ALLEN TATE
POEMAS
Oda al miedo Que brille el día: Oh, memoria, tu huella golpea en el pulso de la sofocante noche, la noche que espía con su cabeza oscura pero ardiente, su luz tensada y oculta quema en el día. Ahora ellos no se animan a glosar tu salvaje sueño, oh bestia del corazón, aquellos santos que tu nombre maldijeron; eres el torrente del blando río, sombra invisible, acechante y atenta llama. El mayor de mis compañeros, presente en la soledad, vigilante perro tebano cuando el héroe ciego se puso de pie: tú, omnisciente, en la encrucijada presente mientras Layo, el viejo asesinado, humedecía la hierba. Ahora invulnerable a la mirada de la profecía, embozado y acosado, nos cazas en la calle desde los rincones del mediodía de agosto, el alerta mundo encima, acurrucado a los pies del aire. Eres nuestra seguridad de una vida inmortal, odio de Dios a la mácula universal, la herencia, oh miedo, de la antigua batalla creado con los tejidos de la vena. ¡Y cuando todo había sido pronunciado yo vi tu forma, la más ágil y artera para el mundo mientras, en una prolongada jornada de la infancia, una seca tormenta explotó entre los cedros, abalanzándose bajo la lumbre del sol!
El paradigma
Porque cuando se encuentran, el aire tensable Aguanta como acero del bueno el peso De mensajes que ambos corazones sostienen, Una vez pasión pura, ahora odio puro; Hasta que el aire tensado como una fría mano Aferrada a otra igualmente fría, hueso contra hueso, Los sepulta en su congelada tierra (sólo algunos pies cuadrados) donde Se petrifican sus dos corazones y no tardan En traspasarse su mundo impenetrable; De ese modo se difumina el espejo de cada uno Cuya imagen es la superficie desparramada Por el aire; no es cristal el aire; Del mismo modo es su efímero antagonismo Quebrado como un duro espejo por aquello Que la cualidad del aire debe ser. Porque en el aire se encuentran todos los amantes Luego de convertir en odio su amor; El amor es solamente el eco de la partida Capturado por el rayo de sol que se extiende Sobre el exilio helado de la tierra Y se extingue. Cada uno es el crimen del otro. Esta es su equidad al nacer, Y el odio su ignorante paradigma.
Los lobos
Hay lobos esperando en el cuarto contiguo con las cabezas bajas, tensos, olfateando nada en la oscuridad; entre ellos y yo una puerta blanca con retazos de luz del salón donde se diría que nunca (tan sosegada es la casa) ha caminado un hombre de la puerta de calla a la escalera. Todo ha sido eternamente. Las bestias rasguñan el piso. He cavilado sobre ángeles y demonios pero nunca un hombre ha estado en un cuarto vecino a otro atestado de lobos, y por el honor del hombre afirmo que yo nunca antes lo había experimentado. Mientras buscaba la estrella vespertina en una fría ventana y silbaba cuando Arturo derramaba su luz, oí reñir a los lobos, y dije: Entonces esto es el hombre; entonces -qué mejor conclusión hayel día no seguirá a la noche, y el corazón del hombre tiene poca dignidad, pero menos paciencia que un lobo, y un sentido más embotado que no le permite oler su propia mortalidad. (Ésta y otras meditaciones serán apropiadas para otros tiempos después que el silencio del perro aúlle su epitafio.) Ahora recuerda el valor, ve a la puerta, ábrela y mira si enroscada en la cama o temblando junto a la pared, una bestia salvaje quizá con cabello dorado, con ojos oscuros, como una araña barbada en un piso bañado de sol gruñe -y el hombre nunca puede estar solo.
Sonetos de la sangre
I. ¿De qué está compuesta la sangre, de qué la carne, sino de algunos momentos de la vida del tiempo? Esta emboscada de las células, amor en litigio, Apoya sobre la carne la larga zarpa del crimen. Toma en cuenta a los primeros colonos de nuestros huesos, Observa qué ocupados están desalojando el polvo, Separado definitivamente de la última piedra pulida. Es penoso que dos hermanos tengan Que percibir un cáncer de flor perenne Para ser hermanos en la mortalidad: Perfeccionen esta traición en la hora asesina Si desean conquistar la ardua identidad de hermanos, Una lejana meta para que se afanen hombres, No alcanzada del todo cuando se llegó a la perfección. II. Cercano a mí como la perfección en la sangre Y más misterioso y lejano, es éste, mi hermano: Una abovedada luz en tu aislamiento. Adrede arde para que no apagues su furia. Es una flama escondida a toda mirada, Como la que entibia la más profunda tumba (el frío de la tumba es la más honda de nuestras mentiras) de ella nuestra sangre es la esclava legal: el fuego que más secreto arde en ti no te agota, escondido y solo, el fuego premeditado no consume a uno, sino a dos: a mí también, porque consume la médula del mismo hueso. Nuestra propiedad en el fuego es la muerte en vida Fisurando con su conflicto el cimiento rocoso. III. Entonces, hermano, nunca pensarías que soy vano Ni rudo, si mencionara la dignidad; Piensa poco en ella. La dignidad es la mancha Del pecado mortal que la humildad conoce. Permíteme designar la hora de tu nacimiento Dado que, si es en vano, ello solamente de un modo pueril: Como una helada débil sobre el maíz en abril La considerada muerte difícilmente te dejaría ir. Reconoce el costo –si respaldaras Otra vez nuestra esclavitud a la circunstancia No despreciando a un prescriptivo destino Sino en tu padecimiento por una hora azarosa. Es una porción tan humilde y tan soberbia Que en tu mortaja pensarás poco en ella.
IV. Han cambiado los tiempos. ¿Por qué te irrita El privilegio si no ley de la forma? ¿Quién de nuestra estirpe fue pusilánime, un toro de raza que galopa bajo una tormenta? Ninguno, desde luego; a menos que estimes arrogante El orgulloso cultivo de la humildad, Observar por casualidad y desdeñosamente Botas y espuelas cabalgando hacia el infierno. Hubo una vez, recuerda, un virginiano Que se tomó a sí mismo por la ley brutal de la naturaleza, Poco le preocupaba lo que pensaran de él, Un hombre alto que meditaba calmadamente todo lo que veía Hasta que dio la libertad a sus negros, temeroso de ser Excesivamente estricto con la naturaleza Y menos libre que ellos. V. Estas generaciones que tu corazón han sellado contra el placer mundano y fácil te destinaron a tomar la parte quieta de la mente secreta cuando aún eras un niño, antes de que para esto hubiera un comienzo. Inclusive tu coraje para aceptar ese sino en Shenandoah y a través de Bull Run se sumergió en un tiempo enemigo de las fechas, por ello eres guiado a través de un tiempo ansioso de horas, del mismo modo que por un oportuno detenerse sobre la línea espera el jugador a que se levante como de granito, en el crepúsculo y se levante más cuando el juego comienza y su equipo es vencido y ello cuando él gana. VI. Nuestro hermano mayor, aquel que no habíamos visto durante estos veinte años, hasta que volvió del ciclónico Oeste, donde había sido enviado por la sacudida furia a través del camino que conocemos tan bien, llaga de nuestras arterias: para ti, hermano otro, yo me volví un extraño y debes buscar el medio de medir la mortalidad, que conoce cómo desalinear los corpúsculos a través de designios que puede elegir: tu sangre es alterada por la muerte repentina de uno que, de entre todos, no podría utilizar la vida tan acertadamente como la muerte. Miremos debajo de esa vida. Quizá la suya es nuestro descanso: para escudriñar esto, lo mejor será emplear la vida entera. VII. El fuego al que le rezo fue una flama perdurable
hasta que extinta fue como nuestra generación; no importa, es todo uno, apenas un nombre menos permanente que una madreselva tardía; cavila cómo arde en él azul el fuego, en lo más caliente, cuando lejos la llama está de extinguirse; a Dios gracias el combustible está bajo, nosotros no vamos a renovar ese ardor en nuestro firmamento; piensa también que la cumbre del techo se fisura y caerá sobre nosotros, los que contemplamos la altura del sagrado furor sentado en su alto asiento, con la chalina negra de la cabeza a los pies, ardiendo con luz maternal, más fantasmal que la penumbra de noviembre amasada con el crepúsculo, para brillar en su crucifijo pálido. VIII. Este mensaje se apresura por miedo a que ambos aterrados, sin carácter, descendamos a lo muerto; la muerte no es educada, tiene un ignorante desdén por las identidades preciosas del aliento. Mas tú dirás tal vez que lo confuso perduró, un buitre cercano al corazón de nuestra entera estirpe: escuché los ecos en un bosque penumbroso, enmarañado, pero jamás vi un rostro espiando al interior. Ya que estos males son anónimos, nosotros hacemos estallar, exiliados de la tierra, añejas exclusiones de las memorias de la sangre: aquellas supersticiones de explosivo nacimiento; hasta que de nosotros no quede la nada sino una muerte tonta, que reine entre la confusión. IX. Ni el poder ni la mano casual de Dios nos sostendrán enteros en nuestro aire que dispersa, esto es una pestilencia sobre un césped verde y grato tan inmunda, que el halcón que acecha la encuentra favorable; te pregunto si entonces culminará esta noche y si la polilla volverá a rondar la llama vacilante, o si las arañas que devoran sus amores, escondidas en la noche, finalmente, se devorarán a sí mismas con vergüenza. Llama a la casa donde vivimos la de Atreo: A quién de nosotros criminalmente envolvió el Griego el futuro pregunta: ¡acerca ese colador traslúcido para cernir las partículas pertinentes del tiempo! Vamos a través de Corinto o de Tebas, el trayecto es corto, pero no el fijado sino. X. Industriales conductores, vuestro poder sin meta despierta hoscas veleidades del tiempo;
permite hermano, que conduces tu hora, que tus números sean todos primos, de modo que una falsa división con maliciosa matemática no entre a saco en la morada interior de la sangre; los Tracios, inflados de soberbia, ponen sitio al Atica -el invasor profana el sagrado bosque-: mas el secreto primero cuya simplicidad golpeas para reducirla a la nada, aunque dirigido, tiene en sí ese bastión de mar que fisurado, dejará salir la furia muda que ahogará al que jura rectificar el infinito, que ni oído tiene ni ojo.
Homilía
Si tu ojo te ofende, arráncalo Si tu cabeza cansada y silenciosa Desgarra la sombra con mirada fija, Enloquecida por la maldición de un brujo Imaginado en algún lecho locuaz, Y si en su escenario oscuro tu cabeza ensaya El quinto acto de la noche de final de temporada, Pues corta sus contactos, uno tras otro, Y tira a la basura el duro cortex, Y cuando te hayas maravillado de las guerras Que teje en su interior, llena de humo sus corredores, Rompe su cerrado pliegue con forma de gusano Al que la muerte se arrastró, acorralada y furiosa.
El sentido de la vida Un monólogo Piénsalo como quieras: está eso que es comentario, está eso otro que puede ser llamado la inmaculada concepción de su esencia en sí misma. Es necesario sopesar los dos métodos no sea que el primero ahogue al segundo, el segundo enmudezca (sin el primero). Lo he dicho muy resumidamente el otro día, pero se debe ser tan explícito como sucinto. Cuando era un chico viví en mi hogar, unos nueve años, en esa parte del viejo Kentucky donde las montañas bordean el Blue Grass, los viejos se disparaban unos a otros por las dudas; me hizo pensar yo no era como ninguno de ellos. A los doce yo estaba resuelto a disparar sólo por honor; a los veinte a no disparar en absoluto; sé, a los treinta y tres, que tengo que disparar cada vez que se dé la rara oportunidad matar es más que un comentario. El sentido de la decoración apropiada se altera pero una cierta lujuria se alimenta de sí misma sin hablar, sin que se le hable, subterránea como un río negro lleno de peces sin ojos pesados de huevas; con una pasión por el tiempo más prolongada que las arterias de una cueva.
Datos Biográficos John Orley Allen Tate nació en Winchester, Kentucky, EE.UU y falleció en Nashville en 1979. Distinguido tanto como poeta como en su calidad de crítico literario, tuvo una postura acerba y enconada contra los postulados de vida aceptados por sus compatriotas, a medida que los Estados Unidos iban convirtiéndose en el paradigma occidental. Feroz crítico de la comodidad y la autocomplacencia que veía extenderse a su alrededor, fue asimismo duramente atacado por aquellos que lo motejaron de reaccionario, aunque no podían dejar de reconocerle su genio literario.