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No. 12

Extraordinario

Tercera época

Guatemala, 1 de mayo de 2010

¿Alguien da un centavo por los pobres?

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Sede Académica Guatemala, reconocida por el Decreto 96-87 del Congreso de la República, ratificado por el Ejecutivo en el instrumento de adhesión de fecha 29 de diciembre de 1987.


La legitimación social de la pobreza. ¿Alguien da un centavo por los pobres?... José Vicente Quino González* El lema de la nueva economía podría muy bien ser: “cualquiera puede ser Bill Gates, si tú no lo eres es por culpa tuya”. Kuttner (2001)

¡

La culpa es tuya!… Ésta es –palabras más, palabras menos– la interpelación que el ciudadano común le lanza a una persona pobre. Se trata de una suerte de mecanismo especular mediante el cual las personas comunes se sitúan frente a los pobres, produciendo una relación antagónica entre nosotros y los otros. Uno no tendría que detenerse a analizar palabras como éstas, que no sólo parecen naturales sino inofensivas. Sin embargo, el tema se complica cuando estos discursos colonizan la arena política y se convierten en soporte para la toma de decisiones en materia de política social y en el tratamiento de la pobreza por parte del Estado. Entonces las palabras cobran toda su importancia.

Definiendo al pobre, definiendo al “otro” Durante toda nuestra historia, la definición del “otro” se ha basado en la construcción de estereotipos y en la invención de caricaturas grotescas, ante las cuales no queda otra cosa sino tomar distancia. El caso más peculiar sigue siendo, sin duda, la representación del indígena, que la * Maestro en ciencias sociales por FLACSOGuatemala.

cultura dominante arrastra desde la colonia, con las variaciones introducidas de acuerdo a las vicisitudes de cada época. De la misma manera, la sociedad ha forjado representaciones sobre el pobre y sobre la pobreza. En efecto, en las conversaciones cotidianas sobre el tema, todos tienen algo que decir. Un estudio rea-

lizado por Georges y Flores (2002), por ejemplo, revela que las opiniones sobre las causas de la pobreza conceden un peso importante a la falta de motivación de los pobres y a sus conductas irresponsables. Otro resultado del estudio que no parece sorprendente es la asociación que establecen los entrevistados entre cultura indígena y pobreza. La pobreza existente se debería, en gran parte, al tipo de valores de la población indígena. A estas concepciones muy criollas hay que agregar, sin embargo, un conjunto de dispositivos ideológicos

tributarios del nuevo marco de la economía, impuesto por la contrarrevolución conservadora desde finales de la década de 1970. Si en la práctica las reformas pro mercado produjeron un “apartheid a nivel global” (Amin, citado por Battiston, 2010), en el ámbito de los discursos esta realidad también debía reflejarse, aunque invertida, distorsionada. Así como en el sistema interestatal se han construido sucesivos enemigos tenebrosos, dentro de los Estados se ha forjado la imagen del enemigo en casa. De esa cuenta, el pobre pasó de ser un pobre diablo sin mo-

dientes más comunes es el que sitúa las causas de la pobreza en la cabeza de las personas. Según esta concepción, la pobreza constituiría una tara mental que impide a los individuos proponerse metas en la vida. Detrás de esa caracterización se adivinan resabios de la clásica separación entre tradición y modernidad. Los pobres estarían apegados a valores premodernos, casi bárbaros, inútiles para situarse en un mundo que demanda la capacidad de emprendimiento y de eficiencia. Wallerstein (2002), por otro lado, ha rastreado los esfuerzos de los ideólogos liberales decimonónicos por mantener la línea divisoria entre los ciudadanos de primera clase, los burgueses vencedores de la nobleza, y las clases peligrosas, los eternos candidatos a convertirse en ciudadanos. En el fondo de estos esfuerzos siempre se esgrimía el argumento de la dicotomía entre pares categóricos –hombres y mujeres, propietarios y no propietarios, educados e iletrados–, que remitía a la dicotomía más abarcadora: civilización y barbarie. En todo caso, el propósito velado no era otro sino limitar el grado de realización del principio proclamado: la igualdad de todos los ciudadanos. Foto: Luis Alejandro de León Soto Hoy los argumentos parecen más sofisticados. Pero todos refieren a un credo disemitivación y sin metas en la vida, a un nado en las últimas décadas que se sujeto peligroso, temido y merecedor sintetiza en un sentido común según de una y mil medidas punitivas. El el cual el éxito está destinado a los inventario de apelativos de viejo y más aptos –los emprendedores e innuevo cuño que se le endilgan al po- novadores– y el fracaso sería el justo bre resulta generoso. Entre perezoso castigo para los menos dotados, cony delincuente común de la peor ca- formistas y despistados por naturalelaña, se despliega una amplia gama za. Por supuesto, los pobres engrosan de matices que configuran el espec- las filas de esta última categoría. Con tro nada envidiable que constituye la estas premisas, sólo queda lugar para definición del pobre. una conclusión: los pobres son los De esa cuenta y desde un punto de responsables de su situación por havista privilegiado y distante, la socie- ber hecho malas elecciones. dad crea toda suerte de historias sobre A partir de allí, las conclusiones las personas pobres. Uno de los expe- secundarias salen a la superficie:

Profesores e investigadores eméritos flacso-GUATEMALA Dr. Gabriel Aguilera/Lic. Edgar Balsells Conde/Dr. Santiago Bastos / Dr. Víctor Gálvez Borrell/Lic. Mario Aníbal González / Dr. Jorge Solares Secretario general de flacso Francisco Rojas Aravena San José, Costa Rica Consejo académico de flacso-guatemala Virgilio Álvarez Aragón- director/Oscar López / Marcel Arévalo/Aura Cumes/Claudia Donis /Virgilio Reyes/Simona V. Yagenova /Edgar F. Montúfar Luis Raúl Salvadó/Edmundo Urrutia

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inadaptados sociales, incapaces de comulgar con los valores y normas vigentes; viciosos con pautas de conducta reñidas con la ley y con la moral; parranderos y busca líos… Nada nuevo, por cierto. El mismo tenor, además, de lo que autores de todos los gustos han descrito con harto desprecio –marginalidad, cultura de la pobreza, infraclase, lumpen proletariado– cuando designan al mismo residuo humano, considerado por los no pobres como un cáncer, contra el que sólo caben medidas terapéuticas extremas. Con tan dudosas credenciales, los pobres corren la misma suerte que los leprosos de otras épocas. Las piezas encajan para producir una muy conveniente separación física y simbólica entre la gente decente, es decir, los no pobres, y esa amenaza ambulante que es el fantasma de los pobres, creación de la sociedad misma para esconder sus propias contradicciones. En su libro sobre segregación social, Bravo Soto (2007) analiza ese fenómeno en la ciudad de Guatemala. Se refiere a “barrios cerrados”, territorios de confinamiento de los pobres urbanos; guetos para quienes ya no son considerados parte de “nosotros”. Lugares provisionales, en tanto se incuba una solución final. Parece la reedición de un libreto ya conocido y, desafortunadamente, también ya representado.

Las representaciones sobre la pobreza al descubierto

Estas representaciones sesgadas, espurias e interesadas sobre los pobres operan como racionalizaciones que la sociedad construye para ocultar las miserias que se producen en su seno y que remiten a una realidad repugnante e intolerable. Con razón Øyen (2002: 53) las ubica en el estadio de cuenta-cuentos, cuando analiza las diversas etapas que han atravesado los estudios sobre la pobreza. Sin consideración de la evidencia empírica, se encasilla a los pobres en categorías sociales elaboradas arbitrariamente hasta convertirlos en los villanos de

todas las historias. “Los Movimientos sociales, el Estado, la democracia El término más aproy los partidos políticos: una lectura desde la piado para referirse a realidad latinoamericana y guatemalteca” este fenómeno social es legitimación social de la pobreza. Morell (2002) explica cómo la sociedad necesita interpretar los fenómenos y conferirles sentido, pero no desde una posición de neutralidad valorativa. Por el contrario, tras el afán por producir tales representaciones subyace una preocupación mayor: evitar que la pobreza ocasione efectos disfuncionales para la reproducción del sistema. En tal sentido se erigen justificaciones de toda índole, incluso teóricas, con el objeto de dar forma a una cosmovisión “que garantiza El 24 de abril, el Área de movimientos sociales de FLACSO-Guatemala realizó un seminario de reflexión y análisis sobre las experiencias, aprendizajes y retos que enfrentan los la aceptación por parte movimientos sociales latinoamericanos para transformar los modelos políticos existende los miembros de una tes. Como ponentes para analizar el contexto latinoamericano participaron el Dr. Carlos sociedad de la estructuFigueroa Ibarra, el Sr. Santiago Feliu Consejero Político de la Embajada de Cuba, el Sr. José ra social y económica Hernández, Representante de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela y la –independientemente de Coordinadora del Área de Movimientos Sociales de esta Facultad, Simona V. Yagenova. Se contó con la participación de hombres y mujeres de organizaciones de mujeres, indígenas, la posición que en ella campesinas y sindicales. Esta actividad se pudo realizar gracias al apoyo de Diakonia se ocupa– a través del proceso de socialización e interiorización de las afirma que los mundos construidos morales, mitos y cuentos populares, normas y valores dominantes” (Mo- socialmente son legítimos por su hasta legitimaciones teóricas explírell, 2002: 2). El resultado es la natu- mera facticidad objetiva. Toda opi- citas y construcciones de alto nivel ralización de un fenómeno producido nión contraria sería producto de la teórico (Hinkelammert, 2000: 37). socialmente y, a la vez, la estigmati- estupidez humana y, al mismo tiem- Por cierto, en muchas ocasiones ha zación del pobre como portador de po, un conato de anomia social, de tocado a las ciencias sociales cumplir una naturaleza degradada. caos y de muerte. Ante tales argu- esa función de legitimación social de Finalmente, se produce una feliz mentos, ¿quién estaría dispuesto a un orden que, visto desde otra persconvergencia con el pensamiento ser visto como estúpido? La eficacia pectiva, debería ser trastocado hasta conservador tal como lo desarrolla de la legitimación social se logra, en sus más íntimos repliegues. uno de sus representantes más co- por lo tanto, cuando todo el mundo mentados: Peter Berger y su teoriza- parece estar satisfecho con el orden Del dicho al hecho ción sobre la construcción social de imperante. la realidad. De acuerdo con HinkeSin embargo, Berger reconoce El proceso de legitimación social de lammert (2000: 35), el proceso de que es inevitable la emergencia del la pobreza produce dos efectos provilegitimación del orden existente da egoísmo y de la estupidez humana, lo denciales. No sólo apacigua las consustento al sueño conservador de cual lleva a que las instituciones so- ciencias, inhibiendo cualquier atisbo Berger de una “convivencia pací- ciales operen dentro de una realidad de malos pensamientos contra el orfica de amos y esclavos, en la cual precaria. Se ponen en escena, enton- den existente, sino prepara las conlos esclavos se resignan a morir (…) ces, un conjunto de legitimaciones diciones para el diseño de políticas cuando el amo no les deja ninguna secundarias. Éstas incluyen desde públicas ad hoc, es decir, ajustadas a posibilidad de vivir”. afirmaciones basadas en la tradición, las necesidades de reproducción del El extremo de este conservaduris- pasando por un nivel teórico inci- sistema. mo se pone de manifiesto cuando se piente, que se expresa en máximas El pragmatismo político sale a re-

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ofrecen el mismo programa contra la inseguridad civil provocada, claro está, por las susodichas clases peligrosas: tolerancia cero. Es decir, la política de mano dura, lo que incluye las medidas que endulzan los oídos de todos los espíritus fascistoides: cárcel, condena y pena de muerte. Quien ofrece menos elige una mala estrategia de marketing político. Pero, ¿cómo se logra que la opinión pública aplauda al unísono esta criminaFoto: Luis Alejandro de León Soto lización del pobre? Este autor se lucir. Una vez los pobres quedan refiere a un giro etiquetados como enemigos cerca- que ocurre en el terreno de la moral. nos, la mesa queda servida para una Mediante un acto de prestidigitación paradójica trasmutación de la polí- ética, los pobres desaparecen del tica social en justicia penal y crimi- ámbito de las obligaciones morales. nal. Según apunta Bauman (2000), La sociedad no les debe nada. Por lo los políticos de todas las tendencias tanto, queda libre de toda culpa por

Precariedad laboral, ¿un momento o una forma de vivir? Federico Estrada*

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Qué posición ocupamos en la sociedad? y ¿por cuánto tiempo? son dos preguntas que nos remiten a los procesos por los cuales hacemos valer nuestras capacidades en el mercado de trabajo y a los vínculos que nos unen con otras personas. Extendiendo como telón de fondo los intercambios de capacidades, ya sea de forma grupal o individual, es importante cuestionarnos sobre las discontinuidades en nuestras trayectorias laborales, es decir, la sumatoria de los momentos en que perdemos la vinculación con los demás. ¿Acaso no tienen ninguna implicación las fracturas de nuestras carreras laborales? ¿Qué relación existe entre las trayectorias laborales discontinuas y

la vulnerabilidad? ¿En dónde quedó la ilusión de controlar el azar y los riesgos que el devenir nos prepara? A pesar de que el mundo nunca logró instaurar seguridades sociales universales, ¿es acaso la tendencia la misma?, ¿es aún permitido ilusionarnos con la estabilidad de nuestra posición en la sociedad?, es decir, quedará algún desfalleciente intento por extender garantías universales. Patrick Cingolani1 subraya un hecho central de esta relación entre los individuos, el tiempo y la sociedad: la diferencia entre la precariedad de los mundos tradicionales y la precariedad de hoy en día reside en la descomposición de los dispositivos sociales que en algunos momentos

* Maestro en sociología. Investigador del Área de estudios sobre pobreza y migración. FLACSO-Guatemala.

1 Cingolani, Patrick. La Précarité (Paris: PUF, 2005).

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el abandono y condena de los pobres. Y no hay exhortación religiosa que valga. Ni siquiera el precepto del amor incondicional es aplicable a los pobres irredentos. Parte de este abandono lo constituye el rechazo populista neoconservador contra toda política social en favor de los pobres. Toda propuesta de financiación de estos programas resulta descalificada invariablemente al ser considerada un desperdicio de recursos. ¿Cómo podrían aprovecharlo esos pobres indignos? Es en este registro que debe leerse la polémica suscitada alrededor del programa de transferencias condicionadas, cuando se anunció su inicio hace un par de años en Guatemala, más allá de las implicaciones de clientelismo político que lo acompañan. En materia de política pública, como se ve, la tendencia es gestionar la pobreza dentro de las condiciones que preservan y reproducen las relaciones sociales capitalistas. Y en los últimos 30 años esos requerimientos han incluido la austeridad en el gasto público, la privatización de la política social y la exacerbación de un individualismo extremo, que remite a un darwinismo social en el que no cabe la solidaridad social.

Bibliografía Battiston, Giuliano. “El marxismo de Samir Amin”. Entrevista en Il Manifesto (2010), en línea http://www.forumdesalternatives.org/ES/readarticle.php?article_ id=23079 Bauman, Zygmunt. Trabajo, consumismo y nuevos pobres (Barcelona, España: Editorial Gedisa, 2000). Bravo Soto, Mario Alfonso. Proceso de urbanización, segregación social, violencia urbana y “barrios cerrados” en Guatemala, 1944-2002 (Guatemala: USAC, Centro de Estudios Urbanos y Regionales, 2007). Georges, Midré y Sergio Flores. Elite ladina, políticas públicas y pobreza indígena (Guatemala: Instituto de Estudios Interétnicos, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2002). Hinkelammert, Franz. Crítica a la razón utópica. 3ª edición (San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2000). Kuttner, Robert (2001) “El papel de los gobiernos en la economía global”, en Giddens, Anthony y Will Hutton (Eds.), En el límite. La vida en el capitalismo global, Kriterios Tusquets Editores, Barcelona, España. Morell, Antonio. La legitimación social de la pobreza (Barcelona, España: Anthropos Editorial, 2002). Øyen, Else. “Producción de la pobreza: un enfoque diferente para comprender la pobreza”, en Oscar López, coordinador, Reflexiones teóricas sobre la pobreza (Guatemala: FLACSO/ASDI, 2002. Wallerstein, Immanuel. Citizens All? Citizens Some! The Making of the Citizen (Pennsylvania: E. P. Thompson Memorial Lecture, University of Pittsburgh, 2002).


de la historia regulaban el devenir. La capacidad de cooptación del mercado demuestra, cada día con mayor certeza, que los recursos estatales están en caída libre. La dulce imagen de un Estado que se había apropiado de las formas de solidaridad ya no tiene cabida en el escenario actual, en particular cuando hablamos de solidaridad y no de piedad. Como un paralelismo, las formas de sociabilidad tradicional previas al mercado fueron perdiendo sus anclajes culturales. La acepción moderna del término precariedad2 remite principalmente a lo inestable, a lo incierto, al devenir, a la duración, a la inseguridad. Al mismo tiempo, la precariedad remite a lo corto, a lo fugaz, es decir, a lo que es delicado y frágil. Todos los grupos e individuos construyen espacios y dispositivos para darle una temporalidad a sus relaciones sociales; el problema central del ámbito mercantil es que éste instituye, para la gran mayoría de individuos, posibilidades de articulación social temporales y fugaces y su correlativo, un debilitamiento de lo público para crear soluciones alternativas. En otras palabras, Juan Pablo Pérez Sáinz y Minor Mora3 hacen referencia a la configuración de capacidades de los individuos que participan en el mercado y cómo dichos procesos se transforman en barreras de entrada al mundo laboral, en particular al mundo laboral estable, al no precario. Es precisamente el mercado de trabajo el espacio social que tiende a estructurarse sobre las desigualdades de condiciones de los participantes, dando como consecuencia desarrollos desiguales en las rutas de movilidad hacia el empleo, en las rutas de acceso hacia los espacios urbanos y hacia los tiempos de inserción. El escape de la pobreza, a través de trayectorias laborales productivas, ha sido una constante de esfuerzos truncados y aislados, con evidentes resultados de ineficacia. El Instituto Nacional de Estadística (INE),4 registró en el 2002 un 49% de la Población Económicamente Activa (PEA) como asalaria2 Cingolani, La Précarité. 3 Pérez Sáinz, Juan Pablo y Minor Mora Salas. “Excedente económico y persistencia de las desigualdades en América Latina”, en Revista Mexicana de Sociología 71: 3 (julioseptiembre de 2009. 4 Instituto Nacional de Estadística (INE), Características de la población y de los locales de habitación censados. Censos Nacionales XI de Población y VI de Habitación 2002 (Guatemala: UNFPA, 2003).

da, un 30.2% como Trabajadores por Cuenta Propia (TCP), un 12% como trabajadores familiares No Remunerados (TNR) y 8% como patronos. Estas modalidades de trabajo reflejan, con altísima fidelidad, la diversidad de los vínculos entre el individuo y la sociedad, y los escuetos resultados de las políticas sociales por allanar caminos colectivos. Para efectos de comparación, Marcelle Stroobants5 afirma que: “En la mayoría de los países industrializados, la población activa se compone hoy por hoy de una gran mayoría de asalariados, entre 80% y 90% de la población activa”. Es decir que las formas de homogeneización de la población, vía la empleabilidad y el intercambio, son procesos masivos. Frente a la división permanente de las modalidades de trabajo, de remuneración y de explotación, la única certeza es que la precariedad se inserta en el seno de las relaciones productivas. Según Piotr Sztompka,6 los procesos sociales tienen una doble temporalidad: la temporalidad externa que sirve como medida de coordinación de los diversos actores, recurso de ordenamiento del caos y de los flujos; y una temporalidad definida como propiedad interna de los eventos. La temporalidad interna divide los procesos sociales en unidades estables, por ejemplo, los períodos 5 Stroobants, Marcelle. Sociologie du Travail (Paris: Nathan, 2002). 6 Sztompka, Piotr. Sociología del cambio social. Versión en español de Ángel Rodríguez (Madrid: Alianza Editorial, 1995).

de trabajo, de descanso, de movilización de mercancías, etcétera. Estas dos temporalidades han perdido hoy en día su estabilidad; la transformación permanente de los sistemas productivos instaura relaciones efímeras de empleo, discontinuidades esenciales y una intermitencia de las relaciones sociales. El paradigma de la gran industria y sus efectos de concentración y unificación, redactados por Marx en su Manifiesto, no corresponde con los modelos actuales que inscriben las relaciones de trabajo en temporalidades breves. A pesar de que la precariedad se refiere a un término pluridimensional, el mundo del trabajo sigue siendo una vitrina privilegiada para observar el acomodo de las relaciones sociales. Pérez Sáinz y Mora Salas7 indican que las dinámicas laborales actuales están en crisis y han perdido sus capacidades integradoras. Dicha multiplicación de formas de trabajo y formas de empleo representa una desarticulación de la sociedad, “La precariza7 Pérez Sáinz y Mora Salas. “Excedente económico”.

Foto: Luis Alejandro de León Soto

ción generalizada actual amenaza el estatuto de los asalariados, a su condición básica de vulnerabilidad. En el caso de la desigualdad, la vulnerabilidad es la de ser un propietario sin capacidad de adaptación para competir en el mercado…”.8 Entre estas formas nos topamos con la informalidad, epifenómeno y exponente privilegiado de la vulnerabilidad de las relaciones sociales en la médula de los esfuerzos productivos.

8 Pérez Sáinz y Mora Salas. “Excedente económico”, pág. 415.

CARTELERA CULTURAL FLACSO Ciclo de cine Argentino los Martes a las 17:00 horas 4 de mayo. El mismo amor, la misma lluvia. De Juan José Campanella 11 de mayo. Tiempos de valientes. De Damian Szifron 18 de mayo. Elsa & Fred. De Marcos Carnevale 25 de mayo. Un lugar en el mundo. De Adolfo Aristarain pintura 18:00 horas 28 de mayo. A las 6:00 Inauguración de Exposición. El Grito. Homenaje a Eduard Munch. “Niños pintores de Frida Kahlo” No. 12/ Extraordinario, mayo 2010

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En los países desarrollados, es después de la Segunda Guerra Mundial que el trabajo comienza a ser más regulado, por temporada, por condición del trabajador, por ubicación geográfica, por grados de riesgo, por tipos de formación, etc. hasta formas altamente reglamentadas. A partir de la década de 1970 se desmontan ciertas estructuras del empleo y se llega a una nueva época de inseguridades. La tendencia global es modificar las formas de contratación, involucionar civilizatoriamente hasta situaciones extremadamente precarias: remuneraciones por día, por destajo, por pieza, por minuto, etcétera. La dis-

continuidad en el empleo es hoy en día la tónica mayoritaria y el trabajo se percibe como una acumulación de discontinuidades. La carencia de ingresos se prevé como un momento obligatorio de la trayectoria laboral. La banalización de las malas condiciones de trabajo se percibe como una condición normal porque las nuevas generaciones no han tenido experiencias de estabilidad laboral y, en el mejor de los casos, las insubstanciales incursiones en la dinámica productiva representan balsas salvavidas para no caer en la discontinuidad total. A pesar de que la sociedad guatemalteca no es una sociedad sa-

Mi Familia Progresa: Más allá del debate político

Marcel Arévalo*

Marcel Arévalo *

M

i Familia Progresa (MFP) es la versión guatemalteca de los programas de Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC) diseminados desde hace años por varios países en el mundo y que en el área rural de Guatemala es bien percibido por los beneficiarios y en el ámbito metropolitano se ha colocado en el foco de la agenda política y de los medios de comunicación, en buena medida por la connotación que se le ha dado en el contexto pre electoral. Más allá de la polémica política, mediática y jurídica en relación a MFP, los programas de TMC constituyen grandes bondades y desafíos para la problemática de pobreza y especialmente, para los enormes rezagos en salud y educación, que ameritarían ser el centro del debate socio político y socio económico en el país.

Una historia vieja pero novedosa

El programa de las transferencias monetarias condicionadas, aunque tarde, llegó a Guatemala y se ha instaurado con gran celeridad, al pasar desde su creación el 16 de abril de 2008 con una fase piloto de atención a cuatro municipios, a 177 municipios atendi* Comunicador social egresado de la USAC, con estudios de maestría en ciencia política por la URL.

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dos en 20 departamentos y 477,776 familias incorporadas. Experimentadas eficazmente en otros países y continentes, las TMC, forman parte de los nuevos paradigmas de las políticas sociales en las estrategias de reducción de la pobreza. Su origen, sin embargo, no es nuevo y se relaciona a la propuesta de que todos los ciudadanos posean un ingreso fijo. La argumentación a favor de una renta básica “suficiente para cubrir las necesidades primarias”, fue presentada por Bertrand Russell, premio Nobel de literatura, en Caminos de Libertad (Van Parijs, 2006). La renta básica, basada en las propuestas surgidas desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX de Thomas Paine, Joseph Charlier y Henry George en Inglaterra y Bélgica, sobre el uso y distribución de la tierra, el debate se trasladó hacia mediados del Siglo XX a los Estados Unidos de América con exponentes como Milton Friedman, Robert Theobald y James Tobin quienes promovieron la creación de una renta básica. Es precisamente en EUA, en Alaska, en donde el concepto cobra vigencia a mediados de la década de 1970, al tasarse el ingreso por la explotación petrolera para la creación de un fondo que permite dotar de una asignación anual a todos sus residentes y se hace efectiva en 1982 y hacia 2004 rinde 920 dólares a 650 mil habitantes (Van Parijs, 2006). En América Latina, durante la década de 1980 se generaron contradicciones en las políticas sociales, tanto

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larial, las discontinuidades establecen un horizonte de vulnerabilidad, un encuentro inevitable para la mayoría de los trabajadores. La pérdida del empleo se convierte en un instrumento de chantaje para el empleador y en total incertidumbre para los empleados. El concepto de precariedad nos ayuda a comprender mejor esa fragilización de las relaciones sociales que tanto nos apremia, en particular al 69% de la población económicamente activa. En 2002 el Banco de Guatemala9 registró una PEA de 4,923,640 personas, entre las cuales 3,412,187 personas fueron clasifica-

das como “trabajadores informales”. La transformación de los tiempos que nos permiten estar vinculados con la sociedad vuelven inciertos los ensayos de proyección. Las oportunidades laborales representan factores centrales en el proceso de integración; sin embargo, las nuevas coordenadas de impredecibilidad instalan la vulnerabilidad en el corazón de las actividades económicas y de los órdenes de la sociedad.

por efectos del endeudamiento como por el proceso de incorporación a la economía global y las dinámicas neoliberales. No obstante la reducción del papel del Estado las políticas sociales continuaron ejerciéndose desde la esfera pública pero bajo enfoques de mercado, presionados por el crecimiento del desempleo y la fractura de los fondos de pensión o de los seguros de desempleo. Ante la crisis y el crecimiento de la pobreza se implementaron programas de subvención y dotación de alimentos, así como la creación de empleos de emergencia en obras de infraestructura (alimentos por trabajo). Se produjo un cruce de paradigmas: el neoliberal y el del Estado de bienestar. En los años 90 Surgen los Fondos de Inversión Social y las Redes de Protección Social, que se basaron en la distribución o implementación de bienes y servicios, en muchos casos con costos elevados por la necesidad de disponer de recursos, personal, procesos de almacenamiento y transporte. Ello llevó a la ejecución de programas de transferencias de dinero o rentas que coadyuvaran a resolver las principales problemáticas de la pobreza (Cohen, 2006).

de la dotación de efectivo directo a las familias beneficiarias. La transferencia es, en su mayoría (97% en el caso de Guatemala), administrada por mujeres y establece el compromiso de la asistencia de los hijos a la escuela, de la familia a los centros de salud y de las mujeres embarazadas e hijos de 0 a 5 años a atención y controles de nutrición, u otros requisitos que varían según los programas aplicados en cada país. La mayoría de las evaluaciones de impacto en la aplicación de las transferencias en países en donde trasciende una década de aplicación y más de una gestión de gobierno, coinciden en calificarlas de efectivas en tanto la atenuación de la pobreza, aunque son aún inciertas ante las perspectivas de romper su ciclo intergeneracional. Las diversas referencias que se hacen de estos programas sociales mencionan otros beneficios relacionados con el incremento de la asistencia escolar, a centros de salud, en la cobertura de campañas de vacunación, en la reducción de la desnutrición, en el incremento del consumo, pero incluso en otros efectos no precisamente medidos como en el mejoramiento de las relaciones con equidad de género en las familias, una reducción de las desigualdades en el ámbito local comunitario, una elevación de la autoestima y una revaloración de las identidades culturales y sociales. Entre los análisis conocidos respecto a las TMC se hace mención a algunas tensiones en tanto el enfoque en su aplicación, como por ejemplo la relación con respecto a la reducción de la pobreza y la condicionalidad en los temas educativos y de salud, por cuanto el efecto de la transferencia en ambos sectores sobre la población

Características y efectos de las TMC Los programas de Transferencias Monetarias Condicionadas, con diez años o más de existencia en Brasil, México, Honduras, Nicaragua, Colombia, Chile, Argentina, Perú, Ecuador, entre otros, adquieren diversos nombres, modalidades y alcances, pero se asemejan en varios de sus componentes de condicionalidad, o corresponsabilidad, además

9 Banco de Guatemala, “Política monetaria, cambiaria y crediticia: evaluación a noviembre de 2002 y propuesta para 2003” (Guatemala, 2002), pág. 58.


beneficiaria podría ser efectivo y evidente en más de dos décadas, por lo que se hace necesario su vínculo con programas de fomento de las capacidades de adultos y de generación de fuentes de empleo (Villatoro, 2009). Otras evaluaciones coinciden en mostrar el incremento en la matricula escolar pero no así en el rendimiento (Pérez, 2009; Fiszbein, 2009: 25). También hay resultados concordantes de los estudios sobre un mayor impacto de las TMC en tanto tengan un soporte institucional y un marco jurídico legal que las dote como políticas de Estado y por tanto, de consensos multipartidarios, institucionales y sociales, que las hagan trascender más allá de políticas coyunturales de gobierno. (Hailu, 2006). Finalmente, hay otra dimensión de las evaluaciones en estos programas aplicados en países con larga data, que resaltan sus limitaciones en tanto no estén relacionados a otras políticas públicas que tienen que ver con el incremento de los servicios y la calidad de la salud y la educación, pero también con el incremento y acceso a fuentes de empleo, crédito, asistencia técnica y producción. Las TMC por sí solas son insuficientes como programas de lucha contra la pobreza y deberían combinarse con otros programas no necesariamente condicionados, como los llamados Transferencias Monetarias Sociales (TMS), destinados a poblaciones vulnerables como adultos mayores o víctimas de VIH/SIDA (Handa, 2006; Fiszbein, 2009).

Los dilemas sobre la población beneficiaria Como todo programa social, las TMC discriminan entre la población que debe estar afecta y la que no es beneficiaria. En este caso se combina básicamente la condición de pobreza con la de familias con niños entre los 6 y los 15 años de edad. Es frecuente también la consideración de casos de madres embarazadas y niños entre 0 y 6 años de edad. Quedan excluidas las familias que, aunque en situación de pobreza no tienen estas condiciones. A esta selección se le denomina focalización, es decir, el poner la atención en un segmento específico de población. La focalización de los programas sociales se originó hacia la década de 1980 por la confluencia de la reduc-

ción de ingresos tributarios y la reducción del gasto público, así como a la ineficiencia de los programas en la reducción de la pobreza (Brodersohn, 1999). El concepto de focalización se origina en lo que en las décadas de 1960 y 1970 se denominó priorización de los programas sociales. Los criterios de focalización tienen que ver con la optimización de los recursos, frecuentemente reducidos y pretenden complementar los programas que en políticas públicas se aplican con criterios de universalización. Sin embargo, los criterios de focalización aplicados, por ejemplo en las transferencias condicionadas, no son lo mismo en Chile que en Guatemala, pues la ubicación de familias en condición de pobreza general (13.7%) o pobreza extrema (3.2%) en Chile comprende un segmento minoritario, mientras en Guatemala (51% y 15% respectivamente) constituyen un alto porcentaje poblacional, en la cual ameritaría procesos de universalización. El problema de la focalización en problemáticas tan extensas como las de la pobreza en Guatemala y las grandes limitaciones de recursos fiscales para sostener las políticas sociales que ameritaría para reducirla significativamente, es precisamente el de la tendencia a aplicar criterios de hiperfocalización que tempranamente se convierten en paliativos. Tal es la experiencia de la aplicación de programas sociales profundamente asistencialistas, como lo fueron varios de los ejecutados en las administraciones de gobierno recientes, como “vaso de leche” y “creciendo bien”, entre otros.

Mi Familia Progresa: ¿llegó para quedarse? En el caso de Mi Familia Progresa, como todo programa de transferencia monetaria que se brinda a las familias beneficiarias condicionándolas al control en los centros de salud y

a que lleven a sus hijos a la escuela, promueve la posibilidad de atacar dos causas estructurales de la pobreza, a la vez que genera un ingreso fijo sostenido que permite complementar la adquisición de alimentos y dinamizar nuevas relaciones socio económicas en el ámbito local. Sin embargo, su aplicación se ha visto presionada a ampliar su cobertura e ir más allá en los criterios de focalización. Si tomamos en cuenta que los beneficiarios son ya cerca de 500 mil familias, podríamos considerar una población de 2.5 millones que están siendo cubiertos por el programa MFP. Pero más allá de esta cifra sin precedentes su dinámica está presionando también y directamente a los sectores de salud y educación, con el incremento de centros de salud y per-

ción local (Fiszbein, 2009: 15). Mi Familia Progresa tiene críticos pero en el “discurso político correcto” todos, incluso sus más férreos opositores, coinciden en reconocer que las transferencias monetarias son necesarias para reducir la pobreza. Seguramente estarán pensando en cambiarle nombre pero el señalamiento sobre el clientelismo político electoral es el principal motor de su propio argumento. Estas contradicciones desde lo político deberían motivar, a contrapelo, un esfuerzo para traducir las políticas sociales de gobierno en políticas de Estado, dotándolas de un cuerpo legal y de una institucionalidad que permitan garantizar un esfuerzo de largo aliento, que por lo menos trascienda cuatro administraciones de gobierno, no importando su tendencia política, sino la consecuencia de ver efectivamente una considerable reducción de los índices de pobreza y pobreza extrema, que más que un dato son una profunda e intolerable realidad en Guatemala.

Bibliografía

sonal médico y paramédico, mayor cantidad de maestros, aulas, pupitres y materiales de enseñanza. Los beneficios sociales también tienen una expresión en las dinámicas del sistema predominante de mercado, cuyos principales favorecidos suelen criticar acremente este tipo de programas por considerar que promueven la dependencia, “la haraganería”, el “no enseñar a pescar”, en tanto que, al igual que las remesas, el ingreso sostenido se destina fundamentalmente a alimentos (94.8%), ropa (67.4%), calzado (54.5%), medicinas (55.5%) y útiles escolares (47.1%).1 Varios estudios coinciden en destacar el incremento del consumo y de las redes de comercializaRendición de cuentas programa “Mi Familia Progresa” (en: http://www.mifamiliaprogresa.gob.gt/ consultado en abril 2010).

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