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SELLO FLANEUR
Mundo en mundos “La sabiduría de la vida consiste en la eliminación de lo no esencial. En reducir los problemas de la filosofía a unos pocos. Solamente: el goce del hogar, de la vida, de la naturaleza, de la cultura”. Lin Yutang.
La pausa y el confinamiento no estaban en nuestros planes, podemos decir que nos encontraron por sorpresa y fue un viaje sin escalas a las cuatro paredes. Hubo quienes descubrieron que los ladrillos tenían un corazón y se podían llamar hogar. Algunas personas supieron que en lo íntimo radicaban las sombras y esos espacios no fueron protección, encarnaron la amenaza. La inmensa mayoría ejercitó la supervivencia y adaptó lo existente a las nuevas necesidades. Casas grandes o pequeñas se transformaron en gimnasios, oficinas, barras de bares y foros de conversaciones por Zoom. Balcones como escenarios, jardines que cotizan como tesoros y terrazas que unen el suelo con el cielo sin barbijos. Compartimos con ustedes las historias de vida de quienes conjugan desde hace tiempo el vivir con el producir y cuyas maneras de habitar tomaron la trascendencia de sus producciones. Son inspiraciones de aquí y de allá, travesías imaginarias, el deseo irrefrenable de dejar volar las miradas. Como las cajas chinas o las muñecas rusas, miles de universos, tantos como continentes.
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Ana Torrejón
AVISO
Lila Juan se siente esa observadora urbana capaz de captar el espíritu de la época y trasladarlo a sus accesorios. Piezas únicas con magia.
Por DORA BECHER Fotos FLOR CISNEROS Estilismo CNAVAR
Chaleco y pantalones, Boken. Camisa, Zadig & Voltaire. Sandalias, Gianvito Rossi. Pendientes y cartera, Flâneur.
Hace tres años se mudó a la casa de sus sueños. O de su sueño, en singular. Lila Juan tenía un objetivo: un taller grande e integrado a los demás espacios, con una ventana que le permitiera mirar el verde de su jardín, “plantas tropicales y pocas flores”, así de preciso. “Mis chicos ya están grandes, no viven conmigo, quería una casa para esta etapa de la vida. El taller es donde paso la mayor parte del tiempo. Ni siquiera pongo música, disfruto un montón del silencio”, dice de ese “laboratorio” donde crea las piezas de Flâneur —su marca—, que animan el rubro de los accesorios festivos desde que aparecieron hace ya siete años.
Artista plástica y escenógrafa, la mayoría de sus clutches son compactos, con formato cuadrado o rectangular, y están recubiertos por diferentes materiales.
Diseña todos y realiza con sus manos los de la línea pionera, en resina. “Parece una miel”, le reconoce a esa sustancia pastosa, a la que además le atribuye magia cuando se vuelve sólida. En su ámbito, su taller, como toda la casa, un proyecto del estudio Barrionuevo-Sierchuk, hace y deshace, desafía roles, puede manejar un pincel fino o un taladro, su habilidad manual no tiene límites.
El nombre Flâneur fue idea suya. Tiene muchas acepciones: paseante, callejero, explorador urbano. Lila prefiere la definición del poeta francés Charles Baudelaire, que en 1860 lo calificó como “observador apasionado”. “Tiene que ver conmigo.
Soy esa persona que mira el mundo y desde ahí todo empieza a cobrar sentido. Soy muy visual, me gusta lo estético, lo sensorial”, asegura y hace su lista de preferidos en la que cita el amor por la casa, la ópera y la música en general. Disfruta cocinar
Obras: “Sin título”, de Elena Dahn. “Cepillos”, de la serie Kunstformen der Natur de Gaspar Libedinsky.