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El liderazgo y el cambio de época
Una de las situaciones más interesantes en el análisis del liderazgo ocurre precisamente cuando vemos el cambio de estafeta entre un dirigente y otro, sea en una organización empresarial o de cualquier otro tipo o ante el cambio de gobierno en una nación. En la Edad Media, sabemos que ante la muerte de un rey, se decía: “¡El rey ha muerto, viva el nuevo rey!”. Pero, ¿cómo será ese nuevo rey? Estos cambios en la posición de vértice suelen generar incertidumbre entre las personas que, directa o indirectamente, son afectadas por las decisiones y el estilo personal de gobernar del nuevo régimen. Uno de los primeros desafíos a que se enfrenta el nuevo liderazgo es ¿qué cosas del orden anterior deben conservarse porque siguen siendo valiosas y qué cosas habrá que cambiar en el nuevo orden? Si el titular del gobierno anterior era un líder querido, carismático y popular, ¿qué debe hacer el nuevo gobernante para ganarse su espacio y establecer su propia autoridad?
Desde luego, el asunto no es nada fácil y, de hecho, presenta uno de los principales problemas en materia de liderazgo y gobernanza. Una primera recomendación es hacer un análisis riguroso, con mente abierta y suficiente trabajo de inteligencia, sobre las fortalezas y las áreas de oportunidad de la organización al momento en que ocurre la transición en el mando; pero también se requiere un diagnóstico del entorno que enfrenta y previsiblemente enfrentará la organización en el tiempo por venir. Uno de los errores más graves y comunes en estas situaciones radica en que, o bien se proyecta el pasado como si lo hecho ayer fuera a ser de valor para siempre, o se pretende romper con el pasado como si lo de ayer súbitamente hubiera dejado de tener valor. El balance entre conservar y romper, mantener o innovar, demanda prudencia y tacto, sentido de la justicia, agradecimiento y audacia. A veces gradualidad en el proceso y a veces determinación y fuerza. Como sugería Juan Pablo II a los gobernantes para gobernar bien: escuchen a sus pueblos. Con frecuencia son los propios gobernados que experimentan los rigores de las tormentas los que mejor pueden decir qué funciona del antiguo régimen y qué ya no para que se cambie. (Es el caso, por ejemplo, con la crisis del futbol mexicano: ¡cómo hace falta que los dueños de los equipos escuchen a la opinión pública!).
A partir de estas definiciones fundamentales del nuevo régimen, sus líderes podrán establecer su propia autoridad, su legitimidad y su estilo personal, en los modos de ser y de hacer de la organización.
Lo más importante: nada hay que sea tan bien recibido como la integridad ética, que incluye el respeto a las personas, el sentido de la justicia y la decencia en el comportamiento del nuevo gobernante.
El manejo adecuado de la sucesión en el mando es uno de los aspectos críticos para asegurar la gobernanza y el éxito de la entidad gobernada en el tiempo. Y esto se forma y se prepara, sencillamente porque, como bien ha de saberse, uno no es eterno.
Adrián Ruiz de ChávezV. ProfesoryconsultorenLiderazgoeInteligenciaEstratégica,Institutode DesarrolloEmpresarialAnáhuac,UniversidadAnáhuacMéxico. Correo:adrian.ruizdechavez@anahuac.mx Linked In:Adrián Ruiz de Chávez.Twitter:@adrianrdech.