Casapalabras 46

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Yo estoy bien con vos Arturo Cervantes

A

masábamos con Tere —mi pareja— para hacer pan. En medio de la preparación notamos que necesitaríamos más harina integral. Bajé dispuesto a comprarla y no llevé el celular. Antes de que yo llegara al supermercado me paró un anciano. «¿Estás ocupado?», preguntó cuando pasé por la que sería su casa. Cerró con llave la puerta que da a la calle. Y no esperó mi respuesta: se agarró de mi brazo y me dijo: —Necesito que me lleves. Son pocas cuadras. Se lo veía frágil y encorvado. Con la mano izquierda se apoyaba en mí y con la derecha en un bastón. Yo quería llegar al supermercado porque eran casi las nueve de la noche y pronto lo cerrarían. Pero decidí ayudarlo ya que pensé en mi padre: en unos cinco años, quizás, podría necesitar el mismo amparo. Le pregunté hasta dónde iríamos. —Cerca, a lo de Iván. —¿Quién es Iván? —Mi hijo. Le pedí la dirección. —Yo te voy indicando —respondió. Me pareció raro que no me comunicara calle ni numeración. Pero en un principio no le di demasiada importancia a ese detalle y arrancamos el recorrido. Con los primeros pasos entendí que el resto del viaje caminaríamos a ese ritmo tan pausado. Varios peatones ya habían superado la cuadra mientras nosotros seguíamos ahí, reducidos a su velocidad casi quieta. La gente nos miraba. Es que el anciano llamaba la atención con su caminar endeble, como si estuviese a punto de desplomarse. Quise abrir conversación. Le pregunté con quién vivía. «Solo», me contestó. Yo ya lo imaginaba, de otro modo, no me habría pedido ayuda. Pero igual me sorprendí: no supe cómo haría para vivir sin atenciones, abandonado a su fragilidad. Caminando así de lentos la calle me pareció una pista competitiva. Sentí que íbamos a la cola del resto de competidores inalcanzables. Y eso aumentaba mi impaciencia. También tuve miedo. Años de caminar a un ritmo autónomo, joven y resuelto para que de golpe, un día indeseado, la vejez termine de apropiarse del cuerpo y se encargue de disminuirme hasta la lástima, obligarme a que me asistan. Ojalá la muerte sea antes. Pero no mucho antes. Me bastaría con que llegue el minuto

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