Le Monde Diplomatique

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Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Mayo 2014 Edición N°7

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Conversación en La Habana

García Márquez; el último encuentro » Pág. 12

»Edición Honduras-UNAH » Edición 07 Mayo 2014

L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

Veneno por radio y televisión E

l 2 de febrero último, William (Bill) O’Reilly, uno de los presentadores más conspicuos de la cadena ultraconservadora Fox News, entrevistaba al presidente Barack Obama. En dicha ocasión reiteró la acusación tan cara a su público, según la cual la Casa Blanca habría mentido sobre el asalto sangriento de septiembre de 2012 contra la embajada estadounidense de Benghazi, en Libia: “Sus detractores sostienen que usted ha ocultado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista al servicio de las necesidades de su campaña electoral. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”.

Por Rodney Benson

Págs. 6 y 7

Un Conservador contra las multinacionales

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l Parlamento Europeo “trata de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas privadas”. En ocasión del aniversario del levantamiento de 1956 contra el Ejército Rojo, el 23 de octubre último en la plaza de los Héroes de Budapest, el primer ministro Viktor Orbán, escoltado por soldados, movilizó a miles de simpatizantes: “El combate de los húngaros por la libertad tuvo sus héroes, pero también sus traidores. Todas nuestras guerras de independencia fueron desarticuladas desde el extranjero. Sabemos que siempre hubo personas que ayudaron a nuestros enemigos.

Por Corentin Léotard

Págs. 8 y 9

La demagogia de la ultra derecha europea

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na cosa es segura: las elecciones europeas de fines de mayo se traducirán en un aumento notable del voto de extrema derecha. Y en la incorporación al Parlamento Europeo de una considerable bancada de nuevos diputados ultraderechistas. […] Lo cierto es que, desde hace varios años y en particular desde que se agudizó la crisis social y la desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en un irresistible ascenso de las extremas derechas.

Por Ignacio Ramonet

Págs. 10 y 11

El estallido venezolano

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l 12 de febrero pasado, tres jóvenes venezolanos resultaron muertos en una manifestación antigubernamental en Caracas. Esa jornada sangrienta fue el puntapié inicial para una avalancha de artículos y editoriales con títulos dramáticos: “La violencia hace tambalear a Venezuela” (The Wall Street Journal, 12 de febrero); “Venezuela en crisis, es la Ucrania de América Latina” (Le Figaro, 1 y 2 de marzo) ; “Los venezolanos en el atolladero del ‘chavismo’” (Le Monde, 12 de marzo).

Por Alexander Main

Págs. 4 y 5


Mayo 2014 Edición N°7

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Editorial

La máquina de castigar

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Por Serge Halimi*

a utopía europea se está transformando en una máquina de castigar. A medida que esta maquinaria afina su funcionamiento, se va instalando el sentimiento de que hay elites intercambiables que aprovechan cada crisis para endurecer sus políticas de austeridad e imponer su quimera federal (1). Este doble objetivo despierta la adhesión de los consejos de administración y de las salas de redacción. Pero ni siquiera sumando a este magro equipo a los rentistas alemanes, a algunos testaferros luxemburgueses y a la mayoría de los líderes socialistas franceses, podremos ampliar demasiado la base popular del actual “proyecto europeo”. La Unión Europea no deja de amonestar a los Estados que no tengan como preocupación primera la reducción del déficit presupuestario, ni siquiera cuando se dispara la desocupación. Como en general obedecen sin hacerse rogar, enseguida les impone un programa de rectificación con objetivos cifrados en decimales y acompañado de un calendario de ejecución. En cambio, cuando un número cada vez mayor de pacientes europeos tiene que renunciar a los servicios de salud por falta de recursos, cuando la mortalidad infantil crece y el paludismo vuelve a aparecer, como en Grecia, los gobiernos nacionales no tienen razones para temer las iras de la Comisión de Bruselas. Inflexibles cuando se trata de déficits y endeudamiento, los “criterios de convergencia” no existen cuando se trata de empleo, educación y salud. Sin embargo, todo tiene que ver con todo: amputar el gasto público significa casi siempre reducir el número de médicos en los hospitales y racionar el acceso a la salud. Más que “Bruselas”, canalizador habitual de todos los descontentos, son dos fuerzas políticas las que han promovido –voluntariamente serviles–

Sumario Contenido La máquina de castigar

Págs. 2

Juventud y desempleo

Págs. 3

El estallido venezolano

Págs. 4 y 5

Veneno por radio y televisión

Págs. 6 y 7

Un conservador contra las multinacionales

Págs. 8 y 9

La demagogia de la ultra derecha europea

Págs. 10 y 11

García Márquez, el último encuentro

Págs. 12

Staff Francia Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación Alain GRESH, Director Adjunto Bruno LOMBARD Director Gestión Anne-Cécile ROBERT Responsable de Ediciones Internacionales
y Desarrollo Redacción: 1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEX Teléfono: 33.1 53-94-96-01 Fax: 33.1 53-94-96-26 Correo electrónico : secretariat@Monde-diplomatique.fr

la metamorfosis de los dogmas monetaristas. En efecto, desde hace décadas, socialistas y liberales se reparten el poder y los cargos en el Parlamento Europeo, en la Comisión y en la mayoría de las capitales del Viejo Continente (2). Hace cinco años, el ultra liberal y partidario de la guerra de Irak José Manuel Barroso fue reelecto presidente de la Comisión Europea por pedido unánime de los veintisiete jefes de Estado y de gobierno de la Unión, incluidos los socialistas, aunque en ese entonces todos reconocieran la pasmosa mediocridad de su balance. Actualmente compiten para sucederlo un socialdemócrata alemán, Martin Schulz, y un

demócrata cristiano luxemburgués, Jean-Claude Juncker. El pasado 9 de abril, un debate televisado los “enfrentó”. ¿Cuál de los dos consideró que “el rigor es necesario para recuperar la confianza”? ¿Y quién le respondió que “la disciplina presupuestaria es inevitable”? Al punto incluso de que el primero, para quien las impiadosas “reformas” de su compañero Gerhard Schröder constituyen “exactamente el modelo” a seguir, dejó escapar: “Yo realmente no sé qué es lo que nos distingue”. Seguramente no la voluntad de cerrar los cuarteles económicos europeos. 1. Véase Serge Halimi, “Federalismo con fórceps”, Le

Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2012. 2. El 7 de julio de 2009, el Partido Popular Europeo (PPE, de derecha) y los socialistas firmaron un “acuerdo técnico”, tras el cual el ultra conservador polaco, Jerzy Buzek, presidió el Parlamento Europeo entre julio de 2009 y enero de 2012. Lo sucedió el social-demócrata alemán Martin Schulz. *Director de Le Monde diplomatique. Traducción: Gabriela Villalba

Honduras Entidad Editora Universidad Nacional Autónoma de Honduras Julieta Castellanos Ruíz Rectora Armando Sarmiento Coordinador de Medios UNAH Gerardo Torres Zelaya Director Honduras Lisa Marie Sheran Diseño y Diagramación Allan McDonald Ilustraciones Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110 Correo electrónico: eldiplo@unah.edu.hn


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Reacción de Tahar: “¡Estamos hartos de ese tono paternalista y de esas promesas que no tienen ningún sentido! Lo que nosotros queremos es una distribución justa de las riquezas del país.

Por Pierre Daum*, enviado especial Ouargla, desierto triste.

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l antiguo cine “Le Sedrata” ya no proyecta películas desde hace más de veinte años. Ninguna sala de teatro ni de espectáculos, ningún centro cultural ni biblioteca municipal, ningún espacio verde ni cancha de fútbol. Ningún café de mala muerte, ni siquiera sórdido y destartalado, donde tomar una cerveza o un mal whisky, como en Argel o en Orán. Sólo veredas destruidas, un viejo ksar (fortaleza) deshaciéndose en pedazos, y casas desprovistas de todo encanto, con fachadas y techos cubiertos de antenas parabólicas, que se extienden hasta el infinito. Los únicos lugares con vida, los cibercafés, son el refugio de jóvenes originarios de otros lugares, caídos en desgracia. Hasta el Frente de Liberación Nacional (FLN), el viejo partido conservador, instaló uno de sus locales. ¿Cuándo Argel se preocupó por última vez de esta gran ciudad de doscientos mil habitantes, capital de un vasto departamento, pero perdida a ochocientos kilómetros en el Sur del país? Hace mucho, mucho tiempo, seguramente. Únicamente la arteria principal y algunas calles adyacentes tuvieron derecho al asfalto, agrietado por todas partes. Por lo demás, los ciudadanos tienen que conformarse con una tierra hundida y polvorienta. “¡Nos hacen reventar aquí, cuando justo al lado está el petróleo, que les da miles de millones ! ”, declara Mabrouk atragantado por la rabia. A los 29 años, este joven que luce la piel negra de los argelinos del Sur “nunca trabajó”. Mejor dicho, jamás consiguió un puesto estable y permanente. Tras abandonar la escuela antes de terminar su educación secundaria, siguió un modesto curso de formación de mecánica, y luego se casó. La pareja dispone de una habitación en la casa de los padres de él. ¿Trabaja tu esposa ? “No.” Al insistir: ¿Busca trabajo ? Silencio. “No. Si yo no trabajo, ella tampoco. El valor del hombre queda menoscabado cuando tu mujer trabaja.” Mabrouk sobrevive gracias a sus padres y a algunas jornadas de penoso trabajo por mes como mano de obra barata en algún galpón o fábrica o como vendedor en el mercado. ¿La tarifa ? Quinientos dinares por día (es decir, 5 euros) (1).

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Norte y Sur, dos mundos diferentes

Juventud y desempleo Una realidad velada Todas las mañanas, salvo los viernes, Mabrouk, Omar, Tahar, Abdelmalek, Tarek, Khaled, Hamza y otros diez amigos más se reúnen alrededor de las mesas de plástico de la cafetería “Sedrata”, delante del cine cerrado. Toman café, fuman cigarrillos y discuten durante horas acerca de su situación. Ninguno de ellos tiene trabajo; todos abandonaron la escuela antes de terminar el secundario, y todos sueñan con una sola cosa: conseguir un puesto fijo en una empresa estatal instalada en Hassi Messaoud, el inmenso complejo de extracción petrolera, a ochenta kilómetros de Ouargla (2). Con el 71% de las reservas de petróleo bruto, Hassi Messaoud constituye el sitio de extracción petrolera más importante de Argelia. La producción allí es de cuatrocientos mil barriles por día, lo cual representa un ingreso de 16.000 millones de dólares por año (3). “No quiero trabajar para una empresa extranjera –aclara Omar–. Pagan mal, y pueden echarlo a uno después de tres o seis meses o incluso después de tres años, sin ninguna rendición de cuentas, indemnización o seguro de desempleo.” ¿Qué son ochenta kilómetros cuando se vive en el desierto? Un puñado de arena. “Allá”, en ese sitio ultrasecurizado prohibido a los extranjeros, saben que el trabajo es duro: jornadas de doce horas con una temperatura que fácilmente puede alcanzar los 50º C. En principio los sueldos son muy altos: “Como soldador de barriles, ¡se puede sacar fácilmente 8 millones!”, exclama Khaled, con ojos brillosos. Ocho millones de centavos, es decir 80.000 dinares, o sea 800 euros por mes. “¡Y conozco un simple ayudante que saca 12 millones [1.200 euros]!” Hamza, por su lado, trabajó tres años en Hassi Messaoud, como panadero en una sociedad tercerizada. “Ganaba 3 millones [300 euros], y no me alcanzaba, así que me fui.” Mabrouk, Khaled, Hamza y sus amigos forman parte de los millones de jóvenes sin empleo de los que los responsables políticos y los medios de comunicación hablan todo el día. El país cuenta con treinta y ocho millones de habitantes; el 57% tiene menos de 30 años (contra el 36% en Francia). Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), sólo habría 1,2 millones de desempleados, –es decir una tasa de desempleo oficial del 9,8%, equivalente a la de Francia– de los que el 70% tiene menos de 30 años. Esta cifra parece llamativamente baja. Dehecho, enmas-

cara una realidad de escasez de empleo mucho más importante. En Argelia, el 83% de las mujeres declara no buscar un empleo (contra el 34% en Francia). Por ende, no entran en las estadísticas de desempleo. Tampoco entran los estudiantes, cuya cantidad ha aumentado considerablemente en los últimos diez años (serían 1,5 millones) gracias a una política de construcción desenfrenada de nuevas universidades, en detrimento de la calidad de la enseñanza. Para estos jóvenes diplomados que tienen una formación bastante mediocre, y a los que les cuesta encontrar trabajo, el Estado instauró en 1998 el sistema de “pre-empleo”: todos los establecimientos públicos (municipios, prefecturas, etc.) quedan invitados a darles cualquier trabajo, a cambio de un sueldo, pagado por el presupuesto nacional, de 15.000 dinares por mes (es decir, 150 euros). “Yo, explica Mourad, conozco al jefe de la municipalidad. Vengo por la mañana, y me deja irme una hora más tarde. De cualquier modo, no hay nada para hacer, y embolso los 15.000 dinares a fin de mes. Tengo 28 años, todavía vivo con mis padres y no necesito nada.” En definitiva, para hacerse una idea más precisa del desempleo en Argelia alcanza considerar la cantidad de personas que realmente ocupan un empleo: 10,8 millones, es decir el 28% de la población total (contra el 40% en Francia). Si no se cuentan los jóvenes en estado de “preempleo”, la cifra cae al 25%. El desprecio del Estado En febrero de 2011, en la oleada de la “primavera árabe”, Mabrouk y sus amigos fundaron el primer movimiento de desempleados realmente independiente del “sistema”: la Coordinación Nacional para la Defensa de los Derechos de los Desempleados (CNDDC), del que Tahar fue durante mucho tiempo el portavoz y Abdelkader, el presidente (4). Su momento de gloria tuvo lugar el 14 de marzo de 2013, cuando consiguieron reunir a varios miles de personas –diez mil, según ellos– ante las rejas de la wilaya (prefectura). Al mismo tiempo, ilustres y notables locales se movilizaban para quebrar al movimiento, acusando públicamente a los dirigentes de trabajar a favor de intereses extranjeros y llamando a los jóvenes a quedarse en su casa. El 28 de septiembre de 2013, cuando el CNDDC llamaba a una nueva “jornada de cólera” los que salieron a la calle ya no eran más que unos pocos centenares de personas. La policía los estaba

esperando, con cachiporras y capuchas. En cuanto al wali (prefecto) de Ouargla, Ali Bouguerra, se dirigió a los manifestantes a través de la prensa: “Los hijos de la wilaya son nuestros hijos . Los desempleados encontrarán respuestas a sus preguntas gracias a los proyectos grandiosos que cambiarán la imagen de su ciudad” (5). Reacción de Tahar: “¡Estamos hartos de ese tono paternalista y de esas promesas que no tienen ningún sentido! Lo que nosotros queremos es una distribución justa de las riquezas del país. Y también que se respete la ley sobre el derecho al empleo de los habitantes de Ouargla”. En efecto, desde 2004, la ley obliga a toda empresa que propone un puesto cualquiera pasar primero por la oficina local de la Agencia Nacional del Empleo (ANEM), la que se fija en sus ficheros si alguna persona de la región corresponde a esa oferta de trabajo. “Pero aquí, confiesa un empleado de la ANEM de Ouargla que, en ausencia de su jefe se suelta, los archivos se falsean: por culpa de Hassi Messaoud y sus salarios elevados, miles de desempleados del Norte encuentran direcciones falsas en Ouargla para inscribirse en nuestra agencia. E incluso si algunas empresas toman a tipos del Norte sin pasar por nosotros; no pasan por los controles... ”. Por lo demás, ¿cómo confiar en los servicios del Estado? Una visita a las oficinas de la dirección regional de la ANEM en Ouargla, completamente abandonada, permite tener una medida del desprecio del Estado por sus ciudadanos. Resultado: todo el mundo en Argelia está convencido de que las leyes no cuentan, de que todo no es más que una cuestión de maârifa (es decir, de palanca). “¿Uno necesita una dirección en Ouargla? ¿Uno quiere un trabajo en Hassi Messaoud? ¿Uno recibe un préstamo del Estado y no puede pagarlo? (6) ¡No hay problema! Si uno conoce a la persona adecuada, todo es posible”, afirma hastiado Farid, estudiante de petroquímica. Todos sus amigos, a su alrededor, aprueban y citan otros ejemplos. En su última investigación sobre el empleo, la ONS da cuenta de que “entre los desempleados, el 73,8% ha declarado haber recurrido a sus relaciones personales para encontrar un empleo”. Otro punto crucial: la capacitación de los jóvenes. Desde hace décadas, los centros de aprendizaje de los oficios del petróleo se encuentran en el Norte del país, en Boumedès, Skikda u Orán, lo cual refuerza el sentimiento de los “sudistas” de ser despreciados en provecho de los “nordistas”. Una discriminación basada en el color de la piel –los negros

son víctimas de un fuerte racismo en Argelia– y en su historia: sospechados de no haber sido “verdaderos nacionalistas” durante la guerra de liberación, los habitantes del Sur siempre se sienten obligados, cincuenta años después de la independencia, a afirmar permanentemente su compromiso con la nación. Hace un año, la Sonatrach, la poderosa sociedad petrolera estatal, estableció en Hassi Messaoud dos centros de formación para soldadores y especialistas en perforaciones, con capacidad para ciento noventa personas. Una gota de agua en el océano. Finalmente, la medida más importante tomada por el Estado para responder a las reivindicaciones de la juventud del Sur habrá sido la apertura... de nuevas escuelas de policía en varias ciudades. En abril de 2013, en una conferencia celebrada en la universidad de Ouargla bajo el eslogan “El empleo local, una realidad concreta”, el teniente coronel Mohamed Benaire, director de recursos humanos en la Dirección General de la Seguridad Nacional (DGSN) anunciaba “dieciséis mil reclutamientos por año” (7): “¡Queremos trabajo, y lo único que nos proponen es que seamos canas!”, se indigna Tarek. “¡Francamente, es repulsivo!”. Ninguna mujer participa jamás en las reuniones matutinas en “Sedrata”. Ninguna, por lo demás, se sienta jamás en la terraza de un café de la ciudad. En Ouargla, más que en otros lugares, las calles sólo pertenecen a los hombres. “Mi novia, yo sé que me apoya, desliza Abdelmalek. Pero no puedo imaginármela aquí, con nosotros, en ‘Sedrata’. Todos los amigos se pondrían a mirarla con ojos que no me gustarían nada.” Toufik intenta justificarse: “Pero no importa, porque nosotros estamos con ellas”. Cuando la conversación languidece, se ponen a fumar. Un consumo de al menos dos paquetes por día, es decir un presupuesto mínimo de 4.000 dinares (40 euros) por mes. “¡Para los desempleados, es cierto que es mucho!”, reconoce Abdelmalek, riéndose a carcajadas. 1. El salario mínimo legal en Argelia asciende a 18.000 dinares por mes (180 euros al cambio oficial), es decir 720 dinares por día (7,20 euros). El salario promedio es de 30.000 dinares (300 euros). Un profesor universitario cobra alrededor de 80.000 dinares (800 euros). 2. Véase Ghania Mouffok, “Femmes émancipées dans le piège de Hassi Messaoud”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2010. 3. En total, Argelia produce 1,6 millones de barriles diarios, ubicándose en el puesto 17 de los países productores de petróleo. Sus ingresos de los hidrocarburos representan el 70% de las ganancias presupuestarias y el 97% de las exportaciones. 4. Adlène Meddi y Mélanie Matarèse, “Chômeurs: le régime fantasme sur un scénario à la arouch”, El Watan Week-end, Argel, 22-3-13. 5. El Watan Week-end, 27-9-13. 6. Desde 1998, funciona un sistema de crédito que les permite a los jóvenes desempleados portadores de un proyecto empresarial recibir hasta 50.000 euros. 7. Liberté, Argel, 25-4-13. *Periodista. Traducción: Viviana Ackerman


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Maduro cercado por la Derecha y la Economía

El Estallido Venezolano Los venezolanos tienen, sin lugar a dudas, buenas razones para expresar su descontento frente a un poder al que le cuesta transformar las estructuras del país (aparato productivo, fiscal...). Pero la protesta padece de la manipulación de una franja de la oposición.

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Por Alexander Main*

cipar en una serie de discusiones sobre la delincuencia en Venezuela. Y cuando se oyeron los primeros llamados a manifestar, se negó a participar en ellos.

l 12 de febrero pasado, tres jóvenes venezolanos resultaron muertos en una manifestación antigubernamental en Caracas. Esa jornada sangrienta fue el puntapié inicial para una avalancha de artículos y editoriales con títulos dramáticos: “La violencia hace tambalear a Venezuela” (The Wall Street Journal, 12 de febrero); “Venezuela en crisis, es la Ucrania de América Latina” (Le Figaro, 1 y 2 de marzo) ; “Los venezolanos en el atolladero del ‘chavismo’” (Le Monde, 12 de marzo).

Nada garantizaba entonces el éxito de la manifestación organizada el 12 de febrero, jornada nacional de la juventud. No se contaba con los grupos de jóvenes y estudiantes anti Maduro, que empezaron a movilizarse en los cuatro rincones del país, con varios días de anticipación. Ya el 6 de febrero, un movimiento de protesta estudiantil del Estado de Táchira, sembrado de violencias, desembocó en varios arrestos. En los días siguientes, los estudiantes salieron a la calle en Caracas y en cuatro Estados, en reclamo de la liberación de sus compañeros y la renuncia del gobierno.

El gobierno estadounidense no tardó en unirse al coro de Casandras. El 21 de febrero de 2014, el secretario de Estado John Kerry denunció una “tentativa tendiente a ahogar la protesta”. Para quienes observan la situación a través del prisma de los grandes medios y las declaraciones de Washington, es como si una juventud que anhela la paz y la democracia chocara contra la brutal represión de un Estado petrolero cuyos dirigentes han perdido contacto con el pueblo real. Un año después de la muerte de Hugo Chávez, las cartas están echadas. El historiador mexicano Enrique Krauze condensa esta visión en una columna de opinión publicada por El País (26 de febrero) y The New York Times (28 de febrero): “Venezuela se desliza claramente hacia la dictadura”. ¿Pero esa representación del presidente Nicolás Maduro como el Ceausescu de los Trópicos refleja realmente la crisis que atraviesa el país? No todas las recriminaciones que se dirigen al régimen bolivariano son inmerecidas. El índice de homicidios de Venezuela sigue siendo uno de los más altos del mundo (1). Y pese a las conquistas sociales de los diez últimos años –entre ellas, una caída del índice de pobreza del 50% (2)–, la economía presenta serios problemas: una inflación galopante, un mercado negro del dólar fuera de control, que acelera la subida

de los precios, así como penurias reiteradas que no exceptúan a los bienes de consumo masivo (3). Si bien es cierto que la delincuencia, la inflación y el desabastecimiento incentivan la revuelta antigubernamental, gran parte de las manifestaciones fueron organizadas por el sector más radical de la oposición. Cuyo objetivo polí-

tico no es otro que la salida, el derrocamiento de Maduro y de “todos aquellos que dirigen las instituciones públicas” (4), como exige Leopoldo López, ex alcalde de Chacao, el municipio más rico de Venezuela. Pero no todos los opositores adhieren a esa línea autoritaria. En abril de 2013, Maduro ganó la elección pre-

sidencial por una mínima ventaja de 1,49%. En diciembre, la oposición intentó transformar las elecciones municipales en un “referéndum anti Maduro”; pero con su votación diez puntos inferior a la del bando bolivariano, fracasó estrepitosamente. Henrique Capriles, ex candidato a la elección presidencial, renunció a calificar al presidente como “ilegítimo”; aceptó incluso parti-

El 12 de febrero, cortejos compuestos fundamentalmente por jóvenes marcharon por varias ciudades. En la capital, una parte de la manifestación degeneró en un motín. Se incendiaron automóviles, las fuerzas policiales recibieron pedradas, y algunas instituciones públicas fueron blanco de ataques, entre ellas, el edificio del canal de televisión estatal, donde un periodista resultó herido de bala. En medio del caos, se multiplicaron los disparos –cuyo origen aún no fueron esclarecidos por la justicia–, matando a dos simpatizantes de la oposición y a un militante chavista. Esa tarde, la fiscal general ordenó la encarcelación de López, por incitación a la violencia. El gobierno debió pensarlo dos veces: la rendición teatral de este joven y ambicioso líder de la derecha venezolana en la Guardia Nacional, el 18 de febrero, lo elevó instantáneamente al rango de mártir. La mayoría de los dirigentes de la oposición, exaltados, lograron entonces silenciar temporariamente sus divisiones y unirse al movimiento de protesta. En los días y las semanas siguientes, se sucedieron manifestaciones convocadas por la derecha. Al atardecer, las calles se llenaban de jóvenes venezolanos armados con piedras y cócteles Molotov, que levantaban barricadas, desplegaban alambradas y prendían


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fuego a los edificios públicos. Las fuerzas antimotines respondieron en ciertos casos con violencia, causando decenas de heridos y varios muertos. El gobierno ordenó el arresto de quince policías sospechados de haber infringido la ley. La fiscal general Luisa Ortega Díaz dio a conocer varios reportes que daban cuenta de las muertes, los heridos y los arrestos arbitrarios, y recibió a la organización de defensa de derechos humanos Provea, pese a que se la considera cercana a la oposición (5). Rápidamente, varios testimonios, tanto de los medios privados como del gobierno, establecieron que una parte de las violencias mortales cometidas en las marchas provenían de los propios opositores. Algunos, como una mujer de origen chileno (el 10 de marzo), fueron ultimados a balazos mientras intentaban desmontar barricadas. Tres motociclistas murieron al llevarse por delante un cable metálico tendido sobre la ruta por los manifestantes, y un cuarto, al caerse en un charco de aceite que ellos habían vertido deliberadamente. El 6 de marzo, las cifras oficiales dieron cuenta de veintiún venezolanos muertos. Solo siete de ellos habían formado parte de los cortejos de la oposición. “Los participantes en las protestas son mayoritariamente pobres”: la afirmación de Thor Halvorssen (6), presidente de la Fundación de Derechos Humanos, con sede en Nueva York, se hace eco de un estereotipo difundido por los medios. Su relación con la realidad es muy lejana: durante las semanas de violencias, fue impactante el contraste entre los distritos burgueses de la capital, presa del caos, y los barrios, donde los habitantes cumplían tranquilamente sus tareas cotidianas. “¿Manifestaciones? ¿Qué manifestaciones?, preguntan los habitantes de los barrios populares”, así tituló The New York Times el 28 de febrero, sugiriendo que los jóvenes rebeldes pertenecían mayoritariamente a las clases superiores (7). Para muchos venezolanos, los acontecimientos eran historia conocida. En 2002, una gran manifestación de las clases acomodadas desembocó en una explosión de violencia. La oposición aprovechó para perpetrar, con ayuda de algunos generales, un golpe de Estado contra Chávez, que duró apenas cuarenta y ocho horas (8). Otros disturbios acompañaron el lock-out, huelga patronal de tres meses decretada en diciembre de ese mismo año, con la expectativa de provocar una crisis económica y social y derribar al presidente. En ese período, el producto interno bruto (PIB) cayó cerca de un 25% (9). Pero los acontecimientos de febrero y marzo de 2014 recuerdan sobre todo la “guarimba” de 2004, cuando militantes de derecha –en su gran mayoría también jóvenes y de buena familia– bloquearon las rutas con barricadas y artefactos incendiarios. El objetivo de la “guarimba” era, en palabras de uno de sus propios jefes, Roberto Alonso, crear un “caos a escala nacional, con ayuda de todos los ciudadanos y de todas las ciudades de Venezuela, para obligar al régimen castrista y comunista (…) a dejar el poder y tomarse un avión, como lo hizo en el [golpe de Estado fallido del] 11 de abril de 2002” (10). Los gobiernos de América del Sur, contrariamente a Estados Unidos, se abstuvieron de apoyar a los mani-

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festantes. El 16 de febrero, los Estados miembros del Mercado común del Sur (Mercosur, compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) condenaron las “acciones criminales de los grupos violentos que desean utilizar la intolerancia y el odio como herramienta política en la República bolivariana”. La Unión de naciones sudamericanas (Unasur) adoptó ese mismo día una resolución similar, afirmando su “apoyo al orden democrático” y su “convicción de que todo reclamo debe expresarse (…) por la vía democrática”. El 27 de febrero, el departamento de Estado estadounidense publicó su informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. En esa oportunidad, Kerry no tuvo nada que decir sobre la situación en Egipto o en Colombia (donde al menos veintiséis sindicalistas fueron asesinados en 2013), sino que reservó sus reprimendas para Maduro: “El gobierno reprimió a manifestantes pacíficos, desplegando a hombres armados, encarcelando a estudiantes y limitando drásticamente la libertad de expresión y asociación. La solución a los problemas de Venezuela no reside en la violencia, sino en el diálogo.” El equipo del presidente estadounidense Barack Obama juzgó oportuno orquestar una ofensiva contra Venezuela en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA). El departamento de Estado invocó la necesidad de una acción común, y luego, según un el procedimiento habitual, delegó en uno de sus vasallos de América Central, en este caso a Panamá, la convocatoria de una reunión del Consejo permanente de la OEA, para debatirlo. Caracas suspendió de inmediato sus relaciones diplomáticas con Panamá. Pero la maniobra estadounidense –que apuntaba a una mediación del “conflicto”– no tuvo el efecto esperado. El 7 de marzo, el Consejo permanente de la OEA difundió una declaración donde señalaba su “solidaridad” y “apoyo” a las “instituciones democráticas” de Venezuela, e invitaba al gobierno a “avanzar en el proceso de diálogo

nacional”. Solo Estados Unidos, Panamá y Canadá se negaron a firmar el texto. Días después, los ministros de Relaciones Exteriores de Unasur decidieron enviar a una delegación para acompañar el diálogo nacional puesto en marcha por Maduro el 26 de febrero, en reemplazo de los diplomáticos estadounidenses. El apoyo de Estados Unidos a la derecha venezolana no es solo diplomático. De Clinton a Obama, pasando por George W. Bush, hace veinte años que el gobierno estadounidense apoya de continuo a la oposición, y le entrega anualmente millones de dólares. Si bien las vías por las cuales transitan los fondos siguen siendo en gran medida oscuras, está demostrado que en los últimos años, Washington entregó cientos de miles de dólares a programas destinados a los jóvenes y estudiantes por intermediación de la Fundación nacional para la democracia (NED), organismo paraestatal financiado por el departamento de Estado (11). Los telegramas de diplomáticos, divulgados por WikiLeaks, no solo sacaron a luz su estrecha vinculación con los grupos de estudiantes cercanos a la oposición, sino también sus maniobras para la acción del gobierno bolivariano, como la “infiltración de la base política de Chávez”, la “división de los chavistas” o el “aislamiento de Chávez en la escena internacional” (12). Este firme apoyo estadounidense a los manifestantes de Caracas confirmó a los sectores más radicales de la derecha venezolana en su estrategia de desestabilización, facilitando lo

que el sociólogo Gregory Wilpert califica de “golpe de Estado en el seno de la oposición” (13): se trata de disputar la hegemonía a Capriles y de romper con su estrategia, que consideran demasiado conciliadora. Y esto en el momento más crítico, cuando a Maduro le urge tomar medidas radicales y potencialmente impopulares, como una nueva devaluación del bolívar o un aumento del precio del combustible. La perspectiva de dos años sin comicios electorales dejaba al gobierno en total libertad para volver a encarrilar la economía; esta es efectivamente excepcional, en un país que, lejos de seguir –como sugería el editorial de Le Monde del 12 de marzo– el modelo cubano, vivió diecinueve escrutinios en quince años. Pero las irrupciones de violencia y la sed de enfrentamiento de la oposición podrían conducir a Maduro a aplazar otra vez las decisiones espinosas que le incumben. Lo cual no mejora las probabilidades de su bando de ganar las futuras elecciones. 1. Véase Maurice Lemoine, “Caracas brûle-t-elle?”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 2010. 2. Véase Renaud Lambert, “Ce que Chávez a rappelé à la gauche”, Le Monde diplomatique, París, Abril de 2013. 3.

Véase Gregory Wilpert, “Venezuela se ahoga en su petróleo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 2013. 4. “Parte de la oposición venezolana acuerda una marcha en Caracas el 12 de febrero”, 2-2-14, www.lainformacion. com 5. “Provea sostuvo reunión con Fiscal General para tratar casos de violaciones a DDHH en el país”, Provea, 6-3-14, www.derechos.org.ve 6. Thor Halvorssen, “Chavismo thrives on mistrust”, 27-2-14, www. nytimes.com 7. William Neumanfeb, “Slum dwellers in Caracas ask, what protests?”, The New York Times, 28-2-14. 8. Maurice Lemoine, “Golpe de Estado abortado en Venezuela”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, mayo de 2002. 9. Maurice Lemoine, “La batalla del referéndum”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2004. 10. “Sobre la Guarimba”, www.venezuelanet.org 11. Informes 2010 y 2012 de la NED. 12. www.wikileaks.org 13. “Venezuela protests reveal rivalry in opposition leadership”, The Real News Network, 232-14, www.therealnews.com


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Veneno por radio y televisión La multiplicación de los canales de cable y de internet conllevó en Estados Unidos el apogeo de medios seudoinformativos totalmente ideologizados –en particular, ultraconservadores– que utilizan un lenguaje insultante, maniqueo y exacerbado. ¿Cuál es su efecto sobre la vida política?

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Por Rodney Benson*

l 2 de febrero último, William (Bill) O’Reilly, uno de los presentadores más conspicuos de la cadena ultraconservadora Fox News, entrevistaba al presidente Barack Obama. En dicha ocasión reiteró la acusación tan cara a su público, según la cual la Casa Blanca habría mentido sobre el asalto sangriento de septiembre de 2012 contra la embajada estadounidense de Benghazi, en Libia: “Sus detractores sostienen que usted ha ocultado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista al servicio de las necesidades de su campaña electoral. Es lo que piensan”. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”. Este breve intercambio ilustra el poder de los medios abiertamente partidarios en Estados Unidos, poder que aparentemente no le deja a Obama más opción que prestarse al interrogatorio de un militante neoconservador. Pero también da pruebas de su influencia sobre la opinión. Según el escritor Gabriel Sherman, se han vuelto “la voz más ruidosa de la casa” (1), lo que los investigadores Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj llaman una “industria del ultraje” (2), que volvió obsoletas las reglas de civilidad que en antiguos tiempos regulaban el debate público en democracia. Para desacreditar al adversario son lícitos todos los golpes. La referencia al nazismo es uno de los más apreciados. En la cadena MSNBC, de tendencia socialdemócrata y ferozmente opositora a Fox News, Edward (“Ed”) Schultz afirma que “si uno mira [al periodista conservador Rush] Limbaugh, pero anulando el sonido, se parece a Adolf Hitler” (2 de marzo de 2009).

En cuanto al presentador de Fox News Glenn Beck, ha considerado que la gira de Albert (“Al”) Gore para sensibilizar a los alumnos del país frente a la protección del medio ambiente llevaba al mundo “a los tiempos de las juventudes hitlerianas” (5 de marzo de 2010). El ultraje también invade las ondas radiales. Un ejemplo entre otros tuvo lugar en el programa de Rush Limbaugh –el más escuchado del país– quien, el 29 de febrero de 2012, vociferaba contra una estudiante, militante por el

reembolso de los gastos para comprar anticonceptivos: “Se acuesta tan seguido que ya no tiene los medios para pagarse la anticoncepción, así que ahora se le ocurre que usted, yo y los contribuyentes metamos la mano en el bolsillo… ¡para echarse sus buenos polvos! ¿En qué nos convierte esta actitud? ¡En rufianes!”. ¿Los medios y sus “voces ruidosas” aceleran la fragmentación política o se conforman con integrarla a su estrategia

editorial? En todo caso, el fenómeno no data de ayer. Ha dominado la expresión pública estadounidense desde comienzos del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX. En consecuencia, ha venido marcando el ritmo. El financiamiento creciente de la prensa escrita por la publicidad y el aumento del poder de un sector audiovisual estrechamente regulado, dominado por las tres grandes

redes de televisión nacionales, ABC, CBS y NBC, impusieron efectivamente un tono más neutro y la primacía de los hechos sobre el comentario. Considerado capaz de maximizar la audiencia, el mito de la objetividad periodística prohíbe toda apariencia de polémica partidaria. Monopolio neoconservador A partir de los años 1980, la difusión de las cadenas de cable pone fin a esta


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tregua. Mientras que sólo el 8% de los hogares estadounidenses tenían acceso a éstas en los años 1970, su proporción alcanza el 50% en 1989 y el 85% en 2004 (3). Paulatinamente, el paquete hertziano de oferta limitada va cediendo el lugar a una cantidad casi infinita de surtidores de imágenes –primero gracias al cable, luego al satélite y por último a internet–. El comportamiento del público se va modificando. Antes, a falta de programas más atractivos, todos los telespectadores poco politizados, miraban el noticiero de la noche. En un medio que los solicita por todas partes, se dirigen a programas de entretenimiento. Los aficionados a la información, más escasos, se encuentran sobre todo entre los ciudadanos políticamente comprometidos, que también son los que están más en busca de un tratamiento ideológico de la actualidad. Por lo demás, en 1987, el rechazo por parte de la administración Reagan de la “doctrina de la imparcialidad” (fairness doctrine) puso término a la obligación para los difusores de los medios audiovisuales de difundir equitativamente las diferentes sensibilidades políticas. La concentración acrecentada de los grupos de medios y la presión creciente del lucro hicieron el resto: los “nichos” militantes, en particular los de derecha, atraen a los inversores y les garantizan una tasa elevada de rentabilidad. Y la regla que vale para la radio a partir de los años 1980 se traslada a la televisión durante la década siguiente, para invadir finalmente la Web. En la actualidad, en las ondas radiales, los programas que machacan la doxa neoconservadora prácticamente hicieron desaparecer las emisiones de izquierda. El grupo Clear Channel Communications ejerce un monopolio de hecho en la palabra radiofónica, encarnada por representantes como Limbaugh o Sean Hannity (también activo en Fox News), cada uno de los cuales atrae una audiencia semanal de alrededor de quince millones de personas. En el cable, la información está dominada por Fox News, la criatura de Rupert Murdoch y de su grupo News Corporation. Dirigida con mano de hierro por Roger Ailes desde su lanzamiento en 1995, la cadena acoge algunos de los programas de debates más vistos del país, en particular los de O’Reilly (tres millones de telespectadores por noche). La segunda cadena de cable más mirada, MSNBC, es el fruto de una asociación entre Microsoft (que revendió sus acciones en 2012) y NBC Corporation, propiedad de General Electric. También creada en 1995, en el curso de los años 2000 se forjó una imagen de cadena “de izquierda”, por oposición a Fox.

Sus talk-shows –como el Rached Maddow Show (un millón de telespectadores) o Hardball with Chris Matthews (setecientos cincuenta mil)–, que no siempre justifican esta reputación, reúnen una audiencia muy inferior a la de su competencia. CNN, menos abiertamente partidaria, difunde pocos debates y prefiere la información “caliente” y los documentales. Enfervorizar al convencido En la Web, el mercado de la opinión se divide entre sitios de izquierda moderada, como el Huffington Post, comprado en 2011 por el grupo AOL, Daily Kos o Talking Points Memo, y una profusión de blogs neo o ultraconservadores como el Drudge Report, Michelle Malkin o Hot Air. Su audiencia, del orden de los dos millones de páginas consultadas por día, está lejos aún de igualar la del cable o la de la radio. ¿De qué capacidad armada disponen estos forjadores de opinión pública? Según Berry y Sobieraj, su audiencia acumulada se aproximaría a los cuarenta y siete millones de personas; pero un mismo individuo puede nutrirse en varias fuentes. Otros observadores, como Markus Prior, destacan que los usuarios de los medios de opinión son ampliamente menos numerosos que los de las grandes cadenas de televisión hertziana: los noticieros vespertinos de ABC, de CBS y de NBC absorben a un público dos veces más importante que el del O’Reilly Factor, el programa más popular del cable. Incluso las informaciones nocturnas de la pequeña cadena pública PBS atraen a más especta-dores (dos millones cuatrocientos mil) que la mayor parte de las emisiones por cable. El público de los medios militantes se caracteriza por una creciente polarización. Un estudio publicado en 2012 por el Pew Research Center indica que los televidentes de Hannity y de O’Reilly en Fox News son dos veces más numerosos en definirse como conservadores que el promedio de la población (respectivamente, el 78% y el 68%, contra el 35% de los estadounidenses en general). En MSNBC, el programa

de Rachel Maddow seduce a un público compuesto en un 57% de simpatizantes de izquierda (los cuales sólo representan el 22% de la población). Al mismo tiempo, el posicionamiento político de los electores se endureció en todo el país. Las filas de los “republicanos progresistas” y las de los “demócratas conservadores” se despoblaron; el abismo entre electores – entre los religiosos y los seculares, entre los habitantes del Sur profundo y los de la costa Este, entre blancos y negros– no cesa de profundizarse (4). Los medios de opinión seguramente siguieron esta evolución más de lo que la antecedieron. Más que haber radicalizado a los estadounidenses, permitieron a los más politizados de ellos reconfortarse en su visión del mundo. Visión que no se nutre solamente con productos mediáticos ideológicamente calibrados: un estudio sobre la recepción de la serie Dallas en los años 1980 mostró que la interpretación de cada episodio difería sensiblemente en función de la orientación política de los telespectadores (5). Más recientemente, los politólogos Kevin Arceneaux y Martin Johnson expusieron a sujetos de izquierda y de derecha a diferentes fuentes de información acerca de un asunto que cuestionaba la administración de Obama. La conclusión fue que los grandes telenoticieros de la red hertziana producían los mismos efectos de polarización que los comentarios militantes de las cadenas de cable (6). En otros términos, ya esté relatada de manera neutra o tendenciosa, una información es recibida en la misma dirección. Pero los medios comprometidos no se limitan a poner un espejo a sus respectivas clientelas: los alientan a reformular sus ideas en un lenguaje más virulento, más liberado. En este efecto de intensificación es donde reside su poder. Barry y Sobieraj documentaron la ola de insultos, de sarcasmos y de términos vulgares o “ideo-

lógicamente extremos” en los cuales se enuncia la representación del enemigo político. De ello surge no sólo que los conservadores se expresan de manera más extrema que sus adversarios de izquierda, sino también que dudan menos en llevar adelante campañas de desinformación. Después de las elecciones de 2010, los televidentes de Fox News mostrarían una nítida propensión –con una distancia del 31% en relación con el público de las otras cadenas– a compartir la idea fantasiosa según la cual Obama no habría nacido en Estados Unidos (7). En el arte de la denigración sistemática, los medios militantes funcionan como una vanguardia. Su rol no consiste en metamorfosear a los moderados en extremistas, sino en volver a estos últimos “más extremistas aun”, persuadiéndolos de la validez de sus creencias (8). Estos consumidores fieles y altamente receptivos – particularmente mimados por la clase política– citarán luego sus fuentes favoritas en las redes sociales. Así pues, permitirán que algunas ideas se reproduzcan en el seno de una población más amplia, contribuyendo a definir la actualidad política y a movilizar a los electores. Por su celebración del Tea Party, Fox News acrecentó la movilización ultraconservadora en la misma medida en que la cubrió, acentuando el retorno del péndulo del lado que les permitió a los republicanos reconquistar la Cámara de Representantes en las elecciones de medio término de 2010. Por su lado, MSNBC se apropió, sin agotar elogios, de los más mínimos detalles de los militantes de Occupy Wall Street, contribuyendo a la popularidad del movimiento. Contrariamente a los medios “clásicos”, los medios partidarios suscitan la participación. ¿Cómo restaurar un nivel mínimo de civilidad y de respeto de los hechos en el debate público, sin por ello desactivar la potencia movilizadora de los medios de opinión? No se percibe que la “industria del ultraje” renuncie de buena gana a los

cómodos beneficios generados por sus excesos. News Corporation le debía a Fox News el 61% de los beneficios que embolsó en 2012. Pero estas performances económicas no garantizan un éxito político. En caso de nueva derrota republicana en las elecciones presidenciales de 2016, los dirigentes conservadores y los medios empresariales podrían replantear sus relaciones con la vaca lechera de Murdoch. 1. Gabriel Sherman, The Loudest Voice in the Room, Random House, Nueva York, 2014. 2. Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj, The Outrage Industry: Political Opinion Media and the New Incivility, Oxford University Press, Nueva York, 2014. 3. Markus Prior, Post-Broadcast News: How Media Choice Increases Inequality in Political Involvement and Polarizes Elections, Cambridge University Press, Nueva York, 2007. 4. Alan I. Abramovitz, The Polarized Public? Why American Government is so Dysfunctional, Pearson, Londres, 2013. 5. Tamar Liebes y Elihu Katz, The Export of Meaning: Cross-Cultural Readings of “Dallas”, Polity, Cambridge (Gran Bretaña), 1994. 6. Kevin Arceneaux, “Why you shouldn’t blame polarization on partisan news”, The Washington Post, 4 -214. 7. David Brock, Ari Rabin-Havt y Media Matters for America, The Fox Effect. How Roger Ailes Turned a Network into a Propaganda Machine, Anchor Books, Nueva York, 2012. 8. Matthew Levendusky, How Partisan Media Polarize America, University of Chicago Press, 2013. *Profesor de Sociología en New York University. Autor de Shaping Immigration News: A French-American Comparison, Cambridge University Press, 2013. Traducción: Viviana Ackerman


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Peculiar nacionalismo de Orbán, primer ministro de Hungría

Un conservador contra las multinacionales Al enfrentar al FMI y a los grupos privados extranjeros, el primer ministro Viktor Orbán se asegura una sólida popularidad de cara a las elecciones del 6 de abril. Su heterodoxia económica, matizada con un conservadurismo social, saca partido del apoyo de una nueva generación de empresarios nacionales cercanos al poder.

Contra bancos y gigantes energéticos En su discurso a la nación del 16 de febrero, Orbán afirmaba: “Cuando asumimos el poder, la guerra entre las multinacionales y los consumidores, entre los bancos y sus deudores en divisas extranjeras, entre los monopolios y las familias estaba en su apogeo. Perdíamos en todos los frentes.

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Por Corentin Léotard* l Parlamento Europeo “trata de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas privadas”.

En ocasión del aniversario del levantamiento de 1956 contra el Ejército Rojo, el 23 de octubre último en la plaza de los Héroes de Budapest, el primer ministro Viktor Orbán, escoltado por soldados, movilizó a miles de simpatizantes: “El combate de los húngaros por la libertad tuvo sus héroes, pero también sus traidores. Todas nuestras guerras de independencia fueron desarticuladas desde el extranjero. Sabemos que siempre hubo personas que ayudaron a nuestros enemigos. […] Los comunistas vendieron Hungría y el pueblo húngaro a los financistas y especuladores internacionales. Sabemos que todavía están prontos a vender Hungría a los colonizadores. […] Vemos que se organizan de nuevo, que se unen de nuevo a los extranjeros contra nosotros, que siembran de nuevo la semilla del odio, de la discordia y de la violencia. […] Debemos poner nuestras tropas en pie de guerra,

como lo hicimos en 2010. Vamos a terminar lo que empezamos en 1956. Si no nos liberamos, no seremos jamás libres”. El jefe del Fidesz-Unión Cívica Húngara, llegado al poder en 2010 (1), llama enemigos tanto a las izquierdas liberales húngaras y europeas como a las multinacionales. El gobierno esgrime como prueba el informe Tavares, adoptado por el Parlamento Europeo en julio de 2012, que denuncia el debilitamiento del Estado de Derecho en el país. Para el Fidesz, se trata de un pretexto para atentar contra la soberanía de Hungría, instigado por los lobbies financieros de Bruselas y

del Partido Socialista Húngaro –el heredero del antiguo Partido Comunista (Partido Socialista Obrero Húngaro), que se inclinó fuertemente hacia el liberalismo. En una resolución adoptada la misma semana, los diputados consideran “inaceptable” que el Parlamento Europeo “trate de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas privadas”. La resolución precisa que, con el objetivo de reducir el precio de la energía para las familias, Hungría debe ir, necesariamente, en contra de los intereses y beneficios excesivos de muchas de las grandes empresas europeas en situación de monopolio.

El primer ministro suma enemigos. Partidario de la primacía de la política sobre la economía, y del Estado sobre los mercados, dotado de una concepción autoritaria del poder, tomó una serie de medidas económicas no ortodoxas: aplicación de impuestos excepcionales a sectores enteros de la economía controlados por multinacionales (energía, bancos, comunicación, hiper mercados), nacionalización de los fondos de pensión privados por un valor de 10 mil millones de euros, prohibición, de hecho, de préstamos en divisas, reducción de la independencia del Banco Central, todo lo cual significa sacrilegios para la Unión Europea.

La relación de fuerzas cambió mucho desde entonces; hemos ganado varios rounds, pero el combate no terminó”. En el curso de este último año de mandato, dos luchas prioritarias se inscribieron en la agenda política: contra los bancos y contra las empresas de energía. El Estado, empobrecido como consecuencia de las privatizaciones de los años 1990, trata de intervenir en estos dos sectores que, en un 80% aproximadamente, se encuentran en manos de filiales de sociedades del Oeste europeo. Desde principios del año 2013, el gobierno impuso a los gigantes de la energía –la alemana E.ON, la italiana Ente Nazionale Idrocarburi (ENI), Electricité de France (EDF), GDFSuez, etc.– una rebaja del 20% en los precios del gas, de la electricidad y de la calefacción urbana para los hogares. Queda clara su voluntad de crear un sector sin fines de lucro bajo el control del Estado y el deseo, incluso, de prepa rar un soporte jurídico para su nacionalización después de las elecciones del 6 de abril. Por fin, este gobierno trata también de hacer pagar a los bancos las consecuencias del endeudamiento en francos suizos de cientos de miles de familias que suscribieron “préstamos podridos” a mediados de los años 2000. Sin embargo, lo que ilustra mejor su voluntad de independencia nacional es la mano férrea para con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En 2010, el primer ministro rechazó los últimos segmentos de un conjunto de préstamos de 20 mil millones de euros contratados en octubre de 2008 con el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea. Al cabo de largos meses de negociaciones, a fines de 2012 declinó una segunda oferta. Se desplegó una retórica soberanista en todo el país por medio de una vasta campaña de afiches: “¡No a la baja de los subsidios familiares! ¡No a la disminución de las jubilaciones! ¡No cederemos frente al FMI! ¡No renunciaremos a la independencia de Hungría!.” Lo que no impidió que el gobierno continuase con una política de austeridad por medio de la rebaja de otros subsidios


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sofocado por la retórica soberanista del Fidesz, no ha ganado mucho terreno desde su entrada en el Parlamento en 2010.

sociales o por recortes presupuestarios en los sectores de la salud y de la educación. Sus adversarios comparan a Orbán, a veces, con el difunto presidente venezolano Hugo Chávez, por su antiliberalismo unido a un “clientelismo populista”; otras, con Vladimir Putin, por su autoritarismo, y, por momentos, con el extinto dirigente comunista rumano Nicolae Ceausescu, por el culto de la personalidad. Más razonablemente, el economista Zoltán Pogatsa ve, en el modelo de desarrollo que promueve, una “combinación de gaullismo y de reaganismo”. Sus medidas económicas no están destinadas a financiar lo que queda del Estado social: el primer ministro proclama la salida de “la impasse que representa el modelo occidental europeo de Estado-providencia” a favor de una sociedad fundada sobre el trabajo. Así, el Parlamento votó en julio de 2012 una ley que obliga a los beneficiarios de la ayuda social a trabajos de utilidad pública. Esta política apunta ante todo a pagar a los acreedores (FMI, Unión Europea y Banco Mundial), a llevar el déficit público por debajo del 3% del producto interno bruto (PIB), conforme a la doctrina europea, y a estabilizar la deuda en alrededor del 80% del PIB. El impuesto progresivo sobre el ingreso fue reemplazado por una tasa única del 16%. El ministro de Economía, Mihály Varga, se plantea incluso que llegue al 9% en 2015 (2). Los favores del gobierno se dirigen sobre todo a las clases medias, mientras que la pobreza no para de ganar terreno: sobre una población total de diez millones de habitantes, el número de personas que viven bajo el umbral de pobreza (220 euros por mes) pasó de tres millones a principios de los años 2000 a cuatro millones en la actualidad, según el sociólogo Zsuzsa Ferge. Detrás de la pantalla del interés nacional se vislumbran nuevas prebendas a favor de algunos fieles al Fidesz: Lajos Simicska, Zsolt Nyerges y algunos grandes empresarios obtienen los mercados públicos más jugosos. Una oligarquía ha reemplazado a la otra. Se sostiene esta vez sobre un sistema clientelista que se propaga en todos los niveles de la sociedad a través del miedo y de la indiferencia. La socióloga Mária Vásárhelyi considera así que el “orbanismo” ha provocado el “renacimiento del Homo Kadaricus” (3), es decir, la reaparición de la conducta de sumisión que dominaba bajo el dirigente comunista János Kádár, primer secretario del Partido Socialista Obrero Húngaro de 1956 a 1988. Dominadores extranjeros De acuerdo con el documental Guerra contra la nación, difundido repetidas veces en el canal público Duna Televizió, Hungría estaría prácticamente bajo estado de sitio. Se pueden apreciar en el film análisis serios sobre el deslizamiento de las riquezas nacionales desde el dominio público hacia la esfera privada internacional, mezclados con comentarios más oscurantistas sobre las ambiciones de las grandes potencias. Su realizador, István Jelenczki, explica que Guerra contra la nación fue concebida como reacción a la intervención del FMI en 2008: “Consideré que el préstamo del FMI terminaba prácticamente con nuestro tesoro nacional y que había llegado el momento de realizar un

El recelo general respecto de Occidente se acrecentó aun más con el apresuramiento con que algunos medios occidentales saludaron la llegada a la escena política, a fines de 2012, de un rival de Orbán: el ex primer ministro tecnócrata Bajnai. Pues si los resultados macroeconómicos espectaculares obtenidos por este ex hombre de negocios durante su paso relámpago por el poder, de abril de 2009 a mayo de 2010,dejaron un excelente recuerdo en Bruselas y en Washington, en los bordes del Danubio la nostalgia no es tan intensa.

film que aclarara a los húngaros la guerra mantenida desde hace siglos por este tesoro” (4). Sociólogo en el Instituto de Investigaciones Sociales Tárki, Endri Sik analiza este resentimiento: “La población considera que siempre estuvo colonizada y explotada: primero por los turcos, luego por los alemanes, por los rusos, y en la actualidad por la Unión Europea. En política, hay siempre una propensión a considerar a los extranjeros como los instigadores de una conspiración internacional. La opinión pública tiene tendencia a pensar en términos de complots. […] Todo eso forma parte de un complejo general, y los judíos, los zíngaros o la Unión Europea son todos chivos emisarios potenciales. Los políticos juegan alternativamente una u otra de estas cartas”, explica. Para el historiador estadounidense William M. Johnston, “la capacidad de soñar de los magiares hizo de ellos un pueblo de guardianes, siempre listos a defender Hungría como una excepción entre las naciones”(5). Aunque el primer ministro admite que no fue promovido complot alguno contra él, afirma sin embargo haber frustrado un “golpe” gracias a la movilización de cientos de miles de personas a principios del año 2012. Esta “marcha de la paz” hizo converger hacia Budapest a sus partidarios llegados de todo el país, e incluso de algunas provincias del antiguo reino situadas hoy en Rumania o en Eslovaquia, donde las minorías húngaras pudieron obtener pasaportes de su país de origen (6). “¡No seremos una colonia!”, “Unión Europea = Unión Soviética”, entonaba la multitud para defender la nueva Constitución, que entró en vigencia el 1º de enero de 2012. Las restricciones impuestas por el nuevo texto a los poderes de la Corte Constitucional, a la autoridad de los jueces y a la independencia del Banco Central condujeron a la prensa extranjera a denunciar una corriente autoritaria, mientras que la Comisión Europea obtenía varias modificaciones al lanzar un procedimiento judicial por infracción al derecho europeo.

El rumor de una dimisión del primer ministro corrió en la prensa local e internacional. Este momento de fluctuación animó al jefe de la oposición socialista Attila Mesterhazy, a afirmar que Orbán –elegido menos de dos años antes con la mayoría absoluta de los votos (52%)– debía abandonar su puesto. La tesis de una tentativa de desestabilización fue defendida en un libro que, cuando apareció, en el verano de 2012, contó durante varias semanas con una gran campaña de promoción, por medio de grandes afiches en los pasillos del metro. El título, ¿Quién ataca a Hungría y por qué?, es explícito, lo mismo que la imagen de tapa: aviones de caza que sobrevuelan la cuenca de los Cárpatos, refugio del pueblo magiar (7). Según los autores, la tentativa de desestabilización habría sido conducida a la vez por diplomáticos y políticos húngaros y estadounidenses, por intelectuales de la izquierda liberal y por el FMI. Impotente para obstaculizar la revolución conservadora dirigida a toda marcha por el Fidesz desde su llegada al poder, la izquierda se volvió en repetidas ocasiones hacia Bruselas. Para el gobierno, quedó demostrada su traición al ampararse en las columnas de la prensa extranjera. Según un clivaje sociopolítico anticuado, el nacionalismo y hasta el patriotismo siguen siendo de dominio exclusivo de la derecha, mientras que la izquierda sería cosmopolita. “La izquierda trata de no parecer demasiado ‘internacionalista’, pero no lo consigue”, confiesa Sik. El fantasma de George Soros El enemigo extranjero asume a menudo los rasgos de George Soros. El millonario y filántropo estadounidense, judío de origen húngaro, se ha vuelto el blanco preferido de la prensa progubernamental, y más aun para la de la extrema derecha. A fines de los años 1980, este apóstol de la “sociedad abierta” (8) contribuyó al surgimiento de movimientos democráticos, como la Federación de Jóvenes

Demócratas (Fidesz), embrión del partido que hoy está en el poder. Tres personajes de primera plana, Orbán, László Kövér –el actual presidente del Parlamento–, e István Stumpf, miembro de la Corte Constitucional, recibieron becas de estudios de su fundación. Ahora Soros apoya a sus adversarios. Su red, Open Society Foundations, mantiene numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG) locales, progresistas o liberales, que suministran informes críticos a los opositores a Orbán y contribuyen a forjar la imagen internacional de Hungría. El thin tank estadounidense Center for American Progress, al cual Soros es afín, financia también la fundación Haza és Haladás (“Patria y Progreso”), rampa de lanzamiento del candidato anti-Orbán, Gordon Bajnai. El semanario de centro derecha Héti Valasz estima que, en 2012, se pagaron 1,7 millones de euros a estos opositores. Los detractores extranjeros del primer ministro fueron útiles a sus partidarios en el país. Con demasiada frecuencia, la prensa internacional denunció su política en bloque, sin preguntarse sobre lo que los húngaros habían rechazado masivamente eligiéndolo: “La incompetencia, las querellas internas y la corrupción de los precedentes gobiernos socialistas”, como lo sintetiza el periodista austríaco de origen húngaro Paul Lendvai, quien, sin embargo, es poco simpatizante del gobierno actual. Al devolverle a Hungría una imagen poco halagadora, la de un país periférico condenado al despotismo oriental y a la barbarie, las elites de Europa Occidental refuerzan sus complejos, su tendencia a la paranoia y al aislamiento. La frágil coalición socialista-liberal conducida por los ex primeros ministros Ferenc Gyurcsany y Gordon Bajnai no consigue hacer olvidar sus fracasos pasados, mientras que el pequeño partido ecologista (7,5% de los votos en 2010) rechaza toda alianza y juega su supervivencia parlamentaria haciendo campaña contra la corrupción. En la otra punta del espectro, el partido de extrema derecha Jobbik (16,7% en 2010)

Es verdad que Bajnai redujo el déficit público y lo llevó al 4% del PIB en 2010, contra el 9% en 2006. Pero lo logró a costa de una cura de austeridad como no había conocido el país desde 1995: recortes en los gastos sociales, supresión del aguinaldo para los jubilados y para los empleados, congelamiento de los salarios en la función pública, aumento de la edad para el acceso a la jubilación (de 62 a 65 años) y aumento del impuesto sobre el valor agregado (IVA), que pasó del 20% al 25%. La tasa del 27% que alcanzó este impuesto directo se volvió bajo el gobierno de Orbán la más elevada de Europa. El forinto [o florín, la moneda húngara] se fortaleció mucho; a la gestión de la crisis se la consideró admirable. Se la opuso a la de Grecia, rebelde e irresponsable: “Lecciones potenciales para Grecia en Hungría,”, titulaba The New York Times (9). La Unión Europea, el presidente estadounidense Barack Obama y el FMI felicitaron al joven empresario que en ese momento no se consideraba un hombre político, puesto que, aseguraba, su gestión de la crisis había sido la única posible. Así se abrió un camino que Orbán se apuró a emprender, y que no está próximo a cerrarse, pues, cuatro años más tarde, parece como si los húngaros no tuvieran más elección que entre una gestión tecnócrata sometida a los intereses de las multinacionales y el repliegue nacionalista. 1. Véase G. M. Tamas, “Una nueva derecha en Hungría”, febrero de 2012, www.eldiplo.org 2. Figyelö, Budapest, 19-12-14. 3. Elet Es Irodalom, Budapest, diciembre de 2013. 4. Magyar Hírlap, Budapest, 3 -512. 5. Citado por Paul Lendvai, Hungary: Between Democracy and Authoritarianism, Columbia University Press, Nueva York, 2012. 6. Véase Laurent Geslin y Sébastien Gobert, “Voyage aux marges de Schengen”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2013. 7. Zárug Péter Farkas, Lentner Csaba y Tóth Gy. László, Kik támadják Magyarországot és miért?, Kairosz Kiadó, Budapest, 2012. 8. La red Open Society Foundations, creada por George Soros, debe su nombre a la obra de Karl Popper La sociedad abierta y sus enemigos, (1ª ed.: 1945). 9. Judy Dempsey, “In Hungary, potential lessons for Greece”, The New York Times, 19 -2-10. *Periodista. Traducción: Florencia Giménez Zapiola


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De cara a la crisis económica y social

La demagogia de la ultra derecha europea Golpeada por el desmoronamiento social que siguió a la crisis económica, Europa hoy asiste a un irresistible ascenso de la extrema derecha. Con un discurso que cautiva cada vez más a las masas, en un contexto de crisis de representación política, hoy arremete ante el vacío programático tanto de la izquierda como de la derecha liberal.

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Por Ignacio Ramonet*

na cosa es segura: las elecciones europeas de fines de mayo se traducirán en un aumento notable del voto de extrema derecha. Y en la incorporación al Parlamento Europeo de una considerable bancada de nuevos diputados ultraderechistas. Actualmente, éstos se concentran en dos grupos: el Movimiento para la Europa de las Libertades y de la Democracia (MELD) y la Alianza Europea de los Movimientos Nacionales (AEMN). Entre ambos suman 47 eurodiputados, apenas el 6% de los 766 euroescaños (1). ¿Cuántos serán después del 25 de mayo? ¿El doble? ¿Serán suficientes para bloquear las decisiones del Parlamento Europeo y, por consiguiente, el funcionamiento de la Unión Europea (UE)? (2). Lo cierto es que, desde hace varios años y en particular desde que se agudizó la crisis social y la desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en un irresistible ascenso de las extremas derechas.

Las recientes encuestas de opinión confirman que en los comicios europeos que se avecinan, podría aumentar considerablemente el número de los representantes de los partidos ultras: Partido por la Independencia del Reino Unido, UKIP (Reino Unido) (3); Partido de la Libertad, FPÖ (Austria); Jobbik (Hungría); Amanecer Dorado (Grecia); Liga Norte (Italia); Verdaderos Finlandeses (Finlandia); Vlaams Belang (Bélgica); Partido por la Libertad, PVV (Países Bajos); Partido del Pueblo Danés, DF (Dinamarca); Demócratas Suecos, DS (Suecia); Partido Nacional Eslovaco, SNS (Eslovaquia); Partido del Orden y la Justicia, TT (Lituania); Ataka (Bulgaria); Partido de la Gran Rumania, PRM (Rumania), y Partido Nacional Demócrata, NPD (Alemania) . En España, donde la extrema derecha estuvo en el poder más tiempo que en ningún otro país europeo (de 1939 a 1975), esta corriente tiene hoy poca representatividad. En las elecciones del Parlamento Europeo de 2009, sólo obtuvo 69.164 votos (0,43% de los sufragios válidos). Aunque, normalmente, alrededor del 2% de los españoles se declaran de extrema derecha. Lo que equivale a unos 650.000 ciudadanos. En enero pasado, los disidentes del Partido Popular (PP, conservador) fundaron Vox, un partido ubicado a “la derecha de la derecha” que, con jerga arqueológica franquista, rechaza el “Estado partidocrático”, defiende el patriotismo, exige “el fin del Estado de las autonomías” y la prohibición del aborto. Asumiéndose como la extrema derecha agutradicional, cuatro formaciones ultras –Democracia Nacional, La Falange, Alianza Nacional y Nudo Patriota– reunidas en la plataforma “España en Marcha”, firmaron un acuerdo, en diciembre de 2013, para presentarse a las elecciones europeas. Aspiran a conseguir un eurodiputado. Pero el movimiento de extrema derecha más importante de España es Plataforma per Catalunya (PxC) que cuenta con 67 concejales. Su líder, Josep Anglada, define a PxC como “un partido identitario, transversal y de fuerte contenido social” pero con una fuerte posición antiinmigrantes: “En España –afirma Anglada– aumenta día a día la inseguridad ciudadana y gran parte de ese aumento de la inseguridad y del crimen es culpa de los inmigrantes. Defendemos que cada pueblo tiene el derecho a vivir según sus costumbres e identidad en sus propios países. Precisamente por eso,


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nos oponemos a la llegada de inmigración islámica o de cualquier otro lugar extraeuropeo”. En cuanto a Francia, en los comicios municipales de marzo pasado, el Frente Nacional (FN), presidido por Marine Le Pen, ganó las alcaldías de una docena de grandes ciudades (entre ellas Béziers, Hénin- Beaumont y Fréjus). Y a escala nacional, consiguió más de 1.600 escaños de consejeros municipales. Algo sin precedentes. Aunque lo más insólito está quizás por venir. Las encuestas indican que, en los comicios del 25 de mayo, el FN obtendría entre el 20% y el 25% de los votos (4). Lo cual, de confirmarse, lo convertiría en el primer partido de Francia, delante de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), y muy por delante del Partido Socialista del presidente François Hollande. Una auténtica bomba. “Desdiabolizar” la imagen El rechazo a la UE y la salida del euro son dos de los grandes temas comunes de las extremas derechas europeas. Y, en este momento, encuentran un eco muy favorable en el ánimo de tantos europeos violentamente golpeados por la crisis. Una crisis que Bruselas ha agravado con el “Pacto de Estabilidad” (5) y sus crueles políticas de austeridad y de recortes, causas de enormes desastres sociales. Hay 26 millones de desempleados, y el porcentaje de jóvenes de menos de 25 años desempleados alcanza cifras espeluznantes (61,5% en Grecia, 56% en España, 52% en Portugal). Exasperados, muchos ciudadanos repudian la UE (6). Crece el euroescepticismo, la eurofobia. Y el rechazo conduce en muchos casos a la convergencia con los partidos ultras. Pero hay que decir también que la extrema derecha europea ha cambiado. Durante mucho tiempo se repudiaron su ideología nazi-fascista de los años

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30, su parafernalia nostálgica y siniestra (uniformes paramilitares, saludo romano, odio antisemita, violencia racista...). Esos aspectos –que aún persisten, por ejemplo, en el Jobbik húngaro y el Amanecer Dorado griego– han ido desapareciendo progresivamente. En su lugar han ido surgiendo movimientos que han aprendido a disimular esas facetas detestables, responsables de sus constantes fracasos electorales. Atrás quedó el antisemitismo que caracterizaba a la extrema derecha. En su lugar, los nuevos ultras han hecho énfasis en la cultura, la identidad y los valores, en oposición al incremento de la inmigración y la “amenaza” percibida del islam. Con la intención de “desdiabolizar” su imagen, ahora abandonan también la ideología del odio y adoptan un discurso variopinto y radical de rechazo del sistema, de crítica (más o menos) argumentada de la inmigración (en particular musulmana y rumano-gitana) y de defensa de los “blancos pobres”. Su objetivo declarado es alcanzar el poder. Usan intensivamente internet y las redes sociales para convocar a manifestaciones y reclutar nuevos miembros. Y sus argumentos, como hemos dicho, cada vez encuentran mayor eco en los millones de europeos destrozados por el desempleo masivo y las políticas de austeridad. En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ataca con mayor radicalidad que cualquier otro dirigente político de izquierda, el “capitalismo salvaje”, la “Europa ultraliberal”, los “destrozos de la globalización” y el “imperialismo económico de Estados Unidos” (7). Sus discursos seducen a amplios fragmentos de las clases sociales trabajadoras azotadas por la desindustrialización y las deslocalizaciones, que aplauden a la líder del FN cuando declara, citando a un ex secretario general del Partido Co-

munista francés que “hay detener la inmigración; de lo contrario se condenará a más trabajadores al desempleo”. O cuando defiende el “proteccionismo selectivo” y reclama que se le ponga freno al librecomercio porque “pone en competencia a los trabajadores franceses con todos los trabajadores del planeta”. O cuando reclama la “pertenencia nacional” en materia de acceso a los servicios de la seguridad social que, según ella, “deben estar reservados a las familias en las cuales por lo menos uno de los padres sea francés o europeo”. Todos estos argumentos encuentran apoyo y simpatía en las áreas sociales más castigadas por el desastre industrial, donde durante décadas el voto a las izquierdas era la norma (8). Pero el nuevo discurso de la extrema derecha tiene un alcance que va más allá de las víctimas directas de la crisis. Toca de alguna manera ese “desarraigo identitario” que muchos europeos sienten confusamente. Responde al sentimiento de “desestabilización existencial” de innumerables ciudadanos golpeados por el doble mazazo de la globalización y de una Unión Europea que no cesa de ampliarse. Crisis de representación Tantas certidumbres en diferentes campos como la familia, la sociedad, la nación, la religión y el trabajo han vacilado estos últimos tiempos, que mucha gente se siente desorientada. En particular las clases medias, garantes hasta ahora del equilibrio político de las sociedades europeas, las cuales están viendo cómo su situación se desmorona sin remedio. Corren peligro de desclasamiento. De caer en el tobogán que las conduce a reintegrar las clases pobres, de donde pensaban (por fe en el Progreso) haber salido para siempre. Viven en estado de pánico. Ni la derecha liberal, ni las izquierdas han sabido responder a todas estas

nuevas angustias. Y el vacío lo llenan las extremas derechas. Como afirma Dominique Reynié, especialista de los nuevos populismos en Europa : “Las extremas derechas han sido las únicas que han tomado en cuenta el desarraigo de las poblaciones afectadas por la erosión de su patrimonio material desempleo, poder adquisitivo– y de su patrimonio inmaterial, es decir su estilo de vida amenazado por la globalización, la inmigración y la Unión Europea” (9). Mientras en las últimas dos décadas, las izquierdas europeas consagraban toda su atención y energía a –legítimas– cuestiones sociales (divorcio, matrimonio homosexual, aborto, derechos migratorios, ecología), al mismo tiempo algunas capas de la población trabajadora y campesina eran abandonadas a su (mala) suerte. Sin tan siquiera unas palabras de compasión. Sacrificadas en nombre de los “imperativos” de la construcción europea y de la globalización. A esas capas huérfanas, la extrema derecha ha sabido hablarles, identificar sus desdichas y prometerles soluciones. No sin demagogia. Pero con eficacia. Consecuencia: la Unión Europea se dispone a lidiar con la extrema derecha más poderosa que el Viejo Continente haya conocido jamás desde la década de 1930. Sabemos como acabó aquello. ¿Qué esperan los demócratas para despertar? 1. En las elecciones europeas de 2009, los partidos de extrema derecha obtuvieron el 6,6% de los votos. 2. Las encuestas más serias indican que después del 25 de mayo, el número de eurodiputados de extrema derecha pasaría de 47 a 71. Véase : “Elections européennes 2014: vers ‘une’ extreme droite européenne ?”, Fundación Robert Schuman, www.robert-schuman. eu/fr/questions-deurope/0309-elections-europeennes-2014-vers-une-ex-

treme-droite-europeenne 3. Un sondeo realizado por la firma YouGov el 6 de abril de 2014 en Reino Unido le atribuye al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), un 40% de las intenciones de voto y al menos 20 diputados europeos. 4. Según un barómetro de la imagen del FN realizado en febrero de 2014 por el Instituto TNS Sofres, el número de franceses que adhieren a las ideas del FN es de 34%. 5. El “Pacto de Estabilidad y de Crecimiento” prohíbe a los gobiernos europeos de la zona euro tener un déficit presupuestario superior al 3% del PIB. 6. El último estudio Eurobarómetro, publicado en diciembre de 2013, revela que sólo el 31% de los europeos tiene una imagen positiva de la UE (contra el 48% en marzo de 2008). 7. Véase “Nouveaux visages des extrêmes droites”, Manière de voir, N° 134, París, abril-mayo de 2014. 8. Según un sondeo publicado por Le Monde, la imagen de la presidenta del FN recibe cada vez más opiniones favorables: el 56% de los encuestados cree que “entiende los problemas cotidianos de los franceses” y el 40% que “tiene nuevas ideas para resolver los problemas de Francia”. 9. Dominique Reynié, “Populisme: la pensée fatale”, Plon, París, 2011. *Director de Le Monde diplomatique, edición española. © Le Monde diplomatique, edición española


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Conversación en La Habana

García Márquez, el último encuentro

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go repite: ‘No. No puede ser el mismo precio. De ninguna manera’. ‘Bueno, ¿cuánto, entonces?’ –le preguntamos, resignados–. El anciano reflexiona un instante y dice: ‘La mitad’. No entendíamos nada... Entonces, nos explica: ‘Ustedes saben que tengo una imprenta. ¿De qué creen que viví hasta ahora? ¡De las ediciones piratas de las novelas de García Márquez!’”.

Por Ignacio Ramonet*

e habían dicho que estaba en La Habana pero que, como estaba enfermo, no quería ver a nadie. Yo sabía dónde solía alojarse: en una magnífica casa de campo, lejos del centro. Llamé por teléfono y Mercedes, su esposa, disipó mis escrúpulos. Con calidez me dijo: “Para nada, es para alejar a los pesados. Ven, ‘Gabo’ se alegrará de verte”. A la mañana siguiente, bajo un calor húmedo, remonté una alameda de palmeras y me presenté ante la puerta de su quinta tropical. No ignoraba que sufría de un cáncer linfático y que se sometía a una agotadora quimioterapia. Decían que su estado era delicado. Incluso le atribuían una desgarradora carta de adiós a sus amigos y a la vida... Temía encontrarme con un moribundo. Mercedes vino a abrirme y, para mi sorpresa, me dijo con una sonrisa: “Entra. Gabo ya viene... Está terminando su partido de tenis”. Poco después, bajo la tibia luz del salón, sentado en un sofá blanco, lo vi acercarse, en plena forma –efectivamente–, con el pelo rizado todavía mojado de la ducha y el bigote desgreñado. Tenía puesta una guayabera amarilla, un pantalón blanco muy ancho y zapatos de lona. Un verdadero personaje de Visconti. Mientras bebía un café helado, me explicó que se sentía “como un ave silvestre que se escapó de la jaula. En todo caso, mucho más joven de lo que aparento”. Y agregó, “con la edad, compruebo que el cuerpo no está hecho para durar tantos años como nos gustaría vivir”. Acto seguido, me propuso “hacer como los ingleses, que nunca hablan de problemas de salud. Es de mala educación”. La brisa levantaba muy alto las cortinas de las inmensas ventanas y el espacio empezó a parecerse a un barco flotante. Le comento cuánto me gustó el primer tomo de su autobiografía, Vivir para contarla (1): “Es tu mejor novela”. Sonríe y se ajusta los anteojos de armazón gruesa. “Sin un poco de imaginación es imposible reconstruir la increíble historia de amor de mis padres. O mis recuerdos de bebé... No olvides que sólo la imaginación es clarividente. A veces es más verdadera que la verdad. Basta con pensar en Kafka o Faulkner, o simplemente en Cervantes”, afirma. Cual trasfondo sonoro, las notas de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonin Dvorak, inundaban la sala con una atmósfera a la vez alegre y dramática. Pasión por el periodismo Había conocido a Gabo unos cuarenta años atrás, hacia 1979, en París. Él había sido invitado por la Unesco y, junto con Hubert Beuve-Méry, el fundador de Le Monde diplomatique, formaba parte de una comisión presidida por el Premio Nobel Sean McBride, que estaba encargada de elaborar un informe sobre el desequilibrio norte-sur en materia de comunicación de masas. En aquella época, había dejado de escribir novelas, por una prohibición autoimpuesta que duraría mientras

Augusto Pinochet estuviera en el poder en Chile. Todavía no había recibido el Premio Nobel de literatura, pero ya era una gran celebridad. El éxito de Cien años de soledad (1967) lo había convertido en el escritor de lengua española más universal desde Cervantes. Recuerdo haber quedado sorprendido por su baja estatura e impresionado por su gravedad y seriedad. Vivía como un anacoreta y sólo abandonaba su habitación, transformada en celda de trabajo, para dirigirse a la Unesco.

dinista se conociera en el mundo entero”. Volví a ver a Gabo muchas veces, en París, La Habana o México. Teníamos un desacuerdo permanente acerca de Hugo Chávez. No creía en él. Para mí, en cambio, el comandante venezolano era el hombre que iba a hacer que América Latina entrara en un nuevo ciclo histórico. Aparte de eso, nuestras conversaciones siempre eran muy (¿demasiado?) serias: el destino del mundo, el futuro de América Latina, Cuba...

En cuanto al periodismo, su otra gran pasión, acababa de publicar una crónica donde describía el asalto de un comando sandinista al Palacio Nacional de Managua, en Nicaragua, que había precipitado la caída del dictador Anastasio Somoza (2). Allí aportaba detalles prodigiosos, dando la impresión de haber participado él mismo del hecho. Yo quería saber cómo lo había logrado. Me cuenta: “Estaba en Bogotá en el momento del asalto. Llamé al general Omar Torrijos, el presidente de Panamá. El comando acababa de encontrar refugio en su país y todavía no había hablado con los medios. Le pedí que avisara a los muchachos que desconfiaran de la prensa, porque podían deformar sus palabras. Me respondió: ‘Tienes que venir. Sólo hablarán contigo’. Fui y junto con los jefes del comando, Edén Pastora, Dora María y Hugo Torres, nos encerramos en un cuartel. Reconstruimos el acontecimiento minuto a minuto, desde su preparación hasta el desenlace. Pasamos la noche allí. Agotados, Pastora y Torres se quedaron dormidos. Yo seguí con Dora María hasta el amanecer. Volví al hotel para escribir el reportaje. Luego, regresé para leérselos. Corrigieron algunos términos técnicos, el nombre de las armas, la estructura de los grupos, etc. El reportaje se publicó menos de una semana después del asalto. Hizo que la causa san-

Sin embargo, recuerdo que una vez me reí hasta las lágrimas. Yo volvía de Cartagena de Indias, suntuosa ciudad colonial colombiana; había divisado su casona tras los muros y había hablado con él al respecto. Me preguntó: “¿Sabes cómo hice para tener esa casa?”. Ni idea. “Siempre quise vivir en Cartagena –me contó–. Y cuando tuve el dinero, busqué una casa aquí. Seguía siendo demasiado caro. Un amigo abogado me explicó: ‘Creen que eres millonario y te aumentan el precio. Déjame buscar por ti’. Unas semanas después, encuentra la casa, que en ese entonces era una vieja imprenta casi en ruinas. Habla con el propietario, un ciego, y entre ambos acuerdan un precio. Pero el anciano pone una exigencia: quiere conocer al comprador. Viene mi amigo y me dice: ‘Tenemos que ir a verlo, pero no tienes que hablar. Si no, en cuanto reconozca tu voz, va a triplicar el precio... Él es ciego, tu serás mudo’. Llega el día del encuentro. El ciego empieza a hacerme preguntas. Le respondo con una pronunciación imprecisa... Pero, en un momento, cometo la imprudencia de responder con un sonoro: ‘Sí’. ‘¡Ah! –exclama–, yo conozco esa voz. ¡Usted es Gabriel García Márquez!’. Me había desenmascarado... Enseguida agrega: ‘Vamos a tener que revisar el precio. Ahora, la cosa es diferente’. Mi amigo intenta negociar. Pero el cie-

Aquel ataque de risa todavía resonaba en mi memoria cuando, en la casa de La Habana, seguía mi conversación con un Gabo envejecido, pero aún intelectualmente despierto como siempre. Me hablaba de mi libro de entrevistas con Fidel Castro (3). “Estoy muy celoso –me decía, riendo–, tuviste la suerte de pasar más de cien horas con él.”. “Soy yo el que está impaciente por leer la segunda parte de tus memorias –le respondí–. Por fin podrás hablar de tus encuentros con Fidel, a quien conoces desde hace mucho más tiempo. Tú y él son como dos gigantes del mundo hispano. Si se compara con Francia, sería algo así como que Victor Hugo hubiera conocido a Napoleón..”. Lanzó una carcajada, al tiempo que alisaba sus espesas cejas. “Tienes demasiada imaginación... Pero te voy a decepcionar: no habrá segunda parte... Sé que mucha gente, amigos y adversarios, de alguna manera esperan mi ‘veredicto histórico’ sobre Fidel. Es absurdo. Ya escribí lo que tenía que escribir sobre él (4). Fidel es mi amigo y siempre lo será. Hasta la tumba”. El cielo se había oscurecido y la sala, en pleno mediodía, estaba ahora sumida en la penumbra. La conversación se había vuelto más lenta, más apagada. Gabo meditaba con la mirada perdida y yo me preguntaba: “¿es posible que no deje ningún testimonio escrito de tantas confidencias compartidas en amistosa complicidad con Fidel? ¿Lo habrá dejado para una publicación póstuma cuando ya ninguno de los dos esté en este mundo?”. Afuera, una lluvia torrencial se precipitaba desde el cielo con la fuerza de las borrascas tropicales. La música se había apagado. Un fuerte perfume a orquídeas invadía el salón. De pronto, Gabo tenía el aspecto agotado de un viejo guepardo colombiano. Permanecía allí, silencioso y meditativo, mirando fijamente la lluvia inagotable, compañía permanente de todas sus soledades. Me escabullí en silencio. Sin saber que esa era la última vez que lo vería. 1. Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2003. 2. Gabriel García Márquez, “Asalto al Palacio”, Bogotá, Alternativa, 1978. 3. Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces, Madrid, Debate, 2006. 4. Gabriel García Márquez, “El Fidel que creo conocer”, prefacio al libro de Gianni Minà, Habla Fidel, México, Edivisión, 1988, y “El Fidel que yo conozco”, Cubadebate, La Habana, 13-08-09. PIE DE AUTOR: *Director de Le Monde diplomatique entre 1990 y 2008. TRADUCCIÓN / COPYRIGHT: Traducción: Gabriela Villalba


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