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DEPARTAMENTO CON ARTE
para su novio. Usa ropa clásica y ecléctica; el día puede comenzar con una camisa con volados y seguir con un vestido shocking porque da por sentado que “no es siempre la misma persona”. El arte es su vocación y su continente. Tiene cuadros que son herencia de familia, pero ni bien se mudó empezó a armar su propia colección con obra contemporánea. La primera que compró es del artista Eduardo Basualdo, una especie de roca gigante que cuelga del techo de su living y a la que describe como “un meteorito cayendo”. “Es la representación de lo impredecible. La vida es un poco eso, ¿no?”. Viaja mucho y le da placer —cual flâneur— descubrir lugares. Apuesta a que la riqueza de lo distinto es fuente de inspiración.
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Su capacidad de trabajo le resulta una de sus mejores cualidades. Encuentra dos tipos de individuos, los que piensan y los que hacen. Se ubica cómoda en el segundo grupo. “No me quedo en el plano de las ideas, los sueños necesitan concretarse”. Pruebas al canto. Comenzó con sesenta modelos y hoy, en su local de la Galería Promenade, hay más de cien que renueva constantemente. Opina que la moda es lenguaje, y que la ropa y los accesorios hablan de quien los lleva. Entre sus seguidoras históricas se encuentran Celeste Cid, Oriana Sabatini, Flavia Palmiero, Julieta Spina, Flor Torrente, Pampita… Juliana Awada fue la que mostró al mundo varias petacas emblemáticas, como la de acrílico transparente con la bandera argentina.
A la labor solitaria en el taller contrapone su interés por armar equipos. De a poco fue sumando artesanos a su emprendimiento, que le abrieron la posibilidad de crear con nuevos elementos. Alpaca, yute, ratán, acrílico, cristal, hilo sisal… Ahora está probando con cuero trenzado, goma e impresiones digitales, que también amplían su repertorio de collares, aros y tiaras. El año pasado participó de varios proyectos colaborativos. Con Juan Daels realizaron clutches, joyas contemporáneas, carteras tejidas en macramé y un arnés con eslabones cortados en láser que el diseñador mostró en BAFWeek. “Estoy feliz de que Juan me haya elegido. Soy clienta desde hace años. Me atrae ese tipo de artistas que uno descubre a través de lo que hacen”. Además, armó accesorios en toquilla e intervino sombreros panamá para la firma Greenpacha, mientras se preparó para participar en noviembre de la segunda edición de Consorcio Piso 2, que reunió en forma efímera a más de veinte diseñadores independientes.
La experimentación con materiales nuevos la está llevando a imaginar una cápsula en el exterior. “Mi fantasía es llegar a Japón, donde lo artesanal es muy valorado. La pieza única es un objeto que te acompaña toda la vida, con imperfecciones que dan cuenta de que está hecho a mano. El lujo ahora es eso”. No le asusta el porvenir. Sabe que los proyectos artísticos necesitan esfuerzo y dedicación, y ella tiene energía de sobra. “Difícilmente alguien pueda seguirme”, dice y sonríe. Y por sobre todo destaca su disposición anímica para enamorarse de lo que le gusta. “Soy embajadora de lo mío”, menciona con orgullo y cuenta que desde que fundó Flâneur nunca más usó una cartera grande. n
Camisa, Harshman. Aros, Flâneur.
Maquillaje y peinado: Solange Perkes para Perkes Gandini Studio.
Colección Ca.Sa de arte latinoamericano. 1200 obras de artistas consagrados y emergentes.
Una galería en un departamento
El sueño de muchos: vivir rodeados de obras de arte. Pinceladas de una colección con historia.
Por FEDERICO FERRARI SANCHEZ
En la calle El Litre de la comuna de Vitacura en Santiago de Chile hay un departamento repleto de obras de arte latinoamericano que cubren paredes y mesas. Son alrededor de sesenta e incluyen cuadros e instalaciones. La propiedad es del empresario Ramón Sauma y las piezas representan solo el cinco por ciento de la colección Ca.Sa. que reunió junto a su socio, el arquitecto Gabriel Carvajal, a lo largo de más de treinta años.