El Defensor:A IMAGEN Y SEMEJANZA DE UN LECTOR EXCELENTE

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El Defensor

A imagen y semejanza de un lector excelente Por Juan José García Posada Compilación de los dictámenes y conceptos éticos del autor como Defensor del Lector de EL COLOMBIANO, entre marzo de 2004 y enero de 2007. Se incluyen respuestas a interpelaciones de lectores y análisis de casos de actualidad. Las ilustraciones fueron elaboradas por el periodista Esteban París. Otras imágenes, del Centro de Documentación de EL COLOMBIANO.


El Defensor

A IMAGEN Y SEMEJANZA DE UN LECTOR EXCELENTE Por Juan José García Posada. Encuentro de defensores y ex defensores del lector, Andiarios, martes 11 de noviembre de 2008. Comienzo por expresar mi complacencia por la evolución que la Defensoría del Lector ha experimentado en estos años, tanto en los periódicos como en la televisión y muy en particular en EL COLOMBIANO. (Debo hacer una cordialísima aclaración: La Defensoría del Lector se estableció por primera vez en Colombia en el periódico EntreVista, de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Antioquia. El nombre original fue el de Ombudsman. Me correspondió actuar como tal). Ese perfeccionamiento progresivo es el resultado de la competencia de los defensores, de la respuesta positiva de los lectores y de la convicción de la Dirección, que ha respaldado la Defensoría como factor de credibilidad y ha insistido en su independencia. El Defensor del Lector no es una figura decorativa. He entendido su presencia y su función como una expresión del control social razonable, legítimo, dentro de los límites del Derecho a la Información y la Libertad de Prensa. Encuentro pertinente preguntar de qué no se es Defensor, qué se defiende y cómo se defiende un Defensor. He pensado y sigo creyendo que el Defensor del Lector no es ni una contraparte del periódico, ni un impugnador conflictivo, ni muchísimo menos un detractor sistemático, o un indeseable censor. Su finalidad primordial consiste en ser factor de salvaguarda de la credibilidad del medio periodístico desde la distancia crítica del lector y en ejercer una mediación docente, formativa: Con el lector, para que pueda conocer y comprender los elementos teóricos, éticos, metodológicos y técnicos de la cultura profesional del periodismo. Y con el periodista, para que tenga una visión clara sobre la idiosincrasia, las motivaciones y las expectativas y necesidades del lector. Se necesita espíritu de tolerancia y paciencia, para soportar, por ejemplo, que algún lector lo confunda con un despachador rutinario de quejas. ¿De qué no se es Defensor? 1. De los clientes, los usuarios, los consumidores, etc. 2. De los errores en los que incurran los periodistas y el medio. 3. De los errores en los que incurran los lectores. 4. De grupos de presión, intereses creados, formas de manipulación que afecten el criterio de veracidad.


5. De poderes diversos que lesionen la independencia periodística y la facultad de informar con autonomía, libertad y responsabilidad y de presiones, coacciones, amenazas, tendencias inquisitoriales y formas diversas de censura. 6. De costumbres viciadas, amiguismo, clientelismo, tráfico de influencias, etc. 7. De causas políticas y candidatos en campaña, sean quienes fueren. Entre los periodistas cada día se acentúa más la conciencia sobre el lector como centro primordial de interés y atención. Durante el tiempo en que me correspondió la Defensoría se respondió desde la Redacción en forma creíble a las interpelaciones formuladas y, además, pese a una dosis mínima de arrogancia, a veces, y a la obvia tentación profesional de la autocomplacencia, se aceptaron la crítica y las opiniones discordantes como factores de mejoramiento cualitativo del trabajo periodístico, aunque es probable que haya habido momentos de alguna lesión de susceptibilidades. En EL COLOMBIANO, el Defensor ha obrado en un clima de respeto, de independencia y de primacía de los valores éticos, que no sería posible si no fuera gracias a la convicción y el criterio de la Dirección del periódico. La Defensoría ha sido, en diez años, un factor de credibilidad. Sigo preguntándome ahora de qué y de quién se es Defensor. Esa incógnita permanente sobre qué defender y de quién defender es la que me ha motivado para sugerir que se modifique la denominación de Defensor del Lector. Creo que no es la más adecuada a la realidad del medio periodístico, a la actitud común de los lectores y a las circunstancias que rodean el trabajo, a menos que se profese una vocación sacrificial y autoflagelante. Si lo que se ha buscado ha sido establecer un puente entre lectores y periodistas, el nombre de Defensor puede resultar contrario a lo que se propone, porque tiene una connotación distinta de la que debería tener: Un Defensor se justifica si hay un ofensor. Que no lo hay, por lo que he experimentado y sabido. Un Defensor, en términos jurídicos, presupone la existencia de una parte y una contraparte. Y en la realidad no es así, porque sería absurdo y autodestructivo un periódico de espaldas a sus lectores y contrario a sus intereses. Con todo, el Defensor debe serlo 1. Del Derecho a la Información. 2. De la credibilidad del medio periodístico. 3. De los derechos del lector. 4. Del buen uso del idioma. 5. De la transparencia y la claridad en textos y demás contenidos. 6. Del criterio de veracidad. 7. De la cultura de la discordancia, la diversidad, el pluralismo y una ética dialógica. Además de lo anterior, creo que un Defensor debe animar con sus artículos y sus conceptos la discusión rutinaria, continua, sobre corrientes emergentes que amenazan con desvirtuar la cultura profesional del periodismo y pueden afectar de algún modo la credibilidad y la confiabilidad de los medios que hoy en día compiten en el escenario social. La reflexión sobre el tema es fundamental para mantener claridad ante las actitudes que se asumen frente al fenómeno del mercado: El periodismo es una causa, un servicio, pero de ningún modo puede catalogarse como pretexto para la obtención de beneficios. En el vocabulario actual se utilizan palabras tales como producto, negocio, cliente, que pueden


incidir en la distorsión de los conceptos propios de un periódico: No es un producto sino un proyecto cultural y educativo. El buen negocio es resultado legítimo del servicio eficiente. Y el lector es mucho más que un simple cliente. Y en esa misma línea, un Defensor bien puede influir para que se reconozca la conveniencia de incorporar ajustes, explicaciones, aclaraciones y conceptos que permitan establecer clara diferenciación entre el periódico diario y las publicaciones satélites que tienen el respaldo de la Empresa Editorial, algunas de las cuales dejan la sensación de que está efectuándose un modo arriscado y conflictivo de periodismo sobre el filo de la navaja. El lector justiprecia las posiciones convincentes frente al fenómeno progresivo y ascendente de la multimedialidad, así como también frente a la llamada prensa popular (¿acaso hay otra prensa impopular?) y las publicaciones que necesitan recurrir a hechos, temas y personajes insustanciales con el ánimo de captar mayor audiencia. Y si se pregunta, en fin, cómo se defiende un Defensor, la respuesta está en la acreditación de unas condiciones, atributos o cualidades: 1. Sindéresis, experiencia, conocimiento de la cultura profesional del Periodismo. 2. Cultura humanística, acreditación de la calidad de buen lector de todas las horas. 3. Actitud dispuesta a conocer y comprender la idiosincrasia y las tendencias, expectativas y propuestas de los lectores. 4. Independencia de criterio. 5. Sentido crítico y propiedad para el análisis, la interpretación y la explicación de cuestiones de su competencia. 6. Disposición docente: Motivación a la mayoría silenciosa, insistencia en la cultura de la discordancia, mediación entre periodistas y lectores. 7. Espíritu de tolerancia. Paciencia, abundantísima paciencia. Estoicismo. La ecuanimidad es esencial cuando se profieren conceptos éticos. En conclusión, un Defensor es, primero que todo, un buen lector que fiscaliza y opina, conceptúa y sugiere, vela por la transparencia con que se realiza el derecho a la información y actúa con independencia de criterio. Creo que no es fácil evaluar un proyecto de profundo contenido educativo como el de la Defensoría. Los éxitos, los avances, los resultados concretos de la acción de un Defensor son inmedibles. La evolución de la conciencia ética en una sociedad no puede evaluarse mediante la acumulación de puntos y logros positivos que pueden ser engañosos. Y a propósito de los avances y cambios tecnológicos y la aparición de nuevas metodologías, no hay una ética para cada novedad. La conciencia ética y la actitud coherente deben ser invariables. Cuando se calman la euforia y el deslumbramiento de los nuevos medios, quedan los valores y los criterios del Defensor de siempre. Al apagarse la luminosidad turbativa, al atenuarse el deslumbramiento por la Internet, vuelven a brillar las hojas del diario impreso y del periodismo original y verdadero.


Primero, buen lector

Por Juan José García Posada El Defensor del Lector tiene que ser, ante todo, un buen lector. No es que sólo deba serlo. Esta es la cualidad esencial, inmanente y obligatoria para acreditar autoridad y competencia en el ejercicio de la Defensoría. Si la capacidad de lectura inteligente, crítica y exigente se ha cultivado desde la infancia y se ha experimentado día tras día, mañana tras mañana, a lo largo de medio siglo en las mismas páginas de El Colombiano, es obvio que sea más exacto el conocimiento del periódico en su discurrir histórico, de los avances que ha alcanzado en las diferentes etapas de su propia vida como institución periodística, de sus aciertos y errores y su vocación de servicio a la sociedad, de su orientación filosófica y ética y su metodología de trabajo en la información, la orientación y la recreación y de su consolidación como producto cultural y educativo sui géneris. Ese buen lector que es el Defensor (en mi caso aspiro a ser un lector ejemplar, como lo he dicho en la carta de aceptación que les escribí a la Directora y el Gerente de El Colombiano) debe pensar y obrar en consonancia con el equilibrio entre el periodismo y la ciudadanía y de la coherencia que debe asegurarse entre ser ciudadano y ser periodista. Uno y otro coinciden, a la hora de tener en sus manos el periódico, en la misma condición de lectores: El ciudadano, sea cual fuere su actividad o su función en la sociedad, porque tiene derecho a leer un buen periódico en todos los sentidos. Y el periodista, porque al escribir y publicar no se limita a efectuar una labor casual o caprichosa, ni a realizar su trabajo con simples finalidades utilitarias en busca de fama, poder o dinero. En el medio periodístico dispone del espacio y el tiempo necesarios para pensar y obrar con criterio ético y por consiguiente para escribir o ilustrar con la mente concentrada en los legítimos intereses de los lectores. Y este mismo periodista y ciudadano debe ser, a su vez, el primer lector serio, dispuesto a no hacer concesiones de fondo ni de forma, a no engañar ni a engañarse acerca de la validez y legitimidad de los mensajes que está difundiendo, a pensar y obrar con criterio de veracidad, independencia y altruismo en una labor mediante la cual está prestando un servicio público fundamental para garantizar el derecho a la información. Y si el Defensor del Lector empezó a leer el periódico (por convicción, por necesidad de saber y por hábito), desde el hogar y la etapa escolar, mucho antes de alcanzar la ciudadanía, tendrá mayor ventaja en materia de credibilidad. Y su confiabilidad ante


los lectores será ascendente si además acredita idoneidad periodística, experiencia en las más diversas funciones inherentes a la actividad profesional, integridad ética y sentido de la independencia. La calidad dual de ciudadano y periodista consolida la categoría de lector: Es básica para conocer y comprender a los lectores en sus expectativas y necesidades, en sus tendencias y exigencias, e incluso en su temperamento impredecible, así como también para conocer y comprender a los periodistas (y a la empresa periodística) en el esfuerzo diario por acertar, por ofrecer unos contenidos claros, inteligibles y útiles en el mejor sentido, que incidan en la realización de propósitos ajustados al bien común y en la disposición constante a exponer su producción intelectual y estética al escrutinio público, a la crítica ponderada, respetable y edificante. Para el Defensor del Lector, en tales condiciones, pensar en los lectores y pensar y actuar como lector no comporta una novedad, ni un descubrimiento: Es algo consustancial a su actitud filosófica y ética, a su experiencia y su testimonio de vida como ciudadano y como periodista. Así explico, en esta primera columna, la breve definición que he pretendido hacer de los atributos del Defensor del Lector como buen lector equitativo y de criterio: "Constante, pertinaz, independiente, crítico en el justo sentido, constructivo, consciente de los derechos de los lectores y del significado de su mandato, respetuoso de la buena fe y el profesionalismo de los periodistas, del periódico y de los colaboradores".


Para fomentar una cultura de saludable discordancia Por Juan José García Posada Una de las finalidades primordiales del Defensor consiste en hacer (en cada columna, en la respuesta a cada consulta) una aportación positiva para que los lectores ejerzan de modo razonable y eficaz su derecho a la crítica, a declarar su inconformidad con algún trabajo informativo, a exponer sus discrepancias. En fin, a ser partícipes de una cultura de la discordancia. No se trata de que todos estemos de acuerdo. Mucho menos, de ahondar en los desacuerdos. Fomentar la expresión libre y responsable del disentimiento es una forma de influir en la creación de corrientes dinámicas de opinión pública, en una sociedad abierta en la cual los ciudadanos se sientan motivados a participar de modo habitual, casi rutinario, en la deliberación sobre los asuntos de interés general. La resistencia a la cultura de la discordancia (porque no está integrada a la vida diaria, a las costumbres individuales, familiares y grupales) parece uno de los componentes de la idiosincrasia de los colombianos. Controvertir y ser controvertido, respetar a quien opina en contrario, participar con ánimo pacífico en las polémicas son comportamientos por lo regular exóticos. De la discusión que podría resultar constructiva se pasa con enorme facilidad al alegato estéril. No es extraño que en una polémica el presunto perdedor llegue, en su desespero, a la altisonancia ofensiva y a extremos tales como la amenaza, la intimidación y las vías de hecho. En el discurrir de la actividad periodística y en desarrollo de las relaciones entre el medio y la audiencia no dejan de ser frecuentes los ejemplos ilustrativos de esa ausencia de disposición a la controversia civilizada. Unas veces, porque en el ámbito complejo de los medios puede haber periodistas que se comporten con arrogancia tal que no reconozcan la posibilidad de incurrir en algún error, ni admitan que la verdad con la que se comprometen sea contrastada con las de los lectores, ni acepten el deber saludable y depurativo de hacer una rectificación oportuna y suficiente. Los habrá, también, que no distingan entre la franqueza y la insolencia y extremen el derecho a formular preguntas hasta convertir un cuestionario en indagatoria asertiva y arbitraria. En otras ocasiones, se conocen voces y escritos de ciudadanos que parecen más interesados en mantenerse a la ofensiva (a la enemiga) que en obtener una respuesta a cierta cuestión sobre algún hecho de actualidad, en conseguir la aclaración de un dato incorrecto, o en contribuir al mejoramiento de una información incompleta y optan por tratar de destruir el derecho de los periodistas y el medio a merecer credibilidad. Hay quienes piensan que si se pretende hacer una aclaración, expresar un punto de vista distinto, o rectificar algún texto inexacto, lo primero que debe hacerse es descalificar y ofender al interpelado, desacreditarlo en público,


inferirle daño moral, ponerlo contra las cuerdas y noquearlo. No todos los mensajes que le llegan al Defensor están destinados a publicarse. En buena parte de los casos, se responden de modo directo, a vuelta de correo electrónico o de llamada telefónica. En otros, los autores quieren hacer en privado recomendaciones útiles para mejorar la tarea informativa y entonces se les transfieren a los periodistas respectivos. Si se trata de anónimos o de textos de los que se sospeche son apócrifos, se dejan en suspenso, o se descartan. Como en el mundo y en este país estamos, a veces también llegan mensajes contentivos de insultos, denuestos o apreciaciones que atenten contra derechos personalísimos. Es obvio que sean impublicables. Se publica aquello que sea de interés público, esté dicho con dignidad y contribuya a afirmar una relación clara, franca y transparente de los lectores con el medio periodístico y viceversa. Estas consideraciones son pertinentes, a propósito de dos mensajes llegados en el curso de la semana con copias al Defensor del Lector. Discordar es no convenir con otra persona en materia de opiniones. Cada cual está en su derecho, Pero ante todo ese derecho comporta el deber de respetar a quien discuerda o de quien se discuerda. Lo contrario es atizar la hoguera de las confrontaciones estériles, azuzar sin necesidad en un medio demasiado conflictivo y elevar la temperatura en una sociedad que no soporta ni un grado más de pugnacidad. Cartas al Defensor Las cuentas de EPM y la Contraloría "Vi por televisión y oí por radio, el pasado lunes, que la Contraloría de Medellín tenía serios reparos sobre manejo de cuentas de cobro a usuarios de Empresas Públicas de Medellín. No he encontrado tal información en El Colombiano. ¿No tiene tanta importancia? ¿Acaso me equivoco?" Escribe Arturo Robledo e-mail: arturo687@hotmail.com). Respuesta: El Defensor estableció, al consultar con la Jefatura de Redacción del periódico, que la difusión del informe de la Contraloría sobre la facturación en EPM se aplazó el lunes, aunque ya estaba lista y montada la respectiva página, porque al revisarla se observó que faltaba la contracara completa. Conforme con el Manual de Estilo, se ha dispuesto que una información que no presente las diferentes facetas y no coteje las versiones de las partes implicadas no debe publicarse, así el periódico salga chiviado, como suele decirse. Se aclaró también que Empresas Públicas dijo que sólo se pronunciaría sobre el tema apenas tuviera oportunidad de conocer el informe de la Contraloría (no la versión de prensa). La esperada información completa se publicó en la edición de ayer. Es preciso concluir que el aplazamiento de una información, por los motivos expuestos, es razonable, máxime cuando en el tratamiento informativo que se le ha dado a un tema, como el de EPM, deben primar la ponderación y el seguimiento continuo. Una versión incompleta no puede catalogarse como veraz en el


correcto sentido. Debe suspenderse en procura de mejores elementos, así otros medios se anticipen. Es un riesgo que se corre, hasta cierto límite: Si transcurrido un lapso definido no se obtiene la otra cara, habrá que decidir en qué momento se publica la información acerca de la cual se ha creado expectativa. Aunque este no sea el caso, de ningún modo es aceptable la actitud de algunas fuentes de información que, para neutralizar al medio periodístico, se abstienen de fijar su posición dentro de un término prudente y ejercen así una suerte de censura indirecta. El TLC y los disturbios en Cartagena "Ni una simple alusión en primera página a la manifestación de protesta en Cartagena. Personalmente estoy de acuerdo con el TLC, pero que pasó lo que pasó, pasó, hubo desórdenes, intervención de policía con gases lacrimógenos, choques de manifestantes con fuerza pública, y vandalismo. El Colombiano reduce dichos sucesos a la mínima expresión. Quisiera una explicación". Escribe Luis Gabriel Pineda Correo electrónico: lgpg@geo.com). Respuesta: Los periodistas al servicio de El Colombiano se concentraron en Cartagena en el objetivo original de su trabajo, el cubrimiento de la reunión sobre el TLC. De la consulta hecha por el Defensor (con el Editor de información nacional) se desprende, además, que sí apareció una noticia sobre la protesta de varios dirigentes que se sintieron agredidos, en el Ruedo Político, no en la portada. También en página económica se trata sobre el tema. Aunque se comprende que el periódico optó por destacar lo esencial e importante de la reunión y apartarse del carácter espectacular de la manifestación (destacado por otros medios), es cierto que faltó información más detallada y destacada sobre los disturbios. En primera página se justificaba al menos una referencia. Lo publicado el miércoles sobre los desórdenes en Cartagena fue insuficiente. ¿Regionalismo futbolístico? "En muchas ocasiones he observado el regionalismo del periódico en la presentación de hechos que, si bien no se refieren directamente a nuestro Departamento, sí constituyen una noticia a nivel nacional. Y este caso se repite lamentable y llamativamente el día 14 de mayo de 2004 en el campo deportivo, cuando la noche anterior dos equipos de fútbol colombiano: el Deportivo Cali y el Once Caldas pasaron por primera vez al cuadrangular para la Copa Libertadores, hechos que hubieran ameritado un titular en la primera página. Pero la noticia que sobresale en la sección deportiva, a cinco columnas, es la de un partido por jugar del Independiente Medellín que busca clasificarse para el torneo interno y el triunfo de los dos equipos colombianos ocupa modestísimas y breves dos columnas. ¿Será que los triunfos sólo son significativos y merecen destacarse cuando son del Medellín o del Nacional?"


Escribe Alfonso Trujillo G., con cédula 4.310.008. Respuesta: La tiene la Editora de Deportes, Esperanza Palacio Molina: "La información a la cual hace referencia el lector, salió en la segunda edición del día 14 de mayo. Esos partidos fueron en la noche del jueves 13, era imposible hacer algo más grande. Creo, como editora, que cumplimos con los lectores sacando la información oportuna sobre la clasificación de los dos equipos colombianos. Grande o no, lo importante era salir completos y así salimos". No le toca al Defensor Algunos lectores confunden al Defensor del Lector con otros defensores no periodísticos. Por favor, las cartas deben referirse de modo concreto y preciso a casos de índole periodística, a observaciones sobre contenidos de El Colombiano. No son pertinentes las quejas sobre abusos con tarjetas de crédito, sobreprecios en determinados productos, etc., como algunas que han llegado en estos días. Tienen la dirección equivocada. Estrés y eslogan Ante una consulta, esta es la respuesta del Vademécum del Español Urgente de la Agencia EFE: En el Diccionario de la Academia se ha castellanizado el inglés "stress". Es sustantivo no contable, por lo que dificilmente aparecerá en plural, y si lo hace, decimos algo así como "hay distintos tipos de estrés", en vez de "hay distintos estreses". En el caso de eslogan, se ha aceptado también por la academia y el plural es eslóganes.

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Es mejor no irse con ese manto a misa

Por Juan José García Posada La expresión del rostro del lector dibujado por Esteban París para ilustrar esta columna denota una mixtura de perplejidad y suspicacia ante los medios periodísticos. Indica un riesgo que no debe subestimarse: El de la disminución de la credibilidad. Aunque las tendencias detectadas por las encuestas que se realizan en Colombia muestren un nivel aceptable de credibilidad en favor del periodismo, en aparente contraste con el severo descenso de la confianza pública en medios europeos y norteamericanos (según los informes más recientes), tal dictamen puede resultar engañoso, no porque se asuma una actitud de escepticismo arbitrario, sino porque es legítimo dudar de los indicadores estadísticos, acomodados a la moda del ranking. La demoscopia no es una ciencia exacta sino un método aproximativo, conjetural y coyuntural, tan mudable y caprichoso como la misma opinión pública. Sobre todo, no se han perfeccionado instrumentos de medición cualitativa que permitan obtener conclusiones ciertas sobre la veracidad y la exactitud de los medios en conjunto, su compromiso con la educación en la ciudadanía y con la interpretación de los fenómenos propios de un país atenazado por el conflicto


y asediado por complejísimos factores de confusión y su reconocimiento de que el derecho a la información tiene fronteras éticas, jurídicas y de sentido común y se justifica si garantiza los demás derechos fundamentales. No es prudente desdeñar las señales de alarma que han aparecido en Estados Unidos y Europa, que anuncian la reedición del fenómeno cíclico de la pérdida de credibilidad. En Colombia no están expandiéndose los medios periodísticos. Se verifica una suerte de congelación. ¿Cuántos años hace que ni se fundan nuevos diarios, ni se crean radionoticieros regionales, ni surgen más telenoticieros (y además el desarrollo del periodismo en internet sigue siendo lento), con todo y el crecimiento poblacional y el consiguiente aumento del número de lectores, oyentes y televidentes potenciales? La crisis de credibilidad puede estar rondando. Para saberlo es preciso inventar modos de detección cualitativa, mejores que los que han alentado a punta de estadísticas la falacia de que a la gente hay que darle lo que quiere (y no lo que necesita), que sólo ha servido para estimular la banalización mediática de la vida diaria y la elusión de los temas trascendentes. Y es preciso salirle al paso(a esa eventual crisis) y conjurar el riesgo: Con preguntas y reflexiones agudas y constantes sobre el deber ser del periodismo aquí y ahora, con la superación de la arrogancia y una intensa autocrítica, con estrategias eficaces para sintonizar la agenda informativa con la agenda pública, etc. Los medios suelen ser críticos ante las encuestas políticas. También deben serlo ante las que halagan con una virtual conservación de la credibilidad. Es tiempo de reivindicar el sentido común.


El enigma por descifrar de la mayoría silenciosa

Por Juan José García Posada Varios lectores y periodistas plantean esta cuestión común: ¿Qué decir acerca de los contenidos del periódico en el entorno amplio e indefinible de la mayoría silenciosa de los lectores? Los que le escriben al Defensor, por lo regular para quejarse o exponer motivos de inconformidad, en principio no son representativos de la mayoría. En sana lógica no pueden arrogarse esa condición. Se presume que forman un sector minoritario, pero influyente porque de algún modo se hace leer y escuchar, así se aparte de la corriente general, sobre todo al decidirse a romper el hielo y superar el silencio. Hay algunos métodos y procedimientos para auscultar actitudes y tendencias de la mayoría silenciosa. Las encuestas, los canales de retorno, los consejos de lectores y los llamados grupos focales facilitan, como nunca antes, una labor que, a pesar de todo, siempre será conjetural, especulativa, cuando se trata de audiencias tan complejas, extensas y diversas como la de un medio de amplia circulación. Sin embargo, ahí está la respuesta a la cuestión nuclear, la solución al enigma sobre qué piensan y hacia dónde tienden los lectores. Ahí reside la gran preocupación en los medios que se interesan por sostener credibilidad. El sonoro mea culpa de The New York Times en esta semana se originó en el respeto a los lectores como totalidad. Los lectores que se quejan propician explicaciones, aclaraciones, justificaciones y acciones correctivas. ¿Pero qué pasa si no se quejan? ¿Acaso están satisfechos y no le encuentran sentido a manifestarse si creen que las cosas andan bien? ¿Por el contrario no están satisfechos pero se conforman, como suele suceder con las mayorías silenciosas en materia política, en una actitud bondadosa y complaciente ante los responsables del manejo de los asuntos públicos? ¿Por consultar la mayoría silenciosa, debe un periódico parecerse a la gente que lo lee? ¿Tiene entonces que ser tan conformista y complaciente como aparenta ser la misma mayoría indescifrable de la cual sería el espejo de papel? Un diario no tiene por qué asimilarse siempre, en su visión de la realidad, a la mayoría silenciosa que forma el grueso de la sociedad. Pero sí debe tratar de conocerla, de identificar sus rasgos caracterológicos principales, sus tendencias y preferencias y sus motivos de bienestar y de malestar. En una sociedad abierta se asume que la mayoría, silenciosa o no, es la que en teoría representa la voluntad general, legitimadora de toda función pública.


El concepto de mayoría silenciosa ha evolucionado. Hace medio milenio era la que justificaba el poder por el poder y aceptaba la Inquisición (dice Fernando Díaz-Plaja) porque "sus razones tendría" para perseguir a una minoría selecta, culta e impopular. Ya no es tan fácil comparar la mayoría silenciosa de hoy en día con la que definía Azorin un siglo atrás, como la gente sencilla y conforme que tenía "el secreto de la paz espiritual, de la ecuanimidad, de la dicha y se sentía feliz con un poco de cante, un cacho de pan y unas olivas". En los años y meses recientes ha irrumpido en la forma de una opinión pública de alcance mundial que, por ejemplo, se levanta como contrapoder en Tel Aviv (liderada por Shimon Peres) para reclamar la retirada de la franja de Gaza. Claro que siempre habrá una incógnita sobre su capacidad de acierto. La Defensoría, que no es una sección de quejas y reclamos, pretende canalizar actitudes y tendencias de los lectores, incluidos los que no se quejan, los de la mayoría silenciosa, que debe tener verdades pordecir e iniciativas para proponer. En la construcción diaria de ciudadanía, un periódico presenta una propuesta de conversación ilustrada, para contribuir a que la gente deje de comportarse como una mayoría silenciosa e indiferente y cada cual razone con autonomía. *** Para releer, el preámbulo del célebre ensayo de Kant sobre la Ilustración y la minoría de edad: "La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro"...¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración".


El vacío de la crítica

Por Juan José García Posada Los dos hechos más trascendentes de la actualidad informativa en Colombia fueron ayer viernes la obtención de la Copa Libertadores de América por el Once Caldas y la instalación de la mesa de negociaciones entre el Gobierno y las Auc. En ambos casos, el trabajo periodístico aparece respaldado con apreciaciones críticas en las que se ofrecen elementos de análisis e interpretación. ¿Por qué la crítica periodística está ausente en casi todas las demás secciones? ¿Por qué en el tratamiento de otros sucesos de resonancia, en particular de aquellos que reúnen audiencias y convocan a centenares o miles de espectadores, no se realiza un trabajo evaluativo que dictamine sobre la calidad de las obras y oriente a los lectores en la elección de opciones para la utilización provechosa del tiempo de ocio, de mejoramiento cultural y de recreación constructiva? Es justo hacer una excepción y es la del cine. Para el público de una ciudad con medio centenar de salas de proyección y una cartelera tan variada, el servicio que está ofreciéndose día tras día es el preciso. El cinéfilo y el espectador ocasional pueden encontrar unas claves confiables a la hora de resolver qué película sea preferible. Los puntos de vista de los comentaristas del séptimo arte pueden no ser compartidos, pero son respetables porque escriben como reales expertos. Algo similar, guardadas las proporciones, es lo que sucede en forma habitual con el "cubrimiento" del fútbol, el automovilismo y otros deportes, y con los asuntos referentes al orden público, el humanismo jurídico, el conflicto armado y la paz: Se informa y también se analiza y se explica, incluso se emiten juicios de valor, se ponderan motivos y se cotejan posiciones. El lector se ha acostumbrado a encontrar ese componente crítico y ampliar su horizonte de conocimientos en torno a los temas afrontados. Ayer, no podía ser sorpresivo leer (además de los puntos de vista sobre las películas) un análisis del partido entre Once Caldas y Boca Juniors, o de las circunstancias en que discurrió la reunión en Santafé de Ralito. En cambio, se anunciaron mediante las noticias correspondientes, se realizaron y pasaron muchos otros eventos (y la lista sería muy extensa) en campos no menos importantes como la cultura, la economía, la vida social, la educación y la administración pública, pero el ejercicio de lectura se redujo al ámbito de las noticias y otros géneros informativos y se agotó para la captación de elementos de comprensión y análisis. En los medios, en especial los impresos, la crítica se fundó en el entorno de las artes y las letras. Hoy en día (la crítica cultural) se practica en el cine y un tanto en la música... y pare de contar, porque es notoria la ausencia de crítica de libros, de artes escénicas y


representativas (el arte dramático tiene muy escasos dolientes) y de otras expresiones de la cultura. En otras especialidades de la información, el artículo de intención y alcance críticos es una rareza. La crítica periodística debería ser una actividad habitual, casi rutinaria en todos los frentes de la información: El lector quiere saber qué pasó durante el espectáculo anunciado en los días anteriores, qué aciertos o qué fallas hubo en la representación, qué méritos o deméritos tuvieron los protagonistas, cuáles son los puntos vulnerables del artista o el ejecutante, si la acústica fue buena o mala, qué resonancia y qué grado de aceptación ha tenido el hecho entre el público y, en fin, todos esos factores que interesan para formar y afinar la capacidad de apreciación estética. Pero también, como queda dicho, es necesaria la crítica (no la criticadera, ni el apunte destructivo, ni el desahogo irresponsable) en todas las demás esferas de la actividad informativa, como un modo eficiente de procurar que el lector acierte en la aplicación del criterio a la hora de decidir qué hacer, a dónde y en qué ir, en qué invertir, qué consumir, a quién elegir y, en fin, cómo asegurar que el contenido periodístico le proporcione una guía creíble y confiable para mejorar la calidad de vida.


Entre el deber y el oficio maquiavélico

Por Juan José García Posada En una alta proporción, los mensajes recibidos en esta semana por el Defensor del Lector coinciden en el tema de la difusión de entrevistas con personajes que están al margen de la ley. Aunque algunos lectores manifestaron su conformidad con ese tipo de trabajo informativo, la mayoría lo impugna. Los argumentos son muy variados. No faltan las apreciaciones emotivas y en términos casi detonantes. Este es un problema deontológico nuclear. Es cuestión de sindéresis y de criterio periodístico. Es legítimo invocar el derecho a la información para hacer valer la facultad de informar sin restricciones arbitrarias. Pero se trata de un derecho que no es ilimitado. Comporta un deber correlativo, un ejercicio responsable de la libertad y el reconocimiento de unas fronteras razonables, de sentido común, de carácter legal y de conveniencia pública. Las inquietudes expresadas por los lectores se han referido en especial a la divulgación de entrevistas con personajes que no sólo están al margen de la ley sino que de modo manifiesto no profesan convicciones democráticas sino que se caracterizan por la asunción de posturas y procedimientos autocráticos y totalitarios. "¿Acaso no es un acto demasiado ingenuo darles a tales individuos la posibilidad de disfrutar de unas garantías democráticas que ellos nunca han aceptado y que por el contrario han combatido por medio de la violencia?" Tal pregunta de un lector pone a pensar en la longanimidad y la candidez de muchos demócratas y el riesgo de que los periodistas funjan como tontos útiles (denominación adoptada por Lenin), instrumentalizables por los detractores más encarnizados de la sociedad abierta y del régimen de libertades. Pero la discusión no sólo debe centrarse en esa faceta del problema. Para afrontarlo desde el ámbito periodístico es preciso diferenciar entre un periodismo que justifica el todo vale en beneficio de la primicia y no admite ni siquiera lejanas insinuaciones de autocontrol, y un periodismo dotado de naturaleza histórica y trascendencia, preocupado sobre todo por el seguimiento responsable de procesos informativos, no tanto como por la diaria y nocturna explosión de fragmentos de la verdad que se extinguen instantes después de lanzarse al aire y que representan una aportación muy escasa al conocimiento y la comprensión de los fenómenos de actualidad y a la


interpretación del sentido verdadero de los hechos. Cuando se es periodista con el objetivo casi exclusivo de buscar la primicia (la chiva) y competir por la ampliación de la audiencia mediante procedimientos efectistas, es fácil caer en un juego arriesgado que lleva a la justificación utilitaria y maquiavélica de todos los medios. En cambio, cuando el periodismo no sólo se hace sino que también se piensa (con reflexión constante sobre el porqué, el deber ser y el método) y se procede con criterio ético dirigido al bien común, la primicia se vuelve secundaria, incluso irrelevante, porque importan más los procesos informativos, la profundidad y la claridad en el tratamiento de los asuntos de actualidad y el servicio por encima del beneficio, el deber y no el poder, la tarea nietzscheana de rumiar las verdades y ponerlas en perspectiva. Hay un periodismo que dejó el culto servil a la personalidad y a la resonancia o la capacidad impactante de las fuentes, como capítulo de historia antigua. Cualquier fuente de información puede ser importante como portadora de una pieza de la verdad. Pero debe ser descartada si nada dice para contribuir a la verificación de objetivos periodísticos armonizados con el bien común y con propósitos de interés colectivo. La fuente, insisto en esta idea, debe estar al servicio del tema. No al contrario. En esto consiste esa suerte de giro copernicano que marcó la gran diferencia entre el periodismo como deber y servicio y el periodismo como poder y beneficio. El primero es el que la sociedad necesita y valora. El segundo es el que podría volverse fungible, desechable.


En el reino de los ácratas ¿Cómo identificar las responsabilidades del periodismo en un país acogotado por la fuerza dominante de la anarquía, donde cada cual se siente con derecho pleno e inalienable a causar todo el daño que le venga en gana porque sabe que la máxima norma es el irrespeto a la norma y que tiene a su favor la complaciente protección de la autoridad incompetente? Las tragedias de estos días y de todos los días no tienen por qué atribuírseles de modo exclusivo ni a la fatalidad, ni a designios misteriosos, ni a castigos del Altísimo, ni a trastadas infames del demonio. Es probable que tales factores, que merecen respeto, ayuden y empujen. Pero, a la luz de la razón, las causas de los desastres que estremecen, paralizan e indignan por su absurdidad (como la muerte de los niños del Colegio de los Agustinos en Bogotá, o la de ayer en la desastrosa vía regional cuando murió una dama al volcarse un tractomula sobre un automóvil y muchísimos siniestros ocurridos con gravedad y frecuencia inusitadas) son los frutos de las conductas acráticas prevalecientes en esta sociedad. Es la cosecha de la anarquía sembrada a lo largo de los años. En las calles de Bogotá, Medellín y las demás ciudades se maximizan los derechos y se minimizan los deberes: Se quebrantan las reglas mínimas de convivencia y de ética cívica, se burlan disposiciones elementales de tránsito, se cometen miles de delitos de peligro en cada minuto, se ignoran condiciones básicas, obvias, de transporte de maquinaria pesada. Los homicidas potenciales, los bárbaros motorizados, andan desafiantes: Pasan semáforos en rojo, protagonizan terroríficos guerreos de buses en las avenidas, superan límites soportables de velocidad. Todo, amparado por la alcahuetería de autoridades ineptas que se empecinan de modo sospechoso en predicar la conciliación y la concertación entre los agresores y los agredidos, cuando su deber ineludible consiste en aplicar las sanciones condignas y proscribir la vergüenza de la impunidad. No sería razonable culpar al periodismo por los desastres. Pero sí tiene su cuota de responsabilidad por omisión: Muchas de las tragedias acumuladas día tras día, decenio tras decenio, en el macabro historial colombiano, podrían haberse evitado mediante acciones sostenidas de educación preventiva desde los medios. Muchas de las que por desgracia pueden sobrevenir mientras dure el estado anárquico de cosas podrían conjurarse. Pero no será fácil salir de este caos en el que la barbarie le gana a la civilización, si no se replantean el criterio de servicio, el sentido de la responsabilidad social y el enfoque de las agendas informativas, de tal modo que, sin desconocer la importancia de los


llamados grandes temas (casi siempre abstracciones), no se menosprecien las pequeñas cosas, los llamados microeventos de la cotidianidad, los asuntos de orden práctico, las quejas y preocupaciones de la gente común y corriente, el silencioso protagonismo histórico de los hombres y mujeres de la calle. Entre la lejanía y la ausencia del Estado que mira al ciudadano en sus problemas como un microbio insignificante y la indolencia cómplice de la entelequia llamada sociedad civil, tiene que sostenerse un periodismo que reivindique el sentido de la convivencia, que eduque en la reactivación del respeto a los demás asociados y a las normas que rigen sus relaciones, que la misma persistencia con que se ocupa de los grandes temas la aplique a la prevención contra la imprudencia, contra la improvisación, contra el desprecio por las normas esenciales, contra la incompetencia paradójica de las autoridades competentes. Desde hace algún tiempo se ha hablado de un periodismo de anticipación: ¿Ha servido esa figura para prevenir desastres, para señalar fallas y amenazas, para denunciar la corrupción que le hace esguinces a la ejecución de medidas de seguridad, para desplegar campañas constantes y persistentes (no pequeños y fugaces operativos) en defensa de la gente, de los ciudadanos con alma, carne y hueso, de los lectores, oyentes o televidentes, de los seres humanos que preferirían leer, oír o ver que en los medios periodísticos se sale de la dimensión estratosférica de los grandes y trascendentales temas, para aterrizar en las cuestiones si se quiere elementales de la vida diaria? Recobrar en el periodismo el sentido de lo humano es mucho más que deplorar las tragedias o escribir hermosas historias sobre el sufrimiento. Es también anticiparse con estrategias preventivas de información, opinión y educación, para que lo humano vuelva a merecer respeto en una sociedad anarquizada, que parece un imperio salvaje de ácratas despiadados y bestiales.


Esa manía de banalizar, banalizar, banalizar... Por Juan José García Posada El revuelo mediático de esta semana lo causó una publicación sobre afirmaciones en contra de un ex presidente atribuidas al Presidente de la República. Es natural que este asunto propicie una digresión sobre el deber ser y la práctica habitual del periodismo y la actitud que podría asumirse desde el punto de vista de los ciudadanos (lectores, oyentes, televidentes, cibernautas) como seguidores del espectáculo informativo. También es pertinente indagar por la privacidad de los asuntos públicos. Y volver a preguntar si el chisme puede ser noticia. Podría decirse que en un país donde se ha disuelto el criterio de veracidad, señalar que alguien es mentiroso es lanzarle un insulto casi pueril e inocuo. Aunque en teoría es cierto que hasta el más mentiroso de todos los mentirosos juntos puede invocar el derecho a que se respeten su nombre y su fama, la magnitud de una ofensa es proporcional a su real efecto. Con todo, la emotividad intrépida para emitir juicios de valor y calificar o desconceptuar personas o acontecimientos no tiene por qué ser cualidad de quien, por su respetabilidad e investidura, debe ser señor de su silencio, si, además, por propia experiencia, sabe de la probabilidad de que entre sus oyentes haya individuos indiscretos y de reconocida imprudencia. En todas las sociedades (y ésta ni riesgos de exceptuarse) hay medios periodísticos afectados por la proclividad a convertir el escenario público en un circo. Se resisten a afrontar los temas de verdadero interés general. Acusan morbosa inclinación a las minucias y los chismes. Desarrollan enorme capacidad de exasperar la curiosidad y estimular el voyerismo de la gente, hasta hacerle creer que el derecho a la información consiste en demandar más espectáculo. Son medios que tienen la visión distorsionada. Donde quiera que haya alguien, gobernante o gobernado, dirigente o simple ciudadano que se interesen por pensar y obrar con seriedad y altruismo, lo inducen a que no se aparte del común denominador, de la mediocracia dominante. Los protagonistas de las noticias no les sirven sino cuando son frívolos y ligeros o cuando pueden hacerlos caer en la tentación de pronunciar impertinencias, de alborotarles el ego y ponerlos a hacer campaña proselitista y de aprovechar su impulsividad para utilizarlos como atizadores de discordias. El poder mediático de banalización hace que hasta el más heavy (el más duro) de todos los personajes públicos se envuelva en el remolino de lo light. La banalización del espacio público impide el escrutinio crítico de los hechos


que en realidad deben importar a los ciudadanos. La esfera de los asuntos públicos pasa a ser dominada, controlada, por la lógica (ilógica) del beneficio y la rentabilidad medida por el rating. Un país así nunca será serio. De ahí la importancia de que lectores, oyentes, televidentes y cibernautas, afinen día tras día y noche tras noche la capacidad de realizar, desde sus puntos de vista, un trabajo de interpretación vigilante. El ciudadano puede resistirse a que lo traten como sujeto pasivo y manipulable. Está facultado para ser coartífice de un control social razonable, legítimo, pertinente, que influya de tal modo que la sociedad se cuestione a sí misma e interpele a los medios periodísticos y acabe con la crisis abrumadora del sentido. Sobre todo del sentido común. Esa puede ser una forma eficaz de resistencia contra la banalización de la vida real.


La verdad desde la capital Por Juan José García Posada La asociación tan vieja como errónea de veracidad y capitalidad se hizo patente esta semana con motivo de la incredulidad que despertaron en algunos ámbitos las informaciones sobre el trágico derrumbe en Puerto Valdivia. Los enviados especiales del periódico fueron al lugar del accidente y confirmaron desde el primer momento que habían muerto dos personas y varias habían desaparecido. Esta versión, publicada en la primera página del lunes, fue puesta en duda en determinados despachos oficiales y medios periodísticos, que horas después debieron reconocer que se trataba de hechos ciertos. Se dijo, entonces, ya despejadas las dudas, que la noticia inicial quedaba confirmada. ¿Pero acaso no lo estaba desde el principio? ¿Qué tipo de verdad fue la que dijeron la inspectora del lugar y otros vecinos? Hasta en el mismo periódico (que difundió a tiempo la verdad, verificada en el escenario de los lamentables hechos) se habló, el martes, de tal confirmación, como si también le hubiera hecho falta esa refrendación última en la capital y mientras tanto hubieran subsistido motivos para dudar de la veracidad de los datos proporcionados por las fuentes de Puerto Valdivia. Más atinado habría sido si en lugar de hablar de confirmación, en el periódico se hubiera dicho que (en la Gobernación y en otros medios) se reconoció la veracidad de la información publicada el lunes. El quid de este asunto está en la secular oposición entre la capital y las provincias, entre el centro y la periferia. Se ha creído que todo lo que pasa en el centro del poder político, económico, administrativo, no sólo es más importante, de mayor realce, de más trascendencia, sino que además es verídico. Lo que sucede en las localidades apartadas de la capital (del departamento o de la nación) está señalado con la marca de la duda y la reserva: Ni siquiera es menos importante. Es que muchas veces no sucede o se queda inédito, como si las zonas periféricas estuvieran ocultas por la niebla o escondidas en las sombras. El antiguo centralismo ha tenido también una faceta informativa y ha causado efectos muy negativos en la difusión de la verdad y las verdades sobre la realidad del país: Se catalogan como nacionales los medios periodísticos de la capital. Los demás son de provincia, así la verdadera nación, en sana lógica, sea el resultado del conjunto de las regiones, incluida la región central. Y en ese desorden de ideas, se ha asumido siempre que la verdad se pronuncia en la capital y la veracidad de los hechos se confirma cuando se tiene el sello de la capitalidad, es decir de la cualidad propia de ser cabeza, de la región o del país. Lo demás, lo que se diga en las regiones o en las provincias, en la periferia, no es verdad central, nuclear. Es, si acaso, sólo verdad parcial, con todas las connotaciones y subestimaciones de lo periférico. Ese concepto falaz de que una noticia deba ser confirmada en la capital para que sea verídica y por una fuente de la más alta jerarquía, es un arcaísmo tejido a las


tradiciones centralistas e imperiales que, desde tiempos lejanos (desde la dinastía Shang, 1.700 años antes de Cristo, en la China) consagraron el culto reverencial a los funcionarios de la metrópoli como una de las obligaciones ineludibles de los súbditos. En Colombia, esa tradición viciosa empezó con la Colonia y se ha reproducido de generación en generación a lo largo de la llamada república. No resulta extraño que en los medios de la capital se proceda muchas veces como si en las regiones (¡en la remota provincia!) no existieran realidades dinámicas, procesos informativos continuos, hechos de interés público significativos. Como si la periferia no estuviera habitada por gente que hace historia cada día y que también tiene criterio de veracidad. Y como si no fueran confiables y creíbles las fuentes de información que dicen sus verdades desde la periferia, sin estar investidas de la potestad confirmatoria con que las ha ungido la capitalidad. Cartas al Defensor Las fuentes dignas de crédito Escribe Rodrigo Alberto Londoño: Por favor me aclara, señor Defensor, por qué el mismo periódico en la edición de martes parece poner en duda su noticia de primera página sobre dos muertos y siete desaparecidos por el derrumbe en Puerto Valdivia. Leí el lunes esa información, y en la primera página de hoy martes se dice que la muerte de dos personas y desaparición de otras siete fue confirmada por el Gobernador de Antioquia. La fuente citada en la primera noticia fue la inspectora Araceli Brand. Dio los nombres de los dos muertos: Oscar Ovidio Espinosa Correa, de 35 años, y su hijo Herlindo Anduberly Espinosa Alzate. Muy respetuosamente, creo que El Colombiano queda como si hubiera tenido dudas de la inspectora, pero al citar al Gobernador ya dichas dudas se despejaron. ¿Con quién, si no con la autoridad local, pudo confirmar el señor Gobernador? ¿Por qué motivo y con qué intención un noticiero de la mañana, hoy martes, anunció que la Gobernación preparaba un informe sobre la verdad acerca de número de muertos en el derrumbe, como si lo dicho por la inspectora no fuera cierto sino al ser refrendado por el Gobernador? ¿Acaso para que un hecho sea verídico necesita la confirmación oficial de la alta jerarquía y no basta con que sea la autoridad del lugar quien confirme? Rodrigo Alberto Londoño (roalon@hotmail.com) Explicación El Jefe de Redacción ha explicado: Siempre hemos recalcado la importancia de estar en el lugar de los hechos para tener la posibilidad de acercarnos más a la verdad. El primer día del derrumbe, EL COLOMBIANO fue el único medio de comunicación que se hizo presente en Puerto Valdivia y allí obtuvo la versión de testigos y de la inspectora Araceli Brand. Pese a que ella nos informó oficialmente de la muerte de dos personas y nos dio sus nombres e incluimos los testimonios de las personas que hablaban de al menos otros siete desaparecidos, cuando salió publicada esa información, algunos medios, que no estuvieron en el sitio, trataron de rectificar al


periódico, con base en informaciones que obtuvieron a distancia, por teléfono, quizás con otras autoridades o testigos. El mismo gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa, antes de viajar a la zona, con base en esas otras versiones de prensa dio una rueda de prensa y aseguró que no había víctimas. Luego de viajar a la zona del derrumbe, y cuando pudo comprobar la información que suministró EL COLOMBIANO desde el primer día sobre la muerte de dos personas y la posibilidad de que hubiera otros desaparecidos, citó otra rueda de prensa en la tarde para dar una versión más exacta. Por ello, al día siguiente el periódico reitera esta información, ya confirmada por el señor Gobernador. Para ratificar que esta información era veraz y que fuimos los primeros en suministrarla, di la instrucción para que en la página interior, donde se desarrolla la información, se incluyera la expresión: ... tal como lo informó ayer EL COLOMBIANO. Conclusión del Defensor De la lectura del mensaje enviado por el lector y de la versión del Jefe de Redacción puede inferirse una reafirmación sobre el carácter fidedigno (es decir digno de fe y de crédito) que se les reclama a las fuentes informativas, sean cuales fueren su prestancia personal y social, su rango en una jerarquía o su condición de oficiales o privadas. Esto es importante para que los lectores afinen su capacidad de discernir acerca de dónde puede residir la verdad de un hecho informativo. Tan creíble puede ser, en un episodio determinado, un simple parroquiano que pasaba y fue testigo del hecho original, como el funcionario que, basado en datos ciertos, se encarga de ponerle el sello de autenticidad a la versión. Por una dilatada tradición que se asocia al culto secular a todo lo que se refiera al poder público, sobre todo al central, suele permanecer en entredicho lo que diga un particular común y corriente, por más serio y honorable que sea, hasta cuando se conozca la información refrendada con el sello oficial y no desde cualquier despacho: Para algunos medios no fue suficiente con que la inspectora local confirmara lo informado por varios ciudadanos y difundido el lunes por El Colombiano. Si el periódico, por medio de su enviado especial, no hubiera estado en el lugar de la tragedia y no hubiera obtenido los datos que obtuvo con la inspectora y con otros miembros de la comunidad, el conocimiento de las lamentables consecuencias del derrumbe (dos muertos y varios desaparecidos) se habría diferido quién sabe hasta cuándo. Al menos el Gobernador, como ha podido saberse, se retractó de lo dicho en la primera rueda de prensa y reconoció la magnitud del accidente, ya después de visitar el lugar y obtener de las mismas fuentes iniciales los mismos datos que se habían publicado desde la primera página del lunes, que algunos habían puesto en duda. Este caso motiva un próximo comentario sobre cuestiones de preocupación constante: ¿Para que una versión sea creíble tiene que llevar el sello oficial? ¿Hay acaso una relación directa y necesaria entre verdad y capitalidad? ¿Pueden un hombre de la calle y una inspectora ser creídos como fuentes fidedignas, o se requiere la confirmación de autoridad superior?


Pero sin nostalgia de la antigua crónica roja Por Juan José García Posada Proponer el restablecimiento de la crónica roja en las condiciones en que se aplicaba este subgénero del periodismo informativo hace medio siglo sería un anacronismo y casi una misión arqueológica. Las circunstancias culturales de nuestra sociedad son muy diferentes hoy en día. Los hechos delictivos eran sorprendentes, conmocionantes. En la indagación de causas y antecedentes, en la averiguación de los probables móviles y en la formulación de hipótesis sobre la autoría se demostraban la perspicacia y las destrezas de los buenos reporteros. Se trataba de sucesos sensacionales por la rareza y por el impacto que ocasionaban en los lectores de una ciudad todavía tranquila y rutinaria como era Medellín entonces. Antólogos e historiógrafos han compilado relatos de crímenes y acontecimientos espeluznantes que demuestran la íntima conexidad entre periodismo y literatura y que Poe, Conan Doyle y los demás clásicos de la narrativa detectivesca habrían leído con fruición. Nadie imaginaba siquiera que al compás de los días esos hechos extraordinarios, que por pavorosos e insólitos alteraban la tranquilidad ciudadana, fueran a integrarse a la normalidad hasta el punto de que perdieron su atractivo y su valor noticioso, para quedar ocultos en el pandemónium de la actualidad. En esta semana, varios lectores han escrito y han hablado para reclamar que el periódico vuelva a interesarse por la llamada crónica roja, no porque los anime algún interés morboso ni porque los temas de acento sensacionalista estén en sus preferencias de lectura, sino porque perciben que en los medios hay una tendencia a subestimar los problemas constantes de inseguridad urbana, tal vez porque el mayor despliegue informativo se les asigna a las cuestiones de orden público y conflicto armado y a otros puntos de atracción en el panorama informativo. Reconocen que en publicaciones sectoriales y en semanarios como La Chiva se mantiene el interés por esa temática, pero creen que se les prestaría un buen servicio a los habitantes de la ciudad y a las mismas autoridades responsables de la protección de vida, honra y bienes de los asociados, si en las páginas locales de cada día se enfatizara, con un criterio educativo y preventivo, sobre las diferentes facetas de la inseguridad, que en Medellín sigue siendo muy enervante, así a veces se les opongan las estadísticas a las evidencias. No importa que sea reiterativo tratar este asunto. La seguridad es prioridad de la ciudadanía. Está en la esencia de los intereses vitales. Defender la vida, la


integridad, la propiedad, es un derecho y un deber. Por guardar las apariencias es una necedad temeraria desconocer que la delincuencia campea por las calles. Las digresiones sobre su etiología y sus alcances son valiosas para afrontar la cuestión a mediano y largo plazos, pero el problema actual, concreto, objetivo, no puede dejar de tratarse con urgencia. Y desde un periódico puede asegurarse una aportación muy eficiente. Por supuesto que no vendría al caso proponer desde la nostalgia la restauración del antiguo estilo de relación de sucesos sensacionales, que terminó su ciclo y pasó a la historia. Interpreto los reclamos de los lectores (con la certidumbre de que los comparten los ciudadanos periodistas) en el sentido de instrumentar una estrategia informativa y orientadora para el tratamiento diario y sistemático de los temas inherentes a la seguridad ciudadana. Creo que sería acertado sugerir la aplicación de un proyecto (ese proyecto que se ha tenido en mente al pensar en el servicio, no tanto como en el presunto beneficio, que además llegaría por añadidura) dotado de justificación teórica, ética y pragmática, de objetivos claros y evaluables, de una metodología de trabajo coherente y de unos contenidos que posibiliten el desarrollo de una línea continua de trabajo periodístico dirigida mucho más a la prevención, al estímulo de la solidaridad y la organización comunitaria, al fomento de la razonable cooperación con las autoridades, sin perjuicio, claro está, de la noticia (policial o judicial, sea cual fuere la denominación) como hecho de actualidad y como fuente de relatos y narraciones de profundo sentido humano y social. Lo que no tendría pertinencia sería refaccionar el arcaísmo de la crónica roja. *** Glóbulos rojos La crónica roja se asimiló en muchos casos al amarillismo y el sensacionalismo. Comenzó a utilizarse como recurso de mercadeo y ventas y método para la ampliación del número de lectores, desde principios del Siglo Veinte. "Póngale más glóbulos rojos a ese relato", le ordenaba un editor al redactor de sucesos. Aunque no en todos los casos el cronista judicial o policial podía en justicia confundirse con el de crónica roja, sí corría ese riesgo. Hoy, la crónica roja sigue empleándose para explotar instintos en medios de la llamada prensa popular, que linda con el sensacionalismo. Por el contrario, la información sobre seguridad es una especialidad afín al periodismo cívico.


Travesuras y torturas juveniles Por Juan José García Posada La eficacia de un periodismo que sea irreductible en la defensa de una ética profesional de alcance universal, basada en el respeto a los derechos humanos, ha de ser garantía de que los crímenes de lesa humanidad y las atrocidades de la guerra no sigan quedando impunes hasta el fin de los tiempos. Aunque haya sido tardía, la difusión mundial de las fotografías probatorias de torturas a prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Gharaid, por soldados estadinenses, ha resultado de tal contundencia que rompe la tónica de discreción cautelosa y consensual de los medios, marcada por las normas restrictivas de la información bélica trazadas en la administración de Bush. Son muy graves y complejas las consecuencias y repercusiones políticas de la publicación de las fotografías, indicativas de la degradación de los soldados encargados de la custodia de los prisioneros. Entre tanto, se abre un debate periodístico de primera magnitud. En varios medios norteamericanos (leí el San Francisco Chronicle y el Baltimore Sun) se preguntaba ayer por qué no todos los periódicos publicaron las fotografías de las torturas en primera página y por qué los que ya las tenían las mantuvieron en el congelador. El Baltimore Sun criticó a la CBS por autocensurarse y guardar las fotografías durante dos semanas, por petición de oficiales del Ejército. La difusión de las fotos la hizo el célebre programa 60 minutos, de esa cadena. Lo esencial para el periodismo, gracias a la difusión de las fotografías de unos hechos tan abominables por medios tan exigentes como el Washington Post (cuyo Editorial de ayer viernes es muy severo en el cuestionamiento del régimen de Bush) está en la reivindicación de la libertad de prensa, tan venida a menos por motivos de seguridad, y del derecho a la información como garantía de los demás derechos fundamentales. Es probable que el veredicto de la historia sobre la responsabilidad por crímenes de guerra ya no pueda ser potestativo de los presuntos vencedores, ni haya que esperarlo hasta la consumación de los siglos, si puede elaborarse en juicio ajustado al ritmo de la actualidad y con base en documentos y testimonios acreditados por los periodistas como nuevos historiadores. Ya la divulgación y la interpretación crítica de las bestialidades guerreras no podrán arrogárselas de modo exclusivo los clásicos historiadores y los novelistas. Las brutalidades de las confrontaciones y de los regímenes despóticos sólo trascendían años o decenios después de perpetradas, cuando el tiempo había puesto a funcionar la potencia indulgente del olvido y hasta se ponían en duda las peores transgresiones: No han faltado quienes hoy en día afirmen que el exterminio nazi de judíos en el Holocausto fue una ficción, o que las masacres de Stalin durante el tiempo del terror en Rusia fueron invenciones de anticomunistas fanáticos. El periodismo de entonces se mantenía en la reserva. Las desgracias causadas por hienas antropomorfas investidas de poder omnímodo se quedaban inéditas. Bien. ¿Es utópica la idea de una ética universal del periodismo en los tiempos actuales? Claro está que entre la ética y la utopía siempre ha habido una conexión íntima: Se habla en términos estimativos, axiológicos y del deber ser. En principio, el


fenómeno de la globalización mediática y periodística entraña una invitación a pensar en la posibilidad de una globalización ética, sobre las bases de una ética de mínimos. Sería imposible plantear la cuestión desde una ética de máximos, o maximalista, que elevaría el problema al nivel de una discusión de orden moral y, en un mundo como el actual, con el riesgo de que se convierta en un arriscado debate de acento religioso. La divulgación de las fotografías sobre las torturas en la prisión de Abu Gharaid marca una señal de partida hacia esa nueva ética universal, para que algún día sea posible que los crímenes de lesa humanidad, que no se expían con simples disculpas, no se queden impunes ni inéditos. Hay cuestiones esenciales a la condición humana, a las que no puede renunciar ningún periodista, sea cual fuere el lugar del orbe en el que efectúe su trabajo profesional y por encima de fronteras ideológicas, políticas, étnicas o lingüísticas. La más importante de todas es el respeto a los derechos humanos. Y es en este punto en el que puede encontrarse, entonces, la clave para el planteamiento de la ética universal del periodismo actual y futuro: El humanismo ético, afín al humanismo jurídico, representa la plataforma sobre la cual pueda edificarse la estructura de la ética profesional que debemos buscar o intentar, para el periodismo del Siglo Veintiuno. La libertad de prensa y el derecho a la información se justifican por el respeto y la defensa consiguiente de los derechos fundamentales de los seres humanos. Lo ideal es que algún día ningún ser humano se deje confundir cuando una señora como Terrie, la mamá de la soldada Lynndie England involucrada como torturadora, salga a decir que se trataba sólo de "tonterías, travesuras de muchachos". Cartas al Defensor El cuento del diablo bailarín Varios lectores han comentado el trabajo informativo del domingo 2 de mayo donde se narra el cuento de la presunta aparición del diablo en una discoteca. Saúl Ocampo Betancur declara que lo leyó “con espanto”. Objeta el hecho de que se haya publicado como episodio verídico. Dice que las historias fantásticas se escriben para deleite de quienes gustan de ellas, pero no se publican como algo que en realidad sucedió. El Defensor examinó el trabajo en referencia. Aunque la periodista enfatizó en que no hay evidencia de que el hecho haya ocurrido y en situarlo en el contexto de los mitos y leyendas urbanos, con respaldo en apreciaciones de un comentarista calificado, en algunos apartes sí deja la sensación de que narra un suceso de la vida real: Varias veces y en forma inapropiada, califica el hecho de historia. Hay una línea divisoria entre lo verídico y lo verosímil o parecido a la verdad. La historia debe ser verídica. En cambio, los relatos de espantos y apariciones son verosímiles. No hay que creer en ellos, así se propaguen por los periódicos a modo de divertimento. Son temas que se encuadran en la llamada gaya ciencia, ciencia alegre y jovial. Ciberfotografías Para despejar la duda de algunos ciberlectores sobre si las fotografías de eventos sociales que se anuncian en la edición digital de El Colombiano son autorizadas por quienes en ellas aparecen, el Defensor buscó respuesta en Gente Colombia, la entidad que las publica.


Natalia Ortega y Gabriel Ramos explicaron que tales fotos “son tomadas y publicadas con la autorización de las personas que allí figuran”. Dijeron que “nuestros fotógrafos visitan bares, sitios de rumba y eventos, donde antes de tomar la fotografía explican a los asistentes que se trata de una página de sociales en internet que ofrece el servicio adicional de impresión de fotografías. Después de tomadas las fotos, las personas reciben una tarjeta con la dirección de la página web de Gente Colombia y las instrucciones para encontrar su foto”. En la sección de Medios Electrónicos de El Colombiano se ha aclarado, así mismo, que la promoción mencionada es de carácter publicitario (no se trata de un contenido periodístico), de responsabilidad de la empresaTerra. La vía Regional y el Parque Lleras La lectora Martha Carrasco habla de la Columna del Defensor del sábado 1 de mayo sobre la anarquía y los accidentes en Colombia. Y reclama atención de las autoridades para controlar el ruido y el irrespeto a los vecinos en el Parque Lleras, de El Poblado. El lector José Guillermo Montoya pide que El Colombiano investigue qué pasa en la vía Regional. El Defensor trasladó al Editor del Area de Antioquia y Metropolitana, el conducto regular, las cartas de los dos lectores. En las páginas respectivas se han publicado y se publicarán trabajos pertinentes en próximos días. El arte infantil y las armas El lector Américo Caro Muñoz cuestiona un aviso publicado en El Colombianito del 28 de abril, página 5a, donde se convoca a un concurso de pintura infantil sobre la convivencia escolar. No encuentra relación entre el concurso (y el aviso) y la ilustración con un hombre dotado de un arma de guerra. Dice que, a su pesar, su hijo escogió para participar una foto de la página 3a del 28 de abril, donde aparecen paramilitares armados y cubiertos de pasamontañas. Es cierto que un concurso artístico para niños debe invitar a la paz y la convivencia. Cualquiera que sea el motivo de la ilustración original, para escoger los temas, que no son impuestos por los organizadores, los concursantes deben tener la tutoría de sus padres, principales responsables de la pedagogía y la educación de quienes están bajo la patria potestad.


Cuestión de opiniones

Por Juan José García Posada Las opiniones editoriales o las de los columnistas, como expresiones de la libertad de pensamiento, en principio no tienen por qué ser restringidas. Sólo deben ser objeto de rectificación cuando se fundamenten en datos falsos o en hechos carentes de veracidad, porque puede vulnerarse el derecho del lector a la información confiable. Y es legítimo omitir la publicación de un comentario, por decisión editorial, cuando se amenacen los derechos a la honra y el buen nombre de los ciudadanos acerca de quienes se comente. 1. Varios lectores han interpelado al Defensor del Lector en relación con artículos de opinión. Ayer, una lectora manifestó su desacuerdo con el Editorial del mismo día, titulado Sharon desafiante , y con que se hable del "muro de la ignominia". Se declaró asombrada "por tanta falta de neutralidad". Dijo, por ejemplo: "Sin lugar a dudas el tema del conflicto palestino-israelí es siempre de extrema complejidad y tomar una postura es asunto delicado, pero tratándose de un medio de comunicación respetable como El Colombiano, lo mínimo que uno como lector se espera, es algo de objetividad". En este caso nada hay para rectificar. Es la opinión del periódico (compártase o no), basada, además, en informaciones que no han sido desmentidas. Y a diferencia de la información, la opinión se desvirtuaría, dejaría de ser opinión, si fuera objetiva y neutral. 2. En días recientes, varios lectores han expuesto sus puntos de vista sobre la ausencia de la columna del novelista Gustavo Álvarez Gardeazábal. Las opiniones han estado divididas: Unos se declaran en desacuerdo con la decisión de la Dirección, mientras otros están de acuerdo. La decisión editorial entraña un acto de libertad, responsabilidad y autonomía. Autonomía, para obrar conforme con los principios y valores del periódico. Responsabilidad, para aplicar la sindéresis en beneficio de los lectores y sus derechos. Libertad, para publicar o para abstenerse de publicar, por motivos que son del propio fuero de la misma Dirección del periódico. El Defensor del Lector, conviene volver a decirlo, no tiene competencia (sea cual fuere su opinión independiente) para dictaminar sobre decisiones editoriales. 3. ¿Cuándo y por qué es rectificable una opinión? Para tratar de resolver las inquietudes de lectores que (en un tercer grupo) puedan sentirse lesionados por algún comentario, y ampliar lo dicho en el primer párrafo, es pertinente citar la jurisprudencia creada por la Corte Constitucional en la sentencia del 14 de septiembre de 2000, sobre un caso de Acción de Tutela: Después de


reconocer la libertad de pensamiento (consagrada en el artículo 20 de la Constitución), advirtió que "es indispensable asegurar el responsable ejercicio del derecho a la difusión de información, para proteger efectivamente los demás derechos constitucionales de las personas, cuando estos se vean injustamente vulnerados o amenazados por la difusión de informaciones y opiniones". Para mayor concreción, la Corte explicó: "?así como el reportero debe cerciorarse de la veracidad de los hechos que conoce a través de sus fuentes cuando el contenido de su trabajo tiende a verificar la ocurrencia cierta de un determinado hecho, el columnista de opinión debe constatar la veracidad de las premisas que fundamentan el objeto de su particular percepción de la realidad, so pena de incurrir en las inconstitucionales conductas de desinformar al público receptor de su pensamiento, y de vulnerar injustamente la fama de los protagonistas de los hechos que analiza". En situaciones como las que pueden asociarse con el tercer punto, es preciso concluir que, en su Manual de Estilo, el periódico tiene unas normas que regulan la esfera de las opiniones y definen el marco legítimo (ético, jurídico y de sentido común) para el ejercicio responsable de la libertad de pensamiento. En las relaciones entre el periódico y los columnistas hay un acuerdo tácito de respeto recíproco. Si se incurre en faltas que impliquen la vulneración de los atributos y prerrogativas de los lectores (como las anotadas en la providencia citada de la Corte Constitucional), es obvio que deban adoptarse los correctivos justos y en primer lugar lo prudente y sensato es aceptar el derecho de rectificación "en condiciones de equidad". Cartas al Defensor Un asalto a la buena fe Varios lectores han escrito, por separado, para llamar la atención sobre un aviso que se publicó en la sección de clasificados, sobre la oferta de empleo en plataformas petroleras en alta mar. Entre quienes han enviado sus mensajes figuran Tatiana Giraldo y Jairo Tabares. Esto es lo que dicen, en gran síntesis: 1. El aviso aparece antecedido del título de Nuevas oportunidades de trabajo y el subtítulo de Gran auge de la industria petrolera en alta mar. 2. Se anuncian empleos muy bien remunerados (hasta de 380 dólares diarios). Se les pide a los interesados que llenen un determinado formato y lo envíen a una dirección en internet, al parecer en algún lugar de Canadá. A vuelta de correo electrónico se les pide que, además de manifestar su conformidad con un convenio inicial, paguen 189 dólares para empezar el proceso de selección. 3. Pese a que en un principio el aviso tenía apariencias de seriedad, al sospechar sobre la autenticidad de la oferta se ha comprobado que se trata de un engaño y quienes han enviado dinero con la esperanza de obtener el empleo anunciado han sido víctimas de un asalto a la buena fe. "A la fecha (dice, sobre la tal empresa, uno de los lectores) no se ha podido comprobar su domicilio fiscal, ni su honestidad, ni su seriedad", ni su registro en las entidades canadienses que acreditan la vida legal y la legitimidad de empresas como la aludida. 4. "Lo único que esta "empresa" ofrece (dice en una de las cartas) es poner el


nombre del cliente en una base de datos, pero no se compromete a dar trabajo, por lo que es difícil actuar en su contra y en Canadá no hay instancias a las que se pueda acudir de manera gratuita para solicitar la devolución de lo pagado. Por lo general el cliente no consigue ningún empleo y pierde el dinero que la "empresa" le pide". 5. En todas las cartas se aclara que la intención consiste en alertar a los lectores interesados en conseguir trabajo, para que no pierdan su dinero con la ilusión de emplearse en las condiciones dichas y mediante una empresa que sólo puede ofrecer sospechas. "Yo no culpo al Colombiano de antemano por el clasificado (dice una lectora), pero sí me gustaría que así como publicaron el aviso, también ayuden a detener a estos timadores internacionales, que lo único que quieren es aprovecharse de la mala situacion económica de los países pobres". Conclusiones El Defensor del Lector ha verificado la información contenida en los mensajes de los lectores sobre este tema. En este caso está advirtiéndose sobre el abuso de la necesidad de muchos ciudadanos desempleados y de la buena fe de los medios del país y del exterior que le han dado cabida al aviso en cuestión. Es también una muestra de la extrema liberalidad y el descontrol imperantes en la internet. Tanto el clasificado como el anuncio que se lee en la página web señalada pueden sugestionar a un lector afanado por encontrar empleo, un poco incauto y dispuesto a correr el riesgo. ¿Cuál es la responsabilidad del periódico? De la consulta hecha por el Defensor se desprende que pese a los filtros a que se someten los avisos y las averiguaciones que se realizan de modo normal para asegurar su autenticidad, hay algunos, como el mencionado, que ofrecen todas las apariencias de seriedad. Es imposible garantizar un control pleno e infalible. Casos similares han ocurrido en semanas recientes en México, Perú, Filipinas, Burkina Faso y Santa Lucía. Como lo dicen los lectores que han escrito, se trata de timadores internacionales que, por desgracia, hasta ahora escapan a cualquier acción punible. Una razón más para reforzar los mecanismos de selección previa de contenidos en el periódico, hasta donde se pueda y con el riesgo del error de buena fe. Dudar siempre. No pecar por ingenuidad. Inmerso o incurso Aclara un lector: "Está inmerso en un delito". Expresión incorrecta. Los abogados dicen incurso, o que ha incurrido. Mejor todavía, involucrado. Inmerso es sumergido, ensimismado.


El asedio olímpico

Por Juan José García Posada No podría decirse con acierto que a la pesista colombiana Ubaldina Valoyes la hicieron caer los periodistas de todo el mundo que están cubriendo los Juegos Olímpicos de Atenas. Pero los indicios conocidos muestran que la valiosa atleta sufrió una desconcentración fatal (así tituló El Colombiano la caída de la muchacha en plena pista) y ella misma reconoció que se sentía muy nerviosa a la hora de una prueba tan esperada y tan comprometedora. Tal parece que el suyo ha sido un caso crítico de ansiedad competitiva. Así lo denominan psicólogos del deporte como el español Pablo Jodra, en un estudio del cual se concluye que ese síndrome es causa de respuestas cognitivas, fisiológicas y motrices fatales para el rendimiento de los deportistas. Aunque no hay motivos de peso para culpar de la caída de Ubaldina Valoyes a los medios de comunicación, este deplorable episodio sí puede ser un motivo más para que los investigadores en psicología del deporte avancen en sus trabajos sobre los factores internos y externos que influyen en la ansiedad y el estrés de los deportistas (hay todo un catálogo, expuesto por los estudiosos), que aumentan en la medida en que sube la importancia de las competencias. Y para que estudien, también, con expertos en los efectos del fenómeno mediático, si puede resultar válida la hipótesis de que a mayor asedio informativo, a mayor despliegue de luces, cámaras y micrófonos corresponde una más alta posibilidad de bloqueo psicológico y somático de los atletas, de hecho expuestos, por el solo reto de competir, a posibles alteraciones nerviosas y a un estado apenas natural de ansiedad que podría compararse, guardadas las proporciones, con el pánico escénico de los actores y cantantes, como también de los trapecistas, volatineros y payasos de los circos. El deporte olímpico ha tenido y tendrá siempre un componente de espectacularidad. No puede quedarse inédito, ni realizarse en secreto. Un despropósito sería hablar de que se efectuara en recintos cerrados a los que no tuvieran acceso los medios. Suprimir la instantaneidad y hacer sólo transmisiones en diferido sería no sólo una violación del derecho a la información sino también una necedad. Pero el asedio mediático sí es exagerado. A los deportistas se les exige no sólo que se empleen a fondo como tales, mediante el esfuerzo muscular y la concentración mental, sino también que tengan dominio del escenario y de la audiencia. Es demasiado pedirles. Varios lectores (que al mismo tiempo son oyentes y televidentes o cibernautas) se quejan porque los diferentes medios (y el ejemplo actual es el


de los Olímpicos de Atenas, pero todos los días se dan casos cuestionables en los ámbitos nacional y local) acorralan a los deportistas, los exponen a un desgaste psicológico exagerado, los convierten en protagonistas estelares de un show que desvirtúa lo esencial del deporte, maximizan las expectativas pero los minimizan si no obtienen victorias y, en fin, los fuerzan a llevar pesos superiores a los que les corresponden: Así, es probable que a un levantador de pesas (o a una levantadora) acabe por arraigársele la idea de que al peso físico por alzar debe agregarles el peso de todo un país que hace fuerza por su victoria, más el peso psicológico de centenares de cámaras y micrófonos circundantes. El psicólogo Jodra y otros colegas suyos advierten que "un alto grado de ansiedad se ha considerado como un elemento interferente sobre el rendimiento deportivo". Esta afirmación no entraña un descubrimiento. Pero sí puede motivar un razonamiento útil sobre la distancia prudente que deben observar los medios al concentrarse en el tratamiento informativo de cualquier tipo de competencia deportiva, desde unos Olímpicos hasta unos intercolegiados. En estos días, el despliegue descomunal del periodismo deportivo del mundo reunido en Atenas nos ayuda a seguir el desenvolvimiento de los Juegos de modo casi instantáneo. Es algo prodigioso, con todo y las fallas y los retrasos de la televisión colombiana. Pero el asedio mediático es un factor de desnaturalización del deporte, por lo que representa como amenaza contra la estabilidad y el rendimiento de los deportistas y, además, como una forma de olímpico desconocimiento de las reglas básicas de la competencia libre y el juego limpio. Las cartas La postración del deporte colombiano "El deporte colombiano está sufriendo una hora fatal. Estos meses han sido de fracasos, derrotas, postración. Qué prueba más lamentable la de los actuales Juegos Olímpicos. Hago un llamado al periodismo deportivo de nuestro país para investigar y denunciar las fallas, informar con más realismo sin crear tantas expectativas falsas de triunfo". Así comienza la carta que firma el lector Jesús Alberto Otálvaro. Y continúa: "Narradores deportivos, locutores de la radio y televisión, no creo que se atrevan a ser críticos, porque si hablan mal del deporte y de la mala capacitación de los deportistas, amén de la irresponsabilidad de los dirigentes, dejan de viajar y viaticar por el mundo en cubrimiento de los eventos internacionales. Les toca sostener el cañazo, como dicen en mi tierra. Por favor, señores de la prensa escrita, de El Colombiano, les toca a ustedes, con su independencia, hacer algo por la reivindicación del deporte, ser más críticos, menos complacientes con deportistas y dirigentes". El porqué, en la ausencia del Estado La Editora del Área Deportiva de El Colombiano, Licenciada Esperanza Palacio Molina, atribuye en gran parte los resultados del desempeño de los deportistas colombianos en eventos internacionales (y ahora en particular en los Juegos Olímpicos de Atenas) a la ausencia del Estado. Desde los poderes centrales no se da un testimonio de apoyo eficaz al deporte. Aunque los deportistas nuestros que han competido en los Olímpicos han sido preparados, la verdad está (como se deduce de la explicación de la responsable del Área Deportiva) en que su formación no puede compararse


con el ciclo olímpico de los atletas de naciones que nos aventajan en este campo. Al hacer el análisis crítico de lo que está sucediendo con el deporte colombiano en la actualidad, es preciso criticar la ausencia estatal, mucho más que exigirles mejor desempeño a los deportistas. A ellos no debe reclamárseles por lo que no se les ha dado. En cuanto a la responsabilidad periodística por la investigación y el trabajo crítico, se respondió que, en efecto, se hace un trabajo crítico, se desarrolla una labor de fiscalización, se realiza una veeduría, pero el problema no puede resolverse sólo mediante los medios de comunicación mientras el Estado no asuma sus deberes. Conclusión del Defensor El lector hace un cuestionamiento general a los medios periodísticos y al periodismo deportivo y pone en tela de juicio el papel de los responsables de este sector de la información en la radio y la televisión. A estos les lanza una acusación que, por general e imprecisa, no es aceptable en esos términos. Se trata de una apreciación que, si el lector lo considera necesario, debería enviar en forma directa y particular a los medios implicados, a los narradores y locutores a quienes involucra en la falta de posiciones críticas por defender intereses personales. El lector parte de una percepción equivocada: En muchos casos no es cierto que los enviados especiales de la radio y la televisión estén disfrutando de viajes y viáticos en el cubrimiento de eventos en el exterior. En no pocas ocasiones este tipo de trabajo comporta esfuerzos y privaciones, por la brevedad de los viajes, la intensidad de la labor exigida y la imposibilidad de hacer turismo. En relación con su llamado a los medios impresos y en particular a los periodistas deportivos de El Colombiano, la respuesta de la Editora del Área correspondiente ofrece elementos claros para comprender cómo, por qué y para qué se trabaja en el periódico en este campo y hasta qué punto sí se tiene una idea definida sobre las causas del precario desempeño de nuestros deportistas. Por supuesto que el tema no puede agotarse en las breves líneas de una sección como esta. Están esbozados los rasgos generales del problema, pero el lector tiene razón cuando reclama investigación, crítica, fiscalización, con el ánimo de contribuir a la reivindicación del deporte colombiano, que, por todo lo que está viéndose y oyéndose en estos días, sí afronta una penosa etapa de postración. Es el momento oportuno de abrir el gran debate sobre lo que pasa en el deporte nacional en sus diferentes modalidades (y no sólo en la categoría olímpica, pues la situación de las ligas y los clubes es inquietante, como se nota, por ejemplo, en el fútbol) y para cuestionar el papel de la dirigencia deportiva oficial y privada. El periodismo deportivo tiene ahí, con su liderazgo en la formación de opinión, con su capacidad de convocación y movilización y con su notable influjo en los grandes proyectos, una inmensa responsabilidad por cumplir.


El deber de la reserva

Por Juan José García Posada Así como hay lectores que no están de acuerdo con que desde el periodismo se invoque el derecho a la reserva de la fuente (como se infiere de una encuesta informal realizada ayer), los hay, también, que lo reconocen como una garantía para el ejercicio responsable de la libertad de prensa. El caso del periodista estadinense Matthew Cooper, de la revista Time, obligado por un juez federal de Washington a revelar quién le descubrió la identidad de una agente encubierta de la CIA, pone el tema a la orden del día. El reportero iría a la cárcel por desacatar la orden judicial y Time debería pagar una multa cuantiosa. En el caso contrario, si para eludir la sanción penal revelara la fuente, quebrantaría un principio deontológico esencial. Es probable que los lectores no conformes con el reconocimiento de la reserva de la fuente piensen en los riesgos del usufructo abusivo de ese derecho por los periodistas. En algunos casos podrían tener razón. Es innegable que puede incurrirse en desafueros. Casos se han visto en diferentes épocas. No obstante, el amparo de la reserva es, sobre todo, un modo de protección del testimonio. El derecho protege ante todo a la fuente informativa. Para el periodista, mantener en secreto el nombre de quien le proporciona datos valiosos (y ha puesto la condición de la confidencialidad) es más un deber, que, así como se observa en el caso referido, entraña, por obvias razones, el riesgo de pagar con la propia libertad personal, si es del caso, la defensa de la libertad de informar con criterio de servicio público. La reserva de la fuente es una proyección del sigilo profesional (que no se invoca sólo desde el periodismo sino también desde otras actividades) como facultad (con su deber correlativo) de mantener en secreto determinados hechos y datos confidenciales. ¿Qué tal si hubiera que publicar todo lo que se sabe de un fenómeno de actualidad, sin sentido mínimo de la discreción y la prudencia? En el Diccionario para desarmar la palabra, de Medios para la paz, se define así la reserva de la fuente: "Derecho de toda persona que ejerce la actividad periodística a no revelar la fuente de informaciones obtenidas de manera confidencial".


En Colombia, la teoría y los textos doctrinarios tienden a ser garantistas. El derecho a mantener en reserva la fuente de información está respaldado en normas constitucionales y legales (se asocia con la libertad de prensa y la prohibición de censura) y en jurisprudencia de la Corte Constitucional, como consta en un fallo de 1993, en el cual se definió que "obligar al periodista a revelar el origen de sus informaciones, implicaría limitar su acceso a la noticia, al silenciar, en muchos casos, a quienes conocen los hechos. Pero, de otro lado, el periodista está sujeto a las responsabilidades que adquiere por sus afirmaciones. Y no podrá, en consecuencia, escudarse en el dicho de terceros cuyos nombres oculta, para calumniar o injuriar". Queda por establecer si, ante un caso de determinación por un periodista de abstenerse de revelar la fuente que le ha solicitado reserva, la suerte de este derecho (a la reserva) dependería del tipo de interpretación que podría aplicar la auto ridad judicial respectiva. A propósito (y para la mejor ilustración de los lectores sobre esta cuestión nuclear), en el Manual de Estilo del periódico El Colombiano se regula así el tratamiento a las fuentes: "Es preciso que las fuentes o el origen de las informaciones aparezcan siempre identificados en el texto informativo, como una manera de tener credibilidad ante los lectores... En El Colombiano es impreciso decir "fuentes bien informadas señalaron...", "según los observadores?", "trascendió que?". El lector debe saber de dónde salen las informaciones. Por eso hay que atribuir con exactitud, a no ser en casos excepcionales en los cuales, por el riesgo en que se puede poner a una fuente por su información, hay que cambiar los nombres o declarar que ella pidió que no la identificaran? Sin embargo, en este caso, el redactor tiene varias opciones, como las de omitir la información, buscar otra u otras fuentes que lo confirmen sin que teman ser citadas por sus nombres, o emplear otras alternativas que p ermitan aproximarse al máximo a establecer con claridad y precisión el origen de la información". Que en el país modelo en materia de libertad de prensa y derecho a la información, esté registrándose en estos días una situación como la que involucra al periodista Cooper, parecería un nuevo síntoma del cambio regresivo que ha venido verificándose en los años recientes en el tratamiento institucional al trabajo periodístico en Estados Unidos. ¿Estaría revaluándose el antiguo arquetipo estadinense de la libertad de prensa? El rumbo que tomen los hechos ofrecerá elementos para obtener conclusiones y no dejar el asunto en el campo especulativo en que podemos afrontarlo por ahora. Lo cierto está en que si se habla de libertad y responsabilidad (y la libertad es, en el concepto clásico, la facultad de hacer lo que debe hacerse), ser responsable implica responder por el ejercicio de la libertad y, por supuesto, afrontar las consecuencias, entre ellas la de encontrarse con una autoridad judicial que en una determinada situación no admita lo que para el periodismo es un principio ético y una garantía obvia para el trabajo profesional. ¡Gajes del oficio! Cartas al Defensor Cuentas claras Una lectora, que firma como María Elisa González, dice que le interesan los temas económicos y que en particular quiere entender por qué en las informaciones que se han publicado sobre el fallo de la Corte Constitucional, que dejó sin piso las modificaciones al régimen de transición pensional, se ha


dicho que tal decisión les costará a los contribuyentes cuarenta billones de pesos. Piensa que hay exageración en tal cifra: "Es (anota) como si yo dijera, por ejemplo, que los servicios me cuestan quinientos millones de pesos, si calculo lo que me tocaría pagar en cincuenta años". Pregunta por qué el gobierno no explica en forma más exacta qué contiene esa onerosa cuenta de cobro a los ciudadanos, "puesto que lo lógico es que todo acreedor deba poner las cuentas claras y detallar muy bien para que el deudor sepa a qué atenerse". Y termina con la solicitud de que en las páginas económicas del periódico haya "más informaciones cercanas al consumidor, al usuario, al ama de casa, al contribuyente, ya que a todos los afecta la economía, pero necesitamos que nos ayuden a comprenderla". La respuesta La Editora de Económicas ha explicado que la cifra de cuarenta billones corresponde al monto de las jubilaciones que han de ingresar al Seguro Social como consecuencia del fallo de la Corte. El cálculo de lo que costarían tales pensiones se ha hecho "a valor presente". Y se les traslada a los contribuyentes, porque como el ISS no tiene ese dinero deberá salir de una reforma tributaria y los consiguientes impuestos que se establezcan. En cuanto a la petición de información económica más cercana a la gente, en el periódico se ha procurado ofrecerla, pero las limitaciones de espacio impiden que se presente en secciones particulares, en columnas fijas como las que podrían publicarse para resolver consultas y dudas de los lectores sobre temas de relativa dificultad. Con todo, se aclaró que en las notas habituales en la medida de lo posible se trata de explicar con claridad de tal modo que estén presentadas en un aceptable nivel de comprensión para todos los lectores. Conclusión Sobre el primer tema, queda claro que el cálculo hecho por el gobierno se refiere a los costos futuros de la decisión de la Corte Constitucional y no a consecuencias inmediatas del polémico fallo. Calificar de exagerada o no la cifra es relativo. De hecho, hablar de cuarenta billones es exorbitante. Razones tendrán los expertos en el manejo de las finanzas públicas y el recaudo y conteo del dinero de los contribuyentes para hacer semejante apreciación. No pocos lectores han expresado puntos de vista similares a los de la corresponsal y dudan de la consistencia de los datos ofrecidos por fuentes gubernamentales. En cuanto a la solicitud de informaciones que aproximen los temas económicos a los lectores corrientes, se trata de un reclamo pertinente. La respuesta anterior es razonable: El espacio impone sus limitaciones, pero en cada información se procura explicar en términos claros para que el mensaje sea comprensible por todos. En días pasados, se proponía la presentación de glosarios contentivos de definiciones que puedan orientar a los lectores en el conocimiento de la terminología económica y financiera, cuya complejidad a veces llega al hermetismo. También, de columnas de consultoría. Y todo, con un diseño y unas ilustraciones que puedan hacer más atractivos y menos fríos los contenidos. Consideraciones similares pueden hacerse en relación con las demás secciones: Aunque tienen lectores especializados, que se familiarizan con los temas y el vocabulario correspondientes (y que a lo mejor no se detienen en otras secciones), al lector común, que pasa por todas las páginas del periódico y se interesa en la generalidad de los temas, no debe negársele el derecho de


acceso a cuestiones de actualidad que en principio se reservarían a especialistas. Ahí está la clave de un trabajo periodístico de tipo didáctico, en el cual la agenda informativa esté al alcance de todos los lectores, debido a la universalidad propia del periódico. El dativo en plural Esta es falla muy frecuente, casi incorregible. En el primer párrafo de una historia sobre la celebración de la Independencia de Antioquia, publicada el jueves 12 de agosto, dice: "Ayer, los santafereños le (sic) recordaron a todos los antioqueños?" Debe escribirse: "?les recordaron a todos los antioqueños". El uso de esa forma de dativo de tercera persona singular es, en este caso, en plural. Para resolver la duda, bastaría preguntar a quién o a quiénes se dirige la acción de los santafereños de recordar?


Una historia de piratas

Por Juan José García Posada Phishing es uno de esos vocablos formados en la novísima jerigonza de la internet, que no tienen traducción exacta. En un glosario de piratería informática (http://www.virusprot.com/Glosarioc.html) se le define como práctica fraudulenta para atraer incautos o difundir informaciones mentirosas mediante el uso de páginas web de apariencia legítima. Es una de las variadas formas delictivas que abundan hoy en día en la red. En reciente seminario del Instituto de Prensa de la SIP, sobre los retos legales de los medios de comunicación en el Siglo Veintiuno, se enfatizó en la necesidad impostergable de hacerles frente con regulaciones estrictas y con eficaces medidas preventivas a esas amenazas (como el phishing) que ponen en suspenso la veracidad y la credibilidad de los medios periodísticos. Muy a propósito y cuando un lector acababa de llamar para alertar sobre el problema y narrar su propia experiencia, encontré informes de varios portales de internet sobre el auge que ha venido cobrando el phishing, en actual expansión por todo el mundo. La verificación es una de las condiciones esenciales para asegurar la historicidad del contenido informativo. Nunca antes, como ahora, el investigador social y el periodista habían tenido a la disposición tantos recursos para verificar los datos y versiones proporcionados por las fuentes. Pero al mismo tiempo, nunca antes, como ahora con la invasión del escenario ciberespacial por los piratas informáticos, había sido tan arriscada e incierta esa tarea de confirmar antes de publicar. El anonimato, el disfraz y la impostura, así como la creación de personas y entidades ficticias, están a la orden del día en la internet. Hay trampas por doquier: Falsas organizaciones religiosas, científicas, bancarias, filantrópicas, educativas, políticas siguen atrapando cibernautas desprevenidos. La intimidación y el ciberterrorismo también han tenido su espacio. El abuso del


estado de necesidad de millones de seres humanos es otra de las formas de phising : Hace unos días trataba sobre la aparición de un aviso de una empresa que ofrecía trabajo en plataformas petroleras en alta mar. Todos los días llegan sugestivos anuncios de correo electrónico de universidades de fachada que brindan diplomas a troche y moche. De igual modo, así como gente degradada utiliza el e-mail para difamar, injuriar o calumniar, no es extraño que entren a los medios textos apócrifos donde se absuelva o se exonere de cargos (por fuera y por encima de la justicia ordinaria) a determinados personajes de la vida real involucrados en la comisión de ilícitos no menos reales. ¿Cómo prevenirse para no ser protagonista, en el papel deprimente de engañado, de una historia de piratas informáticos? ¿Cómo evitar que, por afán, por ligereza, por devoción a la primicia noticiosa a toda costa, pueda incurrirse en el error de acoger una versión falsa pero de apariencia confiable, transmitida por encapuchados virtuales? ¿Cómo hacerles frente a esos nuevos retos y amenazas del Siglo Veintiuno? Hasta los más listos y perspicaces pueden enredarse en la telaraña. Establecer severas disposiciones normativas parece ilusorio (aunque ya están perfeccionándose las unidades de delitos informáticos en los organismos investigativos), porque la internet es casi del todo incontrolable, mientras no se inventen e instalen programas intensivos de rastreo. ¿Qué responder a tales preguntas? Diría que hay varios verbos que llevan implícitas las actitudes cautelares más razonables: Dudar, sospechar, desconfiar, indagar, verificar? y congelar, si es preciso, aquella versión que no ofrezca plenas garantías de veracidad. El periodista y el buen lector deben ser diestros en el arte y el método de la sospecha. En la duda, abstenerse, aconseja la prudencia, para salvar la responsabilidad y evitar una publicación que infrinja el derecho de los seres humanos a estar de verdad bien informados.


Sombras de un quinto poder

Por Juan José García Posada En el vigésimo segundo encuentro académico de la Asociación de Facultades de Comunicación, Afacom, reunido hasta ayer en Bogotá, el periodista Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique, propuso la formación de "un quinto poder ciudadano que se apodere de la verdad en aras de la democracia" (cito la versión del portal Universia.net). Ramonet ha dicho (según la misma fuente) que "los medios de comunicación están siendo utilizados como arma ideológica en la guerra que enfrenta a la globalización contra las sociedades en el mundo". En esa condición de instrumento estratégico, para el expositor los medios están del lado de los poderes formales, con el fin de aplastar al ciudadano cuyos intereses dejaron de defender. Las ideas de Ramonet son muy conocidas en el ámbito académico. En una de sus obras más recientes, Guerras del Siglo Veintiuno, repite su crítica frontal contra la globalización. En el cuestionamiento de los medios no le falta razón. Es cierto que muchos de ellos se han convertido en dóciles herramientas de los nuevos poderes mundiales, que obran como cancerberos de la economía, que infravaloran a los ciudadanos, que tienen un alto grado de culpa en la propagación de la mentira y la desvalorización del criterio de veracidad, que han ejercido en forma abusiva el poder, el llamado cuarto poder. Sin embargo, hablar de los medios en abstracto encierra el riesgo de hacer definiciones generalizadoras e ignorar que en el periodismo no son escasos los ejemplos de resistencia ética frente a las arremetidas del mercado y de los demás poderes que pugnan por la asunción del control mundial. Parece que exagera Ramonet cuando señala que los medios (así, dicho en general) "pasan a dar la batalla política en contra de los ciudadanos, con la fachada de la libertad de expresión". Abogar por el afinamento del control social y ciudadano de la información es pertinente. Todavía no se han agotado los términos de vigencia de la llamada revolución de las audiencias. Incluso no es disparatado proponer la formación del mencionado quinto poder. Con todo, sería ingenuo desconocer (y tal parece que se le pasó por alto a Ramonet) que esa arma cívica del quinto poder puede no ser tan aséptica ni tan saludable como se sueña. Tampoco puede garantizarse que descontamine los medios en nombre de una ecología de la información, ni que recobre la verdad "en aras de la democracia". Podría resultar más grave el remedio que la enfermedad.


Uno de los ejemplos que ha puesto Ramonet en su conferencia, para mostrar los excesos de los medios en el uso y el abuso del cuarto poder, es el de Venezuela. Los sindica, a todos por igual, de utilizar toda la artillería para intoxicar la mente de los ciudadanos, en una guerra mediática en contra del gobierno de Chávez. ¿Pero cómo se formaría y procedería entonces en Venezuela el quinto poder que propone el Director de Le Monde Diplomatique? ¿Estaría dirigido desde el Palacio de Miraflores? ¿Lo integrarían los belicosos y radicales Círculos Bolivarianos? ¿De dónde saldrían los integrantes de esa fuerza que debería hacerle contrapeso al cuarto poder mediático, "para apoderarse de la verdad en aras de la democracia"? En un mundo en el cual brotan día tras día sectas y células fundamentalistas e integristas que, en nombre de minorías recalcitrantes se arrogan la condición de defensoras de la verdad, de la moral, de la ética y de las buenas costumbres, es impensable un quinto poder, como el que propone Ignacio Ramonet, que pueda mantenerse a salvo de la intolerancia y la violencia y del influjo terrorista. A los periodistas franceses Christian Chesnot, corresponsal de Radio Francia Internacional, y Georges Malbrunot, del diario Le Figaró, no los han retenido en Irak inocentes meditadores sufíes, sino milicianos del intemperante Ejército Islámico. Por supuesto que los secuestradores hablan en nombre de la libertad de cultos y de la democracia. Así presionan la derogación de la nueva ley que prohíbe el uso del velo islámico en los colegios de Francia. ¿Podría concluirse que la privación forzada de la libertad a dos periodistas es legítima porque se equipara a una reacción del quinto poder ciudadano contra dos representantes del abusivo cuarto poder mediático? He ahí el problema. En conclusión: El abuso del llamado cuarto poder mediático es perjudicial. Es necesario un control ciudadano razonable de la información, pero encuadrado en cánones de respeto a la libertad responsable de la prensa y a la libertad personal de los periodistas. Un quinto poder indiscriminado, heterogéneo, puede convertirse en un instrumento camorrista y proclive al linchamiento, entregado a la intimidación contra los medios periodísticos, si cae en manos de la miríada de minorías integristas y violentas que se esfuerzan por imponer sus propios poderes.


La cámara de los gritos

Por Juan José García Posada Un lector ha escrito en esta semana para expresar su inconformidad con la sección Estamos jartos, que se publica en la revista Viernes. Otros han manifestado su desacuerdo con la apertura de válvulas de escape en el periódico y en buena parte de los medios de comunicación. Como es natural, no todos los lectores comparten esas apreciaciones. Pero en líneas generales es perceptible una cierta reserva ante secciones como la mencionada. A partir de la instrumentación de la interactividad en los medios, gracias al mejoramiento de los recursos técnicos para fomentar la llamada comunicación de doble vía (el correo electrónico es el más utilizado en la actualidad), se han multiplicado los espacios destinados a las quejas, las lamentaciones, las críticas y el simple desfogue de personas agobiadas por tensiones y angustias, que esperan encontrar algún modo de desahogo. En las sociedades actuales, los seres humanos son cada vez más solitarios y necesitan cada vez más que alguien los escuche o les permita exteriorizar emociones y sentimientos. El ensimismamiento es una de las características de la vida contemporánea. En muchas empresas japonesas inventaron hace algunos años la cámara de los gritos, un cuarto oscuro y hermético a donde pueden ir los empleados a desahogarse, a expresar lo que a bien o mal tengan sobre el trabajo, la vida, sus compañeros, sus jefes, la política y todo lo demás, con la certidumbre de que sus explosiones de ira o de alegría o de dolor se quedarán encerradas en esa cápsula. Nadie las oirá, pero ellos saldrán relajados. Es una especie de terapia sencilla y práctica. Los medios periodísticos de algún modo proporcionan una cierta forma de compañía, así sea ilusoria. Así como en la radio de media noche surgen programas dedicados a hablar por hablar, en los periódicos van abriéndose campo las secciones por el estilo de la que aparece en la revista Viernes. Desde esos puntos de vista, es justificable la decisión editorial de abrir esos canales útiles para la atenuación de estados de ánimo, para la queja por situaciones que se tornan insoportables y, en fin, para dejar constancia de estados individuales de malestar. Con todo, en otros medios esas secciones no han dejado de ser fuente de conflictos y de infracciones contra derechos personalísimos, contra el prestigio de corporaciones o personas o contra el criterio de veracidad. Ha sido hasta ahora inevitable que la internet o la línea telefónica les ofrezcan protección a


sujetos de mala fe, a malquerientes gratuitos o a irresponsables que se esconden en el anonimato para tratar de convertir los medios en resumideros de chismes, denuestos, insultos y afirmaciones injuriosas o calumniosas. Es decir, en variedades indeseables del llamado periodismo de alcantarilla. Con la preocupación obvia que despierta un mensaje de un lector que deja la impresión de que está alarmado, y conocedor de las experiencias negativas que han tenido otros diarios y noticieros con secciones de interactividad y desahogo, revisé la columna Estamos jartos de varias ediciones. Les pedí colaboración a otros lectores en esa tarea de examen crítico. Hablé con el Editor de la revista Viernes y con otros periodistas. Estamos jartos se somete a un proceso de lectura exigente, tanto del Editor como del Coordinador de Estilo y el Jefe de Redacción. Varios mensajes se suprimen, porque contienen insultos, frases denigrativas contra personas o entidades, procacidades o expresiones impublicables a la luz del Manual de Estilo. Sí debería estudiarse la posibilidad de evitar al máximo el anonimato, mediante la aplicación de mecanismos de control (que de todos modos no son infalibles y también pueden ser burlados por quienes pretendan abusar de la buena fe) similares a los que se observan con las cartas de La Opinión del Lector y las que llegan al Defensor. Dejar que todo el que quiera desahogarse lo haga sin afrontar las consecuencias de lo que dice o escribe puede ser un modo de estimular la irresponsabilidad de corresponsales no gratos, como los que se han filtrado en otros medios. Pero, en conclusión, una columna como Estamos jartos, además de acentuar la función crítica del periodismo (lo que es necesario en todas las secciones), ayuda a establecer una relación de cercanía entre el periódico y los lectores. Sin ser una columna trascendental, se considera una de las más leídas en la actualidad. Es uno de esos componentes hasta cierto punto insulsos, insustanciales, frívolos, que pese a todo no pueden faltar en los medios periodísticos. Decir que Estamos jartos es un modelo de periodismo de profundidad, de investigación, de explicación, sería un desatino. Es innecesario aclararlo. Es cierto que la vigencia de estas secciones comporta el riesgo de andar sobre el filo de la navaja. Es preciso mantener ojos abiertos y oídos despiertos, para filtrar de modo prudente los mensajes. Un periódico debe parecerse a la gente y ser de algún modo trasunto de la vida diaria. No es dañina la cámara de los gritos, en la medida en que esté controlada con sentido de la responsabilidad. Cartas al Defensor Un informe comercial sobre Bello El lector Delimiro Moreno Calderón ha escrito una carta extensa en la cual reafirma lo dicho en un primer mensaje a la Redacción, para declarar su inconformidad por las fallas de un informe sobre Bello, publicado el sábado 21 de agosto. Cuestionó "¿en particular, que no se hablara de sus avances en la cultura y del trabajo de sus intelectuales, si los había; ni de los programas que tenía la administración (Alcaldía, Concejo y Secretaría de Cultura, si existe) para celebrar con proyectos en beneficio de la comunidad, el Sesquicentenario de Suárez como ocurrió durante su Centenario en 1955; ni del abandono en que se encuentran la Choza en que nació Suárez y el


monumento que la protege?". El lector agrega: "Lo que me preocupa más, y por eso acudo a usted, como Defensor del Lector, es el criterio de que la información era "comercial" y por eso carecía de crítica a los problemas. Era, pues, publicidad monda y lironda, que se disfrazó de "informe sectorial" sin advertírselo al lector. Y más todavía: desde hace tres años soy suscriptor del periódico y no he visto nunca un informe serio sobre Bello que describa su crisis económica y política, que puede llevarlo a su desaparición como municipio y convertirlo en simple corregimiento de Medellín. Tampoco he leído informe alguno sobre el estado de la Choza, la Iglesia Colonial, también en proceso de derrumbe, la Avenida y el monumento a Suárez, excepto una crónica en que se elogiaba el hecho de que la platea de ese monumento fuera convertida en escenario de una orquesta popular para animar una fiesta en la avenida y sus vías adyacentes, convertidas en la "zona rosa" de Bello con el beneplácito de las autoridades y el elogio del periódico. ... Parece que los municipios no le merecen a El Colombiano sino el tratamiento de fuentes de publicidad y no de información. Mientras sobre la Nación, el Departamento y Medellín hay informes críticos, sobre los municipios -cuando no se trata de violencia- sólo hay noticias que elogian a sus autoridades y comerciantes. Y esto es una falla periodística. Excuse la extensión de esta carta, pero creo que se ha fallado en un aspecto fundamental de la tarea periodística: ser crítico de las autoridades?" Respuesta del Redactor El periodista Mario Alberto Duque Cardozo le respondió al lector: "Bello, lo sabrá usted, es un municipio tachado con el estigma de cargar con el basurero, las pandillas, los presos, los locos y bueno, usted lo sabe bien. La idea del especial es, entonces, mostrar la cara positiva del municipio y que hay gente trabajando por él, como los empresarios, como las universidades y también, la administración. Se busca contar que pese a tener tres veces la población de un municipio como Envigado, la mitad del presupuesto del mismo y sus recursos empeñados, se adelantan trabajos en la localidad. Bien es cierto que Bello adolece de otras cosas, como muchos municipios del norte, afectados por medidas como el peaje aquel. Y sí, es frecuente la queja sobre el estado de abandono en el que se encuentra la choza y cabe un mea culpa por no ahondar sobre ese malestar, pero en mi recorrido por las calles de su municipio, la gente coincidió en mencionar la cara amable de Bello y su optimismo que renace, más allá de la sombra de Marco Fidel Suárez. Finalmente, concuerdo con usted, por encima de mis fobias o filias con el mandato del ex presidente Suárez, que pese a la mención de algún funcionario acerca de que se acerca la celebración y que se invertirá en reparar la choza para aquel entonces, aún no es sólida ni clara la programación o el provecho que puede representar para Bello dicha fecha?". Concepto del Defensor En el argot periodístico se hablaba desde tiempos remotos de la gacetilla, para hacer referencia a una nota de acentos propagandístico o publicitario, destinada a crearles favorabilidad a una idea, un producto o un servicio. Esta suerte de subgénero, siempre expuesto a críticas obvias, no corresponde en rigor al periodismo informativo. Nació de los afanes del mercadeo. Hoy en día, con la denominación de informe sectorial (o de publirreportaje), es más encuadrable en el periodismo corporativo, que tiende a beneficiar la imagen de una entidad o una persona, más dentro de los cánones de la publicidad que de los del periodismo.


Los informes sectoriales (empresariales, o comerciales) representan una forma híbrida de difícil manejo. Son aceptables (en una empresa periodística donde se observa equilibrio entre el servicio y el beneficio) en la medida en que puedan dirigirse dentro de unos mínimos éticos de veracidad y no borren la línea divisoria entre información y publicidad. Un trabajo de tal índole debe publicarse siempre con el distintivo que utilice el medio, en este caso el de informe sectorial, para que el lector no se llame a engaño y esté advertido de que no es una historia periodística en el sentido ortodoxo y por consiguiente, sin que deba ser condicionado por el anunciador o la parte interesada (que de ningún modo debe imponerle pautas al periódico) sí se diferencie del servicio informativo habitual, que debe caracterizarse por la actualidad, la objetividad, la visión de perspectiva, el cotejo de fuentes, etc. El informe sectorial en referencia sí apareció marcado como tal. Como se concluye de la explicación del redactor, no se ha tenido la pretensión de hacer un trabajo en profundidad y de crítica sobre la ciudad de Bello y sus contrastes. El lector está en su derecho al esperar un tratamiento periodístico más amplio y revelador. En cuanto a sus apreciaciones finales, muestran su opinión personal, respetable pero discutible porque desconceptúa de plano el tratamiento del periódico a los municipios. El Defensor ha enviado copia de la carta del lector al Editor del Área de Antioquia, donde puede tomarse como referencia importante para nuevos trabajos informativos dotados de componente crítico, en los que se expongan los diversos rasgos y facetas, positivos y negativos, de la realidad de la Cuna de Don Marco Fidel Suárez.


Condena por presunción

Por Juan José García Posada Ni la presunción de inocencia puede ser equivalente a una plena exculpación anticipada ni la presunción de culpa justifica una condena anterior a la exigencia universal de que el sindicado haya sido oído y vencido en juicio. En ambas situaciones, cada vez más frecuentes como resultado de la proterva conversión de la justicia en espectáculo mediático, se incurre en una aplicación inicua de lo que podría denominarse como indebido proceso. La lista de casos conocidos se actualiza casi todos los días. Ayer se informó sobre la recuperación de la libertad por un profesor barranquillero que había sido confinado en una celda por la decisión arbitraria de alguna autoridad basada en una presunción tan deleznable como el testimonio que la originó. Días atrás, un juez estadinense resolvió devolver a Colombia a alguien que había sido entregado a los Estados Unidos mediante normas de extradición. Ha habido una larga cadena de errores judiciales y policiales, incluso cometidos en las más altas instancias: Fallas incalificables en las investigaciones, distorsiones cuasinovelescas en la identificación de implicados, ligerezas fatales en la aceptación de pruebas y, en fin, actuaciones inciertas y precipitadas, por decir lo menos y no afirmar que algunas de ellas las dictaría un espíritu malévolo. En tales eventos, la administración de justicia tiene visos y vicios de proceso kafkiano. Supera los límites de la realidad y aporta elementos de profundo y conmovedor contenido humano, para la creación literaria. Iván Dmitrich Gromov, el patético personaje de Chejov en La Sala Número Seis, es un ex funcionario que sufre manía persecutoria: Aunque es inocente de todo, el miedo a perder la libertad por una acusación injusta acaba por enloquecerlo hasta quedar encerrado como enfermo mental en la Sala Número Seis. En las portadas de incontables expedientes y en los encabezamientos de muchísimas noticias abundan los Ivanes Dmitrich Gromov, los ciudadanos que han tenido que soportar como un karma ineludible, como un castigo implacable del destino, el peso de alguna acusación injusta, del testimonio torticero de algún malqueriente, de la providencia errónea (improvidente) de algún juez, como también de alguna o muchas informaciones difamatorias. La justicia espectacular no sería posible si no fuera porque resuena, se propaga y adquiere la falsa legitimidad atribuida por lo virtual en los medios periodísticos. Los jusfilósofos que han tratado sobre el tema crucial de la


decisión judicial (Hart-Ely, Dworkin) han alertado sobre el riesgo de que un juez pueda ser inducido al error por la presión de los defensores de un derecho a la información ilímite. Es verdad que el periodismo ha evolucionado en la asunción de responsabilidad y el reconocimiento de las fronteras éticas, de sindéresis y jurídicas al derecho a la información. Hasta hace unos dos decenios, parecía normal y aceptable que en los diarios y la televisión se publicaran las fotografías de simples sindicados de alguna transgresión con las placas de reseña colgadas al cuello. No había reato ni recato para divulgar sus identidades y las de sus familiares, ni la lista de las culpas que se les imputaban. Y entre la gente común no era muy clara todavía la idea de los derechos personalísimos como el nombre y la buena fama. Estos se vulneraban de modo impune. No obstante, con todo y los avances teóricos y normativos y la cualificación de los conceptos y valores éticos del periodismo, todavía se practican métodos de estigmatización que se usaban en la legendaria crónica judicial de ahora tiempos. Hoy en día, el poder muchas veces desaforado de la información ha construido una suerte de aparato judicial paralelo, de una peligrosidad inconmensurable. Un lector e interlocutor me pregunta si creo, desde mi punto de vista crítico e independiente, que en casos de justicia espectacular, mediática y paralela, como los conocidos en días recientes, el periódico ha incurrido en transgresiones. Le he respondido que no tengo constancia ni conciencia de ningún caso y que ahí donde tenga conocimiento de que se ha cometido alguna falta en perjuicio de los lectores, lo advertiré sin reservas. En los casos de condena pública anticipada, por equivocaciones institucionales y por acción mediática, en contra de ciudadanos que no han sido juzgados conforme con el derecho, los principios de presunción de inocencia y debido proceso se quebrantan por igual por las autoridades competentes y por los medios que presentan las informaciones consiguientes sin consideración alguna, siquiera de prudencia. El autocontrol razonable de la actividad informativa es el método más eficaz para evitar daños contra determinados ciudadanos y ofensas a los lectores en general y el que mejor previene y protege contra la pérdida de credibilidad.


La información vacilante

Por Juan José García Posada Cuando los ciudadanos estamos ya habituados a que la información se nos transmita de modo casi inmediato, nos extraña si se presenta en diferido. Cualquier aplazamiento repentino de una noticia despierta suspicacias y origina dudas sobre la veracidad de la fuente, más todavía si es de carácter oficial. Hace cien años, las noticias de Bogotá se publicaban en los rudimentarios periódicos de la periferia con varios días o semanas de retraso y nadie reclamaba. El concepto de actualidad era todavía muy difuso y el de instantaneidad era demasiado exótico. Hoy es diferente. Si la noticia no se conoce pronto, se deduce que algo muy raro tiene que haber sucedido. La divulgación del informe del Dane sobre inseguridad iba a hacerse el miércoles por la mañana. Se difirió, en las circunstancias más o menos conocidas. El lapso vacío entre la cancelación de la rueda de prensa y la esperada difusión de los datos pudieron llenarlo, entre los medios periodísticos y la gente, con las más divers as conjeturas, sobre todo si había sobrevenido un hecho anormal, la renuncia súbita del director del Dane. Tal parece que no variaron, en el interregno, las proporciones relativas a la percepción de la seguridad ciudadana en las principales capitales, aunque sólo se han publicado conclusiones muy generales. Lo que está por establecerse es qué sentido tenía el aplazamiento del informe, si no cambiaría, como parece que no cambió, la versión oficial sobre el dictamen de los ciudadanos consultados. Se presume que no hubo alteración de los resultados, sino un exceso de celo por parte de algún funcionario cercano a la Presidencia de la República. Si se examina el estilo que ha adoptado el Gobierno en las relaciones con los medios periodísticos (el énfasis en la concepción mediática de los actos de autoridad), es legítimo preguntar si lo que se pretendía era orquestar el informe desde Palacio para destacar las bondades de la estrategia de seguridad democrática. ¿Pero era necesario hacerlo, cuando ese programa fundamental ha tenido suficiente respaldo en la opinión pública? ¿Cómo puede justificarse que se hayan puesto en entredicho la seriedad, la credibilidad y la autonomía razonable del Dane? A propósito, si la dilación del informe causó extrañeza, también es explicable la inquietud de varios lectores por la valoración que se le atribuyó en la edición del jueves de El Colombiano a la noticia sobre la renuncia del Director del Dane: Salió reducida en la Vitrina de la portada y en la parte inferior izquierda de la página 9A, de Hechos Políticos, con discreto despliegue. Se explicó en la Jefatura de Redacción que al cerrarse la edición todavía era confuso el desarrollo de los hechos y se optó por darle ese tratamiento. Aunque la noticia no se omitió, es comprensible que muchos lectores hayan esperado que se le asignara una importancia por lo menos equiparable a la de


los demás titulares de la primera página. Por supuesto que este incidente ocasionado por la presentación diferida del informe del Dane es un eslabón más en la discusión sobre los problemas relativos al libre acceso de los periodistas y los demás particulares a la información pública. Por el llamado Derecho a Saber están funcionando algunas organizaciones que, por ejemplo, instituyeron el 28 de septiembre como día clásico. En esa fecha cercana es probable que se insista en la necesidad de aprobar un régimen que precise en Colombia los alcances y los límites de las normas constitucionales y legales vigentes en materia de acceso a la información de interés público. Si se pone en duda la disponibilidad gubernamental para difundir datos de interés general como los que se reunieron en la encuesta, puede afectarse también la transparencia oficial, que se entiende como la efectiva rendición de cuentas y la aceptación de mecanismos de vigilancia social. Que haya renunciado un funcionario de la jerarquía del Director del Dane es un hecho que podría catalogarse como de rutina. Pero es grave que su dimisión haya sido forzada, como lo ha dicho, por negarse a acatar "una orden que moralmente me siento incapaz de cumplir". Lo cierto está en que la confiabilidad oficial, sea del Dane o sea del alto gobierno, está en duda para no pocos ciudadanos. La estrategia de seguridad democrática sigue avante, claro está. Sin embargo, no es coherente que, para mantener intacta la sensación de seguridad ciudadana, haya habido que sacrificar la seguridad de la información. Una información oficial insegura, vacilante, diferida (como acaba de suceder) puede ser factor de incertidumbre y ahondar la vieja desconfianza de muchos ciudadanos en la institucionalidad, con el inevitable refuerzo de la resonancia mediática. No estar del todo seguros es de algún modo seguir inseguros. Cartas al Defensor Un paisa en Afganistán Escribe el lector Luis Carlos Giraldo Ramírez, desde luiscargiraldo@hotmail.com: "Sin ánimos de polemizar, quiero compartir con usted un dejo de inconformismo y desilusión como lector, que experimenté luego de leer la edición de hoy domingo 12 de septiembre. En la sección 7E-Temas Contemporáneos, aparece una página dedicada a la vida de un colombiano que vive en Afganistán, la cual, según mi modesto concepto, es una muestra del periodismo facilista que irradian nuestros medios de comunicación. Digo esto, porque ni el contenido editorial ni el fotográfico aportan nada nuevo a los lectores. ¿Supimos, acaso, de quién se trataba este "ingeniero paisa", únicos atributos con que lo identifica el redactor? Nos quedamos en el limbo sin saber su procedencia, la universidad de donde es graduado, sus peripecias profesionales para alcanzar tal rango internacional, sus logros en el campo de la ingeniería y, en general, su perfil paisa y humano que pudiera servir de ejemplo a otros estudiantes del ramo para hacernos sentir orgullosos de nuestra pujanza paisa. Si se alega falta de espacio, entonces ¿para qué ese despliegue de fotografías inútiles? De las 15 fotos publicadas, al menos 8 no dicen absolutamente nada? ¿No cree usted que todo este espacio, desperdiciado inútilmente, podría haberse aprovechado mejor para reseñar con lujo de detalles las virtudes morales e intelectuales del protagonista de la historia? Muchas gracias.


Una historia vivida en directo La Editora de Vida y Sociedad, Beatriz Arango S., ha explicado el porqué de la publicación: "La iniciativa de contar las historias de Juan Bernardo Gaitán era, como dice en el título, saber cómo vive un colombiano en Afganistán. Descubrir si en el terreno la situación es como la tenemos en nuestro imaginario colectivo (pobreza por todos lados, anarquía, robos, ataques, talibanes, mujeres vestidas con burka), o si, por el contrario, Kabul es una ciudad como las nuestras. Y ese tipo de historias sólo se puede contar desde el terreno. Con los cinco sentidos listos para oler, ver, tocar y degustar todo lo que ese nuevo territorio ofrece. Si se mira desde el punto de vista del manejo del espacio, así en tono simple, se le podría dar la razón al lector. Hay muchas fotos y hay mucho espacio. Pero desde mi visión como editora, siento que cada palabra y cada imagen tienen valor. El cuarto, para ver en qué condiciones vive Gaitán. No hay lujos. La piscina, para notar cómo descansa de s u trabajo (en un centro social que tiene Naciones Unidas). La vista desde su oficina (a donde se dirigen las miradas cotidianas del ingeniero que dejó aquí su familia y se decidió a vivir otra realidad). El valor de esta nota es la otredad (la capacidad de ver y reconocer al otro) y el espacio (la posibilidad de estar en el lugar de los hechos) y desde ese espacio contarnos cómo se vive en Kabul, cómo son sus calles, qué piensan sus habitantes. Creo que allí reside el valor de la historia de Juan Bernardo, en darnos a conocer el dolor de los afganos por el estigma al que son sometidos o la vergüenza que sienten por su ciudad destruida... Fotos como la del tráfico nos sirven para, así sea por un instante, ponernos en los zapatos de los afganos y pensar cómo es conducir sin semáforos, sin retrovisores o sin ningún tipo de carril. En fin, honestamente creo que la narración de Juan Bernardo Gaitán nos llevó a Kabul y ese es el propósito de las crónicas de lugar. Concepto del Defensor Lo que de verdad justifica la publicación es el testimonio del mismo señor Gaitán sobre la vida en Afganistán, no tanto como su situación particular. Paisas hay en todo el mundo. La presencia de uno en Kabul no es una rareza. En la última parte de lo escrito por la Editora está lo esencial de la respuesta: El verdadero valor de la historia reside en "darnos a conocer el dolor de los afganos por el estigma al que son sometidos o la vergüenza que sienten por su ciudad destruida". Habría sido preferible enfatizar en ese solo aspecto primordial, sin necesidad de exaltar el protagonismo del autor. En la vía de los lectores Escribe el lector Albeiro Giraldo Castaño, desde argirc@hotmail.com : "En días pasados usted me respondió prontamente una carta en la cual me quejaba porque el periódico El Colombiano era muy benévolo con la alcaldía y en sus informaciones solo publicaba la versión oficial, ante el tema de la seguridad para Medellín. Me pareció seria su respuesta, mas no la explicación de los periodistas, un tanto a la defensiva. Pues bien, hoy debo declarar, ojalá públicamente, que las informaciones y el editorial de hoy martes sobre el equivocado desmonte del Plan Cuadrantes son ejemplos indiscutibles de la independencia del periódico para decirle la verdad francamente a una administración que improvisa en temas tan graves y falta de planeación, que le dio así ventajas a los transportadores, lo cual pone el interés privado por encima del bien común. El Colombiano no nos ha defraudado a los lectores que nos recorremos el centro, tristemente convertido en terminal de buses". El contraste de fuentes


El Editor de Antioquia y Metropolitana, Carlos Mario Gómez, ha explicado, a propósito: "Agradecemos al lector su comentario positivo y de paso exponer que los diferentes hechos noticiosos hay que entenderlos en un horizonte más largo de tiempo. Así que si en un momento un hecho tiene como fuente principal la oficial, es de elemental lógica contrastarlo con otras fuentes, pero a su vez seguirle el hilo bajo otras ópticas". Concepto del Defensor Las informaciones que implican relación con fuentes oficiales suelen ser leídas con sumo rigor, sobre todo por los lectores celosos de la independencia, a los que les causa desazón la sola sensación de que hay un tufillo oficialista en los medios periodísticos. Frente a los gobernantes, sea cual fuere su rango, es preciso mantener una respetable posición de distancia crítica, de tal modo que nadie pueda calificar al periódico de aliado incondicional de algún funcionario. Sin perjuicio de esa independencia, que atribuye autoridad moral para fiscalizar los errores del gobernante, sí es legítimo colaborar en aquello que esté dirigido al bien común. Pero la mejor lealtad con el mandatario (y con la ciudad donde gobierna) consiste en decirle la verdad.


Un aliado de la familia

Por Juan José García Posada Ciertos episodios del discurrir informativo ponen en duda la voluntad de compromiso de algunos medios periodísticos con la defensa de los intereses vitales de la gente. Suelen tratar a las personas como simples clientes y a los menores como eficientes dinamizadores del consumo de bienes y servicios. En esta semana, el manejo de las noticias en algunos medios de radio y televisión sobre la niña grávida a los ocho años ha sido no sólo empalagoso sino también degradante. Un tema tan serio se ha tratado sin responsabilidad notoria y con una dosis inaceptable de morbosidad en programas de humor y de frivolidades y hasta en noticieros donde se confunde la sensibilidad humana con la sensiblería melodramática. La manía de buscar reacciones no calificadas para dar la impresión de que está haciéndose un seguimiento adecuado aproxima al sensacionalismo, al convalidar las simples conjeturas, las afirmaciones al desgaire de presuntos testigos y las especulaciones distantes de la realidad. Mientras tanto, el sector de la audiencia más afectado, el infantil, se ha mantenido confuso y expectante. Muy poco ha contado para determinados malabaristas de la información como negocio. El golpe de este tipo de noticias es más grave en los menores de edad que en los adolescentes y los adultos. En el libro sobre Violencia, televisión y cine, de José Sanmartín (Edit. Ariel, Barcelona), las conclusiones se sintetizan en esta exhortación: "Ha llegado el momento de actuar. El público debe presionar a los patrocinadores, productores y legisladores para que se ocupen de la violencia. El futuro de nuestros niños y de la sociedad en su conjunto es demasiado precioso como para quedarnos parados". Y el control social razonable no debe limitarse a los medios electromagnéticos. También se extiende a los periódicos. Esto es inherente a la labor de un Defensor del Lector. He conversado sobre este asunto con algunas personas que, además de leer periódicos, oír radio y ver televisión, están consagradas a la actividad educativa. Una psicóloga experta en cuestiones de la infancia está preocupada porque, en los grupos de niños en donde adelanta un programa de educación sexual, los alumnos se muestran asustados e intrigados con las noticias de estos días (sobre la madre precoz de Bogotá) y no encuentran en ellas orientación suficiente. Propone que la información de los distintos medios sea tratada con


clara conciencia de que va dirigida a menores de edad, que necesitan el acompañamiento de adultos responsables para comprender y asimilar hechos de actualidad de tanta gravedad y tanto riesgo de afectación. Un maestro de primaria reclama que los medios periodísticos (incluido El Colombiano) se interesen más por educar a los padres de familia. Sostiene que ningún programa de educación sexual es eficaz si el problema no se afronta desde la puericultura, la crianza y la pedagogía: "Muchos padres de familia eluden el deber de instruir, orientar y controlar a los niños y los dejan a la deriva con la falsa idea de que el mundo ha cambiado y no hay razón para reprimirlos o sobreprotegerlos y, cuando más, delegan sus funciones en educadores atafagados de trabajo y no siempre bien capacitados". En la Redacción educativa del periódico se ha respondido que en el desarrollo de la agenda informativa, en general y en situaciones particulares como la que se comenta, se tiene presente la repartición de responsabilidades de los diversos estamentos de la comunidad educativa, entre ellos el familiar. El abuso sexual y la violencia contra los niños eran temas tabúes hasta hace algún tiempo. Al desvelarlos es obvio que se necesite advertir cuándo un hecho noticioso de impacto descubre un problema social y humano que debe afrontarse con criterio de ética social (y de la ética del cuidado del cuerpo, de sí mismo), con conocimiento de sus diversas implicaciones y facetas, con la asesoría de expertos y sin desconocer o ignorar que los más importantes destinatarios de las informaciones y los conceptos que se publiquen son los niños y los integrantes de la comunidad familiar. Hay toda una labor compleja y difícil por planear y emprender, para que el periodismo sea verdadero aliado de la familia.


El fijo, artefacto inútil Por Juan José García Posada El teléfono fijo está convirtiéndose en un artefacto inútil en no pocas oficinas públicas. No se exagera cuando se habla de las ingentes dificultades para encontrar a un funcionario que pueda atender en su despacho la llamada de algún periodista que busca datos valiosos o la confirmación de alguna noticia. El semanario popular La Chiva dejó antier en evidencia la desatención de casi todos los miembros del gabinete municipal que, por diversos motivos (es presumible que entre ellos esté en primer término el exceso de trabajo) no le pasaron al teléfono a uno de los redactores. Sólo uno de ellos contestó y otro correspondió la llamada horas más tarde. ¿No se valoró la importancia de las llamadas del periodista? ¿Sirve este caso como nuevo motivo para cuestionar la percepción que en algunas esferas de la administración pública se tiene de la información de interés general? De la situación referida surgen numerosos interrogantes, que pueden ayudar a que se avance en el tema difícil y muchas veces conflictivo de las relaciones entre el Periodismo y los servidores oficiales. De acuerdo con lo que pude establecer, el periodista de La Chiva no llamó a las distintas secretarías con el solo objetivo de verificar la hipótesis (que al menos por lo sucedido en la mañana del miércoles quedó demostrada) de que los funcionarios no le pasaban al teléfono. Tenía para cada uno de ellos unas preguntas relativas a los asuntos de su competencia. Tampoco llamaba por entretenerse, o por quitarles tiempo, mucho menos por hacer alguna recomendación personal. Lo hizo en cumplimiento de sus funciones profesionales, en representación de un medio impreso que enfatiza en problemas urbanos y en la condición de puente entre lo que se entiende por sociedad civil y Estado. De su insistencia dejó grabación. Es probable que desde el Periodismo se incurra con frecuencia en el error de llamar al titular de una dependencia de la administración (en el municipio, el departamento o la nación), cuando hay otros funcionarios expertos que (siempre y cuando estén autorizados) podrían resolver las inquietudes informativas y aportar mejores elementos para ilustrar a los ciudadanos. Es preciso recordar cómo en la actividad periodística se efectuó hace unos dos decenios una suerte de giro copernicano, por el cual, en virtud de la elaboración de la agenda informativa, son los funcionarios quienes deben estar al servicio de los temas y no los temas al servicio de los funcionarios. En tiempos ya superados, el periodista cubría fuentes. Tenía un extenso listado y día tras día llamaba a los despachos oficiales en busca de noticias, que los funcionarios escogían y priorizaban en forma discrecional, más de acuerdo con sus particulares intereses (y muchas veces sólo para figurar o salir retratados en distintas poses) y sin una clara conciencia del significado y la trascendencia de la información de carácter público. En la actualidad es, o debe ser, diferente: No son ni la prestancia ni el rango del funcionario los que determinan la importancia de las noticias. La búsqueda


de información no se da por azar, ni está sujeta a la voluntad de quienes despachan en las oficinas gubernamentales. Corresponde a un proyecto coherente, basado en la auscultación de los asuntos de real importancia periodística y en el esfuerzo por sintonizar la agenda informativa con la agenda pública. No obstante, hay todavía funcionarios (en diferentes niveles de la administración, sea local, regional o nacional) que al parecer creen que uno de los componentes de la función pública es la arrogancia ante los medios periodísticos. Pero no sólo ante los medios: Esa arrogancia de modo indirecto está haciéndose sentir ante la comunidad en general. Si a un periodista, que representa un medio reconocido, no le pasan al teléfono, qué podemos decir si el que llama es un hombre de la calle, un ciudadano común y corriente, tal vez anónimo y carente de influencia. Este es un tema acerca del cual interesa escribir una y otra vez. Le aclara al lector por qué la calidad de la información puede estar condicionada por la actitud del funcionario que funge de fuente y cómo el periodista necesita desplegar todos los recursos legítimos y afrontar desplantes y negaciones para confirmar los datos que requiere en su labor de ejecución cabal de la agenda informativa y aún así puede no tener éxito en su tarea. Tampoco debe ignorarse que de esa arrogancia que ha convertido el teléfono fijo en un artefacto inútil son partícipes no pocos periodistas, cuando de las relaciones con los lectores (y hasta con las mismas fuentes) y la comunidad en general se trata. A veces hay lectores que se quejan porque llaman, escriben, insisten, envían mensajes por correo electrónico, sin encontrar respuesta alguna en determinado sitio de trabajo de la sala de redacción. Así, la queja por la desatención a los medios periodísticos en el ámbito gubernamental puede devolverse como un bumerán.


En estado de rumba perpetua

Por Juan José García Posada Varios lectores han solicitado que trate en esta columna sobre el tema de la distorsión del derecho a la alegría y la desaforada propagación, en ciudades como la capital de Antioquia, de los escenarios nocturnos destinados a la fiesta, el consumo de licor y otras formas de celebración no siempre sanas y edificantes. En síntesis, dicen que los medios de comunicación contribuyen a crear una anticultura de la rumba, con todo lo que implica de irresponsabilidad, más todavía en un medio en el cual hay una poderosa pero evitable propensión hereditaria al alcoholismo. "No estoy en desacuerdo (dice uno de ellos) con que la gente celebre, disfrute sanamente el tiempo de ocio. Con lo que no estoy de acuerdo es con que se pondere tanto el consumo de licor y el ambiente de fiesta. En este país necesitamos más disciplina, más consagración al trabajo. Primero el deber que la diversión, o jamás saldremos adelante". Consulté al Jefe de Redacción de El Colombiano, Francisco Alberto Jaramillo, quien, en resumen, ha dicho que las informaciones sobre la ampliación de la rumba en Medellín corresponden a una realidad y dejan constancia de una decisión administrativa que entre otros motivos trata de ayudarles a resarcirse a los propietarios de restaurantes y discotecas de Las Palmas, damnificados por las obras de la doble calzada. Observa con preocupación, como periodista y padre de familia, la propagación de zonas de diversión, en especial de gente muy joven, en los más diversos lugares de la ciudad, como un fenómeno urbano que requiere control y mueve a los medios periodísticos a desarrollar labores de orientación, como las que se efectúan en el periódico mediante La campaña cívica. Habría sido interesante el concepto de uno de los redactores especializados en temas de farándula (en la revista Viernes), pero ya habrá una ocasión propicia para tratar otra vez de conocer su punto de vista. Es preciso concluir que la propuesta de lectura del periódico no se limita a la


información sobre la rumba, a la que se destina mayor despliegue en los fines de semana, sin perjuicio de las otras secciones. Se les hacen reiteradas recomendaciones a los lectores (en espacios como el ya mencionado, de La campaña cívica) para que observen un comportamiento sobrio y prudente. Es importante que no se pierda el sentido de las proporciones al tratar a la gente como si estuviera en tono de permanente celebración y nada más hubiera por hacer, distinto de gozar y festejar, en varias jornadas que se inician los juernes y alcanzan más de la mitad de la semana. ¿Acaso hay que obedecer con sumisión y sin derecho a réplica la orden perentoria de buscar una felicidad tan forzada como ficticia? ¿Por qué podría ser obligatorio vivir en son de fiesta? ¿Cómo no se respeta el derecho a la tranquilidad de los que no quieren participar en la rumba callejera estridente y cómo no demostrar sensibilidad ante los que no pueden unirse a la celebración aunque lo quisieran? ¿Y por qué al extender los horarios de la rumba no se abren otras opciones para disfrutar la noche, como el comercio y el espectáculo de la cultura? Estas interpelaciones de varios lectores bien podrían hacerse desde el ámbito periodístico. El novelista y pensador francés Pascal Bruckner sostiene, en La euforia perpetua, que se ha difundido una suerte de compulsión casi enfermiza por la felicidad a cualquier precio, hasta el punto de que los que no quieren gozar y los que sufren están empezando a formar una nueva clase de marginación. Contra el deber de ser feliz, que se ha impuesto como consigna, este autor apologiza la idea antigua de la dicha de saber vivir. Baruch Spinoza defendía el derecho a la alegría, pero no porque invitara a vivir bebiendo y bailando. En los medios periodísticos, pensar y obrar con criterio de la responsabilidad educativa y orientadora inherente a la actividad profesional, debe implicar también rebelarse, como lo hace Bruckner, contra la "dictadura de la felicidad a toda costa". Bien decía San Agustín que "nada hay más impreciso que la idea de felicidad, esa vieja palabra corrompida".


Todo es investigable

Por Juan José García Posada ¿Ha decaído la actividad investigativa en los medios periodísticos, o por el contrario la investigación es una tarea tan rutinaria que se vuelve imperceptible para muchos lectores? ¿Ha evolucionado la investigación periodística o permanece en la etapa inicial de la denuncia para relevar mandatarios y poner contra la pared a personajes cuestionados por sus actos? Son preguntas que están repitiéndose de tarde en tarde entre algunos lectores. Uno de ellos sostiene con énfasis que la investigación está en un curioso receso. Y no excluye de su apreciación al periódico El Colombiano. Se trata de interrogaciones que llevan implícito el interés por que desde el periodismo se efectúe una labor depurativa que restablezca la confianza de la gente en que no sean falacias o ilusiones inalcanzables la transparencia institucional y la pulcritud de los funcionarios públicos. La fuerza catártica de los medios, cuando corresponde a propósitos de regeneración ética, es evidente. ¿Pero la utilizan de modo razonable, o la dilapidan? ¿Malgastan la capacidad investigativa y fiscalizadora en la provocación de escándalos fugaces y efectistas al cabo de los cuales sólo queda la sensación de que todo cambió para que todo siguiera siendo igual? ¿Y es que el periodismo investigativo más implacable (se pone como un modelo el de los Estados Unidos) no ha cometido errores, no ha incurrido en imprevisiones, no ha dejado pasar enormes mentiras y defraudaciones de magnitud mundial, no ha sido también auxiliador o cómplice de tremendas falacias internacionales? Tal vez en algunos frentes de la información habitual la investigación periodística haya involucionado, o se haya congelado. Además, siempre es más lo que falta por hacer que lo que se ha hecho en los medios periodísticos, desde cuando se consolidó la función investigativa, tres decenios atrás, con el escándalo de Watergate, que representó el paradigma fundacional. Investigar equivalía a ejercer una labor detectivesca: Umberto Eco desarrolló, a propósito, una ingeniosa teoría en las Apostillas a El Nombre de la Rosa, a


partir del ejemplo de Sherlock Holmes. Con todo (y aunque este asunto no puede agotarse en los límites de un comentario, de modo que las respuestas a los lectores que nos interpelan son todavía incompletas), la dimensión denunciativa es la más resonante, pero no la única, así renueve su vigencia con episodios como el del dimitente Secretario General de la OEA, Miguel Ángel Rodríguez: Es muy probable que si no hubiera sido por la presión mediática, tanto en su país, Costa Rica, como en el resto del hemisferio, con unos días más ese señor se habría afirmado en el cargo al calmarse el huracán. Eso era lo que sucedía antes. Ya no es tan seguro. De ahí que sea frecuente que algún funcionario cuestionado prefiera anticipar su renuncia para eludir el desgaste que supondría la exposición a un juicio público de responsabilidades y a la consiguiente sanción social. Aparte de esa faceta de la investigación periodística, la de más extensas repercusiones, también se investiga en forma discreta y silenciosa en las diferentes especialidades y desde todos los sectores de la Redacción, muchas veces sin que los resultados de la indagación trasciendan y en ocasiones, también, con fallas o deficiencias protuberantes. Pero que a los medios les falta mucho por investigar, se ha reconocido, a propósito, en la Redacción de El Colombiano. La investigación dejó de ser un ejercicio reservado a un grupo de periodistas privilegiados, a una élite envidiable. El concepto se ha transformado, así como se han ajustado las metodologías de trabajo. Hoy la investigación es un componente esencial de cualquier tipo de actividad informativa o interpretativa. Se investiga hasta para verificar el dato mínimo, en procura de un periodismo de precisión. Investigar es un propósito común, no una especialidad particular. Se investiga en todas las áreas, conforme con las líneas que se tracen en la agenda informativa, y no en una sola unidad sigilosa y distante. Uno de los campos de mayor interés es el del periodismo urbano. Se tiene la certidumbre de que una ciudad estará mejor administrada si los medios periodísticos vigilan de modo continuo, critican con ponderación pero sin reservas, señalan errores, estimulan aciertos, le dicen la verdad al mandatario y, en fin, velan por el bien común y se mantienen atentos a los reclamos legítimos de los ciudadanos. No siempre se reconoce en el sector público la pertinencia y la conveniencia de este tipo de investigación. En otros términos, la investigación dejó de ser un objeto de culto, como lo fue treinta años atrás, para convertirse en práctica normal y constante sin la cual es imposible avanzar en la búsqueda de la verdad y el sentido de los fenómenos de actualidad. Si una investigación periodística motiva un proceso penal, administrativo o contable, tanto mejor, pero no porque sea aceptable desplegar una suerte de acción judicial paralela o mediática basada en juicios a priori o en piezas procesales desarticuladas. En conclusión, el deber de investigar ni se ha olvidado ni se ha eludido, con todo y los riesgos que comporta. Y todo es investigable. Hasta en las interioridades del episodio más irrelevante de la realidad podría esconderse el núcleo de una investigación que genere resultados sorprendentes y de un impacto social insospechado. Cartas al Defensor Aprendió a leer con el periódico


No todas las cartas y respuestas que aparecen cada viernes en esta sección tienen por qué ser de críticas o de glosas a fallas o desaciertos en las ediciones de El Colombiano. En respuesta al artículo del Defensor titulado Que los papás lean periódico, del sábado 2 de octubre, el lector Carlos Mario Tobón Peláez (carlosmtobon@coomeva.com.co) ha escrito esta carta, en la cual evoca los años de su infancia y sus primeras experiencias de lectura: Hoy, después de muchos días de no hacerlo, volví a abrir el periódico como otras veces: página a página viendo titulares y temas para luego volver sobre los que me interesan, a leerlos. Pero de entrada me llamó la atención su artículo y me trajo a la memoria un recuerdo de infancia que ni cineastas ni escritores han vivido para contarlo y disfrutarlo. El que quiero relatarle motivado por su artículo ilustra de maravilla la afirmación que allí hace: “todos nos iniciamos en la lectura con el periódico”. En mi pueblo, Jardín, al suroeste del departamento, tuve la fortuna de nacer y crecer y vivir la infancia que aún hoy con distancia de tiempo y kilómetros alimenta y nutre mis más bellos recuerdos. Todos vivimos una época en nuestros pueblos en que no tener mucho no era asunto de pobreza, era más bien asunto de restricciones de la época. Hoy hay más recursos, más posibilidades de educación, trabajo, comunicación, etc. que permiten que muchos aun con lo poco que tienen pueden tener acceso a medios que antes no se tenían. Hay mayor producción de bienes y más facilidades de hacerlos llegar en menor tiempo a zonas remotas, posibilitando a muchos disponer de ellos con más facilidad y a menores precios. En esa época comprar el periódico era un lujo que no todas las familias se podían dar. La distribución en mi pueblo (inicio de los 60) la tenía una de las farmacias del pueblo, la de don Óscar Aguirre. Don Óscar era un señor alto, delgado, de gafas pequeñas y con movimientos y hablar nerviosos, acelerados, pero lo que más llamaba la atención era que siempre usaba corbata y sostenía los pantalones con cargaderas. Allí dentro de la farmacia y afuera del mostrador tenía una banca grande de madera oscura, similar a las de las iglesias, en la que nos sentábamos unos clientes muy particulares: los que no teníamos con qué comprar el periódico. Después de esperar todo un día que llegara la “línea” (ahora le dicen escalera) de Medellín, nos acercábamos a la farmacia y don Óscar, siempre y con amabilidad, nos prestaba un periódico para que lo leyeran los que sabían leer y lo pudiera ver yo, que con menos de 7 años, no sabía leer. No logra uno describir la emoción que sentía desde que aparecía el carro que traía el periódico desde Medellín hasta el momento en que recibía ese cuadernillo perfectamente doblado y bien organizado y con un olor a nuevo muy especial, sin que otra persona lo hubiera tocado y desordenado. He dicho cuadernillo porque en esa época era uno solo. Como no sabía leer cogía hoja por hoja y lo observaba hasta llegar a la página más especial: la de las aventuras. Le llamábamos “aventuras” a la que hoy llaman muñequitos o historietas. La condición de don Óscar para prestarnos el periódico era que no se lo desordenáramos y que se lo devolviéramos como si nadie lo hubiera tocado para que un comprador o alguno de sus suscriptores no se fuera a molestar. Al cumplir los 8 años ya pude entrar a la escuela y en mi casa, al ver que ya identificaba las letras y sabía unir palabras, me hicieron el regalo más especial: empezaron a comprar “El Colombiano”.


Me he referido al periódico por ser el término que utilizó en el artículo pero nosotros viviendo en el mundo pequeño de nuestro pueblo lo llamábamos simplemente “el colombiano” como si ese fuera el nombre genérico. Otros periódicos que por casualidad llegaban al pueblo eran “el colombiano” de otra ciudad. Me animó su artículo a querer compartirle este momento tan especial. No tengo habilidades para la redacción, y por eso le pido me disculpe, pero las emociones no necesitan de técnicas ni conocimientos para ser expresadas. Muchas gracias y un feliz día. Carlos Mario Tobón Peláez Deportes en domingo Escribe el lector Federico Cañón, desde fgcb23@yahoo.com.mx: Nuestra inconformidad hace referencia a la sección deportiva, más que todo la de los domingos, la cual no contiene más de dos hojas de información, cuando es el día que se juega el rentado de fútbol colombiano y muchas otras ligas del mundo. Se esperaría por lo tanto un poco más de información. Gracias por la atención prestada. Federico Cañón. Respuesta Respuesta de la Editora de Deportes, Esperanza Palacio: Siempre el sentir del lector de deportes es querer más. Nosotros también quisiéramos poder darle más. Como él dice, estamos cortos en fútbol internacional, por ejemplo, porque debemos priorizar temas locales. Acogemos con gusto su inquietud, porque es también una inquietud nuestra poder tener una sección deportiva especial, un cuadernillo aparte, lleno de color y con información de todos los rincones de la ciudad, el país y el mundo. Ojalá podamos llegar a tenerlo. Concepto del Defensor El reclamo del lector es pertinente, como se reconoce en la Redacción. Es preciso agregar que así los domingos haya intensa actividad deportiva, los resultados y el análisis, con amplio despliegue fotográfico, se divulgan los lunes, cuando se fortalece la edición de deportes.


El hermetismo de los críticos

Por Juan José García Posada Y los críticos literarios mantienen un silencio misterioso. Lectores de variadas condiciones han hablado y escrito sobre la obra más reciente de García Márquez. Unos admiten la factura magistral de su prosa aunque deploran la procacidad del título. Otros aceptan el magnetismo del relato pero objetan la obscenidad intimista. Desde el feminismo se han emitido severas diatribas. Ha habido quienes acusen al Nobel de transgredir no sólo la moral y las buenas costumbres sino también hasta la normatividad penal y la que ampara a las menores de edad. ¿Pero quién, hasta ahora, ha escrito desde el ámbito exigente de la crítica literaria? ¿Quién ha hecho un análisis de la obra para exponer un dictamen importante acerca de la calidad estilística y la estructura narrativa o del papel de los protagonistas, el manejo de los tiempos y los escenarios y otras facetas que interesan mucho más que las opiniones emotivas y circunstanciales? Desde el periodismo se ha efectuado un seguimiento acorde con las condiciones particulares de cada medio. En unos más y en otros menos, la aparición de la obra no ha dejado de ser un acontecimiento cultural. Ayer, en la sección del Defensor y los lectores, incluí apartes esenciales de la carta de un lector que ha expresado su malestar por una historia publicada en el periódico hoy hace una semana, en la cual una trabajadora sexual deja constancia de sus apreciaciones sobre Memorias de mis putas tristes. El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, y el periodista que escribió el trabajo, Jaime Horacio Arango, respondieron al alimón y con argumentos serios y explicaron, tanto al quejante como a los demás lectores, los motivos que ha tenido El Colombiano para hacer, con base en la obra, un cubrimiento que podría definir como polivalente. No discuerdo de ninguna de las razones que han planteado los dos periodistas. Desde los puntos de vista informativo y conceptual, en el periódico se le ha dado el trato justo a esa polémica novedad bibliográfica. Sin embargo, prevalece el vacío de la crítica. Es probable que esté equivocado y en tal caso agradecería si se me aclarara. Pero los críticos literarios mantienen una extraña reserva, justificable si acaso esperan con paciencia que cese la orquestación propagandística y el libro se decante y recobre sus justas proporciones. Es cierto que han salido algunas observaciones de alguna consistencia crítica. Ayer me lo recordaba la responsable del nuevo Suplemento Generación, periodista Beatriz Mesa Mejía. Pero nadie hasta ahora ha publicado un ensayo interpretativo sobre un libro que por obvias razones


debería ocupar al sector de la intelectualidad que siempre se ha ufanado de ser riguroso, exigente, ajeno a las concesiones, implacable en sus juicios y dispuesto a intervenir en los debates de trascendencia. Muy pocos días después del lanzamiento del libro de García Márquez dediqué el espacio de esta columna sabatina a cuestionar el manejo propagandístico de la obra y concluí con un reclamo que hasta el presente se mantiene sin resolver. Insisto en que el lector tiene derecho a esperar "un seguimiento analítico y que se le ofrezca una polifonía de juicios críticos respetables (y ya es tiempo de que varios hermeneutas literarios se hayan leído el libro) que faciliten la comprensión de la obra en sus proporciones y, sobre todo, ayuden a diferenciar entre fantasía y realidad y a establecer qué tiene de imaginación novelesca y qué no tiene de relato autobiográfico, para eludir los artificios y las mañas del mercadeo y no aparecer como coproductor de una exposición de prendas íntimas al sol". Ese silencio de los críticos podría entenderse como un indicio preocupante de la apatía y la atonía características de una sociedad que tiende a ser indolente y banal, que no polemiza ni toma los asuntos de la cultura como cuestiones serias y generadoras de controversia. Los comentarios en torno a la obra de García Márquez han sido en su mayor parte pasionales y superfluos. Revelan más un caprichoso pensar con el deseo que un reconocimiento de que la literatura tiene que parecerse a la vida, ser como la vida misma, y por consiguiente una novela es como la vida es y no como quisiéramos que fuera: Por los escenarios de una novela, un cuento, un relato de ficción no sólo pasan héroes y santos y gente de bien. Con ellos se confunden los rufianes, las sabandijas, los individuos abyectos, las prostitutas, los jugadores, los hombres cretinos y los inteligentes, los buenos, los regulares y los malos, los ángeles y los demonios de la condición humana, de la comedia humana. Hasta ahora no he conocido un escrutinio convincente para concluir si esta obra de García Márquez es en verdad o una novela o si no supera los límites y los cánones del cuento. No se ha hecho un análisis de la calidad de su contenido, ni una comparación con otras producciones del gran escritor. Ninguno de los pontífices de la crítica (de la crítica literaria, subrayo) ha conceptuado si este libro marca un declive o un ascenso de García Márquez. No tiene lógica alguna que los críticos literarios de esta ciudad, de esta región y de este país esperen a que los autores y sus obras pasen a ser póstumos para, ahí sí, estudiarlos y orientar a los lectores hacia la comprensión del sentido de una creación y la valoración del significado que puede tener en el discurrir de la literatura colombiana y universal. La crítica literaria sigue en deuda con los lectores... del periódico El Colombiano, de los periódicos y revistas y de los libros. Cartas al Defensor Ecos del libro de García Márquez Apartes esenciales de la carta del lector que firma como Ernesto Contreras, desde contrerasmejia@yahoo.com: "Señor defensor: Duele que en un periódico tan serio y respetable como El Colombiano se legitime un oficio que degrada tanto la dignidad de la mujer como es el de la prostitución. Me refiero al artículo publicado ayer, "El triste es el viejito, no las putas". Interesante que una mujer de estas emita su opinión sobre el nuevo libro de García Márquez, pero la introducción la muestra como una "profesional" en lo que hace, con un oficio admirable del


que no se siente avergonzada (aunque ¡qué contradicción! se fue de su casa porque no era capaz de mirar a los ojos a sus padres). El artículo hubiera quedado muy bien en un periódico sensacionalista, pero no en el diario más importante de los antioqueños. ¡Qué ironía! ese día en una columna de opinión había una preocupación grande por el tema de cómo algunos medios de comunicación aplauden este oficio y el ejemplo claro quedó en la página de cultura...". Respuesta de la Redacción El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo y el redactor de la historia en referencia, Jaime Horacio Arango, responden en forma conjunta a la crítica del lector sobre el tema del libro de García Márquez: "Queremos responder en forma conjunta a la inquietud del lector sobre el tema de una joven prostituta, a la que el Área de Arte y Cultura le propuso que leyera Memorias de mis putas tristes y nos diera su opinión sobre el libro. Con referencia al primer reclamo contenido en la carta del lector, aclaramos que el tema no pretende legitimar su oficio, porque, de hecho, en Colombia la prostitución es legítima y tolerada por el Estado. No es perseguida, ni penalizada y está reglada por el Código de Convivencia Ciudadana para el Departamento de Antioquia (antes Código de Policía), mediante la Ordenanza 018 de 2002 de la Asamblea Departamental: "La prostitución, en sí misma no constituye contravención". Entendemos que para la sociedad pueden existir aún algunos temas que son tabú, pero la instrucción que tenemos desde la Dirección del periódico es que para el periodismo no hay temas vedados, sino mal tratados. Conscientes de ello su redacción y revisión final se hizo con extremo cuidado, buscando no atentar contra los derechos fundamentales de nadie ni ofender al lector. En su revisión se observa que el tema tratado en el artículo no es la prostitución sino el libro de Gabo y por ende no hace apología de la prostitución ni incita a nadie a ejercerla. Se constata que no hay ninguna frase o concepto por parte del periodista que haga una exaltación de las personas que la ejercen o que las ponga como modelos a imitar ante la sociedad. No hay en el texto del artículo descripciones del oficio que así permitan deducirlo y adicionalmente el periodista no juzga a la joven a la cual le solicitó su testimonio, el cual, se recoge en forma textual y se le da el tratamiento en primera persona. En el desarrollo de la agenda informativa propia, el tema nació del interés periodístico de buscar otras voces diferentes a las que ya se dieron en las tres semanas anteriores, en torno al libro de Gabriel García Márquez: Memoria de mis putas tristes. Desde antes del lanzamiento EL COLOMBIANO ha presentado diversos artículos y opiniones: con editores, personalidades públicas, libreros, críticos, escritores nacionales y extranjeros y también con lectores, tanto en las páginas diarias como en Generación. E incluso se han publicado en la página de opinión diversos artículos referidos al tema, en pro y en contra. El personaje consultado es real y su testimonio es auténtico. El enfoque dado a esta propuesta periodística parte de una pregunta: Este nuevo libro de Gabo habla de un tema universal, pero referido a personas de carne y hueso. ¿Cuál puede ser la visión que tiene una de estas personas del libro que las menciona y que puso su oficio en la primera página de los periódicos?


Dice el lector que es "Interesante que una mujer de estas emita su opinión sobre el nuevo libro de García Márquez". Estamos de acuerdo. Y eso fue realmente el propósito del periódico. Y obvio que el personaje se contradijo al decir que no se avergüenza de lo que hace, pero que se fue de la casa por no ser capaz de mirar a sus padres a los ojos. Esa es la riqueza de un testimonio humano, que no es ficción. Queremos aquí destacar su testimonio en otros aspectos: el hecho de que coincida con personas más ilustradas en que el título no refleja exactamente el contenido del libro, o que el título, como gancho publicitario, pueda inducir a lectores a creer que encontrarán en él narraciones y descripciones sobre las prostitutas. Ella creyó, que efectivamente, en el libro, hablarían de cosas de su vida. También, en sus propias palabras, al señalar ella que lo triste son esos viejitos que para sentirse vivos tienen que pagar por tener sexo con ellas, nos remite al tema de "quién es más de juzgar, si el que peca por la paga o el que paga por pecar". No creemos, como dice el lector, que esta clase de temas solo pueda tener cabida en diarios sensacionalistas. Solo como elemento de contexto, pues el lector no se refiere a ellos, ni nosotros quisiéramos entrometernos en la labor de otros colegas, periódicos como El Tiempo y El Espectador han publicado trabajos de temática similar a propósito del libro de Gabriel García Márquez. Finalmente, sobre la vida de a quienes eufemísticamente se denominan "mujeres de la vida alegre", así la joven asegure que sí lo son y otras personas no lo crean, como lo expresa muy claramente la columna de opinión de María Clara Ospina que se publicó ese mismo día, en el artículo periodístico en mención ni su autor, ni la editora, ni el jefe de redacción toman partido ni lanzan juicios de opinión. Y en tal sentido, no se podría concluir, como afirma el lector, que el periódico "aplaude la degradación moral". Nota: El Defensor del Lector expondrá su concepto sobre el tema en próxima ocasión.


Equilibrio en tiempo de crispación

Por Juan José García Posada Para no pocos lectores colombianos ha sido difícil comprender cómo diarios estadinenses tan influyentes como The New York Times y The Washington Post consiguen mantener un equilibrio y un tratamiento si se quiere objetivo en la información sobre la actual campaña presidencial, a pesar de que en el fin de semana pasado optaron, claro está que por separado, por respaldar desde las páginas editoriales al candidato demócrata John Kerry. Lo tradicional, en el modelo de periodismo político hispanoamericano y en el de nuestro país, ha sido que si un periódico se abstiene de editorializar en favor de determinado candidato, esa decisión influya también en las estrategias informativas y por consiguiente la versión cotidiana sobre los hechos de las campañas mantenga un cierto nivel de asepsia. Y al mismo tiempo, que si el Editorial es favorable a uno de los candidatos, tal actitud afecte el tratamiento de la información y no sea fácil alcanzar el equilibrio en la titulación, en la asignación de espacio y en general en la difusión de programas y actividades de las diferentes campañas. No suelen admitirse las tonalidades intermedias: O se es del todo partidario, o se es del todo neutral. Además, no se duda entre el público sobre si una u otra posición induce a los ciudadanos a sostener o cambiar sus intenciones de voto. Al menos por tradición, la gente se ha inclinado a creer que los diarios de más amplio espectro sí pueden incidir en los comportamientos de los electores. De todos modos, cualquiera que sea la decisión editorial, siempre ha despertado suspicacias, como si hubiera que leer entre líneas en busca de motivaciones distintas de las que se han hecho explícitas. Esto es propio de una idiosincrasia que tiene como uno de sus rasgos distintivos la sospecha, mejor la malicia. No sucede así en el periodismo político de los Estados Unidos, donde priman la confianza y la buena fe recíprocas. Al menos se ha enfatizado, elección tras elección, en que "la prensa no elige". Por supuesto que la capacidad de sugestión del medio televisivo ha sido de un poder cada vez mayor. Pero no la de los diarios, así sean The New York Times y The Washington Post, u otros del ámbito regional que también hayan tomado partido en las que se catalogan como las elecciones más vigiladas en toda la historia de los Estados Unidos, por los temores y recelos que han suscitado y por el turbio antecedente de las de cuatro años atrás cuando se declaró la elección de Bush, con serias incógnitas sobre la legitimidad del mandato, mediante el controvertido sistema electoral norteamericano.


The New York Times elogió en Kerry "el amplio conocimiento y la claridad de pensamiento", como condiciones de "un gran jefe de Estado". The Washington Post conceptuó que "el señor Kerry, con sus promesas de actuar con determinación, atenuada por la sabiduría y por una actitud abierta, ha reivindicado con mayor fuerza su derecho a obtenerle apoyo de la nación para dirigirla en los próximos cuatro años". Y en seguida, hizo una lista de los desaciertos de Bush y los motivos por los cuales no merece respaldo, entre ellos la consabida falta de veracidad en la motivación de la ofensiva sobre Irak. Un lector colombiano común y corriente pensaría que esas dos posiciones, de dos diarios tan representativos de la cultura norteamericana, determinarían también un viraje en el enfoque de las informaciones sobre las campañas. No ha resultado así. Por el contrario, con un grupo heterogéneo de lectores he comprobado a lo largo de la semana que ambos han reforzado los controles para asegurar el equilibrio noticioso, tanto en la distribución del espacio como en el cubrimiento de las reacciones de los ciudadanos, en la divulgación de las posiciones de los candidatos y, en fin, en todos aquellos aspectos en que se han sentido llamados a aportar demostraciones incontrastables de equidad, ponderación y, sobre todo, respeto por los lectores y su derecho a escoger entre las dos opciones, o las tres, si se cuenta al candidato Nader, que también se ha contado pese a su condición de minoritario. Periodistas especializados de uno y otro diario han continuado un ejercicio serio de información, comparación, análisis e interpretación, que no se ha alterado por el hecho de que los editoriales se hayan escrito en apoyo al senador Kerry. Este ejemplo de dos de los diarios más importantes del mundo de la información puede marcar un punto clave en la evolución del periodismo político, en la aplicación del sentido común para tomar decisiones editoriales y en la redefinición, que se hace necesaria en esta época de confusiones, de los límites entre las esferas de la opinión y de la información, en una suerte de refrescamiento del aforismo según el cual "los hechos son sagrados y el comentario es libre". Por un lado van las posiciones editoriales, libres, autónomas, responsables. Por el otro, la agenda informativa y las correspondientes estrategias trazadas y practicadas para asegurar el derecho a la información. La sociedad norteamericana es objeto de incontables cuestionamientos. Resume los elementos de la crisis y los factores de la decadencia de la civilización actual. Pero el tono ético se recobra en momentos cruciales. Esto es lo que puede apreciarse en el ejemplo de dos periódicos, de equilibrio en tiempo de crispación, de serenidad, independencia crítica y temple en circunstancias de miedo colectivo. Cartas al Defensor Favoritismo por Kerry La lectora Claudia Mora, quien escribe desde San Diego, California (claudiamora2003@yahoo.com.mx) dice, en apartes esenciales de su carta: “Yo vivo en Estados Unidos y considero que ustedes se equivocan al apoyar a Kerry en las páginas internacionales. No es un candidato que esté realmente capacitado para resolver la situación que vive actualmente este país. No


comparto, como originaria de Colombia, la posición del periódico El Colombiano y otros de habla hispana que leo en internet. Su parcialidad a favor de Kerry es visible en todas las informaciones. Pero debo decir que el señor Kerry habla y promete demasiadas cosas, sin poseer bases sólidas y sin un adecuado conocimiento de la situación del país actualmente”. Después de exponer sus razones para apoyar la reelección de Bush, la lectora concluye con el aforismo según el cual es preferible malo conocido que bueno por conocer. Respuesta del Editor internacional El periodista Carlos Olimpo Restrepo, Editor del Área Internacional, dijo, a propósito de la carta anterior: “Veo que la lectora no ha leído continuamente el periódico. Tratamos de manejar la información del modo más equitativo posible. Publicamos informaciones de ambos lados, lo que se selecciona de las mismas agencias de noticias que son las fuentes fundamentales. A ambas convenciones, la republicana y la demócratas, se les dio el mismo tratamiento, el mismo espacio. Se estuvo pendiente de los discursos de Bush y de Kerry. En estos días también se ha hecho así, en el seguimiento de las campañas. Y en los últimos días nos hemos centrado en trabajos que no se refieren tanto al día a día de la campaña como a los grandes temas que están tratándose. Por ejemplo los problemas jurídicos, el peso de las regiones, el olvido de América Latina. Pero considero que hemos sido equitativos. Incluso hemos publicado encuestas que dan avances para Bush en unas zonas y en otras para Kerry. Considero que la señora no ha leído suficientemente el periódico. Y desde el sábado presentaremos material especial con motivo de las elecciones, con analistas que siguen el fenómeno, las posibilidades de empate, la situación en las últimas elecciones. Incluso dentro de los temas preparados para este fin de semana están todos los perfiles, de los candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia, las elecciones al Senado que también se renovará en un tercio, la explicación del sistema electoral en Estados Unidos y sus diferencias del nuestro. También se habla de Ralph Nader, el tercer candidato y que tiene tantas resistencias entre los demócratas, porque creen que hace cuatro años le quitó la victoria a Gore. Concepto del Defensor En tiempo de preelecciones se exasperan las susceptibilidades. “Si por Colombia llueven las críticas a los medios en vísperas de elecciones, por Estados Unidos no escampa”. Incluso podría exponerse una hipótesis: En circunstancias de crispación política se manifiesta entre la gente una tendencia a identificar el dictamen de las encuestas con la inclinación de los medios periodísticos y concluir que aquel candidato que esté en primer lugar en los sondeos es el favorecido por la mayoría de los periodistas. Hay una marcada proclividad a deducir que los medios y los periódicos en particular se le apuntan a quien aparezca en ventaja. Y también, a atribuirle el éxito de quien esté en ventaja a la labor de los medios periodísticos. Esto parece que se ha acentuado ahora, cuando dos diarios tan influyentes como Washington Post y The New York Times han demostrado su parcialidad por Kerry. Es una presunción arbitraria, pero que se aprecia como constante donde quiera que esté desarrollándose una campaña electoral. El esfuerzo de los responsables de la información internacional por mantener una posición de equilibrio, más todavía si no tiene por qué haber intereses


creados en torno a alguna candidatura (como sucede en este caso, de un diario colombiano que para nada pretendería influir en las decisiones de los estadinenses) no siempre es valorado entre los lectores. Es cierto, como dice el Editor de Internacionales, que se ha mantenido una posición de equilibrio. Es lo más sensato, lo más realista, lo más práctico. Y es lo ético. No se pierde de vista la trascendencia histórica de la jornada del martes próximo en Estados Unidos y se aprovecha para dar testimonio de periodismo interpretativo y ponderado. Algo diferente puede ser lo que se manifieste en el Editorial y en páginas de opinión, donde es obvio que el lector espere que se tomen posiciones. La carta de la lectora y otras observaciones hechas por otros lectores en estos días motivan también una posterior deliberación sobre el tema recurrente de la neutralidad de los medios periodísticos ante las candidaturas políticas. Se ha asumido que no tomar partido en favor de un determinado candidato es un signo de madurez en el periodismo contemporáneo: La prensa no elige y para mantener a salvo la credibilidad es preciso abstenerse de influir en las decisiones de los lectores. ¿Cómo explicar, entonces, el respaldo editorial de The New York Times y Washington Post a la candidatura de Kerry? ¿En el futuro podrá tomarse esa posición como un antecedente muy significativo para justificar las actitudes editoriales de otros diarios del mundo en materia de candidaturas a cargos de elección popular? Llegará el día en que el tema vuelva a debatirse.


Nuevos maestros de la sospecha

Por Juan José García Posada Un lector escribe para llamar la atención sobre varios hechos noticiosos impactantes difundidos en estos días, que a su juicio deberían generar investigaciones periodísticas. Al recordar una columna reciente del Defensor, titulada Todo es investigable, se refiere a la liquidación de Inravisión y de la Secretaría de Infraestructura de Antioquia y hace algunas preguntas sobre lo que puede haber en el fondo de tales decisiones. Una vez más es preciso decir que el interés investigativo no se ha dejado en suspenso en el periódico. Se ha informado sobre los dos hechos enunciados. Acerca de ellos y de muchos otros puntos intrigantes es natural que se piense en inscribirlos como objetos de investigación en la agenda de la Redacción. Por supuesto que los resultados no pueden brotar con la celeridad que se espera. Es cierto que todo es investigable y que hasta en noticias mínimas y de apariencia irrelevante debe haber un respaldo investigativo. Pero sería un desatino, que frustraría la indagación seria, anticipar datos que forman parte de todo un acervo documental y que no deben publicarse como piezas aisladas y separadas del respectivo contexto. Desde el periodismo no debería incurrirse en la equivocación, en la que incurren investigadores oficiales, de precipitar informes bajo la presión de un afán efectista. Las periódicas relaciones estadísticas sobre impunidad dejan en evidencia la condición de ineficiencia de los organismos institucionales de investigación. Es casi una perogrullada. La desconfianza de los ciudadanos es una consecuencia natural de esa inoperancia. Al mismo tiempo, ha venido en aumento la demanda de investigación a los medios periodísticos, a veces con una apreciación distorsionada sobre los alcances y los límites de los periodistas y con el riesgo de que se abra camino una suerte de justicia paralela o mediática. Se piensa que el periodismo puede llenar en parte el vacío que dejan los organismos de investigación y fiscalización. Con todo y los errores, de parte de los lectores (y de los ciudadanos en general) como de los medios, no hay excusa para dejar de investigar sobre cuestiones de interés público, de la índole de las que mencionó el lector, en torno a las cuales abundan los interrogantes y las dudas. Eludir esa responsabilidad puede comportar una denegación del derecho a la información y un motivo de pérdida de credibilidad. Y la investigación periodística no debe ser reactiva. Debe corresponder a una actitud vocacional que mueva a tomar la iniciativa. Un periodista no puede ser


un hombre crédulo y engañable. Sin despojarse de la buena fe, debe ser ante todo un convencido de que la realidad, más todavía en un país y un mundo colmados de conflictos, es por esencia contradictoria. Por consiguiente, hay múltiples opciones de lectura e interpretación de los hechos. Es necesario poner siempre en cuestión hasta lo que parece evidente. No tragar entero, para decirlo en tono prosaico. Sospechar es aprehender o imaginar algo por conjeturas fundadas en apariencias o visos de verdad. También es, como figura en el Diccionario, desconfiar, dudar, recelar de alguien. Y desde el punto de vista filosófico, la duda es la suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu con el fin de que coordine todas sus ideas y todos sus conocimientos. Sospechar y dudar son dos deberes, imperativos, del periodista. Pero hay una diferencia entre la sospecha legítima, razonable y además lógica, y el juicio a priori que puede implicar la emisión de conceptos o acusaciones temerarios. Las circunstancias crean el clima y la actitud de sospecha, pero el periodista, así presuma (como muchos ciudadanos comunes y corrientes) que hay un fondo de picardía en los hechos sobre los cuales averigua, no queda exonerado del deber de avanzar con seguridad en la indagación (hasta donde lo indican las fronteras legales, éticas y de sindéresis) y someter todos los datos y versiones a pruebas severas de verificación y confirmación. Cuando el filósofo Paul Ricoeur denominó a Nietzsche, Marx y Freud como "los maestros de la sospecha", habló de lo que aportaron a la evolución del pensamiento al poner entre paréntesis o entre interrogantes el concepto de verdad que hasta su época se consagraba en la racionalidad moderna. Para muchos pueden ser inaceptables las tesis de los tres pensadores sobre los fenómenos de su época y sobre sus contemporáneos. Pero lo importante es su actitud, su disposición inflexible a no admitir como verdadero lo aparente. Quién sabe qué harían hoy en día (o si enloquecerían o conservarían la cordura), en un tiempo y un mundo tan confusos, y en un país como el que habitamos. ¿Y creerían algo en la voluntad desocultadora de los periodistas? ¿Qué grado de confianza tendrían en la transparencia investigativa de los medios de comunicación y en su capacidad fiscalizadora? Es razonable esta pregunta: ¿Puede decirse con propiedad que el periodismo colombiano sea pensado y realizado por nuevos maestros de la sospecha?


El fin de la exclusividad Por Juan José García Posada Hay palabras que han perdido fuerza de significación, no sólo como consecuencia del abuso sino tal vez por causa del cambio drástico determinado en el lenguaje informativo por la globalización. Exclusivo es una de ellas. La exclusividad, cualidad de único, solo y excluyente, era una suerte de sello de calidad y distinción de los medios periodísticos. Tener una exclusiva, una noticia única, era una conquista. Publicar artículos exclusivos de un comentarista de renombre era una marca de prestigio y un factor de interés de las páginas de opinión. Conseguir una entrevista exclusiva con un personaje resonante era obtener un trofeo de valor excepcional. La exclusividad era un objetivo invaluable y legítimo del trabajo diario en la prensa, la radio y la televisión. Pero entre las transformaciones que estamos presenciando en el complejo escenario mediático está la del léxico atinente al argot periodístico. Así como treinta años atrás se verificó un revolcón que volvió anacrónico el vocabulario de la edición y pasaron al campo de la arqueología decenas de términos que señalaban artefactos tales como el chivalete, el linotipo, el teletipo y el clisé, de igual modo están quedándose almacenadas en el sanalejo de los medios ciertas voces que definían características propias del trabajo habitual o ventajas competitivas tan codiciables como la exclusividad. La palabra se resaltaba entre signos de admiración: ¡Exclusivo! Pero tanto y con tal énfasis se insistió en la exclusividad, que el vocablo se desgastó y perdió eficacia expresiva. Un lector, un oyente o un televidente leen o escuchan la advertencia de que una historia periodística es exclusiva y tienen motivos suficientes para apreciar con cierta sorna tal pretensión. De ahí que, tal como pudo verse ayer en la sección del Defensor y los lectores, sea tan discutible que en un programa de televisión hayan anunciado con exclusividad una entrevista que (sin dejar de ser auténtica) a la misma hora difundían otros canales por el espectro electromagnético mundial. Las posibilidades de acceso a una misma información se acrecientan en progresión geométrica. Lo exclusivo pasó a ser, con rarísimas excepciones, de público dominio. ¿Qué es de verdad exclusivo en el panorama actual de los medios? Esta es una pregunta que puede motivar un entretenido y útil ejercicio de periodismo comparado en el ciberespacio. Más bien debe hablarse de originalidad en el enfoque de los contenidos, de autenticidad en la realización de la agenda informativa y de opinión, de carácter independiente y distinto en las posiciones que se asuman ante la realidad. Hasta la palabra plus, muy utilizada en la jerigonza periodística al hablar de las estrategias para competir por la permanencia, debe pronunciarse con cierta reserva. Sin embargo, es preferible a la exclusividad. Anticipar que es exclusiva la versión de un hecho de actualidad o que lo es


también la difusión de un contenido de interés público, hoy en día ocasiona efectos contrarios a los que generaba hace algún tiempo. Si antes lo exclusivo podía elevar el nivel de aceptación de un medio, ahora es difícil convencerse de que pueda motivar aumento del puntaje en la clasificación general de la audiencia. Así como pone en duda la exclusividad, la gente puede cuestionar también la seriedad y hasta la credibilidad del medio que apele a ese recurso marcado con el signo de la caducidad. Cambian los métodos, se transvaloran los paradigmas (como habría dicho Nietzsche), lo que estaba al derecho queda al revés y viceversa... y la exclusividad a duras penas queda reducida a la condición de cualidad de alcance doméstico. Cartas al Defensor El programa Lechuza y El expreso polar La directora del programa de televisión Lechuza, del canal Caracol, Luz Marina Giraldo, le escribió al Defensor del Lector para expresar su sorpresa por "una reseña crítica en la sección Zona Interactiva, del pasado 28 de noviembre, del Periódico El Colombiano, en la que se dice que el programa Lechuza de Caracol Televisión hizo un montaje con la entrevista sobre la película El expreso polar y el actor Tom Hanks. Las razones que argumenta el crítico se basan en que la presentadora hacía sus preguntas en plano cerrado y en que ese mismo día y a la misma hora se presentaba una entrevista similar, con preguntas muy parecidas, en otro canal internacional". La lectora y teleperiodista ha querido aclarar "que la periodista Darcy Quinn, del programa Lechuza, viajó hasta la ciudad de Nueva York, lugar donde la empresa Warner realizó el lanzamiento y promoción de la película. Allí cumplió una grabación en vivo, de media hora, con el equipo de actores y el director de la película". Ha dicho también que "en estos casos las empresas promotoras seleccionan a algunos medios internacionales para conceder este tipo de entrevistas" y que "por Colombia fue seleccionado, de manera exclusiva, el Canal Caracol y su programa Lechuza, y que en ningún momento se hizo un montaje". Precisa que "la grabación, si ustedes miran detenidamente, se realizó en el mismo lugar en el que otros medios del mundo debieron hacerla, con un equipo de dos cámaras y lógicamente por el proceso de traducción (porque la entrevista fue hecha en inglés) se debe dar entrada a una cámara que lleva las preguntas y otra que tiene las respuestas. Es más, en nuestro programa se incluyen preguntas que tienen que ver directamente con el público y la ideología colombiana, preguntas que no son del interés de otros públicos del mundo. A esto se suma, si vieron bien el programa, que la periodista, en diferentes tomas se ve sentada frente a sus entrevistados". Y concluye con que "si al crítico de El Colombiano le parecieron muy parecidas las preguntas de la periodista de Lechuza con las de otro periodista de otra cadena de televisión, es cuestión de opinión, pero no significa que sea un montaje. El programa Lechuza no hace montajes, ni mucho menos juega con la información que entrega a sus televidentes". Explicación del Editor General El periodista Fernando Quijano Velasco, Editor General de El Colombiano, explicó, a propósito de la carta anterior, que es frecuente que las grandes productoras de cine inviten a diferentes medios de todo el mundo para que entrevisten a los actores o los directores cuando están en los preámbulos de un nuevo estreno. Fue eso lo que sucedió en el caso de Tom Hanks y su nueva película El Expreso Polar. La periodista Darcy Queen fue a Nueva York invitada


para tal evento, pero no fue en exclusiva como el canal lo quiso hacer ver. "Incluso (agrega Fernando Quijano) nunca lograron planos abiertos donde se viera la periodista colombiana y el actor. Y la misma producción fue mostrada en otros canales internacionales, poniendo en evidencia a Caracol que presentó el programa como una gran exclusiva". Concepto del Defensor Acerca de este mismo tema, el Defensor había conocido puntos de vista de otros lectores que a la vez son televidentes, que también notaban la coincidencia por la difusión de la entrevista con Tom Hanks entre el programa Lechuza y el canal Warner de televisión. Debe anotarse que el escrito referido del periódico apareció el domingo 28 de noviembre, en De buena fuente. En principio, el Defensor no consideró del caso tratar de tales apreciaciones, que no ponían en cuestión al periódico. Sin embargo, al recibir la carta de la directora de Lechuza , lo correcto es darles curso a su posición y a la explicación originada en El Colombiano. La aclaración sobre la autenticidad de la entrevista es valedera, así como lo es también la anotación de que no fue exclusiva, puesto que la compartieron varios medios de comunicación de alcance internacional. En próxima ocasión, será pertinente un comentario del Defensor sobre el desgaste de ciertos términos, entre ellos exclusividad, comunes en la jerigonza periodística.


La incógnita del ciberlector

Por Juan José García Posada La nueva y todavía no bien conocida figura del ciberlector ha contribuido a determinar un giro copernicano en el periodismo. Sin embargo, son muy pocas las investigaciones sobre quién es el lector de las publicaciones periodísticas en la red, qué necesita, qué prefiere, qué espera en materia de información y orientación y muchos otros rasgos que formarían de modo aproximado su idiosincrasia, por no decir su perfil. La presencia del ciberlector ya no es un experimento de características inciertas. Es toda una realidad que sigue ensanchándose y extendiéndose a un ritmo fenomenal. Es comprensible que en El Colombiano y en otros periódicos dotados de ediciones digitales se observe cierto sigilo a la hora de proporcionar datos sobre el posible número de ciberlectores. Hay muchos motivos que inducen a mantener esa reserva. Con todo, el hecho de que las consultas mensuales hayan alcanzado los dos dígitos en millones, sobre todo porque la afluencia de consultantes del exterior va llegando a la mitad del total, es suficiente como para que se piense en atribuirle importancia capital a la identificación de esa creciente audiencia y a la detección de sus intereses, necesidades y expectativas ante los servicios profesionales del periódico en internet. La columna reciente sobre las posibilidades de una ética universal del periodismo electrónico despertó la atención de varios ciberlectores. Expresaron puntos de vista disímiles. Coincidieron, sí, en la misma inquietud: Es muy recomendable que se haga una investigación sobre la naturaleza y las tendencias de este sector de la audiencia, cada vez más amplio e influyente. Se estima que en buena parte no reclaman servicios diferentes de los que proporciona la edición impresa. Al menos por lo que varios de ellos me han dicho, buscan en primer término una versión cuanto más aproximada mejor al periódico de papel, en especial en el tratamiento de temas locales y regionales, unos porque son antioqueños de la diáspora y otros porque, siendo extranjeros, quieren saber qué pasa cada día en el departamento y su capital, pues Medellín sigue siendo una de las ciudades más interesantes, más curiosas y más paradójicas del planeta. Muy a propósito, en esta semana he leído un informe elaborado por Poynter Institute, el Estlow Center for Journalism & New Media y la firma Eyetools, sobre cómo les parecen los periódicos electrónicos a los lectores. Se denomina Eyetrack III (algo así como rastreo ocular). La síntesis está escrita por Steve Outing y Laura Ruel, con versión en español de Guillermo Franco. Puede considerarse un estudio pionero en esta especialidad. Sin embargo, los criterios de la indagación se limitan al aspecto estético, al diseño y


la diagramación. Por ejemplo, parece que los ciberlectores se concentran mucho más en los textos que en las fotografías. Y en su caso no ha cambiado el punto de mayor atracción de una página, que sigue siendo, como en los impresos, la esquina superior izquierda. La dirección de los ojos en el recorrido por la plana, poco varía entre unos y otros lectores, los del papel y los de la pantalla. En la encuesta se ha inquirido por la efectividad de la página de inicio, por la utilidad de los sumarios de noticias, por la conveniencia de los recursos multimediales y por la localización de la publicidad. No se conoce hasta ahora una investigación que profundice en cuestiones referentes al contenido y que permita establecer, no sólo mediante estadísticas y mediciones cuantitativas, la calidad de las actitudes, tendencias y expectativas de los ciberlectores. Quién es el ciberlector, por qué lee el periódico, a qué temas le gustaría que se les dedicara más énfasis y más frecuencia, qué valoración hace de la información y las opiniones, cómo califica el periódico al compararlo con otras publicaciones, qué fallas y qué aciertos encuentra en su diaria lectura, si lo acerca a su gente y le parece completa la información o apenas le ofrece un alivio, si compite con ventaja en estos tiempos de globalización, si cree que El Colombiano en internet está en sintonía con una agenda pública mundial y conecta lo regional y local con lo universal? Por supuesto que en la sección de Medios Electrónicos esas cuestiones forman parte de las preocupaciones de cada día. No obstante, la investigación enunciada está por hacerse. Desde el punto de vista del Defensor del Lector, es oportuno motivar las respuestas de muchos ciberlectores. Lo que digan acerca de la edición digital de El Colombiano puede ser muy valioso (así no se trate de una investigación científica en sentido estricto) tanto para el periódico mismo como para los lectores de la edición impresa y, claro está, para el Defensor. Poco a poco irá despejándose esa incógnita del ciberlector.


La ONU llega tarde a la red

Por Juan José García Posada En esta semana ha habido dos noticias muy distintas pero a la vez parecidas en su extemporaneidad: Más de cincuenta años después, a la esposa de un soldado le llegó a la casa en Estados Unidos una tarjeta de Navidad enviada por aquel desde el frente de combate en la Segunda Guerra Mundial. Y un equipo de cuarenta expertos formado por la ONU empezó a reunirse para analizar medidas destinadas a procurar la gobernabilidad de internet y hacer posible la democratización de la red. ¿No es acaso utópico hablar del control de la red de redes cuando, después de más de un decenio de funcionamiento, continúa su vertiginoso desarrollo exponencial con decenas de millones de sitios web de los más sorprendentes orígenes y contenidos, que circulan sin restricción alguna por el ciberespacio? En atención a la pregunta de un lector sobre la factibilidad de que se adopten y apliquen disposiciones normativas de espectro internacional que permitan la regulación del uso de la internet, creo que se está ante un imposible jurídico. Si la ONU, con todo y la profunda bondad de intención con que se presume que piensa y actúa por la convivencia de los pueblos, no ha alcanzado a influir de modo determinante en la construcción de un orden global justo y pacífico, ni a impedir con su mediación los conflictos bélicos, ni las violaciones de los derechos humanos, no tendría lógica esperar que alcanzara a gobernar un monstruo tan complejo, tan variopinto y tan anarquizado como la internet, donde caben desde las mejores y más excelsas hasta las peores y más ruines expresiones de la condición humana. La tarea emprendida por el grupo de la ONU es demasiado ambiciosa. Pretende establecer normas que restrinjan la proliferación de correos electrónicos indeseados o spam, la cibercriminalidad en sus más variadas facetas, la piratería intelectual y muchísimas otras transgresiones. En la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, que se hará en Túnez dentro de un año, habrá conclusiones y recomendaciones de los cuarenta expertos en el tema. Ni las resoluciones de la ONU, ni los tratados y demás instrumentos multilaterales que puedan aprobarse tendrían fuerza vinculante. Se quedarían en el plano etéreo de los ideales, como constancias históricas del interés por hacer valer valores esenciales y defender prerrogativas legítimas de los seres


humanos y las sociedades, pero sin poder coercitivo alguno. Ahora, en cuanto atañe al ejercicio periodístico en la internet, cualquier tipo de censura sería inaceptable. Sin embargo, sí sería por lo menos pensable, con todo y su fondo de utopía, la adopción de una normatividad ética universal basada en mínimos. Sobre la cuestión habrá que volver una y mil veces: ¿Cómo pensar en una Ética del Periodismo Electrónico incluyente, global en el mejor de los sentidos, comprensiva de la condición humana y tan liberada de fronteras geográficas como la misma especialidad periodística que se pretende regular? Como lo he dicho en un ensayo sobre el tema, hay cuestiones que son esenciales a la condición humana, a las cuales no puede renunciar ningún periodista, sea cual fuere el lugar del orbe en el cual efectúe su trabajo profesional. Una de ellas, la más importante de todas, es el respeto a los derechos humanos. Y es en este punto en el cual puede encontrarse la señal de partida para el planteamiento de la ética universal del Periodismo Electrónico: El humanismo ético, afín al humanismo jurídico, representa la plataforma sobre la cual pueda edificarse la estructura de la ética profesional que se busque o se intente para el periodismo ciberespacial. Eso sí, para volver a la noticia inicial, el derecho internacional aplicado a la internet en general (y no como normatividad ética sino jurídica) no será más que una entelequia en la llamada realidad virtual. La ONU ha llegado tarde a la red de redes. Cartas al Defensor El caso de alias Julián Un lector cuestiona la capacidad de investigar de "los periódicos, todos, entre ellos El Colombiano, lo mismo que los noticieros". Firma como Luis Ernesto Vanegas Pérez y se refiere al caso del ex guerrillero conocido con el alias Julián, su sorprendente fuga del lugar de reclusión y la recepción que, al entregarse, le brindó el Presidente Uribe. Dice el autor del mensaje: "Critican todos a una, como en Fuente Ovejuna, el recibimiento que Uribe Vélez le dio al guerrillero, mas nada dicen sobre dónde está el tal hijo pródigo, si se fue al Tequendama o a una celda, si se les voló otra vez en las narices a las autoridades. En El Colombiano de hoy (miércoles 24 de noviembre) sale que Fiscalía está tras los pasos de Julián. ¿Cómo así? ¿Cómo es que nadie sepa por dónde anda semejante valor humano? Por qué no le preguntan a Uribe Vélez o a Sabas Pretelt, que me imagino tienen toda la responsabilidad. En países civilizados, si un delincuente se escapa una vez de la cárcel, caen hasta ministros. Este se escapó una vez y ahora parece volvió a fugarse. Nadie cae. El gobierno, como en la opción de las encuestas, "no sabe, no responde". El colmo, señores. Me pregunto dónde está el periodismo investigativo". Respuesta del Defensor Interrogantes parecidos a los del lector han expresado otras personas en estos días. Aunque el cuestionamiento se les ha hecho a "los periódicos, todos?", desde la Redacción de El Colombiano se ha respondido, a instancias del Defensor y al conocerse la carta anterior, que en ningún momento se ha pretendido ignorar cuál haya podido ser la suerte del individuo conocido como


Julián después de la amistosa recepción que le dio el Presidente de la República ante las cámaras de la televisión. Se ha dicho que no ha faltado interés investigativo, sino que la información ha sido sólo la que ha podido confirmarse desde cuando el Presidente anunció que enviaría al guerrillero arrepentido al Hotel Tequendama. A partir de aquel momento se han conocido posiciones como las del Procurador General de la Nación y otros funcionarios que han puesto en evidencia el extenso y complicado prontuario de alias Julián y lo desatinado que sería asignarle un trato preferencial. En los distintos medios periodísticos se ha criticado la longanimidad del primer mandatario. En El Colombiano se han publicado opiniones editoriales y de algunos columnistas, encuadradas en el mismo marco de las críticas al Presidente. La queja del lector es hasta cierto punto válida: Es cierto que se le dio mayor importancia al suceso espectacular y se le atribuyó más despliegue a la concurrencia de comentarios que han señalado como exceso de generosidad la actitud presidencial. Y en apariencia no ha habido (no hubo hasta antier) mayor preocupación por conocer dónde en realidad estaba hospedado o recluido el protagonista de la fuga y de la posterior entrega voluntaria con características de reinserción en busca de clemencia. Con todo, de parte del alto Gobierno ha habido un interregno de silencio, alterado antier cuando se informó de modo oficial que alias Julián estaba a órdenes del Ministerio del Interior y en un calabozo del CTI. Como consecuencia de tal versión, surgen nuevos interrogantes: ¿Habrá alguna explicación sobre el porqué del ofrecimiento inicial de hospedaje en el Tequendama o la omisión del tema en fuentes gubernamentales equivale a una discretísima aceptación de que se incurrió en un despropósito? ¿Por qué se ha dicho que la reclusión del individuo corre por cuenta del Ministerio del Interior? ¿Y cómo al Presidente de la República no lo habían puesto en antecedentes sobre la clase de huésped que iba a remitir al Tequendama? Es obvio que este asunto requiere seguimiento y además la afinación de las dotes investigativas de los periodistas. Donde hay información clara y veraz se despejan las dudas y se conjuran las especulaciones. La tarea es difícil e incierta. Pero una conclusión sí parece razonable: Ningún periodista, ningún medio, ningún equipo investigativo por experimentado que sea puede ir más allá de sus propios alcances, de sus propias capacidades inquisitivas, cuando en el manejo informativo de un episodio desde la esfera gubernamental se deja la impresión de que el hecho va adquiriendo en determinados instantes unas proporciones comparables a las de un secreto de Estado. En tales condiciones, en rigor no debe imputárseles de modo exclusivo a los medios la responsabilidad por la información incompleta.


El valor de los retos

Por Juan José García Posada Si la palabra reto mantuviera en el uso normal y corriente el significado original y clásico, los duelos en el campo del honor serían frecuentes. Pero el vocablo se ha devaluado, así como también el honor y otros valores han perdido algo de importancia y jerarquía. Todos los días se habla de retos. Desde el periodismo se reta a diestra y siniestra: Los retos del Presidente, de los altos funcionarios, del Alcalde, de los que ejercen funciones de representación popular, los retos de la Selección Colombia y del Nacional, los retos de la ciencia y la tecnología, los retos de la educación, los retos de los pacificadores, los retos de los dirigentes gremiales y, en fin, todos aquellos que desempeñan roles de alguna responsabilidad en la sociedad son llamados a refrescar y asumir sus respectivos retos. Con tanta profusión y tan discutible deliberación se habla de retos, que acaban por quedar confundidos con simples y elementales deberes. Dejan de ser objetivos o empeños difíciles que representan desafíos para quienes los afrontan y a fuerza de repetirlos y desgastarlos en nada se diferencian de tareas obvias en cualquier manual de funciones. Los retos de hoy en día han pasado a ser, a diferencia de los de antes, actividades normales, simples y rutinarias. De ahí que hasta pueda hablarse de los retos de la jornada y de la hora. Es probable que la palabra reto nunca recupere su seriedad y su sentido original. Lo retador, lo desafiante, sigue teniendo un acento enemistoso, así no se exponga en la definición tradicional: "Provocación o citación al duelo o desafío". Por supuesto que a los periodistas (sin que tengan por qué citar a duelo a nadie) les corresponde sostener una línea crítica y una actitud fiscalizadora en virtud de la cual deben estar insistiendo en los propósitos, los compromisos y los deberes asumidos por quienes ejercen funciones públicas. Por consiguiente (como lo ha recordado un lector que llamó al Defensor para exponer una larga lista de críticas), el trabajo periodístico no es bien recibido por muchos ciudadanos que se sienten interpelados día tras día por el periódico, los demás periódicos y los medios de comunicación en general. Para no pocos servidores públicos, aceptar los retos planteados desde el ámbito periodístico puede equivaler a darles la razón y ceder a sus presiones. Depende, claro está, de la respetabilidad y la credibilidad de los medios y de la razonabilidad con que valoren y recuerden la magnitud de los retos de quienes tienen misiones de servicio. Y depende, también, de que tales retos tengan consistencia, no estén trivializados y correspondan a una valoración


cualificada. "Está muy bien (dijo el interlocutor al otro lado de la línea telefónica) que el periódico hable todos los días de retos, en los editoriales, en las informaciones, en los balances del año y en cuanto espacio tenga disponible. Es parte de las responsabilidades de los periodistas y de los derechos inherentes a la profesión. El periodismo (dijo luego el lector) tiene una función fiscalizadora y crítica. Pero que no se olvide que también debe aceptar sus propios retos, los que le plantea la sociedad, los que expresamos los lectores en el caso del periódico". Es verdad. El retador (para seguir hablando de retos, así la palabra esté afectada de desgaste), en este caso el periodista, o el conjunto de periodistas o el medio llamado periódico, no puede olvidar que también todos los días es retado. Le pregunté al lector aludido ("no me interesa que mi nombre se publique", dijo), cuáles son, a su modo de ver, los retos para el periódico y para los periodistas en general. Insistió en solicitar, por cierto de modo respetuoso y afable, que en esta columna se volviera a afrontar el tema, muy a propósito de los buenos propósitos del año nuevo. De los apuntes tomados en esa conversación y de muchos otros mensajes de lectores (y por supuesto que de la observación directa y la experiencia) es posible elaborar un gran resumen que puede servir de boceto para un documento de reflexión, así en la totalidad o en la mayor parte se trate de presupuestos que están asumidos en el Manual de Estilo del periódico, que se observan en forma habitual y que, por lo tanto, aquí podrían parecer redundantes: Ser independiente y demostrar todos los días esa independencia, con sus propios actos. No aliarse con ningún gobernante, sin perjuicio de la colaboración que deba prestar en tratándose del bien común. Poner en duda todo lo que llegue a la sala de redacción y someterlo a toda clase de pruebas de verificación. No desvirtuar el método de la consulta a diversas fuentes como garantía de credibilidad. Hacerles seguimiento a los retos que se les han planteado a los responsables de cumplir funciones públicas y ejercer un control legítimo. No engañarse ni engañar a nadie con poses sospechosas por demagógicas. Ser voz de los que no tienen voz, pero sin actitudes populistas. Servirle a la paz como propósito de hombres civilizados, pero sin ingenuidad y sin hacerles el juego a falsos profetas. Criticar, cuestionar, señalar si es del caso, pero sin faltar a la ponderación, ni irrespetar, injuriar o calumniar a los criticados y cuestionados, cuyos derechos son inalienables. Esmerarse por la precisión, por el dato exacto, por la cita pertinente.


Pensar y obrar de modo constante con criterio de servicio público: Aceptar el derecho a equivocarse de buena fe. Admitir las críticas y atender a quienes interpelan desde el ámbito de los lectores: Hasta el más modesto de los lectores que llama por teléfono merece atención, como persona y como lector. Abstenerse de publicar aquello acerca de cuya veracidad no se tenga plena certeza. Escribir con elegante sencillez o con sencilla elegancia y con el máximo de claridad y sentido lógico. Justipreciar los hechos, sin banalizar los trascendentes ni hacer trascendentales los banales. Usufructuar el derecho a tener simpatías políticas o ideológicas, pareceres, posiciones y actitudes, pero no sacrificar por ellas aquello que, incluso a su pesar, se juzgue como lo verdadero: "Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad". En próxima ocasión trataré sobre los retos que podrían afrontar los lectores. Como puede apreciarse, está enunciado un bosquejo formado por los elementos de lo que sería un modelo para armar, con elementos recomendados por lectores propositivos. Y no son retos pasajeros, transitorios, de comienzos de año. Para decirlo mejor, ni siquiera son retos: Son propósitos, seguro coincidentes con los regulares, expuestos, insisto, por lo que percibo desde el campo de los lectores. Cartas al Defensor Ni protagonismo ni culpabilidad Algunos lectores le escriben al Defensor no sólo sobre cuestiones de derecho a la información, enfoques de las noticias, fallas en titulación o en los textos y otros asuntos, sino también para exponer dudas gramaticales. Rara vez he incluido esos mensajes en esta columna. He preferido, hasta donde ha sido posible, responderles a esos lectores en forma directa, por el mismo correo electrónico, por carta o mediante llamada telefónica. En estos primeros días del año han seguido llegando mensajes sobre temas muy diversos, pero no en la proporción de los días hábiles para el trabajo o el estudio. De ahí, entonces, que hoy les dé curso a algunos apartes de la carta del lector que firma como Iván Darío Rodríguez Arango y quien trata del buen uso del idioma: "Es frecuente el uso, a mi juicio inapropiado, de la palabra protagonista, utilizada para decir, valga el ejemplo, que el salario mínimo es el protagonista de los diálogos entre gobierno, empresarios y trabajadores, o que la desmovilización de los paramilitares es protagonista Uno A de la información sobre conflicto en el año. De igual manera, creo que es incorrecto decir que el Tsunami fue el culpable de la muerte de decenas de miles de seres humanos, que la gripa es culpable de muchísimas incapacidades en el ISS, etc. Quisiera que usted precisara el alcance de tales términos. Y una duda más: ¿Cree usted, señor defensor, que sea correcto decir "una facción del ejército nacional", al referirse a una patrulla o un destacamento?". En defensa del buen decir


El tratamiento de cuestiones gramaticales no ha sido frecuente en esta columna de los viernes. El breve espacio del que se dispone debe utilizarse para resolver consultas sobre presumibles fallas, incongruencias o desatinos en el tratamiento informativo. Sin embargo, el buen uso del idioma, esencial en el Manual de Estilo, es compatible con la defensa de los lectores. Hablar y escribir bien es una cualidad que debe cultivarse por dignidad, por autoestima y por respeto a los interlocutores conocidos o desconocidos. En cuanto a las observaciones del lector sobre los vocablos protagonista y culpable, tiene razón en lo fundamental, aunque no aportó ejemplos concretos, que es lo deseable. Lo mismo, sobre el mal uso de facción. El protagonista es el personaje principal de la acción, en una obra literaria o cinematográfica. Lo es también en un episodio de importancia informativa. Es quien desempeña el papel principal, sea en la pieza dramática o en la novela, el cuento o la película. Se incurre en la ligereza (y este error se comete en el periódico, así como también en la televisión y la radio y, claro está, en otros impresos y revistas), cuando se dice, como se anota, que "el salario mínimo es el protagonista", de confundir al actor principal con el tema central de la obra, o del suceso de interés informativo. El protagonista efectúa una acción, pero no es la acción misma. Es, entonces, el verdadero titular del protagonismo, aunque esta palabra queda desconceptuada en el Diccionario, que la define por la connotación negativa, como "Afán de mostrarse como la persona más calificada y necesaria en determinada actividad, independientemente de que se posean o no méritos que lo justifiquen". En cuanto a la culpabilidad, la respuesta es obvia: Para ser culpable, no sólo ante el Diccionario sino ante un juez (en la terminología jurídica) se requiere deliberación, conciencia de la acción, actuación "a sabiendas", con conocimiento de lo que está ejecutándose. La culpabilidad comporta asignación de responsabilidad: El culpable es quien debe responder. Es absurdo pretender que un fenómeno natural, por más desproporcionado e incontrolable que sea, tenga la culpa de algo: Es, más bien, el factor de fuerza mayor que precipita el cataclismo. Y sobre la tercera duda, con la palabra facción: Es inapropiado hablar de "una facción del ejército", porque se trata de una palabra que, en forma correcta, debe utilizarse en referencia a "parcialidad de gente rebelada o amotinada", "Bando, pandilla, parcialidad o partido violentos o desaforados en sus procederes o sus designios". Sí se admite, en el mismo Diccionario de la RAE, el uso de facción como "acto de servicio militar", pero más como un arcaísmo: facción, por acción y por hecho. Hablar de una facción de las tropas regulares es, más que una falla gramatical, un error que puede despertar suspicacias sobre la intencionalidad de quien lo comete. Direcciones del Defensor del Lector: Los lectores pueden escribirle al Defensor del Lector a una de estas dos direcciones electrónicas: defensordellector@elcolombiano.com.co juanjogp@epm.net.co


No es una bola de cristal

Por Juan José García Posada Son muy diferentes la profecía, la adivinación y el pronóstico. Los tres conceptos tienen en común la mirada hacia el futuro. Pero mientras la profecía tiene como cualidad la de ser un don natural y la adivinación se distingue por la utilización de agüeros o sortilegios, el pronóstico se elabora con base en la evaluación de circunstancias, tendencias y variables reales y actuales y se apoya en la lógica de las probabilidades. Desde el periodismo es posible y es legítimo pronosticar. No es aceptable ni recomendable adivinar ni mucho menos hacer profecías. En tanto que los pronósticos se establecen de acuerdo con el seguimiento de procesos en los diferentes campos de la actividad social, de tal modo que se consulta el pasado y se estudia la situación presente, en la adivinación y la profecía no se parte del escrutinio de los hechos reales del aquí y ahora o del allá y entonces, sino que priman presuntas capacidades de anticipación y descubrimiento de lo oculto. Estas explicaciones son pertinentes, en respuesta a varios lectores (entre ellos quien firma como Gustavo Trujillo, desde Jericó) que han hecho comentarios diversos sobre el Resumen del Año de El Colombiano y los pronósticos ofrecidos en la misma edición del 31 de diciembre. Cuando un politólogo, un estudioso de la economía, un sociólogo, una experta en los cambios de la moda hacen sus pronósticos, no tienen la pretensión de adivinar ni la de profetizar. Sólo señalan por dónde va el agua al molino, qué podría suceder en un futuro más o menos próximo, qué es razonable conjeturar sobre el discurrir en sus diferentes especialidades, así como el médico pronostica basado en el conocimiento y el análisis de los síntomas que exhibe el paciente. Pronosticar desde el Periodismo era casi como adivinar o profetizar hasta hace algún tiempo, cuando esta actividad fue incorporando componentes teóricos y metodológicos propios de las ciencias sociales y humanas y recursos técnicos modernos, y por consiguiente fue adoptando una dosis conveniente de cientificidad, así como sucedió también en un momento determinado con la historia, que no siguió limitándose a la narración de los hechos del pasado, sino que logró dar el gran giro hacia la comprensión del presente y la conjetura sobre el porvenir con base en tales hechos. El Resumen del Año publicado por EL COLOMBIANO contiene una innovación, como lo anunció la Directora del periódico en su presentación, y consiste en que incluye pronósticos de personas sobresalientes y en realidad acreditadas


en sus respectivos campos, que escribieron con mesura sobre las tendencias apreciables para el año que empieza. He hecho una lectura crítica de los textos publicados y encuentro que se mantiene una tónica seria en los pronósticos, sin que se confundan con adivinaciones o con profecías. El Periodismo de anticipación se justifica, a propósito, cuando se hace así, como en el caso analizado, al efectuarse el examen de los antecedentes, de los hechos previos y los concomitantes y de la realidad actual, o como cuando se ayuda a lanzar llamadas de alerta para advertir sobre situaciones de riesgo. Es cierto que una catástrofe como la del sudoeste asiático podría haber sido menor en pérdidas humanas si hubiera funcionado un sistema eficiente de alerta, para el cual es básico el papel de los medios periodísticos. Este falló, por desgracia, como ha fallado en incontables ocasiones en lo mundial, lo nacional y lo local. Pronosticar desde el Periodismo es muy importante, para que los ciudadanos puedan discernir mejor en la búsqueda del sentido de los fenómenos y para que los responsables de las decisiones no se quejen de ausencia de recomendaciones y advertencias oportunas. Pero pronosticar con criterio de historicidad, con sentido ético y de servicio, sin arrogarse facultades sobrenaturales y sin magia ni agüeros ni sortilegios, es decir sin confundir la pantalla del computador con una bola de cristal. Defensor del lector Reparo a donación de cuadernos Un lector escribe para expresar su desacuerdo con la exhortación que se hizo en la Campaña Cívica del pasado martes a donar cuadernos usados para que puedan utilizarlos estudiantes de mínimos recursos económicos. Dice en su mensaje al Defensor: "Nuevamente le escribo y agradezco la atención prestada en anteriores ocasiones. Esta vez para decirle que me parece inapropiada la campaña cívica de hoy martes, invitando a donar cuadernos usados, como dice en el título y en la nota, "ayude con cuadernos usados en buen estado, lápices y colores, bolígrafos, libros". Considero humillante para un niño pobre que le regalen un cuaderno usado, rayado. Un cuaderno usado no es como un libro, que sigue sirviendo. El cuaderno se usa una vez, a menos que se pueda borrar lo escrito, en cuyo caso más triste sería. Tampoco done lápices, colores y bolígrafos usados. Eso no es hacer obras de caridad sino ofender a los desfavorecidos. Hay otras formas de ayudar sin herir la dignidad. Juan Carlos Botero. Con el mejor ánimo altruista La nota correspondiente a la Campaña cívica se escribió con el mejor ánimo altruista, se ha explicado desde la Redacción. En la invitación a donar cuadernos y otros útiles escolares el mensaje es, sobre todo, de solidaridad. De ningún modo se ha pretendido ofender ni mucho menos humillar a nadie. "En la nota (se ha dicho) no se hace alusión a cuadernos rayados ni en mal estado, sino a aquellos que todavía tienen espacio suficiente que podría ser aprovechado por algún niño de escasos recursos. Muchas personas reorganizan sus textos escolares, aprovechando el material disponible y en buen estado que queda del año anterior". Caridad sin que falte la calidad Concepto del Defensor: La explicación anterior muestra la bondad de


intención con que se escribió la nota impugnada por el lector. Queda claro que no hubo intención alguna de causarles ofensas a personas que no tienen el dinero suficiente para adquirir textos y útiles escolares. Al comenzar la temporada de compra de elementos de trabajo para los estudiantes se hace más difícil para las familias el ascenso por la que se ha denominado la cuesta de enero. Es un mes en el que al deber de dotar a los hijos en edad escolar con lo indispensable para atender sus labores se suman, por tradición, alzas en bienes y servicios que hacen más difícil la vida para muchísimos ciudadanos. Y es un tiempo en el cual los presupuestos familiares han quedado agotados por las compras navideñas. Con todo, no deja de ser razonable la apreciación del lector sobre la donación de cuadernos usados, lápices y bolígrafos. Por lo general estos objetos quedan inservibles para otras personas al final del año lectivo. Mejor sería promover una campaña para regalar cuadernos nuevos. Hay entidades oficiales y privadas, centros parroquiales, que realizan una tarea encomiable mediante bancos de útiles escolares que se acrecientan con donaciones y benefician comunidades específicas. El periódico puede hacer una promoción de gran alcance y motivar la organización de ese tipo de ayuda básica. La nota de la Campaña cívica, vista de modo positivo, es una contribución importante. Pero sí es pertinente recomendarles a las personas generosas que a la hora de hacer obras de caridad no se disminuya por motivo alguno la calidad. Es evidente que no hay igualdad de oportunidades en el campo de la educación y este es uno de los grandes vacíos de la sociedad colombiana. Desde un medio periodístico puede hacerse una aportación muy valiosa para que no se acentúen diferencias y desequilibrios. El mensaje del lector podría de entrada catalogarse como una sutileza un poco exagerada, pero en realidad, así trate de un detalle, está llamando la atención sobre una cuestión de fondo: A la excelencia educativa, en todos los aspectos, también tienen derecho los que tienen menos y los que nada tienen. Aunque se aclara de modo suficiente la plena bondad de intención de la nota, por una consideración tan discutible como la relativa a la donación de cuadernos usados podría sugerirse que debe aceptarse la clasificación de estudiantes de primera, segunda y tercera categorías. Caridad, con calidad. Y con claridad.


Una tregua jovial

Por Juan José García Posada En principio, cada lector tiene derecho a sentirse partícipe y coartífice de la llamada agenda pública y facultado para reclamarle al periódico diarias demostraciones de que la agenda informativa está sintonizada con aquella. En virtud de la llamada delegación tácita del derecho a la información en los periodistas, las decisiones relativas a la publicación de contenidos deben estar, en lo posible, ajustadas a las reales expectativas y necesidades de la gente, que es mucho más que aplicar la intuición o la capacidad de presunción para definir lo que la gente quiere. La cuestión que exponen varios lectores puede sintetizarse así: Por qué la gente sí puede tomar la vida de modo más jovial en estos días de vacaciones y Navidad, distraerse, apartarse de la candente actualidad, dejar de leer y escuchar malas noticias e informes estresantes, y en cambio los periodistas, el periódico en particular y los medios de comunicación no disminuyen el ritmo vertiginoso, no se calman un poco, no evitan la crispación informativa, siquiera por una o dos semanas y no sólo en las ediciones dominicales y festivas. Muchos lectores adultos de hoy en día pueden recordar cómo lo que hacía más entrañables los periódicos que leían en la época de la infancia era el tono jovial que adoptaban en tiempo de vacaciones. En fin: ¿Puede el Periodismo salir a vacaciones? ¿Le es legítimo tomar la vida con menos tensión y mostrar un ropaje informativo casual? ¿Afectaría esa actitud los índices de lectura, o por el contrario estimularía la llegada de nuevos lectores? ¿Disminuirle el ritmo a una actividad tan febricitante no es acaso un modo de saber vivir? Es demasiado, solicitarle a un medio periodístico, en un país tan impredecible y conflictivo como el nuestro, que se abstenga siquiera por una temporada de enfatizar en los asuntos candentes de la realidad y de explotar las facetas impactantes de la actualidad. Colombia está muy lejos de Nueva Zelanda, donde los diarios pueden abrir la primera página con la información sobre un concierto de música selecta. Además, es evidente que las fuentes informativas no suelen dar tregua, no descansan. Y las malas noticias no se convierten en buenas noticias por el gusto de los periodistas, que deben ser tan humanos, sensibles y conmovibles como cualquiera de los lectores. En la Redacción se insiste en que el Periodismo responsable implica el reconocimiento de algo tan elemental como que la realidad es como es y no como se quisiera que fuera. Ponerla a la medida de los pareceres y los intereses particulares de quienes deciden qué es de interés público y qué no lo


es, qué vale la pena difundirse y qué es irrelevante, es distorsionarla y hacer del trabajo periodístico un oficio de tercera categoría, infiel a mínimos presupuestos de veracidad. Las deliberaciones diarias sobre la conexión entre agenda informativa y agenda pública propician la realización de interesantes experimentos, que podrían estar respaldados en encuestas de preferencias (para atinar sobre lo que la gente quiere y necesita y sobre las tendencias del estado de ánimo de los lectores en períodos como los actuales) como puede ser el de bajarles el tono a los titulares, informaciones, historias e ilustraciones que de modo habitual causan más conmoción o concentran más el interés general, para abrirles espacio a temas, textos e ilustraciones más acordes con las motivaciones actuales de los lectores, con el estado de ánimo descomplicado de estos días. Días en los cuales, pese al receso en distintos frentes, los temas pueden ser más reposados, las lecturas menos enervantes, los contenidos incluso más recreativos, sin caer, por supuesto, en una trivialización casi ingenua del deber de informar. Cartas al Defensor Con las luces encendidas Señor Defensor: Quiero que usted me responda de qué lado está el periódico si hay confusión sobre la orden de encender las luces de día. Dice el decreto en referencia que debe ser por vías nacionales. Argumentan las autoridades de Medellín que mientras resuelven una consulta es mejor que los usuarios enciendan las luces, por la mal llamada autopista Norte y Sur, por la Regional, Las Palmas y Santa Elena. Me parece ridículo y absurdo tal disposición, además de abusiva, por cuanto más bien deberían las autoridades locales ponerse del lado de la gente, optar por la norma permisiva y favorable, que no por la restrictiva y desfavorable, a menos que estén viendo esto, como me parece, como una oportunidad para recoger más impuestos en el área urbana. En río revuelto, ganancia de pescadores. Un Estado alcabalero que nos tiene asfixiados con tanta carga tributaria y tantas multas arbitrarias. Juan Carlos Botero L. Explica el Editor del Área El periodista Carlos Mario Gómez Jaramillo, Editor del Área Metro y Regional respondió así: La información que salió registrada hoy jueves 16 de diciembre en la página 2D surgió precisamente de una inquietud ciudadana que nos llegó vía correo electrónico de Carlos A. Gómez E., en el sentido de que las autoridades de tránsito estaban abusando por los comparendos que imponen en esas vías. Hicimos el seguimiento informativo a la denuncia y, en efecto, se estableció que las autoridades tienen una interpretación sobre la medida del gobierno que, a juicio de ellas, les da potestad para imponer las sanciones. En varios seguimientos informativos efectuados a la medida hemos encontrado confusión entre autoridades y conductores. Por eso, en un servicio a la ciudadanía, nos pareció conveniente advertir la posición que tienen las autoridades. Estamos atentos a un nuevo seguimiento porque estaba claro que sólo la Policía de Carreteras tenía la autoridad para sancionar, como también quedó registrado en la información.


Concepto del Defensor En relación con el tema están expuestas tres posiciones: La del lector que se queja por la arbitraria aplicación de las multas, la del representante de la autoridad municipal, que justifica la sanción y la del Editor de Antioquia y Metro, que explica el porqué de la información. Pero queda faltando otra posición, no menos importante, para que los lectores puedan formarse un concepto más decantado sobre el asunto y establecer a qué deben atenerse, qué alcance real y legal tiene la obligación de encender las luces en el día, qué recurso puede proceder cuando se tiene la certidumbre o la presunción seria de que se ha sido objeto de una sanción que, por lo menos, está en cuestión y acerca de la cual las mismas autoridades municipales que han venido aplicándola todavía no tienen suficiente claridad. Es probable que el periódico fije también su posición editorial, en forma libre y autónoma, en favor o en contra. Lo que sí puede hacerse desde el punto de vista informativo es avanzar en la indagación, no conformarse con la sola versión oficial, buscar opiniones de expertos en normatividad de Tránsito y, por consiguiente, propiciar el conocimiento de lo que puede pensar la que sería la contraparte del Municipio. El funcionario citado por el periódico, Nelson Muñoz, dijo, según la publicación de ayer en El Colombiano: "Estamos haciendo una solicitud al Ministerio de Transporte o al Invías para que nos hagan claridad sobre cuáles son las vías departamentales o nacionales, para no ser injustos con comparendos. Mientras tanto, se seguirán haciendo". En consecuencia, a la misma autoridad y en desarrollo de un enfoque crítico, podría volver a preguntársele, por ejemplo, por qué razón, si admite que tiene dudas sobre el verdadero alcance del deber de encender las luces y ha elevado consulta para despejar tales dudas, sin embargo se ha anticipado a sancionar a los presuntos infractores aún sin tener la plena convicción de que está procediendo en forma correcta. Es importante, entonces, que haya apreciaciones de tipo jurídico y técnico, de personas que puedan advertirle a la autoridad competente si está incurriendo en una extralimitación o si, en realidad, está obrando de modo apropiado. No conformarse con la respuesta oficial y cotejarla con otras posiciones, para obtener una síntesis razonable que aproxime a la verdad, es una forma efectiva de asegurar que el periódico se ponga al lado de los lectores, de la comunidad, en este y en otros temas.


El mundo exótico de las siglas Por Juan José García Posada El mal necesario de las siglas es uno de los distintivos de la sociedad humana actual. Se imponen la brevedad y el laconismo. El tiempo disponible para cada individuo en cualquier lugar público se agota. Hay que simplificar al máximo. No se aceptan las frases extensas. El lenguaje debe acortarse. Quien no esté en capacidad de ser breve debe dar un paso a un lado y ceder el turno al siguiente. Italo Calvino preveía el apretujamiento expresivo en sus Seis consejos para el próximo milenio. ¿Llegará el día en que se declare suficiente la comunicación gestual? ¿Sobrarán las palabras? ¿Retrocederá el ser humano hacia los tiempos en que se entendía con sus semejantes por medio de sonidos guturales? El uso de las siglas se defiende como un avance ingenioso, como una forma de descomplicarles la vida a los lectores, cuando se trata de los periódicos, de modo que no se vean forzados a leer titulares repletos de palabras y nombres propios de personas jurídicas y naturales que pueden apretarse en siglas o en acrónimos. De hecho no pocas siglas han pasado a convertirse en neologismos y han acabado por quedar legitimadas por la Academia en el Diccionario. Pero mientras la gente asimila los nuevos vocablos compuestos a partir de letras o sílabas iniciales, las dificultades y la confusión se propagan y se esfuma la claridad, que debería ser norma de cortesía del periodismo, así como debe serlo de la filosofía. Las siglas no surgieron en la época moderna, ni son uno de los frutos de la revolución industrial, como en forma equivocada decía un autor. El INRI de la Cruz tiene dos mil años. En numerosos criptogramas que los arqueólogos han hallado en sánscrito y en otros idiomas antiguos, las siglas proporcionan claves de lectura e interpretación, como si se tratara de juegos de letras y palabras. Pero ha sido en la época nuestra cuando las siglas se han convertido en solución fácil y cómoda para no pocos tituladores de los medios impresos y en obstáculo y dolor de cabeza para los lectores, a menos que desarrollen la rara habilidad de dominar los numerosos diccionarios que sobre esa caprichosa materia han venido publicándose en los años recientes y que abundan en la internet: Pueden consultarse, por ejemplo, diccionarios de siglas de informática, de estrategia militar, de diplomacia, de cosmetología, de religión, de ciencias naturales, de política internacional, de economía y finanzas, de política y movimientos partidistas, de gastronomía y de astronomía. Pero el hecho de que haya profusión de diccionarios de siglas no autoriza para abusar de ese método de simplificación arbitraria. Razón tienen varios lectores que se han quejado por la utilización muy frecuente de siglas en el periódico. "Gracias por proporcionarnos tantas siglas como para crear un nuevo juego de adivinanzas", dijo Esteban Lozano. Fernando Tejada Villa ha dicho en una carta, después de enunciar varios casos: "Se queda el lector sin saber qué son los TES, el IGBC, qué significa eso de certificación ISO, cuál es la razón social completa de la multinacional BVQI, muchos no sabrán a qué equivale la DLN, el PD y menos qué es la AD? Esas entre otras, pues son numerosas las siglas que continuamente se emplean. Por ahorrar espacio, quizá, no se explica el significado de las letras iniciales que conforman la sigla. No hay claridad


en la información, al no suministrarle al lector los datos completos que le faciliten cabal comprensión de lo leído". A propósito, en la Redacción se ha aclarado, a instancias del Defensor, que en la medida de lo posible no sólo se procura evitar el uso de siglas que ofrezcan dificultad para la lectura, sino que se trata de incluir en lugar visible la equivalencia de tales siglas. Pero en realidad el problema ya está creado cuando una sigla extraña aparece en un titular. No hay plena certidumbre de que el lector siga leyendo en busca de más datos y del significado de la sigla: Es probable que no se sienta atraído y mejor pase a otro tema. Es una reacción casi automática si se va de afán. En el Manual de Estilo se autoriza el uso de siglas, pero con las debidas precauciones. Es razonable recomendar que no haya uso desaforado, que a cada sigla haya una correspondencia en lugar notorio de la información y que se elabore un glosario de siglas en ciertas secciones, como la de Economía, en las cuales utilizarlas es algo inevitable. Al lector de cuya carta he citado un fragmento y los otros que han escrito sobre el mismo tema, les sugiero que lean periódicos españoles. Son tal vez los que más abusan de las siglas. Se vuelven afectados, extravagantes. El uso exagerado de siglas en el periodismo es casi una enfermedad. Podría llamarse siglapatía (no siglopatía, que sería el mal del siglo). Se trata de uno de los modos más frecuentes, más persistentes de atentar no sólo contra la integridad del idioma, sino también contra el derecho de los lectores a estar informados sin complicaciones innecesarias. El mundo exótico de las siglas es una forma de negación del derecho a leer con claridad. Cartas al Defensor Un caso de facultades paranormales El domingo pasado se publicó en la portada de la separata de Temas Contemporáneos una historia sobre el caso de un ciudadano que al descubrir sus facultades paranormales dejó el oficio de taxista y se dedicó a atender consultas con presunta intención humanitaria y al parecer con una acogida notable entre sectores muy variados del público. Han llegado numerosos mensajes, en especial por correo electrónico y por teléfono. En unos se declara inconformidad con la publicación. En otros, por el contrario, se manifiesta asentimiento. Unos lectores se quejan por el generoso despliegue asignado al tema. Otros, porque no se presentó una contracara o la voz de una contraparte. Por ejemplo, un lector, Óscar Navarro, cuestiona el hecho de que se le facilite a Raúl, el personaje, la realización de lo que denomina un negocio. Está en desacuerdo con que el asunto haya sido divulgado por "un periódico de la seriedad tradicional de El Colombiano". Y hace algunas preguntas sobre la motivación que se tuvo para publicar el trabajo y destacar en él ciertos hechos que, a su juicio, no tenían por qué mencionarse, entre ellos que el movimiento del protagonista hubiera tenido como sede la que fuera residencia de una conocida familia de Medellín. "En fin (dice), no estoy de acuerdo con el tratamiento que El Colombiano le dio a un tema paranormal". Concepto del Defensor Temas como el de los poderes paranormales despiertan siempre opiniones encontradas. No forman parte de la agenda informativa habitual. Son asuntos no sólo excepcionales sino, en cierta forma, marginales frente a los demás hechos que integran el conjunto de los contenidos de actualidad. Como lo dijo el Editor de El Colombiano, periodista Fernando Quijano, llamó la atención en particular el que


entre los que consultan a Raúl haya dirigentes empresariales muy prestantes y personajes que han llegado a viajar desde otros países sólo para entrevistarse con el dueño de poderes psíquicos tan sorprendentes. Esa fue, entonces, una motivación básica para acoger el tema, hacer la correspondiente indagación y entrevistar al personaje. Se advirtió que en ningún momento se pretendió fomentar un negocio o invitar a la gente a optar por lo esotérico. La rareza es un factor de atracción del interés periodístico. Ningún tema debe estar vedado para un medio de información y opinión. Lo esencial está en que el tratamiento sea ponderado. Por publicar la historia del domingo, el periódico de ningún modo se asimila a ciertos medios, sobre todo de la radio (como lo sugirió uno de los quejantes), en los cuales los adivinos, los brujos, los curanderos, los vendedores de ilusiones ocupan buena parte del dial en las horas de la noche. Esta es una tendencia que ha sido criticada incluso desde el mismo periódico. De una lectura analítica del trabajo puesto en cuestión se concluye que la actitud asumida por el periodista es informativa. No conceptúa, no califica ni descalifica. Expone los hechos acerca de los cuales ha reunido datos y ha tenido respuestas del entrevistado. Que faltó presentar una contraparte, una versión contraria que le infundiera sentido crítico al relato, es cierto. No obstante, la versión contraria, la contraparte o la contracara no pueden confeccionarse de modo artificial ni prefabricarse. El efecto de una versión distinta traída de los cabellos puede resultar contraproducente. El buen lector descubre con facilidad cuándo una versión es consistente y cuándo no. La contraposición de versiones es recomendable, pero hay casos, como este, en que puede ser diferida. Las apreciaciones en contrario surgen después de la publicación, como en realidad ha sucedido en este caso con los mensajes llegados en el curso de la semana. Si este tema se hubiera presentado en una sección como Zona Urbana o en otra semejante o comparable, el despliegue no habría sido tan amplio, sobre todo en la parte gráfica. La fotografía superior es desproporcionada. Para el lector es una exageración. Pero en realidad esto obedece al hecho de que el trabajo se haya publicado en una sección como Temas Contemporáneos, que se elabora con unos criterios de diseño y edición gráfica si se quiere más audaces de los que se observan en las demás secciones o separatas del periódico. Y es razonable, también, la apreciación de que esta historia bien habría podido situarse en una página distinta de la portada de la separata. Este es, por último, un trabajo ante el cual el periodista bien podría expresar su opinión por aparte, en respuesta a los lectores que expresan con todo derecho sus dudas, sus objeciones o sus conceptos favorables. Como se decía antes, no hay temas vedados en el periodismo. Lo fundamental está en tratarlos con responsabilidad. Muchas veces, con asuntos como el de los poderes paranormales, lo que está haciéndose es decir en público lo que mucha gente suele tratar en privado, "a la chita callando".


Enfermedades de la información Por Juan José García Posada Aunque han anticipado que prefieren mantener sus nombres en reserva por motivos de colegaje y recato profesionales, varios médicos me han interpelado, como lectores, para que exponga algunos conceptos acerca de la probable oposición entre el criterio ético médico y el criterio ético periodístico para la difusión de informaciones sobre pacientes de renombre en situaciones críticas de salud. Lo mejor sería si escribieran y firmaran con sus nombres, les he dicho, aunque el respetable anonimato no descalifica su modo de pensar. Desde el ámbito médico suelen manifestarse no pocas reservas ante los medios periodísticos a la hora de apreciar los alcances y limitaciones de las noticias sobre cuestiones de la salud. Se reconoce en líneas generales que la información es un derecho que asiste a todos los ciudadanos. Se admite que hay personajes que por su relevancia social están en el centro del interés público. Pero se objeta la difusión de detalles, la minuciosidad con que se informa sobre el estado de esos personajes cuando se encuentran en la condición de pacientes, más todavía si no es evidente que estén en el pleno dominio de todas sus facultades, ni es del todo seguro que puedan decidir de modo autónomo sobre si se informa o no acerca de su condición. Las inquietudes citadas pueden coincidir ahora con el caso doloroso y lamentable del estimado director técnico del Once Caldas, el profesor Luis Fernando Montoya, que ha causado una conmoción general. En general se ha conceptuado que los informes médicos se han mantenido en un punto de prudencia, discreción y respeto. No obstante, por parte de algunos medios, pero sobre todo de radio y televisión, ha sido notoria una actitud morbosa: No sería inoportuna una reflexión seria sobre el tema, para concluir si se ha vulnerado o no la intimidad (que prevalece sobre el derecho a la información), si ha habido protagonismo irritante de algunos funcionarios públicos que parecen más interesados en su fama que en el bienestar y la salud y si ha habido casos en el periodismo en que se hayan omitido consideraciones esenciales de responsabilidad social. Pero tales inquietudes aluden también a incontables situaciones, públicas o inéditas, de diaria ocurrencia en el campo complejo de la información sobre la salud. Así, también, se ponen en cuestión la transmisión televisiva de intervenciones quirúrgicas por un canal internacional, la divulgación ligera y carente de documentación de noticias sobre eutanasia y otros asuntos que suscitan honda preocupación bioética y la proliferación de publicaciones seudocientíficas o de una cientificidad discutible por la audacia y la falta de prudencia con que actúan. En la misma forma se cuestiona la precipitada legitimación mediática de tratamientos que apenas están en fase experimental y de cuyos resultados positivos en seres humanos todavía no hay constancias ciertas. En medio del dinamismo y la vertiginosidad de los hechos de actualidad son frecuentes los episodios de conflicto ético entre distintas actividades profesionales, como la Medicina y el Periodismo. Hay ciertas situaciones cuyo tratamiento en


público puede ser inaceptable para la deontología médica y, en cambio, no sólo aceptable sino también legítimo para la visión deontológica propia de la cultura profesional periodística. ¿Es posible la conciliación de dos posiciones contrapuestas, por ejemplo cuando se trata de temas de salud y en particular de la difusión de situaciones en las que puede estar comprometida la intimidad del paciente? ¿Hay un justo medio que asegure la discreción médica y al mismo tiempo garantice el derecho a la información? ¿Y cómo asegurar que los ciudadanos, los lectores, en verdad estén dispuestos a recibir de buen grado ese tipo de información? ¿Además de la satisfacción de la humana curiosidad leen con buenos ojos esas noticias, les encuentran real importancia y no las cataloguen como expresiones de una tendencia corriente a la banalización de lo trascendente y la trascendentalización de lo banal? Con miras a custodiar un servicio veraz, responsable, confiable y eficiente a los lectores, es fundamental que en el periodismo se avance en un autoexamen sobre la ética profesional en el tratamiento de la información referente a la salud y la necesidad no sólo de especialización en el manejo de temas tan sensibles, sino también de extensión de puentes de diálogo e interacción entre las profesiones periodística y médica en un entorno de derechos y deberes y de aproximación de enfoques éticos y bioéticos. Si no, lo que sobreviene es un periodismo sin defensas para afrontar las múltiples amenazas de enfermedad.


Y todos los días, del lector

Por Juan José García Posada Ya habrá momentos en la semana próxima para hacer un escrutinio de esta nueva Ley 918 que el Presidente de la República sancionó el 15 de diciembre pasado y que de algún modo recobra para el Periodismo el reconocimiento como actividad profesional, al menos para restablecerle la protección social y laboral, y corrige la falla o el fallo de la Corte Constitucional que le dio el puntillazo final al anterior Estatuto del Periodista, la Ley 51 de 1975. Uno de los méritos de la nueva disposición normativa, además de la brevedad, consiste en el afortunado cambio de fecha para la celebración del Día del Periodista: Ya no ha de ser el 9 de febrero, como venía siendo, sino el 4 de agosto. Algunas personas, entidades y gabinetes de prensa ya han anticipado el envío de tarjetas de felicitación a los colegas de los medios. Por falta de información están en el error. El miércoles 9 de febrero ha de ser un día común y corriente, como debió ser siempre. Varias asociaciones gremiales, que suelen reposar a lo largo del año, sostenidas por la ley de la inercia, tendrán que aplazar hasta agosto su festiva reaparición en el escenario mediático. El día clásico se había instituido para recordar a Don Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del Papel Periódico de Santafé de Bogotá y modelo de periodismo asociado con el poder y en particular con la fuerza coactiva impopular del virreinato. La recordación de la hazaña de Nariño de repartir con todos los riesgos la Declaración de los Derechos del Hombre, el 4 de agosto de 1794, fue un acontecimiento muchísimo más significativo, porque se trató de una publicación liberada del pecado original del oficialismo y caracterizada por un radical criterio de independencia. Mientras llega entonces el 4 de agosto (¡y el día esté lejano, porque pocas celebraciones hay tan postizas y tan abochornadoras como el Día del Periodista!), es oportuno preguntar si será conveniente instituir un Día del Lector. Varios periodistas, profesores y estudiantes a los que expuse esa cuestión contestaron con respuestas como estas en una suerte de tertulia: - El Día del Lector debe ser un domingo, cuando se presume que tiene más disponibilidad para dedicarse a la lectura paciente del periódico. Para otros,


el Día del Lector debería ser el sábado, que es toda una fiesta por la jovialidad y la informalidad con que se toma la vida. - Es equivocado suponer que el lector tiene un día para el periódico: Sólo dispone de unas horas, de unos minutos. Mientras el periodista debe pensar en el lector durante 24 horas, el lector sólo piensa en el periódico por un lapso muy breve. Lo que hay que hacer es sincronizar los tiempos: Que el periódico distribuya sus secciones conforme con los posibles tiempos de sus lectores, sin pretender que lean en horas de trabajo o de estudio, es decir sin incurrir en cronofagia, sin devorarle el tiempo a la gente. - El lector, aunque a veces parezca lo contrario, no es una simple abstracción estadística, no es un mero perfil o un espectro formado a partir del ensamble de rasgos, tendencias, actitudes y expectativas más o menos constantes. - El trabajo del periodista demanda una concentración especialísima en la gente, en los perceptores, en los ciudadanos, en los individuos, o en los sujetos, en un momento en que la sociedad ha relegado al sujeto a una condición marginal. El ser humano es el centro, la finalidad, la razón de ser del Periodismo. En fin, el 9 de febrero sólo queda por celebrar el acierto del legislador de haber suprimido la celebración del Día del Periodista. ¿Acatar el día clásico del 4 de agosto dispuesto por la nueva Ley, para, más bien, dejar el 9 de febrero como Día del Lector? Podría ser, aunque todos los días deberían ser del lector.


El riesgo de la atracción fatal

Por Juan José García Posada Un lector se declara extrañado porque, a su juicio, el periódico ha sido demasiado parco en la información sobre suicidios, cuando, en contraste, otros medios de comunicación, en especial radiofónicos, les han dado gran despliegue a varios hechos de esa índole ocurridos en las semanas recientes. En una de estas mañanas, uno de los noticieros nacionales de cadena abrió la emisión con el eslabonamiento de noticias sobre suicidios de niños en varias ciudades. La dosis se repitió a lo largo del día. Y la completaron algunos noticieros de televisión en las horas de la noche. Al día siguiente, en El Colombiano no se hizo ni la más leve mención a tales noticias. ¿No sucedieron? ¿Fueron episodios irrelevantes? ¿Se le pasó por alto al periódico el cubrimiento de esa faceta de la actualidad? ¿Cómo se explica la exclusión del tema del suicidio en esa y otras ediciones? La razón está expuesta en síntesis en el Manual de Estilo: "El Colombiano tratará con máxima delicadeza y prudencia los casos de suicidio, por consideración con la propia persona, para con los sentimientos de su familia y para con la sociedad, a la que se debe evitar el riesgo de que, por imitación, se ponga en peligro la vida de las personas". El Manual consagra lo que ha sido una decisión editorial tomada de tiempo atrás y habla de "máxima delicadeza y prudencia". Pero incluso la omisión es legítima si así se juzga al presentarse el dilema sobre publicar o no publicar. Los motivos que se han tenido presentes reafirman cómo el Periodismo sí es una profesión de alto riesgo, no sólo para los periodistas y las empresas, sino porque una información puede afectar a uno o a muchos individuos. El riesgo principal de las informaciones sobre suicidios que no se difundan con "máxima delicadeza y prudencia" es, como dice en el Manual, el de poner en peligro la vida "por imitación". Esta hipótesis, no desvirtuada, la han expuesto psicólogos, criminólogos, educadores, sacerdotes y, por supuesto, deontólogos del periodismo: Es probable que la insistencia en los hechos de suicidio influya


en personas propensas a optar por la alternativa absurda en momentos de confusión y desesperanza totales, o al padecer episodios depresivos agudos. Algún periodista habrá de decir que no es partidario de ponerle talanqueras al derecho a la información. Pero ante este tipo de fenómenos es como se evidencia la necesidad de trazarle fronteras lógicas y de sindéresis, éticas y morales y jurídicas. Y como se resalta la importancia, por lo tanto, de evitar a toda costa el sensacionalismo, que explota el escándalo, la inquietud y la ansiedad y favorece determinados intereses mórbidos que degradan los valores humanos. Al tratar sobre las fronteras jurídicas al derecho a la información y en particular sobre la justificación de la prudencia máxima y si es preciso de la omisión en el tema del suicidio, se discute entre los juristas y penalistas cuál puede ser la figura delictiva que se tipifica. En Colombia, es un delito inducir o ayudar al suicidio (Art. 107 del Código Penal). Podría también acogerse la tesis de algunos autores para quienes la inducción y la ayuda pueden configurar el delito de homicidio simple. La imprudencia y la indelicadeza con que en algunos medios se maneja el tema puede ponerlos en la condición de transgresores y por consiguiente de sindicados de la comisión de una acción delictiva. Con todo, el argumento del riesgo de imitación (el riesgo de la atracción fatal) sigue siendo el de mayor fuerza. La violencia y la muerte tienen un extraordinario poder de atracción, sobre todo cuando no se posee una conciencia clara sobre la responsabilidad que entraña el ejercicio de la libertad como facultad de hacer lo que debe hacerse. Cartas al Defensor Le quedan dudas en el tema educativo El lector que firma como Jaime Valencia y escribe desde valencialopez@yahoo.com, cuestiona el tratamiento informativo que se les ha dado en el periódico a varios hechos del ámbito de la educación. "Me quedan muchas dudas (dice) cuando leo informaciones sobre educación: no le veo tanta importancia a que en la Universidad La Sabana haya cuatro decanos antioqueños, como para dedicarle toda una página; los resultados de las Ecaes los veo incompletos y desactualizados, además de confusos; la información sobre el pago de la deuda del departamento a la Universidad de Antioquia no me cuadra. Por favor me explican cómo fue que la conciliación permitió que se rebajara una deuda de más de 100.000 millones a sólo 33.000 millones". Explica el Editor de Educación El Editor de Docencia y Educación, periodista Ramiro Velásquez Gómez, ha dicho, en respuesta al lector y al Defensor, que no le parece clara la carta del señor Valencia. No tiene respuesta sobre el tema de los decanos antioqueños en la Universidad de la Sabana. En relación con los Ecaes (pruebas de competencia de la educación superior), "hemos publicado varias notas sobre los mejores en Antioquia y unos datos muy generales, pues el Icfes no ha querido profundizar en nada". Y agrega que no se trata de datos desactualizados, porque apenas se dieron a conocer a partir del 31 de enero. Sobre la conciliación entre la Universidad de Antioquia y el Departamento para el pago de la deuda, ha dicho el Editor que se indagará más con el fin de hacer claridad sobre el tema.


Concepto del Defensor A veces hay mensajes escritos por los lectores, que no tienen la suficiente explicitud, o no concretan. En este caso, se han comprimido en una sola nota tres temas que deberían explanarse por separado. En tales condiciones, la extrañeza del Editor es comprensible. La impresión del lector Valencia sobre si era importante o no la publicación acerca de los cuatro decanos antioqueños en la Universidad de la Sabana es muy personal. Nunca una decisión editorial, como la de asignarle despliegue a un tema de la índole del referido, deja conformes a todos los lectores. Una vez publicado un trabajo periodístico, al llegar al dominio público genera las actitudes más diversas. La valoración periodística de los hechos y la correspondiente jerarquización son asuntos que siempre darán lugar a discrepancias, incluso en la Sala de Redacción. Con respecto a este asunto particular, el hecho de que haya cuatro decanos originarios de Antioquia es discutible como criterio de valoración: Puede suceder algo similar en otras universidades y pasa inadvertido. Ninguna universidad debe basar la acumulación de méritos para su acreditación en ese tipo de consideraciones o de casualidades extraacadémicas. En cuanto a los Ecaes (Examen de Estado de Calidad de la Educación Superior), es probable que el lector aluda, al quejarse por la desactualización del informe, al hecho de no encontrar datos sobre carreras cuyos estudiantes presentaron las pruebas en noviembre, como la de Comunicación, que sí aparecen en la página web del Icfes. Y en relación con la conciliación para el pago de la deuda del Departamento a la Universidad de Antioquia, es aquí donde está el componente más importante del mensaje. En la inquietud del lector está implícita una sugerencia o una solicitud de que se profundice más en el tema: ¿Cuál fue la base de la conciliación? ¿Era que el Departamento ya había pagado antes parte de la deuda? ¿Cuándo empezó el proceso que terminó con el arreglo? ¿Acaso las cifras que se daban hace algunos meses o años eran infladas o no eran las verdaderas? ¿Cuáles han sido y son las obligaciones del departamento con la Universidad de Antioquia? En este sentido, creo que desde el periódico sí podría hacerse una buena indagación.


Leer, todo un acto de fe Por Juan José García Posada ¿Y en qué consiste la tan codiciada credibilidad? ¿Se decide y se procede siempre en todos los medios con clara conciencia de que la credibilidad está en juego en todos los instantes? ¿Cuál es el verdadero sentido de ese don, de esa cualidad invaluable que se elabora y se consigue a base de ingentes esfuerzos, de constancia en la búsqueda de la verdad, pero que puede también perderse en un momento, en un día por causa de un desatino, de un error, de una simple omisión? Con la difusión de los hechos informativos de cada día está poniéndose a prueba la credibilidad del periódico. El lector espera que todos los contenidos sean veraces, se ajusten a criterios aceptables de exactitud, guarden correspondencia con la realidad. En cierta forma, cada lector está repitiendo muchísimas veces, al leer cada texto, el antiguo ejercicio mental de corroboración de la concordancia entre el hecho y la versión que de él se ofrece, "entre la cosa y la figuración que de ella se hace", como diría un pensador escolástico en su definición de la verdad. Pero además cada lector pretende que tal versión no se limite a esa consonancia elemental entre el objeto y su representación (entre el original y la copia), sino que muestre una gran diversidad de facetas, de rostros, de posibilidades de lectura de la misma realidad, es decir que avance en la concreción y la consolidación de una verdad como resultado de amplia y compleja visión de perspectiva. Sucesos como la matanza de la que fueron víctimas ocho habitantes de la comunidad de San José de Apartadó no están claros. No tanto porque las versiones periodísticas sean falsas (porque además, en el cubrimiento observado ha sido notorio el interés por explorar con criterio de veracidad), cuanto porque lo patente es que no se ha decantado la verdad verdadera: Las versiones han sido ambiguas, confusas, contradictorias. Mientras se conoce la verdad, nada puede ser tan impertinente y tan lesivo de la credibilidad como la anticipación de juicios, la atribución apriorística de responsabilidades, porque se crea una atmósfera pesada que da lugar a prejuicios, a calificaciones o descalificaciones, a condenas y absoluciones anticipadas (en nombre de un derecho a la información extralimitado y proclive a la justicia paralela o mediática) y a la formación de partes y contrapartes y de actitudes radicales. El equilibrio, la prudencia, la ponderación (la aequanimitas), son condiciones sin las cuales se diluye la credibilidad que a la vez debe generar confianza. La creación de un clima de desconfianza ciudadana puede convertirse para un medio en un bumerán: La gente acaba por desconfiar de todo, incluido el órgano periodístico responsable de no infundir confianza a partir del testimonio perseverante de credibilidad. Y son condiciones que tienen sus reglas: No pensar con el deseo, no anticipar juicios favorables o desfavorables, esperar el desarrollo de una investigación, no casarse o comprometerse con la primera versión divulgada sobre el suceso. Pero, sobre todo, evitar hasta donde sea posible que la información del propio medio sea utilizada como instrumento estratégico en el conflicto. Este uso indebido acaba por poner la información por encima del dolor de los familiares de las víctimas, de la memoria de los desaparecidos, como si se tratara de simples datos estadísticos de más en una confrontación que parece de nunca terminar. La credibilidad es, en forma sencilla, la cualidad de ser creído, como dice el Diccionario. Pero más allá de la definición normativa de la Academia, la credibilidad


es un derecho-deber, el resultado de una exigencia, una demostración de responsabilidad. El lector tiene derecho a creer, a tener fe en lo que se le informa y como se le informa. Una fe que no se entiende aquí en la categoría de virtud teologal, sino en el sentido del buen concepto que se tiene del informador y el comentarista. El lector, si no es periodista, no ha de tener ni la experiencia ni la intuición ni el conocimiento para discernir lo verídico en el tratamiento de las fuentes informativas. Tampoco tiene por qué disponer de los instrumentos y recursos de verificación que sí posee el periodista. Lee confiado. Tiende a creer lo que no ve porque el periódico se lo ha revelado. Y puede dejar de creer por múltiples factores, hasta los menos relevantes. Leer entraña un acto de fe. Cartas al Defensor Reclama por aviso engañoso Un lector que firma como Carlos Mario Piedrahíta B., Trabajador Social, declara su extrañeza por un aviso publicado el 25 de febrero en la sección de Clasificados, en el cual se ofrece empleo para recepcionista de un centro de estética y se recomienda establecer contacto mediante una dirección en internet. El lector abrió la página web respectiva y se encontró con que el centro de estética del aviso era un lugar donde se anunciaban servicios de mujeres acompañantes o "damas prepago". Manifiesta su inconformidad por el hecho de que un periódico de altos principios morales como el diario leer de los antioqueños promocione una prostitución soterrada al publicar semejante aviso, etc., etc. En el periódico se indaga El caso ha sido puesto por el Defensor a la consideración de la sección de Avisos del periódico, donde se adelanta la indagación correspondiente, para establecer el origen del anuncio y ampliar una respuesta sobre el tema. Aunque no se trata de una información, es obvio que los mensajes publicitarios, guardadas las proporciones y diferencias, tengan un contenido informativo y que éste deba ajustarse a los criterios editoriales del periódico. Se ha insistido en que en El Colombiano se procede con un máximo de exigencia en la recepción de todo tipo de avisos. Se procura identificar su procedencia, su veracidad y su pertinencia y estimar los efectos que podría causar la publicación. Con todo, hay algunas ocasiones, algunos casos, que además se consideran excepcionales, en los que se filtran avisos contentivos de mensajes que pugnan con las orientaciones del periódico. Y cuando esto ha sucedido, se han afinado los correctivos para evitar la repetición de incidentes similares. Concepto del Defensor La queja de un lector sobre la aparición de un aviso como el mencionado enciende las señales de alarma en un diario que es respetable y creíble porque, entre otros factores, respeta a los lectores. No sucede algo similar en muchos otros medios periodísticos de la época actual, incluso acreditados, que de tiempo atrás han flexibilizado sus controles hasta el punto de que los mensajes publicitarios que anuncian "servicios" afines a la prostitución y el tráfico sexual ni siquiera se asordinan o se disfrazan con presentaciones eufemísticas, sino que se publican de modo directo y desfachatado. Basta repasar ediciones impresas de algunos diarios españoles (donde, valga decirlo, hay estupendos modelos de buen periodismo) para sorprenderse por la profusión de avisos de esa índole. Del interés de los editores por conseguir una asepsia total se ha saltado a una actitud que, más que tolerante, es alcahueta. El reclamo del lector, así como otros mensajes y llamadas sobre temas semejantes recibidos en días y meses anteriores, denotan la preocupación de sectores importantes de la audiencia por encontrar en los textos, sean periodísticos o sean


publicitarios, la mayor transparencia posible, de tal modo que ni el periodismo ni la publicidad se utilicen como instrumentos para buscar propósitos escondidos y distintos de los del servicio a los lectores y consumidores o usuarios. Por una parte está el aspecto moral: Un medio periodístico no debe ser por motivo alguno resumidero de contenidos degradados o degradantes. Y desde el punto de vista ético, los lectores pueden sentirse engañados cuando los contenidos (como puede suceder en el caso excepcional comentado) no revelan con claridad y sin disimulos lo que en realidad está ofreciéndose. El otro problema, que se afronta pese al rigor en la recepción de avisos, al interés por la transparencia y al ánimo de servicio, es el de la malicia y la picardía de quienes asaltan la buena fe del periódico y recurren a métodos engañosos para ofrecer el tipo de servicio que se ofreció en el aviso glosado por el lector. Para contrarrestar tales acciones no se ha inventado ninguna solución.


El derecho y el deber de criticar

Por Juan José García Posada Decir que la indiferencia es la tónica de la sociedad colombiana es afirmar una verdad perogrullesca. Es notoria, si se trata de medirla en las corrientes de opinión, por la baja intensidad y la fugacidad de las controversias. Hasta las ideas más absurdas pueden llegar a imponerse con relativa facilidad en un país que se resiste a usufructuar la cultura de la discordancia. ¿Y a esa indiferencia debe atribuírsele también la pasividad de buena parte de los lectores, que por temporadas acusan adormecimiento del sentido crítico y plena conformidad con el estado de cosas en general y con todo lo que publica el periódico? Hay semanas, como la que está concluyendo (diferentes de otras en las cuales se alborota el ánimo cuestionador), en que la mayoría de los mensajes enviados al Defensor muestra esos rasgos que motivan a hacer muchas conjeturas: ¿El miedo ambiental a opinar y discordar es contagioso? ¿Se prefiere criticar en privado por la incomodidad y las molestias que puede causar la crítica en público? ¿Todo está bien en materia de respeto al derecho a la información y no es necesario exponer objeciones, ni manifestar dudas, ni señalar factores de descontento? ¿Por el contrario todo está mal y no vale la pena insistir en señalar fallas, errores e incongruencias? Los mensajes al Defensor, casi todos por medio del correo electrónico, pueden catalogarse en varias modalidades: Los que despiertan particular interés por la seriedad del asunto que plantean, el modo franco y abierto con que exponen las críticas y las opciones de mejoramiento que llevan implícitas. Los que se limitan a señalar fallas materiales, errores muchas veces irrelevantes, cuestiones insustanciales. Los que llegan con una carga tal de emotividad, acrimonia y agresividad, que se vuelve difícil responderlos con serenidad y ponderación y que a veces, por ultrajantes, no tienen por qué ser respondidos, más todavía si son anónimos. El filósofo de la razón pura, Emmanuel Kant, asociaba la Ilustración a la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad, es decir de su incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la tutoría de otro. En la ausencia de crítica es probable que esté reflejada esa negación común a hacer uso público de la razón. Con el debido respeto, creo que una forma positiva de defender al lector consiste en llamarle la atención sobre las posibilidades y oportunidades que


tiene de discordar y acreditar que sí ha alcanzado la mayoría de edad. A propósito, hace algunos meses escribía en esta misma sección sobre el inquietante silencio habitual de la mayoría: Los lectores que se quejan propician explicaciones, aclaraciones, justificaciones y acciones correctivas. ¿Pero qué pasa si no se quejan? ¿Acaso están satisfechos y no le encuentran sentido a manifestarse si creen que las cosas andan bien? ¿Por el contrario no están satisfechos pero se conforman, como suele suceder con las mayorías silenciosas en materia política, en una actitud bondadosa y complaciente ante los responsables del manejo de los asuntos públicos? Se asume que el periódico es serio y creíble y está bien hecho. Pero no es perfecto. De vez en cuando es preciso interpelar a los lectores e invitarlos a que escriban más y critiquen, de modo respetuoso y con dignidad, así como también con profundidad, pero con un sentido de veracidad y franqueza que al mismo tiempo invite a acerar el criterio de responsabilidad profesional para examinar actitudes y tratamientos informativos y, si es del caso, aplicar correctivos y efectuar acciones tendientes al mejoramiento. La autocomplacencia estéril, muy propia de la condición humana y por lo tanto de la periodística, es hija muy natural de la indulgencia magnánima en la crítica o de la negación a hacer valer el derecho y el deber de criticar. Cartas al Defensor Oferta de empleo engañosa El lector Jorge Alejandro Zuleta Restrepo, quien escribe desde darkan90@latinmail.com y anota los números de sus documentos de identificación y localización, reconoce la utilidad de la sección de información sobre empleo que publica el periódico. Pero también se queja de "entidades inescrupulosas, que sólo quieren aprovecharse de la situación de desespero de muchas personas necesitadas" y que divulgan ofertas engañosas de trabajo por distintos medios. Dice que El Colombiano debería impedir "este tipo de abusos con la ciudadanía". Otros lectores han expuesto sus apreciaciones en términos parecidos. Afirman, en líneas generales, que, movidos por las notas que suelen salir en la prensa, llaman a los teléfonos que se les indican o van a las oficinas que se anuncian y se encuentran con que muchas veces los empleos ofrecidos en realidad no corresponden a las condiciones y ventajas con que se les presenta en público, ni las remuneraciones son dignas, así como, en algunos casos, no está garantizado un mínimo de seguridad personal y puede ponerse en alto riesgo la salud. Concepto del Defensor Abusar del estado de necesidad de muchísimos ciudadanos afectados por el agobiante problema del desempleo ha sido uno de los vicios antiguos y repetidos en una sociedad como la nuestra. Se acentúa en la medida en que se mantiene o se agudiza la desocupación. Por supuesto que un medio periodístico serio y responsable debe asumir una actitud vigilante para evitar la difusión de mensajes engañosos del tipo de los que mencionan los lectores. El Defensor hizo las consultas del caso en el periódico y en efecto se aplican controles rigurosos, tanto en la información sobre ofertas de empleo como en todos los demás contenidos. Pese a las cautelas que se toman para no servir de instrumento y puente a sujetos y empresas carentes de escrúpulos y vulneradores de la dignidad humana, hay momentos en los cuales este y cualquiera otro medio de


comunicación pueden ser asaltados en su buena fe. Además de insistir en que el periódico refuerce esos mecanismos de control, es pertinente hacerles a los lectores la advertencia de que, en todo caso, estén alerta para que no caigan en trampas que pueden ser fatales, dispuestas por sujetos y entidades dedicados al infame negocio de explotar a los más necesitados de la sociedad. También ha habido quejas sobre la sección titulada Servicio de Empleo, que se publica los sábados, mediante información que proporciona el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena. Esta es una forma de canalizar y acreditar la oferta de empleo y evitar abusos como los que se mencionaban en líneas anteriores. Con todo, uno de los lectores ha dicho que en varias ocasiones ha llamado a los teléfonos que se indican en tal sección, o ha ido al Sena a solicitar más datos sobre el trabajo ofrecido y sólo ha encontrado, con enorme frustración, que la vacante anunciada ya ha sido provista. Pero en estos casos es lógico inferir que no puede atribuírseles responsabilidad alguna ni al periódico ni al Sena. Es probable que en más de una ocasión cuando la sección aparezca publicada ya el puesto ofrecido haya sido ocupado por alguien. Esto es apenas normal en un entorno en el cual la demanda de empleo sobrepasa la oferta. La preocupación por hallar opciones o soluciones para el problema acuciante del desempleo es común a todos los ciudadanos sensibles y, por lo explicado en la Redacción, cuantas veces sea posible se ofrecen alternativas desde las mismas páginas del periódico. En realidad no basta con una o más secciones sobre ofertas de empleo: Hace falta más despliegue, no esporádico sino permanente, continuo, a los ejemplos imitables de proyectos de trabajo útil, productivo, remunerativo y digno que hay en la ciudad, la región y el país. También, desde el periodismo, es posible y recomendable que se activen todos los recursos de imaginación, creatividad y capacidad de "emprendimiento" de la sociedad, con el fin de mostrarles a los desempleados que toda crisis entraña desafíos y oportunidades.


El prejuicio y el lector de afán

Por Juan José García Posada El prejuicio es fuente de malentendidos, errores y conflictos. En las relaciones entre la gente y el periodismo y en particular entre el lector afanado y el periódico, el solo titular de una información puede afirmar o afianzar un prejuicio, es decir esa "opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal", según el Diccionario. Esto sucede porque está probada con estudios confiables la tendencia a no leer el texto completo y aclaratorio y quedarse con la versión sintética, apretada, que muestra el titular. Un lector ha llamado la atención sobre los riesgos de inexactitud por titulación impactante, lacónica, telegráfica, como también por la que lleva implícitos un juicio de valor o una calificación. Ha dicho que, para citar un ejemplo de gran actualidad, en torno a la personalidad del nuevo Papa Benedicto Dieciséis se ha creado la impresión de que es un hombre de línea dura, por no decir que retardatario, mientras, así mismo, Juan Pablo Segundo está pasando a la posteridad sólo como un pontífice intransigente. Y todo esto, no tanto como consecuencia de informaciones explicativas sino de titulares que sólo enseñan aspectos fragmentarios e incompletos de la realidad. El lector cita, para muestra, este titular de la edición digital de El Colombiano del miércoles 21: Ratzinger, guardián de la tradición y la fe. Dice que las palabras guardián y tradición tienen connotaciones negativas. En primer término, así para algunos lectores puedan ser negativas las connotaciones de los dos vocablos mencionados, el uso que se hizo de ellos es apropiado, si se consultan las definiciones respectivas en el Diccionario. En segundo lugar, de un repaso de los titulares del periódico en la edición sobre la proclamación del nuevo Papa se infiere que en su mayor parte son precisos y ajustados a las informaciones que anuncian. El que cita el lector no tiene por qué inducir a formarse una idea equivocada sobre Benedicto Dieciséis, aunque sí es posible que afirme el prejuicio (como opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable), a pesar de que las palabras guardián y tradición estén utilizadas en forma apropiada. Otros medios han sido, esos sí, menos cuidadosos de los presumibles y prevenibles efectos de titulares que discuerdan de los textos informativos que encabezan, o que inducen a fortalecer prejuicios e incluso a crear imágenes falsas de personajes públicos. Con Juan Pablo Segundo y Benedicto Dieciséis ha habido numerosas ligerezas: Varios periódicos, noticieros y agencias noticiosas de espectro internacional los han catalogado como derechistas, ultramontanos, recalcitrantes, sin


considerar siquiera en mínima parte sus calidades intelectuales, la magnitud de su aportación filosófica, teológica y doctrinaria y sus propias cualidades pastorales y personales. Y si esto sucede con dos personajes de la más alta jerarquía, hay que imaginarse cuántos desatinos pueden cometerse al calificar o desconceptuar a muchísimos protagonistas, mayores o menores, de los hechos informativos. Sobre todo, en un país como el nuestro, donde escasean los argumentos convincentes para demostrar que se lee sin prejuicios y que no sólo se leen titulares sino también textos ilustrativos y esclarecedores. Los lectores de afán también malogran los afanes de los periodistas. Cartas al Defensor Extraña la ausencia de Zona Urbana Un lector ha dicho que lee siempre el periódico. Elogia las ediciones de estos días, en particular la del miércoles 20, sobre la elección del Papa Benedicto. Ha resaltado el buen diseño. También opina que al leer El Colombiano cree que no hace falta ni leer otros medios ni oír radio, aunque se considera televidente casi adicto. Después de ese preámbulo entró a hacer esta observación: Extraña la desaparición de la sección titulada Zona Urbana. Dijo que, para él, es de lo mejor que tiene el periódico y lo que lo distingue de otros. Además, le parece que es una muestra muy representativa de las habilidades de la Redacción en el género de la crónica. Suspensión transitoria El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, le dijo al Defensor, al referirse a la queja del lector identificado como Jorge Alberto Restrepo: "Me alegra que el lector reclame que le hace falta la Zona Urbana, en la cual tratamos asuntos cotidianos con un acento narrativo y ese reclamo hace que no olvidemos nuestro propósito con esa sección. La Zona Urbana desapareció, sólo en forma transitoria, al igual que algunos otros contenidos del periódico, en atención al cubrimiento de los asuntos relacionados con la muerte de Juan Pablo II y la elección de Benedicto XVI". Concepto del Defensor La naturaleza y el sentido histórico del Periodismo se prueban en el tratamiento explicativo de los grandes acontecimientos, así como de los hechos de la llamada cotidianidad, de las costumbres, de la vida urbana. La información y los trabajos interpretativos sobre la muerte de Juan Pablo Segundo y la elección de Benedicto Dieciséis han sido de verdadera calidad. Es obvio que requieran un despliegue inusitado y que, por lo tanto, se necesite asignarles un espacio más amplio. Como consecuencia, si no se aumenta el número de páginas es forzoso sacrificar algunas secciones. Cuando se hacen cambios de emergencia en el planteamiento de una edición resulta muy comprensible que la suspensión de secciones se haga en forma indiscriminada. Pero si los hechos tienen una continuidad (como sucede con el seguimiento de los atinentes al relevo en el pontificado), se presume que podrían hacerse los ajustes sin dejar de fijar prioridades: Qué sección puede entrar en receso por uno o varios días, cuál otra no debería suspenderse, etc. Zona Urbana es una sección que se ha vuelto esencial. No debe faltar. Que se supriman por una o varias ediciones algunos contenidos que no son prioritarios, es algo que no causa traumatismo en la relación con los lectores. Pero si se eliminan, así sea por un solo día, las tiras cómicas, el Editorial, los servicios de cine y televisión, por ejemplo, casi en forma automática surge la protesta de los lectores. Zona Urbana se ha convertido en parte inseparable de cada edición. Es un plus, un


material distintivo. Con mayor razón es imprescindible. Otros contenidos pueden colgarse o caparse. En cambio, creo que se comete un error al cancelar la Zona Urbana, que demuestra la otra faceta de la historicidad del periódico, en el tratamiento de la realidad cercana, la de la vida de la ciudad, en un estilo con el cual la Redacción prueba sus capacidades narrativas y descriptivas. Comparto la queja del lector. Agradezco la respuesta del Jefe de Redacción, celebro el acertado manejo informativo y conceptual de los grandes acontecimientos actuales, pero como lector no puedo aceptar que se nos suprima una sección esencial. JJGP


La ira santa del lector

Por Juan José García Posada defensordellector@elcolombiano.com.co Hay por lo menos tres detonantes de la ira justa, la ira santa, por así decirlo, del lector: El ruido callejero, con los escuadrones matutinos de promotores de frutas y hortalizas por altoparlantes; el trabajo doméstico de la dentrodería, que acosa y expulsa al que trata de leer en la sala de la casa; y el descuido de algunos operarios negligentes que estropean el periódico al manipularlo de modo incorrecto en la fase del reparto y la entrega. El domingo 20 de marzo fui testigo de la irritación legítima de un lector porque el periódico le llegó a su casa, en una unidad residencial, en condiciones deplorables de impresentabilidad. En sentido estricto, podría afirmarse que estos casos no son de la competencia del Defensor del Lector. Es verdad que ningún tipo de responsabilidad puede asignárseles a quienes conciben, piensan, escriben, sostienen, producen y editan el periódico, que también pueden declararse ofendidos por el modo inadecuado en que se manipula su obra. Sin embargo, en ese mal trato de un ejemplar del diario hay una forma de afectación material del derecho a la información. Así la han visto algunos lectores que ahora y en otras ocasiones me han expuesto sus reclamos y a quienes he sugerido que se pongan en comunicación con la Línea de Atención al Cliente, teléfono 3393333, donde, me consta, han de recibir respuestas de verdad satisfactorias. En el caso aludido, se dieron estos pasos: Una llamada a la portería de la unidad residencial, donde el empleado argumentó que era frecuente que en los paquetes de periódicos descargados al amanecer llegaran algunos en mal estado, sobre todo cuando hay lluvia. Una llamada posterior a la sección de despachos, donde se tomó nota de la queja y en seguida se estableció comunicación con el portero mencionado, para concretar la información. Luego, una llamada desde el periódico al lector, para explicarle lo sucedido, presentarle excusas y concluir que los ejemplares impresentables podían ser devueltos y restituidos. El lunes, el lector volvió a comunicarse con otro funcionario del periódico: Se procura tratar con cuidado los ejemplares, pero hay casos que se salen de las manos de los responsables. El lector sugirió que se buscara, con las administraciones de unidades y edificios, la forma de instruir a los trabajadores sobre la importancia de asegurar que los periódicos les lleguen en buen estado (y temprano) a los suscriptores, que merecen pleno respeto. Y por último, se estableció que los reclamos deben dirigirse a la Línea de


Atención al Cliente, teléfono 3393333. Recibir un ejemplar del periódico ajado, con fastidiosos signos de maltrato, con huellas de zapato marcadas sobre el titular de portada, es una experiencia indignante. El lector tiene todo el derecho a sentirse ofendido, ultrajado, víctima de un irrespeto que enardece. Un periódico es un producto, pero además es una obra cultural sui generis. Como el libro, es el fruto del talento, la imaginación, el esfuerzo de muchos seres humanos. Y también como el libro, requiere manejo especialísimo. Recibir un libro arrugado es humillante. Lo mismo sucede con el diario, sobre todo cuando se sabe qué es y qué representa como realización intelectual y se tiene la certidumbre de que al lector se le atribuye la máxima importancia en todos los niveles y secciones de la empresa periodística, donde se le reconoce como objetivo primordial del trabajo profesional por ofrecer un servicio excelente y, por supuesto, por facilitarle la lectura digna y evitarle molestias, motivos de inconformidad y arrebatos de ira justa.


La reaccionitis aguda La réplica de un lector a la respuesta reciente del Defensor sobre el tratamiento informativo en casos de accidentes aéreos da lugar a una breve exposición acerca de la calidad de los testimonios y de los puntos de vista sobre las causas posibles de un hecho, así como también motiva una consideración sobre el riesgo de desviarse de lo actual y confundirse en las incertidumbres de causas o efectos inexactos. "Es bueno (dice el lector Eduardo Ceballos) que se entrevisten los testigos para que cuenten lo que vieron, pero no para que den opiniones técnicas sin ningún fundamento. La noticia seria y bien fundamentada, debería tener ambas cosas: Las opiniones de técnicos y personas directamente involucradas y las entrevistas de verdaderos testigos (siempre existe el que quiere darse protagonismo con mentiras)". En cuanto al "cubrimiento" por el periódico, creo que la cuestión quedó aclarada desde la Redacción, donde se respondió que, así en ocasiones se incurra en errores, se tiene por norma consultar fuentes de verdad calificadas: Si es un siniestro aéreo, no hay por qué buscar explicaciones de índole técnica entre simples testigos de paso. En un sentido más amplio, es pertinente hacer referencia a una cierta manía de obtener reacciones, muchas veces en forma no selectiva. "Busque reacciones sobre la propuesta de Savater de reformar los Diez Mandamientos", solicitaba desde la capital el coordinador de corresponsales de un noticiero. Y bajo la presión de las horas de emisión los representantes del medio empezaron en las ciudades una cacería ridícula e impertinente de testigos dudosos, de opinadores de afán, de falsos expertos, de comentaristas improvisados. Lo mismo sucede con la indagación por consecuencias presumibles de los hechos: Suele consultarse a personas que ni siquiera están en antecedentes de lo que se les pide que traten. El todo, parece que está en satisfacer dentro de los estrechos límites temporales las acuciantes demandas de notas para sostener de modo artificioso la atención del público. El periodismo de reacción puede ser tan cuestionable como el de anticipación. El primero se manifiesta en la insistencia en detectar consecuencias y repercusiones de los hechos de actualidad e interés público, mientras el segundo tiende al pronóstico y algunas veces se vuelve adivinatorio más que premonitorio. En las dos variaciones puede haber un alejamiento del objetivo fáctico y una distorsión de la realidad. Aunque ya no puede aceptarse un accionar del periodismo informativo que se concentre sólo en los hechos del aquí y ahora y descuide la exploración de antecedentes y la estimación de efectos probables, tanto estos como aquellos deben mantenerse conectados con las circunstancias de los sucesos que se relatan: Ni las causas ni las consecuencias


deben ser inventadas o ficticias, o surgidas de apreciaciones dictadas por fuentes que carecen de mínima acreditación, de conocimiento y experiencia en la materia acerca de la cual se pronuncian. Cuando el periodista expone las conclusiones resultantes de su averiguación por antecedentes, consecuencias y hechos concomitantes, no es aceptable que se enrede en un berenjenal de conjeturas y especulaciones que en nada tienen que ver con presupuestos de objetividad razonable. El tema de la anticipación, de la auscultación de posibles consecuencias, de "visualización de escenarios de futuro", también es objeto de discusión: Se ha preguntado en muchos ámbitos si el periodismo habría podido anticiparse a muchos sucesos y generar estrategias preventivas para evitar calamidades públicas, conflictos bélicos, actuaciones ilícitas, alteraciones del orden normal de la vida social, etc. Es probable que sí. Hace algún tiempo, Jean-Paul Marthoz, director europeo de información de Human Rights Watch, se refería a la responsabilidad periodística de comprender y hacer comprender y a que los periodistas "deben replantear" su papel: "Pueden limitarse a observar la realidad como lo requieren los criterios clásicos de la cobertura noticiosa, u optar por forjar la realidad, hacer campaña, hablar e insistir cuando la crisis no está de actualidad, cuando no ha contribuido con bastante furor y sangre a atraer a los camarógrafos". Es obvio que el viraje que se propone está lleno de riesgos. Sin renunciar a la tarea interpretativa, que incluye la conexión de los hechos reales y concretos con los antecedentes y las consecuencias y por consiguiente la utilización de métodos y técnicas de historia y futurología (que no de profecía), la verdad está en que los espectadores del panorama informativo le demandan al periodismo que, primero que todo, no se desvíe de unas coordenadas exactas de espacio y tiempo y no eluda la responsabilidad de ofrecer la versión de lo actual, de asumir su compromiso con el aquí y ahora. Sin el conocimiento de la realidad tal cual, son imposibles la comprensión histórica y el pronóstico atinado.


Otra inseguridad, la mediática

Por Juan José García Posada Hay otra inseguridad que se les suma a la inseguridad jurídica ocasionada por las incongruencias normativas, a la inseguridad ciudadana causada por las conductas ilícitas que afectan el derecho a la vida y los bienes, a la inseguridad política avivada por el juego de las contradicciones y de los intereses creados, a la inseguridad económica inducida por la variabilidad de los respectivos indicadores, a la inseguridad climática generada por la inestabilidad natural del trópico. Esa inseguridad adicional a las enunciadas es la inseguridad mediática. Cuando no se preserva la información pura y dura sino que se le mezclan otros ingredientes distractores, surge la inseguridad mediática. Es decir, cuando a un servicio informativo se le agregan la intención publicitaria, el componente de espectáculo, el comentario del periodista que desvirtúa el enfoque objetivo, entonces se afecta la credibilidad y se crea en el ciudadano lector, oyente o televidente, una sensación de desasosiego, de intriga, de desconfianza. La inseguridad mediática nace por la tendencia, auspiciada en algunos medios, a borrar la línea divisoria entre la información y el comentario: El presentador que emite personalísimos juicios de valor sobre el hecho acerca del cual informa, así sean dos o tres adjetivos calificativos, está creando ese tipo de inseguridad. También, el informador deportivo que suma a la crónica del partido sus alegrías y frustraciones de hincha. El ciudadano tiene derecho a que se le diferencie la noticia de la opinión, así como también es legítimo su reclamo de que al noticiero no se le interpolen notas de farándula o chismes del mundillo del espectáculo. De igual modo tiene por qué esperar que en el periódico se diferencie el servicio de información sobre las cuestiones de actualidad, del servicio publicitario de orientación hacia el consumo. Por observación personal y por comentarios de algunos lectores he notado que, en diferentes medios impresos, y no se excluye el periódico, en el diseño y la diagramación de los informes comerciales o empresariales no hay la suficiente claridad para el observador común y corriente sobre si se trata de trabajos de actualidad e interés público asociados de modo estricto a la agenda informativa, o de textos e ilustraciones de interés publicitario. Una o dos veces han aparecido notas que muestran a un periodista en actitud de promocionar una determinada marca de automóvil. También, es frecuente la colocación de avisos en espacios que interceptan, cortan o interrumpen la lectura.


Y en otras ocasiones la inseguridad mediática no se origina en los medios sino en las fuentes informativas, como cuando desde un gabinete o una oficina de prensa de carácter oficial (ayer, en un boletín de Metroseguridad) se anuncia que en la temporada de Semana Santa no habrá caravanas turísticas sino caravanas viales. ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras? Para el lector la respuesta no es del todo segura. En fin, sería una lista extensísima la que podría hacerse para mencionar ejemplos, leves o graves, de factores de inseguridad mediática. En la decisión y la acción consecuente de no permitir que a la información se le cuelguen arandelas, se le agreguen elementos que desdibujan, desvirtúan o degradan su calidad (muchas veces son elementos simples, casi invisibles o irrelevantes y, claro, otras veces sólo están en la imaginación o la suspicacia del lector), en ese comportamiento ético inflexible, que no acepta concesiones, está la clave para sostener la credibilidad y evitar la generación de estados de inseguridad mediática, tan inconvenientes para la estabilidad individual y colectiva como las otras inseguridades habituales que hacen cada vez menos soportable el ecosistema social. Cartas al Defensor Un titular de apertura Varios lectores coincidieron en preguntar el porqué del despliegue asignado en la primera página del pasado martes a la noticia sobre el futuro de la empresa Leonisa. El lector Joaquín Jaramillo, desde Armenia, escribió así: Señor Defensor: Como paisa del Viejo Caldas me complace saber que la empresa Leonisa aseguró su futuro. Cómo nos alegramos en esta región de que siga su marcha una empresa de gente emprendedora y honesta como los señores Urreas, muy conocidos en épocas anteriores por su laboriosidad y honradez en el Quindío. Sin embargo, como lector frecuente del periódico (quisiera serlo de todos los días, pero no siempre llega cumplido a esta ciudad), me asalta una duda: Era tan importante la noticia como para encabezar la primera plana de la edición del martes, por encima de otros hechos? Quisiera me explicaran qué motivos hay para calificar con la máxima nota una información sobre las otras del día. Atento servidor, Joaquín Jaramillo L. Justificación periodística El Defensor solicitó un concepto sobre el tema en la Jefatura de Redacción del periódico, para escribirles una respuesta fundamentada al señor Jaramillo y a los demás lectores. El periodista Víctor León Zuluaga justificó la localización de la noticia en la parte superior de la primera página porque se trata de un hecho que marca el destino de una de las empresas más importantes del país, que se distingue por la creación de empleo y la proyección nacional e internacional. Dijo que en el campo económico ha sido, con la referente al cambio en Avianca, la más importante en muchos meses. Explicó también cómo en la Redacción se procede a seleccionar los hechos sobresalientes de cada día, se hace una valoración de su importancia, se define la agenda informativa de la jornada y se establece, en reunión vespertina de cierre en la que participan los editores, cómo se organiza la primera página. Se trata de una decisión colectiva, a la que se llega por consenso. Se escogen no sólo las


noticias sino también las fotografías. Y cada medio tiene su propio estilo para valorar y jerarquizar las noticias. Concepto del Defensor Aquí se retoma el asunto nuclear de la decisión editorial, que, en cuanto atañe a la definición de las noticias de primera página, corresponde a una deliberación colegiada y a un acuerdo por consenso, que es puesto a la consideración de la instancia superior en la jerarquía, es decir de la Dirección. Los motivos expuestos para escoger la noticia que marca el futuro de la empresa Leonisa son razonables. Además de la importancia obvia del hecho, de una lectura comparativa de las otras noticias de primera página puede deducirse que ésa era, en realidad, la más destacable en la jornada. Si hubiera habido otro hecho de más impacto, es seguro que el planteamiento de la portada habría cambiado, como suele suceder cuando en el curso de la noche sobreviene algún acontecimiento que deroga la decisión tomada en la reunión de cierre. En la decisión editorial, en un periódico se aplican diversos criterios, entre los que está el interés público. Hay lectores que se extrañan cuando la noticia de apertura no es una mala noticia y se contradice el aforismo equivocado según el cual "las buenas noticias son las malas noticias". Es muy probable (y aquí está viéndose) que para los lectores de otras ciudades o regiones no sea fácil aceptar la valoración hecha, porque difiere de la que exhiben los otros medios. Este es un ejemplo de suceso positivo que tiene afortunada preponderancia sobre los demás. Así mismo, es una muestra de cómo los medios periodísticos y en particular los periódicos pueden romper la monótona uniformidad inducida por la radio y la televisión y dejar constancia de que toman la iniciativa para afirmar su sello propio de identidad, su estilo y su carácter.


Si falla la prudencia... Por Juan José García Posada Con todo y la claridad, la franqueza y el valor civil y las demás cualidades y actitudes que deben ser propias del buen periodismo, la prudencia bien entendida y mejor practicada es una condición necesaria para asegurar que determinadas noticias no les infieran daño a las personas ni ocasionen efectos contrarios a los que se pretende conseguir al velar por el derecho a la información. El lector Jairo A. Ossa Posada, quien escribe desde jossa@sofasa.com.co, declara su inconformidad por la información publicada el domingo 3 de abril, referida al trágico suceso protagonizado por su hermano, que se lanzó con dos hijos pequeños a la carrilera del Metro. De la carta reproduzco apartes esenciales: "Mi protesta (dice) no va en sí contra la noticia, porque esto fue una realidad, sino más bien contra la argumentación que allí se dio". Se queja de imprecisiones en la información: Por ejemplo, dice que no es cierto que su hermano hubiera tenido comportamientos agresivos en los días previos al hecho. Luego critica el amarillismo periodístico y la falta de consulta de fuentes fiables y afirma que su hermano quiso "sentar un precedente con las instituciones del Gobierno, como Bienestar Familiar, para que ayuden a gestar en realidad leyes que apoyen a los buenos papás, como lo menciona en su nota de despedida?" El Redactor y autor de la información, el Editor del Área Metro y el Jefe de Redacción enviaron al Defensor del Lector esta explicación escrita en forma conjunta: 1. Si bien el periódico se abstiene de publicar noticias sobre suicidios, para evitar que el ejemplo cunda dado su carácter social contagioso, en lo que se refiere al hecho protagonizado por el señor Ossa Posada, donde incluso en la nota no se menciona la palabra suicidio ni suicida, lo más relevante desde el punto de vista noticioso y que lo convirtió en un asunto de interés general, fue el homicidio y el intento de homicidio registrados, al arrojarse a la vía férrea con sus dos pequeños hijos, de 3 y 5 años. 2. Esta situación así descrita copó la atención de todos los medios de comunicación nacionales, pues se comprende también lo tremendamente insólito y cruel de ese proceder sin atenuantes, pues no se puede justificar desde ningún punto de vista, y menos pretender que con él se sentaba un precedente para reformar la legislación en torno a la patria potestad de los menores. 3. En cuanto al reclamo de su hermano, por la afirmación del periodista de que Ossa Posada había mostrado comportamientos agresivos, más allá de que


estos quedan en evidencia contundente por el resultado de su acción, ese testimonio surge de una conversación con un familiar de la madre de los niños. 4. La información no pretendió, en ningún momento, calificar el hecho y el periodista se limita a narrar lo sucedido, con base en declaraciones de autoridades y testigos. 5. El periodista estuvo presente en el lugar de los hechos quince minutos después de ocurrido el lamentable suceso, de manera que entró en contacto directo con quienes estaban en la plataforma y en el vagón. 6. Ese mismo día, el periodista habría querido comunicarse con los familiares de Ossa Posada, pero lamentablemente ni las autoridades tenían información sobre ellos. Lo único que se conocía de él, por un carné del Seguro, era su identidad. 7. El periodista nunca tuvo conocimiento sobre la existencia de una carta del finado. Por ello no se hizo mención de ella ni de las causas, que ahora se aducen para justificar su conducta. 8. La nota es meramente informativa y en ningún momento pretendió juzgar la conducta de Ossa Posada ni el periodista incluye en ella ningún juicio de valor propio, pues nunca tuvo la intención de infligir más daños a la familia. Como Defensor conceptúo que, aunque es justificable la publicación de la noticia por consideración del interés público, debió presentarse con un tono y un despliegue moderados, sin incurrir en dramatismo innecesario en el relato y en la descripción de los detalles. Es aceptable la respuesta al reclamo del lector sobre la referencia a los móviles y motivos del hecho. Pero no es convincente la explicación sobre la mayor relevancia del homicidio comparado con el suicidio: Hubo un homicidio agravado (como filicidio), pero es evidente que el autor fue un suicida. El Manual de Estilo del periódico dice que "El Colombiano tratará con máxima delicadeza y prudencia los casos de suicidio, por consideración con la propia persona, para con los sentimientos de su familia y para con la sociedad, a la que se debe evitar el riesgo de que, por imitación, se ponga en peligro la vida de las personas". Creo que en la información del caso faltó la "máxima prudencia" que preceptúan las normas internas del periódico y que debe aplicarse en todos los casos, trátese de quien se tratare y sin excepción alguna. En este punto identifico una falla. Así muchos otros medios periodísticos le den amplio despliegue a un hecho de esta naturaleza, sobre el interés público prima el criterio de evitar la afectación de la vida o la integridad de otras personas por el peligroso y comprobado efecto de imitación que se desprende de un suicidio. Cartas al Defensor Objeta las fotos de Archivo Varios lectores han escrito sobre la utilización de imágenes de archivo en


diferentes secciones de El Colombiano. Asocian esa práctica con la que es común en noticieros de televisión. Uno de los mensajes es el de la lectora Luisa Posada, quien escribe desde luisaposada@hotmail.com y dice que "sería muy interesante que los periodistas deportivos actualizaran las fotos de los deportistas a los que se hace una nota" y añade que "por ejemplo en la publicación realizada al atleta Diego Colorado en El Colombiano del miércoles 27 de abril de 2005, bajo el título "Colorado se la veló a los ecuatorianos", se comenta que dejó las filas del equipo Porvenir y que está corriendo por cuenta propia, más sin embargo no encontraron otra foto que poner sino una en la que aparece como Porvenir". Y concluye así: "Yo pienso que se debe ser más responsable con los lectores y tener en cuenta estos detalles?" No siempre es fácil actualizar En la sección deportiva del periódico, el periodista Wilson Díaz dijo que no siempre es fácil actualizar las fotografías de los deportistas, más todavía cuando practican deportes que no son tan populares y masivos como sucede con el atletismo de fondo, en el cual es figura sobresaliente Diego Colorado. En realidad se trata de un atleta representativo y es antioqueño, pero cuando se decidió la publicación de la noticia hubo que acudir al Archivo fotográfico para ilustrarla. Con todo, aceptó como positiva la sugerencia de la lectora y afirmó que en la medida de lo posible se trata de tener las fotografías actualizadas. Concepto del Defensor El caso planteado es muy frecuente. La explicación del periodista deportivo, como las de otros integrantes de la Redacción, es razonable. Hay ocasiones en las cuales no es posible localizar al protagonista de la noticia para acompañarla con su fotografía y por lo tanto se utiliza el recurso del Archivo. Esto supone que puede incurrirse en errores, como el que anota la lectora y como otros que muestran a personas que han tenido cambios en el paisaje facial (barba, bigote, anteojos, etc.) pero siguen apareciendo con la misma fotografía que los hace casi irreconocibles en la actualidad. Que aparezcan algunas fotos de archivo en una edición es normal en cualquier periódico del mundo. Hay personajes que se mantienen en el primer plano de la actualidad informativa y a quienes, no obstante, no es posible fotografiar día tras día y hora tras hora para imprimir sus últimas imágenes. Pero lo que no es deseable es que haya una proporción tan alta que el lector pueda extrañar la ausencia de producción fotográfica nueva. Así, por ejemplo, en la misma edición del miércoles a la que ha hecho referencia la lectora, aparecieron por lo menos 16 fotos de archivo y de cortesía, en distintas secciones de las 36 páginas. La recurrencia a fotos que ya han sido publicadas en días, meses o años anteriores les resta frescura y novedad a los contenidos. A veces, también, da lugar a situaciones incómodas, más graves que las anotadas. Hace algunos días, el Defensor le comunicó una inquietud similar a un miembro de la Redacción: Es posible que varias secciones coincidan por la falta de fotos actualizadas y por consiguiente se haga notoria la falla. Pero no parece que sea lo normal. Por lo regular, el equipo de reporteros gráficos está desarrollando una actividad constante para evitar esas situaciones.


Una infracción piadosa

Por Juan José García Posada En el periodismo, un pecado venial puede ser una mentira piadosa. Por ejemplo, dar por cumplido un hecho que sólo está por efectuarse en el límite de la hora del cierre de edición, para evitar que la edición salga incompleta o desactualizada. Se trata de una desviación del llamado periodismo de anticipación. Hay dos riesgos que pueden correrse por ese afán de no quedar en desventaja en la competencia por la difusión de la noticia con sensación de oportunidad: El primero, que de súbito se altere, suspenda, interrumpa o cancele el evento que se daba por seguro. El segundo, que, así el hecho se cumpla como se había previsto, algún lector perspicaz aplique su capacidad dubitativa, haga sus cálculos y concluya que en el instante de tomar la decisión de publicar la información anticipada no había en la Sala de Redacción la plena seguridad de que la noticia fuera a resultar verídica, así el acto estuviera programado con el máximo de rigor y exactitud. Varios lectores han criticado la forma heteróclita empleada en el periodismo para referirse (con anticipación) a situaciones esperadas, prometidas, anunciadas o programadas. Un caso concreto es el que ha planteado el lector Carlos Mario Villegas Henao. En extensa carta al Defensor critica el titular del día domingo 24 de abril, que dice: El Papa fue consagrado. Dice que la ceremonia de consagración del nuevo Pontífice sí se realizó ese domingo, pero no podía haber ocurrido antes de la hora de cierre de la edición dominical del periódico. En uno de los apartes del mensaje, el lector dice: "Uno sabe, cuando comienza a leer un periódico cualquiera, que las noticias que en él aparecen son acerca de eventos pasados (del día anterior, hacia atrás), o anuncian eventos que supuestamente van a suceder ese día, o posteriores (sin usar verbos en pasado). Pero al cierre de la edición no pueden dar por hecho algo que aún no ha sucedido. Para enterarnos, paso a paso, de lo que sucede hoy mismo, existen la televisión, la radio, la Internet, y hasta el teléfono. La prensa es para uno enterarse mañana de los detalles que uno no captó hoy de la noticia, cuando la misma fue difundida en vivo y en directo. Cualquier persona que desprevenidamente hubiese leído dicho titular el día domingo, inmediatamente habrá supuesto que la ceremonia de consagración del nuevo Papa fue el día anterior, sábado, y no ese mismo domingo; y que Uribe, efectivamente, asistió a dicho evento".


Expuse el tema a la Jefatura de Redacción y el periodista Wilson Daza respondió así: "Para el caso que expone el lector, debo decir que fue una decisión consultada con toda la mesa de redacción que hacía conmigo el cierre ese día. Esperamos hasta último momento para incluir todo lo que las agencias traían al respecto y salir lo más actualizados que fuera posible. Si no salíamos al día siguiente con esa información, obvia además, que todas las agencias ya habían replicado, pues es un rito escrito y conocido dentro de la liturgia católica, en el que lo más extraño es que hubiese ocurrido algo fuera de lo normal, habríamos salido, por la diferencia horaria, dos días después con esa información, muy tarde. Finalmente, debo asegurarle que nada de lo que se publicó se aleja de la realidad de lo que pasó". En buena parte de las actividades humanas, incluido el periodismo, puede tener justificación una razonable audacia. A veces hay que jugársela toda por una expectativa, pero esta seguirá siendo incierta mientras el hecho esperado no alcance a consumarse. Por consiguiente, no es aceptable emplear el verbo en pasado, sino en futuro. De la audacia puede pasarse en un abrir y cerrar de ojos a la temeridad. ¿Qué estaría diciéndose si a última hora, con la edición en la calle, hubiera sobrevenido un inconveniente, un repentino aplazamiento de la consagración del Papa? En el caso expuesto queda a la vista un pecado venial, casi una mentira piadosa en el sentido preciso. Venial y piadosa y todo, no deja de ser una infracción. Cartas al Defensor Víctima de marcha obrera El lector Honorio Fontalvo, quien escribe desde Bogotá, dice que no entiende "por qué los medios culpan a toda una institución, Policía Nacional, por la muerte de un niño golpeado en la marcha del primero de mayo en la capital". Se queja porque en El Colombiano del sábado 7 de mayo, en la página 8ª, aparece la foto del Director de la Policía, General Jorge Daniel Castro, debajo del titular que dice que murió niño golpeado en marcha obrera, como si el responsable del homicidio hubiera sido el general Castro. El lector expone algunas opiniones sobre el necesario respeto a la fuerza pública y otros temas. El General dio la cara El Editor de Nación Hoy, periodista José Guillermo Palacio, dijo que se publicó la foto del Director de la Policía, General Jorge Daniel Castro, porque dio la cara al deplorar el suceso y anunciar que se investigará el hecho, porque la Policía está abierta a esas indagaciones. Advirtió que de ningún modo se tuvo la pretensión de culpar al oficial superior. Además, no fue sólo en El Colombiano donde apareció el alto oficial, pues sobre el tema habló ante las cámaras de varios noticieros de televisión y por la radio. Concepto del Defensor Cada lector lee el periódico de acuerdo con su particular y respetable modo de ver la vida y de interpretar la realidad. La explicación del periodista es clara y precisa. No hay que buscar un lenguaje sobreentendido en la información. No hubo intención de hacerle daño al prestigio de la institución policial, ni al de su Director. Pero no obstante esa explicación, el lector que ha escrito y quizás otros sí pueden asociar el titular ("Murió niño golpeado en marcha obrera") con la foto del Director de la Policía. He ahí uno de los riesgos que pueden correrse y que deben motivar a observar el mayor cuidado para evitar, hasta donde sea posible, interpretaciones inapropiadas o


presunciones de que hubo algún sesgo en la información. Ahora, lo que debe esperarse es que, en atención a lo anunciado por el Director de la Policía, en esta semana se conozcan los resultados de la investigación y que se informe sobre ellos. Vattimo no vino El lector Samuel Herrera escribe para reclamar "porque no hay derecho a que en un periódico tan importante como El Colombiano no haya salido ni una sola línea sobre las conferencias del filósofo Gianni Vattimo en Medellín en días pasados". Dice que "en cambio, en El Eafitense, publicación de la Universidad Eafit en edición de mayo, sí se informa que en la Cátedra Eafit intervino Gianni Vattimo, el filósofo italiano cuya conferencia, Ética y Política en la sociedad contemporánea, dejó ver su lado de escritor y al político que ha sido miembro del Partido Radical y los Demócratas de Izquierda en el Parlamento Europeo". El Defensor le responde al lector que el filósofo Gianni Vattimo canceló su visita a Medellín. Su conferencia quedó aplazada. Así lo informó el periódico en una nota de hace dos semanas. Lo que no corresponde a la realidad es la noticia que salió en la publicación universitaria que menciona.


Gloria y miseria del anonimato

Por Juan José García Posada No es unánime el aplauso de los estadinenses al señor Mark Felt, ex subdirector del FBI, ex informante secreto de los reporteros históricos Woodward y Bernstein que detonaron el escándalo Watergate y desentrañaron los manejos torticeros del poder desde el gobierno de Nixon. A la edad envidiable de los 91 años, Felt decidió revelar que él había sido el misterioso Garganta Profunda y le puso fin a uno de los secretos periodísticos más bien guardados de los últimos tres decenios. Para unos, se trata de un anciano heroico. Para otros, de un individuo que fue desleal a sus jerarquías. Sólo su conciencia le dirá si obró como un patriota o como un villano. Es su problema. Y la protección de la identidad de Felt, en esta situación extrema de reserva de la fuente informativa, no tiene por qué ser entonces el problema de los dos periodistas ni del celebérrimo editor Ben Bradlee. No lo ha sido en todo este tiempo. Sobre todo, porque a lo largo de las indagaciones que al final causaron la estruendosa caída de Nixon se salvaguardó lo esencial: La calidad de los datos, la veracidad de los elementos que permitieron armar las historias que en realidad partieron en dos la historia del periodismo investigativo y elevaron al clímax la tensión entre el poder de la Casa Blanca y el contrapoder de la prensa. Varios lectores me sugirieron que escribiera sobre el tema. Está bien, aunque no es posible hacer una interpretación completa, sino aportar algunas claves de comprensión, en los límites estrechos de esta columna. En primer término, puede considerarse que se trata de un caso paradigmático de fidelidad periodística a la fuente que opta por mantener la reserva. ¿Qué es la fuente? El Diccionario de la RAE ofrece una definición ajustada incluso a la terminología del periodismo: "Confidencias, declaraciones o documentos que sirven de base para la elaboración de una noticia o reportaje periodístico. ...Personas que emiten esas declaraciones". La confidencialidad es una condición discrecional de fuente y periodista: Los dos reporteros llegaron a ese acuerdo con Mark Felt (Garganta Profunda, en los textos) para mantener la reserva. Pero si Woodward, Bernstein y Bradlee no lo hubieran identificado, para su rigurosa y sigilosa utilización interna, habrían basado los datos en un informador incierto, desconocido, que no podía brindar ni la más mínima confianza, ni credibilidad segura. Como lo esencial era también la calidad de la información (la veracidad de los


datos proporcionados por Garganta Profunda), dependía entonces de los mismos periodistas la definición en conciencia sobre si le creían o no a Felt. En este sentido, el periodista debe obrar como el historiador, para quien lo que de verdad importa es la calidad de la información, del dato, del documento, de la versión, más que el tipo de calificación moral que merezca la fuente, o cuál sea su intención, si ha albergado sentimientos de rencor o frustración hacia sus superiores. Todo por la primacía del interés y el derecho de los lectores y de los ciudadanos en general a estar informados. ¿Cuál fue la motivación de Felt para convertirse en informador subrepticio? Es probable que nunca se conozca la respuesta exacta. Es y seguirá siendo un asunto íntimo de su conciencia. No lo es, en cambio, para los periodistas y su periódico: Los datos fueron ciertos. Los dos reporteros y el editor, así como The Washington Post, publicaron informaciones de cuya veracidad no hay duda. Y guardaron siempre el secreto, con lealtad y seriedad plausibles, hasta cuando el mismo Felt decidió divulgarlo. Para los periodistas, la gloria. Para Garganta Profunda, la dulce y amarga mixtura de gloria y miseria del anonimato. Cartas al Defensor El Día del No Fumador El lector Gonzalo Montoya (gonzalomon431@yahoo.es) se extrañó porque el 31 de mayo, cuando se celebra el llamado Día Mundial sin Tabaco, no encontró en El Colombiano "un artículo en que se haga alusión a ese acontecimiento que me parece de mucho interés para la comunidad". Sólo salió en Qué hacer en Medellín una nota en la que se anunció una caminata organizada por Medicáncer y auspiciada por algunas empresas. Pregunta si al periódico no le merece importancia alguna esa celebración. Un descuido en Redacción En la Redacción, la periodista que tenía a su cargo atribuyó la falla a un descuido. "En la reunión previa para definir los temas estaba anunciada la publicación para el 31 de mayo (dijo), pero a última hora fue necesario modificar la información, que sólo quedó reseñada en la columna de qué hacer, como bien lo menciona el lector, y en la vitrina de la sección de Vida y Sociedad". Agregó que "al día siguiente incluimos algo, aunque no en la dimensión que seguramente esperaba el lector. Pero la ausencia de la publicación no se debe a un desinterés por el tema, porque en años anteriores le hemos dado el despliegue que amerita la ocasión. En algunas oportunidades, por fuera del Día Mundial, hemos trabajado informes especiales sobre los efectos del tabaquismo y las 25 enfermedades asociadas a este problema". Las fechas en internet Desde San Diego, California, escribe Annie Mendoza (a1mendoz@ucsd.edu) para decir: "Hola. Soy lectora de El Colombiano en internet diariamente y muchas veces utilizo los artículos que salen como parte de mis investigaciones y escritos doctorales acá en la Universidad de California, San Diego, USA. Sería muy útil saber las fechas originales de los artículos que se pueden encontrar en sus archivos. O sea, que al leer un artículo que uno busca, ahora no se puede saber a través de la página Internet cuál es la fecha original en que salió. Todo lo demás de Terra Colombiana/El Colombiano online es buenísimo y les felicito por el alto nivel de periodismo que mantienen".


Hernán Moreno Mora, de Medios Electrónicos, le responde, a instancias del Defensor: "La lectora tiene razón. Al ver un artículo, no se ve la fecha de publicación. Estamos haciendo una modificación al software para que pueda verse". Concepto del Defensor En el primer caso (el Día del No Fumador), para el Defensor del Lector es evidente que hubo un descuido. La explicación de la periodista es satisfactoria. Es cierto, además, que hay circunstancias que influyen en la omisión de fechas importantes del calendario: La edición del 31 se preparó un lunes de puente. La gente (incluidos los periodistas) suele confundirse al comenzar una semana más corta. Al Defensor se le hizo notar este hecho: En la Redacción hay muy pocos fumadores, que utilizan una zona reservada para no contaminar. Para todos la mayoría de los periodistas todos los días del año son del no fumador. Sobre el segundo tema: El mensaje sobre la falta de las fechas originales de los artículos consultados en la edición en internet muestra cómo cada día hasta en lugares muy distantes hay lectores exigentes que sorprenden por sus reclamos. Parece que la falla no había sido detectada antes. Gracias al pertinente llamado de atención de la lectora Annie Mendoza está buscándose un correctivo. Quejarse en términos respetuosos hasta por detalles como el mencionado es un derecho de los lectores y una aportación eficiente a que el periódico efectúe las necesarias acciones de mejoramiento en procura de una calidad constante en presentación y contenidos.


La ponderación saludable

Por Juan José García Posada Un lector escribió al Defensor para quejarse porque, según él, no se publicó la noticia sobre la condena al Hospital de San Vicente a pagarle indemnización a un ciudadano lesionado por un error médico. Firma como David Velilla (dvelilla@hotmail.com) y cuestiona en el comienzo de su reclamo la eficacia de la tarea del Defensor del Lector, con apreciaciones que por el momento no es necesario discutir, puesto que no apuntan al objetivo central de la carta, en la cual dice más adelante: "No es posible que nos oculten la noticia que lamentablemente conocimos sobre una condena al Hospital de San Vicente, del que tan orgullozos (sic) vivimos los antioqueños. El hecho fue noticia en cuanto medio radial o televisivo pudieron ver u oír los colombianos ayer. Las cosas no dejan de ocurrir porque no las registre El Colombiano, ese modo de actuar da pié a que se piense que los antioqueños no conocemos sino de nuestras maravillas y ocultamos nuestras desdichas. De un transplante (sic) suele dar amplia información el periódico. No encontrar esa noticia hoy, me hizo pensar lo que le comento, y me parece el típico provincialismo del que se nos señala". En primer término, la noticia no fue omitida. No salió el jueves, pero se publicó ayer viernes, en la página 8A y en la sección Vuelta al País, tanto en la edición impresa como en la de internet, con este titular: Condena de la Corte por error médico. Lo que no debía hacerse (y no se hizo) era anticiparse a presentar sólo la versión de la Corte Suprema y excluir la del Hospital. Se justifica aplazar la publicación de una noticia mientras se garantiza la diversidad de puntos de vista en torno al hecho, para que no se trate de una verdad incompleta o a medias. Pude establecer que al conocerse la noticia en la Redacción hubo una


deliberación sobre si se publicaba y en qué condiciones. Se concluyó que no tenía por qué ocultarse, pero que lo equitativo era averiguar por la posición corporativa del Hospital. De igual modo he sabido que se tomó la decisión de informar sin generar un escándalo ni dar lugar a especulaciones y conjeturas que podrían ocasionar alarma o reacciones de miedo en la comunidad de los pacientes del Hospital y causarle detrimento al prestigio de la institución. Así mismo, quedó en pie la posibilidad de efectuar un trabajo periodístico de fondo sobre el problema de los errores médicos. Un error médico, así pueda comprometer a todos los miembros del equipo que participen en una acción clínica o quirúrgica de acuerdo con jurisprudencia reciente, no tiene por qué llegar a catalogarse como signo de fallas institucionales sostenidas y manifiestas. Sigue siendo un caso insular mientras no se compruebe que se multiplica hasta convertirse en mal general. Más todavía, un solo error no puede pesar más que centenares de aciertos como los que, en efecto, ha conseguido el Hospital en distintas épocas. La sanción judicial de la infracción objetiva tiene una motivación, una causa y una finalidad retributiva precisas y determinadas y no debe ocasionarle daño adicional al buen nombre de la entidad hospitalaria, porque sobrepasaría el ámbito de aplicación de la acción jurisdiccional. Del mismo modo, la información correspondiente debe ajustarse a esas proporciones: Así como no sería aceptable la extralimitación de la justicia, tampoco puede serlo la de un medio periodístico al registrar la información sobre el caso. De ahí que la presentación de la noticia deba hacerse con sentido de la ponderación. Maximizarla comportaría un abuso. Lo que sí es pertinente es proyectar una tarea periodística de investigación en profundidad sobre el tema hasta ahora etéreo de los errores médicos y hospitalarios: ¿Son escasos o se cometen con frecuencia en clínicas y hospitales y centros de salud? ¿Cómo operan los tribunales de ética y hasta dónde llega su competencia? ¿Hay fallas de competencia formativa en las facultades de Medicina? ¿Cómo se previenen y minimizan riesgos? ¿Cuáles son las responsabilidades de los transgresores y cuáles los derechos de los pacientes o de los familiares? ¿Qué normas de la legislación colombiana pueden invocarse? Esas y muchas otras cuestiones permitirían afrontar con claridad y transparencia y con criterio responsable un asunto que suele tratarse de modo eufemístico y a la chita callando, aunque es de evidente interés público. Cartas al Defensor Miedo en la Regional La lectora Amelia Botero escribe para pedir que el periódico "haga una fuerte campaña contra el exceso de velocidad en Medellín, especialmente en una vía


peligrosa como la Regional, donde los conductores particulares manejamos empavorecidos, con el miedo de ser colisionados por un bus o un camión en cualquier momento". "El periódico El Colombiano (dice) es muy acatado y puede ayudarnos poderosamente a los ciudadanos a andar con menos zozobra y temer menos a que nos embista cualquier imprudente que convierte el automotor en un arma mortífera. También puede ayudarles a las autoridades a reaccionar". Se ha hecho insistencia Sobre el tema, el Editor del área de Antioquia y Metropolitana dijo que se han publicado notas insistentes con recomendaciones a los usuarios para que tengan prudencia y conduzcan a velocidad moderada por esa vía. En la Redacción se aclaró también que el periódico no ha omitido informaciones de tipo educativo sobre el tránsito y el transporte y el tránsito moderado por vías de alto riesgo y de accidentalidad constante, como la Regional. Concepto del Defensor Primero, es preciso aclarar que el mensaje de la lectora llegó a la dirección electrónica del Defensor del Lector el día martes 7 de junio y el volcamiento de un bus en la vía Regional de Medellín ocurrió el miércoles 8, como consta en la información publicada ayer, jueves 9. El nuevo accidente confirma la pertinencia de la solicitud de la lectora. La siniestralidad en esa avenida que atraviesa el Valle del Aburrá de Sur a Norte es crónica. Del exceso de velocidad, la temeridad y la imprudencia de muchos conductores hemos tratado en esta misma columna, en atención a reclamos que han hecho varios lectores, en términos similares a los de la carta en referencia. Es cierto que el periódico ha sido insistente en la recomendación de control por parte de las autoridades y de prudencia por parte de los conductores. Pero las campañas que se efectúen tienen un factor en contra, entre otros: Muchos de los usuarios de la Regional son viajeros que no son ni de Medellín ni de los municipios vecinos. Sólo cruzan la ciudad rumbo a la Costa Atlántica o el Occidente colombiano. No les llegan las exhortaciones al civismo y la prudencia. No diferencian entre una autopista y una simple calle ancha, como la Regional, en la cual el límite de velocidad debería ser, sin flexibilidad alguna, de 50 o 60 kilómetros por hora. Ante un problema continuo y hasta ahora sin solución como el de la accidentalidad en la Regional, que está ocasionando un estado anormal de grave inseguridad vial, se pone a prueba la capacidad de promoción, convocación y persuasión del periodismo con orientación cívica y de servicio a la comunidad local. Así como se planean e instrumentan otras campañas de interés público en colaboración con otros medios periodísticos y con las autoridades competentes (en campos como la educación, la salud, el deporte, etc.), podría emprenderse una dirigida a formar actitudes de moderación entre los conductores y erradicar la peligrosa manía del exceso de velocidad, tanto en la Regional como en las otras vías: Podría incluir no sólo una intensa y constante difusión con eslóganes convincentes, sino también la ilustración permanente sobre las normas de regulación, las sanciones a que se hacen acreedores quienes las infrinjan (y las autoridades que no cumplan con su deber) y el sentido moral y de ética civil que tiene respetar la seguridad y la integridad propias y ajenas.


La vida no es un partido de fútbol

Por Juan José García Posada ¿Es desproporcionada la información sobre el fútbol, como dice un lector? ¿No guarda equilibrio frente a las demás áreas de interés y actualidad? ¿De verdad se distorsiona la realidad al crear la sensación de que el mundo se parece a un balón, la vida es un partido continuo y la ciudad es un campo de juego? La novela más reciente del filósofo y escritor Fernando Savater, El gran laberinto, discurre en un estadio en el que se representa un partido interminable presenciado por espectadores que permanecen en las tribunas durante semanas. La obra encierra la protesta del autor "por la excesiva presencia del fútbol en nuestras vidas". Para algunos lectores, todos los días se pasa en este país de la pesadilla literaria a la real. ¿Exageran ellos y Savater al expresar su repulsa al fútbol? En el caso particular de El Colombiano, desde la Redacción se defiende el despliegue asignado al que se considera como el más popular de todos los deportes en Colombia y en el mundo. La Editora de Deportes, Licenciada Esperanza Palacio, ha dicho que en el periódico el tratamiento al fútbol es "el adecuado", más todavía si en la actualidad se efectúan las jornadas finales del torneo y si el fútbol es un deporte globalizado: Por ejemplo, los lectores y aficionados se informan de modo suficiente sobre los campeonatos nacionales o los de Europa y pueden hablar de todos ellos con gran propiedad. Se ha argumentado también en la Redacción que no obstante la amplia difusión de los encuentros futboleros no se descuida la divulgación de otros deportes, así como las demás secciones siguen informando sobre el acontecer diario sin limitaciones distintas de las razonables. Y se ha defendido una vez más la idea de que el fútbol y los otros deportes, así como los hechos del espectáculo y la cultura componen un bálsamo que alivia en esta época de tremendos impactos noticiosos. A veces, es cierto, se maximiza la información gráfica: Aparecen fotografías de grandes proporciones que nunca se publicarían en otras secciones. Esto puede justificarse por el dinamismo y la emoción que transmiten las imágenes deportivas.


Pero en general las quejas expuestas por algunos lectores sobre la desproporción del tratamiento periodístico al fútbol en este diario pueden ser así mismo desproporcionadas. En lo cuantitativo, el espacio del balompié es, como dice la Editora de Deportes, el adecuado. Y en lo cualitativo, encuentro un valor agregado muy importante en el periodismo de fútbol y consiste en que se ha instituido un modelo de crítica, imitable en otras secciones en las cuales la tarea de Redacción se limita muchas veces a lo noticioso, lo narrativo y lo descriptivo, pero no se realizan actividades programadas y estables de análisis y formación de opinión sobre los temas respectivos. Guardadas las proporciones, si el esquema de crítica de fútbol se estableciera en otras áreas en las que hace falta señalar con franqueza las bondades y aciertos o las perversidades y desatinos de los hechos de actualidad y de sus protagonistas, se cualificaría mucho más el ejercicio periodístico. Muchas fallas pueden anotársele al periodismo de fútbol que se practica en los diferentes medios de comunicación (la radio y la televisión sí exageran, muchísimo más que los periódicos, en el despliegue y la intensidad con que tratan el balompié), pero no sería acertado afirmar que es acrítico. Todo lo contrario: De cada partido hay información previa con todos los detalles, cubrimiento en el lugar de los hechos y desde los más diversos ángulos y comentarios consecutivos en los que se califica el espectáculo en sus variadas facetas. Las objeciones de varios lectores pueden ser válidas en algunos casos, pero no como conclusiones sobre el comportamiento habitual de la sección deportiva en el tratamiento de un tema que, así mortifique o irrite a algunos, es de un interés evidente para una amplia audiencia. Lo recomendable es que no se pierdan la ponderación, el equilibrio en los juicios y la prudencia, porque, al fin y al cabo, la vida no es un partido de fútbol ni el fútbol es lo más serio y trascendental que pueda sucederle a una sociedad. Es un juego, atractivo, emocionante, pero nada más ni nada menos que un juego. Cartas al Defensor Mensajes sin pertinencia Entre los numerosos mensajes que recibe el Defensor del Lector, en su mayor parte por medio del correo electrónico, aparecen algunos carentes de pertinencia. No son pocos. De ahí que sea oportuno hacer hoy unas breves consideraciones sobre el tema. Una lectora escribió ayer jueves para quejarse porque esperaba una encomienda que le anunciaron desde Estados Unidos. Averiguó en la empresa transportadora y descubrió que el paquete había sido entregado a un destinatario distinto y nadie le daba razón de la suerte que había corrido. Un lector escribe otra vez (lo hace con frecuencia) para quejarse porque a él y a otros jóvenes, visitantes asiduos del Parque Lleras, en El Poblado, los asedian las autoridades, dice, y no les permiten reunirse después de la media noche. Otro lector escribe desde Panamá y dice: "Estoy buscando información de


personas que se han deportado de Panamá, pero que en migración les cobraron con la idea de darles salida controlada, para dizque regresar después. Cuando regresan a Panamá, aparecen como deportados en la computadora y los devuelven para Colombia inmediatamente. Esto es para un caso legal y denuncia de esta práctica". Otro ciudadano se queja porque un cajero electrónico instalado cerca de su residencia falla cinco de cada diez veces que necesita hacer retiros. Otra lectora insiste en el tema, ya tratado en otra ocasión, de los anuncios sobre empleo, para decir que varias veces ha llamado a los teléfonos indicados y ha comprobado que los oficios que en realidad hay disponibles son muy distintos de los ofrecidos. Y otro lector escribe para pedir que el administrador de la unidad residencial donde vive le resuelva la petición de reparar el parqueadero, donde las filtraciones de agua deterioran la pintura de su automóvil. Si es necesario se trasladan Ninguno de esos mensajes (y de otros similares) tenían por qué llegarle al Defensor del Lector. No se refieren a casos de presunta infracción de normas del Manual de Estilo del periódico o de denegación del Derecho a la Información, ni a fallas que pueden afectar los derechos de los lectores. En la medida de lo posible, el Defensor los responde con una brevísima nota de recibo y, cuando en ellos se vislumbra algún interés periodístico, porque pueden contener una denuncia o motivar una indagación en la Redacción, los traslada al Editor respectivo o a la Jefatura de Redacción. Pero, con todo el respeto que merecen los lectores equivocados, el Defensor del Lector no tiene funciones de defensoría de los clientes, de los usuarios o de los derechos humanos. Tampoco es competente para examinar casos de otros medios de comunicación distintos de El Colombiano. Esta aclaración es necesaria, debido, como queda dicho, a la frecuencia con que llegan mensajes de la índole de los referidos. Frecuencia que, no obstante, es muy inferior a la de los mensajes dotados de pertinencia, que el Defensor responde tan pronto como tiene un concepto formado, con el ánimo de ayudar a que haya plena claridad sobre los temas propuestos. De estos, algunos se publican. En lo que respecta a notas insultantes, ultrajantes, escritas en términos denostadores (que no son muy frecuentes pero también llegan de tarde en tarde), el Defensor se limita, si lo juzga necesario, a decirles a los remitentes que han escrito en un lenguaje inaceptable por desobligante. Para ejercer el derecho a quejarse, a solicitar una aclaración, a exponer un motivo de inconformidad, de ningún modo es necesario acudir al argumento degradado de la ofensa.


Titular, dar en el blanco

Por Juan José García Posada Los titulares de primera página resumen la realidad actual de una ciudad y un mundo en tensión. Al mismo tiempo, titular implica, para el periodista responsable de esa labor, soportar una tensión parecida a la del arquero en los momentos previos al de lanzar la flecha hacia el objetivo. Un buen titular debe acertar en la diana, en el punto central del blanco de tiro. Un titular confuso, inexacto, eufemístico, es una falla que, si se multiplica y se prolonga, hace colapsar la estrategia informativa. Nunca la acción periodística será percibida ni evaluada en forma unánime por los lectores. Ante los titulares siempre habrá apreciaciones dispares. Lo fundamental está en que se logre mediante ellos la más amplia aceptación posible, para la cual deben cumplirse unas condiciones mínimas de precisión, claridad, veracidad y originalidad. Hay titulares que se conciben y elaboran con el ánimo de innovar. El Manual de Estilo dice: "Los titulares de El Colombiano tienen que incorporar un enfoque propio, que atraiga de nuevo al lector hacia un hecho que en realidad ya conoce". El martes 28 de este mes, la fotografía de primera página ilustrativa del volcamiento (mejor el vuelco, según el Diccionario) de un camión cisterna en el barrio Castilla, se tituló así: En Castilla la sacaron barata con el gas. Por el comentario, al Defensor, de un lector que encontró ese título confuso, el Jefe de Redacción, periodista Francisco Alberto Jaramillo, dijo que se quiso mostrar que el incidente habría podido ocasionar algo mucho más grave. "La sacó barata es una expresión popular. No se tituló en forma plana, como habría sido si se hubiera escrito Accidente en Castilla, o Se volcó un camión". Con todo, aunque es notorio que se tuvo el propósito de innovar, opino que algo falla si es necesario hacerle una explicación adicional a un lector para que pueda comprender el sentido de un titular como el del ejemplo. "La sacó barata" puede ser una expresión popular, pero su uso, frecuente en la jerigonza deportiva, tal vez no esté consolidado. Ayer al medio día, el lector Kevin Adrián Uribe escribió así (desde metalinox@cis.net.co): "Respetado Señor: En primer lugar, reciba mi saludo y mis felicitaciones por su encomiable labor. Aunque no es mi costumbre escribir este tipo de notas, sí estoy muy al tanto de todas aquellas que hacen los lectores de este delicioso vicio llamado El Colombiano. Mi inquietud es: En la primera página del día de hoy, leo textualmente: Mañana llega avión de Uribe. ¿Acaso fue su compra personal? ¿Acaso se le hizo traspaso de propiedad a su nombre? Este titular deja la sensación de un usufructo de poder de nuestro Presidente. ¿No habría sido más correcto algo así como: Mañana llega el avión presidencial, tal como aparece en el texto del asunto? Agradezco su tiempo y sus comentarios". El Jefe de Redacción dijo, a propósito, que el periódico se acogió a una tendencia tradicional y mundial: No es ni ofensivo ni incorrecto mencionar sólo los apellidos de


los personajes. Tampoco se quiso sugerir que llegara la nave personal del Presidente. Y es obvio, digo, que el jet por llegar no será de Uribe, pero sí estará a su disposición. Mientras el Presidente sea él, son inseparables el nombre y la investidura. La objeción del lector es lógica, en rigor. Se ajusta a una pura ortodoxia. Pero sucede que el lenguaje periodístico funciona con un margen razonable de heterodoxia y con una flexibilidad tales que se permiten la informalidad y la supresión de nominaciones protocolarias en textos y titulares. Se habla de flexibilidad: Ya la hay para la acomodación de titulares y para evitar hasta donde sea posible que sean telegráficos. En ocasión pasada se afirmó que a veces era forzoso sacrificar un buen título para ajustarlo a los estrictos límites del espacio y el tamaño de la fuente. Lo mismo podría deducirse en el caso del avión presidencial. El Editor Gráfico, periodista Wilson Daza, dijo que se ha discutido mucho sobre el tema y el problema no está en las cajas de diseño de las páginas: "Cuando es necesario, se modifican. Incluso se ha llegado a límites como el de bajar el tamaño a 30 puntos, para permitirles a los editores que escriban el título normal y completo. Eso sí, al Editor le corresponde buscar las palabras precisas, editar". El Jefe de Redacción expuso una opinión análoga. Sí se aclaró que sería una grave falla de diseño (así como de estética y de valoración informativa) incluir un titular muy reducido en lugar preeminente de la jerarquía noticiosa, para abrir página, por ejemplo. "El secreto de un buen título (dice el Manual de Estilo) es saber componer tres elementos: Dominar el contenido de la información, conocer el espacio asignado y tener una abundante riqueza de palabras". "Lo que sí estamos tratando es de hacer títulos muy informativos, pero en ningún momento planos o carentes de creatividad", dijo el Jefe de Redacción. La titulación corresponde al carácter propio de un periódico. Siempre estará en discusión, como lo están los textos y todo cuanto llegue al dominio público, porque se trata de un ejercicio propio del usufructo libre y responsable del derecho a la información. Titular es un arte en el cual no siempre es posible dar en el blanco, en la diana. Cartas al Defensor Errores de concordancia El lector Carlos Gaviria Zuluaga, Gazeta, escribe para indicar algunos errores de concordancia: Me permito adjuntarle una muestra de diferentes artículos publicados esta semana en el periódico, que me parece, tienen fallas de redacción (concordancia entre el sujeto y el verbo), aunque no estoy seguro de ello, por no ser experto en el tema. Comedidamente le solicito me ilustre al respecto: "Toda clase de públicos se dan cita en el gimnasio..." "Nuevamente el año anterior el conjunto de entidades locales, o sea departamentos y municipios, lograron un..."


"Un sistema constructivo de pantallas de concreto garantizan la protección..." "La mayoría de los políticos, solo piensan en sí mismos..." Cordialmente, Carlos Gaviria Zuluaga, -Gazeta-. Son evidentes Los errores detectados por el lector son evidentes. En la primera frase, con "toda clase de públicos" debe concordar "se da cita". En la segunda, "el conjunto de entidades locales" debe ajustarse con "logró un?". En la tercera, lo correcto es "garantiza la protección". En la cuarta, puede ser "sólo piensan en ellos mismos". En este último caso, prima el plural aunque lo más ortodoxo sería concordar en singular, como en los otros ejemplos. Cuando se pretende escribir como se habla es muy fácil caer en vicios, resabios e incorrecciones propios del habla común. El lenguaje periodístico debe ser funcional, sintonizado con el dinamismo de la vida diaria, pero no tanto como para legitimar los errores y descuidos del uso habitual de los hablantes. ¿Waltari, Nobel? El lector Joaquín G. Montoya P. escribe para decir que está leyendo el libro Sinuhe, de Mika Waltari, porque le llamó la atención el artículo publicado en la sección Ex libris, del Suplemento. "El libro (dice) es muy interesante, pero no puedo estar de acuerdo con su declaración: "En el texto de Waltari, Premio Nobel de Literatura 1988, hay una riqueza histórica tal, que Sinuhe fue el texto de obligada lectura en las instituciones educativas de Egipto". Aclara, en seguida, que el Premio Nobel de Literatura de 1988 fue el egipcio Naguib Mahfuz, "de quien ustedes publicaron elogiosos artículos en su momento". Tiene razón Tiene razón el señor Montoya. El Nobel de Literatura de 1988 fue, en realidad, el escritor egipcio Naguib Mahfuz. En cuanto a Mika Waltari, a menos que estén equivocadas las fuentes consultadas y la memoria nuestra, no figura entre los autores premiados con el Nobel. Su nombre era Mika Toimi Waltari. Nació en 1908 y murió en 1979. Era finlandés. Es pertinente recordarles a los lectores que para hacer una aclaración, expresar un motivo de inconformidad, hacer un reclamo, no es necesario desconceptuar al periodista autor del texto errado, como para poner en tela de juicio su competencia literaria o su formación cultural. Claro que ese es uno de los riesgos que se corren al dejar pasar un error: El de la posible falta de proporcionalidad entre la falla objetiva y la llamada sanción del lector crítico y exigente. En este caso, el Defensor procuró obtener la versión de la redactora, pero está en uso de licencia. De todos modos es válida la aclaración.


La narración infográfica Por Juan José García Posada ¿Y qué es una infografía? Esta pregunta la hicieron varios lectores al encontrar en la edición de ayer viernes la noticia de primera página sobre el otorgamiento del premio de la Sociedad Interamericana de Prensa al periodista Juan Esteban Ugarriza y el diseñador Ricardo Ramírez, ambos de El Colombiano, en la modalidad de mejor trabajo infográfico. El término es muy conocido en el argot periodístico y de las artes gráficas. Parece un poco extraño para la generalidad de los lectores. El Diccionario de la Rae lo define con imprecisión como técnica de elaboración de imágenes mediante ordenador, con lo que nada aclara. Una definición aceptable puede ser la de Peggie Stark, de Poynter Institute for Media Studies, en Florida, quien dice que es "una combinación de palabras y elementos visuales que explican los acontecimientos descritos en el artículo y sitúan la historia o a sus protagonistas en un contexto determinado". El poder de síntesis y la exactitud del reportero, la recursividad del diseñador imaginativo y la ventaja de unos buenos recursos informáticos han confluido para que se desarrolle esa suerte de nuevo género informativo, esa forma versátil e integral de narrar los hechos de actualidad. La brevedad, consigna casi universal del periodismo en todas sus dimensiones, ha forzado el auge de esa atrayente modalidad expresiva de la información, que le da a un periódico impreso instrumentos útiles para competir con la fuerza sugestiva de los medios audiovisuales. Hace más de diez años, cuando el invento apenas comenzaba a instrumentarse en el ámbito periodístico nacional (y se sabía de su éxito en el diario estadinense USAToday, pionero en el género), uno de sus promotores más acreditados, Jeff Goertzen, de El Periódico de Cataluña, nos decía en un seminario en el auditorio de Suramericana que "la infografía combina las habilidades del dibujo y diseño de un artista con las habilidades periodísticas de un reportero". El acierto de un buen infográfico está en la compacidad y la densidad: Que pueda ofrecerle al lector de afán la seguridad de captar en una sola plana los datos escritos y las imágenes representativas del hecho noticioso, o del tema que esté relatándose, sin que sobren ni falten elementos. Y la gracia reside en el dinamismo: Al lector puede quedarle la sensación de que está viendo textos y gráficos en movimiento. Esto se logra, en la realidad, en las ediciones digitales, donde son frecuentes los infográficos animados y sonoros.


En la infografía se incorporan no pocos componentes del lenguaje televisual y en particular del teleperiodismo. Para la elaboración del boceto de un infográfico se requiere un guión en algo parecido al de un noticiario de televisión. En un principio había reservas y se pensaba que el infográfico sólo tendría la condición de recurso complementario de la información convencional. Sin embargo, ha cobrado autonomía y entidad tales que bien puede llegar a catalogársele como un género periodístico independiente. No obstante, un infográfico no resuelve todas las preguntas que pueden gravitar sobre un determinado suceso, ni colma las expectativas de conocimiento e interpretación de los lectores. El infográfico sí debe proporcionar respuestas a las interrogaciones básicas que le dan sentido a la historia periodística, en primer lugar en la modalidad simplificada de la noticia. Pero no debe creerse que basta con escribir, graficar y diseñar una buena infografía para que dejen de ser necesarias las narraciones periodístico-literarias y las fotografías testimoniales. Más todavía, periodista y diseñador deben formar un equipo que trabaje en procura de la finalidad primordial de informar, sin que ninguno de los dos desdibuje sus propias competencias. Ambos comparten la responsabilidad de indagar, de buscar datos y testimonios, de hacer exploraciones de campo. La formación del nuevo periodista entraña también la comprensión de las novísimas formas de lectura, que incluyen la de imágenes. Pero sin desdeñar la vocación y la práctica inherentes al escritor-periodista, tanto para dar noticia de los hechos como para ayudar a interpretarlos, narrarlos, describirlos y escenificarlos con realismo, destacar el protagonismo e ilustrarlos con adecuadas imágenes de apoyo. ¿Influye la infografía en el deterioro del lenguaje periodístico y en el desplazamiento progresivo del texto? ¿Puede el periodista ser sustituido por un infografista hábil y recursivo? ¿El infográfico privilegia el sentido estético sobre el criterio informativo y por consiguiente puede causarle una disminución capital al periodismo? ¿La infografía puede convertirse con el tiempo en un bumerán que se devuelva para golpear el buen periodismo y restarle capacidad expresiva y competencia comunicativa? Son cuestiones de teoría, de metodología, del quehacer diario y, por qué no, de ética profesional, que se mantienen en discusión. Lo cierto es que la infografía ya está consagrada como nueva forma de narrar. En estos días llegó un informe más de los que vaticinan que el periodismo impreso tiene los días contados, lo que viene diciéndose desde hace un siglo. En este último dice que durará veinticinco años. También a la radio se le pronosticó la extinción cuando apareció la caja


mágica y a esta cuando surgió la internet. Con todo, sería una insensatez omitir la innovación, tanto en los conceptos como en la metodología de trabajo y la utilización apropiada de los recursos técnicos, para encontrar formas expresivas que no sólo se consideren tablas de salvación sino opciones de permanencia de los periódicos en la esfera de lo social y lo público, en el escenario competitivo y en los hábitos de los lectores. Y una de ellas es la infografía.


Si algo parece tendencioso

Por Juan José García Posada Cuando un lector escribe para calificar de tendencioso determinado texto, es prudente someter el escrito a un análisis ponderado para tratar de establecer el grado de validez y pertinencia de la crítica. Tal descalificación comporta una apreciación subjetiva, pero también puede ser arbitraria o injusta. Lo que no debe hacerse es darle de inmediato la razón al crítico. Si después de someter el texto a examen se concluye que la observación del lector no es insular y revela una suerte de común sentido (una actitud de muchos lectores) y que el autor implicado carece de argumentos convincentes para defender su producción, lo conveniente es hacérselo notar, ojalá con discreción y sin afectar su derecho al buen nombre. Puede servirle para corregir vicios o resabios profesionales en los que incurría de buena fe y acerca de los cuales tal vez no estaba avisado. Si, a pesar de todo, reincide, habrá que apelar a que se procure un correctivo eficaz, siempre dentro de los conductos regulares del periódico. El vocablo tendencioso es igual a sesgado, desviado, oblicuo. La tendencia, como propensión o inclinación a torcer el curso de un proceso informativo en beneficio de determinados fines o motivos, afecta la credibilidad del mensaje periodístico y, claro está, del que lo redacta. Cada día, quien informa está probando su capacidad de narrar el discurrir de los hechos sociales con veracidad, o de interpretarlos con honradez intelectual, incluso si se acepta, con los teóricos de la hermenéutica, que no hay verdades sino interpretaciones diversas. Cuando menos lo piensa, puede un periodista estar bajo la lupa de un lector suspicaz obsesionado por encontrar errores, desviaciones y fallas. Hasta el informador más escrupuloso puede llegar a ser inculpado de tendencia. Todo cabe en ese amplio escenario de posibilidades en el que se desarrolla el oficio de leer. Desde el periodismo no debe descuidarse lo impredecible y lo desconcertante que puede surgir en el mundo variable de los lectores.


Cada día más ciudadanos convierten la lectura y la captación habitual de las informaciones de actualidad en un ejercicio de sospecha. No tragan entero, para decirlo en forma prosaica. Conozco a un lector voraz que, a mi modo de entender, lee el periódico para renegar, para cuestionar todo lo que se publica. Aunque le he insistido en que escriba, a ver qué respuestas genera, insiste en permanecer en el anonimato. A veces me parece que se siente como si fuera una suerte de asesor en la sombra del Defensor. "Leí su crónica y lo que más me llamó la atención fue lo que usted no escribió pero sí dijo entre líneas". Tal afirmación puede ser atinada, como puede también corresponder a una distorsión, a una tendencia o a un sesgo en la misma lectura. Porque, además, también hay lectores tendenciosos, sesgados, que leen en forma oblicua y, más que interpretar o buscar la verdad y el sentido, imaginan. Hay imaginaciones que no son saludables. No es fácil librarse, sobre todo en tiempos de crispación, de la desconceptuación en medio del juego caprichoso de los intereses creados. Y no parecen dispuestos a aceptar que haya rectitud de intención en los medios, mucho menos en los que no representan sus particulares intereses o no se ajustan a sus modos de ver la ciudad y el mundo. ¿Cómo eludir la tendencia, el sesgo y, más aún, el riesgo de ser señalado como tendencioso? La buena fe es lo esencial. Se trasluce. El lector crítico y ponderado alcanza a distinguir cuándo quien escribe lo hace con veracidad y cuándo no presenta los hechos como son sino como quisiera que fueran.


El poder de la capitalidad

Por Juan José García Posada Los medios periodísticos de Nueva Orleáns y de ciudades y pueblos vecinos enfatizan en la demanda de ayuda a los damnificados y de atención urgente de la fuerza pública para controlar a los saqueadores, así como profundizan en todo cuanto represente apoyo a centenares de miles de personas castigadas por el mortífero huracán Katrina. Hasta ahora no ha sido lo esencial el cuestionamiento político del grado de rapidez y diligencia con que se ha movilizado el gobierno desde Washington para afrontar la calamidad pública. En cambio, los diarios de la capital, sin descuidar el cubrimiento de los temas fundamentales, denotan la secular proclividad a enfocar los problemas, incluidas las emergencias nacionales, desde el punto de vista del acierto o el desacierto político de los responsables de tomar las grandes decisiones, Bush a la cabeza. La diferencia puede ser sutil, pero se verifica una vez más: La verdad de la capital difiere de la verdad de las regiones. Y el periodismo que se hace desde el centro de las decisiones administrativas, políticas, económicas y de seguridad tiene la impronta indeleble de la capitalidad. Mientras tanto, el periodismo de la llamada periferia no se despoja del acento político (consustancial al periodismo, sea cual fuere el lugar del globo donde se practique), pero no elude el tratamiento concreto de los problemas que afectan a la gente, no despersonaliza ni hace abstracto el manejo de los hechos. La capitalidad marca distancias. Sitúa los medios en una posición de lejanía y ausencia. Esa tendencia a tratar a los lectores, así sean los de su propio ámbito de influencia, es decir de la capital, como si fueran sujetos anónimos, se observa en todos los países como una suerte de axioma invariable del periodismo: El poder de la capitalidad es inevitable. Los medios periodísticos de las regiones se parecen a su gente, al tiempo que esa gente se parece a los diarios que leen y en los que depositan su confianza.

Ayer, para Washington Post y The New York Times, por ejemplo, el desastre del Katrina seguía siendo, es obvio, tema de primera página. Pero es notorio el despliegue al viaje del presidente Bush y al debate sobre la presunta tardanza del gobierno central para atender la emergencia. Lo político, en primer plano. En cambio, para Daily News y The Times Picayune, ambos de Louisiana, la expresión de angustia e impotencia, la manifestación de solidaridad integral con la población son evidentes y patéticos. Queda la impresión de que mientras estos medios además de ser espejo de la sociedad en la que circulan están compenetrados con la aflicción de los habitantes, muchos de ellos lectores. No sólo la comparten por motivos de


humanidad esencial, sino que la sienten y se sienten parte de esa desolación y del sentimiento general de derrota por las adversidades de la naturaleza y la virtual incompetencia de los organismos de poder.

Antier, en tertulia con los periodistas catalanes Elisenda Roca, Joan Barril, Xavier Moret y Jose Luis Amiguet, de visita en Medellín mediante invitación de la Alcaldía, el conflicto entre la prensa de la capital y la de las regiones volvió a aflorar: Desde Madrid se crea la falsa idea de que los catalanes nada quieren saber del idioma castellano, ni de España. La realidad es diferente: El castellano se respeta y se habla en Cataluña. De las apreciaciones de los cuatro colegas de Barcelona se infiere que la capitalidad se arroga el poder de crear su propia verdad política, así esté en abierta oposición a la verdad de las regiones. Guardadas las proporciones, algo comparable es lo que está observándose en el tratamiento periodístico de la tragedia causada por el huracán en el sur de Estados Unidos. En Colombia, hablar de la oposición secular entre la nación virtual y la nación real formada por las regiones no tiene novedad alguna. El periodismo regional afronta problemas comunes en buena parte del globo terráqueo. Lo aberrante está en que esa diferencia sea factor de división y no de unión y causal de la distinción falaz entre ciudadanos de primera y segunda categorías. Los grandes temas, para la capital. Los demás, que parecen los de menos, para el país real de las regiones. Lo que puede el poder de la capitalidad. Expresiones discriminatorias La lectora que escribe como Ximena Mexía, desde ximenamexia@yahoo.com e informa que vive en Boston, Estados Unidos, ha dicho, en la primera parte de su mensaje: “Aunque vivo en Estados Unidos, estoy pasando vacaciones en Medellín y le escribo desde aquí. Acabo de leer un suplemento de El Colombiano donde veo dos fragmentos que serían impublicables e intolerables en un país como Estados Unidos. El suplemento se llama Moto viernes paseos. En uno de los comentarios dice, en la p. 23: “Dejemos de ser indios...” Este es un lenguaje racista que debería darles vergüenza utilizar en el periódico. Aunque lo haya escrito un colaborador ocasional, no debería ser publicado por un periódico serio. Más adelante hay esta otra joya: alguien se dice jarto “de que la gente de Medellín siga creyendo que somos colombianos, cuando Antioquia empezó como una república federal...” Concepto del Defensor: Aunque no ha habido respuesta de los responsables de la publicación, la lectora tiene razón en su crítica. Las expresiones despectivas, que lesionen sentimientos de grupos o sectores étnicos o estimulen actitudes racistas y discriminatorias, no son aceptables en el periodismo. Los videos en edición de Internet El lector Óscar Jaramillo, desde ojamacha@epm.net.co, se queja porque no encuentra los videos de Colombia Moda en la edición electrónica de El Colombiano. Dice que aparece el aviso de que la página no está disponible, cada vez que trata de conectarse. El coordinador de Medios Electrónicos, Hernán Moreno Mora, ha aclarado que sí


pueden verse los videos, en estas direcciones: Leonisa:http://www.elcolombiano.com/Proyectos/Colombiamoda2005/VideoLeonisa .htm Orbitel:http://www.elcolombiano.com/Proyectos/Colombiamoda2005/Video.htm Concepto del Defensor: Es posible que desde algunos equipos no puedan verse tales videos, porque les falte descargar determinados programas que permitan acceso a esas conexiones. A veces lo que se requiere es actualizar el computador personal para que tenga mayor capacidad, como, por ejemplo, cuando no se dispone de programas de radio, de video o de sonido. Si no es posible descargarlos de los sitios de la red en los que se ofrecen en forma gratuita, es preferible consultar con un técnico. Sobre los estratos inhumanos El lector que firma como Jorge Vásquez Vásquez o Jorge Juan Vásquez Ricardo dice, en algunos apartes de su mensaje al Defensor: “Se rasga usted las vestiduras por algo horrible que decía Hitler y que aparece en la película La Caída. Si le queda algo que rasgar, hágalo con el pensamiento del filósofo Fernando González: “el amor por la guerra es propio de las naturalezas nobles que pronto llegarán a ver a Dios. De ahí que sea tan inmunda esa tabla de mármol que pusieron en la Universidad de Antioquia: El divino presente es la paz”, El Remordimiento, pag. 50, “cuán asqueroso el pueblo de todos los países”, Cartas a Estanislao, pag. 128...” Concepto del Defensor: En cuestión de opiniones cualquier posición que se asuma es, en principio, respetable. No debe confundirse la expresión de un punto de vista contra la guerra, desde el humanismo, con rasgarse las vestiduras. Si el lector está de acuerdo con que se cataloguen los seres humanos por estratos y haya categorías arbitrarias de víctimas, es su punto de vista. Tan respetable puede ser el suyo como cualquiera otro que se exponga con dignidad. Posibles alineaciones Un lector, Pablo Vélez, en extenso mensaje critica la sección deportiva y a uno de los periodistas porque se publicó una posible alineación de la selección Colombia de fútbol en los próximos partidos eliminatorios. La Editora de Deportes, periodista Esperanza Palacio, defiende el trabajo realizado por el área y por el periodista encargado de la información. Sostiene que publicar una lista de posibles jugadores no es indebido. Dice también la Editora que hay lectores que “a veces nos juzgan de manera cruel” y que “No engañamos al lector porque nunca le dijimos que esa era la nómina oficial, sino que le advertimos que era la nómina posible. Por eso nuestra información no fue lesiva ni anti profesional”. Concepto del Defensor: No se publica la carta del lector, sino lo esencial, por la extensión y por la agresividad de su contenido. Es comprensible que haya cierta frustración cuando se pretende encontrar una noticia definitiva sobre algo tan importante para los aficionados como la alineación definitiva de la selección colombiana. Pero la difusión de la probable alineación suele hacerse en todos los medios periodísticos. Basta con anticipar que se trata de una alineación tentativa, lo que no representa engaño a los lectores.


El valor de preguntar

Por Juan José García Posada Con motivo del siniestro conmocionante del avión de West Caribbean en la madrugada del martes, la información básica publicada por el periódico ha sido precisa y creíble, sin que sea perfecta, como se deduce, por ejemplo, de la carta del lector y la respuesta de la periodista, en la columna de la derecha de esta misma página. A la tragedia se le ha hecho un cubrimiento normal. Lo fundamental no ha dejado de publicarse. Ninguno de los elementos primordiales y actuales de la información ha quedado inédito. En tal sentido ha sido notorio el trabajo realizado para mantener un seguimiento día a día del sensible acontecimiento. Sí es cuestionable haber incluido hipótesis. Con todo, hay preguntas que, así se hayan formulado en la indagación periodística, así se tengan presentes para resolverlas, no han tenido respuestas. Quizás nunca las tendrán. Por consiguiente, siempre subsistirá una virtual inconsistencia entre lo que necesita saber el lector y lo que quiere y cree saber el periodista, entre la agenda pública y la agenda informativa. Más todavía, desde el punto de vista de los lectores se percibe una tendencia (apreciable en este caso) a presumir que no todo se ha dicho, que hay algo de fondo que no se ha divulgado, que detrás de las verdades publicadas habrá otras ocultas y tal vez impublicables. Acerca de la carta del lector Daniel Restrepo y la respuesta de la periodista María Cristina Rivera (en esta misma página) muy poco debo agregar. El lector observa el problema desde un riguroso punto de vista técnico. Pero desde el periodismo, sin que el aspecto técnico pierda relevancia, también deben apreciarse otras facetas de la realidad, porque no deben subestimarse las preguntas de los lectores. Los conceptos técnicos son respetables y suelen ser respetados. No obstante, hay otros ángulos del problema que no deben dejar de tratarse, eso sí con la prudencia y la razonabilidad que se desprenden del criterio de responsabilidad social de la actividad periodística. En virtud de la llamada delegación tácita que los lectores hacen en el periodista para que informe, se decide qué se quiere saber sobre un hecho. Se presume que la agenda informativa está formada a partir de la conjunción de esas decisiones. Parte del acierto de una decisión periodística (de un cubrimiento, según el argot) reside en la concordancia entre el tratamiento de los hechos y la necesidad de información de los lectores sobre el asunto específico. En otros términos, en la pertinencia de las respuestas informativas


a las preguntas de la gente sobre el tema determinado. Pero no siempre se sintonizan los dos enfoques inquisitivos, el del periodista y el de los lectores. Puede suceder que persistan expectativas insatisfechas y los lectores sigan preguntando por episodios, circunstancias o detalles que no se despejen en la información. Es decir, que la demanda legítima de claridad sobre un tema no sea correspondida en forma satisfactoria, por causas diversas. Lo que sucede es que responder todas las preguntas y de inmediato es imposible. Primero, porque deben valorarse y decantarse. Segundo, porque el tratamiento noticioso puede ser (lo es, en este caso) el punto de partida de un seguimiento intensivo y de una investigación en profundidad, reflexiva y metódica y documentada mediante la consulta de múltiples fuentes. Responder de inmediato puede equivaler a lanzar conjeturas arbitrarias y precipitar conclusiones carentes de respaldo, de consistencia y de veracidad. De entrada es preciso advertir que hay preguntas de la gente contentivas de juicios de valor, interpelaciones asertivas y prejuicios temerarios. No todas conducen a elaborar un cuestionario válido para el desarrollo de una buena investigación. Una investigación periodística puede sesgarse si se efectúa bajo la presión de las circunstancias y ni los lectores ni los periodistas se han recobrado del remezón emocional causado por la tragedia. Las probables situaciones extrañas deben investigarse de modo pertinaz, aunque la verdad total es inalcanzable. Pero además no sólo se trata de buscar la verdad, sino de poner el empeño intelectual y anímico y una alta dosis de paciencia, para construirla. Hay que hacer valer el valor de preguntar, en nombre de la gente. Critica información del siniestro aéreo El lector Daniel Restrepo, Ingeniero Mecánico Aeronáutico, ha expuesto observaciones sobre el tratamiento informativo del accidente del avión de West Caribbean. Habla de la reincidencia en errores como el de citar hipótesis sobre las causas del lamentable accidente, porque puede poner en tela de juicio a alguien que no tiene responsabilidad o exonerar a quien sí la tendría. Dice que ”el proceso de investigación de cualquier accidente de transporte se basa en criterios estrictamente técnicos obtenidos de pruebas tomadas en el sitio y con instrumentos, de laboratorio o instalados a bordo del avión, de documentos de la aerolínea y con entrevistas a su personal y testigos en la zona. De acuerdo con normas internacionales de OACI (organismo de la ONU) la investigación debe hacerse por autoridades competentes, en este caso por la autoridad aeronáutica de Venezuela”. Luego de la respuesta de la periodista María Cristina Restrepo, en un segundo mensaje, el profesor Restrepo dijo: “Quiero comentarle inicialmente que no tengo relación con la aerolínea, para que no se piense que mi intención es defenderla. Por el contrario, conozco varios casos en los que la empresa ha incurrido en faltas que no son del caso mencionar aquí y que tal vez no tengan relación con este evento. Es verdad que en artículos anteriores se ha defendido a West, tal vez más de lo debido (en vista de sus deficiencias financieras y administrativas) pero mi intención es resaltar un caso recurrente en ese diario, discutido antes con Juan José García sobre el cubrimiento y despliegue de este tipo de eventos.


En general considero que el artículo que usted escribe es justo en contexto, pero el recuadro cae en los detalles mencionados. Desafortunadamente muchas veces se recurre a fuentes de información que aparentan ser conocedoras, pero en realidad, o no lo son, o emiten juicios a priori sin mucho fundamento técnico. Es un hecho que fuera de los pilotos hay más profesionales trabajando en la aviación, sin que esto no quiera decir que hay muchos pilotos profesionales que son grandes conocedores del tema y que tienen una excelente formación en seguridad aérea e investigación de accidentes”. La respuesta desde la Redacción La periodista María Cristina Rivera responde que “tal vez fue un error incluir las hipótesis en el recuadro, sobre todo porque son muchos los factores que inciden en la investigación y eso lo sabemos: desde las cajas negras hasta las pruebas que se recogen en el lugar de los hechos... Y por eso, esas hipótesis jamás han sido la columna vertebral de la información”. Aclara que “El Colombiano desde el comienzo optó por decir que era mejor esperar a que se conociera el resultado de la investigación... desde el primer día. Cuando todo el mundo salió a condenar a la Aerolínea, nosotros intentamos mezclar todos los puntos de vista y decir que había que esperar el resultado de la investigación y lo que se obtuviera de la lecturas de las cajas negras (lo remito a que lea el artículo publicado el miércoles 17 de agosto en la página 3A). Y al día siguiente, en la nota general, también tratamos de coger todas las fuentes necesarias, desde análisis, pronunciamientos especiales y hasta expertos... Así que no creo que por un recuadro se pueda juzgar el enfoque general de la información, publicada en dos días y en dos páginas del periódico, y decir que “otra vez El Colombiano incurre en graves errores en el cubrimiento de tan lamentable hecho”, pues creo que es extremo y parcializado. El tratamiento general que se le ha dado al hecho ha tratado de abarcar todos los puntos de vista y no lo digo solo por lo que a mí respecta, también por el trabajo que han realizado mis compañeros en otras áreas, pues este fue un trabajo en equipo... Las hipótesis son temas que siempre se manejan con expertos... las personas que allí hablan son pilotos de trayectoria”. También aclara “que nunca se ha defendido a West, como usted lo sugiere. Los hechos han sido presentados sin ningún favoritismo, tal como son, poniendo todas las voces y aplicando el principio universal de la presunción de inocencia. Sale la voz del Presidente, pero también el contexto de la compañía, sus dificultades fiscales, los antecedentes como el accidente de Providencia...Es más, digo: “hay dos antecedentes: uno que apoyaría la versión del Presidente y otro que deja muy mal parada a la entidad” y los empiezo a explicar... En la nota del jueves la “defensa” de la West la hace la misma Aeronáutica y usted entenderá que como periodistas debemos también consultar a la voz oficial y en este caso remitirnos al informe que publicó la Aerocivil”.


Los estratos inhumanos

Por Juan José García Posada La catalogación de seres humanos por estratos es irritante, así sólo se refiera a lo económico, donde son evidentes las diferencias y los desequilibrios y las circunstancias imponen una escala que incluso puede ser engañosa, que por obvias razones es discriminatoria, pero que se ajusta a la realidad patente. Asumamos que deba hacerse una clasificación para el cobro de impuestos y demás relaciones dadas por la economía. Pero de ningún modo debe servir de estándar para asociarla con las otras dimensiones de la vida social: Es erróneo, por ejemplo, equiparar el estrato económico al estrato cultural y decir que de alguien del estrato uno se presume que es inculto, y al contrario. Esta equivocación ha sido perpetuada por el uso consuetudinario y consagrada en el periodismo. Más injusta e inaceptable es la catalogación por estratos morales, cuando se pretende hacer asociaciones parecidas a la anterior, para afirmar que a igual estrato económico debe corresponder un estrato moral homólogo. ¡El precio de las cosas tiene que seguir siendo muy diferente de su verdadero valor! Sin embargo, la tendencia a la localización por castas no es exclusiva de los hindúes y de otras culturas. También es notoria en sociedades como la nuestra. El influjo de los medios periodísticos en particular y de los demás estamentos sociales en general, ha sido determinante. Desde los hogares, los colegios y los sitios de trabajo se hacen divisiones acomodaticias, que incluyen y excluyen, que suman y restan, que dividen y desintegran y que, por consiguiente, incorporan a las relaciones sociales, a la vida en comunidad, un perturbador componente de inhumanidad. En una matanza perecieron más de diez personas en el Bajo Cauca antioqueño. Desde un principio, incluso con la virtual convalidación de las fuentes oficiales, se dijo que se trataba de raspachines. En muchísimas otras ocasiones, la denominación despectiva de un oficio, por causa de la ilegitimidad de su origen, ha sido también suficiente para que se cree en el sentimiento general la impresión de que se trataba de vidas humanas catalogables en estratos inferiores. El país legal y el país real también se oponen, por desgracia, a la hora de valorar la condición humana esencial de los individuos: Los hay de primera, segunda y tercera categorías, así nos resistamos a aceptarlo. "Raspachines o no, el dolor en Valdivia fue grande por la matanza de 14 personas". He ahí un ejemplo positivo de corrección de un vicio inveterado en el periodismo, el de catalogar a los seres humanos por estratos. Así mismo debería titularse siempre, sea cual fuere la dedicación habitual de las víctimas.


En la película alemana La caída, que narra con el patetismo del lenguaje cinematográfico los últimos días de Hitler y sus lugartenientes en la lobreguez del búnker, en uno de sus desapacibles monólogos el personaje dijo: "En una guerra como esta, no hay civiles". Poco después sentenció: "La compasión es un pecado. Sólo se puede triunfar exterminando al débil". Tales frases podrían aplicarse a un conflicto oblicuo de las características del que sigue desarrollándose en nuestro país, donde, contra toda norma del Derecho Internacional Humanitario, contra todo principio universal de compasión, parece que "no hay civiles". Una forma de cohonestar esas actitudes desde el periodismo es la propagación de la idea falaz de que hay categorías mejores o peores entre las víctimas, unas valiosas y otras desechables, cuando, en verdad, debería aceptarse que "la vida de todo ser humano que se pierda disminuye la humanidad". Desde el periodismo no deben seguir estableciéndose estratos inhumanos. Por obra del viento La lectora Clara Lía Gallo Martínez ha escrito para decir que en El Colombiano “se dejaron llevar por el peor viento” al publicar, el jueves 19 de agosto, la fotografía del Papa con el rostro cubierto por acción del viento, en su visita a Colonia, Alemania. En su opinión, se trata de “un irrespeto al Papa”. Concepto del Defensor: No son irrespetuosas ni la fotografía ni la consiguiente publicación. La rareza es un componente que permite cualificar la información, tanto en los textos como en las gráficas. He confirmado que en la Redacción, al decidirse sobre la publicación de la foto en la reunión de editores, se consideró muy en especial ese factor de valoración del hecho noticioso. El Papa es uno de los grandes protagonistas de la actualidad. No creo que le mortifique aparecer así en la fotografía. Más que reparar en ese detalle, sí observo que en el enfoque de la visita pontificia a Alemania no se enfatizó en un hecho tan importante como el mensaje de Benedicto Dieciséis a los musulmanes y su exhortación a que rechacen el terrorismo. No era música del líbano El lector Juan Luis González ha reclamado porque, en su condición de aficionado a la música, leyó el miércoles 10 de agosto una información según la cual habría un concierto de violín y piano de Ara Malikian “y los sonidos del Líbano”. Dice, en uno de los apartes del mensaje: “Me llamó la atención que un violinista con un programa de música clásica incluyera “sonidos del Libano”. Aunque en el programa de mano no figuraba ninguna obra del Líbano, supuse que ofrecería de encima algún aire exótico de ese país. Pero no, la desilusión llegó…” La Editora de Vida y Cultura, periodista Beatriz Arango, ha explicado lo siguiente: “Publicamos la nota por considerar de interés general la presencia de este artista de Líbano en la ciudad. Eso era lo que se pretendía desde el titular: llamar la atención sobre su origen, y en la nota siguiente precisar el lugar, la hora y el motivo de su presentación. Cuando el espacio nos lo permita con mucho gusto publicaremos los programas de los conciertos. Claro está, solicitamos su comprensión en cuanto a este tema, que no siempre depende


de la voluntad del editor. Como el lector hace también algunas inculpaciones a la Redacción, la Editora ha dicho: “No comparto la opinión del lector, cuando dice que “es común en la página Arte y Cultura que aparezcan informaciones incompletas y falsas”. Todo lo que publicamos se consulta con las respectivas fuentes, quienes son muy juiciosas en el envío de la información sobre sus eventos y actividades culturales en la ciudad. Valga anotar que los redactores del área Vida y Cultura son muy rigurosos en la escritura de sus notas y en la edición de las mismas. La idea, en el caso de la Agenda Cultural, es ofrecerles a los lectores un panorama variado sobre las actividades que se realizan en la ciudad”. Concepto del Defensor: El error consistió en confundir el repertorio del músico con su nacionalidad. En eso tiene razón el lector. Por lo demás, vale la aclaración de la Editora sobre la seriedad con que se maneja la información cultural. Un deporte ausente Apartes del mensaje del lector Jaime Augusto Alzate: “En estos días se está realizando el campeonato mundial de Atletismo Senior Master en España y el periódico El Colombiano no se ha dignado dar información alguna del mismo. Hay varios colombianos participando y son atletas que desde su juventud se han dedicado a la práctica del atletismo y que han representado a Colombia desde hace muchísimos años, y sin embargo son olvidados por el periódico más representativo de Antioquia -También, por desgracia, por el segundo periódico del departamento-. Es inequitativo que El Colombiano dedique al fútbol páginas enteras, sin que este deporte le haya dado glorias universales a Colombia y que mencione todos los deportes y todas las competencias, algunas sin importancia nacional ni internacional, y que en cambio a este campeonato mundial, en donde parece que se están destacando los colombianos, no le dedique ni una sola línea. La Editora de Deportes, Licenciada Esperanza Palacio, ha respondido así: “Entiendo la inquietud del señor Jaime Alzate. Todos los lectores quieren tener información específica de sus deportes favoritos. Eso es comprensible. Sin embargo, no es fácil lograr ese cometido, porque las prioridades informativas nos llevan por otros caminos cada día. Pero, en este caso, SÍ hemos publicado sobre el Mundial en cuestión, en la medida en que se consigue información al respecto. Hoy, por ejemplo, hay información de un triunfo de Fabián Monná, un atleta colombiano que consiguió medalla de bronce en ese torneo. Además, quiero plantear con usted una inquietud de mi parte: Sería bueno preguntarle al lector si su inquietud o reclamo se hace con base en la edición impresa o la electrónica. En este caso, como le digo, la información sí está y ha salido regularmente en la sección deportiva en la edición impresa que es la que a mí me corresponde”. Muchas gracias, al lector y a la Editora de Deportes, por sus aportaciones.


Retos y quejas de lectores

Por Juan José García Posada 1) Un lector se queja porque no le publican sus cartas en uno de los espacios de la edición del periódico en internet destinados a la difusión de puntos de vista distintos de los del periodista responsable de la sección. 2) A veces me entero de lectores que se sienten subestimados cuando quieren que aparezca registrada determinada noticia que valoran como importante. 3) Otro lector, que para más datos no firma su mensaje electrónico ultrajante, dice así al final: "Lo reto a que me publique esta carta?" 4) Varios lectores escriben para señalar que en una entidad de salud le negaron el despacho de una fórmula, para decir que en la estación tal de policía no atienden peticiones de ayuda del vecindario para hacerle bajar volumen a un equipo de sonido, para reclamar porque en una empresa de correos y encomiendas demoran demasiado los envíos, para rechazar el tinte sensacionalista de un noticiero de televisión, etc. Para el cuarto grupo de lectores, la respuesta es la misma de otras ocasiones: El Defensor del Lector no es defensor del cliente, ni del usuario. Los casos que se le pongan en consideración deben concentrarse en posibles infracciones al derecho a la información por alguien del mismo periódico, no por otro medio audiovisual o impreso. Para el tercero de los casos hay una sola respuesta: Es un reto inaceptable por obvias y elementales razones de respeto. En relación con el segundo asunto, es preciso decir que en realidad las quejas por desatención de la Redacción son muy escasas. En la oficina de atención al cliente (3393333), una vez más me han informado que sólo de modo esporádico se reciben llamadas de personas que declaran su inconformidad porque no se les haya atendido. Cuando ocurre una situación de esa índole se pone en conocimiento de la sección competente del periódico, donde se pretende que siempre haya una respuesta seria para quien tenga alguna reserva sobre los servicios que están prestándosele. Con referencia al lector (firma como Carlos Daniel Jaramillo) que manifiesta su malestar porque no le publican en una de las secciones de internet (la web


log de Cápsulas), su autor, el periodista Alfredo Carreño Suárez, ha dicho, en uno de los apartes de su mensaje al Defensor: "Me extraña el reclamo porque todos los correos, sin excepción, se publican. Eso sí cada correo debe someterse a la edición, que corre por mi cuenta, cuando no corresponde a postulados elementales de buen trato a jugadores, técnicos, directivos e hinchas del bando contrario. Debería revisar Carlos Daniel el sistema de transmisión del ciberlector y verificar el envío. Existe un vínculo en la columna para que los ciberlectores después de ingresar a la columna emitan su opinión. O Carlos Daniel puede enviar su comentario directamente al correo alfredoc@elcolombiano.com.co" Al margen de lo anterior, en determinados momentos de atafago es posible que no se atienda con la debida diligencia la llamada de algún lector o la solicitud de publicación de alguna información que pueda catalogarse como de interés público. Aunque día tras día mejoran los mecanismos de atención desde la Redacción y las demás secciones, no son perfectos ni infalibles. Cualquier desatención ocasional (y cada caso debe analizarse en sus particularidades) puede llegar a interpretarse, por algún lector, como una expresión de arrogancia periodística o como una discriminación inaceptable. Es una percepción exterior que debe evitarse, por la prestación mejor de un servicio público y por la continuidad de unas relaciones entre periódico y lectores, que deben ser francas y, por qué no, cordiales. A ninguna casa periodística del planeta puede convenirle perder amigos o ganar malquerientes.


Un antialérgico para jóvenes

Por Juan José García Posada Las estrategias para la captación de lectores jóvenes concentran la atención y el esfuerzo de la mayoría de los medios periodísticos impresos, en el mundo y en el país. Buena parte de los estudios conocidos muestra si no un descenso por lo menos una situación estática en materia de actitud de la nueva generación ante los periódicos diarios. Se han expuesto variadas interpretaciones e hipótesis. Hay quienes estiman que hay una tendencia muy notoria entre los muchachos, no tanto entre los niños, a diferenciarse de los papás, como un modo de afirmación de identidad. Esta ha sido en la cultura occidental una de las características sobresalientes del conflicto generacional. La célebre Carta al Padre, de Kafka, podría catalogarse como la diatriba que sintetiza con mayor contundencia tal comportamiento. No es ilógico deducir, entonces, que un joven estudiante universitario o de bachillerato manifieste alguna aversión al periódico para que no lo confundan con su progenitor, pero mucho más por el ánimo de trazar líneas divisorias que porque rechace el periodismo, o porque opte por mantenerse al margen de la versión de los hechos de actualidad (y tampoco sería del todo atinado inferir que odie al papá), pues está probada su simpatía por los contenidos periodísticos difundidos por otros medios y por la Internet y en particular por la lectura de ediciones digitales de diarios y revistas. A propósito, Winning a New Generation for Newspapers (o de cómo ganar una nueva generación para los periódicos) es el lema de la conferencia de World Association of Newspapers que se reunirá en Buenos Aires, Argentina, a mediados de septiembre. Los organizadores sostienen que "nunca es tarde para crear un lector de periódico". Se estudiarán las estrategias recomendadas por Innovations International Media Consulting Group. Uno de los puntos centrales ha de ser el referente a cómo comprometer a las familias para formar hábitos de lectura de periódicos. Una equivocación reiterada en las estrategias mediáticas destinadas a llamar la atención de lectores nuevos reside en la distorsión del concepto de juventud: es errónea la creencia de que uno de los rasgos del llamado perfil del joven es la frivolidad y que, por lo tanto, sólo lee contenidos ligeros y no se interesa por los temas y cuestiones trascendentales, que se presume les


importarían sólo a los adultos. En consecuencia con tal error, llegan entonces a planearse y ejecutarse ediciones y separatas dedicadas a los jóvenes en las que se enfatiza en los deportes y el espectáculo, pero se desechan temas relativos a las artes y las letras, las nuevas corrientes del pensamiento, la interpretación sociohistórica, el análisis de los asuntos económicos y políticos, etcétera. No todos los medios aciertan a la hora de actualizarse y hacerse más sugestivos para las nuevas generaciones, con proyectos como Prensa Escuela y otros afines. La cosmovisión del joven contemporáneo no es tan estrecha y precaria como suele pensarse en determinados ámbitos. El joven lee con una perspectiva distinta de la del adulto y tiene derecho a aspirar que se le incluya en los planes periodísticos dirigidos a los lectores. Es probable que por sentirse excluido se margine del medio impreso y acabe por padecer alergia al papel y la tinta, mientras, por el contrario, reacciona en forma positiva ante la pantalla del computador o cuando se le interpela desde la televisión y la radio. Son muchos los lectores, de todas las edades, interesados en este tema. Así he podido comprobarlo mediante la observación y la experiencia. Sería excelente si escribieran a la dirección del Defensor del Lector para exponer sus puntos de vista y sugerencias. Un medio periodístico debe ser factor de encuentro de generaciones.


La muletilla de los medios

Por Juan José García Posada Que los medios manipulan la información. Que desfiguran los hechos y los acomodan a sus intereses. Que son superficiales y frívolos y no se esmeran por decir la verdad. Que los medios exageran al destacar hechos referentes a la salud de las personas, a intervenciones médicas y a pronósticos sobre las posibilidades de recuperación de determinados pacientes. Esta última crítica la ha hecho un lector contrariado por "la forma exagerada como los medios y especialmente la prensa deportiva han informado sobre el caso del profesor Luis Fernando Montoya y han inducido a los médicos a dar declaraciones que crean falsas expectativas". Pongo los medios en cursivas para indicar que el uso de tal expresión no es el más correcto. Cuando se habla en general de los medios se comete el error de ignorar o subestimar el trabajo responsable de los medios que se apartan de tendencias sensacionalistas y mantienen los hechos dentro de las reales proporciones. Los medios no forman un conjunto homogéneo, ni una organización dirigida con unidad de orientación y métodos iguales. Son heterogéneos. Se diferencian unos de otros. Así como los hay en abierta discordancia con las normas éticas, también los hay rigurosos en el cumplimiento de sus deberes. Lo mismo puede afirmarse de la prensa deportiva, también objeto de la crítica del lector: No se trata de un solo cuerpo, así tenga afinidades y en determinadas circunstancias, muy excepcionales, obre en común acuerdo. La diversidad es característica de los medios periodísticos en una sociedad que tiende a ser abierta y en la cual se ofrece multiplicidad de opciones en lo referente al enfoque informativo. Bajo regímenes totalitarios y autocráticos, en cambio, los medios son dirigidos desde el poder estatal para que procedan con unidad monolítica. Se les cataloga como aparatos ideológicos al servicio del Estado. No tienen posibilidad de apartarse de las directrices gubernamentales, a menos que escojan la clandestinidad para llegarles a los ciudadanos. De acuerdo con esa explicación, no son, entonces, todos los medios los que han manejado en forma desaforada la información sobre el carismático y respetado director técnico del Once Caldas, Luis Fernando Montoya. Es notorio el descuido con que en algunos medios de radio y televisión se ha procedido: Reiteración irritante en la misma noticia (insoportable repetición del tema del marcapasos diafragmático), apresuramiento en la difusión de pronósticos, consagración de procedimientos quirúrgicos y clínicos en torno a los cuales


todavía hay reservas en la comunidad científica de la Medicina, vulneración de la privacidad y del respeto debido al entorno hospitalario, al montar guardia al pie de una sala de cuidados intensivos en espera de primicias. La Editora de Deportes de El Colombiano, periodista Esperanza Palacio, ha expuesto sus puntos de vista, a instancias del Defensor del Lector. En síntesis, ha dicho que los periodistas y el periódico no pueden ser ajenos a la situación de alguien que, como el señor Montoya, tiene la categoría de ciudadano ejemplar. Es un personaje público y como tal es de interés general lo que suceda con su estado de salud. Informar sobre el personaje es una forma de solidaridad y de cumplimiento de una misión periodística. Además, los informes de los médicos han sido profesionales. En un principio manifestaron escepticismo sobre el implante de células madre. Pero otra cosa (agrega) es el facilismo que se nota en algunos medios de radio y televisión, que han aventurado pronósticos muy ligeros. En cambio (enfatiza) en el periódico sólo se ha publicado información verificada, con la necesaria moderación. Es probable que algunos lectores no acepten que se trate el caso, pero lo importante es que no se olvide y que se sostenga el seguimiento a un hecho de interés público. Es importante dejar en claro, entonces, que al calificar o descalificar a los medios no es razonable hacer generalizaciones. A menos que los juicios de valor que se emitan estén basados en estudios mediante los cuales se demuestre sin lugar a dudas que en realidad sí son todos los medios los que incurren por igual en las faltas (y no es fácil que haya lectores, oyentes o televidentes con la disponibilidad de hacerles diario seguimiento a todos los medios y no sólo a los de sus preferencias), la muletilla de los medios es inapropiada como recurso para analizar contenidos y efectuar estudios de prensa comparada. Despliegue a la salida de Galán El lector Alonso Hoyos Aristizábal escribe para decir que “está muy bien que El Colombiano informe sobre la salida del terrorista alias Francisco Galán, pero habría sido preferible para más del 60% de los colombianos que tal noticia hubiera sido presentada en páginas interiores. En lo que sí estamos totalmente en desacuerdo más de ese 60% es que hubiera recibido despliegue con imágenes a cuatro columnas en primera página. Las razones las da el categórico editorial de El Tiempo de los primeros dias del mes en curso, con motivo, una vez más, del cruel secuestro y asesinato (?) del dirigente político Ancízar López, cuyos restos mortales sólo los entregaron a sus deudos por una deslealtad con el Eln de un reinsertado quien dio la infausta noticia. Si esta no se hubiera dado, Ancízar López hoy tendría la calidad de secuestrado y con el paso del tiempo sería en últimas sólo una persona declarada muerta por desaparecimiento. Hay que agradecerle no al Eln sino al reinsertado. El senador Rafael Pardo Rueda, a raíz de ese asesinato pidió públicamente que no se dialogara más con ese grupo. Hoy María Emma Mejía en su columna de El Tiempo revela que, según encuesta, el 60% no quería la salida de alias Francisco Galán de la cárcel. Ya veremos que será una frustración más para el gobierno. Pero esa guerrilla ha logrado de nuevo su objetivo: Pantalla a nivel nacional y también internacional”. Un paso hacia la paz


El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, explicó, en respuesta a una solicitud del Defensor: “El tema, como comprenderás, tiene muchas ópticas, por sus implicaciones políticas. Para el periódico es un paso importante en la búsqueda de la paz, que es una de nuestras banderas fundamentales. Incluso la autorización para que Galán saliera de la cárcel la dio el Presidente Uribe el mismo día en que asistía al sepelio del dirigente político Ancízar López. Fue una apuesta dura por el tema de la paz, tal como lo titulamos, pues el anuncio se hizo al día siguiente de la aceptación del despeje para un prediálogo con las Farc y dos días después de que el Jefe del Estado reconociera la existencia de un conflicto armado interno, como una condición para que se pudiera iniciar un proceso con el Eln. La salida de la cárcel de Galán y sus primeras declaraciones, así como el comunicado oficial del Gobierno, fueron tema de apertura en El Tiempo, El Mundo y El Colombiano. Por nuestra parte, consideramos que el cubrimiento fue el ajustado, para poner todos estos hechos en contexto y teniendo en cuenta además que los garantes de la sociedad civil que acompañan este proceso solicitaron que la rueda de prensa con Galán pudiera cumplirse en la sede de esta casa editorial y a ella concurrieron colegas de la radio, la prensa y la televisión. Este proceso apenas comienza. Y desde esta tribuna, por un empeño sostenido y la clara orientación de la Dirección, alentamos su éxito para avanzar hacia la conquista de una paz por la vía del diálogo en Colombia”. Concepto del Defensor El tema de la paz tratado en los medios periodísticos ha sido causa de frecuentes crispaciones. La del lector es explicable. No obstante, la respuesta del Jefe de Redacción hace claridad sobre el porqué del despliegue asignado a la información sobre la salida del señor Galán. Es evidente que hay una marcada diferencia entre el tratamiento que en el periódico se le ha dado al asunto, en desarrollo de un proyecto periodístico serio y consecuente, y el que le atribuyen otros medios en los cuales no siempre se procede conforme con unos objetivos definidos sobre los propósitos y finalidades de esta especialidad de la información. Informar y explicar, hacerles seguimiento a los hechos, ayudar a interpretarlos, es una misión ineludible del buen periodismo. La información en referencia no tenía por qué eludirse, ni minimizarse. Pero más que el despliegue en espacio, lo que importa es la profundidad con que se trató. Sobre las proporciones de las fotografías tengo mis reservas. Habían podido ser de un tamaño inferior, sin disminuir la magnitud del tema. Ahora, si en una alta proporción los ciudadanos encuestados no estaban de acuerdo con la salida del señor Galán, es cuestión que bien puede tratarse en artículos de opinión, pero la agenda informativa, las decisiones sobre qué se destaca en un periódico, no pueden estar sujetas al dictamen de las encuestas, en ningún caso, sean cuales fueren sus tendencias. Es un punto de elemental ejercicio de la libertad de informar.


La parajusticia mediática

Por Juan José García Posada ¿Es recomendable que los medios periodísticos pongan en cuestión las decisiones judiciales y las sometan a intenso debate público? La pregunta volvió a exponerse en una conversación con varios periodistas, a propósito de las discusiones que en estos días se han acentuado con motivo de algunas determinaciones tomadas por funcionarios de la administración de justicia, como la de un Juez que dejó en libertad al responsable del caso de aeropiratería en un avión que volaba entre Neiva y Bogotá. No es que sea recomendable o no discutir las decisiones judiciales. Es inevitable, en una sociedad abierta. La administración de justicia representa el órgano jurisdiccional del poder público. Sus decisiones se elaboran con discreción, con sigilo, con reserva, pero una vez tomadas se publican. Lo que no es aceptable es que en las discusiones públicas intervengan comentaristas que no acrediten siquiera mínimo conocimiento de los temas que tratan y que opinen con ligereza, superficialidad y audacia tales que en lugar de ofrecer conceptos dilucidadores influyan en la confusión general de lenguas y la desorientación de los ciudadanos. Así, por ejemplo, el cuestionamiento de la libertad condicional del aeropirata por ciertos comentaristas consultados por varios medios dejó la impresión de que el incriminado quedaba desvinculado de la investigación y exonerado de cargos, lo que no es cierto. Las opiniones deberían ser calificadas. Así opinar sea un derecho y en teoría cualquier individuo esté facultado para exponer sus puntos de vista, en la práctica debería preferirse la difusión de conceptos basados en suficiente información, en el manejo idóneo de las cuestiones del Derecho y en el desapasionamiento y la ponderación que se requieren para efectuar un escrutinio público mediante el cual pueden afectarse los derechos de las partes envueltas en algún litigio y la independencia de la administración de justicia. Nadie debería atreverse a opinar sobre un asunto de interés judicial si no está enterado de las circunstancias del proceso y no tiene cómo evaluar con certeza la conducta punible respectiva. Asumir que la controversia sobre las decisiones judiciales debe tener unas condiciones especiales no es equivalente a limitar la libertad de expresión. En los medios periodísticos suele cometerse el error de atribuirles competencia para opinar sobre temas de cierto calado a comentaristas todoterreno, que desarrollan una casi admirable capacidad para pontificar sobre todos los hechos y fenómenos de actualidad, con una suficiencia, una temeridad -¡y una


frivolidad!- que deberían despertar al menos la sospecha de que su fin primordial consiste en favorecer un afán morboso de protagonismo. El ejercicio de la democracia lleva implícito el respeto por las reglas de juego. Y una de ellas es el acatamiento de las decisiones que los administradores de justicia (en una administración de justicia encuadrada en el sistema democrático y no en una autocracia) toman en derecho y con independencia, sin someterse a coacciones o apremios de los medios periodísticos o de cualquier grupo de presión. Aun si se asume que es legítimo debatir tales decisiones, debe advertirse que un aspecto esencial de cada proceso (del debido proceso, valga decirlo) es la disposición de recursos que posibiliten la controversia dentro de los términos y procedimientos instituidos. Las decisiones judiciales son discutibles, siempre y cuando se cumplan unas condiciones mínimas: 1) Que al opinar se acredite información suficiente sobre el tema y adecuado conocimiento de causa. 2) Que en todo caso se anteponga el respeto por los principios del debido proceso y la independencia de la administración de justicia. 3) Que así se controviertan las decisiones haya la previa resolución de acatarlas y no influir de modo alguno en el descrédito del órgano judicial ni en la creación de un clima propicio a la desinstitucionalización y el amparo de la ilegalidad. La parajusticia mediática (una forma de justicia paralela) se arroga la potestad de perdonar o condenar, de calificar la existencia o la inexistencia de delito, en nombre de una sociedad sugestionada y expectante. La parajusticia mediática no es legítima, por más que se pretenda defender la facultad de crítica periodística. Para lectores de titulares El lector Eduardo Ceballos habla en nombre de quienes tienen muy medido el tiempo de lectura y muchas veces deben limitarse a leer titulares y breves resúmenes. En consecuencia sugiere: “Les sugiero entonces que al igual que los diarios internacionales, uno pueda encontrar un resumen muy claro de la noticia entre el título y el primer párrafo. Escribo esto porque encuentro que en algunas ocasiones el periodista acude a titulares que son muy ingeniosos y llamativos, pero que en vez de informar confunden y otras veces da un tratamiento literario a la noticia, que obliga a abandonarla por no encontrar rápidamente lo que uno necesita saber. Respuesta: Lo que dice el lector es razonable. Es más: Un titular creativo, original, novedoso, puede malograrse si no hay un subtítulo que lo aclare y lo haga más explícito, además del resumen siguiente. No son pocos los lectores de afán, que por fuerza de las circunstancias deben conformarse con la lectura de titulares. El seguimiento del lector El lector que escribe con el nombre de Luis J. Montoya ha escrito para decir que “el artículo sobre la ronda de negociaciones del tema de medicamentos en el TLC es insulso, no refiere el quid del asunto, nada dice sobre las implicaciones, argumentos, proyecciones, etc., del triunfo de una posición en particular. Se limita a referir las infidencias, circunstancias y posiciones personales de los negociadores. No ilustra sobre lo que está en juego, ni sobre las posiciones que se atacan o se defienden”. El periodista económico Germán Jiménez Morales ha respondido que “sería muy importante que el lector precisara a qué informe se refiere,


porque el tema de los medicamentos fue abordado por nuestro diario los días sábado y domingo. El primer día, se hizo mención al conflicto desatado por la sorpresiva renuncia de los asesores del Ministerio de la Protección Social, cuyos apartes fundamentales de la carta se divulgaron. El segundo día, pensando en la ilustración de los lectores, se publicó un informe explicando las pretensiones de Estados Unidos, la respuesta de Colombia, las críticas de Misión Salud, Asinfar y la respuesta del Gobierno. Por limitaciones de espacio, no se incluyó la posición de las multinacionales de medicamentos, representadas por Afidro... eso, sin embargo, no está bajo control del periodista que remite su material como enviado especial. ¿Qué más quería el lector? El informe del día sábado es informativo y tiene las visiones de los dos protagonistas. El informe del domingo le da un contexto a esa crisis y le aporta los elementos necesarios para que entienda la importancia de ese tema para la salud y la vida misma de las personas. La Editora del Área Económica, periodista Martha Hoyos Franco, ha respaldado la explicación del redactor y le ha recomendado al lector que repase los textos indicados, en los cuales se ha presentado una visión completa del asunto. Respuesta del Defensor: Si bien es cierto que el lector tiene derecho a reclamar más y mejor información sobre los grandes temas, por su parte debe ser más preciso y más razonable a la hora de hacer las críticas. Pero además si los periodistas realizan el seguimiento de un tema, día a día y con la continuidad y la persistencia requeridas, de modo que no se limiten a presentar piezas separadas del contexto, debe haber mínima reciprocidad de los lectores, de los que también se espera que lean los hechos concatenados, que puedan hacerles seguimiento: No se efectúa un seguimiento por el gusto de los periodistas sino para el servicio de los lectores, para que puedan tener eslabonado un proceso informativo y apreciar su curso desde los antecedentes y los orígenes hasta el desarrollo, la situación actual y las consecuencias. Responder, no ripostar El lector Alberto Palacio dice: “Con mucha frecuencia he visto que están utilizando en el periódico un verbo “ripostar” y no he podido conocer su significado, aunque he consultado en varios diccionarios. En la edición de hoy, en Implicaciones, en la página 4b escribieron lo siguiente “...los exportadores no le ripostaron al presidente de la República”. ¿Podría usted ayudarme a aclarar la duda?” Respuesta (que no riposta): Ripostar es un anglicismo. No está en el Diccionario de la Real Academia Española. No tiene sentido utilizarlo, si en el idioma nuestro puede decirse responder. Suscripciones por días El lector Ricardo Luján propone: “Me gustaría que vendieran suscripciones de El Colombiano por días (los lunes, o los domingos, o de lunes a viernes, o la que coincida con determinada publicación o revista, etc.), para aquellos que no pueden tener la suscripción completa”. Respuesta: De su petición he dado traslado a la sección de Suscripciones, donde pueden examinar su conveniencia.


Mala fama en pantalla Por Juan José García Posada Las producciones artísticas y literarias que enfatizan en la violencia urbana dividen opiniones. Así como hay lectores que manifiestan su complacencia con las películas, los libros y otras publicaciones en los que se remarcan los más diversos episodios del conflicto que ha padecido Medellín, hay otros Las producciones artísticas que no comparten ese tipo de realización cultural y utilizan muy en especial el argumento, nada subestimable, de la afectación del derecho de los habitantes de Medellín a la honra, a la buena fama y a la vida en paz y libre de señalamientos, exclusiones y actos discriminatorios, que se patentizan cuando viajan al exterior. Son actitudes y puntos de vista respetables. Varios lectores han escrito sobre el tema: María Victoria Orozco López, desde maveorolo@hotmail.com, ha dicho: "¿Qué le pasa al diario El Colombiano, que pareciera deleitarse con las películas y las obras literarias que desacreditan a Medellín, contados nosotros los habitantes? De Rosario Tijeras han publicado ya no sé cuántas veces el mismo comentario, más elogioso no puede ser. Ahora llegó Sumas y restas del señor Gaviria, y dele otra vez con los aplausos y las páginas enteras para hacerle propaganda a unas producciones que difaman, causan daño, crean en el exterior la peor imagen de los antioqueños y colombianos. Cuántos casos de familiares honestos, que les han negado visa para ir a otros países, por el miedo y el fastidio con que miran a los colombianos. Sé que hay gente muy respetable de acuerdo con dichas películas, pero protesto y como lectora me siento ofendida y me pregunto qué le pasa al Colombiano". La Editora de Vida y Cultura, periodista Beatriz Arango, ha escrito, a propósito: "Es muy respetable el comentario de la lectora. Nuestro criterio para publicar las notas periodísticas sobre películas como Rosario Tijeras y Sumas y Restas tiene que ver con la pertinencia, el interés y la oportunidad que este tipo de estrenos traen consigo". "Es decir, hacer cine en Colombia tiene sus dificultades presupuestales y de facilidades técnicas. Por eso, siempre habrá que celebrar que esta industria no se detenga y haya personajes, casi titanes, que asuman el reto de hacer cine en nuestro país. Luego del primer paso, el de reconocer el desafío, viene el de la evaluación a la calidad, el comentario periodístico y la crítica cinematográfica".


"En todos estos ámbitos le hemos hecho diferentes análisis y lecturas a las películas en mención". "Quisiera decirle a la lectora, que no es EL COLOMBIANO, es nuestra realidad y la forma cómo el cine, desde su expresión artística, lee los acontecimientos sociales, llámense narcotráfico, fiestas populares, pobreza, desmovilización, conflicto urbano..." En los editoriales y los artículos de opinión puede reflejarse una diversidad de apreciaciones, de visiones múltiples sobre la vida de la ciudad y sus circunstancias. Cada comentarista ha de responder por sus escritos, así como responde el periódico por sus posiciones editoriales, que son el resultado del ejercicio responsable de la libertad de opinión. En el campo de la información es necesario proceder con razonable objetividad y sentido del equilibrio, sin privilegiar unas tendencias de la gente sobre otras, sin inferirles ofensas, de modo consciente y voluntario, a los lectores que piensen de una manera u otra. Además, con un criterio constructivo de civilidad y convivialidad y, en consecuencia, con el mejor ánimo de ayudar a que la propia ciudad, que debe ser objeto de la fidelidad del medio periodístico local (y todos los periódicos, a la hora de la verdad, son locales, sea cual fuere su grado de expansión y difusión hacia lo nacional y lo mundial) alcance niveles de prestigio acordes con su realidad más exacta y con los ideales y proyectos de sus ciudadanos. El derecho al buen nombre es una prerrogativa individual y lo es también colectiva, porque una ciudad no es una entelequia, un concepto en abstracto, sino una realidad compleja formada por los pobladores como protagonistas de hechos urbanos. Si desde un sector se expresan opiniones como las de la lectora mencionada al comienzo, ese solo hecho puede considerarse como una motivación al periódico para que no deje de examinar, analizar, evaluar y revisar si es preciso el estilo de tratamiento informativo, el enfoque y el despliegue a producciones fílmicas y literarias que pueden causarles consecuencias negativas a quienes, por ser de Medellín, reciben, como consta con numerosos ejemplos, el castigo injusto del extrañamiento en el exterior. No sería aceptable omitir esa clase de información sin motivo que lo justificara. Representa una porción de la realidad urbana, de la cual esa modalidad del cine hace una versión, una figuración, que puede ser parcial, incompleta y desacertada. Como se ha dicho desde la Redacción, la información no se ha publicado con ánimo de legitimar las producciones controvertidas. Con todo, lo esencial está en que, para salvaguardar la credibilidad, se proceda de modo tal que nadie pueda decir con razón que desde las páginas de El Colombiano se ha incidido en la vulneración del derecho de una ciudad y sus habitantes al buen nombre.


El impacto de una imagen

Por Juan José García Posada Hay fotografías que ocasionan impacto, en el sentido de golpe emocional, que implica el vocablo. Ha sido impactante para varios lectores la fotografía publicada en la primera página del sábado 8 de octubre, que muestra el rescate del cuerpo sin vida de una de las víctimas de la tragedia invernal de Bello. Al buzón de correo electrónico del Defensor del Lector llegaron varias cartas. De casi todas dí traslado al Jefe de Redacción. Indican reacciones diversas: De protesta porque estaba violándose la intimidad de un ser humano que había muerto, de inconformidad por la fuerte impresión causada por la foto, de extrañeza porque en un diario tan serio se hiciera tal publicación y con tanto despliegue, etc. Se ha recordado, por ejemplo, que es necesario preservar la armonía entre los derechos a la información y a la intimidad. Aunque sea discutible desde el punto de vista jurídico si el derecho a la intimidad alcanza más allá de la muerte del titular, no obstante pueden afectarse sus familiares y allegados. Sobre el tema han escrito al Defensor del Lector los periodistas Francisco Alberto Jaramillo y Wilson Daza, Jefe de Redacción y Editor Gráfico, en forma respectiva, en estos términos: "La noticia de apertura y la elección de la fotografía de primera página es siempre uno de los temas más debatidos entre los editores a la hora del cierre y la selección se hace bajo un criterio profesional. En EL COLOMBIANO esta labor se realiza en forma colegiada y las decisiones se toman por consenso entre los editores, bajo la sabia orientación y ponderado consejo de la Dirección". "En el caso de la fotografía a la que aluden algunos correos recibidos, se pusieron sobre la mesa las mejores imágenes de nuestros reporteros gráficos y de las agencias de noticias. El objetivo: escoger la fotografía que mostrara lo que fue esa tragedia en toda su dimensión (dimensión que comprendió EL COLOMBIANO desde la misma noche de los hechos para traer al día siguiente la más completa información)". "Y con esa foto se logró. La imagen en particular hace parte de una completa secuencia de la agencia Reuters, aunque también la obtuvo AP, y que narra el rescate del cuerpo de una de las víctimas de la avalancha. Luego de analizar


cada toma llegamos a la conclusión de que esa era la que reunía suficiente información sobre la tragedia y mostraba su magnitud para mover incluso a la solidaridad a aquellas personas que preferirían no informarse de hechos tan dolorosos como estos". "En eso posiblemente coincidieron otros medios impresos, pues fotos del mismo rescate fueron publicadas por El Mundo, El Tiempo y El Espectador (este último en su edición dominical) y la fotografía, al ser de un servicio internacional, seguramente le dio la vuelta al mundo". "A veces una sola foto por sí misma, puede decir más sobre la magnitud de un hecho que miles de palabras y esto todos los lectores ya lo saben, pues forma parte de la cultura de los lectores de los impresos". "Es la fotografía dramática de Omaira, ya casi agonizante aprisionada entre las losas de su casa en Armero, la que 20 años después conservamos en la memoria como el referente de lo que fue la muerte de 25 mil personas en el desastre más grande que ha vivido Colombia. Esa fotografía, tomada por un reportero europeo, y que fue criticado en su momento, es la que hoy figura como una de las grandes imágenes del World Press". "Invitamos a los lectores a que acudan a la página web de este colectivo fotográfico World Press Photo <http://www.worldpressphoto.com que reúne a las mejores fotos de todo el mundo en los últimos 50 años. Allí el drama y el dolor son una constante, pero son las fotos que documentan la historia". De un análisis ponderado del asunto debo concluir: Los criterios y los métodos que se siguen en el periódico para tomar decisiones como la de escoger la fotografía más sobresaliente de primera página confirman la seriedad y el sentido de responsabilidad con que se procede al preparar cada edición. Que de acuerdo con ese modo de operar se haya tomado la decisión en forma colegiada y se hayan examinado y definido los objetivos de mostrar la magnitud del desastre y sensibilizar en procura de solidaridad a lectores que podrían ser indiferentes, son argumentos que hacen defendible y respetable la publicación, pero no la convierten en indefectible. Es cierto que la historia del periodismo y en particular de la fotografía periodística está colmada de dramatismo, de dolor y de sufrimiento. La crueldad de nuestra época no ha sido inventada por los medios, aunque sí pueden contribuir a potenciarla, como también, quizás, a disminuirla. Es legítimo, en tiempos de indiferencia y pérdida del sentido de lo humano, motivar a los lectores a la solidaridad. Una fotografía impactante puede no sólo conmover, sino, además, mover a la acción solidaria. Sin embargo, incluso los lectores más sensibles y solidarios pueden también sentirse golpeados por una imagen espeluznante. En el Manual de Estilo de El Colombiano dice: "Hay que evitar la publicación de fotos con imágenes desagradables, que ofendan el buen gusto, la dignidad y la sensibilidad de los lectores. Éstas sólo se pueden incluir en el caso de agregar información de importancia clave a la noticia".


Ese artículo del Manual tiene carácter de norma ética o deontológica del periódico. La vigencia de tal precepto y las reacciones de algunos lectores relativizan la decisión de publicar la fotografía y, aunque no la invalidan, sí ponen en cuestión su pertinencia y coherencia. Con todo, es justo destacar la intensidad, la continuidad, el altruismo y el sentido de responsabilidad demostrados por la Redacción en el tratamiento informativo de la tragedia de Bello. No es fácil hacer un periodismo biófilo en medio de una realidad afectada por la tendencia necrófila. Y en suma, una acción periodística no debe evaluarse de modo parcial. Así como pueden pesar las fallas deben justipreciarse y ponerse en la balanza los aciertos. El espacio de la buena lectura El lector Walter Rodríguez V. reconoce el esfuerzo del periódico en materia cultural y destaca la crítica constructiva de los medios y la contribución a canalizarla mediante el Defensor y dice, en otro de los apartes de su carta: “...El gran cambio que experimentó el Suplemento Dominical, ahora Generación, fue muy bien recibido por los amantes de ese espacio que los fines de semana lo buscábamos para deleitarnos con excelentes lecturas, además, más de una entidad educativa y padre de familia lo utilizaba como herramienta de aprendizaje (. ..) las últimas ediciones de este, me han llevado a adquirir otro entretenimiento el fin de semana, jugar con el cálculo de áreas, pues es tal el volumen de avisos publicitarios y el abuso en tamaño de imágenes para ilustrar contenidos, que he podido comprobar que estamos perdiendo el 40% o más para buenos artículos (...). ¿Veremos acaso a Generación convertido en un suplemento de clasificados culturales? Seguro que esto obligará a muchos lectores, a buscar artículos culturales los fines de semana, en otros periódicos”. Responde la Editora La periodista Beatriz Mesa Mejía, Editora de Generación, ha dicho, en respuesta al lector y a instancias del Defensor: “Desde los inicios de la publicación, en su nuevo formato, hemos recibido algunas críticas de lectores que preferirían ver Generación sin ningún tipo de avisos publicitarios, sin embargo, dentro de la nueva propuesta se pensó en que fuera comercialmente rentable. En las últimas ediciones hemos tenido un aumento de publicidad o informes comerciales debido precisamente a que el suplemento está teniendo impacto en el medio”. “Hemos tratado de mantener un equilibrio para no disminuir la información editorial, la cual debe presentarse con imágenes pues, como usted bien lo sabe, ellas también ofrecen información. Considero que continuamos presentando interesantes lecturas que, sin duda, invitan al diálogo y proponen nuevas miradas del mundo contemporáneo”. “Como en todas las publicaciones habrá momentos en que aumenta la pauta, en otros disminuirá. Creo que no se puede dar por finalizado un proceso al ver que han aumentado los avisos, los cuales finalmente posibilitan la existencia de los medios de comunicación”.


Concepto del Defensor Se trata de una publicación tradicional integrada a lo que es esencial en la vida y la misión cultural y educativa del periódico. El mensaje del lector contiene una apreciable mixtura de afecto y decepción. Su crítica es ponderada, en líneas generales. Y no cuestiona tanto los contenidos como el constreñimiento de los textos por el espacio destinado a los anuncios publicitarios. En el ámbito periodístico se detecta una tendencia a la desaparición o la minimización de los suplementos literarios o a su transformación en separatas de variedades. En El Colombiano se ha mantenido una plausible resistencia. En muchos hogares, en pueblos apartados, la propuesta de lectura edificante del suplemento es la única posible, a falta de libros, bibliotecas y librerías. De tal magnitud es el compromiso que se asume con los lectores, que implica la exigencia tácita de sólo hacer concesiones mínimas e inevitables. Que la publicación sea rentable o autosuficiente desde el punto de vista comercial es un objetivo natural en una empresa, aunque lo ideal sería si este tipo de sección se liberara de avisos y siguiera siendo subsidiado por otras de más acogida publicitaria. La explicación realista de la Editora demuestra el interés por mantener un equilibrio entre el servicio y el beneficio. Una de las ilusiones contemporáneas de los lectores de textos literarios semanales en periódicos de calidad consiste en que no estén limitados por los avisos y que no se les recorte el espacio que se les destine. La publicidad no debería afectar, restringir o malograr la buena lectura.


Escribir con tino Por Juan José García Posada Un idioma de la riqueza y la variedad del español exhibe la polisemia como una característica notoria y constante. Son muchísimos los vocablos que tienen pluralidad de significados, tanto en el Diccionario de la Real Academia como en los de americanismos y colombianismos. Es una polisemia panhispánica, es decir que se observa (o se escucha, mejor) en todos los pueblos que hablan esta misma lengua. Los ejemplos son abundantes y deben tenerse presentes cuando se cruzan las fronteras geográficas, incluso en un mismo país: Ya sabemos de numerosas palabras que en Antioquia tienen un significado y en la Costa Atlántica o en el altiplano cundiboyacense se entienden de modo muy diferente. Algo similar sucede entre los países hispanoamericanos. Por lo tanto es preciso tener tino al utilizarlas. Y no es necesario redundar en ejemplos demostrativos de la diversidad de modos regionales de expresión. Bastaría citar una sola palabra, perico, para advertir la cantidad de significados que tiene en el solo Diccionario: Ave trepadora, abanico, espárrago, orinal, mujer callejera, café pintado, huevo, Perico de los Palotes, etcétera. En el lenguaje periodístico sí que es indispensable el tacto al utilizar expresiones polisémicas. Estas anotaciones las hago a propósito de una carta del lector Wilson Mejía Mejía, quien escribe desde wilsonmejia@latinmail.com y dice: "El pasado domingo 16 de octubre apareció publicado en la pagina 5D de El Colombiano un artículo en el que utilizan la palabra camandulera, la cual, en lugar de alabar, calumnia a las venerables señoras de Alcalá. Sobre este asunto ya pedí rectificación, pero no he recibido respuesta. Solicito su apoyo para devolver la honra a tan venerables señoras". El Jefe de Redacción ha explicado sobre el tema: "El periodista que escribió la crónica es John Saldarriaga, del área Vida y Cultura. Se hizo a propósito de un concurso-exposición del Mamm, sobre las vírgenes en Medellín (Eh, Ave María). Cuenta una historia a propósito de las imágenes de María que se encuentran en algunos barrios. El titular no se usó con un carácter despectivo ni menos de calumnia como la tipifica el lector. La calumnia es un delito y a lo sumo se cometió un error al utilizar una palabra coloquial, en su acepción popular registrada en el diccionario de Americanismos (el que reza mucho, persona rezandera, devota) y no el académico (Hipócrita, astuto, embustero y bellaco), que registra el diccionario de la Academia de la Lengua. En nuestro medio, la palabra camandulera no tiene el sentido que se le da, probablemente en España, pues quien lea la nota comprenderá su tono, que es por lo demás exaltador de estas señoras que se reúnen a rezar el rosario todos los días ante la imagen de María Auxiliadora en el jardín de doña Adela, una líder del barrio, que nos habló de los milagros que le ha hecho. Es una nota positiva en todo sentido sobre estas rezanderas o devotas del barrio Alcalá". La palabra camandulero tiene varias definiciones, como queda dicho. En el argot de la tauromaquia "se llama así al torero que finge torear, al engañar al


público". En España y en el Alto Aragón, equivale a parrandero: "Ixe mozo ye un camandulero". También se le aplica a la persona a la que no le gusta estar en casa. Ya está dicho que en el Diccionario, camandulero es "hipócrita, astuto, embustero y bellaco". Pero además de la diversidad de significados, todos más o menos despectivos, como se lee, en el español colombiano se entiende por camandulero al rezandero, al que reza mucho, sobre todo el rosario, y el vocablo suele sonar también en tono un poco despreciativo. Por curiosidad, averigüé en distintos diccionarios y textos para buscar otras explicaciones del mismo término. La versión más aproximada o más ajustada al uso coloquial que se le da en Colombia y otros países hispanoamericanos es la que aparece en el capítulo 22 de Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, de Juan Montalvo, donde dice: "La devoción no podía ser descuidada donde la persona principal era una señora tan piadosa como doña Engracia; pero de ninguna manera obligatoria, porque eso más tenía de bueno la matrona que su tolerancia era tan cuerda como eficaz su ejemplo. No se vio jamás que de los hombres concurriesen al rosario sino los maduros, esos que, a fuerza de no poder otra cosa, dan en camanduleros; o si había algún inocentón barbudo, más rezado que enamorado". Está claro que al decirle a alguien que es camandulero no está haciéndosele un elogio. Pero tampoco es razonable llevar el asunto al extremo de afirmar que esté infiriéndosele una grave ofensa o una calumnia. En la historia periodística publicada el domingo 16 de octubre, a la que se refiere el lector, no se vislumbra la más mínima intención ofensiva. Por el contrario, es un escrito que, además de tratar de un modo respetuoso el rezo del rosario como faceta muy representativa de la religiosidad popular, reúne con acierto valiosos elementos informativos, narrativos y descriptivos, de protagonismo y explicativos. Estoy de acuerdo con que se trata de una nota positiva. Sin embargo, el titular de Las camanduleras de Alcalá molestó a algunos lectores. Tienen sus razones. Por supuesto que el Diccionario es el máximo cuerpo normativo del idioma. Pero no es infalible ni completo. Es una obra en continuo proceso de mejoramiento. En los años recientes ha habido manifiesta disposición de los académicos a incorporar decenas de miles de voces de origen americano. Es pertinente recomendar (lo que puede hacerse mediante carta motivada a la Academia) que, en virtud de esa flexibilidad, amplíe las definiciones de una palabra como camandulero, cuyo sentido polisémico debe tenerse presente. Muchas respuestas no aparecen en el Diccionario. Hay que buscarlas en el lenguaje popular. Con todo, insisto en la recomendación de que se escriba y se titule con tino, con tacto, con mesura, para evitar ligerezas mortificantes como la que ha dado lugar a la crítica del lector, que, en síntesis, muestra un caso típico de malentendido. Palabras malsonantes Varios lectores han escrito o han llamado para quejarse por la inclusión de


palabras malsonantes en la información publicada el lunes 17 de octubre sobre el multitudinario concierto del canta-autor Juanes en Medellín. En los mensajes se ha dicho que algunas palabras pronunciadas por el artista pueden herir la sensibilidad de los espectadores o los lectores. La emoción del concierto El periodista Mario Alberto Duque Cardozo, autor del texto en referencia, ha explicado en mensaje del cual estos son apartes esenciales: “Me parece que si bien ciertas palabras, catalogadas como de grueso calibre, pueden herir la susceptibilidad de algunos lectores o espectadores del concierto, con ellas Juanes y los asistentes expresaron un sentimiento más fuerte. Hay quienes reprochan esta actitud del cantante, pero estas palabras son como un sello, un grito de batalla que hace parte del espectáculo (… ) No defiendo la grosería por la grosería, pero tampoco recrimino su uso. Puede haber argumentos para recriminar los adjetivos: que en el lugar había niños, que Juanes es una figura pública y se debe comportar bien... Creo, sin embargo que parte del reconocimiento del público a la honestidad y sencillez de esta cantante antioqueño radica en su informalidad y en ese lazo extraño que lo vinculó con el público cuando afirmó que esa noche era la más hermosa de su puta vida”. “Es esa emoción que se vivió en el concierto, que sintió el cantante, que sintieron los asistentes y que sentí yo, incluso, ahí inmerso, la que viaja en esas frases directas y claras, sin ambages o eufemismos, como hasta el día de hoy se ha mostrado Juan Esteban Aristizábal. Finalmente, no creo que con la inclusión de estos términos en el artículo se haya hecho una apología a la vulgaridad, solo es una descripción de uno de los aspectos del concierto”. Concepto del Defensor Creo que no deben hacerse concesiones en materia de elegancia idiomática. Desde el periódico se debe ser consecuente, en todos los textos (máxime si se trata de un “cubrimiento” tan bien logrado), con el compromiso de contribuir a la defensa y la propagación del buen decir. Para reflejar el estado de ánimo de la gente en determinadas circunstancias (tal es el caso del concierto del extraordinario artista Juanes) no se necesita incluir vocablos provenientes de una suerte de germanía. Debo recordar que en el Manual de Estilo de El Colombiano se encuentra esta norma: “De la misma manera, se restringirá el uso de expresiones soeces, chabacanas y ofensivas para los lectores. Sólo se utilizarán cuando sean imprescindibles para la verdad de los hechos o cuando agreguen o contengan un muy pertinente valor informativo”.


... y la opinión es libre

Por Juan José García Posada “Los hechos son sagrados y el comentario es libre”. Así dice el aforismo anglosajón que nos repetían desde los tiempos de la clásica Escuela de Periodismo de la Universidad de Antioquia, en el seminario de Ética, los recordados profesores Fernando Gómez Martínez y Alfonso Lopera Lopera. Opinar es una prerrogativa inalienable del ser humano autónomo y, por supuesto, del comentarista de prensa. Y opinar, con libertad responsable, valga decir con la aplicación de la facultad de hacer lo que debe hacerse. El trabajo de un Defensor del Lector se concentra en la información. No es competente para cuestionar artículos de opinión, que se escriben y publican de acuerdo con el criterio antes enunciado. Por principio, las opiniones no son rectificables. Se asume que el responsable de haberlas difundido lo ha hecho con sindéresis. Por esas razones, a los lectores que llaman, envían cartas o mandan mensajes de correo electrónico para objetar opiniones (no informaciones) debo responderles en forma escueta que me abstengo de acoger sus interpelaciones y las traslado a la Dirección y al Editor de Opinión. Sin embargo, hay situaciones excepcionales en las que el Defensor del Lector sí está facultado para evaluar comentarios y expresar su concepto: Cuando en una columna de opinión el autor ofrece datos cuya precisión, completud o veracidad pueden cuestionarse. Es del caso invocar otra vez un argumento de autoridad jurídica, la jurisprudencia creada por la Corte Constitucional en la sentencia del 14 de septiembre de 2000, sobre un caso de Acción de Tutela. Después de reconocer la libertad de pensamiento (consagrada en el artículo 20 de la Constitución), la Corte advirtió que “es indispensable asegurar el responsable ejercicio del derecho a la difusión de información, para proteger efectivamente los demás derechos constitucionales de las personas, cuando estos se vean injustamente vulnerados o amenazados por la difusión de informaciones y opiniones”. La providencia es más explícita en estas frases: “Así como el reportero debe cerciorarse de la veracidad de los hechos que conoce a través (sic) de sus fuentes cuando el contenido de su trabajo tiende a verificar la ocurrencia


cierta de un determinado hecho, el columnista de opinión debe constatar la veracidad de las premisas que fundamentan el objeto de su particular percepción de la realidad, so pena de incurrir en las inconstitucionales conductas de desinformar al público receptor de su pensamiento, y de vulnerar injustamente la fama de los protagonistas de los hechos que analiza”. En esta semana ha ocurrido uno de esos casos especiales en que en un artículo de opinión sean susceptibles de ser rectificados los datos que se califiquen de inexactos. No es la opinión la que se objeta. Es la información que incluya y que en determinadas circunstancias puede servirle de base. La carta en referencia trata de Jus Gentium, la columna que escribe cada sábado el comentarista Raúl Tamayo Gaviria. Con la reiterada anotación de que no son rectificables las opiniones sino las informaciones refutables que contengan, al leer la carta de María Isabel Mesa Sánchez, Gerente de Metroplús, he concluido que en efecto pretende rectificar “información publicada en la columna...”. Por consiguiente, en mi concepto es procedente la rectificación solicitada, sólo en cuanto se refiera a datos o informaciones que la mencionada funcionaria detalla en su carta. Hablé con el autor de la columna para conocer su punto de vista. No manifestó reserva alguna para admitir y aclarar que por una confusión había escrito el párrafo contentivo de la información glosada por la funcionaria (y queda en claro, entonces, que ella no asistió a la reunión dicha ni dijo que no le importaba la ley) y expresó su conformidad con la publicación de la carta, dirigida al Defensor, de la cual se reproducen apartes esenciales en la columna vecina. La autora ejerce el derecho de hacer precisiones para despejar dudas y dejar en limpio su comportamiento. Es cierto que los actos u omisiones de los servidores públicos deben estar expuestos en todo momento al escrutinio de los ciudadanos y en particular de los comentaristas, que están en el derecho de ejercer una labor de crítica y fiscalización. Del examen de las actuaciones de los funcionarios depende en muy alto grado que haya pulcritud y transparencia en los asuntos públicos. En el informe de Transparencia Internacional de la semana pasada, se reafirma la directa relación entre índices de corrupción y negación a los particulares de conocimiento sobre las decisiones oficiales. Que haya comentaristas críticos de lo que pasa en el sector oficial, es condición para asegurar una relación transparente del Estado y la llamada sociedad civil. Con todo, la crítica y la fiscalización deben basarse en datos e informes exactos, verificados, de probada veracidad. El más mínimo error hace vulnerable un texto. Y da lugar a mensajes rectificativos que, a propósito, deberían ser de una extensión proporcional al objeto de aclaración. Gerente de Metroplús aclara En extensa carta enviada al Defensor del Lector, la Gerente de Metroplús, María Isabel Mesa Sánchez, aclara informaciones publicadas en la columa Jus Gentium del sábado 29 de octubre. Se publican apartes principales: “La primera imprecisión corresponde a “que sus casas no van a ser adquiridas


por el Municipio, sino que van a ser expropiadas parcialmente de los antejardines y que las aceras y zonas verdes serán utilizadas como zonas peatonales y no podrán tener acceso vehicular a sus garajes”. “El proyecto Metroplús (dice la funcionaria) sólo puede afectar los inmuebles necesarios para el desarrollo de la infraestructura del Sistema, como está escrito en el documento COMPES 3307 de 2.004 (sic), por lo que no se puede adquirir sino lo estrictamente necesario; en algunos casos será el antejardín, en otros parte de la vivienda y en casos extremos la vivienda completa; cada caso es particular. La adquisición del terreno requerido tiene varias etapas y siempre la primera etapa es la negociación con el propietario y el último paso, al que se llegará si no hay acuerdo, es la expropiación”. En seguida dice que los antejardines no serán expropiados y no hay oficio en el que se haga tal afirmación. La actual administración expidió el decreto 1647 de 2.005 que lo que pretende es “la incorporación física, jurídica y administrativa del antejardín como elemento constitutivo del espacio público”. Y en su contenido están plasmados los pasos de negociación con el propietario del inmueble”. Luego, la Gerente de Metroplús aclara que no ha expresado en oficio alguno que no habría acceso vehicular a los garajes, “pues el proyecto Metroplús, como todos los proyectos municipales, respeta el ingreso a los garajes aprobados por la Dirección de Planeación Municipal...” Dice que el parqueo en los antejardines no será permitido, por norma que ordena la protección de la integridad del espacio público “y su destinación a satisfacer el interés general que prima sobre el particular”. Que no es “un negocio ya pactado” La carta de la Gerente de Metroplús sigue. Se refiere al comentario según el cual se trata de una “reverenda mamada de un negocio ya pactado”. Al respecto dice: “Se considera negocio ya pactado cuando existe un contrato de promesa de compra venta firmado por las partes”. “A la fecha, ni la Empresa de Desarrollo Urbano -EDU-, nii Metroplús S.A. han firmado promesa de compraventa sobre algún inmueble del corredor del proyecto Metroplús. Sólo se han enviado cartas anunciando visitas de los empleados de la Lonja de Propiedad Raíz para iniciar el proceso de avalúo y otras para anunciar las visitas informativas por parte de las trabajadoras sociales de la Empresa Metroplús”. “Las otras misivas que han circulado a nombre de la EDU y/o (sic) de Metroplús corresponden a tres (3) respuestas a derechos de petición de la comunidad, donde se ha explicado el proyecto, el proceso de construcción y de adquisición de los inmuebles, como lo demuestran los comunicados de la EDU, con fechas de 22 de Abril y 19 de julio de 2.005, al señor José Leonidas Gallego Romero. Sobre otra anotación en el comentario, acerca de “la maravilla de Alonso Vargas que todavía pontifica”, dice en la carta: “...el ingeniero Alonso Vargas desde junio de 2005 es empleado de Metroplús S.A. Y que por lo tanto tiene obligación de responder, acompañar y aclarar todo lo pertinente al proyecto a todas las personas que así lo requieran y en lo no concerniente al proyecto METROPLÚS, es su deber remitir la inquietud al organismo respectivo”. Parte nuclear de la carta de la Gerente de Metroplús es la que sigue: “Dice el señor Tamayo Gaviria que yo María Isabel Mesa participé en una reunión con la comunidad de Belén y que a los asistentes les dije que “no me importaba la ley sino el decreto 1647 de este año firmado por el alcalde Sergio


Fajardo”. “...no asistí a la reunión que cita en su artículo. En constancia de ello les anexo copia del acta de asistencia firmada por todos los participantes menos por el señor José Leonidas Gallego Romero que omitió hacerlo”. La funcionaria protesta luego porque se haya dicho que no le importa la ley, “porque como ciudadana de bien siempre cumplo con sus preceptos y más aún, en mi calidad de servidora pública, tengo la obligación de velar por que ésta siempre se cumpla a cabalidad. Mal haría entonces en propiciar y pregonar su incumplimiento”. A renglón seguido anuncia al sentirse calumniada la interposición de una denuncia. En seguida explica por qué el Tránsito no se hizo presente en la reunión mencionada: “...la Secretaría de Tránsito no asistió a dicha reunión, porque no es competencia de ellos asistir a reuniones solicitadas, vía derecho de petición, por la comunidad para tratar temas como la afectación predial y el proceso de enajenación de los bienes”. “También indica el columnista (continúa) que se trata de 7 casas modestas y que su valor no es nada comparado con los dineros que manejará el proyecto... Le aclaro primero que la inversión en la primera etapa de la Troncal Medellín es de $176.128 millones de pesos, no $300.000 millones de pesos como él lo manifiesta. Y le reitero, como lo dije al inicio de esta carta, el proyecto Metroplús solo puede afectar los inmuebles necesarios para el desarrollo de la infraestructura del Sistema, tal como se encuentra consignado en el documento CONPES 3307 de 2004”.


La amenaza contracultural Por Juan José García Posada Aunque exageran los lectores que al poner en cuestión determinados textos informativos aprovechan para lanzar denuestos contra los periodistas y señalar posibles vacíos y debilidades culturales, ante los graves responsabilidades de informadores y orientadores es preciso admitir que hay fallas originadas en su educación media y profesional y que es apremiante reforzar la formación humanística. "Observe -dice un lector en mensaje al Defensor- que ese error es fruto de la ignorancia y la incultura del periodista". No es necesario dar detalles del caso concreto. Numerosos mensajes llegan en términos parecidos. La función del Defensor, como interlocutor distante y crítico independiente, no consiste en defender a los periodistas (ni en ponerlos contra la pared). Sin embargo, no es apropiado hacer generalizaciones y desconceptuar de plano los programas universitarios de comunicacación social y periodismo, ni a quienes egresan de ellos. Tampoco es acertado asumir actitudes complacientes o arrogantes para descalificar las objeciones y decir que los periodistas universitarios son incomprendidos por la sociedad y en particular por los medios de comunicación. Lo cierto es que la ignorancia y la incultura de las que hablan varios lectores (que pueden ser dos o tres, o centenares, y hasta una sola carta puede ser muy significativa) sí son amenazas, contra todos los profesionales en formación y en particular contra los periodistas. Son, además, problemas que están emergiendo con fuerza cada vez mayor en las universidades. Forman un catálogo de obvios motivos de preocupación para la gente. La lista de tales amenazas está volviéndose extensa. Pueden agruparse en tres categorías: 1) Las deficiencias teóricas debidas al menosprecio de las ciencias y disciplinas humanas y sociales, el facilismo de lo light y la pereza mental que impide la reflexión sobre los porqués del periodismo. 2) La distorsión del criterio, la falta de sindéresis (la facultad que permite discernir sobre el bien y el mal, lo justo y lo injusto) y la infravaloración de los asuntos morales y éticos. 3) La indisciplina y la negligencia para asumir responsabilidades y trabajar con método y la incompetencia lingüística, notoria en la degradación progresiva del lenguaje. Es erróneo, por ejemplo, en nombre de la especialización, hacer del periodismo una secta separada de todas las demás actividades intelectuales y espirituales y rehusar la necesaria formación filosófica, histórica, literaria y jurídica y el manejo de varios idiomas.


Tal tendencia dilata la conciencia de responsabilidad social y desvirtúa la razón de ser del periodismo, al que el sentido de lo humano le es consustancial. La avidez por el saber, por el hallazgo de nuevos horizontes, por el descubrimiento de facetas inéditas de la realidad, son retos permanentes para los periodistas que son o que aspiran a serlo. El periodista no puede o no debe convertirse en instrumento retransmisor de datos: Para hacer noticias escuetas sin criterio valorativo y para rellenar tiempo y espacio ya hay robots que seleccionan y redactan con base en plantillas y formatos automatizados. ¿Para qué necesitaría el periodista saber más de lo que en su parecer le basta para hacer su trabajo? En el Siglo Quince, el del Renacimiento, surgió para la historia de las ideas y las culturas la personalidad atrayente de Juan Pico de la Mirándola, uno de los prototipos del humanismo universal en los confines de dos épocas. Así decía en su discurso sobre la dignidad humana: "...Nunca he filosofado sino por el amor a la pura filosofía, ni he esperado ni he buscado nunca en mis estudios y en mis meditaciones ninguna merced ni ningún fruto que no fuese la formación de mi alma y el conocimiento de la verdad, por mí supremamente ansiada... La filosofía me ha enseñado a depender de mi sola conciencia, más que de los juicios de los otros y a estar atento siempre no al mal que se dice de mí, sino a no hacer o decir algo malo yo mismo". Quien quiera hoy en día formarse como periodista (y la formación profesional no se limita al período de concentración en el medio universitario, porque debe ser continua e indefinida) no debería ignorar que está ante el imperativo de ser un hombre culto, un humanista universal, un intelectual capaz de crear ideas, difundir saber y conocimiento, generar conversación ilustrada y guiar a los lectores en la búsqueda de sentido, además de orientar cambios de costumbres y transformación de patrones sociales de comportamiento. Los grandes afectados por las deficiencias actuales o futuras del periodismo han de ser los individuos que leen, oyen o ven pasar las versiones de la realidad mediante la prensa, la radio y la televisión. Ellos son los que tienen derecho a estar interpelando a los medios, cuando aparecen errores, tergiversaciones o incongruencias en conceptos o en datos sobre temas geográficos, históricos, políticos, etc. Es legítimo invocar el derecho a equivocarse de buena fe, pero sucede que hasta la más mínima inconsistencia en una noticia puede crear desconfianza y llegar a considerarse sintomática de incompetencia para tratar un tema en forma creíble. Incompetencia que se integra al catálogo de las amenazas contraculturales que pueden determinar la derrota final del periodismo. ENTRE CIENTOS Y CIENTOS DE MILES Escribe el lector Mauricio Uribe: "En la edición de El Colombiano del domingo 13 de noviembre, en la página 3A, donde se habla de la manifestación de españoles en Madrid dice que protestaron "cientos de personas" y la noticia se le atribuye a la AP". Dice que leyó la misma información en muchos otros periódicos, incluido El País, de Madrid, donde no dice que fueron "cientos de personas" sino "cientos de miles". Pregunta si hubo un error involuntario, si la noticia llegó así, o si hubo otro motivo para cometer tal error. El editor de Internacional respondió, a instancias del Defensor: "El lector tiene razón. La manifestación del pasado sábado contó con la presencia de


cientos de miles de personas y no cientos de personas. Se trata de un error involuntario por parte de la persona que editó el texto original de la agencia. Reciban usted y el lector nuestras disculpas". Concepto del Defensor: En el mismo error se incurrió en la edición digital del periódico del domingo. Al cotejarse la información de El Colombiano con las de otros medios del país y del exterior, se confirma la diferencia: En todos los demás se habla de "cientos de miles", incluido, como dice el lector, El País, que no representa la oposición al gobierno español. También en la foto se habla de "cientos..." La aclaración es muy pertinente.


Indicadores de respeto Por Juan José García Posada Un periódico también es un espejo de los defectos de toda obra humana, así como es, o debe ser, un ejemplo de perfectibilidad razonable, de continua tarea de mejoramiento. Es obvio que los errores son sintomáticos de ligereza o descuido. Pero se aprende de ellos (del tesoro de los errores) para ajustar, afinar, evitar la reincidencia. El lector Javier Restrepo ha escrito para señalar que a su modo de ver "es imperdonable que en un titular tan destacado como el que dice La pelea está cazada entre Fox y Chávez (pág. 14, edición del domingo 20 de noviembre) aparezca la palabra cazada, cuando en realidad una pelea nunca se caza, sino que se casa con s". La observación es pertinente. Con todo, sorprende que, en contraste, haya algunos lectores que no reconozcan la ortografía como algo esencial para la salvaguarda de la respetabilidad y la credibilidad de un texto periodístico. Quien firma como Vicente Rendón se extraña, en mensaje al Defensor, porque se insista "anticuadamente" en la corrección ortográfica en los periódicos y dice que "en nombre de la libertad de expresión, no deberían haber (sic) censuras contra aquellos que presuntamente cometan errores de ortografía". Es una apreciación respetable pero inaceptable. La corrección gramatical es un indicador de dignidad y respeto a los lectores. ¿Si no se respeta en lo básico, en lo elemental que es la ortografía, qué puede pensarse? La mala ortografía es señal de irrespeto y mal gusto. Bienvenidos todos los esfuerzos para erradicar los errores, como los que, valga repetirlo, se hacen en el periódico. Inmediatez imposible José Eugenio Salazar llamó ayer al Defensor y dijo: "En momentos en que leía el periódico a las seis y media de la mañana, en el titular donde dice que aumentó la alarma por cenizas del Galeras, por Caracol daba Darío Arizmendi la buena noticia de que se redujo la alarma por el Galeras". El lector pregunta por qué esa contradicción. Puede respondérsele que es algo muy natural. La edición del periódico se cerró en la noche, con el último dato. Al amanecer, la situación cambió. Esta es, además, una prueba de que un periódico nunca alcanzará la inmediatez en la publicación de las noticias. Siempre hay un lapso entre el hecho y la difusión. En la radio, la inmediatez, la instantaneidad, la simultaneidad entre la versión y el hecho objetivo son condiciones distintivas. Vacío periodístico


La lectora María Victoria López dice: "Leí la columna del Defensor del Lector, del pasado sábado 19 de Noviembre, en la que usted advertía sobre los vacíos que afectan la formación de periodistas. Vacíos que son proyectados por la ignorancia y la incultura, principalmente en la formación humanística, que comprende el dominio de diversas áreas del conocimiento, como la filosofía, la literatura y la historia. Esos vacíos se evidencian en las deficiencias para apreciar la realidad social con la suficiente seriedad". "Hasta el momento, no he escuchado ningún comentario o pronunciamiento, por parte de profesores o estudiantes, así como de las directivas en las facultades, sobre la gravedad del asunto tratado en su columna. Entonces, parece que otro mal aqueja a muchos periodistas y estudiantes de Comunicación Social: No están al tanto de la actualidad nacional, regional o local, porque no leen el periódico. Y si se enteran de lo que a diario acontece y de las opiniones expresadas por los columnistas y, con mayor razón, de los puntos de vista del Defensor del Lector, pero no se manifiestan al respecto o tan sólo se escuchan comentarios en privado, uno podría pensar que los gobierna el desinterés total por su profesión, o que se consideran incompetentes para emitir juicios de valor y ponderar su propia realidad, y asumir actitudes decididas ante los riesgos que les implica permanecer pasivos ante el avasallamiento de la ignorancia". La discusión quedó abierta, por supuesto. Nota: Problemas técnicos han impedido la recepción normal de mensajes al Defensor por el correo electrónico. El email es todavía un invento incompleto.


Las condenas mediáticas

Por Juan José García Posada Defensor del Lector Es de sentido común, de común sentido, la convicción de que Sadam Hussein fue uno de los déspotas más temibles de la historia, que tiene en su prontuario centenares de crímenes de lesa humanidad y que por toda esa bárbara ejecutoria merece el castigo implacable de la justicia humana. Eso no está en discusión. Lo que sí despierta una gran variedad de cuestiones es la certidumbre de que en este caso se trata de un reo para quien no ha tenido sentido invocar el principio universal del debido proceso, porque desde antes de la iniciación del juicio está condenado por los medios de comunicación de buena parte del mundo. Los grandes titulares de televisión, prensa y radio no sólo lo han acusado, sino que ya han emitido de tiempo atrás un veredicto que es tan inapelable como irrevocable. La hipótesis de que los jueces actuales lleguen a exonerarlo de cargos es por completo ilusoria, imposible. A Hussein se le acusa, por ejemplo, por la matanza de 5.000 civiles kurdos en 1988, mediante una ofensiva con armas químicas emprendida en la localidad iraquí de Halabja y de la muerte de miles de civiles chiitas y kurdos luego de la primera Guerra del Golfo Pérsico. En el juicio al que se le somete ahora, del cual se conocieron informes a principios de la semana, el principal cargo consiste en que, en retaliación por un atentado, les ocasionó la muerte a 148 habitantes de la ciudad de Dujail, a unos 60 kilómetros al norte de Bagdad. El problema no está en que se haya afirmado desde la defensa del tirano que el juicio no es justo porque estén aplicándosele leyes que no estaban vigentes cuando se cometieron los delitos, porque el Tribunal Especial haya sido constituido en forma unilateral, o porque los jueces al parecer no hayan recibido entrenamiento en derecho penal internacional. Llámese Hussein o cualquiera que sea el personaje emergente de las tinieblas de la geopolítica, lo de verdad crucial está en definir si el influjo de los medios periodísticos es determinante del llamado nuevo derecho. El caso Hussein es apenas una punta del iceberg. Lo que hay en el fondo es la pérdida progresiva de independencia de la justicia, su claudicación ante la ganancia progresiva de influencia del poder mediático, en conflicto con principios y normas universales del debido proceso.


¿Acaso en lo que sigue del Siglo Veintiuno la administración de justicia deberá contar de modo invariable con la presión, o el influjo, o la intervención ineludibles de los medios de comunicación? ¿Llegó a su final, a su Hora Veinticinco, el principio de la autonomía de los jueces para fallar en derecho? Es notoria y creciente la pretensión, desde los medios periodísticos, de juzgar a los delincuentes aún por encima de la ponderación judicial, como si el paralelismo mediático estuviera adquiriendo categoría de elemento constitutivo de la decisión judicial, querámoslo o no los ciudadanos comunes y corrientes, quiéranlo o no los juristas. Está por desarrollarse un gran debate, asociado con uno de los vicios del periodismo actual, una de las peores amenazas que pueden desvirtuarlo y hacerle diluir su naturaleza: Es la pretensión de arrogarse múltiples potestades, desde la de orientador espiritual, árbitro de los signos de la economía y de las decisiones políticas y rector de la educación, hasta la de supremo juez en nombre de la humanidad. Con los lectores ¿Dónde estaban los periodistas? Pregunta Juliana Rivera: “¿Dónde estaban los periodistas cuando el Congreso de Colombia aprobó la Ley de Garantías que incluyó exigencias arbitrarias a la radio y la televisión? ¿Por qué ninguno puso el grito en el cielo como lo han puesto ya expedida la Ley después del fallo favorable de la Corte Constitucional? ¿Se les pasó por alto la crítica y fiscalización y armaron un escándalo tardío? La carta contiene unas preguntas razonables. Una vez más, buena parte de los medios periodísticos andaba “en Babia” cuando la Ley fue aprobada. Por supuesto que la protesta expresada hace una semana y media era justificable. No obstante, es verdad que en este caso de nuevo falló en alto grado el sentido de oportunidad del periodismo de fiscalización y crítica. Si hubo algunos medios que hicieron observaciones, algunos columnistas que llamaron la atención en el debido momento, en realidad sí se trató de un escándalo un poco tardío. Las disposiciones objetables de la Ley comenzaron desde el mismo origen de la norma en el Legislativo. De gazapos y dudas El lector Delimiro Moreno (delimiro@epm.net.co) ha escrito así: “Dos gazapos grandes aparecieron en la noticia sobre la muerte de Débora Arango, aparecida bajo este título el lunes: uno gramatical, el otro histórico. Dice el periodista:”Había nacido un 11 de noviembre de 1907”. Y se me ocurre preguntarle: ¿Hubo “otro” 11 de noviembre de 1907? Entonces enloquecen las cronologías. ¿Por qué los modernos periodistas no pueden decir el 6 de diciembre de 2005?” “El otro, es histórico: Jorge Eliécer Gaitán no pudo ser ministro de educación de Laureano Gómez no solo por la distancia ideológica que los separaba, sino porque cuando Laureano fue presidente (1950-1953) ya Gaitán había sido asesinado (9 de abril de1948). Gaitán fue ministro de López Pumarejo (presidente 1942-1945) Sería conveniente más cuidado con textos que pueden ser históricos, como este”. Respuesta: La aclaración al segundo caso fue publicada ayer en página de Cultura. Los errores se advirtieron cuando ya había salido la edición. Con


todo, lo que dice el lector es válido. No puede sobrar la recomendación de tener más cuidado al referirse a hechos y datos históricos. Del ranking al ranquin María Zulema Bolívar escribe para preguntar si es verdad que la palabra ranking (frecuente en información deportiva y de farándula) está incluida en el Diccionario y si esa es la escritura correcta. Con la palabra ranking, un neologismo, han ocurrido dos hechos en pocos años: Primero, fue aceptada en el Diccionario como voz inglesa por “clasificación de mayor a menor, útil para establecer criterios de valoración”. Y en segundo lugar, el novísimo Diccionario Panhispánico de Dudas acepta que se escriba ranquin. El plural es ránquines. De todos modos, se recomienda decir, mejor, lista, tabla clasificatoria, clasificación o escalafón. Este será tema de una próxima Columna del Defensor.


La crítica, función capital

Por Juan José García Posada ¿Pretenden ser críticos los redactores de la columna diaria de cine de El Colombiano? La Editora de Vida y Cultura, periodista Beatriz Arango, dice que no es esa la pretensión de ella ni de su colega Jaime Horacio Arango. Por ese motivo le anteponen a cada artículo el distintivo de Comentario. En cambio, cuando aparece la columna del colaborador Orlando Mora ponen el antetítulo aclaratorio de Crítica. Quiero discordar de la apreciación de los dos periodistas y de quienes piensen que desde el comentario periodístico sobre cuestiones culturales o de otra índole no se hace crítica. Creo que todo artículo de opinión, todo comentario, debe tener un componente crítico. Debe ser de crítica. Nunca he encontrado razones valederas para sostener que un periodista no deba o no pueda ser crítico, de cine, de libros, de música o de cualquiera otra de las especialidades de la información y la opinión, máxime si posee la preparación universitaria y está en condiciones de especializarse en su tema hasta adquirir el dominio propio del experto. La distinción entre Comentario y Crítica, en la sección de Cine, no es apropiada. La asignación de calificaciones a las películas no es caprichosa e implica un juicio crítico. Es cierto que el autor de la columna dominical, el abogado y colaborador Orlando Mora, es uno de los críticos de cine más acreditados y respetados en el ámbito cultural hispanoamericano. Pero los demás comentaristas del llamado séptimo arte no tienen por qué abstenerse de asumir la función crítica en sus artículos, ni de avanzar en su formación continua en esa exigente especialidad. Ellos mismos saben que su labor no es de simple promoción, o de reseña ligera. El periodismo como actividad destinada a la búsqueda del sentido verdadero de los fenómenos y los hechos de actualidad, es una disciplina de crítica. La crítica le es inmanente. No puede concebirse el buen periodismo sin una dosis razonable de crítica. Perdería su razón de ser. La finalidad primordial de una sección de cine consiste en informar y orientar a los lectores como posibles espectadores o como cinéfilos, sobre todo con base en la documentación, la apreciación, la lectura y el examen de las películas que aparecen en cartelera. Y la crítica supone criterio independiente, sinceridad y transparencia, capacidad de comprensión y explicación, ponderación en el juicio, espíritu de


lo razonable y, aunque rara vez se entienda así, un ánimo de construir y de ayudar a edificar, a hacer, a crear, muy al contrario de destruir, desbaratar o demoler. Confundir la crítica con una actividad de destrucción, de demolición verbal, es algo equivocado y se debe más bien a un mal uso del término, prolongado en el habla popular. La palabra crítica no goza de buena acogida en el léxico ordinario. Se le asocia con una actitud arrogante y enemistosa o con un prurito de desconceptuación. Pero esa percepción negativa que se tiene del vocablo puede originarse en la insuficiente preparación para asumir la llamada cultura de la discordancia, así como también en la creencia errónea, estimulada por la costumbre, en que la crítica es siempre destructiva, iconoclasta, dirigida a crear malestar y causar mortificación. En realidad la crítica, entendida como actividad intelectual de análisis, examen y juicio, para que lo sea debe estar acompañada de la ponderación, valga decir del equilibrio y una sapiente imparcialidad, sin necesidad de que se observe una actitud neutral. El crítico debe ser un individuo caracterizado por su independencia y su transparencia. Valga decir, por su honradez intelectual a toda prueba. Si defiende intereses particulares o acusa ignorancia en relación con el tema acerca del cual trata, su trabajo estará viciado. Por supuesto que el ejercicio crítico, dada su íntima relación con el deber de decir la verdad sin contemplaciones ni concesiones, despierta con frecuencia la animadversión de quien se siente no sólo criticado sino también lesionado en sus propios intereses. De ahí que sea tan común lanzar denuestos contra los críticos. Unas veces se los han ganado por su insolencia o su errónea forma de concebir y practicar la función crítica. Y otras, por atreverse a evaluar y a decir en voz alta lo que la mayoría de la gente dice en privado, acerca de una obra literaria o artística, de una producción intelectual y, por extensión, de algún acto o alguna omisión de funcionario, dirigente, personaje o persona sobresaliente en el sector público o en el privado. Pero en suma, como lector, tengo derecho a reclamarle que sea crítico, al comentarista de cine o de cualquiera otro de los temas de interés periodístico. Decepcionado con una película El lector Santiago Botero, quien escribe desde santibotero@hotmail.com, se declara indignado por un artículo que, según dice, se publicó el día 4 de enero, acerca de la película Las crónicas de Narnia. “En este artículo (dice) ustedes afirman la espectacularidad de la película, que las batallas y los efectos son más impresionantes que las del Señor de los Anillos. En pocas palabras que esta película era la más espectacular de la época”. Agrega que se decepcionó al ver la película y que el artículo en mención “está completamente parcializado, escrito de una forma subjetiva”. Señala que le parece un texto destinado “a llevar público a los cines”. Otro lector no está de acuerdo con que en la sección de cine de El Colombiano se califiquen las películas y cree que los periodistas deberían “limitarse a informar escuetamente y en forma objetiva” sobre las producciones en cartelera. Respuesta del Defensor: El lector objeta la afirmación de que la película,


estrenada en Colombia el día mencionado, se compare con El Señor de los Anillos y Harry Potter. Se refiere en su carta a un artículo. (Cuando se habla de un artículo, en el argot periodístico se hace referencia es a un comentario). En realidad en esa edición no apareció comentario sobre el filme en la página de cine. Sí salió una información, en otra sección, en la cual se anunció el estreno en las salas colombianas. El modo de presentación puede ser discutible. El enfoque de la nota es un poco heterodoxo, si se evalúa desde un riguroso criterio de objetividad: Faltó confrontación de fuentes, exposición de puntos de vista disímiles, etc. La nota tiene en realidad un tinte promocional: Por ejemplo, se advierte en las “Cuatro razones para ver las crónicas”. ¿Es inevitable el énfasis en lo positivo, por tratarse de una producción cinematográfica de especial resonancia? ¿Y cómo desconocer que el estreno es un hecho relevante, de interés informativo, sobre todo en temporada de vacaciones? En caso de que la afirmación enunciada y cuestionada por el lector (donde se califica la película), se hubiera hecho en un comentario, no tendría nada de extraño ni de inaceptable. Un comentario no es dogmático, ni excluyente. Sí debe aclararse que un artículo de opinión tiene como condición principal la de ser subjetivo. No expone hechos escuetos sino apreciaciones, puntos de vista, argumentos a favor o en contra. La respuesta al segundo lector está en la columna principal de esta sección: El comentarista de cine, como los de otras expresiones de la vida cultural y social, debe opinar, orientar… y criticar. El error de las cifras dispares El lector Juan Diego Vélez Garcés, quien escribe desde juandiegovelezg@yahoo.com, dice: “Al abrir hoy muy temprano el períodico (jueves 5 de enero), en la primera página aparece el titulo “Cero accidentes, La meta de 25.000 policías en el puente”. Y en uno de los apartes del texto se registra: “Pues el comienzo del año deja una estela trágica, con 28 muertos y 87 heridos”. Luego en la página 3a en la parte superior, sobresale el título “La cifra: En los primeros cinco días de 2006 murieron, en seis accidentes, 22 personas. Otras 90 resultaron heridas en las diferentes colisiones”. Si bien en la primera nota no se habla del número de accidentes, podría inferirse que el propósito de la información es hablar del número de muertes en accidentes… ¿No será posible, para evitar cualquier cantidad de interpretaciones, que las cifras se unificaran y los informes por cualquier medio de comunicación coincidan, o que se den cifras parciales, mientras se consolida la información y se obtiene la cifra oficial autorizada?” Respuesta del Defensor: El lector tiene razón. Y en el Manual de Estilo está previsto el manejo prudente de las cifras, sin tratar de precisarlas cuando no están consolidadas.


Una historia de horror para golpear conciencias

Por Juan José García Posada ¿Por qué tiene que morir un estudiante en un salón de la Universidad de Antioquia para que El Colombiano, los demás medios periodísticos, la comunidad universitaria y la sociedad en general recuerden que el problema del consumo de drogas en la población juvenil es de una gravedad extrema y es imperdonable seguir sosteniendo una actitud de indiferencia culposa? Es la realidad: El periodismo suele responder a estímulos de actualidad. El sentido de oportunidad (que no debe confundirse con el oportunismo ríspido) es una de sus características básicas. La agenda informativa se configura a partir de los hechos. En los años recientes, la droga ha dejado de ser en Colombia un problema de tráfico, para convertirse en asunto crucial de salud pública. Por los datos estadísticos, por la observación directa, por los testimonios e informes que se conocen día a día, el consumo de estupefacientes va en patético ascenso. Son vidas humanas que están diezmándose y aniquilándose como consecuencia del uso de variadas sustancias psicoactivas o alucinógenas. El sector más vulnerable es el de los jóvenes y en especial de los estudiantes universitarios. El deplorable episodio ocurrido en la Universidad de Antioquia prendió las alarmas, como se ha dicho. Pero se trata de un caso denotativo de un fenómeno que va adquiriendo proporciones epidémicas: Es vox pópuli que se distribuye y se consume droga en otras universidades, en colegios, en lugares de diversión, en parques y en espacios donde se efectúan espectáculos musicales, al amparo de una legislación laxa y de la creencia errónea de que sólo hay riesgo inminente cuando se llega a la sobredosis, como si la simple habituación a la dosis no constituyera adicción alienante del libre desarrollo de la personalidad. ¿Si es tan frecuente que a las secciones de urgencias de clínicas y hospitales lleguen jóvenes en estado crítico por el consumo de estupefacientes, por qué el problema sólo viene a tratarse como tema de interés periodístico al suceder un hecho como el que se divulgó con el máximo despliegue en la primera página del periódico del pasado jueves 26 de enero? La fuerte reacción informativa de antier, más las que deben efectuarse en los días siguientes, no obstan para declarar que se ha pecado por omisión,


también en el periodismo. El periódico, los medios de comunicación en general, son partícipes de la responsabilidad (con los padres de familia y los educadores) por lo que ha dejado de decirse y hacerse para informar a la juventud sobre los desastres de la droga y formar conciencia ética sobre el cuidado de sí mismo y de la salud individual y colectiva e inculcar unas actitudes de dignidad personal y autoestima. A pesar del tiempo que se ha perdido, es el momento de retomar esta cuestión primordial, no sólo como hecho de interés informativo que va diluyéndose poco a poco en medio del espectáculo de las noticias. Ayer, la nota de seguimiento ya no salió en la portada sino en una página interior. Quedó la impresión de que el hecho empezaba a manejarse como algo circunstancial. Esta es una cuestión en la que se ponen de verdad a prueba los intereses vitales de una sociedad y que demanda un tratamiento periodístico diario, la investigación del problema en su contexto y una estrategia de profundo contenido educativo. He sabido que así está planeándose en la Redacción. Se ha dicho en un noticiero que en el cruel episodio ocurrido en la Universidad hay el trasfondo de una historia de amor. Pero reducir una desgracia social al melodrama (pese al sentido de lo humano implícito en los hechos de actualidad) sería una insensatez que acentuaría la culpabilidad general por la indolencia. Estamos ante una historia de horror que debe golpear bien duro en las conciencias y que revela el estado alarmante de una sociedad enferma. Un hecho que prendió alarmas Despertó especial inquietud el despliegue que el periódico le dio el jueves 26 de enero al tema de la muerte de un estudiante de la Universidad de Antioquia por sobredosis de droga. El Defensor percibió opiniones encontradas sobre la publicación de la información como asunto de entrada en la primera página. El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, explicó, en nota que se agradece: “El tema de la apertura no fue la muerte del estudiante, sino la denuncia hecha por estudios que presentó la misma Universidad de Antioquia en torno al consumo de alcohol y drogas entre estudiantes de universidades, públicas y privadas: “La U. de A. enciende alarmas por la droga”. “Este enfoque le dio un valor agregado a la noticia (fuimos el único medio en aportar estas cifras que hoy fueron replicadas por otros medios), y pone en un contexto más amplio la información, porque va más allá del registro del trágico suceso de la muerte del estudiante por una sobredosis de heroína y el estado comatoso en que entró su compañera, y del cual hoy se recupera”. Aunque es la primera vez que un hecho de esta naturaleza se registra en la U. de A. esa institución no ha sido ajena a la lucha contra el flagelo de las drogas, como bien se informa en el texto, pero este es un llamado de alerta a redoblar esfuerzos, no solo allí sino en muchas otras instituciones de educación secundaria y superior e incluso en los lugares públicos donde se expende o se consumen drogas y alcohol, lo que amerita un mayor control y persistir en las campañas de prevención”. “Sin estigmatizar a ninguna universidad en particular, comprendiendo además que los estudiantes universitarios comparten mucho de la problemática de las drogas que afecta a la sociedad entera, es un tema que preocupa a las propias


directivas universitarias y que no se puede soslayar, sino que antes amerita profundizar, para que no se apaguen esas alarmas entre las directivas universitarias, las autoridades, los padres de familia y la propia comunidad universitaria. Esa alarma encendida se refiere también a los esfuerzos (consignados en el mismo informe periodístico) que hace la Universidad de Antioquia, desde hace varios años, en campañas de sicorientación y educación y que este año lleva el nombre de Decide con argumentos, lo que se amplía con los categóricos conceptos del vicerrector Martiniano Jaime Contreras en el texto del informe, como en la ayuda al lector (en recuadro)”. Respuesta del Defensor 1. El estudio realizado en la Universidad sobre consumo de alcohol y drogas no es de esta semana. Se hizo hace por lo menos dos años. Sólo ahora se ha retomado, con motivo del sensible episodio de la muerte del estudiante. 2. En la misma edición se informa, en una página interior, sobre la apertura de una seccional de la U. de A. en Sonsón. ¿No merecía también desplegarse en primera página? 3. El nombre correcto del vicerrector de la U. de A. es Martiniano Jaimes, no Mariano Jaime como dice en la información del jueves. 4. Es plausible que se haya decidido hacer un tratamiento en profundidad del tema. Ojalá no se baje la guardia con el paso de los días. 5. En la columna de fondo de esta sección se trata el tema con más amplitud. Habla de crónica amarillista El lector Jorge López D., en extensa carta a la que se hará nueva referencia en próxima ocasión, dice: “Los cuerpos de los cinco ocupantes de la Toyota Land Cruiser de color blanco quedaron destrozados al igual que el vehículo que presentaba varios agujeros en los costados y en el capó y teñido por la sangre de sus ocupantes”. Cito entre comillas esta noticia con el titular “Extraño crimen de cinco personas sacude a Andes” y le pregunto si era necesario hacer una descripción tan detallada que incluyera “...teñido por la sangre de sus ocupantes”. Hay cosas que por sabidas se callan y por la minuciosa descripción de los hechos, era lógico para todo lector imaginar cuál era el cuadro macabro que se podía apreciar y llegar a ese punto de detalle es incurrir en el periodismo amarillista tan abolido de un diario tan serio como es El Colombiano. Respuesta del Defensor: El lector tiene razón. Deben evitarse descripciones innecesarias.


Libertad o temeridad y el derecho a decir No Por Juan José García Posada ¿Publicaría usted una caricatura ofensiva contra el sentimiento religioso propio o ajeno? Esa pregunta, a propósito de las viñetas aparecidas desde el 30 de septiembre del año pasado en el diario danés Jyllands Postem sobre el profeta Mahoma, que han generado una ola de protestas en sectores del mundo musulmán, merece al menos breve examen en esta columna. El concepto de sindéresis (discreción, capacidad de juzgar con rectitud) es inseparable de la decisión ética sobre si es o no es publicable un texto, una fotografía, una caricatura. La definición de la eticidad consulta tres criterios: Uno, de orden filosófico, sobre la veracidad o la falsedad, la justicia o la injusticia, la bondad o la perversidad de la obra periodística por difundirse. Otro, de índole jurídica, acerca de la legalidad o ilegalidad de la publicación. Y el criterio pragmático, relativo a la conveniencia o inconveniencia de publicar, a la luz del sentido común, de la razón natural, de la mínima prudencia requerida para proceder. La decisión editorial comporta un acto libre, autónomo y responsable. Libre, en el sentido del ejercicio de la facultad de hacer lo que debe hacerse. Autónomo, como elección en conciencia y que no está sujeta a presiones, coacciones o apremios ilegítimos o indebidos. Responsable, por cuanto quien decide asume las consecuencias y el deber de responder por el acierto o el desatino. Aunque en buena parte de los códigos de ética del mundo occidental está proscrita de modo explícito o en forma sugerida la publicación de contenidos que puedan ofender ideas y creencias, hay algunos estatutos normativos que no incluyen esa prohibición. Por ejemplo, el Código Nacional de Conducta de los periodistas de Dinamarca, adoptado con carácter de Ley por el Parlamento danés en 1992 (y por lo tanto vinculante, con fuerza coactiva, lo que no suele suceder con los códigos de ética), no prohíbe ese tipo de publicaciones, pese a que sí es riguroso en materia de respeto a la integridad de los individuos y a la sacralidad (sanctity) de su vida privada. Desde ese solo punto de vista, la publicación de las caricaturas no sería ni antiética ni ilegal. No está prohibida en forma explícita. Los positivistas dicen que "lo que no está jurídicamente prohibido está jurídicamente permitido". Sin embargo, lo ético debe serlo también, como queda dicho, porque esté inspirado en el espíritu de lo razonable, en la sindéresis, en el común sentido y en la mínima prudencia que entraña el ejercicio autónomo de la libertad con responsabilidad. Es probable que los demás periódicos y revistas que hayan copiado y difundido las caricaturas tampoco hayan incurrido en una transgresión de la normatividad ética y legal positiva.


Pero la libertad, sobre todo en una actividad intelectual (de seres humanos inteligentes, conscientes de la realidad y del entorno, bien informados sobre el contexto cultural e histórico) no puede ser la facultad de cometer disparates, de incurrir en temeridades y audacias que puedan ocasionar daños incalculables. (El periodismo es una profesión de alto riesgo, para quien la ejerce y para la sociedad). En virtud de la racionalidad consustancial al periodismo, los conceptos de libertad y responsabilidad son inseparables y el derecho de opinar e informar sí que implica deberes correlativos, entre ellos el de respetar a los seres humanos en sus creencias políticas, ideológicas, religiosas. El mismo argumento que ha podido utilizarse para consagrar (en códigos como el ya mencionado de los periodistas daneses) la sanctity de la vida privada, es válido para invocar la sacralidad de las creencias y los sentimientos religiosos. En tales términos es justificable desde el punto de vista ético la abstención de reproducir las caricaturas que tantas discusiones y tantos denuestos y exclamaciones imprecatorias han despertado en parte del orbe. El dilema está entre la libertad y la temeridad. ¿Acaso la libre decisión periodística no entraña también el derecho a decir No? Con los lectores Ritalina o terapia Una lectora que no autoriza la publicación de su nombre ha escrito con el ánimo de hacer precisiones sobre la historia publicada con el título de Profes no diagnostican hiperactividad. Dice: “Esa información requiere por lo menos dos precisiones: Es verdad que los profesores no deben diagnosticar la hiperactividad en los colegios. Pero el diagnóstico no sólo les corresponde a neurólogos y psiquiatras, sino también y quizás en primer término, a los psicólogos. Igualmente considero importante llamar la atención sobre el hecho de que la medicación de Ritalina no es la única forma de afrontar la hiperactividad infantil. No debe descartarse el tratamiento, la terapia. Desde el psicoanálisis no se recomienda droga. No es que se rechace la medicación, sino que la Ritalina no es la única solución. Puede aplicarse psicoterapia, por un psicólogo”. Concepto del Defensor: He ahí otro enfoque del asunto. Han venido haciéndose interesantes publicaciones sobre el tema de la hiperactividad infantil y cómo tratar el problema en los colegios. Es recomendable profundizar, ampliar la perspectiva y consultar opiniones en la comunidad científica de psicólogos, psiquiatras y neurólogos. Juan Sin Miedo El lector Juan Fernando Echeverri Calle pone en duda un texto publicado en El Colombiano el domingo 15 de enero, donde dice que Juan Sin Miedo fue uno de los seudónimos del poeta antioqueño Porfirio Barba Jacob. Dice, a propósito: “Tengo de Ediciones Académicas, Montoya y Montoya, la obra de “Barba” y salvo que me hubiese tocado el imperfecto, no encuentro a Juan Sin Miedo, ni he logrado que se me aclare esta duda, ni siquiera por el periódico El Colombiano…”


Respuesta del Defensor: Aunque avanzo en la búsqueda de mejor información, hasta el presente no ha sido posible confirmar si Miguel Ángel Osorio utilizó ese seudónimo además del de Porfirio Barba Jacob (también Maín Ximénez y Ricardo Arenales). No aparece en obras y biografías conocidas. Tal vez firmó así algún artículo en México, o por alguna referencia de Fernando Vallejo en El Mensajero alguien habrá deducido que el polémico escritor e investigador comparó al gran poeta con un Juan Sin Miedo. En la literatura, el nombre se lo atribuyeron los hermanos Grimm a uno de los personajes de sus cuentos. En la historia, se llamó Juan Sin Miedo a Juan Duque de Borgoña (1371-1419), nacido en Dijon, hijo de Felipe el Atrevido. Medellín open… Un titular de ayer en página de Antioquia: Medellín open opciones para hablar y escribir en english. Se entiende que para llamar la atención se utilice una forma humorística de bilingüismo. Aunque es un modo jovial de expresión, es verdad que, si la frase estuviera en su totalidad en inglés, se diría Medellín opens, por tratarse de la tercera persona de singular. El profeta El periodista y filólogo uruguayo Ricardo Soca es el autor del libro La fascinante historia de las palabras. Por medio de la Internet y del correo electrónico sostiene un servicio diario, para muchísimos suscriptores hispanohablantes, denominado La palabra del día. Puede consultarse en esta dirección: http://www.elcastellano.org Sobre la etimología de profeta ha escrito en esta semana: “En la antigüedad clásica, los profetas eran los intérpretes de las pitonisas: sabían descifrar el sentido de sus gritos y gemidos, que expresaban en versos que contenían las profecías, expresadas en un lenguaje enigmático y ambiguo. Para los musulmanes, la palabra *profeta* es el epíteto que acompaña siempre el nombre de Mahoma. Para ellos, al igual que para los judíos y cristianos, es el portador de un mensaje de Dios a los hombres y, como tal, tiene cosas a revelar que pueden pertenecer al futuro. Los profetas fueron desapareciendo del cristianismo hacia el siglo II de nuestra era, cuando empezó a tomar cuerpo la estructura jerárquica de la Iglesia, cerrando el camino a las expresiones individuales. La palabra proviene del latín *propheta*, tomada del griego *prophetés*, que a su vez se derivó de *prophanai* (el que habla antes, que pronostica), formada con el prefijo *pro-* (que está antes en el tiempo o en el espacio) y *phanai* (hablar, decir), proveniente del indoeuropeo *bha-* (hablar).


El deber de interpelar a los candidatos políticos

Por Juan José García Posada Criticar el vacío de ideas y programas en la campaña política actual es casi un tópico, un lugar común. ¿Es una objeción valedera, o proviene de la falta de mejor ilustración sobre lo que opinan y proponen acerca de temas de primer orden los aspirantes a ser elegidos? ¿Cómo procurar que se despejen mediante la información las expectativas de orientación que tenemos los lectores y motivar a los candidatos para que expongan propuestas pertinentes? ¿Es posible establecer sintonía aceptable entre las agendas pública, informativa y de propaganda electoral? No porque el tema sea cíclico y se reedite en cada campaña debe dejar de afrontarse. Por el contrario, es razonable ponerlo a la orden del día. Es visible el interés del periódico por mantener el equilibrio y enfatizar en ejes temáticos. Se desarrolla un proyecto destinado a destacar asuntos prioritarios y de real interés público, tales como el acuerdo humanitario y las cuestiones de paz, derechos humanos y posibles diálogos, educación, empleo, salud y vivienda, reformas estructurales, aborto y proyectos de índole bioética, etc. Así lo ha confirmado el Editor de la Redacción Política, periodista José Guillermo Palacio. La información política en tiempos de elecciones es de una delicadeza extrema, no sólo por las susceptibilidades que acusan los políticos y que se acentúan a medida que avanza la campaña y se intensifican los estados de ansiedad e hiperestesia, sino porque está a prueba la responsabilidad ética y social de ayudarnos a los lectores a conocer la multiplicidad de opciones, escoger y descartar, formarnos criterios consistentes y votar con coherencia y sentido cívico. Y en cada temporada electoral está poniéndose a prueba, además, la respetabilidad del periódico: Sean cuales fueren sus legítimas alternativas editoriales, la información no puede dejar de ser imparcial y ponderada, pluralista, de todos y para todos. Es obvio que la información política en época de campañas deba ser amplia y oportuna, ilustrativa de la variada gama de propuestas y matices, clara y suficiente sobre los perfiles de los candidatos. Pero además es preciso que trace una línea divisoria inequívoca entre lo que es la contribución periodística a que los lectores tomen sus decisiones en forma libre y responsable y lo que es la propaganda dirigida desde las agencias de los candidatos. Este es el punto nuclear de la cuestión.


En un escenario político tan heterogéneo (como el que tenemos en una sociedad más o menos abierta en la cual pueden caber todas las condiciones y calidades, desde las mejores hasta las peores), no es un secreto que afloren los antiguos resabios, los viejos vicios y las prácticas sesgadas: Entre los periodistas políticos no causa sorpresa encontrar candidatos que suelen salirse por la tangente cuando se les interroga por temas de primer orden en el plano del interés público. Tampoco es extraña la intervención de aspirantes a obtener el favor popular que, en vista de sus limitaciones para elaborar programas serios y enfocados al bien común, apelan a fabricantes circunstanciales de proyectos sobre medida y a la carta. Frente a esas formas de contaminación de la política hay que observar un estado de alerta permanente, porque pueden afectar el derecho a la información y, por tanto, la credibilidad y confiabilidad del servicio periodístico. Los lectores apreciamos que el periódico no pierda la iniciativa en la definición y el tratamiento de los temas que merezcan ser difundidos en el campo de la información política. Por supuesto que debe respetarse lo que quieran decir los diversos candidatos, ni más faltaba. Y debe abrírseles espacio para que expresen sus ideas y programas, donde los haya. Pero debe interpelárseles de modo persistente: Señores, está muy bien que elaboren sus discursos y proyectos, que tengan sus preferencias temáticas, que escojan los mensajes y los tonos que juzguen apropiados. Pero tengan muy presente que la propaganda política y la información política deben ser muy distintas. Que los candidatos hagan la propaganda que prefieran, en la medida de sus posibilidades y capacidades, mediante afiches, pancartas, concentraciones y demás, y dentro del rubro de Publicidad política pagada si es del caso. Pero en las páginas informativas del periódico lo que los lectores esperamos y tenemos derecho a conocer (y a que siga apareciendo) es información que ilustre, que resuelva interrogantes, que ayude a formar criterio y decidir y que fomente el usufructo consciente del derecho al voto como instrumento de la democracia. La otra margen Reconocimiento a un científico El lector Rubén Darío Julio Casadiego dice, en uno de los apartes de su carta: “En el rinconcito superior izquierdo de la página 2b de El Colombiano de la fecha (11 de febrero), en la columna Notas del Agro, con un título más o menos destacado: Premio para investigador, se publica la noticia de la adjudicación del Premio Internacional 2005 en Ciencias Agrícolas, otorgado por la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo, en la Nueva Biblioteca de Alejandría en Egipto, al científico Alex Enrique Bustillo Pardey, miembro del Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé), el primer colombiano en hacerse acreedor a una distinción de tan alta categoría”. Reclama por el limitado despliegue a esa información. Opina que merecen reconocimiento “las personas que sí trabajan efectivamente por el progreso de la humanidad”. De la carta se ha enviado copia al periodista responsable en la Redacción, quien anunció que está pendiente una entrevista con el científico distinguido. Reparos al crucigrama El lector Francisco Iván Escobar Mejía pregunta “si los crucigramas que elaboran en El Colombiano son para entretención del lector del periódico o por el contrario tienen la finalidad de enviar una publicidad casi que subliminal como es el caso del publicado en la edición del viernes 3 de febrero de 2006 en la página 3 D, donde se dedicó gran parte de este a preguntas sobre la programación de una conocida cadena de radio y televisión.


En mi opinión personal y como lector y suscriptor del periódico me parece que esto no es muy ético y si qiuieren hacer publicidad ¡pues que la hagan! pero donde debe hacerse y no camuflada en una sección dedicada al entretenimiento”. El autor del crucigrama, señor Marco Peroni, ha respondido: “...quiero aclararle que las palabras del crucigrama que usted menciona no son publicidad subliminal ni tampoco son pagadas por las empresas. Simplemente deseo que los crucigramas contengan información de actualidad deportiva, cultural y de farándula”. El televisor de 250 millones El lector Carlos Arango Ch. se quejó, en lacónico y fuerte mensaje, por la crónica sobre el televisor de pantalla gigante (avaluado en 250 millones) exhibido en un gran almacén. El periodista Germán Jiménez ha respondido que no se pretendió alabar el suceso, pero sí se reconoció el avance tecnológico. También se llamó lo atención sobre “lo desequilibrada que es nuestra sociedad”, pues muy pocos podrían comprar tal artefacto. Dice también que el texto “tiene explícita una dosis de crítica social. Si usted mira la ayuda (Es como meter un Mercedes en la alcoba), allí encontrará elementos relevantes sobre ese particular”. Concepto del Defensor: La rareza es un criterio de valoración periodística. La exhibición del gigantesco aparato fue un espectáculo. No se hizo promoción para consumidores corrientes, que habría sido absurda y desproporcionada. La lectura desprevenida de la nota deja captar las extravagancias de la tecnología audiovisual si produce para minorías. El enigmático Barba Jacob A propósito de la nota del sábado pasado sobre la posibilidad de que el poeta Porfirio Barba Jacob también hubiera firmado como Juan Sin Miedo, varios lectores han confirmado que sí utilizó tal seudónimo, aunque de modo muy ocasional. Fernando Vera Ángel hizo las consultas del caso y advirtió que en alguna ocasión el bardo antioqueño firmó así algunos escritos durante su permanencia en México. Fernando Echeverri Calle, quien había hecho la pregunta, dijo en un nuevo mensaje: “...lo traté con el doctor Bernardo González W., quien me hizo caer en cuenta de cuánta sería la obra perdida del poeta, por falta de identificación, ya que, según parece, escribió bajo muchos nombres más, además de los citados, pero en forma puntual”. Puede preguntarse entonces cuántas obras de Barba Jacob no se habrían perdido en México y Centroamérica, bajo otros seudónimos desconocidos? El tema surgió con motivo de un texto publicado en el Suplemento Generación. Queda aclarado el asunto. Erorres y propósito de enmienda El lector Jesús Avendaño envió una lista de errores aparecidos en ediciones recientes (v.gr. discresión, rehuzó, etc.). De ellos se tiene conocimiento en la Redacción. Se ha advertido que se afinan los controles para asegurar textos impecables. Ojalá, claro.


El juicio torcido de la historia

Por Juan José García Posada Si el periodismo contemporáneo careciera de vocación histórica y eludiera la responsabilidad de dejar testimonio trascendente del aquí y ahora, cualquiera de las tendencias revisionistas y negacionistas, incluso las más disparatadas, podría imponer sus interpretaciones acomodaticias de los acontecimientos del mundo actual. Gracias a que hoy en día pueden consultarse y contrastarse datos y documentos periodísticos mediante los cuales quedan en evidencia para la posteridad muchos de los episodios y situaciones de la persecución nazi contra los judíos, el revisionismo del historiador británico David Irving, que ha negado el Holocausto, se estrella contra las murallas formidables de testimonios escritos y gráficos sobre aquel degradante y tenebroso capítulo de la historia de la humanidad. Irving fue condenado a prisión por un tribunal austriaco, bajo la sindicación de negar muchísimos de los crímenes nazis y descalificar con sus escritos y conferencias el consenso histórico mayoritario. Otros revisionistas han protagonizado faenas espectaculares de negación: Que no hubo Descubrimiento de América, que fueron ficticias determinadas batallas memorables, que el ser humano no ha llegado a la Luna, que el genocidio de albano kosovares en Kosovo fue invención de propagandistas, que una que otra dictadura suramericana ha sido humanitaria y bondadosa, que el atentado contra las Torres Gemelas fue un accidente, etc. En Colombia, a veces aparecen discípulos de los revisionistas históricos, o cándidos aprendices de negacionismo, que minimizan los crímenes de lesa humanidad perpetrados por agrupaciones al margen de la ley y les transfieren la mayor parte de la responsabilidad a las instituciones del Estado por negligencia o por imprevisión (que además pueden incidir, claro está), como si no hubiera verdaderos culpables, originarios autores intelectuales y materiales de delitos reales. Así, los maleantes, los facinerosos, los criminales de guerra, los secuestradores, los genocidas, los torturadores, los violadores del derecho internacional humanitario, juzgados y absueltos por los revisionistas y negacionistas acaban por quedar emulando con los héroes y los santos. ¡Pobrecitos los asesinos! -dice un ironista.


Al revisionismo por el estilo de David Irving, cultivado como estrategia para desmentir la historia prevaleciente en el sentimiento y las certidumbres comunes, puede hacerle potente contrapeso el periodismo como fuente creíble y confiable de conocimiento e interpretación históricos. Si el periodismo se limita a la tarea simplista e insustancial de propagar sólo noticias inconexas hasta saturar el tiempo y el espacio de la información, se debilita su capacidad de permanecer como garante de que la historia no ha de perder el juicio y no se impondrá la mentira con su poderío siniestro para torcer la verdad e imponer versiones absurdas de los hechos del presente y del entorno. Los lectores no debemos conformarnos con la presentación acrítica de los hechos más o menos representativos de la realidad, es decir con la aceptación obediente de versiones no sometidas a verificación. Tampoco tenemos por qué aceptar que se nos envuelva la verdad con relatos novelescos o cuentísticos elaborados por escritores de imaginación andaluza. Ni la fe de carbonero ni la invención alegre e irresponsable. La versión informativa de los sucesos de cada día debe primero ponerse en duda, hasta que pase la prueba de falsabilidad (denominada así por Popper), que también puede llamarse de verificación. Pero no debe extremarse el ejercicio del derecho a dudar hasta el punto de incurrir en la negación sistemática, la misma de los revisionistas. Informar debe ser, cada vez con más finura y consistencia, una actividad dotada de historicidad y apoyada en la investigación, en el cotejo intenso de fuentes y en la capacidad de interpretación del periodista. Así, a partir del conocimiento cabal del presente, del aquí y ahora, se proporcionan elementos importantes para la comprensión del pasado. Sin periodismo con naturaleza histórica (comprometido con la construcción constante de la verdad), cualquier revisionista podrá hoy o mañana negar hechos, protagonismos y culpabilidades evidentes y dejar que el llamado juicio de la historia lo tuerzan cuantas veces quieran los charlatanes. Con los lectores Cuestiones por despejar El lector José Ignacio Vásquez ha escrito una carta en la cual expone puntos de vista y hace preguntas al Defensor sobre asuntos que, a su juicio, representan preocupaciones comunes a numerosos lectores. Se publican apartes del mensaje, que tiene visos de interrogatorio. A cada pregunta se le interpola en el texto la respuesta del Defensor: “No comparto la actitud de algunos lectores que empiezan por descalificar cuando critican o expresan inconformidades hacia informaciones del periódico. Bien usted ha dicho que para criticar no es necesario ofender. ¿Pero qué hace usted cuando recibe cartas que a pesar de los insultos dicen verdades?” Respuesta: Se responden, en lo pertinente. No se contestan los denuestos. Si es preciso, al remitente se le hace una prudente amonestación. “En su escrito sobre el cubrimiento de la información política, usted hace unas orientaciones y propone que se interpele a los candidatos políticos. ¿Usted sí


cree que el periódico esté libre de presiones e intereses de políticos que tratan de eludir los temas de interés público?” Respuesta: Debo insistir en que en un país en el cual el periodismo tiene permanencia y entidad institucionales, de las que carecen los partidos políticos, no es ni lógico ni aceptable que lo no institucional pueda ejercer influencia determinante sobre lo que es institucional. El periodismo es cada día más independiente del juego político partidista de lo que los lectores nos imaginamos. Una prueba de tal afirmación está en el plan de información trazado con motivo de la campaña electoral, que se dirige a salvaguardar el equilibrio informativo. Lo que no puede hacerse es imponerles a los políticos los temas que deberían tratar de modo consecuente, responsable y libre, así como tampoco es aceptable restringirles sin justificación las opiniones y las propuestas que son de su iniciativa. Tarea de los periodistas es mostrarnos a los lectores, mediante la difusión de los variados elementos informativos, cuándo los interpelados porfían en apartarse de la agenda pública, de los temas de verdadero interés para los ciudadanos, y ayudarnos a establecer las diferencias entre los contenidos políticos serios y elaborados con la mira en el bien común y los que no lo son. Y tarea fundamental de nosotros los lectores es mantener una actitud crítica y selectiva, ejercer el derecho y el deber de dudar e interpelar, por nuestra parte, a los periodistas, así como indicar cuándo, a nuestro leal saber y entender, se cometen infracciones al derecho a la información. “Sobre las encuestas, abrigo unas cuantas reservas. Aunque no tengo motivos para decir que el periódico haya dejado de ser serio en el manejo del tema. Considero que viene al caso referirme al hecho de que la encuesta que le da amplia favorabilidad al Presidente Uribe Vélez, publicada a comienzos del mes de febrero, se siga citando como si se hubiera realizado hace muy poco. ¿Opina usted que se puede crear confusiòn?” Respuesta: Con base en las consultas con la Redacción, sobre esa inquietud estoy elaborando un concepto. Por el momento, sí debo decir que las encuestas detectan estados de opinión transitorios, cambiantes, que pueden ser o no ser constantes y permanentes. El sentido de oportunidad y la actualidad en la difusión de los resultados son básicos. Sean cuales fueren las tendencias declaradas en una encuesta de hace un mes, sólo se refieren a las fechas en que se efectuó. Esta anotación debe hacerse con claridad, para que los lectores no caigamos en equívocos o en confusiones. Caballero de industria Esta nota no alcanzó a entrar en la columna de la semana pasada, porque excedió el espacio asignado. Todavía es importante, sobre todo porque induce a consultar el Diccionario cuando haya dudas sobre determinadas expresiones que sugieren conceptos muy distintos de los que en realidad encierran: Al recordar a un eminente colombiano fallecido, un personaje dijo por radio que “era el verdadero caballero de industria, en el sentido más auténtico del concepto”. El Diccionario define así al caballero de industria: “Hombre que con apariencia de caballero vive a costa ajena por medio de la estafa o del engaño”. En realidad, todo lo contrario de lo que debió ser el ilustre finado.


Lo light y la gaya ciencia de un periodismo vital

Por Juan José García Posada Sería insoportable para nosotros los lectores un periódico universal como El Colombiano dedicado sólo a la información sobre temas trascendentales. Más todavía, un diario unidireccional, concentrado en forma exclusiva en una de las áreas específicas de la actualidad, como la política por ejemplo, limitaría su radio de acción a un solo sector de interés y se desentendería de los asuntos públicos generales. Hoy lunes, después de la jornada electoral de ayer, la información en detalle y en profundidad y el análisis de los hechos políticos son ineludibles. No incluirlos desde la portada y con el justo despliegue en páginas interiores sería un disparate. Sin embargo, ayer también siguió girando el planeta, hubo noticias del exterior que esperamos encontrar ampliadas, no se detuvieron los mundos de la cultura, el espectáculo y los deportes, así hayan disminuido su ritmo. Lo trascendental y lo trivial, lo frívolo y lo serio, se alternan en las páginas de un diario completo. La tarea difícil consiste en garantizar un equilibrio tal que no se trivialice lo trascendental ni se trascendentalice lo trivial. Una de las facetas de la información sobre las elecciones bien puede ser la trivial: Las anécdotas de los candidatos y los electores en el discurrir de la jornada le infunden sentido humano a la política. Sin aceptar que lo frívolo y lo light deban marcar la pauta en la vida social y en el mundo actual, sí es apenas razonable admitir que son condimentos imprescindibles para que el vivir no se convierta en un largo y duro penar. El periódico debe reflejar la vida misma, con sus luces y sombras, alegrías y desencantos, paces y guerras: Se propone sincronizarse con el tiempo de la gente y ponerse en su espacio, para dejar constancia cotidiana del aquí y ahora. Por parecerse a la vida y a la sociedad en que discurre, caben en las páginas del periódico desde los contenidos más serios y trascendentales hasta los más triviales e intrascendentes. Suprimir las tiras cómicas, el crucigrama y hasta el horóscopo (al que sí podría disminuírsele el tamaño en la edición de los domingos) sería privarnos a los lectores de ciertos atractivos que integran el lado jovial de nuestras vidas. Comprendo, como lector, el esfuerzo diario por asegurar una constante aproximación a los temas que forman la agenda habitual de los ciudadanos, que le dan sentido a la conversación y que nos ofrecen una orientación confiable para tomar decisiones con ilustración más o menos suficiente. Y ese esfuerzo de acercamiento incluye una dosis moderada de frivolidad. Lo light no es malo por sí solo, sino porque pueda volverse objeto de abuso. Varios periodistas han opinado sobre el tema, unos en favor y otros en contra. (Había terminado este comentario, cuando recibí las opiniones del Editor General del


periódico, Fernando Quijano, que trataré en muy próxima ocasión). Viena Ruiz, Directora de la Revista Nueva, que circula con El Colombiano y otros diarios asociados, escribió este breve y certero concepto en respuesta a la pregunta que le envié por el correo electrónico: "El periodismo light es tan profesional y tan serio como cualquier otro periodismo. Requiere mucha investigación, seriedad y sobre todo responsabilidad. Tal vez no genere un cambio radical en nuestras vidas, pero es importante. Qué tal un periódico sólo con temas económicos, o políticos o de orden público, o jurídicos, sobre todo en Colombia donde muchas noticias son terribles. Todos son temas serios, importantes y que podrían generar un cambio en nuestras vidas. ¿Pero y las noticias lindas, qué? Los triunfos de Shakira, Juanes, Vives, etc., nos llenan de orgullo y optimismo por el futuro. Por eso para mí el periodismo light es serio e importante y positivo". Es pertinente defender la dimensión light del periodismo, sin entrar en un estado injustificable de indiferencia e insustancialidad ante los fenómenos del mundo real. Más aún, el Periodismo Light debería ser materia del pénsum académico y línea temática de posgrado. La realidad es como es y no como quisiéramos que fuera: Descubre multiplicidad de aristas. De todas ellas debe dar cuenta el periodismo, como espejo de ese juego de contrastes (lo violento y lo pacífico, lo cruel y lo bondadoso, lo justo y lo injusto), del que forma parte lo light. El periodismo tiene un alto componente de gaya ciencia, de ciencia jovial, que le imprime vitalidad. Con los lectores Cuestiona tanta frivolidad? Para el lector Mauricio Pineda "es lamentable que el periódico El Colombiano sea un vehículo de expresión de todo lo light, con secciones demasiado frívolas que no nos dejan ninguna enseñanza, con la magnificación de la astrología y el horóscopo y tan espectacular espacio a la farándula". En la Columna del Defensor de hoy se ofrece una explicación sobre el sentido del llamado periodismo light, su importancia, sus alcances y sus límites. La cara de Medellín De la llamada telefónica del lector Samuel Ricardo Maya (o Amaya, que tal vez no se apuntó en forma correcta el apellido) se hace esta síntesis: A su modo de ver en la información del pasado domingo 5 de marzo sobre la renovación de la cara de Medellín (que leyó en la edición digital) hizo falta contrastar los planes de la Alcaldía con otras opiniones y apreciaciones de urbanistas y expertos en planeación que podrían tener reparos. El Editor explica: El periodista Carlos Mario Gómez Jaramillo, Editor de Antioquia y Metropolitana, ha escrito esta explicación: “A medida que el Municipio de Medellín fue revelando cada plan parcial, el periódico hizo una exhaustiva presentación, con diversas voces, y los respectivos seguimientos en torno a su aplicación, con las reacciones de la comunidad, lo que el lector podrá leer en ediciones anteriores, también por internet en el archivo electrónico”. “Teniendo en cuenta que muchas personas están viendo que en la ciudad hay obras en diversos sectores y que Medellín parece en construcción, tanto por la


ejecución de proyectos del sector privado como el oficial, lo que también ha sido publicado en los domingos anteriores en las áreas de Metro y Económicas, el objetivo del trabajo del domingo pasado fue ofrecer una visión panorámica, sobre todo pedagógica, en torno a los alcances de estos 11 planes parciales hasta ahora aprobados: 1- Naranjal. 2- Loma de Los Bernal. 3- Pajarito. 4- Torres de La Fuente. 5Plaza de Ferias. 6- Guayaquil La Manzana. 7- San Lorenzo. 8- Paseo de Sevilla. 9- Simesa. 10- Argos. 11- Los Colores”. “En la edición impresa del domingo 5 de marzo el lector podrá apreciar estos planes en su conjunto, dimensionar la magnitud de las inversiones, saber cuál es el objetivo de cada uno, mirar si corresponde a iniciativa pública o privada y saber sobre el alcance de las obras que están en ejecución, tal como fue la intención que se tuvo al presentar esta información, que no excluye el que a cada plan se le esté haciendo el respectivo seguimiento, en la medida de sus avances”. Concepto del Defensor: Leí la información citada por el lector y explicada por el Editor de la sección, tanto en la versión impresa como en la de Internet. No difiere una de otra. Proporciona un recuento de las obras que forman parte de los llamados once planes parciales aprobados hasta ahora en la ciudad. Tal como lo ha dicho el periodista, la presentación que se ha hecho “no excluye el que a cada plan se le esté haciendo el respectivo seguimiento, en la medida de sus avances”. Eso está bien. Indica preocupación por asuntos locales de real interés. No obstante, si en ediciones anteriores se había ofrecido una información basada en pluralidad de versiones y opiniones, lo que en verdad enriqueció en su momento el trabajo informativo, ese mismo enfoque plural podría haberse retomado para la información que se publicó el domingo 5 de marzo. Es probable que no todos los lectores hayan estado en antecedentes sobre la forma crítica en que la Redacción asumió la información en distintas ediciones previas. La exposición de diversidad de puntos de vista, mediante la consulta de varias y variadas fuentes, vale para lo pasado, lo actual y lo futuro, asegura la imparcialidad y despeja cualquier posible duda sobre el origen, la motivación y el enfoque de una información que interesa a toda la comunidad. Conviene esperar entonces que en próximas ocasiones se avance en el seguimiento de los once planes parciales, con los criterios aplicados al principio, en ediciones precedentes.


Por precisión, no vale titular con el deseo Por Juan José García Posada Aunque se entiende por periodismo de precisión una corriente innovadora basada en la aplicación de un método científico y de técnicas e instrumentos exactos para la búsqueda de información, en realidad todos los contenidos periodísticos, sobre todo en el campo de las noticias, deben ser precisos e irrefutables. La conjetura, la presunción, el uso del condicional desmedran la exactitud que debe ser característica del mensaje informativo. La noticia es constancia de un hecho cumplido, de una realidad comprobada o comprobable, de una situación actual. En sentido estricto, no puede ser la declaración de la expectativa incierta de un hecho que apenas es posible o probable porque "hay buenas razones para creer que se verificará o sucederá", como dice el Diccionario. Más todavía, si en determinadas circunstancias es necesario difundir una información en la forma condicional, la probabilidad debe quedar clara para que no se abran falsas expectativas ni se creen confusiones, equívocos o malentendidos. El condicional contiene una proposición hipotética, es decir que anuncia una posibilidad, pero no puede asegurarla porque es imposible confirmar lo que sólo es probable aunque tenga todas las apariencias de verosimilitud. Es muy frecuente el relato de los hechos en forma condicional pero sin que se haya partido de la comprobación y con la insinuación de que el hecho está consumado. Ejemplos tomados de expresiones oídas en estos días: No es igual decir que el banco rebajaría intereses, que el banco rebaja intereses. Tampoco es lo mismo decir que el candidato ganaría en la primera vuelta que vaticinar en forma categórica el triunfo: Ganará en la primera vuelta. Entre la afirmación de que la guerrilla liberará a dos uniformados y esta otra que dice que la guerrilla liberaría a dos uniformados hay una profunda diferencia, que, no obstante, muchas veces pasa inadvertida: Entonces se crea la sensación de que ya se ha efectuado el acto humanitario, cuando en realidad sólo está gestándose. Valga repetirlo: La realidad es como es y no como quisiéramos que fuera. Los lectores reclamamos (y esto ha sido recurrente) que no se matice sin necesidad justificable la versión de los hechos, que debe ser en blanco y negro. En el periódico son escasas las infracciones en esta materia, en buena parte por la exigencia sistemática de mayor cuidado y de confirmación suficiente y la competencia gramatical de los periodistas, por lo regular celosos del Manual de Estilo. Se cuelan errores, contra la voluntad de los redactores respectivos, de los editores y de quienes tienen jerarquía y capacidad decisoria.


Un ejemplo de utilización incorrecta del condicional pudo observarse en esta semana (jueves 16 de marzo), agravado por la presentación de dos titulares distintos: El de la página 8ª dice que Los jurados se habrían rajado en elecciones. Contradice el de la primera página, sobre el mismo tema, que dice: Jurados se rajaron en elecciones. El titular de la portada nos ha creado a varios lectores la certidumbre de que la responsabilidad por las anomalías registradas el día de elecciones es de los jurados, que fallaron, que se rajaron. El titular de la página interior, en cambio, nos pone a dudar, no sólo de lo que ya se ha dicho acerca de los jurados, sino, lo que es peor, de la congruencia entre dos páginas de una misma edición y de la seriedad con que se hizo la titulación. Alguien decía que es preferible ser historiador a ser profeta. Tal expresión se aplica para recomendar que se informe sobre hechos cumplidos, verificados y comprobados y no sobre expectativas inciertas e improbables. También, para que se eluda la distorsión ocasionada con el mal uso del condicional. Si se pretende hacer periodismo de precisión (en el sentido más práctico y viable, como rutina y sin necesidad de aplicar un rigurosísimo método científico) es necesario evitar contradicciones e incoherencias. A la hora de redactar y titular una información no puede valer que se piense con el deseo. La otra dimensión de lo light El tema del periodismo light, tratado en la Columna del Defensor que se publicó el lunes 13 de marzo en esta página, da lugar a interesantes consideraciones en los ámbitos de los lectores y de los periodistas. He recibido en el buzón de correo del Defensor los mensajes de varios lectores que exponen sus puntos de vista. Uno de ellos, a propósito, bien podría releer el artículo del lunes, porque de verdad cuando defendí la importancia ponderada del periodismo light como expresión de lo jovial que es inseparable de un periódico, y de la formación profesional en esa especialidad, advertí que tal defensa no implicaba en modo alguno detrimento de la calidad y la profundidad del buen periodismo en el tratamiento de los grandes temas. El Editor General de El Colombiano, periodista Fernando Quijano, respondió a la pregunta del Defensor sobre este asunto con una explicación que enseña la otra dimensión del periodismo light. Había hecho referencia a tal mensaje, que reproduzco en seguida en su totalidad porque muestra un enfoque distinto que puede ayudar a ampliar la ilustración: “Alguna vez escuché en Northwestern que “periodismo light” es aquel realizado sin ninguna profundidad y que se opone -por su estilo de elaboración- al heavy. Contextualizaban los dos términos desde los elementos informativos, unos más densos y profundos que otros. Pero también escuché que existe un tipo de lectores llamados “light”, quienes sólo leen los elementos de primera lectura de las publicaciones o que creen que escuchando la radio o viendo la televisión quedan muy enterados y se ahorran los 1.200 pesos que vale un diario”. “El mundo cambió, los niños nacidos en el 2000 ya tienen 6 años y quienes crecieron viendo MTV -observadores de música y completamente audiovisuales- ya están entrando al mundo laboral y ocupando cargos de dirección. Estas personas no son lectores de diarios y están completamente sintonizados con otros medios como internet. Por sus características etnográficas y sus formas de enterarse de lo que sucede en el mundo, son presas fáciles de los tradicionales fabricantes de mensajes que ven en ellos un


público que se les fue y de difícil recuperación”. “Creo que los medios tradicionales deben refrescarse e innovar las formas como comunican y elaboran sus noticias, sino que se quedarán sin lectores en menos de dos décadas”. “Los periódicos siempre han dado muestra de constante transformación, no los mató la radio ni la televisión y pienso que internet tampoco les hará mayor daño, pero quienes estamos en el mundo de los periódicos debemos entender que vivimos una época de cambio en donde debemos volver a las esencias del periodismo: “estar en la calle con la gente contando todo lo que sucede en las localidades”. “Para mi periodismo light es el que realizan periodistas aferrados a su oficina, sentados en un excelente escritorio, leyendo cables de agencias, consultando temas por Google, recibiendo emails de los gabinetes de prensa, llamadas de servidores públicos, todo al sabor y aroma de un buen café. Los periódicos son los mismos, pero los periodistas son otros, la década del 90 y el primer lustro de 2000, han sido años escritos desde redacciones asaltadas”. Concepto del Defensor Ojalá se prolongue esta discusión sobre el periodismo light. Toca, por así decirlo, el núcleo puro y duro del periodismo, lo esencial, los fundamentos mismos del problema de informar con calidad, profundidad y sentido de oportunidad en los tiempos actuales. A propósito de las apreciaciones del Editor General, como lector puedo observar que en los medios periodísticos suele darse una situación bien paradójica, representada por periodistas que están convencidos de que son muy serios porque “cubren” grandes temas de la política, la economía o el humanismo, pero no advierten que muchas veces están limitándose a repetir o reproducir en forma fatigante las mismas noticias, sin profundizar en los asuntos acerca de los cuales informan, sin ir al fondo de los problemas, sin cotejar fuentes. En contraste, periodistas que trabajan en secciones catalogadas como light, que asumen con seriedad y disciplina sus responsabilidades y no se quedan en la presentación epidérmica de los hechos ni en la simple repetición de chismes y conjeturas, sino que les infunden calidad y profundidad a los contenidos a su cargo. Pongo un ejemplo, con base en la observación y la experiencia: Para muchos lectores, en el pasado habría cabido en la denominación de light parte de la información deportiva. Se le miraba con un cierto desdén en las salas de redacción. A los periodistas deportivos les tocaba luchar como gladiadores para abrirse espacio y ganar permanencia confiable en el escenario informativo. Pero hoy en día el deporte está de tal modo incorporado a la vida diaria y a los periódicos que se parecen a la vida misma, que incluso pueden mostrarse muchos ejemplos de información deportiva como auténticos modelos de periodismo crítico, investigativo, interpretativo y de servicio a la comunidad. Todo, menos light.


Los lectores preferimos disfrutar la comodidad

Por Juan José García Posada He venido cambiando de parecer sobre los rasgos definitorios del perfil del lector. Sigo pensando que el lector es impredecible y desconcertante, como corresponde en realidad a la condición humana. Sin embargo, por todas las indagaciones hechas hasta el presente para tratar de explicar el porqué de la permanencia creciente de una mayoría silenciosa y de la proporción minoritaria de respuestas a los estímulos que se emiten con la finalidad de generar comentarios, objeciones u opiniones, parece atinado concluir que la interactividad es más virtual que real y que el lector (si fuéramos a singularizarlo) tiende a preferir la comodidad y por lo tanto no es fácil que se salga de su propio rol, de su propia función. Con el riesgo de hacer una generalización, parece más práctico hablar en plural: Nosotros los lectores. ¿Por qué de todos los que leemos el periódico sólo unos cuantos escribimos o llamamos para hacer algún reclamo, para exponer alguna apreciación adicional, para controvertir el enfoque de una noticia, para elogiar o cuestionar una fotografía, para objetar determinada información? Hace algunos meses había escrito sobre este asunto siempre inquietante del enigma de la mayoría silenciosa: "Los lectores que se quejan propician explicaciones, aclaraciones, justificaciones y acciones correctivas. ¿Pero qué pasa si no se quejan? ¿Acaso están satisfechos y no le encuentran sentido a manifestarse si creen que las cosas andan bien? ¿Por el contrario no están satisfechos pero se conforman, como suele suceder con las mayorías silenciosas en materia política, en una actitud bondadosa y complaciente ante los responsables del manejo de los asuntos públicos?" Todos los días me encuentro con lectores que tienen algo importante por decir acerca del periódico. La recomendación obvia consiste en que escriban, que expresen sus puntos de vista. Aunque es notorio el entusiasmo inicial, pasan los días y al final se quedan en el campo de las buenas intenciones. De una suerte de sondeo realizado para tratar de comprender el porqué del silencio, de esos y de muchos más (con todo y la participación de los que sí escriben y replican), estas son algunas de las respuestas: -Tengo mucho interés en escribir, pero me falta tiempo. La vida diaria es muy acosada y apenas alcanzo a cumplir con mis deberes rutinarios. -Voy a intentarlo, aunque temo que nadie va a responderme.


-No me pidan que además de leer el periódico me ponga a escribirles. En general veo que las cosas andan bien y no veo necesidad de formular reparos. -No quiero dañar el gusto de leer un periódico tranquilo poniéndome la molestia de escribir. -Si un libro no me gusta, no voy a ponerme a pelear con el autor. Lo mismo digo del periódico. -Simplemente no me caso con un solo periódico y si éste no me gusta pues el otro tendrá cosas mejores y no pasa nada. -Quiero recordar que Daniel Pennac, en Los derechos del lector, invoca el derecho a dejar de leer. -Sólo escribo cuando tengo un motivo serio de protesta. De resto me conformo con saber que mañana será otro día. -Me ha pasado que le escribo a un periodista y como no me contesta me siento como si hubiera lanzado al mar un mensaje en una botella. ¿Cómo y por qué en tiempos de acelerado desarrollo tecnológico, de globalización informativa y de mejoramiento progresivo de las técnicas de intercomunicación humana, todavía deja tanto que desear el tema de la interactividad? Puede responderse en dos sentidos: Desde el punto de vista de la comunicación entre los mismos lectores, en la condición de individuos, el género epistolar se ha transformado. El correo electrónico, el chat y las múltiples formas de comunicación personal facilitadas por las nuevas tecnologías han potenciado la correspondencia, así pueda disminuir la calidad de los textos que se escriben. Tanto, que el correo ordinario y la telegrafía se han reducido a la mínima expresión. Pero en el otro sentido, en el de la relación entre el lector y el periodista o el periódico, es probable que, al menos en el medio nuestro, la correspondencia no se haya incrementado en forma extraordinaria. La interactividad es posible. Pero todavía está en el territorio de la virtualidad. No puede afirmarse que sea una realidad de tremenda expansión como se pensaba. La principal explicación está en la comprensión del medio periodístico, por parte de los lectores, como un servicio que se recibe no sólo al mínimo costo sino también con el mínimo esfuerzo. Por consiguiente, como leer es para la mayoría de la gente una actividad felicitaria (en término del filósofo Julián Marías), "no me pidan que además de leer el periódico me ponga a escribirles", y "no quiero dañar el gusto de leer un periódico tranquilo poniéndome la molestia de escribir", como dice en las frases citadas arriba. Por supuesto que el Defensor del Lector no deja de recibir numerosos mensajes. Pero no en la cantidad en que podrían producirse. Se escriben cuando hay motivos de peso y son los suficientes como para avivar una labor constante de lectura crítica del periódico. Y la razón de la actividad de las minorías y del silencio habitual de las mayorías puede estar en lo dicho: Los


lectores prefieren, preferimos, disfrutar la comodidad, aunque no estamos dispuestos a justificar fallas en materia de calidad y en tales casos nos quejamos o exteriorizamos de algún modo el malestar consiguiente. Esa aparente conformidad de la mayoría silenciosa puede indicar que en líneas generales se acepta el "producto cultural" que se recibe, pero alguien la interrumpe cuando emergen infracciones que pueden vulnerar el derecho a la información. Hay un factor que puede ser de perenne desencanto para los periodistas: Quieren hacer el periódico con un alto sentido de la responsabilidad social, con criterio de servicio cultural y educativo, con esmero y cuidado, con esfuerzo y, por qué no, con riesgos. Pero no todos los lectores viven en constante actitud de reconocimiento de esas virtudes. Un periódico es hecho por gente ocupada y que dispone de muy escasos ratos de ocio, para gente que lo lee sólo cuando está desocupada y puede gozar las horas o los minutos ociosos de cada día. Opinión del lector ¿Qué hace en tiempo de campaña? El lector Armando Suárez ha escrito: “En varias columnas se ha referido usted al tema de la campaña electoral. Quisiera saber qué papel cumple como Defensor del Lector para que se mantenga imparcialidad informativa y haya equilibrio en las informaciones sobre los candidatos. Qué puede hacer usted para darnos a los lectores esa garantía”. Respuesta: Garantizar el equilibrio y la imparcialidad en la información sobre cuestiones electorales es una responsabilidad del periódico, no del Defensor del Lector, que sí tiene, claro está, la misión de leer en forma analítica, recibir los reclamos y quejas de los lectores, consultar con la Dirección y los redactores y exponer sus conceptos con sugerencias u observaciones sobre el tratamiento informativo de los asuntos políticos. Pero el Defensor de ningún modo interviene en la planeación del trabajo periodístico, en la elaboración de contenidos o en la revisión previa a la publicación. El Defensor comienza a cumplir su función, como lector que es, cuando el periódico ha entrado en circulación, de ningún modo antes. Las sugerencias que sobre este y otros temas ha hecho han sido escuchadas y acogidas en muy buena parte. El periódico se ha propuesto informar con criterio de servicio, con imparcialidad y con sentido de equilibrio. Por una parte está la información. En cuanto a las decisiones editoriales, está en el derecho (y el deber) de tomar las posiciones que juzgue pertinentes en ejercicio de la libertad, la autonomía y el criterio de responsabilidad. En una ocasión próxima he de tratar sobre este tema, que por obvias razones es de total actualidad. “Usted no caza los errores” La lectora Alina Cárdenas escribe así: “No hay derecho a que usted, señor Defensor, pareciera que no alcanza a cazar los errores ortográficos y de puntuación que salen todos los días en el periódico. ¿Usted no se lee todos los días El Colombiano? Esto me lleva a creer que usted es muy complaciente y se pone más del lado de los periodistas que de los lectores. Excúseme la franqueza, pero ya es hora de que ejerza vigilancia con más rigurosidad”.


Respuesta: Mi principal actividad como lector consiste en leer todos los días el periódico. Es una lectura en lo posible rigurosa y crítica, pero también selectiva. Cuando se detectan fallas de ortografía, puntuación, sintaxis, etc., de ellas informo a los redactores y a la Jefatura de Redacción. Agradecería a la lectora que señalara errores, es decir que citara casos concretos. Doy fe de que en el periódico hay preocupación casi obsesiva por la corrección. Por mi parte, como Defensor del Lector, me causa irritación un error, por elemental que sea. No crea que soy complaciente, como presume. Que aparecen fallas, es verdad. No hay obra humana perfecta, por más exigencias que se impongan.


El mal sabor de una verdad incompleta

Por Juan José García Posada ¿Es demasiado rígida la norma del Manual de Estilo que preceptúa el cotejo de fuentes como factor de veracidad de una información y es preciso reconsiderarla? ¿Son admisibles las excepciones? ¿Es discrecional del redactor elaborar una historia en la cual juzgue innecesario consultar fuentes diversas? Las tres preguntas tienen una sola respuesta negativa. No debe replantearse la norma del Manual, no deben aceptarse excepciones y no queda a la discreción del redactor la confrontación de fuentes. Sé que tal es el criterio prevaleciente en El Colombiano. No obstante, en el caso específico de la historia periodística publicada el domingo 26 de marzo en la sección de Temas Contemporáneos, sobre el tema de las comidas extravagantes, la verdad está en que no se hizo la debida confrontación de fuentes informativas. Es probable que haya lectores para quienes pase inadvertida esa falla. Para otros, en cambio, la unidireccionalidad del texto puede inducir a creer que, además de registrarse un hecho urbano llamativo, estaría descontándose la importancia del examen de higiene y sanidad que dictamine sobre la asepsia o la contaminación de los alimentos callejeros. Se sabe, porque se ha informado en reiteradas ocasiones, que hay productos de la gastronomía folclórica, vendidos en puestos de la calle, e incluso en restaurantes, que además de catalogarse en el rango de la llamada comida chatarra por su escasísimo valor nutritivo, pueden contener bacterias nocivas para la salud. La advertencia sobre cuestiones básicas de higiene y sanidad debe hacerse siempre, sin falta, para que nadie se llame a engaño. En el trabajo informativo en referencia no tenía por qué excluirse ese elemento: Si había la plena certidumbre de que la extravagancia de las comidas era sólo por su forma de presentación y no por motivos de higiene y salubridad, tal aclaración debía hacerse, porque a varios lectores nos queda un mal sabor, la sensación de que nos faltó leer informes confiables que indicaran si las comidas anunciadas habían sido sometidas a exámenes de laboratorio. La verdad es una obra en construcción incesante, e interminable además. La integran múltiples piezas que están dispersas y que debe armarlas, ponerlas


en orden lógico y ensamblarlas el periodista. La diversidad de fuentes enriquece la documentación de un trabajo periodístico. Lo amplía, lo presenta con base en variedad de facetas. En cambio, la privación al lector de la posibilidad de conocer otras versiones para cotejarlas y obtener sus propias conclusiones o ir más allá en la búsqueda de ángulos distintos, puede incidir en la creación de una atmósfera de desconfianza. Hace algunos días me referí a un trabajo, también de domingo, sobre un plan de obras que viene ejecutándose en la ciudad, para cuestionar el hecho de que sólo se hubiera expuesto el punto de vista oficial. Se argumentó que en ediciones anteriores se había hecho tal presentación de versiones múltiples, no sólo oficiales sino también privadas o de particulares. Debió haberse repetido en el informe dicho, no importa si hubiera resultado redundante. En la crónica sobre las comidas extravagantes, la que ha faltado es la fuente oficial. Una información no tiene que ser más exacta si la refrenda un funcionario. Los temas son más importantes que las fuentes, por más prestantes que sean. Sin embargo, es obvio que la competencia para definir sobre el grado de higiene de un producto vendido en espacio público es del sector oficial, no consultado en este caso. No es sólo el periodista, con todo y su experiencia, su conocimiento del tema y su buena fe, quien deba concluir a su arbitrio sobre la plena veracidad de un hecho urbano y omitir por su cuenta y riesgo la exposición de múltiples versiones, que, en realidad, cuanto más distintas y contrapuestas sean, mejores resultarán para ofrecer verdades en perspectiva. Y la norma del Manual de Estilo debe mantenerse, sin excepciones que afectarían la credibilidad del periódico. Con los lectores Imágenes de la tragedia Numerosos lectores han expresado por escrito su protesta por algunas de las imágenes publicadas el jueves 30 de marzo con la información sobre el trágico accidente aéreo en terrenos de la UPB. Antes de emitir un concepto sobre el tema (en próxima ocasión) es razonable conocer diversidad de elementos de ilustración. Es un derecho de los lectores saber por qué se ha tomado una decisión periodística de carácter controversial. Sería imprudente precipitar un dictamen. Las comidas extravagantes La lectora Érika María Zuleta Ceballos ha escrito a propósito de la crónica sobre comidas extravagantes publicada en la sección de Temas Contemporáneos del domingo 26 de marzo: “Me dirijo a usted para expresar mi opinión acerca de un artículo titulado: Comida extravagante, el cual salió en la publicación de ayer domingo. Me parece un artículo un poco intrascendente, dice mucho y no dice nada. Se plantea lo extravagante como sinónimo de desagradable; después de leer este artículo uno queda con muy pocas ganas de probar una de esas “delicias gastronómicas”. No se sabe con exactitud de qué trata el texto, si de hablar de comida extravagante, de comida callejera o de la cultura que existe alrededor de estas extravagancias.


En mi opinión se pudo ir un poco más allá, investigar más. Comida extravagante no es solo la adquirida en puestos ambulantes, extravagancia también se ve en conocidos restaurantes. Los antioqueños siempre nos hemos caracterizado por ser “comelones”, basta con remitirnos a la época de nuestros abuelos y ver ¡De qué manera comían! La extravagancia en el comer no es algo de este tiempo y no siempre va de la mano con lo desagradable. Responde el periodista Al periodista Jaime Horacio Arango, autor de la crónica, le solicité su opinión, así como también le pregunté si en esta historia era o no necesario hacer un cotejo de fuentes diversas y por qué. Esta ha sido su respuesta: “Acerca de la inquietud de la lectora, el propósito del artículo era el de mostrar una tendencia de ciudad, de un hecho llamativo que tiene como escenario las calles. El objetivo no era hablar sobre la historia de la gastronomía antioqueña, sino mostrar, narrar, contar lo que sucede alrededor de los puestos de comida rápida. Es un hecho que no se puede desconocer, ya que son muchas personas las que habitualmente recorren estos sitios, a los que antes se conocían como de comida chatarra y ahora los mismos clientes denominan “comida extravagante”. Es una comida, que como cualquier aspecto de la vida, tiene seguidores y detractores”. “Por la temática de la historia, una tendencia urbana, que cotejaba un hecho de ciudad, la metodología seleccionada para el trabajo fue el seguimiento, la visita, la observación... En realidad no sentí la necesidad de cotejar fuentes extrañas a las de los protagonistas del hecho. Dado que Comidas extravagantes era una crónica más de lo insólito, de lo llamativo, y no desde el punto de vista de salud, de nutrición, reitero, no creí necesario la consulta de fuentes ajenas a los protagonistas”. Nota: El tema se trata en la columna del Defensor del Lector, de hoy, en esta misma página. Un lector que sí escribe El lector Federico Díaz González hace referencia al artículo del Defensor, del sábado 25 de marzo, acerca del silencio de la mayoría y la preferencia de los lectores por la comodidad y dice, en apartes esenciales de su carta: “A las respuestas que Usted propone, añado otras, a saber: 1) Los lectores tienen el convencimiento de que sus opiniones no serán tenidas en cuenta y, en la mayoría de los casos, ni siquiera serán publicadas. 2) Formamos parte de una sociedad más dada a hablar que a escribir. Al fin y al cabo, de lo dicho no queda constancia, a menos que se grabe, y de lo escrito sí; complementando la idea, somos una sociedad atemorizada y preferimos no escribir por el riesgo que nuestras opiniones puedan implicar. 3)Desde la casa y el colegio los colombianos hemos sido y seguimos siendo formados para “tragar entero” y callar. 4) Tenemos la percepción de que a los periodistas, como a los políticos, les importan poco las opiniones de la ciudadanía; de que unos y otros se sienten por encima del común de las gentes y, en su prepotencia, no experimentan la


necesidad de responder, los unos ante sus electores y los otros ante sus lectores. 5) Muchas personas, incluyendo de nivel profesional, sencillamente no saben escribir. En mi experiencia como director y editor de una revista médica he tropezado infinidad de veces con profesionales que dominan diversos temas y los saben exponer muy bien oralmente, pero que por ningún motivo los escriben.


Cabeza fría y equilibrio para el juicio del lector

Por Juan José García Posada Cuando una determinada decisión informativa ocasiona la reacción de protesta de un sector de los lectores, la actitud razonable de un periódico resuelto a salvaguardar su credibilidad ha de consistir en hacer explícito el porqué de tal publicación, para reafirmarla o para retractarse y, si es preciso, presentarles excusas a quienes hayan sentido lesionada su sensibilidad o juzguen que se ha afectado un derecho fundamental. Como Defensor, sólo en casos excepcionales me refiero a textos correspondientes al ámbito de la opinión, porque es en la información en la que se concentra la competencia de leer, interpretar y criticar los contenidos del diario. Este es uno de esos casos que se exceptúan: El Editorial de El Colombiano del miércoles 5 de abril, titulado Testimonio humano de una tragedia, es un ejemplo, nada frecuente en el medio nuestro, de criterio de responsabilidad y de respeto a los lectores. Así creo que debe justipreciarse, sea que se compartan o no los argumentos esgrimidos por el periódico. Se recibieron mensajes de inconformidad por las imágenes publicadas en la edición del jueves 30 de marzo, dentro del contexto del cubrimiento periodístico de la tragedia aérea ocurrida en terrenos de la Bolivariana. ¿Qué podíamos y debíamos esperar del periódico los lectores, estuviéramos o no de acuerdo con la publicación de las fotografías, para despejar los interrogantes sobre la motivación que lo llevó a tomar la decisión de incluir algunas imágenes de cadáveres? La respuesta está en el comentario editorial ya dicho. En el momento en que la edición es de dominio público entra en juego el sentido de responsabilidad, consistente en afrontar las consecuencias de los contenidos divulgados. Lo ideal sería si todos los medios periodísticos al ser cuestionados tuvieran como norma de comportamiento afrontar lo decidido y hacer la sustentación pública de las decisiones controversiales. El Colombiano lo ha hecho. Es probable que no todos los lectores reconozcan el valor de ese gesto: Al día siguiente, el jueves, llegó al correo del Defensor del Lector otro mensaje de alguien que, después de leer el Editorial, insiste en manifestar su desaprobación. Con todo, creo pertinente decir que en el escrutinio de las decisiones que impliquen criterio ético debe primar la ponderación. Cada cual puede y debe cuestionar una decisión periodística si la encuentra discutible o inaceptable. Sería insensato, por inhumano, subestimar el derecho al dolor, a la conmoción, entre quienes, por la proximidad física o afectiva, han presenciado muy de cerca un acontecimiento calamitoso, una


tragedia que deja impresión muy profunda y despierta general sentimiento de solidaridad. Sin embargo, lo razonable debería ser, a la hora de examinar la eticidad de lo visto, leído u oído en los medios y en particular en el periódico, si los juicios de valor se emitieran con cabeza fría, con mesura, sin lanzar acusaciones o descalificaciones apresuradas, hasta donde sea posible en actitud de comprensión de la razón de ser y el alcance de la función periodística nada fácil ni cómoda de dar testimonio fiel de los hechos, y sin dejar un extraño no se qué de sesgo, por lo menos de negación del derecho de quienes informan a equivocarse de buena fe. La ilustración de Esteban París, que acompaña esta columna, da la idea de un lector indignado, caliente con lo que lee. El tiempo es el mejor consejero. Ayer, cuando comenzaba a escribir esta columna, un lector que había escrito el viernes de la semana pasada para declarar su rechazo a las fotografías publicadas, me dijo que había decidido hacer una lectura analítica del periódico en la edición cuestionada y establecer una relación comparativa con otros medios publicados en la misma fecha. Esto ha dicho: "Sigo pensando que no debieron publicarse las fotografías de cadáveres, pero con toda sinceridad le digo que ya veo las cosas de una manera distinta y las fotos que salieron en el periódico no son tan escandalosas como las califiqué en un principio. Muestran una realidad inocultable". Otro lector tiene su propia interpretación: "Ante los medios de comunicación la gente oscila entre dos extremos, el apetito sensacionalista por un lado y el sensibilismo por el otro. Lo más aconsejable es el justo medio: Ni el desbordamiento hacia el sensacionalismo, ni la hiperestesia que niega la posibilidad de publicar todo tipo de textos o imágenes con la idea de que nos vulneran, nos golpean demasiado. Hay el peligro de que a fuerza de condenar a los medios justifiquemos un espíritu inquisitorial". Es explicable que las críticas se hayan concentrado en el aspecto gráfico y hayan desdeñado los textos. Vivimos en una sociedad cada día más permeada y si se quiere más condicionada por la imagen. La idea discutible de que una imagen vale más que mil palabras tiene peso entre no pocos lectores, sobre todo de la nueva generación. No es difícil que lo audiovisual prime sobre el texto escrito y que, por consiguiente, la lectura del periódico no sea la tradicional: Es decir que leer sea también, o sólo, ver, o mirar, para muchos ciudadanos. Se trata de las múltiples y novísimas formas de lectura de nuestro tiempo, de las que habla Gadamer en su visión de la hermenéutica. Acerca de la publicación, es verdad que la imagen de la muerte es inevitable en la historia de las sociedades y el discurrir de los hechos de actualidad. Pero es una imagen que debe tratarse con obvia cautela. ¡Ojalá algún día pudiera superarse esa macabra vocación tanatófila del periodismo y se escogiera en definitiva la opción biófila, por la vida! El realismo es condición de la información textual y gráfica. A propósito, en muy pocos de los mensajes de inconformidad recibidos se hace referencia a lo que fue el material de historias escritas, indicativo de la valoración que se le dio al suceso, de la sensibilidad con que se procedió a exponer, describir y explicar otras facetas del acontecimiento y del sentido humano que se aplicó en el tratamiento de las repercusiones de la tragedia. Es evidente que hubo


una labor de equipo, demostrativa de la capacidad de responder ante situaciones informativas de emergencia, con profesionalismo, con respeto por el dolor y con buena calidad estilística. Pero, en lo atinente a las fotos, si se duda o se abrigan reservas sobre los posibles efectos de la difusión de imágenes que puedan causar vulneración de la intimidad de las víctimas o algún daño en determinado sector de los lectores (y que puedan afectar la credibilidad), y si al publicarlas no se agrega ningún elemento importante para que el hecho quede presentado en su verdadera magnitud, es preferible omitir tales imágenes. Se les ha atribuido primero a Confucio y después a los latinos el prudente consejo que dice: "En la duda, abstente". Es en el Manual de Estilo y Redacción donde se presscribe: "Hay que evitar la publicación de fotos con imágenes desagradables, que ofendan el buen gusto, la dignidad y la sensibilidad de los lectores. Éstas sólo se pueden incluir en el caso de agregar información de importancia clave a la noticia". Esa norma está vigente. Es una guía sensata para la deliberación y la toma de decisiones. Expresiones de inconformidad Por obvias consideraciones de espacio no se reproducen los mensajes que han escrito numerosos lectores para manifestar su malestar por la publicación de imágenes relativas a la tragedia que ocurrió el miércoles 29 de marzo en la Universidad Pontificia Bolivariana. En unos se expresa desconcierto por haber encontrado tales fotos en El Colombiano. Hay palabras como indignación, que se repiten en varios de los textos recibidos. En otros se califica la publicación de amarillista o sensacionalista. Algunos de los escritos portan una fuerte carga emocional. Contienen afirmaciones muy enconadas. En varios de los casos está denotado el hecho de que los lectores que han escrito concentren su cuestionamiento en forma exclusiva en las fotos de El Colombiano y no mencionen ningún otro medio periodístico. También hay mensajes escritos con serenidad, en los que se critica de modo respetuoso y se hacen reflexiones interesantes sobre el peso de la ética en el manejo de la imagen al informar sobre sucesos trágicos y dolorosos. Algunas frases De los mensajes enviados por varios lectores se extraen frases como las siguientes: “La tragedia que tuvo lugar en la Bolivariana en el día de ayer, generó un sentimiento muy fuerte en las personas que lo conocieron, y especialmente en los habitantes de Medellín. Por lo anterior, me pareció indignante por no decir lo menos, el manejo fotográfico que ustedes le dieron a la noticia”. ... “Me parece decepcionante que un periódico tan moderado como El Colombiano haya publicado unas imágenes amarillistas, como las que han salido en la edición del 30 de marzo”. ... “Protesto por la forma como periodistas, fotógrafos y camarógrafos de distintos medios de comunicación de la ciudad, se lanzaron a cubrir los hechos en desorden, sin respeto por las víctimas. Desdicen del periodismo antioqueño”. ... “Publicar fotos de personas que han perdido la vida es violar su intimidad, la


cual se prolonga más allá de la muerte”. Desde la mayoría silenciosa El lector Benjamín Botero, quien escribe desde benbotero@epm.net.co, expone su opinión sobre el tema de la mayoría silenciosa, propuesto en reciente columna del Defensor: “Este es sólo un comentario sobre su publicacion de marzo 25; mejor, de acuerdo con su corresponsal de hoy, Federico Díaz: 1. Cierto: pensamos que lo qe anotamos no será tenido en cuenta. 2. Todos tememos represalias por lo que opinemos. 3. Tenemos que tragar entero. 4. Si, creemos que nada importa lo que pensemos. 5. La gente no se atreve a escribir, no sabe hacerlo. Además: la “mayoria silenciosa” no está conforme: está resignada. Y como dice el buen Abel Méndez, los que escriben en el periódico no dan importancia a los errores que cometen. Sin embargo hay gente juiciosa y de ella esperamos mucho. Amigo, B. Botero. Respuesta: Gracias por su mensaje. Ayuda a comprender al menos por qué tantos lectores optan por guardar silencio, no sólo por mantener una actitud cómoda. Escribe pero no le han respondido El lector Andrés Carmona, quien escribe desde miratelescopica@cis.net.co, se queja porque ha querido formar parte del sector de los que sí le escriben al periódico pero lo ha hecho sin obtener respuesta. Dice que se animó a enviar un mensaje a propósito de la publicación de un trabajo periodístico sobre “gente que hace cosas”, pero que a lo mejor el periodista “salió a vacaciones” y no le ha contestado. Como él, algunos lectores han expresado quejas similares: Sí escriben, no guardan silencio, pero se sienten desatendidos. Respuesta: El lector mencionado no precisa a quién le escribió en la Redacción. Con todo, parece que su inconformidad es fundada. A menos que haya algún inconveniente de tipo técnico (en esta semana se bloqueó el correo electrónico del periódico, de martes a miércoles),lo correcto es responder siquiera con una breve nota de recibo y con la indicación, si es del caso, de que en próxima ocasión se ampliará la respuesta. En próxima oportunidad trataré sobre el desconcierto de escribir como si se lanzara al mar un mensaje en una botella. COLOMBIANO.COM | Inicio edición impresa |


Riesgos y paradojas de la información globalizada

Por Juan José García Posada El artículo sobre la Psicología, cuestionado por un psiquiatra cuya carta se publica en la columna vecina, enseña un caso paradójico de diferencia de enfoque de una cultura profesional. El texto no fue elaborado por la Redacción de El Colombiano. El original fue escrito en The New York Times. Se ha publicado en la versión en castellano mediante los servicios de Escritos.com, una agencia que distribuye servicios informativos y con la cual tiene convenio Periódicos Asociados, que agrupa una docena de diarios colombianos. En la Redacción se me ha informado que el material correspondiente llegó editado. Se procedió a darle una revisión inicial y al parecer no se encontró ningún elemento que lo hiciera impublicable por inconveniente o inexacto. Con todo, no sólo por la carta del médico psiquiatra sino por lo que se ha inferido de las apreciaciones expuestas por otros lectores, varios de ellos psicólogos, puede concluirse que, así como en el artículo hay aciertos, también contiene algunos errores. El primero de ellos, el más notorio, en la titulación: En realidad el psicólogo no es el médico de la cabeza (aunque así pueda considerársele en otros lugares, distintos de Colombia), en cuyo caso sería un neurólogo, o un psiquiatra como dice el lector en su mensaje. Después de la conversación con lectores psicólogos y estudiosos puedo decir que la Psicología era reconocida antes como el estudio del alma. Hoy en día es más el estudio de los procesos mentales y el comportamiento de las personas. Una de sus ramas es la Psicopatología, que profundiza en el aspecto patológico de los procesos mentales o comportamentales. Un psicólogo es entonces un profesional dotado de herramientas para reconocer los tipos de personalidad tanto normal como patológica. No se basa sólo en el uso de manuales estadísticos de trastornos mentales o de cuestionarios estandarizados, sino que debe poseer buen conocimiento de pruebas psicométricas, proyectivas y de métodos de entrevista, que ayuden a identificar trastornos, habilidades, emociones, pensamientos, percepciones, motivaciones, etc. Sin embargo, además de los psicólogos, los psiquiatras, los trabajadores sociales y los médicos generales tienen herramientas para reconocer distintas patologías en los seres humanos. A estos otros profesionales y al modo como intervienen no se hace referencia en el artículo. Habría sido pertinente decirlo, para orientar mejor a los lectores en caso de necesidad. "En el artículo (dice una de las fuentes consultadas) se dice que un psicólogo


es un especialista. El psicólogo por sí solo no es un especialista sino un profesional que hizo una carrera de cinco años. Aún así, está capacitado para realizar una óptima psicoterapia. Pero el término de Especialista en salud mental, se les da a quienes luego de haber estudiado las carreras de Psicología o Medicina, hacen un posgrado en Psicología Clínica o Psiquiatría". Además, un psicólogo no da consejos, como dice en uno de los párrafos, sino que "ayuda a entender los verdaderos motivos del malestar del paciente, lo ayuda a guiar, a hacer conciencia, tomar contacto con la situación real", como sí dice al principio del artículo. Cuando una persona teme ir al psicólogo, no lo hace sólo porque piense que lo llamarían loco, sino porque se niega a aceptar que necesita ayuda. Sin embargo ese temor ha ido disminuyendo, como lo advierte la psicóloga Mónica Bustamante, quien destaca, a propósito el auge actual de la Psicología. Y en cuanto a los motivos para visitar al psicólogo expuestos, "el artículo se queda corto", dijo uno de los psicólogos y lectores. En conclusión: es recomendable que, así un artículo original en inglés provenga de un medio serio como The New York Times, en la Redacción no se descuide la aplicación de mecanismos internos de verificación y control, que permiten adecuar los modos, la terminología, al lenguaje y las condiciones culturales de los lectores propios. Este puede ser un primer caso de disparidad entre el lector en inglés y el lector en castellano, entre dos formas distintas de leer y comprender una misma disciplina, la Psicología. Para ocasiones posteriores, sobre todo si se trata de temas tan sensibles como el de la salud, es conveniente afinar la vigilancia. Tiene sus riesgos y paradojas la información globalizada. Entre psiquiatra y psicólogo El médico psiquiatra Juan Fernando Muñoz Ramírez ha escrito para objetar el trabajo publicado el 19 de abril, en la página 4D, sección de salud, con el título de Psicólogo: El médico de la cabeza: Tras cuestionar el despliegue, el diseño y la presentación del artículo, dice: “La confusión empieza por el título y el subtítulo “Psicólogo: El médico de la cabeza”. La confusión aumenta bajo el apartado “ESPECIALISTAS” donde el texto dice: “Los psicólogos son los únicos profesionales que cuentan con las herramientas metodológicas y técnicas para realizar una correcta evaluación de la psique de sus pacientes, establecer un diagnóstico y proponer un tratamiento lo más adecuado y personalizado posible para cada uno de ellos”. En seguida, aclara: “1. El título es engañoso y falso. Los psicólogos no son médicos, si se aludiera a los médicos de la cabeza habría que hablar de los psiquiatras. Estos sí son médicos (13 semestres y un año rural) además de tres años de entrenamiento de tiempo completo en PSIQUIATRÍA, la cual es la especialidad de la medicina que se ocupa de la prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de las personas con trastornos del sistema nervioso que se manifiestan con alteraciones en las emociones y el comportamiento”. “La Psicología es la ciencia que se ocupa del estudio del comportamiento normal del individuo, y una de sus especialidades evalúa y trata por medio de psicoterapias el comportamiento alterado. La Psiquiatría y la Psicología son disciplinas que se complementan y para uno como psiquiatra lo más común y frecuente es el trabajo en equipo con profesionales de la Psicología, ya que un alto porcentaje de los pacientes


necesitan tratamientos en los que se combine la psicofarmacología con la psicoterapia”. “El contenido de la página citada es tan engañoso que parece malintencionado (p.e. “cienciología”), pero independientemente de la intención de quien escriba, el respeto por los lectores obliga a que los encargados de la sección salud se asesoren adecuadamente y hagan revisar sus contenidos por los profesionales del caso. Dicha página amerita una aclaración al lector”. (La Columna del Defensor de hoy contiene una explicación sobre el tema). Errores de traducción La lectora Ana Lucía Uribe, quien escribe desde rengfuribe@epm.net.co, declara su inconformidad por los errores que detecta en textos en inglés “como la noticia en recuadro sobre la Licitación para los vehículos blindados del Senado aparecida el 19 de abril”. Dice que “no dan buena impresión de El Colombiano y por el contrario dañan su imagen”. Sobre la traducción citada dice que “tiene palabras que no existen en inglés y muchos errores de gramática y composición”. Agrega que a veces parece como si los textos fueran procesados por un traductor automático. Respuesta: Es probable que aparezcan textos con algunos errores gramaticales. Pueden filtrarse, a pesar de los controles establecidos en la Redacción y aunque la traducción le está asignada a una persona que maneja el inglés con propiedad. Es recomendable afinar los procedimientos de verificación para evitar fallas que pueden malograr una buena campaña como la del bilingüismo. Tiquismiquis El lector Juan Carlos Botero López, quien escribe desde jucabolo@hotmail.com, pregunta “qué significado tiene la palabra tiquismiquis, que he visto escrita en un artículo tal vez del periódico hace algunos días”. Respuesta: Mejor que darle la definición formal del Diccionario, me remito a La página del idioma español, en Internet, www.elcastellano.org, donde aparece esta información ilustrativa: “Cabe imaginar que los monjes medievales, encerrados en sus monasterios con el pensamiento limitado por los muros de la filosofía escolástica, mantuvieran entre sí conversaciones triviales, limitadas a la vida cotidiana. La expresión ‘discusión bizantina’ o ‘bizantinismo’ alude a las controversias vacías que eran comunes en la Iglesia en los tiempos del Imperio Romano de Oriente”. “Se hizo común en esas discusiones la expresión tichi michi (para ti, para mí) en latín vulgar, formada a partir del latín clásico tibi, mihi. Hacia mediados del siglo XVII surgió en español el vocablo tiquismiquis para referirse a ‘reparos o escrúpulos por motivos de ínfima importancia’ o a ‘modos corteses ridículamente afectados’”.


Creemos y confiamos, con ciertas condiciones

Por Juan José García Posada En el país y en el mundo, en una proporción mayoritaria los lectores creemos y confiamos en los medios de comunicación, incluidos, por supuesto, los periódicos. Al menos es lo que se verifica mediante las estadísticas más recientes. En Colombia, la encuesta de Invamer Gallup divulgada en esta semana sobre la favorabilidad de las instituciones muestra cómo los medios de comunicación están en un tercer lugar del ranquin, con 78 puntos, antecedidos por las Fuerzas Militares (81) y la Iglesia Católica (74). Mientras tanto, otra encuesta de espectro mundial realizada por BBC de Londres, Reuters y The Media Institute, dictamina que la mayoría de los 10.230 adultos consultados en diez países confía más en los medios del periodismo que en los gobiernos. Tales resultados son coincidentes entre la actitud de los colombianos y la de los ciudadanos de los diez países donde se efectuó la encuesta, en los cuales, no obstante, la proporción de la tendencia favorable a la confiabilidad es variable. Es preciso advertir cómo la encuesta internacional no indaga por la credibilidad sino por la confiabilidad, aunque los dos conceptos son afines y están relacionados en forma directa: Para confiar, primero es necesario creer. De igual modo, la favorabilidad, en la encuesta colombiana, está asociada con el creer y el confiar en las instituciones clasificadas y en particular en los medios periodísticos. Los diez países en los que la mayoría de los ciudadanos tiene confianza en el periodismo son Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Egipto, Alemania, India, Indonesia, Nigeria, Rusia y Corea del Sur. Y esa confianza es de un promedio del 61%, pero fluctúa entre el 88% de Nigeria (sobre el 34% del respectivo gobierno) y el 51% de Gran Bretaña (sobre el 47% de confiabilidad del gobierno británico). Además del entretenido ejercicio de especulación que desata la lectura interpretativa de las estadísticas, hay motivos para pensar en la realidad actual del periodismo, la evolución que se ha verificado desde un cuarto de siglo atrás cuando emergieron los signos de la desconfianza y se hablaba de una crisis contagiosa de la credibilidad (con todos los daños colaterales y secuelas imaginables) y las perspectivas que se abren hoy en día al apreciar esos indicadores. En primer término, puede estimarse que ha habido una variación significativa. Es cierto que en la época en la cual sobrevinieron los rasgos de la llamada crisis de credibilidad (desde fines de los setentas, cuando, por ejemplo, Servan-Schreiver habló del entierro de las hojas muertas) no hubo, que se recuerde, datos estadísticos siquiera de relativa exactitud que pudieran


tomarse hoy en día como referencia para obtener una conclusión actual sobre si ha habido o no un cambio sustancial en la actitud de la gente ante el periodismo. En aquel entonces se conocieron informes parciales y fragmentarios, pero no de tanto calado como los de una encuesta como la que acaba de divulgarse. Además, no hay una relación directa entre confiabilidad y difusión, es decir mayores o menores circulación y audiencia. Y podría deducirse, también, que el avance de los medios en confiabilidad se ha facilitado por el virtual descenso de las instituciones gubernamentales en los diez países donde se realizaron encuestas. En este punto, el caso colombiano podría ser distinto: Las Fuerzas Militares, como institución del Estado y del gobierno, aventajan a los medios. ¿Qué puede pronosticarse, a todas estas, sobre el discurrir y el futuro del periodismo en Colombia y en el mundo? Los resultados de las encuestas califican la confiabilidad en líneas generales. No apuntan a problemas específicos, también comunes a los medios periodísticos. De todas maneras, motivan vaticinios positivos, que podrían encuadrarse en el realismo optimista, no tanto como en el escepticismo de años anteriores. Con todo, es obvio que no deba asumirse el alto índice de confiabilidad como conclusión incontrastable que pudiera servir para elaborar una hipótesis que despejara por completo las dudas, incógnitas, preocupaciones y demandas que los lectores formulamos cada vez que nos interesamos en hacer el examen del periodismo a la luz de nuestras realidades. Hay amenazas contraculturales patentes: La degradación generalizada del criterio de veracidad, el peso de los nuevos poderes económicos y políticos mundiales, la fuerza intimidatoria del terrorismo, la decadencia de las costumbres y del idioma como patria común, etc. Hay retos éticos inmensos para los medios, relacionados con la defensa de valores primordiales, de derechos fundamentales, del ecosistema y los bienes esenciales para la especie y las sociedades. En cuanto a la credibilidad, cito algo que escribí meses atrás: La credibilidad es, en forma sencilla, la cualidad de ser creído, como dice el Diccionario. Pero más allá de la definición normativa de la Academia, la credibilidad es un derecho-deber, el resultado de una exigencia, una demostración de responsabilidad. El lector tiene derecho a creer, a tener fe en lo que se le informa y como se le informa. Una fe que no se entiende aquí en la categoría de virtud teologal, sino en el sentido del buen concepto que se tiene del informador y el comentarista. El lector, si no es periodista, no ha de tener ni la experiencia ni la intuición ni el conocimiento para discernir lo verídico en el tratamiento de las fuentes informativas. Tampoco tiene por qué disponer de los instrumentos y recursos de verificación que sí posee el periodista. Lee confiado. Tiende a creer lo que no ve porque el periódico se lo ha revelado. Y puede dejar de creer por múltiples factores, hasta los menos relevantes. Leer entraña un acto de fe. No es pertinente, por lo tanto, cantar victoria. El periodismo es imperfecto, pero es perfectible. No es un dechado de cualidades, un ente modélico, pero sí parece lógico inferir que, entre las obras de la cultura humana contemporánea, es de las menos imperfectas, como suele decirse también de la democracia en materia política. Los lectores, en una amplia mayoría, creemos y confiamos, pero con ciertas condiciones?


Dos imprecisiones El lector Diego López ha escrito este breve mensaje: “Qué lástima que no tengan en el periódico quién revise los artículos, pues sólo sin revisión pueden salir perlas como estas: “El Partenón de Roma”, en el artículo sobre la restauración de la Catedral. “A la décima, con forma de burro, la llamó Rocinante en honor del rumiante de Sancho Panza, el fiel escudero de Don Quijote de la Mancha”. Sería muy interesante que publicaran esa versión del Quijote”. Respuesta: Sí hay quién revise los artículos. Pero en ambos casos se trata de errores originales de quienes los redactaron y debidos en segundo lugar a descuido en la verificación. Son motivos suficientes para reforzar la vigilancia, no sólo del buen uso del idioma, sino también de la precisión con que deben escribirse todos los textos para no incurrir en fallas lamentables como las que señaló el lector. Más claridad sobre la Psicología La psicóloga María Isabel Quimbay Isaza (mquimbay@yahoo.es) ha querido hacer claridad sobre los comentarios de la semana pasada al artículo acerca de la Psicología: “El psiquiatra Juan Fernando Muñoz tiene razón al hacer la aclaración de que los psicólogos no somos médicos. Sin embargo, quisiera hacer claridad sobre algunas cosas que él expresa. Hace referencia a 13 semestres de estudios, más año rural, más 3 años de entrenamiento en psiquiatría. Lo que significa, básicamente, que recibe tres años de entrenamiento en la especialidad de psiquiatría. Los otros 8 años de estudio son en medicina. Nosotros los psicólogos estudiamos 5 años de psicología, lo que significa que, también, somos expertos, no sólo en el comportamiento normal y alguna que otra técnica terapéutica, sino en todo el componente comportamental, afectivoemocional y cognitivo del ser humano”. “La diferencia entre psiquiatría y psicología radica esencialmente en que en la psiquiatría se asume la problemática mental como un asunto de la biofisiología del sistema nervioso y su concomitante mental. La psicología la asume como un problema básicamente de la esfera mental, es decir, de la psique. Esa es la razón por la que psiquiatras administran medicamentos y psicólogos no. Este es un tema que toca susceptibilidades, específicamente, como la que plantea el doctor Muñoz. A muchos psiquiatras les ha costado reconocer la importancia, la cientificidad y especialidad de la psicología. Nos toman a veces como de menos estatus, como una profesión marginal a la psiquiatría. Y lo hacen porque suponen que es más relevante tener de base una carrera de medicina. Y no tiene por qué haber roces. Considero que ambos conocemos nuestros terrenos de intervención y sabemos hasta donde llegan nuestras especialidades. Para finalizar, quisiera comentar, que los mayores estudios científicos sobre el comportamiento, la afectividad y la inteligencia humana, han sido de manos de los psicólogos”. Entre opinión e información El lector Pedro Nel Jiménez pregunta por qué se publican opiniones en páginas informativas y dice que varios artículos destacados con el título de Opinión especial “son insuficientes en argumentación y en la misma extensión y tan breves que no debían presentarse con el rango de opiniones”. Respuesta: En todas las secciones informativas está abierta la posibilidad de publicar opiniones al margen. No se trata en todos los casos de artículos o columnas en el sentido estricto en que se conciben cuando van destinados a


las páginas de opinión. Son aportaciones calificadas (por la pertinencia, por la prestancia de quienes las escriben, etc.), que deben contribuir a la comprensión de los temas. Pueden presentarse con extensión comparable a la de los artículos de páginas 4A y 5A, o como conceptos breves que ayudan a la interpretación de los hechos informativos. Es cierto que en tales situaciones es discutible que la opinión se califique de especial. Mensajes variopintos El lector Elkin E. (louisejo52@hotmail.com) ha enviado al Defensor una carta en la que trata del contrabando, de la corrupción y de otros males del país. Se la he reenviado al señor Editor de Opinión, quien definirá el destino final del artículo. El lector Alejandro M. (alejomartinez1@starmedia.com) se queja de la mala atención que ha recibido en una EPS. Su carta se ha remitido a la sección especializada de la Redacción, donde evaluarán el tipo de tratamiento periodístico del tema.


Ni mala ni buena La hora exacta Por Juan José García Posada El titular más destacado en la primera página de la edición del domingo 7 de mayo dice: "La mala hora de América Latina". Antecede un amplio trabajo explicativo sobre el estado de la integración en esta parte del mundo. Puede objetarse que ha faltado originalidad porque se tomó prestado el título de una obra de García Márquez: De ahí que no sea recomendable esa forma de titulación, más literaria que periodística. Pero en lo que más enfatiza el lector Juan Diego Restrepo al escribirle al Defensor ha sido en la virtual toma de posición ideológica del titular, que ha calificado de lamentable. "Se equivoca El Colombiano (dice) cuando relaciona el actual debate político, social y económico que plantean las diferentes tendencias de izquierda en el ejercicio de gobierno con "la mala hora" para la región. Es un momento de confrontación política importante, que se viene dando en términos civilistas, sin agresiones físicas, sin amenazas de muerte, sin acciones de hecho, que pretenden ofrecer soluciones alternativas, a partir de nuevos modelos económicos, de las graves exclusiones sociales, económicas y culturales que viven los más pobres de América Latina". En otro de los apartes de su carta, el señor Restrepo concluye: "Decirle (sic) a los lectores que el debate regional genera "malas horas" para América Latina es asaltarlos en su buena fe, es sesgar su visión del asunto, es reducir la discusión a niveles minimalistas que ocasionan falsas visiones y poco aportan a su formación política". El titular califica, porta un juicio de valor. Sin embargo, "no es una calificación política", se ha argumentado en la Redacción. Se pretendió "mostrar el momento confuso que afronta la región (y en este sentido puede hablarse de un mal momento), en especial para la integración latinoamericana, desde los puntos de vista económico y geopolítico". Tal vez si se hubiera titulado al contrario, es decir La buena hora de América Latina, otros lectores se habrían sentido en el derecho de reprocharlo. Tal es el riesgo de la titulación calificativa, que divide opiniones y deja la impresión, así sea equivocada, de que hay sesgo ideológico. Un titular editorializante Pero sea bueno o malo el momento histórico de la región latinoamericana, la conclusión debe extraerla es el lector, con base en los elementos de ilustración que se le proporcionen en el trabajo explicativo.


Un titular informativo no debe ser editorializante. Quien defina el titular de la principal información del día no tiene por qué arrogarse la facultad de expresar un concepto sobre los hechos, ni mucho menos de emitir un veredicto histórico. Las opiniones y la calificación de buena o mala, atribuible a una época o a una hora del discurrir continental, tienen su espacio en el Editorial y en los artículos de opinión. Un ejemplo positivo de separación entre la información y el comentario puede apreciarse, para contrastarlo con el caso examinado, en la primera página de ayer viernes: El Editorial del periódico fija una posición de rechazo al aborto. Pero el titular de primera página es imparcial y respetuoso de la totalidad de los lectores, de los que están a favor y los que están en contra: El aborto polariza el debate. Sobre la bondad o maldad de una época, de una hora de la historia, cada cual puede conceptuar en el periodismo, dentro del ámbito de la opinión. Pero el tiempo, desde el punto de vista de la información, es neutro. Al informar es preciso dar la hora exacta, sin señalar si es la buena hora o la mala hora. Juego limpio... El lector Carlos Palacio (cpalacio@epm.net.co) ha escrito una carta de la cual cito este párrafo esencial: "Con gran preocupación y extrañeza he leído en la mañana de hoy el reportaje sobre el partido de fútbol profesional jugado en la noche de ayer entre el DIM y Envigado, el periodista que escribe dicho artículo dice: "Duele que el Independiente Medellín no sirva ni para hacer favores porque un triunfo anoche de los naranjas hubiera puesto a soñar al departamento con dos conjuntos en la penúltima fase del campeonato" refiriéndose al hecho de que el Envigado necesitaba ganar para entrar entre los equipos a disputar la final mientras el DIM está eliminado y según el criterio del periodista le debió haber "hecho el favor" al Envigado permitiendo que ganara, nada más violatorio a los principios éticos y valores que deben acompañar la sana competencia en el deporte". Respuesta de la Editora Le copié el mensaje a la Editora de Deportes, periodista Esperanza Palacio, quien respondió así: "Sin duda, pienso que fue desafortunada la forma en que el periodista analizó el partido entre el Independiente Medellín y el Envigado". "Su análisis terminó siendo un texto con alto contenido de opinión". "Opinión que, sin embargo, no es la misma del periódico, ni de la sección deportiva, sino del periodista que la emitió". "Desde ningún punto de vista podemos avalar esta clase de comentarios en los que, aparentemente, se incentiva a contravenir el Juego Limpio que debe primar en el deporte. La hora del partido, que comenzó a las ocho de la noche y finalizó después de las diez, no permitió una revisión de parte de la editora del área, y en consecuencia el texto salió sin ese aval".


"Para remediar esta situación, hoy (jueves) consultamos a los presidentes de los dos equipos, para que ellos mismos dieran sus opiniones respecto del partido y su resultado. Además, aclaramos que si algo quedó patente en dicho encuentro fue la forma limpia como ambos equipos jugaron, sin dejar dudas y sin poner en riesgo su ética". "Y por eso ofrecemos disculpas si con el comentario publicado ayer se puso en duda la honestidad de alguno de los dos equipos". Concepto del Defensor El reclamo del lector es pertinente. El redactor que escribió la nota ha reconocido que la suya fue una imprudencia, pero argumentó que no obró con dañina intención y ha querido presentarles excusas a los hinchas y a los lectores en general. La respuesta de la Editora de Deportes está en consonancia con el criterio de responsabilidad. En la narración deportiva no son extrañas ciertas fallas e imprudencias debidas al apasionamiento. No son justificables en los medios electromagnéticos. Mucho menos en un periódico, donde es posible escribir con aceptable serenidad y sin la emoción contagiosa del espectáculo. Aunque se ha hecho la aclaración, la apreciación expuesta en la información sobre el partido del miércoles, cuestionada por el lector y explicada por la Editora, es, como lo ha dicho el Redactor, "una salida en falso".


La transparencia es la base de la credibilidad

Por Juan José García Posada La palabra transparencia tiene sonoridad poética y todas sus acepciones en el Diccionario la reafirman. Es transparente un cuerpo a través del cual pueden verse los objetos con claridad, aquello que se deja adivinar o vislumbrar sin declararse o manifestarse, lo que es claro y evidente y se comprende sin duda ni ambigüedad, lo translúcido, etc. Se les reclama transparencia a las instituciones, a los funcionarios en sus actos u omisiones, a las empresas privadas y, en fin, a todas aquellas entidades y personas que prestan servicio público. Y la función de fiscalizar, en procura de transparencia, la han asumido, además de los organismos de control del establecimiento, los medios periodísticos. Por supuesto que el periodismo no podría ejercer fiscalización en una atmósfera en la cual esté viciada la libertad. Su trabajo debe ser independiente y despojado de presiones, amenazas, coacciones o apremios. Pero debe ser una labor creíble, confiable y, para que lo sea, ante los ciudadanos (ante nosotros, los lectores) debe también testimoniar la calidad de transparente: Que los objetos se vean con claridad, que se deje adivinar o vislumbrar sin necesidad de declararse o manifestarse, que sea claro y evidente, que se comprenda sin duda ni ambigüedad, que sea translúcido. Retos y compromisos La encuesta mundial reciente sobre el estado de la confiabilidad del periodismo, realizada por BBC de Londres y Reuters, muestra cómo en muchos lugares del planeta se confía más en los medios de información que en las instituciones gubernamentales. Tal información, que no dejó de avivar la humana autocomplacencia patente en muchas salas de redacción, comporta así mismo unos retos y unos compromisos, de los que hablé en una de estas columnas. Sobre todo, la asunción de la transparencia como condición inseparable de la confiabilidad y la credibilidad. Así como a las instituciones gubernamentales y a los funcionarios se les demanda que sean transparentes, no pocos lectores pensamos que para creer y confiar en un medio, en un periódico, debe, a su turno, ser transparente, ser translúcido, ser claro y evidente y no dar lugar a dudas ni ambigüedades en sus contenidos. La Conferencia de ONO La transparencia, como garantía de confiabilidad y credibilidad, fue uno de los temas centrales en la vigésima sexta conferencia anual de la ONO, Organization of News Ombudsman, reunida en Sao Paulo hasta hace una semana y de la cual han comenzado a conocerse algunas ponencias. Aunque la encuesta de Reuters y BBC fue uno de los asuntos de análisis, hubo algunas posiciones caracterizadas por el


escepticismo ante el futuro de los medios periodísticos. La falta de consenso acerca de lo que les espera a los medios periodísticos y en particular a los periódicos no sólo se detectó en esa reunión, sino que es notoria en todos los textos en los cuales los defensores americanos, europeos y asiáticos intentan hacer vaticinios y señalar las tendencias y amenazas contra el periodismo. He leído en Internet algunas de las conclusiones de la Conferencia de Sao Paulo y coinciden con las opiniones intercambiadas en meses recientes con varios defensores, en especial de periódicos. Por una parte, en líneas generales, les reclaman a los periódicos más investigación, más análisis y más control interno de la calidad de los contenidos publicables. Y todos enfatizan en la vocación de transparencia, como nuevo deber ético. Dimensiones Para unos, la transparencia se asocia con no perder de vista la realidad de los hechos, clarificar los valores que están defendiéndose y los intereses políticos y económicos de los grupos a los cuales puedan estar afiliados los medios y su modo de funcionamiento y garantizar su disponibilidad de recursos para asegurar la calidad del "producto" que ofrecen. Otra dimensión de la transparencia, más vinculada con la misión periodística y su práctica habitual, comprende la demostración diaria a los lectores (con quienes se procura mantener conexiones permanentes y eficaces) de que se efectúa planeación de la agenda informativa con base en temas de real interés público, se hace la auscultación de fuentes confiables y la verificación rigurosa de datos, hay alto grado de especialización y dominio temático en los redactores, es impecable el buen uso del idioma y puede acreditarse ausencia total de sesgo, tendencia y apasionamiento. El buen ejemplo La transparencia, que supone una constante labor de crítica interna, es, para nosotros los lectores, la base en la cual se apoyan la confiabilidad y la credibilidad, así como también la prueba que acredita independencia y autoridad moral para fiscalizar todo lo que sea fiscalizable en el Estado y la sociedad civil y demandarles a los servidores públicos que, a su vez, sean transparentes. El buen ejemplo empieza por cada casa. El aborto, asunto esencial Al correo electrónico del Defensor del Lector han llegado mensajes muy diversos acerca del tema esencial del aborto, con motivo de la reciente providencia de la Corte Constitucional que despenalizó ese delito en tres situaciones sobre las cuales se ha informado con profusión. Hay posiciones de reconocimiento del manejo periodístico del tema, así como en algunos casos ha habido reproches. Uno de los mensajes, el que ha enviado el lector Humberto Rodríguez, dice en algunos apartes: “Me reconcilio con El Colombiano gracias al Editorial del día 12 de mayo, valerosa defensa de la vida contra jurisprudencia abortista. Sin embargo me pregunto y le pregunto al señor defensor si estoy en el error al criticar tanta flexibilidad en la información sobre igual tema. Si la posición editorial del periódico es de repudio al aborto, no veo el porqué de darles tanto juego a defensores del abortismo. ¿Acaso hay una contradicción? ¿Por un lado van los editoriales y por otro muy diferente las informaciones? ¿Hay división interna?”


Una diferencia obvia Al Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, le envié copia del mensaje y ha dicho, a propósito: “Sólo agregaría que no solo frente a este tema, sino frente a muchos otros, la información de EL COLOMBIANO corresponde a las características básicas y universales que la distinguen de la opinión y que son aprendidas en los primeros niveles de nuestros estudios profesionales, aquí y en cualquier parte del mundo. Esas diferencias entre información y opinión están claras, igualmente, para los lectores de los diarios y no entiendo cómo alguien pueda confundir esas fronteras y luego atribuir su propia confusión a contradicciones del medio, a divisiones internas o fallas en la unidad de criterio”. Opción biófila Para concluir, en este tema esencial del aborto, como en todo lo que se refiere a la bioética, es de suma importancia insistir en la formación como expertos de los periodistas competentes para tratarlo. Hay muchos interrogantes que deben ser despejados, muchas cuestiones que deben ser explicadas con claridad, muchos elementos de confusión esparcidos por otros medios que manejan el asunto de modo muy cuestionable. Así, por ejemplo, es pertinente diferenciar entre el embrión y el feto, que son dos realidades muy distintas y acerca de las cuales muy pocos han hablado en estos días. Lo fundamental está en que el periodismo, sin perjuicio de la objetividad con que deben tratarse los hechos, tiene como responsabilidad ética escoger la opción biófila, la defensa del derecho fundamental a la vida, contra todas las diversas y amenazantes manifestaciones contraculturales que emergen en nuestro tiempo. Y esa opción está definida en forma suficiente en la posición editorial, así como en la información responsable que se nos ha ofrecido a los lectores.


El gentiómetro, recurso para ganar en exactitud Por Juan José García Posada En la historia publicada el martes 30 de mayo en la página 2A, sobre la visita del reelecto presidente Uribe a Medellín, se afirma tres veces que más de 4.000 personas se reunieron para recibir al mandatario. ¿Se utilizó algún instrumento de medición para definir el número de concurrentes? ¿Cuál es el grado de exactitud y confiabilidad del cálculo hecho? ¿Qué es lo recomendable cuando no se tiene un dato preciso? ¿Público o privado? Aunque tal trabajo informativo se presentó dentro del contexto de las repercusiones de la jornada electoral con el título genérico de Elecciones 2006 Presidencia de la República, se distingue de los demás por la emotividad que transmite. Fue el registro de un hecho urbano sobresaliente y la base del titular principal de esa edición, en la primera página: Uribe lloró en su casa. No se trata, en sentido estricto, de un texto de información sobre elecciones. Se habla de la asistencia del Presidente a una misa en el templo de Santa Teresita. ¿Era una ceremonia de carácter familiar y privado? No. El mismo Jefe del Estado, en su alocución de la noche del domingo, anunció el acto. Fue una misa por los padres y un hermano del Presidente, en su origen tuvo un carácter privado, pero demuestra que muchas veces "la vida privada de los personajes públicos se convierte en vida pública". Diversidad de apreciaciones Retomo aquí el tema de los más de 4.000 asistentes. En el periodismo siempre ha sido frecuente (y siempre se ha puesto en cuestión) la referencia a número de participantes en concentraciones públicas. En la mayor parte de las situaciones se hacen cálculos que no sólo se distancian de los verdaderos sino que ofrecen diversidad de apreciaciones entre unos medios y otros. El gentiómetro Para una medición exacta habría que efectuar un conteo, en el sitio mismo, o mediante la apreciación de la fotografía. Esta tarea no se cumplió y rara vez se realiza. Sin embargo, es posible apelar a una suerte de instrumento para la cuantificación de concentraciones humanas. Sugiero que se denomine gentiómetro (medidor de gente). ¿Cómo funcionaría? Así: 1) Se delimita, en una cuadrícula, el área ocupada. 2) Se estima que en circunstancias normales caben cuatro personas en un metro cuadrado. 3) Si se trata de un área de una cuadra (6.400 metros cuadrados), el cálculo resultaría de una simple operación aritmética.


4) Se restarían las zonas vacías, arborizadas, construidas, etc. (El procedimiento se utiliza en algunos medios extranjeros, con nombres distintos). Por la emotividad que irradia el artículo (que tiene un matiz melodramático inevitable, puesto que no se descuidó el detalle conmovedor de las lágrimas presidenciales), los lectores podríamos dudar de la veracidad del dato. No lo han puesto en duda los que estuvieron en el mismo escenario, el lunes hasta el medio día. Aunque no hicieron cálculos, sí coinciden todos los que me han hablado del tema en que "hubo miles de personas", "hubo un gentío", "era una multitud", etc. Más de 4.000 El estimado de más de 4.000 personas reunidas en las calles aledañas al templo de Santa Teresita, en el barrio Laureles, no es del todo exacto, pero sí puede ser aproximado. La redactora de la historia me dijo que se había basado en los cálculos de diversos medios de comunicación, pero sin aplicar técnica o instrumento de medición alguno. A los lectores no se nos publicó ninguna fotografía panorámica. Nos sería muy útil para hacer el ejercicio de cálculo y aplicar la técnica recomendada del gentiómetro. Muy importantes eran las fotos que se difundieron. Pero no menos lo era la del público: Nos habría permitido cotejar el dato calculado de más de 4.000 personas con el escenario concurrido, para determinar el grado de exactitud de lo escrito. Cuántos ángeles? Alguna persona podría decir que al plantear este asunto estoy proponiendo una discusión bizantina o medieval, como si preguntara en pleno Siglo Veintiuno "cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler". No obstante, es una cuestión que tiene relevancia, porque, si se pretende hacer periodismo de exactitud, es necesario hacer cuanto se pueda para que todos los datos que se nos proporcionan a los lectores sean sometidos a prueba de verificación y confirmados de modo satisfactorio. Recomendación La historia periodística leída y comentada, sobre la primera visita del Presidente a Medellín después de la reelección, no exhibe fallas desde el punto de vista del enfoque y el tratamiento informativo: Tenía que diferir de las otras publicadas en el mismo contexto, dada la emotividad de las circunstancias. No habría sido aceptable un relato frío y escueto. Pero sí es recomendable, para ocasiones posteriores, que se utilice el recurso del gentiómetro, con el fin de despejar al máximo las dudas que puedan sobrevenir y ganar en exactitud.


El fútbol, entre juego y metáfora de la guerra

Por Juan José García Posada ¿Es inseparable del fútbol una terminología de potente contenido bélico? ¿Es inevitable en el relato periodístico del juego el uso de un lenguaje en el cual tienen preponderancia los vocablos tácticos y estratégicos? ¿En realidad es el fútbol una metáfora de la guerra y el Mundial que empezó ayer es en definitiva un espejo de la actualidad geopolítica? En todos los medios de prensa, radio y televisión, sin que parezcan posibles las excepciones, se habla siempre de la alineación de las escuadras, la ofensiva y la defensiva, el cañonazo, el repliegue táctico, la zona de candela, el campo enemigo y otros modos de referencia a los episodios y las situaciones de un partido, que tiene todas las características de batalla épica en la que participan guerreros sobrenombrados en recuerdo de un pánzer, una flecha o un rifle, mientras en las tribunas la muchedumbre enardecida intercambia consignas de aniquilamiento, y los narradores y comentaristas reproducen la contienda y amplían sus repercusiones. Todo esto es obvio. Un periódico, un medio impreso, al menos facilita una lectura diferida y por consiguiente no tan emocional de los encuentros futbolísticos, aunque se apartaría del contexto propio del deporte si omitiera por completo el léxico de acento guerrero. Así el fútbol sea una metáfora de la guerra y no pueda despojarse del lenguaje bélico, para nosotros los lectores es el momento de reivindicar su condición de juego y esperar que desde el periodismo se renueve en estos días la invitación a gozarlo. Por desgracia o por gracia no hay un seleccionado colombiano en el Mundial. La ausencia del equipo nacional tiene de positivo que les permite a los periodistas especializados y nos permite a los lectores (así como a los oyentes y televidentes) seguir el desenvolvimiento de las competencias sin afanes y desde una cómoda distancia crítica. Somos espectadores liberados de tensiones. No necesitamos hacer fuerza por país alguno. Podemos experimentar la saludable condición de neutrales, de no alineados. Para los aficionados comunes y corrientes, esta es una ocasión estupenda porque podemos hacerle seguimiento al discurrir del Mundial sin parcialidades ni actitudes radicales. Toca seguir el Mundial sin sobredimensionarlo, sin tomarlo como instrumento elusivo que nos aparte de la vida real. Es un acontecimiento, pero podemos apreciarlo sin alterar la vida normal, que no debe dejar de reflejarse al máximo en todas las páginas del periódico.


Por esta vez, tenemos la inmensa posibilidad de disfrutar el fútbol como lo que es en realidad, un juego fenomenal en el cual debe haber buenos ganadores y perdedores (nada ganaremos ni perderemos) y sea cual fuere el resultado el mundo seguirá girando y el país no será mejor ni peor por lo que pueda pasar, porque nada va a pasarnos con lo que pase. Errores geográficos El lector Federico Díaz González ha escrito para señalar algunas fallas: “En la página 3d de El Colombiano de hoy (6 de junio de 2006) dice lo siguiente, en el cuarto párrafo del artículo sobre el virus Chikungunya: “Este año hubo un brote sin precedentes en territorios insulares de la India. En la isla de Reunión...”. Se refiere más adelante en el artículo a otros de esos “territorios insulares”: Mauricio y Seychelles. Lo anterior constituye un error geográfico: la isla de Reunión es desde 1946 un departamento ultramarino de Francia. Su capital es Saint-Denis. Mauricio es una nación de África suroriental, capital Port Louis. Seychelles es otra república africana cuya capital es Victoria. Estas naciones insulares tienen en común el estar situadas en el océano Índico al oriente (Reunión y Mauricio) y al norte (Seychelles) de Madagascar. Obviamente ninguna de ellas pertenece a la India. Probablemente el traductor de la fuente original confundió el océano Índico con la India”. Valga la aclaración. Datos complementarios La lectora Margarita Rosa Castaño Murillo, quien escribe desde serviarchivo@epm.net.co ha querido complementar una información publicada el 1 de junio sobre los resultados parciales del Campeonato Panamericano de Judo efectuado en Buenos Aires, Argentina. Ha dicho que sólo se hizo referencia a los judokas que compitieron en combates, para agregar: “En la modalidad de katas también había deportistas que lograron dos medallas de bronce. Es así como Liliana Ibarra y Margarita Castaño en katas femenino y Luis Montes y Glatenferd Escobar en katas masculino se alzaron con preseas de bronce”. Del mensaje se ha enviado copia al Área de Deportes. Valga la anotación complementaria. El judo y otros deportes no tienen carácter multitudinario. El espacio que se les destina es mínimo. La información, entonces, no puede ser tan completa como lo quisiera el sector respectivo de los aficionados. Todavía falta por hacer para ampliar el espectro informativo a otras actividades. Entre código y manual de estilo “A usted varias veces le he leído que menciona códigos de ética periodística y Manual de Estilo. ¿Podría decirme si hay alguna diferencia entre las dos o se está refiriendo a una misma norma?” -Escribe el lector Gilberto Rendón. Respuesta: Son dos formas de normatividad distintas. El Manual de Estilo no sólo comprende cuestiones éticas sino también estéticas, de forma y contenido, de presentación, de metodología para el trabajo periodístico. Y es de carácter particular y referido a un medio


específico: Es decir, cada medio puede y debe tener su propio Manual de Estilo. En cambio, el Código de Ética puede ser de una agremiación, de una región o de un país, así como también de un medio en particular. Y debe contener sólo normas éticas. Por supuesto que entre un código ético y un manual de estilo debe haber complementariedad. En un medio en particular no debe faltar el manual de normas positivas, con las reglas de juego para la relación con los lectores.


El curioso método del cuentagotas censal

Por Juan José García Posada Para muchos de nosotros, los lectores, es extraño el método que ha empleado el Dane para informar sobre los resultados del Censo Nacional de Población. Los ha proporcionado por cuentagotas. A estas alturas, meses después de cerrado el período censal, todavía no hay datos consolidados sobre el número de habitantes de numerosos municipios. Se han tejido múltiples conjeturas mientras se ha prolongado la dosificación que parece interminable de las noticias oficiales. La falta de información confunde y aviva las suspicacias y las cuestiones sobre qué tipo de intereses o de pugnas regionales de índole política hay de por medio. Es legítimo preguntar por qué una información de capital interés público se ha diferido de ese modo. Preguntas legítimas En la página web del Dane, http://www.dane.gov.co, encontré ayer al medio día esta nota: "Se aproxima la segunda gran entrega de los perfiles municipales de Colombia. Luego del 10 de julio, la población conocerá los datos preliminares sobre los 1098 municipios del país". ¿Pero a qué velocidad "se aproxima" y qué ha pasado para que haya que esperar hasta "luego del 10 de julio" para conocer datos que todavía seguirán siendo preliminares? Información pública Puede ser muy respetable el criterio de quienes han dirigido el censo, al privilegiar el análisis para definir perfiles y condiciones socioeconómicas significativas de la población colombiana. Sin embargo, para el común de los ciudadanos el dato exacto no es subestimable ni irrelevante y sigue siendo de importancia primordial: ¿Cuántos somos, en realidad, los habitantes del país en general y de las ciudades y los municipios en particular? ¿Si se ha conocido la cifra total de la población del país, por qué no se ha especificado por municipios, si en sana lógica se presume que el dato global resulta de la suma de todos los parciales? ¿Qué justificación se ha tenido para dilatar el suministro de una información que de ningún modo puede sellarse para asignarle un carácter privado? Un derecho Conocer la información consolidada sobre el país, sus regiones, sus provincias


y zonas rurales y sus capitales, es un derecho de todos los colombianos. He consultado en la Redacción y es obvio que la información no se ha difundido porque no se conoce, porque no la han liberado (¿no la han tabulado y procesado todavía?) desde la única fuente oficial idónea y acreditada para divulgarla. La Constitución Nacional faculta a "todas las personas" para acceder a los documentos públicos, salvo en los casos que establezca la ley. A menos que esté equivocado (y lo admitiría de inmediato), no se ha dicho, pese a los anuncios previos, cuál es la población real de Medellín, Cali o Bogotá, sin contar los municipios vecinos o las áreas metropolitanas. Perfil incompleto Si se propusiera, como creo que se ha propuesto, un trabajo interpretativo sobre el nuevo perfil del antioqueño, pero ha sido imposible efectuarlo porque sólo se conocen datos de una treintena de municipios, es decir de menos de la cuarta parte del departamento. Se ha entorpecido una tarea periodística. Derecho de Petición He tratado de establecer si se ha interpuesto ante el Dane algún derecho de petición para reclamar la información exacta, completa y definitiva que se solicita como un derecho por tratarse de un asunto fundamental de interés público. Si no se ha utilizado ese recurso, bien podría hacerse efectivo. Los ciudadanos apreciamos un ejemplo positivo de eficiencia en la celeridad con que se difundieron los datos de la reciente jornada electoral. En menos de dos horas se tenía la certidumbre de que el Presidente había sido reelegido. Hasta el acierto de las encuestas muestra el avance conseguido en los años recientes en el desarrollo de las estadísticas. Sin embargo, la lentitud y la fragmentación de cifras sobre el Censo desvirtúa esos logros y crea actitudes que en nada contribuyen a la construcción del criterio de veracidad de los órganos del Estado y asegurar la transparencia, la credibilidad y la confiabilidad que son tan necesarias pero tan exóticas en estos tiempos. Ofertas engañosas El lector Germán Osorio Hurtado (gaosorio@gmail.com) reclama, lo mismo que otros lectores, porque se publiquen ofertas de empleo que en últimas resultan engañosas, como cuando se invita a los interesados a trabajar en el campo de la investigación de mercadeo, pero en realidad se les necesita sólo como vendedores domiciliarios. Sobre casos similares se ha tratado en otras ocasiones en esta misma sección. Lo correcto es que se evite al máximo cohonestar el aprovechamiento indebido de la necesidad de empleo de muchísimos ciudadanos. En las secciones del periódico en las cuales se recibe este tipo de anuncios se procede conforme con normas internas de respeto a los lectores, seriedad en la selección de avisos y rechazo de aquellos mensajes que puedan contener invitaciones u ofertas engañosas como las que menciona el lector. Con todo, hay algunas situaciones lamentables, que escapan a las reglas y los procedimientos de control interno, pero se sabe que tan pronto como se detectan se aplican los correctivos indispensables para evitar la repetición de fallas. Cuando la fuente miente


Los universitarios Alejandra Alzate, Sandra Duque y Harrison Rentería, estudiantes de Comunicación de la U. de A., preguntan al Defensor del Lector si “miente el periodista cuando la fuente miente”, a propósito de una indagación que han venido haciendo sobre el tema. De la mentira original debe ser responsable la fuente de información. Si el periodista es consciente de que puede estar apartándose de la verdad al informar sobre el tema con base en la versión y los datos que le ha proporcionado una fuente mentirosa, se convierte en cómplice.


La fuente no es ajena al deber de informar

Por Juan José García Posada No siempre se tiene presente que la responsabilidad de asegurarnos a los lectores el derecho a la información no es exclusiva de los periodistas y los medios respectivos. También lo es de quienes actúan en la condición de fuentes informativas, es decir de las personas que emiten datos, documentos o versiones útiles para la realización de trabajos periodísticos de interés general. Son frecuentes los episodios indicativos de que todavía hacen falta muchas afinaciones para que se comprenda con exactitud la seriedad que se demanda de las fuentes y la importancia del servicio público en cuya prestación participan. Si hubiera claridad y disposición de todas las fuentes informativas, darían declaraciones, responderían preguntas, proporcionarían datos con más cuidado y no se verían en la incómoda y nada deseable situación de buscar modos eufemísticos para autodesmentirse, cuando no para retractarse de lo que han dicho en forma poco prudente. El giro informativo Desde el ámbito periodístico se ha verificado en los años recientes (como varias veces lo hemos dicho) una suerte de giro copernicano, consistente en que las fuentes deben estar al servicio de los temas y no al contrario (los temas, al servicio de las fuentes) como sucedía antes. Esto se ha pensado y aplicado al tiempo que se ha abierto camino el concepto de agenda informativa y se ha transformado la metodología de trabajo de las redacciones, o al menos de las redacciones en las cuales el asunto ha sido objeto de deliberación y decisiones. Credibilidad en juego Todavía hay fuentes de información que al atender la llamada de un periodista pueden sentir que está tributándoseles un homenaje en virtud de algún tipo de culto a la personalidad y pensar primero en su lucimiento individual, en lo que van a ganar en cuestión de imagen y, en fin, en la obtención de utilidades adicionales (que pueden no ser ilegítimas, pero no son prioritarias) como resultado de su aparición en un medio influyente. Otros ciudadanos que actúan como fuentes no miden el alcance de sus afirmaciones y tratan de atribuirles sus propios errores o desatinos a los periodistas o a simples malentendidos. Y no ponen en tela de juicio su propia credibilidad, sino la ajena. Pensar en los lectores Contribuirían a evitar confusiones y conjeturas y al conocimiento de la


realidad exacta, si pensaran mejor en los ciudadanos, en los lectores para nuestro caso. Sobre todo, esto es esencial cuando se trata de funcionarios públicos: No son dueños de bienes y servicios privados, sino directivos o administradores de organismos que se deben en un todo y por todo a la comunidad de usuarios, suscriptores, contribuyentes, etc. Privatizar lo público La distorsión del servicio público les hace más fácil incurrir en ligerezas, improvisaciones, versiones incompletas, en las que pueden primar el capricho personal, el modo muy particular de ver la realidad y también, por consiguiente, una cierta tendencia a considerar que es privado lo público, a veces con una postura de arrogancia autocrática, en dos sentidos: 1) Como si alguna voz interior les dictara que tienen la potestad de hacer circular o no la información como si fuera una concesión graciosa, y que las decisiones de los funcionarios no adquieren interés público y pueden seguir tratándose en privado. 2) Como si esa misma voz interior u otra parecida los tentara a transformar la función pública en un entorno virtual de bienes y servicios de propiedad privada. De ahí, entonces, que hablen con enorme locuacidad pero se resistan a aceptar, con dificultad enorme, que lo que dicen y hacen debe tener plena transparencia y que los ciudadanos (nosotros, los lectores) sí tenemos derecho a saber qué pasa, por qué se toman o se omiten ciertas o inciertas decisiones, cuál es el rumbo de determinadas corporaciones, qué razones han mediado para que se adopte una resolución, en fin. Quién miente Hace dos días les respondí a tres estudiantes de Periodismo de la Universidad de Antioquia una pregunta que me hicieron sobre si miente el periodista cuando la fuente miente. Este asunto puede encuadrarse en el marco de las relaciones con las fuentes de información, por obvias razones. Esto les he dicho: De la mentira original debe ser responsable la fuente de información. Si el periodista es consciente de que puede estar apartándose de la verdad al informar sobre el tema con base en la versión y los datos que le ha proporcionado una fuente mentirosa y no obstante hace la publicación, se convierte en cómplice o auxiliador. Es coartífice de un falseamiento de los hechos. Si no lo hace en forma deliberada, sino porque se le ha inducido al error, no es el sujeto responsable de la mentira, aunque para el lector puede serlo tanto la fuente mentirosa como el periodista que difunde la versión falsa, así haya sido asaltado en su buena fe. De ahí la importancia de aplicar la duda siempre, de cotejar una versión con otras, de someterla a una prueba rigurosa de verificación, para, en la medida de lo posible, apartarse del error y aproximarse a la verdad. Si se ha publicado una versión mentirosa, debida a la fuente, es preciso aclarárselos a los lectores. También lo es en caso de que la mentira haya sido cometida por el mismo periodista. Lo esencial está en pensar y obrar en armonía con un criterio de veracidad y salvaguardar la credibilidad. Servicio público Parece muy largo el camino que hay por recorrer para que todas las fuentes de información en general, sobre todo si deben tener un claro criterio de responsabilidad social, se convenzan de que ni sus actos de servidores públicos son privados, ni lo que administran para la comunidad es de su propiedad, ni


los ciudadanos de hoy en día (periodistas, lectores, etc.) somos tan crédulos como podría pensarse que lo fueron los de antes. Recibir información veraz e imparcial es un derecho garantizado por el ordenamiento constitucional. Y cada fuente que proporciona datos, documentos, versiones, elementos informativos, se consulta en la medida en que se le reconozca la facultad de estar al servicio de los temas definidos en la agenda de la Redacción. No al contrario. Esa fuente no es, no debe ser, ajena al deber de informar. Llegan cartas Para no fallar en conjugación En la primera página de ayer viernes se incurrió en un error de conjugación: Dice, en el titular que anuncia la Zona Urbana: “La arriería también trasega por los cerros urbanos”. El verbo trasegar, en el presente indicativo, se conjuga como acertar, así: Trasiego, trasiegas, trasiega, trasegamos, trasegais, trasiegan. Tanto para los lectores en general como para los periodistas y los que escriben o escribimos de afán, en particular, es recomendable la incorporación, a la lista de favoritos de internet, de excelentes recursos gramaticales, primero que todo el Diccionario de la Real Academia, el Diccionario Panhispánico de Dudas (también está en la red) y un lugar muy interesante llamado Conjugador universal, que puede encontrarse en esta dirección electrónica: http://www.logosconjugator.org En la internet hay sitios o puntos de consulta muy valiosos. Conviene tener a la mano, o a un clic de distancia... Citar la fuente de internet El lector Daniel Bonilla Calle, quien escribe desde dbonilla@leonisa.com, advierte que en una nota sobre la película Match Point publicada el 16 de junio encontró una frase que también aparece en una página de internet dedicada a la información cinematográfica. La frase es esta: “El protagonista se debate entre dos mujeres y al no hallar una salida opta por una solución desesperada”. Hice la verificación y la observación del lector es pertinente. Desde la Redacción he recibido esta respuesta: “Esa frase ya había sido usada con anticipación con el respectivo crédito, en una nota en la que extractamos comentarios de diferentes críticos y páginas web sobre la cinta de Allen. El 16 de junio se retomó la sipnosis sobre la película, esta vez sin la mención respectiva a www.labutaca.com” Hubo, entonces, un descuido. El lector que ha hecho la crítica al parecer no había leído la publicación anterior. Valga la aclaración, con la anotación de que citar la fuente es condición esencial de credibilidad. Audacias publicitarias De nuevo han llegado quejas de varios lectores por la inclusión de anuncios publicitarios que afectan de modo brusco la lectura. Se cita el caso de un aviso publicado el martes 20 de junio en la página 11A, de Cultura. Partió en dos un par de textos, sobre el dramaturgo Santiago García y sobre el maestro Manuel Hernández, nuevo Doctor Honoris Causa de la Universidad de Antioquia.


En realidad los lectores podemos sorprendernos en forma negativa con ese tipo de publicidad. Sí es importante saber que en el periódico se trata el tema de tiempo atrás y se examinan esas novísimas tendencias de la actividad publicitaria, a veces muy audaces (ni hablar de lo que pasa en televisión), que rompen estilos tradicionales de diseño y diagramación y pueden ocasionar sobresaltos y confusiones en la lectura. Es difícil adaptarse a esas tendencias. Son aceptables dentro de lo razonable. Ojalá no sean invasivas y se respete siempre el espacio destinado a los contenidos periodísticos. Crítica y vocabulario del fútbol El lector Jorge Alejandro Vélez propone que en la sección de Deportes se incluya un glosario o vocabulario especializado del fútbol. También, hace un reconocimiento de la crítica deportiva en relación con el balompié y pregunta por un ensayo de Mario Vargas Llosa, titulado “Elogio de la crítica de fútbol”, que le gustaría volver a leer. Del tema se ha dado traslado a la Redacción Deportiva. En cuanto al vocabulario, se le recomienda al lector la consulta en Internet de la Página del Idioma Español (www.elcastellano.org), donde puede leer notas etimológicas sobre las palabras y, entre ellas, muchas referentes al fútbol. En cuanto a la crítica futbolística, en una próxima ocasión trataré sobre el tema. Hay comentaristas de fútbol que hablan con tanta propiedad, con un dominio tal del tema, con un manejo técnico tan apropiado y se comunican de modo tan claro y convincente, que su trabajo bien puede catalogarse de modélico para la crítica periodística en cualquier especialidad. He venido buscando, hasta ahora sin éxito pero con posibilidades, el ensayo mencionado de Vargas Llosa, que lo escribió cuando fungió de corresponsal en el Mundial de España. Se publicó en ABC de Madrid, el 16 de julio de 1982. Y a propósito, algunos ejemplos A los lectores que preguntan sobre un buen glosario de términos futbolísticos, para consultar en estos días del Mundial de Alemania, puede recomendárseles, entonces, de acuerdo con la nota anterior, el sitio ya dicho de internet. Aparece, por ejemplo, un glosario con indicación de las fechas en las cuales se registran los primeros antecedentes sobre el uso de los vocablos citados. Un ejemplo es este, el de la palabra hincha: “Hincha (1910) Uruguayismo. Forofo, seguidor. En los partidos que disputaba el Nacional de Montevideo, se hacía oír a lo largo del encuentro el grito «¡Arriba Nacional!». Se popularizó el grito y cuando se preguntaba que quién lo emitía, se respondía que Reyes, el que hincha los balones del club a pleno pulmón”. Otros ejemplos: Escorpión (1995) Colombianismo. Despeje del portero que consiste en lanzarse hacia adelante hasta poner las manos en el césped, y levantar las piernas en el aire hasta golpear el balón con los talones. Fue inventado por René Higuita en un partido Inglaterra-Colombia, disputado en Wembley.


Especular (1986) Conservar la posesión del balón para desarrollar un juego sin calidad. Pique (1945) Argentinismo. Pegar al balón, metiendo la puntera debajo, para levantarlo por encima del adversario.


El debido proceso por la verdad periodística Por Juan José García Posada Algunos lectores manifiestan su extrañeza por el despliegue asignado en los medios a personas que están al margen de la ley. Desconceptúan la veracidad de lo que digan individuos convictos. "Mientras tanto (dice una nota por correo electrónico), la gente de bien no sabe a quién creerle, quién dice la verdad, al presenciar confundida el espectáculo de la mentira". "La sociedad necesita orientación (agrega) en esta época de distorsión moral, para que no deje de distinguirse entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, y esta responsabilidad no deben eludirla los medios periodísticos". Tres procesos Tres procesos informativos (que se desprenden del seguimiento de los respectivos procesos adelantados por la jurisdicción penal) han despertado particular interés en estos días: El caso de un tal Garavito, reo de decenas de homicidios contra menores de edad. Lo entrevistó por televisión un popular reportero conocido como Pirry. Lo que dijo el sujeto (Garavito, claro) fue espeluznante. Otra situación ha sido la de los soldados comprometidos por repartirse el dinero que encontraron en una guaca. Y el tercer caso es el del juicio al ex senador Santofimio y el intercambio de testimonios, acusaciones y argumentos defensivos durante la audiencia pública. Y en muchos otros episodios, no tan resonantes, se muestra la tendencia, que reprochan algunos lectores, a maximizar lo que dicen los individuos cuestionados y bajarles el tono a otras voces. ¿Y el dramatismo? Debo decir, en relación con el tratamiento que se les ha dado en el periódico a los casos referidos, que, sin desconocerse la magnitud de unos hechos que son de interés público patente, se ha mantenido un enfoque respetuoso, por una parte, del debido proceso, y por otra, del derecho de los lectores a conocer los problemas en sus reales proporciones. Se han expuesto los distintos rostros y facetas de la realidad y, en general, se ha hecho un seguimiento acorde con las circunstancias. Lo que sí debo anotar (además de las consideraciones que han hecho algunos lectores sobre el problema crucial de la veracidad) es una cierta ausencia de razonable dramatismo. Falta cercanía Cuando se hace un gran esfuerzo por lograr exactitud, precisión y concisión en los datos y los relatos, puede dejarse pasar la oportunidad de narrar, de aproximarnos a los lectores al escenario en el cual están desenvolviéndose los sucesos, de hacer descripciones de protagonistas y momentos, de captar y recrear detalles que van quedándose inéditos por causa de la forma escueta y fría de presentación de las historias. Uno, como lector, espera que le acerquen, le muestren y le expliquen de modo más exhaustivo lo qué está pasando allá adentro. Hay muy buenos cronistas, espléndidos narradores, que harían un trabajo estupendo de periodismo literario, sin desbordamientos amarillistas de la imaginación y sin dejar de ver, comprender e interpretar la verdad en perspectiva. Responsabilidad


En cuanto a la queja inicial, es cierto que para nosotros los lectores puede resultar empalagosa, en determinados casos, la insistencia de algunos medios, sobre todo electromagnéticos, en exponer con más énfasis las facetas de la verdad señaladas por elementos cuyas hojas de vida son prontuarios delictivos. También, que una responsabilidad ética del periodismo consiste en ayudar a la comprensión de la realidad y al mejoramiento de la capacidad de discernimiento de los ciudadanos, para que se reduzcan al máximo las posibilidades de error en la apreciación de los hechos de actualidad y no se diluyan las diferencias entre lo verdadero y lo falso, entre lo justo y lo injusto, entre lo ético y lo antiético y entre lo lícito y lo ilícito. Es obvio que, por dejar que se difuminen esas líneas divisorias, en este país y en esta época abundan las confusiones y se degradan la sindéresis y los criterios de rectitud y honradez. Verdad en perspectiva Sin embargo, la verdad no debe catalogarse como un valor subjetivo. Debe objetivarse. Se comprueba mediante la realidad. Se elabora a partir de la comparación y el cotejo de los más diversos puntos de vista. Se perspectiviza, si se permite el término. No es razonable descartar una pieza de la verdad por causa de la mala índole de su origen y sin someterla a verificación. Para eso, en un juicio, en una audiencia bilateral, las partes controvierten las pruebas y es el juez quien, al final, toma su decisión en conciencia y en derecho. Hay afinidades entre la verdad procesal y la verdad periodística. Tal vez la diferencia principal esté en que la definición de lo que es verdadero o falso, en periodismo, la propone el periodista en su texto, de acuerdo con su criterio profesional y su conciencia ética, pero en últimas la dicta el lector, como juez de los hechos. El otro debido proceso Así como las personas más inocentes y libres de toda sospecha pueden mentir, también los más peligrosos delincuentes pueden en ciertas circunstancias emitir declaraciones verdaderas o asumir comportamientos veraces, quizás porque en algunos trances sientan que no tienen nada que perder. Y la gente de bien de la que se habla no siempre se aparta de la mentira, por miedo, por indiferencia, por negligencia. Es propio de la condición humana. Todas esas condiciones concurren en el debido proceso de elaboración de la verdad periodística. Con los lectores ¿Crimen infantil? En la página 7A de la edición del pasado jueves 29 de junio se tituló así una información: Crimen infantil conmocionó a belgas. En una de las entradillas dice: Caso recuerda al asesino infantil que estremeció al país hace una década. Como lector, me he formado una confusa impresión: No comprendo por qué se sugiere la calificación de infantil para un crimen. Tampoco se me aclara de qué asesino infantil (¿un niño asesino?) se habla. ¿Sería, más bien, un infanticida? Concluyo que hay impropiedad tanto en la titulación como en la entradilla. No es lo mismo un crimen infantil que un crimen cometido contra niños, contra infantes. Tampoco debe ser lo mismo un asesino infantil que un asesino de niños. Las cesantías La lectora que firma como Luz H. Piedrahíta ha solicitado, por intermedio del


Defensor del Lector, que se explique por qué bajan las cesantías depositadas en un fondo. El mensaje fue trasladado al Área Económica del periódico. El periodista Francisco Javier Arias, encargado como Editor del Área, ha escrito una explicación, a instancias del Defensor. En síntesis ha dicho lo siguiente: - El tema es de más fondo, porque la inversión de los ahorros de las cesantías en los fondos es una inversión “de riesgo”. Se trata de inversionistas institucionales debidamente autorizados que especulan en el mercado -en el sano sentido de la palabra-, tratando de obtener la mejor rentabilidad para los asociados y, desde luego, las mejores comisiones para los mismos administradores de las cesantías”. - Como con los demás inversionistas, en la bolsa unas veces se gana y otras se pierde. Y en los últimos días, ante la caída de los precios de las acciones en bolsa, muchos han perdido ahorros e incluso grandes capitales. Según los analistas, esa caída de los precios responde a un ajuste estructural dado que los precios venían subiendo desde hace varios meses en forma desproporcionada, amén de otros factores ligados a los mercados internacionales y al manejo general de la economía. - ¿Cuándo se revertirá la tendencia? Esta es la pregunta del millón de dólares, aunque los expertos recomiendan que, con los precios actuales de las acciones, es el momento de comprar. - Con respecto al cubrimiento que ha hecho el periódico sobre el tema, no sobra señalar que, día a día, en la página de Indicadores y Bolsas, se presenta un panorama del mercado, con las causas y consecuencias de esa caída y, además, cada mes se presenta un resumen del informe que publica la Superintendencia Financiera sobre las inversiones y la rentabilidad de los fondos de pensiones y cesantías -que se puede consultar en www.superfinanciera.gov.co. Concepto del Defensor La solicitud de la lectora resume, por motivos consabidos, la expectativa de un sector de los ciudadanos. La respuesta del Editor encargado del Área Económica es la apropiada. Se han publicado informaciones y textos explicativos sobre un fenómeno de la economía y las finanzas que, por obvias razones, despierta inquietudes. Es aquí donde la función periodística ayuda a comprender (incluso a soportar), que no a resolver problemas originados en el contexto de los modelos económicos. Para la lectora y para todos aquellos que compartan cuestiones afines, el mejor servicio que puede prestárseles es el de informar con exactitud y sentido de la oportunidad, analizar y explicar el desenvolvimiento de los fenómenos intrincados del mundo financiero. El mensaje de la lectora muestra cómo los asuntos económicos interesan a todos los ciudadanos, sean economistas o financistas o personas comunes y corrientes, como afiliados a fondos de pensiones, ahorradores, usuarios o consumidores de bienes. De ahí la importancia de sostener un lenguaje que ponga los temas al alcance de todos. De Gardel a Piazzola El lector Joaquín Montoya expresó su inconformidad porque el lunes 26 de junio, en la página 6B, se anunció que por Tele Medellín se transmitiría un concierto “De Gardel a Piazzola”. Parece que la información no fue exacta. El periodista Jaime Horacio Arango ha respondido, a propósito, en estos términos: “La información que suministra diariamente EL COLOMBIANO, a través de la página


de CINE Y TV, sobre la programación de televisión está sustentada en la información que cada canal nos suministra. En ningún caso nosotros la intervenimos”. “Cada canal tiene sus políticas y entre ellas está la de cambiar la programación, por diferentes motivos, algo que a nosotros se nos sale de las manos. La programación de televisión es una información de servicio, que está sujeta a cambios de última hora por parte de los operadores de TV”. Concepto del Defensor La aclaración es conveniente, porque se registran imprecisiones parecidas con alguna frecuencia. Cuando se trata de los canales locales, hay una línea más o menos directa de comunicación, que facilita la anticipación de correcciones si hay cambios en la programación. Parece que no operó en este caso. Ahora, en relación con los canales que funcionan desde Bogotá, los cambios, las alteraciones súbitas, forman parte casi de la rutina del medio. A propósito, la Comisión Nacional de Televisión está elaborando un reglamento por el respeto de los horarios, que, ojalá, sea eficaz.


Un modelo de crítica desde los deportes

Por Juan José García Posada El Mundial de Fútbol y en general todos los hechos deportivos de interés periodístico proporcionan oportunidades para el desarrollo de métodos y estilos de análisis, crítica e interpretación que podrían ser más frecuentes en las demás secciones informativas del periódico. En artículo de hace algunos días aludí al modelo de crítica apreciable en el periodismo deportivo. Incluso mencioné un escrito de Mario Vargas Llosa, titulado Elogio de la crítica de fútbol, que publicó en 1982 cuando actuó como corresponsal de un diario peruano en el Mundial de España. Un periodista solicitó mejor explicación sobre el tema. Varios lectores pidieron que ampliara la motivación. Es más oportuno hacerlo ahora, en la víspera de la jornada final del Mundial. Análisis comprensivo La crítica desde el periodismo permite el análisis comprensivo de los hechos. Debe ser consecutiva de la información, que presenta los elementos básicos para el conocimiento de cada tema. Induce a responder a las preguntas primordiales sobre el porqué y el para qué. Va más allá del relato, de la narración, de la crónica sobre el partido o la competencia, que para algunos puede ser redundante y empalagosa. Y aporta entonces el punto de vista de un experto que, así exprese un concepto subjetivo, se apoya en su dominio temático, en su erudición sobre los hechos y los personajes, en su capacidad de asociar episodios del presente y el pasado y en la probada autoridad para el examen técnico de las situaciones. Los artículos de un técnico tan respetado como el profesor Maturana, en la sección sobre el Mundial, por ejemplo, han venido afinando poco a poco en claridad, concreción y brevedad. Esas condiciones le sirven al crítico para dictaminar sobre la realidad tratada, emitir juicios de valor sobre el comportamiento de los protagonistas y sus aciertos o errores, calificar cada evento y elaborar pronósticos aceptables. Crítica formativa El crítico deportivo, mucho más que el narrador, contribuye a la formación de los espectadores, a la asimilación del lenguaje y los demás componentes propios de una cultura específica (sea la del fútbol, la del ciclismo, la del béisbol, etc.). Por lo tanto, inculca también una ética del deporte respectivo, en cuya base están el juego limpio y el respeto por las normas de competencia


y convivencia, que tanta falta hace en la vida normal de los mismos deportistas y aficionados, no ya como tales sino como ciudadanos. Valores y ventajas Es recomendable identificar los valores y atributos de la crítica deportiva, en particular la del fútbol, pese al apasionamiento que muchas veces denota cuando se comenta bajo el influjo de las emociones que reverberan en los estadios y no obstante el modo eufemístico y metafórico utilizado por algunos comentaristas en su pretensión de imprimirles a sus razonamientos un toque literario, que se vuelve artificial y afectado. El modelo Tal vez los hechos de la cultura, de la política, de la economía o de la vida en sociedad captarían mayor atención de nosotros los lectores si el tratamiento informativo que se les proporciona tuviera respaldo en la adopción y aplicación de un modelo de examen crítico similar al que se ha estructurado en la sección deportiva. ¿Qué tal si se criticara y se reclamara de un espectáculo artístico, de una intervención política, de un encuentro económico, de un acto de gobierno, con rigor parecido al que se demuestra para demandar excelencia de un equipo de fútbol? No bastan las informaciones previas a un evento, ni el "cubrimiento" consiguiente. ¿Qué hay en el fondo, cuáles son sus conexidades con otros hechos de la realidad, cómo calificarlo al cotejar objetivos y resultados, qué significado tiene en un proceso informativo y qué vendría después? Por cierto que se nota el interés en hacer de la crítica periodística un asunto de rutina en las distintas áreas e incluirla en espacios paralelos a los de la información. Los lectores nos sentimos más seguros en la medida en que cada periodista sea un experto en su tema. Para que ese proyecto se perfeccione de modo progresivo, el modelo de crítica de fútbol (del periódico, de la radio y de la televisión) ofrece buenos ejemplos que pueden imitarse, adaptarse y transformarse, en beneficio de los lectores y de nuestro interés en ir más allá de los sucesos de cada día y comprender por qué pasa todo lo que pasa. Ni kamasutra ni pornografía El lector Mauricio Jaramillo, quien escribe desde veronica1@epm.net.co, insiste en que se le responda a un mensaje que, dice, envió hace algunos días, “sobre los códigos habilitados en Salomón y la posibilidad de que todos los usuarios accedan a ellos, valga decir los menores de edad”. Dice que “estos códigos son de sexo, el kamasutra entre ellos, portadas para el celular de mujeres desnudas o en insinuación, etc. El periodista Rubén Darío Tangarife, coordinador del servicio de Salomón, ha respondido así: “El servicio de Salomón móvil incluye la personificación de los equipos celulares, con imágenes, animaciones, tonos y juegos. La oferta de nuestro proveedor para este tipo de contenidos es muy variada e incluye desde los


escudos de los equipos de fútbol hasta imágenes de lindas mujeres, no desnudas, aunque para algunas personas pudieran ser sugestivas. En los tonos también existe una variada oferta de temas. Creemos que nada de lo ofrecido atenta contra la moral. Vale la pena aclarar que no existe un código de sexo ni relacionado con el kamasutra en Salomón Móvil”. Concepto del Defensor: Es explicable que muchos lectores se alarmen con determinados mensajes que difunden todos los medios de comunicación y, en su esmero por evitar que los menores de edad accedan a contenidos obscenos, de tinte pornográfico, extremen sus controles y su vigilancia. Pero a veces confunden unos medios y unos mensajes con otros. La explicación del Coordinador de Salomón aclara el asunto: No hay acceso a mensajes de sexo, ni relacionados con el Kamasutra y se procede dentro de unos límites definidos por el respeto a la moral y el buen gusto de los usuarios. Hay algunas publicaciones, diferentes del sistema de audiotexto de Salomón, que sí ofrecen la más insolente e irritante pornografía, en desarrollo de estrategias informativas que desafían la ética periodística e irrespetan a los lectores, oyentes o televidentes. La asesoría y el acompañamiento a los menores de edad es también responsabilidad de los padres de familia y los adultos que tienen que ver con su educación, para que aprendan a hacer uso selectivo, exigente y digno de los medios de comunicación. Panorámica de Caucasia El lector Pascual Antonio Díaz Luna ha enviado copia de la carta que dirigió al periódico para expresar su felicitación por el reportaje publicado en fecha reciente sobre el progreso de Caucasia. Destaca el interés puesto en resaltar los avances que ha logrado ese municipio en diversos frentes. Pero solicita que en una próxima ocasión se publique una panorámica distinta. La que ha aparecido le parece fea y “sólo muestra la parte trasera y en ruinas de algunos locales de la orilla del río, unos escombros y la parte de arriba de la fachada de la iglesia del centro”. Algunos comentarios parecidos han hecho otros lectores, sobre otros municipios de Antioquia. Piden que se actualicen las fotografías de archivo, o que se publiquen otras imágenes captadas desde ángulos distintos. Esta es, por lo que he establecido, una preocupación constante de la sección gráfica del periódico: Acudir sólo cuando sea preciso a fotografías de archivo, tomar nuevas imágenes de los municipios. Este objetivo no siempre se logra. Los reclamos de los lectores son en buena parte razonables y legítimos.


Si el periódico se viste de bluyines Por Juan José García Posada ¿Qué podemos decir los lectores cuando el periódico aparece un día, en forma inesperada, vestido de bluyines? La sorpresa la dio El Colombiano en la edición del pasado miércoles, al cambiar el estilo de la cabeza tradicional y grabarla sobre tela de bluyín, con una explicación que aparece en la página 5A, en la sección de Ecos y Comentarios. La finalidad principal consistió en asociarse a la Feria Colombiamoda. Es raro que un cambio innovador en el diseño del periódico, por transitorio que sea, cause aceptación unánime. Siempre da lugar a múltiples reacciones. La modificación que se hizo en la cabeza de El Colombiano durante los tres días del resonante evento ferial de la moda y la confección ha motivado natural diversidad de apreciaciones entre los lectores. Puntos de vista Los puntos de vista pueden clasificarse en tres: Los lectores que están de acuerdo, los que aceptan la modificación con algunas reservas y los que no la consideran aceptable. Entre los que han compartido la decisión he conocido expresiones como estas: "Chévere, súper", "Buenísimo que el periódico sea tan juvenil", "Ojalá fuera siempre", "Muy simpático", "Se sintoniza con el ambiente de la ciudad", "Muy a la moda". De los lectores que han expresado su consentimiento con reparos he oído que han dicho: "Sí, muy bien, pero pudo haber sido más tenue el azul"; "Me gusta, pero no lo soportaría todos los días porque le quitaría seriedad"; "Está bien, a pesar de que el azul desteñido puede tener una connotación política en el caso de El Colombiano"; "Muy a la moda, pero yo por ejemplo no uso bluyines y no me siento representado"; "Muy acertado, aunque se pierden las letras en blanco". Y de los lectores que no han aceptado la innovación en la cabeza escuché comentarios como estos: "Un periódico no debe estar al vaivén de la moda porque pierde consistencia", "Los bluyines indican el grado de dependencia cultural de gringolandia", "No puedo convenir con esa extravagancia". Son algunos de los comentarios escuchados en distintos lugares y pronunciados por lectores de varias generaciones. El impacto El impacto causado por la decisión es muy explicable. Los periódicos son organismos que tienden a ser estables, a mantener estilos de presentación y contenidos que varían sólo en situaciones excepcionales. De la tendencia a conservar en los medios impresos se conocen no pocos ejemplos.


Y de los riesgos de cambiar y dar de pronto un salto al vacío, también se ha hablado con especial insistencia: Así, cuando se pretende ganar simpatías en un sector de los lectores, pueden perderse en otro. Sobre todo si entran en juego las diferencias que acentúan conflictos generacionales. Matices Los comentarios hechos por varios lectores dejan una idea del carácter controversial de la decisión y de las discrepancias entre unos y otros sectores de la audiencia. De los posibles modos de observar y valorar un elemento tan importante como la cabeza del periódico se tomó nota, por lo que he podido conocer, cuando se deliberó sobre tal decisión. Entre las observaciones hechas hay algunas posiciones rotundas, radicales. Las demás, en general muestran una tendencia a la aceptación con matices. Los puntos de vista conocidos no se buscaron mediante método estadístico. De ahí que no sea correcto exponer conclusiones exactas como para indicar qué proporción de los lectores representa cada tendencia. Sólo se trata de aproximaciones de valor conjetural. Parecerse a la gente Hay un argumento que no se ha citado hasta ahora. No lo ha mencionado ninguno de los lectores consultados y está sugerido pero no escrito en forma explícita en los comentarios hechos desde El Colombiano: Un periódico es representativo de la gente de la ciudad en la medida en que se parezca a la ciudad y a su gente. No puede serles indiferente. Colombiamoda no ha sido un espectáculo de multitudes, por su índole misma, pero es notorio que en una muy alta proporción la gente de Medellín tiene una mentalidad y una actitud abiertas a las innovaciones y la moda, así como exhibe una decidida vocación comercial, inseparable de su idiosincrasia. El evento no tendría el mismo éxito en una ciudad y un medio que fueran refractarios a esa realidad. Era de esperarse que en el tratamiento periodístico, mediante textos y fotografías, se le asignara amplio despliegue al evento, como ha sido. Cada lector se ha sentido de algún modo tocado por Colombiamoda, así no haya podido o querido ir a la exposición o no esté en los círculos de la confección y los textiles. El periódico es un aproximador a esa realidad, un puente entre los lectores y los hechos urbanos, un orientador para la explicación comprensiva de un fenómeno tan importante en las sociedades de siempre (y la de Medellín, ni se diga) como el de la moda. Se han utilizado los recursos del diseño, con su dinamismo y su versatilidad, para conseguir ese objetivo. Y además se ha procedido en forma consecuente, al respaldar desde el foco de atención capital (la propia cabeza, ni más ni menos) un evento que, además de lo que representa como aportación positiva al prestigio de Medellín y al desarrollo económico y comercial, puede equipararse a muchas campañas cívicas orientadas al progreso de la ciudad y la región. No romper ese tejido... Como lector, la primera impresión que tuve al ver la cabeza reformada fue,


por un instante, de sorpresa y un tanto de disgusto, similar a la ocasionada en los casos en que se ha incluido falsa portada o se ha empacado el periódico en una bolsa plástica. "¿No es acaso un exabrupto?" -pensé de súbito. Por un momento imaginé que se trataría de un efecto de tipo comercial. Y no advertí de inmediato que la cabeza estaba puesta sobre un fondo de tela de bluyín. Lo entendí segundos después al observar que ese mismo día se abría la feria Colombiamoda. De ahí en adelante, más todavía cuando encontré la motivación en la sección de Ecos y Comentarios, comprendí el sentido del cambio, su transitoriedad y su correspondencia con las circunstancias. Ha sido una modificación sorpresiva, impactante, si se quiere heterodoxa, pero que, bien vista con serenidad, muestra jovialidad y alegría, valores muy significativos en la apariencia y en la vida misma de un medio periodístico. Si los domingos el periódico se viste de domingo, tanto en el diseño como en los contenidos, también puede hacerlo en otras jornadas, pero, eso sí, sin exagerar, e incluso con sutileza (el tono de la tela de bluyín podría ser más suave, más claro, más desteñido, sin necesidad de blanquear las letras), cuando está efectuándose en la ciudad un evento de la magnitud del que acaba de celebrarse. Vestirse de bluyines, por así decirlo, es algo que puede aceptarse, sin perjuicio de la independencia crítica del diario y siempre y cuando la innovación esté dentro de los límites de lo razonable, no se modifique lo esencial de la cabeza, no se adopte como algo permanente ni se aplique porque sí y tenga, entonces, la justificación suficiente. En fin, si no se rompe de modo abrupto el hilo que teje la relación afable y de servicio con los lectores. Opinión del lector Cabezote creativo El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, explicó así el sentido de la modificación transitoria en el cabezote del periódico, de la que trata la columna del Defensor de hoy: “El cambio en el cabezote principal del periódico durante esta época de Colombiamoda no está asociado a ninguna marca comercial, ni gremial, pero sí se pensó como una forma de decirles a los lectores que EL COLOMBIANO está identificado con los grandes eventos que se realizan en la ciudad. No se cambia, en esencia, el logo original. Mantiene su tipografía, el tamaño y el diseño que nos da identidad de marca. Sólo se trata de una aplicación creativa, durante una época como esta que congrega a los profesionales de la moda, una actividad igualmente creativa y de gran importancia económica para Medellín”. “No se trata de una modificación del cabezote, sino de una aplicación temporal (tres días), tal como se explicó desde el primer día a los lectores en la sección Ecos y Comentarios, donde entre otras cosas se dijo: “El cabezote en tela de bluyín es un pequeño detalle para decirle a nuestra ciudad que EL COLOMBIANO ha estado con Colombiamoda desde su nacimiento y que queremos estar presentes en la piel de cada evento que construya ciudad y región”.


“Teniendo en cuenta que el cabezote en los diarios habla de una identidad que permanece hasta el punto de decirse que están hechos en acero, este elemento también nos habla de su maleabilidad en coyunturas especiales y por eso, hoy en día en los periódicos es cada vez más frecuente que se den este tipo de licencias. Y más a partir de internet, de lo que es un buen ejemplo la marca Google y las aplicaciones que de ella se hacen. Las reglas de la presentación y el diseño de los diarios han cambiado bajo el concepto de que los periódicos deben sorprender a sus lectores de forma positiva e innovadora, sin perder la imagen de marca que los caracteriza y los principios filosóficos que lo rigen”. “Cualquier lector reconocerá a EL COLOMBIANO en esta propuesta gráfica”. Investigación acreditada El lector Johnson Garzón Reyes, profesor e investigador, ha escrito para solicitar que se aclare la información publicada el día martes 11 de julio de 2006, en la página 3d, sobre los grupos de investigación de excelencia de las instituciones de educación superior de Antioquia, de acuerdo con la clasificación de Colciencias. Ha dicho que la información resultó incompleta, porque trata de los grupos “recategorizados” en la convocatoria última, pero no presenta datos consolidados sobre la realidad de todos los grupos de investigación reconocidos, por lo cual, en su opinión, “esta información desvirtúa el trabajo de la comunidad científica nacional y los esfuerzos económicos que hacen la universidades y el gobierno nacional a través de Colciencias”. En respuesta, la periodista Catalina Suárez Restrepo, del Área de Docencia y Educación, ha dicho lo siguiente: “Ya estamos pidiendo el consolidado a Colciencias, pero le aclaro que en ningún momento salió una información errada. Nuestro artículo se basó en la última clasificación, año 2006, y los datos que se publicaron fueron los reales. Lo que vamos a buscar es el consolidado con los grupos que ya se habían clasificado en el 2005”. Concepto del Defensor: La publicación de los datos completos, con los grupos que ya habían sido reconocidos por Colciencias, aclarará el asunto y despejará posibles dudas de los lectores. Es verdad que la información publicada es correcta en el sentido en que trata de los grupos de calificación reciente. A propósito, es importante, desde el campo de la información especializada en cuestiones educativas, otra labor complementaria, la de difundir informes de investigaciones de interés general, que puede ayudarnos a los lectores a tener una mejor ilustración sobre esta función esencial de la actividad universitaria, comprender la magnitud de la investigación y comprobar que la acreditación oficial sí corresponde a hechos y resultados reales. El corruptor electrónico Con alguna frecuencia aparecen errores gramaticales absurdos de toda absurdidad, atribuibles al programa de corrección electrónica. Basta una mínima falla de digitación para que el mal llamado corrector de Word se encargue de hacer una bárbara tergiversación. Hace algunos días apareció en el periódico una nota con la expresión “pestilente de la empresa”, que no había pasado por la mente de nadie. Se hablaba del presidente de una empresa. Hubo explicaciones satisfactorias y el caso quedó en sus reales proporciones: Al digitar, se escribió, ahí sí por error, pestidente. El corrector hizo su trabajo automático y escribió pestilente. Por ejemplo, en esta misma


columna, al escribir Colciencias, en nota anterior, el corrector se empeñó en poner conciencias. La conclusión, valga repetirla, consiste en que no hay que fiarse de la corrección electrónica: El corrector del computador suele actuar como un temible corruptor. Sí puede escribirse bluyín Hasta en la conservadurista Real Academia se aceptó la palabra bluyín. En el Diccionario Panhispánico de Dudas se incluye, con la explicación sobre los sinónimos de vaquero y tejano, en España, para concluir: “Puesto que en gran parte de Hispanoamérica se utiliza exclusivamente la denominación inglesa (blue) jean(s), se considera aceptable en estas zonas el uso del anglicismo, siempre que se haga con las grafías adaptadas bluyín (pl. bluyines) y yin (pl. yines).


El rostro humano de la inhumanidad

Por Juan José García Posada Parece un contrasentido: La más elaborada expresión de la inhumanidad es la guerra. Es la explosión que rompe el ascenso del hombre, que aniquila lo humano. Las guerras contemporáneas han tenido, a lo largo del Siglo Veinte y en los años actuales, la característica macabra del exterminio, no sólo de los contendientes, sino de los no combatientes, de pueblos enteros arrasados por esa máquina infernal. Son guerras oblicuas, como se ha dicho. Su rostro humano, el de los inocentes, es la representación máxima del sufrimiento. Sufrimiento que se quedaría inédito si los medios periodísticos se limitaran al registro notarial de los hechos escuetos y los resultados directos en cifras de frialdad polar. Escribo ahora sobre el tema, a propósito de las preguntas de un lector: "¿Cuál es la importancia actual de lo escrito por enviados especiales, si las agencias de noticias cubren lo suficiente? ¿Representa ventaja para el periódico y para los lectores?" Para que los datos noticiosos y de actualidad y los decires eufemísticos de daño colateral y fuego amigo, por ejemplo, se describan, se narren y se expliquen en su real dramatismo, no basta con la información instantánea y hasta donde sea posible objetiva. Se necesitan la capacidad de percepción, el espíritu observador, el sentido crítico y, ante todo, la sensibilidad humana, de los enviados especiales. Hoy en día sí que es importante la presencia, en las cercanías o en el epicentro de los puntos neurálgicos del planeta, de esos personajes que a veces cumplen misiones heroicas, si no falsean su labor al ceder ante la tentación (humana, también) de saltar sobre los hechos como aves de rapiña o de imaginar lo que pasa en la lejanía del frente de batalla desde la comodidad de una terraza de hotel. Entre el periodismo de naturaleza histórica y la guerra ha habido un vínculo indisoluble desde los tiempos remotos del llamado Padre de la Historia, Heródoto, o desde cuando Jenofonte historió La retirada de los diez mil. Pero siempre hubo la tendencia, por veinticuatro siglos, a testimoniar y narrar desde el punto de vista de los vencedores, cuando más desde las proximidades de las trincheras o de los bandos confrontados. La gente podía seguir viviendo o podía dejar de existir, pero de todos modos no existía (rarísima vez existía) para los cronistas e historiógrafos. Los padecimientos de los no combatientes se quedaban inéditos.


En la actualidad, en unos conflictos oblicuos que afectan (matan, hieren, despojan, desarraigan) sobre todo a los civiles no combatientes, y más todavía en guerras mediáticas (recordemos la del Golfo Pérsico, en la cual dudábamos sobre si era un juego de video o una transmisión de televisión en vivo y en directo), los enviados especiales descubren, sacan de los escombros, revelan ante el mundo la desgarradora dimensión humana de la inhumanidad. En medio de la ruina moral de la guerra está la heroicidad de millares de seres humanos anónimos, de las víctimas por causas que ignoran o pueden serles ajenas. El enviado especial que obra como narrador e historiador, no cubre los hechos del momento, presentados con sentido de oportunidad por los reporteros de las agencias internacionales de noticias. Su trabajo está cualificado por la exclusividad, la originalidad, la autenticidad. Rompe la uniformidad informativa habitual. Explora lo humano inédito, lo que nadie más destaca. Va a donde los demás no han ido. Marca un plus, un sello de autenticidad y, por supuesto, una diferencia. Los medios periodísticos más influyentes del llamado mundo occidental tienen enviados especiales en el Medio Oriente. Hablo en particular de los periódicos: En esta semana, Ángeles Espinosa, de El País de Madrid, narró desde el Líbano cómo nadie allá está a salvo desde cuando "dos cazas israelíes rompieron la barrera del sonido pasada la una y media de la madrugada de ayer, y desde ese momento, los bombardeos impidieron que Beirut pudiera dormir de un tirón". Nabatiyé, de Le Monde, entra a las casas ruinosas de Beirut; Robert Fisk, de The Independent, describe la última expresión de una niña muerta al lado de su muñeca de trapo; Phillipe Naughton, de The Times, analiza la amenaza israelí de invasión terrestre; Jad Mouawad y John O'Neill relatan para The New York Times la evacuación de Beirut; también lo hacen Edward Cody, John Ward Anderson, Debbi Wilgoren, para The Washington Post. En buena parte es verdad que la guerra es la partera de la historia. También lo ha sido del periodismo. Sin embargo, cuando hay periodistas sensibles y capaces, que piensan y obran con dignidad y humanidad, ese antiquísimo vínculo con la guerra se humaniza, valga la redundancia. Ese pecado original se expía y hasta se redime. De ahí, entonces, la importancia de trabajos como los publicados en estos días en el periódico, escritos por la periodista colombiana Adriana Puerta, desde Israel (domingo 16 de julio, página 12ª). Sí deberían ser más frecuentes y más extensos, por su calidad narrativa, por su carácter testimonial, por su reivindicación de lo humano y por el sello de autenticidad que imprimen. Con los lectores El caso de La Romera La lectora Hilda Amparo Pérez ha escrito, a propósito de la historia publicada el miércoles 12 de julio sobre la finca La Romera, en Sabaneta. Ha dicho que en el texto encontró varias imprecisiones. “La construcción de la casa de La Romera se remonta a 1939 y se terminó a finales de 1940, o principios del 41. Sus propietarios eran el señor Pablo Londoño M. y su señora Luisa Correa de Londoño. El encargado de la finca (o mayordomo) era mi abuelo José Pérez Madrid y su hija Aura Pérez Vélez. En vista de que el señor Londoño y su esposa no tuvieron hijos decidieron donar


la finca a: Asilo de Ancianos, Hospital de la María, El Seminario de Misiones de Yarumal, al Seminario de Jericó y a la Casa de la Misericordia. Estas entidades debían vendérsela a: José Pérez Madrid, Francisco Ruiz Posada y señora Aura Pérez de Ruiz y al señor Maraco Restrepo Botero”. “La cerámica, la grifería, la bañera, los lavamanos, los sanitarios y el bidé, los trajo don Pablo de Europa (de Francia específicamente). También los muebles de la sala y dos sillas mecedoras. El abuelo murió en 1968 y mi tía Aura en enero de 1976. Y entre sucesión y sucesión y venta y venta llegó a manos del Municipio de Sabaneta y el Instituto Mi Río (hoy Corantioquia”. Una respuesta “He recibido ya algunas llamadas respecto a la casa de La Romera. La señora Hilda Pérez fue quien me suministró la información. Ella nos acompañó a la visita, estuvo en la casa y yo personalmente tomé su testimonio como valioso, para el contexto histórico”. “Ahora, si usted se detiene a leer, es lo mismo que ubiqué en el artículo. Lo que ocurre, es que escribir todo detalladamente me quita centímetros, que sabe usted son indispensables a la hora de editar un artículo”. “Lo que escribí está basado en lo que Hilda afirmó y sostuvo en la conversación conmigo en la misma casa. Que es lo que ella, detalladamente sostiene. Personalmente, lo que hice fue abreviar y escribir un contexto para que el lector comprendiera la importancia de ese patrimonio”. Concepto del Defensor En líneas generales y para los lectores que no conocíamos detalles sobre la finca La Romera, en Sabaneta, la historia parece correcta. Sobresale el estilo narrativo del autor. Pero hay detalles, como los referentes a la tradición de la propiedad, que es pertinente precisar. Hasta el más mínimo dato debe presentarse con exactitud en un trabajo periodístico. Más todavía, es recomendable, siempre, consultar la libreta de apuntes, mantener ese respaldo que no engaña, como sí puede engañar la memoria. Un periodista puede tener excepcional capacidad de observación y memorización, pero no hay que confiarse demasiado. Cuestiones del idioma Aquí van algunas de las frecuentes consultas al Defensor sobre cuestiones del idioma, con las respectivas respuestas: Al menos o por lo menos Suele decirse que “al menos hubo dos muertos en el accidente aéreo”, “al menos fueron cien las víctimas del tsunami”, etc. La expresión al menos tiene una connotación positiva: “Al menos se salvaron de morir ahogados”, “Al menos libré la inversión”, etc. Equivale a decir: “Siquiera se salvaron…”, “Siquiera libré…”, etc. En casos de tragedias, debería decirse por lo menos, para evitar malentendidos y equívocos: “Por lo menos hubo dos muertos…”, etc. Pareciera y parecería


Es muy común la expresión pareciera, en ejemplos como este: “Pareciera que el Presidente…”, “Pareciera que opinaba distinto…”, etc. Suele confundirse el condicional simple (parecería), con el pretérito imperfecto (pareciera). Lo correcto, en casos como los citados, es: “Parecería que el Presidente…”, “Parecería que opinaba…” El pareciera es una forma afectada. Convocatoria y convocación El uso común ha impuesto la palabra convocatoria y ha mandado al olvido convocación. Convocación, del latín convocatio, es la acción de convocar, citar, llamar a una o más personas para que concurran a lugar o acto determinado. Convocatorio es lo que convoca. Un ejemplo correcto: “La convocación a los competidores se hizo por medio de un documento convocatorio”. Alto el fuego La expresión alto el fuego es la orden para que se deje de disparar. Dice de la suspensión momentánea o definitiva de las acciones militares en una contienda. ¡Alto! ¡Pare! Es lo mismo que decir: “¡Pare el fuego!”


Entre lo escandaloso y la verdad histórica

Por Juan José García Posada "¿Tiene interés periodístico tanto escándalo? ¿Por qué los periodistas no esperan a que se tomen decisiones judiciales o a que se conozcan verdades oficiales y quieren anticipar sus propias verdades?" La pregunta la ha hecho un lector, al aludir a situaciones de la actualidad informativa nacional. Intento una primera respuesta, porque hay otros mensajes, en sentido similar, que merecen ampliación en comentarios posteriores. Refrescamiento Tan grave y desastroso como la ignorancia de la realidad actual es el olvido de los acontecimientos del pasado. La decadencia de los pueblos ha sido presionada por la amnesia. No recordar de dónde se viene, ni saber dónde se está y hacia dónde se va es un estado que marca el principio de todo proceso de degradación colectiva. Para mantener fresca y activa la memoria de la gente está el periodismo cuando no se deja que se desgaste y adormezca su naturaleza histórica, su capacidad de ayudar a la comprensión del presente mediante la ilustración acerca del pasado. Conciencia histórica La recordación de los procesos y hechos de trascendencia histórica en todos los campos de la vida social (la política, la economía, las artes y las letras, los deportes, la moda, etc.) es determinante de la creación de conciencia histórica, sin la cual no hay claridad de discernimiento ni posibilidad cierta de que las decisiones y la acción sean prudentes, beneficiosas, convenientes desde el punto de vista del interés público y el llamado bien común. Es posible que haya desviaciones, distorsiones, sesgo y tendencia en el manejo de informaciones de primer orden y que lo sensacional y escandaloso acabe por distraer a quienes pretenden buscar el fondo de verdad y sentido. Los hechos noticiables pueden ser sensacionales por su propia índole, mas no porque se les mistifique para convertirlos en instrumentos de mercadeo y ventas de los medios periodísticos. Despertadores Si las revelaciones que se publican en torno a determinados sucesos del presente o el pasado escandalizan por su mismo contenido intrínseco, pues esto tiene de positivo el hecho de que todavía haya quienes alcancen a escandalizarse cuando se temía que ya nada sorprendiera ni asombrara a nadie. Pero más importante, aún, es que las publicaciones que agitan y causan conmoción, que sacuden la monotonía de la agenda pública y de los temarios


habituales de conversación, sean despertadores de la memoria histórica, activadores de la conciencia moral y ética, antídotos contra la amnesia colectiva, remedios eficaces contra la indolencia generalizada. Justicia paralela Es verdad que en muchas ocasiones desde los medios periodísticos se incide en la edificación de una suerte de justicia paralela (o mediática) y se deja la impresión inequívoca de que hay una competencia con la administración judicial por la elaboración de verdades diferentes y que pueden estar en conflicto con las llamadas verdades procesales. Este es un riesgo que, si no se afronta con la discreción, la prudencia y el respeto por la independencia de los jueces, puede, por supuesto, afectar la integridad del debido proceso y armar un andamiaje antiinstitucional que deja en suspenso la credibilidad y confiabilidad de la administración de justicia. Hay que decirlo Los escándalos, si se desencadenan con la sola finalidad vulgar de ampliar audiencia, vender más o causar impacto, tienen un origen y una orientación ilegítimos. En lugar de influir en la "construcción" de verdades históricas ahondan la confusión y acentúan la perplejidad, la ignorancia de la realidad y la misma amnesia que se pretendía conjurar. Pero si los hechos son incontrastables, se exponen con base en testimonios responsables y tienen la condición de escandalosos, no porque los periodistas se lo propongan sino porque son como son y no como algunos quisieran que fueran, y si se difunden en sus cabales proporciones, sin ánimo sensacionalista y con clara constancia de que no se quiere pretermitir instancias y procedimientos de la justicia ordinaria, no hay argumento valedero y razonable para omitirlos y guardar silencio. De otro modo se quedarían inéditos por siempre. La cultura histórica La historia como hazaña de la libertad es una obra clave del pensador italiano Benedetto Croce. Termino con una cita de ese libro, para redondear esta primera explicación sobre la importancia de contribuir desde el periodismo al despertar de la cultura histórica: "La cultura histórica tiene por fin conservar viva la conciencia que la sociedad humana tiene del propio pasado, es decir de su presente, es decir de sí misma; de suministrarle lo que necesite para el camino que ha de escoger; de tener dispuesto cuanto, por esta parte, pueda servirle en lo porvenir. En este alto valor moral y político de la cultura histórica se funda el celo de promoverla y acrecentarla, el cuidado de preservarla libre de contaminación y, juntamente, el vituperio que se inflige con severidad a quien la deprime, desvía o corrompe". La entrada libre a teatro El lector Alberto Arango Johnson (desde albertoarango@esenergiasolar.com) ha escrito dos cartas, una dirigida al periodista John Jairo Saldarriaga, de la sección cultural, la otra, al Defensor del Lector. Se refiere a un comentario publicado hace varias semanas, en la página cultural, en el cual se objeta “la modalidad de algunos grupos de teatro de Medellín que consiste en proponer la libre entrada al espectáculo y solicitar al espectador un aporte voluntario”. El lector le solicitó al redactor una respuesta y la apertura de un debate sobre el tema. Luego de declarar su extrañeza porque no se le ha respondido, dijo


también: “Además de informarle de esta situación, señor Defensor del Lector, le solicito de manera comedida considerar posibilidad de publicar en el periódico la carta anexa, con la finalidad de dar a conocer a los interesados la opinión de un lector, que contrasta con la de uno de sus colaboradores”. El periodista explica El periodista John Saldarriaga ha expuesto así su punto de vista, al conocer la carta del lector: “Claro que me parece interesante que opinen. No había recibido esos mensajes. Pensé que a los únicos que no les había gustado mi opinión -porque opinión fue lo que expresé- había sido a los del Pequeño Teatro, quienes practican esa costumbre de no cobrar un precio determinado por la asistencia a las funciones, sino que proponen un aporte voluntario. También lo hacen así la Casa del Teatro y grupos no profesionales como Azul Crisálida. En el caso de Azul Crisálida, que tiene funciones en Ateneo y otras partes, según me dijo su director, Alberto Sierra, no pueden cobrar un precio por su carácter de aficionado. Sí, yo creo que es un retroceso, porque el movimiento teatral de Medellín viene, al menos desde los últimos veinte o treinta años, tratando de generar entre el público la idea de que el arte, en este caso el teatro, es un asunto serio, complejo y no de vagos. Cuando no se cobra un precio, se da a entender que esa idea que ha hecho carrera en nuestro medio de que el arte es hecho por desocupados y que comprende actividades sin dificultad que bien podría hacer cualquiera si tuviera tiempo y no viviera tan ocupado trabajando, tendría razón. No estoy solo en este pensamiento: personas de grupos como el Matacandelas, Oficina Central de los Sueños, Hora 25, entre otros, sostienen la misma idea. Muchos aficionados al teatro me la han expresado en conversaciones. Y no se puede decir, tampoco, que éstos sen quienes tengan la verdad revelada; es su opinión”. El periodista agregó que al expresar su opinión, no su condena, recibió mensajes de varios lectores que se manifestaron de acuerdo con él. El Defensor ha leído algunos. “En cuanto a realizar un debate sobre el tema (termina el redactor), podría hacerse. Lo propondré en la próxima reunión del área. Pero dígales a esos lectores, por favor, Juan José, que no me molesta que escriban. Es más, me alegra que los temas que se abordan en EL COLOMBIANO no caen en el sordo vacío”. Concepto del Defensor Excelente, si puede abrirse y desarrollarse un debate sobre el movimiento teatral en Medellín. Sugiero que, para empezar, se estudie la posibilidad de publicar cartas como la que ha enviado el lector Arango Johnson, que le he remitido al redactor. La disposición del periodista es positiva. No se molesta por las opiniones contrarias. Las apreciaciones que expongan lectores no conformes con informaciones o comentarios de los periodistas pueden contribuir a formar una cultura de la discordancia, de la controversia. Las cuestiones de la vida cultural de la ciudad son de interés primordial. Con este caso puede advertirse cómo, por una parte, lo de la cultura no debe limitarse, en el tratamiento periodístico, a la noticia, a la información escueta. Merece un seguimiento, explicaciones, diversidad de puntos de vista. Y en segundo lugar, cómo el movimiento teatral en la ciudad ha ganado en los años recientes en vitalidad, en multiplicidad, en cantidad de grupos y en presencia del público. Una razón suficiente para que la discusión continúe. Como fenómeno urbano es, por consiguiente, un asunto de real interés público.


Faltó el nombre En esta columna, del sábado pasado, 22 de julio, al publicar la carta del periodista que proporcionó su explicación sobre el tema de la finca La Romera, por algún motivo inexplicable no apareció su nombre. El redactor es Alejandro Millán Valencia. Valgan esta excusa y esta aclaración. Involucrar es envolver El lector Fernando Parra llama la atención sobre el verbo involucrar, de uso muy común en el periodismo. Dice: “Tengo entendido que involucrar es lo mismo que implicar o comprometer, por lo cual creo que es inapropiado decir, por ejemplo, que la comunidad debe sentirse involucrada en una campaña benéfica”. Tiene razón. Es un término que se utiliza sobre todo en el derecho penal y en la criminalística: Un individuo se involucra en la comisión de un delito, queda involucrado en una investigación. Aunque el Diccionario dice que involucrar es abarcar, incluir, comprender, puesto que la palabra viene del latín involucrum, envoltura, lo más lógico es utilizarla como “complicar a alguien en un asunto, comprometiéndolo en él”, o como incluir en los textos asuntos que les son extraños.


El deber de informar, ejercicio de sospecha

Por Juan José García Posada En esta semana ha bajado la intensidad del escándalo causado por las declaraciones de Virginia Vallejo, porque, tal como suele suceder con la alternancia habitual de atracciones en el espectáculo informativo, ha habido otros asuntos en primer plano. Sin embargo, el tema sigue vigente. Es obvio que haya polarización de opiniones. Lo cierto es que los lectores esperamos que un asunto de interés público de esa categoría no se agote y conocer cuantos elementos nuevos y creíbles ayuden a formar un criterio tan acertado como sea posible sobre el origen y el desarrollo de los hechos. Interpelación A propósito, el lector Roberto Uribe, quien escribe desde roures@gmail.com, ha dirigido esta interpelación: "Sería bueno oír (sic) su opinión sobre el cambio de la línea periodística seria e imparcial que ha tenido El Colombiano, al entrar en el juego de algunos medios que parecen haberse puesto de acuerdo para que se le condene al Dr. Santofimio, no con base en las pruebas obrantes en el expediente, sino sobre las existentes en el juicio paralelo de los medios". Opinión de la Directora ¿Ha habido algún cambio en la línea periodística de El Colombiano? ¿Es verdad (como lo asume el lector) que se haya entrado en un presunto juego con algunos medios para que se condene a Santofimio? Acerca del mensaje en referencia y de las dos preguntas anteriores, he consultado a la Directora de El Colombiano, Ana Mercedes Gómez Martínez, quien ha expuesto estas opiniones: "No creo que hayamos cambiado la línea de informar con imparcialidad. Lo que sí tenemos es una mayor información y más puntos de vista sobre las acusaciones a Santofimio. Creo que el país ha madurado y ha botado un poco del miedo que le hacía guardar silencio. Además la justicia ha avanzado en un proceso y hay más testigos. También hay que tener en cuenta el nuevo esquema oral que permite mayores datos y una más completa divulgación". "En la línea editorial, respetamos los fallos judiciales, pero creemos que hay evidencias serias y contundentes sobre la participación de Santofimio en la planeación de varios magnicidios. Lo importante y lo que pedimos es que haya justicia y que el país no olvide esos momentos de oscuridad para evitar recaer en ellos".


"Siempre lamentamos y lo seguiremos haciendo, la muerte de Luis Carlos Galán. Siempre pediremos que los crímenes no queden en la impunidad y que, con un debido proceso, se lleve a las cárceles a los responsables. Siempre pediremos que haya un ejercicio político limpio. Siempre lamentaremos la cultura del dinero fácil del narcotráfico". Contra la amnesia De muchos sucesos de la vida colombiana y de la realidad contemporánea, así como de situaciones del pasado, es posible que no alcancemos a conocer verdades completas. Para que los cubran densas cortinas de humo y se arraigue la amnesia colectiva es cierto que ha influido muchas veces la negligencia de gran parte de los medios periodísticos. No tiene por qué seguir siendo así. Como dije hace una semana, desde el periodismo se puede ayudar a activar la conciencia histórica y a remediar la indolencia generalizada. Derechos y deberes La relación entre periódico y lectores entraña una correspondencia entre derechos y deberes. Lo que para nosotros los lectores es un derecho, para el periódico tiene la categoría de deber, en virtud del concepto de responsabilidad social. Los lectores tenemos unos derechos que, en la medida en que se protejan, han de determinar la salvaguarda de la credibilidad del periódico. El principal es el de participar en la construcción de la verdad mediante el conocimiento de los hechos en su actualidad y en su contexto. No se alcanza la verdad completa, pero sí pueden lograrse aproximaciones al verdadero sentido, por un camino que aparte del abismo del error y la mentira. Tal derecho (el de la construcción de la verdad) se refleja, para el periódico, en el deber de informar con veracidad y sin engaño. Derecho vs. realidad Es cierto que deben respetarse las decisiones judiciales. Pero no debe eludirse la consideración de que la realidad puede rebasar el derecho. Las normas jurídicas deben adaptarse a los procesos y fenómenos sociales. Si, como puede observarse, se da un conflicto entre lo real y lo legal (en Colombia y en especial en el aspecto procedimental), el periódico faltaría a su responsabilidad si lo ignorara y se abstuviera de informar sobre hechos y datos indiciarios objetivos, notorios y de público dominio, cuya difusión puede ser útil para que no yerre la administración de justicia y las decisiones, con todo y su independencia, no sean contraevidentes ni afecten el criterio de equidad. El deber de sospechar Los lectores tenemos el derecho a dudar. Para el periódico es el deber de sospechar, de poner en duda lo que se observa en la superficie y penetrar hasta el núcleo puro y duro de los hechos. Desconfiamos del que no duda, del que no sospecha. Por eso mismo, la información que asegura la credibilidad implica un ejercicio de sospecha. Con los lectores El refranero como fuente de titulación En la página 3A del sábado 29 de julio se tituló así la información acerca de la encuesta sobre las características de los antioqueños: El antioqueño peca, reza y empata.


De la lectura pueden salir preguntas como estas, que se le dirigieron al redactor, Juan Guillermo Duque: ¿En este caso particular, el título se ajusta con exactitud a los resultados de la encuesta? ¿Comporta una opinión, una apreciación subjetiva, que puede apartarse de las conclusiones de la investigación? El redactor ha respondido así: “Sobre a la objetividad o subjetividad del título frente al contenido del texto y de la encuesta, es verdad que no responde con exactitud al trabajo estadístico porque incluso el mismo tiene una carga subjetiva, pues esta es solo una muestra. Cuando decidí el titular fue para resaltar dos hechos curiosos que me llamaron la atención y que están consignados en el mismo: en la autocrítica se destaca lo mentirosos y a su vez que son católicos”. ¿Sabiduría popular y estadística? ¿Se concilian la sabiduría popular y la estadística? Es probable, sobre todo si se piensa que una investigación, planeada y realizada con la mejor técnica, puede llegar a reflejar un sentimiento común, un común sentido, unos rasgos generales y una faceta idiosincrásica de una población. También es aceptable en muchos casos el refranero como fuente de titulación periodística. Con todo, la conclusión adoptada como titular no se ajusta en forma estricta al tema específico, a los resultados descritos. Pecar y rezar para empatar no es un rasgo exclusivo de un pueblo. Los refranes tienen cierta universalidad, así procedan del habla regional. Se aplican en general para definir características distintivas de la condición humana. En este caso, es muy discutible que un refrán pueda servir de síntesis de un trabajo estadístico. Sí es conveniente que se procure titular con cierta jovialidad, para atraer la atención del lector. Pero debe hacerse sin perjuicio de la precisión. Critica el mal gusto El lector Luis Ángel Yepes Gallego se ha quejado de varias expresiones de mal gusto que, según lo dice, han aparecido en el periódico. Llama la atención sobre el riesgo de que se empleen recursos que a su modo de ver son amarillistas o sensacionalistas. “El periódico (dice) se ha distinguido por su seriedad en la información y respeto al lector, pero desde hace algunos meses ha entrado en la moda de los noticieros de televisión, de recrear la información con escenas truculentas...” Critica la inclusión de imágenes “de mal gusto” para acompañar informaciones. En algunos de los apartes de su carta, el lector pone ejemplos como estos: “Condenado joven que tocó la nalga a una secretaria”, y muestran una persona en bicicleta tocándole sus partes pudibundas a una dama. “Menor maltratado por su madre” y se ve en la nota visual unas manos golpeando con una piedra a otras manos infantiles, y así existen otros casos”. Una respuesta al lector El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, ha escrito (al Defensor), a propósito: “Como el lector no refiere la fecha en que se publicaron estas noticias, ni la página, ni la sección, en la consulta que hago a diversos periodistas y editores, que pudieran estar relacionados con estos temas, encuentro que ninguno recuerda haber utilizado tales fotos. No recuerdan que hayamos ilustrado alguna nota con alguien tocándole “las partes pudibundas a una dama” en una bicicleta y tampoco que hayamos mostrado a un niño golpeándole las manos a


otro con una piedra. Pudo ser que incluso el lector, no se si de impreso o por internet, las haya visto en una publicación diferente a EL COLOMBIANO”. “En el caso de la foto que ilustra el tema sobre el médico que violó a una paciente, esa sí la publicamos y la tenemos muy presente, pero no pienso que se trate de una fotografía de mal gusto: es una foto con modelos de agencias de publicidad, a los cuales no se les ve el rostro y simplemente muestra un abrazo, para nada indecente”. Este y otros temas afines se tratarán en próxima ocasión. Teatro con boletas o con entrada gratis Las apreciaciones publicadas en esta misma columna el sábado de la semana pasada han motivado varias cartas de lectores interesados en exponer sus puntos de vista sobre la discusión acerca de la conveniencia o inconveniencia de que en las salas de arte dramático de Medellín se les cobre o no a los espectadores. Se ha sugerido, con la aceptación del periodista John Jairo Saldarriaga, del Área de Vida y Cultura de la Redacción, que se abra un debate sobre el tema. Han escrito al Defensor, por ejemplo, el conocido director teatral Rodrigo Saldarriaga Sanín, fundador y alma y nervio del Pequeño Teatro desde hace tal vez más de un cuarto de siglo, y la también renombrada cultora del arte dramático y actriz, Cristina Toro, de El Águila Descalza. Sus cartas contienen argumentos muy apreciables para sostener la polémica. El Defensor las reenvió, porque es lo más indicado, al periodista John Saldarriaga, quien ha de considerar el mejor modo de proseguir la discusión planteada. Muchas gracias, a los dos directores y a los lectores que han expresado sus opiniones. Por un texto de periodismo científico El lector Federico Díaz González ha declarado que es imposible, para los no especialistas, entender un texto publicado en Ciencia e Investigación del martes 1 de agosto, con el título de El proceso de autofertilización:: “La traducción correcta de Petri dish es caja de Petri; no disco petri como aparece en el artículo titulado Las bacterias dejan de ser NN”. “En el artículo ¿Quién le toma la temperatura al dino? se usa la palabra termal, probablemente como traducción literal de thermal; la palabra termal, según el DRAE, significa “perteneciente o relativo a las termas” que eran, según dicho diccionario, “baños públicos de los antiguos romanos”. Parece entonces más apropiado usar la palabra térmica que significa “perteneciente o relativo al calor o a la temperatura”. “Auto es un elemento compositivo inseparable por lo que están erradas las palabras auto polinización, auto copulación y auto polinizarse, en las que aparece separado...” Nunca será suficiente el esfuerzo por escribir sobre temas científicos en términos entendibles por todos


Para qué legitimar el mal gusto en el idioma

Por Juan José García Posada A varios lectores (y no podría decir cuántos) nos incomoda y nos molesta leer palabras malsonantes en titulares o en textos informativos o conceptuales. Es razonable la norma del Manual de Estilo que restringe "el uso de expresiones soeces, chabacanas y ofensivas para los lectores", sobre todo si no son imprescindibles para afirmar la verdad de los hechos. Incluidos y excluidos Es probable que al emplear tales expresiones se pretenda retomar el habla popular y despertar la atención de un sector de los lectores. Pero esa forma de atracción puede al mismo tiempo resultar contraproducente y causar una reacción negativa en otro sector (de los lectores). Uno de los riesgos del trabajo diario de captar el interés de la gente consiste en que las acciones que se efectúen no están libres del efecto de excluir a unos lectores por incluir a otros. En cuestión de buen gusto y de buen decir sí puede haber un cierto disgusto. Una palabra fuerte puede impactar de modo negativo y causar una impresión desfavorable. Si no es necesaria, si no le agrega valor a la información, mejor debería cambiarse por otra sobre la cual no haya aprensión acerca de la incomodidad y la actitud adversa que pueda despertar, sea en algunos lectores, o sea en una amplia proporción. Tres reservas Un ejemplo: En la primera página del martes 8 de agosto apareció este titular: La Feria de las Flores fue una berraquera. Debo expresar tres reservas sobre la última palabra del título: Es chabacana, su casticidad es dudosa e implica una calificación. En cuanto a la primera objeción, es preciso decir que lo chabacano, según el Diccionario, es "sin arte o grosero y de mal gusto". El Manual de Estilo prescribe que el uso de palabras chabacanas esté restringido. En segundo lugar, la escritura correcta debe ser con v y no con b, así parezca más enfática en la segunda forma, como significación de un regionalismo mal entendido y peor practicado. Y en tercer término, dice en el mismo Manual que el título "no debe llevar adjetivos valorativos", porque debe dejarse "que los datos hablen por sí


mismos y que sea el lector quien saque sus propias conclusiones". No lo justifican Puede afirmarse que hay palabras de más grueso calibre, más vulgares, que incluso se oyen con frecuencia por la radio y la televisión. También es cierto que esas voces se toman cada vez con más naturalidad. Esas razones pueden ser atenuantes pero no justifican la aceptación de concesiones, más todavía en una época en la cual aumentan y se extienden la ordinariez y la procacidad. Calidad expresiva Si en otros medios de comunicación se degrada el idioma, es muy lamentable pero no debe ser motivo de imitación. Si en las conversaciones callejeras se oyen expresiones ofensivas, desde el periódico debe enfatizarse en el mejoramiento cualitativo de la competencia lingüística de todos los lectores y en evitar el envilecimiento de la patria común, que es el idioma. No hay por qué desconocer que en la vida diaria y en todos los ámbitos están empleándose palabrotas, expresiones que molestan y ofenden. En medio del relativismo de las circunstancias, lo malsonante para unos, puede ser biensonante para otros, también es verdad. Pero un medio periodístico es un legitimador de los modos y las modas de la gente. Hasta donde sea posible, lo más razonable es no acoger aquellos vocablos que degraden o envilezcan el idioma. Licencia innecesaria EL COLOMBIANO es un periódico bien escrito. Este reconocimiento lo han hecho lectores exigentes de todas las épocas y del país y el exterior. Es notorio el esmero que se pone en el buen uso del idioma. El Manual de Estilo contiene normas que, sin desconocer la funcionalidad y la flexibilidad del periodismo que se escribe en castellano, sin exagerar en la proscripción de neologismos y demás vocablos necesarios para infundirles mayor claridad a los textos, tiene una muy definida vocación por el buen gusto y por el respeto a todos los lectores. Por consiguiente, darse licencias como la ya citada, del martes, no reporta beneficios. Llegaron tarde al desfile La lectora Adriana Sierra Jones, quien escribe desde tanasj@une.net.co, se queja así en su carta al Defensor, porque era inexacta la información sobre la hora del Desfile de Silleteros: “Hoy 6 de agosto, día del Desfile de Silleteros, en las primeras horas de la mañana busqué en El Colombiano la información del horario del desfile para programar la hora de salida y lugar donde lo veríamos en compañía de unos familiares que vinieron desde Pereira para disfrutar de este lindo espectáculo. Lógicamente en el periódico en primera hoja en la nota al margen de la foto principal decía que este desfile seria a las 3 p.m. lo mismo que en la pagina 24A dedicada exclusivamente a este tema. Escogimos como lugar el inicio del desfile en Caracas con la Oriental, pero cuál fue nuestro desengaño que al llegar a las 2:30 ya había pasado más de la mitad del desfile, pues la hora de inicio era a las 2 p.m. y todo por confiar y creer en la información de nuestro tradicional diario. Qué tristeza y vergüenza con nuestros invitados, que el principal diario de la ciudad no sepa el horario del evento turístico por excelencia de Medellín”.


La respuesta La Editora de Vida y Sociedad, periodista Beatriz Arango, ha dicho, a propósito, a instancias del Defensor del Lector:“Así fue. Por un error en la elaboración del texto se dijo que la partida era a las 3:00 de la tarde, tal como lo había anunciado la Alcaldía en un principio. Luego de publicada la nota, confirmé con la programación oficial y la hora de salida era las 2:00 p.m. En eso tiene razón la lectora”. “Discrepo eso sí, cuando dice que a las 2:30 el desfile ya iba por la mitad y en el punto de salida. El Desfile de Silleteros partió aproximadamente a esa hora (2:30 p.m.) y de ese punto. Así que resulta un poco difícil que con el canto de himno al comienzo del mismo y la presencia de bandas y bailarines en medio de los silleteros, a las 2:30 de la tarde ya hubiera pasado la mitad del desfile, justo en el lugar de la partida”. Concepto del Defensor La lectora tiene razón en cuanto a la falla cometida al anunciar una hora distinta en el periódico. Pero la explicación de la Editora es razonable. Ha hecho lo más correcto al reconocer que hubo un error. Valga la aclaración. Lo que se advierte en la carta es cómo hasta en los mínimos detalles debe haber el máximo de precisión. El periódico presta un servicio al ofrecer una guía confiable de los espectáculos que dinamizan la vida de la ciudad. Un dato equivocado puede ocasionar contratiempos y dar lugar a mensajes un poco airados como el de la lectora, quien exagera el tono en la última frase. “Una botella al mar” La lectora Elvira Jiménez llama la atención al Defensor del Lector porque no ha encontrado respuesta a varios mensajes enviados en días recientes: “Usted, señor Defensor, dijo una vez que hay personas a quienes uno escribe y al no hallar respuesta pasa como si estuviera lanzando al mar un mensaje en una botella. Me está sucediendo así con usted, pues cuatro cartas que le he remitido por el correo electrónico no me han sido respondidas. Usted es persona muy ocupada y yo una simple lectora. Eso lo comprendo. Qué bueno que siquiera tuviera un minuto para contestar. Ni para qué repetirle todas las cartas, sólo la cuarta, donde dije que me parecen muy cortas las notas de 25 y 50 años que salen debajo de las tiras cómicas. Podían ser más amplias, con más datos”. Fuente de malentendidos Debo decirle a la lectora que este es el primer mensaje suyo que recibo. Es probable que los otros sí hayan tomado el rumbo lamentable de las botellas lanzadas al mar. Es preciso anotar que en todos los sistemas de correo electrónico suelen sobrevenir fallas técnicas, interrupciones transitorias, que pueden ocasionar desvío y pérdida de mensajes en ciertos momentos. Otros lectores han hecho comentarios y reclamos similares. Comprenda, eso sí, que la falta de respuestas de ningún modo está motivada por negligencia, ni por desdén, ni por mala voluntad. Es muy explicable que si no se encuentra correspondencia cuando se escribe llegue a pensarse que hay arrogancia o displicencia por parte del destinatario. El correo electrónico es, entonces, fuente de malentendidos que, ojalá, pudieran evitarse a tiempo. En cuanto a la sugerencia relativa a la columna de Notas cincuentenarias, se le traslada a la Redacción con el fin de que se examine la posibilidad de ampliarla si es del caso. De todos modos, gracias por su escrito y por su llamada de atención.


Un antivirus contra el ensimismamiento

Por Juan José García Posada No es positiva la impresión que se forma un lector cuando escribe por medio del correo electrónico y no obtiene respuesta. El silencio puede originarse en motivos técnicos, como también en una actitud de negligencia o descuido, o en una disposición arrogante. En todas las circunstancias, el lector puede sentirse por lo menos desatendido. Sobre todo, se desconcierta si entendía que al escribirle al periódico está aceptando una invitación general a escribir opiniones, expresar quejas o dejar sugerencias y lo mínimo que espera es una nota lacónica de cortesía para acusar recibo. Botella al mar Una lectora reprodujo la semana pasada la metáfora del mensaje lanzado al mar en una botella, para llamarme la atención en tono por cierto cordial pero sentido porque no le había contestado varias cibernotas que había remitido. En este caso, la falta de respuesta se debió sólo a que por alguna extraña causa los mensajes anteriores no habían llegado al buzón del correo electrónico. Es preciso dejar constancia de que la gran mayoría, no la totalidad, de las preguntas, consultas o interpelaciones que suelo hacerles por el e-mail a los periodistas tiene respuesta oportuna. De unas veinte que se efectúan por semana, si acaso una o dos no son correspondidas. Cuando se alarga ese silencio, toca insistir de modo presencial o por medio del teléfono, en la medida en que haya urgencia de respuesta y en que el tema la requiera por su importancia. Que haya la facilidad del correo electrónico no debe significar que las demás formas de comunicación interpersonal se manden al olvido. Mínima respuesta Con todo y la aclaración anterior, hay lectores que se quejan porque sus preguntas, apreciaciones, dudas o reclamos dirigidos a redactores o editores a veces se quedan en el vacío. Es recomendable que se revisen con frecuencia los buzones de entrada del correo electrónico y tan pronto como sea posible se responda, ojalá no con una frase impersonal del contestador automático sino con una mínima expresión, escrita en pocos segundos, que al menos deje constancia de que se ha leído el mensaje y se le dará el trámite correspondiente. Reticencia Lo cierto es que, a partir de la popularización del correo electrónico, a pesar del giro extraordinario determinado en la correspondencia entre los seres humanos y de la superación de fronteras y la alteración de las coordenadas de espacio y tiempo,


muchas personas siguen siendo reticentes ante las nuevas tecnologías y prefieren la comunicación oral y la carta en papel. Vanguardia paradójica Lo paradójico está en que no se acomoden al recurso informático miembros de la clase intelectual que se consideran en situación de vanguardia en materia de difusión del conocimiento: Está visto que en las universidades, por ejemplo, abundan los profesores que rehusan el desarrollo de cursos mediante la utilización de los ambientes virtuales y las ventajas de la internet. En textos recientes se previene sobre los signos de la tendencia refractaria a la red en las redacciones de los medios periodísticos: La Unesco ha publicado hace algunos meses un manual de periodismo en internet, escrito por el señor Martin Huckerby. El Centro Knight para el periodismo en las Américas ha organizado y difundido seminarios virtuales sobre cómo escribir para internet. Pensar y responder No sólo hay que pensar en los lectores, como se insiste con plausible bondad de intención: También es conveniente responderles, eso sí cuando sus mensajes están escritos en el marco del respeto, la pertinencia y la transparencia. Porque, valga la anotación, a ningún periodista puede reclamársele que responda si recibe expresiones ultrajantes o denigrativas, calumniosas o injuriosas, o suscritas por simples patanes o por individuos que se escudan en el anonimato. Que también puede haberlos, por desgracia para todos. Hoy en día, el correo electrónico ha generado una suerte de reinvención del género epistolar, que estaba de capa caída, y un crecimiento exponencial del caudal de las relaciones interpersonales. Lo han conceptuado así varios ensayistas que han escrito sobre la realidad virtual y la red de redes. Quien se resista a aceptar esas nuevas condiciones va quedándose aislado. Y del aislamiento al ensimismamiento, que aparta de la realidad social y desvirtúa el servicio público, hay una distancia mínima. El antivirus La subutilización del correo electrónico es una de las características de esa impermeabilidad ya mencionada a las nuevas tecnologías. Es una actitud desconcertante, como queda dicho. Implica una negación a la asunción de responsabilidades y deberes inherentes al servicio público de informar y en mayor o menor grado entraña también una denegación del derecho a la información. Sugiero que los periodistas por su lado y los lectores por el nuestro revisemos e instalemos en los computadores un antivirus muy especial, además personalísimo, que blinde a cada cual y lo proteja contra el virus galopante de la indiferencia, el desdén por lo que dicen los demás y el ensimismamiento. Con los lectores El atentado en La Guajira Un lector puso en duda el titular de primera página en la edición del martes 15 de agosto, que dice: Golpe de las Farc a pimpineros de la Guajira. Palabra más palabra menos esta ha sido su observación: Parece un titular en el cual se destaca más la acción de la guerrilla, como si hubiera sido un acierto. Es despectivo el término pimpineros, que se utiliza para denominar a los contrabandistas de gasolina. Los camiones incendiados no eran de pimpineros sino de una cooperativa de los wayuu que trabaja dentro de la legalidad. El Jefe de Redacción, periodista Francisco Alberto Jaramillo, ha dicho, a propósito:


“Estas y otras consideraciones similares se hicieron en un amplio debate en el Consejo de Redacción del cierre de la publicación, donde se elabora, entre todo el equipo de editores profesionales, la primera página. El titular obvio, pero enteramente plano, sería decir que las Farc quemaron tantos vehículos en La Guajira, o que las Farc atentó contra cooperativa wayuu. Eso ya lo sabían todos los lectores, pues el tema fue ampliamente expuesto en la radio y la televisión”. “Como la noticia tenía gran impacto y había que registrarla, pues no la podíamos ignorar, así hubiese sido tratada ya en la radio y la televisión, pues ocurrió en horas de la madrugada, se le quiso dar un enfoque diferente: el golpe de las Farc a los pimpineros, pues en realidad lo son, así ya tengan carros cisternas, que también compraron en Venezuela, al igual que la gasolina”. “Era significativo esto del “golpe” de las Farc, pues se trata de una región que hasta hace muy poco fue territorio controlado por autodefensas. O sea, que no es que se hubiera querido resaltar la acción de la guerrilla “como si hubiera sido un acierto”, como dice el lector, sino precisamente poner en evidencia este hecho y en este enfoque creo que acertamos”. “En cuanto a la segunda observación del lector, le aclaro que ser pimpinero en La Guajira y otras zonas de frontera ya no es actividad ilegal ni es un término despectivo. Es un oficio tolerado por el Estado. Esta cooperativa tuvo ese origen, pues agrupó a los pimpineros de la etnia wayuu y que siguen abasteciéndose de gasolina comprada en Venezuela”. Concepto del Defensor Nunca habrá unanimidad ante los titulares del periódico. Lo fundamental está en saber que no se aplican de modo arbitrario. Resultan de una deliberación en equipo, como corresponde al ejercicio libre y responsable de la actividad periodística. Responsable, porque se asumen las consecuencias de lo que se publique (lo muestra la respuesta del Jefe de Redacción), entre ellas la forma particular y los condicionamientos personales que tiene cada lector para interpretar los hechos y las versiones informativas consiguientes. Y es propio de una decisión periodística tan delicada como la de titular, el hecho de que despierte múltiples interpretaciones, ojalá todas de buena fe.


Lectura para jóvenes de todas las edades

Por Juan José García Posada "¿Para quiénes se publica el periódico?" Lo pregunta el lector que firma como Raúl Pareja y escribe desde raparapine@email.com. "Observo (dice) que hay un esfuerzo por captar público joven, pero muchos temas y estilos son como para adultos ya muy mayores. ¿Por qué se cree que a los adolescentes, estudiantes de bachillerato y universitarios, únicamente nos interesan los temas de música y rumba?" De todos y para todos En esas cuestiones han sido reiterativos numerosos lectores, de tiempo atrás. Una respuesta que puede ser satisfactoria para todos, sean cuales fueren sus edades, está en el viejo lema de EL COLOMBIANO: "Un diario de todos y para todos". La frase encierra una filosofía de vida periodística y la pretensión de colmar las expectativas de lectura de todos los sectores, de evitar exclusiones deliberadas y de afrontar el tratamiento de todos los temas posibles. Cuánta distancia hay entre la teoría y la práctica, entre esa idea y la realidad comprobable, lo dirá cada lector. No es posible emitir un dictamen definitivo e inequívoco. Y en cada edición, así como en cada una de las secciones, es obvio que varíe el énfasis en los temas. La actualidad informativa es cambiante. Los focos de atención se desplazan de modo continuo. Universalidad Es cierto que se elabora una agenda informativa y en ella se establecen prioridades temáticas, de acuerdo con lo que se define como interés público. La capacidad del equipo de periodistas de responder a esa agenda y de corresponder a las necesidades de información de los lectores determinará que se alcancen los objetivos trazados para cada edición. Sin embargo, como lector creo que debe partirse de la base de que todos los temas pueden y deben ser interesantes para todos. La clave está en que se presenten con el lenguaje neutro recomendable para cualquier texto informativo y sin que se pierda la universalidad que hace común a todos el relato diario de los hechos de importancia. Incluidos y excluidos En respuestas a varias cartas en las que se percibe una cierta inconformidad por la presunta predilección que se nota hacia grupos o sectores particulares de interés (como si, por ejemplo, las páginas económicas sólo se dirigieran a empresarios y expertos en finanzas, o las deportivas sólo a los aficionados al fútbol), he hecho insistencia en que la pérdida de universalidad y neutralidad


puede ocasionar desgano de los lectores que se sientan excluidos, así se mantenga la fidelidad de los que se den por aludidos con los temas que se traten. Así, también, por captar ciertos núcleos de la audiencia, otros pueden quedar desplazados. El problema que pone de presente el lector citado al comienzo y que han expuesto muchas otras personas en semanas y meses anteriores, es el del acierto o desacierto en el ofrecimiento de temas de real interés a los jóvenes, sin perjuicio de los lectores adultos y de los "ya muy mayores", como dice el autor de la pregunta inicial. Compromiso ético Para los adultos, atraer a los jóvenes a la lectura del periódico (y de los libros) debería ser un compromiso ético. Por desgracia no se entiende así en muchos casos. Invitar a los jóvenes a que lean un periódico, si ni los mismos papás lo adquieren en la casa, es un objetivo muy incierto. Es dudoso que muchos jóvenes aprendan a leer el diario y a conocer, leer e interpretar la realidad de la ciudad y el mundo, si los adultos nunca les han enseñado a leer de verdad. "No somos tan vacíos" Invitar y enseñar a leer de verdad no se logra mediante la propuesta simple de temas ligeros. No se crea que los jóvenes sólo se interesan por la fiesta y el espectáculo. Cuando se les deja esa impresión de que sólo son importantes como lectores de asuntos frívolos, pueden sentirse ofendidos en su dignidad y su autoestima. "No somos tan vacíos como piensan algunos periodistas", ha dicho un ciudadano de la nueva generación, que se declara lector de casi todas las páginas y secciones, "menos aquellas en que me tratan como un muchacho indolente e irresponsable, que nada quiere saber de la realidad y que sólo busca distraerse con chismes y noticias faranduleras". El ejemplo Muy preocupados por mejorar la actitud de los jóvenes hacia la lectura (la lectura en general y la del periódico en particular), los miembros de una asociación de padres de familia han solicitado algunas recomendaciones. La primera de todas es la del ejemplo: Como se ha dicho, el destino de muchísimos seres humanos quedó definido porque desde la infancia aprendieron de sus papás en el espacio entrañable de la biblioteca familiar. Sin el ejemplo de buena lectura desde el hogar, puede ser inútil y tardío cualquier esfuerzo de motivación. Para jóvenes Los lectores adultos no deberíamos sentirnos excluidos ni ignorados cuando advertimos que en el lenguaje periodístico predomina un estilo juvenil, se pretende captar la atención de los jóvenes, se tratan temas de especial interés para la nueva generación. La juventud no sólo es una realidad cronológica sino, ante todo, un estado del alma. Todos los lectores deberíamos sentirnos jóvenes. A Camus lo criticaron un día porque escribía para muchachos. "¿Qué más puedo hacer (contestó el magnífico escritor francés) si cuando escribo y cuando leo me siento como un muchacho?" Otoño y primavera El periódico no deja de ser "de todos y para todos" si se nos presenta cada día con un aire juvenil, en la redacción de los temas, en el diseño y la presentación estética, en la salutación jovial que entraña un canto a la vida


por medio de titulares creativos y fotografías de buenas dimensiones, en el enfoque de las cuestiones triviales y las trascendentales con una actitud de optimismo realista, en la exhortación implícita a un diálogo continuo y vivificante de las generaciones. Estar en la edad otoñal no puede significar, para muchos lectores, que al periódico se le demande un lenguaje de otoño? Es absurdo pretender que las hojas del diario vayan cayendo como caen las hojas secas, si más bien pueden anunciar en cada amanecer el mensaje de la primavera. Con los lectores La misma Catedral de Villanueva Un lector se extrañó porque se hablara de la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción de Medellín, a propósito del robo sacrílego ocurrido en la mañana del jueves 17 de agosto. A su pregunta sobre si hubo acaso un cambio de nombre, puede respondérsele, conforme con la explicación del redactor Juan Guillermo Duque, autor de la nota, que la información se basó en el boletín expedido por la Arquidiócesis de Medellín. El nombre tradicional y por así decirlo secular del monumental templo ha sido Catedral de Villanueva. También se ha conocido como Basílica Metropolitana. Por lo demás, el lector quejante ha dicho que “esa noticia amarillista mal servicio le presta a la ciudad”. En realidad la información se difundió en términos mesurados. Al releerla no se encuentran signos de sensacionalismo. Era un hecho que no habría sido periodístico dejar de divulgar. Cuándo se hizo una encuesta El martes 15 de agosto se publicaron desde la primera página los resultados de la encuesta denominada Medellín cómo vamos. Algunos lectores preguntaron cuándo se había hecho tal sondeo, “sobre el estado de la ciudad y el impacto de la administración”. La periodista Gloria Luz Gómez hizo la averiguación del caso y proporcionó la ficha completa de la encuesta, hecha entre más de 1.500 personas, de la que se extraen datos como estos: La encuesta la realizó la firma Ipsos Napoleón Franco. Se consultó una población de hombres y mujeres residenciados en Medellín, de edad superior a los 18 años y de los estratos socioeconómicos 1 a 6. El período durante el cual se hizo la encuesta fue el comprendido entre el 17 de Junio y el 27 de julio de 2006. Tales datos faltaron en la información publicada el 15 de agosto. La importancia de precisarlos reside en el hecho de que nos permite a los lectores hacer una interpretación atinada de las circunstancias, porque en dieciocho días de interregno pueden ocurrir cambios en las tendencias y actitudes de los ciudadanos. Ediciones anteriores La lectora Angélica Núñez quiere saber cómo puede obtener ediciones anteriores del periódico. Si las busca en la Internet puede consultar en la página respectiva, en la esquina superior derecha. Es probable que en algunas ocasiones excepcionales haya dificultades técnicas. Si las requiere impresas, puede ponerse en comunicación con el Centro de Documentación Periodística. No se ha nacionalizado El lector León Reyes ha dicho: “No sabía que Mario Vargas Llosa se hubiera


nacionalizado en Colombia. Revisar la columna de agosto 2 de 2006 sobre Fidel Castro”. Tiene razón. Se ha tratado de establecer si acaso el notable escritor peruano adquirió la nacionalidad colombiana, pero todas las averiguaciones han llevado a la misma conclusión: No es nacional colombiano. Vargas Llosa obtuvo la nacionalidad española en marzo de 1993, sin renunciar a la peruana. Enseñar el buen decir El lector Gustavo Adolfo Restrepo Jaramillo ha escrito una carta en la cual se solidariza con los comentarios publicados en esta sección el sábado pasado y hace varias consideraciones sobre el buen uso del idioma. En algunos apartes dice: Pienso y creo firmemente que una de las mayores obligaciones de todas las instituciones educativas tanto públicas como privadas es enseñarnos desde niños a tener un buen uso del lenguaje materno, en este caso del castellano. Porque lastimosamente es cierto que viene siendo maltratado, malhablado y degradado en todos los círculos sociales de nuestro país”. Menciona en seguida los casos de periodistas que incurren en disparates en prensa, radio y televisión. Cuestiona la formación que reciben en las facultades de comunicación social. Critica el menosprecio por el uso correcto del derecho a la palabra. Y agrega: “El progreso de un país no sólo se debe medir en su economía, desarrollo industrial, sino también en esto tan primario como es el lenguaje, para que sirva de vía a la civilización y cultura de una comunidad determinada. El comunicador social no debe usar un lenguaje muy rebuscado o elitista con el propósito de impresionar al lector o espectador. Pero tampoco puede rayar con un lenguaje rastrero o callejero. Debe ser cauto, elegante y sencillo de comprender, que llegue a todas las personas sin herir susceptibilidades. El periodista también está en la obligación moral de educar con escribir y hablar correctamente”.


El integrismo crítico y la tendencia censora Por Juan José García Posada Algunos requerimientos e interpelaciones dirigidos al Defensor desde el campo de los lectores (algunos, en número reducido, pero muy enfáticos, muy vehementes) dejan vislumbrar una tendencia al integrismo crítico, es decir a la asunción de posturas radicales y recalcitrantes en el análisis y la interpretación de trabajos informativos de actualidad. Se observa esa proclividad, por ejemplo, en mensajes en los cuales para señalar errores gramaticales se empieza por hacer desconceptuaciones generalizadoras y extremas. Se maximizan las fallas y se ponen como si se tratara de las peores transgresiones. También, cuando se indican equivocaciones en el enfoque de los hechos y de paso se denigra de los periodistas y la calidad de su formación profesional, así como cuando se inculpa a los medios, a todos los medios, por el estado de cosas en la ciudad, el país y el mundo. Criticar para construir Ante esas incitaciones un poco ácidas y corrosivas a hacer crítica integrista y ceder a la tentación censora, es pertinente decir que un Defensor del Lector no tiene por qué ser indulgente ante las infracciones que se cometan en el tratamiento periodístico de los hechos, ni complaciente ante todas las observaciones de los lectores. Si estos yerran hay qué decirlo, con la misma franqueza que se emplea al dirigirse a los periodistas. Pero es preferible, en todos los casos, un ánimo constructivo. La crítica demoledora no tiene sentido. Puede volverse tan inútil e irritante como la adulación. En virtud del espíritu de lo razonable, insisto, debe primar un criterio de equidad y veracidad, que asegura independencia en los dictámenes. Control social Hace algunos días, en un ciclo de coloquios de carácter académico, hice una exposición sobre la razón de ser de una defensoría de los lectores como dimensión del control social de la información: Ha de ser un control social razonable, legítimo, dentro de los límites del Derecho a la Información y la libertad de prensa, para salvaguardar la credibilidad del medio periodístico desde la distancia crítica del lector. ¿Qué no defender? Para mejor claridad de los lectores aludidos al comienzo (y porque una función del Defensor del Lector consiste en contribuir al conocimiento y la comprensión de los porqués y los métodos del periodismo, como base de la credibilidad y la confiabilidad en las relaciones con los lectores), esta es una síntesis de lo planteado: Una primera pregunta: ¿Y de qué no se es defensor? 1) De los clientes, los


usuarios, los consumidores, etc. 2) De los errores en los que incurran los periodistas y el medio. 3) De los errores en los que incurran los lectores. 4) De grupos de presión, intereses creados, formas de manipulación que afecten el criterio de veracidad. 5) De poderes diversos que lesionen la independencia periodística y la facultad de informar con autonomía, libertad y responsabilidad y de presiones, coacciones, amenazas, tendencias inquisitoriales y formas diversas de censura. 6) De costumbres viciadas, amiguismo, clientelismo, tráfico de influencias, etc. 7) De causas políticas y campañas de proselitismo, sean las que fueren. ¿Defensor de qué? ¿Defensor de qué, entonces? -es una pregunta lógica. 1) Del Derecho a la Información. 2) De la credibilidad del medio periodístico. 3) De los derechos del lector. 4) Del buen uso del idioma. 5) De la transparencia y la claridad en textos y demás contenidos. 6) Del criterio de veracidad. 7) De la cultura de la discordancia, la diversidad, el pluralismo. El momento del lector Cuantas veces sea necesario conviene decir que se entra en acción es en el momento del lector: El Defensor actúa por propia iniciativa o por interpelación, solicitud o requerimiento de algún lector o algún grupo de lectores. No interviene antes de la publicación. Sólo debe hacerlo cuando el contenido es de dominio público. Es decir que sólo actúa cuando le corresponde: El lector de ningún modo se mete en la preparación, redacción, edición o producción del periódico. Sólo cuando el periódico ha llegado a sus manos. Así mismo procede el Defensor del Lector: No interviene antes ni durante el proceso de elaboración de la información, porque esa injerencia tendría algún viso de censura previa, en absoluto inaceptable. Tendencia censora A propósito, la tendencia censora tiene afinidad con el integrismo crítico, parecido al de los casos mencionados en el primer párrafo. La revelan, la enseñan o la insinúan no sólo lectores draconianos comunes y corrientes, sino también personajes muy encumbrados del mundo intelectual, para quienes parece que no han sido suficientes los duros experimentos dirigidos por regímenes autocráticos y despóticos para silenciar la palabra escrita o hablada, ni las políticas y estrategias de estatización de medios periodísticos. La crítica de los medios periodísticos es necesaria, es saludable. Influye en el mejoramiento progresivo de la calidad de contenidos. Induce a reconocer la importancia de optar por un discurso periodístico más respetuoso del pluralismo y propiciador de la apertura de espacios democráticos. Debe generar discusiones y reflexiones (y acciones consecuentes) sobre cuestiones de la filosofía, la ética, la metodología y la técnica de la cultura profesional. Sin embargo, la crítica se deslegitima cuando exhibe falta de ponderación, ánimo destructivo, afán reprobatorio sistemático, apasionamiento y, en fin, integrismo crítico y tendencia censora. Con los lectores Falta de cuidado y revisión El señor Jorge Marín, quien escribe desde gualdo@epm.net.co, lamenta los errores de ortografía que aparecieron en un texto publicado el lunes 28 de agosto, sobre la Ese Rafael Uribe Uribe. Menciona, en particular, los vocablos pulxosímetro y ascéptica, escritos así. Es evidente que faltó revisión de la


nota antes de publicarla. Un descuido como ese, así sea excepcional, nos causa mala impresión a los lectores. Pensiones y cesantías Un lector llamó para reconocer que la información publicada el pasado jueves sobre las pérdidas de los fondos de pensiones y cesantías fue bien tratada y ofrece datos creíbles y pormenorizados, “pero sigue con una gran preocupación” porque lo intriga saber cuál puede ser el verdadero futuro de las pensiones”. Ha dicho que se siente angustiado, después de los anuncios oficiales sobre liquidación del Seguro Social y más ahora al observar los datos sobre las pérdidas y la reducida rentabilidad de los fondos. Quisiera que hubiera más desarrollos de la información en referencia. El periodista Uriel Cardona ha dicho, a propósito: “La información publicada tuvo como base el reporte de la Superintendencia Financiera. Para los primeros días de la próxima semana estamos preparando un informe más amplio, con casos de personas que perdieron con los fondos al retirar sus dineros y con la posición de los directivos de los diferentes fondos o del presidente de Asofondos, Luis Fernando Alarcón Mantilla”. La respuesta del periodista entraña el compromiso de continuar en el seguimiento del tema. Es importante que, mediante información clara y suficiente, que vaya más allá de lo dicho hasta ahora, se ayude a despejar dudas y confusiones. Otra cara de la información El lector Mauricio García A., quien escribe desde agroecos@tutopia.com, se refiere a la historia titulada Daniel Baltazar cosecha semillas de identidad y destaca “el deseo de la periodista de resaltar algunas problemáticas locales y de comunidades que poco tienen espacio en los medios de comunicación”. No obstante, dice que la publicación se queda en la mitad del camino y no se corrobora con otras fuentes de la comunidad lo dicho por el entrevistado. Concluye que “lo que hay detrás es muy distinto” de lo que se ha publicado. La periodista Liliana Vélez de Restrepo ha dicho que sí buscó otros puntos de vista y consultó con otras fuentes de la comunidad, que prefirieron mantener sus nombres en reserva. Hizo este trabajo con el ánimo de destacar un liderazgo y unos esfuerzos altruistas, pero admite que en El Volao (en Necoclí) son múltiples y complejos los problemas y no podían resumirse en un solo texto periodístico. Ha detectado, por ejemplo, que hay dos tendencias, la de los que piden apoyo estatal y la de quienes toman la iniciativa y trabajan con la comunidad. Se procuró mostrar otras facetas de la información. Pero la reticencia de diversas fuentes informativas a revelar su identidad ha limitado la capacidad de indagación en profundidad. Nunca un trabajo periodístico deja complacidos a todos, más todavía en comunidades en las cuales, como el mismo señor García lo sugiere, hay muchos otros problemas de fondo, aunque su queja también se queda en la mitad, pues no resuelve el interrogante sobre qué es lo distinto que hay detrás. Buena publicación, pero… El lector Christian Betancur, quien escribe desde cbetancq@eafit.edu.co, empieza por felicitar a El Colombiano y los periódicos asociados por “la


excelente enciclopedia de historia”. “Es tan buena (dice), que el domingo, en vez de leer el periódico por Internet, lo compro en el puesto de revistas y pago el ejemplar siguiente, para asegurarlo. Pero también deseo criticar a la editorial por el pésimo trabajo de traducción, lleno de imprecisiones y frases construidas sobre el modelo del inglés, sin sabor castellano”. Pero la queja principal se refiere al índice, que empezó a circular el domingo 27 de agosto. Ni el traductor, ni el revisor de estilo, ni el editor se tomaron el trabajo de reordenar su traducción”. El asunto lo ha conocido la sección competente del periódico. La enciclopedia es un “producto” externo, pero los lectores lo identifican con El Colombiano, que lo acoge y lo adiciona a la edición respectiva, con el riesgo de ciertas fallas que ojalá no se repitan.


La educación, asunto prioritario en la agenda

Por Juan José García Posada Ayer viernes 8 de septiembre debió celebrarse otra vez, como ha venido haciéndose desde 1967, el Día Mundial de la Alfabetización. La Unesco instituyó esa fecha en el calendario con el fin de "recordar que un mundo alfabetizado no es simplemente un mundo en donde la población sabe leer y escribir, sino uno en el que el potencial humano ha sido liberado y puesto al servicio del progreso". La noticia no apareció en el periódico. En ninguna página o sección se hizo referencia alguna. Tampoco salió en buena parte de los medios impresos del país. Como lector, podría pensar que el tema de la educación sigue siendo subestimado. Prioridad No obstante, aunque parezca un mal síntoma la omisión de ayer puede considerarse un episodio incidental, en el caso de EL COLOMBIANO. El Editor de Docencia y Educación, periodista Ramiro Velásquez Gómez, ha dicho que la cuestión educativa es prioritaria y así se le trata en forma habitual, aunque debe primar el enfoque noticioso e informativo, pues hay muchas cuestiones que deben dejar de analizarse por falta de espacio. Lo cierto es que, pese al manifiesto interés que suele demostrarse por asignarle al asunto educativo el lugar de preeminencia que merece en la agenda de información, la conversión de esos buenos propósitos en realidad se malogra por la complejidad y la abundancia de noticias de mayor impacto y por la abrumadora primacía de los hechos actuales inmediatos y sorprendentes. La educación (y la alfabetización, en particular) no puede ser flor de un día. Debe ser motivo de atención constante, rutinaria, para todos los medios periodísticos. Omitir, como ha sucedido, la noticia sobre el Día Mundial de la Alfabetización, no es de tanta relevancia como sí lo sería que el tema educativo se eludiera por completo y no se estableciera una estrategia consistente para, además de destacar los sucesos de tipo noticioso que se registran, analizar, interpretar y explicar los porqués del mundo muy amplio de la educación en sus diferentes facetas y especialidades.


Periodismo educativo Claro está que hace falta espacio más amplio para no limitar el cubrimiento de lo educativo a las noticias e infundirle razonable profundidad. Pero, además, lo educativo debería cruzar por todas las especialidades de la información: Todos los contenidos periodísticos deberían orientarse a la realización de una finalidad docente (y muchas veces pedagógica), inherente a la actividad periodística. No se informó sobre el Día Mundial de la Alfabetización. Sin embargo, es muy probable que en las ediciones de hoy y en las posteriores se haga énfasis en el nuevo Plan Nacional de Educación (lanzado ayer), sobre sus características y alcances, sobre el compromiso de toda la comunidad educativa de contribuir a que se efectúe y sobre sus aciertos y errores. El tema no se apaga en una jornada. Un periódico es un medio que alfabetiza (en el concepto de la Unesco, entendido como ayuda a la liberación del potencial humano para que se ponga al servicio del progreso), que instruye y que incide en la formación axiológica de los lectores. Crisis de valores El problema capital de nuestro tiempo es de valores. Cuando una sociedad, como la nuestra y otras que se le parecen, afronta graves amenazas de distorsión ética y degradación moral, la educación formal desde la escolaridad, en sus diferentes niveles, es frágil y precaria y necesita el respaldo eficiente de los medios periodísticos. Y el aspecto valorativo es primordial. No obstante, la vigencia real de los valores está siendo afectada por las corrientes de frivolidad e insustancialidad, que muchas veces parecen irresistibles. La sindéresis se diluye. Desde la actividad periodística es preciso insistir en proporcionar todos los elementos indispensables para impedir que se borre la distinción entre lo justo y lo injusto, entre lo bueno y lo malo y entre las luces y las sombras. No tiene por qué pretenderse que todos los contenidos de un periódico estén señalados por el rigor de lo trascendental y despojados de un tono jovial. Sería equivocado incurrir en el mismo error en el que incurren no pocos educadores, cuando convierten el aula en un lugar de encierro gobernado por un régimen de severidad implacable y ajeno por completo a cualquier tipo de ejercicio lúdico, al humor y a la recreación saludable. El periodismo, en definitiva, debe parecerse a la vida. Y la vida, como decía en esta misma sección hace algunos meses, no puede ser de una seriedad y una adustez invariables. El periodismo desarrolla una suerte de gaya ciencia, de ciencia cordial y afable. De lo contrario muy pocos lo soportarían. En la mañana de ayer, el profesor Francisco López Segrera, del Secretariado de la Global University Network for Innovation, habló en el Congreso Nacional de la Universidad Pontificia Bolivariana sobre la educación en el mundo globalizado. Criticó la globalización de la desigualdad y advirtió que hay una sociedad de la información, pero es una información banalizada. Está implícita la responsabilidad de los medios periodísticos cuando se trata de afrontar esa


amenaza. La educación es asunto prioritario en la agenda informativa. Anuncio que incomodó la lectura Varios lectores protestaron por la aparición, en la edición digital de EL COLOMBIANO, del anuncio publicitario animado de una cerveza, calificado por ellos de invasivo. El Editor del diario en internet, periodista Juan José García Villegas, ha dicho: “EL COLOMBIANO siempre ha sido muy cuidadoso de no usar formatos publicitarios que dificulten la lecturabilidad de la información en su edición electrónica, como ventanas emergentes y banners invasivos. Por ello, autorizamos la inclusión de la citada publicidad de la cerveza, pues consideramos que no representaba ningún perjuicio para nuestros lectores, quienes son nuestra razón de ser”. “Es importante aclarar, además, que en la medida en que en elcolombiano.com contemos con más pauta publicitaria será posible ofrecer mayores desarrollos tecnológicos y, por ende, más servicios gratuitos para la comunidad”. Del Defensor: Tal anuncio incomodó a varios lectores, aunque sólo apareció en un día. Es importante sostener el equilibrio entre servicio informativo y beneficio económico. Es necesaria la publicidad, pero ojalá nunca interfiriera los contenidos periodísticos. ¿Quiénes ganan y quiénes pierden? El lector Manuel J. Páez (mpaez@fisica.udea.edu.co) dice que hay discordancias entre el dato de un titular y el que aparece en un Editorial, sobre los fondos de cesantías y pensiones. En lo esencial de su carta dice: “El 31 de agosto un titular de la primera página dice: Más de 1.7 billones perdieron los fondos. Hoy el Editorial se titula: ¿Pierden los usuarios pero ganan los fondos? Son muy engañosos estos títulos. Los usuarios fuimos quienes perdimos dinero, no los fondos. La interrogación del titular confunde al lector. Esperaba que El Colombiano hiciera un análisis de la enorme pérdida que sufrimos quienes tenemos nuestro dinero en tales fondos”. Del Defensor: Es legítima, en general, la preocupación del lector. Otros lectores la han expresado. Debo decir de nuevo que en la Redacción se ha anunciado un seguimiento continuo al tema, con información y explicación. En cuanto al título del Editorial, plantea una interrogación válida. El rally de la Tatacoa El lector Felipe Villegas (felipe_villegas_gomez@hotmail.com) escribe para hacer varias objeciones a una información sobre la prueba automovilística de La Tatacoa. Dice no le parece cierto que el Rally Tatacoa 500 se haya corrido con tránsito regular de vehículos particulares, como leyó. En seguida comenta: “Es una ofensa para quienes están vinculados con esa modalidad, que en un períodico se afirme lo contrario. Pienso que estas mentiras son las que no permiten que el automovilismo en colombia progrese”. Del Defensor: Desde la Redacción Deportiva de El Colombiano se respondió que esa información no se publicó en esa sección. No apareció en el periódico. Se publicó en Automotores, que circula con la edición de El Colombiano pero no es realizada en este diario. Es una de las publicaciones satélites que la casa editorial difunde, producidas por un grupo de periódicos. En próxima ocasión me propongo tratar otra vez sobre las separatas y revistas de esa índole. Diferencia entre asesinar y ejecutar


Esta información de la agencia EFE despeja las dudas de algunos lectores sobre la diferencia entre los verbos asesinar y ejecutar, que se usan con alguna frecuencia en la jerigonza periodística: “La Fundación del Español Urgente, Fundéu, en su análisis diario del uso del español en los medios de comunicación, advierte sobre el uso erróneo del verbo “ejecutar”. “En español, cuando se informa sobre los delitos de muerte cometidos por las mafias o por las organizaciones terroristas, no debe usarse nunca el verbo “ejecutar”, pues su significado es “ajusticiar a un reo”, para lo que, en los países donde existe la pena de muerte, es necesario haber comprobado su culpabilidad y un juicio justo”. “Ejecutar”es cumplir la sentencia de muerte con la que el tribunal decide castigar al reo”. “En los demás casos se trata simplemente de “asesinar” o de “matar”, pues eso y no otra cosa es lo que hacen los delincuentes en sus ajustes de cuentas y los terroristas que tratan de chantajear al Estado o a los gobiernos”.


¿Cómo y qué leerá el lector del periódico del mañana?

Por Juan José García Posada Tan importante como conjeturar sobre la supervivencia del periódico en los decenios próximos es advertir cuáles son las nuevas formas de lectura y, en particular, cómo ha de ser el nuevo lector, qué medios y métodos empleará para estar bien informado y qué tipo de periódico va a seguir leyendo. La línea más fácil ha consistido siempre en pronosticar la extinción de los diarios. Y no ha sido la acertada. Hoy en día, mientras los apocalípticos hablan de la desaparición del periódico, los integrados (con la clasificación de Umberto Eco) especulan, reflexionan y hacen propuestas para asegurar la permanencia de los periódicos y su acomodo a las circunstancias sobrevinientes, valga decir su transformación acorde con realidades y apremios que nacen del dinamismo social y determinan cambios conceptuales, metodológicos y técnicos en un proceso de modernización y sincronización con las nuevas tendencias. Collage multimedial ¿En término de dos o tres decenios cómo serán las nuevas formas de lectura? ¿Habrá todavía lectores de periódicos? La lectura se ha potenciado en los años recientes, aunque no se crea si se piensa que sólo se lee lo que está escrito en papel. Como tantas veces se ha dicho, la nueva lectura es multiforme. El nuevo lector es protagonista de una suerte de fidelidad al periódico sin exclusividades, que admite diversificación. El medio predilecto (supongamos que siga siendo el periódico) no es ni puede ser el único: El lector diversifica los medios, los escoge y los prefiere conforme con intereses específicos de información, opinión y entretenimiento. En los momentos de cada jornada en que tiene posibilidad de leer, puede seleccionar, combinar y ensamblar los elementos que obtenga del diario impreso, la radio, la televisión y la internet. La nueva forma de concentración en la lectura está regida por la complejidad. Leer, desde ahora y para el mañana, es captar y asimilar un collage multimedial. Contenidos útiles Cualquier estrategia que se planee para asegurar la pervivencia de un periódico debe consultar e interpretar los nuevos y cambiantes puntos de vista del lector y sus condiciones y formas particulares de entender y poner en práctica la fidelidad al medio. También debe tener la capacidad suficiente de


corresponder a esas actitudes y ofrecer contenidos y formas de presentación estética atractivos y útiles, que permitan la renovación continua de propuestas encuadrables en el collage multimedial que define la nueva lectura. Claro está que al tratar de esa metamorfosis del periódico, es necesario hablar de contenidos agradables y útiles, que reafirmen la lectura como un disfrute y como la satisfacción diaria de la necesidad vital de mejorar la calidad de vida a partir de la educación y la cultura, no de envilecerla. En estos aspectos, hacer concesiones puede equivaler a desatender e ignorar lectores y, en últimas, perderlos. Nuevos paradigmas Estas son cuestiones que, valga decirlo, despiertan interés permanente en las salas de redacción y en los grupos de dirección, gerencia y planeación de los periódicos. Se que en EL COLOMBIANO, por ejemplo, es así. Entre quienes han estudiado las perspectivas del periodismo he leído a Rosental Calmon Alves, profesor de la Universidad de Texas en Austin, quien habló de los diarios en transición y los nuevos paradigmas mediáticos, en el encuentro de la SIP realizado en Quito, en marzo de este año: "Uno de los retos más importantes de los medios tradicionales (dijo) es adaptarse a nuevos paradigmas. El periódico deja de ser apenas aquel paquete cerrado producido por una línea industrial del Siglo Veinte a cada ciclo de 24 horas? y pasa a ser un continuo proveedor de información 24 horas por día, siete días a la semana". "En este nuevo paradigma (agregó Calmon), las fronteras entre los medios tradicionales se debilitan y tienden a desaparecer. El periódico tiene que evolucionar de un medio monomedia (impreso) a un multimedia, debido al perfil convergente de internet. Aunque no esté clara la forma narrativa ideal en internet, que mezcle texto, fotos, audio, video, etc., sí está claro que la audiencia va a esperar eso del periódico. Y hay que empezar a prepararse para ello lo antes posible, ya que significa un enorme cambio en la cultura y en el carácter del periodismo". La papelolatría En el futuro, más cercano y real de lo imaginable, al nuevo lector no deberá resultarle ni extraño ni incómodo repasar el collage multimedial de las hojas del diario, que le han llegado por el aire, para ver y oír e interactuar en una delicada y liviana pantalla portátil de cristal líquido. Una condición básica para comprender y asimilar esos cambios ha de ser la de renunciar de una vez por todas a la papelolatría, al culto idólatra al papel. Algún día se agotará este material, como se agotaron las tablillas de los babilonios y como se agotó el papiro de los monjes medievales. Los materiales pasan. Las ideas y las palabras quedan. Ociosidad Algunos lectores han escrito para expresar su extrañeza por la publicación de una nota periodística del pasado jueves, sobre un estudio de falometría, titulada Dime cuánto mide... y te diré de dónde eres. En contraste con ese reclamo, una lectora dijo que, para ella, “ya es hora de que no sólo se hable de estos temas en relación con la mujer y también se trate sobre los hombres”.


Después de releer la nota y conocer cuál ha sido la motivación para publicarla puedo concluir que se trata de un contenido inofensivo, que, no obstante el tono mesurado que se empleó para redactarlo y editarlo, se aproxima a un estilo de periodismo ocioso, que muy poco aporta a la mejor ilustración de los lectores. Como lector puedo decir que si se quedan por fuera muchos otros temas importantes, por falta de espacio y de tiempo, no debería dárseles tanto despliegue a cuestiones que puedan ser calificadas de insustanciales. El espacio de escritura y el tiempo de lectura son muy cortos en la época actual. A los lectores no debe inducírsenos a que dilapidemos las horas de lectura ni a que hagamos concesiones en materia de calidad. La foto de Las Palmas La lectora Patricia Bernal ha escrito este mensaje: “Qué foto tan buena, por completa, la que abre la edición de hoy sábado, sobre la nueva carretera de Las Palmas. Felicitaciones para el fotógrafo y a quien tuvo el acierto de escogerla”. Tiene razón la lectora. Es una fotografía que muestra el avance alcanzado en el periodismo gráfico: Antes, de la inauguración de una carretera solía publicarse una escena de la ceremonia de corte de cinta. El reportero gráfico Henry Agudelo, esta vez captó una cantidad tal de elementos que puede verse la mayor parte de la vía desde el Alto de Las Palmas hasta su terminación en la ciudad. Es un acierto que no puede dejar de destacarse. Información objeto de análisis El lector Juan Diego Restrepo, profesor de Edición en el programa de Periodismo de la Universidad de Antioquia, ha enviado copia del análisis que hizo, con sus alumnos, de la historia periodística sobre la mendicidad infantil. “Se la envío (dice) porque es un análisis sobre la noticia aparecida el día martes 12 de septiembre, titulada Más de 660 niños ejercen la mendicidad en Medellín, trabajo que me parece de tal riqueza periodística y académica que cuando lo leí no dudé en abordarlo conceptualmente para llevarlo a mi clase”. Es un modo de leer el periódico, mediante un método riguroso de análisis del texto y el contexto. Por supuesto que es un tipo de lectura desde el entorno académico, distinta de la que suele hacer la mayoría de los lectores. Del interesante trabajo, en el cual se ponen en claro aspectos positivos y negativos de la información referida, he enviado copia a la Redacción, donde puede apreciarse esta forma de lectura interpretativa y crítica ponderada de medios. En próxima ocasión trataré sobre este tema de la diversidad de lecturas del periódico. Los límites del suceso El lector Ignacio López dice que las fotos que suelen publicarse en la parte superior de las páginas con el distintivo de Suceso Gráfico, a veces se pierden porque no alcanzan a distinguirse los elementos que forman la imagen noticiosa. Pone como ejemplo la que apareció sobre la protesta de los mototaxistas en la Costa Atlántica. “Puede ser un suceso, en verdad, pero entonces la foto debería publicarse con mayor despliegue y no tan pequeña”. Este tema había sido tratado en otra ocasión. En realidad por las reducidas proporciones de la foto se diluyen los componentes informativos del mensaje gráfico. Por el respeto


“Me encanta que hayan abierto una página diaria de televisión. A ver si nos informan y ayudan a escoger programas de calidad en medio de tanta mediocridad. Les pido el favor de una campaña por el respeto al televidente: empezando por el respeto a los horarios, que los canales privados manipulan a su amaño sin que ponga orden la Comisión Nacional de Televisión”. Del mensaje, escrito por el lector José Mauricio Yepes, se da traslado a la Redacción. Lo que dice es razonable. La nueva página de televisión es un servicio que hacía falta. Y una campaña como la sugerida nos vendría muy bien a los lectores, que somos, en buena parte, televidentes.


A pesar de los que dicen que leer es una ociosidad

Por Juan José García Posada Una lectora dedicada al magisterio se siente extrañada porque en la edición digital de EL COLOMBIANO ha tratado en forma inútil de encontrar una entrada a la sección de Prensa Escuela. Dice que ese proyecto es encomiable, que lo conoce de cerca desde hace unos diez años, pero que, en su opinión, le falta facilitar la interacción con maestros y estudiantes en un sitio de Internet, lo que debería hacerse en aprovechamiento de las nuevas tecnologías y de los avances en materia de educación en ambientes virtuales. Aparecerá en Internet Tales apreciaciones son valederas. Al hacer la verificación se observa que Prensa Escuela no tiene lugar en la actual edición del periódico en la Internet, al menos con un punto visible de ingreso. La primera impresión que se forma uno como lector es muy natural, de extrañeza. La responsable de Prensa Escuela, Clara Elena Tamayo, ha dicho que está en estudio un proyecto para instalar la sección en la edición digital. Está elaborándose en coordinación con Medios Electrónicos del periódico. En próximos días se conocerán conclusiones de este trabajo y este programa, creado hace once años con el propósito de cooperar desde el periódico en la educación de los nuevos lectores, tendrá su espacio en la red. Es un anuncio positivo. Dos mundos conciliables Otro lector llamó para hacer notar que en esta misma sección del Defensor, de hace dos semanas, aunque se destacó la importancia de la educación como prioridad periodística, para nada se mencionó el proyecto de Prensa Escuela. Es cierto. Pero la omisión fue involuntaria. En otras ocasiones se ha hecho referencia al proyecto, al insistir en la formación de lectores desde la infancia y con base en la relación entre los programas de primaria y secundaria y los contenidos de actualidad que publica el periódico. Aunque el mundo escolar discurre a un ritmo distinto al del llamado mundo de la vida, el periódico puede servir de puente o de conexión para que se sincronicen ambos tiempos y la educación esté asociada con el contexto informativo e histórico de la ciudad, el país y el planeta. Prensa Escuela El programa de Prensa Escuela está siguiéndose en la actualidad en 144 establecimientos educativos de Medellín y otras localidades. Tiene el respaldo de un grupo de talleristas, estudiantes de Comunicación Social y Educación de la UPB. El objetivo primordial ha consistido en formar lectores de prensa desde la infancia.


Pretende, además, formar maestros en el uso de la prensa como herramienta didáctica, establecer un puente entre la vida y la escuela, al propiciar la reflexión crítica de los estudiantes frente a diversas situaciones sociales y promover la lectura de EL COLOMBIANO como fuente de enriquecimiento personal y de desarrollo social de los ciudadanos. Didáctica de la actualidad En esta semana, la coordinadora de Prensa Escuela, la educadora periodista Clara Elena Tamayo, envió a los profesores de los colegios vinculados con el programa una información que orienta sobre cómo asociar cada tema de los que se tratan en una determinada edición con las diversas materias del pénsum escolar. Así, por ejemplo, una información sobre los índices de pobreza en Colombia puede tratarse como cuestión ilustrativa en un curso del área de Sociales. Una historia sobre un conjunto musical famoso puede ser complemento didáctico de una clase de música y bellas artes. En cada página, en cada espacio del periódico hay un motivo de ilustración, análisis, conocimiento, que puede aprovecharse en el aula de clase. O en el aula virtual, para cuando funcione la sección de Prensa Escuela en Internet, en la que es posible que se incluyan recursos que posibiliten la interacción o interactividad y una relación comunicativa fructífera entre el periódico, los estudiantes y los profesores. Instrumento pedagógico Tales recomendaciones refuerzan el cumplimiento de los presupuestos enunciados en la visión y la misión de Prensa Escuela: La visión: "Ser una herramienta pedagógica idónea y amigable para la comunidad educativa antioqueña, útil para la formación de ciudadanos más lectores, responsables y participativos". Y la misión: "Contribuir a la formación de nuevos lectores, mediante el uso de EL COLOMBIANO, aportando al mejoramiento de la calidad de la educación y a la consolidación de ciudadanos más conscientes de su entorno social y de su responsabilidad para el mejoramiento continuo de la ciudad". Los que no leen? Con todo, hay una dificultad que puede malograr los buenos propósitos de quienes se empeñan en formar nuevos y buenos lectores, en fortalecer competencias comunicativas. No sólo se oponen las tendencias a una educación ágrafa (nada de escritura ni de lectura) y las formas audiovisuales de simplificación de la lectura y acentuación del facilismo. También pueden entorpecer los programas de lectura didáctica de la actualidad periodística los papás que se resisten a aceptar que un periódico sí ofrece contenidos formativos y enriquecedores, textos e ilustraciones de calidad, lo mismo que otros padres de familia (e incluso educadores) que siguen catalogando la lectura de periódico en el rango inferior de una actividad ociosa, a la que, si acaso, podrían dedicársele algunos momentos de holganza pero sólo con el fin de encontrar distracción ordinaria, como si se tratara de un juego con pasatiempos. La lectura hoy en día tiene muchísimos más adversarios de los que pueden contarse.


Algunos de ellos están incorporados a la misma comunidad educativa (que no sólo la forman los maestros y los alumnos, sino también los papás). He ahí un problema, un reto y, por supuesto, una oportunidad para crear, innovar y proyectar desde un periódico y en particular desde un programa de la categoría de Prensa Escuela: ¿Cómo atraer a los que dicen que leer periódicos (y libros) es una ociosidad? Hacen falta estrategias eficientes para que los neo lectores les ganen a los no lectores. Con los Lectores Ediciones anteriores La lectora Adiela Echeverri pregunta dónde puede encontrar ediciones anteriores de EL COLOMBIANO. Aunque no precisa si se trata de ediciones impresas o digitales, esta respuesta puede orientarla, lo mismo que a otros lectores: Las ediciones en internet pueden consultarse en la respectiva página (en “ediciones anteriores”) a partir del 1 de enero de 2001. Las ediciones archivadas en base de datos, pueden consultarse desde 1998., mediante solicitud previa y justificada en el Centro de Información Periodística. Las ediciones impresas, en su inmensa mayoría están microfilmadas, desde el 6 de febrero de 1912, cuando se fundó EL COLOMBIANO. No se espera por El lector Hernán Gómez Montoya dice que al regresar al país después de varios años de ausencia volvió a disfrutar “el placer de tener un ejemplar del diario leer de los antioqueños” en sus manos. Pero que se decepcionó al encontrar un error en este titular de primera página: Unos padres esperanzados y su caja de juguetes esperan por Estefanía. En su opinión, “es inadmisible que en una publicación de la categoría de EL COLOMBIANO se deje pasar un error gramatical tan grave (traducción literal del inglés wait for)…” El lector hace una observación razonable, aunque en un tono innecesario por fuerte. Entre las 27 formas de utilizar la preposición por, definidas por el Diccionario, no aparece la del titular. Es cierto que se trata de un error, en la forma de extranjerismo. Que es muy común, es otro asunto. Pero nada de extraño tendría si en la versión próxima del Diccionario figurara entre los modos aceptables de emplear tal preposición. El abuso de la indignación “Estoy indignado por el error que acabo de encontrar en la edición de hoy, donde dice que…” Esta es una expresión que suelen utilizar algunos lectores, con esas u otras palabras, para llamar la atención sobre alguna falla gramatical, geográfica, histórica o cronológica. La indignación se define en el Diccionario como “enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”. Cuando los errores no son de gravedad extrema, no causan daño moral o material a algún lector, ni les disminuyen sus derechos, indignarse parece más una exageración. No hay que abusar de ese vocablo. Lo mejor es hacer las críticas u objeciones con serenidad. Inconforme con la publicidad El lector Daniel Felipe Soto Gómez declara su inconformidad con la abundancia de anuncios publicitarios. En extensa carta, que por tal motivo no alcanza a publicarse en los límites de esta columna, dice que “ya el lector no puede explorar tranquilamente toda la página porque simplemente se tropieza con un mensaje comercial de gran tamaño, inclusive con algunos que cubren


la página entera. Me parece un hecho irrespetuoso para el lector, pues su libre lectura pasa a ser perturbada por la oscura publicidad con la que se topa a cada momento”. Las observaciones del lector pueden corresponder a una frustración explicable porque se espera más material de lectura. Hay algunos casos y algunas temporadas del año en que la publicidad puede desbordar los límites regulares. Se ha explicado, a propósito, que en la medida de lo posible se procura ampliar el paginaje de la edición respectiva para facilitar la publicación de información y demás contenidos completos y no sacrificarlos por el volumen de anuncios publicitarios. De todos modos, en una sociedad abierta y donde los medios periodísticos y de comunicación son empresas privadas, la publicidad es necesaria para asegurar la autosuficiencia financiera de un periódico y por ende su independencia. Lo recomendable es guardar el equilibrio entre el servicio y el beneficio: No dejar de proporcionar el servicio de informar y orientar que le es esencial al periódico, pero tampoco abstenerse de buscar un legítimo beneficio económico, por los motivos expuestos. En cuanto a que un lector inconforme con la publicidad pueda buscar otros medios, claro está que puede hacerlo. Pero dudo mucho de que pueda encontrar en este país un buen periódico sin avisos. No son pertinentes Un lector protesta por informaciones sobre la gira de un ballet folclórico y la presunta desfiguración de expresiones del folclor musical de una región. Otro hace un reclamo por las deficiencias de una empresa de transportes del Suroeste de Antioquia. Son dos quejas, como muchas otras de sentido similar, que no están dentro de la competencia del Defensor del Lector. Con tales mensajes, así como con el de una lectora que se queja por los trámites desesperantes para obtener descuento en un almacén con su tarjeta de crédito, el procedimiento consiste en copiárselos a las secciones de la Redacción en las cuales podrían encontrar temas de interés para ulteriores indagaciones periodísticas. A otro lector, que pregunta a qué sección del periódico podría hacer una denuncia, debo responderle en iguales términos: Depende de la índole de la denuncia y de si es o no de interés público. Y a una señora que alerta sobre el riesgo en que está un grupo de niños al parecer amenazado por un vecino que no soporta el bullicio en la cuadra, se le sugiere que llame a Bienestar Familiar o a la estación de policía más cercana.


Imágenes de archivo, suficiente ilustración

Por Juan José García Posada Publicar imágenes de apoyo es un recurso legítimo de los medios periodísticos, siempre y cuando se cumplan unas condiciones mínimas. No deben vulnerar la vida privada de las personas que aparezcan fotografiadas o filmadas, tampoco deben lesionar su integridad moral y han de estar dentro del contexto de la información que se pretende ilustrar. Posteridad incógnita Lo ideal sería si para la publicación de una fotografía, reciente o de archivo, pudiera contarse con la autorización de quien o quienes aparecen en ella. Es el derecho a la imagen el que está de por medio. Sin embargo, en la mayoría de los casos no es posible gestionar y obtener tal permiso. Este es un argumento válido que se expone desde la Redacción. Sería demasiado, pedir que se identificara y se localizara a los espectadores anónimos que accionan y gesticulan en las graderías de un estadio. De igual modo lo sería reclamar la autorización de alguien que trabaja en un lugar público y cuyo rostro quedó por casualidad destinado a esa forma de posteridad incógnita. A propósito? Varios lectores han puesto el tema en diferentes ocasiones y han preguntado cuáles pueden ser los límites y los alcances de la acción periodística. A propósito, he encontrado un caso que cito sólo por vía de ejemplo: El pasado jueves 28 de septiembre, en página interior apareció una nota que se tituló así: Lotero nada tiene que ver con fraude. Se ilustró con la misma fotografía que acompañó un artículo del 26 de febrero de 2006. El personaje central, un vendedor de lotería, "no tiene nada que ver con los hechos narrados", dice y se repite en la aclaración. Aclaración que, además, se había hecho meses atrás. La foto del señor lotero fue obtenida del archivo y con la aclaración se dejó constancia de que, al publicarla, no se pretendió lesionar la imagen ni el nombre del ciudadano mencionado y "el único objetivo era ilustrar el texto?" Suficiente ilustración Se ha seguido un procedimiento apropiado, para corregir un posible malentendido y dejar en limpio al personaje cuya imagen (del archivo) se publicó por casualidad, como se ha dicho, sin ánimo de causar daño. Se trata de una foto que, en rigor, no estaba dentro del contexto de la información, como queda especificado. Se había tomado en circunstancias muy distintas y para ilustrar otra historia que nada tenía que ver con la de febrero. En el caso


citado, puede declararse que hay suficiente ilustración. El riesgo Se afronta riesgo de imprecisión, entonces, cuando se acude al apoyo gráfico mediante imágenes de archivo que se escogen de buena fe pero sin considerar la probable afectación del nombre de quien aparezca fotografiado. De las fotos actuales o del pasado que no deben publicarse, porque no añaden elementos importantes a la información, se trata en el Manual de Estilo. Todos los filtros Todos los modos de selección estricta deben aplicarse. Nunca sobran las previsiones, las cautelas, la prudencia. Lo primero que puede sugerirse es la revisión periódica de las imágenes de archivo, para descartar aquellas que se estime que puedan ofrecer algún riesgo, que muestren elementos anacrónicos, o que no tenga sentido seguir conservando. Es obvio que debe procederse con criterio selectivo, hasta donde sea posible con una actitud ecuánime y sensata pese al apremio de las circunstancias. Los filtros inherentes al proceso de edición deben operar al máximo. Y si se incurre en alguna falla, lo razonable es hacer la aclaración correspondiente. Lo cuestionable Lo que sí debe evitarse porque está proscrito de plano es la utilización de cámaras escondidas en sitios de acceso restringido, la captación subrepticia de fotografías en recintos cerrados de ingreso reservado, en fin, situaciones en las que se supone que puede haber intromisión indebida, vulneración de la vida privada, violación de una reserva advertida, involucración deliberada de alguien en una transgresión, etc. En tales condiciones, la decisión periodística sería cuestionable desde el punto de vista ético, por la utilización de medios, recursos o artificios indebidos, por ilícitos, dolosos, culposos o de intencionalidad sospechosa. Lo público es público En relación con el tema puede concluirse que la responsabilidad periodística no puede extenderse a la previsión de situaciones en absoluto imponderables, como, por ejemplo, cuando se publican imágenes de archivo, e incluso fotografías tomadas el mismo día, que muestran escenas captadas en lugares públicos y en las que salen personas que, por consiguiente, en tales casos, no pueden invocar privacidad: Los aficionados en un estadio, los asistentes a una manifestación en una plaza, los transeúntes en una calle, etc. Lo que es público por sí solo no puede convertirse en privado como por arte de birlibirloque. Un brinco del Diablillo La lectora Alina Tamayo Tobón ha escrito para aceptar la invitación a exponer observaciones sobre el manejo del idioma y hacer notar una falla cometida en la edición del 20 de septiembre, en un comentario en el cual se escribió que “...ojalá hicieran el día sin carro cada mes haber si se descontamina”. Tiene toda la razón. Es un error elemental. Se explica por un descuido. Nunca serán suficientes los controles gramaticales y la vigilancia estricta para revisar y corregir textos, por más rigurosos que sean. Donde menos se piensa, aparece el malhadado personaje de la picaresca llamado diablillo. “¡A alumbrar a los pueblos!”


De la carta del lector Mauricio Gutiérrez se reproducen estos apartes: “Me agradó mucho leer la crónica del señor León J. Saldarriaga L. sobre el centenario de la iluminación eléctrica de Jericó, “primer pueblo que espantó la Luna hace cien años”... Quizás, para mi gusto, habría sido mucho mejor si hubieran recordado quién y cuándo dijo algo así como “te fregaste Luna, a alumbrar a los pueblos”. Por lo visto, con la luz en Jericó empezaron a echar a la Luna de las localidades distintas de Medellín”. La expresión que cita el lector se le atribuyó a un personaje típico del Medellín de fines del Siglo Diecinueve, conocido como Marañas. El historiador Luis Javier Villegas Botero escribió hace algunos años un artículo, sobre los servicios públicos de la ciudad, donde dice: “Cuando la planta de Santa Helena suministró la energía para el alumbrado eléctrico inaugurado en 1898, como “signo de progreso y necesidad de primer orden en toda ciudad civilizada, siquiera como auxilio para el buen servicio de policía”, al decir del Concejo, el popular personaje apodado Marañas encarnó el orgullo colectivo al exclamar: «¡Ahora sí, Luna, a alumbrar a los pueblos!». La calidad del servicio se hizo proverbial: «¡Quién dijo que la luz de Medellín titila!» entonaban triunfales algunos de los más notables ingenieros de la región al alzar su copa de aguardiente”. Replicar y réplica El lector Juan José Arango ha dicho, en uno de los apartes de la carta enviada al Defensor, que está mal empleado el verbo replicar, en la información sobre la Tienda Café de Paz publicada el lunes 25 de septiembre. “¿Acaso (pregunta) el redactor quiso decir establecer varias sucursales”? Es verdad que replicar significa responder con un argumento en contra, presentar un recurso de réplica y repetir lo que se ha dicho. Es esta última definición la que ha dado lugar al uso frecuente de replicar como reproducir, hacer copias o réplicas. El uso del vocablo como verbo no está aceptado por la Academia en el Diccionario oficial, ni en el Panhispánico de Dudas. Sin embargo, replicar tiene una formación lógica. De teniente a coronel “Hay una diferencia muy grande entre el grado de teniente y el de coronel, en la jerarquía militar (dice el lector Arnulfo Salazar). Por lo tanto creo que se ha cometido un dislate al titular, como lo hicieron en la edición del pasado lunes 2 de septiembre, que fue detenido el Coronel que comandó la guaca. Se hablaba en el texto de la noticia de un teniente de apellido Sanabria, no de un coronel”. La observación es correcta. Se incurrió en esa falla. Para mejor ilustración, la jerarquía militar de los oficiales tiene, en orden ascendente, al subteniente, el teniente, el capitán, el mayor, el teniente coronel, el coronel, el brigadier general, el mayor general y el general. Cada grado tiene su propia insignia distintiva. Es decir que entre el teniente y el coronel hay cuatro grados de distancia y no pocos años de separación por antigüedad. Cuando faltan datos Escribe el lector Conrado Mejía: “En la información sobre las obras en la Regional, aparecida el miércoles 27 de septiembre, hubo esmero por ilustrar bien pero me parece que faltaron datos complementarios para mejor información de los ciudadanos. Con ánimo constructivo quiero decir que muchas veces al informar sobre calles, carreras, obras públicas en lugares de la comprensión urbana, por no hacer precisión uno puede quedarse confundido. Medellín es una ciudad cada vez más complicada, con una


nomenclatura no muy orientadora”. En la información citada hubo incluso buen respaldo gráfico. Pero cuando se trata de obras en vías arteriales del área metropolitana sí es conveniente incluir más detalles, mejores datos sobre tiempos, espacios y costos. La Regional es una avenida que de tiempo atrás ha sido motivo de interés general. Es un eje de primer orden y un canal de conexión terrestre entre el Sur y el Norte del Valle de Aburrá. Para un habitante tradicional de Medellín, es probable que no sean necesarios detalles ilustrativos. Para el que sólo va de paso, en tránsito hacia otra ciudad, el periódico es también un guía de viajeros. En este y en otros casos conviene que la información sea exhaustiva, para no pecar por defecto.


El antiguo y olvidado derecho a la verdad

Por Juan José García Posada Se asume que la verdad ha tenido categoría de derecho humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, no se ha grabado de modo inequívoco y explícito como derecho fundamental (mucho menos como deber), en el sentido de prerrogativa esencial dotada de un estatus excepcional que le asegure protección y aplicación inmediata. Esta es una gran paradoja de la civilización y la cultura. Les da razón a quienes, como el finado Jean Francois Revel, concluyeron que la mentira es la fuerza que mueve la sociedad. Si decir la verdad es sólo un enunciado de buenas intenciones, apenas implícito, por ejemplo, en el Decálogo ("No levantar falsos testimonios ni mentir"), no puede considerarse que (decir la verdad) sea un deber de obligatorio cumplimiento. Es un problema de conciencia moral y ética. En rigor, no sería una cuestión de carácter jurídico. Milan Kundera lo proponía como Undécimo Mandamiento en La Inmortalidad. Y en estos días, se ha planteado que la Asamblea de la ONU apruebe la incorporación de la verdad como derecho fundamental. Es cierto que la verdad está sobreentendida en la Carta de los Derechos Humanos, en el consabido artículo 19, que prescribe el derecho a informarse e informar, opinar y recibir opiniones, etc. En la mayoría de las constituciones modernas se consagra el Derecho a la Información. En Colombia es así. Podría asociársele al derecho a la verdad (pero no basta con sugerirlo, con insinuarlo) y sólo así tendría la jerarquía de derecho fundamental. Los derechos fundamentales, también llamados garantías constitucionales e individuales, son aquellos que prevalecen sobre todos los demás, por su inviolabilidad e inalienabilidad esenciales, por su imprescriptibilidad y porque son de aplicación inmediata, que no puede diferirse sin menoscabo de los titulares subjetivos. Fundamentales son los derechos a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad de conciencia, creencia y culto; a la información, a la circulación y la residencia, a la intimidad personal y familiar, al honor y la propia imagen, al debido proceso y la seguridad jurídica. Los otros derechos humanos se catalogan como de ámbito público. Los primeros prevalecen sobre los segundos. Por algo son fundamentales. (En la Constitución Colombiana están enunciados 23 derechos de aplicación inmediata, en el artículo 85).


Un lector ha mostrado su complacencia por la iniciativa expuesta ante la ONU reunida en el encuentro anual en su sede de Nueva York. Pero debe hacerse una precisión: La novedad consiste, entonces, en que se pretenda reinventar el derecho a la verdad, atribuirle nuevo peso específico, darle fuerza y entidad en un mundo como el actual, marcado por el signo de la mentira, y, sobre todo, establecer mecanismos jurídicos que permitan de algún modo replantear la norma en forma explícita, no sólo como una sugerencia, como un consejo bondadoso y conveniente, como una declaración saludable, sino como un mandato dotado de razonable eficacia y, por consiguiente, de algún instrumento coercitivo que posibilite su concreción. Valga decir que la simple exhortación a no mentir (de los Diez Mandamientos) ha sido de ineficacia probada a lo largo de las centurias. Lo que, según la propuesta, debería preceptuarse de manera específica si se reformara la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948, sería el deber ineludible de decir la verdad. ¿Pero qué organismo internacional, qué tribunal judicial tendría la competencia y credibilidad como para juzgar las violaciones y sancionar a los transgresores? ¿Hay en la sociedad humana actual siquiera unos estándares éticos universales de veracidad, que aseguraran la observancia de ese derecho? ¿Acaso estaría poniéndose a funcionar una potentísima maquinaria internacional de imposición tiránica de verdades absolutas, de negación de la pluralidad de perspectivas y de opciones de conocimiento a que tenemos derecho los seres humanos? ¿No estaría moldeándose una tremenda bola de nieve que podría rodar cuesta abajo y crecer hasta convertirse en el temible Ministerio de la Verdad que figuraba Orwell en su deprimente novela 1984? A la ONU están tentándola a que asuma potestades del Gran Hermano. Por supuesto que la recomendación que se ha hecho, para que incorpore la verdad (y no sólo el consabido derecho a la información) al plexo de los derechos fundamentales, tiene destino incierto. Es posible que el tema siga limitándose a cuestiones específicas: La verdad en conflictos y posconflictos, la verdad en casos de desapariciones y torturas y de crímenes de lesa humanidad, etc. En periodismo, decir la verdad se integra al ejercicio de la libertad responsable. Conocerla se relaciona con el acceso a las fuentes de información. Pero reclamar la obligación de decir la verdad a una humanidad tan proclive a la distorsión de la realidad, es como pedirle peras al olmo. La verdad está en la conciencia individual. Es un derecho tan antiguo como olvidado. La mentira, por desgracia, está arraigada en la condición humana. Con los lectores Fotografía con violencia La lectora Clara Lía Gallo Martínez ha escrito para manifestar su inconformidad con la publicación en primera página y en la 12 A, de la edición del miércoles 4 de octubre, de fotografías que muestran a un hombre y una mujer armados de revólveres y en actitud amenazante. Es una escena de la versión libre de Romeo y Julieta, de Shakespeare, del Teatro Hora 25. Este es su mensaje: “¿En medio de tanta violencia es necesario publicar en primera página y luego repetirla en la página 12a una foto a todo color que resulta agresiva, o es apología del delito? ¿Se miden las consecuencias del impacto que esta imagen puede generar?” “En Alemania se suprimió la presentación de la ópera Idomeneo de Mozart por temor a las reacciones que pudiera desencadenar. ¿En una ciudad señalada a nivel mundial


por su violencia es conveniente ensañarnos en estas imágenes? Déjeselas al teatro, pero ¿divulgarlas masivamente y con salida al internet?”> Dura y discutible, pero en contexto Debo decir que de entrada sí es una fotografía que impacta, que impresiona por su dureza. Pero el hecho de que esté antecedida de un titular descriptivo y acompañada de un pie de foto que la sitúa en el contexto preciso, le resta contundencia y la modula. De la lectura de la historia periodística escrita por el redactor John Jairo Saldarriaga se obtiene como conclusión que hubo, por parte del director teatral contemporáneo Farley Velásquez, del Teatro Hora 25, la intención de retomar la creación de Shakespeare con el fin de mostrar su vigencia al asociarla con situaciones violentas de nuestra ciudad o de otros lugares del mundo en los que está expresándose la condición humana en sus múltiples y complejas facetas. Cada lector está en su derecho al apreciar, para aceptar o impugnar, los contenidos textuales y gráficos. La lectora tiene parte de razón al poner en cuestión la necesidad de hacer este tipo de publicaciones. Pero ella misma plantea sus preocupaciones en forma de preguntas. Es cierto que la fotografía, en primera página y en la 12 A, es agresiva por sí sola. Pero no creo que represente de modo exacto una apología del delito. Se trata de la ilustración de una obra de arte dramático (discutible por el exceso en la variación del drama original de Shakespeare con la pretensión de acomodarlo a las circunstancias de tiempo y lugar del Medellín actual), que en su época debió representarse con el uso de otras armas y otra indumentaria, pero que, en lo nuclear, como es sabido, también planteó una confrontación que tuvo notorios ribetes violentos. No por ello puede afirmarse hoy en día que Shakespeare estimuló la violencia en su época, tal como lo ha dicho el periodista John Saldarriaga al referirse a la carta de la lectora y al sugerir que puede haber más violencia en otras fotos correspondientes a escenas que no muestren armas, ni de fuego ni blancas. En cuanto a la supresión de Idomeneo, de Mozart, del programa de un Teatro de la Ópera en Alemania, fue un acto de autocensura motivado por el miedo a una reacción de fundamentalistas musulmanes. Fue un caso distinto. La publicación de las fotografías mencionadas en primera página y en interiores fue decidida, por lo demás, después de la debida deliberación. Que son duras y agresivas, es verdad. Que se ajustan al tema, también. Que la explicación que las acompaña y el trabajo periodístico escrito aclaran con suficiencia que no hubo ánimo de ofender ni de exasperar instintos violentos, no me cabe duda. Sí habría sido recomendable, para disminuir al máximo la posibilidad de herir susceptibilidades, moderar el tamaño de la fotografía de portada y presentarla en forma discreta. Mejor se diría estadinense El lector Andrés Felipe Alzate Restrepo se queja por la utilización del término americano como gentilicio de los nacidos en Estados Unidos y hace alusión a un titular reciente y otras publicaciones. Dice en uno de los párrafos de su carta: “A qué va todo esto estimado defensor del lector. Resulta que hace poco, desafortunadamente no recuerdo la fecha, apareció ...un titular que decía “los americanos”, refiriéndose a estadounidenses (o gringos, como prefiero llamarlos yo, pero sin resentimientos). Entonces al ver un concepto identitario cultural, en un medio periodístico que impacta de manera directa la forma de vivir la vida de un


país, me pregunto: ¿y dónde quedamos nosotros?, ¿acaso la fracción que nos toca de América es menos digna?, ¿o es que sería mejor llamar a la parte superior del continente América y a la inferior Suramérica?” La carta recobra un tema de discusión de vieja data. El uso del término americano es inapropiado, en realidad. Más correcto, desde el punto de vista preceptivo, es estadounidense. Sin embargo, hay una palabra que recomendó Marco Fidel Suárez en los Sueños de Luciano Pulgar, mucho más eufónica y que asegura mejor economía de lenguaje y mayor claridad, y es estadinense. Lo extraño es que nunca ha sido aceptada por los supremos jerarcas del idioma y no figura en el Diccionario. Una conexión en internet La lectora Lina Vanegas ha solicitado una orientación para saber cómo se conecta con un artículo publicado hace algún tiempo en la edición digital de El COLOMBIANO. El editor de Medios Electrónicos Juan José García Villegas le ha respondido y le ha indicado la correspondiente dirección, que no es del caso repetir en esta nota. Sí es pertinente decir que a partir del cambio en las direcciones electrónicas ocurrido hace algunas semanas, la conexión de EL COLOMBIANO y sus diversas secciones en internet ya no utiliza el nombre terra.com. Hubo alguna confusión en los días iniciales y es probable que todavía algunos ciberlectores tengan dificultad para entrar a la página en internet, por lo cual vale esta aclaración.


Algo va del liderazgo al protagonismo fatuo

Por Juan José García Posada Son muy diferentes el liderazgo y el protagonismo, aunque en el manejo periodístico no es frecuente que se haga la distinción entre ambos conceptos. El liderazgo se refiere a la condición de líder y por lo regular tiene una connotación positiva. En cambio, por protagonismo se entiende el afán de alguien de exhibirse como insustituible en su actividad, tenga o no merecimientos. El líder puede ser también protagonista, en la condición de personaje principal, pero sin protagonismo, es decir sin la fatuidad de quien aparenta que es el mejor. Exaltar y estigmatizar Un lector ha dicho que en "los medios" suele destacarse con exceso el protagonismo. La observación es valedera si se tiene presente que mejor sería si se resaltara el liderazgo. El periodismo, no sólo en Colombia sino donde se practique (en general, pues también hay excepciones) acusa una tendencia marcada a la exaltación de personajes que no siempre merecen ponerse como paradigmáticos ante la sociedad, mientras es proclive a estigmatizar (en el sentido de afrentar) a quienes por diversos motivos caen en desgracia y no alcanzan a formar en el pedestal de la fama, el poder o el dinero. Se ha cuestionado también la intensa frecuencia con que se publican fotografías e informaciones relativas a las actividades de los altos funcionarios del poder público. El liderazgo, en tiempos como los actuales, cuando faltan personajes representativos, debe distinguirse por su ejemplaridad excepcional en esta época. A todo señor? Si hay mandatarios que dan testimonio de competencia y probidad en el servicio público, sea en el plano nacional, en el regional o en el del gobierno local, o si hay ciudadanos del sector privado que realizan tareas meritorias que pueden señalarse por su carácter modélico, el periódico y los periodistas no deben abstenerse de publicar sus obras y divulgar sus proyectos. "A todo señor, todo honor", se ha dicho. Esa difusión no debe convertirse en una forma de culto a la personalidad propio de los regímenes autocráticos y totalitarios, en los cuales el funcionario adquiere una aureola de héroe o de semidiós y se mantiene, con la ayuda de un periodismo apendicular, a gran distancia de los ciudadanos o súbditos.


Diferencias El líder es guía, orienta, da ejemplo, demuestra claridad de objetivos, se compromete con el servicio, hace de su deber una consagración permanente a la gestión altruista, obra con la resolución de acertar por el bien común, etc. La impronta renovadora y transformadora del líder en una ciudad, en una región o en un país es visible y no tiene por qué ocultarse. En cambio, el protagonismo vicia cualquier posible vocación altruista y deja la impresión de que hay una primacía indebida de los intereses particulares, del afán personal de figuración y de la obsesión por estar recibiendo distinciones y homenajes públicos, inmerecidos si de lo que se trata es, sin más ni menos, de cumplir con el deber y ser leal con los ciudadanos con los que se ha contraído el compromiso de procurar el bien general. Ave de paso Se estimula el protagonismo cuando se propaga la idea de que un servidor público es sólo un ave de paso que utiliza el puesto como trampolín para ascender hacia otras posiciones. Esa desfiguración de la función pública se manifiesta en la insistencia en el llamado sonajero, en la agitación del abanico de candidatos, así como también en la reiterativa y empalagosa manía de tratar al funcionario, o al personaje del sector privado, como una suerte de actor de la farándula informativa, del espectáculo diario de las noticias. Desconfianza El protagonismo puede malograr proyectos, frustrar empresas de paz y convivencia, confundir a los ciudadanos sobre el sentido, el alcance y las limitaciones de la función pública y configurar una atmósfera de desconfianza. En el caso particular de la información sobre temas de orden público y de paz y derechos humanos y de modo específico en el asunto del posible intercambio humanitario, varios medios periodísticos han incurrido en ese comportamiento erróneo. Encuentro que en el periódico se ha mantenido una línea de seriedad, sin abrir falsas expectativas ni exaltar individualidades heroicas falsas. Y fiscalizar Justipreciar el liderazgo es un factor de buen periodismo en sociedades como la nuestra, que necesitan ejemplos imitables. Si un alcalde, un gobernador, un presidente se distinguen por su capacidad de servicio, por el talante proyectivo de sus administraciones, por la voluntad política de realizar obras de beneficio común, por el dinamismo y la probidad con que orientan sus equipos de trabajo, no se justifica aplicarles una campana neumática. Pero justipreciar, sin hacer a un lado la responsabilidad de fiscalizar, de criticar con independencia y ponderación, de hacer veeduría persistente, de señalar sin contemplaciones los desaciertos y los errores en que tales mandatarios puedan incurrir. Algo va del liderazgo al protagonismo fatuo. Titular engañoso El sábado 7 de octubre, una historia periodística se tituló con el “alto al fuego” (lo correcto es “alto el fuego”) en varios municipios del Suroeste. En realidad se hablaba de un aniversario del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso. El redactor defendió el titular con el argumento de que le gusta, en determinadas ocasiones, utilizar recursos llamativos y en algunos casos “darles un carácter divertido” a ciertas crónicas. La expresión “alto el fuego” se


utiliza cuando se habla del fuego de un combate. Corresponde a la terminología bélica, no a la jerigonza bomberil. Queda fuera de contexto. Está bien que los titulares tengan creatividad, pero sin perder la exactitud necesaria en la información periodística, hasta volverse inexactos, equívocos y engañosos, como el referido. Lectura difícil En algunas ocasiones, como en el reportaje gráfico sobre el Cementerio de San Pedro publicado el domingo 8 de octubre, ha primado la visión estética, pero con detrimento del contenido. El texto en caracteres blancos sobre fondo negro hace muy difícil la lectura. No siempre lo que se aprecia en la pantalla, que podría ser aceptable, es lo que aparece después impreso en papel. Un fondo negro, así se trate de un tema como el expuesto y así los textos no sean muy extensos, incomoda al lector. El término preciso El lector Hugo Ruiz ha querido aclarar que en el trabajo periodístico sobre la frontera entre México y Estados Unidos se hace referencia a “los principios de la termodinámica”, pero lo correcto debería ser “de la hidráulica”. Para captar esa falla se necesitan conocimientos especializados. De ahí la importancia de buscar ese tipo de asesoría, por precisión, así para la mayoría de los lectores pase inadvertido el error. No acepta una imagen El lector Luis Cadavid ha criticado la publicación (en la edición del 1 de octubre, página 8 A) de una imagen de mujer desnuda. Se habla de “Medellín, líder en lista de orgullo”, en un informe sobre la construcción. Para el lector, la figura femenina (en el marco de una valla publicitaria) es pornográfica. De verdad no creo que lo sea. Es una fotografía (la mujer está es en tanga) que ilustra sobre la construcción desde un ángulo distinto y original. A un lado se ve a un grupo de trabajadores en una obra. Con todo respeto quiero decirle al lector que exagera un poco. Para tener acceso La lectora Angélica Núñez pide que se le informe cómo entrar a la página web de El COLOMBIANO para buscar ciertos artículos. El editor de Medios Electrónicos, Juan José García Villegas, le ha respondido que debe suprimir de la dirección electrónica la palabra terra. Así puede lograr acceso. Propone una encuesta La lectora Luz Estella Jaramillo propone que se haga desde el periódico una encuesta para establecer el grado de aceptación o rechazo a la posible venta de la Fábrica de Licores. “Considero (dice) que las empresas buenas y eficientes no se deben vender, sino por el contrario administrémosla mejor cada día, y si da mucho dinero invirtámoslo en el campo social. No podemos vender por vender”. Sólo debo responderle que he trasladado su mensaje a la Redacción, donde se evaluará su contenido. No es un Nobel El lector Javier Esteban Cifuentes dice que en la edición del viernes en Internet encontró la referencia al premio que se le concedió en Suecia al Festival Internacional de Poesía dentro de la información sobre la lista de ganadores del Premio Nobel de este año. Ha querido precisar que un Nobel alternativo, como el del caso, no es en realidad un Nobel. Valga la aclaración.


Cuando el diablo viste con hojas de papel

Por Juan José García Posada En un grupo de lectores hemos conversado ya varias veces sobre la vigencia y la pervivencia del espíritu del periodismo. De modo insistente se habla de lo que será el nuevo periodismo, de la progresiva transformación en multimedios, de las diversas opciones de lenguaje aplicables a los formatos más atrayentes, de la metodología para la redacción de textos más accesibles y cómodos y la presentación sugestiva de ilustraciones y de la puesta al ritmo del avance vertiginoso de la tecnología. Nuevo periodismo El sábado, a propósito, terminó en Valencia, España, un Congreso Mundial sobre Nuevo Periodismo. (Nada tiene que ver con el nuevo periodismo estadinense de los años sesentas). Los temas enunciados atrás no podían dejar de tratarse. Incluso se habló sobre los nuevos retos éticos y jurídicos de esta actividad. Y en la agenda de discusiones está presente, por supuesto, el tema de la competencia por los lectores. Con todo, al repasar el temario de tal evento, predomina un interés por lo práctico e instrumental, mucho más que por los problemas de fondo. A eso se reduce buena parte de los congresos, simposios, seminarios y coloquios de periodismo. ¿Y las amenazas? ¿Pero qué puede decirse ahora acerca de las amenazas que gravitan sobre el periodismo y pueden desvirtuarlo hasta el punto crítico de expulsar su espíritu, su carisma fundacional, lo que por años se ha aprendido, practicado y hasta enseñado acerca del deber ser y la calidad axiológica de los medios periodísticos? ¿De cara al porvenir, qué pasará, entonces, con la búsqueda de la verdad y el sentido, la independencia y la distancia crítica frente a los poderes, la humanidad en el enfoque de los temas actuales, el respeto por costumbres y creencias, la aportación a la convivencia pacífica, en un mundo cada vez más abrumado por la tendencia avasalladora a la banalización de todas las actividades humanas? ¿Y en qué lugar de las discusiones puede quedar la reflexión sobre la contribución del periodismo a que una sociedad salga del limbo de la indiferencia y la insolidaridad y ayude a la formación de conciencia humanista entre los lectores?


Si prima lo formal El problema ético y estimativo se toca, por lo regular, sólo en forma tangencial, porque en la mayoría de los espacios y tiempos de deliberación, en los ámbitos académico y gremial, se les da mayor importancia a los asuntos instrumentales, a los problemas formales y a la solución de las cuestiones de procedimiento y trámite de la información. Como si la definición y la tutela de lo esencial no influyeran en todos los demás aspectos de la vida profesional y hasta el éxito en la competencia dentro de las relaciones de mercado no estuviera determinado por la coherencia entre la práctica habitual y los propósitos y objetivos que manifiestan la filosofía y los presupuestos éticos. El cine alegórico El diablo viste a la moda es una película que, mucho más que una comedia entretenida, representa una alegoría de la frivolidad deshumanizante y ofrece elementos que alertan sobre los riesgos y amenazas del periodismo en tiempos de insustancialidad y pérdida de sentido. El filme está basado en la novela El diablo viste de Prada, de Lauren Weisberg. Miranda Priestley es la fría, despótica, arrogante y postiza editora de la influyente revista de modas Runway. Es una mujer vacía de intereses espirituales e intelectuales y dominada por un afán patológico de reconocimiento. La publicación se convierte en coproductora del espectáculo de las pasarelas. Lo que menos interesa es el periodismo. Es un medio por completo light, que sólo se preocupa por las apariencias y por sostener estatus en el gran mundo. Lo que sucede con la revista Runway puede ocurrir con cualquier medio periodístico del planeta o del país nuestro, muy en especial con las revistas, si no hace resistencia: Acaba por dejar de pensar y hacer en función de periodismo, para convertirse en juez y parte y protagonista de primer orden de la farándula, con la cual se cubre, se envuelve y se confunde. Y esto puede darse no sólo con la moda: También pueden banalizarse la política, la cultura, la economía, los deportes, la vida urbana, en fin, todas las expresiones y especialidades de la información. El alma al diablo Todos los medios, en mayor o menor grado, tienen esa grave amenaza general, ante la cual pueden claudicar si renuncian a lo primordial. Por supuesto que sería un desatino desconocer los ejemplos plausibles que enseñan un esfuerzo constante por resistir, por mantener fidelidad a los criterios originales, al llamado carisma fundacional y, claro está, a los compromisos contraídos con una sociedad que reclama compañía ilustrada, creíble y confiable (y afable, claro). El periodismo de verdad se autoelimina cuando le vende el alma al diablo. Festival de títeres El lector Felipe Barrada Muñoz ha escrito a propósito del Titirifestival 2006: “Yo trabajo en el teatro de Títeres Manicomio De Muñecos y me gustaría saber cuáles son los requisitos para que un evento de ciudad salga referenciado en las agendas culturales del periódico, ya que enviando comunicados, información digital y escrita, no ha sido posible y nadie nos responde porque el Titirifestival 2006 del cual creemos hemos enviado la suficiente información de su programación está casi que censurado para su importante periódico. Este Titirifestival es un esfuerzo de una corporación que trabaja varios meses


al año en su preparación y que intenta traer trabajos que aporten nuevas ideas para el público de la ciudad de Medellín. Este año contamos con la presencia de artistas de México, Argentina, España, Popayán, Apartadó, Bogotá y Medellín. Abarcando muchas tendencias en lo que a títeres se refiere y presentando propuestas serias que como ya dije anteriormente, sólo aportan a la cultura de nuestra ciudad y ofrece momentos de sano y constructivo esparcimiento. Escribimos este mensaje porque su periódico es muy importante para todos los antioqueños, medellinenses y habitantes del área metropolitana en general y es “o sería” de mucha ayuda que su periódico por lo menos reseñara las presentaciones que tuvimos a lo largo de esta semana y que se extenderán hasta el domingo 15 de octubre de 2006. Dejo la inquietud y me gustaría saber para futuros eventos cómo es el proceso para poder ser reseñados en las agendas culturales y de ciudad”. Nada de censura La Editora de Vida y Cultura, periodista Beatriz Arango, ha respondido en estos términos: “Es claro que este Festival no se ha cubierto con la amplitud de otros años. Tenemos una amplia agenda en la ciudad y aunque quisiéramos anunciar y cubrir la mayoría de los eventos, que aumentan especialmente en el segundo semestre, muchas veces no podemos. En la medida de nuestras posibilidades, disposición de espacio y avisos, hemos anunciado algunas de las funciones, en la agenda diaria y en vitrinas con fotos pequeñas”. “No hay censura, faltaría más ejercer una práctica tan nefasta y contradictoria de la esencia del periodismo. Como este, hay otros eventos que no se alcanzan a anunciar siempre. Y uno, como medio, espera que las entidades tengan otras posibilidades de difusión. No hay requisitos, solo el envío oportuno de la información, que siempre han hecho ellos como institución. Pero no se puede pensar siempre desde la supuesta mala intención: “hay censura”, “qué debemos hacer para que nos publiquen”, “hay favoritos”... “El día a día del periodismo nos lleva a decidir criterios, espacios, avisos, diseño, apoyo a entidades culturales, noticias de amplia relevancia y demás. Con estos ingredientes, no es extraño que tengamos que dejar fuera la agenda de alguna institución. Siempre tratamos de ser lo más equitativos posibles. El Titirifestival fue portada del periódico gratuito Gente”. Concepto del Defensor Aunque hay muchos programas culturales que subsisten a pesar de mantenerse casi inéditos, la vida de no pocas entidades del sector depende en buena parte de la difusión. La información motiva a muchos espectadores. Un festival no existe sólo porque aparezca registrado en el periódico. Pero si no se informa con razonable amplitud y de modo oportuno sí puede afrontar dificultades. La falta de difusión puede también ocasionar actitudes como la del lector, que llega a insinuar una censura que, por la explicación de la Editora, de ningún modo se aplica. Se desprende una conclusión, del reclamo y de la respuesta: La profusión de expresiones culturales muestra un entorno muy competido y la insuficiencia del espacio y el tiempo necesarios para darles atención periodística apropiada, por más criterio equitativo que se observe. La vida cultural de la ciudad sigue creciendo. Conviene que se analicen nuevas opciones de información, para, en la medida de lo posible, evitar omisiones y además para ofrecer no sólo información previa sino también trabajos posteriores de narración y de crítica.


La preposición por De nuevo un lector ha dicho que es incorrecto escribir esperar por. El experto corrector Uriel Hidalgo, de EL COLOMBIANO, ha respondido así la consulta del Defensor: “Acerca de la inquietud del señor Juan José Arango Escobar que usted nos plantea, queremos comentarle lo que al respecto trae el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española”. Aunque no es del uso culto la expresión esperar por, tampoco desestima su utilización por cuanto “En gran parte de América, especialmente en el área caribeña no es infrecuente su uso como intransitivo seguido de un complemento con por. Ejemplos: Papá nos llevó a la estación. Nueve hijos esperábamos por ti... Dumbo velaba el caldo y esperaba por el primer hervor”. Agrega además el Diccionario: “Puede deberse por la influencia del inglés to wait for (esperar)”. “En lo personal, considero que como lengua viva, esta es una muestra de la evolución del español que paulatinamente incorpora al torrente lingüístico nuevas posibilidades de expresión. Por lo tanto, esperar por (algo o alguien) no debe entristecer al lector sino por el contrario alegrarlo, ya que nuestra lengua sigue enriqueciéndose sin proscribir las expresiones cultas”.


La dinámica objetividad en la titulación deportiva

Por Juan José García Posada ¿Por qué la titulación en Deportes debe diferenciarse de la que se aplica en las demás secciones informativas y hasta qué punto es legítimo incorporar elementos conceptuales en los titulares deportivos sin perjuicio de una objetividad razonable y cómo podemos ver los lectores ese estilo sui generis de representar la realidad? El mensaje del lector que ha objetado el titular sobre un partido entre el Atlético Nacional y el Deportivo Pasto (en la columna vecina y seguido de la respuesta escrita por la Editora de la sección de Deportes) motiva el comentario de hoy. Juego limpio Nunca estarán satisfechos los aficionados al deporte, más todavía si los resultados de las competencias no se ajustan a sus expectativas. Incluso entre los parciales del equipo ganador no faltarán los que reclamen porque habrían preferido un despliegue mayor. Desde el periodismo deportivo puede desarrollarse una labor continua de formación del público para la apreciación y la crítica ponderadas de los eventos y sus resultados: Saber perder y saber ganar, saber calificar sin distorsiones el comportamiento de los atletas, saber emitir juicios de valor con ecuanimidad sobre el discurrir de las competiciones, son condiciones necesarias para que, desde el entorno de los lectores, el deporte no pierda su cualidad esencial de juego limpio dotado de una ética, edificante para los individuos y la sociedad. Esa misma naturaleza de juego que le es inherente al deporte lo diferencia de buena parte de las demás actividades humanas y, por lo tanto, de las demás áreas de la información. No quiere decir, por supuesto, que el periodismo deportivo sea un juego. Es obvio que se toma en serio, como especialidad muy exigente y como disciplina que proporciona una aportación muy significativa a la educación de los seres humanos y a la inculcación de comportamientos éticos en la vida social. Objetividad Pero el concepto de objetividad, para el periodismo deportivo, tiene un matiz, una inflexión, debidos a la naturaleza y las circunstancias del deporte y a la realidad que debe representarse mediante la información. La objetividad, en términos de veracidad, consiste en la fidelidad al objeto real que se pretende representar. Y la realidad deportiva es dinámica, intensa, emocionante, en la mayoría de las modalidades (si se exceptúan el ajedrez y otras prácticas que rara vez despiertan emociones). Es lógico, entonces, que la versión periodística de esa realidad deba ser consecuente. Dicho con otras palabras: La información sobre deportes debe ser objetiva, como en


todas las demás secciones. La objetividad, en periodismo, consiste en representar de modo exacto la realidad. La realidad del deporte se caracteriza por la vitalidad, el dinamismo, la emoción, la alegría, en buena parte de las actividades deportivas. Por consiguiente, la información deportiva y de modo especial la titulación, debe ajustarse a esa realidad. Y así es objetiva. Tres ejemplos El estilo dinámico y alegre de titulación en Deportes no es exclusivo de EL COLOMBIANO. Puede apreciarse en todas las publicaciones deportivas de prestigio en el mundo periodístico. Por ejemplo, en España es famosa la revista Marca. En estos días ha puesto en primera página este titular, sobre un partido entre Real Madrid y Écija: El Écija fue mejor y mereció mucho más. Un Madrid sin fútbol ni espíritu. En Uruguay circula una revista que lleva, sin más ni menos, el nombre de Pasión. Tituló así el miércoles pasado: Central Español: enfermería completa. Hasta la mesurada BBC de Londres pone titulares dinámicos y comentados: Carpenter blanquea a los Tigres. Y no es un estilo de moda, sino que empezó con la difusión del deporte por los medios periodísticos. Más todavía, la titulación deportiva no sólo contiene elementos que representan el dinamismo y la emotividad de la mayoría de los deportes, sino que apela a recursos poéticos y la formación de metáforas. Claro está, sin afectar de modo intencional los derechos de los lectores, uno de ellos el de ser respetados en sus aficiones y simpatías por determinados deportistas o equipos. En las primeras páginas de El COLOMBIANO y de todos los periódicos pueden apreciarse millares de casos. Hace unos cincuenta años, cuando Ramón Hoyos alcanzó uno de sus campeonatos de la Vuelta a Colombia y la llegada de los paisas a la capital del país estuvo rodeada de incidentes bochornosos, el periódico tituló que a los ciclistas antioqueños se les había recibido con pétalos de piedra. Tal titular no se apartó de la realidad, no dejó de ser objetivo. Pese a que daba cuenta de hechos extradeportivos, lo cito como un ejemplo de lo poético en la titulación periodística original, llamativa. Dar en el blanco Titular, en periodismo, es un arte. En una columna escribí, sobre el tema, que titular implica, para el periodista responsable de esa labor, soportar una tensión parecida a la del arquero en los momentos previos al de lanzar la flecha hacia el objetivo. Un buen titular debe acertar en la diana, en el punto central del blanco de tiro. Más todavía, si se trata de un titular deportivo. Reclama un hincha del Pasto El señor Luis Efraín Mosquera Ruales, quien escribe desde lemosquera@une.net.co, ha expuesto su inconformidad con el titular deportivo del lunes 23 de octubre, en primera página, escrito así: Día del hincha verde no fue completo por culpa del Deportivo Pasto. Se publica en seguida la respuesta de la Editora de Deportes. El concepto del Defensor sobre el tema está expresado en la columna principal de esta sección. Dice el señor Mosquera: “Miré extrañado el lunes un titular del periódico en donde se decía: “Día del hincha verde no fue completo por culpa del Deportivo Pasto”. Y me pregunté, es que al equipo Nacional o a cualquier equipo se le debe permitir ganar solo porque está festejando un día especial? Me parece, un poquito irrespetuoso ese mensaje, propio de un periodista hincha que


no sabe que el juego es solo eso, no un resultado que es secundario. Mejor que el Nacional, tuvo un equipo que lo respetó, jugando bien. Por otra parte, menosprecia la capacidad de un equipo humilde como el Deportivo Pasto, que a pesar de ser joven en el rentado, ha demostrado hidalguía en sus jugadores e hinchas, donde ir a ver el fútbol aun es un entretenimiento, libre de situaciones anómalas. Excúseme, don Juan José, pero ese es mi pensamiento”. Respuesta de la Editora La Editora de Deportes de EL COLOMBIANO, Esperanza Palacio Molina, ha escrito, a propósito de la carta del señor Mosquera y de la pregunta del Defensor acerca del estilo característico de titulación de la sección deportiva, diferente del de las otras especialidades de la información: “Respecto de la titulación en deportes, yo creo, basada en mi experiencia en el área, que siempre ha sido, es y seguramente será, más abierta y laxa que en cualquiera otra área del periodismo escrito. El deporte como actividad, que incluye en ella a los aficionados conocedores, a los que son sólo opinadores y a los apasionados, lleva implícito el espíritu de la competencia, la efervescencia del triunfo y el dolor de la derrota. Todo esto hace que los titulares en deportes tengan su carga emotiva que, para muchos, puede ser una carga subjetiva. Tal vez sea así, pero esa carga no es un pecado, es el sentimiento que el deporte lleva consigo, adherido, pegado. El título de la fotonoticia de primera página del día lunes 23 de octubre y el de la página 1C de la misma edición, resumen lo que para la fiesta del hincha verde significó el empate ante el Deportivo Pasto. Con esos dos títulos se sintetizó el sentimiento de los aficionados de Nacional que no pudieron celebrar su día clásico como hubiesen querido, “por culpa del Pasto” que se ganó un punto en el estadio antioqueño”. Inconforme con un aviso Un lector manifiesta su inconformidad por el anuncio publicitario de una empresa aérea extranjera en el cual se hace una promoción de tiquetes a Miami con descuento, pero al indagar en la respectiva compañía le han respondido que no hay cupos. Dice que se trata de un engaño. El Jefe de Ventas y Mercadeo de EL COLOMBIANO, Alejandro Londoño Buscató, ha explicado que “los contenidos de los avisos publicitarios publicados en nuestros productos son enteramente responsabilidad del anunciante”. En el caso mencionado, en el aviso aparece, con asterisco, esta nota: “Tarifas e itinerarios sujetos a cambios sin previo aviso”. La mejor recomendación al lector y otros lectores de este tipo de publicidad consiste, por consiguiente, en que lean con cuidado y verifiquen antes de tomar cualquier decisión. Trinacional está bien La lectora Clara Inés Restrepo ha escrito este mensaje: “Hoy en la sección Económica el periodista Germán Jiménez habla de una firma trinacional para hablar del Éxito. Consulté y esta palabra trinacional no existe. Deben tener más cuidado en el uso del lenguaje”. Tri es un elemento compositivo que significa tres o tres veces, así como bi significa dos. La construcción de la palabra trinacional es correcta. Algunos vocablos antecedidos de elementos compositivos, como multinacional, aparecen en el Diccionario. Muchísimos otros, incontables, no están registrados pero se aceptan. Habría si hubiera… Un lector pide que se le aclare por qué no es correcto decir “El novelista hubiera


venido si hubiera sabido”. Se trata de un error tan frecuente que acabará por convertirse en modo aceptable por el uso. Así ha sucedido con miles de expresiones que se desgastan hasta resultar legitimadas por la fuerza de la costumbre. Pero mientras pueda mantenerse la forma original y castiza, es preferible insistir en ella, así sea contra la corriente. El primer hubiera debe corresponder a la forma de conjugación del verbo haber en condicional compuesto y por consiguiente debería decirse habría. El segundo hubiera está en subjuntivo como pretérito imperfecto. Debe decirse: “El novelista habría venido si hubiera sabido”.


La condena anunciada de un reo indefensable

Por Juan José García Posada En teoría no debería haber reos indefensables. ¿Pero qué sucede cuando el antiguo principio del debido proceso se relativiza hasta el extremo de diluirse porque la condena estaba dictada al margen de la autoridad judicial y había sido divulgada a los cuatro vientos hasta arraigarse en la conciencia de la opinión pública mundial desde mucho antes de comenzar el juicio? ¿Cómo podía pensarse que Sadam Husein llegara a resultar declarado inocente, si la justicia paralela dirigida u orquestada por los medios de comunicación ya lo había condenado sin antes haber sido oído y vencido en juicio? Este sombrío personaje Que el extirano iraquí haya sido responsable de la comisión de gravísimos e incontables crímenes de lesa humanidad es un hecho objetivo, presentado como evidente e incontrastable. Negarlo sería un desatino, después de leer y examinar con sindéresis y criterio humanista cuanto se ha publicado sobre el prontuario de este sombrío personaje histórico. Con todo, a ningún presunto delincuente, no importa cuál sea su grado de peligrosidad, puede negársele el derecho a la defensa y a que se le reconozcan garantías procesales mínimas para asegurar un fallo judicial justo y equitativo. Pero esas garantías mínimas pueden reducirse, como parece que ha sucedido en este caso resonante que desde ayer es noticia de primer orden en el plano internacional, hasta el punto de que el debido proceso deja de ser un principio esencial del derecho penal y se degrada hasta volverse un simple formulismo de carácter virtual y simbólico. Por supuesto que la defensa de ningún modo puede pensarse como la búsqueda de absolución, aunque el común de la gente lo crea así. La razón de ser de la defensa está unida al respeto de esas garantías inherentes a la dignidad de la persona humana. Las que, en el caso de Husein, al parecer se redujeron hasta el extremo de que el condenado, según la versión periodística, al conocer la sentencia sólo reclamaba que los guardias no le torcieran los brazos. Justicia decorativa Tener que defender a un sujeto sindicado de las condiciones del llamado Déspota de Bagdad debe ser de lo más ingrato que pueda pasarle a un


abogado. Y ser juez en semejante causa debe asimilarse a la representación de un pobre papel de figura decorativa, a la interpretación de un libreto preestablecido para una producción dramática de difusión mundial. Ha sido declarado culpable y la condena estaba anunciada (aunque la horca puede catalogarse como una pena que desafía los principios y valores de la civilización que se ha pretendido salvaguardar) y por consiguiente se ha probado que se trata de un reo indefendible, indefensable para utilizar un término más ajustado al argot jurídico. Indefensable, en todas las acepciones, porque desde el instante de la caída en desgracia y la pérdida del poder ya estaba determinado cuál sería su destino final y porque era un imposible que se librara de la implacable acción de la justicia paralela y mediática. Cuando se inscribió en la Carta Magna de Inglaterra el principio del debido proceso, en el Siglo Trece, y cuando Cesare Beccaria lo consagró en su tratado de los delitos y las penas en el Siglo Dieciocho, o cuando lo reafirmó Francesco Carnelutti en la primera mitad del Siglo Veinte, no se imaginaba todavía cuál habría de ser la evolución y cuáles las transformaciones del derecho penal en los tiempos actuales y cómo aquella regla de oro de humanidad y dignidad se relativizaría hasta quedar en suspenso. ¿Y la impunidad? ¿Pero qué habría pasado si no hubiera habido medios periodísticos pendientes del juicio a Sadam Husein? ¿Se habría extendido por el planeta el repudio a las actuaciones tiránicas y a los crímenes de lesa humanidad si no hubiera sido por la divulgación de los hechos que motivaron la implicación del tirano y la instauración del correspondiente proceso del cual se cerró ayer otro capítulo? ¿Cuántos delitos de lesa humanidad, cuántas actuaciones criminales perpetradas por déspotas investidos de autoridad, cuántas injusticias pasaron al olvido porque de ellos no quedó registro para la historia, porque no hubo ni informadores pertinaces, ni comentaristas agudos, ni medios periodísticos dotados de la capacidad suficiente para propagarlos por todo el mundo? ¿Es la llamada justicia mediática y paralela no sólo un factor de deterioro del principio clásico del debido proceso, sino también, aunque nos pese, al menos un mal necesario y una demostración de que sí puede desmoronarse el imperio nefasto de la impunidad? El precio del Derecho ¿Esa suerte de debilitamiento de la justicia penal ordinaria, por obra de los medios de difusión, será acaso el precio que la ciencia del Derecho y la humanidad tendrán que pagar en lo sucesivo para que los déspotas del presente y del porvenir no sigan tapándose con el manto protector de jurisdicciones lentas e incumplidas que los hace inmunes e impunes y los libra incluso del juicio de la historia? Este suceso informativo, el de la condena de Sadam Husein, que ha comenzado a agitar obvias repercusiones y prolongadas ondas expansivas por todo el planeta, ha de ser un antecedente de primer orden y un tema de análisis para los estudiosos, para los aficionados al Derecho, para los lectores en general. También, para los periodistas, claro está.


Por excepcional Sin embargo, la relativización del principio del debido proceso por la acción periodística, por la difusión mediática y por otros factores, debe entenderse (y tolerarse, soportarse, o aguantarse) cuando se trata de situaciones tan excepcionales que una condena, como la de ayer, pasa a tornarse en un simple trámite anunciado, esperado y lógico. El principio tiene que mantenerse vigente, con todo y su antigüedad, o gracias a su antigüedad. La llamada justicia paralela o mediática ha sido inevitable y quizás seguirá siéndolo en situaciones de gran magnitud. Ha sido así desde el Juicio de Nuremberg. Pero no puede, no debe serlo, en la rutina de las informaciones de actualidad sobre implicación de presuntos autores de actos ilícitos comunes y corrientes. En principio, ni siquiera a un reo de fama internacional debe conculcársele el derecho al debido proceso. ¿Pero cómo puede pedírseles que callen, a los medios periodísticos, ante realidades de divulgación inevitable? La justicia mediática, en tales situaciones, se ha vuelto inexorable en nuestro tiempo. No hay modo de conjurarla, aunque sí es preciso demandar que actúe dentro de unos estándares mínimos de ética, respeto y dignidad. El quid del asunto Lo que sí puede y debe prevenirse a toda costa es cómo tutelar los derechos de los ciudadanos que no tienen fama ni poder ni dinero, de los individuos casi anónimos, de incontables sujetos que además ni siquiera alcanzan a ser protegidos por una defensa idónea, para que se les respeten en todos los momentos e instancias la presunción de inocencia y el debido proceso, para que no se les condene por los medios sin que antes hayan sido oídos y vencidos en juicio. Este es el verdadero quid del problema ético, un asunto de más fondo que la condena anunciada de un reo indefensable. Veeduría cívica y periodística El Defensor ha recibido copia de una carta de la Comunicadora de Metroplús, Ana Lucía Pérez Mesa, al periodista Juan Felipe Quintero, de GENTE de Belén, que circula con EL COLOMBIANO. Se cuestiona la información del sábado 21 de octubre, sobre los retrasos de Metroplús y la preocupación de vecinos y comerciantes, que se apoya en el informe de veeduría de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros. El periodista Quintero ha respondido con una carta en la cual justifica el informe y manifiesta su disposición a acoger las más diversas versiones, incluidas las de Metroplús. Dice, al final, que “por supuesto GENTE seguirá pendiente del desarrollo de este proyecto que viene siendo desarrollado entre los vecinos de Belén y que tiene todo el interés para la ciudad.” La obra mencionada merece constante seguimiento periodístico, tanto en GENTE como en el diario, además de la veeduría cívica. Es de obvio interés para la comunidad. Sí deben incluirse, en lo posible, las distintas versiones. Una foto discutida


La lectora Gloria Villegas, quien escribe desde valvil_6@hotmail.com, en mensaje al Defensor reproduce extensa carta enviada por una amiga suya al Jefe de Redacción de EL COLOMBIANO, con quien intercambió opiniones por el correo electrónico sobre la publicación de una foto con que se ilustró un informe sobre el auge de la construcción en Medellín y en la cual aparece una mujer ligera de ropas. Es una nueva reacción, que se suma a los mensajes de algunos lectores a los que la fotografía en referencia, publicada en la edición del 1 de octubre, les ha parecido pornográfica. Han juzgado de inconveniente este tipo de imágenes. Como lo dije en columna anterior sobre el mismo tema, no hay que exagerar en la apreciación de fotos que podrían ser sugestivas pero que de ningún modo son pornográficas. En la vida real hay muchísimos asuntos más graves que deberían generar conceptos y actuaciones por el respeto a la moral, que no debe confundirse con la moralina. Tengamos un poco de paciencia La lectora Angélica Núñez, quien escribe desde angel1424lui@hotmail.com, se queja porque le ha resultado difícil encontrar ediciones anteriores de EL COLOMBIANO al buscarlas en la versión digital: “...se ingresa a ediciones anteriores y sólo deja ver la portada y al ingresar a las diferentes secciones lo envía a la actual. Le agradecería una pronta solución viendo que soy una fiel lectora. Y en el día de ayer 26.10.06 quise ingresar a la edición del 25.10.06 y pasó lo anterior informado, no me dejó ingresar a las diferentes secciones y me envió a la del 26.10.06. Hoy 27.10.06 quiero ingresar al día 26.10.06 y me envía a la actual, 27.10.06 y no me deja ver las diferentes secciones”. Es una queja razonable y la comparten otros lectores. Hay ocasiones en que ocurren fallas. Se trata de un problema para el cual, por lo informado en la Redacción de Medios Electrónicos, está buscándose una solución. Entre tanto, nos recomiendan a los lectores que tengamos paciencia. Un perro de interés periodístico Según el lector Andrés Arango (andresarango0102@hotmail.com) “En El Colombiano se están volviendo como los noticieros del medio día que pasan unas noticias tan poco enriquecedoras que en realidad no dejan nada de positivo para el lector. Un ejemplo, la noticia de días atrás, del matrimonio de un perro, el cual a nadie le importa, o acaso eso es interesante, una hoja entera del artículo para un domingo. En todo el mundo no había noticias deportivas de interés qué redactar o no consultaron nada, que salieron con esa mala noticia. Eso es peor que las noticias de farándula. Gracias por leer mi imail. No le hagan esto al lector”. Desde la gráfica definición de lo que es noticia (“que un hombre muerda a un perro”), un animal canino es de interés periodístico. Claro que no debe desplegarse demasiado lo frívolo e insustancial, pero la nota citada es aceptable por curiosa y simpática. Y en la misma edición no se desconocieron los demás sucesos de actualidad. Nostalgia de la crónica El lector Guillermo Valderrama, quien escribe desde GValderrama42006@aol.com, ha dicho que en el periódico encuentra “poco de crónica y cuando se utiliza se desperdicia el personaje”. Y agrega: “Es bueno el periodista joven dentro de las redacciones, ¿pero qué se han hecho los maestros? Igualmente vale la pena cambiar textos y fotos de perfiles de municipios, ellos cambian. Como viejo periodista añoro desde lejos la crónica,


fundamental en el oficio”. La del lector es una crítica respetable. A este y otros comentarios semejantes, en la Redacción se ha explicado que el equipo de periodistas se mantiene en continua labor de estudio y mejoramiento, para corresponder a las expectativas de los lectores. Y en cuanto a la crónica, los géneros, los estilos y las modalidades expresivas del periodismo son cambiantes, se renuevan. El pasado y sus cronistas aportan lecciones útiles, pero en la nueva generación hay valores muy promisorios, cuya aportación es valiosa y perfectible.

La fama de un país de 3.9 en conducta

Por Juan José García Posada Debido a una lectura equivocada del informe de Transparencia Internacional, el titular publicado en la página 9 A del martes 7 de noviembre de EL COLOMBIANO le asignó a Colombia el puesto del "quinto país más corrupto en América Latina", de acuerdo con la versión redactada desde la Agencia Colprensa. En la edición del jueves 9, en la página 8 A, debió incluirse una aclaración bajo este título: "Colombia, el quinto menos corrupto". Todo lo contrario de lo que se había dicho dos días atrás. Y se agregó una tabla sobre la corrupción en América Latina, en la cual Chile, Uruguay, Costa Rica y El Salvador anteceden a Colombia. Las dudas Aunque se anota en la información que en este año nuestro país tuvo una reducción de 4.0 a 3.9 en la calificación, parece claro que la percepción que se tiene del caso colombiano es mucho menos desfavorable de lo que se había dicho en el texto erróneo del martes. Varios lectores llamaron la atención sobre la falla. Con todo y la aclaración del jueves, después de leerla el señor Pascual Antonio Díaz Luna escribió (desde pdluna6@hotmail.com) esta nota: "El texto del día 9 de noviembre podría tranquilamente entenderse como una aclaración o una rectificación, pero a los lectores comunes nos deja una mezcla de dudas, vacíos e incertidumbre al notar cómo con los mismos datos suministrados (por Transparencia Internacional) acomodan y fundamentan una noticia negativa y luego positiva". "Sorprende también que la información errada tenga más despliegue, su titular sea más grande (tanto en frases como en el tamaño de las letras) y se le anexe además una fotografía, que por cierto creo que no corresponde a la información porque los corruptos son los que administran los bienes del Estado


y no una pobre y humilde mujer rodeada de dos niños al pie de un viejo fogón. Deberían mostrar a los corruptos y no a los que sufren las consecuencias por culpa de ellos". Desde la Redacción Sobre el particular, el Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, explicó: "La noticia inicial fue un despacho de la agencia de noticias y con esa misma interpretación fue publicada por otros medios de información. Ante el reclamo de un lector sobre la interpretación equivocada de las cifras, EL COLOMBIANO hizo la aclaración y se incluyó la explicación que da el Gobierno sobre el caso, pues los datos de la encuesta en verdad son poco claros y se prestan para varias lecturas". "En cuanto a la fotografía tiene razón, pero ello se debe a la dificultad de tener fotografías de corruptos, pues si bien las denuncias e investigaciones son muchas, las condenas son pocas y hasta que no haya condena resulta imposible publicar la foto de una persona bajo esa categorización. La foto que ilustra este tema quiere mostrar los efectos de la corrupción, pues la plata que se le quita al Estado por esa vía, es una de las causas por las cuales el país no logra romper su círculo de pobreza". Posible origen El origen de la equivocación pudo estar en la falta de claridad suficiente de los datos originales de la encuesta. La Corporación Transparencia por Colombia es el capítulo de Transparencia Internacional, en cuya página web se titula así la información sobre el ranquin cuestionado: "Según Transparencia Internacional, el Índice de Percepción de la Corrupción en Colombia no mejora". Es cierto que hubo un descuido en la lectura y la redacción de la noticia que se publicó en el periódico del martes. Faltó una apreciación más rigurosa, que habría evitado la conclusión errónea. De ahí que se haya justificado la rectificación. Este caso da lugar a diversas formas de interpretación. ¿Hay en los medios periodísticos una tendencia a pensar o hacer pensar que este es el peor país del mundo y por consiguiente no sería creíble que estuviera entre los cinco menos corruptos, sino todo lo contrario, que mereciera el quinto puesto entre los de mayor índice de corrupción? Sería interesante proponer este tipo de examen de las actitudes informativas, antes, claro está, de emitir respuestas que podrían ser aventuradas. Pobreza o riqueza Acerca de la publicación de la imagen de Archivo que muestra (en la edición del martes, página 9 A) a una mujer con un niño de brazos y otro pequeño, mientras prepara la comida en un rústico fogón, es una fotografía inapropiada, más todavía si varias líneas abajo hay un título que dice: "Mientras más pobres, más corruptos". La foto nada tiene que ver, en realidad, con ese titular, que expone una conclusión arbitraria: Si "en los países con mayor índice de corrupción confluyen la pobreza y la falta de tradiciones institucionales sólidas" (como lo explica un vocero de Transparencia Internacional), tal aserto no tiene por qué implicar una relación de causalidad para sustentar la tesis de que a mayor pobreza mayor corrupción. La riqueza se convierte en fuente de corrupción, en todo el mundo, cuando se utiliza


para repartir sobornos, coimas y mordidas. Es consabido. Gradación engañosa Publicar la rectificación y presentar una nota más explícita sobre la verdadera clasificación de Transparencia Internacional, en algo puede servir para desmontar estereotipos y reivindicar el nombre y la fama tan estropeados de nuestro país, o al menos para que no sigan degradándose. Pero el fondo del problema no está en la comparación de las dos informaciones, ni en la calificación que relativiza el concepto de transparencia. Parte de la responsabilidad ética de los medios periodísticos consiste en evitar una gradación engañosa de la corrupción: No se es ni más o menos honrado, ni más o menos corrupto. Así sea un ideal lejano, debe insistirse en crear conciencia de que la corrupción tiene que llegar a Cero. A ningún país puede convenirle una nota de sólo 3.9 en conducta moral. Con los lectores Ecos del clásico Llegaron numerosos mensajes, tanto al buzón del correo electrónico del Defensor del Lector como a otros de la Redacción, para comentar el trabajo periodístico publicado el lunes 6 de noviembre, al día siguiente del clásico entre Medellín y Nacional en el estadio Atanasio Girardot. Son notas escritas con abundancia de adjetivos, algunas con denuestos impublicables o con apreciaciones que por desmesuradas no pueden ser de recibo. Las opiniones están divididas: Mientras unos lectores critican la parquedad de la información al reconocer que el encuentro lo ganó el Medellín, otros se quejan porque no se elogia al Nacional por el desempeño que tuvo en la cancha, pese al resultado adverso. El partido, tal cual La Editora de Deportes ha respondido así a tales críticas: La información que publiqué a raíz del cubrimiento del clásico entre Medellín y Nacional es fiel a lo que vi, ni es tendenciosa ni sesgada ni amañada. El partido que vi fue el que conté. Recordé que Medellín llevaba 12 clásicos sin ganar, y eso fue así. Dije que el estadio era mayoría verde y eso fue verdad. Dije que los hinchas de Nacional cantaron más y eso también fue así. Dije que Nacional atacó más y fue cierto, porque el Medellín hizo el gol al minuto 34 y se resguardó, sólo al final intentó llegadas, cuando Nacional se desbocó buscando el empate. Yo no puedo decir que Medellín jugó bien si no lo hizo, no puedo decir que atacó más si no fue así. Tampoco dije que Nacional jugó mejor, sino que fue más incisivo, más constante en su ataque. Dije que los hinchas del Medellín gozaron, que festejaron con muchas ganas porque, precisamente su equipo llevaba 12 partidos sin poderle ganar a Nacional, desde 2004. Todo eso pasó y yo lo conté. Contar lo que conté no me hace hincha de Nacional ni del Medellín. Llevo 24 años como periodista deportiva y mi honestidad, credibilidad y ética jamás han sido cuestionadas. Tampoco me molesta que los hinchas piensen distinto, ellos tienen la libertad de opinar sobre mi crónica, yo respeto su opinión, aunque no la comparto. Soy responsable, honesta y directa. Escribí lo que vi, nada más. La pasión del fútbol El apasionamiento es propio de no pocos hinchas del fútbol. Siempre ha habido y habrá reacciones por el manejo periodístico de cualquier partido, pero sobre


todo si se trata del clásico entre Medellín y Nacional, como el del domingo 5 de noviembre. Es explicable que un deporte de multitudes y un encuentro entre los dos equipos que se reparten la afición en el estadio local emocione a los aficionados. Incluso no es un apasionamiento que se apague de modo automático al concluir el partido. Suele prolongarse. Dura varios días, como se ha visto. Debería reducírseles emotividad a las reacciones, para asumir actitudes ecuánimes. Al fin y al cabo se trata de un juego y debe haber buenos perdedores y buenos ganadores. La crónica sobre el partido, publicada el lunes, no podía dejar de ser dinámica, vital, como tantas veces se ha dicho al señalar los rasgos que distinguen la información deportiva. Pero, ante todo, se ha hecho con criterio periodístico y se ha asumido una posición que sugiere distancia crítica, como se nota con las referencias a la niña que hizo fuerza por el partido fuera del estadio, aunque la utilización de este recurso le haya restado rigor técnico al artículo. La explicación de la periodista Esperanza Palacio comporta una respuesta digna. El mal uso del dativo El mal uso del dativo es un problema crónico, al parecer incurable. Un lector ha reunido varias formas de expresión que a su juicio son incorrectas. Por ejemplo, no debe decirse que “el autor le dijo a los asistentes al diálogo”. Lo correcto es “les dijo a los asistentes”. Basta un sencillo ejercicio de pregunta y respuesta para acertar: ¿A quién o a quiénes se dirigió el protagonista de la acción? Si se dirigió a una sola persona, el pronombre de tercera persona, en la forma de dativo, debe ir en singular: Le. Si es a dos o más personas, debe ser en plural: Les. No es la primera vez que se trata este caso. Es muy probable que tampoco sea la última. Quién aparece con Aznar El lector Pedro Nel Echeverri pregunta por qué es tan frecuente que se omitan nombres de personas que aparecen en fotografías noticiosas, como la del martes 7 de noviembre, en la primera página, “donde sale el ex presidente español Aznar al pie del ventorrillo de la señora Teresa Quintero, pero junto a él está un señor que no es identificado en el pie de foto”. Es verdad. Se trata de una omisión frecuente. A menos que se trate de grupos numerosos, lo correcto debe ser que se mencione a quien o quienes aparezcan en las fotografías. En el caso citado por el lector, el que aparece al lado de Aznar es el gerente del Metro de Medellín.


El impacto de la verdad en medio de tanto embuste

Por Juan José García Posada ¿Por qué ha sido tan espectacular la divulgación de verdades que incluso ya estaban desde hacía años en la conciencia pública? ¿Cuál es la razón para que sean tan fuertes los impactos de informes y providencias judiciales conocidos en estos días sobre temas que vinculan a integrantes de la variopinta clase política o a protagonistas relevantes de los realities del poder y del acontecer noticioso? ¿Los escándalos de actualidad servirán para frenar e intimidar a los transgresores de las leyes y la ética y para depurar las costumbres, o sólo contribuirán a desviar la atención de los ciudadanos y tapar otras realidades vergonzosas? Las preguntas resumen expectativas de varios lectores, que en su mayor parte (por lo que han hablado o escrito) piden que en el periódico no se reduzca el seguimiento de los asuntos que vienen causando revuelo por la gravedad y las presumibles consecuencias de las revelaciones que se han hecho. Nunca antes, como ahora, la difusión de piezas serias y comprometedoras de la verdad había sido tan profusa, tan intensa y tan constante. Tal parece que está rompiéndose una antigua tradición de mentira y ocultación. Hay que esperar que haya buena fe en la restauración del criterio de veracidad, que no se confundan las verdades a medias con verdades completas y que se dude de las apariencias y todo se someta a prueba rigurosa de falsabilidad. Desde el periodismo y desde los sectores comprometidos con una tarea desveladora honorable está marcándose una tónica de transparencia y de respeto al derecho fundamental a saber qué ha pasado y qué está pasando con la cosa pública y cómo se han configurado los episodios que tejen la historia reciente de este país. ¿Dónde reside la espectacularidad de la verdad? ¿Cómo se explica la sensación general que ocasiona y el susto que puede causarles a no pocas personas? En una sociedad que ha fundado gran parte de su realidad en la mentira, en el engaño, la difusión de la verdad es un acontecimiento extraordinario que altera la costumbre secular del embuste. La indiferencia común se ha basado en la convicción errónea de que el cumplimiento de los deberes sólo se les asigna a responsables especializados: La justicia sólo es problema de los jueces; la seguridad, sólo de la fuerza pública; la bondad, sólo es competencia de los religiosos. Y decir la verdad,


sólo es deber de los periodistas. Cada cual, si no es juez, ni policía, ni sacerdote, ni periodista, se declara incompetente para ser justo, para ayudar a la seguridad, para ser bueno y para ser veraz. Mentir es lo común, lo habitual. Decir la verdad es lo excepcional. Publicarla es un suceso que parte la historia. Integrar el criterio y la vocación de veracidad a la vida diaria, he ahí el problema. La verdad es depurativa, causa un efecto de catarsis y fortalece la resolución de evitar la reincidencia en las desgracias de la mentira y el engaño. En el Informe Preliminar de la Comisión de la Verdad sobre el Holocausto en el Palacio de Justicia, creada por la Corte Suprema (texto de 57 páginas al que sería conveniente que tuvieran acceso los lectores, sea en la edición impresa o en la de internet), el epílogo termina con este párrafo concluyente: "En todo caso la verdad, derecho irrenunciable e imprescriptible de la sociedad y de todos y cada uno de sus miembros, representa un mínimo de reparación moral para las víctimas y los perjudicados, es fuente de reconciliación humana? y constituye el mejor antídoto para que estos oprobiosos hechos nunca se repitan". Con los lectores Estadísticas en cuestión El lector Carlos Plazas (quien escribe desde plazassantos@gmail.com) pone en duda las conclusiones que surgen de un estudio estadístico realizado por Profamilia en respaldo de sus campañas educativas y de planificación de los nacimientos y de modo particular se refiere a una información publicada el lunes 13 de noviembre sobre embarazos no deseados: “Mi profesión y empleo me llevan a calcular y ver las cosas con óptica amplia. En una noticia del pasado lunes sobre las estadísticas de Profamilia que afirmaban que la mitad de los embarazos en los últimos cinco años han sido no deseados, me preguntaba: ¿Si voy por Junín o El Tesoro, la mitad de los niños no han sido deseados? Ya es hora de que modifiquemos estos aberrantes conceptos sobre las personas. No importa que su concepción le haya dado un susto a más de uno, lo prioritario es que se les quiera y no los vean con un tinte clasificativo tan negativo, aunque el término haya hecho mella”. La medición de los deseos La carta del lector trata sobre una información específica, pero bien puede tomarse como base para advertir que los datos estadísticos no aportan verdades indiscutibles sino presunciones acerca de realidades cambiantes. Se desprenden de situaciones subjetivas (las respuestas de las madres que, en el momento de ser encuestadas, dijeron que sus embarazos habían sido deseados o no). Es muy probable que el estudio se haya hecho con todo el rigor metodológico y técnico de una investigación. Pero aún así es legítimo ponerlo en duda y es importante someterlo a un escrutinio serio. Cuando un objeto de investigación es tan íntimo y tiene carácter de auscultación de un asunto personalísimo, dudar es pertinente. Es un deber periodístico. De todos modos, así se pongan en cuestión los datos, la encuesta mencionada es útil como factor de concientización sobre el grave problema de la desprotección de la infancia y la irresponsabilidad de muchas parejas para procrear. ¿Cien días iniciales o finales? El lector Francisco Javier Álvarez Lozano ha escrito para exponer sus


observaciones sobre el tema de los cien días del segundo gobierno del presidente Uribe: “Una duda: el domingo 12 de noviembre el título central del periódico era: Cien días de Uribe II. Como es usual en los medios, este número de días se utiliza como referente para hacer un primer corte de cuentas de un mandatario. Sin embargo la expresión cien días desde la historia y según el diccionario Larousse es “el tiempo que transcurrió desde el 20 de marzo de 1815, día en que Bonaparte regresó a París, hasta el 20 de junio, fecha de la segunda restauración y cuando sucedió la batalla de Waterloo“. Y el lector Rodrigo Jiménez ha dicho que “hacer una evaluación cuando el gobierno sólo lleva cien días es demasiado prematuro”. Cree que “sería mejor esperar siquiera al final del año y se pueda pensar con más serenidad y no en tiempo de escándalos y alboroto”. El referendo de cada día Es cierto, como queda dicho, que el conteo de los cien días empezó a hacerse cuando Napoleón salió de Elba para retomar el poder y hasta la batalla de Waterloo. El uso ha impuesto una alteración, porque ya no se habla de cien días finales sino de los iniciales de un régimen. Es algo ya muy común en el escrutinio político y periodístico. No hay información precisa sobre cuándo empezó a hablarse, en los medios, del balance de los primeros cien días. En cuanto a la apreciación del lector Jiménez, es muy respetable, pero incluso no debería haber períodos determinados para hacer el balance de los aciertos y los errores de un gobierno. Los lectores aspiramos a que el periodismo esté efectuando una suerte de referendo diario, porque permite hacer correcciones oportunas del rumbo de un régimen y abrir espacios de crítica constructiva y porque asegura que el manejo de los asuntos públicos sea de cara a los ciudadanos. Lo contrario es la negación de la transparencia democrática. A un lector muy vehemente Un lector llamó al Defensor con tono muy vehemente. Expuso su inconformidad con las tesis sostenidas por un columnista en un artículo de opinión. Cuando se intentó explicarle que el Defensor del Lector no es competente para afrontar el examen de textos de opinión por el solo hecho de que generen controversia y sólo estudia casos relativos a comentarios en los cuales aparezcan datos equivocados que sean rectificables, el lector cortó en forma abrupta la comunicación telefónica. Que sea esta, entonces, la oportunidad para decirle, en forma serena y respetuosa, que si tiene argumentos contrarios a los de alguno de los columnistas puede escribir y enviar su artículo a la Dirección del periódico, donde se considerará si es publicable. Las opiniones no son rectificables. Sí pueden serlo, por excepción, cuando se apoyen en datos o documentos falsos. Así lo ha definido, además, la Corte Constitucional en un fallo que forma parte de la jurisprudencia y que se invoca desde la Ética del Periodismo. Por la hora de cierre Varios lectores extrañaron que en la edición de ayer domingo no hubiera aparecido en la primera página de EL COLOMBIANO la noticia sobre la nueva proeza del deportista Javier Zapata, al volar en su bicicleta sobre veintitrés personas. La explicación, desde la Redacción, es precisa: La edición dominical se cerró, como suele suceder, muy temprano. No fue posible incluir la información, a la que sí se le da despliegue en la edición de hoy lunes. La tendencia de los periódicos de los domingos es al llamado arrevistamiento.


Son ediciones que se preparan durante la semana y que deben cerrarse mucho antes de lo regular, por tratarse de un tiraje más elevado. Sólo alcanzan a incluirse noticias de última hora, en mínimo espacio. De todos modos, no es fácil, para los lectores, aceptar que se omita una información como la mencionada.


Hechos que asemejan el diario a su ciudad

Por Juan José García Posada En el principio del periodismo sólo hubo periódicos locales. La proximidad es un criterio esencial de valoración del interés público. Así como se ha dicho, desde la Filosofía, que el hombre se parece a su ciudad, también puede afirmarse que el periódico se parece a su propio entorno urbano, a su gente. La nación, incluso la región, son conceptos abstractos si no se concretan a partir de la vivencia de la realidad local. La ciudad es una realidad patente, vivible en cada momento, que nos envuelve. Hoy, como en el pasado, con todo y la globalización y gracias a ella, lo local se redimensiona (lo glocal, por lo global local), pero sigue siendo cualidad distintiva del periodismo. Además, la ciudad es universal. Universal es el ciudadano. Lo es también el diario local. El diario local es una concreción. Si es nacional pero pierde o desdeña su localidad, pasa a ser tan abstracto como el concepto de nación. Estatuas vivientes Por esos motivos puede comprenderse el porqué de la forma positiva como fue recibida por numerosos lectores la publicación, el domingo 19 de noviembre, de un amplio reportaje gráfico sobre las estatuas animadas de las calles de Medellín. A la calidad estética de las fotografías se suma el acierto en el enfoque del tema, en la identificación de esos personajes excéntricos que se paran junto a los semáforos en ademanes robóticos y que resisten el sol y el agua cubiertos por densas capas de pintura metálica, en espera de ayuda de los transeúntes. Se parecen a los mimos que le infunden un toque especialísimo al paseo de Las Ramblas, en la maravillosa ciudad de Barcelona. El periódico destacó en una edición tan singular como la dominical un hecho urbano que podría permanecer inédito para los medios de comunicación porque no tendría un carácter noticioso formal, pero que para la gente es parte de lo habitual, de las imágenes rutinarias y de la vida callejera, en fin, del paisaje de la ciudad. Un señor aguacero Otro suceso que alteró el ritmo normal de la vida urbana fue el tremendo aguacero del pasado jueves 23, calificado con razón como el más grave de los últimos treinta años. La información textual y gráfica del periódico, en la edición del viernes, superó la de otros medios impresos, de televisión y de radio. Se cubrieron las facetas más diversas. Se hicieron explicaciones sobre la pluviosidad con base en datos técnicos. Se resaltó el lado humano del fenómeno. Se enfatizó en el colapso del tránsito.


Al tiempo que se puso una vez más a prueba la capacidad de respuesta inmediata de los periodistas y su habilidad para afrontar situaciones de emergencia (y este episodio representa un ejemplo que tendré presente en el curso de Periodismo Preventivo del próximo semestre), se atendió en forma cabal a las expectativas, por lo demás obvias, de los lectores, que no habríamos justificado una respuesta inferior ante un hecho urbano de primera magnitud como el que tocó presenciar y hasta padecer de alguna manera. Y dos fallas Y esas mismas razones que fundamentan la importancia primordial del tratamiento informativo de los hechos locales (que son los que constituyen la vida de la ciudad) como distintivos de un diario en el cual la gente se siente reflejada y representada, son las que explican la extrañeza de varios lectores por dos deficiencias registradas en la misma semana. El sábado 18 de noviembre, por la tarde, el ciclista Javier Zapata batió el récord mundial de salto sobre personas en un escenario cercano a las instalaciones del periódico, pero del hecho sólo se dio noticia en la edición del lunes, mediante una fotografía en la sección deportiva. Y el lunes 20, el Alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, inauguró la Torre de la Memoria, el nuevo edificio que reúne auditorio y salas de exposición de la Biblioteca Pública Piloto. Salió una nota de anuncio el mismo día, pero en las siguientes ediciones este hecho urbano significativo, ocurrido en el propio corazón geográfico de la ciudad, hasta el sábado 25 de noviembre no había sido registrado con la notoriedad y el sentido de actualidad que merece por tratarse de la apertura de un espacio nuevo para el público en un centro de irradiación cultural de primer orden como la Piloto. Una noticia local aplazada pierde actualidad y relevancia. Pueden ser valederos los motivos expuestos desde la Redacción (falta de tiempo y espacio), pero a los lectores nos resulta muy difícil declararnos satisfechos con tales explicaciones. La noticia local debe aparecer en la edición más próxima. Diferirla es reducirla a la mínima expresión. En la mayor parte de los casos el periódico ha sido consecuente con su vocación local. Esto se reconoce y es plausible. Por eso se extrañan tanto dos fallas y omisiones como las indicadas. Política en contexto La lectora Ana Mejía, quien escribe desde Bethesda, Maryland, en los Estados Unidos (mejia.ana@gmail.com), dice que en su condición de colombiana busca información sobre la situación política actual de nuestro país en diferentes publicaciones en internet y ha quedado “muy sorprendida con el bajo cubrimiento que EL COLOMBIANO le ha dado a esta crisis”. El Jefe de Redacción, Francisco Alberto Jaramillo, ha respondido que, si la lectora se refiere a la denominada parapolítica, en el periódico se ha publicado amplia información de actualidad diaria y de contextualización, con base en el trabajo de los redactores y de la agencia Colprensa. “El asunto (ha dicho) ha estado varias veces en Tema del Día y ha tenido todo el tratamiento informativo en las páginas de Nación-Política y en Paz y D.H. No hay día que no publiquemos un nuevo desarrollo de esta relación entre los paramilitares y algunos políticos. En no pocas ocasiones ha sido el titular de apertura del diario”. “Como me especificas que es una lectora por internet, no sé con cuánta asiduidad ingresa a nuestra página web y cómo realiza la consulta, pero sí


estoy seguro que nuestros lectores han tenido la suficiente información sobre el tema, con mucho rigor, carente de especulación y gran equilibrio informativo, con consulta a todas las partes involucradas”. Concepto A la nota de la lectora y la respuesta del Jefe de Redacción debo agregar que es comprensible que siempre haya lectores que reclamen más. Es cierto que la información del periódico ha sido la justa. La edición en internet en poco difiere de la impresa en el tratamiento de los hechos de actualidad. He repasado la información política en ediciones digitales anteriores y sí encuentro que podría hacerse un mejor aprovechamiento de este recurso tecnológico para ofrecer conexiones (links) a temas afines, textos completos de algunos documentos de especial importancia y otros elementos que se valgan de las posibilidades de hipertextualidad. Víctimas y damnificados El lector César Augusto Posada Salazar (cespos@hotmail.com) ha escrito así: “EL COLOMBIANO se precia por ser “un periódico bien escrito” (como usted afirmó, días atras, en uno de sus escritos). Pero, infelizmente, se está volviendo común el encontrar usos inadecuados de palabras o abusos de ellas. Hoy, por ejemplo, se publica la nota “El agua y el descuido se llevaron a Junior de Jesús”, del señor Alejandro Millán Valencia. El uso de la palabra ‘víctima’ fue usado (sic) solo para referirse al ser humano que murió en la tragedia. Pero... ¿Y los otros ciudadanos que sufrieron con la inundación? ¿No son víctimas por definición? Sé que en Portugués, inglés, francés... En fin. En todos los idiomas se cometen errores. Pero nuestro idioma es el castellano, es el idioma que debemos, no solo cuidar, sino hacerlo crecer. Quiero que el periódico siga creciendo en todos los aspectos, pero principalmente en el de educar a nuestra gente en nuestro idioma”. En sentido amplio y con sujeción estricta al Diccionario, sí son víctimas por definición todos aquellos que hayan padecido algún daño o afrontado grave riesgo. Sin embargo, en el español de uso en el periodismo, que es muy funcional y hace posible la distinción entre diferentes grados y situaciones de la realidad, la palabra víctima tiene la connotación de persona que muere por culpa ajena o por accidente fortuito (como la define también el Diccionario). A los demás suele llamárseles damnificados, sobre todo cuando se trata de daños colectivos.


Reeducar contra la calamidad del olvido

Por Juan José García Posada Es apenas obvio que el asunto de la parapolítica esté motivando muchos comentarios entre los lectores. Unos aplauden y estimulan la responsabilidad asumida por los medios de comunicación y por el periódico. Otros hacen críticas y observaciones para cuestionar este, ese o aquel aspecto de la información. Algunos proponen que haya un manejo más incisivo, opinan que el periodismo ha fallado en la detección y la alerta oportuna de no pocos problemas del país y reclaman más orientación para fijar posiciones y tomar partido ante los temas de impacto. No todas las cuestiones pueden responderse en los límites de una columna como esta. De los puntos de vista que, por ejemplo, ha expresado el lector Francisco Javier López Orrego (flopezo@une.com.co) se derivan por lo menos estas preguntas: 1. ¿Se necesita mayor contextualización de los hechos, de modo que pueda hacérseles un seguimiento y establecer su real trascendencia histórica, sus antecedentes y posibles consecuencias? 2. ¿Ha predominado una presentación pasiva y acrítica de las noticias y no es visible el propósito de crear opinión ante los hechos de la llamada parapolítica? 3. ¿Ha faltado un ánimo más incisivo en las investigaciones periodísticas sobre estas cuestiones? 4. ¿Se ha fallado en el cumplimiento del papel de vigías y avizores y no se han lanzado voces tempranas de alerta sobre lo que podría sobrevenir en la política nacional?


Las cuatro cuestiones son recurrentes. Ahora cuando se habla de la parapolítica y en otras ocasiones cuando se ha tratado de situaciones de máximo interés informativo han emergido esas preguntas. Las aproximaciones a unas respuestas razonables se apoyan en la observación y la experiencia y, por supuesto, en consultas con la Redacción. Si se requiere una mayor contextualización, la respuesta es afirmativa. Se ha hecho patente, es cierto. Pero, como decía al conceptuar sobre la queja expresada por una lectora que aspiraba a encontrar más conexiones temáticas, mejores explicaciones y un tratamiento más amplio, siempre los lectores queremos y pedimos más. Nunca estaremos satisfechos con la información recibida. Dejaríamos de leer. Siempre hay algo que permite mantener continuidad en la lectura y en la exigencia de más claridad sobre los temas de actualidad. Para que haya un buen seguimiento se requiere, en primer término, que los periodistas encargados de hacerlo sean expertos en esa temática y puedan calibrar la verdadera trascendencia histórica de los hechos, ponerlos en sus reales proporciones y diferenciar, como está visto que se quiere hacer, la información del periódico de la que ofrecen otros medios, en especial de televisión y radio, que suelen cambiar la trascendencia y la historicidad por la simple espectacularidad. ¿La presentación de las noticias ha sido pasiva y acrítica? En parte, así debe ser, para que no haya sesgo, tendencia, inclinación a prejuzgar o a editorializar en la información. Pero no hasta el extremo de borrar las diferencias entre lo lícito y lo ilícito, lo ético y lo no ético, lo decente y lo indecente, lo verdadero y lo falso. Tampoco, hasta contribuir a la exaltación inmerecida de personajes que por lo menos están sub iúdice y que no tienen por qué ser exhibidos como paradigmas ante una sociedad confusa. Y menos, hasta condenar o absolver al margen de la administración institucional de justicia. El carácter crítico se define en el enfoque establecido al elaborarse la agenda, en la determinación de lo que se quiere saber sobre un tema (y la agudeza y perspicacia de las preguntas que están por formularse sin miedo), en el análisis ponderado de los mismos periodistas (al margen de la información) y en los artículos de opinión y los editoriales. Si ha faltado un ánimo más incisivo en la presentación de los hechos, es algo que depende del criterio y los propósitos con que se emprenda una estrategia informativa: Ser incisivo no es ser precipitado, impertinente, inexacto, hipotético y especulativo. La moderna investigación periodística se aparta al máximo de lo conjetural. Tiene un objeto de estudio y un método de trabajo. No puede apoyarse en presunciones carentes de asidero seguro en la realidad. Respalda un periodismo de exactitud, no un periodismo funambulesco dedicado a hacer acrobacias para garantizar que los escándalos se mantengan a la orden del día. Cuando se maximiza lo escandaloso puede minimizarse lo verídico y dejar que la información sea aprovechada como herramienta de táctica al servicio de estrategas de la propaganda que defienden intereses particulares. Y es verdad que el periodismo en general ha fallado en la detección oportuna de muchas emergencias. Ha hecho falta un periodismo preventivo, que vigile, avise y lance voces de alerta cuando todavía puedan conjurarse los factores de


anormalidad. Esto ha sucedido con la economía, la cultura, el deporte, la administración, la seguridad y el orden público y todos los frentes de la actividad. También, como tanto se ha dicho, ha faltado prevención en materia de desastres naturales. Es probable que más de una emergencia haya podido evitarse a tiempo mediante actuaciones periodísticas anticipatorias. ¿Y para qué debe servir, en suma, la información reveladora y fiscalizadora? ¿A qué debe conducir la divulgación seria de tantos hechos demostrativos del envilecimiento de la política? A reeducar en unos valores que se han diluido, en unos criterios de veracidad, de eticidad y de honradez que se han subestimado. Desde el periodismo no sólo se educa al difundir con buen despliegue los temas y debates inherentes a la educación. Se educa desde todas las especialidades de la información, porque se ilustra sobre lo que está pasando y sus motivaciones, se induce a distinguir y elegir entre lo aceptable y lo inaceptable, en una sociedad en la cual se han distorsionado conceptos primordiales como verdad y justicia. Reeducar, en fin, para que no siga haciendo estragos la calamidad del olvido y la indolencia. Faltas en Mar del Plata En la sección deportiva del miércoles 29 de noviembre se informó sobre las denuncias por indisciplina hechas por integrantes de la selección femenina que participó en el Suramericano de Fútbol de Mar del Plata, Argentina. De la carta al Defensor, escrita por el lector Orlando Molina Pérez, director de Deportes de Ibagué, estos son apartes esenciales: “Con sorpresa encuentro publicado un articulo sobre los problemas de disciplina presentados en la selección Colombia femenina en el reciente suramericano de fútbol, y digo sorpresa porque el periodista que publica este artículo no menciona la fuente sobre la cual basa estas denuncias que van en contra del cuerpo técnico de la selección Colombia que honrosamente para nosotros es el tolimense John Agudelo. Conozco a John, quien es enemigo del licor, no lo consume por nada del mundo. Y al preparador físico Gilberto Arenas, un ilustre profesional de la academia y del fútbol y considero que este artículo les hace daño a su profesionalismo amparado en un anónimo... Es bueno esclarecer estos hechos y no dejar en entredicho el nombre de este tolimense orgullo de nuestra región”. Explicación La Editora de Deportes, Esperanza Palacio, ha respondido así: ”Respecto de la carta del lector, primero que todo, quiero aclararle a él que el periodismo que hace EL COLOMBIANO no se basa nunca en señalamientos personales o revanchas por rencor o por ningún otro motivo. En segundo lugar, los nombres de las fuentes fueron omitidos a propósito, a pedido de las jugadoras quienes, como se dice en el artículo, emitirán un comunicado conjunto para hacer la denuncia respectiva. EL COLOMBIANO publicó el artículo porque las niñas confiaron en nuestra seriedad para dar a conocer los hechos. Como se puede ver, además, nosotros consultamos al técnico y en la nota salió su respuesta, igual que la del presidente de la Federación. Y finalmente, con base en la publicación de esta información, la Federación Colombiana de Fútbol abrió la respectiva investigación. Estamos pendientes de lo que se pueda definir una vez que los interesados e implicados le den a la opinión pública una respuesta que aclare dicha situación. Le repito que nuestras fuentes consultadas, aunque no todas aparezcan con su nombre, por motivos que ya le expliqué, tienen argumentos e inclusive


pruebas que nos llevaron a valorar la información. Las niñas le confiaron al periodista que tienen pruebas para sustentar su denuncia”. Concepto Reservar la fuente es un derecho-deber de los periodistas. En este caso, se han expuesto las distintas posiciones: De las deportistas y de los técnicos mencionados. Si falta alguna precisión, alguna versión adicional, es recomendable publicarla, en honor a la verdad. Si hay una investigación en curso, es prudente esperar sus resultados.


Ofrecerle al lector lo que es del lector

Por Juan José García Posada - ¿Qué opina usted -pregunta un lector- de la innovación que han establecido en algunos periódicos y servicios informativos al organizar canales que permitan a los lectores participar en la elaboración de contenidos? El lector se refiere en su nota a una tendencia que ha venido abriéndose camino en diversos medios periodísticos y de comunicación. Es una derivación de la revolución de las audiencias, fenómeno consolidado en los años finales del pasado siglo, cuando se hicieron valer, y no sólo para los medios, los pensamientos, sentimientos y expectativas de la gente, como nunca antes se habían hecho valer en la historia de las sociedades. Es redundante volver sobre el tema. Basta citarlo como antecedente. Lo cierto es que en la actualidad están disponiéndose canales que posibiliten la concreción de la ya vieja idea de la comunicación de doble vía, de tal suerte que las respuestas de los perceptores de los mensajes sean captadas, valoradas y asimiladas por los emisores y se facilite una mínima y aceptable sintonía entre la llamada agenda pública y la agenda de los medios periodísticos. Interactividad e hipertextualidad Pero además ha influido en forma determinante la internet, con sus dos grandes ventajas sobre los medios tradicionales, es decir la interactividad y la hipertextualidad. Con todo y lo positivo y halagador de esas dos posibilidades, es preciso advertir que son muchas las reservas, basadas en la experiencia, que pueden expresarse sobre la verificación de unas genuinas relaciones interactivas (si se permite la expresión) entre periodistas y ciudadanos. Por lo apreciado en la diaria auscultación de las actitudes notorias de los lectores ante los contenidos informativos del periódico, he podido establecer, como lo he dicho en varias ocasiones, que el lector tiende más a asumir su rol a plenitud y por lo regular no siente especial predilección por participar, a menos que sienta una necesidad apremiante e impostergable por expresar críticas, quejas o puntos de vista sobre asuntos de interés. Clásicos y vanguardistas Hay diversas tendencias en el enfoque de la actitud de los lectores de periódicos. Las dos más sobresalientes son la que rehúsa atribuirles a los lectores unas funciones diferentes de las que definen su razón de ser: Los lectores son para leer y la relación de interactividad es, por lo general, más hipotética e ideal que real. La otra tendencia, de acento vanguardista, consiste en fomentar las respuestas, la participación activa y constante de los


lectores, la cooperación en el trabajo de elaboración de los contenidos, incluso hasta el punto de asignarles responsabilidades reporteriles. Entre ambas tendencias puede haber una conciliatoria, que sin desconocer que el lector debe sostener su vocación esencial y sin adicionarle otros deberes distintos del básico de leer, permita su participación razonable en la facilitación de elementos que ayuden a la selección de hechos de actualidad e interés público, a la definición de posibles contenidos y a dictaminar luego en una fase evaluativa sobre la calidad de las informaciones publicadas. Al lector (dicho en singular) no hay por qué demandarle un esfuerzo adicional al de leer. Participar es una opción voluntaria, que debe estar siempre abierta y ante la cual es necesario que haya una constante disposición positiva y tolerante. Pero no debe convertirse en parte habitual de las funciones primordiales del lector, que no debe recibir de buen grado aquellas apelaciones que interrumpan o alteren la comodidad con que ejerce el derecho a la lectura, en los ratos de ocio, en los momentos de reposo, en las pausas refrescantes que puede disfrutar durante las jornadas de estudio o de trabajo. Experimentos Los experimentos de interacción con los lectores pueden ser provechosos. El País, de Madrid, un diario fundamental en lengua castellana, tiene su proyecto Yo, periodista, dirigido a los lectores que pueden participar con el envío de fotos, vídeos o documentos publicables. Lo objetable es el lema engañoso: "Ahora los lectores de El País.com se convierten en periodistas". También se conoce el plan de la agencia Reuters en conjunto con Yahoo! en internet: "Tú, testigo". Tiene una orientación más o menos similar a la primera. Y cada día, por elemental curiosidad, consulta uno la página de noticias de Google, elaborada por un robot... Digo que los experimentos pueden ser provechosos, pero... ¿Será entonces, a mediano o a largo plazo, que el reporterismo estará robotizado y serán innecesarios los reporteros? ¿Si cualquier lector puede convertirse en periodista, para qué entonces el periodismo informativo profesional? ¿Se harán también concesiones que afecten el criterio ético de selección de lo que es importante, de lo que es publicable, de lo que merece la pena ser divulgado? ¿Se aproxima la hora final del periodismo noticioso profesional? Creo, por lo visto, oído, leído e interpretado en este campo, que al lector hay que ofrecerle lo que es del lector, sin proposiciones, promesas o alternativas que pueden volverse engañosas y sin abrir expectativas inciertas. Con los lectores Sí hay otros temas El lector Joaquín Toro Valencia pregunta por qué en esta columna ha sido tan reiterativo el tema de los deportes. “¿Es que no hay más de qué hablar o de qué responder en esta columna?”. Por simple limitación de espacio, la semana pasada hubo la casualidad de que volvió a tratarse sólo el tema deportivo. Pero había varias cartas de lectores con sus respectivos conceptos del Defensor. Muchos mensajes se responden de modo directo por el correo electrónico. Y de los que se seleccionan para publicar, sobre temas muy variados, no todos alcanzan a difundirse. El cable roto


Numerosos lectores escribieron el martes en la madrugada para quejarse porque no encontraban actualizada con todas las de la ley la edición de EL COLOMBIANO en internet. Por una parte, el reclamo ha sido ímportante para medir el alto grado de simpatía que el medio tiene en el exterior, entre lectores que buscan la edición digital desde cuando aparece a la media noche, hora colombiana. Pero por otra parte, es pertinente volver a decir que la actualización completa de la edición pudo hacerse una vez se resolvió el problema creado con la ruptura de un cable submarino en el Caribe, en incidente del cual se dio noticia en su momento. Hermenéutica La lectora María Beatriz Marín pide precisión sobre la palabra hermenéutica, “que he visto varias veces en esta sección”. Para responderle, me apoyo no tanto en los textos filosóficos (Hans Georg Gadamer, en primer término), sino en esta explicación en la página del Idioma Español, en internet: “Es el arte de interpretar textos. Los griegos llamaban hermenéus a quienes oficiaban de intérpretes o traductores de cualquier lengua o explicadores de cualquier disciplina. A partir de los hermenéus se formó el adjetivo hermeneutikós (relativo a la interpretación), que en nuestra lengua dio lugar al sustantivo hermenéutica, aplicado inicialmente a interpretación de la Biblia y, en un sentido más amplio, a la interpretación del fenómeno religioso como un todo, a las teorías filosíficas del significado y a la comprensión e incluso la interpretación de los textos literarios”. Solicitud de artículos Un lector ha enviado una lista de artículos que espera leer, de ediciones pasadas. Escribe desde gramitez@une.net.co. Se trata de textos publicados entre 2005 y 2006. No los ha encontrado en “ediciones anteriores” de la versión electrónica. De ellos se ha dado traslado al Centro de Información Periodística de EL COLOMBIANO, donde pueden ayudarle.


La lucha por el equilibrio entre servicio y beneficio

Por Juan José García Posada Es natural que en estos días se repita la extrañeza anual por la abundancia de contenidos publicitarios, que puede apretar el espacio de tal modo que se constriñan los textos e ilustraciones informativos. La falta de espacio, en temporadas como la de Navidad, afecta la mayoría de las secciones, aunque se procura atenuar el impacto mediante la ampliación razonable del paginaje. Vocación comercial Tales situaciones son comprensibles, máxime si buena parte de los lectores tiene, en un entorno como el de nuestra ciudad y nuestra región, una marcada vocación comercial. El comercio es dinamizador superlativo de la vida económica y social de Medellín. También es pertinente decir que se afecta menos la información cotidiana, por la publicidad, en la medida en que muchas actividades que se relatan con amplio despliegue en el curso del año, en estos días se ralentizan, se lentifican de tal modo que no hay detrimento para los lectores. Y además, al menos hasta el día de Navidad, se aprecia un buen esfuerzo por cualificar contenidos, calibrar lo que se publica, desechar notas y gráficas de menor relevancia, etc. Ese empeño se aprecia, por ejemplo, en la edición de ayer domingo. Aunque hay textos atractivos que debieron comprimirse al máximo, con la consiguiente decepción para nosotros los lectores (como la entrevista a Roberto Gómez Bolaños, de Beatriz Arango, en las páginas 35a y 36a), en cambio los trabajos publicados en la sección de Temas Contemporáneos aparecen holgados, con muy buen espacio, con un diseño muy sugestivo. Este cuadernillo contrasta, por la generosidad del espacio dedicado a lo periodístico, explicativo y narrativo, con el resto de las páginas del periódico. Condición dual Los lectores cumplimos diversidad de roles. Es cierto que el más importante de todos, en las relaciones habituales con el periódico, es el de la lectura. Pero además del mensaje periodístico está el publicitario. El lector es además consumidor de bienes y usuario de servicios, que se anuncian mediante los avisos.


En esa dualidad del lector y a la vez consumidor o usuario, debe primar lo esencial, lo que sobre todo justifica el servicio periodístico, es decir la información. Y tanto en el relato noticioso e interpretativo de los hechos de actualidad, como en las interpelaciones al consumidor y usuario para que acepte la oferta que se le presenta, debe prestarse un servicio que, en primer término, brinde orientación seria y adecuada, no abra expectativas exageradas o inciertas y ayude a tomar decisiones convenientes para el mejor desarrollo de la vida diaria. Lo primero, primero No deben sacrificarse hechos de actualidad e importantes, para privilegiar anuncios publicitarios y hacer que los lectores nos sintamos frustrados. Esta es una norma que sintetiza buena parte de la diaria tensión periodística en el proceso de edición. Es una regla de aplicación difícil en momentos y temporadas de expansión publicitaria. El equilibrio En su libro sobre La ética de las palabras modestas, publicado hace algunos años por EL COLOMBIANO y la Universidad Pontificia Bolivariana, el profesor Carlos Soria defiende el derecho de las empresas periodísticas a ser autosuficientes en materia económica, sin que por ello se causen perjuicios a los lectores al comprimir o suprimir temas de interés público. Insiste, entonces, en el equilibrio entre el servicio y el beneficio. El beneficio económico derivado de las ventas en publicidad es legítimo y es necesario. Pero sin que se menoscabe el servicio informativo, que representa la razón de ser del medio de comunicación confiable y creíble. Amplía información El Decano del Instituto de Ciencias de la Salud, CES, Jorge Julián Osorio Gómez, ha escrito una carta en la cual amplía información sobre una columna reciente, escrita por la periodista Sonia Gómez y publicada el lunes 11 de diciembre, sobre el tema de la salud. Ha dicho, al final de su mensaje: “No considero justo que públicamente y sin profundizar en la noticia, se insinúen acciones que no corresponden, Máxime a una secretaría y a una Institución Universitaria que han sido adalid de la transparencia y seriedad”. Del texto de la carta se ha enviado copia a la columnista y a la Dirección de EL COLOMBIANO, con la respetuosa solicitud de que se estudie su publicación. Errores La lectora Juliana Moreno Giraldo, quien escribe desde julianamg222@hotmail.com, dice en su nota que en algunas publicaciones semanales que circulan con EL COLOMBIANO ha encontrado “errores en la coherencia de algunos artículos y en otros casos errores ortográficos, cosas que creo no son aceptables para un periódico y menos de tan buena circulación. Espero tengan mayor cuidado en su edición. Gracias”. Es necesario que, en este y otros casos, los lectores hagan precisión sobre los errores que se hayan cometido. La crítica es constructiva y puede serlo mucho más cuando se conocen las fallas, más que las observaciones generales. ¿Cuál fue esa sentencia? Varios lectores han preguntado cuál fue la sentencia de la Corte Constitucional que estableció la rectificabilidad de los comentarios cuando


contengan informaciones falsas. Varias veces se ha hecho referencia a ese documento. Se cataloga como Sentencia T-1202/00, del 14 de septiembre de 2000. Puede encontrarse con facilidad en la página web del mencionado tribunal. La jurisprudencia pertinente se apoya en consideraciones como esta: “Aunque en principio la libertad de pensamiento no conoce restricciones, cuando la opinión expresada se fundamenta sobre hechos no veraces, ésta se desnaturaliza al no versar sobre una interpretación o valoración de hechos ciertos o pensamientos verídicamente conocidos, generándose, entonces, una vulneración a los derechos de información...” Defensores Pregunta el lector Adalberto Cárdenas dónde puede encontrar información sobre el tema del Ombudsman o Defensor del Lector en Hispanoamérica, a propósito de referencia reciente en esta sección. Entre otras fuentes pueden citarse la muy nueva página que reúne a defensores de medios periodísticos iberoamericanos, en esta dirección electrónica: http://www.egrupos.net/grupo/ombudsmen. Aparecen artículos de defensores, entre ellos el de EL COLOMBIANO. También, se han hecho algunos trabajos investigativos sobre la Defensoría del Lector, como el de la profesora argentina Flavia Pawels, que pueden leerse en www.saladeprensa.org


El puerto de entrada para los paisas de la diáspora

Por Juan José García Posada Desde cuando empezó a extenderse el uso de Internet y del correo electrónico, sí que se hizo realidad el pronóstico bíblico sobre el acortamiento de las distancias con el tiempo. La globalización del entorno local comenzó entonces a verificarse. El número de lectores del periódico en la edición electrónica ha aumentado en forma exponencial, como lo acreditan estadísticas difundidas con alguna frecuencia. Los mensajes que se reciben día a día desde lugares de residencia actual de colombianos y antioqueños en el exterior, muestran, además, la consolidación de un sector de la audiencia que antes era demasiado lejano y ausente y hoy en día, así no interactúe como se esperaba, se manifiesta, expresa sus reclamos y sus voces de conformidad, dice qué piensa acerca de temas específicos de las ediciones diarias. Y lo que puede ser más importante desde el punto de vista de la relación con los lectores, es el reconocimiento de que el periódico es el punto de contacto, el puerto de entrada a la ciudad y la región, el factor que sostiene el sentimiento de pertenencia al país y al pueblo del que se ha salido, distante en el espacio pero de cuyo discurrir pueden recibirse noticias con regularidad. La carta que aparece en la sección vecina deja un testimonio valioso para que puedan tenerse elementos de análisis sobre lo que sienten y piensan los lectores que viven en el exterior y, muy en especial, los que podemos agrupar con la denominación de Paisas de la Diáspora, entendida la palabra diáspora como la dispersión por el mundo de los grupos humanos que abandonan su lugar de origen, es decir la expresión del carácter andariego, algo muy propio de la idiosincrasia de los antioqueños, como si se llevara en la programación genética. El periódico y las noticias de la patria y del pueblo originario apenas llegaban en el correo ordinario, o se conocían mediante el ahora arcaico sistema de la comunicación de larga distancia. Desde Tokio, Sydney, Toronto, Zaragoza (en España), Berlín, Nueva York, etc., se sabe no sólo qué pasa en la familia, porque se sostiene la conexión por el correo electrónico, sino que se tiene además una información tan amplia y suficiente como se quiera sobre lo que pasa en la ciudad y el país, por lo que aparezca en la edición digital del periódico y, claro está, lo que se oiga por la radio y se vea por la televisión. La carta que aparece al lado muestra una fidelidad estimable al periódico y al mismo tiempo la sinceridad de lector que se siente vinculado con cada


edición. Critica en forma ponderada. Habla en tono positivo de la capacidad de acercamiento a las cuestiones locales, pero extraña algunas ausencias que bien pueden examinarse en la Redacción en general, no sólo en la sección de internet. El sentimiento de nostalgia que la lectora declara es apenas natural y se acentúa en estos días de Navidad y Añonuevo. Es apenas obvio. Y se atenúa gracias a los contenidos del periódico, evocadores de las tradiciones y costumbres entrañables, que de algún modo los paisas del exterior siguen observando en sus respectivos lugares, con todo y las limitaciones determinadas por el entorno cultural en que ahora viven. Con los periodistas de elcolombiano.com hemos intercambiado varias veces puntos de vista y apreciaciones sobre la alta valoración que merecen los ciberlectores. ¿Pero qué decir sobre la percepción que se tiene de ellos, de los ciberlectores, en la edición impresa? Por supuesto que en buena parte el material informativo y de opinión del periódico normal se transfiere a la edición digital, que se concibe y se edita con un criterio más amplio, en el cual se piensa no sólo en los lectores locales sino en los de más allá de las fronteras. ¿Se piensa en cada área de la redacción en los lectores del exterior? ¿Qué tipo de relación comunicativa se establece con ellos? ¿Cómo se les motiva para que escriban, opinen, propongan, actúen un poco más y permitan la cualificación continua de los contenidos informativos con perspectiva global? ¿Hasta dónde pueden influir los mensajes que llegan de lectores del exterior, no sólo de los que ahora estén viajando por hallarse en vacaciones, sino de los que tienen residencia más o menos estable en otros países? ¿Qué diferencias hay entre el tratamiento que se le da al lector local y el que recibe el del exterior? ¿Puede crearse una sección especializada, no sólo en la edición digital sino en la impresa, para mantener comunicación con los ciberlectores? Este es un tema que da para amplias consideraciones. Quedan esbozadas apenas algunas cuestiones a modo de preámbulo de la que podría ser una buena deliberación periodística. Testimonio de una ciberlectora Batriz Eugenia es lectora habitual de la edición de EL COLOMBIANO en internet. Ha escrito desde España, donde adelanta estudios de doctorado en Comunicación Audiovisual. Este es el texto de su mensaje: “Leo la edición de EL COLOMBIANO en internet a eso de las ocho de la mañana, es decir cuando en Colombia son las 2 de la madrugada. Me hace ilusión leer, por ejemplo, noticias relacionadas con los progresos que tiene la gente en Colombia, los progresos científicos, culturales. Es decir las cosas que implican mensajes positivos sobre el país. En este sentido hace muy buena labor EL COLOMBIANO: Los trasplantes, los avances de la ciencia, etc. Pero a veces les da por destacar por ejemplo, sobre todo en la parte cultural y en el cine, a directores que hacen películas que dan muy mala imagen de la mujer colombiana en Europa. Se piensa que así somos todas las colombianas, tal como las describe un director que hace más bien pornomiseria, o películas que resaltan el conflicto colombiano, como si fuera el único país conflictivo”.


“Ante todo me hace mucha ilusión leer EL COLOMBIANO todas las mañanas, como toda la vida, porque me siento como si volviera a estar en el país. Es como un viaje en el tiempo, como volver otra vez a situarme en el contexto local y regional. Hay que destacar el enfoque humano que le dan los periodistas de EL COLOMBIANO a las noticias en general, a las crónicas de personajes. Esa línea que ha tenido toda la vida, la mantiene todavía. Es de destacar siempre. Para mí, es el mejor periódico del país. Siempre me ha gustado mucho en todo sentido. Pero, por ejemplo, en publicaciones como la Revista NUEVA, dan a entender que, por hablar mucho de prótesis de silicona, de lipoescultura y todo ese tipo de operaciones, allá en Colombia como que son muy superficiales y las muchachas son light, y no tienen otro tipo de cosas en la mente, distinto de preocuparse por la apariencia estética. Últimamente sobre todo. Una vez estaban destacando mucho una telenovela de una muchacha, Sin tetas no hay paraíso, que no se ha visto en España, pero la destacan demasiado en tal revista, no en el periódico como tal. Se piensa entonces que así son todas las muchachas colombianas, que no tienen otra cosa en la cabeza, ni otros amigos e intereses distintos”. “Otra cosa destacable: Cuando leo las noticias sobre las labores que ha cumplido el Presidente de Colombia, me emociono mucho. Es lo que necesitamos los colombianos que vivimos en España y en general en Europa y también los europeos allegados a nosotros, que así se llevan una buena impresión del país, como país capaz de superar sus conflictos en forma civilizada y habitado por gente muy emprendedora, muy inteligente. Y es que fuera del país hay muchos colombianos que son verdaderos talentos. EL COLOMBIANO se destaca, por entre los demás periódicos y medios de comunicación, por el enfoque positivo que les da a los avances en Colombia. En alguna estación de radio que también escucho, de Colombia, como que le dan mucha cobertura a lo negativo, a lo sombrío y a veces a lo chabacano, a lo vulgar, lo que en España se conoce como extravagante, hortero”. “Recibo semanalmente, a propósito, un boletín de prensa de actividades culturales que se llevan a cabo en Barcelona y por lo general, programan cosas que me parecen negativas, como películas que dan una mala imagen del país, o una insistencia en temas sobre el conflicto y va un español a un seminario y acaba por creer que Colombia es un país en guerra permanente. También, he notado que los grupos de danzas y folclor que llegan no son los más representativos, sino que muchas veces son muy marginales, progre, con un cierto sesgo, como que en Colombia todo es violencia, desesperanza, miseria, etc. En este sentido, EL COLOMBIANO que siga así, que muestre la realidad completa, con los temas y los personajes y el tratamiento de la labor que hacen los colombianos en general y el Presidente, por el bienestar del país”. “Por último, me gustaría que para los lectores que vivimos en el exterior hubiera una sección especial, en la edición en internet y también en la edición impresa, pues muchos familiares, amigos y allegados sólo leen EL COLOMBIANO tradicional y quieren saber más de lo que pasa en el exterior, no sólo por lo que digan los servicios habituales de noticias. ¿Qué tal, por ejemplo, una sección de corresponsalías informales servidas por antioqueños que vivimos en España, en Francia, en Japón, en Australia, en Canadá, etc. Sería otra visión que estimularía a nuestros paisanos a creer más en un país que por fuera de las fronteras despierta grandes expectativas y esperanzas”.


El diario como guía y compañero de viaje

Por Juan José García Posada Un lector interesado en conocer más amplia y precisa información sobre destinos turísticos y sitios atractivos para los viajeros, declara su complacencia con las crónicas de viajes que suelen publicarse en la respectiva sección del periódico, pero dice que le gustaría conocer más notas y detalles útiles para viajeros nacionales por tierras colombianas. En su carta, Raúl Ignacio Valencia ha dicho: "Muy pocos lectores viajan todo el año. Lo hacemos sólo una o dos veces, en temporadas de vacaciones. Pero la mayoría sueña con viajar, quiere saber más acerca de destinos y lugares. Las crónicas de Turismo son muy sugestivas. Incitan a hacer planes. Estamos en un mundo globalizado y queda claro que mirar hacia el exterior es parte de lo habitual. Sin embargo, estupendo sería que hubiera más información en detalle para viajeros en el propio territorio colombiano y para los que han de llegar del exterior". La información turística del periódico es atractiva, es cierto. Tiene versatilidad y es notorio el interés en ofrecer una variada gama de posibilidades, tanto en el país como en el exterior. Las crónicas de viajes forman un elemento imprescindible en la sección. En estos días se han destacado temas propios de la temporada vacacional. Así, por ejemplo, en la última semana se han resaltado eventos como el concurso de cometas en el Golfo de Morrosquillo. Y el reclamo del lector, al cual está respondiéndose con frecuentes innovaciones, no deja de ser pertinente. La globalización debe ser de doble vía, tanto por la información que invita a viajar al exterior, como por la que muestra el potencial turístico de nuestro país y lo que puede brindarles a los viajeros, tanto nacionales como foráneos. El incremento del turismo del interior ha sido notorio en los años recientes. Que haya lectores, como el señor Valencia y otros que también han escrito con inquietudes similares, es indicativo del afán que hay por el desarrollo del periodismo turístico. A propósito, es del caso hacer algunas consideraciones que pueden resultar beneficiosas. En primer término, es importante destacar cómo un medio periodístico puede


asumir cada vez con mayor énfasis el papel de orientador de los viajeros, de compañero de viaje. Aunque parezca redundante ponderar la información turística, porque es algo consabido, el periódico es punto de contacto primordial para los viajeros que esperan conocer mucho más de los lugares que visitan o pretenden visitar. A dónde ir, qué sitios deben incluirse en el itinerario, qué facilidades o dificultades hay para el acceso, cuáles son sus principales focos de interés, qué presupuestos deben hacerse, qué precauciones deben tomarse y cuáles son los consejos prácticos por seguir, etc. De ahí que, sin desconocer en modo alguno la importancia y los efectos reconfortantes de las buenas crónicas, por medio de las cuales se pone a volar la imaginación y se despierta el gusto por conocer entornos naturales, contextos culturales y modos de ver el mundo de otros seres humanos y otras sociedades, no es inapropiado destacar también la utilidad de las notas breves, los apuntes curiosos, los datos de actualidad, que en las ediciones de Internet pueden refrescarse conforme con las circunstancias. La Internet inalámbrica ha comenzado a ser una realidad en nuestro país. Se estima que en pocos meses el Wimax se habrá extendido y al mismo tiempo es muy probable que, por lo mismo, se amplíe el número de ciberlectores de medios periodísticos. El sistema inalámbrico será de especial utilidad para los lectores itinerantes, para los viajeros, que podrán hacer consultas desde los automóviles en marcha. Es recomendable que en la edición digital y en el servicio de audiotexto se incorporen datos muy actuales, muy precisos y específicos, para la mejor información de los viajeros y ciberlectores: Mapas sobre el estado de las carreteras, los paradores o las zonas de alimentación, los hoteles y alojamientos, los pasos restringidos en las vías, las intersecciones, la situación del clima, etc. Esta información, basada en múltiples fuentes y dotada de numerosas conexiones (entradas o links) puede llegar a ser mucho más eficiente, por su permanencia y su posibilidad de actualización continua, que la que puedan proporcionar la radio y la televisión. Los mismos datos, sintetizados y consolidados, pueden publicarse cada día en las ediciones impresas. El periódico del presente y del futuro está llamado a cobrar un gran dinamismo. La tecnología es auspiciosa. Facilita la ampliación del radio de acción e influencia y, como queda visto, la movilidad y la penetración. Para viajeros en calidad de turistas (cuando la llamada industria sin chimeneas parece que está volviendo a intensificarse en Colombia) o para viajeros habituales, el periódico puede ser un apropiado guía turístico y un buen compañero de viaje. Con los lectores La actualidad judicializada El lector Felipe Rendón ha escrito este mensaje: “Sin que recuerde en qué fecha, publicó usted una atinada nota en la cual reprochó el uso inapropiado de términos comunes en el argot judicial para la información diaria. Quiero saber si la palabra involucrar, que tiene una connotación penal, en verdad puede utilizarse por comprometer, vincular, etc. Me gustaría volver a leer el mencionado escrito”.


Sobre la palabra involucrar, es preciso decir que lo más apropiado es utilizarla en el sentido de complicar, implicar, complicar, no tanto como comprometer. No es apropiado, por ejemplo, decir que “el Papa involucró a todos los católicos en la campaña por la paz”. En cuanto al artículo en referencia, se reproduce en seguida y lleva el mismo título de esta nota: Es comprensible que haya cierta intertextualidad en el manejo rutinario de locuciones de uso periodístico y que en la redacción habitual de informaciones y comentarios se filtren vocablos que suelen emplearse con propiedad en las jerigonzas de las profesiones y los oficios. Pero el problema está en que la extensión de esas palabras al lenguaje común a partir del texto periodístico puede ser errónea, viciada o inapropiada. Un ejemplo de impropiedad en la propagación inadecuada (hasta ilógica y desatinada) de vocablos, puede encontrarse en esa suerte de tendencia a la judicialización del lenguaje. Términos que se usan en forma correcta en el Derecho y en el ámbito de juzgados y tribunales van incorporándose al habla y la escritura ordinarias con suma facilidad, pero sin razón alguna. Casos concretos Las instancias: Debe respetarse la acepción jurídica de este vocablo, que se refiere a cada uno de los grados jurisdiccionales que la ley tiene establecidos para ventilar y sentenciar, en los juicios y demás asuntos de la justicia. No debe decirse: “En primera instancia le advierto”, “En segunda instancia hice el otro trabajo”, “En primera instancia informó sobre el proyecto...”, etc. Infringir: Infringir es quebrantar una norma. No debe confundirse con infligir, que es aplicar un castigo, causar un daño. No debe decirse: “El agresor le infringió graves heridas...” Aprehensión: Aunque aprehensión y aprensión son palabras casi homófonas, aprensión es escrúpulo, recelo, reserva, temor. Aprehensión es captura. Aprehender es coger, asir, poner bajo una jurisdicción. Cómplices: La complicidad es participación o asociación en un crimen o una culpa imputable a dos o más personas. Hablar de que alguien “es cómplice del autor en la redacción de la novela” es, por obvias razones, hasta calumnioso. A menos que sea una novela desastrosa o mortal. Hay un programa de televisión llamado Complicidades. Sus presentadoras invitan a los televidentes a que sean cómplices. ¿Acaso están cometiendo un delito contra la teleaudiencia, además de la falta contra el buen uso del idioma? Involucrar: De igual modo, involucrar es complicar a alguien en un asunto de dudosa calidad moral. Comprometerlo, enredarlo. “Estamos involucrados en esta noble causa”. He ahí una verdadera antinomia.


Judicializar: En el Vademécum de Español Urgente de la Agencia Efe encontramos esta explicación sobre la palabra judicializar: Hay términos que aunque de momento no aparezcan en los diccionarios no tardarán en ocupar el lugar que les corresponde. Son generalmente neologismos bien formados, que no chocan al oído y cuya presencia en el léxico es necesaria ya que sirven para expresar ideas o para nombrar cosas que hasta ahora no eran corrientes. En el Diccionario de la Real Academia Española aparecen el adjetivo judicial (perteneciente al juicio, a la administración de justicia o a la judicatura) y el adverbio judicialmente (por autoridad o procedimiento judicial). Una de las formas de las que disponemos en español para formar nuevos verbos es añadir en sufijo verbal -izar a un sustantivo o a un adjetivo; si estos terminan en consonante se añade directamente el sufijo (carbón=carbonizar), y si terminan en vocal se elimina esta última (patente=patentizar). Así, pues, el verbo judicializar cumple con las normas gramaticales del español y viene a llenar un vacío en nuestros diccionarios, ya que hasta ahora no teníamos ninguna palabra que significase “recurrir a la justicia para resolver asuntos no estrictamente judiciales”. No son correctas, en cambio, las formas juridizar y judicalizar. En fin, son sólo algunos ejemplos de judicialización de la actualidad, que motivan un indebido proceso... informativo.


Hoy, la última página de mil días de faena Juan José García Posada juanjogp@une.net.co

La de hoy es la última página de una secuencia que se abrió hace treinta y tres meses, cuando comencé a realizar la misión de Defensor del Lector de EL COLOMBIANO, que hoy me declaro satisfecho de haber cumplido con seriedad, honradez intelectual y buena fe. Ya cada vez más próximo a la estación ecuánime de mi vida profesional (es decir la estación del otoño), en estos mil días he disfrutado una experiencia que me ha enseñado, sobre todo, a afinar la condición de lector crítico y comprender cuán útil es, para un periodista, resistir a la tentación de la autosuficiencia presuntuosa y asumir la modestia como cualidad ética del servicio público de buscar la verdad y el sentido del discurrir actual. La mayoría silenciosa Casi diría que han sido mil días de trabajo solitario. Es verdad que un Defensor del Lector ha de habituarse a un estado paradójico de soledad. Los lectores, en su mayoría, suelen ser pasivos y, muchas veces, impredecibles y desconcertantes. Su predilección por mantenerse afiliados a la mayoría silenciosa es explicable, como he logrado concluirlo mediante indagaciones frecuentes, debido a que asimilan con plenitud su función propia, la de leer con comodidad y con derecho a no ser objeto de interpelaciones que les perturben (que nos perturben) el goce placentero y fructífero de la lectura. Si leer es una actividad felicitaria y liberadora, en una sociedad en la que el individuo vive expuesto al asedio continuo de las encuestas, las ofertas de servicios e ilusiones, el agobio de las filas y los trámites y las tensiones del tráfago urbanizado, el periódico no tiene por qué ser un factor más de sometimiento de los seres humanos al estrés de estar sujetos y no a ser y obrar como sujetos. Leer y leer bien Por esos motivos creo que, más allá de asegurar la apertura razonable de canales que estén disponibles para la expresión de doble vía (a propósito, son muchos los mensajes que se reciben día a día, con los asuntos más variados), no es aconsejable abrir expectativas inciertas con la creencia engañosa de que los lectores, todos, interactúan y participan. No hay que adicionarle al lector (que de todos modos sí es el centro principal de atención) una tarea más. Es suficiente con que lea y lea bien. Leer bien, en el sentido de captar la buena fe en la información y preguntar si tiene


dudas, detectar fallas y errores o tendencias, exponer observaciones con franqueza y desprevención, justipreciar el trabajo periodístico y atribuirle valor como constancia histórica y, muy en especial, ser partícipe de la formación de una cultura de saludable discordancia. No es tan solitario No es del todo cierto, digo, que el Defensor actúe como un solitario, con todo y las apariencias circunstanciales. Tiene, en primer término, la compañía intima, fidelísima e invariable de la propia conciencia. Y está acompañado, además (como lo he estado en estos mil días) del convencimiento reconfortante de ayudar a la salvaguarda de la credibilidad y la confiabilidad de un periódico respetable y respetuoso de los lectores. Y no ha sido total la soledad del Defensor, puesto que la distancia y la discreción en las relaciones diarias con los periodistas, con el fin de no interferir en las decisiones previas a cada edición, no han sido óbice para sostener un intercambio franco y cordial de impresiones en el análisis cotidiano de situaciones casuísticas, ni para equilibrar los motivos de cada redactor con los motivos del lector y elaborar dictámenes dotados de ponderación. Lector ecuánime La equidad es esencial cuando se profieren conceptos éticos. He pensado y sigo creyendo que el Defensor del Lector no es ni una contraparte del periódico, ni un impugnador conflictivo, ni muchísimo menos un detractor sistemático, o un indeseable censor. He procurado mantener una actitud dispuesta a conocer y comprender la idiosincrasia y las tendencias, expectativas y propuestas de los lectores, una disposición docente y, claro está, un espíritu de tolerancia y paciencia, para soportar, por ejemplo, que algún lector me haya confundido con un despachador rutinario de quejas. Un Defensor es, primero que todo, un buen lector que fiscaliza y opina, conceptúa y sugiere, vela por la transparencia con que se realiza el derecho a la información y actúa con independencia de criterio, con sindéresis, sentido crítico y propiedad para el análisis, la interpretación y la explicación de cuestiones de su competencia. En conclusión Como quiero ser consecuente hasta la última página con la idea de que al lector no hay que fatigarlo, para ser breve anticipo que en un escrito que entrego a la Dirección de EL COLOMBIANO expongo algunas conclusiones y recomendaciones que podrían resultar beneficiosas. Así, por ejemplo, en defensa de la credibilidad y la confiabilidad, es conveniente afinar en la aplicación de las normas sobre seguimiento del curso de los hechos, confrontación de fuentes, así como en la previsión y la adopción de estrategias de periodismo preventivo. También me refiero a criterios emergentes que fuerzan replanteamientos en la cultura profesional y trato sobre el conflicto entre visiones opuestas ante el mercado, las publicaciones satélites y la llamada prensa popular y, en fin, una forma de periodismo que se hace sobre el filo de la navaja. De igual modo, recomiendo una revisión del Manual de Estilo y su adecuación a nuevas circunstancias, como, por ejemplo, el desarrollo de la multimedialidad.


Esta última página ha de ser también la que cierre un libro que me propongo publicar con la selección de más de 120 columnas semanales que les han llegado a ustedes a lo largo de estos mil días de faena como Defensor del Lector. Gracias Transcribo, ya para terminar, la carta que envié a la Directora y al Gerente de EL COLOMBIANO el pasado 11 de diciembre: Estimados Ana Mercedes y Luis Miguel: Al dejar a su disposición la tarea de Defensor del Lector de EL COLOMBIANO que he venido desempeñando, agradezco a ustedes, a los demás directivos y los miembros de la Redacción , a los colaboradores y a la empresa en general, el respeto, la confianza y la cooperación que he recibido. Desde abril de 2006, al cumplir los dos años previstos para el período del Defensor, pensaba hacer dejación de este honroso encargo. Su tolerancia, mi ánimo de servicio y otras circunstancias motivaron una prolongación que ahora tiene solución de continuidad, con la consiguiente cancelación de mutuo acuerdo del contrato respectivo. Estoy elaborando un texto de conclusiones y recomendaciones sobre la Defensoría , para entregárselos al concluir este trabajo el 15 de enero de 2007. Entre otras consideraciones puedo anticipar que la denominación de Defensor del Lector de EL COLOMBIANO debería cambiarse o ajustarse a nuevas tendencias del buen periodismo y la opinión pública. En todo este tiempo me he preguntado de qué y de quién se defiende a un lector que no es objeto de ofensas intencionales, puesto que se trata de un diario que, pese a eventuales fallas que he procurado detectar y señalar, es consciente de la importancia vital del lector, valora sus necesidades y actitudes y observa con sentido responsable el derecho a la información. Ser Defensor del Lector durante 33 meses es para mí un récord que me enorgullece por lo que he leído, he aprendido, he escrito, he servido y he cumplido con satisfacción y criterio ético. Me enaltece seguir siendo para ustedes, para EL COLOMBIANO y para los lectores su invariable colaborador y amigo. 15 de enero de 2007.


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