Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Noviembre 2014 Edición N°13
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El auge de nuevos Estados en el mundo
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¿Deshielo en el trópico? D
ebieron pasar dieciséis años para que Estados Unidos reconociera a la Unión Soviética; veinte para que reconociera a Vietnam; treinta a la República Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washington aún no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba. Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas turquesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran medida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente estadounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013.
Por Patrick Howlett-Martin
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Europa en migajas
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n 1968, el nacionalista bretón Yann Fouéré publicaba La Europa de las cien banderas. En aquella época, ese alegato por una construcción europea fundada en las etnias –las“verdaderas naciones”– convencía casi solamente a los convencidos. Claramente, los tiempos cambiaron. El pasado 18 de septiembre, el Reino Unido sintió pasar por Escocia el viento de la amenaza de la dislocación. Durante mucho tiempo los movimientos separatistas se dividieron acerca de cuestiones ideológicas y estratégicas, en particular en lo que concierne a la unificación europea
Por Paul Dirkx
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El Imperio del capitalismo digital
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as revelaciones sobre los programas de espionaje dirigidos por la National Security Agency (NSA) generaron “cambios fundamentales e irreversibles en muchos países y en gran cantidad de ámbitos”, subraya Glenn Greenwald, el periodista de The Guardian que hizo públicas las informaciones confidenciales con las que contaba Edward Snowden. En el otoño de 2013, la canciller alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se opusieron públicamente a Barack Obama al condenar los atentados a la privaci- dad de los que era culpable Estados Unidos –y de los que ellas en persona habían sido víctimas-.
Por Dan Schiller
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La Explosión de Dakar
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akar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del continente, según el estudio ECA International. Alrededor del actual aeropuerto, en Yoff, Ouakam, Ngor y en el elegante barrio de las Almadies, los terrenos se venden a precio de oro y el cemento corre como agua. Todos los que pueden, operadores económicos o particulares, construyen viviendas para cobrar alquileres de 150 a 1.500 euros que permiten llegar a fin de mes... En el Plateau, congestionado de la noche a la mañana, la especulación inmobiliaria tampoco decae.
Por Sabine Cessou
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Editorial
Sabía usted que en América Latina…
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Por Serge Halimi*
n tiempos de crisis, la reelección en primera vuelta de un jefe de Estado que ya lleva dos mandatos no es algo muy común. La de Evo Morales, con el 61% de los votos, habría merecido por lo tanto destacarse más. Tanto más cuanto que su éxito electoral se da en un país, Bolivia, que vio desfilar a cinco presidentes entre 2001 y 2005. Y que corona una caída de la pobreza del 25%, un aumento del salario mínimo real del 87%, la baja de la edad de jubilación (1) y un crecimiento superior al 5% anual, todo desde 2006. Dado que es importante, se nos dice, volver a dar encanto a la política, ¿por qué no dar más a conocer estas buenas noticias? ¿Será porque se explican por reformas progresistas, y que sus actores son regímenes de izquierda? Impunidad Discretos acerca de los logros de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, los grandes medios de comunicación también lo son acerca de… los fracasos de los gobiernos conservadores. Inclusive en materia de seguridad. Este año, por ejemplo, cinco periodistas fueron asesinados en México, de los cuales uno el mes pasado en vivo durante una grabación en la radio. Atilano Román Tirado solía reclamar al aire la indemnización de ochocientas familias expropiadas a causa de la construcción de una represa. Una combatividad fatal allí donde secuestros, torturas y asesinatos se volvieron moneda corriente, en particular para quien pone en tela de juicio un orden social corroído y mafioso. Los días 26 y 27 de septiembre pasado, cuarenta y tres estudiantes de la ciudad de Iguala, en el estado de Guerrero, a ciento treinta kilómetros de México D.F., protestaban contra
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La explosión de Dakar
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Staff Francia Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación Alain GRESH, Director Adjunto Bruno LOMBARD Director Gestión Anne-Cécile ROBERT Responsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo Redacción: 1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEX Teléfono: 33.1 53-94-96-01 Fax: 33.1 53-94-96-26
ciertas reformas educativas de corte neoliberal promovidas por el presidente Enrique Peña Nieto. Mientras se desplazaban en micro, fueron interceptados por la policía local y llevados a un paradero desconocido. Luego, fueron presumiblemente entregados a un cartel de droga, encargado de ejecutarlos y disimular sus restos en fosas clandestinas. En las últimas semanas, se descubren tumbas de ese tipo todo el tiempo, a veces llenas de cuerpos mutilados o quemados. Buscados por la justicia, el intendente, su esposa y el jefe de seguridad pública de Iguala se dieron a la fuga. Desde que abrió a las multinacionales el sector energético (2), Peña Nieto es adulado por la prensa
de negocios (3). Francia le entregó la Gran Cruz de la Legión de Honor. ¿Será interpelado algún día por sus admiradores acerca de la cuasi impunidad de la que gozan en su país las fuerzas policiales y los funcionarios corruptos? Pero los grandes diarios occidentales, los intelectuales mediáticos, Washington, Madrid y París quizás no saben qué preguntas hacerle al Presidente mexicano. Que imaginen entonces las que se les habrían disparado espontáneamente en sus mentes si la masacre de estudiantes hubiese ocurrido en Ecuador, en Cuba, en Venezuela. O en esta Bolivia de la que se comenta en voz baja que acaba de reelegir al presidente Morales.
1. Pasó de 60 a 58 años
para los hombres y de 60 a 55 años para las mujeres que tuvieron tres hijos o más. 2. Véase John Mill Ackerman, “Le Mexique privatise son pétrole”, marzo de 2014, www.monde-diplomatique.fr 3. El 28 de junio de 2013, un suplemento de Financial Times llevaba como título: “El tigre azteca empieza a afilar sus garras”. Esta operación de afilado había concluido aparentemente el 16 de diciembre siguiente, ya que The Wall Street Journal saludó entonces, en un editorial, “El modelo mexicano”. *Director de Le Monde Diplomatique. Traducción: Aldo Giacometti
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Honduras Entidad Editora Universidad Nacional Autónoma de Honduras Julieta Castellanos Ruíz Rectora Armando Sarmiento Director Honduras Diana Perdomo Cristina Alvarado Editoras Lisa Marie Sheran Diseño y Diagramación Allan McDonald Ilustraciones Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110 Correo electrónico: eldiplo@unah.edu.hn
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Convergen separatismos y federalismo supranacional
Europa en migajas Paradoja: la voluntad de independencia que crece en numerosas regiones ricas de Europa puede reforzar la máquina supranacional de la Unión Europea. Al defender identidades de contornos cada vez más reducidos, algunos movimientos regionalistas participan en la destrucción de antiguos espacios de solidaridad.
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Por Paul Dirkx*
n 1968, el nacionalista bretón Yann Fouéré publicaba La Europa de las cien banderas. En aquella época, ese alegato por una construcción europea fundada en las etnias –las “verdaderas naciones”– convencía casi solamente a los convencidos. Claramente, los tiempos cambiaron. El pasado 18 de septiembre, el Reino Unido sintió pasar por Escocia el viento de la amenaza de la dislocación. Una semana antes, respaldado por una movilización sin precedentes en las calles de Barcelona, el movimiento independentista-separatista (1) catalán había querido desafiar a Madrid imponiendo la realización de un referéndum acerca de la independencia. Tras la prohibición de esa votación por parte del Tribunal Constitucional, el 9 de noviembre los habitantes de Cataluña simplemente serán “consultados” sobre su futuro. Pero próximas elecciones podrían desembocar en una declaración de independencia si los partidos que la reivindican volvieran al poder. Estos acontecimientos hacen que lo impensable no sólo sea pensable, sino realizable. Semejante cambio de situación no se debe tanto a la determinación de los militantes –más movilizados que nunca en todas partes del mundo– como a factores que forman parte de un conjunto más amplio. Durante mucho tiempo los movimientos separatistas se dividieron acerca de cuestiones ideológicas y estratégicas, en particular en lo que concierne a la unificación europea. Los cuatro partidos más conocidos de la actualidad, todos en el gobierno en sus regiones, ilustran esta diversidad. La Esquerra Republicana de Catalunya (ERC, Izquierda Republicana de Cataluña) sigue una línea socialdemócrata comparable a la del Scottish National Party (SNP), mientras que los catalanistas de Convergència i Unió (CiU, Convergencia y Unión) y la Nieuw-Vlaamse Alliantie (N-VA, Nueva Alianza Flamenca) se ubican netamente a la derecha. Los tres primeros partidos trabajan por el renacimiento de una nación “antigua” cuya pertenencia al reino que los incluye sólo sería un paréntesis que hay que cerrar.
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La N-VA haría lo mismo si la Flandes moderna, entidad engendrada por un Estado en el que los flamencos ocupan una posición dominante desde hace décadas, tuviera el aura de una nación natural. Ahora bien, los separatistas flamencos no pudieron contar por mucho tiempo con el respaldo de un movimiento popular, ni siquiera con el apoyo de las esferas intelectuales.
sería “extremadamente difícil, incluso imposible”. Pero esas amenazas fueron tan tardías que son jurídicamente objetables. Ya que no hay ninguna diferencia esencial entre los Estados-Nación actuales y los Estados que los separatistas tanto anhelan, a saber, Estados que coincidirían con “verdaderas” naciones –en definitiva, verdaderos Estados-Nación–.
Pero en forma progresiva esos partidos y muchos otros se pusieron de acuerdo para sacar ventaja de la construcción europea y de su gobernanza. Europeizaron sus vínculos de colaboración para constituir una corriente política activa a escala continental. El instrumento más desarrollado es la Alianza Libre Europea (ALE), que cuenta con el apoyo de los Verdes en el Parlamento Europeo y forma con ellos un grupo que desde las elecciones de mayo de 2014 detenta el 6,66% de los escaños.
Así, la postura de Bruselas resulta ambivalente, a menos que se recuerde que la construcción europea siempre se hizo contra los Estados o, al menos, en su detrimento, a fin de permitir que el poder supranacional europeo se transformara en una estructura capaz de dominarlos (6). Al “reequilibrar las gobernanzas” por medio de transferencias de competencias hacia las regiones, el principio de subsidiariedad empuja a un proceso de evaporación –según la expresión bastante pertinente de los separatistas flamencos– no solamente al Estado belga, sino a todos sus homólogos. Dado que, a la larga, esta evaporación afecta no sólo la capacidad de decisión de los Estados, sino su propia esencia. En síntesis, se comprende mejor que los grupos separatistas estén tan preocupados por cooperar en políticas europeas. Sin subestimar sus esfuerzos, aquellos que se encuentran mejor establecidos insistieron sobre todo a nivel
Separatistas, ¡uníos! Fundada en 1981 en Bastia y reconocida por el Parlamento Europeo en 2004, está dirigida por François Alfonsi, ex presidente del Partido de la Nación Corsa (autonomista y opuesto a la violencia política). La ALE reúne diez formaciones regionalistas, catorce autonomistas y once separatistas que representan a diecisiete Estados miembros. El 18 de septiembre, encabezando una importante delegación de la ALE en Edimburgo, Alfonsi explicaba que la movilización por Europa “la hacemos nosotros; la dinámica ofensiva es la nuestra” (2). Teniendo en cuenta el letargo de Londres (salvo en el último minuto) y la ausencia de un proyecto claro en Bruselas, no está del todo equivocado. Tanto la ALE como la mayoría de las organizaciones separatistas o regionalistas tienen un discurso anclado en el presente que tiende a tapar su propia historia. Sin embargo, no carece de interés recordar que, durante la Segunda Guerra Mundial, una parte importante de los movimientos bretón o flamenco había optado por una Europa nazi, mientras que los catalanes o los vascos fueron duramente reprimidos por Francisco Franco. La ALE está logrando pulir su heterogeneidad a través de una comunicación con expresiones cada vez más tecnocráticas, democráticas y progresistas. Así, intenta introducir en la jerga europea fórmulas que presentan su causa como justa (está luchando por “naciones sin Estado”) y fiel al espíritu europeo (cada independencia es una “ampliación interna”). Esta retórica apunta a legitimar un nacionalismo en el que la etnia se eclipsa ante una comunidad histórica o incluso en el que ésta le deja lugar a una sociedad abierta a todos los habitantes que estén instalados en su territorio, una “comunidad de destino”. Ese nacionalismo “cívico”, que sigue estando ampliamente fundado en las nociones de territorio, tradiciones y lengua, sólo logra valerse plenamente de palabras como “república”, “pueblo”, “democracia”, etc., por medio de una distorsión al menos parcial de los valores del Estado-Nación al estilo francés. Si no fuera una característica general de la comunicación europea,
Una gran parte del establishment económico catalán defiende de forma férrea un Estado catalán “independiente”. el discurso de la ALE impactaría por su angelismo: “Nos concentramos en la autodeterminación, porque pensamos que todos los pueblos tienen derecho a decidir su propio futuro. Tienen derecho a elegir democráticamente y sin condicionamientos el tipo de gobierno y el tipo de sociedad en los que quieren vivir”. Esta búsqueda de respetabilidad recuerda la de ciertos partidos de extrema derecha. Pero los separatistas se diferencian de estos, entre otras cosas, por su estrategia de participación en las instituciones europeas. Dado que la Unión promueve cada vez más firmemente el nivel regional en nombre del principio de subsidiariedad. Esta piedra angular de la gobernanza europea consiste en reservar para el nivel inferior de poder lo que el nivel superior sólo podría realizar de una manera “menos eficaz” y “menos cercana al ciudadano”. Dicho principio fue inscrito en el Tratado de Maastricht de 1992, al mismo tiempo que la unión económica y monetaria y el Comité de las Regiones (CDR), una asamblea consultiva para todas las cuestiones que afectan a las regiones. El CDR también debe velar por que se respeten los principios de subsidiariedad y de proximidad, y puede apelar al Tribunal de Justicia de la Unión Europea para hacerlos aplicar. La tendencia separatista aprovecha tanto más la tribuna que le brinda el CDR cuanto que éste busca atraer un máximo de pode-
res hacia los niveles infranacionales. El CDR aspira a “una Unión cada vez más estrecha y solidaria entre los pueblos de Europa” (3), noción ambigua que puede recibir un sentido tanto cívico como étnico. Lo esencial del discurso del CDR está a tono con los autonomismos y los separatismos: “Queremos que Europa […] pueda sacar pleno partido de la diversidad territorial, cultural y lingüística que es al mismo tiempo su fuerza y su riqueza y signo de identidad para sus ciudadanos. […] Reivindicamos la autonomía de las autoridades regionales y locales y su derecho a disponer de los recursos financieros apropiados […] y fomentamos el proceso de descentralización”. Si bien el CDR no prepara el terreno para los nacionalismos infranacionales, al menos acrecienta su legitimidad. Con la Carta Europea de la Autonomía, de 1988, les ofrece un marco jurídico que un día podría resultar valioso. Ese marco fue reafirmado en abril de 2014 por la Carta de la Gobernanza Multinivel en Europa, redactada por el CDR bajo el impulso del nacionalista flamenco democristiano Luc Van den Brande. Su enfoque “más allá de las fronteras, procedimientos y obstáculos administrativos convencionales” (4) apunta ante todo, sin nombrarlos, a los que generan los obstáculos: los Estados-Nación. La Comisión validó este enfoque por medio de su presidente, José Manuel Barroso: “Europa […] es la diversidad y la riqueza de to-
das sus regiones, de todas sus ciudades” (5). Para el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, el CDR “evidentemente tiene que desempeñar un rol central en las políticas europeas”. Esta asamblea que se felicita por no haber cesado de “fortalecer su legitimidad democrática” desempeña claramente el rol de un Senado de las Regiones, idea que gana terreno en Bruselas.
Ambivalencia de la UE La posición de la Unión respecto de los separatismos podría resumirse así: se abstiene de intervenir en los casos que conciernen a los asuntos internos de un Estado miembro. Como lo indica el Tratado sobre la Unión Europea, ésta “respeta las funciones esenciales del Estado, en especial las que tienen como objeto garantizar su integridad territorial”. Así, el Estado no sólo tendría el monopolio en la materia, sino que no podría recurrir a la Unión –la que, sin embargo, interviene en forma cada vez más masiva en todos los “niveles de competencia”, particularmente en materia presupuestaria–. Que Bruselas dé su reconocimiento a un territorio que se separa perjudicaría la integridad territorial del Estado en cuestión e iría, pues, en contra del Tratado. Estos últimos meses, el presidente de la Comisión Europea, Barroso, declaró que una Cataluña independiente quedaría excluida de la Unión. Y, en plena campaña por el referéndum, juzgó que una adhesión de Escocia
local, materializando su posición de fuerza en las urnas y ante las Cámaras. Pero el tutelaje progresivo de los Estados también tiene una fuerte dimensión económica. Desde el Tratado de Roma de 1957, la construcción europea fue concebida en una perspectiva de “supresión progresiva de las restricciones” al “comercio mundial” y de dislocación correlativa de las estructuras nacionales que subyacen a los sistemas económicos. La crisis financiera actual, a menudo mencionada como factor que favorece el crecimiento de los autonomismos, ciertamente ha debilitado todavía un poco más a las capas populares abandonadas por los partidos políticos que supuestamente deben defenderlas. Una parte de ellas se inclinó por partidos “populistas”, categoría comodín que incluye gran cantidad de formaciones nacionalistas. Pero la crisis tiene espaldas anchas, y hay que cuidarse de naturalizarla aislándola de las políticas públicas neoliberales con las que está vinculada. Los separatistas supieron aprovechar en grados diversos esta dinámica continental con miras a ampliar de forma duradera su electorado. Máscaras del neoliberalismo La N-VA brinda un ejemplo emblemático. Como la idea separatista no tiene base popular, a pesar de los elevados resultados que obtuvieron sus rivales “popu-
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listas” antiinmigrantes del Vlaams Belang, este partido conservador fundado en 2001 sobre los restos del partido nacionalista social-liberal Volksunie (Unión del Pueblo) logró aliarse a la patronal autonomista neerlandófona. Bélgica, ese “paraíso del liberalismo continental” (Karl Marx) que entre 1860 y 1914 perteneció al grupo de las potencias económicas mundiales, se encontró en la vanguardia de todas las iniciativas que apuntaban a acelerar la expansión del librecambismo internacional. Su rol en el establecimiento de las instituciones financieras mundiales y en la construcción de un Estado europeo no tiene punto de comparación con su tamaño. Una única sombra en el panorama: la defensa de la lengua y de la cultura de las clases populares en el norte del país por parte de un “movimiento flamenco” cada vez más hostil al Estado belga. Este último intentó resolver el problema como ya estaba acostumbrado a hacer respecto de los grandes desafíos sociales: tercerizándolo. Pero, esta vez, no recurrió ni a los partidos políticos ni a las redes institucionales (escuelas, hospitales, prensa, etc.) habilitadas para gestionar una parte de la vida de cada ciudadano en función de su pertenencia ideológica. En la década del 70, surgieron para ello nuevas instituciones, llamadas “Regiones” y “Comunidades”, a las que se les concedieron competencias crecientes en la década del 80. Esta federalización era anhelada por nuevas elites económicas flamencas decididas a darle a su región su lugar en la economía mundial. El objetivo era ver emerger, en el marco del Estado belga (o no, si fuera necesario), una administración flamenca liberada del peso de los “arcaísmos” que la izquierda socialista defiende en Valonia –la que había optado por defender el federalismo por razones inversas a partir del declive industrial de los años 60–. La costosa federalización del país se hizo a marchas forzadas en menos de veinticinco años y coincidió con la instauración de las políticas de austeridad. Coincidencia que a menudo permite una instrumentalización de los “problemas comunitarios” y de las “reformas del Estado” con fines de reformas socioeconómicas de inspiración neoliberal (7). Como dijo un día Hugo Schiltz, el líder de ese nacionalismo flamenco que se puede calificar como “etnoliberal”: “Federalizar es sanear” (las finanzas públicas). Su sucesor, el presidente de la N-VA Bart De Wever, se unió con poderosos círculos de negocios a veces abiertamente separatistas (8) exasperados por la persistencia del modelo social belga, uno de los más desarrollados del mundo. Con el apoyo ambiguo del partido democristiano flamenco CD&V, la N-VA llevó adelante una estrategia doble. Por un lado, una estrategia etnicista: asquear, a fuerza de frasecitas vagamente racistas, a la mayor cantidad de ciudadanos francófonos de su cohabitación con “los flamencos”, por ende asquearlos de Bélgica, y dar crédito al mito de una Bélgica compuesta por dos democracias. Por otro lado, una estrategia etnoliberal: radicalizar lo que el CD&V había implementado en el programa neoliberal, a saber, el axioma “Wat we zelf
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doen, doen we beter” (“Lo que hacemos nosotros mismos [los flamencos], lo hacemos mejor”). Desde 2010, al captar sobre todo al electorado del Vlaams Belang, la N-VA se convirtió en la primera fuerza del país. Posición que consolidó en 2014 y que la convierte en el eje del nuevo gobierno federal N-VA-CD&V-liberales formado el pasado 11 de octubre. Ese gobierno, el primero exento de socialistas desde 1988, está obligado a endurecer las políticas sociales y económicas sin nuevas reformas institucionales. Su arquitecto, De Wever, describió su espíritu con estas palabras: si al término del mandato, el votante francófono “decidiera forzarnos a formar una coalición con el Partido Socialista [valón], creo que lo institucional estaría nuevamente allí” (9).
en el norte” (10). Por último, todas esas regiones de producto interno bruto generalmente más elevado que la media nacional se presentan como fuerzas de cambio y progreso. Y lo hacen lejos de todo pensamiento etnocéntrico, pero diciéndose al servicio de Europa. Porque el “defecto de Europa es debido a los Estados-Nación”, como resume el presidente de la ALE, que se erige, así, en aliado de todos los detractores de los “egoísmos nacionales” en Bruselas. Gran cantidad de separatistas, autonomistas y regionalistas comprendieron desde hace mucho tiempo que Europa marcha hacia el federalismo en detrimento de los Estados-Nación. Y tienen la clara intención de ayudarla, mostrándose convencidos por su doctrina.
Las principales formaciones separatistas de la Unión parecen haberse puesto de acuerdo para relacionar la cuestión identitaria con la de la incapacidad que tienen los Estados modernos para participar en la economía europea globalizada con la determinación presupuestaria deseada. Una gran parte del establishment económico catalán defiende de forma férrea un Estado catalán “independiente” y su capacidad para hacer reformas más firmes según las recetas neoliberales ya experimentadas por la derecha separatista de Artur Mas, que preside la Generalitat (Ejecutivo regional de Cataluña). Este último también ve en la independencia una forma de romper con la costosa solidaridad nacional y bajar las cargas fiscales de las empresas. Tanto allí como en Flandes, pero también en Italia del Norte y en otras regiones, “Madrid”, “Valonia”, etc., se convirtieron en sinónimos de abismo financiero e hipoteca de la salud económica y social del pueblo.
Asedio al centralismo
En Edimburgo también resuena un I want my money back (“Quiero que me devuelvan mi dinero”) poco compatible con el perfil de izquierda del SNP de Alex Salmond. Este partido construyó su popularidad sobre el rechazo de las políticas neo-
En Edimburgo también resuena un I want my money back (“Quiero que me devuelvan mi dinero”) poco compatible con el perfil de izquierda del SNP de Alex Salmond. liberales de Margaret Thatcher y luego de Anthony Blair. Pero, sobre todo, desde la obtención de la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en 2011, se acercó a la socialdemocracia. Salmond, economista y sagaz conocedor de los círculos financieros, logró seducir a una fracción de la patronal ilusionando con el control de los dividendos petroleros y las atenuaciones fiscales que engendraría el nacimiento de un nuevo “tigre celta”. Él también polariza el debate, explicando hasta qué punto Londres grava el bienestar de los escoceses, hasta qué punto “una gran estrella negra” impide que brille “una nueva luz
“El regionalismo no es y nunca fue una amenaza, ni siquiera un motivo de preocupación en un Estado unitario, seguro de su centralismo. […] Francia nunca […] se verá sacudida por partidos regionalistas poco poderosos”, proclamaba un politólogo francés en vísperas del escrutinio escocés (11). Nada es menos seguro. Ya que el proceso en curso a escala de la Unión lleva a la República Francesa a transformarse según la lógica subsidiarista. Numerosos instrumentos jurídicos (la Carta de la Autonomía, los criterios de subvención europea, etc.) obligan a los Estados miembros a una forma u otra de regionalización. De los veintiocho Estados miembros, cerca de veinte se dividieron en regiones (con competencias muy amplias en cinco de ellos) y tres se federalizaron, buscando en particular una mejor gobernanza económica. En Grecia, en 2010, las transferencias de poder hacia las regiones claramente tenían por objetivo una reducción de los gastos por parte de los grupos que apuntan a mantener los compromisos económicos del gobierno. Desde los gobiernos de Raffarin (2002-2005), la descentralización en la que estaba encaminada Francia se transformó en una regionalización con todas las de la ley. La nueva reforma territorial, realizada a ritmo rápido, reduce la cantidad de regiones de veintidós a trece. Para la ocasión, el gobierno invita a cada ciudadano a una reflexión de gran profundidad gracias a una aplicación para celulares: “‘Nombrá’ tu [sic] territorio, para poder apropiarse de los contornos de las trece nuevas regiones y proponerles nombres; ‘marcá’ tu [sic] territorio, para trazar el mapa de su área de desarrollo; ‘probá’ tu [sic] territorio, para probar sus conocimientos […] y comprender la reforma propuesta por el gobierno”. Más allá de esta comunicación infantilizante, el primer objetivo es claramente manifiesto: dotar a Francia de regiones “de tamaño equivalente a las otras regiones europeas” (12). Los legisladores, al perder de vista los dieciocho Estados miembros cuya superficie es inferior aunque más no sea a tres de esas futuras regiones, más bien miraron hacia España, Italia y sobre todo Alemania. De las veintidós regiones actuales, seis quedarán intactas, entre ellas Córcega y Bretaña.
Esta última aparece como una región-guía de la reforma: París ya firmó con ella, a fines de 2013, un “pacto por el futuro” (2.000 millones de euros en ayudas y préstamos). En ese entonces, el primer ministro Jean-Marc Ayrault había anunciado que ese pacto sería completado por la reforma territorial. El segundo objetivo de esta reforma es dotar a las regiones de “herramientas para acompañar el crecimiento de las empresas”, en particular cediéndoles todas las competencias en materia de políticas de formación y de empleo. El secretario de Estado a cargo de la Reforma del Estado y Simplificación, Thierry Mandon, había advertido a los franceses: “Algunas misiones del Estado deberán transferirse o abandonarse” (13). La regionalización podría desembocar en una Francia de una decena de regiones-áreas de empleo, con un diálogo social adaptado a las nuevas realidades. Dicha regionalización introduce en el funcionamiento del Estado francés el principio de equivalencia de los “niveles de competencias” así como el principio de subsidiariedad. Habrá, pues, un tratamiento específico de los ciudadanos en función de su región, lo que determina la emergencia de categorías distintas de franceses. Eso es lo que ya muestra el “pacto por el futuro”, que, para citar a Ayrault, es “un pacto por Bretaña y los bretones” (14) –“los bretones”, y ya no los habitantes de una región–. Dicho de otra manera, el Estado francés parece dispuesto a rehabilitar, en nombre de cada economía regional, ciertas categorías constitutivas de una identidad étnica (15). Por su parte, los separatistas incitan a París, como a Bruselas, a no detenerse en mitad de tan buen camino realizado. “Nadie discute la necesidad de ahorrar. Pero la debacle del Estado francés es ante todo la de un Estado centralizado a ultranza. Y el centralismo cuesta caro”, explica la federación francesa de Convergencia Democrática de Cataluña, la que pondera la creación de una región de Cataluña Norte en el Rosellón para “restaurar” un país catalán transfronterizo “competitivo” (16). La experiencia muestra que una colectividad territorial fundada en una identidad raramente se contenta con el statu quo. La federalización belga, larga tentativa de apaciguamiento de ese deseo de reconocimiento, no obstante minoritario (17), no impidió que el país, al igual que España, se encontrara al borde de la dislocación. El gobierno de Londres, “seguro de su centralismo”, había creído que podría hacer caer a los nacionalistas en su propia trampa al autorizar el referéndum. Hoy se ve obligado a tener que prometer lo que se parece mucho a una federalización (sobre todo fiscal) del país, destinada a contentar, sin la menor garantía de éxito, a las cuatro “naciones internas” que lo componen (Escocia, Irlanda del Norte, Gales e Inglaterra)… Mientras los federalistas europeos continúan su estrategia de “realizaciones concretas que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”, como decía Robert Schuman, los separatistas proeuropeos (pero no federalistas) continúan su marcha hacia la “independencia de facto”
esperando la “independencia de derecho” (18). Dos estrategias del hecho consumado que se refuerzan mutuamente.
1. El término “independentista” tiene el inconveniente de dar crédito a la tesis de una dependencia y, por lo tanto de una dominación, de una parte del país en cuestión respecto de la otra. 2. Le Monde, 18-9-14. 3. “Declaración de misión”, Comité de las Regiones, Bruselas, 21-4-09. 4. “Resolución del Comité de las Regiones sobre la Carta de la Gobernanza Multinivel en Europa”, Bruselas, 2/3-4-14. 5. Video “20 Years of the Committee of Regions”, Comité de las Regiones, julio de 2014, disponible en: www.youtube.com 6. Véase Belén Balanyá, Ann Doherty, Olivier Hoedeman, Adam Ma’anit y Erik Wesselius, Europe Inc. Comment les multinationales construisent l’Europe et l’économie mondiale, Marsella, Agone, 2005; François Denord y Antoine Schwartz, L’Europe sociale n’aura pas lieu, Raisons d’agir, París, 2009. 7. Véase La Concurrence ethnique. La Belgique, l’Europe et le néolibéralisme, Le Croquant, Bellecombe-en-Bauges, 2012. 8. Por ejemplo, el think tank In De Warande, autor en 2005 de un “Manifiesto por una Flandes independiente en Europa” que inspiró ampliamente el programa de la N-VA. 9. Bel-RTL, 10-10-14. 10. Channel 4 News, 7-2-14. 11. Xavier Crettiez, citado en Le Monde, 18-9-14. 12. “La réforme territoriale”, 1010-14, www.gouvernement.fr 13. Entrevista con Thierry Mandon, 2-7-14, www.lesechos.fr 14. Citado en Mediapart.fr, 1312-13. 15. Alentados por París y por los acontecimientos escoceses y catalanes, los “Gorros Rojos” y los nacionalistas bretones organizaron una “marcha histórica por una Bretaña unida”, que reunió entre veinte mil y treinta mil personas en Nantes (Ouest-France, 28-9-14). 16. Extraído del sitio www.cdccat.com 17. En Flandes, el separatismo se estancó alrededor del 15% desde 1995. En 2010, el 83% de los votantes de la N-VA se decían hostiles a la escisión del Estado belga (Katholieke Universiteit Leuven). 18. Según las palabras del teórico nacionalista escocés Tom Nairn, citado en Keith Dixon, “Les ambitions du nationalisme écossais”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2014.
*Docente e investigador de la Universidad de Lorraine. Autor de La Concurrence ethnique. La Belgique, l’Europe et le néolibéralisme, Editions du Croquant, col. “Savoir/Agir”, Bellecombe-en-Bauges, 2012. Traducción: Bárbara Poey Sowerby
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Impacto demoledor de las revelaciones de Snowden
El imperio del capitalismo digital Las revelaciones, hace un año y medio, de Edward Snowden, un técnico que trabajaba para la Agencia Nacional de Seguridad, demostraron no sólo la falta de respeto del gobierno de Obama por la privacidad. Su proyección es mucho más amplia: desnuda la estructura de las relaciones de poder a escala mundial y cristaliza las mutaciones del capitalismo digital.
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Por Dan Schiller*
as revelaciones sobre los programas de espionaje dirigidos por la National Security Agency (NSA) generaron “cambios fundamentales e irreversibles en muchos países y en gran cantidad de ámbitos” (1), subraya Glenn Greenwald, el periodista de The Guardian que hizo públicas las informaciones confidenciales con las que contaba Edward Snowden. En el otoño de 2013, la canciller alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se opusieron públicamente a Barack Obama al condenar los atentados a la privacidad de los que era culpable Estados Unidos –y de los que ellas en persona habían sido víctimas–. La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad una resolución que reconoce como un derecho humano la protección de los datos privados en Internet. Y, en junio de 2014, el Departamento de Justicia estadounidense, respondiendo a la Unión Europea, prometió someter al Congreso una propuesta de ley que extendiera a los ciudadanos europeos ciertos dispositivos de protección de la privacidad de los que gozan los ciudadanos estadounidenses. Pero, para apreciar plenamente la magnitud de la repercusión internacional del caso Snowden, hay que ampliar la lente más allá de las infracciones cometidas contra el derecho y examinar el impacto que esas revelaciones tienen sobre las fuerzas económicas y políticas mundiales, estructuradas en torno a Estados Unidos. Ante todo, el espionaje –una de las funciones de la NSA– forma parte del poder militar estadounidense. Desde 2010, el director de la NSA también está a cargo de las operaciones digitales ofensivas, en tanto comandante del Cyber Command del ejército: los dos organismos dependen del Departamento de Defensa. “Estados Unidos podría utilizar armas cibernéticas […] en el marco de operaciones militares ordinarias, al igual que misiles de crucero o drones”, explica el almirante Michael S. Rogers, recientemente nombrado al mando de la NSA y del Cyber Command, a The New York Times (20-6-14).
Luego, ese dispositivo militar se inscribe en un marco mucho mayor, el de las alianzas estratégicas tejidas por Estados Unidos. Desde 1948, el acuerdo Ukusa constituye el núcleo de los programas de vigilancia de las comunicaciones mundiales. En ese acuerdo, a Estados Unidos se lo denomina “parte primera” [first party] y a la NSA se la reconoce específicamente como la “parte principal” [dominant party]. El Reino Unido, Canadá, Australia y
Nueva Zelanda representan las “partes segundas” [second parties]. Cada uno de esos países, además de comprometerse a garantizar la vigilancia de las comunicaciones en una región dada, compartir sus infraestructuras con Estados Unidos y llevar a cabo operaciones comunes con este último, puede acceder a la información de inteligencia recogida según modalidades fijadas por Washington (2). Los cinco ojos del principio Los países del Ukusa –los five eyes [“cinco ojos”], como se los suele llamar– colaboraban en el marco de la Guerra Fría. La Unión Soviética representaba el principal adversario. Pero, frente a los avances de los movimientos anticoloniales, antiimperialistas e incluso anticapitalistas en Asia, África y América Latina, Estados Unidos extendió sus capacidades de recolección de información a escala mundial. Las alianzas que habían fundado ese sistema superan, pues, ampliamente el círculo de los primeros signatarios. Por ejemplo, al este y al oeste de la Unión Soviética, Japón y Alemania se cuentan entre las “partes terceras” [third parties] del tratado. Se observará que, tras las revelaciones de Snowden, Merkel le pidió a Estados Unidos que compartiera con Alemania las informaciones con las que contaba, según condiciones similares a las que disponían las “partes segundas”. La administración Obama desestimó el pedido. Los miembros que tienen el estatus de “partes terceras” evolucionaron a lo largo del tiempo, pero todos disponen de un acceso restringido a las informaciones recogidas. Ese fue, durante un tiempo, el caso de Irán, bien ubicado para observar el sur de la Unión Soviética. Pero después de la revolución de 1979, Estados Unidos tuvo que encontrar una solución de reemplazo. Entonces, institucionalizó sus vínculos con la República Popular China, con la que las relaciones habían mejorado a partir de la visita secreta de Henry Kissinger en abril de 1970. La provincia de Xinjiang aparecía como un lugar cómodo para espiar a los rusos: Deng Xiaoping, el gran artesano de la apertura de China a la economía de mercado, autorizó a la Central Intelligence Agency (CIA) a construir dos puestos de vigilancia, con la condición de que los administraran técnicos chinos. Estos puestos, operativos a partir de 1981, funcionaron al menos hasta mediados de los años 90. Dado que ningún Estado posee una red de espionaje tan extensa como Estados Unidos, el argumento según el cual “todos los países hacen lo mismo” no se sostiene. Desde los satélites, en la década del 50, hasta las infraestructuras digitales, Estados Unidos modernizó sus sistemas de vigilancia global en varias oportunidades. Sin embargo, desde comienzos de la década del 90, y con la caída de los re-
gímenes comunistas, la vigilancia también cambió de función. Sigue apuntando a combatir las amenazas, actuales o futuras, que pesan sobre una economía mundial construida en torno a los intereses estadounidenses. Pero esas amenazas se diversificaron: actores no estatales, países menos desarrollados aunque decididos a obtener un lugar más importante en la economía mundial o, al contrario, países deseosos de emprender otras vías de desarrollo, y –esto es esencial– otros países capitalistas desarrollados. Para aclarar ese desplazamiento estratégico, hay que destacar un aspecto económico del sistema de inteligencia estadounidense directamente vinculado al capitalismo digital. En estas últimas décadas se asistió al desarrollo de una industria de la guerra cibernética, de la recolección y el análisis de datos, que no le rinde cuentas a nadie y de la que forma parte el ex empleador de Snowden, la empresa Booz Allen Hamilton. En otras palabras: con las privatizaciones masivas, la “tercerización de la inteligencia” se banalizó. Así, lo que de larga data era una función estatal se convirtió en una vasta empresa llevada a cabo en forma conjunta por el Estado y los grupos económicos. Como demostró Snowden, desde entonces el complejo de vigilancia estadounidense está ligado al corazón de la industria de la Net. Hay sólidas razones para pensar que las empresas de Silicon Valley participaron de forma sistemática, y la mayoría de ellas de forma coordinada, en determinados aspectos de una operación top secret de la NSA bautizada “Enduring Security Framework” (Marco de Seguridad Duradera) (3). Ya en 1989, un experto en comunicaciones militares se felicitaba por los “estrechos vínculos que mantenían las compañías estadounidenses […] con las altas instancias de la seguridad nacional estadounidense”, porque las compañías en cuestión “facilitaban el acceso de la NSA al tráfico internacional” (4). Veinticinco años más tarde, esta relación estructural se mantiene. Aunque los intereses de esas empresas probablemente no coincidan con los del gobierno estadounidense, es indiscutible que las principales compañías informáticas constituyen socios indispensables para Washington. “La mayoría de las empresas que desde hace mucho tiempo le permiten a la Agencia ser la más adelantada en tecnología y tener un alcance global todavía trabajaban con ella”, reconoció el director de la NSA en junio de 2014 a The New York Times. ¿Motores de búsqueda o de vigilancia? Contra toda evidencia, Google, Facebook y las demás niegan su implicación y fingen indignación. Una reacción lógica: esas empresas construyeron su fortuna sobre el espionaje a gran escala con un objeti-
vo comercial –en su propio beneficio y el de sus sostenes financieros, las grandes agencias de publicidad y de marketing–. La recolección, masiva y concertada, de datos por parte de las grandes empresas no es un hecho natural. Hubo que hacerla posible, especialmente mediante la transformación de la arquitectura inicial de Internet. En la década del 90, mientras que la World Wide Web recién comenzaba a inmiscuirse en la vida social y cultural, las empresas informáticas y de publicidad hicieron lobby ante la administración Clinton para reducir la protección de la privacidad al mínimo estricto. Así, pudieron modificar la Net de forma tal de vigilar a sus usuarios con fines comerciales. Rechazando las iniciativas de protección de los datos, por tímidas que fueran, redes sociales, motores de búsqueda, proveedores de acceso y de publicidad siguen exigiendo una integración más profunda de la vigilancia comercial en Internet –esta es la razón por la que promueven el paso a la informática “en la nube” [cloud service computing]–. Múltiples empresas gigantes adquirieron el poder de acaparar la información de la población del mundo entero, durante toda la vida, a cualquier hora del día. Como explica Evgeny Morozov, las estrategias de ganancia de esas empresas se basan explícitamente en los datos de sus usuarios. Según los términos del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, estas constituyen “motores de vigilancia” (5). Estas estrategias de ganancia se convierten en la base del desarrollo del capitalismo digital. La dinámica de apropiación de los datos personales electrónicos se
Merkel le pidió a Estados Unidos que compartiera con Alemania sus informaciones; Obama desestimó el pedido. intensifica particularmente bajo el efecto de una doble presión económica y política. Por esta misma razón, se expone a una doble vulnerabilidad que las revelaciones de Snowden pusieron en evidencia. En mayo de 2014, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró que los individuos tenían derecho a pedir que se retiraran los resultados de búsquedas que remitieran a datos personales “inadecuados, no pertinentes u obsoletos”. En los cuatro días posteriores a esa sentencia, Google recibió cuarenta y un mil solicitudes fundadas en ese “derecho al olvido”. Más revelador aun, en junio de 2014, el 87% de las quince mil personas encuestadas en quince países por la agencia de relaciones públicas Edelman Berland coincidió en decir que la ley debería “prohibirles a las empre-
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sas comprar y vender datos sin el consentimiento” de las personas afectadas. Las mismas encuestas consideraban que la principal amenaza que pesaba sobre la protección de la privacidad en Internet residía en el hecho de que las empresas podían “utilizar, intercambiar o vender sin [su] conocimiento [sus] datos personales para obtener una ganancia financiera”. Para contener el descontento, la Casa Blanca publicó un informe en el que recomendaba a las empresas que limitaran el uso que hacen de los datos de sus clientes. Pese a esto, la administración Obama se mantiene inquebrantable en su apoyo a las multinacionales: “El big data será un motor histórico de progreso” (6), recalcó un comunicado oficial en junio de 2014. El rechazo del inmenso poder de los intereses económicos y estatales estadounidenses sobre el capitalismo digital no solamente es perceptible en las encuestas de opinión. Para los que desde hace mucho tiempo perseveran en su oposición a las compañías estadounidenses, las revelaciones de Snowden constituyen una ventaja inesperada. Lo testimonia la extraordinaria “Carta abierta a Eric Schmidt” (presidente ejecutivo de Google) escrita por uno de los principales editores europeos, Matthias Dopfner del grupo Axel Springer. Allí, Dopfner acusa a Google, que detenta el 60% del mercado de la publicidad en línea en Alemania, de querer convertirse en un “supra Estado digital” que ya no deba rendir cuentas a nadie. Al explicar que Europa sigue siendo una fuerza “esclerosada” en ese ámbito esencial, Dopfner busca, por supuesto, promover los intereses de las empresas alemanas (Frankfurter Allgemeine Feuilleton, 17-4-04). El estancamiento crónico de la economía mundial exacerba aun más la batalla que llevan a cabo las grandes empresas y el Estado para acaparar los beneficios. Por un lado, los proveedores de acceso a Internet y las grandes empresas forman la guardia pretoriana de un capitalismo digital centrado en Estados Unidos. La compañía Microsoft utiliza más de un millón de computadoras en más de cuarenta países para suministrar sus servicios a partir de un centenar de centros de datos. Android e IOS, los respectivos sistemas operativos de Google y Apple, equipaban, ellos solos, el 96% de los smartphones vendidos en el mundo en el segundo trimestre de 2014. Por otro lado, Europa exhibe resultados pobres: ya no domina el mercado de los teléfonos celulares y Galileo, su proyecto de geolocalización por satélite, experimenta numerosos fracasos y retrasos. Una potencia prodigiosa El capitalismo digital basado en Internet impresiona por su amplitud, su dinamismo y sus perspectivas de ganancia, como lo demuestran no sólo la industria directamente ligada a Internet, sino ámbitos tan diferentes como la industria automotriz, los servicios médicos, la educación y las finanzas. ¿Qué empresas, implantadas en qué regiones, acapararán los beneficios anexos? En ese nivel, el caso Snowden actúa como un elemento perturbador, dado que aviva la protesta
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contra la dominación cibernética estadounidense. En las semanas siguientes a las primeras revelaciones, corrieron las especulaciones en cuanto a la influencia que tendrían los documentos publicados por Snowden sobre las ventas internacionales de las compañías estadounidenses de nuevas tecnologías. Por ejemplo, en mayo de 2014, el presidente ejecutivo del fabricante de equipos informáticos Cisco le escribió al presidente Obama para advertirle que el escándalo de la NSA socavaba “la confianza en nuestra industria y en la capacidad de las compañías tecnológicas para vender sus productos en el mundo” (The Financial Times, 195-14). Para las empresas informáticas, la amenaza que proviene del mundo político se hace más precisa. Algunos Estados, invocando las revelaciones de Snowden, reorientan su política económica. Brasil y Alemania evalúan la posibilidad de autorizar únicamente a los proveedores nacionales a conservar los datos de sus ciudadanos –una medida que ya está vigente en Rusia–. En junio pasado, el gobierno alemán puso fin al contrato que lo vinculaba desde hacía mucho con la compañía estadounidense Verizon, en beneficio de Deutsche Telekom. Por su parte, un líder democristiano declaró que al personal político y diplomático alemán le convendría volver a usar la máquina de escribir para todos los documentos sensibles. Brasil y la Unión Europea, que prevén construir una nueva red de telecomunicaciones submarina para que sus comunicaciones intercontinentales ya no tengan que depender de la infraestructura estadounidense, confiaron esta tarea a empresas brasileñas y españolas. De la misma forma, Brasilia recordó el abandono de Outlook, el servicio de mensajería de Microsoft, en beneficio de un sistema que utiliza centros de datos establecidos en su territorio. En los últimos meses continuaron las represalias económicas contra las empresas informáticas estadounidenses. Alemania prohibió la aplicación para compartir taxis Uber; en China, el gobierno explicó que los equipamientos y servicios informáticos estadounidenses representaban una amenaza para la seguridad nacional y les pidió a las empresas estatales que no los usaran más. Para responder a este escenario, los gigantes estadounidenses de la informática no se contentan con una ofensiva de relaciones públicas. Reorganizan sus actividades para mostrarles a sus clientes que respetan las legislaciones locales en materia de protección de datos. Así, IBM prevé invertir 1.000 millones de dólares para construir centros de datos en el extranjero, con la esperanza de tranquilizar a sus clientes preocupados por el espionaje estadounidense. No es seguro que esto alcance para apaciguar los temores, mientras que Washington le pide a Microsoft que entregue los correos electrónicos almacenados en sus servidores instalados en Irlanda… Al servicio de las multinacionales Pero no hay que confundirse: el objetivo de las autoridades estadounidenses sigue sien-
do ampliar las ventajas de sus multinacionales informáticas. En mayo de 2014, el procurador general de Estados Unidos presentó una demanda contra cinco oficiales del ejército chino por ciberespionaje comercial, alegando que China se dedicaba a tácticas de competencia abiertamente ilegales. Sin embargo, y de forma significativa, The Financial Times reveló que la demanda presentada por los campeones del espionaje suscitaba conmoción en la industria alemana, “en la que hay preocupación por los robos a la propiedad intelectual” (22-5-14). ¿Era este el efecto que los responsables estadounidenses querían generar? ¿Por qué esperó Estados Unidos ese momento preciso para pasar a la acción? Desde hace años acusa a China de lanzar ataques cibernéticos contra sus empresas –mientras que el propio Estados Unidos piratea los enrutadores y el equipamiento de Internet de una compañía china competidora, Huawei–. Se deja entrever una motivación de orden político: en este año de elecciones de medio término, el gobierno demócrata pretende convertir a China en un predador que destruye los empleos estadounidenses robando la propiedad intelectual. Y, al mismo tiempo, esta acusación pública de Pekín destaca de manera sutil que, entre aliados, el statu quo –un capitalismo digital dominado por Estados Unidos– sigue siendo la mejor opción.
Según sus declaraciones, Snowden esperaba que sus revelaciones “fueran el apoyo necesario para construir una internet más igualitaria”. Rozamos aquí el núcleo del problema. Según sus declaraciones, Snowden esperaba que sus revelaciones “fueran el apoyo necesario para construir una Internet más igualitaria” (7). No sólo quería desencadenar un debate sobre la vigilancia y el derecho a la privacidad, sino también influir en la controversia sobre los desequilibrios inherentes a la infraestructura de Internet. Ya desde su construcción, Internet siempre favoreció a Estados Unidos. Desde la década del 90, se ha escuchado una oposición, internacional pero esporádica. Esta se intensificó entre 2003 y 2005, durante las cumbres mundiales sobre la sociedad de la información; luego nuevamente en 2012, durante un encuentro multilateral organizado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Las revelaciones de Snowden exacerban todavía más ese conflicto sobre la “gobernanza global de Internet” (8). Dichas revelaciones debilitan la “capacidad de Washington para orientar el debate sobre el futuro de Internet”, explica The Financial Times, citando a un ex responsable del gobierno estadounidense para quien “Estados Unidos ya no tiene la autoridad moral que le permita hablar de una Internet libre y abierta” (21-4-14).
Después de que la presidenta Rousseff, en septiembre de 2013, condenara ante la Asamblea General de la ONU las infracciones cometidas por la NSA, Brasil anunció la realización de un encuentro internacional para examinar las políticas institucionales definidas por Estados Unidos relativas a Internet: la “NET Mundial, reunión multisectorial global sobre la gobernanza de Internet” se realizó en San Pablo en abril de 2014 y reunió a no menos de ciento ochenta participantes, representantes de gobiernos, empresas y asociaciones. Pero Estados Unidos intentó neutralizar esta iniciativa: algunas semanas antes del encuentro, prometió, no sin establecer varias condiciones importantes, abandonar su rol de supervisión formal de la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (Icann), el organismo que administra ciertas funciones vitales de la red. La operación fue un éxito. Tras la NET Mundial, la Software and Information Industry Association, establecida en Estados Unidos, se felicitó: “Las declaraciones efectuadas sobre la vigilancia se mantuvieron mesuradas”, y “este encuentro no les dio la ventaja a los que privilegian un control intergubernamental de Internet, es decir, un control ubicado bajo la égida de las Naciones Unidas” (9). En el fondo, son los conflictos económico-geopolíticos y los realineamientos incipientes los que determinaron el resultado del encuentro de San Pablo. Si bien Brasil volvió al regazo estadounidense, Rusia y Cuba se negaron a firmar la resolución final y destacaron que el discurso de Estados Unidos sobre la “libertad de Internet” sonaba hueco; la delegación india se declaró insatisfecha y agregó que sólo daría su acuerdo después de consultar con su gobierno, y China volvió a la carga, denunciando, no sin razón, la “ciberhegemonía” estadounidense (China Daily, 21-514). Esta opinión está ganando terreno. Tras la NET Mundial, el G-77 más China llamó a las entidades intergubernamentales “a discutir y examinar el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para asegurarse su entera conformidad al derecho internacional” (10), y exigió que se pusiera fin a la vigilancia masiva extraterritorial. Así, el conflicto estructural sobre la forma y la dominación del capitalismo digital se acentúa. Aunque la heteróclita coalición formada contra el poder y las grandes empresas de Silicon Valley haya adquirido cierta magnitud, estas últimas siguen decididas a preservar su dominación mundial. Según Henry Kissinger, defensor manifiesto de la supremacía de Estados Unidos, los estadounidenses deben preguntarse: ¿qué buscamos impedir, al precio que sea, y completamente solos si es necesario?, ¿qué debemos intentar lograr, aunque sea por fuera de cualquier marco multilateral? Afortunadamente, los Estados, las multinacionales y sus partidarios no constituyen los únicos actores políticos. Agradezcamos a Snowden por habérnoslo recordado.
1. Glenn Greenwald, Nulle part où
se cacher, JC Lattès, París, 2014. 2. Véase Jeffrey T. Richelson y Desmond Ball, The Ties That Bind: Intelligence Cooperation Between the Ukusa Countries, Boston, Allen & Unwin, 1985, y Jeffrey T. Richelson, The US Intelligence Community, Boulder, Westview, 2008. Véase Philippe Rivière, “Le système Echelon”, Le Monde diplomatique, junio de 1999. 3.Véase Barton Gellman y Laura Poitras, “Codename Prism: Secret government program mines data from nine US Internet companies, including photographs, emails and more”, The Washington Post, 6-6-13; Jason Leopold, “Emails reveal close Google relationship with NSA”, Al Jazeera America, 6-5-14, y Andrew Clement, “NSA surveillance: Exploring the geographies of Internet interception”, conferencia presentada en la Universidad Humboldt, Berlín, 6-3-14. 4. Ashton B. Carter, “Telecommunications policy and US national security”, en Robert W. Crandall y Kenneth Flamm (directores), Changing the Rules, Brookings, Washington DC, 1989. 5. Véase Evgeny Morozov, “De la utopía digital a la lucha social”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, octubre de 2014. Véase Julian Assange, Cyberpunks: Freedom and the Future of the Internet, OR Books, Nueva York, 2012. 6. “Big data: Seizing opportunities, preserving values”, Casa Blanca, Washington DC, junio de 2014. 7. Citado por Glenn Greenwald, op. cit. 8. “¿Quién controla Internet?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2013. 9. Carl Shonander, “SIIA welcomes outcome if NET mundial global multistakeholder meeting”, 25-4-14, www.siia.net 10. “Declaration of Santa Cruz: For a new world order of living well”, 17-6-14. El G-77, creado en 1964, reúne dentro de la Organización de las Naciones Unidas a países en desarrollo preocupados por promover intereses económico-diplomáticos comunes.
*Autor de Digital Depression. Information Technology and Economic Crisis, University of Illinois Press, Urbana, 2014. Traducción: Bárbara Poey Sowerby
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Nuevo capítulo entre Washington y La Habana
¿Deshielo en el trópico? Un gesto de alto valor simbólico, el apretón de manos entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela, parece haber señalado el inicio de un proceso de normalización de las relaciones entre ambos países.
en 1986 por dos fallos de la Corte Internacional de Justicia. Sin embargo, en lo fundamental, el dispositivo legislativo de excepción contra la isla se mantiene. Cuba figura aún en la lista de “países terroristas”. El embargo se extendió a las empresas extranjeras (Cuban Democracy Act, 1992; Helms-Burton Act, 1996), lo que ahoga a la economía y exige a los demás países la aplicación de sanciones unilaterales contra Cuba. Disposiciones migratorias particulares recompensan a los emigrados que ingresaron clandestinamente al territorio estadounidense. El Congreso vota cada año una ayuda financiera a los proyectos anticastristas de “defensa de la democracia”. Un programa de incentivos apunta desde 2006 a captar a los médicos cubanos contratados en el marco de acuerdos de cooperación en el exterior (5). Finalmente, Washington impulsó, durante el mandato de George W. Bush (2001-2009), la elaboración de un proyecto de transición pos Castro que no ha sido cuestionado por Obama.
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Por Patrick Howlett-Martin*
ebieron pasar dieciséis años para que Estados Unidos reconociera a la Unión Soviética; veinte para que reconociera a Vietnam; treinta a la República Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washington aún no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba. Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas turquesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran medida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente estadounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013. El momento fue unánimemente calificado como “histórico” por una prensa más bien obsesionada con una cuestión: ¿ese gesto había sido preparado? Imposible determinarlo a ciencia cierta; pero una serie de circunstancias sugiere que la hipótesis de una puesta en escena nada tiene de descabellada. Una semana después de las exequias del líder sudafricano, un editorial de The Financial Times consideraba que “los argumentos en favor de una flexibilización, y luego de un levantamiento del embargo” eran “convincentes”, antes de ordenar a la Casa Blanca que “modificara su política respecto de Cuba” (1). Por su parte, el periodista conservador John McLaughlin reunió a diferentes colegas para analizar el “caso”. Todos denunciaron las sanciones, incluyendo Patrick Buchanan, ex candidato a las elecciones presidenciales del ala ultraconservadora del sector republicano. Sin embargo, al igual que McLaughlin, Buchanan había
apoyado en su momento a Ronald Reagan, para quien un acercamiento con el régimen castrista no figuraba entre sus prioridades (2)... En febrero de 2013, Patrick Leahy, el más antiguo del bloque demócrata en el Senado, había encabezado una misión parlamentaria bipartidaria a La Habana. Un año más tarde, le envió al presidente Obama una carta abierta firmada conjuntamente con su colega republicano de Arizona, Jeff Flake. Ambos solicitaban el levantamiento del embargo y la normalización de las relaciones, deseada, según una encuesta del Atlantic Council de febrero de 2014, por el 56% de los ciudadanos estadounidenses (3). Men-
cionando los intercambios y las inversiones de la Unión Europea, Canadá y los principales países del subcontinente (México, Brasil, Colombia), constataban: “En lugar de aislar a Cuba, no hicimos más que aislar a nuestro país con políticas obsoletas” (4). El 16 de mayo de 2014, la subsecretaria de Estado estadounidense, Roberta Jacobson, dialogaba en Washington con la directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, Josefina Vidal Ferreiro. En el orden del día: la posibilidad de un intercambio inédito de detenidos. Días más tarde, el 19 de mayo, bajo el título “Support Cuban society”, cuarenta y cuatro personalida-
des (congresistas, ex altos funcionarios, oficiales de alto rango retirados, empresarios, responsables de fundaciones y de organizaciones no gubernamentales) le enviaban a su vez una carta abierta a Obama. Allí formulaban dieciséis recomendaciones destinadas a desarrollar las relaciones con la sociedad cubana, así como los intercambios de carácter comercial y turístico, a pesar de la oposición del Congreso, el único autorizado para levantar el embargo. Entre los firmantes: John Negroponte, ex jefe de inteligencia estadounidense, impulsor a comienzos de la década de 1980, cuando era embajador en Honduras, de la política de guerra contra el régimen sandinista de Nicaragua, política condenada
Antes del embargo, que data de enero de 1962, las dos terceras partes de los intercambios de la isla se hacían con Estados Unidos. Actualmente, los puertos cubanos están vedados para los barcos con bandera estadounidense, salvo excepciones, desde 2000, para productos agrícolas y medicamentos. El organismo encargado del control de activos extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) en el seno del Departamento del Tesoro estadounidense dedica gran parte de sus actividades a hacer que se respete este embargo unilateral. A veces recurre a medidas extremas: a lo largo del tiempo, prohibió la importación a Estados Unidos de equipos que contuvieran níquel proveniente de Cuba, chocolate suizo fabricado con cacao cubano, o incluso tabaco cubano, aun el adquirido en terceros países o en los duty free. En enero de 2011, hizo embargar el aporte destinado a Cuba del Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (Global Fund), por un total de 4,2 millones de dólares. Multas a bancos Desde 2009, grandes bancos internacionales debieron pagar fuertes multas por operaciones financieras realizadas con Cuba. Abonaron más de 3.200 millones de dólares al Tesoro estadounidense. Y el monto de las multas va en aumento: 619 millones de dólares para ING en junio de 2012; 1.900 millones de dólares para HSBC en diciembre de 2012; 8.900 millones de dólares para BNP-Paribas en mayo de 2014 (este último monto incluye también infracciones a los em-
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bargos contra Irán y Sudán) (6). El propio embajador de Francia en Cuba no escapó a la OFAC: su cuenta personal en el Banque transatlantique (grupo CIC) fue embargada por la justicia estadounidense luego de que emitiera un cheque en dólares destinado a la compra, en La Habana, de un automóvil de marca francesa para su uso personal. Una cláusula prohíbe además a las empresas de terceros países alquilar o vender a Cuba bienes o servicios cuya tecnología tenga más del 10% de componentes estadounidenses.
que próximamente podría ser objeto de un nuevo acuerdo marco, más flexible, con la Unión Europea? Sin olvidar que Rusia manifestó su interés: en febrero de 2013, su primer ministro, Dimitri Medvedev, viajó a La Habana junto con una importante delegación de empresarios. En cuanto a China, es el tercer socio comercial de Cuba, detrás de la Unión Europea...
Desde luego, a partir de 2000, las leyes de excepción votadas durante la presidencia de John Fitzgerald Kennedy (1961-1963) no se respetan. La enmienda Nethercutt autoriza las exportaciones agrícolas norteamericanas. En 2012, Cuba ofrecía al sector agrícola estadounidense su cuadragésimo tercer (sobre doscientos veintinueve) mercado de exportación, por un valor de 457 millones de dólares (las compras cubanas deben pagarse al contado). Desde la organización en La Habana, en 2002, de una feria agrícola estadounidense inaugurada por el gobernador de Minnesota, se sucedieron allí los gobernadores de Estados cerealeros, a veces muy conservadores (Montana, North Dakota, Minnesota, Idaho...). Y ocasionalmente se realizan consultas bilaterales en materia de inmigración, meteorología, correo postal (interrumpido en 1963) y lucha contra el tráfico de estupefacientes. Por su parte, seiscientos mil estadounidenses de origen cubano viajaron a La Habana en 2013, es decir, aproximadamente dieciocho vuelos diarios. Mientras que los cien mil ciudadanos estadounidenses que viajan cada año con destino a Cuba deben obtener una autorización previa, los desplazamientos de los ciudadanos estadounidenses nacidos en la isla no sufren ninguna restricción. El levantamiento de la autorización de salida del territorio cubano, vigente a partir de diciembre de 2012, suscitó un aumento considerable de las partidas regulares: al 1º de septiembre de 2013, cuarenta y siete mil personas abandonaron el país, la gran mayoría con destino a Florida. La legislación cubana ya no se opone a su regreso, con la condición de que su estadía en el extranjero no supere los veinticuatro meses. Para los seis primeros meses del año 2013, la Sección de Intereses de Estados Unidos otorgó más de dieciséis mil setecientas visas; una cifra que aumentó un 79% con respecto a 2012. Alrededor de las dos terceras partes de la población de la isla se beneficiarían con transferencias financieras provenientes de la comunidad cubana en Estados Unidos. Según una fuente gubernamental cubana, éstas ascenderían a unos 2.600 millones de dólares en 2012: un aumento de aproximadamente el 13% con respecto a 2011, a pesar de una reglamentación restrictiva (7). Enfrentado a una economía fosilizada (excepto algunos sectores competitivos como el turismo, la cooperación médica y las biotecnologías), y deseando movilizar a
una población que no tiene más remedio que arreglárselas como puede, el presidente Castro puso en marcha medidas de apertura económica (8). Lo cual fomenta estas transferencias financieras, que se traducen en inversiones de carácter privado: pequeños comercios, sector inmobiliario, gastronomía, hotelería domiciliaria... En Estados Unidos, los exiliados cubanos se concentran en Florida, donde constituyen entre el 5% y el 8% del electorado igualmente repartido entre demócratas y republicanos. Este Estado elige veinticinco de los cuatrocientos treinta y cinco representantes en el Congreso; desempeñó un papel decisivo en las elecciones presidenciales de 2000 y 2004. Hasta hace poco tiempo, los candidatos a la Casa Blanca estaban convencidos de no poder pronunciarse en favor de una mejora de las relaciones con La Habana sin poner en riesgo su elección o la de los parlamentarios de su partido en Florida. Pero las cosas cambian. Mientras que su marido se había expresado claramente en favor del embargo durante sus dos mandatos, Hillary Clinton, quien desea llevar los colores demócratas a las presidenciales de 2016, escribió en su último libro: “Al finalizar mi mandato, le pedí al presidente Obama que reconsiderara nuestro embargo contra Cuba. No servía para nada y perjudicaba
nuestros proyectos con el resto de América Latina” (9). Los jóvenes toman distancia respecto de las decisiones políticas de sus mayores. Durante las elecciones presidenciales de 2012, el porcentaje de votos republicanos se redujo en el seno de la comunidad cubana. La Universidad de Miami acaba de publicar además los resultados de una encuesta que revela que, actualmente, la mayoría de los exiliados desea una mayor apertura hacia su patria de origen y se pronuncia en contra del embargo. En 1991, se trataba sólo del 13% de la población, contra el 22% en 1997, el 34% en 2004, el 46% en 2011 y el 52% en 2014 (The Miami Herald, 17 de junio de 2014). En el Congreso, los representantes electos oriundos de Cuba militan sin embargo contra un acercamiento hacia la isla. Tanto se trate de los demócratas Robert Menéndez, Albio Sires y José Antonio “Joe” García como de los republicanos Rafael Edward “Ted” Cruz, Marco Rubio (ambos potenciales candidatos a la Casa Blanca), Mario Rafael Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen. Cercanos a las organizaciones anticastristas US Cuba Democracy y Cuban American National Foundation, siguen influyendo fuertemente. Presiden, o presidieron, las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado (Menéndez) y de la Cámara de Representantes (Ros-Lehtinen).
En estas condiciones, el cambio esperado podría demorarse. Desde luego, bajo el impulso de gobiernos cercanos a La Habana, América Latina se dotó de organizaciones de integración regional que excluyen a Estados Unidos (10). Desde luego, los países del subcontinente amenazaron con boicotear la próxima Cumbre de las Américas, prevista para 2015, si Cuba no participa de ella. Desde luego, veintidós votaciones sucesivas en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exigieron el levantamiento del embargo (ciento ochenta y ocho votos a favor y dos en contra en la 68ª sesión en 2013). Pero todo esto no prosperará mientras las consideraciones de política interior prevalezcan en Estados Unidos sobre el interés de una mejora de la relación bilateral. Hecho novedoso, sin embargo: la patronal estadounidense se muestra actualmente favorable a ello. En mayo de 2014, su mascarón de proa, Thomas Donohue, viajó a La Habana, acompañado por una delegación de empresarios, con el fin de evaluar la política de apertura económica del presidente Castro. A su regreso, exhortó a Obama a “tomar nuevas medidas de flexibilización” de manera de “abrir un nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba” (11). En efecto, ¿por qué mantenerse al margen de un mercado en el que se encuentran estrechamente asociados Brasil y Venezuela, y
1. “Time for US policy change on Cuba”, The Financial Times, Londres, 22-2-13. 2. “The McLaughlin Group: The Ryan-Murray budget deal, president Obama’s handshake with Raul Castro and US-Cuba relations”, Bernard Center, Potomac (Maryland), 17-12-13, www. bernardcenter.org 3. “Majority of Americans favor ties with Cuba, poll finds”, The New York Times, 10-2-14. 4. “Rather than isolate Cuba with outdated policies, we have isolated ourselves”, The Miami Herald, 11-2-14. 5. Véase Hernando Calvo Ospina, “Los nuevos ‘médicos descalzos’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006. 6. Véase Ibrahim Warde, “Volvieron los reguladores a Estados Unidos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014. 7. Cifra proporcionada por el estudio del Havana Consulting Group “Remittances to Cuba: the most powerful engine of the Cuban economy”, citado en The Miami Herald, 6-12-13. 8. Véase Renaud Lambert, “Cuba, los frijoles y la reforma”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2011. 9. Hillary Clinton, Hard Choices, Simon & Schuster, Nueva York, 2014. Citado por Ignacio Ramonet, “Algo está cambiando”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014. 10. Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Comunidad del Caribe (CARICOM). 11. Hector Lemieux, “Cuba submergée par l’afflux de dollars américains”, Le Figaro, París, 4-6-14. *Autor de La Politique étrangère du Brésil (2003-2013). Une émergence contestée, L’Harmattan, París, 2014. Traducción: Gustavo Recalde
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Arrollador crecimiento de la capital de Senegal
La explosión de Dakar Embotellamientos interminables, edificios vertiginosos creciendo a toda velocidad, especulación inmobiliaria… Dakar se transforma de manera caótica. La capital de Senegal, una de las diez ciudades más caras del continente, se convierte en una gran metrópoli. Con sus zonas de sombra.
Por Sabine Cessou* enviada especial
“
¡Dakar cambió tanto que la ciudad está desconocida!” Modou Lo, un “llegado de Italia”, como lo llaman en su casa, no había pisado Senegal en doce años. Emigrado a Milán, este técnico de 34 años está de vuelta en casa de sus padres, en una calle arenosa del barrio de Guédiawaye, en el norte de la capital. Está redescubriendo su ciudad y confiesa haber perdido sus reflejos de boy Dakar, el equivalente local del titi parisino (1): “Tomé un taxi a la hora pico y estuve dos horas en el embotellamiento. Ya no tengo mis referencias para dar vuelta en el lugar correcto. Todo cambió… ¡Las casas tienen uno o dos pisos más!” Son las 15 horas. En el patio de la casa, Modou Lo prepara los tres vasos rituales de té verde con sus amigos, sobre un fondo de radio y de balidos de corderos. El emigrado recibe novedades de cada uno. Birame, de 32 años, licenciado en inglés, está desocupado. No se hace ninguna ilusión sobre los planes del nuevo alcalde de Guédiawaye, elegido en junio de 2014: “Es Aliou Sall, el hermano del presidente Macky Sall, un periodista salido de no se sabe dónde. Se va a enriquecer y todo va a seguir igual: un solo liceo público para todo Guédiawaye, cortes de agua, de electricidad, falta de trabajo y el problema del transporte… Hemos luchado contra el nepotismo, pero aquí está, otra vez a nuestra puerta”. La ciudad nueva de Guédiawaye fue creada a dieciocho kilómetros de la capital en el momento de la descentralización de 1972, para reubicar a la población que vivía en las villas de emergencia del barrio administrativo del Plateau. Este barrio a orillas del mar, convertido en uno de los cuatro departamentos de la región de Dakar en 1996, creció al punto de contar en la actualidad con doscientos ochenta y seis mil habitantes. Pues Dakar se extiende en todas las direcciones. Los edificios crecen como champiñones, blancos, amarillos o rosas, a veces revestidos de baldosas, transformando las antiguas rutas
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en grandes bulevares. La ciudad, capital de África Occidental francesa a partir de 1902, formaba parte –junto con Saint-Louis, Gorea y Rufisque–, de las “cuatro comunas” a las que el colonizador había atribuido un status aparte: sus habitantes eran ciudadanos franceses, representados por un diputado en la Asamblea Nacional. En el momento de la independencia, en 1960, solo contaba con trescientos mil habitantes, apenas el 10% de la población total. Hoy se asfixia, a pesar de la brisa marina que sopla sobre la península. Con más de tres millones de habitantes –la cuarta parte de la población de Senegal–, la metrópoli está saturada. Esta ciudad “macrocéfala” donde late el corazón del país, según las palabras de su alcalde Khalifa Sall (homónimo, sin lazo de parentesco con el presidente), está inmersa en el movimiento de explosión urbana que afecta a todo el continente. Un lugar estratégico La nueva Agencia Senegalesa de Promoción Turística desea hacer de Dakar un lugar estratégico de “turismo de negocios y de congresos”. El aeropuerto de la capital –con un millón setecientos mil pasajeros en 2012–, es el segundo en el sur del Sahara después del de Johannesburgo. En 2015 será desplazado gracias a la apertura del aeropuerto internacional Blaise-Diagne, que ambiciona ser una plataforma regional del transporte aéreo. Siguiendo la ruta de esta nueva e importante infraestructura, se atraviesa Diamniadio, una po-
Dakar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del continente, según el estudio ECA International. blación decretada polo urbano por el ex presidente Abdoulaye Wade (2000-2012), con el fin de desatascar a la capital. Situada a treinta y cinco kilómetros de Dakar, esta ciudad crucial será anfitriona, a fines de noviembre, de la cumbre de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en un nuevo centro de conferencias. Dakar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del continente, según el estudio ECA International. Alrededor del actual aeropuerto, en Yoff, Ouakam, Ngor y en el elegante barrio de las Almadies, los terrenos se venden a precio de oro y el cemento corre como agua. Todos los que pueden, operadores
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económicos o particulares, construyen viviendas para cobrar alquileres de 150 a 1.500 euros que permiten llegar a fin de mes… En el Plateau, congestionado de la noche a la mañana, la especulación inmobiliaria tampoco decae. La crisis marfileña, de 2002 a 2011, provocó el flujo de funcionarios internacionales, de organizaciones no gubernamentales (ONG) y de expatriados llegados de Abidjan. La pequeña ciudad del tiempo de las independencias africanas ya no es más que la sombra de ella misma. Parecía más vivible, más elegante, más intelectual y quizás más auténtica a los jóvenes que la habitaban en los años 1970-1980… Esta generación siente, por otra parte, cierta nostalgia, como Pape Samba Kane, ex director del diario satírico Le Cafard libéré. “Hoy Dakar se regodea en las riquezas –escribe–, la ostentación vacía, el brillo efímero como los cromos de los autos GMC. El brillo vulgar como los anteojos de sol enormes hasta en los estudios de televisión, los grandes edificios construidos a fuerza de valijas repletas de dinero. El Dakar de la farsa, del dinero llovido del cielo, de los adja (2) en jeans apretados, el Dakar de los restaurantes elegantes pero sin alma convive con otro, el reverso de una misma medalla, ese submundo de ayer vuelto mainstreet hoy, con sus arreglos y sus desarreglos” (3). La capital deslumbra, con sus facultades (setenta mil estudiantes para una ciudad que cuenta con el 48% de menores de 18 años), la isla de Gorea, el Instituto Fundamental de África del Norte (IFAN), el asiento del Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO), sus conferencias internacionales, su Bienal de Artes y su cultura urbana. Los dakarenses sobresalen, como la joven estilista Adama Ndiaye, que organiza en varias ciudades del mundo la “Black Fashion Week”. “Cuando uno ha crecido aquí, se tiene una estética muy mestizada, el cine y las influencias que vienen de todas partes, orientales, estadounidenses y africanas”, observa Omar Victor Diop. Este fotógrafo de 33 años expone por todo el mundo sus retratos de artistas y de jóvenes ligados a la sociedad dakarense. El reverso de la medalla: un tercio de la población de Dakar vive bajo el umbral de la pobreza (contra una tasa nacional del 46,7% según las cifras oficiales). La actividad económica nacional se concentra, en un 80%, en la vasta zona industrial que se extiende hacia el este, desde el puerto de Dakar (el noveno de África) hasta la ciudad de
Rufisque, a lo largo de la bahía de Hann. La capital atrae a la población rural continuamente, pero también a los residentes de Guinea, de Malí o de Níger. Los recién llegados se instalan cada año en villas de emergencia, de tablas y chapas de zinc, o alquilan piezas en los suburbios de Pikine o de Guédiawaye. En la estación de las lluvias, a fines de agosto, las inundaciones golpean estas dos zonas populares y superpobladas. Los habitantes y el poder público se ponen entonces a extraer el agua estancada, lo que agrava los riesgos de paludismo o de cólera. La bahía de Hann, la zona más contaminada de Senegal, es objeto, desde 2009, de un programa gubernamental de saneamiento. ¿De dónde viene el dinero? ¿Cómo se administra esta urbanización galopante? Es difícil de ver claro, dados los múltiples niveles de decisión en una conducción calcada sobre el modelo
Se han privatizado playas y obstruido la vista del océano Atlántico con proyectos inmobiliarios de alta gama. francés. Desde 1996, Dakar está dividida en diecinueve distritos comunales. Varios planes de urbanismo se solapan, mientras que el desafío es ya urgente: Dakar contará con cinco millones de habitantes en diez años. Khalifa Sall, el alcalde socialista elegido en 2009, denuncia el “acto III” de una descentralización iniciada en 1990 y que este año transfirió competencias a los alcaldes de distritos, en particular para el mercado público. Por falta de medios, los proyectos lanzados por la ciudad están “a punto de ser congelados”, se inquieta, criticando a la vez la competencia que se establece entre el Estado y la alcaldía a propósito de la gestión de este tipo de expedientes. Proyectos inmobiliarios de alta gama se diseminaron estos últimos años en la ruta de Corniche, privatizando playas y obstruyendo la vista del Océano Atlántico. La asociación SOS Littoral litiga hace tiempo contra el gran hotel Terrou-Bi, que confiscó la antigua “playa de los niños” y que ahora hace pagar la entrada. La cantante Aby Ndour, una de las hermanas del célebre Youssou Ndour, no podrá construir un restaurante en Fann-Résidence, en una rotonda que es también uno de los últimos espacios verdes de este barrio a orillas del mar. Presidente honorario de SOS Littoral y del Colegio de Arquitectos,
Pierre Goudiaby alertó al alcalde del distrito de Fann cuando, en agosto, la cantante envió topadoras para arrasar la plaza pública. El ex alcalde le había otorgado una autorización completa, que luego le fue retirada… “Es indignante, pero ella tiene todos los papeles necesarios y se encuentra perfectamente en regla. Los alcaldes, como hay dinero en juego, distribuyen cualquier cosa y toman decisiones que no comprenden”, deplora Goudiaby, que también es un pariente del ex presidente Wade y el patrón del grupo de construcción Atepa (“el constructor”). Muchos se preguntan de dónde viene el dinero que permite edificar tantos edificios. En su último informe, el Grupo de Acción Internacional contra el Lavado de Dinero en África Occidental (Giaba) recuerda que Senegal no está libre del tráfico de cocaína entre América Latina y Europa. El documento se preocupa por el “desarrollo explosivo de la edificación inmobiliaria, especialmente en Dakar y en las zonas turísticas, que no es compatible con la realidad económica del país” (4). “¡No queremos el dinero de la droga!”, exclama Goudiaby, conocido por sus grandes proyectos a través de África. Diseñó el nuevo Grand Théatre, construido cerca de la estación –un soberbio edificio de la época colonial– con financiamiento chino. Es creación suya también la estatua del Renacimiento Africano, un monumento –de un estilo más controversial– de cincuenta y dos metros erigido por una empresa norcoreana en intercambio de varias hectáreas de terreno… “En tiempos de Senghor (5) –deplora también el arquitecto– había un consejo nacional de urbanismo dos veces por año, que unía a todo el mundo, desde el presidente hasta los bomberos. Las cosas estaban claras: Senghor decía que el ministro de urbanismo era él. Este consejo no se reunió en treinta años. Resultado: ¡cada uno hace lo que quiere!” Ni siquiera el barrio elegante de las Almadies, donde viven celebridades como Goudiaby y el cantante Youssou Ndour, escapa a este caos. “Nuestro amigo Mimran [un millonario francés que opera en el sector azucarero] vio cómo frente a su jardín se levantó un edificio de ocho pisos, lo que desconcierta un poco” continúa el arquitecto. Algunos aciertos hubo en la gestión del transporte urbano, con la construcción de rutas de intersección y autopistas bajo la presidencia Wade, en ocasión de la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) en 2008. Pero no todo fue bien pen-
sado: el túnel cavado en la ruta de la Corniche privó a los comerciantes del poblado artesanal, que se encuentra frente al mercado de pescados de Soumbedioune, de una ruta de fácil acceso para los turistas. Si estuvieran bien canalizados, la energía y el espíritu de iniciativa de sus habitantes podrían ser uno de los puntos fuertes de la gestión urbana de la capital. “Dakar está hecha de grandes poblados –subraya el arquitecto Bécaye Blondin Diop–. Todavía se los puede ver en algunos lugares, en Yoff, Ngor o Soumbedioune. Los planes de urbanismo deben tener en cuenta la manera de ser pueblerina, pero también las necesidades de los pobladores. Todavía queda por rescatar todo el litoral norte, a lo largo de más de cien kilómetros, de Yoff a Boro, con proyectos que no son sólo elitistas.”
1. N. de la T.: equivalente del “pibe” rioplatense. 2. N. de la T.: persona de África Occidental. 3. Véase Dakar émoi (colectivo), Clairafrique - Vives Voix, Dakar, 2010. 4. Informe 2013 del Giaba, una estructura de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Cedeao). 5. Léopold Sédar Senghor (1906-2001) fue el primer presidente de Senegal independiente. Poeta, fue miembro de la Academia Francesa. *Periodista. Traducción: Florencia Giménez Zapiola
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El auge de nuevos Estados en el mundo
¿300 para 2050? Nuevos Estados, desde Sudán del Sur hasta Crimea, han ido emergiendo en los últimos años. Viejas deudas no resueltas impulsan particiones y secesiones.
y los excluidos de una globalización dispar que ahonda las fracturas sociales y resquebraja la coexistencia política. Lo anterior cataliza factores y sentimientos ya existentes que encuentran un momento más propicio para avanzar en una agenda pro-independencia. Esto es más elocuente en el Norte y, en particular, en Europa. Tercero, el auge a favor de nuevos Estados se manifiesta en un marco internacional en el que predomina un Estado puesto en entredicho urbi et orbi. Asistimos a un universo plagado de variaciones de Leviatanes cojos en su legitimidad; fenómeno que trasciende el tamaño de los países, las condiciones macroeconómicas, el presupuesto de defensa, la localización geográfica de los Estados y la naturaleza de los regímenes políticos vigentes. Eso, a su turno, se da en circunstancias en que las fuerzas en dirección de más democracia se enfrentan a signos claros de retracción democrática, ya sea formal o sustantiva. Esta contradicción sugiere que no estamos, certeramente, ante la constitución de nuevos Estados sólidos, seguros y sostenibles; algo que, de hecho, no es una novedad pues el fin de los imperialismos del siglo XX no produjo, naturalmente, Estados plenos y pujantes. Lo central es que en estos tiempos de avance del mercado y de la desigualdad y de retroceso de la regulación y la democracia, se hace más difícil invocar una identidad compartida, la expectativa del bienestar y las virtudes de la estatalidad existente para evitar la tentación secesionista.
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Por Juan Gabriel Tokatlian*
penas hace unos pocos años –en el tránsito del siglo XX al siglo XXI– era usual, especialmente en Europa, hacer referencia, en ensayos académicos, manifiestos culturales y discursos políticos, a un mundo pos-moderno, pos-histórico, pos-soberano, pos-nacionalista, pos-cristiano. Ni las utopías, ni las ideologías, ni la soberanía, ni el nacionalismo, ni la religión tenían ya mucha cabida en la vida contemporánea de los individuos y las naciones. Un corolario de ese fenómeno era que resultaban escasos los incentivos para impulsar y conformar nuevos Estados: la globalización y el mercado, por un lado, y el poderío de algunos países y la posibilidad de coordinar ciertas estrategias entre los más poderosos, por el otro, inhibirían el atractivo y la necesidad de fundar más Estados. Sin embargo, una sucesión de nuevos Estados –unos independientes, otros en procura de más autonomía y aun otros virtuales– se han ido asomando a comienzos de la segunda década del siglo XXI. Sudán del Sur, Crimea y el Califato Islámico son, con obvias diferencias, prototipos de lo señalado. En ese contexto, ha resurgido también la idea de la partición, concebida tanto como una forma de responder a las aspiraciones de independencia de algunos pueblos, como una modalidad tácita de resolución de conflictos con el propósito de alcanzar la paz. El reconocimiento de Palestina como “Estado Observador” en la Organización de Naciones Unidas (ONU), la eventual emancipación del Kurdistán iraquí y la potencial división de Libia constituyen ejemplos que muestran el retorno de la partición como alternativa probable y hasta positiva. A ello se agrega la reaparición del secesionismo, por vías no violentas y en contextos democráticos en este caso: Escocia mostró el camino, Cataluña podría ser otro modelo.
Esta tendencia más reciente, que evidencia la aparición efectiva y la configuración hipotética de nuevos Estados, no es inédita si se piensa que en su inicio fueron parte de la ONU 51 países miembros y hoy este organismo está compuesto por 193 y que en distintos momentos históricos (el declive del colonialismo después de la Segunda Guerra Mundial y el desmantelamiento del bloque socialista con el fin de la Guerra Fría) se presentaron coyunturas que facilitaron la creación y aceptación de diversos Estados independientes. En setenta años el número de Estados con asiento en la ONU se multiplicó casi cuatro veces. Nueva ola independentista Esta última “ola” independentista tiene, no obstante, cuatro particularidades. Primero, se observa el límite que enfrentan actualmente las grandes potencias (las tradicionales, las resurgidas y las flamantes) para “ordenar” de acuerdo a sus objetivos estratégicos las que han denominado
y aún llaman “sus” áreas de influencia. Esto lo padecen Estados Unidos y China por igual. No obstante, el caso más ilustrativo es el de Occidente que insiste en “moldear” de acuerdo a sus intereses y prioridades el entorno mundial y varios escenarios regionales. Cuestionamiento, resistencia e impugnación se combinan para deslegitimar de modo acentuado la realpolitik de los poderosos; sean éstos Estados o grupos transnacionales (por ejemplo, empresas petroleras y emporios financieros) o ambos. Esto es más notorio –aunque no exento de contradicciones– a lo largo y ancho del Sur y en ciertos ámbitos emblemáticos como en Medio Oriente. Segundo, se denota la existencia de una inquietante insatisfacción con la convivencia interna en territorios que se presumía albergaban en equilibrio naciones, pueblos, razas y/o culturas distintas. Sobresale así un malestar producto, en buena parte, de que se han hecho más patentes los beneficios y costos, los ganadores y perdedores, los incluidos
Y cuarto, los diferentes impulsos a favor de establecer nuevos Estados se dan en un contexto muy fluido en términos del derecho internacional. Uno de los elementos que caracterizan esta coyuntura es que la pos-legalidad tiende a expandirse. Ello apunta a una situación en la que el derecho se tergiversa, se abandona o se quebranta y, por lo tanto, se hace escasa la rendición de cuentas hacia adentro y evidente el mayor despliegue militar hacia afuera. Lo pos-legal, de práctica más evidente desde el 11 de septiembre de 2001, vulnera gradualmente cada vez más al derecho y promueve, de facto, una mayor arbitrariedad en la política mundial. La fuerza de los hechos consumados parece florecer: las últimas acciones de Rusia en su entorno son apenas una muestra de algo que puede proliferar en Occidente y Oriente. ¿Futuras turbulencias? En este contexto, entonces no es aventurado suponer que en la primera mitad del siglo XXI se podría incrementar la aparición de nuevos Estados ¿300 para 2050? Sin embargo, proclamar,
crear y reconocer un Estado no es lo mismo. Para lo primero, se requieren grupos no necesariamente mayoritarios pero estridentes y con alguna capacidad de acción colectiva. Para lo segundo, se requieren coaliciones sociales y políticas más amplias y activas, junto con una capacidad recursiva básica para asumir los retos fundacionales de un nuevo Estado. Para lo tercero, el papel de la comunidad internacional es crucial: en ese instante reaparece la política de poder de los Estados ya constituidos y, en particular, el power politics de los más poderosos que pueden facilitar o bloquear el reconocimiento de un Estado. En América Latina, en particular no ha sido habitual –en más de un siglo y medio– la configuración de nuevos Estados. Panamá, que se escindió de Colombia en 1903 gracias al papel de Estados Unidos, fue una excepción. Los procesos de paz que siguieron a luchas armadas internas al calor de la Guerra Fría y en la Posguerra Fría no se basaron ni condujeron a la partición de ningún país: el último proceso de paz en Sudamérica que se lleva a cabo entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) busca fortalecer el Estado, ampliar la democracia y alcanzar la estabilidad; algo totalmente diferente del particionismo. Sí existen en la región latentes y relativamente reducidos movimientos secesionistas que no han tenido avances relevantes en los últimos años como las intentonas de Zulia en Venezuela y de Santa Cruz en Bolivia, que no prosperaron. Ahora bien, si la incertidumbre es la nota predominante de esta época entonces habrá que prepararse para asistir a más iniciativas de establecer Estados en el mundo. Y con ello habrá que esperar complejas turbulencias y reflexionar mejor sobre el devenir internacional. Asegurar el fin de la instauración de nuevos Estados –cualquiera sea su formato próximo– es no sólo equívoco, sino torpe.
*Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur