Reconciliacion Colombia 1

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reconciliación COLOMBIA 1 Antioquia, Chocó, Putumayo, Caquetá, Huila y Tolima Inspiradoras experiencias regionales que retratan un país que se construye más allá del conflicto.


medellĂ­n, antioquia

foto: raĂşl arboleda / afp


Reconciliaci贸n Colombia es posible gracias a:

Al servicio de las personas y las naciones

L ibe rtad

y O rd en

Una iniciativa de la sociedad civil. www.reconciliacioncolombia.com


r铆o quito, choc贸


foto: camilo rozo


Coordinadora General Ximena Botero Coordinador asistente Nicolás Letts

Web máster Luis Carlos Gómez

Editora Bibiana Mercado

Comunicaciones Natalia Riveros

Director Encuentros Regionales y Nacional Daniel Téllez

Asistente Dirección Encuentros Regionales y Nacional Cristian Dallos y Luisa Palacios

Asistente Administrativa y Financiera María del Pilar Indaburo Periodistas José Vicente Guzmán, Marco Bonilla Jairo Esteban Montaño, Laura Campos Encinales, Laura Latiff Pérez y Juan Miguel Álvarez

Periodista invitada

Columnistas y colaboradores Marta Ruiz, Rodrigo Uprimny, Carlos Jacanamijoy, Carlos Raúl Yepes, Gemma Parellada, María Mercedes Abad, Patricia Nieto y Katalina Vásquez

Fotografía León Darío Peláez, Federico Ríos, Juan Carlos Sierra, David Estrada y Carlos Pineda

Diseño y diagramación Jimena Loaiza Reina, Diana Carolina Correa Cortés

Cristina Esguerra

Corrección de estilo Hernán Miranda Torres

Infografía Gabriel Peña

Foto portada: David Estrada Larrañeta

Reconciliacion Colombia

www.reconciliacioncolombia.com

22 de febrero de 2014.

@ReconciliaCol


58

La fuerza de la unión

8

Editorial

60

Canto de esperanza

10

La reconciliación es posible

61

12

Opinión. Más que un ‘lamento andino’, por Carlos Jacanamijoy

Análisis. Asignatura pendiente, por Marta Ruiz

62

Las claves de la reconciliación

14

El peso de la guerra

64

Recordar para no repetir

16

La tarea apenas comienza

66

Homenaje urbano

18

Ruanda y su justicia comunitaria

20 HISTORIAS 22

La miel de Las Hermosas

26

El derecho como escudo

28

El fin del miedo

30

La voz de los gobernantes

34

A ponerse las pilas

38

El arma de perdonar

39

Opinión. ¿Sí se puede?, por Rodrigo Uprimny

40

Indulgencia tras las rejas

42

Retorno a La Puria

45

Matices del regreso

46

Nuevos frutos

49

Opinión. Un nuevo modelo de sociedad, por Carlos Raúl Yepes

50

A trabajar se dijo

52

¿Y los empresarios?

54

Un don especial

56

Las inquebrantables

foto: federico ríos

ÍNDICE


granada, antioquia

foto: hernรกn vanegas / el colombiano


reconciliAción

Editorial

una iniciativa para construir

N

Nelson Mandela

pasó a la historia como una figura mundial de la reconciliación y lo hizo, sin proponérselo, no solo porque mostró hasta dónde puede llegar el perdón, sino porque su mensaje trascendió generaciones y quebró el régimen del apartheid. Es cierto que es muy difícil definir la reconciliación en un conflicto como el colombiano, pero nadie pone en tela de juicio que solo se logra por medio de experiencias en el territorio en las que intervienen las personas involucradas más allá de los estigmas que haya dejado la violencia. Mandela inspiró a todo su pueblo cuando perdonó a sus guardianes y a los políticos responsables del apartheid, lo que terminó por quebrar ese sistema opresivo de discriminación. De ese modo dejó claro que en la reconciliación por lo menos interactúan dos esferas, una individual y una colectiva. Cada página de esta revista está dedicada a narrar historias que tienen lugar en las regiones del país sin que la gran mayoría de los colombianos lo sepan. Desde la perspectiva del proyecto Reconciliación Colombia, iniciativa de la sociedad civil de la que forman parte más de 35 aliados, estos relatos son más que historias optimistas. El solo hecho de que se construyen día a día en medio de la adversidad, de la violencia y del conflicto, muestran que hay algo en ellas que el país debe conocer y replicar para entender que la reconciliación sí es un sueño posible.


reconciliAción

INTRODUCCIÓN

la reconciliación es posible Los testimonios de quienes han padecido el conflicto y se han levantado y construido en un entorno mejor, invitan a Colombia a involucrarse a esta realidad.

En Antioquia

puede estar llegando un tiempo mejor, como lo ilustra el caso de San Carlos. Ese municipio sufrió un éxodo entre 1985 y 2006 que redujo su población a la tercera parte, según el Grupo de Memoria Histórica. Y que 12.150 personas hayan confiado en la institucionalidad al regresar a su terruño, parece demostrar que algo está cambiando. También es una buena señal que 9.250 excombatientes, según datos de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), se hayan decidido por una vida legal en Antioquia y Gran Tolima, región enclave de las AUC en la época de los Castaño y también zona de acción de varios frentes guerrilleros. Los colombianos podrían ver estos esfuerzos como golondrinas que no hacen verano en medio del persistente conflicto.

reconciliación, tras la ruptura del tejido social a causa del conflicto, se basa en la confianza entre los ciudadanos y entre estos y las instituciones. Solo así se explica el retorno de comunidades enteras, en circunstancias y contextos muy difíciles por el tema de garantías de seguridad. La reconciliación también implica que las comunidades se afiancen para que cada uno de los ciudadanos pueda decidir sobre su futuro económico, político y social con plena libertad y goce de sus derechos; lo que en

La reconciliación es un proceso en el que debe participar toda la sociedad décadas de guerra, se construyen los testimonios de reconciliación de sus protagonistas. No se trata, entonces, de una noción abstracta o filosófica, sino de una realidad viva en los diferentes territorios. Un proceso en cuya construcción deben participar todos los actores de la sociedad. A través de las experiencias concretas, se concluye que la

lenguaje de las ONG se le llama empoderamiento. Y la reconciliación encierra también la “desmovilización mental –como afirma Fabrizio Hochschild, portavoz de la ONU– teniendo siempre en cuenta que reconciliarse no implica impunidad. Por el contrario, la reconciliación incluye los procesos de justicia, reparación y verdad” y la garantía de que las víctimas

foto: manuel saldarriaga - el colombiano.

E

Pero la experiencia señala que es en las regiones y a través de experiencias donde se construyen procesos de organización social para resistir y rehacer las relaciones rotas por la confrontación. Por eso, por más escepticismo que haya, no hay nadie que diga que Colombia no tiene que apostarle a la reconciliación y que hay que comenzar ya. La iniciativa Reconciliación Colombia define esta expresión a partir de lo que investigó en las regiones que han vivido el conflicto. Allá, donde están las heridas –abiertas y cerradas– de


si bien

en Colombia aún se vive el conflicto, en medio del mismo existen iniciativas de paz que hay que difundir y fortalecer más.

jamás vuelvan a sufrir esa condición. Un ingrediente más de la reconciliación es que quienes han sufrido un daño perdonen a quienes se lo han causado, y, cómo no, que los segundos se arrepientan frente a los primeros. En la reconciliación participan mujeres que se organizan para hacerse oír, reivindicar sus derechos y desarrollar proyectos productivos que les permitan sostenerse; gobiernos departamentales que diseñan programas hacia la preparación para la paz; mandatarios municipales que les abren espacios a las víctimas para que participen y reivindiquen sus derechos; instituciones gubernamentales que buscan cumplir su mandato de repararlas integralmente; empresas privadas que desarrollan proyectos que generan oportunidades de empleo para antiguos combatientes; iniciativas del sector privado y de la sociedad civil que fortalecen las organizaciones de base. Por eso, la iniciativa de 35 aliados, que incluye organizaciones sociales, empresarios, cooperantes internacionales y medios de comunicación, insiste en que, si bien es cierto que en Colombia aún se vive el conflicto, también lo es que en medio del mismo hay múltiples iniciativas que hay que valorar, difundir, y, sobre todo, fortalecer para generar profundas transformaciones sociales y construir un mejor futuro. Esta revista da cuenta de testimonios de procesos de reconciliación en Antioquia, Chocó, Huila, Tolima, Caquetá y Putumayo, en territorios libres o aún asediados por el conflicto. Continuar y consolidar esos procesos de reconciliación que se vienen gestando implica que todos los colombianos abandonen sus posturas de indiferencia frente a una realidad que incumbe a todos.

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asignatura pendiente MARTA RUIZ*

N

No bastan

los abrazos. Ni pedir u otorgar perdón. Ni renegar o arrepentirse. Ni hacer justicia o dar amnistías. Ni encontrar la dosis justa de memoria y olvido sobre los horrores de la guerra. La reconciliación es un propósito que requiere sobre todo un cambio político. Una transición del estado de *Asesora editorial de la revista SEMANA.

Para que haya reconciliación en Colombia hay que superar el miedo a la democracia y convertir el pluralismo en una realidad. cosas que hicieron posible el conflicto, a otro diferente que desactive la rabia y el agravio. Miremos ejemplos. En países donde ha habido conflictos étnicos o religiosos, solo el reconocimiento de los derechos de las minorías sometidas han hecho posible el tránsito a la paz, como en Ruanda o Irlanda. Donde los regímenes oprobiosos reprimieron a parte de su población, como en Sudáfrica o en los países del Cono Sur, solo la caída de esos sistemas dio paso a la reconciliación. Sin un cambio político hubiese resultado imposible por ejemplo que Nelson Mandela gobernara en su país; que un exguerrillero tupamaro como

Pepe Mujica fuera presidente de Uruguay; que Dilma Rousseff, otrora combatiente revolucionaria, esté a la cabeza de Brasil; o que el Frente Farabundo Martí gobierne El Salvador, 20 años después de firmar la paz. Así mismo en los países donde no ha habido una verdadera transición política, una modificación del estatu quo de la guerra, no hay sostenibilidad en sus intentos de pacificación. Es el caso de Sudán, Guatemala o los territorios ocupados por Israel en Palestina. En el caso colombiano el conflicto armado tiene una naturaleza política, y la reconciliación también.

Según el informe Basta ya, del Grupo de Memoria Histórica, publicado a mediados del año pasado, por lo menos cinco constantes explican la persistencia de la guerra en el país. De todas ellas, destaco una: el miedo a la democracia. Este miedo que engendró un brutal sectarismo partidario que hizo posible la violencia a mediados del siglo pasado, y que se ha manifestado en la vida política como la negación violenta del que piensa diferente, la tendencia a construir políticas excluyentes y a demonizar al disidente. Por miedo a la democracia mataron un 9 de abril a Jorge Eliécer Gaitán, que


foto: daVid estrada larrañeta

En Colombia El

conflicto armado tiene una naturaleza política, y por lo tanto la reconciliación también debe tenerlo.

quería hacer una revolución pacífica. Y por miedo a la democracia se le puso fin a la violencia desatada a mitad del siglo XX con un Frente Nacional que repartió la torta del poder entre dos partidos, excluyendo a los demás. Por miedo a la democracia grupos de colombianos se alzaron en armas contra el régimen, y terminaron construyendo sistemas más autoritarios y violentos que los que combatían. Por miedo a la democracia, el Estado ha respondido casi siempre con violencia y represión a las protestas populares, erosionando de paso su propia legitimidad. Como ocurrió con el paro cívico de 1977, al que le siguió un draconiano estatuto de seguridad nacional. Por miedo a la democracia, la Unión Patriótica fue exterminada cuando comenzaba a tener éxito en las urnas. Por miedo a la democracia, las guerrillas le

hicieron el quite a la Asamblea Constituyente de 1991, que era una gran oportunidad para la paz. Y por miedo a la democracia los paramilitares instauraron un régimen de terror en los territorios donde la izquierda tenía bases sociales o arraigo popular. Este miedo a la democracia empeora cuando, como señala el Basta ya, el Estado es deficiente, y en lugar de garantizar el bien común se deja capturar por intereses particulares, sean estos criminales o de apariencia lícita. O cuando permite que se privaticen aquellos asuntos esenciales para una nación, como la seguridad y la justicia. Cuando esto ocurre, y en Colombia ha ocurrido por mucho tiempo y en muchos lugares, se rompe la confianza en las instituciones y la política queda sometida a la ley del más fuerte. Al imperio del miedo.

Y porque lo contrario del miedo es la confianza, la transición política en Colombia consiste en superar ese miedo a la democracia y construir una confianza colectiva en ella. En otras palabras, abrazar al pluralismo. Aceptar las diferencias ideológicas, renunciar al uso de la violencia, refrendar un pacto de convivencia pacífica, de civilidad y tolerancia. Es un asunto de cultura política, pero también de reformas institucionales. Pablo de Greiff, uno de los más destacados expertos en justicia transicional del mundo, equipara la reconciliación con lo que él llama la confianza cívica. Aquella que los ciudadanos deberían tener en que las instituciones les darán garantías a todos por igual y les protegerán de los abusos que dieron lugar a la guerra o se cometieron durante ella. La confianza cívica requiere de verdad, de reparación, de propósito de enmienda. También de una justicia distributiva. En Colombia se han dado pequeños pasos para construir esa confianza. Mal

con las Farc en La Habana es también una apuesta por el diálogo, por el entendimiento. En el plano más local, esa confianza también se teje horizontalmente, entre las comunidades. En los territorios hay miles de proyectos donde quienes fueron enemigos se dan la mano, y trabajan juntos, donde la sociedad civil ha mantenido por años la cultura de la convivencia; donde empresarios, alcaldes, y líderes sociales mantienen espacios de concertación y construcción de acuerdos. Aun así, estamos lejos de una plena transición política y habrá que trabajar duro por ella. Aunque en el papel todas nuestras leyes protegen la diversidad, la tolerancia y el pluralismo, la violencia sigue rondando en la vida política. Las amenazas a líderes sociales, a candidatos y militantes de la izquierda, especialmente de la Marcha Patriótica, son prueba de ello. Como también lo es que Álvaro Uribe Vélez, el más importante líder de la derecha, tenga que moverse por el país con más de 100 escoltas.

La confianza cívica requiere de verdad, de reparación, de propósito de enmienda y de justicia distributiva que bien, la Ley de Justicia y Paz, aplicada a los miembros de las AUC desmovilizados, ha permitido conocer muchas verdades atroces del conflicto. La Ley de Víctimas, en cuanto programa reparador, ha sido un gran avance aunque sus resultados sean limitados. El proceso de paz que se sigue

La política, la competencia por el poder, sigue siendo una actividad riesgosa y virulenta en Colombia. Una extensión de la guerra. Mientras prime la pugnacidad, el estigma, la devaluación del contrario, la amenaza y el miedo, la reconciliación seguirá siendo una asignatura pendiente.

13


reconciliAción

introducción

el peso de la guerra En estos seis departamentos, donde vive la quinta parte de los habitantes de Colombia, se han registrado 2,4 millones de víctimas del conflicto, es decir 40 por ciento del total nacional. Este es el panorama regional desde 1985 hasta hoy.

Chocó

Caquetá

299.715

242.239

1.962

3.936

6.614

101

Total de víctimas

320.089

1.302

109 169

5.372 6

69

2.048

3.236

19.892

284.616

3.792

Pérdidas de bienes muebles o inmuebles

107 369

10.935 5

734

Desplazamientos

829

Total de víctimas

187 977

Heridos o fallecidos por minas antipersona

Delitos contra la libertad y la integridad sexual

Vinculaciones de niños y adolescentes

Torturas


Antioquia

Tolima

1.031.304

228.703 5.929

5.613 161.234

Total de víctimas

1.267.808

19.325

2.283

16.495

757

1.678

735

33.018 39

1.209

3.433

261.569

306 0

830

Putumayo 185.714

96.010 816

4.462 246

Total de víctimas

120.231

65 112

4.193

1.389

1.543

17.328

425

Total de víctimas

15

215.897

3.373

244

4.673

234 1

54

0

110 822

Huila

873

135

7.783

6.161

12.935

527

Total de víctimas

199 645

455

*Fuente: Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

Secuestros

Casos sin información

Amenazas

Desapariciones forzadas

Homicidios

Actos terroristas


reconciliAción

introducción

la tarea apenas comienza

40 víc .5 tim 24 as

Las 513.953 víctimas de Antioquia, Chocó, Huila, Tolima, Caquetá y Putumayo, receptoras de asistencia humanitaria en los dos últimos años, muestran la voluntad institucional para apoyar el posconflicto.

7 6 6 s . a 0tim 1 3 víc

Inv er si

FAMILIAS EN SU TIERRA Es una estrategia del Departamento para la Prosperidad Social y la Unidad de Víctimas para brindar asistencia y acompañamiento a familias y comunidades que, tras ser víctimas de desplazamiento, retornaron o se reubicaron. La siguientes son las cifras de hogares inscritos en cada departamento: CAQUETÁ

468

8.188 hogares

hogares

HUILA

PUTUMAYO

0 hogares

4v0íc.t9im1a8s

ANTIOQUIA

Inversión: $32.629 millones

590 hogares

TOLIMA

CHOCÓ

103

824

hogares

hogares

Fuente: Departamento para la Prosperidad Social. Datos: Julio de 2011 al 31 de enero de 2014.

CATEGORÍAS INDEMNIZACIÓN ADMINISTRATIVA: Compensación económica del Estado a una víctima. Su monto es variable.

ASISTENCIA HUMANITARIA: Asistencia entregada a víctimas para garantizar su subsistencia mínima.

VÍCTIMAS INDEMNIZADAS: Apoyo económico por desplazamiento forzado u otros hechos victimizantes.

PROCESOS DE RETORNO: Comunidades que reciben apoyo o acompañamiento para regresar a sus tierras.

6.1 ión: $ Invers


3s 6 9 . 8v5íctima

víctimas

UIA IOQ T AN

mil lon es.

Invers ión: $ 9.577 millon es.*

8 1.551

38.7 vícti 08 mas

Inv ers ión : $3 1.8 49

m illo ne s.*

es. lon mil 87 3.6 25 :$ ión ers Inv

ión :$ 22 1. 33 5

Fuentes: Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. Datos: enero de 2012 a noviembre de 2013 / * Vigencia 2013

TO LIM A

4.8 98

víc tim as

CHOCÓ

5víc.010 timas

0

Invers ión: $ 12.10 8 millo nes.*

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Inv ers ión : $2 6.7 85

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PUT U M AY O

s

ETÁ QU CA

2 6 víc .87 tim 5 a

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HUILA

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2

2

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.* illones 124 m

Inversión: $36.654 millones.

4s 4 a 8 . m 44vícti

4v4íc.t3im2a5s

1

s.

.* illones m 7 1 4 9. ión: $ Invers

17


reconciliAción

introducción

ruanda y su justicia comunitaria

foto: CorbiS

En ese país africano recurrieron a las gacacas (juicios hechos por la misma comunidad) para descongestionar los tribunales y encontrar verdad y reparación de los casos relacionados con el genocidio.

GeMMa Parellada*

D Desde

Miles de

ruandeses cruzaron la frontera hace 20 años huyendo del terror. Su destino fue Congo.

esta humedecida colina congoleña se avista el fracaso de la reconciliación en Ruanda. Los milicianos hutus que coronan la cima, con botas de lluvia y sin patria, con armas viejas y suéter de sudadera, con pantalones militares y sin futuro ya no saben si son combatientes o refugiados, víctimas o verdugos, aunque todo el mundo les conoce como genocidas. La niebla inunda el precario campamento militar * corresponsal en África. Lleva más de ocho años en la región de los Grandes Lagos.

–cuatro chozas–. Detrás de estas montañas, hay otras, pero ya no se apodan Congo sino Ruanda. Es allí donde la memoria muerde, donde les rociaron con embriaguez asesina y se propagó un miedo letal: 1 millón de muertos en 100 días. Un millón de personas asesinadas con disparos a poca distancia o cortados a golpe de cuchillo. Asesinatos cara a cara, que colectivizaron la culpa. Es allí donde, un día, la gente común se cegó aterrada y ocurrió la absurda sangría. El próximo 6 de abril hará 20 años que zarpó la vorágine genocida. Veinte años que se dio la última vuelta de tuerca a la manipulación del odio y que las autoridades apelaron sin tapujos a la ‘solución final’: eliminar a los tutsis y a los enemigos. El presidente volvía de firmar un acuerdo con los


Reclusos rosas y naranjas

Tras los 100 días de matanzas un alud humano siguió huyendo hacia Congo –como ya había estado sucediendo durante los tres meses de asesinatos–. Pero otra oleada acudió masivamente a las cárceles de Ruanda. “Los genocidas empezaron a entregarse. Se dirigían voluntariamente a las comisarías porque los supervivientes les podían reconocer y temían represalias. Buscaron seguridad en la prisión”, contaba en Kigali un portavoz del sistema penitenciario ruandés. La lluvia de confesiones atestó las cárceles que pasaron de tener 12.000 reclusos antes de 1994 a 120.000 después del genocidio. Un pesado silencio cubre siempre Ruanda, este pequeño país entallado entre colinas rojizas y verdes. Incluso los

barrios populares se arropan de silencio. El sastre cierra tarde, también las tiendas, y los mototaxis circulan hasta entrada la noche con casco para pasajero. El crimen común es casi inexistente, pero a la aparente normalidad le falta cuerpo. Entre las calles limpias y las flores impecables de la capital, Kigali, aparecen a menudo unos particulares grupos de individuos: hombres y mujeres con uniformes rosas y naranjas. Cortan el césped, barren la calle o, ya en el interior del país, cultivan los campos. Son prisioneros trabajando. Los naranjas son convictos. Los rosas, esperan juicio. Su constante presencia –vigilada por guardas a mano armada– y los macabros memoriales que salpican el país

foto: afp

rebeldes cuando su avión fue abatido. El jefe de Estado murió y, con él, la oportunidad de reconducir las enormes tensiones sociales latentes en el país –tiranteces más sociales que étnicas–. “Si a usted le dicen que vienen a matarle ¿qué va a hacer? Matarle usted antes”. Rapada al cero, el uniforme rosa no edulcoraba a la reclusa Valérie Bemeliki, una de las miles de personas que abarrotan las cárceles ruandesas. Valérie no empuñó un arma convencional: “Yo sensibilizaba a través de la radio, alentaba a matar”. Ella fue una de las locutoras de la Radio Mil Colinas, su voz, que resonaba atormentada en la cárcel de Kigali, fue una de las que condujo la programación progenocidio. Sus palabras han sellado la memoria colectiva de miles de ruandeses.

curría a las llamadas ‘personas de integridad’, consideradas honestas y respetables por la comunidad para reconstruir los hechos polémicos y buscar una solución, además de intentar recrear los lazos de entendimiento. Entre 2001 y 2012 el gobierno ruandés aplicó este sistema para juzgar los casos relacionados con el genocidio. Más de 12.000 gacacas han escuchado en una década a 2 millones de personas, según

Los cerebros del genocidio y los ideólogos están vetados en las gacacas forman parte de un recordatorio constante. En las montañas de Butare, en el sur del país, un grupo de presos rosados esperaban sobre la hierba. Algunos eran testigos, otros, acusados. Y entre los civiles, un hombre que quizás pasaría pronto a engordar el pasto carcelario, aunque no por orden de un juez. Para descongestionar el colapsado sistema penitenciario y plantar la semilla de la reconciliación, Ruanda recurrió a las ‘gacaca’ –se pronuncia gachacha–, unos tribunales tradicionales que se usaban hace generaciones para resolver disputas comunitarias. Esta ‘justicia sobre césped’ sin jueces, fiscal ni abogados re-

las autoridades ruandesas. Siguiendo el proceso habitual de la justicia hubiéramos necesitado 200 años, insisten. Pero además, la misión era hacer aflorar la verdad y el perdón, conseguir que los supervivientes pudieran saber qué pasó con sus familiares y que los ejecutores pudieran redimir parte de su culpa a través del perdón. Confesar se premiaba con una reducción de pena. Solo los cerebros del genocidio y los ideólogos estaban vetados en las gacacas. Ellos deben seguir el curso de la justicia convencional. Pero además de dolorosa, la creativa solución ruandesa ha sido polémica. Se ha aprovechado para hacer falsas acusaciones y para venganzas

personales, decía en Butare un activista ruandés que considera que la falta de preparación ha acabado plagando el sistema de injusticias. Incluso están los que van más lejos y defienden que el régimen actual –muy intolerante a las críticas– lo ha usado como herramienta para silenciar opiniones impertinentes. Es incierto saber cuántos inocentes están en la cárcel. En Ruanda al silencio omnipresente hay quien le llama represión. Y mientras las voces discordantes enmudecen entre el estribillo del discurso oficial, Ruanda deja que sus tensiones se desangren a las puertas del país, en el vecino Congo. Allí yace la herencia más visible del genocidio: la guerra. Miles de ruandeses cruzaron la frontera hace 20 años, después de ejecutar o de ser testigos. Con ellos arrastraron el trauma y la memoria. Y ahora, atrapados, no pueden volver. Desde entonces el que sangra es Congo, en lo que se ha convertido en la guerra más mortífera del planeta. Cinco millones de muertos caídos a las puertas de Ruanda, sacrificados por una reconciliación en cuarentena. Entre la paz hipotecada de Ruanda y la guerra heredada en Congo, quedan los presos rosas, los naranjas y los milicianos perdidos en las colinas congoleñas.

19


foto: david estrada larra単eta


medellĂ­n, antioquia


reconciliAción

EmpodeConfianza ramiento

Mientras narra sus experiencias como prisionero en varios campos de concentración durante la segunda Guerra Mundial, Viktor Frankl afirma que todo hombre y mujer siempre tienen la libertad de elegir cómo pararse ante una situación sin importar qué tan desesperada sea. unos eligen entregarse y otros se aferran a lo más profundo de su ser y lograr sobreponerse a la imponente adversidad. Las mujeres tejedoras de vida del Putumayo, sin duda pertenecen a este último grupo. esta alianza de mujeres, que reúne a 30 asociaciones de la región, teje los lazos rotos que han segregado al género femenino durante años. ellas buscan fortalecer y promover el empoderamiento. La organización reivindica a la mujer mostrando la habilidad que ellas tienen para reflexionar y dialogar. tejedoras de vida se creó en 2003 como resistencia al asesinato de una líder indígena. Desde su fundación las mujeres han trabajado por proteger el género femenino y dar a conocer al mundo las amenazas que las acechan.

EMPODERAMIENTO

la miel de las hermosas La gente del Cañón de Las Hermosas lleva medio siglo padeciendo el conflicto armado. Hoy se resisten a seguir en ello y han desarrollado un sofisticado trabajo organizativo que les ha protegido del fuego cruzado.

U

juan miguel álvarez*

Uno. La carretera

que penetra el Cañón de Las Hermosas es una vía de tierra y piedra que a la distancia parece una muesca en la cordillera Central. Por tramos se asemeja a un camino veredal apenas justo para un vehículo; en otros, la bancada ensancha los centímetros mínimos para que dos jeeps que se encuentran de frente alternen el paso arrimando las llantas al borde de una caída de más de 100 metros de profundidad hasta tocar fondo en el río Amoyá. Desde los primeros kilómetros se ven casas de campesinos hasta en los filos más escarpados. Sus parcelas revelan la cuadrícula del suelo cultivado: cafetales, platanales, cítricos, tomateras, arados de arracacha, yuca, maíz y, hace unos pocos años, colmenas de abejas. Puestos en marcha por grupos de mujeres asociadas, los cultivos apícolas se han convertido en un espacio de trabajo y encuentro femenino. Alcira Fajardo Caicedo tiene 56 años y desde su infancia ha habitado el corregimiento de Las Hermosas. Madre de hijos ya adultos, quedó *Periodista del Proyecto Reconciliación.


foto: federiCo ríos

viuda a finales de los noventa. Campesina experta en caficultura y esmerada ama de casa, desde 2006 se sumó a la Asociación de Mujeres de Las Hermosas (Asmur) con la ilusión de ocupar su tiempo libre. “Todas hemos sido dependientes de los maridos – explica–. Nos organizamos en una asociación para presentar proyectos que nos dieran la oportunidad de hacer algo distinto a los oficios domésticos y ganar algo de plata”. Asmur integra 14 mujeres de la vereda Rionegro, paraje a dos horas de la entrada del cañón. Abundante en flores ornamentales, recibe pleno el sol de la mañana y lo ve ocultarse al final de la tarde con el perfil de la montaña de enfrente. Los terrenos en donde reposan las colmenas quedan unos diez metros camino abajo de la carretera. Hasta el momento, la mejor producción de Asmur ha sido de 52 botellas de miel luego de un ciclo de dos meses de espera con 60 colmenas. En la actualidad tiene 38 y las mujeres ahorran para aumentar el cultivo y la variedad de productos: además de miel,

El Escobal (Asmues). Existe otra de carácter mixto llamada Asociación de Productores de Fruta (Aprofrus), en la vereda Aguabonita. La de San Jorge ha desarrollado, también, un proyecto de gallinas ponedoras y otro de ganado de leche semiestabulado –vacas alimentadas dentro de un establo, no al pasto libre–. Leonor Sánchez, una de sus integrantes, explica: “Con esta manera de producir leche quisimos mostrarle a la comunidad que en espacios pequeños también podemos tener ganado. Y con las gallinas ponedoras innovamos en la forma de vender los huevos: vamos tomando el pedido de casa en casa y lo entregamos igualmente de puerta en puerta. Eso no se había visto por acá y nos ha dado los mejores resultados”. Si bien no todas las asociaciones han cualificado sus mecanismos de comercialización y les ha tocado vender a precios bajos, todas las mujeres están contentas con estos emprendimientos. Para Alcira fue su sueño cumplido: “Durante mucho tiempo tuvimos varios proyectos frustrados y algunas de nosotras se fueron,

“Nos organizamos para tener la oportunidad de hacer algo distinto a los oficios domésticos”

Pie de foto

stius essita impoent AlcirA fAjArdo ussedes Caicedo conononsid en su overolstius de essita impoent ussedes trabajo con el conononsi humero a punto.

pretenden producir polen, propóleo y jalea real. Junto a Asmur otras tres asociaciones de mujeres en el corregimiento permanecen activas y sus nombres enuncian la vereda en la que viven sus integrantes: Asociación de Mujeres de El Cairo (Asomucar), Asociación de Mujeres Progresistas de San Jorge (Asomuprosj) y Asociación de Mujeres de

y a las que se quedaron, que también querían irse, yo les decía que esperáramos un poco, que fuéramos persistentes. Hasta que al fin”. Ninguna de estas mujeres ha sido víctima directa del conflicto armado, pero todas lo conocen bien. En 2008 y 2009, temporada en la que recrudecieron los enfrentamientos entre las Farc y el Ejército Nacional, numerosos

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CONFIANZA

fotos: feDerico ríos

reconciliAción

“Cansados de estos abusos creamos la Mesa de la Transparencia” campesinos optaron por salir de sus parcelas mientras cesaba el fuego. No así las mujeres de estas asociaciones: “No nos desplazamos –dice Alcira–, nos quedamos para no abandonar nuestras cosas ni las abejas. Y nos acostumbramos a vivir con los bombardeos de la Fuerza Aérea”.

Dos. El Cañón de Las Her-

mosas es uno de los territorios más representativos del conflicto armado colombiano. Es un accidente geográfico de la cordillera Central, entre los municipios de Chaparral y Roncesvalles al sur del Tolima y los municipios de Pradera y Florida del centro oriente del Valle del Cauca. Desde los años sesenta le ha servido a la guerrilla como zona segura. Por sus caminos agrestes, intricados saltos de montaña y bosques de páramo, a la fuerza pública le ha costado más hombres, más

armamento y mejor estrategia poder penetrarlo. Desde el final de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán, en 2002, fue refugio de alias Alfonso Cano, uno de los máximos comandantes de las Farc –a quien un comando especial del Ejército dio de baja en Cauca en 2011–. La guerrilla tuvo tanto control de este cañón que los movimientos paramilitares nunca lograron una presencia significativa allí. Dentro de la estrategia de la guerra, dominar el acceso y la salida de estas montañas permite moverse entre las zonas más pobladas del occidente y centro occidente del país y la cuenca alta del río Magdalena. “Acá llevábamos viviendo 50 años bajo una ley de la guerrilla –dice David López, exgobernador del cabildo indígena de La Virginia–. Teníamos temporadas de guerra y otras de calma. Pero

cuando en 2005 el Ejército se metió a combatir la guerrilla llegaron las complicaciones porque pensó que todo lo que caminaba era guerrillero”. Si bien en esos años las Fuerzas Armadas desplegaron toda su artillería a lo largo y ancho del país, la entrada al Cañón de Las Hermosas coincidió con las primeras obras de la construcción de una hidroeléctrica de Isagén en el río Amoyá. “Cuando llegaron las tropas –añade Ulises Dueño, líder campesino–, los militares nos dijeron: ‘Venimos a protegerlos a ustedes’. Nos creían pendejos. Vinieron a proteger la hidroeléctrica, a cuidar la plata de los empresarios”. El Ejército construyó dos bases en cimas de montaña, organizó operativos de inteligencia y desplegó tropa desde el casco urbano del municipio de Chaparral hasta lo más profundo del cañón. Por la cantidad de soldados, las bases levantadas que despertaron el tráfico constante de helicópteros y el ametrallamiento desde el aire, organizaciones de derechos humanos calificaron

al Ejército como una ‘fuerza de ocupación’. En 2006 algunos líderes campesinos de los corregimientos El Limón y La Marina, colindantes con Las Hermosas, fueron asesinados y reportados como bajas en combate. Los campesinos reaccionaron con una movilización de habitantes de los tres corregimientos. “Marchamos para reclamar los atropellos que estábamos sufriendo –dice Elmer García Rodríguez, representante de Asohermosas, asociación que agrupa todos los colectivos del corregimiento–. Pero a los pocos días la fuerza pública comenzó a perseguir a líderes, comerciantes, veterinarios, dueños de droguerías, acusándolos de ser auxiliadores de la guerrilla”. Finalmente capturaron a diez personas y las vincularon a procesos penales. Al verse tan vulnerables, el resto de campesinos que fungían como líderes de procesos comunitarios se llenaron de miedo. “Eso fue entre 2008 y 2009 –explica Luz Mila Sánchez, actual corregidora de Las Hermosas–


y de sus trabajadores en caso de que los tuvieran, para que los militares aprobaran el paso de las provisiones. “De todos modos –agrega Luz Mila– había cosas que no dejaban pasar por nada del mundo: pilas, gasolina, varillas de hierro que uno necesitaba para la casa, urea y otros insumos agrícolas y muchos más. Cansados de todos esos abusos y como única herramienta para protegernos creamos la Mesa de la Transparencia”. SaltoS de

montaña en el Cañón de Las Hermosas.

y esas detenciones bajaron el ánimo del trabajo organizativo. Aquí nadie quería asumir el liderazgo de los procesos que estaban en funcionamiento por miedo a que los señalaran de guerrilleros y les formularan orden de captura”. La estrategia del Ejército, sin embargo, que más melló el tejido comunitario fue la de restringir el paso de víveres y utensilios desde el casco urbano de Chaparral hasta el corregimiento. “En un retén militar que hoy ya es permanente –dice Humberto Alirio Hernández, líder campesino– paraban cualquier vehículo y preguntaban para dónde iban. Si uno decía que para alguna de las veredas del cañón, lo hacían bajar, le preguntaban en un tono más hiriente, y le hacían explicar todo sobre la familia: cuántos miembros, a qué se dedican, cómo se llama la finca, qué cultivos tiene. Y si ellos querían, no le dejaban pasar nada del mercado que uno llevaba”. Los campesinos debían presentarse en el batallón con una lista de su grupo familiar

Tres. Cada una de las 28

veredas del corregimiento de Las Hermosas tiene junta de acción comunal. En el cañón cohabitan cinco cabildos indígenas y, como se dijo ya, laboran cinco asociaciones productivas. Estas organizaciones están representadas en una fuerza comunitaria llamada Asohermosas. Cuando los campesinos sintieron que los operativos militares habían menoscabado su dignidad, la comunidad en pleno propuso crear un espacio de encuentro con representantes del gobierno para que los escucharan y les solucionaran lo que ellos consideraban “atropellos de la fuerza pública”. Llamaron a ese espacio Mesa de la Transparencia y los derechos humanos. Durante la movilización, entendieron que si los reclamos solo quedaban en la Alcaldía de Chaparral no iban a tener ningún efecto y que si querían cambios tenían que hablar con el alto gobierno. “Así que exigimos su presencia —dice Luz Mila— y logramos sentar en la mesa al gobernador del Tolima, al comandante de Policía del departamento, al comandante de la brigada, a un represen-

tante nacional y otro local de la Fiscalía, de la Procuraduría y de la Defensoría del Pueblo”. Al primer encuentro, a finales de 2007, solo asistieron los tres o cuatro voceros de la movilización y se vieron en franca desventaja: “Para campesinos sin estudio como nosotros –explica Ulises Dueño– no era fácil sentarnos cara a cara con el comandante de la brigada o hablar con propiedad ante un funcionario muy estudiado de la Fiscalía”. Al segundo, la comunidad asistió con los presidentes de las juntas de cada vereda, con los representantes de las asociaciones, con los gobernadores indígenas y con los principales miembros de Asohermosas. “A partir de esa segunda reunión empezaron a cambiar las condiciones del corregimiento –agrega Ulises–. Éramos 80 personas, pero el día anterior habíamos escogido a tres o cuatro para que fueran quienes hablaran en la mesa. Ahí el gobierno vio el alto nivel organizativo que teníamos. Así nos hicimos sentir”. En la actualidad, la comunidad acepta que los opera-

tivos militares ya no son tan agobiantes. Algunos le dan el crédito a la Mesa; otros, incrédulos, expresan que la presión militar menguó luego de la muerte de Alfonso Cano. Unos más aducen que mientras la hidroeléctrica esté en operación el Ejército seguirá actuando como una fuerza de ocupación. El hecho es que la comunidad del Cañón de Las Hermosas mantiene activos y optimistas los procesos organizativos: las 28 juntas de acción comunal sesionan con regularidad, las cinco asociaciones productivas siguen produciendo miel, los cabildos mantienen el control político de sus pueblos y Asohermosas lidera la elaboración de un plan de desarrollo para el corregimiento que va en la fase de diagnóstico. “Con todo este trabajo organizativo –concluye Luz Mila– queremos que el país sepa que el Cañón de Las Hermosas no solo es una zona del conflicto armado, que deje de pensar que somos gente peligrosa. Queremos que sepan que acá la gente trabaja y tiene proyectos de vida”. luz mila Sánchez,

corregidora, en un pasillo de su casa.

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reconciliAción

empoderamiento

el derecho como escudo Campesinos del Huila convencieron a los grupos armados de que las leyes también se aplican en el campo. Así hoy se hacen respetar.

L Los

campesinos de la intendencia de San Andrés, en el municipio de Tello (Huila), demostraron que empuñar un arma para ganarse el respeto de los actores armados y la fuerza pública no es la única opción. Esta localidad, en la que hasta hace poco hablar de derechos humanos era sinónimo de subversión, se hartó en 2010 de las requisas del Ejército y de las intimidaciones de los guerrilleros. Los campesinos eran detenidos e interrogados por horas cada vez que iban o venían de Neiva. Los 400 casos de falsos positivos en Huila preocupaban tanto a sus habitantes que cuando Gildardo Vera, Fernanda Olaya, Emelías Martínez, Rubén Díaz y otros líderes comunitarios se ente-

raron de que Joselito Rodríguez, un menor discapacitado que ellos conocían, había muerto por fuego cruzado entre el Ejército y la guerrilla, la paciencia se acabó. Durante reuniones en la Asociación de Juntas de Acción Comunal de San Andrés (Asojuntas), los líderes decidieron que era urgente buscar una salida inteligente, ya que las reacciones y enfrentamientos violentos con los soldados y guerrilleros perturbaban la tranquilidad. De ahí surgió la idea de aprender de leyes y derechos humanos para inspirar respeto y no debilidad. Los líderes creían que cuando el Ejército los detuviera y les solicitara datos personales, el problema quedaría resuelto si ellos respondían con un discurso sobre la ilegalidad de ese procedimiento, basándose en pronunciamientos de la Corte Constitucional. Suponían que los soldados quedarían boquiabiertos y lo pensarían dos veces antes de parar una

chiva camino a Tello. Igual pasaría con los guerrilleros que se paseaban por las veredas amenazando con matar a todo el que estuviera del lado del Ejército. Conocer sus derechos como ciudadanos y como población civil en medio del conflicto era el paso por seguir. El reto era cómo hacerlo, pues conseguir abogados expertos dispuestos a enseñarles parecía una ardua tarea, y lograr que la totalidad de la intendencia se capacitara en el tema, aún más, por el temor a ser estigmatizados como de un bando o de otro. Desde Asojuntas hicieron contacto con Plataforma

la agencia de cooperación alemana Pan para el Mundo y el acompañamiento de un equipo profesional compuesto por psicólogos y abogados de Plataforma Sur, 35 líderes campesinos de San Andrés iniciaron en marzo de 2010 un programa de formación en derechos humanos, dere-

Luego de dos años de capacitación, 18 líderes se graduaron como gestores humanitarios y de convivencia Sur, organización social que acompaña procesos comunitarios, la cual, al oír las ideas de los líderes, creyó en el proyecto. Con recursos de

cho internacional humanitario y derechos económicos, sociales y culturales. El plan de Plataforma Sur era formar durante dos


foto: juan marín

RUBÉN DÍAZ

capacita a los padres de familia de la intendencia para que construyan su propia propuesta de paz.

años con talleres semanales a los campesinos y crear, con base en la experiencia, una cartilla para que los graduados replicaran el mensaje. El programa efectivamente duró dos años, pero no se graduaron los 35. Durante el proceso, 17 estudiantes abandonaron por diferentes razones. El choque entre resolver los problemas a su manera y acudir a libros y términos jurídicos, para algunos impronunciables, con los que supuestamente los actores armados se asustarían, fue la principal talanquera. Los 18 que continuaron recibieron diploma en 2012 como ‘gestores humanitarios y de convivencia del Huila’,

avalados por la Universidad Minuto de Dios, Plataforma Sur y la fundación enfocada en desarrollo rural Podion. Al poco tiempo del grado, los 18 gestores, dentro de los que estaban Gildardo y Fernanda, comenzaron a enseñar lo aprendido en las veredas. Como habían desertado tantos, a cada gestor les correspondió capacitar a los habitantes de dos veredas. Mientras que las capacitaciones, que se realizan cada vez que surgen inconvenientes con el Ejército o la guerrilla, han funcionado en la intendencia de San Andrés, en las intendencias Sierras del Gramal y la Cañada la población aún tiene miedo

de aprender sobre derechos humanos. “Creen que por participar en estos cursos los soldados van a pensar que están del lado de la insurgencia y algo harán”, dice Fernanda. Los habitantes de San Andrés aseguran que la relación con el Ejército y la guerrilla mejoró radicalmente con el programa, al punto en que la guerrilla ya no hace presencia armada en el pueblo y los enfrentamientos bélicos terminaron. Las tortuosas requisas del Ejército cada vez que una chiva pasaba por la vía a Neiva son cosa del pasado. Además, cuando capturan a un campesino en la intendencia, presuntamente guerrillero, la reacción

violenta que generalmente ocurría fue reemplazada por una interacción pacífica mediada por conceptos jurídicos, no por golpes, ni machetes. Con esta experiencia lo más importante que San Andrés logró fue, como dice Gildardo, “que los actores armados entendieron que la sociedad civil, en condición de sujeto político, es la que decide respecto a su desarrollo y a su convivencia”. Ahora, Fernanda y Gildardo se preparan junto a los demás gestores para escoger en abril la propuesta de construcción de paz diseñada por los niños, jóvenes y padres de Tello que más los convenza.

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La reintegración, un proceso a largo plazo en el que los excombatientes vuelven a hacer parte de la sociedad civil, solo es posible si se reconstruye la confianza que 50 años de conflicto armado han resquebrajado. Según la agencia colombiana para la reintegración (acr), entre noviembre de 2011 y febrero de 2014 en antioquia, caquetá, chocó, Huila, Putumayo y tolima se vincularon al proceso de reintegración 9.509 personas; 1.015 ya lo terminaron. estos ejemplos demuestran que la reintegración de los excombatientes es posible y que la confianza de los colombianos en su país y en sus compatriotas puede recuperarse. La confianza es la base de toda vida en comunidad, sin ella reinaría el caos. en otras palabras, colombia solo es viable si volvemos a confiar en ella y en los colombianos.

fotos: david estrada larrañeta

Confianza Confianza

marta gil

dice que el conflicto no volverá al pueblo siempre y cuando sus vecinos puedan darse la mano.

el fin del miedo En San Francisco, Antioquia, superaron el asedio de grupos ilegales y los excombatientes han encontrado un hogar.

H

PatriCia NiEtO*

Hace unos años, en la

vereda Las Brisas, en San Francisco (Antioquia), solo se escuchaba el crujir de los árboles. Ahora, la voz de Marta viaja entre repollos, coles y lechugas y llega hasta al pesebre donde beben dos mulas. Dice Marta que durante los años del silencio solo hablaba para rezar. Mientras tantea la corteza de una papaya y toca los botones del rosal, confiesa que hoy conversa con la intención de abrazar. Casi media década permaneció callada, concentrada apenas en desyerbar anturios, siemprevivas y purezas que crecen silvestres en el solar que heredó hace 35 años. Además del zumbido de las moscas escuchaba tiros de fusil, estallidos de bombas y gritos desgarrados de las mujeres que veían morir a sus hijos en las calles de San Francisco. Una noche, cuando rezaba, escuchó el * Periodista.


golpe seco y corto de un arma cuando la liberan. Después los pasos de muchos hombres avanzando por el corredor de su casa trepada en una colina y al segundo, los gritos del que ya le apuntaba en la cabeza reclamándole a Roberto, su hijo de 16 años. Días más tarde ella misma presentó al muchacho ante los comandantes de las AUC, después de cruzar las montañas que llevan al Magdalena Medio. Marta no dejó que los paramilitares interrogaran, ni juzgaran, ni fusilaran. Se deshizo en palabras de madre desesperada y entregó toda su savia en los 30 minutos que se tomó para defender al muchacho. Y regresó, con su hijo agarrado de la mano. Dos años después, en 2002, también las palabras salvaron a Javier Alberto, su hijo de 22 experto en vacunar ganado. Se lo quitó de las manos a Luis Eduardo Zuluaga, paramilitar conocido como MacGyver después de hablarle con susurros y con gritos. La libertad de Javier duró poco. Hombres del ELN, lo asesinaron en un camino que bordea un potrero. Así, hicieron saber a todos los habitantes de San Francisco que no tolerarían tratos, ni de padres ni de madres ni de novias ni de maestros ni de médicos ni de curas, con los paramilitares. Después del funeral, Marta cerró las puertas de su casa y se quedó en silencio como todas las madres de San Francisco. Aprovechó para tapar las ranuras de las paredes y para restaurar, con sus propias manos, el mesón de la cocina. En esas estaba cuando vio a Blanca Toro subir por el caminito que atraviesa la

huerta y lleva al corredor. Blanca, sobreviviente de las tomas guerrilleras de 1998 y 1999 que derrumbaron su casa y medio pueblo, llevaba en sus manos un formulario. No se trataba de firmar un pliego de peticiones a nombre de las víctimas sino de aceptar hacer parte del grupo de apoyo entre iguales. Marta y Blanca conversaron toda la tarde. Revivieron la dramática historia de su pueblo sitiado por guerrilleros, paramilitares y Ejército durante años. Entonces decidieron aceptar la invitación de Conciudadanía para tejer la confianza y la solidaridad rota por la guerra.

Una terapia

Unas semanas después, Marta Gil, Blanca Toro y 22 víctimas compartían el fin de semana con un grupo de desmovilizados, paramilitares y guerrilleros, que había decidido convertir a San Francisco en el hogar para recomenzar su vida. Carlos Arturo Domicó recuerda que fueron 16 los paramilitares que arrendaron una casa en la esquina diagonal a la iglesia cuando dejaron las armas. Sentía miedo, dice. Cuando atravesaba el parque para comprar una libra de arroz le parecía que miles de ojos lo seguían, cuando entraba a la Alcaldía se sentía indigno. Carlos Arturo tardó semanas para entablar conversación con alguien. Ese alguien fue Quico Gómez, un comerciante que le abrió el camino para entrar en charlas simples. Solo cuando se confesó ante las madres de San Francisco y pudo llorar con rabia, con vergüenza, sintió que el peso de la culpa se aligeraba.

Carlos arturo

duró ocho años en las filas paramilitares. A ellas les dijo la verdad: a los 22 años, después de enterrar a su hermanita asesinada por la guerrilla, se entregó a las AUC para sumarse a la venganza. Sin pensarlo aceptó el uniforme, recibió el arma y cumplió órdenes durante ocho años. Y esa verdad la completó con detalles del sufrimiento que provocó. Mientras que Carlos Arturo narraba, las mujeres sollozaban y le devolvían preguntas que a veces era incapaz de responder. Ese hablar entre sollozos o risas descompuestas era abrazarse, aprendió Carlos Arturo y salió del grupo de apoyo a decirles a los compañeros que desmovilizarse no era solo dejar el arma; consistía en reconocer ante los ofendidos el daño causado. Tres años necesitaron Marta, Blanca, Carlos Arturo y decenas de hombres y mujeres del oriente antioqueño para certificarse como promotores de vida, seres comprensivos capaces de

domesticar el odio que dejan las guerras. Marta Gil es la gran abrazadora de San Francisco. Lo reconoce Carlos Arturo cuando dice que ella es una “señora elegante que le enseñó a estar en paz”. Cada mes Marta visita siete familias y da el mismo número de abrazos que son encuentros de palabras sanadoras. Marta sigue repartiendo abrazos pese a que San Francisco ya no está solo. Funcionarios de los gobiernos nacional y departamental atienden las necesidades básicas de 8.000 víctimas, casi el 90 por ciento de la población. Marta sabe que los techos, las herramientas, los abonos, las becas, los caminos, la electricidad y el agua potable mejoran la vida después de la guerra. Y también sabe que la guerra no volverá a su pueblo si sus vecinos pueden darse la mano y mirarse a los ojos sin temerse.

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reconciliAción

CONFIANZA

la voz de los gobernantes foto: archivo semana

Las autoridades de Antioquia, Chocó y Gran Tolima avanzan en sus propios planes de reconciliación. Reclaman mayor institucionalidad para resguardar a las comunidades.

“Sin cambio, no hay paz” Sergio Fajardo, gobernador de Antioquia, impulsa el programa ‘Preparémonos para la paz’, que busca incluir a la ciudadanía en la reconciliación. SEMANA: ¿Por qué los entes territoriales son clave en la construcción de paz y reconciliación? SERGIO FAJARDO: Es sencillo: nosotros estamos en contacto permanente con las comunidades, tenemos funcionarios regados por todo el territorio, yo mismo viajo sin parar, hablamos a diario con los alcaldes, conocemos lo que pasa en cada lugar, cómo vive nuestra gente, qué quiere, qué le duele, qué necesita. La paz es allá, no es en Bogotá ni en La Habana. Cuando acuerden parar la guerra en la mesa de La Habana, viene lo más difícil: construir la paz

entre los que estamos aquí y eso se hace en los territorios, en las comunidades, en los corazones de las personas que han padecido y protagonizado la violencia y esas están con nosotros, a nuestro cargo. SEMANA: ¿De qué trata el programa ‘Preparémonos para la paz’? S.F.: Es un programa para concientizar a instituciones y comunidades en su responsabilidad de impulsar la consolidación de la paz y comenzar a estructurar una pedagogía de la paz, la reconciliación y la convivencia en todas las regiones


Las cifras departamentales Antioquia Población: 6.299.990 habitantes PIB: 80 billones de pesos Indemnizaciones a víctimas*: 480.041 millones de pesos

Chocó

Carlos MauriCio iriarte Gobernador de Huila

Avanza la reparación Esta región experimenta “una sensible disminución de la violencia”, según dice el gobernador Carlos Mauricio Iriarte. El funcionario afirma que 11.000 víctimas han sido reparadas integralmente por un total de 17.626 millones de pesos, y se ha trabajado en el retorno y reubicación de 1.313 familias. Para Iriarte, esa tendencia se explica también por el diseño de agendas agrarias destinadas a la restitución de tierras y desarrollo rural. Las Farc siguen estando presentes en este territorio, el cual es estratégico, pues conecta con Caquetá, Tolima, Cauca, Putumayo y Meta. También hay presencia esporádica de grupos paramilitares. Iriarte señala que hay “dispersión y atomización institucional”, lo cual representa un reto para la reconciliación. Para tratar de mitigar ese fenómeno, la Gobernación se ha apoyado en la Oficina Departamental de Víctimas y en una asesoría de paz y posconflicto.

de Antioquia. Esta iniciativa ha contado con el apoyo de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana (ACI) y otros actores que se han ido sumando al proceso. SEMANA: Un caso de éxito es el oriente antioqueño, que llegó a tener una marcada presencia de grupos armados ilegales. ¿Cuál ha sido el secreto? S.F.: El secreto en la construcción de paz del oriente antioqueño está en los liderazgos locales y la movilización de las comunidades. Las mujeres han sido fundamentales. El programa ‘Preparémonos para la paz’ de Antioquia, la más educada, lo estructuramos desde esta experiencia. Son las comunidades con sus líderes a la cabeza con quienes construimos la paz. Y por delante van las mujeres.

Población: 499.400 habitantes PIB: 3,2 billones de pesos Inversión: 1.422 millones de pesos

Huila Población: 1.126.316 habitantes PIB: 11,4 billones de pesos Indemnizaciones a víctimas*: 26.966 millones de pesos

Tolima Población: 1.400.140 habitantes PIB: 13,5 billones de pesos Indemnizaciones a víctimas*: 28.564 millones de pesos

Caquetá Población: 462.370 habitantes PIB: 2,5 billones de pesos Indemnizaciones a víctimas*: 40.762 millones de pesos

Putumayo Población: 341.345 habitantes PIB: 3,4 billones de pesos Indemnizaciones a víctimas*: 43.474 millones de pesos Fuente: Índice Departamental de Competitividad (Dane) *Unidad de Víctimas - Enero 2012 a noviembre 2013.

SEMANA: Pero Antioquia tiene zonas donde la reconciliación es todo un reto, como en Urabá y el Bajo Cauca antioqueño. ¿En qué tendría que avanzar cada región? S.F.: Estamos listos para actuar en todo el territorio a partir de los acuerdos de cese del fuego del gobierno con las guerrillas. Ese será el banderazo. Si no funcionan los diálogos, esto será imposible de manejar porque arreglamos las cosas por un lado y se nos dañan por otro. Hoy son esas regiones, mañana otras. Es la triste historia. Mientras no pactemos las paces en todos los espacios y nos pongamos por tarea relacionarnos sin que la violencia esté de por medio, no hay paz. Los diálogos de La Habana deben ser definitivos para llegar a la construcción de paz en la integridad del departamento y del país.

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reconciliAción

CONFIANZA

A generar confianza Este departamento ha trabajado para expandir cultivos lícitos y fomentar las actividades agropecuarias con el ánimo de promover que sus habitantes se reintegren a la vida del campo. Su gobernador, Luis Carlos Delgado, considera que “hay que generar confianza y credibilidad en los sectores campesinos para retomar una acción de paz”. Actualmente, más de 3.000 procesos de restitución de tierras hacen de Tolima la región de mayor demanda en esta materia. En la zona el conflicto sigue latente: en Rioblanco y Planadas se siente la presencia de las Farc. El gobernador asegura que “es necesario definir con autonomía las políticas de nuestras regiones con apoyo administrativo y financiero”, para erradicar la violencia. “Los tolimenses quieren regresar a sus regiones, pero para lograrlo requerimos una acción envolvente del Estado”.

LuIs carLos deLgado G o b e r n a d o r d e To l i m a

SEMANA: ¿Cómo le ha ido al departamento implementando la Ley de Víctimas? S.F.: Combinamos esfuerzos con la Unidad Nacional de Víctimas. Hay avances importantes. El programa de atención ya se estableció en todos los municipios. Tratamos de organizar las intervenciones que vienen de distintos lados para que esto no sea caótico: vemos quién llega, con qué oferta y cómo juega para que la reparación sea integral. Nos empeñamos en que haya rigor y luego seguimiento. SEMANA: ¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la hora de atender a víctimas y a desmovilizados? S.F.: No se tiene buena información sobre cómo atender a las víctimas. Ese es un problema. La oferta de servicios es desorganizada. Trabajamos en poner orden y en que la atención sea integral, y en el seguimiento. Ahora, la restitución de tierras no avanza. Mientras la institucionalidad

Víctor IsIdro ramírez Gobernador de Caquetá

Falta plata Construir programas enfocados en el sector agropecuario, a través de capacitaciones y acompañamientos al campesino y productor, es uno de los retos que el gobernador Víctor Isidro Ramírez se ha impuesto para apoyar la reconciliación. Según él, esto no ha sido fácil, pues “los recursos no alcanzan, y así difícilmente las comunidades retoman la confianza en el Estado”. Hasta el momento, los proyectos de la región son subvencionados por el Sistema General de Regalías, lo cual, a juicio de Ramírez, debe complementarse con mayores recursos estatales, ampliando sus fuentes de financiación. Entre las iniciativas que el gobernador destaca están la creación del Centro de Memoria Histórica de Caquetá y el trabajo desarrollado para la implementación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. En Caquetá el conflicto se siente en Curillo, Cartagena de Chairá, Puerto Rico y San Vicente del Caguán, donde se registra presencia de actores armados ilegales.

judicial no se implemente no habrá progresos. Hemos adelantado en la parte local, faltan los jueces y algo fundamental, garantizar la seguridad de los campesinos que reclaman sus propiedades. La falla en esto es dolorosa. Es urgente reforzar la institucionalidad para que se cumpla la ley y proteger con todo los derechos y la vida de los campesinos. SEMANA: ¿Cómo califica la articulación de estos temas con el gobierno nacional? S.F.: Ha sido buena. Hacemos esfuerzos para llegar al tiempo a los territorios con la Unidad de Víctimas y para coordinar e integrar las ayudas. Lo mismo, la coordinación con la Agencia Colombiana para la Reintegración. Los avances son considerables. SEMANA: ¿Cómo articula el plan de desarrollo de su administración ‘Antioquia la más educada’, con el tema de la reconciliación?


Continúa el retorno “Estamos avanzando en la restitución de tierras en Curvaradó y Jiguamiandó y en la sucesión de territorio colectivo, como sucedió con el Consejo Comunitario de Cocomopoca (organización étnica-territorial con autonomía administrativa)”. Así lo señala Efrén Palacios, gobernador del Chocó, al referirse al proceso de reconciliación en el departamento. El proceso enfrenta dos problemas principales: la dificultad de organizar a las personas en procesos de reintegración y el accionar de los grupos armados ilegales. A pesar de esto, entre noviembre y diciembre de 2013 más de 3.200 afrocolombianos, indígenas y mestizos retornaron a sus hogares en los municipios de Bajo Baudó, Carmen de Atrato, Litoral del San Juan y Bagadó. Además el gobierno nacional, a través de la Unidad de Víctimas, indemnizó el año pasado a más de 2.000 personas del Chocó.

E f r é n Pa l a c i o s Gobernador de Chocó

S.F.: ‘Antioquia la más educada’ entiende la construcción de paz como un proceso integral, por eso creamos el programa ‘Preparémonos para la paz’. La reconciliación viene con las siete líneas de intervención del programa. Si falla alguno de esos pasos, no hay reconciliación. El público debe entender que la cosa ni es fácil, ni es para ya. Hay que decirlo con claridad: devolvernos de 65 años de violencia no es fácil, pero con seguridad es más interesante que seguir matándonos. Vamos a necesitar varias generaciones, si hacemos las cosas bien hechas. Si las hacemos mal, no llegamos… seguimos en el infierno. Para nosotros lo importante es empezar con pie derecho y rumbo claro. SEMANA: ¿Qué les dice a quienes consideran apresurado trabajar en la reconciliación cuando no es seguro que el proceso de paz funcione? S.F.: Quien sueñe con la paz para sus hijos y sus nietos,

Jimmy Harold díaz Gobernador de Putumayo

Pocas respuestas La Gobernación viene trabajando desde las oficinas departamentales encargadas el tema de víctimas, etnias y desplazamiento, y cuenta con convenios con el Sena y el ICBF para apoyarlos del conflicto. El problema, según el gobernador Jimmy Harold Díaz, es que “hay muchas expectativas, pero pocas respuestas”, en referencia al camino que falta recorrer en la articulación entre la Nación y el territorio. Díaz cuenta que la población afectada no se motiva a participar en los programas de atención a víctimas por incertidumbre frente a una respuesta efectiva del Estado. Según el mandatario, “el gobierno hace promesas, pero de una manera muy lenta, muy tímida”, en especial en el tema de víctimas y restitución de tierras. Actualmente, los frentes 38 y 42 y el bloque 15 de las Farc hacen presencia en el departamento.

tiene que empezar a trabajarla ya. A mi generación ya no le tocó la paz, pero tenemos que dejársela a los que vienen detrás. Le dije al presidente Santos y a mis colegas los gobernadores tan pronto supimos de los diálogos de La Habana: es urgente preparar los programas de construcción de paz para llegar a las comunidades tan pronto se firmen los acuerdos. Si entre la firma de los acuerdos y las intervenciones en las comunidades hay un vacío de tiempo, se vuelve a dañar esto y ahí sí será para toda la vida. Esa negligencia sería fatal. Por eso empezamos la tarea de inmediato en Antioquia. Ahora, que firman que no firman: a mí no me cabe en la cabeza que esos señores vayan a levantarse de esa mesa en Cuba fracasados para devolverse a decirnos que tenemos que seguir echándonos bala. Que faltan muertos ¡Imposible!

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reconciliAción

FORO

a ponerse las pilas

Una institucionalidad fortalecida le garantizará a Colombia dar pasos contundentes hacia la reconciliación.

L

Luego de

décadas de violencia el mayor desafío del país es recuperar la confianza. Y las autoridades nacionales, departamentales y locales tienen sobre sus hombros gran parte de la tarea. A esa

conclusión llegaron las 56 personas que participaron en la mesa redonda sobre el papel de las autoridades en la reconciliación durante el foro organizado por SEMANA el 12 de febrero en Medellín.

En el panel funcionarios públicos destacaron el valor del proyecto e intercambiaron experiencias con líderes de organizaciones sociales, víctimas de la violencia, académicos, jóvenes inmersos en la construcción de


foTo: diana sánchez

paz y autoridades étnicoterritoriales. Aníbal Gaviria, alcalde de Medellín; Aristarco Mosquera, representante del Consejo Comunitario Mayor del Alto San Juan (Chocó); Santiago Londoño, secretario de Gobierno de la Gobernación de Antioquia, y Olmo Guillermo Liévano, asesor de paz de la Gobernación del Huila, coinciden en que la reconciliación es un proceso independiente del

Para los

líderes sociales se requieren planes concertados entre los gobiernos nacional y los locales y departamentales. actual proceso de paz que se desarrolla en La Habana, pues Colombia trabaja en el tema desde hace años. Los representantes de las minorías y comunidades étnicas llamaron la atención a las autoridades, pues sien-

ten que sus poblaciones han sido excluidas de la toma de decisiones, discriminadas a nivel de oportunidades y violentadas en materia de garantías. Respetar el derecho a la consulta previa, superar la idea de que las minorías son enemigas del desarrollo y entender que la deuda con ellas va más allá de la dinámica de la guerra, son sus principales demandas.

Temas cruciales

Para la directora de Fedeafro, Deicy Elena Bermúdez, en el país se ha presentado una naturalización de la discriminación que solo se le da importancia al componente étnico y racial en el marco del conflicto. “No podemos hablar de reconciliación si no atacamos las causas primarias de la guerra y una de esas es la histórica discriminación”, señala. El asistencialismo y el acompañamiento a las víctimas son otros de los temas cruciales. Aunque algunas organizaciones insisten en que la reconciliación no debe ser impuesta, sí debe estar acompañada por las autoridades, porque solo ellas tienen la capacidad real de hacerla sostenible. Ante este llamado, el personero de Neiva, Jesús Elías Meneses, reconoció que la falta de recursos humanos y económicos para hacerlo perjudica seriamente a las víctimas: “Nos encargaron una responsabilidad para la que no estábamos preparados: atender un sinnúmero de víctimas a diario. Y por la falta de un verdadero proceso de acompañamiento se ha generado una inutilidad absoluta en ellas. Principalmente, porque no las

han capacitado para gestionar su propio desarrollo”. Por su parte, el exalcalde de San Carlos (Antioquia), Francisco Álvarez señaló que a las víctimas no hay que darles solo vivienda, sino acompañar sus procesos productivos, que se empoderen a las comunidades desde las instituciones y superen su condición de víctimas con ayuda de la institucionalidad. La planeación es otra de las claves de la reconciliación. Por las características del conflicto colombiano, los actores armados, victimización y entorno geográfico se requiere un plan de acción concertado, con el que las autoridades locales, departamentales y nacionales acompañen de manera articulada y coherente a quienes han sufrido los embates de la guerra. El llamado a mejorar la relación entre los tres niveles de entes territoriales también va dirigido a que, como instituciones que tienen el primer contacto con las víctimas, las

autoridades locales requieren la preparación y los recursos suficientes para cumplir con su papel como garantes de derecho. De lo contrario, tal como afirmó el coordinador técnico de la organización Caguán Vive, Óscar Prieto, el país caería en la ironía de que “justo cuando estamos queriendo salir de la guerra, las mismas víctimas entrarán a pelearse por la atención del Estado y reactivarán el conflicto”. Líderes, autoridades y víctimas coinciden en que para reconstruir la confianza la institucionalidad debe reordenarse de tal forma que garantice los derechos de las personas y evite que estas tengan motivos para acudir a la violencia. Trabajar por la equidad y la justicia social, comprometer a diferentes sectores y liderar un ejercicio real de distribución de la riqueza sobresalen como los grandes retos a los que las autoridades se enfrentan en el marco de la reconciliación.

Para la próxima El EncuEntro En MEdEllín dejó una gran lección para el segundo foro regional que reconciliación colombia tiene preparado para el 26 de febrero en cali. Autoridades, líderes de organizaciones, víctimas y académicos coinciden en que es apremiante la inclusión de más actores en los diálogos sobre el posconflicto, ya que la reconciliación parte de aceptarse en medio de la diferencia y, por consiguiente, no tiene sentido discutirla entre iguales.

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reconciliAción

Perdón Confianza

Los exjefes paramilitares del frente sur Andaquíes agacharon su cabeza ante los caqueteños. Carlos fernando Mateus, alias Paquita y everardo Bolaños, alias jhon, se reunieron con sus víctimas a finales de 2011 para pedirles perdón por 24 crímenes cometidos en esa región. También lo hicieron cerca de 50 excombatientes de las AUC y algunos desmovilizados de las farc en la cárcel de Itagüí, en octubre de 2012, en una misa con las madres de hijos desaparecidos. en la historia, la primera persona en hablar de perdón fue jesús de Nazaret, que lo califica como un don gratuito, concedido a todos por el simple hecho de haber nacido. Ya en estos tiempos, el perdón empieza a entenderse como una tarea difícil, debido a la tensión entre lo alto del perdón y la profundidad de la falta cometida. Pero al reflexionar sobre las implicaciones reales la inquietud desaparece, pues al ser un don gratuito carente de límites y condiciones, la gravedad de la falta no pesa al momento de perdonar. Además, como dice la filósofa alemana Hannah Arendt, frente a lo irreversible del pasado solo se tiene el perdón.

perdón

el arma de perdonar Al ver a César y Lucho juntos, es difícil imaginar que hace 14 años el grupo guerrillero al que pertenecía el segundo secuestró al primero.

C

César tomó

la pica y la pala, mientras un comandante guerrillero le apuntaba con un arma y lo miraba fijamente. No había otra opción, se arrodilló y comenzó a escarbar el suelo. La orden era cavar su tumba, remover la tierra como antesala de su sentencia de muerte. “Creo que ese hueco le quedó pequeño”, le dijo el comandante. César intentó acostarse, pero no cabía, decidió, entonces, levantarse y seguir cavando. Y así fue hasta que el guerrillero, sin saber bien por qué también lloraba como César. “Arrodíllese”, le dijo agresivo. César siguió la orden, vio la tierra revuelta, las lombrices retorciéndose, la pica y la pala con la que había escarbado

el suelo. En ese momento tuvo la certeza de que lo iban a matar.

El calvario

Esto pasó hace 14 años. Nunca se escuchó el disparo y César hoy en libertad trabaja codo a codo con uno de los guerrilleros que lo tuvieron en cautiverio. Aún llora cuando recuerda el momento en que cavó su propia tumba. Cuenta su historia para mostrar que es posible perdonar y aunque los recuerdos son dolorosos, sus palabras están lejos del odio. Recuerda que su tragedia empezó en 1999 cuando era un comerciante reconocido en Caquetá y en su finca sembraba yuca y plátano, tenía criaderos de pollos y codornices, y producía carne de res y de cerdo. Por esa misma época, San Vicente del Caguán era epicentro de los diálogos de paz entre el gobierno del presidente Andrés Pastrana y las Farc, que se movían con libertad en una zona de

despeje de 42.000 kilómetros cuadrados. En la región imperaba la ley de los guerrilleros y J.H., comandante del tercer frente de las Farc, le pidió a César una vacuna (extorsión) de 18 millones de pesos. “Yo le dije que no tenía esa plata, que lo único que hacía era generar empleo y que mi mayor aspiración era darles una buena educación a mis cinco hijos”. Pero 20 días después, para evitar problemas, le envió 5 millones, todo lo que pudo conseguir. No fue suficiente. En los primeros días de enero, un grupo de personas llegó a su casa, lo sacaron junto con su esposa, y se los llevaron al monte. Así empezó el suplicio. Ella fue liberada a los cinco días con la tarea de conseguir 7.000 millones de pesos, y César se quedó para vivir los peores 240 días de su vida. Las caminatas selva adentro comenzaban a las cinco de la mañana y terminaban a las seis de la tarde. Un día sin aviso le dije-


fotos: juan carlos sierra

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El vErdE ha marcado la

relaciĂłn entre lucho (izq.) y cĂŠsar. Primero el de la selva, donde el empresario estuvo secuestrado por el grupo al que pertenecĂ­a su ahora empleado, y hoy el de los terrenos donde trabajan codo a codo.


reconciliAción

ron que lo habían juzgado por auxiliar a los paramilitares y que la orden era matarlo. “Necesitamos que cave un hueco hermano, porque lo vamos a matar”. Fue una rutina que tuvo que realizar más de una vez. Cavó muchas veces, pero nunca lo mataron. Durante el cautiverio, el único momento fácil era la hora del baño, cada dos semanas. Una de esas veces, un grupo de guerrilleros jóvenes lo custodió hasta un chorro de agua cristalina. César entró al agua, se puso de rodillas y oró en voz alta. En medio de su rezo, pidió por sus captores: “Perdónalos Padre porque ellos no entienden el daño que le hacen a la humanidad. Perdónalos, porque solo están siguiendo órdenes y tienen una familia a la que extrañan”. Algunos de los guerrilleros se conmovieron y, según

el tercer frente

de las Farc mantuvo secuestrado a César Montealegre ocho meses.

con ayuda de sus amigos y dos semanas después la dejaron libre. Entonces, empezó otro calvario. Sus negocios ya no existían, sus proveedores le reclamaban las deudas y los empleados pedían los pagos atrasados. “Además, el Sena me llamó la atención porque yo estaba obligado a tener aprendices. Me multaron y también me requirió la Dian.

Lucho obtuvo el trabajo, pero no contó nada sobre su pasado guerrillero César, varios lloraron. Entonces comenzó a tratar frecuentemente con ellos. Muchos habían sido reclutados a la fuerza y otros defendían ideales que ni siquiera comprendían. “Aprendí que la mayoría no estaba allá por placer, sino por necesidad. No tenían más oportunidades y terminaban en el monte”, señala.

El perdón

El infierno duró ocho meses. El día en que lo liberaron pensó que todo había terminado, pero cuando llegó a casa, se dio cuenta de que su esposa había sido secuestrada. Los guerrilleros decían que faltaba plata. Él consiguió el dinero

Los abogados me decían que no se podía hacer nada”. A pesar de todas las dificultades y con la ayuda de algunos de sus antiguos socios, César volvió a empezar. Tres meses después, como todos los días, estaba atendiendo su restaurante en Florencia cuando un señor lo mandó llamar. Al verlo, César palideció y sintió morir. Era el comandante que le había ordenado cavar su tumba. El guerrillero lo invitó a tomarse una cerveza y le pidió que no tuviera miedo. Le confesó que había dejado la guerrilla y le pidió perdón. “Compañero César –le dijo–, usted no cree, pero yo

y mucha gente lo admiramos por las agallas que tuvo en el monte. Perdóneme, por Dios, perdóneme. Yo no soy un hombre malo, lo que pasa es que cuando en la guerrilla dan una orden, toca cumplirla”. César lo abrazó y lo perdonó, y le dijo que no podía hacer nada más por él. “Nunca lo volví a ver, pero ya no cargo más con ese odio”.

Las oportunidades

Hacia 2005, Luis Moreno, más conocido como Lucho, un desmovilizado que completó su proceso de reintegración en Bogotá, volvió a Florencia para buscar las oportunidades que no encontró en la capital del país. Perteneció a las Farc y se entregó cuando sintió que su vida y la de su familia estaban en peligro. En Caquetá se enteró de que César estaba buscando un jornalero. Se presentó y obtuvo el trabajo, pero no contó nada sobre su pasado, porque según explica, “cuando uno dice que es desmovilizado, se le cierran muchas puertas”. Tiempo después, sin embargo, César comenzó a notar que su jornalero asistía de manera frecuente a reuniones fuera de la finca. El

empresario recuerda: “Un día le pregunté y él me contó que era desmovilizado de las Farc, del mismo frente que me había secuestrado. Yo me asusté y pensé en quitarle el trabajo, pero reflexioné un poco. Me había demostrado que podía confiar en él y sabía hacer las cosas bien”. Entonces, Luis se quedó trabajando con él. Para Lucho, esa confianza fue un aliciente. Con el capital semilla que le dio la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), montó un proyecto agrícola que César le ha dejado mantener en su finca. “Los desmovilizados necesitamos que nos abran las puertas para salir adelante”. Hoy, víctima y victimario han cambiado de roles. César ve en Lucho a su hombre de confianza, y le gusta pensar que, de alguna manera, le abrió un espacio en la sociedad. Lucho, por su parte, vive tranquilo con su familia. César es consciente de que su historia con Lucho no es común, pero la ve como una prueba de que hay esperanzas para un país en paz: “Si yo pude perdonar y salir adelante ¿por qué otros no?”.


reconciliAción

opinión

¿Sí se puede? RodRigo UpRimny

¿

El director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, Dejusticia, reflexiona sobre la capacidad del sistema jurídico para afrontar la reconciliación.

Está

el sistema jurídico colombiano preparado para la reconciliación? La respuesta a esta pregunta requiere precisar el concepto de reconciliación que uno defiende, para luego señalar qué condiciones debe tener el derecho para aclimatarla. Para algunos, la reconciliación supone que existan procesos de perdón que permitan que víctimas y victimarios tejan lazos estrechos de confianza, incluso, de solidaridad, de suerte que los conflictos quedan disueltos en una suerte de comunidad afectiva. Esta visión, que puede parecer atractiva, es sin embargo problemática, pues no solo es difícil de alcanzar sino que además no es deseable, ya que impone a las víctimas una especie de deber de perdón, que no les es exigible. La reconciliación debería verse como una forma de ‘reciprocidad democrática’: las víctimas no tienen el deber de perdonar ni olvidar y todos tenemos que aceptar que la paz no significa la supresión de los conflictos sociales, los cuales subsisten. No tenemos entonces por qué vernos como hermanos, pero tampoco como enemigos. Nos reconocemos como ciudadanos titulares de los mismos derechos, que tenemos la capacidad de disentir pero también de deliberar y tomar colectivamente decisiones democráticas. Esto posibilita la solución pacífica de los conflictos, lo cual permitiría construir progresivamente una comunidad de ciudadanos que no tiene por qué ser una comunidad de afectos.

La reconciliación como ‘reciprocidad democrática’ exige entonces del sistema jurídico al menos tres cosas: mecanismos de justicia transicional para la máxima satisfacción de los derechos de las víctimas, a fin de que estas puedan reconstituir sus proyectos de vida y actuar plenamente como ciudadanos; mecanismos de reintegración de los combatientes desmovilizados para que estos también puedan, una vez cumplidas sus obligaciones frente a la Justicia, recuperar su condición de ciudadanos; y, por último, mecanismos de participación que permitan una resolución pacífica de los conflictos sociales, lo cual supone, en particular, garantías claras para la oposición política y la protesta social. El sistema jurídico colombiano cuenta formalmente con mecanismos de justicia transicional y de reintegración de los combatientes. Igualmente prevé garantías para la participación. En abstracto, nuestro derecho parece preparado para la reconciliación, no obstante la cosa es más compleja: todos estos instrumentos tienen vacíos y defectos, a veces muy serios; y sobre todo sufren problemas graves de implementación. La reconciliación requiere entonces que perfeccionemos y complementemos esos dispositivos, pero sobre todo que pongamos en marcha formas apropiadas y vigorosas para su implementación. Tal vez así logremos alcanzar una genuina reconciliación democrática, que evite que nuestros conflictos degeneren en violencia y al mismo tiempo los revalorice como una fuente insustituible de riqueza y diversidad.

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indulgencia tras las Víctimas y victimarios se encuentran cara a cara en la cárcel de Bellavista de Medellín en un proceso de perdón y reparación.

M

maría mercedes abad*

Maruja,

Clara, Dalia y David llegan puntuales a la cárcel de hombres Bellavista, después de dos horas de viaje desde Medellín. Suben la calle empinada que deja ver las ventanas atiborradas de ropa secándose aprovechando un fuerte sol. Al frente, un letrero les da la bienvenida: ‘El Inpec somos todos’. El gesto de Maruja adquiere un repentino gesto *Comunicadora de Redprodepaz.

de tristeza mientras aguarda la fila para entrar. María del Carmen Echavarría, o Maruja, tiene 65 años y carga con el desconsuelo de haber perdido siete hijos en forma violenta. Hoy le quedan tres hijos vivos, 22 nietos y 13 bisnietos. Es viernes y no es día de visitas. Las víctimas llegan a la cárcel invitadas por la Confraternidad Carcelaria de Colombia, organización internacional con presencia en 127 países del mundo. Todas tienen en común haber participado en un proceso basado en la llamada justicia restaurativa, que se conoce como ‘árbol sicomoro’, una metodología creada en Estados Unidos. A través de parábolas de la Biblia, especialmente de la historia

de Zaqueo –un ladrón que se monta a un árbol sicomoro para ver a Jesús y este lo perdona, tras de lo cual decide devolver cuatro veces lo que ha robado–, los participantes del taller desarrollan un proceso que los lleva a ponerse en los zapatos del otro. En los últimos diez años, paramilitares, guerrilleros, militares, ladrones y violadores han participado del proceso, en el que se reúnen junto a víctimas de estos delitos. “Algunas veces ellos mismos ayudan a ubicarlas porque quieren pedirles perdón”, explica Lácides Hernández, director de la Confraternidad Carcelaria en Medellín.

Catarsis

Después de los trámites de rigor para ingresar a la cárcel,

los visitantes van a la capilla. Allí se encontrarán con 15 presos, en su mayoría condenados por homicidio. Clara y Dalia están nerviosas por la sesión. Ellas participaron del árbol sicomoro el año pasado. Los hombres empiezan a llegar y ellas los abrazan con alegría. Les preguntan por sus vidas, sus familias y sus procesos judiciales. Incluso, les llevan razones a sus esposas. Maruja trae sillas para unos y otros y los saluda: “¡Buenos días muchachos!” En el segundo piso de la capilla, en un pequeño cuarto con sillas ubicadas en círculo, se sientan las víctimas entre los reclusos. “A mí me han matado siete hijos. Por eso yo era una mujer triste, amargada y rabiosa”, les dice Maruja


fotos: carlos pineda

rejas a los presentes. “Cuando tenía 7 años, unos vecinos nos quemaron la casa y murieron mis dos hermanos calcinados. Ahí me desgraciaron la vida porque me mandaron a un internado y no tuve una familia ni nadie que me dijera que me quería”, cuenta Dalia. Maruja continúa su relato: “Estando aquí en Bellavista me encontré con el hombre que asesinó a mi hija para no pagarle una deuda. Quedamos frente a frente y él me abrazó, se arrodilló y me pidió perdón. Los dos lloramos y yo lo perdoné… Una semana después pasó por mi casa Javier, el asesino de mi hijo menor al que yo había acechado por años, y me dijo que tenía hambre. Yo le di comida. Tiempo después lo mataron”. Los victimarios también cuentan su historia. “Yo estoy pagando aquí todos mis delitos, que han sido muchos, pero aquí entendí que puedo cambiar”, dice Adrián. “Estoy condenado por acceso carnal

Sergio

está preso porque intentó asesinar a su esposa por celos. Gracias a la metodología, se reencontró con ella y le pidió perdón. violento, aunque estoy apelando mi inocencia. Pero aquí en Bellavista encontré la verdadera libertad. Con el árbol sicomoro vomité lo que tenía adentro: mucho odio y resentimiento y hoy me siento un hombre nuevo”, dice Edwin. En la sala también está Juan David de jeans, camisa a cuadros y Biblia en mano. Fue jefe de una banda de sicarios y controló el expendio de drogas en seis barrios con 30 hombres armados que cobra-

daño que causé a mi familia. Pero quiero cambiar y, si yo cambio, habrá menos muertos porque al menos yo ya no participo”, dice Juan David. Otros, como Rober James pagan un aviso en el periódico en el que piden perdón o hacen un acto público en diferentes barrios para arrepentirse. Otros buscan a su víctima para pedirle perdón. Rober pasó diez años en Bellavista y hoy tiene libertad condicional. A sus 33 años, cursa

Algunos pagan un aviso en el periódico en el que piden perdón ban vacunas y mataban para controlar el territorio del patrón. “Estoy acá por ambición de dinero. Quería darles un hogar a mi esposa y a mi hija y entendí que un hogar no son cuatro paredes. Hoy ellas están con otro hombre. Siento culpa por las personas que murieron, por los jóvenes que destruyen su vida con la droga, por el

quinto semestre de Derecho, gracias a la financiación de la ONG sueca Ankar Stiftelsen, para la que además trabaja como voluntario en un proyecto de la Confraternidad Carcelaria con jóvenes y niños de las comunas a quienes les cuenta su testimonio. “Hemos visto que muchos victimarios fuimos primero víctimas. A

los 8 años me mataron a un tío, luego a un primo y luego a mi hermano. Yo me metí en las bandas a los 14 años para vengar las muertes de ellos y lo hice. Pero eso no me devolvió la tranquilidad”, cuenta. Borje Erdtman, director de la ONG sueca que da empleo a exconvictos, dice que lo hace porque cree en ellos. “Así estoy retando a los empresarios. Colombia tiene 135.000 presos y un 90 por ciento de reincidencia porque el sistema se centra en el delito y el castigo. Programas como el sicomoro no garantizan que el agresor no vuelva a reincidir, pero al menos hay una víctima que perdonó”, agrega. Después del reencuentro de ‘egresados’ del árbol sicomoro, los reclusos vuelven a sus celdas, y a la salida de Bellavista Maruja repite con insistencia: “Es que siempre salgo de estos procesos como livianita”. Regresa cansada, pero contenta a su humilde casa del barrio Santa Cruz.

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El programa Familias en su Tierra, liderado por el Departamento para la prosperidad social y apoyado por la Unidad de Víctimas, busca para contribuir al desarrollo socioeconómico de las comunidades desplazadas en proceso de retorno o reubicación rural. Con medidas de asistencia que potencien sus capacidades de autosubsistencia, la iniciativa acompaña a 9.349 hogares en los seis departamentos. algunos de los municipios donde opera son: Cocorná (antioquia), con 1.253 hogares activos; Cartagena del Chairá (Caquetá), con 162 hogares; riosucio (Chocó), con 303; la Hormiga (putumayo), con 467, y ataco (Tolima), con 103 hogares. En idioma alemán, la definición de hogar tiene un significado revelador. Heimat (hogar, patria) representa el sentimiento de venir de un lugar y de estar unido a este: hay un vínculo entre el individuo y su Heimat que perdura por siempre. El hogar es una parte clave fundamental de la identidad de las personas, tanto, que un refugiado sirio en georgia no se cansa de repetir que “así tuviera 100 casas aquí, este nunca será mi hogar”. El hogar desempeña un papel clave en la construcción del individuo y por lo mismo de la comunidad. De ahí la importancia del retorno.

fotos: federico rìos

Grupos Retorno Confianza étnicos

Para llegar a

La Puria se deben cruzar varios puentes colgantes que bordean y atraviesan el cañón del río Grande.


reconciliAción

retorno

retorno a la puria

Una veintena de familias de la etnia emberá katío han regresado a sus tierras enclavadas en las montañas del occidente de Chocó. El destierro quedó en el pasado.

M Milba Arce

no está segura de su edad. Sus amigas le calculan unos 50 años. De lo que sí está segura es que no quiere vivir otra vez en una urbe; mucho menos si vuelve a ser víctima del desplazamiento forzado. A mediados de 2011, junto con una veintena de familias, ella con su marido y sus hijos debieron huir del resguardo La Puria a Medellín. Los primeros días durmieron entre cartones y harapos debajo de los puentes. Luego, en una habitación de hostal de Niquitao, zona de tráfico de drogas y prostitución a la luz del día. Para ganar dinero, las mujeres que sabían se dedicaron a tejer manillas, aretes y collares de chaquiras; las que no, mendigaban de esquina en esquina. Sus esposos, entre tanto, eran vendedores ambulantes de refrescos congelados. En poco tiempo, fue habitual ver mamás indígenas con sus hijos de la mano o con sus bebés atados a la espalda pidiendo monedas en semáforos de sectores exclusivos.

Con el paso de las horas en la calle, los hijos se fueron enfermando y la gente de la ciudad se fue cansando de darles monedas. Entre el hambre y la enfermedad, apareció el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) para llevarse a los niños. Así que, avisadas, siempre que veían un vehículo o una persona con los distintivos del instituto las mamás arrancaban a correr con sus hijos entre brazos. En una de esas, Milba saltó a la avenida sin fijarse en el tráfico y una moto la arrolló. Abrió los ojos en una cama de hospital. La Puria hace parte del Carmen del Atrato, municipio chocoano a cinco horas de Medellín. Para llegar a la casa de estos emberá katío hay que

tomar la vía hacia Quibdó y en el sector de El Once –a dos horas del Carmen– continuar a pie o a lomo de mula durante tres horas por un sendero de desfiladeros y puentes colgantes que bordean y atraviesan la margen derecha del cañón del río Grande. En los años ochenta, esas montañas fueron territorio del ELN. Más tarde asomaron las Farc y una disidencia del ELN llamada Ejército Revolucionario Guevarista (ERG). Apenas iniciada la década de 2000, a la violencia guerrillera se sumó la de los paramilitares y los operativos del Ejército. Luis Eduardo Arce, fiscal de La Puria, recuerda que en ese año empezaron los primeros desplazamientos forzados. “Hubo amenazas y

torturas. Algunos compañeros huyeron hacia tierras cercanas a Quibdó. Ya en 2002, los paramilitares mataron a uno de nosotros, Leonel Arce”. A finales de esa década, las Farc minaron zonas que patrullaba el Ejército, entre ellas casi todas las tierras sembradas del resguardo. Los indígenas no pudieron volver a los cultivos y perdieron las cosechas y las semillas. Al cabo de los días, un soldado cayó muerto en una mina antipersona. “Ahí decidimos irnos para Medellín –dice Luis Eduardo Arce–. Estábamos aguantando hambre y teníaLas mujeres son

las encargadas de dirigir la Guardia Indígena de la comunidad.

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Los indígenas

foto: federico rìos

mos terror a los operativos militares luego de la muerte del soldado”. En 2010, al menos un tercio de las 100 familias emberá katío de La Puria eran víctimas de desplazamiento forzado. A mediados de 2011, ese tercio pasó a ser más de la mitad, tras la salida de la veintena de familias entre las que se contaba la de Milba Arce. “Nos desplazamos –explica Alfonso Querágama, representante de la organización Asokatío– porque una noche llegó la guerrilla pidiendo que les pasáramos información de los movimientos del Ejército. Les dijimos que no. Entonces, amenazaron de muerte a siete líderes comunitarios para que nos fuéramos y poder ellos controlar a la comunidad”. “Entre 2009 y 2011, la ciudad recibió un promedio anual de 21.000 desplazados”, dice Luz Patricia Correa, directora de la Unidad Municipal de Atención y Reparación a víctimas del conflicto armado, de la Alcaldía de Medellín. “La magnitud del problema nos obligó a crear una política pública que además de atender a los desplazados los reparara y les ayudara a restablecer sus derechos”. A ojos de Correa no bastaba ayudarles con mercados y techo, pues la estrategia debía

del resguardo aseguran que en la ciudad se sufre mucho y se extraña la casa.

garantizar que las condiciones de vida en su lugar de procedencia fueran mejores que las que tenían en el momento del desplazamiento. Cuando la mayoría de las familias de La Puria amontonadas en los hostales de Niquitao pidieron retornar, la Alcaldía de Medellín puso manos a la obra: realizaron talleres con la comunidad desplazada y con sus amigos y familiares que no habían salido del resguardo; y sostuvieron encuentros y llegaron a acuerdos con las autoridades del Chocó. Al tiempo y con la invitación a la guardia indígena del resguardo, gestionaron el concepto de seguridad –por ley, obligatorio para un retorno– con los altos mandos de la Brigada XV del Ejército.

Entre 2009 y 2011 Medellín recibió un promedio anual de 21.000 desplazados tener en cuenta el retorno a su lugar de procedencia. “Y no se trataba de llevarlos al resguardo y olvidarse de ellos”, agrega Julia Marín Bedoya, antropóloga y funcionaria de la Unidad, pues se debía

A partir de marzo de 2013, los indígenas emprendieron su camino de regreso. “Este caso ha sido el más representativo de los apoyados por la Unidad –explica Marín Bedoya–. Esta comunidad

no le creía al Estado y nos tocó empezar por ganarnos su confianza. El territorio de procedencia era en otro departamento, con la dificultad adicional de llegar hasta él y exigía invertir recursos fuera de Medellín”. A Milba le quedó un dolor en el antebrazo luego

del accidente, pero vive tranquila al saber que sus días en Medellín son parte del pasado. “Los paisas no nos trataban mal, pero en la ciudad se sufría mucho, uno extrañaba la casa. En cambio acá en el resguardo no se necesita plata para comer”.

El caso de San Carlos A comienzos de la década de 2000 la población de San Carlos (Antioquia) disminuyó de 23.600 a 7.000 habitantes por la acción violenta de paramilitares y guerrilleros. Sin embargo, en 2008 la situación mejoró y las personas comenzaron a regresar. En 2009, cerca de 300 familias buscaban asentarse nuevamente en el pueblo, lo que obligó a la Alcaldía a declarar la emergencia social. La Alianza Medellín-San Carlos fue clave para que el retorno no se saliera de las manos. Lideradas por la Alcaldía de la capital antioqueña, 34 instituciones unieron esfuerzos para apoyar al municipio. Las autoridades locales crearon un ejercicio de presupuesto participativo en el cual la población incide en la destinación de los recursos, mientras que el Ejército garantiza la seguridad. Hoy, se calcula que a San Carlos han retornado cerca de 12.150 habitantes.


matices del regreso

Así como algunas experiencias de retorno inspiran admiración, otras denotan la complejidad del proceso.

Granada (Antioquia) Entre 1998 y 2002, casi 10.000 granadinos se peleaban los puestos para salir hacia Medellín, pues la presencia de la guerrilla y los paramilitares por más de dos décadas dejó 108 desapariciones forzadas y 1.008 homicidios, entre otros hechos. Hoy, casi 8.000 personas han regresado. Algunos han tenido una buena experiencia, pero otros demandan ayuda del gobierno para reconstruir sus casas y reactivar sus cultivos.

En marzo de 2001 cerca de 1.500 campesinos de la cuenca del río Cacarica comenzaron a retornar a sus tierras después de cuatro años en Turbo y Panamá. Ellos, que hacen parte de 2.500 que salieron entre 1996 y 1997, acordaron con el gobierno un retorno gradual, con reparación de daños y protección sin armas. El retorno aún no ha culminado. Los que regresaron afirman que la presencia del Ejército agudizó la presión de los actores armados.

El 2 de mayo de 2002 más de 100 habitantes del municipio murieron cuando explotó un cilindro bomba lanzado por el bloque 58 de las Farc. Tras esto, una buena parte de la población se desplazó hacia Quibdó. Cuatro meses después, el 60 por ciento regresó esperanzado por las promesas del gobierno. Al volver, se encontraron con que había que reubicar Bellavista, la cabecera municipal. En 2007, el gobierno de turno entregó Nueva Bellavista, aunque las obras no habían terminado. Hoy hay opiniones encontradas sobre la reubicación, pues algunos de los habitantes creen que fue impuesta.

Ataco (Tolima) Entre 1997 y agosto de 2010 la disputa por el control del territorio entre paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes hizo de Ataco el tercer pueblo con más desplazados en el país. En ese periodo, la violencia sacó a 10.000 pobladores de sus fincas. Hasta el momento, el programa del Departamento para la Prosperidad Social, en el que también participa la Unidad de Víctimas, acompaña a 103 familias que valientemente han retornado. Sin embargo, los horrores ocurridos y la idea que los campesinos tienen de que la guerrilla sigue ahí, hicieron de Ataco un pueblo fantasma al que muy pocos quieren volver.

foto: federico ríos

foto: archivo semana

Cacarica (Chocó)

Bojayá (Chocó)

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reconciliAción

OPORTUNIDADES

Oportunidades Confianza

Según la agencia colombiana para la Reintegración (acR), actualmente hay 9.509 personas en proceso de reintegración en antioquia, chocó, Huila, Tolima, caquetá y Putumayo. esta cifra representa el número de personas que trabajan en los sectores formal o informal o hacen parte del programa, pero no están trabajando. De los seis departamentos analizados, antioquia tiene el mayor número de personas vinculadas a un empleo formal, con 1.564, mientras chocó y Putumayo, cada uno con ocho y 11, presentan las menores cifras. Muhammad Yunus, desarrollador del concepto de microcrédito y nobel de Paz en 2006, asegura que para crear oportunidades son necesarias una enorme voluntad y una creatividad sin límites, pues no hay una mano invisible que interfiera en las vidas de cada uno que mueva las fichas como en una partida de ajedrez. Todos tenemos la posibilidad de diseñar nuestra vida y de decidir a dónde queremos ir y qué queremos hacer.

nuevos frutos

Cultivadores del Putumayo cambiaron la coca por la pimienta. Hoy la venden a los mejores restaurantes de Bogotá.


Mi vida ha

mejorado mucho. Ahora puedo salir con más tranquilidad y no tengo que estar escondiéndome de nadie”. Segundo Gudiño, un campesino de la vereda de Alto Mecaya, ubicada en Villagarzón (Putumayo), pronuncia esta frase mientras toma con sus manos un racimo de pepas verdes que acaba de bajar de un árbol de dos metros de alto. Es pimienta, un producto que les cambió la vida a campesinos de Villagarzón, Mocoa, Puerto Garzón, Puerto Asís y La Hormiga, que dejaron atrás los cultivos de coca y ahora siembran este popular condimento. Hasta hace una década, estos agricultores huían de las autoridades y estaban a merced de los grupos irregulares que compraban la hoja de coca. Pero hoy, luego de un proceso que no ha estado exento de dificultades, la pepa verde se convirtió en la oportunidad que esperaban para salir de la ilegalidad y vivir tranquilos. El resultado ha sido positivo y hoy tienen una empresa llamada Condimentos Putumayo, que les vende la pimienta a varios restaurantes de Bogotá como Wok, Harry Sasson y están en negociaciones con Crepes & Wafles y Archie’s. “Yo llevo tres años cultivando pimienta y estoy muy contento. Tengo 1.200 matas en una hectárea

y quiero sembrar otras dos hectáreas”, cuenta Segundo, mientras deja caer el racimo en un balde.

Una buena decisión

Cuando el narcotráfico se alió con los grupos alzados en armas, a principios de la década de los noventa, muchos campesinos vieron en el cultivo de la coca una mejor opción de vida. Sin embargo, con el pasar del tiempo, esta decisión les pasó factura. Rodrigo Trujillo, el campesino que hoy es gerente de Condimentos Putumayo, recuerda que “vivía en medio de la montaña. Había abundancia, pero también derroche, egoísmo, violencia en la zona e intranquilidad”. En 1998, cansados de ocultarse, varios agricultores decidieron escoger productos para sustituir sus cultivos ilícitos. Viajaron al Caquetá para aprender sobre el caucho y allí un ingeniero

fotos: jUan Carlos sierra

M

ecuatoriano les habló del cultivo de la pimienta. Los convenció de ir a Ecuador, y del vecino país trajeron las primeras plántulas para sembrar. “Comenzaron a crecer muy rápido –cuenta Rodrigo–. Eso hizo que otros nos motiváramos y en 2002, con el apoyo del Plan Colombia, logramos que nos aprobaran un proyecto para sembrar caucho, pimienta y maderables”. Unas 250 familias cam-

Plan Colombia y conformaron Condimentos Putumayo, una empresa con su propia bodega en Villagarzón.

Un largo camino

El camino no ha sido fácil. Muchos campesinos mantuvieron matas de coca en sus tierras, pero cuando los aviones pasaban fumigando los cultivos ilícitos, dañaban también la pimienta. Nelly Edith Tapia, otra de las agricultoras, recuerda

Según los productores, un cultivo legal que da sustento se traduce en campesinos tranquilos pesinas ensayaron con los cultivos de pimienta. Las plantas se adaptaron bien a las tierras del Putumayo y producían cada 15 días. Como el mayor problema era la comercialización, en 2003 recibieron recursos del

que muchos quebraron ahogados por las deudas con los bancos y desistieron sembrar pimienta. De esa manera, las 250 familias se redujeron a 60 que aún permanecen en la iniciativa. En 2009 Condimentos Putumayo dio su mayor salto. En una feria de productos organizada en Bogotá por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por su sigla en inglés), los representantes del restaurante Wok, especializado en comida oriental, se interesaron en la pimienta de la empresa. María Teresa Reyes, directora de logística de Wok, cuenta que les gustó la organización de la comunidad y la calidad del producto. “Antes importábamos esta especia, pero ahora se las compramos a ellos y nos RodRigo tRujillo,

gerente de Condimentos Putumayo, dice que hoy hay 60 familias que cultivan la especia.

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reconciliAción

oportunidades

Condimentos

Putumayo produce pimienta verde, negra, blanca, gourmet, en pepa y molida. llega más fresca y en menos tiempo”, señala. Hoy, Condimentos Putumayo produce pimienta verde, negra, blanca, gourmet en pepa o molida, y evalúa producir cúrcuma y otras especias exóticas.

Empresarios por la paz

Los campesinos se han beneficiado con el presente de la empresa. Segundo Gudiño explica que en este momento le pagan a 11.000 pesos el kilo de pimienta, aunque algunas veces el precio ha bajado hasta los 3.000 pesos. “Lo bueno es que este cultivo produce de forma permanente y nos da ingresos para el hogar. En un mes alcancé a recoger 600 kilos”, dice. Ese buen momento de la pimienta llevó a Condimentos Putumayo a formar una iniciativa llamada Empresarios Agrícolas por

la Paz, que incentiva a los campesinos a trabajar por la convivencia por medio de un campo productivo. La iniciativa recibe el apoyo económico y logístico de la petrolera Gran Tierra Energy, la embajada de Canadá y la ONG MercyCorps. Por otro lado, la Gobernación del Putumayo y la Alcaldía de Villagarzón se comprometieron a apoyar el proyecto por medio del sistema de regalías. “La idea, con Gran Tierra, es que se siembren otras 180 hectáreas, para beneficiar a las 60 familias existentes y a 120 nuevas. También, mejorar la comercialización y la producción”, señala Rodrigo al agregar que MercyCorps y la embajada canadiense complementarán esa ayuda. Por ahora, los campesinos están convencidos de que el caucho, los maderables, la

piña y otros productos agrícolas del Putumayo pueden ser tan exitosos como la pimienta, siempre y cuando se organicen bien. Para ellos, lo andado hasta ahora demuestra que sí es posible y que, a pesar de las dificultades, la persistencia

rinde frutos. Además, como dice Rodrigo, un cultivo legal que da sustento, se traduce en “campesinos tranquilos que no tienen necesidad de hacerle daño a otra persona. El camino para la paz pasa por un campo productivo que dé oportunidades”.

Más inversión EmprEsarios agrícolas por la paz recibirá una inversión de 1.415.000 dólares, que, gracias al apoyo de Gran Tierra Energy, se reflejarán en el fortalecimiento de Condimentos putumayo, por medio de herramientas que faciliten la comercialización y el aumento de la producción. El proyecto ganó una convocatoria del gobierno de Canadá, a través de su agencia de Cooperación para el Desarrollo internacional, para apoyar una iniciativa en américa Latina.


reconciliAción

oPinión

Un nuevo modelo de sociedad

E

Carlos raúl Yepes Presidente de Bancolombia.

El presidente de uno de los bancos más importantes del país hace una reflexión sobre el compromiso del sector empresarial frente a un país reconciliado.

n

Colombia lo que está en juego no es la paz sino un modelo de sociedad que nos permita mirar de frente al futuro. Pero para que este nuevo modelo de sociedad sea una realidad, todos, individual y colectivamente, debemos asumir nuestra responsabilidad en la construcción de esa paz y es ahí cuando aparece el concepto de reconciliación. Cuántas veces he escuchado y visto que la palabra ‘reinsertados’ se utiliza para referirse únicamente a quienes han estado vinculados a la guerra por fuera de la ley. Sin embargo, la realidad que todos los colombianos hemos vivido en las décadas recientes, nos ha obligado a vivir esa misma guerra que nos lleva a que todos seamos ‘reinsertados’ en un proceso de perdonar, un paso que solo se logra a través de la reconciliación sincera, de palabra y obra. La paz es el bien más preciado de una sociedad; representa la salud de toda una nación. Todos sabemos que cuesta mucho más hacer la guerra que alcanzar la paz. Todos sabemos de estas premisas, pero no pasamos de la enunciación de palabras como rechazo, cambio o perdón. Si algo nos hace falta en Colombia es un mayor compromiso con nuestras propias ideas. Para conseguir la paz hay que sanar las heridas, pero primero hay que tener paz interior para ser capaces de alcanzar la paz exterior. Todos debemos levantar las barreras que nos dividen, reales e imaginarias, acudiendo a diálogos abiertos. De la adecuada reconciliación dependerá, sin duda, el futuro de la paz y la convivencia social.

Desde la empresa privada el reto y el compromiso deben ser absolutos. No debemos continuar remarcando el círculo vicioso de acudir a la reconciliación como un recurso retórico, sino como alternativa de generar experiencias que, en verdad, construyan paz. Hay que tener voluntad, juntar voluntades y, para ello, en Bancolombia estamos dispuestos a facilitar y respaldar acciones que permitan prepararnos para actuar en los posibles escenarios de reconciliación. La paz es consecuencia de la reconciliación. Se requiere de tiempo, de recursos, de inteligencia colectiva. Tenemos que ser capaces de pensar en lo que nos une, más que en lo que nos divide. Todos queremos la paz y el precio va a ser alto porque como sociedad tenemos una deuda histórica de desigualdad e inequidad. No podemos sentarnos a esperar a ver cómo se desarrolla un ‘proceso de paz’ desde el Estado para empezar a aportar a este propósito común. Comencemos, cada uno desde ya, a sumar para lograr este propósito común. Es en los corazones de cada uno de nosotros donde tenemos que construir una nueva realidad. Acogemos el programa Preparémonos para la paz como uno de los componentes más importantes que adelanta la administración departamental para promover la ambientación y facilitar la puesta en marcha en Antioquia de los eventuales acuerdos. ¡No esperemos a que termine el conflicto para empezar a construir el país que todos anhelamos, empecemos desde ya, rompamos el escepticismo, hagamos parte de la solución!

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reconciliAción

OPORTUNIDADES

a trabajar se dijo

Empresarios de Antioquia, Chocó, Huila, Tolima y Caquetá se la jugaron por la reconciliación al emplear población vulnerable, víctimas del conflicto y desmovilizados. Experiencias para replicar.

En Chocó, víctimas y excombatientes están reconstruyendo su relación al transferirse mutuamente conocimientos sobre el cultivo de cacao. Desde 2009, la Fundación Nutresa capacita a los habitantes de Unguía, Acandí, Belén de Bajirá, Carmen del Darién y Riosucio, sin importar si son víctimas o victimarios, en técnicas para producir y comercializar este producto. Bajo la premisa de que para que renazca la confianza los actores involucrados deben interactuar en sus entornos cotidianos, la Fundación le apostó a que fueran los propios beneficiarios los que se formaran entre sí. Así, a partir de un acompañamiento técnico realizado por Nutresa, los primeros campesinos formados en producción y comercialización ahora son capacitadores de sus comunidades. Hoy, los 56 cultivadores de la Asociación de Productores del Darién (Asoproda), formados hace cinco años por Nutresa, han multiplicado lo aprendido a 791 cacaoteros más. Lo que producen se comercializa a través de la empresa.

foto: cortesía nutresa

Cultivo de cacao que fortalece lazos

foto: cortesía spai-sons

Más allá de un asunto cosmético En Florencia (Caquetá), la multinacional cosmética y farmacéutica Spai-Sons le abrió, en 2013 y casi sin proponérselo, un espacio a la reconciliación. Todo empezó cuando una reinsertada vinculada a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), se acercó al gerente de la sucursal departamental, Ferney Polanía, y le pidió que hiciera parte de la política de empleabilidad de excombatientes. Polanía, secuestrado por las Farc en 2003 durante una pesca milagrosa, compartió experiencias con la reinsertada y tiempo después inauguró el programa de capacitación a desmovilizados y familiares de desmovilizados de Spai-Sons. Desde octubre pasado, la empresa convoca a excombatientes y a sus madres, hijas, esposas y hermanas a cursos de estética, con la idea de volverlas productivos en esta área. Hasta el momento, 30 mujeres se han beneficiado con la iniciativa, y trabajan independientemente y en salones de belleza de la ciudad como peluqueras, masajistas y manicuristas, entre otras. El resultado ha sido tan positivo que Spai-Sons se prepara para replicar la experiencia en Meta, Cauca, Nariño y la costa Atlántica.


Colaboradores más que efectivos

foto: cortesía sodexo

En 2006 Sodexo decidió trabajar con la Alcaldía de Medellín en el tema de empleabilidad para desmovilizados y darle vida al programa Soluciones. Los primeros beneficiarios fueron excombatientes del Bloque Cacique Nutibara, que hicieron parte de las desmovilizaciones colectivas iniciadas en noviembre de 2005. Tres años después, en 2009, de la mano de la ACR, la empresa comenzó a contratar desmovilizados individualmente, y en 2010 vinculó a las primeras víctimas. En sus ocho años de operación, el programa ha beneficiado a 800 personas, a quienes se les conoce como ‘colaboradores’ para evitar que sean revictimizados y estigmatizados. Quince clientes de Sodexo subemplean actualmente a estos hombres y mujeres, que se desempeñan como auxiliares de limpieza, técnicos de mantenimiento, cocineros, mensajeros y personal de coordinación.

foto: cortesía mild coffee company huila.

De la mano del cultivo del grano Cuatro mil familias de Planadas, Chaparral, Dolores, Alpujarra, Ortega en Tolima, y Pitalito, San Agustín, Acevedo, Palestina y Timaná en Huila nunca imaginaron que el café que cultivaron en sus fincas llegaría a Europa. En 2013 de sus predios salieron 23.000 sacos rumbo al mercado europeo gracias al apoyo de Mild Coffee Company Huila, el gobierno holandés y dos empresas de ese país. En 2008, la comercializadora y exportadora de café Mild Coffee Company Huila emprendió una iniciativa para prevenir que los pequeños caficultores de esta región cambiaran el grano por los cultivos ilícitos. La empresa desarrolló procesos de formación y empoderamiento, diálogos comunitarios, asesoramiento para la solicitud de créditos y acompañamiento para vincularse a alianzas productivas. Así logró que estos caficultores encontraran suficiente rentabilidad en su negocio y le dijeran no a los cultivos ilícitos y a las armas.

Los primeros días de noviembre de 2013 la constructora Félix García tomó una decisión que muchos de sus colegas de Ibagué vieron riesgosa. El tiempo les dio la razón, y hoy muchos constructores tolimenses agradecen que la hayan tomado. Ese mes, la constructora aceptó la invitación de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) para emplear desmovilizados que habían sido capacitados por el Sena en trabajos en alturas. La empresa contrató a estas tres personas y hoy están haciendo méritos para mejorar. Si bien la constructora carece de un programa formal de empleabilidad para este tipo de población, ya venció el miedo a trabajar con los desmovilizados, al mismo tiempo que comprobó que la reconciliación no es un asunto de recursos ilimitados y grandes cifras.

foto: cortesía constructora félix garcía

Construcción ladrillo a ladrillo

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reconciliAción

foro

¿y los empr El sector privado desempeña un papel lo manifestaron los participantes en el Colombia en Medellín. Estas fueron algunas

“No creo que haya que pedirles caridad a las empresas. Desde que cumplan con la ley ya están contribuyendo. Que reciban negros, indígenas, población LGTBI, personas de sectores populares. Ese es su aporte a la reconciliación”.

“Acercar cada vez más al productor y al consumidor final contribuye a la reconciliación cuando el productor ha sido estigmatizado en el marco del conflicto y busca un comienzo en limpio”.

“Una empresa de Antioquia que va al Chocó suele llevar a su gente de la ciudad. Es tiempo de que los que no han contribuido al desarrollo social comiencen por emplear a la gente del lugar donde operan sus fábricas”.

l u c í a G o n z á l e z , d i r e c to r a del museo casa de la m e m o r i a e n m e d e l l í n.

r o d r i G o t r u J i l l o, p r e s i d e n t e de empresarios aGrícolas p o r l a pa z .

yo l a n d a p e r e a , d i r e c to r a d e l a c o r p o r a c i Ó n e l p u e rto de mi tierra.

“La participación no es solo de las grandes compañías; las víctimas y afectados del conflicto han creado sus microempresas y participan en la paz como sector empresarial”.

“La periferia está esperando que desde las empresas haya una vinculación decidida que trascienda el ámbito de la responsabilidad social. Que no sea un deber ser sino un querer ser”.

“Celebro que las empresas estén remediando el daño causado y que al menos estén expresando solidaridad con las comunidades donde operan, así sea por cumplir con la RSE”.

pa d r e l u i s c a r l o s H i n o J o s a , de la diÓcesis de QuibdÓ.

Ó s c a r G av i r i a , d e l a u n i d a d d e v í c t i m a s e n p u t u m ayo.

J o s é J a i r o G o n z á l e z , d i r e c to r d e H u i pa z .


esarios? importante en la reconciliación del país. Así primer encuentro regional de Reconciliación de las opiniones que se escucharon.

“Hay unos que quieren vivir cómodos desde la riqueza y crecer desmesuradamente en medio de la pobreza. El día que los empresarios reflexionen y se pongan en los zapatos de los desamparados, este país va a dar un giro de 180 grados”.

“Las empresas no nos consultan, nos invaden y eso es irrespeto. Los indígenas hacemos estorbo en el camino de los empresarios. De puertas para afuera de este auditorio eso piensan la mayoría de empresarios”.

“Las compañías tienen que cambiar su forma de actuar respecto a nosotros y eso se materializa en procesos tan simples como el de la consulta previa. Eso reactiva la confianza que perdimos”.

M a n u e L pa L a c i o s, v í c t i M a (antioquia).

d e n i s c a b e z ó n, d e W o u n d e k o ( c o n s e j o d e a u to r i d a d e s d e L puebLo Wounaan de coLoMbia).

a r i s ta r c o M o s q u e r a , d e L c o n s e j o c o M u n i ta r i o M ayo r d e L a Lto s a n j u a n e n c h o c ó .

“En muchos casos las empresas son causantes de conflictos, pero también son generadoras de oportunidades para la reconciliación. Su aporte al desarrollo social tiene que ser sentido”.

“Cuando las víctimas buscan empleo sufren. Muchas veces les dicen que esperen una llamada que jamás llega. Los empresarios deben tener el valor de decirles que no inmediatamente”.

“Una interlocución entre los gremios, como la Andi, y el Ejército conllevaría a que diseñáramos estrategias para entrar a zonas difíciles y participar de la reconciliación”.

L u i s F e r n a n d o r i c o, p r e s i d e n t e d e i s a g é n.

t e r e s i ta g av i r i a , a s o c i a c i ó n Madres de La candeLaria.

sergio véLez, gerente ejecutivo deL grupo diana.

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reconciliAción

De la valentía y el coraje de las mujeres hay miles de testimonios y lo cierto es que sin la voz femenina el proceso de reconciliación quedaría con un enorme vacío. Su inquebrantable amor y bondadosa sabiduría de madres, hijas y hermanas mueve a muchas mujeres a tomar parte de diferentes procesos y organizaciones que luchan en pro de la reconciliación. ellas quieren cuidar de sus familias y garantizarles un futuro mejor, algo que en muchos casos les fue negado a ellas, otra razón para luchar con más fuerza. Hay un dicho popular que afirma que las mujeres construyen la paz. Debe ser porque cuando una madre desea lo mejor para sus hijos, con seguridad no hay muro suficientemente alto para detenerla. la amenaza, entendida como una intimidación sin agresión física según la Unidad de víctimas, es el hecho victimizante en donde la mujer se ha visto considerablemente más afectada que el hombre. antioquia es el departamento en el cual más se presenta esta acción, mientras que Huila es el que registra menos actos de este tipo.

foto: federico ríos

Mujeres Confianza

Todos los días

Yolanda Perea debe enfundarse un chaleco antibalas para moverse por su barrio. eso no le ha bajado el entusiasmo por ayudar a las víctimas.

un don especial Esta es la historia de la líder Yolanda Perea, quien cree que en la resistencia de la mujer y en su poder de resiliencia está la clave para dejar atrás el conflicto.


L

La mujer

ha sido la más afectada en esta guerra. Es el botín, es a la que violan, a la que ponen a cocinar, la que pare los hijos que se llevan”. Eso dice Yolanda Perea, de 30 años. Luego se queda en silencio y suspira. Pronto toma fuerza y recuerda que cuando era niña fue violada y salió de Riosucio (Chocó) junto con su familia. Eso pasó hace 19 años, pero ya no hay rencor. Hoy tiene dos hijos, una corporación y hace parte de la Mesa Nacional de Víctimas. Aunque su trabajo le ha valido amenazas de muerte –la más reciente en enero de este año–, demuestra que en la vida hay revancha. “Somos importantes en la construcción de paz. A la mujer la tienen que escuchar”, continúa. Yolanda relata su historia porque, según dice, así encuentra fuerza para seguir luchando por las víctimas. Recuerda que cuando tenía 11 años vivía con su familia en la finca de su abuelo, en la vereda La Pava de Riosucio. “Un día los adultos salieron de fiesta y yo me quedé sola con mis cuatro hermanos y mi abuelo”. Esa noche, un guerrillero abusó sexualmente de ella. Su tragedia no terminó ahí. Delató al culpable con su mamá, la cual encaró al comandante del frente que actuaba en la

zona. En retaliación, Yolanda fue golpeada por un grupo de hombres armados y, meses después, asesinaron a su mamá. Luego vino el destierro. “Estuvimos casi un año rodando. Nos asentamos en Pavarandó (Antioquia) y en Truandó (Chocó), siempre con otros desplazados. Pero noté que me estaban siguiendo. Entonces decidí irme de la zona”, dice Yolanda.

Nace una líder

Llegó hasta Apartadó (Antioquia). Allí se casó y tuvo dos hijos, terminó la primaria

como única representante de Antioquia en la Mesa Nacional de Víctimas.

Un encuentro

Su liderazgo le sirvió para ser una de las protagonistas de las Rutas de la Memoria, iniciativa de la Alcaldía de Medellín en la que 11 víctimas del conflicto iban contando sus historias en un bus abierto al público por lugares marcados por la violencia. Poco a poco fue contando lo sucedido hace 19 años en su natal Riosucio. Entre los que escuchaban atentos, estaba un hombre sobresal-

Según Yolanda aunque las mujeres son las que más sufren la guerra, también son las más fuertes y comenzó el bachillerato. En esas estaba cuando una compañera la llevó por primera vez a una reunión de víctimas. “Comencé a ir a las reuniones, me conseguí un trabajo como empleada en una casa de familia y además era voluntaria en una fundación para ayudar a otras víctimas de Riosucio”, cuenta. En 2011 recibió la primera amenaza telefónica. Le pedían que dejara de asistir a la gente de su pueblo si no quería terminar como su mamá. Acudió a la Cruz Roja y logró establecerse en Medellín. Con la ayuda del grupo Ruta Pacífica de Mujeres consiguió ayuda psicológica y psicosocial. Mientras recibía tratamiento siguió adelante. Fortalecida, creó la Corporación Afrocolombiana el Puerto de mi Tierra con la que ayuda a las mujeres de la región. Surgió como líder y fue elegida

tado con la historia, pálido y asustado. Al terminar, Yolanda habló con el hombre, que ya estaba sumido en el llanto. “Él me dijo –dice la mujer– que había sido parte del mismo grupo armado que rondaba Riosucio y que le había causado el mismo daño

a muchas niñas como yo”. Yolanda quedó petrificada. Al salir del asombro y de la inmovilidad le estrechó la mano y le dijo: “Tranquilo, tenemos que pensar en un nuevo mañana, tenemos que trabajar para que estas cosas no vuelvan a pasar”. El hombre bajó del bus. Yolanda nunca lo volvió a ver. Según Yolanda, tuvo que vivir ese encuentro para darse cuenta de que ya había pasado la página y que su historia había quedado atrás. Quedó en Riosucio. A pesar de la catarsis, las amenazas son un lunar que mancha su tranquilidad. Hoy anda por su barrio con chaleco antibalas y un número telefónico en caso de emergencia, y las autoridades estudian el asignarle un escolta. La aprensión no la ha acobardado y hoy sigue trabajando por darles una voz a las víctimas y recalca que aunque las mujeres son las que más sufren la guerra, también son las más fuertes. Es un don especial, quizás el de la vida.

Para la gente La Corporación Afrocolombiana el Puerto de mi Tierra, creada en 2011 por Yolanda Perea con el apoyo de la Ruta Pacífica de Mujeres, se enfoca en ayudarles a las mujeres víctimas a ejercer y exigir sus derechos, y en capacitarlas para que gestionen sus proyectos. En los últimos años ha incluido todo tipo de víctimas y hechos victimizantes. En la actualidad, la corporación tiene 280 familias en Riosucio (Chocó), 30 en Medellín (Antioquia) y 40 en el Urabá.

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reconciliAción

mujeres

Las inquebrantables Vivir de cerca la tragedia impulsó a estas mujeres a trabajar por la reconciliación en sus comunidades. En sus casos el odio se convirtió en fuerza y la indignación en valor. Teresita Gaviria (68 años)

Asociación de Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria El 5 de enero de 1998 las AUC retuvieron a Cristian Camilo, el hijo menor de Teresita, cuando viajaba entre Medellín y Bogotá. Cristian jamás regresó y su madre, llena de dolor e indignación, comenzó a trabajar por los desaparecidos. Desde 1999, todos los miércoles a medio día se toma, junto con 14 madres más, el atrio de la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, en Medellín, para reclamar la verdad. Su lucha por la transparencia la ha convertido en el puente entre los exjefes paramilitares presos y las familias de sus víctimas.

Rosa Romaña (51 años)

Macoripaz Hace 13 años Rosa salió desplazada de Pedeguita (Chocó). De su casa solo sacó unas cobijas que la acompañaron mientras navegaba, sobre una tabla, por el río Atrato hasta Riosucio. Allí se unió a 14 mujeres para buscar formas para obtener ingresos económicos. Esa iniciativa se convirtió, en

2003, en Macoripaz, organización que en 2010 ganó el Premio Nacional de Paz por su trabajo en generar oportunidades laborales y educativas para las víctimas en Chocó.

Ivonne Caicedo (33 años)

Foro Interétnico de Solidaridad del Chocó (Fisch) Hace 13 años nació el Fisch como una reacción de la Diócesis de Quibdó y las organizaciones étnico-territoriales de Chocó ante la agudización de la crisis humanitaria de la región. Su objetivo, hacer visible la realidad de estas comunidades. Desde el Foro, Ivonne coordina la creación de una agenda de paz regional construida con 360 jóvenes afro, indígenas y mestizos.

Juana Mosquera (45 años)

Asociación de Desplazados del 2 de Mayo (Adom) Días antes de la masacre de Bojayá, el 2 de mayo de 2002, las amenazas de los paras sacaron a Juana de Napipí. Desde entonces su vida fue una constante fuga, pues recibía amenazas de los paras y de la guerrilla. En 2011 co-

menzó a trabajar con Adom, y se vinculó por completo en 2013, cuando la guerrilla le asesinó un hijo. Ahí trabaja en reconstruir la memoria, generando espacios para que los vinculados hablen.

Ángela Salazar (60 años)

Iniciativa de Mujeres para la Paz (IMP) En 1996, Ángela tuvo que abandonar su casa en medio de los desplazamientos ocasionados por las masacres de La Chinita, Churidó y Osaka en Antioquia. Cinco años después se vinculó a la IMP, donde ha documentado más de 500 casos de mujeres que sufrieron la violencia paramilitar. Hoy trabaja por visibilizar los casos de victimización a mujeres en Apartadó, Carepa y Chigorodó.

Deicy Bermúdez (30 años)

Fedeafro En 2013, esta abogada entró a Fedeafro para conseguir alianzas estratégicas con instituciones educativas y gubernamentales, buscando que los miembros de Fedeafro gestionen su propio desarrollo.


foTo: feDeRICo RテュoS

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De izquierDa a Derecha:

Teresita Gaviria, Rosa Romaテアa, Ivonne Caicedo, Juana Mosquera, テ]gela Salazar y Deicy Bermテコdez.


reconciliAción

Grupos Confianza étnicos

Homicidios y desplazamientos son dos de los hechos victimizantes en los que las comunidades étnicas se han visto más afectadas entre 1985 y enero de 2014 en antioquia y Gran Tolima. en estas regiones, en los últimos 29 años se han presentado cerca de 5.500 homicidios de indígenas y afrocolombianos, mientras que se han desterrado 161.000. la expresión grupos étnicos, fundamental para la antropología social y cultural, manifiesta la diversidad de la experiencia humana sobre el planeta. las diferencias culturales entre los distintos grupos, comunidades y sociedades confirman la riqueza de patrones y manifestaciones que los constituyen. los grupos étnicos son una forma de organización social, pero no la única. colombia es uno de los países más diversos del mundo y esa coexistencia implica propiciar un diálogo serio entre diferentes actores y un entendimiento de sus cosmovisiones para propiciar escenarios de reconciliación no solo de estos grupos étnicos con el estado, sino entre indígenas y afros, indígenas y campesinos, e incluso, entre los mismos indígenas.

grupos étnicos y minorías

la fuerza de la

A

de tierras fértiles para cultivar o ricas para cazar y pescar; muchas carecen de servicios básicos como agua potable y energía eléctrica, no reciben atención en salud esmerada y oportuna y no todos los niños tienen posibilidad de ir a la escuela. del centro de Quibdó, en un Para reclamar esos delote donado por un particurechos y consolidarse como lar, habitan unos 80 indígenas pueblos originarios, los indíde la etnia wounaan phoboor. genas del Chocó se agruparon Sus casas de madera con teen cuatro organizaciones: chos de zinc y paja de aguja se Asociación Orewa (Asorewa), levantan sobre palafitos a un Federación Orewa (Fedeometro del suelo pantanoso. rewa), Consejo Regional Este grupo, desplazado por el conflicto armado de la cerca de 80 cuenca media del río San Juan, indígenas wounaan ha tratado de adaptarse a la dejaron su hogar en la vida que le impone la ciudad. cuenca media del río San Juan y viven en Quibdó. Sin tierra para cultivar y cazar, tejen manillas y collares de chaquiras que venden a los turistas y a uno que otro chocoano antojado. Sin río para pescar, crían tilapia roja en un pequeño estanque cavado en la tierra. Sin pastizales para el ganado, engordan pollos y gallinas ponedoras con sus machos debajo de sus casas. Este es el cuadro de costumbres que hoy comparte buena parte de los 75.000 indígenas de familias emberá chamí, katío y dobidá, y familias tule y wounaan, habitantes del Chocó, desplazados de sus resguardos a centros urbanos. El panorama tampoco es muy alentador para las comunidades que han resistido en sus territorios. Allá no disfrutan

25 minutos

Indígena del Chocó (Crich) y la Consejería de Autoridades del Pueblo Wounaan de Colombia (Woundeko). Al cabo de un tiempo se dieron cuenta de que el trabajo se les había vuelto difícil: las reuniones regionales obligaban a los representantes de las asociaciones a trasladarse hasta Quibdó, lo que les implicaba a las comunidades situadas en el Bajo Atrato o en el Alto San Juan viajes y gastos de hasta dos días. Según Denis Cabezón, representante de


Woundeko, “entendimos que necesitábamos canalizar el trabajo de todas esas asociaciones en oficinas regionales ubicadas en Quibdó”. A finales de 2009 estas organizaciones, cada una por su cuenta, seguían dando la pelea por lo que les parecía justo para su comunidad. Aunque no existían rivalidades entre ellas, trabajaban de manera aislada. Dos años después, en 2011, los representantes de las asociaciones concluyeron que sus reclamos eran los mismos,

sus carencias eran comunes y sus objetivos particulares eran los de toda la población indígena del departamento. Entonces, unirse parecía lo más obvio. La unión se materializó el primero de julio de 2011, cuando movilizaron más de 1.000 indígenas de todas las etnias del Chocó y, al cabo

de diez días, consiguieron sentar a un delegado de la Gobernación, otro del Ministerio del Interior y garantes de la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría, la Personería y de la Diócesis de Quibdó para que escucharan las peticiones. La más importante y aceptada por el gobierno

Los indígenas no viven peleando como dice la gente, solo tienen diferentes puntos de vista

foto: federico rìos

unión

La historia de la Mesa Indígena Departamental del Chocó es un caso de recuperación de la confianza y de la fe en el trabajo comunitario.

nacional fue la creación de la Mesa Indígena Departamental: un espacio para debatir y proponer política pública. Su coordinador Luis Fernando Sarco Moña, dice que “la Mesa era un anhelo que teníamos desde hace años, porque nuestros pueblos nunca han estado realmente incluidos en los planes de desarrollo de las gobernaciones y las alcaldías”. En la Mesa proponen, entre otros temas, la concertación de los programas de salud para crear un enfoque diferencial posible económicamente efectivo y que además sea administrado por los mismos indígenas. Además del logro político, esta Mesa alcanzó un logro organizativo no menos importante: unificar los diversos objetivos de las etnias en un proyecto común. Sarco Moña resalta que los indígenas no viven peleando como dice la gente, solo tienen diferentes puntos de vista. “Cada cual razona desde su posición: al katío le gusta vivir bien adentro de las montañas, en las cabeceras de los ríos; en cambio, los wounaan viven cerca de las carreteras. Pero en el fondo solo buscan el bienestar de los pueblos indígenas. Son esos distintos puntos de vista los que se llevan a la Mesa departamental y es en medio de esas diferencias donde se construyen los procesos comunitarios”.

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foto: león darío peláez

reconciliAción

a los jóvenes

con habilidades musicales se les brinda asistencia para producir y promocionar sus composiciones.

grupos étnicos

canto de esperanza En Quibdó, una corporación apoya a los jóvenes. El objetivo: mostrarles las oportunidades y alejarlos de la violencia.

E

En la noche

del 30 de enero de 2014, 40 casas del barrio Niño Jesús, en Quibdó, Chocó, fueron devoradas por un incendio y unas 60 familias lo perdieron todo. De inmediato, la Corporación Talento Chocoano se puso en la tarea de recolectar donaciones por toda la ciudad y en menos de cinco horas logró más de una tonelada de ayudas entre alimentos, artículos de

uso diario y de aseo personal, paquetes escolares y colchones. “Estamos aquí para ayudar”, dice Alexis Ríos Valencia, uno de los cooperantes de la Corporación, conocido en la ciudad como exmiembro de la agrupación Choc Quib Town. Con tres años de vida, Talento Chocoano es una organización dedicada, principalmente, a promover jóvenes con capacidades naturales para la música, pero también apoya a la comunidad con la realización de colectas y brigadas de salud. Su líder es Jeison Riascos, técnico en redes y mánager; el resto de los miembros son comunicadores sociales y artistas.

La Corporación les ayuda a los jóvenes músicos a producir y promocionar sus composiciones. Los cooperantes como Alexis Ríos se encargan, entre otras cosas, de formar sobre todo a quienes no pueden acceder a la educación superior. Desde 2009 hasta hoy, entre Talento Chocoano y los cooperantes al menos 350 jóvenes han sido beneficiados con talleres y cursos. “En los barrios vulnerables los jóvenes con sensibilidad musical quieren aprender a rapear –explica Ríos–. Y si les enseñamos a componer y a cantar, por esta vía ganarán mucho más dinero que por la de la

delincuencia. No son pocos los que están esperando una oportunidad”. En Quibdó son tangibles las carencias en salud, en educación y en cultura. Si por un lado faltan medicamentos esenciales para atender a los pacientes en centros de salud, por el otro, añade Ríos, “vivimos en una ciudad en la que no hay cine ni teatro ni locaciones básicas deportivas ni de cultura ni espacios de recreación suficientes”. Pero es en medio de esas dificultades donde las organizaciones comunitarias encuentran su lugar de trabajo y donde los jóvenes se abren puertas entre sí.


reconciliAción

oPinión

Más que un ‘lamento andino’ “

L

CARLOS JACANAMIJOY Artista nacido en Santiago (Putumayo).

Uno de los pintores colombianos más reconocidos critica la relación entre los pueblos nativos del país y sus compatriotas mestizos.

as

víctimas somos las que más queremos llegar al perdón. No queremos que se repita lo que nos pasó a nosotros”. Ojalá escucháramos el drama que contiene ese testimonio, comprendiéramos la sabiduría, lo práctico y el sentido común del perdón, pero pareciera que ese clamor de angustia e impotencia no ha llegado a los oídos del poder. El resto del país suelta incendiarias discusiones sobre la violencia que nos aqueja desde la desinformación y la ignorancia. Se ha vuelto normal casar encarnizados e intolerantes debates. Reconciliación es escuchar algunas verdades, como aceptar lo que somos. Hacer el llamado a aceptar nuestro pasado indio rechina, pues el país es acomplejado y racista. Una de las primeras víctimas de la historia del país ha sido el indígena. Para nadie son un misterio las monstruosidades cometidas contra los originarios de este continente. Lo que sí les parece incomprensible a muchos es que como desagravio sus descendientes directos de hoy pudieran acceder por lo menos a algunos derechos. Ahora los ojos perplejos del país mestizo contemporáneo que los niega, pareciera que de manera inexplicable emergieran como de la nada, ajenos y lejanos, unos ‘indios’ campantes en las ciudades, decididos o no, obligados a integrarse a la ‘modernidad’. Como si la integración fuera lo obvio. Desfile de ‘salvajes’ como espectáculo ante los modernos, en territorio moderno, como si la modernidad tuviera dueño. Los criollos mestizos modernos juzgan y condenan a esos ‘indios’ emplumados con pasión: unos los ven bonitos quizá producto del reciente y bien vendido país ‘multicultu-

ral’. Otros los ven con sospecha o como unos oportunistas que se benefician de lo pintoresco para tener éxito en la sociedad occidental, o para explotar a los suyos y sacarle provecho al erario. Entre quienes los ven bonitos, hay unos que tienen una visión muy paternal: los ven intocables con su riqueza propia ancestral, según ellos son los sabios protectores de la naturaleza. A otros, más radicales, como las multinacionales mineras junto a sus defensores criollos, les hacen estorbo aunque los consideren bonitos para la foto. Por su lado, los presidentes se han acostumbrado a hacerles la visita para retratarse con ellos el día de posesión. Occidente y el país consideran a los indígenas objetos, ignorando que son sujetos. De lo poco y trillado que el país sabe sobre los ‘indios’, es que fueron los dueños de las tierras y que fueron despojados de ellas y ahora sobreviven pobres. Una muestra de aquel desinterés sería hacer cualquier pregunta a un niño (o grande) de hoy –yo lo he hecho–, para ver que en sus respuestas salen a relucir los estereotipos con los que se los han visto desde la conquista: salvajes, brujos, brutos, sucios, etcétera. No falta quien vea este discurso como ‘trasnochado’, ‘resentido’, de quejadera o de ‘lamento andino’, palabras que usan no muy pocos para condenar al olvido y desembarazarse rápido de este problema centenario. Pura mamertería dirán otros. A esos señores, en aras de la reconciliación y el perdón, les suplico que vean este discurso con buenos ojos. El racismo y la discriminación también son crímenes que hacen parte de la violencia que hoy nos aqueja a todos.

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reconciliAción

foro

Fortalecer las organizaciones

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Las organizaciones sociales representan a la sociedad civil. Por ese motivo, deben ser lo suficientemente fuertes y estar capacitadas para desarrollar por sí mismas procesos productivos que impulsen la reconciliación. De ese modo sucedió en San Vicente del Caguán (Caquetá), donde varias asociaciones campesinas se establecieron luego de una masacre en el municipio y formaron la Corporación Caguán Vive, que hoy capacita a las asociaciones y trabaja en un modelo de preparación del territorio para el posconflicto. Algo similar sucede en Tolima con Tolipaz, corporación de desarrollo y paz que articula en una red a las diferentes organizaciones del departamento. Ellos han capacitado a más de 10.000 campesinos y fortalecido a cerca de 250 asociaciones de agricultores, especialmente en el sur del Tolima. Para Wilmar Torres, director de Tolipaz, la idea es empoderar a la gente y darle la capacidad de construir paz desde los territorios.

Incidir en las políticas públicas

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De nada vale tener organizaciones fuertes si no están en la capacidad de incidir en las políticas públicas para hacer valer sus derechos y subsanar sus necesidades. Para eso, es necesario que la población tenga claros los mecanismos de participación ciudadana y pueda utilizarlos. Sin duda, los líderes de cada comunidad desempeñan el papel más importante. Para Edilma Gómez, representante de la MAPP OEA, la tarea es aprovechar los liderazgos que ya existen y potenciarlos para que representen a la comunidad y puedan tener voz e incidencia al construir políticas y proyectos a nivel gubernamental Óscar Prieto, coordinador técnico de Caguán Vive, señala que las organizaciones sociales tienen que empezar a decidir la política pública. “Nosotros empezamos a trabajar para que las asociaciones de campesinos puedan participar de la política y no solo incidir en ella”.

Articularse con el gobierno y la empresa privada El trabajo de las organizaciones sociales, en muchos casos, no es suficiente para construir procesos sostenibles de reconciliación. Los problemas económicos y la falta de garantías de las personas que trabajan por el tema hacen que las iniciativas se queden a medias o ni siquiera arranquen.

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Deicy Bermúdez, de Fedeafro, explica que, muchas veces, los líderes exponen sus vidas y no tienen recursos para trabajar. Varios asistentes coincidieron en que la solución a ese problema es que la sociedad civil se articule con el gobierno y la empresa privada. Francisco Javier Ortiz, exalcalde de San Carlos (Antioquia), explicó que la estrategia del municipio para el retorno de cerca de 20.000 desplazados, fue una alianza donde participaron la empresa privada, gobiernos locales y la comunidad.

las del


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claves proceso

Miembros de organizaciones sociales discutieron sobre el papel de la sociedad civil en la construcción de paz en el primer encuentro de Reconciliación Colombia.

Escuchar a la comunidad Es imposible construir una agenda de paz o una iniciativa de reconciliación sin tener en cuenta las características y necesidades de la comunidad local. Es importante que las estrategias se construyan con la opinión de los habitantes porque ellos saben qué puede funcionar y qué no. En ese sentido las organizaciones de base de cada región desempeñan un papel protagónico. Luis Fernando Hinojosa, director de la Diócesis de Quibdó, dice que las comunidades en Chocó están construyendo una agenda diferencial de paz porque “la reconciliación debe hacerse teniendo en cuenta el contexto de la región, ya que en el departamento, muchas veces, las políticas del Estado van en contra de los derechos étnicos de las comunidades”. Con él concuerdan los representantes de consejos comunitarios indígenas y afrocolombianos, que piden respeto por su autonomía administrativa, garantizada por la Constitución. Sin embargo, no solo las comunidades étnicas merecen ese respeto. Cualquier tipo de población tiene el derecho de participar a la hora de formular los proyectos de paz y desarrollo en la comunidad. 63

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No arrancar de cero

Si algo dejó claro el primer encuentro de Reconciliación Colombia realizado en Medellín el 12 de febrero, es que desde diferentes sectores se avanza en iniciativas de paz y reconciliación. Ese trabajo no se puede dejar atrás y cualquier proyecto nuevo debe aprovechar las lecciones que dejan las experiencias adelantadas. “Tenemos mucho trabajo andado en construcción de paz. Eso lo deben tener en cuenta quienes quieran venir a trabajar en Colombia, especialmente en cada territorio”, dice Gloria Amparo Alzate, directora de Conciudadanía, que trabaja desde Antioquia en temas de reconciliación. Para esto es clave que las organizaciones se articulen, trabajen unidas y compartan experiencias. Yolanda Perea, directora de la Corporación el Puerto de Mi Tierra, que trabaja en Riosucio (Chocó), pidió que la sociedad trabaje en conjunto: “Unámonos, sigamos trabajando y construyamos tejido social. La violencia nos afecta a todos”.


foto: archivo particular

foto: arch ivo particu lar la memoria de museo casa foto: cortesía

Recordar pa

Estas iniciativas trabajan con la convicción restauración simbólica, y es una forma de obras de teatro y programas de radio y Medellín Casa de la MeMoria

Para combatir el olvido, el oscuro túnel de la memoria del Museo Casa de la Memoria de Medellín propone recordar a las víctimas con dibujos, fotos, videos y el relato hablado de los sobrevivientes que narran su historia a los visitantes. En 2013 el museo organizó festivales, exposiciones, conciertos y bazares con la seguridad de que la construcción de memoria del conflicto colombiano no necesariamente tiene que ser sombría. También “hacemos memoria para la vida, para los jóvenes y para las generaciones futuras”, afirma su directora Lucía González. Las víctimas coinciden en que contar sus vivencias les produce alivio y genera diálogo en un país que no conversa. Más que un lugar de contemplación, este sitio es un museo

interactivo que pretende dejar más preguntas que respuestas. Quienes concibieron el museo coinciden en que los colombianos deben reconocer la historia y preguntarse por qué pasó y cómo se lleva a cabo el proceso para reparar los estragos causados. ChoCó relatos en la web

Internet está a dos horas, dos horas en lancha, dos horas por un río que ha arrastrado el sufrimiento del pueblo chocoano. Lucelly Rivas las recorre cada día que quiere hacer memoria desde su sitio web. “Recordamos de otra manera, no brusco, no sangriento, recordamos nuestra cultura, nuestras fiestas y todo lo que hacemos aunque muchos ya no están”, dice esta mujer, integrante del colectivo Cocomacia. Allí

nació Memorias del Atrato, un espacio digital donde se hacen públicos los relatos de los pueblos de Tagachí, Pogue, Bojayá, Bellavista, Vigía del Fuerte, San Martín y La Cruz, Las Mercedes y Buchadó. Los integrantes de www. memoriasdelatrato.org hacen memoria de las afectaciones del conflicto, dice Lucelly, “para que los actores armados y el Estado vean todo el daño que nos hace la guerra, vean cómo las comunidades quedamos afectadas con los que nos mataron, nos desaparecen y a ver si con eso logramos que no haya más conflicto, que se concienticen ellos y también los jóvenes”. algeCiras, huila las iMágenes viven

Entre una de las iniciativas de memoria que más tiene eco en Algeciras, Huila, está

la recopilación de imágenes de seis niños que el 12 de noviembre de 1990 fueron víctimas de la violencia. Los menores, que en su momento se desempeñaban como ayudantes de la Policía en el programa denominado ‘Patrulleritos’, murieron por el fuego de actores armados ilegales que interrumpieron en el municipio. Las imágenes fotográficas, que se encuentran al lado del altar de la iglesia central de Algeciras, son un homenaje a los niños en busca de crear conciencia en las nuevas generaciones sobre el daño de la violencia. Actualmente la muestra fotográfica, además de ser una iniciativa de memoria, es un punto inicial para otros programas culturales, muestras artísticas que nacen desde sus habitantes como rechazo al conflicto.


foto: carl os

esc foto: cortesía

alberto mejía

al uela audiovisu

ia na valenc foto: leid idia

ra no repetir

de que la memoria produce una suerte de reivindicar el pasado. Fotos, exposiciones, televisión hacen parte de los proyectos. granada, antioquia nunca Más

La imagen de centenares de personas que, en vez de huir de un pueblo arrasado por una carga explosiva lanzada por las Farc, regresan al centro del municipio con ladrillos al hombro para reconstruirlo, es una de las más emblemáticas de Granada, Antioquia. La marcha del ladrillo es uno de los tantos momentos de resistencia que se pueden apreciar en el Salón del Nunca Más, donde se exhibe el dolor de víctimas, los rostros de los que ya no están y la confrontación. Según sus realizadores, “contábamos con las fotografías de los desaparecidos y muertos, ¿pero cómo hacer para que no fueran vistas como unas víctimas más? Para ello, teníamos que hablar de quiénes eran, cuáles eran sus sueños,

qué función cumplían dentro de la comunidad y el núcleo familiar. Esta propuesta surge como una necesidad vital de la comunidad para dar cuenta de sus víctimas, pero no desde las estadísticas, sino desde sus recuerdos, vivencias y relatos”. belén de los andaquíes, caquetá escuela audiovisual infantil

Voces inocentes, dibujos infantiles y cientos de ideas. Así comenzó este proceso de memoria en Belén de los Andaquíes, Caquetá, donde la exclusión y la guerra son viejas huéspedes, pero no la pobreza, la pobreza de ‘mente’. “Aquí nos decían: los niños, los jóvenes campesinos no tienen oportunidad, o tienen muy pocas”, comenta Alirio González, fundador de la Escuela Audiovisual Infantil. Este líder se armó de bicicletas, papeles,

colores y sencillas cámaras fotográficas para cautivar a niños y niñas en su misión de construir relatos y, con ello, abrirse al mundo y sobreponerse a la guerra. “Sin historia, no hay cámara”, ha sido siempre su lema. Por eso los pequeños que hoy son jóvenes y adolescentes estudiantes de Comunicación o realizadores de series de televisión para Señal Colombia, se dieron prontamente a la tarea de contarse: hablan de sus ríos, de sus aventuras en el colegio, de su cotidianidad, así que también aparecen los grupos ilegales, los eventos de luto, el desplazamiento de alguno. el tigre, PutuMayo Mucha tierra fértil

En El Tigre, Putumayo, antiguo escenario de la violencia de guerrillas y autodefensas, cerca de 25 niños y jóvenes,

de entre 9 y 18 años, conforman el grupo de teatro Tierra Fértil, una iniciativa cultural que muestra las tradiciones e historia de la zona. El grupo nació en 2010 y hace parte del proyecto ‘Construir un futuro para niños y niñas de Colombia’, adelantado por la Corporación Casa Amazonia en nueve instituciones educativas de Putumayo. Bajo la batuta de Luis Antonio Santacruz Vallejo, profesor del área de Ecología de la institución educativa rural El Tigre, los niños y jóvenes ocupan su tiempo libre a través de la sana diversión, el fomento del liderazgo y el desarrollo de habilidades comunicativas. Al llamarlo Tierra Fértil quisieron tomar como referente esa idea de la tierra que cuando se le abona y se le cuida con dedicación, da sus mejores frutos.

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homenaje urbano Esta pared

foto: fEDERICo RÍoS

foto: xxxxxxxxx

del barrio Castilla de Medellín es un homenaje a los campesinos que han retornado a sus tierras. Con una rosa a modo de metáfora, los artistas Juan Pablo Arango (foto) y Cristian Álvarez quisieron representar el florecimiento que sienten estas víctimas de la violencia al regresar al campo. Arango hace parte del colectivo Graffiti de la 5, con sede en este barrio.


bellavista, choc贸

foto: le贸n dar铆o pel谩ez


nicanor restrepo

Manos a la obra

foto: david estrada larra単eta

pie de foto

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foto: xxxxxxxxx

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