Le Monde Diplomatique Honduras

Page 1

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Diciembre 2014 Edición N°14

01

Hacia la digitalización del mundo

»Edición Honduras-UNAH

El genoma de la cultura » Pág. 10 y 11

» Edición 14 Diciembre 2014

L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

El naufragio del Estado mexicano S

i en un país, un grupo de policías detiene a cuarenta y tres estudiantes, los hace desaparecer y los entrega a un grupo criminal organizado vinculado a la droga, para que este último, a modo de “lección”, los asesine, una constatación se impone: el Estado mutó en narco-Estado, un sistema donde crimen organizado y poder político ya son indisociables. Si esas mismas fuerzas del orden ametrallan a estudiantes, matan a seis de ellos y hieren gravemente a otros seis; si se apoderan de uno de esos jóvenes, le arrancan la piel de la cara, le quitan los ojos y lo dejan tendido en la calle para que sus compañeros lo vean, se hace evidente otra constatación: ese narco-Estado ejerce una forma de terrorismo. Todo eso ocurrió en el sur de México, en Iguala, tercera ciudad del estado de Guerrero.

Por Rafael Barajas y Pedro Miguel

Pags. 6 y 7

Los narcos extienden sus tentáculos

L

a ciudad de Lázaro Cárdenas (que lleva el nombre del presidente que nacionalizó el petróleo en 1938) cuenta con las más importantes instalaciones de la costa occidental mexicana, y diversos proyectos de expansión están en estudio. Desde comienzos de la década del 2000, el puerto cayó en manos de Los Caballeros Templarios, un cartel que hace estragos en el Estado de Michoacán. En noviembre de 2013, una operación conjunta del ejército y la policía federal intentó expulsarlos de allí. Desde entonces, las autoridades cantan victoria; los habitantes de Lázaro Cárdenas se muestran más prudentes.

Por Ladan Cher

Cuando la caridad reemplaza al Estado

Pág. 12

L

a movilización de las grandes fortunas al servicio de obras sociales no es algo nuevo en Estados Unidos. A comienzos del siglo XX, mientras que la cantidad de millonarios crecía de manera espectacular –eran alrededor de cien en 1870, luego, más de cuatro mil en 1892 y casi cuarenta mil en 1916–, surgió el concepto de filantropía. Para dar una imagen generosa de sí mismos y legitimar su opulencia ante los ojos de los ciudadanos, los ricos comienzan a invertir en causas nobles […]. Mientras que la caridad tradicional era local y religiosa y se centraba en causas puntuales (aliviar temporalmente la desdicha de los pobres, brindar cursos de alfabetización, etc.), estas fundaciones apuntan al “bienestar del género humano” o incluso al “progreso de la humanidad”.

Por Benoît Bréville

Págs. 3, 4 y 5

El bibliotecario del mundo

E

n la práctica hay un bibliotecario por excelencia (Google) de la gran biblioteca mundial (internet). El poder concentrado en las manos de una sola corporación capaz de decidir en forma determinante el flujo de la información en un medio cada vez más fundamental como internet genera efectos. Google es una corporación capitalista y, como tal, privilegia sus intereses privados por encima de los demás. En parte, esos intereses le indican que tiene que seguir brindando un buen servicio, pero cuando se tiene tanto poder, existen otras formas de sumar ganancias, a veces con consecuencias para competidores y terceros.

Por Esteban Magnani

Pags. 8 y 9


Diciembre 2014 Edición N°14

02

Editorial

El enemigo interno

Sumario Contenido El enemigo interno

Pag. 2

Cuando la caridad reemplaza al Estado

Pags. 3, 4 y 5

El naufragio del Estado mexicano

Pag. 6 y 7

El bibliotecario del mundo

Pag. 8 y 9

El genoma de la cultura

Pags. 10 y 11

Los narcos extienden sus tentáculos

Pags. 12

Staff Francia Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación Alain GRESH, Director Adjunto

E

Por Serge Halimi*

n la noche del 25 al 26 de octubre pasado, una granada ofensiva de la gendarmería mató a Rémi Fraisse, un manifestante de 21 años. Pero el gobierno francés esperó dos días para reaccionar. Es infinitamente más rápido para honrar la memoria del patrón de una compañía petrolera fallecido en un accidente de avión. Por su parte, el presidente socialista del Consejo General del departamento de Tarn juzgó directamente que morir por las ideas es “estúpido y sin sentido”. A decir verdad, su propia idea –terminar la construcción de una represa reclamada por las personas importantes de su departamento– nunca lo expuso al mismo tipo de peligro. Incluso, acaba de favorecer su reelección al Senado. Sin embargo, desde entonces es probable que la granada que arrojaron los gendarmes también haya matado ese proyecto de represa. ¿Hace falta morir en una manifestación para hacer triunfar sus ideas? En enero de 2011, la mi-

nistra de Relaciones Exteriores de Francia Michèle Alliot-Marie había sugerido al dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali que salvara su régimen agonizante inspirándose en la “experiencia, reconocida en el mundo entero, de nuestras fuerzas de seguridad”. Un savoir-faire intermitente: sin hablar de las decenas de argelinos asesinados en París el 17 de octubre de 1961 ni de las nueve personas asesinadas en la estación Charonne del metro en febrero del año siguiente, varios manifestantes franceses perdieron la vida durante enfrentamientos con la policía (1). Rémi Fraisse será, pues, el quinto. Poco después de su muerte, el comandante del grupo de gendarmes móviles que operaba en el lugar declaró que el prefecto de Tarn había pedido a las fuerzas de seguridad “que dieran pruebas de una extrema firmeza frente a los opositores” a la represa. Esa noche se lanzaron cuarenta y dos granadas ofensivas. La excepción permanente El primer ministro Manuel Valls recurre regularmente a las declaraciones marciales que evocan, respecto de al-

gunos islamistas, la amenaza de un “enemigo interno”. Y su gobierno hace recaer en “alborotadores” la responsabilidad del “drama” de Sivens. Prolongando su razonamiento en una amalgama erudita, un sindicato de policías finge alarmarse de que un “sector de los militantes verdes o rojos se vuelque hacia la acción armada, como en tiempos de los movimientos revolucionarios de la década de 1970” (2). En ese clima, la Asamblea Nacional acaba de votar, prácticamente por unanimidad, una nueva ley antiterrorista. La decimoquinta de ese tipo desde 1986. Esta ley, oficialmente motivada por la voluntad de prohibirles a los franceses que se unan a las filas de la Organización del Estado Islámico, incluye disposiciones generales –prohibición administrativa de abandonar el territorio, “delito de empresa terrorista individual”– que pronto podrán aplicarse a cualquier otro combate. En 2001, el Parlamento francés ya había adoptado una batería de medidas represivas de la misma índole. En ese entonces, un poco avergonzado, un senador

socialista se justificaba así: “Hay medidas desagradables que se deben tomar de urgencia, pero espero que podamos volver a la legalidad republicana antes del fines de 2003” (3). Once años más tarde, un poder desacreditado y sin futuro ya no puede prescindir de un “enemigo interno”.

1. Dos en las fábricas Peugeot de Sochaux, el 11 de junio de 1968, uno en Creys-Malville, el 31 de julio de 1977, uno el 6 de diciembre de 1986 en París al término de una manifestación estudiantil, uno en noviembre de 1987 en Amiens a consecuencia de los golpes recibidos. 2. Patrice Ribeiro, secretario general del sindicato de policías Synergie-Officiers, citado por Le Figaro, París, 15-11-14. 3. Michel Dreyfus-Schmidt, citado por Le Monde, París, 29-10-01. *Director de Le Monde diplomatique. Traducción: Bárbara Poey Sowerby

Bruno LOMBARD Director Gestión Anne-Cécile ROBERT Responsable de Ediciones Internacionales
y Desarrollo Redacción: 1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEX Teléfono: 33.1 53-94-96-01 Fax: 33.1 53-94-96-26 Correo electrónico : secretariat@Monde-diplomatique.fr

Honduras Entidad Editora Universidad Nacional Autónoma de Honduras Julieta Castellanos Ruíz Rectora Armando Sarmiento Director Honduras Diana Perdomo Cristina Alvarado Editoras Lisa Marie Sheran Diseño y Diagramación Allan McDonald Ilustraciones Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110 Correo electrónico: eldiplo@unah.edu.hn


Diciembre 2014 Edición N°14

03

El regreso de la filantropía

Cuando la caridad reemplaza al Estado En Estados Unidos, los recortes presupuestarios en los programas sociales son subsanados en parte por las contribuciones privadas de los ciudadanos más ricos. Pero “la cultura de la donación” tiene arraigo en todas las capas sociales, movilizadas por sus creencias religiosas y su tradicional desconfianza hacia el Estado.

P

Por Benoît Bréville*

oco antes de que se desatara la crisis financiera, la municipalidad de Detroit hizo construir un gran centro comunitario en un barrio pobre del sudoeste de la ciudad. Una vez terminada la construcción, en 2008, el edificio permaneció desesperadamente vacío: la ciudad se hundía en la depresión y recortaba sin ton ni son los programas sociales. En diciembre de 2012, los directivos de la empresa Ford, que había deslocalizado gran cantidad de fábricas, tal vez sintiéndose un poco culpables de los infortunios de la capital del automóvil, hicieron una donación de 10 millones de dólares al centro comunitario. Finalmente, éste pudo abrir y distribuir paquetes alimentarios u organizar actividades recreativas para los jóvenes. Algunos meses más tarde, la ciudad fue declarada en quiebra. Entonces, para no tener que suprimir las pensiones de jubilación de sus empleados, la alcaldía decidió subastar algunas pinturas del Instituto de las Artes, entre ellas obras de Rembrandt, Henri Matisse o Diego Rivera. Pero las fundaciones Ford, Knight y Kresge, asociadas con algunos ciudadanos adinerados, lograron reunir 330 millones de dólares para consolidar los fondos de pensión de los empleados municipales: se evitó la venta. En octubre de 2013, le tocó al Estado Federal apostar a la generosidad privada para garantizar misiones de interés público. Ante la incapacidad de demócratas y republicanos en ponerse de acuerdo para elevar el techo de la deuda pública, Washington debió cerrar los servicios públicos “no esenciales” durante dieciséis días. Para mantener en actividad alrededor de treinta guarderías administradas por el Departamento de Salud, una pareja de millonarios texanos hizo una donación de 10 millones de dólares. “Este dinero permitirá que miles de niños permanezcan en un entorno seguro y familiar. Es una


Diciembre 2014 Edición N°14

04

buena noticia” (1), se alegraba la periodista Eleanor Barkhorn en The Atlantic. Cómo lavar la imagen La movilización de las grandes fortunas al servicio de obras sociales no es algo nuevo en Estados Unidos. A comienzos del siglo XX, mientras que la cantidad de millonarios crecía de manera espectacular –eran alrededor de cien en 1870, luego, más de cuatro mil en 1892 y casi cuarenta mil en 1916–, surgió el concepto de filantropía. Para dar una imagen generosa de sí mismos y legitimar su opulencia ante los ojos de los ciudadanos, los ricos comienzan a invertir en causas nobles: construyen bibliotecas, hospitales o universidades, como Johns Hopkins en Baltimore o Ezra Cornell en Ithaca; crean fundaciones, a semejanza del industrial petrolero John D. Rockefeller o del magnate de la siderurgia Andrew Carnegie. Mientras que la caridad tradicional era local y religiosa y se centraba en causas puntuales (aliviar temporalmente la desdicha de los pobres, brindar cursos de alfabetización, etc.), estas fundaciones apuntan al “bienestar del género humano” o incluso al “progreso de la humanidad”. En esa época, la idea de que el dinero privado podía obrar por el bien común no era algo evidente. Desde lo más alto del Estado, el presidente republicano Theodore Roosevelt denunciaba a los “representantes de la riqueza depredadora” que, “por medio de donaciones a universidades […], ejercen influencia en su propio interés sobre los dirigentes de algunas instituciones educativas” (2). Por su parte, los trabajadores desconfiaban de esos industriales, generosos y altruistas cuando se trataba de arte, salud o ciencia, pero avaros y brutales en sus fábricas. Resumiendo con ironía la posición de su sindicato, el dirigente de la American Federation of Labour (AFL) Samuel Gompers explicaba que “lo único que el mundo aceptaría con alegría de Rockefeller es que financiara la creación de un centro de investigación y educación que ayudara a la gente a no volverse como él” (3). A principios de la década de 1890, mientras en las fábricas siderúrgicas de Pensilvania se multiplicaban los agresivos lock-out, numerosos obreros se negaban a frecuentar los establecimientos construidos con el dinero de Carnegie. Veinte de las cuarenta y seis ciudades del Estado con las que se contactó el industrial declinaron su ofrecimiento de construcción de bibliotecas (4). ¿Qué municipalidades se plantearían hoy rechazar el regalo de un millonario? Cuando el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, destinó un cheque de 100 millones de dólares a las escuelas públicas de Newark, el alcalde de la ciudad aprovechó la oportunidad para subsanar, en parte, los recortes presupuestarios operados por el gobernador republicano Chris Christie. Así, la contracción de las finanzas públicas hizo que, en apariencia, la filantropía fuera indispensable (5) y que los actos de generosidad ya no suscitaran sarcasmos. Tras el compromiso que asumieron Warren Buffett, Bill Gates y cerca de cuarenta millonarios de donar al menos la mitad de su fortuna –adquirida en

“los estadounidenses pueden ser autosuficientes. No necesitan depender del Estado para obtener todo aquello que necesiten o deseen” (9).

parte gracias a técnicas de optimización que les permitían escapar de los impuestos y, por ende, de la redistribución nacional–, el presidente Barack Obama no se preocupó por la influencia de “la riqueza depredadora”: invitó a los dos iniciadores de la campaña “Promesa de donación” a la Casa Blanca.

La geografía de la generosidad estadounidense revela la imbricación entre religión, caridad y neoliberalismo. Así, los diecisiete Estados más generosos del país –en proporción– (Utah, Mississippi, Alabama, Tennessee, Georgia, Carolina del Sur, etc.) son también los más religiosos. Todos optaron por Willard (“Mitt”) Romney en el último escrutinio presidencial. A la inversa, los siete Estados que figuran en lo más bajo del ranking (Connecticut, Massachusetts, Rhode Island, Nueva Jersey, Vermont, Maine, Nuevo Hampshire) votaron al candidato demócrata.

Fuertemente difundida, la magnificencia de los ricos y de las empresas no constituye, sin embargo, más que la parte emergente del iceberg filantrópico. En efecto, en Estados Unidos existe una “filantropía masiva”, que moviliza por año a decenas de millones de ciudadanos de todas las condiciones sociales. El domingo en la iglesia, en las fiestas de la escuela, en los negocios o las administraciones, por teléfono o en línea, se recurre a los estadounidenses en forma permanente. En 2013, más de nueve de cada diez hogares dieron el gran salto: suministraron el 72% de los 335.000 millones de dólares que se donaron ese año (es decir, el 2% del Producto Bruto Interno), frente al 15% de las fundaciones filantrópicas y el 5% de las empresas. Por lo demás, éstas pueden integrar sus gastos caritativos en sus gastos de marketing, lo que manifiesta una visión extensiva de la finalidad de las empresas, pero también una visión restrictiva del concepto de bien social. Religión y neoliberalismo Un tercio del dinero que se recolecta cada año se asigna a parroquias y grupos religiosos caritativos. El resto se entrega a organismos comunitarios vecinales, grandes asociaciones nacionales, pero también a universidades, escuelas, hospitales, o incluso think tanks y estructuras humanitarias (6). A esas entidades, dado que carecen de fines de lucro y actúan en ámbitos tales como la educación, la ayuda social, la cultura o la salud, se las reconoce como de utilidad pública. Como se enmarcan en el “tercer sector”, se benefician del preciado estatus 501(c) (3), que les permite obtener donaciones exentas de impuestos. En otros términos, dinero público disfrazado de generosidad… El arraigo de la cultura de la donación en Estados Unidos se explica, ante todo, por el peso de la religión: más del 80% de los habitantes declaran creer en Dios y el 40% ir en forma regular a la iglesia. Como otras confesiones, el cristianismo concede un valor central a la caridad. Enseña la ayuda mutua y la participación

La geografía de la generosidad estadounidense revela la imbrigación entre religión, caridad y neoliberalismo.

Quadragesimo Anno del papa Pío IX, pilar del cristianismo social, afirma: “Así como no se puede despojar a los particulares de las atribuciones que son capaces de desempeñar por su única iniciativa y medios propios, para transferirlas a la comunidad, de igual modo sería cometer una injusticia, a la vez que se perturbaría de una manera muy nociva el orden social, si se les retirase a las agrupaciones de orden inferior las funciones que puedan cumplir por sí mismas, para confiarlas a una colectividad más amplia y de rango superior” (8).

de cada uno en su “comunidad” (7). Desde el siglo XIX, la caridad cristiana va unida a cierta desconfianza respecto del Estado, que es percibido como un competidor en la ayuda a los pobres. Por lo tanto, el Evangelio Social, católico y protestante, defiende la primacía de lo local, de la iniciativa privada y de la proximidad, garantías de eficacia. La encíclica

De esta manera, en Estados Unidos, el Estado no es considerado ni como el único depositario del interés general, ni como el instrumento más eficaz para combatir los problemas sociales. Para los demócratas, el Estado y las instituciones de caridad se complementan de manera virtuosa. “Sabemos que las Iglesias y los organismos de caridad apor-

tan un beneficio real en relación con un programa público específico”, explicaba, por ejemplo, Obama en agosto de 2012, durante la Convención del Partido Demócrata. En cambio, del lado republicano, poderes públicos y caridad privada parecen estar en las antípodas. Fieles a la doxa neoliberal, los conservadores ven al Estado como un monstruo burocrático, ineficaz, que favorece el asistencialismo y que se opone en todo a las asociaciones locales, cercanas a los pobres y, por eso, capaces de volverlos responsables. “Lo que nosotros hacemos en nuestra comunidad es cuidarnos unos a otros. Esto es lo que es tan especial, esto es lo que el Estado no puede reemplazar”, se maravillaba el candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos, Paul Ryan, en 2012. Por su parte, la nueva estrella en ascenso del Partido Republicano, Joni Ernst, elegida senadora de Iowa el 4 de noviembre pasado, consideraba que

El proyecto republicano de hacer que las comunidades locales y la iniciativa privada soporten el peso de la asistencia social no es nada nuevo. Ya en marzo de 1929, en su discurso de investidura, el presidente Herbert Hoover subrayaba la “capacidad de los estadounidenses para cooperar entre sí y por el bien público”. Y anunciaba el “desarrollo sistemático de la cooperación entre el Estado Federal y la gran cantidad de agencias, locales y nacionales, públicas y privadas, que trabajan para mejorar la salud pública, las actividades recreativas, la educación y el hogar” de los estadounidenses. La Gran Depresión que se inició en octubre le brindó la oportunidad de poner en práctica ese programa. Frente al aumento del desempleo, Hoover alentó la creación de comités de ciudadanos y comisiones municipales destinado a recolectar donaciones. Luego, el dinero se distribuía a organismos caritativos que organizaban ollas populares para los desempleados, distribuían carbón o dispensaban cuidados médicos. No obstante, a la generosidad privada sola le costaba absorber el aumento de la demanda, sobre todo porque la agudización de la crisis disminuía la capacidad de donación de los ciudadanos. El proyecto de “gobernabilidad a cero costo (para el Estado)”, según la expresión del historiador Olivier Zunz, finalmente es abandonado por Franklin D. Roosevelt en beneficio del New Deal. Abandono de responsabilidades Si, desde Hoover, la mayoría de los presidentes estadounidenses alentaron el compromiso voluntario de los ciudadanos, el movimiento se aceleró en estos últimos treinta años, en un contexto en el que el Estado tiende a desentenderse de sus responsabilidades. A partir de 1981, Ronald Reagan delegó numerosos servicios sociales, a través de contratos, a organismos sin fines de lucro, cuya cantidad aumentaría un 40% durante su presidencia (10). Luego le tocó el turno a George H. Bush quien, en 1988, en su discurso de aceptación ante los delegados de su partido, alabó a la sociedad civil estadounidense y sus “mil puntos de luz, esas organizaciones comunitarias esparcidas como estrellas a través de la nación”. Una vez electo presidente, también multiplicó los contratos de tercerización con el tercer sector y alentó el voluntariado entregando él mismo a ciu-


Diciembre 2014 Edición N°14

05

dadanos y asociaciones meritorios los premios “Puntos de luz”. En cuanto a William Clinton y George W. Bush, uno implementó una reforma de la ayuda social destinada a abrir una “nueva era de la colaboración con la sociedad civil” (según su vicepresidente de entonces Albert Gore), y el otro no dejó de presentarse como “conservador caritativo” incitando a los estadounidenses a donar a su comunidad. Contrariamente a la imagen que a sus promotores les gusta dar, el tercer sector no es, pues, solamente fruto del compromiso espontáneo de los ciudadanos. También es producto de una estrategia concertada de los sucesivos gobiernos para desentenderse de los servicios sociales al menor costo: además de contratar a asalariados poco protegidos, los organismos comunitarios y caritativos se basan en millones de voluntarios cuyo trabajo gratuito representa un ahorro anual de varias decenas de miles de millones de dólares (11). Por lo demás, actualmente, el Estado norteamericano es el primer cliente (a través de contratos) y el primer mecenas (a través de subvenciones) de los cerca de un millón de organismos sin fines de lucro, religiosos o no, que obran en el ámbito social. Las donaciones privadas sólo representan del 10 al 15% de su presupuesto. En parte asumidas por la colectivi-

Pero nadie evalúa a los evaluadores. El sector de la caridad representa una fuente de ingresos considerable. dad a través de deducciones fiscales, éstas hacían que el Tesoro estadounidense dejara de ganar 53.700 millones de dólares en 2011 (12). Ahora bien, la solidaridad local a veces puede producir efectos perversos. Un ejemplo en Woodside, California: entre 1998 y 2003, la única escuela primaria de este poblado acomodado de California recibió 10 millones de dólares de parte de padres, vecinos, ex alumnos, etc. Gracias a esas donaciones, los quinientos niños del establecimiento pudieron tomar clases de música, arte o informática. En cambio, a quince kilómetros de ahí, las escuelas del distrito de Ravenswood no recaudaron nada: con sus ingresos cuatro veces inferiores a los de los hogares de Woodside, las familias de Ravenswood no pueden ofrecerles clases de violín a sus hijos... El problema existe también en la enseñanza superior, donde, en 2013, el 1% de las universidades –las más elitistas como Stanford, Harvard, Columbia, Yale, etc.– retuvieron el 17% de las donaciones (13). El problema afecta, asimismo, al sistema de ayuda mutua religiosa: las parroquias de los barrios ricos disponen de fondos más importantes que sus homólogas de los barrios desfavorecidos, aun cuando enfrentan necesidades menos importantes (14). Las deducciones fiscales propuestas por el Estado alimentan ese sistema creador de desigualdades.

Un buen negocio Pero estas deducciones también les vienen muy bien a las sociedades especializadas en la colecta de donaciones. En efecto, las grandes fundaciones recurren a ellas para estimular la generosidad de los estadounidenses. Así, esas empresas, que remuneran a una armada de gestores telefónicos y puerta a puerta, a veces pueden retener una parte considerable del dinero recogido. Por ejemplo, entre 2007 y 2010, la empresa InfoCision trabajó para unos treinta organismos de caridad, como la American Heart Association, la American Diabetes Association o la Cancer Society. De los 424,5 millones de dólares recaudados durante este período, 220,6 millones quedaron en sus arcas, es decir, el 52%. En general, los gestores se cuidan de revelar ese porcentaje a quienes se lo preguntan. Incluso afirman, con el aval de los organismos implicados y a riesgo de infringir la ley, que el 70% de las donaciones va directamente a la causa defendida (15). En las asociaciones vecinales, que no tienen los recursos para tercerizar la colecta de fondos a sociedades especializadas, son los empleados los que se encargan de hacerlo, dedicándole una parte importante de su tiempo de trabajo. Contactan a los usuarios; coordinan rifas, bingos o cenas caritativas; organizan ventas de objetos usados cuyas ganancias son para la asociación, etc. A intervalos regulares, algunos se consagran enteramente a completar expedientes de pedidos de subvenciones o responder peticiones de oferta. Siempre listos para rezongar contra el derroche del Estado social, los promotores de la acción caritativa denuncian las fallas del tercer sector retomando los mismos

argumentos (gastos excesivos de estructura, rendimiento insuficiente del personal, etc.). Algunos querrían, pues, aplicarle los métodos de gestión que fueron exitosos en el sector privado. Así, el empresario Charles Bronfman, que preside la fundación del mismo nombre, considera que “para tener una influencia duradera e importante, la filantropía debe ser administrada como una empresa –con disciplina, estrategia y con los ojos fijos en los resultados–”. “Las organizaciones caritativas que reciben su apoyo le deben explicaciones como el directorio de una empresa ante sus accionistas”, le explica a los lectores de The Wall Street Journal (16). En suma, mientras que los mecenas se transforman en accionistas, las personas que reciben la ayuda se convierten en consumidores de servicios.

control democrático. Apodado el “comisario escolar no elegido” por la ex secretaria de Educación Diane Ravitch, Bill Gates dirige dos fundaciones (Gates Foundation y Gates Trust) cuyos capitales se calculan en más de 65.000 millones de dólares. Puede elegir libremente destinar esos fondos a causas humanitarias, a su ex universidad, a las asociaciones de su ciudad natal o a la investigación médica. Nada lo obliga a preocuparse por el interés general o por un imperativo cualquiera de redistribución. Sin embargo, si esas dos fundaciones formaran un Estado, ocuparía el lugar número 71 del Producto Bruto Interno mundial, delante de Birmania, Uruguay o Bulgaria. Y su presidente no habría sido elegido por nadie.

Además, desde hace algunos años, hicieron su aparición las consultoras especializadas en el tercer sector. A fin de orientar la elección de los donantes, Bridgespan Group, Rockefeller Philanthropy Advisors, Philanthropic Initiative, pero también Charity Navitors, GuideStar o incluso Jumo analizan, evalúan y clasifican a las instituciones caritativas, de la más grande a la más chica, en función de objetivos precisos, transformando a los voluntarios y trabajadores sociales en prestadores de servicios.

1. Eleanor Barkhorn, “Head start will stay open in shutdown, thanks to hedge-fund money”, The Atlantic, Boston, 7-10-13. 2. Citado en Olivier Zunz, La Philanthropie en Amérique. Argent privé, affaires d’Etat, Fayard, París, 2012. 3. Citado en Peter Dobkin Hall, “Inventing the Nonprofit Sector” and Other Essays on Philanthropy, Voluntarism and Nonprofit Organizations, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1992. 4. Paul Krause, The Battle for Homestead, 1880-1892: Politics, Culture and Steel, Pittsburgh University Press, 1992. 5. Véase Frédéric Lordon, “Invasion de la charité privée”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2006. 6. “The annual report on philanthropy for the year 2013”, Giving USA, 2014. 7. En Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, el término “comunidad” (community) no tiene la connotación étnica o religiosa que reviste en Francia. Designa una entidad a la vez social y espacial

Pero nadie evalúa a los evaluadores. El sector de la caridad representa una fuente de ingresos considerable, que escapa al

La contracción de las finanzas públicas hizo que, en apariencia, la filantropía fuera indispensable.

definida en torno a necesidades y objetivos comunes. 8. Pío IX, Encyclique Quadragesimo Anno (15 de mayo de 1931) [Encíclica Quadragesimo Anno], Spes, París, 1936. 9. Elias Isquith, “Iowa’s Tea Party disaster: Joni Ernst’s shocking ideas about the Welfare State”, 17-10-14, www.salon.com 10. “The nonprofit world: a statistical portrait”, Chronicle of Philanthropy, Washington, D.C., enero de 1990. 11. Véase “Volunteering in the United States 2013”, Bureau of Labor Statistics, 25-2-14. 12. Robert Reich, “What are foundations for?”, Boston Review, 1-3-13. 13. “Colleges and universities raise $33,80 billion in 2013”, Council for Aid to Education, Nueva York, 12-2-14. 14. J. Clif Christopher, Rich Church, Poor Church. Keys to Effective Financial Ministry, Abington Press, 2012. 15. Alex Nabaum, “Duping the donor”, Bloomberg Markets, Nueva York, octubre de 2012. 16. “Should philanthropies operate like businesses?”, The Wall Street Journal, Nueva York, 2811-11.

*Redactor jefe adjunto, Le Monde diplomatique, París. Traducción: Bárbara Poey Sowerby


Diciembre 2014 Edición N°14

06

Relaciones entre poder político y crimen organizado

El naufragio del Estado mexicano Tráfico de drogas, asesinatos, extorsión, negocios... El avance de las organizaciones criminales sobre el Estado mexicano parece no tener límites. La masacre de cuarenta y tres estudiantes en septiembre pasado cristalizó el enojo de la población, que salió masivamente a las calles para denunciar la alianza entre el poder y los carteles.

S

Por Rafael Barajas y Pedro Miguel*

i en un país, un grupo de policías detiene a cuarenta y tres estudiantes, los hace desaparecer y los entrega a un grupo criminal organizado vinculado a la droga, para que este último, a modo de “lección”, los asesine, una constatación se impone: el Estado mutó en narco-Estado, un sistema donde crimen organizado y poder político ya son indisociables. Si esas mismas fuerzas del orden ametrallan a estudiantes, matan a seis de ellos y hieren gravemente a otros seis; si se apoderan de uno de esos jóvenes, le arrancan la piel de la cara, le quitan los ojos y lo dejan tendido en la calle para que sus compañeros lo vean, se hace evidente otra constatación: ese narco-Estado ejerce una forma de terrorismo. Todo eso ocurrió en el sur de México, en Iguala, tercera ciudad del estado de Guerrero. La policía agredió allí salvajemente a un grupo de estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa y, según los testimonios, los condujo hacia su muerte. El alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa, María de los Ángeles (cercanos a un cartel de la región), sospechados de ser los instigadores de la operación, fueron detenidos el martes 4 de noviembre. El propósito de las escuelas normales rurales, fundadas hace ocho décadas, es difundir una enseñanza de calidad en el campo, ofreciendo al mismo tiempo a jóvenes maestros, de origen campesino, la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. Ese doble objetivo, heredado de la Revolución Mexicana (1910-1917), choca de frente contra el modelo económico neoliberal instaurado en el país desde los años 80. Según su lógica, la educación pública frena el desarrollo del mercado de la enseñanza, mientras perviven en el campo intolerables vestigios del pasado (comunida-

des indígenas o pequeños agricultores) que obstaculizan la expansión de la agroindustria de exportación. Por eso, las escuelas normales que sobreviven en México, quince en total, son blanco permanente de hostilidades, apreciables tanto por los recortes presupuestarios que les imponen, como por la manera en que las presentan los medios y los dirigentes políticos: “semilleros de guerrilleros”, según la ex secretaria general del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Elba Esther Gordillo (1); refugios “de vagos y delincuentes”, en oportunidad de un debate por el canal Televisa (1º de diciembre de 2012); y en estos últimos tiempos, “guaridas del crimen organizado” según el periodista Ricardo Alemán (El Universal, 7 de octubre de 2014). Al igual que sus compañeros de las otras escuelas normales rurales, los estudiantes de Ayotzinapa luchan por garantizar la supervivencia de su institución. Completan los magros subsidios estatales –equivalentes a 2,9 millones de euros anuales, para cubrir los gastos ligados a la formación, el alojamiento y la cobertura médica de algo más de quinientos estudiantes, cuarenta docentes y seis funcionarios administrativos– mediante colectas de fondos. El pasado 26 de septiembre, los estudiantes de Ayotzinapa se habían dirigido a Iguala, precisamente, para realizar una de esas colectas, cuando fueron secuestrados. En apariencia, los atacaron con la furia característica de los carteles

hacia sus enemigos. Un testigo ocular –policía– reveló que pese a estar heridos, los cuarenta y tres estudiantes habrían realizado largos trayectos a pie, antes de ser finalmente golpeados, humillados, regados con diesel y quemados vivos. Los cuerpos se habrían consumido durante catorce horas, hasta que no quedaron de ellos más que cenizas, pedacitos de huesos y dientes.

El poder de la droga Si bien nosotros, los mexicanos, estamos acostumbrados a las noticias-bomba (decapitaciones, ejecuciones colectivas, torturas, etc.), la indignación producida por esta historia no decrece. La certeza de que evidencia una forma de terrorismo que emana de un poder en el que carteles y dirigentes políticos se mezclan,

plantea preguntas angustiantes: ¿qué extensión tiene el narco-Estado en México?, ¿cuál es la verdadera magnitud de la represión política que éste ejerce? El narco-Estado señala un problema estructural: el dinero de la droga irriga la economía mexicana. Un estudio mexicano-estadounidense sobre los bienes


Diciembre 2014 Edición N°14

ilícitos, publicado en 2010, estima que los carteles hacen entrar, cada año, de 19 a 29 mil millones de dólares de Estados Unidos hacia México (2). Según la agencia de seguridad Kroll, la cifra oscilaría entre los 25 y los 40 mil millones de dólares (3). El narcotráfico constituiría entonces la principal fuente de divisas del país, superando a la exportación de petróleo (25.000 millones de dólares) y los envíos de dinero de residentes en el exterior (también 25.000 millones de dólares). Este maná alimenta directamente al sistema financiero, columna vertebral del modelo neoliberal. Agotar la fuente conduciría al derrumbe económico del país. En otros términos, México se asienta sobre una narco-economía, que no puede mantenerse sin la correspondiente conducción de un narco-Estado. Esta alianza entre mundo político y mundo de la droga se extiende por todo el territorio. En regiones enteras –los estados de Sinaloa, Chihuahua, Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz y Oaxaca–, los carteles dictan la ley. Imponen funcionarios, jefes de policía, negocian con los gobernadores. Poco importa la filiación política de los representantes del Estado; la autoridad queda en manos del crimen organizado. Hace unas semanas, un video divulgado por el cartel de Los Caballeros Templarios mostraba a Ricardo Vallejo Mora, hijo del ex gobernador de Michoacán, conversando tranquilamente con Servando Gómez Martínez, alias “la Tuta”, padrino de la organización criminal que hace estragos en ese estado (4). En esas regiones, la mafia cobra tributos, extorsiona, secuestra, viola

El gobierno afirma que Ayotzinapa es un caso aislado. Los mexicanos tienen buenas razones para pensar que no es así, en absoluto. y mata con total impunidad. Comparadas con el infierno que viven allí los ciudadanos, las alucinaciones de El Bosco son viñetas infantiles. En algunos estados, se formaron milicias ciudadanas de autodefensa. Actualmente, contamos con distintos índices que demuestran que el narco-Estado corroe a las altas esferas de la clase política. Ningún partido ni región escapa a ello, y en especial, los más importantes: el PRI, en el poder, el Partido de Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Los narcotraficantes no pueden actuar sin la colaboración de los políticos y de los funcionarios, en todos los niveles. En las elecciones, el dinero cumple el papel de gran elector, mientras las campañas electorales brindan un eficaz método de blanqueo de capitales. El caso del presidente Enrique Peña Nieto, del PRI (en el poder desde 2012), es especialmente preocupante. Ninguna prueba directa permite determinar sus vínculos con el crimen organizado. Pero durante su campaña, una de las más costosas de la historia mexicana, parte de la prensa dio a conocer algunas operaciones financieras turbias, que ascienden a varios millones de dólares (5). El escándalo causó gran revuelo en México, pero la “comunidad internacional” guardó silencio. No se dispone de instrumentos que permitan cuantificar la totalidad del gasto insumido por Peña Nieto para ganar la presidencia en 2012. Pero el 5 de noviembre de 2014, una comisión legislativa estableció que el PRI había gastado más de 4.500 millones de pesos (alrededor de 270 millones de euros, trece veces el techo que fija la ley) (6). La comisión no pudo investigar muchas operaciones ocultas, que sin duda llevarían la suma a una cifra superior. Oficialmente, nadie sabe de dónde viene ese dinero, lo cual preocupa legítimamente, en un país corroído por el narcotráfico. Más aun por-

07

que, en distintos territorios dominados por el crimen organizado, los carteles locales apoyaron activamente al PRI (7)... Durante su campaña, Peña Nieto prometió luchar eficazmente contra el narcotráfico, asegurando que los primeros resultados se harían sentir al cabo de un año. Eso fue hace tres años. Muchos de los votantes esperaban que la política del PRI fuera más eficaz que la de su predecesor, pero el plan de seguridad de Peña Nieto no difiere en nada del anterior: Washington vigila e impone su propia doctrina en términos de seguridad. Y los asesinatos continuaron. Según un órgano del gobierno federal, el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), se registraron, en los primeros veinte meses del gobierno de Peña Nieto, 57.899 investigaciones preliminares por homicidio intencional (8). La violencia del Estado La violencia perpetrada por el crimen organizado tiende a relegar a un segundo plano la ejercida por el Estado, aunque ésta no es desdeñable. El gobierno afirma que Ayotzinapa es un caso aislado. Los mexicanos tienen buenas razones para pensar que no es así, en absoluto. Cuando era gobernador del estado de México, Peña Nieto ordenó, en 2006, la represión de los pobladores de San Salvador Atenco, que hacía años que se oponían a la expropiación de sus tierras para la creación de un aeropuerto. En el transcurso de esa operación, las fuerzas del orden cometieron innumerables violaciones de los derechos humanos, en particular, múltiples agresiones sexuales a detenidas. Y permanecen impunes. Desde la asunción de Peña Nieto, las cárceles están llenas de personas cuyo único delito es haber matado por sus derechos, por sus tierras, por su patrimonio, y defendido a su familia contra las agresiones del crimen organizado. En agosto de 2014, el comité Nestora Libre, asociación de defensa de los presos políticos, señaló que desde diciembre de 2012, al menos trescientas cincuenta perso-

nas habían sido encarceladas por motivos políticos (9). En Michoacán, detuvieron al doctor José Manuel Mireles, fundador de una milicia de autodefensa contra el crimen organizado, y a trescientos veintiocho integrantes de su grupo. En el estado de Guerrero, Nestora Salgado, trece policías comunitarios y cuatro dirigentes populares que se opusieron a la construcción de la represa de La Parota fueron puestos tras las rejas. En Puebla, treinta y tres personas se pudren en la cárcel, por haberse opuesto a la construcción de una central termoeléctrica muy contaminante. En la ciudad de México, en Quintana Roo, en Chiapas y en muchos otros estados, son ya incontables los presos políticos. En el estado de Sonora y en Chiapas, ciudadanos que se opusieron a la privatización del agua fueron encarcelados, así como aquellos que reclamaban fertilizantes.

Ese doble objetivo, heredado de la Revolución Mexicana (1910-1917), choca de frente contra el modelo económico neoliberal instaurado en el país desde los años 80. Desde el inicio del mandato de Peña Nieto, las fuerzas del orden usaron prácticas típicas de la “guerra sucia” de la represión política en Latinoamérica, entre los años 60 y los 80. Nepomuceno Moreno, integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, fue torturado y asesinado en el estado de Sonora, cuando participaba en una caravana por la paz. En Chihuahua, sicarios asesinaron a Ismael Solorio y Manuelita Solís, que defendían los recursos hídricos de su región, acaparados por las compañías mineras canadienses. En el estado de Sinaloa, asesinaron a Atilano Román, dirigente de un

movimiento de personas desplazadas por la construcción de la represa Picachos. La lista es interminable... Las atrocidades cometidas en Iguala acicatearon la rabia social, que empieza a manifestarse en sectores de la población tradicionalmente apáticos, amenazando más que nunca la supervivencia del régimen. Ninguna de las armas tradicionales del arsenal del PRI –cooptación, mediatización, infiltración, provocación, difamación– logró contenerla. Por el contrario, los intentos de comprar el silencio de las familias, los esbozos de represión, las incitaciones a actos de violencia (10), la campaña en contra de Andrés Manuel López Obrador –principal dirigente de la oposición de izquierda–, orientada a atribuirle la responsabilidad por las violencias perpetradas contra los estudiantes, y el coro de los medios dominantes que insisten en defender la figura del presidente, intensificaron la rabia de la población y exacerbaron su voluntad de cambio. El 10 de noviembre, el movimiento que se generó en torno a los estudiantes y sus familias, llevó a cabo una acción sin precedentes: el bloqueo, durante más de tres horas, del aeropuerto internacional del tradicional destino turístico del país, Acapulco, en Guerrero. Todo hace pensar que le seguirán otras acciones, que tendrán como objetivo otros aeropuertos o las autopistas más importantes de la región. El poder insiste en sostener que Ayotzinapa es “un caso aislado”. El procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, lo repitió el viernes 7 de noviembre, en ocasión de una conferencia de prensa, cuando le preguntaron si él consideraba que los hechos podían catalogarse como crímenes de Estado. “Iguala no es el Estado”, respondió. En efecto, Iguala no es el Estado. Pero lo que pasó en esa ciudad de Guerrero permite ver en qué se ha convertido el Estado.

1. La Jornada, México, 6-8-10. 2. John T. Morton, “Binational study of illicit goods”, US Department of Homeland security, Washington, 3-6-10. 3. Citado por Roberto González Amador en “Mueve el narco 40 mil mdd en México”, La Jornada, 1-10-09. 4. “La cumbre Vallejo-La Tuta”, www.youtube.com 5. Roberto González Amador y Gustavo Castillo García, “Indicios de lavado de dinero con las tarjetas de Monex”, La Jornada, 12-7-12. 6. “Caso Monex: PRI gastó más de 4.500 millones de pesos en campaña de 2012”, Aristegui noticias, México, 12-3-12. 7. Véase “Denuncian amenazas del narco en Chihuahua para votar por el PRI”, Proceso, México, 4-7-12. 8. “Los muertos con Peña llegan a 57.899 en 20 meses; son 14.205 más que en el mismo período de Calderón”, 25-8-14, www.sinembargo.mx 9. Verónica Macías, “Denuncian más de 300 presos políticos en gobierno de Peña”, El Economista, México, 20-8-14. 10. El sábado 8 de noviembre, un grupo de presuntos “manifestantes”, visiblemente protegidos por la policía, trató de prender fuego al Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo federal de México.

*Caricaturista y periodista, escritor y periodista, respectivamente. Traducción: Patricia Minarrieta


Diciembre 2014 Edición N°14

08

Buscadores digitales y redes sociales, nuevo colonialismo

El bibliotecario del mundo Lejos de ser neutrales o meras herramientas asépticas, los grandes buscadores de internet, entre los cuales Google tiene la hegemonía absoluta, constituyen un formidable poder de intervención y conformación del flujo informativo planetario y de acumulación de datos sobre todos sus usuarios.

E

Por Esteban Magnani*

n el reciente caso de Belén Rodríguez contra los buscadores de internet la Corte Suprema de Justicia argentina comparó en su fallo el trabajo de Google y Yahoo! con el de bibliotecarios. Los ministros de la Corte consideraron que, tal como un bibliotecario no es responsable por lo que dicen los libros que nos acerca cuando le indicamos nuestros intereses, un buscador no es responsable si alguna página ha asociado a la modelo con la pornografía o la prostitución. En caso contrario, los buscadores, en prevención de futuras demandas, actuarían como censores capaces de silenciar algunas de las voces de la red. Este fallo, que prioriza la libertad de expresión, resulta sensato, pero echa luz sobre un problema mayor que la Justicia no podrá resolver y que, más bien, requiere herramientas políticas, legislativas, culturales y económicas. De hecho, cabe preguntarse ¿por qué Belén Rodríguez apuntó al emisario y no a los emisores de

ese mensaje falso que la vinculaba con la prostitución? Muy probablemente porque es consciente de quién tiene el poder: en la práctica hay un bibliotecario por excelencia (Google) de la gran biblioteca mundial (internet). El poder concentrado en las manos de una sola corporación capaz de decidir en forma determinante el flujo de la información en un medio cada vez más fundamental como internet genera efectos. Google es una corporación capitalista y, como tal, privilegia sus intereses privados por encima de los demás. En parte, esos intereses le indican que tiene que seguir brindando un buen servicio, pero cuando se tiene tanto poder, existen otras formas de sumar ganancias, a veces con consecuencias para competidores y terceros. Algoritmos La gran innovación que permitió a Google transformarse en el buscador más exitoso primero y en una gigantesca corporación después, es su algoritmo de búsqueda, el que desarrollaron dos estudiantes de doctorado de la Stanford University en 1996 como proyecto de investigación. Un algoritmo es una serie de instrucciones de cálculo que dan un resultado. En el caso de las

búsquedas, lo más importante es brindar a los usuarios la información que precisan por orden de prioridades. Si bien el algoritmo de búsqueda de Google es secreto como la fórmula de la Coca-Cola, se calcula que utiliza unas doscientas variables. Entre ellas están, sin duda, que la palabra buscada aparezca en el título de la página, que esta aparezca linkeada en muchas otras páginas (una especie de evaluación de pares), las elecciones de otras personas frente a la misma búsqueda, etc. También hay cuestiones referidas a la persona que accede a Google: si busco “electricista” en Madrid no me dará los mismos resultados que si estoy en Buenos Aires. Es más: de distintas formas el buscador arma perfiles de usuarios individuales registrando su actividad por medio de “cookies”, programitas que se instalan en nuestros navegadores para definir, por ejemplo, si buscamos “Roma” porque estamos haciendo un trabajo para la escuela con nuestros hijos o si estamos pensando en unas vacaciones. Si somos usuarios de los servicios de Google (y de otros) desde cierto punto de vista las empresas nos conocerán mejor que nosotros mismos porque saben exactamente qué buscamos, escribimos, navegamos o hici-

mos en internet cada día, hora y minuto de los últimos años. Este conocimiento que hace sus búsquedas más eficientes, también les permite ubicar las publicidades de la mejor manera para atraer navegantes. Películas para los cinéfilos, pañales para las madres recientes, viajes para los usuarios de buen poder adquisitivo. Es decir, que ese conocimiento se transforma en dinero, objetivo final de cualquier corporación. El buscador es sólo una pata de una extensa serie de aplicaciones excelentes que garantizan nuestra permanencia en un mundo digital confortable mientras aprenden cada vez más sobre nosotros. Esta habilidad, sumada a prácticas corporativas como una gran inversión en desarrollos nuevos, además de la compra directa de cualquier start-up interesante o potencial competidora, permite reforzar el círculo virtuoso. De esta manera, el poder de la empresa crece sin parar. Recientemente, por ejemplo, un pequeño cambio en el algoritmo de búsqueda de Google resultó uno de los ingredientes determinantes para que una empresa española hasta entonces exitosa, Softonic, comenzara a recibir muchas menos visitas: en octubre de este año el sitio des-

pidió a doscientos empleados, la mitad de su planta. Sin duda, el efecto no fue dirigido específicamente, pero muestra el poder que tiene un gesto que podría parecer menor. El gran portal Si bien Google regula el grueso del caudal de información que riega y permite crecer a distintas empresas, emprendimientos, aplicaciones, etc. de internet, Facebook (FB) ocupa un lugar similar pero desde las redes sociales. Sus gestos también pueden determinar la vida y la muerte de miles de emprendimientos en todo el mundo. ¿Cómo funciona FB? Esta red social logró uno de los sueños más húmedos de cualquier medio de comunicación: mientras la televisión, la radio, la prensa deben producir contenidos (con sus costos) para colocar las publicidades que les permitirán ingresar dinero, FB aprovecha millones (cerca de 1.300 millones, para ser precisos) de laboriosos trabajadores voluntarios. Al lado de esos contenidos se ofrecerán espacios a los avisadores para que puedan publicitar sus productos a un módico precio. Hay quienes consideran que así el capitalismo llega a su apoteosis: mientras en el pasado debieron expropiarse tierras, saberes, re-


Diciembre 2014 Edición N°14

cursos para transformarlos en mercancías, en la actualidad ha logrado lo mismo con las relaciones interpersonales que se ofrecen a los publicistas. Si bien en algunos países los más jóvenes comienzan a disminuir su participación en FB, para buena parte de la generación actual “internet” es sinónimo de “FB”. Es decir que su poder también es enorme a la hora de silenciar o promover determinados contenidos. Recientemente esta red social reconoció que, como parte de un estudio psicológico, incidió ligeramente sobre dos grupos de usuarios para que vean posts más negativos o positivos. Como resultado obtuvo que quienes veían cosas más negativas tendían a publicar también sobre aspectos más negativos de su vida. Si bien, obviamente, no es fácil saber qué incidencia real tuvo sobre el ánimo de las personas, estudios como estos permiten ver el poder de los mensajes orientados en un sentido. El ejemplo de Ferguson El 9 de agosto un joven negro de 19 años de la ciudad de Ferguson, en Missouri, EE.UU., cayó abatido por ocho balas policiales. El hecho ocurrió frente a la casa del rapero Three Pharoah, quien rápidamente relató lo sucedido con una serie de tuits, varios de ellos con fotos. El primero decía “Acabo de ver a alguien morir”, luego continuaba “Hay sangre por toda la calle y los negros protestan”, para luego seguir relatando los sucesos. Ese fue el comienzo de una batalla campal que se desató en Ferguson, la cual incluyó represión con armas de guerra y estado de sitio. Más allá de la larga serie de análisis que permitió el suceso, hubo uno

09

al menos pertinente para esta nota: mientras Twitter rebalsaba de mensajes relacionados con el hashtag #Ferguson, en FB primaban los referidos al Ice Bucket challenge, la campaña para que los famosos donen a una fundación contra la esclerosis amiotrófica lateral o se tiren un balde de agua helada encima. ¿Por qué la diferencia? Twitter nos muestra todos los mensajes (o tuits) que publican aquellas personas a las que seguimos, mientras que Facebook utiliza un algoritmo que selecciona algunos. Evidentemente esta última red social no pudo o no quiso reflejar una noticia que en solo ocho días generó cerca de 3,6 millones de tuits en la otra. De hecho, Twitter, una empresa que en sus siete años de historia nunca dejó ganancias y cuyo principal objetivo fue sumar usuarios, también está por lanzar su algoritmo para editar qué tuits vemos y cuáles no a partir de 2015. El primer cambio es que el orden de las publicaciones no será cronológico, sino que tendrá un ranking a la manera de Facebook que permita al usuario ver lo más “relevante” según el criterio de la empresa. De hecho, los tuits “sponsoreados” se han multiplicado en los últimos meses. Evidentemente, luego de perder más de 270 millones de dólares en el primer semestre de 2014, en Twitter consideran que llegó el momento de revertir la tendencia y esto se logra manipulando los contenidos de tal forma que permita monetizarlos. Facebook también está intentando responder mejor a las novedades y a relegar las noticias cuando envejecen, lo que hace pensar que las diferencias en los usos de FB

y Twitter se acortarán cada vez más. En ambos casos quieren comenzar a ajustar la información de acuerdo a sus intereses de la misma manera que cualquier empresa, es decir, para generar ganancias. Así es que los usuarios de internet se encuentran sometidos a un puñado de algoritmos de empresas exitosas que tienen al mundo como mercado. Ellas se quedan con buena parte de la torta publicitaria global, con abonos y ventas de servicio, dejando menos a las economías locales, por lo que pueden contratar a los mejores programadores y diseñadores del mundo para desarrollar las aplicaciones que nos atrapan en una confortable jaula de oro. Por casa Sólo algunas décadas después del desarrollo de las primeras agencias de noticias del mundo, los primeros pensadores de la comunicación comprendieron cómo los países centrales determinaban en buena medida la agenda y las lecturas de las problemáticas locales en los países periféricos. Mientras que las agencias más conocidas, como Associated Press, Reuters y otras se fundaron en la mitad del siglo XIX, la argentina Télam, por ejemplo, recién llegó bien entrado el siglo XX, en 1945. Si bien existen muchas diferencias, se puede establecer un claro paralelo entre la preocupación por la concentración informativa de los mass media con lo que ocurre en el mundo digital. Mientras que internet se presenta como un gran cúmulo de información que circula libremente, en realidad quienes actúan como

puerta de entrada a ella tienen un poder decisivo. Assange explicaba en una entrevista a The Guardian: “La infraestructura de internet dirige el 99% del tráfico hacia y desde Sudamérica por líneas de fibra óptica que atraviesan físicamente Estados Unidos”. Las consecuencias de tal concentración sólo se van haciendo visibles a medida que comprendemos mejor el mundo digital. Libros del mismo Assange como Criptopunks o When Google met WikiLeaks, donde asegura que “la línea entre gobierno y corporaciones es borrosa”, ya no pueden ser leídos con la misma suspicacia que antes de la ruptura que produjo Edward Snowden. Evidentemente las corporaciones digitales son parte de una lógica imperial.

Si somos usuarios de Google, la empresa nos conocerá, en cierto sentido, mejor que nosotros mismos. Probablemente la mayor contribución de este ex espía a la geopolítica global sea que las corporaciones 2.0 perdieran su aura juvenil y simpática. Los líderes del mundo que firman contratos o convenios con ellos ya no proyectan un halo de modernidad. Países como Argentina, que hace un gigantesco esfuerzo por sumarse a la era digital a través de inversiones millonarias en la Red Federal de Fibra Óptica, satélites como los ARSAT, programas como Conectar Igualdad, tienen un gran trabajo por delante para que esas inversiones no generen conductos por los

que se profundiza la dependencia digital. El desafío es enorme, pero hay algunas señales en ese sentido: producción de calidad en señales del Estado, la llegada de la TV digital a buena parte del país, talleres y capacitaciones para docentes y alumnos desde el Ministerio de Educación a través del Portal Educ.ar, concursos como Dale Aceptar o la Hora del Código, bancos de producciones nacionales como BACUA, etc. Estas iniciativas son interesantes e indican que el desafío ha sido visualizado desde el Estado, pero falta más empuje privado. Del otro lado gigantes como Netflix, que representa el 34% de todos los datos que circulan por internet en Estados Unidos pero tienen el globo como mercado, llegan con fuerza gracias a aplicaciones simples y relativamente económicas para las clases medias. Como suele ocurrir, una vez instalados en el mercado, estos servicios resultan muy difíciles de equilibrar con alternativas. De la misma manera que con otras formas de colonialismo, la lucha es desigual y más parecida a una forma de vida que a una batalla con principio y final. Visualizar esto como sociedad es comenzar a plantear la disputa.

*Periodista, escritor y docente. Autor de Tensión en la red, libro que trata sobre las formas de control y libertad en disputa en el mundo digital. www.estebanmagnani.com.ar © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur


Diciembre Edición N°14

010

Hacia la digitalización del mundo

El genoma de la cultura ¿Qué ocurriría si tomáramos todos los libros escritos hasta el momento y los analizáramos en conjunto a través de computadoras? ¿Qué veríamos? ¿Advertiríamos cuándo nacen unas ideas y cuándo se desvanecen? Para responder estas preguntas nace la “culturómica”.

J

Por Federico Kukso*

isui. Así se llama. Como los robots descomunales, el hentai, una extraña espuma que quita el calor al rociarla sobre el cuerpo y las galletitas hechas con medusa, esta práctica ni secreta ni ancestral es en la actualidad toda una obsesión en Japón. La palabra estrictamente significa “cocinar tu propia comida”, pero remite a un universo completamente distinto. Apunta a una especie de ascetismo literario. Impulsa una transmutación de la materia: jisui es la tendencia casi maniática de digitalizar la biblioteca personal. El iPad y los libros electrónicos no irrumpieron en los espacios domésticos nipones hace un par de años únicamente como artefactos de ostentación, como okupas de silicio. Se instalaron con su propia gramática de uso. Impusieron una pedagogía sensorial y un mantra, la santificación de los bits sobre los anticuados átomos. Sin pensarlo dos veces, millones de lectores japoneses exhumaron las tijeras y los cutters y en silencio se abocaron a cometer un crimen: descuartizaron con saña sus hasta entonces amados libros de papel y dispusieron sus miembros –sus hojas– bajo el barrido lumínico de sus escáneres. Una y otra vez. Transgresor como extremo, este hábito impulsado por la aparición de una tecnología invasora es la versión privada de una obstinación contemporánea: la digitalización de absolutamente todo. El 21 de diciembre de 2012 quedó atrás hace rato y el mundo siguió dando vueltas. Y aun así, los ánimos preservacionistas de guardar todo antes del advenimiento del Apocalipsis no amainaron. En silencio y desde hace décadas, una biblioteca universal e inmaterial está tomando forma. El mandamiento moderno es alimentarla. Llenarla con todo aquello que quepa bajo la etiqueta de “patrimonio cultural de la humanidad”: libros, diarios, mapas, grabados, pinturas, películas, facturas, cartas de amor y de desamor. Nutrirla con lo que sea: con la red de correspondencia de filósofos como Voltaire, Leibniz y Rousseau durante la Ilustración (el proyecto Mapping the Republic of Letters); con los registros policiales de Londres de 1690 a 1800 (Londonlives.org); con las transcripciones de los juicios de

brujas de Salem (Salem.lib.virginia.edu) o con la versión original de El Quijote (Quijote.bne.es/libro.html). En Nueva York, por ejemplo, se han digitalizado 40.000 menús de restaurantes del siglo XVIII al XXI con la misma voracidad con la que la Universidad de Cambridge subió a internet los manuscritos de Newton, Darwin y muchos otros. En el Vaticano, con gula, textos antiguos de la Biblioteca Apostólica. Y en Noruega planean –por ley– tener todos los libros de la Biblioteca Nacional digitalizados para el año 2020. “Desde los días de las table-

tas sumerias de arcilla hasta hoy –escribió hace unos años Kevin Kelly, el voraz tecnoescritor estadounidense con look amish–, los humanos han publicado unos 32 millones de libros, 750 millones de artículos y ensayos, 25 millones de canciones, 500 millones de imágenes, 500 mil películas, 3 millones de videos y shows de TV y 100 mil millones de páginas web públicas. Todo este material está actualmente contenido en todas las bibliotecas y archivos del mundo. Cuando todo esto haya sido digitalizado, la cultura humana estará comprimida en discos de 50 petabytes. En un tiempo podremos llevar todo nuestro acervo cultural en la billetera.”

Pero Kelly se equivocaba en algo. El total de libros que han sido publicados en el mundo a lo largo de la historia, lo corrigieron desde las oficinas de Google, es aun mayor: 129.864.880 obras. Imposible como atractivo, este cálculo pende como el objetivo final –la meta– a alcanzar del mayor proyecto de digitalización de nuestra época: Google Books. Desde que la Biblioteca de Alejandría fuera destruida por órdenes del califa Amrou en el siglo VII, no existe una iniciativa tan titánica y ambiciosa para reunir en un lugar todo el conocimiento humano. Los escaneados frenéticos arrancaron en 2002 en un clima de incertidumbre legal. Y no cesan, pese a los palos en

la rueda puestos por gobiernos, abogados y escritores culturalmente miopes: hasta el momento ya han sido digitalizadas más de 15 millones de obras. La tecnología acelera la migración de todo lo que conocemos al universo digital, el de los bits. Lo aprehensible se diluye en mega, giga, tera, peta, exabytes. Pero por más fascinante que parezca esta mudanza al no-espacio infinito de internet, se trata de sólo el primer acto de una misión mucho más ambiciosa y trascendental para el (auto)conocimiento humano. La verdadera magia se desplegará en un segundo movimiento, cuando cada palabra de aquellos millones de libros digi-


Diciembre 2014 Edición N°14

talizados sea etiquetada, indexada, cruzada, analizada. Cuando, como sucedió con el genoma humano desnudado a principios del siglo XXI, nuestra cultura sea decodificada. Y ese momento es ahora. Cromosomas literarios Los números nos enloquecen. Por más alérgicos que seamos a las matemáticas, por alguna razón los porcentajes, las cifras, los promedios irradian cierto halo de autoridad, el poder dogmático de lo incuestionable. Será porque los números delinean acabadamente el mapa de una cuestión, un territorio. Vuelven lo invisible visible. Sabemos, por ejemplo, que la novela más larga de la literatura es En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, que contiene aproximadamente 9.609.000 caracteres (con espacios). O que más de 495 millones de personas hablan español en el mundo. Y que, según las proyecciones, Estados Unidos será en 2050 el primer país hispanohablante de la Tierra. Las cifras hablan. No se conoce, por ejemplo, el estado de la cultura argentina hasta saber que de 2002 a 2012 se publicaron 46.675 novedades literarias, de acuerdo con la Cámara Argentina del Libro. Y que, curiosamente –o no tanto–, se editan más libros de astrología que de ciencias. La cuestión es que hasta ahora nos la pasamos viendo el bosque cultural desde afuera, en fracciones reducidas. Es hora de mirar el bosque completo y por dentro. ¿Qué pasaría si tomáramos todos los libros escritos hasta la fecha y los observáramos en conjunto, como quien une todas las piezas de un rompecabezas y descubre un panorama, un mensaje, hasta entonces oculto? Si hiciéramos eso con todas las obras de la literatura argentina, ¿qué veríamos? ¿Qué temas y palabras se repiten? ¿Advertiríamos cuándo nacen unas ideas y cuándo se desvanecen? Estas y muchas otras preguntas atraviesan y dan vida a una disciplina, un método aún en pañales: la “culturómica”. Así como un fósil de una antigua criatura sobresale sobre el terreno y revela a paleontólogos y biólogos la dinámica evolución de la vida en nuestro planeta, las palabras que conforman y discurren a lo largo de todos los libros cuentan una fracción de la historia de la cultura humana. Sus fluctuaciones muestran algo obvio aunque olvidado por muchos: que las culturas evolucionan con el tiempo, a lo largo de siglos y milenios. No usamos ni pronunciamos exactamente las mismas palabras que pronunciaba San Martín en el siglo XIX o que Pedro de Mendoza mascullaba en el siglo XVI. El lenguaje y el imaginario mutan. Y las computadoras, las bases de datos digitalizados, los algoritmos –todas herramientas híbridas: científicas y literarias– podrían revelarlo. Internet, así, podría ser el mecanismo más potente que jamás se haya inventado para comprender la historia. Una ventana a la cultura. La culturómica nació como nacen los grandes experimentos: con una idea descabellada como germen. El nuevo enfoque surgió

011

hace poco, en 2007, cuando un matemático con un doctorado en genómica de la Universidad de Harvard y de barba candado llamado Erez Lieberman Aiden golpeó la puerta de la oficina del director de investigación de Google, el científico informático Peter Norvig, en California, y, sin vergüenza, le solicitó acceso total a las masivas bases de datos de Google Books para estudiar la evolución cultural, un tema que intriga a humanistas y biólogos desde hace décadas. Aficionado a la literatura, Aiden ya venía investigando la evolución del genoma humano y quería poner a prueba sus hipótesis en otro organismo, en este caso artificial: la cultura. La propuesta era tan interesante que Norvig no la pudo rechazar. El primer paso, cuenta Aiden en su reciente libro Uncharted: Big Data and an Emerging Science of Human History, fue hacer un recorte. Y juntos, armaron un corpus de 5.195.769 libros digitalizados (el 4% de todo lo publicado) donde bucear. Luego crearon Google Books Ngram, una especie de megabuscador literario, como todo motor de búsqueda, una herramienta de descubrimiento. Y entonces, bucearon en un océano de palabras en inglés (361 mil millones), francés (45 mil millones), español (45 mil millones) y lo que resta en alemán, chino, ruso y hebreo, en obras que van del 1500 a nuestros días. Las primeras exploraciones se relataron en un paper de ocho páginas publicado en la revista Science (“Análisis cuantitativo de la cultura usando millones de libros digitalizados”) que causó conmoción. Fue una bisagra. Si bien los investigadores –entre los que figuraban lingüistas, historiadores, sociólogos y el gran psicólogo Steven Pinker– sólo habían rascado la superficie de la literatura universal –un fragmento mínimo de nuestro genoma cultural–, lo que hallaron utilizando todo el poder informático y las llamadas técnicas de minería de datos fue más que interesante: por ejemplo, que en los últimos cien años el vocabulario en inglés

en lugar de reducirse se amplió. Se expandió como un gas. De 544.000 palabras en 1900 saltó a 597.000 en 1950 y a 1.022.000 palabras en el año 2000. Fue sólo el comienzo. El desafío de la culturómica reside, como sucede en la investigación con fósiles en paleontología, en la interpretación de la evidencia. Lo dicho es tan importante como lo que no se dice. La ausencia de ciertos apellidos en los libros durante períodos oscuros de la historia como la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, exponen la censura y persecución. El mandamiento digital No es la primera vez que la genética infecta a la cultura con sus conceptos. Y no será la última. El caso más notable es el de Richard Dawkins. Más que por sus hipótesis sobre la dictadura de los genes (los “genes egoístas”) y por su ateísmo militante, a este naturalista inglés se lo suele recordar como el padre de la idea de “meme”, algo así como un gen cultural, una unidad de transmisión cultural o una unidad de imitación, un virus que se replica al saltar de mente a mente, para explicar la evolución de las ideas y conductas. La idea de Dios, por ejemplo, es un meme, como lo es la religión, o una canción pegadiza.

Algo para pensar: los correctores de texto de programas como Word desempeñan un rol crucial en la evolución lingüística al volver a un lenguaje más homogéneo, más pobre. La culturómica sería así la versión cultural de la genética, una ciencia que con el Proyecto Genoma Humano tuvo la obligación de aprender a manejar y rastrillar entre grandes volúmenes de datos. Esta habilidad –desarrollada por una nueva especialidad cien-

tífica, la bioinformática– ayudó a la vez al nacimiento de una técnica, una filosofía, una moda tecno llamada Big Data: la tendencia de aprovechar el tsunami de información que generamos a diario en novedosas maneras, hallar en ella patrones. En lo que sea: en medicina, en Twitter, en las transacciones bancarias, o para anticiparse a cómo se esparce una epidemia. Este tipo de análisis cuantitativo no dice precisamente por qué o cómo sucede algo. Nos alerta, más bien, de que algo ocurre. Utilizar toda esta información hace posible que veamos las conexiones, los detalles ocultos en la vastedad, en la marea de los datos. Una vez digitalizado un texto deja de ser una entidad autónoma. Tolstoi deja de ser Tolstoi para fundirse en un magma literario como canal conductor de una época. En la biblioteca universal, ningún libro es una isla. Desde aquel paper inicial de la culturómica en la revista Science, este tipo de estudios se multiplicaron. El antropólogo Alberto Acerbi, de la Universidad de Bristol, constató que el uso de palabras con contenido emocional en los libros se redujo bastante en el último siglo. Si las palabras que usamos dicen mucho de nuestra personalidad, también dicen de nuestro momento histórico. Otro caso es el de un equipo de físicos italianos, israelíes y estadounidenses que examinaron el nacimiento y muerte de palabras en inglés, hebreo y español publicadas entre 1800 y 2008 en un corpus de 10.000.000 de palabras digitalizadas. Y advirtieron algo impensado: que las guerras provocan un intercambio y aumento de ciertas palabras entre los miembros de los países en conflicto. Y algo para pensar: que los correctores de texto de programas como Word desempeñan un rol crucial en la evolución lingüística al volver a un lenguaje más homogéneo, más pobre. Las críticas a la culturómica son tan obvias y entendibles que los investigadores no se defienden. Saben que su novedosa aproximación a la literatura –en

las antípodas del canon literario y de las posturas de Harold Bloom– abraza el reduccionismo. O peor: que decir que los libros son el equivalente al ADN de la cultura implica caer en una trampa, la de olvidar que la cultura es mucho más que novelas y ensayos. La cultura se expresa tanto en los libros publicados como en los que no se publican, en el arte, en la música, en el cine, en las costumbres populares, la escultura, la arquitectura, los graffiti, la moda, los mitos, las ceremonias. Y en muchas otras expresiones incapaces de ser digitalizadas. Quizás la crítica más acertada sea aquella que apunta a la principal hipótesis de trabajo de la culturómica que equipara literatura –fruto de la sensibilidad y la creación humanas– con su opuesto: la información, datos crudos. En este punto, ciertos investigadores como Kalev H. Leetaru de la Universidad de Georgetown, Estados Unidos, no se disculpan. Más bien, se van al extremo y aseguran que si alimentáramos a una supercomputadora con información periodística y con diarios digitalizados se podría predecir el futuro: desde cracks financieros a alzamientos populares como la Primavera Árabe. Esto solo lo demuestra: con disimulo, la psicohistoria –aquella ciencia ficticia creada por Isaac Asimov que combina historia, psicología y estadística matemática para calcular el comportamiento futuro de grandes poblaciones– estaría dando sus primeros pasos fuera del útero de los libros.

*Periodista científico. Autor de Todo lo que necesitás saber sobre ciencia, Paidós, Buenos Aires, 2013. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur


Diciembre Edición N°14

012

México: cuando los carteles se diversifican

Los narcos extienden sus tentáculos Guerrero. Según él, la corrupción en las altas esferas había vuelto a las autoridades locales totalmente impotentes: “La única solución era una operación militar”.

Por Ladan Cher*, enviada especial

Bienvenido a Lázaro Cárdenas, un puerto seguro.” Imposible escapar a los carteles colocados en la entrada de esta pequeña ciudad situada al sur de Michoacán, un Estado de la costa oeste de México. Pero el mensaje expresa menos una descripción que una esperanza. La de ver a la región liberada de la amenaza que la acecha desde hace años: la inseguridad. Rodeado de abundantes recursos de hierro, el puerto abre a las mercaderías locales diversas vías marítimas del Pacífico, particularmente hacia China. La ciudad de Lázaro Cárdenas (que lleva el nombre del presidente que nacionalizó el petróleo en 1938) cuenta con las más importantes instalaciones de la costa occidental mexicana, y diversos proyectos de expansión están en estudio. Desde comienzos de la década del 2000, el puerto cayó en manos de Los Caballeros Templarios, un cartel que hace estragos en el Estado de Michoacán. En noviembre de 2013, una operación conjunta del ejército y la policía federal intentó expulsarlos de allí. Desde entonces, las autoridades cantan victoria; los habitantes de Lázaro Cárdenas se muestran más prudentes. Imperio del acero El comercio del acero no es lo primero que viene a la mente cuando se piensa en las organizaciones criminales. Sin embargo, la “guerra contra las drogas” lanzada por el ex presidente Felipe Calderón (2006-2012) (1) obligó a los carteles a diversificar sus actividades. Durante años, Los Caballeros Templarios habían utilizado el puerto de Lázaro Cárdenas como centro de importación de productos químicos chinos destinados a la producción de metanfetamina. La destrucción de una parte importante de los laboratorios donde fabricaban la sustancia los hizo sensibles a los encantos del mineral de hierro. Mera adaptación de su business model, tal como lo resume Carlos Torres, periodista especializado en criminalidad: “Los Caballeros Templarios conocían bien esta región así como los mecanismos de abastecimiento de hierro, cuyo proceso es, en líneas generales, similar al que habían implementado para los productos químicos. Y, en ese terreno, el cartel conta-

Victoria pírrica Ésta se organizó el 4 de noviembre de 2013. En un lapso de pocos días, el ejército, la marina y la policía federal expulsaron al conjunto de las autoridades portuarias y suspendieron todas las actividades mineras de la región. Desde entonces, el puerto se encuentra bajo control militar: “Tornamos seguro un ambiente en el cual el comercio legal puede reanudarse sin sufrir las amenazas del crimen organizado”, se alegra Jorge Luis Cruz Ballado, un ex general que estuvo al frente de las operaciones. Silvestre Sandoval, quien trabaja en el puerto desde hace una decena de años, aprueba: “Actualmente, la gente empieza a salir nuevamente a la calle, por la noche. Se queda en los bares hasta tarde”.

ba con años de experiencia”. El control del puerto no fue más que una de las etapas de la estrategia de Los Caballeros Templarios para establecerse en el sector minero. Mediante un cóctel eficaz de intimidación, diplomacia y corrupción, se aseguraron luego el apoyo de funcionarios que pudieran cubrir cada una de sus operaciones, desde la extracción del mineral en las montañas que rodean Lázaro Cárdenas hasta su expedición en barcos, pasando por el transporte entre las minas y el embarcadero. Según Salvador Jara Guerrero (Partido Revolucionario Institucional, PRI), actual gobernador de Michoacán, alrededor de la mitad de las minas de la región de Michoacán habían caído bajo la órbita de Los Caballeros Templarios en el apogeo de su imperio del acero, en 2013. En algunos casos, los mismos narcotraficantes dirigían las operaciones de extracción. En una entrevista brindada al canal informativo británico Channel 4, Servando Gómez Martínez, el dirigente del cartel (actualmente prófugo), se jactaba de haber tenido numerosos clientes chinos que revendían el mineral mexicano en su país (obteniendo de paso grandes beneficios). No conforme con haberse apoderado de las minas y haber

implementado circuitos de comercialización regulares, el cartel se infiltró en todos los niveles del aparato de Estado local, de manera de obtener las autorizaciones administrativas necesarias para su actividad. Los tentáculos de su red se extendían desde las aduanas hasta el despacho del ex alcalde de Lázaro Cárdenas, Arquímedes Oseguera, quien fue detenido por su participación en diversos casos de secuestro y extorsión en abril pasado. “El sistema de sobornos funcionaba tanto mejor cuanto que todos entendían los términos de la propuesta: aceptar el dinero y colaborar, o morir”, nos explica un funcionario del puerto. La célebre “oferta que no podrá rechazar” de la película El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972). Los Caballeros Templarios prosperaban bajo la mirada de las fuerzas del orden locales, que vieron estrellarse contra el muro de la organización del cartel sus esfuerzos para controlar el problema: “La policía atacaba los camiones del cartel con armas de fuego, pero eso no resolvía el origen del problema”, analiza Torres, sugiriendo que la multiplicación de baños de sangre no reducía el poder de las bandas, ni su cercanía con el poder político. “Ni siquiera la policía era confiable”, nos confiesa el gobernador Jara

Muchos habitantes estiman sin embargo que el gobierno exagera los avances. Los Caballeros Templarios no habrían desaparecido; esperarían pacientemente la partida del ejército. Pedro Tapia tiene una bicicletería desde hace más de cincuenta años. Según él, la nueva “seguridad” de la ciudad es sólo una ilusión: “Desgraciadamente, los carteles no desaparecen tan fácilmente. Asegurar el control del puerto no basta para erradicar la corrupción. Si el gobierno no invierte a su vez en los programas sociales, el cartel volverá entonces a partir del momento en que el ejército se marche”. ¿Luchar contra la inseguridad física implicaría también combatir la inseguridad social? El razonamiento no parece haber convencido a las autoridades. Para Los Caballeros Templarios, el interés por las minas se volvió una operación lucrativa. Bajo su égida, las exportaciones a China se dispararon, pasando de un millón y medio a cuatro millones de toneladas entre 2012 y 2013 (un aumento irónicamente en sintonía con la promesa del presidente Enrique Peña Nieto de reducir el desequilibrio de la balanza comercial entre ambos países). ¿Habría que celebrar sin embargo esta ayuda al crecimiento? El cartel estaría totalmente a favor. Su jefe Servando Gómez, quien se presenta como un Robin Hood, se considera más un benefactor que un asesino. Apodado también “la Tuta” (“el profesor”) recorre los pueblos estrechando

manos de ciudadanos y entregando dinero. Se lo ve en varios videos que parecen spots de campañas políticas, destinados a promover la acción de Los Caballeros Templarios. En agosto de 2013, por ejemplo, se expresaba en una película de treinta minutos filmada en un bosque. Rodeado de hombres armados y encapuchados, el hombre sostenía: “Los Caballeros Templarios son un mal necesario. Desde luego, cometemos actos ilícitos, pero respetamos a la gente que trabaja duro [y estamos aquí para] velar por los intereses de los habitantes de Michoacán”. Con su llegada al sector legal de la explotación minera, el cartel deseó reforzar su imagen de buen padre de familia. ¿Acaso no logró un despegue de la actividad económica, allí donde el gobierno mexicano había fracasado con sus métodos comerciales “tradicionales”? En su entrevista con el canal británico Channel 4 (2), Gómez hacía hincapié en su flota y su cartera de clientes extranjeros para presentarse no como un criminal sino como un hábil hombre de negocios... “Ganaron mucho dinero y generaron cierta forma de desarrollo económico en la región de Michoacán creando empleos en el sector minero”, concede Carlos Vilalta, criminólogo del Centro de Investigación y Docencia Económicas. Antes de precisar: “Pero, para prosperar, los carteles deben infringir leyes y corromper a los poderes públicos. A la larga, este sistema se vuelve autodestructivo. El cartel es a la vez un depredador y un parásito que termina socavando al Estado”. Un Estado en gran medida incapaz de desempeñar su papel en la lucha contra el comercio ilícito. Otros pretenden reemplazarlo. En su video de agosto de 2013, “la Tuta” justificaba el accionar de su cartel: “Alguien debe ocuparse de regular el comercio de la droga”.

1. Véase Jean-François Boyer, “México: el Estado retrocede frente a los carteles”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2012. 2. Guillermo Galdos, “Knights Templar link to Mexico iron ore arrests”, Channel 4, Londres, 7-3-14.

*Periodista. Traducción: Gustavo Recalde


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.