Para mi hija Querida hija: En las siguientes páginas vas a encontrar unas historias, cuentos, relatos… y reflexiones para el alma. Seguramente te preguntarás: ¿Por qué estos relatos? La idea surge de tu estimado profesor de Lengua y Literatura Castellana, Juan Antonio. Él ha sido capaz de ver tus miedos, temores, dudas, frustraciones y hasta a veces, tu dolor. Así que probablemente haya querido aportar su granito de arena para que crezcas sin temores, sin miedos, sin frustraciones… Quizás ha pensado que estas lecturas son más necesarias e importantes para ti que la lectura de Don Quijote, o del Libro del Buen Amor, por ejemplo. Personalmente le agradezco todo lo que está haciendo por ti, es un buen profesor, no se está preocupando por lo "bien" que haces las cosas, sino por lo "duro que trabajas"... y por la calidad de tu aprendizaje. Él valora, sobre todo lo demás, las relaciones con sus alumnos, así que seguro, siempre estará ahí para cuando lo necesites. 2
Yo, apoyando su buen hacer, he recopilado en este sencillo libro varias historias que te servirán a lo largo de tu vida, es más, estoy convencida de que ya lo están haciendo. Ahora sólo te queda seguir creciendo, y construir el resto de tu vida por ti misma, desde tu libertad, desde tus deseos, desde la autonomía y unicidad que a todos nos concede la propia existencia.
Mamá
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Un joven discípulo fue a ver a su querido Maestro. - Vengo, Maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El Maestro, sin mirarlo, le dijo: - Cuanto lo siento, muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...- y haciendo una pausa, agregó - si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después, tal vez, te pueda ayudar. - Eeee... encantado, Maestro - titubeó el discípulo, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. Bien, asintió el Maestro. Se quitó el anillo del dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el 4
caballo que está allá fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El discípulo tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía con el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban la espalda y sólo un viejito fue tan amable como para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para darla a cambio de un anillo. Con el afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. 5
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. ¡Cuánto hubiera deseado el discípulo tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al Maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Al llegar, dijo: - Maestro, lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste...quizá pueda conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie con el valor del anillo. - ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! - contestó sonriente el Maestro -. Primero debemos conocer el valor del anillo. Vuelve a montar y ve al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregunta cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. 6
Vuelve aquí con mi anillo. El joven discípulo volvió a cabalgar y llegó a la casa del joyero. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: - Dile al Maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo. - ¡¡¡¡¡¡¡58 monedas!!!!!!!! - Exclamó el joven- Sí - replicó el joyero - sé que con más tiempo podríamos obtener hasta 70 monedas, pero si la venta es urgente...ahora no puedo ofrecer más. El joven corrió a toda velocidad con su caballo y entró emocionado a casa del Maestro, a contarle lo acontecido. - Siéntate muchacho - convino el Maestro tras escuchar su historia - Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede apreciarte un verdadero experto. ¿Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 7
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en su dedo pequeño.
Todos debemos considerarnos como este anillo del que habla el relato: únicos y valiosos. Pero muchas veces caminamos en nuestras vidas pretendiendo que gente a la que no importamos ni nos valor, nos juzgue por su rasero, nos infravalore. Sigamos esforzándonos día a día, puliendo y sacando brillo a ese anillo que podemos llegar a ser, intentando descubrir nuevos brillos para futuras oportunidades.
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Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. 9
Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre y un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. 10
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. 11
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza... Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: “No puedo y nunca podré”. 12
Había un señor viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes. Las niñas siempre le cuestionaban todo, hacían muchas preguntas a las que el padre a veces sabía responder, pero en ocasiones no se sentía con la sabiduría suficiente como para aclarar las dudas que ellas manifestaban. Como pretendía brindarles la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina. El sabio siempre respondía todas las preguntas sin dudar. Impacientes con el maestro, las jóvenes decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder correctamente. Entonces, una de ellas apareció con una hermosa mariposa azul que usaría para engañar al sabio. -¿Qué vas a hacer? - preguntó la hermana 13
- Voy a esconder la mariposa en mis manos y le voy a preguntar si está viva o muerta. Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la mataré. Así, cualquiera que sea su respuesta, será equivocada. Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio que estaba meditando. -Tengo aquí una mariposa azul, dígame, sabio, ¿está viva o muerta? Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió: -Depende de ti… ella está en tus manos… Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro. No debemos culpar a nadie cuando algo falla, somos responsables por lo que juzgamos, lo bueno o malo. Nuestra vida está en nuestras manos, como la mariposa azul. Nos toca a nosotros escoger qué hacer con ella y hacernos cargo de las consecuencias. 14
Al inicio de una conferencia sobre el estrés, el orador colgó frente al público una gran hoja de papel blanco. Con un marcador negro dibujó luego una mancha irregular. ¿Qué ven aquí? Preguntó. Uno tras otro, los presentes fueron contestando: Una mancha negra. Eso supuse, dijo el orador. Ninguno de ustedes se fijó en la hoja blanca, aunque tiene una superficie mucho mayor. Precisamente de eso hablaremos ahora. ¿En qué conversación te fijas más? ¿En todo lo que tienes o en lo poco que te falta? ¿En todo lo que sabes o en lo mucho que no dominas? ¿En todo lo que puedes o en lo que te gustaría pero no te sale?
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Tu estado de ánimo dependerá de cual sea la conversación en la que te fijes. La emoción que sientes no existe por sí sola. Sino por la explicación que tú le das. Y este estado de ánimo determinará tu predisposición a la acción. Y de tu manera de actuar dependerán los resultados que obtengas. ¿Qué no te gustan los resultados? La clave es la conversación. Veamos, piensa en tu situación, en la conversación que te separa de tus resultados. Piensa en tus mejores razones, en esas que estás seguro nadie puede dar vuelta y ahora te pido que leas lo siguiente: Después de la primera prueba artística de Fred Astaire, el informe de director de pruebas fechado en 1933, decía: ¡No sabe actuar! ¿Qué te parece que hizo Fred Astaire después de semejante declaración? Imagínalo. 16
Louis May Alcott, la autora de Mujercitas, era impulsada por su familia a conseguir trabajo como costurera. ¿Escuchó los juicios de su familia o lo que decía su conversación interna? Beethoven tocaba mal el violín y su profesor consideraba que no tenía futuro como compositor. Como era sordo no pudo escuchar esta crítica ¡qué suerte! El profesor de Enrico Caruoso decía que el chico no tenía voz y que no podía cantar. ¿Qué lo habrá motivado a seguir intentándolo? Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución abandonó la carrera médica mientras el padre le decía: Lo único que te interesa es capturar ratas. ¿De qué otra manera hubiera podido entender su interés por las 17
ratas? El director de un diario despidió a Walt Disney por falta de ideas. Walt Disney quebró varias veces antes de construir Disneyworld. ¿Alguna vez pensaste que para concretar eso alguien antes tuvo que soñar en supergrande, casi te diría delirar consciente? Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y no leyó hasta los siete. Su maestra lo describió como mentalmente lento, insociable y encerrado siempre en sueños tontos. ¿Alguna vez alguien dijo que tus sueños son tontos? Henry Ford fracasó y quebró cinco veces hasta que finalmente tuvo éxito. 18
¿Te parece que Ford pensó que era un fracasado o simplemente consideró sus errores como espacios de aprendizaje? Winston Churchill no aprobó sexto curso. Llegó a Primer Ministro recién cumplidos los sesenta y dos años, luego de una vida de derrotas y reveses hizo sus mayores contribuciones cuando era un hombre mayor. ¿Todavía estas a tiempo? Dieciocho editores rechazaron el cuento de Richard Bach “Juan Salvador Gaviota”, antes de que lo publicara finalmente en 1970. Cinco años después había vendido más de siete millones de ejemplares sólo 19
en los Estados Unidos. ¿No te pasa que a veces te das cuenta que los otros son los que se lo pierden? Después de haber leído esto ¿Todavía te parecen válidas tus explicaciones y tus razones para no alcanzar tus resultados? ¿En qué te vas a fijar? ¿Qué te puede llevar hacia los resultados extraordinarios?
"Tú puedes tener excusas o puedes tener resultados. Lamentablemente lo que no puedes tener son las dos cosas a la vez. No lo que dicen los demás, tampoco tus circunstancias, sólo tu conversación es tu hoja en blanco donde cada día puedes escribir lo que quieres y si lo que tienes escrito no te gusta saber que puedes dar la vuelta a la hoja. 20
La persona que realmente quiere hacer algo encuentra la forma de hacerlo”.
Pedro era un niño muy vivaracho. Todos le querían, su familia, sus amigos y sus maestros. Pero tenía una debilidad. ¿Cuál? Era incapaz de vivir el momento. No había aprendido a disfrutar el proceso de la vida. Cuando estaba en el colegio, soñaba con estar jugando fuera. Cuando estaba jugando soñaba con las vacaciones de verano. Pedro estaba todo el día soñando, sin tomarse el tiempo de saborear los momentos especiales de su vida cotidiana. Una mañana, Pedro estaba caminando por un bosque cercano a su casa. Al rato, decidió sentarse a descansar en un trecho de hierba y al final se quedó dormido. Tras unos minutos de sueño profundo, oyó a alguien gritar su 21
nombre con voz aguda. Al abrir los ojos, se sorprendió al ver una mujer de pie a su lado. Debía de tener unos cien años y sus cabellos blancos como la nieve caían sobre su espalda como una apelmazada manta de lana. En la arrugada mano de la mujer había una pequeña pelota mágica con un agujero en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de oro. La anciana le dijo: - Pedro, este es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una hora pasará en cuestión de segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán meses o incluso años, en cuestión de días. Pedro estaba muy excitado por este descubrimiento. – -¿Podría quedarme la pelota?- preguntó. La anciana se la entregó. Al día siguiente, en clase, Pedro se sentía inquieto y aburrido. De pronto recordó su nuevo juguete. Al tirar un 22
poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el jardín. Consciente del poder del hilo mágico, se cansó enseguida de ser un colegial y quiso ser adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podía traer consigo. Así que tiró una vez más del hilo dorado. De pronto, ya era un adolescente y tenía una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro no estaba contento. No había aprendido a disfrutar el presente y a explorar las maravillas de cada etapa de su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y muchos años pasaron en un solo instante. Ahora se vio transformado en un hombre adulto. Elisa era su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en otra cosa. Su pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecer. Y su madre, a la que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil. Pero el seguía sin poder vivir el momento. De modo que una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que se produjeran cambios. Pedro comprobó que ahora tenía 90 años. Su mata de 23
pelo negro se había vuelto blanca y su bella esposa, vieja también, había muerto unos años atrás. Sus hijos se habían hecho mayores y habían iniciado sus propias vidas lejos de casa. Por primera vez en su vida, Pedro comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de la vida. Había pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que había en el camino. Pedro se puso muy triste y decidió ir al bosque donde solía pasear de muchacho para aclarar sus ideas y templar su espíritu. Al adentrarse en el bosque, advirtió que los arbolitos de su niñez se habían convertido en robles imponentes. El bosque mismo era ahora un paraíso natural. Se tumbó en un trecho de hierba y se durmió profundamente. Al cabo de un minuto, oyó una voz que le llamaba. Alzó los ojos y vio que se trataba nada menos que de la anciana que muchos años atrás le había regalado el hilo mágico. -¿Has disfrutado de mi regalo?- preguntó ella. 24
Pedro no vaciló al responder: - Al principio fue divertido pero ahora odio esa pelota. La vida me ha pasado sin que me enterase, sin poder disfrutarla. Claro que habría habido momentos tristes y momentos estupendos, pero no he tenido oportunidad de experimentar ninguno de los dos. Me siento vacío por dentro. Me he perdido el don de la vida. - Eres un desagradecido, pero igualmente te concederé un último deseo- dijo la anciana. Pedro pensó unos instantes y luego respondió: - Quisiera volver a ser un niño y vivir otra vez la vida-. Dicho esto se quedó otra vez dormido. Pedro volvió a oír una voz que le llamaba y abrió los ojos. ¿Quién podrá ser ahora?, se preguntó. Cual no sería su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía un aspecto juvenil, saludable y radiante.
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Pedro comprendió que la extraña mujer del bosque le había concedido el deseo de volver a su niñez. Ni que decir tiene que Pedro saltó de la cama al momento y empezó a vivir la vida es tal como había esperado. Conoció muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos, pero todo empezó cuando tomó la decisión de no sacrificar el presente por el futuro y empezar a vivir en el ahora.
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Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.
Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir, sin decir 27
palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero 28
habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú hija, cuando la adversidad llama a tu puerta? ", le preguntó a su hija. ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. 29
Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas de forma positiva, sin dejarte vencer, haces que las cosas a tu alrededor mejoren y haces que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparce con tu fuerza y positivismo el "dulce aroma del café". ¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres?
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Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Luego se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos simplemente la rodearon. Muchos culparon a la autoridad por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de ellos hizo nada para sacar la piedra del camino. Un vecino del pueblo que vivía en el sitio más descampado, pasaba por allí exhausto con un fardo de leña sobre sus hombros; y la vio.
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Se detuvo, luego se aproximó a ella, puso su carga en el piso trabajosamente y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y empujar hasta llegar a fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras recogía su fardo de leña, vio una pequeña bolsita en el suelo, justamente donde antes había estado la roca. La bolsita contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el premio era para la persona que removiera la roca como recompensa por despejar el camino. El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad, tanto para ayudar a los demás como para ayudarse asimismo.
¡Mira cada obstáculo como algo que debe ser resuelto!
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Había una vez un rey muy caprichoso que tenia una hija muy hermosa y buena. Quería casarla, aunque puso una condición algo absurda. El estableció que sería elegido aquel hombre que fuera capaz de hacer volar un halcón que desde hacía un tiempo estaba posado en una rama y nadie, absolutamente nadie hasta ahora, había logrado hacerlo. Una cantidad de personajes aparecieron en el palacio y con distintas mañas intentaron que el pájaro volara, sin embargo ninguno lo consiguió. Cuentan que una mañana el rey se levantó y vio volando al halcón por su jardín. Su hija ya tenía pretendiente y 33
cuando lo mandó a llamar le preguntó cómo había hecho semejante milagro. Cuando estuvo frente al campesino le dijo: -¿Tú hiciste volar el halcón? -¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso? Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo explicó. -" No fue difícil, Su Alteza, sólo corté la rama, entonces el halcón se dio cuenta que tenía alas y simplemente se echó a volar" Hay lecciones que aprender de esta historia... Y si lo deseas, ahora puedes formular estas preguntas en voz alta y respondértelas a ti mismo: ¿Sabes qué tienes alas? ¿Sabes qué puedes volar? ¿A qué estás agarrado? ¿De qué no te puedes soltar? ¿Qué está esperando tu rama para romperse? ¿Quién o qué la puede cortar? 34
¿Cuáles son las razones que hoy te impiden levantar vuelo? ¿Cuál es tu rama?
Érase una vez en el país de las mil y una noches... En este país había un rey que era muy polémico por sus acciones, tomaba a los prisioneros de guerra y los llevaba hacia una enorme sala. Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en el centro de la sala y el rey gritaba diciéndoles: - "Les voy a dar una oportunidad, miren el rincón del lado derecho de la sala". Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos para cualquier acción. -"Ahora, continuaba el rey, miren hacia el rincón del lado izquierdo." Al hacer esto, todos los prisioneros notaban 35
que había una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto dantesco, cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla era la mano de un cadáver. En verdad, algo verdaderamente horrible sólo de imaginar y mucho más, para ver. El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba - "Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes quieren, morir clavados por flechas o abrir rápidamente aquella puerta negra mientras los dejo encerrados allí? Ahora decidan, tienen libre albedrío, escojan." Todos los prisioneros tenían el mismo comportamiento: a la hora de tomar la decisión, ellos llegaban cerca de la horrorosa puerta negra de más de cuatro metros de altura, miraban los cadáveres, la sangre humana y los esqueletos con leyendas escritas del tipo: "Viva la muerte", y decidían: 36
-"Prefiero morir atravesado por las fechas." Uno a uno, todos actuaban de la misma forma, miraban la puerta negra y a los arqueros de la muerte y decían al rey: - "Prefiero ser atravesado por flechas a abrir esa puerta y quedarme encerrado". Millares optaron por lo que estaban viendo: la muerte por las flechas. Un día, la guerra terminó. Pasado el tiempo, uno de los soldados del "pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme sala cuando apareció el rey. El soldado con toda reverencia y un poco temeroso, preguntó: - "Sabes, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, no se enfade con mi pregunta, pero, ¿qué es lo que hay detrás de aquella puerta negra?" El rey respondió: - “Pues bien, ve y abre esa puerta negra." El soldado, temeroso, abrió cautelosamente la puerta y 37
sintió un rayo puro de sol besar el suelo de la enorme sala, abrió un poco más la puerta y más luz y un delicioso aroma a verde llenaron el lugar. El soldado notó que la puerta negra daba hacia un campo que apuntaba a un gran camino. Fue ahí que el soldado se dio cuenta de que la puerta negra llevaba hacia la libertad. Todos tenemos una puerta negra dentro de nuestra mente. Para algunos la puerta negra es el miedo a lo desconocido, para otros es una persona difícil. Tal vez para otros es una frustración, ya sea miedo a relacionarse o miedo a ser rechazado, miedo a innovar o miedo a cambiar, miedo a volar más alto. Para algunos la puerta negra es la inseguridad porque la falta de preparación, lo atemoriza, o una traba imaginaria que la inseguridad de la vida fabricó durante su educación o su niñez. Pero si bien puedes perder, también puedes ganar. Si das un paso 38
más allá del miedo, vas a encontrar un rayo de sol entrando en tu vida.
Había una vez hace mucho tiempo, tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas y el primero dijo: "Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con un labrado muy fino y todos verán mi belleza". El segundo árbol dijo: "Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré a los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza, fuerza y armadura".
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Finalmente, el tercer árbol dijo: " Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles en el bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos, y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el más grande árbol de todos los tiempos y la gente siempre me recordará". Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles. Cuando uno vio al primer árbol dijo: - "Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero", y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros. El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol:
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- "Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino a convertirse en una poderosa embarcación. El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se volvería realidad. El leñador dijo entonces: - "No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré este". Y cortó el tercer árbol. Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales, fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal, pues eso no era por lo que tanto había orado. El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente 41
grande para navegar en el mar, y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes había llegado a su final. El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la oscuridad de una bodega. Años mas tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces, un día, un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este pesebre debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que ese día había contenido el más grande tesoro de la historia.
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Años más tarde, un grupo de hombres entraron en la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo: “¡Calma! ¡Quédate quieto! ", y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento el segundo árbol se dio cuenta de que había llevado al Rey de Reyes y Señor de Señores. Finalmente, un tiempo después alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue puesto a las espaldas y fue cargado por las calles, al mismo tiempo que la gente se burlaba y escupía al hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una 43
pequeña colina y el hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta de que el fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina, y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús, el Hijo de Dios, había sido crucificado en él. Cuando las cosas no vayan como esperamos, siempre debemos saber que Dios tiene un plan para nosotros. Si ponemos nuestra confianza en Dios, Él nos dará grandiosos regalos a SU tiempo y en su momento. Cada uno de los árboles obtuvo lo que siempre quiso, sólo que no en la forma en que lo había imaginado. No siempre sabemos cuales son los planes de Dios para nosotros. Solamente sabemos que sus caminos no son nuestros caminos, pero siempre son los mejores. 44
Un orador inició su seminario mostrando al auditorio un billete de 20 euros. Dirigiéndose a los espectadores, preguntó: -¿Quién quiere este billete? Muchas manos se levantaron. Luego dijo: -Se lo voy a dar a alguno de ustedes, pero primero permítanme hacerle esto... Cogiéndolo con ambas manos, lo convirtió en una bola, dejándolo todo arrugado. Entonces volvió a preguntar:
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-¿Quién lo quiere todavía? -las manos volvieron a subir. Bien, ¿y si le hago esto...? Lo dejó caer al suelo y lo pisoteó. Lo recogió y volvió mostrarlo al auditorio. Y así, todo arrugado y sucio... ¿todavía lo quieren? Las manos se mantuvieron arriba. -Amigos, han aprendido una lección muy valiosa: no importa todo lo que le haya hecho al billete, ustedes de cualquier manera lo quieren porque su valor no ha disminuido. Sigue valiendo los mismos 20 euros.
Muchas veces en nuestras vidas caemos, nos arrugamos, o nos revolcamos en la tierra por las decisiones que tomamos y por las circunstancias que nos rodean. Llegamos a sentir que no valemos nada. Pero no importa lo que hayamos pasado o cuanto 46
pueda ocurrirnos, nunca perdemos el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Sucios o limpios, abatidos o victoriosos, para Él somos igualmente valiosos.
Un señor le pidió una tarde a su vecino una olla prestada. El dueño de la olla no era demasiado solidario, pero se sintió obligado a prestársela. A los cuatro días, la olla no había sido devuelta, así que, con la excusa de necesitarla fue a pedirle a su vecino que se la devolviera. - Casualmente, iba para su casa a devolverla... ¡el parto fue tan difícil! - ¿Qué parto? - El de la olla. -¿Qué?! - Ah, ¿usted no lo sabía? La olla estaba embarazada. -¿Embarazada? 47
- Sí, y esa misma noche tuvo familia, así que tenía que hacer reposo, pero ya está recuperada. - ¿Reposo? - Sí. Un segundo por favor, y entrando en su casa trajo la olla, un jarrito y una sartén. - Esto no es mío, sólo la olla. - No, es suyo, esta es la cría de la olla. Si la olla es suya, la cría también es suya. “Este está realmente loco”, pensó, “pero mejor que le siga la corriente”. - Bueno, gracias. - De nada, adiós. - Adiós, adiós. Y el hombre marchó a su casa con el jarrito, la sartén y la olla. Esa tarde, el vecino otra vez le tocó tocó el timbre. - Vecino, ¿no me prestaría el destornillador y la pinza? Ahora se sentía más obligado que antes. 48
- Sí, claro. Fue hasta adentro y volvió con la pinza y el destornillador. Pasó casi una semana y cuando ya planeaba ir a recuperar sus cosas, el vecino le tocó la puerta. - Ay, vecino ¿usted sabía? - ¿Sabía qué cosa? - Que su destornillador y la pinza son pareja. - ¡No! –dijo el otro con ojos desorbitados— no sabía. - Mire, fue un descuido mío, por un ratito los dejé solos, y la embarazó. - ¿A la pinza? - ¡A la pinza!... Le traje la cría –y abriendo una canastita le entregó algunos tornillos, tuercas y clavos que dijo había parido la pinza. “Totalmente loco”, pensó. Pero los clavos y los tornillos siempre venían bien. 49
Pasaron dos días. El vecino pedigüeño apareció de nuevo. - El otro día -le dijo- cuando le traje la pinza, observé que usted tiene sobre su mesa una hermosa ánfora de oro. ¿No sería tan gentil de prestármela por una noche? Al dueño del ánfora le tintinearon los ojitos. - ¡Cómo no! -dijo, en generosa actitud, y entró en su casa volviendo con el ánfora pedida. - Gracias, vecino. - Adiós. - Adiós. Pasó esa noche y la siguiente y el dueño del ánfora no se animaba a llamar al vecino para pedírsela. Sin embargo, a la semana, su ansiedad no aguantó y fue a reclamarle el ánfora a su vecino. -¿El ánfora? –dijo el vecino – Ah, ¿no se enteró? -¿De qué? - Murió en el parto. - ¿Cómo que murió en el parto? 50
- Sí, el ánfora estaba embarazada y durante el parto, murió. - Dígame ¿usted se cree que soy estúpido? ¿cómo va a estar embarazada un ánfora de oro? - Mire, vecino, si usted aceptó el embarazo y el parto de la olla. El casamiento y la cría del destornillador y la pinza, ¿por qué no habría de aceptar el embarazo y la muerte del ánfora?
Tú, puedes elegir lo que quieras, pero no puedes ser independiente para lo que es más fácil y agradable, y no serlo en lo que es más costoso. Tu criterio, tu libertad, tu independencia y el aumento de tu responsabilidad vienen juntos con tu proceso de crecimiento. Tú decides ser adulto o permanecer pequeño.
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Había una vez una comunidad de luciérnagas que habitaba el interior de un gigantesco lampati, uno de los árboles más majestuosos y antiguos de Tailandia. Cada noche, cuando todo se volvía oscuro y apenas se escuchaba el leve murmurar de un cercano río, todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más 52
resplandeciente que cualquier espectáculo de fuegos artificiales. Pero entre todas las luciérnagas del lampati había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar. - No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la pequeña luciérnaga-. Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita. Tanto sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban con ilusión la llegada del anochecer para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se divertían tanto que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga no les quería acompañar. Le insistían una y otra vez, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba. -¡Que no quiero salir afuera! -repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados! Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada 53
por su pequeña compañera. -Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros. -No te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como cualquier día de estos sale a volar con nosotros. Pero los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada en su cuarto. Una noche, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela de la pequeña se le acercó y le preguntó con mucha delicadeza: -¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad? -Es que no me gusta volar-, respondió la pequeña luciérnaga. 54
-Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga. -Pues… -explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué voy a salir si nunca podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy brillante, y yo a su lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación parezco una simple chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca podré brillar tanto como la luna. La abuela había escuchado con atención las razones de su nieta, y le contestó: -¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes.
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-¿Qué es lo que he de saber y no sé? -preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga. -Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras. -¿De veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida la pequeña luciérnaga. -Así es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces crece y a veces se hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y otras en las que desaparece detrás de las nubes. En cambio tú, mi niña, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.
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La pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento. Nunca se había imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se escondiese según los días. Y a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a volar y a bailar con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña amiguita aprendió que cada uno tiene sus cualidades y por tanto, cada uno debe brillar con su propia luz.
Mientras alguien paseaba por el zoológico, se detuvo confundido al darse cuenta de que a los elefantes sólo los retenían con una delgada cuerda atada a una de sus patas delanteras, sin cadenas ni jaulas.
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Era obvio que los elefantes podían romper la soga que los ataba en cualquier momento pero, sin embargo, por alguna razón no lo hacían. Se acercó a un entrenador en busca de respuestas y éste le dijo: -Bueno, cuando son muy jóvenes y mucho más pequeños, usamos una soga del mismo tamaño para atarlos y, a esa edad, es más que suficiente para retenerlos. A medida que crecen -prosiguió el entrenador-, siguen creyendo que no pueden escapar; creen que la soga aún los retiene, así que nunca intentan liberarse. La persona quedó boquiabierta. Los elefantes podían liberarse de sus ataduras en cualquier momento pero porque creían que no podían ni siquiera lo intentaban, y eso era suficiente para mantenerlos paralizados.
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Al igual que los elefantes, nosotros solemos sostener firmemente la idea de que no podemos hacer algo simplemente porque hemos fallado una o dos veces.
Su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de unos pocos euros. Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros como para arriesgar el trabajo faltando 59
cada vez que la abuela se enfermaba o se ausentaba de la ciudad. Cuando el novio de la jovencita llamo para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudo demasiado. Después de todo, los niños estaban durmiendo como cada tarde y no se despertarían hasta las cinco. Apenas escucho la bocina cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo tenia sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a su madre que el niño no la había encontrado? Quizás fue un cortocircuito en el televisor encendido o alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa en el hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzo la 60
escalera de madera que conducía a los dormitorios. La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho salto de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo. De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermanito de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos. Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que había en el cuarto pero no había línea. Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aun debía soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección. Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, 61
el tema de conversación de todos era el mismo: "¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero? ¿Cómo pudo cargar al bebe en la mochila? ¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol? ¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?" El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio la respuesta: -Panchito estaba solo... No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder. Continuamente tenemos que escuchar comentarios pesimistas… Cuando la gente te diga que no puedes "desconéctate”, tú sí puedes.
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