Emilia Pereyra, por Luis Martín Gómez Juan Larrea y el destino de América por Graciela Maturo
Gemidos del ciervo herido, por Manuel J. Ramos Ortega y Rafael Fernández Hernández
Consejo de Redacción
CONSEJO DE REDACCIÓN: Fausto Leonardo Henríquez, Editor. José Acosta, poeta y narrador. Karla Palacios, Periodista. Ana Isabel Mercado, historiadora del arte. Luis Martín Gómez, periodista y narrador. José H. Bográn, narrador. Altagracia Pérez, periodista y narradora.
Contraportada: Juegos invernales. Ana Poza.
Registro Legal 100017. HONDURAS, C.A.
Publicación digital sin fines de lucro. España, diciembre, 2012. Permitida su reproducción y divulgación por cualquier medio siempre que se cite la fuente.
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La palabra revela lo que pensamos y lo que sentismos. Por ella podemos comunicar inumerables registros de nuestro ser más profundo. Sin embargo, no siempre conseguimos expresar con claridad meridiana nuestros pensa-mientos y emociones. La literatura, con sus diversos géneros, facilita, de alguna manera canalizar todo lo que hay de humano en nosotros. Los antiguos griegos fueron capaces de legar obras imperecederas porque ellos buscaban la verdad y no sólo el ornamento como hicieron, en general, los romanos. Para que hoy emerjan obras que perduren en el tiempo, pienso, hay que cultivar la palabra sincera, la palabra que brota de la vida, de la verdad que sale al encuentro de quien la busca, de la palabra que inventa nuevos “macondos” de nuestras conciencias. La palabra poética nos descubre al hombre en lo que es y puede ser.
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SUMARIO
PÁGINA Emilia Pereyra, por Luis Martín Gómez 4 Juan Larrea y el destino de América, por Graciela Maturo
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El Oro de los Tigres & La Rosa Profunda, por FaustoLH
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Gemidos del ciervo herido, por Manuel J. Ramos Ortega,
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La brasa en los labios y el regreso a la herida, una lectura de Gemidos del ciervo herido, por Rafael Hernández Fernández
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Jaime Siles presenta “Gemidos del ciervo herido”, en la UCV
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Tres calillas sobre la encarnadura mística, por Juan M. Domínguez
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Veinte minutos, por José Acosta 39 La persistencia de la locura, por Giovanni Rodríguez
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Altagracia Pérez Almánzar, imaginación y creatividad en prosa poesía
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Por amor al arte, “sacarle punta a todo”, por Ana Isabel Mercado
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Comentarios a las obras del poeta Teodoro Rubio
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Fotografía, por Ana Poza 63
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ENTREVISTA
Emilia Pereyra “Debemos echar una ojeada crítica al pasado para mejorar el presente” Periodista y escritora, autora de El grito del tambor, novela sobre la invasión de Francis Drake a Santo Domingo Por Luis Martin Gómez (yolayelou@gmail.com) Lo único que hasta el momento no me ha gustado de Emilia Pereyra es un pescado a las finas hierbas que nos preparó a mi esposa Jacqueline y a mí, a Patricia y Armando, a Orlando y Ángela, una noche que soñábamos fundar una editorial dominicana con alcance continental. En cambio, me encanta su li-
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teratura (sus novelas más que sus cuentos); la forma profesional y ética con que maneja la comunicación, esa querida prima-hermana de las letras; y su disciplina de hierro, hábito que le ha permitido completar cuatro novelas, una colección de cuentos y una compilación de perfiles biográficos.
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La constancia, tan buena compañera para el escritor como lo es el talento, propició que Emilia concluyera su obra El grito del tambor, luego de ocho años de investigación y uno de escritura. El resultado de esa labor tesonera es una novela bien estructurada y excelentemente escrita que nos transporta al vergonzoso momento en que el corsario inglés Francis Drake invadió y saqueó la ciudad de Santo Domingo. El tema había sido abordado, por supuesto, por historiadores y ensayistas, pero la primicia literaria le pertenece a Emilia Pereyra.
dor de Felipe II y de alguna forma persecutor de Francis Drake desde la distancia”. ¡Trozad cabezas! En El grito del tambor es evidente el cuidado extremo de la autora por reflejar fielmente la ambientación de la época, sus edificaciones, vestimentas, alimentos; pero es aún más notorio su esfuerzo por el empleo correcto de un lenguaje que situara temporalmente a los personajes y al mismo tiempo no dificultara su entendimiento al lector de hoy.
LMG. ¿Cuándo supiste que esta historia daba para novela?
EP Para comprender cómo se hablaba entonces, leí varias novelas del siglo XVI y consulté un diccionario de términos anEP Primero, encontré ese episodio histórico tiguos, confirmando constantemente que en la obra La vida escandalosa en Santo Do- las palabras que estaba usando existían ya mingo en los siglos XVII y XVIII, del his- en ese siglo. De todas formas, cuando tertoriador Frank Moya Pons, y luego, cuando miné la novela, se la presenté a María José profundicé en el tema, me di cuenta que Rincón, una lingüista española, para que la había reunido tantos elementos que podía leyera con sentido crítico y le hiciera las coconstruir una novela que abordara la con- rrecciones de lugar. frontación entre imperios, la lucha interna en la colonia, la cobardía de las autoridades, el sufrimiento que pudo haber experimentado la población durante el mes que duró la invasión, y lo que ocurriría después, cuando la colonia quedó en un estado de miseria calamitoso. Además de Moya Pons, Emilia Pereyra revela que consultó la obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro, de Juan Bosch, para entender mejor el contexto geopolítico de aquel suceso, y la biografía Sir Francis Drake: El pirata de la reina, de Harry Kelsey, para construir el perfil del corsario. “También investigué la historia española de esa época para conocer la actitud del rey Felipe II de España respecto a la reina Isabel I de Inglaterra, pues entre ellos había una disputa política, territorial, religiosa y hasta personal; en esa búsqueda, que me llevó vía internet al Archivo de Indias, encontré a otro de los personajes de la novela, Bernardino de Mendoza, colabora-
El resultado de esa labor tesonera es una novela bien estructurada y excelentemente escrita que nos transporta al vergonzoso momento en que el corsario inglés Francis Drake invadió y saqueó la ciudad de Santo Domingo.
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Con ese lenguaje de “A veces surgen en la novela personajes que época literariamente se rebelan, pero esta vez logré mantener el esalterado, hablan perquema, y eso hizo más fácil la narración, que sonajes bien perfilados, aunque en fluyó continuamente y sin dificultades” algunos casos estereotipados, y por tanto, novela ha seguido ocurriendo; quizás podasin relieve. Se salen del molde, reclamando mos echar una ojeada crítica hacia el pasado mayor profundidad, más perspectiva, Fran- que nos sirva para mejorar el presente. cis Drake, el invasor terrible; Bernardino de Mendoza, quien combate al corsario en El grito del tambor me ha gustado tanto que el enrevesado campo diplomático; Garcí ya espero con ansias la próxima novela de Fernández de Torrequemada, quien asume el Emilia Pereyra. Solo espero que no me inliderazgo de la defensa de la ciudad aban- vite a hablar de ella en una cena, a menos donada por sus autoridades; y sobre todo que convide yo y sea Jacqueline la que coSadá, la esclava liberta que simboliza la re- cine. beldía que faltó a los isleños, y cuya relación de deseo y odio con Drake alcanza niveles memorables. De todos ellos, me quedo definitivamente con Sadá, hermosa, indómita, y a quien al final de la obra deseé que sobreviviera a su temeraria fuga. Con una estructura algo rígida pero indudablemente funcional, que nos permite ver lo que se cuenta desde cuatro o cinco ángulos distintos, El grito del tambor se monta sobre la historia del sitio y robo de la ciudad de Santo Domingo por Drake y sus hombres para referir situaciones de avaricia, traición, valentía, cobardía, oportunismo, fe. Cuál lectura quisiera la autora que prevaleciera? EP Primero me gustaría que sea valorada como una creación literaria, que se puedan ver sus valores artísticos más allá del hecho ocurrido. Luego, creo que la novela puede contener algunas lecturas para este tiempo, como la que todos los habitantes de un país, especialmente sus autoridades, deben saber prever el peligro y defenderse. Aquella vez había una gran desprotección, y ese mismo desamparo lo sentimos en estos momentos, cuando en muchos casos solo estamos tomados de la mano de Dios. En ese sentido, siento que las lecciones de la historia no se han aprendido y que lo que se plantea en la
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“No queda claro si Sadá se salva o no, el final queda abierto a interpretaciones y creo que eso hace la novela más interesante”.
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Crítica En 1926, ya casado con mujer francesa, viajó al Perú iniciando una relación con América que tendría más tarde consecuencias de peso en su vida y obra. Descubrí la existencia del poeta español Juan Larrea en 1958 a través de su obra Rendición de Espíritu. Leí esos dos volúmenes -que me esperaban intonsos, en el Instituto de Literaturas Modernas de la Universidad de Cuyo- con deslumbramiento y pasión, descubriendo a un poeta-vidente de excepcionales condiciones, y a un hermeneuta que aplicaba a la Historia misma su capacidad revelatoria. Debo decir que ambos mensajes - el sentido de la poesía y el destino de Amé-
Por Graciela Maturo
rica- entrelazados por una mirada profética, me marcaron para siempre, tiñendo todo mi quehacer, ya iniciado entonces como poeta, americanista y estudiosa de las letras. Pido perdón por esta referencia personal pero es imposible obviarla. Desde entonces visité a Larrea en su casa del Barrio Jardín Espinosa en Córdoba, y mantuve con él una rica correspondencia, que sólo en parte he dado a conocer.
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Datos biográficos. Será preciso recordar algunos datos de la biografía del poeta. Juan Larrea nació en Bilbao el 13 de marzo de 1895, en un hogar de perfil católico y conservador. Su madre era navarra, y según Larrea los navarros eran los más católicos de España. El padre era librepensador, y un típico conservador, rentista, cuya herencia venía de un abuelo que había hecho fortuna en América. Dos hermanas de Juan se hicieron monjas, y otro hermano jesuita; la madre quiso inclinar a su hijo Juan al sacerdocio, y él estaba “du côté de sa mère” según lo dice en carta a Robert Gurney. Hay un episodio de su infancia sobre el cual el propio Larrea llama la atención en esas cartas. Entre los 4 y los 7 años fue enviado por sus padres a Madrid a casa de su tía Micaela, hermana de su padre. Este hecho tuvo gran importancia en la formación afectiva del niño, que guardó un vínculo muy fuerte con Micaela Larrea; ella vino a encarnar a la Amada, sublimando la idea de la Poesía y convirtiéndose en símbolo de su vida espiritual.
peso en su vida y obra. Este viaje, de corta duración, lo puso en contacto con la cultura del Cuzco, donde reunió una valiosa colección de antigüedades incaicas que luego fueron exhibidas en Francia y en España, donde ahora se encuentran.
En 1936 se instala en París, como otros intelectuales, durante la Guerra Civil. Su exilio continúa a la caída de la República, en 1939: viajó a México, donde fundó, con José Bergamín y Josep Carner, la “Junta de Cultura Española” y dirigió la revista España Peregrina. Desaparecida esta publicación, promovió con otros escritores la creación de la célebre revista Cuadernos Americanos y permaneció allí hasta 1949. Estos diez años de su estadía mexicana fueron especialmente fecundos en la trayectoria de Larrea, y le dieron oportunidad de alternar con valiosos escritores e influir en ellos, como consignaré después. A esta etapa pertenecen importantes trabajos como Rendición de Espíritu (1943) y El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo (1944). En Nueva York puFinalizados los estudios de bachillerato, blica en inglés su estudio sobre el Guernica Larrea cursó la carrera de Letras en la Uni- de Picasso (1947). versidad de Deusto – donde conoció a su amigo Gerardo El encuentro con César Vallejo fue decisivo en Diego- y luego perfeccionó la publicación de una pequeña revista titulasus estudios en Salamanca. da Favorables Paris Poema (1921). En Madrid hizo la especialidad de bibliotecario y archivero, que le permitió ingresar en 1921 en el Archivo Nacional, donde fue jefe de la En 1949 se trasladó por varios años a los sección de Órdenes Militares. Debajo de es- Estados Unidos con el apoyo de la Beca tas funciones tan alejadas de la poesía latía Guggenheim, y luego, de la Fundación sin embargo la inquietud del creador, que Böllingen, para continuar sus investigalo llevó a pedir la “excedencia” en el cargo ciones. Publica en Lima, en 1952, su trabajo para establecerse en Paris. El encuentro con La Religión del lenguaje español. En 1956 César Vallejo fue decisivo en la publicación - año de nuevas publicaciones: La espada de de una pequeña revista titulada Favorables la Paloma y Razón de ser, ambas en México Paris Poema (1921). - vino a la Argentina, invitado por Víctor Massuh a la Universidad Nacional de CórEn 1926, ya casado con mujer francesa, via- doba, donde fundaría el “Instituto del Nuevo jó al Perú iniciando una relación con Amé- Mundo” y su principal organismo, el “Aula rica que tendría más tarde consecuencias de Vallejo”, con la revista de igual nombre.
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Robert Gurney ha estudiado esa producción poética en su espléndido libro La poesía de Juan Larrea, cuya traducción del inglés al español se publicó en el País Vasco en 2001. [...] Esta obra es a mi juicio la más importante sobre la poesía de Larrea, juntamente con el libro de David Bary: Larrea, poesía y transfiguración. Entre las publicaciones de ese tiempo destaco César Vallejo o Hispanoamérica en la cruz de su Razón (1958), Corona Incaica (1960), Pintura actual , en colaboración con Herbert Read (1964), Teleología de la Cultura (1965) , y Del Surrealismo a Machupichu (1967). Estos dos últimos títulos no fueron publicados en Córdoba sino en México. Luego del accidente aéreo sufrido por su hija y el esposo, en 1961, debió hacerse cargo de su nieto Vicente al que crió, y el cual ha muerto a comienzos del 2012. Después de 1964, año de la visita de Herbert Read y de cierto apogeo del Instituto, empezó el ataque desconsiderado de colegas que no entendían ni aprobaban la actividad universitaria de Larrea. Impugnaban su permanencia en la Universidad de Córdoba. Fue en respuesta a esas descalificaciones que Larrea escribió Teleología de la cultura, un breve opúsculo que puso en mis manos en el año 65: tal escrito comienza con el tono de una defensa personal, y va desplegando una visión completa de su labor. Juan Larrea falleció en Córdoba el 9 de julio de 1980. En l982 se editó en España, por la Editora Nacional, una compilación de ensayos que habían sido publicados antes en forma de opúsculos o libros, con título brindado por el autor, que es un verso de Rubén Darío: Torres de Dios, poetas. Su obra – integrada por buena cantidad de artículos y ensayos en revistas - sigue sin ser reeditada y, mucho menos, estudiada y comprendida en nuestras universidades. La obra poética. Larrea es ante todo un poeta, y la Poesía es el eje de su formación, visión histórica y teoría de la cultura, aunque el ejercicio del poema abarque sólo
una parte de su vida, entre 1919 y1932. La obra poética publicada, permaneció muchos años desperdigada en distintas revistas y antologías, hasta que fue reunida y traducida al italiano para su publicación por el profesor Bodini (ersione celeste, Einaudi, Turín, 1969), en edición que a su turno fue traducida y editada por Luis Felipe Vivanco, en libro que editó Carlos Barral con el título Versión celeste (Barcelona, 1970); llevaba esta edición un prólogo de su gran amigo Gerardo Diego y una introducción del curador, Luis Felipe Vivanco. Un prólogo breve del autor, fechado en Córdoba en 1966, ilumina la génesis de los poemas, escritos en su mayoría en francés. Vivanco, uno de los traductores junto con Gerardo Diego y Carlos Barral, anota que sobre 113 poemas, 90 han sido escritos en francés; por eso habla de “un poeta español de lengua francesa”. Robert Gurney ha estudiado esa producción poética en su espléndido libro La poesía de Juan Larrea, cuya traducción del inglés al español se publicó en el País Vasco en 2001. Era la tesis doctoral de este poeta e investigador británico, y recoge investigaciones iniciadas en 1968, e incrementadas con las entrevistas que el autor realizó en1972 y 1973 al poeta bilbaíno, y cartas posteriores. Esta obra es a mi juicio la más importante sobre la poesía de Larrea, juntamente con el libro de David Bary: Larrea, poesía y transfiguración, y con trabajos de Cristóbal Serra publicados en compilaciones críticas. Unos pocos trabajos más, algunos de ellos de autores argentinos que lo respetaron como Daniel Felipe Obarrio, Lila Perrén de Velasco, Osvaldo Pol o quien esto escribe, completan la bibliografía sobre el autor, al menos la que me parece más próxima a su pensamiento.
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Gurney, al estudiar la poesía de Larrea con valiosas calas de análisis e interpretación de sus textos, va revelando también las relaciones sucesivas del poeta con el ultraísmo – al que rinde culto con sus poemas españoles del año 19 presentados por Gerardo Diego en las revistas Grecia (Sevilla) y Cervantes, (Madrid)-, luego con el creacionismo, que incorpora deslumbrado al conocer a Vicente Huidobro, y con el surrealismo, dentro del cual mantendrá una relación conflictiva. Por mi parte agrego dos puntos, no suficientemente tratados: 1) La relación de Larrea con el “esprit nouveau” planteado por el poeta Guillaume Apollinaire en las primeras décadas del siglo XX. Apollinaire utilizaba ya la expresión sur-réalisme, que debe ser traducida como Super-realismo, más próxima del surnaturalisme de Gerard de Nerval que del surréalisme de André Breton. 2) la existencia de un Surrealismo español, que ha sido poco estudiado, y que registra un particular y sorprendente retorno a la fuente religiosa, con toques mágico-realistas, como puede verse en Dalí, Buñuel, Larrea, León Felipe. Un tema importante, tratado por David Bary, es el de la Luz psíquica, a la que llama Larrea “Luz de conciencia”; sería la luz del Evangelio de San Juan y de los místicos, también la luz de la pintura que hizo decir a Leonardo: La pintura es cosa mental. Anota Robert Gurney al respecto, que Apollinaire consideraba a la luz y el fuego como pertenecientes al hombre, en tanto que Larrea definía a la luz como don divino. David Bary conoció a Larrea, se interesó por su poesía, y destacó su relación con las artes plásticas. El poeta español recibió en Córdoba la visita de un genial estudioso de las artes, el inglés Herbert Read, con quien firmaron en conjunto un libro importante para la consideración de la pintura y la literatura, denominado Pintura actual (1965). Larrea considera que la pintura y la poesía forman un solo lenguaje; se trata de lo translingüís-
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tico del idioma. El poeta bilbaíno no estimaba mucho sus primeros poemas, que Gerardo Diego alcanzó a las revistas del ultraísmo: Grecia (Sevilla) y Cervantes (Madrid). El porqué de esta subestimación se halla en su idea de que la poesía sólo es grande cuando el poeta ha alcanzado su autoconciencia plena y se ha reconocido dentro de un Logos que supera el logos individual. Es cuando logra la “conciencia cósmica” cuando el poeta se convierte en profeta, el que dejahablar- a- otro- por- su- boca (profemí) y por esta operación trascendente se identifica con el destino de su pueblo y de su especie. No sé si Larrea leyó a Heidegger, pero por mi parte alcanzo a reconocer en su pensamiento poético aquella “patentización del Ser” que Heidegger encuentra en la poesía de Hölderlin. La palabra poética, en esos momentos, pasaría de ser la mera efusión de sentimientos personales a convertirse en casa del Ser, el lugar donde el Ser se revela. Los poetas y la Iglesia mística. Decíamos que Juan Larrea tuvo una formación e incluso una opción católica, pese a su rebeldía ante las jerarquías de la Iglesia. Le he escuchado más de una vez hablar de ROMA como el anagrama de AMOR, y de él aprendí el tema de Juan y Pedro, que ha sido tratado por muchos autores y pertenece a la tradición de la Iglesia y de las artes. Juan y Pedro representan en el mundo cristiano dos perfiles, dos funciones distintas.
No sé si Larrea leyó a Heidegger, pero por mi parte alcanzo a reconocer en su pensamiento poético aquella “patentización del Ser”
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El apóstol Simón-Pedro, pescador de oficio, es elegido por Jesús quien le dice: “Tú eres Pedro, piedra, y serás la piedra sobre la cual edificaré mi Iglesia”. Por eso Pedro, que ocupa la cátedra vicarial de Cristo, preside la organización institucional del Catolicismo, que significa universalismo, y acompaña el destino histórico de Roma, y de las naciones modernas (aunque éstas no hayan aceptado incluir al cristianismo en la Constitución de la Unión Europea). El Cristianismo se extiende a América, en sus dos vertientes, católica y reformada.
cos pero también judíos y criptojudíos , en América. Pero la Iglesia incluye a esos humanistas, como asimismo a los místicos y a los santos, a quienes podemos agregar otra comunidad no rígida ni organizada, exaltada por Juan Larrea: los poetas, esa iglesia espiritual formada por juglares -jocularesno sujetos a dogmas, no reconocidos en el “mester de clerecía” y sin embargo actuantes en la comunidad, guardianes de su destino espiritual. Es por la poesía que los hombres sostienen todavía una cultura y un destino no puramente materiales, utilitarios o técnicos. El Espíritu sopla donde quiere. Esta conviEl apóstol Juan, que vivió sus últimos años cción es muy fuerte en Larrea, y consolida en la isla de Patmos, es un personaje menos su visión permanentemente relacionante de visible, y su función aparece como poster- poesía, historia y religión. gada hacia los últimos tiempos. A él confía Jesús a su madre, y está destinado a pre- Sobre este punto quiero añadir que, luego de sidir una iglesia invisible, la iglesia mística. haber leído Rendición de espíritu, obra a la Desde luego, Juan Larrea apostaba a la igle- cual me referiré, y de conversar sobre estos sia de Juan, presidida por la Virgen María en temas que por otra parte han desarrollado representación del Verbo, tercera persona de otros autores religiosos, empecé a descubrir la Trinidad, y preanunciaba el florecimiento hondas resonancias del pensamiento de Lade esa iglesia mística, vivificada por los poe- rrea en obras como El camino de Santiago de tas, en América. Alejo Carpentier, y la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo. Consulté a Larrea sobre el Sobre esta dualidad, espinosa por cierto en particular y le di ocasión de explayarse en su aplicación a la Iglesia, tuve y tengo una cartas que conservo y he publicado a medias. posición más moderada que Larrea, y así se Estimo que Carpentier ha retomado el senlo decía respetuosamente al maestro, que tido judeocristiano de la Historia, agregando en todo era excesivo. Por un lado, la Igle- matices nietzscheanos y spenglerianos sosia es la Iglesia de Jesús, y abarca tanto a bre la decadencia de Occidente, y que Rulfo Pedro como a Juan. No sólo han de suce- hace algo más que insinuar la caída de Pedro derse sino que siempre existieron juntos: la y la pervivencia de Juan en su famosa novela Iglesia sostuvo a la Inquisición, que persi- Pedro Páramo. guió a los humanistas en su mayoría católiRevista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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En suma, el poeta vasco-navarro se movió siempre dentro de la tradición judeocristiana, aún acusando facetas críticas hacia los dogmas o las organizaciones. Gerardo Diego, que fue su amigo y compañero de los cursos de hebreo y de latín en la Universidad de Deusto, decía de él: “Larrea me supe-raba totalmente en cuanto a la fe cristiana.” Larrea se dedica tempranamente a la lectura bíblica, y la historia se convierte también para él en un texto a ser descifrado a la luz de las Escrituras. Los textos bíblicos de los profetas, así como el texto del Apocalipsis de San Juan, pasan a ser sus lecturas predilectas. Con relación a la posición hermenéutica de Larrea, mal comprendida por ciertos analistas, y por aquellos que pedían su destitución, traeré brevemente la opinión de un profesor de la universidad de Duke, Marcos Canteli, quien escribe el artículo “Larrea: una utopía melancólica”. Desconcertado ante el pensamiento del poeta, Canteli llama “utopía melancólica” a lo que considera una mezcla de posición reaccionaria y postura utópica, mostrando gran desconocimiento de la tradición simbólica judeocristiana y de toda tradición religiosa o teológica. Por supuesto juzgada desde la izquierda, la utopía sería un bien del socialismo, olvidándose que es en el judeocristianismo donde arraiga la concepción teleológica de la Historia con una forma determinada, que llegaría a su cumplimiento histórico y transhistórico en el final de los tiempos. Y dejándose de lado que Sir Thomas More, santo y mártir cristiano, inventó la palabra Uthopy, el no-lugar, para designar oblicuamente a América, de donde venían las noticias de Vespucci mediatizadas por el personaje de su obra, el marinero Hythtlo-
day. América estaba lejos de ser el no-lugar, aunque el humanista la llamara así eludiendo a los inquisidores; por el contrario, para los humanistas América era el lugar, el buen lugar (por eso en nuestros trabajos propusimos el nombre de eutopía). Se olvida también que Hegel, el mayor filósofo de la Historia con que ha contado Occidente, des-pliega su sistema de ideas sobre este telón cultural de fondo. Canteli, como otros, ignora todo esto. Se apoya en otro crítico que se ha ocupado de Larrea, Díaz de Guereñu, para afirmar que hay en Larrea un intento desesperado de recomponer el fracaso de la República española mediante el recurso a su aplicación en nuevas tierras. Por su parte José Luis Abellán habría calificado al de Larrea como “pensamiento delirante”, calificación que no rechazo aunque doy al delirio la significación positiva que le otorga María Zambrano. Canteli (que no me parece nada relevante sino que lo he tomado como ejemplo de particular incomprensión) acusa a Larrea de haber pasado del plano conceptual al plano mítico. Y efectivamente así es. El hombre religioso vive una atmósfera intramítica, como lo vemos en movimientos al modo del Islam, y esto se cumple también dentro del cristianismo, pero con una gran diferencia: la tradición de Cristo hace lugar al libre pensamiento, y esto es escándalo para los fanáticos, que llegan a considerar al cristianismo como una religión de débiles (Nietzsche) y en otros casos son inducidos a deserciones como la de René Guénon a favor del islamismo.
Es en el judeocristianismo donde arraiga la concepción teleológica de la Historia con una forma determinada, que llegaría a su cumplimiento histórico y transhistórico en el final de los tiempos. 12
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Por último Canteli identifica al mito con el pensamiento reaccionario, apuntando al carlismo, el franquismo, el conservadurismo, de los cuales Larrea tomó explícita distancia. Larrea jamás podría ser tomado como un defensor del franquismo, al que otorgaba un carácter demoníaco representado por la guardia mora del caudillo: veía en este movimiento una proximidad al nazismo, al que también adjudicó el símbolo de la media luna.
Antonio, Juan y Diego, luminarias de la vida colonial, pertenecían a una familia portuguesa de judíos conversos, como –se sabe hoy- muchos de los peninsulares que vinieron desde España o Portugal al Río de la Plata y luego a Córdoba del Tucumán, donde nació el menor de los hermanos. Antonio estudió en Chuquisaca, donde se graduó de abogado, y en 1612 ya residía en Lima, con la familia. Tanto el padre como los hermanos menores tomaron luego la orden sacerdotal. Antonio de León Pinelo regresó a Para Para Larrea, La espada de España, en 1622, y hasta su Larrea, La esla Paloma era una de sus muerte en 1660 dedicó topada de la Paloma era obras más importantes. das sus horas a escribir una de sus obras más imporSegún su valioso exésobre el Nuevo Mundo, geta Cristóbal Serra, se al que dio siempre este tantes. Según su valioso exétrataría –sin ignorarse geta Cristóbal Serra, se trataría nombre. Produjo bueaspectos más permana cantidad de obras, –sin ignorarse aspectos más nentes- de una requique lo califican como permanentes- de una requisi- geógrafo, historiador, sitoria contra la Iglesia toria contra la Iglesia de de Pedro. Sostiene que el escritor y bibliógrafo. Pedro. Apocalipsis –obra aceptada El Epítome es el catálogo en España como canónica antes fundacional de la bibliografía de serlo en Roma– es un texto que, sin americana. perder su carácter simbólico permanente, habría sido redactado contra el Obispo de Entre esos tratados varios se destaca una Roma y en el tiempo de la crisis de Corinto. obra singular, que participa de la historia, Allí Clemente el Romano habría recurri- la geografía, la teología y la filosofía, titudo al ejército para sofocar una rebelión de lada El paraíso en el Nuevo Mundo. Historia jóvenes diáconos, y desde allí la Iglesia se natural y peregrina de las Indias Orientales. habría transformado en una Iglesia Romana, Pinelo trabajó varios años en esta obra, cuyo que según Larrea desplazó el Evangelio, manuscrito en dos volúmenes, según el Epícondenó por herético al milenarismo, y des- tome debió parar en la biblioteca de Barcia. plazó a la mística. Larrea no se pronunció Se sabe que de esta curiosa obra llego a pusobre el origen ibérico de los hebreos, como blicar el Índice y “aparato” en 1656, según lo hiciera Oscar Ladislav de Lubicz-Milosz, Larrea, y esto ha dado origen a datos conpero sí esperaba y afirmaba la conversión fusos sobre la publicación de todo el libro. del pueblo judío en el final de los tiempos. No es el momento de hablar de la historia del manuscrito, cuya copia, existente en la Antonio de León Pinelo y “El Paraíso en Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid, el Nuevo Mundo”. Me parece muy impor- fue consultada por Juan Larrea, antes de su tante la revaloración que hizo Juan Larrea exilio en México, donde le dedicaría un exde la obra de Antonio de León Pinelo El Pa- tenso trabajo publicado en la revista España raíso en el Nuevo Mundo. Peregrina. Por su parte el erudito peruano Raúl Porras Barrenechea exhumó y publicó Recordaré que los hermanos León Pinelo, el texto en 1943.
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Para Juan Larrea es esta la obra más im- presentaciones clásicas del mundo o planisportante de Antonio de León Pinelo, y a su ferio resultan invertidas. Esto corresponde juicio, una obra admirable por su erudición, acaso a la idea del mundo de los antípodas, a la cual califica de poética y profética. El difundida en el Medioevo. También se dan Paraíso en el Nuevo Mundo es un libro enci- nombres de las regiones y sus habitantes. La clopédico, fruto de eruditas investigaciones región correspondiente al Norte del Brasil, sobre la naturaleza, la prehistoria y las so- Colombia y Venezuela se rotula: Habitatio ciedades americanas, destinado a probar que hominum y la costa del Pacífico Habitatio el Edén bíblico se habría hallado, en un re- filiorum Dei. Es posible ver en esto un remoto pasado, en el centro de la América del flejo del viejo tema de las puertas de la tieSur. León Pinelo realiza una prolija exégesis rra, una reservada a los hombres, otra a los bíblica interpolada con un examen de restos dioses, tema que proviene del Antro de las arqueológicos hallados en México, Perú y Ninfas, pero es un tema que no hemos prootros sitios, hecho que de suyo significa una fundizado aún. Finalmente apuntaré que en novedad hermenéutica, por la libertad con las tierras del Perú figura dibujada el Arca que el autor relaciona diversas de Noé, construida en el Mundo fuentes. Luego, ya en tren Nuevo para ser luego llede demostración, pasa a vada al resto del planeta. Juan Larrea, describir al continente poeta penetrado de americano, con baJuan Larrea, poeta rroca exhuberanpenetrado de un un espíritu auténticamente cia, añadiendo una espíritu auténticasuper-realista, y por ello capaz nueva versión a mente super-rela ya por entonde aceptar realidades sobrenatu- alista, y por ello ces cuantiosa capaz de aceptar rales que se superponen a las descripción de realidades solas Indias Occirealidades históricas, es quien brenaturales que dentales. El Arca se superponen ha otorgado a la obra de de Noé, construida a las realidades en América, habría históricas, es quien León Pinelo su estatuto navegado de un contiha otorgado a la obra poético nente a otro y así lo desade León Pinelo su estatuto rrollan el Libro Segundo y el poético, más allá de la eruque le sigue. El capítulo IV despliega dición con que ha sido construido. Lo la descripción de las naciones, monstruos, notable en el poeta español es el modo casi animales y figuras míticas de las Indias, a las natural con que acepta la imagen paradisíacuales caracteriza con el adjetivo peregrinas. ca del Nuevo Mundo y la continúa. Sobre En el Libro V describe los ríos americanos. este planteo audaz del Paraíso en América practica una operación hermenéutica y poéAcompaña al libro un mapa (ver adjunto) tica: la extrae de su aparente condición de ciertamente fascinante cuya copia me fue pasado, científicamente demostrable o no, y entregada por Juan Larrea el primer día le devuelve su carácter mítico, intemporal, en que lo visité en la ciudad de Córdoba. proyectándola al futuro. Aporta una justiCabe ahondar en el simbolismo de algunos ficación psicológica y teológica para esta elementos que caracterizan a este curioso razón imaginaria que viene a compensar mapa. En primer término se halla orientado –afirma- la indigencia terrenal del hombre, de un modo anómalo, con lo cual las re- dando sentido a sus pasos en la historia:
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Observa Larrea “...la clara inteligencia de León Pinelo y su tendencia al orden y a la clasificación recogió todos los datos concordantes que la tradición religiosa y los nuevos conocimientos le brindaban, sometiólos a una trabazón rigurosa agrupados en series de coincidencias acusadas por la necesidad de comprender el todo de un modo unitario” (p. 76)
el mito de un mundo futuro más perfecto, el cual, cuando toma cuerpo en una realidad de orden material, asume la especie de tierra prometida...” Lo propio de la teología ortodoxa es la esperanza en un tiempo celestial y ultramundano, no así la fusión de lo celestial en lo terreno, que los humanistas ven plasmarse en el tiempo concreto de los hombres. Joaquín de Fiore había abonado ese tópico que impregnó la mentalidad de geógrafos y
Quiero subrayar hasta qué punto el surrealismo de Larrea le permite vivificar la eutopía americana de León Pinelo y anunciar la venida de la Ciudad Celeste en el tiempo histórico de América. “La mentalidad que pudiéramos llamar colonial que se produce en América a raíz de la conquista es resultado de idéntico proceso”, dice también Larrea, y llama a la obra de Pinelo “Libro de época trabajado con la esmeradísima perfección de una piedra preciosa” así como: “singular, extrañísimo Cantar de los Cantares”.Y sigue el poeta: “León Pinelo se recrea exaltando la hermosura de la naturaleza americana... se complace en reproducir aquellas noticias fantásticas, a todas luces imposibles, que a sus ojos consagran la divinidad, el carácter extranormal de su amada Ibérica. Algunos de los capítulos, en especial aquellos finales dedicados a la descripción de los cuatro grandes ríos, pudieran considerarse en cierto modo como los cantos de un poema erudito, la correspondencia, si se nos permite el recuerdo, de aquel Paraíso Perdido en que era directa materia poética lo que aquí es seca, desabrida erudición”. (p. 79)
navegantes del siglo XV. Colón percibió esa atmósfera y la expresó en sus escritos, entre ellos el Libro de las Profecías, fundando de algún modo el realismo mágico americano. Será trabajo de escaldas, o sea de poetas, devolverle esa significación, nos dirá luego Carpentier.
Quiero subrayar hasta qué punto el surrealismo de Larrea le permite vivificar la eutopía americana de León Pinelo y anunciar la venida de la Ciudad Celeste en el tiempo histórico de América. Dice finalmente: “Estas consideraciones definen en verdad la forma y la sustancia del Paraíso en el Nuevo Mundo, obra, en primer lugar, nacida amorosamente de la necesidad intelectual de conocer; constituida, en segundo, por una intuición fundamenta, racionalizada a posteriori. La intuición es el punto de partida y la médula; las precisiones materiales, el método y el aparato racional (serían) el hueso, la caparazón que la envuelve protegiendo su Larrea justifica la utopía en la tensión inevi- debilidad orgánica. Queda sentado que la intable que surge entre la temporalidad y la tuición es el elemento psicológico que revela eternidad. “Los ojos nostálgicos del hombre la presencia de la imaginación creadora. El dejan de volverse hacia atrás para mirar de- Paraíso en el Nuevo Mundo. Historia Natulante de él, en el sentido de su marcha que ral y Peregrina, tiene, por extraña que sea su así se hace funcional, afirmativa y sin obs- forma, las características esenciales de una táculos. Bajo estos determinantes se plasma obra poética”)
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Y sigue el poeta y hermeneuta bilbaíno: “El Paraíso que, según su visión particular se refiere a tiempos pasados, corresponde en realidad al futuro. Con lo que no hizo sino seguir el ejemplo del Descubridor que murió creyendo que había desembarcado en el continente antiguo. Su paraíso es en verdad un paraíso nuevo, apenas perceptible en la lontananza del hombre cuya conciencia ha dado media vuelta, la cual en vez de alejarse cada vez más de su perfección, va hacia ella, vencida la mitad del camino, endereza positivamente sus pasos. El mismo título de la obra de León Pinelo expresa a esta luz su realidad precisa. El Paraíso en el Nuevo Mundo, en el mundo situado más allá del antiguo, en la tierra de la nueva promesa, en América –Continens Paradisi- continente del Amor, continente que se singulariza en espera de su contenido”( ...) “Las consecuencias que de ella se derivan coinciden por completo con las que arroja la intuición reinante en todas las repúblicas de América. (...) Es axiomático en el nuevo continente que sus tierras incuban el nacimiento de un mundo nuevo”. El poeta español contrasta el destino sobrenatural de América con “el contenido irremisiblemente bárbaro de la pretenciosa civilización occidental centralizada en el antiguo continente”. Como español, se sitúa entre los dos mundos (tal como igualmente se lo ve en su libro El surrealismo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, 1944); en todo momento se entrega con pasión al anuncio de esa nueva realidad histórico- metafísica. Hasta el título de la obra de Pinelo y su insistencia en el adjetivo peregrino se le hace
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connatural a la condición peregrina de España, y a su destino histórico, expuesto en su obra Rendición de espíritu (1943). La misión histórica de España habría sido, a juicio de Juan Larrea, transmitir a América el espíritu, convertirla en “pueblo bíblico” destinado a protagonizar la última etapa de la historia, marcada por la redención. Además, Larrea pone su atención en el aspecto autobiográfico de la obra, escrita desde la nostalgia del indiano que ha regresado a España, y afirma: “No deja Pinelo, como es lógico, de situarse a sí mismo en América, evocando los días felices que allí pasó, siempre que puede incorporar su personal testimonio al cuerpo de doctrina”. Con esta memoria personal, evocada desde la ausencia, se refuerza un tema capital en cierta línea de las letras americanas, cual es la poetización desde el exilio, practicada antes por el Inca y después por jesuitas expulsados como Rafael Landívar, o bien por viajeros extranjeros como Alejandro de Humboldt, o por quienes habitaron América en la infancia y la rememoran en otra lengua, como lo hizo Guillermo Enrique Hudson. En todos ellos se expresa de algún modo la utopía americana, que resurge con fuerza en la novelística del siglo XX. América, con sus problemas y contradicciones, se constituye como mito que ha vertebrado la gran literatura hispanoamericana. Notas: Juan Larrea: “El Paraíso en el Nuevo Mundo de Antonio de León Pinelo” en España Peregrina , 1942. -Antonio de Leòn Pinelo: El Paraíso en Nuevo Mundo, Universidad de San Marcos de Lima, 2 tomos, 1943.
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Notas: 1 Juan Larrea: “El Paraíso en el Nuevo Mundo de Antonio de León Pinelo” en España Peregrina , 1942. 2 Antonio de Leòn Pinelo: El Paraíso en Nuevo Mundo, Universidad de San Marcos de Lima, 2 tomos, 1943. DATOS BIBLIOGRÁFICOS. Graciela Maturo (Santa Fe, Argentina, 1928). Doctora en Letras, profesora universitaria (UBA, UCA, USAL; UNCu, UCES, Instituto Franciscano), ha sido Investigadora Principal del CONICET, directora de la Biblioteca de Maestros, fundadora de centros y grupos de investigación, asesora de editoriales, etc. - Dirigió la revista de poesía Azor (Mendoza, 1960-1964) y Megafón, (1975-1989) órgano del Centro de Estudios Latinoamericanos que fundó en 1970. Integra el Centro de Estudios Filosóficos “Eugenio Pucciarelli” de la Academia Nacional de Ciencias y colabora en revistas especializadas de Argentina, Colombia, Venezuela y otros países. Ha cultivado una línea de pensamiento humanista, renovada por la Fenomenología y la Hermenéutica moderna, y defiende la legitimidad de un pensamiento situado, asentado en el ethos hispanoamericano. - Su obra publicada, que ha merecido numerosas distinciones, abarca la poesía, el ensayo y la investigación literaria. A continuación se mencionan algunos de sus libros de ensayo e investigación: Proyección del Surrealismo en la literatura argentina, Ediciones Culturales Argentinas, 1967, en vías de ser reeditado; Julio Cortázar y el Hombre Nuevo, 1ª.ed. Sudamericana, 1968, 2ª ed. ampliada, Fundación Internacional Argentina, 2004; Claves Simbólicas de García Márquez, 2º edición ampliada 1977; La literatura hispanoamericana, F.García Cambeiro, Buenos Aires, 1983; Fenomenología, creación y crítica, F.García Cambeiro, Buenos Aires, 1989, La mirada del poeta, Bs. As, 1996, 2ª. edición ampliada, Madrid, Amargord, 2008; La identidad
hispanoamericana. Problemas y destino de una comunidad, Tekné, Buenos Aires, 1997; Marechal: el camino de la belleza, Biblos, Buenos Aires, 1999; La razón ardiente. Aportes para una teoría literaria latinoamericana, Biblos, Bs As, 2004; Relectura de las crónicas coloniales del Cono Sur (directora), USAL, Buenos Aires, 2004; El humanismo indiano, (editora) Buenos Aires, 2005. Literatura y Filosofía desde América Latina, Universidad de Caldas, Manizales, Colombia, 2007; Los trabajos de Orfeo, EDIUNC, Mendoza, 2008; La opción por América, Editorial Ross, Rosario, 2009; América: recomienzo de la Historia, Biblos, Buenos Aires, 2010. Ha publicado los siguientes libros y plaquetas de poesía: Un viento hecho de pájaros, edición Laurel, Córdoba (Arg.) 1958; El Rostro, Montevideo, 1961, reeditado por Ciudad Gótica, Rosario, 2007; El mar que en mí resuena, Buenos Aires, Ismael Colombo, 1965; Habita entre nosotros, Mendoza, Azor, 1968; Canto de Eurídice, Buenos Aires, Último Reino, 1982; El mar se llama ahora con tu nombre, Buenos Aires, Último Reino, 1993; Memoria del Trasmundo, Último Reino, 1995, reed.1999; Cantos de Orfeo y Eurídice, Córdoba, Ed. El Copista, 1997; Nacer en la Palabra, Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1997; Cantata del agua (plaqueta), 1998; Dibujos en un jardín de arena (plaqueta), 1999; Navegación de altura, Último Reino, Buenos Aires, 2004; Antología Poética, Fondo Nacional de las Artes, Bs. As. 2008; Bosque de Alondras. Antología poética 1958-2008, Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo, 2009. América: recomienzo de la Historia, Biblos, Buenos Aires, 2010.
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El Oro de los Tigres, 1972. Persiste en este poemario de Jorge Luis Borges una inquietud filosófica. Es decir, la pregunta de ¿quién soy? El poeta, como Sócrates, reflexiona sobre el alma, la muerte, el tiempo y la memoria que se borra. «Sócrates que, apuraba la cicuta, / discurre sobre el alma y su camino / mientras la muerte azul le va subiendo / desde los pies helados […] No hay otro tiempo que el ahora, este ápice / del ya será y del fue, de aquel instante / en el que la gota cae en la clepsidra» (El Pasado).
El Oro de los Tigres & La Rosa Profunda Jorge Luis Borges
Por FaustoLH
Un curioso virtuosismo surte de repente en El Oro de los Tigres. Digo ‘curioso virtuosismo’ porque toda la obra poética de Borges se despliega en las más variadas formas estructurales de la métrica clásica. Y aquí nos hallamos con unos quintetos inspirados en las “Tankas” japonesas, cuya versificación es de cinco, siete, cinco, siete y siete sílabas res-
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pectivamente, que me han llamado mucho la atención. «Bajo la luna / el tigre de oro y la sombra / mira sus garras. / No sabe que en el alba / han destrozado un hombre. // Triste la lluvia / que sobre el mármol cae, / triste ser tierra. / Triste no ser los días / del hombre, el sueño, el alba» (Tankas 4 y 5).
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¿Qué será de la sombra que acompaña nuestro cuerpo?, ¿qué de la sombra de los entes, de los seres y las cosas que proyectan lo que son cuando el sol las deslumbra? ¿Adónde va a parar el grito del pájaro cuando ya no canta? Preguntas que nacen de lo secreto del alma del poeta. «En la sombra / creciente que proyectan los pilares, / en el intemporal grito del pájaro, /en la lluvia que abruma la azotea» (La busca). Hemos indicado arriba que el poeta, un poco filosófico, ya en la cima de su existencia humana, torna a hacerse preguntas fundamentales. Este dato es, en mi opinión, capital, ya que estas inquietudes o preguntas son universales. La vida, la muerte no dejan indiferente a ningún ser humano. De ahí el carácter universal de esta gran pregunta. «¿Dónde estará mi vida, la que pudo / haber sido y no fue, la venturosa / o la de triste horror, esa otra cosa / que pudo haber sido la espada o el escudo / y que no fue? […] ¿Dónde estará la pura / noche que al rudo labrador confía / el iletrado y laborioso día, / según lo quiere la literatura?» El frío de la lápida en la tumba, con su inscripción como única cosa que identifica al que yace sepultado; la amenaza de que en un par de generaciones ya ni
sepan, aun viendo tu nombre en la inscripción del mármol o piedra, quién eras tú, es triste. De ahí la súplica: «Defiéndeme Señor […] Defiéndeme, Señor, del impaciente / mármol y olvido; defiéndeme de ser el que ya he sido, el que ya he sido irreparablemente» (Religio Medici, 1643). La cuestión del Ser, pese a que no está formulada filosóficamente –no procede hacerlo en este género pues para eso está la filosofía-, vuelve a aparecer de forma escueta. El Ser, que es Dios, se revela trinitariamente. Dios es, pues, Uno y Trino: «El Ser es Tres y es Uno» (Cosas). A lo largo de mis comentarios, como se puede verificar en los números de revista CriticArte, he sostenido –y sostengo-, que la la poesía de Borges está habitada por el Ser, por Dios. Hay muchos temas y asuntos en su obra poética, y, entre ellos, el de la cuestión religiosa, es decir, la cuestión de sobre Dios. Desde “Luna de enfrente”, hasta El Hacedor, El Otro, El mismo, para mí dos obras capitales, hallamos huellas innegables de un Borges con un asidero en la otra orilla del misterio divino. Su prominente inteligencia, se puede inferir, no se reñía con la inteligencia divina del misterio de Dios. Y eso es digno de ser considerado.
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No sé, pero al leer el verso «ya el cántaro se quiebra sobre la fuente» me induce a pensar que el poeta se siente agrietado, cansado por el peso de los años y los afanes de su vida. «Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se / levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que / miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz» ( El amenazado ).
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Más allá de la residencia terrena hay una ‘región’ sin tiempo, en la cual no hará ya falta la nostalgia del pasado El hombre como criatura nace y muere solo. Sin embargo, un hombre, he aquí la paradoja, son todos los hombres. Somos el hombre, el ser humano. El hombre que vive y muere, el que ríe, el que padece, el que escribe y el que lee. «Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra […] Un solo hombre ha muerto en los hospitales, en barcos, / en la ardua soledad, en la alcoba del hábito y del amor. / Un solo hombre ha mirado la vasta aurora. / Un solo hombre ha sentido en el paladar la frescura del agua, el sabor de las frutas y de la carne. / Hablo del único, del uno, del que siempre está solo». (Tú). La soledad, aunada a la nostalgia, desemboca en una realidad inesperada y terrible: la sombra, la muerte. «Un hombre solo en una tarde hueca / deja correr sin fin esta imposible / nostalgia, cuya meta es una sombra» (Al primer poeta de Hungría).
otra venganza que el olvido / ni otro perdón» (Soy). Más allá de la residencia terrena hay una ‘región’ sin tiempo, en la cual no hará ya falta la nostalgia del pasado. En ese lugar seremos lo que siempre quisimos ser. Seremos lo que lo que solamente en el sueño se realiza: lo que somos en verdad. «Cuando los relojes de la media noche prodiguen / un tiempo generoso, / iré más lejos que los bogavantes de Ulises / a la región del sueño, inaccesible a la memoria humana […] Seré todos o nadie. Seré el otro / que sin saberlo soy, el que ha mirado / ese otro sueño, mi vigilia» (El sueño).
La Rosa Profunda, 1975.
Cuando nuestros cuerpos sean absorbidos por la tierra y ya estemos hechos polvo, a una con el polvo de la tierra, entonces podremos, con el poeta, decir en un acto radical de consciencia ante la muerte: «Este polvo que soy será invulnerable». (Browing resuelve ser poeta).
En el Hacedor, El Otro, El Mismo, El elogio de la sombra, Borges aborda una de sus más hondas preocupaciones: la transitoriedad de la existencia; la de la vida breve, pasajera. El símbolo que él utiliza es el del río de Heráclito. «El gran río de Heráclito el Oscuro / su irrevocable curso no ha emprendido, / que del pasado fluye hacia el futuro, / que del olvido fluye hacia el olvido» (Cosmogonía). «Soy, tácitos amigos, el que sabe / que no hay
Persiste la idea de ‘olvido’ en la mente del poeta. Se ve invadido por esa telaraña que puebla su consciencia de existir y, por lo mismo, su consciencia de extinción. Lo que realmente el tiempo no carcome ha de ser ‘no tiempo’. Las cosas del tiempo perecen en el tiempo. «La meta es el olvido. / Yo he llegado antes […] Sólo perduran en el tiempo las cosas / que no fueron del tiempo» (Quince monedas).
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Borges, se pregunta nuevamente ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy, o sea, cuál es mi destino? Porque acaso considere que, en verdad, somos arrojados al mundo como flecha disparada por un arquero. Si la saeta fue arrojada al mundo, ¿cuál es su meta? Es la pregunta. Martín Heidegger habla en su filosofía del ‘ser arrojado en el mundo’. Este mismo concepto lo asume poéticamente nuestro autor. Observemos: «¿Qué arco habrá arrojado esta saeta / que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?» (De que nada se sabe). Manuel del Cabral, poeta metafísico dominicano, habla también de una “pedrada planetaria”, de una piedra arrojada planetariamente.
solamente / la vana superficie de las cosas. / El consuelo es de Milton y es valiente, pero pienso en las letras y en las rosas. Pienso que si pudiera ver mi cara / sabría quién soy en esta tarde rara» (Un ciego).
Rosa profunda es un encuentro del poeta consigo mismo en su verdad más desgarradora: no tiene más mundo que el que guarda su memoria. Todos los fantasmas que habitan su mundo interior no son imaginarios, sino reales. Y su peor fantasma es la «la muerte, ese otro nombre / del insaciado tiempo que nos roe». (Elegía). «¿Por qué persistes, incesante espejo? / ¿Por qué duplicas, misterioso hermano, / el menor movimiento Un invidente, una persona que apenas si ve de mi mano? ¿Por qué en la sombra el súbito nubes grises y opacas, puede estar cierto de reflejo?» (Al espejo). que, mientras avanza al caminar, el siguiente La Rosa Profunda es un poemario en el que el poeta se reencuentra consigo mismo, en su vejez, con apenas luz en los ojos y con apenas oscuridad en la mente. paso puede ser fatal. Rosa profunda es un poemario en el que el poeta se reencuentra consigo mismo, en su vejez, con apenas luz en los ojos y con apenas oscuridad en la mente. El poeta, como un ciego atrapado por el tiempo, exclama: «Cada paso / puede ser la caída. Soy el lento prisionero de un tiempo soñoliento / que marca su aurora y su ocaso […] El tiempo minucioso, que en la memoria es breve, me fue hurtando las formas visibles de este mundo» (El ciego).
Los sueños están ocultos en el sueño. En el sueño nocturno, como si de un río se tratara, se sumerge el día y se lava. En esa inmersión en las profundidades del sueño el poeta descubre verdades ‘que no se nombran’, pero que identifica claramente; verdades que antes ignoraba. «En el fondo del sueño están los sueños. Cada / noche quiero perderme en las aguas obscuras / que me lavan del día […] Algo que no se nombra / me alcanza desde ayeres de mito y de neblina» (Efialtes).
En la misma línea, pero con una fuerte carga reflexiva, Borges, ciego, se reconcilia consigo mismo. Transcribo el soneto, “Un ciego” porque juzgo que nos descubrirá a un poeta que ahora ve hacia adentro. «No sé cuál es la cara que me mira / cuando miro la cara del espejo; / no sé qué anciano acecha en su reflejo / con silenciosa y ya cansada ira. / Lento en mi sombra, con la mano exploro / mis invisibles rasgos. Un destello / me alcanza. He vislumbrado tu cabello / que es de ceniza o es aún de oro. / Repito que he perdido
En Rosa profunda, hallamos a un poeta cribado y profundo. Este poemario y, por lo mismo, el poeta que lo sustenta, me parece tener una misteriosa correspondencia con el Diálogos del conocimiento del Nobel español Pedro Aleixandre. Quien conoce la poesía de Borges, puede decir que conoce los sentimientos más profundos de su alma. Porque su poesía, culta y acendrada, pone al descubierto las cuestiones que atañen al género humano. Y eso es lo que importa.
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De izq. a dcha. Manuel J. Ramos Ortega , FLH, Rafael Fernández Hernández
Presentación de Gemidos del ciervo herido, el lenguaje inefable de la poesía auténtica Por Manuel J. Ramos Si para el poeta y crítico cubano Gastón Baquero, a un poeta se le puede reconocer hasta en la manera de lavarse las manos, a un poeta místico se le reconoce inmediatamente en sus versos porque toda la mística es poesía. La mística española ha gozado de grandes y excelsos poetas. Los ya conocidos y algunos otros que muy posiblemente no aparezcan por desgracia en un manual académico dedicado a dar cuenta de esta categoría artística. A mi juicio la mística española o, mejor dicho, hispánica, ha tenido su perío-
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do de gran esplendor coincidiendo con el llamado “siglo de oro” o, MÁS PROPIAMENTE, “siglos de oro” (XVI y XVII), puesto que en la práctica fueron dos siglos de alta creación literaria en los tres géneros (poesía, novela y teatro); Pero rebajaríamos o minimizaríamos su importancia si redujéramos su presencia a esos dos siglos o siglo y medio de trayectoria en el campo de las letras hispánicas. Puesto que poesía mística ha habido y continuará habiendo siempre. Como escribió Gustavo Adolfo Bécquer, “podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía”
Presentación en Madrid del libro de Fausto Antonio Leonardo Henríquez, Gemidos del ciervo herido (Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, 2009). Madrid, 19-10-2012.
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A propósito escribe el poeta sevillano de las Rimas:
Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras. (Rima I)
Bécquer quizá no buscaba a Dios [...] no lo sé, pero no es menos cierto que estos balbuceos parecen dictados por un canto (“himno”) inspirado en un arrebato o éxtasis de origen desconocido
Indudablemente Bécquer quizá no buscaba a Dios en estos versos, no lo sé, pero no es menos cierto que estos balbuceos parecen dictados por un canto (“himno”) inspirado en un arrebato o éxtasis de origen desconocido (“gigante”, “extraño”) del cual él no es consciente hasta no plasmarlo en un papel (“páginas”) y que incluso lo envuelve con su música (“cadencias”) en la oscuridad (“sombras”) en donde está encerrada el alma. El mismo Gustavo Bécquer nos hablaba de la “inefabilidad” del lenguaje poético. Y Juan de la Cruz, por su parte y 3 siglos antes de él, de música callada y soledad sonora:
La noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora. Versos y conceptos que hizo suyos también Juan Ramón Jiménez, uno de nuestros mayores poetas místicos. El nombre conseguido de los nombres Si yo, por ti, he creado un mundo para ti, dios, tú tenías seguro que venir a él, y tú has venido a él, a mí seguro, porque mi mundo todo era mi esperanza. Yo he acumulado mi esperanza en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito; a todo yo le había puesto nombre y tú has tomado el puesto de toda esta nombradía. …………………………… Todos los nombres que yo puse al universo que por ti me recreaba yo, se me están convirtiendo en uno y en un dios.
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¿Se puede explicar lo inefable, como hemos oído o leído a los propios poetas místicos definir el concepto? El dios que es siempre y al fin, el dios creado y recreado y recreado por gracia y sin esfuerzo. El Dios. El nombre conseguido de los nombres El caso es que cualquiera que haya tenido la experiencia de enseñar literatura en Bachillerato o en Universidad sabe de las dificultades que entraña explicar el tema de la mística hispánica. ¿Se puede explicar lo inefable, como hemos oído o leído a los propios poetas místicos definir el concepto? He tenido la experiencia de oír durante mis clases o, lo que es peor, en los exámenes a mis alumnos, que la mística es exclusiva de “santos”, de religiosos o de la Iglesia. Todavía recuerdo una anécdota que me comentaba personalmente al profesor y académico D. Víctor García de la Concha. Cansado ya de las innumerables oportunidades que le estaba concediendo a un alumno suyo y clérigo, que convocatoria tras convocatoria abandonaba el examen, le propuso que estudiase solo – la asignatura que impartía era “Siglos de Oro” y en la Universidad de Salamanca- a los poetas o escritores, clérigos como el contumaz alumno. Así lo hizo y el día del examen, a la entrada en el aula, el “clérigo ignorante” (dicho sea solo en términos literarios), le lanza a su profesor: “- ¡Don Víctor, si son todos curas”!. Es verdad que en unos siglos, como los XVI-XVII cargados de excelentes escritores, que además eran clérigos, el género brilló hasta cimas insuperables. También es cierto que estos siglos fueron de esplendor, sí, pero también de miserias. Y ahí está la literatura picaresca, en otros arrabales de la literatura, pero en el mismo territorio y con los mismos mimbres sociales y humanos que la mística: el dolor, la persecución de la Inquisición…para refrendarlo. 24
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Tengo para mí que la poesía mística, aunque aparezca en España en el siglo XVI, se extiende creciendo en intensidad, no sólo cronológica, sino transversalmente y contagia a otros géneros: el teatro (Calderón) y la novela (Cervantes), como ha estudiado y demostrado el poeta místico y Fundador del Premio que ahora celebramos, Fernando Rielo, en su Teoría del Quijote Y lo que vale para los siglos de Oro, se proyecta en los escritores y poetas contemporáneos.
Sería reductor considerar a la poesía mística solo un esqueje de la poesía religiosa o espiritual.
Manuel J. Ramos y Rafael Hernández Fernánez
Pues nadie duda ya que poetas como Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno Gerardo Diego, Dámaso Alonso, José García Nieto, Rafael Morales, José Hierro, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Pilar Paz Pasamar, Blanca Andreu, Antonio Colinas… no puedan ser tenidos también como poetas místicos. Pues sería reductor considerar a la poesía mística solo un esqueje de la poesía religiosa o espiritual. La poesía mística ocupa un puesto de excepción, pero no por excepcional en el sentido de rara o poco frecuente, sino por su categoría, cuando la tiene, de poesía muy elevada. Podríamos decir que no toda la poesía es mística pero sí que toda la mística es poesía. Es verdad que no abundan los grandes poetas místicos. Pero ¿acaso no es extraordinario encontrar el oro entre la paja? La prueba es que el siglo XVIII tuvo muy pocos poetas místicos, porque tampoco el género lírico rayó a gran altura. Y es que, si me permiten la comparación, la poesía mística como los buenos vinos necesita de excelentes añadas.
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laura Andino
No es casual que la mística española surja o incluso tenga sus mayores representantes en una época de grandes crisis sociales y espirituales La mística española nació del cruce de dos herencias: de la tradición culta (Garcilaso de la Vega) y de la tradición popular: romancero y cancioneros medievales. Lo que quizás le auguró una mayor pervivencia y éxito más duradero que ninguna otra mística europeaoccidental.
Creo que uno de los éxitos de esta inusual convocatoria reside en la necesidad cada vez más perentoria que tiene el ser humano, de cualquier raza o creencia, de comunicación con el Misterio y de la necesidad de trascendencia. No es casual que la mística española surja o incluso tenga sus mayores representantes en una época de grandes crisis sociales y espirituales. El siglo de la mística lo fue. Los doce años que ha cumplido el siglo XXI, pleno de movimientos y de cambios sociales, hacen presagiar que no será sin la mística (A. Malraux y Fernando Rielo) Vale decir: del acercamiento del hombre a Dios buscando la reconciliación con su esencia genética más profunda. Y aquí me acuerdo una vez más de los versos de Fernando Rielo en su Transfiguración: “Tú eres, Dios mío, la poesía/que deseamos escribir/ y no sabemos.”
Afortunadamente las ediciones celebradas hasta hoy mismo del Premio Mundial de Poesía Mística fundado, como hemos dicho, por Fernando Rielo en 1981 han dado y siguen dando excelentes ganadores, lo que confirma la profética visión –una más- de las muchas que tuvo el fundador de los misioneros y misioneras identes. ¿Es casualidad que este premio se mantenga cada vez más pujante y con mayor éxito de convocatoria? La participación raramente ha bajado nunca de los 200 participantes llegando en numerosas ediciones a los 300. Los ganadores han sido poetas de varios países y con- Permítanme ahora, aunque sea en unos tinentes, haciendo gala con ello de su con- brevísimos minutos, dedicar mi atención al dición de premio mundial de poesía mística. libro objeto de protagonismo esta tarde: 26
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Ascensión Escamilla
Gemidos del ciervo herido, de Fausto Antonio Leonardo Henríquez. Es una obra que en absoluto te deja indiferente. Todo lo contrario, una vez leído te quedas tocado, es como si fueras una persona al comenzar su lectura y otra al acabarla. Y ello sin duda es producto de una experiencia transfigurativa -mística por consiguiente- que el autor ha sabido transmitir con ese lenguaje inefable de la poesía auténtica. Para hacer más universal su experiencia el autor ha conseguido engranarla muy ajustadamente con el lenguaje universal de la poesía mística. Así, vemos cómo van desfilando todos los símbolos de la tradición del género: El viaje, la noche, el castillo, los muros, el monte, el navío, el mar amenazante, el huerto, el jardín cerrado, el agua eterna, el céfiro suave…Y todo ello enmarcado en un relato con tres partes, en donde comienza por la vía ascética o purgativa, prosigue con la vía mística, para culminarla en la experiencia del éxtasis glorioso de la Navidad, con un doloroso pero a la vez gozoso, para los cristianos, epígono dedicado a la muerte de cruz de nuestro Salvador. El autor ha tenido también una voluntad expresa evangelizadora de orientar su viaje ha-
cia la luz, arrostrando los peligros de la noche y del mar embravecido, con la ayuda de episodios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento: el mar de Galilea, la travesía del desierto, el paso del mar Rojo, el pozo de la samaritana. Es por tanto un libro con unidad y sentido en donde las partes se adaptan coherentemente al todo: dar cuenta de una experiencia única, bella, irrepetible. Gracias pues, Fausto Antonio por permitirnos generosamente gozar a todos tus lectores de este inolvidable itinerario ascético-místico. Como corresponde a la categoría de esta mundial convocatoria.
Manuel J. Ramos Ortega Catedrático de Literatura Española Director del área de literatura de la Fundación Fernando Rielo NOTAS: -Fernando Rielo Pardal, Teoría del Quijote. Su mística hispánica, Madrid, Porrúa, 1982. - “Quien toca este libro, toca a un hombre” (Walt Whitman)
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Madrid. 19 de octubre 2012
De dcha. a izq. Rafael Fernández Hernández. FLH, Manuel J. Ramos Ortega
LA BRASA EN LOS LABIOS Y EL REGRESO A LA HERIDA Una lectura de Gemidos del ciervo herido, de Fausto Antonio Leonardo Henríquez Recordaba el profesor García de la Concha que Menéndez Pelayo, en su discurso académico sobre la poesía mística en España, afirmaba que por ella había merecido la lengua castellana «ser llamada lengua de ángeles». Y digo yo, que acercarnos a la poesía de Fausto Antonio Leonardo Henríquez viene a ser como sumergirse en un baño de acertadísima ars poética, una suerte de entrada en el más puro venero de la mística. A la busca del amado, el alma poética se lanza desde los primeros versos de los Ejercicios del Espíritu, en donde ensaya el acercamiento al anhelo más deseado:
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Y digo yo, que acercarnos a la poesía de Fausto Antonio Leonardo Henríquez viene a ser como sumergirse en un baño de acertadísima ars poética
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Oh, Verbo, haz saltar La escarcha que vela el alba.
de la obra y la que rodea el núcleo semántico del libro, es la distancia liminar que se abre y se cierra entre ciervo herido y alma herida.
Sigue los denuedos de verse frente a una esencialidad que se escapa y que toma for- Como nos acerca Cristóbal Cuevas en su mas expresivas sancionadas por nuestra edición de la obra de San Juan de la Cruz, tradición poética desde los clásicos: junto con muy diversos exegetas, desde Dámaso Alonso, Pfandl, Ricardo Gullón, Encrespado el mar bate su desesperación López Aranguren, Domingo Ynduráin o Diego Quiñones, a propósito de la ascensión Y de ahí el apóstrofe en la aridez y en la no- del alma al monte de perfección, el juego che del alma antinómico no es eso, un juego, sino una forma única de adentrarse en lo que muSeñor, los campos están áridos. chas veces es inefable. Lo que anima el ansia Apenas llueve, los vientos son contrarios, de plenitud que se observa en Gemidos del Íngrimos los frutos. ciervo herido es lo que vivifica en el hondón de estos versos del poeta del quinientos Han puesto veneno en las cámaras, Ácido en las ondas sonoras; Para venir a gustarlo todo, La noche nos arropa, se burla del Cirio. no quieras tener gusto en nada. Para venir a saberlo todo, Pasa, Señor, por este Egipto de plagas. no quieras saber algo en nada. Para venir a poseerlo todo, Pásanos por el Mar Rojo, llévanos no quieras poseer algo en nada. A tierras de leche y miel. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada. Señor, la tormenta arrecia, el mar Para venir a lo que no gustas, Perdió la cordura, la barca gime. has de ir por donde no gustas. Para venir a lo que no sabes, Sálvanos de esta noche amarga. as de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees, Los XVI poemas de esta primera parte con- as de ir por donde no posees. ducen, al cabo, a la llamada al padre en la Para venir a lo que no eres, lengua originaria de Cristo, el arameo: as de ir por donde no eres. Quando reparas en algo Tu amor desciende sobre mí dexas de arrojarte al todo. Como lluvia menuda. Y yo no sé Para venir del todo al todo, Más que balbucir cosas que no entiendo as de dejarte del todo en todo. Como un pichón que mira hacia el cielo Y quando lo vengas del todo a tener, Y clama: Abbá, Abbá, Abbá. as de tenerlo sin nada querer Es a partir de esta ejercitación humana y espiritual, cuando se abre la puerta de la segunda parte, que muy atinadamente Fausto Antonio denomina Gemidos del alma. Segmento variado y profundo, en donde encuentra su desarrollo el núcleo comprensivo
Sigue Fausto Antonio dos líneas temáticas de la mística española: «Niega tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón» y «El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado».
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La idea de las tres vías místicas que tan bien elaboró Juan de la Cruz, en realidad viene de San Bernardo de Clairveux (abad francés del siglo XII), así como la utilización del “Cantar de los cantares” para simbolizar la vida mística, y la peculiaridad de ver en la “Esposa” no a la Iglesia o a la Madre de Dios sino al alma humana. Digo esto porque nuestro poeta de hoy enraíza y aporta su experiencia espiritual y lírica a esa tradición tan vivificante de la poesía española, plena de bellas metáforas y sorprendentes sinestesias, sinonimias y antítesis, amén de alusiones y referencias al universo bíblico. La naturaleza está presente con sus criaturas por donde el alma vaga recreándose, sí, pero también con la angustia del vacío de no saberse dónde apoyarse hasta que al cabo se produce el encuentro. Así, como han destacados los estudiosos de la mística, en ese tránsito henchido de me-
«la mordida» y la percepción (voluntaria, a su pesar) del «veneno»aguijoneado, esto es, la hipérbole que leeríamos más abajo:
Todas las colmenas de abejas son este aguijón Se hace del tamaño del reservorio del dolor y de la cicuta, lo que es, al decir de Fausto Antonio, «espada del tábano». La mirada del alma dolorida observa cómo se pasea por la habitación, con su fuerza acendrada, incontenible, y siente cómo en los adentros pulula su furia, husmea las llagas y relampaguea en las profundidades de la sangre. Este poema que reproduce la sangre emanada en su personal «huerto de los olivos», que
La naturaleza está presente con sus criaturas por donde el alma vaga recreándose, sí, pero también con la angustia del vacío de no saberse dónde apoyarse hasta que al cabo se produce el encuentro.
moria, entendimiento y voluntad emergen la esperanza, la fe y el amor.
socava aún más la pesadumbre del alma, al cabo, la casa desde donde debe ascender queda presa bajo un cielo herido y oscuro, Merece la pena, amigos, que nos detengamos preso de la muerte anudada al pecho amanen algunos meandros del decurso poético de te. Para expresar esto con más intensidad es esta segunda parte. Desde sus comienzos, es- relevante la fortísima imagen que emplea tos versos nuestro poeta en la formulación «como un coágulo de oscuridad», por lo que transfiere Pervivo ensartado en un aguijón, vida y luz a la sequedad del alma. Hondo me amanece, Terrible es su mordida, ¿Cabe en esta noche oscura más acabaMis pasos recaen en su veneno. miento, más dolor, más muerte? Como he señalado ya en otro lugar Gemidos del cierIndican que es el alegórico rejo puro y en- vo herido presenta una poesía que busca obtero el que deja vivo dolor en el corazón de la jetivar la experiencia de aridez religiosa, no herida. Incluso el poeta no desecha ningún sin momentos de místico gozo. recurso expresivo que le permita acentuar
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La salvación del sujeto lírico se cifra en sus apóstrofes a lo alto: un fondo de imprecación traspasa esta poesía.
en segunda persona, se la hace en realidad para sí y por sí. ¿Adónde vas, cervatillo?, pregunta y, por lo tanto se pregunta ¿Qué es esa ansiedad que te consume? Avanzas por lomas y llanos en busca de aguas vivas; acezas, jadeas, te entristeces
Aquí el cervatillo desasosegado, con sed de Cristo, ansía encontrar «la roca que mana del cielo», esto es, su sed no la saciará ni el agua de río alguno, ni la verdura alegre que se cruza en su devenir, ni, al fin, la belleza El yo poético se yergue solitario frente al de lo que lo rodea sino, al decir de nuestro rigor de los elementos: el frío, la bruma, las poeta, «la pasión por Él». sombras, el viento, el declinar del día y de las cosas. Hay una voluntad poética de búsque- Con el remansado vuelo de la Lámpara, el da, que es también una superación de adver- alma ahora ansía la luz del sol y la lámpara, sidades y tribulaciones. Esta lucha es contra su reflejo, es el signo de la espera anhelanel vacío que acosa al universo exterior, y que te hasta la amanecida del Dios sol. Ya en el amenaza al poeta: de ahí la cierta fragmen- Cantar de los Cantares, la Esposa, habla del tación de su mirada, el sentimiento de con- amor, fuerte como la muerte y duro como un goja, de pesadez al avanzar. La salvación del infierno, y añade que «sus lámparas son lámsujeto lírico se cifra en sus apóstrofes a lo paras de fuego y llamas» alto: un fondo de imprecación traspasa esta poesía; aún cuando el poeta no increpe de La imagen del mar, de profunda tradición modo explícito, lleva el tizón de la súplica en alegórica, es en el Mar de Fausto Antonio los labios, y se lanza hacia adelante con el ím- trasunto del anhelo de Dios, como el alma petu de la fe. Toda esta densidad de conteni- deseante y deseosa de divinidad. Así el consdos se combina con una cuidadosa expresión tante movimiento del mar expresa su insomformal, que ofrece sugerentes relieves com- nio, positivos.
El parpadeo Si nuestro poeta fuera pescador, con su sed, Infatigable de tus olas y su sed, iría a la busca del Dios oculto, escondido y recóndito, como lo que reza en el El poeta no sólo está frente al mar, sino que Salmo 63 de David ¿Lo recuerdan, amigos? el agua en su vaivén baña los pies del orante. A partir de aquí, el hálito poético y la expeOh Dios, Tú eres mi Dios, desde la aurora te riencia mística se unen para expresar un terbusco; cer movimiento más allá del horizonte, más mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene acá de la espuma que, pulverizada, se avienta ansia de ti, en el choque con la orilla. El poeta se dirige como tierra reseca, agostada, sin agua. al universo mineral de un mar incesante en su movimiento, al que solo podría inmoviFausto Antonio llama a su seno a toda criatu- lizarlo el amor divino, capaz de contravenir ra del señor, clama él mismo por la presencia el orden natural: del señor. Cristo ¿dónde estás? La pregunta, Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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Dile a tu Amo, Gemidos del ciervo herido: Que el Ruah que te anima es más fuerte que el iempo Si como dijera Fernando Rielo en 1985, en la sede de la UNESCO, con motivo de la Vª Ese espíritu santificador, vivificante, anima edición del Premio de Poesía Mística que cada uno de las composiciones de esta se- lleva su nombre, «La poesía es forma de una gunda parte. cultura que pasa por una espiritualidad insobornable», Gemidos del ciervo herido Con la Tercera parte, Humanidad del Verbo, hace gala de este aserto del poeta y pensador, se adentra aún más en el misterio, que no es pues nada aleja a esa voz lírica mística de su otra cosa que el hondón de la mística, bal- cabal sentido del amor a la verdad y todo la buceo de un lenguaje cuya luz inteligible es aproxima a los valores cristianos de la mujer el amor: en él están su código y el mensaje y del hombre de hoy. de dos que caminan (Cristo y alma) hacia lo unitivo. Esta última sección es, por tanto, la celebración litúrgica que acompaña a la humanidad del Verbo. Rafael Fernández Hernández Y vuelvo a solicitar el permiso de la audienMadrid, otoño de 2012 cia para señalar lo que ya se ha dicho en otro momento, en este caso, la apretada conclusión del jurado que premió esta obra de Fausto Antonio Con Gemidos del ciervo herido, nos encontramos ante una poesía testimonial que expresa magistralmente la forma de comunicar la superación, la esperanza y el gozo de lo divino en lo humano, y de lo humano en lo divino. Añadiría ahora que es una obra forjada por el feliz encuentro entre poesía y experiencia espiritual, pues su autor ha resuelto con intensa belleza los misterios de la expresión mística. Podríamos decir de esta obra de Fausto Antonio lo que Dámaso Alonso de San Juan de la Cruz, a propósito de Llama de amor viva, ¡Alta gloria haberse acercado oscuramente hacia el misterio, como nunca con voz de hombre, en el poema; haber intentado escudriñar claridades, como nadie, como nunca, en el comentario! Y concluyo con palabras finales del Prólogo a
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Última hora en la UCV Fausto Leonardo: los “Gemidos del ciervo herido” son el desgarro de quien descubre a Dios y sufre porque no lo alcanza del todo” El sacerdote dominicano de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, ganador del Premio Fernando Rielo de poesía mística de 2009, presenta su libro en la Universidad Católica de Valencia
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De izq. a dcha.: Ana Isabel Mercado, Juana Sánchez, P. José Luis Sánchez, FLH, Jaime Siles El sacerdote dominicano de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl Fausto Antonio Leonardo Henríquez, Vicario de la parroquia Nuestra Señora de Monteolivete de Valencia y autor del libro “Gemidos del ciervo herido”, ha asegurado que “el amor de Dios está alcance de todos, sin condición, no es privado ni exclusivo para algunos que son premiados. Todos podemos conocer el amor
de Dios y experimentarlo”. De igual forma, ha considerado que “la comunión con Dios, el expresar esos sentimientos y emociones interiores son un don de Dios, y si lo tenemos hay que explotarlo”. Estas palabras las ha pronunciado durante la presentación de esta obra galardonada en el año 2009 con el Premio Fernando Rielo de poesía mística.
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José Luis Sánchez, FLH, Jaime Siles
El acto, celebrado en el Aula Maior del Campus de Valencia-Santa Úrsula, ha sido presidido por José Luis Sánchez, Vicerrector de Extensión Universitaria y Cultural, y ha contado con la participación de Jaime Siles, catedrático de la Universitat de València, poeta, ensayista y crítico literario; Juana Sánchez-Gey, Directora del Aula de Pensamiento Fundación Fernando Rielo; y Ana Isabel Mercado, artista, educadora y autora del cuadro “Por Amor”, que ilustra la portada del libro. Preguntado por el título de la obra, Leonardo Henríquez ha subrayado que lo ve desde el punto de vista del “cristiano que busca y desea amar a Dios con intensidad y lo intenta y no puede y se siente desgarrado o herido”. Ocurre que “el amor de Dios te alcanza, pero uno descubre que no lo vive del todo y no llega ple-
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namente y sufre, de ahí los gemidos de ese ciervo herido”, ha añadido. “Tener hambre de Dios y no saciarse de todo; querer estar en comunión con Dios y todavía no estarlo; anhelar verlo cara a cara, pero todavía no. Creo que la única cosa que podrá curar esa herida será ver a Dios cara a cara y ese momento será especial”, ha expresado para explicitar lo místico de su obra. El sacerdote poeta ha manifestado que fue la “experiencia de Dios” lo que le llevó a escribir. La vida de oración, los ejercicios espirituales, “en los que el alma está más porosa y dispuesta a comunicarse con el Señor y a asentar la mente y el corazón para tomar aquellas cosas que tienen sentido para un sacerdote”.
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Leonardo Henríquez también se ha referido a los místicos del Siglo de Oro. “Son un referente ineludible, sin duda alguna ellos dijeron la palabra poética, comunicaron sus vivencias místicas en su tiempo”. Por este motivo ha aseverado que “a nosotros, a los cristianos de hoy, nos toca comunicar esas vivencias espirituales y hacer que este siglo sea también, como decía Rahner un siglo de místicos. Estamos llamados a comunicar esas vivencias de Dios y hacer posible que la poesía llegue a muchos”. El autor de “Gemidos del ciervo herido” se ha mostrado convencido de que la lectura de su obra en los cristianos produce “identificación y regocijo”. Igualmente, cuestionado sobre los más alejados o, incluso, los agnósticos, Henríquez ha observado que “hay quien dice que, a veces, los que mejor interpretan la mística son los ateos”. “Creo que los que desde el otro lado contemplan la poesía mís-
tica cristiana algo descubren, es una invitación a descubrir una voz y un arte distinto, que viene de Dios”, se ha mostrado esperanzado. La obra “Gemidos del ciervo herido” obtuvo el Premio ‘Fernando Rielo’ de Poesía Mística en su XXIX edición, en el año 2009. El sacerdote recibió el galardón en Roma, en la embajada de España ante la Santa Sede, en un acto presidido por el cardenal Antonio Cañizares. Fausto A. Leonardo Henríquez, sacerdote de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, conocida como Padres Paúles, ha publicado varios libros de poesía, es fundador y editor de la revista CriticArte (www.revistacriticarte.com), ha sido columnista de opinión y animador de la Comisión Diocesana de Medios de Comunicación en la diócesis hondureña de San Pedro Sula de 1999 a 2005. Igualmente, ha sido misionero durante diez años en Centroamérica. // Video Jaime Siles:
“El caso de la inefabilidad de Dios, o lo que es lo mismo, la insuficiencia del lenguaje para representar a Dios es el tema [...] que hay en este libro”. (J.Siles)
www.faustoleonardohenriquez.blogspot.com Nota: Esta nota de prensa salió publicada en la web de la Universidad Católica de Valencia el día 16/10/2012.
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TRES CALILLAS SOBRE LA
ENCARNADURA MÍSTICA DE LA CRUZ EN PASAJES DE SAN JUAN DE FONTIVEROS
En la palabra del poeta místico, se encarna aquello que le es amor. Por entre los versos, la mano de Juan de Yepes esconde la Cruz en su encarnadura; de manera tal sutil, que, al revelarse Aquélla, entramos al gozo -en una comunión que nos hace estar –y hasta seren la misma forma de sus latidos.
Por Juan Miguel Domínguez Prieto
eso, es razonable que se cante
¡Oh cauterio suave!
La semántica nos lleva a reconocerlo en un primer estadio de lectura. Pero lo que realmente desvela que pueda ser suave la quemadura de amor es la dialefa existente en la ¿Cómo aparece poéticamente encarnada la palabra suave, de tal manera que leemos Cruz -su grito, su suavidad, su ritmo amoroso- en los versos del Místico carmelita? ¡Oh cauterio suave!, * La Cruz es Amor inmenso porque es Dolor inmenso, recordémoslo ahora. Por
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declamación exacta que viene avalada por razones métricas, para que se cumpla el heptasílabo.
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Juan de Yepes dejó en su glosa algo que puede sernos de beneficio, cual es la insistencia admirada en dicha suavidad y ardor de amor
¿Cómo no habría de ser suave la ardiente Presencia del Crucificado? Pues antes fue visto en el ámbito que recuerdo: que si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz (…) hallará alivio y suavidad para andar este camino así desnudo de todo sin querer nada. Además, Juan de Yepes dejó en su glosa algo que puede sernos de beneficio, cual es la insistencia admirada en dicha suavidad y ardor de amor: Y es cosa admirable y digna de contar que, con ser este fuego de Dios tan vehemente (…), que con mayor facilidad consumiría mil mundos que el fuego de acá una raspa de lino, no consuma y acabe el alma en que arde de esta manera, ni menos le dé pesadumbre alguna, sino que antes a la medida de la fuerza del amor la endiosa y deleita, abrasando y ardiendo en ella suavemente.
que el sentido del segundo verso queda corroborado de manera poético-espiritual por la detención, por el cadenciarse las palabras segunda y tercera del tercer verso–en una misteriosa diéresis que en otras ocasiones no cumple san Juan:
Lo mismo podemos madurar en torno a versos anteriores de la misma Llama, en los
*
¡Oh llama de amor viva que tiernamente hieres de mï alma en el más profundo centro, ruptura cadenciosa que, dicen, es necesaria para la consecución del endecasílabo; pero la razón interior es la de hablar también con suavidad a Dios, el Amado que se busca, y que es el Centro del alma. *
Recordemos que la Cruz es yugo suave y Y el modo fino de apreciarlo, sutilísimo carga ligera; y que, aunque sea Cruz la aucomo saeta al alma; de verlo en el mismo sencia del Amado, no por ello desconsidecuerpo de verso tan breve es el milagro rít- raremos la suavidad amante del que la acoge mico que comporta ese mínimo grano del y vive, y que, secreta y vivamente, se desEspíritu que se ha quedado en la dialefa. cubre en las dialefas anteriores a cada hache –que eran naturales en tiempo del poeta: ¡Oh cauterio suave! Como el ciervo // huiste * habiéndome // herido
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¿En qué miembro del corpus rítmico que es el siguiente verso se atesora, como en escriño raro, la nostalgia por la ausencia de Dios, a Quien ya se había presentido?
Salí tras ti clamando y eras ido. El silencio o ausencia de Dios, como acusación o como simple queja, es un sentimiento casi espontáneo cuando se experimenta el dolor y la injusticia. Los mismos que no atribuyen a Dios la causa de las alegrías, lo responsabilizan a menudo del dolor humano. De manera diferente, pero tal vez con mayor profundidad el cristiano vive el tormento de la pérdida de Dios o su alejamiento de él; hasta puede sentirse arrojado en las tinieblas del abismo. El verso es de una inspirada genialidad en lo tocante a la encarnadura del elemento léxico clamor. Sabemos que el amante o la esposa aquella que el Padre daba al Hijo están clamando por la ausencia de su Dios. El clamor no sólo se anuncia en el centro del verso –con el gerundio, que ya da idea de reiteración o rítmica del grito de quien vive hondamente el dolor de la nostalgia antedicha-; el clamor queda encarnado en el propio verso, al principio, y escondidamente:
Salí tras ti, donde, si nos quedamos al resguardo esencial del vocalismo, se desvela –¡se nos revela!- el propio grito amante, resumiendo en grito su endecha de dolor:
¡Aý, ay!
Aquí, como en el cante, la extensión del alma es pura en la voz; casi no queda lenguaje que morir; existe, sonoro, el protoser del idioma, no el significar; ¡Aý, ay! no significa otra cosa; es el grito puro del que se ha quedado solo; y es grito muy cercano al de Cristo en el abandono de la Cruz:
¡Elí, Elí! También éste, aun en su significado, es un grito sin mezcla; lo sabemos porque en castellano también nos sale exclamar, ante lo trágico –y desde el hondor- nuestro ¡Dios mío; Dios mío!, que no significa más que Ay o Elí; que es pura y rota voz. Con esa misma voz con la que salimos clamando -los poetas- por el Vivo.
BIOGRAFÍA San Juan de la Cruz: Llama de amor viva, Canción II, § 2. Uso el lenguaje mismo de san Juan en su glosa cuando habla de que el Amor quema como pequeño grano de mostaza: Siente el alma allí como un grano de mostaza muy mínimo, vivísimo y encendidísimo (Llama de amor viva, Canción II, § 8). Sí, y el cristiano –que no es el que sigue el cristianismo, sino a Cristo (Charles Péguy)- debe vivir la misma vida de Cristo y, por tanto, sentir también el abandono vital desde el que Cristo Crucificado exclamó al Padre. San Juan de la Cruz: Canciones entre el alma y el Esposo (“Cántico espiritual”), lira 1, vv. 3 y 4. San Juan de la Cruz: Canciones entre el alma y el esposo (“Cántico espiritual”), lira 1, v. 5. Juan Pablo II: Carta Apostólica “Maestro en la fe”,
Esta profunda desolación que, en la ex- en el IV Centenario de la muerte de san Juan de la presión ancestral de la angustia andaluza Cruz, 14 de diciembre de 1990. traída al cante jondo, ha dado en nombrarse De nuestra Andalucía, de la del santo abulense (en la el ayeo. que murió).
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CUENTO
Veinte minutos (Del libro Los derrotados huyen a París Premio Nacional de Cuento 2005)
Por José Acosta
El último cliente se marchó justo cuando faltaban veinte minutos para las seis. Willie lo supo al mirar su reloj de pulsera y luego el rectángulo dorado del reloj de péndulo que colgaba al fondo de la relojería. Eran los únicos relojes en que confiaba.
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Entró al baño y al enfrentarse con su propia imagen en el espejo, se quedó un instante petrificado, como si no se reconociese. Sonrió con el fin de borrar la expresión aturdida que se descubrió en la cara, pero cuando retornaron las líneas graves a su rostro anguloso, de calva incipiente y bigote descuidado, el aturdimiento pareció acentuarse. «Necesito un descanso», pensó, mientras se peinaba. Cuando volvió a mirar la hora sacudió el reloj como si éste se hubiera descompuesto. Todavía, en su reloj, faltaban veinte minutos para las seis, aunque la segundera seguía girando dentro de la pequeña órbita plateada. Willie salió del lavabo con aire reflexivo y al dirigirle una mirada al reloj de péndulo sufrió un sobresalto. Pese a que se veía trabajando de manera normal, las manecillas seguían marcando las seis menos veinte. «Qué coincidencia —concluyó Willie—; dañarse ambos aparatos al mismo tiempo».
ciudad. En la torre fantasmal del recinto religioso también eran las seis menos veinte y Willie pensó que, pese a que todo aparentaba seguir normal, algo había acontecido con el fluir del tiempo, un hecho aterrador que lo condenaba, si no se producía un cambio, a estar confinado toda la eternidad en la relojería del cubano. Un viejo bien vestido, con reloj de leontina y sombrero de copa pasó por la calle. Willie lo llamó y le preguntó la hora. El anciano se contrarió un poco al notar que quien le hacía la pregunta se hallaba rodeado de miles de relojes.
—Son las cinco y cuarenta —dijo, un tanto enojado al creer que le estaban tomado el pelo. Willie trató de detenerlo para explicarle que desde hacía una hora, más que menos, eran las seis menos veinte; pero el viejo no se detuvo, más bien aceleró el paso y En la vitrina, al observar las líneas se apresuró a cruzar la avenida como si huyde relojes ordenados para la venta, Willie se era de un asaltante. alarmó. Todos, con más o menos exactitud, rondaban las seis menos veinte. Se dejó caer en una silla, se quitó el reloj y fijó sus ojos en él, con la paciencia y pericia de un cazador que espera ante una cueva, escopeta en manos, la salida de un conejo. Tres veces vio con estupor la segundera hacer el recorrido sin que el conejo apareciera: seguían siendo las seis menos veinte. Willie no sabía qué hacer, estaba agotado y quería ir a su casa a darse una ducha, como siempre, pero le aterraba perder el trabajo por la negligencia que significaría cerrarlo veinte minutos antes de hora. Pensó: «Don Guillermo suele pasar, rayando las seis, a recoger el dinero del día. Si cierro antes de tiempo me buscaré problemas. ¡Con lo difícil que fue para Lily conseguirme este empleo!». Salió del mostrador, conturbado, y se paró en el vano de la puerta de entrada. Desde allí se veía el reloj de la catedral, a través de los intersticios de las edificaciones de la
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Willie salió del lavabo con aire reflexivo y al dirigirle una mirada al reloj de péndulo sufrió un sobresalto.
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Willie regresó al mostrador y se sentó a mi- sin embargo, no alcanzaba a establecer. Se rar hacia la calle, entretenido con el correr sintió como un ciego que de repente recunatural de la vida, con los transeúntes que pera la visión y se emociona con lo que sus cruzaban frente el negocio con premura, con ojos ven, aunque ignore, por no haber visto los autos y el ruido invariable de la ciudad. nunca, eso que aparece ante él. Embriagado Esperó la puesta del sol, según sus propios por este sentimiento, Willie miró su reloj y cálculos, unas tres horas. Pero la tarde se- en vez de angustiarse se alegró de que aún guía allí, bullendo en los cristales, eterna, de- fueran las seis menos veinte. cididamente eterna. Entonces, impelido por las circunstancias, se vio forzado a tomar la Se sentó en un banco del parque, temida determinación. Lleno de aprensión, junto a una mujer de expresión retraída y no sin antes, al salir a la calle, mirar ha- cabellera larga y ondulante que alimentaba cia todas direcciones por espacio de unos con migas de pan a las palomas, y le dijo que veinte minutos, bajó las puertas corredizas eran las seis menos veinte, que siempre y se quedó frente al negocio otros serían las seis menos veinte, y se veinte minutos, según estimó, quedó pensativo, con la mihasta que no tuvo otro rerada ausente, y le acongoCon pasos lentos, medio que abandonar el acompasados, como jó la idea de que nunca lugar. siguiendo el ritmo de la en su vida había sacabrisa que ahora percibía do tiempo para aliSu casa quedaba, con un olor cálido, a prin- mentar las palomas. paradójicamente, a cipio de verano, Willie ex- Luego se unió a una unos veinte minutos en perimentó por primera pandilla de chiquillos tren. Pero Willie deterque perseguía a una vez una sensación exminó hacer el recorrido a ardilla por entre las bretraña de bienestar pie. Si llegaba a la casa anñas y los troncos caídos, y tes de las seis y veinte, pensó, corrió con ellos hasta perder Lily le pelearía. El tiempo no estaba el aliento. Después se acostó en la como para perder el trabajo por flojedad hierba, y se hundió en su vida como un buzo como ésa. en el abismo oceánico, y al regresar del viaje se les llenaron los ojos de lágrimas. «Me he Era la primera vez que hacía el recorrido de pasado toda la vida reaccionando sólo según esa manera. Llevaba seis meses trabajando vinieran las circunstancias —pensó—. Si fui en ese sitio y nunca se imaginó que el trayec- a la escuela no fue porque quería sino porque to fuera tan agradable, tan variado y repleto los demás lo hacían y era lo normal. Si acepté de detalles que si bien había visto a través de el empleo en la joyería no fue sino porque las ventanillas del tren, ahora descubría con en el horizonte no vi otras posibilidades. He asombro sus contornos, sus coloridas sinuo- estado ciego». sidades, como si una luz diferente y mágica alumbrara esa parte de la ciudad. Con pa- Willie volvió a mirar su reloj y sonrió. Salió sos lentos, acompasados, como siguiendo del parque cantando y saltando mientras las el ritmo de la brisa que ahora percibía con personas del mundo seguían su rutina diaria un olor cálido, a principio de verano, Willie ignorando que el tiempo se había detenido, experimentó por primera vez una sensación que no había por qué apresurarse, que todo, extraña de bienestar, mezcla de felicidad y desde lo más complicado hasta lo más simfascinación, como si ahora comprendiera ple, podía aguardar hasta que la vida se decialgo que antes no podía entender, pero que, diera a retomar su curso.
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La persistencia de la locura
Por Giovanni Rodríguez I A los diez años su padre se los llevó desde la capital a ella y
a sus tres hermanos mayores. Cruzaron de bus en bus, de salto en salto, las tres fronteras, hasta llegar a los brazos de la madre que los esperaba. Creció normalmente, excepto porque el padre era drogadicto y su mujer lo echó de la casa y seis meses después se suicidó. Fue a la escuela primaria. A la secundaria. Antes de cumplir los diecisiete años se enamoró de un muchacho mayor y se fue a vivir con él a un pequeño apartamento en un suburbio de Los Ángeles. Se volvió drogadicta, como su padre. Justo después de cumplir los diecinueve, el muchacho la abandonó para venirse a H. Durante un tiempo se escribieron y hablaron por teléfono, hasta que las dos familias, en un acuerdo tácito, empezaron a boicotear la relación. Interceptaron sus cartas y cortaron sus llamadas. Entonces recibió la última carta. 42
El grito Edvard Munch
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Por las mañanas, mientras el padre no estaba, se iban a bañar al cuartito del car wash.
Se la entregó una tía que llegó de vacaciones por unos días. Estaba dirigida a Odra, Odrita. Ella supuso el nombre un seudónimo para despistar. La tía intermediaria, al parecer, había comprendido (según ella). Leyó la carta. Hablaba de la distancia, de la nostalgia, del amor. Hablaba de un pronto reencuentro. Pasó un mes, pero ella no quiso esperar más. Hizo su maleta y se vino a H. No conocía la ciudad. La tía la estaría esperando en el aeropuerto. Bajó del avión. La tía no estaba. Esperó tres horas. La tía no llegó. Subió a un taxi y pidió que la llevaran a la dirección de la casa de la tía. En la casa no vivía nadie. Pidió al taxista que la llevara a un hotel barato. Llegó a un hotel, o a lo que parecía ser un hotel, en el centro de H. Se registró. Entró a su habitación. Tiró la maleta. Se sentó en la cama. Vio una pared vacía. Se sintió desdichada y deprimida. Sonó su teléfono. La tía estaba en el aeropuerto. Confusión de horarios, explicó en un mensaje. Fue a traerla al hotel. Ya no vivía en su antigua casa, le dijo. Se fueron a la nueva casa. Durante tres días buscaron al muchacho. Tenía un car wash en algún lugar de la ciudad. Frecuentaba también algunas discotecas. Lo encontraron por fin, comiendo, en un puesto de baleadas. Y bebiendo cerveza. Él mostró más sorpresa que alegría. Aclararon algunas cosas. La carta no estaba dirigida a ella, sino a Odra, Odrita. ¿Quién era esa gran puta? Ahora eso no importaba. Otra cosa: él vivía con su padre. En un
cuartito. En el car wash. En un colchón, mientras su padre permaneciera aquí antes de volver a Los Ángeles. Faltaban meses para eso. ¿Dónde vivirían? En el carro. Un corolla. El padre no la quería. La detestaba. Por loca. Por arrebatada. Ella trataba de ganarse al suegro. Éste se resistía. Ella y el muchacho dormían, vivían en el corolla. Por las noches colocaban toallas o camisetas en los vidrios, para impedir el paso de la luz y las miradas indiscretas de los vecinos. Por las mañanas, mientras el padre no estaba, se iban a bañar al cuartito del car wash. Llegó el tiempo del viaje del suegro. Se trasladaron juntos al cuartito. Salió embarazada. A los nueve meses fueron a una clínica privada. Ahí él volvió a abandonarla sin avisarle ni dejarle alguna explicación. En la clínica le dijeron que no podría quedarse. Era mucho dinero. Ella no lo tenía. Médicos y enfermeras le reunieron dinero para el taxi y algo de comer. Fue a dar al hospital público. Tuvo a una niña grande de hermosos ojos negros. La bautizó Milagros. Se cansó del hospital. Tres horas después del parto decidió largarse. Bajó gradas con la niña envuelta en una sábana. Llegó al pasillo de salida. No pudo más. Sentada en una silla, decidió esperar a recuperar sus fuerzas. Un guardia organizó una colecta y consiguió dinero y algo de comer. Un taxi la devolvió al cuartito del car wash.
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Ella le preguntó por qué la había abandonado. Él preguntó si se refería a la primera vez o a la segunda.
El muchacho llegó borracho a la una de la madrugada. Ella le preguntó por qué la había abandonado. Él preguntó si se refería a la primera vez o a la segunda. Y, sin esperar respuesta, agregó: tenía cosas qué hacer. II
Milagros tuvo una infancia normal, excepto porque la cordura nunca fue una de sus virtudes. A los siete años, en su segundo año de escuela, le enterró un lápiz en la palma de la mano derecha a un compañero. Pero esto fue un caso aislado. Nada que delatara tempranamente sus avances de loca. A los diecisiete años quedó embarazada. A nadie en su familia quiso revelarle el nombre del padre. Tampoco ella lo sabía con exactitud. Hacía cuentas, comparaba fechas, rostros, cuerpos y noches de fumadas y de borracheras, pero no lograba dar con el nombre, el rostro y el cuerpo que encajaran en su situación. Perdió el interés en saberlo. Decidió ser madre soltera. A los cuatro meses de embarazo, abortó espontáneamente. Un leve golpe a la barriga con la esquina de la mesa del comedor, la causa. Empezó a habituarse a las depresiones. Empezó el consumo de antidepresivos, de calmantes, de analgésicos. En poco tiempo se volvió, como su madre, drogadicta. A los veintidós años murió atropellada por un camión mientras cruzaba una autopista en una madrugada loca. III El humo sale de su boca y llega hasta la ventanita de la torre. Ve solamente el largo cañón que apunta, si acaso, a la montaña que emerge detrás del otro muro. Tercer día y sigue solo. Los demás lo miran pero no le dicen nada. Sólo el de los cigarrillos. Lo
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sabemos, le dijo, lo sabemos todo. Y él no dijo nada. Sólo vuelve a pensar en lo ocurrido. Las imágenes lo persiguen. No se arrepiente. No pude evitarlo, se dice. Todo fue tan rápido… Lo de siempre en la carretera. De madrugada. La alta velocidad normal en la autopista solitaria. Algo que cruza. El freno y el bocinazo al mismo tiempo, en un la interminable, incluso después que el camión se detuviera. Tardó mucho en bajar. Al hacerlo, se encontró con una joven con su falda enredada entre las llantas delanteras y las hermosas piernas descubiertas. No se movía. No respiraba. Nada ni nadie alrededor. Pensó en largos interrogatorios y en la mercadería que no llegaría a su destino antes de que sus jefes decidieran echarlo. Destrabó, con mucha dificultad, la falda de las llantas. Sangre de detrás de la cabeza. Tenía un rostro bonito. Le apartó el cabello revuelto para contemplarlo durante un breve momento que se le antojó eterno. La falda rota y la diminuta prenda íntima de la muchacha. De pronto sus movimientos se habían vuelto lentos. Y los sonidos de la noche alrededor. Como si antes de llegar a sus oídos pasaran por una tubería. Arrastró el cuerpo hasta la orilla de la autopista. Dudó un momento. Luego lo hizo. Lo hizo y entonces sólo pensó en ese cuerpo, en esa carne muerta. Luego, se apresuró. Ocultó el cuerpo entre los matorrales. Subió al camión y se largó. Una mancha, primero espesa y después menos consistente, se extendía desde el sitio en donde el camión se había detenido hasta perderse entre los matorrales. Pero esto él no lo vio.
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Ve su reloj: las nueve en punto. El humo sale de su boca y llega hasta la ventanita de la torre. El guardia le apunta, sonriente, con su fusil. Él no dice nada. IV
El suegro no volvió jamás a H. Preso en Texas por tráfico de drogas. El hijo había tomado las riendas del negocio.
En el sitio del car wash ya no había car wash. El suegro no volvió jamás a H. Preso en Texas por tráfico de drogas. El hijo había tomado las riendas del negocio. Pero pronto cayó. Cayó el negocio y cayó él. Él, en repetidas ocasiones. Lo de siempre: las drogas y el alcohol, la causa. En el cuartito ya sólo vivía ella, con sus ojos y sus pensamientos orientados hacia una realidad menos espesa. Su hija se había largado desde los nueve años a vivir en casa de su tía. Ahora ya habría cumplido los veintitrés años. Una noche llegó él, borracho, y sin mediar palabra la tomó del pelo, la tiró al suelo y le descargó cuatro, cinco, seis patadas en el vientre. Luego la llamó puta drogadicta y empezó a hacerle preguntas. Ninguna le fue contestada. Del cuerpo inerte en el suelo no salía nada, ni siquiera sangre. Sacó una pistola de un bolsillo lateral de su pantalón. Dos disparos a ella: uno en el sitio de las patadas y el otro en la boca. Luego uno en la suya, hacia arriba: ¡Bum!
Datos del autor: GIOVANNI RODRÍGUEZ (San Luis, Santa Bárbara, Honduras, 1980) estudió Letras en la UNAH-VS, en donde actualmente se desempeña como docente. Ha publicado los libros de poesía Morir todavía (2005), Las horas bajas (2007) y Melancolía inútil (2012); la novela Ficción hereje para lectores castos (2009) y el libro de artículos y ensayos Café & Literatura (2012).
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Altagracia Pérez Almánzar es una escritora de la República Dominicana, cuyo auge in crescendo es cada vez más notorio en el ámbito cultural de la isla caribeña. Ella, que transpira ternura y fineza, nos ofrece un trozo de belleza en los poemas que abajo podemos leer. 3 de mayo: Cuando la lluvia aparece 3 de mayo: Cuando la lluvia aparece, abro los templos de la vida, enciendo los cirios, salto los charcos, ondeo mis coletas al viento. Repicando en los arados de los campos Enjugo los surcos de tus sombreros tristes, Cuando la lluvia aparece, Yo, toda, me vierto en ti. En el poema “3 de mayo: cuando la lluvia aparece”, se aprecia un canto jubiloso, de libertad: “Salto los charcos, / ondeo mis coletas al viento”. Resuena en la segunda estrofa la fi-
ALTAGRACIA PÉREZ ALMÁNZAR
imaginación y creatividad en prosa y poesía
gura de Moreno Jimenes, especialmente en su “Cantos de la tierra”, como si también ella, como el gran poeta dominicano tuviera hecha “una síntesis del mundo”.
de nuevo nos encontramos con un texto bien logrado. Por un lado, se resalta la libertad, el júbilo, pero al mismo tiempo la tristeza, que queda simbolizada en la lluvia. Hay una sintonía entre lluvia y emoción: “Yo, toda, me vierto en ti”.
Los surcos de los arados contrastan con los surcos de los sombreros, con lo que hay una En el segundo poema, “Introspección”, Altabella analogía de los elementos trabajados gracia Pérez Almánzar, nos lleva a estadios en el poema. La tierra enjuga el agua en el todavía más profundos y trascendentes. surco y la poeta en los sombreros, con lo que 46
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INTROSPECCION
Soy la savia reposando sobre el tallo herido Compuerta desplomada sobre tardes de furiosos leones. Sabana diáfana inundando los páramos, Afilados abismos. Yo, la hija del padre, la de la túnica desgarrada, la descalza en medio de la multitud. Y, tú, oh Iris desnuda que traspasa este templo que portas este cáliz que violentas y quemas todas las lunas, destello en rosa a la medianoche: juntas, abordamos esta espera. Abrazadas, aguardamos ante esta muerte. Salta a la vista el influjo de la metafísica de la poesía cabraliana, Mieses Burgos y también la vertiente del Interiorismo, que da al poema una fuerza particular. El poema es poderosamente simbólico, pero no deja de revelar tristeza, soledad, desamparo, dolor, orfandad. Baste fijarnos en el subrayado siguiente: “Soy la savia reposando sobre el tallo herido; / Compuerta desplomada […] la de la túnica desgarrada, / la descalza en medio de la multitud”.
Hacia la nada, somos formas que buscamos una expresión. Desintegración y quejido, apuesta del ser. Espejismo violento que intentó dibujar la armonía. Un sollozo, yace atrapado, en el cristal de una antigua quimera.// Estamos en el mundo. La toma de conciencia de esa realidad nos abisma hacia el Ser. Pero esa experiencia, que se muestra en angustia existencial, nos coloca frente a la nada. Entonces sentimos que la vida se nos escapa de las manos, que todo es un espejismo. Sin embargo, algo queda, algún reducto permanece, aunque sea atrapado en un fósil: “Un sollozo, yace atrapado, en el cristal de una antigua quimera”. Este poema, “Somos”, de Altagracia Pérez Almánzar empalma con la tradición de la gran poesía de William Blake, el cual en su obra Thel habla de la fugacidad o transitoriedad de la vida humana: "¡Oh tú, pequeña Nube!", dijo la virgen, te suplico: dime / por qué nunca te quejas cuando de un soplo te disipas: / y te buscamos sin hallarte". ¡Ah Thel es como tú: / me desvanezco. Y, aunque me quejo, nadie oye mi voz".
Blake mira en la nube un aspecto fundaSin duda, este poema marca un talante en el mental de la vida humana: su fugacidad o quehacer creador de esta joven barda, cuyo transitoriedad, la muerte, la desaparición de genio e imaginación nos colocan ante un es- este mundo. En la obra de Blake la vida no desaparece, alcanza estadios superiores. Por píritu con aspiración sublime y original. consiguiente hay una visión esperanzada de En el poema “Somos”, la poeta intenta dar la vida y de la existencia humana. una respuesta a la eterna pregunta quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. “Somos” Hacia el sol, no somos más que partículas expandidas hacia la nada. Girones de carnes que se entrelazan y se esfuman. Sin rastro se habita el universo.
“Somos”, de Altagracia Pérez Almánzar empalma con la tradición de la gran poesía de William Blake, el cual en su obra Thel habla de la fugacidad o transitoriedad de la vida humana
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El aporte fundamental de esta joven narradora reside precisamente en que cuenta creativamente esas experiencias aliñadas con la imaginación.
En el poema de Altagracia nuestro afán no es sino el de hallar la armonía. Pero ese esfuerzo no se ve recompensado, pues todo se reduce a una “apuesta del ser”, “un espejismo violento”, un “quejido”, un “sollozo” que al fin nadie oye porque está “atrapado, en el cristal de una antigua quimera”. El poema “Somos”, posee una agudeza, una verdad poética profunda: nuestro ser lucha contra la nada, contra la disolución. Gemimos, sollozamos en la búsqueda de la armonía de nuestro ser con el Ser. Al menos una vez en la vida nos preguntamos por el origen y el destino de nuestra estancia en el mundo. Y creo que eso es, justamente, lo que ha hecho Altagracia Pérez Almánzar. El verso final: “Un sollozo, yace atrapado, en el cristal de una antigua quimera” es, sencillamente, maravilloso. Como el rumor en la “perla muda” de Matos Paoli. Es como ver a una libélula fosilizada durante millones de años en una gota de ámbar. La Pasión de Mallías González.Cuento. En el siguiente texto Altagracia nos ofrece otra faceta de su creación literaria, el cuento. La historia presente recoge el sentir y el pensar de unos seres anónimos, menos para la narradora, claro- de clase humilde que luchan por la supervivencia. También los po-
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bres del campo, la clase social sencilla, los que viven en casuchas con suelo de tierra, poseen sus secretos y sus vivencias, sus historias por contar. El aporte fundamental de esta joven narradora reside precisamente en que cuenta creativamente esas experiencias aliñadas con la imaginación. La autora, Altagracia Pérez Almánzar, hurga los entresijos de unas figuras humanas que, de alguna forma los dominicanos hemos visto en los barrios de nuestras ciudades o en los campos más remotos y antiguos. La caracterización de Mallías, con su halo de timidez y poquedad, queda bien dibujada. Sus oscuras emociones y pensamientos obscenos, en contraste con los de su hermana Mercedes, lo perseguirán como un fantasma. Este es el hilo conductor de la trama y la secreta armonía del relato que culmina dejando al lector con un sabor agridulce.
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El último párrafo es una síntesis tan elocuente que podría ser en sí misma un microcuento. Los jóvenes escritores tienen que mirarse en el espejo de los grandes literatos. De manera siempre sean modelos o referentes de quien busca su aplomo en el oficio, como es el caso de Altagracia Pérez Almánzar. Para ilustrar cito a Monterroso, a fin de que juzguemos la capacidad de síntesis, no del primero, que ya sabemos que es un maestro, sino de nuestra narradora.
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".(Augusto Monterroso).
jer, ya porque en algo tenía él que emplear el tiempo. “¡Ah, esa maidita vaina!”, pensó, mientras chupaba el cigarro negro que arregló él mismo, con las últimas hojas de tabaco que Bartolo García le había regalado. No muy lejos se encontraba el vecindario, y aquella amplia avenida que les recordaba que estaban en la ciudad; por los boquetes de los setos de palma de la casa se filtraban el ruido y el trajín de los vehículos. Y Mallías como siempre, indiferente a lo que le rodeaba, sobre todo el acostumbrado grupo humano que se acercaba al ventorrillo de Mercedes, en el que se vendían frituras y algunas otras cosas que Bartolo traía del campo.
"Apretó sus piernas enrojecidas, y unos leves sollozos se escaparon de su garganta, Era una casucha simple, con dos o tres cuarquedando atrapados para siempre en la sá- tos añadidos, como todas las que se habían bana manchada". hacinado año tras año en aquel barrancón que colindaba con la concurrida avenida. Finalmente, nuestra narradora ha introduci- Construyeron la casa con algunas hojalatas do dominicanismos, o sea, voces de la jerga y palmas retorcidas que había conseguido popular y campesina de la región del Cibao; Mercedes en los basureros que estaban en lo que le da al cuento un sabor especial, las cercanías del lugar; decidieron hacerla logrando un acercamiento al decir y sentir aún cuando el gobierno había mandado de los mismos personajes. También este es militares ordenándoles que se largaran de otro logro de la narradora de este apasionan- aquellos parajes, donde la muerte parecía te cuento. Helo aquí. tener morada. Luego, supo que Mercedes, después de muchas luchas, logró con ellos La Pasión de Mallías González un permiso; después llegaron los demás y ya no podía controlarse la muchedumbre que se La mirada de Mallías González se posaba amontonaba en triste mescolanza... Mallías en su hermana Mercedes; pero, otras veces, cogía su cigarro y lo acomodaba en sus arrupermitía que ésta se perdiera en los abun- gados labios. Sus ojos, con expresión ausendantes espirales de humo que ennegrecían te, se paseaban por las carnes voluptuosas de el techo de canas. Sí, sabía que tendría que Mercedes. A veces se enfurecía, pero nadie cambiar esas canas raídas y mohosas por ese se daba cuenta. Aquel enjambre de gente en hollín que emitía el fogón de tierra. Su her- torno a la figura de Mercedes era un motivo mana parecía encontrar un extraño placer en más que poderoso que lograba sacarlo de sus recordarle, cada tarde, las tareas que ella no casillas. Su cigarro, entonces, recibía las empodía realizar, ya por su condición de mu- bestidas de su callado coraje.
Sus ojos, con expresión ausente, se paseaban por las carnes voluptuosas de Mercedes. A veces se enfurecía, pero nadie se daba cuenta. Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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El no pensaba mucho. No quería... Los pensamientos eran tambores golpeantes que amenazaban con sacudir su pequeña constitución física. Se sacudió unas cuantas moscas, que volaban desde la carne de res que colgaba afuera, hasta sus barbas húmedas por el sudor. “¡Ah, eta jodienda!”. Los niños del barrio eran quienes más se detenían ante él; por ratos los ignoraba, pero ellos le seguían haciendo preguntas tontas. El fingía no verlos, echaba una ojeada en círculo y se volteaba para donde estaba Mercedes y su paila de frituras humeantes. Entonces los muchachos le voceaban “loquito” y Mercedes se enfurecía y los echaba a palos. El no decía nada, ni siquiera cuando le tiraban piedras.
madre se la llevaron al viejo cementerio que no quedaba lejos de su bohío.
Fue en esa ocasión que Mercedes decidió la mudanza. La decidió sola, ella siempre se encargaba de todos los asuntos. A veces, él no sabía qué hacer... Era como le estaba pasando en aquellos momentos. Pero no iba a pensar, los pensamientos le dolían, las imágenes danzaban y él no las podía sujetar, como sujetaba aquellas moscas inoportunas, que le asediaban en aquel instante. Mientras, Mercedes hablaba con un cliente sobre cerrar ya el negocio, porque era muy tarde. Sí, la noche tendía su negro manto y los mecánicos guardaban sus herramientas. Los hijos de Mercedes se alcanzaban a ver a lo lejos, disputándose una vieja bicicleta Los que trabajaban en los talleres lo ocupa- que yacía abandonada en uno de los talleres. ban en mandados y él los hacía sin chistar. Pero Mallías no reparaba en los cambios que Pero cuando escuchaba preguntar por el “lo- se operaban en aquel momento, ahora sólo quito”, se apresuraba a regresar, con su mi- quería espantar esos cuadros mentales que rada desvaída, a los senos maternales de su silbaban y caminaban ante sus ojos. Espehermana Mercedes. “¡Coño, cuándo dejaré raba además por la dura voz de su hermana, la maidita vaina!”, decía para sus adentros, que le ordenaba que se levantara y se fuera mientras luchaba con las moscas, dándose a bañar para acostarse. Pero no haría caso, manotazos en las barbas mugrientas, a la vez como lo tenía por costumbre, y Mercedes que se ocupaba en arreglar algunas hojitas de tendría que golpearlo. Y él gimotearía que tabaco negro. Las limpiaba con mucho cui- no le gustaba acostarse. dado y se regocijaba cuando las veía todas juntitas, en el papel que le daba Mercedes de En las noches se apretaba la cara, se ponía la pequeña pulpería. Ella le regalaba el papel, rojo y caliente entre sus sábanas. Entonces porque decía que con su presencia, arrimada buscaba los cigarros, pero no los encontraba, a la primera puerta, cuidaba del negocio. pues Bartolo ya no venía con tanta frecuencia. El no podía contar los días que tenía Mercedes se lamentaba, diciendo que no lo sin venir pero Mercedes sí, Mercedes sabía podía hacer todo. Mallías aprovechaba para contar desde pequeña, la mandaron muy chidecirse, a solas, que se iba bien lejos, bien quita a la escuela y él la veía llegar con esas lejos como hablaba su cuñado Bartolo. Bar- “dos colas de caballo”, como decía su padre. tolo hablaba bonito. El no podía hablar bo- Sí que era bonita Mercedes. Con esos ojos nito. El hablaba, pero lo hacía a duras penas. tan azules y grandes y era blanca, blanca... Sentía que la sangre se le subía a la cabeza, y aquellos cabellos que eran más negros que fluía demasiado fuerte por sus sienes. Enton- su cigarro y que se perdían abundantes en la ces, le bajaba la baba, y se la chupaba con misma cintura... Mallías se restregó los ojos. el cigarro. Con Bartolo no había por qué Lo hizo de forma seguida. Y a le dolían los tomar cuidados, no había por qué disimular. párpados, pero más le dolía su cabeza, y se Se conocían desde el campo, desde que a su
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lastimaba a propósito, como si quisiera extraer sangre y no lágrimas... “¿Se va sacai lo ojo, maidito loco?”, le gritaba Mercedes desde el interior de la casucha, mientras agitaba con rabia el anafe, donde freiría a la mañana siguiente nuevos plátanos para su clientela. Y concluía rabiosa: “No sé lo que le pasa a ete hombre de un tiempo pa´cá”. Ella era así, soberbia y bonita. Los hombres del taller se burlaban de los senos grandes de Mercedes, pero en las noches siempre se la escuchaba reír con los que venían a rondarla. Que nadie le preguntaba a él como era: “Yo no me meto con naide”. Sólo que sus oídos no podían cerrarse como se cerraban sus ojos, cuando se presentaban imágenes que acudían mortificadoras a su mente. Ahí retorcía los brazos y los subía como si quisiera conducirlos a aquellas voces... Mercedes lo agarraba por un brazo con esa voz agria y mandona, pero que Mallías sabía podía ser dulce, como en los primeros años de su niñez. “Camine, con uté si hay que jodei”, y lo conducía empujándolo, lo acostaba y arropaba. “Anjá, hoy no se bañó, ¿veidá? Pue así se va a quedai”. “Meicedita no trajo el agua”, exclamaba Mallías, arrastrándose. Siempre lo hacía así: desplazaba su responsabilidad sobre la hija mayor de Mercedes. “¡Ah, uté va vei lo que le voy hacei a esa condená!”, y de inmediato su hermana se lanzaba fuera a buscar a la muchacha. La voz incrementaba su potencia a medida que Mercedes gritaba y no obtenía la respuesta buscada. Al rato, se escuchó una voz tímida y débil: “¿Qué fue, mamá?”. Era una muchacha rubia y frágil, que ya mostraba las redondeces propias de una adolescente. Debía contar a lo sumo trece años, y a la escasa luz que brindaba la luna en el patio, se ofrecía pálida, como si necesitara de cuidados. La madre la tomó de un brazo, le entró a bo-
fetones al llegar al cuartucho. Mallías, en la cama desvencijada, se movía inquieto, pero una sonrisa extraña curvaba sus labios que brillaban oscurecidos por su cigarro. “¿Qué yo le dicho a uté, degraciá?”, Mercedes no reparaba en los golpes que le daba a su tierna hija. “¿Uté no ve como vivo yo, como una piona?”. “¡No me dé, mamá, no me dé!”, gritaba la muchacha, cubriendo repetidamente sus brazos y su cara. “¡Fue tío, que no quiso!”. Mercedes la zarandeó dos veces, para luego lanzarla a la camita adyacente a la de Mallías. “¡Eh jei que no quiere que lo bañen!”. “¡Cállese, mentirosa!”, vociferó Mercedes. Luego se fue, llamando a Julito, el más pequeño de sus hijos. Mercedita escudriñaba a su tío en la oscuridad, y una pena terrible agitaba su corazón. Aquella tarea la tendría toda su vida detrás suyo, sin escapatorias. Estaría siempre sola, acompañada de aquella risa grotesca de su tío Mallías, asustándola en las noches largas; luego, las llamadas de su tío, los jadeos; el miedo de que la tocara sin que se enterara su madre. Decirlo podría provocarle la muerte. Pero un día sería distinto... Mallías hacía círculos en los setos y en las sábanas, mientras le llegaba el sueño. Pasaban los segundos, los minutos, las horas. Mercedita parecía dormida. No luchaba más y se sentaba en la cama. “¡Los cigarros!”. Los guardaba en el armarito verde que se hallaba al lado de las barbacoas, donde dormían sus sobrinos. Entonces arrastraba su cuerpo por el empolvado piso. Hacía mucho que no se limpiaba la tierra. Todos los días era lo mismo. Con el paso del tiempo, su cuerpo se hacía pesado. Se le habían entumecido los huesos de tanto sentarse en el mismo sitio, lo que sucedía muy frecuentemente, desde que llegaron a aquella maldita ciudad ruidosa. Mercedes lo ubicó en aquella silla de guano que compró Bartolo para la mudanza, y de
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La observaba hasta que se quedaba rendida, pero Mercedita siempre hablaba mucho, “como su mamá”. allí sólo se paraba a hacer algunos mandados de los mecánicos, o para buscar agua con Mercedita, al canal que estaba cerca del barranco. En el canal le pedía a Mercedita que le pasara los cántaros de agua, y la muchacha lo tumbaba para que se mojara, pues sabía que él le tenía miedo a la profundidad, a su fondo. Fue así, desde pequeño. Y al regresar, Mercedes le peleaba mucho, porque decía que sólo olía a “perro muerto”. No le hacía caso; estaba demasiado viejo, aunque su hermana dijera que ella era más vieja. ¿Cuántos años tenía?, pensó sacudiendo el frasco de donde sacaba los fósforos para encender su pachuché. No los encontró, por lo que dejó rodar el cristal por entre los trastos que estaban en el vasero de madera. Estos repicaron de mala manera, cuando se dejaron tocar por el frasco vacío. Ya corría la medianoche y de seguro que Mercedita había dormido su tercer sueño; él la vigilaba, después de que Mercedes los mandaba a acostar. La observaba hasta que se quedaba rendida, pero Mercedita siempre hablaba mucho, “como su mamá”. El chocaba con las sillas que estaban en medio de la cocina, al tiempo que se recogía los pantaloncillos, casi se les caían, pero los recogía a tientas. Mercedes lo amonestaba si lo encontraba palpándose los genitales. El, entonces, retorcía los labios y la baba humedecía su boca... ¿Qué sabía ella? Las veces que Mallías intentaba agarrar a Mercedes, tocarla, ella lo empujaba y lo golpeaba con sus brazos macizos, y lo amenazaba violentamente. El sólo quería abrazarla... Cuando regresaban a sus respectivas actividades, ella alzaba el tenedor de pullas para levantar sus plátanos y batatas para los clientes de enfrente, que esperaban. Y aún ellos no advertían las miradas. “¿Cuándo viene Bartolo, Mercedes?”, le 52
preguntaba la gente del barrio, porque ahora Bartolo traía mercancías. Antes no, antes se jactaba de irle muy bien en la barra. Pero las cosas no estaban fáciles, por lo que Bartolo hacía muchos oficios para conseguir dinero. Cuando venía del campo, Bartolo le peleaba mucho a Mercedes, ponía su funda blanca y su gallo en el armarito, y la llamaba para la casa, pero Mercedes seguía con sus gentes en su ventorrillo. Entonces Mercedita y Julito se abrazaban a Bartolo. El recibía de inmediato el olor a mugre, los cabellos en desorden de su hija, pero luego los hacía a un lado y volvía a llamar a Mercedes. Esta respondía cuando le daba la gana. Bartolo no esperaba más y se enfurecía y la abofeteaba delante de la gente y la halaba para un cuarto para golpearla. Pero Mercedes se defendía, mientras Bartolo decía a gritos que era “una mala hembra”, porque aquel ventorrillo lo había puesto él con su dinero y ella no le obedecía. Sí, Mercedes era de las malas mujeres que no se pueden sujetar, hay que golpearlas. El no se metía, sólo veía cómo Mercedes se revolvía en la cama. “Sí, ella era muy jembra”, por eso se lo tenía bien merecido. Mercedes se reía... Ella decía que no era de nadie, que era muy mujer para ser de un hombre; que ya tenía bien puestos los pantalones, que no era como antes, como cuando Bartolo la había forzado entre los cambrones que rodeaban el río del campo. Por lo que Bartolo, aunque hacía el intento de darle con su correa de cinto, se retiraba por los niños que se ponían a llorar y a tirarse en el suelo. Entonces Mercedes se paraba de la cama y sacudía sus bien proporcionadas nalgas, y sus ojos azules, aún llorosos, relucían en raro contraste con su pelo negro. Mallías los reconocía con los suyos, ya cansados, y buceaba en aquella mujer, que todos parecían desear.
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Por un momento se palpó las sienes, miró las estrellas y la luna... y de repente, se atemorizó ante la presencia nocturna. Creía ver el rostro de su madre suplicante pasearse por la luna, y de un solo manotazo pretendió espantar el danzar del fantasma ante su vista y la oscuridad. “¡Puta vieja, quítese dei lao!”, masculló Mallías. “¡Uté no me quiso a mí, sólo a la Meicede!”. Al fin se enfrentaba a sí mismo, al fin era él mismo, y esto le producía un sentimiento que tensaba sus músculos en un mecanismo que le daba seguridad, superioridad; al fin sería un hombre real, “no un buen mierda”, como decía Bartolo. Sí, la noche sería su cómplice. Sí, sí... rió despacio, saboreando su risa que le daba una sombra macabra a su cara. “¡Maidita la tre jembra dei bojío!” El fantasma de Bartolo también bailoteaba enfrente de Mallías. “¡Jágalo, Mallía, ahora o nunca! ¡Lo jombre macho cogen a la mujere, no la piden!”, decía Bartolo en la barra. Mallías sorbió su baba, saboreando el recuerdo de la figura de su hermana y maldijo en silencio la hombría del maldito de su cuñado. Se deleitó nuevamente en la dulzura de Mercedes, la niña, que lo cuidaba, y una vocecita le susurraba que también ella lo disfrutaría. Ahora no caminaba a duras penas, sus pasos eran firmes en el camino de piedras que llevaba a la otra casa, donde Mercedes recibía a sus hombres. Sí, allá estaba, tendida como la imaginaba, pero no con la bata; la bata estaba tirada en el suelo. Había botellas y colillas de cigarrillos en la mesita, que estaba al lado de su cama. La escasa luz de la lámpara creaba raros detalles en la abundante cabellera de Mercedes, que se desparramaba en sus gordezuelos senos. Parecía una venus agotada. Y Mallías podía es-
cuchar murmu-llos ininteligibles que se escapaban, por ratos, de los labios rojos de su hermana. Mallías se movía como un beodo en la sombra del dintel de la puerta, Mercedes hizo, al verlo, un rictus amargo. “¿Qué uté hace aquí, maidito?”, se espantó entre las sábanas humedecidas por su sudor y el de su amante. Mallías no escuchaba, se deslizaba sordo en la penumbra de la puerta de hojalatas. Una risa suave delineaba sus labios, y ya se avalanzaba sobre la figura redonda de Mercedes cuando ésta se paró y, levantando la mano derecha, le asestó un duro golpe en los brazos. Llevaba un garrote de leña puntiagudo, afilado. Por segundos, siguió golpeando fieramente los brazos de Mallías, que se refugió en un rincón de palmas torcidas, mientras gemía como perro lastimado. Su mirada era triste, ausente, suplicante. Recostado, temblaba. “¡Golpéala, como lo hace Bartolo!”, le decía una voz, pero estaba paralizado. Inusitadamente, otra idea cruzó por la mente veleidosa de Mallías. Vio la imagen de Mercedita dando vueltas en su cama, y se arrastró rápidamente por entre los palos que sustentaban el cuarto. Mercedes se detuvo en seco. Luego, como fiera enjaulada, se vistió, y despavorida salió al patio. Amanecía. Un sol débil luchaba por imponer su luz entre los densos nubarrones que presagiaban un recio aguacero. Algunos mecánicos ya arribaban a los talleres, rehaciendo sus faenas del día anterior. Se dio cuenta de que el hombre con el que antes estaba salía de la casa poniéndose los pantalones. “Uté madrugó mucho, Mercede, ¿eh?”, carraspeó otro hombre enfundado en un kimono azul. “Digo, uté e una mujei que trabaja mucho”. Ella no le respondió. Estaba impertérrita.
“¡Golpéala, como lo hace Bartolo!”, le decía una voz, pero estaba paralizado. Inusitadamente, otra idea cruzó por la mente veleidosa de Mallías. Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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Unos círculos negros alrededor de sus ojos delataban su cansancio. Había llorado mucho, como un tigre desfallecido se movía, dispuesta a recibir la inesperada muerte en la selva de una sabana sangrienta; el tiempo transcurría sin que lo sintiera. Pero ni un gesto denunciaba lo que pasaba por su cabeza. Ella estaba hecha así, de hierro. La vida la había hecho así: ¿Qué era la vida? Ya no habría posibilidad de regreso. “Mercede”, la impaciencia del mecánico la sacó de sus abstracciones. “Mercede, uté parece cansada hoy. ¿Poiqué no llama a su hija, pa que le ayude?” “Uté tiene razón, Menelao”. Mercedes aprovechó y salió del ventorrillo. Por un momento, al mecánico le pareció que la dura de Mercedes se tambaleaba. Luego, oyó su voz levantando a su hija. Mercedes abrió la cocina. Mallías no estaba en su cama. Mercedita estaba desvanecida en la suya. Al verla así, sintió una profunda pena por su hija... ¿Qué destino le traería la vida a su muchacha? Las lágrimas pugnaban por salir de sus grandes ojos, hasta que al fin lo consiguieron. De un solo manotazo se las limpió.
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“¡Meicidita, levántese de ahí!”, ordenó Mercedes, con su usual don de mando. La niña se irguió asustada, y casi sale huyendo de la cama. Su madre la contuvo. “¡Qué eh, muchacha de Dio´!”, continuó Mercedes, alarmada, “¡qué eh!”. Mercedita se dejó caer en la cama, sin aliento. Recuperaba el contacto con la realidad. Apartó la mirada de su madre, y buscó ansiosamente la cama de su tío Mallías. Las náuseas estremecían su estómago vacío, y cubrió su cara enrojecida por la angustia. Su madre se perdía por la puerta... Afuera preguntaba a su hermano por dónde había estado. El no le respondió. Lo vio entero, sucio y golpeado y acomodado como siempre en la silla de guano que estaba en la calzada del ventorrillo. Mercedita echó su cabeza adolorida en la almohada. Una rabia sorda se adentraba en sus pensamientos. Estaba convencida de que no había remedio... Apretó sus piernas enrojecidas, y unos leves sollozos se escaparon de su garganta, quedando atrapados para siempre en la sábana manchada. FIN Comentario de FaustoLH
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Conrado “Entiman” Martín
POR AMOR AL ARTE
Sacarle punta a todo Ana Isabel Mercado Entrevista
referentes para tu obra…
¿Cómo defines, en tu caso, el pro- Durante años estuve inmerso en un proceso ceso creativo? creativo titulado “Paisajes del Dolor”, que dio lugar a nueve lienzos y cientos de bocetos. Y Como el verdadero reto de la creación artís- cuando tuve que soltarlo, fue porque sentía tica. Los que intentamos dedicarnos a esta que, en ese momento, ya no podía exprimirprofesión no tenemos una varita mágica, lo más. Eso es lo importante de este tipo de murmuramos un hechizo y voilà. Cada obra procesos: investigar todas las posibilidades, requiere un proceso de ensayo y error, de ex- llevarte al límite y descubrir todo lo que perimentación y profundización en el tema a puedes dar de ti mismo. Bucear en tus intratar. En mi caso, se trata de la parte más di- fluencias y encontrar algunas que ni siquiera vertida de ser un artista. Junto con la de co- sospechabas que estuviesen ahí. El resultado brar, claro, que es hilarante. Abocetas ideas final normalmente suele se lo menos interedescabelladas, investigas, descubres nuevos sante de todo el trayecto. Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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¿Cómo artista , ¿cómo vives ese proceso? Con curiosidad y siempre con infinitas ganas. Si no afrontas cada tema con esa actitud, el proceso acabará rápido, esbozarás un churro, lo firmarás y te quedarás tan ancho. Obviamente, no todos los temas son igual de interesantes. A priori, si te presentan como tema a ilustrar “la reproducción del cangrejo ermitaño”, lo normal es que arrugues el morro y te cierres en banda. Pero a todo se le puede sacar punta. Como ya he dicho, me divierto mucho atravesando estos locos procesos. 3. ¿Cuáles son los temas o tópicos menos comunes tratados por ti en tus obras? ¿Por qué esos y no otros? En este mundillo cada vez hay menos de eso llamado “temas menos comunes”. Todo ha sido hecho y tratado de mil y una maneras diferentes. Yo he tocado temas como el dolor, la soledad o la pasión, tópicos que han sido representados en el arte desde que el mundo es mundo. Lo que intento más bien es encontrar maneras poco comunes de representarlos. burning eyes En el proceso de “Paisajes del Dolor” me propuse no caer en obviedades como sangre, heridas y demás, así como huir conscientemente del color rojo. En la exposición “¡Vengadores, Reuníos!” no quería hacer los típicos dibujos del personaje posando y ya, sino crear algo más arriesgado a nivel de es-
tructura y enfoque, algo a lo que el lector habitual de cómic de superhéroes no estuviera tan acostumbrado. Lógicamente, no se puede escapar de según qué conceptos básicos, pero uno siempre intenta darle una vuelta de tuerca. Que lo consiga... bueno, eso ya depende del gusto del espectador.
Todo ha sido hecho y tratado de mil y una maneras diferentes. Yo he tocado temas como el dolor, la soledad o la pasión, tópicos que han sido representados en el arte desde que el mundo es mundo.
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uno siempre intenta darle una vuelta de tuerca 57
En cuanto a mi faceta más pictórica, dejando a un lado a artistas como Dalí y su imaginería, seguramente haya sido Natalia Villa la que me haya influido más ¿Te sientes deudor de algún maes- gusto por los contrastes de tamaños y su uso de la aguada en sus cómics. Pero como ya tro de la plástica o de las artes? digo, son muchos: el argentino Eduardo RisEn cuanto a mi faceta más pictórica, de- so y su visión del claroscuro; David Mack, JH jando a un lado a artistas como Dalí y su Williams y Bill Sienkiewicz, por su constante imaginería, seguramente haya sido Natalia experimentación en el cerrado mundo de la Villa la que me haya influido más, tanto a la industria del tebeo americano; el sentido de hora de aplicar la técnica y experimentar con la narrativa de Jeff Smith, el fotorrealismo de materiales, como a la hora de decidir qué Alex Ross … También admiro sobremanera debe ser plasmado en un lienzo y no caer en a un par de artistas patrios que están abriénobviedades. Más que toda la carrera de Be- dose camino en EEUU, que poseen una calidad fuera de lo común: Marcos Martín y llas Artes, seguro. David Aja. Y por supuesto, uno de mis úlEn términos de ilustración y dibujo de timos profesores, el dibujante valenciano de cómic, tengo influencias mil y muy variadas. cómics, Zésar, quien me ha ayudado a dar un Últimamente percibo más la de Tim Sale, su salto abismal en mi nivel de dibujo.
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alfabeto ilustrado
Capitán América
Normalmente los artistas tienen una idea propia de lo que es "arte" y "belleza" ¿qué es arte para ti?, ¿y belleza? Buf, pregunta compleja. Una vez leí a un artista que, para él, el arte es “todo aquello que es provocativo”. No estoy del todo de acuerdo, pero tiene algo de razón. Obviamente, no puede ser todo lo que provoca algo. Un calcetinazo en la cara provoca asco y no por eso es arte. Así se comprenden muchas de las obras de arte contemporáneo que ve uno por salas de exposiciones, si parten de esa base. El arte (sea pintura, escritura, canto, cine …) siempre ha de ser una visión del particular mundo interior del artista. El arte es todo aquello que te remueve las entrañas y toca la fibra, pero si no tiene un mínimo valor estético, es mera provocación. Y provocar es tan sencillo como llenar un frasco con cera del oído y exhibirlo.
Un calcetinazo en la cara provoca asco y no por eso es arte
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quería”, que “igual con un par de pinceladas más”… Pero uno en el fondo sabe cuando es el momento de pasar a otra cosa, por más que se resista Pero ¿acabar contento al 100 x 100 con una de mis obras, por más que la de por finiquitada? Todavía no ha ocurrido y no sé si algún día ocurrirá. A tu juicio, el artista, a la hora de plasmar lo que quiere, ¿a qué debe ser fiel? Principalmente, a su visión del mundo. No puedes realizar una obra pensando en que a Fulanito le guste, o que a Menganito no le moleste. Bueno, poder puedes, pero la obra hiede a falsedad si lo haces. Uno ha de ser siempre coherente y fiel a su manera de trabajar y de ver el mundo. Eso es lo que hace al artista único y auténtico, y lo diferencia de los millones que hayan plasmado anNo, no soy amante de gran parte del arte tes que él los mismos temas que contemporáneo, no. él plasma ahora Y en cuanto a la belleza … es un concepto demasiado subjetivo como para poder definirlo. Suele estar ligada con la armonía y lo agradable a la vista, y algo de eso hay. Sin embargo, algunos encuentran la belleza en el orden, otros en el caos. Algunos hasta encuentran bello lo que para otros está repleto de fealdad. Depende de los gustos, influencias y vivencias de cada persona.
Por más que en el camino puedas encontrarte con escritores, editores o camioneros que quieran imponer sus ideas a tu trabajo, que de eso siempre hay. Lo que querrías lograr con tus obras.
Simplemente, mis obras parten de una necesidad vital de expresión. Si consigo ex¿Cuándo crees que una obra está presar mediante mi obra lo que pretendo exacabada? presar, y conseguir, no sólo que la gente lo entienda, sino provocar en ellos emociones, ¿Realmente? Nunca. Me cuesta horrores dar creo que mi principal objetivo se habrá louna obra por acabada. Siempre creo que le grado. falta algo, que “esto no ha quedado como yo 60
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Pseudo-Autorretrato
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¿En qué dirección te gustaría avanzar o explorar en el futuro inmediato? Pues últimamente he dejado algo de lado mi faceta más pictórica y voy girando hacia la acuarela, enfocándolo a la ilustración y la narrativa secuencial. Quiero profundizar en la técnica, fusionarla con otras y ver qué sale de ahí. Para ello tendré como excusa mi futuro cómic, “Mind Eraser”, publicado por TS Comix (http://www.tscomix.es/), y mis encargos para revistas digitales como “La Encuadre” (http://laencuadre.com/). Aparte de los encargos que lleguen a través de mi página web, claro (www.entiman.com). Y ganarme la vida con ello tampoco estaría mal, oye.
poco original en ese sentido: “El Padrino 2” - Un libro: “El Retrato de Dorian Gray”, de Oscar Wilde. - Tu tesoro más preciado: Mi señora esposa, que me aguanta todas mis tonterías, manías y excentricidades. Esa suerte que tengo. - Tu merienda favorita: Café. Con eso podría sobrevivir. - Completa la frase: Para mí el mundo es... un lugar demasiado loco como para intentar que entre en razón. Lo mejor es abrocharse el cinturón y disfrutar del viaje.
Biografía:
PREGUNTAS RÁPIDAS SOBRE TÍ
- Lo primero que piensas al despertarte: “Despertador, te odio a ti y a todos tus antepasados”. Después miro a mi mujer durmiendo y pienso en que soy un cabrito con suerte. - Esa imagen (cuadro/foto/póster/mural/...) que podrías pasarte horas mirando: Una doble página de Tim Sale para Batman en “Victoria Oscura”. En ella, un apenado Bruce Wayne mira entre sombras a un destrozado Dick Grayson, quien acaba de perder a sus padres en mitad de un espectáculo circense. Es sencilla, pero la composición y los colores condensan toda la emoción del momento. Redonda. - Una obra tuya: Mis tigres son de las cosas que más satisfechos me han dejado. “Tiger, Tiger, Burning Bright” en concreto. - Algo para hacer a cualquier hora: Pintar, besar y dormir. - La mejor película de tu videoteca: Soy
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Nombre: Conrado “Entiman” Martín. Conrado Martín vino a este mundo cuando el verano de 1986 llegaba a su final. Con un lápiz en la mano, el muchacho podía dibujar todo lo que su inquieta mente pudiera imaginar, desde enormes dinosaurios hasta carismáticos polluelos. Ahora, con su carrera ya finiquitada, dedica todo su tiempo y sus pinceles a sus numerosos proyectos, entre los que se encuentra el cómic “Mind Eraser”, ilustraciones para la revista cultural “La Encuadre” y varios proyectos colectivos que en breve irán viendo la luz. Trabajos realizados: 2007 “Spider-man: Diario de Peter Parker”. Francesc Martínez. Alberto Santos Editor. Retrato del autor. 2011 Publica un cómic de 5 páginas guionizado por Felipe Lorenzo en el proyecto del Colectivo de Ilustradores Canarios, “Canarias 1400”. 2011 Ganador del segundo premio en el Primer Concurso de Cómic Villa de La Orotava. 2012 Participa en el proyecto “Comic 21”, cómic de apoyo a la Asociación Síndrome de Down. 2012 Realiza el cartel anunciador del primer Salón del Cómic JW Valencia. 2012 Primera exposición individual, titulada “¡Vengadores, Reuníos!”, en el I Salón del Cómic JW Valencia. 2012 Publica la historia “Exorcizando Demonios” en el número 3 de la revista “El Arca de las Historietas”. 2012 Participa en el libro “Ilusionaria 2”, ilustrando un relato de Manel Loureiro. 2012 Una de sus ilustraciones es recopilada en el libro de artistas españoles “S Artbook”, de Ediciones Babylon.
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Teodoro Rubio
comentarios a las obras del poeta Teodoro Rubio arropadas por sonoros premios que no sin, en verdad, sino frutos de un mercadeo de imposturas y amiguismos, tu poesía, Teodoro, se alza, cabal y cierta, por encima de tanta engañifa jaleada. Felicidades. Me ha gustado especialmente tu dominio del ritmo poéARAÑANDO TU NIEBLA tico en las composiciones largas y de largo verso, donde la dificultad es evidente. Estu“Querido hermano: acabo de recibir y hojear penda “medida” del verso libre sustentada tu libro, leer tu carta y ver tu corazón. El li- en el ritmo. Junto a ello, la alternancia con bro es poesía fuerte, apasionada, rica de me- los sonetos, atrevidos en los encabalgamientáfora y muy “buscadora”, como tú… tos algunos de ellos, perfectos de ejecución “Arañando la niebla” se hará la luz. todos. En definitiva, un buen poemario, de Tu hermano viejo esos, que leídos, permite la esperanza. Mi enhorabuena por el premio “Blas de Otero”, Pedro Casaldáliga (obispo y poeta) tan acertado en tu caso. Querido amigo: Anteayer recibí el regalo precioso de tu libro, Arañando tu niebla.
Permíteme una reflexión final. Tu libro, no sé por qué, me llevó a una lejana tarde de primavera del 89, en la Pontificia de Salamanca. Yo leía versos de “Del perfil opaco de los pasos”, que generosamente me había premiado el Ayuntamiento con el “Claudio Rodríguez”. El propio Claudio asistía y en un momento de la lectura me interrumpió, se dirigió al público y dijo: “Están ustedes ante un poeta claramente religioso, algo poco frecuente en estos tiempos”. Yo, que no había sospechado tal carácter de aquel libro, me quedé muy parado y un tanto desconcertado. Hoy, tras leer Arañando tu niebla, sé que ésa sí es verdadera poesía religiosa.
He dado la primera lectura a tu poemario. Dos sensaciones generales me reconocí al término de la lectura. Una primera, la carga de grandeza que alcanza la poesía cuando responde a criterios de autenticidad, cuando no hay rebuscadas razones que la obliguen, cuando –éste es tu libro- un recado interior mueve pensamiento y palabra para alcanzar la belleza estética en el decir de lo más genuinamente humano: la dimensión religiosa. La segunda sensación fue de sorpresa, de Recibe un cordial abrazo. feliz sorpresa. Ante tanta mediocridad como hoy día se nos ofrece, encubierta en EditoJuan Carlos Rodríguez Búrdalo riales o colecciones de prestigio, a veces (poeta) (1999) Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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Teodoro Rubio Martín hizo poesía lírica, de contenido religioso y de experiencia mística; el regreso a las matemáticas de la lírica vieja, no interrumpe su proceso extraordinario de libertad, apelando al soneto, tallado con rigidez y fidelidad. Cuando el amor llega a tener conciencia de solidaridad, de unidad íntima, la estética de la expresión enamorada, se diseña entre la más ingenua libertad expresiva y la rígida fortaleza de la fidelidad que hace sacramento a todo signo. La palabra es sacramento: signo sensible de lo insensible, de aquello que está más allá del sentido, a partir del instante que lo sublimó en la libertad y en la fidelidad. Teodoro, la poesía mística no tiene temporalidad. Por eso, admirarla o incomprenderla, resulta fuera de cánones y normas. En la cumbre del Monte Carmelo, escribe Juan de la Cruz: “Aquí para el justo no hay ley”. El poeta sabe que la cumbre es ese rincón donde el amor revela todo y exige del silencio traducir su gozo o su dolor encarnando palabras. Y, arañando tu niebla, el amor se encarnó en tus versos. Tu amigo. Luis Alberto Luna Tobar (Miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua), (1996)
pueblo en Burgos. Con su botica, rebotica y jardín medicinal, segunda de España, creo que del siglo XV. Unos kilómetros más allá, la ciudad romana de Clunia Sulpicia. Bonito lugar para nacer un poeta. Pero como te decía, un joven Rafael Alberti, en el año 1925, escribía estos versos: PEÑARANDA DE DUERO ¿Por qué me miras tan serio carretero? Tienes cuatro mulas todas, Un caballo delantero, Un carro de ruedas verdes, Y la carretera toda para ti. ¿Qué más quieres, carretero? Siempre creí que sería muy hermoso poder presentar un libro, más si es de poesía, y, si encima, resulta que es de un amigo, pues mejor que mejor. Hace muchos años, te presentó mi padre, y yo hice muy mal por no quedarme con alguna de sus palabras para poder repetirlas hoy. Y lo hice muy mal, pero no intencionadamente, ya que nunca me imaginé que podría llegar este momento, de orgullo y sentimiento, de poder tenerte a mi lado, para hablar de tu personalidad y tu obra.
La generación del 98, casi todos ribereños, acostumbrados a costas y olas, y tan cerca de la mar, se dedicaron a glosar la España interior, concretamente, y de forma especial, Castilla. Mira tú, que siendo casteLA OQUEDAD DE TU DISTANCIA llano, la mar, nuestra mar, tu mar, también, forma parte de tu vida y es escuela en tus Buenas tardes. Amigo Teo, antes de hacer metáforas. Sabes que Candás tiene la puerta una breve pincelada sobre tu libro, voy a per- abierta… mitirme tratar de sorprenderte. Tarea que se me antoja ardua y difícil de conseguir. Pero He querido leer tu libro como si de un eses que terminarás hablando de mi mar, mi critor anónimo se tratase. No he podido. El tierra, mi gente. Y nobleza obliga. En fin. Un primer poema ya es desgarrador. Noté tus poeta de mar, muy de mar diría yo, escribió emociones y te ubiqué en tu sitio. un poema titulado Peñaranda de Duero. Tu
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La muerte de Beatriz Agredano, que cuando era niña, disfrutaba feliz con los mimos y helados en sus correrías veraniegas por Candás, que fue tristemente asesinada en un descampado en Vicálvaro, Madrid, víctima de la violencia. A partir de estos versos me encuentro con la vida y la muerte. A priori tan distantes pero que, el amor y la pasión, juntan. En estos poemas tienes el don de adaptar los efectos gramaticales a las ideas. Para eso me vale conocerte. Porque siguiendo con la lectura, sé que pronto llegaré a la solidaridad y a la esperanza. Lo que nos hace humanos. Reconozco que es mi obligación hacer un comentario sobre tu Elegía sobre mi padre. Pues sí. Una gracias mudas porque algunas veces pueden fallar o sobrar las palabras. Permíteme definirlo como eterno. Estoy seguro que empezó a emanar de tu alma, en aquella soleada habitación del Hospital de Cabueñes, cuando todos los ojos estaban a punto de partirse en mil cristales. Y digo eterno, y digo bien. Sé que en tu corazón siempre habrá el calor para permitir su presencia en la oquedad de la distancia. Este libro, amigo Teo, será para mí como un ahijado de papel y sentimientos. Y perdóname no poder darte las palabras que mi padre te hubiese entregado y que tú, seguramente, mereces. Pero las mías han salido de un lugar profundo, donde te garantizo no hace falta calor ni abrigo para poderlas cuidar, porque quieren ser mayores para valerse por sí mismas. Para estar de gala en esta tarde al lado de tus rimas. Tienes la poesía y tienes la voz. Adelante. Eugenio Alonso (Escritor), (2003) FRÍA DESNUDEZ DEL CALENDARIO Gracias por su tan hermosa y no tan fría desnudez. Antonio Gala (escritor) (2003)
Querido amigo Teodoro Rubio: Agradezco tu felicitación doble, una de las cuales recibí con humildad, aunque los dos me llegan hasta mi tristeza. Tú dices bien que “no somos más que dos gotas de tristeza” y añades “que en alguna esquina nos aguarda /el dolor para darnos su saludo”. Tu hermoso libro es suavemente –casi dulcemente- melancólico. Me ha emocionado, porque mi calendario no puede estar más desnudo. Gracias en todo caso y un abrazo cordial. Leopoldo de Luis (poeta) (2004) Admirado poeta: He leído tu libro “Fría desnudez del calendario” y, lo que son las cosas, había oído tu nombre en un lugar de Castilla y me dejaba frío, ahora ya han cambiado las cosas. Pues tu verso me ha gustado tanto que tendré en cuanta ya tu nombre. Tu libro goza de un equilibrio perfecto entre la forma clásica y un fondo y un decir totalmente moderno, muy de hoy. Sin caer en las concesiones fáciles o las coyunturas modernas y modosas. Te reitero mi amistad y mi admiración por tu verso. Francisco Mena Cantero (poeta) (2006) Aquí y hoy, Teodoro: Hemos sentido tantas veces “la fría desnudez del calendario”. Hacia el Emaús de ambas vidas y de no diferentes destinos, la memoria empeñada en su fidelidad sin intereses, me asegura certera “que Dios derrama lágrimas / en los ásperos surcos de la tierra” No me intimida la aspereza, pero tiemblo en los surcos abiertos cuando asoma “la claridad en los temblores / de las nubes que apagan las auroras” con “esa densa bruma que envejece / la vida sin apenas respirarla”.
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No importa esa vejez, no interesa esa bruma, interesa vivir la muerte, sin resurrecciones que apaguen el dolor de haberla experimentado en ese mismo ser que nos dio la vida. Teodoro, yo siento con atrevimiento que tus poesías son intrauterinas: fue en el vientre de tu madre donde el calendario frío y desnudo te vistió de la imaginación cordial que él pierde en cada instante con cifras de vida, que se acaban en el ser más íntimo, más abismalmente íntimo.
Querido amigo Teodoro: Gracias por tu libro “Tu mano todo el día”, que he leído con mucho agrado. No me extraña que consiguieras el Premio. Libro importante en la colección Rielo.
Tienes aciertos extraordinarios que sería prolijo repetir, pues tú, como conocedor del hacer poético, no los ignoras. “Y tú, mi voz anónima y amiga / me dictas los poemas”. Esto te deseo para el año recién estrenado, Ese abismo, que es surco de tierra que anida que Él te siga abriéndote el camino, no sólo auroras y se estremece al apagarlas, fue el espiritual, sino material siempre, y te siga espacio en el que se inició tu poesía. Descon- inspirando lo mejor. certado caminas hacia el Emaús que espera con pan blando sobre una tabla limpia y con Francisco Mena Cantero vino fresco en cristal sin medidas. Ese cristal (poeta), (12 de enero de 2007) hialino, vientre de madre, te inspira, te emociona, clarifica tu mente, acelera tu pulso y la palabra se hace carne. Teodoro, qué rápidamente pasa el tiempo soTeodoro, no busques definiciones ni cate- bre mí. Parece mentira que hayan pasado dos gorías para tu poesía. Tu madre no te buscó: meses o más desde que me hiciste llegar Tu te encontró en ella, en sí misma. Caminaba mano todo el día. ¡Qué título tan hermoso! hacia su destino, el Emaús en el que todo se Teodoro, Tu mano todo el día (te felicito por comparte y te dejó la inspiración de la que el Premio Fernando Rielo) está dotado del ella respiraba. ritmo manso del mar, de la plenitud del cielo limpio, de las tardes rumorosas cuando los Tu hermano, Alberto, obispo viejo, amigo vencejos cortan el espacio. “El tiempo llega son calendario” / ligero como el mar, y me trasforma”. ¡Qué maravilla! Los endecasílabos se suceden con Luis Alberto Luna Tobar el vaivén del alma y sumergen al lector en (Miembro de la Academia Ecuatoriana de un ámbito de amor y luz, de tierna tierra, de la Lengua), (2001) padres, de cuerpos tibios. Gracias por tus versos, Teodoro. Un abrazo.
TU MANO TODO EL DÍA Tu libro es una bocanada limpia y honda, para empezar el año. Que la alegría te rodee siempre. Un abrazo 007
Miguel Florián (poeta)
Antonio Gala (escritor)
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Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
fotografía
Jugando al escondite Cámara utilizada:NIKON D90 f/5.6 v 1/125 ISO 200
Ana Poza trae nuevamente su lente a CriticArte. Esta vez expone tres variables: Un gato que que mira por el prisma de sus ojos; un sesgo de luz en el espacio y una serena puesta de sol del otoño invernal.
Ana Poza
El gato es una metáfora de la persona sola o de quien, para pensar y contemplar mejor el mundo y las cosas, se aísla para hallar el sentido de la vida. El rayo abre una brecha en el cielo como si quisiera dejar entrever un mundo posible. Un solo instante de luz que rasga la comba celeste para indicarnos, acaso, la senda última de la existencia.
Rayo de luz: - Cámara utilizada: panasonic DMC -FS6 f/4.7 v 60" ISO 80 virada a BN con photoshop
Revista CriticArte Nº 13. Versión digital, diciembre, 2012.
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“Juegos invernales” en busca de la paz