Juan l ortiz

Page 1

Juan Juan L. Ortiz poemas


II


ELLOS…

Ellos están allí entre las altas barrancas. En lo hondo. Ellos están allí. Ellos viven, viven? junto al arroyuelo de aguas pobres que quisieran ser puras y que sólo el mediodía, el diáfano mediodía, viste de azul y plata. –La sombra de las barrancas en casi todo el día les roba esta única, esta celeste gracia…

El camino blanco en la alta luna fosforece y fluye para nadie entre una soledad rasgada, aunque espectral, de ceniza…

Pero el hilo de estaño cambiante y apenas sonreído por algunas frágiles flores de jabón, se transfigura, y es el despertar, en la crecida, de noche, ante un monstruo repentino y terrible todo lívido de espumas.

Ellos están allí entre las altas barrancas. En lo hondo. Ellos viven allí. Con el sueño amenazado y un posible abrir de ojos aún más trágico que el de las albas habituales sorprendido en su inocencia por un castigo todavía más incomprensible.

Ellos están allí porque solamente allí pueden estar. Porque solamente allí pueden plantar sus latas y sus lonas. Olvidados como los otros, desconocidos como los otros, los del horror lento o rápido, o brutal de aquí y allá… III


Ellos están allí porque solamente allí pueden estar. ¿Es cierto que se sonríe ante los lindos pliegues de las telas exhibidas y las copas de vino claro y las volutas gráciles de los “problemas eternos”? ¿Es cierto que se está contento de sí entre las luces y de las palabras seguras y del sentimiento medido por las uñas delicadas?

¿Es cierto? ¿Es cierto? Ellos están allí entre las altas barrancas. En lo hondo. Ellos están allí. Ellos viven allí. ¿Por qué esas manos graves, en el aire, sobre ellos, ligeramente bendicientes a pesar suyo, por qué?

Ellos están allí entre las altas barrancas. Ellos viven allí. Y una mañana cualquiera, ellos mismos, y acrecidos de otras aguas, de lo hondo, y con los hombros ligeros esta vez, a pesar de todo, y libres esta vez, y para siempre, de la infamante bolsa familiar, ellos, ellos, con otras manos y otros gestos, subirán, oh, subirán, hacia su día…

IV


MIRANDO ANOCHECER

Tras de la lejanía de las quintas ya obscuras el sol es ahora sólo un recuerdo rosado.

Dos vacas melancólicas parece que viniesen del ocaso con toda su morosa nostalgia.

Y por oriente otras, blancas, con recentales, en la luz ideal que casi las azula.

Balidos. Las chicharras cantan. –Aunque tú eres, me hubiera yo quedado un rato más aquí.

V


DOMINGO

El sol y el viento, solos, sobre el pueblo. Alegría de cal, de callejones últimos entre un pudor de ramas, por donde mis paseados, lentos días salían a suaves campos. Vecino era del agua y de la luz.

Campanas. Oh, la infancia que era como estas hojas, gracia viva del aire y los reflejos bajo la penetrante, mansa mirada de la tarde.

VI


¡OH, VIVIR AQUÍ!

¡Oh, vivir aquí, en esta casita, tan a orilla del agua, entre esos sauces como colgaduras fantásticas y esos ceibos enormes todos rojos de flores!

Una penumbra verde la funde en la arboleda. Así fuera una vida dulcemente perdida en tanta gracia de agua, de árbol, flor y pájaro, de modo que ya nunca tuviese voz humana y se expresase ella por sólo melodías íntimas de corrientes, follajes, de aromas, de color, de gorjeos transparentes y libres…

VII


AQUÍ ESTOY A TU LADO

Aquí estoy a tu lado mujer mía que duermes, solo. La noche es una curiosidad tímida a través de la madreselva. (Será en los campos una solemnidad de giro armonioso, mágico, acompasado de grillos y suspirado de aguas). Estoy solo a tu lado, mujer mía. ¿Qué sueño agitará tu pecho? Aquí estoy a tu lado, solo, mujer mía. Qué será de nosotros de aquí a doscientos años? Qué seremos ¡Dios mío! qué seremos? Dentro de cien, dónde estaré yo? ¿Tendrá la noche estival, entonces, la forma que ahora tiene? ¿Y habrá una soledad que gemirá en esta misma pieza, al lado de la mujer dormida?

VIII


CALLE DORMIDA EN EL SOL…

Calle dormida en el sol. Qué paz la tuya, después de la ruidosa vanidad de la urbe!

Ciudad dormida en el sol. Un hastío eterno, dorado, transparente, de invierno.

¿De qué muerte vino este pájaro solo que ahora canta, solo, solo, en la tarde?

IX


LA NOCHE Y LA MUJER

¿Dónde empieza la una y termina la otra?

Flor de la noche hecha sólo de resplandores, pero brotada de un suave secreto del cosmos.

Con su más pura vida es forma de la sombra que mira y abre blancas sonrisas. Loca la noche de la ciudad la quema en reflejos. ¿Se muere en el día como una joya?

La noche de los árboles la entiende. Y la calle iluminada fija en ella su más viva y delicada pasión.

X


EL PUEBLO BAJO LAS NUBES…

Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz casi nevada de un jardín algodonoso que flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solas en una fantasía toda infantil de pura?

Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólo, se iluminan en esta irradiación alada y cándida– Grandes cisnes efímeros sobre un sueño de cal y de follajes?

XI


LUCIÉRNAGAS…

Por entre las luciérnagas hacia el río flotamos, pues la sombra está toda de pupilas viajeras.

Y en el río, oh, amiga, llamas hondas y móviles. ¿Qué puerto aparecido? La alta fiesta celeste sumergida bajo el encantamiento de las chispas aladas: luciérnagas, luciérnagas, todavía en el río!

XII


PARA QUE LOS HOMBRES…

Para que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las flores, para que las cosas sean ella mismas: formas sensibles o profundas de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo por penetrar el mundo, con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños, o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento, para que podamos mirar y tocar sin pudor las flores, sí, todas las flores, y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada, para que las cosas no sean mercancías, y se abra como una flor toda la nobleza del hombre: iremos todos hasta nuestro extremo límite, nos perderemos en la hora del don con la sonrisa anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.

XIII


DATOS BIOGRÁFICOS Juan Laurentino Ortiz; Puerto Ruiz, 1896 - Paraná, 1978) Poeta argentino, conocido como Juanele. Se le considera una de las figuras fundamentales de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández u O. Girondo. Vivió su infancia en el medio rural de la Mesopotamia argentina y residió de joven en Buenos Aires, donde se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. Vuelto a su provincia natal de Entre Ríos, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones. Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce. En 1996 la Universidad Nacional del Litoral editó su Obra completa, a la que agregó poemas, ensayos y artículos inéditos.

XIV


XV


LIBROSAMATEUR

XVI


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.