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Prefacio al aserie
Leer no tiene que ser difícil, ni mucho menos aburrido.Ellibro quetienes en tusmanos pertenece auna seriede Lecturafácil,lacualtiene el propósitodepresentar títulos cortos, sencillos, pero conaplicaciónprofundaalcorazón.Laserie Lectura fácil te introducetemas alos quetodoser humano se enfrenta en la vida :g ozo, pérdidas,fe, ansiedad, dolor, oraciónymuchos más.
Estelibro lo puedes leer en unas cuantashoras, entredescansos en tu trabajo, mientras el bebé tomasusiesta vespertina oenlasaladeespera .Este libroteabrelas puertas al mundo infinito de la literatura ,ymayor aún, atemas de los cuáles Dios ha escrito ya en Su infinita sabiduría. Losautores de estoslibrosteapuntarán haciala fuente de toda sabiduría :laPalabra de Dios.
Mi oraciónesque este pequeñolibro haga un gran cambioentuvidayque puedasreg alarlo a otrosque vanpor tu mismasenda .
Gracia ypaz,
Gianca rloMontemayor Director editorial, Broadman &Holman
La guerra de las palabras
Estamos rodeados de palabras. No podemos vivir sin ellas. Las usamos continuamente aún sin darnos cuenta. Usas palabras para ir a comprar el pan, para trabajar cada día, para decirle a tus familiares cuánto los amas, para expresar queja, o dolor, o alegría. En estas páginas, para compartir contigo lo que quiero decirte sobre las palabras, he tenido que usar palabras. En esa relación tan estrecha que tene‑ mos con ellas, las palabras nos sirven, nos ayudan, pero también nos atrapan y nos usan. A veces nos hacen un gran bien, cuando expresamos aprecio y damos consuelo, pero otras veces nos hacen sus esclavos y a cambio de sus servicios nos obligan a pagan un alto precio. Cuánto dolor has experimentado, cuando alguien ha dicho algo feo de ti, o ha revelado un secreto que debiera de haber guardado. Cuánta tristeza has experimentado tú mismo, cuando una palabra fuera de lugar ha salido de tus labios y ha provocado discordia. ¿Qué puedes hacer con tus palabras? ¿Cómo controlarlas? ¿Cómo puedes domar tu lengua? Quisiéramos usar solo aquellas palabras que son buenas, y abandonar aquellas que son malas. Nos debatimos continuamente entre las dulces y las amargas, porque sabemos que hay algunas que alientan y otras que defraudan. Hay palabras que edifican, y palabras que des‑ truyen. Palabras que hieren, y palabras que sanan.