Nueva época, Año 4, Extraordinario
1954 :
Guatemala, julio 2004
El principio del fin
De izquierda a derecha, personaje no identificado, Oscar Mendoza, Carlos Castillo Armas y Guillermo Flores Avendaño en el parque central de Chiquimula (1954). Fotografía de Alejandro Guzmán, Fototeca Guatemala, Cirma.
Contenido ■ El contexto de la intervención norteame-
ricana de Guatemala en 1954 pág. 4 GUSTAVO PALMA MURGA ■ La
batalla ideológica del 54 pág. 6 ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
La Iglesia Católica y la Revolución de Octubre de 1994 ■
pág. 9 CARLOS ROBERTO MONTENEGRO RIOS
Presentación
H
ace 50 años, el Ejército de la Liberación entraba triunfante en la capital y marchaba por la sexta avenida de la zona uno, rumbo al Campo de Marte, entre el entusiasmo de grupos urbanos que lo aplaudían, sincera y espontáneamente. No faltaron sin embargo, familias que también se sumaron al espectáculo, más convencidas de la conveniencia de adaptarse
Publicación mensual de FLACSO-Guatemala y elPeriódico Secretario general de FLACSO Wilfredo Lozano San José, Costa Rica CONSEJO ACADÉMICO DE FLACSO-GUATEMALA Víctor Gálvez Borrell-director Virgilio Álvarez/Walda Barrios-Klee/ Virgilio Reyes/Edelberto Torres-Rivas Tel. PBX (502) 362-1431 Fax: (502) 332-6729 Correo electrónico: flacsoguate@flacso.edu.gt Página web: http://www.flacso.edu.gt Coordinación de edición: Hugo de León Edición: Víctor Gálvez Borrell Diseño y diagramación: José Bolaños Corrección: Mario Maldonado Esta publicación es posible gracias al apoyo financiero de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional ASDI/SAREC 30,000 ejemplares
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Jacobo Arbenz Guzmán y un campesino, s/a, Nuestro Diario, circa 1952.
al nuevo signo de los vencedores y de evitarse así, problemas futuros. En igual forma, también se registró el temor y la incertidumbre de aquellos líderes sindicales y simpatizantes del depuesto Gobierno de la Revolución, que no habían logrado refugiarse en las abarrotadas embajadas de México y Argentina y que tampoco percibían muchos lugares seguros, a inicios de julio de aquel año, ante las represalias que se avecinaban. La capital y otras ciudades, así como la región del oriente del país, fueron los principales centros de movilización y rechazo al régimen: las masivas concentraciones anticomunistas en la plaza central de Guatemala y las “pintas” del artículo 32 de la Constitución de 1945, son un ejemplo.1 El apoyo a la administración por su parte, se situaba en la costa sur, entre los trabajadores sindicalizados de las bananeras del Nororiente y los beneficiarios del Programa de Reforma Agraria, iniciado en 1952. La fractura de los apoyos aparecía cada vez más clara y conforme el tiempo avanzaba, la correlación de fuerzas se hacía más nítida, sobre todo al incorporarse un actor externo determinante; la administración de una de las dos superpotencias: EE.UU. En este lado de la oposición también se ubicaba la Iglesia católica y los grandes propietarios de la tierra, principalmente de las 1
Artículo que prohibía la organización y funcionamiento de... “organizaciones políticas de carácter internacional o extranjero”, pintas que hacían alusión al funcionamiento del Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT– (comunista) recién reconocido.
plantaciones de café, pero también de las superficies incultas, que el Censo de 1950 había permitido cuantificar. A éstos se añadían medianos y hasta pequeños propietarios, atemorizados por la emisión del célebre Decreto 900 (y que años atrás ya habían mostrado preocupación con la vigencia del arrendamiento forzoso y la presunta afectación de sus tierras), los que fueron fácilmente ganados a los intereses de los grandes terratenientes. Se sumaba igualmente, un heterogéneo conjunto de clases medias urbanas y populares, dentro de quienes sobresalían, las combativas locatarias de los mercados de la capital, muy sensibles al discurso eclesiástico anticomunista. En apoyo del Segundo Gobierno de la Revolución se ubicaban, además de los trabajadores sindicalizados, sus dirigentes y los campesinos que había recibido tierras, sectores de clase media: burócratas, principalmente maestros, algunos estudiantes universitarios, intelectuales y artistas, así como simpatizantes de los partidos políticos de izquierda que apoyaban al régimen, entre los que se encontraban los militantes del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). En medio del conflicto y en una posición cada vez más incómoda, se situaban los oficiales del Ejército Nacional, desgarrados entre la lealtad hacia su Comandante en Jefe y la Constitución de la República, que les exigía ser apolíticos, profesionales, obedientes y no deliberantes (artículo 149) y el cada vez más agresivo discurso anticomunista, al que se unía la presión del aliado “natural” de Guatemala: EE.UU,
con el ejército más poderoso del planeta. Como espectadora, una “mayoría silenciosa” que no terminaba de tomar partido, pero que inexorablemente iba siendo ganada a las filas del anticomunismo, por efecto de la Iglesia, en una sociedad de indiscutible mayoría católica, como lo era Guatemala en aquellos años. La suerte parecía estar echada y sólo era cuestión de tiempo. Y el tiempo se le agotó al Presidente Arbenz rápidamente, cuando decidió renunciar el 27 de junio, convencido de que las fuerzas armadas no pelearían. En todo caso, era el epílogo de un proceso de radicalización de posiciones que había empezado diez años antes, en 1944 y que había llegado a un momento crítico e irreversible, cuando en un confuso incidente en el tristemente célebre Puente de la Gloria, el ex Jefe de las Fuerzas Armadas, Francisco Javier Arana fue apresado y ejecutado, sin que se aclarara judicialmente lo sucedido.
Después de 1954, y sobre todo luego de la depuración que siguió al levantamiento del 13 de noviembre de 1960,3 las fuerzas armadas adoptaron inexorablemente el discurso anticomunista como doctrina militar y con tal justificación, se involucraron en el apoyo a gobiernos ilegítimos, que culminaron con el golpe de Estado de marzo de 1982. A partir de la firma de la paz en 1996, se han demarcado de la vieja política contrainsurgente, aunque este proceso ha sido complejo y contradictorio. El Ejército se encuentra actualmente sometido a
Nuevos hechos y documentos han demostrado lo que durante décadas se negó: la instrucción militar, el apoyo y el financiamiento a los insurrectos que se rebelaron en contra del Gobierno de Arbenz, así como la compra de voluntades a los mandos del Ejército para que no peleara, por parte de la administración Eisenhower. El carácter extranjero de la intervención quedó así evidenciado y fue motivo incluso de una aclaración del propio ex Presidente Clinton en su momento.2 Transcurridos cincuenta años muchas cosas cambiaron y otras no lo suficiente. La Iglesia Católica se transformó interna e internacionalmente: tomó distancia relativa de los poderosos y optó por un discurso comprometido con los más desfavorecidos (la Opción Preferencial por los Pobres). Y en las décadas de 1970 y 1980, incluso algunos de sus miembros hicieron causa común con la insurgencia. EE.UU. ya se dijo, reconoció en parte los errores cometidos y la Embajada Americana no sólo apoya ahora a los sindicalistas en el país, sino a las organizaciones de derechos humanos y se preocupa por la limpieza electoral. Y ello, independientemente de si se trata de una administración demócrata o republicana; es decir, ya no es cuestión de izquierdistas vrs. conservadores, sino de una política de Estado. 2
Durante su visita a Guatemala en 1999...”el Presidente Clinton reconoció los errores de su país, al intervenir de manera indirecta en el conflicto armado y admitió el involucramiento de la CIA y de los aparatos del Estado norteamericano en actos represivos en contra de ciudadanos guatemaltecos...” (Inforpress, 1311, 12-03-1999).
no han variado sus opiniones sobre el tema de la tierra. La cuestión agraria no está resuelta y sigue siendo uno de los grandes bolsones de pobreza y subdesarrollo del país. Los campesinos minifundistas y los trabajadores agrícolas sin tierra siguen esperando, con escasas posibilidades de éxito, el cumplimiento de las reiteradas promesas de solución a un problema que parece tan añejo como Guatemala misma. No todo fue primavera entre 1944-1954, como la visión idílica de los vencidos se encargó de propalar, aupada por el engranaje de la guerra fría y de la crítica antiimperialista. La matriz autoritaria de la primera mitad del siglo XX, no siempre contribuyó a favorecer la democracia durante aquella década y falta aún investigación histórica para aclarar parte de la vida política de los dos Gobiernos de la Revolución y evidenciar sus limitaciones. Las denuncias sobre “las atrocidades cometidas por los esbirros de Arbenz” –recogidas directamente por los propios denunciantes– no se pueden justificar bajo el argumento de que el país se encontraba en guerra, como alguno ha pretendido, pues se trató de ejecuciones de población civil. Pero tampoco se puede desviar la atención sobre las masacres de los treinta y seis años de conflicto armado interno (a partir de 1962) ni la saña y deshumanización con la que algunos guatemaltecos atacaron a otros guatemaltecos por diferencias supuestamente ideológicas, insistiendo en que las ejecuciones ya habían empezado en 1945.
En la actualidad, nos encontramos tan divididos sobre la interpretación de lo que sucedió en 1954 como hace décadas. No obstante, a través del contraste entre percepciones diversas que ofrecen un abanico de matices, es posible tomar mayor distancia de los hechos y juzgarlos con más ecuanimidad. Es preFoto Alejandro Guzmán, propoaganda de los liberacionistas en Chiquimula, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma. cisamente lo que con esta edición extraordinaria de diálogo, dedicada a los 50 una reducción y modernización, juzgada por años de la crisis de 1954, busca FLACSO al invitar algunos como precipitada. Todo hace pensar a tres autores, que presentan formas distintas que las fuerzas armadas se encuentran inmerde abordar el mismo objeto de análisis: Gustavo sas en un esfuerzo crítico, por redefinirse a sí Palma Murga, Alejandro Maldonado Aguirre y mismas y a una nueva doctrina militar. Carlos Montenegro Rios. Los terratenientes terminaron por perder FLACSO agradece el apoyo que proporcionó el poder político que otrora ostentaron, algunos el Centro de Investigaciones de Mesoamérica diversificaron sus inversiones y otros entraron (CIRMA) al facilitar tan amablemente, parte del en crisis, al igual que la agroexportación tradimaterial fotográfico que ilustra esta edición y cional (el algodón, el café). Pero en general, que constituye un valiosísimo aporte al conocimiento de este hecho histórico, que provocó un cambio tan fundamental en la vida política Insurrección de oficiales producto del descontento por la corrupción de la administración de Idígoras Fuentes, del de Guatemala. 3
rechazo a la presencia de bases militares de cubanos anti castristas y de las represalias a oficiales críticos de la actitud del ejército en 1954.
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El contexto de la intervención norteamericana de Guatemala en 1954
resto de Europa –y del mundo– quedaría encerrado entre estas dos propuestas paradigmáticas.
Gustavo Palma Murga*
E
l 27 de junio de 1954, el presidente Jacobo Arbenz Guzmán fue obligado a renunciar a su alta investidura por la cúpula del ejército guatemalteco. Con esta renuncia se alcanzó uno de los objetivos que altos funcionarios del gobierno de EE.UU. y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se habían trazado en la llamada Operación PBSUCCESS, con el propósito de “salvar a Guatemala de caer en las garras del comunismo internacional”. Al mismo tiempo, se facilitaba que el llamado “Ejército de Liberación Nacional” pudiera ingresar “triunfante” a la ciudad de Guatemala, luego de un dificultoso y poco exitoso –en términos políticos y militares– periplo que había iniciado en la frontera hondureña, a la altura del departamento de Chiquimula. Estos acontecimientos marcaron de manera contundente la historia posterior del país. No sólo por las medidas que de manera inmediata ejecutó el gobierno de Castillo Armas para cortar de tajo el proceso de reforma agraria, sino, también, por el cierre de los espacios políticos que a partir de entonces se produjo en el país. Estas medidas han tenido –hasta la actualidad– tremendas repercusiones en términos de las profundas carencias y dificultades para acudir al diálogo y a la negociación, como vías privilegiadas para enfrentar nuestros problemas y ver nuestro futuro. La polarización social y política que allí se gestó y potenció, sin precedentes en nuestra historia, sigue siendo muestra y testimonio de los terribles efectos que este quiebre histórico ha significado para la sociedad y el país. De igual manera, evidencia cómo Guatemala fue obligada a entrar, de manera violenta y contundente, en una dinámica de polarización política de carácter internacional, hegemonizada por EE. UU. en el contexto de la llamada “guerra fría”. 4 / julio 2004, No. extraordinario
El Presidente Jacobo Arbenz en su despacho, s/a, Nuesro Diario,
El cierre abrupto del “período revolucionario”, en junio de 1954, fue posible tanto por la ejecución de los planes de intervención que se elaboraron en Washington, como por la colaboración y presiones de quienes, en el interior del país, se oponían al proyecto político reformista del presidente Arbenz. De tal manera que ambos factores deben ser considerados, al momento de tratar de entender o explicar este hecho histórico específico.
El fin de la II guerra mundial y los inicios de la “guerra fría”; contexto de la intervención de 1954 Europa occidental no logró frenar la expansión del Tercer Reich como tampoco del nacionalsocialismo. Gran Bretaña tuvo que luchar sola por más de un año para no caer en manos de Alemania. Los alemanes se tambalearon sólo después del intento de invasión de Hitler a la Unión Soviética en 1941 y del ataque japonés a Pearl Harbor. La URSS pagó con más de 20 millones de vidas esa guerra. Antes de entrar en guerra, EE. UU. financió parte de los esfuerzos aliados. Al concluir la contienda se consolidaron dos grandes potencias: EE.UU. con capacidad financiera y monopolio nuclear, y la URSS, a través del poderío militar adquirido en la guerra y el control e influencia sobre nuevos territorios. El
Desde los primeros años de la postguerra, se fue generando una nueva realidad geopolítica, al igual que una serie de discursos en los que el temor y la desconfianza eran el sustrato común. Aunque todavía no era perceptible la división de Europa en dos, ésta se convirtió en el primer escenario de lucha entre las dos grandes potencias. Desde 1943-1944 los dirigentes soviéticos temían los efectos de la expansión del capitalismo americano en una Europa debilitada por la guerra. Luego de concluida ésta, los norteamericanos percibieron como una amenaza la posibilidad de que el comunismo se expandiera, debido a los efectos sociales que se podían desprender de esa ideología, en una Europa igualmente destruida por la guerra. Desde entonces insistirían sobre el peligro de una “revolución muncirca 1953. dial” promovida por el comunismo internacional, a través de sus agentes diseminados por el mundo. Los ejes centrales del nuevo discurso americano giraban en torno a la defensa de la libertad y la democracia frente a la amenaza del totalitarismo comunista, con un fuerte énfasis en su propósito como nación, de ayudar a los pueblos libres a defender sus instituciones y su integridad territorial en contra de los movimientos agresivos que buscaban imponer los regímenes totalitarios. Es allí donde surgió el pensamiento anticomunista, como designación incuestionable y negativa del sistema socialista que la URSS había impuesto en su ámbito de acción geopolítico. Se consolidaría la visión dicotómica: mundo libre-comunismo. A partir de estos planteamientos, se implementaron medidas y políticas de “contención” del comunismo, que tendrían impactos diversos en distintos lugares de Europa y América Latina. Sobre todo, por los procedimientos utilizados y las alianzas políticas que supusieron tales procesos.
Justificando la desestabilización del gobierno de Arbenz Las consideraciones sobre la ingerencia que Guatemala podía tener en la seguridad nacional de EE. UU. nunca fueron apremiantes. A finales de 1953, los analistas del Departamento
de Estado opinaban que la influencia comunista en Guatemala era relativamente trivial, con excepción de la influencia que algunas personas pudieran tener sobre el propio Arbenz. Tampoco era sostenible el argumento de que Guatemala podría ser la avanzada para la invasión del canal de Panamá por parte de los soviéticos. Además, Guatemala no tenía relaciones diplomáticas ni militares con la URSS y nunca se comprobó la existencia de vínculos entre ambos países.1 En este contexto, el principal argumento sobre el que EE. UU. se basó para justificar los temores de subversión comunista en Guatemala –y en América Latina por extensión– fue el programa de reforma agraria; pero, sobre todo, porque afectaba a la United Fruit Company.2 Por ello, los cambios que dicha reforma agraria promovían en el régimen de propiedad fueron percibidos como una amenaza al principio de la propiedad privada, tanto por EE.UU. como por los grandes terratenientes guatemaltecos. Sólo a partir de esta premisa, se agregaba que esos cambios estaban generando inestabilidad social que amenazaba los intereses políticos, económicos y de seguridad estadounidenses. El proceso de nacionalización del petróleo, que entonces se estaba dando en Irán, fue inmediatamente comparado al caso guatemalteco.
una revuelta contra Arbenz, que se localizó en Salamá, pero fracasó (Operación Fortune). A ésta le siguió la llamada Operación PBSUCCESS.3 Se trataba, fundamentalmente, de un plan que sería ejecutado por mercenarios, dado que las fuerzas militares de EE.UU. no debían aparecer bajo ninguna circunstancia involucradas en él.
Preparando el ambiente para la intervención Piero Gleijesis plantea que las reformas políticas y económicas promovidas por el gobierno de Arbenz afectaban e irritaban a los demás gobiernos centroamericanos, por su espíritu y propósitos modernizadores y democratizadores; pero, sobre todo, porque estimulaban un
agosto de dicho año en el seno de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) para frenar las acciones subversivas del comunismo internacional en Centroamérica. Propuesta con una clara dedicatoria a Guatemala, por la promulgación del Decreto 900, que marcó el inicio de tensas relaciones entre Guatemala y el resto de países de la región, al punto que Guatemala se retiró de esa iniciativa.5 EE.UU. contaba con el apoyo incondicional de Somoza en Nicaragua y, en el caso de Costa Rica, se buscaron acercamientos con el recién electo presidente José Figueres. Por otro lado, presionó a Honduras a firmar un tratado de seguridad mutua, dado que desde allí se prepararía la invasión a Guatemala.
Fue en este contexto que se tomó la decisión de poner en marcha la Operación PBSUCCESS. Los planificadores de esta operación no se hacían mucha ilusión en cuanto a la oposición política al gobierno de Arbenz al interior de Guatemala. Por ello, más bien apostaban al ejército, al que consideraban clave para la estabilidad del Gobierno. Pensaban que éste cambiaría de actitud si sus altos mandos lo decidían. Sobre todo, si percibían que “… su seguridad personal y bienestar se veían amenazados.”6 Por ello, era necesario aislar a Guatemala en el plano internacional y agitar el fantasma de las sanciones multilaterales, lo que provocaría una desmoralización entre las fuerzas que apoyaban al régimen, y la oposición civil se fortalecería. Si el ejército no reaccionaba, correspondería a los exilados alumbrar la chispa del alzamiento. Pero, como ya se mencionó, se tenían fuertes dudas sobre la capacidad de los alzados para derrotar a las fuerzas armadas.
En 1953, el gobierno norteamericano decidió que la CIA asumiera el control de las operaciones intervencionistas en Guatemala, como lo había hecho en Irán. Se registró un primer intento para promover 1
En relación con la presencia comunista en Guatemala, el historiador Nick Cullather, en el libro que, por encargo de la CIA, escribió entre 1992 y 1993 sobre la intervención de esa agencia en la caída del gobierno de Jacobo Arbenz, dice: “El número total de miembros del partido nunca excedió 4,000 en una nación de casi tres millones, hecho reflejado en la debilidad del partido en las urnas electorales. Sólo cuatro comunistas tenían escaños en el congreso compuesto por 61 miembros, cuerpo dominado por los moderados. Árbenz no nombró a ningún comunista en el gabinete, y sólo seis o siete tenían puestos importantes. Sin embargo, estos pocos ocupaban puestos que los hacían muy visibles para los funcionarios de los Estados Unidos… La principal influencia del Partido provenía de la amistad de Fortuny con el presidente.” Cfr: PBSUCCESS. La operación encubierta de la CIA en Guatemala, 1952-1954. (Guatemala, AVANCSO, 2002), p.21. 2 En el prólogo a la edición en español del libro citado, el historiador norteamericano Greg Grandin señala que la reforma agraria fue vista por la burguesía agraria como una amenaza directa al poder que siempre había ejercido. Además, y citando a analistas locales, añade que dicha oposición se dio porque comprendieron bien cuáles serían los efectos de la política económica dentro de la que se insertaba dicha medida, dado que afectarían su poder y sus intereses, construidos y consolidados a partir de la explotación y el expolio. Cfr. Cullather, op. cit. pág. viii.
S/a 1954.
CIA
ambiente político cuestionador en esos países. Los poderes establecidos no deseaban que ese ejemplo tuviera éxito.4 En tal sentido, desde 1952 se principió a orquestar, en el contexto centroamericano, una serie de acciones contra el gobierno de Arbenz, tales como la moción presentada en 3
Los detalles y el proceso de desarrollo de ambas operaciones están relatados en el libro de Cullather antes citado. 4 Shattered hope. The guatemalan revolution and the United States, 1944-1954. Princeton, Princeton University Press, 1991.
En este contexto, Washington cambió a su embajador en Guatemala y colocó a John Perifouy, quien venía
Coup in Guatemala.
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Al interior de EE.UU. –aún antes de la emisión del Decreto 900los medios de comunicación principiaron a hacer eco de una campaña que, de manera clara y directa, identificaba las políticas gubernamentales de Arbenz como resultado de la influencia del comunismo internacional. 6 De hecho, un documento desclasificado –memorandum de 1 de junio de 1954– ponía en duda que la operación a cargo de Castillo Armas pudiera tener éxito. Ante tal eventualidad, se plantearon varias opciones que pudieran ser interpretadas, a nivel internacional, como actos de provocación por parte del gobierno de Guatemala, tales como ataques a intereses extranjeros, o de penetración de supuestas tropas guatemaltecas en territorio hondureño. Cfr: “Planes de provocación. 1954”. En: Denegado en su totalidad. (Guatemala, AVANCSO, 2001), pp. 27-35.
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de Grecia, en donde había jugado un papel importante para consolidar al gobierno conservador recién instalado allí. De manera casi simultánea, el Departamento de Estado solicitó al Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA) que incluyera un punto más en la agenda de la Décima conferencia interamericana –que se celebraría en marzo de 1954– sobre “la intervención del comunismo internacional en las repúblicas americanas.”
La Conferencia de Caracas Las expectativas de la mayoría de países de América Latina en torno a la Conferencia de Caracas se centraban en la posibilidad de encontrar eco a sus demandas de apoyo económico por parte del gobierno norteamericano, traducidas en préstamos para el desarrollo, mejores precios para sus materias primas y facilidades para acceder al mercado de EE.UU. Sin embargo, desde el gobierno de Truman, esas demandas no habían sido atendidas. Washington criticaba a estos países por esperar todo de EE.UU. y afirmaba que era inversión privada lo que necesitaban, para lo cual era necesario un
clima favorable, por lo que los nacionalismos económicos eran contraproducentes. De hecho, el secretario de estado norteamericano John Foster Dulles llegó a Caracas sin propuesta económica para el continente, únicamente con el propósito central de obtener, por parte de la OEA, una resolución multilateral que condenara la intervención y amenaza comunista en el área, sin necesariamente mencionar a Guatemala, para así dejar abierta la posibilidad de subsecuentes operaciones y acciones contra ella. En lo esencial, su propuesta de resolución fue la siguiente: “El dominio o control de las instituciones políticas de cualquier Estado americano por parte del movimiento comunista internacional… constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los estados americanos, poniendo en peligro la paz de América, y justificaría acciones adecuadas de acuerdo con los tratados existentes.”7 Mediante dicha resolución, EE.UU. imponía un instrumento que les permitiría intervenir en cualquier país de la región. En su momento, el canciller guatemalteco Guillermo Toriello refutó lo planteado por Dulles. Se refirió a la amenaza que EE.UU. representaba
para América Latina, sobre todo por sus pretensiones intervencionistas en los asuntos internos de cada Estado. Denunció que lo que buscaba esa nación era legitimar la agresión contra el país. El canciller afirmó que el único pecado de Guatemala era querer afirmar su soberanía.8 A pesar del atronador aplauso dado por la asamblea al canciller guatemalteco, sólo Argentina y México se abstuvieron de votar tal resolución, aún y cuando habían argumentado en contra de la misma. Uruguay, que también se había opuesto, terminó votando a favor. Costa Rica estuvo ausente, pero posteriormente se adhirió a la misma. Sólo Guatemala votó en contra. En todo caso, el resultado de esta asamblea desencadenó temor en Guatemala. Fue un importante paso dentro de la estrategia de guerra psicológica contra el país. Las circunstancias de la renuncia del presidente Arbenz, como de la forma en que fue encarado el vacío de poder mientras Castillo Armas llegaba a la capital, evidenciaron que no había estado equivocada la apuesta norteamericana sobre el papel que debía jugar el ejército guatemalteco en dicha operación.
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Gleijesis, op. cit. pág. 272.
Cfr: Guillermo Toriello Garrido: La batalla de Guatemala. México: Ediciones Cuadernos Americanos, 1955.
La batalla ideológica del 54 Alejandro Maldonado Aguirre*
L
os vientos democratizadores que empujaron el triunfo de los aliados sobre el totalitarismo nazi, el impulso creativo de esclarecidos guatemaltecos que retornaron del exilio y el carisma revolucionario de los líderes naturales de octubre, abrieron el cauce de sensibles reformas sociales. El Código del Trabajo, la Seguridad Social, el escalafón del magisterio y las innovaciones educacionales y culturales constituyeron el mensaje de la Nueva Guatemala arevalista. El segundo gobierno revolucionario avanzaría audaz hacia un proceso de autono-
*Alejandro Maldonado Aguirre, abogado y embajador de carrera. Actuamente diputado al Congreso de la República. Ex ministro de Educación y de Relaciones Exteriores, ex constituyente y parlamentario. Dos veces magistrado de la Corte de Constitucionalidad.
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Foto Alejandro Guzmán. Grupo de liberacionistas, entre ellos destaca Guillermo Putzeys Álvarez, Chiquimula, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.
mía económica y de liberación social. El programa arbencista se propuso eliminar los monopolios yanquis: el ferrocarrilero, construyendo la carretera al Atlántico (por cierto, el Congreso
arevalista por Decreto 349 de 19 de marzo de 1949 declaró de urgencia nacional su terminación); el portuario, con Santo Tomás; el eléctrico, con Jurún Marinalá . La Reforma Agraria
sus amigos. La eliminación de Arana constituyó el parteaguas de la división nacional que desde entonces se marcaría radical e intransigente.
Foto Alejandro Guzmán, Grupo de liberacionistas en práctica de tiro, Chiquimula, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.
fue el punto clave de su proyecto y se le justificó como programa de apertura de la economía nacional al “capitalismo”. ¿Cómo fue posible que unas reformas, obvias en su época, hubieran polarizado tan profundo a la poco antes unánime sociedad? Medio siglo de repetición poética de que hubo aquí un ensayo de Revolución purísima y virginal, es mucho tiempo para decantar la teoría del crimen contra ese Reino Feliz y de la aviesa maldad de los malos muy malos que lo destruyeron. Si la factura de los mitos se tradujera sólo en créditos políticos, acaso no sería tan devastadora esa pasión deformante de la realidad. Resultan, sin embargo, conceptos y metáforas que tienden, como piensa García Pelayo, a que una verdad de razón se convierta en verdad de fe. Entonces la creencia alimenta las parcialidades irreductibles de esa dialéctica de odio y de conflicto que nos ha distanciado con potencia destructiva. De ahí que la Historia General de Guatemala contenga dos versiones del mismo capítulo, que carecen de mínimas coincidencias que revelen un método neutral para juzgar y juzgarnos. De los participantes en el derrocamiento de la dictadura ubiquista, su gran mayoría se dividió en dos corrientes vigorosas: la revolucionaria democrático-burguesa y la revolucionaria socialista. La primera personalizada en Arévalo; en Arbenz, la segunda. La disyuntiva que debía resolverse por los protagonistas y los advenedizos de la revolución de octubre era la de definir, desde el poder, el rumbo político del movimiento. ¿Es que podían coexistir güelfos y gibelinos, jacobinistas y montañeses, bolcheviques y mencheviques?
Los teóricos y los revolucionarios del marxismo clasifican a Arévalo en una tercera posición pequeño burguesa, demócrata y reformista. Galich recuerda que era ideológicamente anticomunista [...] Era un idealista, un liberal, progresista y principista. [p.147**] Arbenz rompe la moderación de su predecesor y se enfrenta decidido a la oligarquía nacional, con el proyecto agrario “para liquidar en Guatemala el latifundismo feudal”; y al imperialismo yanqui, con su diplomacia desafiante.
Esas aguas que se habían empezado a separar la madrugada del 20 de octubre del 44, tomaron el cauce torrencial del arbencismo, que oficializó el PGT como el partido de sustentación de su programa, administrador de la Reforma Agraria, controlador exclusivo de la organización sindical, apologista privilegiado de las reformas sociales, inspirador de la retórica oficial en los medios de comunicación del gobierno asentados en la clase artístico-intelectual). Gustavo Porras Castejón refirió lo que oyó de labios de Manuel Galich: "[E]n los almuerzos que solía tener los miércoles el Presidente con los líderes de los partidos en el Gobierno, a fin de discutir aspectos de la situación, éstos se dieron cuenta, conforme avanzaba el régimen, que aquello ya no era discusión para llegar a decisiones, sino que las medidas ya habían sido tomadas entre Arbenz y los altos dirigentes del PGT" [p. 105] El partido comunista, cuya existencia defendió resuelto el presidente Arbenz en su Informe al Congreso de la República, no era el inofensivo grupo de dialécticos o teóricos independientes del poder que proponían un programa para dirimirlo según las normas de la democracia en una elección competida. Era, en plena Guerra Fría, el desafío de un grupo de activismo frenético que contrastaba con la
Ninguna revolución histórica se ha dilucidado sin enfrentamiento. La fórmula arevalista quedó cancelada el día que liquidaron a Francisco Javier Arana, porque a partir de entonces la capacidad de maniobra del presidente se redujo. El poder real pasó a las manos del ministro de la Defensa, quien, por cierto, tiempo antes El embajador de EE.UU. John Peurifoy (izq.) y Carlos Castillo Armas, anónimo, Fototeca Guatemala, Cirma, 1955. organizó la Guarplácida concupiscencia de los partidos de la dia Presidencial, círculo de hierro que podía burguesía revolucionaria, entre los que destacontrolar todos los pasos del gobernante y de caban, eso sí, por su iniciativa, los dirigentes que hicieron causa común con el PGT. Los comu**Las citas pueden confrontarse en la página correspondiente nistas, de vida frugal, estaban en todos los de Testigo de los testigos, del autor. julio 2004, No. extraordinario /
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ción con las prioridades petroleras que Estados Unidos tuvo en México, estratégicas en los inicios de la segunda gran guerra, la expropiación de tierras no podía ser suficiente para desatar la furia del Departamento de Estado. El caso se redujo a una cuestión de retórica y de coordenadas geográficas.
Carlos Castillo Armas y su estado mayor, s/a, circa 1955.
frentes: la propaganda, la organización sindical, las invasiones agrarias, la propuesta seria para intervenir la educación privada. Los partidos de la burguesía octubrista incurrieron en inepcia para sustituir al PGT como sustento legítimo de Arbenz. No lo fueron en el planteamiento doctrinal de su programa, no lo pudieron reemplazar en la emergencia de la invasión anunciada, ni tuvieron convicción para recibir el legado luego de la catástrofe. Cuarenta y dos años después era el PGT el que negociaba la paz, siendo la única representación política de la tesis arbencista, que les perteneció desde su origen hasta su extinción. La movilización de masas desde las cumbres del poder, con un sistema electoral cautivo del arrollador voto público del analfabeto (70% de la población), sometido por tradición y cultura al caciquismo del trópico, tendía a consolidar, por impulso histórico, la revolución socialista que audaz había iniciado con decisión irrevocable. Roto ya el Estado de Derecho (destitución de los magistrados de la CSJ) y canceladas las libertades civiles de una oposición cuyos dirigentes estaban encerrados en Salamá, expulsos o exiliados, y domesticada la burguesía octubrista con las mieles de la corrupción, los mandos comunistas poco tenían que hacer para imponer la próxima candidatura presidencial. En 1954 dos facciones, rabiosamente opuestas, fueron las únicas con autenticidad: los comunistas que estaban en lo suyo (consolidar la conquista del poder) y los anticomunistas dispuestos a impedirlo. El entorno externo de este ensayo tendría que ubicarse en los cálculos minuciosos de la Guerra Fría, en lo más crítico de la confrontación Este-Oeste, con miles de soldados yanquis muertos, prisioneros o desaparecidos en la gue8 / julio 2004, No. extraordinario
rra de Corea, ofendido el orgullo del Tío Sam en otros frentes (Berlín, por ejemplo), Francia humillada en Indochina, las conversaciones de paz de Ginebra estancadas, Montgomery anunciando apocalíptico la Tercera Guerra Mundial, el líder de los demócratas, Johnson, hablando de sanciones económicas contra Guatemala y un "poco más". Así, el tono de la política exterior lo describe el excanciller Galich: Lo que más enardeció al gigantesco animal microcéfalo (…) fue que el pequeño atrevido lo irrespetara en los foros internacionales, y hablara, en todas partes, un lenguaje desenfrenadamente veraz; denunciara sus aviesos atropellos en todo el mundo; fuera una voz solitaria y discrepante en el coro interamericano, y se manejara internacionalmente, en su política, sin someterse a la cartilla de Washington. [p 147] Claro está que la política nacionalista de Arbenz no era en sí suficiente para afectar profundo los intereses estadounidenses en el mundo, ni vaya a creerse que la aplicación de la reforma agraria a parte mínima de las tierras de la United Fruit Company (relacionada con la vastedad que tenía en diez países y con inversiones en Europa y África) la iba a conducir a la quiebra. Prueba de esto es que Castillo Armas no le devolvió ni una pulgada cuadrada ni le pagó un centavo por el valor de lo expropiado. En compara-
El momento de batirse los irreconciliables enemigos llegó; era inevitable que ocurriera. Las palabras subieron de tono, las afrentas y las jactancias los condujeron a una solución fatal. El crimen comprometió las conciencias. No quedó espacio para el diálogo ni para la composición porque en el conflicto ideológico y de poder se fueron imponiendo incontrolables los radicales, los duros, los intransigentes. La extrema derecha que no concedía la mínima razón de sensibilidad social a las acciones reformistas de Arbenz, y la extrema izquierda, dominada por los comunistas, que no pensó jamás en moderar el lenguaje ni se tomó la molestia en tratar de conciliar razones para mediatizar el tinte del régimen. Cualquiera que hubiera clamado por la cordura habría sido calificado de débil, revisionista o traidor. De Manuel José Arce son estas palabras: … en 1954 nuestro pueblo se encontraba profundamente dividido en dos bandos, y cuando cada bando tenía –hay que reconocerlo– una bandera válida para la lucha... [p 75] Esos bandos alinearon tajantes. No quedaron espacios para los neutrales ni los tibios. Con la revolución –eufemismo para no decir hegemonía política del PGT–: los sindicatos de trabajadores urbanos y los comités agrarios con su poderosa central campesina, los artistas e intelectuales organizados y los mediatizados partidos que integraban el gobierno. En el campo opuesto: la escasa alta burguesía, los profesionales, la clase media y hasta las vendedoras de los mercados. Las grandes fuerza sociales: Iglesia, Ejército y Universidad se colo-
Anónima, Richard Nixon y Carlos Castillo Armas,Washington, 1955, Fototeca Guatemala, Cirma.
caron contra Arbenz y no por objetar su programa económico social. Simple rechazo al protagonismo del partido comunista. Inclúyase en la lista de los adversarios a pastores evangélicos, que, aunque en esos tiempos muy minoritarios, hacían significativo el espectro cromático de la oposición. El conflicto ideológico llegó a su culminación crítica. No hubo posibilidad de retorno ni de composición. El jefe del Estado, comandante supremo del ejército y líder nato de las fuerzas políticas oficiales, lo proclamó en su último informe al Congreso: La raya en la arena se ha profundizado, ubicando a cada bando en el campo , en el de la revolución y en el de la contrarrevolución. La perplejidad de los derrocados, que olvidaron las lecciones de Toynbee (parafraseado) de que las revoluciones perecen por suicidio, no por asesinato, en particular los miembros de los partidos pequeño-burgueses y los plagiarios de su ineptitud para el análisis, atribuye la causa total de la derrota al imperialismo yanqui y a la United Fruit Co. que resolvieron castigar la decisión de ejecutar la reforma agraria. Fortuny es más sincero y dice: no fueron las cuestiones de la Reforma Agraria las que hicieron levantar en los militares un ánimo golpista y reaccionario. Tampoco fue causa de la reacción de los Estados Unidos: Yo tengo un punto de vista diferente: no fue eso. No fue la Reforma Agraria…[p.135] Por otro lado, en
cuanto a comparación de las fuerzas que se enfrentaron, resulta una desproporción dramática. Fortuny: Arbenz, analizando la situación desde el punto de vista militar, pensó que jamás iban a derrotar al Ejército de Guatemala [...] numéricamente eran una fuerza insignificante [...] con un armamento precario [...] el Ejército utilizaba artillería y esa gente no traía nada de artillería... [p 136] Insistir sobre que el segundo gobierno de la revolución había perdido la base de sustentación popular que ungió al primero, no debe entenderse como ánimo morboso de machacar. Es necesario para fortalecer el propósito de contribuir a cancelar una de las causas de rencor incubado con dolo a las nuevas generaciones, acerca de la carencia de legitimidad popular de la liberación, devorando así cualquier posibilidad honesta de reconciliación. La tuvo en razón opuesta al desgaste sufrido por el régimen en tanto éste pudo provocar la radicalización que le enajenó media población, y este guarismo no se lo inventa el comentarista sino lo extrae de voces autorizadas, carentes de sospecha mercenaria, como el testimonio del dirigente juvenil del comunismo oficial de aquellos tiempos que fueron. Torres Rivas en entrevista periodística: Las presiones norteamericanas y el movimiento de una buena parte de la sociedad eran muy fuertes. No es cierto que las acciones de Arbenz hayan sido apo-
yadas por la mayoría de la gente de entonces. Yo considero que un 50% de los guatemaltecos estaban en contra de su programa. Tanto el compló norteamericano como la debilidad del Ejército coadyuvaron a que Arbenz se desmoralizara. Su renuncia no obedeció a cobardía, sino a desmoralización. [p. 89) Prensa Libre y elPeriódico prestos publicaron páginas enteras de acotaciones de periodistas extranjeros a los “documentos desclasificados de la CIA.” La gran revelación: ¡el apoyo norteamericano, económico y político, a las operaciones anticomunistas del 54! Esto, igual que el respaldo material cubano a la guerrilla militar o el noruego a la diplomacia insurgente, ¿acaso ha sido negado? Quienes se han empeñado en desconocer el carácter guatemalteco e ideológico de ese movimiento, exclaman acerca de una “invasión norteamericana” que recordaría los marines que entraron hasta la entraña territorial de México, Grenada, la Dominicana o Panamá. Para ser justos, la decisión, el coraje y la vida fueron neta y absolutamente guatemaltecos, razón por lo que, de todos los errores puntualizados a la publicación reproducida por elPeriódico, se le señaló, como contraste, un dato perdido que confirma lo que en seguida se subraya: Kin hizo saber que la rebelión se llevaría a cabo de cualquier modo, y advirtió que sin el apoyo de la CIA podía fallar, lo cual sería desastroso para la resistencia anticomunista. [p 85]
La Iglesia Católica y la Revolución de 1944 Carlos Roberto Montenegro Rios*
C
uando, en 1939, Monseñor Mariano Rossell y Arellano asumió la jefatura de la Iglesia Católica guatemalteca, se desempeñaba como presidente de Guatemala el general Jorge Ubico Castañeda; ambos de dotes autoritarias y que gobernaron sus respectivas heredades con mano dura.
Foto Raúl Gonzáles Garza. Monseñor Mariano Rossell y Arellano recibe condecoración de manos de Carlos Castillo Armas, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.
* Licenciado en historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala; sociólogo, Universidad de Costa Rica; maestría en sociología por la misma universidad.
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Rossell y Arellano mantuvo tres provincias eclesiásticas: Guatemala, Los Altos y La Verapaz, y fue muy resistente a la formación de nuevas diócesis. El catolicismo de la época era fundamentalmente urbano, con un discurso oligárquico, de corte veterotestamentario, en el que se satanizaba a las organizaciones populares. En aquellos años, la opción política de Dios se situaba del lado de los finqueros y del providencial gobierno cafetalero de turno. El catolicismo tenía serios problemas para mostrar presencia en todo el país, principalmente por la escasez del clero diocesano y de congregaciones religiosas. En parte, por que no se había recuperado de las expulsiones de religiosos que se produjeron en el gobierno liberal de Justo Rufino Barrios (Siglo XIX). En 1942 existían 114 sacerdotes, tanto diocesanos como pertenecientes a órdenes religiosas, un número relativamente bajo si se toma en cuenta que la población del país, en 1940, era aproximadamente de dos millones de habitantes. Estadísticamente, un sacerdote debía atender las necesidades espirituales de casi 18 mil almas.
–liberal, socialdemócrata– y apoyó la de Adrián Recinos, –católico y conservador–, candidato del Frente Democrático Nacional, que en los comicios obtuvo apenas 7% de los votos, contra 85% de los sufragios emitidos a favor del Frente Popular Libertador que apoyó a Arévalo. El triunfo Arevalista dio como respuesta inmediata de la Iglesia, la creación del Secretariado Social Rerum Novarum. Junto a éste
nueva Constitución de 1945, en especial los artículos 29 y 32, que prohibía a las asociaciones religiosas la formación de organizaciones laborales e intervenir en política. Sin embargo, la publicación oficial Arzobispado Verbum iba mucho más allá y se situaba en ataque al Gobierno; primero, acusándolo de practicar un “liberalismo laicista” y después, de ser abiertamente “filocomunista y francmasónico”, tal como sucedió en el gobierno de Arbenz. En este resumen general no podemos dejar al margen una explicación sobre el anticomunismo guatemalteco, que encontró sus primeras manifestaciones en la administración de Manuel Estrada Cabrera, durante el cual gremios y sindicatos fueron acusados de anarquistas y socialistas. Con el gobierno de Ubico Castañeda y a consecuencia de los levantamientos agrarios de El Salvador en 1932, esta política cobró un nuevo impulso, delineando un discurso patriótico absolutista.
En aquel entonces, la comprensión del mundo se volvía dicotómica: la salvaguarda de la cultura occidental (la religión cristiano-católica y el capitalismo como última y mejor forma de La estructura de la Iglesia convivencia humana) o la disoera, en ese entonces, muy rígilución social, el caos, la pérdida da y su marco legal e institude la propiedad privada y el cional no le permitía un mayor totalitarismo comunista. Este crecimiento. A lo anterior habría discurso anticomunista, que se que agregar que Rossell y Areaderezó desde la escuela, el llano se oponía a cualquier Gobierno y la Iglesia, permeó las reorganización que disminuyera capas medias urbanas y la elite, el control de la administración y se convirtió en discurso identireligiosa. Esta hegemonía del ficador dominante de carácter catolicismo le hizo mucho daño excluyente, que redefinía el cona la religión; no permitió su cepto de comunidad nacional y crecimiento ni la necesaria exfortalecía el excepcionalismo de pansión y renovación de ideas, los ladinos urbanos con una hasta el punto de que la Iglesia buena dosis de racismo. Así, el no se inmutó ante los hechos Foto Serpa. Arzobispo de Guatemala Monseñor Mariano Rossell y Arellano acompañado de Odilia Palomo de Castillo y Carlos ser nacional se integraría con Castillo Armas, 21 de julio de 1954. Fototeca Guatemala, Cirma. más despreciables de la dictalos siguientes componentes: dura ubiquista y despertó hasta 1) El “liberalismo constructivo”, como modelo la caída de dicho régimen. nació la asociación Acción Social Cristiana, que económico que desarrolla, especialmente, la El cambio revolucionario provocó que la hacía comentarios sobre las encíclicas Rerum infraestructura nacional y trae “progreso y Iglesia tomara partido con un nuevo signo ideoNovarum y Quadragessimo Anno. También reorden”. lógico: el anticomunismo. Durante el proceso saltaba la polémica que la Iglesia mantenía con 2) El “comunismo bolchevique”, disfrazado con electoral de 1944, pasó a la acción fundando el nuevo Gobierno a propósito de la libertad un discurso socialdemócrata” y que se partidos políticos afines a su pensamiento. En de cultos, las prohibiciones a los sacerdotes para presenta como “socialismo espiritual” y que este nuevo clima ideológico, la Iglesia Católica formar organizaciones sociales y a la Iglesia es menester combatir. se opuso a la candidatura de Juan José Arévalo de tener propiedades, todo ello al tenor de la 10 / julio 2004, No. extraordinario
3) La Iglesia Católica, que lleva adelante una cruzada anticomunista desde el púlpito, para evitar cualquier tipo de redistribución agraria, organización sindical, educación laica y, lo más importante, la separación entre Iglesia y Estado. En el contexto descrito, se encontraba una jerarquía católica cada vez más recelosa del contenido “comunista” de la nueva Constitución. En la carta pastoral del 21 de noviembre de 1946, la Iglesia Católica afirma que las diferencias sociales son el resultado del orden impuesto por Dios (Génesis 2) y si este orden se altera, es por causa humana, por la “tentación y la caída” (Génesis 3). El retorno de dicho orden se lograría cuando la humanidad “rechace al Anticristo” (Juan 2. 18-29). En “buenas cuentas” el orden social es el deseado por Dios y, si se practica la justicia social, debe tenerse cuidado para saber rechazar a tiempo a “la bestia y a los falsos profetas” (Ap. 13. 1-18). Solamente se aceptaba como “labor social” el trabajo de Acción Católica, fundada por el Papa Pío XI en Roma, en 1935, y que, desde la perspectiva arzobispal, estaba autorizada por la Iglesia para “combatir a la prensa anticristiana”, “defender los derechos de la Familia” y “educar a trabajadores, profesionales y patronos en los principios de la fe católica”. El 12 de Octubre de 1948, con vistas en participar en las elecciones generales y para Presidente de la República de 1950, se fundó el Partido Unificación Anticomunista (PUA). La propuesta de aglutinar al anticomunismo nacional fue bien acogida por la Iglesia Católica, que lanzó una campaña eclesiástica, señalando que la expropiación de tierras era un vasto plan de dominación comunista, que terminaría no solamente con la propiedad privada, sino con la religión, imponiendo “el ateísmo más vergonzoso en país”. Como “pruebas contundentes” presentó el rompimiento de rela-
ciones diplomáticas con el “gobierno católico” de Francisco Franco y el establecimiento de relaciones con la Unión Soviética (hechos que se registraron durante el gobierno de Arevalo). En esta coyuntura, el anticomunismo nacional apoyó la candidatura del coronel Francisco
Javier Arana y los sectores populares al también coronel Jacobo Arbenz. El asesinato del coronel Arana cambió los planes del anticomunismo que, finalmente, se vio forzado a dar su apoyo al general ubiquista Miguel Idígoras Fuentes. Arbenz triunfó con 65.9% de los votos. Idígoras Fuentes obtuvo un lejano 18.1%. Estos resultados fueron tan dramáticos para el anticomunismo, en especial para la Iglesia, que movieron al arzobispo metropolitano a no asistir a la recepción que con motivo de la bienvenida al nuevo gobierno, ofreció el cuerpo diplomático. A ésta asistió el nuncio papal, quien aprovechó la ocasión para presentar sus respetos a las autoridades entrantes y expresar su deseo de trabajar juntos en lo que fuere necesario. Si bien es cierto que según el Derecho Canónico, al nuncio no le correspondía autoridad sobre los obispos, sí solía informar al clero local de las decisiones vaticanas. El papado expresaba cierta preocupación por el excesivo celo anticomunista de Rossell y Arellano, tomando en cuenta que Pío XII había proclama 1950, como “año santo”, cuyo objetivo era: “ampliar y divulgar el catolicismo Urbi et Orbi”. Así, mientras que el arzobispo metropolitano se encontraba enzarzado en cruzadas anticomunistas, la feligresía languidecía en ayuno de fe y pan. El nuncio, con órdenes vaticanas y “a contrapelo” de la autócrata jerarquía local, abrió cuatro nuevas diócesis apostólicas: Zacapa, Jalapa, Sololá y San Marcos, además de una administración apostólica en Petén, convirtiéndose el año 1951, en el “año santo guatemalteco”. A lo anterior hay que agregar el nombramiento de tres nuevos obispos, de los cuales sólo uno era nacional, lo que provocó cierto enfado de “su ilustrísima el arzobispo”, quien no reclamó al nuncio la decisión vaticana. Estos pequeños inconvenientes no amedrentaron a Rossell y Arellano, quien continuó su cruzada anticomunista, ahora con un formidable aliado: la Asociajulio 2004, No. extraordinario /
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ción General de Agricultores (AGA). Con ella inició una lucha frontal en contra de la reforma agraria Arbencista. En 1952, las discrepancias entre el Estado y la Iglesia se tornaron irreconciliables: Verbum, el periódico oficial de la Iglesia, Acción Católica, Acción Social Cristina, la AGA y los partidos anticomunistas hicieron causa común en contra del Gobierno; sin embargo, llama la atención que el nuncio papal, monseñor Genaro Verolino, mantuviera una actitud conciliadora y no criticara la satanizada reforma agraria. Ante la actitud de la Iglesia Católica, Arbenz –a pesar de encontrarse agobiado por multitud de problemas– no reaccionó en forma ofensiva en contra de ella, pues si bien se defendió, no abrió un nuevo frente para atacar al clero. Es más, su ministro de relaciones exteriores, Guillermo Toriello Garrido, intentó contactar con El Vaticano, para lograr atemperar sus ataques, empresa en la que no logró mayores éxitos. El 4 de Abril de 1954, La Carta Pastoral de “su iIlustrísima el arzobispo”, fue tajante. El pueblo de Guatemala debería escoger entre obedecer a Moscú o permanecer fiel a la Iglesia, so pena de ser excomulgado ad aeternum. En la carta pastoral, su autor iba más allá, pues en ella le pedía al pueblo que se alzase en
armas y pelease “contra el enemigo común de Dios y de la patria”. En otra de sus partes, manifestaba la preocupación del arzobispo por defender al catolicismo de “la amenaza del comunismo ateo”. Era muy explícita respecto de a quien consideraba como el responsable de semejante disparate en Guatemala. Una publicación de esta naturaleza, tres meses antes de la caída de Arbenz, no dejaba duda de lo intereses que Rossell y Arellano defendía en esa coyuntura. Rossell y Arellano manipuló la fe popular de tal manera, que hizo que la imagen del Cristo de Esquipulas fuera elevada a la categoría de “comandante de la liberación” y llevada en hombros por el país, para darle las gracias por “liberar a Guatemala del comunismo”. En 1956, la arquidiócesis de Guatemala declaraba Prelatura Nullius al santuario de Esquipulas y lo ligaba directamente a las decisiones arzobispales. Finalmente, debemos entender que la Iglesia Católica en aquel momento buscaba reconceptualizar el mundo cristiano bajo la visión no sólo del anticomunismo, sino de su papel en la segunda guerra mundial y, un poco más adelante, en el contexto de la guerra fría. El Papa Pío XII –Eugenio María Giovanni Pacelli– había colaborado tanto con el fascismo italiano,
como con el nazismo alemán, por lo que las críticas se alzaban en contra de un Estado Vaticano que hizo muy poco por los judíos y otros perseguidos del fascismo. Es por ello que la proclamación del “Año Santo” en 1951 pretendía darle una pluralidad mundial al catolicismo, pero sin perder la unidad que derivaba de la lucha contra el comunismo. Así se apoyaban lemas como “Por Cristo o contra Cristo”, para anunciar a los feligreses el sentido vertical y autoritario del catolicismo; también se acuñó el término “iglesia del silencio”, que denotaba la situación del catolicismo en los países que conformaban la antigua Unión Soviética. Lo anterior quedó plasmado en la encíclica Fidei Donum (El regalo de la fe), en la cual alerta sobre los procesos de liberación nacional y los peligros que éstos tienen de convertirse en movimientos comunistas. En fin, la Iglesia Católica guatemalteca no desentonó, en aquella época, del coro mundial que alentaba el conservadurismo y el dogmatismo, creyó que el mundo no debía cambiar y apoyó regímenes y sistemas sociales injustos bajo la definición agustiniana de “extra ecclesiam nulla salus”: fuera de la iglesia no es posible la salvación.
Anónima. Velatorio de Carlos Castillo Armas, 1957. Fototeca Guatemala, Cirma.
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