LA MEMORIA DEL AGUA (Valores, usos y representaciones del agua en las ciudades del Sur)
A Mar y Marina en la esperanza del agua
Pedro A. CANTERO Antropólogo. G.I.S.A.P. Universidad de Sevilla
1 TENUE ES LA MARGEN DEL OLVIDO El agua habita la cultura humana, elemento excepcional y cotidiano, por las ideas que sugiere simbolizó el movimiento y la vida. Hoy día nos es tan accesible y habitual que fácilmente olvidamos su importancia y su pasado. ¿Qué puede significar para nuestros ciudadanos la que sale del grifo más allá del confort y de la higiene, qué valor otorgan a lo que trae o a lo que arrastra más allá de la facilidad de tomar, limpiar y evacuar?. El agua «a domicilio» es hoy una realidad tan arraigada que nos es difícil pensar en una aglomeración sin esta comodidad, pero esto no fue la regla de nuestros pueblos y ciudades hasta hace pocas décadas. Es este siglo, y en particular el último cuarto, que ha visto la generalización de su suministro en nuestros hogares, trivializando la relación del hombre con el agua. Hoy día es difícil concebir su compleja dimensión que, lejos de limitarse a sus funciones utilitarias, también jugaba un papel capital en la sociabilidad ciudadana, así como un rol ornamental y simbólico “fundamental”. Las transformaciones de lugares de agua han sido tan radicales que inducen al visitante y al lugareño a la confusión, imaginando formas de vida que nunca fueron y descargando otras en el olvido. La memoria de funciones y valores no ha sobrevivido a dos generaciones: cauces enterrados, cañas obstruidas, manantiales contaminados, pozos cegados, hontanares y albuheras convertidos en vacies, turnos de riego despreciados, fuentes sin otro papel que el del ornato banal -sin otra connotación espacial que la de la rotonda que aligera la vista del automovilista apresurado-. Las representaciones mismas del agua se han desplazado. La memoria del agua es efímera. No pueden despertarla solamente las rehabilitaciones aisladas de fuentes y lavaderos, acequias y presas, norias, molinos y albercas, la mayor parte de las veces reconstrucciones yertas. No son tanto los edificios como los valores por los que existieron. Qué significaron, qué pueden aún significar. El vacío, tanto más que la ruina, manifiesta una presencia dolida, apremia darle sentido, no reconstruir la ausencia. Más vale la desaparición que la refección deshabitada.1
1