM. Tienes posibilidad de denunciar lo que te ha sucedido, pero si no quieres no hay problema. ¿Quieres hacerlo?— dijo mientras se acercaba a mí con una papeleta. Accedí. Nos subimos en una patrulla de la universidad. Otra vez estaba sola junto a algo parecido a personas. Llegamos a una nueva jaula. Animales de traje de aquí para allá. La jefa de investigación vestida, de tacones a cabeza, con los colores del jaguar. Parecía que poco a poco mi figura se desvanecía. Un camuflaje humano me hacía invisible y ahora yo pasaba a ser parte del entorno. Pasaron dos horas. Horas lentas, horas en las que mi abogada disfrutaba del internet de su celular mientras yo trataba de imaginar a mi familia, a mis amigos y lo que haría al salir de ahí. —Podrías comparar la insensibilidad del asaltante con todos los que te atendieron hoy, sólo que ellos se creen buenos, se creen humanos—. Al terminar de decir esa frase, mi hermana destrozó el disfraz de prudente y cientos de lágrimas corrieron a abrazarme.

M. Knolls

http://cuandoexisto.tumblr.com

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SOMOS UN REVOLTIJO DE VERSOS QUE NADIE SUPO ACOMODAR Hacia dónde nos dirigimos con estas enormes zancadas? Cada vez más grandes, cada vez más escasas. Es la pregunta que me hago mientras vamos corriendo el uno junto al otro, en una carrera repentina y fugaz que nos prohíbe súbitamente fijar una meta ¿Hacia dónde vamos? Cómo saber y cómo tener consciencia del tiempo cuando somos parte de una amalgama de extrema violencia, una insolencia que nos ocupa entre los besos que bruscamente nos damos, besos desesperados que reflejan nuestra urgencia sutil de querer vivir: choques mortales de labios carnales necesitados de ardor para poder seguir. La ignorancia de esperar vivir sin saber qué es lo que esto conlleva ahora me tiene aquí, con la incógnita de pensar si me lo has quitado todo, o si verdaderamente sigo siendo un lento retoño que espera por el agua turbia y pecadora que lo lleve a crecer, a poder creer si tengo algo de qué desprenderme o si me has quitado todo lo que me importaba, sin saber y entender, que voy dejando todo con tal de tener tus rasguños en mi piel e impregnarme en la suciedad que llevas bajo las uñas, sólo para sentirte más cerca, más mía, (una posesión digna del humano en sí). Has hecho de mí tu playa virgen de malas intenciones y eternas perversiones, un lugar privado para tu caprichosa conveniencia y altar a tu egolatría, la búsqueda de la felicidad de la puta que succiona el alma de las familias estables y felices, atrayendo nada más que tristeza y desolación. Un ciclo vital que fluye y me recompensa con desbordante sexo y el placer de tu ser, el dominio de incendiarme de tu característica pasión. Mírame, corro sin soltarte, sin despegar mi vista de la negrura triste de tus ojos: ingenuo de nuevo como el infante ante su madre, dependiente de la dulzura inmaculada de hacerme sentir aviador, un guardián a tiempo completo de tu cuello y la estabilidad de tu cuerpo, de tus senos pequeños que gritan mi nombre en cada salto de la carrera, aferrándome a merced a la imagen del suave balanceo y persuadiéndome al deseo lascivo de morir a tus pies en cualquier momento en que lo pidas. ¿Qué no ves que voy contigo? Como el ciego creyente a su fe cristiana cabalgo junto a ti en la búsqueda del gozo carnal de sentirse existir, siempre dispuesto a perder(me), a envolver(te) entre los susurros más tiernos que claman al indeciso mar de lágrimas que espera ahogarme, todo como base impulsada a tus atributos occidentales, a tus piernas y caderas que fulminan mi percepción y mi casi nula seguridad de saber si seguiremos aquí, corriendo en el largo camino del destino: tú y yo en el sublime declive que es la trivialidad de la búsqueda del amor. Mi amor, desnudo crimen de tenerte y no ser lo que me haces hacer, putita. Sabes que no dejaré de estar aquí, no por ahora; entiendes que quizás me largue pero no por mi cuenta, cabrona. Te has esmerado en el análisis inme-

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diato de cada tangente posible, como el matemático que nunca pude llegar a ser: fría y calculadora hasta las tetas. Y vas corriendo y poco a poco me voy desprendiendo del tejido invisible de la unión, huyendo entre brillos nocturnos de pupilas felices que se cruzan a nuestro desamparo, descubriendo las ganas que nos ocupan, ansias de herirnos y maldecirnos mutuamente. Ay, mi reina, sabes que voy de aquí para allá, siendo el todo y la nada abismal a pedido y por separado, flotando a tu disposición imaginando mi encuentro existencial con el individuo que me creo, siendo piel que se disipa de la costra a niveles fastuosos. Yolanda, mi Yolanda, hermosa intrusa de mi agnosticismo. Abres y cierras los ojos como quien mueve las puertas de la humanidad con odio absoluto, misántropa destructora y seductora del yo precario que cae y resiste, el yo que se encuera y se vuelve a vestir sólo para que te vayas muriendo en mí, para ser yo el que me ocupe en mi posesivo egoísmo de tus pinches pendejadas.

Arturo Contreras @absurdisimo

loslunesnotienenlaculpadenada.blogspot.com

LA DIFICULTAD DE ESCRIBIRTE Atraparte entre las hojas de mi gastada libreta es algo que intenté hasta el cansancio, a veces me encontraba en la madrugada con palabras que se desarmaban apenas tocaban el papel. Cosa curiosa, cuando te quería escribir todas las palabras llegaban de golpe, todas juntas, parecían pelear dentro de mi cabeza por ser la primera que tu leyeras. Un día muy raro, entre todas esas palabras ganó un adiós, le respete su victoria y lo escribí, mas nunca pude mandarte aquella página, que por lo demás no se entendía. Para escribirte todas eran buenas, se mostraban ansiosas en llegar a ti, mas cuando de lo que se trataba era escribir de ti, entonces todas y cada una de ellas se mostraban temerosas, al final las entendí, no había palabra, frase ni metáfora que pudiera reflejar la fuerza de una de tus miradas, la alegría que nacía de tu sonrisa, simplemente las palabras no eran tú y temían la comparación. Lo único que podía mostrar de ti con las palabras eran imágenes, momentos que tuve que fragmentar en muchas pequeñas partes para después no perderlas con el tiempo, pues sabia que cuando te fueras, esas palabras, muertas y todo, aún me llevarían a ti, y hoy mirando esa libreta vuelvo a ti, te vuelvo a escribir. Las palabras corren todas ellas, alegres al pensar que llegarán a ti, todas juntas otra vez, en un caos en el que por fin han llegado a ser un poco como tú, en el que por no dejarse escribir se vuelven vida.

Emmanuel Moreno

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C A L A V I N C A L A V E R A Parece que me he extraviado de nuevo entre sonidos, humo y alcohol. Esta noche no me importa nada; no me importa, por ejemplo, la política actual que predomina en el país, ni de la política monetaria, no quiero hablar de la jodida ecología entre pseudo-intelectuales, ni verme varado entre temas que ni siquiera tenía la certeza existieran. No señor. Hoy quiero ponerme hasta las chanclas, no recordar donde vivo, ni preocuparme por cómo llegaré a casa de nuevo; quiero escuchar a Lupita mientras hace su plática de rutina en la barra, escuchar a los chavos que cuentan su desmadre preparatoriano entre risas y humo, a los albañiles que con mochila al hombro llegan por la caminera antes de enfrascarse en la realidad, que ya en este punto está más cabrona que la resaca. Pinche Lupe, nomás se la pasa recibiendo cumplidos de borrachos mientras pasa las cervezas, ojalá algún día se dé cuenta de que afuera hay un mundo; puede que ya se haya dado cuenta y por eso este aquí, y yo diciéndole pinche Lupe; chingado, eso me pasa por prejuicioso. Lo mejor de este lugar, aparte de que siempre ponen los partidos, es la calma; los gays te dan tu espacio, las lesbianas no te tienen ganas, ni de chiste. No es que yo esté muy acá pero pues quien sabe. El único pedo que tengo con este lugar —como siempre— es saber cómo chingados voy a pagar la cuenta.

Jorge Regula

24 años. Regiomontano

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DUEÑA DEL COLOR Y extiendes las alas desde el sueño que tienes en la crisálida. Y extiendes la crisálida desde las alas que tienes en sueños. Y extiendes los sueños desde la crisálida que tienes en las alas. Pero además tienes tiempo de mariposa, que tiene los tiempos tan medidos que uno se los termina aprendiendo de memoria. Y es que el tiempo y las rutinas no te hacen mariposa. Mariposa te hace la continua práctica de la libertad, y su peso, y la ligereza de la alegría, y su peso, y el vuelo de la vida, y su peso. Así te conviertes en lúcida dueña del color. @Alegrif0

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ITZEL Subía y bajaba con su cuerpo al aire mientras bajaba y subía con su mirada al cielo: cielo de caricias de luz, cielo de besos de río. Sin tiempo y con espacio, iba y venía al compás del viento. Con tiempo y sin espacio, venía e iba al compás del silencio: silencio momentáneo, silencio núbil, silencio extasiado. En su semblante una sonrisa de vida. En la vida una sonrisa de su semblante: semblante inocente, semblante joven, semblante lascivo. Poco a poco descendió hacia mí. Mucho a mucho ascendí hacia ella: ella, trino de la noche; ella, lucero de la tarde; ella, aroma de la mañana. En un instante me perdió. En un momento me encontró. Y voló entre trinos inocentes hacia un cielo de caricia de luz. Y volé entre silencios lascivos hacia un cielo de besos de río: río sin tiempo y con espacio, río con espacio y con tiempo al aire, río con su cuerpo y su mirada al cielo.

Dante Vázquez

¡Volamos!

(Ciudad de México)

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Tus manos rondando por la ciudad, guardadas en algún bolsillo. Tu lectura nocturna. Unos bocadillos entre párrafos. Las conversaciones antes de dormir. Algunos versos espontáneos que piensas al ver a través de la ventana. Las cartas incesantes. Las madrugadas en vela y los sonidos nocturnos. El café a las 12:15, justo antes de comenzar una película. Las tardes en casa, mientras todos salen. Los bailes en la fila del supermercado. El adiós a los transeúntes mientras vienes en el autobús. Las llamadas inesperadas. Las situaciones incomodas en espacios conocidos. Los dos chicos del colegio que solían decir cosas sin sentido y ahora son mis compañeros en la oficina. El antiguo pretendiente que solía escribirte poemas sin que lo supieras. Las fotografías que te dedico, los textos breves y las noches en vela.

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CUATRO PAREDES Desperté con la mejilla izquierda humedecida por una mezcla de sangre y saliva que se extendía bajo mi cabeza sobre la cama. Me dolían las muelas y el oído derecho. Sé que para la mayoría de las personas las cosas a veces no van bien. Aunque me esfuerce por evitarlo, soy parte de la mayoría de las personas. Después de tres meses de terapia psiquiátrica infructuosa, decidí tomar las riendas de mi recuperación, o mejor dicho, continuaré solo mi resistencia. Y ahí me quedé, acostado boca arriba en el lado seco de la cama. Los cigarros, combustibles para abrasar malos momentos, seguían a mi lado, encendí uno. Una garrafa plástica con destilado de caña es suficiente para suplir cajas de ansiolíticos y sedantes. El encierro siempre me ha sido placentero, sobre todo cuando estoy solo y el ruido de la gente está lejos. A veces parece que ellos no entienden. No trato de escapar, y a pesar de lo que pueda pensarse de mi situación, estoy seguro de que no estoy afectado por algún tipo de locura, en realidad es el exceso de cordura lo que me desequilibra. Después de todo, no necesito evitar la realidad, sino esconderme de ella unas horas mientras recupero el sentido totalmente. Un trago más y exhalo el humo. No estoy seguro de lo que pasa afuera, pero entre mis cuatro paredes parece que todo sigue igual, y eso, de momento, está bien para mí. Tengo un libro sobre la cama, lo tomé en la mañana porque llamó mi atención, pero junto al alcohol y los cigarros cualquier lectura pareció inútil en aquel momento. Me quedé dormido sin abrir el libro, pero la garrafa y la cajetilla ya dejaban salir sus aromáticas señales de tóxico y sincero entendimiento. Ahora son las tres de la tarde y creo que el dolor de oído comienza a desvanecerse, aunque las encías de los molares se hinchan más cada segundo y logro sentir en ellas las palpitaciones de mi corazón. La marcha fúnebre para la boca rendida en una guerra de contradicciones.

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Un ángel, con rostro inocente y rizos rubios, me mira desde una litografía que alguien acomodó en el rincón del cuarto. Trata de compadecer la miseria espiritual que percibe hacia este lado, como si estuviera asomándose por una ventana desde los cielos de la Utopía. –No, compadre, no has visto a los de afuera–, pensé. Enciendo otro cigarro y la resignación se siente atraída por el humo, como en aquellos domingos de iglesia, cuando mi abuela me llevaba a mirar a los creyentes arrojar sus culpas, pecados y demonios inventados ante los ojos de un dios que nunca se mostró muy interesado en visitarnos. Ahora dedico este pequeño sahumerio Marlboro esperando que Dios tampoco encuentre mi dirección ahora, porque ya no necesito su ayuda. Soy el hombre más santo entre mis cuatro paredes y soy capaz, con los elementos adecuados, de olvidar milagrosamente que a veces el mundo es el infierno que todos quieren dominar. El ángel sigue mirándome, Bouguereau tiene la culpa. Un ruido rítmico interrumpe mis pensamientos, justo cuando estaba alcanzando un nivel de sofisticación tan miserablemente rotundo como mi bebida. Miro por la ventana. La vecina barre la banqueta con especial empeño, pero va a necesitar algo más poderoso que una escoba para limpiar toda la porquería que hay afuera. Una leve llovizna la hace escapar. Todos en la calle caminan rápido para esconderse. Es hora de salir.

Isaac Arriaga

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LA PLAYA De día. Me baño en las aguas turquesa con el ánimo del vacacionista recién llegado. Ha sido el apremio de quitarme el bochorno de encima lo que me ha hecho bajar hasta aquí temprano. Hay quienes me echan en cara mi cara de que todavía no termino de despertar por completo. En efecto, traigo la noche pegada al cuerpo. Las sombrillas se me figuran enormes flores de las arenas. Y veo camastros para saltarles encima. Me pierdo en los titilantes destellos del mar, tanto como en aquellos que despiden las gafas que las dos Evas llevan. No sé por qué abstrusas relaciones, la devoción con que comen esas paletas hace de mi mente el tendedero donde flamean sus bikinis rojos. Perfecto, bajo estos influjos la arena es suave como canela en polvo y a cada paso felices se expanden los pies. Meterse al mar es todo un proceso. Y éste, aunque templado, no es para mí la excepción. De los tobillos a las rodillas(las apacibles nubes me recuerdan mi poder de alta transfiguración), de las rodillas a la cintura(voy dejando que me idiotice el sol de verano), de la cintura al pecho (mientras tanto pienso que todo lo que da de comer a su vez come), de éste al cuello (¿el sol está devorando a quién?) y del cuello a la completa inmersión (así me redescubro en mi desnudez). ¡Oh, Dios, cómo le sangra la lengua al inconsciente! Le da jaqueca cuando lo dejan en jaque y mejor se escabulle como torpedo revestido en piel de mamífero acuático. De vez en cuando emerjo para echarle un ojo a mis pertenencias: una toalla y una mochila con las que me he apartado un espacio entre la multitud que no tarda. Ellas hablarán por mí en caso de ser necesario. En mi toalla impregno los humores de una santidad incomprendida. Mi mochila es a mí lo que la concha al cangrejo ermitaño. Con abrirla no sabrías qué guardo. De qué sirve tener bloqueador si no hay manos delicadas que te lo unten con delicia en la espalda. De qué sirve en todo caso tener una estúpida espalda. Ya sé: me haré el ahogado. Estaré a la espera de morder unos labios como las sandías. De esta palmera no caerá ningún prehistórico coco que me parta la cabeza y me derrame el propósito. Intermedio. El vacacionista se zambulle en un sueño: sobre las aguas pasan aves paradisiacas de las que aprende a jalar el mar a sus misterios. Como ellas, quiere levantar crestas que remojen su pecho, que le nazcan plumas con el fin de hacerse cosquillas hasta la tortura ¿Escuchas tú también cómo invocan su nombre con imperio? Es la luna que custodia los cuerpos e infiltra en los sueños susurros y señuelos. Despierta, semilla del canto de fuego, despierta. De noche. ¿Cuánto tiempo he dormido? Esta hamaca es la telaraña. Las ámpulas, el ardor, los escalofríos, la inflamación: inequívocos síntomas de quien ha atravesado el sol. Soy un espejo que manda señales para rescatarse a sí mismo, mas no todo lo que reflejo descifro. Soy el escaparate donde se cumple un sacrificio. La luna me invita a meterme de nuevo al mar. Porque me busca, hacia ella alzo mi mirar. Cómo confesar que me seduce, monseñor, esta luna en que se suceden rostros, uno anu-

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lando al otro ¡Auch! ¿Y estas conchitas, de dónde chucha han salido? Me las desincrusto del talón y las uso de audífonos, pero aún no sé qué es lo que se supone deba escuchar. Dejo que el flujo y reflujo bañen mis pies heridos por las alimañas. Luego me meto más para tenderme bocarriba sobre el inmenso colchón acuoso. Ya no pataleo sino que floto. Los elementos me segmentan: la mitad de mí bajo el agua, la otra mitad para el viento. Hago una estrella y me reconozco en el cosmos, es cuestión de alinearse a la constelación bajo la cual tus bajos chacras y pezones respondan gustosos. Entonces comienzo a orar al mismo tiempo que hago girar mi cuerpo abriendo y cerrando dulcemente brazos y piernas. A través de ondas me expando, me aproximo cada vez más al infinito. Ha llegado el momento: en mi interior irrumpe la suma total del universo: mi pecho abarca hoyos negros y galaxias enteras, y convulsiones históricas de todos los tiempos. Más que la acústica acuática (las pélvicas olas dándose) lo que mis oídos captan bajo el agua es la ronca voz que ora y sale de mi pecho, la gran caja de resonancia de mi cosmos interno. Me pongo en pie, veo flotar mis pellejos¬. El agua retoza a la altura de mis hombros. La luna sigue bañando mis ojos y yo no puedo más que tocarme. Así hasta que deposito la simiente fosforescente: clarito la veo coletear y perderse a lo lejos para ir a preñar mis sueños.

Felfema Mreosi

PROSOFOBIA En honor a un sueño perdido 2:23AM Esa mañana en el buzón; no halló el diario que ha acompañado su rutina de lectura en la hora del café durante 16 años. Encendiendo la DTV se le erizó la piel al escuchar en el canal de noticias «Se aprueba la ley en pro de la tecnología y la modernización. No se fabricarán más libros ni cuadernos. En algunos países se han organizado quemas públicas en campañas “tecnológicas” de cambalache.» Y una gota de sudor frío se escurrió lentamente por su marchita frente. —¿Qué papel mojará mis horas en las páginas vívidas de retazos de eternidad? ¿Cómo puede ser esto posible? –pensó– Y salió de su casa para ir a protestar contra dicha ley, mas su rostro palideció al encontrar sólo caras de alegría. El escenario era aterrador. Personas en todas partes atadas a un teclado, atrapadas en el monitor. Estudiantes, maestros, amas de casa, policías, secretarias, doctores, comerciantes e incluso escritores se habían limitado a que sus letras y pensamientos no fueran más que datos vagando errantes por una red invisible, que tejía a contratiempo en el panorama un

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solipsismo devastador; una araña con violín. Intentó organizar a los círculos intelectuales del lugar; que en un inicio apoyaron firmemente, pero desistieron luego de la tercera protesta, tras ser amenazados con la confiscación de sus bienes y después de haber comenzado a sufrir espionaje y hostigamiento. La noticia de las protestas –como todo hecho significativo– causó revuelo un par de días, más la costumbre de lo cotidiano la absolvió bruscamente. Quedaba él, completamente solo. Sus colegas lo abandonaron y su rostro ya se expandía en las redes. Las personas lo miraban con extrañeza y discriminación, como si miraran en él al chimpancé que se rehúsa a evolucionar por amor a lo sencillo. Jefes de la policía lo buscaban, le seguían los pasos. Ensimismado, atemorizado y molesto buscó refugio en las paredes voluminosas de su biblioteca subterránea, no encontró otra opción mejor que encerrarse. Olía las páginas amarillas de aquellos volúmenes, los leía una y otra vez. Llegó a saborear tanto el sabor de la buena literatura, la que conserva esos tintes de arcaísmo romántico en cada palabra, en cada renglón de cada página, por la que en otros tiempos se mataba y se otorgaba la vida. Su tacto aprendió a valorar las diferentes texturas de aquellos tesoros impresos y su corazón se llenaba de dicha cada minuto que permanecía allí. Afuera todo parecía seguir un mismo viento, hasta que las personas comenzaron a sufrir los efectos negativos que provocaba el incremento en el uso de Macintosh, además de que estos comenzaron a fallar y los archivos ahí guardados se borraron al colapsar los sistemas. La organización social comenzó dando inicio a las protestas. En los separos atascados de presos por alteración al orden público y daño a propiedad del gobierno resonó en ecos, golpeado, el nombre de aquél hombre que no era más un loco, sino un profeta, una especie de líder. La policía en reacción a las protestas, y con la información que los presos le proporcionaron, llegaron hasta la biblioteca arrestando al hombre por subversividad y conspiración, razones suficientes para confiscar su biblioteca. Todos esos volúmenes que él amaba tanto, todos esos grandes maestros mudos fueron agredidos, rotos y finalmente quemados ante sus ojos, tan amarrados como sus propias manos. Ya no quedaba nada. Ni libros llenos de enseñanzas, ni páginas en blanco por llenar, ni olores, ni texturas, ni recuerdos. Reinaba el caos; la humanidad despersonalizada, atrás, el vacío de la red. Al borde de la locura escribió en todas las superficies que tenía a su alcance. Las paredes inundadas de palabras complejas, de ideas; suyas y de otros, que hubieran hecho lo mismo que él. Sus sábanas se convirtieron en lienzos, enormes hojas que pronto fueron llenadas, su ropa, sus mesas, sus platos, su techo. Todo, absolutamente fue escrito, hasta el último rincón donde su cansada vista le permitió llegar. Ya no había más espacio. Así que una noche lluviosa y sombría, cuando la desesperación ocupó un lugar enorme en el fondo de su alma, y con voz de negro cántaro dijo para sí: —¿Qué papel mojará mis horas en las páginas vívidas de retazos de eternidad? ¿Cómo puede ser esto posible?— Comenzó a escribir letras con un afilado cuchillo que emanaba tinta roja en las páginas de su piel; versos de un grito desgarrador. Lleno de dolor y de nostalgia terminó llenando el último hueco que sus manos encontraron colocando un tajante punto final que le cercenó el corazón.

Laura Leyva

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EL POCHITOQUE JAHUACTERO Y LA INFINITA ESPIRAL NOCTURNA Centinela I Al caer el sol cual noctámbulo y florido murciélago, me encontraba solo, el silencio de los grillos, y una luna que pernoctaba junto a una roca formada de nubes juntando sus piernas. Los magueyes se transmutan, verdes, azules, amarillos en sus pétalos de flor, resplandeciente… infinita. Y hoy no brillas, cabrona, hoy poco importa. Mezquindad de nubes, no hay manera de ver los colores, son sólo sombras…. esta oscurísimo. Caí desnudo a la tierra, no conocía el sudor, la sangre o siquiera el barro con que fui moldeado. Hasta los toloques vagan a lo pendejo, jugueteando, dando tumbos en espejismos de agua, ahogándose en alcohol de cañas, corriendo maniática y paranoicamente, igual en sus penurias deben andar, poco me importa; todo ese extraño lodo me da mareo, estas manos como llamas en la piel, que pidiendo deseos, al tercero se le fueron los dedos, en la fertilidad de tus sueños. Solo quedan matices de insectos, raso de nubes violeta y sangre; cuán enamoradas están las luciérnagas que apagan sus luces al aparearse. He bailado con aluxes hoy, tan nublado y extraño; no lo recuerdo, impregnado de voces, mis visiones andan, no he dormido cansado, me mantengo en lo oculto, como espiral serpiente y te acecho aun cuando duermes.

La bestia púrpura en rojo acechando, en blanco el panorama, sus ojos se encienden en la noche, reptando como la estructura de un viejo árbol; puede ser cualquier cosa, incluso tu muerte. Porque los pejelagartos sueñan todo el tiempo en morir en las fauces del gran leviatán. Muy adentro de la noche, lejos de los jahuactales, rumbo a las viejas ceibas, desangrándose va la vieja iguana, a comer los restos de su amante, lamiendo lágrimas en sus dientes amarillos masticando al demonio del olvido, fría mi sangre la contemplaba y hasta los lirios sangran bajo su ritual. Sólo porque me embriagué con serpientes me reclamas vez tras vez, has tenido muchos pretendientes y amantes, celeste, infinita; pero mueren cazados, o siendo simple botana carretera para chombos, y recuerda, las serpientes son astutas aun cuando duermen, un día me las encontré por el camino nahual, tomaban mexcal, me ofrecieron y me embriagué y bailé con ellas al fuego cantando una extraña canción, un fuerte danzón de monos aulladores, bebiendo en jícaras, el sólo sonido del viento y mar cargaban música para reptar, con el calor ellas durmieron toda la noche. Tendrás para ti mil estrellas bajo el calor de la ceiba; solo queda comer del rocío llanto de la sangre que libera el lirio,... de la neblina gris, de tiernas sombras y raíces

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húmedas, en el pequeño crepúsculo, ojo de agua, bahía de carne. Quema el sudor de las lagartijas, las nauyacas se habían ido por casi el amanecer, me hallé bailando el nuevo sol, arranqué la yesca yema de tus manos bajo el perfume amargo del maguey. Porque es dulce en tus labios… te besaba en un sueño, bebíamos aguamiel, de la fruta química en la minúscula lengua, en tu saliva, eterna, hermosa, infinita; y cuanto más te extraño cuando olvido tu nombre. Zutzbalam, murciélago-jaguar, con sus dientes de pedernal que nadan entre sus venas, incluso se comiera asimismo, si amaneciese hambriento. Carmesí de nubes, él ha visto en el rojo azul de tu cuerpo, y ha envejecido por el miedo nocturno, las líneas verdes se pintaron solas, el color de la noche te queda perfecto, carne, arterias, caparazón, tierna hembra, sólo eso. Coyotl no soportaba el barato copal, hallé por el camino un extraño brebaje y se lo di a beber, y con el súbitamente de aquella embriaguez me contó de esas regiones invisibles, que vagan escritas en las raíces de los manglares, de los árboles, de las hierbas, el viento y las estrellas; resultó ser lagarto, eso es otro mescal y otro cuento, no sabes cuándo serás cenizas hasta que nace el fuego, dijo un día Nahualero que enciende su canto y

pipa, triste, siempre en su aullido amargo y luna; el caracol no ha plañido desde entonces, en sus sentidos novenos y quintos. Hace una hora salió el sol, tomaré el rumbo que me lleva a tus silenciosos orgasmos de otoño, donde reposan tus besos, rio de jade, cuerpo de luces intermitentes cuando se es luciérnaga, amada mía, sus senos ya no guardan sal. El amor es como la muerte. Nahualero dijo un día, la luz de tu fuego se ha apagado, viento seco sin palabras, se hallaba oscuro, oculto tras la roca, era la segunda sombra de un aullido nahual, amarilla oscuridad invadió el cielo y el rojo palideció mis retinas, llamas sobre los popales encendidos, ese fuego en espiral; leviatán y nube que se funden a lo lejos, vapor en el pantano, se fuga muy debajo a lo profundo donde siempre ha estado; el viento es forastero como siempre, a beber agua como el pochitoque. Respiré muy profundamente; su aliento de venado corría opuesto a mis huellas, su rostro azul se confundía con la palidez de la noche.

(Pat. Elias.)

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LLUEVE Empezaba a anochecer. El cielo pasó de un rojo suave a un negro brillante. Podía ver las nubes que caminaban más lento de lo habitual [o así me lo parecía] y se juntaban en un punto cercano a mis ojos. «Hace tanto que no llueve, hace tanto.» El cenicero estaba lleno de colillas y no tenía ganas de pararme a vaciarlo, así que abrí uno de los cajones del escritorio y saqué un papel para hacer un cucurucho. Ahí se encuentran todo tipo de cosas además de papel: plumas, dulces, folletos de destinos turísticos, listones de colores, llaves en desuso etc. Y una foto. No podría decir cómo llegó allí, metí todo en una caja que guardé en un rincón del clóset pero ahí estaba: la foto que te tomé justo un día antes de irme. Tus ojos de niño sonreían mientras miraban hacia la cámara, tu boca entreabierta dejaba ver tus dientes blancos, alineados. Sólo eso, tu cara ocupaba toda la foto. Me levanté del sillón y abrí la ventana para que entrara un poco de aire, había empezado a llover y el olor a humedad entraba con la brizna. Me recargué en el borde y saqué la mano para que las gotas cayeran en mi palma. Siempre me gustó caminar bajo la lluvia, sobre todo en las noches cuando todo era silencio y las gotas sonaban a tumulto. Yo te susurraba para no arruinar el aleteo del agua chocando contra el piso, entonces volteabas y me respondías también con susurros, aguantándote la risa. Las calles lucían mejor a esa hora, llovidas y solas, contigo y conmigo agazapados bajo algún árbol o bajo algún portón de iglesia, y yo era feliz. Me hubiera puesto a llorar de tristeza si no hubiera llegado Ricardo con las cervezas. Caminé hacia él y le di un beso en la mejilla mientras rodeaba mi cintura con el brazo izquierdo. Venía empapado y agitado, había tenido que correr para no mojarse, sin conseguirlo. [«Odio que llueva. No se puede caminar, no se puede salir, no se puede nada», me dijo, yo sólo lo miré y le revolví el cabello en son de protesta.] Me senté de nuevo y le pedí una cerveza, supongo que era uno de esos momentos perfectos: lluvia, cerveza y compañía, pero tú ya te habías instalado allí, en medio de los dos como un dios pagano que espera la ofrenda de un sacrificio. Se sentó junto a mí, abrazó mis rodillas y empezamos a hablar de cosas que no recuerdo, el tiempo quedó como suspendido y yo volví a ti. Escuché tu voz leyéndome un cuento y una procesión de imágenes se extendió delante de mí. Las tardes soleadas que recorrí de tu mano se repetían como una película estropeada de tanto mirarla; un dolor punzante atravesó mi memoria. Recordé la noche del concierto; tú y yo corriendo por las calles para llegar a tiempo. Yo llevaba ese vestido negro, satinado, mis zapatos rojos que por la mañana habíamos llevado con el bolero para que los lavara. No he vuelto a usar ese vestido, está ahí, colgado, arrugado desde esa noche. Recuerdo también una tarde de viento suave, caminando bajo esos enormes árboles de hojas amarillas, las noches en las que, antes de dormir y con la luz apagada, tú abrías caminos. Dibujabas en el aire la lluvia que no había caído en meses, los pasos que te llevaban a la plaza de *******, donde el kiosco labrado en cantera rosa congrega a los niños que llevan sus juegos, arremolinándose alrededor de él; las calles que tuercen a derecha o a izquierda según los antiguos caminos: una expedición hecha a base de palabras, tus palabras. Entonces empecé a construir una cotidianidad a la que por algún tiempo me había negado, era preciso puesto que para estar

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contigo tenía que tender puentes, puentes frágiles que titubeaban, que aparecían y desaparecían cada cierto tiempo. Esa cotidianidad era necesaria para volver cada vez que nos despedíamos. Me situaste en un punto cómplice y cálido que aprendí a caminar, a tu lado. Tu voz sigue viajando, volando alrededor de mí como una horda de hombres a caballo que van tras mi cabeza, como parvada de aves que no saben qué rumbo tomar, tan extraviadas como yo. Pero un día ya no hubo puentes, ni palabras. Cuando me dijiste que no podías seguir conmigo [no supe por qué; te pedí una explicación, algo, pero nunca me diste respuestas], me tiré en la cama por días, tuve que hacer un gran esfuerzo para levantarme y salir a trabajar. Muchas noches me las pasé en vela dándole vueltas a todo, otras, me despertaba llorando porque había soñado contigo. Pasó mucho tiempo y entonces, él apareció. Al principio estuve como negada a abandonarte, a abandonar tu recuerdo, reemplazarlo, sustituirlo, destruirlo. Pero era cruel dar un paso y llevarte al lado mío. Y empecé, poco a poco, como los niños aprenden a caminar, con miedo, porque soltarse era difícil, salir del mundo tú era difícil, despedirse de los cielos naranjas, brillantes, era difícil. Las cosas que compartimos seguían ahí, los libros, la música, la risa, las calles empedradas esperando vernos salir para torturarlas con nuestros paseos y brincos, las puertas garigoleadas donde nos deteníamos para besarnos como niños que se esconden de sus padres, los callejones de pisos adoquinados que descubrí de tu mano y que hoy, todavía, sigo nostalgiando. Sabía, y es triste decirlo, sabía que no podía sola y me agarré de Ricardo como a un salvavidas. Me hace reír mucho, tal vez no más que tú pero me ayuda; aprendí otros paisajes y otras palabras, geografías diferentes, atajos nuevos para olvidarte. No puedo decir que lo conseguí del todo porque sigues regresando, como hoy, como la semana pasada, como mañana, como cuando me pregunto qué estarás haciendo a esta hora. Me llega la voz de Ricardo y lo escucho queriendo no escucharte a ti, miro su cara a través del humo del cigarro mientras le doy un trago a mi cerveza y pienso que nunca más volveré a estar así contigo. Ricardo me interroga con la mirada, me toma de la mano y me lleva a la ventana: «La lluvia no va a parar esta noche, tal vez quieras caminar un poco». No sé si lo intuye, no sé si está descifrándome, no lo sé pero se lo agradezco. Mientras la lluvia resbala por mis mejillas, Ricardo me cuenta la historia de una ciudad, una ciudad de atardeceres soleados.

Melissa Guarneros @Zwielicht_

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¿ERES UN FANTASMA? En un cementerio, durante un funeral, una niña se sienta bajo la sombra de un árbol. Un niño se acerca y le pregunta. —¿Viniste al funeral? —No. Mis papás vinieron a visitar una tumba. —¿Eres un fantasma? La niña lo mira extrañada y le responde que no. —¿Estás segura? —Claro que sí. —Y, ¿cómo sabes que no eres un fantasma? —Pues, porque aún no estoy muerta. —Pero, ¿cómo lo sabes? —Porque puedo oler las flores. Además los fantasmas pueden atravesar las paredes y yo no. —¿Alguna vez lo has intentado? —No. El niño sonríe. La pequeña niña lo mira molesta y le pregunta. —Y tú, ¿eres un fantasma? —No. —¿Cómo lo sabes? —Sólo lo sé. —Eso no es suficiente. —¿Por qué no? —Tienes que decir, al menos, una razón. —No sé. No se me ocurre ninguna –se detiene a pensar y dice– ¡Ya sé! Los fantasmas sólo salen de noche, ¿no? —No, esos son los vampiros —responde la niña riendo. Después de varios intentos, el niño se enfada. No logra decir nada que satisfaga la curiosidad de la niña. Ella se burla. El niño llora, sale corriendo y grita. —¡No soy un fantasma! La niña teme que la vaya a acusar y corre tras de él, pero lo pierde de vista. Se hace tarde. La niña ve a sus padres caminar rumbo al coche; corre para alcanzarlos. Una foto sobre una tumba la distrae, al verla siente calosfríos. El niño se acerca. La niña le señala la foto. Se miran a los ojos y lloran horrorizados.

Mariano F. Wlathe @Wlathe

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CAMBIO DE VIDA Nunca olvidaré la mirada de aquella chica al salir de la curva, yo era un niño, cuando eres pequeño no puedes advertir el peligro… ¿Por qué estoy así, aferrada al volante de una SUV a más de 150 kilómetros por hora como quien se aferra a la vida? Aún no lo sé. Tengo una tremenda necesidad de huir de todo, incluso de mí misma y aquí estoy, encerrada con mi peor enemiga en una lata con aire acondicionado. Mi nombre podría ser cualquiera, soy otro punto gris de esos que caminan por el andén con la carga del mundo dentro de un bolso de diseño. Uno no cree que hipotecará los sueños cuando firma el primer contrato de trabajo, pero a veces es así, muchas, las más. No siempre fue así, yo era feliz, recuerdo que reía, tenía un perro y hasta estuve enamorada. Me quería comer al mundo, cambiarlo con los colores que imaginaba, hacer que todos vieran su belleza y alzaran de nuevo el rostro al sol. Ese quizá fue mi error más grave, al final el mundo me cambió a mí. Tenía una buena vida, como mencioné antes, un hermoso labrador chocolate me esperaba a diario y nunca faltaba la hoja en blanco para dejar que fluyeran las ideas desde mi muñeca hasta el infinito. Vigilias interminables entre amigos, amor y copas. Pero uno llega a cierta edad en la que se debe tener algo estable y entonces decide vender su libertad y quitar las alas de sus pies para calzarlos con stilettos. De las dulces veladas pasé a la presión de los deadlines y mi sueño de llevar mis ideas a lo material chocaron con las políticas empresariales y los objetivos de venta. De la magia del grafito en la hoja en blanco pase a un tapiz de Photoshop que hacía todo por mí. Poco a poco fui muriendo, encerrada en un cubículo, personal, eso sí, pero totalmente neutro. Vivía mis días en una caja y no me daba cuenta, salía y no podía dejar el encierro que ya era mental.

Mis pasos, antes vigorosos y llenos de vida, se volvieron cansinos, pero ¿quién necesita los pies cuando en el estacionamiento te espera tu coche recién salido de la agencia? ¿Quién quiere la compañía de una mascota cuando se puede acceder a un condominio en la mejor zona de la ciudad? Bueno, yo quería eso y no lo sabía. Un día el amplísimo loft, inmaculadamente blanco con decoración industrial y una sola pared en rojo, comenzó a asfixiarme; los ventanales de piso a techo se ceñían a mi cuerpo, no había espacio para nada, para nadie, mi tedio abarcaba todo el espacio y enrarecía el aire. Tenía frente a mí una hoja en blanco y no podía hacer nada con ella, estaba hueca, muerta por dentro. Con monótona calma tomé las llaves y bajé al estacionamiento, el sol estaba radiante en un cielo desusadamente azul cuando dejé la humedad del subterráneo, hasta mi vehículo estaba encerrado. No supe bien qué hacía, sólo comencé a manejar y decidí salir de la ciudad, quería recordar cómo se sentía vivir en la carretera sin más anhelo que llegar a una ciudad desconocida para que te cobijara, no pude sentir nada. Comencé a desesperar al darme cuenta de eso, no sentía nada, ya no estaba viva, no me sentía viva y lo anhelaba. Entonces comencé a acelerar, esa era la respuesta: adrenalina. Metí el pie a fondo y comencé a tomar las curvas que me habrían llevado a Morelos. ¿Saben algo? Este no es, después de todo, un mal día. Ese es un niño muy tierno, tiene una sonrisa hermosa. Ojalá el mundo no se la borre nunca.

Sahur Spinozza

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CAFÉ Hoy en el café, bebiendo, te vi por primera vez, vi tu cara y que me pusiste atención. “Me pararé, te hablaré, me dirás tu nombre, intercambiaremos teléfonos, nos comunicaremos en 2 ó 3 días, saldremos, me dirás tus planes de vida, y yo los míos; volveremos a salir en dos semanas, porque la siguiente estaremos ocupados. Te besaré y me corresponderás, será un buen beso, nos llevaremos tan bien que ni siquiera tendré que preguntarte si quieres ser mi novia; nos entenderemos bastante, no tendremos que fingir ni ocultar esa atracción que estuvo presente desde el principio, en el café. Meses después nos enamoraremos, tendremos una relación muy pasional donde reinará la armonía, hasta que, por un factor externo, habrá unas dificultades; tú en tu trabajo, yo en el mío. Esas dificultades te harán cuestionarte el “hacia dónde vamos”, si nos correspondemos de verdad, si todo lo que nos habíamos prometido sin decirlo sería de esa manera, y yo, por mi ego, diré cosas que están lejos de ser verdad, pero como muchas veces me dejo llevar por la ira, te lastimaré, muy dentro. Después de tres semanas sin comunicarnos, un buen día iré a tu casa y durante ese tiempo aprenderé algo de guitarra acústica; cantaré al pie de tu ventana una canción para ligar (o para que no me dejes), y tú un tanto desconcertada, cerrarás la ventana del cuarto, la azotaras y la bisagra hará un ruido terrible que será para siempre o hasta que la engrases; bajarás las escaleras y después me gritarás. Todo será verdad. Me dejarás sin nada que decir, darás media vuelta y regresarás a encerrarte a tu casa; no tocaré la puerta. Pasaré al súper que está abierto las 24 horas, porque ese día será tarde, compraré esa botella baratísima de licor, la cajera me cobrará menos de doscientos pesos; ese día sentiré que todo está perdido. Camino a casa y como es costumbre en mi andar, no me fijaré al frente y chocaré con alguien, luego de las respectivas disculpas nos presentaremos, ella traerá una notable tristeza y le diré sobre mi botella de licor; la compartiremos, posiblemente en la calle, aunque el día anterior fue de pago y me sobrará para un cuarto de hotel de 195 pesos (que no mencionaré, porque será obvio lo que sucedería ahí). Pero ella lo hará y accederé, en parte por el frío, en gran parte por ti. Te engañaré sin tantos deseos de hacerlo, para ese entonces mi cuerpo no estará hablando por mí, será el alcohol, y el de ella igualmente estará intoxicado, pero actuará por sí misma con pésimos resultados. Será terrible y lo único que suceda. A la mañana siguiente me sentiré mal. Esa misma tarde coincidiremos

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en una calle de la colonia Roma. Te preguntarás si en realidad fue coincidencia o que yo te acechaba, luego de concluir que no habría forma de lo segundo, aceptarás la coincidencia como la única verdad. Me sonreirás, apenas te podré ver a la cara, medio charlaremos, me dirás que ayer tenías un montón de cosas en la cabeza que no sabes a dónde van, y tu reacción después de cantarte una canción para ligar (o para que no me dejes) no será la que te hubiera gustado, y me abrazarás. Verás mi nula reacción hacía tu cálido abrazo, te preocuparás y preguntarás sobre lo que sucede. Te contaré todo con lujo de detalle, sentirás horrible, te marcharás para ya no volver, te lastimaré muy profundo, eso será imperdonable para mí: lastimar a la persona que más he amado en esta vida.”

Así que en lugar de pararme y hablarte, pagaré la cuenta y saldré del café; porque no te quiero lastimar con mis inverosímiles acciones.

Autor: two sad tigers Editó: shalma Escribió: antonio

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PORTADA Alva Daniela Escobar

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