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LA FAMIGLIA

LA FAMIGLIA

Bilbao se ha convertido en la metáfora perfecta de cómo la cultura afecta a la vida de una ciudad, transformando la visión que el mundo tiene de ella. Viajamos a una meca moderna.

Por JAVIER QUESADA

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Bilbao se ha convertido en una metáfora del propio País Vasco: una ciudad que mira al futuro pero rinde homenaje a su pasado.

Resulta paradójico que los bilbaínos califiquen el Museo Guggenheim casi como una atracción para turistas, mientras consideran la Alhóndiga, hoy Azkuna Zentroa, como el verdadero motor cultural de la ciudad, especialmente tras su remodelación —se trata de un antiguo almacén de vino— a cargo de Philippe Stark, quien se inspiró en un clásico arquitectónico del siglo XX, el Palazzo della Civiltà Italiana, para dotar al proyecto original de Ricardo Bastida de un aire onírico, que parece sacado de un óleo de Giorgio de Chirico. Sin embargo, es la silueta rotunda y majestuosa del Museo Guggenheim, con sus volutas de acero, replicadas en el interior por las monumentales esculturas de Richard Serra, en las que es posible deambular como en un sueño, la que reina y recibe al viajero que se acerca a esta ciudad con la intención de descubrir qué hay detrás del llamado «efecto Guggenheim». Lo primero que sorprende en una ciudad que abraza el progreso y, durante años, se convirtió en sinónimo de futuro es cómo rinde homenaje a sus raíces y mantiene vivo su pasado. En la provincia de Vizcaya (o Bizkaia, en euskera), muy cerca de Bilbao, se encuentra el corazón —y para muchos, el alma— del País Vasco, el pueblo de Guernica, símbolo de los fueros vascos, cuyo bombardeo inspiró la célebre obra maestra de Pablo Picasso. Hoy, Gernika-Lumo recuerda aquella masacre en un parque ubicado ante la Casa de Juntas con el árbol de Guernica, un ejemplar de roble en el que la vida vuelve a florecer, como la propia Bizkaia, tras tiempos oscuros. De vuelta a la ciudad, se puede elegir entre una ruta más cultural, una jornada de shopping en el casco viejo —recomendamos una parada en la paragüería Leoz, un clásico fundado en 1933 por Juan Leoz, que hoy atiende su nieta,

ARRIBA — Las creaciones de Cristóbal Balenciaga dialogan con las de Azzedine Alaïa en una exhibición previa: Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma.

Lourdes, quien puede ayudarte a escoger el modelo más adecuado en función de tus necesidades o explicarte personalmente la segunda, y hasta tercera, vida de los paraguas si se les da el mantenimiento adecuado— y una tercera opción, la gastronómica, que en Bilbao conviene no dejar al azar, ya que es prácticamente infinita; destaca por derecho propio Los Fueros, decano de los restaurantes de la ciudad, abierto en 1878, que continúa abierto. Fuera de Bilbao, pero sólo a una hora en auto, se encuentra el Museo Balenciaga, en Guetaria (Guipúzcoa). Se trata de una visita obligada para todos aquellos que aman el legado de un genio que no es vasco ni español, sino universal, quien elevó la moda a una categoría superior: el arte.

El Museo Guggenheim Bilbao, diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, fue el motor del cambio que se operó en la ciudad y que afectó a toda Bizkaia.

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