Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Septiembre 2014 Edición N°11
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L. 35.00 Mensual - 12 Páginas
La fiebre de los canales centroamericanos L
as esclusas funcionan desde hace exactamente un siglo: Estados Unidos inauguró el Canal de Panamá en agosto de 1914. Estas esclusas, ubicadas en el canal artificial de ochenta kilómetros, se han convertido, en la actualidad, en un punto de congestión. No sólo la mayoría de los barcos transitan de manera extremadamente justa, sino que avanzan muy lentamente: algo intolerable para un mercado que desespera por la fluidez del intercambio. El canal, que ha visto pasar desde su creación cerca de un millón de barcos, es víctima de su éxito y de la evolución del tráfico: desde 1934, el volumen de mercaderías se triplicó.
Por François Musseau
Pags. 3, 4 y 5
Una nueva dependencia
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stados Unidos le cedió a China su lugar de primer socio comercial de algunos de los países de su ex “patio trasero”, entre los cuales se cuenta Brasil. En La Habana, durante la segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014, los treinta y tres países miembros decidieron con Pekín el establecimiento de un foro de cooperación permanente; una evolución muy importante en una asociación hasta entonces limitada a las relaciones bilaterales. Esta dinámica, que es presentada como una señal de la emancipación de la región, ¿sugiere una inversión más profunda de los equilibrios mundiales?
Por Cristophe Ventura
Págs. 6 y 7
¿Puede ser Rusia una gran potencia?
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n materia de política exterior rusa, los comienzos del año 2014 están signados por dos acontecimientos capitales. En primer lugar, los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, cuya organización generó en los medios occidentales una vasta campaña crítica del régimen de Vladimir Putin; luego, mientras los Juegos finalizaban, la crisis ucraniana. De alguna manera, estos dos momentos representan las dos facetas de la nueva política exterior del Kremlin: por un lado, su intento de iniciarse en el soft power, el “poder suave”, y por el otro, el recurso enérgico y más tradicional a las relaciones de fuerzas.
Por Jean Radvanyi
Escocia debate su independencia
Págs. 10 y 11
“
Escocia, quedate con nosotros”. El inesperado mensaje del cantante inglés David Bowie durante la entrega del premio al mejor solista británico, el pasado 19 de febrero, se inscribía en la larga lista de intervenciones de famosos contra la independencia escocesa. La actriz Emma Thompson, la cantante Susan Boyle, el ex entrenador del club de fútbol Manchester United Alex Ferguson, la autora escocesa de Harry Potter Joanne K. Rowling, pero también el ex presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y el papa Francisco intentaron alertar a los escoceses sobre los riesgos de un desmembramiento del Estado británico.
Por Keith Dixon
Pags. 8 y 9
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Editorial
La nueva guerra fría
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Por Serge Halimi*
n 1980, para resumir su visión de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Ronald Reagan usó esta fórmula: “Nosotros ganamos; ellos pierden”. Doce años más tarde, su sucesor inmediato en la Casa Blanca, George Bush, se congratulaba por el camino recorrido: “Un mundo antes dividido entre dos campos armados, reconoce que sólo hay una única superpotencia: Estados Unidos de América”. Fue el fin oficial de la Guerra Fría. Este período, a su vez, ya es pasado. La hora de su muerte sonó el día en que Rusia se cansó de “perder”, y estimó que su programado descenso nunca tocaría fondo, dado que cada uno de sus vecinos se veía sucesivamente atraído –o sobornado– por una alianza económica y militar dirigida contra ella. Por otra parte, el pasado marzo, en Bruselas, Barack Obama recordó: “Los aviones de la OTAN patrullan los cielos sobre el Báltico, hemos reforzado nuestra presencia en Polonia y estamos dispuestos a ir por más” (1). Frente al Parlamento ruso, Vladimir Putin asimiló tal disposición a la “infame política de la contención” que, según él, las potencias occidentales oponen a su país desde… el siglo XVIII (2). Sin embargo, la nueva Guerra Fría será diferente a la anterior. Ya que, como lo reveló el Presidente de Estados Unidos, “a diferencia de la Unión Soviética, Rusia no lidera ningún bloque de naciones, no inspira ninguna ideología global”. La confrontación que se instala dejó también de oponer una superpotencia estadounidense que basa en su fe religiosa la seguridad imperial en un “destino manifiesto”, a un “Imperio del Mal” que Reagan maldecía además por su ateísmo. En cambio, Putin corteja –no sin éxito– a los
Sumario Contenido La nueva guerra fría
Pags. 2
La fiebre de los canales centroamericanos
Pags. 3, 4 y 5
Una nueva dependencia
Pags. 6 y 7
Escocia debate su independencia
Pags. 8 y 9
¿Puede Rusia ser una gran potencia?
Pags. 10, 11 y 12
Mitos y realidades del éxito
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Staff Francia Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación Alain GRESH, Director Adjunto Bruno LOMBARD Director Gestión Anne-Cécile ROBERT Responsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo Redacción: 1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEX Teléfono: 33.1 53-94-96-01 Fax: 33.1 53-94-96-26 cruzados del fundamentalismo cristiano. Y cuando anexa Crimea, recuerda de inmediato que es el lugar “donde fue bautizado San Vladimir […], un bautismo ortodoxo que determinó los fundamentos básicos de la cultura, los valores y la civilización de los pueblos rusos, ucranianos y bielorrusos”. Tanto como decir que Moscú no admitirá que Ucrania se convierta en la base de operaciones de sus adversarios. Caldeado al rojo vivo por una propaganda nacionalista que incluso excede el lavado de cerebro occidental, el pueblo ruso se opondría a eso. Ahora bien, en Estados Unidos y en Europa, los partidarios del gran rearme superan la puja: proclamaciones marciales, avalancha de sanciones heteróclitas que sólo forta-
lecen la determinación del campo contrario. “Quizás la nueva Guerra Fría será aun más peligrosa que la anterior –ya advirtió uno de los mejores expertos estadounidenses de Rusia, Stephen F. Cohen–, porque, contrariamente a su predecesora, no encuentra ninguna oposición –ni en la administración, ni en el Congreso, ni en los medios de comunicación, las universidades, los think tanks– (3).” La receta probada de todos los engranajes…
1. Discurso de Barack Obama en Bruselas, 26-314. 2. Discurso de Putin en el Parlamento ruso, 18-314. 3. Pronunciada en la conferencia anual Rusia-Estados Unidos, Washington, 16-6-14. Retomada en The Nation, Nueva
York, 12-8-14. *Director de Le Monde diplomatique. Traducción: Teresa Garufi
Correo electrónico : secretariat@Monde-diplomatique.fr
Honduras Entidad Editora Universidad Nacional Autónoma de Honduras Julieta Castellanos Ruíz Rectora Armando Sarmiento Director Honduras Diana Perdomo Cristina Alvarado Editoras Lisa Marie Sheran Diseño y Diagramación Allan McDonald Ilustraciones Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110 Correo electrónico: eldiplo@unah.edu.hn
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Un siglo después de su inauguración, el Canal de Panamá ensancha sus esclusas para absorber un tráfico marítimo cada vez más denso. Este corredor estratégico entre el océano Atlántico y el Pacífico ¿continuará siendo el único pasaje interoceánico mientras se multiplican los proyectos análogos?
década) es similar al de su canal, barrera estratégica, devuelto por Estados Unidos en 1999 en virtud de los tratados Torrijos-Carter. La ampliación es una cuestión de supervivencia: este corredor que une el Océano Pacífico y el Atlántico concentra, según el gobierno, el 5% del comercio mundial (sin contar el petróleo). Administrado por un organismo público (Autoridad del Canal de Panamá, ACP), representa una de las principales fuentes nacionales de divisas (1.600 millones de dólares en 2013), por detrás de la actividad bancaria. En 2006, después de un referéndum aprobado el año anterior por el 78% de los votantes, se comprometieron trabajos gigantescos que deben terminarse a fines de 2015. El objetivo es construir un nuevo conjunto de esclusas más profundas y anchas, con el fin de triplicar la capacidad de recepción. Camino a Gatún –un lago artificial situado a veintisiete metros sobre el nivel del mar que atraviesan todos los barcos–, se puede tener la dimensión de esta obra vertiginosa. En el horizonte, del lado del Caribe aparecen la ciudad de Colón y su puerto de cruceros. Un ejército rugiente de grúas y de camiones se empeña en la edificación de cámaras de esclusas del tamaño de una catedral: “En total, el hormigón colado aquí permitiría construir cien edificios de cuarenta pisos”, anuncia Bernardo González, el ingeniero jefe español del Grupo Unidos por el Canal (GUPC).
“
Por François Musseau* enviado especial
¡Cuidado, puede tocar!”, grita el capitán de las mulas, los remolcadores sobre rieles que aseguran el avance de los barcos sin chocar contra los bordes de la esclusa. El portacontenedores, cargado de material electrónico proveniente del Sudeste Asiático, pasa sin rozar obstáculos, a unos diez centímetros de los límites de la cámara, bajo la mirada admirada de turistas estadounidenses. “Todos los días, tenemos sustos de este tipo –suspira Judith Ríos, técnica a cargo de las operaciones–. La anchura es insuficiente para los nuevos tamaños”. El barco parte de nuevo; sobre unas ocho horas promedio, faltan aún tres horas más para llegar hasta el Atlántico. Debido a los obstáculos, cada vez más frecuentes, cruzar el canal supera con frecuencia las diez horas. Estamos en Pedro Miguel, República de Panamá, a unos sesenta kilómetros de la capital del país, una ciudad de rascacielos que recuerdan al Miami tropical. Las esclusas funcionan desde hace exactamente un siglo: Estados Unidos inauguró el Canal de Panamá en agosto de 1914. Estas esclusas, ubicadas en el canal artificial de ochenta kilómetros, se han convertido, en la actualidad, en un punto de congestión. No sólo la mayoría de los barcos transitan de manera extremadamente justa, sino que avanzan muy lentamente: algo intolerable para un mercado que desespera por la fluidez del intercambio. El canal, que ha visto pasar desde su creación cerca de un millón de barcos, es víctima de su éxito y de la evolución del tráfico: desde 1934, el volumen de mercaderías se triplicó. El destino de este pequeño país centroamericano de crecimiento asiático (aproximadamente de un 8% desde hace una
Desde Panamá hasta Nicaragua
La fiebre de los canales centroamericanos
Ese consorcio encargado de los trabajos reúne a las sociedades española Sacyr, italiana Impregilo, belga Jan de Nul (para el dragado) y panameña Cusa. En un primer momento el consorcio rechazó el monto de la obra que se elevaba a 5.250 millones de dólares (o sea 3.870 millones de euros): después de los estudios más detallados, reclamaba un sobrecosto de 1.600 millones de dólares. Finalmente, a fines de febrero de 2014, se firmó un acuerdo. Cada parte aportó 100 millones de dólares suplementarios, y la aseguradora Zurich American desbloqueó 400. Las futuras esclusas –de cuatrocientos veintisiete metros de largo y cincuenta y cinco de ancho– fueron diseñadas para permitir el pasaje de una generación de portacontenedores llamados “postpanamax”, cuya manga máxima alcanza cerca de cuarenta y tres metros. Aparecidos a fines de los años 80, estos enormes barcos representan ya prácticamente la mitad del tráfico mundial. “¡No hay tiempo que perder! Es indispensable que nuestras infraestructuras puedan recibirlos”, comenta Jorge Quijano, el administrador del canal. Pero, desde el comienzo de la obra, otras construcciones todavía más imponentes, capaces de trasladar dieciocho mil contenedores de veinte pies fueron puestas a flote (1). Las nuevas esclusas ya son demasiado estrechas para ellas. Deberán limitarse entonces a los portacontenedores de trece mil cajas –contra cuatro
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mil seiscientas, actualmente–. Sin embargo, las autoridades panameñas esperan doblar el tonelaje: de trescientos treinta y tres millones de toneladas en 2012 a seiscientos millones en 2025. Un filón jugoso, puesto que los derechos de pasaje aumentan en función del volumen de carga. De un promedio actual de 350.000 dólares por barco, treparían hasta 1 millón de dólares, según las previsiones de la ACP. El ensanchamiento del canal dispensará a los grandes portacontenedores de tener que hacer el desvío por el Cabo de Hornos, o enfilar hacia el lejano Canal de Suez, competidor histórico del corredor panameño –y más frecuentado que éste–, cuyos ciento noventa y tres kilómetros tienen la ventaja de carecer de esclusas, y no tener otra limitación que el calado (2). Teniendo en cuenta que cada día de trayecto suplementario cuesta una pequeña fortuna en combustible, los operadores buscan el camino más corto. Ahora bien, pasando por el Cabo de Hornos, el trayecto Yokohama-Nueva York representa 31.630 kilómetros, 25.120 vía Suez, y 18.560 por Panamá. “Las inversiones en infraestructuras, como las de las obras en Panamá, facilitarán nuestras operaciones y aumentarán fuertemente nuestros beneficios”, se alegra Robbert Van Trooijen, responsable en la región de Maersk Line, líder del transporte marítimo, en Latinport, asociación latinoamericana de puertos y terminales, en septiembre de 2013.
Pero los monstruos de acero repletos de mercaderías y de fuel oil pesado que surcarán el trazado sinuoso del lago Gatún, entre Panamá y Colón, significarán una pesada hipoteca sobre los parques nacionales recorridos. Las perspectivas económicas, en cambio, son promisorias. En plena revolución energética, Estados Unidos exportará quizás hidrocarburos desde el Golfo de México hacia Asia, comenzando por China. Por otra parte, muchos puertos de la costa este han emprendido grandes planes de renovación para recibir los “postpanamax”. Tal es el caso, por ejemplo, de Charleston, en Carolina del Sur, en el que un plan de inversión a diez años va a insumir 1.300 millones de dólares. La modernización de los de Nueva York y de Nueva Jersey costará un poco más (1.600 millones de dólares). El sueño chino Más al sur, América Latina acrecienta también sus intercambios: en un sentido, soja, carbón, petróleo o hierro provenientes de Argentina, Brasil o de Venezuela; en otro, productos manufacturados destinados a satisfacer el consumo creciente de la región. En el tablero geoestratégico, Panamá espera poder sacar las papas del fuego. Además de su canal, dispone de seis puertos, un ferrocarril, una vía rápida y, con Colón, la zona más grande de libre intercambio del mundo después de Hong Kong. “Más que un corredor, este canal está a punto de convertirse en un gran carre-
four logístico”, confirma Alberto Aleman, ex director del canal, hoy al frente de Panamá Pacífico, un complejo de mil cuatrocientas hectáreas donde están instaladas una centena de multinacionales, al este de la capital. “Aquí está el único puerto con terminales en los dos océanos. Es una ventaja crucial.”
un organismo, el Corredor Interoceánico Guatemalteco (CIG), que prevé unir dos puertos –por construir– a un costo de 7.500 millones de dólares. No se trataría de perforaciones, sino de “canales secos” para conducir las mercaderías de un portacontenedor a otro por ferrocarril o por rutas terrestres.
Pero la competencia se agudiza. Para acceder a parte de estos beneficios, surgieron otros proyectos de “atajos marítimos”, con distintos grados de desarrollo. El más simple se sitúa al norte: el “pasaje del Noroeste”, que une Pacífico y Atlántico vía el archipiélago ártico canadiense. Con el calentamiento climático, esta ruta helada podría ofrecer, con el tiempo, un nuevo itinerario a los barcos. En 2013, grandes cargueros realizaron la unión con Europa. Y, en muchos casos, el derretimiento del casquete polar reduce el kilometraje: un barco que una Hamburgo y Vancouver recorrerá dos mil trescientos kilómetros menos pasando por el Norte que haciéndolo por el canal panameño. Pero los riesgos ambientales son gigantescos. “Y además, exige un equipamiento específico, un costo de seguro mayor y supone una gran cuota de incertidumbre respecto de la navegabilidad”, detalla el geógrafo Frédéric Lasserre, instalado en Quebec (3).
Desde fines de los años 2000, el mismo proyecto, a un costo similar, existe en Colombia, país bañado por los dos océanos. “En realidad, más que de canales secos, se trata de redes de transporte concentradas”, comenta el analista peruano Luis Esteban Manrique, en Infolatam. “Con la desventaja, para las compañías marítimas, de que ellas pagan cara la carga y la descarga de las mercaderías.” Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una carga de diez mil contenedores equivale a dieciocho trenes, o cinco mil ochocientos camiones. En otros términos, se necesitarían varios kilómetros de trenes para descargar un solo portacontenedor.
Más próximos a Pedro Miguel, El Salvador, Honduras y Costa Rica sugirieron, en 2011, rutas de paso por sus territorios. A principios de 2012, Guatemala creó
De todos los proyectos de corredores interoceánicos, el de Nicaragua es, por lejos, el más ambicioso y el más controvertido. Pues las autoridades tienen la decidida intención de perforar la corteza terrestre, a lo largo de, aproximadamente, trescientos kilómetros. En junio de 2013, el gobierno presidido por el sandinista Daniel Ortega otorgó un permiso de cincuenta años –renovables por medio siglo suplementario– a Hong Kong Nicaragua Develope-
ment Investment (HKND), una sociedad registrada en las Islas Caimán y que tiene su sede actual en la ex colonia británica. Su dueño, el chino Wang Jing, se comprometió a gastar 40.000 millones de dólares, o sea cuatro veces el producto interno bruto (PIB) de Nicaragua. La mayoría de los especialistas consideran que el costo mínimo de una perforación como esa alcanzaría, en realidad, los 80 mil millones de dólares. El proyecto apunta a superar el canal panameño en capacidad: mientras este último –que está saturado–, no puede aceptar portacontenedores de más de ciento diez mil toneladas, el nuevo corredor permitiría el pasaje de colosos de metal de doscientos cincuenta mil toneladas, de hasta cuatrocientos cincuenta metros de largo. Su trazado, aprobado en julio último, ya fue imaginado por los conquistadores españoles. Según las autoridades nicaragüenses, estaría destinado a los portacontenedores “post-postpanamax”, que cargan unas catorce mil cajas. Los trabajos comenzarían a principios de 2015. Además de la opacidad del proceso, muchos especialistas –empezando por Jaime Incer, el consejero especial de medio ambiente de Nicaragua– denuncian las consecuencias ecológicas previsibles, como la destrucción de cuatrocientas mil hectáreas de tierras húmedas o la salinización del lago Cocibolca, la principal reserva de agua dulce de América Central, de una superficie si-
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Estrecho de Bering
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Los puertos
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China y el resto de Asia por la ruta del Pacífico
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ESTADOS UNIDOS
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1 Bienes manufacturados, TEU: “Unidad equivalente a 20 pies” productos refinados, (equivale a un contenedor de 6 m de largo) productos agrícolas
Freeport 40°N
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TEU: “Unidad equivalente a 20 pies”
(puertos cuyo tráfico supera Plataforma de transbordo los 50 millones de toneladas)
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Productos químicos y agrícolas, papel reciclado (“cajas vacías”)
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México
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Guayaquil EL SALVADOR Santa Marta NICARAGUA HONDURAS Colón Puerto Limón Tegucigalpa Cartagena COSTA RICA San Salvador VENEZUELA Balboa PANAMÁ Golfo de EL SALVADOR NICARAGUA México México Mar PERÚ GUYANA Managua Caribe SURINAM Canal existente, trabajos COLOMBIA MÉXICO de ampliación en curso Callao Golfo de Istmo de Canal de COSTA RICA Honduras Belmopán Tehuantepec Proyectos alternativos financiados por China OCÉANO Panamá BELICE Panamá San José ECUADOR Canal en proyecto, PACÍFICO BOLIVIA trazado aprobado Guayaquil PANAMÁ GUATEMALA Golfo de Itaqui - São Luis HONDURAS Proyecto de canal seco Tehuantepec
Guatemala
Guatemala
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Fuentes: Atlas 2014 des enjeux maritimes, Le Marin-Isemar-Universidad de Nantes; isemar.asso.fr; Cnuced, Review of Maritime Transport 2013; US Department of Transportation (Federal Railroad Administration; Maritime Administration); Jean-Paul Rodrigue, Claude Comtois y Brian Slack, The Geography of Transport Systems, Universidad Hofstra, 2013; BBC News, julio de 2014.
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Algunos se preguntan sobre su factibilidad: “Si todos los proyectos de canales se concretan –ironizaba el 15 de noviembre de 2013 el ministro panameño de Asuntos Extranjeros de entonces, Núñez Fábrega– ¡América Central se parecerá a un gruyère!”. Pero, sea como fuere, la concesión acordada por Managua al HKND ilustra las ambiciones estratégicas de China. Según
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“Existe un ‘sueño chino’ – confía un interlocutor que desea conservar el anonimato–: el de controlar un corredor estratégico por el cual pase el grueso de las exportaciones del país hacia las Américas.” Un ejemplo: la importación de hidrocarburos de Venezuela, país desprovisto de litoral
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R sobre el Pacífico, sería mucho más intensa si China dispusiera de un canal, aun “seco”. “El de Panamá presenta para Pekín el W inconveniente de estar4saturado y 0° ser demasiado estrecho para sus enormes cargueros, y de estar, además, de facto, bajo el control de Estados Unidos”, explicó a British Broadcasting Corporation (BBC) Heinz Dietrich, investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UNAM). 60 °W
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el sitio nicaragüense El ConfidenEstrecho Magallanes cial, este gigante de la de telefonía sería una fachada detrás de la cual se esconde el propio Estado chino. Igual que el proyecto de “canal seco” en Colombia, los de Guatemala y El Salvador están financiados por China.
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Aunque Estados Unidos, en 1999, haya devuelto el canal panameño, todavía domina su tráfico, y los barcos donde ondea la
Hierro, carbón cereales
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China y el resto de Asia por el “corredor sur” (Cabo de Buena Esperanza y Estrecho de Malaca)
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China y el resto de Asia por “corredor sur” La elcirculación (Cabo de Buena Grandes rutas marítimas Esperanza y Estrecho 40 de Malaca) °S Rutas alternativas
abandonadas o inciertas Corredor de fletes ferroviarios intermodales
Estrecho de Magallanes
milar a la de Puerto Rico. El canal atravesará en efecto ciento cinco kilómetros de ese lago. Pero quedémonos tranquilos; el 7 de julio, en el transcurso de un encuentro oficial con el presidente Ortega, Wang dio su “palabra de honor”: el canal será “ecológico, respetuoso del medio ambiente”.
Hierro, carbón
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San Salvador Fuentes: Atlas des enjeux maritimes, Le Marin-Isemar-Universidad de Nantes; isemar.asso.fr; Cnuced, Review EL2014 SALVADOR NICARAGUA of Maritime Transport 2013; US Department of Transportation (Federal Railroad Administration; Maritime Mar PERÚ Managua Administration); Jean-Paul Rodrigue, Claude Comtois y Brian Slack, The Geography of Transport Systems, Caribe Canal existente, trabajos Universidad Hofstra, 2013; BBC News, julio de 2014.
Proyectos alternativos financiados por China Canal en proyecto, trazado aprobado Proyecto de canal seco
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Otros proyectos pendientes
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Eje mayor en desarrollo Alternativa a los corredores ferroviarios La circulación Ruta china hacia y desde Grandes rutas marítimasel Caribe y el norte de Brasil 40 °S Rutas alternativas abandonadas o inciertas Corredor de fletes ferroviarios intermodales
bandera estadounidense gozan Eje mayor en desarrollo 1. El “equivalente a veinte de la prioridad de paso, lo que Alternativa pies”, TEU o EVP, es la unidad puede retardar sensiblemente a a los corredores ferroviarios estándar del transporte contenelos otros portacontenedores. Ruta china hacia y desde dorizado. el Caribe y el norte de Brasil 2. Altura de la parte sumergida “Estratégicamente, es todavía su canal –nos asegura Miguel de un barco. 3. Libération, París, 7-1-14. Antonio Bernal, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Pública de Panamá–. Por allí pasan sus submarinos; allí intervendrán militarmente cuando sus intereses sean estorbados. Hasta nuestras autoridades lo han admitido.”
*Periodista. Traducción: Florencia Giménez Zapiola
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El circuito comercial China-América Latina
Una nueva dependencia Durante su visita por América del Sur en julio, el presidente chino Xi Jinping firmó numerosos acuerdos comerciales. Sin embargo, los intercambios continúan siendo muy desiguales, reproduciendo la relación asimétrica que los países de la región mantienen con las grandes potencias occidentales.
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Por Christophe Ventura*
a cuenta regresiva llega al fin a cero. Una nube blanca se forma en la pantalla de China Network Television (CNTV) y la emoción ilumina la cara del presidente Evo Morales. Los brazos articulados de la rampa liberan al cohete Larga Marcha 3B que, rápidamente, se desprende de la atracción terrestre. El 21 de diciembre de 2013, el lanzador chino ponía en órbita al primer satélite de telecomunicaciones de la historia de Bolivia, el Tupac Katari (TKSAT-1). El acontecimiento, histórico para la nación andina, ilustra el estrechamiento de las relaciones diplomáticas, económicas y tecnológicas entre el gigante asiático y América Latina desde mediados de los 2000. Estados Unidos le cedió a China su lugar de primer socio comercial de algunos de los países de su ex “patio trasero”, entre los cuales se cuenta Brasil. En La Habana, durante la segunda cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014, los treinta y tres países miembros decidieron con Pekín el establecimiento de un foro de cooperación permanente; una evolución muy importante en una asociación hasta entonces limitada a las relaciones bilaterales. Esta dinámica, que es presentada como una señal de la emancipación de la región, ¿sugiere una inversión más profunda de los equilibrios mundiales? La vaca sin la leche La reorientación del comercio mundial hacia la región Asia-Pacífico no excluye a América Latina. Aunque Estados Unidos sigue siendo el socio principal, con un volumen de transacciones de alrededor de 843.000 millones de dólares en 2012, el banco HSBC no duda en predecir que China le va a sacar el título de aquí a 2030 (1). Entre 2000 y 2013, los intercambios de hecho pasaron de 10.000 millones a… 257.000 millones de dólares (2). Preocupada por seguir manteniendo su modelo de desarrollo a través de su mercado inter-
Las exportaciones chinas representan la principal fuente de provisionamiento del mercado brasileño. no, China pretende asegurarse su provisión de materias primas. Desde esta perspectiva, América Latina se ubica al mismo tiempo como proveedora y como socia. Las industrias chinas ya son el primer destino de las exportaciones de Brasil, Perú o Chile (el segundo para Colombia, Cuba, Uruguay o Venezuela). Cereales, oleaginosas, minerales e hidrocarburos representan el 70% del total. Reproduciendo los viejos circuitos comerciales, cuando las embarcaciones británicas llevaban cobre, azúcar y especias a Liverpool antes de transportar productos terminados hacia América Latina, los buques y cargueros latinoamericanos que navegan hacia China se cruzan en el camino con portacontenedores salidos de los puertos de Shanghai o de Tianjin. Cargados
con productos manufacturados (el 91% de las exportaciones chinas hacia América Latina), ya representan la principal fuente de aprovisionamiento del mercado brasileño y la segunda para la mitad de los demás mercados latinoamericanos (3).
mundo se trasladaba hacia el Este. Teóricamente, América Latina debía beneficiarse con esta situación. Pero no ha sido así. La evolución de los términos del intercambio a favor de la región reactivó otra amenaza, más vieja todavía…
La continuidad del circuito comercial se ve acompañada sin embargo por un vuelco más grande. Durante mucho tiempo, este tipo de relaciones engendraba un problema conocido con el nombre de “desequilibrio en los términos del intercambio”: el valor de los productos no procesados iba decreciendo poco a poco, mientras que el de los bienes manufacturados aumentaba a medida que incorporaban nuevas tecnologías. Las exportaciones latinoamericanas de materias primas se desvalorizaban y sus importaciones de bienes se encarecían: al continente le costaba equilibrar su balanza comercial.
Siglo XVI. La corona española organiza el saqueo del Nuevo Mundo. El oro y los metales preciosos que inundan la península ibérica transforman a los mercaderes españoles en rentistas opulentos. Pero su riqueza beneficia más que nada a las industrias nacientes del resto de Europa: la fabricación de bienes en España disminuye y precipita la decadencia del imperio ibérico. “España tenía la vaca, pero otros se tomaban la leche”, resume el escritor uruguayo Eduardo Galeano (4).
Durante la década del 2000, la cotización de las materias primas se disparó, y la de los bienes manufacturados empezó a caer a medida que el taller del
Poco cambiaron las cosas. El valor agregado que se incorpora en los procesos industriales está todavía muy lejos de la región; por el contrario su relación con China acentúa la “reprimarización” de las economías: una dependencia que aumentó en el mercado mundial y en el sec-
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tor primario, que genera pocos empleos y pocas riquezas. En resumidas cuentas, por más que América Latina tenga ahora la vaca, no es en verdad la que toma la leche… La intensificación de la demanda de materias primas exacerba además otra dificultad. “Si uno mira por la ventana –observaba recientemente Andrés Velasco, ex ministro de Economía de Chile–, uno puede ver cómo se acerca un inmenso tsunami de riqueza. Y ese fenómeno, que hace algunos años era percibido como algo positivo, a mí me parece aterrador. ¿Por qué? Porque este tsunami nos va a complicar la vida políticamente (…) y va a volver delicados nuestros arbitrajes macroeconómicos” (5). El problema que identifica Velasco tiene un nombre: la “enfermedad holandesa”, relacionada con el descubrimiento del mayor yacimiento de gas natural del mundo en la provincia de Groninga, en el norte de los Países Bajos, a fines de los años 1950. Las exportaciones de gas se aceleraron y atrajeron divisas extranjeras al mismo tiempo que se disparaba el valor de la moneda holandesa, el florín. Consecuencia: los productos del país se encarecían en los mercados extranjeros, mientras que el costo de las importaciones disminuía. Resultado: un encogimiento del sector industrial. La América Latina moderna se encuentra en una situación semejante. En medio de la afluencia de divisas extranjeras (ligadas a las exportaciones, pero también a las inversiones), las monedas de la región se apreciaron considerablemente durante los años 2000. El valor del real, por ejemplo, subió un 25% entre 2010 y 2011, conduciendo a que el ministro de Economía brasileño, Guido Mantega, denunciara una “guerra de las monedas” (ampliamente alimentada por el “socio” chino) (6). En un viaje a Pekín, en abril de 2011, la presidenta brasileña Dilma Rousseff les ordenó a sus interlocutores “reequilibrar” los intercambios comerciales. Se pueden destacar ciertos logros, como la reciente obtención de una transferencia de tecnología en la fabricación de trenes gracias a la instalación de una fábrica china en territorio brasileño. Pero por lo demás, América Latina sigue desprovista. China cuenta con una ventaja de tamaño en relación con sus socios: logra evitar las situaciones de dependencia en el campo energético. Así, cuando en 2010 Argentina le impuso ciertas medidas antidumping a diversas importaciones chinas (calzados, textiles, aceros), Pekín respondió con la interrupción de sus compras de petróleo argentino, sin por eso poner en peligro su abastecimiento. A Buenos Aires no le quedó más opción que dar marcha atrás… El gigante asiático financia masivamente a los países latinoamericanos, gracias a inversiones directas estimadas en alrededor de 10.000 millones de dólares por año (contra los 244.000 millones de Estados Unidos) (7), así como también al otorgamiento de préstamos,
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sobre todo vía el Banco de Desarrollo Chino (CDB, por su sigla en inglés), en el marco de los tratados de cooperación de Estado a Estado. Garantizados con petróleo, minerales o soja, estos tratados que apuntan a la construcción de infraestructuras agrícolas, energéticas y minerales, de transporte, de vivienda o a proyectos científicos y técnicos, alcanzaron los 102.200 millones de dólares entre 2005 y 2013 (8). Pekín además consiguió entrar al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y al Banco de Desarrollo del Caribe (BDC). Esta zona, que cuenta con cinco de los veintitrés países que reconocen a Taiwán, vio las inversiones chinas multiplicarse por cinco entre 2003 y 2012. ¿Un “gran Sur”? Desequilibrada, esta asociación presenta sin embargo una ventaja política para los dirigentes latinoamericanos. Alimenta la emergencia –celebrada por la prensa internacional– de una “nueva clase media”, caracterizada por un despegue del consumo. Aunque para el economista brasileño Marcio Pochmann, cercano al Partido de los Trabajadores (PT), la expresión designa en los hechos a los “nuevos trabajadores pobres”, que sólo descubren los supermercados porque ahí pueden encontrar productos baratos, fabricados en el exterior. A causa de la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Fortaleza, Brasil, entre el 14 y el 16 de julio de 2014, el presidente Xi Jinping realizó su segundo viaje por América Latina. China fue discreta en lo que respecta a los conflictos “calientes”, como la actual crisis en Venezuela, el golpe de Estado en Honduras en 2009, la tentativa de golpe de Estado en Ecuador
Durante mucho tiempo, este tipo de relaciones engendraba un problema conocido con el nombre de “desequilibrio en los términos del intercambio”: el valor de los productos no procesados iba decreciendo poco a poco, mientras que el de los bienes manufacturados aumentaba a medida que incorporaban nuevas tecnologías. en 2010, etcétera. China respeta los cinco principios del informal “Consenso de Pekín” que guía su política exterior: respeto de la integridad territorial y de la soberanía absoluta de los Estados; no agresión; no injerencia en los asuntos internos; igualdad y búsqueda de ventajas mutuas; coexistencia pacífica. En el subcontinente, la ruptura con los métodos de Washington no pasa desapercibida (10)… En la búsqueda de autonomía económica y política, la mayoría de los países de la región cuentan con China: a ojos de los gobiernos surgidos de la ola progresista de los años 2000, esta nueva dependencia –que se estaría buscando convertir en interdependencia, según el análisis del investigador Francisco J. Verdes-Montenegro Escánez (11)– sigue siendo preferible a la anterior. La segunda potencia económica mundial encarna la promesa de una diversificación de las alianzas. Esta relación permite, en una perspectiva de construcción de un mundo multipolar, una descompresión de la subordinación a la arquitectura financiera internacional –Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, principalmente– y a la
potencia tutelar estadounidense. ¿Se desprende de todo esto la formación de un “gran Sur”, prueba del debilitamiento del sistema económico dominante y de sus lógicas predadoras? ¿O estamos más bien asistiendo a una redistribución de los roles entre viejas y nuevas potencias en la lucha por la hegemonía?
1. Citado en “Chinese enterprises in Latin America”, People’s Daily Online, 19-2-14. 2. Mark Keller, “China-Latin America Trade: An end to the good old days”, Latin Business Chronicle, Coral Gables, 11-614. 3. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), noviembre de 2013. 4. Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina [1971]. 5. Citado por Chrystia Freeland, “US policy no longer stands alone”, International Herald Tribune, Neuilly-sur-Seine, 22-4-11. 6. Véase Laurent L. Jacque, “El color y el valor del dinero”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2010. 7. América Latina capta el 13% del total de las inversiones extranjeras directas (IED) chinas en el mundo. Por su parte, las IED latinoamericanas en China representaban en 2010 menos del 0,1% del total para China (entre 70 y 80 millones de dólares). 8. “China to finance major projects in Latin America”, Reuters, 15-6-14. 9. Marcio Pochmann, Nova classe média? O trabalho na
base da pirâmide social brasileira, Boitempo Editorial, San Pablo, 2012. 10. Véase Maurice Lemoine, “Los nuevos golpes de Estado ‘light’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2014. 11. “Amigos a la fuerza: las relaciones China-América Latina y el Caribe frente a los riesgos e interdependencias de una geoeconomía en transformación”, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Madrid, mayo de 2014. *Autor de L’Eveil d’un continent. Géopolitique de l’Amérique latine et de la Caraïbe, Armand Colin, París, 2014. Traducción: Aldo Giacometti
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Rupturas en el Reino Unido
Escocia debate su independencia
El 18 de septiembre los escoceses decidirán por referéndum su continuidad en el Reino Unido. Aunque el principal promotor de la iniciativa, el SNP, se proclama heredero de una hoy inexistente socialdemocracia, la cuestión es si una eventual independencia podrá cambiar el rumbo neoliberal adoptado por el Estado británico.
“
Por Keith Dixon*
Escocia, quedate con nosotros”. El inesperado mensaje del cantante inglés David Bowie durante la entrega del premio al mejor solista británico, el pasado 19 de febrero, se inscribía en la larga lista de intervenciones de famosos contra la independencia escocesa. La actriz Emma Thompson, la cantante Susan Boyle, el ex entrenador del club de fútbol Manchester United Alex Ferguson, la autora escocesa de Harry Potter Joanne K. Rowling, pero también el ex presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y el papa Francisco intentaron
Nada indica que sus intervenciones hayan tenido el efecto previsto –como tampoco las advertencias y las amenazas apenas veladas del actual gobierno británico, que no goza de gran popularidad al norte del río Tweed–. Sin embargo, dichas intervenciones ponen en evidencia que los tres partidos unionistas (conservador, liberal demócrata y laborista) no escatimaron esfuerzos para despertar a los opositores a la independencia.
primer ministro nacionalista, Alex Salmond, quería proponerles que eligieran entre una mayor autonomía y la secesión del Reino Unido, pero su homólogo británico, David Cameron, se negó, esperando poner trabas a los nacionalistas. No obstante, al término de una campaña larga –y bastante insulsa por el lado de los partidarios de la unión–, todo sugiere que nada está decidido. El futuro constitucional del Reino Unido dependerá del voto de los indecisos, que ambos bandos intentan ganar para su causa, apelando incluso a la mediación de Ziggy Stardust...
En el referéndum del 18 de septiembre, los escoceses sólo tendrán que responder a una única pregunta: “¿Debería Escocia ser un país independiente?”. El
El triunfo del SNP La unidad de Gran Bretaña comenzó a agrietarse con la crisis de la década de 1970. La primera irrupción electoral del Partido Na-
alertar a los escoceses sobre los riesgos de un desmembramiento del Estado británico.
cional Escocés (SNP, fundado en 1934) data de las elecciones legislativas de febrero y octubre de 1974 (dado que las elecciones de febrero no habían arrojado ningún ganador claro). En ese tiempo, los nacionalistas, que contaban con poco más del 30% de los votos, se apoyaban en el descontento hacia los dos partidos británicos, el conservador y el laborista. Ambos parecían incapaces de responder a las dificultades del país, particularmente agudas en Escocia, donde la economía dependía de las industrias pesadas tradicionales, en pleno declive. Los nacionalistas proponían una salida a la crisis británica prometiendo “que el petróleo sería escocés”, al tiempo que denunciaban que Londres acaparaba las ganancias petroleras del Mar del Norte.
Luego del fracaso del primer referéndum sobre la autonomía, propuesto por un gobierno laborista en 1979, el viento cambió resueltamente a favor de una toma de distancia respecto de Inglaterra. Unos meses después, la llegada al número 10 de Downing Street de una neoliberal con estridente acento inglés, Margaret Thatcher, modificó el curso de los acontecimientos al inaugurar una política antisocial rechazada por la gran mayoría de los votantes escoceses. La década de 1980, marcada por una intensa efervescencia, reconfiguró la vida política, intelectual y cultural. Una nueva generación de historiadores se emancipó de un anglocentrismo deformante; sus colegas sociólogos exploraron las especifici-
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fuera de las filas del SNP, sigue siendo: independencia, ¿para qué? ¿Para continuar las políticas que implementan mal o bien los dos partidos mayoritarios británicos desde hace cerca de treinta años o para marcar una verdadera ruptura, inspirándose en lo que algunos presentan como el pensamiento social escocés? Se ve resurgir una idea planteada por la izquierda en los comienzos del movimiento obrero (en la pluma del laborista Keir Hardie o, más adelante, del marxista John MacLean): al dar el ejemplo de transformaciones sociales audaces, la autodeterminación escocesa podría servir como plataforma de lanzamiento para el movimiento social en el conjunto de las islas británicas.
dades contemporáneas de sus conciudadanos; surgieron revistas, como Radical Scotland o Cencrastus, que lanzaron el debate sobre el futuro de la nación. Desde Alasdair Gray hasta William McIlvanney, pasando por Liz Lochhead y John McGrath, novelistas, poetas y dramaturgos volvieron a delinear las fronteras de una Escocia imaginaria, a menudo dotada de cualidades intrínsecas que supuestamente le faltarían a su vecina del sur. En aquel momento, el nacionalismo adquirió un fuerte tinte de izquierda, o, al menos, intensamente anti thatcheriano: en 1989, el SNP, junto a una izquierda radical muy activa, desempeñó un importante rol en la protesta contra la poll tax, la reforma de los impuestos locales que la “dama de hierro” experimentó primero en Escocia y que contribuirá a su caída un año después. El período thatcheriano no se caracteriza tanto por el aumento del voto al SNP –que disminuye– como por el rechazo al neoliberalismo combinado con una aspiración a la autodeterminación, mucho más allá de las filas nacionalistas. Una parte del electorado de izquierda, que no había votado a favor de la autonomía en 1979, se aleja poco a poco de la Unión. Dentro del SNP surge una corriente radical, republicana y socialista, que objeta la hegemonía de los “fundamentalistas” que conciben la independencia como un fin en sí mismo. Esta corriente, llamada “Grupo 79”, atrae a una joven generación de militantes, entre los que se encuentra el actual primer ministro y dirigente del SNP. Por lo demás, Salmond será temporalmente excluido por sus tomas de posición a favor de una república socialista escocesa (desde entonces se sosegó). En esta nueva configuración, que no tenía mucho que ver con las tendencias políticas inglesas del mismo período, dos partidos dominaron la vida política escocesa: el SNP y el Partido Laborista. Los demás quedaron reducidos a hacer de extras (Partido Conservador) o de fuerzas complementarias (Partido Liberal Demócrata). Las encuestas de opinión de la época confirmaban, por un lado, el debilitamiento del sentimiento de pertenencia a la entidad británica (con el corolario de una afirmación mayoritaria más fuerte de la identidad escocesa) y, por otro lado, la aspiración creciente por la autonomía política, desde entonces ampliamente mayoritaria. Incluso dentro de la corriente nacionalista, desertores laboristas, como Jim Sillars, intentaron ampliar el auditorio del nacionalismo hacia la izquierda, proponiendo un proyecto socialista (una vez adquirida la autodeterminación) que confluía con el del Grupo 79. En ese contexto, el Labour, que volvió al poder en 1997, no tenía muchas más opciones que conceder a Escocia la autonomía que había temido durante tanto tiempo. Su esperanza: que conceder un gobierno a Edimburgo, con poderes reales en determinados ámbitos (educación, salud, etc.), le hiciera perder terreno a los nacionalistas. Se trata del proyecto de devolución, caro a los neolaboristas, concebido como el pun-
Esta es la posición que defienden dos ex diputados laboristas, Jim Sillars y Dennis Canavan, el escritor James Kelman (5) y el Partido Socialista Escocés, cuyo dirigente, Colin Fox, retoma por su cuenta el argumento republicano socialista. Para esa izquierda, que no necesariamente se define como nacionalista, la autodeterminación escocesa no sólo no debilita al movimiento obrero británico (como pretendía fuera de broma el neolaborista Brown), sino que claramente podría cambiar la situación al trazar una vía diferente de la que tomaron los neoliberales en el poder en Londres desde 1979.
to final de la transferencia de poder. Ahora bien, lo que ocurre es exactamente lo contrario. El SNP se impuso como el primer partido de oposición a la coalición laborista-liberal-demócrata (de 1999 a 2007). En 2007, sorprendió al obtener una mayoría relativa en la Asamblea edimburguesa. Cuatro años después, con el rechazo masivo a los neolaboristas luego de la debacle iraquí y la implosión bancaria como telón de fondo, logró la hazaña de obtener la mayoría absoluta de los escaños en el Parlamento escocés, a pesar de un sistema electoral basado en la representación proporcional y concebido, precisamente, para evitar ese tipo de mayorías. Los límites de la soberanía Así pues, el SNP gobierna Escocia desde 2007. Desde 2011, cuenta con un cómodo margen de maniobra. A pesar de la crisis desencadenada por el derrumbe de los bancos británicos, conservó sobre su adversario laborista una ventaja que los resultados de las elecciones europeas de mayo último volvieron a confirmar. Aprovechó hábilmente el carácter limitado de sus poderes, haciendo recaer en Londres la responsabilidad del deterioro de la situación económica y social. Además, hizo méritos a la izquierda al distanciarse de los aspectos más discutidos de las políticas (notoriamente idénticas) implementadas por los neolaboristas y el gobierno actual. De este modo, Salmond se negó a seguir el programa de privatización de cárceles comenzado por sus predecesores laboristas, se opuso a la introducción de derechos de inscripción en las universidades escocesas (1) y garantizó un nivel de protección social a las personas mayores más alto que
en el resto del Reino Unido. Y no dejó pasar ninguna oportunidad de denunciar los nefastos efectos de la austeridad impuesta por la coalición actualmente gobernante en Londres. En síntesis, la erosión del apoyo a la unidad del Reino Unido, que se había confirmado con Thatcher, continuó con más fuerza durante los gobiernos de Anthony Blair (1997-2007) y Gordon Brown (2007-2010). Mientras que los votantes ingleses de izquierda no disponen de una opción seria y se refugian en la abstención, en Escocia la oferta política resulta ser más rica. El SNP retomó una parte de la herencia socialdemócrata abandonada por los blairistas y se opuso a la guerra angloestadounidense en Irak: su espectacular crecimiento se explica en parte por un traspaso de los votos laboristas. Sin embargo, dentro de un movimiento sindical todavía fuertemente ligado al Labour, sigue siendo fuerte la desconfianza respecto de nacionalistas que durante mucho tiempo fueron descritos como “tories con kilt” (2). Después de todo, pese a sus oportunistas cazas furtivas en las antiguas tierras laboristas, ¿acaso Salmond no sostuvo hasta el final el “modelo irlandés” de desregulación salvaje antes de que ese país se sumiera en una grave crisis? (3) ¿No recomienda, a la manera del ex “Tigre Celta” (4), una forma de dumping fiscal para favorecer la llegada de empresas extranjeras? Además, mostró especial indulgencia para con los bancos escoceses, ampliamente responsables de la crisis de 2008. En el último período, el primer ministro también multiplicó las
concesiones. Por ejemplo, reafirmó su apego a la monarquía británica y aceptó el papel determinante del Banco de Inglaterra en los asuntos monetarios de una eventual Escocia independiente, que seguiría utilizando la libra británica (algo que Londres piensa negarle...). Sea cual fuere el resultado, el escrutinio del 18 de septiembre no cambiará la situación de forma fundamental. Los memoriosos recordarán que el primer referéndum sobre la autonomía, en 1979, terminó con un fracaso, lo que no impidió un “sí” masivo (de más del 70%) a la creación de un Parlamento Escocés en 1997. Los nacionalistas tendrán la impresión, seguramente fundada, de que el tiempo juega en su favor. Y esto será aun más así si se confirman las tendencias observadas en Inglaterra durante el último escrutinio europeo: el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage, que triunfó en Inglaterra, funciona como un repelente en Escocia, como lo había sido antes el Partido Conservador de Thatcher, del que Farage se presenta como un digno heredero. En caso de derrota de la propuesta nacionalista, la presión sobre Londres seguirá siendo máxima para que conceda nuevos poderes a la Asamblea de Edimburgo. Esto llevaría a Escocia, la tercera región más rica del reino, hacia lo que el teórico nacionalista Tom Nairn describió como una “independencia de facto”, en relación con una independencia de iure obtenida en las urnas. Pero la verdadera pregunta, que cada vez plantean con más insistencia los partidarios de la autodeterminación, sobre todo
De todos modos, en la hipótesis según la cual se produciría una ruptura con el consenso neoliberal (todavía poco perceptible en las medidas recomendadas por el SNP), ¿cómo se la puede conciliar con el respeto de las reglas de la Unión Europea? Si la Comisión aprobara su integración, lo que seguramente no plantearía demasiados problemas, una Escocia independiente debería aceptar, como todos los demás países miembros, pasar por la humillación del conservadurismo militante que reina en Bruselas tanto como en Westminster. Una vez resuelta la cuestión de la autodeterminación respecto de Londres, se plantearía, con la misma intensidad, la del margen de maniobra posible dentro de una Unión más neoliberal que nunca…
1. Véase David Nowell-Smith, “Amers lendemains électoraux pour l’université britannique”, Le Monde diplomatique, París, marzo de 2011. 2. N. de la R.: kilt es la típica falda que visten los hombres escoceses. 3. Véase Renaud Lambert, “Las cuatro vidas del modelo irlandés”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, octubre de 2010. 4. Se refiere al “milagro económico irlandés” ocurrido en la década del 90 y 2001/2002. 5. Véase James Kelman, “Depuis une chambre à Glasgow”, Le Monde diplomatique, febrero de 2011. *Autor de Les Evangélistes du marché. Les intellectuels britanniques et le néolibéralisme, París, Raisons d’agir, 2008 (nueva edición). Traducción: Gabriela Villalba
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Intento de alternar la fuerza y el soft power
¿Puede Rusia ser una gran potencia? El retorno de Rusia a la escena internacional no carece de desvíos y contratiempos. Presionada por la inclinación de Ucrania hacia la órbita occidental, improvisó una brusca reconquista de Crimea. La tosca apelación a sus intereses legítimos revela los límites de su poder de atracción.
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Por Jean Radvanyi*
n materia de política exterior rusa, los comienzos del año 2014 están signados por dos acontecimientos capitales. En primer lugar, los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, cuya organización generó en los medios occidentales una vasta campaña crítica del régimen de Vladimir Putin; luego, mientras los Juegos finalizaban, la crisis ucraniana. De alguna manera, estos dos momentos representan las dos facetas de la nueva política exterior del Kremlin: por un lado, su intento de iniciarse en el soft power, el “poder suave”, y por el otro, el recurso enérgico y más tradicional a las relaciones de fuerzas. Los Juegos de Sochi tenían el propósito de mostrarle al mundo que Rusia era capaz de organizar un evento planetario de envergadura utilizando los medios más modernos, ya sea para la organización de las pruebas, ya sea para garantizar la seguridad de los participantes en una región –el Cáucaso– particularmente sensible. Tenían que permitir mejorar su imagen en la opinión pública internacional, elemento esencial del restablecimiento de Moscú como actor principal de un mundo multipolar (1). Sin embargo, su pleno éxito, pese a los ecos deformados que le llegaron al público occidental, no acarreó los efectos calculados. Los grandes medios no tuvieron ningún problema en suscitar la hostilidad de la opinión poniendo el énfasis en las incertidumbres ligadas a la preparación de los Juegos, y sobre todo, detallando las leyes represivas votadas desde el retorno al poder de Putin: leyes sobre el control de las organizaciones no gubernamen-
tales, sobre el control de internet, sobre la “propaganda homosexual”… Algunas concesiones tardías –liberación de las integrantes del grupo de rock Pussy Riot y del oligarca Mijail Khodorkovsky, promesa de no acosar a los homosexuales durante los Juegos…– no cambiaron nada. Pero las Olimpíadas de Sochi quedarán marcadas sobre todo por su coincidencia con los acontecimientos sangrientos de Maidan, la Plaza de la Independencia de Kiev, pronto seguidos por la anexión militar de Crimea y por su integración a la Federación Rusa. La reacción totalmente desproporcionada del presidente ucraniano Viktor Yanukovich, y luego la serie de decisiones tomadas tanto en Moscú como en Kiev y en Bruselas, hicieron tambalear al mundo en una prueba de fuerza mayor, y desencadenaron una campaña rusófoba sin antecedentes desde hacía décadas (2). Aun antes de la aplicación de sanciones por la anexión de Crimea, la imagen del país había sufrido un deterioro que ninguna movilización patriótica interna podrá compensar. Pobres armas de seducción La organización de los Juegos Olímpicos tenía que ver con la implementación tardía, en el arsenal de herramientas de la política exterior rusa, de lo que se suele llamar el soft power –el poder de influencia no coercitivo, a la vez ideológico, cultural y científico–. En una revista, en el año 2012, el propio Putin se había expresado sobre las técnicas del “poder suave”, para lamentar un retraso en este dominio donde sobresalen las potencias occidentales. El control del discurso sobre los acontecimientos, sobre su interpretación, se ha vuelto efectivamente tan importante, en la arena internacional, como los propios he-
chos. A la vez, el presidente ruso criticaba vivamente la manera en que varios países, y en particular Estados Unidos, utilizaban estos medios para presionar a otros Estados a fin de imponerles sus elecciones. Estimaba que “la actividad de pseudo-ONG [organizaciones no gubernamentales] y otras estructuras que buscan, con ayudas exteriores, desestabilizar tal o cual Estado, era ‘inadmisible’” (3). En 2003 y 2004, las “revoluciones de color” en Georgia y en Ucrania suscitaron un giro en la política rusa, tanto en el plano exterior como en el interior, con la sanción de leyes cada vez más restrictivas sobre la libertad de organización y de expresión. Es en este período cuando Rusia comienza a preocuparse por mejorar su imagen. Relanza su red cultural y lingüística, con el desarrollo de los centros Russkii Mir (“Mundo ruso”), e intenta ganar el apoyo de la diáspora (4). Su dominio de estas herramientas sigue siendo, empero, muy imperfecto, y sus dirigentes continúan recurriendo a medios más tradicionales, en particular las presiones económicas y militares. Mucho más que un savoir-faire balbuciente en materia de comunicación, Fiodor Lukianov, jefe de redacción de la revista Russia in Global Affairs, señala la principal debilidad de su país: “Por ahora, el ‘poder suave’ carece de esa sustancia que volvería atractivo el modelo de desarrollo pregonado por Moscú”. Mientras que la URSS podía apoyarse en un fermento ideológico y en una oferta plausible de alternativa estratégica, “Rusia no consigue producir otra cosa que un discurso tradicionalista y conservador, claramente opuesto al progreso” (5). En sus relaciones con las ex repúblicas soviéticas tentadas de acercarse a la
Unión Europea y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Moscú no dejó de recurrir a sanciones económicas y aduaneras, como en diversos episodios de la “guerra del gas” con Ucrania. El sitio ucraniano Newsplot publicó en 2013 un mapa que detallaba quince medidas de “guerra alimentaria” tomadas por Moscú contra sus vecinos occidentales entre 2005 y 2013 (6): bloqueo de los vinos georgianos y moldavos, de los productos lácteos bielorrusos, de la carne polaca, del choclate ucraniano, etc. Y desde hace algunos años, Rusia ya no duda en resolver algunos conflictos mediante las armas. En agosto de 2008, el propio presidente georgiano le dio la oportunidad bombardeando la ciudad de Tskhinvali, en Osetia del Sur, y al cuartel de militares rusos que se encontraba allí. La respuesta fue rotunda. Las fuerzas rusas tomaron momentáneamente el control de todo el oeste de Georgia, y Moscú reconoció la independencia de las dos regiones secesionistas de Abjasia y de Osetia del Sur, rompiendo de este modo el compromiso adquirido en 1991 de respetar la integridad territorial de la Comunidad de los Estados Independientes (CEI), que agrupa a ex repúblicas soviéticas. En marzo de 2014, luego de los acontecimientos de Kiev, Rusia tomó la iniciativa de ubicar a Crimea bajo su control militar, para luego proceder a su anexión al término de un referéndum organizado a las apuradas. El Kremlin no oculta en modo alguno las razones de este nuevo recurso a la fuerza. Y el desafío que lanza así al mundo supera de lejos el problema ucraniano. De hecho, reclama un replanteo total del conjunto de las normas que regulan la seguridad internacional. Su posición, expresada
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claramente por Putin en la cuadragésima tercera conferencia sobre la seguridad en Munich, el 10 de febrero de 2007, se limita a unos pocos puntos. Moscú ya no acepta el doble discurso de algunos Estados occidentales, que mientras presentan reglas internacionales como inmutables por otro lado las infringen alegremente cada vez que les conviene. Aprovechando el debilitamiento de Rusia después del estallido de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia, algunos dirigentes estadounidenses pensaron que era posible establecer el dominio de una superpotencia única: la suya. Pero, desde entonces, el mundo ha evolucionado. En consecuencia, conviene renegociar las bases de la seguridad asociando a ello plenamente los nuevos polos del poder, en particular los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Por último, hay que admitir que Rusia tiene sus propios intereses estratégicos legítimos y que puede defenderlos, tal como siempre lo hicieron Estados Unidos y los principales Estados occidentales en sus diversas zonas de influencia. Desafíos occidentales Al proponerles en 2008 a Ucrania y a Georgia entrar en la OTAN, o al negociar con Kiev, a fines de 2013, un acuerdo de asociación con la Unión Europea, los dirigentes estadounidenses o europeos atentaban contra los intereses de Rusia en sus propias fronteras, y eran perfectamente conscientes de ello. Una parte de los dirigentes estadounidenses, a los que se sumaron países europeos como Polonia o Suecia, nunca abandonaron la estrategia enunciada en su momento por Zbigniew Brzezinski (7). Para Serguei Karaganov, uno de los asesores en política exterior del presidente Putin, frente al riesgo de ver a Ucrania entrar en la OTAN, con la perspectiva de que la Alianza recupere el puerto de Sebastopol, “Rusia tenía que defender sus intereses con mano de hierro” (8). Al anexar a Crimea y al acumular tropas cerca de las fronteras orientales de Ucrania, les está diciendo a los dirigentes occidentales que salió de su período de debilidad y que defenderá sus intereses estratégicos, cueste lo que cueste en términos de relaciones diplomáticas o comerciales. Pero… ¿tiene realmente los medios para lograrlo? Hasta hace muy poco se hubiera dirigido a Europa, socio tradicional principal tanto de sus intercambios culturales y humanos como de sus relaciones económicas. En 2013, la Unión Europea todavía era el primer cliente y proveedor de su comercio exterior. Sin embargo, al compartir con Turquía el privilegio de ser un Estado encabalgado entre los continentes europeo y asiático, desde hace mucho tiempo muestra su interés por una complementariedad entre sus dos fachadas, una continental, al oeste, y la otra marítima, en la zona del Pacífico. Este designio no es nuevo: había calado hondo desde antes de la disolución de la URSS (1991) en el discurso de Mijail Gorbachov en Vladivostok, en 1986. Boris Yeltsin, y luego Putin, prosiguieron con los esfuerzos para dinamizar esta relación asiática. Y
varios factores concurren en la actualidad para un relanzamiento de esta estrategia de reequilibrio. El más evidente es el impresionante dinamismo de la zona del Pacífico. Rusia espera ver que este auge favorezca, gracias a cooperaciones e inversiones, el renovado impulso de su economía. Por ello Putin organizó en 2012 en Vladivostok la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (Asia-Pacific Economic Cooperation, APEC), de la que su país es miembro desde 1998. Por ende, este reflorecimiento del interés traduce la toma de conciencia de la crisis aguda por la que atraviesa el Extremo Oriente ruso: su población no cesa de disminuir desde fines de los años 80 (el conjunto de esta vasta región perdió más del 20% de sus habitantes) a riesgo de dejar esta fachada estratégica totalmente desguarnecida frente a regiones chinas muy dinámicas. Otro elemento determinante de la retórica del gran reequilibrio: el deterioro de las relaciones
con las instituciones europeas que, mientras se expanden hacia el Este, imponen sus propias reglas como marco obligado de las relaciones con los rusos, en particular en el dominio clave de la energía. Además de los programas sucesivos propuestos a algunos miembros de la CEI en el marco de la política de vecindad, a partir de 2004, y luego de la asociación oriental, lanzada en 2009, la Unión Europea se ha esforzado por disminuir su dependencia petrolera y gasífera de Rusia diversificando sus aprovisionamientos. Moscú se adaptó a estas evoluciones reorganizando sus circuitos de exportación hacia el oeste (construcción de gasoductos North Stream y Blue Stream, proyecto South Stream bajo el Mar Negro), pero también transfirió a Asia una parte de sus intercambios. Es así como, en 2011, China se convirtió en el primer socio comercial de Rusia.
conducta frente a su gran vecino oriental, la Unión Europea nunca aceptó realmente discutir acerca de esta relación no obstante fundamental. No encaró una estrategia global de desarrollo y de seguridad para una “gran Europa” que incluya a Rusia. Al criticar algunas fórmulas propuestas por Moscú, Bruselas prefirió atenerse a una política de distanciamiento. Paralelamente, la atribución de un nuevo rol a la OTAN, cada vez más integrada a la estrategia estadounidense, reforzó la desconfianza del Kremlin. Esta actitud, manifestada por Europa en el momento en que sus instituciones y su economía entraban en una profunda crisis, reconfortó la posición de los que predicaban un acercamiento acelerado a las nuevas potencias asiáticas y el relajamiento de las tensiones de las relaciones con una Unión debilitada, incapaz de trazar una vía distinta de la de Washington.
Atrasos estructurales Éste es un elemento esencial de la crisis actual: profundamente dividida en lo que atañe a la
Sin embargo, este vaivén, muchas veces esgrimido como un espantapájaros y presentado como un medio de presión sobre
los europeos, plantea algunas dificultades, tanto técnicas como organizativas. En primer lugar, hay que superar un grave déficit de infraestructuras en materia de energía, de transportes o de vivienda en sus regiones orientales. Moscú parece por fin haber tomado cartas en el asunto, ya que ha creado un Ministerio de Desarrollo del Extremo Oriente; pero muchos expertos dudan de la eficacia de esta medida: las necesidades económicas son enormes, y los gastos extravagantes de la cumbre de Vladivostok, en 2012, no permiten presagiar un uso eficaz de las inversiones. Por cierto, se ve surgir el comienzo de una red de transporte de energía hacia el Pacífico (proyecto Eastern Siberia-Pacific Ocean Oil Pipeline, ESPO), pero Rusia acusa cierto retraso en las técnicas de gas licuado. Deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda pensar en redirigir hacia Asia el volumen de hidrocarburos que le entrega a Europa. Si bien China declara que se considera lista para proveer una
Septiembre 2014 Edición N°11
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parte de los capitales para reducir estos retrasos, sus compras de materias primas sólo pueden hundir más a Rusia en su rol de simple proveedor de productos primarios, y diferir aun más su modernización. Por otro lado, la extrema centralización de las prácticas federales tiende a bloquear las iniciativas locales. Muchos siberianos reivindican cada vez más abiertamente una autonomía de decisión, la única capaz, según ellos, de asegurar un verdadero impulso renovado de sus regiones. Ahora bien, sin lugar a dudas, el sistema putiniano no se compromete en dicha vía (9). Otra dificultad: la incapacidad de Moscú para impulsar relaciones positivas entre los diferentes Estados del espacio postsoviético. Mientras que la CEI nunca se convirtió en ese mercado común oriental bajo dominio ruso con el que soñaba Yeltsin en 1991, los intentos del Kremlin por consolidar un núcleo de Estados que le sean fieles no pueden dejar de sorprender por su carácter vacilante. En el marco de la mayor de las confusiones terminológicas y organizativas, se crearon no menos de cuatro conjuntos económicos imbricados: la Unión Aduanera Espacio Económico Único, la Comunidad Económica Eurasiática (EurAsEC) y zona de libre comercio en el seno de la CEI, sin contar la Unión Eurasiática –o eurasiana–, propuesta desde 1994 por el presidente kazajo Noursoultan Nazarbaiev, que debía ser establecida en 2015. Todas estas organizaciones se articulan alrededor de un núcleo común constituido por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. A él se unen, según los casos, tres o cuatro de los Estados de Asia Central (Uzbekistán es, en el mejor de los casos, un observador), y a veces, por ejemplo en la Unión económica y en la zona de libre comercio, Moldavia y Ucrania. Pero ninguna de estas estructuras funciona realmente, en gran medida a causa de las exigencias contradictorias de Moscú, interesado por sobre todas las cosas en preservar su libertad de acción y su control de los Estados a los que considera como pertenecientes a su esfera de influencia. Esta actitud tiene el efecto principal de que cada uno de estos países, para descomprimir la tenaza de las presiones rusas, multiplica las relaciones con terceros actores influyentes: Estados Unidos, Europa, China, Irán… Los Estados de Asia Central parecen recurrir cada vez más a la cooperación china como medio de diversificar sus intercambios, mucho más allá de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), donde se encuentran con sus dos poderosos vecinos. Una cosa está clara: este rompecabezas internacional traduce la dificultad de Rusia para definir un nuevo equilibrio en sus relaciones con sus vecinos en lo sucesivo independienes. Y la crisis ucraniana bien podría complicarle más aun la tarea. Putin creyó bueno acompañar la anexión de Crimea con una movilización sin antecedentes alrededor de la defensa de los compatriotas rusos separados de la madre patria desde el estallido de la URSS. Con sus ataques
dirigidos a algunos opositores, calificados, como en los peores momentos de la época soviética, de “agentes del extranjero”, la campaña mediática organizada en todo el país despierta muchos malos recuerdos. Por ahora, permitió reunir a la inmensa mayoría de la población alrededor de su presidente, el cual parece así tomarse la revancha del movimiento del invierno de 2011-2012 (10). Pero los efectos a más largo plazo podrían ser temibles, tanto en el interior del país como en sus márgenes. Varias regiones de Rusia (el Cáucaso, el Volga, pero también Siberia) están pobladas por minorías activas y atravesadas por movimientos antagonistas, desde el islamismo radical al autonomismo regional, muy crítico de la deriva centralizante del régimen. Nadie puede predecir cómo se traducirá esta exacerbación de nacionalismos. El poder autoritario actual parece a salvo de estas fuerzas centrífugas, ¿pero qué pasará en caso de debilitamiento ulterior, ya provenga de una simple transición política o de una nueva crisis económica? No obstante, las consecuencias más desestabilizantes de la anexión de Crimea podrían proceder indudablemente desde el exterior. Estonia y Letonia cuentan aún entre su población cerca del 25% de rusos (a menudo apátridas). El referéndum organizado en Crimea fue percibido como una amenaza, así como en Moldavia –donde está causando estragos el conflicto de la Transnistria – y en Kazajistán, cuya zona norte es ampliamente rusófona. Desde 1991, Nazarbaiev, el presidente kazajo, se ha comportado siempre como un aliado indefectible de Moscú. Sus sucesores, ¿se mostrarán igualmente dóciles? Después de la salida de Georgia de la CEI, en 2008, y luego de la de Ucrania, anunciada a partir del 19 de marzo de 2014, un simple distanciamiento crítico de Astana marcaría la quiebra de más de veinte años de intentos de los rusos por reorganizar a su antojo lo que, a comienzos de los años 90, llamaban su “extranjero próximo”. Se pudo ver el primer signo de un aislamiento diplomático de Moscú el 27 de marzo último, cuando se votó en la Organización de las Naciones Unidas la resolución que condenaba la anexión de Crimea: entre los Estados “amigos”, sólo Armenia y Bielorrusia votaron en contra. China se abstuvo, así como Kazajistán. Kirguistán y Tajikistán ni siquiera participaron de la votación (11). Más allá de los gritos de victoria de los manifestantes rusos que saludaban su retorno al seno de la madre patria, y sin esperar eventuales deslices en Ucrania oriental, la anexión de Crimea bien podría revelarse como una victoria pírrica.
1. Véase Guillaume Pitron, “Los juegos de Putin”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2014. 2. Véase Olivier Zajec, “La obsesión anti-rusa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2014. 3. Vladimir Putin, “La Rus-
sie dans un monde changeant”, Moskovskie Novosti, Moscú, 272-12 (en ruso). 4. Tatiana Kastoueva-Jean, “‘Soft power’ russe: discours, outils, impact”, Russie. Nei. Reports, N° 5, Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), octubre de 2010. 5. Fiodor Loukianov, “Les paradoxes du soft power russe”, La Revue internationale et stratégique, Instituto Francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), N° 92, París, 2013. 6. www.newsplot.org (en ucra-
niano). 7. Zbigniew Brzezinski, Le Grand Echiquier. L’Amérique et le reste du monde, Bayard, París, 1997. 8. The Financial Times, Londres, 5-3-14. 9. “La Sibérie, Eldorado russe du XXIe siècle?”, La Revue internationale et stratégique, op. cit. 10. Véase Jean Radvanyi, “Las expectativas de la sociedad rusa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2012. 11. La resolución que condenaba la anexión de Crimea obtu-
vo cien votos a favor y once votos en contra. Hubo cincuenta y ocho abstenciones.
*Profesor en el Institut National des Langues et Civilisations Orientales (INALCO), codirector del Centro de Investigaciones Europa-Eurasia (CREE). Autor de Retour d’une autre Russie, Le Bord de l’Eau, Lormont, 2013. Traducción: Viviana Ackerman
La mirada de un biólogo y productor
Mitos y realidades del éxito
L
Por Víctor Trucco*
os mitos constituyen formas de pensar, creencias; no importa que sean verdaderos sino que sean creíbles y que, por lo tanto, se actúe en consecuencia. Como la vida requiere ilusiones que la sostengan, algunos comportamientos humanos han estado y siguen operando en función de ciertos mitos: la soja constituye un claro ejemplo. Pero a la hora de la verdad, cuando se necesita un plato de comida para alimentar a 7.000 millones de personas, la opinión pierde relevancia frente a la ciencia y el conocimiento, la verdad y sus consecuencias. ¿Por qué se consume soja y sus subproductos más importantes, harina y aceite? En primer lugar, es preciso aclarar que como humanos somos animales monogástricos, por lo cual no fabricamos una serie de aminoácidos, que son las moléculas que constituyen nuestras proteínas. Las proteínas constituyen las formas químicas básicas que hacen a la vida: son las enzimas que catalizan los procesos metabólicos como respirar, digerir alimentos, fabricar otras proteínas, etc. Las proteínas forman las fibras musculares y nerviosas. La hemoglobina, por ejemplo, es una proteína que permite transportar el oxígeno del pulmón al dedo gordo del pie. El ser humano fabrica proteínas pero para ello necesita aminoácidos, algunos de los cuales puede fabricar y otros no. Estos últimos, llamados aminoácidos esenciales, se adquieren de las plantas o animales a través de la dieta. En otras palabras, los seres humanos no tenemos la capacidad para sintetizar todos los aminoácidos que necesitamos para vivir y necesariamente los tenemos que obtener de las fuentes que nos ofrece la naturaleza. La semilla de soja constituye una de las fuentes principales de estos aminoácidos, pero el ser
humano no la puede aprovechar porque no puede descomponerla. Para hacer posible su digestión la soja debe ser desactivada mediante el calentamiento a una temperatura determinada por un tiempo también determinado. En Argentina, salvo entre los vegetarianos, esta práctica no es habitual, y la soja se incorpora indirectamente cuando se consume pollo, huevos o carne de cerdo, productos que tienen harina de soja que ha sido desactivada en el proceso. La enorme demanda de la soja se explica por el hecho de que es la principal fuente de proteínas vegetales y la principal fuente de proteínas de los animales monogástricos –pollos, cerdos, etc.– que luego son incoporados a la dieta humana. El cultivo en Argentina Cuando, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, se incorporó el cultivo de soja en Argentina, fue bien recibido, en una primera etapa, por la comunidad vegetariana. Los productores, con el apoyo del INTA y algunas cátedras universitarias, aprendieron a manejar el cultivo. También las empresas aceiteras, que procesaban semillas de girasol y maní, rápidamente se adaptaron y generaron una demanda de soja que se transformó en un boom, que empezó en un pequeño pueblo del sur de Santa Fe, Arequito, con el trabajo de pequeños productores. Pasada esta primera etapa se inició un proceso de expansión del cultivo y de crecimiento de la industria de la soja. Este proceso se dio simultáneamente con el cambio de paradigma que constituyó la siembra directa. Esto permitió terminar con las labranzas como proceso necesario para la producción del grano y evitar el costo de degradación de los suelos. Fue así que soja y siembra directa integraron un proceso virtuoso de producción y conservación afincado en los pueblos del interior del país, empezando por Santa Fe. En ese momento, probablemente por falta de información,
se empezó a percibir a la producción de soja como peligrosa. Si generaba una renta tan elevada y llevaba a los productores a dejar de lado otros cultivos algo malo debía tener… Este análisis, producto de conjeturas, no se sostiene en la realidad de una producción que es exportada a un centenar de países y que ha contribuido al desarrollo de los pueblos del interior. Por supuesto que existen bolsones de pobreza, situaciones lamentables que no se pueden atribuir a la soja, y también es posible que se produzca la degradación de los suelos. Pero si ocurre, no es por la soja sino por las labranzas, y no es lo que sucede en Argentina, donde los métodos de arado se dejaron de lado hace tiempo. El sector agropecuario argentino está atento a las oportunidades y rápidamente adopta tecnologías no sólo rentables sino también sustentables para desarrollar las cadenas de valor. La importancia de la soja es tal que el país está pendiente de la cosecha como si se tratara de un recurso público y no de una producción privada, y en este sentido la población no agropecuaria debe entender que la sustentabilidad del campo está asegurada y que, más allá de la soja, estamos frente a un nuevo desafío: gracias a los avances científicos de la biotecnología, las plantas se podrán modificar y, a partir del sol, el agua y la fotosíntesis, se abre una puerta enorme hacia posibilidades cuyos límites están sólo en nuestra imaginación.
*Doctor en Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), profesor titular de Fisiología de la Facultad de Veterinaria de la UNR, productor agropecuario, ex presidente de la Confederación de Asociaciones Americanas para una Agricultura Sustentable (CAAPAS) y fundador de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID). © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur