150209 LdB cutrerías&cursilerías

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Luces de Bohemia Instituto Cervantes de Praga

Encuentros Literarios - Literární setkání



Cutrerías y cursilerías Kýčoviny

desde

- od

2004ratura

Praga 9.02.2015

lite con la añol en esp

Lecturas a cargo de: Alena Schindlerová Bára Šenkýřová Eliška Voříšková Omar Rodríguez Mónica Márquez Lucia Szoradová

Ondra Nekola Petra Vavroušová Mírek Schlaichert Carla Mizzau Elena Buixaderas Vít Pokorny

Invitado especial: Petr Borkovec Música: Silvano Mariaca

Luces de Bohemia no comparte la estética ni la ética de los textos de esta sesión.

[Cursilerías: Los grandes a veces también son horteras] Mario Benedetti (Uruguay, 1920-2009) Incitación En el muro quedaron los tatuajes del juego, el tiempo me conmina pero no me doblego, siento a pesar de todo brutal desasosiego y el código de agobios lo dejo para luego. Antes de que el crepúsculo en noche se convierta, y se duerma la calle y se entorne la puerta a solas con mi pobre madurez inexperta, quiero que mi demanda se encuentre con tu oferta. No es bueno que la astucia me busque a la deriva como si el amor fuera sólo una tentativa y ya que ahora asombras a mi alma votiva, confío en que asombrado tu cuerpo me reciba. Nos consta que el presente es breve y es impuro,, pero cuando los torsos celebren su conjuro y llamen nuestros ojos cual brasas en lo oscuro, sólo entonces sabremos cómo será el futuro.

Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) Abrojos XIII ¿Que lloras? Lo comprendo. Todo concluido está. Pero no quiero verte, alma mía, llorar. Nuestro amor, siempre, siempre... Nuestras bodas... jamás. ¿Quién es ese bandido que se vino a robar tu corona florida y tu velo nupcial? Mas no, no me lo digas, no lo quiero escuchar. Tu nombre es Inocencia y el de él es Satanás. Un abismo a tus plantas, una mano procaz que te empuja; tú ruedas, y mientras tanto va el ángel de tu guarda triste y solo a llorar. Pero ¿por qué derramas tantas lágrimas?... ¡Ah! Sí, todo lo comprendo... No, no me digas más


Rafael Alberti (Cádiz, España, 1902-1999) Amaranta Rubios, pulidos senos de Amaranta, por una lengua de lebrel limados. Pórtico de limones, desviados por el canal que asciende a su garganta. Rojo, un puente de rizos se adelanta e incendia sus marfiles ondulados. Muerde, heridor, tus dientes desangrados, y corvo, en vilo, al viento te levanta. La soledad, dormida en la espesura, calza su pie de céfiro y desciende del alto olmo al mar de la llanura. Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende, y gladiadora, como un ascua impura, entre Amarante y su amador se tiende.

[Horteradas variadas] Juan Braun (Argentina) Mozart mi amor de La soprano de Praga y su romance con el Che Guevara Ah y esa foto frente al monumento… amaba a Mozart. Talentoso, único, murió tan pobre. Un romántico de verdad. A su lado su madre, siempre su madre. Sin ti no hubiera sido una diva, madre querida. Le había costado mucho esfuerzo que su María llegara a donde había llegado. Durante años la acompañó todos los días a las 9 y media de la mañana en punto al conservatorio de la profesora Sveryeva. María tenía una voz del mismo calibre que la Tebaldi y la Callas. Aunque tenía algo más a su favor y esto era un alto poder de seducción de la audiencia pintando colores con cada trino. Le molestaba salir. Si por ella fuera hubiera obligado a su profesora a que viniese a su pequeño pero confortable apartamento ubicado cerca del monumento a Mozart que se podía ver desde su ventana. Habían logrado meter allí un piano, un de cola grande grande, y en el verano su voz se escaba por la ventana abierta de par de par y se deslizaba por el frio mármol blanco del monumento pareciendo a veces que el joven Mozart esbozaba una sonrisa de placer porque ella cantaba para él, y en verdad, muchas veces así era, porque el, Mozart, era una de las tantas fuentes de inspiración para María. Tanto que ella sentía que es Mozart esculpido tomaba vida. Tantas como tantas veces en esa noche de julio cuando María se sintió con ganas de cantar. Se asomó por la ventana y vio la luna reflejada en la abundante cabellera blanca de Mozart, y sintió que algo dentro de sí le decía que cantara para él. Y sentada la piano sintió que la brisa era un susurro que escaba de los labios de Amadeus y sin saber por qué, se encontró cantando la célebre aria Il mio cuore de Don Giovanni. Algunos vecinos se pararon en el pequeño parque y arrobados escucharon a la joven soprano entonar una


canción que ella nunca había estudiado. Claro que ellos no lo sabían, pero sintieron, cosa extraña, que el frio mármol se animaba y los labios de Mozart susurraban algo. Sería el viento tal vez. Misterio. Con el último son, silencio, esperaban más. Pero no. De los labios de la joven diva salió el trino final como si fuera una despedida, no, no, era solo hasta luego querido Mozart, mañana cantare de nuevo para ti. La gente se alejó del lugar, sus cuerpos llenos de esa voz tan apasionada. Mozart quedo solo. Quiso caminar pero no pudo. Sus pies estaban como atascados en la base de mármol. La diva como presintiendo algo se asomó al balcón. Un pequeño remolino arrastro las hojas secas, amarillentas y una de ellas se quedó como flotando a la altura del ventanal. María extendió su mano y la hoja quedo en su palma. No parecía de ninguno de los árboles de las cercanías, no. No. Era de un raro espécimen que crecía junto al patio en Bertramka, cerca de Praga, donde Mozart paso los veranos más felices de su vida. María beso la hoja y dijo es para ti, mi querido Amadeus. Y dejo que la hoja jugara suelta con el viento… y con Mozart.

Ramón de Campoamor (Asturias 1817Madrid, 1901) Amar y querer A la infiel más infiel de las hermosas un hombre la quería y yo la amaba; y ella a un tiempo a los dos nos encantaba con la miel de sus frases engañosas. Mientras él, con sus flores venenosas, queriéndola, su aliento emponzoñaba, yo de ella ante los pies, que idolatraba, acabadas de abrir echaba rosas. De su favor ya en vano el aire arrecía; mintió a los dos, y sufrirá el castigo que uno le da por vil, y otro por necia. No hallará paz con él, ni bien conmigo él que sólo la quiso, la desprecia; yo, que tanto la amaba, la maldigo.


Gioconda Belli (Managua, 1948) Y Dios me hizo mujer Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado el número de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyectó con ella para que irrigara todo mi cuerpo; nacieron así las ideas, los sueños, el instinto. Todo lo que creó suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo.

[Cuando la cursilería se hace parodia] Manuel Arboledas Escena de ¡¡Horror, terror y furor!! o víctimas a granel [Obra estrenada en 1804] JUAN Alma mía. PAZ Dueño amado. JUAN Mi esperanza. PAZ Mi alegría. JUAN Me tienes acongojado tanto, que por ti he llorado todas las horas del día PAZ ¿Me amarás? JUAN Hasta la muerte. PAZ ¿Lo aseguras? JUAN Ya verás. PAZ Pues amando de esta suerte no he de dejar de quererte; mas se oponen los papás. JUAN ¿Qué has dicido? PAZ Lo que pasa. JUAN Tus palabras me han herido. ¿Te aconsejan en tu casa que a mi amor le pongas tasa? PAZ Sí, Juan, así ha sucedido. JUAN Me has matado. PAZ ¡Ay de mí! JUAN Tan sensible y despreciado. Yo que a los hombres vencí y para las damas fui el tipo más agraciado. Ley maldita. PAZ No comprendo. JUAN Pues escucha: enseguidita, cuando en casa estén durmiendo, tú y yo salimos corriendo. PAZ ¿En un coche? JUAN No, a patita.


[Patriotismo y panfletismo: Cuando los excesos ideológicos matan, y no solo a la literatura]

Ernesto Cardenal (Nicaragua, 1925) Marcha Triunfal

José Zorrilla (Valladolid, 1817–Madrid, 1893) En la frontera

Ya viene el General ya ... el General ya viene el General montado en su caballo blanco, rodeado de guardias y guardaespaldas y diputados y [putas picadas pasa debajo del arco triunfal de papel ¡Viva el Partido Liberal! brillan en su pecho gordo sudado las medallas color caca. Estallan los cohetes. Toca la banda. ¡Viva el General Somoza! Sonríe con el miedo, mirando a todos lados. Los cascos del caballo resbalan en las revesadas [de los picados ¡Viva el Partido Liberal Nacionalista!

-¿ Estamos ya en la frontera ? -El tiro de este relevo es ya español.-¡Pues afuera! -¿Qué va usté a hacer ? -La primera canción que a mi patria debo. ¡España !...¡te vuelvo a ver! Dios tan lejos me hizo ir, que temí nunca volver. Si hoy no me mata el placer no debo nunca morir. ¡Dame tu tierra a besar; y puesto en ella de hinojos, déjame dejar de brotar las lágrimas de mis ojos y a Dios un momento orar! ¡España del alma mía! Sin orar a Dios por ti no he pasado un solo día: ¿quién sabe si todavía te acordarás tú de mí? Dios me llevó mis pesares a llorar a tierra extraña; ya a través de tierra y mares mis lágrimas traigo a España convertidas en cantares. España de mis amores, si aun mis cantares ansías, no quiero que por mi llores: para ti tornaré en flores todas las lágrimas mías. ¡Dios, que sabes con qué fe diez años hora por hora la de mi vuelta esperé, no me abandones ahora que pongo en España el pie!

Pilar Millán Astray Madrid, 1949) Al Caudillo

(La Coruña, 1879 -

General y Señor: Yo te bendigo; Yo, admirando tu bélica aureola, siento vibrar mi sangre de manola; y entusiasmada tus victorias sigo. El triunfo nos dará tu pecho amigo y del marxismo barrerás la ola. No olvides, Franco, que nací española, y es la pura verdad cuanto yo digo. En tu lucha gigante te acompaña el corazón de la mujer de España; y cuando triunfes, y tras mil dolores, pase tu nombre al libro de la Historia, ¡no habrá en España suficientes flores, oh invicto General, para tu gloria!


Michal Štědroň (Praha, 1919–1982) Krmička vepřů

Nicanor Parra (Chile, 1914) Viva la Cordillera de Los Andes

Tak, jak mi pusa narostla povím to, soudruzi, zkrátka. Řečnit, to není starost má, starám se o prasátka. Když na dvůr výběhu vyháním narůžovělá hejna. cítím, ta práce je mi vším, je všední a přec ne obyčejná, je něčím, čím řadím se hrdě k vám a proč mohu tedy říci: Překročila jsem, soudruzi, plán, jsem jako vy, úderníci. … opatřuji je, s láskou dbám o jejich vzrůst a zdraví. vždyť vím, že na stůl příjde vám šunka i bůček, ovar z hlavy. Šlichtu jim liji v koryt s přáním, ať hezky přibývají, ať je jich dost, ať dosyta se vepřového dělník nají.

Tengo unas ganas locas de gritar viva la Cordillera de los Andes muera la Cordillera de la Costa. La razón ni siquiera la sospecho pero no puedo más: ¡Viva la Cordillera de los Andes! ¡Muera la Cordillera de la Costa! Hace cuarenta años que quería romper el horizonte, ir más allá de mis propias narices, pero no me atrevía. Ahora no, señores, se terminaron las contemplaciones: ¡Viva la Cordillera de los Andes! ¡Muera la Cordillera de la Costa! ¿Oyeron lo que dije? ¡Se terminaron las contemplaciones! ¡Viva la Cordillera de los Andes! ¡Muera la Cordillera de la Costa! Claro que no respondo si se me cortan las cuerdas vocales (en un caso como éste es bastante probable que se corten) bueno, si se me cortan quiere decir que no tengo remedio que se perdió la última esperanza. Yo soy un mercader indiferente a las puestas de sol un profesor de pantalones verdes que se deshace en gotas de rocío un pequeño burgués es lo que soy ¡qué me importan a mí los arreboles! Sin embargo me subo a los balcones para gritar a todo lo que doy ¡Viva la Cordillera de los Andes! ¡¡Muera la Cordillera de la Costa!! Perdonadme si pierdo la razón en el jardín de la naturaleza pero debo gritar hasta morir ¡¡Viva la Cordillera de los Andes!! ¡¡¡Muera la Cordillera de la Costa!!!


[Cutrerías varias]

Poesía google

Manuel Loureiro (Pontevedra, 1975) Fragmento de El principio del fin

sólo soy a sólo soy azul violeta sólo soy fiel a la soledad que me hace imposible [las horas sólo soy una alimaña

Sin embargo, estaba convencido de que había oído algo proveniente del otro lado. Pegué la cara al cristal y puse las manos a los lados, tratando de escrutar en el interior. No podía ver nada. Cuando mi mirada se adaptó, empecé a distinguir los contornos de una cama cubierta con una burbuja de plástico, que parecía abierta por un lateral. De improviso, una mano manchada de sangre golpeó con fuerza el cristal, justo al lado de mi cara, seguido de un prologado gemido. La cara cerúlea de una niña de no más de seis años me contemplaba con furia al otro lado del cristal, a menos de dos centímetros de mis ojos. Pegué un bote hacia atrás, cayéndome encima de Prit, mientras sentía que el corazón se me salía por la boca. La niña golpeaba rítmicamente el cristal con las palmas de las manos, mientras de su boca surgía un aullido monocorde. Al cabo de un instante, se unió a ella la figura de un niño de cuatro o cinco años, también vestido con un pijama del hospital, y los golpes se redoblaron.

Belén Reyes (Madrid, 1964) Dame mesura, Dios, dame mesura, mesura chapucera y cotidiana. Hazme mediocre, Dios hazme mediocre. En vez de corazón una ensaimada. Y el alma en tetra-brik para que dure... Ten compasión y hazme desnatada.

me duele el me duele el corazón me duele el estómago me duele el brazo izquierdo me duele el alma moverse es moverse es un verbo moverse es importante porque moverse es bueno moverse es crecer y van a y van a la canción y van al beso y van a morir democráticamente y se van los años y se va la vida y se van a quedar con las ganas todo árbol que todo árbol que no da fruto será cortado todo árbol que no da buen fruto todo árbol que no da buen fruto será cortado todo árbol que no da fruto te juro te juro arjona te juro que amor nunca te va a faltar te juro que es verte la cara y mi alma [se enciende te juro que te vas a arrepentir prometo [no volverte a buscar tanto ruido tanto ruido y al final tanto ruido y pocas nueces tanto ruido tanta soledad tanto ruido


es mala es mala la marihuana es mala la Coca Cola es mala la creatina es mala la margarina Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) Fragmento de La aventura del tocador de señoras Yo me limité a suspirar y a mirar hacia otro lado. La familia que regentaba la pizzería, compuesta por la señora Margarita, el señor Calzone y su hijito Cuatroquesos, eran a mis ojos el paradigma de la felicidad, un ideal al que yo no creía poder aspirar, pero cuya visión me colmaba a la vez de alborozo y melancolía. A lo largo de los últimos años me había convertido en su mejor cliente y ellos correspondían a mi asiduidad con su simpatía y su cariño. En la pizzería sentía, siquiera de modo vicario, el calor del hogar que jamás conocí. La contemplación de la señora Margarita lavando los calcetines de su marido en el fregadero del restaurante, o de los pañales sucios del bebé entre la masa de la pizza, me hacían soñar con una existencia sin sobresaltos, a la que en el fondo siempre aspiré, pero cuya consecución la vida, la suerte o mis propios errores habían puesto fuera de mi alcance.

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[Parodia] José Echegaray (Madrid, 1832-1916) Fragmento de El Gran Galeoto ERNESTO y DON JULIÁN, éste por la derecha, de frac y con el abrigo del brazo. DON JULIÁN.- (Asomándose a la puerta, pero sin entrar.) Hola, Ernesto. ERNESTO.- ¡Don Julián! DON JULIÁN.¿Trabajando aún?... ¿Estorbo?... ERNESTO.- (Levantándose.) ¡Estorbar!... ¡Por Dios, Don Julián!... Entre usted, entre usted. ¿Y Teodora? (DON JULIÁN entra.) DON JULIÁN.- Del Teatro Real venimos. Subió ella con mis hermanos al tercero a ver no sé qué compras de Mercedes, y yo me encaminaba hacia mi cuarto cuando vi luz en el tuyo, y me asomé a darte las buenas noches. ERNESTO.- ¿Mucha gente? DON JULIÁN.Mucha, como siempre; y todos los amigos me preguntaron por ti. Extrañaban que no hubieses ido. ERNESTO.- ¡Oh!... ¡qué interés! DON JULIÁN.- El que tú mereces, y aún es poco. Y tú, ¿has aprovechado estas tres horas de soledad y de inspiración? ERNESTO.- De soledad, sí; de inspiración, no. No vino a mí, aunque rendido y enamorado la llamaba. DON JULIÁN.- ¿Faltó a la cita? ERNESTO.- Y no por vez primera. Pero si nada hice de provecho, hice, en cambio, un provechoso descubrimiento. DON JULIÁN.- ¿Cuál? ERNESTO.- Éste: que soy un pobre diablo. DON JULIÁN.- ¡Diablo! Pues me parece descubrimiento famoso. ERNESTO.- Ni más, ni menos. DON JULIÁN.- ¿Y por qué tal enojo contigo mismo? ¿No sale acaso el drama que me anunciaste el otro día? ERNESTO.- ¡Qué ha de salir! Quien sale de quicio soy yo. DON JULIÁN.- ¿Y en qué consiste ese desaire que juntos hacen la inspiración y el drama a mi buen Ernesto? ERNESTO.- Consiste en que al imaginarlo, yo


creí que la idea del drama era fecunda, y al darle forma, y al vestirla con el ropaje propio de la escena, resulta una cosa extraña, difícil, antidramática, imposible. DON JULIÁN.- Pero, ¿en qué consiste lo imposible del caso? Vamos, dime algo, que ya voy entrando en curiosidad. (Sentándose en el sofá.) ERNESTO.- Figúrese usted que el principal personaje, el que crea el drama, el que lo desarrolla, el que lo anima, el que provoca la catástrofe, el que la devora y la goza, no puede salir a escena. DON JULIÁN.- ¿Tan feo es? ¿Tan repugnante o tan malo? ERNESTO.- No es eso. Feo, como cualquiera: como usted o como yo. Malo, tampoco; ni malo ni bueno. Repugnante, no en verdad; no soy tan escéptico, ni tan misántropo, ni tan desengañado de la vida estoy, que tal cosa afirme o que tamaña injusticia cometa. DON JULIÁN.- Pues entonces, ¿cuál es la causa? ERNESTO.- Don Julián, la causa es, que el personaje de que se trata no cabría materialmente en el escenario. DON JULIÁN.¡Virgen santísima, y qué cosas dices! ¿Es drama mitológico por ventura y aparecen los titanes? ERNESTO.- Titanes son, pero a la moderna. DON JULIÁN.- ¿En suma? ERNESTO.- ¡En suma, ese personaje es... todo el mundo, que es una buena suma! DON JULIÁN.- ¿Todo el mundo? Pues tienes razón: todo el mundo no cabe en el teatro; he ahí una verdad indiscutible y muchas veces demostrada. ERNESTO.- Pues ya ve usted, como yo estaba en lo cierto. DON JULIÁN.- No completamente. Todo el mundo puede condensarse en unos cuantos tipos o caracteres. Yo no entiendo de estas materias, pero tengo oído que esto han hecho los maestros más de una vez. ERNESTO.- Sí, pero en mi caso, es decir, en mi drama, no puede hacerse. DON JULIÁN.- ¿Por qué? ERNESTO.- Por muchas razones que fuera largo el explicar, y sobre todo a estas horas.

DON JULIÁN.- No importa, vengan algunas de ellas. ERNESTO.- Mire usted, cada individuo de esa masa total, cada cabeza de ese monstruo de cien mil cabezas, de ese titán del siglo que yo llamo todo el mundo, toma parte en mi drama un instante brevísimo; pronuncia una palabra no más, dirige una sola mirada, quizá toda su acción en la fábula es una sonrisa; aparece un punto y luego se aleja; obra sin pasión, sin saña, sin maldad, indiferente y distraído; por distracción muchas veces. DON JULIÁN.- ¿Y qué? ERNESTO.- Que de esas palabras sueltas, de esas miradas fugaces, de esas sonrisas indiferentes, de todas esas pequeñas murmuraciones y de todas esas pequeñísimas maldades; de todos esos, que pudiéramos llamar rayos insignificantes de luz dramática, condensados en un foco y en una familia, resulta el incendio y la explosión, la lucha y las víctimas. Si yo represento la totalidad de las gentes por unos cuantos tipos o personajes simbólicos, tengo que poner en cada uno lo que realmente está disperso en muchos, y resulta falseado el pensamiento; unos cuantos tipos en escena, repulsivos por malvados, inverosímiles porque su maldad no tiene objeto; y resulta además el peligro de que se crea que yo trato de pintar una sociedad infame, corrompida y cruel, cuando yo sólo pretendo demostrar que ni aun las acciones más insignificantes son insignificantes ni perdidas para el bien o para el mal, porque sumadas por misteriosas influencias de la vida moderna, pueden llegar a producir inmensos efectos. DON JULIÁN.- Mira, no sigas, no sigas; todo eso es muy metafísico. Algo vislumbro, pero a través de muchas nubes. En fin, tú entiendes de esas cosas más que yo; si se tratase de giros, cambios, letras y descuentos, otra cosa sería. ERNESTO.¡Oh, no; usted tiene buen sentido, que es lo principal! DON JULIÁN.- Gracias, Ernesto, eres muy amable. ERNESTO.- ¿Pero está usted convencido? DON JULIÁN.- No lo estoy. Debe haber manera de salvar ese inconveniente.

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ERNESTO.- ¡Si fuera ése sólo! DON JULIÁN.- ¿Hay más? ERNESTO.- Ya lo creo. Dígame usted, ¿cuál es el resorte dramático por excelencia? DON JULIÁN.- Hombre, yo no sé a punto fijo qué es eso que tú llamas resorte dramático; pero yo lo que te digo es que no me divierto en los dramas en que no hay amores, sobre todo amores desgraciados, que para amores felices tengo bastante con el de mi casa y con mi Teodora. ERNESTO.- Bueno, magnífico; pues en mi drama casi, casi, no puede haber amores. DON JULIÁN.- Malo, pésimo, digo yo. Oye, no sé lo que es tu drama, pero sospecho que no va a interesar a nadie. ERNESTO.- Ya se lo dije yo a usted. Sin embargo, amores pueden ponerse, y hasta celos. DON JULIÁN.- Pues con eso, con una intriga interesante y bien desarrollada, con alguna situación de efecto... ERNESTO.- No, señor; eso sí que no; todo ha de ser sencillo, corriente, casi vulgar... como que el drama no puede brotar a lo exterior. El drama va por dentro de los personajes; avanza lentamente; se apodera hoy de un pensamiento, mañana de un latido del corazón; mina la voluntad poco a poco. DON JULIÁN.- Pero todo eso, ¿en qué se conoce? Esos estragos interiores, ¿qué manifestación tienen? ¿Quién se los cuenta al espectador? ¿Dónde los ve? ¡Hemos de estar toda la noche a caza de una mirada, de un suspiro, de un gesto, de una frase suelta! Pero, hijo, ¡eso no es divertirse! Para meterse en tales profundidades se estudia filosofía. ERNESTO.- Nada, repite usted como un eco todo lo que yo estoy pensando. DON JULIÁN.No, yo tampoco quiero desanimarte. Tú sabrás lo que haces. Y... ¡vaya!... aunque el drama sea un poco pálido, parezca pesado y no interese... con tal que luego venga la catástrofe con bríos... y que la explosión... ¿eh? ERNESTO.- ¡Catástrofe... explosión!... casi, casi, cuando cae el telón. DON JULIÁN.¿Es decir, que el drama empieza cuando el drama acaba?


[Nuevas tendencias: Cuando la cutrería es una estética intencionada] Washington Cucurto (Quilmes, 1973) Fragmento de Fer Por Soñar Soñar íbamos de la mano hacia la casa de mi Reina. Ella vive a un par de cuadras de Carrousel por la calle Lilas Descompuestas. Ibamos los dos abrazaditos, que romántico todo, ella bebía su Condorina fría de un litro y medio que compró en un kiosko. Asombrosa la capacidad de tomar Condo de Fernanda. La Condorina y su espuma se deslizaban por su pera, por su cuello y llegaba mojada a sus pechos, seguía hasta el pupo y de ahí descendía como un río por la piel hasta su conchita donde se oía un aspiratorio sffff sffff y desaparecía la Condorita. El sol no aparecía todavía, mejor, sin embargo las estrellitas de la madrugada corrían de un lado para otro queriendo irse a dormir. ¡Esperen, guainas, háganme la pata, que sin ustedes no voy a ningún lado! Los tachos pasaban despacio, bordeando el cordón, suavecito, vizcacheándonos . Las milaneserías y las mortadelerías abrían sus persianas para los especiales de jamón y queso… ¡Ustedes no conocen la Avenida Soñar Soñar a las 5 de la mañana! No saben ni se imaginan lo que es caminar de la mano, todavía con la cumbia en los tímpanos, y la Condorina en la sangre. No se pueden ni dar una idea de lo que es andar con Fer la mujer más rara-mente linda de toda Sudamérica.

[ “Literatura travesti trash” es el subtítulo con el que definió la autora a estos textos producidos en cibercafés y locutorios cuando aún no tenía computadora propia, algunos de ellos publicados en su blog y en la revista digital El interpretador, escritos casi sin corrección política ni estilística, literalmente a las corridas, en un lenguaje claro, legible, ameno, extrañamente apto para todo público a pesar de lo obsceno. Se escucha en ellos la voz de la canaleta, del patio trasero, del mundo de abajo, prostibular, drogón, reventado, travesti, marica o chongo, fuera de la ley y de lo gay”. (Osvaldo Baigorria)]

Naty Menstrual (Buenos Aires) Fragmento de Batido de trolo Machitos, pendejitos, maduritos, mariquitas de hotel axel musculadas de culo respingón… de todo como en botica, supermercado de carne, feria de machos, kermese de varonil sexo enloquecedor. Flaquitos, gorditos, ositos, bajitos, cada uno tiene su toque encantador, o quizás, yo tengo la vista nublada por esto de la insolación. En el mercado el carnicero manejando las achuras o el peceto, más allá el musculoso verdulero, acomodando choclos sonriendo, en las calles tocando bocinazos algún guapo colectivero… lo que mata es la calor de mi imaginación que vuela sin razón. Esto es buenos aires, estas son las vacaciones porteñas para los que se quedan por lo menos a vivir de una ilusión… y sigo taconeando sacando chispas en el cemento pensando locamente que quizás llegue mi romeo y espero en ese momento tener un ramo de novia en la mano aunque sea de ruda macho por favor (porque yo me quiero casar… usted no?)… recién empieza el verano y lo que me mata es la calor… el calor de tantos cuerpos argentinos… dorándose al sol…

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Víctor Hugo Viscarra (La Paz, 1958–2006) [Víctor Hugo dice que lo suyo “no es crónica, no es biografía, no es cuento, no se define. Es una literatura in-nom-bra-ble”].

Fragmento de Recuerdo perdido en el deseo Es entonces que me acuerdo de aquella otra noche en que nos conocimos, cuando los dos estábamos quemando nuestras soledades en el interior de una cantina, y nuestra exagerada afición por el alcohol nos sirvió para presentarnos. Y fue ese mismo alcohol el que en un momento dado nos transformó de dos seres humanos en dos animales en celo; y el baño de dicha cantina, sucio y pestilente, donde se conjugaban vómitos y porquerías, se

convirtió en nuestro tálamo nupcial. Tú te recostase sobre el inodoro, y mientras una de tus manos se aferraba a mis espaldas, con la otra sujetabas el picaporte de la puerta, mientras me susurrabas que me apurase porque alguien podía sorprendernos en pleno cachivache.

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23.3.201



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