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de las Hermanas” Laia Prat i Serra
“Los sesenta y tres crímenes de las Hermanas” Laia Prat i Serra / 1r d’ESO
LLENGUA CASTELLANA_2n PREMI
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Había una vez una chica llamada Marta, que era joven, alta y pelirroja. Era muy curiosa y tenía una madre llamada Laura, pero no tenía padre. Su madre jamás le contó nada sobre su padre y siempre que se lo preguntaba ella cambiaba de tema.
Pero el día que Marta cumplió quince años decidió descubrir la verdad sobre su padre ya que su madre no se la iba a dar. Así que el día 13 de agosto del 2016, Marta subió al desván a buscar algún libro, documento o cualquier cosa que le diera algún tipo de información sobre su padre. Esperó a que su madre fuera a hacer la cena y subió al desván; empezó a buscar dentro de todas las cajas viejas que había y encontró muchos diarios del año 1986, pero no encontraba nada que hiciera referencia a su padre. Hasta que vio una caja verde oscura escondida en un rincón del desván, la cogió y pudo notar que había unas extrañas manchas rojas en la tapa de la caja. Las estuvo observando un rato hasta que por fin se dio cuenta de que eran manchas de sangre. Al verlo se le pusieron los ojos cómo naranjas y un rápido escalofrío recorrió su cuerpo. Intentaba apartar la mirada, pero no podía porque no era capaz de imaginar que fuera otra cosa que sangre, y de repente le llamó la atención algo que sobresalía de la caja. Era un diario en el cual ponía que el 13 de agosto del año 1986 su padre había desaparecido, y en la misma página hablaba de unas siete hermanas que habían sido acusadas de secuestrar y matar gente en ese año. Marta no podía dejar de leerlo, “un pacto con el diablo…” Después vio en la caja un dedo humano y volvió a asustarse un montón y a ponerse muy nerviosa hasta que un fuerte y estremecedor grito de su madre llamándola para cenar rompió ese escalofriante silencio.
Ella aún impactada y totalmente aterrorizada bajó al comedor con una sonrisa falsa por lo que acababa de ver. Laura notó su nerviosismo y la
114 invitó a sentarse con una amplia sonrisa de felicidad y con un plato de carne en las manos que le ofreció. Marta aceptó con otra sonrisa débil y un poco confundida. Mientras comían Laura le preguntó qué había estado haciendo y por qué había tardado tanto, y en ese instante Marta se atragantó un poco con la comida y Laura la miró raro. Aun así Marta cogió aire y le preguntó firmemente quién eran las siete hermanas. Laura borró esa sonrisa de su cara y no pareció del todo preparada para esa conversación, pero aun así se lo empezó a contar: “Había una vez, en este mismo pueblo, vivían siete hermanas, cada una de ellas llevaba un número diferente, del uno al siete, grabado en el antebrazo con lo que parecía un cuchillo. Vivían en una granja un tanto apartada, y aunque no se sabe hasta qué punto era verdad, se decía que estas hermanas lo que hacían era cada mes acoger a siete turistas, torturarlos y matarlos sin que nadie se diera cuenta. También decían que tenían una especie de pacto con el diablo que consistía en regalarle sesenta y tres almas a cambio de vivir en un paraíso después de la muerte y aceptaron. Así que durante nueve meses iban matando a gente y jamás sabías si te iba a tocar a ti.
Según la leyenda sólo consiguieron sesenta y dos, y hay quien dice que la más pequeña es la que consiguió el alma número sesenta y dos. Antes de matarlo le arrancó un dedo y se lo quedó, y es por eso por lo que muchas personas aún creen que la más pequeña sigue por algún lado buscando su última presa y con ese dedo en mano para al fin poder llevar a sus hermanas y a ella a ese paraíso prometido.”
Una vez Laura terminó su historia Marta se quedó totalmente paralizada del miedo. No sabía qué decir porque empezó a hacer suposiciones de que su madre podía ser la hermana pequeña de esa historia y de que la última persona a la que mató era su padre. Aun así, decidió actuar normal para que su madre no la descubriera y poder escapar por la noche, pero empezó a sudar inconscientemente y su madre la empezó a mirar fijamente con un aspecto serio y su sonrisa iba desapareciendo de su rostro.
Aunque Laura ya notó que la había descubierto, Marta se levantó lentamente de su silla y fue caminando muy tensa hasta su habitación,
pero antes de llegar Laura le dijo desde abajo con una ligera sonrisa: “¿No me vas a desear buenas noches…?” Marta se giró delicadamente y simplemente la miró con mucho miedo mientras Laura frunció un poco las cejas y también se levantó en dirección a unos cajones. Marta la miró muy fijamente y Laura sacó un cuchillo muy afilado y se giró hacia Marta mirándola a los ojos y empezando a acercarse lentamente a ella, a lo que Marta le respondió caminando hacia atrás para alejarla, hasta que Laura consiguió acorralarla en una puerta. Laura se puso muy cerca de Marta y aún conservaba esa sonrisa un poco malvada, pero hizo algo que Marta no esperó. Cuando estaban a pocos centímetros la una de la otra, Laura se inclinó y en un rápido y ágil gesto le clavó el cuchillo en el estómago. Marta no gritó, pero empezó a caer lentamente hacia el suelo y entonces fue cuando Laura empezó a convulsionar y cayó encima también muerta, y eso fue porque finalmente consiguió las 63 almas que prometió y pudo irse y llevar a sus hermanas al paraíso que tanto habían anhelado, mientras que Marta se fue a un lugar mejor con su padre. Y aunque ellas ya se fueron, sus cuerpos fríos se quedaron en esa casa uno encima del otro.
Y aquí acabó la historia y, aunque el pacto se cumplió finalmente, ese dedo sigue en el desván, cubierto de polvo y es la muestra de que el deseo de Laura de tener su paraíso después de la muerte le costó su familia.