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AntologĂa narrativa
Iván GarcÍa Guerra
Antología narrativa
DIRECCION GENERAL DE LA FERIA DEL LIBRO SANTO DOMINGO, REpÚBLICA DOMINICANA
2007
© 2007; EDICIONES FERlLIBRO -No. 104 ISBN: 978-99934-42-63-9
CORRECCIÓN:
Daniel Johnson Benoit DISEÑO y ARTE FINAL
Amado Alexis Santana Chalas IMAGEN DE PORTADA;
Juan Mayí IMPRESIÓN EDITORA BÚHO
Impreso en República Dominicana
,
Indice
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Presentación LIC. ALEJANDRO ARVELO
Algunos conceptos acerca de la narrativa de lván Carda Guerra...... 13 LEÓN DAVID EL GRAN CUENTO (PRIMERA PARTE)
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MIENTRAS EL ALBA NO LLEGABA
37 39 47
Agonía La tentativa ¡Paz
Paz
Paz!
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EL GRAN CUENTO (SEGUNDA PARTE)
75
EL OCASO DE PISCIS
85
Cualquier día La persecución El ocaso de piscis
87 93 97
EL GRAN CUENTO (TERCERA PARTE)
129
CUENTOS DE LA ESPERANZA ESCONDIDA
135 137 139 141 147 153
Si algo te ofende En espera de turno La parálisis Un trago largo Error de cálculo
7
EL GRAN CUENTO (CUARTA PARTE)
161
SEMANA SANTA
167 169 173 177
Miércoles de cenizas Domingo de palmas Sábado de gloria EL GRAN CUENTO (QUINTA PARTE)
La guerra no es para nosotros Vivir es buena razón No eres un hombre, hijo Ahora, cuando por primera vez La guerra no es para nosotros EL GRAN CUENTO (SEXTA PARTE)
327 Muriendo Remuriendo . , nunca VIVIO .. , Q UIZas
TRILOGíA
EL GRAN CUENTO (SÉPTIMA PARTE)
Querer, ¿para qué? Dos negros sucios Un bar llamado Coñac, coñac y un poco de inocencia Una forma de vencer SIGLO VEINTE
fcaro Siglo veinte El chillido de la nalgada Memorias del futuro 8
183 197 199 215 221 231 243 249 251 259 . 269 279 287 289 301 315 329 341 343 347 373 385
Presentación LIC. ALEJANDRO ARVELO
Director General
Ediciones Ferilibro, sello de publicaciones de la Feria del Libro cuyos orígenes se confunden con el proceso de internacionalización del evento, hoy por hoy, es parte inseparable del cuerpo cultural de la República Dominicana. En efecto, cada año es dado a la estampa un puñado de obras selectas, escogidas conforme a estrictos niveles de exigencia artística e intelectual. Los núcleos poblacionales que esperan con atención el aviso de los títulos que pasarán a engrosar la lista de obras que, en cada nueva edición del evento publicamos, son cada vez más amplios. El prestigio y el reconocimiento internacional de nuestra Feria y de su sello editorial han corrido parejos desde hace ya diez años. Desde sus orígenes, en 1998, hasta la hora presente, sus propósitos han sido los mismos: proveer al patrimonio bibliográfico nacional un rimero de títulos a través de los cuales se haga manifiesta la calidad creativa e investigativa ambiente en la República Dominicana, y mediante los cuales se viabilice, al propio tiempo, un llamado ferviente a la atención acerca de nuestras grandezas olvidadas, del pre9
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sente O del pasado, en el mundo luminoso del quehacer literario nacional. En esta ocasión, fiel a una de sus líneas de acción fundamentales, Ediciones Ferilibo entrega a la comunidad literaria y académica nacional un compendio del universo narrativo de un escritor que, por su trayectoria vital y por sus bien ganados méritos, es digno de figurar al lado de los más elevados exponentes de la narrativa breve del país. La Antología Narrativa, del laureado actor y dramaturgo Iván Garda Guerra, constituye el testimonio más elocuente de la singularidad de su prosa y de la profundidad psicológica con que suele abordar los temas que convierte en objeto de su orbe creativo. Ferilibro, toda vez que se propone servir de canal multiplicador de textos insoslayables para la historia de la literatura dominicana, asume en ocasiones el compromiso de reunir, en uno o más volúmenes, la obra dispersa o inédita de unos que otros autores o autoras representativos de una época, una generación o un movimiento. Tal es el caso de la Antología Narrativa que, jubilosos, entregamos a la comunidad nacional. Al releer los textos que la integran no hemos podido menos que afirmarnos en la convicción de que, al conmemorarse el décimo aniversario de la etapa internacional de la Feria, en el Año del Libro y de la Lectura, no pudimos hacer mejor elección. Al depositar este regalo narrativo en manos de quienes harán de este libro su luz o su sombra, sobre quienes recaerá la responsabilidad de ser juez y parte de esta selección: los lectores, sentimos una doble satisfacción: recono10
Antología narrativa
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cer a quien méritos de sobra tiene, y poner al alcance del público los frutos augustos de uno de nuestros escritores vivos más fecundos. Por sobre todas las peculiaridades, al fin y al cabo, son los lectores quienes tienen la última palabra en cuanto se relaciona con el destino estético de un libro. Sus juicios, inquietudes y valoraciones definirán el porvenir de esta obra y, por vía de consecuencia, de quien, a través de ella, ha hecho de la palabra escrita el medio de expresión por excelencia.
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Algunos conceptos acerca de la narrativa de Iván García Guerra LEONDAVID
Hoy, cuando en nuestro país arrecia la más ingrata y nimia literatura y autores imperdonables fatigan en vano los recursos de la retórica, empecinados en ignorar que lo menos que se le puede exigir a quien ha sucumbido a la tentación de dar a la estampa sus ensoñaciones es que tenga la cortesía de ahorrarnos el hastío; cuando parece habernos abandonado definitivamente la sana tradición de la claridad, y hasta las más renombradas péndolas perpetran escritos plagados de trivialidades escandalosas y desconsoladoras languideces; cuando la moda del facilismo y el hábito de la improvisación prodigan textos cuya onerosa penuria imaginativa ninguna mente despejada dejará de advertir, no obstante quienes nos asestan escritos de tan deplorable catadura pretendan ocultar sus carencias acudiendo al desconsiderado expediente del sensacionalismo y la excentricidad; hoy, insisto, es poco cuanto cuidado se ponga al momento de escoger, entre el caudal abrumador de publicaciones nuevas que las casas editoriales colocan mes tras mes en las estanterías del librero, aquella excepcional y señalada que, en orden a sus galas de estilo, jugoso pensamiento y humano espesor, 13
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merece ser prestigiada con la lectura atenta y el lúcido y reverente ... . recogImIento mtrospectIvo. A este último y privilegiado linaje de escritos que el aficionado a las letras vernáculas no debe bajo ningún concepto preterir pertenecen, si de apariencias delusivas no me pago, los relatos de apasionada alacridad que Iván Garda Guerra, haciendo alarde de una prosa decantada de desorden e impureza, de asertiva brusquedad a veces pero nunca huérfana de vis poética, insubordinado aliento y clarividencia casi intolerable, reuniera en su Antología narrativa, la cual, a poco se aventure en sus páginas el lector que, desechando las literarias baratijas en boga, busca en la obra de ficción algo más que entretenimiento huero, le obsequiará -tengo copia de razones para pensarlo así- el invaluable tesoro de una vivencia memorable que, transfigurada por la imaginación en verbo de estética y eficaz andadura, hinca raíces en esa perdurable verdad que mana de los hontanares nunca sujetos a vaivenes ni a mudanzas de nuestra humana condición. Henos aquí ante un manojo de fabulaciones de variopinto jaez, temática y enfoque que, pese a su diversidad y a haber sido concebidas durante un extenso período de décadas -que importa toda una vida consagrada al arduo oficio de borrajear cuartillas- poseen, si al cabo estoy de lo que pasa en los fragosos dominios de la poiesis, prodigiosa unidad que ha de ser atribuida, en cuanto puede conjeturarse, al acusado temple anímico del autor y a un núcleo de experiencias de vida que durante la temprana juventud conformaron su carácter, dando origen a fobias y anhelos, ideales y desesperanzas, júbilos y frustraciones que afloran por modo reiterado en los relatos de la mentada colección, aun cuando varíen considerablemente de una historia a otra anécdotas, escenarios, personajes y conflictos...
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Sobre el empleo de un lenguaje enérgico, ardoroso, pujante, que entre sus populosas prendas tiene la virtud nada común de hacer pasar por expresión directa y espontánea lo que es fruto de cálculo artístico y literaria elaboración, sobre parejas cualidades, reitero, revela el autor de las narraciones que estamos a punto largo comentandq, incuestionable conocimiento de las claves y secretos del género del cuento. En efecto, si en algo sobresale Iván García G. -acaso por instinto antes que merced a laboriosa gimnasia intelectual- es en la disciplina del contar. Posee su cálamo el don de la brevedad, el talento de enhebrar una historia que desde las frases iniciales captura la atención para ya no dejarla en libertad sino al término del relato; sabe concentrar la acción, generar la atmósfera, excitar la curiosidad y el interés valiéndose de un reducido número de personajes cuya fisonomía ha sido perfilada con concisa maestría; sabe aprovechar al máximo las posibilidades que en punto a literaria estimulación ofrece una intriga de simple nervadura, cuya ficticia urdimbre e imaginativo desplante casi nunca ponen en entredicho los apremios, sobreestimados quizás en los días que corren, de la verosimilitud. La aludida capacidad de compendiar en el argumento narrado con sencillez una experiencia que no por surgir del acaecer cotidiano deja de mostrarse relevante, única, insólita, es -lo tengo por cosa averiguada- el sello inconfundible del cuentista de fuste, de ese cuyas fabulaciones no correrán el riesgo de ser juzgadas prescindibles; y nuestro autor, Iván García, ha de ser incluido sin que nos turbe la duda ni por un instante en el selecto número de los creadores de relatos que las generaciones futuras no se resignarán a entregar a las siempre voraces fauces del olvido. Sin perjuicio de volver sobre lo dicho -lo que es en mí entestada costumbre-, yen obsequio de la concisión que reclama una 15
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comedida glosa introductoria como la que motiva este admirativo ejercicio de esclarecimiento, ensayaré registrar en los renglones que siguen algunas de las notas distintivas de la cuentística de García Guerra, rasgos que he creído vislumbrar mientras, cautivado, leía las páginas que el autor ha cometido el desliz de encomendar a mi impericia de atolondrado prologuista. En este tenor, impuesto ya a la tarea de los referidos señalamientos, dificulto que nadie me recrimine por recalcar que uno de los más fascinantes atributos del arte narrativo de Iván García G. es la vivacidad de su escritura, ese decir claro y preciso que esquiva por igual el amaneramiento retórico de culterana estofa como la sequedad pedestre de un discurso infectado de objetividad. Lenguaje el suyo que sin condescender a los desfachatados modales del sermo plebeius, logra en buena hora asordinar el diapasón demasiado alto de la lengua española. Sin resbalar jamás por la pendiente del culto latino de la forma, el autor de las fabulaciones a cuya reseña me he comprometido opta por los prestigios de la urbanidad, labrando una prosa que rehuye la vaga y fogosa hipérbole, los brumosos superlativos, el descontrolado arrebato metafórico, prosa en fin que, curando de no incurrir en exornos gratuitos, tiene el acierto de eludir por sistema la trampa de la naturalidad mal entendida, generalizada aberración esta última que es menester atribuir al vicio de la incuria y la dejadez, a cuya proliferación cabe imputar, tengámoslo por seguro, tanta invención chata, tanto enfoque avillanado, tantas páginas asiduamente desaliñadas. Otra nota privativa de la cuentística que estamos examinando es el predominio del ideal. El autor de la antología sobre la que versan estas ponderaciones es un ser humano de alquitarada sensibilidad, una de esas privilegiadas almas en las que ha acuñado su inde16
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leble impronta el ansia de perfección espiritual, el anhelo de una conducta cívica y moral -tanto privada como pública- rubricada por la rectitud y la entrega a causas de trascendente índole. Pareja aspiración de generoso sesgo humanista choca invariablemente, como el ayer demuestra, como mañana de fijo ocurrirá, con la bajeza, mediocridad y asfixiante estrechez de una realidad social para la que los elevados valores éticos no pasan de ser palabras altisonantes y vacías, por completo divorciadas de los mezquinos intereses a los que el hombre del común suele subordinar su conducta. La aparentemente insalvable distancia entre lo que es y lo que debería ser, entre el mundo harto defectuoso que nos ha tocado padecer y el que nuestra añoranza ilumina con la luz cenital de la ilusión, es la que, en el grueso de las historias que Iván García nos obsequia en la crestomatía de marras, da origen al conflicto, antagonismo inevitable que de ordinario se salda -como casi siempre sucede en la vida real- con el triunfo de la torpeza y el aplastamiento de las aspiraciones ideales. De ahí otra de las peculiaridades de la narrativa que nos ocupa: su carácter sombrío, su patético talante. El sino trágico, en el sentido prístino en que fuera concebido y plasmado por los tres magnos dramaturgos de la Grecia clásica, Esquilo, Sófocles y Eurípides, se manifiesta en buena parte de los cuentos de esta compilación bajo la forma de una espesa atmósfera de fatalidad que, más allá de la deprimente constatación de que los sucesos narrados culminen en desastre y descalabro, tiene que ver con el sentimiento casi insoportable de que la catástrofe es producto de una ominosa irracionalidad, de un opaco designio que arraiga en los más recónditos estratos de la humana condición. Semejante ceguera atávica arroja a los hombres en los fúnebres abismos de la desgracia, cual desvalidas 17
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marionetas movidas por hilos que responden no al propio albedrío sino a la fatídica voluntad de un implacable titiritero misterioso ... Aceptar tan lamentable destino sin dejar de combatir por aquello que se anhela y valora es lo que, no obstante el previsible fracaso de la virtud, el amor, la verdad y el coraje, acaba por engendrar esa dignificante sensación de grandeza moral, esa suerte de glorificación en la desdicha que los antiguos helenos asociaban con el ejercicio de la areté, término que designaba esencialmente la fuerza que permite al miserable insecto humano resistir con resignación, pero también con nobleza indoblegable, los embates del infortunio. Para dar remate a este incompleto recuento de los rasgos que confieren singular fisonomía al numen narrativo de Iván García Guerra, imposible no poner de resalto, así sea a humo de pajas, que sus fabulaciones son fruto de una obsesiva preocupación por el tema social. La épica de la lucha contra la tiranía de Trujillo primero, y luego la heroica resistencia popular frente a la invasión Norteamericana de 1965, fueron dos decisivos acontecimientos históricos que el autor vivió en carne propia, los cuales estamparon en su espíritu una imborrable marca. La nostalgia del heroísmo de dicha gesta (que impone al que la protagonizó el deber de la utopía y el fervor del ideal patriótico), el derrumbe del sueño libertario, la amarga comprobación de la sordidez y mediocridad de la existencia actual, que de aquellos ya lejanos días de pólvora y de sangre derivara, dan el tono de lúcido desencanto yempecinado desafío al impactante arte narrativo del autor. Porque aun cuando transfigurados por la imaginación creadora con propósito estético y literario enaltecimiento expresivo, las descripciones, la psicología de los personajes, las circunstancias, argumentos y conflictos que presentan las ficciones a cuyo entusiasta encarecimiento 18
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me he aventurado, revelan, hasta para la mirada menos acuciosa, un trasfondo de autobiográfica verdad. Sería ingenuidad de a libra presumir que las escuetas apuntaciones vertidas en los párrafos que anteceden dan cuenta cabal y minuciosa de las prendas que exornan la cuentística de García Guerra. No es así. En punto a materia, deslindes y precisiones, queda mucho más que el rabo por desollar. Empero, labor será esa que prefiero confiar al lector de estos viriles relatos, quien, ajeno al copioso y menudo aparato documental de la pedante crítica y a la geometría helada del concepto, sabrá calibrar con las razones del corazón -que nunca engañan- su desoladora cuanto altiva grandeza.
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El gran cuento (primera Parte)
Era de noche; la misma en que nací, aunque no la había observado o sentido por mucho tiempo. La niñez siempre es luminosa, por más triste que sea. Y la mía no lo fue: me sentí protegido todo el tiempo en mi natural introspección. Mi padre, Toribio García García, el doctor, nacido en Montecristi, había llegado a San Pedro desde Santo Domingo donde estaba a punto de graduarse en Medicina, para ayudar como practicante en el hospital San Antonio. En aquel momento allí se trataban las víctimas del ciclón San Zenón, uno de los peores que hemos tenido en toda la historia. Conoció a mi madre, Estela Guerra Martínez, unos meses mayor que él, y parece que hubo atracción desde el primer momento. Se casaron, y durante mucho tiempo hubo páginas hermosas, no por ausencia de problemas (que muchos se presentaron y de variada índole), sino por la capacidad de tierna sujeción que era pieza central de aquella dulce y melancólica mujer. Nació Lourdes Ivonne, de quien yo sería hermano tres años y quince días más tarde. Luego vine yo, el 26 de febrero del 1938. El tronco de los Guerra estaba patriarcalmente encabezado por don Calixto Guerra Figueredo, próspero «bon vivant», quien, aunque ya notablemente decadente para aquel tiempo, nunca des-
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preció los placeres, incluyendo el del sexo, ni su búsqueda en cualquier territorio. Desde toda la región oriental hasta París disfrutó de su calidad de «macho», y no sé exactamente cuantos hijos asperjó en su amplia geografía, aunque me consta que fueron demasiados. Algo que disminuye su irresponsabilidad, si es esto posible, es que le concedió el apellido a todos los hijos de la calle, hasta donde me enteré. Había enviudado bastante joven de Leticia Martínez Van Heitten, con quien tuvo cuatro hembras y un varón: Leticia María (Lelé), Luisa Estela (Teté, mi madre), Lucila Mélida (Cha), Esperanza Lavinia (Pirula, mi madrina) y Carlos. Este último, cuando muy pequeño, sufrió una infección, me parece que en los senos frontales, y, mal tratado por los doctores locales de la época, cuando lo llevaron a los Estados Unidos para intentar curarlo, ya era tarde... Se convirtió entonces en un plácido humano disminuido, cercano a la inutilidad y amante de los gallos de pelea. El único que hubiera podido prolongar el apellido, desde el punto de vista de la legalidad burocrática, no dejó descendencia, que se sepa. Los otros tíos aparecían y desaparecían en la casa solariega con naturalidad; pero ninguno estaba presente en las reuniones oficialmente familiares... salvo una: Altagracia, considerada por todos como hermana completa; sereno ejemplar con quien no había diferencias de tratamiento, especialmente en la gradación del amor. La vida de las hermanas, estrechamente unidas, con sus esposos e hijos, constituía un alegre clan que superaban sus tristezas con la simple compañía desbordante en la laboriosa diversión que culminaba con las fiestas de Navidad, de cumpleaños, y las que surgían con cualquier pretexto, incluida la Semana Santa. Llegó un momento en que todos vivíamos en la misma cuadra, (sí, como una tribu), y las diferentes casas se comunicaban por puertas siempre abiertas en los patios traseros.
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Por parte de padre, los abuelos eran Emilio García García y Filomena Garcia Marechal, montecristeños; y los tíos: Blanca, Morena, César, María Filomena (Maricusa) y Fernando. Hubo otro, Nonito, tenido fuera de la casa, muy parecido a mi papá; pero negro. Aunque todos se habían mudado en el mismo pueblito, mi relación personal con ellos no era tan cercana. Sólo los de la tercera generación logramos una cálida interacción, igual que sucedió con los primos de la rama materna. En el ambiente internacional, los Estados Unidos habían entrado en la Guerra Europea, y las cosas se pusieron económicamente mal. Para el 1944 nos mudamos a Santo Domingo, en procura de mejoría, y allí permaneceríamos. De esa manera, resultó rota la unión física de aquel variopinto grupo. Aunque la cita petromacorisana, sobre todo en la Nochebuena y el Año Nuevo se mantuvo incólume hasta la muerte del "Papabuelo". Llegué a La Capital en enero de aquel año, cuando la ciudad que sería mi amada escuela aún no era grande. Podíamos caminarla a pie con mínimo esfuerzo, y aún así, sus características todavía pueblerinas, producían constantemente situaciones como ésta: "¿Ustedes son los hijos del Doctor García?... ¿Adónde van? .. ¡Vengan para llevarlos!" Y no le teníamos miedo a nadie, porque en el ambiente de la Zona Colonial, la gente que se reconocía equivocadamente como los de «Ciudad Nueva», constituían una familia ampliada que prolongaba la sensación de seguridad que hasta entonces habíamos disfrutado. Amaba el entorno y lo que allí sucedía, la tranquilidad, el orden, la extrema limpieza. Recuerdo que pasada la media noche unos estupendos artefactos recorrían las calles duchándolas para que amanecieran impecables. Por supuesto no consideraba, como infante mimado, el precio social que se pagaba por ello.
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Estudié en varias instituciones: primero una escuelita que quedaba frente a donde vivíamos, en el segundo piso de la casa 56 de la calle 19 de Marzo. Luego ésta se convirtió en la Escuela Anexa al Instituto Salomé Ureña, donde aún está, en la Padre Billini, alIado de la Iglesia de Regina. Creo que porque dejó de ser mixta fui a parar al viejo Colegio de La Salle, en la Arzobispo Meriño esquina Padre Billini. Algo después se mudaría a la Avenida Bolívar, en el lugar en que permanece. Pronto comencé a coquetear con el Arte. Primero con la pintura en la Escuela de Bellas Artes, alIado de la Iglesia de las Mercedes; más tarde con la música en el Conservatorio o Escuela Elemental, en el edificio que hoy ocupa el Museo de las Casas Reales. Después contratarían al profesor Leroux, violista de la Sinfónica Nacional, para que me diera clases de violín (eso me pareció endiabladamente difícil), y el asunto musical acabaría con un piano que me compró papá, donde, de manera autodidacta, aprendí varias piezas clásicas, y me interesé en la composición "¡de una ópera!", la cual comencé a escribir junto con Rafael Vásquez: "Esmeralda" se llamaría y estaba basada en "El Jorobado de Notre Dame", de Alejando Dumas. Entré a la «Schola Cantorum» del Convento de los Dominicos (dirigida por Rafaelito, luego el padre Bello), con la violenta oposición paterna, que no sé bien si estaba alimentada por el prurito de clase media en aquella época, que consideraba a los artistas anormales (entiéndase homosexuales y prostitutas), o si porque, sin lugar a dudas, por culpa de mis actividades extra curriculares comenzaba a descuidar los estudios a un ritmo preocupante. No entendía la oposición paterna, porque, precisamente por su melomanía, mi casa tenía mucho de templo artístico, donde flotaban en el ambiente desde las piezas barrocas hasta "El Pájaro
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de Fuego" de Stravinski. Recuerdo afectivamente mis primeros discos de 78 revoluciones: el "Aria en la Cuerda G" de Johann Sebastián Bach y la"Marcha del Toreador" de la ópera "Carmen" de Georges Bizet. Papá mismo tocaba la flauta traversa, yen varias nocturnas ocasiones visitaron la casa Jacs Roshblafy Fransuá Bayó (así me sonaban sus nombres), respectivamente flautista y chelista de la Sinfónica Nacional, para hacer unos gloriosos momentos que yo tenazmente escuchaba pegado a la puerta de mi dormitorio, porque me obligaban a acostarme a un hora prefijada, Es obvio que desde muchacho fui cabeza dura, pues, a pesar de todas las trifulcas por mis actividades corales, no se logró que las dejara, ¡gracias a Dios!, porque allí aprendí a vivir internamente la música; además de que en aquel "Exconvento" compartí momentos felices con los que han seguido siendo mis amigos: Arístides Incháustegui, Julito Ravelo, Niní y Chichí Cáffaro, los Mellizos Pichardo, Sánchez Córdoba, Rafael Vásquez y muchos otros. No sé si por motivos económicos o por el hecho de que "no daba pie con bola", me inscribieron en el Colegio Santo Tomás, en la Padre Billini esquina José Reyes. Mas, aunque esta institución era famosa por su férrea disciplina, mis problemas con los estudios no mejoraron sensiblemente. Acabaría haciendo dos bachilleratos en la Escuela Normal Presidente Trujillo, hoy Juan Pablo Duarte, donde virtualmente terminaba la Avenida Duarte. Lo de este doble intento se explica porque el doctor y su señora querían que fuera Ingeniero (yo hubiera preferido arquitectura, por ser más artístico) y por eso me hice bachiller en "Ciencias Físicas y Matemáticas"; pero finalmente se dieron cuenta, por causa de la manera rasante en que logré terminar, de que aquello no iba a ser posible, y permitieron que me preparara para la carrera de Derecho 27
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(que yo pensaba que estaba más cercano a mi manera de ser) Por ello me hice bachiller en "Filosofía y Letras". Al fracaso de este segundo intento me referiré más adelante. Pero volvamos a lo previo: Resultaba muy divertido para mí abordar temprano en la mañana el segundo nivel de las "guaguas" públicas de dos pisos en la calle el Conde esquina Duarte, hasta el plantel escolar, donde llegábamos al instante en que comenzaba a resonar el Himno Nacional. En el trayecto, el "picher" gritaba: "Bajen la cabeza, que vienen los alambres" y aquello constituía un alegre desorden. Para el regreso, a la una de la tarde, el programa era igualmente divertido: el "calicheo", que tenía mucho de aventura. Los estudiantes bajábamos a pie, con gran alborozo, y con la sola prisa que establecía el hambre. Haríamos en horas de la madrugada el entrenamiento del Servicio Militar Obligatorio bajo las órdenes del muy famoso Capitán Jacobo, pero éste, al grupo de mi barrio no nos resultó muy difícil porque éramos altos de estatura y, como ex alumnos de La Salle, sabíamos marchar, lo cual nos convirtió en "caritas" del Comandante, que nos utilizaba como "Guardia Banderas". Además, luego de terminar la instrucción diaria, nos escapábamos (a pie) para "brillar" en GÜibia. Las quemadas del sol eran justificadas ante nuestros padres por "el abuso del maldito Servicio". La verdad que, con tantas ausencias, no sé cómo logramos graduarnos. En el 1955, un vecino español, Julio Francés, me había iniciado en el teatro. Era actor o director de los que se habían refugiado en el país a raíz de la Guerra Civil Española. Una agrupación religiosa, «La Sociedad Altagraciana de Jesús Obrero» le encomendó un montaje, probablemente para levantar fondos. Él eligió como obra «El Gran Teatro del Mundo» de Pedro Calderón de la Barca, y
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a los muchachos del barrio como intérpretes. Estaban conmigo Rafael Vásquez Guzmán, Federico Henríquez Grateraux, Ramón Mena, Francisco Peña Vasallo y más tarde José Luís Sáez (que luego sería ordenado sacerdote). Sólo el primero seguiría haciendo teatro conmigo. Yo, embrujado después de mi triunfo con el personaje de "El Pobre", ya no volvería a separarme de la escena, causando gran consternación a mi padre. Pero, en la vida privada, con mayor fuerza que las preocupaciones de él por mi integridad masculina versus el Arte, se presentaron problemas que terminarían con el ensueño de una infancia prolongada. Mis padres se divorciaron, y yo no estaba preparado para eso. De repente me llené de inseguridades y acabé en el consultorio de un psiquiatra, quien me inició en el mundo de cierta dependencia a los barbitúricos. "Valium 25" era la pretendida cura que, en realidad sólo me permitía dormir con aparente tranquilidad. Adquirí a consecuencia de aquello la determinación de no casarme nunca: "todos los matrimonios fracasaban", pensaba. Para los cánones familiares mi vida se distorsionó peligrosamente. Luego de la partida de mi padre, comencé a trabajar con la firma "R. Esteva y Compañía"; primero cerca de los muelles en el departamento de aduanas de la José Gabriel García esquina Arzobispo Meriño; luego en el local de la Monseñor Nouel con José Reyes, y finalmente en la tienda principal de la calle El Conde, también esquina José Reyes, donde llegue a ser vendedor de "Cajas Registradoras National". Junto con mis amigos comencé a pasar malas noches (que eran bastante buenas, en verdad). Me hice amigo de los cigarrillos "Cremas", la Cerveza "Presidente" y el "Cuba Libre" preparado con ron "Bermúdez" (líder en aquel tiempo) y "Coca cola».
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Los únicos problemas reales de esa etapa eran, por supuesto, los "jumos" de los fines de semana, que hacían girar mi cama de manera notoriamente incontrolable, los vómitos que intentaba limpiar sin mucho éxito y las consecuentes terribles resacas. No sé precisamente cuándo comencé a comprender que, aunque el Sol despuntaba cada mañana, y calentaba, no había día y se sentía un estremecedor frío por dentro. Mi padre no acostumbraba a hablar de política delante de sus hijos (según escuché para no incitamos a la "inútil" rebeldía y así protegernos); pero aún así una que otra vez impensadamente eructaba su antitrujillismo, como cuando se negó a colgar en nuestro hogar aquella placa que decía: "En esta casa Trujillo es el Jefe". Ya con su segunda familia, acabaría teniendo problemas con el tirano y un enfrentamiento personal con él. Creo que vale la pena contarlo. En un paseo dominical su carro rompió un fragmento de cerca de una hacienda del tirano en San Cristóbal, y ante la insolencia de un guardia que lo insultaba por haber destruido la propiedad del "benefactor de la patria", dijo que se cagaba en él. Esas cosas no se debían decir, y fue a la cárcel, de la cual se libró inmediatamente gracias a sus amistades médicas que eran afectas al gobierno. Pero desde ese momento comenzó a ser vigilado de manera amenazante. Un día, cansado de la incertidumbre, pidió una cita con Rafael Leónidas, y luego de explicarle lo sucedido le espetó: "Si un energúmeno trata de humillarlo frente a su familia, ¿no diría usted lo que yo dije?" Trujillo, con una sonrisa, le dijo algo así: "Gente como usted es la que yo necesito en mi gobierno. Dígame qué puesto quiere". Y él le respondió que sólo quería tranquilidad. Y lo logró: desde ese momento lo dejaron en paz. 30
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Pero está claro que no fue de aquello que nació mi rebeldía. Ya finalizados mis estudios de secundaria me inscribí en la Universidad de Santo Domingo (todavía no era Autónoma), en la facultad de Derecho. Y pronto me di cuenta de que eso no era para mí, por convicciones, digamos, éticas: llegué a la conclusión de que en todo juicio había por lo menos un 50% de mentira, y tal asunto convertía aquella profesión, para mí, en algo indigno. Por supuesto esto también podía ser simple justificación para rechazar los estudios formales, los cuales, mucho tiempo después me he convencido, de que nunca me han interesado. Sin embargo, allí conocí a Minerva Mirabal, que marcó mi adolescencia. Aunque no tuve ningún tipo de relación con ella, la impresión que me causó, junto con su susurrada fama, fue determinante. Y aquí tengo que hacer una introspección de manera extrovertida. Debo ser un tipo raro, o mejor aún, estoy convencido de que lo soy. Toda la literatura que he leído sobre los revolucionarios, y los relatos escuchados de boca de esos protagonistas de la historia, se refieren a abruptas tomas de conciencia, empujadas por hechos dramáticamente trascendentes. De repente los individuos se convierten en héroes o algo parecido y se arrojan decididamente en la búsqueda de un ideal o a la lucha para plasmarlo. Ése nunca ha sido mi caso. Paulatinamente me veo metido en un acontecimiento, moralmente positivo, sí; pero que no pretende hazañas, sino que se comporta con naturalidad cotidiana. Los numerosos eventos en que me he visto inmiscuido llegan a mí sin trompetería alguna, con la tonalidad inocente de las más arraigadas costumbres; vulgarmente, si se quiere. Me despierto para iniciar un día o me planto frente a las complicaciones normales o me opongo a lo que me parece injusto y en31
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frento el peligro con la misma imprecisa agitación cardíaca que no llega a ser miedo; pero que tampoco se convierte en conmoción... ¡Lo mismo para todo! No sé si logro explicarlo; pero es así: cuando me hablan de transes patrióticos y de figuras que bordean lo mitológico, no puedo evitar una media sonrisa irónica que nace de mi incapacidad de entender esas cuestiones como algo excepcional. Uno hace las cosas simplemente porque siente que debe hacerlas, y no hay sacrificio en ello, puesto que, lo que sea, es realizado gustosamente. La cronología de circunstancias fue más o menos como sigue: Nuestro grupo de gente de Teatro no cesaba de criticar la tiranía. Un día decidimos colaborar con la concienciación del pueblo. Fundado el grupo ''ARTEDRA'' (Taller de Estudio y Experimentación Teatrales), formado originalmente por Armando Hoepelman, Rafael Vásquez, Eduardo Llepes, un ecuatoriano, Ina Moreaux y yo, dirigí una lectura de la primera parte del Julio César de Shakespeare, como una incitación a lo que deberíamos hacer para salir del tirano. Para esos días se produjo la Invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo, cuyos intención y resultados nos conmovieron medularmente. Y, sin que fuera muy consciente del cómo, del cuándo ni de ningún otro aspecto del proceso, ya estaba en plena conspiración con los que seríamos conocidos como "Movimiento Patriótico 14 ." de Jumo. Más tarde le solicitaría a Franklin Domínguez que escribiera una obra abiertamente contra la situación, y de esa petición nacería "Espigas Maduras", una provocación abierta a la rebelión que sería mostrada, además de en Santo Domingo, en varias provincias.
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Comenzaron a caer en prisión mis compañeros, a ser torturados, y yo, a sentir vergüenza de estar en libertad. Trabajaba como productor de programas en Radio Caribe, institución marcada y suciamente gobiernista, donde me topetaba frecuentemente con el funesto Johnny Abbes, Jefe del Servicio de Inteligencia, quien era en realidad el que dictaba los lineamientos de la emisora. Pero, aún allí se conspiraba y, de nuevo sin darme mucha cuenta, formé parte del complot para derrocar la tiranía. Está muy presente en mi memoria un día cualquiera... para los demás. Me dirigía desde mi oficina hacia la formidable discoteca, cuando me encontré en un pasillo con el grupo de "caliés", encabezado por su jefe. Apenas superado sentí que se detenían y yo también lo hice, mecánicamente, sin darme vuelta. Escuché que el asesino preguntó: "¿No es ese el tal Iván García?". Sentí un frío que me subió del estómago y paralizó mi circulación. Pepito Guerra acababa de ser hecho prisionero y lo único que pensé fue que había dado mi nombre empujado por las torturas. Cuando ellos reanudaron su camino, yo hice lo propio, rapidante. El asunto no tuvo consecuencias, y luego supe que el querido amigo nunca había confesado. Parecería que mi temor sólo era el resultante de la oscuridad en que vivíamos. Para los últimos años del trujillato ya hacía literatura. Mi primer encuentro con la tarea del escritor fue producto de la vagancia. ¡Así como se lee! La profesora de literatura de la Escuela Normal nos pedía como tarea casera que buscáramos ejemplos de las figuras de dicción, de pensamiento y de los tropos; pero yo no quería perder mi tiempo con "sus necedades", que así consideraba su mandato; de manera que en las madrugadas, antes de volver a las clases, me sentaba y rápidamente escribía estrofas en que éstas aparecían. Estoy seguro de que ella se daba cuenta del truco; pero ob-
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viamente los ejercicios estaban bien hechos, pues fue la única mate. en que al ' una "A" . na cance Luego, recibí mi confirmación, cuando en la junta con los escrirores del grupo que había conocido a través del teatro, no sé si por envidia, decidí demostrar que también yo daba para aquello yescribí en una noche de tragos un poema, una estrofa más bien, que recité con lengua pesada. Todavía lo o la recuerdo: "Una lápida negra y una estatua blanca; Una espada de Sol sobre cenizas; Mariposas y avispas y quizás una rosa: Dulce esperanza" Payeyo (Parmenio García Troncoso), se entusiasmó y la catalogó de "Haikú", aunque me aconsejó que quitara la frase "y quizás una rosa", porque resultaba un tanto cursi. No lo hice. Orra vez, sin darme cuenta me había metido en algo nueva ... y comencé a hacer literatura: escribí algunos poemas; pero sobre todo, cuentos, muchos. Me fascinaban Tolstoi, Dostoyewski, Tchejov, y sentí que debía seguir sus pasos. No sé cuantos fueron y en algún momento se perdieron casi todos, porque nunca los di a conocer. Pretexto: no quería colaborar con el lucimiento del tirano; realidad: inseguridad; temía que fueran malos. De aquellos sólo quedaron tres, los cuales, tiempo después, aparecieron estrujados y amarillentos en el fondo de una caja. Es eso un resumen ligero de los primeros veintiocho años de mi vida, todos ellos tejidos durante la oscuridad. Sí, era la noche; 34
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pero, al menos en los últimos tiempos, bregábamos por acelerar la salida del Sol, torpemente, si se quiere; pero con mucha sinceridad y entrega. "Mientras el Alba no Llegaba" recoge esas tres piezas, de cuando apenas comenzaba a descubrir que podía escribir cosas artísticas. De todo lo que hice después es, sin quizás, lo más desmañado. Son un amasijo indefinido de variopintas influencias; no hay dominio de la técnica; y puede ser que no supiera llegar fácilmente adonde quería. Algo importante es que constituyen experiencias vívidas de lo que sentía en ese turbulento instante. Y estoy seguro de que allí comenzó un compromiso conmigo mismo o con los demás, y de que prácticamente todo lo que he plasmado desde entonces en adelante, en cualquier género, disfruta de esa íntima autenticidad... Posiblemente esa sea la importancia que tienen. Ante la situación social, la religión perdía terreno en mi proceso interno, y necesitaba un poco bromear dolorosamente. Esto produjo "Agonía". En el drama de esta pieza hay cierto rescoldo de sátira; quizás de mí mismo o algo de protesta contra los hermanos de La Salle: la mujer del pueblecito es paralela a María, la madre de Jesús, pero indudablemente adúltera; el Arcángel Gabriel no es más que un hermoso panadero y el hijo, aunque conocedor del perdón, está muy lejos del admirado profeta. . "iPaz... Paz... Paz., 1" reto· em b argo, e1 cuento que Cierra: SIn ma, si no el respeto a la religión,la cual sentía que nada hacía oficialmente para remediar nuestras penurias, al menos la compasión por los pobres sacerdotes auténticos que intentaban cooperar con el bien humano. La dolorosa experiencia del infortunado hombre de sotana, si bien recreada con la intención de adornar, responde a una irónica realidad que, en cierta manera, reforzaba mis particulares problemas con Dios.
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"La tentativa", pieza central, es la que más se acerca a lo que he llegado a ser: el hombre que intenta ser fiel a un compromiso que se auto impone, y el cuál es sin misericordia abofeteado por las circunstancias. Lo que hace el personaje central pensé intentarlo yo: algunos episodios son reales, el del Hotel Mercedes de Santiago, lo de la casa del amigo, judío, cuyo verdadero nombre es o era Emilio (no he vuelto a saber de él), y, sobre todo, la sarcástica sensación de fracaso que constituye el final. Aquí están, entonces estas páginas, testimonio de las preguntas candentes que me inquietaban mientras esperaba un amanecer.
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Mientras el alba no llegaba
Agonía
Un calor húmedo pega viscosamente las ropas a los cuerpos. Las ventanas están cerradas. El ambiente es pesado. Las velas, colocadas en un pequeño altar improvisado sobre el esquinero de la sala, proporcionan casi toda la iluminación. Desde que circuló la noticia de la gravedad del viejo, temprano en la tarde, los vecinos comenzaron a llegar. Ahora, ya cercana la noche, parece no caber una sola persona más. Todos miran alrededor con curiosidad rayana en lo insolente. En la habitación del moribundo y en sus cercanías se agrupan los más fisgones, levantando la cabeza entre rezo y rezo, mirando hacia la cama, espectantes, inquisitivos. Allí, sin que parezca percibir nada, sobre el cuerpo sudoroso del moribundo, reclina su cabeza la esposa. Todos quieren ver de frente a esa mujer que esconde su rostro entre las sábanas. -¿Se habrá dormido? -pregunta una muchacha delgada. -No creo que su descaro llegue a tanto -responde una anciana de boca pequeña que se encuentra a su lado. -Así ha permanecido desde las tres de la tarde -agrega una voz que parece surgir de un moviente abanico. Y continúa-: La última vez que se incorporó fue para preguntar por .su hijo, que no ha llegado todavía-o Ahora se percibe una malsana intención cuando concluye-: y que dudo que venga. 39
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La puerta es abierta, y después de varios segundos, en los cuales no puede verse nada por causa de la horizontal luz rojiza del atardecer, se distingue la imponente figura de una negra gorda que, saludando impersonalmente a los que encuentra en s~ camino hacia el lecho, se arrodilla y rodea con sus brazos los hombros de la mujer. El silencio se hace denso y todas las miradas se dirigen aún con más notoria insistencia sobre las tres personas. -¿Cómo sigue? -musita la recién llegada. A lo cual la otra responde algo ininteligible, sin levantar la cabeza. Conforme, aunque no informada, como si en ningún momento hubiera esperado ninguna respuesta, la negra se incorpora, y luego de rezar balbucientemente, recorre a la inversa su trayecto y va a sentarse cerca de la puerta, en un lugar que dejó vacío cuando fue al baño uno de los pocos hombres presentes. La atención recae por algún momento sobre la desconocida, y en respuesta a las inquisiciones de algunas, la anciana de boca pequeña cuenta que había sido la sirvienta de la casa en tiempo del escándalo. Al menos, eso le parece recordar. -¿Y de qué se trató el asunto? -pregunta la muchacha delgada. A lo cual responde, con gesto impertinente,. la mujer que se abanica cada vez más furiosamente desde una esquina de la sala: -Ella engañó al esposo con un panadero... -La muchacha deja escapar una exclamación de agrado. Y la otra continúa-: Ella descubrió una noche, y no hubo quien no se enterara en el vecindario. -La sola mención del asunto provoca hilaridad en la vieja, quien entorna los ojos y deja ver su desdentada boca en un gesto malicioso-. Fue terrible; pero simpático -susurra, inclinando la cabeza hacia la joven. -Algunos dicen que el panadero logró escapar antes de la llegada del marido, y que Julia justificó su presencia en el patio por aquellas horas hablándole de apariciones divinas.
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Una señora alta y huesuda hace un gesto de disgusto, y pregunta eiltre risas reprimidas, si el esposo lo había creído. -¿Quién sabe... ?-contesta. Y completa la información-: Los más comentaban que el panadero fue sorprendido en cueros y que, cubriéndose con una sábana, fingió ser una aparición, ante la cual el viejo cayó de rodillas. Pero ya saben, la gente inventa mucho... Eso fue por lo del asunto de la Virgen María y del Arcángel San Gabriel. y como ella se llama Mariana, le pusieron al muchacho Gabrielito; pero creo que su nombre era Tomás. -La joven vuelve a reír, llamando esta vez la atención de los más alejados. Y La vieja continúa-: Es una lástima que yo no sepa contarlo tal como se difundió, porque resulta verdaderamente chistoso. Pregúntenle al señor que quedó sin asiento cuando vino la sirvienta. Él es quien mejor conoce los detalles, y además tiene una gracia inmensa para hacerlo. Todas buscan al sujeto; pero éste ha salido de la habitación. Y la atención vuelve a caer sobre la esposa. Mariana tiene calor, su rostro húmedo se pega contra las sábanas ardientes y gotas de sudor frío le corren desde la cabeza hasta el final de la espalda. Le gustaría ir al baño y meter la cabeza bajo la pluma; pero no quiere enfrentarse de nuevo con sus visitantes. Está allí, inmóvil, pensando en el refugio de su casa de campo, donde quisiera estar en estos momentos, y en el amor intachable que allí desplegó su esposo que muere... Sí, su amor intachable. Julián ha sido un buen esposo. Un buen amigo. Un buen padre... Un magnífico padre, sobre todo. El también se sintió bendecido con el nacimiento de Sebastián, sin ni siquiera importarle que no fuera suyo. Su hijo... Su hijo... El timbre del teléfono la sorprende, y como impulsada por un resorte mueve sus miembros acalambrados. Una corriente de aire fresco le golpea la cara. -¿Es mi hijo? 41
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-No -le responde una voz joven-, número equivocado. El calambre, arrecia y teme asumir la anterior posición. Así, tranquila, resulta incluso agradable el hormigueo que le recorre todo el cuerpo. Inclina la cabeza lentamente, y apoyando los codos sobre la cama, oculta su cara entre las manos. Están frías, sudadas. Puede escuchar claramente las murmuraciones de las mujeres, y se pregunta por qué vienen a su casa, si les asquea tanto su aventura de la adolescencia. Busca la mano de Julián. Está rígida. Se siente mejor a su lado y prefiere no pensar en su inevitable muerte que deberá acaecer dentro de las próximas horas, como mucho. Él la confortó tantas veces cuando a ella la asfixiaba la vergüenza. Nunca le habló de su adulterio, y las veces que ella tocó el tema, buscando explicarle, él cambió la conversación y a los pocos segundos la besó en la frente. Ha llegado a querer al viejo, aunque no realmente como esposo. Amor filial, sería la mejor descripción de la relación que se estableció en su corazón. Él ocupó para ella, el rol que su verdadero padre había perdido cuando la obligó a casarse. Al principio le guardó rencor al obligado esposo; pero luego descubrió que en casi nada él podía ser culpado del matrimonio. Era natural que ella le gustara, y como en ningún momento protestó frente a él, de alguna manera creería que su atracción era correspondida. Nada hubiera sucedido, y tampoco habría nacido el hermoso joven que ella ahora espera con nerviosismo... A pesar del escándalo está satisfecha de haber parido. No podría decir que esto fue la causa de aquel momento de entrega; en aquellos meses sólo pensaba en sí misma; no podría decir que se atormentaba, más bien se sentía agonizar lentamente, dulcemente, en forma asfixiante, sin que nunca llegara la muerte. Recordaba perfectamente la angustia de aquellas noches en que dejaba la cama, descalza, sin hacer ruido para no 42
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despertar a Julián, dirigía sus pasos hacia el gran espejo del armario, donde, entre sombras se dibujaba borrosa su figura. Allí pasaba largos minutos, movilizando lentamente sus miembros y sintiendo que esas sombras, casi sólidas, acariciaban sus carnes suaves. El teléfono volvió a repiquetear, y la misma voz que antes, esta vez más cercana, dijo: -Es el doctor. -Delante de ella se encuentra un joven de cara compungida, que agrega-: Dijo que quería hablar con usted. Cuando se dirige al teléfono piensa que al menos ese joven es sincero; su expresión no puede ser fingida, aunque no se explica por qué se conduele con la situación. Toma el auricular y desde el otro lado llega la voz chillona del doctor. -¿Cómo sigue el paciente? -No sé, doctor, permanece inmóvil. -Llamaba para saber si era necesaria mi presencia. Estoy muy ocupado y no quisiera desperdiciar un minuto. -Usted sabrá. -Si no se queja de dolor, no creo que tenga que ir. En caso de que más tarde vuelva a atacarle, llámeme con toda confianza. -De acuerdo. -¿Y usted? -Bien, doctor, yo estoy bien. Corta la comunicación y permanece varios segundos con el auricular en la mano. No está bien; siente como si algo fuera a sucederle; tiene escalofríos y todo alrededor parece envuelto en una espesa niebla. Las piernas le flaquean cuando decide volver alIado del enfermo; se le antoja inmenso el recorrido hasta la cama, entre aquella hilera de ojos de lechuza que parecen querer desnudarla. Pero tiene que volver. -Es hermosa todavía -dice una voz susurrante-, ¿cuántos años tendrá?
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Con seguridad no pasa de los cuarenta y dos -responde una voz de hombre-o Apenas tendría unos diecisiete cuando la casaron. No la culpo de lo que hizo: ella era apenas una niña y él andaba cerca de los cincuenta. Sin darse cuenta, Mariana se ha apoyado en la mesa del teléfono, e inclinando la cabeza, deja caer los cabellos sobre la cara. Una mano se apoya en su hombro, y la atrae hacia atrás. Ella se deja llevar y mira a la rolliza negra que le pregunta: -¿Pasa algo? -Un ligero mareo. Ayúdame a llegar a la terraza. Necesito tomar un poco de aire... Por favor. -Dios mío, Dios mío -dice con voz tenue y llorosa-, hazme a mí pagar el pecado y no toques a mi hijo... Sólo yo soy culpable... Sólo yo soy culpable... En muchas ocasiones ha formulado la misma petición y nunca ha recibido respuesta. Sin embargo espera. No sabe qué; pero siente que algo debe suceder. Algo divino que demuestre que su oración ha sido escuchada. -Dios mío, quiero creer en ti. Dame una muestra de tu bondad. No quiero perder la fe... Pero, cuantas veces he solicitado tu perdón has hecho caso omiso de mis palabras. Cuando pedí que ocultaras a mi hijo el adulterio, te apresuraste a buscar quien se lo contara todo. Cuando te rogué palabras para justificarme, pusiste un sello en mi boca. Ahora... quiero creer en ti ... Mariana espera largamente, no se da cuenta cuanto tiempo. Está en un mundo en el que sólo cuentan el frío en la frente, el dolor de las rodillas contra los mosaicos y el esfuerzo de sus dedos crispados. Deja caer su cuerpo y queda sentada en el suelo. Comienza a llorar. Siente que una vez más ha rogado en vano. - ... ¿Quién soy yo? -se pregunta casi con el pensamient<r-. ¿Quién soy yo para hacer daño a mi hijo?
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y ahora su llanto se hace dulce, tranquilo; las lágrimas corren lentamente por sus mejillas, y el pecho se distiende rítmicamente. En las habitaciones contiguas se acentúa el rumor. Debe volver al lado de su esposo, quiere estar a su lado en los últimos momentos, y en fin, ¿a quién le importa su pasado... ? Sólo a su hijo. Y él ha sabido perdonar y ser grande muy a pesar de lo sucedido. Abre la puena y recorre rápidamente con sus ojos todas las caras, que en este momento se dirigen hacia la habitación del enfermo. Lo que miran con admiración es a su hijo que al fin ha llegado. Se encuentra inclinado sobre la cara del viejo. Se siente orgullosa de él, y sonríe llena de alivio; pero poco dura esta satisfacción; la sirvienta negra ahoga un grito con su mano y todos se ponen de pie. El viejo ha muerto.
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La tentativa
El viento le azotaba la cara con gran fuerza y el resplandor del sollo obligaba a permanecer con los ojos cerrados. Estaba cansado y aburrido, y le parecía que nunca iba a llegar a su destino. Si al menos hubiera tenido alguien con quien hablar, habría sido diferente. Pero de todos modos era mejor así; podía pensar y revisar su plan. Por otro lado, mientras menos personas lo vieran, mejor. A Dios gracias, el trayecto no había sido como se comentaba en la Capital; esperaba que detuvieran el camión a cada minuto, y hasta el momento sólo fue aminorado el paso para que el conductor dijera su nombre cuando pasó por un puesto de vigilancia. Los guardias ni siquiera se habían dado cuenta de su presencia, que en ese momento descansaba, semioculto, entre los sacos de arroz. "Lo mejor es descansar aquí"; pensó, "aunque se siente con más fuerza el traqueteo de la carretera, es preferible no llamar la atención". Para tragarse el tiempo, que se le antojaba demasiado largo, pensó que lo mejor era no pensar en él, y buscó algo en que ocupar los kilómetros que aún faltaban para su llegada. Lo primero que le vino a la mente fue el rostro plácido de Hugo, uno de sus dos mejores amigos desde hacía mucho tiempo. Ya había comenzado a cansarse de él, de su flemático carácter, de su superficialidad y hasta de su apariencia burguesa; por ello su presencia no le era tan grata ahora como cuando iban a jugar tenis al amanecer. 47
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Se imaginó que a su vuelta de la aventura en la que ahora se embarcaba, iría a su casa y le contaría todo, si es que no se hubiera enterado antes por los periódicos, que nunca lee. Entonces le lanzaría una carcajada a la cara y le diría: "Perdona, no puedo soportar la alegría que me embarga". Y ya Hugo no lo volvería a mirar con aquella expresión de superioridad o pena. Tendría que darse cuenta de su superioridad y de que su proceder no era fruto del exhibicionismo, sino de una más amplia visión del mundo y sus cosas. "Tiene espíritu de viejo, como todos los demás. Estoy seguro de que la juventud de cualquier parte del mundo hubiera aceptado mi plan como bueno, y se habría lanzado, sin pensarlo mucho, para realizarlo. La fogosidad y el espíritu de aventura son cualidades de nuestra edad, y no basta redondear los veinte años para llamarse joven. Son, más bien vejestorios tempraneros; ancianos que nacieron al borde de la niñez, sin pasar siquiera por la adolescencia. De los patines pasan al esclavizador trabajo hasta el final de sus días, y de los helados y las paletas se deslizan a las putas, como cualquier viejo verde. Nunca sienten la menor inquietud por lo desconocido; ni siquiera una curiosidad ligera. No están dispuestos a sacrificar, en ningún momento, la más pequeña de las comodidades por la más grande promesa oculta. Lo desconocido y misterioso cubre su necesidad en ellos en la televisión o en las salas de cine, yel atractivo del albur en los traganíqueles, siempre que no se gasten más de cincuenta centavos" . Sólo Félix, su otro íntimo, podía comprenderlo, y por ello se salía de esa clasificación, aunque era completamente diferente a él. Aparte de sus ideas sobre política, en todo lo demás tenían gustos diametralmente opuestos. Inclusive en su manera de comportarse se diferenciaban: era callado y él parlanchín; un idealista y él un práctico. Todos se extrañaban de cómo dos caracteres tan opuestos hubieran podido mantener un compañerismo tan largo.
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El camión aminoró la velocidad, y la voz del conductor pareció surgir del campo abierto: -¿Está ahí? -Claro -respondió, levantándose rápidamente y asomando la cabeza por un lado del vehículo. Una negra cabeza se asomaba por la ventanilla, mirando hacia atrás. -Vamos a llegar a un puesto de guardia. Si le preguntan algo, diga que es un ayudante mío; un peón. -Está bien. Basilio se sentó en el borde trasero de la cama del camión, dejando balancear sus piernas como lo había visto hacer con frecuencia a los obreros de la ciudad. Un temor repentino lo asaltó; su cédula de identidad marcaba "estudiante"; pero se calmó de nuevo, pues estaba seguro de que el guardia no sabría leer. El vehículo se detuvo, y el fuerte aire que le golpeaba cesó de golpe. Hacía calor. Los pasos recios de un par de botas militares se acercaron a la ventanilla del conductor. Hablaban; pero no podía entender lo que decían. Luego el taconeo se dirigió hacia la parte trasera, y Basilio vio aparecer una figura kaki que se resguardaba detrás de una ametralladora. -¿Eres el peón? -Sí -dijo con un hilo de voz-, y el guardia, dando dos pasos atrás, gritó que podían seguir el camino. La brisa volvió a circular cada vez más rápida y más cortante. El mojón marcaba 90 kilómetros, o sea que faltaba todavía un buen trecho por recorrer. Recostó la cabeza sobre uno de los sacos, y comenzó a contar los postes del alumbrado.
**** Lo primero en hacer al llegar al pueblo fue buscar un hotel dónde pasar la noche. Había decidido que éste sería el más barato 49
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del lugar; pero cuando fue a registrarse al contador no pudo evitar sentirse asqueado y buscó otro que se encontraba en una de las calles principales. "Después de todo, sólo será por una noche", pensó. "No necesitaré el dinero cuando esté en las montañas, y por lo menos podré evitar llenarme de chinchas en una cama de cincuenta centavos " . En su habitación permaneció el tiempo indispensable para lavarse la cara y las manos, y cambiarse la camisa, que estaba llena de polvo de la carretera. Se miró en el espejo las facciones enrojecidas por el sol, peinó cuidadosamente sus cabellos, y sin cuidarse de las mudas de ropa que había dejado esparcidas por el suelo, salió a la calle, en busca de la residencia de Félix. Basilio había conocido a Félix hacía ya muchos años, cuando éste vivía en la Capital, a unas pocas cuadras de su casa. Luego, su amistad se había prolongado hasta la Universidad, donde lo veía todos los días, aunque estudiaba en otra facultad. Dudaba si visitarlo o no, para no perjudicarlo; pero a última hora decidió hacerlo. No deseaba que su huida a las montañas quedara completamente obscura, para que, en caso de no volver, alguien pudiera decirle a sus padres cuál había sido su destino. Además, en honor a la vieja relación, sentía que merecía conocer su plan, y sabía que a él no le importaría si en verdad había algún riesgo en el encuentro. No quería pensar en el asunto; pero por momentos temía morir, cosa que en ningún momento anterior se le hubiera ocurrido que fuera posible. "De todas maneras", se repetía una y otra vez, "es preferible esta clase de muerte que aquella otra a la que están obligados todos mis conocidos" . Caminó bastante, antes de encontrar la calle, o más bien el camino en el cual se encontraba la casa de Félix. Desde el lugar en que se desviaba de la carretera hasta donde era posible verse trozos de
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una fachada rosada entre los árboles, todo el trayecto estaba lleno de lodo. Para vadear el espacio Basilio se vio obligado a saltar de piedra en piedra, sin que por esto pudiera evitar mancharse los zapatos y el ruedo de los pantalones. Félix se encontraba en la terraza delantera, rodeado de varios libros y cuadernos. Una botella de Coca-cola, semivacía, descansaba a sus pies, y un vaso repleto de cubitos de hielo tintineaba en su mano. Al ver llegar a Basilio, sonrió abiertamente y poniendo el vaso alIado de la botella se levantó de un salto y caminó hacia él. -¿Tú por aquí? ¿Qué buenos vientos te traen? -Saludos, viejo -le respondió, mientras limpiaba el barro de sus zapatos en un felpudo que se encontraba al borde de la galería-o lamento ensuciarte esto; pero no me queda otro remedio si quiero entrar a la casa. -Vamos, Basilio; para eso lo hemos puesto. -y mientras entraban, agregó-: Siento mucho que te hayas manchado; pero el gobierno se niega a arreglar el camino, y papá dice que no es asunto suyo tampoco. Cuando se seque le pasaremos un cepillo y no quedará casi nada. -¿Está tu mamá en casa? -No. Ha ido en compañía de papá a la bodega a comprar provisiones. Tenemos miedo de que escaseen con esto de la inva., P ' '~ \ven, r ., SlOn... ero, cuentame, ¿que, haces por aqUl.... slentate; ponte cómodo. -Cuidado si te molesto. Estabas estudiando ... -De ninguna manera. Comencé desde temprano en la mañana y ya no lograba entender lo que leía. ¿Quieres un refresco o un Cubalibre? -Lo segundo, por favor. Félix se levantó diligente y entró en la casa. Un muchacho bien parecido, de cabellos claros y ojos marrones. Carácter alegre y una
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inteligencia envidiable. Como casi nunca iba a la universidad, pagaba al bedel para que hiciera aparecer en el registro el número de asistencias reglamentarias y a fin de curso presentaba sus materias y lograba notas sobresalientes, a pesar de las ojerizas y protestas de los catedráticos, que juraban que nunca lo habían visto. Basilio pensaba la mejor manera de comunicarle a su amigo sus propósitos, cuando esté entró con dos vasos en la mano. -Perdona que no te haya puesto una bandejita. Pero mamá las guarda tan bien que nunca puedo encontrarlas. -Mejor así, nunca me han gustado. -¿Qué se cuenta en la Capital?, -dijo mientras se sentaba y arreglaba los libros-o Puedes hablar sin miedo, que por aquí no vive nadie y la sirvienta fue a su campo al entierro de una hermana. -De política no se dice nada. Todo parece indicar que ese asesino seguirá gobernándonos por mucho tiempo. -No creas. -¿Por qué lo dices? -Esta situación económica no puede sostenerse por mucho tiempo. Todos los comerciantes se quejan de lo mal que les va. Mira, por ejemplo, papá, como sabes era uno de los más grandes productores de tabaco en la República. Pues, entre los robos que le hace el viejo sátrapa y la escasez de dinero que reina en todas partes, apenas ha logrado sacar lo necesario para mantener su plantación. -Sí. Pero nadie se queja. Nadie protesta. -Hacerlo equivaldría a firmar su propia sentencia de muerte. -Por eso pienso que permanecerá en el poder hasta que se le ocurra morirse. Y ni aún así, porque quedarán los hijos y hermanos que son tan fieras como él. -Estás equivocado. Llega un momento en que ya no es posible soportar más. Mi familia y la tuya todavía podemos decir que se encuentran bien; pero hay miles largos de personas que pasan ham-
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bre, y siempre llega un momento en que los instintos naturales de conservación en el hombre vencen a todos los convencionalismos y temores. Se presenta una alternativa, entonces: o luchar por el bienestar y la libertad, con riesgo de perder la vida, o perderla fatalmente, poco a poco, a causa del hambre y las vejaciones. Ese momento ya se está dando a sentir, y pronto se presentará con todas sus consecuenCias. Basilio pensaba igual que su amigo. Estaba seguro de que todo eso sucedería algún día. Lo acataba como una ley natural; pero, también creía que era posible ayudar a la naturaleza. Pensaba que no es de hombres presenciar el transcurso de la vida sin intervenir para retrasar o acelerar sus procesos, según conviniera. Por eso había abandonado su hogar, y por lo mismo estaba decidido a seguir hasta el fin con su plan. -¿ y tú qué puedes contarme?, -preguntó, después de un corto silencio en el que simuló ocuparse de sacar un pedazo de hielo del vaso. Félix pensó lo que contestaría. Buscó si tenía algo que contar a su visitante, y por más que intentó nada pudo encontrar, en vista de lo cual expresó su carencia con un movimiento de hombros. -¿Cómo es posible?, -insistió Basilio-. Tú que estás a dos pasos de las montañas deberías saber un montón de cosas. -Ah, te refieres a esos, -expuso Félix, dando a entender con la expresión del rostro que no les concedía importancia. El asombro de Basilio ante la actitud de su compañero no pudo dejar de manifestarse en un gesto momentáneo de ira. -¿Es que los crees poca cosa? -Son unos tontos. No me explico ... -y calló antes de terminar la frase. Sus ojos marrones brillaban de una manera extraña, y parecía que de un momento a otro iba a echarse a llorar. Basilio se sintió incómodo, y esperó hasta que Félix decidiera continuar la con-
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versación sin levantar la cabeza-o Los están matando a todos. Es absurdo que vinieran tan pocos, conociendo el ejército tan numeroso que posee este hombre. -i¿ y lo dices así, tan tranquilo?! -Me cuesta hacerlo para no volverme loco. Quisiera que vieras la cantidad de camiones que pasan llenos de guardias armados desde que aterrizaron. -Se comenta que no pueden con ellos. -Les da trabajo exterminarlos. Son valientes. Pero tarde o temprano los vencerán por cuestión de número. ¿Y la juventud de aquí no ha intentado nada para ayudarlos? -¿Qué podría hacerse? -Ir con ellos. Félix lanzó una carcajada preñada de dolor que hizo hervir la sangre de su amigo. Pero no era alegría, sino dolor e impotencia lo que de ella se desprendía. Sus labios temblaban sin poder articular una sola palabra, y sólo después de un buen rato, sin lograr coordinar sus pensamientos, los expresó alocadamente. -Lo crees muy fácil, ¿verdad?, como si estuviéramos en los tiempos de las grandes aventuras novelescas, o como si fuéramos "Don Quijotes" ... No, no es posible, te lo digo. Los que han estado encarcelados y han sido torturados hasta casi morir pueden decirte cuál es el verdadero precio que se debe pagar por ser revolucionarios románticos. Los cadáveres de esos muchachos han invadido el territorio. Ellos y los otros cuerpos putrefactos de los que han venido antes y los que han sido asesinados en sus casas yen las calles podrían contarte qué valor tienen las locuras que se cometen por patriotismo. Han perdido la libertad y la vida, ya pesar de su sacrificio todo sigue igual: la misma miseria, la misma brutalidad, la misma desesperanza. ¿O es que acaso crees que yo no he pensado en irme con ellos y ayudarlos? .. Lo he pensado en muchas ocasiones e igual nú-
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mero de veces me he convencido de que sólo lograría traer la desgracia sobre mi familia, y regalarles un cadáver que tal vez nunca verían y que no podría mitigarles el hambre a que se verían condenados. Lo he pensado, sí. Varias noches he permanecido insomne, atormentado por que creía un deber hacer algo. Pero la única conclusión válida que se presenta pertinaz es, que la sociedad no puede exigirnos tan grande desprendimiento que nunca tendrá recompensa. Después de dicho esto, Félix pareció calmarse un poco y dejó de pasearse nerviosamente. Seguía sintiéndose responsable, en parte, de la situación; pero no podía evitar reaccionar de la manera en que lo hizo ante las palabras de Basilio. Consideraba una obligación de la juventud el defender la libertad de la patria, y se despreciaba porque no encontraba la forma o, ¿el valor?, para hacerlo. La sugerencia del otro había lastimado una llaga ya vieja en él; pero aún abierta, purulenta y dolorosa: por momentos se sentía cobarde, y no podía resistir que alguien, además de él mismo, lo supiera. -Si lo crees tan fácil. .. ¿por qué no vas tú? -agregó con intención de hacerle ver que también era un pusilánime y no sentirse solo en su humillación. -Vaya hacerlo -respondió Basilio-. Mañana salgo con la intención de unirme a ellos. Al decir esto, un escalofrío corrió por sus miembros y una sensación de alivio se apoderó de su espíritu. No pensaba que iba a ser tan sencillo comunicarle su intención al amigo. Le había preocupado que lo tomara a broma y se riera de él. Pero, al escuchar las palabras de Félix, creyó comprender que éste lo consideraba lógico, y que si no había tomado una resolución era por causa de su apocamiento. "Soy superior", pensó al ver la cara anonadada del otro, y esa misma idea le revoloteó en sus pensamientos cuando media hora después dejó la casa, mientras Félix le decía adiós tristemente, apo-
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yando la cabeza, sin fuerzas, sobre uno de los pilotillos que soportaban el techo de la terraza.
**** En un salón de baile que quedaba a dos o tre~ casas del hotel no cesaba de sonar una vellonera repleta de ritmos populares. Hacía calor. Era la primera vez que dormía fuera de su casa, y aunque eso lo entusiasmaba, no podía dejar de sentirse incómodo. Y sobre todo, había tanta bulla por los alrededores, que ni pensar en dormirse. Podía escuchar con claridad las voces de las mujeres libres que discutían a voz en cuello con sus chulos. En la habitación de alIado conversaban dos hombres; pero por más que se empeñó en entender lo que decían, sólo percibía palabras aisladas, lo cual disturbaba más sus pensamientos que los ruidos de la calle. Trató de imaginarse que hablaban de él; pero pronto desechó la peregrina hipótesis. Al llegar de la visita a Félix había permanecido cerca de una hora en el bar del hotel, y no podía calcular cuantos vasitos de ron se había bebido. Fueron muchos, y sin embargo apenas se sentía mareado. Luego pidió la cena, viéndose obligado a interrumpirla a causa de un repentino y fuerte dolor de cabeza. Achacó el malestar al exceso de alcohol; pero luego pensó que más bien se debía al sol que había recibido en el trayecto. Tomó dos aspirinas, y luego de bañarse se acostó, con la esperanza de dormirse en seguida y así reponerse del cansancio para la mañana siguiente. Pero todo fue en vano. Calculaba que llevaba cerca de una hora tendido bocarriba con los ojos cerrados, y no lograba sentir ni pizca de sueño. En la habitación contigua rieron los dos hombres y él, sin saber por qué, se sintió contagiado y comenzó a reír también, primero con suavidad y luego, convulsivamente. No tenía fuerzas suficientes para sobreponerse, y sólo cuando parecía que iba a esta-
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llarle la cabeza, logró calmarse. "¿Qué me sucede?", pensó. Y logrando vencer la abulia que lo agarrotaba pudo sentarse en la cama. Todo parecía dar vueltas a su alrededor: el espejo, la cómoda, los árboles que podían verse a través de la ventana, las voces de los vecinos y los gritos de las mujeres en la calle. Levantó sus manos, esperando verlas temblar, y se asombró al encontrarlas tan serenas. Sólo ellas permanecían tranquilas en aquella confusión. Cerró los ojos y fue tranquilizándose poco a poco, mientras sentía correr un sudor frío por la frente y las sienes. "Me da lástima Félix", pensó. "Conozco perfectamente el problema por el cual está pasando. En el pasado yo me sentí como él muchas veces. Es difícil darse cuenta de que ya se ha dejado de ser niño, y que se tienen otras obligaciones además de estudiar y buscarse una esposa. Se encuentra en la encrucijada en la cual debemos escoger entre la vida muelle y las responsabilidades a que nos empuja la situación. Es difícil, lo sé: no todos logran escoger el camino que verdaderamente le conviene, y pasarán el resto de sus vidas hundidos en una nube de remordimientos y mediocridad... Yo estimo a Félix, y desearía que no desperdiciara su juventud. Es un muchacho inteligente y merece lo mejor. Si tuviera más tiempo lo habría convencido de que le convenía acompañarme y librar la misma batalla que yo. Él hubiera sabido comprender. No se habría excusado como lo hizo Hugo. Claro está, tienen caracteres diferentes. Félix se parece más a mí. Se preocupa con mayor interés de los asuntos elevados; no como el otro que pierde el tiempo miserablemente tratando de aprenderse de memoria las reglas de urbanidad... Me di cuenta exactamente de cuál era su manera de ser y sus aspiraciones el día que me dijo que consideraba mis acciones falsas y extravagantes. Después de tantos años considerándolo un muchacho aventajado, resultó ser tan vulgar como todos los demás. Por lo visto, sus ideas avanzadas no eran sentidas; todas las apariencias que me había mos-
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trado no eran más que eso: fachada. Sólo así podía explicarse que me catalogara entre los snobs, cuando tantas veces había fingido gozar de mis mismas peculiaridades Félix es diferente... él comprende... la inteligencia... superior " Sin darse cuenta se había ido reclinando sobre la cama, y también sin notarlo quedó dormido profundamente.
**** Al igual que el camionero que lo había traído desde la Capital, éste también mostró reparos para transportarlo a la región del norte. Mucho trabajo le costó convencerlo; pero después de unos cuantos minutos de discusión y de unas cuantas papeletas, accedió a llevarlo. Antes de salir, Basilio compró unas cuantas frutas con la idea de comérsela durante la trayectoria, ya que no había desayunado en el hotel por haber salido demasiado temprano. Cuando el camión salió a la carretera aún no había amanecido; apenas una tenue claridad despuntaba sobre los árboles. La temperatura era sofocante y unas nubes color pizarra presagiaban lluvia. El dolor de cabeza era menos fuerte que la noche anterior; pero un mal sabor que le llegaba desde dentro lo atormentaba. Apenas comenzaron los hoyos en la carretera, una náusea lo obligó a permanecer tranquilo. Llevaban recorridos unos diez kilómetros cuando una fuerte lluvia comenzó a caer. Según el pequeño mapa que guardaba en el bolsillo de su camisa de dril, aún faltaban unos cinco kilómetros para el lugar en que debía apearse e internarse en las montañas. Tenía frío. Llegados al lugar señalado, se levantó titiritando y dio unos golpecillos en el vidrio de la ventana del chofer. Éste volvió la cabeza unos segundos y luego siguió manejando. Basilio volvió a golpear y
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aprovechó cuando aquél miraba, para hacerle señas de que detuviera el camión. Luego de poner cara de disgusto así lo hizo. De un ágil salto bajó al pavimento y se dirigió hacia la ventanilla. -¿Qué quieres? -preguntó el camionero, bajando el vidrio. -Aquí me quedo. "Es tas ' 1oca.. ;¡I ~·Ad' . . ;¡ -I~ on d e qUIeres 1[•••• Basilio no supo qué responder y se escurrió los cabellos mirando la carretera que se prolongaba sinuosa. - ... Por aquí no queda ninguna propiedad -continuó el hombre preocupado y mirando al muchacho con una mezcla de lástima y miedo. -Hasta aquí voy -insistió Basilio, y comenzó a caminar en dirección contraria. -No puede... Después, si le pasa algo, dirán que yo lo traje y me veré metido en una complicación. Basilio continuó caminando sin voltear la cabeza, en vista de lo cual el camionero subió el vidrio y reanudó su camino profiriendo maldiciones. Cada minuto llovía más fuerte, y apenas podía verse a pocos metros de distancia. No bien se había alejado del camión, pensó en posponer su aventura. Una especie de temor estuvo a punto de hacerlo montarse de nuevo. Pero ese mismo desgano que sentía desde la noche anterior lo obligó a permanecer callado y seguir caminando. Las náuseas aumentaban y a cada paso que daba le parecía que iba a caer. Caminó por los montes y se sintió muy cansado. Las ropas se pegaban a su cuerpo y pesaban como si fueran de plomo. Anduvo dando tumbos. No dejaba de llover un solo instante. Tropezó y se desplomó varias veces. Se resguardó debajo de unas rocas y allí cayó la noche sobre él. No supo cuándo ni cómo. Sólo escuchaba el golpear de la lluvia
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sobre las hojas y los latidos de su corazón cada vez más fuertes. Sentía sus miembros paralizados por el frío. En un momento temblaba y al siguiente parecía quemarse por la fiebre. Escuchó pasos; pero no sabía si soñaba. Comenzó a tronar fuertemente; pero tampoco reconocía si eran disparos. La angustia le impedía respirar, y se vio dentro de sí mismo, caminando entre las nubes. Varios soldados le perseguían, sin que pudiera distinguirse si eran amigos o enemigos. "Si llevan barbas serán revolucionarios", pensó, y se detuvo a mirarlos... ¡Los hombres no tenían rostros! ¡Sólo un ojo pendía del vacío sobre sus cuellos! ... Las espinas destrozaban sus piernas y ya nos las sentía. Disparaban a sus espaldas, y se detuvo ... pero los árboles continuaban pasando a su lado. Un precipicio se presentó delante de sus pies, y pudo salvarse de rodar por él, agarrándose al único árbol que quedaba. Volvió a correr, sintiendo que sus perseguidores le pisaban los talones. Flotaban militares por todas partes y le disparaban a boca de jarro. No sentía ningún dolor y le atormentaba esa sensación de estar muerto... Quería decir que era un amigo; pero ningún sonido salía de su boca. Sin embargo, los otros decían que no les importaba. Había un gato delante de él, y lo tiró contra los soldados. La voz de Hugo daba la orden de disparar.
**** -¿No han llegado todavía? -preguntó una voz ronca que no ., reconoclO. -No tardarán, -respondió otra más aflautada. -Por fin ha dejado de llover -comentó la voz anterior. Yagregó-: ¡Gracias a Dios! Con tanta agua esta subida se pone muy peligrosa. El corazón de Basilio dio un brinco, y abrió los ojos. La obscuridad sólo le permitía ver que estaba en una habitación con paredes
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de madera. Trató de incorporarse sobre la vieja cama en que estaba acostado; pero apenas pudo moverse. La voz gruesa continuaba hablando: - . " Mandé a buscar cigarrillos con uno de los campesinos. ¿No querías nada de la bodega? El otro respondió; pero no pudo entender lo que había dicho. Unos pasos se alejaron corriendo y una nueva voz resonó en la distancia. Basilio no podía verificar dónde estaba; pero se sospechaba que en mano de los expedicionarios, puesto que de ser lo contrario de seguro se encontraría custodiado y en otro lugar; una fortaleza, por ejemplo. Trató de distinguir algún otro objeto, mas le fue imposible. Cada vez que hacía un intento por levantarse, la cabeza se le ponía vana. Se sentía muy débil; pero aparte de la flojedad en todo el cuerpo no tenía ningún otro malestar. Estaba desnudo y a su cuerpo sólo lo cubría una gruesa colcha militar. Quiso llamar; pero recapacitó y decidió que mejor era guardar silencio. Fueran quienes fueran los que lo albergaban, harían preguntas al saberlo despierto, y él no tenía fuerzas para contestarlas. Nuevamente las voces hablaban afuera, todas juntas, y se acercaron a la habitación. Basilio agarró fuertemente la colchoneta con ambas manos cuando sintió al grupo de personas junto a la puerta. Ésta fue abierta y varios bultos se proyectaron contra la claridad. -¡Debía matarlo! -dijo una voz que se le antojó conocida. Trató nuevamente de sentarse y pudo levantar un poco la cabeza. Uno de los bultos se acercó a la cama, y él, consciente de su impotencia para hacer nada, cerró los ojos. -Basilio -dijo la voz del que se había acercado-, ¿cómo te sientes... ?Ya nos tenías preocupados ...
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Entreabrió los párpados y tímidamente miró al que le hablaba. Era Félix, quien le sonreía como se acostumbra a hacer con los enfermos. - ... Hemos hecho venir a tu papá. Lo siento; no me ha quedado otra alternativa. y le dio unas cuantas palmadas cariñosas sobre una de sus manos. Basilio quiso decir algo; pero no sabía qué... Lo único que le vino a la mente fue un sarcástico rostro de Hugo. Tenía ganas de llorar.
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¡Paz... Paz... Paz!
No te hablo de la paz del mundo, Señor; me refiero a la mía... Egoísta, sí; pero, ¿cómo mentirte? .. Ya la aspiración de la otra se aparto de mí, empujada por este tremendo fracaso. ¿La paz del mundo...? Pienso que ésa sólo puede conquistarse con el arma que aniquilara toda ambición de los hombres; que exterminara a los humanos con sus malsanas pretensiones y hasta con sus locas esperanzas, que lo entregan a la perdición. Perdona estas palabras, más impropias en mí que en cualquier otra persona; pero al menos contigo puedo y debo ser sincero. Contigo, si existes, no valdría la pena ser de otra manera... y yo quiero que seas. Necesito que seas. Es preciso que haya alguien a quien yo pueda recurrir, aunque no me responda. Alguien a quien yo le cuente, como a mí me cuentan los que vienen en busca de tu perdón. Paz, Señor... Aunque sea con la muerte, no importa... Aunque sea mediante la depravación total, aún esto serviría. Porque lo que necesito es algo que elimine en mí el peso de este remordimiento. Pero, ¿quién puede creer nada? ¿Cómo puedo yo creer en nada? Ellos tienen en quien apoyarse, en mí. ¿Y yo en quién... ? ¿En ti... ? ¿Me ordenarás ahora que rece tres avemarías y un acto de contrición, con el firme propósito de enmienda... ? ¿Sería suficiente? 63
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¡Cómo quisiera no dejar de creer en ti! ¡Cómo quisiera encontrar una justificación a esta tortura: purificación; promesa de santidad; pago de culpas pasadas. La más burda y ridícula excusa. Cualquiera... Pero, ¿cómo puedo creer en nada? Si yo, que supuestamente estoy entre los privilegiados de tu orden; yo, que he sido ordenado como un intermediario de tu gloria; yo, que siempre pensé que te serví en el mejor nivel posible para los mortales, me he convertido en un instrumento de la maldad. Si al menos me hubiera conformado con ser lo que la vida me prometía, todo aquello que se le ofrece a cualquier hombre en la tierra: el modesto abogado sumergido en legajos, sin tiempo para nada más; el padre de familia, creyendo tener un mundo de infortunios encima con los problemas de su mujer; o el solterón aburrido que se emborracha constantemente para matar su soledad... Pero no. Tenía que ir más lejos... Nací lleno de locas pretensiones. De ambiciones, sí, que no es posible darle otro nombre a las estúpidas ansias de superación que me han empujado. Tenía que intentar descubrir tus indescifrables misterios, Señor. Llegar hasta lo último; hasta establecer la duda como única certeza; y aún, hasta constatar la inevitabilidad de mi . . impotenCia. Ya no hay mares que se abran para la salvación; no hay soles que se detengan para la destrucción; ya ni siquiera tenemos entre nosotros quien por su voluntad pueda perdonar... Y no puedo evitar el pensar que estos prodigios han sido como mis pequeñas mentiras del confesionario, que tienen la virtud de salvar almas, o al menos de reparar tranquilidades; pero nada más. Esta mañana, por ejemplo, la señora Almánzar estaba preocupada porque comenzaba a odiar a su esposo. Yo le dije: «No es nada doña. Esto puede significar su gran triunfo, puesto que la gran misión cristiana es el sacrificio, yes uno muy hermoso el renunciar a las 64
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pasiones, aunque sean justificadas, naturales en una mujer que ha sido herida como usted... " y ella se fue feliz, convencida de ser casi una mártir, una santa. Tranquila... ¿Sabes por qué lo hice? .. No sólo porque haya verdad en el fondo, y ni siquiera solamente para conciliarla con la calma. Lo que intentaba era salvar un matrimonio, que probablemente no merecería ser salvado. Con la esperanza de que, quizás un día, el estúpido cuernero se ablande y piense: «Mi esposa es buena; no merece lo que le hice; debería quererla... " Aunque esto llegara en la ancianidad de la pobre infeliz. Una falsedad que busca certeza, cierto... Pero, ¿cómo puedo engañarme a mí mismo? ¿Adonde quién tendría que arrodillarme para levantarme puro... ? Ante fray Fernando, con su panza de sibarita; ante fray José y sus intrigas; ante fray Iginio que no muge porque sus cuerdas vocales no se lo permiten? ... Tal vez ante el hermano Luis ... Con ése, quizás. Es tan callado, tan circunspecto ... Pero es mejor conservarlo en silencio. Sí, Señor, es mejor así... y mientras tanto, ¿qué? .. Mis votos se quiebran como hostias. Y ni siquiera puedo decir que me importa... Contigo no valen excusas, ni cuentos. Si no tuviera consciencia de mi gran culpa puede que intentara lograrlo frente a la descascarada imagen de tu crucifixión que tengo sobre mi escritorio; pero no, no basta con musitar dos o tres oraciones para borrar lo imborrable. De todas maneras, tú sabes muy bien, que hago cuanto está a mi alcance. Cosa que tal vez tú no puedas decirme a mí. ¿Sabes lo último que he esperado? .. El cansancio. Ese sublime cansancio que no llega. Esa náusea de la que tanto se habla en la actualidad, y que acabaría por producir vómito. No. Nada de eso. Me maravillo de mi capacidad de resistencia. Soy una tensa cuerda que no acaba de partirse.
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Y, Señor, con tan sólo treinta y cinco años. Con siglos por delante de mí. Con una salud de roble ... Hace dos días fui al médico aquejado de fortísimos dolores de cabeza... No. No era cáncer. No era nada. Ni siquiera algo benigno... Tal vez la deficiencia de fósforo podría significar algo, me dijo. Pero, lo sé, era un mal inventado. Quizás agotamiento... Nervios... El doctor me dijo que podía durar hasta los ciento veinte años. Y, por supuesto, no será algo tan largo; mas sí lo suficientemente extenso para morir, en el ínterin, mil veces...de sufrimiento. Sí, Señor, no puedo negar tu originalidad. El asunto tenía que suceder una semana antes del final. Para negarme, inclusive, la oportunidad de vengarme de mí mismo. Si la situación hubiera continuado habría llegado a ser fácil terminarlo todo. Y hacerlo con dignidad; en defensa de lo que tú dices que defiendes: la sublime libertad, el eterno amor, la quintaesencia de la paz... Iba bien encaminado. Un pequeño esfuerzo más y me hubiera tocado mi turno: «víctima de la tiranía»; un réquiem con todos los honores, y la respetabilidad de la iglesia; de tu iglesia, salvada en la persona de un solo sacerdote ... El cura digno. Lo que ahora no soy... Tienes un negro humor fantástico. Pareces poner la salvación al alcance de nuestras manos y... ¡Nada! Un magnífico sistema de espejismos inagotables. Una inmensa y refinada sala de horrores. Me engañaste, sí, Señor ¡por momentos me hiciste creer ser un héroe! -Quiero hablar con el director del Servicio de Inteligencia... Ah, ¿es él quien habla? Aquí Fray Lorenzo ... No diga que le agrada escuchar mi voz. Lo he llamado para decirle, que ya pueden ustedes abandonar sus tácticas para atemorizarme. No lo lograrán. Seguiré desenmascarándolos desde el púlpito. Sí, desde la sagrada tribuna, como corresponde a mi ministerio... No sea usted hipócrita. Claro que sabe
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de lo que le estoy hablando ... Por supuesto que sí. Y no abriré esa puerta aunque se les gasten los puños tocando... Vamos, ¡por Dios!, no creo que su inteligencia sea lo bastante aguda como para lograr engañarme... Ja!, sé lo que quieren. Como mis sermones no son lo bastante obvios para que por ellos puedan acusarme, quieren encontrar una prueba más contundente: protección de perseguidos, por ejemplo... No. Aunque soy un fraile, estoy lo bastante enterado de las triquiñuelas de su mundo para cometer un error tan infantiL .. Sí, sí, no hay más que hablar... y puede borrar esta conversación telefónica, si es que la ha grabado. No hay nada en ella que pueda volverse en mi contra. " Buenas noches... Que Dios le perdone todo lo que hace. ¡Que Dios le perdone! Que tú le perdones... ¿Es eso un chiste? .. Ahora el ex Jefe del Servicio de Inteligencia estará muy feliz, quién sabe en cual país del mundo, gozando de los miles que robó; bebiendo hasta perder el sentido, bailando en la más exclusiva boite; refosilándose con la mejor mujer que pueda pagar, aunque no le guste; sin el menor indicio de arrepentimiento; sin el menor recuerdo, siquiera. Sus crímenes son para él, solamente la técnica refinada que necesitó para ganarse los placeres de que ahora goza, y nada más. Algo sin importancia. y yo, criminal, sí; pero inocente, a pesar de todo, no bailo, no bebo, no voy con mujeres. Casi podría decir que soy un buen sacerdote <¡todos lo dicen!), si no fuera por los remordimientos ... ¿Es el mal hermoso, Señor? .. ¡Es atrayente! A fin de cuentas, debe ser algo parecido a las drogas: se inyecta uno con temor o pena la primera vez, y luego ... los principios desaparecen y solamente se vive... ¡Vivir sumido en la niebla de alcohol, de opio, de mujeres, de morfina... de maldad! No importa. Vivir enredado en esos engaños que son más reales que la culpa que me adjudico ... ¿Me la concedo yo? ... El superior lo dijo: 67
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"Fray Lorenzo, no ha cometido usted ningún pecado. Dios quiso que así fuera. ¿Cómo podemos saber nosotros cuáles son sus designios? Hay que aceptarlo así. Olvide usted, y rece para que alcance la paz divina" ... ¿Qué es más real? .. ¿La vida de ellos: los verdugos, o la vida mía: la víctima? .. Ellos palpan algo real, sea sucio o limpio. Ellos saborean su triunfo, sea justo o injusto. Fueron malos, con la facilidad que resulta serlo, y siguen siendo peores. Están desterrados de su país; pero, ¿qué les importa? Nunca fue Patria, ni nada similar para ellos. Era una cantera de dolor ajeno que producía dinero. Suficiente para que ahora puedan vivir de las rentas que producen la tortura y la muerte... ¿Y qué mayor felicidad, para ellos, que el dinero? ¿Qué más completa tranquilidad que la de la barriga llena? ¿Qué dulzura superior a su ideal de una noche encendida por deseos complacidos? .. Su existencia es redonda, completa, sin el más ligero sabor de amargura... Hasta se permiten decir: "Yo fui bueno una vez, cuando niño; pero, mi padre me maltrataba. Me hizo la infancia imposible... Y, ahora... ahora, me vengo de todo aquello. He triunfado". Sí, han triunfado. Inclusive cuando el alcohol debilita los artilugios defensivos de sus conciencias; cuando lloran lágrimas de whisky y cerveza; cuando dicen que el mundo es duro... ¡son triunfadores! Todo lo suyo es de ellos; y nada de lo mío me pertenece... Estoy convencido de que comprendes, Señor. El camino del mal es seguro. La senda del bien es difícil aún encontrarla. ¿Yo qué tengo en oposición a sus logros? .. ¡Nada!. .. ¡la duda! La inocencia de que habla el Padre Superior (y que a mí no me convence), es un ser-no-ser sin salida. "Pura mierda", como dirían los monaguillos... Un dios en el cual, por más que quiera, no puedo dejar de recelar. Una culpabilidad en la que, por grande que sea mi
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empeño, no puedo dejar de creer. Un caminar sobre materias blandas, sin consistencia. Un no conocer en absoluto la realidad. Cuando recibí la noticia de que el Dictador había sido ajusticiado, volví a respirar los vapores de la alegría, embriagado por una vivificante inconsciencia.. Pero me duró muy poco el receso; porque pasado ese efecto primero, de inmediato pensé en que mi víctima hubiera podido estar celebrando conmigo tan magno día. Y aún así pretendí engañarme, diciéndome que la culpa era del destino, o mejor aún, de la irresponsabilidad de muchos, inclusive mis compañeros de orden, puesto que si todos hubieran cumplido con su deber, como yo, el proceso histórico, acelerado, habría producido esta culminación una semana antes, un mes antes, un año antes. Yel muchacho viviría, y estaría tan alegre como yo me había sentido fugazmente. Pero estaba sin vida... Está muerto, y seguirá estándolo... Y por mi culpa. Por mi proceder... ¡De ello soy el mayor responsable! Y mi culpabilidad es lo único que tengo derecho a juzgar. "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nos tu reino, y hágase tu voluntad así en la tierra como . 1o... " en e1Cle Sí, tu voluntad, me guste o no, aunque tu reino no llegue a mí. Aunque no pueda ni siquiera imaginarlo... " ...santl'filcado sea... Pad re nuestro que estas '" Yo estoy en la tierra; en el desventurado planeta de los hombres... y tú en tu paraíso... Pero tu lo has prometido: si yo creo y te alabo, me llevarás a tu reino de seguro. Y allá, lo quiero así, lograrás que olvide mi crimen... ¿No es eso verdad...?Borrarás de mi mente todo vestigio de lo sucedido; porque ése sería el único perdón que aceptaría. La amnesia absoluta del mal que provoqué... Y así tiene que ser... Porque es un crimen, ¿verdad? ... El que causa la muerte de un semejante se hace reo del más terrible delito y merece, en consecuencia, ser penado al fuego para toda la eternidad.
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"No matarás". Más: "Si tu hermano te golpea en la mejilla derecha, preséntale la izquierda" Yaún más: "Perdónalos porque no saben lo que hacen..." Esas son tus palabras... ¡PerdónalosL .. ¿Cómo? " Yo no supe lo que me hice. Yo maté. Yo no supe perdonarlos; me sentí como el castigador para ellos, el que debe enfrentar el odio con su misma arma. ¿En cuál manera iba a presentar mi otra mejilla?, si tú mismo lo has dicho: "No he venido a sembrar la paz sino la guerra".
Y: "Aquél que le haga daño a uno de éstos mis hermanos, me lo está haciendo a mí". Y también, y sobre todo: ' casa, no es este , un antro d e 1ad rones... " . "F uera d e mI ¿A qué creer entonces... ? ¿No son ellos delincuentes? ¿No son estas víctimas de la tiranía, los hijos de tu Padre? ¿Debemos quedarnos con los brazos cruzados ante sus ataques ? ¿Por qué tuvieron que ser siempre tus palabras tan obscuras ? ¿Por qué me siguen pareciendo indescifrables... ?¿Por qué continúo viendo contradicciones en ellas ... ? ¿Por qué no me das, al menos, la inteligencia necesaria para comprender qué te propusiste realmente al decirlas...? Era mi deber expulsar a los malvados de tu templo, protestar contra sus crímenes. Era mi deber defender a las víctimas de esta tiranía y continuar esa guerra que tú declaraste, para al fin alcanzar esa paz tuya, casi veinte siglos después... Todo estaba bien. Hacía mi apostolado. Cumplía con tu mandato... 70
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Pero aquella noche pusiste un límite a mis actuaciones, sin previo aviso, y fui a darme en las narices contra tu cambio, a romperme el alma contra tus propias contradicciones. Eso se te olvidó, Señor, cuando dictaste tus preceptos. No recordaste decir: "Hay que obedecer mis primeras palabras hasta que una noche vengan tocándote a la puerta pidiéndote ayuda, no importa que tú creas que son tus enemigos; porque entonces hay que seguir las otras, las que se oponen a las anteriores..." ¿Qué sé yo... ? Estoy confundido; hecho un verdadero lío. El Superior había dicho: «No arriesgarse. Sobre todo, eso. Podemos hacer mucho por el pueblo mientras estemos aquí. Si nos deportan, esta pobre gente quedará abandonada a los criminales que gobiernan. Nuestra obra deberá limitarse a sugerir a través de los sermones... Sugerir. Sólo sugerir... Los fieles comprenderán; sentirán que nosotros estamos con ellos. Yeso los ayudará". y yo, que siempre he pensado que soy mejor que los demás (¡Buen estúpido!), encontraba que era tímida aquella política, y que los que la seguían merecían ser escupidos por tibios de la boca de Dios. No tenía miedo aquella noche; solamente furor. Ese furor sagrado que sintió Jesús cuando los mercaderes profanaron su casa de oración... Ellos habían gritado por las ventanas palabras ofensivas en contra tuya, contra tu casa. Llevaban semanas haciéndolo... Y esa noche los creía en el atrio, dentro de los predios sacros... Esa podía ser una más de las muchas jornadas ignominiosas, en la cual, dando muestras de su macabro humor, cambiaban de táctica para aumentar su diversión... Y yo no podía permitir que esto sucediera. Estaba convencido de que mis sermones, más que los de los otros, eran como un rayo de luz en las obscuras noches de los que me 71
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escuchaban. Que por ello me atacaban a mí con mayor saña. Y que era mi deber, en consecuencia, no acallar ese hálito de justicia que sentía venir desde lo más alto de mi fe. Fue por eso que hice aquella llamada telefónica. Sólo por eso. Sentí de nuevo que mi palabra era tu látigo y que con ella lograría echar a los profanadores de tu templo. Y creí que me había ido tan bien... Cuando colgué el teléfono, sentí un alivio inmenso que se apoderó de todo mi ser. Me tiré sobre la cama y comencé a rezar: dos padrenuestros, una avemaría, un credo... Y mentalmente comencé a preparar mi sermón del siguiente día. Iba a ser como un nuevo pentecostés que iniciaría la necesaria era de tu pacificación. Los fieles, con moderno don de lenguas, se levantarían convertidos en vehículos de tu voluntad y extenderían el nuevo reino de la libertad, por toda la patria, por todo el mundo... Estoy seguro de que me dormí sonriendo y que mis sueños fueron beatíficos... Ah, con la suprema felicidad del deber cumplido. La mañana siguiente me pareció bella como ninguna otra de mi vida. La bondad se me retrataba en el rostro, cuando me miré en el espejo. y por primera vez en mucho tiempo, me quedé mirándome en él, como si buscara algo debajo de la piel... La satisfacción espiritual me ahogaba. Sentía que empezaba a comprender el espíritu de los místicos. Y lo que es más: que podía trasmitir ese sublime mensaje a mis semejantes. Sin tocar a la puerta, como es costumbre entre nosotros cuando queremos entrar a una celda ajena, irrumpió el hermano Iginio, con el espanto saltándole en la cara. Un poco avergonzado, como si me hubieran sorprendido en algo ilegal, me separé del lavamanos y dejé que el enojo se aposentara en mi ceño. «Hermano» ...
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le dije, tocándome con los dedos índice y mayor en el entrecejo «... me parece que no escuché su aviso». «Perdóneme» ... casi gritó. Yagregó, sin respirar: «Algo terrible ha sucedido... Cuando abrí la puerta del vestíbulo, ¡oh Dios!... ¡Que él nos proteja!... Siento mucho molestarlo; pero en ausencia del Superior, pensé que debía informárselo a usted. De otra manera... ¿No escuchó usted nada anoche? .. Venga, venga y vea por usted mismo». Sin preguntarle nada, asfixiado por un terrible presentimiento que no lograba concretarse, corrí, siguiendo sus pasos, mientras él me contaba que entre sueños había escuchado unas voces, pero que pensó que era una pesadilla. Cuando llegamos al obscuro saloncito de entrada al monasterio, sentí que moría. Allí estaba. Era joven y hermoso, como la esperanza. Lo había visto crecer en mi parroquia, confiándome sus pequeños problemas de niño y adolescente... Fue monaguillo... Su dulce voz de tiple entibió el ámbito frío de la iglesia innúmeras mañanas... Esa noche decidió confiar en mí de nuevo, y yo le fallé ... Allí estaba: lo habían estrangulado con un fino alambre que todavía se adentraba en la piel de su esbelto cuello... En los extremos del improvisado dogal habían sujetado un sucio papel de cuaderno escolar, y con lápiz de punta roma, en letra de cajón mal dibujada, aparecía escrito... «Era verdad que buscaba refugio. Hubiera sido mejor, para usted, que abriera la puerta. Gracias por avisarnos dónde se encontraba».
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El gran cuento (Segunda parte)
Era la noche del 30 de mayo del 1961. Paseaba en auto por la Avenida George Washington, cuando escuché por la radio un anuncio de la "Lecha Pangola". Era esta la señal que nos indicaría que el Tirano había caído. Debíamos entonces, los que conspirábamos en Radio Caribe, presentarnos a la Emisora y prepararnos para tomarla y dar al país y al mundo la noticia de la liberación. Pedí que me dejaran frente al Parque Ramfis (actualmente Eugenio María de Hostos), frente a cuyo costado Oeste se hallaba el local y, haciendo gala de un falso desparpajo, entré como perro por su casa. No era la primera vez que me allegaba allí tarde en la noche, así que nadie pareció observarme con perspicacia. Siguen saludos aquí y allá, y disimulados vistazos, tratando de leer en los ojos de los demás, con sumo cuidado, alguna complicidad... y espera nerviosa. Además de los guardianes y "caliés", estaban los del departamento de prensa, ninguno del de producción (el mío), dos o tres locutores ... y nadie más. Aunque nunca se me habló claramente, suponía, era lógico pensarlo, que no seríamos nosotros, los de mi célula (llamemos así al pequeño grupo), El italiano Mario Ferreti, Papi Quezada yyo, quienes realizáramos el trabajo militar; el apoderamiento en sí. Los otros
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dos no se encontraban presentes, y ninguno de los que estaban en sus escritorios, en las cabinas de transmisión y andando por los pasillos, parecía haber escuchado el aviso o, simplemente, ninguno de los presentes era parte del complot... Así que, luego de esperar un rato que se me antojó largísimo, volví a salir, y consideré prudente volver a mi casa. En ella, en la habitación esquinada del segundo piso de la 19 de Marzo No. 56, encendí la radio y, naturalmente desvelado, amanecí escuchándola. Nade nuevo oí y llegué a pensar que todo había sido fruto de mi imaginación, acicateada por las ansias de libertad... Pero a medida que creció el día se confirmó la noticia: el "Perínclito varón de San Cristóbal" había sido ajusticiado, en un momento en que yo me encontraba bastante cerca del lugar. ¡Qué momento tan extraño el que siguió!, gelatinoso, diría yo... El justificado recelo iba perdiendo campo, pero la alegría, que apenas se podía disimular, permanecía soterrada; resultaba casi como una grotesca y divertida farsa de complicidad infantil: "supiste que... te enteraste... me dijeron ahorita que" ... Por supuesto, en nuestro ambiente se sabía con exactitud quién era confiable y quien no; pero de todas maneras había que ser comedidos, sobre todo los que teníamos tela por dónde cortar, ya que, con muy poco recato, en calles y prisiones y en fincas, los herederos de la tiranía desplegaban cruelmente su venganza. El gobierno no tenía cabeza visible; pero sí mucho odio y temor... y demasiados brazos armados. Así nos mantuvimos no sé por cuánto tiempo, viviendo agitadamente el crecimiento débil e inseguro de aquel arbústico desconocido que se llamaba libertad. Sólo están vivos, con claridad, dos momentos: El primero fue el día en que llegaron del exilio los primeros representantes de Donjuan Bosch. Nos reunimos para recibirlos en
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el Parque Colón, frente al local del Partido Revolucionario Dominicano, los que de alguna manera nos habíamos sacudido del miedo (no muchos; pero bastantes), y a continuación del primogénito "miting", en una reconfortante y agitadora alegría nos movilizamos por la calle El Conde, vociferando consignas ... por primera vez, también. ¡Cuánto júbilo indescriptible estalló al sentir esa inasible sensación de liberación: gritar sin turbación, saltar sin pensar, tomar en tus manos el retrato de quien representaba la opresión, y tirarlo al piso y verlo arrugarse entre los cristales rotos, y pisotearlo! De alguna manera llegamos en creciente algarabía a las afueras del Palacio Presidencial, en busca de la nueva cabeza, ya medio visible, que pretendía ceñirse el tricornio de Trujillo; a Balaguer me refiero. Pero, por supuesto se nos dijo que él no se encontraba allí. Y sin transición, en un ritmo enloquecedor que se convertiría en el estilo predilecto de los que se sentían liberados, entonces, la multitud dirigió su danza festiva hacia Radio Caribe, para localizar a Santiago Lamela Geler... y colgarlo. Entonces me comenzó a funcionar el cerebro o el corazón (entiéndase el pensamiento y el sentimiento), y dejé de ser masa. No iba yo a participar en el asesinato de nadie, y mucho menos de ese hombre que si bien había sido el vocero desenfrenado e hiriente de los últimos coletazos de la dictadura, antes había sido mi compañero actor y todavía un buen amigo, quien sabía muy bien de mis conspiraciones y nunca me denunció. Tomé el camino hacia mi casa y llegando a ella, ¡por fortuna!, me encontré con el Tío Pedrito (Pedro Carrión, esposo de mi Tía Piruja), quien a la sazón fungía como Secretario de Estado. En esos momentos era incendiada la Emisora en la cual había trabajado. Los adeptos al mugiente régimen (especialmente dos de ellos cuyos nombres me reservo; un aficionado al hipismo y un muy conocido merenguero) dijeron que me habían visto encabezan79
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do la turba. Y, peor aún, hubo testigos de lo que ya había dicho a plena voz esa misma mañana en un pasillo de la Empresa: Papi Quezada, exuberante de alegría, frente a la discoteca me había gritado "¿Cómo te va, Iván?!, con sorna más que explícita; y yo le había contestado con mayor entusiasmo: "¡Esperando que esto coja fuego! ... ¡En Bosch confío!" .... ¿Quedaba alguna duda? .. Yo debía ser, por lo menos, el autor intelectual de aquel acto vandálico ... Como consecuencia tuve que abandonar mi hogar (el cual iba a ser incendiado, claro que conmigo adentro), y esconderme en casa de una amiga a la que llamábamos tía, Aura Sánchez, en la calle Danae, hasta que se aclaró que en aquel momento yo conversaba con el funcionario. Además el Señor Elías Arbaje, relacionado con la Emisora, había testificado que me conocía perfectamente y que garantizaba que era yo incapaz de hacer algo así. (Y silencio nombres y digo nombres, porque, aunque la historia se escribe en blanco y negro, está llena de matices, de huesos, tendones, músculos, venas y arterias que nunca exigen la notoriedad, y es justo para los que fuimos testigos vivenciales que aportemos algo de justicia.) El segundo momento es aquel bendito día en que fue cambiando el nombre de Ciudad Trujillo a su verdadera y añeja denominación "Santo Domingo de Guzmán". Las campanas de toda la ciudad lo proclamaron, asperjando júbilo. Si hay algún instante en que sentí que caminaba entre las nubes, ése fue, sin duda. Hubo muchos otros mítines, manifestaciones y marchas, en las cuales de nuevo la inocencia nos ponía en peligro sin que lo consider~ramos o sin que importara; evadimos disparos, nos enfrentamos provocativamente y también corrimos, escapando como indios de los vaqueros, convertido, cada uno, en protagonista de aquella vidapelícula de acción. 80
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Hay un peculiar asunto que siento que debo narrar: me habían regalado, para mi defensa personal, un revólver Smith & Wesson, calibre 38, cañón corto. Me sentí muy bien, porque siempre me han atraído las armas, blancas o de fuego. Pero un día en que éramos perseguidos por una turba de calieces y reaccionarios, al momento de saltar a la cama de una camioneta para escapar de ella, se me acercó uno de los esbirros, y le puse el cañón pegadito a la frente, dispuesto a volarle los sesos. Y la acción tuvo su efecto, pues el individuo se tiró de vuelta a la calle despavorido. Mas en ese mismo instante, un relámpago de conciencia me golpeó contundentemente: "¿Qué vas a hacer, Iván? ¿Tú vas a matar a un ser humano?" ... Al otro día devolví el artefacto. Algo similar me ocurriría en el 1965, cuando la Guerra de Abril; pero ese lo narraré cuando llegue su momento. En algún momento se realizó la Asamblea de Constitución de la Agrupación Política 14 de Junio, y allí estuve yo, en primera línea... Luego colaboraría en el periódico de la Institución, el "lJ4". Fui detenido en una redada en la Sede del Partido, yendo a parar a una gran sala del edificio principal de la Policía Nacional. Y esa noche, gracias a negociaciones de mi padre con el entonces Secretario de Salud, creo que Marcial Martínez Larré, fui liberado. En el momento el susto fue grande porque, de repente, ya tarde, dicen mi nombre por un altoparlante interno, invitándome a pasar por la oficina. Lo hago, y allí me comunican que me puedo ir. En vez de sentir alegría o por lo menos alivio, lo que experimento es un escalofrío que sube y baja, y permanece... Que me saliera de allí, alrededor de la media noche, en aquel momento de la historia, en medio de un toque de queda... De seguro había llegado mi última hora... Pero no tenía alternativa. Me despedí casi con lágrimas de los compañeros detenidos, ya mil kilómetros por hora me lance por 81
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las oscuras calles... Sólo sé que llegué a mi casa, y que luego dormí como un bendito. La culminación de aquella etapa es, sin duda, el viaje a Costa Rica. Fueron seleccionados tres grupos para viajar al aliado país: uno del PRD, otro de la Unión Cívica (que aún no se había convertido en partido político) yel tercero del "14". Y en ese estaba yo. El motivo era un curso en el Instituto de Educación Política de San Isidro de Coronado, donde se preparaba la «nueva generación de líderes de América Latina». Allí fuimos compañeros: José Francisco Peña Gómez y Milagros Ortiz Bosch (luego líderes del PRD), Rafael Molina Ureña (quien sería fugaz presidente del país en el 1965), Rafaelito Alburquerque Sayas Bazán (actual vicepresidente de la nación), Pepito Guerra, IsidroBorja (quien llegaría a ser presidente de Ecuador), y muchos otros, entre ellos mi amigo de siempre Rafael Vásquez, y yo (quines no nos mostraríamos interesados en destacarnos políticamente). Algo muy importante para mí fue que, finalmente, conocí a Don Juan Bosch y recibí clases de él. Pero no fue solamente El Profesor, si no que también se convirtió en un entrañable amigo y hasta (así lo siento) en familiar cercano. Él y su esposa, mi querida Doña Carmen Quidiello (a quien he confesado públicamente que le tengo una ardiente amor platónico), nos invitaron a su casa, al costado de una montaña, desde donde se podía apreciar un hermosísimo paisaje. El recuerdo de esa noche amable y emocionalmente cálida, permanece vivo y vibrante en mi memoria. Al regreso encontramos a Dominicana sumida en la más larga huelga que se recuerde en toda la historia del país. De inmediato nos unimos a la oposición activa contra el maquiavélico gobernante quien ya había consentido, y quién sabe si ordenado, el ametrallamiento de mujeres en una manifestación por la calle Isabel 82
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la Católica, y había mostrado el descaro de felicitar a las Fuerzas Armadas por la matanza de la calle Espaillat. Definida ya su personalidad oportunista, fría y dictatorial, ya no habría pausas en mi guerra contra él. El inicio de la lucha por la libertad, la inmersión en la vida política y hasta partidista, más aquel viaje a un país amigo y estable, hicieron surgir vívidamente en mí sentimientos globales que sólo había barruntado y añorado en mis lecturas. De repente sentía que habitaba en una Isla que ya no era tan isla; se me metía entre huesos y piel la sensación de que formábamos parte del globo terráqueo, finalmente era ciudadano del Mundo. y la poca literatura que escribí para ese entonces se coloreó de cierta universalidad. Tres cuentos me quedan de aquella etapa: "Cualquier Día", "La Persecución" y "El Ocaso de Piscis". Aunque los tres siguen siendo distintivamente dominicanos, sobre todo el primero y el tercero se refieren a una problemática internacional. De repente había descubierto, en carne propia, los estragos de la Guerra Fría, y la incluía inadvertidamente en mi panoplia de preocupaciones sociales ... Puede que intentara, sin pensarlo, desprenderme de una experiencia personal, la cual, a pesar de sentirla triunfante, estaba tristemente maculada. Siento que en ese momento, comienza a definirse un estilo literario más propio.
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El ocaso de piscis
Cualquier día
El mar de cabezas se traslada sin que pueda saberse hacia adonde. -Todo el que es tocado por la ceniza puede darse por muerto. -¿Por muerto? -Sólo un poco de ceniza. -¿Ha visto a un niño? -He visto millones de niños. -Te dije que íbamos a parar en esto. -Si por lo menos hiciera menos calor. -Es la gente, el sudor, el miedo. -¿Hasta cuándo caminaremos? Gran ganado en corral que resulta estrecho. Ya es seguro que no se va a ninguna parte. -Lo mejor es sentarnos. -¿Y si nos aplastan? -Todos te imitarán. Todos imitan. Piernas sobre piernas. Espaldas contra espaldas. La gran mole disminuye su estatura. -Es curioso: en las ciudades cabíamos; ahora no. -De haber escuchado mis palabras, en otras condiciones nos encontraríamos. Antes que tú, lo dijeron miles, tal vez millones. ¿Quién eras para que nadie te pusiera atención?
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-¿Queda comida? -¡¿Tienes hambre?! -¿Sabes qué filme proyectaban hoy? -Tal vez podremos encontrarnos con tus padres. -No debimos divorciarnos nunca. -¿Fue acaso porque quisimos? -Habla, habla. Por primera vez en tu vida guardas silencio. -¿Es que vamos a pelear también nosotros? Alguien canta. Alguien ríe. Miles cantan. Miles ríen. Millones lloran. -¿Es que no te das cuenta de nada? -Ráscame la espalda. -Me niego a creerlo. -Ese pie no para de sangrar - y yo que creí en el Apocalipsis. ¿Dónde está el anticristo?... ¿Dónde las señales en el cielo? -Anticristos hay miles. Las señales, ya las verás. -Después de todo, es lo mismo. -¿Vas a terminarme el cuento? '1 'M - ,'M ama.... lama.'1 El sol parece no querer ocultarse. -Me han dicho que es como una lluvia gris. La noche parece no querer llegar. -Quién sabe si será doloroso. -¿Buscamos? -No. ¿Para qué ya? -Prefiero el filete bien cocido. -Hermanos... Escúchenme: Ha llegado la hora de nuestro encuentro con Dios. ¿Están limpias nuestras manos? ¿Está limpia nuestra mente? -¿ Tú qué crees?
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-No es hora de pensar en deportes. - y los curas, ¿dónde están? -Confundidos. Ahora que no hay primera fila, ¿no sabrán dónde colocarse? -¿Por qué hablará? ... Nadie lo está escuchando. -¿Sabes una cosa? -No quiero saber nada. -Te lo había dicho: nuestras universidades no producían bastantes médicos. Ahora no dan abasto. -¿Y quién podía prever esta situación? -¡Yo! Yo la veía venir. -¡Bah! ¡No hables mierda! -Son los comunistas. -El Capitalismo, te digo yo. -¡Son hombres! ... ¡Son hombres! Una cabeza voltea hacia arriba, yal segundo, el cielo es ametrallado por millares de ojos... Silencio...y luego, el rumor se extiende como una mancha de grasa. -Sí. Los hombres son capaces de hacer estas cosas. Hombres con dos ojos, una boca y dos piernas. Hombres como tú y como yo. -La mejor marca es la de la etiqueta verde. -Olvidémoslo, ¿quieres? -No es posible olvidarlo. - y entonces él le dijo: "Acuéstate boca abajo". -¿Y los judíos? -Los árabes. -La Historia es larga; muy larga. Hay gentes a quienes el corazón no quiere latirles más. A nadie le importa. -¿Ya qué hora será? -Pan con jamón.
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-Ni siquiera eso nos dicen a nosotros. -Es hoy. Sólo sé que es hoy. -Puede que aquí estemos a salvo. La brisa refresca. -¿Quién sabe? Al Norte, al Sur, al Este o al Oeste se entabla una pelea. -No saben lo que hacen. Esto cuesta la vida a la humanidad entera. -A la humanidad entera. -A la humanidad entera. -No ... no ... ¡Yo quiero vivir! -A la humanidad entera. -Dicen que aquí en los desiertos hay alguna posibilidad. -A la humanidad entera. -A la humanidad entera. Corre de labios a labios, matizada la frase por los acordes del miedo, de la ira, de la inconformidad, del desconocimiento ... Cuánto cansancio hay en las piernas yen los brazos y en las espaldas, -Se ha tomado un frasquito de algo. No sé qué es; pero está muriendo. -¿A quién se le ocurre? .. Si no quería vivir, ¿por qué no se quedó en las ciudades? -¿Ha visto a un niño? -Aquel día fue el más feliz de toda mi vida. -Te digo que es más alto. -¡Ya!, para de rezar. -A la humanidad entera. -A la humanidad entera. Nuevamente se ponen en movimiento. ¿Por qué? .. ¿Quién sabe? -¡Que tiren las malditas bombas! Ya no vale la pena vivir. -Yana.
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-Mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro, mil cinco, mil seis ... -No era posible tener fe en el hombre. -¿Y qué me dices de las manzanas de California? -Es mi corazón, que no trabaja bien. -Quiero que escuches esto ... Pon atención. Mucha atención ... Lo mejor es acabar de una vez. Hemos demostrado que somos incapaces de convivir los unos con los otros. Entonces, ¿para qué seguir? -¡Es Dios quien nos va a juzgar! -Verde . -Rojo . -Amarillo ... -¿Azul? -¡Ay, me duele el estómago! -Hubo esperanzas mientras el hombre amó a su hermano. -¿Para qué filosofar? -Es el mejor actor que he conocido. -Tira los dados. -Oye tú... ¡no te robes esa caja! Otro molote que se forma. -Me da lo mismo ir al cielo o al infierno... o a cualquier otra parte. -Lo único capaz de alegrarme sería no volver a ver la hipócrita estampa de un ser humano. La calma nuevamente. Nuevamente los rumores. -¿Quién va a creer en eso? -¡La fe! -¿Qué hora es? -¡Qué hora es! -¿Qué pasa? -¡Silencio! 91
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-¿Han escuchado? -Yo no he oído nada. -Después de que hemos demostrado ser capaces de hacer tanta maldad, ¿vale la pena recomenzar? -¡Silencio!! -¿Crees que ya? - y tenía las piernas más hermosas que he visto. -Sí. Todos reducidos a cenizas que el viento esparcirá. -¡La humanidad entera! -Silencio. -¡¡Silencio!! y después del estruendo, nadie habla. Los ojos reflejan el rojo atardecer y el rojo fuego. -No te muevas tanto. Nadie mira los relojes. Nadie sabe cuánto tarda... La fina lluvia gris comienza a caer sobre cada pulgada de tierra, y sobre todo lo que en ella posa su planta... Hay asombro en los rostros. Mucho brillo en las miradas. -¿Me quieres? Todo sucede lentamente. -Sí.
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La persecución
Los ladridos se acercan con rapidez. El hombre salta la tapia. "No volveré... Me olvidaré del Mundo". Contiene la respiración. Ante él se ha cerrado la oscuridad completamente. "Ya estos días terminaron para mí". Camina, tropezando con pequeñas piedras. El suelo es arenoso. De vez en cuando le acarician las piernas tiernos arbustos. Su corazón late fuertemente. Su pecho se expande y contrae con irregularidad. Las manos van delante. ''Antes me quitaré la vida". Los hombres gritan. Los perros ladran. Los perros gritan. Los hombres ladran... Sus manos tropiezan con algo frío. Se detiene y palpa. Son largas varillas de metal. Son finas rejas. Se mueve a su derecha durante largo rato. Algo chirría con estridencia. Algo se abre delante de él. Continúa caminando. "Me iré lejos: al final de la tierra... A la luna... Me sumergiré en la Vía Láctea". Nuevo tropiezo. Esta vez es un árbol, no cabe duda. Su mano se extiende hacia abajo, en busca de un lugar para descansar. "Q ¿ ue, es esto.;>" La forma emplumada que ha tocado, grazna, y su graznido es como una voz de alarma.
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"Do ¡ lOS.1" El ámbito se llena de trinos, chillidos y alaridos, que se repiten con enervante monotonía. "Silencio estás salvado donde estoy dame la patica patica . panca ... " "No. No es verdad. No es verdad. No estoy loco ... " -¡No estoy locooooo. o.! "Loca loca loquita la cotica hurra hurra la cotica lo sabía lo sabía lo soy yo lo soy yo soy un loro serio ... Más trinos. Más graznidos. Más chillidos ... El hombre corre desesperado, topetando a cada paso, cayendo. ''Abajo el gobierno piojito el piojito lo soy yo soy un loro serio." La cabeza le da vueltas. Le rodea esa sensación de vacío que tantas veces ha sentido. Esa sensación de vacío que lo ha impulsado a gritar y protestar, ineludiblemente. Por esos gritos lo han encerrado ... Lo habían encerrado. Ya no. ¡Es libre! -Soy libre "Vamos a bailar una polca y estás salvado estás salvado y dame la patica patica" ... Su pecho se reboza de aire para clamar: o, .sol o I..N ' gntos.... o , .p' - ,.sol 1 encJO.... I 1 encJO.. o mas I az.... .p' , az.... Paz!. .. "Paz y amor entre los hombres." Se detiene... Los guardianes y los perros se acercan; pero ya no importa tanto. Está al pie del árbol. Lo palpa. "Paz y amor entre los hombres." Esta voz llega desde lo alto. Su vista nada distingue. "Paz." -Paz. Se abraza al tronco y asciende por él. Le duelen las manos y el pecho.
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"Paz." Llega a las ramas superiores. La voz resuena a su izquierda, un poco más arriba. "paz y amor entre los hombres." Se arrastra, agarrándose fuertemente; queriendo dejar el vacío a sus espaldas. "Paz." Ya está cerca. Levanta su mano. La extiende. Necesita hacer un esfuerzo. -Paz. La rama cruje. Nuevamente extiende su mano. La suavidad está en la punta de sus dedos. Más. Más. Un esfuerzo más y... "Paz." La rama se parte ... Se parte ... Un golpeteo de alas rompe el aire... En el suelo dos vértebras se separan ... No respira... Un fuerte y fugaz dolor, y ya no respira. "Paz paz y amor entre los hombres la cotica la cotica viva viva hurra la cotica estás salvado ado ado soy un loro lo soy yo soy un loro serio vamos vamos loca loco sí la polca bailaremos ... " San Isidro de Coronado, Costa Rica.
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El ocaso de piscis
Saludos (congelados saludos). El viaje fue perfecto; demasiado largo para mi gusto, pero sin ningún inconveniente. Conocí un montón de personas importantes; tantas, que casi no recuerdo ninguna. Tomé notas, naturalmente; pero la libreta se la llevó el viento cuando salí del avión. Lo lamento ahora; pero en el momento, lo único que pensé fue en calarme más el sombrero y en subirme el cuello del sobretodo. Compañeros, ¡qué frío! No vale la pena gastar energía describiéndolo; hay que estar aquí para saber lo que es. A pesar de que con nosotros viajaba la comisión de México ante las Naciones Unidas, nadie vino a recibirnos. Bueno, medio en broma, medio en serio, pensé que los encargados y embajadores y todos los otros periodistas se habían contagiado con los congelados artificialmente. Más tarde me enteré que en el momento del aterrizaje había una baja anormal de temperatura, acompañada de vientos que, si bien no estorbaban peligrosamente las maniobras del aparato, hubiera maltratado considerablemente a los que habían delegado para recibirnos. Nos esperaban adentro, protegidos por una fuerte calefacción que yo comencé a sentir después de un largo rato. Me ha 97
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dicho el intérprete que a partir de ese momento los grados han subido; pero para mí sigue igual. De todas maneras, procuraré no sacar las narices ni para respirar aire puro que aquí dentro se enrarece bastante con los centenares de pipas y tabacos que son como una especie de distintivo del gremio periodístico internacional. Por fortuna, todas las dependencias se comunican internamente. ¡Deo gratia! Cenamos opíparamente, y después del café nos llevaron en un corto "tour" a conocer los salones de conferencia, las salas de recreo, las tiendas O) y los dormitorios, donde nos quedamos, después que el guía o edecán (uno especial para los hispanoparlantes: pálido, de pelo negro, nariz aguileña, pequeño, tímido, con algo de mime) nos dijo que era la una de la madrugada, a pesar del brillante sol. Cuando lo escuché, sentí que me caía de sueño, y sin quitarme la ropa me dejé caer sobre la cama. No he dormido nada: cada media hora abría los ojos convencido de que era el mediodía. Dirán ustedes que hubiera bastado con cerrar esa especie de escotilla de avión crecida que comunica la habitación con el exterior; pero temía quedarme dormido y perderme el recorrido matutino por los depósitos de cadáveres (perdón, de "suspendidos"). Todo lo que he visto hasta ahora es una mezcla de cine de lujo con hospital de primera, que nada tiene que ver con la apariencia de angares que despliega en el exterior. Se respira una profilaxis que no resulta ofensiva, y que resultará beneficiosa, si considero lo dosificado que estará mi aseo personal en esta nevera. Debo aclarar que la temperatura interior es, digamos, tropical; pero de todos modos, al pensar en las inmensidades heladas que nos separan del mundo civilizado, yo, que nunca había visto caer un solo copo de nieve, pienso, sin pena, que no me juntaré frecuentemente con el agua. 98
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Bueno, para matar el tiempo entre despertadas y dormidas, creo que ya, por el momento, he escrito bastante tonterías (¿cayó en verso!). Vamos a intentar el reposo.
**** Agosto 2 (9:00, a.m.) No había pensado enviarles la nota anterior; pero cuando sonó el timbre (Hay uno para avisar las reuniones; ahora lo sé, ¡maldita sea!) y salí al pasillo, vi que todos los colegas tenían sus despachos preparados. Fingí que había olvidado algo, aunque nadie parecía ponerme atención, metí en un sobre de manila (los facilita la administración) las cuartillas, sin ni siquiera corregirlas y salí de nuevo. No sé qué estará comunicando el resto, pues nada ha sucedido; pero hay dos posibilidades: la primera, que como son periodistas de países desarrollados en su mayoría, sepan avistar las noticias donde yo no veo nada; y lo segundo, que hayan hecho lo mismo que yo, para no quedar de feos. Así que, cada uno depositó algo en las numerosas estafetas de correo que están diseminadas por todo el edificio. Creo que este sistema de información es el mejor: que yo escriba todo lo que se me ocurra y que ustedes allá le den forma. Un verdadero periodista hubiera realizado verdaderas obras de arte; pero yo, principiante (viralatas), no creo que pueda hacerlo (ustedes se preguntaron por qué me habían elegido a mí para representar al país ¡y yo también!). Lo lamento, verdaderamente lo hago. Un acontecimiento de esta magnitud ameritaría un maestro de la redacción, cosa de la cual, estoy muy lejos de ser. Cualquiera de ustedes, compañeros, habría desempeñado mejor esta misión; pero comprendo que no quisieran separarse de sus seres queridos en un momento tan crucial; yo, por mi parte, no dejo a nadie atrás; era el
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más indicado y después de todo, más vale poco que nada (¡Excusas!, son cosas de nuestros país, ¿burocracia?, ¿amiguismo?, que nadie puede explicar o aceptar). Ahora estoy en una mesa inmensa del inmenso comedor para la prensa. He buscado gente que hablara español y encontré argentinos y un mexicano que protesta airadamente porque no recibieron a su embajador como era debido, no importa el frío que hubiera. Uno de los "gauchos", de fría elegancia, apenas habla; el otro, de una gordura esférica, no se calla un instante; es un tipo simpático. Nos comunican que se había pospuesto la visita a la morgue o como sea que se llame ese depósito de casivivos, en espera de la llegada de unos cuantos periodistas. Hubo protestas en sabe Dios cuántas lenguas; pero de nada valieron, ya que la información fue transmitida por altoparlantes que ni siquiera se ven. Yo y mis compañeros de desayuno caímos en la cuenta de que, dado el momento de crisis, en que casi se inicia la "última guerra mundial", no era posible esperar una mejor organización. Sin embargo, no podemos evitar un cierto mal genio que provoca tamborileo, arruguitas en el ceño y garraspeos. Esto es una verdadera locura: cientos de hombres se mueven como fieras enjauladas, y es de justificar que den grandes voces, aunque todo sonido se pierda en el enorme espacio cargado de humo. Algo curioso: al menos en español, no se ha comentado nada, o casi nada, del asunto que nos trae. Todos evadimos exteriorizar nuestras preocupaciones. Sólo ayer, anoche, cuando llegamos se hizo un montón de preguntas, como: "¿Cuándo comienzan a descongelar a los personajes?"; "¿Creen ustedes que seguirán vivos?"; "¿Estarán interesados en ayudar?"; "¿Lograrán evitar la contienda nuclear?"; y muchas otras por el estilo. Pero los encargados explicaron que no estaban capacitados para responder ninguna pregunta que se apartara de lo puramente organizativo. Hubo grandes gri100
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tos; pero los bien entrenados empleados no se inmutaron. Nos explicaron que debíamos hacer nuestras preguntas por escrito, identificándonos, y que con mucho gusto ellos las cursarían a los organismos encargados. Aparte de ese incidente, ni en el avión, ni durante la cena, ni ahora, se ha dicho nada al respecto. Cualquiera diría que ninguno le concede importancia a lo q4e va a suceder; a lo que se va a intentar. Parece que no se cree posible. Hay como una certeza subyacente de que este experimento va a ser el más resonante fracaso después de la manzana de Eva, y que entonces nada ni nadie podrá detener la tragedia que se cierne sobre el género humano; sobre la vida de la tierra. Quedaremos reducidos a ceniza irremisiblemente, y nada tendrá importancia en ese día que tal vez sea mañana u hoy mismo. En un momento de silencio formulé con timidez la siguiente pregunta: "¿Tienen ustedes fe en que resultará?". Y fue suficiente para que el argentino gordo, Paco se llama, callara, creo que por primera vez desde que nos sentamos. Su silencio se extendió a todos los que estaban a nuestro alrededor, los cuales se arrellanaron en sus cómodos asientos de plástico gris, como aplastados. El movimiento general parecía detenerse, forzado por un sopor cálido de almas congeladas. La voz de él, que se sintió cuestionado resonó más grave que de costumbre, al mismo tiempo que me sujetaba la mano con la suya sudorosa. "¿Qué remedio nos queda aparte de tener credulidad? .. No me acostumbro a la idea de saber esta desgraciada tierra desprovista de este desgraciado movimiento humano". y a renglón seguido comenzó de nuevo, con su tono chillón, a explicar que sería como el paisaje que nos rodea, aunque en la mayoría de los lugares sin nieve, naturalmente, como en las pampas. Dio muestras de tener grandes conocimientos de geograRa, inclusive polar 101
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(¡quién lo diría!), y nos localizó en un lugar llamado Mary Byrd, o algo parecido, en la zona norteamericana del círculo austral o antártico, que es como llaman al polo sur; y habló de unos montes Rockefeller y Ford que estaban por las cercanías, aprovechando pa~a criticar cómicamente el hecho de que hasta aquí habían llegado esos detestables representantes de la oligarquía judía que tanto habían jodido al mundo. Nunca se me ocurrió que en este gran yun-yún hubiera lugares con nombres. Una tontería, lo sé. Después ha seguido hablando de temas diferentes, sin transición ninguna, mientras yo escribo, el mexicano, junto a muchos otros, dormita y el otro argentino lo mira con un no se qué de odio. Ahora, desde hace rato, insiste en que nos marchemos del comedor, a cualquier parte, pues no soporta más la opresión, que creí no sentiría en medio de su verborrea.
**** Agosto 2 (5:00, p.m.) Estábamos viendo las tiendas, cuando me encontré con el embajador dominicano. Lo saludé y fingió no reconocerme, a pesar de que tantas veces lo acosé por allá (tal vez intentaba vengarse por los malos ratos que le hice pasar). Le refresqué la mente, con lujo de detalles; pero el diplomático no pareció inmutarse, y se justificó diciendo que tenía mala memoria para los rostros. Después de preguntarme con una sonrisa seca, cuándo había llegado, y obviamente tratando de evadir el bulto, se despidió como quien lo hace con un hermano querido, y se marchó cargado de paquetes de todos los tamaños, coronados por un ramo de flores artificiales. Mientras se medía otro sombrero (todo se lo prueba o al menos pregunta sus características), mi gordo amigo me dijo: "Gracias a 102
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representantes como éste, permanecemos vitaliciamente en el subdesarrollo ... Espero que no te importe; digo lo mismo de los de mi país y de todos los de nuestra querida América, con muy pocas y honrosas excepciones ... A Dios gracias, la perpetuidad va a ser corta... Perdona mi humor negro; pero supongo que es una manera de sobreponerme al miedo ... Pienso que si nuestros pueblos se hubieran rebelado hace mucho tiempo, no habríaplOs llegado a esto. Nosotros somos tan culpables como las grandes potencias; les dimos sangre y fuerzas, soportando, aceptando, callando. Nosotros aupamos a los yanquis y a los comiso ¿Quién se atrevería a protestar ahora? .... Cada quien de cada país se ha tornado de piedra para construir la gran tumba que pronto estrenaremos todos; los que nada hicieron por no haber hecho nada, y los que hicieron por haber hecho poco o mal. ¡Mierda! Creo que por eso es que Rodrigo no me soporta. Es el compatriota que estaba con nosotros. Todavía cree en el patriotismo o chauvinismo, en héroes, en grandes escudos y quién sabe cuantas porquerías más ... ¿Verdad que es enormemente cargante? Me alegro de que se haya ido con el mexicano. Parece buena persona; lo soportará. Una vez estuve en ciudad México; una hermosa ciudad; ha progresado mucho. Es como Buenos Aires; se las arreglan muy bien los dos para ocultar la pobreza. ¿No has ido tú? Me gustaría volver ahora. El país que más lejos ha llegado es Brasil. Lástima que no tenga ocasión de seguir adelante. ¿Por qué no va a hacerlo? Seguirá. Nada va a terminar. Tenemos un futuro de oro. ¿Sabes una cosa?, no sé como te llamas. Seguro me lo dijiste y lo olvidé. Tengo una memoria de lo peor para los nombres; no para las caras como tu conciudadano. Recuerdo que una vez... " y los encubiertos altoparlantes resonaron para avisarnos que pronto sería la visita al "Depósito de Conservación", así lo llaman. Al fin habían llegado las delegaciones periodísticas que faltaban, y a más tardar dentro de dos horas estaríamos en camino. Se nos pidió 103
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que lleváramos nuestros abrigos pesados, ya que deberíamos viajar más al Sur. ¡Horrible prospecto! Tenía la esperanza de que al igual que las otras dependencias, estaba el lugar ése conectado de alguna forma con el resto; pero según me pinta Paco en un ped,azo de papel de envolver que se llevó de una tienda de "sombreros", hay que caminar hacia la base de las colinas y montañas, donde está incrustado. Me pareció que eso sería ir hacia el Norte; pero él me hizo ver que el centro de la Antártida, o sea el sur franco, está más arriba en el mapa, o sea hacia el imaginario eje central; aunque parezca otra cosa. "Naturalmente", agregó, "todo es relativo. También llegaríamos a la región boreal por ahí, gastando un poco más de tiempo y energía de alguna clase". .Le dije que tenía sueño, lo cual es verdad, y me vine para mi habitación. Aquella calle ocluida (¡qué palabrita!, hermanos) con numerosas tiendas a ambos lados, resultaba tan opresiva como el comedor y también, ¡carajo!, como este condenado y estético cuartucho. Supongo que les alegrará el saber que al fin vamos a ver los dichosos muertos-vivos, o al menos su cajas o gavetas. A mí esto me tiene al borde de la histeria. Apenas ha pasado una hora después de la noticia y me parece todo un día. Naturalmente, influye ese sol inmóvil y este desgraciado lugar que tal vez sea corriente y que sólo nuestro estado de ánimo es lo que lo hace sentir terrible. En efecto, pasados los primeros momentos de natural curiosidad, del nerviosismo de la llegada, ya un poco localizados geográfica yanímicamente, hemos descendido a una depresión de perfiles patológicos ... Hace unos minutos entró Paco. Me dijo que había averiguado el número de mi cuarto en Administración, y que me había venido a buscar de compañía, porque sinceramente no podía estar solo. Me aclaró que no era por no estar callado, y que para demostrármelo no diría una palabra hasta que tocaran el timbre de salida. Vio el papel 104
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en la máquina de escribir y aseguró que me dejaría trabajar en paz. Solamente quiere, me ha asegurado con su voz grave (segunda vez que se la oigo utilizar) mi compañía; la única que le satisface, tal vez porque soy el único inocente y primitivo, y lo soy con naturalidad. No sé si considerar eso un insulto o un elogio. Si es lo segundo, perfecto; si es lo primero, también. El sabe decir las cosas para no ofender. Se apoltronó en el sillón con una abierta sonrisa y me susurró: "A lo mejor te pida que me adoptes, pibe. No te extrañe; a pesar de mi volumen apenas soy un lactante que necesita de su . " mamaClta. y su transición, como siempre, pasó a la seriedad de nuevo: "Enferma esto, colega. Cuando viniste para aquí me quedé como idiota sin saber qué hacer para no ponerme a temblar o a llorar o a escandalizar o a pegarme un tiro si tuviera revólver ... ¿Impacien. d ad~.... ¿mle . d o.... ~ N o se.' N . ~ ¿ansle Cia., o me'importa much o. Ahora deseo que todo esto termine para largarme a mi país, con mi gente; a morir como cualquier elefante, fuera de este maremágnum, de esta desesperación; tranquilamente, en mi ciudad, en mi casa, en mi dormitorio ... en mi tumba". y llenó sus pulmones para gritar con voz sorda y rabiosa: "¡Mierda!". Luego guardó silencio por unos minutos, tal vez segundos, y añadió: "No te preocupes. Te dejo trabajar". y no ha vuelto a decir nada... Le agradezco su presencia. Cuando uno se siente más huérfano que nunca, resulta reconfortante saber que, aunque en silencio forzado, hay un poco de calor humano a nuestras espaldas.
**** Agosto 2 (9:00, p.m.) Hemos regresado; aunque hubiera preferido quedarme allí. 105
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Es envidiable aquella organización, aquella paz llena de esperanzas que deben sentir esos vivos-muertos. Allí, robados de esta existencia mediante un orgasmático ideal altruista, rápidamente congelados sus movimientos; pero no, con seguridad, sus impulsos y sus deseos; allí, silenciosos, aguardando por el instante en que serán de nuevo útiles a la humanidad que tanto amaron, por la cual sacrificaron quién sabe cuántas horas de energía segura, en aras de algo que, dígase lo que se diga, no pasa de ser un apenas discutible experimento científico. Realmente vale la pena arriesgarse; consentir en esa detención de las funciones vitales, aún con todos los riesgos que existen, si se hace por una misión como la actual; salvar la Humanidad de su total destrucción ... Yo lo hubiera permitido; con gusto habría... ¿Pero para qué divagar? Nadie me lo hubiera solicitado. ¡Qué locura! ¿Con cuál motivo? No hubiera sido útil para nada. Ni siquiera he sabido mantener viva esa esperanza que presupongo a los fulanos congelados. Así es: sé que existe, sí; alojada en ellos, expectantes, tal vez vivos. Ellos tienen la esperanza monopolizada dentro de sus metálicos ataúdes. Transitorios o eternos. Yo, debo confesarlo, no la comparto. No creo que la ciencia haya llegado a tan gran adelanto que sea capaz de devolverlos a este mundo de desastres donde sólo han quedado hombres sin alma; animales, mejor decir... El silencio que se filtró de afuera hasta los pechos de todos los que han regresado, deja claro que no sólo yo soy un inútil. Todos los demás, también incrédulos, lo son. La confianza del mundo fue congelada, y los que ahora nos movemos somos incapaces de recrearla ... ¿Saben? .. Es la primera vez que no me siento a gusto acompañado en mi estupidez... Siento temor por ellos, los solitarios, los hé106
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ti"
roes, que tal vez pasen a la eternidad (si aún no lo han hecho) aprendiendo la desesperación en que deviene la fe insatisfecha. ¡Qué inutilidad! Que pérdida de tiempo este filosofar. ¿Lo ven? Ni siquiera como periodista hubiera sido útil en caso de ser uno de los elegidos. Cualquiera de los otros que aquí está lo hubiera hecho mejor. ¿Qué digo? Lo está haciendo mejor: Cuando ustedes ansían saber y dar a conocer a nuestros compatriotas todo lo concerniente a su posible salvación, yo me pongo a dolerme con tonos de dramático romanticismo; como si aumentar con mi pena las de todos fuera lo indicado. Perdonen; el estado de mis nervios es deplorable. Paso a relatar: Con una inexplicable calma, como si no dependiera la totalidad de esto, tardaron tres horas y media en avisarnos la salida. Supongo que perdimos media o una hora más en organizarnos y por lo menos otra media en acomodarnos en los vehículos: una mezcla de autobús con ferrocarril con tractor. El trayecto se me antojó interminablemente largo, a pesar de una inicial explosión de alegría caímos pronto en el agobiador silencio. Paco, sin embargo, aprovecho para detallarme toda la geografía, como si ya hubiera estado allí. Siempre en mediodía llegamos a unas ciclópeas estructuras de cemento armado, supongo; sólidos paralelepípedos que parecen tallados en el mazo de colinas, o mejor, surgidos de él, contrastando con el blanco general, pero también recubiertos de una capa de hielo translúcido que brilla cegadoramente al recibir los rayos del Sol. Tan pronto se detuvo la larga oruga, como al conjuro de un sésamo-ábrete, se abrió una gran puerta metálica con gran estruendo. Dije: "Van a despertar a esa pobre gente", y la carcajada del argentino retumbó varias veces gracias a un eco formal y complicado. Todos nos miraron, y por lo menos un 50% nos mandó a callar. 107
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Sólo entonces me di cuenta de cuántos éramos; aquello era un incontable tumulto. Entramos. En el interior hay tanto frío como afuera; pero acompañado de un olor a humedad que parecía nos taponaría los artificios nasales. Creí sentir un olor nauseabundo obsesionante; una especie de emanación de flores de entierro mareadas ya por el calor; ese efluvio que te seca la garganta; ese mal vaho que identificas con el cadáver; esa pestilencia de lirios y azucenas sazonados por cera quemada y una incipiente podredumbre; pero al preguntar a los demás llegué a la conclusión de que todo estaba en mi imaginación. El recinto (supongo que hecho según modelo de las catacumbas) está iluminado centralmente con neón que, no sé en virtud de qué, amarillea antes de llegar a las paredes o ... archivos. Sí, son como archivos; grises, metálicos, con un asa, y su identificación en una tarjetica blanca como de plástico que se inserta en unos recuadros del mismo material de la gaveta. Están incrustados en filas verticales de tres, y desde la puerta parece que su sucesión no . , termmara nunca. Al caminar pudimos ver que estaban distribuidos en bloques como de una monótona ciudad, con números que los identifican. Algo inmenso cuyo fin no logramos ni intentamos ver. En uno de los pasillos nos encontramos con un grupo de personas, militares en su mayoría. Algunos colegas identificaron a uno de los más grandes jefes del proyecto, al general Tom O ,HearIy; un militar con alrededor de cincuenta años, pelo cano muy bien peinado, nariz recta, mentón ligeramente prognático; muy bien parecido. Como obedeciendo a una clarinada, las más altas figuras del periodismo mundial se encresparon como fatuos gallos y cacarearon sus preguntas, tratando de demostrar su gran importancia. O ,HearIy respondió cortésmente a la mayoría de las tontas pre108
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guntas por un poco más de hora y media, hasta que, según nos tradujo el intérprete, debió marcharse para una reunión con los demás ejecutivos. Detrás de él y su grupo se movilizaron casi todos los plumíferos bombardeando nuevas preguntas o repitiendo aquellas que no fueron atendidas. Aproveché la soledad momentánea para ver algunos nombres. Nuevamente he confirmado mi defectuosa educación. Sé que las personas aquí. .. guardadas son todas en alguna forma importantes, decisivas para la salvación del ser humano en cualquiera de las facetas posibles; sin embargo, la gran mayoría de los que vi me es desconocida. Anoté los que me parecieron más importantes; una tontería: nos dieron lista de todos a la salida. Me llamó la atención algo: Numerosas "gavetas" carecen de nombre; tienen sólo una cifra de siete u ocho números. Por la ubicación deseché que fueran recién llegados, pues según nos explicaron los bloques de ampliación están localizados mucho más adentro, donde ni siquiera han sido encendidas las luces. Ni pensar en olvido. ¡Infantil! Entonces lo único que cuadraba era pensar en "Top Secrets"; algo que querían por alguna razón ocultar; congelados que por alguna razón debían permanecer ignorados. Corrí hasta donde caminaba lentamente el traductor, alejado de la casi compacta masa que se desplazaba disonante hacia la salida, y le pregunté qué significaban esas omisiones. Me miró detrás de un cansancio caído de repente y que le agregaba diez años. Sonrió tristemente y me aseguró con una entonación caricaturizada de lección muy bien aprendida, que no tenía la menor idea. "Yo también soy latino, querido; ¿por qué habrían de contarme secretos? ... Miró disimuladamente a su alrededor, y aliviado prosiguió: "¿De dónde eres?" "Dominicano". "Yo soy de VeneT . . " comente. , " '" vecmos, zue1a. 109
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Bajó mucho la voz para decir: "Hace rato caí en la cuenta de que Kafka todavía está vigente, al menos en lo que a mí respecta: salí de mi país hace cerca de diez años. Hasta hace unos días busqué un empleo que me permitiera ir al cine sin sacar muchas cuentas. Ahora lo consigo; me pagan como para hacerme el rico por mucho tiempo en mi terruño, y resulta que no voy a tener dónde volver para demostrar que no fracasé con mi escapada, ni voy a tener ninguna aldea olvidada para acostarme con la más gonorreica mujer de todo el Universo y convencerla de que soy muy importante; ni voy a tener una barra de mala muerte donde beba hasta perder el sentido de la realidad, donde me emborrache hasta convencerme a mí mismo de que no , ". soy una porquena Creí que iba a echarse a llorar; pero apretó las mandíbulas y esperó calmarse. "Lo peor de todo", agregó, "es que todavía tengo miedo. Me cuido para que no me escuchen ... y no vaya a perder la colocación". Guardó silencio y yo no sabía qué decir. Después de aquella confesión cualquier comentario que me venía a la cabeza me resultaba demasiado cursi. Casi a la salida volvió a hablarme: "Si les importa, a ti ya tu amigo gordo, no vuelvan a comentar "subrepticiedades" en los lugares públicos; los escuché esta mañana en las tiendas" . Me palmeó tres veces en el hombro y se hundió en el piélago eufórico que aún perduraba a pesar de que el general y su grupo se habían marchado ... Busqué con mucho trabajo a Paco para contarle lo de las gavetas anónimas. A él también le sorprendió y aprovechó gran parte del trayecto de regreso improvisando vacías explicaciones posibles. Las que más lógicas, me parecen, son: o que serían hombres a los que no se les pidió permiso para suspenderlos o que pueden ser gente a las 110
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cuales, por su inclinación política, no conviene darles publicidad. Puede que sean ambos casos ... Ya en mi habitación organicé las notas del discurso del militar que, de paso me sirven un poco para ingresar en el lado positivo del asunto, casi como una gimnasia para levantar la moral, y que a continuación detallo: "No hay duda de ninguna clase sobre el triunfo del proyecto. No es una moneda tirada al aire: Numerosísimos experimentos se han realizado, primero con animales y luego con seres humanos. Sólo entonces fue concebido el plan que dentro de pocas horas brindará frutos. En esta ocasión serán descongelados solamente los personajes que puedan aportar algo a la situación específica que nos preocupa. A saber: Políticos, sociólogos, militares y algunos filósofos y psicólogos. No más de cien en total. El sistema que se utilizará ha variado considerablemente del que popularmente se conoce gracias a las primeras divulgaciones. Aunque confesó no formar parte del grupo médico, O 'Hearley nos comunicó con visible orgullo, que estaba bastante enterado del mecanismo científico. El fluido eléctrico tiene un papel protagónico a todo lo largo del proceso, no sólo en cuanto se refiere a los intrincados aparatos de comprobación, si no en lo concerniente a la delicadísima resurrección en sí. Todas las partes del cuerpo tienen que reasumir sus funciones al mismo tiempo o correría el peligro de atrofiarse, colapsar o decaer, lo cual no sería vital de suceder con los dedos, orejas y hasta con los brazos o piernas; pero que tirarían al trasto todo si ocurriera con los órganos, puesto que los sujetos podrían quedar sordomudos, idiotizados o, si se tratara de las partes nobles del organismo, acabaría produciendo el deceso total más temprano que tarde... Pero no hay peligro, gracias a los descubrimientos electromagnéticos (o algo así) el asunto ha sido controlado. Es también de suma 111
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importancia el uso de una serie de ácidos, proteínas y vitaminas que, además de proporcionar alimentación reconstituyente, provocarán fuertes reacciones con efectos similares a los de la nalgada en los recién nacidos. "Y además, una serie de detalles que sería largo y tedioso enumerar", dijo él. "El centro está capacitado para reanimar a diez pacientes a la vez (¡éstos sí que han tenido paciencia!, pienso yo), y cada aparato puede realizar la operación dos veces al día. Comenzarán a trabajar mañana, o sea que, si no hay ningún inconveniente, este refuerzo para el equipo de la Paz estará en condiciones de trabajar a más tardar dentro de cinco o seis días. Las mentalidades preclaras de los recién redivivos estarán a disposición de la humanidad, para aportar las soluciones a la crisis mundial que hoy nos coloca en las puertas de una, por necesidad, última guerra mundial". Añadió, por supuesto, la parte política, al alabar desmesuradamente la previsión de la super potencia norteamericana. Lo cual, si tiene éxito esta gran locura (deberemos aceptarlo aunque nos duela), sería un verdadero aunque único aporte de los gringos a la historia del género humano ... ¡Que Dios nos ayude! !Que por lo menos nos dé un poco de fe! Pero supongo que es demasiado pedirle a ese pobre Señor que hace tiempo debe haberse sacado los ojos para no ver lo que han hecho las criaturas que él creó.
**** Agosto 3 (12:00, m.) Dormí bien anoche, o al menos no me desvelé. Creo que tuve pesadillas o no sé qué, y tengo la impresión de que ni siquiera ahora estoy despierto. Me basta con cerrar los ojos y con una gran calma mi mente y mis sentidos se pueblan de imágenes huidizas: personas 112
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(no tan físicas) ... fantasmas (no tan etéreos) ... vegetando en un ambiente con consistencia de gelatina sepia, rompiéndome los tímpanos con un silencio chillón. Esos seres no hacen nada; solamente llegan y se sientan a mi alrededor, como si esperaran mi muerte para hacerse un mar de llanto. Supongo que tengo fiebre; y digo supongo porque mis apreciaciones térmicas se han alocado desde que estoy aquí. Parece que Paco se siente igual; pero no lo comenta, como tampoco lo hago yo. Simplemente dormita, uno más entre la raza periodística, y muy de cuando en vez comenta cortamente sobre cosas que sólo él podrá entender a qué se refieren, y quizás ni siquiera él. No ha sucedido nada en toda la mañana, aparte de la llegada de los periódicos (¡sí, los periódicos!). Recibí un ejemplar del nuestro que ustedes me enviaron, y me produjo muchísima risa el artículo "que yo escribí" sobre las primeras horas. Carcajadas y pena... Pero supongo que así debe ser. Además, no importa mucho; será una gloria muy corta... Nos han invitado a presenciar las "operaciones" que se iniciaban en la madrugada, y todos estuvimos preparados en el momento en que el reloj marcaba el momento preciso (qué desorientante resulta tener una máquina para medir el tiempo cuando la naturaleza no muestra los cambios acostumbrados). Pero ya el mismo instrumento marca pasado el mediodía y ninguna señal de convocatoria ocurre... Hay un nerviosismo sordo y soporífero casi sólido. Como no esperaba esa deferencia de que se me permitiera ser testigo del maravilloso momento en que, definitivamente, se fijara el nuevo curso en la historia de la humanidad, me siento muy satisfecho. El timbre sonó justo cuando escribía la nota anterior. Se formó un revuelo con características caóticas: todos corrían, inclusive yo, como almas que lleva el diablo, o quizás podría decir: como hormigas (que suena menos melodramático). 113
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Milagrosamente, en esta ocasión el aspecto organizativo funcionó impecablemente; rápido y armónico, a pesar de que a nuestro traductor no lo avizoramos por ninguna parte. Ahora, aquí estamos, en el escenario del experimento, como agua que hierve, nerviosos y expectantes. Llevamos más de tres horas de pie, detrás de unos inmensos cristales que nos comunican o separan de la sala de operación (?). Abajo, a un poco más de cuatro metros, aproximadamente, rodeados por paredes blancas, sobre piso blanco, vigilados por cuatro hombres con batas, gorros, máscaras y guantes color mandarina, en una especie de camilla sólida de un material que recuerda la plata bien bruñida, con infinidad de botones pequeños en todos los colores, conectado a centenares de alambrillos también de una amplia gama, se encuentra un hombre de cabellos blancos. Su piel al principio del experimento de un gris escarchado ha pasado a ser amarillo ceroso. Parece que todo transcurre normalmente, pues los cuatro individuos se limitan a comprobar el movimiento de una serie de complicados relojes incrustados en la pared frente a nosotros. Ocasionalmente hablan entre sí. La traducción, instantánea, en este lugar se hace por medio de auriculares que se conectan a un tablero todo a lo largo del ventanal. Esto justificaría la ausencia del intérprete que tenemos asignados; pero he visto otros de su grupo que simplemente andan por ahí, sonriendo y conversando (A lo mejor se enfermó)... Parecemos un conjunto de idiotas, conectados desde las orejas, con rostros concentrados y miradas andariegas ... De tanto dolerme ya no me siento los pies. No he podido Estamos de regreso en la base; en la gran sala de espera ... Toda la lentitud de los primeros días ha sido borrada; ahora el asunto se desliza aceleradamente... Tampoco pude terminar la nota anterior. De repente, por los altoparlantes nos comunicaron, luego de disculparse con frialdad 114
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diplomática, que el proceso había sido detenido y pospuesto, por razones ajenas a la voluntad de los organizadores. No es necesario describir lo que allí sucedió: cuando los humanos, que nos creemos con derechos natos o adquiridos para todo, nos sentimos dislocados por cualquier circunstancia que lesione nuestros intereses, perdemos los barnices de civilización que tenemos pegados con saliva y nos lanzamos a la protesta incontrolable. Para que ustedes lo entiendan sin que tenga que gastar mucha tinta, recuerden el desbande que hubo durante aquella misa que fue celebrada en acción de gracias por haber sobrevivido al gran terremoto, cuando la tierra volvió a temblar. Bueno, más o menos eso. Si hubiera estado en manos del periodismo declarar la tan esperada y no deseada guerra, en ese momento se habría sellado el destino de la humanidad. Podría decir que ¡gracias a Dios! no tenemos ese poder; pero de todas maneras, ¿qué importa nuestra impotencia?: la potestad la tienen otros que no vacilarán en utilizarla si esto fracasa. ¡Y parece que está fallando! A pesar de que los médicos, o lo que fueran, que bregaban con el cadáver detrás del cristal no se inmutaron en lo más mínimo, antes ni durante ni después, de la simple contraorden se traduce que nosotros no podíamos ver lo que sucedía. Y si la operación hubiese ido sobre ruedas, habrían deseado ardientemente que la presenciáramos; o sea que, el negarnos la oportunidad testimoniar significa que el asunto abortó ... Paco, en esta ocasión, no externó teorías de posibilidades. Rojo como un rábano dijo una palabra bastante gruesa, y luego de dar varias caminatas de leopardo enjaulado se desapareció, a pesar de que lo llamé varias veces en busca de algún tipo de solidaridad que me sacara del batiburrillo en que caí. 115
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Luego apareció, no sé, unos diez minutos más tarde, y me haló por un brazo hasta el pasillo, presa de un gran desasosiego .... "¡Lo tengo, pibe!", me dijo con susurrada voz. "Ya sabía yo que esto no iba a funcionar. ¡Coño, no se puede jugar con la temporalidad de la vida! Si Dios dio un término a nuestros días es porque así tenía que ser. ¿Qué se ha creído el ser humano? No es posible trastocar el gran orden natural por mejores que sean las intenciones ... " Y como presentí que podía extenderse ilimitadamente en su filosofía, lo interrumpí e insistí en que me dijera qué era lo que estaba pasando. "Ven, ven", fue su respuesta, y volvió a conducirme apresuradamente. "Esto que quede entre nosotros", murmuraba mientras literalmente me arrastraba con gran prisa. "De inmediato me di cuenta de que si nos quedábamos allí, protestando, nada sacaríamos en claro. Así es que, ¡Dios siempre me ilumina!, por eso me llevo bien con él, me dirigí inmediatamente a buscar al traductor, el venezolano. El corazón se me quería salir por la boca; pues, por supuesto, podía ser que no estuviera en el edificio, puesto que no lo había visto en todo el día, con lo cual la única posibilidad de esclarecer el asunto se desvanecía. Pero, averigüé dónde paraba. Pregunté en Información por su oficina, y me lo indicaron, no sin mirarme con sospechosa extrañeza... No estaba en el lugar en que me señalaron; pero uno de los empleados de la oficina me dijo dónde encontrarlo. Y allí fui ... Lo hallé; estaba en su habitación, y por suerte, solo, acostado en uno de los seis camastros que había. Temblaba, el pobre infeliz. Le pregunté qué estaba sucediendo, y, mirándome a los ojos como a tabla de salvación, me preguntó si yo era el que andaba con el dominicano. Le respondí que sí. Y como si eso fuera una visa para la confianza, desplomándose, casi gritó: "¡Nos jodimos, compañero!" Tienes que sentirte satisfecho: así como me sedujiste a mí con tu rudimentaria inocencia, a él también te lo conseguiste con solamente 116
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una conversación de minutos; los subdesarrollados nos aliamos instintivamente; ¡ay si los gobiernos entendieran eso...! Me pidió que viniera a buscarte para que los dos, ¿oyes eso?, los dos, supiéramos la verdad. Exudaba que tenía que desahogarse con alguien. Por supuesto, es una manera de encontrar apoyo en medio de una crisis que rezuma consumación. En conclusión: nos llevará adonde uno de los despertados. ¡Sí, han logrado hacerlo! El problema no es como pensé una imposibilidad de restablecer la animación suspendida, si no otra cosa que él insistió en que debíamos comprobar con nuestros propios ojos para que lo comprendamos a fondo. Y al final, como si la urgencia fuera de él, y probablemente lo sea por la necesidad de soporte que le grita su desesperación, me solicitó denodadamente que no tardara" ... Ya habíamos llegado adonde íbamos; los dormitorios de los empleados, y el joven, al cual divisamos por la puerta entreabierta saltó al corredor para encontrarnos. Con señas nos indicó que lo siguiéramos, y caminamos como por una especie de laberinto hasta un sitio que, ¡caraja!, no sé si estaba por delante, por detrás, a la derecha o a la izquierda del edificio. Allí el ambiente era tranquilo; la única señal de desasosiego la brindaba Rodrigo (Así se llama; lo supe en el trayecto). quien insistía en mirar a todos lados como previniendo una contención de nuestro intento. Me enteré por su boca en el ínterin de que allí estabán los resultados que se habían obtenido en los últimos meses; las pruebas, los llama él. No son personajes importantes; al menos en su mayoría; son simplemente individuos que aceptaron ser invernados como colaboración al proyecto o como manera de ganar tiempo ante alguna enfermedad letal por necesidad. No los que pagaron en espera del descubrimiento de la cura del cáncer u otro mal incurable, porque, por ética, como eso no ha sucedido todavía tendrán que seguir espe117
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randa probablemente hasta el final de los tiempos, que deseamos sin mucha esperanza que no sea por ahora. "¡Hay algo que no funciona!", nos remarcó enfáticamente. "Sí, están vivos: el corazón les late, respiran, hasta hablan; pero eso es todo". Y se detuvo ante una puerta, tocó tímidamente, esperó un tanto, y sin que hubiera respuesta abrió lentamente. Allí dentro estaba un señor de pelo blanco y contornos suaves que no se movió un ápice cuando entramos. Miraba fijamente a un cuadro en la pared; la reproducción de un paisaje montañoso entre nubes que culminaba en un pico nevado que resplandecía por un sol oculto... De alguna manera me sentí calmado, relevado en cierta manera de la tensión subconsciente que me tenía en ascuas. El venezolano le pidió que nos relatara de su experiencia, y él, estático, como si lo hubieran encendido, habló con voz pausada. Lo que sigue es una transcripción aproximada de su alocución; lo que pude captar a pesar de la obnubilación emocionada de mis sentidos: "Es inútil tratar de explicarlo. Sería como repetir lo que han dicho los poetas: Dante y los otros. Algo así sólo se puede decir con símbolos ... y no hay otra manera de hacerlo entender ... Me sentí flotar, lo primero. Estaba en lo físico; pero ya no pertenecía al mundo ni a sus leyes ... Cada vez era más liviano, pero no con ligereza de libras; más se parecería a lo que se siente cuando uno perdona o es perdonado. Algo visual, sin tener ojos; avistado por estar rodeado de resplandor, pero no una luminosidad que conociera antes; una luz... verdadera, que era sonido, color y calor, y que no la oías ni veías ni mentías; ya la vez la oías y la veías y la sentías ... Ascendía y no era hacia arriba. No flotaba; estaba afincado en el vacío. Amaba (es, creo, el único sentimiento que existía en todo momento), yel amor no tenía un blanco definido aunque era más específico que cualquier otra pasión experimentada... 118
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Deduzco, por las cosas que sentía que transcurría el tiempo; pero no lo notaba. No avanzaba a pesar de que se presentía un espacio infinito. No estaba en él e inevitablemente en él permanecía... aquí, allá, en la nada... ¡La nada! ... Era algo en cierta forma tangible, porque podías comprender qué era la ausencia. Conocías la historia ya completa, y más allá de sus memorias; todo lo entendías... porque eras la fusión ¡La suma!. .. Sí, yo dentro del todo ...y la plenitud dentro de mí" . Al terminar se volvió hacia nosotros con una sonrisa inefable y nos miró, parecía que sin vernos. El argentino hizo preguntas, tratando de sacarlo de su imaginación, buscando asuntos más específicos. Pero él volvió a girar hacia su anterior enajenación. Rodrigo le pidió que no insistiera, puesto que nada lograría. "¿Se dan cuenta de lo que les digo? Lo más que se lograría sería que repitiera el párrafo idénticamente, como una grabadora.. , ¿Y de qué nos sirve este hombre, entonces? .. Era un profesor de física, una mente brillante... Fue uno de los voluntarios ... Eso es todo..." y nos solicitó que saliéramos, cosa que hicimos ... Paco, entonces, preguntó por los otros, que si todos los casos mostraban igual desubicación o incorporeidad. El venezolano se encogió de hombros como si eso constituyera una respuesta, y nos condujo a otros cubículos que, como los círculos infernales de La Divina Comedia, nos fueron sumiendo en una desesperación creciente... Un compatriota de Paco reaccionó en forma antipódica cuando el traductor le dijo: "Buenos Días Don Leopoldo". "Yo no soy Leopoldo Farnesio, carijo. Todos ustedes se están volviendo locos. No estoy casado con ninguna María. No tengo ningún hijo. Sí, me he leído mi supuesta biografía; pero nada de eso es cierto. No nací en Tucumán, no viví en Buenos Aires, nunca escribí un libro. Yo soy de ... No sé; pero hay mucha nieve. 119
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Estaba enfermo, si no de cáncer, de los pulmones .... Al principi~, cuando desperté, creo, recordé un paisaje blanco, yel rostro ~ .' . ~ ,mI.... . . ~ N o, estoy segu. 'M'I hermana., ,mI novIa., de una mUJer., ro, nunca contraje matrimonio ... Era soltero ... Algui~n hablaba en otra habitación: "Ya es demasiado tarde", decía. No estoy loco ... Yo no soy ése que dicen" ... Y cuando Paco intentó sacarle más usando su paridad de origen, hasta negó que fuera argentino, aunque su acento lo gritaba ... Un tercero pareció un paso de avance; pero muy relativo: lucía en ple~o disfrute de sus facultades; pero eliminó contactos más amplios con una excusa: "Me he puesto a trabajar inmediatamente. La situación es complicada y hay que estudiarla. Pero no. No creo que deba dar declaraciones hasta haber oído las opiniones de mis superiores. Soy una parte pequeña en la maquinaria. Ellos ordenarán lo que deba hacer cuando sea necesario". Un ancianito, el cuarto, también tenía toda la claridad que su edad podía permitirle, y un negro sentido del humor; pero nada aclaraba: "Para esto mejor me hubieran dejado morir cuando todo estaba dispuesto por el destino. Sé que nadie tiene la culpa; pero debió pensarse mejor antes de hacerlo. ¡Todo por la ciencia! ¡Mierda!. .. Ni siquiera hablar puedo bien. No puedo pensar, siquiera. Soy un vegetal. Supongo la razón: óxido. Como cualquier máquina". Y yo, juro que no pensaba en lo que causó su reacción; pero me hizo sentir estúpido de todas maneras cuando con una sonrisa habló: "No sea tonto, joven, no lo busque usted; no es el orín metálico, soy de carne y hueso". Traté de explicarle que yo no había pensado ni intentado ver nada de eso; pero él me interrumpió divertido: 120
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''Aún así, de todas maneras, es herrumbre. Lo que no se usa por mucho tiempo termina siendo inútil. Así, mi cuerpo. Así todo yo. Rápidamente no hablaré. Rápidamente no pensaré. Rápidamente estaré muerto de verdad" ... Como me sentí incumbido tanto por lo que había pasado como por cierta compasión a la que me movió su indefensividad de anciano, le aseguré que la ciencia había progresado mucho y que la longevidad cada vez era más extensa. Pero él no se dejó convencer, y fue más tajante aunque igualmente simpático cuando aseveró: "No lo creo. En el metal, la lija, el aceite "3 en 1", el fuego, funcionan; pero en esta carne ... ¡Esta carne no revive de I v o,,, ver dad. la termino ... La tregua que en cierta manera significó esta entrevista fue aplastada inmisericordemente por las que siguieron. Un quinto dijo: "El recuerdo no cabe en mi cerebro; por eso callo. Sólo hay algo que puedo decirles: tenía que volver. Nadie me lo ordenaba; me gustaba aquello, pero tenía que es,,, tar aqUl . El sexto nos dio escalofríos, farfullando desconciertos: "Sí. .. para mí. .. No sabe... usted que la materia nunca muere; se transforma... Mis moléculas vivas resurgen de toda forma Vida... cerebro ... Mío ... Unidad al que se llama; llamó doctor. .. ' 1" nO ... m ás ... otro...¡ Porquena.. Yen el séptimo sólo hubo ... ¡silencio!
**** Agosto 4. Nada hemos comentado de nuestra experiencia. Sin que fuera necesario que mediara un acuerdo entre los tres, ni siquiera hemos vuelto a hablar del asunto. Nuestra complicidad en el abatimiento se ha expresado en mayor ocultación y circunspección. Nos mira121
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mos y sonreímos con honda tristeza y movemos la cabeza como si con ello lográramos un alivio que no llega... En Paco el asunto ha sido más dramático, tanto así que todos le han preguntado si está enfermo. No habla nada. Yo intenté consolarlo, explicando algo que surgió de mi propio coleto: Esos chascos fueron los primeros intentos. Es posible pensar que las cosas han mejorado si tenemos en cuenta que las autoridades responsables están dispuestas a mostrarle a la opinión mundial los resultados; pero el asunto se me cae de la mata cuando recuerdo lo que sucedió ayer en la mañana: la absurda y deprimente suspensión del espectáculo que tenían planeado. Pero mi deprimido amigo apenas hizo un gesto como diciendo: ¡Por Dios! ... Ni siquiera reaccionó cuando nos volvieron a convocar para presenciar la primera sesión de los personajes revividos, ¡ahora sí!, que según explicaron enfrentarían la problemática mundial en el gran salón de conferencias dentro de dos días ... Hubo quienes protestaron porque querían ver el proceso de resucitación; pero ni siquiera hubo información al respecto. Sólo excusas y divagaciones ... Pero, éstas son tonterías. Después de todo, pienso yo, lo importante es lo que nos ofrecen: la culminación de los esfuerzos; la real prueba de todo el experimento; la comprobación de la existencia de un futuro para la humanidad. Las grandes mentes de los últimos, digamos, treinta años, enfrentados en sus esfuerzos por lograr una paz que no sea perecedera. ¡Que Dios los ilumine! ... Mi único problema ahora y en las horas que seguirán es ... esperar. Y supongo, no, sé ciertamente, que ese inconveniente es compartido por el pensante Mundo entero. Así que, aunque "mal de muchos consuelo es de tontos", me conformo 122
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con saber que dentro de mi estupidez estaré muy acompañado en esta desazón.
**** Agosto 6 o más bien 7 (La madrugada) Perdonen que no haya escrito nada en estos días; pero hemos estado sumidos en la insoportable inercia que produce la incertidumbre crecida. Probablemente esto sea el último reporte (¡Ojalá que no fuera así!). Antes de la sesión plenaria, llamémosla así, no sucedió nada importante o tanto pasó que sería imposible relatarlo, y por demás insensato. Lo único que interesa ahora es el pormenor de lo que sucedió allí (lo que sigue ocurriendo; pues hasta este momento continúan reunidos). Antes que nada debo confesar que nos apresuramos en las fatalistas conclusiones: los fracasos de que fuimos testigos eran, como dijo Rodrigo, simplemente eso: pruebas, que por desgracia y como siempre fueron protagonizadas por los que no tienen importancia, esos seres anónimos que, como los roedores de laboratorio, sólo son útiles para experimentos (¡pobre gente!). Como debimos suponerlo, procesaron a los importantes cuando ya los márgenes de seguridad garantizaban un amplio porcentaje de triunfo. Y así, los renovados vivientes que vimos desde esta mañana podríamos calificarlos como rotundos éxitos, en una brillante demostración de sus antiguas facultades o más o menos. Hablaron hasta por los codos; hasta que ya yo no pude más y me escabullí, junto con muchos otros; quizás porque se me desvanecieron las esperanzas o porque simplemente me cansé, ya que no estoy acostumbrado a esas largas sesiones de palabreos interminables ... Aunque no creo que fuera por esto ... 123
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Paco intentó interceptarme; pero sentí que si me quedaba explotaría como una vejiga sobreinflada. Al escuchar a los "salvadores" discurseando recobró su entusiasmo y su verborrea que por lo bajo contrapunteaba el amplio sonido que nos golpeaba desde los altoparlantes: "Coño", me dijo, "que desesperados somos. La interrupción de antes de ayer funcionaba perfectamente; lo que pasó fue que se habían equivocado de sujeto (o quién sabe si fue un sabotaje), y el individuo que tenían en la camilla era un quintacolumnista o algo así, que siempre se había opuesto al experimento, lo cual, cuando despertara de seguro hubiera sido sumamente contraproducente, porque según me dijo el mime, aquí a mi lado, era un recalcitrante". y el intérprete, sentado junto a él, que parecía cada vez más atontado, confirmaba la versión con exagerados movimientos de cabeza. "Mira esta maravilla", continuó. "Nunca me imaginé que tendría la ganga de estar "tete a tete" con tan importantísimas personalidades. No seas tonto, pibe, quédate, que ésta es la oportunidad de una vida. ¿No te das cuenta? .. Tenemos esperanzas". Pero yo andaba por otros rumbos mentales muy distintos, y me deslicé hacia la salida, aunque en cierta forma me autocensuraba por hacerlo ... Discúlpenme que de nuevo filosofe; pero necesito liberarme de estos pensamientos o remordimientos o lo que sea: ¡Qué insanos somos los humanos! ¿Cómo pretendemos encontrar soluciones fuera de nosotros? ... ¡Esto es egoísmo! Lo único válido sería buscar dentro de nuestros interiores los componentes de esa complexión espiritual del Ser Superior que tanto hemos canturreado por siglos y siglos. ¿Dónde están? ... ¿No los habremos imaginado simplemente? ... ¿No serán más bien la masturbación de un huero orgullo sin fundamentos? .. , Yo, por ejemplo, me he tomado este desenfreno de terror 124
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como una francachela o como vacaciones inmerecidas, más preocupado por el aburrimiento que por la responsabilidad que el hecho significaba. La prueba está en que me escapé, que no de otra manera puede calificarse mi salida del hemiciclo ... Y, está bien: yo no podría hacer mucho. ¿Quién soy? ¡Nada! Pero sirva como paradigma mi actitud irresponsable para con los demás. Los hay garantizadores pero desalmados. Los hay amorosos pero ineptos. Los hay entendidos y expertos pero desinteresados. Los hay... de todas formas; cada uno cojea de alguna pata, pero ninguno se preocupa por solucionar su renquera. Más bien nos regodeamos en nuestros defectos o invertimos todo el tiempo en su justificación. Y así, ¿quién puede exigirle a nadie? .. Yo, por lo menos, me encuentro despojado de alegatos defensivos hasta la desnudez descarnada de mi espíritu. No osaría decir una sílaba en mi defensa (aunque sé de cierto que si esto pasara recolectaría nuevas coartadas para mi pecaminosa inactividad). Así somos de autocomplacientes los descendientes de Adán y Eva. Aquí todos, los periodistas y los que no lo son: políticos, militares, filósofos, científicos y etcétera, no pierden la ocasión de acusar a alguien de la situación, menos a sí mismos. Y con ello lo mero que resulta es un aumento de confusión, si es esto posible... Todos son inocentes. Si fuéramos lo suficientemente ignaros acabaríamos decidiendo que la culpa es del destino o la suerte o las circunstancias o, ¿por qué no?, del mismísimo diablo. Lo que sea, menos nosotros. ¡Que mala suerte tenemos!, ¿verdad? .. ¡Cañazo! ¡Que inconsecuentes, irresponsables e hipócritas somos! ... Ahora, después de la confesión me siento algo mejor, aunque la experiencia pasada demuestre que no hay verdadero propósito de enmienda (esto explica aunque negativamente el católico Sacramento de la Penitencia) ... 125
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No daré detalles del protocolo inaugural que, aunque sencillo y más bien corto, no difirió de cualquier apertura de cualquier congreso Además no tengo fuerzas suficientes para perderlas en dislates . Después de la politiquería y de la autocoba ineludibles ocupó el estrado el presidente de la WPO, "World Peace Organization" (Me había olvidado que tenía ese nombre), para poner al tanto de la situación y los propósitos, oficialmente, a todos los que participarían en el salvador debate. Sería prolijo entrar en detalle todo lo que discurseó el señor Abraham Felderman; pero en muy resumido resumen ahí les va: La organización comenzó como un proyecto "Top Secret", desconocido hasta por los numerosos presidentes de los Estados Unidos que se sucedieron desde entonces hasta ahora. Había comenzado como un proyecto utópico que encontró unos cuantos benditos "orates" que creyeron en su efectividad. El asunto: salvar las mentalidades conspicuas que podían aportar al desenvolvimiento civilizado de la política internacional, para ser devueltos a la actividad cuando un momento crucial como éste lo demandara. Y, llegada esa lamentable etapa en la cual los encontrados intereses de las potencias mundiales, en consono con la evolución desmesurada de la tecnología armamentista atómica, han colocado la salud del mundo en una azarosa encrucijada que amenaza con finiquitar la civilización mundial de una vez y para siempre, se procedía a instrumentar el audaz plan. A continuación explicó que, además, se hacía público el debate en búsqueda del desenlace adecuado, para que los ojos y las conciencias de todos los seres vivientes comprendieran y aceptaran, de una vez por todas, las magníficas intenciones que siempre han movido a esa nación (¡Buena porquería!). 126
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Luego de rogar mesura y concisión a los participantes que se sucederían en una agenda muy organizada, pasó a concederle la palabra a los más importantes oradores. No eran tantos como yo me había pensado; pero había muchos que nunca imaginé (¡ya no importan ni sus nombres!; para qué respeto a la posteridad si ya no habrá más mañanas). Uno a uno nos endilgaron sus abstractas peroratas... ¡¿Cómo narrarlo?! ... Los de izquierda culparon a los de derecha, y viceversa. Los dictatoriales a los liberales y viceversa. Los materialistas a los espiritualistas y viceversa. Los unos a los otros y viceversa; como los de ahora los de antes y pudiera decir que los de después, si hubiera una continuación. Esa es la conclusión de la cual ya hablé más arriba; al igual que yo, ellos, y ustedes (ni siquiera intenten zafarse de la codelincuencia) ... y lo que es peor, lo que podía leerse entre líneas, lo provocado por cierto tipo de evolución que se ha desarrollado, aunque no se sepa si hacia adelante o hacia atrás: la mentalidad de ahora no es la de ayer. ¡Debió pensarse en eso! Las teorías marxistas o enciclopedistas o tomistas o platónicas, si bien admirables y sorprendentes e iluminadoras todas ellas, fueron paridas en sus respectivas épocas, pero muy poco, si es que algo, pueden hacer por nosotros ahora. ¿Cómo esperar, entonces, que las mentes manipuladas por sus circunstancias proporcionen soluciones fuera de su tiempo? .. No resolvieron lo fundamental cuando les tocó la oportunidad y mucho menos podrían hacerlo ahora. Quizás en los días que vendrán, si vinieran, los cerebros que vengan, si nacieran, de alguna manera redimidos de la connivencia de sus coyunturas impuestas, encontrarían la mecánica para descu127
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brir y fortalecer la verdadera responsabilidad; el auténtico amor, sin condiciones; la indiscutible tarea de salvar el espíritu... (pero dejemos esto, que la situación no está para metafísica o literatura) ... ¡Hemos fracasado definitivamente!' .. ¡Tengo miedo! ¡Un pavor enorme! ¡Un espanto inenarrable! ... De alguna manera, podría decir que ya siento la irradiación yel estruendo de las bombas que acabarán con todos ... ¡y conmigo! Aunque probablemente me equivoque de nuevo: porque esto de la explosión deberá ser parecido al resplandor del relámpago y el rugido del trueno, que aquél que los percibe, ya, para su fortuna, sobrepasó el peligro que el rayo constituía. y si yo fuera testigo, quizás... Pero no; ¿por qué sería de esa manera? De todas maneras, puede que, ¡Dios lo quiera así!, el hecho de no sentir la llegada del final haga menos insoportable ese tránsito terrible y definitivo ( no me importa que se diga que el cobarde muere mil veces y el valiente sólo una) ... Pero el asunto es que, ¡cuánto lo lamento!, éste es el ocaso de Piscis, mis amigos. Sean corajudos, aunque no les sirva para mucho. ¡Y punto! Acuéstense en sus tumbas con tiempo suficiente; porque después, ¡qué pena!, estén seguros, no habrá quien entierre a nadie.
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El gran cuento (Tercera parte)
Finalmente el Profesor Juan Bosch ascendió a la Presidencia de la República, con gran contento de todos los que habíamos participado mucho o poco en la destrujillización del país. Las esperanzas se deslizaban alegremente hacia la realidad: participaríamos de una democracia cuyo significado no conocíamos muy bien (en mucho dependía de la coloración política de cada cual); terminaría de una vez por todas el odioso abuso de los uniformados; levantaríamos u vivo altar a la ley y la justicia; serían reivindicadas los dolores y las lágrimas de tantos huérfanos y viudas, de tantos desguarnecidos de amigos; hombro con hombro crearíamos una sociedad justa. ¿Qué más pedir? Sentíamos que nuestras vidas se encauzaban hacia una normalidad que ninguno de los que rondaban mi edad había conocido, aunque sí idealizada con la caprichosa imprecisión y ambición de los sueños. En lo particular intenté afianzarme en mis aspiraciones: la literatura, el teatro, el trabajo en la radio y la televisión. Una sorpresa formidable me llegó; nuestro flamante presidente me había elegido para un curso de "Radio y Televisión como medios de Difusión Cultural" que sería dictado en el Instituto Alemán para Países en Vías de Desarrollo, sito en Tegel, Berlín. Allí fui 131
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rebozando entusiasmo y dispuesto a llevarme la palma, en pro de la confianza depositada y del futuro cultural de mi país. Aunque ya contaba veinticinco años, fui llamado el "benjamín" del grupo conformado por señores mayores de varios países latinoamericanos. La mayoría de ellos en cierta forma se turnaban para disfrutar de mi fresca compañía, del desbordamiento de mi fe en un mundo mejor, por la indiscutible y contagiosa esperanza en el futuro de la bondad. Aprendí y disfruté mucho, y la noche final, en la cena de despedida, fui elegido como representante de todos para decir las palabras de gracias. Hablé, supongo que certeramente y con brillantez por la calidad de los aplausos. Y entre las cosas que dije estaba la confesión de mi felicidad por poder trabajar en lo que llamé, comparándolo con el prodigio de la recuperación alemana después de la segunda gran guerra, en el milagro de la República Dominicana. Partí hacia Paris, en mi viaje de regreso, con la intención de pasar una corta temporada en aquella ciudad que se convertiría en mi predilecta. Allí, junto a Iván Tovar, mi cicerón, disfrutaría de unas cortas vacaciones antes de reintegrarme a mi compromiso. Pero a las pocas horas de mi llegada recibí la noticia del golpe de Estado a nuestro líder. Confusión... ¿Qué había pasado? No entendía. ¿Cuál era la situación? Recordé las palabras de mi discurso con indignación y vergüenza. Mi madre me dijo que no volviera porque estaban persiguiendo a los izquierdistas; mas precisamente por eso, por solidaridad o por orgullo, decidí regresar; debía compartir el destino con mis compinches, cualquiera que fuera. Arreglé los asuntos del viaje yen el ínterin me sumergí en una evasiva orgía de monumentos y museos y galerías y roda lo que tuviera que ver con el arte y la litera132
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tura... y también de vino ... París, por todo aquello, me sedujo para siempre; de especial manera se integró a mi vida. A mi regreso, un nuevo estilo de amargura se me alojó en la médula y fue reflejado en lo que escribí; los casi-cuentos. De esa etapa, que titulé "Cuentos de la esperanza escondida", quedaron: "Si Algo te Ofende", "En Espera de Turno", "La Parálisis", "Un Trago Largo" y "Error de Cilculo". Son los temas: mis deseos de no ser más testigo, la improbable eventualidad de que pudiera cerrar los ojos a la maldad, el deseo de morir o al menos de justificar una integración con (¿un enterramiento?) lo que me impedía actuar (eso es rescoldo de irresponsabilidad que ha mostrado ser quimérica en mí), el ansia de embriagarme sin que me importara lo que los otros pensaran (otra imposibilidad), y la aceptación del sacrificio en justificación de ideales, cuya realización se me antojaba imposible. Todos ellos reflejan un pesimismo substancial, del cual no he logrado restablecerme por completo nunca más. Sí. La esperanza permanece en mí. .. pero creo que por testarudez.
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Cuentos de la esperanza escondida
Si algo te ofende
Tengo el punzón en las manos. Hace quince días que no duermo. La púa de acero está fría. Las noches y los días ya son la misma cosa. Estoy cansado, cansado, cansado de mirar. Me he punzado la yema del dedo índice, y sale una gota de sangre. ¿Por qué no puedo dejar de ver? .. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? .. No sé lo que me ha pasado. Todo era normal ... antes. Y de repente, la mirada que se clava en el Mundo; lo observo todo; cierro los ojos y sigo viendo; mis párpados levantados o abatidos no alteran la procesión que no acaba de minutos, repletos de dolores y alegrías. Tengo el punzón en las manos. No quiero hacerlo. No quiero hacerlo y sin embargo, no queda otro remedio. Pudiera ser que no surta efecto; pero debo probarlo. Tengo el punzón en las manos. Cada segundo su puya se hace , mas 'fi' aun na... fi' na. No importa... Esta visión interminable tiene que cesar. No quiero ver más. Quiero descansar... Descansar... Descansar... Levanto el punzón ... Dudo... Me decido: el izquierdo ... 137
'lile
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el derecho. Un dolor insoportable hace tambalear mi cabeza. Siento la sangre correr caliente sobre mis mejillas ... Delante de mí hay un grupo de seres humanos que ríen a carcajadas. Losveo . ¡Los veo! . Veo sus bocas abiertas, y adentro las terribles mezquindades que los pudren. Veo. Los veo. ¡Veo el Mundo!
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En espera de turno
Hace unos minutos entró en la oficina, navaja en mano. Es un hombre corriente. De ser otra la situación no percibiríamos en sus ojos ese acerado brillo. Dijo algo a la secretaria y ésta se le acercó. Algo más le habló, antes de producirle un corte en la yugular. Yo salté, aún sabiendo que era tarde para impedirlo, y él, de un solo tajo, hizo caer mi brazo izquierdo. Llamó al mecanógrafo, y cuando éste estuvo a su lado, susurrando tal vez una oración, lo eliminó. Corrí. Era necesario quitarle su arma... Sin gran esfuerzo me cortó las dos piernas. -Ahora te toca a ti -le ha dicho al mensajero. Dos lágrimas corren por las mejillas del niño. Duda; pero se acerca al hombre, que ahora limpia el filo homicida con un pañuelo. Cada paso es más lento que el anterior. El verdugo se impacienta. Se acerca a la pequeña vida que tiembla. Sujeta sus cabellos, y el tierno cuello se tuerce con gracia de Joven ave. Ha levantado la navaja. Es necesario hacer algo. 139
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Sólo tiene trece años. No sabe de este mundo.
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Con el brazo que me queda, me cubro los ojos. Santo Domingo, Dominicana. Noviembre del 1963.
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La parálisis
Primero no pude levantar los brazos. Luego me fue imposible movilizar las piernas... Tal vez la parálisis comenzó en los cuatro miembros al mismo tiempo; pero lo noté en ese orden. Todo indica que es, o era, el ritual de mi despertar cada mañana. Claro, se dirá que soy un tipo exageradamente meticuloso por esta casi manía de especificar detalles sin importancia; pero, no es así. Simplemente, cuando se viene uno despertando día tras día, durante más de 32 años; 10,975 veces por la mañana y casi la misma cantidad de veces por las tardes (duermo siesta), es fácil observar lo que se ha hecho costumbre. Además, al ver que era imposible desperezarme, después de una corta incursión en la desesperación, cuando rápidamente llegó la conformidad (no me había dado cuenta de que acepto las cosas tan fácilmente), me puse a cavilar sobre esto. Dudaba; pero al querer moverme nuevamente, observé que lo intentaba hacer en el orden descrito anteriormente, y de eso deduje, o confirmé, que siempre lo he hecho así. Asunto de hábitos inconscientes, supongo. Pensé que todavía estaba durmiendo, o mejor aún, que estaba en uno de esos estados de duermevela. Mas acabé desechando la idea, porque la situación se prolongaba demasiado. 141
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Escuchaba con toda claridad los sonidos del amanecer; los vendedores de periódicos; las canasteras de voces cantarinas y chillones; el estrépito de la sirvienta preparando la mesa para el desayuno; y las gárgaras de mi suegra en el cuarto de baño, al lado de mi habitación. Como siempre, mi esposa vino a despertarme, o a creer que lo hace, porque casi todos los días, cuando viene, ya tengo mucho tiempo inmóvil, pensando. Después de varias intentonas fallidas se marchó. Siempre la molesto con esas cosas, y ahora que me detengo a pensarlo, no sé si lo hago por sentido del humor o simplemente para exasperarla. La quiero; pero estorba terriblemente; no puedo soportar su estricto sentido del deber, aunque reconozco que es absolutamente indispensable: de no ser por ella me hubieran despedido del empleo hace años. A! poco tiempo volvió y repetía: "Abre los ojOS... Abre los ojos, que sé que estás despierto". Y entonces yo pensé: "Ya está bueno de bromas por hoy. Voy a abrir los ojos". Y naturalmente no pude. Había olvidado por un instante lo de la parálisis... y lo recordé abruptamente cuando me fue imposible despegar los párpados. Mi primer pensamiento fue bastante cómico ... ¿Cómico? .. "Ahora también los ojos. ¡Qué contrariedad!" Y una tercera vez volvió ella... En realidad ha vuelto muchas veces; tantas que ya no recuerdo cuántas. Pero esta tercera vez permanece clara aún en la memoria. Supongo que será por lo que me dijo: "Si quieres que te cancelen, allá tú. No me voy a preocupar. Me importa morirme de hambre ... Yeso es lo que va a sucedemos. Ya sabes cómo están los tiempos de difíciles". ¡Como si alguna vez hubieran estado fáciles!. .. Lo de ella será falta de memoria o exceso de humor. Lo que no se imagina mi mujer (ella prefiere que le digan esposa; pero yo, por broma o, ¿por molestarla?, siempre la llamo así) ... 142
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Lo que no se imagina, repito, es que a mí no me importa que me despidan como a un perro ... Al menos ahora. ¡Para qué querer un empleo, si no puedo mover los brazos ni las piernas ... si no puedo ni siquiera abrir los ojos? Lo de morirse por falta de comida puede que me doliera; pero no lo sé a ciencia cierta, pues hasta el momento no he sentido hambre. "¿Se habrá muerto?", dijo mi suegra, quien entró también a la habitación después de exigir que me cubrieran con una frazada para no verme en pantaloncillos. Y mi esposa le respondió: "Sé perfectamente que está vivo. Es su negro sentido del humor". Debo confesar que por un momento había justificado la situación con un pensamiento; pero también deseché esa idea, porque estar muerto no puede ser así. No me pregunten por qué; no sabría decirlo; pero estoy seguro de que morirse será algo diferente. Para demostrárselo a ella, intenté externar alguna reacción; no ya mover los miembros, ni los párpados (a esta altura ya estaba convencido de que me sería imposible), sino hacer una contracción levísima de la piel, como las que he visto hacer a los caballos para espantar las moscas... ¡pero nada! Lloré, aunque nada salió de mis ojos; nada cambió en mí. Detesto exagerar; pero así fue. Deseé poder hacer algo, como no he deseado ninguna otra cosa en mi vida, y sentí como si todo se me destrozara en la terrible inmovilidad. Es curioso: me he pasado la vida prácticamente estático, sin que me importara, y de repente, cuando ya es muy tarde, resulta que lo más importante para mí es moverme aunque sea un poco. Ya ni siquiera para que los otros lo vean, sino para sentirlo yo. Se me ocurrió registrar mis pensamientos a ver si alguna vez había intentado una acción de conciencia; producir algún cambio 143
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conscientemente; pero me di cuenta de que realmente no me había interesado. Lo que ahora quería era escuchar los cuchicheos de mi mujer y su madre. Me preocupaba entender lo que decían en la habitación de alIado. Naturalmente se refería a mí, y aunque sólo podía percibir con claridad palabras aisladas, pude darme cuenta de todo: "Esta noche ... entre las dos ... es necesario ... es como una cruz.. etcétera". Obviamente me iban a enterrar o a tirarme al mar o a botarme en el gallinero o qué se yo. Me iban a quitar del medio ... ¡naturalmente! También mi suegra volvió muchas veces a entrar en la habitación; pero no le di importancia, porque supuse que así lo hacía todos los días, como costumbre. Ella y mi esposa caminaban con naturalidad, como si nada sucediera... y es que tal vez nada esté sucediendo... No lo sé. Después del almuerzo (de ellas) mi mujer se acostó a mi lado y durmió. No ronca; pero su respiración se hace ruidosa... Después habló con una amiga por teléfono. Ahora se ha bañado. La suegra lo hizo antes. Mi mujer (mi esposa), ha vuelto a la habitación a vestirse. Canturreaba. Han cenado. Prendido la televisión. Reído. Apagado la televisión ... Ahora vienen hacia mi cama. Mi esposa me toma por los hombros. Lo sé, porque en sus manos hay cariño. La suegra atenaza los tobillos. Jadean. Tal vez esté un poco gordo. Ella siempre me decía que debía bajar de peso ... y debí hacerlo ... Ahora no le proporcionaría tanto trabajo ... Me pregunto si iré olvidando todo finalmente; si todo desaparecerá, o si siempre tendré consciencia de esta asquerosa parálisis ... 144
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No: supongo que algún día dejaré de existir... iY eso es una esperanza! .... Tropiezan. Es terrible: si pudiera hacerle entender a mi esposa que esto no lo hago para molestarla.
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U n trago largo
Otra vez se ha derramado. Sucedió porque me hundí en mis pensamientos y olvidé mi deber. Mi nuevo deber. .. No. No es mi deber. ¿Por qué habría de serlo? .. Me niego a aceptarlo como tal. Simplemente se derramó porque no bebí. Con eso es suficiente. Más que suficiente. Rebeldía. Rebeldía. Después de todo, uno debe tener dignidad. Un poco de dignidad, aunque sea. De todas maneras, tengo más dignidad que esos insensibles que se paran ahí a mirarme, como si yo estuviera en una jaula o en una vitrina de baratillos ... ¿Qué es lo que ven? ¿Qué les asombra? .. ¿Es que acaso ninguno de ellos ha derramado un poco de bebida en la mesa? .. Seguro. Apuesto a que sí. Naturalmente, si les pregunto, mentirán; lo negarán hasta ofenderse. ¡Puafl ... ¿A quién engañan? .. No a mí, por supuesto. Aunque no lo parezca, sé mucho de la vida, y sé que un trago que se derrama es algo normal. Si no lo habré visto a montones. Muchas veces ni se han preocupado; porque son así. Yo me preocupo. En la ocasión anterior, cuando se me ocurrió que fingiendo que si volteaba el vaso se solucionaba todo, tuve la cortesía de secarlo. Los mozos pudieron hacerlo; pero lo hice yo: saqué mi pañuelo, y 147
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exprimiéndolo varias veces, logré trasvasar todo el líquido a la meseta con arena que sirve de gran cenicero. Como toda la superficie de la mesa quedó un poco húmeda, me quité la corbata y terminé mi trabajo. No quedó ninguna mancha. De haber habido gente a esa hora de la mañana (eran las cuatro, creo), hubiera comprendido que miraran; que se rieran, tal vez. Todo el contenido de un vaso, ya es otra cosa. Pero, no había nadie. y ahora es diferente. No son más que unos jodones. De tener el valor suficiente les diría algo ... Pero no comprendo qué sucede dentro de mí: no me atrevo ni a mirarlos duramente. Los veo y sonrío, por más que me molesten. Por supuesto, debo secar las gotas que han caído sobre la mesa. El pañuelo está mojado. La corbata también. Es culpable el aire acondicionado. De estar a la intemperie, el sol ya los hubiera secado. Me decido por una media. Levanto el pie derecho. Me quito el zapato y me doy cuenta de que la media está mojada. Un trago ... Por poco se reboza nuevamente. Ahora recuerdo que en las primeras horas de la mañana se vertió otro poco y tuve que usarla. Fue cuando dormité un rato. ¡Debo cuidarme o pronto no me quedará una pieza de ropa seca! Bajo el pie y subo el otro... Un repentino temor me asalta: , esta.... , ~ Me qUito . e1zapato... ¡N o 1o está.!'1 ... ¿estara, empapada taro b'len Limpio las gotas con ella. Otro trago... La gente se ríe... Me levanto airado, una media en la mano derecha y la otra en la izquierda. En la derecha, en la izquierda, derecha izquierda, echa, erda, echa, erda, hecha una mierda. Se rebosa... Otro trago He tomado el vaso con la mano envuelta en la media... Más risas Sonrío. Vuelvo a sentarme. 148
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Hago por olvidarme de los que miran. No son los mismos de antes. Se aburren; se marchan. Pero para el caso es igual, lo mismo. ¿Cómo comenzó esto? .. En algún momento sucedió ... No tengo memoria del asunto ... Pero es lógico, siempre se comienzan las cosas, y que no sepamos cuándo no es óbice para creer lo contrario. Otro trago. Naturalmente. " Naturalmente soy víctima de una fantasía. De tanto exprimir el cerebro ha perdido el contacto con la realidad. ¿Saben lo que me ocurre? .. Que mi madre en el momento de nacer yo me puso un vaso entre las manitas. No, no, no un vaso; ¡este vaso! Mi madre es o era gorda, y no le importaba la amenaza atómica. Mi padre era algo delgado, y sentía miedo de una posible desintegración de la civilización occidental. También tomaba; pero, según él, no como yo, como un beodo. Siempre me ha dicho que el hombre debe ser honesto y comedido, digno, ecuánime y amante de los deportes. Mente sana en cuerpo sano (él lo dice en latín, algo así como: "mens sana in corpore sano"). Un día se reunió con mi madre, y después de saludarse mutuamente, volviéndose a mí me dijeron a dúo: "Como sigas en eso no te . d es.~" . .. vo1veremos a ver. ¿Ennen y lo que no logro recordar, ¡maldito sea el mundo!, es si esto sucedió en un bar; en este bar o en alguna otra parte.... De haber sucedido en éste... Tip tip tip tiptiptipitipi ... Son las gotas. Su sonido me vuelven a la realidad. No, no son las que caen del vaso a la mesa; son las que se derraman de ella a los mosaicos. Debo apresurarme. ¡Otro trago! He dejado el vaso por la mitad. Ya es tarde: el daño está hecho. 149
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El pañuelo, la corbata, las dos medias ... La camisa. Ahora le toca el turno a la camisa... Me la quito ... Si la gente viera esto ... Afortunadamente ahora no hay nadie. Nadie. Suapeo la mesa, luego el piso. Debo ser estúpido: me ha sucedido lo mismo varias veces. Ya debería estar convencido de que no debo pensar. No debo pensar debo pensar no lo estoy pero no logro recordarlo se me olvida y luego no puedo pensar no. Tres personas entran. Trato de ponerme la camisa; pero está muy sucia; ha recogido el polvo del suelo. Las tres personas ríen. Se tronchan. Podrían morirse de eso ... y continúan. El líquido ha vuelto al borde. Otro trago. Al borde. ¡Al borde! La camisa ríen no cabe en los se desternillan bolsillos no pensar paramparampampén paramparampampán plum comenzó alguna vez mi padre gordo flaca mi madre la amenaza ecuánime o el deber atómico si sigo desternillándose están los pantalones acabaré desnudo será lo próximo tip tip tip tip tiptiptipitipi dignidad para mantener dignidad el cuerpo es necesaria la sano. Otro trago ... Pam pin pensar debo no. Otro . No . Otro trago ... No es mi saco deber entre las piernas no y me dio beber mi no un vaso... Otro... Me rebelo ... 150
AmologĂa narrativa . .. ~
Otro ... Otro ... Otro ... Otr. .. Ot .
O . 'OH' I .
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Error de cálculo
Aquí estoy, esperante esperado por la muerte. Casi espectador: algunos vendrán y me atarán las manos a la espalda, y ritualizarán todo lo demás que sea necesario para completar el letal proceso, sin que mis deseos (por supuesto) tengan nada que ver. Nadie me lo ha dicho; pero lo sé: un rápido aniquilamiento, tal vez un alambre en el cuello, si es aquí, que apenas deja marcas que tapará la corbata, o un disparo, dos, tres, si me trasladan a un hermoso arrecife rural (los tiburones vengarán millones de sardinas en lata saboreadas). No hay pena de muerte; pero sí la hay. Es la simple hipocresía de siempre. El engaño constituido con que a la humanidad se ha conducido por donde se ha antojado a los que pueden tener caprichos de manipularla por los atajos que les vienen gana. Mi hermano, por ejemplo. Un día me dijo: -Hay que decidirse a actuar en este mundo. Ya está más que bueno de que nos arrastren como animales. Si ellos nos atacan con bajezas, pues a responder nosotros con las mismas armas. Por intentar ser puros es que estamos jodidos desde hace tanto tiempo. Fue la primera señal. Ya también él pretendía guiar por los senderos de la falsedad. Lo que merecía (en una sociedad civilizada hubiera sido así) era la 153
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pena de muerte. Sí, ¿por qué no? ... Desde hace tiempo ha sido abolida constitucionalmente; mas a los ladrones reincidentes los hacen desaparecer, y a los asesinos sin influencia y a los presos políticos ... Simplemente nadie se entera. Y si después de algún tiempo alguien preguntara, se dirá que el preso escapó y no se sabe dónde está, o que trató de fugarse y hubo que dispararle, o que en una trifulca dentro de la cárcel otro condenado lo mató (y ése tampoco aparecerá). Asfixiamiento, balazo en la nuca, un saco y chuplún, al agua; y a contar las mismas mentiras que han sido repetidas desde que la historia comenzó a contarse. A él se lo dije cuando todavía respiraba: -Ya Abraham la utilizó con algún miembro protestante de su familia. Lo había invitado a tomar tragos en mi casa (es un lugar ideal por lo apartado), yen todo momento traté de explicarle; pero se empecinaba: -Creo que te estás volviendo loco... -¡Lacayo! -Nos han estado engañando durante mucho tiempo: «pon la otra mejilla». Y cuando te parte en el corazón, ¿cuál otro órgano vital vas a poner? Y sus ojos, que eran verdes, hermosos y puros, se llenaban de odio. El mismo que he notado en todos los que se equivocan, los que se embarran (¡¿Cuántos ojos, verdes, azules, negros, amarillos, se convierten en estigmas imborrables?!). He fracasado. De haber logrado mi campaña todo hubiera terminado o empezado a declinar, estoy seguro. Y lo siento: los que quedan después de mí, de mi hermano, sus amigos, mi novia, los otros, tendrán que exponerse al mismo peligro y sucumbir. 154
Antología narrativa
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Se lo explicaba; hasta el último momento lo hacía; pero ya tenía intereses creados y se defendía, arañaba con sus uñas mis botas, me pateó en los tobillos, y cuando vio que su salvación era inevitable... ¡trató de sobornarme!: -Haré lo que tú quieras. Por el amor de mamá. ¿Qué dirá ella? .. Déjame explicarte: claudico. Esto deidido... Simplemente selló con esas palabras la nevitabilidad. Si alguna duda quedaba en ese momento, se borró. Era necesario, si ya no preservarlo, al menos impedirle que se hundiera más hondo ... Me dolió. No lo niego. Pero qué más terrible hubiera sido si lo dejo convertirse en verdugo de los humanos. Yes lo que quiero que comprendan: debemos anteponer a nuestros sentimentalismos el deber. Ser inflexibles ... Por eso escribo estas líneas, con la esperanza de hacerlas llegar a alguien. A ti. ¡Por Dios, no las malinterpretes! Y sobre todo, no protestes por mi muerte. Ya te dije que estoy convencido de que me borrarán del mapa; pero eso no es lo que importa. Si levantas tu voz me convertiré en uno de los héroes o mártires de segunda categoría, a los que agrupados le son hechos monumentos con lista de nombres, o simplemente anónimos. Personajes que serán olvidados cuando la verdad se descubra. De eso no hay duda. No creo ser yo el único que ha pensado con claridad en este mundo; alguien lo hizo antes y alguien lo hará después de mí. Tal vez tú, que recibes estas notas. Si no lo eres, no importa; dentro de diez, veinte, treinta, cien años, el salvador llegará. Por eso te digo: no trates de vengar mi sacrificio. Si no aprendes la lección, guarda silencio y esconde estas líneas para que no sean encontradas por la policía; pero de manera que puedan resurgir para la posteridad (tú sabrás como hacerlo). Yo esperaré paciente en este limbo olvidado en el que el pacer es patrimonio de los precursores (no me importa). Y, por otra parte, considerando que en algo he fracasado (no en todo;
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porque iniciar es negar el fracaso), merezco esta muerte como se la han ganado todos los que cometieron antes el mismo error. A Rubén (fue el tercero), se lo dije: -Si revisas la historia podrás comprenderlo. Cristo comenzaba su caída cuando fue crucificado; fue borrado a tiempo, y hoy nadie puede hablar mal de él. El Mahatma Gandi, Sócrates, Kennedy y muchos otros; todos ellos se fueron a otra parte justo cuando era necesano para preservar sus purezas. ¿Sabes lo que me respondió? -¿Quién está pensando en pureza? Luchamos por nuestro bienestar. El cielo, veremos si existe cuando muramos. Es en la tierra que debemos ser felices, cueste lo que cueste, hasta la inocencia. Con ése no lo pensé más, ni me dio pena. De mi hermano ya escribí. El segundo (Miguel) no habló; pero lloró y casi me hace brotar las lágrimas y hasta cierto punto por un poco me hace arrepentirme. Me decía: -No nos han dejado alternativas. ¿Qué querías que hiciéramos? Yo no quiero ser un traidor. Sé que merezco un castigo. Simplemente fui débil. Habíamos madurado juntos los cuatro en la clandestinidad, respirando el sueño de un ideal que nos proporcionaría vida satisfactoria; un espacio en el cual pudiéramos desear sin arteros compromisos; un tiempo que se desarrollaría en sí mismo sin escorias... ¡hasta cuando Dios lo quisiera! Y ellos, inexplicablemente, de repente, ahora, cuando había mejores condiciones de lucha, le daban la espalda a tan magnífica experiencia; decidían incursionar en un partidismo comprometedor que borraba de plano todo nuestro pasado de esperanzas. ¡¿Cómo aceptarlo?! Este muchacho (Miguel) era el más joven, el más inocente, sin duda, y ya en el umbral de su hombría perdía el derecho a continuar en la lucha. Sí, creo que fue el que más dolor me causó. 156
Antología narrativa
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Pero el otro, Rubén (el mayor del grupo) ya estaba sumergido hasta el cuello en el cieno y eliminó cualquier posible escrúpulo. Yo no le hablaba de ningún lugar entre nubes; pero él entendía que la bondad sólo sirve para después de la muerte, si es que sirve alguna vez. No hubiera comprendido eso de que es necesario ser bueno para merecer estar vivo, y que si no, se convierte uno en cizaña, en manzana podrida... Napoléon murió demasiado tarde, fracasado; Julio César, lo mismo. En nuestra historia: Luperón, después que instituye el robo a través de las aduanas; Santana, después que empaña su fugaz victoria independentista, etcétera (si sigo enumerando no acabaría nunca). y es lo que digo: hay que mirar el pasado con ojo crítico para aprender. Las nuevas teorías son mierda. Y lo mío no es especulación; es experiencia; verdad exprimida del ejemplo sin excepción que nos da el desarrollo del acontecer humano. Inventar es una solemne tontería; lo práctico es estudiar y deducir, lo que yo he hecho... y por ello puedo morir conforme. Lo que he descubierto, está; es, sin mí; permanecerá después que mi polvo se una con la tierra o lo aviente la brisa... o cuando haya sido cagado por los tiburones. ¡Quedará, quedará, quedará! Mi único problema es asunto de clases o de posiciones económicas; de dinero o su carencia, más bien. Eso es lo que marca las diferencias. Sí, a la gente importante para la sociedad decadente, a los que provocan genocidios y otras grandes desgracias, siempre les alcanza el tiempo para hacer lo que les venga en ganas. ¡Pero a los desposeídos, como yo, no!. .. A mí tenía que bastarme... ¡Debió, sí; pero no sucedió! Esa metida de pata es la causante de mi muerte. Pero al menos ¡muero puro!, porque con mi desaparición no se prueba que hayan fracasado mis deducciones, sino que más bien, con simpleza, se con157
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firman. Si erré debo perecer antes de que mi fallo se convierta en una justificación para continuar con la mentira. Yes que no me han dejado defender. El juez me mandó silencio y dictó una sentencia máxima (treinta y pico de años), como si todo se hubiera aclarado, sin que nada fuera ni siquiera crepuscular... Nadie vivo sabe por qué lo hice; nadie excepto tú, cuando encuentres esto ... si lo hallas. Sólo entonces podrás ver que todo ha sido para bien. ¡Muero a tiempo! Nada tiene de malo eliminar a un hombre para conservarle su bondad y su pureza. Nada, nada. Es lo justo, lo justérrimo. Pero en esta raza humana todos o son engañadores o engañados de nacimiento. Y puede que no sea culpa de ella, si no una resultante de un proceso que comenzó mal; la tradición pesa sobre sus cerebros. Se ha dicho que matar es malo, y si ellos lo hacen, entonces, son perversos, la gente no los quiere, y están sujetos al castigo (yeso tiene su peso). Pero, por supuesto, en el fondo, la raíz verdadera, lo que ha importado no es el hecho, sino todo el disfraz que se le pone para justificar la falacia. Ya en la Biblia, sucediera o no lo de Caín y Abel, aparece la tergiversación: el hermano mató a su hermano por envidia. ¡Qué envidia ni que mierda! Supiéralo o no, lo desnucó para preservarlo en su pureza (así como yo maté al mío), porque de esa manera lo señala la ley de Dios, aunque no esté escrita explícitamente (y quizás lo esté): "El hombre debe ser bueno a cualquier precio". Fíjate, si no, qué representa Abel para la humanidad: el símbolo de todos los auténticos moralistas, de los bienintencionados líderes (si hay alguno), del hombre simple en el umbral de su adolescencia: la bondad. A mi novia le hablé en esos términos cuando me llamó asesino, aterrorizada: -Mi hermano es ahora un héroe, también sus amigos, tú lo serás. Todos mártires de la salvación de la humanidad. 158
Antología narrariva
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y la besé en los labios; pero ya estaba muerta. Le seguía explicando; pero sus ojos sin vida me negaban toda razón, y sus labios, cada vez más fríos y rígidos, no agradecían el sacrificio que para mí aquello significaba. Ya ella, también, tenía intereses creados con la vida que recién le faltaba. Por esas razones fragüé todo el plan. Uno a uno los invité a mi casa para salvarlos del peligro. Esperando que cuando hubiera alcanzado la cuota necesaria para ser poderoso (no sé cuántos se necesitarían; pero supongo que más de siete), levantar mi voz "urbi et orbi" para proclamar la verdad: "Ahora que he demostrado mi potencial se me puede creer. Yo... " Pero en eso fui descubierto. Una prima de mi novia o alguien, no sé, me denunció a la policía. Me hubiera gustado que me dieran la oportunidad de poder también eliminarla a ella o a quien fuese que terminó con mi cometido. No te dejes engañar por los interesados, tú que lees estas líneas. Si dudaras, si crees que alguien puede conservarse puro al pasar los años, si una falsa esperanza te dictara la fe en que el ser humano puede ser indefinidamente albo ... ¡prueba! Si no te bastan todos los ejemplos de la historia... ¡prueba! Prueba con quien confíes más: con tu madre, con tus hermanos, con tu líder o con quien quieras. Conviértete en demonio, en su consciencia. Tiéntalo. Hazlo hasta que encuentres su punto flaco. Tiéntalo con lo que quieras: con dinero, con poder, con bienestar... con amor. .. Porque esa pasión igualmente sirve para vender y comprar, y cuando hay comercio de por medio ya hay suciedad. Y si alguien mostrara ser absolutamente resistente a lo obscuro (en ningún momento digo que sea imposible), esto indicaría que la noche termina; que el alba del paraíso terrenal ya despunta en la tierra, luego de esta interminable noche de la historia. Tendríamos el Adán nítido que el Creador soñó cuando dio forma al barro primordial (el único nuevo principio que nos queda). 159
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Lo más importante es la pureza del hombre, y ante ella la muerte es una niña de teta. Te lo grito: ahí está el secreto de todo. El hombre debe morir antes de perderla. El mundo debe ser de los impolutos. ¡Sólo de ellos! ... Compréndelo tú. Hay que meterle en el cerebro esta realidad a las generaciones venideras, si es que ésta, la nuestra, ya no tiene remedio. No más falacias, no más escapatorias tangenciales, ¡basta ya!. ¿Por qué insistir en negar lo que Dios nos ha dado como don especial? ... Pero tengo que darme prisa; parece ser que el momento ha llegado: escuché desde la madrugada gritos, golpes y extertores. Los de la policía han iniciado la tarea del expurgo de las celdas. Pronto estarán aquí. Más que presentirlo lo asevero. Es una lástima... tengo todavía muchas ideas que comunicarte, que serían de suma importancia para... ¡De nuevo el reloj impidiendo soluciones! Tengo que darme pnsa. Tuve la oportunidad de explicarlo con suficientes ejemplos a los otros, ya que alcanzar el dominio de las opiniones, según las reglas vigentes, es asunto de número. Pero no me alcanzó la vida, y no tener tiempo fue ... una simple e involuntaria inadvertencia... Un error de cálculo. ¿Cómo no darme cuenta de que no bastaban minutos? Meses, años, hubieran sido necesarios. Era preciso limpiarlo todo; poner cada cosa en su sitio, substituir o arrancar simplemente... Yeso toma más que horas o días... ¡Oh, Todopoderoso! Ya han entrado; me miran fríamente, técnicamente (como un carnicero el trozo de carne que dividirá). Son cuatro: dos permanecen amenazantes junto a la puerta; dos avanzan, uno tiene cuerdas de cabuya en la mano; otro un cordel para pescar (¡no un alambre!). Bueno, ya sé que será en silencio, que no habrá disparos (¡pobres tiburones que no podrán saborear mis... !). 160
El gran cuento (Cuarta parte)
Entonces consideré que se habían cerrado todas las puertas que me podían permitir la acción, quizás porque nunca me valoricé como activista político. Así que comencé a buscar en mi escribir la esperanza escondida (es significativo observar que no la consideraba perdida). ¿y dónde era, si no lógico al menos inevitable iniciar la pesquisa?... Considerando mi naturaleza, que bordea alguna forma de misticismo, claro está que en los predios de la fe religiosa. Esa espinota nunca ha logrado desprenderse completamente de mi sistema mental, torturándome soterrada, metódica e inclementemente. Inquiría, sí; pero además criticaba; porque nunca he logrado aceptar las manzanas por canastas; siempre he sentido la necesidad de hurgar y de liberarme de las contagiantes frutas podridas (nadie le quita las manchas al leopardo). Mi constante pregunta (semilla de un preocupante oscilar que va desde la ciega fe al desbordado descreimiento), ha sido en cualquier momento en que me enfrento con lo que pienso que no tiene ya solución: "¿Dónde está Dios, cuando suceden ciertas cosas?" Y, un tanto para remendar mi conciencia no podía menos que considerar, sobre todo en aquel vacío repleto de desilusión, 163
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que era mucha la descomposición que había en Dominicana. ¿Era o no el Supremo el malhechor? ¿De serlo qué podía hacer? ¿Si no, quién tenía entonces la culpa? ¿Eran los delincuentes sus ministros de cualquier rango o los fieles que se acomodaban en dogmas, sin preocuparse en practicar todo aquello que resulta profiláctico en la religión? (Entre paréntesis escribo que las respuestas que he elaborado hasta hoy no son del todo satisfactorias, y que, a pesar de eso, sigo escudriñando; quizás porque me aferro a algún tipo de fe para poder seguir espiritualmente vivo). Por aquellos días me llegué a la conclusión "literaria" de que mas bien que al culpable mayor (que sería la del Señor en los Cielos), mi dedo acusador se dirigía hacia sus ministros en la tierra, y sobre todo a la incapacidad de comprender, por parte de los fanáticos e ignorantes cristianos tibios, todo lo grande, hermoso y salvador que se desprendía de la enseñanza de Jesús. En ese tenor me propuse escribir un libro de cuentos que narrara mis pensamientos religiosos o sociales alrededor de la Semana Mayor, sus antecedentes (la cuaresma) y sus resultados (lo que es hoy la religión cristiana), como una manera de poner aquel dedo en la llaga. Y lo hice en aquel corto período que se arrastró entre el golpe de Estado al Gobierno Constitucional de Juan Bosch, yel estallido popular del 1965. De él quedan: "Miércoles de Cenizas", "Domingo de Palmas" y "Sábado de Gloria". Los otros: "Viernes de Dolores", "La Última Cena", "El Huerto de los Olivos", "Proceso al Justo", "Crucifixión" y "Ascensión", en algún momento, no sé cómo, desaparecieron, y no intenté reescribirlos. Retomaría sus asuntos, mucho tiempo, después para convertirlo en una obra teatral: "Natifixión". En ellos, como un subterfugio, toco (tocaba) distintos momentos de mi vida que van desde mi infancia en San Pedro de Macorís 164
Antología narrativa
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hasta aquella circunstancia gris por la cual pasaba; pero la intención era amonestar o sacudirme un poco de la inercia. Yeso, quizás, era una demostración del no saber qué hacer; o puede que constituyera una búsqueda de lo menos circunstancial, de lo más permanente en mi modo de pensar (me inclino más a lo segundo). En cierta manera significan un momentáneo retiro de la participación activa en la política, por lo que antes dije; pero, además era porque ocupé mi tiempo frente a la máquina de escribir portátil que entonces tenía, en la creación dramatúrgica. Durante el gobierno del Profesor me había iniciado en esa faceta, con "Más Allá de la Búsqueda", y en esos cuantos meses, quizás lo más prolíficos de ni creación teatral, produje las demás que compusieron mi primer tomo de obras teatrales: "Don Quijote de Todo el Mundo", "Los Hijos del Fénix", "Un Héroe Más para la Mitología" y "Fábula de los Cinco Caminantes". Cada día sentía con mayor fuerza que era más directo el mensaje representado que el leído; sobre todo en aquellos momentos en que la gente que realmente importa era analfabeta o no tenía cabeza para sentarse frente a un libro. Tenía demasiadas cosas que decir, sentía una necesidad perentoria de rezongar; me consideraba insoportablemente inútil con los brazos cruzados... jO quizás manco! E hice el ejercicio de escritor, sin preocuparme por valores técnicos o estéticos, sólo ocupándome de acusaciones y contestaciones.
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Semana Santa
Miércoles de cenizas
A Juan CarlosJiménez, el amigo poeta negro de los verdes ojos de asustado ciervo, quien se durmió silenciosamente, ignorantey alejado de su propia vida, en "La 40': y a don RafaelAlburquerque Sayas Bazdn, quien me lo contó.
Todos están desnudos, pero él insiste en taparse sus partes con un trapo sucio que encontró tirado en el piso. Delgado. Frágil. Silencioso. Taciturno. Nunca participa de los relajos que todos los demás utilizan como remedio contra el tedio y el miedo. Parece estar más allá de todo lo que constituye razón para seguir viviendo en esa celda pequeña y maloliente. Muy frecuentemente los que salen de la celda para ser interrogados ya no regresan más; y los que vuelven lo... Desde que se inició la redada entre los inconformes, la muerte ha sido el pan de cada día. Su presencia se ha aposentado incómodamente entre aquellos hombres, y ya ni se habla de ella. Sencillamente está ahí, caprichosa o ciega, provocando acelerados pálpitos y fríos estremecimientos. Los demás se preguntan cómo llegó Juan Carlos allí, y él no ha sabido explicarlo. No estaba metido en ningún movimiento subversivo; simplemente hablaba con sus amigos, y no mucho, o más bien los escuchaba criticar la tiranía. Pero comenzaron a apresar a los del grupo y él se sintió amenazado, así que decidió asilarse en la Embaja169
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da de México ... Cuando fue la encontró cerrada porque los dos países habían roto relaciones. Al salir lo estaban esperando los del Servicio de Inteligencia Militar que lo metieron a empellones en un Wolkswagen y lo trajeron a la Cárcel de la 40. Aquí, como a todos los demás, lo desnudaron, le afeitaron la cabeza y lo zambulleron en ese cuartito donde para dormir necesitan hacer turnos. A él todos lo quieren, hasta los verdugos quienes, después de unos cuantos batacazos, comprendieron que en verdad era inocente. Pero ni pensar en salir; de allí nadie ha emigrado a menos que ya fuera cadáver. Su mansedumbre es contagiosa. Presumen que al igual que ellos tiene pavor a la muerte; pero sólo su mirada entre triste y angustiada da indicios de leve incomodidad. Todos le buscan el lado y él no los rehuye; pero en cierta manera siempre está separado como por un aura de alejamiento espiritual. Al principio le jugaban bromas; pero ya no más. Su sonriente personalidad infunde algún tipo de respeto no solicitado. Contesta con monosílabos cuando algo se le pregunta, o explica brevemente y con sencillez si no puede evitarlo Esta madrugada alguien recordó que era Miércoles de Ceniza, y como es natural cuando de fechas se trata hubo discusiones (allí no se sabe nunca si es martes o domingo). Pero Juan Carlos no lo dudó y se arrodilló a rezar, no sin provocar sonrisas y hasta risas. Hace un momento, ya el sol salió afuera, se arrastró por el piso y recolectó las cenizas de cigarrillos mezcladas con polvo y humedad que tapizan el piso, y la amasó entre sus manos. Ahora se la coloca en la frente, formando una cruz, y murmura: -Memento horno quia pulvis eres et in pulverem reverteris. 170
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Las risas se silencian, las sonrisas se borran, los rumores se acallan. Todos lo miran y, como bajando del cielo, una pesada paz inunda el espacio. El más terrible de todos; el único que sostiene que es estúpido o un buen hipócrita que los está cogiendo a todos de pendejos, se acerca a él y se arrodilla frente a sus piernas. Otro intenta impedírselo y lo agarra para levantarlo: -¡Por Dios, túl, le dice. Pero él se desprende con violencia y acerca al otro su frente. Susurra: -Por favor. El muchacho no duda y con su mano derecha recoge un poco de la untura que guarda en la izquierda, para dibujarle delicadamente la cruz en la frente al hombre reclinado frente a él. Ahora reza en español: -Recuerda hombre que polvo eres y polvo volverás a ser. Este es sólo el primero. Todos los demás con absoluta unción se unen al rito, comprendiendo mejor que nunca la transitoriedad de este mundo que les ha tocado. Dulces y libres lágrimas ruedan por muchas mejillas.
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Domingo de palmas
El campesino mira al sacerdote. En su rostro se retrata la sorpresa. -¿No escuchó usted lo que dije desde el púlpito? -La verdad que... Pero ya el sacerdote le ha dado la espalda y entrado a la sacristía. A través de la pequeña puerta, el campesino ve los hermosos ramos que adornan el altar. Están tejidos, formando barrigas que más empequeñecen mientras más cerca del tope están ... Se oyen las voces de cientos de fieles, al igual que se escuchan los gritos de vendedores y compradores en el mercado. Hace calor, y el olor de las azucenas molesta. Entre codazos e insultos dados tanto por él como por los otros, el campesino logra salir de la iglesia. Alguien, al pasar por su lado, ya casi en la puerta, dice: -¡Cómo hiede! Pero él no lo escucha, tan profundamente rumia su disgusto ... Respira una bocanada de aire fresco y se monta en su burro, luego de revisar los arneses. "¿Quién los entiende?", va pensando. "Están benditos los ramos ... No están benditos ... Primero sí y después no ... Lo único que está claro es que me fui sin mi palma... El cura joven que va al 173
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campo dijo que era bueno tener una. Y también lo dijo la vieja de los espíritus; que las hojas benditas guardan de las enfermedades del Diablo ... Pero, ¿quién iba a saber? ... El gordo ése gritó: No formen tumulto. Quédense en sus sitios que a todos les tocará ... Pues bien, a mí no me tocó, y de todas maneras se formó el molote ... ¡Mierda! Había una vieja que tenía más de veinte, y no me quiso dar ninguna. Que las necesitaba, me chilló. Y yo me pregunto, ¿para qué quiere tantas? .. Para nada, claro; lo que hacen veinte palmas lo hace una hoja si tiene la bendición de Dios ... Pero ese cura dijo que los ramos no estaban benditos si no se iba a la procesión. Pero antes había hablado que ... Yo sé por qué: fue una artimaña. Lo dijo para que le fuera gente a su andaleteada. Embustero ... Nunca me han gustado los curas de ciudad: son unos falsos. Y ese culón es un engañoso ... y de los peores. De los que dice las mentiras porque sí. ¿Qué más le costaba darme un ramito? La habitación de alIado de la iglesia estaba llena de ellos. Pero: "Que son para otra misa; que no están consagrados; que van a tocar para todos los que vengan; y que sólo se les darán a los que están sentados en los bancos; que ahora no; que después; que hay que ir al desfile" ... No. Concluyentemente no hay quien los entienda .... Prefiero el clérigo flaco que va a nuestro campo. Él si nos habla con cariño y nos comprende. Entiende nuestras miserias y nos ayuda a resolver los problemas que tenemos con las mujeres ... Si no hubiera tenido que venir para vender la cosechita a esta maldita Capital ... Pero hay que buscar con qué comer antes de que comience la Semana Santa, porque después no se puede trabajar y... " Ya en las afueras de la ciudad, en medio de la dura sequía tiñéndolo todo de pálida paja, se levanta una palma con su lindo penacho verde... El campesino la ve, baja de su montura y sube a ella. 174
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Las ramas más altas son suaves y tiernas. Las acaricia con toda la ternura que le permiten sus toscas manos, y mira al cielo donde las nubes dibujan esperanzas. En un susurro reza: -¡Gracias, Dios! Yo sabía que Tú no me ibas a dejar sin mi ramo. Corta uno con su machete... y se marcha muy contento a su casa.
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Sábado de gloria
Desde la altura del acantilado puede verse toda la ciudad al otro lado del río despertando invocada por los rayos del Sol que ahora se levanta a sus espaldas. Semioculto entre los arbustos destellan los cristales de la cobertera del sarcófago y dentro de él, inmóvil, el cuerpo del líder, enmarcado por los dorados diseños góticos. "Resucitará", piensa Norberto, "como corresponde a los reden" tares. La idea le vino a la mente el pasado viernes cuando asistía al Santo Entierro. Justo cuando éste pasaba por la parte trasera de la catedral, ya cuando las sombras presagiaban la noche. Allí iba la imagen de Jesús dentro del féretro, cubierta por blanco velo transparente y apenas visible entre velas, lirios y azucenas. El cuerpo de yeso lo veía moreno y cerúleo, con igual tonalidad que la piel del compañero que había sido sepultado pocas horas antes. A su lado, desfilando sin entusiasmo, unos deslucidos soldados romanos que no se compadecían con la verdad histórica: "¿Qué podían hacer los magnicidas en el entierro de su víctima"; los Caballeros del Santo Sepulcro con sus capas negras; las capas moradas de la cofradía de San Juan Evangelista y las blancas de la Congregación de la Dolorosa. Mantillas, rosarios y rezos compartiendo el momento con conversaciones domésticas y risas, y un inevitable ambiente festivo. 177
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Como hipnotizado siguió el séquito hasta que fue depositado en las penumbras caliginosas y caniculares de la iglesia y allí, protegido por las tinieblas de una capilla lateral, permaneció no sabe cuanto tiempo hasta que luego de marcharse toda la feligresía los viejos beatos cerraron las grandes puertas con gran estrépito que el eco repitió. No sabía por qué se había quedado en tan incómodo lugar, él que nunca pudo soportar la callada, húmeda y pesada atmósfera de las iglesias. Pero poco a poco fue como delineándose un trayecto impensado en su interior: "Los cristianos rinden culto a una figura lejana que ha ido desfigurándose día a día a través de veinte siglos ... ¡Pobre gente!" No tiene nada en contra de Jesús el de Galilea; pero sabe que aquel que dio su vida en la cruz tiene muy poco que ver con éste que ahora pasean pomposamente por las calles. "Toda su verdad que brilló en su momento y que guió a la humanidad hacia la más grande revolución de la historia ha sido convertida por los fieles y sus curas en una historieta o en un cuento de hadas que se cree por inercia sin identificar su real significado. Lo que les importa a todos esos que se dicen voceros de aquella divinidad es la defensa de sus espurios intereses". "Es necesario un nuevo sacrificio; sangre fresca e impoluta que pueda identificarse con el hombre de hoy antes de que a su turno también sea falseada su intención". "Y esa sangre y ese sacrificio y esa intención son los de Manolo que ayer fue asesinado por los sicarios del Gobierno. Verticalmente se convirtió en el símbolo de las nuevas aspiraciones. Él se merece la prosternación popular; la fe que se derrocha hoy sin sentido, pero que adquiriría su máxima dimensión al encontrar un camino expedito hacia la realización". "Es necesario un milagro", pensó. Y estuvo seguro de que Dios Padre estaría en la mejor disposición de instrumentarlo nueva vez, 178
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con éste otro hijo suyo. "Tampoco aquel hijo de María era muy conocido hasta que no se levantó de entre los muertos; fue precisamente esa negación del perecimiento la que lo lanzó a la notoriedad aquel domingo memorable ... No un sábado, como dicen ahora por ceremonial comodidad los nuevos jerarcas de la iglesia". "Manolo debe resucitar". y se levantó desde donde se había acuclillado y caminó entre los bancos y por el pasillo de la nave central; produciendo leves crepitaciones al pisar el duro polvo que se había desprendido de miles de fervorosos pies. Al llegar al altar, sin pensarlo ni siquiera una vez destapó el sarcófago, develó el cuerpo de yeso y lo removió de su rígido descanso; los brazos de la efigie se movieron hacia abajo al hacerlo, produciéndole pudor, un escalofrío o cierto temor. Luego intentó cargar el artístico ataúd y apenas pudo moverlo. Comprendió de inmediato que no podría cargarlo solo, y pensar en buscar ayuda a esa hora era poco menos que imposible: habría que convencer a los reacios compañeros de lucha, que por demás estaban escondidos para evadir las redadas del Servicio de Inteligencia. Por un momento se sintió defraudado; pero con esa mecanicidad que dirigía sus acciones se movió hacia los goznes y logró sacar los pivotes de las bisagras con mediano esfuerzo. ''Al menos la tapa podré moverla", se convenció. Y efectivamente pudo. También tomó el albo velo y lo llevó con él. Tuvo que esperar a que fuera más tarde cuando la ciudad colonial estaría tranquila y abrió el gran portón procurando hacer el menor ruido posible. Por las calles vacías buscó atajos y cruzó el río en una yola robada y ascendió hacia el lugar hasta donde ahora está. Desenterrar el cadáver le dio mayor trabajo; pero también lo trasladó hacia el lugar escogido para la resurrección. Ya comenzaba a maloler, y sus brazos no se movieron como había sucedido 179
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con la imagen. Lo depositó entre los arbustos, lo cubrió con la gasa y luego colocó la refulgente cubierta sobre él cuando ya la noche terminaba. Sudoroso y alegremente cansado se sentó a esperar y ahí está. Como conglomerado de hormigas, a lo lejos, la metrópoli despierta. "Ya debería suceder". Se incorpora entre el astro que se levanta y el ara de sus aspiraciones, y pone sus rodillas en tierra, el torso erecto y los brazos abiertos a sus lados; la cabeza erguida en piadosa composición. Nada sucede. Poco a poco su cuerpo se relaja, se desarregla, pierde su hieraticidad. "Q' ;¡ " . . 1n¿ ue pasa.... j D'lOS, demuestra tu po der una ve:z mas.. sufla vida en este cuerpo que estuvo consagrado a tus asuntos mientras tuvo existencia." Pero sólo responde el murmullo sordo de las actividades rutinarias que se preparan para la quema del Judas que cierra la Semana Mayor. Mira el cuerpo que casi se adivina debajo del cristal y el tul. Sigue persistentemente inerte y extinto. -Tienes que revivir, Manolo. Si no, te harás aliado del olvido para siempre, yeso no puede ser. Necesitamos de tu alegoría, de tu triunfo. ¿Quién, si no, defenderá a tu gente cuando el monstruo de la sociedad la aplasta inmisericordemente? Todos esperan por ti, aunque lo ignoren en su superficial tolerancia. Sólo tu mente preclara puede guiarnos hacia la verdadera justicia social; sólo tu indiscutible espíritu de sacrificio podrá soportar el ventarrón destructor de la .mconSCIenCla... .. . , iD esplerta.... . , jD esplerta.... . , iD esplerta.... Y ahora se desploma sobre la fría superficie de vidrio, sin sentir las excoriaciones que le produce el gótico diseño. 180
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"¿Qué ha sucedido? .. ¿Por qué esa pertinacia en el obscuro óbito? ... ¿Cuál es la sutileza de éste, tu arcano, Dios? .. ¿Qué es lo que te propones.;>" . y sutilmente le llega la respuesta: "No. No es hoy... ¿Cómo se me ha ocurrido? ... La resurrección fue en un domingo, al amanecer del tercer día.:. cuando al regreso del purgatorio desplazó las sombras hacia el pasado ... " y siente que novel calma barre su incertidumbre, sin percibir el vaho que se desprende del Manolo muerto. Se sienta. Está muy cansado. Ahora lo nota. Ha ido poco a poco deslizándose hacia el sueño, y su cabeza se reclina en el túmulo funerario. Antes de que las nieblas del agotamiento lo venzan por completo alcanza a decir, murmurando con firmeza: -Hay que esperar.
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El gran cuento (Quinta Parte)
Sábado 24 de abril del 1965. Por la televisión veo al humorista Freddy Beras Goico en una caracterización que, me parece recordare, personifica la imagen de Pancho Villa. Creo que fue así. La emoción de lo que dijo me nubló la memoria: algo estaba pasando con algunos militares; de alguna manera se luchaba por la reinstauración de la Constitución Nacional progresista que había creado Bosch, y por el regreso de su autor, el legítimo Presidente de la Nación. A pesar del contexto de opereta que me sugería la emisión televisiva, no se me ocurrió tornarlo a broma; de eso estoy convencido. Lo único claro es que la emoción me dominó y no supe momentáneamente qué hacer, aparte de sentirme feliz. De repente me veo en medio de una agitación entusiástica y nerviosa en la oficina de la dirección de Radio Televisión Dominicana, donde trabajaba. Aquello era un galimatías de personajes, civiles y militares, en ese momento, la mayoría, desconocidos para mí. Y eso, por cierta afinidad con las cualidades del caos que nos ha zarandeado desde el nacimiento, y al cual estábamos ¿acostumbrados?, ¡me colocó en la gloria! Antes o después, el domingo 25, estoy en la calle frente al Palacio de la Presidencia de la República cuando comienza un tiroteo o 185
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bombardeo desde aviones y o barcos; quizás ambos. Era la primera vez que sentía la emoción de la violencia. Lo próximo, yo, de nuevo en el departamento de producción creativa de la televisora estatal. En esa ocasión remitido a mi escritorio, como si se hubiera restablecido cierto equilibrio que buscara la cotidianidad. Allí comencé ... o mejor dicho, comenzamos la mayoría del grupo, a escribir dramitas revolucionarios en pro de la concienciación y, ¿por qué no?, de la agitación de las masas. A la manera de un filme se me presenta la "batalla del puente". Veo aquel deslumbrante momento repleto de imágenes cinematográficas, con ágiles cortes de planos, improbables cambios de encuadre, y hasta, inclusive, con imposibles vistas a vuelo de pájaro. Me muevo en aquel espacio agrandado por la convulsión y la falta de protección. Como ajenas iconografías presencio las surrealistas barricadas, con filas de valientes esperando la muerte de alguien para tomar su arma y disparar, tratando exitosamente de impedir el paso por el puente de las enemigas fuerzas del CEFA... y me conmueve hasta los tuétanos la absurda pero sublime decisión de algunos, intentando alcanzar los rasantes aviones con tristes piedras que lanzaban desde sus almas. A pesar de poseer también un matiz hiperbólico, sí tengo más precisa e imborrable la visión de los tanques de guerra norteamericanos, pasando por la Avenida Independencia, la tarde del día 28, aunque en aquel momento de aplastante y amarga realidad, la circunstancia resultara añublada por un amasijo de internas y encontradas turbaciones: incredulidad, vergüenza, impotencia, indignación, rabia ... Para los que no lo conocen, no lo mantienen entre sus recuerdos o no les conviene conservarlo, relato cortamente el hecho: 186
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Como una reacción frente a aquella honrosa victoria del puente, en respuesta a un llamado de auxilio de los reaccionarios y en protección de los intereses económicos de los yanquis, la increíble suma de cincuenta y dos mil marines había entrado por el litoral sur cercano a la Ciudad de Santo Domingo, Costa Verde, con el pretexto de proteger a los ciudadanos de los Estados Unidos de Norteamérica que se alegaba que estaban en nuestro territorio (muy pocos, en verdad). Y, para debilitar las crecientes fuerzas rebeldes, dividen la ciudad en dos segmentos desiguales, el mayor, que, luego de una lucha desigual queda en manos de los reaccionarios, y el menor, Ciudad Nueva (el sector colonial y sus alrededores), que permanece dominado por las fuerzas rebeldes. Así lograron entrar a la parte norte de la ciudad las fuerzas del CEFA, y allí, en el territorio regalado, llevarían a cabo "la operación limpieza", masacrando entre dos fuegos a los progresistas que habían dominado la situación, Días ... horas después (no lo sé), la estación es trasladada a "la antena" para continuar la difusión de hechos e ideas. Y pronto, una tarde en que estaba en la casa de la hermana Ivonne, mi refugio ocasional para dormir y comer, escucho por la radio, la cual siempre mantenía encendida en nuestras frecuencias, que atacaban furiosamente el centro enclave radiofónico de los constitucionalistas. Lo que sigue es el sonido radial de una explosión que silencia la trans.. , mISIon No recuerdo lo que pensé cuando llegué a la conclusión de que mis compañeros habían sido asesinados; pero sí, todavía, está muy presente el sentimiento que de aquella catástrofe se desprendía: ¡sentí vergüenza de estar vivo! Antes había experimentado esta desolación, cuando sufrí las muertes de los que habían sido mis compañeros de conspiración 187
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durante el trujillato, y de los que de alguna manera estábamos en el complot para terminar con el tirano. En aquellas primeras ocasiones superé la angustia, la desolación; simplemente me consideré más "suertudo". ¡Pero tres veces!... ¡No!... ¡Aquello ya era demasiado! Definitivamente no merecía seguir respirando... y decidí cometer una especie de suicidio. Estaba convencido de que finalmente los revolucionarios cercados resultarían masacrados por las imponentes fuerzas reaccionarias; pero no tenía alternativa: mi deber era estar allí. No me importaban el cielo o el infierno convencionales; lo primordial en ese momento, era liberar mi mente del remordimiento por traicionar con mi respiración, aunque fuera sin querer, la falta del aliento en los que se habían ido. Pero la vida, a veces, tiene desenlaces felices. Y cuando llegué al edificio Copello, sede del Gobierno de Caamaño, el día en que me entregaba al destino que pensaba letal, una "peripeteia" o peripecia, según la mecánica de la tragedia griega, viró la acción dramática y trazó un nuevo curso optimista; la fe en el vivir, entonces, revivió en mí. Finalmente, los que creí difuntos estaban allá, en la Zona, o llegaron después, vivitos y coleando. El momento y algunas de las razones de mi entrada definitiva a la Zona Constitucionalista es descrito en el relato (observen que no lo llamo cuento) "Vivir es Buena Razón" (con muy pocas variantes que justifica la búsqueda de la calidad literario). Los dos personajes, es fácil descubrirlo, somos mi padre y yo, y el mortificante diálogo allí relatado sorprendentemente fue la base de una cerrada amistad y de unos mutuos admiración y respeto que permanecieron firmes hasta el momento de su muerte ... y aún después. Bastante de lo que allí pasó en aquellos cuatro meses y corto pico es recogido en las otras piezas que del tomo de "La Guerra No Es para Nosotros", mi única publicación libresca narrativa hasta el 188
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momento (algunos de mis cuentos han aparecido en suplementos literarios yen antologías locales y extranjeras). El libro completo contiene dos transcripciones y trece relatos. Aparte de los incluidos en esta antología están: "Jimmy, Sammy y Johnny", "La Cuneta", "Mi Querido Moreno", "El Muerto DiecioPal " , "El Inutl, ' '1" "Es tatlca, ,. ""Atau'des al Por M ayor" ch o" , "Losomos y "Unos Imposibles Ojos Azules". Pasé casi la totalidad de aquel tiempo en aquel Edificio Copello de El Conde, la calle que había sido como una especie de oficina abierta para nuestro grupo literario durante aquella adolescencia en la cual creímos que podíamos devorar el mundo empujados por una rebeldía que sí tenía causa. Además de escribir libretos y actuar y musicalizar las grabaciones, y hasta perifonear como locutor, tomaba amplias notas de lo que sucedía en la guerra. Pero, el día en que tuve que salir, se quedaron todas ellas sobre el escritorio; y cuando tuve la ocasión de retornar, habían desaparecido. Tuve entonces que recordar lo que me pareció más importante para redactar el libro de relatos. Mas bastante se quedó afuera. Tiempo después, algunos relatos fueron adaptados al teatro en "Vivir, buena razón" (que reúne varias piezas) en la colección de monólogos "Memorias de Abril" (adaptaciones de ocho relatos, a los cuales les di nombres diferentes), yen "Otros Retratos", (seis monólogos con los títulos cambiados), donde aparecen además " "La Esposa d " y "En tres nuevos casos: "Pad re N uestro, e A gosto Aquellos Momentos No me Podía Suceder Nada Malo" (sólo "Memorias de Abril", ganadora del Premio Cristóbal de Llerena del 2001, ha sido publicada). Junto a mí estaban los artistas, mis amigos, compañeros, los cómplices de mi idealismo, la pandilla. Veníamos del grupo ''Arte y Liberación" o del otro, "El Puño", o surgían de la nada, que al fin de cuenta eran la misma cosa esos escuadrones formados por protestan189
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tes intranquilos, ansiosos de libertad. Formamos entonces la simbiosis "Frente de Artistas y Escritores". ¿Quiénes eran? .. Miguel Alfonseca, tan fanáticamente obsesionado en esto de la guerra como en todo lo demás; José Ramírez Conde, "Condesito", desbordando cultura y señorial serenidad; Silvano Lora, fresco y dinámico Don Quijote, con sus magníficos carteles satíricos; Franklin, con su penetrante optimismo, pariendo ideas y libretos en constante vaivén; la confortante caballerosidad del sensato y cumplidor Fernando Casado; Armando Almánzar con su lacerante y frenético humor; la extraterrena tranquilidad cáustica de Juan José Ayuso; la figura enamorada y engominada de René del Risco, que se aparecía como un príncipe ante aquella horda de desarrapados para hablar de su pareja; el humilde y complaciente Graveley, técnico de la radio, siempre de buen talante; y Freddy Espaillat; los tres extranjeros: la belga Cristhiane Ghuerie , la norteamericana Martha Jean yel cubano Luis Acosta Tejeda, quienes junto al haitiano Jacques Viaux, ido inadecuadamente entre atroces sufrimientos, dieron autenticidad al valeroso internacionalismo del conflicto frente a la falsía de la Fuerza Interamericana de Paz. En la radio, además estaban: Núñez Fernández, Mario Báez Asunción y su hermano Luis Armando, Muñoz Batista, Ercilio Veloz Burgos, Lora Medrana, el inefable Fabián Damirón, yel folklórico "Rodriguito", con su "y la vida sigue su agitado curso", quien para poder entrar en la Zona debió vestirse de mujer. ¡Prácticamente todos! En las "24 cuadras", luchaban también, cada cual a su manera,: Rubén Echavarría, Narciso González (Narcisazo), Salvador Pérez Martínez, Abelardo Vicioso, Máximo Avilés Blonda, Arnulfo Soto (Miñín), José Cestero, Gilberto Hernández Ortega, Candido Bidó, Iván Tovar, Fiume Gómez, Delta Soto, Grey Coiscou ... y algunos más. Aunque no todos estuvieron ejerciendo su profesión en el arte, 190
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dijeron presente como soldados, como ayudantes, como médicos, o simplemente como apoyadores, por el simple hecho de tener domicilio en el lugar. Una mención especial merecen Frank Usero, Tony Echavarría (Cambumbo) y aquel otro bailarín que defendió solo la plaza donde murió; quienes además de mostrar su arte, demostraron que eran "más machos" que muchos otros. Esa historia aparece en el relato "No eres un hombre, hijo". Estaban los que tuvieron que estar, los que querían estar, los que sentían la obligación de estar... En fin, ¡los que tuvimos la suerte de estar! y los de la "Radio Santo Domingo" en un empeño que no ha sido reseñado todavía por la historia, informamos, exaltamos, excitamos, nos reímos y lloramos, por esa frecuencia que se mantuvo despierta en aquellos seis días de abril, en mayo, junio, julio, agosto yen los tres días finales de septiembre. No podíamos callarnos, porque nuestro pueblo, el que defendíamos, pensaría si lo hacíamos, que todo había terminado; y así, turnándonos, sorteamos las necesidades del sueño, hasta que aquel capítulo fue superado. La oficina en que trabajábamos, la Radio Constitucionalista (que había sido hasta el momento la "HIG", se encontraba en la segunda planta del Copello, justo debajo de lo que se convirtió en el local de la Presidencia Constitucionalista. Por todas partes nos rodeaban especie de cuarteles siempre hirviendo de nerviosa actividad, y las agencias de inteligencia militar. Tanto ellos como nosotros habíamos sido desalojados de nuestros nidos, y nos acomodamos plácidamente, sin protestar. Todo esto deberá investigarse y establecerse por escrito, antes que la vida se nos agote, y entremos todos, nosotros y los hechos, en el frío infierno del olvido. ¡Cuánto sucedió allí! 191
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Aquellos 133 días en que los artistas compartimos el hambre, la incertidumbre, el miedo, y, sobre todo, el ideal, nos hicieron descender de la ilusión de ser mensajeros divinos (como casi siempre nos creemos los artistas) y nos ascendieron a la cima del ardiente humanismo, a los huertos del hacer hombro-con-hombro, a la plácida hermandad. Ya no volveríamos a ser los mismos nunca más; o al menos, así debió y debe ser, si es que tenemos respeto de la recordación y somos consecuentes con la sensatez. Finalmente no morí (lo cual es obvio). Yo no sé si es asunto de juventud o defecto de creador inmerso; pero en aquella época no le "daba mucha mente" a mis decisiones; simplemente hacía las cosas porque si. Y ya el asunto de la falsa traición involuntaria no importó más, al menos por el momento. Los muertos seguían en su estado y yo persistía en mi supervivencia... Pero estaba tranquilo u ocupado y orgulloso, y los sobresaltos de las circunstancias eran una especie de juego delicioso, una aventura como ninguna, solamente mancillada por las lágrimas del luto; esas que brotaban silenciosas por los que no tenían tanta suerte como los que nos manteníamos La exactitud es que veníamos de la insatisfacción, de la tristeza, del aislamiento, de la castración, de la desesperanza. Y en este obligado estar juntos, aprisionados por un sangrante anillo, inesperadamente, saboreábamos la complacencia, el júbilo, la hermandad, la ilusión. En una noche trepidante, la del 15 de junio, cuando una verdadera sinfonía de estruendos agitaba el espacio con sus resonancias de muerte, sentí el dulzor de la gloria. De nuevo nos habíamos quedado casi solos. Rememoro a Fernando Casado, a Luís Acosta Tejeda, a la embarazada Martha Jean, a Espaillat y a Franklin Domínguez; y entre los no artistas, a Lora Fernández, quien me quiso dar un arma 192
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para que, en lo que pensábamos que era el final, vengara previamente mi próximo deceso llevándome a unos cuantos por delante; y a Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien en una sorpresiva visita a la oficina adjunta a la cabina, se creció cálidamente en mi interior, adquiriendo, definitivamente, la cimera estatura de un líder de los de verdad, de los que comprenden la necesidad y el valor del sacrificio. Esto es relatado en "Ahora, cuando por Primer Vez... " "La Guerra no es para Nosotros", el cuento (este sí) que le da nombre al libro reúne varios casos que si bien fueron ciertos en sus raíces, han sido organizados y tejidos según me sugirió la imaginación. No recuerdo si sentí pavor, aunque probablemente sí. Puesto que no me considero un héroe, ni nada parecido, debo haberme sentido estremecido ante el acercamiento de la cegadora de ilusiones. Pero eso tampoco puedo asegurarlo. Desde siempre he pensado que lo importante no es padecerlo, el miedo, sino superarlo. Sí tengo muy presente que estaba satisfecho, y, lo que es muy importante, el recuerdo de aquellos días me ha guiado todo a lo largo del resto de mi extensa existencia: hay que hacer lo que se debe, lo que uno cree que se tiene que hacer, si se quiere dormir tranquilo y si se aprecia dejar una buena herencia para los hijos y para los demás que vendrán. Y yo me deslizo al reino de Morfeo con la candidez de un niño. He llegado a convencerme de que permanecí con vida para poder continuar, a mi manera, la lucha hasta el futuro, con las armas de artista que conozco. Yen cuanto se refiera a mi descendencia, seguro estoy de que, por lo menos, no sentirán vergüenza de éste individuo que hoy les escribe. El final de la Guerra ya todos deberían conocerlo: la traición de los ideales que la incitaron, por parte de las "rampiñosas" minorías que manipulan, según sus intereses, y también (cuán triste) por 193
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parte de las ignorantes mayorías que son las que refrendan, también por sus intereses particulares, las decisiones de los otros. Pero el asunto, para mí, tuvo un final por demás sorpresivo. Precisamente por haber mi nombre permanecido escondido, fui escogido para entregar el mandato al que sería Presidente Provisional hasta que fueran celebradas las elecciones y se entregara el poder al nuevo presidente electo. Los que trabajamos en la preparación de ese último momento estuvimos de acuerdo en que debía ser uno de los nuestros, como un símbolo de que habíamos triunfado los de la Zona. y decidieron por unanimidad que esa alegoría sería yo. Luego de la entrega de mando de Caamaño en la explanada de la Fortaleza Ozama, poco después del mediodía, salí de Ciudad Nueva por primera vez desde aquel momento en que creí que renunciaba a la vida, y fui a recortarme el pelo y luego a casa de mi hermana a bañarme bien, a afeitarme, a buscar un traje apropiado para la ocasión. y así, entrada la tarde, me dirigí al Palacio Presidencial, y allí, convertido este infeliz mortal en una especie de presidente saliente o algo así, como demanda la Constitución de la República para esos casos, puse en posesión a Federico García Godoy. Afuera acompañaban el momento las notas algo lejanas del Himno Constitucionalista, interpretado por los músicos de la banda que habían permanecido fiel a nuestros principios. Las fuerzas interventoras no los dejaron entrar al edificio, como era nuestra intención; pero de todas maneras tocaron, y así se fortaleció la ilusión del éxito. Sería blanca; pero todo esto era un mentira: una especie de masturbación. Ya loallo dije: siempre supe que no podíamos ganar. Y la confirmación de tal asunto estuvo clara para todos cuando el triunfante Joaquín Balaguer se puso la banda presidencial, en lugar de quien la merecía: Don Juan Bosch . 194
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Este final de los hechos, cargado de una dolorosa y premonitoria realidad, se presenta en "Oscar", ni siquiera un relato; simple trascripción de una noche que fue de despedida para los del grupo. En él, la preocupación artística no quita ni añade nada. Fue sencillamente así. La ensoñación terminaba (no sé si llamarlo simplemente sueño). Volveríamos a la realidad, cruda, castradora, ¡estúpida!
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La guerra no es para nosotros
Vivir es buena razón
Detrás de las alambradas hay una calle vacía, inmóvil; donde ni siquiera los árboles dan señal de vida. Se sabe que detrás de troncos, arbustos, en ventanas, puertas y azoteas hay vigilancia callada; pero sólo rezuma la atención concentrada y el temor y el odio, y sobre todo la incertidumbre, haciendo el aire espeso; sólido, como si justo allí estuviera el umbral del mal augurio. -¡No sé por qué acepté esto! -¿Tienes miedo? Don Pedro lo mira con una carga de sonrojada ofensa que podía indicar el recomienzo de una muy antigua contienda; pero el viejo se desarma al reconocer la sonrisa bromista de su hijo. -No le viene bien a mis años, eso es todo. La expresión alegre de los ojos de Néstor se le borra tan pronto vuelve a mirar hacia adelante. Sólo hace unos días; apenas unas horas, que los soldados invasores establecieron el cerco en este sector y ya la gente parece acostumbrarse a su chequeo. Allá van cruzando la arbitraria división, como ganado, mientras en el Norte todavía se trata de impedir tan triste consumación. -No es cuestión de edad, papá. Néstor cuenta los autos que serán revisados antes del de su padre; faltan cinco. 199
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-Yo esto lo veía venir. Desde hace tiempo me dije: "terminaremos intervenidos por los norteamericanos". Y no es que esté de acuerdo, claro que no. Pero es algo que nos merecemos. Cada día demostramos que somos incapaces de autogobernarnos. Es algo lamentable; pero no es más que una consecuencia directa de nuestro comportamiento: que en la Universidad quieren una hora menos de clases; allá van a tirar piedras y hasta a disparar. Que se rumora que los comerciantes no van a dar doble sueldo en estas navidades; huelga general, más piedras, más disparos. Que ponen un gobierno, que lo tumbamos y que para no perder la costumbre tumbamos a éste que pUSImos... y... La bocina de un auto detrás de ellos les indica que hay que moverse un puesto hacia adelante. Don Pedro enciende trabajosamente el auto y lo deja rodar unos cuantos pies; luego lo apaga. -Con este camina y párate no les va a quedar gasolina. -Déjalo prendido, se consume menos. -No. No sé lo que le pasa; le dan unos temblores cuando no está rodando. Desde que me entren unos cuartitos lo voy a llevar a arreglar. El pobre está viejito y... N éstor mira a su padre que ahora guarda silencio y mueve su cabeza hacia atrás y hacia adelante, lentamente, como afirmando algo que sucede en sus pensamientos. - ... Nos lo buscamos, hijo; nos lo buscamos. Si no sabemos VIVIr en armonía... Un gesto de desprecio le sube al joven como si fuera náusea. Un gesto de desprecio le sube al joven como si fuera náusea. -¿Tú crees que los yanquis nos ocupan para lograr nuestra tranquilidad? Ha logrado hablar en un ritmo pausado; pero no espera respuesta. - ... No seas iluso. Es verdad que hubo muchos muertos en los
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primeros días de la guerra; pero después que ellos han llegado se duplicaron. Y esto no me lo contó nadie, lo he visto yo. -No he dicho que... -Si tenemos guerra es porque los norteamericanos la buscaron, papá. El golpe de Estado que tumbó al primer presidente constitucional que tuvimos en qué sé yo cuántas docenas de años, fue propiciado y pagado por ellos. -Lo sé ... Lo sé... Nosotros no queríamos comenzar con esto. No pienses que nos gusta este matadero que cada día pasa a ser algo más y más inútil; ¿pero qué otro camino nos quedaba? No somos muñecos, somos seres humanos y tenemos derechos.. " Nuevo bocinazo del de atrás, nuevo encendido.Nuevo bocinazo del de atrás, nuevo encendido. -Entre esos derechos está el de elegir los gobernantes que pensamos nos convienen; los que pueden ayudarnos a salir de este caos en que nos encontramos ... Pero eso es sólo una parte; hay muchas otras cosas ... El auto, en efecto, tiembla aparatosamente antes de detenerse. -¿Ves lo que te dije? .. Debe ser el carburador. -Claudicar esos derechos, papá, es hacernos cómplices. Cómplices de todas las vagabunderías que son en esta tierra nuestra comida diaria. Cómplices de los contrabandos, cómplices de la corrupción administrativa, cómplices de los asesinatos políticos, y de todo lo demás ... ¡Y no queremos caer en la complicidad! ... Sin proponérselo ni darse cuenta ha acelerado el ritmo y aumentado el volumen de su discurso. Don Pedro mira a los soldados y luego a su hijo con una petición de calma en la mirada. Néstor corresponde. 201
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-¿ ... Te das cuenta? No podemos expresar nuestros deseos. Si te atreves a decir algo en contra de la situación te meten a culatazos limpios en un aeroplano, ya París, ni siquiera con un mal suéter, muriéndote de frío. No importa, eres reo de honestidad yeso es lo que te mereces. Claro, tienes otras alternativas: tragarte tu protesta o volverte loco y despacharte a una montaña para hacer guerrillas. Te morirás de hambre cerca del cielo, u obligarán a los campesinos a que te denuncien. Y cuando te tengan entre sus manos, te llevarán al patio obscuro de una cárcel y después de humillarte y golpearte en una orgía de venganza, te fusilarán. "Murió cuando intentaba asaltar un destacamento", dirán a los periodistas, y san-se-acabó ... Esta vez don Pedro ha estado atento al movimiento de los autos y sin necesidad de bocinas enciende y adelanta. - ...y todo esto sucede con el patrocinio de los yanquis. Claro, así mantienen el silencio que conviene a sus planes. Que nadie ose hablar. Que nadie ponga en peligro sus negocios con la ignorancia y con la impotencia. Eso podría alterar, para su mal, el lujoso beneficio que nos saca. ¿No lo sabes? .. Fueron ellos quienes pusieron a una marioneta en la silla presidencial, y como si fuera poco, declararon que si alguien intentaba derrocar a su protegido, estarían aquí antes de las veinticuatro horas para defenderlo. Pues bien, cumplieron su promesa; con unas cuantas horas de retraso, pero la cumplieron. Por supuesto, tiraron al aire la mentira de que vinieron a proteger la vida de sus nacionales amenazada por la lucha de dos bandos en pugna. Pero hasta los gatos saben en este país, que en este momento no hay un solo norteamericano civil en nuestro territorio. ¿Por qué no se van, entonces? y como para confirmar lo que afirmara, junto al auto que había sido revisado cuidadosamente, pasa el que sigue con
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simplemente enseñar un papelito al soldado por la ventanilla. Néstor trata de reconocer al que está adentro; pero sólo alcanza a ver al chofer y a una sombra gorda en el sillón trasero.Y como para confirmar lo que afirmara, junto al auto que había sido revisado cuidadosamente, pasa el que sigue con simplemente enseñar un papelito al soldado por la ventanilla. -Este debe ser uno de los comerciantes de la calle El Conde. Claro, el país es de los ricos; ellos pueden pasar por donde les da la gana. y allí frente a ellos está la figura verdeolivo, ametralladora en mano, haciendo morisquetas para indicar que avancen. Don Pedro obedece, y Néstor siente que se le queman las orejas. -Out... out of the car. .. Ha entendido perfectamente; pero una firme e irrefrenable protesta lo mantiene clavado en su asiento. Don Pedro se baja con el rostro congestionado; él permanece. - ... ¡Out!' .. ¡Out!' .. La puerta es abierta violentamente por el soldado, quien ahora lo encañona con rostro furibundo. -Quiere que te bajes. -Ya sé lo que quiere. -No seas loco. -No me da la gana. Vuelve a hablar el soldado, y esta vez Néstor no lo entiende, casi ni siquiera lo oye, aún cuando está gritando. Don Pedro, ahora lívido, extiende su mano en un gesto incompleto, casi como si fuera a empujar a su hijo. -No ganas nada con eso. Te pide de buena forma que salgas del auto. -¿ De buena forma? .. ¿Y por qué me apunta con el aparato ese?
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-Déjate de tonterías ... por mí. y ante esta petición, al muchacho no le queda más remedio que salir. Trata de mirar algo lejano; pero no ve nada que no sean unas estrellitas multicolores que se agitan dentro de sus ojos. Una manos se le clavan en los sobacos y aletean toscas hasta llegar a los tobillos. Luego, por un hombro, le dan vuelta, y ahí están las manos en la cintura; luego, también se le meten en medio de los muslos, apretándole los testículos, y la bajada se repite. -Youmaygo. -Néstor se deja caer dentro del auto y espera a que su padre haga iniciar la marcha antes de hablar: -Lo que quieren es humillarnos con su manoseo. ¿Por qué si buscan armas no registraron la cajuela o debajo de los sillones? .. ¡¿qué sé yo?! ... No, papá, no me digas que nos merecemos esto. -Querías entrar la gasolina, ¿verdad? Pues ya está adentro. ¿Qué ganas con jugar al héroe, cuando lo que puedes hacer es entorpecer la misión que te propones? .. Néstor reconoce, sin exteriorizarlo, que en esto su padre tiene razón; pero su actitud no fue algo que se propusiera; simplemente tuvo que actuar así. - ... Yo tampoco estoy de acuerdo con la ocupación. Me enferma también que esos guardias me toquen, y por eso no quiero salir a la calle; pero no te olvides que fue idea tuya que cruzáramos. ¿No?-... -Dobla a la derecha en la otra esquina. y al hacer el giro, de inmediato, el ambiente cambia. Protegidos por las casas, docenas de hombres y mujeres, en su mayoría armados, despliegan una actividad de hormigas. No hay bullicio. Simplemente se mueven y hablan brevemente al encontrarse. De vez en cuando se escucha una orden, rompiendo la nerviosidad del murmullo. 204
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-¿Por dónde voy? -Por allá, hasta el parque. Don Pedro, quien ha entrado en la zona constirucionalista por primera vez desde que comenzó la contienda, disimula su curiosidad y su sorpresa, mientras se mueve lentamente por la corta cuadra que lo separa del parque. -No podemos hacer nada. Son más fuertes que nosotros. Son mucho más fuertes que la totalidad de nosotros, y como si no nos diéramos cuenta, estamos divididos. Sí, Néstor, otra vez te lo digo: esta es la división, la nuestra. Ellos solamente la han hecho más notoria. Al llegar a la esquina del parque uno con uniforme les sale al paso, portando una carabina. -No se puede pasar, compañeros; zona de seguridad. -Venimos a traer gasolina, hermano. -Ah ... Esperen un momento. Se retira a una de las casetas del parque, donde una vez hubo peces, donde se hicieron campeonatos de ajedrez; donde ahora están unas oficinas del Estado Mayor Revolucionario. -¿No lo conoces? -No. Este es uno de los guardias que se pasó a nuestro lado. -¿Hombre rana? -No. Los hombres ranas se visten de negro. -Verdad. El parque ha sido convertido en un verdadero campamento: gran cantidad de alambradas; una que otra casa de campaña; planchas de playwood y listones de madera, cañones, cajas, barriles, letreros que rezan: "No Entre", "Zona Constitucionalista", "Libertad o Muerte", "Se prohibe Pasar", y al igual que en la calle, por todas partes, el alegre hormigueo. Cerca de la avenida hay un grupo de 205
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mujeres que se entrenan, realizando ejercicios con fusiles, rifles, rubos y palos, bajo las voces de mando de un joven y atlético militar vestido de negro. No es éste el parque aquel de la infancia, donde tantas veces rodó sus patines y se rasguñó las rodillas, donde tantas veces lloró por quedarse. Piensa Néstor que ahora allí trabaja otra niñez; niñez terrible que crecerá en una humanidad hasta ahora desconocida. -¿Cómo vamos a estar unidos, papá? .. Ve a decirle a uno de esos ricachos que deben luchar contra los yanquis. Te dirán que han venido a salvar vidas. Naturalmente, ellos no consideran seres humanos a los cientos que son exterminados cada noche, cada día, cada minuto. No son gente; son chusma, son basura. Ellos Sí: han aprendido a comer con un montón de cubiertos; saben distinguir la seda del algodón y el armiño del astracán; son útiles; profesionales; profesionales en todo, hasta en la VAGANCIA... Claro, ¿para qué luchar contra ellos? Piensan que sin su ayuda el país se iría a pique. Ellos prestan el dinero; son una garantía para sus bienes amenazados por estos guerrilleros sudados y hediondos que se entrenan ahí. .. -Qué vamos a hacer. Este es su punto de vista, hay que respetarlo. -Nosotros tenemos también un punto de vista. ¿Cuál es el tuyo? ' ~ ¿Q" ' ~ El mIO.... ' ~ ¿Q" -¿ El mlO.... ue Importa elmlo.-¿ ue Importa el mío? -Sí que importa, papá. -O.K., compañero. El hombre del uniforme ha vuelto con un trozo de manguera plástica color verde. Detrás de él dos muchachas y un joven cargados con maltratados envases de aceite y con latas que depositan alrededor del auto. Don Pedro y su hijo salen a la calle. Néstor toma la llave de mano de su padre y abre el depósito de gasolina. El de uniforme
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mete uno de los extremos de la manguera por el orificio y succiona por el otro. Escupe al mismo tiempo que introduce el plástico en una lata y comienza el transvase. -¿Y cómo están las cosas? Esto se acaba pronto compañero. Todo el pueblo nos apoya. Los yanquis no pueden con nosotros ... El de uniforme lo mira con interés. - ... ¿Tú habías venido antes por aquí? -¿Por la zona? Sí. -No. Digo a dar gasolina. -Me enteré ahora; no se me había ocurrido que se podía hacer. -Estos cabrones, como tienen cerrado el puente no la dejan pasar; y sin gasolina no estamos en nada. -¿Viene mucha gente a dar? -Sería mejor que vinieran más. ¿Qué tú sabes de la Zona Norte? -Nos tienen cercados, igual que aquí abajo. Se inventaron ahora una dizque "operación limpieza". -Sí, lo sé. Los del CEFA atacan desde fuera y los rubios desde el cinturón. -Están acabando. -Que va, no creas. No pueden. -Matan a todo el que encuentran: hombres, mujeres, niños. -Con los niños si pueden y con algunas mujeres; pero nosotros somos más fuertes. -Compañero, yo trabajo en la parte norte; son muchos muertos. -Yanquis también, no sólo dominicanos. Nosotros estamos tirando y nos conocemos la ciudad mejor que ellos. -Eso es verdad. Don Pedro, que ha estado mirando nerviosamente la operación, habla por primera vez: 207
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-No nos vayan a dejar sin nada, que tenemos que salir. y es una de las muchachas la que responde: -No sea agarrado, viejo, que nosotros sabemos lo que hacemos. Don Pedro se pone rojo y parece que fuera a contestarle. Pero el joven, que ahora llena su último recipiente, lo calma: -Hay que tratar bien al cliente, para que vuelva... Su sonrisa ha sido franca, cara a cara. La de la otra muchacha es más tímida; pero sincera. - ... Tiene suficiente para andar toda la ciudad. El de uniforme saca la manguera, y sólo después pregunta: -¿Ya acabaron, verdad? Y la joven asiente con la cabeza. Néstor coloca el tapón y le devuelve las llaves a su padre. Luego le da la mano al de uniforme. -Suerte. -Lo mismo. Y muchas gracias por la gasolina. -No me la des a mí; fue mi papá quien la trajo. -Gracias, señor, y que se repita... Los dos al mismo tiempo se suben al auto. - ...Den la vuelta aquí mismo, que no se puede entrar más para allá. -Bien. -Cooperando con la Revolución también se hace Patria. Don Pedro enciende el auto. Esta última frase ha despertado en él una sonrisa que no llega a ser irónica. Se limpia los labios con la lengua y sin mirar a los lados, lentamente como entró, toma el camino de vuelta. -Vamos a dar un paseo por la ciudad. -¿Y si se acaba el combustible? -No nos van a dejar parados. -No quiero estar adentro cuando suceda lo peor. Va a ser imposible salir. Acabarán todos... 208
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y sin embargo, don Pedro hace girar el auto hacia el centro de la ciudad. - ... No debiste decir lo de la gasolina. -¿Por qué no? Era tuya. -Pero fue tu idea. Hay poca gente; pero si no se mirara con atención la situación parecería normal. Sólo los muchachos armados hacen recordar la presencia de la guerra... Ni don Pedro ni Néstor hablan a lo largo de dos cuadras. Luego: - y bien, papá, ¿cuál es tu punto de vista? Don Pedro, dando señal de que también pensaba en lo mismo, responde sin vacilar: -Estoy en contra de la ocupación yanqui, ya te lo dije. Pero ese no es el problema. Insisto en que si hubiéramos aprendido a respetar nuestros puntos de vista, otra cosa hubiera sido; nunca hubiera comenzado esta guerra y los norteamericanos no hubieran desembarcado. Pero, ustedes, la juventud... -No respetamos los puntos de vistas de los demás, ¿verdad papá? .. Puede que no; pero si no lo hacemos es porque nos han obligado a actuar así. Apenas nacidos nosotros ya ustedes planeaban la forma de oponerse a los puntos de vista que pudiéramos tener. -No hables tonterías. -No son tonterías. Cuando aprendimos a hablar, ya ustedes nos habían endilgado un orden social como un dogma. "Es un pecado dudar de él. No importa que en ese mundo que ustedes nos dejan por herencia el hombre decente esté condenado al fracaso irremediablemente. Ese es el mundo de ustedes, y sólo porque les pertenece es bueno. No se conforman con fracasar ustedes, quieren que también fracasemos nosotros. Es más que una cuestión de puntos de vista, papá. Es un asunto de futuro. Del nuestro, del de nuestros hijos y nietos. Es un problema que concierne a toda la 209
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humanidad. Si tú quieres, ése es nuestro punto de vista. Y ese punto de vista en ningún momento ha sido respetado. Nuestros principios y nuestra pureza están obligados a uncirse como estúpidos bueyes a la mancorna, sólo porque a ustedes se les antoja. Quieren que sigamos respetando los puntos de vista de los demás, como lo respetaron ustedes, y no se han detenido a pensar en qué consiste ese punto de vista... En la calle principal es más obvia la anormalidad: muchos de los negocios tienen sus puertas de seguridad cerradas y aún los que trabajan solamente están medio abiertos. Casi no hay gente que compra. Hay varios vehículos verde olivo. La gente camina de prisa. Flota de nuevo el aire de incertidumbre. - ... Papá ¿Tú estás conforme con lo que eres? -Bueno he tenido mis momentos buenos y algunos malos. Pero eso ... -Lo que pregunto es si estás conforme con lo que has llegado a ser. Don Pedro se muerde los labios antes de contestar: -No. -Fuiste el mejor estudiante de tu promoción. Cuando te graduaste hiciste, a fuerza de duro trabajo, una experiencia que ningún médico de tu época tenía. Si a confiar íbamos en la eficiencia yen la responsabilidad, se presentaba ante ti un futuro promisorio; una vida llena de satisfacciones y halagos. ¿Y qué pasó, papá? ... ¿Quién eres ahora? ... ¿En qué fallaste? ... Eres un medicucho de tercera o cuarta. ¿Por qué? .. Porque no sabes ser comerciante. Además de las enfermedades del pulmón te debieron enseñar que cuando una vieja histérica se empeña en estar enferma no hay que desilusionarla; hay que darle medicina tras medicina, porque eso significa dinero para el doctor. Debieron enseñarte, además del mecanismo del corazón, 210
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que cuando un hombre se está muriendo sin cura, no hay que decírselo a los familiares. No, nunca. Hay que operarlo y operarlo y darle medicinas y darle esperanzas, porque esas esperanzas significan oro. Debieron enseñarte todas esas cosas; porque la inmoralidad es el salvoconducto en una sociedad que se desmorona... y tal vez trataron de enseñártelo y tú no quisiste aprender. De haberlo hecho, hoy estarías en una muy otra condición. Tendrías un auto Mercedes Benz, una residencia, viajarías a Europa... y yo sentiría unos deseos incontrolables de luchar en tu contra. De nuevo están en la fila, ahora para salir. Hace más calor. N éstor siente como si la sangre le hirviera. Allá están los soldados norteamericanos, y más allá, el tan conocido mundo de la cotidianidad. El mundo que está matando la fe de Néstor. Don Pedro está al borde de las lágrimas. -¿Qué se puede hacer? -Luchar. ' <'Camo.... ' ~'E " ~ - 1'L uch ar... < n contra d e qUien. -Ahora se está luchando, papá. -¿En contra de los yanquis? -En contra de la putrefacción. -¿Crees que van a ganar? -Se está luchando, simplemente. -Pero eso no tiene sentido. -¿Lo tiene acaso tu insistencia en ser profesionalmente honrado? .. No, no lo tiene. Y sin embargo estoy seguro de que sientes una recóndita satisfacción por haber actuado bien ... ¡Es necesario luchar! -¡Los van a matar a todos! -Sí, lo sé... De todas formas va a hacerlo: en las cárceles, en las montañas, de inanición. O nos sacarán del Mundo de otra forma más terrible: desarmándonos, castrándonos, convirtiéndonos en sus 211
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compinches. Haciéndonos renunciar a esa recóndita satisfacción de ser honestos. -Yo no he renunciado ...y no me muero de hambre. -Quién sabe si habría sido mejor que te hubieras muerto de hambre hace mucho tiempo ... Don Pedro deja caer la cabeza sobre el guía que aprieta con ambas manos. - ... No lo tomes a mal. No quiero decir que... -Lo has dicho. -Sí. .. Creo que resulta preferible estar en la tumba que darse cuenta de que no hay nada bueno sobre la faz de la Tierra; a soportar la convicción de que la honradez es un pecado en nuestra sociedad... Néstor agarra fuertemente la mano derecha de su padre, y habla con un nudo en la garganta: - ... Papá. No aceptaré nunca esas cosas. Por eso es necesario luchar. Aunque te suena a locura; solamente así podemos sentirnos realmente vivos ... ¿No es una buena razón? El avance de los autos es imperceptible. Parece como si no fueran a llegar nunca. Hay varios bocinazos dispersos. -Nada conseguirán. Te habla la experiencia. Tú me has conocido cuando ya no lucho; pero también lo hice cuando tenía tus años. No con ametralladoras; en esa época no se presentó la ocasión de hacerlo así. Pero luché, a mi manera. En la única forma en que nos era posible; con tozudez; negándonos a pervertirnos. ¿Y qué conseguí? .. Tú lo dijiste hace un rato. Tienes razón ... Don Pedro saca un pañuelo para secarse el copioso sudor. Luego lo deja sobre el asiento del auto. - ... No, a mí no me interesa tener dinero ... Quería dinerc para ti. Siempre soñé con mandarte fuera. Con sacarte de este maldito país. Con mandarte adonde se reconoce el talento y la seriedad ... Siempre soñé con salvarte de mi tragedia.. , Pero, ¿cómo? .. 212
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Don Pedro levanta la cabeza, con la mirada perdida. -Fui un egoísta. Debí hacerlo. Debí hacer dinero a costa de 10 que fuera. No tengo derecho a hundirte para salvaguardar mi honor. -No digas eso ... te 10 agradezco, papá. y la voz le brota a Néstor entre sollozos: -No sabes cuánto te 10 agradezco Por eso debo luchar. .. Como un pago ... Como un regalo para ti . Ya no puede hablar más. Traga con dificultad, y rápidamente se baja del auto. No ha pensado en lo que tiene que hacer, simplemente lo hace. -No sé. Me niego a creer que todo esté perdido, y sin embargo ... ¿Por qué te apeas? .. ¿Qué haces? -Papá, ¿sabes qué es lo más terrible de todo? .. Que estás indefenso. No tienes armas para hacer valer tus derechos. Ambos se miran profundamente, ahora con serenidad. Hay un largo silencio. -¿Adónde vas? -Me quedo. Néstor cierra la puerta suavemente, como si no quisiera hacerlo. -¿En la Zona? ... ¿Cómo? -Del otro lado estoy seguro, sí. Pero no creo que me guste la seguridad de esa perdición. -Si no sales ahora, después será tarde. Cuando comiencen a disparar de verdad será imposible... Será... -Losé. Da la vuelta al auto, con celeridad y deposita un beso en la mejilla de su padre. Este se toca donde sintió el cálido soplo. -¿Sabes que no ganarán? -Losé. ¿Sabes que los matarán? -Losé. 213
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-¿Qué resuelves con eso? -Quizás nada... Tal vez... sentirme satisfecho todos los días de mi vida... aunque sean pocos. -¡Néstor! Las bocinas de los autos que están detrás resuenan estridentes. Entre la salida y el auto de don Pedro solamente hay un gran espacio vacío. Es'su turno. -Adiós, papá. " Trae más gasolina un día de estos, ya sabes el camino ... Así nos podremos ver de nuevo ... tal vez. y don Pedro dice algo; pero Néstor no alcanza a escucharlo; las bocinas enloquecidas levantan una muralla de sonidos, y él, decididamente, ya ha emprendido el camino hacia las calles vacías. Hacia la incertidumbre.
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No eres un hombre, hijo
Lo ve desde la ventana entrecerrada. Allí está; frágil. El único hijo. Sus cabellos demasiado largos, se mueven con el aire de la tarde que comienza; el falso color dorado deslumbra bajo el sol. Lo ve y no puede dejar de pensar que es como una caricatura; una caricatura de ella misma. Cuando joven se tiñó el pelo y era delgada. Sus senos eran resecos y sus caderas esmirriadas; pero tenía algo de encanto. Su esposo le decía que era hermosa, aunque no sabía dónde localizar su hermosura. Y entonces nació él, que fue una prolongación de ella: endeble, con gusto por los perfumes y por las telas de colores brillantes. Ella dejó de teñirse y engordó increíblemente, y cuando el esposo murió se puso obesa y desastrada; pero Ulises siguió siempre igual, enfermizo. Los nuevos amigos de su hijo están nerviosos, como si presintieran algo. Llegó a una edad en que no lo pudo querer más. Una vez le preguntó por qué a él no le crecían los senos como a las niñas del barrio. Y ella, ¿qué pudo responderle? .. guardó silencio. Entonces comenzaron las salidas nocturnas; las borracheras. Un día lo vio bailando por la televisión y lo botó de la casa. Pero Ulises enfermó y nuevamente le permitió la entrada. Juan, Pedro, Miguel y los otros del barrio que nunca lo soportaron, los que siempre le hacían bromas, los que ella envidió a 215
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sus respectivas madres, están a su alrededor ahora y le hablan como amigos. Pero él sigue siendo entre ellos como un maldito pétalo de rosa entre fuertes motores. Se tiñó el pelo y ella no le dijo nada. Se pintaba las uñas y ella no le decía nada. Al principio tuvo vergüenza; pero después no. También comenzó a bromear a su costa: "Ese no es mi hijo; es mi hija". -¿Todavía nada, Cleopatra? -Nada. Su voz es absolutamente femenina, y ha contestado con un gesto femenino. No le importa que lo llamen Cleopatra, ni siquiera ahora que hace trabajos de hombre. De él hacia ellos no ha habido ningún cambio. De ellos hacia él, sí. Antes le decía frases hirientes y algunas veces llegaban a molestarlo. Entonces se plantaba en el medio de la calle y al igual que cualquier comadre de barrio comenzaba a espetar insultos. Los otros reían, yen una ocasión llegaron a tirarle piedras. Pero ahora... le siguen diciendo Cleopatra; pero no hay intención en el apodo. Le dicen Cleopatra y es como si le dijeran su verdadero nombre. -Yo creo que no van a avanzar. Debe haber sido una falsa alarma. De seguro alguien vio un movimiento y en seguida se imaginó el resto. Ulises ha sonreído al decir esto. Pedro le contesta: -Creo lo mismo; pero hay que mantenerse alertas; son las órdenes del Comando Central. -Sí, son las órdenes ... Hasta que acaben sus municiones los malditos gringos. -Si se le acaban. -No te preocupes; o se le acaban o acaban con nosotros. Una de dos. Otra vez el silencio bajo el estruendo de las detonaciones. La madre no puede desprenderse de las celosías. ¿Que su hijo habla así? 216
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¿Que esté tan sereno en tales circunstancias? .. Desde que la orden de alerta llegó al Comando, se sentó en el jeep camuflado, tomó en sus manos los disparadores, y no se ha movido, ni siquiera para tomar un vaso de agua. Ulises no es valiente. Cuando lo trajeron enfermo aquella vez que vivió lejos de casa, se quejaba como una parturienta. Cuando pequeño, cualquier golpe, por leve que fuera, precisaba su buen tiempo para conseguir consolarlo. Y de repente... El día que entraron los yanquis, alguien le dijo: ''Ahora te darás gusto con esos blancotes tan buenosmozos". Y él le dio una trompada. No gritó ni se puso rojo ni pataleó; simplemente le ajustó el puño en el estómago. Ella pensó que, aunque tarde, cambiaría. Pero no. Siguió tan asquerosamente risible como antes. Siguió cuidándose las uñas dentro de lo posible en manos que manejan un fusil. Y cuando venía del servicio en tardes horas de la noche, antes de acostarse humedecía sus rebeldes cabellos y ponía sobre ellos un gorro de media. Le seguía siendo insoportable; pero ahora, al menos, no lo miraba cargada de odio. Tampoco lo miraba con amor. Simplemente no lo miraba. Como si no estuviera ahí. ¿Por qué tuvo que nacer así? Todas sus compañeras de juventud parieron hombres y mujeres que eran hombres y mujeres de verdad. Todas las vecinas, lo mismo. ¿Por qué a ella tenía que sucederle eso? .. ¿Por qué precisamente a ella? .. Su esposo, que era un machazo, tampoco pudo soportar a Ulises. y fue él quién lo notó primero que ella: "Ese niño se está levantando algo raro. Sería bueno que no lo mimaras tanto". Y ella le discutió por un buen tiempo. Le discutió, porque a las cosas que decía su marido no había que ponerle mucho caso. Siempre fue un bruto. Si se empeñaba en que el cielo era rosado, no había quien lo sacara de su error; y si se le contradecía, entonces comenzaba con los golpes. Muchas veces peleó en los bares y en el 217
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trabajo. Muchas veces la golpeó a ella misma.¿Por qué tuvo que nacer así? Todas sus compañeras de juventud parieron hombres y mujeres que eran hombres y mujeres de verdad. Todas las vecinas, lo mismo. -¡Alerta! El tableteo de las ametralladoras ahora se escucha con más fuerza. Los muchachos corren a sus posiciones. Ulises grita: -¡Maricones, maricones, vengan! ... ¡Los estamos esperando! Su expresión es de una rabia incontenible; sincera. No es aquella con que contestaba los insultos de sus ahora compañeros. Es distinta. Sólo una vez lo vio así: el padre llegó borracho y no recuerda por qué se insolentó con ella y le entró a golpes. Ulises le emprendió a patadas a su padre y vociferó con su pequeña voz la única palabra . que entonces conOCIa: , "C - ... cono... - 1" ... Ese d'la tema , SUCIa ¡ ono cono. la misma cara de ahora. -Parece que se acercan. -Entonces llegó la hora. Un estruendo conmueve todas las casas del vecindario. Una nube de humo y de polvo se desprende al otro lado de la plaza. -¡Métanse en las habitaciones de atrás! ¡Nos están tirando con morteros! Es Juan quien ha hablado desde su trinchera. Pedro grita: -Deberíamos replegarnos a posiciones más seguras. YUlises: -Vengan, de macho a macho. Otro estruendo. Esta vez no se sabe en dónde ha caído el proyectil. Como si hubieran escuchado el reto, al final de la calle que desemboca en el espacio abierto aparece un grupo de norteamericanos. Caminan pegados a las paredes y disparan indiscriminadamente. Los muchachos responden. Ulises se convulsiona aferrado a las aletas de la "50". Le dice algo a Miguel que está a su lado arreglando el peine de tiros; pero ni una palabra se 218
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escucha. Su rostro enrojece y grita. Es de su boca que parecen escapar las balas. Ella reza y no sabe lo que murmura. Los norteamericanos intentan avanzar y caen. El estrépito es ensordecedor. Una tercera detonación de mortero. La cabeza de Ulises cae sobre la ametralladora y vuelve a levantarse. Se está tiñendo de carmesí. Miguel mira y huye despavorido. Otro le sigue los pasos. La voz de Juan se levanta; pero no es posible entenderse lo que dice. La madre se mueve hacia la puerta y sale. Los yanquis se retiran y caen. La madre corre hacia el jeep. Alguien le dice: - , - 1'Q' Ultese, dona.... y ella continúa y llega... Ulises tiene los ojos cerrados por la sangre. -Vámonos, hijo, estás herido. y entiende sólo por el movimiento de los labios: -No te preocupes ... Hay otros... Quedan más para no dejarlos pasar. Al final de la calle hay varios cadáveres extranjeros. Detrás, la plaza está vacía. El Sol calienta. Debajo del lejano sonido de los disparos, aquí, sólo se esucha el tiqui-tiqui de una ametralladora vacía. Unos dedos muertos se aferran a las aletas. La madre mira el frágil cuello, proyectado hacia la ausencia, los centelleantes cabellos manchados con el negro de la pólvora, con el rojo de la sangre. En el silencio de la siesta acostumbrada, parece el ritmo de una fiesta el lejano sonido de la guerra.
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Ahora, cuando por primera vez
Hoy llora por primera vez. El Corone! llora hoy por vez primera. Desde que dejó de ser niño e! Corone! por primera vez llora hoy. Ni siquiera recuerda él lágrimas y si las hubo fueron de rabia. Cuando se le partió la pierna no lloró; y ni siquiera cuando murió la madre, lloró. Yes que, después de cuatro hijas vino él, ye! General no quiso que se lo afeminaran y prácticamente lo arrancó de los brazos de su esposa y lo convirtió en una especie de extensión suya: poco expresivo, seco; con un solo interés: e! cumplimiento de la orden. Su crianza casi fue un entrenamiento, entrenamiento de perro: si haces las cosas bien te mereces un premio; pero e! premio no será algo jugoso, será un hueso que te alimenta y te fortalece los dientes. Por supuesto debió sufrir en los primeros años, antes de considerar algo indigno las lágrimas; pero eso fue cuando era demasiado pequeño; de aquello no hay recuerdos, tan sólo quede quizás un poco de amargura. Hoy, cuando pronto va a cumplir treinta y cuatro años, dos grandes y espesas gotas brotaron de sus ojos y le han rodado lentamente por las mejillas, y él las siente y no ha tratado de contenerlas, ni ha tenido vergüenza y ni siquiera sorpresa; porque necesitaba hacerlo y sobre todo, porque está en e! ámbito de ese nuevo sentimiento que le crece y que tal vez no llegue a madurar. Ese sentimiento que recién ahora descubre y que parece llenarle todo e! pecho. 221
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Escucha el estruendo del bombardeo y le resulta lejano, como si sucediera en el recuerdo; ya no está la rabia de la impotencia; ya ni siquiera siente la presencia del peligro; solamente la aceptación; paz, si se quiere; paz en el medio del peor día de la guerra. Hace apenas una hora, cuando llamó por penúltima vez al representante de la ONU, sintió que explotaba, y lo único que supo hacer, después de colgar delicadamente el teléfono, fue tirar con todas sus fuerzas la ametralladora contra el piso. Dio vueltas y vueltas como una fiera enjaulada, y de repente observó a los demás, que se habían quedado perplejos, temerosos hasta de preguntar. "No se deben hacer estas cosas", dijo graciosamente, refiriéndose a la ametralladora mientras la recogía. "Es peligroso: puede correrse y acabar con todos antes de que nos demos cuenta". Y luego se sentó y los miró aparentando calma. "¿Saben lo que me han dicho? .. Que están tratando; pero que no es mucho lo que pueden hacer. Los yanquis hace horas que nos bombardean sin descanso; nos están asesinando, y los pacificadores ... tratan. Una orden bastaría; pero ellos... tratan". Todos opinaron que habría que lanzarse y hacerles frente; pero él fue inflexible: "No responder". No había nada que hacer. Sólo no responder. Se ofendieron. Los consejeros se ofendieron y se fueron más o menos en silencio, más o menos con ganas de conspirar, más o menos vencidos. Sólo el lugarteniente se quedó con él, silencioso, rebelde, derrotado. Pero el Coronel sabía lo que quería. Ahora estaba seguro. Desde que comenzó el ataque esta mañana, se lanzó a inquirir si alguien había infringido la orden de cese-de-fuego que él impartió; se lanzó dispuesto a ametrallar a quien lo hubiera hecho, y fue de comando en comando, de puesto en puesto, entre el silbido de las balas y el estruendo de las bombas, y comprobó que, si bien
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hubo deseos de disparar, en esta ocasión nadie lo había hecho. Al menos, eso le dijeron yeso él creyó, aunque no confiara mucho; aunque supiera que los civiles no están acostumbrados a obedecer órdenes. Pudo confirmar que esto no respondía a la provocación de nadie en particular; no era un asunto local: cuando mediaba una provocación, a lo sumo dos o tres comandos eran atacados; pero hoy, desde todos los puntos del frente de los invasores disparaban ininterrumpidamente. Y lo que es más, observó que el ataque a toda la Zona había comenzado en un mismo instante, obviamente respondiendo a un plan, a una orden, a un propósito que, al menos por el momento, se le escapaba. y estaba hablando con alguien de un comando cuando le vino el pensamiento: "Hoy nos matan a todos". Y acompañado de un gran "coño", dijo: "Defiéndanse. Si les tiran, tiren". Pero de inmediato se corrigió, en parte: "No malgasten municiones, uno nunca sabe qué puede pasar". Y dos puestos y un comando más adelante se arrepintió por completo y mandó a sus hombres para comunicar a todos que sólo en caso de avance se justificaba una respuesta. Cuando se está en un puesto directivo no es posible permitirse la equivocación, ni es posible dar rienda suelta a las emociones; y sólo un irreflexivo traspié hubiera sido ponerle frente definitivo al enemigo, en el momento en que parecía que ellos se habían decidido a terminar con las concesiones, que sólo eso era la tolerancia a la resistencia rebelde. Si no habían acabado con todos los constitucionalistas era, tal vez, por no provocar un escándalo internacional mayor que el de la invasión; pero nunca por impotencia. En pocas horas; en pocos minutos; tal vez en segundos hubieran convertido la Zona en un cementerio humeante. y ese ataque cerrado parecía indicar el principio del fin. Si no estaba equivocado el Coronel, todos sus hombres pronto serían
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cadáveres; cadáveres como esos muchos que vio durante su trayecto de esa mañana. Todos saben que no eran los primeros que veía en su vida; pero por primera vez se le metió en la cabeza que esos que habían caído ya no se levantarían más; que las cosas habían terminado para ellos en esta vida, y que, ¡tremenda ironía!, ellos luchaban precisamente para vivir. ¡Para vivir! Alguna pieza faltaba en ese rompecabezas, porque por más vueltas y vueltas que le daba al asunto, no se explicaba la razón de esa prontitud al responder con la propia existencia, cuando lo que se quería era precisamente mejorarla. Las paredes contaban que allí se había peleado mucho. Hasta el interior, tiznado por el humo estaba marcado con las cicatrices de las balas; el frente de la casa que miraba al Este estaba casi al descubierto, derrumbado, y el techo amenazaba con caerse. Y allí, casi sin protegerse, se quedó mirando a los muchachos, todos ellos mucho más jóvenes que él, casi unos niños, pecho contra el suelo, las manos agarrotadas sobre el arma y la mirada fija en ningún sitio, allá por entre las alambradas, por donde les venía la muerte. No había susurros ni gritos, no había palabras ... yen aquella ausencia de sonidos humanos, aún más estruendosa que la guerra, latió una pregunta en la cabeza del Coronel: "¿Por qué de verdad están peleando?". Y de seguido otra todavía más ruidosa: "¿Por qué de verdad estamos peleando?". ¿Para morir? Gran tristeza se le posó en el espíritu, y sintió la necesidad de sentarse. Allí mismo lo hizo, donde el aire de la ventana le refrescaba el rostro. Naturalmente había muchos movidos por sentimientos egoístas, por simples intereses personales; pero esos no importaban; no eran la cabeza. Los que realmente daban la tónica eran los otros. Los que 224
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aportaban el pensamiento en aquella confusión; los que hacían de la guerra algo digno. Yesos no era para sobrevivir que luchaban; estaban entregando la vida por un ideal que ni siquiera debía necesariamente realizarse para nosotros, sino para la Patria, que significa nuestros hijos y nietos. y en este día de hoy, esos, precisamente esos, se estaban quedando vacíos, sin justificación; iban a morir sin levantarse quizás de las trincheras, y sin que nadie los enterrara jamás...y puede hasta que sus cuerpos ya sin vida fueran insensiblemente profanados por los invasores cuando avanzaran. y ahí acabaría todo. No ideal. No vida para defenderlo. No patria. No hijos. No nietos. No futuro. "Compañero, ¿no se siente usted bien?", le había preguntado uno de los muchachos con una sonrisa temblorosa en los labios, y él respondió que estaba perfectamente, que sólo cansado estaba. Y el otro dijo: "Menos mal; lo vi como amarillo; me dio tremendo susto". y volvió a mirar al frente tal vez menos tenso; tal vez más tranquilo. Y el Coronel se sintió tan importante ... ¡Más importante que nunca! ... porque aquel joven desconocido, que hace unas semanas de seguro lo odiaba con todas sus fuerzas, ahora se preocupaba por él, y tal vez lo amaba y, bueno, resultaba dulce sentirse importante para alguien, no porque se tenía un rango o un cargo, sino porque se confiaba en uno; porque uno se había ganado esa importancia. y vio los cabellos alborotados del muchacho y su cuerpo adelgazado y sucio, y se levantó decidido a salvarlo; salvarlo a él y a todos los que como él habían ascendido al sacrificio por un bienestar que no conocía, que sólo imaginaban, y ni siquiera para ellos mismos. Salió de la casa por la parte trasera, subió al auto y arrancó violentamente, dándole chance sólo al Lugarteniente a montarse. A los pocos minutos estaba en el cuartel, y allí trató de pensar qué le diría a las gentes de la Organización de las Naciones Unidas, para 225
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acabar con la guerra; para definitivamente acabar con la matanza, no importa a cuál precio. Trató y trató y ningún pensamiento le vino, y así, sin lograr nada, hizo su primera llamada de ese día. "¿Qué es lo que está pasando? Nadie de nuestra parte dispara. ¿Por qué entonces ... ?" Y sin darse cuenta, los rígidos mecanismos de su educación militar acabaron con las preguntas y con la intención de transarse, y exigió. Exigió el cese inmediato de las hostilidades del enemigo. Sólo cuando colgó se dio cuenta de lo que había hecho, de que había traicionado su intención de aportar a la paz un poco de desprendimiento. En el transcurso del día hizo otras llamadas en diferentes estados de ánimo, ya influenciado por sus consejeros y amigos, ya siguiendo sus emociones e impulsos. Y a pesar de la confusión de sus ideas, poco a poco las palabras se le fueron perfilando, le fueron siendo explícitas a los del otro lado. Sí, quería negociar. El precio podía discutirse, y aunque fuera muy alto, se pagaría, porque había que salvar la vida de la juventud honesta. y en eso de pagar no estuvieron de acuerdo sus consejeros, y por eso se disgustaron y abandonaron la sala. Cuando el último de ellos hubo salido siguió un largo silencio. El Coronel y su Lugarteniente fingieron integrarse a trabajos que las circunstancias hacían imposible que realizaran. Luego se quedaron inmóviles, y finalmente ... "¿Fracasamos, entonces?", le preguntó el otro. Y él respondió: "¿A qué tú llamas fracasar o a qué tú llamas ganar? .. No es eso amigo, lo que importa. Que nos quedemos vivos, eso es". El Lugarteniente lo miró primero, tontamente; luego con espanto. "¿Qué te pasa? ¿Te estás volviendo loco? ¿No dijimos que aquí nos moríamos; pero que los yanquis no entraban? ¿Te estás apendejeando?" Y el quiso darle una buena galleta. Y después quiso explicarle. Pero comprendió que no encontraría las palabras para hacerse entender. El discurso no era su fuerte. "No es por eso,
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compañero; pero yo sé lo que estoy haciendo". El otro se calló largo rato antes de responder parándose violentamente: "A mí no me agarran con los brazos cruzados; si quieren de mí que vengan a buscarme y a ver si me sorprenden vivo". La voz del Coronel resonó con la acostumbrada potencia de su autoridad: "¡Usted hace lo que yo digo, caraja! ¡Aquí mando yo!" Y el Lugarteniente se sentó con toda la sangre de su cuerpo agolpada en la cabeza. "No somos ni tú ni yo los que interesamos ... Tú sabes que a mí no me importa un chele mi vida, pero ... " y el Coronel se agarró fuertemente las sienes con la mano izquierda y fue a sentarse frente a frente a su amigo. "Tú mismo dijiste hace unos días que aquí abajo estaba lo mejor del país, que merecían ser militares ... que si ellos llevaran uniforme esta nación andaría diferente. ¿Recuerdas? .. " Esperó una respuesta; pero el otro se quedó inmutable, cargado de rabia. "Bien, yo estoy de acuerdo: ellos son la crema de nuestros hombres y mujeres. La verdadera crema... ¿Vamos a permitir que los maten? ¿Vamos a quitarle al país lo que puede salvarlo algún día? ... Ya este asunto se perdió, sí. Pero ésta no es la guerra, no. Ésa va a durar mucho tiempo ... y hay que ganarla poco a poco. Entiende, por favor. Se necesita material humano para seguir adelante". Lo miró fijamente, de nuevo esperando aunque fuera una reacción; pero sólo alcanzó a ver que la tensión del otro se relajaba lentamente. El Coronel se levantó y fue a la ventana, desde donde, cortando la noche se veía el trayecto constante de las balas trazadoras. Comprendía. Comprendía a su amigo. No podía aceptar eso que sonaba a ablandamiento y que hasta puede que fuera eso. No lo aceptaba, como él mismo no lo hubiera hecho ayer; hace apenas unas horas. Él y el otro eran iguales; por eso se habían entendido siempre: ambos hijos de militares, ingresados en el Ejército 227
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temprano; ambos estudiando en la Academia; ambos viajando al exterior para especializar estudios; ambos transferidos a las fuerzas represivas; ambos disolviendo mítines; ambos persiguiendo estudiantes; ambos golpeándoles; ambos disparando contra ellos y tal vez matándolos; ambos negándose a hacerse cómplices de la corrupción por estar convencidos de que acabaría con la disciplina militar; ambos lanzándose a la revuelta para no aceptar la sumisión, y ambos luchando alIado de los que antes fueron sus enemigos. Iguales. Lo mismo. Entre el Coronel y el Lugarteniente sólo había un día de diferencia. Este día; las pocas horas del bombardeo en las cuales el Coronel comenzó a comprender su posición; su misión en esta vida. "Si seguimos vivos te lo explicaré algún día. Ten confianza. Somos los mismos machazos". Y el otro arriesgó algo que podría tomarse como sonrisa, para decir: "No quieren negociar. ¿No te das cuenta? ... Te has pasado el día arrodillándoteles y no te han hecho caso. Fíjate, ahora mismo están disparando con más fuerza". "Tal vez lo que quieren es a mí mismo" "¿Cómo?" "Que yo me entregue". "No se te ocurra. ' " " ¿y eso que, Importa. . ~" "N o po demos ler matan. dejar a esos muchachos solos". "¿Qué te crees?, ¿que somos indispensables? .. Ellos sí. Nosotros, no. Si faltáramos habría otros en nuestros puestos". y rápidamente fue al teléfono y llamó al representante de la ONU; pero éste no se encontraba en la habitación de su hotel, allá al ot:~r' lado; había salido sin decir adónde y no se sabía a qué hora volvería. Su segundo y su tercero se habían desvanecido también. "¡Lo ves? Te huyen. ¿Cómo van a salir sin dejar dicho adónde van en momentos como éste?". El Coronel permaneció con la mano en el auricular, completamente indefenso, impotente, los pensamientos dándole vueltas alocadamente. Ni siquiera se movió cuando una bomba que
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había golpeado el edificio hizo estallar los cristales y tiró por el suelo a su Lugarteniente. Largos segundos, tal vez minutos, pasaron antes de que le preguntara si estaba herido yel otro contestara que no y se levantara y se sacudiera simbólicamente el polvo. Entre el humo y la conmoción todo el lugar había tomado un ambiente borroso; lento, muy lento. Mas, surgiendo del vaivén del silencio, trabajosamente, fue volviendo la situación normal. Y habló: "¿Te das cuenta? .. Toda la vida estuvimos haciendo barbaridades y nunca nos pasó nada. Ahora, cuando por primera vez intentamos hacer el bien, vamos a morir. .. No debe ser así. ¡No puede ser así! ¿Tedascuenta? ... y fue entonces que las dos lágrimas brotaron; esas dos inmensas lágrimas que le van bajando lentamente por su curtido rostro. -No amigo. Las cosas no son así.
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La guerra no es para nosotros
Tiene los ojos abiertos, como si persistiera en ver ese mundo en el cual insistió que no era posible vivir. Su cabeza se bambolea. ¿No estará muerto? , - AqUl' ...aqUl... Sí. Sus ojos están abiertos y casi parece como si sonriera. -Con cuidado. Ella permanece pegada a la pared como si quisiera hundirse en la mugre que la cubre. Lo colocaron en el colchón que está en el suelo al lado de la mesa. No es donde él dormía; es la improvisada cama del Gordo. ¿Dónde está la sangre? ¿No tiene sangre? Sí, en el vientre. Pero ahora la cubren con el mantel a cuadros verdes. Yen la niebla de las lágrimas todo desaparece menos el ritmo de la muerte que golpea fuera de la casa. Extraño ritmo; extrañamente exacto. Ritmo de danza no bailable. Variedad de timbres y de fuerza y de distancia. -Afuera... Todos afuera... Recuerden: no tirar; economizar el parque. Sólo responder en caso de avance. -¡Pobre Marcelo! Se van. Ella podrá hablar con su Marcelo a solas; siempre a solas como acostumbraban.
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Es a ella a quien el Comandante se dirige. - ... Sepárate de esa pared. Si disparan un mortero ... -Gracias. Ya no hay nadie más. Solamente ella y él, su compañero que nunca pudo ser completamente su compañero... Adelanta unos pasos y siente como si la pared la siguiera; como si fuera a desplomarse sobre ella. -¡Mafditos hijos de la gran puta! La voz de Alberto ha partido la intranquilidad de los disparos. Deben cuidarse esos muchachos; ya de todas formas nada se podrá hacer, y él hubiera agradecido que todos los demás vivan o por lo menos intenten hacerlo ... Su Marcelo. Tan poco tiempo suyo. Tan increíblemente corto el tiempo para su amor. Dos meses, tres meses, menos de tres meses; apenas unos segundos. Conocido anteayer, ayer amado y hoy, cuando apenas comenzaba a acostumbrarse al temor de perderlo, ya no está. Mañana muerto. Pasado mañana muerto. ¡Muerto! Muerto para siempre. " VI iengan.... "A ., - ,'Viengan.... 1 cerquense, ma Id'¡tos yanqUIS. ¡Frente a frente, no como cobardes! Nuevamente Alberto. Por más que grite no se acercarán. Por más de ellos que mate, nada cambiará. Unos nuevos pasos. Nunca fue más grande ese comedor. El habría entendido, está segura. Los otros quisieron golpearla; pero él la hubiera defendido. ¿Cómo iba a reprocharle la bondad? .. aunque no fuera bondad el simple y arrollador deseo de conservarle la vida. No la vida de ella. La vida de él. Ella hizo cuanto pudo, mucho más de lo que hizo él, mucho más de lo que hicieron todos los otros: Alberto, que lo quería; el Gordo, que lo detestaba; el Comandante, Pedro, Manuel, Rogelio. Todos. Creyeron que era posible jugar con el hombre como si sólo importara el fusil que llevan en las manos. Y está bien luchar; I
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pero no está bien el hacerse el inocente con la muerte; porque la muerte sabe más que todos los hombres. -Marcelo ... Las piernas le flaquean y sin pensarlo busca una silla. Se sienta... Ahora los ojos de él comienzan a mirarla. A mirarla apenas, como con desgano. - ... ¿Soy culpable, Marcelo? Él sabía que eso iba a pasar. Lo presentía. Por eso no quiso casarse con ella: "Maruja, no está bien que pensemos en hacer una vida normal, es absurdo. ¿Para qué casarnos? ¿Para qué pensar que podemos construir un hogar? ¿Para qué un hijo en esas condiciones? .. Es un pecado tirar un niño al mundo sin haberle construido antes un porvenir. Es un pecado alimentar a una víctima que sabemos que mañana deberá prostituirse o tomar a su vez un arma. No, Maruja, si triunfamos; mañana, cuando triunfemos, entonces hablaremos de eso que ahora sólo son hermosos sueños; sueños hermosos pero imposibles". "'r. . e ". lflUnraremos "Dios lo quiera". No es que lo supiera propiamente. ¿Cómo puede saber uno que va a dejar de existir? Es la guerra, la maldita guerra. Es simplemente que no se puede vivir dentro de ella. Por eso aquella noche, hace dos meses, se le entregó. Le dio lo poco de ella que aún no le pertenecía. No fue para ligarlo por honor o responsabilidad, no. Fue para darle una bofetada a la segadora de ilusiones. Fue para enseñarle a él que a pesar de todo, el amor podía existir. "Casi casi esto no lo cuento. Nos atacaban los soldados por el Norte y los yanquis habían tendido su muralla por el Sur". "Ya estás aquí". "No creo que haya mejorado mucho mi condición. Tú, Maruja, deberías irte. Aprovecha que aún se puede salir de la Zona". "Te quiero y estoy aquí contigo. Además no moriremos". "Esto se 233
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pondrá peor". "Porque yo me vaya no estará mejor". "Sólo los hombres debemos estar metidos en este cerco". "Ya sé lo que quieres: escaparte. Me has prometido matrimonio y ahora quieres librarte". Y rieron. Él había estado en la defensa del sector Norte cuando los norteamericanos pusieron la traición sobre la mesa. Cuando no fue ya más posible defenderlo y tuvieron que cruzar las líneas por la obscuridad de las cloacas. De los muchos que eran, pocos apenas lograron hacerlo. Quedaron atrás los cuerpos de los que fueron sus amigos, alimento del fuego o de las moscas. Y la llegada a la Zona, el trozo de Ciudad convertido en fortaleza. Y la búsqueda. Y el abrazo. Y las manos que se juntaron. Y el silencio. Y las lágrimas. Y la conversación que comenzó con risas y que fue haciendo espesa la intimidad hasta convertirla en el acto de amor. Inconscientemente de parte de él, casi como un resultado del cansancio; pero conscientemente por parte de ella; anhelosa, como empeñada en hacer florecer una violeta en aquel mundo de pólvora. Más tarde el remordimiento: "No debimos hacerlo". "¿Por qué no? No siento vergüenza. Sólo alegría. Si quieres lo grito ahora mismo a los cuatro vientos; que todo el mundo lo sepa: ¡nos amamos, nos amamos, nos amamos.1" . "Una locura". "Una re al'd 1 ad" . Sí. Esta guerra repartida entre los dos resultaba más soportable. Importaba menos el peligro y era más sólida la alegría. Todos los días él le preguntaba: "¿Nada nuevo?". Ella le contestaba que no, y él, con un "Bien, bien", ronco, dejaba escapar el alivio. Maruja sabía lo que él le preguntaba con su "¿nada nuevo?" y que significaba su "Bien, bien"; por eso siempre negó. Negó lo que dentro de una o dos semanas ya no hubiera podido negarle. Lo que pensó decirle mañana, antes de que partiera para esa misión: "Marcelo, estoy encinta".Marcelo,estoy encinta. 234
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Tanto pensó en decirlo. Tanto dudó. Preguntó a sus amigas qué debía hacer y ellas le dijeron que esperara. Esperó. Esperó dos meses teniendo el secreto en su vientre; sintiéndolo crecer imperceptiblemente. Hace unos días alguien le dijo: "Es una manera de obligarlo a casarse contigo; díselo". Pero Maruja no quiso que fuera así, como un chantaje. Quería casarse con él; pero cuando él comprendiera que así debía ser; que los humanos que se aman deben unirse porque es la mejor forma de luchar; la única. Por eso calló, inclusive esta misma noche: "¿Por qué lloras?" "Por ' " "'T' nada. ¿le ha vue1to a mo1estar e1Gord;>" o. "No""0' . lme1o y veras como le parto la cara". "No me ha vuelto a molestar, te digo". "¿Y entonces?" "Lloro porque te vas mañana; porque tengo miedo por ti". "Nada pasará; todo está muy bien planeado". "Nunca las cosas pueden planearse demasiado bien". "Verás cómo regresamos con el arroz y bien en salud". "Te vas y me dejas sola entre tantos hombres que sólo han tenido por meses ... armas en las manos". "¿Por qué lo niegas? Estoy seguro de que el Gordo ha vuelto a enamorarte". "Si yo fuera tu esposa... me respetarían más". "Nos casaremos, querida; ya todo está pronto a terminar. Celebraremos nuestra boda como debe ser: sin miedo ... Pero lo que es a esa bola de carne ...." Y fue adonde el Gordo y lo insultó y casi llegan a los puños si no es por el Comandante. Hubiera sido tan fácil decirle: "Vas a ser padre". Hubiera sido tan fácil... Pero todo habría perdido el sentido que ella le quería dar. Una vez estuvo a punto de enterarlo; el color huyó de las mejillas de él y casi temblando dijo: "¿No irás a confesarme que has salido embarazada?" Y fue tan triste la expresión de sus ojos, que Maruja una vez más le dijo: "No". Y pasó a discutir quién sabe cuál tontería. 235
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Tener una familia, amarla, eso era lo que ella quería. Algo tan sencillo como eso ... O tal vez no fuera tan sencillo. El prisionero yanqui por momentos lo hacía aparecer así, y por momentos no. "¿Sabe? Vivo en un pueblecito en el Suoreste de los Estados Unidos. El clima es más frío, naturalmente, pero el mar, la vegetación ... Casi se podría decir que se parece a éste... Allá me espera mi esposa que en estos días parirá. A veces me desvelo pensando si será mujercita o machito; ¡qué tontería!, ¿verdad? Después de todo lo querré igualmente, no importa el sexo que tenga... Me gustaría estar allá cuan do nazca... pero ... " y de repente le asaltaba el temor y se demudaba y preguntaba, como lo hizo mil veces mientras estuvo allí amarrado: "¿Me fusilarán?" El Gordo le dijo cuando lo apresaron: "Tú vas a pagar por todas las muertes que hemos tenido. Te pondremos en el paredón; pero antes sabrás cuán bueno es que torturen a uno". Y le dio una patada por la cintura que lo mantuvo retorciéndose por minutos. Marcelo lo llamó aparte y le dijo: "No debes hacer eso". Pero ya el golpe estaba dado y las palabras dichas, ya cada momento le volvían a la memoria. "Mi casa es pequeña; una casa de pobre. Todas las casas de mi pueblo son pobres ... menos una. Casi se podría decir que es un pueblo totalmente pobre si no fuera por el dueño de esa casa, que es el dueño de la única factoría, y que es también el dueño del pueblo ... La mía es una casa modesta; pero arreglada con gusto. Mi esposa tiene mucho gusto. Ha puesto cortinas por todas partes y ha sembrado flores en el jardín, y como sólo tenemos un dormitorio lo ha hecho dividir con planchas de playwood y le formó un cuartito pequeño al niño. Está como loca. Tan pronto se enteró de que estaba encinta comenzó a trabajar y a hacer cosas, porque dijo que más tarde cuando la barriga le creciera, tenía que estarse tranquila".
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y entonces volvía a temblar ligeramente, cada ve más ligeramente, como si fuera acostumbrándose a la idea de ser blanco de las balas frente a un paredón. y tanto se acostumbró, que de su temor sólo quedó una triste sonrisa; una sonrisa vieja y cansada que no cuadraba con los veintiún años que decía tener. y mientras más se acostumbraba él a la idea, más se desacostumbraba ella. Le dio de comer con sus propias manos, como si fuera un chiquillo. Antes había pedido permiso para desatarlo, pero el Gordo se negó: "Estas gentes son peligrosas. Mejor que no coma. Total, para lo que va a durar". Y ella, mientras le metía la cuchara en la boca le dijo en voz baja: "No te fusilarán". Él solamente sonrió, y más tarde le dijo: "Gracias. Es usted muy buena". Solamente hablaba con ella, tranquilamente, como si en la paz estuvieran, con su anciana sonrisa de resignación. Y por eso el Gordo la acusó de traidora; porque según él, ella estaba coqueteando con el invasor, y con él, que es dominicano, se comportaba de una manera despectiva. Y esos tal vez no tan importantes detalles, unidos a la incertidumbre por la partida de Marcelo, fuéronle creando una melancolía casi sólida que le hacían salir aisladas lágrimas, y que cuando llegó Marcelo de su primera guardia le produjo un estallido de llanto incontenible. Pensó decirlo todo; explicarle que por dos meses había guardado silencio para que él no pensara que era una trampa; pero nuevamente el miedo fue mayor, y nuevamente guardó silencio. Simplemente se prometió dentro de sí decírselo temprano en la mañana, antes de que él se fuera, por si ... Era una empresa tan peligrosa: debían interceptar un camión de arroz que se dirigía hacia las bases del otro bando. Debían interceptarlo y luego agenciarse para pasar las líneas divisorias de los norteamericanos. En otra ocasión lo habían hecho; pero 237
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precisamente ahí estaba el mayor peligro. Ahora estarían en expectativa. Seguramente la guardia del camión estaría doblada. Era algo prácticamente imposible. Y suponiendo que no los mataran allí en plena calle, los tomarían prisioneros. Tomarían prisionero a Marcelo y lo torturarían y luego lo fusilarían y le cortarían la cabeza para tirar el cuerpo al río, como esos muchos cuerpos que fueron a encallarse en las playas. ¡A Marcelo que le hicieran eso! ¡Que con Marcelo se vengaran de todo el mal que se había desencadenado! ¡No! Se quedarían para siempre sin su pequeña casa. La casa modesta pero bien arreglada. Ella también pondría cortinas por todas partes y sembraría flores en el jardín, si es que hubiera espacio para algo así. y dividiría su habitación con playwood para que el pequeño pudiera tener una propia, cerca de ella y de él. Cuidarse no, porque la guerra no permite que una mujer en estado se cuide, sobre todo si tiene su amor encerrado en un cerco de odio. El Gordo ha entrado. La mira desde la puerta, apenas resguardándose de las balas que por ella podrían entrar. La mira con despecho. La mira con odio. - ... Nos van a acabar a todos esta noche. Nos van a acabar a todos, y por tu culpa. Es el ataque más fuerte que nos han hecho desde que comenzó esto ... Eres una estúpida, ¿sabes? No eres más que una estúpida. De no ser por el comandante te hubiera roto la cara a culatazos ...y puede que todavía lo haga. Antes de que nos maten a todos puede que todavía lo haga. Se mueve hacia las habitaciones interiores y ella queda nuevamente sola. Apenas acompañada por la mirada ausente y la sonrisa desganada de Marcelo. -¿Es por mi culpa? 238
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y el guarda silencio. No. No es su culpa; ella misma se responde en sus pensamientos. ¿Cómo iba a saber que las cosas serían así? .. Es verdad que el comandante dijo: "Es nuestra seguridad. Mientras lo tengamos aquí no dispararán. Debemos conservarlo con vida y pasearlo por las mañanas para que lo vean sus amigos; que se enteren de que todavía está vivo". Peto eso lo dijo hace mucho tiempo. Lo dijo como respondiendo a uno de los exabruptos del Gordo cuando quería que fuera fusilado frente a las trincheras. Y pasaron muchas horas y todas esas horas fueron amargas, llenas de conversaciones y pensamientos. Horas demasiado cortas para resolver nada; pero demasiado largas para conservar la calma, o para recordar nada que no fuera la próxima partida de Marcelo. Yel prisionero yanqui le dijo: "Comprendo la lucha de ustedes. Si fuera mi país el invadido lucharía contra los invasores. ¿Pero qué hacer? .. Yo era feliz en mi hogar. Estaba recién casado, y me mandaron a buscar. "Fort Brag" fue el sitio donde me llevaron. Allí me desinfectaron como le hacen a las vacas. Me desnudaron. Me examinaron. Me afeitaron la cabeza como a un preso, y me dieron un uniforme y unas botas que pesaban demasiado. Vueltas y más vueltas: uno, dos, treis, cuatro; uno, dos, treis, cuatro; millones de veces lo mismo: agáchense, tírense, firmes; y de repente, como si hubiéramos aprendido todo lo que hay que saber sobre la muerte, nos metieron en un avión sin ni siquiera decirnos hacia dónde íbamos. A los dos días de haber desembarcado me enteré dónde estaba; o mejor dicho, me enteré de un nombre. Y los comandantes nos dijeron: "Disparen, son sus enemigos; hay que exterminarlos". Yyo disparé, porque era la única forma de conservar la vida. Era la única forma de volver a mi hogar y de conocer a mi hijo ... que tal vez esté naciendo esta misma noche... El día anterior a la partida le fue permitido a los familiares una hora de visita, y mi esposa no quería
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llorar; pero acabó llorando. Me dijo: "Te llevan. Vuelve". Y yo pienso: ¿Por qué tienen que sucedemos estas cosas? ¿Por qué no es posible ser feliz, si uno nunca se ha metido con nadie? .. ¿Qué me importa a mí que ustedes tumben o pongan un gobierno? .. Es su país y en él pueden hacer lo que les venga en ganas". -Él también tenía derecho a ser feliz, ¿verdad? -¿Le hablas? .. El Gordo ha vuelto y la mira divertido. Ella no le pone caso. Está leyendo la respuesta en el rostro de Marcelo, que pronto comienza a estar cerúleo. - ... Ya me parecía a mí que te estabas volviendo loca. Y aquellos ojos no le dicen nada. -¿Hice mal en ayudarlo a escapar? Y el Gordo pone toda su tirria en la voz para contestar la pregunta que no le ha sido dirigida: -Sí. Hiciste mal... Él no te va a responder porque está muerto; pero yo te lo digo. -¡Cállate! Y ella se inclina sobre él casi como si fuera a besarlo en los labios. -No lo toques. Si está muerto fue porque tú soltaste a nuestro rehén. -¡Silencio! Y se levanta como si fuera a saltarle y arañarle y morderle. Y el Gordo quisiera agregar algo; pero nada se le ocurre. Hace un montón de gestos y va a salir.Y se levanta como si fuera a saltarle y arañarle y morderle. -Vine a buscar municiones, porque esta noche se necesitarán todas. Se va. Ella escuchó cuando Marcelo daba ánimos a Alberto hace unas pocas horas; unos pocos minutos; justo antes de que comenzara el bombardeo: "Ya todo terminará pronto. Me dijeron en el Palacio 240
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que las negociaciones habían llegado a su punto final. Sólo hace falta firmar. Un asunto de mañana o pasado. Mañana o pasado y vendrá la paz. Entonces verás como todo cambia. Ten esperanza . Ten fe". -Un esfuerzo más y hubiéramos llegado al final ... Marcelo ... Yo sólo quise ser buena con éL .. Yo quería que fueran buenos contigo ... que fueran buenos con nosotros dos ... ¿Pero quién puede saber nada en esta guerra? .. ¿Quién puede saber nada en ninguna parte? ... ¿Qué importancia tienen nuestros sentimientos? ... Sus manos se extienden hacia el rostro para cerrar sus ojos que ya no ven nada en este mundo. - ...Te lo iba a decir mañana... Vamos a tener un hijo ... Lentamente se recuesta sobre el cuerpo y pone su vientre cálido sobre el vientre frío de él. Pone la vida que nace por donde la vida se escapó. - ... ¿Lo sientes? .. Creo que ya se mueve... Cuando termine todo esto él conocerá la felicidad ... Y será como tú. Nunca se venderá... ¿Lo sientes? .. ¡Dios quiera que no tenga nunca que tomar un fusil en sus manos ...
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El gran cuento (Sexta Parte)
Durante el Gobierno Provisional de García Godoy, volví a trabajar en Radio Televisión Dominicana y al Teatro de Bellas Artes, del cual fui Director por vez primera. Seguros, los de Abril, de los resultados de las próximas elecciones, nos entregamos a nuestro trabajo, rebosantes de creatividad y de renovada fe en el futuro. A pesar de la sensación (con raíces) de fracaso, entendíamos que este era sólo otra inevitable prueba que debíamos apurar antes de disfrutar del triunfo de nuestra lucha. Pero, como dice el refrán: "poco dura la felicidad en la casa del pobre"; unos once meses. Nos habíamos equivocado o, más precisamente dicho, nos habían robado la esperanza. De alguna manera, o con la vieja técnica del fraude, demostraron los reaccionarios que eran los ganadores. No podía creerlo y muchos menos comprenderlo cuando, al amanecer del día 17 de agosto del 1966, después de unas tranquilas elecciones, me enteré de que como nuevo presidente había sido falazmente impuesto ... ~oaquín Balaguer! Salí por la ciudad y, no se si es verdad o no, se veía vacía y como si un inmenso vampiro, durante la noche, le hubiera sorbido el alma. Es probable que ambas cosas fueran tan sólo una proyección de mi sentimiento, que contrastaba con una deslumbrante brillantez de día, como si el tiempo también fuera cómplice de los ladrones.
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En broma dij{j que el primer decreto del gobernante había sido mi cancelación de ambos trabajos; y la verdad es que, antes de que acabara el mes de agosto, ya estaba en la calle, sin nada que hacer. Y todavía tendría que sentirme feliz de no correr la suerte de tantos otros, los cuales, durante el sanguinario período de doce años que siguió, muchos, honrosamente persistentes, murieron en el intento de redención o en la simple protesta. "Llegaron con sus tablas debajo del brazo", diría don Héctor Incháustegui Cabral, refiriéndose a nosotros, los náufragos, y gracias a él sobreviviría no sólo espiritualmente, si no también en el aspecto económico. Gracias a su gestión, yo, que apenas era bachiller (como lo sigo siendo) fui catedrático de Lengua Española en la flamante Universidad Católica Madre y Maestra (hoy Pontificia), en Santiago de los Caballeros. Resulté ser el más joven profesor del claustro, y mis alumnos, algunos de mi edad y otros mayores, conscientes de lo que había vivido, me consideraron una luminiscencia en sus días de oscuras desesperanzas. Terminadas las clases, las calles, la cafetería Colón y la sala de mi casa en la calle Cuba, se convertían en cátedras de humanismo práctico, en iniciación en las artes de la conciencia, yen experiencias de amor vivo. Durante esa época escribí solamente "Trilogía". Los cuentos, que constituyen en realidad una sola pieza en tres partes, son "Muriendo", "Remuriendo" y "Quizás nunca vivió". En ellos se describe simbólicamente el desengaño de los de mi generación que comulgaban con las ideas libertarias, o, para ser sincero, se cristaliza mi propia frustración. Yo soy el tres veces ahogado; en las montañas, en los pueblos, en las ciudades; Alfonso, Fonsito, era y es este triste mortal que ha sido lanzado al insondable océano por la incomprensión, la dejadez, la hipocresía, el oportunismo ... iY el egoísmo! Así me sentía.
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Dos años después, gracias a la invitación de don Juan González Chamorro, el teatrista español que había sido mi director en el Teatro Escuela de Arte Nacional. Fui a parar, como catedrático de Español y Literatura Latinoamericana, al Colegio de Oswego de la Universidad Estatal de New York. En aquella "Haina" en inglés, a orillas del lago Ontario, pasé, a pesar del peor invierno del Siglo hasta aquel momento, muy bellos momentos. Mi casita, en el 199 Y 1/2 de la calle Liberty, fue un refugio de paz, en el cual aprendí a vivir solo. Hasta el momento siempre había estado protegido por Estela, mi madre, y, aunque más adelante se me unió, en los meses en que permanecí solitario aprendía a cocinar, a fregar, a barrer y "suapear" y a tender las camas; en fin, todo lo que necesita saber una (un) buena (buen) ama (amo) de casa. Con la visita de mi hermana Ivonne, su esposo Peter Ripoll y los dos sobrinos: Pedrito y Ricardo, pasé una maravillosa blanca Navidad. Pero de repente me di cuenta de que estaba comenzando a pensar según el "american way" y esto me produjo un verdadero pánico, el cual, junto con un húmedo saudade que me asaeteaba insistentemente, solidificaron mi decisión de volver al terruño, a pesar de todas las amarguras que recordaba y que, estaba convencido, volvería a tener que soportar. Fue una necesaria vacación sabática de un año de duración; pero no más. En cualquier otro ambiente que no fuera el mío me sentía sonámbulo o zombi, yeso, quedó establecido en aquel momento, me era inaceptable. Sin duda es, para mí, más importante, lo que sucede dentro que lo que me rodea
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TrilogĂa 327
Muriendo
Dicen que se comienza a morir en el momento en que se nace. Pero él inició su trayecto, digamos, final navegando por las aguas que conducen al eterno abismo del olvido, cuando llegó al campamento.
Todos lo miraron con ojeriza, dizque porque no parecía revolucionario. Éste parece un señorito de sociedad. Algunos no le pusieron atención a lo que dijo Pancracio, porque, ya se sabe, él, como dice el Comandante, de tan a la izquierda que está ya toca la derecha por el otro lado. Pero por aquello de que, "calumnia que algo queda", no pasó mucho tiempo sin que la mayoría comenzara a pensar mal de él. ¿Qué es eso de estarse afeitando y bañando tanto en un entrenamiento de guerrilla? Ya esto que dijo Toñito tampoco había que ponerle atención porque el susodicho era como enemigo del agua (hasta de la que se toma, porque prefiere un petacazo de ron), cosa que ofendía las narices de sus compañeros. Pero de todas maneras le sacaban provecho a su higiene, porque cuando él, religiosamente, todas las tardes 251
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se ponía a lavar su ropa del día en el río, le daban las suyas para que colaborara con la revolución. Esto le parecía mal al Viejo y lo defendía frente a Gerónimo, el encargado de disciplina. Ustedes no son más que unos abusadores. ¿Por qué? .. Cada uno en lo suyo. Si es útil con eso, ¿por qué quitarle la oportunidad? .. Tiene que justificar su presencia aquí, y él en ese asunto de las armas no es que digamos bueno .... ¿Pero usted no ve que parece una muchachita? .. Mira José, esos modales suyos son como medio sospechosos. Ustedes siempre viendo pendejadas. Lo que pasa es que es educado, no como el resto que son una partida de sabandijas. Pero como el asunto continuó creciendo y no se sabía dónde podía ir a parar, el Comandante lo mandó a llamar para echar una conversaditao Bueno muchacho, yo no sé si tú te has dado cuenta de que tienes a todo el mundo por aquí alborotado. N o, ¿porque.'t Bueno, es que nadie entiende bien qué es lo que tú has venido a buscar con nosotros. Señor... ¡Comandante! Sí, señor Comandante. Pues, es fácil, yo estoy aquí porque creo en lo que ustedes están haciendo para traerle libertad al país. y el hombre se sintió enternecido porque en cierta manera ese muchacho le recordaba a su persona cuando comenzó a preocuparse por la lucha. Él también provenía de la clase media y tuvo que aprender a parecer popular para que le hicieran caso los curtidos veteranos que no creían mucho en finezas. Conversó mucho más hasta que confirmó la sinceridad de sus propósitos; pero de todas maneras, al final, se sintió en el deber de hacerle una recomendación. 252
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Yo lo que creo es que para que te dejen tranquilo te tienes que vulgarizar un poquito, ya tú sabes: un "coño" o un "carajo" o una buena "mierda" de cuando en vez no te va a hacer daño. Tienes que comprender que la clase alta tanto nos ha perjudicado que vemos feo todo lo que nos huele a ella. y el mal visto voluntario sonrió y le prometió que haría todo lo que pudiera para no traer problemas. Pero no fue mucho lo que logró, porque cada vez que pretendía ser rústico se ponía más rojo que un tomate, y los demás lo relajaban. El Viejo, a quien sin duda le caía bien, entonces tuvo que aconsejarlo. Mira, infeliz, no finjas que no vale la pena. Lo que importa es lo que tú sientes por dentro, y si eres consecuente con tu cometido, la Patria te lo agradecerá. Eso pienso yo... Muchas gracias. y como no había nada que hacer para contrarrestarlo, el problema siguió su curso, complicándose cada vez más. ¿Qué cuento le habrá hecho al incauto? Porque el encargado de la disciplina (al que siempre le ha gustado mandar pero que nunca lo ha logrado), junto con Pancracio, que se enconaron los dos con la entrevista como si sólo ellos tuvieran derecho de hablar con las alturas, se hicieron cargo de dirigir el descontento. Seguro que cualquier disparate. Cuando no se tiene un historial auténticamente rebelde no se puede esperar mucho de la gente. ¡Mierda, ahí es que se daña todo! ... Si encabezan los ineptos, ¿cómo va a resultar el gobierno cuando ganemos? y el tema del supuesto intruso fue cada vez más el pan nuestro de cada día. Como hormigas antes de lluvia, en medio de las faenas, los insurrectos se encontraban e intercambiaban constantemente sus tristes temores. Cuando el río suena es porque agua trae.
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Algo trae. ¡Agua trae, coño!. .. No me cabe duda de que hay algo que se pudrió en el macuto. Primero se las da de fino y ahora procura ser chabacano. A lo mejor es un traidor. Ese tipo de gente sobra. ¿Pero, aqUl.'~ En todas partes. ¡Caraja, eso es demasiado! Yen consecuencia el grupo, meticulosamente, se dedicó a hacer un fa constante al muchacho, como la única manera por el momento de hacerle la vida imposible. y aunque pretendía no sufrirlo, algo en su interior se resentía porque no podía justificar y ni entender siquiera, cómo no bastaba la pureza y el dolor por los demds y la ofrenda voluntaria para aceptar una buena intención. Sólo la voz del Viejo siguió protegiéndolo hasta casi el final, cuando ya no se podía hacer más. ¡Ocúpense de sus cosas y déjenlo tranquilo! Debemos tener cuidado porque nada bueno viene de esa clase. y es que Pancracio tenía sus razones para ver morado todo lo que oliera a oligarquía: su padre nunca consiguió empleo desde que se metió a izquierdista y se dedicó a la bebida y su mamá (que no lo pudo aguantar) se tiró del puente y él tuvo que guameársela en las calles desde que era un carajito. Y, como él, incluyendo a 254
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José, todos tenían su historia; menos el muchacho, lo cual era lo que más disturbaba. No hay ninguna razón para que le guste esto... Que se vaya a engañar a su gente. ¡Ah, cachimbo! jO sea que a ustedes no les importan las intenciones si no tienen su surrapa por detrás. Bueno, Viejo, usted tiene la suya. ¿O me va a decir que está aquí porque sí? Estoy presente porque creo en que lo que estoy haciendo le traerá bienestar a mi pueblo, sin importar lo que me pudo pasar... y vamos a ver quién se atreve a dudar de mí también ... ¡Vamos, que hable! Nadie se atrevía a responderle (aunque sí pensaban y comentaban a sus espaldas que por su edad tenía que ser un alguito reaccionario), porque él era de armas tomar y a pesar de la mansedumbre que mostraba regularmente sabían que no le temblaba el pulso para meterle un culatazo en el estómago a cualquiera... Pero a sus espaldas seguía el cotorreo. No van a poner las cosas claras hasta que nos joda a toditos. y este miedo que sentía el gordo, (que pretendía ser el más machazo; pero que los demás sabían que era el más pendejo), como que se fue contagiando más pronto que tarde. ¡Cachímbale, hay que tener cuidado, como dice éste! Nosotros somos la esperanza de la nación, y si nos liquidan, la situación de abuso va a durar para siempre. Esto lo dijo Cuco, el flaco (que no daba ni los buenos días), y fue como asegurar que ya no se podía aguantar más, porque si éste, a quien le habían dado tantos palos en todas las cárceles del país y no había dicho ni ji, ahora opinaba era porque el asunto de verdad se había puesto peligroso. Por eso, cuando unos cuantos días por delante comenzaron a sonar los tiros por
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las cercanías, nadie pensó dos veces y se voltearon hacia el muchacho, con dedos acusadores que ametrallaban en la mirada. El silencio, que no fue largo pero sí muy pesado, lo rompió Toñito que tenía un jumo de Padre y Señor mío que se había dado con unas botellas de whisky que confiscó en una bodega de las cercanías cuando fue con otros a buscar amablemente provisiones para el grupo. ¡San Caralampio ya nos descubrieron! y como si hubiera dicho mucho más que eso, los demás entendieron que había que brincarle arriba al virtual acusado y por lo menos darle una buena tunda de golpes para comenzar. Y lo hubieran abimbado hasta dejarlo hecho un ripio si el Comandante, que andaba por allí, no interviene. Esos disparos no quieren decir nada. Claro que ellos saben que estamos alzados y por eso ametrallan; pero lo hacen al aire, para meternos miedo. No saben dónde estamos. ¿O alguno de ustedes los ha visto cerca? .. ¿Verdad que no? .. ¡Pues entonces! ... Tengan calma. Peto el asunto era que había que aclarar la situación, y así, le disgustara al Comandante o no, comenzó el juicio. ¡Esto no es un juego, señores! Si no nos cubrimos nos van a agarrar sembrando batatas. Hay que decidir si lo que importa es este desgraciadito o nosotros ... y como todos hablaban, aunque no había ninguna acusación explícita, al mandamás se le pusieron las cosas difíciles; primero por que tirárselos a todos encima le mermaba su agradable popularidad, y después porque sabía que el encargado de la disciplina estaba por quedarse con el mando y aprovecharía esta asonada para hacer realidad su aspiración, se vio obligado a plantear lo que resultó como una especie de final.
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¡Ponte claro, muchacho! Él no sabía qué hacer; seguía sin comprender dónde estaba su falta, y entonces, defenderse era como tratar de detener las nubes que pasaban en lo alto Así que prefirió sellar sus labios. Como recurso definitivo recurrieron al Viejo para que opinara porque a pesar de todo la suya era la voz de la experiencia. Y él, un poco por cansancio, un mucho porque comprendía que nada lograría con su defensa, tan obscuras se habían puesto las cosas, y quizás, también, porque recordaba que cuando él fue mozo alguien que parecía inocente a toda prueba traicionó su grupo y fueron todos a parar a la cárcel y la mayoría murió entre tremendas torturas, no lo defendió en esta ocasión (aunque, por supuesto ni se imaginó cuáles serían las consecuencias, ni cuánto le dolería no haberlo hecho por los días que le quedaban de vida). Lo mejor es que te vayas, hijo. y él bajó su cabeza y luego la volteó hacia lo alto como buscando un refugio con un brillo de lágrimas en sus dulces ojos. Se le cerraba el horizonte, porque cuando escogió el luchar había quemado las naves de cualquier otro futuro 257
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que no fuera el sacrificio. Caminó entonces hacia el río y se introdujo en él hasta que el agua le llegaba a los labios ... y se volvió hacia el miedo de los hombres. Más bien en una bendición, levantó su mano para despedirse, y luego se sumergió lentamente, suavemente, dejando sobre sí y detrás, una estela de burbujas insensibles que se integraron a su hermano el aire cuando ya sin vida ¿descansando? la corriente lo empujaba. El Comandante agradeció a Dios, no que hubiera muerto; pero sí que partiera definitivamente. Y, quizás para poner un poco de silencio en su conciencia, convenció a los demás de que no era más que un pobre loco.
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Remuriendo
Apareció en la orilla del río, aprisionado entre dos piedras, flotando. La primera persona en verlo fue un pescador o un lechero que llevaba sus bidones; Manuela, que pasaba sigilosa por allí (dicen las viejas que saben por qué), cruzó todo el pueblo en silencio para contárselo al párroco. ¿y qué tengo yo que ver? .. Dilo al alcalde o a la policía. Debo prepararme para la misa. Eso fue a las cuatro. Media hora más tarde tocaron a la puerta de don Francisco, quien es el consejero del pueblo. Hay un muerto en el río. ¿Esas son horas de venírmelo a decir? No le gustó que le dieran con la puerta en las narices; pero no había nada que hacer y fue al colmado bar a tomarse un café y ganar tiempo. Eh, ¿Nada nuevo? Nada. La esposa de don Francisco, después de poner ojos de perro apaleado, fue a la ventana que da al callejón que da a la ventana de Julio y se lo dijo en un susurro. Ambas cerraron los enclenques ba259
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tientes yen el pasadizo los ratones volvieron a espiar las gallinas. El hijo de la vecina preguntó si podía salir a jugar. El papá le negó el permiso y luego dijo a su esposa: Jum, el problema se pone prieto! El sol como que no quería salir o sí había salido pero las nubes conservaban la noche. Julia pasó por debajo de la mata de mango y las de plátanos, que no se deben cruzar después de haber planchado porque pasman, y se lo contó a doña Venancia que ya tenía el libro, el rosario y la mantilla en las manos. Jesumarijosé! Tengo que decírselo a don Alfonso. Por poco se cae por causa de una semilla de mango que el sobrinito, quien ayer pasó el día en su casa, dejó tirada. Muy apenada habló a don Alonso por sobre los zincs, mientras éste se afeitaba en camiseta, frente a la palangana que está debajo de la mata de cerezas. La esposa salió al patio con cara de espanto, y él la despachó con un gesto, escondiéndose detrás de la toalla. Ya en la cocina le dijo: Si es él, se lo ha buscado. No se puede protestar constantemente de todo. ¿Qué le importa a él si el cura está vendido, si el alcalde no es más que una mampara, si los policías son ladrones uniformados, si ... si el gobierno es malo, si somos decadentes... ? Nació estúpido. Si se hace enemigo de los que pueden emplearlo no le queda otro camino que morirse de hambre. Y yo no pienso perjudicarme por un cabeza loca. Lo negaré públicamente, por carta o como sea. Y aunque a ella se le escapó una lágrima, estuvo de acuerdo y comenzó a prepararle dos huevos pasados-por-agua a tres minutos. ¿Estás seguro de que no es el hijo de don Alonso? Sí. Éste es medio-rubio. En el destacamento de la policía, a puertas cerradas, ninguna luz encendida, conversaban:
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¿y tú qué hacías por allí? Venía de donde Justina... Ya tú sabes... ¿Seguro que no fuiste tú? ¡Dios me libre! ¿No creen que debemos comunicarlo? En tremendo lío nos meteríamos. El lío lo vamos a tener de todas formas. Pero que lo descubran otros. Si lo decimos nosotros, ¿Quién nos va a creer que no fuimos los que le dimos el chapuzón? Es verdad. Mejor guardamos las apariencias. Yo no quiero que me caiga ninguna mancha; este gobierno se tambalea y, después ... el pueblo nos hace pegar los tenis de la pared en menos de lo que parpadea un gato ... ¡Yo nunca he matado a nadie! Ni yo tampoco. Yo, ni hablar. El cadáver estaba en peligro de ser arrastrado por la corriente; pero parece que algún interés había en que allí se quedara; algún interés misterioso. Doña Venancia entró a buscar a la vieja Margarita, jamona, y tardaron más de lo acostumbrado. De la casa salió Juana, quinceañera, como asustada, y se metió en la casa del alcalde. Después volvió a "su hogar" (10 de su hogar está entre comillas, pues sólo la crían allí y no precisamente como a una hija). Ya en camino hacia la iglesia las dos viejas se metieron donde la viuda Domínguez, con quien no se llevan muy bien; pero ambas estuvieron de acuerdo en que hay que ponerse a la altura de las circunstancias. El alcalde ofreció darle dos palos a su mujer si continuaba insistiendo. No tengo nada que ver. Eres la autoridad civil. 261
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Pero no me quiero meter en política. A lo mejor fue que se cayó. No, mi hija; en esta época nadie se cae... ¡lo tumban! El hijo de Domínguez visitó al hijo de Pérez, cuando ya, a pesar de las nubes y todo, no cabía duda de que era de día. El balón de gas que funge de campana dio sus toques sorprendentemente arrítmicos, lo cual proclamaba que era el cura quien tocaba, pues el sacristán, maricón sin muchas víctimas (lo; padres vigilaban sus efebos en la noche), en la llamada a misa encontraba su máxima expresión artística. No cumplió con su deber ese día porque al pasar cerca del río y ver, pensó: "Mejor digo que estoy enfermo, pues llevo quince años siguiendo la misma vía y nadie me creerá que hoy cambié porque sí". Un grupo de mujeres se reunió en el atrio de la iglesia, jugando a la candelita con la mirada. Parecieron moscas sobre gota de miel cuando Manuela entró en la sacristía. Lo que le dije esta madrugada, considérelo un secreto de confesión. Así lo he considerado en todo momento. El hijo de Pérez, de quien se dice que es agitador, hizo honor a su fama y visitó un lote de casas y se lo soltó a todo el que encontró en la calle. Fiquito, borracho con buen humor, frente a la policía, con la iglesia a la espalda, el café de los chinos a la derecha y el ayuntamiento a la izquierda, grito: ¿Qué? " ¿Los policías no piensan salir hoy? Yel alcalde le exigió a su mujer que fuera a misa porque si no la gente iba a notar algo raro; porque si no, el alambique ése iba a gritar también delante de su puerta. ¡Ya no se respeta la autoridad! Cuando su papá fue a ver las vacas (había una que estaba por parir), el hijo de Julia al fin salió a jugar con otros amiguitos. Ella le dijo:
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No sudes; acuérdate del catarrito. y ya cuando doblaban la esquina iba sudando. Al pasar por la iglesia cantaban aquello de "Vamos niños al sagrario, que Jesús lIa,,, ran do esta. ¡No sean irreverentes! Les gritó una pordiosera ovillada en la puerta. Y las viejas entraron. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, dicen que se había alzado a las montañas, pero, ¡es de por aquí!, parece que no, el fruto de tu vientre, Jesús, vamos a ver que dice la policía, ¡ja!, ruega por nosotros los pecadores, me dijeron que su cabello es rubio-rubio y que es fuerte-fuerte pero muy feo con la nariz del diablo y todo lo demás seguro que es comunista, amén, Padre nuestro que estás en ... ¿Apareció por fin el hijo de don Alonso? Sí. Se fue a la capital a buscar trabajo. Escribió a su mamá... Esta vi-va. Y, ¿consiguió ... trabajo? Dicen que también allá es difícil. Seguirá protestando, el pobre... ¿Quieres algo más? Hay poca clientela, ¿eh? ... Vamos a hacerle el daño a una taza de caféconleche. Los tres policías salieron a desayunar. Uno de ellos, cuya camisa gris ya se estaba poniendo blanca, iba silbando el jaleo de un merengue que él sólo sabría cual es. El otro se acercó al que iba más adelante como para morderle la oreja. ¿Y si decimos que era un militar? ¿Cómo le explicaríamos al gobierno? .. Con naturalidad hijo; con naturalidad. Y los tres pitaron el jaleo del merengue que ellos solos sabrían cuál es. Entraron en el colmado-bar, saludando al propietario y a 263
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Serafín que mientras se romaba su café-con-leche sudaba y que ahora respiró profundamente con alivio. El hijo de Pérez, quien había entrado a comprar una caja de cigarrillo, se llenó de odio, escupió al suelo y casi corrió hasta el solar donde el esposo de Julia pone a pastar a las vacas (todos protestan por el hedor a excremento; pero él es el dueño de más ~e medio pueblo). Allí lo esperaban tres muchachos más. ¿Lo viste? No, no me atrevo a acercarme; me tienen vigilado. ¿Quién será? ¿Qué habrá hecho? Yo lo vi de lejos; no cabe duda de que está bien muerto. Casi tan muerto como nosotros. Lo único que él se pudre y nosotros no ... También nos pudriremos, aunque no se note. ¿Será de pueblo-arriba? Lo más probable. ¡Hasta cuándo nos vamos a estar revolcando en nuestra propia mierda! Su muerte: margaritas; nosotros: puercos. Margaritas-puercos, puercos-margaritas. Quizás sólo se suicidó. ¡Qué cojones! Quizás es eso lo que debiéramos hacer nosotros. ¿Y los panfletos? No los han terminado todavía. Son unos incumplidores. ¿El muerto no será de los que se alzaron con el hijo de don Alfonso? Es posible; dice que no les ha ido muy bien con los campesinos. Ni con los del pueblo tampoco. ¡Qué carajo! El monaguillo, el más chiquito de los Montolío, que cruzaba el solar a manera de atajo, al ver al grupo dio un respingo y puso pies en polvorosa. Corrió por las calles como alma que lleva el diablo, y
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sin dejar el diablo fue en auxilio del cura en el altar. A despecho de la misa el rosario continuaba: Santificado sea tu nombre, venga a nos el tu reino y, ¿sabes que Manuela se la pega al marido cada vez que éste sale por negocios?, eso es viejo hija dicen que el de turno es Serafín porque el hijo de los Pérez le dio calabazas con la hija de los N úñez se ven por la noche en la casita que queda cerca del puente, tercer misterio. y el monaguillo, con la respiración ya calmada, aprovechó cuando el cura se dirigía al púlpito para decirle un secreto, y éste, subiendo por la escalerilla, sin volverse, frunciendo los labios, le dijo: No te metas en lo que no te importa. En su cuerpo estaban las huellas de la adolescencia, aunque es posible que la hubiera dejado atrás. Los labios entreabiertos, dientes parejos y blancos; como sonreídos los ojos, brillantes; algo de protesta en el ceño. Ahora en lo seco la cabeza, la frente amplia, vivos los cabellos todavía, olvidando el agua, suavemente alborotados, con un tinte rojizo como de carbón en la noche, a medio apagar. Se podía adivinar que si bien descansaba no había muerto feliz. 265
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Cuando don Francisco y don Olegario se preguntaban quién podría ser el muerto y quienes y por qué lo habían matado; cuando los policías terminaban de desayunarse y Serafín miraba a la calle desde la puerta del colmado-bar; cuando la misa terminaba; cuando los jóvenes del solar no tenían nada de qué hablar; cuando la tranquilidad de ventanas y puertas parecía que iba a estallar, por la calle pasaron los niños cantando con la melodía de "ambos a dos" , que como es costumbre se dice ambosador: Hay un muerto en el río, matarile rile rile, hay un muerto en el río, matarile rile ron. En el pueblo hubo animación: todos salieron a la calle con caras de sorpresa, comentando; se encaminaron al río, el alcalde a la cabeza, los policías inmediatamente después, yen el molote: Don Alonso y su esposa, el señor Montolío (de quien dicen las malas lenguas que es el padre de la quinceañera que cría la vieja Margarita, hija también de una hermana de ésta que murió tuberculosa y dicen que señorita; pero por supuesto no se sabe bien), yen fin, toda la población. Los de la iglesia tuvieron que darse prisa para alcanzar la comitiva; el cura llevaba parte de sus vestiduras talares yel monaguillo se había atado la sotanita a la cintura. Llegaron. ¿Alguien lo conoce? Don Alonso y su mujer sonrieron aliviados al ver el muerto. Un largo silencio. El sacristán que llegó tarde dijo: ¡Hay, Dios mío, que buenmozote era! El esposo de Julia la regañó, bajito, por no haberle advertido al hijo que no se acercara al río; pero ella opinó, bajito, que era mejor así, pues de los niños nunca nadie sospecha. ¿Lo sacamos o qué? Sería bueno fotografiarlo antes de levantarlo.
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Eso lo dijo Pedro, el abogado; pero la idea no cuajó porque el fotógrafo nunca aparece. La cabeza baja, las viejas miraron a los dos. El hijo de Pérez las repasó con un rictus burlón en los ojos y la boca contraída. Todos se comportaban como si acabara de temblar la tierra. Don Francisco se secó el sudor sin que hubiera calor, doña Venancia se quejó de los callos, y Fiquito, soportando dignamente los tragos, habló: Debe ser de otro pueblo ... ¡Qué lástima! ... Venir a encallarse aquí. .. a turbar nuestra tranquilidad. y el ahogado se levantó y camino dentro del río hasta que el agua le llegó al cuello. Entonces se volvió con reproche en la mirada... aunque también pudo ser simple tristeza. Nadó un poco y dejó que las aguas lo cubrieran. Lo último que se vio fue su mano desesperada, como diciendo nuevamente, Adiós.
Dijeron, el hijo de Pérez y el hijo de Julia, que lo había oído gritar socorro cuando la corriente lo alejaba.
Este cuento, dedicado a Don Héctor Inchdustegui Cabral, ganó elpremio al Mejor Cuento Dominicano del 1961, concedido por la agrupación"La Mdscara': 267
Quizás nunca vivió
¡Este río si trae cosas raras! No hace mucho apareció un cocodrilo muerto que volvió locos a todos los que saben de esas cosas, dizque porque no era uno de los caimanes que se dan aquí. ¡Y miren ahora! La señora que vende los yaniqueques y su compaña debajo del puente fue quien lo descubrió y se lo dijo a toda su clientela, que es mayúscula por las mañanas, muy bajiiiito y como quien habla de cualquier tontería, para no perjudicarse. Algunos se alzaron como alma que lleva el diablo y sin mirar atrás; pero otros, más arrestados, masticando su tostada y aromática compra, como que se deslizaban a la ribera y miraban con disimulo para después marcharse como si nada. Y allí estaba él, cerca del estuario, inmóvil, tranquilo, inexplicablemente impoluto a pesar del tiznado de las aguas, encallado entre lilas florecidas que la corriente del río empujaba hacia el mar. Pronto la noticia se difundió por toda la parte alta de la ciudad. Y no porque los estibadores no se atrevieran a regar la noticia, que sí
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10 hicieron en los muelles, si no porque Delmira, que se pone como nerviosa cada vez que ve un varón, se 10 contó a su mamá, la maestra de historia de la Normal de Varones. ¡Si tú 10 ves!. .. ¡Tan lindo! ... ! Y, que pena, que desperdicio ... tan muertecito que está! Muchacha, serénate, déjate de tus cosas. y aunque 10 que hubiera querido es ir a verlo ella también, como es muy cumplida (en los veinte años que tiene en el magisterio no ha faltado ni siquiera cuando le baja el período que la pone gravísima) se fue a dar sus clases. Pero eso sí, aunque 10 que le tocaba era hablar del período de la España Boba, que no tiene nada que ver con el asunto, ella se las arregló para meter 10 del difunto en su lección del día, porque consideraba su deber despertar aunque fuera un chin a esa partida de zagalejos que no pensaban más que en verle los blúmenes a cualquier cosas con falda que les pasara por el lado. ¡Hay una juventud consciente, mis hijos, que se sacrifica por los demás, por nosotros, para que podamos vivir como se debe! Y esa promesa de la Patria está siendo masacrada inmisericordemente sin que a nadie en esta apática ciudad parezca importarle. Por supuesto nadie le había dicho que el cuerpo que se había varado en la ría era de un guerrillero; pero ella ni 10 dudaba; porque, ¿qué otra cosa puede ser? Así que, como no había podido decir nada cuando le mataron al marido, que fue un líder obrero durante la tiranía, ahora no desperdiciaba la ocasión para resarcirse de aquel doloroso silencio, diciéndolo todo como había sido, y hasta, si era necesario, agrandándolo, para que rindiera los resultados apropiados para la protesta. No fue más explícita en el aula; pero cuando tocó la hora del recreo, un grupito se acercó para preguntarle a qué se había referido y ella, así como suena, los invitó a que fueran a ver al héroe donde comenzaba el desembarcadero ... La escuela se vació 270
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en segundos, para inexplicable sorpresa de los otros profesores que no sabían nada del asunto; pero que después entendieron cuando ella les contó, aunque pensaba que no merecían enterarse por reacClonanos. y cuando los muchachos llegaron debajo del puente, Fefito, el estudiante largo que tiene los ojos virados observó: Pero no lleva uniforme. y Franklin, el que parece como una rémora física y mental del otro completó la idea: No. Y entonces, ¿cómo se sabe que es uno de los rebeldes? y el bizco, que le tiene mala gana a todo el que lo obliga a estudiar concluyó: Yo te lo he dicho, que esa vieja está loca o decrépita. No todos los que habían salido de la escuela se apersonaron al lugar, más bien unos pocos; porque los demás, la mayoría, aprovechó el virtual asueto no declarado para irse a brillar: a marotear mangos y cajuiles o a la playita a darse un chapuzón. Pero de todas maneras, los diez o doce que caminaron por el atracadero comentando ya de otras cosas, llamaron la atención de Moreno. Oh, oh. ¿Y qué hacen esos estudiantes por aquí a esta hora? ¿Hay algún mitin por alguna parte? Y Gesualdo, uno de los descargadores que había pasado por el ventorrillo de doña Petra y que todavía olía a la morcilla de desayuno, se lo comunicó. ¿Y cómo es? Bueno, joven... bonito él. Tiene el cabello como negro o rojizo o medio rubio ... bastante alto, parece. Y el corazón del cuestionante dio un vuelco, a pesar de que la descripción era bastante ambigua, porque de una vez pensó en Fonsito, el encargado del almacén, que ya llevaba varias semanas sin ir al trabajo. Le pasó por la mente largarse del local donde se ocupaba 271
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del inventario desde que el otro faltó; pero precisamente por estar solo no podía salir ni mucho menos cerrarlo, y además como que le daba miedo confirmar su corazonada. Así que, se prometió pasar por el sitio a la hora de salida, si es que entonces estuviera en el lugar. Que Dios decidiera si tenía que verlo. y allí estaba. Todo lo que con él había llegado había seguido su curso natural y lejos, muy lejos se encontraba. Pero aquel cuerpo, en el cual todo indicaba que ya había perdido el más leve rescoldo de voluntad, parece que insistía en permanecer paralizado, aprovechando la sombra de la férrea estructura, o esperando simplemente alguna oportunidad. Puede que se haya suicidado ... Jum! ¿Tú crees? ... 0 que lo hayan matado en un asunto de drogas o de cuernos o de maricones, ¿quién sabe? A mí me parece que es uno de los que se alzó. No, que va. Esta corriente no viene de las montañas. ¡¿Ah, no?!. ., No seas estúpido, que todos los ríos nacen en lo alto. Seguro que ése es uno de ellos. y como Mano, trabajador de factorías, sindicalista con tradición de revoltoso, estaba de acuerdo con la profe Numancia, la viuda del fallecido líder de su organización, la del bachillerato 272
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público, que fue quien lo enteró, en que era necesario agitar para que de una vez por todas se acabara con esa partida de gobiernos retrógrados y entreguistas, y con su maquinaria, se decidió a actuar. Y trató de convencer a Pupulo, que había venido con él a constatar el hecho, y quien era la cabeza del gremio en esos tiempos de que organizara una protesta con quemas de gomas y todo lo demás. Pero el otro le sacó el cuerpo porque las cosas no estaban claras; así que buscó una alternativa que podía ser más efectiva y de mucho mayor alcance. Se recordó que tenía un amigo periodista y averiguó el teléfono y lo llamó varias veces, hasta que lo encontró en la redacción. Muchacho, ¿tú estás loco? .. Yo me ocupo de deportes, no de política. Pero, ¡caraja!, tu tienes relaciones: búscate uno que se ocupe de estos asuntos y que venga acá y que le tire fotos y que consiga que lo pongan en primera plana. ¡Esto es importante! Bueno, eso sí lo puedo hacer; pero no te hagas muchas ilusiones porque ahora están liquidando a la gente del medio. ¿Tú no lees la prensa? No hace ni quince días que se tiraron a uno porque habló mal del Presidente. ¡Estáte tranquilo! Lo mejor es no meterse en esas cosas. y se quedó esperando todo el día, aún a riesgo de que lo botaran del empleo, porque le daba grima dejar solo a un compañero de lucha. Y ya la tarde iba larga, cuando aparecieron Delmira y su mamá y otras vecinas con flores silvestres y velas y velones, y se pusieron a hacerle una hora santa, y una de ellas se montó con el Barón del Cementerio, lo que aprovecharon para hacerles preguntas sobre sus suertes. Un Guedé que vino después las contestó. No te preocupes, que todo te va a ir bien ... Pero tú, ten cuidado con la mujer de las nalgas grandes, que esa no está en nada recomendable con tu marido ... A ti lo que te puedo decir es que 273
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tienes que darte un baño con colas de bacalaos para que tu asunto se te arregle ... Y, mira, buena pendeja... En eso estaban cuando llegó Moreno, que se tuvo que sentar en el suelo cuando vio el cuerpo. ¿Qué, tú lo conocías? Y después de tragar en seco varias veces, respondió que sí. Era Fonsito; Alfonso ... yo le decía así, cariñosamente. ¡Era un santo!, ¡tan consecuente!, ¡tan gente!' .. Te trataba como nadie y te hacía sentir tan bien ... Entró a trabajar hará poco menos de un año y se ganó a todo el mundo. Usted veía que abrazaba a toditos los trabajadores que sacan la mercancía de los barcos, sin importarle si estaban sudados o hediondos. Para todos tenía siempre una palabra amable y les resolvía los problemas. Delmira se acercó a su mamá, y muy bajito le dijo: Un hombre así es que yo necesito, mamita, ¿tú ves?: lindo y con buen corazón. ¿Por qué tenía que morirse? Y la vieja sintió deseos de cogerla por el cuello y asfixiarla para salir de una vez por todas del martirio que le significaba esa muchacha tan chivirica, que no respetaba ni a los difuntos; pero para no hacer más grande el bulto se limitó a empujarla y decir con tono convincente a las mujeres piadosas que habían venido con ella: ¿Ustedes ven que yo tenía razón? .. Esa son las gentes que están bregando por nosotros. Y Moreno siguió hablando quejicoso, como si con lo que decía se pudiera quitar la pena que le daba el muerto: Una vez hasta fue a mi bohío, porque yo lo invité a comerse un sancocho y a tomarse unos tragos, y había que verlo como si fuera uno de nosotros . Y él es de la gente de apellido en este país, mis muchachitos le cogieron un cariño, que a cada rato me preguntaba por qué no lo llevaba otra vez ... Fue entonces que me habló de lo que le preocupaba mucho. Veía que las cosas no
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estaban andando bien, y se sentía como un inútil porque no hacía nada para resolver. Decía que se había dado cuenta de que por las buenas como que no se iba a conseguir nada, y que la situación estaba empujando a la gente a hacer cosas violentas porque no tenían otra salida. El mismo, que detestaba la rudeza según me confesó con vergüenza, muchas veces se había visto tentado a protestar con rabia, con desorden, ¿qué se yo?, porque la situación económica lo tenía agarrado por la garganta. Y yo le pregunté que por qué una persona como él trabajaba en un sitio como en el que estábamos metidos si estaba tan preparado, y él me respondió que porque lo necesitaba ... y para explicármelo, me enteró de que su padre se divorció de su mamá por estar andando con otras mujeres, y que él se negó a aceptarle ni un chele, por lo que tenía que ocuparse en lo que apareciera para llevar a su casa aunque fuera un sueldito miserable que les permitiera comer. Y, sin embargo, los viernes cuando pagaban se quedaba casi sin nada, porque le prestaba dinero a todo el que se lo pedía, y después no les cobraba; si se lo devolvían estaba bien; pero si no, ni siquiera lo mentaba ... ¡La verdad que era raro!. .. De repente, un día no volvió más, y yo, como a la semana, preocupado, me fui por su casa y pregunté; pero la señora me dijo llorando que no sabía nada de él. Ahí fue cuando pensé que había cogido un rifle y se había ido con la gente esa que anda tirando por las alturas, aunque me parecía que él no era de ese tipo de persona. Y lo cavilé, porque una nochecita cuando salíamos del trabajo, me habló con tanto entusiasmo de esos hombres que él aseguraba que estaban dispuestos a dar su vida con tal de intentar un cambio y que se sacrificaban por el bienestar del pueblo que todo lo merece ... Yo me recuerdo muy bien de ese momento, porque él comenzó a llorar sin poder parar, y casi gritando me dijo: "Gracias a seres humanos como ésos vale la pena vivir". ¡El pobrecito! Yo me sen275
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tí muy bien, porque entendí lo que él quería explicar, y... ¡me sentí importante por primera vez en mi vida! y se armó la desbandada. Esas mujeres que habían estado preguntando a los espíritus, de repente, cuando vieron una anatomía que se animaba salieron corriendo y gritando y no pararon hasta que llegaron a sus casas, incluyendo a Delmira, que tratando de verlo a sus espaldas tropezó y se cayó varias veces durante el trayecto. Porque estaba de espaldas al río y no notó cuando se levantaba, sólo se quedó Moreno; pero no por mucho tiempo. Cuando se volvió para conocer la causa de la estampida, vio que frente a él estaba Fonsito, chorreando agua, saliendo a lo seco, con la mano extendida y una sonrisa de agradecimiento en sus labios. Dio dos pasos alejándose, yel muchacho con el ceño ahora un poco fruncido también se adelantó en otro intento de tocarlo. Y esto fue ya demasiado. Un poco como los cangrejos, chequeando si se le acercaba, Moreno se alejó con velocidad creciente, hasta que al alcanzar la primera esquina sacó humo con su carrera, sin parar hasta que se le cerró el aliento. Por unos instantes el rostro del muchacho dibujó una interrogante que acabó desarticulando todo su substancia como cuando el alma se va. Miró una vez más hacia la ausencia con una carga Inmensa de amor no respondido y dos lágrimas anchurosas descendieron suavemente por su rostro. No caminó, flotó más bien sobre las aguas que se iban rumorosas hacia la vastedad sin litorales;
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y pareciera que ellas se abrieran hambrientas y piadosas para acabar tragándose una angustia que no cabía en lo seco, protegidos él y ellas por las sombras de una noche que llegaba, lentamente, para Siempre callada.
Cuando finalmente llegaron de la policía (donde se habían enterado desde temprano en la mañana; pero que prefirieron darle larga al asunto), los agentes especializados y los buzos exploraron minuciosamente todo el litoral hasta una distancia de kilómetros y millas náuticas a la redonda; pero nada encontraron. Por tanto, pensaron que se les había tomado el pelo, una vez más. "No había ningún cadáver. El dichoso individuo", dijo el teniente Mamerto Capellán, Encargado del Departamento de Relaciones Públicas de la institución a la prensa, "quizás nunca vivió".
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El gran cuento (SĂŠptima parte)
El desengaño producido por el fracaso de Abril me resultó tan aplastante que había jurado no involucrarme jamás en política. Pero esto es imposible, y por supuesto lo sabía: hasta el inevitable y silencioso y casi imperceptible respirar en un determinado momento, constituye un posicionamiento en ese predio, simplemente porque es un aceptar y por ende un permitir lo que sucede. Pero, un poco para no traicionarme y un mucho para comportarme consecuentemente con lo que he querido ser, he interpretado ese convenio, quizás, como lo quise significar desde que lo pacté: "lo que pretendo es no hacerme cómplice de posicionamientos ajenos; de esos compromisos partidistas que lesionan la tozudez de los que perseveramos en cumplir con un compromiso social auto impuesto" ... ¡Yeso sí lo he cumplido! Desde entonces me he dedicado a vivir mi vida; aunque solamente con un éxito relativo: por demasiados y muy significativos años estuve encadenado a la vibrante conmoción de la lucha por los principios, y, aunque me cuestiono, no su validez; pero sí su posibilidad de plasmación ... no es fácil romper con los viejos hábitos. La verdad, perdonen que insista en esto, ni siquiera me he planteado seria o profundamente mi retiro de ese comportamiento estrictamente personal; eso me sabría a egoísmo, yes ésta una de las pasiones que más me desconciertan. 281
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Las últimas páginas de esta antología tienen bastante que ver con esto, porque, para mí, por supuesto, eso incluye la personal versión de la formalidad: si mi conciencia me dice que debo apoyar algo, lo hago; si me sugiere que no, lo combato, sin sentir la necesidad de la complicidad del "grupismo"(el cual podría considerarse como un condominio de egoísmo). Una concepción, quizás algo acomodaticia para algunos, lo acepto; pero para este ser imperfecto (como todos los demás de la creación), es la única forma de ser consecuente con uno mismo. Si no creemos y defendemos nuestra forma de pensar, ¿cómo hacerlo con las prioridades morales y vivenciales de los demás? Me dediqué a vivir (¡Dios me perdone!). Conocí a la que hoyes mi esposa, Frances Brenes Guridi; formalice el amoroso y voluntadísimo compromiso con ella; y procreamos cuatro hijos; en orden de aparición: Lakshmi, Surya, Ramakósmiko y Buddhanjali. Casi observo el cuestionamiento del lector, y sin lugar a dudas, siento que debo explicar la motivación de esos extraños nombres. Lo hago gustoso, especialmente porque está ligada a una intensa y larga etapa de mi más cercana vida. Tratando de llenar el vacío que la desilusión social me había dejado, busque, ¡de nuevo!, amparo en la religión; pero ya no el catolicismo, que demasiadas frustraciones me había proporcionado. Desde la adolescencia me interesé en todo lo que pudiera explicar aquello que no lograba entender. .. ¡El Mundo!, digamos, ¡casi nada! Y hurgando en esa necia interrogante o insatisfacción, tratando de explicarla, lo que me torturaba, y aún lo hace, es el porqué de la insistencia del mal y de la debilidad del bien en casi la totalidad de las manifestaciones humanas. Si lo vemos desde otro ángulo (egoístamente, sí. .. también yo), no muy convencido, pero buscando alivio a la persistencia del fra-
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Antología narrativa
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caso, que sentía me hastiaba y afligía, me preguntaba: "por qué no puedo ser yo como los demás y vivir tranquilamente, dando las espaldas, ignorando, sin que me importe lo que no puedo arreglar". Y hasta llegué a cuestionarme mi manera de ser. Pero continúo con la explicación de los nombres: Cuando todos se interesaban por la fenomenología de la brujería local, yo, sin dejar de maravillarme por los inexplicables prodigios que presencié, buscaba en ella una explicación que nunca encontré o que me satisficiera, por lo menos. Vimos actuar, yo y los demás del grupo de amigos, a cuanta médium o conductor espiritista quedaban a nuestro alcance. Cuestioné incansablemente... ¡Y nada! Cayeron en mis manos los libros sagrados de todas las religiones antiguas: indias, egipcias, hebreas, de donde fueran; las mitologías todas, las múltiples versiones del cristianismo y del islamismo, las filosofías espiritualistas o materialistas, los tratados y falacias que pudieran aclarar el sentido del arcano, y casi me atrevería a decir que todo lo que se ha escrito referente a las actividades del alma del hombre ... ¡Y nada! Lo que más me satisfacía era el esoterismo, y aquello que se refiere a la encarnación yal karma, porque, y aún me lo parece, sería lo único justo, ya que no está a expensas de una deidad caprichosa o de un destino inexplicable; sino que es la consecuencia de una causa que tú provocaste: tú hiciste y estás pagando. Y apareció en mi vida un ser que creo superior a los demás, al cual me entregué con ciega fidelidad. Durante largos años viví un hermoso sueño, en el cual el sacrificio se convertía en algo hermoso y manumisor; no había nada que no estuviera dispuesto a hacer para cumplir el mandato divino. Fue en ese período que se produjo mi matrimonio y en cual disfruté el privilegio de ser padre. Yeso está relacionado con los
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nombres de pila de mis cuatro hijos. Sentí que vivía en un nuevo mundo, o al menos en los prolegómenos de éste. En él, entre muchas otras cosas, las creencias religiosas, para comenzar, eran hermanas; entre ellas las de la India, que me atraían con su exótico, barroco, inasible e insondable misterio. Pero de nuevo la realidad se impuso. Siempre estuve dispuesto a comprender a los demás; pero dentro de aquella aspiración a la perfección que debía ser la regla en el grupo que conformábamos, no cabía lo que era, si no aceptable, comprensible, en el mundo de los negocios, en el artístico, en la política: el egoísmo. .y , I .... Por supuesto nunca he pretendido ser santo; vivo conmigo mismo, bastante de frente a la constitución genética y a las circunstancias que la han afectado, y soy lo bastante lúcido como para reconocer mis múltiples defectos (al menos, muchos de ellos). Pero, de ahí a aceptar las debilidades y traiciones y suciedades dentro de lo que busca la eternidad, no. Sentí un gran vacío cuando me separé de aquella actividad arropadora; pero, siempre trato de recobrar el equilibrio, y así, he vuelto a lo que Dios me dio, convencido de que efectuando lo que entiendo que debo hacer, estoy cumpliendo con él de la mejor manera que puedo. Ya no pensé en escribir libros; la narrativa, muy reducida, comenzó a parecerse a lo que ha sido la poesía para mí: una sangría, cuando hay tanto fluido en mis venas y arterias que el corazón parece salírseme por la boca. He seguido escribiéndola (aunque en menor cuantía), junto con el teatro y los versos. Dos intentos de libro pueden incluirse en estas etapas: "Querer, ¿para qué?" y "Siglo Veinte". El primero lo entrego completo, y del segundo solo incluyo algunos. 284
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Ambos están maculados por la desilusión, como casi todo lo que he escrito; pero ahora ésta, tratando inocentemente de curarse del sentimentalismo, es más intelectual, o intenta serlo. En el primero recurro al mundo griego, "criollizado" y modernizado. En él cuatro cuentos: "Dos Negros Sucios" (Medea, bruja negra con conciencia de clase); "Cognac y un Poco de Inocencia" (Electra y Orestes, igualmente hijos de papá y mamá, pero muchachitos de sociedad durante el trujillato); "Un Bar Llamado... " (Hipólito y su madrastra, convertidos en militar culpable y en viuda con esposo político y vivo); y "Una Forma de Vencer" (Aníigona que elige el suicidio y la "liberación" de su Hemón, como venganza en contra de quien sería su futuro suegro). En el segundo "Siglo Veinte", también cuatro piezas: "Ícaro", "Siglo Veinte", "El Chillido de la Nalgada" y "Memorias del Futuro". Han sido escritas con años de diferencia entre una y otra, y no necesariamente en el orden cronológico en que aparecen. Quizás por eso hay muy poco de común entre ellas. El primer cuento, que relata la historia del joven que se lanza al vacío, de varias maneras está muy ligado a mis primeras etapas como escritor. El segundo es uno de los dos, que se identifica mejor con las que eran mis preocupaciones a la sazón, podría resumirse en que el diablo existe gracias al hombre; precisamente por la irresponsabilidad y el egoísmo. Lo mismo sucede en el cuarto; pero en éste utilizo el recurso de virarlo todo patas arriba: primero están los resultados y después las causas. El tercero utiliza el mismo recurso, dentro del entorno del problema de los haitianos en nuestro país; y es, sin quizás, lo más extraño dentro de mi producción: no es fácil encontrar elementos autobiográficos en él.
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El elemento del tiempo aparece también en el único proyecto narrativo que ahora (por el momento) quisiera terminar: la novela "Los Tres Mañanas de Amín Gaetán". A un trío de muy diferentes personajes interrelacionados, preocupados por la situación actual, se les da la oportunidad de realizar sus subyacentes deseos de cambiar el pasado, como un medio de lograr nuevos caminos en el presente. Pero su presencia en el lugar de los hechos (San Pedro de Macorís), en el momento de la primera intervención norteamericana (1916/1924), frente al gavillero Amín Gaetán (quizás una variación de Caamaño), en vez de lograr un desvío de rumbo, reafirman nefastamente el curso de la historia. Por otro lado sigo escribiendo piezas teatrales y me ocupo de publicarlas, al igual que los libros educativos sobre Actuación, Dirección y Dramaturgia. Este es el gran cuento de mi vida (a muy amplios rasgos y hasta el momento). No ha terminado ... ¡Eso espero!
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Querer, ¿para qué?
Dos negros sucios
Casas de cartón, techadas con cartón y gente que se moviliza como hormigas ... Casas de madera, techadas con aplanadas latas de aceite, y más hormigas... El auto se desliza sin prisa, ruidosamente, con fuerte olor a óxido y a colilla de cigarrillo ... Casas de bloques, pequeñas, casi maquetas, techadas de zinc o de concreto ... Los niños abren sus ojos atentos y sorprendidos, sin comprender mucho de qué se trata todo. La madre nada ve. Sus ojos están abiertos y brillantes, dirigidos hacia adelante; pero sólo enfocando sus pensamientos ... Las casas son más grandes y los colores cada vez más brillantes. La gente ya no hormiguea tan profusamente y tienen menos prisa... En las aceras hay verde y en los jardines perfume. En cada esquina las viviendas están más alejadas de las calles, y éstas más vacías. La luz parece más brillante. -Mamá... Mamá... Mamá... El niño mayor debe repetir varias veces el llamado, antes de que la mujer regrese de su ensimismamiento: -¿Qué quieres? -¿Por qué hay tan poca gente en estas calles? Ella sacude la cabeza, como desembarazándose de alguna mosca, antes de contestar: -Porque tienen aire para respirar dentro de sus casas.
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El niño no ha comprendido; pero se calla. Ella permanece mirándolo un largo rato y luego su rostro se endulza con una leve sonrisa. La mano se levanta como independiente de todo sentimiento y acaricia juguetona el pelo crespo del niño. El otro, el más pequeño, con sus ojos también pide caricias, y entonces la mano, ya más integrada a la ternura se pasea por la mejilla y la barbilla del callado peticionante. Ya complacido y asiendo con fuerza los dedos de su madre, pregunta: -¿Falta mucho por llegar? -No. No falta mucho. Medea recuesta las pequeñas cabezas sobre sus grandes senos. La angustia le vibra y apenas puede respirar. Un quejido le rompe la garganta. El chofer mira por el espejo retrovisor. Yel pequeño pregunta: -¿Te duele, mamá? Sólo responden el silencio y una extraña sonrisa. La cabeza de Medea se puebla de insonoros sonidos: "Son míos ... Míos solamente ...y serán más míos después que acaba esta faena de hoy ... Por ustedes ya no me desrizo el pelo más. Los tres somos iguales: pasas en las cabezas de los niños y en la de la mamá. Y el mismo color... casi el mismo. Cuando cojan ustedes más sol nuestras pieles tendrán el mismo tono canela. Y los ojos ... Esos son el vivo retrato ,,, de 1osmlOS . -Miren bien estas casas ... Les dice separándoles de su cuerpo, como si de repente despertara. - ... No hay suciedad en ellas. Son hermosas y ricas. Hay mucho espacio por dentro; más que en cien de las nuestras juntas. Miren cómo son de hermosos los jardines... Y como confirmando algo que ya supo alguna vez, repite: - ... ¡Cómo son de hermosos los jardines!. 290
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Piensa: "La suciedad de la sociedad no se muestra. Esta adentro. Muy adentro." Le ha satisfecho el pensamiento y lo repite a sus hijos, que parecen no escucharla. Yentonces, como si ya no pudiera comunicarse más con nadie en el mundo, se sumerge en su dolor. De nuevo, ya no ve más. Sólo le atañe su pesadilla informe: "Venganza... Venganza, Jasón ... Mis hijos no son tuyos. No. Y no lo serán: yo los guiaré hacia un mundo que nunca ha sido el mío. Un escenario feo y odioso. Una extraña realidad que detesto; pero que ha entrado en mí como un cuchillo a la garganta, impidiéndome hasta el grito". Un destello de arrepentimiento que le llega aún antes de haber consumado su plan, la conmueve y la devuelve a la presencia de sus hijos, dentro del auto, en el barrio de los ricos. Ahora les habla, frente a la mirada sorprendida e intermitente del conductor: -José ... ManueL .. Yo ya no soy la misma. Yo soy él. Soy maldad, como él. Es como una enfermedad que sólo dolor y molestias puede producir en mí y en los demás ... Tiene que ser así, porque el mal sólo produce mal. .. Debo guiarlos hacia el ámbito de las casas grandes, de los verdes jardines, de las hermosas flores. Al mundo al cual nunca podrán pertenecer; pero que estará dentro de ustedes y los hará llorar como hoy lloro yo ... Una enfermedad: llagas. Úlceras necesarias. Fístulas que no deberían existir; pero que ahí están ... Perdón, hijo José; perdón, hijo ManueL .. Tiene que ser así. .. No veo alternativas. -¿El qué, mamá? Preguntó Manuel, el mayor. Pero ya no hay tiempo de contestar. El conductor ha interrumpido: -¿No es aquí donde me dijo? 1, es aqUl. El auto se detiene. Los ojos de los niños se cierran en sonrisas. Medea paga y descienden. El auto se marcha. Y allí están, sorprendidos, enfrentados con un alto muro que decora la hiedra.
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-Vamos... y Manuel se preocupa: -¿Nos dejarán entrar? La voz de la madre resuena como la de un hombre: -Entraremos. La puerta de negro hierro no tiene candado. Traspasan el umbral y caminan lentamente por un suelo gravilloso. Altos árboles resquebrajan el cielo y la luz que de entre ellos escapa, resquebraja el camino y los rostros del trío silencioso. Allá al final está la casa. Blanca, blanca, blanca. Esplendorosa. Una figura en silueta interrumpe su resplandor: n, ' hacen aqUl.... '';l -¿,<-ue Medea aparta al viejecito con una mano. - ... ¿Adónde creen que van? ... Los niños se asustan, y el jardinero o guardián, con agilidad extraña a su edad, da un brinco y sujeta a la mujer por un brazo. -¿No me oyes? -¡Quita! -No se puede entrar en esta casa, así como así. Aquí no se dan limosnas. Medea tiembla como el trino de un pájaro. -¿No estás tú aquí de limosna? -¿Qué buscas? .. Sal, si no quieres que te saque a patadas. Hay algo que crece en la mirada de la hermosa negra, que hace retroceder al débil hombrecito. Hay largos segundos de inmovilidad, y la marcha de los indeseados visitantes continúa. Sólo después, adelantándoseles, corre el viejo hacia la casa. Medea no le presta atención, y los niños se miran, ahora divertidos. Caminan y ya llegan. La mujer les habla: -Esas escaleras son de mármol. Los tres escalones para llegar a nuestra puerta son de madera podrida. Dicen que esa piedra, que es muy cara, nunca se calienta.
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Los niños palpan la blanca frialdad. Se retrasan. Luego corren para alcanzar a la madre que ya está arriba. - ... Miren la piscina ... Ahí se sumergen cuando sienten calor. José, el pequeño, pregunta: -¿Hay peces? -No. No hay nada más que agua. Agua fresca para que los ricos se diviertan. Nosotros no tenemos esas grandes tinas. Tenemos que aguantarnos el calor. Somos pobres. Desde el fondo entra corriendo uno que viste de "chauffer". -¿Qué hace usted aquí? Su voz es fuerte. Es varonil, musculoso, en pleno disfrute de su juventud. Medea lo recorre lentamente con su mirada, y se le sobreimpone la imagen de Jasón. Así era él cuando se conocieron hace quince años ... "Como un Dios ... capaz de apoderarse del universo con una mirada; capaz de provocar el amor con una sonrisa; capaz de ligar para siempre a una mujer con una sola palabra... ¡Hace tanto tiempo que ya no lo veo!" -Joven... Ahora su voz se ha endulzado. - ... Necesito entrar. -¿Busca empleo, tal vez? -No. -¿La señora la espera? -No ....no ... El señor... Quizás no se recuerde; pero debe esperarme. -Don Jasón no está. Si quiere que la anuncie a su esposa.... -No, gracias. Esperaré aquí. .. sentada. y se acomoda en uno de los bancos de granito que son protegidos por la sombra de los pinos. -Como guste.
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Los niños imitan a su madre. Y el chauffer, con un gesto, le indica al viejo que lo siga. Éste lo hace refunfuñando. -No podemos dejarlos aquí. Ya sabes que a la señora no les gusta que... Desaparecen por donde llegaron, y de inmediato Medea se levanta. Su rostro expresa aún mayor determinación que antes. Manuel, poniéndose de pie, le pregunta con un hilo de voz: -¿Qué hemos venido a hacer aquí, mamá? Pero, aunque para su madre sí, lo que el niño recibe para él no es respuesta: -Observa esta riqueza ... Recuerda nuestra pobreza. Todavía Medea espera unos minutos más, antes de dirigirse con pasos rígidos hacia el interior de la casa. Manuel primero y José después, la siguen con andares apresurados. Entra a un gran salón en el cual predomina lo blanco, pero salpicado de bronces y oros. Al tope de una amplia escalera de forma curvada, detrás de la balaustrada de un balconcete, parece la Señora. Es rubia. Sus ojos muy abiertos observan a los tres negros. Detrás de ella el viejo señala. Medea no parece verlas. Los niños le dan la espalda. Manuel habla: -Es bonito ... ¿verdad? -Es costoso, hijo. No te imaginas cuánto dinero y cuántos principios hay que sacrificar por esto... ¿Ves ese jarrón con figuras japonesas? .. Su venta nos permitiría tapar todas las goteras de nuestro techo ... ¿Ves ese sofá al fondo? .. Con lo que vale comeríamos por varias semanas, tal vez meses ... Allá en el fondo, aquella estatua, ¿la ven?, tú también, Joselito ... es traída de lejos en el tiempo y el espacio. Si fuera nuestra, la venderíamos y compraríamos una casa hermosa, también con flores. Y es Manuel quien vuelve a hablar: -¿Hemos venido a buscar algo de esto? 294
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Hay una pausa en la cual Medea pasea la mirada por el salón. Luego dice: -No~ .. Nada de esto es nuestro. Es de ellos y con ellos se quedará...siempre que no suceda algo, como lo que quiero. Esta gente lo tiene todo ... pero ustedes yyo no tenemos nada... ¿Comprenden? La Señora desciende graciosamente por la escalera, seguida por la arrugada sombra que sigue refunfuñando: -Yo se los dije... que no podían entrar; pero ... -Calla. La voz de ella es musical. Parece no haber oído lo anterior. Y Medea no parece escucharla ahora. Ni verla. Sus palabras en este momento suenan con mayor fuerza, produciendo algo de resonancia en el ambiente: -Con lo que hay en esta sola habitación, nos alcanzaría para vivir todas nuestras existencias. Y hay muchas otras salas y muchos comedores y dormitorios, todos muy bien provistos ... Ya no tendría que leer la taza para las estúpidas que creen cualquier cosa que se les diga. No tendría que tirar las barajas para las ricachuelas. No tendría que fingir que los espíritus entran en mi cuerpo para engañar a las que temen que sus esposos las abandonen. La Señora habla: -¿Podemos serie útil en algo? Medea se vuelve lentamente hacia ella y la recorre con sus ojos. "Es preciosa". " Y ya no quiere mirarla. Siente vergüenza. Sus ojos revolotean buscando dónde posarse y sólo encuentran los ojos de la mujer; esos ojos dulces. "No pueden ser el espejo del alma. Ella tiene que ser mala y sus ojos reflejan bondad". -Espero a su marido, señora. Tengo que hablarle sobre un asunto ... Vengo a responderle algo que él no me ha preguntado. Es una respuesta que se ha ganado ... y los asuntos que se cosechan, vienen, aunque nos disgusten. 295
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Ha logrado ser agresiva para despojarse del ablandamiento que le produjo la mirada de la otra. Y ahora, envalentonada, se vuelve a sus hijos: -Es bella, ¿verdad? Manuel y José asienten con la cabeza, y ella continúa: - ... Cuenta la Biblia que todos nacemos de Eva y de su esposo y que las razas se formaron en Babel. Pero algo pasó entre el allá Y nuestros tiempos. Tal vez fue la diferencia de los climas o el odio entre los hombres. ¡¿Qué sé yo?!: ., Pero somós muy distintos, como ven. Yeso no tiene explicación, sobre todo para nosotros, los de abajo ... Que nadie trate de explicármelo. No quiero entenderlo. Es injusto, y lo malo no debe tener explicación. El temor aflora al rostro de la Señora. Quisiera hacer algo, tal vez hacerla salir de su casa; pero nada se le ocurre. En un silencio largo que evoca problemas, Medea recoge sus críos como una gallina bajo sus alas. Es una escena lenta que se rompe con el cuchicheo de la Señora en los oídos del viejo, que mira a los tres, primero con mordacidad y luego con aire de triunfo. La señora se va por donde vino, y él se queda como un poco convincente perro guardián.
**** Pueden haber pasado segundos u horas. No es posible saberlo por las cuatro figuras que casi han permanecido inmóviles. Hay un poco más de obscuridad, y los nervios de Medea están tensos ya flor de piel. José casi se duerme de pie, un poco recostado sobre el vientre de su madre. Se escuchó la llegada de un auto hace unos segundos, y la negra, inconscientemente trató de arreglarse el pelo. Ahora sacude cariñosamente al más pequeño, cuando entra Jasón. Las miradas se encuentran. Ella permanece impávida. El rostro de él refleja sorpresa de entrada y luego cierto temor.
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-¡Medea! El viejo, que había preparado durante la espera una extensa explicación al dueño de la casa, ahora siente, sin comprender, que su presencia sobra en este lugar, y haciendo una reverencia con algo de antiguo, se retira, casi caminado hacia atrás. Medea sonríe y habla: -¡Cuánto tiempo, ]asón! Casi la edad del más pequeño. Seis años, ¿verdad? .. Lo que es desaparecerse: casi como si hubieras muerto ... Tú no has cambiado; yo sí. -¿Qué vienes a hacer aquí? -Sigues siendo hermoso. Sigues siendo fuerte. Sigues siendo joven. De no haber perdido aquel aire de inocencia que tanto me enternecía, serás aquel mismo que se envolvía en las sábanas de mi cama, protegido por mis brazos, repleto de lindos sueños que eran míos... ¿Recuerdas? .. Cuántas palabras entredichas. Cuántos pensamientos enlazados. Cuántas esperanzas comunes. A la voz quebrada, responde un susurro. -Lo nuestro ha terminado ... y hay un brote de risa en Medea: -Por supuesto. Lo sé hace un poco más de cinco años. Vamos, por bruta que fuera, no tardaría en darme cuenta. Claro que se acabó; pero hay algo que queda abierto, y he venido a cerrarlo. Quizás no lo consiga; pero lo intento. Puede que hasta tome un nuevo curso, con mayor fuerza ... sabe Dios. Pero yo estaré más tranquila, después de tanto tiempo. -¿Qué quieres? En su voz hubo temblor; pero en la de Medea ahora reboza la seguridad: -¿Recuerdas? .. Tú no eras nada,]asón. No tenías ni siquiera dónde pasar la noche, y yo te di mi casa. Mi pobre vivienda. Trabajé para ti, para que pudieras tener camisas blancas, para que compra297
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ras navajitas nuevas con las cuales afeitar tu suave barba, para que durmieras tranquilo todas las noches del año ... Yo te hice, Jasón. Puse a tu servicio todos los dones que me diera el cielo o el infierno, para que consiguieras empleos, para que los conservaras, para que no tuvieras problemas políticos, para hacerte algo superior. Y por primera vez, ¿lo oyes? .. Por primera vez traicioné a los Misterios y mentí: di falsos mensajes a los que podían ayudarte, ya los que podían perjudicarte les hice malignas enviaciones, cuando una servidora solamente debe dar bien ... Cuánto me amabas entonces. O mejor, cuánto decías que me amabas ... -¿A qué viene todo esto? -Hoy ya de aquello ya no queda nada. El engaño, lo externo: filtros inocuos, brebajes coloreados con tintes vegetales, oraciones absurdas ... iY tu ausencia! Muchas veces he dudado de si alguna vez tuve algún poder, ya que nada pude hacer para prever mi futuro, para conservarte, para recobrarte... Para conformarme, al menos. -Si algo puedo hacer por ti. -Ya has hecho demasiado ... Manuel comienza a comprender el meollo del asunto. José sólo siente como un miedo y una tristeza, y de uno de sus ojos desciende una grande lágrima que se desliza silenciosa hasta sus labios que la prueban salada. Jasón está pálido. Ella, incomprensiblemente serena. Ahora se vuelve hacia sus hijos, y hay en su gesto amplio algo de la grandeza que él recuerda de las sesiones con los espíritus, cuando la temía y la respetaba. En aquellos días en que la amaba y la respetaba y se sobrecogía con su innegable influencia sobre los campos de lo ignoto. - ... El dueño del camino entre los árboles ... es ese hombre. El dueño de la piscina entre flores es ese hombre. El dueño de la mansión y de todas sus riquezas es ese hombre. O su mujer, con quien sí se casó ante los hombres y ante Dios. Y ese hombre, el amor
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de la felicidad que nosotros no pudimos tener; ese hombre que yo saqué de la basura en que se arrastraba, José ... es tu padre; Manuel. .. es tu padre. Ustedes y él están separados, supongo, por una piel obscura y unos cabellos crespos; o mejor, por su falta de vergüenza... Los cambió ... los vendió por aquella mujer bella que hace un rato conocieron. La que le dio lo que ya yo no podía darle: esta mansión, este aire fresco que se respira dentro de ella, y esta felicidad comprada con dinero. Aquella mujer que nunca podría ser la madre de dos negros sucio como ustedes ... Jasón es disgusto sin boca; asco sin pensamiento. Quisiera decirles algo a sus hijos, y se da cuenta de que ni siquiera los ha saludado. Los mira: la sorpresa ya está seca en los ojos de José, y las lágrimas ahora brotan de los de Manuel. Simplemente no sabe qué decirles. Es Medea la que habla una vez más antes de salir: - ... Es cuanto teníamos que hacer aquí. .. Ahora sí que todo está cerrado y terminado ... Sus pasos son los de una reina: firmes. Los niños la siguen inseguros, mirando hacia atrás. Observando al hombre que, aún siendo su padre, ni siquiera les sonríe. - ... De prisa, muchachos. Tendremos que caminar mucho para llegar a casa.
**** Muchos años después, cuando el hambre apretó por enésima vez, Manuel y José pensaron en el padre, tan lejano. En las luchas callejeras, uno de ellos resultó herido, yel otro, campeón de su barrio, gritaba: -Muerte a los blancos ... Destrucción a sus moradas blancas.
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Un bar llamado ...
"Querida Fedra... Se me vacían las noches cuando pienso en aquellas conversaciones en el balcón de nuestra pequeña casa. ¡Un solo año de alegría! ¡El más hermoso de toda mi vida!' .. Quisiera estar contigo; pero la Patria exige y es dueña de nuestra felicidad. Mi deber: estar lejos; sufrir tu ausencia; vivir de la esperanza... Hace unos días tuvimos una reunión los exilados. La opinión de todos fue que pronto será decapitada la tiranía; que pronto seremos libres otra vez... Escribo artículos en los periódicos que, según comentarios, son muy apreciados. Quisiera que los leyeras. Ya lo haras a1gun d'la... " Fedra levanta los ojos del papel, y sobre su borde mira el kepis de Hipólito. Un leve movimiento de sus manos y descubre un par de ojos que miran fijamente sin ver nada. Algo le sucede. Está lejano, más que nunca, dentro de su odioso uniforme... Las letras vuelven a estar delante de su mirada. Ahora, la ortografía académica del esposo se ha convertido en borrones azules. No quiere leer más. "Mi deber: estar lejos; sufrir tu ausencia... " Ausencia... ausencia. .. ¡Quince años de separación!. .. Ya no te espero más, marido. Quédate en París con tus ideales... El exilio... El héroe... Nada... A pesar de la distancia he llegado a conocerte, esposo mío: no eres más que un mito; un hombre como otro cualquiera, como yo soy una mujer común. Para los demás, una loable reputación de mujer I
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sufrida. Para mí, un sexo en plenitud; un cónyuge lejano; un hijastro cercano ... Quédate con tu aureola y con lo que haces creer a los otros que es esperanza. El papel descansa sobre su falda. Delante de ella la del joven envuelta en una niebla. Con un imperceptible pestañeo lo trae a la claridad. -No formaré parte del pelotón de fusilamiento. -Hay que hacerlo, Luis. Los diez escogidos somos dudosos: yo por ser hijo de un exiliado político; tú por murmurador; y de manera similar todos los demás. Si nos negamos pasaremos a ser culpables; cómplices de los invasores. - y si aceptamos, estaremos ligados a la maquinaria de opresión hasta el final de nuestras vidas. ¡Quieren comprometernos! -Decir no equivale a torturas, fusilamientos; un tiro en la sien, en el mejor de los casos. -No lo haré... Prefiero suicidarme antes que hacer daño a esos muchachos que han venido a liberarnos. -¿Estás loco? .. Los fusilarán de todas maneras. ¿Qué ganaríamos con negarnos? -Probablemente nada, Hipólito ... pero no puedo.. -¿Quieres beber algo? -Sí. -Sírvete. Nunca he sabido preparar tragos a hombres. Hipólito va a la nevera. Saca hielo y lo echa en un vaso. De un mueble negro coge una botella de ron blanco y se sirve. Luego vuelve a sentarse. -¿Podrías leer la carta? ' ...p ~ - Sl. ~ arque no. Le entrega los tres pliegos. -Hacía tiempo que no recibías noticias de él, ¿verdad? -Mucho ... Tanto, que ya no las esperaba. I
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Deja el vaso sobre la pequeña mesa a su lado. Mira los papeles con desgano. "Querida Inés ... Añoro tu presencia... " La "Q" elaborada, le ha tomado tiempo hacerla. La "s" gotea como si fuera a juntarse con la línea de abajo ... ¿Y mi nombre? ¿No está mi nombre? En los tres pliegos busca su nombre y no lo encuentra. Un amargor le sube a la garganta. No quiere saber lo que dice la carta de su padre. Hace un gesto de desagrado con los labios, y se recuesta en el sillón... La parte trasera del kepis le molesta, y se lo quita. Lo deja sobre la mesita, alIado del vaso. Se recuesta aún más... Fedra lo observa. Frente amplia... Pecho que se dibuja debajo de la camisa... Figura desganada. .. Se parece algo al ausente; pero es más hermoso, más alto. Sus facciones son más finas ... La madre debió ser una bella mujer. -Sueña, ¿verdad? -¿Cómo? -Digo, que vive en una fantasía. -Sí. -Siempre lo mismo: la descripción de la noche vacía; los artículos que escribe; los planes; la esperanza. Todo de acuerdo a un molde rígido. Según una estática falta de imaginación. Le devuelve la carta y bebe del ron. -¿Tú que piensas, Hipólito? -¿De qué? -De todo He creído en tantas cosas y nunca he visto ninguna realizada Ya no creo en nada. El bebe de nuevo y encoge sus hombros. Se levanta y va a la ventana. El paredón gris es iluminado por dos reflectores. El sudor de su frente es frío. Silencio. Por la puerta de la cárcel sale una masa
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obscura que se acerca a la luz: los guerrilleros avanzan a empujones propinados por los rasos. Los amarran a postes. En uno atan a dos, y en el centro ... Luis. No tiene ninguna ropa. El pecho y los muslos cruzados por latigazos. Lo han golpeado hasta desfigurarlo. Le han afeitado la cabeza y las cejas ... -Atención. Debo olvidarlo ... ¡Tengo que hacerlo! Parpadea. Afloja el nudo de su corbata. Se obliga a observar la gente que pasa por la calle... Un hombre gordo ... Una mujer. .. Dos muchachos... Otra mujer... Gente sin complicaciones. Fedra le mira. Su espalda es fuerte ... Es hermoso. -Hipólito... ¿Has observado? Nunca te menciona en sus cartas. La última mujer ha entrado en una casa vecina. -No. Nunca me menciona en sus cartas. -Ni siquiera para reprocharte. Ni siquiera para reprocharme. Pasa un carro azul y la calle queda vacía, devolviendo calor bajo el sol de la una. -Como si no existieras. -Como si no existiera. Una puerta es cerrada en alguna parte... ¡La descarga del pelotón de fusilamiento! Se vuelve con rapidez... Luego, con esfuerzo, respirando hondo, calma sus nervios. Camina lentamente por la habitación. -¡Sabes una cosa, Fedra? .. Para mí, él, también como si no existiera... No he querido que fuera así. Es algo que ha nacido poco a poco, sin que me diera cuenta siquiera. Primero hubo el recuerdo de una figura joven; la imagen que conservaba de la última vez que 304
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lo vi. Era apuesto ... Después, su retrato en los diarios, cuán diferentes: la cabeza blanca, los ojos hundidos, la piel como tierra reseca. ¿Qué hay de aquel padre de los cinco años en esa figura? .. Nada. ¡SUS ideas? .. Para mí no tienen vida. Dicen que lucha por ellas. Pero; ¿dónde se desarrolla esa guerra? .. ¿Recuerdas la foto que te envió? ... Aquella, sentado en el restaurante ... ¿Domo? ... ¿O era Dome como se llamaba? -Dom, así se pronuncia por lo menos... Sentado en la terraza del Dom. -Pues bien ... no puedo separar sus ideales de esa foto. Pensamientos de bar. Lucubraciones de terraza. Masturbaciones (perdón) de copa de vino francés ... Nunca podrán materializarse. No hay lucha. No hay enfrentamiento con la realidad. El cerebro obsesionado en una mesa, millas y millas de mar por medio, y los problemas aquí. Hipólito va a sentarse. Escancia el vaso y lo deja sobre la mesa. Habla lentamente: -Y... en el supuesto de que algún día pudiera ser como él quiere, ¿que fuerzas tendrá entonces? .. Los años no pasan en vano. -Nos rebasan y duelen. -Es lamentable. -Entonces ... ¿me comprendes? -¿Qué? -No ... nada. Fedra se estremece. El rubor acude a sus mejillas. Se levanta. -¿Por qué no te sirves otro trago? -Sí. Hipólito hace el ademán de levantarse. -Espera. Toma la botella y se la alcanza. Él se sirve. Ella vuelve a sentarse. Él bebe con avidez. Está nervioso y un poco mareado. 305
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-Sabe que yo existo. -¿Qué dices? -Mi padre ... Sabe que yo vivo, aunque quisiera que estuviera muerto ... Soy un escollo insalvable para su regreso. Él, el patriota, tendría que liquidarme a mí, el sicario del tirano. Yeso podría perjudicar su reputación. Después de todo soy su hijo, y el asesinato entre familiares no es bien visto por nadie ... Antes de continuar traga a secas. -Tal vez sería yo quien tuviera que matarlo si volviera. Inés lo mira con asombro; fijamente. -¿Lo dices en broma, verdad? -¿Crees que juego? -No creo que seas capaz de matarlo. -No, a él no ... O quizás sí. Ahora, ¿cómo saberlo? El General se acerca a Luis. Lleva algo en las manos: un cartón, que cuelga en el cuello del muchacho. En él se lee: "Comunista... Traidor". Se retira a contemplar su obra. Le escupe en el rostro. Alguien se queja. El General se vuelve al pelotón y habla: "Se ha negado a cumplir con la justicia. Es cómplice de los invasores. Es un traidor.... ¡Que esto sirva de escarmiento a los vacilantes! -¡Hipólito! Fedra lo observa, su cuerpo echado hacia adelante. Su rostro es un retrato del espanto. Hay algo en ella que lo provoca. Ríe. Sus carcajadas son nerviosas y poco convincentes ... La mirada de ella pasa a ser de asombro y finalmente de alegría. También ríe. -Ah, ya sabía que bromeabas. -No hay que preocuparse, Fedra ... El gobierno está ahora más estable que nunca. Mi padre no puede venir. La única manera sería por invasión, y después del fracaso de esta última no me parece que vaya a venir otra. Además, está muy viejo. Ni siquiera lo intentaría.
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SU VOZ es un susurro cuando dice: -Ojalá que no volviera nunca. Piensas igual que yo, muchacho... y si es así; ¿por qué entonces... ? -Hipólito... Fedra se levanta, y antes de continuar hablando da la espalda al Joven. -¿Estoy yo envejecida? .. ¿Me encuentras tú maltratada? -No. -Supongo que esa es la respuesta que se da a toda mujer que pregunta esas tonterías. -¿Qué quieres que te diga, entonces? -Mírame.. , Piénsalo. Ve los senos redondos. Ve las imperceptibles arrugas debajo de los ojos. Ve la cabellera despeinada. -No. -Gracias. y la mujer se sumerge en un viscoso torbellino de renacer sexual. No me haces falta, esposo. Podrías morir y mi luto sería un canto de libertad. Oh, negro; negro magnífico en la ropa; blanco nupcial del espíritu. Entierro que quiero presenciar. Lecho que quiero sudar. .. ¡Hipólito! ¡Hipólito! No me haces falta, esposo. Podrías morir y mi luto sería un canto de libertad. -Hipólito... Se sorprende de haber pronunciado el nombres, como si se hubiera deslizado desde el pensamiento. Lo mira. Él nada ha escuchado. Su barbilla se hunde en el pecho. -Hipólito ... eres lo mejor que he conocido en mi vida. -¿A qué viene eso? .. ¿Te burlas? -No. Imposible ... Quise decir que ... posees una bondad tan extraña, que ... Pensé que ibas a odiarme por usurpar el puesto de tu madre, y ha sido todo lo contrario. 307
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-Tú no tienes ninguna culpa. Si hubo falta, fue de él. .. Además, no la recuerdo a ella. Su imagen es sólo una sombra muy difusa... Todo es desdibujado. Como si apenas lo hubiera imaginado. Como si lo hubiera leído. ¿Sabes? .. De momento me encuentro en una escuela, como abandonado. Sólo entre los compañeros y los temidos profesores. Especialmente solitario por las noches, entre las sombras blancas de las camas que recordaban tumbas. Desvalido ... Sin nada en el pasado y con menos en el futuro ... No te imaginas cuánta amargura había en mi alma para todos. Odiaba a mi padre por haberse marchado. Odiaba a mi madre por haberse muerto. -¿Me odiabas a mí? -Sí. Especialmente a ti. No porque usurparas nada; eso no lo comprendía. Te odiaba porque me habías llevado a aquel lugar en donde todo eran reproches y castigos. Rumiaba mi odio hacia ti y juraba que algún día me vengaría. -No debiste nunca internarte, -No importa. Eran cosas de muchacho. Ya pasó. -Nunca se me ocurrió que... Era una venganza en contra de él. Hacía apenas un año que nos habíamos casado cuando el gobierno descubrió su conspiración y tuvo que salir huyendo. No podía perdonarle que me dejara sola con un niño que no era mío, por unas ideas que no eran las mías. Lo único que se me ocurrió fue salir de ti. Yo ... No me guardes rencor... Yo... -Te dije que ha pasado. De mis fobias sobrevive la que le tengo dedicada precisamente a él. Sólo mi padre es culpable ... de cada uno de mis problemas ... Ahora me reprocha que haya ingresado en la Fuerza Aérea. Supongo que hice mal. Lo acepto como base de discusión. Me equivoqué; pero no había nadie para indicármelo. Era apenas un adolescente cuando decidí alistarme. Un niño crecido que quería escapar de esa cárcel de letras y números. Y ahí estaba el hermoso uniforme de cadete,
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los aviones, el cielo, la libertad ... ¿Qué es posible saber de política en un colegio de curas? ¿Qué podía yo ver de malo en eso? .. Nada, nada. ¿Y dónde estaba él para aconsejarme? .. El deber de un padre es enseñar a su hijo; guiarlo por el buen camino .. , Pero no, él estaba en París, tomando buen vino en el bar ese. Bebe un gran trago y seca el sudor de su frente con la manga del uniforme. Su mano tiembla. -¿Estás nervioso? -No. Es que... Resuena la descarga del pelotón de fusilamiento. Los cuerpos se ablandan. El de Luis se proyecta hacia adelante. -No, Fedra. No podré perdonarlo nunca. Se levanta. Apura el vaso. Vuelve a servirse y permanece con la botella en la mano. Ahora habla sin mirarla: -Tengo un compañero ... El torso de Luis parece que va a romper las sogas. -Tuve un compañero de armas que me decía... "La culpa de todo está en la situación. Y si somos culpables de algo, es de no haberla cambiado .... "Según su tesis, mi padre es una víctima. Los asuntos hubieran sido iguales para mí si él se hubiera quedado. Y tenía una explicación bastante lógica para convencerme. Me argumentaba: "Tu padre tuvo que irse por que no quería mancharse retractándose de su ideal, que es libertar al pueblo. No se desdijo; pero el pueblo no ha sido liberado; todo sigue manchado. De haberse quedado, dos cosas pudieron suceder: o lo mataban y se inutilizaba para el ideal; o sencillamente adjuraba. Entonces la situación permanecía igual de cualquier manera... Lo defendía como si hubiera sido su amante padre. Insistía: ¿Te imaginas lo que es un hombre vendido? .. Tampoco hubieras oído ningún consejo saludable. Hubiera sido peor. Él mismo te habría empuja-
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do a hacer una barbaridad .... " y me contaba de muchos casos que conocía de hombres que se habían visto obligados a claudicar y que terminaron siendo los peores asesinos. Un nudo se le cierra en la garganta. Bebe, y hasta se le hace difícil tragar. Se vuelve hacia ella. -Convincente ... ¿verdad? -Sí. -Siempre trataba de hacerme entender que era muy bueno que nosotros estuviéramos en la milicia. Que si algún día estallaba una revolución de calibre, seríamos precisamente nosotros los que... Según él, sólo hay una manera de mantenerse limpio ... -¿Cuál? -Acabando con el actual estado de cosas ... ¡Triunfando! Una sonrisa irónica aparece en los labios de Hipólito. Camina lentamente hacia el sillón y se sienta. Deja el vaso entre los pies y reposa la cabeza entre las manos ... La cabeza de Luis parece troncharse. Aprieta sus sienes No puede pensar... Fedra no entiende muy bien lo que sucede Él continúa: -Tú lo conocías. Vino una vez conmigo a esta casa. Se llamaba Luis. Luis Salazar. Era de la misma promoción que yo ... Hace unos días el General formó un pelotón de fusilamiento para los invasores que habían encarcelado en la base. Él se negó a tomar parte. Traté de convencerlo de que era una estupidez su actitud... Hay un grande y pesado silencio. Fedra muestra tensión premonitoria en todas las fibras de su cuerpo. -Fue fusilado junto a los invasores. Hipólito se tira contra el respaldo del sillón. Sus ojos están enrojecidos. Sus palabras se quiebran. · Fera... d "\,. , ~ ¿'r. ,. ~ E 'bl e trIun. ¿venclO.... 1 uva exIto.... ¿ SpOSI - D lme, far? ... ¿En qué maraña estamos metidos? ... Parece como si en este 310
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mundo fuera imposible hacer algo bueno. ¿Debí yo también negarme a disparar? ¿Debí escapar hacia París? La respiración forzada hace mover su pecho convulsivamente. La camisa parece que fuera a estallar.. , Se incorpora. -Fedra... ¡No sé que hacer! y las convulsiones de su pecho ahora son producidas por los sollozos. Fedra se levanta y rodea la cabeza del joven con sus brazos. Lo acaricia. -No llores, Hipólito ... Hiciste bien en aceptar... ¡¿Bien?! -¿Para qué sirve la muerte? .. ¿Para qué perderte tú también? ¿No seré un cadáver de todas formas? .. Nada puedo hacer, al igual que están impedidos de actuar los que ya no respiran. Mis pulmones se mueven y sin embargo me pudro en esta gran fosa común. Inerte entre millones de cadáveres que caminan y vuelan y están inmóviles. Exánime entre millones de despojos que caminan y vuelan y están petrificados en su podredumbre. Conscientes de todo y sin poder cambiar un ápice ... Vencidos ... ¡Vencido! Fedra siente la cabeza del hombre entre sus dos senos, como la de un pequeño niño que se preparara a mamar. Es necesario vivir, Hipólito... Sin política, ni uniformes... Desnudos... Como acabados de nacer. Muerto... fallecido ... cadáver ... Tengo que salvarte. Tenemos que ayudarnos. Es necesario triunfar... Es lo único que podemos hacer. Ésta es la sola verdad que no está permitida. Una realidad que nunca será escrita, y que aún así, será más verdadera que todas las historias ... Una tarde, un varón y una hembra se hicieron hombre y mujer sin manzanas ni mitología, sin kepis, ni botas, ni luto. Ella y él, sin disfraces ... Naceremos una tarde cualquiera de verano ... No. 311
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No así sin precisiones. Hoy, esta tarde ... Ahora ... Veremos la luz, sin ideas. Presenciaremos la vida naciendo en convulsiones ... Muerto todo lo que no sea tu carne dura y mi carne blanda. El mundo se derrumba y no importa. Tu padre especula y da igual. Eres militar y ¿qué trascendencia tiene? .. Estás aquí. .. iY eso es lo que vale! Hipólito se ha calmado. Se desprende del abrazo de Fedra, se levanta y camina sin rumbo por la habitación. Se aprieta el nudo de la corbata. Busca el kepis y se lo pone. Perdóname. Me he comportado como un infante. No quería hacerlo; pero no pude evitarlo. Una angustia me estaba asfixiando y tuve que darle escape... Ahora me siento mejor. Estás sudando. -Hace calor. -¿Te vas? -No. -¿Por qué no te pones cómodo? .. Quítate eso de la cabeza... Cámbiate la camisa... -Estoy bien así. -Por mí. .. Quítate el uniforme. -¿También a ti te molesta que sea militar? -No... Es sólo que cuando lo vistes no eres muy tú... Eres el aviador. El político. Eres ... él. -¿Tanto te importa? -Mucho. -Él es tu esposo. -Está casado conmigo. Hipólito examina su traje. Busca su imagen en un pequeño espejo que cuelga de la pared. Allí está. Lejano como la gente que vio pasar por la calle. Lejano, como su padre de los cinco años. Ausente... Se arrodilla para coger el vaso y trata de beber. Ya no hay 312
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nada dentro de él. Sí, una gota que cae desde el borde y rueda por los labios hasta la barbilla. Allí se confunde con el sudor. -¿Quieres otro trago? -No. Voy a cambiarme... Aprovecharé para darme un baño ... ¿Puedo? -Por supuesto. Tu ropa limpia está a la derecha en el clóset. Se levanta y va a la habitación ... Fedra queda sola. Estática. Es la situación, esposo ... ¿Qué puedo hacer yo para modificarla? .. Nada. Sólo soy una víctima como tú. Peor que tú. Ni siquiera tengo tu esperanza. Ni siquiera tengo tu fuerza ... No puedo ser pura en una sociedad que anda patas arriba.... Tal vez en el mundo que tú dices que traerás ... Pero, no sé. No puedo creer en esa enso. , ... 'r_1 , "H'IpO'l'Ito"...No pue d o naClOn lal vez al' gun d'la... iH'IpO'l'lto.... ser pura en una sociedad que anda patas arriba.... Tal vez en el mundo que tú dices que traerás... Pero, no sé. No puedo creer en esa ensoñación ... Tal vez algún día... ¡Hipólito! ... Hipólito ... Camina hacia la puerta por donde salió el joven. La abre, y él, frente a ella, desnudo, no siente vergüenza. Por un momento Fedra no se atreve a moverse. Sus ojos de perro apaleado recorren los mosaicos hasta el borde de la cama. Hasta unos pies desnudos. Allí se detienen un instante, para luego iniciar su camino hacia arriba, yal final. .. una sonrisa cómplice ... Fedra da un paso ... dos... tres ... Ya se confunden sus respiraciones. Lástima que no estés aquí para que presenciaras. No pudiste conservarlo a él, y ahora también a mí me pierdes. Las dos personas que más debiste ayudar, por tu culpa, son irredimibles ... No es correcto y no importa. Estamos aquí. .. y tú, mientras tanto, te masturbas con tus ideales en la terraza de un bar llamado ... llamado ...
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Coñac coñac y un poco de inocencia
Electra llega a tiempo. El avión acaba de aterrizar. La agitación nerviosa le impide colocar su auto cabalmente con celeridad. Lo abandona, mal aparcado, sin tomar su cartera, sin siquiera cerrar las ventanillas. Asciende la rampa quebrada que la conduce al edificio de la terminal, y sin cuidarse de los autos que pasan, cruza la marquesina y entra. Corre hacia los ventanales que dan a la pista de aterrizaje, tropezando con la gente que se mueve tontamente en todas direcciones. La voz del altoparlante, ininteligible como siempre, dice algo y resuena sobremodulada una música de acordeón. Llega a la baranda que protege los cristales y mira hacia afuera. Dos personas caminan por la pista. Nadie más baja por la escalerilla del Air France. En su puerta una azafata habla con alguien del interior ... ¿Habrd venido? .. Su corazón late con fuerza. Siente un pequeño vahído y deseos de llorar. Se sujeta con fuerza a la barra de metal y baja la cabeza... ¿Me voy a enternecer ahora? Aprieta la mandíbula. Es necesario conservar la calma. El no es mi hermano. Simplemente un contrincante. Un adversario. Un enemigo. Es necesario conservar la calma. Un grupo desciende ahora, yel último ... Orestes... 315
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Los nervios. Debo tener cuidado con ellos. Pueden echarlo a perder todo. Y cada cosa tiene que ser de la manera que lo he pensado. Después de tanta espera y tantos desvelos, debe ser sí. Ahora el muchacho camina sobre el brillante cemento debajo del enceguecedor sol. .. Tiene barba; se ha dejado crecer un candado; se ve más maduro ... Cuánto tiempo esperado; cuánto tiempo mordido. Pero ya estás aquí, mi querido hermano. Mi despreciable amigo. Mi amado enemIgo. Orestes desaparece detrás de la estructura que conduce a migración, y ahora no hay más fuerza en la muchacha que llora abiertamente mientras se dirige a la parte baja del edificio, ahora con más calma. Una mole humana se antepone entre su visión y los vidrios que permiten ver la sala de emigración. Pero, metódicamente, lentamente logra introducirse en ella y avanzar hasta quedar en primer lugar, justo cuando los pasajeros comienzan a aparecer por el fondo. Con su pequeño, fino y perfumado pañuelo seca sus lágrimas, yal hacerlo piensa: Tal vez debería dejarlas. Llorar la más de veces resulta muy convincente. y se sonríe. -¿No es usted el hijo de Manuel Arambulet? ., Orestes mira al inspector que le sonríe desde su caja de cristal. - ...Eh, ¿no lo es? -Sí, lo soy. -Pasa, pasa muchacho. Soy muy amigo de tu padre. Me le das recuerdos. Le dices que Pérez, el de la terminal del aeropuerto le mandó saludos. Luis. Luis Pérez. Estoy seguro de que me recuerda. Estudiamos juntos en la Normal Presidente Trujillo. ¡Muchacho más serio tu padre! He seguido con atención su carrera política. Mucho " ... j D emasIa . do.' mento 316
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Después de sellarlos con gran elegancia y sonrisa, el pobre diablo entrega sus documentos a Orestes .... Nada ha cambiado en este maldito país. En el primer encuentro que tengo ya ahí está presente la detestable adulación. ¿A mí que me importan las andanzas de ese sinvergüenza? .. Nada. Ojalá se hubiera muerto hace ya muchos años. Mucho antes de que conociera a mamá. Cuando estudiaba contigo, buen desgraciado. El muchacho acomoda su cámara fotográfica, carga su maletín de mano y colocando el pasaporte debajo del antebrazo, se encamina hacia los sinfines del equipaje. Ya se mueven; pero las maletas no han comenzado a entrar. Ahora dirige su mirada hacia la salida, y allí, con ansias, detrás de los sucios cristales, trata de encontrar a su madre. No ... No hay ninguna mujer rubia allá... Sin embargo ... aquella debe ser Electra. Sí. Ella es ... ¿Habrá venido sola? .. ¿Por qué? .. ¿Será que mamá está enferma? Eso fue lo que pensó cuando recibió el telegrama de su hermana. Aún antes de abrirlo sintió que lo que allí decía tenía que ver en alguna forma con ella. Pero el mensaje era escueto: "URGENTE PUNTO VEN AL PAís DE INMEDIATO PUNTO ELECTRA PUNTO". Trató de no ponerse nervioso, de no hacerle caso, de no viajar. Su hermana comúnmente exageraba. De seguro nada sucedía. Nada de cuidado por lo menos ... Pero no podía quitarse de la mente esa preocupación por Dilia Teresa, como él le decía a su madre que debió llamarse ... Se había jurado no volver a pisar la tierra natal mientras perdurara la tiranía, o al menos mientras viviera su padre; pero a unas cuantas horas de haber recibido el telegrama no pudo soportar la incertidumbre y pre317
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paró el viaje. Y aquí está. Recogiendo la maleta para enfrentarse a lo que desea que no sea terrible. -¿Orestes? .. Orestes, ¿verdad? .. Arambulet ... Ven por aquí... A ti no hay que revisarte. No vas a traer nada ilegal ... Mira, tu hermana te espera... Encantado de verte, muchacho. La puerta se abre y ahí llega él, como atontado. Da unos pasos en dirección a su hermana y se detiene. Es ella quien corre a abrazarlo. Siente el calor y el temblor de Orestes cuando está en sus brazos, y entonces, sin importarle nada, gime como una perrita enferma. Cuánta protección siente apoyada en aquel pecho fuerte. De repente comprende que todo marchará bien. Algo se lo dice. Lo siente. -Electra... ¿Sucede algo? La muchacha levanta su mirada y contempla sonreída la barba imperial de su hermano. -Deseaba tanto verte. Perdona la emoción ... -Muévanse, muévanse. Quítense del medio. ¿No ven que están entorpeciendo el flujo? El policía los ha empujado y se movilizan hacia la salida; ella, ayudándolo con el maletín en la mano. -Oh, estoy muy cansado ... ¿Por qué el telegrama? -Ahora te explico ... Vamos. Creo que dejé mi auto a mitad de la salida. Electra no puede evitar sentir orgullo por la apariencia de su hermano. Parecería un extranjero con sus rizos dorados que ahora destellan al recibir el resplandor del día, con su bien cuidada barba, con su elegante blazer azul y su distinción indescriptible. La gente que pasa lo observa, y ella, en una mezcla de protección y satisfacción, engancha su brazo izquierdo en el derecho de él y camina satisfecha. -¿Cómo fue el viaje? 318
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-¿Qué sé yo? .. Estaba tan nervioso que no disfruté nada. ¿Qué es lo que sucede, Electra? Han llegado al vehículo, que ciega con sus destellos. -Vamos, adentro. Te presento a mi nuevo auto. Me lo regaló papá hace unos meses. ¿Verdad que es bello? -Sí... Debí traer lentes obscuros. Se me había olvidado como molesta la luz aquí. -Ponte los míos. -Imposible... Tú vas a manejar. -Pero yo me he acostumbrado a la brillantez tropical. -No, no, no ... Partamos ya. Ninguno de los dos usa las gafas. El auto se pone en movimiento y enfila hacia la carretera que va bordeando el mar de oro y azul. Orestes recuesta la cabeza y observa el rostro de su hermana, que ahora se le antoja avejentado, con amplias y obscuras ojeras, y una arruga profunda en el entrecejo. -Es con relación a mamá... No soy un bebé. Dime, ¿está enferma? -No. Está bien. -¿Qué pasa entonces? -Ya tendremos tiempo de hablar. Lamento haberte preocupado. No es asunto de salud. A nuestra raza, por parte y parte, hay que acabarla a fuerza de golpes. No nos da ni la gripe... ¿Por qué la barba? -¿y por qué no? ¿No te gusta? .. Me queda bien, me parece. -Luces como un príncipe ... un griego del tiempo de los clásicos. -Me decías que era urgente. - y lo es. Pero necesito de cierta calma para hablarte ... Cuéntame de ti. ¿Cómo te ha ido? -Pues, a mí bien. Pinto y estudio francés en la Alliance y bebo mucho vin blanc seco Me va bien con las mujeres, y aunque no logro 319
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aún vender mis cuadros, ¡merd alors!, tengo confianza en que pronto todo cambiará... Orestes empuja el asiento hacia atrás y cierra los ojos. - ... No duermo nada desde ayer. Me siento mareado. -Descansa ahora y confía en tu hermana. Me he dado muy buena driver como verás ... Nada de esto merece la pena verse. No ha cambiado un ápice. Nada te pierdes. Con celeridad el muchacho se desliza a una duermevela sobresaltada en la cual los ramalazos de sombra que producen los árboles al interrumpir la media luz de sus párpados cerrados marcan un ritmo de pesadilla. De seguro no tiene importancia, como pensé. Mi hermana se preocupó por algo que ahora ya no tiene trascendencia y no sabe cómo explicármelo. He gastado mi tiempo y mi dinero para nada... Pero, de seguro que mamá me dará más... A papá no quiero verlo. Ojalá que no esté en casa cuando lleguemos. De seguro que no. Estará en su Secretaría fraguando quién sabe qué barbaridad. No sabría que decirle si lo viera. Mamá de seguro llorará. Nunca quiso tenerme lejos. Pero, ¿cómo vivir con la vergüenza en la misma casa? Regresaré a París de inmediato. Tal vez mañana. Así a lo mejor evito encontrarme con él. .. ¿Qué será lo que pasa? y tratando de evitar la molestia en sus ojos, coloca un brazo delante de su cara y oprime con fuerza. Electra observa el movimiento y sonríe. Hermano, de nuevo aquí. No quiero verte como un enemigo; pero ¿qué puedo hacer? Debería de bastar que yo te hablara como antes y que tú me comprendieras como siempre lo hiciste. Fueron tan hermosas nuestras relaciones. Nunca discutíamos de verdad. Lo que se dice discutir. Pequeñas diferencias, y ya no más. Casi sobraban las palabras entre nosotros. Bastaban las miradas para llegar a un entendimiento. Y de repente, la maldita política que se te mete 320
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no sé por dónde, y todo que se acaba. Entonces comienzas a hablar mal de nuestro padre y a guardarte palabras dizque porque no me tienes confianza ya más. Y todo se debilita y se resquebraja y ahí está que te vas, sin mucho anuncio, y ni siquiera me mandas una tarjeta para decirme cómo te va. Y aquí te tengo, ya no como un familiar sino como un contendiente, cuando lo que quisiera es llorar y llorar y quejarme y esperar la solución que tú encontrarías como siempre lo hiciste en el pasado ... ¡Oh, hermano! Y así será. Te hablaré y entenderás. Tú comprenderás a pesar de los años pasados en la distancia y a pesar de la distancia que creó tu ideología. Te contaré mi tragedia y nuevamente seremos los hermanos que tanta admiración despertaron. Como si no hubiera transcurrido una sola noche. Esta triste calígine de pesadilla. -¿Por dónde vamos? -Entrando a la ciudad ... Creo que este puente tú no lo conocías. -No ... ¿Y el otro? -Lo tumbaron ... Este es mejor. .. Ya tú sabes como son las cosas del Jefe. Es todo un señor puente de verdad; mejor que el anterior. Pero debajo, colocadas en su artística naturalidad se recuestan unas a otras las destartaladas casuchas de siempre. Qué lástima que esta plástica escena sea algo tan tristemente real. Muy bellas en una tela embarrada a lo Van Gogh, mas desesperadamente patéticas cuando sabes lo que encierran. En ninguna parte como en mi tierra me es tan dolorosa la miseria. Y puedo sentirla en estos rostros meditabundos que pasan, y presentirla detrás de la bullanguera desfachatez de los que ríen. La misma ropa andrajosa, la misma delgadez, las mismas calles, la misma desgraciada tierra. -¡Patria! -¿Qué dices, Orestes? 321
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-Nada... Pensaba. Sí. Dijiste Patria. Ahí está ella, agazapada dentro de sí para hacerme más difícil mi labor. y en un acelerón violento, Electra atraviesa temerariamente la vieja Ciudad Colonial. Al llegar al malecón ya se siente más calmada. La tensión que mostró su hermano ante la demostración de velocidad le hizo gracia y contribuyó a relajarla. -Bueno, hermana, eso sí que fue fuerte. Se ríe a carcajadas y con su mano derecha acaricia el pelo revoloteante del muchacho. -Abre la guantera y verás lo que te tengo ... Orestes sonríe ante la expresión de complicidad de Electra y ejecuta lo que ella le pidió. Allí, entre papeles, se encuentra una botella de coñac. La toma. - ... Napoleón, el que te gusta. ¿Recuerdas cómo nos lo robábamos entonces? -Mamá... ¿Por qué no ha venido a recibirme? -Porque no sabe que venías. Le oculté tu regreso ... Un gesto de desagrado aflora al rostro de Orestes. - ... No te preocupes. Papá tampoco se ha enterado. Éste es un asunto entre tú y yo ... Qué, ¿no piensas abrir la botella? -¿Aquí? -Así lo hicimos muchas veces. -Es verdad. y Orestes descorcha la botella con la lentitud que le marca la categoría de su pensamiento en la madre. A ella la quería por sobre todas las cosas. Era hermosa. Bella como nunca había visto a ninguna otra mujer. Era dulce y a la vez apasionada. La veía pasar por la sucia vida social sin mancharse, impoluta, como una flor blanca creciendo en los pantanos. Rubia como él. Adorable. Firmemente la misma a pesar del constante contacto con el puerco de su esposo.
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-Llegamos. y están en la avenida George Washington, frente a las palmeras que se inclinan hacia el mar. -¿Cómo? .. ¿No me llevas a casa? -Después, si aún lo quieres ... cuando hablemos. Quiero que lo sepas todo antes de que te encuentres con ellos ... Vamos, vamos a la playita, como en los buenos tiempos. y uniendo la acción a la palabra sale corriendo del auto y saltando por la hilera de bancos se interna en el palmar en dirección al agua. - ... No te olvides la botella. Yaún corriendo se desprende las sandalias. Luego se pierde en el declive de los arrecifes. Orestes se quita el saco, lo tira sobre el sillón y sale del auto, un poco sorprendido por el comportamiento que se le antoja aniñado de su hermana. Se bebe un trago de coñac, y cabizbajo se moviliza hacia la playa. Electra lo espera acostada sobre la arena. Ahora que el sol comienza a nublarse la temperatura está más fresca. Hay algo en la actitud de la muchacha que le sugiere una seducción. Pero, no, ¿cómo va a ser? .. ¡Imposible! ... ¿Me estará vulnerando la morbosidad francesa? Con cuidado baja y se sienta alIado de ella. -Tendríamos tanto de qué hablar, hermano ... Pero las palabras siempre nos conducen hacia donde no queremos ni debemos ir. Quisiera vivir. Vivir simplemente, aunque fuera algunos minutos. Hace tanto tiempo que no disfruto de... ¿Lo ves? .. Eso es triste. Olvidemos . . , quen·do.... ~ .- sonne. ,, ¿Y esa expreSlon, iSomos nmos, 1o negatIvo... El muchacho lo hace; pero es obviamente la suya una sonrisa de compromiso. -¿Qué le pasa a la hermana? -La hermana está bien ... ¿Qué le pasa al hermano? .. ¡Qué bueno que recuerdas nuestro juego!. .. Tú entonces respondías: ''Al
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"Y yo d ' "¡Al egremonos, entonces.. 1" hermano no 1e pasa nada. eCla: I
y tú concluías: "Lo estamos" y así es: la hermana está contenta con el regreso del hermano Déjame beber. Él le pasa la botella y beben ambos y vuelven a beber, y a medida que en el recipiente desciende el nivel, la niñez se agiganta y se apodera del exterior de Orestes, aunque adentro el corazón lata aceleradamente. Vuelven los juegos de palabras y las palabras dichas en juego. Todo lo que no es un momento en la playa parece volar al olvido: los fracasos artísticos ... de Orestes; la mundana diversión ... de Orestes; las preocupaciones sociales ... de Orestes. Y Electra siempre conserva su lucidez, guiando al aniñado por las sendas de su conveniencia. La arena se convierte en nubes y el monótono romper del mar se torna canción de cuna. -¿Y tus ideas? Deplora la pregunta de su hermana, porque lo enfrenta con un tema recurrente que no logra encontrar salida. -¿Mis ideas? .. ¿Cuáles son mis ideas? .. Todo está tan lejanos. Ya no soy más" el mismo. La vida ha dejado de ser algo sencillo para mí. Se ha entretejido en una forma inimaginable. Mi norte podría estar en el sur o en el cielo, tal vez en el infierno. Sí, quiero; quiero muchas cosas. Pero, han llegado a ser tantas y tan contradictorias que más me valdría olvidarlas. Todo un mundo para disfrutarlo delante de mí, y sin poder gozarlo. -Me refería a tus ideas políticas. -Ellas también. Son parte importante del complejo, de esa complicación impenetrable. ¡Somos tan impotentes!, Electra. Hay tanto por hacer que no es posible comenzar por ninguna parte... Todavía creo en la regeneración social de las masas oprimidas. Pero ellas han pasado a ser una simple pieza que debería concordar con muchas otras. No debería haber pobres; pero todos deben traba324
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jar. .. Los sistemas, todos, pueden ser buenos; pero los hombres son malos. -No te entiendo. -Tampoco yo logro descifrarme a mí mismo. -¡Pobre Orestes! - y tú, hermana, ¿en qué piensas? -He cambiado mucho ... Antes no lograba entender tus palabras. Resbalaban sobre mis pensamientos, como las gotas de lluvia sobre el rostro. Ahora, no es que logre entenderlas; pero... reconozco que tenías razón. Nuestra vida es tan inútil. Me siento tan vacía. Tengo esperanzas de que tú puedas ayudarme. -Haremos lo que se pueda... Quizás seas tú quien me tire una mano. Se toman las manos como dos novios, yel silencio se hace necesario. Orestes tiene deseos de llorar. Electra piensa: Moverse entre tus ideas es como intentar mantenerse a flote en tierra movediza. No, no es ese el campo donde mi batalla puede librarse. Queda el otro recurso: "Tu madre te engaña, Orestes; tu madre me engaña; engaña a nuestro padre, al que nos lo dio todo. Lo engaña con uno que piensa como tú. Uno que quiere quitarnos las comodidades que nos merecemos, que fueron ganadas con trabajo" ... Tú y tus malditas ideas. Las ideas de éL .. Te . qUiero tanto ... ¡tanto. Electra lo mira. Sobre sus mejillas ruedan dos gruesas lágrimas. Una ola de ternura sube por su garganta, ahogando todos los pensamientos. Recuesta la cabeza de Orestes sobre su pecho y le acaricia los cabellos. Las lágrimas son el alcohol, ella lo sabe. Las lágrimas son el momento ... ¡Hay que aprovecharlas!... Dice: -No llore, mi niño. Aquí está tu madrecita para cuidarlo ... Orestes se sume más en su niebla; ahora sin reconocer nada. Electra continúa:
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- ... Me alegro por ti; pero es una lástima que te hayas marchado. Han sucedido tantas cosas desde que te fuiste. Nuestro mundo, hermano; nuestro hermoso orbe ha sido destruido: la tranquilidad después de la cena; los pasadías en domingo; todo, todo es imposible. La voz de Orestes es un balbuceo: -¿Qué ha sucedido? .. ¿Por qué me has mandado a venir? Un largo silencio. -Nuestra madre... Nunca la hubiera creído capaz... He pensado tanto en decírtelo. Sé 10 triste que será para ti ... El muchacho se conmueve sin saber bien por qué. Hace un esfuerzo por desprenderse de las nieblas en que el coñac y los ensueños le tienen sumido. Poco consigue... Se separa de su hermana, y con los codos sobre las rodillas, toma su cabeza entre ambas manos. -Orestes... Orestes... tienes que prometerme que lo tomarás con calma. Todo podría echarse a perder. .. . ' suced e.... t - Pero, ,que ,'Q' ue es.t -He sufrido tanto. Quería resolverlo todo por mí misma... No pude. Necesitaba tu fuerza, tu apoyo. Después de todo eres el hombre, el heredero del poder de nuestro padre. -No me hables de él. Electra reconoce que ha cometido un error, y sin titubear 10 cornge. -Me refiero a tu madre. Es ella, no cabe duda ... Lo he verificado varias veces ... Tiene un amante. -¿Cómo? -Un amante ... ¡Un amante! La voz de Electra se quiebra. Orestes se pone de pie como impulsado por un resorte. Un relámpago de claridad. Siente deseos de correr; pero la inercia que pesa sobre él se sobrepone a cualquier deseo ... La muchacha espera antes de continuar: oo.
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-Mis oídos han escuchado ... mis ojos han visto Hermano, creí morir. Las amigas murmuraban; todos lo hacían La seguí. Electra, a su vez, sacude la cabeza. Es ahora cuando precisa mayor claridad, y la logra: -Se reúnen en un barrio de las alturas. Un lugar sórdido. Una casa de dos plantas. -¡Piensa bien lo que dices, Electra! -AYÚdame... Necesito tu fuerza. Si no puedes dármela, vuelve a Francia, a tu Europa. Vuelve a tu niebla... Por favor, ¡por favor! ... Una ráfaga de aire fresco golpea el rostro de Orestes. Algo que él no sabe definir. Su hermana llora. Él debe protegerla. Él, por primera vez en mucho tiempo, puede proteger a alguien. Se arrodilla a su lado, queriendo decir algo y sin poder proferir una sola palabra. - ...Así. .. así. .. La escalera es obscura. Los peldaños crujen. Hay mal olor que se desprende de las paredes. A través de la puerta puede escucharse todo ... ¿No sabes? ... Los vecinos a veces escuchan pegados a las tablas. Oyen y ven por los intersticios. ¿Qué vergüenza!. .. Sus quejidos; sus gritos de placer. Todo en los oídos y en las bocas de la ciudad entera... ¿Cómo se puede vivir? Silencio. Insonoridad pesada. Mutismo insoportable. Miradas perdidas. Palmas que dan vuelta. Mar que cae sobre el cielo. Arena que se levanta y toma vida. El alcohol ya forma parte del organismo y los pensamientos ya han entrado en el paisaje. Duérmete mi niño ... Duérmete mi mierda... País de los paisajes... Suelo que no se debe pisar... y los chillones pensamientos se unen a la voz de Orestes que grita: -¡Venganza! ... ¡Venganza! ... ¡Venganza! ... -Tienes que hacerlo cuanto antes ... Nos hacemos cómplices con nuestro silencio.
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-¿Hacer qué? .. Todo está perdido ... Ella... -¡Venganza!, tú lo has dicho. -Lo mataré... 10 mataré... ¡A ella también! Una sonrisa está a punto de traicionar a Electra. Pronto la domina. -Es más fácil. .. Mucho más fácil... Él es perseguido por la Justicia Sólo tienes que llamar... Cinco números y un pequeño esfuerzo Casa número 25, segundo piso de la calle 4ta del Barrio Los Mameyes... De él se encargará el Servicio de Inteligencia; para ella será suficiente castigo la vergüenza y la reacción de papá... Nosotros tendremos las manos limpias y también la consciencia... Uama. Yo estaré a tu lado para recordarte los detalles. -Vamos, vamos ... Cuanto ames, mejor. .. ¡Capítulo cerrado! Pero no hay ningún punto final. Electra mira su convertible nuevo y sonríe en sus pensamientos. Su rostro se ilumina detrás de la máscara de niña envejecida.
**** Electra se fue a Europa, la niebla de Orestes. El nombre de éste, unos meses más tardes, apareció en una lista de fallecidos: "Muerto en las montañas, luchando en contra del gobierno. Comunista'.
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Una forma de vencer
Como siempre, hace calor en la oficina; pero Antígona hoy no lo siente. Su mente se fue de allí y se ha llevado las sensaciones a pasear en el recuerdo. Frente a ella, sugerida en la transparencia de los grandes ventanales está su propia figura, desdibujada, casi ausente; y sin embargo, lo más real en este momento: el sencillo traje negro le presta un aura hermosa, sus cabellos, ahora cortos, enmarcan una delicada casi ausencia de rasgos. El ronco timbre ha sonado y, ya en el mundo, con un gesto mecánico, alisa sus cejas y trata de amoldar su melena. Sólo al no sentirla allí se da cuenta de que el esfuerzo es innecesario. Y, además, hoy no le importa parecer descuidada delante de su suegro. Tiene miedo. Un miedo repentino le ha asaltado; pero como así le llegó, así se desvanece, conjurado por el recuerdo de su hermano. Peculiar. Muy peculiar. Se levanta. Vuelve a sonar el timbre. Da unos pasos hacia la puerta del despacho, y se detiene. Debe decirle algo al hombre que la espera detrás del escritorio. Pero no sabe qué es ni cómo comenzar. Puede que de esa ausencia de argumentos le nazca el miedo que ahora vuelve a llegarle, y, aunque piense en su hermano, le permanece como un ardor entre los pulmones.
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De no haber venido a la oficina se habría economizado la escena que necesariamente va a escenificarse. Aún sería tiempo para evitarla; pero no, esa idea debe ser descartada; su deber es estar allí, trasponer el umbral de esa puerta; su deber es hablar. Alguien tiene que decir las verdades más tarde o más temprano, y en su familia no se acostumbra evadir las responsabilidades. Su hermano siempre lo dice. Su hermano siempre lo decía. Ahora está muerto. Dicen que sólo quedan de él unos cuantos huesos chamuscados, su cinturón de piel, sus zapatos. ¡Qué absurdo resulta imaginarlo!: huesos unidos o separados, blancos o grises o negros, con unas piezas de cuero que casi ve relucientes ... quizás lo único real en sus pensamientos ... Y, ¿qué tiene que ver eso con su pelo despeinado, con su rostro hermoso, con aquel brillo en la mirada, con su camisa abierta a propósito provocadoramente y sus pantalones estrechos apretando el sexo? Lo ha evocado con dulzura; pero no encuentra en esa imagen la señal del amor; tan sólo la admiración. Admiración a la presencia de la juventud en aquel cuerpo, a la presencia de su capacidad de vivir en plenitud. Es algo intangible que lo rodeaba. A él Y a sus compañeros. Y... Sí. .. ¡también a Manuel! Manuel... Tampoco tiene el amor mucho que ver con él. Tal vez el deseo, si es deseo ese rubor y esa desazón que le viene al ver un movimiento entre las piernas de su novio, con la camisa también abierta y esa mirada ansiosa y ese pelo en apariencia descuidado, como un símbolo de algo que se rebela, de algo que quiere existir, simplemente. Quizás sólo sea admiración lo que ha sentido por Manuel. Vuelve el afónico timbre a roncar por tercera vez. Tranquilamente hace girar el picaporte, yal mismo tiempo resuena la voz del señor Delmonte: 330
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-¿No oyes, Antígona? -Sí, Cierra la puerta sin volverse y queda apoyada en ella. Allí está su futuro suegro; su feo futuro suegro, su horrible futuro suegro. Se parece a a Manuel, no es posible negarlo; pero la edad... Hay una inmensa diferencia que aporta la edad. Los años lo estropean todo. Y Antígona sabe que lo hacen tanto por fuera como por dentro. Sí, dentro de aquella blanda grasa no puede haber otra cosa que lascivia; no ya desazón o rubor, sino lujuria descarada que desnuda. Muchas veces ha sentido los pensamientos del gordo colarse por dentro de sus ropas y allí manosearla; muchas veces ~a visto entre los labios amoratados y temblequeantes su saliva casi sólida, y al pensar en el contacto con sus labios le ha venido la náusea. Pero en este momento nada de aquello le importa... O sí le importa; le agrada. Será otra forma de vengarse, como lo es haberse cortado la cabellera que su suegro tanto admirara: ella tiene las carnes duras y él no podrá poseerlas; sus labios son frescos, y él no podrá besarlos ... Que la mire y la desee hasta la locura; que le reviente el cerebro de tanto imaginar lo que podría hacer con ella. Nunca podrá saber de su lunar arriba del ombligo, ni de la pequeña marca marrón en su nalga derecha... ¡Viejo estúpido y lúbrico! Antígona camina en silencio y va a sentarse frente al escritorio. Él la mira... Ahora en sus ojos no hay lujuria sino miedo. Sus labios se mueven; pero nada dicen. Baja la cabeza y hace rodar su lápiz con el dedo mayor de la mano derecha. Ella se siente fuerte: si hay miedo en la parte contraria entonces la victoria es fácil. Está en su puño, más dominado que nunca. -¿Qué quiere? Se asombra de lo grave que ha sonado su voz, de lo serena que ha resultado. 331
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-Te has cortado el pelo, ¡qué lástima! ... y ese vestido negro... fue de lo primero que oí hablar cuando entré al trabajo. "Está de "d ' eClan. 1uto, Antígona sonríe. Esperaba una mayor reacción por lo de su melena perdida; pero no se engaña: sabe que por dentro le molesta mucho más de lo que ha demostrado. Suavemente le dice: -Estoy de luto. -¿Has hablado con Manuel? ' ·.. p - Sl. e orque.'~ El señor Delmonte toma el lápiz y lo tira sobre la verde carpeta que cubre el tope del escritorio. Se levanta y va hacia la ventana. La sonrisa se borra del rostro de Antígona. Sí, habló con Manuel. O mejor dicho, él habló con ella. Nunca había dicho tantas palabras juntas como anoche. Fue un largo discurso perfectamente aprendido ... pero en ningún momento asimilado. Ella tuvo deseos de reír; tan magnífica ofensiva terminaba en farsa: ''Antígona, que debes; Antígona que no debes; que mi padre; que después de todo tu hermano; que ... etcétera, etcétera... " y luego de estar siglos cacareando, aquel arrepentimiento tan sincero: "Yo no estoy de acuerdo con esto, mi amor. Haz lo que te mande el corazón. Te respaldaré en lo que hagas". ¡Pobre muchacho estúpido!. .. Antígona piensa que, tal vez, lo quiera un poco. Quizás no sea sólo el encanto de sus veintiún años. Tiene algo ... Esa inocencia tan poderosa. Esa belleza que le recuerda a los niños recién nacidos. Esa belleza... como la de su hermano, que ahora, dicen, cabe en una caja pequeña. La voz resuena desde la ventana. -¿El resto de los comentarios también es cierto? Ella guarda silencio. Piensa que por detrás es tan feo como por delante. Quisiera poder verlo caer muerto en ese mismo instante. -Te he preguntado... y Antígona interrumpe:
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-Si los comentarios hablan del entierro, entonces es cierto. He venido esta mañana sólo para decirlo. -¿Sabes que Manuel no fue a dormir anoche a casa? No, no fue. Su padre no podría conciliar el sueño esperándolo. Ansioso por saber los resultados de su embajada. Siente deseos de soltarle unas carcajadas. Manuel de seguro pasó la noche a la orilla del mar, temeroso de volver... Sí, el hijo es mejor que el padre. -¿Qué le dijiste? .. ¿Qué me tienes que decir, ahora a mí? -Nada, señor Delmonte. Era mi hermano. Lo han incinerado. Es mi deber enterrarlo. La voz del viejo ahora resulta más dulce y persuasiva: -Estoy de acuerdo ... estoy de acuerdo. Pero hay que comprender las razones del gobierno. Un entierro en estos momentos sería un acto de agitación ... La gente se tiraría a las calles, lloraría... ¡Quién sabe lo que podría suceder!. .. ¿No han habido ya bastantes muertes? -Parece que no las suficientes. Esas eran palabras de su hermano. Una vez las dijo ... Una o varias veces. Le parece que con otro significado; pero en este momento se adapta perfectamente a la situación ... El gobierno ...el gobierno ... Las únicas razones que juegan en ti, vejo sátiro, son tus papeletas. El dinero que te ganas sin trabajar en tu ministerio. Y ahora temes perderlas ... porque tu nuera pretende enterrar a su hermano. -No puedo permitirlo, Antígona. y ella piensa que no puede prohibirlo. Le dirá que no y ella le responderá que sí. Le expondrá mil razones y no las escuchará. Una desilusión más que se sumará a la de su creciente impotencia sexual. Se le antoja que a tantos años ya todo es fracaso. Además, él tiene algo que perder, y ella nada... y piensa, no por primera vez, que nunca se debería llegar a esa edad en que la vida no es más que una
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cadena de ansiedades insatisfechas y compromisos insostenibles . La claudicación ... la desvergüenza... el propio aniquilamiento . La muerte debería cortar a tiempo ese camino hacia la senilidad; truncar en la subida y no en el descenso ... ¡Tal vez sea por eso que no ha lamentado la muerte de su hermano! Murió antes de que sus promesas se convirtieran en derrotas. Él ya no tendrá que envejecer y renunciar a sus ideales. -Es una tontería, Antígona, compréndelo. -Está decidido. -Eres una tonta... No dejarán que se lleven los cadáveres. No permitirán que los traigan a la ciudad. -Allí estaremos hasta que podamos volver con ellos. -¿No es lo mismo que estén enterrados allá que aquí? Antígona guarda silencio. No sabe qué responder. En realidad, se imagina que su hermano prefiere estar donde está, con sus compañeros muertos, con los que han sufrido su mismo martirio por sustentar los mismos ideales... con los que no han tenido que ensuciarse... ¿Para qué traerlos aquí a depositarlos junto a los otros; junto a su padre, con su historia de perversiones; junto a su madre, que se suicidó muy tarde, cuando ya las manchas habían penetrado hasta los huesos? -Los traeremos ... Será peor el escándalo si no nos dejan enterrarlos. Su hermano querría descansar allá; pero él ya no cuenta. Ahora el problema es de ella. No es capaz de soñar con mejores mundos como él; pero también es capaz de tener una idea fija y de luchar por ella. Le viene de golpe y de golpe comprende por qué ha venido a la oficina esa mañana... Es ese dulce placer de la lucha. Ese dulce placer que fue de su hermano hasta el último minuto y ahora es de ella... ¿Para qué luchar? .. No lo sabe a ciencia cierta; pero es una forma de sentirse viva. ¡Luchar, sí! Es algo que cuadra con su edad; con la de los pantalones estrechos y las camisas abiertas; la del rubor
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ante el sexo ... su edad. La edad de Antígona... Manuel no lo comprende muy bien; pero ella sí. Al menos ahora sabe lo que significa. -¿Qué dirán de nosotros si tú te prestas a eso? -No me importa. Es mi deber. -No te debes a ti sola. Te debes a tu prometido y a mí. A todos nosotros. Somos nosotros quienes te hemos recogido cuando quedaste huérfana. ¿Qué te dio tu hermano? .. Disgustos, sólo disgustos... ¡Irse a las montañas para qué? ¡Para provocar su muerte! ... ¿Es que acaso pensó que iba a poder contra el gobierno? .. Pero eso no viene al caso. Lo que importa ahora, somos nosotros. Tu futuro, el de mi hijo ... Este es un gobierno estable. Estamos bien encaminados en él. ¿Por qué echarlo todo a perder por un caprit Esta ' b·len: l · . t M·I cho.... o entierras, y, ¿que, consigues con eso.... desgracia. La desgracia de todos. -Lo depositaremos en la tumba de nuestros padres. Antígona se levanta y lentamente deja la oficina. Hubiera deseado quedarse. Le complacía cada palabra del viejo, porque sabía que podía contradecirlas todas ... Piensa que debía haberle contado la escena de la noche anterior, aunque sólo fuera para ver cómo reaccionaba el Licenciado. Pero no importa, realmente. Su triunfo es completo ... Mientras baja las escaleras a su mente llega nuevamente la imagen de su hermano, y le parece encontrar pena y admiración en las miradas de los que se topan con ella... En el carro la espera Manuel, que la mira con ojos de perro hambriento. Hoy el despeinado de sus cabellos es más natural ... Aunque cada día se parece más a su padre, aún es hermoso ... Hay brillo en su cara y la ropa está descuidada. Tiene pequeñas ojeras. -Buenos días. -Saludos, Manuel. -¿Vas a... ? -Sí. 335
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El muchacho pasa su dedo índice por debajo de la nariz, y respira profundamente. Vuelve a mirarla con una sonrisa culpable, y su voz se convierte en un susurro para decir: -Te acompaño.
**** Hay periodistas y fotógrafos, no sólo del país. Se habla de huelga de hambre y de muchas cosas más. Todas las mujeres, unas veinte en total, llegan al mismo tiempo, como cuervos en empalizada. Se bajan de sus autos y se agrupan con la mirada perdida. Sin hablar. Algunas comienzan a llorar y al poco rato las demás hacen coro. Los pocos hombres que con ellas han llegado permanecen apartados, cerca de sus carros, fumando. Los fotógrafos disparan sus cámaras y los periodistas tratan de entrevistar a quien sea. La escena resulta extrañamente muda; asaeteada por gritos aislados ... Antígona se encuentra molesta y se aparta de las demás. A su lado está Manuel, quien respira profundamente y pasea su mirada sin comprender bien el significado de lo que sucede. Un periodista se le acerca: -¿No es usted el hijo del secretario Delmonte? No responde. El periodista toma notas y se aleja. Ha llegado el enviado del Gobierno. Un hombre tan desagradablemente viejo como el secretario y se retira a hablar con la organizadora de todo ... Pocos minutos se prolonga su diálogo, y entonces llega la noticia del permISO. Una mujer grita: -¡Los han quemado vivos! y todas se acercan a su alrededor... Alguien del lugar le contó que los muchachos fueron rociados con gasolina y encendidos como cualquier lote de basura. El vocerío aumenta ... Se ha narra-
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do que los gritos de los infelices se habían escuchado junto con las risas descompuestas de los militares ... La confusión llega a un clímax, y decae impotente consumida por sí misma... Las pequeñas cajas son entradas en una ambulancia verde olivo del ejército acabada de llegar, y Antígona parte como el rayo ... Los periodistas están decepcionados.
**** El paisaje de las montañas le parece a Antígona lo más hermoso que jamás ha visto en su vida. Detiene el carro, y sin decir palabra se baja de él. El novio la sigue a los pocos minutos. -¿Te importaría pasar unos minutos aquí? -Hacemos lo que quieras. -Gracias ... Es lindo, ¿no? -Sí. Ambos van a sentarse al borde de la carretera. Debajo de ellos un pequeño valle que parece gotear de las altas montañas. La vegetación es de un verde profundo y los rayos del sol, filtrándose por entre la niebla, le arranca destellos áureos. -Luces extraña con el pelo así... ¿Por qué te los cortaste? -No sé... Luto ... Una forma de quejarme, supongo. -Me gustaba más como antes. -¿A ti también? y con una sonrisa pícara no limpia de alguna sospecha, le pregunta: -¿Quién es el otro? -Tu padre. Yuna sombra pasa por el rostro del muchacho al decirle, simplemente: ¡Ah! 337
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Antígona no pensó en Manuel al hacerlo; pero, claro, le resulta natural que, desgraciadamente, reaccione igual que su padre... Siente pena por él: El pelo podría crecer en mil ocasiones, si tantas veces lo raparan; pero la vida, una vez mutilada, no dejará ... Siente frío, y sin despegar la vista del paisaje se recoge en el pecho del muchacho. Los brazos de él la cubren. -Me pregunto ... me pregunto cuántos siglos tendrá esto ... Desde el principio del mundo, y siempre igual, como si los años no pasaran por allí... Sólo los humanos ... Manuel se acurruca, y Antígona instintivamente lo mira entre las piernas. Todo está en calma allí... Las ojeras han desaparecido del rostro del muchacho; recupera su juventud. Sonríe imperceptiblemente. -¿Sabes una cosa, Antigona? .. Desde anoche no he dejado de preguntarme qué va a ser de mí. Fui a la playa porque temía enfrentarme con mi padre ... y ya allí me avergoncé de mí mismo. Estuve pensando hasta que el sol comenzó a despuntar, y todo para nada ... No saque una simple cosa en claro. Me parece que pasé horas enteras dando vueltas a tres o cuatro ideas: la vida, el mundo, los hombres, la muerte, el por qué ... ¡Todo es tan confuso! ... Es como si yo quisiera ser algo y no supiera qué. O más bien, como si no me atreviera a ... Pensé en tu hermano ... No podía imaginármelo muerto ... Es curioso. Nunca estuve de acuerdo con sus ideas, al menos con la totalidad de ellas; pero ... Es tan difícil de explicar ... llegué a decirme que él tenía razón. No en lo concerniente a la política, ni siquiera a lo que tiene que ver con su lucha ... Es horroroso; pero es la verdad ... Me dije que tenía razón en estar muerto. Dirige su mirada hacia Antígona. Ésta tiene los ojos hinchados de lágrimas. 338
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-No sé 10 que digo ... No sé 10 que hago Perdóname, amada. Era tu hermano y 10 querías ... Lo quieres . Hace una pausa antes de gritar: -¡Soy un cobarde! ¡Soy un cobarde!. .. Te mentí ahorita. Llegué a una conclusión anoche. Esta: no merezco estar en este mundo. ¡No merezco ni siquiera el aire que respiro!. .. y el tono de Manuel vuelve a ser susurrante: -Tu hermano tiene razón al haber dejado el mundo ... Es 10 más lógico que hizo desde su nacimiento. Y sin embargo, no podía imaginármelo, ya te 10 dije, como un cadáver... Sin sus ideas ya. Sin sus palabras ... Es una locura, Antígona. Es como imaginarse a todo el mundo inmóvil, sin voces y sin movimiento ... Cuando se llega a semejantes conclusiones, ¡qué más lejos se puede ir? .. Uno se devana los sesos buscando una solución, no a los problemas del mundo, a los de uno sólo, aunque sea, y lo único que saca en claro es una tontería... ¡Una tontería!' .. El mundo mudo e inmóvil... Las ideas muertas, yel empleo del ministro Delmonte, estable, también inmóvil en su seguridad ... Inmóvil nuestro bienestar materiaL .. Inmóvil nuestro renombre ... y tu hermano muerto, sin que pueda comprenderse o aceptarse que esos huesos chamuscados sean los suyos. Antígona apenas escucha palabras aisladas: cobarde, muerte, mundo, nada, lucha... No llega a explicarse 10 que habla el muchacho. Sólo comprende que está muy triste, y que su pena se pega a ella cortándole la respiración... Es su misma pena. La pena es sólo una... -Manuel. El muchacho llora. Antígona aprieta su cabeza contra el pecho. -Eres un niño ... Eres un niño ... E inmediatamente la imagen de su suegro aparece con toda su lujuria. Las mejillas mojadas de Manuel no se parecen a las de 339
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su padre. El cabello revuelto de Manuel no se parece a la calva de su padre. El pecho descubierto de Manuel no se parece al de su padre ... La sirena de la ambulancia resuena en la carretera. -Vámonos... Son los cadáveres. -Sí, Antígona. Todavía la muchacha mira una vez más las montañas y el pequeño valle; los árboles y la niebla. -Ya es suficiente. Los dos se montan en el carro, y Antígona enciende el motor. -¿Sabes que hay muchas formas de vencer... aún para los débiles? Manuel no se atreve a mirarla. -No eres un cobarde... Yo lo sería también... El mundo; nuestro mundo, no puede ser el dueño de todo ... No de todo ... Siempre hay alternativas... -No entiendo. Las ruedas comienzan a rodar hacia el borde del precipicio. El muchacho se sobresalta y toma el brazo de su compañera. -¡Cuidado! -Comprende, Manuel, no lo hago sólo por ti ... Yo... Y el carro, con los dos cuerpos, va a formar parte del paisaje.
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Les empequeñecieron sus horizontes con límites de dureza; a él por ser hijo de su padre y a su padre por saber las verdades detrás de las mentiras oficializadas; ¡muy peligroso! Allí se enredaron sus vidas, buscando salidas entre la desesperanza y la «esperación». Hubo momentos, muy al principio, en que se le antojó al viejo que descubría caminos; pero sus esfuerzos inmisericordemente condujeron a la rígida y dura realidad. Utopía, Rousseau, Marx, Martin Luther y muchos otros gritos se estrellaron contra la sorda indiferencia, desnuda o disfrazada de derechos que, si bien parecían válidos, luego de ser descarnados sólo quedaban en la monda fría osamenta del egoísmo. Yeso le fue familiar al viejo; porque si allí estaba metido con su hijo era muy por la culpa de su propia filautía; ese era el hueso: buscaba seguridad y fama y la encontró protegiendo al monstruoso vástago del deseo incon trolado y la fuerza irrefrenada, lo encontró construyéndole un seguro hábitat al despotismo. "Será usted todo lo que su propia capacidad le permita, y si alguien quisiera derrocado, que demuestre a su turno lo que le es posible hacer". 343
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y por amoral filósofo impotente y no por otras cosas estaban los dos confinados, y con ellos las trabajadoras abejas que impotentes también producían su miel para otras bocas. Sí. De todo aquel laberinto era él constructor, de acuerdo a planos que había olvidado, demasiado pretenciosos, demasiado retorcidos, y sin recordar que además del propio egotismo existía la egolatría del tirano. y no sólo pagaba él sino que, yeso le dolía más, deshacía el futuro de su hijo, esa sombra que lo seguía obediente, atada, sombra por el amor, sombra por su conveniencia. Pero, aunque muy tarde, vinieron los días en los cuales el muchacho también se dolió por sí mismo y pidió buscar caminos por su cuenta, y entonces, esta vez con disfraz de experiencia, su comodidad no se lo permitió: "No podrás", cuando lo que le importaba era e1"Me qued are' so1" o . Yel adolescente obedeció al principio; pero quizás por saber adonde se dirigía el sol cuando dejaba de estar sobre ellos, comenzó a imaginarse otras vidas que nunca conoció, un -poco acicateado por el aroma de flores lejanas, un poco por las plumas desprendidas de libertades que paseaban por lo alto, un poco por cierta tristeza que le nacía de un Cosmos, siempre creciente, que le formulaba preguntas desde lo alto. y entonces le gritó al padre con todas las fuerzas que sus jóvenes pulmones le permitían y lo acusó de carcelero, y el viejo sintió que ya podía morir, no tanto por fracaso o por vergüenza, sino por simple cansancio y por no tener ya más ideas en su cerebro para inventar mañanas de papel. Yel hijo le dijo entonces: "¿No ves papá que el único camino es hacia arriba?", y él, que había sabido eso de por sí en algún momento de su juventud si es que fue joven, al saborearlo de nuevo en otra voz doblemente amada por ser carne de su carne y 344
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por ser la última compañía, la que le cerraría los ojos al final, ordeñó en su amor y sacó sangre de sus pensamientos, y aceptó las interrogantes del vuelo. ¿Por qué no? Ya Da Vinci y los hermanos Wright lo habían probado posible, y aunque Laika hubiera muerto, Gandhy, Fidel y muchos otros habían sobrevivido. Por ello, con las volanderas plumas pasajeras y la frágil olorosa transparente sedosa cera construyó dos pares de alas de arcángel; una para su hijo y otra para él. "La libertad total no existe hijo mío no te engañes es cosa limitada. Cuando alcemos el vuelo te parecerá que hemos terminado con toda esclavitud, mas no te equivoques, son solamente otro tipo de laberintos que se harán tan cerrados como el que nos aprisiona hoy. Quieres irte y te acompañaré; pero sin esperanzas". Y así se abrazaron antes de emprender el vuelo. El viejo le pidió de nuevo que no se apartara de él y que tuviera cuidado con el sol porque quemaba. Y se lanzó primero de nuevo para guiar. El hijo batió sus alas y una nube de abejas murmurantes lo rodeó. Por primera vez se compadeció de aquellas prisioneras laborantes y deseó ayudarlas, llevarlas muy afuera del pétreo laberinto. Revoloteó en círculos dibujando senderos en el aire, y muchas lo siguieron al comienzo, pero cuando le tocó el turno al ascenso se dio cuenta de que todas se quedaban envolviéndose en sí mismas inmantadas por pesada y estúpida gravedad. Pensó en devolverse pero comprendió que todo intento similar sería en vano y un poco atragantado por las lágrimas se lanzó al embriagante espacio que se lo tragaba convirtiéndolo casi en viento. En pocos segundos se enamoró de la inmensa grandeza que se abría delante de él y escuchó una voz de luz que lo llamaba claramente con fuerza con amor y con vida. 345
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Ya no le importaron las advertencias gritadas por su padre y se fue tragando distancias hacia el calor que derretía sus toscas alas de deseo y esperanza. Dicen que su cuerpo ya sin alas se sumergió en el océano; pero él nunca se enteró de lo que los otros comentaban. Desprovis~o ya del peso de sus necesidades continuó radiante su futuro por las sendas de la más grande libertad inercia olvido, trazando la estrategia con ínfulas de anhelo y de promesas, para volver a salvar a las almas abejas que atrás quedaban.
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He pensado mucho antes de escribirte. Si lo hago no es por mí; sólo por tu hijo. Te he mandado esta carta por trasmano, pues temo que nuevamente estén leyendo la correspondencia privada. Hasta tal punto hemos vuelto a llegar. El asunto es el siguiente: Ramón ha vuelto a la política. Nadie me lo ha dicho, pero le he descubierto. No interesa decirte cómo. La represión es tan grande que temo lo peor. Ély un grupo de muchachos... -La mujer de Sakito está aquí nuevamente. Parece que él no se ha dignado aparecer todavía. ¡Buen sinvergüenza! Mira, al hombre que me hace eso a mí, le doy esa patada por salva sea la parte que... ¡Buena idiota! ¡Ni una dolorosa de Viernes Santo! ¿Sabes que no es la primera vez que se le desaparece? .. Ya se lo ha hecho en más de media docena de ocasiones. Y cuando vuelve, ella llenándolo de besos... ¡Mordidas le daría yo! Total, que no sé lo que le ve. No es más que un japonecito insignificante, que pinta bien, pero ... ¿Tú que piensas? -Dos cafés. -Ella no tiene necesidad de... -Dos cafés. - ... tarse así. No será una niñita, pero tampoco está para desesperarse.
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Cualquier hombre podría conseguirse... Ja! Pero parece que el Sakito ese es puro fuego. ¡Hum! Pero de todas maneras, yo, ni el último día de mi vida le haría caso. "El ÚLTIMO DÍA, todo depende de tu arbitrio, no fue el diablo quien apretó el disparador de la atómica sobre las islas japonesas, Malon de Chaide, te doy dinero y veinte años, naturalmente estoy seguro de que ganará, esta es la ocasión, Wall Street, Cracovia, Londres, Alemania. No, si hay alguna presencia diabólica en el mundo es la que crea y alimenta la propia humanidad con su maldad y su egoísmo. No se puede confiar ni siquiera en la familia, soy Satanás, el movimiento ha fracasado y aquí estoy yo como si nada. Difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos, Epícteto no fue el diablo, ¿quién puede flotar alIado de un auto que corre a esta velocidad? Eres comunista, después de dos guerras, el porvenir de nuestro hijo, ¿te gusta eso para mí? Veinte años, hasta tal punto ... Hiroshima... que temo lo peor, un invento de los curas, sino ... dos cafés, un grupo de muchachos. Naturalmente, porque estoy seguro de que ganaré. Tienes una mentalidad medieval. Cracovia atómica de Malón o Street día EL ÚLTIMO DÍA E 1 Ú 1t i m o día El Ú 1 timodía". Palo Hincado No. 41 (altos) Santo Domingo, R. D.
28 de marzo del 1967. Don Manuel Ruiz: He pensado mucho antes de escribir te. Si lo hago no es lo he descubierto. No interesa decirte Él y un grupo de muchachos locos de los partidos de extrema izquierda han decidido hacer las guerrillas. Se entrenan en no sé cual finca de uno de ellos. 348
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-Mira a la Madame con su escultorcillo. ¡Otra que está perdida! Pero ésta sí es muyyyy inteligente: si se le va, busca otro de inmediato. Claro, tiene mucho dinero. Tal vez sea ella quien los bote cuando se cansa... y no tiene mal gusto, ¿eh? .. El de ahora está de lo más "nice" ... ¿Cómo se sentirá un hombre al que lo mantengan? ... ¿A ti nunca te han mantenido, verdad? ¿Por qué no nos vamos allí alIado? -No me gusta La Coupole. -A mí no me gusta Le Dome, y aquí estoy. El asunto es no aburrirse, cambiar, cambiar. "TE DOY DINERO Y VEINTE AÑos, es lo tradicional. Si al cumplir el plazo has logrado demostrar que es posible ayudar al mundo, nada pasará. Si no ... El diablo es una invención de los curas. Te lo digo yo ... ¿Y si no fuera cierto? Han decido hacer las guerrillas. Se entrenan en no sé cuál finca de uno de ellos. Me da miedo pensar que uno de estos días, quién sabe si muy pronto, salga como todas las mañanas y ya no vuelva más. - y cualquiera que los ve se cree que están perdidamente enamorados de ella. A mí, de ser hombre, me daría vergüenza. ¡Mira los ojos que pone!. .. No me parece que ella se deje engañar; sabrá que la soportan por el dinero, y se sentirá satisfecha de tener... carne fresca en la casa. ¿Cuánto les dará, eh? Me da miedo pensar que uno de estos días, quien sabe si muy pronto. -¿Tú qué crees, Manuel? -¿Yo? -¿Hasta cuándo vas a estar leyendo esa carta? salga como todas las mañanas y ya no vuelva más. -¿Qué vamos a hacer esta noche? "ESTA NOCHE TODO VA A TERMINAR, Todo ter m .1 na ... " 349
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Palo Hincado Si lo hago estén leyendo privada. Hasta tal punto El asunto es el siguiente La represión es tan grande que temo "TODO VAA TERMINAR, 1a gen t e, la gente, la gente, la gente, la misma gente de siempre, aún en París, la misma gente de siempre: Michel, Brunet, Vincent, el norteamericano con su Kepis de marino y su eterna pose de seductor, Paul, la Madame con su amante de turno, los dos beatniks que deberían estar a la orilla del Sena, la mujer de Sakito buscando, los tres viejos que hablarán de literatura antigua y se 'amierdarán' a la moderna, los turistas siempre distintos y siempre iguales, Sartre, yo y María y los demás que son grises; los de siempre. Hiroshima, seis meses siendo los de siempre, y difícilmente un rico entrará, y esta noche todo va a terminar. No, no fue el diablo quien apretó... " -¿Te piensas pasar la noche con ese maldito papel en las manos? .. Dan una fiesta donde Natalie, ya ella le quedan muy bien. Es un poco puritana, sí; pero si se logra que se tome unos traguitos, entonces la cosa se pone de chuparse los dedos. Ah, tú sabes; pero no te importa. Lo que te divierte es discutir. Discutir con ese... ¿cómo se llama? ., Fajado o Fajardo. ¡Recórcholis! No sé de dónde sacan tanto material para hablar ustedes dos. "Busca a cualquier pensador serio, y no encontrarás ninguna palabra sobre él. Sólo los curas lo mencionan. Puedes estar seguro: el diablo es una invención de los curas. Te lo digo yo". -¿De quién es esa carta? .. Viene de la República Dominicana, ¿verdad? .. De seguro que es de tu esposa. ¿No me habías dicho que no te escribía... ¿Quiere que vuelvas? -Un vino blanco seco. 350
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-Manuel, estoy cansada de hablar sin que me respondas. ¿Estas disgustado conmigo? Si tienes algo en contra mía, dilo. No creo haber hecho nada raro, y sin embargo hace dos o tres días que a cada momento te pones más fríiiiiio. ¿Te hartaste de mí? ¿Quieres volver con tu mujer? Dilo. Yo no soy la de Sakito, ni tampoco tengo dinero como la Madame. Si no quieres saber de mí me lo dices y yo tomo mi camino y asunto concluido. Con clu í do. -No cojas las cosas a lo trágico, María. -No lo tomo a lo trágico, pero, ¿qué pasa? -No pasa nada. Trato de leer la carta. -Acábala, por lo que más quieras. Salga como todas las mañanas y ya no vuelva más. Ya sabes cómo terminan siempre estos intentos; esos disparates: con la muerte. (sigue) (3) P.D. Como notarás por el encabezamiento. (2) Los norteamericanos no permiten subversión que pueda lesionar sus intereses, y los que tienen el poder, además de ser fieles lacayos, no gustarán de perder. -Uncognac. sus gananaas, -Uncognac. -No me corto los cabellos. Te digo que no me corto los cabellos. su tajada. ¿Qué pensarías si yo me rapara la cabeza? Lo que te pido es que, por primera vez, hagas algo por tu hijo. Se me ha ocurrido que podrías invitarlo a pasarse una temporada 351
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contigo. Puede que así esas ideas de agitación se alejen de su cabeza, aunque sea por un tiempo. O para siempre. Tal vez lo que le haga falta es vivir un poco. "¿No ves que es precisamente por ese hijo que debemos luchar? ... Va a nacer... " No hay tiempo que perder. Si decides que sí, recuerda que debes hacerlo con tacto; ya sabes lo que piensa de todo tu dinero. ¡Con tacto! "Que sepa de dónde viene el mal. Que luche contra los tiranos y contra los que mantienen las tiranías: los ricos. Hay que acabar con ellos; quitarles el poder de las manos ... ¿Qué poder tengo yo? .. No, no, no. Cada hombre es responsable de lo que pasa en el mundo, por más lejano que parezca. Wall Street, Cracovia, Londres, Alemania, Santo Domingo, Palo Hincado No. 28. Basta que una se detenga y ya todo el mecanismo, el hombre es perverso y malvado, Malon, Aurelio. Ni siquiera nos damos cuenta de cuándo y hacia donde nos deslizamos. La atómica. TERMINAR. Todo va a... " ya sabes lo que piensa de todo tu dinero. ¡Con tacto!ya sabes lo que piensa de todo tu dinero. No sólo es mi hijo, Manuel; también es tuyo. Que tenga algo que agradecerte cuando ya no estés. "Veinte años ... Si al cumplir el plazo no has logrado... si no ... " De llevarlo contigo, procura no pervertirlo mucho. Ahora está en peligro; pero es bueno. Luisa. Sigue) (3) P.D. Como notarás por el encabezamiento, hemos cambiado de dirección (la otra casa nos resultaba cara). Por favor, no escribas nada inconveniente. -¿Ya?
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-Sí, ya terminé. -¿Es de ella? -Sí, es de Luisa. .T ·de....~ -,lepl -No, no me pide ninguna reconciliación. -¿Ah! ¿Entonces vamos a la fiesta? -No tengo deseos. -¿Laves? -No me siento bien. Me acostaré temprano. Mañana... "¿MAÑANA?" - ... nos veremos. -Está bien, odioso. Vete. "Mañana. NO HABRÁ MAÑANA. Todo va a terminar. No, no es posible. No puede terminar. Veinte años ... si no ... Es por nosotros también, todo depende del arbitrio, las islas japonesas, por más lejano que parezca. Palo Hincado, soy Satanás, es perverso y malvado, el hombre, el progreso científico como sustitutos de los ideales ha convertido al hombre en una cosa, si hay alguna presencia diabólica, si amáramos como debe ser. Es tarde ya y tengo que escribirle a mi hijo. Temo lo peor. He perdido el tiempo. Cuando se oponen al gobierno los matan, no importa la edad que tengan. Ramón es casi un niño. Tiene veintidós ... No, veintiún años. No ha vivido nunca. ¡La cárcel dos veces con sólo veintiún años! ¡Maldita política! Ya. Ya no más torturas. Ahora debe vivir. Ahora debe vivir. Tiene que saber lo que la vida significa. Y yo no tengo tiempo. ¡Por Dios, ¿qué hice en veinte años?!. .. Es lo tradicional, si no has logra,. ' ~ ¿cuanto.... , ~ N o son horas; tiempo me que d a.~ ¿cuanto. do, ¿cuanto sólo me quedan minutos ... ¡cortos minutos!" -¿Por qué no te vas? '1 M ana, ' ven ... T · ... . ·, -ven, le qUiero ¡leT qUiero. -Tus "te quiero" suenan vacíos esta noche...
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-Un filete tártaro y vino blanco seco. -No temas... -Un filete tártaro y .... ¡vino blanco seco! ¡Qué animal! -Como oyes. No haré ninguna escena. No me tiraré al piso a llorar, ni sacaré una navaja y trataré de hundírtela entre las costillas. Tengo mi cabeza muy bien puesta. Te... -¿Ya te vas? -Sí. -Paga primero. - ...cuando niña tuve un novio. Era el primero. Me dijo que no me quería, y ni siquiera me apresuré a buscar otro por despecho. Simplemente seguí viviendo, como si nada. Y es que soy así. No te vayas a ... -Recuerdos a tu esposa. "Que sepa de donde viene el mal, los ricos, los ricos, y aquí estoy como si nada. Millones de dólares pasaron por mis manos y no resolví una sola cosa. Yo seré uno de sus asesinos, cuando se oponen al gobierno los matan. Sí, los matan. Uno de sus asesinos, uno de sus asesinos. Yo había dicho que necesitaba dinero para vencer a los ricos con sus propias armas. Pero, ¡cómo vencerlos?, ya sabes lo que piensa de todo tu dinero. ¡Con tacto! ... No hice nada para ayudar al mundo. No somos responsables, Manuel. -Sí, Luisa, lo somos. Vamos a tener un hijo, ¿no te das cuenta de eso? .. ¿No te importa? Me importa; me importa sobre todo eso; pero me importan muchas cosas más. ¿Qué tenemos que ver nosotros con el gobierno? .. Podemos vivir sin pensar en él. Si quieren tumbarlo, que lo tumben los que tienen ambiciones de poder. Nosotros seguiremos con ése o con cualquier otro. ¿No te das cuenta?
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Luisa... Luisa ... Estás equivocada. Cada hombre es responsable de lo que pasa en el mundo, por más lejos que parezca. Si en la guerra están matando hombres, mujeres y niños, es por nosotros también. El mundo es una gran maquinaria de la que todos somos piezas. Basta que una se detenga para que todo el mecanismo se trastorne. ¿Cómo pretendes, entonces, que no tengamos que ver con el gobierno; con el gobierno de nuestro país? Estas son las teorías de tus amigos. Te he dicho mil veces que no te juntes con esa partida de... Vamos a tener un hijo, dices, yeso significa para ti que debemos taparnos los ojos y los oídos. ¿No ves que es precisamente por ese hijo que debemos luchar? .. Va a nacer. ¿Y cómo va a nacer? ... Apenas tenemos para pagarle al médico, en caso de que sea un parto normal. Supónte tú, ¡Dios no lo quiera!, que tengamos complicaciones ... ¿Qué vamos a hacer? ... ¿Qué vaya hacer yo? .. ¿Robar? .. Con el sueldo de un vendedor de máquinas registradoras no se puede vivir; no se pueden tener hijos". -Un café. -La madame lo quie... -Un café. - ... es todopoderoso; pero yo ... "Veinte años; es lo tradicional. VEINTE AÑOS ... Yo, al principio, me decía: debo ganar más dinero; hacerme poderoso para poder ganar todas las batallas. Y luego se me olvidaron las batallas. Cada día me decía: mañana lo haré. Hay tiempo. Claro que hay tiempo. No, no hay tiempo. Ve i n t e a ñ o s ... No hice nada. Uno de sus asesinos, ya sabes lo que piensa... no sólo es mi hijo, el ojo de una aguja, lo tradicional. Si hay alguna presencia diabólica en el mundo, ya sabes como terminan siempre esos intentos, me da miedo pensar que uno de estos días, quien sabe si muy pronto, muy pronto, muy...
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¿Y qué podemos hacer nosotros? No soy estúpido, Luisa. Hubiera podido ser algo en la vida. Está más o menos bien que los ineptos, los no preparados, se vean en dificultades; pero yo podría vivir mejor... Si no fuera por el gobierno, que tú dices que no importa, yo sería ingeniero. Nuestro porvenir sería sólido; el porvenir de nuestro hijo ... Palo Hincado, Cracovia, Londres, la otra casa nos resultaba cara, la bomba atómica, Epícteto, el vino blanco seco y los cafés, un escultor y un japonés que tiene fuego en el sexo, el norteamericano, los turistas, t o d o v a a ter m i n a r , María, esos dramas de Dumas padre, lo que busco contigo es vivir, no lágrimas ni reproches ... Mi padre pensaba... Mi padre pensaba... Mi padre pensaba como pienso yo; que las cosas andaban de mal en peor. Pero como es un pecado pensar mal de la situación, porque la situación es el gobierno ... lo despidieron. A un pobre viejo, lo despidieron porque no estaba de acuerdo. Ésa ... ésa es la razón de que yo sea sólo un vendedor de máquinas registradoras. ¡De máquinas registradoras! No, no se puede confiar ni siquiera en la familia. Si no desconfían no compran, y si no compran me despiden. No, Luisa, no es posible estar de acuerdo. Ya no es por mí, ni por mi padre; es por nuestro hijo. Que él no se vea obligado a abandonar sus estudios, porque yo no estoy de acuerdo, y me botan, y él es forzado a trabajar y a trabajar y a trabajar hasta llegar a ser un vendedor de máquinas registradoras. ¿Te gusta eso? ... ¿Te gusta eso para mí? ... ¿Quieres eso para tu hijo? i¿Y si te matan?! Al menos podrá estar orgulloso de mí, como yo lo estoy de mi padre... Que tenga algo que agradecerte cuando ya no estés, TODO VAA TERMINAR, la gen t e e e e, no veo nada, estoy mareado...
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Porque él se opuso a ser esclavo de los poderosos, mi vida se fue a la basura. Pero yo no lo culpo; culpo al sistema; al gobierno. Quiero que sepas, Luisa, que esa es la mejor educación que podemos darle a ese niño que aún no ha nacido. Que sepa de dónde viene el mal; que luche contra los tiranos y contra los que mantienen las tiranías: los ricos. Hay que acabar con ellos; quitarles el poder de las manos. Manuel. .. ¡Eres comunista!. .. ¿Lo eres? No seas tonta, mujer. Ese es un fantasma que se esgrime para meternos miedo. Si no lo crees, ve a la iglesia. Oye a los curas hablando. Yo fui el domingo. Escuché lo que dijeron en el sermón. ¿Sabes de qué hablaban? .. Hablaban de los ricos. El cura citó la parábola del rico y el camello. Ahora nadie puede venirme con cuentos; ésas son las palabras de Cristo, y Cristo no era comunista... El ojo, el ojo, el ojo, la aguja, la aguja, la aguja. Si al cumplir el plazo has logrado demostrar que es posible ayudar al mundo, nada pasará, y ni siquiera nos damos cuenta de cuándo y hacia donde nos deslizamos, mañana lo haré, no, no habrá mañana, nada, nada para el ojo de la aguja, la bomba atómica, ¿por qué repetir esa palabra como una cotorra? .. El ojo de la cotorra, la cotorra gritaba, la aguja, gritaba la iglesia, la iglesia gritaba entonces porque había sido lesionada. Gritaba porque el gobierno le había puesto una bomba en la sacristía. Gritaba para meterle miedo a los ricos. El diablo es una invención, para que dejaran de apoyar al gobierno, la sacristía, para que tumbaran el gobierno y pusieran otro que les conviniera. Yo era joven, yo era joven, joven y creía en la santa ira, pero ahora no puedo, no puedo, no puedo, de los curas, es una invención de los curas, es una invención de... Yo no apoyo a ningún tirano, no tengo nada que ver. Sí, lo somos, cada hombre es responsable de lo que pasa en el mundo, la presencia diabólica en el mundo es lo que crea y alimenta la propia humanidad, si amáramos como debe ser, mi
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hijo está en peligro de muerte, de muerte, de... Yo estoy en peligro de muerte. Yo no creo en los curas, inventan, basta que una se detenga, una gran maquinaria, lo que piensa de todo tu dinero, se trastorna, ¿quién puede flotar alIado de un auto que corre a esta velocidad? .. TODO VAA TERMINAR". -Un café. - ... que pIense... -Un café. -No soy de esa clase de mujer. Es verdad que no tengo ni un centavo; pero en ningún momento me acerqué a ti por tu dinero, puedes estar seguro. Claro que yo sabía que eras multimillonario; pero ... Lo que quiero es que no me dejes ... "¿Qué es lo que piensa él de mi dinero? ... Soy rico, sí, ¿yeso qué tiene de malo? ¡Eso no es pecado! ¿Son acaso los pobres mejores? ... Ramón lo sabe bien; ahora los conoce perfectamente. Son ellos los culpables de su prisión y sus torturas. Las torturas que te empujan hasta el borde de la muerte. No, los pobres no reconocen eso. No saben agradecer. Dan la espalda. Tanto sufrimiento y los pobres; el pueblo de pobres sigue apoyando a los que roban, a los que asesinan, a los que torturan. Votan por los mismos, por los mismos, por... " -Puedes estar tranquilo. ¿Lo oyes? .. Si no creemos en la posibilidad de un futuro, entonces ya no hay nada que hacer. Estamos perdidos, enterrados, muertos el uno para el otro ... Ponme atención Manuel, nada nos depara el mañana... ¿Para qué seguir, entonces? .. Si ya no nos soportamos, entonces ya nada vale nada. -María... María... Quiero que me respondas con sinceridad... Uno no ayuda, no coopera con nada. Llega hasta a marcharse de su país para no tener nada que ver con lo que en él sucede. Dime: ¿entonces uno es culpable? .. Está bien; no se lucha en contra de la maldad y la corrupción; pero ... ¿Se puede ser culpable sólo porque
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no se lucha? .. ¿Crees que yo hubiera podido hacer algo aún con todo mi dinero? .. aunque diera hasta el último centavo, aunque vendiera mis acciones, todas ellas, mis propiedades, mis hoteles. No me interesa el dinero, tú lo sabes. ¿Vivo yo como un rico? ... Vivo en un hotelucho de mala muerte y no me doy ningún lujo. ¿Para qué tener tantos dólares? .. Yo ... ¿Crees que pude ayudar a la humanidad, aunque fuera a mi país, aunque... ? Respóndeme. -¿De qué me hablas? ¿No has escuchado nada de lo que te dije? -Tú no has escuchado nada de lo que yo te he dicho. Sólo sabes hablar y hablar. Eres egoísta, egoísta ego ... -No levantes la voz. No es necesario que nadie se entere de lo nuestro. -No me importa que todo el mundo se entere. -Por favor, te pido ... -Saludos, Vincent. -Me voy. -No. No te vayas. Yo hago obras de caridad. Para mí el dinero no tiene importancia... Respóndeme: ¿se es necesariamente culpable? -No sé de que estás hablando. -No sabes de lo que... "TERMINA. No son horas, son minutos cortos, muy cortos, segundos y todo TER M 1 N A . -Un café. -Un café. -Vámonos ... No puedo estar aquí por más tiempo. -Sí, vámonos. -Espera, dominicana ... Buenas noches ... ¿Has visto a Sakito? -No. 359
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-¡Dios! -Lo siento. -Que les vaya bien ... Si lo encuentra, díganle que lo estoy esperando. -Sí -Gracias. -Un café. -¡Llego Sartre! -Un ca... -Es una porquería el bizco ese. Zolá es el hombre. -Espérame, Manuel. ¿Adónde vas? .. Manuel, ¿qué te sucede? .. Estás frío. ¿Lloras, Manuel! -Es la carta... Lee. "La calle está húmeda, las hojas de los árboles son negras y tienen brillo de neón. La gente, ¿dónde está la gente? Allí, tras la sudada vitrina. Una vitrina, sí, para que yo los vea difusos y brillantes. Se mueven. YO YA NO ME MOVERÉ MÁS. Ellos seguirán estando, y ya yo no estaré más. No se alejarán poco a poco. Simplemente se irán de mí de golpe, como cuando se apaga la luz y todo se pierde. Esta vez no existirá la esperanza de, con la costumbre, ir identificando aunque sean bultos. Nada. NADA, NADA. Ellos sufrirán y se alegrarán. Para mí nada. Se creerán dueños del mundo. Para mi nada. Tomarán café y vino blanco seco y se marcharán a sus casas. Para mí nada. Harán planes que no llevarán a cabo. Nada para mí. Tendrán hijos y creerán que en ellos se perpetúan. Nada para mí. Se negarán a sí mismos. Se negarán a sí mismos. LOS HOMBRES ACABAN NEGÁNDOSEA sf MISMOS. No, no, no, ¿quién puede impedirte seguir la verdad conocida y forzarte a probar lo que es falso? Eso lo dice Epícteto, y como él, montones, busca a cualquier pensador serio , ... " y no encontraras
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-Bueno, sí. Está bien. ¿Cuál es el problema? ¿Cuánto te puede costar un pasaje, la estadía, un Pegaso que quisieras regalarle? ... Mándale el dinero, y se acabó. -No comprendes... Tú no puedes comprender nada. -Claro que lo comprendo. Lo que no me explico es cómo pudiste casarte con una mujer así. Se le nota el carácter en una simple nota. -No, María, Luisa es ... -¡Bah! Todavía te atreves a defenderla! Los hombres son tontos. Mira esto: "de llevarlo contigo, procura no pervertirlo mucho". ¿Hay necesidad de eso? .. ¿Por qué ofenderte? .. Yo simplemente hubiera escrito: mándalo a buscar que está en peligro ... ¡Y esa indirecta de la casa! "Nadie desprecia el dinero. Son los poderosos los culpables. Ellos, aliados al diablo, se han apoderado del mundo y lo han disfrazado de infierno. Hay que luchar contra Satanás. Hay que luchar contra sus discípulos. Son nuestros enemigos. Recuerden, ya Jesús lo dijo: "En verdad os digo, que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos." Y aún agregó: "Es más difícil el pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los cielos." Ya sabes lo que piensa de todo tu dinero, Hiroshima, Londres, Palo Hincado, el ojo de la aguja, TODO VAA TERMINAR. ¿Por qué perder mi tiempo? Son minutos, mañana lo haré, no, segundos, lo que me quedan, segundos, segundos " -Manuel. .. ManueL .. Espera Manuel, Ma... "Los árboles pasan, los árboles pasan, es esta esquina, pasan, pasan, pasan, el policía me mira, que no, que no me detenga, farmacia, pasan, no me ha detenido, carnicería, perfumería, Rue La Claciere, pasanpasanpasan, pasan, pasan, p a s a n ... No puedo más. No puedo respirar. Tengo que llegar. No puedo respirar. Su salvación depende de mí, si muere yo seré uno de sus asesinos. ¿Por qué? 361
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¿Es un pecado no dejarme matar por los matones de turno? ¿Qué se quiere? ¿Que yo estuviera allá y me fuera a las guerrillas y que los pobres me traicionaran como lo traicionaron a él? ¿Quién levantó la voz para defenderlo de las torturas? Los pobres campesinos que venden a cualquiera por nada, votan, votan, apoyan, tal vez no fuera culpable si fuera mártir, son locuras, locuras, locuras, mi hijo está loco, no puedo respirar, cuando tenga mi edad se dará cuenta de cuán equivocado estaba. No, no podrá llegar a mi edad si no logro convencerlo de que venga. Tengo que escribirle, debo escribirle. Tengo que llegar, llegar, los árboles pasan, pasan, pasan, no puedo respirar, si muere yo seré uno de sus asesinos, uno de sus asesinos, asesino, pasan, asesino, asesino, no es mi culpa, no es mi culpa. NO. ES EL DIABLO. ES ELD IAB LO . ¿Sabes cuál es el precio del arroz? Diez cheles. ¿Lo compraste a diez? En la pulpería de Papo. Pero no te creas, no es arroz bueno. Tiene gorgojos y todo lo demás. Todos tienen gorgojos: el de diez, el de once y el de doce; es el mismo arroz. ¡Maldita guerra! No me explico por qué si la guerra es en Europa, nosotros, aquí, tenemos que pagar la comida más cara. Está bien las latas y todas esas porquerías que vienen de allá; pero el arroz, que lo cosechamos aquí, ¿por qué? Antes de comenzar estaba a seis y hasta a cinco se encontraba, y limpio. Le han subido seis cheles y ahora está llenos de machos y de pajaritos. Menos mal que ya se va a acabar. Dicen que se va a acabar. "Basta que se les ocurra nuevamente a los ricos ganar dinero. La guerra del treinta y ocho acaba siete años después, y volverá a comenzar cuando a la oligarquía internacional se les descuadren las finanzas. Los ricos del mundo unidos. No sabemos qué vamos a hacer con el excedente de producción: construyamos tanques, mandemos a millones de estúpidos a que los destrocen en el frente. 362
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Es humano; si no lo hacemos, nuestra magnífica civilización se vendrá abajo. Tendremos que abaratar los precios e iremos a la ruina. ¡Nosotros a la ruina! ¿Qué sería del mundo, entonces, gobernado por la chusma? Nosotros somos la élite, y por el bien de la humanidad debemos conservar el poder... Buen par de estúpidas. Ni siquiera llegan a explicarse el por qué sube de precio la comida". Chofer, ¿cuánto falta para Bonao? Diez kilómetros, señora. Ay, menos mal. Estoy que no veo por un cafecito. "Sí, ya se va a acabar. Ha muerto la juventud de varios países. Y como si esto fuera poco: Hiroshima, Nagasaki, Inglaterra en ruinas, los campos de Rusia desolados, Alemania destruida, millones de judíos asesinados en los campos de concentración de Hitler. Y todo por dinero, todo por los ricos. El diablo se ha apoderado de ellos, ellos se han apoderado del mundo para volteado como un guante... como un infierno". ¿Supiste lo de la mujer de Juancho? Sí. Buena sinvergüenza. "Y todo lo que nosotros intentamos, se va a pique. Han asesinado a los líderes del movimiento. No hemos encontrado apoyo en ninguna parte. Claro, somos pobres. ¡Somos pobres! ¿Cómo podemos vencer? Nos tienen metidos en un puño. El movimiento ha fracasado, y aquí estoy yo, como si nada, de pueblo en pueblo, enseñando la desconfianza a los humanos. Y todavía puedo considerarme dichoso de que no me hayan descubierto. ¡Dichoso! Hasta su esposa o su hijo pueden engañarlo. Compre una máquina registradora. Compre una máquina registradora contra el engaño de su familia. Y yo soy quien los envenena... ¿Soy yo quien los envenena? .. No. Son ellos, los de dinero. Si no desconfían, no compran, y si no compran me despiden. Me despiden porque no he sido capaz de sembrar la maldad entre los humanos. Ellos son
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los dueños de todo y hay que plegarse a sus órdenes por más que nos parezcan inhumanas, por más que nos enfermen. De pueblo en pueblo, regresando a mi casa, deseando pasar algunas horas con mi mujer y mis hijos: ¡Ramón! ... Ramón, Ramón, Luisa, Luisa. Escuchando la cháchara estúpida de dos mujeres. Soportando el mal olor de un campesino que no habla y el tabaco de una vieja. Después de esta loma viene la casita pintada de azul y luego la recta. Acabamos de pasar las altas amapolas, florecidas de pálida sangre ahora. Luisa me preguntará: hiciste buena venta, y yo le responderé: nos alcanza para seguir alimentando a Ramón ... y le estaré mintiendo: no nos alcanza ni siquiera para seguir alimentándolo. Una caja en un mes. Una mísera caja registradora en un mes. Sólo una venta. Una venta, y para hacer esa venta ... ¡a cuántas personas les envenené el espíritu! La hoja de información está llena, cientos de veces repitiendo: no se puede confiar en la familia. Ni siquiera en ella. Y las indicaciones: observe si la esposa está cerca, y si lo está, use el "aproach" número dos. ¡Mierda, ¿cuándo acabará esto?!' .. Si ese camión ... Si ese camión que se acerca perdiera el control y nos chocara. ¡Fin! Señora, su esposo murió en un accidente. Y ella guardaría luto por unos meses; un año tal vez, y luego se casaría. Se casaría con un ingeniero próspero, con dinero; de esos que no tuvieron padres que se opusieran al gobierno. Sí, sí, ven camión, ahora... Ahora... Nada, nada, nada, nada... Yo puedo ayudarte. ¿Quién eres tú? ¿Quién puede flotar alIado de un auto que corre a esta velocidad? .. ¡Y, no tengo olor de santidad! ¿Qué quieres? Me parece injusto que me culpes de todo lo que sucede en el mundo. ¿Qué tengo yo que ver con Hiroshima, con Cracovia, con 364
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Londres o Alemania? ¿Qué tengo yo que ver con Wall Street? .. Eres otro tonto. Te has dejado engañar. Son los ricos, dices, y no te das cuenta de que contra el dinero no se puede luchar. El dinero 10 compra todo; por el dinero todos se venden. ¿Y quiénes tienen el dinero? .. Los malvados... Si 10 tuvieran gente como tú, las cosas cambiarían. ¿Pretendes engañarme? Naturalmente que sí; soy Satanás. En tus manos está el que yo te engañe o que tú me engañes a mí. La historia está llena de esos casos: Fausto, por ejemplo. Fausto es literatura. Sí. .. ¿Y las brujas de la Edad Media? .. Les daba de todo, y luego, a la hora de morir, ¡se arrepentían!. .. Pero ese no es el caso. ¿Quieres hacer la prueba? ¿Qué prueba? Te doy dinero y veinte años; es 10 tradicional. Si al cumplir el plazo has logrado demostrar que es posible ayudar al mundo, nada pasará. Si no ... Pero no hablemos de eso. ¿Aceptas o no? Si yo ganara, tú quedarías desacreditado. ¿Por qué me propones ese reto? Naturalmente que porque estoy seguro de que ganaré. ¿Estás tú seguro de que podrías ganarme? .. No. Creo que no. Esa es la mayor debilidad de los hombres: nunca están seguros de nada. Ni siquiera de sí mismos... De yo estar en tu situación, aceptaría; sobre todo teniendo tus ideas: "el hombre es bueno, el diablo es culpable" ... Bueno, ésta es la ocasión ... ¿O es que vas a reconocer que el hombre es una porquería? ¿Dinero y veinte años? .. ¿Cuánto dinero? ¡Baraturas! El que necesites ... ¿Aceptas? ¡Acepto! 365
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Al primer billetero que veas, le compras una planilla... Es para comenzar. Ya llegamos a Bonao. Si quieren bajar, bajen. No se tarden mucho. Me queda poco tiempo, la llave, no puedo encontrar la llave, el bolsillo derecho del saco, el izquierdo, el pantalón, derecho, aquí está... Papel, papel, papel, en la gaveta, papel, papel. Aquí está. ¿Timbrado? .. No .... ¿Qué importa? La silla... " París
Cinco de abril "¡Cinco de abril, Dios!, las doce menos diez, diez minutos tan solo". Ramón:
Querido, hijo. Té escn'bo esta carta para No, no. Tacha eso de "Te escribo", mejor comenzar de otra forma: en los últimos días no he podido quitarme de la cabeza tu imagen. No, parece como si hubiera querido olvidarlo. Siempre te he tenido en mis pensamientos; pero en estos días has estado más presentes a cada minuto. Sí, eso está bien ... Quiero hacerte una proposición. No, eso es demasiado directo, tengo que buscar más preámbulos, no tengo tiempo, segundos apenas, necesito explicarte por qué he venido, por qué abandoné a tu madre ... ¿Cómo podré exp l ·, lcarse1o.~ . . . O tro pape1" '" Cinco de abril,
París, Francia. Querido hijo Ramón: "¡Cómo comenzarla? " ¿Cómo explicarle? .. Tuvo que haber una razón para que yo me fuera de Santo Domingo y los dejara a los 366
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dos. Tuvo que haber una razón. Tuvo que haberla. ¿Por qué fue? .. No, no importa. La carta, la carta." Siempre te he tenido en mis pensamientos; pero en estos días has estado presente en cada segundo. Cada cosa que veo me hace pensar en ti. Hace unos días fui al Louvre y siempre te he tenido en mis pensamientos; pero en estos días has estado presente en cada segundo. "No. Esto la haría demasiado larga. Tachar, tachar: "Hace unos días fui al Louvre y" ... Las doce menos ocho, las doce menos... " -De Gaulle pronuncia discurso. Renuncia Ministro de Hacienda. Triunfo del Comunismo ... Y ahora en detalle las noticias ... La pronunciada dimisión de la mayoría gaullista en las elecciones parlamentarias del domingo pasado, ha hecho sugerir la posibilidad de que el gobierno actual no renunciará para pretender así... -Baje esa radio. No puedo ... Baje esa radio. - ...presume que éste fue uno de los temas que estudiaban ... "Cada cosa que veo me hace pensar en ti. Por eso quisiera que, las doce menos cinco. No tendré tiempo. El sobre, echarla al buzón. Necesito alguien que me ayude... María, María, de seguro estará ahora donde Natalie. El teléfono de Natalie, en la libretica negra, negra, negra. Aquí está: 472254. Cuatro ... siete... dos ... dos ... . ... cuatro ... jS ' j No esta' ocupado.1" cmco uena. -Alo, aló. -Aló. -Es Manuel quien habla. Está María.. .la dominicana. -¿Cómo estás, Manuel? Es Fajardo ... -María... -Sí, está. Y ha dicho cosas por esa boca ... ¿Qué le hiciste? -Dile que quiero hablar con ella. Urgente. Por favor, dile que es urgente. Por favor ...
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-No creo que venga; pero si quieres te la llamo ... Espera un momento... "Se divierten. Vendrá. Ella vendrá. Tiene que darse cuenta de lo que me sucede. Le explicaré todo. Tiene que darse... -Gran Bretaña se propone hacer un pedido de cuarenta aviones norteamericanos de combate, con lo que su inversión por ese concepto llegará a casi mil millones de dólares .... La decisión fue confirmada esta noche... -Aló ... Manuel. .. -TIene profundo alcance en cuestión de defensa nacional, y sus... No le interesa... Se trata de un caza-bombardero ... "Maldito viejo sordo ... Esa radio, esa radio, esa radio. No puedo escuchar lo que me dicen por teléfono." - ... Alcanza una velocidad supersónica de dos mil setecientos kilómetros por hora y tiene un crucero de... -Una radio no me dejaba escuchar. Di ahora. -Dice que no le interesa hablar contigo ... La fiesta está estupenda. Lo mejor es que vengas por aquí. -Pero, le explicaste que... "Las doce menos tres minutos... No. Ya no hay tiempo .... -Perdona, Fajardo. "Dos minutos y medio ... Pronto el reloj dará sus doce campanas, sus doce fatídicos pasos hacia mi condenación, h a c i a m i i n f i e r n o... MI I N F I E R N O ... PARA TODA LA ETERNIDAD. Animal. Tonto. Estúpido, nunca debí aceptar un pacto semejante Nunca... ¿Por qué cerré el teléfono? .. Fajardo pudo ayudarme Él ve las cosas claras ... Tienes una mentalidad medieval, amigo ... Puramente medieval ... ¿A quién se le ocurre en nuestro siglo pensar en el diablo, Manuel, después de dos guerras mundiales, después de la teoría de 368
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ti'
la relatividad, después de los satélites, después de tantas cosas, vas a hablar de Luzbel? Pero, escúchame, Fajardo... Nada, amigo ... Debería darte vergüenza. ¿Sabes lo que dice Malon de Chaide? .. "Dejó Dios en mi mano ser bueno o malo. Dejó Dios al hombre en manos de su albedrío". Otro "Todo depende de tu arbitrio, ya el complacerte religiosamente ya tratar , . . . , , » segun JuStiCIa y razan con tus contemporaneos... etcetera, etcetera. ¿Sabes quién dice eso? ... Marco Amelio. Gente de otros siglos, y tienen una idea más clara que tú ... No fue el diablo quien apretó el disparador de la atómica sobre las islas japonesas; no fue el diablo quien envió marines a tu país; no es el diablo quien está tirando bombas incendiarias sobre ciudadanos indefensos en Vietnam ... Es el hombre... No, que va. ¡No me hables a mí de pactos con el diablo!. .. Si hay alguna presencia diabólica en el mundo, es la que crea y alimenta la propia humanidad con su maldad y su egoísmo ... Sobre todo eso: egoísmo. Tan pronto olvidamos nuestras responsabilidad para con los demás; nuestro deber para con los seres humanos, sólo para satisfacer quién sabe que placer o deseo personal, en ese mismo instante estamos haciendo un pacto con las fuerzas del mal. Fuerzas que no existirían si fuéramos desprendidos, justos, buenos... Si amáramos como debe ser... Si fuéramos humanos en el apropiado sentido de la palabra. ¿Hombres!. " Pero en este siglo veinte, nuestro siglo, ¿cómo hacerlo? ... Ni siquiera nos damos cuenta de cuándo y hacia adónde nos deslizamos... La vanagloria de la autosuficiencia científica como substituta de los ideales ha convertido al hombre en una cosa, una porquería, una nada... Hemos pretendido vaciar el cielo y el infierno, y ahora tenemos que enfrentarnos con nuestra conciencia. Pero, ¿qué me responderías si yo te dijera... ? Nada. ¿Sabes otro que dice algo similar? ... Epícteto. Óyelo bien, Epícteto. Escribió: "¿Quién puede impedirte seguir la verdad conoI
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cida y forzarte a probar lo que es falso? .. " Busca a cualquier pensador serio y no encontrarás ninguna palabra sobre él. Sólo los curas lo mencionan. Puedes estar seguro: el diablo es una invención de los curas; te lo digo yo . Pero, Fajardo .. Ya... No voy a hablar más de ese señor, no vaya a ser que aparezca y nos lleve. ¡Ja! ... Bébete un trago y diviértete. Goza de esta magnífica fiesta que nos da Natalie . Las doce y no he hecho nada La carta... Quiero que vengas ... Cuatro ... ¿Qué tienes que decir de mi dinero? .. Cinco ... Es el diablo el culpable... Seis ... Vendrá a buscarme Siete... he fracasado ... Ocho es una invención de los curas Nueve... el hombre es malo Diez... si amáramos como debe ser. .. Once... el diablo no existe Doce Silencio ... Silencio ¡Silencio! Son las doce y Luzbel no ha llegado ... Nada se mueve Nada... Sí. Mi pecho... Respiro ... Estoy respirando. Mi corazón palpita. Lo escucho. Vivo... Estoyviviendo. ¿Qué pasó con el plazo? .. ¿Tardanza? .. No, no. Luzbel no es impuntual. No puede serlo. Luzbel, si existiera, sería un inglés... Y no ha venido ... Bueno, no me gusta la espera. ¿Por qué voy a esperarlo si no ha llegado a tiempo? .. Declarado: No existe usted señor diablo; porque de ser usted verdad, en estos momentos me estaría arrastrando hacia su pavorosa mansión llena de horrores. ¡No, no existe usted!" -Ay, ya se va. Al fin podré oír mis noticias. "Mañana le escribiré la carta a Ramón. Ahora hay tiempo para resolver esa pendejada. Si ha logrado mantenerse vivo durante estos veinte o veintiún años, no hay por qué apurarse tanto ... ¡Ah, las madres y sus aspavientos!' .. Esta noche es de fiesta en casa de Natalie. Voy a darle explicaciones a María. No. ¿Para qué? Con ponerle las manos encima será bastante ... Le voy a contar a Fajardo ... Se va a reír. .. No lo niego señor Luzbel, o Satanás, o como sea que lo 370
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hayan "bautizado" ... que siento alivio. Si existiera, su excelencia me habría ganado ... y le confieso que la idea no me gustaba... Pensar que por veinte años viví en vilo, preocupado, medio muerto de mie'ocurno..... · ;¡l En nuestro lonto, tonto, tonto ... ¡¿e omo se me d o 'T' siglo ¡En nuestro siglo, creer en el diablo... !" -Se cree muy posible que se desate una tercera guerra a causa del conflicto en ... I
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El chillido de la nalgada
Gaspard recordará la propia muerte todos los días de su vida. No tanto por el tajo en su cuello que terminara o comenzara algo, sino por la desolación última en los ojos de Josephine, y la silenciosa, pero arronadora llamada de ayuda en el rostro de su negnta. No se percata en aquel momento en que nace de todo lo que significaría para él aquella matanza tan masivamente compartida; si no que en otros muchos días irá calando cada vez más en su triste sentido yen la más infeliz impotencia para evitarlo. El amor, aquel día 4 de octubre del 1937, es una dolorosa opresión desconocida que, precisamente por no reconocerla, se queda en una magnitud aunque dura, soportable. Poco a poco irá adentrándose en aquel mundo de heridora complacencia, guiado por la inocencia de su hija, cariñosa, pegada a su pecho con vitalidad como una continuación de su piel, como una cómoda protección de sus sentImientos. Se adentraron en la isla, escapando del foco principal de la persecución. Según se comentó entre los haitianos que se escondían despavoridos, lo que quiere el tirano es limpiar la frontera de los malditos invasores, y por lo tanto lo que conviene es alejarse de ella. Dicen que estaba en una fiesta de una señora pudiente en el Norte de la Isla, y ya pasados de tragos algunos convidados interesados 373
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comenzaron a quejarse de que había demasiados mañeses quitándole trabajo a los dominicanos y dañando el idioma y robando, y entonces fue que dijo: "¡Ah, bueno!, habrá que salir de ellos", lo cual fue tomado por una orden por los que ya lo conocen. Y así comenzó la matanza. Por eso han venido desde Dajabón, cabe la frontera, a campo traviesa. Ha sido el trayecto agotador, al linde de sus fuerzas; pero, por un lado el miedo empujando y por el otro la esperanza de poder escapar que tiene su mujer y cierto atontamiento que él aún no logra superar, lo hicieron llevadero. Están en la plaza, confundidos con muchos dominicanos negros que se parecen a ellos, que son igualitos, entre viandas y frutas y flores y un escándalo alegre que a Gaspard le recuerda el mercado de su tierra natal. Aunque tiene mucha hambre y ningún dinero, por un momento se siente aplacado y hasta seguro: nadie los distinguiría, siempre que guarden silencio para que no descubran su acento. En ese pueblo estarán seguros y podrán comenzar a vivir de nuevo, como debe ser y el se esforzará para mejorar su español. Pero poco dura esa bonanza que sólo existía en su mente; llegan los guardias, vestidos de kaki, con sombreros castaños de fieltro duro y fusiles agarrotados en las manos, y ocupan todas las salidas a la vez. Algunos se asustan y se ponen cenizos; pero los más que ya saben de que se trata simplemente sacan sus documentos y los muestran a los recién llegados. Cuando llega el turno de ellos Josephin, que dijo llamarse Josefina, les explica que han salido a comprar algunos enseres y que han dejado los papeles en el bohío; que su esposo se llama Pedro y que la niñita es María Dolores. Pero los guardias le ordenan a él que diga "Perejil", y sólo puede pronunciar "Pejejil" por más que se esfuerza. Todos ríen escandalosamente y les preguntan que cuál relación hay entre los tres; al enterarse que conforman una familia, uno, el de mayor rango, afirma: "Son tres más de esos" y basta su comentario acusación para que sus subalternos los metan en la 374
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guaguita celular a empujones para llevarlos a la fortaleza "San Luis", al gran patio central. Por momentos Gaspard trata de defenderse con la ilusión de que todo ha sido un sueño, que aquel apresamiento y los pavorosos momentos anteriores de sangre sólo podrían desarrollarse en una pesadilla; pero pronto su realidad lo acorralará con metódica inexorabilidad. Viven tranquilos, hasta donde los miseriosos pueden estarlo; el propio Gaspard construyó una casita, simple, de una sola habitación, que los protege de las inclemencias de la noche y les concede un poquitico de privacidad. Pero Gaspard, aun dentro de su confusión que apenas comienza a despejarse para su espanto, sabe que eso no durará. Intenta convencer a sus compatriotas de que tienen que unirse para enfrentar la tragedia que les llegará, yal no tener ningún éxito con esto, les habla de que entonces debe volver a Haití si quieren conservar la vida; que él sabe que un buen día, más bien pronto, vendrá el ejército y los matará a todos por invasores; les asegura que él lo sabe porque lo ha visto. Pero ellos, que se impresionaron un tanto con lo primero, naturalmente, al escucharlo agregar esto último, lo toman a broma: "¿Y tú eres brujo, compañero? .. ¡Oigan esto! Este mandinga esta fu; el hambre le enredó la cabeza" Sin saber a ciencia cierta todavía de dónde le llega la convicción, ya entiende que nadie le creerá su verdad, lo cual comprueba cada vez que la grita o la susurra o la sugiere, recibiendo como respuesta ya una mirada de sorpresa, ya una sonrisa irónica o de conmiseración, quizás una irritada o fría frase hiriente, y las más de las veces esas chanzas insoportables. Sólo Josephine, si bien no le cree por completo o no lo comprende, por lo menos se preocupa e identifica con él, secundando empáticamente con las suyas las lágrimas que en especial por las noches le brotan incontenibles. En el rostro de su mujer las gotas, 375
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como retazos de luz, ruedan por un rostro obscuro e inexpresivo en su ignorancia. La pobre, tierna y preocupada por aquello que no puede entender, intenta consolarlo con recuerdos de ambos que ella tiene; pero que en él no están, de igual manera que los suyos no constituyen vivencias para ella. Pero, la verdadera dimensión desu conflicto no le llega de golpe; se le va introduciendo como un suplicio, que derivará insoportable, entre huesos y piel. Poco a poco sabe, aunque no comprende, que existe un trastueque entre los cursos de su vida y las de los demás; van en dirección contraria, y acepta que la suya es la que tiene la trayectoria equivocada: él se mueve hacia atrás en el tiempo, cuando la totalidad lo hace hacia adelante; su futuro es pasado, y su ayer mañana. y llega la noche de la visita al caballo, que así se hace llamar Madame Segruer. Que fuera se lo recomendó Josephine, aunque dice que esas cosas de brujería son asuntos del diablo; pero desesperada por esa locura de su esposo y por la suene de Vivianne, la negrita, como le dice él, llegó a la conclusión de que necesitaba un brebaje o un ensalme, para que al fin se le saliera ese espíritu malo del cuerpo. Eso sí, no lo quiso acompañar, así que tiene que ir solo. No cree que en con eso vaya a resolverse nada; pero de alguna forma el arcano de los ancestros que le corretea furtivo por la sangre, como también por la de la casi dominicanita de su esposa, lo empuja a intentar. .. Tan pronto pasa por la pequeña puerta de la casita de la mujer, vieja, de cuerpo rotundo,"no muy obscura de piel, ella cae en trance. Lo abraza con gran fuerza y luego con impulso mayor lo rechaza. Llora toda la noche por él y le pasa la mano por el pelo, como si quisiera descargar con este gesto repetido toda la compasión que su caso le despierta. "Pauvre homme, Pauvre petite homme", le dice. "No había visto yo tragedia tan espesa como la tuya. Mira, mira adonde me han traído mis entendederas para ver la substancia °de
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las cosas. ¡¿Por qué me ha dado Dios el castigo de conocer tu viacrucis, que es el nuestro?!; ¡ya yo tampoco descansaré!". Y le explica, ya ido el espíritu que la poseyó que él le dijo que se callara, porque no estaba en la mente de los hombres entender cierras cosas, y que aceptara su conocimiento como el caballo soportaba el suyo y que rezara para que su alma alcanzara el descanso en lo que pasó o lo que vendrá. Le pregunta por qué le pasa eso precisamente a él, y ella, como si fuera suficiente, le dice que es su destino; todavía insiste y le cuestiona si nada puede hacer para escaparse de esa maldición, y su respuesta es, descarnadamente: "¡Nada!". Le llena de confusión y tristeza la inocente piedad de Josephineo Ella declara e insiste: "Ten fe en el Padre, que el puede resolver cualquiera de nuestros problemas". Pero él sabe que sus vidas ya nadie tiene la oportunidad de salvarlas. Ese Buen Dios no tiene potestad para deshacer lo hecho por él mismo o por el Diablo, o no le importa lo que sucede, o, lo que es peor, se complace con aquella desgracia. Y sin embargo, aunque sólo sea por instantes que quisiera se alargaran hasta el infinito, se deja envolver por la dulce esperanza que alienta a su mujer; porque, después de todo, resulta más reconfortante esperar. . .lo que sea, que saberse definitivamente concluido. Nace Vivianne, y ese amanecer, por demás hermoso, él llora amargamente, porque nunca como en ese instante siente la maldición que lo zarandea. Sale de la casa para que su adolorida mujer no lo vea ni lo escuche; pero ella presiente su tristeza que siente como suya y le grita que entre, que la acompañe, que le agarre la mano con fuerza. "Tienes que estar contento, Gaspard", le dice cuando finalmente accede a entrar; "olvídate de todos esos disparates. Nada malo puede pasarle. Aquí estamos tú y yo para protegerla... Mírala que linda es". Y es en verdad un caudal; su tesoro. Ello sabe mejor que ella; mejor que nadie. Ha sido su mayor ilusión aunque también su más pesada rebeldía, siempre que
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revive aquel nefasto día. Pudo haber sido inclusive la razón de su vida; el único resultado o justificación de sus estúpidos sufrimientOS ... si aquello no hubiera pasado. Un año después o antes, tiene veintidós, cuando conoce a Josephine Dubois, una hermosa muchacha de carnes prietas y turgentes. Con suficiente temor; pero con mucho mayor deseo se enlía ofuscadamente con ella. Ella es católica; se crió con una familia dominicana que la quiere mucho, y que hasta le hubiera gustado que se casara con algún mulato de aquí. No han visto con muy buenos ojos las relaciones con Gaspard; pero como ella es fuerte de carácter y ellos lo saben han consistido en que se junten; pero según las reglas; o sea, después de un matrimonio por la iglesia. Yal muchacho le da lo mismo; así que acepta: ella vestida de blanco y él, con un saco que le consiguió el mismo cura de alguien de su parentesco, protagonizan la ceremonia en la capillita destartalada que queda en lo alto de la loma. Por poco no pueden hacerlo, porque él no tiene acta de bautismo; pero le aseguró al cura que le habían bendecido en su pueblo cuando era un carajito, y sólo miente a medias; porque la verdad es que el sacerdote voudou de allá lo inició en un riachuelo, yagua es agua. Y, no puede negarlo, se siente satisfecho con lo que hace. ¿Cómo rechazar el placer que tuvo en tantas noches, y de qué manera renunciar a la gloria que disfrutó con el nacimiento de su dulce negrita. Además, ya lo sabe: nada puede hacer para impedirlo. Eso es lo que la vieja leedora de los pensamientos llamó destino; esa intragable mierda que constituye la urdimbre de su vida. De la de él y de la de ellas y de la de todos, aunque los demás no sepan en qué pararán. La culpa la tiene el maldito tirano. No tendría que importarle nada a él, ni a ninguno de los que se quejan porque les lesiona su economía que ellos trataran de vivir decentemente. Y una persona puede trabajar por su mejoría sin importarle si es allá o aquí. Del 378
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otro lado las cosas se han puesto demasiado difíciles, no hay árboles y la sequía los va secando hasta la huesos, él lo ha visto y lo sabe o lo recuerda. ¿Qué sentido tiene eso que llaman frontera? .. El nada ve que divida nada. Y si lo hubiera, ¿por qué tiene que estar en ese lugar o en cualquier otra parte? Todos viven en una misma isla, y nadie puede dividirla si el Buen Dios no lo ha hecho. El es ciudadano de ese promontorio en el mar que le vio nacer, y si es invasor, como dicen, sería lo mismo que aceptar que todos, no importa en el lado que vieron la luz por primera vez, somos extranjeros en el mundo. Yeso es un disparate. Está en la cárcel, en un lugar donde tienen apiñados a los que no andan bien de la cabeza. El no está loco, eso lo sabe; por lo cual no entiende bien, aunque sí le parece saber gracias a alguna forma de reminiscencia de lo que no ha vivido, por qué lo tienen metido allí, desnudo, en tan inhumanas condiciones. No ha sido por el asunto de los recuerdos que tiene del futuro; no los menciona, precisamente para ahorrarse problemas; ya hace tiempo que los sufre en silencio, vencido por una realidad que reconoce que es mucho más fuerte que él. De seguro que su aprisionamiento es causado por el odio que le tiene al hombre cuya orden provocó el holocausto. Trata de confirmarlo con sus acompañantes en el exiguo espacio; pero ninguno de ellos se preocupa por saber razones de nada. Están allí y sólo les duele, a algunos, que sus familiares estén tan empeñados en librarse de ellos aún a costa de sus sufrimientos; otros parecen ni siquiera darse cuenta de que están encerrados. No están enterados ni son mentalmente aptos para explicarles lo que para ellos es pasado. Y aquello se prolonga demasiado. Finalmente, uno, que lo tienen en chirola por política le dice que a él lo trajeron porque cuando se enteró de que Trujillo se había robado el poder, aprovechó una visita del dictador para inspeccionar la línea divisoria de los dos países, y le gritó no se sabe qué cosas, y, bueno, eso es razón 379
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suficiente en las presentes circunstancias para enmohecerse en cualquier ergástula o para podrirse en cualquier hoyo ... Se preocupa por la que se convertirá en su esposa, aunque todavía no la conoce. Sabe que está bien, porque eso sí lo recuerda; pero no se imagina qué le estará pasando en ese momento, porque nunca le preguntó por el tiempo que le transcurrió antes de conocerlo a él. Pero aún con tanto en que pensar, no tiene muchas novedades en su interior, yeso le desespera. Se le ocurre entonces que si terminara con su propia vida, de alguna manera no perjudicaría a los que ama. En el espacio y el momento de ellas, si él no vive no se conocerán, y no se casarán y no nacerá la negrita y no escaparán del pueblecito donde estuvo su hogar, y no los pescarán en el intento de huida y no ... ¡lo demás!. A él no le importa seguir existiendo; o sea que, ¿por qué no acabar antes de que pueda perjudicarlas? Consigue con una de las mujeres que de cuando en vez cocinan para ellos, algo que llaman "Negro Eterno", que dicen todos que es más infalible para matar que para teñir las canas, y ensaya envenenarse con él; pero es un fracaso: uno de los menos enajenados entre los internados, no el político, ¡por caridad!, lo atiende cuando pierde el conocimiento, le da un mejunje con leche y cal y Dios sabe qué más, lo hace vomitar... y el único resultado, en esos días lo comprende, son los problemas estomacales que ha tenido desde la mala hora en que los metieron en el patio de la fortaleza de Santiago. Enfrentado con una nueva dimensión de su hado: la absoluta convicción de que no podrá cambiarlo, como le dictaminó la bruja, alguna versión de aceptación, le llega: él de nada es culpable; sólo es víctima de una fatalidad que aunque parezca que se puede cambiar, sucede inexorablemente fuera o dentro del tiempo y el espacio. Sólo entonces se da cuenta de que no se trata de su mala suerte, sino la de
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todos ellos; la de su nación, la de su raza, la de la humanidad. No por estar separados él, Josephine y Vivianne se librarán del triste hecho. Así será porque algo o alguien superior lo ha escrito, y, ¡maldita sea!, ahí está la segunda parte de su condenación, esa particularmente suya, se lo han dejado conocer a él. ¿Para qué? Nada gana con saber lo que no se puede remediar. Entonces, si es inocente, ¿por qué lo castigaron de tal manera? Apenas un adolescente cruza la frontera con el viejo que lo cuidara cuando quedó completamente huérfano, y que a su vez, también lo dejó poco después, a su muerte por un mal de los pulmones. Muchos de su país lo hacen a plena luz del día; pero él insistió en que era más seguro hacerlo de noche. Así que, sin nada en los hombros y sin dejar nada detrás, protegidos por las penumbras de una luna chiquita, vadean el riachuelo casi seco que llaman frontera. En el camino su protector le va diciendo, lleno de esperanzas: "Ya verás lo bien que nos irá en Santo Domingo. Ahí hay mucho que comer, viandas, legumbres pan y hasta carne. Podremos trabajar y ganar dinero ... Seremos libres de todas las penas que hasta ahora nos tenían jorobados... Ya verás ... Lo verás ... Ahora entenderás lo que es la alegría'. Su niñez está marcada por la miseria y todas sus carencias. Las pasa como sonámbulo entre los pasillos del mercado, ofreciendo su ausencia de posibilidades a los mulatos que quieren cualquier tipo de ayuda, no importa la que sea; engañando y robando, y por supuesto, hambreando y huyendo; durmiendo a la intemperie o, cuando tiene suerte, en un zaguán o debajo de un alero y de periódicos extendidos. El recuerdo de su acabamiento es para ese entonces algo borroso; pero que por igual lo martiriza insoportablemente; tanto así que, aunque recuerda que será inútil el intento de quitarse la vida, en una oportunidad, se lanza entre las ruedas de un camión cargado de carbón de leña; pero aunque las ruedas mellizas del ve381
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hículo le pasan por arriba, inexplicablemente, no sufre más que algunas laceraciones más bien leves. El único hecho importante de su infancia es la muerte de su padre, cuando tiene unos seis años; porque, como sus retentivas le comprobaban antes, ese fue el inicio de su mal pasar. Y no es que en esos días le vaya lo que se dice bien; pero de alguna manera, el viudo, como le dicen sus pocos amigos, con tosquedad y circunspección permanentes, siempre le procura algo, suficiente, de lo que un imberbe necesita. Se constituye entonces ese hombre en un presente hermoso que disminuye todo lo demás; ya medida en que avanza hacia la puericia lo ama con más fuerza, yeso es bastante, lo siente así, si no para olvidar, al menos para restarle importancia a su pasado. La rememoración es por aquellos años algo simple y hasta limpio en su inexorabilidad: allí estaba él crecido, fuerte; no pequeño y carente como en la actualidad, rodeado de muchos haitianos y sobre todo acompañado por Josephine y una negrita, que él sabe; pero no comprende, en su capacidad pueril, que es su hija. Cómo le hubiera gustad9 tenerla a su lado ahora para jugar con ella; para llenar el vacío de muchachitos que lo ayudaran a pasar el tiempo terriblemente lento y amargo en el apartado lugar donde viven. Casi siente el miedo que se respiraba, como ahora le teme a la lobreguez de la noche. No sabe cuanto tiempo pasaron en aquel amplio patio de la fortaleza de Santiago; pero aunque lo siente inmenso sabe que no fue mucho; quizás un día, como mucho, dos. De repente se presentan un montón de soldados, borrachos y tambaleantes como su padre casi todas las noches, sudados, amenazantes. Algunos vienen con la bayoneta portada en su fusil; otros con machetes y palos. Ríen a carcajadas; pero pronto los gritos ahogan su diversión, cuando se avalanzan sobre ellos. Han rodeado el corro que se apretujó tembloroso en el centro del espa-
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cio y los comienzan a masacrar, bajo un cielo quemante. Algunos tratan de escapar y son perseguidos y ultimados con saña. ÉL .. aquel que entiende que fue, corre despavorido sin saber hacia dónde; pero en un momento recapacita mecánicamente y se devuelve para buscar a sus dos seres amados; los encuentra; se abrazan. Uno, tan negro como ellos los separa. De los tres, la primera en caer es su esposa; de un tajo casi le han desprendido la cabeza; no puede ya defenderla y aferra con fuerza a la niña. Un golpe en la espada le quema y lo obliga a abrir sus brazos. Ha sido herido con un arma blanca; pero apenas siente el dolor. Su descuido es aprovechado por el moreno que le arranca la criatura de los brazos y la levanta sobre su cabeza. Ella lo mira sorprendida, sin comprender, como pidiéndole ayuda y él extiende sus brazos. Ve como tomando impulso y con un tono obscenamente divertido en su voz el guardia que tiene enfrente grita: ''Ahí te va una; apárala". La niña, le parece, vuela lentamente sobre su cabeza, en hueco silencio; él, impotente, se vuelve y ve en mal momento cómo va a incrustarse en una ensangrentada bayoneta levantada que tiene el que lo hirió por detrás. Aún alcanza a ver como el otro, ahora con el rostro deformado por el odio, se le acerca, machete en mano, delante de él, y le gruñe roncamente: "Coge esto, mañé" ... y después obscuridad. Este episodio es tan ajeno y a la vez tan cercano como una pesadilla que no solamente sueña de noche, casi como si se lo hubiera contado alguna persona. Luego, algunos meses de inocencia en un infante inquieto que no habla; que no gatea; que se protege nadie sabe de qué en los rincones sombríos de su destartalada vivienda. El invierno del 1910, en una choza de madera de palma situada en las afueras de Port au Prince, su padre, Phillipe Domingue y su madre Roxanne, que morirá poco después del parto, solos, sin comadrona ni siquiera, se quedan sorprendidos y, sí, sin lugar a du383
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das, hasta asustados cuando escuchan la reciedumbre y la desesperaciĂłn con que exhala el chillido de la nalgada. Al igual que su muerte es su nacimiento: se desliza hacia la obscuridad hĂşmeda de la matriz de su madre, sin pensamiento ninguno, y deja de respirar bruscamente, como sumergido, al fin, en un acogedor olvido.
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«¿Cómo pretender tranquilidad y paz, sin los demás... ? Hay que pensar así: No solamente ellos, en mucho, dependen de mí; sino que también yo, en más, dependo de ellos. No ha sido el humano creado para vivir en soledad. De ser así, le hubieran los cielos concedido otra clase de habilidades que lo hiciera autosuficiente, como al águila que sólo se ayunta para garantizar la descendencia. Y ¡ay! aún en ella es necesario este acercamiento, aunque sólo sea carnal, si no quiere borrar su especie de la faz de la tierra... Vete... Vete, tonto... Lo quieras o no, volverás diez días después de mi muerte, para buscar la herencia... » y aquí está, involuntariamente obediente, cumpliendo con la predicción mandato del abuelo; recibiendo reproches de dos casi extraños, cuya relación con él, si bien desde su infancia, nunca pasó de un simple saludo cuando ellos salían a buscar la leche y él iba para la escuela. -Estuvimos a su lado hasta el último momento. Yo diría que murió tranquilamente. El vecino le entrega la llave con gesto mezquino. Hay algo de reproche en el tono de su voz, y una insolente expresión en su mirada; pero es la intervención de su gorda esposa, la que definitivamente cuaja la crítica:
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-¿Por dónde andaba? ¿No conocía el estado de su abuelo? ¿Cómo es posible abandonar en esas circunstancias a quien sólo contaba con usted? Rauel siente vergüenza, mezclada con indignación. Si bien tienen algo de razón en la reprimenda, ¿con qué autoridad juzgan ellos, a quienes no les importa, lo que sólo conocen a medias? Pero a regañadientes decide pasarle a su descontento por arriba; sólo tiene importancia secundaria en ese momento, ante la necesidad de destruir el esquema que tanto le jeringa: el viejo predijo que moriría completamente solo, y el hombre ha dicho que lo acompañaron en aquel instante. -¿Lo vieron morir? -Bueno... No exactamente. Observamos que estaba muy desmejorado la noche anterior, y decidimos hacerle una visita, con la intención de ayudar si era necesario. En nuestra larga conversación con él, confirmamos que estaba en muy mal estado de salud. Mi esposa, discretamente, le pidió la llave para poder entrar a la casa, en caso de que... ¿Entiende usted... ? Él accedió, con una sonrisa extraña, y más tranquilizados nos fuimos ... La tarde siguiente, cuando regresé a la casa, mi esposa me comunicó su preocupación; no lo había visto ni sentido en todo el día. Así que entramos y... Pobre hombre. Parece que acababa de morir, puesto que cuando lo toqué al ver que no respondía, aún su cuerpo estaba calientito. y agrega la doña, con aviesa intención: -Su rostro reflejaba una gran paz, como si descansara. El pobrecito sufrió tanto, tan estoicamente, tan abandonado... ¡Cómo hubiera sido mejor de yo haber podido recoger su último aliento! -¿ y a qué hora fue esto? -pregunta Rauel, con agitación. -Calculo que las seis y media. ¿Me equivoco, querida? -¡También acertó en esto, carajo! -exclama con ira impotente, al comprobar que la estructura de su desvelo sigue intacta. 386
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No le ha dado tiempo a que ella responda, yal observar la expresión de espanto de la doña ante su procaz interrupción siente la necesidad de atemperar el momento y farfulla: -Estaba en el extranjero... Negocios... No podía yo... Bueno , . a VIVIr .. conmIgo.... ., ¿que cu1pa tengo....~El' j no qUiSO Ir Mientras habla, siente que la ira se apodera de él. No miente con su explicación; pero al decirla siente que es tan justificativa como cualquier falsa excusa. Y además, retomando su malestar por la intromisión, piensa que pierde su tiempo convenciendo a esos dos desagradables metiches. Se despide torpemente con gestos y bisbiseos, y sale de la casa, la antigua, grande y fría llave apretada en su sudorosa mano. De repente se siente nuevamente culpable por no haber estado allí, como único familiar de un pobre viejo alienado. Antes, en varias ocasiones, experimentó algún tipo de remordimiento, y ahora éste le vuelve con renovada fuerza. Reconoce lúcidamente que no puede culparlo por completo del rompimiento de sus relaciones, y que en consecuencia ha sido un necio al abandonarlo. Así, ocupando el lugar de los buenos días, se lo hizo saber la última mañana en su parabólico lenguaje:
«Se te permitió aprender de tu Abuelo; este pobre infeliz que ahora defines como irremediablemente senil... Bastaba con que pensaras un poco en los demds, para que comprendieras el mundo de promesas que esperaba por ti. Sé que consideras que es mi culpa; pero no es así. En mi tiempo yo fUi el error de mi hermana; pero en esta derrota sólo tu eres de culpar. Tú has sido mi fracaso, y contigo acaba de abortar toda esta cadena de seres obnubilados por el egoísmo. En realidad, ¡Se nos había pedido poco! ll1n solo aprender la necesidad de la unión, para con ella hacer posible la salud del mundo.» Por supuesto no podía saber que aquella era la despedida... final; y todavía ofendido por la discusión de la noche anterior, consideró la perorata como un nuevo intento de extorsión emocional.
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«Solamente es necesario amar. Y sólo aquel que ama puede aspirar a redimir. Yel amor es dar, no lo que nos sobra, sino lo que quisiéramos para nosotros.» -Esto se lo dijo asomado a la ventanilla del auto, habiendo ya encendido el motor.- «Cuando somos capaces de actuar de esa manera, que ya no constituye sacrificio sino placentera necesidad, entonces el mundo se crece ante nuestros ojos, y vemos como menudencia todo aquello que nos pareció grande e inasible... Adquirimos en ese momento la fuerza que se precisa para reformar y salvar.» Sintió una gran rabia, porque no encontraba que responderle y casi arranca sin tomar en cuenta que podía hacerle daño; pero el viejo pareció darse cuenta de su impulso, y se alejó un poco. Aún continuó hablando, y fue entonces cuando finalizó con lo de la tranquilidad y lo del águila y lo de la herencia. Todo aquello que le pareció entonces tan disparatado y que en las actuales circunstancias ya no le resulta tanto. Luego ya no volvió a verlo. Pudo perfectamente internarlo en un asilo de ancianos, donde lo cuidarían en los momentos difíciles, y con lo cual, sobre todo, se le habría anulado la posibilidad de salirse con la suya; con todo esto que ahora lo amarga. No hubiera tenido que hacer mucho esfuerzo para convencer a las autoridades, de su insania, de su incapacidad de decisión, en caso de haber sido necesario forzarlo. Está bien que su extraña conversación con tintes mesiánicos pudiera considerarse simple cháchara de viejo. Pero era absolutamente anormal y hasta peligroso para su propia vida ese insistir en que moriría donde había vivido, abandonado, en la absoluta miseria, el veinticinco de noviembre del 1990, a las seis de la noche, cuando las fuerzas del día se debilitaban... Mas, comprobando una hipernormalidad, se cumplió al pie de la letra el vaticinio de las últimas horas, y lo mismo está sucedien-
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do en este momento con lo relativo a su regreso. De haberle sido posible hubiera intentado todo para evitarlo; pero las circunstancias, alevosamente, se lo han impedido. Estuvo en Puerto Rico, cerrando unos negocios, y sólo se enteró del deceso al llegar a su oficina varios días después. Los vecinos habían dejado un mensaje con su secretaria, en el cual le comunicaban que su abuelo había muerto. Debía ir a recoger sus pertenencias antes del domingo, puesto que partirían en la madrugada de este día hacia los Estados Unidos. Allí vivirían con un hijo que los había pedido. No tuvo mucho margen para escoger: había arribado el jueves en la noche y se encontró prisionero de una montaña de trabajo que debió despachar. Cuando se vino a dar cuenta ya era muy tarde y estaba muy cansado, por lo que decidió dejarlo para el día siguiente. La mañana del sábado, tomó carretera hacia San Pedro, y sólo cuando se encontraba a pocos kilómetros del pueblo se dio cuenta de lo que estaba sucediendo: el abuelo había muerto el jueves anterior, o sea que ese era el décimo día, como él lo había previsto. Pensó devolverse; olvidar todo el asunto, e inclusive dirigió el auto hacia el paseo para dar un viraje de regreso a la Capital. Pero, aún convencido de que no debía complacer el mal agüero del viejo, volvió a tomar la dirección original. Por supuesto, no esperaba nada, se repetía; pero, simplemente no pudo evitar que la curiosidad lo guiara. Y siguió así en búsqueda de su legado... «¿De su herencia?» pensaba con cierta ironía... Pues, ¿Qué podía haberle dejado el viejo, que no fueran molestias como ésta " ;> de1vIaJe....
«Podría ser la más magnífica retribución que el ser humano puede esperar; el más excelso tesoro a que alguien aspire: aquello que le permitiría cumplir con el deber que se tiene, no sólo frente a sí mismo, sino también frente a los demás, frente al mundo, frente al fUturo...
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Pero no, eso nunca te ha importado, y por supuesto, mucho menos ahora que tienes, como dices, queprobar tu destino por ti mismo; ejercer la independencia que, sostienes, Dios te ha dado... )) y agregó con cierta tristeza: «Esto permitird también que me conozcas mejor. Ypuede que te sientas un poco culpable por causa de tu orgullo; esa cancerígena excrecencia del desamor que es elgermen y abono de tus propios males, y de los de toda la humanidad. Entonces vendrd el arrepentimiento... pero tardíamente.)) y allí está, frente a la casa, prisionero de la misma expectación. Siente Rauel un indescifrable estado compuesto por excitación, temor y servil acatamiento. Procura sosegarse, pensando sin notable convicción que la tozudez del viejo pudo arreglarlo todo para salirse con la suya, aún en ese enfrentamiento con la verdad última. Con no abandonar su ámbito garantizaba que el deceso ocurriría allí. De no haber sido él quien lo acompañara, no podía haber otro, puesto que la familia acababa con ellos dos. Lo del dinero obviamente lo había provocado al no aceptarle la ayuda que le había ofrecido, y... Lo del día y la hora, aunque no imposible, era más difícil concretarlo. Pero, se tranquiliza: quien conocía como él, profundamente, su pétrea obstinación, tampoco puede negar la amplia posibilidad de que aún eso lo lograra, aunque tuviera que autoprovocarse la muerte, dejar de respirar, quererlo solamente, quizás. La llave toca la cerradura; pero allí permanece. Sin que sepa por qué, retarda su ingreso a la casa. Mira sin ver por un instante, y sacude la cabeza para librarse del ensimismamiento; del remordimiento... ¿del miedo... ? Sólo entonces observa cuánto se ha desmejorado el que fue escenario de su pasado. En los dieciocho meses que ha permanecido ausente, la casa ha envejecido más que en los ciento y pico de años que transcurrieron desde su construcción. Es una de las primeras grandes casas que se levantaron en la zona; pero hasta que él se marchó para la Capital,
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se había mantenido en un flamante estado. Esto, gracias a la inversión constante que aportaba el patrimonio familiar, que fue próspero cuando aún el lugar era aldea de pescadores, y que, ya extinguido, insistió en mantener las apariencias donde hubo riquezas. También él, cuando los demás murieron, se dejó llevar por lo que consideraba ya no orgullo pueblerino sino deber familiar, e invirtió grandes sumas en reparaciones ocasionales: que tal tabla, que el tejado, que la fontanería, que la pintura. Aún ahora, tiempo después de haberse propuesto abandonar para siempre todo aquel ayer, le duele agudamente verla en ese estado deplorable, el frente descascarado, las persianas rotas y claveteadas desordenadamente, el zinc del techo que amenaza desprenderse. Al ,fin introduce la llave, y la puerta se abre con chirrido de goznes oxidados. Se adentra en la semiobscuridad interior, y le golpea un fuerte tufo a vetustez. Cuando intenta cerrar a sus espaldas tiene que esforzarse, pues uno de los batientes está medio desclavado en su parte superior. También le cuesta trabajo entreabrir la veneciana que no ha sido condenada, para dejar penetrar un poco de luz. El sucio o la humedad apenas le permiten un leve rejuego, y sólo se cuela un ligero resplandor que va a proyectarse en el cielo raso, dándole un tinte fantasmagórico al ambiente. Sin esfuerzo de memoria, se dirige al interruptor de la luz, y nada logra aunque lo opera repetidas veces. Probablemente no hay bombilla o simplemente el fluido eléctrico ha sido interrumpido por falta de pago. Pero ya la mirada se va acostumbrando a la obscuridad y puede comprobar que no hay mucho que ver. El espacio está casi totalmente desprovisto de mobiliario. Al trasladarse de una habitación a otra sólo puede observar unas cuantas síllas de guano de las que se utilizaban en el pasado para el servicio, dos o tres cajas vacías, una mesita destartalada que parece haber sido 391
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construida con desperdicios mal ensamblados, y nada más. Ha desaparecido todo aquel añejo y hermoso mobiliario que ocupaba tan elegantemente la superficie de sus recuerdos. En la última habitación, donde estuvo el aposento del abuelo, está lo que seguramente le sirvió de lecho mortuorio. Por un momento le parece verlo allí, cetrino, que mueve su cabeza hacia el recién llegado y deja rodar una lágrima antes de volver a cerrar los ojos. Pero no, no hay nada allí fuera de lo que puso su imaginación, ni siquiera la inmaterial claridad que iluminó la triste visión. Sólo el catre, y a su lado una caja de madera de mediano tamaño. A ella se acerca Rauel, más halado por una atracción misteriosa que por la curiosidad, para observar que está llena de bultos que no logra definir. ¿Su legado... ? Si algo hay que justifique su retorno debería estar allí, y sin perder tiempo, hostigado por una extraña ansiedad, cargala caja, que no pesa mucho, y se mueve hacia las puertas internas que conducen al patio. Empujándola con los hombros logra abrirla fácilmente, y la enceguecedora luz le golpea los ojos, obligándolos a cerrarlos. Cuando los entreabre de nuevo, se les llenan de humedad quemante. Aquel espacio donde estuvo el rosal del abuelo, había sido su parque de diversiones, sus campos de batalla, sus exploradas selvas, su proceloso océano y hasta el infinito espacio estratosférico. Ahora es solamente un irreconocible montón de altas yerbas, arbustos espinosos y troncos secos. En su mente se agolpan años y años de risas ruidosas y de infantiles lágrimas sin importancia, de hermosos descubrimientos y de una completa seguridad nunca después disfrutada. Son montones de recuerdos encadenados que se empujan unos a otros y hasta logran compartir su pensamientos a la vez. En todos ellos, el protagonista es el abuelo.
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Cuando aún era muy niño, fue para él algo más que un familiar y en mucho, el mejor amigo que nunca tuviera o pueda tener. Así lo reconoce. No tenía él que hacer ningún esfuerzo para que así resultara, pues la mayor energía de aquella relación excepcional venía con cálida precisión, del amoroso señor que había substituido con tanto éxito a sus padres. Todo era amor en él, y sentía gran satifacción en mostrárselo. No cree Rauel que exista nadie que con mayor felicidad lo haya querido a él o a ninguna otra persona; que haya amado así, y punto. Ni siquiera en las semblanzas religiosas que formaban parte de su amarilleante biblioteca, hoy por completo desaparecida, encontró ejemplo parecido del limpio afecto de una persona mayor a un niño. La totalidad de su vida estaba dedicada a él, como si quisiera volcar en aquella incipiente existencia toda la experiencias de sus largos años. Pero, tan arropante resultaba, que el entonces adolescente acabó sintiendo que su persona era algo así como un órgano del abuelo. Aún las pequeñas buenas acciones que él tuvo la ocasión de realizar, no le pertenecían, sino que constituían una extensión de la gracia del viejo. Yeso mismo fue lo que produjo la grieta que acabara destrozando aquella hermosa afinidad, que vista hoy más bien parece el utópico recuerdo de algún deseo, o un sueño tan dubitable como otro cualquiera... Se asfixiaba; se sentía mutilado; la relación aquella le resultaba el absoluto doblegante. Por supuesto, Rauel comenzó a centrifugarse del círculo vital del viejo: la escuela, los amigos, la vida exterior, llegado el tiempo, le tentaron y cebaron su individualidad. Confirmó entonces que no era suficiente ser la prolongación de una mundología que, por amplia que fuera, no era la suya. Aún permaneció algún tiempo la impresión de que él constituía un remanso con su protectora infalibilidad; pero sin que pudiera 393
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demarcar cuando sucedió, se fortaleció su idiosincrasia, y por causa de ello se tornó opresiva inclusive la cordialidad. El amado señor pasó a ser como un súcubo intelectual que pretendía vivir su vida a través de él. La rebeldía activa no tardó en aparecer y ya la distancia entre ambos se convirtió en una inmensa e insalvable falla. y aunque el amor del viejo seguía mostrándosele a cada momento mediante la dedicación de sus miras hacia el joven, su expresión no fue la misma. Ya no había la paz y la felicidad que devenía de ella, sino una angustia crecida que caía en la desesperación frecuente. La desobediencia producía verdaderos cataclismos cada v~ mayores. Y la convivencia en la casa, entonces, dejó de serlo y adquirió características de una constante guerra que no podía terminar en nada bueno. «¿Por qué no me haces caso? ¿No ves que cada vez que insistes en tus caprichos, terminas entolldndote?» -No son caprichos, es mi existencia y tengo derecho a conducirla por donde se me venga en ganas.- «La vida no se resuelve con antojos ni ninguno de los hijos del egoísmo.» -¿Y piensas que está mal pensar en uno mismo? .. «No tiene la vida significación si estd desligada de la de los demds.» -Esos a los que te refieres no serán los que nos están ligados por los lazos de la casualidad. Entendería ese concepto si se aplicara a las personas que nosotros buscamos para construir nuestras vidas. ¿Entiendes? Amigos, hijos, esposa, amantes, ¡qué se yo!, lo que se nos antoje. «¿ Y qué valorpuede devenir de tener lo que tenemos y del hacer lo que nos resulta fiícil? Sólo en la búsqueda yen la lucha se encuentra verdadero placer.» -¿Para qué perder el tiempo soñando o tratando de hacer lo imposible? «Sólo el conflicto nos hace crecer, si nos dejamos conducir por las satisfacciones cada día estaremos más próximos a la bestia... Así es: obedecemos a nuestros deseos, hasta con lo que consideramos nuestros civilizados 394
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pensamientos, y pretendemos que ellos somos nosotros, y que satisfaciéndolos cumplimos con el sagrado privilegio de regir sobre nuestras vidas; pero en realidad lo que hacemos es desamparar la aspiración de nuestrasfacultades superiores, ofUscadospor el tiránico mandato de nuestra animalidad Y entonces cabe la pregunta: ¿qué es lo que queremos? ¿Cuándo ejercemos la expedita elección...?¿Al respetar los alaridos de la carne o al investigar en los aún sigilosos reclamos de la mente...?Si lo que buscamos es la satisfacción y la tranquilidad que de ella deviene, mejor haríamos procurando soluciones más duraderas a los problemas que nos aquejan. Y entonces, sí estaríamos ejerciendo el libre albedrío, que tan diftcille parece al entendimiento del hombre.» y así, las miles discusiones se hacían bizantinas y más distanciadoras, por habitar cada cual en un mundo cada vez más diferente y comprometido. Y habiendo comenzado por un pedido de atención a lo que Rauel consideraba simple empirismo del abuelo, derivaba en disquisiciones de índole filosóficas que luego degeneraban en ironías y ofensas e insultos. Fue a partir de esa época cuando comenzó a cambiarle el carácter al abuelo. Y Rauel reconoce que fue por culpa suya, pues al arrebatarle al nieto que se había constituido en el objeto único de su amor, lo dejó desprovisto también de su postrera esperanza o su razón de vivir. Entonces pasó a ser esa otra persona; aquel extraño ser humano que parecía conocer en detalle todos los acontecimientos que ocurrirían en su vida. Desde siempre había sido así; pero sólo a la luz de aquella baquía psicológica que estrenaba, era posible reconocerlo. La sumisión anterior no exigía confirmaciones o comentarios; simplemente había pautas que debían seguirse y que se cumplían; pero al nacer la conciencia y la consecuente oposición, entonces se hizo indispensable comprobar, explicar, y hubo de restregar en las narices y todo llego a ser irritantemente notorio. 395
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Desde muy pequeño, la sobreprotección del abuelo había provocado, involuntariamente, que el entorno exterior, todo aquello que escapaba a su control, le resultara lejano y hasta extraño. Los misterios de afuera le provocaron cerval horror, primero, yal crecer, cierta adversión nunca exenta de temor. Especialmente todo lo relacionado con esa magia popular que explotaba por las calles: los misteriosos guloyas y sus extravagantes vestimentas y sus ritmos enloquecedores y su olor a sudor y alcohol; los haitianos lejanos y callados como trasgos, que, según se susurraba a espaldas de ellos, comían niños blancos; los pentecostales que vociferaban poseídos a puerta cerrada, inundando el católico vecindario escandalizado con gritos y lenguarajes extraños. Nunca quiso, en consecuencia, que ni siquiera se la hablara de arcanos de ningún tipo, y todo lo que no podía ser desglosado con meridiana claridad le resultaba odioso y era de plano rechazado. ¿Cómo explicar racionalmente aquello que parecían predicciones... ? Puede ser casualidad... A lo mejor el viejo es adivino... Tonterías; será la experiencia lo que le ayuda... Sabe mucho, el señor; a lo mejor, si yo estudio como él lo hizo, alcanzaría esa claridad demente... Las pocas equivocaciones en que caía, aunque estas fueran solamente en los asuntos de poca monta, le justificaban algún desentendimiento de la situación; pero por demás pasajero, pues en realidad era fácil definir la categoría de la cuestión por su infalibilidad: nunca pifió en algo importante. Y, pasado el momento de camandulero recreo, recomenzaban los intentos de definiciones racionalistas de lo que, sin poderlo superar, le producía resquemor e inseguridad. Este casi deporte de inseguridad se prolonga hasta hoy mismo, y aún podría jugarlo si no se sintiera tan aplastado por las evidencias, y por la inutilidad de tener razón o no. Simplemente, cambió el
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amoroso motor de las relaciones por la yerma y huera exacerbación de la porfía permanente. Mas para ese entonces, eso era lo que le molestaba al nieto, que siempre tuviera razón y que la restregara en su cara, así lo sentía. Lo soportó por mucho tiempo; pero ya hace año y medio, simplemente se hartó, y escenificaron la más grande y definitiva discusión de sus vidas, a co'nsecuencia de la cual rompieron sus relaciones. Consideraba que no era posible que una persona que quisiera conservar su cordura continuara expuesto a ese control exagerado de todas sus acciones presentes y futuras. Y de una manera premeditada, aunque justificada por aquella gran trifulca, Rauel decidió olvidarse del abuelo y hacer su vida sin estar condicionado por las irritantes adivinanzas. Ahora, corta abruptamente este chapuzón en el pasado; de nuevo se apodera de él la curiosidad angustiosa que lo ha urgido al ver la caja. Se sienta en uno de los escalones que bajan al patio y procede a investigar su contenido. Encima de todo está el amarillento sombrero panamá que tanto quiso el abuelo, ya sucio, rasgado en varias partes. Siguen unas cuantas piezas de ropa, desteñidas y raídas; unos pantalones kaky, dos camisas blancas, un pantaloncillo y tres pares de medias de seda, doblados en bulticos. Debajo, un mar de fotos color sepia. Ya sin tocarlas siente que el corazón se le sobrecoge de ternura. Conoce aquellas fotos, todas ellas. Muchas veces las repasaron hasta aprenderla, en los momentos que precedían a la ida a la cama. En ellas está resumida la historia de la familia a través de sus momentos más sobresalientes, y no sólo los alegres, aún los nefastos. Una foto, sobre todo, ha ejercido sobre él una impresión imperecedera: la que recoge el velatorio de su tía-abuela, hermana de su abuelo materno, a quien nunca conoció. Fue una mujer espigada, de rostro adusto y mirada profunda. En todas sus fotos lucía el pelo 397
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liso recogido en un moño al nivel de la nuca, y vestidos blancos o al menos de colores claros, con cuello alto y con un camafeo al cuello. En la que aparecía muerta, su pelo estaba casi completamente blanco. Era un plano medio tomado desde su lado derecho, un poco desde abajo, en primer lugar, desenfocados, lirios blancos que más se adivinaban y detrás de ella una diminuta claridad que surgía de una vela; el foco está justamente en sus labios sonreídos. En la leyenda oral que completaba la observación de la foto, el abuelo precisaba que, aún ante la oposición de los demás miembros de la familia, él decidió tomarla como recuerdo del único momento de descanso de la que fue su más consistente compañera desde la muerte temprana de los padres de ambos. Nunca se casó, y aunque siempre fue taciturna y aparentemente seca, bastaba, decía él, con que se colocara su mano sobre el brazo de alguien para que éste o ésta sintiera como una descarga de amor. De alguna manera él se sentía culpable por el infortunio de aquel ser querido; pero nunca dio mayores explicaciones. Simplemente decía que fue a partir de sus momentos agónicos cuando cambió la vida de él. «}ó también fUi un espíritu despreocupado e irresponsable como tú.» -comentaba. «Hasta que comprendí tardíamente cudn oneroso podía ser un error.» y ya se callaba. Cuidadosamente colocaba la foto bocabajo, y pasaba a la próxima, luego de respirar profundamente. Allí está, sobre las demás, la última foto de sus padres, antes del accidente. Ampliamente sonreídos en el balcón, rodeados de sus maletas, con él, lloroso, en los brazos. Tendría apenas ocho años entonces. A la derecha, semioculta, la que recordaba de su primera comunión, vestido de blanco, pantalón corto, con rostro agresivo, la vela torcida, y el paisaje pintado a sus espaldas. A la izquierda, el abuelo y su hermana, en la borda de un barco, pesadamente abrigados y obviamente pretendiendo que no veían al fotógrafo.
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En cierta ritualística forma inconsciente, intenta repetir aquella cálida experiencia, y acaricia las fotos; pero no hay en ellas el orden que las hubiera hecho posible. De seguro que los vecinos las manosearon; porque el abuelo nunca se hubiera ido dejándolas así, desordenadamente. Están dispersas, perdida la colocación meticulosa en que siempre las mantuvo, las etapas confundidas, su niñez entremezclada con la historia de sus padres, y las menos consignada de los abuelos. Extiende sus manos en un impulso impensado de reorganizarlas y disfrutar de nuevo de aquella época feliz; pero al intentar levantarlas sus dedos tocan algo crujiente que parece rasgarse con el sutil esfuerzo que ha desplegado. Con cuidado saca las fotos, y allí están unos pergaminos manuscritos que lucen aún más antiguos que los daguerotipos de los bisabuelos. En algún momento estuvieron encuadernados; pero, exfoliada ahora, solamente quedan las marcas quebradas de la costura. Ahora el legajo es mantenido unido con dos cintas que fueron blancas o rosadas, cuidadosamente lazadas. En el medio de ambas se introduce el dedo de Rauel, rasgando la primera página. Aunque una buena porción de ella esta destrozada, aún puede verse claramente que está encabezada por el dibujo de una serpiente que se muerde la propia cola, y debajo de éste una leyenda hermosamente escrita, que dice: «Historia de nuestro porvenir,
hasta elfinal)), Acaba de sacar las fotos que aún quedan en la caja, y las coloca todas cuidadosamente a su lado, en el piso, sin prisa: sabe que ha encontrado lo que su sexto sentido le indicaba que existía. Ya ellas no le importan. Su energía y sus emociones y su atención se dirigen hacia aquel voluminoso documento que tiene delante de sí, Sin duda a esto se refirió el abuelo, cuando le habló de la herencia que él procuraría.
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De alguna manera todo comienza a relacionarse. Recuerda que según lo relatado por el viejo, su hermana había cambiado cuando el deceso de los bisabuelos, ya él lo mismo le había sucedido en los últimos momentos de su vida. Ahora, cuando el viejo también deja el mundo, él está frente a lo que podría ser la explicación de todas las extrañezas alrededor de la familia. Allí está lo que podría cambiar el curso de su existencia, según le fue pronosticado. Un temor hiriente le atenaza las manos y luego le corre por los brazos, hombros y cuello, hasta llegarle a la cabeza como una caliente marejada de sangre que desembocara en una lluvia de partículas luminosas. Mira sus dedos atenazados y no coordina el movimiento. Aunque se esfuerza, no logra explicarse qué le impide realizar lo que más desea en este instante. Tembloroso se levanta y camina por el patio, llenándose de cadillos la pernera de su pantalón. Mira a su alrededor girando trescientos sesenta grados, y no le parece identificar nada de lo que allí hay. Luego, más calmado, va a sentarse de nuevo alIado de la caja, y lentamente, meticulosamente, quita todas las espinillas, cuidando, no muy exitosamente, de no pincharse. Habiendo constatando lentamente que ya no queda ninguna, toma cuidadosamente el legajo y lo coloca sobre sus piernas. Desatando ambas cintas comienza a leerlo. En la página que sigue a la primera, no numerada, menos amarilla que la anterior y en un tipo de letra que se le asemeja a la del abuelo, se lee: «Si hubiera suficiente fuerza de voluntad en el ser humano para vencer sus aberraciones, con seguridad el malvado curso de los acontecimientos históricos variaría. Nadie podría entonces establecer tristes destinos; ni Dios que lo quisiera... Y esa, ciertamente, no es la aspiración del Ser Supremo». 400
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Sigue, en un espacio inferior un rasgo decidido y violentamente interrumpido, como si hubiera existido la impronta de una firma, seguida por el rápido convencimiento de la inutilidad de hacerlo. Rauello lee de nuevo para convencerse de que ha entendido; porque si bien hay un significado literal de fácil comprensión, está seguro de que otro u otros niveles super. o subyacentes se le escapan. Está seguro de que esto lo escribió el abuelo, más por lo que afirma que por sus identificables rasgos ortográficos tan apasionados como su carácter. Ese fue el tipo de pensamiento con que justificó sus arremetidas; siempre insistía, hasta provocar su desesperación, que el destino del hombre se podía cambiar y debía hacerse.. Continúa entonces con excitación creciente la exploración del voluminoso expediente a través de las páginas crujientes y teñidas por el tiempo. Una advertencia encabeza: «Sólo el heredero de esta obra puede conocer su contenido, a su debido tiempo, que será cuando le llegue a las manos. A nadie más deberá enseñarse. Y no podrá evadirse el entregarlo al destinatario de turno, hasta el último cuando será irremisiblemente destruido.» Mientras más avanza más crece su excitación. Es una historia larga, de muchas generaciones, escrita, inusitadamente, con anterioridad a los hechos. Es un relato escueto, sin intenciones literarias, que al principio no le dice mucho. Luego comienza a descubrir que aquella es su familia; parte de ella. Se relata la biografía de algunos de SUs miembros, que son escogidos de acuerdo a un patrón específico que aún no sabe hacia dónde conduce; pero que está seguro de que llegará a su persona.. Consigna nacimientos, muertes, sucesos importantes relacionados con actitudes, decisiones, violaciones de cánones y los resultados que estos provocan. 401
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De toda la historia se desprende una simplista ecuación matemática. Esto, más esto o menos esto, suma o resta esto otro. Una primaria filosofía que en cierta forma le sugiere la manera de ver las cosas que tienen los niños: Hay principios que cumplir y cuando son violados ocasionan consecuencias inevitables. «Existen leyes naturales, contra las cuales no puede dirigirse el libre albedrío, y es ésta de la unión la más importante de todas, porque rige desde las ínfimas moléculas hasta los incontables universos, y entre estos dos polos que se antojan tan distantes, al hombre. Es a eso, a lo que hemos llamado: amor, yes la suma total de él, lo que se considera Dios. Que no caigamos en engaño; todo lo que vaya en contra de esto, puede considerarse odioso, y por lo tanto irá en contra de la economía total. Y mal puede un capricho particular transgredir lo que es canon general. ¡Anatema contra ése! TOdo aquel que peque contra el concierto de las almas, se hard reo delgran orden y generard las terribles consecuencias que constituirdn su propio castigo. El que él, no importa si lo supo, escogió» Poco a poco vásele haciendo más familiar esa historia, al reconocer en ella los hechos de sus inmediatos antepasados. Página tras página, identifica las anécdotas que le ha contado su abuelo. Y más, muchas que calló. Aprende de los detalles de su vida, que nunca narró; del reencuentro con su hermana, la tía abuela incapaz hasta lo último de demostrar amor. Allí está a grandes rasgos la historia de su madre, sólo lo suficientmente amplia para dar a conocer el matrimonio impuesto con el abogado, su padre, impuesto por un embarazo en soltería; de las penurias económicas que los obligaron a volver al solar paterno. Se entera de un dinero extrañamente habido, mediante la ejecución de la hipoteca a unas pobres gentes, con la cuál se pagarían el viaje a Europa que no llegaron a realizar. Fue 402
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entonces cuando sufrieron, en la carretera que los conducía al aeropuerto el accidente que les quitó la vida. Un fuerte golpe de aire revolotea los papeles en su regazo, amenazando con dispersarlos y Rauel, en un presto gesto reflejo los apisa con ambas manos, rasgando algunas de sus hojas. Puede observar entonces que ha transcurrido mucho tiempo, el sol que fue mañanero es el de una tarde avanzada. Temeroso de perder los papeles se traslada a la improvisada mesa que se encuentra en la terraza trasera, y arrimando un cajón de madera, vuelve a leer. La luz que se proyecta desde la puerta le permite hacerlo si inclina los papeles hacia ella. y se llega al relato de su propia vida, y allí está, sin los detalles amables que acarician la memoria; importantizándolos hasta el protagonismo. Es la parte de su historia que no registran las fotos, el sector de las razones y las consecuencias, y aún de aquello que él en su pasado experimentó. Hay importantes asuntos que había olvidado; que no relacionó entre ellos o a los cuales restó importancia. Un vacío se le produce en el pecho, como si la totalidad de la caja toráxica estuviera ocupada por aire que presionara fuertemente hacia afuera. Tiembla. Suda. Esa mano desconocida ha escrito no sólo lo exterior que puede consignarse con alguna facilidad, también las ocultas interioridades que, le consta, nunca comunicó a nadie. Ni siquiera a su abuelo. La última noche el viejo le dijo: "Estd escrito", y no abundó más. y en realidad, así es: está anotado en el libro, todo está allí. Y sin embargo el abuelo le dijo que era posible cambiar; proporcionarle un giro positivo no sólo a la vida personal sino al destino de los tiempos; detener al mundo en su deslizamiento hacia la autodestrucción. ¿Qué creer entonces? Fue precisamente aquella aseveración lo que ocasionó la disputa definitiva. Sólo ahora comprende comple403
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tamente lo que quiso significar. Y su reacción entonces es la misma de ahora: Inconformidad... ¿Establecido? ¿Fijado? ¿Indiscutible...? ¿Cómo... ? ¿Se nos hace venir a la existencia para representar un inmundo papel que ha sido compuesto por Dios o el diablo o quien fuere, y tenemos que desempeñarlo sin alternativas, ni variaciones... sin salvación? Y entonces ¿quién se inventó la basofia del libre albedrío? « Tonto: desconoces que no existe ese libre albedrío que tanto es manoseado por la debilidad humana. Según la definición del diccionario sería, la facultad de obrar por reflexión y elección; o sea, no hacer lo que uno quiere, según su antojo o capricho; sino según la voluntad que deviene de una meditación. Y es esto lo que hacemos... En conclusión, lo que todos queremos, tú inclusive y hasta yo en mi tiempo, es simplemente, satisfacción, paz. Todas nuestras luchas se remiten a estas, hasta ese momento, justas pretensiones. Pero de ellas nace la importancia que ganan en nosotros la riqueza, los placeres de la carne, la lenidadfrente a nuestros deseos; libertinaje, en fin, en un giro ya no tan encomiable. Buscando satisfacer esas angustias, y así, saciados, vivir tranquilos. ¿Y qué logramos... ?Nada; llenuras pasajeras que hacen crecer cada vez mds nuestras ansias... Pero no creo que lo comprendas a tiempo». No es concebible la vida sin la eventualidad de un viraje autoguiado, sin posibilidades de cambios que dicten la voluntad propia, sin la probabilidad de que se nos permitiera, al menos, una justa elección. No seríamos ni siquiera actores, tan solo muñecos estúpidos que no tienen la más ligera idea de la trama que le impone el marionetero. ¡Sería entonces la vida algo estúpido que no merecería ni siquiera soponarse! Ni aún el suicidio sería solución, puesto que aún esto estaría prefijado... Aunque sería un descanso... un alivio... un alto. Ahora comprende lo que sucedía entre él yel abuelo. Allí está consignada la naturaleza de sus relaciones, y le admira con la fideli-
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dad que él la representó, y se adentra en el dolor que le supuso su rompimiento definitivo: «Sentí queyo debía educarte de una manera diferente, y así romper con la larga maldición que creí quebrantable. La muerte de tus padres, si bien dolorosa, meprodujo la satisfacción de tenerte sólo para mí, de tener la oportunidadde moldearte de acuerdo a normas morales ideales. i Tonto yo! Parece que olvidé que eras tan humano como cualquier otro y por lo tanto igualmente presa de tus debilidades. No se puede construir un Mesías; debe nacerse como tal, y entonces hay señales en todos los mundos. Nada sucedió, queyo recuerde, cuando asomaste la cabeza entre las piernas de tu madre.» Ahora comprende por qué reaccionó con dolorida ironía; entiende por qué se tornaba acongojado cuando se enteraba de los acontecimientos que comprobaban sus augurios; y cual era la razón de que en cada uno de sus aciertos, se tornaba más filosófico, más profundo; más ininteligible para un adolescente: Cada vez más, la felicidad había dejado de formar parte de su vida: Llegando entonc~s a ser diferenciables en él la alegría o la tristeza. Se convirtieron sus sentimientos en una extraña mixtura de ambos. Cuando algo deplorable sucedía, vibraba con una profunda tristeza silenciosa que ni siquiera intentaba expresarse. Y cuando de algo positivo se trataba, destellaba una sonrisa en su mirada; pero fugaz como el parpadeo, se deslizaba indefectiblemente hacia la desolación. Este saber le producía una silenciosa desesperación que le denegaba la posibilidad de un acostumbrarse. Y, después de recuperado en cada caso, entonces retomaba fuerzas que le surgían de su fuerte esperanza, y hablaba del amor con grandes palabras. Hacía suyos los grandes pensamientos y los tornaba cálidos y entendibles. Pero volvía a la melancolía y se quejaba de su falta de capacidad: 405
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«No te imaginas cuán devastador es comprobar continuamente que lo que regula nuestras vidas es la constante equivocación y la debilidad de nuestros principios para enfrentarse a la fortaleza de nuestros vicios. No importa que sepamos de antemano el resultado de nuestras acciones y la catástrofe que esto puede producir, caminamos con paso seguro hacia la perdición como ignorantes víctimas; como si nuestras buenas aspiraciones no pudieran resolver nada; como si nuestra voluntad sólo pudiera enunciarse y defenderse y pavonearse; pero nunca funcionar en nuestro bien.» Ha dejado de leer como para tomar aliento. La rememoración de aquel callado sufrimiento le producen un insoportable agotamiento. Intenta, con media efectividad, la respiración profunda para regular su corriente sanguínea, y su mente se aclara. Con extremo cuidado toma el amplio resto de páginas que aún quedan por leer, y saca la última, para encontrar lo que está buscando: la fecha de escritura de todo aquello. En efecto, allí está casi completa. Debajo de unas líneas que dicen: «y es esto lo que acontecerá, si nadie logra romper el círculo vicioso del estúpido egoísmo humano. De no ser así, ni siquiera nadie sabrá los terribles males que sobrevendrán». A modo de firma hay otra frase:
«Quien no supo cambiar para bien», y debajo de esta: «Diciembre del mil quinientos...» Yen lugar de las dos últimas cifras, un rasgamiento que disminuye el pliego en una tercera parte de su tamaño original. -¿Puede suceder esto? -se pregunta Rauel en voz alta, yen sus pensamientos continúa cuestionándose cuál milagro o qué magia le permitió volar a este ser, no sólo en el tiempo y el espacio externo, sino también en la obscuridad interior. 406
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Allí establece la posibilidad del cambio. O sea que la correcta utilización del libre albedrío hubiera logrado anular lo que en ese escrito haya de negativo. No lo entiende; se le dificulta comprender, si es que aquello en realidad tiene poder adivinatorio, como lo ha demostrado, que se falseara. Entonces debería cambiarse lo escrito, y para ello se precisaría un auténtico milagro. ¿Pero no es el mismo escrito un portento... ? ¿Y no sería el mismo hombre liberado, un prodigio aún mayor? Sería entonces necesario aceptar que el ser humano superado puede hacer, no sólo esa maravilla callada y particular, sino cualquier empresa que se propusiera; sería aceptar que es posible llegar a ser el súperhombre que siempre se ha soñado, el hombre espíritu, sin ataduras, con real libre albedrío. Sus ojos vuelven a buscar el lugar donde ha interrumpido la lectura, y retoma el hilo del relato que narra su vida. Paulatinamente, a medida que va comprendiendo sus errores, se le va derrumbando la autoestima en que se tuvo. No porque nunca le pasara por su mente lo que allí se dice con claridad meridiana, si no porque su preocupación al respecto ha sido algo circunstancial pasajero, intrascendente, cuando debió constituirse en lo primordial. Sabe, consternado, sin que haya espacio para la duda, cuáles han sido sus errores y cuáles fueron las consecuencias. Y le dice aquel antepasado, que de no haber sido por su egotista reacción hace año y medio, esta condena a la desgracia se hubiera roto, y no pasaría a ser más estas páginas que la lucubración afiebrada de un imaginativo ser humano que, ni siquiera por su valor literario valdría la pena considerarse. Después del día en que marchó, no relata nada más hasta este día actual, como si nada de lo que ha hecho en ese ínterin tuviera ninguna importancia. ¡Y él que pensó que había dado los pasos más importantes de su vida!
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¿y qué sucede hoy cuando, aterrorizado se entera de que cada acción tiene su consecuencia, y que no es posible escapar al premio o castigo que implica, y que lo que le espera realmente justifica ése y un más grande temor? La obscuridad ha llegado y dificulta al máximo su lectura. Se levanta a encender la luz, y sólo luego de intentarlo recuerda que aquella casa está desconectada del servicio eléctrico. La brisa sopla con más fuerza y acaba de dispersar las fotografías, para a renglón seguido mover peligrosamente las hojas del folio. Corre Rauel para impedir que se dispersen; pero antes de que llegue a ellas unas cuantas, fantasmales, se levantan danzarinas. Con torpe movimiento de su mano derecha impide que continúen desgranándose, y con la otra intenta perseguir las que, como si tuvieran vida propia, se van alejando. Logra atrapar dos de ellas; pero la primera que se movió, aquella en que se suspendió su lectura, rápidamente se mueve hacia el patio. Toma la caja para colocarla sobre el legajo y como una bofetada recibe el impacto de la que le queda frente a los ojos. Dice: «¡Ah, maldito libre albedrío! ¡Cuán distinto hubiera sido todo de haberle recortado sus nocturnas pretenciones! ¡Hacia qué nube de mentiras os ha conducido! ¡Qué armadura de huero orgullo vistió vuestras perecederas carnes! ¡Raza de estúpidos! ¡Cuántas oportunidades se os dio y cuántas veces las desechasteis! ¡Cuán ancho el mundo que teníais de frente y cuán estrecho lo hicisteis! Por supuesto que había salvación; pero quizás ésta debió cifrarse en seres menos empequeñecidos por sus propios defectos. Ahora es demasiado tarde y sólo os resta llorar inútilmente; porque dejasteis ir seca la esperanza que en vosotros se puso. ¡Ah, lágrimas inútiles! ¡Cuánto dolor conducís para los que en este largo paréntesis de la eternidad depositaron en esas almas su esperanza».¡Ah, lágrimas inútiles! ¡Cuánto dolor conducís para los 408
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que en este largo paréntesis de la eternidad depositaron en esas almas su esperanza. En un inexplicable movimiento impulsivo, toma la hoja con una crispación que le viene de adentro, y con un pavor que se expresa rabiosamente, desgarra con facilidad todas ellas, que se convierten en polvo al contacto con su fuerza incontrolada. Otro golpe de aire dispersa el polvillo y retrae la página perdida al dintel de la puerta del patio. Con ella en las manos recobra un jadeante control de sus acciones y su pensamientos. Allí está escrito en un impersonal estilo, lo que siente como su condena: «La obligación, entonces, siempre ha estado ligada a la fusión. Yal asumir acciones que la niegan, se ha faltado grandemente al Plan Mayor. La vida no tiene sentido donde debió tenerlo; y esto equivale a estar muerto. Se ha desperdiciado todo el tiempo que tomó hacer crecer un alma hasta el borde de su salvación; se está fuera; ya no se es útil; el ser humano retorna pequeño y vacío a la obscura y fría espera, cuando le fue posible volar crecido y candente hacia la realización.» ¿Quién lo diseñó? ¿Por qué y para qué se trazó este horrible experimento que, en micro, confirma la impotencia del humano? .. ¿Fue único o habrá posibilidades para otros? .. Ahora no puede pensar. Ni siquiera valoriza la dimensión de la tragedia, que presume mayor que el silencio actual de su mente. Se siente disminuido, desvalido ... ¡Completamente liquidado!
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EDICIONES FERILIBRO 1. Salomé Ureña de Henríquez. Poesías completas. 1997 2. Sherezada Vicioso (Chiqui). Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897).
A cien años de un magisterio. 1997 3. Daisy Cocco de Filippis. Tertuliando (Hanging out). 1997 4. Frank Moya Pons. Bibliografta de la literatura dominicana 1820-1990 (2 volúmenes). 1997 5. José Chez Checo (compilador). Ideario de Luperón (1839-1897).1997 6. Bruno Rosario Candelier. El sentido de la cultura. 1997
7. Lupo Hernández Rueda. La Generación del 48 (2 volúmenes). 1998 8. María Ugarte. Estampas coloniales: siglos XVI-XIX (2 volúmenes). 1998 9. Manuel Valldeperes. Obra crítica en elperiódico El Caribe, 1962-1969 (3 volúmenes). 1998 10. Danilo de los Santos y Carlos Fernández Rocha (relatores). Este lado
del país llamado el Norte. 1998 11. OIga Martha Pérez y Margarita Luciano López. Cuentos infantiles (Colección Dienteleche 1). 1999 12. Enrique Pérez y Eleanor Grimaldi Silié. Cuentos infantiles (Colección Dienteleche 11). 1999 411
13. Pedro Mir. Hay un país en el mundo (Poema gris en varias ocasiones) (Edición rústica). 1999 14. Pedro Mir. Hay un país en el mundo (Poema gris en varias ocasiones) (Edición de lujo). 1999 15. Adolfo Castañón. Trdnsito de Octavio Paz (1914-1998). Seguido de
Recuerdos de Coyoacdn. 1999 16. Coloquios 1998. 1999 17. México y República Dominicana. Perspectiva histórica y contempordnea. 1999 18. Francisco López Sacha y José Rafael Lantigua. Islas en el sol (Antología del cuento cubano y dominicano). 1999
19. Sonetos. 2000 20. José Rafael Lantigua. Buscando tiempo para leer (Los diez posibles derechos del lector). 2000
21. Coloquios 1999. 2000 22. Guillermo Piña Contreras (editor). En primera persona. Entrevistas
con Juan Bosch. 2000 23. Carlos Esteban Deive. Recopilación diplomdtica relativa a las colonias española y francesa de la isla de Santo Domingo 1684-1801. 2000 24. Juan Bosch. Cuentos. 2000 25. Enid Vian Audivert y Brunilda Contreras. Cuentos infantiles (Colección Dienteleche III). 2000 26. Ornar Felipe Maury Sierra y Aída Bonelly de Díaz. Cuentos infantiles (Colección Dienteleche IV). 2000 27. Henri Meschonnic. Crisis del signo. Política del ritmo y teoría dellenguaje I Crise du signe. Politique du rythme et théorie du langage. 2000 412
28. Guillermo Piña Contreras. Bosch. Imagen, trayectoria y escritura (2 volúmenes). 2000 29. Enriquillo Sánchez. Para uso oficial solamente. 2000 30. Cuentos breves. 2000 31. Coloquios 2000. 2000
32. Franklin Gutiérrez. Evas terrenales: bibliografias de 150 autoras dominicanas. 2000 33. Franklin Gutiérrez.Juan Bosch: viday obra. Seminario Internacional. 2000 34. Andrés F. Requena. Camino de fuego y Cementerio sin cruces. 2001 35. Poesías, cuentos y teatro de Azua. 2001 36. Ensayos sobre la discriminación. 2001 37. Manuel del Cabraly su obra. Comentarios y crítica. 2001
38. Manuel del Cabra!. Con permiso del guardidn del tiempo. 2001 39. Antología de Juan Sdnchez Lamouth. 2001
40. Andrés L. Mateo. Pedro Henríquez Ureña. Vida, errancia y creación. 2002 41. Orlando Inoa. Pedro Henríquez Ureña en Santo Domingo. 2002 42. Alexis Gómez Rosa. Las lenguas de la mdscara (Antología poética de José Antonio Ramos Sucre). 2002 43. Marcio Veloz Maggiolo. Santo Domingo en la novela dominicana. 2002 44. Mujeres como islas (Antología de narradoras cubanas, dominicanas y puertorriqueñas). 2002
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dominicana. 2003 50. Élida Jiménez Victorio (compilación). Ideario de Eugenio María de
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minicana. 2004 60. Sherezada Vicioso (Chiqui). Julia de Burgos, la nuestra. 2004 61. Pablo Reyes. Espuma de dngel (Premio de Poesía Joven, Feria del Libro 2003). 2004 414
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Unidos. 2005 67. Sheilly Núñez Guerrero. Los elementos (Premio de Cuento Joven, Feria del Libro 2004).2005 68. Aída Cartagena Portalatín. Textos escogidos (Edición de lujo). 2005 69. Enriquillo Sánchez. DEVO{ra}CfONES. 2005
70. Coloquios 2004.2005 71. Aída Cartagena Portalatín. Una mujer está sola (Edición popular). 2005
72. Voces de ultramar; literatura dominicana de la diáspora (Antología). 2005
73. El Quijote en Santo Domingo (Selección). 2005 74. Enegildo Peña. La poesía contemporánea de Santiago (Antología). 2005 75. Máximo Vega. El cuento contemporáneo de Santiago (Antología). 2005 76. Virgilio Díaz Grullón. Un día cualquiera (Edición facsimilar). 2005
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84. Marcio Véloz Maggiolo. Elpoeta, el narrador, el ensayista. Selección de José Rafael Lantigua. 2006 85. Pedro Henríquez Ureña. El libro jubilar. Compilación Julio Jaime Julia. 2006 86. Pedro Peix. El amor es el pldcer de la maldad. Cuentos completos. Compilación de Jimmy Hungría. 2006
87. Pedro Henríquez Ureña y la Argentina. Compilación Luis Barcia. 2006 88. Reynaldo Disla, José M. Espino, César Sánchez Beras y Felipe J. Oliva. La Lucígola - El último diente de leche - Pez Bobo y Quijotín Bernardino (Colección Dienteleche X). 2006 89. Mario Ulate, Alexandra Meléndez y Basilio Belliard. Puente de pald-
bras. Compildción de poesías costarricensesy dominicanas. 2006 90. Alexandra Meléndez, Magda Zabala y Avelino Stanley. Puente de
palabras. Compildción de cuentos costarricenses y dominicanos. 2006 91. César Sánchez Beras, Felipe J. Oliva, Reynaldo Disla y José M. Espino. Cuentos infantiles (Colección Dienteleche XI). 2006 92. Marcia Rodríguez. Mujer, discurso e ideología, hacia Id construcción de
un nuevo sujeto femenino. 2006 .93. Héctor Luis Martínez. San Pedro de Macorís en el renacimiento de la
industria azucarera dominicana, 1870-1930. 2006 416
94. Miguel Ángel GÓmez. La casa del diablo. 2006 95. Herman Mella Chavier. Cantar bien, cantar como y otros cuentos. 2006 96. Rafael Peralta Romero. El conejo en el espejo y otros cuentos infantiles. 2006 97. Rafael Jarvis. La Romana, origen y fundación. 2006 98. Isael Pérez. A la sombra del cañaveral, antología de cuentistas del Este. 2006 99. Isael Pérez. A la sombra del cañaveral, antología de poetas del Este. 2006 100. Delia Weber. Selección. 2006 101. Gregario Espinal. Noctambulario -Memorias de una prostituta(Premio de Poesía Joven Feria del Libro 2006). 2007 102. Frank Báez. Págales tú a los psicoanalistas (Premio de Cuento Joven Feria del Libro 2006). 2007
103. Coloquios 2006, 2007 104. Iván García. Antología Narrativa, 2007 105. Franldin Mieses Burgos. El ángel destruido, 2007
106. Franldin Mieses Burgos. Antología poética, 2007
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Esta obra Antología narrativa, de Iván Garda Guerra, terminó de imprimirse en el mes de marzo de 2007, dentro del programa de EDICIONES FERILIBRO, Núm. 104, en la Editora Búho, en Santo Domingo, República Dominicana.
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dominicana. sew.in 'IC.':In I:t.~ dcdic:l.forias a pai.·,.'s. fi~urJ~ o suce_ memorable<; a los qlU' el L...·I:n10 sir\e de L"Umplido homenaje. Pn....:i.'kIITlL'Tltc por su apego.:J esa función
primordial. FERIUBRO ha concrt:t:ulo tusta el prt.'SCnlc una cok 'Oón de l'ruJo« fundamenwJes. qUL' cnaltll- 't:fl la bibliogr.lfLa dOfllinic.lna. Desde 00r.l5 ooefter,!s de nuil-"M:r....s Jetra.~, pa.sando por útulos de diJalaw ulilidad par:t el ~'SIudjoso ). el im~jg:ador, hasta edi(:iones que pn."M:.uan no\"Í.simos aUlore:< dt.'1Itfn de las letras domirtil.:anas. il-"!\ta.s ediciones 'iOIl un ReSl0 difusor que nan° de la Feria Inll.·'lTllIdonal dcl Ubro de SanIO DorrtinRo )" la perpetúan en el lieffipo. tanto dcnuo Lumo fuer'! dd pab.