El masacre sa pasa a pie, Freddy Prestol Castillo

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El Masacre •

se pasa a pie


FREDDY PRESTOL CASTIlLO

EL MASACRE SE PASA A PIE


El Masacre •

se pasa a pie FREDDY PRESTOL CASTILLO


FREDDY PRESTOL CASTILLO 191....1981

Freddy Prestol Castillo nació en San Pedro de Macoris el día 24 de junio de 1914, hijo de Miguel Angel Prestol (Gimbemard) Alvarez, comerciante Importador-exportador y de Hortensia Castillo Marcano. Realizó sus estudios primarios en el Colegio Santo Tomás de Aquino y los universitarios en la antigua Universidad de Santo Domingo, donde alcanzósiempre las más altas notas. De adolescente ganó diferentes honores, graduandose de licenciado en Derecho a la edad de 21 años. Como abogado desempeñó los cargos de Procurador Fiscal de Neyba, Juez de Instrucción de San Cristóbal y de Dajabón, así como Juez del Tribunal de Tierras de Jurisdicción Original en Santo

Domingo. En el ejercicio profesional como

abogado, laboró en asuntos catastrales, civiles, penales, comerciales y administrativos. De sus investigaciones mientras servíael cargode Rscal, escribió un interesante ensayo sobre DistribuciónGeográfica del Crimen en la República Dominicana, que mereció aplausos en el Primer Congresode Procuradores celebrado en el año 1940 y comentarios elogiosos de Don Consrancio Bernardo de Quirós, distinguido criminalista español, así como también del diplomático y jurista español Luis [iménee de Asúa, Como escritor, Freddy Prestol Castillo fue un excelente narrador. Publicó numerososcuentos y relatos de tema bucólico dando preferencia al paisaje y a la psicología de la gente del Sur de la República. Entre sus cuentos mejores pueden citarse


"Los intitulados tierra", "Herejía de

el titulo común de "Tabla Gesta y

Venancia lamala", "La tragedia de

Cantares del Valle de Nevba". En

Juan Marte", "El buen cabo e vela" y otros. Como libros, publicó "El Masacre se pasa a pie" sobre la matatua de los haitianos originada por Truiillo en 1937, y "Pablo Mamá" que alude al periodo de gobierno de seis años de Buenaventura Baes, De 1940 a 1950 Freddy Prestol Castillo escribió una serie de artículos en d diario La Nación bajo

distintos periódicos dejó ensayos y estudios de carácter jurídico. Uno de esosensayos fue escritoen Neyba; se titula "El crimen en la frontera sur", También dejó escrita una "jurisprudencia de Tierras (El litigio Catastral ante la Suprema Corte de Justicia)", Murió en la ciudad de Santo Domingo el día 20 de febrero de 1981.


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HISTORIA DE UNA HISTORIA Escribí bqjo cielo fronterizo, en soledad. Sin darme cuenta; yo estaba exiliado. Evidentemente. en aquel yermo. era un preso más. sin ser preso. En medio de la noche oía el aullido interminable de los perros vagabundos, leves como hojas secas, hambrientos. elásticos como las sogas de la hacienda. Escribíajurtivamente. mientras la aldea dormía. Y en aquel meandro profundo del silencio yo pensaba en mi triste destino: condenado a soledad. lo mismo que mi generación. penitenciada a la esterilidad. Salía del bohío, en la noche. a contemplar las estrellas de la noche fronteriza. ¡Bellas estrellas! Entonces el cielo denso. compactado, bajo. parecía darme en el rostro. Intimamente venía a mi mente una palabra: soledad. Aquella palabra se llenaba de horror. Leía en la noche al favor de la candileja amarilla e inestable del velón de cera de abejas. Entonces me dije: Lo que he perdido en hojas lo he ganado en raíz!

Lo dije en alta voz, como si.fuera una protesta o una explicación de mi vida. 1 sentí consolación.

Las noches de la aldea estaban grávidas de puñales. de presidiarios libertados. La noche olía a ron.


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Solitario, en la triste cabaña. rodeado porla noche, una voz interior me acusaba y me decía: "Cobardel Vete!" La voz continuaba hasta la madrugada cuando me vencía el

sueño. SL yo debía haber sido libre, haber huido. Debí haberme escondido en una balandra de pescadores y abandonado la sumisión. En cambio había sucumbido para dar un pedazo de pan agrio a mi madre. Las cartas de mi novia, la maestra, que se habíafugado del país, me repetían el mismo camino: huir. ¡Buscar la libertadl Yo, en cambio, permanecía en la aldea, como el buey uncido al arado. Pensaba en el determinismo de los días por venir. Los días pasaban. Parecía que no pasaban. Días grises, iguales, como el color del pasto que rodea al pueblo, como el rostro de aqueUa sabana que me parecía una madrastra, en cuya extensión y soledad vagaba mi pensamiento.

Tiranía es todo esto. La tiranía tiene el rostro como el de las estatuas: no ríe. La tiranía acogota con su mirada amaJilla, peligrosa. (Cada vez que escribía, veía sobre mis pliegos furtivos los ojos amarillos de la tiranía).

La tiranía es el tirano y todos los que no son el tirano. La tiranía es Don Panchito el Matón -aquél que agonizara catorce noches. cantando como gallo, croando como rana, roncando como cerdo. También, el cabo Sugilio: manos de tenazas, ojos profundos de animal de presa, actitud de leopardo. Don Panchito el Matón y el Cabo Sugilio estarían en todas partes. ¿No asecharían mi libro? ¿No espiarían mis


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pliegos? .. Ah. no! Don Panchito no sabe leer! Tampoco sabe el cabo Sugilio! Puedo escribir, tranquilo, en la noche!

Al cabo de mis sufrimientos, estaba escrito el libro. Si caía en manos de la policía secreta, habría sido sentenciado a muerte. El peligro hizo de mí y del libro dos personajes oprimidos. Un día me fugué del poblado. A partir de esa fecha el libro asumió su propia biografta. En la biografr.a del libro están la historia del Doctor M. y del Padre Oscar. A este último merecen estar vivas estas páginas. Yo también le debo la vida. Trazaré brevemente la historia del Doctor y del Padre Oscar.

El Doctor era cifra de sabiduría y de vibración humana. Profundo conocedor de esta isla mágica. de sus ríos, de sus montes, de su historia, de sus hombres. Podía hablar largas horas acerca del hombre dominicano desde el desembarco de Colón en "La [sabela". También podía explicar todas la especies de insectos, de aves y peces de la Isla. Conversador exquisito: violento, taumaturgo, un Quyote mulato. A ratos parecía un desquiciado. Siempre genial y valiente. Su cátedra de Medicina, en la Universidad, atraía a todos los alunmos. aun los de las otras disciplinas. La cátedra del Doctor. al atardecer, dicha como en soliloquio, en bqja voz. a veces como aguacero lento, y otras, como una cascada salvqje. congregaba a los estudiantes de derecho. Sus digresiones. para ambientar temas. eran maravillosas. ¡Vaya un hombre genial! Cirujano famoso. clínico. botánico. novelista. hablista, investigador, "Causseur". Se asfixiaba en el


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ambiente tóxico de la tiranía. Sospechoso al fin para la dictadura. creíamos que en cualquier momento un asesino pagado, irresponsablemente. afavor de noche e impunidad. le arrancaría la vida al salir de la cátedra o en cualquier esquina. Yo le habíafacilitado los originales del libro. Los recibió como una prenda. ávido de devorar el garabateado texto. Le expresé que yo debía antes copiarlo para que pudiese leerlo con más facilidad. DYo que no. Deseaba leerlo tal como saliera de mi pensamiento.

* *

*

En las afueras de la capital. en su oficina privada. el Doctor leía entusiasmado el manuscrito. A veces suspendía la lectura y hablaba solo. como discutiendo. con detonantes interjecciones. -Diabloooo!... -gritaba-o -Maldito país!... No!No! Malditos poliiicost, porque este es un pobre país ignorante y castigado por el hambre!

-Horror! Horror! ¿Es que tenemos que cobrar deudas de sangre. también con sangre? .. No! Pese a sus crímenes del siglo pasado. los haitianos son nuestros más desgraciados hermanos. más desgraciados que nosotros! -Maldita dictadura. que destruye los caracteres y envilece los hombres! Maldita dictadura!... Súbitamente callaba y daba pasos en redondo. acomodando los quevedos y enarcando sus bigotes agudos. Mientras tanto, caía la noche. Oíanse las cigarras. Y. lejanas, las voces de arrieros nocturnos. conductores de recuas con carbón vegetal. A veces se colaba por la ventana


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alta. mientras leía. un pedazo de merengue vagabundo o un trémolo lejano y dUuído de tambores en la medianoche. El Doctor suspendía la lectura en que estaba inmerso. y decía: -Síl... Sí/... pobrecillos de nosotros!... pobrecillos! Eso somos!... Ron. tambora. merengue... y dictadores!... ¿Para qué valen estas noches tan azules, estas estrellas tan brillantes, este olor de la noche, tan profundo como el ladrido del perro del campo? Toda esta belleza? ¿Para qué? .. Para contemplar la barbarie!... Ah!... sí/... Los haitianos!... pobrecitos ... Necesitan sanidad. comida. educación... ¿salvqjes? .. Tanto como nosotros! Y parecia gritar. El ama vit#a había oído, y llegó hasta la puerta. cerrada. No se atrevió a abrir y ni siquiera a tocar. Conocía los accesos de ira del Doctor cuando leía aquellos libros que eUa lúnpiaba en el revuelto escritorio. Detrás de la puerta escuchaba al Doctor con su voz recia y semi-ronca. en la noche. hablando. discutiendo, casi gritando. De súbito callaba. En esos momentos se oían las 1wjas de papel. cambiadas nerviosamente, en busca de una frase que él paladeaba y repetía. Repetía entonces los párrafos. Cerraba los ojos. Meditaba. Estirábase y parecía dormir en el butacón. Despertaba con una frase dura: -Carqjo!. ..

-Cuándo seremos gentes? .. Un timbre sonó. La criada uieja fue dando tumbos a la puerta. Una agresiva turba -los sabuesos del Servicio secretopenetró en la residencia donde moraba un silencio parecido al de los templos coloniales en los días enque no hay oficios rü fieles; esos profundos instantes de los atardeceres de las iglesias viEjas. Los matones penetraron con ín.fi..Llas


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proconsulares. Eran delincuentes al servicio de la represión; hijos de los bqjosfondos, donde no hay padre. ni maestros, ni pan. Unicamente lodo y malas palabras. AUi crecen como las flores amarillas de los basureros. Hazañeros, con hambre, como los perros del barrio. También son perros. De niños saltaron a hombres. Han vagado sin pan y sin metas. Claro, la meta es el crimen. En pandilla de barrio (ladrones perseguidos por la Policía). También, ladrones vestidos de traje militar, e instituídos de autoridad investigadora, sabuesos, como los perros del barrio. Pero ese es el precio de su pan. Pan veteado de gotas de sangre. Sin sanción de jueces. -¿Dónde está el hombre ese? ¿Dónde está? El ama vieja temblaba. Voces ásperas de arriero, buenas para el sabaneo de reses como las oía yo en mi niñez en las haciendas del Este. Voces para asustar reses y hombres diluídos en la inmensidad de las posturas y dehesas. 1aquellas manos de los sabuesos: fornidas, grandes, como para asir la cabeza de un toro fuerte y salvaje en las herradas; para enlazar a toda carrera reses criscas y peligrosas. ¡Un solo lanzamiento de la cuerda y la res ya está enlazada! Manos toscas para sonar el rebenque al ganado en los atardeceres. El cabo Sugilio enlazaba bien, pero cantaba mejor, al ganado. Ya olvidó todo aquello. También olvidó su arte de dominar la mancera y levantar el arado cuando se atascaba en las raíces. Ahora, policía, sabueso. Su patrón le pagaba una miseria. Así, a muchos, los del campo, que no sembrarían jamás. Los otros, los de la ciudad, no conocen el arado. Divago al recordar el asalto al Doctor. Sigo divagando. Las manos de los maleantes me hacen recordar las palabras pintorescas y duras del Doctor M., en nuestras charlas. El decía:


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-Las gallinas se acabarán en esta tierra/... Los que deben sembrar maíz están en los parques y plazas boquiabiertos. con hambre. esperando un "enganche" en el Ejército o adscritos al Servicio Secreto. para matar gente!... Temblaba el ama viida. Veía, con horror; aquellas manos de tenaza, que buscaban al Doctor. (El vago tiene ahora oficio: detective). Una puerta del pasillo se abrió violentamente. -Aquí estoy! (El Doctor hablaba altaneramente). -Venga!

-Cabo Sugilio: pángale las "esposas"! (Cabo Sugilio:

un leopardo. Un gato. Un gallinazo. Un ave de presa. Unos ojos rojos. como las lámparas de la torre de televisión, cercana. Huele a ron. Pone las "esposas" con rapidez que • asombra). -Vamos. pronto! El Doctor hablaba sin inmutarse. altaneramente. despreciativa-mente. sereno. ¿Por qué tan sereno? Después lo supimos. Cuando salió de la casa. escoltado por criminales. ya había resuelto suicidarse en protestafrente al régimen. Vtntes de salir de su oficina, se inclinó por última vez sobre mi libro. Parecía. que aún. en aquel momento. regustaba una palabra o una imagen). Súbitamente penetró al despacho uno del grupo. Debió ser jefe de aquella chusma. Tomó en sus manos los originales de mi libro. ¿Sabría leer? .. ¿Qué buscaba este mcstín ávido de sangre? Su ignorancia le negó una víctima que habría sido yo! Alfm. tiró el mazo de papeles sobre el escritorio del Doctor. El libro quedó abierto. arriba de la

mesa. como un mendigo postrado einerme. El rufián miró


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a todos los lados. ¡Solamente libros!... ¡qué lástima! pensó. Volvió la vista a todos los rincones. ¡Solamente libros!... Al fin acertó a robar elfino reloj del médico. halladojunto a aquellos papeles. Pocas horas después la ciudad se enteró del acontecimiento. El famoso Doctor M. había intentado el suicidio. Con su maestría de médico había trazado un corte de ciruiano en su garganta.. utilizando una hoja de afeitar. En la torre colonial que es la prisión, lo hallaron desfalleciente. Fue recogido y trasladado al principal hospital del Estado. El amo del país "había lamentado" . todo aquello (según la prensa) y ordenado enérgicamente que el médico "fuese salvado". En esa situación nadie habría osado visitar la señorial y silenciosa, la ascética casa del doctor, donde quedaban su museo de Historia Natural, su biblioteca, los libros que él había escrito, inéditos, y aquella ama torpe y buena, que evocaba un viejo reloj de pared fatigado de años. El ama temblaba, muda, frente a lo que acababa de ver. Yen el escritorio, los originales de mi libro, abiertos!

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El Padre Oscar, su amigo, sacerdote, humanista, intelectual brillante, hombre de gran valor, penetró en la estancia. Quiso poner aquello en orden. Le intrigó el mazo de papeles. Rápidamente se dio cuenta de que era un libro inédito. Con su insaciable cwiosidad. de lector, comenzó a leer. Su rostro mostraba asombro y se inclinó detenidamente sobre los papeles. Mientras leía, su rostro traducía una emoción pro.fimda. Aquellas páginas le causaban atracción. Envolvió los infolios, escondiéndolos en su sobretodo. Salió


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rápidamente. El Padre Oscar salvaba mi vida. Salvó también el libro. Cuando retornaron los sabuesos -esta vez eran otros, aparentemente cultos-los infolios estaban a salvo. El Padre los ocultó valientemente, arriesgando su vida, tal como el que carga una bomba de tiempo. Años después me hizo llegar los originales. Antes, me había dicho que los había quemado. A Partirde aquel instante mi madre escondía aquellas páginas llenas de correcciones y de ilegibles notas. como esos edificios en construcción adornados de una telaraña de andamios. Después de lafrontera vagué en la ciudad como el perro sin amo. Presa de permanentefrustración, había decidido escapos: Mi preocupacíon era el libro en manos de mi madre anciana. Quise guardarlo yo. pero rehusó airadamente. Lo había escondido. ¡No revelaría el paradero a nadie! Ella tenía la obsesión de los sabuesos del régimen. En sus sueños. me dijo. los había visto llegar cargados de mala noche. de ron y de puñales. ¡Matarían a su hilo! Y nuevamente ocultaba aquellos papeles.

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Los policías tocaron a mi puerta imperativamente. Buscaban a un hombre. Otra vez tocaban. Mi hermana se llenó de miedo. Mientras mi madre abría la puerta. aquella corrió al patio con los infolios y los enterró, como sembrar simientes de miedo. Falsa alarma. "Estamos equivocados", dijeron ásperamente. Desde entonces quedó enterrado el libro. amarillo de días y de ocultaciones: amarillo. como esos presidiarios privados de sol.

Sucedió la llegada de una primavera espléndida -un cielo roto de aguaceros- como los habían pedido, con


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rogativas, los ganaderos del país, cuyos pastos se calcinaban; como los pedía el hambre de todos. Las aguas, evocadoras de las antiguas "niegas" que vieron los más ancianos, hacían ya, del libro, el mejor abono para los hetechos del patio: olvidado de todos. Yo, también lo había olvidado, como algunos padres olvidan a sus hgos. Un día pregunté por el libro. Mi hermana palideció. ¡No recordaba dónde lo había enterrado, para salvarme! Casi Uoraba. Aramos entonces elJardín. No aparecía. ¡En esos instantes me parecía haber perdido un hyol Alfln apareció: era más bien un rimero de abono. Otra vez, quise Uorar: hojas rasgadas, casi ilegibles; pedazos raídos por los insectos, trozos convertidos en estiércoL A la postre, había aparecido el hYo deforme. el monstruo... Pero el hYol Tomé en mis manos el cadáver. Con solicitud de padre, he intentado darle nueva vida. Esta es la historia de esta historia.

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CAPITULOI El maestro había pronunciado una palabra rara: "DqJabón"... Se refería a una aldea lejana de mi país. Era

en la clase de "Geografia Patria" y tratábase de límites entre la República Dominicana y la República de Haití, ambas en la Isla Hispaniola o de Santo Domingo, una de las grandes Antillas, en el mar Caribe. El maestro hablaba rutlnariamente. No conocía su país. Era de una familia ilustre de la capital y jamás había salido "a esos pueblos". Los capitaleños hablaban despectivamente de "esos pueblos" de su propio país. Umitados a su pequeña ciudad colonial, llena de rancios prestigios, hacían alarde de una concentración citadina, en el fondo antinacional, que los separaba de las demás provincias, aldeas y territorios. El maestro era extranjerizado en sus preferencias. En suma, un importante señor capitaleño, que leía el 'Times", las revistas deportivas, de arte y de modas, exóticas. "Esto es cMUzaciónl" decía, al hojear las revistas extranjeras. Pero, esos pueblos... "Esos pueblos deben ser insoportables"... Y hacía un mohín despectivo con sus labios pequeñitos, todo él trazado en su figurilla de confesor, de cura frustado. "Esos pueblos, allá" ... (se refería a las aldeas lejanas, con su estampa gris de siglos, varadas como barcas inútiles en su tierra de sabana o de loma: como sus árboles antiguos, que jamás caminan y permanecen en el mismo sitial). Esos pueblos, con una historia heroica y amarílla de años.


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Al maestro nada de esos pueblos le interesaba. "Dajabón!"... me intrigaba ese nombre. raro. y yo pensaba cómo seria aquel lejano haz de nuestra tierra. frente a Haití. ¡Rarezas de la geografía! En esto. escuchaba el "gong" que ponía punto a las aburridas clases en que se intentaba explicarnos el país en que vivimos.

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Los estudiantes hijos de ricos vivíamos entre paredes blancas. gruesas e inútiles: aquella arquitectura chata que nos dejó España en una Colonia pobre. donde no hubo Cortes ni boato. ni mínas, ni indios cargueros. Una colonia pobrisima que a la postre vivió de los recursos que enviaba México en la famosa limosna del "situado". Dicen que nuestros abuelos sólo miraban el mar. en espera de los galeones que traían sueldos y ayuda para la mísera Colonia. Con todo. al cabo de siglos. éramos un país aparentemente libre y yo y mis compañeros provincianos. hijos de hacendados y ricos comerciantes. estábamos lejos de todo: del país. de sus dramas: lejos. en fin. de la vida dominicana. Sólo nos interesaban los domingos el foot ball, el basse ball, el tenis y sobre todo nos orientaba una autoridad sonora: el pito de orden del Rector. Colegio de ·San Román". Plácida vida -alta- como los pendones de la caña de azúcar en nuestras haciendas del Este. Mi padre tenía vastos campos sembrados de caña de azúcar. Yo no conocí ese paisaje. ni el barracón de los sembradores negros. ni la dureza de los soles. No conocía lo que había dentro de aquellos bohíos. achatados y tristes. En mi pueblo había visto el puerto -amplio. profuso de naves extranjeras- que cargaban azúcar para países


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lejanos. Yo veía los obreros, sucios, unos hombres que cantaban tristes melodías en los atardeceres del puerto, cuando se encendían las modernas lámparas eléctricas de la joven ciudad fabril. Parecíanme otra clase de hombres. Su dureza los hacía repulsivos. En cambio, los miraba con interés cuando cargaban azúcar en los barcos. Algo así como los niños miran en un libro de dibujos horribles, animales peligrosos y fuertes. En esa sazón el azúcar adquiría precios astronómicos en las bolsas extranjeras. En los campos, la caña de azúcar levantaba orgullosos pendones, más altos que los hombres que la cultivaban. También había risas y automóviles en mi pueblo. La. gente masticaba "chiclets", hablaba inglés, jugaba al tenis y después iba al cine o a las exclusivas salas de fiestas. Recuerdo los valses de aquellas fiestas y los levitones de los caballeros -los ricos comerciantes de mi pueblo. A veces, en medio de las fiestas, se oían, en el puerto cercano, los resoplidos de las dragas y grúas y el ronco pito de los barcos. Otras, se escuchaban los ferrocarriles que conducían el azúcar hacia el puerto. Los ferrocarriles de las empresas norteamericanas cruzaban dentro de la ciudad. como si se tratara de otra hacienda de los norteamericanos. La. calle tenía un nombre pedestre: "Calle de la Locomotora.

Ahora, en el ambiente refinado del colegio, nuestras conciencias las forja un maestro sofisticado. lleno de cortesía vacía, desprovisto de sentido nacionalista. Héle allí: todo es cuidado y medido, como en las tiendas. Su luciente melena de rey Sol, su cuidado mostacho; su traje siempre negro y antañón, como las tocaa de un prior; su


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apellido sonoramente colonial. Todo un bazar de principalía en el gris caserón. Hablaba a paso. ceremonioso. Nosotros creíamos que le tenía miedo a todo: a los muertos y a los vivos. Sobre todo le tenía miedo a los gobiernos. Aquella mañana. en la clase de geografía nacional suplicio para él!- nos hablaba de las fronteras de la República Dominicana y decía: -Sí, niños. síl ... La frontera está aquí.v. (y señalaba

con el dedo gordezuelo). Aquí está un río llamado el Masacre... frente a Haití. (Yo veía los dedos gordezuelos y

aquellas pulidas manos abaciales que nunca habían dado un hachazo. ni regido las bridas de un caballo).

Pero la riqueza de los antillanos es asunto que ellos no manejan: se resuelve en las Bolsas extranjeras. En estas islas del Caríbe, donde el signo económico es la caña. fundada en la obra de mano de los negros. se viven sorpresas increíbles. Allá. no aquí. se dictamina el precio de nuestros productos. lo que quiere decir que allá y no aquí. se le pone el precio a nuestro trabajo. ¡Bolsa de Wall Street! Supremo tribunal de los precios! Ruleta que enriquece. o que lanza a la miseria. . Nuestros pueblos. que afanan al sol, aprueban. Boleto ganado: Alza! Ficha perdidosa: Quiebra! y nosotros. los alegres habitantes de Macoris del Mar. habíamos perdido al póker de la caña! El paisaje brillante. de sol, de mi pueblo. se tomó gris y nostálgico. Adiós la marinería exótica. rubia y ebria.


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que abarrotaba el puerto y los bajos fondos. Adiós el humo de las fábricas gigantes. Sólo recuerdos. soledad. Lajocunda ciudad se había transformado. Los puñales del hambre atravesaron el corazón de mi pueblo que había sido como un muchacho grandote y deportivo. al estilo del insulso "scholar" yankí, con una historia de máquinas. barcos. azúcar y negros trepidantes como las grúas del puerto. Sí. es la verdad. Habíamos perdido al póker de la caña. Ahora visitaba la vieja capital urgido por estrecheces económicas. para ir a la Universidad a proseguir mis estudios de Leyes. luego de la pausa que me impuso la muerte de mi padre. Cuando murió, sólo había unas pocas monedas guardadas por él para asumir la última obligación -la del enterramiento. pagado.puntualmente y sin pedir a los amigos-. ¿Cómo había sido aquello? .. Nuestra riqueza familiar en dineros, tierras de caña de azúcar y haciendas. se había evaporado. Mi padre había decidido pagar la mínima obligación; entregarlo todo a sus acreedores. incluso la casa solariega. la rica mansión que nos vio nacer. De nuestro ayer sólo quedaba la unánime fama de mi padre, en boca de banqueros. agíotístas, comerciantes y sobre todo en voto de los pobres. Todos decían que "había sido el más honrado hombre del pueblo". Volví a la casa y hallé una soledad, una serenidad triste. casi macabra. en los rostros y en los rezos de mi madre. Después: el mismo paisaje del pueblo, chato, gris. miserable.


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Mi refugio es el mesón de los obreros de "Santa Bárbara", en el hotelucho de Teodora Jáquez. una negra mitad celestina, mitad beata, siempre apiadada del dolor ajeno. Mesón pobre que frecuentan escasos estudiantes provincianos y por lo común obreros -hombres del puerto. de factorías, que llegan cansados, con deseos de gritar, de acusar, pero que permanecen callados. En Santo Domingo está prohibida la expresión del pensamiento. Sólo tenemos el derecho de hablar para hacer loas al Presidente. En el mesón: palabras gruesas de mi tierra. el cuento procaz, cantos agudos y libidinosos del Caribe y la amplia sonrisa blanca de negros y mulatos, con fuerza de toros. Son, los más, campesinos sin tierra, o con alguna tierra enliada en litigios de sucesión, mientras discuten derechos y buscan abuelos desconocidos, tragados por los años. para heredar. Ninguno cultiva un pedazo de tierra. Todos venden sus tierras. Y al cabo, aquí. al puerto. Estos son los contertulios: ex-campesinos. Ahora. mozos de puerto. de garita. tarados de todos los vícos. especialmente el alcohol. que consume todo su salario. El mesón es pintoresco: cantos del último "son": la prostituta espectral que ya dejó el oficio y, ahora, pide limosnas; el mozo de servicio que nos dice "tú", porque no sabe de cortesía entre el servidor y el cliente. Y en el rincón, las caras pálidas de los estudiantes. Los estudiantes, hablábamos soñando. ¿De qué? De nuestro futuro, de los problemas nacionales, del estado social del país. Esto había que hacerlo con discreción, por temor a la delación. que aparejaba comúnmente la muerte. [Ilusíones, esperanzas! ...


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No pude pagar los impuestos estatales para obtener mi título. Los demás 10 habían obtenido. Incluso vi al más retrasado de los compañeros, asumiendo la dirección de un gran bufete. Pese a mis brillantes notas académicas, yo andaba calle arriba y abajo, cavilando en quién pudiese hacerme la merced de facilitarme unos pocos pesos para obtener mi título y hacer mi juramentación. Fue imposible. Decididamente pensé entonces -pienso todavía-: esta es una tierra sin señores! Salí a la plaza. Había un debate sobre política. Todos hablaban de política. Todos unánimemente alababan al Presidente. Pensé que alguno de estos caballeros pudiese ayudarme. Recordé entonces que mi amigo. poeta de renombre. me había presentado a uno de aquellos importantes personajes. El generoso caballero me escuchó con afecto poco usual por los que están en las eminencias del poder. en este país. Me dio esperanzas. Yo debía aguardar. mientras él propiciaba mi ingreso al servicio judicial. Así. podría yo ocupar una silla en un Tribunal o Corte de Santo Domingo. o de alguna Provincia. en Macorís del Mar, por ejemplo. También podría ocurrir que el poderoso. que no me conocía, dispusiese que yo fuese a cualquier pueblo remoto... ¿guién era yo? .. ¡Un joven letrado desconocido! En verdad. la política es un fichero o una caja de naipes. Las cartas me vinieron mal. La orden fue: salir hacia Dqjabón. aquel pueblo remoto. frente a Haití. que en mi niñez mencionó, como cosa lejana. el maestro amanerado.


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Héme ahora hacia Dajabón, en un carromato cualquiera. Vehículo de viejo modelo -esto es naturalporque nadie mandará buenos carruajes a aquellos contornos del desierto. Hacia aquellas lejanías sólo van restos de máquinas y restos de hombres. Funcionarios fracasados, de tipo menor, maestrillas, letrados cansados, comúnmente viejos, en fin, el excedente de la pleamar burocrática. Hacia allá voy. ¿Qué será de mi? ..

Después de Santiago. Una carretera con sol. Pueblos tristes, secos. Aquí -pensaba-; la vida habrá que investigarla mediante ecuaciones de segundo grado. Niños flacos, espectrales. Chivos algebraicos. Casas bajas y pardas, de "cana". Sol, sol, sol! Todo está aplastado por el sol. Ahora, vueltas de la ruta asfaltada. Unas cruces en un calvario lugareño. Y al fin!... El viejo y quertdo mar. Al preguntarle al conductor por el nombre del pueblo, me dice: -"Monte Crtsti"Un pueblo soñoliento frente al mar. Fue la sala trágica de nuestras guerras de emancipación y de nuestras guerras civiles. Advierto su rígido y sin embargo atrayente paisaje, su amable gente, que sabe sonreír, y pienso en su historia, desde las despoblaciones del siglo 16. ordenadas por don Antonio de Osorio, para frustrar el comercio con los "herejes", que violaba las prohibiciones de la Audiencia de Santo Domingo


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y los mandatos del Rey. En esto quiero como adormecerme. mientras el carromato sigue la ruta. (Mi destino es más lejos. más tierra adentro. todavía). Otra vez los mismos paisajes. alternando sol y chivos. Escasa gente. ahora. Más soledad. Ya. la lejanía gravita sobre mi espíritu. Presiento la Frontera! esta tierra que no conocen los llamados sabios de mi país sino los soldados -los "guardias"- de mi patria; y los peones descalzos. sin zapatos y sin conciencia.

Dqjabón al fin!

Un pueblo de cana tostada por el sol más fuerte de la Isla. Aldea pajiza. de estampa indígena. con sus tres calles vacías y soñolientas. que termina en el Masacre. donde el pueblo lava sus pies de barro. ¿No hay gentes?. Poca. Casi todos han huído. Aquí la gente sigue emigrando. desde los días coloniales. Veo negros espantados y bocas mudas. Un parque. con laureles robustos. como los fornidos y comilones hijos del ventero del pueblo. Y... silencio. ¿Qué ocurre en Dajabón? .. "El Corte". pasaba en esos días. ¡El Corte!... ¿Qué era aquello? .. Ninguno me lo había querido explicar. Ni la misma mesonera. Después lo sabría todo.

Hoy. el carromato del correo trajo un bulto más. ¡Era yo! Estaba destinado a la Justicia de la aldea.


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CAPITULO II

Yo no sabía del deprimente poder de la "sabana" de mi país sobre el espíritu. A 10 largo de ésta, última linde del viejo cacicazgo de "Marién", he vagado como un muerto en los días de mi magistratura. Algo triste, anonadante, con un sabor acre y místico me venía de aquellos pajonales pardo-grises donde la vaca abandonada por el hatero pace día por día una hierba dura y cerdosa, persistente al sol: el "rnaícoté". Vacas tristes, -¿por qué me parecían tristes las vacas?- "maicoté" y sol. Ahora no hay peones haitianos. El haitiano desapareció desde que el capitán Ventarrón inició MEl Corte". "¡El Cortel" ¡Qué temblor y pavura vi en más de un labio grueso, afro-español, y en más de una articulación de sonidos ambígüos, pugnando por hablar claro el español, para demostrar que era dominicano quien hablaba! El "Corte"... Es como decir, el Exodo. ¡Qué tardes de polvo y de so1l Y las noches, largas. (La noche se alarga como para ayudar al crimen. En mi lecho, despierto, anhelaba la aurora. La aurora no llegaba. Continuaba aplastante, la noche).

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El Capitán bebía. bebía. bebía. Y la sabana era larga. inmensa. En la sabana caben todos los muertos. -5a1gentooooo!... Saigento Pío... -Presente. mí Capitán! El Capitán hablaba tambaleándose. ebrio. Dentro de la embriaguez hacía un esfuerzo y entre la tiniebla de su mente aparecía una luz roja. como de sol sangriento. Haciendo esfuerzos. contestó el saludo y dijo al Sargento: -Acabo de recibí unaj óidene sería]. El Gobierno ordena el degüello de cuanto "mañese" jallemo. No repete edá ni pinta. Quémelos jata vivos. EyL. SalgentoooL. tá jablando el Capitán Ventarrón! Un trago!... y cuanto romo jalle, tráigalol Ya uté sabel Teímíne en la candelaL. Capitán Ventarrón no podía resistir el peso de la tragedia de la cual se le hacía ejecutor. Tenía el encargo de teñir de rojo toda la larga campiña. los llanos y las lomas. Para asumir su papel de Atila. acudía al alcohol. ¡Matar a núllaresl Ancianos. niños y mujeres... ¿Por qué? .. ¡No 10 sabía!... Era una "orden"... En un momento recordó que su abuelo había nacido en HaltíL. Y entonces sorbió casi medio frasco de ron. Sus labios temblaban todavía. y miraba la gran sabana. como un idiota.

"Anta" Y Antigua Suríel, es lo mismo. Pero es más poético: Anta. Anta junto al Masacre. donde lava y canta. Seno duro. como las peladillas del arroyo. Cadera como las de la acémila de la Granja Agricola. Orquesta de paletas


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que lavan. nalgas flexibles y voz profunda que se va por el río. Dice ei Cabo Pirulí que eta noche va pa allá... Dejelé la pueita abieita y la camisa lavá... " Esto es en la orilla dominicana del rio. Un rio pequeñito que divide dos países: Masacre. Marcelle junto al Masacre. el río pequeñito. Marcelle lava y mira desconfiada hacia la otra orilla. Marcel, la haitiana. Parece que tiene miedo todavía. Suunsuá... Suunsuá, papá... Suunsuá... Marcene. haitiana. Escapada del "Corte". Lava en el Masacre. el río internacional pequeñito. Junto a Marcene. está. sarnoso. el perro "Pítí". Perro haitiano. corredor. fugitivo. leve como la hoja seca del "chacha". Marcene no ha sabido nada de sus padres. desde la fuga. El Sargento. desde el fortín. le dijo que su papá era un ladrón de ganado. Marcene, haitiana, no contesta. Anta Suríel, la negra reina. tampoco sabe de su novío haitiano. Daniel. el hojalatero. También era zapatero en Dajabón. ¿Dónde está Daniel? Enterrado en la sabana. Anta no sabe dónde. De saberlo habria ido a clavar una cruz en la tierra parda de la sabana. Daniel era bueno. [Legbá, Papá Legbá, haitiano. lo protegerá! Río claro; a veces, ocre; a ratos verde. Otras. rio tinto. Río con secretos. "Masacre".

• •


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El drama de Daniel había sido el de todo un pueblo negro que vivía en llanos y montañas. ¿Cómo era ese pueblo? Un clan de pastores y cultivadores nómadas que finalmente habían asentado en las lejanas y olvidadas tierras de la frontera de la República Dominicana, frente a la República de Haití. Estos negros habían llegado hasta los hatos de los patronos rústicos dominicanos asentados en Dajabón y aldeas aledañas y finalmente se habían injertado en la vida de aquellos señores holgazanes que vivían de los cultivos de los negros de Haití. Por ejemplo, todos los caballos de los García, ricos en extensas tierras que jamás habían arado, fueron criados por el haitiano Toussaínt, el arriero. Lo mismo la gran vacada del amo don Chepe. Las vacas pIietas y berrendas habían sido acaIiciadas y mimadas por Tamí Pié. Mientras tanto. don Chepe, el patrón. un criollo negroide. con lejanos ancestros españoles y haitianos. dormía la siesta en su gran bohío. bajo la sombra de los viejos árboles de su fundo. Sólo Tamí iba al campo y los mulos resabiosos únicamente obedecían a él. Otros peones cargaban las cosechas para la casa de don Chepe. Una vida igual, sin incidentes. vista desde la paz del bohío grande de don Chepe, con un fondo de sabanas. verdes bajo la Iluvía y permanentemente pardas y grises en el estío. A don Chepe no le interesaba saber qué es la "República Dominicana". Le bastaban su tierra ancha. sus vacas y sus siembras. fomentadas por negros de Haití. En cambio. su única preocupación era ser míembro del "honorable Cabildo" del poblado. El haitiano comía de los frutales y tiraba la simiente al llano. Nacían árboles. Muchos árboles. También. en las barracas del hato. nacían haitianos, muchos haitianos. La tierra se poblaba de haitianos y de árboles. Con el tiempo el haitiano había llegado a ser "el hombre", como dice la expresión popular. Y él estaba


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satisfecho en esta rustica Arcadia donde a veces se usa el español. que apenas entienden los peones. Los cantares son de Haití. Hay en la piel un color cobre que resulta del cruzamiento de nuestros negros y el haitiano. Las negrillas de la señora principal del pueblo han casado todas. con haitianos. Estos ocupaban todos los menesteres: hojalatero. zapatero, agricultor y peón. También había en las lomas una propiedad cultivada en que todos los amos eran haitianos. *

* * Aquella mañana el Capitán seguía borracho y salieron los sargentos con bandas de hombres a continuar sus órdenes. Entre ellos destacaba. junto al Sargento Pío, otro a quien llamaban MEI Cruel". El mote denuncia sus hazañas. Tiene una ingenuidad de pantera alcoholizada que no distingue entre el bien o el crimen. Estampa menor, frente a la del Sargento Pío. que miraba la tierra soleada con sus ojos' de tártaro. Sargento Tarragona: había todas las artes del gato y la rapidez del tigre. Sin embargo, está preocupado: ha recibido órdenes de terminar "en candela". Esto significa que debe matar. destruir y finalmente entregar a las llamas las casas y las gentes.

• * * La sabana es inmensa. La "cédula" -un documento de identificación exigido por las leyes de Santo Domíngo-> seria el pretexto. Iban los soldados bajo el pretexto de la búsqueda de infractores a la ley que obligaba a portar el


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documento identificatorlo y arreaban grandes masas de haitianos hacia los llanos lejanos. Lejos de las aldeas podrán realizar más ampliamente el festín homicida. Los haitianos iban mansos, en filas largas. Viejos, como Tarní, el limosnero; jóvenes y muchachas de carnes duras y fuerte grajo. Colores varios en las rústicas vestimentas. Por su parte. los soldados tragaban ron repetidamente. -Muchachos... romot.. romo! que vamo a trabajai, decía el Sargento, mientras saludaba militarmente a los soldados, casi sin levantar el rostro. Todos bebían. Los negros iban a cumplir una sentencia de muerte, sin protesta. Sabían que toda clemencia era imposible. Gritos de horror callados por la trágica muerte. Espanto, estertores. 1 silencio. 1 otra vez los gritos de los otros a quienes les llegaba el turno. Uno grita: -No matá a mí... Yo dominiquénl... -No matá... tomá cuátt (ofrecía dinero). Gritaba un soldado, ebrio, endemoniado: -Levanta el brazo... pa'matá pronto! ... maldito "mañél" -Ah, bon dieu!. .. y caía. Los puñales continuaban la siega, como en una vasta era. Los segadores eran mozos del campo que antes de soldados habían aprendido en sus aldeas a destripar verracos. Toda esa arte surgía ahora, trágica. implacable. Uno gritaba: -No mata, Pié... no me matá!... -¡Cállate, negro el diablo!. .. Y... seguía la música sorda de los puñales bajo sol, mientras huían, asustadas, las abejas de los apiarios. Sol de las diez, bravo, hurente, sol de la Línea Noroeste. mientras sucumbe todo un pueblo, que cae como las espigas de un inmenso maizal.


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-Muchachos! Pa'lante!... Pa'acabá con estos negros, con esta "garrapata", que se han cojío la tierra de los dominicanos! Pa'lante! El Sargento gritaba. Dentro de su embriaguez, en el momento del sacrificio de los negros de Haití, inexplicablemente venía a su mente algo que surgía del subconsciente: "estos negros, son bueno... Pero son ladrone! Deben morir!" 1así fue la vendimia roja. Como la quería el Capitán. 1 como la quería el amo del Capitán y de todos: el amo de la República Dominicana. -Carajo! decía un sargento de Mao -ojos de fiera, modales burdos, pelambre rala, un "colorao"-: Carajoooo! ... voy a recoidai mi tiempo, cuando ei Generai asaitó la Foitaleza de Santiago... que peleamo jata con lo diente!... Látima que eto maidito "mañese" no pelean!... Pero lo que voy a hacé con eta "cotorrita"... Tendrán que nombraime "Generaí!"... "Cotorrita" era el mote de su largo puñal. El Sargento salió al patio. En la noche fronteriza parece que se está en otro mundo. Noche fresca. Con aullidos de perros distantes. Con pedazos, a ratos, de merengue -más . distante todavía. Detrás del cuartel escandaliza una lechuza. El Sargento Elongínío habla solo. Elonginio: matón. Pero ahora, en el silencio, recuerda a sus hijitos, desnudos, con el vientre crecido de parásitos, descalzos, que no van a la escuela, en una barraca de la capital. El Sargento Elonginio, entonces, se pone tierno. La noche cae lentamente. Tierra triste y desolada. Desde hace días no cantan los pájaros, que parecen haber huido.

Súbitamente se rompe el silencio. Del fondo del patio


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del cuartel se oye una tonada. Un sargento. a quien llaman "La Diabla". canta con voz ronca de borracho al ritmo de un acordeón viejo: "Ay, Siña Juanica "de poi Díó, Siña Juanica... "Se me muere eí niño "y no tengo melecina... " Avanza la noche, más fresca todavía. Sólo se oyen, al cesar el canto del borracho. los eternos grillos y las voces de cambios de mandos: -Antencióoon! -Altoo! -Atención! -Alto!


CAPITULO III

El Capitán tiene nuevos ajusticiadores. Manuel Robert es uno de ellos. Joven, enérgico, atleta corpulento, como un "jaíquí" -árbol duro de la Línea-. La tropa le sorprendió camino de la tumba. Abría un conuco en unas tierras prietas, tupidas de "cambrón" y de malezas, en los terrenos del viejo Juanico Rivas. Qué de luchas, cuántas agonías, para hacer el conuco! ... Había hecho las tumbas desnudo y solo, y casi sin probar alimentos. Fumaba únicamente tabaco del malo, a veces. Salia de su casa antes de clarear, a pie, y se ínternaba en las soledades acompañado de su hacha y su "cachimbo". Pero eran buenas tierras, las del viejo Juanico. Negras tierras como las de Moca y con pequeñas lagunas. Por eso hizo promesas de una siembra a medias, al viejo usurero, propietario.

Juanico Rivas, el dueño, era un avaro típico ya anciano. Decían los lugareños que tuvo más vacas que pelos en el cuerpo, h'eredadas de su padre, el General Rívas, guerrillero de la zona. Las onzas de oro las tenía en fundas y pasábase el día montado en una mula vieja, recorriendo ranchos y tomando café, en una pintoresca actitud de potentado y de mendigo. Como los de su clase en la frontera, él no trabajaba la tierra. Manteníase de los repetidos sorbos de café y de algún puñado de "yuca". cultivada por otro, en su latifundio.


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Los tiempos habían cambiado para Juanico. Había desaparecido el ganado; de una parte, por las guerras, las "revoluciones", que mataban reses y hombres. Otra causa de extinción del ganado era el robo de los haitianos. Decía Juanico hallarse en la miseria, pero era simple traza campesina. Propietario de las mejores tierras desde "La Carbonera", "Joussard", "Doña Maria", "Santiago de la Cruz" hasta "Partido" y "Vaca Gorda", término de su gran hato rustico, donde jamás había sembrado una mata de hierba. Ahora andaba con un gran reloj, "líontína" y una gran cadena de oro en el bolsillo; su "cachimbo", un roto sombrero de alas enormes y un "sable de cabo", terciado. -Yo tengo que jablay con ei Generai... eto "mañese" (los haitianos) me han acabaol. .. Ya no me para una "salea" ni una becerra... No tengo una res ... y de ante, no podía caminai por la sabana... poique antonce no era rná que una mancha prieta de ganao... Ah! "mañeses" del Diablo!... Anteanoche estubién aquí, y no quedó un rabo e yuca pa los probe negros jijo mío... y pa mí tengo, que los haitianos trabajan con el Diablo!... Caminan con la noche como de díal. .. El viejo estaba ignorando cuanto ocurría en "Juan Calvo" y en "Doña Maria". Esa mañana, esperó a Manuel Robert, inútilmente. La tropa lo había apresado. Después vinieron por el viejo.

-¿En qué pueo seiviile?... -¡Eche pa'lante! dice una voz aguardentosa. "1 no pregunte!... que son "jóídenes!"... Y agarre ese "colín" a vé si e verdá que toavía uté es hombre! Camino largo y blanquecino, de caliche, por donde va Juanico Rivas custodiado. ¿Dónde va? .. No 10 sabe. ¿Irá también a matar haitianos?


CAPITULO IV

Al Capitán y a sus acólitos los sorprendió con los ojos abiertos la mañana. Buen centinela que no duerme es la cobardía. maridada con la palabra gruesa y el alcohol. Los ojos del Capitán querían ser rayos luminicos para desnudar el misterio de la noche. puestos en asechanza sobre la ruta que parte a la izquierda del Masacre y llega al pueblo haitiano de "Juana Méndez", ¿Vendrán? ¿Vendrán los haitianos a vengar a sus hermanos? .. A la incertidumbre. otro trago. El miedo se disfrazaba bajo un alarde dantesco de armas brillantes y sonrisas serviles en la taberna. En este momento. nuestro Capitán es como un Dios. posado en un tugurio del víllorío, cerca del Masacre. "Ventarrón" ha progresado. El muchachón anónimo que vagaba raído bajo los robles de las plazas de la capital. ahora es todo un senor. Algo más: es un Calígula que se incorpora. tinto en crimen. a nuestra Historia. aquí. en las lejanas .pampas y en las verdeantes montañas de la región fronteriza. Por eso las horas habían pasado en el figón. entre risas de contertulios y alabanzas al Capitán. Mientras tanto. la aldea dormía. Entre los contertulios estaban Manuel Mejía y Francisco Espartero. obligados a acompañar al Capitán. Es la tiraníal Nuestro país tiene un dogal de hierro

afianzado a la garganta y sobre cada cabeza está el hacha


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del verdugo! ¿Quién es el verdugo? .. Cualquiera! Este o aquél. Primero. el delator. Después cualquier mocetón de campo que abandonó las tierras en busca de mejor suerte y que ahora tiene una nueva misión de carnicero: matar a su hermano. a su padre. a su amigo. 1eso es "Ventarrón": carnicero. Cuando se retira el Capitán. termina el suplicio de don Lauterío, de don Francisco y de Rafael Mejía. ¡Se va! ¡Va borrachol Bebió toda la noche. hasta salir el sol. Y lo ven alejarse. Estos buenos hombres de aldea. se miran entre sí. Son hacendados que han vivido siempre del trabajo esclavo del haitiano y ahora quedan con inmensos latifundios sin brazos de trabajo! Se miran y callan. Como que quisieran decir: -¡Vete para siempre. Capitán! Pero callan y caminan lentos a la casa donde los han esperado toda la noche las esposas y los hijos. llenos de temor. Al llegar a una esquina. Rafael Mejía, obeso. que jamás había frecuentado la taberna -era sumamente avaro para gastar en una botella- va embriagado. pero conserva un átomo de conciencia para su defensa personal por su temor al Gobierno. En una esquina se cae. y le parece ver algún espía que le sigue. Don Rafael. entre alcohólico y cuerdo. mira. Ve mal. Entonces grita. torpe y ventrudo: -¡Viva Trujillo! (Y vuelve a vocear tres veces, como si conjurara a una bestia infernal).


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El automóvil del Capitán -el único en la aldearecorre las calles arenosas impulsado por una falsa urgencia. Los ojos de unos pocos miran a la calle al través de las rendijas entre las tablas de palma de que están hechas casi todas las casas. Aún temen algunos, pues hay haitianos escondidos en las casas. ¿Vendrán, a requisar la casa, los presos o los "reservistas?"... El puñal y el garrote no habían permitido el éxodo de los negros hacia Haití, su patria. La orden fue sacrificarlos. No debían los haitianos retornar a su país, sino quedar en la sabana, como quedan los frondosos mangos que ellos habían sembrado. La única esperanza es la noche, que puede encubrir la fuga de algún afortunado que estuvo escondido largas horas dentro del horno viejo de alguna casa en la cual había nacido, o en el aposento de alguna señora que no hubiera sido registrado. La negra Moraime Luis había crecido al lado de la hotelera del pueblucho. Esa tarde, frente a las noticias del degüello, tembló como azogada. ¿Qué debía ella hacer? ¿Salir?... ¿Huir, correr, hacia Haití? .. Pero... ¿Cómo? Los soldados estaban vigilantes, de ronda frente al fortín, a la salida del pueblo en la ruta que lleva hacia "Juana Méndez", la más próxima aldea de Haití... ¿Dónde iría?... A ella le pasa igual que a Yusén, el zapatero. Es de Haití, pero allá no conoce a nadie.

Moraime Luis no conoce sus parientes en Haití, hija de una haitiana lavandera a quien esta tarde sacaron del patio del mesón. El cuerpo, tirado al río, fue arrastrado por las aguas hasta la hacienda de la viuda Tabale. Y ella ¿qué haría?... ¡Huir! El único camino.


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La dueña le decía: -¡Moraime. cuidado! ¡si te ven, te matan! ¡escóndete debajo de mi cama! ¡Pronto! La. negra corrió a esconderse debajo de la cama de la dueña. señora principal. de la "élíte" de Dajabón. Esto la salvó.

A los pocos momentos aparecía la patrulla. en busca de la negra. Había penetrado al patio. abierto. -¡Doña Francina! ... ¡Venimo a bucaila! ... ¡A la negra! Tengo jóidene dei Capitán... Dése pronto. que tengamo que dir a la sabana. en "seivicio..... dei Capitán... Era la voz del más terrible de los presidiarios: KEI Gato". Condenado a 30 años por asesinato y robo. ahora andaba libre. Era un ajusticiador. Doña Francina mintió admirablemente. Dijo que la negra se había fugado y que probablemente la habían matado al pasar el Masacre. "El Gato" como que creyó. y ya se retiraba. Sintió sed y se acercó a la gran tinaja. cerca de la cual estaba refugiada la infeliz Moraime. Un momento dudó. husmeó. como animal de presa que se cree cercano de su victima. Calló y quedó vacilante. mirando a la señora. Volvía a mirarla. Al fin decidió irse. Al salir. dijo estas palabras: -Hubiera querido jallá a esa negra. pa cobrailel... Siempre la había enamorao y nunca me quiso. dizque poi sarnoso!. .. Y esta señora la cuidaba como hija... y parece que la quería casá con algún blanco. para que no fuera dei "Gato"... "El Gato" salió a la sabana. Entonces la señora arregló las cosas de Moraime para que pudiese escapar. Moraime lloraba. ¿Adéfude iría? ..


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Debería ir con cuidado. Iría por la calle, por los patios. A! pasar la plazuela, debía esconderse tras los bancos. Llegaría cerca de la Iglesia y se escondería en ella si acertaba a pasar algún carninate. Al llegar allí, pensó: -Esta es mi Iglesia! Allí la habían bautizado, en español. Sí, ella era dominicana! ¿Por qué tenía que irse? .. Entonces tuvo la intención de gritar a todo pulmón: -No! ¡No! Soy dominicana! Esta es mi tierra!. .. Aquélla no es mi tierra! Pero se arrepintió a tiempo, porque oía pasos de soldados. Ya va en pos de la última calle, esquivando el fortín. Lleva su bulto que le preparó la "doña" y unas monedas que ésta le dio. -Vete!. .. Vete!. .. le había dicho, entre sollozos disimulados, el ama. -Bon dieu ... y tené que dime y dejá a Francén... Ella ma mere... Ella cría a mí!. .. Ya avanza. Va a llegar a la orilla del Masacre. Cruzará el rio por el corral de los Roca, sus amigos. (Allí hay vacas asustadas, como gentes. ¿Presentirán los animales la tragedia?) Casi al pasar el río, hacia la libertad, un perro sarnoso, de esos que vagan junto al Masacre, la denunció con sus ladridos de hambre. La patrulla, con "órdenes", borracha de ron y sangre, no perdona. Los aterrados gritos de la negra llegaban claros hasta


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la casona de la dueña que quiso salvarla. Gritos fuertes; lamentos en dos lenguas, como el Masacre, que dijérase, canta a dos pueblos ribereños. -Pardón!. .. Pardón!. .. Dieu!. .. Dieu!. .. No me matá... No me matá.. Toma el cuart!. .. Toma el cuart!. .. no me matál. .. I extendía las monedas. Inútilmente. Moraime Luis dejó la virginidad en la arena del río, buscando la libertad. También dejó la vida. Los soldados tragaban ron entre tanto. I la noche caía. silenciosa, como una llovizna fina. Súbitas ráfagas de ametralladoras. Desde ese instante no vale la pena preguntar por una negra más. El río ayuda a ocultar el crimen. Se lleva el cuerpo. ¿A dónde? A cualquier parte, hasta que lleguen los cerdos montaraces y los perros vagabundos!


CAPITULO V

En el villorio se extendió la noticia de la muerte de Moraime Luis. la negra que atendía el albergue de la gran señora doña Francina. El hotelito sufre los efectos de este inusitado acontecimiento: han matado todas las negras que había criado la dueña. doña Francina, un tipo auténtico de la región. Viuda desde joven, con entrenamientos en caballos y menesteres de su hacienda, su esposo extranjero, muerto a destiempo, la dejó sedienta de amor. Doña Francina no había tenido hijos. He aquí un breve retrato de esta interesante dueña: su cabellera era negra. larga; su sed de amor, inextinguible. Maestra de la simulación y cifra del recato. Tiene una sonrisa sosegada como una lluvia fina. Decidora, hurgadora. Hasta saberlo todo. El amor, para ella. pasó ha tiempo. dice, y entonces sus bellas pestañas tapan sus brillantes ojos como si una ventana iluminada se cerrase de súbito en la noche. Nada impide que trascienda una angustia amorosa que cubre con mantas cristianas. para ir a la primera misa del alba. Doña Francina, en la aldea, asume todo el atuendo de la dignidad y en efecto, es una digna señora. En su mocedad fue esposa de un danés. el señor Broberg. Este extranjero. cuya historia es incompleta como las hojas de un libro viejo y roto, tiene una bíografía marinera que lo lleva a buscar maderas de tinte a Monte Crístí, donde finalmente echa anclas y en lugar de piloto marino buceador de atún, se convierte en comerciante, patrón de tierra adentro. Broberg, después, va adelante. En este país


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"la tierra es barata y los hombres apenas desean trabajarla". Broberg viaja. Va hasta la aldea de Dajabón, y se queda: le gustaron las tierras y estuvo cierto de que todavía en estas Antillas, a pesar de las declaraciones de los políticos y de los periódicos. el hombre puede fácilmente explotar al hombre. Sobre todo, hay unos seres a quienes dificilmente podría llamarse hombres: los negros de Haití. brazo barato. El señor Broberg se quedó. Tuvo en su casona bodegas repletas de buen vino francés que él traía de la ciudad haitiana de "Cabo Haitiano". Por otra parte. los hatos florecieron y su vacada llenaba sabanas completas, hasta la llegada de las frecuentes revoluciones. Joven y rico, el señor Broberg, casó con doña Francína, una bella india de la aldea. El señor Broberg había cambiado los ojos azules-almendra. de Helssen, su novia danesa, por los ojos castaños de la cálida criolla. ¿Buen negocio?... Parece que sí. Doña Francina gobernó las tierras, los peones, el dinero y ---claro-- antes que nada, el primer siervo había sido el señor Broberg. Pero el señor Broberg murió joven. Dejó a la criolla a media iniciación en los misterios del amor. Esto acontecía en el cálido ambiente de Dabajón, donde el sol más fuerte de esta Isla obliga a permanente siesta bajo grandes laureles. Después, doña Francina debió sufrir noches terribles de soledad. (Doña Francina es un tipo intenso en el amor, intenso en los odios y con dotes admirables de simulación para medio encubrir su desmandada índole de mujer). Cuando habla de amores, se quieren desbridar sus emociones, que ella recoge diestramente, como tiñe sus canas. Doña Francina tiene una preocupación: siempre permanecer joven. ¿Para qué? ¿No ha muerto, en haz y paz, el señor Broberg? Doña Francina ha razonado que el mejor negocio para controlar la vida de los demás es la posada. Allí se habla de todo. Allíse sabe todo. Su posada es la más disntinguida


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del poblado. Negocio semífeudal, movilizado y sostenido por una parvada de esclavillas: sus ahijadas, hijas de peones haitianos, traídas a criarse en casa de doña Francina. El azar lanzará, de tarde en tarde, algún diplomático que va o viene de Haití y que debe hacer noche en Dajabón. También, en el albergue viven los magistrados jóvenes designados por el Gobierno desde el momento en que una ley declaró Provincia a aquel tenitorio lejano, lleno de gloria en la historia nacional. Toda esta convivencia es sociabilidad, delirio de doña Francina. También es ocasión, dentro de la confianza, cuando aparece la coyuntura de una noche de soledad, a una confesión amorosa. El Magistrado joven, en la noche, al llegar medio ebrio, olvidó los zaguanes de la casa y penetra equivocado en otros departamentos. A esa hora podría sorprenderlo una declaración de amor. Inesperada oferta: ¡aturde al Magistrado joven! Pobre señor Broberg! Preferentemente se ocupaba en los negocios. "Tan bueno"... pero esta hazaña es deliciosa. ¡Interesante dueña de tierra lejana, de rostro enérgico, con don de mando, hecha a la comidilla de la política y al amor, sí. .. y ¿por qué no? al amor! ... Aparece tarde, en la mañana. No importa: todo está hecho por las negras. La principal había sido Moraime Luis, aquella que mataron los presos al intentar cruzar el río hacia Haití. Cuando aparece esta dueña, su rostro noble -caoba claro-- que fue bello y ahora mantiene con recurso de maquillaje, es cifra de honestidad. Entonces va a la iglesia. Asunto concluído. Atiende a los recién llegados con una sonrisa francesa cortesana. Irradia su viva sangre de mujer noroestana, hecha al boato que fundó el señor Broberg. Este le dejó mucho ganado. muchos negros y un ancho hato. Doña

Francina es la gran señora. Habla español pocas veces, y


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siempre en "creole", con su servicio. Vuelve la cara al huésped. llena de picardía y al preguntar si es soltero o casado. le dice: -Aquí... sufrirá usted mucho, por el atraso del pueblo... pero aquí le trataremos como en su casa... ¡Sabe Dios si después le haré falta. cuando se vaya! ...

y hacía un mohín intensamente femenino. mientras ordenaba, en "patoís", a los criados, hacerse cargo de los bártulos del advenedizo: un juezjoven -28 años- ¡soltero!

• •

De noche vienen visitas importantes a la casa. Uno de los contertulios es don Sebusto, Presidente del Ayuntamiento, estanciero, hombre conservador. cuyo hato ha quedado solo. sin peones. ¿Quién se encargará de todo ese ganado? .. Don Sebusto pone el tema de la conversación: -Esto es lo nunca visto. Francinat ¿qué vamos a hacernos las gentes para vivir?... ¿Es que no quieren a los haitianos?... ¿Qué les han hecho esos negros, tan buenos?... Lo que soy yo. estoy al irme. al venderlo todo. irme a la capital, de donde son mis padres... Pero. ¿quién va a comprarme? y luego mira hacia una y otra parte, arrepentido de haber criticado las medidas del Gobierno. de desalojar a los haitianos.

Después continúa: -Hija. ya no podemos vivir... Dejabón está acabado... y el Gobierno cada día creando impuestos y más impuestos... Ya en mi casa. hace años. no se bebe el vino


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aquel de Musié Brobergt Apenas ya se puede vestir decente. La seda está por las nubes. Y yo. que no usaba más que seda. de la que venía de Haití... Con la "patente" de comercio es lo mismo... A cada rato un inspector. que llega a revisar... Nosotros no estábamos acostumbrados a esto... Nuestro comercio con Haití era libre... No había tanta exigencia de aduana. Sí. la había. pero era otra cosa. Nosotros. hasta el pescado lo traíamos de Haití. Y qué de vínost,.. Broberg, el pobre. siempre estaba borracho de buenos vinos... ahora estaría desesperado! 1 recuérdate: nuestras negras no tenían nada que ver con la Sanidad. que aquí no se exigía nada de eso y tan bien como se vivía!... Ahora. "certificados de salud". y mil cosas... Qué vamos a hacer? .. Este es el tema de todas las noches: lamentación del viejo tiempo. en que los gobiernos apenas hacían presencia en estas lejanas tierras. Diálogos bajo estrellas. porque en Dajabón no hay corriente eléctrica. La gente toda se alumbra con lámparas de kerosene. lo cual es intrascendente según los contertulios. comparado a la bondad de ese tiempo viejo. en que ni siquiera el peligro de las revoluciones. que esquilmaban gran parte de los ganados. significó un problema tan agudo como el que ahora confrontan los propietarios de Dajabón con el éxodo o matanza de sus trabajadores haitianos. En la conversación interviene don Lauterto, el comerciante comprador del café de Restauración. Repite nuevamente su tesis: "No hace falta escuelas sino comercio libre con Haití". El repite la historia del abuelo: "No conocía la "O" y dejó un hato lleno de vacas que no se podían contar" y calla. De lo que hablan. se colige que a esta buena gente le habría bastado seguir como "territorio". sin necesidad de erigir ninguna "provincia". que trajo simplemente burocracia -empleadillos menores. jueces


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viejos, algunos funcionarios jóvenes; más impuestos, más control del Estado. Negros de salario barato, que casi equivale a decir esclavos; comercio libre, que quiere decir contrabando de buenos vinos y buenos lienzos; y el café de Restauración, una zona alta, donde la uva crece espléndida y dolorosa, cultivada por haitianos, que la venden barata, después de bajar sus cargas al borde de precipicios y montañas. Además, el café de Restauración se puede comprar alterando las pesas... Hablaba don Lauterio: -5í, Francinal... recuerdo los días de Musié Broberg... pero ahora los impuestos tienen muerto al comercio. Una vigilancia... y una de leyes... que esto se acabó!. .. Estos eran los diálogos de todas las noches. A veces, sin embargo, don Sebusto y don Lauterio reprimían sus pensamientos. Medio dudaban de su interlocutora, gran amiga de todos los capitanes y jefes regionales enviados por el Gobierno... ¿No seria capaz de una delación? .. Pero este pensamiento de duda se disipaba pronto y en su intimidad se arrepentían don Sebusto y don Lauterio: Francina, era pura, pensaban finalmente. Era, la señora del buen danés, el señor Broberg, que la había adorado. Recordaban que este danés, entre sus divertimientos, tema el de hacer montar a caballo a su esposa, lucida jineta y diestra tiradora de pistola. 1un día murió repentinamente! ¿Moriría envenenado?... malas lenguas lo habían dicho! Pero no, era mentira. ¡El señor Broberg fue mandado a buscar por Dios! ¡Y punto, a estas dudas acerca de la gran señora, buena! Por esto, volvían a la tertulia la siguiente noche. En esta última, casi nadie hablaba. La noticia de la muerte de Moraime Luis, a manos de los soldados, había


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abatido a doña Francína. "Maldito Gobierno". "Pobre Moraime"l (Esa noche, hablaba francés. como en soliloquio, sin apenas advertir la presencia de don Lauterío). -Dajabón est mort... Mort, Dajabón... Ce son assasíns, Assasínsl... Cette gouvemement!... Finalmente, en español: -¿Qué será de Dajabón?... ¿Morirán de hambre todos?... ¡Este Gobierno!... (y miraba hacia todos lados, escrutando espías, para seguir hablando) ... ¿Por qué se han de ir los negros, tan buenos? .. Trabajaban barato... Estos buenos trabajadores limpiaban una tarea de tierra por diez centavos... y a veces por una carga de batatas... Esa noche había faltado don Sebusto. quien precisamente pasaba de largo en aquel momento. Doña Francina le veía ir dando tumbos. como borracho. Esto le extraña a Francína, que sabe que don Sebusto no toma licor. Es un señor correcto, que guarda cuidadosamente sus onzas de oro, producto de sus ventas de ganado, y que sólo asiste a la tertulia y a la iglesia. Don Sebusto venía de la Comandancia, donde acompañaba al Capitán en sus beberlas, por temor. -Adiós!... don Sebusto!... (La voz de doña Francina tenía tono interrogante, imperioso). Don Sebusto entendía y venía, lleno de miedo, aguardentoso y ridículo: -Francina... decía. ¡Francinal... ¡esto es el Diablo que ha venido a castigamos!... Yo me voy con mi familial ¡Esto es terrible!... Y hay que andar derecho, para evitar que

cualquiera lo denuncie! Lo meten en enredo y en un momento lo "liquidan"!...


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¡Figúrate que matarme todos mis mayorales!... ¿Qué me hago? .. ¡Estoy loco! Y tener que pasarme la noche y el día bebiendo, con este hombre! Tengo que írme, aunque sea a coger un borbón, a pedir limosna, allá en la capital o en La Vega. Don Sebusto contaba sus penas. En la taberna, el Capitán le había llamado "ladrón". Y le había tomado un préstamo... ¡esto era ya lo último!... -Francina... me moriré del corazón. Figúrate que hasta al viejo Jean Pié, con 80 años. lo degollaron... y a las negras lo mismo. Hoy no hubo leche en la casa. Los becerros "se mamaron" y la "bobera" me está acabando los becerros... los gusanos acaban mi ganado. sin jallá quién me ayude, pues la misma gente dominicana tampoco aparece. Se la han llevado a matar negros para allá, por "'Juan Calvo"... ¡Qué es esto! ¡Ni un peón! Porque los dominicano han tenío que esconderse... Si no, los cogen de "reservistas", para ponerlos a hacer crímenes... Doña Francina está desesperada por las voces descompuestas de don Sebusto, que se oyen claras en toda la aldea. Don Sebusto. bajo la embriaguez, que no le hacortado el discurso, prosigue dando voces: -A Juanico, mi hermano, lo han trozado!... Figúrate... su siembra... tan bonita... se la comerán los pájaros, los "pericos", porque no hay quien coja el maíz y las guineas están a su gusto... También tiene un gran campo de maní. Sin recogerlo, se está naciendo en la misma mata, por no jallarse un solo peón... Señores!... ¡Qué es esto! Y bien, Francinal... ¿qué es 10 que han hecho estos pobres negros? .. -No hable de esto, don Sebusto, que es peor!... Agarre la lengua! ... observó doña Francina.


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-No, no, respondía don Sebusto ¡Yo me muero!. .. Está la vaca enferma que da miedo Y yo que tenía tres negro que eran médico, los pobre Y los tres están degollao, dentro del corral... ¿Te acuerdas de Alberto?... Es el colorao aquel, que criamo en casa... Lo matán a palos!... Lo hallé entre la breña comío de perro!... 1 Sabá, el largo aquel, que tejía los techos de cana... Lo mismo. Y Barahona, el prieto que sabía domar tan bien los potro... apaliao... ¡Esto es el Diablo, que nos ha venío a acabá!... Y ahora. .tener que beber!. .. que no acostumbro eso: para evitar chisme, para evitar calumnia y que digan que uno es enemigo del Gobierno, ¡que es lo peor!. .. Alta noche. Se ha ido don Sebusto y termina el suplicio de doña Francina. Se apaga el lamento del hatero. ¿Qué hará él? piensa. mientras va dando tumbos hacia su casa. Dajabón duerme. Y el Capitán bebe. bebe. bebe...


CAPITULO VI

Las aldeas son bellas en la noche de luna. La luna casi no se ve en las ciudades. Sin embargo, cuán bella debe estar en la capital de mi país, bajo las arboledas, cuando ella cae como delicado copo de algodón. Esa luna es un raro aderezo de ciudad, bajo frondas. en las elegantes avenidas. I aquí, en la aldea de "Manuel Bueno"... es silencio, quietud en la paisaje y en el llano verde, que también es el llano rojo. Las casas tostadas de la aldea están cerradas. dormidas y bajo el bosque de "cambrón" descansan el sargento Pío Tarragona, sus soldados y sus presos. Todos aparecen teñidos en plata. ¿Hay serenidad en estos hombres? Arden las pipas. Uno. de voz aguardentosa con trémolos de bajo, sonoro; aquél que estira los brazos que le duelen. de las faenas del crimen. El otro, como alocado. está hablando vaguedades. Raro cuadro. Son los obreros del crimen. Fatigados y sin esperanzas. como los demás obreros del mundo. Más adelante. solo. fuma el Sargento en la noche. Un grupo de inconformes está más lejos. Hablan. -Compay Venancio... yo hasta toy arrepentio... que me faltan fueiza!... Cuanto má negro matamo, hay que matá mucho má!... Eto es el diablo! Eto parece que no acabará!... Mis pobres hijos!", Ni habían comío cuando me atrapán... Iba yo pa los laos de "Mariano Cestero"


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cuando ahí que me paran y me dan este puñal. Y yO... que me toy creyendo que es para beneftciá alguna res... y es a matá gente!. .. Y el diablo de Pío, que nunca está conforme y nos dice que semos gallina!... Yo toy al juirme!... Mi mujer ta "recentinita" y los hijo, a lo mejoí, mueito de lajambre, poique el cunuquito estaba pelao... poi la seca... Bueno!... ¿Y, no dizque iban a regalaí los fundos de los negros? .. Pero nadat.i. El otro estaba lo mísmo: desvencijado y con disgusto. -No me diga ná... compay Loreto... que estoy cansado de este maldito Gobierno!. .. Poné a uno de asesino, caraja! El corazón lo llevo vanito, de tanta atrocidá! Yo, que una vez juí clérigo en Dajabón y ayudaba al padre, uno llamao Fermín Pére, que me dicen que despué ajorcó los hábito y se hizo generai y agora es diputao... Ese, era "padre", en Dajabón... y no toy acotumbrao a esta atrocidá. Aquí se va a armá la dei carajol. .. poique pa eso de matai, están lo preso, creminale, que han matao y les gusta matai. .. Yo vine a esta frontera porque no tenía tierra donde trabajai... pero no a matá gente; que me ñamo Ruperto de la Cruz, de Villalobo Nosotro, los de la Cruz, no somo ni ladrones ni asesino .

Salto otro: -Yo no soy santo ni letrao como usté, poique he tenío la degracía de tené que matá a dos o tré que me han asaitao pa mataime... pero si se va a botá a los negro, que le tiren algo a uno!... aunque sean un cabol... pero no: no se le pué poné la mano a nada! ... poique de viaje dicen que eso es propiedá del "Supirioi Cumando"... ¿qué es eso? Lo cierto es que tosas la vaca y marrano, los mulo, los caballos... to son pa el "Supíríoí Cumandol'v.. Toy cansaoL. Quisiera dirmeL. Yo que cría que iba a mejorá y tor lo mísmo, Porque el Sargento es una fiera: no hay


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quien enconda un marrano o una vaquita. Esta mañana amarré un par de novilla que eran preciosidá. Tan linda!... y casi al parí... Pensé que conseguiría la leche pa mis hijo!... Y tuve casi al matame con el raso Pére, el guardia que me la quitó, dizque para el "Superioi Cumando"... Carajol Ese maidito "Siño Cumando" si es gandíooo! Pienso dírrne, casi ya... Se acerca un bajetón, con la ropa teñida en sangre: --Cállese compay!... que este es el cuento de siempre. La soga paite por lo ,má delgao... A fajano nosotro con los

negro... y los pueico y las vacas y lo demá... no se sabe pa quién!. .. y... cállate boca! ... poique ei diablo dei Saigento se molesta. se "sube"... poique tiene "óídene"... Pero las morocota de Yosefo se las robó toítícal, .. poique se traga el tabaco y jata la candela, que no deja ni siquiera la ceniza... Yo. que quería poné una pulpería! Tercia otro. un largo. que había sido presidiario y había extinguido su condena cuando "El Corte": -y yo, que me diba pa mi casa. de los lao de Moca y me hícíén matá to los negros que jallara, sin sabé por qué. Se me ocurrió hablarle al Sargento y en un tris me traga! "Son joidene!"... Son "jóídene"... Que dique poique roban vaca! ... Ta bien!... pero yo no tengo vaca ni diablo que robaimel. .. y los que tienen vaca, como los Herrera, en Lajabón, dejan caé muerto a uno y no le dan una gotica de leche. aunque se le pieida... "No se pué", le dicen a uno, cuando se le pide un morro de leche. "No se pué!" ¡Pa los pueicos! ... Yantonce, cuando los negros le roban, don Sebustoen su casa, acostao, y yo mancornando negros y haciendo barbaridades... Y tó pa ná! ... Ni una chiva! ... Porque amarré una chiva flaca pa jacei un tocinito pa Mameíta, mi mujei, y de viaje se la llevan los guardia! ... ¡Eto es el Diablo! Ni una "níca"... y con 10 brazo crebado de tirai puñalá desde que amanece... y


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jata en la noche Aquí vine poi dos rese que le robé a un español en Moca y son la rese que má cara me han salío!... Habla el último, un bajetón, rápido como un gato. -Cuando vide que me llamán pa matá negro, dije: Me saívé... ! Lo que sor yo, saígo con plata y vaca... ¿Que no? ..

Allá está Jacqueline, eí puípero, que tiene más vacas que pluma un gallo... y morocota de las gorda... españólase... No se sabe de onde las saca. Yo decía: - To eso es para mí ... 1 así, llego con la guaidia y los dejo alejado; y asaito al negro, que se asuta, poique son cobaide... Y le digo: Jacqueline, la boisa o la vida! y me da los cuartos, morocota toda!... Y así que lo da lo mato! ... y yo, que saígo al corral que ante era de eí, y agora era dizque míol. .. y saígo a ver mi ganao!... ¡gue yo era ya rico!. .. ya tenía ganao!... sin recoidaime que los encuero tienen que seguí encuero... Y entonce engañao a la guaidia y me la llevo pa otro sitio. Todo bien. Pero al llegar a Loma de Cabrera... allí me registran y el Capitán me quita los doblones y los mete en su saqueta... ¡Carajo! y vide al poco rato que viene Bacá, el preso viejo, arreando las rese pa el "Supirioi Cumando"... Que no hay tal Cumando! sino el mesmo Capitán! que se las roba toas y las manda pa su fmca, en Mao!... Carajo! y agora, seguí uno de pendejo, de buey... [Eto no pué seguít... Me voy ahorita... Ya amanece. Hasta ahora han estado prendidos los "cachimbos", rústicas pipas ériollas. El Sargento desde lejos lo ha escuchado todo. Ya viene. -¿Dónde están los maestros de escuela?... ruge. Señala a los dialogantes y ordena: -5áquenlos!... Que voy a enseñarlos mejor!


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Los hombres se alinean frente al bosquecillo. Los despachó con tres tiros de su pistola. Entonces miró al resto de aquella tropa desvencijada y sin fe, tan mártir como los mismos haítíanos. Con los ojos asiáticos rojos de ira, gritó estas palabras: -Ha sío con pistola, porque no son haitiano!... Pero así es como yo hago cumplí las órdenes de la ler!... Sepan que ete asunto naide tiene que averigüa1lol... Eto es cuetión de lajefatura y sólo tiene que sabé lo que pasa, eí General. ¡Ei General que ta en la Presidencial Ya tan arreglao!... banda de jabladorel... Yo lo oí tooo!. .. El amanecer se inicia enterrando los reservistas que querían fugarse. Aquí nadie puede fugarse. Este es un campo de expiación. ¡Para todos!... Después siguen adelante en cumplimiento de las órdenes del "Superior Comando". Ellos no saben quién es ese jefe: el "Superior Comando". "Ei Supirioi Cumando"... ¿quién es? ¿Es un hombre? Y siguen a lo lejos. Todos piensan que es una penitencia. Y todos, callados, se preguntan: ¿"Quién es el 'Suptrtoí Cumando'?" ... Monstruo insaciablel Tendrá un gaznate donde cabe toda la ganadería de la frontera. Debe engullir todas las vacas. todos los caballos, todas las monedas. Todos los hombres.


CAPITULO VII

Lejos de la aldea de Dajabón, están los palmares de "Castellarws". En un panorama de pinos y palmeras reales

han vivido cerdos y negros. En libertad. Los negros han trabajado intensamente y tienen crianzas y grandes cultivos. En aquella tierra también las hordas han cumplido su misión de exterminio. El canto del palmar de "Castellanos" es triste. Se escucha susurrante el ulular del viento bajo las gasas del pino. ¿Canto o miserere?... Una paz que espanta. Esta es una luna nada poética. Luna acusadora, más bien. Blanquea sobre más de trescientas cabezas que han quedado intactas a la candela a lo largo de la senda. Las cabezas son de hombres jóvenes, ancianos y mujeres. La langosta asoladora tenia uniforme de soldado y traje rayado de presidiario. Aquel paisaje hecho para el amor, fue un lugar para la muerte. Al atardecer ya han pasado los lamentos y los gritos. Todo está concluido..Paz. Paz de muerte. Mientras mi mula va saltando sobre los cráneos dispersos como los pedernales del río. pienso: "¿I dónde está el alma?... ¿Existe el alma?... ¿Y la

conciencia?.., ¿Existe la conciencia? .." Se salvaron únicamente Yosefo y su familia, mestiza, hija de haitiano y de negra dominicana.


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Esta es la historia. Cuando los iban a matar a todos, el sargento Pío había detenido la horda de presidiarios. Yosefo Dís, y sus hijos, debían vivir. Desde luego, esas gentes debían irse a Haití. Es un diálogo que detiene los puñales. ¿Por qué? .. Claro: Manuelita es dominicana y ha procreado una familia de siete, con Yosefo, el haitiano más rico en yerbas y ganados. Pero no es su riqueza, ya pillada -los presos vaciaron sus estancias y ya las vacas van para la hacienda del Capitán, en Mao-lo que salva a Yosefo y a sus negros. Es que la dominicana Manuelíta es hermana natural del sargento Pío. El Sargento y Yosefo son compadres. Había bautizado a Francois, el mayor. -... Bueno... Yosefo... yo tor violando la ler! Tor violando la ler!... y váyanse pa Harti!... ahora mismo!... Recoge tus trastos y tus hijos pa poneilos en la raya. ante de que vengan otros!... Yosefo casi no entiende... Dejar a "Castellanos"... "Su" tierra! Cuando vino, era pobre. Ahora debía dejar aquella tierra, dejarlo todo y venir en dos mulas con los hijos y unos pocos trastes. Debía dejar el dinero, las vacas, los cerdos, que eran muchos. Ahora debía irse a Haití. ¿A qué? A pasar hambre. Manuelita no ha escuchado las palabras del Sargento y grita lastimeramente. -No me maten mis hijo!... ¡Cójanlo tóo!... ¡Qué abuso! y el probe Yosefo, que se había hecho dominicano!... ayer mimo recebió los papele de la capital, de un Menisteriol. .. Los papeles dicen que ya Yosefo es de aquí, como nosotros!... Y la casa.... y los animales... tanta lucha... Qué abusol Qué abuso! -Manuelita... Manuelita, dice el Sargento. ¡Tate quieta!


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Tate quieta! que tú sabes que son óidenes del "Supíríoí Cumando de lo jefe grande!.. .. Tate quieta, que tú ere dominicana!... - y mis hijos... y Yosefo. (Hablaba con angustia y decisión). Quería huir y también deseaba morir.

El sargento Tarragona la dejó hablar e imprecar. Entre tanto, ordenó aderezar dos mulas y dos burras. Allí trepó los hijos. a Yosefo y a Manuela. Cuando ésta montó, le dijo dos palabras, con enternecimiento: -Adiós, mi hermana! ¿Qué, se va a hacé! (Entonces. parecía un condenado). Lloraba. YvoMa a mirar, ya lejana, a la hermana, que iba a un país desconocido. La familia iba entristecida, hacia la frontera, próxima. Pero Jacmel está muy lejos. De allí salió Yosefo hace 20 años. El piensa: "Más de 350 kilómetros". He aquí 20 años perdidos. derribando "jaíquíses", candelones". árboles duros, de la frontera, y madrugando. venciendo las lluvias. transportando los ganados del viejo patrón español, Nebbott, catalán. Luego había fundado en "Castellanos", donde el cerdo se reproduce como las hojas de los mangos. Yosefo es cristiano. De sus gruesos labios. sólo se escapan estas palabras:

-Bon Dieu!... Bon Dieu!... Este sol mata. Un sol amarillo, casi rojo, sol de la Cuaresma. Los pequeños,' al anochecer, tendrán hambre. Jacmel está lejos y la bolsa viene vacía. pues todo su dinero lo robó "Compay Santos", el presidiario que cumplía condena en Monte Cristi por haber matado a su mujer. a SU suegra y a su hijo. Los hijos de Yosefo van a la otra tierra, la de su padre.


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Los mnos ahora lloran en español. ¿Quién los entenderá en Haití?

Mientras camina mi mula en la noche, sesgando las cabezas de este osario, pienso en la noción de "Justicia"... Sí. la Justicia.... Vuela mi pensamiento a la capital de mi país y veo en algún gabinete de Palacio unos señores calvos, obesos y seguramente cobardes. ¿Qué hacen estos hombres? Abuen seguro revisarán códigos. escrutarán las leyes internacionales, agenciarán ardides y alguno dirá que sustenta una teoría "nueva e interesante". Fumarán tabaco americano en largas pipas. ¿Para qué es todo esto. en un salón de preciosos tallados en cedro y caoba a estas altas horas de la noche. trabajando como enfebrecidos? Es. para "justificar" al gobernante que dispuso "El Corte" y excusar la bárbara hazaña de "El Gato", "Compay Santos". el sargento Tarragona y sus hombres! "Justicia"... Estos que fuman tabaco de Virginia no han conocido el paso de esta langosta trágica sobre la tierra de "Castellanos". Yo. en cambio, estoy recordando el espectáculo como en un sueño de borracho. Sobre mi cerebro pasan. tirados desconcertantemente, como en una fantasmagórica tela moderna. un río de sangre sobre el cual flotan muchas cabezas, mezcladas con una infinita cantidad de frutas. Sobre este río de mi quimera nadan grandes ganados, vense montañas cargadas de yerba, cuerpos de gañanes decapitados, cerdos que huyen, vacas asustadizas. Y sobre el río, fuego, mucho fuego, humo, mucho humo... ¿Qué es esto? Es un balance de conciencia. y todo esto acontece en una isla antillana dMdida en dos países, en cada uno de los cuales existen sendos pueblos azotados por el hambre y por los látigos de los que mandan.


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¿A dónde voy? .. Yo mismo no lo advierto. mientras camina la mula. ¿Qué busco aquí? me dice mi conciencia. "¿Por qué te hallas aquí?"... "¿Por qué no te vas?"... 'Tienes hambre... como estos muertos... pero el pan que comes está sucio de sangre... Si sigues aquí, flotarás también en ese río, río sangriento!!!" y sólo escucho el ulular de los pinares, el lejano ladrido de los perros.

Vuelvo a pensar en los rechonchos señores que a estas horas estarán trazando ardides para el uso internacional. Pienso también en el periodista de mi país, atado al carro de la opresión, que dará en titulares la noticia de estos acontecimientos que él no ha 'visto. Noticia mentirosa. Yel periodista sabrá que miente, contra su conciencia. En la primera plana del periódico, acaso mañana. dirá el periodista: "Hay paz en la frontera. Sólo han ocurrido ligeros Úlcidentes personales entre algwws propietarios y los ladrones haitianos". (Ese señor nunca ha estado en "Castellanos".) Acaso temblará al conversar con cualquier sargento o presidiario, ebrios, en algún baile en la aldea de "Capotillo". Allí, el sargento Tarragona. gran acordeonista, tocando el "Juangomero" -una música excitante de la Línea- le hablaría de los degollados, con la misma placidez deportiva de un universitario al narrar entusiasmado sus triunfos en el estadio de volley-ball, Cualquier día. después de "El Corte", acaso aparezca una extraña cabeza en la plazuela de cualquier aldea de Haití. Esto podría coincidir con un acto de "cordialidad dorníníco-haítíana", seguido de los formales brindis de los diplomáticos. Los diplomáticos son unos hombres exquisitos. Aman la paz. Explican la paz. Los diplomáticos brindarán por la amplia cordialidad entre los dos pueblos.

(Pienso ahora en los presidiarios: están liberados de sus cadenas, por "El Corte". Yo, soy ahora el presidiario.)


CAPITULO VIII El viejo blanco. de barbas estiradas. parecía un Quijote en aquellas soledades de negros, La casa era un primor del desierto. de arquitectura sólida y simple. de cabaña. Miguel Bueno. el anciano. después de un señorial en el que hasta su puerta llegaba el jefe de tropas de Lilis -el general Guelito Pichardo- y Demetrio Rodríguez, en otras etapas. se disponía ahora a afrontar la masacre. Intentaba todavía salvar la vida de unas negras que habían sido como sus hijas. destinadas a la casa y al servicio de la "doña". El sabía que no tardaría en llegar a su querencia la tropa de presidiarios que encabezaba el sargento Pío. Hombre que jamás ha mentido. que apenas sabe escribir. pero cuyos tratos de ganado siempre de palabra los había respaldado la más rígida dignidad. debía mentir ahora. Para salvar unas vidas. Triste aquel paraje. cuyas casas. sin embargo. brindaban sonrisas al trajinante. Se advertía desde lejos la casona, montada sobre zancos de "candelón". una madera durísima de la linea. La techumbre. de "cana'. una fibra que medra en las tierras secas. aparecía tejida como por manos de ángeles. Las tropas del cabo "Bíjo" habían consumado sus habituales actos de barbarie. Miguel Bueno había enterrado todos sus negros. Lernbé. el anciano, no había podido huir. Lo viejos de la aldea lo habían escondido. Pero maldita la sagacidad de aquel presidiario. "El Gato".


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como le decían; descubrió al anciano e hizo de él su más indefensa víctima. Después se fueron, dejando la casa de Miguel Bueno en penumbras, con lloro reprímído, Ahora era otra mesnada. Llegaban a la casa de don Miguel Bueno en busca de más negros. Alguien habría denunciado. posiblemente. La situación es dificil. Las negras, en el aposento de la esposa de don Miguel Bueno, Pero él tenía ya su resolución: a él, también habría que matarlo! -5argento!- Pase usted, pero usted solo!... que mi casa no se ensucia con presos criminales!... tampoco soldados!... En esta casa han pisado grandes jefes. como Demetrio, Guelito... pero no criminales!. .. Atrás! Ymátenme. Algunos soldados quieren entrar y 10 intentan; pero don Miguel amenaza. Su arma es el viejo bastón, regalo del general Demetrio Rodríguez. pero ya no tiene fuerzas sino carácter. El carácter del anciano, medio detenía a los presos, con puñales en las manos. ¡Atrásl y amenaza. Los presos están indecisos. Ellos saben quién es Miguel Bueno: un hidalgo de prestigio, un hombre que todo 10 ha dado al pobre. Algunos temen. Por eso están indecisos. Entonces surgió una voz de león: el sargento Tarragona. -Atrás! Canallas! Malditos! ¿No ven quién es que habla? .. Atrévase cualquiera, con este viejo!... Atrás! 1 todos enfundaron los puñales. Don Miguel parecía un condenado. Estaba lívido. Parecia una estatua. con el bastón en alto. Rígido y mudo. Por su cerebro pasaba entonces una tempestad. El amor al próximo, en él, es superior a la muerte. Lo había


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resuelto: él debía morir con los últimos negros. Apenas veía ahora al sargento Pío, que se le acercaba humilde, como un perro. recordando los bienes que don Miguel había hecho a su madre viuda, pobre, cargada de hijos. También evocaba las escenas de la guerra civil de antaño. don Miguel, con su prestigio. lo había arrancado del poste donde estaba amarrado por la guerrilla en el preciso instante en que sobre él estaban abocadas las carabinas de la tropa que iba a fusílarlo.. En aquel instante, velozmente recordaba la mañana aquélla. Después de la lluvía. Había cesado el tiroteo y lo recogieron herido. Un jefe sureño que andaba en la guerrilla. dijo: "Primero con éste, que es el más valiente". Yya estaba amarrado al palo de "cígua". "Amárrenlo bien. Y que se encomiende a Díól", gritaba el jefe. Pero en aquel instante don Miguel Bueno llegaba para evitar la ejecución. El jefe de tropas aceptó dineros de don Miguel y lo dejaron a él allí. desliándolo del palo para llevárselo a la casa, a esta misma casa. donde en este instante los presidiarios vienen enfurecidos a registrar para degollar los negros escondidos. -Atrás! sucios, fuera de aquí! Espérenme en el camino! Estas órdenes se cumplen siempre. 1 ahora. vuelve don Miguel a la vida. Abraza a Pío. y le dice. con dificultad: -Hijo DÚO••• ¿qué es esto?!... ¿Por qué estás en esto? .. ¿Por qué estás en esto? .. Tú. que eres valiente... ¿por qué estás en esta labor de cobardes? .. Hubo de recoger al anciano. víctima de un sincope. Mientras lo acuestan en la gran mecedora, el sargento Pío consuela a don Miguel:

-Ya se fueron". don Miguel, esos sucíost...

Aquí no pasará nada. No se matará un negro! Que saígant Aunque a mi me fusile ei "Supirioi Cumando!"


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Después. tranquilo tomaba el café y recordaba el tiempo pasado: -No recuerda usté, don MigueL .. cuando yo ordeñaba aquí? .. y el día que vino el general Demetrio... y aquella vez que me tenían amarrado del palo de "cígua" y usté me dio la vida.. .! Ay. don Miguel... tan bueno siempre... y aquella ve, que me estaba pudriendo de una pierna y doña Micaela, su señora, me salvó... ¡se recuerda cuando me sacó de las manos de Toño Jorge. cuando me iban a fusilar? Usté es mi taita, que no supe quién fue el mio. Usté es mi taital Callaba don Miguel y seguía el sargento: - y esto... esta mañana... lo oidena el Gobieino... Los

jefes... ¡eljefe grandote. don Miguei!... ¿Qué va uno hacé? .. y es que esto negro se quieren cogé a la República!... y son tan ladrone!... don Míguet..; A usté mismo, lo tienen acabaol ... En aquellos ojos de fiera aparecían unas lágrimas raras. Calló. Miró la alta luna entre los pinos. y se alejó entonces con su tropa, que no había entendido la escena. Semi-dormido sobre la fuerte mula. continúa su monólogo alIado de sus presidiarios, que no le entienden: -Ea Dió!... probecito agora. como limosnero, y todavía mano abieita... Tó el que vivió cerca de él nunca supo lo que es la jambre.... Toa esta tierra es de eí... y esto no era más que una mancha de vaca y cuanto animal Dios crío ... y lo acabán las revoluciones... pero todavia mano abieita, dispuesto a morí poi saívaí a las negras que ha criado como sus hijas... No... No!... no puedo cumplí la orden del capitán "Ventarrón:" ¡en la casa de don Miguel no me meto! ¡Mañana me afustlaránl Y toy confoimel Pero ¿poi qué eí Generai no manda una guerra, contra Haití?.. Estoy


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avergonzao de matá esta gente... A mí me gusta peleai, como los revolucionarios! ... Las tropas con sus jefes, con sus coinetas... y sus banderas!... ¿Poi qué no cojemos a Harti?...

Nadie habla. Nadie entiende. Tampoco nadie podria hablarle. El es la más peligrosa de todas estas fieras. La noche ha borrado cincuenta rostros patibularios.


CAPITULO IX Caminos largos y blancos, como regados de trigo. Si el crimen tuviese horario, como lo tiene el trabajo -que se inicia al alba y termina enelcrepúsculo-e- de seguro que no serian estas horas aptas para su labor. En la noche, la luna habla al alma. La sabana, dormida, tibia aún, usa sus holandas de vapor traslúcido. Todo aparece dormido bajo el trigo de la luna. Van los hombres caminando y no aparecen ya negros. ¿Dónde están? ¿Habrán huído? ¿Habrán cruzado ya el Masacre? Nohabían huído. Yacían muertos bajo los "cambrones". Al sargento Pío se había adelantado el cabo Bijo, el azuano de los ojillos asiáticos. El hozar de los cerdos indicó la macabra realidad. La plata de la luna mostraba cientos de cabezas que vagaban en la sabana en las rutas del cerdo. Y el perro guía corría con las presas. Atrás iba la manada de los otros perros. En el camino había huesos de piernas. Parece que el destino de este pueblo, Haití, es caminar. Ahora, en los dientes de cerdos y de perros. El haitiano es un gitano negro bajo los cielos del Caribe. Su destino es caminar: huir de su tierra, que está llena de látigos, como en el viejo tiempo cuando era una plantación francesa, productora de café, azúcar, añil, para enriquecer a los

colonos. Ahora huyen dellatlfundlo, en gran parte exótico. ¿Por qué vienen a Santo Domingo? .. ¿Por la tierra? .. Es


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que buscan nuevo paraje para poder ejercer el más elemental de los derechos: ¡vivir! Pero no habrá alto en esa marcha. Después de la masacre, todavía andará la canilla por el llano, en boca de cerdos o de perros.

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El soldado Patricio había nacido pobre. Niño pobre, joven pobre. Hombre, pobre. ¿Por qué los otros tienen y él no? .. Tenía sed de oro en esta fiesta trágica. El veía que el Sargento robaba las reses y las monedas. El no alcanzaba a nada, como tampoco los presos y los "reservistas". Pero ahora traía sus ideas de buscar oro en Los Almácigos, donde hay haitianos ricos que compraban oro a los buscadores de los ríos. Esta idea le hace esconderse en el bosquecillo, mientras va adelante la tropa, de la cual se aleja. El raso Patricio ahora está solo, bajo restos de luna. El va a discutir con los perros. Que ellos se coman los cadáveres... pero él buscará el oro entre los muertos. El raso Patricio es un enajenado mental. Parece haber enloquecido en estas marchas de muerte. Ingenia la traza de quitar las dentaduras de oro a los muertos. ¡Bárbara obsesión! Pese a su locura, parecía temblar, pero ya estaba en la ocasión de sus maquinaciones. ¡Registraría las bocas de los muertos! En las ciudades también hay enfermos ladrones que violan los sepulcros. Estaba ya bajo los árboles con las cabezas en las manos. Temblaba. Esta cabeza... ¿quiere reír? .. y tiembla. La mira bajo la luna y la vuelve a observar. Va a morderle la cabeza? ..


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Ay!Yla tira. "Maldito mañé"... maldito! grita. para espantar el miedo. La cabeza no tiene oro! Y la tira hacia allá. Ahora. la otra... Está dura. Abre con dificultad las mandíbulas! Tampoco tiene nada!... y la lanza. Aquella sí tendrá! Es grande. como de algún comerciante rico. Y abre la boca y tampoco halla nada! Así. llega el amanecer. Ahora le acecha un perro. testigo delator. El tira ya la última cabeza. irritado y el ladrido lo exalta... ¡Mas no aparece oro! El loco luce torpe, como borracho, en medio del osarío. ¿Seria mentira lo del oro?. Pero no, dice... Está en la sabana, escondido, en fajas, en saquetas que ellos habían escondido antes de llegar el cabo Bijo... y huye, hacia acá, hacia allá. No halla el oro. ¡Canallas de los presos que hablaban de oro! ¡Es mentira! ¡El se vengará! La mañana lo sorprendió agotado. Está solo. Ha quedado sin montura, porque la mula se fue sola. lejos, por los llanos. ¿I ahora?... Piensa en el castigo del Sargento, Ahora está solo, sucio, loco. Piensa otra vez en Los Almácigos. Va a pasar por "El Pino". otro víllorto. Ahí está su "suerte"... Va a hacer "zafra" entre los negros. Piensa adelantarse a los otros. Cuando llegue a "El Pino", asaltará la casa de Isaías Ten. el que compra ganado y se sacó el premio hace dos meses.... ¡Este tiene dinerol... -Ahora llegará tarde el Sargento... y las morocotas - para Inl.... seran "El Pino" se columbra a lo lejos. Piensa: ¿El Sargento habrá llegado? Ordena sus pensamientos: con las reses del haitiano. ¿que hará? Lo mejor es esconderlas en el monte; o venderlas en Dajabón pero ¿cómo. en Dajabón, si allí está el Capitán?... éstees el dueño de todas las reses ... ¿Cómo se hará? .. Ahl sí... es la casa de Isaías... pero... ¿dónde está su puñal? .. No lo tiene ... ¿Dónde lo dejó?.... Ah! lo perdió en la sabana. mientras registraba cadáveres. ¡Qué torpe es él! y ¿cómo va a actuar? ..

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El raso Patricio estaba desesperado. Pensó entonces en esconderse. Quizás, mejor huir... sí, huir!... vestirse de campesino!... y huir. ¿Hacia dónde?... lejos ... lejos... hasta que lo confundan con un haitiano y también lo mate otra patrulla... Pero... huir... huir!... Piensa: "Maldita la pobreza .. y yo que antes de meterme en la guardia era buen zapatero . ganaba poco, pero... estaba mejor!". Entonces echó a correr!... Se quitó la camisa militar. La. tiró y siguió huyendo. En medio de la enorme llanura. El loco huía, cada vez corría más. Una patrulla lo detuvo y lo condujo. delirante. ante el Sargento. -Me voy!... me voy!... me voy!... Y no articulaba otra palabra. El Sargento llegó frente al loco: -Dejen quieto a ese hombre!... que yo nunca he creído en la gente dei Sui. .. Se juyó... como gallina! Dizque quería dinero... 1peidió la mula y la pelliza!... La.va a pagar carol ... porque una mula aquí vale má que un cobaide!.. .

El papel enviado al Capitán decía. mediante cotorras nebulosas. escritas bajo los cambrones por un soldado que era el único que sabía escribir: "Para ínfoímaíle, señoi Capistán... que eí Raso Patricio se juyó como gallo cobaide y ha paráo en loco ... De sueite que diga lo que sea. Con repeto, Saigento Tarragona". En un momento de descuido. raso Patricio. el loco. se fugó. Allá va huyendo, haciendo zígzags en la sabana. ¿Hacia dónde va? .. Huye. huye.


CAPITULO X

En "Los Almácigos", en la loma. en su jergón de hojas de plátano, paralítico y ciego. En su juventud había sido maestro de primeras letras en Haití. Qué le aconteció a Mustalí Doís, en su país, no se sabe: pero desde hacía más de 50 años sentó reales en la tierra dominicana. El viejo habla mitad en "patots", mitad en español, especialmente cuando está con los .níetos. -ehristophe le roil... hombre grande!... más grande que tó el dominiquén una vez Dessalines mató dos mil blancos en "El Cabo" Et le empereur Soulouque... Et Tousaint... Ninguno 10 entiende. Medio caminar quiere. a tientas. y pugna por saber de qué lado está Haití. como si pudiera mirar. Mustalí le teme a Juan Nazario, el dominicano, marido de su hija. Cuando averigua que Juan está en la labranza, se atreve a musitar una amenaza que entonces intenta poner luz en sus ojillos apagados: -Dominiquén... Dominiquén... Pas vaut... Dominiquén ne travails pas... Domíntquen, voleur... Vive le noire Toussaintl ... Vive Toussaint Louverturel Mustalí recuerda sus años de maestro rural, antes de haberlo tragado la selva dominicana. Entonces parece que el negro de los ojos muertos ve las claras estrellas. las altas y relucientes estrellas de la


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Línea Noroeste, regadas en profusión en el azul de la noche fresca. Mustalí recuerda, hecho un ovillo, que Haití dominó muchos años a los dominicanos. ¿Cuántos?.. No lo recuerda, pero fueron muchos! -No jablá pañol... Pití... ne palé pañol, piti... tu soy jaitién... Los niños no tt entienden. El viejo está en su rincón acartciando viejos sueños -del Haití imperial- mientras dice una frase esterotipada, aprendida en las mocedades de la escuela, la frase oficial de Haití: "Une et indivisible"... 1 calla. "Dominiquén pas vaut"... Lo ha pensado siempre mientras vive como dominicano en una tierra que no es la suya. "Dominiquén pas vaut"... mientras servía como esclavo para el patrón mulato de Santiago de la Cruz, trabajando en el alambique o en el cañaveral; o arreando ganados hasta Puerto Plata, desde Dajabón... Un día. cuando Juan Nazario, el dominicano, concubino de su hija, le enrostró que el haitiano "es un perro sarnoso", él calló, mientras musitaba, bajito: - Toussaint va vuelva pa mandá dominiquén! .... (Toussaint va a volver a mandar a los dominicanos). Pero Juan Nazarío, el dominicano, no entendía estas palabras. Ahora hay sangre de dominicanos en la casta de Mustalí. 1el viejo es una "cosa" inútil en el rancho. Su hija. mujer de Juan Nazarío, no supo, como Mustalí, quién fue Toussaint. Pero ella odia al dominicano. Por su parte, su marido, Juan Nazario, en momento de ira, especialmente cuando los haitianos roban su conuco o sus reses, truena: -¡Malditos negros éstos!... que debían matarlos a tóo!... Pa que se larguen de una vez!... No vale criá... tó se


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lo llevan!... no vale sembrá, que se lo roban too ... y yo, dominicano, hasta me he separao de mi país al meterme con estos negros sucios, que jieden a pájaro muerto! Estoy loco porque se arme una bronca con Haití, pa dentrá a ese país maldito, cortando cabeza y barriga hasta Puerto Principe... pa acabá de una vez con esta maldita raza!... 1 creo que el ladrón fue Jeremí, el hermano de la negra haitiana madre de mis hijos... Me robó, aunque sabe que trabajo pa lo sobrino, estos catízo, hijos mío y de la haitiana. ¡No sirven! ¡Mala raza! El viejo Mustalí oía y callaba. Pero pensaba: "Dominiquen pas vaut"... Volvía otra vez Juan Nazario a las andadas: -1 lo mejor es que éto diablo hasta ya se crén con derecho. ¡Ay CaráL. 1 el día que Gobierno se meta en esto, jata lo "catizo" se van!! La luna de "Los Almácigos" está como pensativa. Parece intervenir, escuchar, las palabras que suenan en el rancho de Juan Nazario, junto al cafetal.

Son dos pueblos, dos entidades diferentes, en una preciosa y diminuta isla verde del Caribe. En el aire se percibe un lejano tambor. En el patio, los hijos de Juan Nazario hablan en "patoís", Entonces Juan Nazario sale al patio y les vocea: -Maldita razaL. raza de ladrones!". Hablen español! Entonces los "catizos" hablan español.

• •

Cuando los presos llegaron a "Los Almácigos" aún dormían las casuchas míseras. Este es un pedazo de la


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miseria humana tirado frente a un paisaje con luna. En la única venta del camino está una mesonera hermosa canela y níspero en la piel-o Por su puerta repta un camino con sol amarillo. sol de Cuaresma. Después de una fiesta de pinares, las casuchas parecen ratas, acurrucadas en el relente. Hay respiraciones largas. olores fuertes, en los ranchos pajizos pintados con cal. ¿Por qué será? El negro ama lo blanco: cal para los ranchos. O el rojo sucio, tirado con una escoba burda, dura como la greña del que pinta. Catlin Dass gritó muy duro, frente a "El Gato". el presidiario... Gritaba y saltaba y hasta arremetió al asesino borracho, que lanzaba una espantable carcajada. Catlin Dass despertó al caserio y ya los negros huían por los llanos como gallinas de Guinea. -Atajenl Atajenl-Las negras pa un lao y los hombres pa otrol, gritaba el Sargento. Después agregó. con fuerza: -El que tenga "cuartos". que cante pronto! que no se puede peideé el tíerupol -Yo no tiene ná, Sargent... pardónl... Murieron todos los del caserío. Entonces se escuchó otra gritería infernal. en español. Eran los "catízos", hijos de juan Nazario. . -No nos maten. que somos dominicanos!... Nu sóm dominiquén... semo dominicanos... Dominiquénl. .. -Coja las vaca y salvá a mí 1..• soy dominiquénl... -Coje tó, soy dominiquén!... -Yo dominicano... dominiquénl. .. Yo no conoce Haití. nacé aquí.


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-Yo de aquí... mi páí dorniniquén. Yo críá en Lajabón! -¡Carajo!! ¿Y van a matá a los dominicanos? Fue una voz imperiosa. la de Juan Nazarío, que detuvo a la tropa. Entonces el Sargento reconoció a Juan Nazario, el dominicano, el valiente, que había sido su compañero en la guerra civil, en el "Cerro de las Mercedes". -Alto! Paren ahí! Alto! gritaba con energía. deteniendo a los presidiarios que le iban encima a Juan Nazario, quien los esperaba con su machete en alto. listo a la pelea. -¡Carajo. Juan Nazario! ¡Juan Nazario! repetía. mientras lo abrazaba con afecto. - y tú. ¿qué buscas aquí en estas lomas entre estos haitianos? ¿Qué buscas entre estos pueicos condenados?... ¡Un hombre de veidad! como tú? ¡Habla. Juan! ...

-Esto negro son mis hijos!' dijo Juan Nazario. "Y toy arrepentío!. .. lo abandoné tó por meterme a estas lomas a sembrar café y a críá... Pero ¿qué iba a hacé en el monte? .. Aquí ni una puta jalla un hombre... y este sol y la mima jambre de uno, que se pasa una semana tumbando palo y chapiando, que pone a uno que no sabe lo que hace! Y despué llega el hombre a queré hasta una perra de mujer... Yo estaba talando monte con Mustalí. el viejo ese, paralítico. y me trajo la hija pa cocinai. Y de ahí salió paria la negra. Y asina y asina... y uno metío en el monte, con estos sarnosos. que me he convertío en un perro haitiano. Pues ya uste vé, que no me valía hablai claro. que la guaidia me creía "rnañé". Calló y después agregó: -Peidone a estos negros!... que son mis hijos! ¡aunque sean mitad hartíanot ¡Hágalo poi su teniente Juan Nazario! ¿Se recueida?


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El Sargento meditaba. Era verdad. Se trataba de Juan Nazario, su compañero de la guerra civil. Juan Nazario: valiente entre valientes. r-Compadre Nazario!... Compadre Nazario!... ¿Usté sí se ha tirao pa mala banda! Un hombre como usté, que debía sei oficiai de la Guaidia, porque no le tiembla el puíso, yo que le conozco!... y dizque metía a "mañé", en estos montes! Caray! ¡Jesucrito!! Ofrécome a la Meicé!... Dígale que reúnan lo que tengan! Juan Nazario, que sabe la pobreza de sus negros, contesta con resolución: -Compadre Pío!... ¡aquí no aparece ni mieida de perro!... Uste tendrá que matarnos a tó ... ; pero a mí primero! Porque quiero morir en paz con usted!... y si veo que delante de mí matan a una negra, aunque sea haitiana, le faltaré al respeto, eso síl... y usted me conoce! Se turbaba entonces el Sargento, frente a aquel reto. El sabía quién era Juan Nazario. El conoce el valor de Juan Nazario. Los presos aguardan la orden. Los "catizos" tiemblan. Hay un grave silencio. Algunos musitan una súplica, suave, casi ininteligible. Otros dicen: "Nú sem

dorníníquén"...

Juan Nazarío, erguido. les dice: -Cállense, perros sarnosos!.Juan Nazario acucia a la muerte y le dice, altanero, al Sargento: -Lo que sea!... pronto! -

Y ya tiene el machete levantado. para la pelea. Seguía callado el Sargento Pío, que no sabía qué hacer. Al fin dijo estas palabras, lentamente, casi con amargura: -Juan Nazario! ... coge el camino y vete con todos estos


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negros para Haití! Llévalos... y vuelve a tu tierra!... que tú eres de los dominicanos buenos! Juan Nazario bajó el sable y contestó: -Me quedaré allá... porque ya soy otro perro sarnoso! A esta hora va la familia de Juan Nazario para Haití. El ciego Mustalí, el antiguo maestro. en su borrico manso. Atrás queda la loma. la tierra sin dueño. plena de cafetos cargados de uvas rojas que se caerán por falta de cultivadores. Ninguno habla en el camino. Juan Nazario va. el último. cuidando su tropa de "perros sarnosos". como él los llama. Cuando alguno de sus hijos habla en "patoís" se oye su voz de mando: -¡Malditos perro! ... hablen españolt ...


CAPITULO XI La escuela era una choza derrengada. Escuela de "El Almácigo". Los discípulos comúnmente eran hijos de haitianos. También había "catízos" -hijos de haitianos y dominicanas- o a la inversa. En aquel paraje de fealdades la maestra era el contraste: era bonita. Aquí estaba el peligro para una mujer: ser maestra. que equivale casi a decir que es miserable, y poseer una belleza que incita el sadismo de cualquier bárbaro de los que pueblan esta tierra lejana. La muchacha era del Sur, con veinte años apenas. Tenía un color canela y ojosverdosos. Bellas trenzas negras y un cuerpo propio para modelo en una sala aristocrática de modas de una gran ciudad. En cambio. era maestra, en el campo. Pobreza: he ahí la palabra que lo explica todo, en este país. Ángela Vargas, la maestra, habría quertdo ir desde su pueblo -Azua- a la Universidad y recibirse de farmacéutica. En Santo Domingo, cuando la mujer rehusa la lectura de revistas, recetas de cocina, figurines de moda y resuelve afrontar disciplinas mentales, opta comúnmente por la farmacia. Pero a esta niña pobre la muerte del padre le quebró la quimera universitaria. era maestra en campos de Azua, donde la acompañaba la madre. La muchacha había aceptado la dureza del campo para mantener una pobreza digna.

Un día, una orden del Departamento de Educación, caprichosa, como todas las órdenes de los jerarcas de ese Departamento, dictadas a veces por pasión, la puso en la


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frontera lejana, a enseñar a negros de Haití, la nueva gleba que, al favor de la penetración de nuestras tierras, debíamos considerar como "dominicanos", por haber nacido en nuestro suelo. I allá fue Ángela Vargas, que está ahora en las pardas tierras de "ElAlmacigo", un paraje agreste, en soledad, sin caminos, donde ella -la maestraes la única persona que sabe eso de que hay una República Dominicana. ¿Qué es eso?.. dirían los asombrados habitantes del paraje, que sólo tienen una vida mísera, como la de los cerdos, sin noción de patria. Los discípulos eran negros; descalzos, semi desnudos, hambrientos. Las "circulares" -órdenes e instrucciones técnicas del Ministerio de Educación- exigían mil remilgos y requisitos acerca de ropas, útiles, libros, etc., que debían cumplir los ..alumnos"... La maestra pensaba: "¿Y cómo exigir trajes escolares

a quien anda en harapos, como sus padres?"... Por ello, la maestra no los exigía y ofrecía sus clases a los niños semi desnudos. Una vez vino el Inspector. El Inspector es un hombre que fue maestro alguna vez y que ha ascendido en el escalafón. El Inspector abriga sueños de mejoría. El, debe llegar lejos. Para esos fines, debe mostrar ante el Ministro mucho celo ... ser muy exigente! ... El Inspector reprendió a la Maestra por no cumplir la Orden Circular número 15, y la número 20... y otras tantas... De aquí, partió en su mula y desapareció en la sabana. El Inspector, iba gozoso: la Maestra de "El Almácigo" le daba la oportunidad de denunciarla . Además, él la había enamorado y 10 había despreciado . Demostrar su celo ... y así, ir acopiando merecimientos para ser ascendido en el escalafón... El, quizás llegara a ser "Subsecretario"... ¿Y por qué no? .. podría llegar algún


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día, con alguna ayuda de una gran señora de su aldea donde pernoctaba el Presidente en sus viajes fronterizos... hasta un mismísimo señor Secretario o Ministro de Educación!... El "expediente" contra la Maestra de "El Almácigo" no tardó. Para defenderse y no ser echada del servicio, fue a la capital. Al fin mantuvo el cargo mísero. El Departamento comprendió la penuria de los habitantes de "El Almácigo", cuya pobreza no les permitía usar ropa: tierra lejana, seca, sin camino, sin comercio, pobreza. Unicamente, loma alta, llano inmenso, soledad. El señor Ministro apenas levantó la vista al hablar con la maestra, pero al fin aceptó sus razones. Es, la frontera. Allí hay hambre y sed. Yel adiposo Ministro, echando bocanadas de su habano, al fin excusó el "delito" de la maestrilla. Esta había gastado la mesada en el viaje. Pero... había que defenderse del Inspector!. A la salida del edificio, un señor mofletudo, con redondos lentes, desde el interior de un vehículo lujoso. le mandó decir con su chofer "que la invitaba a dar un paseo... y visitar su casaquínta"... Esta oferta es frecuente para las mujeres bonitas y pobres. Pero a la maestrilla, le sobraba dignidad. Pensó en sí misma, en su madre. Miró su traje desvaído por el sol de aquellos llanos. Miró sus zapatos fuera de moda, no obstante lo cual era bonita. Pensó en la pobreza y aborreció al gordo que espiaba detrás de los cristales del lujoso automóvil plateado, coronado con una placa oficial: "Sub-secretario". Mientras huía de la mirada del sátiro, que simulaba una fiera adiposa entre los cristales del auto, pensaba en los llanos de "El Almácigo": ahí hay pobreza; pero tiene libertad. Hasta allí no va el tragón Sub-secretario. que no conoce la frontera. Allá está fuera de la asechanza de los malvados. Y. ella, tiene esperanzas de llevar alguna luz a aquellas almas de serranos que ahora están aprendiendo


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a hablar el español con claridad, a quienes ella quiere hacer entender qué es la República Domínicana.

• •

Otra vez en "El Almácigo". Los niños desnudos. El salario de hambre. Pero la maestra está más conforme que en la ciudad llena de asechanzas. Desde la ventana mira a lo lejos, la inmensa pradera. Siempre teme ver la mula del Inspector. Mientras él llega. ella está haciendo Patria. Está aislada del país. A veces llega, tardíamente. un periódico. En el último que leyó la maestra. encontró un largo discurso del Ministro adiposo: hacía la apología del "Padre de la Nueva Escuela Dominicana". Un día le llegó a la maestra un oficio inesperado. La escuela sería cerrada el mes próximo. La maestra quedaría en la calle. Pero no hubo tiempo para ello. "El Corte" -la matanza- llegaba esa mañana hasta la misma puerta de la escuela de "El Almácigo". A la maestra la despertó la grita desesperada de los negros. Angela Vargas veía la matanza. horroriZada. Vio caer. tajado como un arbusto. el cuerpo del manso negro Samuel, el cargador de agua. cuyos hijos enseñaba. Carlos Almonte, un presidiario que cumplía condena en la frontera por sus crímenes en Puerto Plata. ahora estaba liberado por orden del Gobierno y miles de hombres como él, delincuentes, blandían armas y cuchillos en su horrenda siega de cabezas! Vio también a Daniel, el carpintero. el que había tallado las mesas rústicas de la escuela, caer fulmínado, después de gritar, implorar. su derecho a aquella vida de pobre sobre la dura tierra que ahora le servía de lecho bajo un sol tórrido.


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¿Qué hacer? .. Gritar. implorar! Nada. Sus lloros e imploraciones se perdían en el infernal espectáculo de la sabana verde que ahora es la sabana roja. Pero ya iba la turba hacia los niños. acorralados! Y no pudo más! Cayó sin sentido, como loca, clamando a Dios! Sí. Dios! Dios para todos los hombres. sin distinciones de piel, de nacionalidad! Dios! Dios para todos! Y se sumió en un vértigo profundo. Al despertar gemía. ¿Qué veían sus ojos? .. Haces de cadáveres! La Maestra clamaba en nombre de la humanidad. En esto. el capitán Ventarrón. también aguardentoso. llegaba a la puerta de la escuela. en busca de otro grupo de haitianos que ella había escondido en el salón. Allí se detuvo. El Capitán, borracho. recordaba que él estaba enamorado de la maestra. la cual jamas le había dirigido una mirada.

Frente a la escuela estaba la horda. detenida! Los militares. los presos homicidas vestidos de azul. entre ellos "El Gato" y "Bacá", a la cabeza. La maestra clamaba a los pies del Capitán. ¿Qué pasó entonces? No se explica. El Capitán se había retirado con su horda. Después que abandonaron el lugar. la Maestra sacó a los negros. Al favor de la noche huyeron hacia Haití pasando la frontera.

• •

Pero el mes ha llegado. después de la sangre. Ahora la maestra. despedida del empleo, debe retirarse. ¿Hacia dónde? No sabe. Ella podria conservar el mendrugo

rogando al Inspector.

~l

Inspector, también, codícía, a la

Maestra que es bonita. Ella sabe el próximo drama de


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ciudad, con pobreza y belleza. En la ciudad habrá muchos señores que mandarán por ella a hábiles celestinos. Pero afrontará su destino con carácter. Se va. La escuela queda vacía, agujereada por el agua. Desnuda por el viento. Silenciosa y vacía, como la inmensa sabana.

• •

Al regreso, después de verme en Dajabón, la Maestra llegaba a Monte Cristi. Mientras esperaba un carromato viejo que habría de conducirla a Santo Domingo, acertaba a pasar el Inspector. Aquel hombre se acercó a la Maestra sin empleo, y le susurró estas palabras: "Si usted se queda aquí, unos días, arreglaría su necesidad de trabajo mañana esperan aquí al Presidente... El Presidente es muy bueno... y las mujeres, bonitas corno usted, todo lo consiguen de él"... La maestra sintió en aquel momento más repugnancias por el funcionario celestino. Tomó el auto rápidamente de un brinco! Cuando aquella joven comenzó a gemir, los pasajeros del autobús la miraron sorprendidos. ¿Qué le pasará?... se dicen entre sí. Uno, perspicaz, le dice al otro: -Esa era la maestra de "El Almácigo"!... la "botaron" porque no quiso al capitán "Ventarrón"!... El otro pasajero, entre vulgar y descreído. comenta: -Las mujeres son estúpida! ... miren esa, tan bonita. llorando por un empleíto de maestra... si le diera la gana... conseguía lo que quisiera... si la viera el Presidente!

~ carromato continuaba su marcha hacia Santiago.


CAPITULoxn

Bajo este árbol frondoso donde pasamos un rato de la siesta. esquivando un sol de fuego. pienso en la agonía de Haítí, despreciado aún por los dominicanos negros. que lo consideran inferior y cobarde. Por su parte este haitiano ha desplazado al criollo en una competencia de trabajo dando más rendimiento por menor salario. en una vida cuasi animal. de abstinencia. sostenido con la caña que come en los cortes de las empresas azucareras que los transportan hoy. reeditando escenas de la esclavitud: pagan 15 pesos por cada cabeza de haitiano. a los ministros y validos de Haítí, que han comerciado con sus hermanos, en esta reaparición de la trata de negros en el siglo de las luces. Vemos estos inmensos prados de la frontera y asalta una pregunta: ¿De quién es esta tierra?... Enantes. abandonada. Luego cultivada por Haítí, que la pobló de estancias y frutales -cafetos. aguacates. mangos. sombrios- y ahora desolada. bajo crimen. ¿Para qué? .. ¿Quién vendrá a esquilmar estos cafetales abandonados. estas praderas vacías?... Los dominicanos apenas mantuvieron posesión en las tierras. A ellas apenas llegaba la revolución. Después de los conquistadores y las cruces monásticas de la Colonia.

una soledad mantuvo alejadas estas regiones del aliento nacional. Las lides revolucionarias llegaban a "Juan Calvo". "Cerro de las Mercedes". "Chacuey", "La Guajaca".


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Solo en la Restauración llegaron soldados dominicanos a estas cumbres. Allí quedaban los muertos y luego un silencio eterno. Soledad de estas tierras dignas y nobles. ataúd de tanta generación perdjda en montoneras. La vacada inmensa. que sólo era una mancha. fecundada día tras día. mientras en Dajabón siestaban señorillos principales. fumando largos tabacos o lentos cachimbos en cabañas de pura arquitectura de kiosco senegalés. De noche estaba sin luz la aldea. Sólo poma claridad una luna grande; y siempre. las clarísimas estrellas del antiguo Cacicazgo de Marién. La hístona de la Revolución de estas tierras. es trágica. Generaciones de hombres de todas las razas. segadas por la guerra civil. Los mútilos. los inservibles. no podían ser conducidos a hospitales y se dejaban en las sabanas. El ganado era violado. La montonera sólo cargaba sal. En la sabana aparecían cientos de asaderos de carne. Los revolucionarios. que peleaban sin mesada alguna. comían carne robada en la sabana. Pero volvía a reproducirse el ganado en un ritmo que hacía ricos a amos perezosos. que manejaban los hatos con pastores haitianos. Esos mismos son los negros que ahora han sido acosados de estas tierras prietas. abonadas con sangre.

En sus noches. la aldea de Dajabón es callada y sin luz. Cortantes brisas de las sabanas llegan hasta el pueblo yen ellas viene la grita de los perros moutaraces. Desde "Chacuey", desde "Beller", campos desolados. donde ahora acontece nueva muerte de haitianos. como en las guerras de nuestra liberación. Sobre aquellas sabanas nos liberamos de las cadenas con que sojuzgó Haití a la República Dominicana por 22 años. En ese periodo Haití degolló. fusiló, hostigó sin piedad al pueblo dominicano. ¿I estos puñales de hoy? ...


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Ha siete días que la matanza azota aldeas y campos. lomas y llanos. Haití está en desbandada. cargado de bártulos. de niños. con gallos y enseres. cruzando despavorido las lindes internacionales. el rio pequeñito. el Masacre. Cuando hemos tomado las mulas. precisamente llega una tropa con el sargento Tarragona. Al pasar saluda y nos dice: -Sigan con Dió!... que nosotros vamo pa la loma arríbal, el haitiano e una "garrapata" que le ha caío a la República y a la garrapata hay que matarla hasta la última! ¡Adiós!Una inmensa manada aparece arreada por presos y "reservistas". Vacas. toros y robustas novillas. producto de la jornada. Cuando uno preguntó para dónde iba ese gran ganado. el preso que iba de guía. vociferó: -Este ganao lo llevamo ahora para Mao!... pa la fmca del capitán "Ventarrón"!... El "Capí" es el dueño de tó el ganao!!... y sonreía. de lado. socarrona y tristemente.


CAPITULO XIII Las hojas de aquel bello árbol, el "chachá", caían profusamente. Así iba cayendo Haití. Haití cambiaba corazones, por mangos. Un mango cuesta un corazón. Los corazones caen como los mangos. La brisa tumba mangos para los cerdos, que los devoran, o que son triturados por los cascos de la mula, pues el viandante no les hace caso. Esa misma brisa turba el hambre de Haití y cada mango cuesta un corazón. Haití está muriendo bajo la luna tras la fruta, la fruta que sembró aquel pueblo en las tierras dominicanas, abandonadas por los dominicanos. Los soldados dominicanos no hacen caso a las frutas porque esta tierra no los mantiene, sino el Estado Dominicano, con sueldos míseros. Pero el soldado está contento. El soldado no hace caso a los mangos ni a los aguacates. En cambio mata al negro que llevaba mangos robados en la parcela, después de caminatas enormes bajo la noche oscura. En la frontera hay una rara medida de los valores humanos. Una res vale más que un preso y un haitiano vale menos que un mango. Arde un sol terrible. La brisa pinta cobre o hace brillar ébanos. En las capitales se habla de paz. Alguna revista habla de la "prosperidad" antillana, mientras en aquella tierra los hateros criollos no pueden criar una vaca porque de noche se lalleva Haití, que viene


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en busca de "yucas" y de carne. La tragedia hace jugar al haitiano una carta peligrosa: Violar las frontera. En su país los campesinos no tienen tierras. También, la sequía acabó con sus posibilidades agrícolas en un país cuya topografia abrupta --casi todo montaña- apenas ofrece esperanzas de siembra buena. Entonces el hambre lanza a ese pueblo misero a pasar la raya fronteriza. Caminata furtiva de hambre, que paga cada fruto con un rojo corazón. Esto apenas se sabe en las ciudades. Tampoco 10 han de mencionar los sutiles diplomáticos. con añorante recuerdo parisino. que fuman largos habanos y al favor de permanentes siestas hablan y discuten cordialmente sobre los pormenores de la "guerra europea". Haití sembró la tierra dominicana durante muchos años. Ahora queria volver a la cosecha. Hambre. En las tierras de estancieros los peones eran de Haití -peones baratos. Estos pastores. desplazados a Haití. ahora volvían a robar las ganaderias que ellos habían amamantado como si fuesen su propia familia, en las solitarias haciendas dominicanas. Haití retornaba de noche.

• •

Si un mango cuesta un corazón, una becerra 10 merece doblemente. El cálculo proporcional turba al hambriento. 1 para llevarse una res. a veces es preciso cargar con el corral. Cuando se agoten 40 kilómetros de llanuras y montañas bajo el capote negro de la noche que guardó los diamantes de sus estrellas. el negro tal vez habrá llegado vivo al Masacre, sesgando las patrullas que no perdonan. Es una naipe a la muerte. La otra cara es la


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vida. Es, el hambre de Haití. que roba de noche. En el Masacre. río fronterizo. pequeño. está el último esfuerzo. El ganado bebe, acuciado, la última agua dominicana y deja la boñínga, abono del matorral. Si un puñal. que sale de la sombra. no mata. silenciosamente. al pastor negro, a la mañana siguiente el carnicero haitiano tendrá arduo trabajo. El Haití hambriento consiguió carne!

• •

En el camino. mil huellas de profunda pisadas. Eran muestras de pezuñas: de reses y de negros. Las reses venían robadas de muy lejos -más de 40 kilómetros- de "Las Matas de Santa Cruz". Los pastores venían de más lejos todavía, ---de "La Alcahie"-. Y pasaron el Masacre. y volvieron las otras noches. Los perros de las estancias no ladraron. ¿Por qué? ¿Misterios? ¡Se llevaron todas las resesl -Ei diablo me paita!... ya no se pué viví!... no valió matá hasta las negra preñál. .. Esto haitiano son má malo que la misma desgracia!. .. Ya tengarno que dijno pa otro lao... pa Santiago. donde se puea criá una vaca o un marrano... Dipué de tanta bregat.. y las vacas se las lleván toas!... -Taita!... Taita! ... dice Ezequiel Míolán, cambiando el cachimbo. al anochecer: -Eta tierra ta amardecía... tengamo que dijnol... son cosa e brujería\. .. Me dormí entre el corral... y no ladrán lo perro\. ¡Virge!


CAPITULO XIV

Los corrales se vaciaban. El haitiano es el caminante de la noche. Y el mejor guía es la brisa. Las narices de los haitianos parecen oprimir la brisa para que les diga dónde están los corrales. denunciados por el olor a estiércol, en la noche. El mapa del robo opera en la noche mientras la brisa es cómplice. Un abecedario de los olores. que lee esta raza primitiva. "El Patú" era buen arreador de ganado para sus hambres y la de sus hijos. que ahora están en Haití. del otro lado de la raya. Tusent, su hijito. se estira de hambre. en el lecho de hojas. desde que pasó "El Corte". "El Patú" duerme de día: y de noche vuelve a la República Dominicana. Parecía ensalmado el negro. Había ido a la Mole de San Nicolás a ver un "bocó", especie de mago o de augur. El "bocó" matarla al soldado que estuviera acechándolo a orillas del Masacre. en los estrechos caminos donde sólo cabe una res o un hombre. El "bocó" había dicho que el soldado moriria y el ganado y "El Patú" llegarían vivos a Haití. "El Patú" aprendió las canciones para la majada y el ensalmo para los soldados que cuidaban el río internacional. 1 efectivamente. los animales no se resistían. Ibanse tras él como a las piezas de hierba plenas de pasto. "El Patú". Lo llamó así el sargento Almonte, que había espiado quince noches inútilmente. mientras aquel barría

quince corrales de estancieros. desde "La Guajaca", donde había escopeta. hasta "Las Matas de Santa Cruz". donde había puñales que tenían el "prestigio" de "El Corte": la


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sangre seca sobre la hoja vil, dejada expresamente, para matar a Haití. Le decían "El Patú", por la marca que la arena del río recogía de su pie. El pie del haitiano, como el del ganado, es pata: y la de Hilarión era desmesurada. Su huella en la arena era inconfundible. 1 sin embargo, era inútil la ametralladora. ¡El ensalmo del "bocó"! Cuando el río aplanchaba la arena para después bajar arrulloso, parecía preparar una página para que el ladrón estampara su huella. La arena era blanca y aplanchada, como una sábana. Los ojos de los soldados espían. Nadie pasa. Sopla la brisa. Ya es hora alta. Vienen unas nubes como alas de pájaros negros y tapan la luna. En este instante, "El Patú" acaba de pasar! Quedaron en ridículo rifles y ametralladora! Buscan al pastor en los bosques cercanos, nutIidos de soldados. Yava lejos. El ganado va arreado sobre las tierras secas de Haití. Ahora la luna esplende clara, otra vez, como para reírse de los soldados! El camino muestra la huella mojada en agua del Masacre, un pequeño río internacional que se vadea a pies. En la arena está el pie desmesurado de Hilarión! Entonces lo acecharian al retorno. Pero siempre, la luna. La oscurídad rara. 1un silencio donde pueden oírse las cercanas abejas en los árboles. Otra vez el ganado pasó fácilmente antes del amanecer. La res dejó la huella cálida del excremento en las oríllas dominicanas del río. 1 desapareció, como sombra. Como "El Patú". Ahora, Haití calma su hambre. El "bocó! Trabaja bien! Ya el viejo Fundador Flores estaba seco, como la ubre de la última vaca. De ríco lugareño. Haití lo había puesto en la última miseria. La barba gentil, de amo, ya era barba mendiga. Aparecía bajo los mangos viejos en la antigua estancia donde había ordeñado vacas t:. sargento Tarragona, siendo niño. Ahora está el viejo viendo fenecer la tarde fronteriza, que ya se va. como pájaro lejano... Entra ya la noche. Aún sigue bajo los mangos viejos. Bajo


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los mangos hay dos ojillos brillantes. como luciérnagas. que lanzan odio hacia el confin de Haití. hacia el Oeste. Los corrales están vacíos. "El Patú" dejó a la familia sin leche y también sin vegetales. en la estancia donde el viejo. noble y humanitario. escondía tantos haitianos para evitarles la muerte en la mañana de "El Corte". El viejo. como somnoliento. dice: -Después de salvarlos. los puse en camino de Haití. que comienza detrás de mi conuco... Pero no agradecen! ... sólo saben robar... A mí. que me maten si me han de dejar sin mis vacas!... Quizás Hilarión me las devolverá! Los haitianos no nos dejan vivir... Siempre han sido ladrones: pero ahora son más ladrones que nunca... Ah! "El Patú"!... Ese es el que se lleva todas las vacas. Ayer se llevó todas las vacas del vecino Mellizo... 1 "El Patú" continuó robando reses. Dejaba solamente el estiércol de las reses en el río, y la marca del pie desmesurado. inconfundible. "El Patú" era guía certero en las noches oscuras. Entonces caminaba mejor que los soldados con linternas. Pero una vez el "bocó" parece que falló en el servicio. Chago Díaz no erró en la puntería. porque esta vez la luna favoreció a los que acechaban. Fue dentro del corral de Mellizo Feliz. un estanciero de "Santiago de la Cruz". El maizal. con su hojarasca alta y verde. engañó a Hilarión. Chago lo esperó desde que comenzó a oscurecer. No venía "El Patú". Habría de venirl Su olfato no perdería ninguna majada. Pateaban las reses produciendo un sonido como el de los mangos amarillos al caer. La. madrugada hería con sus frios alfileres la dura carne del Alcalde Pedáneo que mataría al ladrón que robaba sus vacas y sus noches de sueño. Al fin apareció "El Patú". Miraba con recelo. Husmeaba la brisa como los


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leopardos. Parecía hacer un esfuerzo por determinar el olor del cuerpo de Chago, escondido detrás del maíz alto. Husmeaba y caminaba con sigilo. Deteníase y volvía a desandar. Entraba nuevamente. Al fin caminó hacia el corral. Chago lo miraba. negro. muy negro. más negro que los cuervos. Los dientes se veían blancos y quería ser tan alto como el mango del corral. Chago Díaz apuntó. y no falló la puntería, pues tiró a quemarropa. El negro saltó muy alto. ¿guerría treparse hasta la luna? Chago lo vio saltar más alto que el mango. según contara. y en el aire gritó frases estruendosas, como los "pericos", en patois -lengua del campesino de Haití-. Llamaba al "bocó" de Limbé y cayó con estruendo. como una enorme fruta desprendida de un árbol infernal. En la brisa de la madrugada vagaban alaridos en patoís, una parla que es puro alarido animal. invocando al "bocó" para que matase a Chago. Pero Chago etá abrazado de la becerra prieta que le queda más cerca, para que ella sea la que muera cuando venga el maleficio del "bocó.....Tiembla Chago bajo la luna clara como una lámpara eléctrica, mientras "El Patú" lanza blanca espuma de la roja boca. Pero Chago continúa abrazado de la becerra, que muge tristemente. porque "el bocó no tardará en llegar". Con el disparo despertó el caserío y llegaron vecinos. Los hombres fueron en busca del Capitán, a Loma de Cabrera. para identificar al ladrón mágico que está muerto entre el maizal. Cuando regresaron, ya "El Patú" se había fugado y la becerra prieta seguía mugiendo y pataleando entre el corral porque el "becó" despertó y trataba de matar la becerra. pues Chago la había abrazado. Patalea la becerra mientras le dan naranja agria exprimida en los belfos y rezan los peones bajo la última luz de la luna. Vuelve a gritar la becerra. 1 "El Patú" se ha ido. La empalizada está rota, porque la destruyó al correr.


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Entonces se inició la búsqueda. "El Patú" apareció al fín, a orillas del Masacre. casi al vadear el río. En aquel momento todas las reses mugían con temor. Estaban nerviosas como los vecinos. ¿Volvería "El Patú"? Después que llegó el Sargento. miraba hacia las lomas de Haití y decía: -A esta gente hay que quemarla como la mala yeiba del eunuco! ... ¡ojala que ei gobiejno me ordene quemájata "El Príncipe". en la Capitai de Haití. Tengamo que mandá en Harti para que se acabe esta sínvergüenzálj. Aquí to el mundo tá acabao... no se pué criá... no se pué vivíl! Los maldito negro se lo llevan tó de noche!... 1 eso que no le hemo repetao ni las mujeresl Mala yeiba!... hay que arrancaila pa que no retoñe!... Haití: significa hambre. El hambre no sabe de límites. "El Patú" y sus hermanos seguirán caminando de noche. La noche de la frontera es la única oportunidad para que Haití coma. Tierra castigada: seca. deslavazada en la montaña. En el llano apañada por la campaña exótica, cómplice de los negros finos que se criaron en París, hermanos de Hílaríón, "El Patú".


CAPITULO XV

Después de "El Patú", las reses las robaban otros tantos como él. De noche hay ladrones, reses, puñaladas y gritos. En el día el sol muestra una soledad terrible y los hombres están bajo el fuego de la calentura eterna de la brisa, que tiñe de cobre o afirma el ébano. Entonces, hay silencio, un silencio aplastante. Los negros están realizando su robo, lo que equivale a decir que sacian su hambre y asumen su martirio: roban de noche. Son como los "cocuyos" -unas luciérnagas del Trópico- que alumbran en las noches. Sus ojos no necesitan faroles o linternas. como los "guardias", que los persiguen inútilmente.

La becerrada venía de "Las Matas de Santa Cruz", donde el ladrón clavó cruces sobre cerros. Fueron inútiles los rifles de los hacendados y los perros de todos los hatos sufrieron el ensalmo del "bocó" de la Mole de San Nicolás. En la sabana de "Doña Maria" se desuella la res. El negro corta a tientas -raro sastre de la noche- y no yerra ni puñaladas ni cortes sobre el ganado. Los soldados estarán a esta hora rondando el Masacre y Albert Loui saja la vaca vieja o la becerra color de azabache. Destripa


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rápidamente, pues su derecho sobre la vaca tiene por límite el tiempo en que el sol duerme, mientras las nubes tapan el ojo delator de la luna. A veces se detiene Albert y husmea la brisa, como el perseguido y piensa que a sus hijos los dejó con hambre en Haiti. Ahora no sabe si lo matarán a él. Los puñales de los presos son tajantes. Después, cortan la cabeza de los ladrones y la tiran del otro lado del río, para escarmiento de Haití. Albert Loui saja con presteza, que ya el sol se va. Hace frío esta noche, pero él no lo siente. El, está frío. El, es un muerto! Eso lo sabe Albert Loui. Está trabajando la becerra prieta que arreó de un hato, al amanecer. Sus hijos le esperarán en el río. Quizás llegue con vida... pero nó! El, es ya un muerto! Maldito pensamiento ¿Por qué él se cree un muerto? Vuelve a husmear. ¿Vendrán? .. 1mira, silente y suplicante, a la oscuridad y a la inmensa sabana. "Faím" "Faírn"! Hambre! Hambre! Los negros pagaban caro la carne. Pagaban con carne de negros. Los "charnpetres" -policías rurales de Haitíno dejarían entrar a aquel país las reses robadas. Al ladrón lo castigan con palizas, con largos encierros, sin darle un mendrugo. A veces lo cuelgan en alguna aldea lejana donde el "charnpetre", mestizo, tiene odio a los negros, "raza bastarda", según los mulatos de Haití. En Haití hay hambre y odio de raza. Los mulatos que estudiaron en París, o que apañaron los latifundios, miran con odio a sus hermanos, la raza de ébano que quedó sin tierra y que roba eternamente al Santo Domingo aledaño al río Masacre. Los "champetres", a veces, queman a los ladrones. Hay mútilos de los dedos, del fuego de los "champetres". Si Alberto Loui llega a Haití con las reses vivas, tal vez lo matará el "champetre", su hermano de raza. Después hará transacciones el "champetre" con los propietarios dominicanos, para devolverles el ganado que


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robó Albert Louí -un muerto más. Albert Louí ya es un muerto! y por eso no siente el frío de la noche en la inmensa sabana. Ahora está degollado! El! Junto a la becerra azabache que acababa de desollar. Los puñales surgen del seno de la noche. Como los luceros. Como los perros hambrientos. Inesperadamente. Quedará insepulto Albert, hasta que lo destruyan el sol. la lluvia. el viento. ¿Qué será de los pequeños hijos de Albert? Todavía le aguardan a orillas del Masacre. Amanecerá y Albert no aparecerá. ¿Ha muerto? .. No lo saben. Tampoco tienen a quién preguntarle. Permanecerán aún en el juncal del río. escondidos. como los perros sarnosos de Haití.


CAPITULO XVI

Ahora, el Capitán exigía enterrar los muertos, aunque nadie quería hacerlo; o bien, ocultarlos bajo algún bosque, lejos de la vista de los caminantes. Estos eran los ardides de la "higiene histórica" que limpiaba el suelo de la República Dominicana de un bicho advenedizo. -¡Vamos a enterrarlos! ¡Es mejor!, decía un soldado. -¡Lo enterrará usté si es que le gusta!... que ¿yo? Ni cavo siquiera el hoyo para haitianos. Mis manos puén joyá para enterrá un ratón podrío, pero para enterrá haitiano?... ¡me las corto, mejor! ¡El haitiano sólo sirve pa robá! ... y al ladrón hay que degollarlo y dejárselo a los otro ladrone, que son lo perro y los puerco... o mejor, darle candela, pa que se vaya la peste! ... Hablaba así un soldado alto, el raso Angeles, un muchachón de la Línea, nativo del paraje de "Santiago de la Cruz", a cuyo abuelo, el viejo Saínt-Hílaíre, de origen francés, habían hecho prácticamente mendigo los ladrones haitianos. El mocetón hablaba recordando las noches de insomnio, cuidando el "conuco" y las reses. La langosta negra arrasaba en las noches los plantíos de yuca y de maíz. Los ladrones cargaban con todo. Entonces acertaba a bramar a lo lejos el toro motón, el más querido de la

casa, tal como si avísara que iban los ladrones hacia él. Alguna vez se asustaban las gallinas de Guinea y los obesos cerdos amarrados bajo los naranjos. Todo había


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sido sustraído. Hasta las últimas vacas de leche de la Gasa del anciano. Luego en las mañanas los peones traían la trágica muestra: restos de ganados queridos. descuartizados y abandonados en la sabana, porque, parece. al ladrón 10 había sorprendido el día y hubo de abandonar el botín descuartizado. El viejo temblaba. fumando. nervioso. su cachimbo. la vieja pipa de barro que guardaba como recuerdo de sus mejores días. Había sido robado y descuartizado el toro motón: un hijo de la familia. Toda la familia lloraba. Otro día fue la vaca "Carmelita". La misma historia de robo y abandono en las sabanas. Entonces el viejo calló y sólo miraba hacia Haití, con ánimo de quemar toda aquella tierra maldita y a todos aquellos hombres, que no son hombres ¡porque son meros ladrones! Azules ojos de abuelo SaíntHilaire y azules lomas de Haití, distantes. En los ojos del viejo había fuego. Y al siguiente día abuelo Saínt-Hílaíre amaneció muerto. Debió matarlo la pena del robo de la vaca "Carmelita". que había criado a los nietos con su leche mañanera. Todo esto venía al pensamiento del nieto. el soldado Angeles, que se negaba a enterrar haitianos.

*

En la sabana se procede al entierro o a la quema de negros. De allá llega. desesperado, a su rancho de Dajabón, Yusén, el negro hojalatero. marido de Morgenía, la dominicana, que ha dado a Yusén prole larga que sólo hablaba "patoís"... ¿Cómo se ha salvado este hombre? .. es puro milagro! Yusén gritaba, bañado en sangre -una oreja menos, sangrante-s: -Bon Dieu! Bon Dieu! Cela debacle! Debacle! Morgenia, vá pa Haití, plont!


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Mientras recogían. huyendo. los pobres bártulos. hacía la historia. Escapó en la sabana al filo del machete de Ramoncito "Come Burro". el presidiario que le odiaba porque no le prestó su caballo antes del "Corte". Mientras Yusén está en la sabana enterrando a sus hermanos de raza. cremando los más. por orden de los soldados. el presidiario "Come Burro" recuerda la negativa del caballo. "Come Burro" también ha recibido en "El Corte" el mote de "Come Gente"; tal su capacidad de matar. La afilada hoja del machete rasga el aire para decapitar a Yusén. Es diestro el "Come Burro". o mejor. el "Come Gente". Salta la oreja derecha. porque el golpe. dirigido a la misma cabeza. lo sesgó Yusén con rapidísimo giro y en lugar de un occipital tajado. la sabana gana una oreja que ahora se confunde con tantos otros miembros tajados. mientras Yusén salta pirámides de cadáveres que arden; esquiva otros "tiros" de sables y garrotes. aunque algunos palos le alcanzan el recio tórax. Mas resiste. mientras en su fuga discute con el viento. para llegar a Dajabón como un animal sin casta. La casta será "El Corte": la guillotina. Guillotina de sabana y de loma. De noche y de día. Sentencia de muerte. Sin apelación. Así también eran las sentencias de Toussaint y Dessalines. La carnicería de esta sabana de "Juan Calvo" recuerda la frase de aquel jerarca haitiano. dirigida a los habitantes de Santo Domingo: "Los perseguiré hasta en las montañas. como animales montaraces". Esto acontece en este sacrificio bárbaro de donde ha logrado escapar Yusén, el buen negro. que había unido su sangre a la de la negra dominicana de Dajabón. Creía Morgenia que Yusén manaba más sangre que aguas el Masacre. esa mañana. Se desespera. Gritan los hijos. Se alarma el vecindario. que no tenía idea exacta de cuanto estaba pasando en parajes remotos. Yusén piensa: "Los guardias están al venir. Vendrán por mi. A matarme. Debo vivir". Sale al patio. Toma emplasto seco de boñiga de su vaca y hace el vendaje que paraliza la hemorragia. Su


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cabeza tiene una oreja menos. Pero a salvar la vida! ¿Hacia' dónde? .. Hacia Haití! A pasar el Masacre: Ahl no recordabal Hace 30 años que salió de Haití y allá no tiene conocidos! El, es dominicano!... Sí, pero debe ir a Haití, aun a morir... al fin, Haití es su patria. A salvar sus hijos y a Morgenía, su mujer. La mujer ha arreglado atados de ropa a todo correr. Yusén no sabé qué llevar consigo a Haití. Su debilidad le entorpece. Hace esfuerzos. ¿Qué tomará? .. Ahí está su chiva!... hace dos días que no come, desde que él salió... los gatos tristes, buenos. El perro Michel, flaco, pero bueno, dormilón. No los debe dejar! Las hamacas, los catres de los mocosos, las vasijas del menester. Salta luego al corralillo y apresa la mulita flaca -la única- comprada en un remate. Dejará las dos vaquitas de los niños, en la finca de don Chepe. Este es un noble señor, anciano, antiguo general. Don Chepe se las cuidará. Y quizás las pueda volver a buscar. O tal vez se las lleve el capitán "Ventarrón", para su estancia, en Mao ... Todo esto lo piensa a la velocidad de la luz el negro Yusén, con una oreja menos y cagajón de ganado como venda. ¿Vendrán los soldados? .. El debe seguir vivo, para Morgenia y sus hijos. Y se van. Se van a Haití, es decir, se van al país desconocido. Al cruzar el Masacre, respira la pobre familia. Mientras camina ya en tierra haitiana Yusén Nataniel recuerda a Ramoncito "Come Gente". ¡Todos los dominicanos no son asíl, "los dominicanos son buenos"! Y, según supo, el abuelo del capitán "Ventarrón" era también un negro de Haití!... Entonces ¿por qué el Capitán, cuyo abuelo fue también un negro, ha ordenado matar a todos los negros haitianos? .. Mientras piensa acucia a la mulilla adquirida en el remate de la Alcaldía unos días .antes. Es la salvación. El Masacre quedó atrás, con las huellas de los cascos de la nerviosa mulilla que, en aquel momento, recordaba el capítulo de José y María con el burro. bajo la persecución romana. Atrás quedaron las


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gruesas "javíllas" -árboles frondosos, que están a oríllas del Masacre-. Sigue Yusén, bajo el sol, la amarilla senda del camino que ha de llevarlo al pueblo de "Juana Méndez", donde no conoce a nadie. Lo afecta la sentencia que dictó un señor todopoderoso en la capital de mi país. Este ordenó: "Mueran todos los haítíanost" Como deshacer una jugada de soldaditos de plomo!

• •

-¡Estamos cobrándoles!Así me decía don David, el repartidor de las tierras, riendo plácidamente con su boca desdentada donde viaja el cigarro de comisura a comisura como un péndulo.

-No me hable de humanidad ni de yerbas de academia!. .. Estamos cobrándoles! Es una deuda vieja! Hace un siglo estos mismos negros desangraron al pueblo dominicano, degollando hasta en las iglesias! ... ¡Estamos cobrándoles! y miraba con odio sobre las montañas verdes, las montañas azules, las montañas estrujadas de Haití.

En la tarde, que ya se vestía de estrellas, escuchábanse los alaridos de una cercana jauría de perros. -Oígalosl... son perros. Están comiéndose a sus dueños... lo mejor que hacen!, para acabar de una vez con esta porquería de haitianos.Miré a los lejos. borrosamente, desde el altozano donde estábamos. Hacia un punto corrían los flacos perros, secos, de largos dientes, afilados en el mismo ayuno largo del amo haitiano. Dos hambres: la del perro y la del dueño del perro, acaso muerto ya en las sabanas dominicanas.


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El perro se irá luego. Pero volverá después a vadear el río. Va a los lugares por donde pasó la matanza. Allí debe . quedar algo, todavía. El perro está entonces satisfecho, como el capitán "Ventarrón". Ir y venir del perro flaco, en la caminata del hambre, como los haitianos. A pesar del horror de la noche. ¿Para qué vuelve? Para vivir. O tal vez para morir! Todo es de noche. Cada noche es una partida de naipes. Si matan al hombre, que va hambriento. ¿quién 10 sabe? .. ¿quién 10 denuncia? Los muertos de esta vorágine no tienen nombre. Ni siquiera cifra como en el presidio. Si nuestras mulas chocan en el camino con un cadáver, pararemos las mulas y enterraremos a ese hombre. ¿Cuál hombre? El muerto no seria "hombre", para don David. Era, "un haitiano... Nada más que un haitiano"... Mientras esperábamos bajo los árboles, don David cambiaba el cigarro de comisura a comisura. Lo veía tenebroso, con el pedacito de luna que asomaba. Frente a aquél hombre fantasmal, en el momento en que se apagaba la tarde, yo descendía a las emociones de la infancia. Flaco. fuerte. anguloso, un tanto achinado, orlado de balas y puñales, don David me hacía evocar aquellos espantables personajes que el aya susurraba a mis oídos para obligarme a dormir, en mi niñez. A medida que se apagaba la tarde en aquella montaña, don David me parecía un demonio. Un demonio del desierto. I su risa sardónica. con que él puntualizaba sus historias de matanzas, se apagaba en la noche, al final de cada relato, como un sonido acuoso de remos en un agua profunda y tenebrosa. En aquel instante había vuelto yo a la delirante vida de la infancia, llena de duendes, trasgos y personajes misteriosos. Entre tanto, la noche aplastaba -nos aplastaba a todos, a mí especialmente-. La noche anulaba, pintaba de negro. Como el destino de Haiti. Con el color de Haití.


CAPITULO XVII

Dajabón. El caserío estaba desierto. Había miedo. ausencia de noticias y temores. Una discreción medrosa. Nadie se atrevía a hablar. El Capitán. en tanto. ebrio. El Capitán bebía. bebía. otra vez bebía. A cada rato. en la taberna. le llegaban mensajes. las "informaciones" de los "servicios". Además de los detalles numérícos de víctimas. los mensajes informaban acerca del número de reses rescatadas. Entonces reíay se caía de las comisuras labiales una saliva parda. al tiempo que su rostro tomaba un color espectral como el de los cadáveres. Al reír parecía un diablo. El pensaba en su hato. de Mao. La yerba. verdecita. Y las reses. incontables. gaje de la vorágine. Culminación de su sueño de propietario. Lo decía bajo el alcohol. El también había sido pobre. "El Corte" lo había enriquecido.

En la taberna no hay hora. No hay límite en esta tierra ni para el alcohol ni para la muerte. "Ventarrón" está

rodeado de acólitos que siempre aplauden sus palabras y gracejos. A veces. ebrio. ha pescozeado a alguno. Nadie protesta. Algunos propietarios. hombres de cierta categoría. acompañan al Capitán aun maldiciendo interiormente el vejamen de pasar una noche entera en el garito. entre borrachos profesionales. bajo luz mortecina de kerosene.


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porque en la aldea aún no han instalado la corriente eléctrica. ¿A qué teme el capitán "Ventarrón"? Quizás piensa en un ataque de armas haitianas. "Ventarrón" es criminal y cobarde. Por eso bebe. sin límite. Ninguno de los de su mesa. en la taberna. podría levantarse. Tampoco ninguno puede fumar sino tabaco de VIrginia. porque el Capitán, que había nacido en una barraca, en un barrio miserable en Santo Domingo. no soporta ahora otro olor de tabaco. Enverdad. el Capitánes un sertrans-formado. Los galones han obrado ese milagro. Por eso él ahora aspira a casarse conuna bella muchacha de Gazcue. Todo esto es celebrado como genialidad entre borrachos. El Capitán bebe. como brindando por el Dios del Corte. el ídolo de la matanza. Un hatero obeso. con humildad de perro. le acompaña y devuelve sonrisas por pescozadas. ¡Cosas del Capitán! Al mismo tiempo tragan "Barbancourt Cinco Estrellas". El Capitán sólo toma el"Cinco Estrellas". y lo trae. por cajas. desde el pueblo haitiano de "Juana Méndez", o sea. de contrabando. Ningún aduanero osaría tomar cuentas al Capitán. En la noche de la taberna. está don Lauterío, un comerciante cuya profesión es la de intennediario en las compras de café de Restauración -excelente grano. cuyo precio quintuplica don Lauterio y cuyos proveedores también han muerto en "El Corte". Don Lauterío. sin embargo, sonríe. con una sonrisa tallada en latón. como esos antifaces de carnaval. ¡Hay que salvar la pelleja con el Capitán! Yhay que esperar toda la noche. en la taberna. hastaque él decida abandonarla. casi siempreal comenzar el otro día. Don Lauterio recuerda sus negocios. y sus pesas. amañadas. para engañar. ¡Es el negocio! Pero. ¿ahora?... ¡Sin negros de Haití!... ¿Se caerán las uvas en las lomas? .. ¿Se perderá el café de Restauración?

Don Lauterío, quien afirma que no hace falta escuelas


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"porque su abuelo no conocía la "O" y murió "rico". piensa. sin embargo, que hacen falta los haitianos. Pero calla, y sigue manso y sonriente mientras prosigue la noche con un caminar lento, lento, como el de los quelonios. Terrible soledad de Dajabón. Se percibe el ulular del viento en las frondas; suenan copas; hay frases de sintaxis alcohólica y un denso olor a cigarrillo rubio, de Vírgínía, el que fuma el Capitán. A veces el Capitán dormita, mientras los demás callan. Súbito despierta. cuando en sus dedos se deshace el cigarrillo encendido. Entre tanto, sólo hay calma. No vienen haitianos vengadores. Acaso volverán perros mendigos, como sus amos, refugiados en "El Cabo" o en "Juana Méndez". El Masacre sigue corriendo, casi sin sonar de guija. Río estrepitoso en sus cascadas de "La Garrapata" y "Loma de Cabrera", pasa cauto, como otro haitiano, frente al fortín dominicano. ¿Teme? El río sigue callado, hasta el Atlántico.


CAPITULO XVIII La angustia que poma temblores en los labios color tabaco de don Sebusto, producía lágrima viva en el úníco ojo de Francisco Seijas, un estanciero fronterizo, en el paraje de "Santiago de la Cruz". "El Corte" -la masacrederrumbaba las columnas del templo de este patroncito.

Cuando el español de la Conquista de la Isla de Santo Domingo caminó por las secas tierras que fueron Provincia de Monte Crístí, fundó como buen castellano en dos lugares que evocaban la topografía de sus tierras solares en la Península: una fundación en "Partido" y otra en "Santiago de la Cruz", Dos pobladillos de España. Todavía parecen querencias españolas. Cuando se llega a "Partido" o a "Santiago de la Cruz" se advierte de inmediato la vigencia de las cosas españolas. en pleno litoral de la frontera y pese al contacto con Haití. La vista corre hasta fatigarse sobre la larga sabana. Así debió ocurrirle al español cuando aquellas tierras eran

pisadas por sus mulas en la Conquista. Desde los llanos trae el caminante caído el espíritu, fatigado de la calidez africana del llano de Dajabón. La ruta de caliche sigue, sigue y deja atrás a "Juan Calvo", Se levanta en collados ligeros mientras la ascensión progresa, Parece que el viajero va a mirar mejor las estrellas, mientras desaparece el gris y surge un verde promisor. La brisa parece una

caricia de seda y finalmente esta el fresco de las eminencias. La ruta. un camino construído por el


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Gobierno. se puebla de estancias de ambos lados. Las casas aparecen entre penachos de cocoteros. El viajero ha salido del suplicio de la sabana. Gente blanca en aquella tierra de negros. Por frente al pobladillo pasaban o retornaban las tropas en las antiguas revoluciones que estremecieron a Santo Domingo durante años. Los viejos criadores compraban seguridad. pagando con reses a los jefes de tropa. que debían alimentar las montoneras. Estos patroncitos producían reses y alcohol. Era la producción de los haitianos que cultivaban los cañaverales y las estancias. En este poblado también vive el otro hermano de Francisco Seíjas, Juanico. También tiene ron y vacas. Los dos hateros blancos ven pasar el acontecimiento y no aciertan a explicárselo. Ayer había revoluciones. pero hoyes más tremendo el problema. En "Santiago de la Cruz" todo está como paralizado. aun la brisa entre los pinos. El historial de estas vidas es el mismo que el de los otros hateros: una propiedad feudal y rústica. Labranza. vaca. cañamelar. en las mismas lindes de Haiti. La caña se cultiva fácilmente. mediante los negros. Después la labor la culminan los caballejos flacos y el trapiche. que trabajan bajo sol y lunas. Del "guarapo" -savia de la caña azucarera- se fabrica el alcohol. En estas lejanías, don Francisco no paga impuestos. Es fácil violar las leyes impositivas. La frontera está cerca: en su patio-. Hay veces que la vaca de don Francisco pace las gramas de la sabana de Haití. Sus vacas regresan por la tarde. Tiene suerte. Pero otras veces "se quedan". Por el patio de don Francisco. que linda con la República de Haití. vienen las sedas y los doblones. producto de la venta ilícita. El piensa: "Allá los Gobiernos! Esta es mi casa. esta es mi tierra". Y como buen Maquíavelo, le ofrece comida a las tropas -del


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Gobierno o de la revolución -es lo mismo- que pasan por su puerta. Su ftlosofía es: "Estar bíén con todos. especialmente con el que manda". Seco. menudo de carnes. ligeramente giboso, hociquillo alargado, como el de las ratas. lleva un ojo tuerto que él oculta tras gafas negras. Don Francisco es un alma doble. Habilidoso, utilitarista, simulador. -Los Gobiernos... allá... Cuando habla, mira al corral y calcula cuántas becerras dará. de esas, a los jefes de tropas que pasan a matarse en el Cerro de "Las Mercedes" o en cualquier otro matadero de aquellos lejanos sitios. Los gobiernos allá: El sabe cómo se compra inmunidad! Al fin, la frontera está en su patio y en su patio no hay aduanas. No hay para qué contar las horas de trabajo de estos peones! Después del sol, las brasas del horno del trapiche tiñen de rojo el rostro de BereIÚS Mandiá y Samuel Dass. viejos capataces. indiferentes ya. en años. al frío de la madrugada, mientras vigilan la miel hasta que "esté en punto" para trasegar. Así se transforma la caña. que había estado en el campo, esperando reducida lluvia para terminar luego en alcohol. Después el producto va a Haití. En todo ese proceso la tierra ha estado oyendo canciones en "creole" y órdenes de don Francisco, también en "creole", En esta vida -la de don Francisco es un signo- la República Dominicana no pasa de dos vanas palabras. "República" "Dominicana": No la conoce nadie. Aquí sólo se escucha el francés pedestre de Haití, y cada día es igual al anterior. Días sucesivos de producción rústica: más frutas -mangos, aguacates. sembrados por los negros-

más becerros y más cabras, también críados porellos para


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don Francisco. Y también más negros, hijos de haitianos, que apenas oyen el español. Aunque había robos, éstos no le preocupaban. Don Francisco sabe que "él gana siempre", con el bajo salarío, que paga a los trabajadores. Cuando le avisaban que faltaba una becerra. chillaba para simular protesta. ¡El sabía quién era el ladrón y quizás dónde estaba la vaca!. .. Acaso el ladrón era Samuel. el del horno, que trabaja callado toda la noche y en cuyas manos faltan varios dedos que se tragó el trapiche de don Francisco. Samuel, que no conoce la palabra "salario", que no exige nada, luego se roba un becerro de don Francisco! Pero él necesita a Samuel. El patrón decía: "Mejor es perder una res que a un esclavo que está siempre a mi servicio"... Por aquí también ha pasado "El Corte" y don Francisco lo vio todo, callado. Sin protestar. El sabe: En Santo Domingo está prohibido protestar. Ni siquiera por los chillidos de Natalí, el negro más viejo, que le avisó "El Corte", la matanza. entre sus corrales. Natalí gritaba como marrano en Pascua. Don Francisco lo vio todo, callado. Como Natalí cayeron todos sus trabajadores. Seguía callado don Francisco, que conserva buenas relaciones con los "jefes" militares que suelen descansar y tomar whisky en su casa, servidos por sus dos bellas hijas, en estado de merecer. Las dos muchachas tienen el mismo pensamiento: Desean pescar algún oficial de las Fuerzas Armadas dominicanas. ¡Un Capitán! No importa que sea feo o viejo. Pero. un Capitán!. .. El viejo Seijas había criticado y maldicho al Gobierno. "criminal". Pero cuando llegaba la ronda a su casa, él hablaría mal de los haitianos. "No se puede vivir. Todo lo roban! ¡Son unos perros! ..;" decía el aguzado don Francisco.


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Después repetía: -Lo mejor que ha hecho el Gobierno es botarlo a todos... Son perros! Y más ladrones que los gatos! A mí me han acabao! Me han robao tó los animales... Este es un Gobiernazo! Viva el General!... Así. él satisface a la tropa que pasa: con atenciones y con mentiras. El teniente. un matón. con cualquier nombre. recuerda después la sonrisa de alguna de las hijas de don Francisco. "Ese viejo ... es un gran hombre!. .. Muy amigo del gobierno!"... (Por su parte. la muchacha queda prendada de las barras del militar). Don Francisco mira a lo lejos. advierte que ya se ha ido la visita militar. y cree que ya puede hablar. para desfogar su angustia: -Ya no se puede traer seda!... la misma sal criolla es mala. de minas insalubres y con un impuesto y más impuesto!. .. Yo. que estaba tan acostumbrado a esas cosas de Haití... Yahora... Maldito Gobierno!... debían tumbarlo! pero ¿es que ya no hay "machos". en este país?... Y tener que ir a todas partes. a las reuniones de autoridades de esta nueva Provincia. que para nada nos sirve. y aplaudir el nombre del General y hallarlo todo bueno!... Los hombres de trabajo no pueden vivir!... Y ahora mira hacia las plantaciones. escocidas por el estío. Estío de la Línea. abrasador. ¿Quién arará la tierra? Nadie! Se poblará de "cambrón"!... Y cómo se vive aquí? .. Piensa en las muchachas. Ojalá que hallen pronto un capitán o un teniente. Es la solución. "Esto se acabó". Las mismas palabras de Rafael García,

de don tauteno y de doña Francína, en Dajabon, - "Al fin me iré... Y le dejaré esta tíerra al Diablo!".


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Pero en aquel momento llegaba a su puerta el automóvil del Capitán. Don Francisco se transformó, como un actor. Estalló en una sonrisa que era pura mueca macabra. -Pase Capitán!. .. que aquí todavía aparece un trago. para usté!... • El Capitán venía ebrío, tambaleándose. Apenas alcanzó la mecedora. De inmediato comenzó a roncar. Don Francisco sólo decía: -Tan buen hombre!. .. tan buen hombre! Y 10 miraba como a un bicho repugnante y peligroso. Después se alejó y. ya dentro del dormítorío, rezongó en voz baja: -Debía morirse! ¿Es que no hay santos en el cielo? y con su único ojo miraba el amplio cielo estrellado que captaba desde su ventana.


CAPITULO XIX

Manuel Robert, Antolín, Ramoncito "Come Burro", Chepe Lorenzo y Loreto de la Cruz. estaban transformados, El peso del crimen. Manuel especialmente. Estaba loco. Había olvidado a sus hijos flacuchos. comidos de fiebre. prez del Masacre. Había oMdado a Ramona, la mujer. que estaba encinta. Había oMdado la "tumba" en las tierras prietas de Juanico Rivas. Corría aquí y allí. Puro CalíguIa de los llanos que usaba todas las armas. usando sus fuerzas para destruir. sus brazos hechos al trabajo. para curar los becerros. pues él era el mejor médico para los animales en el llano. Con su afilado cuchillo hacía operaciones dificiles y jamás perdía la "mancorna". Ha matado viejos conocidos. que ahora no conoce. Vagan sus ojos. La tropa lo había alentado con frases burdas y tragos conidos. -Adelante. compadre Manuelt... Pa acabá de una vé la "tala" de estos monte maligno... y no se apure. que después de ésto. usté va a "la Guaidia" (el ejército) derechito... y tal vé de Teniente!... Muchacho. otro trago!... y viva el Generail ... Aunque está loco. Manuel como que percibe el sabor de la promisora oferta. El ejército... El ejércitol 'Teniente". nada menos... El supone que los tenientes consiguen mucho dinero... Tenientel El fetiche surte su efecto: "Teníente!" Uno le decía: -Compadre Manuel... no se afloje!... que nosotro semo


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dominicano y er Generai nos va a ayudá... Uté va de Teniente y yo sor casi Capitán... Pa acabá con esta tristeza... que siempre tamo "fallo". Circo amplio. la sabana. La sabana roja.

Los hijos de Manuel, en tanto, pobrecíllos, pasaban hambre. ¿Dónde está "taita"? preguntaban. La mujer enferma, cercana del parto; los fogones de la cocina apagados; la abuela víejísíma, hablando sola. Y las yaguas del techo del rancho llenas de agujeros, que apenas detenían el agua aquellos aguaceros que cayeron en Dajabón esos días, después de un año de sequía. Pobre casa de Manuel Robert, hombre bueno, que sólo araba la tierra y que ahora es una pantera alcoholizada!... ¿Por qué? ¿Por qué hace eso? .. El no 10 sabe. Parece una tórtola la casucha parda de Manuel, alIado del bohío del haitiano Atis, que pudo huir hacia Haití. El paraje de Manuel, bajo el frondoso árbol de "chachá" está lleno de oMdo y de hambres. Todos miran hacia la sabana. ¡Noven nada! El salió por allí. Pero "taita" no ha vuelto, con las pocas yucas del conuco para los desnudos! "¿Dónde está taita?"... repetían los niños mientras la madre dormitaba. Sueño de hambre y abandono. 1esto, es "El Corte" .

Pero... aquel negro... Manuel quiere como despertar dentro de la bruma alcohólica. ¿No será Mandín, el muchacho haitiano que


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lo ayudaba en el ordeño. en la estancia de Puzzo, el patrón italiano. en la finca ribereña al río ... Ah... sí!... pero ya está muerto!... ¿Quién lo habrá matado? .. y se queda como un idiota que quisiera llorar. ¿Por qué quieren salir lágrimas, ahora a Manuel Robert? .. Entonces echaba a correr. sin rumbo. ¿Dónde estaba él? Barca de sueños grises -el licor- del más malo. que trae la tropa del almacén del haitiano Theofil, el comerciante. Manuel tiembla pero se repone. porque el cabo Encarnación Reyes lo alienta. ¿Por qué ese hombre le hablaba así? ¿Por qué él temía a ese hombre?.. El. Manuel un valiente!... Pero es cierto que el Cabo lo domina, con sus palabras instigadoras: -EL.. compadre Manuei!... cuidado si se afloja!. .. Entonces retomaba la fiera del alcohol. Los otros civiles. los "reservistas". como les llaman. campesinos uncidos al crimen. pugnan con Manuel. Es que desean figurar en la lista del Capitán. ¿Qué desean estos hombres? .. -Aunque sea como "raso..... pero yo tengo que engancharme en la Guaidia! El cabo Reyes, que conoce la historia de Manuel, trata de alentarlo con otras palabras: -Recuérdese. ManueL.. a su "taita" lo acabán ésto negro!... lo deján encuero! Su páí murió como Jesucristo, encuero! por estos negros... Manuel recuerda, ya fatigado. Pero no puede más. Es


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verdad. pero ya no puede más. Ha despertado! ¿Quién es él? El es otro hombre. El es un producto del "Corte". Manuel no se conoce. 1 entonces. recuerda el rancho. los hijos sin pan y la mujer encinta. 1 parece un muerto.

• •

El viejo Robert había llegado a las llanuras de Dajabón como la hoja que vaga a merced de las brisas: Un Simbad del comercio a quien el azar cambió el paisaje marino de las Islas Vírgenes por el amplio espacio de la sabana de Dajabón, Le aconteció como al danés señor Broberg. En lugar de peces. los ganados. Trabajó con suerte. Inició la brega como barrendero en la casa italiana de Fabbale, que mercaba sedas y sal. al tiempo que especulaba en ganado con los compradores del Cibao y de la capital. El peón Robert ahorraba los cobres. que eran de Haití. porque en la aldea no corría la moneda de la República Dominicana. sino excepcionalmente. al paso de algún viajero. Días y soles y abstinencias y los "gouls" -moneda de Haití- aumentaban la pila de los ahorros. Al final compró unas cuantas reses en "Partido" y las vendió a los compradores. Mucho trabajo. pero engrosaba el ahorro. Con los años. se emancipó al fin. Puso entonces los pies en la riqueza de las yerbas de un hato en "Doña Maria" cuyo verde se tiñó como un mosaico mágico de reses y toretes que eran un primor. Detrás vino el cañaveral para aprovechar el negro barato. Luego el trapiche. De las ganancias surgió la tienda. con toda clase de artículos. Así. se hizo potentado. porque en aquellos tiempos la yerba era siempre verde. por la mucha lluvia. Desarrollaba la crianza libre sobre la vasta tierra comunera. También tuvo hijos y los puso al comercio. Y


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finalmente pasó a la muerte. dejando fama de hidalgo y de piadoso. Era un inglés caritativo y manso. Pero había sucedido lo de siempre: Los hijos se encargaron de destruir la riqueza y sólo les habían quedado los hatos. contra los cuales los ladrones iniciaron una guerra que a la postre dejaron pobres a los hijos de Robert. Los Robert habían trocado el buen zapato por la soleta rústica. Desde entonces Manuel trabajaba como peón. También tenía su pequeña labranza. De esta etapa Manuel recuerda las canciones de siembra. la "junta". "la burrícada". un trabajo cooperativo donde el amigo ayuda al otro con medio día de trabajo. pero sin recibir más que unos tragos de café. Recordaba las coplas del "toro motón". el cual. robado una noche por haitianos. al día siguiente se ahorcó el patrón. uno de esos sentimentales y anónimos romances que a veces se escuchan a orillas del Masacre. en el atardecer. mientras arrean el ganado del italino patrón. Puzzo. Pero todo eso era "ayer". Ahora andaba con el calzón raído. descalzo. Sabía que ya no podía ir a Guayubín, a las fiestas de la Patrona. ni tampoco comprar la "cantina" en las "velaciones". fiestas campestres de recordación de difuntos. Sí. habían sido los malditos haitianos. que acabaron con las reses.

Ahora oía gritos. 1 cuando el cabo Reyes le recordaba a su padre y su pobreza. se transformaba horriblemente. También oía frases promisorias... El ejército... Tenientel ¿Qué es eso? .. Debe ser algo grandet... Pero otra vez vuelve


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la luz. Piensa ensus hijos. No, él esotro. El no esManuel. ¿Dónde esta? Abandonó la tropa. a riesgo de muerte. Salió hacia Dajabón, ya era bastante, aunque no llegara a ser Teniente. Esa. es la casa. la misma! Está cérradat ¿La mujer habrá muerto? .. ¿Y los niños? .. ¡Ya ha despertado! El sol está fuerte. Otra vez es Manuel Robert. Cuando llega a su casa. sus hijos, que antes corrían sobre "taita" al regresar del conuco, le huyen!. .. Gritan, desesperados. ¿Qué ven los niños?... ¿Por qué gritan?... El es "taita"... El "taita" bueno... Pero siguen huyéndole los hijos y gritando. Le rehusan. No se dejan besar. Manuel casi llora. ¿Por qué no le desean sus hijos? Los niños huían. Los niños gritaban. ¡No era Manuel! Era, "el otro". el que había llegado. Los niños temblaban frente a la caricatura del crimen!... Se recostó del árbol del patio. Comenzó también a llorar. Y esto. es "El Corte".


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CAPITULO XX En las aldeas. los señores que se benefician de la tierra y de los nuevos esclavos ponen el grito en el cielo. mientras discurre este torbellino sangriento. Los casuchones de la aldea de Dajabón escuchaban tímidos lamentos de protesta. ¿Protestaban contra el crimen. o protestaban contra una violenta transformación del régimen de vida, del régimen de producción. que sustentaba la molicie o pereza del dominicano fronterizo? .. Esto. que lo he pensado tantas veces antes. vuelve a mi pensamiento, mientras las sabanas arden. Paisaje de humo, de hombres y ranchos quemados. ¡Debía quemarse todo!, tal fue la orden. Incluso el hombre, como en autos de fe. entre blancos europeos, en el siglo 16! Este es otro auto de fe. Siete días comió sin límites el perro del campo. ánima seca. que parece volar en la brisa, como la hoja del "chacha". Perro nativo de la loma o de la sabana. cuyo destino era nacer para morir. Con hambre. Algo así: Como un negro de Haití. Por eso el perro también sabía el camino más corto y oculto. De un brinco, como el haitiano, atraviesa el riacho, asalta a las vacas de "Joussard" y "Doña María". y corre a lo largo del pequeño río, a pesar delasbalasde los estancieros que portan escopetas. Alma seca, vagabunda, del paisaje. que se guía por los olores, husmea las piedras. devora las distancias. El perro fronterizo, el perro. haitiano. En la vida y en el destino.


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Robar para comer. 1al fin, morir trágicamente. Los peones dominicanos matan a machete los perros que devoran los becerros. Estos peones también matan, con las mismas armas, a los ladrones haitianos. Muertos el perro o el hombre. los sepulta el silencio. como las piedras que se tiran al fondo del río. Ya estoy escribiendo bajo luces de estrellas. La aldea es otro muerto más. Desde "Chacuey", cabe el río, donde existen unos petroglifos trazados hace milenios por otros hombres acosados con lanzas por los conquistadores españoles. viene el frío viento de la noche con el mensaje de los perros de "Chacuey". Perros lejanos. Pero ¿por qué los siento tan cercanos aquí. en mi cabaña. en medio de la noche? Sus ladridos. más que lamentos. más que signo de fiesta. me sugieren una protesta.


CAPITULO XXI

La acequia era cavada con .tractores grandes. mandados por el Gobierno. Larga y recta. como una gran herida sobre el pecho del llano que siempre ha tragado hombres y en cuya tierra abonada por cadáveres. será ahora más verde y lozano el pastizal. Allí pacen los ganados en tierra comunera y abierta. decorada por los mangos que sembró el caminante. Grande la acequia: Es una bocaza que quiere tragarse a Haití. ¿Por qué este cielo tan triste?.. Parece que ahora la tarde quiere regar la extraña simiente: siembra de hombres. Venía la tropa. callada. Ahora eran los obreros de la acequia. Traían los hombres algo más que cansancio de una jornada. También sufrían la languidez y abatimiento que subsígue a las jornadas del alcohol bajo el suplicio de un sol tremendo. Delante iban los presos. víctimas y victimarios. La desgracia. la miseria. el azar de la cárcel. los lanzó un día a la frontera. -Sí. compadre... vine a la frontera a cumplí cinco año... Pero fue que ya no podía más... Don Crescencio había cercao toa la tierra. Nos fue tirando al camino. Mi máma me dijo: "Dtrna, no hay leña. ve a b u scat unos charamícos"... 1cuando recogía una ramitas seca. ahí me asaító ei mayorai de don Crescencio... "Deje eso! ladrón!..."


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No pudimos sancochá los rulos. Tó era yeiba de don Crescencio. ¡Lo cercó tóo! No podíamos ni siquiera buscar una "jaiba" en el río ... ¡Lo cercó también! Pero un día me pasé por debajo e los alambre y pescaba en el río. Taba contento porque había cogío cuatro pejes. Ute sabe que allá se cría el ganao pero nojotro no comamo la caíne... La mandan para la capitai!... I una botella e leche. no se la venden a un probe, ni pa los niño... Antonce, me dijén que don Crescencio había cogío presa a la vieja poique se había metío en su finca y estaba desyerbando un cunuquito... pa no morino de jambre!... Entonce, dije: "Se acabó"! 1 fui y maté adon Crescencio... -A mí me sucedió algo parecío... Maté al mensurita, el que se metió en la tierra de mi taita pa medísela a la Compañía... Dizque la tierra no era de taita... y ahí habíamos nacío toiticos... -Pero mireen... yo. ante, no había matao ni a un gato . Vine poique en Villa Vasque la tierra tá salá por ei riego . y yo tenía apiración de hacé una finca, en esto montes abandonao, poique pallá, to é de los rico y me vía cansao de echá días... y tando trabajando, me cogíén lo guaidia para vení a mata mañese... Ya toy que no süvo. -Pero miren. no se apuren. Dipué de esto, iremo a la Guaidia... a sé jefe. A mí lo que me guta é la Guaidia. Se consigue cuaito pronto ... Yo no voy a seguí comío de "sangríjuela" limpiando canale por dó mota... i de noche, picao de mosquito... No se apuren... lo reseivistas, vamo p'arríba. Tamo flaco y cansao, pero p'alante... si no noj mata la jambre y este maidito aguaídíente. quizá llegamo... Póngase duro!... que ya eto se tá acabando... Estos "reservistas" retornan hoya la aldea cansados, alcoholizados. Sienten fiebres y raras dolencias. Algunos morirán de inexplicable mal. Otros, como el raso Patricio,


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enloquecerán. Después de "El Corte", deambularon muchos locos en la aldea. Casi todos quedarían con los nervios destrozados. Habría monómanos, víctimas de insomnios; y en todos, la misma desolación. ¿Por qué han matado? .. Acaso habían probado pan cuando robaban alguna venta misera en aquellas soledades. En la venta había a veces pan seco, duro como guijas de arroyo y bacalao viejo, comido de ratas. Sin embargo, siempre había ron. Así es la bodega de nuestros campos, en la bodega siempre hay alcohol. Manuel Robert, con ojos grises y rojos, aparece como quien carga callado una cruz grande y pesada, sin protestar, cercano a la locura. A veces siente apagársele la palabra en la garganta. Trae quebrado el cuerpo, que era una caoba recta la mañana en que se lo llevaron. Piensa en sus hijos. ¿Por qué sus hijitos le huyen? Esta es su permanente pregunta. Color de la ceniza es su rostro. Ya no es el hombre fuerte. Parece un anciano. Siete noches de expiación y de crimen le han cobrado con creces. El rostro está relajado en arrugas prematuras. ¿Y sus hijos?... esta pregunta le atraviesa el corazón y parte su pequeño cerebro de campesino. Murió el que dejó con fiebres. ¿Lo enterrarían? Y ¿quién le responde por la pérdida de su hijo? .. Su mujer está al morir, pues los hijos ni ella han probado bocado al no poder ir a la labranza, temerosos de ser confundidos con haitianos y ser muertos por las tropas de presidiarios. Pasaba frente a la tienda a la salida del poblado y algunos de los que estaban a la puerta, se espantaron al verlo: -Adió? ... ¿Adió? .. ¿y ese es Manuel Robert? . Señore!. .. tiene cara de muerto y viene como jorobao .. Un hombre tan fuerte!...


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Cuando llegaron al fortín de Dajabón. allí estaba el Capitán, que licenció a los soldados. Los "reservistas" recibieron órdenes de pasar a cambiar la ropa. Dejarían los trapos sucios que traían y debían vestir entonces el traje vil, rayado, de los reclusos. el uniforme de los presidiarios criminales. -Vístanse de gatos!... rugió el Cabo de servicio. Manuel Robert como que despertó violentamente. cuando el Sargento de Guardia entregó las ropas degradantes. prenda del ladrón o del criminal, -a veces del político- de mi país... A él, Manuel, que había cumplido las órdenes del General que ordenó el degüello, convertirlo en presidiario? .. ¿Era un error? .. ¿No sería otro? Pero el Sargento urgía. El mismo que en la sabana lo instaba a matar más hombres. El Sargentico que le susurraba que él, Manuel Robert, sería un teniente del Ejército... Había ajetreo en el fortín. Lo causaban un "reservista" que había resistido convertirse en preso. Y eran órdenes. Ordenes del General de la capital. Ordenes que el Capitán tenía que ejecutar, temeroso él, de vestir el mismo traje. Ordenes! Y las órdenes... se cumplen, y nada más!. Es que el General es hábil político. Los políticos cambian el color como la salamandra, según el sesgo de su interés, de su "éxito". La palabra éxito, en la política de mi país, se explica por sí sola: Exito, sin rubores, sín distinción de medios.


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Manuel y sus compañeros comparecieron ante un juez nervioso. delgado. como un pájaro flaco. El juez preguntaba. volvía a preguntar. Tomabajuramentos. Nadie contestaba. Entonces. el juez dictó al flaco y acatarrado secretario. alcohólico permanente. una fantasiosa historia. Manuel y sus compañeros callan. Se preguntan qué es todo esto.. No comprenden nada. El flacucho juez continúa dictando. Es una historia colorida. Dicta otra vez. Continúa. En un momento está exhausto y manda a buscar ron a la bodega. Se llevan a Manuel y sus compañeros para el fortín. Desde afuera. todavía se escucha el dictado. El juez. sigue dictando... El juez dícta.la "declaración" de Manuel.


CAPITULO XXII

Después de la matanza, los presidiarios son ahora los arrieros del capitán "Ventarrón". Las reses van a ser contadas para enviarlas a sus fmcas lejanas. -Uoo Uooo... -Vaca Uoooo ...! -Maldita joca, mañosa! -Ey... compadre... tranque la puerta, que se va el ganao! -Vaca del diablo!... entra!... Uoool -Entra, Candelón, entra! -Uoo... Uoo! Voz de arriero, de pastor, enérgica, que a veces tiene un tono místico, como religioso, en los atardeceres. Aniceto de la Cruz. Un dios de los ganados. El mejor rabadán. Gran jinete y gran arreador. Lo hace siempre bien, aunque ahora, como preso, no recibe paga del Capitán. Un preso, en esta tierra, es un esclavo. Aniceto lo sabe, y dice con tristeza: -Un preso... es casi igual que un haitiano. y volvía entonces: -Uool. .. Uoo!... Los ganados parecían entender las órdenes de Aniceto. Ordenes en español. Pero a veces Aniceto canta al ganado en "patoís",


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-AlIé.o. allé ... Esperens..oAllé, vache... -Maldita vaca parece que está recordando al negro Fran Luí, su dueño Mírenla... Mírenla... como que quiere llorá... -AlIé... vacá... uool -Compay Tatán... Compadre Tatán... yo soy perdío... jata la vaca me tienen grima... sí, desde que maté al "posta" del correo de Restauración. Probe viejo. Era mi amigo. 1 desde entonce estoy amardecío. Aniceto rompe el monólogo. Otra vez vuelve su enérgica voz: -Vaca!... Uoo! Vaca del diablo... -EL.. Tatán, ataje para allá uoó... Con cuidado! no se vaya a dir este ganao pa Haití Tatán... que esta vaca son del Gobierno... y si se pierde una, la paga su pellejo. -Uooo! Eche la berrenda! Enlace la joquita aquella! Brinca como los macos. Parece que a esta novilla el dueño la enseñó a bailá "luá"... Apenas respira entre gritos y órdenes. -Adió... ya vé? A uste le atienden y a mi me tienen grímal, hasta las vaca!... sí, es lo del viejo de Restauración! -Cuidao, compadre, cuidao... estos chifle de vaca están contao... y el Capitán viene hoya ver este ganao... Aniceto de la Cruz, erecto, ágil, sobre la mula. Se le veía triste al evocar su crimen. "Hasta las vacas me tienen grima", decía. Todo 10recordaba entonces, a pesar de los gritos y bramidos del ganado, en medio de la polvoreda oliente a orines y excrementos de ganado. Aquello de Aniceto fue uno de los tantos crímenes del hambre bajo el estío implacable. Sequía. Sequía en la Línea Noroeste. Aquel amanecer, ya lejano, él no había podido resistir más. La mujer estaba encinta, porque en la


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frontera pare mucho la hembra. lo mismo que la cerda. 1 el conuco. según Aniceto, "taba como el perro sarnoso". Sus ojos habían llorado al cielo. El cielo permaneció impasible. El santo de su devoción tampoco hizo el milagro del aguacero. La única vaca, para colmo, se la habían llevado los haitianos la noche anterior. Se moriría su mujer. En estas lejanías no hay dispensarios públicos para los campesinos. Ya tenía la fiebre. Y el conuco se secó totalmente por falta de lluvia. Salió del bohío. Su vista sólo alcanzaba a ver la yerba mala "Madame Michel" y la otra hierba maldita. resistente al sol, el pajón que llaman "rabo de zorra..... I había matado en el camino al "posta", un anciano que a veces comía en su rancho. No sabía cómo fue aquello. El "posta" ahora estaba bajo las piedras del mangal que sigue hasta Restauración. La mujer murió también. porque no tuvo asistencia y a él se lo llevaron preso para Monte Cristi. El posta sólo llevaba papeles y él miraba sin entender, porque no sabía leer... ¿Con qué mató al cartero? Con una estaca seca. Yahora qué? .. Sambá, sí. el haitiano. quizás lo salve!... ¿Huiría?... pero no!... ¿;y la mujer? .. Antes de hacerlo preso. vino Sambá, el augur haitiano, su vecino, y le dijo que ya más nunca dormiria y que lo cogerían preso... No huyó. Estaba como loco pero recordaba todavía a la mujer. Esta ya no hablaría. en el rancho. Y sus pequeños hijos, cuando se fuera a la cárcel morirían de hambre. Y cuando llegó la guardia a hacerlo preso, estaba idiotizado. -Ah! si lloviera! Ah! Ah! si no se hubieran secado los plantones de yuca... Ah! si lloviera! Seguía idiotizado. -Ah! si lloviera...


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y cuando la ronda lo echaba por delante. sólo repetía:

-Ah!... si lloviera...

• •

Pena de Aniceto de la Cruz. vestido de azul, con el traje que mandó el Gobierno a los presidiarios. El "posta". anónimo, duerme a orillas de la ruta de Restauración, entre los pinares bajo las duras piedras grises. -Uool Uool El corral ya no podía recibir más reses. Pero venían más reses. Los presos. bajo la amenaza de la vida. no habían perdido una. Una res vale más que un preso: Y el Capitán las quiere todas! Anieeto ordenaba el corral. A algunas las curaba. Alguien le había hablado de obtener la libertad preparando el ganado para el día que viniera el Capitán. Por eso hoy cantaba, regocijado a veces, otras, triste. Entre tanto sus ojos atisbaban sobre valles y lomas las manchas pardas y negras. rojas, de todos los colores. de la vacada que debía concentrar en la aldea de Loma de Cabrera. Corrían las reses apresuradas por hombres vestidos de azul -los presos- que las acuciaban. Estos tenían las caras hoscas. Algunos pensaban en sus tierras lejanas. de donde habían emigrado al través del delito y de la cárcel. Cantaban canciones típicas para el arreo. cantos sentimentales, como de un rosario campesino. Huía el ganado y atrás los pastores, casi todos a pie. salvo algunos en mulas rengas o caballejos inservibles. La mancha se acercaba y se percibía entonces el color de la novilla y los cuernos rugosos de la vaca vieja.


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Hoy vienen el Capitán y el Mayor! Hay que encerrar todo el ganado!

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-Compadre Miguel. .. ¿Será verdá lo que dijén? .. que dizque el General ha mandao que a cada preso y a cada "reservista" le dejen una mancorna buena pa su leche y un torete pa el arado? .. Si eso es verdá, estamo salvo!. .. Mira!. .. Yo vengo enamorao de aquellas dos berrendas... -Bueno. asina me dijeron!... Y si nos dan las parcelas de los haitianos y dos animalitos. estamos felice ... Yo, traigo seguido a la mujer, que está dando lástima en Jánico desde que me robé la pieza de hilo... que por una pieza de hilo robá, de noche, he pasao más calamidá que el mimo Crito. Pero oiga. Simplicio... yo creo eso cuando lo vea... no lo creo!... La mancha seguía caminando sobre el lomo verde de las montañas. Parecían vacas de juguete sobre un mantel verde. en juego de niños. La mancha se derramaba ya del dorso de la montaña y se precipitaba como un alud sobre el llano pardo. Entre tanto. la brisa traía dulces canciones y palabras groseras.

-Pancho... Pancho... Cleto!... ataje por allá... ataje!. .. si cogen ese trillo paran en Haití!... Y esto becerro conocen su dueño a distancia... Recuérdese de la vaca prieta, ayer... Cuide esa vereda! Pancho! sepa que una res de estas, vale más que dos de nosotro!. .. gue son del Gobierno!... y si se pierde una nos sacan la lengua! ... Al segundo. el mayoral Juan Zenón.Je llaman "Juanico

Vaca Muerta". Sabe la historia de la vaca que hizo andar


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todo un día a uno de los presos y desapareció hacia Haití. ¿Dónde está el preso? Huiria a Haití, o bien está enterrado bajo el aguacate del camino. Sus mismos compañeros, que arrean el ganado, cumplirán fielmente las órdenes del Capitán: Ganado perdido. preso ahorcado. En el inmenso corral. ya estrecho, la vacada está asustada y el aire ensordecido de voces. bramidos. patadas. cornadas y órdenes. De improviso surge un fuerte ventarrón que nubla todos los ojos. Nadie ve. Vuelan ramas. está oculto el sol. Toda la tierra del llano ardiente anda en alas de la brisa como un simún en el desierto. Están al ahogarse los hornbres.Lo mismo el ganado. El ganado rompe trancas. Corre en todas direcciones. En el torbellino las pezuñas destrozan animales. hombres y caballos. Las pezuñas cortan como lanzas. El infernal espectáculo ha conmovido a la aldea. sobre la cual avanza el alud desbordado de la gran vacada. que tala sembríos, pisotea hombres y tumba ranchos. ¿Dónde está el Capitán? No ha llegado. Esto lo salva. Después de la polvareda y del destrozo. algunos hombres corren. Son presos que atajan el resto del ganado que no llegó a huirse a Haití. Tirado en el suelo aparece Aniceto, que apenas habla ya. Mana sangre por oídos y boca. Lo han pisoteado centenares de reses. Medio quiere incorporarse para todavía ordenar. bajo el horror del Capitán. dueño de aquel ganado que en gran parte ha huído hacia Haití. Pero no puede. Aniceto va a morir. -Eso chifle tan contao!... y el Capitán viene hoy.... dice desde la arena... atajen!... Tan sólo escupía esa frase junto a la arena. mientras moría en manos de los presos. sucios de tierra y de excrementos de reses. Uno. que miraba. decía:


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-El pota... el "posta"... Castigo de Diól... Cuando lo alzaron muerto de la arena, el mayoral Juanico "Vaca Muerta", sin ninguna ternura, sólo dijo:

,

-Ave Maria Jesúl... las uñas de este ganao cortan como . sIerra.... Aniceto es uno más. Nadie lo recordará. Esto es la frontera. Pero todavía, hay que esperar. En breve llegarán el Capitán y el Mayor. Los presos aguardan, quizás la muerte. ¿Quién responderá del ganado que se huyó hacia Haití? ¿Quién le responderá de sus reses al Capitán? Los presos tienen un solo pensamiento: lo que acaba de pasar: "no es de gentes". Es una maldición de Haití.


CAPITULO XXIII Llegaron el Capitán y el Mayor. Las órdenes fueron rápidas. Las reses para sus estancias. en Mao, y Aniceto para el cementerio. Es un preso. Un preso no vale nada. Más vale una novílla. Después que su automóvil desapareció entre el polvo amarillo de la ruta. la mancha de reses le siguió. con paso lento. al compás de los cantos de los conductores. presos también. como Aniceto. La mancha iba alejándose. Y ya no se percibían las canciones. Así desaparecía la ilusión de los presos. El camino se había tragado al Capitán y al Mayor. También a las reses.

-Juan de Dio!... Yo que tanto I)abía soñao con la joquita preñá, y tanto la cuidél ... pa nál ... que al que de ajeno se viste en la calle 10 dejnúan...

-Asina memo. Baitolol... Ná noj ha valío bregar... y eso que dique el Genera! había mandado a decí que loj ganao eran para los preso y lo reseivita. Los ojos del que habla. Juan de Dios, vagan como

pájaros, sobre la paz del paisaje. Va su vista detrás de las reses a lo largo del camino herido por miles de pezuñas. Las pezÚñas que degollaran a Aniceto de la Cruz.


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Amaba lajoquita y la bertenda. como a dos mujeres. Y el Capitán se las llevaba. Para el Capitán eran dos reses más. que él no conocía, porque los ricos no tienen que conocer sus reses. sino saber el número, como tampoco conocen los soles ni las lunas -para eso están los peones, que ahora son presos-o Los presos agotan los años de cárcel en los establos de los capitanes, mientras florecen cruces; y los códigos, inútiles, hablan de "trabajos públicos" y "reclusión". Pero para Juan de Dios las becerras eran fetiches. El había pensado en buena suerte con las becerras. Y ahora las llevaban a matar. Las llevaban a cebar en las yerbas de Mao, para después entregarlas a los compradores. Y él, tanto que las adoraba!... Queda triste. con su traje azul de presidiario. Los presidiarios, en Loma de Cabrera, visten paño burdo azul. En.'los llanos, en Monte Cristi y Dajabón, usan el rayado gatuno, tela denigrante, como el presidio. Con traje azul está Juan de Dios, a quien una sentencia de un tribunal de La Vega envió a la cárcel por robo de unas reses y luego fue mandado por el Gobierno a la Frontera, a matar hombres. Como Juan quedaron todos. boquiabiertos. Con la res se había ido el alma. Frontera: reses, árboles, presos. sangre. Ya no hay haitianos. Pero hay dolores sordos en cada Juan de Dios que ahora no queda más que con remordimientos. Ni una becerra! -Si yo cónoco éta jugá hago una de la] mía... Me hubiera día pa mi casa en la confusión!... Yo me creía que diba a quedai rico, y agora tor sucio e sangre y cagao de mieida de vaca; pa ei Capitán... -Cállese, Perico... laj cosas se arreglan! Tenga caima... Que yo sé ecrebí... Ya tengo mi plan. Ei maetro de ecuela


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me lo dijo ... Una caita pa la capitai, pa que ei Generai sepa la cosa!. .. -Eso sería lo mejoi. .. Que yo tor caliente de veidá! Er pendejo dei Capitán vino y sin má ni rná, se llevó to ei ganao!... Pendejo! ... Ei no sabe lo que e brega a sol y sereno... -Amigo Vitoriano. a mí sí que me tiene trozao ete asunto. Yo que jata pensaba traé mi mujei. .. y pensaba hacé una criansita... -Pero no crea que hemo peidío tuavía... Ai Capitán ése lo tengamo que acabá Que le va a pasá como al pecao, que se fuñe poi la boca Ete tiburón tiene unas agalla que ni una sierra de cortá madera. Se fuma ei túbano y jata la candela!... Y pa nojotro, mieida... Veidá que ei preso no vale dó mota... Yo le vua a probá ai mieida ese. que yo, Rupeito Cígarán, no me ajogo en una poncheríga díagua...

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Los diálogos seguían, subidos de dolor. Eran el responso de tanta ilusión propietaria que destruyó pura y simple. una orden del Capitán. Y las órdenes se cumplen. Los ganados para él. Los muertos al cementerio. como Aníceto, cuyo nombre él no sabía; y los otros presos a la barraca. Días después una carta llegó a la Capital y la investigación se acercaba. El capitán "Ventarrón" rugía de coraje. Los presos estaban en línea, bajo el sol de las diez; y el Capitán recorría de Este a Oeste. con la amenaza en los labios, que dictaban la pena de muerte fácilmente, a pesar de que el Congreso de la República la había borrado de los Códigos. Pero ¿y qué? .. Un preso vale menos que una becerra. Casi tanto como un haitiano...


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En el rostro del Capitán había rasgos de terror. El veía aparecer la Junta de Investigación Militar, y se le anticipaba. Pagaba cien pesos a quien aceptase el papel de delator. Pero las reses se las habían llevado todas y habían quedado todas las manos vacías. La res es un fetiche. Nada vale una moneda tardía. Victoriano, Perico, Juan de Dios y todos, no anhelaban más que sus becerras queridas... Mla joquita"... "Ia berrenda"... "la prietecita"... "el torete motón"... La tropa se negó a hablar. La carta, trazada en cotorras jeroglíficas sobre papel de estraza. seria la guillotina para el capitán "Ventarrón". La Junta Militar llegó. Una carta anónima. fírmada, con el rubro de "Los Presos", fue la sentencia de muerte para aquel Calígula de los llanos que fumaba cigarrillos de Virginia y bebía Barbancourt "Cinco Estrellas".

El Capitán había querido monopolizar al ganado como había monopolizado el alcohol. La gran manada frustró aí Capitán como la pezuña de la joca desgarró el fuerte pecho de Aníceto, sembrado como un mango, anónimo en la negra tierra de una estancia a la salida del poblado. Informó la Junta. y el capitán "Ventarrón" fue expulsado de las fllas del Ejército. El Capitán ahora debe vagar como enantes. manso. humilde, anónimo, bajo los viejos robles de las plazuelas de la capital del país. ¿Quién le conoce. ahora? Casi nadie! Al Mayor le tocó la misma suerte. Cayó como Aniceto bajo la pezuña de las reses.

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La primavera sonríe. Cada estancia abandonada es un paraíso para el hambre de los que sólo han sabido


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matar y tocas tambora, como Juan de Sena. Las parcelas frutecidas, atraen como las muchachas tiernas. El paisaje tiene ahora putas, canciones, puñales y estancias. Entre tanto los platanales quieren caerse con los frutos que sembró Haití. La esperanza de los presos es ahora la parcela, -la tierra- para los que nunca habían tenido tierra. Gleba de latifundio, con derecho apenas a comer. Ahijados del patrono del cafetal o eternos mojados en las yerbas del amo en la fmca larga y ancha donde había tanto cielo y tanta tierra. un cielo sin santos, para los desgraciados, y una tierra ancha donde no había un pedazo para sembrar un "conuquíto" para los hijos. Sólo había allí dos caminos: esclavitud o delito, que lanza a la Frontera. Dificilmente hombre. Sencillamente esclavos. Esclavos en sus provincias lejanas. Esclavos, otra vez, en la Frontera.


CAPITULO XXIV

Llegaron los jueces, entre ellos aquel que había interrogado a Manuel Robert. Estos jueces eran unos hombres flacos, lánguidos, atormentados. Ejercían, más que magistratura, un oficio de mentirosos. Estaban destinados a deformar los acontecimientos. Algunos había presa de honda melancolía, amarillos. Parecían sufrir, aquellas nuevas gentes de la aldea. Habían sido creados y destinados por 'una ley especial. Antes de salir a la Frontera habían recibido instrucciones: Harían inauditas relaciones, atribuídas a los miserables reservistas y campesinos autores de la matanza. Un Ministro, en la capital, había trazado la estratagema: Del proceso debía surgir una tesis de simple lucha, personal, entre pastores y cultivadores dominicanos, con negros haitianos. En mi libreta de aquellos días, leo estas notas: "Hoy han llegado unos tres jueces para instruir procesos a los campesinos que realizaron el degüello por órdenes superiores. Una ley ha creado esta nueva organización judicial. Los tres jueces llegaron a la posada y seguido los "confesó" la dueña, doña Francina. Hay un viejo, que tose interminablemente, flaco, enfermizo. Hay otro, hombre maduro, que tiene un tic nervioso que le hace mover continuamente la cabeza, como negando. El otro es un borracho. Al llegar al pueblo, lo primero que éste ha preguntado es, ¿dónde están las casas de licencia! y si


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hay muchachas libres. Pobre juez: En esta aldea no hay ni siquiera agua, y mucho solo. Tampoco hay luz. Hacia este desierto no emigra la puta. En los garitos sólo hay hombres armados que cuentan interminables cuentos de matanza. Pronto los jueces cumplían su misión. La comedia discurría con los aparatos de Justicia y ni siquiera tuvieron la delicadeza de eliminar la figurilla del Cristo sobre el escritorio del inquisidor. Pero al cabo los jueces estaban desesperados. Contestaban los interrogatorios la realidad: Habían matado por órdenes del Capitán. Luego el juez dictaba al mecanógrafo una historieta. Así iba engrosando la mentira los anales de nuestra jurisprudencia. Así se ingeniaba una traza cómica y cruel para satisfacer al Haití diplomático, transaccionista, el Haití de los mulatos criados en París, que luego transarían la sangre de sus hermanos por unas monedas que les extenderla el hombre fuerte que rige mi país. Políticos haitianos harían de esta : incidencia la mejor vendimia. Nuevo traslado de una zafra: Esos mismos políticos haitianos, que cobran quince pesos a las factorlas azucareras por cada cabeza de negro que viene al cañamelar de la República Dominicana, se aprestarían a esta otra zafra horrible. Surgiría la "indemnización" a las víctimas, para hacerse mansión en barrios residenciales. Entre tanto, miles de mutilados deambulan por las tierras erosionadas de Haití, convertidos en ladrones de la fruta que sembraron en la República Dominicana. Para morir a plazos.

• •

Con esos propósitos trabajaban los tristes jueces de cartón, los jueces fabulistas. Entre estos jueces y los


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"reservistas" que ellos acusarán, no hay diferencia. Todos cumplen órdenes del que manda. Ahora les toca a los jueces. Tras los jueces vinieron fotógrafos. Retrataron los "reservistas" en recintos fortificados, en Monte Cristi, vestidos de presidiarios. Me repugnaban estos jueces, cuyo trato rehusaba. ¿Me parecían cerdos? Comían un pan culpable... Pero... ¿No era yo, también, un cerdo? Así me recriminaba mi conciencia. Sin embargo, digo: ¡no lo soyl Escribo mis notas de este crimen! Es para denunciarlol Si callara, me igualaría a los jueces, que llegan cada día, demacrados, a comer un plato de lentejas en el mesón y callarán para siempre. -¿Mucho trabajo?... ¿eh?... le digo a uno de ellos. irónicamente. El pobre diablo no capta la íronía y me contesta: -¡Sí. estamos muy ocupados... es trabajo largo!... Yo lo miro y pienso en el drama de mi país, en mi propio drama. A estos jueces. como a mí, los lanzó a esta tierra la miseria. La vida urge al universitario que no halla destino ni una mano amiga. A veces se llega a viejo como este pobre anciano, el juez que habla tiernamente de la mujer y sus híjos, allá en San Carlos. El juez envía por correo todo el salario, que apenas satisface la necesidad de educar y sostener una larga familia. También un joven académico acepta esta piltrafa de magistratura por necesidad, como el perro traga la carne aunque esté envenenada. Estos hombres aceptaron esta magistratura -máscara de magistrados- por las pequeñas grandes tragedias del hogar dominicano. Su labor está ahora secundada por fotógrafos que retratan a los "delincuentes". Los jueces casi han terminado, porque tenían instrucciones de


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terminar en un mes. Para eso debían de interrogar millares de campesinos. Su imaginación había ingeniado luchas, combates campales entre bandas de campesinos haitianos, usurpadores, y bandas de campesinos dominicanos. Ya los recursos imaginativos estaban exhaustos. Aquella mañana venían los fotógrafos. Estos eran los verdaderos jueces de la gran comedia. Los pobres abogados, que fungían de magistrados instructores, quedaban a la misma altura que los "reservistas": Dos tipos de víctimas de la miseria de mi país. Una diferencia había: Aquellos eran ignorantes. No sabían el peso de su cruz. Para los universitarios con hambre la coyuntura era más cruel, aún: Conocían su crimen. Su entreguísmo llegó al ridículo de retratarse entre los acusados. Acusados por su propia conciencia! Al enfocarlos, los fotógrafos parecían reírse de estos jueces. Pero si se miraba su rostro detenidamente, se hallarían signos de martirio. Los jueces... compañeros de los "reservistas". Veraz cuadro de. nuestra miseria nacional. . El drama de los jueces debe ser contado en todo su horror. En mi "Diario" hay tres notas, escritas una madrugada, mientras la aldea dormía: "Hace un momento que el juez Rosón, el más abatido de estos pobres juristas mentidores, se ha colgado de una soga, en mi habitación. En el modesto cuartucho, donde dormimos en pequeñas camas de soldados, he sentido bruscamente algo que arrancaba mi mosquitero. En la oscuridad no distinguía. Sentía conmoverse la casucha que alberga al hotel. He prendido luz y grande fue mi asombro al ver colgado un hombre que acaba de ajustarse una soga, de la cual pendía! Rápidamente, con un machete que uso bajo la cama, he cortado. Al cortar la soga, ha caído el hombre, que no llegó a desnucarse por sus piernas


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largas. apoyadas en mi cama. Cuando el hombre ha caído. veo al juez Rosón. Está lleno de lágrimas. Llorando, me dice: "jNol. .. ¡no!... ¡no debo vivir!..." (El hombre. ciertamente. está loco). He llamado al médico. Este viene dandos tumbos. Está borracho. El loco magistrado sigue llorando: "[Debo morir!... ¡debo morir!" ... La inquietud del hombre nos obliga a amarrarlo. mientras amanece. Esta es la noche más lenta! no acaba de amanecer. Al otro juez lo traían de la taberna a media noche. en estado de postración alcohólica. ¡Pobres juecesl Sólo había uno que resistía. Un día me llamó en secreto y me dijo: "Me voy... ¡basta!... ¡basta!". y se fue. Después supe que la policía del régimen lo había golpeado y encarcelado. ¿Dónde estará?

Pero, hay más jueces, los de primera instancia. Estos también han comenzado sus trabajos. Conocen en audíencía los procesos. contra los "homicidas". según se lee en los dictámenes, y condenan. automáticamente. Los juicios formaban voluminosos procesos de papel. En otra aldea. un juez. alicaído y seco. que parecía una vaca vieja. cumplía su "deber". Sentenciaba. Sentenciaba. Como el Capitán: que bebía. bebía.


CAPITULO XXV El juez había actuado con toda diligencia. según las órdenes que había recibido. Un día terminaron todos los procesos. Este juez se disponía a recibir su ascenso en la carrera judicial. El juez tenía esperanzas. como los "reservistas". Estos esperaban recibir pequeñas fincas con unas cuantas reses. Mi Gobierno informaba a Haití y especialmente. a Washington. que "los criminales. autores personales de los acontecimientos fronterizos. habían sido sentenciados por Tribunal competente. en forma legal". En este momento terminaban dos tragedias y se ínícíaban otras: La de los "reservistas" y de los jueces de instrucción. Regresaban los jueces. ya desprovistos de sus transitorias Magistraturas, sin más restitución que sus suplicios y cuatro meses de salario bajo sol en aquellos parajes remotos. Permanentemente. quedaban en las placas fotográficas. Pero... ¿está satisfecho Haití? .. Los "reservistas" deberían regresar pronto a sus lejanas chozas. Una tarde llegó a las celdas rumor de cornetas y aires militares. Era el General. que llegaba a Monte Cristi. Loreto de la Cruz no le conocía. Había oído hablar de él como de cosa inaudita. tremenda. ¿Cómo sería el General?... pensaba Loreto. Debía ser como aquellos haitianos maléficos que dominan la imaginación de nuestros niños: Un


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"misangó", el haitiano que se comía a los niñitos. Esta es la imaginación infantil de Loreto, que parece un niño a pesar de sus músculos y su fuerza de toro. Chepe Lorenzo lo imaginaba muy alto, como los árboles de su fundo, que habían dado sombra en el paso del camino a todas las revoluciones. Así debía ser el General. Alguno lo había visto como en un recuerdo esfumado al través de alguna estampa que llegó a su campo en algún periódico. Pero no 10 recordaba bien.

El sargento de guardia abrió las prisiones y ordenó la salida. Los presos fueron alineados. Al frente tenían "El Morro" -una montañuela cercana- frente al mar. Se destacaba la blanca arena del patio del presidio y al fondo el kaky de los militares. El General apareció al fin. Venía vestido con todas sus condecoraciones. Brillaba el sol sobre oro, plata y aceros. Un traje azul, un hombre erecto y encima una cabeza gris y joven. ---'Como ustedes han luchado por la Patria -les dijola Patria. que defiende mi Gobierno. viene a recornpensarlos... Ustedes están libres! Pueden regresar a sus hogares. Les aconsejo prudencia, orden. Las autoridades no les molestarán en nada. Ustedes son grandes patriotas y su condición de "reservistas" la aprecia el Gobierno! Después recorrió las filas de presidiarios. El General estrechaba la mano a cada uno. Su mano era delicada. fina, como de salón. En cada mano de presidiario ponía diez pesos. Una paga. Loreto de la Cruz 10 miró fijamente y Manuel Robert también. - ... Y ese, es el General? -No parece!...


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Ellos lo creían más grande, más fuerte, sobrenatural. Los generales ¿no son hombres altos, como las caobas de su fundo? .. y se volvían a preguntar si ese era el mismo General... Ese hombre lo puede todo!... Y ¿por qué tiene las manos tan finas? .. Chepe preguntaba, como un niño. Después se alejó el General acompañado de su séquito. Los reservistas quedaron callados, maravillados de esta rauda escena. Era como la aparición y desaparición de una deidad. Al cabo de un momento, el Sargento decía: -Ustedes están benditos I no se laven la mano con que saludaron al -General!... Están benditos y con "cuartos" y antes de irse, déjenle algo al Sargento, que está triste sin un centavito... Los hombres lo complacieron. El Sargento recogía para su fiesta. Una fiesta patriótica: celebrarla la llegada del General.

Juan de sena no sabía qué hacer. 1 ahora? .. Ya está libre. ¿Seria verdad lo que le había dicho el cabo Bijo, que el General iba a darle un fundo a cada "reservista"? .. El pensó preguntárselo al General, pero ese hombre tenía la cara muy seria... Atrás queda la sabana, con soledad. En aquel atardecer muchos hombres la cruzaban. Iban vestidos de kaky, unos; otros, de burdo paño azul, despojo de la soldadesca, que le había regalado míseros trapos viejos para que nc llegaran desnudos a sus chozas. Huía el viento. Más rápido que las perdices de


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crepúsculo. ¿Huiría a los hombres? ¿Tendría temor de

estos hombres?... Estrellas caen sobre la sabana. No se ven los caminantes. cuyos pies descalzos parten los terrones hacia todas las rutas. llevan dinero. El dinero que les dio el General que ordenó "El Corte". La. paga: diez pesos! -El General estaba vestío como un Dió! -Con ese Jefe. cojo yo a Haití en dos días! -Ya se acabán los alcalde... los jefe semo nosotro lo dijo el General... Semo los jefe ahora... los reservista . -Ya se le acabó la fuerza al Gobernador... Que me mande a busca a trabajá sin paga, como prestatario!... para él hacé su carretera, dentro de su finca... ¡Se acabó eso, amigo!... semo lo jefe! -Semo los jefe!... Ni los alcalde ni la Guardia tienen que vé con nosotro! Lo dijo el General. -Antonce. estamos de oro. Ya se acabó el Fiscal... ya no me llamará por la muchachita que me llevé hace unos días!... - y yo, que andaba juyéndole al español Nebó ... por dos vaquitas que le robé... ya se acabó amenazarme con el Fiscal... soy un jefe.

-Pero lléguese ahora donde el español y amenácelo... - y yo, ayer vide a Puzzo, el italiano. que me tenía sometío por dos marranitas que le cogí. Es un italiano ladrón, que engaña al que le compra y no le paga ná a los trabajadores de su fmca... y entonce dizque someterme al Fiscal, por dos marranita... Lo vide y le amenacé... Iba finito. huyendo para su casa... soy un jefe. - y yo, que estaba necesitando unos palos del monte


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de Juanico Ríva, el maldito viejo que es más duro que un palo de "candelón"... y que nó y que nó... que si entraba al monte me echaba al Fiscal... ya mí cayéndoseme el rancho arriba por falta de esa madera... Ya lo sabe: Soy Anac1eto Roldán, jefe... Y se acabó todo!... No se veía el rostro de los interlocutores. Lejanos. se escuchaban pedazos del merengue, en la noche: "Heroína, tolalá... La de Sanche, tolalá..."


CAPITULO XXVI

A Dajabón venían ahora otros hombres. Eran los reclutados de los bajos fondos de las ciudades. También. campesinos sin tierras y sin trabajo agrícola. declarados "vagos" por sentencias. Estos hombres vendrían a asentarse en Dajabón y en las comarcas que le rodean. Los "vagos" vinieron traídos como reses en camiones del Ejército. Llegaron cuando se habían ido todas las reses y el viento de la montaña había escondido los restos de los ranchos y de los hombres, trocados en cal. Luego que se fueron los camiones del Ejército, llegó a Dajabón "La China". Ella tiene el nombre que siempre abunda en cualquier café del bajo mundo, donde siempre hay una "China". Esta "China" preguntó a todo el que halló por su hombre: Cholo "El Colorao", a quien trajeron para estas tierras con el propósito de darle una porción totalmente sembrada de cafetos. En la loma el cafeto está abandonado. Se cae la fruta. No hay manos de Haití para recoger esa fruta y llevarla a Dajabón al trato desleal de don Lauterto. Las grandes labranzas están colmadas de frutos. No hay brazos. El Gobierno va a repartir toda esa riqueza a los dominicanos. Para eso ha escogido pobres del bajo mundo. 1 presidiarios. ¿Cómo vino "La China"? No lo sabernos. Pero nada es dificil para la puta, que emigra como las golondrinas. Camina a pie. sobre el camión. en carreta o finalmente en automóvil. aunque no pague el transporte. Asimismo viaja


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el soldado de mi Patria. En los caminos se hace conduc: a título de caridad o de temor. Cambia de carruaje, com "La China", y al fin llega a su lejana meta. Su compañero, "Cholo El Colorao", emisario delíctus de La Vega, recuerda que ha ido cinco veces a la cárce Después ha estado varias veces en la capital y no ha podid ingresar al Ejército. El, anhela ser "teniente". -Compadre... a mí lo que me gusta es la Guardia!. pa conseguí cuartos y un carro!... y agora metío en éste No sea pedejol. -Pero amiguito... ni guardia ni juego... Yo, que tocab con Mímílo, el que toca el "tres" y con el ciego de Guazuma en la orqueta de "Bermúdez"... Al general Piro Estrella 1 encantaba nuestra música y al mismo general Trujillo 1 tocamo en "Cuesta Colorá" A mí 10 que me gusta es 1 música... que esto de trabajá con pico y asá... bueno!... es e bueno pa lo preso. Usté ha visto que al ru1señoi le dén Ul machete. compay Bolo? .. Nosotro tengamo nuestra orqueta La Orqueta "Benefatoi"... y agora meteme en esto montes.. ,¡señores!... el monte, pa los pájaro!... A mí lo que me gust es racá mi "güira". como cuando el viejo Ñico Lora romp con uno de eso merengue que jacen bailá jata a 10 mueito.. Entonces respiraba, añorando aquel merengue. tórrídi como la tierra de Villa Lobos. Dulce, como sus mujeres. -Pero... ¿qué hacei? .. Perucho, el de Guayubin, no era músico. Era "billetero" -¿Quién le ha dicho a naiden que yo quiero meterm en yeiba ni conuco? .. Yo sor billetero. Me basta con m venta en la semana, en la calle "Ei Soi"... y recuerda: -... Suma... suma veintiuno... La Vingel... Sumé veintiuno...


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• •

Como "La China", otras prostitutas han arribado después a Dajabón y seguido hacia Loma de Cabrera. Allá sentarán reales junto a sus maridos. Cada día se renovaban aquellas turbas sucias que salían de los camiones oficiales. Eran hombres terrosos. Algunos manifestaban la humedad de las mazmorras de la cárcel hacia donde los lanza el juez, que jamás ha estado dos horas escudriñando una cárcel criolla. Pero el juez sólo encarcela a los que son pobres. En la última arribada de camiones venían presidiarios y "colonos". Los "colonos" estaban tristes, inconformes, y miraban la ruta por donde fueron traídos como ganado. El Gobierno reparte las tierras cultivadas. Presos y "colonos". Los "vagos" de todas las ciudades tienen ahora imprevista calidad de "propietarios", de "colonos", en nuestra frontera.

*

.. ¡

*

-Yo... que estaba atendiendo una casa de juego del mayor Caraballo y me tiraba cada día buenos "clavaos" .. y ahora meterme en esto! ... Por que no tené la cédula . Pendejá!... ¿qué me han hecho a mí los negros? .. Esta no é mi cuerda!... Luego, miraba a uno y otro lado, y agregaba: -y sin podé hablá... ¡que aquí mismo lo guindan!. .. Este Medardo Patricio recordaba la tierra fuerte de "La Joya" -tierra peligrosa como un puñal- y a su barragana de barrio. Manuela "Golpe-e-Biela".


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Interiormente maldice al Gobierno. que le da tierras qu.

él no quiere, aun cultivadas por Haití. -Esto... pa lo pájaro!. .. o pa lo negro!... Pero yo so como los pajarito... me conformo con poco... Que cojai su yeiba... yo me quiero dí, ¡de viaje!.. .

• •

El Gobierno había poblado las tierras de hambriento y delincuentes. Contrastes. Los recién llegados queríai volver a la miseria de las ciudades. En cambio, aquí est la riqueza: Yerbas. Mangos. Aguacatales. Se extienden po kilómetros. Platanales verdinegros. Está la yuca en lo surcos, como mujer parida. Las turbas han devorado esta riquezas. Pero no han sembrado la tierra. Vienen con e hastío de las ciudades. Personajes de la mala vida, de 1. mala noche, pero que para ellos es la gran vida: El alcoho' los vicios. La prostituta, realenga. espectral, como lo perros flacos. Estas turbas de delincuentes están conformando otn aspecto del drama. Como ya no hay vacas o becerras qu robar, los hombres ahora discuten las mejores parcelas El crimen va agotando víctimas cada noche, cada tarde cuando los imprevistos "colonos", ya asentados en las fértile tierras que no trabajan, discuten las mejores al filo de puña La patrulla militar venía. Hacía justicia". La patrulla fusílab en el acto al "colono" que cometió el crimen. Esta justicia sumaria es típica de esta tierra. Así fu la escena de la última tarde. Bartolín, el de Juan Górnez defendía la parcela que antes había sembrado el haitiano Sambá. No se conformaba con la del negro Dadá, que 1 había entregado el cabo Bijo. En la parcela de Dadá ya no


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hay más que "rabo de zorra", matojo. Tierra sarnosa, decía Bartolín. El quena la otra. En esta lucha mató al otro músico, que a la sazón era el dueño de la tierra buena, con verdes platanares que no había sembrado ninguno de los contendientes. Después ajusticiaron a Bartolín. Las dos parcelas quedaron vacías. Cholo MEl Colorao" miraba y decía: -Carajo!... aquí la yuca sale carat,.. (Después venía "La China" con un plático con dos yucas salcochadas. Estaba semidesnuda. En la frontera no hay "pargos" clientes-o La soledad la obliga a pasar hambre y a ser fiel a Cholo "El Colorao)". -Ya hay poca yuca... Cholo!. .. Uste tendrá que sembrai! Pero Cholo no piensa en trabajar la tierra, y calla. El piensa como los demás: ¡huir! Volver a la ciudad, a la taberna, al alcohol, a la noche! Pobre puta que sigue a su hombre. Como ésta. otra. ¿Estarán arrepentidas?.. ¿Acaso el hambre las habrá transformado? Venían tras sus hombres, en una mezcla de lealtad al varón y espíritu vagabundo de conocer aquellas tierras. Puta salvaje, sucia como el arroyo, como su hombre, hijo de ese arroyo. Con la puta vino una boca más. También ella puso morfina en el espíritu apático de aquellos hombres. "La China", todas las chinas que hay ahora en estas parcelas, pasan hambres, bajo el toldo viejo que dejó el haitiano. La parcela, por otra parte, se achicaba. Cada día había menos yuca. Haití, volvía de noche. Parecían cerdos los que pasaron anoche sobre la querencia del colorao Cholo y "La China". Como buena ama, "La China" protesta contra los ladrones: Acabaron con la yuca, con el platanal y hasta se llevaron el pequeño marranito!


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Haití venía de noche. Tenía el ladrón pies de seda. A veces de noche despertaba algún colono. Al día siguiente, en el camino se veía una cabeza. ¿De quién?.. Nadie preguntaba. Era, la noche. Era, Haití.

Ahora la lucha tiene un objetivo: la parcela. Parcela fronteriza. En ella están Medardo Patricio, el vago, y Cholo "El Colorao" También "La China", Lola Güano y "Pancha Tres en Uno" Nadie trabaja. Todos comen. "La China" siempre duerme, porque en las ciudades las putas del bajo fondo no duermen y apenas comen. Esta "China" casi no sabe cocinar, acostumbrada a comer en ventorros nocturnos. "La China" ahora es de Medardo. Abandonó al "Colorao", Medardo callaba. Esa noche decidió "cuidar" el resto de la yuca. En medio de la noche, detrás del maizal seco, se enfrascó en lucha con el negro Natali, que vociferaba que esa era su labranza y que tenía hambre. La media noche se lleva las palabras de los hombres que luchaban al machete. Al amanecer apareció Medardo sin vida. Toda la yuca se la llevó Natalí. "La China" no sabe llorar. En la frontera se sepulta al hombre en el mismo haz de tierra donde pierde la vida. No hubo que traer a Medardo al rancho. "La China" ahora se va, como el pájaro salvaje. Deja el

rancho. Camina en la noche, porque está casi desnuda y de día el solla azota demasiado. Fue a parar lejos, lejos. Ahora está instalada en el rancho de un presidiario, el "Compay Santos". "La China" sabe escoger:


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-Vine pa acá porque aquí tan buenos los trozo!... y al hombre le gusta trabajai!... y Medardo. el segundo marido. me dejó "encuera..... como un Crito.

• •

Si hubieran cruces. esta tierra parecería un bosque. ¿Una cruz para Medardo? .. ¿Para qué? .. Nadie la miraría. Una cruz sería como una mata de mango más. en medio del inmenso bosque... En medio de esta riqueza. las turbas que habían venido a Dajabón en los camiones. estaban semidesnudas. hambreadas. Haití había venido de noche y había cosechado bajo la luna. Frontera: Puñales. sequía. reses. hambre... En medio de la riqueza del bosque y de la tierra... y en tanto un permanente florecer de cruces; que no había cruces. sino brasas. rojas. en la noche. Las brasas entregan la ceniza ceniza de hombres- a la brisa clara. zacatecas de la frontera.

• •

Esa tarde. al regresar de la "Loma de la Garrapata". me senté bajo el mango donde descuartizaron a Samuel, el negro que había sembrado aquella estancia que hoyes el asiento de Cholo "El Colorao". Pensaba en el destino de Haití. Pensaba en el destino de la República Dominicana.

En el interino don Davírí. el repartidor de tierras del Gobierno. me hacía sus nauseabundos relatos de degüellos. Don David nunca terminaba. Sus relatos eran largos. como aquella inmensa extensión de mangos y aguacatales.


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• •

El bosque volvía sobre la tierra que antes había labrado Haití. Agotados los sembríos, aquella chusma de la frontera sólo hacía "casabe", del resto de los yucales. Esta chusma "casabera" estaba olvidada ya de los gobiernos. Chemo Natividad era uno de tantos casaberos. He aquí el diálogo entre Chemo Natividad y un "catizo" de Juan Nazario, que ha retornado de Haití. -Esta yuca son de nosotrel... Yola sembrá!... Cuando mi "páí" taba aquí!... -Antonce!... ¿tú eres de ellos? .. Agora te entierro con tó y yuca! Una voz enérgica, como de fiera. Un choque. Otro. Cortan los dos machetes. -Hartiano de mierda!... hartiano del diablo!. .. esta tierra e mía! ... -Dominiquen malditel... esta tierra mía!... -Yo dominiquen también!. .. Cuando termina la lucha sólo aparece Chemo Natividad. Viene del río. Chemo Natividad tiene emplasto seco de res sobre las anchas herídas que manan, manan, sin parar. Esa misma noche los que estaban del otro lado del río hallaron un saco donde creían estaba la yuca que buscaba el castizo en su antiguo fundo. Al abrir el saco hallaron una cabeza. Los demás hijos de Juan Nazario miran el saco como perros escuálidos. No hablan. AlIado de ellos corre el Masacre. ¿Estará horrorizado?


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Este es el mercado donde más caro se vende la yuca en mi país. He aquí un calendario trágico. El maestro rural me hizo el relato: Lunes: Samba Pié. Martes: Michel Jean... Miércoles: Fenelón Dois. Jueves: Samuel, el ordeñador. Viernes: Perico, el carpintero. Sábado: Timué Dis. Domingo: Antuán Salé y Sampré, el zapatero. Así las semanas. Así los meses. zafra de puñal. Tan intensa como la de la caña de los ingenios de azúcar. Cuando cayeron, llevaban mangos y yucas. Allá, detrás de aquellas lomas, los esperaban. Con hambre. Inútilmente. Miseria con una sola moneda: la luna redonda, que flota sobre el agua del Masacre, pobre riacho... que se pasa a piés...

El cabo Ri.vas dice al parcelero: -¿Qué llevaba este maldito? -Ea, señoi... pobre negro!... Llevaba sus manguitos pa Hartí... El cabo Rivas contó: Llevaba 50 mangos. Luego dijo: -Llévenle esos mango a los puercos del teniente Bolo, que están atrá del cuartet. .. Hay en la tarde un gris plomizo que me hace pensar en aquellas "lluvias" de Suro, nuestro gran pintor. Me


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parece que estas estrellas grandotas. lloran estos dramas. Los cerdos del teniente Bolo están devorando los mangos. Felices. En cambio, estos mangos, que nadie mira, en esta riqueza de fruta de la frontera, cuestan un corazón de Haití. He dicho bien, antes: Haití está trocando corazones por mangos. 1ya estamos en el estío.

• •

Oí voces en la noche. Al cabo de los meses, otra vez en Dajabón se concentraban los camiones. El Gobierno ordenaba retomar a las ciudades a aquella chusma de maleantes y de putas que habían pasado un año en la frontera. Regresaban destruidos, casi desnudos. Pero estaban felices: Volverían al alcohol, a la noche! Después. en las parcelas, habría una soledad tremenda. Volverían los dos eternos de esta latitud: El bosque. 1también Haití.


CAPITULO XXVII

Héme aquí todavía en estas tierras. Soy un testigo mudo. Un testigo cómplice. Estoy acusado por mi conciencia. ¿Cuál es mi deber? .. Acusar! Debo irme! ¿Y por qué continúo en esta aldea. recluído en una choza. aislado, sumergido en la soledad de sus noches. frente a la Inmensa sabana? Intento a veces leer. bajo luz mortecina de kerosene. el Boletín Judicial. órgano de la Suprema Corte de mi país. para no permanecer ajeno a la evolución de nuestra jurisprudencia. No tengo con quien dialogar. Desde temprano las casas de la aldea están cerradas y yo me he retirado del hotelucho de doña Francína, a quien detesto por inquisidora y dúplice. de quien se barrunta que es un espía del Gobierno para hacer delaciones de los funcionarios que puedan criticar estos acontecimientos. Mi compañero. el juez. un excelente caballero. ha optado por envenenarse cada día con alcohol. Tan pronto terminan las audiencias de los pocos casos que acontecen aquí -algunos robos. heridas. sustracciones de muchachas- el juez va a juntarse con un oficial del Ejército. perteneciente a una aristocrática familia de Puerto Plata. hombre fino. que repugna todo esto. y quien también ha resuelto soportar este ambiente bajo una permanente borrachera. Estoy solo. Unicamente me confortan las cartas de Ángela. la maestra. mi novia. También me llenan de estupor esas cartas. En la capital de mi país ha caminado de aquí a allí.


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a todas partes, y no halla trabajo. Aunque es buena oficinista, todas las puertas ministeriales las ha hallado cerradas. Su historia es la historia de muchas muchachas bonitas. La habían perseguido hábiles celestinos. El principal, entre éstos, había sido un Ministro. Había investigado el barrio donde vive Angela y el lujoso automóvil del poderoso había estado varias veces en su puerta. Primeramente había enviado al chofer, con una misiva sugerente: quería verla para un trabajo. Ángela había ido. El Ministro, oloroso a colonia, elegante, parecía ataviado por un sastre londinense. En las dos manos tenía unos anillos brillantes sobre los que fulguraban los rayos de carisimas piedras. Simuló interesarse por su necesidad de trabajo. La invitó a volver en dos días. Angela fue a la entrevista, en el Ministerio. Cuando llegó, el ujier tenía recado: el señor Ministro la esperaba en su casa-quinta y había un automóvil dispuesto para conducirla. Ángela se sorprendió. pero rápidamente resolvió rehusar. Puso un pretexto. Dijo al ujier que prefería verlo al día siguiente. Novolvió. Pero el Ministro, parece. estaba "comprometido" a presentar esta presa interesante. Volvió a ver a Angela. Hábilmente intentó auxiliarla con dinero, pero ella rehusó. Desde entonces la muchacha estaba asediada: en la casa, en la calle. El Ministro, incluso, movió agentes, femeninos para invitarla a fiestas; agenció todos los ardides. Al fracasar, había dictado algo como una sentencia: no hallaría trabajo en nínguna oficina. Esta orden se cumple cabalmente y es una orden que alcanza incluso a las industrias privadas. No había trabajo en ninguna parte. He tenido que auxiliarla, rozando su dignidad, enviándole algún dinero al través de mi amigo, el doctor Vélez, un médico que no hace mucho salió del presidio, por sus ideas libres, enfrentando al régimen.


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En cada carta hay más angustia. ¡Debo salir! Salir de este suplicio. Con altanería valiente. Angela me dice: "Debemos salir a toda costa. incluso para que tomes un barco y te vayas al extranjero. aunque te pierda yo". Cuando releo estas lineas me siento acusado. Veo que Ángela Vargas. la ex maestrilla de "El Almácigo". tiene una fuerza de decisión que a mí me falta. Estos pensamientos me obseden y paso largas noches de insomnio. Entonces recuerdo al juez aquel que se fugó. No podía resistir más su degradado encargo de juez de opereta trágica. Se fue. Entonces lo persiguieron. A mi casa vino a interrogarme el mayor Ozuna -un negro que usa una larga pipa y gasta un lujoso automóvil. a quien yo había conocido como jardinero en la casa de un Mínístro amigo de mi padre. El Mayor inquiría con aires de procónsul. Yo debía saber de las ideas del juez. dónde vívía, qué comentaba. qué propósitos tenía. Me advertía que ya había sido denunciado a todo el servicio de la policía secreta y que algunos lo sindicaban como comunista. Era un ingrato. El General. tan generoso. lo había honrado en una misión tan cuidadosa y secreta. y pagaba con traición. El Mayor me advertía el precio de la traición en el régimen. La mano del General. tan fina y aristocrática. como la sintiera el reservista Loreto de la Cruz. era una maza de acero para los desleales. El mayor Ozuna imprecaba a grandes voces y de sus palabras trascendía el odio que me tenía: Yo nunca había asistido a: sus comilonas. Tampoco a las del Capitán. Siempre rehusé ir a la casa de doña Sebastíana, donde se celebran fiestas y comilonas y ella aposentaba al General. El ÚIÚCO ausente era yo. el renegado. Todos me acusaban. "Ese fiscal hay que observarlo... parece desafecto..... Doña Sebastiana parecía sentenciar. como antes había sentenciado a la maestrílla, mi novia. Una vez recibí una sugerencia del Mayor. llegó a mi choza simulando amistad.


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Traía una botella de whisky. Por cortesía acepté, a disgusto. Yo presentía, y simulaba beber. ¿Qué trae ese hombre? .. pensaba. Cuando estuvo casi ebrio me abrazó. -Magistrado... quiero que me complazca... Vaya a la casa de doña Sebastiana... y también invite a la maestra del Almácigo... le conviene a los dos. El General viene a la fiesta de San Fernando... Capté la trama que me tendía. Rápidamente apresté la respuesta: -"Con mucho gusto, mayor Ozuna... iremos... " Este mismo hombre, al cual todos en la aldea rendían tributo, menos yo, había ingeniado la especie para destruirnos. En sus informes, pues cada militar debía informar quincenalmente sobre todo lo que acontecía en sus jurisdicciones, él halló la más aplastante fórmula: Había dicho que la maestrilla, cifra de la honradez más acrisolada -era concubina del fiscal ... Esta especíe volvió de expediente en expediente hasta el Inspector de Educación en Monte Cristi y éste, para complacer al Mayor y dar rienda a sus resentimientos de pretendiente frustrado de la maestrilla, provocó su destitución. También cobraba méritos con doña Sebastiana, que había dispuesto destituir la maestrilla que no aceptaba sus invitaciones. Yo conocía todo esto y sabía que estaba vigilado y acusado. Permanecí indiferente a la palabra tosca del Mayor. Yo, no sabía nada acerca del juez que se había fugado. Esto lo recuerdo en las noches de insomnio. Recuerdo también el paso de Angela Vargas a verme, en Dajabón, cuando regresaba. destituida del empleo, hacia la capital.


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Fue a verme a la oficina. Hablamos poco. Pero sellamos en un beso un amor profundo. estremecido por la tragedia. Quedó en remitirme la dirección. Le aconsejé prudencia y que desconfiara de todos. Entonces ratificamos nuestro voto de amor. con la entrega. que le hice. de los manuscritos de mis notas de la matanza. Ella debía conservarlas, a todo trance. En último caso, entregarlas a mi madre. cerrados los folios. Llevar esas notas equivalía a portar una bomba de tiempo, susceptible de estallar en cualquier instante. Esas notas, en manos de la policía secreta. podrían llevarnos a la muerte. Yo. además sería vilipendiado como desleal al régimen. Ella. desaparecería cualquier día para no volver jamás. Después de eso he recibido numerosas cartas de Angela. Ella es una guerrillera. No concibe sino la lucha. aun para perecer. Sus cartas. más que cartas de amor son programas de lucha. Me inyecta esperanzas para resistir. Y más que nada. me urge a salir de estos escenarios. Yo la veo bajo todos los peligros. en la ciudad capital. Vive de la venta de bordados que hacen ella y la madre. Pasa las noches leyendo después que deja el bordado. En sus últimas cartas inquiere sobre mi salud. Recientemente he sufrido grandes fiebres. La. fiebre es común en la aldea. por los mosquitos que nacen en las aguas del Masacre. en los meandros donde no hay corriente. La aldea está latígada por el sol, por los mosquitos: y en las primaveras. por los "jejenes" diminutos insectos voladores que andan en enjambres y hostigan la boca. la nariz. los ojos.

El insomnio es el presagio de mi enfermedad. Siento venir las fiebres delirantes. mientras estoy solo en mi


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choza, únicamente asistido por Bítín, la sirvienta vieja del juzgado. La fiebre viene. Siento como que voy hacia el fondo de un mar profundo. ¿Hacia dónde? .. Así debe ser la muerte. Un viaje a la profundidad, hasta perder el sentido, hasta ser una cosa más, como un ancla desprendida del barco en medio del océano. Sigo bajando, hacia las profundidades. ¿Dónde estoy? .. Al cabo he despertado. semilúcido. Pongo la mano en el catre en que duermo. Veo el mosquitero. Veo la cara bondadosa de la aldeana que me sirve una tisana. -Magistrado: Usted hablaba de muchas cosas!... como de guerra con haitianos! ... Reconozco entonces que ha sido un sueño delirante en el que he visto el pasado como en una cinta cinematográfica.


CAPITULO XXVITI Debo anotar las visiones de mi fiebre. mientras estaba abandonado en la aldea. Angela deberá agregarlas a las notas que ella guarda. Llegó aquel sacerdote negro. Se sentó a mi lado. Comenzó a hablarme. Después comenzaron a llegar hasta mi cama figuras en sombra. tenebrosas. -SOy Santo Louverture... Toussaint!... Fui esclavo y

cochero. Mira mis manos: Destilan sangre... Cobré a los blancos la injusticia. con la moneda de los oprimidos: La injusticia. Los amos franceses degollaban los negros. mis hermanos. Los descuartizaban a la menor queja Sus perros. los mastines que trajo Rochambeau, el general de Napoleón. comían carne de negros... El Comandante de la Tortuga no recibirla pago por raciones. le había advertido Rochambeau. Debía alimentar los mastines con carne de negros... Alnegro se le somete al suplicio de la rueda. se descuartiza. sin lágrímas, con hacha. como a los árboles. -"Azúcar. café. cacao. añil. Lo producían los negros para los blancos de Francia. que pagaban con azotes... Pero mira las pavesas. Mira los cadáveres de los blancos. Han ardido junto a sus cañaverales... Los he engañado a todos. a ingleses. franceses. españoles y todos eran iguales:

Hombres que querían mas riqueza, mas ríqucza., 1103 vencí a todos... Esta tierra es mía... He pisoteado los blancos franceses ... 1 ahora. pisotearé a los blancos


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españoles de Santo Domingo. Los degollaré. Mataré sus mujeres, sus niños bonitos y sus altares, aunque yo soy cristiano. Morirán todos en la parte de Santo Domingo que gobiernan españoles todavía... La Isla, una e indivisible... Haití sólo tiene por límites el mar..." -"Soy Dornínga Núñez, española de Santo Domingo. ¡Negro insolente! ¡Cuidado si me tocas con tu bastón, en esta plaza donde has reunido al pueblo todo, para degollarlo! Para españolas, otros modales aprende! Mata, degüella, presto, si deseas... ¡pero te despreciamosll" -'Yo soy Jean Philippe Dau! ... ¡Quiero beber sangre! ¡Sangre! ¡Más sangre!... La deseo beber con "tafíá. Sangre de blancos españoles!... ¡Matad, mis soldados! Matad a todos estos españoles que no nos quieren porque somos negros y ellos son esclavistas... Dadme sangre, deseo lavar mi rostro con sangre, en honra de los dioses negros de Haití... Aquí. en San Carlos, no quedarán ni pavesas... Fuego, soldados, de Haití... matad hasta a los niños..." -"Señor, soy inocente. Soy don Antonio España. Labro mi tierra, ved mis esclavos, que son como mis hijos. Ved que mis esclavos desprecian vuestra libertad, vuestra liberación... ¿Por qué me matais, aquí en mi estancia, donde crecen la caña y el tabaco y donde se eleva mi corazón a Dios! A qué vinisteis a esta tierra, a depredarlo todo, a matarnos a todos, a incendiar nuestras casas y a robar nuestro ganado?.. 1 ahora, partís mi pecho con vuestras lanzas y sacais mi corazón y 10 devora, vivo todavía, vuestra tropa de dahomeyanos!..." -'Yo soy negro también, como vosotros... pero soy español... por eso, tu sable, ha traspasado mi corazón"... -"Perdón, feroces haitianos ... ¿Qué delito he cometido? .. ¿Me matais, únicamente por ser blanco?"


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-"Feroces caníbales de Haití!... respetad los ancianos. aunque nos matéis a todos los jóvenes... No habeis respetado ni siquiera las iglesias!... Ved los altares y las mitras. teñidas de sangre inocente. Matadme a mí!... Soy el padre Juan Vásquez, el que os odia, bebedores de sangre... Animad más leña aqui, al altar. Ved más bancos de madera, ved los santos de madera. Traed más madera. Aumentad el pábulo en que vais a quemarme vivo, dentro de esta Casa de Dios... El os lo cobrará. Quemaréis mi cuerpo como un pabilo. Debo acompañar a mis feligreses. que acabais de asesinar, sin respetar mujeres. ancianos y niños. en esta Iglesia, hoy día de Pentecostés... Quemad! Uberais mi cuerpo miserable... Negros malditos, bebedores de sangre!" -"Salvajes! ... ¿por qué tiráis los niños para ensartarlos en vuestras agudas bayonetas..... -"Oh, hermanos!... Ved las ruinas de Santiago!. .. Todo es pavesa... Huyamos con la noche. a los montes ásperos... Sólo hemos quedado vivos cuatro hombres, de la masacre de hoy. Las hordas negras han destruido las iglesias. las casas. los oratorios. Han degollado a nuestros padres y amigos. Sólo hemos quedado cuatro. Huyamos en la noche". -"De dónde venís?" Huyo de Moca. El pueblo ha sido convertido en pavesa y por ahí vienen los hombres de La Vega a pie. entre los animales y la boñiga de ganado. atados, como reses. Los ahorcarán o los llevarán como esclavos a Haití... Dessalines sólo pedía sangre, más sangre. Huyamos. ¿A dónde?... -"Soy Serapio Reynoso, el pardo. He muerto en "La Emboscada", deteniendo nueve mil caníbales... Santiago ha sido pasada a cuchillo!" -"Dominicanos... Soy Dessalines, el amo de Haití! ... Sólo os queda un camino: la muerte por el hierro y el incendio de vuestras haciendas... Arrearé hacia Haití todas


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vuestras bestias y ganados. Mi paso lo marcará el incendio. Donde no hay campos. no hay ciudades. Vuestro destino es morir bajo las botas de las tropas de Haití... No escaparéis ni ancianos. niños. ni mujeres!... Esta tierra no la pisará un solo blanco. Haití... tierra únicamente para los negrosl. .." -"Y yo... soy Faustíno. el Emperador Soulouque... Moriréis, dominicanos!... El tajo de mi espada os llegará donde quiera que estéis. Os perseguiré en las montañas, como animales salvajes... El hierro de Haití. os matará a todos.....

Aquí termina el delirio de mi fiebre. Desperté a media noche. Noche profunda. Siempre me parecía el fondo de un océano trágico en que el agua no es verde. sino roja: sangre. Abrí la ventana del horno donde estaba solo. en la media noche fronteriza. Oscuridad impenetrable y desolación profunda. Sólo escuchaba los alaridos de don Panchíto, el endemoniado. mi vecino, que agonizó durante catorce noches ladrando como perro, con rezongos de cerdo, cantando como gallo de media noche. Don Panchíto, el matón! (Dijeron que al morir. de su boca salieron cuatro culebras verdes. Cuando trataron de matarlas agarrole, las culebras hablaron como gente. En patoisl). Miré al cielo y advertí la luz pura de las estrellas. Sentí como un alivio: las estrellas brillantes. La mañana se asomaba a poco por el pastizal pardo que precede al poblado. Me sorprendió meditando sobre la historia presente que veía con mis ojos, escrita en caracteres de sangre. y aquella historia de impiedad. despotismo y crímenes cometidos por los haitianos. aprendida en las clases de historia. en la infancia.


CAPITULO XXIX La he buscado inútilmente, después de mi fuga. Abandoné una noche la aldea de Dajabón, simulando un servicio de la Justicia. Fuera del pueblo me aguardaba el vehículo de un amigo. agente vendedor, que no temió asociarse a mi fuga. Era un joven cuyo padre había sido asesinado por la dictadura. No temió asociarse a mi delito: Abandonar un cargo en la frontera. 1 aquí, en la ciudad, donde me ha procurado implacablemente la policía secreta, la he buscado día y noche, sin hallarla. ¿Dónde está Ángela Vargas, mi novia? Había dejado, a mi madre, mis notas de la frontera. Sus cartas llegaban con precisión de reloj, cada semana. Primero eran cartas en papel de enamorados, con un leve perfume. Cartas en papel rosado. en que solía hallar un dibujo de corazones atravesados por la dulce lanza de Cupido. Después las cartas venían en papel modesto. Alguna, finalmente, recibí, en papel de estraza. Las cartas señalaban la marea de su miseria. 1cada una, estaba rebosante de amor y de tragedia. Trabajaba de esclava en un taller de costura haciendo ropa burda de obreros, junto a operarias flacas, algunas enfermas. Las más eran madres que tenían que abandonar niños de pecho. Otras dejaban pequeñas niñas en el barrio, bajo el peligro de maleantes y borrachos, en zonas de prostitutas.

El taller era írresptrable, monótono. La única palabra que se pronunciaba era: misera. 1 en medio de este mundo,


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afanaba Angela Vargas, perseguida por una manada de poderosos que intentaban prostituirla. Adrede. le habían cerrado todas las puertas del magisterio. su vocación. Aún así. Angela me escribía dulces cartas de amor, llenas de un fuego de dignidad escaso entre mujeres de su edad. Llegué incluso a avergonzarme. Había un contraste enorme entre mi cobardía. uncido al carro de la tiranía. y aquella vida. heroica, aquel ser delicado y bello. vestida como la más desgraciada de aquellas obreras. En una carta me anunció la muerte de su madre. Murió de consunción y de martirios morales. El entierro. de la más humilde escala. 10 sufragó un sindicato clandestino de obreras. todas pobrísimas. La carta traía lágrimas. pero también carácter. Abundaban. como siempre. los consejos. invitándome a "ser un hombre". y dar la espalda a la dictadura. Me señalaba el camino: el mar. el extranjero. "para así, readquirir la calidad de hombre". Ya no pude resistir más aquel enfrentamiento: el temor por su seguridad y el reto de romper cadenas. que había en cada una de sus cartas, me decidieron.

Estuve en el barrio, pero nadie sabía dónde había ido. Un día. como hiciera yo en la lejana provincia de la frontera. ella escapó. ¿Hacia dónde? .. Ningún vecino lo sabía. Lo había dejado todo -muy pocas cosas-: una cama pequeña. unos muebles de madera rústica, campesinos. Se llevó el retrato de su madre y su Virgen de la.Altagracía. Había salido de noche. La habían visto por el puerto. Caminaba abrazada a un capitán danés que hablaba español.


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Entonces tuve celos estúpidos. ¿Me habría abandonado? ¿Seria un caso de infidelidad final, al comprobar mi incapacidad para liberarme? Desde ese momento, automáticamente, iba al puerto. No salía del puerto. Queria hallar una noticia, alguna información. Inútil. Decidí luego visitar al doctor Vélez, nuestro amígoe el médico aquél que vivía en las afueras de la ciudad, entre libros y árboles. Vélez había sido el refugio espiritual de Ángela. Como ella, él era un talento lleno de dignidad. Había visitado numerosas prisiones perseguido por el régimen. La rebeldía de Angela halló respaldo cálido en aquel espíritu libérrimo. Cuando llegué a verlo, me recibió nerviosamente con estas palabras:

-se fuel. .. para siempre! se cansó de esperar!... Escapó en un carguero danés que debió dejarla en Venezuela. Antes de irse al puerto, simulando una prostituta, para no cau~ recelos en los que la perseguían. vino a verme y te eneygó que fueras a ver al doctor Fradíquez. La noticía me causó un desconcierto como una descarga de rayos. Me sentía cobarde, frustrado. 1 llegué a la irreverencia, íntima, de sentir celos por Angela. modelo de virtud. Callé frente al Doctor, que me miraba. duro, tras sus gafas negras, de tuerto genial. 1 ya, apenas escuché sus palabras imperiosas, que, como las de Angela, me urgían:

-Toma el camino de la liberación! Ten tanto valor como Angela! Eres joven. Si tuviera tu edad. no estaria aquí! Luego agregó: - y ahora, debes cuidarte, pues te buscan, día y noche,

los sabuesos... He sabido que el mayor Ozuna mandó al Gobierno un expediente acusándote de comunista y de enemigo del régimen... por haber abandonado el cargo en


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Dajabón... A la casa de tu madre, ha ido varias veces la policía secreta... Te persiguen y debes caminar únicamente de noche... El doctor Vélez me ocultó en su casa de campo. Sólo salía de noche para ver a mi madre y hermanos, pequeños, todos los cuales dependían del pan que pudiera darles yo.

La casa del doctor Fradíquez era sencilla, corno de un verdadero sabio. La esposa, mexicana, y las dos niñas,

preciosas. Todo era libros y más libros. en la casa. En los estantes, en las mesas, sobre los escritorios. Libros marcados con cintillos de papel, pues el Doctor leía al mismo tiempo varios libros y hacía sus anotaciones. Era un cerebro organizado, una inteligencia clara, un permanente estudioso, pero sobre todo, un hombre bueno. Nativo del país, pero habiendo vivido largos años en el extranjero, el doctor Fradíquez, sabio humanista que figuraba entre los más calificados elencos de profesores en Norteamérica, Chile y Buenos Aires, después de ~alizar una obra magistral, como profesor, crítico, lingüista e investigador literario y ñlosófíco, había retornado a su tierra, bajo la melancolía de los ausentes, y para dar, según sus palabras, su óbolo de servicio a la tierra en que nacíó y que jamás había olvidado. Aceptó, al efecto, una plaza de Ministro de Educación, que le ofreció el Gobierno. Pero muy pronto, captó la atmósfera viciada, impropia para un hombre cuya vida había discurrido en ambientes de libertad y dignidad. Vio las garras de la dictadura, acercándose incluso, a la paz y a la dignidad de su hogar. Advirtió cómo un coro de serviles hacía contra él una gue-


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rra cerca del poderoso, tildándole de frío hacia el régimen, e intentando, al efecto, ridiculizarle públicamente, calificando de ineptos, sus métodos de enseñanza y planificación. Inalterable, el doctor Fradíquez soportó aquella guerra desleal. I en el interin, preparó su defínítíva ausencia de su tierra querida, a la cual había vuelto, cargado de lauros, despreciando las mejores universidades, con intención de enseñar y levantar a su país.

Cuando llegué, me recibió con aquella sonrisa serena de hombre bueno y sencillo. guiso hablarme con pocas palabras, porque sabía que su casa estaba espiada. -Ya todo está hablado. La señorita debe estar en Venezuela. El buque-escuela, colombiano, está dirigido por un gran marino de Colombia, que fue mi discípulo en Harvard. Lo espera. Debe ir el miércoles, a las doce de la noche, a la puerta de San Diego. Vaya en camisa blanca, sin saco, use una corbata roja, que es la señal. Primero, en la tarde, mande la ropa con un marinero, que vendrá a buscarla aquí. El buque zarpa para Buenos Aires ... Usted deseniiJarcará allí, pues el Comodoro tiene ya mis instrucciones, para utilizar mis amistades en Buenos Aires, que le proveerán de falsos documentos, mientras yo llego... ¡Debe abandonarlo todo!... ¡Tener fuerzas!. .. ¡Fuerzas!... Estas últimas palabras las pronunció en alta voz, exaltado. con un tono que jamás había advertido en su rostro,

habitualmente sereno. Calló, para hablar seguido: -¡Olvidarlo todo!... incluso a su madre!. .. y a sus hermanitos huérfanos!... a todos!... A Buenos Aires! I


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esperarme allá. Lo relacionaré a alguna editorial... Vivirá con dignidad!... Después agregó, suavemente en su tono apacible de maestro: -Tengo esperanzas en usted... ¿Por qué no podría ser usted una gran pluma libre en América? .. Luego cortó el discurso, tajantemente. Miró hacia afuera, y dijo: -El miércoles, a las doce!... Váyase ya!... Ya veo que se acerca un hombre que espía esta casa toda la noche!... Váyase!


CAPITULO XXX

Las horas pasaban veloces. Estaba lleno de confusión. Un pensamiento me absorbía: "¡El miércoles, a las doce de la noche!" En aquella hora se iniciaría mi liberación. Recordaba la palabra fraternal e imperiosa del doctor Fradíquez: Debía olvídarlos a todos! Incluso a mi anciana madre, a mis hermanos pequeños, de quienes era yo el único sostenedor! Pero finalmente aceptaba el sacrificio. Decidí ocultar Simulé que enviaba mi ropa a la lavanderia. Justamente, el marinero colombiano había procurado con toda exactitud de hora, la maleta, en casa del doctor Fradíquez y la había llevado a la fragata. mi resolución.

Esa noche, mi madre había sufrido un colapso nervioso, iniciado en la tarde, cuando llegó a mi casa el Alguacil, con unos papeles judiciales, dándonos plazo para desalojar la vivienda, atrasada en los pagos. Estuve alIado de mi madre toda la noche. Al fin la obligué a tomar un somnífero y cayó en un profundo sueño. Me recosté. No podía descansar. El corazón latía al compás de mi modesto reloj. Como que también él, contaba las horas. Cerca de las once, mientras todos dormían en mi casa. Me levanté en silencio. Miré los rostros de cada uno de mis hermanos. Me detuve contemplando el rostro angelical de mi

madre.


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Pensé: -Abandonados!! -Abandonados! En la miseria, sin pan! -Mañana vendrá el casero a injurlar a tu madre! Luego volverá el Alguacil a tirar en medio de la calle sus pobres enseres. A la vista de todos. que dirán: El hijo mayor los abandonó! Mentalmente, releía la sentencia que había notificado aquella tarde el Alguacil. -Desalojo! ¿Para ir dónde? .. -Abandono! -Te quieres más que a tu madre... ! -Te quieres más que a tus hermanos desvalidos!ll Estos pensamientos pasaban veloces. en segundos. Pero hice fuerzas y continué vistiéndome. Pensaba en la hora: Las doce de la noche! En la Puerta de San Diego! Iba a salir. Pero antes, al mover la puerta. mi madre pareció despertar. Estuve a punto de arrepentirme. Por suerte, no había despertado. Gané la sala de la casa. Desde allí podía otra vez mirarlos a todos los abandonados. Lloraba. Salí. Por la calle iba a marcha forzada, esquivando los policías nocturnos. Al pasar por la Plaza de Colón, oí las viejas campanas del reloj del Palacio Municipal. Eran las once y media de la noche. Las campanas me produjeron pavor, casi pánico. ¿Por qué? En aquel momento me sentía delincuente. Habría querido huir. ¿Hacia dónde? .. Deseaba volver hacia atrás. Pero al mismo tiempo, pugnaba por acercarme al puerto, cercano. Caminaba torpe. como los borrachos.


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Al tomar la calle Isabel la Católica. acercándome al puerto. una ronda militar me detuvo. Buscaban un abogado comunista. Acaso era yo. según la calificación del mayor Ozuna. Me pidieron los documentos de identificación. Yo tenía mis documentos falsificados. para evadir la pesquisa de mis perseguidores. Expliqué. Dudaron. Volvieron a preguntar mi nombre. a pesar de estar en los documentos:

-Soy Fredio Gimbematt Ustedes buscan otra personal (Hacía esfuerzos para sesgar la mirada amarilla del Cabo jefe de ronda. una mirada sucia, como aquella de los soldados que mataban hombres en la frontera. Quizás habría servido allá. O en algún penal de la tiranía. que en ambas partes es lo mismo). Volvía a miranne el Cabo jefe de ronda: -Se parece mucho a usted. el que buscamos... ¡Vamos al cuartel!...

Supliqué. Di razones. Iba. les dije. en busca de medicinas para mi madre. que estaba quebrantada gravemente. Al fin inexplicablemente- me dejaron. Casi había pasado un cuarto de hora. justamente el tiempo que debía haber aprovechado en la Puerta de San Diego. Esperé. discretamente. que se alejara la patrulla. Cuando iba a caminar. sonó. otra vez. el viejoreloj de la Plaza Colón. No sé por qué, aquellas campanas, que había escuchado en la niñez y toda la vida. ahora me infundían pavor; un cuarto de hora para las docet... Pero estaba paralizador Estaría como un idiota en aquel instante. No podía andar. Ahora recordaba a mi madre. febrilmente. A esa hora se habría levantado como era su costumbre. a revisar la casa y ver cada uno de sus hijos en el lecho. Notaría mi ausencial ¿Qué pensaría en ese momento...? La había abandonado sin dejarle recursos. bajo la


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amenaza del desalojo. consignado enunasentencia. que yo había creído ocultar guardando los papeles del Alguacil. y otra vez escuchaba. en la noche. aquella voz:

-Los abandonas! -sólo piensas en ti! -¡La tirarán a la calle!

Sonó. entonces. el último campanazo. Las doce de la nochel Y yo, como un paralítico, en medio de la noche. No podía andar. Estaba rígido, dentro del abierto zaguán. oscuro, de una casa colonial. Comenzaba a llover a cántaros. Era Mayo. Bajo la lluvia, en medio de la noche, me sentía el más solitario y el más vil de los hombres. Entonces recordaba a Angela -la valiente- la que se había escapado sola -y me sentía el más cobarde de los hombresl El aguacero continuaba. Al fin, yo deseaba que no cesara, para justificar ante mí mismo, aquella indecisión. Me sentía

aturdido, con fiebre. Hablaba solo. En un momento, al zaguán entró una mujer ebria, una prostituta nocturna. de esas que andan toda la noche en medio de la ciudad dormida, en busca de cliente. La. estancia se colmó de un nauseabundo olor a ron. En la penumbra la distinguía a medias. Se creía sola. Cuando me distinguió. la mujerzuela se acercó y casi sin hablar. me extendió una botella. Simulé que bebía. Cuando se acercó, bajo la tenue luz. vi aquel rostro, tenebroso, como de máscara de carnaval, surcado de arrugas prematuras y cicatrices de navajas. Era, "La Chúla"/... aquella que había estado en las parcelas de la frontera, la barragana del músico Cholo "El Colorao". -¿Cómo te llamas? .. le pregunté. -Me llaman "La China"... vengo huyendo a la Policía!... Por esa botella acabo de darle un navajazo a una mujer...


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y me andan buscando... aquí. en la ciudad de los ticos, no me buscarán... me buscarán en los barrios... donde están los pobres, los perros... Cuando cesó la lluvia, la rapaza desapareció en la noche. Pobre "China", pensé, menos triste que yo. Continuaba en el zaguán. Venía, ahora, otra voz muy conocida por mí, en mis insomnios de la aldea de Dajabón. Me acuciaba pertinazmente: -Cobarde! -Cobarde! -Vete! Vete! Estas dos palabras me movieron finalmente. Eché a andar. Cuando miré el reloj, era la una de la madrugada. Hice un esfuerzo, y comencé a correr. Bajé velozmente la cuesta de la calle de Las Damas. Alcancé la puerta de San Diego. Me detuve allí. Esperé. Nadie vino a ídentífícarme por la corbata roja. Me sentía impotente, vacío, con el peso de una pluma de ave. Entonces me dirigí al muelle, inmediato. Desde un punto del muelle vi que en aquel momento la fragata, que acababa de partir, tomaba la barra del río, frente a la Fortaleza y comenzaba a desplegar el pabellón de la República Dominicana y el de Colombia. ¡Había llegado tarde! Corrí entonces al Malecón, frente al mar Caribe. Veía la bellísima fragata, meciéndose, blanca, como una gran gaviota, mientras rompía las aguas serenas del mar de las Antillas. Desesperado, como a una novia que se va, la contemplaba mi impotencia. A medio estuario, había detenido la marcha, al retirarse, para disparar al amanecer, las salvas de estilo y ceremonia. ¡Habría querido, entonces, lanzarme a nado, hasta alcanzarla!


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Permanecí allí. envuelto por la bruma. ¡la contemplé hasta verla perderse en la línea del horizonte! Volví entonces a mi casa, en la mañana, con un íntimo sentimiento de culpa y de traición. Al llegar, mi madre me esperaba. Mentí. Por complacer a mi madre, me acosté en el lecho. Caí en un letargo torpe, entre dormido y despierto. Aquella voz de las madrugadas, que oía en la aldea. retornaba. No cesaba de martillar su acusación: -¡Cobarde! ¡Cobarde!


CAPITULO XXXI

Entre mugre y soledad, sin saber a qué hora vendrá el carcelero a abrir la puerta. Entonces, debo recordar. -Te recuerdo, Pablo. Cuando apareciste en casa eras negro, feo, pobre-la tía Eloísa quiso acosarte como a una mosca. A hurtadillas jugábamos en el patio, verde de frutales, tornasolado de aves exóticas y nativas que había puesto allí mi padre. Apacibles sombras verdeantes, bellas reatas con claveles, agua en los canales, algunas estatuas. Cerezos maduros y "jobos". Penetraste al patio señorial como estilan los ladrones en casa de ricos: con temor y odio. Temías a tia Eloísa! Un día me dijiste, con brusquedad: -Tú eres rico!

y quedaste meditando. Yo no acertaba a saber 10 que tú sabías.

Yo preguntaba: ¿quiénes son los ricos? Creía que todos los hombres eran iguales. Tú, sabías que no. Para mí, la casona y los jardines estaban también en tu casa. Entonces me dijiste que vivías próximo al puerto. en un rancho miserable que en las lluvias había que abandonar porque el río 10 anegaba todo. Recuerdo que me decías, al oír el piano de tia Eloísa: "Qué bonito es el piano..." "En mi casa no hay piano..."También me dijiste: 'Yo no tengo mamá, como tú..." y quedaste llorando. "Ella vive ahora con un nuevo hombre, en el batey. El hombre la golpea cada día.. El hombre trabaja


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con los bueyes y está siempre borracho. El hombre es fuerte. golpea a mi madre y le canta a sus bueyes... Cuando sea grande. mataré a ese hombre"... Yvolviste a llorar. Te calmé. Te pedí que me dijeras cómo era eso del "batey". En el batey hace frio en las mañanas. El carretero se levanta temprano. Los bueyes huelen a pienso y a melaza. Sólo han comido los bueyes. Ni el carretero. ni el gañán tienen qué comer. Del campo de caña viene un fuerte frío. Los boyeros toman ron. Después olvidan y cantan. Antes de irse con su carreta. el hombre fuerte golpeó a tu mamá. porque no le había cosido la camisa rota. que casi no se podía coser. Yo no sabía de ese mundo. Tú, lo sabías todo y voMste a llorar. con odio. Me parecía que me estabas odiando a mi mismo... Entonces vino la tía Eloísa a echarte de la casona: eres una "mosca" ... Quedé solo. sin ti. Pablo. sin tus historias del batey... ¿Qué habías hecho de malo. Pablo? -Pero hoy eres Ministro. y no has venido a verme. a la cárcel. Recuerdo tus tarjetas desde París y Ginebra. Apetecías blancas. En la última foto aparecías dormilón en brazos de una holandesa opípara. ¡En Ginebra te vengaste de tía Eloísa! No sé si has olvidado los arreos del boyero. que me describías; el frio del cañamelar en las mañanas y los desolados amaneceres del carretero. que solías contarme. con aplomo de hombre viejo. ¿Y tu mamá? .. Ah! sí!... Murió de consunción. ¿Dónde está? .. En el batey no había cementerio. Sí. Pablo. la felicidad tuya es olvidar... -Esto es el puero. El "Yumero" era balandro volador. Esa noche había un fuerte viento en el "Ozama", el ríopuerto. Debes saber, tía Eloísa, que yo vivía en el puerto desde que perdí la fragata colombiana que debía llevarme a la libertad. Tenía una sola obsesión: ¡Angela! Angela libre! Yo, esclavo! En mis sueños, en la barraca del puerto, sentía cerca de mí al mayor Ozuna, que me buscaba. Creía percibir su aliento de mastín, sus colmillos de bestia,


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presto a devorar su presa. Yo era, para el mayor Ozuna y para los que pensaban como él, "el comunista", "el peligroso". ¡Grave crimen abandonar un cargo en la frontera! Y el puerto, es un país distinto. Entre mugre, entre delincuentes, me parecía aspirar un ligero aire de libertad, de defensa. En medio del caserio parduzco, pegado al agua, se oye mejor la voz de la noche. Olvidado de todos los míos, hasta de mi madre! Liberado, entre mugres. Mugre del estiércol. del basurero del puerto, del alquitrán, del humo de arenques quemados en la brasa, del pescado. Mugre en las telas rasgadas de velas viejas y sogas desgastadas como los dientes de los patrones de cabotaje -peludos, animales feroces, bebedores, fumadores-. Así eternamente: mirando al viento, a la noche, a la marea. Ojos de gato montés, para espiar. Manos duras, como los clavos de la barca, que azotan sin misericordia a los rapaces del barco, los aprendices. Estos no tienen, ni conocen sus padres. Su padre, el patrón, casi siempre irritado. Después, también son patrones. Y habrá otra fauna de aprendices golpeados, que aparecen como la lama verde que se adosa a los costados de la gabarra. ¿Se comió? ¿No se comió?.. Igual. Mal tiempo. Brisa buena. Arrea la vela. Atesa la botavara. Atrinca el foque. El mar, que es la libertad. Y siempre, en la miseria. Pero ahí yo estaba mejor. El mayor Ozuna no vendria a la bodega del "Yumero", mi escondite. Pregunta que no se pregunta: "¿Cuál noche? .. ¿Cuándo huiremos? .." Debo callar. El mayor Ozuna no me hallará aquí, en la bodega, entre ratones y mugre. -Miré por un agujero. Vi la cara de cobre de Alejandro Yanga, el capitán. Callaba. Acaso sobre su frente revoloteaba un pensamiento triste, como mosca pertinaz. TISICA. TIsica! La. misma palabra. Y era, tísica. Era, según dicen, bonita, aceitunada, con dos largas trenzas negras. Híguernota, la hija del capitán. Bonita, en la barraca, por cuyo frente sólo pasan borrachos. Tísíca. El capitán no tiene flete. No tiene dinero. Tísica, sin médico, junto a la


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humedad de la barraca, hasta que suba el río y haga abandonar el rancho. Volaban las moscas del pensamiento: "Tisíca". Si tuviera dinero no iría clandestinamente a Venezuela con los chinos. Pagarán allá el flete. Mamblé había hecho el trato y había visitado la bruja. El mayor Ozuna va a toparme pronto. "Espera". Sigo en la bodega del "Yumero" . acompañado de ratones. Espera! Mal tiempo. El río traía mucha basura. Mal tiempo. Espera. Malditos chinos, pobres. Pagarán por ellos en Venezuela... Tísica. -Era el mismo: El mayor Ozuna. Andaba en el puerto con una mujer rubia. borracho. ¿Me buscaba? .. Si la tía Eloísa viera la rubia. abrazada del mayor Ozuna, negro, moriría de náuseas. -Culpa de Mamblé, el ayudante del capitán. En alta mar, frente a la isla "Catalina", mató los chinos y los lanzó a los tiburones. Antes, los registró, muertos. ¡No tenían dinero! Miré al capitán y a Mamblé. Callados. No había dinero. "Tísica". La cubierta llena de sangre amarilla. -Los del guarda-costas. militares, vocearon. cercanos: "Suban. Están presos!" -¿gué será de Oguistén, el haitiano viejo, que quedó en el puerto? Lo había traído un camión y lo tiraron en el basurero. Como cosa inservible. Semi-paralítico, ciego. Había perdido la fuerza y los ojos en el cañaveral. guizás molestaba en el batey. Lo eliminaron como hacen con los bueyes viejos. Estaba medio loco. A veces musitaba: - "A cuté la can!. .. a cuté la can!. .." Quizás veía bueyes, carretas. lodazales, retoños de caña. Bajo el puente, casi en el agua. Oguístén no tiene tierra. ni patria. Quizás recordaba. Pasó el Masacre hace muchos años, sin dificultad. El Masacre se pasa a pie. -Sí, eran los mismos. Los hermanos de Oguísén. Desde el puerto los veía pasar en camiones. como cargan las


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vacas. hacia las plantaciones del Este. Chillones y sucios. Llevan gallos y cotorras. Son, cotorras. Cortarán caña como Oguistén, el haitiano del basurero. Como Oguístén, también escaparán a la Policía de Inmigración. Tal vez. con los años, también tendrán su basurero. Una cabeza de haitiano: 15 pesos. Negocio bueno. -¿Por qué. ahora. este recuerdo de limoneros, de cerezos florecidos. de música vienesa? ¿Por qué la recuerdo desde aquí, tia Eloísa? Perdone usted. Estoy entre presos y recuerdo que en la infancia. al verlos pasar un día. me dijo que esos eran los "hombres malos". Debo recordar otros malos, tia Eloísa. Por ejemplo, eljuez. don Gregorio. Apenas de su casa a la Iglesia. No tiene querida, un gran dato. Su puerta está cerrada siempre. como la de un monasterio de reclusos. En el zaguán, su perro Dobberman. Esto le ha evitado la costumbre de la limosna a los pobres, que no pueden pedirle limosnas. Don Gregorío, el juez. comedido, suave, se apaga su sonrisa como esa música dormilona de un 'jazz" penoso cantado por negros de Misisipi. No toma a fiado. Excelente cristiano. no quiere saber de cárceles por piadoso y santero, aunque cada día pone penas de muchos años. casi sin escuchar a los defensores. El, tiene ya su criterio. Cuando habla desde su escritorio, por teléfono. a un desconocido poderoso que le llama, toma maquinalmente el lápiz Yapunta: "¿Cómo se llama el hombre?" "¿Los presos vienen ya?" Después suele escucharse: "De acuerdo. de acuerdo, General". "Cumpliré sus instrucciones. señor! Y recuérdele a Su Excelencia mis aspiraciones"! Descolgaba. Seguía siendo don Gregorio. Seguían los abogados chillando. No importa. La gente se acostumbra: al "don" de don Gregorio. A los ahorcados diarios de esta cárcel. -¡Mire usted. acusado: hable la verdad! A usted le encontraron encima esta granadal -¿Granada? .. Yo estaba ese día en la celda!


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-Sí... una granada! Sí. esa granada! Gritaba el hombre de la voz suave, de "jazz" mortecino. (Cuidado si explota, soldado!) "El Tribunal considera atenuantes por la edad. Cumplirá cinco años de cárcel". y es todo. (Al abogadito aquél, chillón, que se lo lleven los diablos). Don Gregorio. -Desde el salón, entre los escoltas, alcanzaba a ver al Magistrado. No es viejo como don Gregorio. Es joven. Iba a juzgarme y estaba más nervioso que yo. (Desde mi captura en el "Yumero", en el frustrado viaje a Venezuela, el sufrimiento y la prisión me han tomado insensible. En cambio, el juez, estaba nervioso). Al verlo recordaba las niñas de 14 y 15 años del prostíbulo en el puerto, traídas desde lejanos "conucos" por la "tía" Caridad, la "maípíola", a venderse. El joven juez me recordaba la mercancía de la tía cibaeña. Hojeaba nerviosamente el expediente que me habían fabricado. El mismo método inculpatorio que vi aplicar a los campesinos y "reservistas" que habían matado haitianos en la frontera. Invariable método de magistrados fabulistas. Mis abogados habían estado brillantes. El mayor Ozuna salió de la sala mohino y cabizbajo después de un crudo interrogatorio de mi valiente defensor. El juez había acordado un receso. Entre tanto, en su despecho, andaba de una parte a otra. En el despacho no se veía un solo libro de consulta. Desde allí llamaba por teléfono. Alguien le respondía desde el otro extremo del alambre. Yo pensaba: "Está lleno de miedo, el pobre juez". Lo disculpaba. -Señor! Es que no hay pruebas!I!... ¡No se puede!. .. Hay que descárgalol... -Bueno... sí... Veré ... Excuse... No se violente... Será complacido Su Excelencia!...


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y colgó. Fatigado. lívido. meditabundo. Juez de colores:

amarillo. como el "cien-pies". Aceitunado. pardo. color de "cucaracha". Casi verde. ¿Estaría enfermo?... El casquete quería darle aspecto de Inquisidor. peligroso como una cobra. Mas de pronto. parecía enfermo. Estaba. vencido! "Será complacido su Excelencia". "Usted. tenía granadas de mano... CINCO AÑOS..." Lo vi otra vez tomar el auricular. Hablaba. penosamente: -Le puse cinco años al prófugo del Yumerol

Parecía desplomarse. Colgó el teléfono.


COLOFON

Esta decimotercera edición de 3,000 (tres mil) ejemplares de EL MASACRE SE PASA A PIE de Freddy Prestol Castillo, se terminó de imprimir en EDITORA TALLER, Juan Vallenilla, esq. Juanico Dolores, Zona Industrial de Herrera, Santo Domingo, República Dominicana, en el mes de septiembre de 2007.


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