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La tercera carta desde el Cielo «Y escribe al ángel de la iglesia de Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe» (Ap. 2:12-17).
En aquel entonces, esta ciudad era la residencia oficial del gobernador romano. También era el centro de la adoración divina del emperador.
Pérgamo significa «baluarte». La iglesia en Pérgamo se encontraba en gran peligro. En aquel entonces, esta ciudad era la residencia oficial del gobernador romano. También era el centro de la adoración divina del emperador. Allí había, entre otros, un templo grande dedicado a la diosa pagana Roma, templo en el cual se debía rendir veneración divina al César Augusto. Por eso esta pequeña congregación llegó a tener grandes dificultades. El Señor sabía que Su iglesia en Pérgamo estaba en peligro por vivir en el área de poder de satanás: «Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de satanás». Dos veces es utilizada la palabra «morar». Ya que cuando habla de Antipas, Su testigo fiel, el que fue asesinado, dijo otra vez: «donde mora satanás» (V. 13). ¡Compartir una vivienda con el diablo, eso es algo espantoso! Cuando dice: «donde está el trono de satanás», se refiere a que el
príncipe de las tinieblas en Pérgamo estaba dotado de una plenitud especial de poder, ya sea por medio de un culto a los demonios o por el gobernador romano o por la mira óptica. La Historia nos cuenta que en Pérgamo se encontraba un altar de trescientos metros de altura en honor a Zeus. Además de eso, en aquel tiempo en esta urbe existía un culto de sanación por serpientes que era conocido y famoso. La gente buscaba sanidad de sus sufrimientos en un templo donde se criaban serpientes. La serpiente superior incluso era llamada «salvador». Muchas personas creían en ella y la adoraban –el trono de satanás. Esto despierta asociaciones con el paraíso de Edén y la serpiente antigua. Cuando el Señor les dice a los que fueron comprados con Su sangre: «Yo conozco… dónde moras, donde está el trono de satanás», Él demuestra con eso que no pasa de largo y ni pasa por alto el poder negativo de las re-