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Índice La Rosa Cautiva
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La Rosa Cautiva Origami
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Mujeres de Papel Flores
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Flores Fantasmas
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Fantasmas Bocetos
Bocetos
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NOTA: Todas las pinturas ilustrativas de los cuentos, así como la tapa y contratapa de este volumen, fueron realizadas por Luis Roberto Makianich.
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Amor Anfibio
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El Salto Ciclotimia
Página 24 Página 28
Ciclotimia Diva
Página 27 Página 31
Diva Concupiscencia
Página 30 Página 33
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Cañaveral Feromonas
Traje de Luces
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Non Terminato
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Desestructura Obsesión
Página 43
Página 42
Obsesión Hipnosis
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Exuberancia Architeuthis Dux y las Ninfas
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Página 52
Architeuthis Dux Sirena
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Mujer de Espaldas Voraz
Voracidad
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Página 62
Página 61
NOTA: Todas las pinturas ilustrativas de los cuentos, así como la tapa y contratapa de este volumen, fueron realizadas por Luis Roberto Makianich.
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Página 65
Las Amazonas
Página 66 Página 71
Las Amazonas Identidad
Página 70 Página 87
Camaleón El Acecho
Página 86 Página 89
Cabeza de Tigre La Danza Orgánica
Página 88 Página 92
La Danza Orgánica Retazos de Vida
Página 91 Página 95
Retazos Acerca del Autor
Página 96 Página 93
Autorretrato Desolación
(Bonus) 1er Premio Concurso de microrelatos “A vuelo de Pajaro” LetrasKiltras, 2008
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Pasión en Prosa
La Rosa Cautiva Los ojos de Rolando recorren aleatoriamente las portadas en el escaparate de una tienda de libros usados. Su reflejo en la vitrina le devuelve una expresión temerosa, como si supiera que encontraría algún ejemplar que le dañase el alma. Junta un poco de coraje y se interna en el local a paso esquivo y con la mirada huidiza, pasando su mano por los lomos como si quisiera palpar el borde de los títulos en alfabeto Braille; escoge un volumen al azar y lo extrae del estante con la seguridad que le confiere su intuición, hasta abrirlo en la primera página, casi sin hojear el nombre en la tapa. Unas pocas palabras escritas con lapicera, a modo de dedicatoria enmarcan una rosa seca que alguien olvidó por años, provocando que la tinta se oxidase, haciéndola casi imperceptible al bajo contraste con el amarillento papel; sin embargo, a los ojos de Rolando, el color de la rosa pasa abruptamente del ocre al rojo, impulsándolo a voltear la página y sumergirse en el texto que le de la luz necesaria para enterarse del ardiente romance que envolviera esa furtiva dedicatoria. Avanza unas pocas hojas adelante hasta descubrir que hay algo discordante con lo que su imaginación le adelantara, y decide volver al principio, cuando descubre que el color de la rosa ha tomado un tono más pálido, hasta que el blanco le inunda el iris de tristeza, y acude a las últimas páginas como intentando descubrir de un vistazo un indicio que le dé un poco de tranquilidad, pero no lo logra; él sabe que en ese párrafo manuscrito está la clave de tal atrapante historia y
“La Rosa Cautiva”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010.
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Pasión en Prosa
retorna a él para descifrarla. Ahora el color amarillo del óxido en la tinta le confirma que una historia de celos ha puesto fin al atormentado amor que se encuentra cautivo entre dos hojas de un libro; en la perpetuidad que le confiere estar encarcelado en un ejemplar olvidado. Sumamente angustiado, Rolando deja caer el volumen sobre una pila de libros que parecen burlarse de él, no solo por haberse conmovido con tal trágico romance, sino por no haber aprendido nunca a leer.
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Pasión en Prosa
Origami - “Un mago es capaz de convertir las hojas de papel en pájaros”. (Katsuhita Hokuasi)
Si hay un material que contiene mi verdad debe ser el papel. Si lo miro fijamente durante horas puedo ver el infinito; mi mente puede vertirse en él por completo y como en una mesa, buscar mis ideas desparramándolas con las manos hasta acomodarlas en su justa posición; ordenar el cosmos a mi gusto y ocultar detrás de cada pliegue los agujeros negros de mi vida, aquellos que se quedaron con lo bueno de mi, o simplemente con lo que hubiese querido retener ahora. Todo mi pasado se encuentra plegado en este viejo cofre que acabo de desempolvar en mi ático y se que en su interior me espera el tesoro que alguna vez creí tan inútil como otras veces invaluable: Mi viejos flexopapiros. Levanto la tapa del baúl, y mi cara siente el resplandor hasta ahora dormido del papel envejecido de una palomita, que tomo con mis manos cuidando de no lastimar sus sentimientos, luego de tan brutal abandono; acaricio su cola y sus alas me saludan como si no hubiera mediado el tiempo en nuestra indeleble amistad. Me aventuro a sacar los aviones y me vuelvo niño por un instante arrojándolos
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Pasión en Prosa
“Mujeres de Papel”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Pasión en Prosa
en todas direcciones para configurar el espacio de mi imaginación hasta ahora adormecida en el recuerdo de mis amigos. Un instante después, un temblor se apodera de mis manos y como desobedeciéndome se introducen en el cofre con cautela para tomar una extravagante rosa, de un pálido color amarillo, formada con indescifrables dobleces en los que mi amor tuvo lugar. La luz redujo el espacio a una mínima esfera albergando a mis dedos y su frágil cuerpo, el de Emilia en un poco de ayer.
Desvisto sus
pétalos suavemente a la vez que evoco en cada pliegue una caricia o un beso que alguna vez robé, y que recién ahora puedo descifrar. El papel me hace notar su queja, mostrándome sus cicatrices en los dobleces hasta que encuentro toda esa verdad acumulada, que duele y me espanta, por su notoria angustia y mi mezquina ausencia que evadió envejecer con ella. Una última hoja de papel que encuentro en el fondo del arca me tuvo hipnotizado desde hace varias horas, por su tersa textura, sin ajaduras ni dobleces, sin nada escrito en ella. Emilia me la obsequió cuando nos despedimos y recién ahora mi pecho late por ello. Concentro mis ojos en su superficie y mis dedos añoran modelar su cuerpo con tantos pliegues como sea posible, pero mi corazón se rebela y detiene la marcha, y mi imaginación se pierde en su infinita talla.
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Pasión en Prosa
Flores
“Flores”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Pasión en Prosa
Al aproximarme a aquella esquina mi pensamiento se inunda de color, reprimiendo toda otra sensación que atempere su efecto afrodisíaco. Cada mañana mi semblante palidece como todo el entorno subyacente para destacar su abrumador colorido. La música en el interior de mi automóvil se congela y una tenue bruma inunda la cabina desenfocando todo aquello que desconcentre mi mirada de su exótica belleza. Aún antes de llegar a verla toda la escena se prepara para su irrupción en ella conmoviendo a los transeúntes que aminoran su paso al acercarse a ese semáforo diariamente, apostando a ser detenidos exactamente antes de empezar el sublime acto. El tiempo se detiene a la señal de alto y sube el telón. No importa cuántas veces haya visto esta función ni cuántas antes me estremeció, cada vez es diferente, no porque ella haya cambiado sino porque cada día me siento distinto. Los automóviles se detienen totalmente conformando el palco y los peatones arrancan su marcha sobre las bandas blancas delineando el foro. Tras bambalinas emergen los malabaristas revoleando sus anillos y estacas de fuego, dando marco a la aparición de su estrella principal, que se acerca a la ventanilla de un auto detenido frente al mío. Allí esta ella, con su falda azul de lunares blancos y blusa asesina inclinándose hacia el conductor y ofreciéndole un ramo de rosas envuelto en rocío. El coro permanece estático por unos instantes que me parecen eternos. Ella apoya sus brazos en el coche y menea la pollera con suaves movimientos de cadera. Mi corazón también permanece callado y una fría gota de transpiración recorre mi mejilla estremeciéndome. Todo es más lento hasta que se detiene.
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Pasión en Prosa
Su cabello hace un leve movimiento hacia atrás y lentamente su cabeza gira clavándome sus ojos hasta herirme de muerte. Se incorpora y orienta su cuerpo hacia mí escondiendo el ramo de flores tras su espalda y se abalanza lentamente como un felino ante su presa. Sus movimientos me hipnotizan y su cuerpo se agiganta a cada paso. Yo me hundo en mi asiento reduciendo mi estatura, como entregándome a su feroz zarpazo. Sus tres últimos pasos son seguro, martillo y percutor para luego…Disparar. Caí mucho antes de escuchar el ruido, como desmayado y aterrorizado aprieto el botón en mi puerta que baja la ventanilla hasta que su melena se introduce en ella junto con su embriagante perfume y repitiendo el acto anterior apoya sus antebrazos cruzados en mi auto enseñándome el ramo como una afilada y brillante espada, amenazándome con su dulce estocada que asesta en mi antes de hacer contacto. Desenfunda el arma secreta de su sonrisa como haciendo alarde de su fuerza de ataque. Mi corazón late como el motor de un viejo camión guerrero, tan fuerte que no me permite oír sus palabras y en mi desesperación intento contestarle…pero mi voz también resultó inaudible, al menos para mí. Al verme entregado a sus encantos, me ametralla con una incontenible risa y me abandona herido a la gracia de Dios, arrojándome una rosa sobre mis humedecidos pantalones como tiro de gracia. Quedo tendido sobre mi asiento mientras la veo alejarse victoriosa por el espejo retrovisor en busca de otra víctima, alardeando su aniquilación al grito de:-“Flores…Hermosas y perfumadas flores…”
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Pasión en Prosa
Fantasmas
“Fantasmas”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Pasión en Prosa
Un sorbo de mis propios fantasmas es la medicina que prescribo para mis años de soledad. Contenida por el cristal de mis desvelos, la dorada bebida se infiltra en mi ascendiendo por mis fosas nasales hasta tomar su puesto de avanzada en las colinas de mis recuerdos de vida y desde allí, poner en marcha su plan de desembarco hasta tomar por completo la cabeza de playa, en una oleada de melancolía que sacude mis emociones hasta arrancarme el desconsuelo de las entrañas y verterlo nuevamente en el vaso de whisky, rellenándolo hasta completar mis desvaríos; turbando mi visón en el fragor de la batalla y ausentándome por un tiempo, dejando abandonada mi alma a su propia suerte. Allí está ella de nuevo, flotando entre mis pensamientos; conformando mi atmósfera con su grácil cuerpo desnudo bailando a mi alrededor; acariciando mi sien con sus cabellos cobrizos escondiendo su persistente mirar y su cínica sonrisa; ostentando la osadía de estar aquí donde debería estar su ausencia; manipulando mis ideas con mi pelo entre sus dedos, mientras me duermo en su pecho, aunque ni en ese sueño pueda acabar por deshacerme de ella. Sin embargo ya no ronda en mi su lujuria misteriosa ni sus ardides de engaño; como tampoco encuentro angustiante recordar su mórbida fascinación por hacer de mis amigos sus amantes, a escondidas de sus prejuicios y a la vista de mi celosa mirada. Mi embriaguez deriva en la encrucijada de saberme amado por su rebeldía o sufrir el dolor que su espíritu me impone solo con acecharme desde su oscuridad nudista, emplazando su belleza en todo punto al que dirijo la mirada, como la condena de venerarla, más que un castigo por haberla matado.
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Pasión en Prosa
Bocetos
“Bocetos”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Pasión en Prosa
Carla se siente su propia sombra y desde ahí observa cómo su cuerpo es ignorado por el mundo. Su andar describe una línea en el suelo que le pertenece y controla con la mirada baja de su complexión ausente. Su vestimenta gris intenta relacionar su forma con su sombra para sentir el peso de su anonimato en las plantas de sus pies, donde su vida se transmite a su alma. Allí ella siente el peso de su insignificancia, que contrasta con el brillo de la mañana reflejado en la vidriera de una tienda, donde ve pasar su vida de costado, como si no le perteneciera. Revisa los diseños en oferta, que se encuentran en el piso del escaparate, por no mirar de frente al maniquí que ostenta toda su gala en un vestido azul, y que la observa orgullosa desde su ilusión de marquesina. Temerosa de su propia presencia, empieza a andar hacia la puerta del negocio, cuando desde el interior una empleada la mira con desdén, haciendo que ella volviera sobre sus pasos, presa de su intimidación, cuando se topa de frente con una extraña mujer, quedándose parada ante ella con su débil estampa, congelada en su perturbación. La señora le sonríe y Carla por primera vez descubre que está viva y esboza también una sonrisa. -“Gloria…”- dice la dama extendiéndole una tarjeta personal - ¿y tú eres…? -“Carla…”-contesta con timidez elevando los ojos del piso lentamente hasta rozar su mirada, para luego devolverlos a su lugar. -“¿Me preguntaba si te gustaría posar para mi taller de dibujo…?”-Insiste la mujer aún con la tarjeta en su mano extendida, mientras Carla la toma y la lleva hacia abajo hasta interceptar su propia vista, que permanece descendente. -“La belleza del cuerpo…arte y grafito”-dice la tarjeta y la dama continúa diciendo: -“La paga es buena…por solo unas pocas horas a la semana”. Carla Hace un leve movimiento de cabeza para mirarla y guardando la tarjeta en su bolso le dice:-“Tal vez…” para luego seguir su camino, cuando la mujer le grita a la distancia:
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-“Te espero esta tarde, como a las tres…” Carla se encuentra avasallada por esta nueva oportunidad de emerger de su mundo oculto, pero también piensa que tal vez aquella señora la escogió por su falta de presencia, lo que posiblemente sería algún tipo de atractivo para un artista; no obstante su curiosidad empieza a germinar en su cabeza y aparece un atisbo de luz en sus ojos que seguramente obrará a favor de acudir a la cita. Aquí está ella, de pie frente a la puerta de roble de una antigua mansión de Palermo Viejo, sin señas de ninguna especie de ser un taller de dibujo, pero bajo el timbre, un diminuto cartel reza: -“No suena…entre hasta el primer piso, gracias” El portón está abierto e inmediatamente las escaleras de mármol envejecido la invitan a subir apoyándose en una muy trabajada boiserie, y esta vez, con la cabeza apuntando hacia arriba, donde la espera…quien sabe qué. Una vez allí, un recibidor hexagonal da a tres puertas muy altas con vidrios unidos con plomo, a través de las cuales pueden verse algunos atriles y gente pintando o dibujando modelos vivos, con sus cuerpos desnudos bañados por una suave luz cenital, proveniente de sendas cúpulas vidriadas emplazadas sobre cada recinto. Su intuición o tal vez su timidez, la inclinan por entrar en la habitación con menos artistas, donde aún no hay un modelo. Gloria la ve atravesar la puerta, e inmediatamente se acerca a ella y la abraza en forma muy aparatosa, diciendo: -“Preciosa…! Me alegra mucho que hayas venido y tan puntual, porque aquí la gente se pone muy nerviosa con la espera” Carla afloja un poco su tenso rostro y esboza una tímida sonrisa en tanto Gloria la toma del brazo y la lleva hacia el centro del salón para presentarla a los artistas que ya se encuentran ubicados en torno a la tarima central, constituida por algunos bloques de madera donde se sienta o
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recuesta el modelo. Mientras la anfitriona hace las presentaciones, Carla mantiene la cabeza baja, haciendo una tenue reverencia ocular ante cada nombre en los labios de Gloria. -“Abril…Donato…Edgardo…Zulema y Renzo” –Concluye mientras le alcanza a Carla una bata diciéndole:-“Toma, quítate toda la ropa tras ese biombo, y ponte esto”. Ella toma el quimono, y se dirige a cambiarse con el paso inseguro que la describe y da un rápido vistazo al grupo un poco antes de ocultarse tras la mampara. Su blusa… sus polleras… sus medias, aparecen una a una colgadas del bastidor hasta que Carla asoma remisamente vestida con la túnica, hasta que Gloria decide ir en socorro a llevarla hasta el tablado e inducirla a sentarse sobre el armazón de madera, ahora cubierto con un paño color ciruela. -“Veo que es tu primera vez”-Le dice a lo que ella responde con un leve movimiento de cabeza. –“Te sugiero que dejes caer la túnica cuando estés lista y solo sé tu misma…”-continúa diciendo:-“Esto no es una sesión de fotografía, aquí tenemos otros tiempos, y tu eres quien decide cómo son…puedes estar sentada…recostada…caminar o bailar…estar callada o hablar, si así lo deseas, y ellos sacarán lo que necesitan de ti para su obra”. Ahora, Gloria percibe en el rostro de Carla un poco más de soltura, y es cuando suavemente la mira a los ojos, y tiernamente le retira la bata de los hombros, dejando ver parte de su busto mientras le dice;-“Tu eres la dueña de tu belleza, y solo a ti te corresponde decidir cuándo es el momento de compartirla…” y se aleja despacio caminando hacia atrás como admirando su cuerpo, y para no romper el encantamiento. La luz baja cálidamente desde la claraboya sobre los hombros de Clara y ella siente que ha cedido un primer paso hacia lo desconocido que ya no podrá desandar. Su cuerpo empequeñecido aún más por su vergüenza, parece recibir mucha más luz que el resto de los presentes, de tal
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modo que ella se siente encandilada y desamparada ante el reflector de las miradas ajenas, indefensa y frágil, aunque curiosa y atrevida por primera vez. Abril, que se encuentra frente a ella, empieza a bocetar su cabeza y ella siente cómo sus ojos intentan penetrar en su mente, lo que seguramente no logrará en esta instancia por su renuencia a ser descubierta; no obstante, realiza algunos cuantos óvalos concéntricos, como para establecer un límite entre el papel y el grafito; luego hace lo propio con sus ojos pero le resultan impenetrables, y decide continuar hacia abajo, con su boca, el cuello, sus hombros… Clara percibe esto siguiendo la trayectoria del lápiz, y luego de un instante…ella suelta su túnica dejando todo su pecho al descubierto. Abril acaricia su busto con el grafito esfumando con sus dedos su voluptuosidad, haciendo que Carla desvíe la mirada hacia otro lugar, donde se encuentra Donato, que en ese momento está dándole forma a sus pechos con un trozo de carboncillo sobre un lienzo. Ella nota que sus pezones se resisten a su voluntad y cobran vida propia, por lo que decide pararse abruptamente, y en ese mismo instante, todo su físico yergue desnudo bajo la espléndida luz del cielo, que la encandila con su gloria. Levanta su mano hasta su cabeza para intentar cubrir el resplandor y por fin descubre que su cuerpo se ha desprendido de su sombra, aunque aún no le pertenece. Gira sobre sí misma para buscar a los otros artistas y en cada movimiento, descubre cómo su sombra proyectada dibuja su esbeltez con el color de su deseo pintado en la cara. Poco a poco la vida le vuelve a su rostro y ese chispear en sus ojos le indican que ya es tiempo, y decide caminar entre los atriles, para observarse desde afuera de su propio ser, desde la vista de todos ellos. Que Abril haya podido completar su mirada le indica que al fin fue liberada y su cuerpo todo, está dispuesto a permitirle entrar y bailar juntos hasta que la luz se extingue.
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Pasión en Prosa
Carla baja las escaleras ataviada de nuevo con su blusa y su falda grises, pero el color en sus pómulos y la soltura de su andar, nos muestra que ella ha abandonado su sombra, y ahora viaja en su cuerpo, adelante y recostada en sus pechos, a cielo abierto y con el viento jugando en su pelo. Se detiene en aquella tienda y mira de frente al vestido azul en el maniquí del escaparate, descubre a la vendedora con su vista y se dirige a ella con la decisión que la acompañará siempre, tomada de la mano.
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Pasión en Prosa
Amor Anfibio
“El Salto”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Pasión en Prosa
Rocío tiene dos amores, uno en la montaña y el otro en el mar. La cortejan desde niña y en cada atardecer, se disputan su belleza hasta que el sol se extingue. Ella juega con ambos saltando de uno a otro, entregando su cuerpo al viento que la mece como una hoja, desde su amante pétreo hasta los brazos de su amado néctar. Desde las alturas el peñasco la observa con celosa mirada que atraviesa el aire de su derrotero, en tanto el mar golpea al risco con húmedas bofetadas reclamando con furia su preciado momento y ella zurce sus penas en cada puntada con un hilo de viento y por aguja su cuerpo que los une en la playa, esa tela de encaje que bordase en la arena, como si fueran uno en lugar de dos lienzos. Al anochecer el cielo se suma a la riña, reclamando a Rocío con su sábana obscura de azul uniforme, y sedosos sueños que atrapan su alma, secuestrando a la ninfa de sus dos amores, que la esperarán ansiosos en la nueva mañana, recostada en la hierba de la montaña amada y flotando en el aire que sobre el mar descansa.
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Pasión en Prosa
Ciclotimia
“Ciclotimia”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Pasión en Prosa
Cuando desposé a María Silvia, no imaginé que debería lidiar también con María, Silvia y Sil. Todas ellas se me presentaron a partir de nuestra noche de bodas y naturalmente no pude negarme. Ellas siempre supieron de mi aversión al matrimonio a partir de mis evasivas suscitadas en cada conversación durante nuestro noviazgo y yo pensé, que mis diferentes estados de ánimo se mimetizarían en un único humor, cuando estabilizáramos nuestra relación. María Silvia me cautivó desde un principio con su ingenuidad, convirtiéndome en el gran maestro que nunca fui. Ella le dio a mi vida un propósito y éste se convirtió en la motivación que nos llevó a ser cónyuges, pero mis ansias de libertad, despertaron en María esa furia desenfrenada que me ató a sus decisiones, eliminando lo poco de hombre que me quedaba en ese entonces. Podría haber huido de sus dominios, pero Silvia me asustó aún más, cuando me amarró a nuestra cama para impedir que lo hiciera, y ayudada por María y María Silvia me mantuvieron secuestrado en nuestros aposentos hasta que la fatiga pudo conmigo. Al despertar en la mañana, sentí que su poder sobre mí había llegado al extremo de someter mi autoestima y
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Pasión en Prosa
sucumbí ante su atroz castigo… Fue entonces cuando entró Sil en la recámara, con su visión incandescente y su expresión devastadora de sensualidad. Sin dejar de mirarme se dirigió hasta la cama y desató mis manos una a una mientras Silvia y María hicieron lo propio con las ataduras de mis tobillos. En ese momento podría haberme escapado, pero Sil me tenía hipnotizado con su avasalladora mirada y bajo el dintel de la puerta, vi a María Silvia acercándose lentamente, con su andar cohibido y el rubor en su rostro, en tanto Sil se acercó a ella y se fundió en su hermoso cuerpo aportándole su sensualidad, María y Silvia abordaron ese tren de erotismo hasta que por fin, María Silvia… Toda ella se acostó sobre mí, y me enamoró definitivamente. Después de veinte años de ser esposos, hemos descubierto que nuestra unión ha sido perfecta…Yo con mi ciclotimia y ellas con su esquizofrenia.
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Diva
“Diva”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2008
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Pasión en Prosa
“Según la mitología griega, Dionisio, dios del vino y el desenfreno, pretendía a una doncella llamada Amethystos, la cual deseaba permanecer casta. La diosa Artemisa escuchó sus plegarias, y transformó a la mujer en una roca blanca. Dionisio, humillado, vertió vino sobre la roca a modo de disculpa, tiñendo así de púrpura los cristales…”
Su cuerpo resplandece ante las miradas ávidas de la sensualidad de sus movimientos, contorneando la música y el destello de las luces en una apasionada danza, que describe su obscura belleza en un ardiente anhelo de poseerla. Sus caderas los sumergen en un frenético rito a la lujuria, suspendiendo sus cuerpos en la ingrávida sala, frente al candente arco del escenario. La tensión del espectáculo mantiene la conexión entre el público y la diva que lanza miradas hiriendo de muerte a quien alcanza el influjo de esos latigazos. Los púrpuras cristales que conforman su cuerpo transmiten un halo de desesperanza en el espectador abrumado por sus desvaríos que emergen del brillo de sus fantasías y cuando las luces se apagan y la música calla, surge una ilusión en el aire, que como un alma en pena permanece en sus retinas hasta que el sueño se duerme. Al caer el telón. Amatista se quita su traje de cuarzos y se interna en un mundo de reclusión. Su pensamiento cambia de efervescente a calmo en ese mismo instante se apaga su luz; su expresión endurece y sus ansias se opacan como si las miradas de los espectadores alimentaran su alma. Ella evita el contacto con cualquier persona porque fuera de escena es como un fantasma, que flota en el aire del obscuro escenario, esperando las luces que reaviven el fuego que duerme en las tablas y el
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crepitar del aplauso descansando en la sala. Una noche, el sonido de un tímido golpe en la puerta preguntó por su musa que estaba dormida y una voz grave y dulce se escuchó tras el roble despertando la música de aquel sueño en su pecho, que latía más fuerte en su camerino, provocando que el traje que estaba colgado brillara de nuevo fuera de su cuerpo. Se encontraba desnuda, sin su hermosa armadura que la protegiera de ese amor intruso, que robase su anhelo de seguir siendo diva, con un ramo de rosas que como una espada asestara en su pecho con su galanteo. Al abrirse la puerta, ella estaba ahí parada sin su traje de luces pero aún así brillaba, y él se quedó atónito ante tan sutil belleza que agachó la cabeza y se arrodilló ante ella, sucumbiendo su gesto a un renunciamiento, abatido por ella que de cuerpo presente lo asestó con la daga, de sus ojos ausentes. Amatista está sola frente al espejo de luces que la admira y contempla vestida con su piel obscura, que se ilumina a sí misma con la mirada perdida en un sueño imposible para su casta vida. Ella se debe a su esencia de mujer de teatro y está comprometida con su propia virtud, que la vuelve una estrella solitaria alentando la existencia de miles de cuerpos obscuros que viven de la luz que le brinda la diva. Han pasado mil años en su calendario divino, y su piel ya no es tersa ni baila sobre las tablas, aunque sus ojos se internan en viejas fotografías que reviven la historia de la fiel heroína, su fantasma aún persiste en la quietud del teatro, iluminando a sus fieles entre acto y acto.
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Concupiscencia
“Cañaveral”, Oleo sobre tela de Luis Makianich, 2008
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Alicia suele pasearse por el cañaveral en busca de algún suceso que la despierte. Ella está adormecida en sus instintos desde la soledad del paraje en el que vive, lejos de lo mundano y el sonido mecanizado de las ciudades. Su juventud permanece intacta pese a su madurez, y su mirada examina cada minúsculo evento que la transporte en su imaginación hacia ese mundo tan desconocido como deseado. Dos insectos copulando entre las cañas atraen su atención por un momento, cuando su mente detona un arrebato de complicidad despertando su avidez por la lujuria, sustentada en un caótico y perverso impulso que la hace cuestionarse su virtud, que hasta hoy no ha tenido contraparte. Se recuesta entre las matas sin desviar la vista del erótico evento y sus manos imitan los movimientos de las alimañas acariciando su propia complexión y reconociendo su voluptuosidad hasta estimular la depravación adormecida en su castidad, confundiéndose el pudor con su sensualidad y la pureza con su ansiedad, hasta que una maraña de sentimientos contrapuestos acaban por apoderarse de todo su cuerpo, cediendo a su deseo por sobre su voluntad. Los insectos se desensamblan haciendo una algarabía con sus elocuentes alas, revoloteando la figura de Alicia que los contempla extasiada hasta que se despiden rozándolas sobre ella y volando hacia el horizonte mientras ella los sigue con su mirada hasta el infinito, ese que presagia el nuevo mundo que se abre ante sus ojos.
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Feromonas
“Traje de Luces”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Pasión en Prosa
“Las feromonas son sustancias químicas secretadas que tienen la particularidad de inducir cambios en el comportamiento de quien tiene contacto con ellas.”
El Vestido de luces de Marga siempre llamó la atención de Pam, desde que se convirtió en su asistente personal. No podía comprender cómo alguien tan poco amable e hiriente para con el prójimo podría convertirse en tamaña diva, querida por todo ese público que la ovacionaba cada noche con solo vestir ese traje de cuentas brillantes. Su cuerpo lucía más esbelto y hasta su sonrisa parecía cobrar vida propia, mostrando simpatía con la gente y transmitiendo un carácter que en su vida real no poseía. Los hombres estaban hipnotizados por el brillo y las transparencias que dejaban entrever su exuberante cuerpo, el que a su juicio no merecía semejante envoltorio; y las mujeres se deshacían en alabanzas para quien ella no consideraba estuviese a la altura de su valía.
Ella misma sentía una
atracción especial al verla bajar de escena reflejando el aplauso en todo su centellante cuerpo, la que se desvanecía cuando la ayudaba a desvestirse y se quedaba con el traje en sus manos, junto con todo ese sensual aroma a gloria que apretaba contra su pecho antes de colgarlo en
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Pasión en Prosa
el armario y al volverse hacia ella, podía ver la Marga de siempre, con su gesto agrio y su sonrisa apagada. -“Hoy salgo para la Isla Catalina con unos amigos…”-Le dijo mirándose al espejo mientras Pam terminaba de acomodarle el cabello –“Y no voy a necesitarte hasta la función del viernes”-Concluyó al tiempo que ella terminó de guardar su peluca en una caja circular. -“Está bien señora”-Le contestó Pam mirando de reojo su ahora desgarbado cuerpo desnudo mientras le alcanzaba una bata de un color apagado y sobrio, que Marga llevo hasta la ducha instalada en el camerino donde entró a tomar un baño. Pam se sintió invadida por un sentimiento extraño que la impulsó a abrir el armario en que se encontraba el traje y tomarlo nuevamente en sus brazos, cuando el aroma de Marga la invadió por completo, como si una fuerza ajena a ella la movilizara a quitarse toda la ropa e introducir su desnudez en él; admirar su belleza a través de sus cristales que conformaban su nuevo y escultural cuerpo, para luego salir del cuarto y dirigirse como una autómata tras bambalinas hacia el escenario vacío, que la esperaba atónito en su luminiscencia, regalándole una silenciosa ovación, solo para ellos dos, en su tan ansiado debut.
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Non Terminato
“Desestructura”, Oleo sobre tela de Luis Makianich, 1993
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Pasión en Prosa
Por alguna razón las pinturas de Carla quedaban siempre inacabadas. En un principio se pensó que era el temor de finalizar algo y no saber cómo recomenzar pero yo nunca estuve de acuerdo con esa teoría, puesto que antes de terminar un trabajo su mente ya estaba reacomodándose a la nueva tela que se estaba preparando en el estudio y su mirada ya no se fijaba en la obra sino que solía desviarse repetidas veces hacia el cero absoluto del lienzo no comenzado, aquel que yo como su ayudante le armaba en el taller e imprimaba en el cuarto contiguo para no distraer su atención a quien posara para ella en cada ocasión. Si bien yo pasaba horas en el taller observándola trabajar, nunca supe exactamente como pasaba de los primeros bocetos sobre la tela y las manchas de color al momento en que su pintura adquiría el alma del modelo; en parte porque ella se resistía a que espíe del otro lado del bastidor, donde las musas tienen su fiesta y otro tanto debido a que ella siempre terminaba la obra durante la noche, cuando yo había acabado mis tareas y me retiraba a mis aposentos, en el altillo de su atelier, dejándola en compañía de sus castálidas y el joven de turno, que a esta altura ya estaría entregado a su don, que lo convertiría en un dios indeleble. Para cuando yo bajaba, la nueva tela ocupaba el atril, y el espíritu del modelo descansaba con cierto desdén contra una pared, pintado en el lienzo y alejado de la luz, como purgando su penitencia. Casi siempre encontraba a Carla durmiendo en el piso cubriendo su cuerpo semidesnudo con algunas mantas empapadas en vino
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y los pinceles regados por el piso de madera teñida en óleo. Yo con mis dieciséis años y un para ese entonces, no muy formado cuerpo solía llevarla en brazos hasta su cuarto, donde la arropaba y cuidaba que durmiera su borrachera, hasta que la resaca lo permitiese. Esta situación se venía repitiendo desde que me contrató para ayudarla, cuando yo recién había escapado del orfanatorio, allá por mis quince, y ha pintado mucho desde entonces, desde hombres maduros hasta jovencitas; siempre con esa mirada que los desnudaba y los volvía a vestir en su lienzo, acariciando sus dones con pinceladas suaves y seductoras hasta que la noche se los entregaba extasiados de su arte y de su amor, que los plasmaba en un instante eterno, atrapándolos en un calabozo de tela y bastidor del que no podrían escapar, flanqueados por colores electrizados y perspectivas divergentes hacia ningún lugar, que por algún motivo no poseían puntos de fuga; pero lo más inquietante era ese elemento faltante, o simplemente esbozado en cada obra que se rehusaba a terminar de formalizar, como si esperase que se autocomplete, como una respuesta del cuadro al diálogo que ella le propusiera; una réplica del amor al arte que le fuera correspondido. Esta mañana, para cuando desperté, Carla había bajado temprano al estudio y ya se encontraba frente a la nueva tela repasando la última capa de imprimación cuando suena el timbre desde la puerta de calle y ella se apuró a abrirla con un entusiasmo que difícilmente hubiera mostrado en una tarea que me correspondía a mí, al punto que
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casi se topó conmigo bajando las escaleras y aún así fue ella misma quien acudió al llamado. Me dirigí al office a preparar café, para dejar constancia de cuál es mi función mientras veo entrar a una hermosa mujer adulta, de unos treinta y siete, (algo así como la edad que aparentaba Carla) vestida con un tapado de piel oscura y con un peinado muy armado y aparatoso. Carla la trataba como si la conociese de mucho tiempo atrás, y por su apariencia de ricachona,
pensé que se trataba de algún agente
artístico que compraría sus cuadros, ya que no parecía del tipo que cobre para posar como modelo; sin embargo, cuando se quitó el abrigo y pude ver su escultural cuerpo desnudo, comprendí que me había equivocado. -“Me gustaría que ésta vez pensaras en algo diferente.” -le dijo a Carla, lo que me llamó la atención puesto que ella nunca había aceptado sugerencias de parte de una modelo, al menos desde que empecé a trabajar aquí y por lo que pude entender, ellas se conocían anteriormente, ya que nunca la había visto posar. -“Mhm…Déjame ver Eugenia…”-Dijo Carla mientras la ayudaba a acomodarse bajo una claraboya para que la luz descubra las curvas de su cuerpo. -“Me refería a que…tal vez no debería estar sola en la escena.”-Dijo Eugenia mientras miraba hacia mí con ojos atrevidos. Yo reaccioné abruptamente echándome para atrás y derribando unos jarrones de madera que usualmente sirven para decorar el fondo y haciendo mucho ruido, el
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que se confundió con las risas de ambas, al verme sonrojarme. -“¿Sabés qué…?-Dijo Carla-“Creo que sería una magnífica idea”, mientras se dirigía a mí y me tomaba de la mano llevándome hasta el tablado en el que se encontraba Eugenia, y sin siquiera consultarme desabotonó el cinturón de mis jeans, y sacó mi remera hacia afuera, para luego dar un paso atrás y con su mano en la barbilla me dijo: -“Mejor te los sacas y listo” Las risotadas de ambas me confundieron un poco y por un momento no sabía si estaban hablando en broma o qué, hasta que me di cuenta de que era “qué”, cuando escuché a Carla decir con voz firme” -“Vamos, vamos que no tenemos todo el día”. La situación me molestaba bastante pero en todo éste tiempo, nunca había desobedecido una orden de Carla y no creí que ése fuera el momento de empezar a hacerlo, así que lentamente me quité los zapatos, levanté una pierna para sacarme una manga del pantalón, tropezando con algunos objetos del decorado, aunque sin perder mi compostura y logré desembarazarme del pantalón, estirando mi playera de modo que cubra completamente mis atributos, los que estaban deseosos de contradecirme. Carla me colocó parado a un lado de la señora, que para ese entonces estaba completamente desnuda y sentada
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a mis pies. Luego se agachó hasta enfrentar a Eugenia y colocando sus manos sobre su cabeza, la orientó hacia mis partes nobles, obligándome a que mi concentración pueda más que mi hombría de bien. Se alejó lentamente de nosotros caminando hacia atrás hasta tomar posesión del puesto de comando, entre su paleta y el atril. Tomó un gran pincel robusto y empezó a agredir la tela con vertiginosos guadañazos, los que podía ver desde atrás del bastidor hasta que se detiene y pone sensualmente el pincel en su boca para pensar, provocándome nuevamente a resistirlo, lo que apenas logro, cuando Eugenia movió su mano del piso y tomándome con ella una pierna dijo:-“¿Qué tal si nos tomamos un descanso?” Para ese entonces no hubo concentración que valga y Carla se abalanzó sobre nosotros con todo su cuerpo desparramándonos a los dos por sobre las mantas del tablado. Yo caí encima de Eugenia y Carla sobre mí, por lo que pensé que ya no importaba contener mi erección, pero de repente, Carla cambió de posición y se posó sobre su amiga desplazándome con el pie contra los jarrones, donde me incorporé hasta sentarme tomándome por las rodillas a ver el espectáculo, que inusitadamente cobró un vuelco diferente a lo que supuse estaba ocurriendo. Carla empezó a golpear fuertemente a Eugenia quien devolvía lo que al principio parecían caricias con más energía de lo usual hasta que su amiga le gritó: -“¡Mejor que te vayas de aquí, y no vuelvas nunca más…!”,
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a lo que Eugenia contestó en el mismo tono, mientras se desenrolla de las piernas de Carla:-“Por algo tienes fama de nunca terminar tus obras”-Tomando su abrigo y marchándose de un portazo. La rabia de Carla empezó a disiparse de su cara, aún sentada con la vista hacia el suelo, hasta que lentamente empezó a levantar la cabeza dirigiéndola hacia mí, con una mirada entre tierna y seductora; se levantó para caminar hasta mí y me dio una mano para que me incorpore; me sacó la remera dejando mi torso al descubierto y me llevó de la mano hasta el tablado; acarició mi cuerpo, como para posicionarme y se alejó lentamente hacia atrás hasta llegar a su atril; puso un pincel en su boca y levantó la paleta; me miró de frente y sensualmente me dijo: -“Vamos a terminar esta”.
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Obsesión
“Tetas”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Rigoberto se encuentra sentado en la sala de espera de un consultorio psiquiátrico, con la vista perdida en un cuadro abstracto de contenido erótico instalado en una de las paredes, intentando contener la ansiedad que le provoca, sujetándose del apoyabrazos del sillón al que se aferra con vehemencia. Su mirada se evade hacia los diplomas colgados por algunos segundos, intentando desacoplar sus pensamientos de la pintura, concentrándose en los logros de este nuevo terapeuta. -“Especialidad en T.O.C. (Trastornos Obsesivo-Compulsivos) -Método de Exposición y Prevención de Respuesta”- reza uno de los títulos, lo que lo lleva a pensar un poco hasta que sus pupilas se instalan nuevamente en la pintura que mira con su insaciable voracidad, hasta que la puerta del consultorio descomprime el vacío que lo succiona hacia el colorido cuadro, cuando una esbelta secretaria se para bajo el dintel y lo convoca a pasar. Rigoberto siente el shock y su cara se ilumina con la exuberante figura de la mujer que desde el interior de su guardapolvo blanco le envía señales en código Morse con el roce de su piel sobre la tela; sin embargo, su timidez puede más que su deseo y se incorpora lentamente para acompañar a la joven hasta la oficina del doctor, y con un ligero ademán, logra que ella comience a caminar frente a él, cediendo la vista de su andar a sus libidinosas ansias de perseguirla. -“Soy el Dr. Kroffman”-Le dice un hombrecito entrado en
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años con un aspecto apacible aunque con voz enérgica, extendiéndole la mano mientras sostiene su historia clínica con la otra, casi sin mirarlo a la cara y concentrado en la carpeta, mientras Rigoberto sigue con la mirada el recorrido de la enfermera hasta que ésta se retira de la habitación. Recién en ese instante él le estrecha su mano contestándole el saludo: -“Mucho gusto, doctor” -“Veo que es su primera vez, en este procedimiento”-Le dice el doctor mientras lo conduce a sentarse en un sillón de la sala.-“Sin embargo, aquí dice que usted ha padecido de este trastorno por mucho tiempo y ha probado con todo tratamiento que se ha cruzado en su camino…” -“Así es, doctor…y creo que mi obsesión por el cuerpo de la mujer se ha tornado en un gran problema, que me ha relegado a padecerlo no solo en mi trabajo, sino en mi vida personal”. -“Continúe, por favor…” Rigoberto sigue narrando los desarreglos en su vida, producto de esta enfermedad, que van desde las denuncias por acoso sexual por parte de sus subordinadas en la oficina hasta el distanciamiento de sus amigos, que lo acusan de desear a sus esposas, aún cuando en ninguno de los casos haya consumado algún hecho debido a su timidez. El Dr. Kroffman, quién se mantuvo sentado escuchando todo lo expuesto por Rigoberto con atención, se levanta
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de su sillón y empieza a caminar en torno a su paciente con la mano en la barbilla y la vista fija en el suelo mientras le explica el concepto de su procedimiento, al mismo tiempo que su secretaria entra nuevamente al consultorio y se dirige hacia una vitrina donde se guardan una serie de frasquitos con medicamentos, lo que hace que se disipe la atención de Rigoberto de las palabras del doctor. -“La Terapia Cognitivo-conductual, consiste en enfrentar al paciente en forma deliberada al objeto o idea temida, ya sea directamente o con la imaginación”-dice Kroffman, mientras Rigoberto no puede quitar sus ojos de la enfermera, quien se acerca a él con unas pastillas y un vaso descartable con agua para que este tome, lo que hace casi sin mediar cuestionamiento alguno. -“Si bien este procedimiento es utilizado para obsesiones de otra naturaleza, yo creo que no hay razón alguna que lo inhabilite para ser usado en su caso…”-continúa el doctor bajando el tono de su voz hasta hacerla casi inaudible, mientras su paciente parece adormecerse lentamente con la vista fija en la cadera bamboleante de la hermosa joven que vuelve a alejarse hacia una parte más obscura de la habitación, que ahora parece atenuar su ambiente hasta que las sombras empiezan a superponerse con las luces, del mismo modo que la voz del Dr. Kroffman empieza a confundirse con los pensamientos de Rigoberto, que se escuchan en su cabeza con más intensidad, hasta que se apoderan de toda su atención, quedándose solo con la
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muchacha, que repentinamente empieza a quitarse el delantal blanco, descubriendo su suave piel desnuda entre las luces y las siluetas de la habitación. La joven se le acerca lentamente y las sombras empiezan a descubrir su busto a la intensa luz de sus ojos, que chispean su deseo hasta que ella se sienta con sus piernas abiertas sobre su falda; y su cabello ahora suelto cubre su cara haciendo que el espacio se reduzca solo a ellos dos, en un ondulante movimiento de caderas que consuma su deseo en un inquietante beso furtivo. Las manos de Rigoberto ven la luz por primera vez a su ceguera táctil y recorren todo su cuerpo con voracidad manifiesta en cada caricia hasta que sujeta su melena con fuerza para hacerla suya. El éxtasis lo conduce a un estado de placidez que disminuye el tono de sus pensamientos hasta que se confunden con el suave rezo del Dr. Kroffman, que lo trae nuevamente en sí, mientras la habitación recobra su luminosidad habitual, trayéndolo a la realidad de su conciencia. -“¿Se encuentra usted bien?”-Le dice el doctor a la vez que le inspecciona las pupilas con una linterna, lo que no impide que Rigoberto busque a la enfermera por toda la habitación, aunque sin éxito, para luego contestarle, un poco decepcionado: - “Si…gracias” -“No quisiera adelantarme, pero en vista del efecto que ha hecho este tratamiento en usted, presumo que pronto se sentirá aliviado de esa obsesión que lo ha mantenido
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perturbado por el cuerpo de la mujer, y que gracias a su timidez, no lo ha llevado a cometer una atrocidad”-dice Kroffman y continúa:-“Le sugiero que se tome un descanso para volverme a ver en unos días para una revisión final”. Rigoberto se retira agradecido y rato después, entra la enfermera al consultorio con una expresión de espanto y le dice a Kroffman:-“Doctor, ¿tiene idea dónde se encuentra el cuadro de la sala de espera?”
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Hipnosis
“Exuberancia”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Es inútil que me resista, su presencia me vuelve irreversiblemente en trance. Desde el primer día que la vi, mis rodillas jugaron a ser hojas huyendo de su árbol de otoño, temblorosas y esquivas como pollitos recién nacidos escapando de un rayo de sol. Mi boca se secó para atrapar cualquier palabra que intentase huir de ella y mis ojos se tornaron vidriosos, como protegiéndose del calor de su aliento. Hoy su efecto persiste cada vez que entro en su órbita. Mis ideas caminan erráticas por mi cabeza rebotando en mis ojos y oídos por dentro, prisioneras de mi propio pensamiento, carcelero de mis debilidades. He intentado evadirme de su gravitación en innumerables ocasiones con idéntica cantidad de fracasos, aunque cada revés se tornó en alivio una vez devuelto a su área de influencia. Cierro mis ojos y su escote permanece en mi retina por siempre, con sus planetas a punto de eclipsarse como dos copas de vino rojo estrellándose en un brindis astral, dejando su borla en el fondo y agitando su cuerpo frenéticamente contra el cristal, que muestra orgulloso los secretos de una vida compartida por dos almas que se funden en un solo instante, en un único beso. Otras veces el sonido de su vestido que frota suavemente su piel, se vuelve mezquino al esconderme los detalles que hubiese querido conocer y que se oculta victorioso en la música de sus aretes que tintinean mis desvelos. ¿Qué otra cosa podría un hombre como yo desear, sabiéndome el que la ostenta y quien la posee? La observo
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desde el interior de la barra, meneando sutilmente su cadera, con una mano en alto sosteniendo la bandeja, de mesa en mesa, arrojando miradas y sonrisas por doquier, como reconociendo su influjo, y proyectando su aura. Los parroquianos se envuelven en su perfume conforme ella pasa y le devuelven sus ojos entregados a sus dominios, que conforman el territorio inexorable de su imperio. Súbitamente, ella alza su cabeza para mirarme desde su lejanía, sin más pretexto que convidarme a participar de sus pertenencias, pero con la certeza implícita de que soy parte de ellas. Yo le sonrío asintiendo mansamente mientras repaso una copa y la coloco sobre el mostrador, invitando a un feligrés con el vino de mis memorias, que él acepta complacido. Mi mente se disipa en el chorro de la bebida que se vierte en el vaso y por un momento pasan por allí mis momentos de angustia, cuando mis pensamientos logran escaparse de su territorialidad y me ahogo en melancolía. Por primera vez pude ver por mí mismo, sin su influjo conciliador. Mis peores temores toman posesión de la batalla y se concentran en mis manos, que toman otro vaso y se aprestan a servirme, cuando mis ojos se rebelan contra mi insurrección y buscan la ayuda de ella…que aún me sostiene su hipnótica mirada.
Por un instante lucho, pero
luego bajo la botella apoyándola contra la barra, la que tapo y guardo en la vitrina. En ese momento todo permaneció estático. La gente, el murmullo, hasta el ventilador del techo paró de girar, como si esperasen que algo cambiara en la monotonía de esa tarde de verano. Y algo
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pasó.
Mientras el ruido de la vajilla continúa su acostum-
brada melodía, y las voces susurrantes de los comensales se mezclan con el televisor, yo me quito el delantal y lo dejo bajo el mostrador. Sin mirar a nadie me alejo a paso normal hacia la puerta y abandono el local hasta encontrar mi vida. Ahora vivo en otro pueblo, y frecuentemente escucho comentarios de la gente, que afirma que aún me encuentro detrás de esa barra, con mi mujer, atendiendo a los parroquianos, y tal vez sea cierto…pero ya nunca podré averiguarlo, porque para ello, debería volver.
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Architeuthis Dux y Las Ninfas
“Architeuthis Dux”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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Norman
bucea en los confines de su mente ar-
mado con su pluma como arpón y una botella de ron como linterna.
La bebida lo ha
mantenido iluminado desde que se abandonó a la soledad de escribir esa novela. Para embeberse del ambiente marino, está viviendo en una pequeña embarcación a motor que se encuentra amarrada cerca del golfo San Matías, en el Atlántico sur, desde que se enteró que el Museo Nacional de Ciencias del Japón y la Asociación de Observadores de Ballenas de Ogasawara obtuvieron imágenes de un calamar gigante en su hábitat natural por esas latitudes. Ocasionalmente matiza su solitario trabajo con la visita de alguna joven lugareña a su bote, con la escusa del buceo deportivo, una de sus actividades náuticas preferidas. Aunque por su temperamento, él no suele mezclar el placer con su trabajo, a menudo confía a estas mujeres algunos pormenores de su novela en curso, porque eso le permitiría establecer un pronto vínculo
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con ellas, que seguramente lo conducirán a satisfacer sus libidinosas expectativas, las que una vez consumadas quedarán asentadas al concluir ese capítulo de su vida. Luego de una semana de pasar en limpio sus ideas con varias copas en su sistema, hoy Norman comienza un nuevo ítem en su libro con la llegada de Juliana, una dulce joven ávida de emociones e inocente de desengaños. Norman la ayuda a subir al barco tomando su bolso y dándole la mano hasta que aborda completamente. -“Pensé que habrías zarpado, disculpa mi demora” -Dice Juliana -“No hay problema, estuve organizando el itinerario”-Le contesta Norman mientras desamarra y separa el casco del muelle –“Tal vez tengamos que alejarnos un poco más de lo previsto para lograr avistar algo”. -“¿No estarás pensando ir hasta Malvinas?”- dice ella visiblemente preocupada. -“No te asustes, no estoy buscando un calamar gigante, sería casi imposible hallarlo, me conformo con encontrar algo que me inspire en mi novela”-contesta Norman -“¿Algo como qué?”-“Con encontrar simple belleza submarina me conformaré” –le contesta mientras se dirige al camarote levantando levemente el bolso de Juliana, indicándole que pase a desempacar.
-“Ponte cómo-
da mientras me encargo se salir de la bahía”. Él toma el timón mientras Juliana baja al compartimiento a
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cambiarse de ropa hasta que vuelve a cubierta con una diminuta bikini, que le dispara muchas ideas a Norman, aunque no está pensando en su novela. Se zambullen un par de veces a tomar fotografías, como para justificar el viaje, y luego se preparan para la cena tomando una copa de vino en el camarote. Norman no se encuentra muy entusiasmado al ver la actitud esquiva de Juliana, que ya empieza a darse cuenta de las verdaderas intensiones de él, que insiste en que tomen más vino esperando algún cambio de disposición en ella, quien no muestra señales de tenerlo. -“¿Tú crees que vas a tener sexo seguro conmigo, como lo has tenido con Alicia, o con Carmen?”-dice Juliana con visible enojo. -“¿Las conoces?”-Pregunta muy intrigado Norman. -“Esto no es Buenos Aires, es San Antonio…Pueblo chico infierno grande, suelen decir”. -“¿Por qué aceptaste venir entonces…?” Le dice él mientras le sirve otra copa de vino, que ella toma muy segura de sí misma. -“Soy mendocina, y si crees que me vas a emborrachar con esto, debes saber que nosotras desayunamos con vino desde niñas, y por lo que sé, a vos sí que suele hacerte efecto”. Norman deja su copa y se levanta a buscar una botella de ron que guarda en una gaveta mientras dice: -“Entonces, vamos a equiparar las cosas… (Sirviendo ambas copas) Es cierto… a mí la bebida me afecta, aunque para bien, porque me inspira a hacer algo creativo, como amar”.
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-¿Amar? ¿Qué tiene de creativo eso? A menos que hables de crear bebes… (Mientras toma el contenido de su vaso y extiende la mano nuevamente. Norman le retira la copa y se sienta a su lado mientras dice:-“Ya es suficiente…” y se besan apasionadamente. Súbitamente, algo golpea el casco de la embarcación, provocando que se aparten uno del otro sobresaltados. Norman se levanta y sube a cubierta cuando puede ver una lancha amarrada a su barco en medio de la noche. Corre nuevamente al camarote a buscar un arma que oculta bajo un asiento, cuando entran detrás de él Alicia y Carmen, vestidas con trajes de baño: -“¡Deja eso, solo queremos rescatar a Juliana de tus tentáculos!”-Dice Carmen. Norman guarda nuevamente el revólver en su escondite y se sienta nuevamente junto a Juliana, toma la botella de ron y sirve otras dos copas que toma de una vitrina que se encuentra sobre la pequeña mesa, mientras dice:-“Bueno, parece que ahora sí vamos a tener una fiesta”. -“Sigue soñando”-Dice Alicia mientras toma a Juliana del brazo y la hace levantarse de la mesa, cuando Carmen, pone una mano sobre su hombro y le dice:-“Tranquila…Tal
vez él tenga razón… (Mientras le hace una seña con la mirada a Juliana) Una copa de ron no nos vendría mal, además es tarde para volver a la bahía y tenemos que esperar la marea alta para llegar a puerto”.
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Todos se sientan en torno a la mesa y beben hasta aturdirse. Norman espera que alguna de ellas empiece a echarle en cara el que las haya usado para satisfacer sus instintos, pretendiendo amarlas, pero ninguna lo acusa… Solo beben y lo miran con insistencia. Norman bebe, y extiende sus brazos por sobre los hombros de las jóvenes y por un instante se sintió en terreno peligroso, pero luego, las tres hermosas jóvenes empiezan a desvestirse y se abalanzan sobre él colmándolo de caricias y quitándole toda su ropa. El aroma a ron invade todo el barco y por su mente pasan decenas de imágenes que se grabarán por siempre en su memoria, una vez que las haya plasmado en su novela. En un exabrupto de placer y erotismo las tres beldades lo levantan en su inspirada levedad y lo llevan a cubierta donde la cálida noche se une a su fiesta y con una espléndida luna de testigo se zambullen en la inmensidad del océano, buceando en los confines de su mente, con una botella
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por linterna y tres hermosas ninfas como musas. La mañana lo sorprende recostado sobre su máquina de escribir, con el último capítulo de su novela terminado. Se despereza y se apresta a salir a cubierta a disfrutar del nuevo día. Desde otro barco amarrado en la marina un vecino le grita: -“¡Hey, Norman! ¿Cuándo vas a salir a navegar en ese bote?” -“Cuando pueda comprarle un motor, mientras tanto…solo vivo aquí”.
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Sirena
“Mujer de Espaldas”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Al atardecer el mar se confabula con el cielo ocultándome el horizonte y tendiéndome una trampa. El canto de las gaviotas enardece el rojo amainar del sol que se oculta cómplice de su picardía. Llevo un tiempo navegando sin rumbo por no arribar a puerto y encontrarme con mi oscura realidad, aquella que me volvió un ermitaño en mi propia melancolía. La vida en tierra ya no me atrae desde que mi espíritu se enfadó conmigo y me abandonó a mi suerte, naufragando en las costas de mi empecinamiento, al buscar un alma gemela de inmortal belleza y voluptuosidad esquiva de mis pretensiones. Su encantamiento acaricia la celestial voz que desde la oscuridad de mi alma canta un ritual de muerte sobre mi tenue vida, que la escucha suspendida entre cielo y agua, volviéndose tan etérea como su melodía, para infiltrarse en la musa que la inspira y así pertenecerle como el aire al viento, viajando con ella por siempre, en el arrullo de su canto de sirena.
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Voraz
“Voracidad”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2008
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Emilia lleva un diario invertido de su vida, no porque se cuestione sino para afirmar la corrección de sus actos. Su naturaleza analítica le confiere la pausa necesaria para una existencia tranquila en lo que a la toma de decisiones se refiere. No obstante su fortaleza de espíritu, ella siente la necesidad de asegurarse en cada encrucijada, llevando un libro de las alternativas posibles a los juicios tomados y desarrollando sus eventuales consecuencias. Cada noche al acostarse, se deleita releyendo sus aventuras imaginarias al comprobar que Roberta, (su personaje) sufre tormentosas vicisitudes que la hacen visiblemente infeliz, lo que realza la calidad de su propia vida, por contraposición. El relato cuenta sobre su incapacidad de mantener un trabajo estable, sus relaciones afectivas cerca de ella y su economía balanceada, en tanto que en su real existencia se conforta en una estancia agradable, trabajando desde su computadora y relacionándose con todo un mundo virtual, que la halaga y complace conforme su ideal de vida. Luego de la acostumbrada lectura, cierra su diario al mismo tiempo que sus párpados, y se queda dormida, cuando comienza su verdadera historia…la de sus sueños. Allí Emilia se transforma en Roberta y vive una vida liberada y hermosa, sin traspiés ni complicaciones pese a lo arriesgado de sus actos, tirando por la borda todas sus ataduras, desafiando al infortunio y amando por doquier, sin prejuicio del dolor emergente. Cada día ella escribe el diario de
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la vida de Roberta que la Emilia de sus sueños borra de inmediato devorando el recuerdo de lo sucedido en las tierras de Morfeo y en las mañanas, sus ojos abren a la de todos los días, calma y prudente en su mundo ordenado de melancolía. Estos tres personajes creados por su propio ser, su consciencia y su inconsciente mantienen en equilibrio sus emociones que remoja cada día en el lago de sus recuerdos confundiéndolos en uno solo e indivisible. No importa cuán calmo parece estar, el universo reniega de ese estado y tarde o temprano algún elemento provoca el desequilibrio que mantiene al cosmos en constante movimiento. Definitivamente, el mundo de Emilia se ha detenido y una pausa en su último sueño le indica que algo importante cambiará su vida para siempre. Un simple llamado a su puerta desata la tormenta y ella está a punto de abrirle paso sencillamente contestando. El timbre la despertó abruptamente en la noche y aún algo confundida se coloca el salto de cama y se abalanza por las escaleras hacia el conmutador para ver en la pantalla quien llama. Un joven esbelto espera en el porche de entrada dándole la espalda a la cámara y esperando ser atendido. Emilia se inquieta un poco, ya que nadie antes ha venido a su casa, que es como un templo a su soledad y que ella atesora como la esencia de su tranquila vida. Al fin su curiosidad pudo más, y pregunta por el altavoz: -“¿A quién busca?”
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El joven, quien se ha alejado un poco del portero visor para observar el hermoso paisaje del lago, se voltea y acerca rápidamente hacia él contestando:-“¿Tu eres Roberta?” Emilia, que todavía se encuentra un poco aturdida por su último sueño, y visiblemente atraída por su visitante no tomó en cuenta por quién éste había preguntado y dice con voz un poco insegura:-“s…si, ¿quién me busca?...” El joven contesta con un marcado acento extranjero: -“Soy Mark, nos conocimos hace un tiempo por Internet. Viajo desde Austria hasta Puerto Deseado por cuestiones de trabajo, y decidí venir a visitarte…espero no importunarte”. Este incidente provoca una revolución en la cabeza de Emilia, que estalla en una erupción de preguntas sin aparente respuesta según su lógica analítica, provocando una interrupción en la comunicación con el visitante que se prolonga mucho más de lo debido. -¿Cómo supo de Roberta… y quién le dio su dirección? E impulsando sus graves temores, -¿qué tan peligroso puede ser permitirle el acceso a un desconocido?, -¿Qué tan seguro es este sitio, en el medio de la noche y la nada? Pero además estimulando sus más íntimas dudas… ¿Cómo será ser Roberta por una noche, fuera de su diario, y fuera de sus sueños…? Emilia quita el dedo del botón del altavoz en el portero eléctrico, se acomoda el salto de cama, alisa su pelo y con una expresión voraz, desbloquea el pestillo de la puerta.
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Las Amazonas “Donde
quiera que los griegos ubicasen a las amazonas…siempre era
allende los confines del mundo civilizado” (Peter Walcot).
“Las Amazonas”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2009
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¿Cómo fue que sucedió, que nos sentimos atrapados por su influjo, aún con la certeza de tener el universo en nuestras manos? Nos abarrotamos de tecnología, en un desesperado intento de canalizar nuestros desvelos; La sociedad nos otorga la mayoría de los puestos jerárquicos, asegurándonos la potestad de todas las decisiones que nos confieran la supremacía de la especie. Nuestras familias se estructuran verticalmente, sustentándose en los más nobles principios, corporizándose en la educación de nuestros hijos y encumbrándonos a la cabeza, en un solemne acto de madurez social. Nuestra palabra es cuasi sagrada en ese ámbito y jamás una voz de mujer se interpuso en la cadena de consignas dirigidas hacia nuestros vástagos. Esta armonía se consolidó con la supremacía económica, que nos confiere el tener la atribución de los ingresos familiares, así como la decisión del destino de los fondos. Todo parece encuadrar según las convenciones de antaño, pero al ver la expresión de plácido acatamiento en esas hermosas criaturas, se me figura que algo sucede más allá de nuestra estructurada circunspección. Mientras trato de balancear mis cuentas bancarias en la computadora, escucho la voz de mi esposa Ainia conversando por teléfono con Helena, una de sus más íntimas amigas, conversación a la que no presté mucha atención, confiado en que no sería nada interesante para mí; “cosa de mujeres”-pensé.
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Poco después, ella me saluda desde la puerta con el celular en una mano, y la tarjeta de crédito en la otra, que levanta y agita brevemente mientras me dice:-“Bay cariño, hoy almuerzo con las chicas en el mall”, mientras hace un ademán de arrojarme un beso con la misma mano, aunque no sé si solo estaba besando la tarjeta. Al cerrar la puerta, mis ojos vuelven a la pantalla, cuando no sé si mi subconsciente me juega una broma y los números del banco empiezan a caer como fichas de dominó hasta convertirse en rojo fuego, lo que me provoca un sobresalto, dejando caer mi taza de café sobre el teclado, motivando un desastre mayor, y apagando abruptamente el monitor. Con semejante mal humor, decido recostarme en un sillón de la biblioteca a leer algún libro, el que elijo al azar entre los anaqueles. “Mitología griega”; me parece un excelente somnífero para tranquilizar mis ánimos -pensé. Efectivamente me dejo caer en el sofá, y el pesado volumen hace que mis párpados empiecen a temblar mientras abro su rígida tapa. Una antigua pintura con una hermosa mujer semidesnuda empuñando un sable y una lanza, acompañada por un feroz tigre obligan a mis ojos a permanecer abiertos
hasta
que
leo:
“Las
Amazonas
Andrócto-
nas” (asesinas de varones). Mi avidez por esa lectura pudo más que mi sueño y comencé a devorar las páginas, abstraído como un niño en un videojuego. No fue el mito lo que me inquietó, sino comprobar que los nombres de los personajes como Helena, Mirina, Asteria e Hipólita coincidían con los nombres de las mejores amigas de mi esposa,
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hasta que también la encontré a ella en la frase:”Ainia, enemiga de Aquiles y una de las doce amazonas que acompañaron a Pentesilea a la guerra de Troya”. Puras coincidencias, supuse al principio, pero mi curiosidad me pudo y empecé a buscar entre las anotaciones de ella, su agenda, sus libros y ya no cupo duda; Todas las citas que tuvo en los últimos tiempos han sido con amigas cuyos nombres podía encontrar en este libro; Antíope, Cleta, Ares y ahora recuerdo…Pentesilea fue un nombre que me produjo mucha gracia cuando la conocí y mi mujer se rió de mí, tildándome de anticuado por no saber de la moda de nombres primitivos. Luego pensé que si todas ellas habían elegido su nombre conforme a una moda, tal vez se habían puesto de acuerdo en seleccionarlos de entre las conocidas amazonas. Este último pensamiento me tranquilizó un poco, así que decidí volver a la computadora a continuar con mi balance, si es que encendía luego del cortocircuito.
Al principio encendió con
dificultad puesto que se había apagado forzadamente pero luego de un par de chispazos abre directamente en un sitio de la red algo extraño, donde se puede ver un video de una especie de templo moderno, sumergido bajo el agua con varias mujeres desnudas en poses artísticas, como en viejas pinturas, con sus cuerpos tallados en roca, agua, fuego, pero realizando ligeros pero sensuales movimientos, lo que denota que son reales. El nombre del sitio es “Antianiras.org”. Busco en el diccionario y descubro que ese nombre fue usado en la Ilíada para las amazonas, y significa: “las que luchan como hombres”. Preocupado, empiezo a navegar por el escenario virtual y descubro
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que algunas de las mujeres en él se parecen a las amigas de mi esposa hasta que reconozco la escultural figura de ella misma dándole la espalda a la cámara. Una sensación de abatimiento se apodera de mí, y permanezco atónito con los ojos puestos en la pantalla, intentando comprender que está sucediendo en esa infernal escena, pero nada sucede. Todas esas hermosas mujeres solo permanecen recostadas en diversas posiciones contemplándose mutuamente y dejando que yo y quién sabe cuántos más las vean, sumergidas en el acuoso templo, invocando un rito que las promulga por su belleza las reinas de la creación. Su gracia está implícita en todos sus movimientos y el suave sonido de sus voces, aún sin pronunciar una sola palabra comprensible para nosotros, nos transporta a un clima de inestabilidad, como si flotáramos sobre un precipicio y solo estuviéramos a salvo mientras su encantamiento permanezca cerca de nuestras vidas. Entonces lo comprendí, y me dispuse a acatar sus órdenes como un manso cordero, sabiendo que mi existencia depende de su sola presencia. Apago el computador, y empiezo mi vida de nuevo. Unas horas después, se abre la puerta, y Ainia aparece cargada de bolsas del centro comercial, mira el espacio vacío en los estantes de la biblioteca y me dice:”Veo que estuviste leyendo…” -“Si, pero además estuve preparando la cena…una para los dos a la luz de las velas”.
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Identidad
“Camaleón”, Oleo sobre tela de Luis Makianich, 2009
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Alicia estuvo sumergida en la pantalla de su computadora desde hace varias horas. Siente que sus ojos le arden pero aún así no quiere desconectarse del absorbente aparato. Acaricia las teclas con suavidad como buscando la tranquilidad que no puede tener desde que sucedió aquello. Su cara se ilumina con luces de diferentes colores en la oscuridad del ambiente y su cuerpo ligeramente vestido se transforma mimetizándose conforme la pantalla arroja sus distintas opciones. Ella teme volver a su realidad fuera del aparato, la que no quiere enfrentar por miedo a descubrir su verdadero yo. Desde que su cuerpo cambió, piensa que otra joven se encuentra en su interior, pero por el contrario, sabe que dentro de su cuerpo diferente es la misma persona. Por esa misma razón ahora se encuentra buscando contenidos en el mundo virtual, que la ayudarán a comprender por qué siendo ella misma se ve como una mujer totalmente diferente.
Busca al principio en el mun-
do animal, primero en los reptiles, hasta entender la razón de su cambio de piel, pero ese no es su caso, puesto que todo su cuerpo es otro, luego se aboca a estudiar al gusano de seda y su metamorfosis, pero tampoco puede verificar en esto lo que le sucedió a su persona. Luego vuelve a la iguana, y piensa que podría haber algún punto de contacto con su situación al ver como su aspecto se confunde con el entorno inmediato para pasar desapercibida. De niña solía entrar en grupos de chicas con alguna afinidad a las que se acoplaba adaptándose a su mundo, sin importarle el tener o no algo en común con ellas.
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“Es el
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síndrome de los huérfanos”, piensa cuando evalúa esta posibilidad. Es el terror a estar siempre sola lo que motiva esa falta de carácter que indefectiblemente ocasiona que tarde o temprano se desvinculara de esas amigas. La realidad es que a sus veintitrés está sola en su habitación frente a un artefacto que la conecta con su familia virtual. De pronto, su monitor se vuelve negro y logra ver su rostro reflejado en él, lo que le produce pánico y se voltea a mirar hacia otro lado. Se aleja caminando hacia la cocina evitando cualquier espejo que le devuelva su realidad y le robe su cordura. Toma un vaso de la alacena y abre la heladera de la que saca una jarra con jugo verde espeso y con un pulso ligeramente débil se sirve un poco, a la vez que se sienta en el piso de espaldas a la puerta del refrigerador tras dejar el recipiente sobre la mesada. Ya sentada sostiene el vaso con ambas manos apoyándolas sobre sus rodillas y mirándolo fijamente, como buscando fuerzas para beberlo. Su cara aún está pálida por el susto, pero alza el vaso con la exótica bebida y lo lleva a la boca sin evitar mirar a través de su cabello la pantalla de la computadora, que ahora vuelve a presentar una imagen reconocida de los tantos sitios web que suele frecuentar. Alicia toma coraje y apoyando una de sus manos en el piso se levanta y vuelve a tomar su puesto frente al navegador. Reinicia su viaje recorriendo los lugares cotidianos como para recobrar el valor y trata de evitar cuestionarse, al menos por el momento, qué es lo que le ha pasado pocos días atrás.
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Decide visitar uno de los foros de intercambio a los que acostumbraba asistir, solo con el objeto de encontrarse con algún amigo imaginario y así sentirse acompañada. Alicia nunca antes se había atrevido a iniciar una relación real con sus amigos de la web, pero esta vez algo la hizo cambiar de opinión. Ella se siente poco confortable con su nuevo cuerpo, pero piensa que necesita proyectarlo hacia otras personas que no la hayan conocido en su otro estado. Además, ella no suele salir muy a menudo, y desde que se mudó al barrio de Palermo Viejo, solo se saluda con alguno que otro vecino ocasional. Al fin la oportunidad llama a su puerta y Matías, quién ya hacía unos días estaba tratando de convencerla de que se conocieran personalmente, tiene su boleto ganador. A ella le llama la atención que el prefiriera no poner su foto en internet y no insistiese en conocer la suya alegando que las fotografías nunca expresan la realidad, pero lejos de preocuparse por eso, ella se siente estimulada a tener una cita con él, aunque esta sería en un conocido bar de Palermo, donde ninguno de los dos pudiera sentirse presionado. Es la mañana del viernes y Alicia decide no destinarle tiempo a su trabajo de traductora optando por dedicarse exclusivamente a su arreglo personal en vistas a su cita con Matías de esa tarde. Algo ha pasado en su interior, y aparentemente ya no siente fobia a los espejos y los enfrenta con decisión probándose ropa y zapatos como si el cuerpo que ahora lleva la hubiera acompañado toda su vida.
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La luz del sol inunda la habitación y los colores de su interminable guardarropa pasan por su esbelta anatomía, cambiándola en innumerables variantes de belleza.
Su
abundante cabellera rojiza de lo que ayer fue castaña, se posa con gracia sobre sus hombros desnudos al tiempo que su profunda mirada enmarcada por exuberantes pestañas agrede de muerte al pobre e indefenso espejo que esta noche se llamará Matías. La metamorfosis se ha completado, pero esta vez es diferente ya que proviene desde su interior. El gusano de seda cambió su capullo por la radiante mariposa que aletea con gracia las coloridas alas de su vestido rojo realzando su esbeltez en sus pies elevados sobre sus tacos altos. Algo ha despertado su curiosidad. ¿Qué sentiría al salir a la calle con su nuevo cuerpo? Esa calle en la que ha evitado varear su belleza por temor a ser descubierta y que alguna vez sintió indiferente. La noche cubre el cielo y la imagen de la nueva Alicia es proyectada hacia el interior de la habitación en todas las ventanas a la vez, como si muchas Alicias fueran su público y la admiraran desde la persona que fuera alguna vez en el pasado. Ella se pasea por una pasarela imaginaria que ha constituido a través de las ventanas hasta terminar en el espejo, donde repasa sus labios y sale por fin atravesando la puerta hacia la batalla final. La luz de mercurio parece dibujar su silueta a través de la espesa arboleda de las veredas de Palermo, como enmascarando su belleza para protegerla de las miradas indis-
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cretas. En la esquina, Alicia ve llegar el ómnibus que la llevará hasta su encuentro con Matías. Sube lentamente por la escalerilla y camina hacia el fondo emulando el desfile de modas que todos los pasajeros disfrutan perplejos, cuyas miradas parecen cinceles dando el toque final a la escultura que ahora ella corporiza en forma altiva, orgullosa criatura de su propia femineidad. La puerta se abre y su demoníaca figura irrumpe en la burbujeante noche del bar. Alicia lanza los cuchillos de sus ojos hacia uno, dos…tres jóvenes solitarios con rosas rojas en sus mesas y en ese momento, sus tacos se clavan en el suelo petrificando su anatomía de un solo escalofrío. Uno de ellos, se levanta abruptamente y se acerca a ella recorriéndola con la mirada hasta que dice:- “¿Vos debés ser Elvira, no es así?” Los ojos de ella lo miran directo a la cara, pero su cuerpo aun sigue estremecido y sus labios no pueden esbozar ni una sonrisa…hasta que de pronto pronuncia un tímido “no”. El joven baja la rosa que aun tiene en su mano y se va murmurando: - “Maldición”. Para entonces el joven número dos, se encuentra acompañado por una mujer y el tercero ha desaparecido de la escena, por lo que Alicia decide caminar hacia una de las mesas vacías que hay al lado de una ventana y se sienta recorriendo con su mirada cada recoveco del salón, espe-
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rando encontrar a quien pudiera parecerse a su cita, aunque no se imagina como debe ser su fisonomía. Como un acto reflejo echa un vistazo a su reloj de pulsera e inmediatamente lo cubre con su mano derecha, como para contener la ansiedad de volver a mirarlo aunque luego se da cuenta que no prestó atención a la hora y al intentar consultarlo de nuevo, se encuentra con su mano obstruyendo la visual, quitando la vista inmediatamente.
Siente que
todo el mundo está pendiente de su actitud, por lo que decide no volver a intentarlo. Disimuladamente busca por el salón algún reloj o indicio que le permita saber cuán tarde es para seguir esperando. La tenue luz del bar sumada a los helechos colgantes desde macetones ubicados entre las mesas le impide ver con claridad. La luz de la luna llena que se filtra desde la calle a través de las ventanas es batida por las aspas de los ventiladores de techo, produciendo una danza en claroscuro que atomiza el ambiente complicando aún más su búsqueda. Por fin, detrás de la barra puede ver el ansiado reloj que convierte su ansiedad en preocupación. - “Las nueve y cuarto, significa que ya no vendrá” -pensó mordiéndose el labio inferiorAlicia no puede disimular su decepción cuando de pronto puede ver al joven numero tres a través de la ventana visiblemente angustiado apoyado contra un farol de alumbrado en la vereda, apretando la rosa con una mano. Ella conmovida pronuncia un escueto: -“¿Matías…?” El se incorpora rápidamente, y sin ocultar su alegría contes-
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ta:” -¡Si! ¿Alicia?” (Mientras trata infructuosamente de arreglar la rosa que destruyo con su mano) Luego resignado le ofrece el tallo sobreviviente y ambos comienzan a reír como si quisieran justificar lo ridículo de la situación. Matías desliza su cuerpo con destreza por el antepecho de la ventana para entrar al bar, y se sienta frente a Alicia. -“¡Hola de nuevo!” dice Matías. -“¡Hola!” Contesta ella mientras se acomoda el vestido que aun no siente que responde a las curvas de su cuerpo. Luego permanecen callados unos instantes mientras se observan mutuamente. Ella con una actitud presumida en tanto que él, la observa modestamente, sin poder disimular sentirse atraído por ella. Alicia rompe el hielo con un: -“No parecías tan Tímido por Internet”. -“No lo soy, pero en realidad no te imaginaba así, y estaba reorganizando mi frente de ataque” -¿y cómo me imaginabas?” -“Parecías mas retraída de lo que te ves ahora, es decir… parece que tu físico no corresponde con cómo te comportabas en la web” Alicia se queda un poco pensativa, como evaluando si corresponde contarle su incidente en la primera cita hasta que por fin sugiere:-“Tal vez no estés tan equivocado, y yo no sea quien parezco ser”.
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Matías la recorre con la mirada como si intentara descubrir algo en ella que no corresponda con lo poco que sabe de ella, lo que motiva que Alicia se sonroje.
El nota esto, y
busca algo que decir para cambiar de tema y lo primero que le viene a la mente es: -“¿Qué pensarías si te confieso que yo no soy Matías?”. -“¿Qué decís?” (Dice ella asombrada) Entonces él se da cuenta que está entrando en un área peligrosa a la que se había prometido no entrar al menos en la primera cita, pero cada palabra que dice lo interna más en ella. -“En realidad, lo fui hasta hace un año…” –Hace una pausa simulando que busca terminar la frase, pero en realidad lo que intenta es evitarlo, no obstante concluye:- “Luego de un accidente me convertí en otra persona”. Alicia se inquieta un poco y en su cabeza revolotea una bandada de preguntas que se hace a sí misma. -¿Matías estará hablando en sentido figurado o realmente se convirtió en otra persona? -¿Sabrá acerca de lo que me ha sucedido a mi? Y si así fuera… ¿Cómo lo supo? -¿Habrá leído alguno de los comentarios que hice por chat en forma anónima y descubrió mi identidad? El nota que Alicia luce asustada por su comentario y trata de suavizarlo con una broma:-“Bueno, no te pongas así, que aun estoy vivo…”
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-“Contame del accidente”, le dice ella intentando que no abandone el tema. -“En realidad, no sé que me sucedió. Solo recuerdo haber despertado en una cama de hospital totalmente entubado y con la cara vendada y una enfermera acomodándome la almohada.” -“¿Y no recordás nada de tu anterior vida?” -Dice Alicia inquietándose. -“De hecho solo olvidé todo lo referente al accidente, que nadie supo decirme como fue, pero lo intrigante es que recuerdo todo lo anterior, solo que…” El se detiene abruptamente como si se percatara que no debería seguir hablando de ese tema. -“¿Qué?” ¡Continúa por favor! (Alicia no logra disimular su interés en este tema en particular). -“¿Sabes qué?... Tengo entendido que esta noche hay una competencia náutica en el lago de los bosques de Palermo… ¿Qué tal si caminamos un poco y vamos a verla?”… (Dice mirándola directo a los ojos para luego simular que busca a alguien girando la cabeza)…-“Además desde que estamos aquí nadie vino a atendernos”, concluye. La expresión de ella pasa de ansiedad, por el relato interrumpido, a preocupación por la invitación de alguien que aun no conoce demasiado a caminar de noche por el
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parque a solas. –“ehm…no sé, tal vez se esté haciendo tarde” dice titubeando. -“¡Tenés razón!” dice Matías, “me parece que voy muy rápido, tal vez deberíamos dejar la caminata para otro momento” Ella siente alivio, pero por otro lado, quiere saber qué es lo que estaba diciendo él antes de interrumpir su relato, pues sospecha que le había sucedido lo mismo que a ella misma, por lo que dice:- “En realidad me gustaría ir a tomar un helado”. -“OK, acá cerca hay un buen lugar, sobre la avenida”, le responde complaciente y se levanta caballeroso a tomarla de la mano y ayudarla con su silla, para luego llevarla hacia la puerta del bar, desde donde mira al resto de la gente con un gesto triunfador hasta que por fin ambos abandonan el lugar. Ya en la calle, mientras caminan ella intenta retomar la conversación anterior con la esperanza que él continúe con el relato interrumpido. -“No terminaste de Contarme lo de tu accidente” Matías desacelera el paso como buscando en su interior fuerzas para decírselo y por fin lo hace. -“Te decía que me paso algo muy raro después de ese accidente, puesto que si bien no recordaba como ocurrió,
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mis recuerdos anteriores no correspondían con mi realidad” -“No te entiendo” dice Alicia algo excitada. -“Yo me encontraba en la cama del hospital, con 20 kilos más de lo que siempre pesé, y lo peor lo viví cuando me quitaron las vendas, y descubro que mi cara no se parecía en nada a lo que había sido siempre”. En este momento, ambos se detienen y se miran fijamente. El estaba expectante de la reacción que tendría ella ante semejante declaración y ella aliviada al saber que no era la única persona que había vivido esa experiencia, aunque prefirió no confesarlo, solo para asegurarse que había entendido bien. -” ¿No me decís nada...No te parece extraño?” pregunta desilusionado. -“Es que me resulta familiar, quiero decir que una vez supe de un caso similar” Matías la mira con desconfianza y luego decide poner las cosas en su verdadera magnitud. -“¿Si?... ¿Y también estuvo casi un año tratando de recuperar la identidad que se le había robado, junto con su trabajo, su departamento y hasta su vida entera?”. -“No te comprendo”- dice ella sin mirarlo directamente a
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la cara. El comprende su esquiva mirada y tomándola por ambos brazos le dice exaltado:-“¡Vos sabés algo y me lo estás ocultando!” En este momento Alicia se sienta en un banco ubicado en el borde de la vereda y suelta su respiración, como invitándolo a que se siente a escuchar su historia. El hace lo propio mientras la sirena de una ambulancia que pasa por la avenida hace de preámbulo al relato de Alicia. -“Ese suceso similar al que hice alusión, me ocurrió a mi”. – Dice entre nerviosa y aliviada, para luego continuar:-“Un día, me levanto en la mañana y descubro que mi cuerpo no es mi cuerpo, y mi cara ya no es la misma de todos los días” -“¿Así, sin más?... ¿Sin un previo accidente?” –dice Matías intrigado. -“Exactamente…Simplemente sucedió”. -“¿Y cuál fue tu reacción, y la de tu familia?” -“Jamás tuve una familia, y mis amigos siempre fueron ocasionales, porque yo viajaba mucho ya que trabajaba de azafata en Aerolíneas. Hace poco más de un mes, cuando sucedió, tuve un ataque de depresión, y me encerré en mi habitación. Me llamaron del trabajo y no se me ocurrió nada mejor que renunciar porque me dio pánico.”
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-“¿De qué vivís ahora?” –Le pregunta Matías. -“Tengo algo ahorrado, y además conservo un segundo trabajo como traductora para una editorial, que por años he realizado desde una computadora en casa o donde sea que esté”. -”O sea que nadie te ha visto desde que te ocurrió esto”. -“Exacto, pero y vos… ¿Cómo pudiste continuar con tu vida sin que alguien lo notara? -“Lo mío fue terrible. En el hospital, un psiquiatra trato de hacerme entender que padecía de una desviación esquizoide, provocada seguramente por el accidente, que por algún motivo nadie me supo decir cuál fue, y que mi mente había fabricado una vida anterior figurada para llenar los espacios vacios de mi memoria, como una salida emocional que atempere un poco la presión sufrida antes del shock”. -“Suena razonable, viniendo de un especialista”. (Dice Alicia un poco para consolarlo y otro tanto porque quería creer que tal vez haya alguna razón semejante para ella misma). -“Al principio llegó a convencerme, pero al salir del hospital decidí hacer mi propia investigación. Fue entonces que acudí a mi anterior trabajo, y consciente de que nadie me reconocería, pretendí ser un cliente del supermercado en
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el que recordaba haber sido encargado. Lo primero que me llamó la atención, fue comprobar que recordaba la exacta ubicación de todos los productos en sus respectivas dársenas, los nombres de los empleados, e incluso, me escabullí y entré en el área reservada para el personal a verificar si recordaba que había allí, y así fue.” -“Seguramente un profesional le encontraría alguna explicación a eso”, dijo Alicia deseando no equivocarse. -“Yo también pensé en eso, pero cuando estaba en el sector depósitos, sucedió algo que me produjo escalofríos. Justo cuando estaba retirándome del área restringida, aparezco yo y me pregunto enérgicamente: - Señor, ¿Usted tiene autorización para estar aquí?... El impacto fue tan fuerte que me quede paralizado y no supe que contestar, así que solo dije: -Perdón, me confundí al entrar- y me aleje rápidamente como si hubiese visto un fantasma”. -“¿Tuviste la oportunidad de consultarlo con el psiquiatra del hospital?” – Dice ella un tanto decepcionada. -“En realidad no quise hacerlo, porque estuve un tiempo confundido y siempre pensé que lo que pasa dentro de mi cabeza es algo intimo entre yo y yo y francamente nunca creí que alguien de afuera, por más profesional que parezca debiera inmiscuirse.
Pero eso me sirvió para ponerme
en forma, porque a partir de ese momento comencé una dieta para bajar los kilos que recibí sin solicitarlos y empecé a tratar de recuperar mi cuerpo como yo lo recordaba, al
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menos para poder luchar de igual a igual con ese intruso, y ahora que lo logré, es mi intención recuperar mi trabajo, aunque tenga que competir conmigo mismo.” La conversación se prolonga por varias horas, hasta que Matías acompaña a Alicia a su casa. Ya en la puerta, ella evita toda posibilidad de acercamiento y se despide con un beso seco en la mejilla. Matías se aleja pensativo caminando con las manos en sus bolsillos en tanto que Alicia se queda apoyada de espaldas detrás de la puerta por un momento, con una expresión de satisfacción. –“Ha sido una noche reveladora”-piensa Alicia.
Aho-
ra puede hacer lo que Matías hizo y tratar de retomar su antigua vida volviendo a su viejo trabajo y tal vez enfrentar a su antiguo yo o bien puede acudir a algún analista que dé respuesta a sus más íntimas preguntas. Por fin se incorpora, se quita el calzado y camina hasta la cómoda, donde se sienta y empieza a sacarse el maquillaje, mirando fijamente al espejo que la admira. Lentamente se desprende los breteles hasta caer el vestido dejando su busto al descubierto. Sacude su abundante cabellera y sonríe al espejo victoriosa.
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El Acecho No fue hasta que la joven Marcia enviudó que la vereda del parque zoológico le parece intimidante. Es desde entonces que evita caminar por ella durante las tardes. Eder, su perro lazarillo no parece inmutarse cuando por alguna razón su ama le indica que debe acompañarla atravesándola, pero debido a su instinto animal, él se mimetiza con su temor y ensancha su lomo brindándole una sensación de seguridad. Su ceguera la acompaña desde que era una niña, pero nunca necesitó un
“Cabeza de Tigre”, Pintura Digital de Luis Makianich, 1993
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perro porque siempre lo tuvo a Emilio, su fiel amigo que se convirtió en su esposo. El fue sus ojos en la dulce niebla de su juventud y la luz de esperanza durante su madurez. Su voz guiaba su camino cuando se apagó su risa y de pronto todo fue confusión. La bruma turbó su mundo por primera vez cuando su compañero la dejó. Eder sabe que nunca llenará el hueco que habita en su alma y simplemente calla. Ella aún no toma una decisión acerca de su relación con su perro guía, pero en su interior lo considera un intruso, la personificación de su propia impotencia. Ve en él más que una ayuda, una carencia, y lo manifiesta en la acidez del tono de su voz al ordenarle, no como a un fiel amigo sino a un súbdito. Esta tarde la caminata por el jardín zoológico se prolongó más de lo debido. Los paseos vuelven a Marcia la niña que alguna vez fue y los recuerdos inundan su mente simulando las imágenes que vivió, aunque acrecentadas por su frondosa imaginación y agigantada aún más por los relatos que Emilio alguna vez dibujara para ella. Además hoy es un día tan especial como aterrador. El día que su esposo murió en ese trágico accidente bajo las fauces de un tigre, en este mismo lugar. El porqué aquí y ahora no es fortuito y ella lo sabe. Su necesidad de saber es más poderosa que su temor, y la noche no la asusta, porque ella siempre fue noche. Los sonidos del bosque gritan la luz para Marcia y ahora es ella quien guía a Eder. Lo suelta y se interna entre los espesos árboles. Su perro la sigue con cauta fiereza hasta que un horrendo rugido inunda de luz el monte. El fiel compañero remoja la cabeza entre sus manos agazapando su tembloroso cuerpo pero no retrocede al ver a la audaz mujer caminando altiva hacia la terrible criatura. La fiera la rodea lentamente como estudiando sus movimientos cuando Marcia lleva sus manos a su pecho y comienza a desabotonar su blusa, luego su pollera hasta quedar completamente desnuda. Imagina su propio cuerpo visible a la luz de la luna filtrada entre los sonidos del bosque, desde donde la dulce voz de Emilio la invita a amarse una vez más, sobre un lecho de sangre y carne comulgándose mutuamente en un rito de amor eterno.
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La Danza Orgánica
“La Danza Orgánica”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Hay un momento en la noche en que la luz se atenúa y los sonidos se apagan; la ciudad parece adormecerse en su propia incertidumbre de saberse viva en un mundo estático, en el que el latido de su corazón se detuvo para tomar conciencia del rumor que incita a ya no despertar jamás. Jimena se acompaña a si misma por el taconear pausado sobre el adoquín humedecido con el sudor del barrio y el ondular de su pollerita de tablas abanicando la bocanada de humo que asciende desde una alcantarilla. Su mente ejecuta incoherentes frases musicales que se estrellan contra su cabeza convirtiéndose en rítmicos golpeteos que juegan a esquivar el andar de sus propios pasos, hasta que se mimetiza con los latidos en su pecho; y en el mismo instante en que se acerca al portal de la Bailanta, la alocada música desde el interior la invita a unírsele. Su entusiasmo parece exceder su frágil contextura acelerando el pulso y coloreando su rostro, cuando la metálica puerta se abre y de repente estalla un barullo ensordecedor que amalgama las risas con el ritmo dominante de ese lugar. Al correr la pesada cortina de tela, un imperio de luces y sonido se abre ante sus ojos, reflejando en sus retinas la efervescencia impetuosa de sus deseos. Un grupo de amigos aclama su llegada brindando por alegría en copas de cristal, mientras sus ojos buscan desesperadamente a aquel que fuera el tantas veces soñado príncipe, cuyo encantamiento ha impedido se percatara de su existencia; y Jonás se encuentra allí, recostado sobre una barandilla saboreando el acoso del que es victimado por tres de sus mejores amigas, las que aho-
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ra pasan a ser sus peores adversarias cuando les esgrime tajantes miradas que les son devueltas con la gracia de una reverencia y comienza la contienda por el preciado pretendiente, a punta de espada con sus pasos de baile, floreándose ante él con sensuales meneos y caídas de ojos. El joven rehúsa mostrarse interesado en el mágico altercado y se zambulle a la pista como parte del juego, en el que se siente la presa de la brutal cacería y las mujeres lo cubren con movimientos de brazos que pincelan su estampa tan ingenua como cautivante. Tras varias horas de agotador coqueteo, Jimena decide abandonar la pelea, al ver que su adonis no muestra señales de tomar partido y se acerca a la barra a ofrecer sus respetos a las contendientes, quienes parecen no haber agotado su parque de municiones; abre su pequeño bolso y toma una polvera con la que retoca sus pómulos como acariciando su magullado ánimo mientras toma asiento y pide una bebida. Se queda pensativa mientras recorre con la mirada los cuerpos ondulantes de sus amigas en torno al joven; es entonces cuando pretende entender el suceso que acontece frente a sus ojos, cuando todos ellos parecen entretejerse en una estructura ondulante, que actúa en simpatía con la música que los envuelve y los mantiene en movimiento como un organismo único, que absorbe todo lo que se le acerca y lo incorpora a su masa asimilándolo; y por un instante, el vino en su copa la invita a olvidar su pena y a participar de ese hermoso sentimiento conjunto, que aflora del aura de luz y sonido que los envuelve sin dejar ningún resquicio, en el que pueda caber la aterradora soledad.
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Retazos de Vida
“Retazos”, Pintura Digital de Luis Makianich, 2010
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Su mano navega entre las olas de lana contenidas por el viejo canasto de mimbre de sus memorias. Toma una hebra de color azul e hilvana un pensamiento que la remonta a su temprana adolescencia, sentada a la mesa con su hermana Margarita, jugueteando juntas con el mantel de encajes y ocultando sus pícaros secretos de la mirada de papá, que las observaba sigiloso tras las páginas del diario matutino. Ata la punta a una cinta dorada; esa con la que atormentaba a Julián, su antiguo pretendiente, jugando a hacerle bucles mientras ignoraba sus ingenuos avances, los que alguna vez rozaron su atrevida imaginación mundana. No puede con su genio, y entrelaza el cordel rojo que hizo sucumbir a tantos otros candidatos a su sonrisa esquiva, allá por los tiempos de su rosada fragancia y su apetitosa estampa, la que dejase atónitos a más de un entusiasta. Por fin, un largo ovillo ámbar se une al tejido y por un largo rato disfruta su trama, saboreando cada caricia de su suave lana como cada beso de la madeja en su falda, como cuando su esposo apoyaba la cabeza en su regazo, descansando en su vientre del arduo esfuerzo diario, hasta que un lazo negro acaba con el sueño y lo amarra a su pecho junto a un hilo esmeralda que le diera la esperanza de terminar la tela de su amarga existencia… Pero una luz atraviesa las cortinas y le indica el camino de su evanescencia y desteje el lienzo de sus recuerdos acomodándolo en el canasto de su desesperanza, que le permitiera seguir soñando en cada melancolía, con algunos andrajos de su vida pasada.
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Desolación Su Pensamiento se había detenido cuando ella lo dejó.
Al cerrar la
puerta el reconfiguró el área de su nueva vida, circunscribiéndose a las dimensiones de esa habitación. Su mente reproducía continuamente los momentos que estuvieron juntos hasta el punto en que se estrellaban contra la superficie de la puerta, y por más que lo intentara, su imaginación no podía ir más allá. Todo un mundo se le había vedado y le dolía pensar en que le deparaba a ella detrás de la cerradura que él mismo se había fabricado para protegerla de su propia hostilidad. Alguna vez escudriñó alguna explicación en el reloj de pared pero no tuvo respuesta así como tampoco funciona ahora el intento de comprender el almanaque que pareciera burlarse de su ignorancia. “Es que el tiempo se detuvo para mí”, reflexionó… y la angustia acumulada no le permitía establecer aquellos momentos en el calendario. Empezó a extrañar la bebida blanca, aquella que le ponía significado a su vida. Se sintió atrapado en un corral que le impedía ir tras ella, creyó por fin que su amor por ella llegaría a enloquecerlo y no sabía por qué. Toda su vida pasaba por sus ojos continuamente, y se preguntaba qué fue lo que falló. Tal vez, la comunicación y se cuestionaba a sí mismo el no haberse propuesto comprender su lenguaje corporal. De pronto, comprendió que romper en llanto era la única solución a tanto tiempo de angustia y desolación. En medio del lloriqueo, se escuchan pasos detrás de la puerta cada vez mas apresurados…la puerta se abre enérgicamente y allí está ella…parada en el umbral, atrapándolo en pleno lamento desconsolado… Luego un silencio dramático se prolonga mucho más de lo que él hubiera deseado, y por fin ella exclama… ¿Pero mi amor, qué son esas lágrimas?... ¡Si solo tardé unos minutos en prepararte el biberón!
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“Autorretrato� Pintura Digital del autor, 2010
Luis Roberto Makianich
makianich@hotmail.com http://makianich.blogspot.com http://cuentosnuncacontados.blogspot.com http://eayst.blogspot.com http://luismakianich.blogspot.com www.wix.com/architrave/home
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Acerca del Autor
Luis Makianich es arquitecto, argentino, graduado en la UNBA (FAU) en 1978. Publicó su primer libro de relatos cortos “Figuras de Sol”, en 1972. Fue investigador del patrimonio urbano, en ICOMOS (International Council for the Preservation of Historical Monuments and Sites), 1976; Docente en la Cátedra de Historia de la Arquitectura arq. J. Gazaneo, 1978 y Diseño Arquitectónico en las Cátedras Arq. H. Angeluchi, 1980 y Arq. J. Goldemberg, 1987-2001. Obtuvo diversos premios en arquitectura, literatura y artes plásticas. Exhibición del proyecto para el Nuevo Museo Nacional de Bellas Artes, en el Palacio Errázuriz, y publicación en el anuario de La Academia Nacional de Bellas Artes, 1978; Alianza Francesa, Fundación Fortabat, 1986, 1987 y 1989 y Centro Cultural San Martín, 1986. Premios literarios 2009: 1er Premio por “Desolación” en LetrasKiltras; 1er premio narrativa, por “En el umbral”, en Parnassus; 1ra Mención en Arte y Narrativa agosto-septiembre por “Infierno" en Parnassus; 3er Premio en relatos de amor virtual, por “Virtualidad”, en La Barca de Las Palabras y la Imagen; 1er. Premio narrativa Certamen Felices Fiestas por “La Navidad Oculta” y 2do. Premio Brevedades en Prosa, por “Ocurrí” en Parnassus. Premio 1er semestre 2010 de Narrativa Erótica en Parnassus por “Non Terminato”.
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