Concurso de Ensayos “Ganémosla a Pensamiento” Consejo Nacional del Movimiento Juvenil Martiano Ensayo: “La recepción martiana en las primeras décadas de la república mediatizada; influencia en la revolución de los años 30 del siglo XX cubano” Autor: Lil María Pichs Hernández. Tercer año Centro: Instituto Superior de Relaciones Internacionales“Raúl Roa García” Club martiano: Raúl Roa García
¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada grande que hacer? Rubén Martínez Villena, “El gigante”, en la Pupila insomne (edición póstuma, 1936) ( i)
¿Qué hacía Martí en boca de Machado, de Grau… de Batista? ¿Qué fuerza lo mantuvo pegado, incorporado, fundido en la entraña cubana, dolida en su frustración, cargada de vehemencia latente? ¿Es que alguien hubo de rescatar a Martí o es que estuvo siempre presente? ¿O es que el que estuvo siempre presente era el Martí de los 20, de los 30, del Centenario? En una intervención dedicada a la recepción martiana en la Generación del Centenario ( ii), Armando Hartrefiere: “No es fácil hallar en la historia de las civilizaciones una personalidad paradigmática que fuera asumida de la manera que el cubano lo hizo con Martí, es decir, hasta el punto de tomarlo como símbolo esencial del país sin el cual este es irreconocible”. Indiscutiblemente, cada cubano, cada grupo, cada proyecto… tenía, como tiene hoy, su Martí. Pero la recepción martiana de hoy se construye sobre la base de un elemento fundamental: la herencia de la revolución de los años 30: en la efervescencia de esos años la forma en que se percibía a José Martí, al interior de Cuba y en el extranjero, se quebró, mutó de forma radical, y en la catarsis, descubrió un Martí diferente al que mentaban generales y doctores, universal, simbólico, profundamente humano, esencialmente revolucionario. Para entender el punto de ruptura entre una recepción y otra, para entender cabalmente “Los estudios martianos de Fernando Ortiz” (1997) habría que adentrarse en las principales aristas del fenómeno Martí más allá del 19 de mayo de 1895. Recuerda Retamar (Temas, 2001) que ya en vida más allá del texto, Martí era ya una figura legendaria. Resulta recordar esta peculiaridad de la figura martiana: que ya era leyenda antes de aquel 19. Y tuvo la primera tarja, antes de que la República tuviera constitución. Dicen que la primera iniciativa para guardar su memoria fue la colocación de una placa conmemorativa en la casa natal de La Habana el 28 de enero de 1899 y la colocación de una estatua en la calle del Prado, en 1905 (Pacheco,1991). Y a partir del 28 de enero de 1900 comienzan las fiestas martianas, las cenas martianas, las canastillas martianas, todo tipo de iniciativas impulsadas por esa presencia creciente al pueblo que recibe la impronta del mejor de los hombres aun en la memoria de aquellos que lo conocieron, que se apropia del día feriado y las rifas populistas y que asiste a una apropiación pusilánime y mutilada de la figura del gran hombre por parte de las pequeñas gentes de la política de una república de mentiras. Y ahí está el pueblo, en los primeros años del siglo XX, canturreando la «Clave a Martí», del Villillo: «Aquí falta, señores, una voz, ay, una voz/ de ese sinsonte cubano, de ese mártir hermano/ que Martí se llamó…».Aun así, en las dos primeras décadas de la
república, pocos compatriotas habían advertido la real dimensión revolucionaria de José Martí. Entre esos cubanos encontramos lógicamente a muchos de sus compañeros de la emigración, como Diego Vicente Tejera y Carlos Baliño, defensores del ideal democrático, independentista, antirracista y antíoligárquico -si bien utópico-dice José Cantón- de los partidos obreros que fundara Tejera (iii) Ahí está Juan Gualberto Gómez, recordando en la revista El Fígaro, en un número especial del 20 de mayo de 1902, los objetivos de la revolución del 24 de febrero; explicando que la república que se funda no es la República martiana, que el sueño martiano quedaba como reto para el devenir republicano. Ahí está Varona, hablando de nuevo de la obra política, y del magisterio fundador martiano. Ahí está Salvador Cisneros Betancourt, intentando rescatar el PRC en la década de los 10, poco antes de morir. Ahí están los Independientes de Color, y la escisión del Patria, que da origen a La Doctrina de Martí. En la búsqueda de rescate del programa martiano para una República digna, en esta primera etapa se pierde el Martí literario, el Martí poeta, el Martí modernista. Y al tiempo, se produce otro fenómeno singular, identificado por Carmen Suárez León (Temas, 2001):“lanecesidad de legitimación del hombre cubano a partir de Martí”. Y entonces afloran y se recrean todas estas escenas del Martí seductor, mujeriego y hasta alcohólico. Y todo lo que en vida de Martí constituyeron patrañas para desacreditarlo, en esta apropiación popular se convierten en elementos que lo acercan a las masas, que ahora intentan conocerlo.Y ya dicho, esta apropiación popular se producirá al tiempo que el discurso oficial se adueña del Martí sereno, impoluto, pacifista, aunador, y que no busca, como dice Carmén Suarez, la “legitimación identitaria, como en el caso del pueblo, sino una especie de cosmético cordial para el poder”. Al respecto, Luis Toledo Sande concluirá: “Esgrimir los nombres de fundadores como aquellos, fue a menudo un recurso para legitimar las decisiones tomadas, y no para aprender de ellos, de sus dones creativos, (…) sirvió hasta para tener un “nuevo” panteón trinitario al cual responsabilizar con lo hecho por seres vivos y actuantes (y a veces demasiado “vivos” y no tan actuantes al servicio de una verdadera justicia social)” ( iv). Así, hasta los años 30, Quesada y otros buscaron su difusión fuera del país. Simultáneamente, se desarrolla otra tendencia: en la capa culta de la población, cada vez más intelectuales se concentraran en el estudio sistemático de la vida y la obra de José Martí, ya que, a medida que avanzaba el siglo, la dramática realidad republicana exigía a los hombres de más decoro la transformación de la sociedad. Para frenar el ascenso de los movimientos populares, y de vanguardia (pues con las vanguardias se abrían las mentes y se ponía a pensar el pueblo), la oligarquía cubana y el imperialismo estadounidense habían confiado el gobierno a Gerardo Machado en 1925. Con él, Cuba aumentaría su dependencia con respecto a los Estados Unidos, aun y cuando el Presidente hubiera hecho publicar en 1926 veinte mil ejemplares de, nada más y nada menos, que Vindicación de Cuba. (Pacheco, 1991). ¿Cómo no iban los primeros dos años del gobierno de Machado a llenar de esperanza a la población cubana?
Muy pronto su gobierno se convertiría en tiranía, lo que unido al Crack de 1929 sumió a Cuba en una profunda crisis económica, social y política. Así empiezan los cubanos la década de 1930: a los pies: con una crisis que desnuda todas las deformidades de la economía subdesarrollada cubana; y en las cabezas esta tormenta deviene revolución. Desde los 20 se caldeaban los ambientes. En el propio año 1926 Machado había reafirmado oficialmente el 28 de enero como día feriado, fiesta nacional. Las grandes tiendas de La Habana (como Fin de Siglo y el Encanto) se habían sumado al homenaje dedicando sus vidrieras a Martí. El Diario de la Marina en su primera página anuncia que en el Encanto se vendería el tomo uno de las Obras Completas, editadas en París por Armando Godoy y Ventura García Calderón. En ese número, es que Marinello publica su primer texto dedicado especialmente a José Martí. (Temas, 2001). Y será también en el Diario de la Marina donde aparecerán trabajos de Raúl Roa, entre ellos aquel ensayo sobre Martí poeta —antecedido por el de Casal, y de Manuel de la Cruz— del propio 1926, el cual es, al decir de Ricardo Luis Hernández Otero (Temas, 2001), uno de los ensayos más largos que publica Roa en esa época. Es en esta década que comienza a gestarse esta nueva fase en la recepción martiana que alcanzará un grado cualitativamente superior para los años 30, y que cristalizará en la apropiación martiana por parte de la Generación del Centenario. Es precisamente Mella el que, según Carlos Rafael Rodríguez, es “el primero en percibir la existencia de ese José Martí tan distinto del que se nos enseñaba en las escuelas, el que aparecía en biografías y semblanzas, aquel cuya estatua marmolea servía solo para homenajes simulados y desfiguraciones contumaces” (v) Ya a partir de 1923 cambia el carácter de los actos y homenajes, cuando el Congreso Nacional de Estudiantes aprueba la fundación de la Universidad Popular José Martí,que dirigiría Julio Antonio Mella; cuando se da a conocer el Mensaje Lírico Civil de Rubén Martínez Villena, cuando es inaugurado en 1925 el Museo José Martí, cuando en 1926 se inicia en Manzanillo la celebración de las cenas martianas. El joven marxista José Antonio Foncueva, cuando se hace cargo de su página en el periódico El Cubano Libre lo primero que va a publicar es «Nuestra América», según Otero (Temas, 2001). Para 1927, Emilio Roig ha publicado “Nacionalismo e internacionalismo de José Martí”, y poco después, vería la luz otra manifestación del salto en la recepción martiana:Novísimo retrato de José Martí (1928), del propio Foncueva. Y metido de lleno en esta revolución de la recepción martiana reaparece Marinello, con “El Homenaje” y “Ferrara, Martí y la Elocuencia” (ambos en 1926); y “El poeta José Martí” (1928) (vi). Y no se trata de artículos al azar, se trata de la formación de un nuevo pensamiento, de una nueva forma de apropiarse de Martí. Es la década del 20, la década en que nace el grupo Minorista, seno del que emergerán engrandecidos martianos como Rubén Martínez Villena, Marinello, Francisco Ichaso, Félix Lizaso, Emilio Roig…Los minoristas hablaban de un arte comprometido con el progreso, y de un progreso comprometido con la nación, y de una nación comprometida con la independencia, y de una independencia comprometida con el arte. Y en consecuencia, jamás se enajenaron de la realidad
cubana, ni de la latinoamericana. Baste mencionar la solidaridad minorista con los venezolanos, los peruanos (ambos azotados por las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Augusto Bernardino Leguía, respectivamente); y los puertorriqueños, siempre los puertorriqueños. A partir de 1927, el hábito de la reunión se pierde, aunque el compromiso con la producción de vanguardia se mantiene: Rubén Martínez Villena desplazó su actuación hacia los medios obreros, Alejo Carpentier y José Antonio Fernández de Castro, emigraron tras sufrir prisión. Alberto Lamar Schweyer se convertía en el teórico de la dictadura. Roig permaneció como redactor literario de Social, desde cuyas páginas desarrolló un militante antimperialismo, y Juan Marinello, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Félix Lizaso se enrolaban en el proyecto de una publicación cultural que removería los cimientos de la concepción del arte hasta el momento: la Revista de Avance ( vii), poseedora de una línea martiana única, monumental. Con la lectura de sus números, se redescubre al artista Martí, desde ellas, se escucha al político e independentista también, en justo balance: se apoya la independencia de Puerto Rico, y la de Nicaragua, se reivindica al Martí antimperialista; desde sus páginas, Enrique José Varona, haría un llamamiento a la juventud cubana. Y era la Revista de Avance, la punta del iceberg. Tomando como referencia la Bibliografía Martiana de Fermín Peraza, publicada en 1954, y 1956, es posible afirmar que la cifra de autores sobrepasa los doscientos treinta (viii). En once de ellos se concentra el 20% de lo publicado, lo que denotala sistematicidad y no especialización en el tema martiano. Entre los autores más publicados se encuentran: Néstor Carbonell, Enrique José Varona, Gonzalo de Quesada, Federico Henríquez y Carvajal, Sotero Figueroa, Fermín Valdés Domínguez, Emilio Roig, Arturo R. Carricarte, Manuel Sanguily, Vidal Morales, Medardo Vitier. Nombres como el de Manuel Isidro Méndez se incorporan a partir de 1918, y, a partir de 1926, los de Lizaso, Mañach, Marinello y Roa, por supuesto. Los hombres de la década del 30, son los estudiantes, profesores e intelectuales radicalizados de los 20. Ahí están Mañach y el ABC; ahí está el francotirador Roa ( ix). En los años 30 cristaliza una recepción martiana esencialmente marxista, ya desde el propio Mella, y también después, en sus distintas tendencias, dentro o fuera del Partido Comunista, van a hacer apropiaciones muy interesantes y lecturas socialistas de Martí; es decir, Martí será considerado como una de las vertientes formadoras de un marxismo a la cubana. (Temas, 2001) Valdría remitirse a los comentarios de Cintio Vitier a este respecto, contenidos en una de sus Lecciones cubanas. Dentro de este grupo, destaca Raúl Roa, que asume con total claridad su condición de martiano y de marxista; con lo que su paradigma democrático se encuentra en la teoría política de José Martí. Roa no vio otro vehículo para dicha transformación esencial que el triunfo de la revolución agraria y antimperialista. Otros, como Pablo de la Torriente Brau y Blas Roca también merecen mención especial: el uno, muerto en su causa internacionalista contra la opresión, causa profundamente martiana; el otro, heredero de la revolución de los años 30, que 1948, siendo secretario general PSP, va a hacer una
lectura que le permitirá apropiarse de Martí para el proyecto de los comunistas cubanos de entonces: José Martí: revolucionario radical de su tiempo ( x).Y por supuesto, está Antonio Guiteras. De lopoco que se conserva escrito de él, se hace evidente su intención de expresarse desde Martí, y el espíritu martiano sistemático en sus palabras y en su proyecto político. Los intérpretes marxistas de la obra de Martí en esta etapa admitieron en la mayoría de los casos ciertos límites liberales en el pensamiento martiano, pero buscaron acercar las ideas martianas sobre la sociedad y el Estado a la tradición socialista y, en casos extremos, al marxismo-leninismo de corte soviético. Juan Marinello, Antonio Martínez Bello, José Antonio Portuondo, Carlos Rafael Rodríguez, Mirta Aguirre y Sergio Aguirre, entre otros, son exponentes también de las lecturas marxistas de Martí. Por otro lado, es justo advertir que en la década del 30 se asiste también a una apropiación martiana no marxista. En mayo de 1934, ya después de la caída de Machado, justo en febrero, se van a reorganizar las fuerzas antimachadistas y se va a constituir un partido que se autodenomina Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). Actualmente se le recuerda como Partido Auténtico, y se reconocen las virtudes del partido nacido de su escisión: el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) que reclamaba para sí el deber del cumplimiento de la revolución martiana. Este es precisamente, según Pedro Pablo Rodríguez(Temas, 2001) lo que está en el centro del debate político después de la caída de Machado: cómo llevar a la práctica, cómo reestructurar en la praxis social una república de orientación martiana. Y Pedro Pablo Rodrígueznos llama a reflexionar sobre qué fue realmente el PRC en sus inicios, y qué fue el gran intento de crear un partido unido de la revolución. Dice Pedro Pablo:“Fue un intento que parecía que, al principio, iba a funcionar, porque prácticamente casi nadie quedó fuera cuando se funda el PRC” Otro factor trascendental en el uso oficialista de Martí por parte de los políticos de la década, se observa en la relación históricaindisoluble presente entre el aumento de la dependencia hacia los Estados Unidos (el tratado de reciprocidad de 1934, la ley Costigan-Jones de cuotas azucareras) – exacerbación de la miseria de las masas y la necesidad de evitar a toda costa una crisis de las alturas. Sobre esto último dice Pedro Pablo: “(…) controlar la Revolución y llevarla por «el camino correcto» a la norteamericana. Esto, sin dudas, también transforma el uso de Martí en la política” En el período también se asistirá a manifestaciones disímiles de recepción martiana por parte de las logias masónicas: forma de apropiarse de la ética martiana con el fin de responder a la crisis social en que se encontraba el país. En estos momentos, por iniciativas de "Fe Masónica" y "Bartolomé Masó" se celebrara el "Día del Masón" el 28 de Enero de cada año, honrándose al Apóstol en toda la República. También se realizan homenajes mensuales, se nombran logias con el nombre de “José Martí” y la Gran Logia acuerda que en todos los templos masónicos figure el retrato de Martí: “Los cubanos todos y en general los que amen la libertad y la justicia, como ofrenda de amor y patriotismo al iluminado Martí, han de fijar su efigie en el lugar más digno”( xi). Paralelamente, también se evidencia una recepción martiana no marxista desde la academia, con una orientación política bastante clara. En este ámbito, descollarán Jorge
Mañach, Andrés Iduarte, Félix Lizaso, Luis Rodríguez Embil, Roberto Agramonte, Humberto Piñera Llera y Carlos Ripoll, entre otros, quienes destacan el acuerdo básico de Martí con la filosofía de los derechos naturales del hombre y su apuesta por un régimen de libertades públicas, similar al que predominaba en la mayoría de los países europeos y americanos de su época (xii). Y aprovecho esta mención a la recepción martiana desde la Academia, desde el estudio biográfico y descriptivo, para llamar la atención sobre una característica fundamental que poseerá la recepción martiana en el período de los años 30: la recepción biográfica como uno de los factores que inducirán a estudios cada vez más integrales de la vida y obra martiana. Esto, en manos de figuras como Lezama, Villena y Medardo Vitier, devendrá tanto en una mayor difusión del Martí literario, como en una apropiación literaria de Martí, entendida esta última como la asimilación del estilo literario martiano por parte de intelectuales como el propio Lezama, o Gabriela Mistral, y más adelante por Fina García, Retamar… En el período, la recepción literaria estalla en la poesía, y alcanza también niveles maestros en la oratoria (xiii) y la prosa. Sobre la primera, valga llamar la atención acerca de que cronológicamente, Ana Cairo (Temas, 2001) ubica la presencia de Martí en la poesía cubana como una realidad a partir de 1913, cuando en la colección Obras, de Quesada y Aróstegui, aparece el tomo dedicado a los versos de Martí, Ismaelillo, Versos sencillos y una selección de Versos libres, que hasta entonces habían permanecido inéditos. En ese mismo año, 1913, empieza a publicarse Cuba Contemporánea, una revista de intelectuales, para intelectuales, donde aparecerá con cierta frecuencia la poesía martiana. No es coincidencia que en el propio 1913 aparezca Arabescos mentales, de Regino Boti; “el primer gran libro de nuestra poesía en veinte años, desde Bustos y rimas, de Julián del Casal” (Cairo, 2001). Posteriormente, Boti se mantendrá como pionero en las nuevas formas de asumir poéticamente a Martí, con La torre del silencio, de 1926, obra estrechamente vinculada a los Versos sencillos. Por esos años, cuando entre los años 1924 y 1925, un equipo de jóvenes que lidereaban José Antonio Fernández de Castro y Félix Lizaso, se reúnen en casa de Rubén para hacer la antología, La poesía moderna en Cuba, que va a aparecer en España, en 1926, deciden que sea José Martí la figura que abra la antología. Y a partir de aproximaciones como estas, comienza a acercarse el Martí artista al Martí que conocen las masas. Luego, “El segundo gran latido de la poesía de Martí en los poetas cubanos del siglo xx está en Rubén Martínez Villena” diría Retamar (Temas, 2001). Y ciertamente, es Cintio Vitier, uno de los primeros que destacan la continuidad espiritual de los Versos Libres en Villena. Y me permito recordar aquella frase de “Ese sol del mundo moral”, donde Vitier habla de la irrupción de Villena, que llega: “provocando en las estrofas irruptoras de “El Gigante” la única resurrección que entre nosotros ha tenido el fuego de los Versos Libres” (xiv)
Carmen Suárez León (Temas, 2001) llama a este fenómeno imantación, y señala que “la sufre José Lezama Lima, y en general, muchos de los poetas de Orígenes”. Precisamente hacia el año 1937 comienza la serie de publicaciones de Lezama, que va a dar lugar a todo el movimiento que conocemos hoy como el Grupo Orígenes. Estos creadores también realizarán una recepción especialísima de la figura de José Martí. Este grupo de poetas consigue vertebrar un cuerpo poético resistente, con el propósito de “alcanzar para los cubanos y para su cultura una expresión del más alto nivel estético”. Así mismo, es notable que independientemente de la diversidad notable de sus voces, tanto en forma como en pensamiento, las revistas que, como Verbum (1937), Espuela de plata (1939-1941), Clavileño (1942-1943) y sobre todo Orígenes (1944-1956) animó y dirigió Lezama, muestran ese quehacer concienzudo y creador, orientado hacia José Martí, más que todo en espíritu. En el caso particular de Lezama, se va a producir una evolución; el mismo Cintio, en Martí en Lezama, habla de ese proceso que va desde posiciones europeístas, hacia una manera entrañable de ir asumiendo a Martí y de ir acercando sus teorías de la insularidad a Martí. En este sentido, la lectura de «Secularidad de Martí» ( xv), publicada en el número del centenario, se convierte en lectura obligada. Así mismo, Paradiso es otra muestra de laconfiguración de esa imagen inédita de Martí que se va forjando a todo lo largo de la obra lezamiana, “En Cuba -había escrito Lezama- solamente ha sido alcanzada la sabiduría por el taita, el negro esclavo al llegar a la ancianidad, y en la poesía de la sacralidad que culmina en José Martí” (xvi) Otra muestra profunda de apropiación martiana, que trasciende lo literario y dialoga con lo ético, es la declaración de principios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UEAC), que se crea en el año 1938, y que redacta Guy Pérez Cisneros con la colaboración expresa de Lezama. Uno de sus pilares es precisamente la concepción de que había que buscar una unión de escritores, y una república, donde se hiciera realidad, donde se llevara a la práctica la máxima martiana que después estaría en nuestra Constitución actual: «el derecho de todos los cubanos a la dignidad plena del hombre». Aquel es un documento público que está hecho por los que pudieran ser entonces los preorigenistas: José Antonio Portuondo, Mirta Aguirre, Juan Marinello, Nicolás Guillén, y otros. Tanto la Revista de Avance como Orígenes constituyen ejemplos de cómo la apropiación de Martí por parte de sectores más instruidos podía convertirse en un mecanismo de dialogo entre Martí, la intelectualidad y las masas. Sin lugar a dudas las publicaciones periódicas y esencialmente la prensa escrita constituyen una de las principales fuentes para el estudio de la recepción martiana en todas las etapas, pero específicamente en los años treinta adquieren un valor especial, tanto por la diversidad de aristas de la vida y obra de Martí que aborda, como por la diversidad de públicos a los que se destina. Durante los primeros años tras la muerte de Martí, la prensa escrita había sido el principal medio de información utilizado para abordar la figura martiana. Ana Cairo (Temas, 2001) menciona a la revista Letras, que durante toda la segunda intervención
norteamericana casi no se observaron números donde no aparezca un texto de Martí; y a El Fígaro donde se dieron a conocer textos inéditos: (como en 1909, que apareció la carta a Manuel Mercado, fechada el 18 de mayo de 1895). Otro ejemplo de vital importancia lo constituye la Revista Bimestre Cubana en todas sus etapas, especialmente las posteriores a 1910, período en que su dirección fue asumida por los destacados investigadores Fernando Ortiz y Ramiro Guerra y Sánchez. Pero a partir de 1930 cambió su formato y tuvo como jefe de redacción a Adrián del Valle. Además de los ya mencionados, integraron la redacción nuevas figuras, entre ellos Arístides Agramonte, José R. Martínez, Cándido Hoyos, Manuel Pérez Beato y José A. Gelabert. Otros escritores, además de sus redactores y colaboradores oficiales, prestaron su aporte; entre ellos Juan Marinello, Max Henríquez Ureña, Emilio Roig de Leuchsenring, José María Callejas, Luis Marino Pérez, Jorge Mañach, José Vaconcelos, Rafael Montoro, Emilio Blanchet, Alfredo Castellanos, José María de la Torre, Sebastián Gelabert, Eduardo F. Plá, Manuel Pérez Beato, Ramón Meza, Jorge Le Roy, José Raúl Capablanca. Es gracias a las publicaciones de revistas como esta, la Revista Cubana (1935-1957), de José María Chacón y Calvo, Archivo José Martí (1940-1952), de Félix Lizaso, entre otras, que en la actualidad se conservan, por ejemplo, decenas de los testimonios escritos por quienes que conocieron personalmente a José Martí. Son estas fuentes directas, escritas muchas veces por hombres de “mínima escolaridad y máxima educación”, las que acercaron a las masas a los tomos de las Obras de Quesada, por ejemplo, o a la figura martiana en general. Una fuente fundamental para estas publicaciones de 1930, vendrá dado por obras monumentales anteriores, salidas del financiamiento particular de personalidades de la política y la intelectualidad cubanas. Un ejemplo claro es la Revista Martiniana, cuyo primer número vio la luz el 10 de octubre de 1921 (Ver anexo 1). Creada por Arturo Ramón de Carricarte, constituye uno de sus proyectos periodísticos más importantes. Este estuvo consagrado de manera exclusiva a honrar la memoria de Martí, insertando en sus páginas algo de lo mucho inédito que de él se conservaba, especialmente su correspondencia. El 28 de enero de 1925, con una tirada que superó los 60 mil ejemplares, la Revista Martiniana publicó la Iconografía de José Martí, la más completa de las aparecidas hasta ese momento: más de 32 fotografías acompañadas de un texto explicativo y algunas totalmente inéditas. Paralelamente, desde esa trinchera periodística, Carricarte hizo ingentes esfuerzos para rescatar la Casa Natal, y con el apoyo de la emigración, el mismo 28 de enero de 1925, la convirtió en museo Aunque la revista fue bastante irregular en sus salidas se extendió, al parecer, hasta septiembre de 1927. Y junto a estas revistas destinadas fundamentalmente a divulgar la obra de José Martí, aparecían otras, donde los martianos escribían, comentaban, reseñaban. En este sentido, El cubano libre, Diario de la Marina, y sobre todo Revista de Avance, Orígenes… se convirtieron en marcos de debate y actualización cultural, y en escenarios de exposición y definición que constituyen elementos claves en el análisis de la recepción martiana de la época.
No solo la poesía, sino también la prosa de muchos intelectuales se vieron influidas por Martí, tanto en lo estético como en lo ético. En el ensayo, la crónica, el testimonio y la biografía se concentran muchas de las obras de esta época que así lo demuestran. Atendiendo al ensayo, por ejemplo, Retamar (Temas, 2001), retoma una crítica deJorge Mañach, quien en su libro Historia y estilo habla sobre lo que significó Martí, y de cómo se creó el culto a Martí, y dice: «De ese “culto” se derivó la natural liturgia, con su estilo literario correspondiente», y añade entonces Mañach: «El “martismo” del estilo ha sido también un matiz en la prosa cubana posterior, y no siempre para bien, por lo fácil que resulta imitar del genio solo el gesto. Un barroquismo más o menos apostolar de expresión quiere con demasiada frecuencia proyectarse sobre nuestra prosa como la sombra —más que el fulgor— de aquella inimitable llamarada». Carmen Suárez, a su vez, resalta otro fenómeno que también involucra a la poesía, y se trata de la crítica a la poesía. Para la investigadora, una de las señales de la modernidad es que los creadores reflexionan intensamente sobre la poesía. Esa línea nunca la abandona la poesía cubana: los grandes poetas cubanos son también, generalmente, grandes pensadores sobre la poesía. Muestra de ello sería el ensayo De re martianadel año 1938. Y son estos poetas críticos de poesía los que se apropiarán del Martí poeta. Sin embargo, cabe señalar una peculiaridad en este proceso, y es que el siglo xx entendió a Martí, y asumió al político y, en el plano literario, al poeta, pero no al prosista ni al periodista. Sin embargo, los contemporáneos de Martí conocieron sobre todo al prosista, porque lo leían en los periódicos. Según Pedro Pablo Rodríguez (Temas, 2001), en la segunda mitad del siglo xx, y quizás sobre todo a partir de los años 60 es que se puede apreciar, en ciertas zonas de la prosa y sobre todo del ensayo, la presencia de Martí en los escritores cubanos: en Retamar, en Cintio Vitier. Resulta interesante la relación que Pedro PabloRodríguezestablece entre recepción de la prosa periodística martiana y condiciones objetivas del periodismo en Cuba, para la primera mitad de siglo. Pedro PabloRodríguezexpresa que la poca presencia de Martí en el periodismo cubano: “quizás tenga que ver, sobre todo, con la impronta casi absoluta que marcó el periodismo norteamericano en el cubano”. Precisamente, un ejemplo podría ser Eduardo Abril Amores, figura insigne del periodismo cubano y uno de los más laboriosos intelectuales de la ciudad de Santiago de Cuba durante la república. En 1917, funda el Diario de Cuba, cuyalínea de investigación fundamental la constituyó el vínculo del legado martiano con el acontecer nacional. “Su prédica se insertó en el movimiento de resistencia a la dominación foránea que protagonizaron un nutrido grupo de intelectuales cubanos durante las primeras décadas de la república” ( xvii). Abril Amores se autotitulaba nacionalista consumado, al extremo de publicar sus libros: El águila acecha y En las garras. Pero en el diario que dirigía no reflejaba tal elemento antiimperialista, pues siempre fue un periódico subvencionado por el gobierno de turno. A pesar de esta realidad, la producción literaria martiana básicamente se multiplicó, respecto a décadas anteriores. Un ejemplo clave es Medardo Vitier. Sus obras “Las ideas en Cuba (1937), La Filosofía en Cuba (1948) y “Martí, estudio integral” (1954), son
ejemplos de estudios profundos sobre personalidades del pensamiento cubano de la época, y específicamente demuestran el grado de apropiación tan particular que hizo Medardo Vitier de Martí. También se pudieran mencionar aquellas crónicas de Carpentier de «Letra y Solfa», cuyo lenguaje recuerda el del propio José Martí; y la conferencia que en 1928, pronunciara Jorge Mañach, llamada «Goya», la cual, según Carmen Suarez, denota la lectura de los juicios martianos sobre el gran pintor. Esta apropiación creadora de la literatura martiana, será uno de los factores determinantes en el florecimiento de la biografía en el período, en la medida en que se acentuaba la necesidad de rescatar personalidades vinculadas con las guerras de independencia, cubanos destacados por su nacionalismo frente a la creciente penetración norteamericana y a la dictadura machadista, Abundan entonces las biografías de los próceres de la patria, sobresaliendo en cantidad las biografías de Martí. El centenario de su nacimiento también influyó en esto, porque realmente hubo una política del Estado y de muchas instituciones al respecto, organizando concursos, por ejemplo. Sobresale, sin lugar a dudas, la biografía Martí, el Apóstol, de Jorge Mañach. Gran intelectual y conocedor de la obra martiana, para él las dos manifestaciones principales del pensamiento político martiano, su “ala” y su “raíz”, son lo que llama su mística libertaria y su realismo político-social. La denomina mística libertaria por el acento religioso y casi trascendental con que Martí la expone, y de ella se originan sus postulados de la libertad colectiva como necesidad y como deber histórico: es la exigencia íntima del espíritu de sentirse en plenitud y ver reconocida su propia dignidad. Mañach reconoce que para Martí la libertad constituye “una condición de eficacia social, de utilidad histórica. No solamente somos más dignos cuando somos libres, sino que somos también más fecundos para el servicio humano”. Sirva el testimonio de Armando Hart Dávalos para ilustrar la trascendencia de esta obra de Mañach: “Martí sólo se le puede evaluar, junto a los grandes profetas y a los más altos símbolos de los credos religiosos e ideas filosóficas, sociales y políticas que se han convertido en tradiciones esenciales de la historia de las sociedades humanas. Por esto, la mejor caracterización que encontramos para señalar cómo lo asumió la Generación del Centenario es la del Apóstol” (Hart, 1997). El texto de Mañach suscitó muchísimas formas de acercamiento, por ejemplo, Martí hombre, o Martí: biografía familiar, de Raúl García Martí (el hijo de Amelia) frente a Martí el apóstol, de Mañach, o Martí místico del deber, la de Lizaso, Martí santo de América, de Rodríguez Embil. Con esto la biografía se concibe como un espacio de búsqueda de cuál es mi Martí, y verdaderamente sorprende la cantidad de material biográfico martiano que ve la luz en estos años.Baste remitirse a Las biografías de José Martí, ensayo de Luis Toledo Sande (xviii), para obtener una panorámica general de este fenómeno. En correspondencia con esto, los últimos 30 y los 40 suponen una revalorización del Martí escritor, pues aparte de los esfuerzos de Marinello, hay que destacar el eco que comenzaba a tener la prosa martiana fuera de Cuba, a juzgar por los estudios de Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, Federico de Onís, Juan Ramón Jiménez… Además, de que se
trata de la época en que las editoriales cubanas acometen la empresa de publicar nuevas ediciones de las obras del maestro. “Gonzalo de Quesada y Aróstegui fue el primero que de “puro hijo” entró en la selva martiana y logró compilar y publicar quince volúmenes en un extenso período entre 1900 y 1919” (xix). La de Quesada fue la que leyó Medardo Vitier, autor de Martí, su obra política y literaria, en 1911; y la que estuvo en manos de Rubén Darío, Unamuno y Gabriela Mistral. Luego aparecerían las recopiladas y ordenadas por Néstor Carbonell, publicadas en cinco tomos, que aparecieron entre 1918 y 1920, prácticamente coincidiendo con los últimos volúmenes preparados por Quesada. Esa es la que lee Julio Antonio Mella, esa es con la que trabaja Rubén Martínez Villena, esa es la que circula en los años 20 y los 30 en Cuba, y fuera, estarían las ediciones como las que realizaron, en el año 1926, Armando Godoy y Ventura García Calderón. Una edición que se hizo en España —en la cual colaboró Juan Marinello y otros del grupo de la Revista de Avance—, es la de Alberto Ghiraldo, en el año 1929, y un tomo en francéspara inicios de los 30 ( xx) (Ver anexo 2). Más tarde aparecería la mayor de todas hasta ese momento, por lo abarcadora, y por el volumen de materiales inéditos, dirigida por Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del anterior, y que se publica bajo el título, por primera vez, de Obras completas.Luego, entre 1936 y 1953 aparecen los 74 volúmenes de las Obras completas, de la Editorial Trópico (dirigida entonces por Félix Lizaso González), y en la Editorial Lex, otras de 2 volúmenes prologadas por Manuel Isidro Méndez ( xxi) en 1946. A esta edición se le añadía una valiosa síntesis biográfica del propio Méndez, quién escribía: “nos ilusionó grandemente la idea de efectuar de modo simultáneo otra edición de carácter eminentemente popular que, a menos costo, permitiese una amplia y eficaz divulgación de la magnífica producción literaria y política del Maestro” (xxii). Estos dos tomos se van a reimprimir varias veces: en el 48, en el 53…; esta es la última de las anteriores al 59, que circula bastante. Es la que lee Fidel Castro. Toda esta bibliografía, en diálogo permanente con las diversas manifestaciones de recepción literaria martiana, llevará a numerosos exponentes de las artes plásticas en Cuba a apropiarse de la imagen martiana de una forma radicalmente nueva, moderna, vanguardista, profundamente cubana y trasgresora del discurso oficialista. Para abordar la recepción plásticade José Martí, se hace obligada una mención a la influencia que para 1930 había dejado la Revista de Avance(Ver Anexo 3), manifestación viva de aquella frase martiana: “Hay grandeza y originalidad en nuestra historia; haya vida original y potente en nuestra escuela de pintura” ( xxiii) Inscrita dentro de los marcos de los problemas estéticos y literarios de su tiempo, la Revista de Avance como órgano del Grupo Minorista fue también una de las más adelantadas publicaciones vanguardistas en toda la América Latina desde su creación en 1927. Sus cincuenta números —publicados desde el 15 de marzo de 1927 hasta el 15 de septiembre de 1930— son fuente indispensable para adentrarse en la historia literaria y cultural cubana de principios del siglo XX. Una pregunta que nos remite directamente a Nuestra América, fue la lanzada el 15 de septiembre de 1928, por sus editores del
momento: Francisco Ichaso, Félix Lizaso, Jorge Mañach, Juan Marinello y José Z. Tallet, conocidos como Los Cinco (xxiv). La pregunta era “¿Qué debe ser el arte americano?” El Arte Nuevo para adentrarse en la voluntad renovadora del minorismoentrelazaria las respuestas, desde Cuba, con otros textos coetáneos publicados en la revista de avance como “El Arte Nuevo” de Martí Casanovas (1927) y “Vértice del gusto nuevo” de Jorge Mañach de 1929. Construido sobre las bases proféticas del pensamiento martiano, el proyecto vanguardista del Grupo Minorista aspiró a ser no sólo diagnóstico del malestar americano sino ingrediente clave en la defensa de lo cubano, En palabras de Francisco Ichaso: “Yo no conozco mejor manera de ir a lo universal humano que por los pasos contados de mi prójimo. Y mi prójimo es ante todo mi vecino, mi conterráneo [sic]. Después, en procesos encadenados, mi antípoda. Pero siempre de lo próximo a lo lejano, de lo particular a lo universal” (xxv) Con este antecedente, seguido de la crítica de arte de la revista Orígenes, cabe mencionar tres íconos en la apropiación desde la pintura (Ver anexo 4) y el dibujo de la estética-ética martiana: 1-la famosa pintura de Jorge Arche que muestra al Martí de camisa blanca, con una mano saliendo del marco del cuadro. Esta obra por vez primera en la pintura humaniza a Martí y lo coloca en un diálogo casi íntimo e inmediato con el espectador. 2- «La muerte en Dos Ríos», realizada por Carlos Enríquez, una de las interpretaciones de mayor novedad y belleza plástica de las tantas que se han hecho sobre el Maestro. Y 3- la caricatura «En la gloria», de Eduardo Abela. El poder de síntesis de esta es impactante, y pone de relieve un cuestionamiento directo sobre el verdadero estatus de aquella República tan incompleta Respecto a la recepción plástica desde la escultura (Ver Anexo 4), vale mencionar las versiones de Juan José Sicre y de Teodoro Ramos Blanco en la escultura de pequeño formato; trabajos dentro de la línea de la vanguardia plástica, que según expertos se adelantan cronológicamente a los ejemplos de las obras pictóricas. La primera versión de Sicre de la cabeza de Martí es de finales de la década de los años 20, y en ella se manifiesta una fuerza expresiva contenida. El otro gran momento de la escultura de la época lo determina el Monumento a José Martí en la llamada Plaza Cívica de La Habana. Aunque la obra fue culminada en 1958, sus antecedentes se remontan a un complicado concurso internacional, cuya primera etapa comenzó en 1937, cuando se libra la convocatoria para la realización de la Plaza Cívica y el Monumento a José Martí que debía presidirla. El Martí de Sicre aparece sin ropas distinguibles, meditabundo, luminoso, mínimo en sus rasgos, y despertando todo tipo de estremecimientos. Esta escultura trasciende el machadato, la década de los 40, la dictadura de Batista, y llega a nuestros días, meditando sobre aquellos y nuevos problemas del subdesarrollo, la identidad y el mundo. El Martí del que se apropian los revolucionarios de la década del 30: ya fueran estudiantes, intelectuales, amas de casa u obreros azucareros, se convierte en un símbolo superior de cubanidad, de independencia. Es en ese período convulso, tras el cual la república no volverá a ser la misma, que con Martí trasciende la crítica al gobierno
de Gerardo Machado y habla de una crítica a la sociedad en su conjunto, de una necesidad de transformar la sociedad desde la raíz. Después de los años 30, son los grupos revolucionarios y los reformistas los que, en buena medida, influyen en la expansión internacional del conocimiento y el interés por Martí, los que después fueron los auténticos, y muchos de los de la revolución del 30 que no lo fueron, así como otros con fuertes vínculos con los movimientos contra las dictaduras latinoamericanas —con los venezolanos, los peruanos, los dominicanos, los guatemaltecos, con Puerto Rico— sean los que tienden a emplear a Martí, justamente en su discurso latinoamericanista. Destacan los casos de Marinello y Emilio Roig, se preocuparon por crear en el mundo de los intelectuales latinoamericanos una línea de acción para promover la obra martiana.Gracias a la obra de ambos, se nutrieron las generaciones que posteriormente revitalizarían los estudios martianos desde los primeros años de la Revolución. Un ejemplo claro lo constituye Ernesto Che Guevara, que había leído a Roig en la Sierra Maestra y se identificó de inmediato con su preocupación por la causa puertorriqueña: Roigen el año 1927, propició la constitución en Cuba de la Junta Cubana pro Independencia de Puerto Rico, presidida por él, y que trajo a La Habana a Pedro Albizu Campos. Marinello y Mañach también pertenecieron a la Junta. En Bufa subversiva (1935) Roa compiló sus trabajos desde 1929 hasta 1934, es decir, producidos durante los momentos de máxima convulsión revolucionaria en esos años de lucha. Escrito cuando se cerraba el ciclo revolucionario, estaba encabezado por esta nota inicial: “Este es el libro de todos nosotros. El libro de una generación destinada históricamente a la lucha por un mañana luminoso y cordial que acaso no será suyo” ( xxvi). Los poetas de Orígenes, los ensayistas, cronistas, compiladores de todas aquellas revistas y periódicos cumplieron ese mandato generacional de manera sustancial. Las obras de Fina García Marruz, Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar y tantos otros constituyen hoy la principal fuente de información para los investigadores martianos de generaciones posteriores. Así mismo, lucha revolucionaria y política en la que destacarían muchos de aquellos y nuevos jóvenes profundamente martianos como Roa, Marinello, Carlos Rafael, Armando Hart, entre otros constituyen ejemplos de práctica martiana: en lo humanista, en la búsqueda de la unidad, en lo antimperialista, en lo latinoamericanistaen lo revolucionario. Cuando, en 1952, Batista da el golpe de Estado, previendo su derrota en las elecciones de ese año, continúa utilizando e! nombre y la obra de Martí para legitimar sus actuaciones antidemocráticas, pero el nombre de Martí jamás quedaría unívocamente ligado a la figura de! Dictador. En ese mismo año nace un movimiento de oposición a Batista, entre los estudiantes universitarios, inspirado en las ideas de Martí, en medio de cientos de publicaciones y actos alegóricos al centenario del Apóstol. Esa Generación es la heredera de lo más revolucionario de los años 30, de los años 20, del 24 de febrero, del 10 de octubre. Es de esa generación que brotará una recepción de Martí, superior, más organizada, sintetizada en La Historia me absolverá. Y dirá con razón Armando Hart: “(…) ¡La revolución de Martí, que fue después la de Mella y la de los mejores hijos de la patria, le llegó un día su hora exacta, su momento
preciso, y como un vendaval se hizo realidad en la república nueva que comenzó a surgir a partir del 1ro deenero de 1959! ¡A la revolución de Martí le llegó finalmente la mano de Fidel, quien tomó la antorcha en llamas del Maestro y la colocó en lo más alto del pico Turquino y en lo más profundo del corazón de América!” ( xxvii) Cómo no reconocer en el gigante que fue Martí esa fuente primigenia, esa fuerza vital de la Revolución, un hombre que en plena tarea de creación, sentención: “Sólo se salva la justicia. Es inútil esquivar los deberes de la equidad, y los de la fundación (…) la ciencia, en las cosas de los pueblos, no es el ahitar el cañón de la pluma de digestos extraños, y remedios de otras sociedades y países, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos, ásperos o lisos, del país, y acomodar al fin humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que convengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. Lo demás es yerba seca y pedantería” ( xxviii). Es Martí. Su vigencia es la razón por la cual Vitier, en Ese sol del mundo moral, dedica páginas enteras a la recepción martiana de aquellos años convulsos del machadato y más allá. Y es que decía Carlos Rafael que el verdadero Martí solo podría resurgir en momentos de crisis revolucionaria, devuelto a la realidad y al combate por quienes podían continuar su obra y rescatarlo para el servicio de la Patria ( xxix) y así lo hizo: resurgió. “(…) Hay una fuerza Concentrada, colérica, expectante en el fondo sereno de mi organismo; hay algo, hay algo que reclama una función oscura y formidable. Es un anhelo impreciso de árbol; un impulso de ascender y ascender hasta que pueda ¡rendir montañas y amasar estrellas! ¡crecer, crecer hasta lo inmensurable!” Rubén Martínez Villena, “El gigante” (xxx)
BIBLIOGRAFÍA
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ANEXOS Anexo1:Primeras páginas de dos de los números de la Revista Martiniana.
Ilustración: Presentación del Primer número de la Revista Martiniana, La Habana, 10 de octubre de 1921 Fuente: Biblioteca del CEM.
Ilustraciรณn: Plan de acciรณn de la Revista Martiniana, Revista Martiniana Tomo VI, a Habana, septiembre de 1927 Fuente: Biblioteca del CEM.
Anexo 2:Anécdota contada por Gabriela Mistral en carta a Jorge Mañach, 1932. “(…) El 24 de febrero de 1932, algún tiempo después de su visita a la Isla, Gabriela escribe a Mañach desde Río de Janeiro. En su carta [Gabriela Mistral] cuenta anécdotas de su reciente tránsito por Guatemala. Me dieron una fiesta en un Jardín Botánico de Guatemala, fiesta de niños, entre las flores, inventada por un precioso viejo guatemalteco, el botánico dueño del jardín. Yo les dije “La rosa blanca” a los chicos, y como había también grandecitas cerca de mí, les hablé de Martí y les dije “La niña de Guatemala”. Uno de los que estaba cerca de mí, no estoy cierta si el representante de la O.P. o si otro, me contó que la poesía era enteramente cierta, que la niña había vivido en la Antigua”. Fuente: Suárez, C. (1997). Martí y Gabriela en su intensidad. En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 136-134.
Anexo 3: Portada de Revista de Avance del 15 de marzo de 1927, La Habana.
Fuente: Gaztambide, M. C. (s.f.). Del malestar en ‘Nuestra América’ al Arte Nuevo: una propuesta cubana de vanguardia en las páginas de revista de avance . Houston: ICAA .
Anexo 4: Piezas claves de la iconografía martiana de la década del 30:
”José Martí”, Jorge Arche, 1943
“La muerte en Dos Ríos”, Carlos Enríquez, 1939
“En la gloria” -¿Recuerda, Apóstol, cuando usted encontraba agrio nuestro vino…? -Sí que recuerdo… -¡Bueno, pues si usted lo prueba ahora…! Eduardo Abela
Primera versión de la cabeza de Martí, Sicre
Monumento a José Martí en la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución), Sicre
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Referencias
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Citado en Vitier, C. (ed. 2015). Ese sol del mundo moral: II De la seudorepública a la Revolución, La Habana, pág. 109 ii Hart, A. (1997). Martí: clave decisiva en el porvenir. En C. d. Martianos, Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20 (págs. 245-256). La Habana: Centro de Estudios Martianos. iii José Cantón, J. (1997). Presencia de José Martí en la obra de Carlos Rafael. En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 155-165. iv Luis Toledo, L. (1997). Sobre la responsabilidad cubana en las representaciones/recepciones de José Martí. En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 145-165. v Rodríguez, C. R. (1983) :Nuestro Martí, pág 31. vi Bajo este título salieron publicados otros tres textos durante la primera mitad del año 1929 en las revistas: 1929: Revista de Avance, en febrero; Social, en mayo; y en el periódico Diario de la Marina, del 19 de mayo. Se ha podido constatar que dicho ensayo fue reproducido en distintos fragmentos para publicarlos en las fuentes citadas siendo el más extenso y/o casi completo el que editaron en el Diario de la Marina al que solo le faltan algunos párrafos de la versión original. Además, Marinello había publicado anteriormente en este mismo rotativo —el 21 de abril— una reseña bibliográfica titulada: “Poesías de Martí”. vii Inicialmente también estuvo incluido Carpentier, pero al emigrar fue sustituido por Martín Casanovas y este, a su vez, por José Zacarías Tallet, quien renunció en breve. viii Díaz, R. (1997). Algunas valoraciones sobre la difusión martiana. 1895-1927 En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 51-55. ix Así lo llama CintioVItier. Ver VItier, C. (2015). Ese sol del mundo moral. La Habana: Ediciones especiales, pág. 153 x Ver en: entro de Estudios Martianos. (1978). Siete enfoques marxistas sobre José Martí. La Habana: Edirora Política, pp 37-68 xi H. Dr. Miguel Ángel Valdés y Valdés (1932): Martí Masón, conferencia leída en la sesión martiana celebrada por la Resp. Logia "Bartolomé Masó" de la Habana la noche del 27 de mayo (Adicionada con datos obtenidos con posterioridad) La Habana. I937-Folleto. Editorial "Mundo Masónico”. xii Rojas, R. (s.f.). José Martí y el liberalismo latinoamericano. CIDE, México D.F.: Princeton University. xiii Ahí están los textos de Rubén, existentes gracias a las actas de la policía, que mandaba espías a los mítines del Movimiento de Veteranos y Patriotas y uno se da cuenta, revisando las versiones de las palabras de Rubén, hechas por la policía en los años 1923 y 1924, de que quizás sea él quien más tenga en su estilo las marcas de la huella oratoria martiana en los jóvenes(Ana Cairo, Temas, 2001) xiv Vitier, C. (ed. 2015). Ese sol del mundo moral: II De la seudorepública a la Revolución, La Habana, pág. 126 xv José Martí Valoración Múltiple Tomo I, pp 177 y 178. xvi Pernas, M. (1997). Trascendencia de Martí desde la mirada poética de José Lezama Lima. En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 99-110. xviiGonzález, M. (2000). Antinjerencismo y antiimperialismo en los inicios de la República en Cuba. En Temas. no. 2223 julio-diciembre. La Habana xviiiande, L. T. (2012). Ensayos sencillos con José Martí. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, pp 172-209 xix Pérez, I. (1997). Las obras completas de José Martí en Cuba, desde 1900. En Anuario del Centro de Estudios Martianos Vol 20, La Habana, pp 71-82 xx edición de Martí en Francia, y es interesante porque este fue un proyecto surgido en el Instituto de Cooperación Intelectual, antecedente de lo que sería después la UNESCO, que decide publicar una colección de grandes figuras de Hispanoamérica traducidas al francés. Una de las representantes de América Latina en ese comité es Gabriela Mistral, quien propone que se haga la edición por Cuba de un tomo de Martí. También estaba en esa comisión Mariano Brull, quien se dirige a las personas que él entendía podían hacer este trabajo en Cuba: Juan Marinello, Félix Lizaso y Jorge Mañach. El proyecto llevó tiempo porque fue en el año 30 ó 31; Marinello estaba preso. Tuvieron que esperar por eso y por otras circunstancias; año 31, conferencia en el teatro Principal de la Comedia, sobre la lengua de Martí, ella donó la recaudación del cobro de la entrada a esa conferencia para la edición de ese libro. xxi Entrevistador: ¿Cómo un español pudo ser el primero en escribir la biografía de Martí?
Méndez: Pues me apasionaba la vida del Apóstol y no veía obstáculo que me impidiera escribir sobre un patriota como él. Fui el primer español que escribió sobre un enemigo de España en Cuba. La primera biografía ordenada sobre Martí es la mía, y se publicó en España. (Fragmento de la entrevista trascrita por Nydia Sarabia. Tomado de: El Mundo del Domingo, 3 de septiembre de 1967, p.3) xxii J.M.: Obras completas, La Habana, Editorial Lex. 1946 (2 tomos). J.M.: Obras completas. Segunda edición popular, La Habana (2 tomos, 4 volúmenes). Editorial Lex, 1948. xxiii José Martí, “Una visita a la exposición de Bellas Artes”, Revista Universal (México, D.F.) tomo X, núm. 297 (29 de dic. de 1875), p. 1. Reproducido en Ida Rodríguez Prampolini, La crítica de arte en México en el siglo XIX: estudios y Documentos II (1810–1858), tomo II, (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Estéticas, 1997), pp 338–39. xxiv En sus primeros números, Los Cinco fueron Jorge Mañach, Juan Marinello, Francisco Ichaso, Alejo Carpentier y Martí Casanovas. Sin embargo, muy pronto Carpentier y Casanovas fueron sustituidos por José Z. Tallet y Félix Lizaso. xxv Francisco Ichaso, “Balance de una indagación”, 1929. Revista de Avance, año 3, vol. 4, núm. 38 (15 de sept. de 1929), pág. 262 xxvi Francisca López, F. Raúl Roa: una fuente histórica imprescindible. xxviiHart, A. (1983).Nuestro Martí, pp 67 y 68. xxviii Martí José (1894). Crece. Citado por Luis Toledo Sande (CEM, 1997) xxix Rodríguez, C. R. (1983) : Nuestro Martí, pág 31 xxxCitado en Vitier, C. (ed. 2015). Ese sol del mundo moral: II De la seudorepública a la Revolución, La Habana, pág. 126