ARTÍCULOS | IRIS 2014
ARTÍCULOS | IRIS 2014 24
MOUNTAIN DREAMS
A
l plantear una subida a la alta montaña, inevitablemente uno se hace una serie de preguntas: ¿qué puede empujar a una persona a jugarse la vida, el futuro de su familia o su trabajo?, ¿por qué estamos dispuestos a soportar las inclemencias del tiempo más extremas o a llevar nuestro cuerpo hasta situaciones al límite, lejos de la aburrida rutina diseñada para atrapar nuestras almas? La respuesta es clara: porque siempre estamos pensando en ascender cumbres soñadas. Mi pasión por la naturaleza, y especialmente por las
montañas, nació muy pronto. A los ocho años ya había ascendido la primera cima de 3000 metros, por supuesto, con una cámara fotográfica en la mochila. No concibo el alpinismo como un deporte, sino como una forma de estar en contacto con la naturaleza en su expresión más pura, más íntima. Sentir la sensación de estar vivo, allí donde la presencia del ser humano en muchas ocasiones es meramente testimonial, efímera. No me gusta el riesgo, ni la adrenalina, ni las modas pasajeras; no me considero un «aventurero». Para mí, la montaña es
el mejor lugar donde poder sentir la pureza del aire, el calor de un rayo de sol al amanecer, o apreciar el brillo de las estrellas a través del silencio más absoluto de la oscura noche. Poco a poco comencé a soñar con cumbres cada vez más altas, más bellas, más escarpadas y lejanas. De los Alpes pasé a los Andes, y de allí al frío helador del Ártico. Después pensé en dejarme atrapar por las más altas cimas de los Himalayas o el santuario del Karakorum. Aprendí a encontrar en mi interior la fuerza necesaria para seguir hacia delante —aún
Atardecer sobre montaña cercana al Makalu (8481 m)
Luz de luna llena sobre el K2 (8611 m)
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