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2n de Batxillerat “Lo que la vida se llevó” Clara Tremosa i Roura
238 “Lo que la vida se llevó” Clara Tremosa i Roura / 2n de Batxillerat
LLENGUA CASTELLANA_PROSA_3r PREMI
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Italia, verano de 1938 (Sofía)
Caía el día, el anochecer acechaba por las calles de San Gimignano y yo me dirigía hacia los campos verdes que rodean la pequeña villa. Llevaba conmigo mi cuaderno y un lápiz color carbón. Me senté bajo la sombra de un árbol y empecé a escribir. Observar, relajarme y escribir. Esos eran mis momentos favoritos. Yo, con el delicioso aroma de la Toscana, los silencios rotos por el suave viento y la fluidez del momento.
Mi lápiz iba solo, trazando todos mis pensamientos en un papel blanco desgastado. Me sentía libre, esa era mi paz.
Ya era medianoche cuando me di cuenta de que mi barriga rugía de hambre y las estrellas cubrían el cielo oscuro. Me levanté y retomé el sendero corriendo hacia casa. Cuando entré dejé el bolso en la mesilla de la izquierda y fui hacia la cocina, atravesando el olor de espagueti a la carbonara que residía en la sala. Max estaba limpiando la vajilla cuando entré y le di un beso. -- ¿Otra noche que se te hace tarde? -- Siento el retraso, pero me pongo a escribir y se me pasan las horas. -- Tranquila. Te he guardado la cena, me figuraba que no habías comido nada y que llegarías hambrienta. -- Cómo me conoces -dije sonriendo-
Y así vivíamos Max y yo. En nuestra casa de piedra en lo alto del pueblo, disfrutando de nuestra compañía y descubriendo el significado de la felicidad día tras día. Max era de Bolonia y venía a San Gimignano a pasar los veranos en casa de sus abuelos. Hacía ya casi tres años que salíamos juntos y cuando terminó sus estudios decidió venir a vivir aquí, ya que era su lugar favorito. Vivíamos juntos desde principios de año y era nuestro primer verano en la casa.
Italia, octubre, 1943 (Sofía)
Hace ya unos tres años que Max se fue a la guerra. Recibía sus cartas algunos meses atrás si tenía suerte y llegaban, pero hace semanas que no recibo nada. La angustia me corroe por dentro y hace tiempo que estoy hundida en las penurias de la guerra. Íbamos a casarnos a finales de septiembre de 1939 cuando Max recibió la carta que le pedía unirse al ejército italiano para ir a luchar al lado de los nazis. Mussolini así lo había decidido.
Italia, noviembre, 1943 (Max)
Aflicción y tristeza. Llantos, sangre, muertos. Muchos muertos. Llevo tres años preguntándome todas las mañanas si ese día va a ser mi último. Tres años viviendo bajo la ley de “matar o morir”. Tres años sin ver a mi prometida, sin besarla, sin tocarla… Estoy exhausto.
Hoy me encuentro en mi país, en la línea Gustav. Hace unas semanas nos anunciaron el cambio de bandos y nuestra nueva alianza con los aliados. Mañana lucharemos contra las tropas alemanas para defender el territorio. -Disparos a bocajarro. Ruidos de cañones mezclados con gritos ahogados de dolor. Soldados con la cruz gamada bordada en la parte superior del brazo solo a unos metros del ejército italiano. Max, situado en la línea del frente, cae en el suelo con una mueca de dolor en su rostro. El disparo le ha dado en el cuello. Al otro lado, justo enfrente suyo, se encuentra un soldado con un lunar debajo del labio, una sonrisa perversa y unos ojos azules fríos como el hielo gritando “¡Verräter! ¡Verräter!”. Max, abatido, cierra los ojos y pronuncia con esfuerzo y en un triste susurro “Sofía…”
San Gimignano, enero, 1944 (Sofía)
Estaba sentada en la mesa de la cocina cuando oí un coche llegando por el camino de mi casa. Miré por la ventana y vi a un hombre vestido de militar que bajaba del coche y se dirigía hacia mi puerta. Me dio un sobre amarillo y se fue, después de darme sus condolencias. Tiré el sobre al suelo y mis sollozos llenaron el vacío que reinaba en la casa desde hacía tanto tiempo. Sentí como la poca esperanza que me que-
240 daba se desvanecía como el humo en un día de viento. Me tumbé en la cama y lloré hasta que me dormí.
San Gimignano, febrero, 1944 (Sofía)
Caos, el miedo señoreaba por las calles de San Gimignano desde hacía semanas. Había rumores que las tropas alemanas andaban por los pueblos y los saqueaban. La gente no salía de sus casas y el lugar que tanta paz me había llegado a dar ahora ya no era para nada seguro.
Un golpe seco me sacó de mi habitación. Llegué al vestíbulo y vi la puerta de la entrada al suelo y un coche con la bandera nazi aparcado en su frente. Fui hacia el salón y me encontré a un soldado sentado en mi sofá con una sonrisa perversa. Se levantó y se acercó hacia mí. Me empezó a tocar, pero lo empujé. Me pegó y me caí al suelo. Mis gritos de auxilio quedaban ahogados por su mano tapándome la boca. Se puso encima de mí y empezó a arrancarme la ropa. Me pegaba cada vez que oponía resistencia. Me pegó, me pegó y violó hasta que me quedé inconsciente.
San Gimignano. noviembre, 1944
El ruido del llanto llenó la estancia. La enfermera ya se había ido y estaba yo sola. Me levanté y lo cogí en brazos. Una ola de emociones se apoderó de mí al coger a este bebe: asco, rabia, dolor, amor. Una parte de mi quería deshacerse de él y consigo todos los traumas que llevaba a la superficie cada vez que lo miraba, pero la otra parte quería cuidarlo y quererlo. Era lo único que me quedaba en mi vida.
Lo cogí y lo balanceé hasta que dejó de llorar y se quedó mirándome. Observé al niño que tenía entre brazos, con un lunar debajo el labio mientras sus ojos azules, fríos como el hielo se iban cerrando. Se durmió tranquilo y relajado sobre mi pecho.