reconciliación COLOMBIA Eje Cafetero y Santanderes Dos regiones distintas en su geografía, pero muy similares en su férrea voluntad de superar el conflicto.
Campesinos
foto: carloS pineda
de Barichara (Santander), departamento que ha tenido una significativa reducci贸n en la violencia.
foto: cortesĂa coltabaco / juliĂĄn lineros
En SantandEr,
la industria del tabaco, muchas veces afectada por el conflicto, se niega a desaparecer
foto: juan manuel baRReRo
el 55,1 por ciento de la
poblaciรณn de la etnia emberรก estรก ubicada en Risaralda.
Coordinadora General Ximena Botero Coordinadora Asistente Natalia Riveros
Web Máster Luis Carlos Gómez
Editora Bibiana Mercado
Periodistas José Vicente Guzmán, Marco Bonilla, Jairo Esteban Montaño, Cristina Esguerra y Helena Durán
Director Encuentros Regionales y Nacional Daniel Téllez
Comunicador júnior Cristian Dallos
Asistente Administrativa y Financiera María del Pilar Indaburo DESARROLLO EDITORIAL Director Editorial Mauricio Bayona
Jefe de Redacción Mauricio Sáenz
Director Creativo Hernán Sansone
Asesores editoriales José Ángel Báez y José Fernando Hoyos Diseño y diagramación Mónica Loaiza Reina y Carlos Matiz
Editora General Janeth Acevedo Neira
Coordinador Editorial Juan David Franco
Producción Fotográfica Patricia Ordóñez y Erick Morales
Periodistas Laura Campos Encinales, Laura Latiff Pérez y Juan Miguel Álvarez
Colaboradores César Molinares, Cristian Herrera, Enrique Naveda, Vladdo y Germán Moreno Infografía Gabriel Peña
Producción Yina Aranda
Corrección de Estilo Hernán Miranda Torres
Fotografía León Darío Peláez, Federico Ríos, Juan Carlos Sierra, Pablo Monsalve, Erick Morales, Carlos Pineda, Édison Sánchez, Daniel Reina, Juan Manuel Barrero y César David Martínez. Director Archivo Fotográfico Javier Cruz
Foto portada: Federico Ríos
Impresión Printer Colombiana S.A.
PUBLICACIONES SEMANA S.A. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa de Publicaciones Semana S.A. Reconciliacion Colombia
www.reconciliacioncolombia.com
4 de mayo de 2014.
@ReconciliaCol
foto: edisón sánchez
ÍNDICE
08 EDITORIAL INTRODUCCIÓN 1 0 Historias de coraje 1 2 Retorno al café 1 4 Un duro camino 1 6 Para no olvidar 1 8 Buen comienzo 2 0 Guatemala y sus fallas 22 HISTORIAS CONFIANZA 2 4 Los funerales del río Cauca 2 8 La voluntad del cambio 3 1 La buena educación FORO 3 2 Los cambios de fondo 3 6 Todos hablan CONFIANZA 3 8 Recordar para contarlo GOBIERNOS 4 2 A unir esfuerzos
RECOLECTOR
de café en caldas.
EMPODERAMIENTO 4 4 Los últimos soberanos 4 7 La verdad es incompleta
OPORTUNIDADES
4 8 Un nuevo pueblo
6 0 Trabajo para todos
5 0 Otros ojos para Génova C U LT U R A PERDÓN
6 2 El poder del hip hop
5 4 La mujer sin miedo 5 6 No hay tiempo de llorar
MEMORIA
5 7 ‘Odiar es como secuestrar’
6 4 Remembranzas por la paz
N U E VA S G E N E R A C I O N E S
C A R I C AT U R A
5 8 Los nuevos mediadores
6 6 El último cartucho
foto: carlos pineda
reconciliAción
editorial
NombrEs y apEllidos dE la rECoNCiliaCióN
E el acceso
a la educación, la desigualdad y la falta de oportunidades, entre otros, son temas clave para abordar la reconciliación.
En Colombia cada vez más se habla de reconciliación y de
posconflicto, quizá porque se vislumbran tiempos mejores. Si se tratara de describir lo que sucede hoy, habría que decir que si bien el país vive el conflicto en muchos sectores, incluso en los más alejados y olvidados, los pobladores están construyendo y reconstruyendo su vida en comunidad de diversas formas. Y lo están haciendo muy solos, cuando lo ideal sería que las entidades estatales y las organizaciones sociales estuvieran más activas. En ocho meses de trabajo investigativo, la iniciativa Reconciliación Colombia ha podido documentar decenas de estas experiencias y en esta edición presenta algunas de las que encontró en el Eje Cafetero y los Santanderes. Son historias que retratan procesos de dolor, pero a la vez decisiones de una asombrosa valentía de personas que crean a diario la forma de encarar un futuro mejor. Esta iniciativa de la sociedad civil de más de 40 aliados entre sector privado, organizaciones sociales, agencias de cooperación internacional y medios de comunicación, invita por este medio a enterarse de estas realidades en las páginas que siguen y a decidirse a brindar algún aporte para hacer posible que estos proyectos trasciendan. La reconciliación, como lo dice el título de este editorial, tiene nombres y apellidos. En esta revista, por ejemplo, aparecen Jeny Castañeda, Porfirio Vélez y Rafael Lizcano. En las tres anteriores aparecieron, solo por mencionar algunos ejemplos destacables, Débora Barros, Paulina Mahecha, Yolanda Perea, Luz Mila Sánchez, Deibi Ortiz, Feliciano Valencia, Rodrigo Trujillo y Mauricio Armitage Cadavid. Pero la reconciliación también adquiere mayor sentido si se la ata a temas como la desigualdad, la falta de oportunidades, el acceso restringido a una educación de calidad, temas que en Colombia usualmente se esquivan a la hora de abordar las claves de una sociedad reconciliada. Estos temas estructurales han salido a relucir en los cuatro encuentros regionales propiciados por Reconciliación Colombia en Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga. Y, precisamente, porque han sido recurrentes habrá que tomarlos muy en serio. Si todos trabajamos, como se requiere, en transformar profundamente el país, la reconciliación será un sueño posible.
reconciliAción
introducción
historiAs de corAje
foto: PABLo MoNSALVE
Algunas regiones con pasos discretos pasaron la página del conflicto y hoy necesitan que el país apoye y replique sus procesos.
L
Los
reporteros dedicados a cubrir el conflicto armado no están acostumbrados a ver a los líderes de la guerra con el rostro compungido por el arrepentimiento. Pero eso es precisamente lo que está sucediendo a propósito de las
audiencias públicas de Justicia y Paz. Esas personas, endurecidas por años de ejercer la violencia, no han podido resistir el testimonio de las víctimas y en muchas ocasiones apenas han evitado llorar al ver la dimensión humana de
las tragedias que ellos mismos han causado. Ese es el caso de Ramón Isaza, jefe de las desmovilizadas Autodefensas del Magdalena Medio, una figura histórica del paramilitarismo. En noviembre de 2013, junto con sus subalternos más
cercanos, recluidos en la cárcel La Picota de Bogotá, recibió la visita de Jeny Castañeda. Ella es hija de Damary Mejía, una lideresa de Puerto Triunfo, Antioquia, asesinada en 2001 por paramilitares que irrumpieron violentamente en las carpas en las que ella y sus vecinos resistían su lanzamiento de la hacienda Nápoles, de Pablo Escobar, en momentos en que buscaban
consolidar la posesión de un pedazo de tierra. En una pequeña capilla del penal, la joven les habló a la cara. Les dijo que a pesar del odio y la rabia que sintió por años, después de superar una larga enfermedad y de
reflexionar profundamente decidió seguir los consejos del sacerdote de Las Mercedes, donde vive. Y que por lo tanto no solo los había perdonado, sino que decidió ir personalmente hasta allí para que ellos se enteraran de su decisión. El video de este encuentro muestra a Isaza y a sus lugartenientes con una expresión de desconcierto tras el relato de esta joven que les llevó rosarios para sellar su perdón. En un acto similar, a cientos de kilómetros de distancia, una mujer desde los estrados judiciales escuchaba atenta a Iván Laverde Zapata, apodado el Iguano. El hombre reconocía haber asesinado atrozmente a su familia, y ella le dijo entre lágrimas: “Que lo perdone Dios”. Esta frase hoy es célebre porque se convirtió en el título del documental que honra la memoria de las víctimas en Norte de Santander. Las mismas que tras las violentas acciones que casi las borran de su territorio, se organizaron en la Asociación de Familias Unidas por el Conflicto Armado en Norte de Santander (Asfuncas) y acudieron ante Justicia y Paz para proteger sus derechos. El exjefe del Bloque Catatumbo fue sentenciado a ocho años de prisión, la máxima condena otorgada en este sistema de justicia transicional, por 25 masacres de civiles y cuatro asesinatos políticos en Cúcuta y sus alrededores, según relata el portal Verdad Abierta. El fallo, que obliga al Estado a reparar a las víctimas, no ha sido cumplido todavía integralmente. Los rostros de Isaza y Laverde no reflejan hoy la frialdad sanguinaria con la que esos mismos personajes dieron las órdenes más atroces contra habitantes de sus regiones. Los de Jeny y quienes,
como ella, han asumido el reto de recuperar el rumbo de su vida y el de sus comunidades, muestran coraje y valentía. Reconciliación Colombia, iniciativa de la sociedad civil integrada por más de 40 aliados entre empresarios, organizaciones sociales, agencias de cooperación internacional y medios de comunicación, se ha encontrado con estas experiencias en su recorrido de más de ocho meses por las regiones colombianas, para conocerlas, valorarlas y, sobre
gente. Y esto se hace con el papel decidido del Estado, de las instituciones y del sector privado, que deben sumarse a los esfuerzos que la Iglesia, la academia y organizaciones sociales y de cooperación internacional vienen haciendo de tiempo atrás en los territorios. En las regiones, las comunidades han buscado reponerse de los estigmas que les ha dejado la violencia y trabajan por volver a confiar no solo en las instituciones, sino en sus propios vecinos.
Instituciones fortalecidas y empresas comprometidas hacen parte de la receta para un país reconciliado todo, replicarlas. Tanto Jeny como Porfirio Vélez, este último de Asfucans, acudieron al encuentro regional que el 23 de abril reunió en Bucaramanga a portavoces de varios sectores del Eje Cafetero y de los Santanderes para hablar por primera vez entre sí. Ambos sorprendieron al auditorio con sus relatos.
La riqueza del territorio
La expresión ‘reconciliación’ adquiere su verdadero significado en la cotidianidad y particularidad de cada comunidad o región golpeada por la violencia. El proyecto Reconciliación Colombia ha documentado decenas de historias como las que se exponen en esta revista. Muchas acontecen en solitario y sin que la mayoría de los colombianos lo sepan. Esta es la cuarta edición y, al igual que en las anteriores, muestra que reconciliarse es posible, como han demostrado quienes resistieron el conflicto y decidieron pasar la página. La reconciliación es deseable, pero también es ur-
Para los actores y sectores, se trata de tener la capacidad de reconocer a los demás como semejantes, a pesar de las diferencias y de las heridas; de abrir los espacios para preservar la cultura y la particularidad de cada entorno y región; de reconocer a las víctimas del conflicto, dignificarlas, pedirles perdón, honrarlas con las verdad, realizar actos simbólicos y emblemáticos que les den valía; así como permitirles arrepentirse a los desmovilizados. Se trata de un acto de equilibrio entre reconocer el pasado, mejorar el presente y proyectar un futuro compartido. Todo esto, con instituciones fortalecidas y un sector privado comprometido, hace parte de la receta para un país reconciliado. La invitación es a apoyar estos procesos de reconciliación que se vienen gestando en las regiones. Y esto implica que todos los colombianos, y no solo las víctimas y victimarios, se comprometan con las profundas transformaciones sociales luego de 60 años de violencia.
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reconciliAción
ICNO tN rO F Id Au NC ZA CIóN
REtoRno AL CAfé
A
Los cultivadores del grano en el Eje Cafetero le apuestan a que con la educación recuperarán el terreno perdido en décadas de violencia.
César Molinares Dueñas*
A finales
de los noventa, miles de familias cafeteras de Caldas y Risaralda abandonaron sus tierras cuando arreció la violencia. Algunos se quedaron en las goteras de los pueblos vecinos esperando a que cesaran las balas. Otros se fueron lejos y olvidaron lo que tenían. Yamile, una joven de 18 años que nació en Encimadas, al norte de Caldas, recuerda cuando sus padres empacaron maletas y dejaron su finca. “Caminamos horas hasta llegar a una escuela del pueblo más cercano, allí nos dieron colchones y comida”. Esa sería la primera escala de un viaje que presentía sería largo. Diez años después Yamile y los suyos retornaron, pero solo cuando el frente 47 de las Farc fue diezmado, sus jefes se entregaron y otros fueron capturados. Pero encontraron, como tantas otras familias, un panorama desolador. Los terrenos en los que antes florecían cafetales, *Periodista.
maíz y caña, se habían convertido en montes olvidados, y los caminos de herradura ahora se desbaratan con la lluvia. Durante más de dos décadas, vastas zonas del Eje Cafetero (en especial de Caldas, Risaralda y Antioquia) fueron azotadas por la violencia paramilitar y guerrillera. Un estudio realizado por Ana María Ibáñez, de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y publicado en 2013, encontró que tras casi dos décadas de violencia, por lo menos 162.000 familias cafeteras abandonaron sus cultivos en 2008. ¿La razón? Los ataques y extorsiones a los ganaderos y caficultores redujeron la producción, destruyeron sus bienes y deterioraron las comunidades. Según Ibáñez, la violencia “acabó la infraestructura, disminuyó la provisión de bienes públicos, limitó la presencia de los intermediarios financieros y aumentó los costos de transacción, por lo tanto, la reducción de la renta agraria y el aumento de los costos”. En otras palabras, la guerra provocó que el 7 por ciento de los cafeteros del país abandonaran el sector, lo que ha desencadenado que la mano de obra en zonas cafetaleras también haya caído. Si a esto se suma que la violencia produjo desplazamientos, la
generación de relevo, el padre que enseña al hijo, se ha ido perdiendo. Un profesor del Eje Cafetero explica que la cultura de la violencia terminó calando en los jóvenes. “Hay padres de familia que le dicen a uno: ‘¿Profe para qué?’. Vea las muchachas de madre de familia y los muchachos esperan a que se fortalezcan para irse a echar plomo, porque esa expectativa quedó”. También ocurrió que muchos de los pequeños cafeteros prefirieron arriesgarse y cultivar coca. Así durante esas décadas perdidas de la violencia, estas tierras fueron condenadas a un atraso social y económico del
conflicto, pueden transformar las zonas cafeteras, pero si están acompañados de la inversión del Estado. “Hay más de 60.000 jóvenes en escuelas que van a ser la generación de relevo en el posconflicto”, dice y explica que al graduarlos de bachilleres le están quitando los jóvenes a la guerra. Esa es una de las apuestas de la Federación Nacional de Cafeteros que apoya el trabajo de escuelas que estuvieron en medio de la confrontación armada. De hecho, en Caldas está en marcha un modelo educativo de ‘escuela nueva’ que les permite a los niños campesinos tener acceso a la primaria y la
En la región hay más de 60.000 jóvenes en escuelas que van a ser la generación de relevo en el posconflicto que aún esos pequeños, medianos y grandes caficultores no se reponen. Hoy el Eje Cafetero enfrenta nuevos desafíos, el más grande es devolverles la confianza a miles de desplazados, muchos de ellos cafeteros, para que regresen. Alfonso Ángel, director del Comité de Caficultores de Caldas, está convencido de que esos jóvenes que han regresado y aquellos que sobrevivieron al
posprimaria, como se conoce a la oferta educativa que busca ampliar la cobertura con calidad en educación básica rural y que trabaja con competencias laborales. También implementan la Universidad del Campo para que los jóvenes se gradúen como bachilleres técnicos con universidades como la Caldas y la Católica. Se busca que los adolescentes no tengan que irse de
foto: juan carlos sierra
el 85 por ciento
de las fincas cafeteras pertenecen a pequeños cultivadores que tienen en promedio cinco hectáreas o menos.
sus veredas a buscar oportunidades universitarias. En este sentido, varias instituciones educativas ofrecen carreras técnicas y tecnológicas en estas poblaciones con la esperanza de que estas nuevas generaciones encuentren su proyecto de vida en el campo y en el café. “Pueden graduarse en la Escuela del Café, una asignatura dentro del currículo. Allí certifican sus competencias laborales para aplicar las técnicas y la tecnología que los convertirán en la generación de relevo”, explica Ángel, con 30 años en el gremio cafetero. Pero la voluntad de los cultivadores de rehacer sus vidas alrededor del grano no es suficiente. La recuperación de las zonas cafeteras afectadas por la violencia también requiere que se consolide la institucionalidad. Ómar Acevedo, del Comité de Cafeteros de Risaralda, reclama un papel más activo: “la inversión en seguridad no fue acompañada por la social, es aún poco lo que hace el Estado en la zona. Falta mucho en seguridad alimentaria y en el mejoramiento de las vías terciarias”. Acevedo considera que con una adecuada inversión social, la pequeña caficultura será esencial para la etapa de transición hacia la paz. “El 85 por ciento de las fincas cafeteras está en manos de pequeños cultivadores que tienen en promedio cinco hectáreas o menos. Hay algunos que tienen una o dos y de eso viven, y además, en su tiempo libre, ofrecen su mano de obra a otros”. Alfonso Ángel del Comité de Caldas cree que las personas, no los subsidios, hacen la transformación. “La pobreza se combate con educación, esos jóvenes van a transformar las zonas cafeteras, pero debe ir acompañada por la inversión del Estado”.
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reconciliAción
introducción
UN dUro CamiNo Cuando en 2004 se desmovilizaron 1.425 paramilitares, se pensó que el conflicto en Norte de Santander había llegado a su fin. Pero no fue así. Cristian Herrera nariño*
H
“ Hoy
estamos peor que hace 15 años”. Esta frase se volvió común en el diario vivir de los habitantes de Cúcuta y el resto de Norte de Santander. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que los esfuerzos del Estado para alcanzar la paz no son suficientes? ¿Que la gente se sentía mejor en 1999 cuando el conflicto armado se agudizó con la llegada de los paramilitares? Pues ni estas inquietudes ni otras que surgen a medida que el tiempo avanza son ciertas. Esto es una clara muestra de lo que ha dejado la lucha armada que se vive en esta zona de frontera y que ha sufrido una mutación con los años. Hasta 1999, cuando se inició la fuerte arremeti-
*redactor judicial de los periódicos ‘Q›hubo’-‘La opinión’.
da paramilitar en Norte de Santander, la guerrilla tenía montado su imperio. En ese entonces, era común llegar a un barrio periférico y ver varios hombres armados vestidos con uniformes verdes, pero ninguno de ellos perteneciente a la Policía o el Ejército. “Nadie podía preguntar quiénes eran o qué hacían ahí. La ley del silencio reinaba y todos debían callar, pues era muy difícil que una patrulla de la Policía llegara hasta aquellos sitios apartados donde la pobreza era la reina de todos los males”, sostiene Don Pedro, un hombre que ha tenido que soportar el conflicto armado. Esa situación comenzó a cambiar en ese año. Cuando surgió el rumor de que un grupo ilegal fuertemente armado estaba entrando al departamento, unos habitantes se asustaron y otros no, pues pensaron que solo era un chisme que las autoridades habían puesto a rodar para atemorizar a quienes aseguraban pertenecer al ELN, las Farc, EPL o el M-19. Pero a finales de mayo y principios
de junio la sangre de miles de víctimas de la confrontación armada, que hoy aún no termina, comenzó a manchar las calles. Una reunión entre comerciantes, ganaderos, arroceros y políticos con un grupo de desconocidos llegados desde Córdoba, que decían venir de parte de Carlos Castaño, jefe de las AUC, dio inicio a esta historia de terror que, según organizaciones defensoras de derechos humanos, dejó cerca de 5.000 muertos. Representantes de la comunidad cucuteña y de los paramilitares se encontraron en un establecimiento, hoy en ruinas, ubicado sobre la Autopista Internacional que comunica a Cúcuta con San Antonio del Táchira (Ve-
en norte
de Santander la reconciliación es una tarea aún pendiente por la presencia de los grupos armados ilegales.
ron esperar. En varios rincones de la geografía nortesantandereana comenzaron a conocerse las muertes selectivas y en masa, como las ocurridas en La Gabarra y Pachelly, dos poblaciones de
No es fácil calcular el número de víctimas, pues aunque muchas buscan ayuda, otras huyen a Venezuela nezuela) en el cruce al sector conocido como Boconó. Allí planearon el exterminio guerrillero en Cúcuta y todo Norte de Santander, que al final fue mucho más allá. Las masacres no se hicie-
Tibú; Cúcuta, Villa del Rosario, Los Patios, Salazar, El Tarra, Ocaña, Convención, Pamplona, en fin en diferentes localidades del departamento donde las AUC impusieron su poder.
Pie de foto
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foto: carlos pineda
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Este grupo ilegal, según cuentan los propios paramilitares que hoy están en Justicia y Paz, llegó por el sur del Cesar, entró a Norte de Santander por Ocaña, se dividió en su marcha hacia Convención y Cúcuta, para luego llegar a Tibú y tomarse el Catatumbo. Además, sus integrantes lograron infiltrar las instituciones del Estado. Según la Fiscalía, los miembros del Bloque Catatumbo cometieron 18 incursiones violentas entre 1999 y 2001. En cada uno de los casos, señalaron las autoridades, llegaban pequeños grupos de paramilitares y cometían asesinatos o desapariciones.
En 2004, cuando se comenzó a hablar de un proceso de desmovilización de las AUC, los nortesantandereanos pensaron que la calma por fin llegaría y en diciembre, cuando 1.425 miembros de este grupo ilegal entregaron sus armas, la ilusión se hizo más fuerte. Pero no fue así. A partir de esa desmovilización empezaron a surgir nuevos grupos armados ilegales que asumieron nombres y colores como Águilas Negras, Águilas Verdes o Águilas Doradas. Las Fuerzas Armadas iniciaron una nueva lucha contra estos grupos integrados por miembros de
las AUC que decidieron no desmovilizarse y montar sus disidencias. Luego de la lucha de estos grupos armados ilegales contra narcotraficantes nacieron las bandas criminales integradas por los Urabeños, los Rastrojos, la Autodefensa de Norte de Santander (ANS), el Bloque Fronteras y otros tantas organizaciones criminales que cambian tanto de nombre o bando que las autoridades los comparan con un camaleón. Todos estos grupos criminales hoy están en los mismos sitios que un día ocuparon los paramilitares, pero lo más temible es que tienen
pactos con la guerrilla para negociar el transporte de la droga y de contrabando en general, lo que les deja buenos dividendos económicos. No es fácil calcular el número de víctimas, pues a pesar de que muchas personas buscan ayuda otras simplemente huyen hacia Venezuela. Mientras el Estado no acabe estos grupos armados ilegales y con el narcotráfico en Norte de Santander el camino hacia la reconciliación será difícil. Por esta problemática, todos los días hay muertos, secuestros, robos y demás delitos que las autoridades intentan controlar sin éxito.
reconciliAci贸n
introducci贸n
PaRa no olvidaR
Actos terroristas
Homicidios
Desapariciones forzadas
Caldas
Risaralda
82.061
Amenazas
33.636 179
933
24
567 1.683
Secuestros
Hechos victimizantes
944
770
102.034 41 2.167
Desplazamientos
foto: carlos pineda
Heridos o fallecidos por minas antipersona
57
9.483
Torturas
Delitos contra la libertad y la integridad sexual
46.250
58
14.327
Vinculaciones de ni帽os y adolescentes
40 Hechos victimizantes
526
42
1.334 297
Es desolador el panorama de hechos victimizantes ocurridos en los Santanderes y el Eje Cafetero desde 1985 hasta hoy. Una mirada a algunos de estos crímenes basta para apreciar la huella que ha dejado el conflicto en ambas regiones.
Quindío
Norte de Santander
10.704
166.717 28
162
730
2.254
118
12 Hechos victimizantes
268
Hechos victimizantes
2.565
14.963
206.858
17
2.899
163 17
30.949 785
42
6
1.689
82
1.631
Santander 117.705 263
714
120 Hechos victimizantes
2.691
148.305
133
22.962 54 2.399 *Fuente: Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
1.264
reconciliAción
introducción
buEn ComiEnzo Los Santanderes y el Eje Cafetero no se quedan atrás en la reparación a las víctimas. Todos adelantan esfuerzos para que ellas tengan un mejor futuro.
PROCESOS DE REPARACIÓN COLECTIVA
Inv e
Hace referencia a las medidas de restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantía de no repetición, a que tienen derecho las comunidades que han sufrido transformaciones negativas en el contexto social, comunitario y comunal de su localidad a causa del conflicto armado. Se realiza en diferentes municipios de cada departamento:
norte de Santander Suratá
Barrancabermeja
Málaga Cabrera
Cimitarra Landázuri
Charalá
Teorama
El Tarra
Tibú
El Carmen Convención
Cúcuta
Ocaña
Simacota
El Peñón La Belleza Bolívar
La Esperanza
Sucre
Quindío
Risaralda
Samaná
illone 02 m 8 . 4 1 sión: Inver
Mistrató Pueblo Rico
LAS CATEGoRÍAS
INDEMNIZACIÓN ADMINISTRATIVA: Es una compensación económica que les entrega el Estado a las víctimas. Su monto es variable y depende, entre otros criterios, del hecho victimizante.
ASISTENCIA HUMANITARIA:
VÍCTIMAS INDEMNIZADAS:
Apoyo para garantizar la subsistencia mínima Apoyo económico a víctimas de de las víctimas. Incluye personas que hayan desplazamiento forzado. sufrido desplazamiento u otros hechos, PROCESOS DE RETORNO: como afectación de bienes materiales, Comunidades que están recibiendo apoyo o acompañamiento para regresar a sus tierras. secuestro o desaparición forzada.
1 víctim
Caldas
Villa del Rosario
Inversión: 843 millones de p
víctimas
Rionegro
250
Santander
peso s. lones de
víc 6.0 tim 4 as 0
s. so pe de
mi llon es de pe so s.
36
N TE .D E SA NT
S DA L A
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4
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C
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1
In v ers ión :6 3.0 22
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ers ión :2 5.2 61 mi llon es de pe so s.
LDA ARA S I R
Inversión: 9.661 millones de pesos.
p eso s. millo nes d e
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Inv ers ión :6 1m illo ne sd ep es os .
9s2 1ví2c.7 m ti a
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5
víctimas
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QUINDÍO
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2
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SA N T A ND ER
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Inversión: 80.958 millones de pesos.
sos ce rno Proereto d
esos. pesos.
es
9ví.273 ctimas
Inver sión: 63.0 22 m illo
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41 2.1 :1 ión ers Inv
as ív ctim
735 sión: Inver
8 9 1
38.9 vícti 42 mas
Fuentes: Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, datos de enero 2012 a diciembre de 2013
reconciliAción
introducción
GuAtemALA y sus fALLAs Aunque una comisión de la verdad determinó la responsabilidad estatal en ejecuciones extrajudiciales y desapariciones en 36 años de conflicto, la reparación aún no llega.
L
EnriquE navEda*
La
cúpula patronal de Guatemala en pleno le pidió en mayo de 2013 a la Corte de Constitucionalidad anular la sentencia del tribunal que dos días antes condenó a Efraín Ríos Montt, militar, exjefe de Estado, por genocidio y delitos de lesa humanidad cometidos a principios de los años ochenta y absolvió a su director de inteligencia. Contra su costumbre, lo pide públicamente: una demostración de fuerza inaudita incluso para una organización habituada a ellas. Y es efectiva: ocho días después, tres de los cinco magistrados de la Corte decidirán por mayoría revocar el fallo. Los otros votarán en contra y demostrarán que el nuevo veredicto se basa en un hecho que nunca aconteció. Tras el dictamen de la Corte, la alegría y el alivio cambian * E d i t o r g e n e r a l d e w w w. plazapublica.com.gt
de lado. Ahora bailan quienes, dada su colaboración, se sentían amenazados por la justicia. Los testigos, víctimas, indígenas ixiles en su mayoría, están sumidos en la desesperanza. El juicio queda suspendido hasta nuevo aviso. Y el sistema de justicia perpetúa su retrato de triturador de pobres. El 12 de mayo se cumplirá un año de esto y el proceso (un hito de la historia reciente y, como suelen ser los de este tipo, el ingrediente más controvertido del proceso de reconciliación nacional porque se interpreta como una forma de venganza) no tiene visos de reanudarse. Tampoco el debate que hizo aflorar. ¿Era bueno convertirse en el primer país que juzgara por genocidio, en corte local, a un jefe de Estado? ¿Era necesario? ¿Aliviaba a las víctimas? ¿Ponía en jaque la paz política? ¿El juicio abría las heridas y despedazaba la reconciliación en marcha? ¿O por el contrario, permitía la justicia y la reparación verdadera? Las respuestas no solo traslucían los intereses de quienes hablaban. También revelaban un sólido desacuerdo sobre la reconciliación, quién se tiene
que reconciliar con quién y de qué manera: ¿la guerrilla con el Ejército?, ¿la guerrilla con el Estado?, ¿los asesinos con sus víctimas?, ¿la sociedad consigo misma?, ¿tienen que perdonar las víctimas para que haya reconciliación?, a dos años
de celebrar dos décadas de la firma de los acuerdos de paz en Guatemala, es evidente que se pusieron plazos muy ambiciosos para la transformación del país.
¿tienen que aceptar las víctimas civiles los acuerdos entre los combatientes, su pacto de impunidad?, ¿tiene legitimidad un Estado represor para decidir en su nombre?¿ tienen derecho a reclamar investigaciones penales?
conflicto: el cierre de los espacios políticos, la estructura económica concentradora, el racismo y la subordinación indígena, la profundización de un Estado excluyente, represor y dictatorial. La Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) fue quizá la institución que produjo los resultados más demoledores para el discurso oficial y el statu quo en un menor tiempo: alrededor de 200.000 víctimas, entre muertos y desaparecidos; el 93 por ciento de las atrocidades atribuidas al Ejército, y el 3 por ciento a la guerrilla (el resto, ignorancia); las torturas, las ejecuciones arbitrarias, los desplazamientos, la cultura del terror, las fosas comunes, las cárceles
clandestinas y sobre todo, los actos de genocidio. La Ley de Reconciliación Nacional, promulgada en 1996, tres años antes del informe de la CEH, amnistiaba todos los delitos políticos y conexos cometidos por la guerrilla, o por el Estado para contrarrestar a la guerrilla, pero no exoneraba a los culpables de genocidio, desaparición forzada u otros delitos imprescriptibles. Así que aún en un periodo de incertidumbre, escribió la investigadora Anita Isaacs : “Temerosos de los resultados, el gobierno, las Fuerzas Armadas e incluso los representantes de la guerrilla que negociaban los términos de la paz, asumieron desde el comienzo una postura defensiva”. No permitieron en
foto: archivo semana
Lo cierto es que el juicio era el último eslabón en la cadena de procesos a que dio pie el fin de la guerra. Y probablemente el momento de mayor condensación emocional de la opinión pública. Pero no el único. A finales de 1996 el gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca firmaron el último de los Acuerdos de Paz, una docena de compromisos que en su parte operativa pactaban la desmovilización de los combatientes y el cese de 36 años de hostilidades; y en la sustantiva ordenaban investigar qué había sucedido durante esos siete lustros y desmantelar en menos de un año las que habían sido las causas del
el informe ninguna acusación directa, ni un nombre. Pero la esperanza de la reconciliación a partir del mecanismo de la verdad se debilitó al ver cómo reaccionaron los distintos implicados: las víctimas y oNG incorporaron procesos penales, el Ejército y el gobierno tildaron los hallazgos de parciales y teledirigidos, la patronal rechazó la idea de genocidio, y el presidente Álvaro Arzú desestimó las recomendaciones, que incluían, recuerda Isaacs, la exigencia de justicia y la urgencia de reformas institucionales y del resarcimiento. Que apenas llegan. El Programa Nacional de Resarcimiento no se creó hasta 2003. En una década ha logrado ejecutar el presupuesto prefijado solo una vez. Casi 20 años después de firmados, es evidente que si aquellos acuerdos de paz impusieron unos plazos ambiciosos para transformar el país, la realidad fue más realista; resultó cruelmente perezosa. Aunque se creó un buen número de instituciones nuevas para promover la paz y la concordia, se delimitó —con vaivén— la función del Ejército, y se sancionaron leyes contra el racismo, los avances en las condiciones de vida han sido lentos, desiguales y llenos de matices y trucos estadísticos, como registra el último informe de evaluación que publicó la Secretaría de la Paz, en 2009. El mismo otto Pérez, el general retirado que hoy gobierna Guatemala, lo reconoció en su discurso de toma de posesión, en 2011: “muchas de las causas que dieron origen al conflicto aún están presentes”. Dos años después, por otro lado, suscribiría la idea de que el juicio por genocidio era un peligro para la paz.
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foto: cĂŠsar david martĂnez
En El EjE CafEtEro los niños
aprenden muy pronto los secretos del cultivo del grano que mueve la economía de la región.
reconciliAción
CONFIANZA
Confianza Confi
A recuperar la fe Décadas de abandono o de debilidad institucional ocasionadas por el conflicto armado, y quizá también ambas como causa de relaciones arbitrarias y violentas, han resquebrajado la confianza de ciudadanía y comunidades en el Estado. Recuperar esta confianza, sin duda, es necesario para avanzar en el camino hacia la reconciliación. Confianza en dos vías. La primera, y más evidente, es que la ciudadanía vuelva a creer en la palabra y la acción del aparato estatal como órgano capaz de velar de forma imparcial por los derechos de todas las personas, tanto en las zonas urbanas como en las rurales. La segunda tiene que ver con recuperar el tejido social roto por la violencia que creó división y desconfianza, resentimientos y animadversión entre habitantes de las mismas comunidades o entre pueblos vecinos. El proyecto Reconciliación Colombia ha encontrado casos en los que los propios pobladores han dado el primer paso para reencontrarse en sus territorios, apoyados en los recuerdos de sus buenas relaciones de antaño.
LOs fUNEraLEs dEL ríO CaUCa
Por momentos el río lleva en su cauce la tragedia. En sus riberas hay personas solidarias con los cadáveres que flotan en sus aguas.
U
UNO.
La primera vez que María Isabel Espinosa leyó sus poemas ante un público distinto a su familia fue a finales de 2008. Los artistas plásticos pereiranos Gabriel Posada y Yorlady Ruiz habían ido hasta la vereda Guayabito, municipio de Cartago, norte del Valle, a realizar un taller de expresión libre con los campesinos y les habían pedido que contaran lo que les significaba el río Cauca. María Isabel, entonces, sacó los cuadernos en los que anotaba sus poemas y declamó: “Sí, río, yo los vi pasar/venían contigo en tu triste trasegar/también sé que se te aguaron los ojos/ cuando lo que eran gente/irremediablemente/se convirtieron en despojos/Tú los llevaste entre tus oscuras y silenciosas aguas/pero a pesar de todo/gritos de dolor por ellos dabas”.
fotos: fEDERICo RÍos
templado. Cuando llegó a orillas del río Cauca sintió agrado por la brisa de final de tarde y los soles abrasadores del mediodía. Hasta que, pocos días después de haberse mudado junto con su marido, comenzó a ver los cadáveres putrefactos de personas asesinadas río arriba. “Era una situación atroz, uno detrás de otro bajaban esos cuerpos en unas formas aterradoras –recuerda–. El primero que vi venía sin brazos y sin piernas. Pensé que era ocasional, pero al otro día vi otro. Y al otro,
no le da ni fastidio ni miedo ver esos cadáveres, le da es tristeza, mucha tristeza. Llora hasta el más fuerte”.
DOS.
A tres horas de Guayabito, río abajo, ya en el departamento de Risaralda, el río Cauca sufre una serie de accidentes hidrográficos que crean unos densos bancos de arena sobre la margen derecha, a orillas de un caserío de pescadores llamado Beltrán, en el municipio de Marsella. La sedimentación, más la desembocadura de una que-
“Era una situación atroz, uno detrás de otro bajaban esos cuerpos en unas formas aterradoras”
María Isabel
Espinosa es conocida como la poetisa del río Cauca. sus versos están marcados por lo que ve todos los días en su corriente.
¿en dónde?
Marsella, Risaralda.
“María Isabel, ¿eso es cierto?”, le preguntaron algunos visitantes, asombrados por la desolación de los poemas. “Sí, es real –respondió–. Es lo que ha pasado por el río”. La poetisa del río Cauca, como se le ha conocido desde entonces, llegó a Guayabito en 2003. Había vivido en el corregimiento de La Bella, en Pereira, donde dedicó su vida a cultivar flores y hortalizas en una finca de clima
otro. Y al otro, otro. Hubo días en que bajaban cuatro o cinco cadáveres destrozados”. María Isabel venía escribiendo una historia, también sobre la violencia, ocurrida en un corregimiento de Pereira llamado Combia. Pero la fuerza de los hechos que estaba atestiguando junto al Cauca la impelieron a dejar aquella historia para intentar algunos versos. “Era mi resistencia ante tanta atrocidad –explica–. Y fue mediante la poesía porque aunque quería dejar un mensaje directo no podía escribir descripciones tan explícitas que les produjeran rechazo a los lectores. Tenía que ensayar la sutileza de la lírica”. Su marido, Luis Eduardo Cano, de 55 años, agrega que la poesía de María Isabel ha procurado denunciar todas las bajezas que el hombre ha cometido contra el Cauca. “Tanta contaminación que le cae al río, tanta basura y tantos muertos –dice–. Ha habido momentos en que a uno ya
brada de aguas frías, ha dado lugar a un suave recodo en donde los objetos flotantes hacen remolinos para terminar asentados en aglomeraciones de basura. La gente ha convenido en llamar a este sitio el Remanso de Beltrán. Los habitantes del caserío, no más de 100 personas, han sido testigos de la misma violencia que ha visto María Isabel: la mayoría de los cadáveres que bajan por el río Cauca terminan enredados en el Remanso y expuestos a las personas. Para muchos familiares de las víctimas lanzadas al Cauca, Beltrán es el punto final de la búsqueda del cuerpo de su ser querido. Una de las esposas de un pescador llamada María Inés Mejía tuvo el primer contacto con estos cadáveres en 1988. Laborando en la corregiduría del Alto Cauca, jurisdicción a la que pertenece Beltrán, le tocaba hacer algunas diligencias de levantamiento. “Cuando llegaba un cuerpo, me avisaban –describe–. Yo me iba para
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CONFIANZA
En El cEmEntErio JEsús
María Estrada de Marsella, patrimonio de la Nación, reposan una parte de los cadáveres que se han detenido cerca de allí. Marsella, conseguía el carro y la bolsa y bajaba a Beltrán”. Doce años duró ejerciendo este trabajo por cuenta de las actividades como empleada pública. Elaboró su propio protocolo de conservación de los cuerpos mientras se los entregaba a la médica legista de Marsella; en ocasiones, fue la única que podía tomar fotos de los restos; aprendió a llenar las actas con los tecnicismos legales y hasta llegó a dominar el corte fino de los pulpejos para posibilitar la identificación de huellas dactilares. “Nadie nunca me recriminó estos procedimientos –dice–. Yo me esforzaba porque de lo que uno hiciera allá abajo en el Remanso dependía que la familia pudiera reconocer el cuerpo de su desaparecido”. Retirada del trabajo de oficina, María Isabel junto con su marido se establecieron en una cabaña situada a orillas del Cauca, medio kilómetro arriba del Remanso de Beltrán. Y cuando no estaba pescando o en los oficios domésticos, continuaba
con la tarea de cuidar los restos de los cadáveres que bajaban por el río, mientras llegaban las autoridades a practicar los levantamientos. “Yo los veía y decía ahí viene uno, y le echaba mano y lo ponía junto al rancho para que nadie me lo fuera a sacar de ahí –recuerda–. Lo tapaba bien para que los gallinazos no me lo picotearan, y le protegía las manos para que no me le
este camposanto dispone de varios lotes en forma de terraza para los cuerpos de personas no identificadas. La relación de este lugar y de las autoridades de Marsella con los muertos del río ha variado por épocas. Durante los años en que bajaron las más numerosas oleadas de víctimas –a finales de los ochenta y comienzos de los noventa–, gracias a los cui-
Los habitantes de Beltrán aprendieron a empujar los cadáveres para que continuaran por el río dañaran los pulpejos. Yo hacía esto porque me daba pesar de que esos cadáveres siguieran y se perdieran para siempre. Me ponía en el lugar de la familia”.
TRES. El cemente-
rio del municipio de Marsella llamado Jesús María Estrada ha sido el gran depositario de los cadáveres del río Cauca que han quedado detenidos en Beltrán. Declarado patrimonio histórico y arquitectónico de la Nación,
dados de María Inés Mejía, del sepulturero Narcés Palacio y de la médica legista del municipio Luz María Ortiz, los restos ocupaban bóvedas que eran marcadas con los datos mínimos para que pudieran ser encontrados luego. Pero a mediados de los noventa, con la declaratoria patrimonial del cementerio, la Junta de Ornato del municipio ordenó pintar el camposanto, con lo que borró de un plumazo esos datos.
Durante el resto de la década del noventa y la del dos mil, y en medio de varias oleadas de cadáveres por el río, los habitantes de Beltrán aprendieron a empujar los cadáveres para que continuaran su camino o para que se enredaran en la orilla del frente que hace parte del municipio de Belalcázar, Caldas. “Eso fue una instrucción de la misma Policía del municipio y de los gobiernos de turno –dice un marsellés que pidió reserva de su nombre–. Como esos cadáveres contaban como muertos de Marsella según el Dane, aumentaban las tasas de homicidios del municipio y del departamento. Y eso afectaba la gestión de los políticos y de la Policía”. A partir de 2010, cuando comenzó el trabajo del Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial (Equitas), en Marsella, se empezaron a implementar una serie de herramientas para proteger los cadáveres del Remanso de Beltrán y mejorar los datos que permitan una identificación futura. Hoy el cementerio Jesús María Estrada es el primero en recibir el Sello Narcés –nombre en reconocimiento al sepulturero Narcés Palacio–, marca de garantía en el proceso de custodia, inhumación y exhumación de cadáveres de personas no identificadas. Sin embargo, no son pocas las personas que le dijeron a la revista Reconciliación que aunque los cadáveres siguen bajando por el río y asentándose en Beltrán, no han sido muchos los que efectivamente han terminado depositados en el cementerio de Marsella. Y se preguntan si
la gente los seguirá empujando o pasando de orilla por órdenes de autoridades locales o por voluntad propia. Hoy, mientras María Inés Mejía vive lejos de Beltrán tras haber sido amenazada y desplazada del caserío, dice que lo más gratificante para ella de haber protegido los restos de las víctimas fue “cuando una familia reconocía a su pariente desaparecido. Les daba descanso. Y yo me sentía contenta. De muchas familias me hice amiga. Tiempo después de haber rescatado a sus familiares, me seguían llamando a preguntarme cómo estaba yo. Otras me escribían cartas agradeciéndome”. María Isabel Espinosa, por su parte, continúa viviendo junto al Cauca y le ha tomado un afecto particular: “Este río es un cine: en él todos los días uno ve diversas situaciones”. Sigue
doce años
duró María Inés Mejía haciendo los levantamientos en el río Cauca.
“Cuando una familia reconocía a su pariente desaparecido les daba descanso”, dice María Inés Mejía componiendo poemas bajo la sombra de los árboles de la orilla y ya tiene un libro al
que ha titulado Los funerales del río Cauca. Así como María Inés fue
hostigada para que dejara de recoger los cadáveres, a María Isabel la gente cercana y vecinos le han dicho “Déjalos ir, no son tuyos”. Pero ambas lograron sus mecanismos de resistencia y han permitido la reconstrucción de la memoria en esta región del país.
el río cauca
foTos: fEDERICo RÍos
entre Marsella y Trujillo.
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reconciliAción
CONFIANZA
LA voLUNtAD De CAMbio Desde hace un año un desmovilizado de las AUC que estudió Derecho asesora víctimas del conflicto en Norte de Santander para resarcir el daño que causó.
M
Miguel
Solano y Martha Mora se conocieron en un programa radial a comienzos de 2013. Él como desmovilizado de las autodefensas y ella como víctima del mismo grupo debían enviar mensajes de reconciliación a los oyentes y animar a los actores armados para dejar la guerra. Saludarla, confiesa Miguel, fue intimidante. Saber que ella, en todo su derecho, podía negarle el saludo, reaccionar violentamente o romper en llanto, lo asustaba. Martha, sin embargo, respondió bien, estrechó su mano y comenzó a hablarle. Horas después Miguel se enteró de que hacía unos meses ella había perdonado personalmente a alias el Iguano, el exjefe paramilitar responsable de la muerte de su esposo y entendió la serenidad con que asumió el encuentro. Durante el programa la conversación fluyó sin problemas. Ambos narraron sus experiencias y llamaron a la desmovilización. Al salir intercambiaron teléfonos y a la semana siguiente ya habían decidido trabajar juntos para sanar el dolor de las víctimas; Miguel desde su experiencia como victimario y Martha como doliente. El paso del tiempo y algunas diferencias de criterio enfriaron la idea de crear una fundación, pero de las tertulias
en las oficinas de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) en Cúcuta nació algo más particular. Por primera vez un reinsertado había decidido dedicar su vida a asesorar jurídicamente a víctimas del conflicto para resarcir el daño causado y todo gracias a Martha, una víctima del grupo armado al que él perteneció.
De policía a paramilitar
Miguel Solano nació en Chinácota (Norte de Santander) hace 46 años y desde niño soñó con ser policía. A los 24 años viajó a Villavicencio y entró a la Escuela de Carabineros. Se graduó y comenzó a
foto: fEDERICo RÍoS
Martha MOra fue la primera víctima del conflicto que Miguel Solano asesoró como abogado luego de haberse desmovilizado.
trabajar en la división contraguerrilla de Cúcuta. La muerte de uno de sus compañeros durante una toma guerrillera en Teorama, Norte de Santander, lo apabulló y el miedo a perder la vida en combate se sobrepuso a su ilusión de servir a la patria. Al año y medio, al comenzar 1996, pidió la baja y terminó su servicio en la ciudad. “La guerra no era lo mío”, cuenta Miguel. Los años siguientes fueron de incertidumbre y precariedad. Trabajó como profesor en el sur de Bolívar por un tiempo, renunció cuando decidieron trasladarlo a un pueblo dominado por el
ELN para evitar reencontrarse con el conflicto, y viajó en 1997 a Pereira en busca de nuevas oportunidades. Allí comenzó a estudiar Derecho, pero al poco tiempo encontró el camino de vuelta a la guerra. En 2002 la grave situación económica que atravesaba y el inesperado embarazo de su novia lo hicieron posponer el sueño de ser abogado. Mientras tanto las conversaciones con un viejo amigo de la Policía recién ingresado al paramilitarismo lo tentaron a tomar el camino equivocado. El Titi era comandante político del Bloque Sur Putumayo de las autodefensas y le contaba a Miguel por teléfo-
no los beneficios de ese oficio. “Me decía que el pago era cumplidito, que al año tenían de 15 a 20 días de vacaciones y que por cada decomiso de coca les daban de 2 a 3 millones de bonificación”. Miguel le pidió que lo ayudara a ingresar a las filas de
guerra. “En el avión me daban ganas de devolverme porque no sabía a qué me iba a enfrentar –cuenta Miguel–. Yo ya conocía la guerra, pero la conocía del otro lado, del de una institución oficial que defiende la vida no del de una que atenta contra ella”.
Las conversaciones con un viejo amigo recién ingresado al paramilitarismo lo tentaron a tomar el camino equivocado las autodefensas y en abril de ese mismo año viajó de Pereira a Puerto Asís (Putumayo) para regresar a aquello de lo que desde sus épocas de policía había querido escapar: la
Pasó los primeros días en el bloque como escolta de su amigo el Titi, que al poco tiempo consiguió que lo nombraran comandante político del municipio de La Hormiga,
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reconciliAción
confianza
en la hormiga,
foto: daNiel reiNa roMero
Putumayo, Miguel Solano se desempeñó como comandante político de un grupo paramilitar.
cargo que desempeñó hasta que se desmovilizó en 2006. La confrontación armada no hizo parte de la cotidianidad de Miguel, sus funciones regulares consistían en mediar entre la tropa y los civiles y resolver los problemas de la comunidad. Cuando habla de su paso por el paramilitarismo, Miguel recuerda que de vez en cuando la posición de comandante político le permitía tener ‘gestos de bondad’ con la comunidad para aminorar su sentimiento de culpa. Gestionaba la entrega de kits escolares para los niños y recogía alimentos en las tiendas del pueblo que después entregaba a los más necesitados. “Para mí era como una labor humanitaria”, afirma. Sin embargo, había días oscuros en los que debía trasladarse al monte para resolver conflictos en la tropa, dictar cursos e imponer castigos. “Las temporadas allá me obligaron a hacer parte del lado horrible de la guerra. Son cosas de las que no me quiero acordar. Causé daño, la embarré y lo sé”.
Nuevo comienzo
En 2006, luego de casi cuatro años en el paramilitarismo, surgió por primera vez la opción de desmovilizarse. Las conversaciones de Ralito entre el gobierno y los altos mandos llevaban tres años y a La Hormiga llegaban noticias de que
Así, en enero de 2007 se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad Libre de Cúcuta y pasó los siguientes cinco años entre la construcción, los talleres de la reintegración, las aulas de clases, los códigos y la paternidad. En noviembre de 2012
“Las temporadas en el monte me obligaron a hacer parte del lado horrible de la guerra. Causé daño, la embarré y lo sé” la paz se acordaría pronto, por lo que se acercaba el momento en que los bloques deberían congregarse en una cabecera municipal cercana, dejar las armas y comenzar el proceso de reinserción. Y así fue. En febrero de ese año Miguel se desmovilizó junto a 700 paramilitares más e inició su proceso de reintegración en Cúcuta. Al principio trabajó como obrero, pero los pormenores del oficio y la intención de garantizarle un mejor futuro a su familia lo motivaron a desempolvar el sueño que años atrás había pospuesto.
recibió su diploma de abogado y asumió casos de derecho laboral hasta la época en que conoció a Martha. Para ese momento Miguel intentaba reivindicarse con la sociedad trabajando como promotor del proceso de reintegración de otros desmovilizados en la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), pero sentía que debía resarcir el daño causado más directamente. “Sentí que era mi deber después de haberla embarrado tanto, después de haber hecho el mal por tanto tiempo”. Hablar con Martha le demostró que sí era posible
acercarse a las víctimas y hacer algo por ellas, y de sus conversaciones en la ACR surgió el derecho como la herramienta para materializar su arrepentimiento. Martha lo recomendó como abogado con varias víctimas a las que conocía y gracias a su publicidad el abanico de clientes se amplió. Ahora no solo asesora víctimas, sino exvictimarios (en los casos donde el reclutamiento ha sido forzoso) y familiares de estos. Hasta el momento lleva los casos de 14 reinsertados, unos cinco de familiares de reinsertados y nueve de víctimas directas de los actores armados. Planea abrir su oficina a mediados de mayo con el capital semilla que la ACR le entregó y dedica sus días a estudiar la Ley de Víctimas, redactar derechos de petición y presentar recursos legales. Los encuentros con Martha al menos una vez al mes son sagrados y la idea de la fundación todavía puede resultar. Ella, por su parte, está convencida de que las segundas oportunidades existen y afirma que la tarde del programa radial recordó el día en que perdonó al Iguano porque vio en Miguel “un ser humano que a pesar de haber errado tenía una voluntad sincera de cambiar.” ¿en dónde?
Cúcuta, Norte de Santander.
La bUeNa edUcacióN
L
los grupos ilegales consideraron sospechosos esos esfuerzos y en 2006 tuvo que abandonar la población. Su proyecto bandera fue sacar adelante a los niños desnutridos y abandonados por sus padres, que además educadora Ana Isabel sufrían el maltrato psicoPino está obstinada por la paz. lógico de algunos docentes Como rectora de la institución que les exigían rendir más educativa Guillermo Quinte- académicamente, “lo que gero Calderón en Convención neraba un mayor rechazo ha(Norte de Santander), desa- cia la educación”, cuenta Ana rrolló proyectos para mejorar Isabel. Entonces, comenzó la educación de los niños y a hacerles un seguimiento evitar que cayeran en las redes nutricional a los menores, de microtráfico. Sin embargo, asegurándoles cuatro comidas al día: desayuno, mediamañana, almuerzo y comida a quienes estudiaban por la noche. “Con esto pasaron de obtener un nivel inferior a uno superior en las pruebas AnA de Estado”, resalta. isabel pino Otra estrategia fue llevar a trabaja hoy en Bucaramanga. los docentes a conocer dónde vivían los estudiantes, los dispendiosos trabajos a los que algunos estaban obligados a hacer y las precarias condiciones en las que vivían. Esto repercutió inmediatamente en la manera como los profesores trataban a sus alumnos.
foto: juan carlos sierra
La
foto: león darío peláez
Una docente de Ocaña (Norte de Santander) ha encontrado métodos para luchar contra la delincuencia y el reclutamiento forzado de menores de edad.
Ana Isabel no es ajena a la violencia. Sus abuelos fueron desplazados de Pelaya (Cesar, a 54 kilómetros de Convención) y tres de sus ocho hermanos han sido secuestrados. Todo esto la impulsó, desde su experiencia como profesional en filosofía y letras especializada en pedagogía, a buscar nuevas estrategias para hacer y pensar la educación en un marco de paz. Así, se fue convirtiendo en una ‘piedra en el zapato’ para los grupos armados en Norte de Santander. Luego de las amenazas recibidas en Convención, Ana Isabel se radicó en Ocaña, donde en 2009 fue nombrada secretaria de Educación. En esa población desarrolló políticas de enseñanza preventivas encaminadas a proteger a los menores, como el proyecto del Bachillerato pazicultor, iniciativa que partía de una premisa sencilla: los estudiantes no te-
nían que ir al colegio sino que los docentes les daban clase en sus hogares para no exponerlos. Con esto lograron salvar la educación secundaria de cerca de 150 jóvenes del microtráfico, que les prometía dinero fácil y rápido. En 2011 Ana Isabel quiso regresar a Convención, pero las amenazas aparecieron con más fuerza y tuvo que volver a huir. La Comisión Nacional de Servicio Civil la trasladó a Bucaramanga, donde reside hoy. Ahora, como directora de la institución educativa Santa María Goretti, desarrolla un plan de trabajo y conforma su equipo para retomar su labor enfocada en que los niños y jóvenes en la capital santandereana no caigan en la ilegalidad. Su mantra sigue siendo el mismo: “Estoy convencida de que la educación es el mejor salvavidas para los jóvenes”.
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foro
Los Cambios dE fondo Un país con pobreza, desempleo y desigualdad nunca llegará a la reconciliación. Eso concluyó el cuarto encuentro regional de Reconciliación Colombia. El reto: generar oportunidades.
Al último foro
foto: Juan carlos siErra
regional asistieron 207 personas. En la mesa redonda debatieron 60 invitados de todos los sectores.
P
Por
cuarta vez en el año cerca de 60 representantes de diferentes sectores del país hablaron sobre reconciliación. Esta vez la cita tuvo lugar en Bucaramanga y el turno fue para las autoridades locales, empresarios
y representantes de organizaciones del Eje Cafetero, el Magdalena Medio y los Santanderes. Reconciliación Colombia, iniciativa de la sociedad civil, reunió a líderes e instituciones que trabajan por la paz en esas regiones. El resultado fue una mesa redonda en donde, por primera vez, campesinos del Catatumbo, víctimas de Santander, desmovilizados de Norte de Santander, representantes de Ecopetrol, la Federación Nacional de Cafeteros, profesores de la Universidad de Caldas, raperos de Cúcuta, caficultores y políticos, entre otros, se miraron frente a frente. Todos debatieron, durante ocho horas, fórmulas que permitan adelantar un proceso de reconciliación exitoso en Colombia e identificaron los retos que esto conlleva. Algunos aún son escépticos, como Aura María Díaz de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), que dijo que sin verdad y justicia no se puede hablar de reconciliación: “No tenemos ni siquiera los muertos para enterrar, ¿cómo nos vamos a reconciliar?”. Pero otros creen que sí es posible pasar la página y tienen historias de vida que lo demuestran. Martha Henao, por ejemplo, tiene una empresa de artesanías en la que trabajan juntos desplazados, víctimas, reinsertados y reclusos de La Dorada
(Caldas). También Miguel Solano, quien fue policía y por falta de oportunidades terminó en un grupo paramilitar, pero se desmovilizó, estudió Derecho y hoy ayuda a las víctimas del conflicto armado a tramitar sus reparaciones. También habló Jeny Castañeda, quien arrancó los aplausos del público cuando contó que perdió a su mamá por culpa de los paramilitares, pero hace pocos meses entró a la cárcel La Picota y perdonó a los autores del
cambios estructurales. El primero, y más importante, es atacar la falta de oportunidades, pues como dijo Cecilia Zuluaga, representante de la Corporación de Víctimas Ave Fénix del Magdalena Medio, “hablan de reconciliación y perdón, pero si las víctimas no tienen trabajo y pasan hambre, ¿qué reconciliación va a haber?”.
Justicia social
En el encuentro quedó claro que el gran reto de las autoridades es trabajar por una
Durante ocho horas se debatieron fórmulas para adelantar un proceso de reconciliación en el país bloque que cometió el crimen, incluido el cabecilla Ramón Isaza. Todos coincidieron en que la reconciliación es un proceso largo que requiere
sociedad más justa y equitativa. En algunas regiones la situación es crítica. En Norte de Santander hay una gran problemática social causada por el contrabando, la infor-
El encuentro en cifras El cuarto foro regional se realizó el 23 de abril en el Centro de Eventos y Exposiciones de Bucaramanga (Cenfer) con cinco departamentos invitados: Santander, Norte de Santander, Caldas, Quindío y Risaralda. También estuvo la región del Magdalena Medio, que toca parte de Antioquia, Caldas, Boyacá y Santander. Cerca de 1.107 personas vieron las discusiones en vivo: Un total de 207 ingresaron al encuentro y 900 lo vieron vía streaming. El encuentro nacional será el 15 de mayo en el Hotel Sheraton de Bogotá con 200 invitados de todo el país. Allí se presentarán las conclusiones de los cuatro encuentros regionales y se presentará la segunda fase de Reconciliación Colombia. Usted podrá verlo vía streaming por www.reconciliacioncolombia.com
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los Pérez, representante de la Federación Nacional de Personeros (Fenalper), pidió más recursos del gobierno nacional para la población, especialmente a las víctimas.
Un nuevo modelo
Para la Mesa redonda de la
sociedad civil la falta de oportunidades es el principal reto para la reconciliación.
fotos: jUan carlos sierra
Horacio serPa (centro)
malidad laboral, la violencia de las bandas criminales y el conflicto que aún se vive en regiones como el Catatumbo. Porfirio Vélez, vocero de la Asociación de Familias Unidas por el Conflicto Armado en Norte de Santander (Asfucans), señaló que la reconciliación en su departamento depende de mejorar esa situación, pues “con justicia social, habrá más opciones para construir la paz”. Una situación similar vive el oriente de Caldas, la zona del Eje Cafetero que más ha sufrido por causa del conflicto.
planteó que la sociedad colombiana debe modificar el modelo económico y enfrentar la inequidad.
Para algunos asistentes al encuentro, las autoridades locales también deben atender mejor a la población vulnerable. Para José Ospina, víctima de Marquetalia (Cal-
das), “las administraciones municipales deben interesarse por conocer nuestras necesidades, si tenemos vivienda y trabajo digno”. Por su parte, Juan Car-
Pero si de generar oportunidades se trata, los empresarios desempeñan un rol fundamental. El senador electo y exgobernador de Santander Horacio Serpa, puso el dedo en la llaga y dijo que es indispensable superar el miedo de la sociedad colombiana “para modificar el modelo económico y enfrentar la inequidad”. Algunas empresas ya lo están haciendo. La secretaria general de Ecopetrol, Margarita Obregón, invitó a las grandes compañías a trabajar en las necesidades básicas de las poblaciones donde operan. “En Ecopetrol estamos haciendo una autocrítica a nuestra presencia en los territorios. Queremos pasar de los sellos y reconocimientos a la acción”, dijo. Las pequeñas y medianas empresas de Risaralda, agremiadas en Acopi, dan otro ejemplo con un programa que les ha ofrecido empleo sostenible a 297 desmovilizados y víctimas de la violencia en cerca de 70 Pymes. “¿Por qué no mejoramos la
El fin de una etapa El de Bucaramanga fue el último encuentro regional de la primera etapa de Reconciliación Colombia, una iniciativa promovida por medios de comunicación, entidades multilaterales, organizaciones y empresas privadas que busca generar diálogos entre regiones y actores para tomar conciencia de que la paz se debe
construir en cada territorio. Los encuentros previos fueron en Medellín (que unió las regiones de Antioquia y Gran Tolima), Cali (Pacífico y el centro del país) y Barranquilla (con el Caribe y la Orinoquia). Queda pendiente un encuentro nacional en Bogotá el 15 de mayo para revisar las conclusiones de las discusiones en todo el país.
Propuestas sobre la mesa
Ana Certuche, vocera de Acopi Risaralda.
capacitación de la mano de obra de víctimas y desmovilizados para que se conviertan en empleo calificado?”, dijo Ana Yancy Certuche, vocera del gremio. Margarita García, directora de asuntos corporativos de Pfizer, señaló que las empresas quieren apoyar, pero no saben cómo hacerlo. Para ello, sugirió que “las ONG podrían articular el trabajo de quienes estamos dispuestos a participar en la reconciliación”.
Jorge Botello, Ahiman, rapero de Cúcuta, contó que en el barrio donde creció era más fácil acceder a un arma que a un computador, pero que la música lo alejó de la violencia. En ese sentido Martha Mora, una víctima de Cúcuta que escribe poemas, dijo que el arte se puede convertir en una oportunidad de vida, e invitó a las autoridades e instituciones a apoyar y monetizar los productos artísticos de población vulnerable, víctimas y reinsertados, “eso también es generar oportunidades”, dijo.
Como respuesta, las organizaciones de la sociedad civil les pidieron a los empresarios que apoyen
La Universidad Santo Tomas de Bucaramanga presentó su Instituto de Victimología, en el que la Facultad de Derecho ayuda a mejorar la eficiencia de la atención a las víctimas. La Universidad de Caldas, por su parte, presentó el Centro de Estudios Sobre Conflicto, Violencia y Convivencia Social (Cedat), donde los estudiantes ayudan organizaciones de desplazados y desmovilizados. Un pedido unánime fue vincular a la academia en temas relacionados con el posconflicto.
a los empresarios y para que aprovechen nuestra experiencia y nuestra cercanía con las comunidades”.
Los asistentes dijeron que las autoridades locales deben atender mejor a la población vulnerable sus iniciativas. Ana Leonor Rueda de la Fundación Estructurar, dijo que “desde las ONG nos hemos preguntado cómo hacer para llegar
Ese es un punto clave, pues los cuatro encuentros de Reconciliación Colombia –Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga– demos-
Algunos
representantes del sector privado aseguraron que quieren ayudar, pero no saben cómo hacerlo.
traron que la sociedad civil tiene muchas iniciativas que podrían ser más sostenibles si tuvieran el apoyo de los empresarios y las autoridades locales. Como lo dijo Ubencel Duque, director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio: “¿Por qué en Colombia no hay paz si hay tantas iniciativas de paz desde la sociedad civil? Ese es el elemento de fondo que tenemos que mirar de cara a la reconciliación”.
Las enseñanzas La desigualdad, la corrupción y la falta de oportunidades –incluso los empleos mal remunerados e informales– son combustible para el conflicto y trabas para la reconciliación. Las autoridades no solo deben formular políticas públicas, tienen que acompañar y, sobre todo, garantizar los recursos que permitan fortalecer las instituciones regionales y locales que sirven de enlace entre el Estado y la ciudadanía. Es necesario que los sectores que están trabajando en iniciativas posconflicto compartan experiencias entre ellos y generen sinergias para evitar esfuerzos aislados.
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Todos hablan horacio serpa Exgobernador de Santander y senador electo
“
Hay que hacer una pedagogía de la paz. Es necesario gestar una cultura de la no violencia, conocer que hay maneras alternativas a la violencia para resolver problemas”.
personeros somos “ Los la puerta para entrar a conversar entre los ciudadanos de a pie y el Estado en todos los rincones del país. Con Juan Carlos la expedición de la Ley de Víctimas Pérez adquirimos un rol Representante de la Federación Nacional fundamental en de Personeros la reconciliación”. (Fenalper)
podemos pensar “ No que la posibilidad de
más grande “ Eldelreto Estado es que
tener un escenario diferente a la guerra se construye solo con discursos. Asumir compromisos realizables desde nuestro rol Eduardo social es Ramírez necesario”.
recuperemos la confianza en sus instituciones. Eso solo es posible con compromisos y acciones concretos”. ana Carolina Guatame Directora de la organización Equitas en Marsella, Risaralda
Director de la Corporación Compromiso
hernán hernández Director regional de Acopi Centro Occidente
los jóve“ Ennesmisepueblo están perdiendo.
“ Laes unreconciliación desafío urgente de la realidad nacional y el sector privado debe ser uno de los arquitectos de la paz”.
Cómo les vamos a pedir mañana que salgan adelante si no los preparamos. Si no hay con qué comer cómo va a haber reconciliación. luz Cecilia Movámonos, pongáZuluaga monos a trabajar en Representante de forma”. la corporación de víctimas Ave Fénix
Estas son las opiniones de líderes, víctimas y empresarios que participaron en las mesas del encuentro regional del Eje Cafetero y los Santanderes.
Aura María Díaz
paz no es solo el silen“ Laciamiento de los fusiles, tiene que ser entendida como justicia social”.
Coordinadora en Bucaramanga de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfades)
“ Ladebereconciliación surgir de las zonas de conflicto. Las víctimas necesitamos más acción de la Justicia”.
Jhon Jairo Salinas Representante de Redepaz en Quindío
Ubencel Duque
Coordinador de DDHH y víctimas de la Corporación Desarrollo y paz del Magdalena Medio
qué en “ ¿Por Colombia no hay
paz si hay tantas iniciativas de paz desde la sociedad civil? Eso es lo que tenemos que estudiar”.
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es un esfuerzo “ Este de largo plazo en el que participa la empresa, el Estado y la sociedad civil. Nosotros tenemos los recursos y podemos colaborar con las comunidades de Margarita las zonas donde Obregón operamos”. Secretaria General de Ecopetrol
que el proceso de “ Para reconciliación sea exitoso hay que reconstruir confianza, tener presencia continua en el territorio y apuntarle a Luis Fernando la sostenibilidad”. Samper Gerente de comunicaciones y Asuntos Públicos de la Federación Nacional de Cafeteros
reconciliación se “Latrabaja desde el interior de la familia, no se hace firmando un documento entre partes”.
Ana Leonor Rueda Directora Fundación Estructurar
reconciliAción
CONFIANZA
REcoRdAR pARA contARLo A Rafael Lizcano le quedan, luego de años de muertes y despojos, la confianza en el Estado.
E ¿en dónde?
Tibú, Norte de Santander.
El hijo
mayor de don Rafael Lizcano fue asesinado en junio de 2012. Tenía 40 años y se dedicaba a atender una fonda de billares en los bajos de la casa familiar. “Rafaelito era el alma del negocio –dice su padre, herido por el recuerdo–. Era un militar retirado que había combatido a la guerrilla en San Vicente del Chucurí. Y me lo vino a matar un desgraciado con seis tiros de 7.65 por la espalda…”. Diez años atrás, septiembre de 2002, el hijo menor de don Rafael llamado Miguel Ángel había corrido la misma suerte: también exmilitar de tropas acantonadas en la región del Catatumbo, cayó asesinado mientras laboraba como conductor y escolta de una líder comunitaria en una masacre cometida por paramilitares en la vereda El Mestizo, del municipio de Zulia –a unas tres horas de Cúcuta–. Y como si el paso de una década marcara la muerte en su familia, en junio de 1993 asesinaron al segundo de sus cuatro hijos, llamado Luis Alberto, un día antes de cumplir 20 años y el único que no hizo carrera militar. Hoy le queda vivo un hijo, Armando, de 37 años, retirado de las Fuerzas Especiales del Ejército y dedicado al comercio fronterizo. “De todos los golpes que me ha dado la vida –dice don Rafael, con la voz quebrada–, la muerte de mis tres hijos ha sido lo más duro. Me hubieran matado a mí. Yo ya había vivido”. Nacido en 1938, en el municipio de Sardinata –80 kilómetros al noroccidente de Cúcuta–, don Rafael Lizcano ha sido un hombre del campo. Conocedor de todas las técnicas agropecuarias de las tierras del Catatumbo, llegó a la región siendo un niño de 7 años que iba de la mano de su padre. Los Lizcano fueron de las primeras familias que colonizaron el corregimiento de Campo Dos, del municipio de Tibú, en Norte de Santander. Durante gran parte del siglo XX esta región permaneció protegida por la distancia y relativamente ajena de la violencia política que desangraba la mayoría de las zonas andinas
foto: xxxxxxxxx
Rafael lizcano
cuenta con amargura cómo el conflicto armado le quitó tres de sus cuatro hijos.
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reconciliAción
de Colombia. Mantenía un intercambio comercial provechoso con Venezuela cuando el bolívar era una de las monedas más fuertes de América Latina. Y sus habitantes, todos campesinos, se dedicaban a cultivar la tierra y la ganadería. En el Catatumbo irrumpieron primero las guerrillas del EPL y del ELN, a comienzos de la década del ochenta, y más tarde se les sumaron las Farc. Su llegada coincidió con los hallazgos de petróleo y carbón que prometían un cambio en el uso de la tierra con la consecuente entrada de grandes grupos económicos así como de Ecopetrol. “Los guerrilleros llegaron a lavarles el cerebro a los campesinos –dice don Rafael–. Que los dueños de las fincas eran unos explotadores, que los tenían casi como esclavos”. La situación se agravó en la década del noventa cuando se expandieron los cultivos de hoja de coca y cayó el precio del bolívar. En un lapso de unos cinco años, el Catatumbo dejó de ser una alacena de cítricos, leguminosas y carne para convertirse en una de las regiones con la más alta productividad de coca en el país –luego del Caquetá y Putumayo–. En esa época, las guerrillas señalaron a don Rafael como objetivo de guerra. “Tenía tres hijos en la vida militar y en esta región un campesino no puede tener hijos ni en la Policía ni en el Ejército porque se convierte automáticamente en botín de la guerrilla”. Don Rafael había heredado de su padre una finca de 100 hectáreas en Campo Dos y para esos primeros años de los noventa ya había logrado tenerla en completa produc-
CONFIANZA
Sin alegría, pero sin tristeza, Rafael Lizcano siente que le queda la vida: “la mayoría de mis amigos fueron masacrados”
ción: con más de 100 cabezas de ganado en seis potreros, un cultivo de cacao que en cada cosecha le dejaba entre 2 y 3
del todo: iba y venía, le daba vueltas, pero dormía con su esposa en su casa de Cúcuta. Pudo regresar por perio-
Cuando supo que era objetivo de guerra, no le quedó más remedio que salir de la finca que había heredado millones de pesos de utilidad, varias decenas de palmas de coco y otro tanto sembrado en cítricos. Así que, tras saberse como objetivo de guerra, a don Rafael no le quedó más opción que salir de la finca aunque sin abandonarla
dos más largos luego de que el Ejército instaló una base temporal en un lote colindante con su finca. “Y ahí el problema fueron los abusos de algunos militares –dice–: me cortaban el agua desviando las mangueras para que
les llegara a ellos, entonces me dejaban sin agua para el ganado y para el sustento humano. Los soldados convirtieron en piscinas los estanques para el ganado. El embarcadero del ganado, donde yo lo arrumaba para marcarlo, me lo desarmaron para ellos usar la madera como leña. Tumbaron dos cedros, se llevaban mis herramientas abusivamente: las guadañadoras, la motobomba, las escaleras, todo”. Finalmente, luego de quejarse con un capitán, le devolvieron las herramientas y no volvieron a abusar del equipamiento de su finca.
foto: fEDERICo RÍoS
dijo que llevaba unos días trabajando con los paramilitares. Que estaba a punto de enrolarse completamente e irse monte adentro. Antes, le quería advertir que los paras iban a venir a matarlo. Corría el rumor de que don Rafael tenía dos hermanos guerrille-
de hombres armados sin identificarse se metieron a su casa en Cúcuta, lo rodearon mientras le hacían ver las pistolas que llevaban en el cinto. “Que les firmara el traspaso del resto de la finca, que si no iba a cumplir con el negocio, me dijeron”. Don
Don Rafael vive con la ilusión de volver a su finca y sembrarla para que produzca alimentos, no aceite combustible
A partir de 1999, el Catatumbo ardió en la guerra. Aquel año aparecieron los paramilitares, el Ejército desmontó la base vecina y Campo Dos y el resto de Tibú quedaron a merced del fuego cruzado. “Fueron épocas terribles –acota don Rafael–. Las fincas ya estaban casi destruidas por las guerrillas y lo que hicieron los paras fue amenazar, masacrar y desplazar a los dueños. Muchos de ellos ya habían sido víctimas de secuestros y extorsiones”. Una tarde, un joven campesino de la vereda buscó a don Rafael en la finca. Le
ros. “Yo solo tengo un hermano y no es guerrillero –dice–. Pero le hice caso al muchacho porque sus padres eran amigos míos, yo les había ayudado en momentos difíciles; por eso, ese muchacho, agradecido, quiso evitar que me mataran”. Don Rafael se desplazó definitivamente de Campo Dos hacia Cúcuta diez días después de la masacre en El Mestizo en la que murió su hijo Miguel Ángel. “Desplazado y fracasado –añade–. Perdí los cultivos y me quedé con todas las deudas: a cada santo le quedé debiendo una vela”. Dos años después, 2004, le resultó un comprador para la finca al que solo le vendió la mitad para pagar una deuda. Cincuenta hectáreas por 12 millones de pesos –que hoy pueden valer más de 150 millones–. Estaba acosado y creyó ver una salida. Fue un típico negocio facilitado por la intimidación de los paramilitares: ante la perspectiva de perder toda la tierra por causa de la guerra, muchos dueños vendieron a menos precio con tal de obtener un poco de tranquilidad. “Y no fue suficiente para los que me compraron”, observa don Rafael. Un grupo
Rafael los enfrentó diciéndoles que estaban cometiendo un error, que el negocio había quedado cerrado, que era a él a quien todavía le debían una parte del dinero. “En un segundo les dije que iba por los papeles de la venta, pero tuve la lucidez de llamar a la Policía. ‘Me van a matar o me van a secuestrar’, dije. La Policía llegó y arrestaron a algunos, otros se fugaron. Gracias a la Policía estoy vivo”. Desde entonces, don Rafael ha recibido tres asistencias humanitarias como desplazado que se resumen en mercados de 500.000 pesos. Y en 2010, fue favorecido como sujeto de reparación en una sentencia de la Corte Suprema de Justicia que involucró a una pequeña parte de las más de 5.000 víctimas de los paramilitares en la región. La sentencia, por demás, ha sido motivo de debate jurídico y su completa ejecución está en un limbo: de un lado, las víctimas agrupadas en la Asociación de Familias Unidas por el Conflicto Armado de Norte de Santander (Asfucans) exigen que el gobierno les cumpla las cantidades de dinero estipuladas en la se-
gunda instancia por la Corte, que obedecen a la ley de Justicia y Paz de 2005. Del otro lado, el gobierno, por medio de la Unidad Nacional de Víctimas, pretende cubrir la reparación, pero sobre los topes de dinero establecidos en la Ley de Víctimas de 2011; topes más pequeños que los primeros. Don Rafael es uno de los cinco líderes de estas víctimas y nunca falta a una reunión o a una cita con las entidades del Estado sin importar algunos quebrantos de salud. Vive con la ilusión de volver a su finca y sembrarla para que produzca alimentos, no aceite combustible. “Todo por acá está lleno de palma africana –dice–. ¿Y qué vamos a comer en el futuro cuando ya nadie quiera sembrar alimentos?”. Cuando se desbarata en llanto al recordar la muerte de sus hijos y la cantidad de deudas que para él hoy son impagables, vuelve a su pasado, mira las fotos de su mamá y de su abuelo; mira la de su papá. Y reafirma que su vida no ha sido en vano, que ha sido un hombre “de bien, trabajador del campo y con espíritu de servicio”. Confía en el Estado y en la fuerza pública, advierte de la necesidad de denunciar, de dejarse ayudar por las instituciones. “Así como hay unos funcionarios que no ayudan mucho, hay otros que sí quieren ayudarnos a nosotros las víctimas”. Sin alegría, pero sin tristeza, siente que le queda la vida: “Yo al menos puedo contar el cuento. La mayoría de mis amigos de la vereda fueron vilmente masacrados”.
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reconciliAción
gobiernos
A unir ESfuEr El Eje Cafetero es una de las regiones abanderadas del posconflicto, pero en algunas zonas de los Santanderes la violencia no termina. ¿Cómo equilibrar ambos escenarios?
Quindío reparación con emprendimiento La Gobernación de Quindío ha financiado la carrera tecnológica en gestión empresarial a cerca de 30 víctimas. Con esta iniciativa, a cargo de la Escuela Superior de Administración Pública (Esap) en Armenia, busca darles herramientas para que se conviertan en los gestores de sus propios proyectos. Así mismo, la administración departamental radicó tres planes de vivienda que beneficiaron a 204 familias en los municipios de Quimbaya, Calarcá y Armenia. Quindío no cuenta con la presencia de actores armados, según la Secretaría de Gobierno, por lo que “es más receptor que expulsor de población desplazada”. En este sentido, se requiere de un gran compromiso, pero esta dependencia señala haber alcanzado en un ciento por ciento la asistencia primaria a las víctimas en alimentación, hospedaje de emergencia y transporte.
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Este departamento está enfocado en crear el escenario adecuado para el posconflicto. Su gobernador, Richard Aguilar, dice que en Santander ya se vive la paz: “Las Farc están extintas desde 2012, y el ELN está a punto de estarlo”. Aguilar también destaca que Santander es el primer departamento que ha erradicado por completo los cultivos ilícitos. Según la oficina encargada de víctimas, la Gobernación trabaja en el proyecto ‘Fortalecimiento para familias productivas’, que pretende capacitar a 1.300 familias para que sean emprendedoras. La iniciativa ya ha entregado un capital semilla a 603 unidades familiares para que desarrollen sus propuestas en 27 municipios. También el departamento asignó 400 millones de pesos para reparar a las víctimas de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), una de las comunidades que más ha sufrido por el conflicto armado en la región.
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norte de santander Manos amigas La limpieza del Pamplonita, principal río de Norte de Santander, ha sido una de las tareas conjuntas de reconciliación entre víctimas y exvictimarios. En este departamento se encuentra Tibú, el tercer municipio del país con mayor número de despojos de tierras, y la zona del Catatumbo, el territorio selvático controlado por actores ilegales. Este departamento creó la Secretaría de Víctimas para orientar a los afectados sobre sus derechos y garantizar que el apoyo regional llegue a todos los municipios. A través de esta dependencia, la Gobernación de Norte de Santander ha trabajado en 13 planes de reparación colectiva, y en rehabilitar física y psicológicamente a las víctimas de minas antipersona. En materia de restitución de tierras ya hay nueve fallos para entregar propiedades a las víctimas.
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Mil indígenas embera chamí retornaron a sus tierras en los municipios de Pueblo Rico y Mistrató en 2012. Gracias al apoyo de la Gobernación de Risaralda, este ha sido uno de los retornos más exitosos a nivel nacional, según la oficina encargada de Paz y Derechos Humanos de la Gobernación. Por otro lado, la administración departamental, con el único propósito de beneficiar a los más afectados, ha emprendido la tarea de capacitar a funcionarios y víctimas en el manejo de la Ley de Justicia y Paz, y de apoyar el nacimiento de una organización centrada en las víctimas mujeres. Sin embargo, el mayor impedimento para la reconciliación que percibe esta dependencia es el “odio ancestral” generalizado en la sociedad, y la falta de apoyo de los empresarios. Risaralda, al igual que los otros departamentos del Eje Cafetero, más que ser un lugar que genere desplazamiento por la presencia de actores armados ilegales, recibe a personas provenientes de otras regiones del país.
Caldas
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Conciencia de paz Según el gobernador Julián Gutiérrez, debido a que no hay presencia de grupos armados ilegales, ha sido posible en Caldas crear un ambiente de convivencia con un escenario de orden público controlado. Todo esto ha generado un escenario favorable para la reconciliación, pues permite que las víctimas retornen a sus hogares. La Gobernación realiza una propuesta metodológica de dos proyectos: uno para apoyar planes productivos al norte del departamento, y otro para recoger la memoria histórica de las víctimas en los municipios de Samaná y Pensilvania.
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CONFIANZA
emPoDeramiento Confianza
En uno de los encuentros del proyecto Reconciliación Colombia, el gobernador de Cauca, Temístocles Ortega, expresó que a él, como mandatario local, no le da miedo que las comunidades asuman sus destinos. “En el Cauca hay indígenas, afrodescendientes, campesinos y hay muchos pobres. Todos ellos han aprendido a ejercer sus derechos y a exigirlos”, comentó, y añadió que como gobernador ve con buenos ojos que los habitantes de su departamento ejerzan sus reivindicaciones a través de la movilización social: “A nosotros nos gusta y patrocinamos eso. Creemos que así contribuimos a darles voz a quienes hace muchísimo tiempo no la tienen”. El hecho de que las comunidades se afiancen y busquen incidir en su futuro hace parte del empoderamiento. Y dado que las instituciones nacionales y locales están llamadas a brindar las herramientas para ello, esta declaración del gobernador de uno de los departamentos de mayor movilización en el país es clave, pues valora en vez de estigmatizar los procesos de construcción de comunidad.
foto: pAblo MonsAlve
Voz a quienes no la tienen
En las callEs dE Mogotes hoy no hay nada que recuerde a la Asamblea Constituyente de los noventa.
Los úLtimos soberanos
En los noventa los habitantes de Mogotes, Santander, se organizaron para enfrentar la violencia. Por presiones no pudieron consolidar su proceso, pero hay esperanza de revivirlo.
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Cuando
empezó el tiroteo, el jueves 11 de diciembre de 1997 en la tarde, muchos en Mogotes confundieron el sonido de los disparos con el de la pólvora de los festejos. Pero cuando varios hombres armados y vestidos de camuflado aparecieron en las calles, quedó claro que no había ninguna celebración. La noticia se regó por el entorno: 150 hombres del frente Efraín Pabón del ELN entraron al municipio, ubicado en el nororiente del departamento de Santander y se tomaron la Alcaldía. Ese día asesinaron a cinco personas –tres policías y dos civiles– y secuestraron al alcalde Doryam Giovanny Rodríguez, hijo de un polémico personaje que había ejercido tres veces el cargo. Dijeron que Rodríguez era tan sospechoso de corrupción como su padre. Monseñor Leonardo Gómez Serna, obispo de la Diócesis de San Gil y El Socorro –que incluye a Mogotes–, llegó al municipio al día siguiente y encontró un pueblo asustado. Para levantar la moral, convocó a los habitantes a manifestarse de forma pacífica. Ocho días después, cientos de personas marcharon de blanco por las calles de Mogotes, para exigir el cese de la violencia. Además, reunidos en la pla-
za principal, se declararon en desobediencia civil frente a los violentos y los corruptos. Fortalecidos por esa manifestación, monseñor Gómez y el párroco Joaquín Mayorga recorrieron las 32 veredas y el casco urbano de Mogotes durante los primeros días de 1998 e invitaron a la comunidad a participar en una asamblea que discutiría los temas que aquejaban al municipio. Cada comunidad escogió a sus representantes y comenzó un proceso de deliberaciones. Una de las primeras peticiones fue liberar al alcalde. La
tanos se mostró en desacuerdo con que Rodríguez siguiera en el cargo. Este renunció. Armados de valor, los asambleístas hicieron algo sin precedentes en la historia de Colombia: armaron un nuevo plan de gobierno –con prioridades y objetivos decididos por la comunidad– y construyeron los perfiles que requerían los funcionarios públicos. Además, crearon seis comisiones para hacer seguimiento a la administración municipal, llamaron a los concejales a reuniones de control y, siguiendo los tiempos de la Registradu-
Los asambleístas lograron algo sin precedentes: armaron un plan de gobierno definido por la comunidad Diócesis –con autorización del gobierno– dialogó con los guerrilleros y Doryam Giovanny Rodríguez fue puesto en libertad el 7 de marzo. Las deliberaciones se consolidaron el 6 de abril de 1998, con el nacimiento de la Asamblea Municipal Constituyente de Mogotes, conformada por 240 delegados de las diferentes veredas y barrios del municipio. Yolanda Díaz, una de las delegadas, cuenta que el proceso se basó en el artículo 3 de la Constitución, “que dice textualmente que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo”. La primera decisión de la Asamblea fue poner a consideración la continuidad del alcalde liberado. Organizaron una consulta popular en la que el 96 por ciento de los mogo-
ría, organizaron debates para la elección del nuevo alcalde. El proceso comenzó a ser reconocido. En 1999 ‘el pueblo soberano de Mogotes’ ganó el primer Premio Nacional de Paz, y en 2000 la primera dama, los directores de los principales medios de comunicación y los embajadores de España, Francia, Alemania y Canadá visitaron el municipio a conocer dicha experiencia. Pero con los reconocimientos también llegaron las presiones. La soberanía estaba amenazada. Para llegar a Mogotes hay que tomar una vía, recientemente pavimentada, de 33 kilómetros desde San Gil (Santander), que rodea montañas, cruza ríos y supera cañones. Unos 45 minutos después
aparece Mogotes, un pequeño pueblo de solo 12 calles y nueve carreras, vías angostas y algunas casas coloniales. En el pueblo, que se precia de haber sido la cuna de la revolución comunera de 1781 –allí está enterrado el pie izquierdo del prócer José Antonio Galán–, ya no hay nada que recuerde las épocas de la Asamblea Municipal Constituyente. El ‘pueblo soberano’ que acaparó titulares, ahora es un municipio tranquilo que se agita los domingos cuando los campesinos de las veredas llegan al casco urbano a hacer mercado. El único rincón que recuerda aquel Mogotes está en la casa de Flor Figueroa –una de las delegadas–, conocida como ‘la casa soberana’ por ser el sitio de reunión del comité directivo de la Asamblea. Allí hay un cuarto con fotos, actas, archivos, artículos de prensa y documentos acerca del proceso. Una de las actas es la posesión de José Ángel Gualdrón, quien ganó las elecciones atípicas de 1998 luego de la re¿en dónde?
Mogotes, Santander.
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Fotos: pAblo MoNsAlvE
nuncia del alcalde Rodríguez. “Aquí proclamamos (…) que el primer mandatario es el pueblo y que el alcalde es solo un servidor”, dice el documento. Leonardo Padilla dice que “por ese tipo de cosas que rompieron el esquema, levantamos ampolla en los intereses de muchos sectores tradicionales”. Él recuerda que las presiones comenzaron a los pocos días de la renuncia del alcalde: los árboles que rodeaban la plaza principal aparecieron talados y corrió la voz de que era un mensaje para los delegados. Las amenazas siguieron llegando en forma de anónimos por debajo de las puertas durante los años posteriores. Por otra parte, el general Mario Roa, comandante de la Segunda División del Ejército, dijo en la prensa que el proceso podía estar motivado por presiones de la guerrilla. Poco a poco eso caló, hasta que años después, los paramilitares mataron a la hermana Marta Vélez, otra de las delegadas. Las cosas ya habían empeorado en 2000, cuando el ELN asesinó al papá del ex
empoderamiento
De izquierDa a Derecha: José Expedito Franco, Álvaro Neira, Yolanda Díaz y Enrique Amado, exasambleístas de Mogotes.
alcalde Doryam Rodríguez, el mismo que había renunciado por la asamblea. Pedro Neira, uno de delegados más reconocidos, fue vinculado a la investigación. La Justicia nunca le comprobó nada, pero muchos mogotanos lo culparon y Neira tuvo que salir exiliado. La culpa también cayó sobre la asamblea. “En la calle nos gritaban ‘¡asesinos!, ¿planeando a quién matar ahora?’”, recuerda Flor Figueroa. Pero el golpe de gracia fue la traición de la Iglesia Católica, la misma que comenzó el proceso. En Bogotá ordenaron trasladar a monseñor Leonardo Gómez y el párroco Joaquín Mayorga, los líderes de la asamblea. Jorge Velandia, el nuevo párroco, Flor
Figueroa, miembro de la Asamblea, muestra una foto de Mogotes en los tiempos de la Constituyente.
dio la estocada final el Viernes Santo de 2003, cuando todo el pueblo estaba presente en la iglesia: “Ese proceso solo ha servido para traer sangre”, dijo ese día en la homilía. “Aquí, frente a Jesucristo, la Asamblea Municipal Constituyente queda oficialmente muerta”. Los asambleístas aguantaron un tiempo, pero las presiones hicieron efecto: el número
A veces, sin embargo, en la ‘casa soberana’ se reúnen algunos delegados que aún defienden el proceso, como Enrique Amado, hoy concejal de Mogotes, o los profesores José Expedito Franco y Álvaro Neira. Todos tienen la esperanza de que el proceso reviva. Aún guardan el dinero que ganaron con el Premio Nacional de Paz,
Algunos delegados aún se reúnen en la llamada Casa Soberana. Allí reposan documentos del proceso de delegados bajó a 60 y las sesiones pasaron de quincenales a bimensuales. Finalmente, decidieron “tomarse un descanso”. Eso fue hace seis años. Hoy, Yolanda y Flor recorren las calles de Mogotes con la cabeza gacha. “Es como llevar una carga en nuestras espaldas”, dicen. Según cuentan, en el pueblo quedó la sensación de que la asamblea sirvió para dividir, y algunos aún los culpan de la muerte de Rodríguez.
y planean invertirlo en algún proyecto de capacitación y formación de los mogotanos. En agosto, además, quieren reunir a los antiguos delegados en una integración. Leonardo Padilla, desde Bogotá, mira en perspectiva el proceso como un hito histórico. Tal vez tenga razón y los soberanos de Mogotes, así como los comuneros de hace tres siglos –que también fueron traicionados–, sean el preludio de un nuevo camino.
reconciliAción
e n t r e v i s ta
la veRdad es inCompleta
Carlos Fernando Galán responde a las críticas por estar de acuerdo con ceder para alcanzar la paz con las Farc, pero no darles el mismo trato a los autores intelectuales del magnicidio de su padre.
RECONCILIACIÓN COLOMBIA: ¿Qué es para la familia Galán la reconciliación? CARLOS FERNANDO GALÁN: Es que no sigamos tramitando nuestras diferencias como sociedad por medio de la violencia y de la confrontación armada. No podemos obligar a los colombianos a estar de acuerdo en todo, siempre va a haber diferencias. Pero hay que canalizarlas y tramitarlas por la vía democrática. R.C: ¿Qué se necesita para alcanzar la reconciliación frente a lo que ya pasó? C.F.G.: Verdad, reparación y un reconocimiento por parte de los victimarios de su responsabilidad. Ahí está la clave. R.C: ¿También en el caso de Luis Carlos Galán? C.F.G.: Dicen que nuestro caso no está relacionado con el conflicto armado, pero en la muerte de mi papá participaron actores de extrema derecha, paramilitares y agentes del Estado. Así que hemos sido víctimas del con-
R.C.: ¿Siente la presión de otorgar perdón en su caso? C.F.G.: Cada año se nos dice, ¿y ustedes por qué joden tanto? Pues porque no ha habido verdad completa. Además, hubo una actitud deliberada para que no la hubiera: mataron gente vinculada al proceso, metieron inocentes a la cárcel. Claro que estamos dispuestos a ceder en justicia para conocer la verdad. R.C.: ¿Por qué resultó más fácil reunirse con el hijo de Pablo Escobar? C.F.G.: Mi papá siempre nos decía que las primeras víctimas de los delincuentes son sus familias. El hijo de Escobar era un niño en esa época, y lo veo como a los que reclutan las organizaciones criminales y los ponen a actuar como tales. Nosotros no perdonamos al hijo de Escobar, lo que hicimos fue re c on o c e r l e , en cierta forma, su valentía por reconocer que su padre era un monstruo. Yo quisiera sa-
ber si Santofimio va a escribirnos una carta aceptando que participó en la muerte de mi papá. Estoy dispuesto a verla.
foto: juan carlos sierra
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flicto y como víctimas reclamamos conocer la verdad y alguna dosis de justicia. R.C.: Entonces ¿por qué reclama un trato para las Farc y otro para su caso? C.F.G.: Porque son distintos. Una cosa es un proceso de paz en el que se acuerda un marco jurídico de justicia transicional para aplicarlo a un grupo armado ilegal, y otro el de un delincuente que no hace parte de un proceso de esta naturaleza y que, además, no ha reconocido ninguna verdad. R.C.: Hace referencia a Alberto Santofimio... C.F.G.: Quien ya está condenado por la Corte Suprema. Yo quisiera saber si Santofimio va a reconocer su participación en el grupo político que le manejaban los asuntos a los extraditables. Ahí sí estamos hablando de otra cosa. R.C.: ¿Puede pedirse reconciliación hacia ciertas personas, pero hacia otras no? C.F.G.: En el caso de Maza Márquez y de Santofimio se necesita que haya verdad. Si una persona no quiere reconocer y no acepta que participó, ¿qué reconciliación puede haber? Si mañana Alberto Santofimio dice que participó en la muerte de Luis Carlos Galán, yo estaría de acuerdo en que le den los beneficios de ley.
Carlos Fernando Galán.
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Un nUEvo pUEblo Una captura masiva acabó con la reputación de Quinchía (Risaralda), pero la unión de sus habitantes hizo que el estigma desapareciera.
E Entre
el 7 de agosto de 2002 y el 6 de agosto de 2004, en los albores de la política de seguridad democrática, más de 6.000 personas fueron privadas de la libertad en todo el país por las autoridades. De ellas, 120 eran de Quinchía, un municipio de filiación liberal al nororiente de Risaralda que desde entonces se apellidó ‘el pueblo encarcelado’. El domingo 28 de septiembre de 2003 entre las cuatro y cuatro y media de la madrugada, 800 hombres del Ejército, la Policía, la Fiscalía y el CTI llegaron al pueblo. Tres helicópteros Black Hawk, un avión fantasma y más de 100 vehículos rondaban la población, mientras
las autoridades llamaban a las puertas. “El estruendo fue tan fuerte que pensé que era la guerrilla”, dice Jorge Alberto Uribe, en esa época candidato a la Alcaldía por el Partido Liberal. Los habitantes veían escandalizados cómo sus familiares eran esposados por supuestamente colaborar con la guerrilla. El estigma que cargaban desde comienzos de los noventa cuando 40 de los 36.000 habitantes del pueblo se unieron a una disidencia del EPL que se asentó ahí, parecía estar pasándoles factura. A las once de la mañana terminó el operativo, irónicamente titulado Operación Libertad. En total 120 quinchianos, incluidos el alcalde, los candidatos a la Alcaldía, varios concejales, un invidente y tres menores de edad, fueron trasladados al comando de la Policía departamental en Pereira. Los delitos iban desde terrorismo, rebelión, concierto para delin-
en Quinchía viven cerca de 32.000 habitantes. En los años ochenta fue considerado el pueblo más bonito de Risaralda.
quir, secuestro, y asesinato, hasta porte ilegal de armas. Mientras unos afirman con seriedad que todo fue un complot político para evitar que el liberalismo ganara las elecciones, otros cuentan con risa que el caso de José de los Santos Suárez, el ciego del pueblo, es una muestra de lo urgido que estaba el gobierno por demostrar el éxito de la seguridad democrática. “Cuando vimos llegar a José
¿en dónde?
Quinchía, Risaralda.
foTo: fABIo PoSADA
carretera se tornaron frecuentes y ultrajantes. Desde entonces los quinchianos asumieron el propósito de demostrar que por 40 lugareños que habían escogido el camino de las armas no era justo estigmatizar a toda a su población, y comenzaron a buscar pruebas para demostrar la inocencia de los capturados.
to, elegido alcalde estando en prisión. Las calles del pueblo se convirtieron en ríos de gente que celebraba con música y pancartas no solo la llegada de sus coterráneos, sino el haber comprobado lo errado que estaba el imaginario que se había tejido en torno a Quinchía. A partir de ese día la desestigmatización tomó
años atrás regresaron con la frente en alto. Hoy, 11 años después de ese 28 de septiembre, tanto los capturados como los que se quedaron en el pueblo limpiando la imagen de su gente, coinciden en que aunque la entrega de los combatientes de la facción del EPL en 2006 ayudó a acabar el estigma, la determinación y solidaridad
foTo: fEDERICo RÍoS
al comando y nos contó que lo acusaban de ser el que armaba las bombas para el EPL en Quinchía no sabíamos si llorar o reírnos”, dice Carlos Trejos, uno de los funcionarios capturados. Los medios presentaban la Operación Libertad como un éxito de la lucha contra el terrorismo. Mientras tanto, Jorge Alberto, Carlos, José de los Santos y el resto de los detenidos comenzaban su lucha por salir libres y limpiar su nombre. A los pocos días fueron liberados los tres menores de edad, mientras que los 117 detenidos restantes tomaron rumbos diferentes. Unos fueron trasladados a la cárcel La 40 en Pereira y otros a la de La Dorada (Caldas). Los meses que vinieron fueron un viacrucis para todos. Las condiciones de hacinamiento en las cárceles eran alarmantes, y a la mayoría de los quinchianos les tocó dormir en los pasillos de las celdas. “La cárcel es una muerte disimulada”, recuerda Raúl Marín, un transportador del pueblo, cuando describe sus días preso. Durante la detención, que en algunos casos duró 19 meses y en otros 22, en Quinchía se gestó un sentimiento generalizado de solidaridad con los capturados. Los habitantes les preparaban comida y se las enviaban con sus familiares, quienes, en el caso de los de La Dorada, se transportaban hasta ese municipio en una chiva contratada con donaciones de la comunidad. La manera como los medios presentaron la noticia hizo que los quinchianos callaran sobre su origen. Conseguir trabajo en la región era imposible y las requisas del Ejército en la
Raúl maRín y Carlos Trejos fueron capturados en septiembre de 2003. Duraron 22 meses y 19 meses, respectivamente, en prisión.
Con el paso del tiempo el descalabro judicial de la Fiscalía fue haciéndose visible. Las versiones de los testigos mostraron inconsistencias y aparecieron pruebas de que estos habían accedido a declarar a cambio de promesas. Veintidós meses después, luego de comprobar que solo seis de los capturados tenían vínculos con el EPL, los últimos 62 quinchianos que seguían detenidos recuperaron la libertad. “El recibimiento fue apoteósico”, cuenta Jorge Alber-
Las autoridades comprobaron que de los 120 detenidos, solo seis tenían vínculos con el EPL fuerza. La solidaridad frente al tema que la comunidad había mostrado desde la captura masiva rendía sus primeros frutos, y mostrar la cédula ya no era una vergüenza. Las humillantes requisas a las que se enfrentaban en la carretera acabaron, y aquellos que habían salido de su tierra
de la comunidad en torno al tema desempeñaron un rol fundamental. Ahora, cuando se habla de Quinchía la palabra ‘guerrillero’ es reemplazada por frases como ‘un pueblo encaminado hacia la reconciliación’, y los habitantes confían en que muy pronto este sea reconocido como un remanso de paz.
reconciliAción
CONFIANZA
otros ojos para Génova
Quitarse de encima el estigma de ser un escenario de guerra es muy difícil. El municipio de Génova lleva años pidiendo que el país lo mire diferente.
juan miguel álvarez*
U
Uno.
“Génova ha vivido con el estigma de la guerra”, dice Mario, abogado de 33 años. “Y mucha gente es reacia a visitarlo por lo mismo. Pero cuando vienen se dan cuenta de que Génova es mucho más que eso”. Si*Periodista del Proyecto Reconciliación.
foto: federico ríos
HOJAS de un guayacán florecido tapizan una carretera veredal de Génova.
tuada en el extremo sur del departamento del Quindío, a poco más de una hora de Armenia, fue fundada en 1903 en la parte baja del costado occidental de la cordillera Central. Ha sido completamente agrícola: en Génova siembran yuca, plátano, cítricos, hortalizas y como en el resto de la región, café. De hecho, en 2012 ocho esposas de productores reunidas en la Corporación Montes, Aguas y Café recibieron el premio mundial Golden Bean, al ‘Mejor café especial de origen’, por su taza ‘Café Génova, Premium Colombian Cofee’.
Con unos 12.000 habitantes, limita con regiones ligadas desde siempre a las guerras nacionales: las veredas Río Gris y Pedregales –ambas a una hora del casco urbano– son la puerta hacia el municipio de Roncesvalles en la cima del cañón de las Hermosas, sur del Tolima. Y la vereda Cumaral –también, a una hora de distancia– hace contacto con la vereda Cumbarco, del municipio de Sevilla, en el norte del Valle del Cauca. A finales de la década del cuarenta, apenas comenzando la Violencia, los sicarios que mataban a nombre del Partido Conservador, conocidos como pájaros, transitaban por Sevilla y Caicedonia y se pasaban para Génova para masacrar a sus pobladores adeptos al Partido Liberal. Una década más tarde, cuando la reacción criminal de la ‘chusma’ liberal se atomizó en cuadrillas de bandoleros arraigados en el sur del Tolima, el municipio soportó el continuo asedio de asesinos múltiples como alias Chispas –cuando el Ejército le dio de baja, le contaban más de 150 víctimas–. Precisamente en esos años de bandoleros un joven campesino genovés que había sido recolector de café y jornalero de finca se erigió como uno de los más temidos jefes de cuadrilla. Se llamaba Pedro Antonio Marín Bernal, le decían Manuel Marulanda o Tirofijo y en 1964 tenía bajo su mando a unos 50 hombres. “Cuando nos enteramos de que Tirofijo era de acá de Génova –dice un lugareño que pidió reserva de identidad– y supimos de quién se trataba, fue una
sorpresa: acá tenía fama de ser medio bobo, lento, retraído. No se le veía madera de líder. Y de pronto se volvió el más bandido de todos”. En la prensa regional, siguiendo los términos de la política estatal, hablaban de la Banda de Tirofijo. Más tarde, a mediados de los sesenta, los académicos acuñaron el término ‘cuadrilla’. Pero ellos, los alzados en armas ya no se autodenominaban ‘autodefensas campesinas’ sino ‘guerrillas liberales’ o simplemente guerrillas. Con esa estrategia quisieron alinearse con las revoluciones comunistas que se gestaban en toda América Latina tras el éxito de la cubana en 1959. A pesar de varias bajas, Tirofijo sobrevivió a numerosos ataques del Ejército y
¿en dónde?
Génova, Quindío.
intentó tomarse Génova. La gente recuerda que muy de mañana entraron por la vereda San Juan y saludaron cortesmente a los habitantes que se toparon en la parte alta del casco urbano. Pero, una vez en la plaza principal, acribillaron con fiereza el edificio de la Policía y de Bomberos, donde se había acuartelado
En la época de los bandoleros un campesino genovés apodado Tirofijo se erigió como jefe de cuadrilla su grupo terminó por convertirse en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Desde entonces, Tirofijo, el genovés jornalero y recolector de café, se hizo el subversivo más visible del país y cuando murió en 2008 ya ostentaba el título del ‘guerrillero más veterano del mundo y de su tiempo’. “Ese es uno de los dos récords mundiales que tenemos acá en Génova –dice, riéndose de sí mismo, don Carlos, docente jubilado–. No es para enorgullecerse, pero no podemos ocultarlo. Y ha sido una de las causas del estigma que recae sobre este pueblo”.
DOS.
En junio de 1985 la guerrilla del M-19
la fuerza pública. La última ráfaga de fusil tronó pasadas las ocho de la noche. El M-19 alcanzó a atracar la Caja Agraria, no saqueó las oficinas de la Alcaldía y algunos de sus hombres murieron en el combate. Los genoveses que padecieron aquella toma narran que los policías subieron a las malas al médico de la guerrilla, tras haber sido herido en una pierna, para arrojarlo desde el balcón del segundo piso. “La gente se enardeció y empezó a gritar: ‘¡Guapos, no son sino guapos cuando no pueden defenderse! ¡Guapos con los borrachos y los heridos!’”, recuerda doña Martha, docente también jubilada, quien cree que aquel
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reconciliAción
CONFIANZA
Los rostros
amables de los campesinos genoveses.
episodio contribuyó igualmente a la fama de municipio amigo y colaborador de la insurgencia. Mario, el joven abogado, lo explica así: “En la Violencia los policías y agentes de la fuerza pública eran pájaros que servían a los gobiernos conservadores. Y los genoveses no han olvidado el dolor y la sangre de esa época. Por eso, en esos años ochenta acá no se veía tan mal la existencia de la guerrilla”. Añade que durante la toma del M-19 los habitantes también fueron testigos de escenas opuestas: vieron que algunos guerrilleros socorrieron policías luego de haberlos herido. “Eso explica que hace 20 o 30 años los genoveses sintieran resquemor por la Policía. Es más: cuando la institución castigaba a uno de sus hombres lo enviaba a patrullar los municipios más lejanos y hostiles, y entre ellos estaba Génova”. Esta actitud casi complaciente con la lucha armada cambió tal vez a partir de 1997. A principios de diciembre, el frente 50 de las Farc intentó tomar violentamente el municipio. Y a diferencia del M-19, mataron a un policía, le prendieron fuego a la camioneta en que iba, destruyeron con granadas varias locaciones de la plaza principal y dejaron incontables perforaciones en las paredes de las edificaciones públicas y de casas de familia. “A la mañana siguiente –dice doña Martha– salimos a ver cómo había quedado el pueblo. Y yo (y sé que mucha gente igual) sentí un dolor y una angustia al verlo tan destruido, como una soledad de cementerio”. Más allá de la temperancia
TRES.
La carretera que conduce a Génova es una sucesión de curvas aferradas a la cordillera. Entre cafetales, el municipio se abre al visitante con una
el eslogan ‘Génova, pueblito paisa del Quindío’, el proyecto enfatizaba en la necesidad de impulsar el turismo local a partir de la herencia antioqueña. Hoy, sin embargo, sus habitantes han desestimado la necesidad de creerse de otro departamento y hablan de seguir construyendo su identidad con los valores
Los genoveses no han olvidado el dolor y la sangre derramada de la época de los pájaros más preciados de su historia, sin el afán politiquero de esconder los hechos que aún pueden avergonzarlos. “El segundo récord mundial que tenemos –completa don Carlos, aún entre risas– es que en este pueblo nació el más peligroso violador de niños del mundo: Garavito”.
Lo que ven con incomodidad, más que con preocupación, es que en este sector del Eje Cafetero se siga señalando a Génova como un bastión guerrillero: “Yo lo llamo la caguanización de Génova –dice Mario–: la gente cree que apenas llega acá se va a encontrar con guerrilleros caminando por el parque con el machete en la pierna y el fusil al hombro; y eso nunca ha sido así”. “Hace dos o tres años me encontré con un compañero de clase, en Armenia –recuerda doña Martha–. Le pregunté por qué no había vuelto a Génova. ‘¡Que voy a ir allá! ¿Dónde matan la gente con motosierra?’, me dijo. ‘¿A usted le consta?’, le dije. ‘Vuelva a Génova y mire’. Y eso es lo que le queremos decir al país: vengan a Génova y miren que acá no somos guerrilleros, que acá hace muchos años se vive en paz”.
Génova fue fundada en la parte baja del costado occidental de la cordillera Central.
foto: xxxxxxxxx
bella casa de estilo de la colonización antioqueña pero construida no hace mucho con materiales actuales. Sin función alguna, esta casa hacía parte de un proyecto inacabado de desarrollo turístico para el municipio emprendido por la Alcaldía anterior. Acompañado por
En un consenso que parece general, sus habitantes explican que recuperaron la tranquilidad luego de que el Ejército instaló un batallón de alta montaña en la vereda El Cidral, a comienzos de la década de 2000. Dicen que no solo dejaron de presentarse combates con la guerrilla e intentos de tomas, sino que también dejaron de ser víctimas de atracos a mano armada en la carretera. Destacan que Génova no ha sido lugar de capos del narcotráfico de carteles y tampoco de masacres paramilitares o de presencia de bandas emergentes. Y aunque numerosos habitantes emigraron a España y Estados Unidos, las remesas no suman un renglón importante en la economía local. “Este pueblo siempre ha tenido una vocación agrícola –dice Mario–. Y sabemos que por ahí debe seguir nuestro futuro”.
fotos: federiCo ríos
con el extremismo político, no pocos se preguntaron por qué Tirofijo, un hombre de esa tierra, los había atacado con tal saña.
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reconciliAción
PERDÓN
PERDÓN Confianza
Una íntima decisión Al hablar del perdón, el sacerdote jesuita Francisco de Roux toca dos temas de trascendencia. El primero se refiere a perdonar lo imperdonable, porque entonces este gesto no adquiriría su verdadera dimensión. El segundo es que perdonar es una opción, no una obligación. Por lo tanto, no puede exigirse al ofendido el ‘deber’ de conceder la indulgencia, pues representaría cargar a la víctima con un peso mayor al que, por su misma condición, ya tiene. Es decir, perdonar encierra el hecho muy subjetivo de que quien ha sufrido un daño decide hacerlo o no en la intimidad de su propio ser. De cara a la reconciliación, y dado que este concepto encierra una esfera no solo personal, sino colectiva, entran a jugar otra serie de factores igualmente relevantes. Este es el caso del perdón que el Estado pide a las víctimas porque su acción u omisión generó un daño que pudo haber evitado. Igualmente en Colombia adquiere relevancia el arrepentimiento que los llamados victimarios ofrecen a las víctimas tras reconocer las acciones atroces que ordenaron y generaron daño.
La mujER siN miEDo Esta es la historia de jeny Castañeda, a quien el conflicto armado le mató a su mamá, pero aprendió que perdonar es la mejor opción para salir adelante.
E ¿en dónde?
Puerto Triunfo, Antioquia (Magdalena Medio).
El lunes
17 de septiembre de 2001, ya era de noche en Puerto Triunfo (Antioquia), cuando varios miembros de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio asesinaron a Damary Mejía, una de las líderes comunitarias más reconocidas del municipio. Entraron a un terreno de la Hacienda Nápoles –la antigua finca de Pablo Escobar, ubicada en el corregimiento de Doradal–, en donde Damary lideraba la invasión de un grupo de 60 personas que no tenían vivienda. La buscaron con linternas entre las carpas y la mataron mientras dormía, a las 11 y 45 de la noche. Un día antes, Damary había sorprendido a Jeny Castañeda, su hija de 20 años, quien vivía con sus abuelos en el centro del pueblo, con una foto suya. “Esto es para que nunca se olvide de mí”, le dijo. A Jeny la muerte de su mamá le provocó tristeza y rabia, sentimientos que iban creciendo con el paso de los días. Aunque ya estaba casada y tenía un hijo recién nacido, tuvo que encargarse de sus dos hermanos menores y lidiar con la trombosis de su abuelo, quien, según cuenta, “se enfermó de pena moral por el asesinato de mi mamá”. Para pagar el tratamiento de su abuelo, que murió siete años después, tuvo que vender las tierras y el ganado que tenían. “Yo no entendía por qué nos habían causado tanto daño. Sentía que era injusto, me movía el odio y solo pensaba en vengarme”, re-
foto: fEDERICo RÍoS
cuerda. Con el tiempo Jeny se convirtió en una líder de las víctimas de Puerto Triunfo, un municipio azotado por la violencia de Ramón Isaza, ‘patriarca’ del paramilitarismo que en 1978 fundó las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio y en los noventa comandó cinco frentes y 989 hombres que se movían con libertad por esa región del país. Cuando el grupo de Isaza se desmovilizó en 2006 y entró a hacer parte del proceso de Justicia y Paz, Jeny asistió a las audiencias para encararlo. Allí el excomandante reconoció el asesinato de Damary y dijo que había sido un error contra “una líder de las buenas”, pero cuando intentó pedir perdón, Jeny lo llamó sanguijuela, le dijo que no fuera cobarde y le pidió que la mirara a la cara. “A quien tiene que pedirle per-
dón es a Dios”, le reclamó ese día. La vida volvió a golpear a Jeny cuando supo que tenía cáncer de tiroides. Ella culpa al sufrimiento, el odio y las ganas de venganza. Estuvo a punto de morir, pero los médicos le salvaron la vida.
Volver a empezar
A mediados de 2013, cuando Jeny mejoraba, el padre José Hernán, párroco de la iglesia del corregimiento de las Mercedes (ubicado en Puerto
Pero el 17 de septiembre del 2013 –12 años exactos después de la muerte de su madre– Jeny recibió la mayor lección. Esa noche, hospitalizada en el San Vicente de Paul de Medellín por un tratamiento de yodoterapia, soñó con su mamá. En el sueño, Damary Mejía le dijo que Ramón Isaza la mandaría a buscar. “Tienes que perdonarlo”, recuerda Jeny que le dijo su madre en sueños. “Y necesito que le digas que esté tranquilo, que yo ya lo perdoné”. Despertó sorprendida. Le contó el sueño al padre José Hernán y a su abuela Estela García. El lunes siguiente, a pesar del escepticismo, exparamilitares del bloque Magdalena Medio visitaron Puerto Triunfo con la Fiscalía para identificar fosas comunes. Y una de las mujeres de Ramón Isaza le dijo a Jeny que él quería hablar con ella. Esa tarde Jeny entró con su abuela a la cárcel La Pastora de Puerto Triunfo dispuesta a “descargarle toda la rabia” al excomandante paramilitar. Él le dijo que la admiraba por la forma como lo había encarado en las audiencias, lloró, le pidió perdón y le contó que todos los días a las cuatro de la mañana rezaba un rosario para que ella se recuperara y pudiera perdonarlo. “También oro por su mamá y le pido perdón”, le dijo. Jeny cuenta que en ese momento, como si fuera un mensaje divino, el
Alias Ramón Isaza le dijo que la admiraba por la forma como lo había encarado en las audiencias Triunfo) le dijo que tenía que cambiar su corazón de piedra. La comenzó a llevar a misas de sanación y se convirtió en su consejero de cabecera.
padre José Hernán entró a la celda. “Me preguntó si ya había hecho lo que mi mamá me había pedido – recuerda Jeny–. Y conmovida, le conté a Ramón
Isaza el sueño que había tenido con mi mamá, lo abracé y lo perdoné de corazón”. Pero ese fue solo el inicio. En noviembre de 2013 entró a la cárcel La Picota de Bogotá y en un acto privado, realizado en la capilla de la cárcel, enfrentó a todos los cabecillas de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. En un discurso emotivo (ver video en www.reconciliacioncolombia.com) les contó cómo habían dañado su vida, les pidió perdón por haberlos querido matar, les perdonó y les regaló un rosario. El acto conmovió a la mayoría de los excombatientes. Uno de ellos le regaló una hamaca y otro una oración que Jeny aún guarda en su casa. Incluso el hombre que disparó contra su madre terminó pidiéndole perdón en medio del llanto. “En ese momento no lo hice, pero hoy siento que ya lo perdoné”, cuenta Jeny. A partir de ese día, comenzaron a trabajar juntos para establecer la verdad de muchos desaparecidos. El 7 de enero de 2014 logró llevarlos a Puerto Triunfo, y en un acto celebrado con las víctimas del municipio, reconocieron algunos crímenes, pidieron perdón y les aseguraron a los asistentes que nunca volverían a hacerles daño. Eso mejoró la confianza de algunas víctimas para reclamar sus derechos. El 9 de abril de 2014, cientos de ellas marcharon en Doradal para recordar a sus seres queridos. Allí estaba Jeny –quien ahora hace parte de la mesa municipal de víctimas– con su familia. La foto que su madre le dio un día antes de morir estaba estampada en sus camisetas junto con el mensaje ‘vivirás por siempre’. Ese día, a pesar del llanto, Jeny también sonrió.
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perdón
No hay tiemPo De llorar Deyssi Perea, víctima del paramilitarismo, sacó de su tragedia enseñanzas. Quiere replicar su historia, como ejemplo de resiliencia.
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el desarraigo en carne propia me hizo darme cuenta de lo que era capaz”, dice Deyssi Perea cuando cuenta que salió de La Dorada (Caldas), a finales de los años noventa, amenazada por el bloque Autodefensas del Magdalena Medio comandado por Ramón Isaza (hoy
acogido a Justicia y Paz). No podía hacer otra cosa que huir, pues los paras ya habían asesinado a su hermano, su cuñada, dos primos y un amigo. La muerte de los suyos le dolió mucho pero más la crueldad de la guerra: el día del velorio de su amigo, por ejemplo, el paramilitar que lo había matado ingresó a la sala de velación, se acercó al féreA trAvés tro y lo ojeó por un momento de dos sin ningún remordimiento, microempresas como si estuviera confirmannacidas en su asociación, do una vez más su asesinato a Deyssi da sangre fría. empleo a 83 Llegó a Bucaramanga en desplazados. abril de 1999 para alejarse de la zona de influencia del grupo responsable de su tragedia. A los pocos días, gracias a una señora del hotel donde se hospedaba, cayó en cuenta que era víctima de desplazamiento y acudió a las autoridades para ser reconocida como tal. Desde entonces asumió esa condición como un reto para evitar que otras víctimas sufrieran las presiones y dificultades propias del desplazamiento. Entonces se trasladó a Ocaña (Norte de Santander), una zona altamente vulnerada por la presencia de grupos paramilitares para crear la Asofoto: juan carlos sierra
S
“ Sufrir
ciación de Desplazados Unidos por el Progreso (Asdup). Los estudios en agroindustria que cursó en el Sena de Bucaramanga le dejaron una enseñanza que aplicó con las primeras personas que conformaron la asociación: “Uno siempre tiene que aspirar a cosas grandes, creer que puede llegar a ser un empresario”. De allí surgió la idea de crear microempresas basadas en las necesidades del mercado y en las aptitudes de las víctimas para recuperar la estabilidad económica que el desplazamiento les robó. Deyssi ideó negocios que se materializaron en dos microempresas: Lácteos La Negrita y Arte y Muñequería, ambas financiadas con la ayuda de organismos internacionales. En la primera, 60 desplazados trabajan diariamente, desde 2005, en preparar yogures, postres y dulces que venden en Norte de Santander. Y los 23 que componen el personal de Arte y Muñequería, por su parte, diseñan y elaboran accesorios, artículos para decoración y muñecas que distribuyen en tiendas del departamento. Pero, según ella, la asociación tiene su iniciativa productiva más innovadora en las tiendas colectivas, en las que 30 miembros de la Asdup venden productos de la canasta familiar a precios bajos. En octubre de 2013 Deyssi recibió un reconocimiento a su labor: fue nombrada representante de las víctimas de Norte de Santander en la Mesa Nacional de Víctimas. Después, aceptó el honor de ser uno de los siete miembros del comité ejecutivo de la mesa. Ahora cree que llegó su momento para promover, en todo el país la resiliencia, especialmente la de las mujeres, como ella.
reconciliAción
e n t r e v i s ta
“ODiaR eS cOmO SecueSTRaR” Durante ocho años el político caldense Óscar Tulio Lizcano estuvo en manos de las Farc. Su cautiverio le dejó lecciones sobre la reconciliación.
foto: carlos pineda
R
RECONCILIACIÓN COLOMBIA: ¿Qué es reconciliación para usted? ÓSCAR TULIO LIZCANO: Es reconocer al otro en medio de la diferencia, con sus defectos, con su culpabilidad, con sus deseos de cambiar. R.C.: ¿Cuáles son los mayores retos que enfrenta la sociedad en materia de reintegración? O.T.L.: Experiencias internacionales como Sudáfrica o Ruanda nos enseñan que el tema del perdón es uno de los aspectos más complicados en situaciones de violencia. Perdonar en una sociedad como la colombiana es difícil, muy pocos están en condiciones
Óscar Tulio lizcano
de hacerlo. Todavía la herida está abierta, pero si uno no perdona es muy difícil que los desmovilizados puedan reintegrarse. El que perdona no es el Estado a través de una amnistía, el que perdona es la víctima y esa es una acción de años. R.C.: ¿Quiénes deben participar en esa reintegración? O.T.L.: Todos. Sin embargo, en el empresariado y en las universidades recae una gran responsabilidad. El empresario debe confiar y dar oportunidades. Hay que capacitarlos para que encuentren estabilidad. Y las universidades deben formarlos. En ellas recae la responsabilidad de construir una cultura del perdón, porque sus espacios de socialización son el tipo de entornos donde esta puede gestarse. R.C.: ¿Estas personas merecen una oportunidad? O.T.L.: Quienes se desmovilizan merecen todas las oportunidades. Si ellos tienen la voluntad del arrepentimiento y les piden perdón a sus víctimas con sinceridad, merecen un nuevo comienzo. Es necesario que la víctima conozca las ventajas del perdón. Sin ese entendimiento por parte de ambos es muy difícil que se geste una reconciliación. R.C.: ¿Hay reconciliación en medio del conflicto? O.T.L.: Los diálogos de La Habana nos van a ayudar a pactar unos pasos hacia la transfor-
mación estructural que necesita nuestra sociedad, pero en ellos no radica nuestra capacidad de reconciliarnos. Si bien es cierto que reconocer al otro en medio de la diferencia será más fácil si no hay guerra, la reconciliación puede también darse a nivel individual entre una víctima y un exvictimario. En mi caso existe la reconciliación porque yo ya perdoné mil veces, hablo con mis carceleros y a algunos los visito en prisión. R.C.: ¿Cuál cree usted que es el punto de partida para la reconciliación? O.T.L.: El perdón. Como víctima, creo que los que hemos sufrido la guerra tenemos que esforzarnos por entender las causas que motivaron a nuestros victimarios a hacer parte de ella. Seguir con odios, en el caso mío, es seguir mentalmente secuestrado. Con el perdón a mis captores me liberé internamente. R.C.: ¿Qué aprendió de los guerrilleros que conoció en su cautiverio? O.T.L.: Al verlos durante más de ocho años y conocer un poco de sus vidas aprendí que definitivamente la educación es la clave para evitar la violencia. La falta de oportunidades puede llegar a ser el mayor enemigo de la paz. Si no hacemos algo al respecto corremos el riesgo de jamás salir del círculo vicioso de la guerra.
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NuevaS Confianza GeNeraCioNeS
Espacios para escuchar En diferentes escenarios, incluso los propiciados por Reconciliación Colombia, se ha planteado la necesidad de romper públicos. Esto significa hacer esfuerzos por llegar a las poblaciones que raramente se ocupan de estos temas, pues la reconciliación no es un problema entre víctima y victimario, sino de toda la sociedad. Bajo este concepto, artistas como César López aplauden que las iniciativas de la sociedad civil y de la empresa privada abran espacios para escuchar a otros. “El Estado y organizaciones centran su intervención en poblaciones vulnerables (...) nunca se les habla a jóvenes de los estratos 4, 5 y 6, ni a universidades ‘pinchadas’ –dice–. Si bien estos jóvenes no son vulnerables a un secuestro, son muchachos que en un buen porcentaje van a terminar conduciendo empresas o cargos públicos”. La reconciliación necesita de las propuestas y los mensajes frescos de estas nuevas generaciones que heredarán un país que por 60 años no ha conocido la paz, pero que, a su vez, viene abriéndose camino hacia el rencuentro de los colombianos.
n u e va s g e n e r a c i o n e s
LoS NuevoS mediadoreS Jóvenes de 15 municipios de Norte de Santander se reúnen en sus colegios para desarrollar habilidades en torno a la reconciliación.
L
Las hermanas Angélica y Luz Ángela madrugan todos los días para llegar antes de las siete de la mañana a recibir clases en la institución educativa Águeda Gallardo de Villamizar, ubicada en Pamplona, Norte de Santander. En la puerta del colegio espera sor Sol Cristina Redondo, la rectora, vestida con su hábito blanco. Con su voz de mando, le dice a Luz Ángela que hay que solucionar una discusión entre dos alumnos que lleva varios días, por lo que es necesario llevarlos al Centro de Transformación de Conflictos (CTC), para que a través del diálogo y la mediación de estas dos hermanas, las partes se reconcilien. Angélica tiene 18 años y Luz Ángela 15, las dos fueron desplazadas junto con sus padres y sus hermanos mayores cuatro veces de distin-
tas regiones del país. Ahora, después de tres años de correrías, las hermanas lideran el CTC. Este centro ha sido de gran ayuda para generar un cambio de vida de estas hermanas que crecieron en medio de la violencia. “Cuando yo estaba muy pequeña vivíamos en el Urabá y uno de mis tíos trabajaba como ingeniero. A él lo amenazaron, pero no le prestó atención al tema y al día siguiente amaneció desmembrado, por lo que mis papás decidieron salir de esa región. De ahí nos fuimos para Cali, pero teníamos la mala suerte encima, mi papá trabajaba en una tienda en frente a un banco y robaron la entidad bancaria, mi papá salió en los videos de seguridad en la calle, por lo que también nos amenazaron a todos”, cuenta Angélica. Su hermana complementa el relato: “Ahí yo ya había entrado a una escuela, pero suspendimos los estudios. De ahí nos fuimos a vivir a San Cayetano, Norte de Santander, pero allá la violencia no nos dejaba de perseguir, a mi papá le metieron seis tiros, nunca supimos si fueron gue-
rrilleros o gente de la zona. Gracias a Dios mi padre quedó con vida, y entonces decidimos hacer una nueva vida en Pamplona, donde nadie nos molestara y pudiéramos vivir en paz”. Angélica y Luz Ángela entraron al colegio de sor Sol Cristina, y ella, al ver la situación social, económica y psicológica en la que estaban creciendo las niñas, decidió invitarlas a participar en el CTC, un espacio en el que se forma a los menores para fomentar el perdón y la reconciliación en la familia, colegios y comunidades. Angélica cuenta: “Un día le prometí a mi papá que iba a buscar a todos los que nos hicieron daño y los iba a matar, ¿en dónde?
Pamplona, Norte de Santander.
foto: erick moraLes
pues me quería vengar. Pero cuando conocí a Ana Carolina Rincón, coordinadora del Proceso Estratégico Territorial (PET), mi vida cambió. Mi deber ahora es solucionar conflictos de forma pacífica. Pero la gente es muy rara, si yo le hice algo malo a usted, usted me perdona, pero yo no puedo perdonar lo que hice”. Ahora Angélica y Luz Ángela son un ejemplo de cómo los jóvenes pueden prevenir conflictos, solucionar un pequeño malen-
tes de que se presente una acción violenta física”. Niños, jóvenes y adolescentes de 15 municipios de Norte de Santander se reúnen cada mes en colegios y bibliotecas para desarrollar sus conocimientos y habilidades en la mediación no violenta de conflictos, por medio del diálogo, la participación, la tolerancia, el respeto, entre otros valores. Con esto se busca que disminuyan los niveles de indisciplina en las aulas y
La meta es construir competencias para crear procesos de transformación en las comunidades tendido antes de que pase a las agresiones físicas, cómo pueden generar una convivencia pacífica en su familia, colegio o territorio.
La génesis
El Centro de Transformación de Conflictos hace parte del Proceso Estratégico Territorial (PET), impulsado por la Corporación Nueva Sociedad de la Región Nororiental de Colombia (Consornoc). El PET tiene como base una serie de procedimientos implementados entre febrero y noviembre de 2013 con 900 niños, 300 jóvenes y 80 docentes. La premisa del Consornoc es que el cambio está en los niños. Para Ana Carolina Rincón, coordinadora del PET, la salida más adecuada de los conflictos es el diálogo y “lo ideal es que los jóvenes tengan la capacidad de identificar el conflicto y aprendan a solucionarlo an-
se prevenga la violencia en las escuelas. Los docentes desempeñan un papel fundamental en el proceso. Por eso, son capacitados profesionalmente para que puedan desarrollar junto a los menores historias dinámicas, reflexiones, actividades participativas, juegos y salidas pedagógicas para que se vaya generando una cultura de paz. La meta es construir competencias para crear procesos de transformación y sana convivencia en las comunidades, familias y escuelas. En los 15 municipios que, como Pamplona, están adelantando este tipo de procesos, ya se empiezan a sentir los cambios. Está, por ejemplo, el que solía hacer parte de una barra brava que iba buscando problemas por donde pasaba, y ahora es líder del CTC, donde ayuda a jóvenes que padecieron situaciones parecidas.
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Luz ÁngeLa (abajo)
y angélica olvidaron sus deseos de venganza y hoy ayudan a solucionar conflictos entre sus compañeros.
oportunidades
foto: KAREN SALAMANCA
reconciliAción
trabajo para todos Caldas El llamado de la tierra Desde hace tres años indígenas menores de edad desvinculados de los grupos armados llegan al Centro de Capacitación e Integración Indígena (Ingrumá) en Riosucio, Caldas, en busca de un nuevo comienzo. Allí se trabaja por reforzar el arraigo a su tierra a través de labores agrícolas. El proyecto bandera de esta iniciativa es una granja integral con la cual se busca reconstruir el sentido de la vida de estos menores. Los jóvenes deben pasar por este proceso, que dura entre uno y dos años, para reintegrarse a la vida en comunidad. Mientras este proceso, esta ONG del Instituto Colombiano para el Bienestar Familiar (ICBF) les brinda a los jóvenes acompañamiento psicológico constante, al tiempo que tienen la oportunidad de estudiar el bachillerato. Por ahora, dos jóvenes que participaron en el proceso salieron del centro y con sus diplomas de bachilleres.
Quindío Construir y compensar En La Tebaida (Quindío), la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (Anspe) y la Asociación de Arquitectos del Quindío unieron esfuerzos para convertir en un hecho la idea de que los exvictimarios podían devolverles a las víctimas algo de lo que les quitaron. Es por esto que desde principios de este año decidieron acoger a las personas en proceso de reintegración para queb cumplieran con su servicio social obligatorio ayudando a construir viviendas para las víctimas de este territorio. El Sena, la entidad encargada de capacitar a los exvictimarios para el desarrollo de esta labor, trabaja actualmente con nueve desmovilizados que entregarán 18 casas este año.Para el plan de acción en reparación el departamento ha invertido 16.000 millones de pesos.
foto:CoRtESÍA INGRUMA RIoSUCIo, CALDAS
Empresas, asociaciones y exvictimarios impulsan iniciativas por la reconciliación.
Risaralda Zapatero a tus zapatos‘ En Pereira, gracias a que se unieron la Corporación de Desarrollo Productivo del Cuero, Calzado y Marroquinería, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Alcaldía de Pereira, excombatientes en proceso de reintegrarse y víctimas que retornaron a sus hogares se capacitan en la sede de la Fundación Universitaria del Área Andina para obtener el título de auxiliares en fabricación de calzado. El objetivo es que estas personas tengan una oportunidad laboral. Desde el inicio del proyecto, en agosto de 2011, hasta hoy 159 personas han recibido los cursos, que duran dos meses, en los cuales los asistentes tienen la posibilidad de escoger alguno de estos tres énfasis: ensamble, costura o costurero experto. De estos participantes, 121 ya se han vinculado laboralmente a empresas del sector.pues no genera credibilidad en las víctimas.
Santander La nueva maquinaria Diego Mantilla, desmovilizado hace nueve años, hoy trabaja en confeccionar indumentaria para policías y miembros del Ejército en Bucaramanga (Santander). Optó por este oficio porque tenía experiencia y lo conocía, ya que cuando era miembro de un grupo armado ilegal trabajaba en una sastrería. Diego emplea a cinco personas más para que le ayuden en esa tarea y, desde que comenzó su negocio, dos personas en proceso de reintegración han pasado por la empresa. “La idea es expandir el negocio a otras ciudades, salir y hablar ante los batallones y escuelas de Policía”, cuenta Diego, que además se siente agradecido por el apoyo que ha recibido de sus clientes.
Norte de Santander foto: CoRtESIA INSUMoS PAMPLoNA
Por el campo Para luchar contra el desarraigo de los jóvenes por el campo e impedir que terminen vinculados con los actores armados ilegales, la Corporación Nueva Sociedad de la Región Nororiental de Colombia (Cosornoc) desarrolla un proyecto en siete municipios de Norte de Santander (Toledo, Labateca, Cácota, Bochalema, El Zulia, Pamplona y Pamplonita). La idea es que los jóvenes potencien habilidades vocacionales en lo rural con la siembra y venta de productos agropecuarios, haciendo énfasis en que es posible emprender en el campo, a través de actividades de tipo asociativas que les permitan crear microempresas y, de esta manera, puedan ver un futuro sostenible. Desde 2009, cuando se creó este proyecto, cerca de 90 jóvenes han participado, y 17 de ellos ya están trabajando para crear su propia empresa.
reconciliAción
CUlTUrA Confianza
Fortalecer la identidad “En un país que necesita reconciliarse, la mejor manera de volver a hacer tejido social y generar confianza es a través de los procesos culturales, que fortalecen la identidad”. Lo dijo la ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba. Las expresiones artísticas como la música, el teatro, la pintura y la danza, pero también la lectura de cuentos y la narrativa logran grandes transformaciones porque, a través de estos espacios, la comunidad construye memoria sobre sus tradiciones, costumbres e historia. “La cultura mejora concretamente sus condiciones de vida”, dice Garcés, al referirse a las poblaciones afligidas por el conflicto, porque estas expresiones dan palabra a la tragedia. Las expresiones culturales presentes en la geografía nacional facilitan a muchas comunidades mantener su sentido de pertenencia. Por eso, en un país de regiones como Colombia es importante tener en cuenta las lógicas y dinámicas de los territorios para fortalecer identidades y construir tejido social.
C U LT U R A
El podEr dEl hip hop En la ciudadela Juan Atalaya, en Cúcuta, nació ‘Quinta con Quinta Crew’, un colectivo de arte callejero que le hace frente a la violencia.
N
“ No
fue por vacilón la elección de composición, fue mi reacción a manera de insurrección y atención”, reza un verso de Las ovejas negras de Ahiman, un rapero de la ciudadela Juan Atalaya, en Cúcuta, que exorcizó su rabia a través de canciones llenas de sentido social. En 1996 el paramilitarismo irrumpió en esta zona, intimidando a la gente con panfletos firmados por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), entregados a los líderes comunitarios y a supuestos colaboradores de la guerrilla. Las comunas 6, 7 y 8 de esta ciudadela han presenciado reclutamiento forzado de menores, microtráfico y las acciones de bandas delincuenciales. Estas condiciones hicieron que Jorge Botello, conocido en la escena urbana como Ahiman, creciera cuestionándose su realidad y la manera en que podría impactar el futuro de jóvenes que, como él, crecen en un lugar convulsionado. Así nació Quinta con Quinta Crew, un colectivo de hip-hop que desde 2007 le apuesta a la paz desde el arte urbano. El colectivo funciona bajo una máxima: hay que armonizar el pensar, el sentir y el actuar. Este último se hace rapeando, pintando un grafiti,
improvisando una pieza de break dance o produciendo sonidos. Estos cuatro elementos, mantra de este colectivo, han permitido que los jóvenes de este territorio marginado de Cúcuta desfoguen su rabia y su tristeza en actividades culturales y educativas como la pintura, el baile, el canto o la creación musical. Quinta con Quinta Crew tiene tres cabezas visibles ade¿en dónde?
Cúcuta, Norte de Santander.
Para Ahiman, “la música en los sectores populares termina siendo educación de calidad”. La música lo llevó a cuestionarse, forjó su capacidad de análisis y lo motivó a escribir, y así se dio cuenta de que podía impulsar a los jóvenes de su barrio a lo mismo. De esta manera, Quinta con Quinta Crew estableció la Metodología del Hip-Hop por la Convivencia, en donde, según María Saavedra, “se busca fortalecer las relaciones de los muchachos a tra-
foto: carlos julio martínez
más de Botello, su director; Jeider Sánchez, coordinador de grafitis; Johan Rodríguez, encargado de break dance y Javier Polo, quien lidera la producción. Los apoyan Susan Jiménez en el área de comunicación y la trabajadora social María Saavedra. Todos comparten la conciencia de la problemática que enfrentan los niños y jóvenes de este sector.
vés de las prácticas artísticas”. Funciona por etapas. Primero, los invitados académicos y los integrantes del colectivo transmiten, por medio de videos y charlas, la idea de aprender a controlar los sentimientos con los pensamientos, y a descargar las malas o buenas emociones en actividades productivas, en vez caer en la tentación de empuñar un arma. La primera experiencia con la metodología se llevó a cabo en la comuna 6 e involucró a cerca de 25 niños entre los 4 y los 16 años, que trabajaron junto al colectivo durante ocho semanas en 2013. Con este proyecto los
año pasado el primer festival de hip hop en Norte de Santander, bautizado ‘Del norte bravos hijos’. Este encuentro, que se realizó en septiembre, duró cuatro días y dejó como resultado 25 piezas de grafitis que hicieron los niños y cuatro canciones, en su mayoría escritas por niñas. También hubo break dance, rap, grafitis y producción musical. El mensaje que por naturaleza transmite la música urbana está cargado de crítica social. Es música para repensar el mundo. Es un arte de calle, “rebelde”, como dice Ahiman, pero es un es-
miembros del colectivo se dieron cuenta de que el arte callejero puede hacer un gran aporte a la convivencia y a la reconciliación. Desde abajo, y desde lo que motiva a estos jóvenes, es posible incentivar el trabajo en equipo para crear un grafiti o una canción. Con esta idea en mente este colectivo organizó el
pacio de creación y escape para los jóvenes marginados. Con esto también quieren acabar con el estigma que el arte callejero es sinónimo de delincuencia. De sus proyectos ya han salido pintores, y con el poder de la palabra han logrado llegar a 1.500 jóvenes que se han empezado a movilizar con auténticas piezas de arte que le apuestan a la convivencia.
Letras con sentido Este es un fragmento de ‘Las ovejas negras’, canción que Ahiman lanzó en marzo de este año: AhimAn,
director de Quinta con Quinta crew, cree que desde el arte se puede alcanzar la paz.
“Hablar de lo que nos pasa no me hace un resentido, más bien soy una persona consciente de en dónde vivo. Cuando escribo me muestro analítico y descriptivo, sin maquillar las cosas, no busco sonar menos agresivo. Habito el mundo y vivo en la periferia, en este territorio las leyes son letras muertas (...) Pero hay algo que me enorgullece y es lo que más me alegra, mis mejores amigos son los que llamaron las ovejas negras, y a la vida le agradezco por mis padres, y por esta otra familia que me conseguí en la calle”.
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reconciliAción
MEMORIA
REMEMbRanza
Varias comunidades del Eje Cafetero y los Santanderes de memoria para recordar a las víctimas y homenajear a
Caldas
foto: archivo semana
Fútbol para sanar
Santander Mujeres de lucha
foto: lyda malagón
Hace 42 años, cuando se creó la Organización Femenina de la Mujer en Barrancabermeja, decenas de familias encontraron en las Casas de la Mujer promovidas por esta organización, un lugar donde refugiarse para salvar sus vidas durante el conflicto armado del que fue víctima este territorio entre 1998 y 2007. Este colectivo aún conserva dos de estas casas, pero trabaja en recuperar tres más que fueron arrebatadas por los paramilitares en esta ciudad y en el municipio de Puerto Wilches. Hoy, más de 3.600 mujeres que han hecho parte de esta organización dedicada a defender los derechos humanos, especialmente los de las mujeres, brindan en estas casas asesoría jurídica y programas enfocados al adulto mayor y a los jóvenes. Ahora, las promotoras esperan que en el Centro de Memoria Histórica que se creará próximamente en Barrancabermeja se abra un espacio dedicado exclusivamente a las mujeres.
En el resguardo indígena de San Lorenzo, en Riosucio (Caldas), el bloque 47 de las Farc ha practicado el reclutamiento forzado de menores de edad. En diciembre de 2011, 12 personas en proceso de reintegración nivelaron una falda de la montaña donde se ubica esta comunidad para construir una cancha de fútbol. Para esto recibieron el apoyo de 20 personas de la comunidad, que ayudaron aplanando el terreno. Desde hace dos años este lugar, además de ser el escenario en donde cerca de 14 niños y jóvenes practican fútbol, se ha convertido en la sede de los cabildos. Así, este espacio, que se hizo con la idea de crear un entorno protector para los menores, hoy construye memoria, pues los usos dados a este lugar le dieron un nuevo significado: el pasado no desaparece, pero ahora es motivo de alegría.
S poR La la paz
desarrollan iniciativas los líderes.
Norte de Santander las víctimas
Que los perdone Dios es un documental para reparar simbólicamente a las víctimas de la masacre perpetrada por el Bloque Catatumbo de las AUC en 1999 en Norte de Santander. En la sentencia de Justicia y Paz, que condenó al exjefe paramilitar Jorge Iván Laverde Zapata por los ataques masivos perpetrados principalmente en Cúcuta, Tibú y La Gabarra, se ordenó realizar este producto audiovisual para reconocer la historia de las víctimas. Como un acto que los liberó, en un hecho de reconstrucción de memoria, en este documental algunas víctimas cuentan cómo murieron sus familiares, hablaron sobre las torturas y el hostigamiento sufrido. Gracias al apoyo de la Asociación de Familias Unidas por el Conflicto Armado de Norte de Santander (Asfucans) en colaboración con la Radio Televisión Nacional de Colombia (Rtvc) y la Unidad de Víctimas, fue posible el documental.
foto: afp
La voz de
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Santander Trabajo campesino La tecnología se ha convertido en una importante aliada de la memoria en Carare Opón, en el Magdalena Medio santandereano, entre los municipios de Cimitarra, Puerto Parra y Bajo Simacota. La historia de esta región ha estado marcada por el conflicto armado desde 1970. Luego de casi 20 años de violencia, en 1987 comenzó un proceso de resistencia civil que se consolidó con la creación de la Asociación de Trabajadores Campesinos de Carare (ATCC). Las 650 personas que la componen empezaron a hacer frente a violaciones sistemáticas de derechos humanos, a defender el trabajo, la vida y buscar la paz. A comienzos de este año, esta organización creó el portal de internet www. atccvidaypaz.org, en donde hacen memoria recopilando historias sobre las víctimas del conflicto que perecieron en ese territorio, a la vez que trabajan en redefinir su entorno con iniciativas que fomentan el sentido de pertenencia de los niños por la región.
reconciliAci贸n
Campesinos de
foto: céSar david martínez
Lebrija, en Santander, departamento que produce cerca de la mitad de la piña que se cosecha en el país.
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