Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Junio 2014 Edición N°8
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Los responsables de activar el volcán libio
¿Era necesario matar a Gadafi? » Pág. 8 y 9
»Edición Honduras-UNAH » Edición 08 Junio 2014
L. 35.00 Mensual - 12 Páginas
Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente E
sto es el resultado del desmoronamiento de los Estados de la región, que comenzó durante la guerra civil libanesa de 1975. La invasión estadounidense de Irak, en 2003, destruyó el régimen de Saddam Hussein, pero también las instituciones del país, actualmente asolado por la violencia de la guerra civil. Desde que se retiraron las tropas estadounidenses, en diciembre de 2011, ningún partido ha sabido restaurar el orden e instaurar un sistema funcional. Pese a que se ha retomado la producción de petróleo y a la afluencia de miles de millones de petrodólares, Irak ha atravesado recurrentes crisis políticas..
Por Vicken Cheterian
Pags. 3, 4 y 5
La larga historia de Gaza
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l 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, los ejércitos árabes entran en Palestina. Primera guerra, primera derrota árabe. El territorio previsto para el Estado de Palestina por el plan de partición votado en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947 se divide. Israel anexa una parte (principalmente Galilea); Jordania absorbe la ribera oeste del Jordán, conocida con el nombre de Cisjordania. La franja de Gaza –un territorio de trescientos sesenta kilómetros cuadrados que comprende a las ciudades de Gaza, Jan Yunis y Rafah– queda bajo administración egipcia; va a ser el único territorio palestino en el cual no se ejerce ninguna administración extranjera.
Por Alain Gresh
Págs. 6 y 7
El líder que luchó por un cambio en Guatemala
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n medio de un mosaico de lápidas color pastel –azul, amarillo, verde–, imponentes sepulturas protegen los restos de numerosos oligarcas y dictadores. El lugar ofrece también su última morada a un hombre asociado a la esperanza de una ruptura en la historia sangrienta de este pequeño país de América Central: Jacobo Arbenz Guzmán, segundo presidente de una “primavera guatemalteca” que, durante diez años, se esforzó por dar vuelta la página de la pobreza y el feudalismo.
Por Mikaël Faujour
Pags. 12
China: transformar el desierto en viña
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unque Pekín está abriendo su espacio económico, conserva algunos principios: la tierra agrícola sigue siendo un bien inalienable y el acceso al suelo está mediado por contratos de alquiler a largo plazo con el Estado o con socios locales. Estaa cooperación permite adquirir cierto know-how y limitar las importaciones, gracias a transferencias de capitales y tecnología. Así, por ejemplo, el Estado francés abrió una finca vitícola en Hebei, donde invirtió dos millones de euros.
Por Boris Pétric
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Editorial
Una cuestión de “equilibrio”
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Por Serge Halimi*
a expedición punitiva del ejército israelí en Gaza reactivó una de las aspiraciones más espontáneas del periodismo moderno: el derecho a la pereza. En términos más profesionales, a eso se le dice “equilibrio”. Así, el canal de televisión estadounidense de extrema derecha Fox News se autocalifica, no sin humor, de “justo y equilibrado” (“fair and balanced”). En el caso del conflicto en Medio Oriente, donde los fallos no están distribuidos de manera equitativa, el equilibrio equivale a concederle una ventaja a la potencia ocupante. Para la mayoría de los periodistas occidentales, es también una manera de protegerse del fanatismo de los destinatarios de una información que les podría disgustar dándoles enseguida la palabra a quienes estarían viniendo a tranquilizarlos. Además de que no se observa esa misma preocupación en el caso de otras crisis internacionales, la de Ucrania por ejemplo, el verdadero equilibrio sufre al menos por dos razones. En principio porque, entre las imágenes de una carnicería prolongada en Gaza y las de un alerta de lanzamiento de misiles a una playa de Tel Aviv, un buen balance debería inclinarse un poco… Luego porque ciertos protagonistas, israelíes en este caso en particular, disponen de comunicadores profesionales –entre los que se cuenta su primer ministro, que parecería formateado para la televisión estadounidense–, mientras que otros sólo les pueden ofrecer a los medios occidentales el calvario de sus civiles. Pero inspirar lástima no constituye un arma política muy eficaz; es mejor controlar el relato de los acontecimientos. Desde hace décadas, se nos dice así que Israel “responde” o “replica”. Este pequeño Estado pacífico, mal protegido, sin un aliado poderoso, consigue sin embargo salir siempre vencedor, a veces sin ni siquiera un rasguño… Para que se pueda cumplir semejante milagro, es necesario que cada enfrentamiento se inicie en el momento exacto en el que Israel se exhibe como víctima estupefacta de la maldad que la oprime (un secuestro, un atentado, una agresión, un asesinato). Es en este terreno bien señalizado que después se despliega la doctrina del “equilibrio”. Unos se indignarán del lanzamiento de misiles contra civiles; otros les objetarán que la “respuesta” israelí causó muchas más muertes. Un crimen de guerra parejo, un empate, en resumidas cuentas.
Sumario Contenido Una cuestión de “equilibrio”
Pags. 2
Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente
Pags. 3, 4 y 5
Cuando se repartió Medio Oriente
Pag. 5
La larga historia de Gaza
Pags. 6 y 7
Una fuerza de apoyo para las revueltas
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¿Era necesario matar a Gadafi?
Pags. 8 y 9
China: transformar el desierto en viña
Pags. 10 y 11
El líder que luchó por un cambio en Guatemala
Pags. 12
Staff Francia Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación Alain GRESH, Director Adjunto Bruno LOMBARD Director Gestión Anne-Cécile ROBERT Responsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo Redacción: 1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEX Teléfono: 33.1 53-94-96-01 Fax: 33.1 53-94-96-26 Correo electrónico : secretariat@Monde-diplomatique.fr
Y es así como nos olvidamos de lo demás, es decir, lo esencial: la ocupación militar de Cisjordania, el bloqueo económico a Gaza, la colonización creciente de tierras. Porque el flujo continuo de información parece no tener nunca el tiempo como para indagar en este tipo de detalles. ¿Cuántos de sus más fieles consumidores saben, por ejemplo, que entre la Guerra de los Seis Días y la de Irak, es decir, entre 1967 y 2003, más de un tercio de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue transgredido por un solo Estado, Israel, y que con frecuencia estas resoluciones concernían a… la colonización de los territorios palestinos (1)? De más está decir que un simple alto el fuego en Gaza equivaldría a perpetuar una violación reconocida del derecho internacional.
Ya no podemos contar con París para que lo recuerde. Con la declaración, el 9 de julio, sin una palabra acerca de las decenas de víctimas civiles palestinas, en la que dijo que le correspondía al gobierno israelí “tomar todas las medidas para proteger a su población de cara a las amenazas”, François Hollande abandonó en efecto cualquier apariencia de equilibrio. Se transformó en el pequeño telegrafista de la derecha israelí.
1. Véase “‘Deux poids, deux mesures’”, Le Monde diplomatique, París, diciembre de 2002. *Director de Le Monde diplomatique. Traducción: Aldo Giacometti
Honduras Entidad Editora Universidad Nacional Autónoma de Honduras Julieta Castellanos Ruíz Rectora Armando Sarmiento Director Honduras Diana Perdomo Cristina Alvarado Editoras Lisa Marie Sheran Diseño y Diagramación Allan McDonald Ilustraciones Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110 Correo electrónico: eldiplo@unah.edu.hn
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El mapa de Medio Oriente está sufriendo alteraciones sustanciales bajo el impulso de las luchas armadas existentes. Las fronteras que delimitaban los territorios de Irak, Siria, Yemen, Turquía, el Líbano… ya no se corresponden con la realidad. Algunos de los Estados actuales pueden desaparecer y dar nacimiento a otros.
“
Por Vicken Cheterian*
¿Europa está preparando nuevos acuerdos Sykes-Picot?”, me preguntaba un día un colega en Beirut, haciendo referencia a los acuerdos secretos franco-británicos que, en mayo de 1916, redibujaron el mapa de Medio Oriente (véase “Quiero Mosul”..., pág. 24). Su pregunta era fruto de dos observaciones: por un lado, el derrumbe del viejo sistema de Medio Oriente establecido a finales de la Primera Guerra Mundial y, por el otro, la capacidad y la voluntad manifiestas de Europa de instaurar un nuevo orden político en la región. En efecto, el mapa actual de Medio Oriente es engañoso. Las fronteras que hoy delimitan los territorios de Irak, Siria, el Líbano, Turquía, Yemen, etc., son ficticias y ya no reflejan la realidad en el terreno. De este modo, la frontera sirio-iraquí ha dejado de existir al menos desde 2012. Del lado iraquí, el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) controla una gran parte de la provincia desértica de Al Anbar y vastas porciones de Fallujah, y acaba de apoderarse de Mosul. También está presente del otro lado de la frontera, en el corazón del norte sirio, de Abu Kamal hasta Racca y Alepo. Nada detiene a las tropas o las armas del EIIL en esta frontera antiguamente internacional. El mismo panorama se repite en el oeste, en la frontera siriolibanesa. El Líbano es usado como base logística por los rebeldes sirios, que antes gozaban allí de una libertad de movimiento bastante grande hasta la reconquista de Qalamun y del Crac de los Caballeros por el régimen sirio, en mayo de 2014. Por otro lado, los combatientes del Hezbollah libanés intervinieron masivamente, en mayo de 2013, en la batalla de Quseir, cuando los fieles del régimen sirio perdieron terreno. Tampoco aquí el trazado de los mapas frena el movimiento de los combatientes. Pero, en realidad, la frontera siriolibanesa cayó mucho antes: en 1976, cuando Siria envió
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Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente
tropas a el Líbano, entonces sumido en la guerra civil. En las fronteras sur de Turquía, del mismo modo, las fuerzas rebeldes sirias se desplazan sin encontrar obstáculos y evacúan a sus heridos hacia Antioquía o Gaziantep. Pero lo que preocupa a Ankara es la emergencia del Partido de la Unión Democrática (PYD) –hermanado con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán– en una gran parte de las localidades kurdas del norte sirio. Tras la vertiginosa multiplicación de los ataques kurdos en el corazón de Turquía, los dos partidos terminaron firmando, en enero de 2013, un cese al fuego que causó bastante sorpresa (1). Nada indica en los planisferios este poder creciente de los kurdos ni la instauración en el norte de Irak de un Estado kurdo de facto, el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) que, desde mayo de 2014, exporta petróleo a través de Turquía sin el consentimiento de las autoridades centrales iraquíes (2), y que, desde la conquista de Kirkuk por los Peshmerga –los combatientes kurdos– en junio, dispone de fabulosos recursos de oro negro. Las fronteras de Medio Oriente, por lo tanto, se han borrado por completo. Fracaso del Estado-Nación Esto es el resultado del desmoronamiento de los Estados de la región, que comenzó durante la guerra civil libanesa de 1975. La invasión estadounidense de Irak, en 2003, destruyó el régimen de Saddam Hussein, pero también las instituciones del país, actualmente asolado por la violencia de la guerra civil. Desde que se retiraron las tropas estadounidenses, en diciembre de 2011, ningún partido ha sabido restaurar el orden e instaurar un sistema funcional. Pese a que se ha retomado la producción de petróleo y a la afluencia de miles de millones de petrodólares, Irak ha atravesado recurrentes crisis políticas (3). Las protestas pacíficas de 2011 contra la pobreza y la corrupción han dado muestra del descontento de la población, pero las manifestaciones de 2013 fueron severamente reprimidas y prepararon el regreso de los yihadistas y su conquista de varias ciudades de Irak occidental, en especial de Mosul. Las fronteras internacionales no frenan demasiado el movimiento de los refugiados, cuyo número se eleva hoy a dos millones de iraquíes y a dos millones ochocientos mil sirios (4) (sin contar, en el caso de estos últimos, a los seis millones y medio de desplazados, es decir, el 40% del total de la población). Esas migraciones masivas han engendrado una división confesional de los territorios y la desaparición de grupos minoritarios. En 1914, había en Medio Oriente un 20% de cristianos; hoy son el 5%. Después de la guerra en Irak, algunas viejas comunidades como los mandeos, los chabak o los sarliya-kakaiya han sufrido al punto que hoy parece estar amenazada su existencia. ¿Estamos presenciando, simplemente, el desmembramiento de Medio Oriente tal como emergió a
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fines de la Primera Guerra Mundial o después de los acuerdos Sykes-Picot? Por desgracia, la crisis parece ser más grave: no se trata tanto del derrumbe de los viejos acuerdos regionales instaurados por los británicos y los franceses sino del simple y puro fracaso del Estado-Nación moderno en la región. Los analistas observan la situación a través de dos prismas: las injerencias externas y las divisiones confesionales. Muchos artículos, informes de think tanks y documentos de orientación se centran en la lucha entre chiitas y sunnitas, o bien en los objetivos de las grandes potencias, que desestabilizan la región para debilitarla y dominarla. Las intervenciones extranjeras constituyen una presión mayor sobre los Estados. Recordemos que el destino de la región había sido sellado por diplomáticos británicos y franceses durante la Primera Guerra Mundial, a expensas de las poblaciones locales; del mismo modo, la creación de Israel en 1948 constituyó una nueva fuente de conflictos. Por último, el Estado iraquí se derrumbó bajo las bombas de las fuerzas estadounidenses durante la invasión de 2003. No obstante, tales sismos no deben ocultar las razones internas del fracaso de los Estados árabes. La “primavera árabe” destruyó algunos de ellos, pero desde adentro. Todos los problemas socioeconómicos de la región –demografía durante mucho tiempo galopante, desempleo de los jóvenes, concentración de las riquezas en manos de unos
pocos (5)– engendraron situaciones insostenibles. Sin duda, los analistas dan una importancia desmedida al papel que desempeñan los actores externos (6). Esta visión, muy anclada, se remonta al tiempo de la decadencia del Imperio Otomano, debida, según los sultanes, a la intervención de las potencias cristianas. Los otomanos apostaron hábilmente a la rivalidad entre los rusos y los británicos para sobrevivir, pero, con fines internos, también cultivaron un discurso antioccidental y antieuropeo cuyas consecuencias fueron desastrosas para sus súbditos cristianos. Hay que reconocer que el Imperio Otomano sobrevivió en el siglo XIX esencialmente gracias al consenso europeo acerca de su preservación: cuando los ejércitos de Mehmet Alí avanzaron sobre Constantinopla, fueron los ejércitos europeos, comandados por los rusos, los que salvaron a los otomanos de la invasión egipcia (en 1833 y 1840) (7). Del mismo modo, durante la guerra de Crimea, las grandes potencias occidentales tomaron el partido de los otomanos contra los rusos (1853-1856). Herencia de contradicciones Las razones de la caída del Imperio Otomano deben buscarse en su propia dinámica interna. En el siglo XIX, se promulgaron tres grandes reformas para modernizar el Estado y convertir a los súbditos otomanos en ciudadanos de pleno derecho: el Tanzimat en 1839, el Edicto de Reforma en 1856 y la monarquía constitucional –que debía suspen-
derse al cabo de dos años– en 1876. Al contrario de lo que se cree en Medio Oriente, no fue una conspiración extranjera la que dividió el imperio, sino la decisión de los déspotas Jóvenes Turcos de entrar en la guerra al lado de los alemanes y su ulterior derrota. Los Estados árabes modernos heredaron las viejas contradicciones otomanas, en especial las divisiones y las tensiones confesionales derivadas del sistema del millet (comunidad religiosa protegida). En cuanto teocracia musulmana, el Imperio Otomano había otorgado la autonomía a sus minorías religiosas (griegos ortodoxos, armenios, judíos y sirios ortodoxos) para que administraran sus propios asuntos y se apoyaba en sus súbditos cristianos para administrar el país y protegerlo, a través de la orden militar de los jenízaros. Pero, en la segunda mitad del siglo XIX, perdió algunos territorios en los Balcanes y los cristianos pasaron a representar solamente un cuarto de la población. El sultán Abdul Hamid II decidió entonces reforzar la ideología islámica, enajenando aun más a los millets cristianos, víctimas de múltiples violencias. El sistema otomano del millet también fue instaurado en el Líbano por Francia. Las comunidades religiosas manejaron allí de manera autónoma sus asuntos internos y gozaron de cuotas en todas las instituciones nacionales. De este modo, el presidente debía ser obligatoriamente maronita (cristiano), el jefe del Parlamento debía ser chiita y el pri-
mer ministro, sunnita. En el contexto de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la región se desgarraba entre regímenes monárquicos conservadores y Estados republicanos inspirados en el nacionalismo árabe, este sistema constituía una excepción. Pero, durante las dos décadas siguientes, el panarabismo, sin lograr unificar la región, socavó la legitimidad del Estado-Nación. Después del golpe de Estado del Partido Baas de 1963, Siria estuvo dirigida por una casta que se oponía violentamente a la legitimidad de su propio Estado y que había llamado a concluir la unidad panárabe. El régimen censuró y reprimió numerosos debates internos: las clases superiores sirias jamás se pusieron de acuerdo sobre una cultura o un espacio político comunes (8). La ideología ahogó las diferencias que existían dentro de la sociedad, mientras que se instauraba un poder dinástico republicano, que tuvo éxito en Siria, pero no en Egipto, Libia y Yemen, donde la “primavera árabe” cambió los escenarios. La diferencia entre “repúblicas” y monarquías árabes (Jordania, Marruecos, países del Golfo) hoy ya no significa nada. Tanto en Irak como en Siria o Egipto, la debilidad de los terratenientes y de las clases medias urbanas constituyó otro problema mayor, pues impidió la creación de un espacio político autónomo. En el momento de la independencia, esto llevó a la intervención del ejército, que utilizó con fines demagó-
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gicos diversos eslóganes sobre la unidad árabe, la liberación de Palestina y la justicia social. Luego, durante los últimos treinta años, las instituciones militares y la burocracia gubernamental mostraron su incapacidad para dominar la situación y, con la agudización de la crisis económica, intensificaron la represión. La “primavera árabe” terminó pulverizando los Estados árabes republicanos, ya corroídos desde adentro. En cuanto a las monarquías, reforzadas por el creciente poder político del islam, al que dicen pertenecer, hoy deben enfrentar un cuestionamiento en el nombre mismo de la religión. A lo largo de toda su historia, el islam ha sido una fuerza unificadora. El profeta Mahoma había logrado reunir a las tribus nómades de la Península Árabe, que participaron en la construcción de un imperio bajo la influencia de sus sucesores. Su bandera también permitió incluir a dinastías que no eran árabes, como los samánidas de Asia Central y los selyúcidas, que se convirtieron al islam después de la conquista árabe. El islam agrupó, así, a diversas etnias y tribus que optaron por un régimen político común, mientras que a los cristianos y los judíos se les otorgó un estatus inferior, pero protegido, el de dhimmis. Un islam que divide Convertido en un factor de división más que de unión, el islam político contemporáneo ha roto con la dimensión universalista de esta religión. Se encuentra representado tanto por monarquías conservadoras como por grupos armados yihadistas con una ideología reaccionaria. En Siria, los yihadistas chiitas (el Hezbollah libanés, el Asaïb Ahl al-Hag iraquí) combaten a los yihadistas sunnitas, poniendo de manifiesto el abismo que separa a las diversas facciones islamistas. En Irak, el jefe jordano Abu Musab al Zarquaui, mantuvo siempre su distancia respecto de Osama Bin Laden, incluso después de haberle jurado lealtad, en octubre de 2004, un año y medio antes de ser asesinado. En Siria, el Frente Al-Nusra, afiliado a Al Qaeda, se constituyó a principios de 2012 bajo el mando de Abu Mohamad al-Golani. Pero el jefe de los yihadistas iraquíes, Abu Bakr al-Baghdadi, anunció la creación del EIIL. De ese modo, desencadenó una lucha despiadada entre las dos ramas yihadistas, tras la cual, el jefe de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, declaró, sin mucho efecto, la disolución del EIIL. Abu Khaled al Suri, emisario personal de Al-Zawahiri, que había recibido la misión de poner fin al conflicto entre los dos movimientos, fue asesinado en Alepo en febrero de 2014. La violencia interconfesional es una prueba de la desintegración social y política de un país que, sumido en una profunda crisis, ve reducirse su espacio político al confesionalismo. “En Irak, ya no existe una visión nacional –reconoce Falah Mustafa Bakir, jefe del Departamento de Asuntos Exteriores del KRG–. Se terminó. Los chiitas votarán a los chiitas; los sunnitas, a
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los sunnitas, y los kurdos, a los kurdos.” Sin embargo, aunque los enfrentamientos en Medio Oriente han tomado un giro confesional, no lo son por naturaleza, y cualquier sobreestimación de esa dimensión puede llevar a sacar conclusiones apresuradas. En el caso de Siria, por ejemplo, un análisis confesional dejaría pensar que el conflicto opone a los sunnitas y a una coalición entre alauitas y chiitas; pero esa lectura no toma en consideración las tensiones y los antagonismos que existen entre la dinastía de los Assad y el poder del primer ministro Nuri al-Maliki en Irak. También presupone que Bashar al-Assad podría tratar de constituir un mini-Estado alauita en las montañas costeras; ahora bien, las fuerzas lealistas luchan en todo el país y aún están presentes tanto en el norte, en Qamishli, como en el este, en Deir ez-Zor, o en el sur, en Daraa. El poder espera mantener toda Siria bajo control, y no crear un Estado alauita, o cualquier otro sustituto nacional. Del mismo modo, cuando se habla de la oposición sunnita, se sugiere que existe una unidad y una cohesión entre los grupos de combatientes, lo cual está lejos de ser así. Pese a las predicciones que anunciaban su inminente derrumbe en 2011, y luego en 2012, el régimen de Al-Assad sobrevivió, a costa de horribles violencias que destruyeron todas las infraestructuras urbanas, el tejido social del país y que desplazaron a millones de personas. La chocante ausencia de cualquier proceso de diálogo con sus opositores (9) deja a la violencia como única solución posible. La supervivencia de Al-Assad y de su ejército depende esencialmente de la naturaleza de la oposición. El poder se ha esforzado por acreditar la tesis de un conflicto militar entre su régimen, supuestamente nacionalista, laico, progresista y protector de las minorías, y grupos de fanáticos islamistas. Al día de hoy, su principal victoria –además de haber logrado mantenerse en el poder durante tanto tiempo– es haber convencido al mundo de que se enfrenta a la amenaza de los yihadistas salafistas y de que su caída les dejaría el campo libre. Una guerra asimétrica opone a los fieles al régimen y a los rebeldes sirios; pero esta asimetría no reside sólo en una diferencia en la cantidad o la calidad de las armas de las que cada bando dispone. Más bien, consiste en el contraste entre, por un lado, los lealistas –dotados de un ejército centralizado y de un mando integrado– y, por el otro, una miríada de grupos armados más o menos unidos y que forman alianzas muy inestables. El ejército sirio puede decidir dónde y cuándo concentrar sus fuerzas para aplastar a sus enemigos, pero no tiene la capacidad de controlar el terreno. Todos estos conflictos socavan los fundamentos ideológicos de los sistemas políticos. El Baas sirio, con su doctrina panárabe, libra una
guerra junto a la República Islámica de Irán contra su propia oposición, ella misma apoyada por algunos Estados árabes del Golfo, como Arabia Saudita o Qatar. Del mismo modo, la guerra en Siria pulveriza los principios sobre los que descansa el compromiso constitutivo de el Líbano desde su independencia, a fines de la Segunda Guerra Mundial: los maronitas no buscan el apoyo de Francia y los musulmanes se mantienen a distancia del nacionalismo árabe. La participación del Hezbollah en la guerra siria también pone en cuestión la neutralidad libanesa. La lucha palestina, causa sagrada de los nacionalistas árabes, ha perdido hoy su centralidad. Los regímenes árabes han hecho uso y abuso de ella, los movimientos islamistas se han remitido a ella, pero jamás fue su propio combate, olvidada en medio de los conflictos regionales. Las fuerzas que hoy se enfrentan en el terreno buscan apoderarse de la herencia del pasado, pero no tienen ningún proyecto alternativo dentro de las fronteras del Estado-Nación: ninguna de ellas lucha por el Líbano, Irak o Siria. Todas representan a intereses locales, tribales, en el mejor de los casos, constitucionales, y ejercen violencias que destruyen todo a su paso, sin buscar reconstruir. Cuando cese de reinar el caos, el mapa de la región se habrá transformado, necesariamente. Pero, ¿qué aspecto tendrá?
1. Véase “Una oportunidad histórica para los kurdos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, junio de 2013. 2. “Iraq files case against Turkey over Kurdish oil exports”, The Daily Star, Beirut, 24-5-14. 3. En Irak, la producción de petróleo alcanzó los 3,5 millones de barriles diarios a principios del año 2014, superando la de 1979, año en que tomó el poder Saddam Hussein. Se estima que el país posee la tercera reserva del mundo. 4. “Syria Regional Refugee Response”, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Ginebra, junio de 2014, http:// data.unhcr.org/syrianrefugees. 5. Gilbert Achcar, Le peuple veut. Une exploration radicale du soulèvement arabe, Actes Sud, Arles, 2013. 6. El mejor relato de la división de Medio Oriente es el de David Fromkin, A Peace to End all Peace: Creating the Modern Middle East, 1914-1922, Henry Holt & Company, Nueva York, 1989. 7. Véase Ghislaine Alleaume, “L’œuvre inachevée de Méhémet Ali”, en “L’Egypte en mouvement”, Manière de voir, N° 135, junio-julio de 2014. 8. Véase Patrick Seale, The Struggle for Syria, Oxford University Press, 1965. 9. Véase “Violence et politique en Syrie”, en Bertrand Badie y Dominique Vidal (dir.), La Cassure. L’État du monde 2013, La Découverte, París, 2012.
*Periodista. Traducción: Julia Bucci
“Quiero Mosul” dijo Lloyd George
Cuando se repartió Medio Oriente
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Por Henry Laurens*
l entrar en guerra en noviembre de 1914, los otomanos pretendían librarse de las dominaciones extranjeras y eliminar los autonomismos locales [...]. Buscando desestabilizar a las dos grandes “potencias musulmanas” que constituyeron los imperios coloniales francés y británico, los otomanos llamaron a la guerra santa, a la yihad. Los británicos, al principio, se limitaron a un combate defensivo en las cercanías del Canal de Suez, mientras que el Ejército angloindio comenzó la difícil conquista de Irak a partir de Basora. Pero la yihad amenazó al África del Norte francesa (y a una parte del África negra) y a la India británica. Franceses y británicos se encontraron así en posición defensiva, y buscaron una nueva fórmula jurídica capaz de restablecer su antigua dominación. Se proponían, primero, mantener un Imperio Otomano descentralizado, que sería un protectorado de hecho. […] El 11 de diciembre de 1920, Maurice Hankey, secretario del gobierno británico, escribía en su diario: “Clemenceau y Foch han cruzado (el mar) luego del armisticio y se les brindó una gran recepción militar y pública. Lloyd George y Clemenceau fueron conducidos a la embajada de Francia [...]. Cuando estuvieron solos [...] Clemenceau dijo: ‘Bien. ¿De qué tenemos que hablar?’. ‘De la Mesopotamia y de Palestina’, respondió Lloyd George. ‘¿Qué es lo que quiere?’, preguntó Clemenceau. ‘Quiero Mosul’, dijo Lloyd George. ‘La tendrá’, dijo Clemenceau. ‘¿Nada más?’. ‘Sí, también quiero Jerusalén’, continuó Lloyd George. ‘La tendrá’, dijo Clemenceau […] La división de Medio Oriente en varios Estados no era en sí condenable: los hachemitas habían considerado tal posibilidad desde el comienzo, en favor de los hijos mayores de Hussein. Pero ésta se llevó a cabo contra la voluntad de las poblaciones y utilizando una retórica liberal que el uso de la fuerza tornaba carente de sentido. Con respecto a la evolución política del último decenio otomano –donde la cooptación de notables y el establecimiento de un sistema electoral, sin duda muy imperfecto, habían tra-
zado el camino a una verdadera representación política– el autoritarismo franco-inglés constituyó una regresión duradera. Como división territorial, el reparto duró, esencialmente porque las nuevas capitales y sus clases dirigentes supieron imponer su autoridad en el nuevo país. Pero los acontecimientos de 1919-1920 se vivieron como una traición a los compromisos asumidos (en primer lugar, al derecho de autodeterminación de los pueblos). Privaron a las elites locales de su destino. Cuando el nacionalismo árabe recobró fuerzas, no reconoció la legitimidad de esta división y llamó a la constitución de un Estado unitario, panacea para todos los males de la región. Los Estados reales fueron así golpeados por la ilegitimidad y permanentemente debilitados. La constitución del hogar nacional judío llevará a la región a un ciclo de conflictos que parece estar lejos de terminar. […] Periódicamente, resurge el fantasma de un nuevo “Sykes-Picot” o reparto de Medio Oriente impuesto desde el exterior. La pretensión occidental de una superioridad moral basada en la aplicación de la democracia y del liberalismo aparece entonces como una siniestra mistificación. Tal vez sea la consecuencia más nefasta de las elecciones del período 1916-1920, renovadas regularmente desde entonces.
Extractos del artículo “Cómo se repartió Medio Oriente”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2003.
*Profesor en el Colegio de Francia. Henry Laurens explicaba en 2003 cómo los franceses y los británicos descuartizaron el Imperio Otomano con los acuerdos de Sykes-Picot, en mayo de 1916. Estos, confirmados por los mandatos de la Sociedad de las Naciones, fijaron los límites entre la Arabia británica y la Siria francesa. Traducción: Gustavo Recalde
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Territorio estratégico y crisol del nacionalismo palestino
La larga historia de Gaza
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Por Alain Gresh*
rivado de su fuerza por la pérfida Dalila, que le había cortado el pelo, Sansón el hebreo cae en manos de los filisteos –de cuyo nombre se desprende “Palestina”–, quienes le revientan los ojos. Un día lo mandan a llamar para que los divierta: “Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra. Y gritó: ‘¡Muera yo junto con los filisteos!’. Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir que los que había matado mientras vivía”. Contado en la Biblia, este famoso episodio se desarrolla en Gaza, capital de los filisteos, pueblo enemigo de los hebreos. Desde siempre, Gaza fue un cruce de rutas comerciales entre Europa y Asia, entre Medio Oriente y África. Por lo que la ciudad y el territorio estuvieron, desde la Antigüedad, en el centro de las rivalidades entre las potencias de la época, del Egipto faraónico al Imperio bizantino pasando por Roma. Fue ahí, en el 634 de nuestra era, que tuvo lugar la primera victoria comprobada sobre el Imperio bizantino de los adeptos de una religión todavía desconocida, el islam, cuyo profeta, Mahoma, había muerto dos años antes. Gaza estará bajo autoridad musulmana hasta la Primera Guerra Mundial, con algunos intermedios más o menos largos: reinos cruzados; invasión mongola; expedición de Napoleón Bonaparte. “Tan fácil ganarla como perderla”, escribe Jean-Pierre Filiu en su libro, el más profundo consagrado a este territorio (1). Puerta de Palestina, va a ser conquistada al Imperio otomano por el general británico Edmund Allenby el 9 de noviembre de 1917, abriéndole el acceso a Jerusalén, donde entra el 11 de diciembre. Para Londres, no se trata sólo de vencer al sultán, aliado de Alemania y del Imperio austro-húngaro, sino de asegurarse un territorio estratégico y garantizar la protección del flanco este del Canal de Suez, vena yugular del imperio, vía de comunicación vital entre el virreinato de las Indias y la metrópoli. Los británicos eliminan así las ambiciones francesas en Tierra Santa. En 1922, obtienen el mandato de la Sociedad de
las Naciones (SDN) para administrar el territorio que, a partir de entonces, va a ser designado con el nombre de “Palestina”, y del cual Gaza forma parte. También tienen la misión de aplicar allí la “promesa Balfour” (2), es decir, ayudar a la creación de un hogar nacional judío e incentivar la inmigración sionista, lo que harán celosamente hasta 1939. Gaza y su región participarán en todos los combates de los palestinos, musulmanes y cristianos, al mismo tiempo contra la colonización sionista y contra la presencia británica. Van a contribuir a la gran revuelta palestina de 1936-1939, finalmente aplastada por los británicos. Esta derrota privará por mucho tiempo a los palestinos de toda dirección política, dejando en manos de los gobiernos árabes –por decirlo de algún modo– la defensa de su causa. Guerras El 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, los ejércitos árabes
entran en Palestina. Primera guerra, primera derrota árabe. El territorio previsto para el Estado de Palestina por el plan de partición votado en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947 se divide. Israel anexa una parte (principalmente Galilea); Jordania absorbe la ribera occidental del Jordán, conocida con el nombre de Cisjordania. La Franja de Gaza –un territorio de trescientos sesenta kilómetros cuadrados que comprende a las ciudades de Gaza, Jan Yunis y Rafah– queda bajo administración egipcia; será el único territorio palestino en el cual no se ejerce ninguna administración extranjera. A los ochenta mil habitantes autóctonos se les suman más de doscientos mil refugiados expulsados por el ejército israelí, que viven en condiciones miserables y sólo aspiran a volver a sus hogares. Esta presencia masiva de refugiados y el estatus particular del territorio harán de Gaza uno de los centros del renacimiento político palestino. A pesar del control de El Cairo –ejercido por el rey, y después por
Gamal Abdel Nasser y los “oficiales libres” que lo derrocaron el 23 de julio de 1952–, los palestinos se organizan de manera autónoma, llevan a cabo acciones guerrilleras contra Israel, se manifiestan contra toda tentativa de instalar definitivamente a los refugiados en Gaza. Israel ya en ese entonces ejecuta fuertes represalias, donde se destaca por su brutalidad un joven oficial todavía desconocido: Ariel Sharon. El 28 de febrero de 1955, Sharon dirige un ataque contra Gaza que deja un saldo de treinta y seis muertos entre los oficiales egipcios (se le suma la muerte de dos civiles) y ocho muertos israelíes. El 1 de marzo, grandes manifestaciones inundan el territorio, denunciando la pasividad egipcia. Y llevan al nuevo hombre fuerte de Egipto, Nasser, a modificar su política exterior. Hasta ese momento considerado por muchos de sus conciudadanos como cercano a Estados Unidos, decide, en plena Guerra Fría, acercarse a Moscú. Camino a la Conferencia de Bandung, que, en abril de 1955, va a marcar el nacimiento de los No Alineados (3), se encuentra con el
ministro de Asuntos Exteriores chino Chou En-lai, que también va hacia ahí, y le pregunta si los soviéticos aceptarían entregarle armas a su país. La respuesta se hará esperar, pero, finalmente, el acuerdo por la entrega de materiales checos se anuncia el 30 de septiembre de 1955. La URSS rompe así el monopolio occidental de ventas de armas a Medio Oriente y hace una entrada espectacular en el escenario regional (4). Pero también Nasser les concederá a los palestinos de Gaza un poco más de libertad para organizarse en grupos de combate. El 26 de julio de 1956, el raïs nacionaliza la compañía del Canal de Suez. A lo que le sigue la agresión tripartita de Israel, Francia y el Reino Unido contra Egipto, que termina con la conquista del Sinaí y la Franja de Gaza, que quedará bajo control israelí hasta marzo de 1957. La resistencia clandestina se organiza. El balance humano de la ocupación va a ser particularmente denso, con varias masacres de civiles cometidas por “el ejército más moral del mundo”. Así, en Jan Yunis, se eje-
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cuta con ametralladoras a decenas de personas alineadas contra un paredón; otras, son eliminadas con revólver. Entre doscientas setenta y cinco y quinientas quince personas son así asesinadas (5). Cuando Israel, bajo presión principalmente de Estados Unidos, evacúa Sinaí y Gaza, la popularidad de Nasser está en su apogeo, el nacionalismo árabe revolucionario también. En los campos, la nueva generación palestina en el exilio ve en eso la respuesta a la derrota de 1948-1949. Esa generación va a militar en organizaciones como el Movimiento de los Nacionalistas Árabes, creado por Georges Habache, en el Partido Baas o en los diversos movimientos nasseristas, y concebirá a la unidad árabe como el camino para la liberación de Palestina. Lucha por la liberación De su experiencia en Gaza, un puñado de jóvenes sacará una lección opuesta. Ellos se enfrentaron directamente con Israel y midieron hasta qué punto el apoyo árabe, incluso el de Nasser, es condicional –muchos de entre ellos van a conocer además las cárceles egipcias–. Para ellos, la liberación de Palestina sólo puede ser obra de los mismos palestinos. En 1959 se van a agrupar alrededor de Yasser Arafat, él mismo refugiado en Gaza en 1948, para fundar el Fatah, acrónimo invertido en árabe de “Movimiento Nacional Palestino”. Entre los militantes gazatíes de la primera hora llamados a cumplir un rol central en los años 1970-1980 se encuentran Salah Khalaf (Abou Iyad); Khalil El-Wazir, conocido como Abou Jihad, que llegaría a ser el número dos de Fatah y va a ser asesinado por los israelíes en Túnez en 1988; o también Kamal Adwan, asesinado por un comando israelí en Beirut en 1973. Su diario Falistinouna (“Nuestra Palestina”), publicado en Beirut entre 1959 y 1964, declara: “Todo lo que les pedimos es que ustedes [los regímenes árabes] cerquen a Palestina con un cinturón de defensa y observen la batalla entre nosotros o los sionistas”. O incluso: “Todo lo que queremos es que ustedes [los regímenes árabes] saquen sus manos de Palestina” (6). Se necesita cierto coraje, en el apogeo de la influencia de Nasser, para osar formular semejantes herejías. Sin embargo, desde mediados de los años 1960, con el fracaso de la tentativa de unión entre Egipto y Siria (1958-1961), que deja al descubierto la impotencia de los países árabes para torcer el rumbo de las cosas, el viento empieza a cambiar. La lucha de liberación argelina, que termina victoriosamente en 1962, sirve de modelo. En enero de 1965, el Fatah lanza sus primeras acciones militares contra Israel y ve afluir militantes de otras organizaciones, cansados de esperar una unidad árabe cada vez más improbable. La derrota de junio de 1967, durante la Guerra de los Seis Días, le va a permitir al Fatah volverse una fuerza mayor y tomar, con el aval de Nasser, el control de la Organización para la Liberación de Palestina
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(OLP). En febrero de 1969, Arafat se convierte en el presidente del Comité Ejecutivo de la OLP. Los palestinos vuelven a ser un actor mayor de la política regional, y Gaza contribuyó ampliamente en esa renovación. ¿En qué se convierte el territorio durante este período? Ocupado por Israel, asiste a la organización de una resistencia militar que reagrupa a una multitud de organizaciones, con excepción de los Hermanos Musulmanes, que se refugian en la acción social. El primer ataque contra el ejército de ocupación ocurre el 11 de junio de 1967, es decir, al día siguiente del alto el fuego firmado entre Egipto y los países árabes con Israel. Con altos y bajos, esto va a seguir hasta 1971. Hará falta la brutalidad de los carros de combate del general Sharon e incontables ejecuciones extrajudiciales para que se termine. Pero, por más que la resistencia militar está destruida, las iniciativas políticas se multiplican, y sobre todo los contactos con Cisjordania, muy limitados antes de 1967. A partir de entonces, las elites se concentran en la OLP, y la reconocen como “única representante del pueblo palestino”. Sólo se niegan los Hermanos Musulmanes, quienes se implantan sólidamente gracias a sus redes sociales y a la tolerancia de las autoridades de ocupación, que ven ahí un contrapeso al principal enemigo, la OLP. Fundada en 1973 por el jeque Ahmed Yassine, la Mujamma’ al Islami (“centro islámico”) será legalizada por el ocupante. Pero este oportunismo –todavía no llegó el momento de la resistencia– provoca agitaciones en el seno de los Hermanos, y una escisión desemboca en la creación, a principios de los años 1980, del Jihad Islámico. En diciembre de 1987, es en Gaza donde estalla la primera Intifada, la “revuelta de las piedras”. Va a tener dos consecuencias importantes. Por un lado, los Hermanos le dan un giro más pronunciado a su estrategia con la creación del Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas), que participa en la Intifada pero rechaza el frente unido con las otras organizaciones. Por otro lado, la OLP aprovechará esta revuelta para reforzar su credibilidad y para negociar los Acuerdos de Oslo, ratificados por Arafat y por el primer ministro israelí Itzhak Rabin el 13 de septiembre de 1993 en Washington. Es en Gaza donde Arafat instala la Autoridad Nacional Palestina el 1 de julio de 1994. Se sabe cómo sigue: el fracaso de esos Acuerdos; el desarrollo de la colonización; la segunda Intifada (a partir de septiembre de 2000); la victoria de Hamas en las primeras elecciones democráticas en Palestina en 2006; la negación de los países occidentales a reconocer el nuevo gobierno, y la alianza entre una facción del Fatah y Estados Unidos para ponerle fin; la toma del poder en Gaza por parte de Hamas; el bloqueo impuesto desde esa fecha a su millón y medio de habitantes. Evacuada por el ejército israelí
en 2005 –sin ninguna coordinación con la Autoridad Nacional Palestina–, la Franja de Gaza sigue sin embargo ocupada. Todos sus accesos terrestres, marítimos y aéreos dependen de Israel, que les prohíbe a los palestinos importantes sectores del territorio (30% de las tierras agrícolas) así como también el mar más allá de las seis millas náuticas (reducidas a tres millas a partir del inicio de la operación en julio). Los israelíes siguen gestionando el estado civil. El bloqueo que imponen desde 2007 estrangula a la población, a pesar de las unánimes desaprobaciones –aunque estrictamente verbales– de la “comunidad internacional”, incluido Estados Unidos. Desde la retirada, Israel llevó a cabo tres operaciones de gran envergadura contra el territorio: en diciembre de 2008-enero de 2009; en noviembre de 2012, y finalmente en julio de 2014. Mientras no se levante el bloqueo, mientras los palestinos no dispongan de su Estado independiente, un nuevo alto el fuego no va a ir más allá de una tregua. El general De Gaulle lo predijo en una célebre conferencia de prensa que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1967 acerca de las conclusiones de la guerra árabe-israelí: “No puede haber ocupación sin opresión, represión, expulsión”; la ocupación engendra “la resistencia [que Israel] califica como terrorismo”.
1. Jean-Pierre Filiu, Histoire de Gaza, Fayard, París, 2012. Véase también su artículo “Eterno conflicto en Gaza”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2012 (nota web). 2. El 2 de noviembre de 1917, Arthur James Balfour, ministro de Relaciones Exteriores británico, le anuncia a Walter Rothschild, representante de los judíos británicos, que “el gobierno de Su Majestad encara favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. 3. Véase “Vies et mort du tiers-monde”, Manière de voir, Nº 87, junio-julio de 2006, http://boutique.monde-diplomatique.fr 4. Acerca del episodio, véase Mohammed Heikal, Cutting the Lion’s Tail. Suez through Egyptian Eyes, Andre Deutsch, Londres, 1986. 5. Jean-Pierre Filiu, Histoire de Gaza, op. cit, p. 111, y la extraordinaria investigación del historietista Joe Sacco, Gaza 1956. En marge de l’histoire, Futuropolis, París, 2009 [Palestine, Fantagraphics, Seattle, 2001 y 2007; Palestina: en la Franja de Gaza, Planeta DeAgostini Comics, Barcelona, 2002]. 6. Citado en OLP, histoires et stratégies. Vers l’Etat palestinien, SPAG-Papyrus, París, 1983.
*De la redacción de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Aldo Giacometti
Avezados en enfrentamientos
Una fuerza de apoyo para las revueltas políticas
“
Por David García*
Llamamos a todos aquellos que aún no lo hicieron a participar en la defensa de Kiev contra los traidores del gobierno. ¡Por nuestra ciudad, por nuestro país, por nuestro honor!” (1). En Vkontakte, la principal red social rusa, el 21 de enero de 2014, hinchas del Dynamo Kiev invitaron a sus compañeros a unirse a los manifestantes de Maidan, la Plaza de la Independencia. Inmediatamente, otros dieciséis grupos de ultras, provenientes de todas las regiones del país, incluso de aquellas favorables al presidente Viktor Yanukovich, convergieron en el epicentro de la rebelión. Se encontraron principalmente en el grupo ultranacionalista Praviy Sektor (“Sector de Derecha”). En Kiev en 2014, al igual que en El Cairo en 2011 y Estambul en 2013, los hinchas apoyan las insurrecciones, sin que pueda distinguirse en estos diferentes compromisos la menor coherencia ideológica. “Sin los ultras, la revolución contra [el presidente egipcio Hosni] Mubarak probablemente nunca se habría producido”, analiza el periodista James Dorsey (2). Avezados en los enfrentamientos con la policía después de los partidos, aportaron su preciado conocimiento a los aprendices manifestantes. Punta de lanza del movimiento ultra en Egipto, los Ahlawy, hinchas del AlAhly (el Nacional), el club más grande de El Cairo, y los White Knights (“Caballeros Blancos”) del Zamalek acordaron una tregua para unir sus fuerzas contra el régimen. “Estos grupos surgieron en 2007 para servir de contrapeso a las ligas de hinchas cercanas a los dirigentes del club, a su vez ligados al régimen”, explica la investigadora Shaymaa Hassabo. Su lema “Todos los policías son unos bastardos” les vale una fuerte hostilidad de los interesados y una gran popularidad entre los jóvenes. Ferozmente independientes, pagaron un alto precio en los enfrentamientos callejeros alrededor de la Plaza Tahrir. Pero el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
(CSFA) intentó detener su convergencia y jugó con fuego durante la tragedia de Puerto Said. El 1 de febrero de 2012, los hinchas locales de Al-Masry, gritando consignas favorables a los militares, agredieron a sus rivales de Al-Ahly. Las fuerzas del orden permanecieron extrañamente pasivas. Saldo: setenta y cuatro muertos y cientos de heridos. Según numerosos testimonios, los hinchas de Puerto Said estaban infiltrados por la policía. Desde la revuelta en la Plaza Taksim, en Estambul, el ejecutivo turco se vio también tentado por una puesta en vereda de los grupos ultras. Éstos jugaron un papel central durante los quince días de manifestaciones y enfrentamientos de junio de 2013. En primera fila se encontraba el grupo Carçi (“Bazar”), hinchas fanáticos del club Besiktas –de Estambul–, que reivindican ideas anarquistas, ecologistas y kemalistas (3). Creado tras el golpe de Estado militar de 1980, gozó durante mucho tiempo de una relativa indulgencia por parte de las autoridades. “Los estadios constituían en ese entonces uno de los pocos espacios de libre expresión”, cuenta el sociólogo Adrien Battini. Pero, desde el estallido del movimiento de protesta contra los proyectos urbanos del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, el gobierno prohibió allí la exhibición de pancartas...
1. Thibault Marchand, “Les ultras, nouveaux héros de la ‘révolution’ ukrainienne”, 7-2-14, www. sofoot.com 2. James M. Dorsey, The Turbulent World of Middle East Soccer, Hurst, Londres, 2014. 3. Por el nombre de Mustafa Kemal Atatürk, fundador en 1923 de la República de Turquía. D.G. Traducción: Gustavo Recalde
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Los responsables de activar el volcán libio
¿Era necesario matar a Gadafi? La eliminación de Muamar Gadafi, el 20 de octubre de 2011, significó el fin de su régimen despótico, pero no del caos en Libia. Los daños colaterales de los ataques aéreos occidentales afectan hoy a todos los países del Sahara.
E
Por Jean Ping*
n 2011, en un lapso de dieciséis días, dos incursiones militares extranjeras de envergadura tuvieron lugar en el espacio soberano de África, sin que la Unión Africana (1), considerada insignificante, fuera consultada. Entre el 4 y el 7 de abril, las tropas francesas intervenían en Costa de Marfil. Unos días antes, a partir del 19 de marzo, las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), principalmente francesas y británicas, habían comenzado a bombardear Libia. Para el ex presidente sudafricano Thabo Mbeki, estos acontecimientos reflejaron “la impotencia de la Unión Africana para hacer valer los derechos de los pueblos africanos ante la comunidad internacional” (2). Sin embargo, hecho ignorado por los medios de comunicación, en estos dos conflictos la organización cuya Comisión presidí entre 2008 y 2013 había planteado soluciones pacíficas concretas, que los occidentales y sus aliados descartaron sin dar explicaciones. A comienzos de 2011, todo había cambiado en África del Norte. El 14 de enero, el presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali se daba a la fuga. Tomada por sorpresa, Europa no intervenía. El 10 de febrero, en Egipto, Hosni Mubarak renunciaba. El 12 de febrero, las protestas se extendían a la vecina Libia. Para los occidentales, este último levantamiento fue una excelente oportunidad: les permitió representar fácilmente el papel de héroes humanitarios y hacer que se olvidara su apoyo a los demás regímenes dictatoriales. Con la aprobación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 17 de marzo, pensaban que habían obtenido luz verde para iniciar una danza macabra en torno al dirigente libio Muamar Gadafi. Entre los protagonistas de este conflicto figuraban en primer lugar el Consejo Nacional de Transición
(CNT) y sus revolucionarios heteróclitos, que tenían como único objetivo común deshacerse del tirano. Para lograrlo, les era indispensable un apoyo exterior (3). En segundo lugar, intervenían la coalición occidental y su brazo armado, la OTAN, que irrumpieron, cual justicieros, en esta nueva Batalla del Desierto. Pretendían reaccionar ferozmente a las maniobras de Gadafi y, al igual que con Saddam Hussein, eliminarlo definitivamente. Pero, para deshacerse de un solo hombre y detener una masacre de civiles, ¿hacía falta librar una guerra punitiva de esta dimensión y perpetrar otra masacre de civiles también inocentes? Se jugaba con fuego, y ya podía preverse el caos que, al igual que en Somalia, Irak, Afganistán y otros lugares, se generaría. “La nación indispensable” El bando occidental contaba naturalmente con el hermano mayor estadounidense, la “nación indispensable”, según la expresión de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright. Sin embargo, en ese momento, Barack Obama daba a conocer su nueva doctrina de “giro” hacia el Asia-Pacífico (4). Estados Unidos, sumido en sus problemas internos surgidos de la crisis económica y financiera, sentía la necesidad de replegarse en cierta medida sobre sí mismo. Había decidido pues ejercer, a partir de entonces, su liderazgo mundial “desde atrás” (“leading from behind”). Abandonando las tradiciones de su diplomacia, Francia, en cambio, se puso al frente de la coalición internacional antigadafista. Dirigió las hostilidades “desde el frente”, y por mandato internacional. Pero, ¿quién gobernaría la Libia post-Gadafi? ¿Quién sabría apaciguar las tensiones interregionales, intertribales e interreligiosas que surgirían ineluctablemente de la terrible confrontación futura? ¿Cómo evitar el caos interno y la desestabilización externa, especialmente en el Sahel? Éstas eran las preguntas esenciales que nos hacíamos en el seno de la Unión Africana.
Para deshacerse de un solo hombre y detener una masacre de civiles, ¿hacía falta librar una guerra punitiva de esta dimensión y perpetrar otra masacre de civiles también inocentes? La Resolución 1973 se limitaba a exigir un alto el fuego y prohibir todos los vuelos en el espacio aéreo libio para proteger a los civiles; excluía el despliegue de un ejército de ocupación. Sin utilizar su derecho de veto, Rusia y China, a falta de respuestas sobre los medios contemplados para aplicar esta resolución, habían optado prudentemente por la abstención (al igual que Alemania, Brasil e India). La intervención militar, a través de las fuerzas especiales en el terreno, la ayuda a los rebeldes o los ataques aéreos contra las tropas y los centros de mando, constituyó pues para estas dos potencias una afrenta y una desviación del procedimiento. Nunca se había planteado deshacerse de Gadafi o imponer un cambio de régimen. Las maniobras occidentales, consideradas ilegales e inmorales por muchos, suscitaron numerosas reacciones internacionales, como aquella, particularmente mordaz, de Mbeki: “Pensábamos que habíamos acabado definitivamente con quinientos años de esclavitud, imperialismo, colonialismo y neocolonialismo. [...] Ahora bien, las potencias occidentales se arrogaron en forma unilateral y descarada el derecho de decidir sobre el futuro de Libia” (5). Este “arrebato” mostraba un sentimiento de humillación ampliamente compartido. Para nosotros, sin duda alguna, el fantasma de la guerra civil, la división, la “somalización”, el terrorismo y el narcotráfico sobrevolaban Libia. ¿Por qué éramos entonces
los únicos que lo veíamos? ¿Iban a luchar allí por la defensa de la democracia, por el control del petróleo, en función de sórdidas razones electoralistas (Nicolas Sarkozy ya estaba en campaña por su reelección al año siguiente), o incluso por todo eso a la vez? ¿No había, en esa instancia, otros caminos posibles que no fuesen los bombardeos masivos? La Unión Africana estaba convencida de ello. Por eso optó por una respuesta más política que militar y concentró sus esfuerzos en la elaboración de una “hoja de ruta”, adoptada el 10 de marzo. Este documento contenía esencialmente tres puntos: el “cese inmediato de las hostilidades”, seguido de un diálogo con vistas a una “transición consensuada” –es decir, excluyendo el mantenimiento en el poder de Gadafi–, con el objetivo final de instaurar un “sistema democrático”. Occidente quería eliminar a un hombre; la Unión Africana pretendía cambiar un sistema. Con el fin de eludirla, los bombardeos de la OTAN comenzaron el 20 de marzo, el mismo día en que nos disponíamos a viajar a Trípoli, luego a Benghazi, para intentar poner en práctica esta hoja de ruta. El 19 de marzo, el comité de jefes de Estado (6) enviado por la Unión para persuadir a ambas partes del conflicto libio de aceptar los términos de una solución política se reunía en Nuakchot, Mauritania, tras un primer encuentro en Addis Abeba, Etiopía, en la sede de la organización. En plena deliberación, Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU, quiso hablar por teléfono urgentemente conmigo. Ese sábado, participaba en París de otra cumbre internacional que reunía a los dirigentes árabes, europeos y estadounidenses para “decidir y actuar conjuntamente respecto de la aplicación de la Resolución 1973”. Los gobiernos reunidos en París, me dijo, le habían encargado expresamente pedirme que disuadiera a nuestros representantes de viajar a Trípoli y Benghazi. Invocó una razón clara: “Las operaciones milita-
res de la OTAN comenzarán hoy”. Un escenario similar, tendiente a marginar a la ONU y la mediación de la Unión Africana, se presentó en Costa de Marfil (7), demostrando que, para algunas potencias, ninguna autoridad es superior a la suya. Pirómanos y bomberos Para nosotros, sólo fue una postergación. El 10 de abril, los representantes de la Unión Africana viajaban a Trípoli para encontrarse con Gadafi. Al día siguiente, en Benghazi, nuestros automóviles fueron rodeados al salir del aeropuerto, y fuimos abucheados hasta llegar al hotel donde debían llevarse a cabo las negociaciones. “Bernard-Henri Lévy está sin duda detrás de esto, en alguna parte, tal vez aquí, en este hotel”, pensé. Mustafa Abdul Jalil, presidente del CNT, y su equipo iniciaron las discusiones bajo la presión constante de una multitud de manifestantes agresivos que gritaron hasta que nos fuimos. Resultado: Gadafi aceptó nuestra propuesta, pero la respuesta del CNT fue negativa. Los pirómanos acababan de ganarles a los bomberos, y el enfrentamiento a la negociación. En retrospectiva, puede observarse que la Unión Africana fue la única organización internacional que propuso una salida política. Sin duda porque África había vivido experiencias similares y conservaba sus estigmas indelebles. Cabe recordar el drama que vive desde hace más de veinte años Somalia, abandonada por todos, tras la desastrosa operación militar estadounidense “Restore Hope”, en 1993. O el caos iraquí y la desintegración actual de ese Estado (8). En Libia, tal como lo habíamos previsto, el sueño europeo también resultó desastroso. Los aparatos de Estado implosionaron en beneficio de los señores de la guerra, los clanes mafiosos y los terroristas islámicos especuladores; el saqueo del stock de armas transformó este país en un gigantesco arsenal a cielo abierto; las redes de inmigración clandestina se multiplicaron (9). Al punto tal que Libia se convirtió, reto-
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mando la expresión de un ex jefe de los servicios de inteligencia franceses, en “la Afganistán cercana a los europeos”. Se lo habíamos advertido al mundo entero: esta bomba de efecto retardado terminaría explotando en las manos de sus artilleros, que ignoraban la historia que estaban escribiendo. La propuesta africana que nadie quería escuchar apuntaba a convencer a Gadafi de emprender ya sea el camino del exilio exterior tomado por Ben Ali, o el del exilio interior, como Mubarak. Debía él mismo renunciar a lo que le quedaba de poder con el fin de evitarle a su pueblo las desgracias y humillaciones de una intervención extranjera, así como el tormento de una guerra civil cuyo desenlace le sería fatal. Nos pusimos inmediatamente en búsqueda de posibles lugares de acogida. Para el exilio interior, habíamos propuesto Sabha, capital de la región de Fezán, cercana a los países amigos del África negra, especialmente Chad. Para el exilio exterior, Turquía había rechazado nuestra propuesta. Venezuela se había ofrecido, pero era demasiado delicado. También se había contactado a Egipto, pero los partidarios de Gadafi habían rechazado esta propuesta... La diplomacia sigue siendo el arma principal de nuestra Unión. Nuestra lógica es la de la “paz pre-
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ventiva” y no, como ha sucedido muy a menudo en Occidente, la de la “guerra preventiva”, carente de toda legitimidad. ¿Por qué no nos dieron la posibilidad de poner en marcha nuestro plan, que Gadafi había aceptado finalmente? Curiosamente, hoy ya no se lo escucha mucho a “BHL”, el filósofo hiperactivista y belicista francés, referirse a la situación en Libia. Se orientó hacia otros frentes: Siria, Ucrania… Entre los demás actores estratégicos figuraban los Estados árabes y su organización regional. Contrariamente a la Unión Africana, la Liga Árabe se había prácticamente alineado con la posición occidental; Qatar fue el más belicista. En cuanto al propio Gadafi, no podía entender que, en un mundo convertido en una aldea planetaria, todos los pueblos aspiraban a la libertad, la dignidad y la justicia. Su reacción al levantamiento popular provenía de otros tiempos: la represión, solamente la represión. Este curioso personaje parecía sin embargo en la cima de la gloria. Se había vuelto respetable y mantenía las mejores relaciones con los poderosos de este mundo: pensemos en su estadía en París a fines de 2007, y en su célebre carpa beduina instalada a pocos pasos de los Campos Elíseos, o incluso en el viaje de Sarkozy a Trípoli en julio del mismo año; en las buenas calificaciones del Fondo Monetario Internacional, o incluso en las ex-
Tras el fracaso de la operación militar europea, retomando la expresión de un ex jefe de los servicios de inteligencia franceses, Libia se convirtió en “la Afganistán cercana a los europeos”. celentes relaciones del dirigente libio con la Italia de Silvio Berlusconi. Gadafi colaboraba también con los servicios de inteligencia estadounidense, británico y francés. Y tiempo después, todos los sueños grandiosos del “Guía” se derrumbaron como un castillo de naipes, arrastrados por el “tsunami árabe”. Se puede amanecer con el mundo a los pies y acostarse con una lluvia de bombas sobre la cabeza. El 20 de octubre, la aviación francesa interceptó el convoy del jefe libio. Escapando a pie, Gadafi fue identificado, golpeado ferozmente por un grupo de insurgentes y finalmente asesinado. Se descubrió que la “guerra humanitaria”, con el ropaje de los buenos y nobles sentimientos del nuevo principio de la “responsabilidad de proteger” – adoptado por Naciones Unidas en 2005– no era en realidad sino un engaño. Escondía una política de potencia clásica tendiente a derro-
car un régimen y asesinar a un jefe de Estado extranjero. Esta vez, con la venia de la ONU.
1. En 2002, la Unión Africana (www.au.int) reemplazó a la Organización para la Unidad Africana (OUA), fundada en 1963. Agrupa a los cincuenta y cuatro países del continente, todos representados en la Conferencia de jefes de Estado, su instancia directiva, mientras que la Comisión es su órgano ejecutivo. 2. Thabo Mbeki, “Union africaine: une décennie d’échecs”, Courrier international, París, 27-9-12 (The Thinker, Johannesburgo, septiembre de 2012). 3. Véase Serge Halimi, “Las trampas de una guerra”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2011. 4. Véase Michael T. Klare, “China es el enemigo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2012. 5. Thabo Mbeki, op. cit. 6. Jacob Zuma (Sudáfrica), Mohamed Ould Abdel Aziz (Mauritania), Denis Sassou Nguesso (Congo Brazzaville), Amadou Toumani Touré (Mali) y Yoweri Museveni (Uganda). 7. Véase Anne-Cécile Robert, “La ONU y las ‘armas humanitarias’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, mayo de 2011. 8. Véase Peter Harling, “Ce qu’annonce l’éclatement irakien”, Le Monde diplomatique, París, julio
de 2014. 9. Véase Patrick Haimzadeh, “La Libye aux mains des milices”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2012. *Ex ministro de Relaciones Exteriores de Gabón y ex presidente de la Comisión de la Unión Africana. Autor de Eclipse sur l’Afrique. Fallait-il tuer Kadhafi?, Michalon, París, 2014. Traducción: Gustavo Recalde
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Un nuevo actor en la globalización del vino
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China: transformar el desierto en viña
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Por Boris Pétric*
ras el retraimiento de la crisis financiera, las exportaciones mundiales de vinos alcanzan nuevos picos, llegando a representar en 2012 más de 22.000 millones de euros. Ante la artificialización y la sofisticación de producciones que apelan a grandes cantidades de químicos, los viticultores resisten promocionando bebidas naturales. Al mismo tiempo, los chinos se convirtieron en los primeros consumidores de vinos tintos y en productores cada vez más preparados. En los últimos 15 años, la superficie de los viñedos chinos se duplicó, llegando a las cerca de 600.000 hectáreas en 2013 (1). Mientras que en Europa los viñedos están disminuyendo (3,5 millones de hectáreas, de las cuales 800.000 están en Francia), China se encuentra en condiciones de convertirse en uno de los gigantes vitícolas a nivel mundial. El sector atraviesa un momento de entusiasmo sin precedentes. La producción aumenta con mucha rapidez, al igual que el consumo, cuyo margen de crecimiento sigue siendo significativo –1,2 litros anuales por habitante, frente a 47 litros en Francia o 37 en Italia (2)–. Este mercado en constante evolución se presenta como un nuevo El Dorado tanto para los productores locales como para los exportadores extranjeros. En 2014, Pekín ya figura primero en el ránking de clientes de la región bordelesa. Si bien la viña es conocida en China desde hace dos milenios, el paso hacia la vinificación y la producción masiva no se produce sino hasta la década de 1980. Hasta 1990, las únicas regiones productoras de vino eran Hebei (región que rodea a Pekín), Shandong y Singkiang, controladas por un puñado de grandes empresas estatales (Chanyu, Dragon Seal, Great Wall y Sunitime) que dominan el sector. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, China desarrolló nuevas asociaciones con el extranjero, armando empresas conjuntas de un éxito espectacular: actualmente, son 59.000 las empresas que reciben inversiones constituidas por capitales occidentales y permiten la progresiva transferencia de un conjunto de knowhows. Se celebran asociaciones con multinacionales como Miguel
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Torres, Domecq, Pernod Ricard o Castel. Aunque Pekín está abriendo su espacio económico, conserva algunos principios: la tierra agrícola sigue siendo un bien inalienable y el acceso al suelo está mediado por contratos de alquiler a largo plazo con el Estado o con socios locales. Esta cooperación permite adquirir cierto know-how y limitar las importaciones, gracias a transferencias de capitales y tecnología. Así, por ejemplo, el Estado francés abrió una finca vitícola en Hebei, donde invirtió dos millones de euros. A pesar de que posteriormente el proyecto fue abandonado, la experiencia permitió entablar una serie de cooperaciones, intercambiar conocimientos sobre las cepas y la vinificación y formar a los primeros especialistas chinos. De esta manera, el enólogo Lee Demei se convirtió en uno de los mejores enólogos-asesores para numerosas grandes bodegas del país. Empresas de capitales franceses también invirtieron, con resultados moderados. Pernod Ricard prefirió retirarse de una primera asociación complicada con Dragon Seal a comienzos de la década de 2000, pero sigue presente en Ningxia con su finca “Helan Mountains”. Castel sigue en la aventura, en asociación con Chanyu, en la región de Shandong. A partir de 2000, el auge de la viticultura se debe a la voluntad de desarrollar la zona oeste del país y las provincias que quedaron al margen del boom económico. Singkiang, Mongolia Interior, Ningxia y Shanxi fueron transformadas en “regiones de inversión prioritarias”. Con la viticultura, las autoridades locales esperan limitar el éxodo rural y crear empleos. Aparecen nuevos viñedos, en ocasiones pequeños, con la ambición de producir un vino de calidad. La irrigación, en especial en las proximidades del río Amarillo, permite instalarse en esas regiones desérticas y frías. En invierno, para evitar los daños de la helada, se entierran las viñas. La valorización de la viticultura está acompañada de un discurso político. Un maestro bodeguero nos explica: “Contribuimos a fijar la arena y a limitar las tormentas en las grandes ciudades del este. Tenemos un papel colectivo muy importante: reverdecer el desierto y mejorar la vida de nuestros conciudadanos” (3). Jian Han, del “Château Hansen”, en Mongolia Interior, agrega: “La evolución de nuestra sociedad es indisociable del desarrollo de nuestro país… Transformar la naturaleza es un sueño y un deber para la sociedad”. Desde mediados de la década de 2000, los grandes grupos de la viticultura ya no aparecen solos. Nuevos ricos chinos (4) no dudan en contratar a pedólogos, arboricultores, enólogos y arquitectos franceses para desarrollar viñedos resistentes. Una autoridad de Ningxia nos confía: “Para nuestro gobierno el vino se convirtió en una prioridad y esperamos seguir atrayendo inversiones extranjeras. Ya hay treinta vinerías [en el país] y se están construyendo treinta y cinco establecimientos. Queremos convertirnos en
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denominación de origen controlada (DOC) y elaborar una bebida de calidad”. La finca Domaine Baron de Rothschild (DBR) se instaló en la región de Penglai (Shandong), asociándose con el fondo de inversión China International Trust and Investment Corporation (CITIC). Louis Vuitton Moët Hennessy (conglomerado LVMH) prefirió la provincia de Yunnan, donde la empresa francesa creó la marca “Shangrila”, en asociación con el grupo Vats. Los complejos enoturísticos, como la construcción de una réplica de Saint Emilion en Dalian, responden a las expectativas de las clases urbanas consumidoras de recreación y a las necesidades de los promotores en busca de nuevas inversiones. La presencia de un viñedo a veces parece secundaria en esos vastos complejos compuestos de un hotel-finca, campos de golf, canchas de tenis, etc. Amparado por el anonimato, un observador explica: “Hay que relativizar el interés que se presta al vino. Establecer un viñedo permite obtener un contrato de alquiler de la tierra. Los empresarios suelen burlarse del sector de la viña. Con la expansión urbana, pronto podrán arrasar con ella, pero se quedarán con el contrato de alquiler… Una apuesta importante” Para el poder, el vino también simboliza la inserción del país en la globalización y refuerza la imagen que quiere promover. Negándose a que su influencia se vea reducida a una producción a bajo precio, se apoya en productos dotados de dimensiones culturales e identitarias. El vino debe representar una marca nacional en la batalla mundial de las “marcas país”. “Mi sueño es simple, que mi producción se convierta en el orgullo de China. Estamos aprendiendo a hacer grandes vinos y vamos a probárselo al mundo entero”, se entusiasma un propietario de viñedos de Ningxia. La inversión en el sector del vino se justifica, además, como una contribución al proyecto colectivo chino y aleja la idea de un sueño individual. Pero esto no quita que jóvenes enólogos como Emma Gao, de la finca “Silver Heights” (en Ningxia), o Jhing Zhang, de la finca “Jiabelan” (Ningxia) sean reconocidos por la revista británica Decanter o la Revue du vin de France. Una barrera importante a la extensión del sector tiene que ver con la falta de tierras adaptadas para su crecimiento. Sus agentes exploran el vasto territorio chino buscando el lugar ideal. Se solicita la opinión a asesores (5) de renombre, pero como explica Gérard Colin, un enólogo francés, “las tres regiones principales –Hebei, Shandong y Singkiang– no tienen futuro. Singkiang tiene un problema, ya que enterrar la viña implica un costo imposible de asumir en un contexto de escasez de mano de obra. Y ni siquiera hablo de la irrigación ni del problema del agua. Para la región de Hebei, el avance de la ciudad se está volviendo impresionante. Los campesinos prefieren abandonar su tierra y trabajar en el sector de la construcción… Es más rentable”. Respecto de Shandong,
Aunque todavía no se encuentra el lugar ideal para elaborar vino, en 2012 China se convirtió en el quinto productor mundial y la espectacular multiplicación de proyectos debería colocarla rápidamente entre los tres primeros. otro francés, Bruno Paumard, resalta el gran problema climático: “El calor combinado con una humedad alta provoca enfermedades. Y el tratamiento químico tiene sus limitaciones… Todavía no encontramos el lugar ideal para elaborar vino”. Sin embargo, en 2012 China se convirtió en el quinto productor mundial y la espectacular multiplicación de proyectos debería colocarla rápidamente entre los tres primeros (6). Al mismo tiempo, los grandes grupos de la agroindustria desarrollan una estrategia de adquisición de medios de producción en el extranjero. Por ejemplo, el gigante comercial Cofco ya posee el Château Viaud (25 hectáreas) en Burdeos. También compró las 800 hectáreas de la bodega Bisquertt (7), en Chile –país vinculado con China por un acuerdo comercial– y busca instalarse en Australia. Las empresas chinas también intentan adquirir marcas extranjeras para distribuirlas directamente en su país, como Quang Wang, propietario de un grand cru classé en Saint Emilion: Bellefont-Belcier. En Burdeos, se vendieron alrededor de cincuenta fincas a empresarios chinos. Probablemente también algunos intentan poner parte de su patrimonio al resguardo de los cambios políticos. Aunque Burdeos posee más de siete mil propiedades, estas pocas ventas generan una inquietud particular en Francia, donde pareciera percibirse una amenaza china sobre el patrimonio vitícola nacional (8). Empresas chinas en el extranjero, empresas extranjeras en China, estas adquisiciones reflejan la creciente transnacionalización de los actores y de las tierras de cultivo (9). El auge de la producción apunta, en primer lugar, a satisfacer la demanda interna: más del 80% de los vinos que se consumen provienen de China (10). Pero no hay que confundir lo que se bebe con lo que se compra. Este crecimiento se enraíza en la cultura omnipresente del regalo (liwu). La mayoría de los vinos chinos que se pueden degustar en las diferentes bodegas no se encuentran en el mercado. Un maestro bodeguero explica: “No tenemos ningún problema para liquidar nuestros vinos. Mi jefe tiene relaciones con las autoridades locales a las que les regalamos una cantidad importante. Además, los directivos obligan a las empresas a comprar nuestra producción. Nuestras botellas se envían de regalo a los banquetes políticos. No es un mercado de la oferta
y la demanda… Toda la economía funciona así. Enfrentar al verdadero mercado de los consumidores es otra cosa”. Estas interdependencias entre empresas crean obligaciones de compras mutuas y las bebidas extranjeras no escapan a la lógica preponderante del guanxi (red de relaciones personales) (11). Las botellas no necesariamente se beben y a menudo terminan en los hogares como adornos de lujo sobre un mueble. De esta manera, la cultura del vino es alentada como una práctica social asociada a la renovación moral de la clase política. El poder lleva a cabo campañas mediáticas que alaban las virtudes del vino para la salud, con la esperanza de limitar el consumo de alcoholes fuertes. El baiju, un aguardiente a base de cereales, todavía hace estragos en la población masculina. Su producción requiere usar tierras que las autoridades preferirían liberar para el sector de la alimentación. Los noticieros de televisión estigmatizan a algunos miembros del partido, mostrándolos borrachos durante banquetes en los que el baiju corre a raudales. Beber juntos sigue siendo una exigencia tanto dentro de la esfera política como de la económica para entablar relaciones de confianza. “Si no tomás, te lo reprochan como una falta de respeto para tu socio. Hay que emborracharse y compartir una intimidad muy fuerte para poder firmar un contrato. A mí me está yendo muy bien, pero tengo el hígado destrozado…”, cuenta un vendedor de vinos francés. “Nosotros no tomamos vino. Es demasiado caro. Preferimos el baiju”, confiesa un campesino que cultiva viñas en Hebei. El baiju sigue siendo de lejos el alcohol más consumido a pesar de las voluntades políticas y de que el vino se está convirtiendo en un elemento de distinción social para los más ricos. Los seiscientos millones de hombres y mujeres de las clases populares siguen prefiriendo tomar este alcohol tradicional, o incluso la cerveza, antes que un cru chino. El vino apela a una población urbana privilegiada y joven, que adopta nuevas prácticas sociales en un contexto relativamente inédito de participación de hombres y mujeres. En este universo, los vinos extranjeros, en particular los franceses, gozan de un prestigio innegable. Los aficionados no tienen confianza en la producción local. Los diversos escándalos alimentarios, como el de la leche adulterada, provocaron una fuerte suspicacia. El consumo de productos extranjeros se asocia con una estrategia para limitar el riesgo de intoxicación. Mientras que el mercado de las imitaciones representa un verdadero flagelo, para los nuevos ricos consumir y coleccionar grandes vinos franceses constituyen formas de expresar su poder. A partir de 2013, la política anticorrupción del nuevo gobierno tuvo un efecto sobre la economía del regalo y se materializó en la disminución de la importación de los vinos de Burdeos. Pero eso no niega que
el vino haya ingresado en el imaginario social y que su producción y consumo se vayan arraigando lentamente en la nueva realidad del país. Este año, los chinos se convirtieron en los primeros consumidores de vino tinto en el mundo –delante de los franceses–, con ventas de más de 1,8 billones de botellas (12).
1. Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), Statistical report on world vitiviniculture, 2013, www.oiv.int. 2. Wine Institute, AWBC, e ibid. 3. Las entrevistas citadas se realizaron dentro de una investigación en mayo y junio de 2012. 4. Bruce J. Dickson B., Red Capitalists in China. The Party, Private Entrepreneurs, and Prospects for Political Change, Cambridge, Cambridge University Press, 2003. 5. Michel Rolland, Le gourou du vin, Grenoble, Glénat, 2012. 6. Actualmente, Francia, Italia, España y Estados Unidos dominan el mercado. OIV, op. cit. 7. Sud Ouest, Toulouse, 17-022011. 8. Le Monde, París, 28-08-2012. 9. Véase Sébastien Lapaque, “Vin, du terroir à la marque”, Le Monde diplomatique, octubre de 2013. 10. Estudio realizado para Vinexpo Asia-Pacific 2014, www.vinexpo.com. 11. Yan Yunxiang, The flow of the Gifts: social reciprocity and social networks in chinese Village, Stanford, Stanford University Press, 1996. 12. Estudio Vinexpo, op. cit. Por Boris Pétric* *Antropólogo, Centro Nacional de la Investigación Científica francés (CNRS). Traducción: Gabriela Villalba
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El líder que luchó por un cambio en Guatemala
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Por Mikaël Faujour*
trapado entre dos abscesos de miseria, el cementerio general de la capital de Guatemala. En medio de un mosaico de lápidas color pastel –azul, amarillo, verde–, imponentes sepulturas protegen los restos de numerosos oligarcas y dictadores. El lugar ofrece también su última morada a un hombre asociado a la esperanza de una ruptura en la historia sangrienta de este pequeño país de América Central: Jacobo Arbenz Guzmán, segundo presidente de una “primavera guatemalteca” que, durante diez años, se esforzó por dar vuelta la página de la pobreza y el feudalismo (véase “La revolución guatemalteca”). Un descanso eterno, sin embargo, bien custodiado: a unos veinte metros, una placa conmemorativa saluda al “mártir anticomunista” Carlos Castillo Armas, quien, el 27 de junio de 1954, encabezó el golpe de Estado que derrocó a Arbenz, obligándolo a exiliarse. Tuvieron que pasar veinticuatro años después de su muerte para que se repatriaran las cenizas del ex presidente, bajo la égida de la Universidad San Carlos (USAC), y se le rindiera un homenaje oficial. El mausoleo fue concebido por estudiantes: una pirámide de tres caras que simbolizan las principales obras de su presidencia (la carretera al Atlántico, la reforma del servicio de energía eléctrica y la reforma agraria). Ese 19 de octubre de 1995, tirado por caballos, el féretro recorrió la ciudad (1). Cientos de personas se acercaron a su paso. Luego, ignorando el protocolo, decenas de ciudadanos ingresaron en el Palacio Nacional. Algunos alzaron el ataúd para cargar al hombro al “soldado del pueblo” y conducirlo hasta el salón de recepción preparado para el velatorio. Las organizaciones estudiantiles, impulsoras del operativo, se sorprendieron de este aparente fervor, que no habían previsto. La historiadora Betzabé Alonzo Santizo minimiza sin embargo su dimensión. Para ella, esto se explica sobre todo por la curiosidad de los transeúntes… Miembro activo de la Comisión del Centenario del Nacimiento de Arbenz, creada en octubre de 2012, hace un balance amargo de las conmemoraciones en cuya or-
ganización participó. ¿La memoria del ex presidente habría caído en el olvido y la indiferencia para la mayoría de los ciudadanos? Nuestros intentos por hacer un sondeo al azar, en las calles de la capital o de la ciudad de Quetzaltenango, acerca del conocimiento de los guatemaltecos sobre Arbenz parecen confirmarlo. Sin explicarlo.
décadas de persecución a los “comunistas” habrían obligado al exilio a quienes conservaban esta memoria “sin poder transmitirla”. “Lo que explica en parte que la izquierda sea casi inexistente aquí –continúa–. Muchos abandonaron el país; otros, igualmente numerosos, murieron durante el conflicto armado”, el más largo y mortífero de América Central (1960-1996).
Una larga lista de enemigos “Aquí el recuerdo de Arbenz molesta”, señala el periodista Manuel Vela Castañeda. A la derecha, por supuesto, pero también a la izquierda. “Ninguna guerrilla dio su nombre a uno de sus frentes de operaciones militares”. Esta constatación resuena junto con la del ex secretario general de la presidencia de Arbenz. Jaime Díaz Rozzotto estima que el presidente derrocado gozaba “del extraño privilegio de haber unido en su contra (…) a la derecha ultramontana (fascismo contemporáneo), la derecha liberal, la multinacional United Fruit Company, el Departamento de Estado estadounidense, el bipartidismo yanqui, el reformismo latinoamericano (radicales, pasando por la democracia cristiana o el equivalente de la socialdemocracia europea), e incluso el foquismo guerrillero (los partidarios de los focos revolucionarios rurales)” (2). Con sólo dos diputados en el Congreso, sobre un total de ciento cincuenta y ocho, la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG-MAIZ) sigue siendo el principal partido de izquierda del país (3). En sus locales se observan un gran fresco revolucionario, imágenes del ex presidente venezolano Hugo Chávez, de Ernesto “Che” Guevara, de Raúl y Fidel Castro, así como un poema a la memoria del comandante Rolando Morán (4). Ni el más mínimo recuerdo de Arbenz… Según Héctor Muila, ex guerrillero y secretario general del partido entre 2004 y 2013, su error fue dejarse influenciar por el Partido Comunista y negarse a armar al pueblo para “defender la Revolución” en 1954. Esta apreciación coincide con la de Ernesto “Che” Guevara, quien estuvo presente en Guatemala durante el golpe de Estado, y extrajo sus propias conclusiones estratégicas. En medio de los paseantes del domingo, las familias de los difuntos y los vendedores de comidas al paso que pululan en los caminos del cementerio, Alonzo Santizo explica esta falta de interés por la historia de la izquierda guatemalteca:
A nivel universitario, el rescate de la memoria sólo cobró verdadera dimensión a fines de los años 2000, según “dos interpretaciones claramente opuestas”, observa Castañeda. Una, más bien favorable al ex presidente, se desarrolla en el seno de la USAC, donde se encuentra confinada. La otra, claramente hostil, emana de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), centro del neoliberalismo guatemalteco de temible vigencia (5). Su campus está poblado por los pensadores liberales. Allí se encuentran una plaza Adam Smith, una biblioteca Ludwig von Mises, una sala Carl Menger, auditorios Friedrich Hayek y Milton Friedman. Un relieve de Atlas rinde homenaje a la novelista libertaria Ayn Rand. Respecto del golpe de Estado de 1954, se destacan dos autores de “la Marroquín”: Carlos Sabino con su Historia silenciada, publicada en 2008, y Ramiro Ordóñez Jonama, cuyo Sueño de Primavera se publicó en 2012 (6). Sus trabajos señalan la violencia y la corrupción que habrían marcado la década revolucionaria, como si estas características estuvieran intrínsecamente ligadas al proyecto político de Arbenz. Esta visión de la historia omite la propaganda anticomunista de la Iglesia y la prensa, la oposición de la oligarquía, la de la Central Intelligence Agency (CIA) y las dictaduras de la región, las conspiraciones militares… Proclives a denunciar la historia “oficial” y “dominante” de la USAC, estos historiadores se abstienen de señalar la fuerza de choque de la UFM. Desde su fundación en 1971, su universidad proveyó al país de su elite neoliberal. Goza de importantes relevos en la prensa y el mundo político. Combates por la memoria Un nuevo avance se produjo a partir de 2011, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) participó en la elaboración de un acuerdo entre el Estado guatemalteco y la familia del ex presidente. Ésta exigía, además
de la reparación por la expoliación de sus bienes tras el golpe de Estado, diversas acciones para rescatar la memoria de Arbenz, como el perdón oficial del Estado. El presidente Álvaro Colom, sobrino de un mártir del conflicto armado, hizo rebautizar la carretera al Atlántico con el nombre de su impulsor, así como una sala del Museo Nacional de Historia. Una serie de estampillas postales lleva su efigie. Estas medidas siguen siendo escasas comparadas con la multitud de lugares públicos y bustos que rinden homenaje a Jorge Ubico (19311944) y Justo Rufino Barrios (18731885), dos caudillos racistas que sirvieron ampliamente a los intereses de la oligarquía. Teóricamente, los jóvenes guatemaltecos descubren a Arbenz en tercero y, sobre todo, cuarto grado de la escuela primaria. El período se profundiza en primer año del secundario. La consulta de diversos manuales (7) revela un tratamiento honesto y, generalmente, bastante completo de la década revolucionaria. Se exponen, por ejemplo, los antecedentes que condujeron al golpe de Estado, las acciones y objetivos del período revolucionario (a escala nacional, centroamericana y mundial). Allí figura también el papel de Estados Unidos en numerosos derrocamientos de gobiernos y guerras civiles de la región. Pero hay un problema: estos libros nada tienen de oficiales, ya que no existe un manual común para los estudiantes de la República. En la mayoría de los casos, estos últimos simplemente carecen de ellos. Por eso el acuerdo amistoso con la familia incluye la “revisión” del programa de estudios nacional (Currículo Nacional Base). Prevé también la distribución de un documento de orientación programática (orientación curricular) a los profesores de enseñanza secundaria pública con el fin de ayudarlos a mantener viva la memoria de Arbenz. Sin embargo, su impacto sigue siendo difícil de medir: sólo cuatro de cada diez niños terminaron la escuela primaria en 2010, según UNICEF (8). La cuestión del contenido de los manuales escolares resulta pues secundaria. Según el intelectual septuagenario José Antonio Móbil, existen dos Guatemalas: la de la ciudad y la de las zonas rurales. Esta fractura sigue siendo particularmente marcada en el terreno de la memoria y político:
“La población rural sabe más sobre Arbenz que la población urbana. Los habitantes de la ciudad olvidaron todo”, asegura Móbil. Semejante fenómeno se explica por la supervivencia de un relato transmitido oralmente, de generación en generación, en zonas que se beneficiaron con la reforma agraria. Parecería que este tipo de cosas no se olvida… Un hecho que pasó relativamente inadvertido en la actualidad sugiere que la memoria de Arbenz no ha muerto. En ocasión del desmantelamiento de un asentamiento ilegal de más de cien familias en la zona 5 de la capital, en agosto de 2012, se supo que éste llevaba el nombre del ex presidente (9). Este nombre sigue simbolizando pues un ideal de justicia social. Tal como lo resume Herbert Loarca Moreira, profesor de economía en Quetzaltenango, “es un referente histórico que recuerda que ‘aquello’ fue posible”.
1. Para construir la puesta en escena, las cenizas fueron colocadas en un ataúd en el marco de la ceremonia de repatriación. 2. “El Presidente Arbenz Guzman, ‘La Gloriosa victoria’ y la lección de Guatemala”, Centro de Estudios Urbanos y Regionales, Universidad de San Carlos, Guatemala, abril de 1995. 3. Véase Grégory Lassalle, “Guatemala, le pays où la droite est reine”, Le Monde diplomatique, París, 28-8-11. 4. Íntimo amigo del Che, Rolando Morán (1929-1998) fue uno de los fundadores de la URNG y una de las personalidades más importantes de la guerrilla. Tras el Acuerdo de Paz de 1996, recibió, al igual que el presidente y oligarca Alvaro Arzú, el premio de la UNESCO por la paz. 5. Véase Quentin Delpech, “Des usages improbables de l’économie”, Actes de la recherche en sciences sociales, N°184, Seuil, París, septiembre de 2010. 6. Carlos Sabino, Guatemala, la historia silenciada (1944-1989), vol. I: Revolución y Liberación, Fondo de Cultura Económica, Guatemala, 2008, y Ramiro Ordoñez Jonama, Un sueño de primavera, Artgrafic, Guatemala, 2012. 7. Editoriales McGraw-Hill (Estados Unidos), Grupo Editorial Norma (Colombia), Santillana (Guatemala), Edessa (Guatemala), Susaeta Ediciones