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DIARIO DE UN VIAJE

Periplo, la editorial de Eloise Alemany, ya tiene más de 30 títulos.

En el living de la casa que comparte con su pareja, el editor Sebastián García, abundan los libros que coleccionaron a través de los años. “Empecé a armar la biblioteca con obras de fotografía y diseño que me gustan especialmente. En Londres compraba mucho en librerías de usados”. El gran mueble de piso a techo era de la dueña anterior de la casa, Cecilia Amenábar, exmodelo y artista, quien lo pensó para discos

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Historia de un viaje

Amor y libros. La francesa Eloise Alemany encontró en Buenos Aires un lugar donde quedarse. Cazadora de tesoros, la mayoría de los objetos y muebles de la casa son de algún mercado de pulgas porteño o francés.

Por FLORENCIA BIDABEHERE Foto POMPI GUTNISKY Estilismo SILVINA BIDABEHERE

Eloise con el catálogo de libros para niños, una de las ramas de su editorial, que este año tendrá cuatro nuevos títulos. “Tengo amigos en todo el mundo, por eso me resulta fácil establecerme en países diferentes. Eso sí, donde estoy necesito armar mi nido rápidamente, apropiarme de los espacios, tener un lugar para sentirme en casa”.

Apesar de sus raíces, a Eloise Alemany le tocó venir al mundo fuera de Francia. Unos meses antes de su nacimiento, su familia emigró a Japón, donde su padre había sido enviado como diplomático. Diecisiete años después viajó a Estados Unidos para estudiar Arte e Historia del Arte. Después se fue a vivir a Londres. Allí se quedó diez años. “El amor me trajo a Buenos Aires, pero quise tener mi proyecto. Así nació Periplo, el sello editorial con el que ya publiqué más de treinta títulos, la mayoría de cocina”, dice Eloise.

De espíritu cosmopolita, reconoce que cada ciudad sembró algo de quien es hoy. Mientras vivió en Tokio, su madre, Pascal, decidió –como la legendaria Julia Child– enseñar el arte culinario francés a los japoneses que quisieran aprenderlo. En cuanto a su padre, pronto se cansó de la vida diplomática y decidió echar raíces allí. Primero consiguió empleo en Nina Ricci y más tarde en Kenzo.

Al llegar a Londres, ya con su título, Eloise trabajó en la comunicación de marcas de lujo como Joseph. Su siguiente desafío fue en la revista i-D, como asistente del director y encargada de eventos especiales de la marca. “Fue para los 20 años de la publicación que me encargaron relevar destinos de América Latina para llevar la muestra aniversario con fotografía de tapa y grandes retratos. Entonces empecé a viajar por Argentina, Chile, Venezuela y México”.

Con su castellano de colegio –que ya es casi perfecto–, hizo grandes amigos en Buenos Aires y, de golpe, apareció una nueva escala: “Aquí me enamoré y eso fue un empujón para venirme a vivir. Pero soy muy independiente y esa no

La cocina abierta y acogedora es el corazón de la casa. Los aromas y sabores forman parte de la vida de Eloise. Le recuerdan su niñez en Tokio, cuando su mamá enseñaba cocina francesa. Hace unos años organizó las famosas Noches Grimod: un ciclo de cenas itinerantes en espacios no tradicionales, como talleres de arte. “Siempre quise hacer propuestas diferentes”.

podía ser esa la única razón”. Su alma de coleccionista la llevó a crear Souvenir, una tienda efímera de objetos de diseño. A la par, le llegó su primer proyecto literario: un libro de diseño argentino que compiló y editó. “Luego decidí que quería hacer uno de arte contemporáneo y lo publicó la Editorial Larivière”.

Si las industrias del lujo y la moda –clara herencia de su padre– habían dominado hasta entonces, las tardes de cocina al lado de su madre fueron el norte que guio su vida porteña. La primera experiencia se llamó Noches Grimod, un ciclo de cenas itinerantes inspiradas en Grimod de La Reynière, un personaje emblemático en la historia de la gastronomía moderna. Al mismo tiempo, sintió el impulso de hacer el libro que siempre había soñado: “El de amateurs de la cocina, pero con experiencia, fotografiados en su ámbito. Muchos eran amigos. Había diseñadores como Martín Churba y Valeria Pesqueira”.

Luego vino otro proyecto. “Crecí con mi mamá enseñando sus exquisiteces francesas y siempre hablamos de recopilar sus recetas”. Juntas editaron Cuaderno dulce, el primero de una colección de autores de cocina. “Hasta hicimos uno para cocinar con niños, que disparó otros títulos dedicados al público infantil”, cuenta mientras mira la biblioteca de su casa, que va del piso al techo con ejemplares de diseño que fue armando con los años, junto a su pareja, Sebastián García, fundador de la editorial Libros del Zorro Rojo. “Bah, en verdad fue pensada para discos. Esta fue la casa de Cecilia Amenábar y cuando me mudé, esa gran biblioteca ya estaba acá”.

Amante de las antigüedades, dice que es una experta en encontrar “escondites” donde rescatar desde muebles hasta pequeños adornos. “Pasé por una etapa de juntar antigüedades. Iba a las ferias, al mercado de pulgas, a otros mercados de Chacarita. En Francia hacía lo mismo. Compraba usados y me los traía. Ahora estoy en un momento en el que me despojo de cosas. ¡Mi otra casa era un cachivache!”.

Raíces francesas, crianza japonesa, educación inglesa. ¿Dónde queda el español, el idioma de su obra? “Cuando llegué pensaba que hablaba bien –dice y ríe–, pero me costaba; me resultaba difícil seguir las conversaciones en las reuniones con mucha gente”. Ahora, sentada en su casa del barrio de Florida, rodeada de ejemplares y de sus gatos Coqui y Mármol, es casi una porteña más, aunque aclara: “El acento todavía se me nota”. n

“Pasé por una etapa de juntar antigüedades. Iba a las ferias, al mercado de pulgas, a otros mercados de Chacarita. En Francia hacía lo mismo. Compraba usados y me los traía. Ahora estoy en un momento en el que me despojo de cosas”.

Es una experta en encontrar escondites de los que rescatar algún tesoro. “Los mercados de pulgas eran mi debilidad. Ahora estoy en una etapa más tranquila. ¡Mi otra casa era un cachivache!”.

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