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EL LIDERAZGO EN LA EMPRESA FAMILIAR
Rosalinda Ballesteros, Directora del Instituto de Ciencias de la Felicidad, Universidad Tecmilenio @icfelicidad @icfelicidad _wellbeing360 _wellbeing360 Bienestaryfelicidad@servicios.tecmilenio.mx Moisés Cervantes
“Despacio que llevo prisa” es un dicho popular cuyo sentido pueden perder de vista los líderes de todo tipo de organizaciones que buscan acelerar resultados.
VIVIMOS en un mundo complejo, por ponerlo de forma sencilla; concentrarnos en la meta sin ver las consecuencias puede resultar contraproducente.
Los líderes creemos que nos quedaremos atrás si no estamos en continua aceleración, así que nos echamos a correr a veces hacia un falso rumbo.
El dicho popular al que me refiero se aplica muy claramente a quien conduce un vehículo. Si quien va al volante maneja con mucha prisa, puede tomar una salida o una vuelta equivocada que le haga perder mucho más tiempo; o, lo que es peor, puede provocar un accidente y nunca llegar al destino.
En las empresas de todo tipo los líderes suelen buscar los resultados lo más pronto posible sin considerar los recursos materiales y humanos que se pierden o dañan; sobre todo descuidan cómo están relacionadas las diferentes áreas, los intereses de los clientes o de los stakeholders.
Generalmente, el trabajar de forma acelerada consume más energía de lo normal, llega a resultar más caro, suele provocar dificultades y conflictos y solo se resuelve una parte de los desafíos que tiene la organización. No permite ver o cuestionar los sesgos que tenemos y nuestro deseo de “estar en lo correcto”.
Volviendo al auto, si manejamos con calma alcanzaremos a ver las desviaciones en el camino y a cotejar con nuestro GPS la ruta; no discutiremos con otros conductores, evitaremos accidentes, llegaremos a tiempo y en un estado de paz, que nos da ventaja a donde quiera que nos dirijamos y habremos desgastado menos el auto y el combustible.
El problema de esta analogía es que no nos hace ver un punto delicado: en las organizaciones “conducimos” personas y no vehículos.
Los colaboradores tienen una cantidad de energía que se agota sin un liderazgo adecuado, sin un ambiente positivo de trabajo, si no ven un significado en lo que hacen.
Estar presentes en nuestros propios planes es vital. El tiempo, a fin de cuentas, es subjetivo. En nuestra cultura, muchas veces nos burlamos de la señora que se niega a vender en una sola transacción toda su mercancía y que contesta “¿y luego qué vendo?”. Lo que no se explica es que la vendedora piensa primero en sus clientes más fieles que están esperando su producto ese día y cada día. Los retos son complejos, las soluciones también, la señora y nosotros debemos observar los ángulos de un problema.
Debemos aprender a identificar los desafíos y tener periodos para bajar la velocidad. Analizar lo que estamos haciendo puede convertirse en un revulsivo.
Si hablamos con los colaboradores y les pedimos su opinión, aprovechamos sus fortalezas y hacemos experimentos para atacar la meta, escuchamos los diversos puntos de vista, en apariencia podríamos estar disminuyendo la velocidad, pero servirá para que en lugar de “acelerar” en línea recta podamos crecer exponencialmente.
El equipo se sentirá motivado al aportar y ser escuchado, sentirá que su trabajo tiene sentido para su centro de trabajo, para sus compañeros, para él mismo y hasta para su familia. Estaremos creando una organización de bienestar que puede planear estratégicamente y adelantarse a los retos complejos del ambiente.
Hay que detenerse para poder acelerar
Me gusta citar el caso de una empresa de ventas directa que asesoramos en el Instituto de Ciencias del Bienestar Integral. En cinco equipos aplicamos estos temas de organizaciones de bienestar, donde lo importante es la persona.
Quienes se detuvieron a cambiar su ambiente trabajo lograron sus metas de todo el año tres meses antes del cierre del ciclo de desempeño.
Si llevas prisa, la mejor forma de acelerar es avanzar despacio, con conciencia, pero sin pausa.